¿Leer, para Qué?
¿Leer, para Qué?
¿Leer, para Qué?
Mario Rey
“¡Eso no sirve para nada!”, decía mi padre, para descalificar mi afición por la lectura, el
política tradicional. “¡Eso sí da plata!”, insistía, tan intranquilo como los padres del
joven Gabriel García Márquez. “¡Uy, eso se va a quedar ciego, de tanto leer y tanto
escribir!”, protestaba mi madre, angustiada, como la invidente Doña Rosa ante Maqroll
su creador, con el eco y la memoria de la corriente del agua cristalina tras el mar. “¡De
tanto leer, se va a volver loco!”, refunfuñaba mi abuela, tan preocupada como el ama y
Y nunca tuve un defensor impertinente que les dijera: “Un buen escritor puede
ganar buen dinero (…) Sobre todo si trabaja con el gobierno”… Felizmente, ni nuestro
Gabo ni nuestro Mutis ni nuestro Cervantes tuvieron en el gobierno un empleo tal que
les pudiera cercenar su espíritu libre y creativo y los enredara en el espeso y obscuro
Mutis no mezcló jamás sus dotes de escritor con su trabajo en la empresa privada, y
vivió una vida escindida entre su labor de ventas y relaciones públicas, por un lado y el
mundo de las letras por el otro, pero nunca dejó de pensar ni de tomar notas sobre lo que
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podría vivir Maqroll en cada momento, y recibió jubiloso la llegada del retiro para
dedicarse en plenitud a la escritura. La de Cervantes fue una vida azarosa, en los límites
de la penuria, sostenido siempre por la lectura y la escritura, a tal grado que en las
celdas de la cárcel dio a luz su inmortal Quijote. Franz Kafka trabajaba en una oficina
de seguros y escribía; Tomás Eloy Martínez alterna su vida de escritor con la academia;
Fernando Vallejo investiga, escribe, escandaliza y cuida perros; Héctor Abad, Jorge
Bustamante, Óscar Collazos, William Ospina, Ignacio Ramírez, Juan Manuel Roca y
situación social y política del país. Y todos ellos han vivido satisfechos, plenos, pues, su
ayuda a soportar el lado difícil y obscuro de la vida, más allá de la manera como se las
hayan arreglado para ganarse el pan, de la mayor o menor cantidad de dinero, fama o
poder. Y yo, lejos de ser un buen escritor como ellos, no me arrepiento de mi elección
de una vida dedicada a la lectura, la escritura y, sobre todo, a su promoción entre los
niños y los jóvenes, a veces entre los adultos, y vivo feliz, compartiendo con ellos las
páginas que me han emocionado y me han ayudado en la lucha por ser un mejor ser
humano.
Por fortuna, las ideas sobre los efectos negativos de la lectura han cedido
sus funciones prácticas, sino como entretenimiento. Por desgracia, en cambio, campean
las ideas que subvaloran el ejercicio de la escritura y del arte, y de tantos otros oficios
comercio o el cultivo del campo, por ejemplo, acompañadas, por desgracia, de una
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sobrevaloración del dinero, del consumo, de la fama y del poder tal que alcanza niveles
claro; pero la lectura, más allá de sus aplicaciones prácticas, es una gran puerta de
escape, una inagotable y económica forma de esparcimiento, una herramienta útil para
que nos permita navegar por las tormentosas y asfixiantes aguas del ruidoso imperio de
oropel del consumo, el dinero, la fama y el poder, que acarrean injusticia, desigualdad,
en el planeta. ¡Qué actuales siguen siendo las palabras de Fray Luis de León, aunque
VlDA RETIRADA1
¡Qué descansada vida
la del que huye del mundanal rüido,
y sigue la escondida
senda por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido!
Que no le enturbia el pecho 2
de los soberbios grandes el estado,
ni d e l dorado techo
se admira, fabricado
del sabio moro, en jaspes sustentado 3.
