Tener Hijos, Plantar Arboles, Escribir Libros

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TENER UN HIJO, PLANTAR UN ÁRBOL, ESCRIBIR UN LIBRO

PROF. DR. JORGE EDUARDO NORO


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01. EL ORIGEN

• Aunque se trata de una frase popular (: "En esta vida hay que hacer tres cosas: escribir un libro,
plantar un árbol y tener un hijo") que se suele disparar en circunstancias diversas, tiene un origen
histórico. Es un proverbio de MUHAMMAD (MAHOMA) el MENSAJERO del ISLAM

"La recompensa de todo trabajo que realiza el ser humano, finaliza cuando este muere,
excepto TRES COSAS: UNA LIMOSNA continua, UN SABER O UN CONOCIMIENTO beneficioso
y UN HIJO piadoso que pide por él, cuando este está en la tumba".

• La persona que PLANTA UN ÁRBOL o pone la semilla del mismo para que crezca un árbol, será
recompensada, porque hace una limosna continua, cuando cualquier persona coma algún fruto,
repose bajo su sombra o le pueda contraer cualquier beneficio en particular.

• En cuanto al LIBRO, hace referencia al saber o al conocimiento que puede dejar alguna persona
tras unos estudios o unas investigaciones. Sin embargo, dicho conocimiento debe ser beneficioso y
provechoso para la gente.

• Finalmente, EL HIJO que hace plegarias a Alá por su padre, cuando este ya fallecido, recibe la
misericordia y el perdón que Alá le manda, tras haber escuchado al hijo.

• Por su parte, en tiempos modernos (en sus escritos de la década de 1880: Nuestra América y
Miscelánea), JOSÉ MARTI dejó junto con tantas otras enseñanzas, la máxima que todos conocemos:

“Las tres cosas que debes hacer antes de morir: plantar un árbol, escribir un libro y tener un
hijo. Tres cosas que nos sobreviven y perduran en el tiempo. Tres acciones que trascienden
la vida de una persona”.

02. TRES TAREAS, LA MISMA HISTORIA Y TANTO EN COMÚN.

2.1. DECISIÓN: todos depende de una decisión que tomamos, no de una imposición que nos obliga
o del azar que nos lo obsequia. Todas responden a una determinación personal que decide y se hace
cargo de las consecuencias (responsabilidad). No se trata de casualidad sino de acciones

1
conscientes: sabemos que queremos o podemos tener un hijo, sabemos lo que significa plantar un
árbol, eligiendo el lugar y el momento, decidimos escribir un libro con nuestras ideas o nuestras
emociones. Vemos la posibilidad y la oportunidad, y ponemos nuestra voluntad en cada uno de
ellos.

2.2. CREACIÓN: el ser humano se vuelve creador y esa responsabilidad ontológica es lo que nos
asegura la trascendencia. Podemos colocar en el mundo seres nuevos. No se trata de algo
absolutamente nuevo, porque siempre proviene de algo pre-existente, pero como nuevo ser, es una
novedad. Todo lo que hacemos, hace que surja lo que antes no existía. No se trata de la apropiación
de algo pre-existente o de una transformación o adaptación. Es absoluta novedad: procrear o tener
un hijo cuando no existe, plantar o ubicar un árbol en un sitio en donde solo hay un espacio vacío,
producir un libro nuevo que nunca había sido escrito. Tal vez esa sea la razón por la que miramos
con felicidad y satisfacción el hijo que ha nacido y crece, el árbol que hemos plantado y comienza a
afianzarse, el libro que estamos a punto de concluir.

2.3. DEDICACIÓN Y ESFUERZO: no se improvisa, no surge espontáneamente, sino que implica


esfuerzo para reunir y dedicar el propio tiempo y las capacidades. Siempre implica un esfuerzo
solitario o compartido. El hijo no se concibe solo, no se gesta solo (embarazo), no nace solo, no
sobrevive ni crece solo: necesita nuestra paciencia. El árbol exige la elección del lugar, hacer el pozo
y abonar el sitio para asegurar el crecimiento, colocar en la dirección y en la posición indicada el
árbol, adjuntarle un tutor, reacomodar la tierra, asentar el suelo y regar. Y un libro es una largo y
paciente esfuerzo para iniciarlo y darle curso, acompañarlo con el paso incesante de las páginas,
llegar al final y concluirlo. Escribir es un acto placentero en sus resultados, pero ascético y sacrificado
en el proceso de las páginas y la escritura.

