Seres Magicos Del Peru Spanish Innocenzi Javier Zapata

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SERES MÁGICOS DEL PERÚ

© Javier Ignacio Zapata Innocenzi 2010 – 2012


ILUSTRACIONES: Víctor Sanjinéz García
RETOQUE DE IMAGENES: Rudy Ascue Y. y Karen Hoces C.
CORRECCIÓN DE ESTILO: Diana de la Cruz

EDICIÓN: Malabares de Javier Zapata Innocenzi


[email protected]

www.relatosmagicos.com
PRIMERA EDICIÓN: Enero, 2012. Lima, Perú.
ISBN e-book: 978-612-45887-1-6

TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS. PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL


O PARCIAL
INTRODUCCIÓN

CLASIFICACIÓN DE LOS SERES MÁGICOS

UNA MIRADA AL MUNDO MÁGICO DEL PERÚ

ANIMALES Y MONSTRUOS FANTÁSTICOS

ENANOS MINEROS

DUENDES DEL AGUA

DUENDES DE LA TIERRA

DUENDES DE LA AMAZONÍA

HADAS DEL AGUA Y DEL BOSQUE

FANTASMAS, APARECIDOS Y OTROS MEDIO MUERTOS

DEMONIOS Y OTROS MUY MALOS

OBJETOS MARAVILLOSOS Y MISTERIOSOS

HÉROES Y VILLANOS

BRUJAS, Y VAMPIRESAS

CHAMANES, CURANDEROS Y ADIVINOS

LUGARES MÍSTICOS

PALABRAS FINALES

BIBLIOGRAFÍA
“Todo lo que puedes imaginar es real”
Pablo Picasso.

“Si uno lo cree, lo crea!”


Piero De Benedectis.

“Si no soñamos, ¡sonamos!”


El autor, humildemente.
INTRODUCCIÓN

La magia en el Perú se manifiesta a diario, en una gran variedad de formas y matices.


La encontramos tanto en la armonía de aquella simple relación entre el hombre y la
Naturaleza, como en el misterio de los eventos sobrenaturales. Es algo que nuestros
antepasados conocieron muy bien pero que, actualmente, hemos olvidado al vivir en
grandes ciudades y prestar demasiada importancia a los asuntos de la vida moderna. Es
por eso que ahora nos parece un arte tan lejano y extraordinario, cuando no embuste o
artificio.

Hasta fines del siglo XV, habitaba en el territorio peruano un sinfín de seres mágicos,
de cuyos nombres y características solo nos quedan borrosos relatos. Se sabe que eran
personajes poderosos y que no existía, como hoy, una división tan clara entre malos y
buenos. Respondían a los hombres según como estos se les aproximaran. Si uno les pedía
un favor con humildad y siguiendo los ritos prescritos, podía obtenerlo. Pero aquellos que
intentaron obtener ventaja de ellos, o, incluso engañarlos, sufrieron los peores castigos,
penosas enfermedades o la propia muerte. Por mención de los cronistas de la conquista,
tenemos referencias de algunos de estos espíritus autóctonos, tales como los Supay,
Japiñuñu, Amaru, Sacha Runa o los Saq’ras, pero lamentablemente el conocimiento sobre
la mayoría de ellos se ha perdido o distorsionado en los últimos siglos.

La respuesta al por qué de nuestra ignorancia acerca de los aspectos clave de nuestro
pasado la sugiere un mito shipibo, el cual relata cómo nuestros ancestros quedaron tan
trastornados después de sobrevivir a graves cataclismos que ocurrieron en la antigüedad,
que sus espíritus tutelares les enviaron, como remedio, el olvido, único ungüento que todo
lo cura. Desde entonces, la ausencia de registros acerca de los sucesos del pasado ha
sido regla general para muchos de los pueblos peruanos.

Todo parece indicar que un considerable contingente de duendes y otras criaturas del
mundo de la magia llegó al suelo americano en las bodegas de los barcos que trajeron a
los conquistadores españoles. Queda claro que, por su naturaleza esquiva, viajaron como
polizontes y descendieron a tierra sin ser vistos; por lo tanto, su arribo no figura en ningún
documento oficial ni es mencionado por los cronistas de la época. Los demonios, en
cambio, viajaron en baúles fuertemente sellados y celosamente custodiados por los
extirpadores de idolatrías, caballeros de quienes hablaremos más adelante. Por su parte,
las sirenas llegaron aproximadamente a inicios del S. XVI, siguiendo la célebre expedición
de Magallanes y Elcano. La dispersión de todos ellos hacia el vasto continente estuvo
siempre acompañada del avance de los europeos.
Entre los duendes conocidos en el viejo continente es frecuente encontrar espíritus
juguetones, inofensivos o incluso benéficos. Mientras en esas lejanas tierras se
desarrollaban las historias maravillosas de la Tierra Media, en esta parte del mundo
reinaban las mejores relaciones entre los seres humanos y los de la fantasía. Pero eso
cambió radicalmente; hoy, estos personajes suelen ser malvados y muy temidos por los
mortales. En parte, esto se debe a que los seres inmigrantes se consideraron siempre
aliados de los conquistadores, mas no de los conquistados, así fue que tomaron como
cosa natural los maltratos que dieron los blancos a los incas. En cambio, los indios
perdieron la confianza en sus espíritus tutelares y el respaldo de sus propios dioses, por lo
que fueron adoptando como compañía a estos entes extranjeros. Así, desde el inicio se
generó una relación distante entre unos y otros.

Durante la conquista del “nuevo mundo” y, con la extirpación de las idolatrías, se


libraron en paralelo cruentas batallas entre los seres mágicos autóctonos y aquellos traídos
por los conquistadores. La historia jamás contada indica que, adicionalmente, ocurrió un
mestizaje entre ambas razas, cuyo resultado fue la aparición de una nueva generación de
duendes y criaturas nacidas en el continente americano, con tradiciones propias y
características únicas.

Pero esta riqueza cultural se está perdiendo. Muchas de estas especies se encuentran
hoy en peligro de extinción. Su presencia se va alejando de los seres humanos y sus
manifestaciones desaparecen en paralelo a la construcción de nuevas carreteras, la
ampliación de redes de energía eléctrica, así como el mayor acceso a los medios de
comunicación. Por ello nace este libro, en un intento por divulgar lo poco que sabemos
sobre esos espíritus maravillosos

Otro punto a dejar claro en esta parte es que en nuestro país se habla del tunche, el
muqui o el duende como si se tratase de un solo individuo en cada caso, pero quienes esto
hacen olvidan que toda raza de seres mágicos incluye varios pueblos y diversidad de
sujetos. Por eso, no deben extrañarnos las diferencias encontradas entre los diversos
testimonios recogidos. Algunos testigos encontraron duendes más altos y otros más bajos;
unos más gordos, otros más delgados; unos amables, otros gruñones y vengativos. Sería
muy fantasioso creer que existe un solo pishtaco - por ejemplo - o un único chullachaqui
que se multiplica para hacerse visible en tantos lugares a la vez.

Para terminar estas líneas introductorias, consideramos imprescindible agradecer de


manera especial a los autores listados en la bibliografía de este libro, ya que sus estudios
constituyeron la fuente invaluable de la información con la que se ha estructurado estas
páginas. De no ser por el esfuerzo de estos especialistas, vertido en sus publicaciones,
hoy estaríamos tomando el sol en la playa y no escribiendo estas palabras que esperamos
sirvan de estímulo a nuevos curiosos e investigadores y así esta fiesta no termine.

Lima, Enero de 2010


CLASIFICACIÓN DE LOS SERES MÁGICOS

Los seres mágicos son aquellos personajes y criaturas que, en palabras de Jeanne
Ruland, “viven en la profunda y mística zona entre la imaginación, el sueño y la realidad,
más allá del tiempo y del espacio.” Antes de iniciar la descripción de aquellas entidades
que pueblan las distintas regiones del Perú, expondremos brevemente la clasificación
tradicional de estos espíritus.

En primer lugar, nos referiremos a la denominada gente pequeña, término que incluye
muchas especies del mundo mágico, entre ellas los enanos, gnomos, hadas, elfos y
hobbits. La mayoría de ellas poseen la habilidad de cambiar de forma y tamaño, aparecer
y desaparecer a voluntad, entre otras, propias del reino de la magia. Por otra parte,
abordaremos una diversidad de criaturas de mayor tamaño y características más extrañas,
tales como gigantes, ogros y monstruos. Y finalmente, mencionaremos a los duendes,
acápite aparte en esta lista.
Enanos

De estatura no mayor a los noventa centímetros, su cuerpo es grueso y abultado, con


una gran cabeza y el rostro arrugado. Viven aproximadamente hasta los cuatrocientos
años, pero desde muy jóvenes aparentan tener una edad muy superior. Son grandes
bebedores, algo gruñones, pero también amables. Sus principales virtudes son la
honradez, la laboriosidad y el respeto a las tradiciones. La codicia, la tacañería y la
testarudez son sus defectos más comunes.

L o s enanos son amigos de la tierra. Por su tamaño y habilidad para ver en la


oscuridad, están bien adaptados para vivir en socavones o túneles subterráneos. Sienten
una especial atracción hacia el oro, la plata y los metales en general. No es de extrañar
que prefieran los oficios de herrero, metalurgista o minero, labores en las que son
reconocidos expertos.

Antiguamente se pensaba que los enanos eran una especie de agricultores del mineral,
encargados de sembrarlo y cuidarlo para que este creciera y estuviera disponible en las
minas. Actualmente se sabe que el mineral no crece en las minas y los enanos son, más
bien, guardianes de estos tesoros de la tierra. Sin embargo, en ocasiones especiales
trasladan estas riquezas a lomo de burro (o de llama) por caminos ocultos en el subsuelo,
para distribuirlas según su capricho.
Gnomos

Los gnomos son la especie más antigua de toda la gente pequeña. Son pequeños de
estatura pero, a diferencia de los enanos, su cuerpo es proporcionado en forma semejante
al de los humanos. Tradicionalmente, son los custodios de la sabiduría de la madre
naturaleza. Si se le aparecen a un hombre, esto envuelve un gran honor y, generalmente,
es para brindarle un mensaje especial o encomendarle una misión importante.
Hadas

Corresponden a los espíritus femeninos de los bosques y los lagos. Se presentan como
mujeres eternamente jóvenes, de seductora belleza, de blancas y trasparentes vestiduras.
Algunas tienen alas; otras vuelan gracias al mágico polvo de hadas. Les gusta sentarse a
la orilla de los lagos o ríos para peinar sus largos cabellos y cantar alguna antigua melodía.
Son excepcionalmente tímidas; ocultas tras el follaje solo observan a la gente pasar.

Por un lado están las de naturaleza bondadosa: las hadas madrinas o las protectoras
de los bosques. Por otro, aquellas que esconden oscuras intenciones. Pueden llegar a
enamorarse de un hombre, buscando obsesivamente tener algo más que una amistad con
él. Si lo consiguen, de esa unión nacerá un duende, pero el infortunado padre
desaparecerá para siempre.
Elfos

Son espíritus ligados a los reinos de la tierra y el aire. Se manifiestan como una luz
tenue, sea blanca, azul o de colores. Cuando toman forma humana tienen las orejas en
punta y los ojos rasgados. Sus cabellos suelen ser rubios o muy blancos y brillantes. Es
característica su contextura delgada, así como su agilidad y notable habilidad para realizar
piruetas.

Viven mayormente en los bosques y se dedican al cuidado de las plantas y animales de


la Naturaleza.
Monstruos

Se denomina monstruos a las especies o individuos cuya existencia desafía o parece


contradecir a las leyes naturales. Lo que esta limitada definición no considera es que la
propia Naturaleza, ocasionalmente, escapa de su “normalidad” y origina la aparición de
estos fenómenos por propia iniciativa. Generalmente, se trata de animales o insectos de
tamaño descomunal o combinaciones de diferentes especies animales o, incluso humanas.
Frecuentemente sus características los ubican lejos de los patrones de la estética reinante,
hasta el punto de que su fealdad provoca terror a quien se tope con uno de ellos.

En todas las culturas antiguas existen monstruos. Algunos de los más famosos son el
minotauro, los dragones, el basilisco, los calamares gigantes, los cíclopes, el pie grande y
el monstruo del lago Ness.
Orcos

Los orcos pertenecen a la tierra y al fuego. Representan el lado oscuro del reino de los
enanos, del cual son la especie de mayor estatura. Su inteligencia no es muy desarrollada,
pero es de temer su gran fuerza y ferocidad. Crueles e interesados, se organizan en
grandes jaurías para cometer sus fechorías. Si alguno queda suelto, buscará al malvado
más cercano en la provincia y le ofrecerá sus servicios como guerrero a tiempo completo.
Así son estos mercenarios ante la posibilidad de obtener muchas monedas del codiciado
oro.

Su aspecto es bastante fiero; cabezas grandes, rostros llenos de pelos, cejas


tugurizadas, ojos pequeños, narices exageradas, dientes oscurísimos y cuerpos con
diversos grados de deformidad. Lucen llenos de cicatrices por tantas batallas realizadas.
Generalmente van sucios, desgreñados y malolientes. Se protegen con corazas metálicas
o armaduras ligeras de cuero.
Trolls

Antiguamente los Trolls eran una raza de temer, bestias humanoides de gran ferocidad
y de estatura equivalente a dos hombres, uno sobre otro. Eran un dolor de cabeza para los
pueblos vikingos, aunque algunos fueron domesticados y, entonces, se convirtieron en un
dolor de cabeza para los enemigos de los pueblos vikingos. Por su gran fuerza y
resistencia, significaban un refuerzo importante en cualquier ejército. Generalmente se les
asignaba a la infantería, garrote en mano, o a la artillería, como eficaces lanzadores de
piedras.

Los Trolls actuales son mucho más pequeños e inofensivos. Seres pertenecientes al
elemento tierra, de carácter reservado; solo abandonan sus escondites en la oscuridad de
la noche. Todo su cuerpo está cubierto de pelos de color oscuro. Tienen orejas
puntiagudas, gran nariz y una cola peluda de tamaño medio. Por lo general lucen más
aterradores de lo que realmente son. Son rudos y toscos, pero no tan siniestros, feroces o
perversos como los orcos. Su dieta está compuesta de frutas silvestres y animales
pequeños. Les atraen especialmente el oro y los objetos brillantes, los cuales colectan y
acumulan en sus moradas.
Gigantes y ogros

Qué podemos decir de ellos, excepto que son grandes, muy grandes. Esta
característica no los hace mejores o peores a nosotros, aunque muchos cuentos infantiles
retratan a los gigantes, injustamente, como seres interesados y perversos.

Algo menores, los ogros no tienen parentesco directo con los gigantes. Viven en
solitario y son generalmente malhumorados. Algunos de ellos tienen el mal hábito de comer
niños.
Duendes

Los duendes tienen un origen distinto a todos los anteriores. Los expertos afirman que
son las almas de niños sin bautizar quienes, ya sea al morir o estando vivos, fueron
raptados por otro duende y luego hechizados para ser iniciados como tales. Otro grupo de
ellos proviene de la unión de un hada con un hombre. En este caso ya nacen siendo
duendes.

Se presentan en las formas más diversas, como animales de cualquier tipo o como
geniecillos bajitos, feos y cabezones. Por esta razón muchas veces son confundidos con
gnomos o enanos.

Viven dentro de las casas y también en los bosques, aunque generalmente permanecen
cercanos a los seres humanos, pues gustan de gastarles bromas y entrometerse en sus
vidas. Sería injusto omitir que también existen duendes que ayudan a las personas de buen
corazón. Es común su presencia en casas de personas hurañas, severas, irritables,
aportando frescura y distensión a las mismas, brindándoles una señal para volver a
sonreír. Algunos ayudan en las labores del hogar, haciendo la limpieza o terminando una
labor pendiente; a cambio, se contentan con un simple plato de comida que deja el dueño
de casa en un rincón discreto.
UNA MIRADA AL MUNDO MÁGICO DEL PERÚ

El conocimiento acerca de los habitantes del mundo mágico que vamos a exponer es
parte de la herencia que nos dejaron los antiguos peruanos. Para comprenderlo, primero
debemos tener claro que desde tiempos inmemoriales, el territorio que hoy es el Perú fue
habitado no por una sino por muchas naciones, con diferentes costumbres y creencias. En
la sierra sobresalieron los quechuas, aimaras y wankas; en la Amazonía diversidad de
etnias, como los yaguas, aguarunas, machiguengas, piros y muchos más; y en la costa, los
muchik o mochica y la cultura Lima, entre otros. Cada uno de estos grupos étnicos poseía
su propia visión del mundo.

El pueblo quechua, cuna del imperio incaico, fue el grupo prevaleciente y de mayor
influencia hasta nuestros días. Para ellos existían tres niveles en los que se desenvolvía el
universo:
El mundo de abajo o Uku Pacha, el mundo presente o Kay Pacha y el mundo
superior o Hanan Pacha. Cada pacha era una naturaleza, un espacio, un tiempo distinto,
aunque estos tres niveles no se encontraban aislados. Los manantiales o lagunas, así
como las bocas de las grutas, eran el paso del Uku Pacha al Kay Pacha. Por su parte, el
hijo del sol, el Inca, era el punto de contacto entre el Kay Pacha y el Hanan Pacha.

El Hanan Pacha era habitado por las altas divinidades, como el sol, la luna y las
estrellas; el Kay Pacha por los seres humanos, los animales, las plantas y las cosas, con
sus respectivos espíritus; y el Uku Pacha, mundo de los muertos o también mundo interior,
por los supay, los amarus, los mallquis y otros seres de los que hablaremos más adelante.
Desde esta concepción, lo que pertenecía al Hanan Pacha no afectaba directamente a los
hombres. Entonces, los fenómenos atmosféricos, tales como el granizo y el rayo, eran más
respetados o temidos que la luna y las estrellas, pues pertenecían al Kay Pacha y no al
Hanan Pacha.

Es importante notar que ni el Hanan Pacha equivale al cielo de los cristianos ni el Uku
Pacha al infierno; son concepciones distintas. En este cosmos, no existían seres totalmente
buenos ni otros totalmente malos; generalmente, tenían un lado diestro que era benigno y
un lado izquierdo que era maligno. Por ello, su comportamiento dependía de cómo se
acercaran los hombres a ellos o, incluso de su estado de ánimo.

A pesar de las guerras ocasionales, la vida en este mundo ocurría con cierta
estabilidad. Eso cambió con el violento arribo de una raza poseedora de una tecnología
bélica superior: los conquistadores europeos, blancos y barbados. Junto a ellos, llegaron
unos hombres vestidos de negro, autodenominados “extirpadores de idolatrías”, quienes
portaban unos extraños baúles sellados que custodiaban con mucho celo. Al llegar a las
diferentes provincias, los abrieron y dejaron en libertad a una serie de monstruos y seres
fantásticos, los cuales libraron batalla con aquellos que hasta entonces dominaban estas
tierras. En algunos casos desaparecieron a los trasgos y monstruos oriundos, pero en
muchos otros se produjo una convivencia y, finalmente, un mestizaje de razas feéricas.

