Kasper, Walter - La Iglesia Católica
Kasper, Walter - La Iglesia Católica
Kasper, Walter - La Iglesia Católica
| 196
Colección dirigida por
Ángel Cordovilla Pérez
WALTER KASPER
IGLESIA CATÓLICA
Esencia, realidad, misión
Traducción de
MIGUEL GARCÍA-BARÓ
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EDICIONES SÍGUEME
SALAMANCA
2013
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ISBN: 978-84-301-1850-2
Depósito legal: S. 414-2013
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PLÓLOBO cococncconnnninninnininnnrnennccrncnorrrrrcr rr 7
SUBÍA coocicnnnononcnnnnicnnnnnncnnn
crono naonncarnaorana ooo on ron ornneananancaranrararaarannnnóa Y
I
MI CAMINO EN Y CON LA IGLESIA
II .
LOS RASGOS FUNDAMENTALE
DE LA ECLESIOLOGÍA CATÓLICA
1 . CONSIDERACIONES PREVIAS DE TEOLOGÍA FUNDAMENTAL ........... 67
1. Introducción ..occnnoncnncnnnnnrnnononcónencnnnnanncannnn
conca nar rn aaron 67
2. Reflexiones previas sobre el método ......... arenonas eennononanananos mu. 72
3. Reflexiones filosóficas previas .............. aeronannonnrncnnnan
arar oroncrnnss 92
2. HORIZONTE: LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN Y LA HISTORIA UNI-
VERSAL oooroccccoccnnnonnnononnonnnnnononanoonnnnnnecannnnnnennnnnnnu
non anionaasnrarnnnasoos 101
1. Misterio de la «COMIMUNIO) ..cccccncncnnnncnnononconcanananononos ernrncnnennas 101
2. El reino de Dios y la Iglesia ..........ooooocccncccnononannnnnnnononnnnananiness - 132
3. La Iglesia como casa de la sabiduría y templo de Dios .......... 158
4. La Iglesia como «congregátio fidelium» y «communio sancto- |
TUD) cocconnncnnoccconnnnnnnnnonanoonrnrrn
ron o nana ronanenonnnnonnarrrecnnnnanonnacrnaccoss 167
5. ¿No hay salvación fuera de la Iglesia? .....ooconnnononcccnonanoranarornos» 175
3. LA ESENCIA DE LA IGLESIA ..ocoooocooonoooconcncneconnnnnoncnnnononconanannonanros 183
1. La Iglesia como pueblo de Dios: estructura básica teocéntrica |
Y DAOXOLÓBICA ..ooocccccoonccconoonanonoonnonannncnanan
nn cnn na rnn ona ro nanna raro nnana ness 183
2. La Iglesia como cuerpo de Cristo y novia de Cristo. Cristo-
centrismo de la Iglesia ........oooonncononoconnnconaconnonancconaconanccanacanooss 193
3. La Iglesia como templo del Espíritu Santo. Dimensión pneu-
IMAtOLÓBICA cooococcncnnonacnnnnanannonononanonccnonanonnonncarnnnrcronanonnoroonanenos 206
4. María, modelo de la Iglesia eones 220
4. NOTAS ESENCIALES DE LA IGLESIA DE JESUCRISTO ...ooccccccccccnonoono 227
1. La Iglesia una de Jesucristo y las múltiples iglesias ................ 229
2. Santidad de la Iglesia y pecado en la Iglesia ......o..oon........... 243
3. La grandeza de lo católico y cómo puede ser también piedra
de escándalo c..cooonnococinnacccanocononccnononanccnnonnnns eeenenanonenennonancanens 259
4, La apostolicidad como fundamento dado de una vez y tarea
SICIMPTE MUEVA cocccconoccconnnncancnononcnnnoonoononenscnnnanaronnonovonennricnnonos 271
3. LA CONCRETA FIGURA DE COMUNIÓN DE LA ÍGLESIA ..ooocccconono co... 293
1. Iglesia del pueblo de Di0S ......ooonononncccnonanonanonnorcconanonononccnnnoons 293
2. La misión de loslaicosS .........oononooconinonananinononancnnononnnccnarannnnnnss 302
3. Los ministerios como servicios a la COMUNIÓN oocnnnnninnn..... 324
4. El ministerio petrino: el servicio de la unidad .....oo.nnnnnn......... 362
5. Colegialidad, conciliaridad y sinodalidad en la vida de la