2.4. CUIDADO: reclaman de manera permanente nuestra presencia, nuestra atención y nuestro
cuidado, principalmente en los primeros tiempos, cuando no tienen vida autónoma, y pueden
mantenerse en la existencia con la asistencia, la presencia y el cuidado de sus creadores. La
fragilidad del hijo que va creciendo día a día, construyendo su progresiva autonomía; la creciente
fortaleza del árbol que debe soportar el primer invierno, el primer verano, la invasión de sus colegas
y la amenaza de los animales y humanos; y la creación y escritura del libro que exige la continuidad
en el tiempo, pero también las dudas, las correcciones, la concentración, la coherencia y el juego de
las ideas para producir esa criatura intelectual que – páginas tras página – va encontrando su ser,
su forma definitiva.

2.5. MADURACIÓN Y ESPERA: los tres nos exigen tiempo, mucho tiempo. No son producciones
espontáneas que aparecen de un día para el otro. Son el resultado de un largo esfuerzo que combina
la maduración, el crecimiento y los aprendizajes. Los hijos tardan mucho en nacer, en crecer, en
pasar de una edad a otra, en volverse autónomos, en ser adultos. Los árboles son una siembra que
germina y crece día a día, pero con sus tiempos, su ritmo y nos sorprenden después de muchos años
con la sombra, el follaje, sus grandes ramas, los frutos. Y los libros, los buenos libros, maduran,
crecen, aprenden, toman vida y finalmente tienen existencia propia y echan a volar. Ese tiempo de
maduración y espera implica un tiempo de silencios, de ocultamiento, de tareas imperceptibles y
nunca vistas, pero que funcionan como las constructoras del producto final. En todos (aunque
especialmente en los árboles) se trata de un echar raíces sin que las veamos, hundirnos en la tierra,
buscar y agarrarnos de la oscuridad, aferrarnos, tomar fuerzas para poder salir airosos a la
superficie.

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2.6. TRASCENDENCIA: en los tres estamos aportando no al presente, sino al futuro. Después
de todo el proceso, cuando ya los hijos, los árboles y los libros se han vuelto autónomos,
nosotros podemos disfrutar de ellos y le ponemos nombre a la trascendencia. Mas allá del
espacio de nuestra existencia y de nuestro tiempo frágil y limitado, seguiremos siendo en
la existencia de nuestros hijos, en la sombra, en los frutos, en la madera o en la leña de los
árboles, en las ideas y las emociones que despiertan y regalan nuestros libros que ya no
sabemos en qué manos están. No habremos vivido en vano, nuestra existencia tiene y
tendrá sentido, porque alguien directa o indirectamente hablará de nosotros y agradecerá
lo que en su momento hicimos. Aunque – bueno es recodarlo – nada es para siempre: los
hijos también mueren o nos olvidan con el tiempo, los árboles tienen su ciclo o ya nadie
recuerda quién los ha plantado, y muchísimos libros terminan archivados y sin destinos en
bibliotecas, librerías y depósitos sin que nadie los lea o lo consulten.

2.7. MOMENTOS. ¿Cuándo tenemos el hijo, plantamos el árbol y escribimos el libro? ¿Al
mismo tiempo o en momentos diversos de la vida? No hay una regla fija y un orden
estándar. Algunos tienen los hijos y luego plantan los árboles y finalmente escriben los
libros. Pero otros han plantado árboles, han escrito libros y finalmente han tenido hijos. Y
están los que arrancan con una producción intelectual en los libros, tienen los hijos y
finalmente descubre la naturaleza y la producción de árboles. Pareciera que, en principio,
lo que los seres humanos hacemos es tratar de prolongarnos y por eso tenemos primero a
los hijos. Luego encontramos entre otras actividades la posibilidad de plantar árboles, ya
que por diversos motivos apreciamos su importancia y su valor. Y, finalmente muchos, de
profesiones y oficios muy diversos, deciden que deben escribir un libro sobre sí mismo,
sobre su existencia, sobre sus recuerdos o como expresión de sus pensamientos o sus
sentimientos. Y por supuesto que hay quienes tienen hijos (varios), plantan árboles
(muchos) y escriben libros (numerosos) al mismo tiempo y en diversos momentos de su
vida. El orden de la suma no altera el valor del producto final y el sentido de la frase
mencionada y legada.

