AP10. Kant y Los Sexos (Bello Sexo)

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Tercera sección

Sobre la diferencia de lo sublime y lo bello en la interrelación


de los dos sexos

// Quien por primera vez tuvo la idea de designar a la mujer con el nombre [2281

de bello sexo posiblemente quiso decir algo galante, pero acertó mejor de lo
que él mismo pudo suponer. En efecto, |sin tomar en consideración que su <48>

figura es, en general, más fina, sus rasgos más tiernos y suaves, y su rostro
más expresivo y cautivante en la expresión de la amabilidad, el donaire y
la afabilidad en com paración con el sexo m asculino; sin olvidar tampo­

co lo que debe atribuirse al secreto encanto por el que ellas predisponen


nuestra pasión a juzgarlas favorablemente, hay rasgos propios en el carác­
ter de este sexo que lo diferencian claramente del nuestro y lo hacen dis­

tinguirse principalmente por la característica de lo bello. Por otra parte,

nosotros podríamos aspirar al título de noble sexo si no se le exigiera tam­


bién a un carácter noble el rehusar los títulos honoríficos y más bien dar­
los que recibirlos. No se entienda por esto que la mujer carece de cualidades

nobles o que el sexo masculino esté desprovisto por completo de bellezas.


Más bien se espera que cada sexo reúna ambas, pero de tal manera que en
una mujer todas las demás perfecciones se reúnan sólo |para resaltar el <49>
carácter de lo bello, el cual es el punto de referencia propio en ella, y que,

en cambio, entre las cualidades masculinas sobresalga claramente lo su­

blime como su característica específica. A esto deben referirse todos los

juicios sobre los dos sexos, tanto los elogiosos com o los adversos; ha de
Sobre la diferencia de lo sublime y lo bello en los sexos

tener esto ante los ojos toda educación e instrucción así como todo esfuer­
zo por fomentar la perfección moral de una y otro si no se quiere que
resulte imperceptible la encantadora diferencia que la naturaleza ha que­
rido establecer entre estos dos tipos del género humano. Pues no es sufi­
ciente pensar que se tienen ante sí seres humanos; además, es necesario
no perder de vista que no son del mismo tipo.
/ / La mujer tiene un sentimiento innato más fuerte para todo lo que es [2 2 9 ]

bello, elegante y ornado. Desde la infancia les gusta arreglarse y se com ­


placen con el atavío. Son limpias y muy delicadas con lo que provoca
repugnancia. Les gusta el donaire y pueden ser entretenidas con pláticas
insignificantes con tal de que sean alegres y de buen humor. |Desde muy < 5 0 >

temprana edad tienen un carácter virtuoso, saben adoptar un aire fino y


son dueñas de sí mismas, y eso a una edad en la que nuestra juventud
masculina bien educada es aún rebelde, torpe y tímida. Tienen muchos
sentimientos de empatia, bondad natural y compasión; prefieren lo bello a
lo útil y transformarán gustosas los excedentes de su presupuesto de ma­
nutención en ahorros destinados al gasto en adornos y galas. Son muy
sensibles a la más pequeña ofensa y sumamente finas para advertir la más
ligera falta de atención y respeto hacia ellas. En resumen, presentan, den­
tro de la naturaleza humana, el fundamento del contraste entre las cuali­
dades bellas y las cualidades nobles, e incluso el sexo masculino se afina
en el trato con ellas.
Espero que se me dispensará enumerar las cualidades masculinas, en
tanto que sean paralelas a las femeninas, y que bastará contrastar unas
con otras. El bello sexo tiene inteligencia al igual que el masculino, sólo

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Sobre la diferencia de lo sublime y lo bello en los sexos

que es una inteligencia bella; mientras que la nuestra ha de ser una inte­
ligencia profunda, |expresión equivalente a sublime. < 51 >

La belleza de toda acción se manifiesta, sobre todo, en su soltura, al


realizarse aparentemente sin esfuerzo dolorososo; en contraste, los afa­
nes y las dificultades superadas despiertan admiración y pertenecen a lo
sublime. La meditación profunda y el examen prolongado son nobles,
pero arduos y no sientan bien a una persona en la que los espontáneos
encantos no tienen que mostrar más que una naturaleza bella. El estudio
laborioso o la cavilación escrupulosa, incluso si una mujer adelanta mucho
en ello, borran las perfecciones propias de su sexo y pueden, por la rare­
za de estas condiciones, hacer de ella el objeto de una fría admiración;
pero al mismo tiempo debilitan el encanto gracias al cual la mujer ejerce
su fuerte poder sobre el sexo opuesto. Una mujer que tiene la cabeza
llena de griego, com o la señora D acier,22 o que sostiene discusiones pro­
fundas sobre m ecánica, com o la marquesa de / / Chátelet,23 bien podría [230]

llevar una barba, pues ésta |expresaría con más claridad el aspecto de <52>

sagacidad a la que ellas aspiran. La inteligencia bella elige com o ob je­


tos suyos a los que más se relacionan con los sentimientos delicados y
deja las especulaciones o los conocim ientos abstractos, que son útiles
pero áridos, para la inteligencia afanosa, profunda y penetrante. La mu­
jer, por lo tanto, no va a aprender geometría; del principio de razón sufi­
ciente o de las mónadas, no va a aprender más que lo necesario para
captar el chiste en las sátiras que se mofan de los sutilizadores superfi­
ciales de nuestro sexo. El bello sexo puede dejar sin preocuparse que
D escartes contin ú e h acien d o girar su torbellin o, o que el am able
Fontenelle24 quiera proporcionarles compañía entre los planetas, y el atrac­
tivo de sus encantos no pierde nada de su energía si no saben ni una

