El Perdon
El Perdon
El Perdon
Quítese de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes
sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también
os perdonó a vosotros en Cristo.
INTRODUCCIÓN.
Hoy veremos un tema de vital importancia para la Iglesia de Dios, es necesario ser obedientes
al Señor en esta área de la vida de un creyente puesto que nos puede llevar al fracaso y a la
pérdida de la comunión y del éxito con Dios.
Es importante recalcar que el perdón del cual trataremos el día de hoy se refiere al perdón
entre los creyentes, dentro de la familia de Dios, muchos conceptos no son aplicables entre los
no creyentes, y el cristiano es el único que puede llevar a cabo el perdón bíblico.
Una Iglesia que no se ejercita en esta práctica es una congregación fría, indiferente a las
necesidades del mundo y a la voluntad de Dios, es una Iglesia que se pudre por dentro puesto
que está contaminada por la amargura almacenada en el corazón de los creyentes.
DESARROLLO.
¿QUE ES EL PERDÓN?
Is 43:25. Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mi mismo, y no me acordaré de
tus pecados.
Mt 26:28. porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para
remisión de los pecados.
Lo que Dios hizo con nuestros pecados fue quitarlos de sobre nuestra persona y depositarlos
en la persona de Cristo, donde fueron redimidos; el castigo y la justicia se cumplieron en la
persona de Jesús y el pecador queda libre del pecado y de la culpa, por tanto, también del
castigo. Debemos notar que Dios cumple su justicia una sola vez, por eso es que él olvida el
pecado y no inculpa más al pecador.
Existen dos tipos de perdón, el Divino y el humano. El segundo tiene como modelo el perdón
divino, mas está pervertido por causa de la caída del hombre y de su mismo pecado.
¿En que se distinguen el uno del otro? En que el perdón humano pasa por alto la ofensa y por
eso es tan difícil a veces otorgarlo, en la práctica esto ocurre cuando la ofensa pasa
desapercibida o cuando existen circunstancias adicionales de unión entre el ofensor y el
ofendido.
Al haber justicia por el pecado no hay más delito ni culpa, la ofensa ha sido satisfecha, el
perdón se otorga puesto que no hay culpa a perseguir.
Para que ocurra el perdón se necesitan tres partes: El ofendido, el ofensor y el depositario del
pecado. Muchas veces pensamos que solo dos son necesarios. Esto es lo que distingue el
perdón humano del perdón divino. El hombre pasa por alto el pecado. Dios lo castiga, redime y
olvida en su hijo Jesús.
Mateo 18:21-35.
Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que
peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta
veces siete.
Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus
siervos. Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos.
A este, como no pudo pagar, ordenó su señor venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo que
tenía, para que se le pagase la deuda. Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo:
Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. El señor de aquel siervo, movido a
misericordia, le soltó y le perdonó la deuda. Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus
consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que
me debes. Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia
conmigo, y yo te lo pagaré todo. Mas él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que
pagase la deuda. Viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y
refirieron a su señor todo lo que había pasado. Entonces llamándole su señor, le dijo: Siervo
malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. ¿No debías tú también tener
misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? Entonces su señor, enojado, le
entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que debía. Así también mi Padre celestial
hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas.
Y porque al quedar una ofensa o pecado pendiente siempre produce amargura de quien la
sufre. El que guarda una raíz de amargura en su corazón está pecando directamente contra
Dios y no puede tener una vida de éxito y provecho en el Señor.
Principalmente se tiene un pecado pendiente contra Dios. Cuando nosotros vamos a Dios para
pedir perdón de nuestras ofensas y no hemos perdonado, él desea que confesemos primero la
violación al segundo pecado más grande que cometemos contra él: No amar a nuestro prójimo
como a nosotros mismos. Se está solicitando el perdón para si mismos, pero no estamos
dispuestos a concederlo a otros.
Dios desea que practiquemos el carácter que está formando en nosotros, cuando no
perdonamos, lo que está sucediendo en nuestro interior es que decimos que somos superiores
a Dios y que la ofensa cometida es mayor a las que ofenden a Dios y que esto no puede ser
perdonado, ¡Cuando nosotros estamos ofendiendo a Dios con esta actitud! Y poniéndonos en
una posición más difícil que la de aquel que nos ofendió.
¿Cómo Dios nos puede perdonar un pecado cuando no hemos confesado otro? Creo que la
respuesta es fácil.
Y como se vio anteriormente el fracaso personal está a la puerta, hay una división entre Dios y
nosotros. Esto no se puede dejar para después.