2.8. VARIACIONES No le podemos pedir a MAHOMA que anticipe las costumbre y la


tecnología de nuestros días en sus enseñanzas del siglo VI. (1) Alguien puede no tener hijos
propios, pero puede adoptar como propios otros hijos o bien realizar tareas de educación
o de servicios que implican multiplicar los hijos a cargo. (2) Tal vez a muchos no les resulte
sencillo plantar árboles, pero plantan flores y crean escenarios naturales, luchan por el
medio ambiente, protegen y mantienen a los animales, aseguran un futuro para el mundo,
o transforman el mundo con una tecnología humana y sustentable. (3) Y mucho no saben o
no pueden escribir un libro, pero hacen una bella canción que todos cantan, pintan un
cuadro que provoca admiración, esculpen, diseñan edificios, crean películas, producen
mundos con imágenes. Hoy sabemos que hay muchas maneras se asegurar esa
prolongación, continuidad y trascendencia, con la abundancia de medios que tenemos.

2.9. LEGADO: los árboles siempre se constituyen en legado para las generaciones
posteriores. Son ellas las que disfrutarán de la protección, de la sombra y de los frutos.

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Plantamos los árboles y escribimos los libros para que puedan disfrutar y aprovechar los
hijos y las generaciones posteriores. Con el paso del tiempo los árboles se asientan, se
vuelven más frondosos y seguros, y con el paso de los años los libros adquieren la verdadera
dimensión. Si los libros son – en el pensamiento original de MAHOMA – una expresión de
la enseñanza, los hijos son los primeros destinatarios, aunque luego puedan ser de utilidad
para todos los demás. Los hijos que muchas veces nos han visto y nos han acompañado
cuando disfrutábamos del ritual de plantar cada árbol, o nos han observado escribir los
libros, son los que pueden tomar verdadera dimensión de lo que en algún momento hemos
hecho, no sólo por y para ellos, sino para todos. 1

2.10. FORMATO: uno puede escribir el libro sólo o en compañía, pero esta frase aprueba el
esfuerzo de quien deja el legado, el esfuerzo individual del que escribe, y aunque hay proyectos
compartidos, los verdaderos libros siempre tienen UN autor, que citamos y al que nos referimos.
Por su parte plantar un árbol puede ser una tarea solitaria, compartida o social. Las circunstancias
son las que determinan el formato de la acción. Finalmente tener hijo se conjuga siempre en plural,
porque interviene – pensando el origen y la historia de la frase – la pareja, el amor, el matrimonio,
el hombre, la mujer. Nunca uno tiene el hijo en soledad, sino con alguien que ama y que lo hace
posible en cualquiera de las responsabilidades de la concepción, de la gestación y del
alumbramiento.

03. TENER UN HIJO O VARIOS HIJOS

• No se trata solamente de TENER UN HIJO, sino de acompañar todo el proceso de su concepción,


su gestación y su alumbramiento, diversos momentos que se comparten en pareja, aunque con
grados diversos de protagonismo y responsabilidad por parte del padre o de la madre. Un hijo es
una larga espera, un saber que ya está pero que aún no lo vemos y nos pertenece, que se prepara
en el interior de la madre, como las raíces de un árbol que aún no ha salido a las superficies y se
aguarda en el interior fecundo de la tierra, un útero nutricio y natural para gestar la vida. 2

• Porque el nacimiento del hijo es eso, es finalmente encontrarnos, verlo, reconocer su cuerpo, su
rostro su llanto, saber que ya es nuestro, que ya nos pertenece, que formamos un nosotros, que la
esperanza se ha vuelto realidad, que la siembra se ha convertido en fruto, que ese hijo que
parturientamente emerge ya forma parte de nuestra propia vida, que ha dejado de ser promesa

1
Aunque no se trata de un libro, pero sí le da sentido a la HISTORIA y es un legado, conviene citar la CARTA
FINAL Y REVELADORA DE FRANCESCA en los PUENTES DE MADISON (1992) de ROBERT WALLER y que leen
sus hijos al revisar las pertenencias de su madre muerta.
2
"Hay algo muy interesante que sucede con el BAMBÚ JAPONÉS y que nos enseña una importante lección.
Cuando un cultivador planta una semilla de este árbol, el bambú no crece inmediatamente por más que se
riegue y se abone regularmente. De hecho, el BAMBÚ JAPONÉS no sale a la superficie durante los primeros
siete años. Un cultivador inexperto pensaría que la semilla es infértil, pero sorprendentemente, luego de
transcurridos estos siete años, el bambú crece más de treinta metros en solamente seis semanas.
¿Cuánto podríamos decir que tardó realmente en crecer el bambú? ¿Seis semanas? ¿O siete años y seis
semanas? Sería más correcto decir que tardó siete años y seis semanas. Porque durante los primeros siete
años el bambú se dedica a desarrollar y fortalecer las raíces, las cuales van a ser las que luego de estos siete
años pueda crecer tanto en solamente seis semanas. Además, si en algún punto en esos primeros siete años
dejamos de regarlo o cuidarlo, el bambú muere". CUENTO ZEN