A Y
6. La Iglesia una y las muchas iglesias particulares .................... 402
7. Futuro de la estructura parroquial .....oooononnnccucinnoooancnnconononcnss 408
8. Monacato y órdenes y comunidades religi08aS ....oonmonm....... 415
6. IGLESIA MISIONERA Y DIALÓGICA eennorecnnennnnnnnrnnnnnrncnnnnnnororennnonars 425
l. Iglesia misionera .............. en ano r nro nnn nero nnnanrrnnono renos ocnnnnconnonons 425
2. Iglesia en diálogO cocccinoninonoconrocconocconnonocoroninnninrnnrnna 433
2.1. Diálogo con el judaismo ......oooononccconcccnonoonanononocconnanonan
conos 434
2.2. Diálogo eCUMÉNICO ..cocorncocononononncnnoonncancononnocnns bennrcnnancnnans 442
2.3. Diálogo con las religiones .......oonononccnnonocaoonicononaccn
naciona nos 456
2.4. Diálogo con el mundo de hoy .....ooccccnionicoconaconoconnancnanonoss 469
7. ¿ADÓNDE CONDUCE EL CAMINO DE LA IGLESIA? ccoooocccconinnacnninnoso 483
nl,
OAar A Ia
SIGLAS
1. Para más detalles, W. Kasper - D. Deckers, Wo das Herz des Glaubens schligt.
Die Erfahrung eines Lebens, Freiburg i.Br. 2008. |
16 [. Mi camino en y con la lelesia
o, mi parroquia)
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experiencia de la Iglesia
por el mundo entero, en toda su pluralidad
, su gran riqueza y su vita-
cs
de
Ahí están los terribles escándalos de los que tanto se ha hablado estos
últimos años y que no cabe condenar lo bastante; las cifras en retro-
ceso de los miembros activos de la Iglesia, sobre todo entre los jóve-
nes; la dramática situación de falta de reemplazo en tantos puestos
eclesiales. Pero lo que más me pesa y me da más quehacer es el estado
íntimo de las almas en la Iglesia: la falta de visión y entusiasmo; la
disidencia interior y la creciente distancia; el ya casl parcialmente
cisma de facto entre la capa «de arriba» de la Jerarquía y sectores de
la Iglesia «de abajo»; cómo tantos se van en silencio; el odio mutuo
con que se atacan la «derecha» y la «izquierda» y, mientras se pro”
cupan de estas cuestiones hacia dentro, no se dan cuenta de que os
verdaderos problemas y los retos reales están en otra parte. No puede
sorprender que muchos se desilusionen y se alejen. | bon |
Así que la pregunta que me importa es: ¿cómo ha de ir adelante
la Iglesia? No tengo una receta, y las recetas que Conozco me pare-
cen casi todas de muy corto aliento. Pero cuando se está convencido,
como cristiano, de que la Iglesia es más que una institución meramen-
te humana, y de que está guiada y siempre renovada por el Espíritu de
Dios, las crisis que sacuden hoy a la Iglesia se entienden como gemi-
dos de parto no de una Iglesia nueva, pero sí de una forma histórica
nueva y renovada de la Iglesia una de todos los tiempos. |
En esta difícil situación, que en muchos aspectos no se deja abar-
car por entero, querría intentar ofrecer un poco de orientación ca
cada tanto del rico acervo de la tradición como del conocimiento de
muchas situaciones eclesiales. Cumplo así un antiguo deseo. Cuando
estaba terminando mis años de cátedra tenía la intención, después
- de haber escrito Jesús el Cristo y El Dios de Jesucristo, de escribir un
libro que se titulara La leglesia de Jesucristo. El que se me ara
al episcopado y luego tuviera que ir a Roma lo hizo imposi e o
pasé de publicar una serie de artículos y redactar un primer es 0 OZO”.