No cura si la fama*
canta con voz su nombre pregonera 5;
ni cura si encarama
la lengua lisonjera
lo que condena la verdad sincera.
¿Qué presta a mi contento
si soy del vano dedo señalado?
si en busca de este viento
ando desalentado
con ansias vivas y mortal cuidado?
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¡Oh campo, oh monte, oh río!
¡Oh secreto seguro deleitoso¡
Roto casi el navio, 6
a vuestro almo reposo
huyo de aqueste mar tempestuoso 7.
Un no rompido sueño,
un día puro, alegre, libre quiero;
no quiero ver el ceño
vanamente severo
del que la sangre sube o el dinero.
Despiértenme las aves
con su cantar süave no aprendido;
no los cuidados graves
de que es siempre seguido
quien al ajeno arbitrio está atenido.
Y luego, sosegada,
el paso entre los árboles torciendo,
e1 suelo de pasada
de verdura vistiendo,
y con diversas flores va esparciendo.
Ténganse su tesoro
l o s . que de un flaco leño se confían:
no es mío ver el lloro
de los que desconfían
cuando el cierzo y el ábrego porfían 13 .
La combatida antena
cruje, y en ciega noche el claro día
se torna; al cielo suena
confusa vocería,
y la mar enriquecen a porfía.
A mí una pobrecilla
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mesa, de amable paz bien abastada,
me baste; y la vajilla
de fino oro labrada
sea de quien la mar no teme airada.
Y mientras miserable- 14
mente se están los otros abrasando
en sed insaciable
del no durable mando 15 ,
tendido yo a la sombra esté cantando.
A la sombra tendido,
de yedra y lauro eterno coronado,
puesto el atento oído
al son dulce acordado
del plectro sabiamente meneado.
anacrónico para los jóvenes y los portadores de los viejos prejuicios, incluso para los
padres de hoy que no adquirieron el hábito de la lectura, o para los maestros mismos, no
siempre buenos lectores, y generalmente esclavos de los planes, los programas, los
informes y las actividades alternas para complementar sus bajos salarios, quisiera
compartir con ustedes algunas de las maneras como la lectura puede enriquecer la vida,
excepcional, o por egocentrismo, no, sino porque estoy convencido de que la pedagogía
infidelidad que dio origen a Las mil y una noches, plena de aventuras y sensualidad;
como la manifestación del poder de la literatura que son sus entretenidos relatos. En
monstruoso, les corta la cabeza de inmediato –como debe ser- a los dos pérfidos e
comidas, adiós harem… (¡Eso sí, tampoco, ala!). El califa, preocupado por la suerte del
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reino y del Emir –en ese orden, al menos en mis valores-, lo convenció de que la única
manera de salvarse de la infidelidad era casarse todos los días con una virgen –como
debe ser-, y matarla al día siguiente de la noche de bodas -¡gran sabiduría!-… Y así fue
por mucho tiempo, pero como el mal no puede soportar la paz, un día escaparon las
arrancándose los cabellos y azotando su testa contra el suelo y las paredes, sí, así, como
sacado de una novela de Vallejo. Sheherezade, para salvar a su padre, se propuso para el
deseado ayuntamiento con el gobernante y poderoso de turno… -cosa que sólo sucede
las barbas y dio cabezazos y gritos de dolor; pero nuestra Sheherezade le pidió que
acompañara a los aposentos reales. Después de los exquisitos platos traídos del mundo
entero, de las aceitunas, del kipe y de las hojas de parra; del sancocho, el ajiaco, el mole
arroz con coco; de los jugos de lulo, de maracuyá, de curuba y de mango; de las aguas
cumbia, del son, del rock y de la salsa, el Emir se dirigió a sus aposentos con la joven
solicitó que la dejara entrar con ellos al cuarto nupcial, pero, con una libidinal sonrisa
cuento, como todas las noches; y con autorización del ansioso y comprensivo Emir, la
reina por una noche comenzó su narración, que sólo interrumpió cuando la aurora
empezó a cubrir con sus rosáceos velos la obscura faz de la tierra. El Emir, embelesado,
le pedía que continuara, pero Sheherezade le dijo que estaba muy cansada, que si
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quería, continuaba la noche siguiente, y así fue por mil noches y una, al termino de la
cual el Emir decidió perdonarla, y se casaron y vivieron muy felices. Gracias a los
Las mil noches y una de fantasía, diversión, sabiduría y amor. Gracias a las historias de
la joven reina, como el Emir, aprendí que es posible el amor, que éste es un ejercicio
cotidiano de comunicación, que es necesario alimentarlo día a día, noche a noche, que
en un mundo al borde del caos. Tal es el poder de la lectura y la escritura. Tal el poder
de la literatura.