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para volverse realidad en nuestros brazos y en nuestras miradas. Ese momento único, de cada hijo,
lo expresa muy bien JOSÉ PEDRONI en su NOVENA LUNA (1925): Levantóse polvo. Vi en la nube un
punto. /Vi en el punto un niño. Vi en el niño un hombre. / La nube de polvo se elevó hasta el cielo. /
Y alzando las manos pronuncié tu nombre. Y que maravillosamente da cuenta del momento del
nacimiento, del “tener un hijo”, un acto performativo que se produce el parto (en cualquiera de las
versiones) nos entrega al hijo con fecha y hora de nacimiento. JOSÉ PEDRONI (1925) MATERNIDAD

En un silencio que me sabrá a ternura,


durante nueve lunas crecerá tu cintura;
y en el mes de la siega tendrás color de espiga,
vestirás simplemente y andarás con fatiga.
(…)
Un día un dulce día con manso sufrimiento,
te romperás cargada como una rama al viento,
y será el regocijo
de besarte las manos, y de hallar en el hijo
tu misma frente simple, tu boca, tu mirada,
y un poco de mis ojos, un poco, casi nada.

• Hay diferencias entre TENER un hijo, como si fuera una cosa que se recibe ya hecha y concluida,
y ser el padre o la madre de un hijo que nos ha nacido, porque nos hacemos cargo de un ser
absolutamente nuevo, un ser que no tiene una esencia que predetermine lo que debe ser o
efectivamente será, sino una esencia que es una apertura radical a todas las posibilidades, con toda
una generosa existencia para poder construirla. Y nosotros somos los responsables de transformar
mesa fragilidad inicial en fortaleza, a ese ser menesteroso y absolutamente dependiente, en el
sujeto autónomo que se reconoce y que nos reconoce como sus padres.

• El verdadero TENER UN HIJO se conjuga junto con el cuidado, la protección, la alimentación, el


abrigo, la incentivación para acompañar la maduración y el crecimiento, la educación en todas y en
cada una de sus etapas. Para que podamos afirmar que TENEMOS UN HIJO debemos transformar al
hogar y al entorno familiar en un SEGUNDO ÚTERO que permite convertirlo al hijo en un ser
independiente que puede insertarse activamente en la sociedad. Esa es nuestra labor y nuestro
compromiso como padre, lo que nos asegura la trascendencia, propia del reconocimiento del hijo.

• Un hijo es un largo aliento, un esfuerzo que realizamos durante muchos años, absolutamente
generoso y gratuito, sin compromiso de retribución y devolución, simplemente por el amor que le
tenemos. En BODAS DE SANGRE (1933), GARCÍA LORCA, presenta un diálogo que muestra este
sacrificio de los padres “haciendo” a sus hijos durante tantos años, y a quienes, cualquier
intervención violenta los destruyen en un instante. Dialogan el PADRE de la NOVIA con la MADRE
del NOVIO acerca de los numerosos nietos que van asegurar continuidad a la familia, al legado, a las
propiedades y la herencia, y la MADRE responde: Se tarda mucho en criar un hijo. Por eso es tan
terrible ver la sangre de una derramada por el suelo. Una fuente que corre un minuto y a nosotros
nos ha costado años. Y el PADRE remata: Ahora nos corresponde solamente esperar (ACTO II:
CUADRO 2)

• Para TENER UN HIJO hay que ser adulto o volverse adulto, porque implica asumir las
responsabilidades por la vida del otro. Hacerse cargo del otro. Por eso muchos no quieren volverse
adultos y se bajan de su función de padres: en los primeros años, en la niñez, en la adolescencia o

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toda la vida. El cuidado y el hacernos cargo de los hijos, como adultos responsables y presentes,
honra el precepto de “tener un hijo” y nos asegura la trascendencia. Los hijos son con el correr del
tiempo más hijos, cuanto más padre han sido sus padres. Hay un juego de simetría de construcción
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conjunta que se alimenta de tiempo, de autoridad, de presencia y de todo el amor pedagógico, con
esa natural diferencia que marcan los años y las funciones de unos y de otros.

• Los hijos pueden perder a sus padres y se vuelven HUÉRFANOS, pero también los padres pueden
perder a sus hijos, y no tienen nombre para ese vacío existencial, ese nido que queda vacío para
siempre, sin retorno. Cuando perdemos el hijo, cuando nos quedamos in él, sabemos que el ciclo al
que apostamos y en el que nos empeñamos se rompe y que no hay regreso, porque la muerte
elimina la trascendencia y todo lo que – para el futuro inmediato y definitivo - representan los hijos.