En estos últimos más de veinte años he podido, en cambio, hacer
«eclesiología práctica», que ha ampliado mis horizontes y ha osado
que muchas cosas se concretaran. Las cuestiones básicas han seguido
s mismas.
e nctado es el mismo el amor a la Iglesia. Y no me refiero a cual-
quier iglesia, sino a la iglesia cátólica concreta, en la que para mí sigue
existiendo concretamente la Iglesia de Jesucristo, pero que se ha de
renovar por la vía de la purificación y la santificación para que pueda
ser percibida más claramente como Iglesia católica, como Iglesia de
Jesucristo y como Iglesia para los hombres. Como repetían los Padres,
es «negra pero hermosa» (Cant 1, 5). Con sus arrugas y tachas (Ef 5,
27), es hermosa. Querría expresar algo de esa belleza en este libro y así
mostrar cómo puede la Iglesia seguir siendo la misma y única Iglesia
de Jesucristo sin que por eso tenga que parecer vieja, sino que pueda
ser nueva y Joven y pueda transmitir a las generaciones futuras lo que
más necesitan: esperanza que brota de la fe.
3. En su libro Vom Sinn der Kirche (1922), Mainz 1955, 19 (versión cast.: Sentido de
la Iglesia, San Sebastián 1958). Casi al mismo tiempo publicó Otto Dibelius, que luego
fue obispo evangélico, el libro Das Jahrhundert der Kirche, Freiburg i.Br. 2008.
4. Es muy significativo que Romano Guardini, quien tanto se había destacado en
el esfuerzo por configurar de nuevo cristianamente la vida y la cultura partiendo del
espiritu del movimiento juvenil de entonces, después de la Segunda Guerra Mundial,
cuando la situación cambió, pasó enseguida a tener una visión crítica de la globalidad
de la Modernidad. Véanse sus libros Das Ende der Neuzeit, Basel 1950 (versión cast.:
El fin de la modernidad, Madrid 1995) y Die Macht, Wúrzburg 1951 (versión at an
poder, Madrid 1963). Cf. A. Knoll, Glaube und Kultur bei Romano Guardini,P
born 1993..
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donde también la estudié toda ella, salvo un semestre libre que hice en
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Guillermina (1958-1961), y luego como asistente en la Faculta
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La Escuela de Tubinga
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binga no me habrá hecho mucho bien en lo que hace al sentimi
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6. Para la historia de la eclesiología en los siglos XIX y XX, véase R. Aubert, «La
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Johann Sebastian Drey und zur Katholischen Tibinger Schule, Túbingen 2005.
- 8. Véase K.-H. Menke, Vernunft und Offenbarung nach A. Rosmini, Innsbruck-
Wien-Múnchen 1980. o
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p
22 I. Mi camino en y con la Iglesia
ben, y asu obra, Misterios del cristianismo, que era como una contra-
seña para los que buscaban un alimento teológico de más sustancia.
El quedar así marcado tan pronto por la Escuela de Tubinga fue
la razón de que el tema primero de mi tesis de habilitación, que eran
los comienzos de la eclesiología autónoma en autores de la Baja Edad
Media, como Jacobo de Viterbo, Juan de Ragusa y Juan de Torque-
mada, me dijera poco. En discusión con el conciliarismo de su época,
estos autores desarrollaban una doctrina de la Iglesia que era más una
jerarcología que una eclesiología. De modo que, tras una larga conver-
sación con Yves Congar en Estrasburgo, abandoné este tema.
11. Véase mi libro Das Absolute in der Geschichte. Philosophie und Theologie der
Geschichte in der Spátphilosophie Schellings (1965), WKGS 2; también, mi «Freiheit
als philosophisches und theologisches Problem in der Philosophie Schellings», en
Glaube und Geschichte, Mainz 1990, 33-47,
12, En su libro Die Vollendung des deutschen Idealismus in der Spátphilosophie
Schellings, Stuttgart 1955. o
24 1. Mi camino en y con la Iglesia
La tradición viva
De este modo fue como llegó a ser para mí cuestión
fundamental
la visión histórica de la Iglesia y la tradición que parte
de la Escuela
Católica de Tubinga y arralga en los Padres de la Iglesia
. Johann Se-
bastian Drey habló de la «transmisión de la fe al presen
te perpetuo».