Antes de los veinte años de edad, tuve a mi hija Rosa Jimena, y sentí la
necesidad de compartir con ella y su madre el mundo de los libros y del arte, y, como
Sheherezade, les leía y les contaba cuentos. Un día, cuando apenas sí se podía sostener
tiempo he ido entendiendo qué tan certeros fueron mi impulso y mi intuición. Hoy es
una gran lectora y editora, y cursa una maestría en Bibliotecología; ha vivido las
diálogo alrededor de nuestras lecturas y experiencias. Y del amor filial, hemos podido
hija en mis alumnos, e intento compartir con ellos las historias y los poemas que a mí
me gustan más; lo mismo en el cine, la música y las artes plásticas, y, a través de éstos,
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los valores éticos, estéticos y humanistas que me inculcaron mis mejores maestros; y
y a veces yo narro mientras la princesa atiende; así, los relatos, la poesía, el cine, la
arquitectura y las artes plásticas enriquecen nuestra charlas y ponen en segundo lugar
los inevitables asuntos cotidianos; sin lugar a dudas, la literatura y el arte alimentan el
amor.
respeto del otro y al amor al otro. También a la comunicación con uno mismo, con el
Gracias al diálogo que alimenta con el otro y con uno mismo, la lectura
enriquece nuestro conocimiento –no sólo con los textos informativos, como es evidente,
también con los literarios- y nuestra capacidad afectiva, a través del reconocimiento de
nuestras experiencias en sus personajes y situaciones, por ejemplo: con Pablo Neruda
aprendí a observar detenidamente y a gozar el paisaje, desde los pinos y encinos hasta
los musgos y los líquenes; en muchas ocasiones no encontré palabras más propias ni
más bellas que las suyas para expresar el amor a la mujer; también fueron ejemplares
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Canté con Jorge Isaacs a la belleza del Valle del Cauca, sus montañas, sus ríos y
sus tierras de dos metros de capa vegetal, sus plantas, sus gentes y sus culturas.
y la violencia que nos corroe. En Manrique, además del sentimiento, hallé la reflexión
y el poder.
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de juventud,
todo se torna graveza
cuando llega al arrabal
de senectud.
(…)
juventud, frente a una cerveza, discutiendo con mis camaradas, imberbes la mayoría,
las palabras, indignados, casi a punto de esgrimir los puños, unos, y otros las armas,
mientras miles de miles morían por el hambre, la violencia familiar, la violencia por las
tierras, la violencia por los territorios de distribución de las drogas, la violencia por
En el Quijote, que leí por primera vez a los doce años, gracias a una selección de
los pasajes más adecuados para niños, regalo de mi bella y tierna tía y madrina, encontré
y gracias a un ensayo de Fernando Vallejo, encontré otra virtud de Cervantes y sus dos
tesoros; visité otros reinos; sufrí la angustia del encierro y gocé la liberación; aprendí,
pierdes la fe, saldrás de los callejones sin salida y de los laberintos más tenebrosos y
complejos.