Las continuas hostilidades, la destrucción de los lugares sagrados y la muerte de las


divinidades nativas, significaron un cataclismo sin precedentes para este mundo
extraordinario. A partir de ese momento se degradó la relación de los hombres con los
seres mágicos. Tras siglos de convivencia en armonía surgió el temor de los humanos, por
un lado, y la excesiva agresividad de los espíritus por el otro. La perversidad adquirida por
estos últimos se manifiesta incluso hasta nuestros días en la diversidad de bromas de mal
gusto y otras maldades que preparan hacia los seres humanos siempre que se presenta la
ocasión.
ANIMALES Y MONSTRUOS FANTÁSTICOS

De los diversos animales increíbles y bestias colosales que poblaban el territorio


andino, no había muchos que aterrorizaran a los antiguos peruanos. La reacción natural
ante ellos era el asombro antes que el temor. Por otra parte, es sabido que el hombre
precolombino consideraba toda deformidad en una persona, animal o vegetal como un
signo de su especial naturaleza; un regalo de las divinidades. A tal punto llegaba en este
afán que tomaba por sagrados a seres que hoy catalogaríamos de monstruosos.

Dentro de las grandes transformaciones que ocurrieron con la irrupción del pensamiento
europeo en la región, una muy significativa fue el distanciamiento entre los hombres y el
mundo mágico. Esto significó una ruptura del orden natural, así como el arribo y
permanencia del temor a lo desconocido. Consecuentemente, la mayoría de los terroríficos
seres presentados en este capítulo son conocidos en el continente americano recién
después de la conquista.
Los Amarus (amalu)

Largo tiempo atrás, el pueblo Wanca (asentado en la sierra central) había olvidado el
respeto a sus huacas (objetos o lugares sagrados). En castigo, las nubes de lluvia se
alejaron y la fecundidad se tornó en desierto. La tierra seca y partida era azotada por un
sol abrasador, mientras que los gigantescos monstruos que habitaban su lago impedían
que hombres y mujeres llegasen a él.

Para proteger a los Wankas, Tulunmaya, el arco iris, engendró al primer Amaru. Esta
fiera fabulosa eliminó a los monstruos, pero pronto se convirtió en una nueva carga para los
pobladores, pues debían proporcionarle grandes cantidades de alimento para saciar sus
ímpetus. Es bien sabido que cuando están enfadados, los Amarus resoplan un viento
helado y escupen granizo sobre las chacras, dañándolas irreparablemente. Un día, el
padre Wiracocha se compadeció de su pueblo y creó a Illapa (el rayo) y Wayra (el viento),
quienes desde entonces dominan a las fieras bestias y les obligan a replegarse en el fondo
del lago.

Cuando ve acercarse una nube cargada de tormenta, el Amaru intenta llegar a ella para
así esparcir su granizo sobre los sembradíos. Solamente en esos momentos es vulnerable;
es cuando se le puede ver, bajo la forma de una inmensa serpiente sinuosa que busca
alcanzar lo alto del cielo. Apenas logra distinguirlo, el campesino agitará su sombrero para
dar aviso a sus héroes salvadores. Entonces, llegan presurosos el rayo y el viento serranos
y, tras descomunal batalla, logran vencerlo y partirlo en dos, para confinarlo otra vez a las
profundidades del lago.

Una forma que tienen los naturales de leer el destino es fijarse en el color del Amaru; si
es negro el que trata de alzarse a los cielos, el año será malo. Si es blanco, será bueno.

Cuando llegaron los españoles - los extirpadores de idolatrías - comenzaron a decir que
no era el rayo, sino el Apóstol Santiago, quien doblegaba al Amaru con ayuda de su
carabina que disparaba balas de oro, y que los truenos eran el ruido del galope de su
brioso caballo blanco.
Los Amarus tienen la forma de grandes serpientes con cabeza de llama, un par de alas
membranosas, cuerpo de batracio, fuertes garras, invulnerable coraza y cola de pez. Los
ojos, de un característico color morado, revelan la ferocidad de su ser. Se podría pensar
que están emparentados con los dragones chinos (draco orientalis), a quienes se
asemejan morfológicamente, pero toda raza de dragones se reproduce a través de huevos
mientras que los Amaru, como ya dijimos, tienen su origen en el arco iris.

Con el tiempo, los Amarus se fueron transformando y reduciendo de tamaño. En


algunas lagunas toman la forma de un toro, conocido como puka amaru o amaru rojo. Por
las noches, este bravo animal sale del centro de la laguna y se acerca a las piedras a su
alrededor, convirtiéndolas momentáneamente en pequeños animales. Estas piedras
tocadas por el Amaru tienen gran valor para los campesinos y ganaderos por su capacidad
para propiciar el crecimiento de las cosechas y el ganado.
Otra especie de Amaru ha sido encontrada en Huancavelica. Se trata de grandes
serpientes de dos cabezas, las cuales habitan bajo la tierra y, ocasionalmente, causan
accidentes a los trabajadores de las minas.
El Carbunclo

Con este nombre es conocida desde el Medioevo la gema que ocupa la cabeza de
algunos dragones. Con el transcurso del tiempo, el término se fue utilizando para designar
a otra piedra preciosa, una oriunda de estas tierras de cuya existencia dieron noticia los
cronistas de la conquista. Ellos refirieron que, entre las exquisitas pertenencias del Inca,
había una joya de gran refulgencia llamada Intip Tocay (que significa “cosa escupida por el
Sol”) en referencia a su brillo singular.

Pero el carbunclo que aquí nos interesa es otro. Es un ser fantástico de origen muy
antiguo, una maravillosa bestia que jamás ha sido domesticada, una figura importante
dentro del ancestral culto al Sol. Es una especie de puma negro que ostenta un diamante
luminoso (pensamos que el Intip Tocay) insertado en medio de la frente y cuyo nombre
original se ha perdido. En ocasiones es descrito como un ser monstruoso, mitad perro y
mitad zorro, o gato montés.

Actualmente, solo puede ser visto de noche y cerca de ruinas donde hay oro u otros
objetos valiosos. Se nutre de la “antimonia”, es decir, de las emanaciones que brotan de
los entierros antiguos, letales para los profanadores de tumbas. Toparse con él puede
significar una oportunidad de encontrar cuantiosas riquezas.

El desconocimiento de su origen ha llevado a que se le considere siniestro y se hable


de él con temor. Incluso hay quienes inventan fábulas donde el carbunclo es confundido con
el mismo diablo, quien acecha las ruinas y afirman que la luz observada no es otra cosa
que un farol que lleva el maligno en una mano. En todo caso el temor no es injustificado,
pues tiene la capacidad de “encantar” a la gente ambiciosa y atraerla al cerro, donde se
perdería sin remedio en caso de que no consiga reaccionar a tiempo.

En la costa norte se le conoce como carbúnculo y se le describe como una bola de


fuego, o bola de oro, que aparece en proximidad de las “huacas malas”, aquellas donde
habitan los encantos, especialmente si albergan tesoros escondidos.
El Cóndor

(kuntur)
Los Apus, las cumbres más importantes de la cordillera, tienen vida propia. Grandes
amistades, así como colosales rivalidades, se mantienen entre ellos desde hace muchos
siglos. Cuando necesitan enviarse mensajes entre sí, una parte de sus espíritus toma la
forma del cóndor, el ave sagrada que atraviesa el firmamento altoandino. Al verlo pasar,
los lugareños se quitan el sombrero y le saludan con mucho respeto y gratitud, pues su
visita es signo de buena suerte. De regreso a casa, el gran volador ofrecerá a su señor un
relato pormenorizado de todo lo que encontró a su paso.

El majestuoso cóndor es el ave más grande de los Andes; con las alas abiertas llega a
medir más de dos metros. Antiguamente, su plumaje era de un color muy blanco y
resplandeciente. Y así seguiría de no ser por un evento desafortunado que ocurrió hace
muchísimos años. Un día, el creador vio que los hombres primitivos tenían mucho frío y se
compadeció de ellos. Entonces encargó al padre de los cóndores entregar el fuego a la
humanidad. Este, obedientemente, cargó con su pico el paquete que contenía la brasa
ardiente. En un arranque de curiosidad, fisgoneó en su encomienda, provocando que unas
chispas saltaran e incendiaran su cuerpo. Desde entonces todos los cóndores quedaron
con las plumas tostadas y con la cabeza calva, salvándose solo su cuello.

Por las múltiples historias que se cuentan acerca de ellos, no es de sorprender que, de
cuando en cuando, un cóndor tome la forma de un elegante caballero, de finos modales,
con el fin de conseguir compañera humana. Llegado el momento cortejará, ofrecerá
regalos o raptará a la muchacha elegida si lo considera conveniente.
El bufeo colorado

En la selva peruana son comunes las historias de animales que toman forma humana
para conquistar y robarse a las jóvenes más bellas. Uno de los casos más conocidos es el
del bufeo o delfín de río. Los bufeos colorados son la especie más grande entre ellos,
llegando a medir hasta cuatro metros de largo. Tienen la habilidad de convertirse en seres
humanos, aunque hay dos rasgos de su anatomía que no pueden ocultar: lo “colorado”, que
se mantiene generalmente en el color rojo encendido de sus cabellos; y la forma de su
joroba, que siempre sobresale un poco, lo que los obliga a cubrirse la cabeza con un
sombrero para disimularla.

Suelen aparecer en las fiestas locales simulando ser turistas extranjeros, de tez blanca
y ojos azules, lo que les asegura cierto éxito entre las adolescentes, su objetivo más
preciado. Cuando se acercan a las chicas, suelen encantarlas con versos y promesas, y
también ofrecerles licor para poder llevárselas a las profundidades de las aguas y
desposarlas.

La mejor manera de desenmascarar a un bufeo colorado es retenerlo en tierra hasta


después de la medianoche, con lo que se deshará su encanto y retornará a su forma de
delfín, quedando en ridículo delante de su pretendida.

Una costumbre común en ellos es la de perseguir durante largos tramos a las


embarcaciones que surcan los ríos de la selva, si es que en ellas se encuentra la joven
deseada. Por su parte, la hembra del bufeo colorado hace lo propio para encantar a los
hombres, con idéntico propósito. Esto nos lleva inevitablemente a la conclusión de que los
bufeos no son completamente felices cuando conviven con otros individuos de su especie.
Yacu Mama y Sacha Mama

Yacu Mama, la madre de los ríos, es una gigantesca boa que vive en las profundidades
del Uku Pacha. Cuando decide subir a la superficie del Kay Pacha, se convierte en el
mismo río. Este monstruo acuático puede llegar a medir treinta metros de largo y dos de
grosor.
Cada año, ocurren decenas de naufragios en los ríos de la Amazonía. Se ofrecen
diversas explicaciones para ello; sin embargo, la verdadera es el malestar de la Yacu
Mama pues, cada vez con mayor frecuencia, se desplazan sobre su curso individuos
indiferentes a ella sin rendirle el debido respeto.

Entonces, se convierte en un tronco que flota en medio del río, o provoca peligrosos
remolinos que atraen las naves a su centro. Se alimenta de los cuerpos de los que mueren
ahogados, tras provocar ella misma las volcaduras de las embarcaciones.
Junto a ella, a veces logra distinguirse a la Sacha Mama, madre del bosque. Es una
enorme serpiente de dos cabezas. El observador atento puede reconocerla en la forma de
un árbol seco, imponente y señorial, pero sin sobresalir de entre la vegetación.

Al igual que la serrana serpiente Amaru, con la que están lejanamente emparentadas,
buscan alcanzar las alturas. Juntas suben las dos madres hasta el cielo amazónico y es
cuando la Yacu Mama se convierte en el rayo amazónico, que trae la lluvia y la Sacha
Mama en el arco iris. De esta manera, ambas comunican los tres mundos prehispánicos:
Uku Pacha, Kay Pacha y Hanan Pacha.
Aves de buen y mal agüero

No todos los cantos traen alegría. En la noche espesa de la selva se escuchan muchas
veces tonadas que hielan la sangre. Y es que algunos pájaros son aves de mal agüero;
cuando trinan, anuncian nada más que malas noticias.

Hay un pajarito, cuyo silbar está cargado de melancolía: “ay ay madre, madre muerta,
¿por qué nos has abandonado?” parece decir, en lengua nativa. Ayaimama es su nombre.
Cuenta la historia que dos niños huérfanos se salvaron de la muerte convirtiéndose en
estas avecillas. Por eso van siempre en parejas, lamentando su suerte y buscando a su
progenitora.

Otra ave de mal agüero es el huancahuí. Es un certero cazador de víboras. Su áspero


y melancólico canto: “¡huancahuí!, ¡huancahuí!” anuncia que la muerte u otra fatalidad está
cerca. Algunos afirman que es mensajero de los brujos y que la muerte que pregona puede
deberse justamente al embrujo de alguno de estos maleros.

Otra avecilla de canto melancólico es el ayapullito (pollito muerto). Tiene el cuerpo


cubierto de negro plumaje y la cabeza calva.
Muchas más son conocidas por los pobladores de la foresta, entre ellas están el
tsivani, el tuku (buho- tyto alba), el wiqocho (se lleva el alma de la gente que pronto va a
morir) y el waychau (del orden passeriformis), que anda siempre solitario.

Por otra parte, también hay pájaros que llevan alegría y dan buena suerte a quien se
los encuentra: el waman, (halcón), el killinchu (falco spererins peruvian o cernícalo) y el
siwar cinti (llamado picaflor en español, inchu o q’ente en quechua y conocido como
Jempué por los aguarunas). Son muy respetados y nadie los puede cazar, por ser
considerados propiedad de los auquis o jirkas (espíritus tutelares).
El Yana Puma

(significa puma negro, pero en realidad se trata de un jaguar negro)


El ruido más ensordecedor y aterrador que puede escucharse en la selva peruana es el
rugido del Yana Puma, felino gigantesco que vive en la espesura y se alimenta de cerebros
humanos. Su estruendo es tan intenso que genera la caída de las hojas de los árboles y la
aparición de fuertes oleajes en los ríos. Quienes lo han visto, aseguran que tiene la talla de
un toro adulto y que puede respirar bajo el agua.

De día pueden tomar la forma de hombres y, elegantemente vestidos, ingresar a los


poblados para identificar a su próxima víctima. Aprovechan la oscuridad de la noche para
cometer sus asaltos. Su ataque está rodeado de un halo de misterio, pues tienen la mágica
capacidad de adormecer a sus víctimas antes de embestirlas.

Se considera que son manifestaciones de algunos demonios de la Amazonía. En


ocasiones, han sido vistos en compañía de yacurunas o de shapsicos, de quienes, según
se asegura, son mascotas.
Gatos

Es sabido que los gatos negros son mascotas del diablo. Toparse con uno nunca es
buena señal, pero encontrarse con una procesión de gatos negros que llevan a otro
gato a su entierro, eso sí que es tener mala suerte. Quienes han presenciado tal desfile,
aseguran que estos mininos caminan perfectamente erguidos sobre dos patas y cuatro de
ellos cargan en hombros a uno, que yace como muerto sobre una tabla, a manera de
féretro. Emiten desgarradores lamentos mientras transportan la supuesta lúgubre carga.
Pocos días después de esta aterradora visión, el observador presenciará la muerte de una
persona cercana.
Cerdos, pavos, caballos y algunos árboles

Una inmensidad de relatos contados por viajeros ocasionales o por los propios
campesinos en la costa y sierra del país mencionan con terror la aparición de animales que
en otras circunstancias serían inofensivos, como cerdos, pavos, caballos, chivos, entre
otros. En estas ocasiones, se presentan de manera desafiante, con características
espeluznantes, tales como un descomunal tamaño, fuego expelido por el hocico o los ojos,
aullidos desgarradores o pesadas cadenas que resuenan al ser arrastradas. Como
veremos en otros capítulos, estas apariciones podrían tratarse tanto de la presencia de un
condenado (alma en pena) como del paso ocasional de un duende o, incluso un demonio.
La prudencia recomienda no intentar averiguar si se trata de lo uno o de lo otro. Mejor será
guardarse la curiosidad para sí y correr a buen paso, o por lo menos hacerse a un lado del
camino hasta que concluya el fenómeno.

Con respecto a los árboles, hay un ficus ubicado a un lado de la carretera que pasa
por Cañete-Imperial (Lima) que tiene características especiales. Se inclina al acercársele
un viajero, para cortarle el paso. No queda otra alternativa que dar media vuelta y regresar
lo andado. Este fenómeno ocurre una sola vez y si el viajero no se lo espera; por tanto, nos
ha sido imposible fotografiarlo.
Otro árbol digno de mencionar es el Árbol Milenario, ubicado en el Bosque de Pomac
(Lambayeque), de más de 350 años de antigüedad. Quienes alguna vez intentaron
cortarlo, sufrieron enfermedades, malos sueños y mordeduras de serpiente. Hoy es muy
respetado por sus vecinos y a ninguno se le ocurriría rozarlo con el filo de su hacha.
También tenemos a la palmera de las 7 cabezas, en Cachiche (Ica), a la que se le
atribuyen propiedades mágicas e innegable complicidad con las brujas de la zona, quienes
se reúnen a su sombra en cierta época del año.
Los Cucos

Los cucos son trolls habituados a vivir en las grandes ciudades. Como gustan de
permanecer en la oscuridad, su territorio se ha visto cada vez más reducido con la
ampliación de las redes de alumbrado público. Generalmente, habitan debajo de las
camas, los armarios o las esquinas de los dormitorios de los niños pequeños. No viven en
grupos. Son más bien solitarios.

Su principal pasatiempo es vigilar a los niños mientras duermen y asustarlos al respirar


cerca de ellos y con un suave ronquido.

Antiguamente se les llamaba cocos, denominación aún utilizada en países vecinos. En


ningún caso debe confundírseles con el famoso “hombre de la bolsa”, personaje inventado
por las madres sin creatividad para obligar a los niños a comer la sopa.

Por diversos testimonios recogidos se sabe que son muy altos - llegan a alcanzar los
dos metros - y solo están cubiertos por su espeso pelaje de color castaño oscuro o negro.
Presentan boca y orificios nasales prominentes, colmillos pronunciados y ojos hundidos.
Es creencia generalizada que los cucos comen niños, pero hasta la fecha no se ha
documentado tal hecho. En realidad, se alimentan de insectos y pequeños roedores que
matan de un susto o de un soplo con su aliento apestoso.

Con el tiempo, el niño se acostumbra a su presencia y hasta se olvida de ella, al punto


de que al convertirse en un adulto le resulta difícil siquiera creer en su existencia.

Los expertos recomiendan mantener aseada la habitación, de manera que no resulte


atractivo a ningún cuco quedarse a vivir en ella.
Oll-Caihuas (Oll Kaiguas)

Vive en las montañas de Cajamarca una jauría de inmensos y temidos monstruos de los
cuales se tienen las más diversas representaciones. Son conocidos como los oll-caihuas.
Hay quienes los han descrito como seres con la cabeza similar a la de un perro o burro y
con el cuerpo como de humano, pero extremadamente delgado, aparentando severa
desnutrición. Otros afirman que son como hombres del ombligo para abajo y como perros
en su parte superior. Para otros informantes, se asemejan a pequeños burros con gran
cráneo y orejas muy largas. Su cuerpo en todos los reportes es peludo y enjuto, con la
apariencia del barro seco. Asimismo, los testigos coinciden en que su presencia es
lastimera y melancólica. Lamentablemente, esto no es compatible con su actuar, pues son
capaces de hacer mucho daño.

Estas criaturas tienen la misión de castigar al pueblo si sus pobladores cometen faltas
graves o si celebran de mala forma las fiestas en honor a los espíritus tutelares. Cuando un
oll-caihuas percibe que algunos pobladores no realizaron con devoción la ceremonia, se
sumerge en un estado de enorme tristeza.

Comienza a llorar y a emitir fuertes lamentos. Eleva la mirada al cielo y sus lágrimas
llaman a la lluvia, la que no tarda en aparecer. Entonces, sus atronadores bramidos
provocan devastadores huaicos (aluviones). El mismo engendro se lanza ladera abajo y
avanza deslizándose entre las olas de barro y piedras, que terminan por arrasar al pueblo
entero.