Mi maestro Josef Rupert Geiselmann compendió esta
idea básica
en su libro que lleva el título bien significativo de Fe
viva transmitida
santamente (1942). Las consecuencias de esta idea
para la teología
pastoral nos las reveló el pastoralista Franz Xaver
Arnold (f 1969).
Él se refería a que la tarea fundamental de la pastor
al es construir la
Iglesia viva hacia el futuro!*. Estas palabras resuen
an en lo que han
llamado luego programáticamente «nueva evangelizaci
ón» los papas
Pablo VI, Juan Pablo IH y Benedicto XVI. Este aspect
o pastoral fue
para mí básico en mi período episcopal (1989-1999),
Debido a esta actitud fundamental, los conceptos
de conservador
y progresista no han sido para mí una alternativa
con sentido ni du-
rante ni después del Concilio, y me he negado siempr
e a que me clasi-
ficaran en uno de tales bandos. Por eso, en ocasiones
ambos han des-
confiado de mí. Sin embargo, ya los antiguos miemb
ros de la Escuela
de Tubinga se consideraban pensadores independient
es. También yO
he intentado pensar con mi propia cabeza —que a
veces es la cabeza
dura de un suabo- y recorrer así mi propio camino. He
estado y sigo
- estando convencido de que toda teología ha de ser
conservadora en el
sentido de que ha de preservar y desarrollar con vitali
dad la tradición
apostólica tal como se ha transmitido en la 1 glesia
a lo largo de la his-
toria. Desde luego, no se puede preservar la tradición
esculpiéndola
en fórmulas de piedra, limitándose a repetirla e inculc
arla una y otra
vez, sino trasladando de manera viva la fe recibida,
traduciéndola en
cuestionamientos nuevos y pasándola al futuro. Conoc
er matizada-
mente la filosofía moderna puede ayudar para entrar
en debate de
modo constructivo y a la vez crítico con la Modernidad
, y para guar-
darnos de tesis estériles, rutinarias y antimodernas.
Todo esto era cargar con el sambenito no precisamente
de un libe-
ral, aunque luego ha habido ocasiones en que se me
ha querido ceñir
la capa de tal. Yo siempre me he visto a mí mismo, en el espíritu de la
Escuela Católica de Tubinga y su comprensión viva
de la tradición,
como quien tiene su patria en el centro de la teolog
ía católica.
Renovación
, |
fundamental :
el libro ?
de G. Alberigo, istoria del Concilio
Historia n Vaticano II
( 1959:1 955 ), 5 vols., versión cast.: Salamanca 1999-2008. La aa yl
C. Theobald, La réception du concile Vatican 11, Paris 20 (sólo ha apare er
J, Pottmeyer, «Kontinuitát und Inno Ek-
.
primer volumen). Además:as: H.
H. J 1. (eds.), Kirche im Wandel. Eine
¡ologie des TI. Vaticanums», en G. Alberigo et al. (eds.), eE 7
TS Zwischenbilanz nach dem Zweiten Vatikanum, Disseldorf 1982, 89-110; H. J.
Pottmeyer et al., Die Rezeption des Zweiten Vatikanischen Konzils, Disseldorf 1986;
W. Kasper, «Die bleibende Herausforderang durch a a
: Ik der Konzilsaussagen», en Theologie und Kirc. e, vol, 1, 201,2
O E Peso Das Zweite Vatikanische Konzil. Vorgeschionte, ab Precaisne,
-hgeschi
Nachgeschichte, Wi
Wúrzburg 1993; : P. Hinermann
ner d.), Das I . Vatikanum.
