Esperanza Ortega. Hilo Solo

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 125

Esperanza Ortega

Hilo solo
A
HILO SOLO
V O L U M E N CCCXL DE LA COLECCIÓN VISOR DE POESÍA

Cubierta: J. M . Ullán, «Hilo solo»


© Esperanza Ortega
©VISOR LIBROS
Isaac Peral, 18 -28015 Madrid
ISBN: 84-7522-340-0
Depósito Legal: M . 36.882-1995
Impreso en España - Printed in Spain
Impreso y encuadernado en Huertas, S. A.
ESPERANZA ORTEGA

HILO SOLO

V Premio «Gil de Biedma»


de la Diputación Provincial de Segovia

VISOR M A D R I D 1995
Explicar con palabras de este mundo
que partió de m i un barco llevándome

ALEJANDRA PIZARNIK
ANUNCIO
¿Quién eres tú
vigía
de un destello obstinado
y que oteas ahora
no sabes si desdicha?

tan cerca

estás
en el quicio que sólo ven los pobres
cuando añoran relámpagos

¿qué va a ser de vosotros?

algo tan simple


como el temor a que se borren
esas huellas
que es la única rama
cortada para t i como cayado

de vosotros
—ahora sí es desdicha—
que no sabéis quién soy

1 1
Abro la caja y digo
—aquí está—

proveo los pesebres


os enseño m i queja
antes de darle el bálsamo del sueño

y con vosotros bebo de la misma copa


siempre limpia

eso me hace pensar que en otros ojos


sobrevive m i llama

luego contemplaré
cómo amanece

todavía están mudos


esos labios

12
Miran atrás
sobrecogidos

les veo en la distancia

por fin mi compasión


alumbra la salida
—a ellos
sí que sé conducirles—

y me pregunto
qué pensarán
de esta caricia guiadora

algunos
pronunciaban m i nombre
por eso estoy medio desnuda

conmovida
rasgué mi manto en dos mitades

13
AYER
Aún no había camino

ni la emoción del nombre no evocado


por lenguas familiares

pero tú reclamabas una forma


un pliegue duradero
tan quieta
debajo del templete

el hilo solo
sin aguja

y un retal en tus manos

19
Junto a la rosa azul
mudo ofrecer
allí no había tierra

—todavía lo veo—

la colina
blanca
sobre un sueño
intacto

ya
desaparece

20
Jadeante
en cada descansillo
una tarde de invierno

primero los de abajo

—eso sí que era triste—

que te quedaras sola


con ella

uno
a uno
primero los de abajo
—a rastras a las nubes
donde todo reposa—

como un castigo infame


que no se merecieron

21
Sobre el mosaico frío
las sandalias tejidas
por sus manos

manos tiernas de muchacha indolente

máquina de coser
una mañana
y charlas que no cesan

esas sandalias tú las pedirías


al hada del deseo

hechas para trepar


sólo una vez sobre el tejado
de la fiesta

de los gatos
de la terraza

de la cocina llega
aquel rumor

22
ESPERA
Impasible
vuelve hacia t i sus ojos
de estatua

no se oye más
que su queja

la tarima
cruje

—no
te impacientes—

pronto amanecerá
tu cielo
merecido

las hojas verdes


sobre el árbol
único

y la línea recta

—toda la tarde en triste merodeo—

25
Con su mano metálica
atesora silencios en las grietas

y jamás se derrite
este hermético hielo

en la ceniza posa
la copa su vacío
amargo
como un pozo

no hay nada que germine

a nadie encontrarás si te deslizas


por sus interminables
terraplenes

26
N i siquiera
desde el azul que fdtra esta ventana

miras hacia las nubes


que nunca se despiden

deshojar su tristeza

una a una
van cayendo en el hueco

-asi es-

no dan vueltas
las pequeñas esferas en tus manos

ni se acaba
de inundar
esta orilla

27
A un lado está la selva de los tigres
al otro
las langostas

debajo te estremece
el foso más cruel
el de los cocodrilos

un montículo triste de palabras


nacidas a deshora
por encima te espera

y en el centro estás tú
—asómate
ésa eres—
detenida en la cámara implacable

la inmóvil
la que busca
—quién sabe si no en vano—
un manantial que brote entre sus muros