Un oll-caihuas puede realizar esta proeza solamente una vez, pues inevitablemente
morirá durante el deslizamiento. Es posible encontrar su cuerpo inerte entre los restos
destrozados del caserío arrasado, confundido con el barro, las piedras y los troncos
arrancados de raíz.
Transformaciones espantosas

Cuando una persona comete incesto, infidelidad o convivencia con un cura, su alma se
pone fea. Y tan fea, que por las noches puede escapar de su cuerpo y tomar las formas
más aterradoras. No es necesario morir para que esto ocurra; la persona puede estar
simplemente dormida. Al despertarse la mañana siguiente, pensará que tuvo malos
sueños, pero era su alma la que realmente rondaba por los alrededores del pueblo. Puede
decirse que estas personas son condenados en vida.

En las alturas de los Andes, estas almas toman el nombre de jarjachas (qarqarya o
karkariku) y suelen aparecer como una llama con una, dos o tres cabezas, según la
frecuencia con que cometieron la falta. Estas, tienen el cuello más largo de lo normal.
Otras variantes, según la intensidad del pecado, son la aparición de una llama con cabeza
humana, o una combinación, mitad llama y mitad mujer. Escupen a todo aquel que se
encuentran. Sus ojos hierven en fuego. Es muy peligroso encontrarse con una jarjacha,
aunque grupos de comuneros logran organizarse para atraparlas, tras lo cual se les invita
al arrepentimiento.
Es sabido que una buena defensa contra ellas es lanzarles sal, así que no falta quien
lleve siempre consigo un puñado de esta. También es posible espantarlas haciendo ruido
con dos pedazos de hierro.
Una variante muy conocida la constituyen las runamulas (o nina mula o michulay), que
no solo aparecen en la sierra sino también en la Amazonía. Se muestran como mulas fieras
que exhalan fuego. Su relincho es lastimero y espeluznante a la vez. Estas apariciones
corresponden a las almas de mujeres pecadoras, y como escarmiento llevan por jinete al
mismo diablo.

En raras ocasiones, estas almas de pecadores pueden manifestarse como chivos,


gansos, pavos u otros animales menores. Pero, aunque tales apariciones sean más
pequeñas, no hay que fiarse de ellas, pues son igual de fieras y temibles.

Vayan los lectores a saber por qué otras almas que cometen el mismo pecado deciden,
en cambio, convertirse en cabezas voladoras (conocidas también como ayapumas, que
significa cabeza de muerto, humantactas, human tac tac, Qar-Qar, Cate-Cate, o runa
uma).
Otras voladoras son las cabezas de los brujos o brujas o, incluso las de aquellas
personas que alguna noche se van a dormir con mucha sed. Cualquiera que sea su origen,
por las noches abandonan sus cuerpos y recorren las chacras volando erráticamente, con
los cabellos sueltos al aire y vociferando. Emiten gritos durante su recorrido, tales como
“qar qar!” o “ tactactac!”, que es como se les conoce en algunas zonas.

Este tipo de manifestaciones no provoca tanto miedo, pero hay que tener cuidado ante
su presencia, pues si tal cabeza logra pasar entre las piernas de algún incauto, este morirá
sin remedio. Es costumbre emprenderla a golpes contra ellas o, al menos, pintarles la cara
con hollín, de manera que a la mañana siguiente sea posible identificar a qué persona le
pertenece. Para ello, bastará reconocer los moretones o las manchas negras en el rostro
de esa persona, si es que no se ha bañado.

Como protección contra las humantactas, se suele colocar ramas con espinas o matas
de junco cerca de la puerta de las casas. De esta manera, quedarán atrapadas, al
enredarse sus cabellos entre las espinas. Otro método, algo perverso, es untar ceniza de
la cocina en el cuello de la persona que sea descubierta durmiendo sin cabeza. Así, cuando
la cabeza regrese tendrá grandes dificultades para reunirse con su cuerpo. El peligro de
cerrarle el paso a una cabeza para adherirse a su propio cuerpo, es que puede acoplarse
a los hombros de otra persona, resultando esta última con una cabeza de más, que nunca
está de acuerdo con nada. Si resulta ser una cabeza muy malhumorada, podría incluso
morderle la oreja. En cualquiera de los casos, si la cabeza no logra conectarse otra vez
con un cuerpo, morirá irremediablemente a la mañana siguiente.

Se han registrado avistamientos de cabezas voladoras sobre el Lago Titicaca. En tales


casos, además de una desagradable experiencia, existe el peligro de que ocasionen la
volcadura de las embarcaciones. Los relatos de cabezas voladoras en Taquile (Puno)
agregan el elemento luminoso. La luz se desprende de unas velas encendidas que llevan en
la nariz. Aparecen en grupos y desarrollan diversas danzas. Estas manifestaciones
anuncian la inminente muerte de una persona en el pueblo, la cual ocurre a una semana de
su aparición.
(Según menciona Efraín Morote Best: otros nombres con que se conoce a estas
cabezas voladoras son: Waqya (Ayacucho); Qepqe (Cusco); Uma-Pali (Sicaya, Junin);
Runa-Uma (Huancayo y Acoria); Uma Tac-Tac (Jauja), Aya-Uma (Celendín), Uma Pureq
Qeqe (Huánuco), entre otros.
ENANOS MINEROS

No se ha determinado con exactitud a qué familias pertenecían los representantes de la


“gente menuda” que vinieron con la invasión europea, aunque algunos indicios observados
en los enanos actuales, como la forma de la cabeza o el color del cabello, nos confirman la
presencia de los Leprechauns irlandeses y los Kobolds alemanes entre los conquistadores.
Como ya se ha dicho, los trasgos actuales son resultado de la mezcla de las razas
autóctonas con las foráneas. Teniendo en cuenta que los enanos viven alrededor de
cuatrocientos años, ya debemos estar en la cuarta generación de razas mestizas.

Las razas de enanos oriundas del territorio peruano recibieron de los Apus el encargo
especial de custodiar sus riquezas, las cuales yacen ocultas en las entrañas de la tierra.
Los tres familias de duendes mineros más conocidas son los muquis (en prácticamente
todo el ande), los chinchilicos (en la sierra sur y sur occidental) y los anchanchos (en el
altiplano). Las diferencias entre ellos son tenues. Los muquis son los más robustos y usan
sombrero de cuernos. Los chinchilicos suelen ir en grupo y realizar danzas. De las tres
familias de enanos, los anchanchos son los causantes de la mayor cantidad de muertes en
las minas del país. Debido a su perversidad, suelen ser relacionados con un demonio de
origen aymara que, incluso lleva el mismo nombre.

Existen muquis blancos y mestizos. Por un lado, los muquis blancos poseen larga barba
rubia, roja o del color del oro. Son de tez blanca o colorada. Llevan sombreros con
cuernos, los cuales utilizan para taladrar las rocas. Los muquis mestizos y los de raza
autóctona tienen la piel más oscura y los ojos rojos.
Mientras que otros representantes de la “gente pequeña” pueden modificar su aspecto
y tamaño a voluntad, los muquis son de estatura invariable, de aproximadamente medio
metro. Sin embargo, pueden hacerse invisibles a voluntad. Su cuerpo, que parece de oro,
es robusto y desproporcionado, con las piernas torcidas y regordetas. Su cabeza es
grande y su cuello muy pequeño. Su voz es gruesa. Visten poncho de vicuña o también
uniforme semejante al de los mineros.
Recorren las galerías de las minas curioseando la labor de los obreros, para luego
gratificarlos o castigarlos según sus simpatías. Suelen gastarles bromas inocentes, como
esconder una herramienta, provocar pequeños derrumbes o pintarles la cara con hollín sin
que se den cuenta.

También, controlan las emanaciones venenosas que circulan a bajo nivel y toman sus
víctimas mortales entre los mineros que, borrachos, quedan dormidos dentro de la mina.
En cambio, alertan a quienes son de su agrado de los peligros presentes o incluso les dan
pistas para llegar al mineral escondido. Otra habilidad que poseen es la de ablandar las
vetas, endurecerlas o incluso agotarlas repentinamente.

Antiguamente, la relación entre los peruanos y los muquis era más cordial. Vivían en el
Kay Pacha, en armonía con los incas, quienes extraían el mineral con el permiso y respeto
de estos fantásticos custodios. Pero con la llegada de los foráneos y su hambre de oro, los
muquis se refugiaron en el Uku Pacha. Desde entonces existe gran temor por los castigos
que estos enanos pueden imponer.

Los mineros humanos les piden permiso para entrar a buscar oro en su mina. Es usual
el pago con hojas de coca, cigarros y botellas de aguardiente, incluso el sacrificio de
animales, los cuales deben dejarse a su alcance según la manera ritual. Si el enano los
toma, significa que accede a que se extraiga mineral de su mina. Ocasionalmente, solicita
vidas humanas para la merienda a cambio de entregar el oro, el cual debe ser tomado
siempre con respeto y sin codicia.
En el avistamiento de un muqui frente a frente pueden suceder muchas cosas:

En primer lugar, existe la posibilidad de caerle en gracia, sobre todo si uno es sincero y
no codicioso. De ser así, el minero regresará a casa con regalos del enano: un nada
despreciable atado de piedras de oro. Caso contrario, el curioso podría resultar malherido
o, incluso muerto.

Por otra parte, es posible cerrar un pacto con él. En este caso el dueño del mineral
abrirá mágicamente vetas de oro y el minero humano debe trabajar laboriosamente en
ellas, cumpliendo con entregarle al duende un porcentaje de todo el oro encontrado,
además de cigarros y aguardiente.

Finalmente, están los testimonios de quienes han logrado atrapar a un muqui,


tomándolo por sorpresa y atándolo con cuerdas hechas de cerdas de caballo. Lo más
aconsejable en tales casos es solicitar un rescate en oro y no volver a acercarse a una
mina en adelante. Pero la ambición muchas veces se hace presente; el audaz que ha
logrado inmovilizar a un muqui le obliga a trabajar para él a cambio de su libertad. Por un
tiempo logra enriquecerse pero este comportamiento codicioso, tarde o temprano,
detonará la ira del poderoso enano, quien matará sin piedad al extorsionador.
DUENDES DEL AGUA

Los espíritus guardianes del agua viven bajo la superficie de los ríos y lagos, en
antiguas ciudades cuyo esplendor es hoy opacado por la polución provocada por el
hombre. Se ocupan del mantenimiento de los caminos de agua, de crear y custodiar los
remolinos, de hacer sonar las cataratas y de dar de comer a los peces.
Si bien es cierto que la relación de la humanidad con estos espíritus elementales nunca
ha sido de las mejores, actualmente se muestran aún menos amigables con los seres
humanos, a quienes llegan a provocar terribles daños o incluso la muerte.

Ichic Ollgo (ollco)


(o Ichik Ollku) (varoncillo, hombre pequeño) (“ichic olljo” se traduce como macho que
monta, según Millones)
Los ichic ollgo son como niños. No solo por su cuerpo pequeño y regordete, sino por su
espíritu juguetón y burlón, que los lleva con mucha agilidad por donde vayan. Habitan en los
riachuelos y puquios a lo largo del país, especialmente en Huaraz, departamento de
Ancash.

Crecen hasta unos sesenta centímetros. Tienen la piel muy clara y siempre van
desnudos. Llevan una larga, suave y abundante cabellera, blanca como la nieve o dorada
como el oro, que les llega hasta los talones. Tienen los ojos grandes y vivaces, con
inmensas pupilas que ocupan la mayor parte de ellos.

Debajo del agua tienen lujosos palacios, donde viven solos, aunque algunos prefieren
vivir junto a las piedras de los molinos. Por las noches emergen del agua y caminan sobre
su superficie. No es magia; así de ligero es su cuerpo.

Tocan su tamborcito debajo del agua o se sientan sobre las piedras para peinar sus
cabellos y mirar a la gente pasar. Engañan a los niños, ofreciéndoles dulces o juegos, y los
invitan a pasar a su palacio sumergido, de donde no escaparán nunca más.
En los días en que hay mucho sol y algo de lluvia, surge de su ombligo el arco iris, que
se dirige hasta el ombligo de otro ichik ollgo, situado en un ojo de agua distante. Hay
quienes dicen que el arco iris es su orina de siete colores.

Cuando algo le sale mal se manifiesta su carácter renegón y se pueden escuchar sus
gruñidos, que parecen los de la cría de algún animalito. Se puede saber que un ichik estuvo
cerca por su defecación, amarilla como el oro.

Su vida y su pasión es el agua; los “ichik” se encargan de enturbiar las aguas, hacen
girar los remolinos, tiran piedras y salpican el líquido, amplifican el sonido de las cataratas
y desarman las piedras de los molinos.

Parecen niños, pero son malignos, No les gusta ver mujeres embarazadas. Si estas se
acercan a un puquio o toman agua de él, el ichik ollgo intentará robarles el ombligo y
ocasionará problemas en su embarazo.

Los Yacuruna y Yacu Warmi


Los hombres del agua o yacuruna habitan en los ríos de la selva. Son como hombres,
pero viven debajo del agua, donde tienen sus ciudades, iguales a las nuestras, con
avenidas y parques. En vez de ir en auto, van sobre los caimanes, las boas y los delfines.
Las casas están construidas con vigas hechas de serpientes de diferentes medidas. Sus
mujeres son las Yacu Warmi.

La mayoría de ellos son gente arisca. No les gusta ver personas sobre sus ríos;
arrancan los árboles de las márgenes del río y los arrojan sobre los barcos, intentando que
naufraguen.

Su dieta es a base de peces y el agua la toman de la lluvia que se acumula en las hojas
de algunos arbustos. Como sandalias usan los caparazones de las tortugas charapas.
Como los peces, duermen con los ojos abiertos.

Tsúnki
Es el padre de las sirenas. Para muchos investigadores es considerado el dueño de los
ríos. Las sirenas y los yacurunas le obedecen. Los bufeos y los peces son su ganado y
habitantes de sus granjas. Los aguarunas le piden que sea generoso cuando van de pesca.
Puede permitir una captura abundante, pero llegado el momento pide su retribución a
cambio; sale a la superficie en busca de algún desdichado pescador, a quien se lleva al
fondo del río para desposarlo con alguna sirena en edad propicia.
Los chamanes pueden verlo y hacer pactos con él. Afirman que la parte inferior de su
cuerpo es de serpiente o, a veces, de pez.
DUENDES DE LA TIERRA

En esta sección presentamos a los duendes que viven en las montañas, entre las
piedras, en cuevas, bajo las raíces de los árboles y dentro de la tierra. Por su pequeña
estatura y sus costumbres, estos personajes suelen ser confundidos con los enanos, los
únicos espíritus realmente ligados al elemento tierra.
Los duendes no son del todo malvados, sin embargo no simpatizan con los humanos.
Son seres envidiosos y egoístas, encerrados en sus propias ocupaciones y detestan la
presencia del hombre, por todo el ruido y contaminación que ha traído consigo.
El Apallimay

Por los caminos apartados es posible encontrar a esta engañosa criatura. Se


manifiesta como una inofensiva guagua (niño pequeño) que ha sido abandonada y suplica:-
“¡Apallimay! ¡Apallimay! “- que en quechua significa “llévame a la espalda!”. Quien por
compasión acude a su llanto y la carga sobre su lliclla (manta cruzada), no se imagina el
grave peligro al cual se expone. Cuando logra acomodarse sobre la espalda de un
compasivo ser humano, esta pérfida criatura comienza a transformarse y crecer
repentinamente hasta convertirse en una horrenda y pesada carga. Entonces, se puede
conocer su verdadero rostro, que es el de un malvado anciano, de boca grande surtida de
colmillos y facciones repugnantes que destilan ira y rencor. Obliga a su improvisada
montura a pasearle de un lado para otro, hasta dejarla extenuada.

Con urgencia se requiere los servicios de un curandero para expulsarle, sino el


apallimay absorberá la energía vital de su benefactor hasta producirle la muerte. Se le
encuentra en casi toda la sierra y, por el norte, hasta Piura.

Los Auquillos
(Aukillo= abuelo o bisabuelo) (Achachila, también es abuelo en aymara, pero es bueno)
Si de pronto en la puna aparece la figura de un anciano tan pequeñito como violento,
andrajoso y de aparente debilidad, es probable que nos encontremos frente a un auquillo.
Algunos dicen que los auquillos son la materialización del espíritu de los cerros. Otros, que
son la manifestación de los antiguos gentiles, que habitan en las partes altas de los
mismos. Lo cierto es que a los auquillos no les gusta la gente, ni el cambio, ni lo moderno;
son el espíritu de lo viejo.

Son muy agresivos con los varones, a quienes atacan con fuertes golpes en la zona
más sensible hasta quitarles toda posibilidad de tener hijos. Con las mujeres son más bien
seductores, las intentarán raptar para hacerlas suyas. En caso de que un auquillo se
enamore de una doncella, todo joven que se fije en ella morirá en el acto.

Si lo ven aparecer, hay que pedir ayuda a gritos, pues desaparecerá al notar la
presencia de gente alrededor.

El Duende común
Los nombres de algunas familias de gente menuda se perdieron con la llegada de los
españoles, tomando la denominación genérica de “duendes”. Este término se aplica
indistintamente para los individuos de origen extranjero y los nativos, pero en un error muy
lamentable se les confunde con los gentiles o el mismo diablo. En la costa norte
principalmente, pero en diversas zonas de nuestro territorio, es muy común oír hablar de el
duende, a secas.

Comunidades de estos duendes están presentes en todo el país. Viven en las riberas
de los ríos o se alojan en sus árboles predilectos, como la higuera o el molle. También los
hay en zonas urbanas o cerca de los pueblos. Aparecen con mayor frecuencia a las 6 am o
6 pm, razón por la que se conoce a esos momentos como las malas horas.
Todos estos espíritus son molestos bromistas y, en ocasiones, peligrosos. Por ejemplo,
es común que arrojen piedras a las personas o que coloquen trampas para que estas
tropiecen y caigan al piso. Normalmente son invisibles a los adultos, aunque gustan de
aparecer ocasionalmente con el fin de hacer daño. A semejanza del apallimay, lo hacen en
la forma de un indefenso bebé abandonado, que se está muy quieto o de un niño pequeño
que pasa corriendo muy rápido. Si una persona le recoge con intención de protegerlo, se
deja atrapar sin resistencia. Tras avanzar unos pasos, el duende le hablará con su
verdadera voz y le mostrará “las muelas”, es decir, los colmillos. A partir de ese momento
la persona se enferma y está en peligro de muerte. En esta situación urgen los servicios de
un “curioso”. (“curioso” es otra forma de llamar al curandero). Otra forma de manifestarse
es portando un inmenso sombrero sobre la cabeza, por lo que se les conoce también como
“el sombrerudo”.

Con los niños tienen una relación diferente: se les presentan y juegan con ellos para
hacerse amigos suyos y ganarse su confianza. Luego, con engaños, logran llevarlos
consigo para hechizarlos y convertirlos en duendes.

Para evitar molestos encuentros con duendes, es costumbre en los pueblos “vestir
aceros”, es decir portar un cuchillo u otro elemento de acero, material que tiene una carga
simbólica muy fuerte pues se hizo conocido en estas tierras después de la llegada de los
españoles.
DUENDES DE LA AMAZONÍA

En la espesura de las selvas y bosques naturales del Perú podemos encontrar muchos
duendes, hadas y algunos pocos elfos, además de seres monstruosos, espíritus malignos
e incluso demonios; es notoria, en cambio, la ausencia de ogros y orcos. La mayoría de
estos seres mágicos no son buenos con los hombres; buscan que estos se pierdan en la
espesura de la selva. Son muy celosos de sus dominios, por eso no aceptan con agrado la
llegada de los humanos. Pero, ¿son los hombres buenos con la selva?

