Réquiem para La Plaza y La Fábrica: Notas Sobre La Metrópolis Contemporánea en América Latina
Réquiem para La Plaza y La Fábrica: Notas Sobre La Metrópolis Contemporánea en América Latina
Réquiem para La Plaza y La Fábrica: Notas Sobre La Metrópolis Contemporánea en América Latina
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1.« 'La ciudad está degradada, la ciudad está degradada...', protestaba en cada es-
quina el gentil pueblo cangrejo que vivía en Centro-de-la-Ciudad. (...) 'La ciudad
está degradada', protestaba serio frente a las telecámaras de las redes televisivas
durante extenuantes maratones-encuestas-debate. 'El patrimonio artístico se está
destruyendo, la ciudad está degradada. ¿Cerramos la plaza?' (...). Y mientras Peri-
feria crecía por la calle, sucia, desordenada, frecuentando malas compañías y juga-
dores de flippers, Planificación, reguardada en los estudios profesionales por ar-
quitectos y urbanistas crecía debilitada y exangüe, superada por la carga de res-
ponsabilidades que debía afrontar».
Orden y desorden son los tópicos entre los que se estructura uno de los más lúci-
dos ensayos sobre la nueva metrópolis publicado en el volumen La ciudad sin lu-
gares. Individuo, conflicto, consumo en la metrópolis, compilado por Massimo
Ilarde. Una crítica frontal a la ilusión de un control total de la ciudad moderna, que
fue sustentada por arquitectos, planificadores y políticos durante el presente siglo,
constituye el núcleo de las ideas que expone Corinna Varricchio, la autora de los
párrafos citados.
Cabe preguntarse por qué comenzar estas reflexiones sobre la ciudad latinoameri-
cana contemporánea aludiendo en general a una condición metropolitana que mu-
chos, justamente, identificarán como eurocentrada. La respuesta es que, aunque re-
sulte paradójico, desde los años 60 son las metrópolis europeas las que han ido ad-
quiriendo rasgos de las grandes concentraciones latinoamericanas. De tal modo
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Por eso, quien observa las condiciones que definen a las metrópolis contemporáne-
as en el Norte desarrollado del planeta debe admitir una llamativa similitud con
sus pares del Sur. Estas últimas fueron desde su misma creación como productos
de la modernización sólo composiciones de retazos entremezclados de mundos di-
versos, rurales, industriales, antiguos, cambiantes y conservadores, no sujetas uní-
vocamente a aquellas «fuerzas terribles, trágicas, que conducen hacia las grandes
aventuras del mundo y del espíritu».
Nunca fueron las metrópolis de América Latina como sus modelos europeos «la
ciudad residencial, estática, productiva, comunidad política natural donde habita-
ban las grandes clases, los grandes sujetos colectivos, los grandes individuos, los
grandes conflictos, los grandes proyectos».1
Pues bien, tampoco parece ser este el diagnóstico de la gran ciudad europea, de
ninguna gran ciudad, de nuestros días.
1
Massimo Iliardi, «L'individuo tra le macerie della citta» en La ciudad sin lugares...
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Es evidente que no se igualan por esto las urgencias bien diversas de las socieda-
des a que pertenecen. Pero parece importante no olvidar, especialmente en el caso
latinoamericano, la poderosa influencia que ejerce una población mayoritariamente
joven, de una edad promedio de 20 años, cuyos paradigmas están determinados
por los media, en modo bien poco diferente al de sus coetáneos de cualquier otra
de las grandes metrópolis del mundo. Por eso es que si se quiere avanzar en la
comprensión del fenómeno metropolitano latinoamericano es necesario aislar los
rasgos que definan en particular a nuestras ciudades para buscar respuestas inédi-
tas a sus problemas inéditos; no menos necesario que dejar de lado el tal vez dema-
siado autocentrado sentimiento que ha guiado una parte importante de las refle-
xiones sobre nuestras ciudades en los últimos años.
2
Ibidem.