28
El cansancio
sobre los labios pesa

marca
señal de hierro impávido
tus ojos

tatuaje que no oculta

su postilla indeleble

pesa
el cuenco en que ofreciste
a la sed tu ademán
sometido

29
Está en alguna parte

aquel
en cuya orilla
encontrabas la sombra
y el cobijo

el que oyes discurrir

—descálzate
no esperes—

moja los pies en el agua del río


que ha inundado
tu huerto

esta tierra sedienta de raíces

30
FEROCIDAD EN E L CONSUELO
Allí habita un fantasma que conoce tu nombre

inútil
acudes ya al deber cotidiano
del silencio insumiso o de la réplica

allí
no se ve

y cuando te sumerges
deseas aflorar sobre otro sueño
menos pesado para tus espaldas

se acortan los caminos


en cada cruce temes
topar con la morada más sombría

una mujer te dice que acabará muriendo


también
ese fantasma

33
A este día que se ha quedado solo
que imaginaba una estación dichosa
hay que arroparlo
para que no perezca
debajo del ciprés

habrá que hacerle un nido


pronto
—de eso
sabes t ú —

de recoger el excremento
con una red minúscula de espera
pura

todo mejor que verlo abandonado


sobre la tarde tensa
que ya
se desmorona

34
Imagina una noche como esta
en el otro
lugar

sin la sombra ni el foso


que dejaron tus pasos

imagínatelo
¿tú
lo resistirías?

sería una pendiente demasiado elevada

para dejarse envejecer


cayendo
sin congoja

una noche solar


un despropósito

35
Como una lágrima
oscura
la noche sobre el día

¿rodará entre la hierba


tu dolor?

como dos frutos tiernos


caídos de sus ramas

así lloran tus ojos

36
Bailar
sobre el resquicio
te sostiene entre hilos y armonía

cantas
lo dice la otra voz

hasta que alguno


—el más indelicado—
corta tu cuerda y te derramas
sobre la sima
sin raíz

como una marioneta

no alcanzabas al odio
porque estás
más abajo

37
Mientras corre insensata
cómo hiere
la alegría imprecisa

cómo alborota tu pequeño huerto

si ella te abandona
¿quién coserá la tela hecha jirones?

cuando vuelva a brotar apaciguado


sobre tu mirador
otro crepúsculo

38
PROPÓSITOS
Tu espera se ha enredado entre los matorrales
si corres
caerás sobre el hueco
con los pies desollados

aferrada al extremo del ovillo


tienes que levantarte
perseguir su camino de firmeza

primero una palabra


volverla del revés
detrás de cada nudo hallarás un oasis

ese lugar lo cruzan fugaces pies alados

de allí parten ahora los trenes que has perdido

41
Muerde el anzuelo
que se sepa garganta desgarrada
sangre
florecer sobre el agua
que se vea

es refugio tu manto de un naufragio

y el pescador
con lentitud recoge su botín

brillo de luna sumergida


atesora el océano
todo
pendiendo de un sedal
insurgente

sólo por dilatar el cuello de la gruta

la herida apresa
indócil
al deseo

42
Lo atisbas desde lejos
casi ves sus perfiles

que asomen las culebras silenciosas

abraza únicamente
su gesto de abandono

esa distancia entre los dos caminos

el vaivén de la reina de los mares

43
No esperes a los barcos

cuando zarpan
hacia la mar impávidos
se olvidan

pasea por el muelle


sin memoria
—es lo mejor—

parece que una duda


los devuelve hacia ti
pero se alejan

mira cómo descargan


su mercancía de silencio

no preguntes

esa nave es la tuya

la que navega por un mar demasiado inconstante

desarbolada
encalla en cada día torpemente
hipnótica en el canto de las horas
—es lo mejor—
no esperes

44
Un clarear de espumas
retoña en el verano

—das la vuelta al espejo


con sigilo—

procede así
como si lo inexacto del gesto supusiese
una renuncia altiva a la avidez doméstica
al ademán gregario
de recoger los frutos