Sacha runas
(hombres del monte)
En general, se denomina así a todas las tribus de duendes y espíritus de la Amazonía.
La mayoría de ellos son entidades protectoras de la flora y fauna, de naturaleza pacífica,
pero se manifiestan agresivos con los seres humanos. Las dos razas más conocidas son
l o s chullachaqui y los shitacos, quienes habitan sus propios pueblos y cultivan sus
propias tierras, en parajes jamás descubiertos por ojos occidentales.

Para convertirse en cazadores, los propios indígenas deben pasar la prueba de honor
de los sacha runa; la primera vez que un joven ingresa a la espesura del monte, escuchará
ruidos extraños y verá gigantescas manadas de monos, o tormentas de intensos truenos,
todo ello con el fin de asustarle o extraviarle. Si el cazador no se inmuta, esa noche
regresará a casa sin obtener ninguna presa y, en cambio, pasará por altas fiebres. Ese
será el signo de que fue aprobado por el sacha runa. A partir de ese momento podrá cazar
en la selva sin ser molestado, siempre y cuando tome solo lo necesario para su sustento y
el de su familia.
Chullachaquis (o shapsicos)
(chulla = solo, chaqui=pie, un solo pie)
Son la población de duendes más numerosa de la selva peruana. Son hombrecillos
pequeños, deformes y cabezones, pero su característica más saltante son sus pies
desiguales. En algunos sujetos puede ser una pierna atrofiada que termina en un pequeño
pie y en otros se observa la pierna izquierda parecida a la de una cabra o tigre. También
pueden presentarse aquellos con el pie izquierdo volteado hacia atrás. Se sabe fácilmente
por dónde pasó un chullachaqui por las huellas de pies desiguales.

Su principal ocupación es confundir a los caminantes hasta conseguir que se pierdan en


la espesura del monte. Algunos lo hacen por disfrutar de hacer daño, pues son perversos
como demonios; otros, por tomar muy en serio su papel de protectores de las especies
animales.

Un chullachaqui siempre se aparece de improviso, bajo la forma de un amigo o familiar.


De esta manera uno pierde el miedo y lo sigue, aunque nunca logre acercarse mucho a él.
Algunos llegan a transformarse en cualquier objeto: una hoja, una rama, una piedra, etc.
Con su magia adormece a la víctima para no ser descubierto. Pero, si uno es fuerte de
espíritu, puede escapar de su hechizo. Entonces escuchará su risa malévola.
Las personas que han sido rescatadas después de su encuentro con un shapsico
tardan varias horas en reconocer a sus familiares y amigos. Al recordar los hechos,
aseguran haber recorrido caminos amplios y despejados, pero la verdad es que el
malévolo duende los condujo entre vegetación tupida, por senderos escabrosos y de difícil
acceso.

Hay que fijarse en sus pies, pues sin importar la forma que tome, siempre mantendrá la
característica del pie izquierdo desigual. También se le puede reconocer porque no es
capaz de silbar. En caso de descubrir al chullachaqui, unos recomiendan rezar, otros
insultarlo a viva voz y otros, incluso emprenderla a golpes contra él. No recomendamos
dispararle con arma de fuego, ya que siempre cabe la posibilidad de que no se trate de un
auténtico chullachaqui, sino que en verdad sea nuestro amigo el que está ahí delante.
Shitacos

Los shitacos tienen la difícil tarea de detener el avance de las construcciones que
depredan la selva. Se apoderan de ellas y traen molestias a sus habitantes. Como
advertencia parecen gritar desafiantes: “¡Hey, hasta aquí nomás! No avancen, este lugar
es sagrado.” También es probable que provoquen una lluvia de los objetos más diversos;
pedazos de tierra, fragmentos de vidrio, semillas y hasta peces pequeños.
Shomani

Los cazadores cashinahuas (tribu amazónica) conocen muy bien a los shomani,
irreverentes duendecillos que habitan el bosque. Su estatura es no mayor a 70
centímetros. Pueden hacerse invisibles. Viven entre la vegetación, son expertos cazadores
y muy traviesos bromistas. Un cazador deja una trampa; cuando se fija, solo encuentra la
trampa y la cola del picuro (majás) o la carachupa (zarigüeya) o sachavaca (tapir) que
cazó. Cuando escalan un árbol lo hacen al revés, con las nalgas hacia arriba. Son amables,
pero traviesos. Más que eso; ocasionalmente pueden comer seres humanos. Una de sus
formas preferidas cuando los sorprenden los hombres es transformarse en impertinentes
monos blancos.
Duende Pahota

El barro que sirve para fabricar las ollas también tiene su madre o espíritu interior. Se
trata del duende Pahota, de voluminoso aspecto, gran tamaño e inmensa nariz. Las colpas,
aquellos lodazales donde se deposita la arcilla roja en rincones de la selva que solo los
expertos pobladores conocen muy bien, son la morada de estos duendes maléficos.
Autorizan la extracción del barro a quienes lo hacen de buena voluntad y lo piden con
respeto. En caso contrario, pueden apostar los lectores a que las ollas se quebrarán o, al
menos, la comida preparada en ellas no tendrá buen sabor.

En las casas de los piros (otra etnia de la selva peruana), suelen esconderse debajo de
las ollas vacías, desde donde planean sus fechorías. Llegan a secuestrar a hombres para
tenerlos como sirvientes o a mujeres para desposarlas. Si alguno logra escapar, pierde la
capacidad de hablar y, en poco tiempo, la vida.
Kajpamuiliti

Si los lectores van por la selva baja del departamento de Madre de Dios, recordar la
palabra “Koshichiniri” puede salvarles la vida. Es el nombre de un pájaro de la selva y,
también, es la familia a la que pertenece este duende de comportamiento peculiar.

El Kajpamuiliti es el protector de los piros. Es un hombrecillo muy forzudo cuya única


vestimenta es un tocado de plumas sobre la cabeza.

Se sienta a un lado del camino a la espera de que pase algún viajero. Cuando ve uno, le
pregunta: “¿a qué familia perteneces?” Si la respuesta es “Koshichiniri”, la persona no solo
estará salva, sino que además el geniecillo le regalará frutas silvestres y le brindará su
protección. Pero en cualquier otro caso, su reacción será retorcer al infortunado caminante
por la columna vertebral hasta partirlo en dos.

Si no se recuerda la palabra clave, la receta infalible para escapar del Kajpamuiliti es


desnudarse antes que pueda acercarse, pues aunque nunca va vestido, es muy decente y
decoroso, a tal grado que no soporta ver personas desnudas.
La madre del chuchuhuasi

El chuchuhuasi es una planta de gran valor medicinal a la cual se le atribuyen también


propiedades afrodisíacas. Su madre, es decir, su espíritu tutelar, es un hombrecillo
deforme que vive en la raíz. Cuando pasa un hombre le obliga a pelear. Comienza por
decirle insultos y, si no recibe respuesta, recurre a los empujones. No lo hace por maldad,
es solo un luchador empedernido.

Si el chuchuhuasi se siente cansado, toma la forma de una ramita o de una hoja. De


nada sirve pisarla o romperla, pues pronto vuelve a su forma original y sigue con los
empujones.

Para una persona normal no hay forma de vencerle en la lucha, solo los chamanes o los
Kajpamiuliti consiguen derrotarlo, apelando a sus artes mágicas. Por eso, el chuchuhuasi
tiene mucho cuidado de no toparse con ellos.
Mayantú

Entre las ramas elevadas de la frondosa selva alta avanza este bondadoso gnomo. A
ratos se mimetiza con las hojas de los árboles, pero cuando se hace visible es posible
notar sus característicos rasgos de reptil y su cara de sapo. Es un implacable protector de
la fauna selvática pero, a diferencia de otros trasgos, no hace daño a los seres humanos.
Por el contario, más de un explorador extraviado ha sido curado y orientado por el
generoso Mayantú.
Níshobos

Son espíritus que habitan en las proximidades de los pueblos shipibo-conibos. Desde
tiempos inmemoriales están relacionados a la vida de estos nativos, quienes los conocen
muy bien, aunque no precisamente dan buenas referencias de ellos.

La característica más saltante de los Níshobos son sus enormes pies. Estas
extremidades descomunales les otorgan una velocidad sin par. El ruido característico que
provocan al avanzar permite descubrirlos fácilmente cuando caminan entre la densa
vegetación. Otra particularidad es su fuerza descomunal y su cabeza muy dura, lo que los
hace temibles adversarios en caso de una disputa.

Colocan una diversidad de trampas para cazar animales, pero si en alguna de ellas cae
un shipibo, los Níshobos no tendrán problemas en comer carne humana.
HADAS DEL AGUA Y DEL BOSQUE

Existe cierta ignorancia con respecto a las duendes, sirenas y hadas en nuestro país.
Frecuentemente son confundidos estos términos por los mismos informantes quienes, ante
tan encantadoras apariciones, de lo último que se preocupan es de asignarles el nombre
correcto. En defensa de los despistados aclaramos que, efectivamente, estas
manifestaciones lucen idénticas. Pero solo las hadas y sirenas son las madres, los
espíritus o “los encantos” de la Naturaleza, en sus manifestaciones femeninas. Las
duendes son almas de mujeres que perecieron sin alcanzar el bautizo.

Otro tipo de hadas son los espíritus seductores que habitan en las minas y grutas
naturales dispersas por todo el continente. Los mineros y exploradores saben muy bien
que, debido a ellas, no pueden entrar mujeres en las minas de socavón, porque la dama
anfitriona se pondría furiosa por los celos y ocasionaría derrumbes o la muerte de algún
varón.
La Huarmi Puquio (Warmi Puquio)

En muchas historias de encantamientos encontramos como protagonista a la mujer del


manantial o Huarmi Puquio. Al igual que en otras apariciones, se trata de una bella y muy
pálida jovencita que vive bajo los puquiales. Su cabello es rubio, largo y lacio. Su voz,
encantadora. Canta por las noches y puede atrapar o endulzar a más de un incauto. Estos,
locamente enamorados no pondrán reparos cuando ella los sumerja en el centro del puquio
donde habita.

Al no tener ningún registro de sus canciones, solamente nos queda preguntarnos: ¿Qué
cantarán las Warmi Puquio?
La Chununa

Muy parecida a la anterior es la aparición de la chununa, espíritu que reina en los


despoblados. Tiene la figura de una mujer adulta, pero pequeñita. Su aparición es también
de piel muy clara, rubia y de hermosos ojos azules. Lo curioso es que sus pies están
volteados, con los dedos hacia atrás y los talones por delante. Fuera de eso, es muy
atractiva. Pero cuidado, es considerada peligrosa aun por los brujos, quienes lo piensan
dos veces antes de hacer pacto con ella.

Cuando por las noches oscuras un hombre recorre los caminos solitarios y se encuentra
con este encanto de las soledades, queda adormecido por su bello canto y su dulce
mirada. Ella lo invita a seguirle, alejándolo cada vez más del camino y él la sigue sin
resistirse.

Terminado el encanto, el hombre se convierte en un vagabundo solitario que merodea


las viejas ruinas y tapados (tesoros enterrados). No regresa más a vivir con sus iguales,
convive con animales y se comunica con las madres de las plantas. Se olvida de los suyos,
abandona las costumbres humanas y a su propia familia, si la tenía. Comienzan a crecerle
la cabellera y las barbas. Con los años sus ropas se deshacen y quedan cubiertos solo por
sus largos pelos.

En el departamento de Piura es común que tanto chununas como chununos no solo


molesten a los adultos, sino también a los niños no bautizados.
La Cuda

Sería una muy bella aparición, de no ser porque tiene un solo seno y patas de gallina.
Su nombre se lo debe al grito que emite: “¡Cuda!, ¡Cuda!”. Su área de acción la constituyen
los alrededores de Cajamarca. Dicen que de día toma la forma de un ave y esa es la razón
por la cual de noche, en su forma humana, aparece con patas parecidas a las de una
gallina.
La Yara

Es otra hada muy bella que habita en la selva peruana. Su piel es del color de la
madera y su cabellera verde como la flora.

Aparenta enamorarse de un hombre, pero solamente lo hace para aparearse con él. Si
llega a tener relaciones con uno, nacerá un hijo deforme, de pies desiguales y habilidades
mágicas, nada menos que un chullachaqui.

Igual que a otras manifestaciones femeninas, a las Yaras se les encuentra cantando a
orillas de los ríos, con seductora voz. Pero cuidado; esos ojitos verdes y encantadores
significan peligro. Los hombres que cayeron bajo el hechizo de su mirada y de sus cantos,
se sumergieron tras ellas en las profundidades del río y no fueron vistos nunca más.

Ocasionalmente, las Yaras pueden tener la parte inferior del cuerpo como el de una
boa. Por esta razón, son confundidas frecuentemente con las sirenas.
Sirenas

Algunos autores sugieren que las almas de las mujeres sin bautizar que murieron a
consecuencia de una inundación se han convertido en sirenas. Esta afirmación es
resultado de la confusión que mencionáramos en páginas anteriores, pero los lectores
atentos ya podrán afirmar a estas alturas que tales almas podrían convertirse en duendes,
mas no en sirenas.

Las sirenas que ocasionalmente aparecen en nuestros ríos y lagunas no tienen tan
escalofriante origen. Ellas son descendientes de diversas colonias de ninfas españolas,
griegas e italianas que emigraron a nuestro continente en diferentes periodos. Un pequeño
número vino tras los barcos de los exploradores españoles. Buena parte de ellas continuó
llegando después, sobre todo durante la primera y segunda guerra mundial, escapando de
los bombardeos y de la violencia que reinaba en el mar Mediterráneo.

Los pobladores consideran que ellas tienen una personalidad egoísta y les atribuyen la
costumbre de robar criaturas para llevarlas a vivir en sus ciudades encantadas, bajo las
aguas. De la cintura para arriba tienen apariencia de mujer y de la cintura para abajo de
pez. Sin embargo, cuando emergen a la superficie su cuerpo es completamente femenino.
Tienen cabellos rubios, ojos azules y tez blanca. Sus formas son perfectamente
seductoras. Es el único caso de razas feéricas en el cual no se ha producido mestizaje.

En su canto, sin embargo, puede notarse cierta fusión musical. Si bien es cierto que en
miles de años ha variado muy poco, es notoria la influencia de la cumbia moderna en su
cantar, pues ahora sigue un ritmo marcadamente tropical. Lo que no ha cambiado en sus
melodías es que continúan siendo la perdición de quien las escucha.

Hasta hace algunos años, una sirena era vista en el Boquerón de la Viuda, una gruta no
totalmente explorada ubicada en el Puerto de Huacho, a dos horas al norte de Lima. Los
viejos pescadores afirman que esta mujer hermosa tenía, de la cintura para abajo, cuerpo
de corvina.
FANTASMAS, APARECIDOS Y OTROS MEDIO MUERTOS

Destellos inexplicables, sonidos sin causa aparente o presencias que se sienten en el


silencio de la noche; alrededor del mundo hay incontables testimonios de individuos que se
han encontrado cara a cara con un fantasma. En general, los fantasmas son espíritus de
personas que han muerto inesperadamente, sin concluir su misión en la vida o que, por
alguna razón, han sido condenados a vagar sin rumbo por el mundo de los vivos.
Erróneamente se piensa que no tienen salvación, pero sí la tienen, como se verá más
adelante.

En este tratado no abordaremos las apariciones caseras, tan comunes y semejantes a


las que ocurren en otras latitudes, sino que daremos un espacio a aquellos fenómenos que
son representativos de nuestro país.
Fantasmas, espectros y almas en pena

Quien recorra los pueblos de la costa y sierra del Perú debe tener cuidado de no
encontrarse con un condenado, también llamado manchachiku (lo que asusta). Se trata de
almas que van por las noches aterrorizando e, incluso causando muerte a los paisanos que
caminan solitarios por parajes oscuros. Pueden asumir diversas formas, como la de un
espectro trasparente o blanco, un animal arrastrando pesadas cadenas, una persona
infestada de piojos o gusanos, un caballero silencioso, una sombra negra, un aire frío que
eriza la piel, entre otras.

La garganta es una de las primeras partes del cuerpo en descomponerse, así que los
espectros suelen tener voz gangosa, debido a que el aire se cuela por sus carcomidos
pescuezos. Tarde o temprano se ven en la necesidad de comer carne humana, lo que los
torna doblemente peligrosos.

Cuentan que hace muchos años en Jauja salía no uno, sino decenas de condenados
todas las noches a dar su ronda por la ciudad. Los vecinos echaban los cerrojos a sus
puertas apenas daban las seis de la tarde y se apagaba el último rayo de sol. En las zonas
rurales, los campesinos se despedían a gritos, de cerro a cerro, y corrían a casa antes de
que oscureciera del todo.

Abundan los relatos de hombres y mujeres que se encuentran con un animal que
aparece inesperadamente y les hace frente, cortándoles el camino e impidiéndoles llegar a
su destino. Este puede ser un animal común (digamos, un chancho, un pavo o un toro),
pero se sabrá que es un condenado por la candela que se desprende de sus ojos y por su
aliento de fuego. Los vecinos más cautos prefieren dar marcha atrás y volver sobre sus
pasos, pero hay otros que intentan desafiarlos. Mala idea; al día siguiente serán
encontrados desorientados, diciendo palabras sin sentido y botando espuma por la boca.
Es bueno saber que la mejor protección contra los condenados son los perros y las
criaturas pequeñas, quienes los hacen huir despavoridos.

Muchas veces alrededor de estas apariciones se encontrará un tapado. Ello significa


que la razón por la cual el difunto se ha condenado fue por amasar en vida gran fortuna sin
compartirla con los necesitados. En tal caso, su alma no descansará hasta que dicha
riqueza sea desenterrada y entregada a noble uso. Por eso, hay muchas personas que en
lugar de huir de los condenados, los desafían y hasta son capaces de luchar contra ellos
con tal de conseguir todo o parte de esas riquezas ocultas. En caso de que alguien lo
logre, el condenado será salvado.

Un caso muy temido era el de un condenado que se aparecía en diversas ciudades de


la costa y la sierra, conocido como el cura sin cabeza. Decían que este había sido un
sacerdote avaro y codicioso que reunió una gran riqueza y, al morir, fue obligado a vagar
sin su cráneo durante muchos años. También se ha recogido versiones de otros curas sin
cabeza en otros países latinoamericanos.

En la isla de Taquile, ubicada en medio del Lago Titicaca, en Puno, son frecuentes las
apariciones de los kukuchi. Son fantasmas malignos que tienen un infame gusto por la
carne humana. Es común verlos ataviados con las ropas de gala con que se entierra a los
muertos en Taquile, chullo largo y faja de bolitas a la cintura, solo que llevan el traje hecho
harapos, gastado y andrajoso. Cargan consigo piojos, pulgas y otros bichos. Quien se
encuentra con un kukuchi debe ser muy astuto para engañarlo y desviarlo por otro camino,
de lo contrario sus carnes serán devoradas por dicho espectro.