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Desde esta óptica es comprensible que la diferencia entre las metrópolis latinoame-
ricanas y sus pares del Norte tienda a acrecentarse en la situación actual, en la que
los desequilibrios territoriales se multiplican como producto de la articulación ex-
plosiva de crisis de la deuda, y proteccionismo agrícola en Europa y Estados Uni-
dos. La no resolución de la crisis de la deuda tiende a disminuir las inversiones in-
fraestructurales que requerirían una búsqueda de equilibrio territorial, y por lo
tanto estimula el flujo de población, servicios y bienes dentro y hacia las metrópo-
lis; simultáneamente; el mantenimiento de los subsidios a la producción agrícola
en los países europeos tiende a atenuar los contrastes entre vida urbana y vida
agraria, poniendo al alcance de los productores agrícolas bienes que de otro modo
les serían inaccesibles y los obligarían a migrar hacia sus respectivas metrópolis
para procurárselos.
dos por algún creador frenético, imaginativo y ciclotímico, que ha dejado impúdi-
camente a la vista sobre su tela sus pentimenti.
4. De todos modos sería un error proponer frente a este desorden alguna de las an-
tiguas formas de orden total. La región puede exhibir la construcción de Brasilia
como ejemplo de un camino equivocado. Más allá de la evaluación que pueda ha-
cerse de su arquitectura, el agudo contraste entre las pobres poblaciones «satélite»
de sus alrededores y la rígida estructura del Plan Piloto son expresión de la incapa-
cidad de esos «órdenes» antiguos para dar cauce a las complejidades de la metró-
polis contemporánea.
Hace tiempo que estas utopías demuestran sus aporías; y la única alternativa que
arquitectos, planificadores, políticos, hombres de la cultura parecen haber imagina-
do hasta ahora frente al «desorden» no es sino otras formas de utopías regresivas,
las de recreación de armonías perdidas. Buena parte de lo que se ha teorizado en
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torno a la recuperación de los centros históricos en los últimos años, y los esfuerzos
que se han destinado a su recualificación, está signado por ese pensamiento en de-
finitiva conservador, a pesar de las intenciones muchas veces opuestas de sus pro-
tagonistas.
¿Cómo estimular la tozuda insistencia y el ingenio de la gente que todos los días
demuestra su propia capacidad de construir a su modo la ciudad?
Prigogine observa que tal como ocurrió con nuestra aproximación al fenómeno ur-
bano, «durante varios siglos prácticamente desde la fundación de la física por Gali-
leo, Descartes y Newton -, la idea de simplicidad, la búsqueda de un universo fun-
damental, establece a través de las apariencias, ha predominado en las ciencias na-
turales (...). Reconocer la complejidad, hallar los instrumentos para describirla y
efectuar una relectura dentro de este nuevo contexto de las relaciones cambiantes
del hombre con la naturaleza son los problemas cruciales de nuestra época».3 Y en
otro trabajo afirma que «el precio de la existencia del movimiento colectivo es una
producción de entropía permanente: la creación del orden lejano del equilibrio se
paga con una creación de desorden. El crecimiento del desorden medido con la
producción de entropía no es únicamente destrucción del orden. En ciertas condi-
ciones es también fuente de un orden de tipo nuevo, de una actividad que transfor-
3
Ilya Prigogine e Isabelle Stengers, «Sfera», agosto 1989, cit. en Desideri, Paolo: «La fine del tipo»,
mimeo.
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El «orden nuevo» de este desorden debería ser la expresión más genuina de la pro-
fundización y desarrollo de la democratización cada vez mayor de la sociedad.
No caben dudas de que ninguna alternativa válida para el futuro de las metrópolis
latinoamericanas puede pensarse al margen de una mayor integración de los países
de la región, y con ello de un mayor equilibrio territorial en la distribución de los
recursos, de las prioridades de producción y, por lo tanto, de las redes de comuni-
caciones y servicios. Aun sin llegar a límites fantacientíficos a lo Toffler, la expan-
sión de los medios telemáticos y electrónicos de información hace cada vez más po-
sible imaginar mayores posibilidades para esa tendencia a una menor desigualdad
entre condición urbana y condición agraria.