EL HIJO HA NACIDO. Es como lo soñamos todos, aunque nunca supimos cómo podía ser,
porque no podemos poner contenidos nuevos a esos nuestros sueños. El recién nacido
siempre es la suma de todas las herencias. Allí está, estirándose sobre su madre. Pequeño,
con menos de tres kilos, minúsculo, es y está allí en acto, el bebé recién nacido, y en potencia
todo el desarrollo posterior, toda la vida que le imaginamos y le deseamos.

El nacimiento se cuenta desde que decide tener su vida independiente, aunque hace más de
280 días que inició paulatinamente y en todas sus dimensiones, su crecimiento. El HIJO ya
era, aunque aún no teníamos certezas y comprobaciones, era un YA, pero TODAVÍA NO,
viviendo en el útero materno, creciendo, conformándose, en un día a día que lo fue dotando
de toda la vida. Recién hoy está legalmente entre nosotros, con una identidad que ya
reconocemos.

Todos los meses previos no era fenoménico, como sí lo era en el cuerpo de la madre que se
agrandaba y se ahuecaba para contenerlo, sino nouménico, algo que no se nos manifiesta
todavía: CAMILO era las representaciones, las imágenes, los videos de la ecografía, los datos
y los controles de los monitoreos: estaba allí, pero no era aún para nosotros, sabíamos que
estaba, que latía, que se movía, pero no podíamos percibirlo a través de nuestros sentidos.

Hace horas irrumpió en el TIEMPO, le comenzó a poner tiempo mensurado a su vida, tiempo
medido en días, en meses, y sobre todo en años. Irrumpió en el ESPACIO, con su propio
cuerpo: salió al mundo, se hizo lugar en medio de sus padres, y ocupa ya los espacios
disponibles, toda una metáfora de su ser en el mundo, que lo va a definir ontológicamente.
Y ese universo de dos se ha convertido en un cosmos de tres, dividiendo los espacios y los
tiempos para inaugurar una nueva historia.

Toda la perfección, toda la fragilidad: uno se queda paralizado observando cada detalle de
su rostro, de sus manos, de sus pies, de su cuerpo., y al mismo tiempo, qué frágil nace,
irrumpe en la vida. No puede sobrevivir solo, reclama la presencia del útero familiar para que
complete la formación y asegure la supervivencia.

Cuánto esfuerzo cuesta hacer que el hijo sea el hijo, que madure y se desarrolle y que vaya
logrando progresivamente la autonomía. En estos primeros días, mínimo como es, parece

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todo reclamo y centro de atención. No puede ser sin el entorno que lo está atendiendo,
mientras pasa de mano en mano como un tesoro que todos queremos compartir.

Ya nada será igual. Con ese hijo todo cambia. Irá desandado paso a paso su existencia para ir
construyendo su esencia. Es aun toda posibilidad, virtualidad, construcción, indefinición,
futuro: y el tiempo, ese ladrón incansable, le irá regalando a su paso todas sus realizaciones.
Esa vida que se inicia es una fuerza que se lleva puestas todas las vidas de quienes clamaban
por ese hijo, esa vida nueva.

04. PLANTAR UN ÁRBOL O VARIOS ÁRBOLES

• Hay claras diferencias en gestos que son similares y que trabajan con la tierra: (1) SEMBRAR UN
ÁRBOL o sembrar árboles, (2) ARMAR EL DESARROLLO DE UN ÁRBOL a partir de una rama o un
esqueje de otro árbol lleno de vida y (3) PLANTAR UN ÁRBOL que ha sido preparado por otros
anteriormente y que encuentra en nuestras manos el destino definitivo. En los dos primeros casos,
nosotros somos los autores, los creadores del árbol; en el restante somo los padres adoptivos que
nos haremos cargo de su crecimiento.

• Uno siente en el árbol sembrado, en la semilla puesta, en el tiempo de la espera sin respuesta
segura, en el secreto oscuro de la tierra, que el árbol que aguardamos asomará en algún momento,
y entonces llegará el momento de hacernos cargo, porque nos reclama para seguir viviendo y crecer.
Un árbol des – cuidado debe afrontar solo el calor, el frío, el viento, los animales, y no siempre puede
arreglarse en soledad. Como el árbol que surge del esqueje que finalmente echa raíces y hojas
nuevas y anuncia que tiene vida y que puede plantarse, todo depende de nuestra atención y de
nuestro cuidado. El resto de los ARBOLES llegan más fortalecidos y nos reclaman un buen sitio, el
mejor pozo para lograr que las raíces dialoguen con la tierra y su alimento, el riego justo, y la
presencia vigilante. En todos los casos, la fortaleza del árbol está en sus raíces que lo sostienen y lo
alimentan: “Porque después de todo he comprendido / que lo que el árbol tiene de florido/ vive de
lo que tiene sepultado” (FRANCISCO LUIS BERNÁRDEZ)