A pesar de no tener representación conocida, el Tunche (o Tunchi) es tal vez el más


célebre de los fantasmas locales. Su fama se extiende a, prácticamente, todos los
departamentos de la selva peruana, principalmente Ucayali, Iquitos y Madre de Dios.
Cuando está cerca, se siente un aire frío y se escucha su silbido característico: “fin fin fin
“, lo que genera una sensación terrorífica. Muchos creen que se materializa como un pájaro
que vuela muy rápido mientras silba. Los pocos testigos que lo han visto aseguran que se
presenta como un espectro vestido de blanco que avanza sin tocar el suelo. Su principal
pasatiempo es espantar y confundir a quien lo ve hasta lograr que se pierda en la espesura
de la selva, o al menos, que pase un gran susto y termine con la mirada perdida y botando
espuma por la boca.

Otro espectro que suele aparecer por las noches de la selva es la Lamparilla, un
esqueleto que lleva una lámpara de luz azul a la altura del corazón. Se oye el crujir de sus
huesos al caminar. No se debe confundir con las luciérnagas o cocuyos, que son
abundantes en la zona.

Esqueletos como estos están por todas partes. En el caserío de Pauquilla, provincia de
San Marcos, Cajamarca, un ruido espeluznante que suena como “¡tara! ¡tara!”, espanta a
los pobladores cuando se oculta el sol. Es un esqueleto conocido, justamente, como la
Tarabilla. Se sabe que al igual que en otros casos, su presencia anuncia una próxima
muerte, pero coincidentemente la de la persona que se lo encuentra. Por ello, los
pobladores prefieren cerrar sus puertas y no arriesgarse a recibir tal sorpresa. Algunos
vecinos, más fuertes, han sobrevivido a un encuentro con la Tarabilla, pero al menos
terminaron arrojando espuma por la boca y con la mirada perdida.

Una manifestación distinta a la de los condenados son las almas en pena. Unos cinco
días antes de que un cristiano muera, su alma recorre por las noches los lugares que
guardan cierta importancia para el sujeto. A estas almas en pena es posible encontrarlas
rezando o caminando lentamente sin tocar el suelo. Son muy pacíficas, pero si alguien las
hostiga, se enojan y se abalanzan contra el agresor hasta causarle la muerte.
Ritos relativos a la muerte

Existen en nuestro país diversas usanzas populares relacionadas con la muerte. Por un
lado, es casi generalizado en la sierra el lavado de las ropas que dejó el difunto, costumbre
conocida como pichachi o pichjacu. Se realiza a pocos días de su fallecimiento, con el fin
de que no regrese a incomodar a los vivos. La ceremonia se acompaña con abundante
alcohol y tabaco.
Por otra parte, los machiguengas tienen una tradición que puede resultarnos curiosa. Le
pintan el rostro con achiote (pigmento rojizo obtenido del árbol del mismo nombre) al
muerto para que esté contento. Lo entierran con todos los cuidados, pero antes de
retirarse cierran escrupulosamente el camino del cementerio, con ramas cortadas, para
que el muerto quede despistado si intentara seguirlos a casa. Le colocan algodones en los
ojos para que no los vea y además se cortan el cabello para que no tenga por donde
agarrarlos. Toman todos estos cuidados durante los primeros ocho días del deceso. Así
hayan sido buenos o malos, todos los difuntos son peligrosos. Se dedican a matar a
mujeres y hombres mientras esperan a los ángeles o los demonios para que se los lleve a
su destino final.

Los aguarunas cuentan que la casa donde habitan los muertos está erigida en medio de
la selva. Una mujer que amaba fervorosamente a su esposo la descubrió después de
seguir a su alma desde el momento en que Este murió. Durante tres días caminó tras sus
pasos, hasta que llegó a esta casa, donde se escuchaba ruido de risas y tomaban masato
(bebida alcohólica preparada a base de yuca). Ella tocó la puerta y, por mucho que rogó,
no la dejaron entrar, porque estaba viva. Cuando regresó, a la semana siguiente, la casa
no estaba más.

Actualmente, los fantasmas, condenados y almas en pena difícilmente se dejan ver. Ya


en sus tiempos decía don Ricardo Palma, con cierta burla, que el alumbrado público y los
policías se encargarían de ahuyentarlos poco a poco.
Las Momias

A diferencia de las momias egipcias, que salen por las calles a espantar a la gente,
cubiertas por unas cuantas vendas y dejando a la vista parte de sus cuerpos
descompuestos, las momias peruanas son notablemente más simpáticas.

Los antiguos peruanos sabían muy bien lo peligrosa que puede resultar una momia
irritada. Por ello, siempre mostraron gran respeto por sus antepasados y los hacían
partícipes de sus agasajos y fiestas principales, cuidando que no les falte nada en la otra
vida. Basta recordar que al morir una persona importante, era enterrada con todos los
lujos, junto con sus sirvientes, sus guardias, joyas, alimento y bebidas. Estas momias lucían
máscara de oro. En algunas culturas, las tumbas de los nobles se rellenaban con tierra o
piedras y formaban parte de los lugares de culto, llamados Huacas. Visiten los lectores
como referencia la tumba del Señor de Sipán, en el departamento de Lambayeque.

Para nuestros ancestros, la muerte significaba el paso a otra vida. Uno dejaba de existir
solamente cuando su cadáver se desvanecía, lo cual ocurre naturalmente por acción del
tiempo. Por ello, nuestros predecesores momificaban a sus difuntos; para que perdurara el
cuerpo y la muerte definitiva no ocurriera. Previamente, les quitaban las entrañas y untaban
los cuerpos con sustancias especiales. La mayoría de las momias se encontraron en
posición fetal, como una forma de expresar un segundo nacimiento, esta vez en el interior
de la madre tierra.

La momia principal de un ayllu (comunidad familiar), llamada Mallqui, era consultada


frecuentemente por sus descendientes en caso de una situación difícil o al requerirse tomar
una decisión trascendente. También era común sacarlas a pasear en pomposos rituales y
largas procesiones, en las que aprovechaban para solicitarles alguna ayuda con las
cosechas o el bienestar del ganado. Es por todos estos mimos y cuidados que los restos
humanos momificados resultaron ser tan amigables.

Teniendo todo ello en cuenta, es posible imaginar la honda desolación que


experimentaron los incas al presenciar cómo los conquistadores europeos destinaron
buena parte de su tiempo a desenterrar, destruir y quemar todos los cuerpos
embalsamados que pudieron. Tras la ejecución de este perverso pasatiempo, los
corazones indígenas quedaron tanto o más destrozados que esos pobres restos humanos.

Una de las momias más famosas es Juanita, la dama de Ampato, niña que fue
ofrendada al volcán Misti durante el reinado de Inca Yupanqui. Su sacrificio tenía por objeto
aplacar la ira de la montaña y, así, evitar sus destructivas erupciones. Hace tan solo unos
años fue rescatada de los hielos, quedando tal vez un poco resentida por tan largo olvido.

Aún en nuestros días pueden encontrarse rezagos de este culto a los muertos. Y es
que algunos vecinos mantienen la calavera de un antepasado en casa, la cual gentilmente
colabora con la guardianía del hogar. El cráneo gritará diligentemente y hará ruidos para
alertar al dueño de casa si llegase a aparecer algún indeseado ladrón.
Los Gentiles

(machulas, ñawpas, huancavilca, ñaupamachu, ñawpa machu =antepasado, chullpa =


cuerpo desecado; machu = mayor, viejo , antiguo; suq'a machula = anciano encogido (por
el aspecto de las momias) La expresión gentil fue un aporte de los adoctrinadores
españoles, quienes la utilizaban para designar a los pueblos paganos en general.
Hace muchos, muchos años, la tierra era habitada por la primera humanidad. Estos
hombres eran como nosotros, solo que bastante más longevos, grandes y fuertes.

Vivían en total oscuridad, pues era la primera edad del mundo y aún no existía el sol.
Andaban desnudos, no conocían la agricultura, cazaban algunos animales, recolectaban los
frutos silvestres, pero principalmente se alimentaban de piedras. En ocasiones, se comían
entre sí. Convivían hermanos con hermanas, con total ignorancia de la moral, como la
conocemos hoy en día. La gran cantidad de armas y fortalezas halladas en lugares de
difícil acceso sugiere que preferían la guerra a la paz. Por ser tan pérfidos, la divinidad
reinante decidió enviarles un castigo que acabara con ellos.

Entre los gentiles había algunos adivinos, quienes presagiaron la inminente desgracia.
Por eso antes que cayera una lluvia de fuego, muchos ya habían huido a las alturas de los
cerros llevando sus tesoros consigo. Otros castigos enviados, como diluvios, tampoco
lograron acabar con ellos. Finalmente, fueron convertidos en piedra cuando se les envió el
último gran castigo; el sol apareció radiante y abrasador en lo que fue el primer amanecer
de la historia.

Actualmente son una raza extinta, sin descendientes sobre la tierra. Pero su influencia
no desapareció. Se mantiene hasta hoy, en el mundo interior, el Uku Pacha. Algunas ruinas
preincaicas son, en realidad, restos de los gentiles. Algunos han sido vistos últimamente en
los alrededores de dichas ruinas, ubicadas generalmente en las cumbres de los cerros.
Sus huesos vuelven a adquirir forma humana, pero solo de noche. Si se enteran de que hay
fiesta en el pueblo, de seguro llegarán y tratarán de conquistar a alguna bella señorita para
llevársela a su refugio.

Acercarse demasiado a la zona ocupada por ellos puede traer enfermedad; el aire de
los gentiles (gentil waira) provoca que las personas se llenen de granos y, poco a poco, se
vayan muriendo. Para curarlas es necesario preparar un remedio con los mismos huesos
de estos gentiles.
DEMONIOS Y OTROS MUY MALOS

Así como espíritus benefactores, en toda cultura existen entidades malvadas, que
hacen daño por deleite. El primer punto que hay que aclarar es que los demonios oriundos
de nuestro territorio no son satánicos, es decir, ninguno de ellos tiene parentesco ni guarda
relación contractual ni de dependencia con Satán o Belcebú. Ellos provienen de diversas
familias que se originaron independientemente de los demonios tradicionalmente conocidos.
Es probable que mantuvieran algún limitado contacto comercial con ellos, aunque no se ha
recogido suficiente información al respecto. Es un tema que podría estudiarse más a fondo
en siguientes investigaciones.

En todo caso, nuestros espíritus malignos mantuvieron gran independencia hasta la


llegada de -¿adivinan quiénes? - los extirpadores de idolatrías. Como mencionamos antes,
estos señores realizaron, queriéndolo o no, la labor de dispersar en la gran América a los
demonios como los conocemos actualmente.

Por otra parte, estos extirpadores de idolatrías provocaron intencionalmente la pérdida


de toda información relativa a los demonios autóctonos. Es por eso que ahora tenemos tan
limitado conocimiento de algunos seres malignos, como los Hapiñuñus o Achaqallas.

El diablo es conocido también como el Enemigo, el Maligno o el Cumpa. En la


Amazonía recibe los nombres de shapsico o shapingo.
Supay

Originariamente los Supay eran geniecillos vinculados al mundo de los muertos y lo


extraordinario (Uku Pacha), entonces, como todos los duendes autóctonos, no eran tan
malos. Los pobladores andinos sabían muy bien cómo hacer tratos con ellos. A ratos
bondadosos y otras veces maliciosos, su comportamiento respondía a sus volubles
estados de ánimo o a la simpatía que sintieran por la persona que los invocaba.

Cuando llegaron los españoles, decidieron arbitrariamente considerar a todos los


espíritus autóctonos como aliados del demonio y, entre todos ellos, eligieron a los Supay
para personificar al más malo de los malos. Les otorgaron un poder superior, pero a
cambio les obligaron a usar nuevas vestiduras. Desde entonces, lucen cuernos, cola y
patas de cabra. Con esta transformación sufrida, algunos Supayas adquirieron el hábito de
comer gente y robar almas. En muchas zonas, los campesinos les temen a tal extremo que
evitan siquiera mencionar su nombre.

Ciertas noches rondan el mundo de los vivos en forma de algún animal, generalmente
un toro, chancho o chivo. Esto puede causar confusión a los lectores, quienes deben estar
preguntándose: ¿un toro aparecido a medianoche es un condenado o es el mismísimo
Supay? La respuesta la dará el olfato, pues un demonio deja el característico olor del
azufre a su paso. Otro indicio a considerar es la presencia de cadenas. Si las lleva, es sin
duda un condenado. En cualquier caso, nuestra recomendación es no quedarse a
averiguarlo; correr hacia algún lugar seguro es lo más aconsejable.
Anchancho

Son demonios muy feos y malignos que invaden los parajes solitarios para quedarse a
morar en ellos. Prefieren las cuevas y las profundidades de los lagos o pantanos,
hallándoseles desde el altiplano hasta la sierra de Cajamarca. La presencia de un
anchancho provoca la muerte de los arbustos y el ganado que pasta alrededor.
Adicionalmente, causa enfermedades en los propios pastores, quienes le ofrecen todo tipo
de regalos para calmar su ira y en lo sucesivo evitan pasar por tal lugar.

Ya eran temidos en los remotos tiempos de los gentiles, época en que solo se les
encontraba en el Lago Titicaca. Por causas desconocidas, algunos anchanchos emigraron
hacia la cordillera hace muchísimos años, ocupando grutas y espacios subterráneos. Por
esa razón, son confundidos frecuentemente con el enano minero, conocido en la sierra sur
como “el tío”. Pero no, los anchanchos en las minas siguen siendo demonios, notablemente
más perversos y poderosos que cualquier muqui conocido.

Un caso particular es el Qota-Anchancho o Titi-Anchancho, el único demonio que se


quedó en el Lago Titicaca. Es un monstruo gigantesco que, bajo la forma de columna de
agua, se traslada grandes distancias destruyendo, devorando y haciendo naufragar todo lo
que encuentre a su paso. Vientos huracanados y grandes olas acompañan el fenómeno.
Como todo demonio andino, también tiene su lado bueno. Es así que, salpicando parte del
agua del lago, puede traer lluvias, altamente benéficas para la agricultura. Mantiene un
séquito de warmikunas, hermosas mujeres con pies de pescado. Ellas atrapan a los
hombres jóvenes con sus encantos y los conducen al fondo del lago, donde el siniestro Titi-
Anchancho los devora, dejando como única evidencia sus huesos descarnados.
Saq’ra

Estos diablillos creados por el Supay son, entre todos los demonios, los menos
malvados. Eso sí, son espíritus bromistas y burlones, atolondrados y desbordantes.
Aparecen bajo la forma de gatos, lagartijas, sapos y culebras. Pueden tomar rasgos
humanos, pero siempre con trazas de reptiles u otros animales. Algunos autores afirman
que los Saq’ra pueden aparecer también en forma de sirenas.

Generalmente, habitan en los cerros y lugares despoblados. Cuando se acercan a la


civilización, se deleitan en hacer travesuras y gastar bromas; esconden las llaves de la
casa, abren la puerta del corral, entre otras diabluras. Son mayormente inofensivos.

Caso curioso; estos geniecillos son fieles devotos de la virgen pero, a la vez, no pueden
acercarse a ella por su condición de demonios. Cuando se aproximan a una procesión
religiosa, esconden la cara o miran hacia otra parte.
Japiñuñus (hapi ñuñu, hapi nuno o espíritu que agarra)

Son demonios de origen muy antiguo. Aparentemente coexistieron con la primera


humanidad (los gentiles).
Son extremadamente feos, pero toman la forma de hermosas mujeres voladoras, de
pechos tan largos como sus cabellos. Hay quien asegura haberles visto una larga y
desagradable cola. El peligro de encontrarse con uno de estos es que atrapan a las
personas y se roban su alma para convertirla en uno de ellos.
Soq’as

Dentro de los antiguos gentiles, gigantes sin moral, había un grupo de maldad extrema.
Estos malvados, llamados Soq’a Machula, fueron incrementando su perversidad
gradualmente hasta el punto de convertirse en auténticos demonios. Son maléficos y
buscan causar daño a los seres humanos.

Mientras eran aún gentiles, se refugiaron en diferentes lugares para protegerse de los
castigos que azotaban a su raza. Algunos perecieron en el interior de los cerros y ahora
conforman el lado izquierdo o lado maligno de ellos. Por ejemplo, y sin entrar en
habladurías, han de saber los lectores que se dicen cosas terribles del lado izquierdo de
muchos de los cerros asentados en el Cusco.

Si un gentil se refugió y expiró en un manantial, se convirtió en Soq’a Puquio. Ahora


provoca enfermedades a los hombres que tropiezan y caen cerca de él o a mujeres y niños
pequeños con solo aproximarse. Les produce males estomacales o bronco pulmonares.

Otros soq’as moran en las ruinas y los antiguos cementerios de los gentiles, ubicados
en la cima de los cerros. Pueden materializarse en la forma de un anciano o, incluso
aparecerse como la pareja de alguien y así tener relaciones con seres humanos. La
persona que entra en contacto con ellos adquiere una extraña enfermedad por la cual su
cuerpo se va tornando amarillo y secando de a pocos, hasta que muere. Como única cura
para esta afección, la persona contagiada deberá beber una infusión que contenga huesos
molidos de gentiles.
Qarasiri

(Karisiri, o tambien K’ari- K’ari)


Son espectros que se alimentan de grasa humana. Recogimos indicios de su presencia
desde tiempos ancestrales en la región aymara. Pueden tomar cualquier forma, aunque su
estrategia más frecuente es presentarse como algún animal inofensivo. De esta manera
ingresan a las viviendas sin llamar la atención. Se acercan a la victima disimuladamente, la
adormecen y le perforan un pequeño agujero por el cual le absorben el sebo. La persona
afectada caerá enferma pero, si no muere, se levantará luciendo una silueta envidiable.

Para algunos investigadores el Karisiri es un brujo con el mágico poder de atravesar


paredes y convertirse en animal. De ahí que se les relacione con los Pishtacos pero, en
realidad, su naturaleza es totalmente distinta.

Después de la conquista adoptaron como vestimenta habitual el hábito de fraile, con


una caperuza cubriendo su cabeza. La forma de ahuyentarlos es comiendo ajo.

Kientibákori (significa “el de manos con punzantes dedos”)


Para los machiguengas gran parte de los objetos existentes y personas ajenas a su
tribu son malos. Y si existen es porque los creó el demonio principal, llamado Kientibákori.
Este no pierde oportunidad para hacer daño a los machiguengas, por eso creó las plantas
con espinas, los zancudos, los murciélagos, las arañas, las enfermedades y todo aquello
que pueda traerles pena y dolor.
E l Kientibákori es un gran demonio con unos intestinos enormes. Los indígenas
aseguran que no fue creado por Dios, sino que existía desde siempre. Al principio estaba
solo, por eso se dedicó a crear a todos los espíritus malos masculinos. Su mujer es quien
crea a los femeninos.

Los diablillos que lo escoltan son los kamagarini (los causantes de la muerte). La
mayor parte del tiempo son invisibles, pero cuando no, son muy feos y quienquiera que los
vea morirá al poco tiempo. Tienen una existencia infeliz. Tienen chacras y las trabajan para
vivir, pero en ellas solo crecen desperdicios, jamás obtienen yuca, ni maíz. Por eso no
pueden preparar chicha para sus fiestas.
Iwa e Iwanchi

En el mundo de los aguarunas existen seres demoníacos llamados Iwa e Iwanchi. A


pesar de la semejanza de sus nombres, poco se parecen entre sí. Los Iwa son una raza
de gigantes guerreros. Los historiadores identifican su aparición en territorios selváticos
con la invasión del fiero ejército mochica, en un intento por expandir su señorío. Por su gran
fuerza y brutalidad, fueron muy temidos en la región. Sus armaduras de bronce jamás
sufrieron mella por las flechas o dardos de los nativos. Los Iwa devoraban hombres,
triturando sus huesos sin mayor esfuerzo. Finalmente, la invasión mochica fracasó, pero no
por acción de los valientes y esforzados aguarunas, sino por el excesivo calor y los
insectos ponzoñosos de la zona.