Se pierde la visión espiritual y las divisiones en la Iglesia no se dejan esperar. La obra de Dios
se realiza en la carne y no por el poder del Espíritu Santo. La Iglesia se ve gravemente
afectada cuando sus miembros no practican el perdón entre ellos. Los perdidos son los
principalmente afectados cuando un creyente no perdona porque no predicara el evangelio de
Dios cuando él mismo no lo vive.
5. Es su problema, no el mío.
En todas las razones anteriores hay un pecado personal de por medio. Debemos preguntar a
Dios: ¿Que pecado mío me impide perdonar a esta persona?
Hechos 3:19. Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados;
para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio.
Al tener la convicción de que perdonar es separar el pecado del pecador nos lleva a perdonar
como Cristo nos perdonó. No viendo la ofensa cometida a nuestra persona, sino el problema
del pecador con Dios, porque a eso se reduce el pecado, a un problema con Dios.
Cuando esto ocurre en mi corazón, mi interés no está centrado en mi, en lo que me ofendieron,
sino en el otro, en que si actúa de esta manera, es porque algo pasa en su relación con el
Salvador, es grave que un hijo de Dios no ande en comunión con su Señor, entonces me
interesa tu persona, tu relación divina, te voy a ayudar para que la recuperes.
No te voy a reclamar tu mala acción, sino que tu conducta muestra que tienes un problema de
comunión o de visión en la vida espiritual, ya no te reclamo, ni te juzgo, sino que juntos
buscamos la solución a tu problema, lo mío es después, porque cuando regreses a la comunión
con Dios comprenderás entonces cómo me has afectado.
Sin embargo se presentan ciertas preguntas acerca de la práctica del perdón, veámoslas:
¿Quién da el primer paso? ¿Debo a esperar al arrepentimiento del otro?
En esto Cristo nos da el ejemplo: Lc 23:34 Y Jesús decía: Padre, perdónalos porque no saben
lo que hacen. Veamos la actitud de Esteban en Hch 7:60 Y puesto de rodillas clamó a gran
voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y la de Pablo en 2Ti 4:16 En mi primera
defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon; no les sea tomado en
cuenta.
Cada uno de ellos dio el primer paso para el otorgamiento del perdón, y esto nos lleva a ver lo
que yo llamo: el acto del perdón y el acto práctico del perdón.
El acto del perdón. Jn 3:16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que
ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda,
mas tenga vida eterna, el perdón de Dios ya está dado, él ofreció perdonar a
los hombres, los hombres no pueden decir que Dios no les quiere perdonar,
eso está claramente expresado a todo lo largo de la Biblia. Dios dispuso en su
corazón perdonar a los pecadores y lo anunció claramente para que lo
supieran. Tenemos un ejemplo de la universalidad del perdón en 2P 2:1 Pero
hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos
maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun
negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción
repentina.
El acto práctico del perdón. Hechos 3:19. Así que, arrepentíos y convertíos,
para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia
del Señor tiempos de refrigerio. El perdón es nuestro y gozamos de él cuando
ocurre el arrepentimiento y la confesión, pero esto es una respuesta del
pecador y no del ofendido, esto es importante notarlo, el pecador no gozará de
los beneficios del perdón hasta el arrepentimiento, pero ese es problema del
pecador.
Nosotros otorgamos el perdón a nuestros deudores y debemos darles a conocer este hecho, si
ellos no responden al perdón, tienen un problema más con Dios, pero nosotros hemos actuado
de acuerdo al carácter de Dios.
Cuando les decimos que hay disposición al perdón y buscamos la restauración de la comunión
y no les acusamos y dejamos claro que no estamos reclamando, es más fácil enfrentar el
conflicto por las dos partes. Dios producirá en él el deseo de restaurar al ofendido, pero esto
solo ocurre cuando el ofensor ya está en comunión con Dios nuevamente, y todo será para la
gloria de Dios y no para satisfacer a otro pecador ofendido.
CONCLUSIÓN.
El otorgar y el pedir perdón es un acto que debe ser motivado directamente por Dios en
nuestro corazón, lo que no es así es del diablo y motivo de pecado.
Aquel que pide perdón sin la conciencia de la ofensa a Dios y al hermano peca por no amar a
Dios primeramente y no amar a su prójimo como a sí mismo, y no puede estar bien en su vida
cristiana.
Aquel que no perdona de acuerdo al carácter de Dios y no se compromete con la vida del
ofensor, no está siguiendo el ejemplo de Cristo y no está teniendo el sentir que tuvo Cristo
Jesús. Fil 2:4-7 no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de
otros. Haya pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en
forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a
sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres. Yo no soy importante, tú
eres importante para mí. Me interesa tu vida.
Colosenses 3:12-13.