• Los árboles nos piden tiempo y confianza. El ritual siempre es el mismo: hendir la tierra, hacer
un lugar en ella, ensuciarnos las manos con sus rastros, arrodillarnos y colocar el árbol, volver a
colocar la tierra, afirmar y finalmente regar suavemente. Comenzará a crecer y años tras año irá
jugando con nosotros, despojándose de las hojas y desnudándose casi hasta morir, para volver a
cubrirse cada primavera de nuevos brotes. Y ese crecimiento reclama TUTORES para que no pierda
el equilibrio y mantenga el porte que imaginamos. Atados al tutor – hermosa analogía – mientras el
tutor permanece inalterable, el árbol se va desplazando lentamente hasta volverlo poca cosa, casi
nada. Y llegará un momento en quitaremos las ataduras, sacando los pobres tutores que ya no sirven
de nada. Y exigen LAS PODAS periódicas, para darles forma, arreglar las ramas, decidir el ancho y la
altura hasta volverse adultos y decidan su propia historia como árbol, luchando solos con las
tormentas, los vientos huracanados, las lluvias y las inundaciones, y también las enfermedades y la
muerte. JOSÉ LARRALDE lo expresa magistralmente en su POEMA CANCIÓN: EL VIENTO Y EL ROBLE
(2010):
Aquel roble que asoma por tan alto,
el más viejo quizá de todo el monte,
al viento que pasaba le decía,
que por viejo él era el padre de ese bosque,
que de toda la distancia que miraba,
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fue sin duda el primero de los robles.
(…)
Entonces, dijo el viento en ese idioma,
sintiéndose tan joven todavía,
si es verdad que conociste todo aquello,
como puedes hablarme de la vida,
pues serás el más antiguo de los robles,
pero olvidas que yo traje tu semilla...
pero olvidas que yo traje tu semilla...

• Los árboles también pueden morirse y agotar nuestra esperanza y dejarnos sin lo que
suponíamos y soñábamos. Pero los ARBOLES están plantados para sucedernos, para brindarnos su
sombra, su protección, su leña, sus frutos, su semilla, y para seguir allí cuando nos sobrevenga la
muerte: Durarán más allá de nuestro olvido; /no sabrán nunca que nos hemos ido. (BORGES: 1989)
Los árboles, como los hombres, tardan mucho tiempo en crecer y volverse robustos e imponentes,
pero pueden ser destruidos por la mano y la voluntad de los hombres. Esa muerte progresiva del
árbol lo presenta magistralmente MACHADO en su poesía A UN OLMO SECO (1912)

Al olmo viejo, hendido por el rayo


Y en su mitad podrido
Con las lluvias de abril y el sol de mayo
Algunas hojas verdes le han salido
(---)
Antes que te derribe, olmo del Duero
Con su hacha el leñador y el carpintero
Te convierta en malena de campana
Lanza de carro o yugo de carreta. 3

05. ESCRIBIR UN LIBRO

• Escribir un libro o varios libros es lo más objetivo y personal que podemos hacer, porque los
escritos y los libros dependen absolutamente de nosotros, de los creadores. No sufren cambios o
destrucciones como los hijos y como los árboles que están sujetos a las contingencias y a los juegos
del azar. Los libros, las sucesivas páginas y renglones con los que vamos tejiendo el texto que
definimos, son obedientes a nuestro mandato, y cuando cerramos la escritura, finalizamos la
aventura, ponemos el punto final o nuestra firma, el mandato y el legado quedarán para siempre
allí dando cuenta de nuestros pensamientos, de nuestras historias y fantasías, de nuestras
emociones y sentimientos. Un libro no nos olvida, ni nos niega, ni nos traiciona. Y difícilmente puede
sufrir la destrucción absoluta, aunque algunos ejemplares puedan desaparecer, quedar archivados
u ocultos, sin ser editados o publicados nunca, y ser el único ejemplar que hemos celosamente

3
Refuerza esta idea MARIO BENEDETTI en su poema de ÁRBOL A ÁRBOL (1985): Los árboles ¿serán acaso
solidarios? (…) ¿sabrán los cedros del Líbano/y los caobos de Corinto que sus voraces enemigos/ no son la
palma de Camagüey/ ni el eucalipto de Tasmania/ sino el hacha tenaz del leñador/la sierra de las grandes
madereras/el rayo como látigo en la noche?