—no importa su insaciable


ceguedad—

desperdicia cosechas
y raíles

45
Estar al lado vuestro

sin ley
ni caperuza
ni torsión

no reclamar memoria ni azoteas

contigua

sobre la balsa imperceptible

y menos un después

46
—Ven
introduce la mano
en el saco de leña

ni un día sin regresar a la cita del bosque


al arrullo del lobo
que se compadece

donde callan austeros


los minutos
y donde sobrevive
la niña que no acierta a abrir los postigos

sin aventar las sábanas


dobladas
en púdica promesa de calma pensativa

ni un día sin asomarte a las almenas


—ven
mira cómo galopan
los jinetes—

47
voz
Has escuchado muy de cerca
su latido
este pequeño corazón

en las tardes de lluvia


envejecidas como nubes grises

del desvelo
atenta a la sirena
palpitaba

—es esa voz—

51
Un callejón
sombrío
—sólo sabes—

es otra
por detrás

de ella
—sólo eso—
cómo vuelve la espalda

que abre las compuertas

te empuja
para que saltes desde el tren

que se pierde en la nada


entre los pájaros

52
Sus eslabones unen
este pájaro al canto
que entonas
la muerte a esa sirena
que ha sonado a lo lejos

de puntillas
en el gesto que ocultas se entierra la simiente

si sumerges tu cabeza en el pozo


palparás la cadena
invisible

53
(el poema)

Ya nace deslumhrado

entre las piedras


como un brote que asoma
inventa su relieve en el racimo

con dignidad soporta el templo vacilante


cuando por fin se yergue

luego declina
como las flores mustias

abren la puerta y eres tú


¡qué deslucido te parece!

lo meces en los brazos


—es así
como se debe hacer—

entre susurros
en su rincón
va soltando la escama inadvertida

recupera su cuerpo

desde el espejo te interroga

54
Eso es

más o menos

reptar
añadir al ovillo
en el hueco de mimbre
un pespunte ignorado

por esta vez


para que el surco deje de sangrar

55
Labor atenta de hilo solo
—sigues tejiendo tu tapiz indócil—

ése que no se ve
ni engaña su hermosura
a los reyes sedientos

una puntada aquí


en el quicio oscilante
donde ayer escondías los más frescos racimos

¿qué será de tus manos


que palpan los tesoros
en sus pliegues?

—acaba ya
esa labor de sombras—

reconoce
vencida
que únicamente ofreces hilo solo

y que tu desnudez ha naufragado


sobre un océano
sin límite

pero esta voz


—¿de dónde?—
vuelve cada mañana
con su rama de olivo

56
II
MUDO AMOR
Inmóvil
—así es

más hermoso—

te acercas

¿está dormido?
pero añoras su anhelo de otros días
su musitar debajo de
las mantas
aquellos piececitos

¡qué cruel!
que se abandona al sueño
y no viene a cubrirnos de su ansia

aquél que andaba a tientas


para no
despertarnos

61
Que su dicha se interne
debajo de la cama

deja que continúe su carrera

ahora asoma la niña que sonríe


cuando aquel caballero levanta
su sombrerito azul

dale cuerda
al juguete

permite a la bocina
que irradie el parpadeo

no le pongas a prueba
de polvo y de intemperie

abandonado hermético

de la muda alacena
en su cárcel sombría

62
¡Cuánto sufre el amor
en los rincones!
hay días que se oculta
igual que un perro enfermo

duerme como
un reptil
sobre el mosaico

aquel amor murmullo


que nos guiaba cierto
entre la bruma

el mismo amor que se acurruca ahora


desorientado
sobre este desaliño de hojas secas

al que acaricias
su pálido pelaje
para eso
para que no se muera
así de solo

63
Le mentimos un poco

le contamos que ahora nos servimos


nosotros solos el café

era tan educado


el mayordomo
que cerraba la puerta sin descuido

gracias a él tuvimos cada cosa


perdida en su lugar

pero se fue sin despedirse

de cuando en cuando acude a visitarnos


y se sienta en el borde de la silla

contempla con piedad a nuestros hijos


nos dice

—se parecen a ustedes—

y se va
porque su tren le espera
ese día volvemos a su estancia
que sigue exactamente como él la dejó

la luz
se apaga

64
Y nos acariciamos con ternura
—¿de qué otra manera
podría ser?—

soñamos al unísono
con el mismo torrente

y bebemos del agua que discurre

nos arropa su voz


—somos afortunados—
un eco dócil
todavía susurra hasta mañana

65
Su entrega silenciosa
quién sabe qué nos pide

el amor ha arrojado flores mustias

—abrimos la ventana—

y golpeaba el día
tu corazón
como una tumba que se cierra

¿por qué nos abandona


ciegos sobre la gruta sin contorno?