Posteriormente, algunos Iwa desertaron del ejército mochica e hicieron su residencia en


la selva. Ellos conocían el fuego y las mejores semillas para sembrar, mientras que los
aguarunas pasaban hambre. Una antigua leyenda cuenta cómo los hombres consiguieron
ambas maravillas para sus pueblos con ayuda del picaflor. Desde entonces este pajarito es
muy amado y respetado.

Los Iwanchi (Iguanchi) son una raza de demonios semejantes a gigantescos monos
makisapa. Sus brazos y piernas son largos y están cubiertos de abundantes pelos de color
negro. Tienen la cabeza llena de desagradables granos. Son tan pesados que las ramas
de los árboles no pueden ofrecerles refugio. Por ello, duermen en cuevas abandonadas.
Solían atacar los centros poblados en los alrededores del Alto Marañón para robar comida
y raptar a mujeres y niños. A los niños los comían y las mujeres no tenían mejor suerte.
Hace muchos años, los aguarunas se pusieron de acuerdo y atacaron a un grupo de
iwanchi, haciéndoles pagar todas sus fechorías. Desde entonces se mantienen apartados
del hombre.
OBJETOS MARAVILLOSOS Y MISTERIOSOS

En el mundo mágico indígena, los “objetos inanimados” no existen como tales. Las
plantas, los animales y las cosas cobran conciencia permanentemente y ocultan
intenciones, sean buenas o malas, en su relación con las personas. Bajo esta premisa,
sería interminable mencionar a todos los objetos que poseen algún valor mágico. Por ello,
en las siguientes páginas nombraremos solo a aquellos que consideramos los más
significativos dentro de la tradición andina.
Las Madres

Cada árbol, río o laguna tiene su propio espíritu, que es a la vez su alma, su origen y su
semilla. Dicho espíritu es su madre, la cual puede manifestarse en forma de un animal, un
duende o una persona. Algunos pueden ser vistos solo por los chamanes. Otros aparecen
siempre que sea necesario defender el equilibrio de la naturaleza.

Así, la boa es la madre del río en la selva, la de algunas lagunas suele ser un toro que
solo es visto por las noches. Las plantas, por su parte, tienen su propia madre, que se
manifiesta en la forma de un duende, una anciana o un animal. Incluso el barro con el que
se hacen las ollas tiene su madre. Encuentren los lectores más información al respecto en
la descripción del duende Pahota.

Los cazadores deben pedir permiso a las madres correspondientes al internarse en la


selva en busca de presas. Deben respetar las condiciones que la madre les indique, tales
como no cazar hembras con crías pequeñas o no cazar más de lo que necesitan para su
sustento y el de su familia.

Durante el estado de trance, los chamanes pueden ver y conversar con las madres de
cada especie y son estas mismas madres quienes les instruyen acerca de cuál hierba
tomar y cómo usarla para curar determinada enfermedad.
Estos espíritus de la naturaleza son llamados también “encantos”, haciendo alusión a su
habilidad para seducir o encantar a los seres humanos. Pero tengan en cuenta los lectores
que no todas las madres son bondadosas. Algunas se dedican a hechizar a hombres y
mujeres, sin distinción de edad o condición, con el objeto de robarles la “sombra” o
llevarles al interior de los cerros o lagos, donde podrán devorarlos. Contra ellas deberá
luchar el chamán para sanar a cada enfermo, tarea nada fácil.

Lo que ocurre exactamente cuando a una persona le roban el ánimo, también llamado
sombra o camaken no lo sabemos, pero el hecho conocido es que dicha persona pierde
un pequeño componente de conciencia, una porción de su sombra, una fracción de
voluntad y un gran porcentaje de su sonrisa.

El árbol de lupuna tiene un tronco alto y barrigón. Es uno los árboles más grandes de la
Amazonía y su madre está entre las más consideradas. Según los miembros de la tribu
achuar, es una mujer muy hermosa, dotada de alas, de piel muy blanca y con los
característicos ojos azules que tienen este tipo de encantos. La madre de la lupuna
también es temida; los hombres de la tribu de los piros evitan pasar solos cerca de su
tronco, pues es sabido que ella suele secuestrarlos.
Quipus

Los quipus son arreglos de cuerdas de lana de diferentes colores que utilizaban los
incas para contabilizar los acontecimientos importantes de la vida del imperio. Hasta donde
sabemos, no tienen propiedades mágicas, pero los códigos ocultos en sus nudos son un
misterio no descifrado hasta el momento. Se afirma que la cantidad y ubicación de los
nudos, así como el color y la longitud de las cuerdas, tienen un significado en este sistema
cifrado.

Algunos niños en el imperio eran adiestrados para convertirse en kipucamayocs: solo


ellos podían anudar y descifrar los quipus. Cuentan los cronistas que éstos se jactaban de
conocer exactamente cuántos individuos había en cada Suyo (región) del imperio, así como
otros datos específicos de cada uno. Incluso podían relatar cuentos y poesías utilizando
este sistema. Nada se sabe, en cambio, de un extraviado quipu gracias al cual los antiguos
sacerdotes llevaban control exacto de todas las diabluras que ejecutaban los Saq’ras en el
territorio imperial.
Coca

Una de las costumbres de los indígenas que más sorprendió a los conquistadores
españoles fue el uso de la hoja de coca. Y es que esta plantita tuvo desde siempre un
significado muy importante para los peruanos.

En primer lugar, esta hoja verde era como un puente que les permitía entrar en
contacto, de diversas maneras, con el saber ancestral. Por ser un regalo de la madre tierra
o pachamama, se entregaba como ofrenda en diversos sacrificios con los que los antiguos
peruanos la honraban y le pedían favores, tales como buen tiempo y prosperidad. Estos
sacrificios podían realizarse en una huaca o directamente en los campos, desperdigando
las hojas al viento.

También era y es utilizada por los chamanes como oráculo, para consultar el futuro. Se
le pide así: “hojita de coca, dime la verdad” y se deja caer sobre la mesa. Nosotros, que
no sabemos leerla, escuchamos a un experto decir que si las hojas caen cara arriba,
generalmente significa una buena noticia.

Otra forma de usarla es el chactado, chacchado o picchado, que consiste en mascar la


hoja sin tragarla. Para extraer en mayor cantidad el jugo de la coca, se le mezcla con un
poco de cal. Esta técnica otorga fuerza y mayor resistencia a quien la realiza, por lo que es
muy utilizada por los pueblos indígenas de la montaña. Del chactado deriva otra forma de
conocer la suerte, aplicada en las comunidades rurales: La coca suele tener un sabor
agradable, pero si al mascarla se apreciase un sabor amargo, significaría que alguna
desgracia sucederá, como la muerte de un familiar o amigo cercano.

Los usos mencionados líneas arriba no deben confundirse con el perverso empleo que
personas inescrupulosas dan a la coca para la fabricación de estupefacientes, denigrando
este recurso ancestral. En el corazón de las comunidades serranas no se presenta el uso
corrupto o deshonesto de esta maravilla natural. Eso ocurre con gente que no es del lugar
y no entiende el real significado de esta planta.

La Coca, el Ayahuasca y el San Pedro son las principales plantas utilizadas por los
chamanes para contactarse con la íntima sabiduría de la naturaleza.
Huacas

La encarnación de una fuerza superior en un río, cerro o laguna, los transforma en


espacios sagrados, dando lugar a lo que se conoce como huacas. Del mismo modo, todo
objeto que se distingue de los demás por su originalidad o particularidad, y que es
reconocido como tal, es una huaca.

De manera especial, son huacas los santuarios construidos para rendir culto a los
dioses. Generalmente, estas estructuras guardaban los huesos de los antepasados más
nobles. Entre las más poderosas y respetadas durante el imperio incaico se contaban el
Templo del Qoricancha, en Cusco, y el santuario de Pachacamac, en el actual Valle de
Lurín, cerca de Lima. Otros adoratorios importantes eran las huacas del Sol y de la Luna,
en el Valle de Moche, adoptadas por los incas tras la conquista al pueblo Chimú.

Otros accidentes geográficos que gozaban de gran veneración eran las pacarinas, o
lugares de origen. Estas eran diversas cuevas, lagunas y montañas de las que, según la
tradición, emergieron los primeros hombres. Entre ellas resaltaban el Lago Titicaca y el
Cerro Huanacaure, dos de los probables lugares donde se originó la noble estirpe que
construyó el imperio incaico.

La veneración y el cuidado de las huacas no era cosa de juego para los antiguos
peruanos, pues sabían muy bien que al no ser respetadas, estas se enfurecerían y
producirían terribles daños o enfermedades a los mortales. Por tanto, velar por ellas no
era responsabilidad de algunos pocos, sino de toda la comunidad.

Posteriormente, con el desconcierto y la desmoralización que generó la conquista del


imperio, las huacas quedaron olvidadas y muchas, incluso destruidas. Esto provocó una
angustia íntima y silenciosa en el pueblo derrotado que, de alguna manera, permanece en
el país hasta nuestros días.
Illas y Conopas

Dentro de la categoría de objetos sagrados, los antiguos peruanos incluían a todo ser,
persona, animal o planta nacida con alguna marca distintiva. Estos eran conocidos como
illas. Podía tratarse, por ejemplo, de una persona jorobada, una mazorca de maíz cuyos
granos tuviesen una coloración especial o una piedra de forma excepcional. En caso de no
contar con ninguno de estos objetos, cabía la posibilidad de fabricárselo, elaborando
artesanías con diversos materiales o tallando piedras con la forma elegida.
Posteriormente, era necesario bendecirlas, para lo cual bastaba seguir un sencillo ritual.

Las illas aún hoy son consideradas como regalo de los Wamani (espíritus tutelares de
cada pueblo) a algún afortunado campesino, lo que le asegura prosperidad con su ganado
y cosechas. La forma del objeto indica a qué animal o cultivo protegerá. Son amuletos para
la abundancia, la fecundidad y la buena suerte. A manera de tótem, se les rinde culto
individual o familiar y son el centro de las fiestas relacionadas al ganado (como la herranza
o marcación) y las cosechas.

Entre estas huacas se cuentan los primeros y más hermosos frutos hallados en tierras
que no han sido sembradas, así como los más grandes o anormales ejemplares de
cualquier especie, sea vegetal o animal. Estos objetos elegidos son llamados Conopas y
son muy efectivos propiciadores de la fertilidad.

Las illas ganaderas, aquellas que protegen el ganado, pueden originarse de cualquiera
de estas tres formas: se extraen del estómago de las vacas, aparecen en el lugar donde
ha caído un rayo o surgen donde se manifiesta la madre de un lago. Muchas noches, la
madre emerge del centro del agua bajo la forma de un toro y, al tocar las piedras de la
orilla, convierte en Illa a una de ellas. Al día siguiente el pastor la encuentra y la guarda con
mucho celo. Luego la presenta ante las vacas, las cuales la lamen y adquieren así suerte
para parir terneritos sanos. Luego la dejará reposar en alguna parte preferencial de la casa
o del establo. A veces estas illas cobran vida por las noches y, bajo la forma de un toro
mágico, amansan a los toros bravos y se aparean con las vacas, provocando mejoras en el
ganado. Adicionalmente, son poderosos amuletos que brindan efectiva protección frente a
los abigeos y las enfermedades del ganado.
Se ha registrado la existencia de illas en pueblos de casi todo el ande peruano,
particularmente en los departamentos de Huánuco, Cajamarca, Ancash, Ayacucho y
Apurimac.
Las piedras

El poblador urbano que dé un paseo por el paisaje serrano tal vez pase por alto la
importancia de aquellos silenciosos elementos que, abundantes pero inertes, predominan
en cada rincón de los andes. Tales objetos forman parte importante de la concepción que
el hombre andino tiene del mundo; son las piedras. Efectivamente, es como si el hombre
andino hubiese sido forjado de piedra y no de barro; las piedras son las semillas de la
creación de los hombres y en piedra fueron transformados innumerables héroes de leyenda
y dioses de la antigüedad, cuyos espíritus habitan aún en ellas.

Cuenta una leyenda que cuando el Inca Huiracocha batallaba contra los chancas para
conquistarlos y engrandecer al imperio, las piedras que estaban alrededor se convirtieron,
por orden del Sol, en bravos soldados para reforzar las huestes del Inca. Así de estrecha
era la relación entre estos hombres y las rocas.

Otra prueba de esta cercanía con el reino mineral son las apachetas (cargapila o
cargachurcanan). Son montículos de piedras apostados en puntos clave de los caminos
andinos. Cada viajero, al pasar, coloca sobre ellas una piedra u hojas de coca. Cada uno
hace el esfuerzo de cargar su propia piedra y llevarla hasta la apacheta. Es una forma de
expiar pecados y de presentar una ofrenda para pedir un viaje tranquilo. Esta costumbre se
respeta desde que fue impuesta por Tupac Inca Yupanqui, para adorar al creador del
universo, conocido entonces como Apu Con Tiki Wiracocha.
Aún en nuestros días, los campesinos en muchas zonas de la serranía mantienen esta
estrecha relación con las representantes del reino mineral. Ellos tienen la habilidad de dar
vida a unos pequeños seres que no solo los acompañan sino que también protegen sus
chacras. Con mucho respeto, el hortelano escoge tres o más piedras con características
peculiares y las coloca una sobre otra, dando forma a un nuevo ser. Le dice unas palabras
en voz muy baja y así da nacimiento al Chacraqaway. Este hombrecito de roca vigilará con
esmero la chacra y la protegerá de la amenaza del granizo o de animales hambrientos.
Los tapados

Lucecitas incandescentes, animalitos que aparecen y desaparecen inesperadamente o,


incluso la presencia de un alma en pena son indicios de que puede encontrarse muy cerca
un tapado. Estos, generalmente, son cofrecitos o cajas llenas de joyas, monedas de oro y
plata o papeles de valor ocultos desde hace muchos años. La intención de sus dueños fue
proteger sus valiosas pertenencias del robo, pero como ninguna riqueza se lleva para la
otra vida, al fallecer los propietarios, el paquete permanece escondido tal y como lo
dejaron.

La relación entre tapados y condenados es grande. Como hemos dicho, la persona que
escondió un tapado y murió, queda condenada a vagar como alma en pena hasta que su
tesoro sea desenterrado y entregado a una persona de buen corazón, que pueda darle
noble uso.

Aunque los tapados pueden provenir de cualquier época, son cuatro los principales
momentos en que han sido originados.

Un primer grupo perteneció a los gentiles. Cuando comenzó a salir el sol por el
horizonte y comprendieron que iban a morir, muchos de ellos huyeron hacia las alturas. En
las cumbres enterraron su oro, herramientas y adornos, los cuales ahora forman parte de
las ruinas.

El siguiente momento importante corresponde tanto a las culturas pre incas como al
incanato. Principalmente, tenemos algunos centros de culto, donde se depositaban
ofrendas a las divinidades y los antiguos cementerios, donde se colocaban a las momias
de los difuntos, rodeadas de obsequios y riquezas que les serían útiles para la otra vida.

La tercera gran ola corresponde al periodo de la conquista e inicios del virreinato. Tales
tapados son el oro y plata que los incas y sus descendientes escondieron para protegerlos
de una fulminante invasión de saqueadores. En Cusco, Puno, Arequipa y en la ciudad de
Jauja se descubrieron varios de estos. Don Ricardo Palma decía que en los alrededores
de Casma – en el departamento de Ancash - quedarían enterradas 100 llamas cargadas
de oro, fortuna que se dirigía a ser parte del rescate de Atahualpa. Por otro lado, son
célebres las historias acerca de los tesoros enterrados por la cacique Catalina Huanca.
Ella fue aceptada como cacique en Huancayo por el mismo Pizarro y realizó sobresalientes
donaciones a la caridad. Otros tesoros fueron enterrados por los mineros de la provincia
de Castrovirreina en el cerro Mesa de Magallanes –cerca del límite del los departamentos
de Ica y Huancavelica - tras ser hostilizados por la inquisición, en época del virrey Marqués
de Mancera.

Finalmente, gran parte de los tapados ocultos en ciudades como Jauja o Concepción se
remontan a los tiempos de la guerra con Chile. Las familias adineradas, urgidas por
rescatar sus joyas, dinero y otros objetos valiosos del saqueo y de los cupos cobrados por
los soldados invasores, enterraban sus tapados o abrían agujeros detrás de los muros,
que luego eran tapiados otra vez con adobe (barro prensado) para mayor seguridad. De
hecho, los soldados chilenos rompieron muchas paredes y pisos para encontrarlos, pero
aún quedan muchos más por descubrir.

Existen distintas formas de rescatar estos tapados. Los cazadores de fortunas recurren
a sesiones espiritistas, otros a videntes o rastreadores. Muchos de estos tesoros se
encuentran en las casas antiguas, en las cumbres de los cerros y otros debajo de grandes
piedras o cerca de árboles de gran tamaño o forma especial. Al lector interesado en hallar
estar riquezas le recomendamos prestar atención a relatos de manifestaciones del
carbunclo o de apariciones fantasmales.

En las tumbas del Señor de Sicán (en Lambayeque, muy cerca del Señor de Sipán), un
polvo rojizo venenoso, llamado cinabrio, fue colocado por sus súbditos al momento de
cerrar la tumba, para proteger los entierros contra futuros ladrones.
Independientemente de esta protección, la descomposición de los objetos con el paso
del tiempo genera sus propios mecanismos de defensa. Hay que tener mucho cuidado al
rescatarlos, pues si se aspiran los vapores venenosos (conocidos popularmente como “la
antimonia”), formados por la combinación de metales y condimentados por el paso del
tiempo, se adquirirá una penosa enfermedad. Esta consiste en la inmoderada aparición de
granos y el lento marchitarse del cuerpo, resultando finalmente en la muerte del
profanador.

Mención aparte merece el prolijo trabajo de los arqueólogos, quienes con gran esfuerzo
rescatan del olvido los importantes vestigios dejados por los antiguos peruanos. Gracias a
esta esmerada labor nos es posible alcanzar una mejor comprensión de nuestra propia
historia.
HÉROES Y VILLANOS

Desde los orígenes de esta diversa y colorida nación, numerosos clanes emergieron y
sucumbieron. Cientos de historias de valentía, sacrificio, intriga y traición se tejieron
alrededor de luchas por el poder y el predominio entre los diferentes reinos. La historia
registra incontables escenas donde los intereses personales se sometieron a los
requerimientos de un pueblo, pero también episodios donde ocurrió todo lo contrario. Tales
son los héroes, tales los villanos.
Pero la historia también olvida. Cientos de mujeres y hombres valientes, aquellos que
dieron su vida por un ideal o construyeron las bases de un pueblo; los verdaderos
protagonistas de cada acontecimiento, hoy permanecen en el anonimato. La gloria para
unos y la indiferencia para otros. Eso siempre dependerá de quién cuenta la historia.
Naylamp

(Naylamp significa “ave mística” o “ave del agua”)


El majestuoso Naylamp fue un rey del norte que arribó a las costas de Lambayeque a
inicios del siglo VIII. Su llegada fue un acontecimiento muy comentado en la región, pues le
acompañaba un numeroso séquito, formado por sus mujeres, siervos y guerreros.