(ed.), | ad
Glaube im 1 Horizont ) “nisi
globaler Modernisierung, Pa derbornr 1988; K. Lehmann, « o
meneutik¡ik firfúr einen
el infti
kinftigen Umgang mit dem Konzil»,
A en G. Wassilowsky
2 (ed.),
207
. Vergessene Anstósse, gegenwártige Fortsc reibungen 201),
Ellas Br 2004, 71-89: A. Marchetto, 11 Concilio ecumenico Vaticano 1 uta
del Vaticano 2005; O. Rush, Still Interpreting Vatican 11. Some Hermeneutica y ne
ples, New York 2004; J. W. O'Malley, What Happened at Vatican HI, Cambridge, M
2008; G. Martelet, N'oublions pas Vatican II, Paris 2010.
28 1. Mi camino en y con la Iglesia
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30 [. Mi camino en y con la Iglesia
su
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de la hermenéutica de la renovación.
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hace memoria de todo (Jn 14, 26) y, al mismo tiempo, lleva a la verdad
IS25 e
plena (Jn 16, 13). Esta memoria no significa sin más repetición, sino
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Pentecostés renovado?, . | |
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La importancia del Vaticano II 33
Historia postconciliar
El postconcilio trajo muchas reformas litúrgicas, pastorales y ca-
nonísticas saludadas con satisfacción por la gran mayoría de los fieles,
y ha inducido, tanto en la pastoral como en la teología, renovaciones
espirituales de orientación bíblica y patrística. Sin embargo, no ha
venido un Pentecostés renovado ni se ha llegado tras el Concilio a la
primavera espiritual que se esperaba. No sólo se discutió a propósito
de la interpretación del Concilio*!, sino que, en algunos respectos,
decayó dramáticamente la vida religiosa, sobre todo en lo que hace a
las vocaciones eclesiales y a la trivialización de la fe. Tampoco se ha
producido la nueva irradiación misionera que se esperaba. En lugar
de alegría renovada por la Iglesia, lo que ha aumentado han sido la
crítica y el rechazo a ella. | |
Hay, pues, luz y sombra en el postconcilio. Así, sobria y matiza-
damente, lo vio el Sínodo Extraordinario de obispos que se reunió en |
1985, con motivo del vigésimo aniversario del final del Concilio??. El
Sínodo puso sordina al entusiasmo postconciliar a la vez que se negó
a oír gritos de Casandra y catastrofismos. | |
Las causas de esta divergente evolución son muchas. Las explica-
ciones que sólo remiten a una son muy pobres: no pasan de juicios y
condenas unilaterales. Es seguro que no se puede decir que todo lo
que ha venido después del Concilio haya venido a causa del Concilio.
Cabe argumentar a la inversa y decir que el Concilio marcó una espe-
cie de línea roja a la nueva ola de secularización que se inició tras él y
suministró recursos argumentativos que hicieron posible afrontar los
nuevos retos. Pero tampoco esto tuvo más que un éxito parcial. Glo-
balmente, estaban demasiado poco preparadas la teología y, desde
luego, la opinión pública de la Iglesia para la apertura a la Moderni-
dad que se expresó sobre todo en la constitución pastoral Gaudium et
spes y en la declaración Dignitatis humanae sobre la libertad religiosa.
Una vez que la neoescolástica y todo su andamiaje filosófico desapa-
recieron con más o menos ruido, en su lugar se impuso con frecuencia
31. Estas discusiones tuvieron lugar, por una parte, con la tradicionalista Her-
mandad Sacerdotal San Pío X, fundada por el arzobispo Marcel Lefebvre, y, por la
otra, sobre todo con algunos teólogos, como han sido los casos de H. Kúng, E. Schi-
llebeeckx, L. Boff y otros. En lo que sigue renunciaré ampliamente a entrar en estas
y otras controversias semejantes e intentaré exponer positivamente la doctrina de la
Iglesia. Sobre la recepción de la eclesiología del Concilio: B. Stubenrauch-M. Seewald,
«Das Konzil und die Kirche. Zur Rezeption einer vielschichtigen Ekklesiologie»:
00-616. |
A ln aus der Kraft des Konzils. Die ausserordentliche Bischofssynode
85. Die Dokumente mit einem Kommentar von W. Kasper, Freiburg 1.Br. 1986.
34 I. Mi camino en y con la lglesia
5. POLÉMICAS POSTCONCILIARES
33. Sobre esta ampliación de los horizontes, cf. infra 1.5 y 11.2.2 - [En estas referen-
cias internas se indica la parte, el capítulo y el apartado].