¿por qué no nos cobija


con su sábana blanca?

preguntan unos brazos


otros brazos responden anhelantes
y unos labios que tiemblan

—por eso nos amamos


tanto—

recogemos los pétalos


y adornamos con ellos su corona

66
Murió al atardecer

olía el campo a estiércol

el camino
ahogado en polvo semejaba
ascender hacia un cielo sin promesa

todo era hollín


ceniza
el aire
los ladridos
desparramados de los perros

¿a quién pedir socorro?

si perdimos la voz
si apenas sostenemos este día
tambaleante
sin cimientos

67
Al cabo de tres días
su llamita
como un cosquilleo
desde el aire nos dijo este último adiós

fueron palideciendo los colores


el columpio
se convirtió en la rama desmayada

—es curioso—
no creció la maleza

sólo el sabor a sal en la pendiente


por donde descendían
con lentitud sumisa
las palabras

68
¿Es ésta la bandeja
que él nos ofrecía?

¿recuerdas?
nevó toda la noche
fue cuando vino un viejecito
y se quedó dormido en el sofá

más tarde
el ángel se cayó desde la lámpara

de la pequeña esclava
griega
¿qué habrá sido?

uno olvidó un paraguas


entreabierto

y otro salió llorando del armario

dicen
que los que aman tejen entre dos
una sábana sola
—o algo parecido—
pero aquellos
gentiles visitantes se turnaban
sin cobrar más salario
que un rincón de caricia

69
la sábana está allí
espera
ahora
que nos quedamos tan desnudos
a la intemperie
entre la escarcha del espejo

70
¿Y cómo amarnos ya
allí donde el amor
moría tantas veces?

¿cómo resucitar su aliento


sepultado?

oasis
imaginas

¿en el abrazo es eso


lo que une?

saber que estamos solos


y que el alba
que bebemos los dos en nuestras bocas
es el fruto del sueño
coincidente

la frescura tenaz de un espejismo

71
III
DESDE E L TEJADO
La soledad
cómo te acerca
a esta pobre gente

al errabundo
al perseguido
al dócil

y al niñito que no sabes si añora


tu ademán olvidado de arropar su silencio

a la muchacha que ha terminado de cenar


y construye un tejado
desde el alero dice
somos
por esta única noche
los hombres de la tierra

77
Esto va del reinado
al sacrificio

un río
rojo
que no abre la vara del profeta

era tan fácil


edificar los puentes

de piedra
algunos
de tablas resultaban más endebles

cuando cayeron
—¿qué día fue?—
naufragó para siempre
su barquito de vela

78
He leído unos versos
—como no viene al caso
no digo de quién eran—

y fue igual que el retorno a su jardín


abrir la verja blanca

he corrido hacia el hueco


propio
al refugio prudente
entre el ramaje antiguo

y sí que estaba allí

—mi otro corazón


me miró con los ojos
del asombi

no sé si el jardinero notará
huellas sobre la senda que inventara

al borde
del estanque

abandoné mi anillo y regresé

sin alterar el sueño de sus pájaros

79
Me pregunto
por qué ya no destapa
su perfume
las palabras dichosas
por qué ya no las dice

o por qué no despierta de su sueño sin nombres


a la hora en que acuden los recuerdos

por qué elige la sombra


agazapada

como una pordiosera en el último piso

la alegría
por qué ya no se asoma al mirador
camina lentamente
con esos pies
tan sucios

80
MAS RAZONES
¿Y para qué negar su seducción
al verde plateado de las hojas descalzas

y frescas suspendidas
casi del aire
mientras yo las miro?