Inmediatamente se ganó el respeto de sus nuevos vasallos gracias a su gran simpatía y


a la fuerza de su poderoso ejército. Introdujo mejoras en las técnicas para cultivar la tierra
y tejer los vestidos. Fue un hombre de elevada calidad humana y gran honorabilidad, que
trajo prosperidad a su pueblo. Gobernó durante muchos años y dejó a su hijo como
sucesor. Al heredero le sucedió su hijo y así sucesivamente reinó la dinastía, hasta que
fueron conquistados por los guerreros Chimú. Y los Chimú posteriormente fueron
dominados por los Incas.

Cuentan que al envejecer le brotaron a Naylamp alas en la espalda y emprendió vuelo,


de manera que su cuerpo jamás cayó en descomposición. Para que lo recordaran sus
súbditos les dejó su propia imagen tallada en un ídolo llamado Llampayec, maravillosa
estatuilla de piedra color verde.
El señor de Sipán

Los moche fueron un pueblo de avanzada asentado en la costa norte entre los siglos III
y VIII de nuestra era. El señorío mochica estaba conformado por una serie de ciudades o
reinos independientes que poblaban los valles de Moche, Chicama y Virú, ubicados en el
actual departamento de La Libertad; se extendieron hacia el norte por los fértiles valles de
Lambayeque.

Hasta donde sabemos, no desarrollaron códigos de escritura, pero conocemos sus


costumbres gracias al legado que nos dejaron en su maravillosa cerámica documental, en
la cual representaron magistralmente diferentes escenas de su vida cotidiana.
Desarrollaron la orfebrería de oro y cobre y la construcción de grandes estructuras en
adobe. Su relación con el mar, principal fuente de alimento y de vida, fue muy estrecha.
Expertos navegantes, se deslizaban velozmente sobre las olas montados sobre los ligeros
caballitos de totora, tal como lo hacen los pescadores en la actualidad.

Se trataba de un pueblo guerrero y, en ocasiones, sanguinario. Sus gobernantes eran a


la vez jefes militares y religiosos. Adoraban al terrible Ai Apaec, conocido como el
Degollador, divinidad ávida de sangre humana.
Uno de sus señores principales, cuyo real nombre no hemos podido recuperar, recibía
sus visitas en el santuario hoy conocido como Huaca Rajada. Actualmente es famoso en el
mundo entero como El Señor de Sipán. Mucho se ha hablado acerca de su tumba y de las
exquisitas riquezas en ella encontradas, pero en esta ocasión queremos aportar algunas
pinceladas acerca de su vida.

Un mal día, el sacerdote principal mandó un recado que interrumpió al noble mochica en
su cacería de venados. ¿Qué mensaje podría ser tan importante? No estaba permitido
molestar al gobernante durante su actividad preferida. El oráculo prometía malos augurios.
La madre de la Huachuma (el cactus hoy llamado San Pedro) le había advertido al
sacerdote que se avecinaba una gran tempestad, con temibles inundaciones. Los bosques
secos de Lambayeque, donde reinaba el majestuoso algarrobo, las viviendas, los terrenos
de cultivo, su pueblo entero se encontraba en peligro. El fiero Ai Apaec reclamaba su cuota
de sangre y muerte. Era necesario iniciar, cuanto antes, los sacrificios humanos. Los
sabios indicaron la fecha propicia para realizar el sacrificio. El Señor de Sipán se alistó con
ayunos y silencios. Llegado el día, el pueblo entero llegó muy temprano a la plaza principal.
El excesivo calor de Lambayeque no era impedimento para vestir sus lujosos atavíos de
oro puro y piedras preciosas, mientras era transportado en andas por sus fieles sirvientes.
Las jóvenes elegidas estaban preparadas. Voluntariamente caminaron hacia la mesa del
sacrificio. Tras decir las palabras ceremoniales, fueron ejecutadas. Todo sucedió muy
rápido. Pero no fue suficiente. La gran inundación llegó y arrasó vastas extensiones del
territorio, tal como lo viene haciendo cada decena de años. Hoy conocemos a este
fenómeno como “El Niño”.
Manco Capac

Su nombre significa “rey poderoso”. Las diferentes leyendas que explican el origen del
imperio incaico coinciden en nombrarlo. Cuentan que Manco Capac, hijo predilecto del Sol,
salió del gran Lago Titicaca junto a su esposa Mama Ocllo con órdenes de dirigirse hacia el
norte para fundar un gran imperio. Como señal le fue entregada una barra del oro más
puro, la cual intentaría hundir en la tierra, en cada territorio que visitasen. Allí donde aquella
barra se hundiera con facilidad se quedaría a morar. Tras largo caminar llegaron a divisar
el hermoso Valle del Cusco y el fundador hundió su báculo sin esfuerzo en el cerro llamado
Huanacaure. Buena señal era esa; habían llegado al que sería el ombligo del mundo, la
capital del Imperio de los Incas.

Los indios bárbaros que allí habitaban se asombraron mucho por la presencia de tan
regios señores de deslumbrantes vestiduras, con las orejas estiradas y ataviados con
adornos de oro. Les adoptaron inmediatamente por reyes y les juraron obediencia. Aunque
no lo menciona la leyenda, podemos estar seguros de que la pareja real llegó al Cusco en
compañía de su corte y su propio ejército, tácito detalle que facilitó el éxito de su misión.
Manco Capac fue un monarca civilizador. Se dedicó a enseñar a su pueblo las técnicas
para la agricultura, la construcción y el manejo de los metales. Su esposa enseñó a las
mujeres las técnicas de tejido y el cuidado del hogar. Los descendientes de ambos
gobernaron el imperio con justicia, encargándose de expandirlo y de velar por el cuidado de
sus súbditos.
Danzantes de tijeras (danzaq)

Los primeros pasos de la danza de tijeras provienen de tiempos muy remotos, pero su
forma moderna se originó pocos años después de la invasión española. Fueron las propias
huacas, saqueadas y olvidadas, quienes iniciaron este movimiento. Los espíritus de dichas
huacas se apoderaron de esta estirpe de acróbatas denominada los danzaq, induciéndolos
a entrar en trance con una fuerza que los impulsó a sacudirse en un principio y finalmente a
danzar. Los danzantes son también chamanes, pues mediante ellos se manifiesta el
espíritu de los Wamani.

Durante toda la danza llevan en la mano dos hojas de tijera, grandes y afiladas, con las
que producen un repiqueteo o golpe metálico que los acompaña en el trance. En ella se
intercalan acrobacias, saltos, demostraciones de fuerza y sorprendente agilidad. Pueden
tragar sapos vivos, atravesarse el cuerpo con agujas o introducir espadas en su boca. Por
su parte, las tijeras serán preparadas para acompañar al danzante; deberán pasar una
noche entera en una laguna u otro lugar sagrado.

Los danzaq reciben una larga y exigente preparación, la cual se trasmite de padres a
hijos e incluye ritos secretos de iniciación que los habilita para ser chamanes. Como tales,
realizan servicios para sus vecinos, como curar enfermedades y realizar ofrendas a los
Apus para propiciar las cosechas y el ganado. Pero también acuden a la brujería y a
pactos con los supay con el fin de vencer a sus contrincantes. Estas alianzas les dan esa
fortaleza y habilidad que los caracteriza.
Sufrieron persecuciones por parte de las autoridades durante la época colonial. Con el
tiempo sus vestidos y coreografías se fueron transformando, siendo este un claro ejemplo
de mestizaje cultural. Actualmente, la danza se realiza por medio de retos o contrapunteos
en los que cada danzante, acompañado de sus músicos (arpa y violín), desafía e intenta
superar a su rival en la realización de acrobacias y los trucos de magia más arriesgados y
espectaculares. Con respecto al vestido, está compuesto por pantalón, saco y sombrero,
mayormente blancos y adornados por gran número de incrustaciones de hermoso colorido.
En los pies suelen calzar zapatillas simples de tela.

Debemos agregar que los danzantes guardan muchos secretos, los cuales no tenemos
autorización para difundir ni por este ni por otros medios. Tengan en cuenta los lectores
que aquí no todo ha sido dicho.
Los Pishtacos

(nakaq, ñakachos)
Los pishtacos son un grupo de mercenarios especialistas en extraer la grasa humana.
Se dice que son empleados secretos del gobierno o de alguna antigua y extraña
congregación de frailes.

Generalmente son hombres altos, blancos y rubios. Sus barbas pueden ser rubias o
pelirrojas. Aunque su vestimenta ha variado con el paso de los años, generalmente visten
de negro. Usan ropa de cuero o ponchos de lana. Portan látigos hechos de cuero, pero
cuero humano. A pesar de que no poseen gran magia, causan más temor que muchos
fantasmas. Su único artificio mágico lo constituyen los polvos blancos con que paralizan a
sus víctimas. Dicen que están preparados con huesos de llama molidos.

Los pishtacos también son llamados Nakaq, que significa degollador. De día llevan una
vida aparentemente normal, aunque muchos tienen la fama de ser incestuosos, borrachos,
ladrones y transmisores de enfermedades. No participan en las fiestas ni en las asambleas
con el resto del pueblo.

De noche, caminan largas distancias a pasos muy ágiles para realizar sus fechorías.
Suelen esperar a sus víctimas en los parajes oscuros y desolados de la serranía para
degollarlas y extraer toda su grasa, por la cual cobran formidables sumas de dinero. Por
esta razón suelen preferir a los gorditos.
Para matar a los infortunados, utilizan grandes cuchillos de acero templado. Para
extraer la grasa dominan una minuciosa técnica que consiste en descuartizar a sus víctimas
y colgarlas sobre recipientes especiales hasta que gotee todo el aceite.
Cuando logran recolectar la cantidad suficiente, regresan a las ciudades y venden su
producto como lubricante para las grandes maquinarias de los ingenios azucareros.
Antiguamente se afirmaba que la grasa humana era utilizada para fabricar las campanas de
las iglesias, con lo que tenían mejor sonido y mayor duración. Hay en la sierra quienes no
toman medicamentos porque afirman que en ellos se utiliza como insumo la preciada grasa
humana.

En tiempos más recientes, los pishtacos han adaptado y ampliado sus malas artes, de
modo que en la actualidad conducen modernas camionetas de doble tracción y se
desempeñan como “robariñones” y “sacaojos”. Los riñones y córneas obtenidos son
vendidos a muy buen precio en el mercado negro de órganos humanos.
BRUJAS, Y VAMPIRESAS

A las mujeres hermosas siempre hay que tomarlas con cuidado, pero si se encuentran
solas en medio de la noche en un lugar despoblado, aún más.

No es rara la historia del hombre que, en diversos parajes de la costa y sierra, se


encuentra de noche con una desconocida y bella mujer. Él queda encantado por su
hechicera mirada y cautivador aspecto, la sigue seducido y, tras avanzar unos kilómetros,
ella se convierte en una horrible bruja. La recomendación en estos casos es fijarse antes
que nada en los pies de la fémina; si son patas de gallina, lo mejor será alejarse
inmediatamente, pues tiene ante sus ojos nada menos que a una bruja. También puede
tratarse de la Cuda, pero esa no sería una mejor noticia.

Por lo general, son brujas aquellas mujeres que hacen pacto con el diablo para obtener
los más variados poderes y riquezas. Dicho pacto termina envileciendo su alma y, claro
está, también su cuerpo, a tal punto que solo pueden mantener su belleza física por breves
periodos. Cuando una de ellas se acerca al pueblo es muy notorio el mal olor que
desprende. Diríase que hay un zorrillo en cada esquina.
La Achikee (o Achkay, o achicay)

Esta fue una antigua hechicera que dio origen a una hermandad de brujas, cuyas
seguidoras hasta el día de hoy se alimentan de carne humana y viven solitarias en los
bosques apartados. Su aspecto era de lo más desagradable; vestía harapos y llevaba el
pelo enmarañado. Sobre su boca sin dientes lucía una larga nariz que sobresalía en su fea
cara, llena de granos y cicatrices. Su magia estaba altamente desarrollada. Dominaba
diversos maleficios, pero su mayor satisfacción era marchitar las flores a su paso.

La primera achikee murió despeñada hace muchos años, mientras trataba de atrapar a
una niña para comérsela; de su vientre se formaron los desiertos de la costa, de sus
vestidos nacieron los cactus y los arbustos espinosos y de sus huesos surgieron los
cerros. Aún hoy es posible ver en algunos de ellos su cara retorcida. El eco que en ellos
se escucha no es otra cosa que ella misma que, burlona, nos imita.
Las Brujas de Cachiche

La llegada de los negros al Perú se dio casi en simultáneo con el arribo de los
españoles, pero realmente se hizo notoria en la colonia, cuando llegaron como esclavos
para realizar las más duras labores agrícolas y domésticas. Buena parte de ellos fueron
ubicados en el departamento de Ica para trabajar en los campos de algodón, donde la
faena era dura y las condiciones deplorables. Su presencia influyó significativamente en la
música y gastronomía del Perú, pero también fue grande su aporte en el campo de la
hechicería, pues trajeron consigo las artes y costumbres mágicas de los lejanos pueblos
africanos.

Muy cerca de la ciudad de Ica queda el pueblo de Cachiche, lugar donde se hicieron
célebres las brujas negras. Atendían en sus pobres barracas, carentes de cualquier indicio
de prosperidad. Se decía de ellas que eran expertas en amarres de amor, así como en
sanar enfermos y enfermar a los sanos. Usaban para ello muñecos de trapo con alfileres
clavados, además de algunos elíxires aún no identificados. Organizaban sus aquelarres
alrededor de la famosa palmera de siete cabezas, mencionada en páginas anteriores.

Entre las más famosas se cuentan Melchorita Zugaray, Ña Manonga Lévano y Ña


Dominguito la del Socorro. Con respecto a esta última, algunos dudaron de sus habilidad
es en una ocasión en que pronosticó el éxito de una batalla cuando todos daban por hecho
que sería ganada. Se trata de la batalla de Baraja, parte de un levantamiento civil durante
la época republicana. Sin embargo, los incrédulos no supieron qué alegar cuando acertó al
decir los nombres de todos los naturales de Ica que morirían durante la misma.
Vampiresas

Aparte de alguna que otra sanguinaria divinidad mochica, en el Perú no son muy
comunes los relatos de vampiros o chupasangres. Sin embargo, existió una muy curiosa de
origen extranjero. Y aquí va su historia:

Todo parece indicar que Sarah Ellen fue una digna ciudadana inglesa. Se conoce muy
poco de ella, salvo que murió a bordo del barco que la traía hasta el Perú, allá por el año
1913. Durante su agonía solía ingerir un misterioso líquido rojo (¿sería extracto de
beterraga?) como remedio para sus males. Esto dio origen a la siguiente leyenda, que
sucedió solo en la imaginación popular: Sara Hellen (noten el desplazamiento de la “h”) fue
una malvada y poderosa hechicera que vivió en Inglaterra en el siglo XVII. Dentro de sus
ritos de magia negra, acostumbraba beber sangre humana. Al ser condenada por brujería
y ejecutada cruelmente, juró que regresaría cien años después de su muerte, pero
convertida en una vampiresa. ¿Y cómo fue que llegó a Pisco? Resulta que los habitantes
de su pueblo natal no quisieron tener cerca ni siquiera a su sepultura, así que la enviaron
muy lejos para que descanse en paz (o al menos así ellos pudieran dormir tranquilos). Esto
debió ocurrir en 1893. De otro modo no se explica cómo a mediados del año 1993 una
multitud de curiosos esperó su resurrección a las puertas de su sepulcro en el cementerio
de Pisco, lo cual nunca ocurrió.

Tras el terrible terremoto del año 2007, la lápida, situada en el cementerio de Pisco,
permaneció intacta. Actualmente, multitud de paisanos la visitan a diario y - cosa curiosa -
aseguran que concede milagros a los más devotos.
CHAMANES, CURANDEROS Y ADIVINOS

En todas las culturas ancestrales, la relación entre el hombre y la naturaleza es familiar


y cercana. En ellas siempre está presente la figura del chamán. Lejos de ser un simple
hechicero, el verdadero chamán es un hombre capaz de trascender los límites de la
realidad visible para compenetrarse con la magia del universo, invisible a los ojos. El
místico sanador conoce y explica los secretos del universo, pues le fueron relatados de los
mismos labios de los elementales de la naturaleza, las madres de los objetos o la hoja de
coca.

Mediante diversas técnicas, que incluyen la música, la danza, el ayuno o la ingestión de


sustancias especiales, el chamán es capaz de alterar su estado de conciencia para
alcanzar voluntariamente esta experiencia. Cuando entra en estado de trance, puede
comprender estos secretos, ocultos para los simples mortales. Dicho conocimiento se le
presenta a través de visiones, las cuales distan mucho de ser alucinaciones, pues es la
misma realidad objetiva que se le manifiesta revestida de elementos simbólicos. Mediante
la activa presencia del chamán, la comunidad entera recupera el contacto perdido con su
propia esencia interior.

Así, el chamán es una suerte de sacerdote de los “encantos” o espíritus tutelares, de la


Naturaleza, un vínculo entre la realidad y el mundo mágico. En los diferentes puntos del
territorio peruano puede encontrarse una gran variedad de chamanes. Poseen diferentes
nombres y costumbres que varían según el lugar y la época.
Chamanes

De los verdaderos chamanes quedan muy pocos y no son tan buenos como los de
antes. Son llamados paqo, altomisa, pongo (este nombre proviene de punku, que significa
puerta). Al centro del país se les conoce como Camayo, Campicoj (el que cura) y, en el
sur, como mesayoq. En el oriente actúan, entre otros, el Mueraya de los shipibo-conibos y
el Seripegari de los machiguengas.

Son los escogidos. Constituyen realmente la puerta de contacto con el mundo espiritual.
Tienen la facultad de convocar a los espíritus tutelares y comunicarse directamente con
ellos. Así, indican al pueblo cuáles son sus requerimientos y qué deberán hacer para recibir
sus favores, abundantes cosechas y mejor ganado. Cuando invocan a un cerro se puede
escuchar el aleteo de un cóndor. Se dice que algunos tienen el poder de hacer caer las
estrellas para aplastar a los ladrones de ganado o abigeos.

Dominan una serie de hechizos o sortilegios. Son los más aptos para efectuar los
pagapu, ofrendas para implorar favores a alguna entidad superior o dispensar alguna
ofensa cometida contra ella. Conocen muy bien los ritos de protección o propiciación, para
combatir males o atraer la suerte sobre una persona u objeto (convirtiéndolo en amuleto).
Realizan el llamado de la sombra o ánimo de una persona a quien le ha sido arrebatada.

Otra de sus tareas frecuentes es el desplazamiento del mal: el mal que contagió a un
enfermo es extraído de su cuerpo y contenido temporalmente en varas, piedras o espadas,
para luego expulsarlo hacia el mar, los cerros o la oscuridad de la noche. Asimismo, este
puede ser enterrado para que la tierra u otras poderosas entidades lo absorban. A este
proceso se le conoce como despacho o botada. Al terminar de enterrarlo, los chamanes
deben alejarse sin dar la espalda al despacho, pues podrían contagiarse de ese mismo
mal.

También pueden realizar funciones sanatorias y adivinatorias. Son las mismas entidades
de la naturaleza quienes les informan acerca del responsable de una enfermedad, hurto,
maleficio, dolor y, también, si dicho mal tiene cura.

Queda claro que los auténticos chamanes lo son por vocación, no por negocio. Ni
siquiera cobran por sus servicios, solo reciben aportes voluntarios de la comunidad.