Si se trata de criticar y corregir las carencias de este sistema, esto debería producir-
se en su expansión y no en su negación reaccionaria. Expansión al consumo de bie-
nes simbólicos y no solo materiales, expansión de las posibilidades de participa-
ción y control sobre la producción de esos bienes. Y para eso no son útiles los mo-
delos que pretenden sobreimponer a la sociedad, y en nuestro caso a la ciudad, es-
quemas de orden inamovible. Si la modernización es secularización, eso supone la
caída de toda presunción teleológica, hecho que al menos hasta los últimos años no
fue advertido por quienes han orientado la gestión urbana.
4
Ilya Prigogine, ¿Tan sólo una ilusión? Una exploración del caos al orden. Barcelona, 1988.
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Habida cuenta de las experiencias realizadas: ¿no debería ser sobre la eficiencia de
las redes de circulación y servicios donde pareciera imprescindible volcar el peso
primordial de los esfuerzos de la administración? ¿No se promovería de este modo
una ocupación más integrada del territorio y un menor derroche de los recursos,
admitiendo como un dato cierto que - salvo aisladas excepciones - la construcción
de viviendas es una actividad principalmente privada, individual o empresaria?
¿No sería este un camino apropiado para pasar de la proliferación de conjuntos sin
servicios ni mantenimiento y de una anomia agresiva, a estructuras urbanas diver-
sificadas, de mayor confort, eficiencia y equilibrio relativo? Es indudable que es
una tendencia estimulada por el apuro de administraciones populistas o demagó-
gicas la disposición de recursos hacia intervenciones «visibles», redituables en tér-
minos políticos; una orientación alternativa sólo puede ser resultado de la demo-
cratización creciente de la política, la economía y la sociedad.
Pero, ¿qué significa este triunfo con aires posmodernos de lo banal en ámbito lati-
noamericano? ¿Se trata de reivindicar el desorden, la dispersión y la pobreza?
presión Los Angeles, necesariamente propone a esos individuos algo más que la
posibilidad de acceder a bienes materiales y simbólicos. Vale decir si es deseable -
sabiendo que aun esto supone una cierta idealidad limitar la democratización a la
recepción de dichos bienes.
Quizás no deba buscarse un orden para la totalidad del sistema metropolitano con-
temporáneo. Y sobre todo porque parece ser una tarea imposible. Pero esto no ne-
cesariamente debería acarrear para la administración, el triunfo del laissez faire,
sino más bien una selección cuidadosa de las actuaciones infraestructurales, una
distinción precisa entre puntos o áreas «duras» y «blandas», y una organización
eficiente de los modos de gestión democrática participativa.
No son propuestas novedosas, y son muchos los que parcialmente impulsan crite-
rios similares de actuación. Sin embargo, algunas ideas que hemos examinado,
como la originalidad sustantiva de la metrópolis sudamericana, la búsqueda de un
«modelo de equilibrio», la recuperación de la centralidad, el protagonismo de la vi-
vienda por sobre las redes en la gestión pública, la nostalgia por los grandes suje-
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tos, continúan siendo las protagonistas del debate sobre nuestras ciudades. Y no te-
nemos tantos éxitos que agradecerles como para deberles una devoción sin fisuras.
*Las ideas aquí expresadas comenzaron a organizarse durante las informales pero
intensas conversaciones sobre nuestras ciudades y nuestra arquitectura que sostu-
vimos con Alberto Sato en Caracas, durante el otoño (¿?) caribeño de 1990.
Referencias
*Iliardi, Massimo, LA CIUDAD SIN LUGARES... - 1989; Desideri, Paolo -- L'individuo tra le mace-
rie della citta.
*Prigogine, Ilya; Stengers, Isabelle, LA FINE DEL TIPO. - Barcelona. 1988; Sfera.
*Prigogine, Ilya, ¿TAN SOLO UNA ILUSION? UNA EXPLORACION DEL CAOS AL ORDEN. -
Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad Nº 114 Julio-
Agosto de 1991, ISSN: 0251-3552, <www.nuso.org>.