no merece el fragor
la pena
la conquista
ni acalla su lamento
de puntillas me dice

dale a la primavera tu ofrenda inesperada

83
Dice que la vida es muy larga
aunque a veces se paguen rescates abusivos

por un amortiguado
existir
por un manojo
de perejil pequeño

me dice mi frutera
¿quiere usted perejil?
y yo recuerdo que en la cocina sobran esas cosas
pero asiento obediente
para que no se estrelle
su gesto contra el suelo

mi frutera
es la mejor persona con la que cruzo hoy
unas palabras

84
Cuando nos encontramos me da el sol en los ojos
parece
que no posáis los pies sobre la carretera
entonces me imagino que una cámara oculta
está rodando a mis espaldas ¿dónde?
y no sé si debería sonreír
o abrazaros

eso es lo que ocurre


se seducen los gestos más piadosos
presencias mudas cortejan a otras voces
e incluso la chaqueta abandonada
¿de quién es?
esta pregunta roza gentilmente
como una caricia

a lo mejor conviene que hagamos como la buena amiga


que cierra su maleta justo cuando dan las doce
—dentro guarda cubiertos con sus iniciales—
«Ha llegado mi hora»
anuncia mientras sube a su carroza puntual
e invisible

eso
o perder la costumbre de escribirnos mensajes
en mojones intactos
dejar crecer los frutos
hasta que estén maduros para la cosecha

85
no sea que lo irremediable acuda
ahora
que nos quedan tan pocas provisiones
acuda lo inesperado con sus grillos
que se arranque la venda de los ojos
que confunda
nuestros sacos de arena
y haya que dirigirse en peregrinación inútil
a la maga que borra las voces y los gestos
—es así
ha ocurrido otras veces—

todo menos saber que hemos de pasar la noche


al raso
o contarlo de nuevo sin palabras

86
Veo pasar los hombres los muchachos algunos
tan hermosos
con sus sacos de arena

pero son de otra especie aquellos que amo yo

no me importa que oculten su sombra en el armario


ni que olviden mi nombre en el perchero de un café

aquél lleva una caja


de muerto sobre los hombros y está ausente
éstos escarban en las dunas
o sonríen cansados
como príncipes

ellos sí se merecen un saludo

sobre todo el que acude al final del banquete


—nunca había llegado así de bien vestido—
como si viera un gesto que flotaba en el aire
sus ojos se extasían
quisieran ir tras él

luego se ha desplomado
sin revelar una palabra
de la herida que esconde bajo el pecho

los hombres
cuando mueran del todo
asomará un reguero de sangre en sus solapas

ese día serán mis semejantes

87
Mis hijos dicen esta noche
que han muerto todas las estrellas
luego
dicen que no
que todas no se han muerto
hace miles de años

descorro las cortinas


se despiden
como dulces viajeros

pastor ¿has perdonado


la vida de la oveja?

es allí donde duerme

no sé cómo
agradecemos que las estrellas nos alumbren
una vez más
que finjan
estar vivas
En mi hombro
igual que el aleteo
de un ave de rapiña

dice que os voy a hallar a cada uno


petrificado
en medio de la calle

algo así
es la primera vez que me sucede
como la muerte súbita
de un niño

—la boca sabe a sal—

es por lo que he cargado la pena más pesada


la que avisa al dolor para que acuda

un instante yo era
temblorosa
ésa que no se atreve a pasar otra página

ni un minuto más
a oscuras

en el salón
de pie
con vuestra caja llena
con corazones amarillos

89
IV
FRÁGIL PODER
Sucede que es inútil
enterrar los tesoros en la orilla anegada

descubrir quemaduras que te dicen


conmigo
en el espacio ausente
has estado tú
donde nunca se vuelve a germinar

casi rozabas su perfil más hondo

regresar del olvido


de toda la desdicha
allí anida el secreto

aquello que tocaste con los ojos cerrados


sucede
cada día

95
Que ha llegado el invierno
es lo que anuncia
la lluvia en los cristales

tú no le temes ya
sabes cubrirte de sus raptos de ira
y sabes consolarle los días más nostálgicos

si vas por un camino


por ejemplo
y allí arrecia la lluvia
¿cómo reconocer dónde te espera
el árbol más frondoso?