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En Maqroll el Gaviero revivo la desesperanza, y me veo reflejado en su
en su ir hasta el final, a pesar de todo, con el aliciente de la amistad, el eco del canto del
río y la montaña, y la visión de las palmeras reales coronadas del azul del cielo, el verde
de las hojas del cafeto, el rojo del café, y su delicioso aroma al despertar.
Con Badini, de John Fant, el placer de un autor y una lectura obsequiados por mi
descubriendo el mundo y su camino tras la sombra del padre ausente y las peleas de
mamá y papá.
McCuller, con Las cenizas de Ángela, me permitió ver que no estaba solo en las
podían ser peores, que son mil veces peores e indignantes hoy para muchos en
mismos...
Kafka nos recuerda con “El artista del hambre” cómo podemos acostumbrarnos
cómo algunos de nuestros padres, cual Saturno, nos devoran hasta que nos convertimos
sinuoso y tortuoso sendero de la soledad, inmersos en valores, ritos y mitos que no son
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Somos uno con Rosario Castellanos, cuando llora por la cebolla que se le quemó
o cuando se detiene extasiada ante las lavanderas del Grijalva o nuestros ríos a la vera
del camino.
otro, a través del reconocimiento en los personajes o las situaciones que hemos querido
o soñado ser o experimentar; por ejemplo, yo hubiera sido feliz viviendo las aventuras
de Tom Sawyer en Huckleberry Finn, donde reforcé mi respeto y mi amor por el otro,
por el ser diferente; o recorriendo las calles, la magia y la locura latentes en las historias
del París de Rayuela y los relatos de Cortázar; o en los teatros, bares, cantinas,
arrabales, mitos y leyendas con los que nos conecta la voz del viejo anacobero en La
embriaguez eterna del cónsul Bajo el volcán, perdido en un paisaje y una cultura
Santiago, entre el azul marino y el azul del cielo, en El viejo y el mar de Hemingway; o
en la espera sin fin de la carta de jubilación y el triunfo del gallo, arropado por la gente
Gabo en El amor en los tiempos del cólera, cual joven enamorado, en los últimos días
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echar a nadar los peces de oro, o por ver de nuevo una película a cielo libre, con la
refrescante brisa del trópico, o por mecerme, montado, una vez más en la hamaca de
Cien años de soledad!; ¡cuánto no, por captar el alma de los colombianos, como
verdad de las mentiras!; ¡y cómo deseo escuchar los cantos de la amada del Cantar de
los cantares del Rey Salomón en la octava rima de Fray Luis de León!; ¡cómo envidio
Caribdis, y arribar, sabio, a mi Itaca Colombia, y derrotar a los infames que la asuelan, y
morir en paz!
con mayor facilidad al otro y al otro interior, a través de la identificación con los
personajes y las situaciones que no nos hemos atrevido a ser o experimentar, o hemos
temido ser o vivir, consciente o inconscientemente; por ejemplo, matar a uno de los
padres y quedarnos con el otro, como en Edipo Rey o Electra, de Sófocles y Eurípides;
o agarrar un arma e ir asesinando a todos los que no nos gustan o nos llevan la contraria,
como en La Virgen de los Sicarios, de Fernando Vallejo; o dar salida a nuestros celos,
nuestra casa y nuestras cosas, los seres que la habitan, nuestra forma de vida, y
La lectura nos enriquece, al permitirnos vivir otras épocas, otros espacios y otras
en llamas y Pedro Páramo, de Juan Rulfo; o los mediados del siglo XX en México, con
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clásicos griegos en la Iliada, la Odisea de Homero, o las tragedias y comedias de
Esquilo Sófocles y Eurípides; o el mundo árabe, en Las mil noches y una; o las
múltiples vidas y épocas de Stefan Zwig: Fouché, María Antonieta, Balzac, Stendhal…;
Flor y sus dos maridos, Gabriela, clavo y canela, Viejos marineros y el maravilloso
caballito de ébano”, de las Mil y una noches, entre otros, bien pueden ser leídos o