34. Cf. infra 11.3,3 y 11.5.8.
Polémicas postconciliares 35
La época de Munster
Aquella época fue para mí, en muchos aspectos, magnífica. En la
facultad de Teología católica conocí al que entonces era su profesor,
Joseph Ratzinger. Había participado decisivamente en la elaboración
de la eclesiología del Concilio y publicaba comentarios a sus textos
que eran de suma importancia y siguen mereciendo la lectura. Sus pu-
blicaciones, que han tenido mucha audiencia, han contribuido esen-
cialmente a aclarar y ahondar la comprensión de la eclesiología del
Concilio*. También conocí en Múnster a Johann Baptist Metz, que
en aquel momento estaba desarrollando su perspectiva antropológica
de la teología política, que originalmente se había orientado por Karl
Rahner y que estimuló luego la teología de la liberación. Cuando Jo-
seph Ratzinger pasó de Múnster a Tubinga, vino de Múnich a Múns-
ter Karl Rahner con su asistente de entonces, Karl Lehmann. Rahner
era uno de los grandes pensadores precursores del Concilio y siguió
siendo durante y después de éste un pensador de primera fila, pero
siempre se mostraba insatisfecho con la evolución postconciliar, que,
en su opinión, era demasiado lenta y miraba demasiado atrás.
En aquel momento, inmediatamente después del Concilio, un
buen número de posiciones chocaban las unas contra las otras. Los
progresistas ya no eran los conservadores que habían puesto en vi-
gencia la grande y ancha tradición católica en contra de recortes más
recientes de ella, sino los que pretendían una nueva forma de la Igle-
sia y una nueva comprensión de su doctrina, bien recurriendo direc-
tamente al Nuevo Testamento, o bien basándose en determinadas
interpretaciones histórico-críticas de él, en polémica con el mundo
moderno y con la filosofía actual. No hubo que esperar mucho a que
el exceso de emancipación respecto de la tradición llevara a una no-
table pérdida de orientación. En aquella situación se hacía necesario
volver a reflexionar sobre la esencia de la tradición, sobre la evolución :
del dogma y los criterios para ella, así como sobre los métodos de
la Dogmática; y también era preciso confrontarse seriamente con la
historia moderna de la libertad*.
35, Están ahora reunidas en los dos gruesos tomos: Kirche. Zeichen unter den Vól-
kern (Obra Completa (8/ 1 y 8/2), Freiburg 1.Br. 2010.
36. Véanse mis primeras publicaciones: Dogma unter dem Wort Gottes, Mainz
1965 (versión cast.: Dogma y palabra de Dios, Bilbao 1968) y Methoden der Dogmatik,
Miinchen 1967 (versión cast.: Unidad y pluralidad en teología. Los métodos dogmáti-
cos, Salamanca 1969). Me ayudó en ambas la hermenéutica de H.-G. Gadamer. Era
muy parecida la perspectiva de Karl Lehmann, «Die dogmatische Denkform als her-
meneutisches Problem», en Gegenwart des Glaubens, Mainz 1974, 35-53,
36 I. Mi camino en y con la Iglesia
Cuestiones pastorales
sonas recibieron este libro con gratitud, como un auxilio con el que
orientarse. Este mismo curso lo expuse al poco tiempo ante misio-
ONO AA
ONPESSVENARTELA NN,
Pero se veía que era preciso reflexionar más y sobre más puntos.