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Sobre la diferencia de lo sublime y lo bello en los sexos

palabra de lo que Algarotti,25 siguiendo a Newton, se ha esforzado en


escribir para provecho de ellas acerca de la fuerza de atracción de la
materia. En historia no se han de llenar la cabeza con batallas ni en

geografía con nombres de fortalezas, pues tan mal sienta a ellas |el olor <53>
de la pólvora com o a los hombres el olor del almizcle.
Parece que es una m aliciosa estratagema de los hombres el haber
querido inclinar al bello sexo hacia este gusto equivocado. Conscientes
de su debilidad ante los encantos naturales de este sexo y de que una
simple mirada traviesa les plantea más confusión que el más d ifícil pro­
blema científico, tan pronto com o la mujer cae en este gusto se sienten

en franca superioridad y, con esa ventaja que difícilm ente tendrían de


otra manera, se sienten capaces de socorrer con generosa indulgencia
las debilidades de su vanidad. El contenido de la gran cien cia de la
mujer es, más bien, la humanidad y en ésta, el hombre. Su filosofía no
consiste en razonamientos sino en sentimientos. Si se quiere proporcio­
nar a la mujer la oportunidad de cultivar su bella naturaleza, se ha de
tener presente esta consideración. Se procurará desarrollar todo su sen­
timiento moral y no su memoria, valiéndose para ello no de reglas gene­

rales sino de algunos ju icios |sobre sobre el comportamiento que ven en < 54 >

torno suyo. Los ejem plos tomados de otras épocas para examinar la in­
fluencia que el bello sexo ha tenido en el curso de la historia, las dife­
rentes / / relaciones que ha guardado con el sexo masculino durante otras [ 231 ]

épocas o en países extraños, el carácter de ambos sexos en la m edida en

que puede ser aclarado mediante esto y el cambiante gusto en las diver­
siones es lo que com prende toda su historia y su geografía. Es bueno que
se haga agradable para la vista de la mujer un mapa del orbe entero, o de

sus partes más importantes, presentándolo con la única intención de des-

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Sobre la diferencia de lo sublime y lo bello en los sexos

cribir los diferentes caracteres de los pueblos que lo habitan y la diversi­


dad en el gusto y sentimiento moral, principalmente en relación con el
efecto que dicha diversidad ejerce en el trato de ambos sexos y agregando
algunas pequeñas explicaciones tomadas de las diferencias de las latitu­
des y la libertad o la esclavitud que experimentan. Es de poca importancia
sí la mujer conoce o no las divisiones particulares de estos países, su in­
dustria, su poderío o sus soberanos. De igual manera, |del universo sólo < 55 >

tienen que conocer lo necesario para conmoverse ante el espectáculo del


cielo en una hermosa noche, habiendo comprendido de alguna manera
que existen otros mundos y que en ellos se han de encontrar otras bellas
criaturas.26 La sensibilidad para la descripción expresiva y la música, no
com o arte sino como expresión de los sentimientos, refina o eleva el gusto
de este sexo y tiene siempre alguna conexión con los impulsos morales.
Nunca una enseñanza fría y especulativa sino siempre sentimientos, y que
éstos permanezcan tan cerca com o sea posible de las condiciones de su
sexo. Esta forma de enseñanza es rara porque reclama talentos, experien­
cia y un corazón lleno de sentimiento. De cualquier otra enseñanza la
mujer puede prescindir definitivamente, e incluso sin ésta ellas general­
mente se cultivan muy bien mediante sus propios esfuerzos.
La virtud de la mujer es una virtud bella * La del sexo masculino |debe <56>

ser una virtud noble. Las mujeres evitarán lo malo no porque es injusto
sino porque es feo y las acciones que ellas llaman virtuosas son las moral­
mente bellas. Nada de deber, nada de constricción, nada de obligación.
Para la mujer es insoportable toda orden y mandato displicente. / / Hacen [232]

* En un severo ju icio ésta fue calificada más arriba |217 1como virtud adoptada; aquí, atendiendo al
carácter del sexo, se le denomina, en general, virtud bella.

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ACTIVIDAD PRÁCTICA
Lee el fragmento de Immanuel Kant «Sobre la diferencia de lo sublime y lo bello en la
interrelación de los dos sexos», extraído de Observaciones sobre el sentimiento de lo
bello y lo sublime, y contesta a las siguientes cuestiones:

1. Señala cuáles son las diferencias que establece Kant entre los supuestos dos
sexos. ¿Qué categorías estéticas definen a cada sexo? ¿Qué cualidades
Bello-mujer Sublime-hombre
humanas se conectan con cada categoría estética? Mujer: delicada, cuidada, sensible..
Hombre: inteligente, noble
2. Comenta esta cita: «La meditación profunda y el examen prolongado son
nobles, pero arduos y no sientan bien a una persona en la que los espontáneos
encantos no tienen que mostrar más que una naturaleza bella.»
3. Reflexiona críticamente sobre la relación que establece Kant, por un lado, entre
la figura de «la mujer» y los sentimientos; y, por otro lado, entre «el hombre»
y la especulación profunda o el conocimiento abstracto.

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