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guardado para que alguien – en un futuro – lo rescate, nos recuerde y nos lea, y seamos recreados
en múltiples y futuras lecturas. 4

• Dice BORGES, en una de sus CONFERENCIAS en 1979: “De los diversos instrumentos del hombre,
el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el
telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y
la espada, extensiones de su brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria
y de la imaginación.”.

• La consigna es clara: “ESCRIBE UN LIBRO”, no nos manda editarlo y publicar, sino escribirlo.
Especialmente en el siglo VI, con MAHOMA y en el siglo XIX con MARTI, “TENER UN HIJO” o
“PLANTAR UN ÁRBOL” tenían el mismo significado que ahora, pero “ESCRIBIR UN LIBRO” tenía y
tiene un significado final muy diverso. Aquella frase que se cita siempre: SCRIPTA MANENT, VERBA
VOLANT, no significaba que la palabra oral sea efímera, sino que la palabra escrita es algo duradero
sea publicada o no. Dejar un mensaje para la posteridad, para los que vienen luego, para los que
nos sobrevivan. Tal vez por eso, muchos sabios no hayan escrito nada, aunque hayan dejado tantos
mensajes, porque sabían que sus palabras permanecerían, que los responsables de escribir serían
los discípulos (PITÁGORAS, DIÓGENES, SÓCRATES, BUDA, CRISTO). “Pitágoras NO ESCRIBIÓ - dice
BORGES - voluntariamente, quería que su pensamiento viviese más allá de su muerte corporal, en la
mente de sus discípulos. Aquí vino aquello de Magister dixit (el maestro lo ha dicho). Esto no significa
que estuvieran atados porque el maestro lo había dicho; por el contrario, afirma la libertad de seguir
pensando el pensamiento inicial del maestro.” Tomaron partido por el impacto de la oralidad,
confiando en sus seguidores, autores de los libros que inmortalizaron sus enseñanzas.

• Cuando finalmente ESCRIBIMOS UN LIBRO (o creamos aquellos productos culturales que nos
aseguran trascendencia, por la creatividad, la belleza, la utilidad, la enseñanza o el mensaje que
legamos), debemos recordar que siempre hay TRES momentos en los que el goce se expresa y brota,
como sucede con los hijos y con los árboles:

1. EL PRIMER MOMENTO DE PLACER es el MOMENTO DE LA ESCRITURA, DE LA CREACIÓN: es


ese trabajoso proceso de la producción, el sentir el fluir de las ideas y/o los sentimientos y
encontrar las palabras justas para poder atraparlas y expresarlas. Esa fuerza que surge del
interior y que se instala en las manos, en los dedos, en las páginas, en los escritos y en las
pantallas. Es el placer que va apareciendo lentamente cuando lo que sentimos o pensamos
se vuelve poema, cuento, ensayo, tratado o novela, en un paso a paso que va buscando y
encontrando la forma definitiva. Hay un momento en que suponemos que ya está, que es
lo que queríamos producir y hacer. Y el goce se combina en el camino y en el punto o la
revisión final, el esforzado trabajo y el reposo.

4
El caso de FRANZ KAFKA es paradojito: En 1924 moría en Austria y dejaba un claro mensaje a su amigo MAX
BROD: que destruyera todos sus escritos sin publicar. MAX BROD, como todos ya sabemos, ignoró los deseos
de su amigo y publicó no solo obras terminadas, sino muchos trabajos incompletos del autor. Quizás ese
DESEO DE DESTRUIR sus obras fuera algo dicho con la boca pequeña, deseando en el fondo que nadie le
hiciera caso. Si de verdad KAFKA hubiera querido destruir su obra, es probable que lo hubiera hecho él mismo,
exactamente igual que hicieron otros autores a lo largo de la historia, o lo hubiera destruido a medida que lo
escribía o hubiera dejado de escribir, como se supone que hicieron JUAN RULFO Y J. D. SALINGER después de
escribir sus obras maestras. (MARCO Alejandro, 2019: ¿MERECEMOS A KAFKA? Tendencias.