escuchados por cualquier niño, cualquier joven o cualquier adulto –para mí, no existe tal
división, pero ese es un tema que abordaremos más adelante-; pero no puedo olvidar
que con Hanzel y Gretel, de los hermanos Grimm, cuando me siento perdido, solo y
desprotegido, sé, siento, como cuando era niño y lo escuchaba o leía, que al final
encontraré el camino; cuando fracaso en una empresa, recuerdo Las tres manzanas de
naranja, de Ulalume González de León, o casi casi cualquier cuento de hadas, y sé que,
aunque falle una y otra vez, pronto llegará la tercera, “la tercera es la vencida”, dicen en
México, y lo lograré y me sentiré feliz; cómo no recordar que con El patito feo, de
rechazado, sé, siento en lo más profundo de mi ser, que un día, tarde o temprano, me
encontraré con alguien, o con un grupo de personas que me reconocerán igual a ellos, y,
entonces, me verán hermoso; cuando leo o veo las noticias sobre los padres y los
todo un clásico, a pesar de haber sido editado no hace más de quince años, donde los
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niños y los adultos de un pueblo sometido por una señora muy fea que les daba
trabajo y sin comida, lograron transformarla haciéndole sentir que lo malo era bueno y
lo bueno malo: si le ponía zancadilla a una viejita, ésta le decía, después de pararse:
“¡Hazme caer otra vez, es tan divertido!”…; o cuando leo que día a día desaparece una
y otra especie, o que la tierra se está recalentando y ponemos en peligro nuestra propia
Ahora bien, cuando decimos leer también estamos diciendo escribir: los textos
receptor se cierra una y otra vez, en espiral interminable… Quien lee, escribe; cada
lector es un escritor que reconstruye el sentido único de las palabras cotidianas, los
textos informativos o los discursos técnicos y científicos; cada lector es un escritor que
lectura implica y genera la escritura, como ésta, la lectura; leyendo, aprendemos a ser
escritores, somos escritores en un sentido amplio; y, sobre todo, la lectura nos ayuda a
Es muy importante, pues, que ayudemos a formar lectores, y escritores; para ello
tenemos que formarnos como lectores, pues no es posible transmitir el amor a la lectura
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escritores sin conocer nuestra lengua; no podemos estimular la escritura entre los niños
y los jóvenes si nosotros no leemos ni escribimos. Nadie puede dar o transmitir lo que
amor por la lectura, el amor a los libros, el amor a la literatura, el amor a las artesanías,
amor al planeta, a los seres vivos, al hombre y sus labores, estaremos formando buenos
contar, de cantar, de reflexionar, de comunicar, para uno y para los demás, como el
músico tiene una necesidad enorme de emitir sus mensajes mediante sonidos, como el
necesidad, podremos recibir los mejores estímulos, y podremos desear, en abstracto, ser
Nuestra labor como pedagogos, sea cual sea la disciplina que impartamos, es
ayudar a formar a los niños y a los jóvenes como mejores seres humanos, ayudarles a
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sentido de vida, sea cual sea: es tan importante ser escritor como ser cocinero, médico,
científico, artesano, bombero, tendero, pintor de arte o pintor de brocha gorda, policía o
conductor –y no digo político, porque para mí la política es algo que nos atañe a todos,
y no debe ser una especialidad de nadie, los políticos profesionales son una aberración
de la época…- Y para esta labor, los libros, las revistas, las páginas de Internet, el arte,
En fin, la lectura, la literatura, como el arte, en general, como las flores, como el
paisaje, como los atardeceres y los crepúsculos, como la gente, como los animales,
como la naturaleza, son bellos porque sí, no importa si sirven o no para algo práctico,
están allí para el deleite, para soñar, para amar, y sin ellos no podríamos vivir.
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