quedarse muda entonces


imaginar las hojas

invisible
el mundo se disfraza de nido y te cobija

96
Ahora contempla lejos
impasible
cómo te crecen ramas
en los brazos

es cierto que tienes miedo

de que las escaleras no se terminen nunca


y hayas de subir con tu piedra en los hombros

miras alrededor y todos tienen miedo

envuelta en su murmullo de multitud paciente


tú estás presa en su cárcel
como una perla enferma

el miedo se ha cubierto con su manto de otoño


contempla
ensimismado
cómo escapas del hábil
cortejo de las sombras

pero no llorará
ni hará crecer tus flores

97
Del campo sólo escuchas
su queja

una herida sin sangre


entreabierta en espigas

7 coagulada sin temblor ni aroma


en los ojos vacíos
de los hombres

98
REGRESO
Tu gorrión
ha levantado el vuelo
¿ya imagina la forma de su nido?

gastaste hasta la última moneda


(como era de esperar)

pero te hace
feliz
ver el cofre vacío entre tus manos

101
—Eso te espera—
decir adiós a aquel mantel manchado

caminar en silencio

con tu aurora invisible


por una senda más oscura

miras atrás

lo intentas nuevamente

por ahora
no hay señales de vida

102
Se acerca por detrás mientras escribes
y contempla tu anhelo vacilante

hace tan poco


que se ha internado en la espesura

si lo consigues
—vamos—
sabrás en qué camino
te espera

te ha dejado un esqueje
de caricia

¿lograrás devolvérsela algún día


arraigada en la tierra de tu huerto?

103
T ú también has buscado las pepitas de oro
en el río sin luna
de ahogadas luciérnagas

sobre un crisol remoto


también has separado
la tierra y las pepitas

este nuevo inclinarte es el precio que pagas


por volver a hacer tuyo su metal
más precioso

104
Tú llevabas el pan
lo deshacías

para engañar al tiempo que abandona

los minutos

se los comen dos pájaros

lo dicen
—no hay camino—
sigue el rastro que fluye en dos vertientes
olvida más
deshaz tu corazón
recógelo si cae sobre tus manos
—lo vuelven a decir—

es sólo ese perfume el que regresa

105
ENTRE E L RESCOLDO
¡Qué vendaval de arena!
cada hora
cada minuto sepultado

¿qué habrá sido


del mundo?

a la estancia vacía
sólo regresas tú
fidelidad

tú enciendes esa hoguera


que alienta a las palabras

109
¿Quién dijo que alba y noche
se abracen en secreto?

ésta es una llaga


abierta que no ven los que se inclinan
sobre el árbol desnudo

ofrecen
su cosecha
pero sólo deseas que permanezcan quietos
en sus tumbas

que no alboroten más


mientras el sol nos ilumina

y su calor nos cubre como un manto

110
No hay retorno si arrastra
tu corazón el huracán de cieno

ni contestan sus voces


en medio de los astros

—inténtalo—
desciende

sobre el tejado el humo


va a hallar su senda hacia la cima
hojas
se posarán sobre sus tallos

y el balido en la boca de la oveja

¿acaso sabes
allá lejos qué voz mueve sus ramas y a ti acude?

111
¿Y quién lleva
las riendas?

noches hay que galopa


a través de un sendero no visible
con las zarzas se araña
golpea
reclamando
una puerta a tu sueño

alguien te preguntaba qué sucede


en dónde descubriste esa estela de luz
puesto que tú galopas en su grupa

si supieras la fórmula que abre aquí dentro


harías de ti misma otro retal rasgado
a ti misma preguntarías jadeante
si eres tú
¿qué sucede?
¿de quién es el latido que regresa?

¿quién conduce esta noche


las riendas del caballo más veloz?