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2. EL SEGUNDO MOMENTO ES EL PLACER DE LA PUBLICACIÓN, del abandono de la privacidad,
de la intimidad, de nuestra pertenencia y la necesidad de compartirlo con los otros, con los
demás. Todo lo creado podría permanecer con nosotros para siempre, y quedarnos
simplemente con el goce personal. No faltan ejemplos: KAFKA, SÁBATO, DICKINSON,
KEATS, POE, SALINGER. Pero queremos compartirlo y aunque, especialmente hoy, los
soportes y los medios puede ser muchos, el LIBRO se convierte en el objeto de deseo y
placer para publicar lo que hemos producido. Cumplimos plenamente con el mandato.
Desde los preparativos y los trámites de la edición, hasta el nacimiento del libro hay una
serie de placeres, que tal vez encuentre en la PRESENTACIÓN su mejor expresión: los
saludos, las palabras, las firmas, los aplausos son siempre un buen momento para disfrutar,
aunque en todos los casos, todos están aplaudiendo un libro que aún no se ha leído.

3. EL TERCER MOMENTO ES EL REGRESO DE TODO LO QUE ESCRIBIMOS. Lo publicado ya no


nos pertenece: es propiedad de los lectores. Y por eso necesitamos que sean leído,
degustado, interpretados, y circulen los poemas, los cuentos, las novelas, los ensayos o los
tratados. El ciclo se completa en la LECTURA, en la aprobación o en las observaciones o en
los interrogantes o en la crítica. Y lentamente, con el paso de los días o de los meses o
después, nos regresa. Y allí hay otro tipo de PLACER porque se trata de un espejo, un rebote
de lo que en su momento escribimos, en la presencia de la voz, el mensaje o la escritura de
otros, de pocos o de muchos otros. Este es el tiempo en que los TRES MOMENTOS se
completan. Por eso debemos buscarlo y volvernos activos militantes del placer de los que
escriben, leyendo y regresándoles a los autores, la mirada crítica o agradecida. Robando
palabras de CELAYA: Soñar que ese navío / llevará nuestra carga de palabras / hacia puertos
distantes, hacia islas lejanas. Soñar que cuando un día / esté durmiendo nuestro propio
barco, / en barcos nuevos seguirá nuestra bandera enarbolada.

• MAHOMA no habla de escribir un libro, sino TRANSMITIR UN MENSAJE o un PENSAMIENTO


BENEFICIOSO. En su tiempo los libros no abundaban y no podían convertirse en precepto para
todos. IRENE VALLEJO (2021), en su impecable libro EL INFINITO EN UN JUNTO: LA INVENCIÓN DE
LOS LIBROS EN EL MUNDO ANTIGUO, menciona: “El libro fue una revolución silenciosa que acabaría
transformando la memoria, el lenguaje, el acto creador, la manera de organizar el pensamiento, y
nuestra relación con la autoridad, con el saber y con el pasado. Los cambios fueron lentos, pero
extraordinarios. (…) Toda sociedad aspira a perdurar y ser recordada, El acto de escribir (y no solo
recordar y hablar) alargaba la vida de la memoria e impedía que el pasado se disolviera para
siempre. (97) La invención del libro ha sido, tal vez, el mayor triunfo en nuestra tenaz lucha contra
la destrucción. A los juntos, a la piel, a los harapos, a los árboles y a la luz hemos confiado la
sabiduría que no estábamos dispuestos a perder.” Los libros nos han permitido defendernos frente
al inexorable reverso de toda existencia, también la nuestra: la FUGACIDAD Y EL OLVIDO. (394)5

BONUS TRACK

En julio de 1979 y en abril de 1985 pude cumplir con el primer mandato, y los dos hijos
echaron a crecer y andan por la vida y el mundo. A partir de 1985 – con años de escritura

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VALLEJO Irene (2021), El infinito en un junto. Buenos Aires. Siruela.

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previa – comencé a publicar, uno tras otro, los más de TREINTA libros que han ido brotando
con el paso del tiempo y se han consolidados en diversos soportes y formatos. Finalmente, a
partir de 1990, inicié la siembra, hice los arreglos o pude plantar, especialmente en mi UTOPÍA
(aunque no solamente allí) los mas de 50 arboles que han ido creciendo y dando ya sus
generosos mensajes en sombra y frutos. Quisiera repetir las últimas palabras del extravagante
TICHO BRAHE, el gran observador del cielo previo al telescopio, que, al morir, en PRAGA y en
octubre de 1601 clamaba: “Non frustra vixisse vidcor" ¡Decidme que no he vivido en vano! He
disfrutado al tener los hijos (los dos días más felices de mi vida), me he sentido satisfecho con
cada libro escrito, y con las diversas etapas posteriores y asociadas, y mis manos conservan
el grato recuerdo de cada árbol, de las semillas, del crecimiento, del brotar cíclicamente de
las hojas y la generosidad de los frutos. Por muchas razones, siento que no he vivido en vano.

PROF. DR. JORGE EDUARDO NORO


Caluroso verano de enero de 2022, aun con pandemia.
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