Y si quiero ser chamán, ¿dónde me inscribo?, preguntará algún entusiasta. No es nada


fácil, querido lector, a menos que tenga la fortuna de que le caiga un rayo y no muera, que
sobreviva a alguna enfermedad de difícil cura o que su padre sea chamán. Es sabido que
los auténticos chamanes han recibido su arte por alguno de estos tres caminos. En el caso
del rayo, deberá realizar ayuno de sal, ají y de relaciones con mujeres durante una
semana. En el segundo caso, la propia madre de una planta deberá manifestársele
mediante visiones en el punto más álgido de su enfermedad para indicarle cómo debe
curarse y en adelante se convertirá en su protectora. En el tercer y último caso, el
conocimiento se transmite de padres a hijos.
Curanderos

En un segundo nivel se encuentran los curanderos, llamados pampamisa, curiosos,


paqo, qampeokuna, camasca, soncoyoc (que significa dueño de su propio corazón). El
ibisín para los aguarunas, el unaya para los shipibo-conibos. También podemos incluir en
esta categoría a los kimbisa, especialistas en contrarrestar los ataques hechos por
fuerzas oscuras. Los curanderos también responden a un llamado de los Apus, pero no
tienen el don de comunicarse directamente con ellos. Por tanto, son falibles de
equivocarse. Su aprendizaje es un largo proceso de errores y aciertos.

Los curanderos tienen la habilidad de curar las enfermedades producidas por alguna
divinidad u objeto sagrado ofendido (las huacas, los puquios, los soq’as, los muertos). Las
formas más frecuentes de ofender a una divinidad son: olvidar hacer una ofrenda al pasar
por un lugar sagrado, hacerla sin el cuidado requerido o tropezar cerca de un puquio. Un
caso más grave ocurre si uno, sin saberlo, hace sus necesidades sobre el hogar de un
demonio o un soq’a.

Otras formas de adquirir estas enfermedades son aproximarse a un lugar donde se


realizó un despacho o botada o por conjuro de un brujo malero. Entre las dolencias que
pueden tratar los curanderos se encuentran el susto, el mal de ojo, los vientos malignos y
el robo de ánimo o sombra.

El primer paso para la cura es hacer un diagnóstico, con ayuda de hojas de coca o
pasando el cuy o el huevo. El animal u objeto es sobado por el cuerpo del infectado, luego
se abre con un cuchillo y se puede “leer” la presencia y forma de manchas que aparecen
en su interior, las cuales indican la causa de la molestia. La cura se consigue con ayuda de
hierbas silvestres, pero previamente es necesario realizar ofrendas o pagos a espíritus,
divinidades o incluso demonios. Al lado izquierdo de su mesa ritual guardan siempre objetos
que pertenecieron a los gentiles (como huacos o huesos); estos son usados tanto en
ataque como en defensa contra los malignos.
El procedimiento para la curación con hierbas implica una serie de cuidados, los cuales
deben seguirse meticulosamente. Es imprescindible que sea el curandero autorizado,
después del ayuno recomendado, quien tome la hierba que crece silvestre en un lugar
sagrado, Mientras la recoge va pidiéndole con respeto y con humildad que brinde su ayuda
en la enfermedad. Así funciona la medicina andina; la magia estaba presente desde las
antiguas trepanaciones craneanas que efectuaban los sacerdotes de Nazca hasta las

cotidianas curas que se dan en la actualidad.


Adivinos

Una tercera categoría la ocupan los llamados adivinos o rastreadores, también


conocidos como lastro choqaakuna. Estos, mediante el atento estudio de los astros y los
fenómenos naturales o la lectura de objetos como hojas de coca, tabaco o maíz, logran
resolver la pérdida de algún objeto valioso, señalar al culpable de un robo o pronosticar el
futuro.

Esta costumbre viene desde tiempos inmemoriales. Durante el incanato los nobles
solían consultar a los calpa ricoc quienes, entre otras cosas, adivinaban la suerte en las
entrañas de los animales.
Brujos

Por otra parte están los que representan al mal, los hechiceros que pactan con
demonios o con el lado izquierdo o maligno de los wamanis. Ninguno de ellos acepta
públicamente tales pactos o “compactos”. Estos son los brujos, maleros, mayombé o
laiqa. Los yubé para los shipibo-conibos. Estos se encargan de provocar enfermedades e
incluso la muerte de muchas personas. Para exacerbar a las divinidades, hacen las
ofrendas al revés. También se encargan de preparar “amarres”, es decir, unir a alguien con
su ser amado, cuando esta persona no le corresponde.

Son famosos los brujos de Locumba y Sama, en Tacna; los de las Huaringas, en la
sierra de Piura; los de Huacho; los de Cachiche, en Ica y los de Salas, en Lambayeque. En
general, se les puede encontrar en todas las regiones del país.
LUGARES MÍSTICOS

En la vida, como en la muerte, hay ocasiones en que las emociones detonan con gran
fuerza en el espíritu. Para bien o para mal, esta energía descargada queda impregnada en
las habitaciones, los objetos y la tierra. Estos lugares, sagrados o malditos, parecen vivos.
Encierran los lamentos, las lágrimas, los alaridos y la risa de quienes los habitaron. Durante
largo tiempo, después de toda vida, esta presencia hace revivir dichos momentos
trascendentales a quienes se aproximan a cada lugar. Entonces, los recién llegados
escucharán, sentirán o presenciarán algo que ya sucedió, pero que aún no ha concluido.

Los Jirkas
(Jirkas o dios de la montaña, también llamados Auqui que significa señor o noble,
orqo=cerro, Wamani =dios de los cerros) Wamani (Ayacucho); Achachilla (Puno); Auki
(Cusco); y Auquillo (Lima) Apus (en todo el territorio); Apu significa, amo, gran señor.
Muchos de los gigantes antes vivían en el país terminaron sus días convertidos en
piedra. Hoy habitan al interior de las montañas; por eso, muchos de los cerros son
Wamani (espíritus tutelares), pero solo los principales son Apus. Los más famosos en
Cusco son el Ausangate, Salcantay, el Alpamayo. Los campesinos les entierran ofrendas
diversas como chicha, coca u otros objetos, en señal de respeto a todos ellos.

Todo jirka es masculino. Él se encargará de fecundar a la Madre Tierra para proveer


abundantes cosechas a sus beneficiarios.

Cada cerro es dueño de sus animales. Temprano, por la mañana, abre las puertas de
su corral para que salgan los venados y vizcachas a comer su pasto y en la tarde se
guardan. Por eso, los cazadores le piden permiso antes de cazar a alguno de ellos. En su
granja el cóndor es la gallina y la vicuña es su cargador, la que lleva todo su oro.

Un auqui (como también se les llama) puede trasladarse para encontrarse con otro
auqui, dando origen a los huaicos o deslizamientos de tierra, o puede enviarle mensajes a
través de un cóndor.

Hay que recordar que, como muchos entes de estas tierras, tienen el lado derecho que
es bueno y el lado izquierdo malo. Por ello, pueden ser tanto bondadosos como crueles
con su pueblo tutelado, al enviar bendiciones o castigos a las comunidades que residen en
sus faldas.

Eventualmente, pueden aparecer como seres humanos y pasear entre las calles del
pueblo.

Noten los lectores la íntima relación que existe entre los cerros, los dioses tutelares
encarnados en ellos, los gentiles refugiados en sus cimas y la ocasional aparición de todos
ellos como personas. Estas fuerzas suelen ser confundidas y los nombres se usan
indistintamente variando ligeramente en cada región.
Líneas de Nazca

El misterio está dibujado en las pampas de Nazca; inmensas líneas rectas, figuras
geométricas, hermosos animales - colibrí, mono, araña, perro - y otras enigmáticas figuras
pueblan este paisaje. Hace más de dos mil años, los antiguos peruanos cubrieron unos
cincuenta kilómetros de extensión con estas representaciones misteriosas. Quien camine
por el desierto solo notará una gran cantidad de surcos en el suelo, anchas zanjas de unos
treinta centímetros de profundidad que dejan a la vista un color más claro que el de la
superficie; pero si pudiera sobrevolarlo como un cóndor o como los antiguos dioses, se
asombraría al observar estos inmensos y maravillosos dibujos. Gracias a las
características del suelo y a la dedicación ilimitada de la investigadora alemana María
Reiche, aún es posible apreciarlos.

Muchos enigmas quedan aún sin resolver. ¿Cuál es el mensaje oculto en estos
jeroglíficos que escribieron los sacerdotes, astrólogos o tal vez los científicos de la cultura
Nazca? ¿Por qué los hicieron? ¿Era un homenaje a sus dioses? ¿Querían decirnos algo a
los que llegamos después? Algunas teorías sostienen que se trata de un observatorio
astronómico que permitía medir las estaciones del año para saber cuándo era el mejor
momento para iniciar la siembra de la tierra, o la cosecha. Incluso, algunos se aventuran a
encontrar en ellas las marcas de un aeropuerto para extraterrestres. En fin, el misterio
llega más allá de nuestro alcance.
Puquios y ojos de agua

Los puquios son manantiales donde el agua aflora naturalmente a la superficie. Junto
con los lagos y ríos, son respetados por considerárseles puertas de entrada al Uku Pacha,
o mundo de abajo.

Estos espacios son la morada predilecta de diversos duendes y hadas, tales como la
yara, el ichik ollgo o la warmi puquio.

Las mujeres embarazadas evitan pasar cerca de los puquios o beber su agua, pues el
ichik ollgo les haría daño, ocasionándoles abortos. Por su parte, las hadas se presentan en
sus orillas y hechizan a los hombres para llevárselos bajo su superficie y tener hijos de
ellos. Cuando una persona duerme cerca de un puquio, toma agua de él o se tropieza al
pasar cerca de uno, puede contraer llapchay o el chacho, que es el mal del puquio. Se le
hincharán los pies y las manos, le vendrán dolores de barriga, entre otros síntomas.
También podría adquirir el susto o la enfermedad del viento. Pero son tantos los seres que
habitan estos ojos de agua que no es fácil saber cuál de ellos es el causante de la
dolencia. El curandero deberá consultar a la coca y, una vez identificado el agresor, podrá
hallar la cura.

Como está dicho, muchos de estos manantiales son misteriosos y peligrosos para el
poblador ignorante, pero sus orillas son la residencia preferida de los chamanes, quienes
reciben la energía y protección de los espíritus tutelares que moran en ellos. Las
Huaringas, en la sierra de Piura, están consideradas entre las lagunas más poderosas.

Por otra parte, es increíble la cantidad de lagos que, según la tradición popular, fueron
formados sobre antiguas ciudades, como castigo divino a la maldad de sus moradores.
Larga es la lista, que incluye a las lagunas de Paca, Pomacanchi, Choclococha, Soposoa,
Caballococha, Lanahuaje (cerca al Ausangate), Pacucha, Langui, Waypun y el gran Lago
Titicaca, entre muchos otros. La historia que se cuenta en cada una de ellas es semejante;
un forastero llega a la próspera ciudad vistiendo harapos y suplicando algo de comer. Los
pobladores egoístas le niegan toda ayuda. Solo una familia le ofrece alimento y descanso.
Como resultado, se les informa que la ciudad será destruida y ellos los únicos que se
salvarán. Reciben el aviso para escapar a tiempo y la orden de no voltear la mirada al huir.
Logran ponerse a salvo pero, llevado por la curiosidad de presenciar la destrucción del
pueblo, un miembro de la caravana voltea la vista y queda convertido inmediatamente en
piedra. Aún hoy es posible distinguir tales piedras, con formas humanas, cerca de las
lagunas.

Algunas de estas ciudades sumergidas fueron reconstruidas por los sirinos (sierra) o los
yacuruna (selva), quienes actualmente las habitan. Ocasionalmente puede escucharse las
voces de estos seres o notarse bajo el agua la cúpula de alguna de las construcciones
como prueba de la veracidad de estas historias.

Por otro lado, en algún lugar de Cañete es posible encontrar una famosa laguna
encantada. O, mejor dicho, no es posible encontrarla; esta laguna tiene la particularidad
de desaparecer y aparecer luego en otra ubicación. Los pastores que la han visto
aseguran que sus aguas cambian de color y que un raro animal sale de su centro y se
mueve formando torbellinos en ella. Pero al volver al lugar donde quedaba, nunca la pueden
hallar por segunda vez.

Otra célebre laguna es la Huacachina, oasis ubicado en medio del desierto, en el


departamento de Ica. Cuentan los iqueños que una vez al año pide un hombre, siempre un
extranjero. Normalmente es un turista quien, ignorando el peligro, ingresa a sus aguas para
nadar y no regresa más a la superficie.
Machu Pichu

Muy cerca de Cusco, hacia el noroeste, hay una zona en la que el río Urubamba toma
el nombre de Vilcanota. En una cima, a 600 metros de la corriente y resaltando sobre la
rica vegetación, está erigida la famosa ciudadela de Machu Pichu, actualmente reconocida
como una de las siete maravillas del mundo moderno. Y no es para menos.

La ciudad sagrada contiene innumerables construcciones hechas con grandes piedras,


de forma única y empalme perfecto. Muchas personas que la han visitado han podido sentir
la gran energía que brota de estos bloques pétreos. Las interrogantes surgen por todas
partes: ¿Cómo los incas transportaron esas pesadas piedras si no conocían la rueda?
¿Cómo las tallaron de manera tan perfecta? ¿Cuál era el objetivo de tamaño esfuerzo?

Su emplazamiento estratégico en la cumbre permitía que fuese defendida por un


pequeño grupo de valientes guerreros. Sin embargo, no parece tratarse de una fortaleza.
Más bien, incluye espacios para vivienda, lugares de culto y observatorios astronómicos.
Entre estos últimos destaca el intihuatana, o reloj solar.

Machu Pichu fue abandonada misteriosamente por sus habitantes, tal vez por una
epidemia, o escapando de una invasión. Otros autores afirman que la orden de
deshabitarla provino de un Inca, como una forma de expresar rechazo por su antecesor,
quien la utilizaba frecuentemente como centro de descanso. Por su difícil acceso, los
conquistadores españoles jamás la hallaron. La ubicación se mantuvo en secreto por
muchos años, hasta la llegada de Hiram Bingham, profesor de la Universidad de Yale,
quien se dedicó a su estudio y difusión. El mérito de su descubrimiento para el mundo
occidental le corresponde solo a él.
El Dorado

(Paititi)
Cuenta la leyenda que esta ciudad secreta contenía más oro y plata que todo el
encontrado en el Tawantinsuyo. Los incas más ricos y poderosos la habitaban. La
fastuosidad desbordaba sus calles y plazas. Sus calzadas estaban tapizadas de oro y
piedras preciosas. La arquitectura era soberbia, los palacios inmensos y las paredes
construidas de oro macizo, con incrustaciones de rubíes, esmeraldas y turquesas.

Apenas supieron de su existencia, esta ciudad se convirtió en el objetivo máximo de los


conquistadores.
Numerosas expediciones se hicieron a lo largo de los siglos XVI y XVII en su búsqueda.
Notables comandantes, tales como Francisco de Orellana, Nuñez de Balboa, Pizarro y
Almagro, incursionaron en la espesura de la selva, con la esperanza de disfrutar de su
riqueza sin par. Pero no fue oro lo que encontraron; en cambio, tropezaron con un
insoportable calor, lluvias torrenciales, enfermedades tropicales, colmillos y aguijones de
las fieras, y con las flechas y dardos de los nativos amazónicos.

Otros esperanzados exploradores partieron desde Colombia, Brasil, Inglaterra y


Francia y entre todos repasaron varias veces las cuencas de los ríos Marañón, Napo,
Putumayo, Amazonas y Caquetá, con idénticos resultados. Por si algún intrépido lector
quisiera emprender su búsqueda, ya queda advertido; sepa que allí no se encuentra.

Esto es todo lo que podemos decir con respecto a El Dorado. No sabemos dónde se
ubica. No es destino de ninguna agencia de viajes. Esta ciudad permanece oculta en alguna
parte de nuestra Amazonía. Cada vez que se le aproxima un occidental, desaparece para
proteger el misterioso tesoro que nunca le será arrebatado.
Casas embrujadas

Antes de la llegada de la luz eléctrica, los peruanos se iban a dormir muy temprano y
cerraban las puertas con cerrojo, para evitar encontrarse con los condenados. Sin
embargo, la idea de encerrarse resulta totalmente inútil e ingenua si uno se encuentra
dentro de una casa embrujada.

Existen en nuestro país muchas casas pobladas de espantosos fantasmas. Algunos se


manifiestan a los mortales y otros simplemente miran las cosas pasar, en silencio.
Realmente uno no se entera de que están allí. Los indicios más frecuentes de la presencia
de fantasmas son: objetos que cambian de lugar, vidrios que se rompen sin motivo, sonidos
de pasos en las escaleras, puertas que se cierran solas, corrientes de aire gélido, una
respiración en la nuca, pasos arrastrando cadenas o la sensación de un ambiente
“pesado”.

Hace muchos años alcanzaron cierta fama los espantos de la quinta Heeren, complejo
residencial construido en Lima en 1880. Inicialmente deambularon por sus pasillos
presidentes y embajadores, para luego dar paso a espectros y fantasmas de lo más
aterradores. Se cuenta que las apariciones comenzaron tras el deceso de un ciudadano
japonés, quien se suicidó al verse agobiado por las deudas.

Pero sin duda fue la Casa Matusita la más famosa de las mansiones embrujadas en la
capital durante el siglo XX. Aquellos valentones que a ella ingresaron, salieron con los ojos
desorbitados, botando espuma por la boca y habiendo perdido la cordura, por lo que poco
se sabe de lo que realmente ocurrió allí dentro.

Como sabemos, muchas de estas apariciones ocurren en donde existen tapados o


tesoros escondidos o donde existan almas purgando alguna deuda, que no les deje partir al
más allá. Acerca de estas casas embrujadas se tejieron innumerables historias que poco a
poco van dejando de contarse. ¿Dónde están hoy estos fantasmas? nos preguntamos.
Parece que, finalmente, han sido liberados o, tal vez, cansados de no gozar de la atención
que antes recibían, prefirieron guardarse en sus sepulturas para, ahora sí, dormir en paz.
PALABRAS FINALES

De esta manera llegamos al final de un libro cuya rigurosidad científica es


incuestionable. Todos los personajes, lugares y hechos relatados en él son absolutamente
reales; sean imaginados o no.

A pesar del paciente y minucioso trabajo de investigación que nos trajo hasta aquí, nos
queda claro que este escrito no agota el extraordinario tema que nos ocupa. Tan solo lo
aborda someramente. Confiamos en que nos disculparán: los escépticos, por no haber
cuestionado la naturaleza de lo mágico; los creyentes, por no haber incluido a la totalidad
de seres avistados en cada uno de los pueblos que conforman el país.

A pesar de la luz, la ciencia y la carretera, la magia no morirá. No debe.


Pensamos con optimismo que lo que la mantiene viva, la tradición oral, no desaparecerá
finalmente. Antes bien, se adaptará a los nuevos tiempos, así como los fantasmas
cambiaron de costumbres, los duendes de vestimenta y los brujos de procedimientos.

Cuando niños tuvimos la suerte de - en preciadas noches junto al fuego - escuchar


algunos de estos relatos de labios de nuestros mayores. Entre el temor y el asombro los
guardamos en el equipaje y aún hoy cargamos con ellos. Del mismo modo, nuevas noches
en vela vendrán en las que otros clanes se reunirán, a media luz, para compartir semejante
experiencia. Donde exista un espacio para recordarlos, allí estarán, observándonos desde
un rincón, todos y cada uno de ellos, los seres mágicos del Perú.
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