112
El tacto
la raíz
que regrese en caricia
que perdure un reflejo de su estela

la pregunta es si aún aquella lave


abriría las puertas del deseo

o la misericordia
de un espejo ovalado
si todavía existe para t i

saber que es compartido


tu deambular
que alguien
—ese mismo—
ha presenciado el desembarco

los gestos arribando


a las playas ausentes

al final
rescoldo de tus hogueras
sobre el aire

que alguien
las descubra
estas humildes chozas del olvido

113
(palabras)

Ellas sí que te esperan


ellas sí que regresan si las dejas volar

con tensa mansedumbre


van diciendo sus nombres

Cobijo
Lentitud
Vaivén
Entrega

Sometida Indeleble Guiadora

los pronuncian con miedo


—alguien ha maltratado
su humilde voz desnuda—

por eso les perdonas que callen tantas veces


que ninguna te diga cómo entraron en t i
por qué hueco insondable se abrió tu corazón

cómo burlan tu asedio


las cautivas
cuando husmeas a oscuras en sus nidos

114
ÍNDICE

Anuncio 9

I
Ayer 17
Espera 23
Ferocidad en el consuelo 31
Propósitos 39
Voz 49

II
Mudo amor 59

III
Desde el tejado 75
Más razones 81

IV
Frágil poder 93
Regreso 99
Entre el rescoldo 107

115
ULTIMOS L I B R O S P U B L I C A D O S

CESARE PAYESE ROGER WOLFE


Poesías completas Arbe Babilonia

FELIPE BENÍTEZ REYES PABLO NERUDA


Vidas improbables Memorial de Isla Negra

JESÜS GARCÍA CALERO MARIO BENEDETTI y


Lecciones de tinieblas DANIEL VIGLIETTI
A dos voces
JUAN GARCÍA HORTELANO
La incomprensión del comercio CHARLES T O M L I N S O N
La insistencia de las cosas.
MARIO BENEDETTI Antología
El olvido está lleno de memoria
PAUL BOWLES
ESTEBAN TORRE Poemas. 1926-1969
33 poemas simbolistas
GÜNTER GRASS
ALEJANDRO DUQUE Poemas
Donde rompe la noche
J O H N ASHBERY
CARLOS ORTEGA Galeones de abril
La lengua blanda
DEREK WALCOTT
GASTÓN BAQUERO Testamento de Arkansas
Poesías completas
JUAN RAMÓN JIMÉNEZ
LEOPOLDO MARÍA PANERO Diario de un poeta recién
Orfebre casado

CONCHA GARCÍA LUIS GARCÍA MONTERO


Ayer y calles Habitaciones separadas
MARIO BENEDETTI NARCÍS COMADIRA
Inventario dos. Poesía 1986-1991 En quarentena (En cuarentena)

AURORA LUQUE HANS MAGNUS ENZENS-


Carpe Noctem BERGER
Pura música
SANTIAGO SYLVESTER
Café Bretaña DULCE MARÍA LOYNAZ
Poemas escogidos
A N T O N I O HERNÁNDEZ
Sagrada Forma MANOEL A N T O N I O
De Catro a Catro (De cuatro a
WALLACE STEVENS cuatro)
Las auroras de otoño y otros
poemas JOSÉ MARÍA ALVAREZ
Museo de Cera
JUAN GELMAN
De palabra J. M . BLANCO W H I T E
Poesías completas
ANTONIO COLINAS
El río de sombra. Poesía 1967- JOSÉ MANUEL CABALLERO
1990 BONALD
Descrédito del héroe y Laberinto
LUIS A N T O N I O DE VILLENA de fortuna
Marginados
• W S P F R A N Z A O R T E G A (Falencia,
1953) había publicado dos libros de poemas: Algún día
(1988) y Mudanza (1994), antes de la aparición de Hilo
solo.
Muchas veces oímos hablar de mundos transfigurados
por la poesía, pero raras veces vemos muestras de ellos.
En este libro se nos ofrece uno de esos mundos. Alguien
tomará por magia o capricho lo que es el orden prodi-
gioso de los hechos humanos en estos poemas de espera,
de tránsito suspendido hacia un desenlace. Igual admira-
ción produce el acróbata que da tres vueltas en el aire y
agarra de nuevo al trapecio. Como en el salto circense,
este universo transfigurado también se expone a la varia-
da gama de amenazas mortales. Sólo que la escritura
ace aquí las veces de zurcido (texto-tejido) del desga-
ón de la existencia: un remiendo, o siquiera un hilo
lo, que añadido a la tela de la vida la deja inalterada.
Esperanza Ortega nos traslada a un mundo en el que
aún hay lugar para la restitución, la amistad con las
sas, o por lo menos, la expectativa de una posible con-

788475ll223407
O)
r>
oo
oo
i

id

También podría gustarte