La palabra pastoral, que en la constitución Gaudium et spes y luego
debido al concilio pastoral holandés se había impuesto, había queda-
do reducida muchas veces a eslogan. Algunos creían que actuar pas-
toralmente quería decir poder saltarse lo doctrinal. No era así como el
Concilio entendía el término. Para escapar a este olvido de la verdad,
yo buscaba una solución apoyada en la reflexión teológica, que me
parecía poder encontrar con ayuda del principio de la epikeia o del
principio eclesiástico oriental de la economía: una traducción de la
doctrina en praxis que hiciera justicia a los problemas, a las personas
y a las situaciones. |
Tomás dice que la epikeia no pasa por alto la justicia, sino que más
bien es una justicia superior*. No hace caso omiso de los principios,
sino que se toma en serio el carácter único de cada persona y de ca-
da situación. Una persona individual, una situación concreta, nunca
pueden ser consideradas ni tratadas únicamente como un «caso» que
cae bajo una ley general, sin tomar en cuenta la situación vital concre-
ta“. La actitud pastoral es, pues, la prudencia pastoral, que, conforme
a la lógicay a la virtud de la prudencia, aplica a una situación una ley
de validez general según las reglas de la razón práctica, haciendo justi-
cia a esa situación y a las personas implicadas”. No se trata de ética de
situaciones, que convierte a la situación en la clave del conocimiento
de la verdad, sino de actitud de cura de almas que, salvo en lo que
hace a actos que en sí son malos y, por tanto, no son lícitos en ningún
caso, sopesa en conciencia la complejidad objetiva de las acciones*. Si
al contrario; tampoco ofrecimos una solución universal, sino que más bien señalamos
lo diferentes y complicadas que son las situaciones particulares, que manifiestan que
deben ser sopesadas debidamente. No agotamos la cuestión, pero entretanto el proble-
ma pastoral se ha agudizado..
38 1. Mi camino en y con la Iglesia
44, Cf. B. Háring, Frei in Christus, vol. 1, Freiburg i.Br. 1979, 65s (versión
cast.: Lj-
bertad y fidelidad en Cristo, Barcelona 198 1). También podemos remitir
al teólogo mo-
ral de Tubinga, elegido luego obispo de Rottenburg, Franz Xaver Linsenma
mn (+ 1898).
Polémicas postconciliares 39
. Véanse sus libros Glaube in Geschichte und Gesellschaft. Studien zu einer prakti-
schen Fundomentalihoologie Mainz 1977 (versión cast.: Fe, en la historia y la sea
Madrid 1979)y Zum Begriff der neuen Politischen Theologie 1967-1997, Malnz. o ,
46. Cf. a propósito de la teología de la liberación las dos declaraciones on on-
gregación para la doctrina de la fe: la Instrucción de la Congregación para la . octrina
de la fe sobre algunos aspectos de la «teología de la liberación» (6 agosto 1984), y la
Instrucción sobre la libertad y la liberación cristianas (22 marzo 1986). | ,
47. La primera edición de su libro así titulado apareció en Lima en 1971. Se ha
reeditado muchas veces en Ediciones Sígueme, Salamanca; la última: '*2009. 87
48. W. Kasper, Jesús el Cristo (1974), Salamanca 2012, 38-40.595.75-78.285-287.
3315, Además, mi artículo «Zur Theologie der Befreiung: Die Theologie der Befreiung
aus europáischer Perspektive», en J. B. Metz (ed.), Die Theologie der Befreiung. Hoff
nung oder Gefahr fiir die Kirche?, Dússeldorf 1986, 77-98. |
40 | [. Mi camino en y con la Iglesia
Consolidación
49. Zúrich 1970, reed. ampliada, 1989 (versión cast.: Buenos Aires,
1972). Véase
también: H. Kiing et al., Fehlbar? Eine Bilanz, Zúrich 1973; W.
Jens (ed.), Um nichts
als die Wahrheit, Eine Dokumentation, Minchen 1978 ¿ N. Greinach
er - H. Haag (eds.),
Der Fall Kting, Múnchen 1980.
30. Declaración sobre algunos aspectos de la doctrina teológica
del profesor Hans
King: Christi ecclesia (15 diciembre 1979). Antes había habido la
Declaración respecto
de algunos errores concernientes a la doctrina católica de la Iglesia:
Mysterium Ecclesiae
(24 junio 1973). Para la discusión crítica de la posición de King,
cf. K, Rahner (ed.),
Zum Problem Unfehlbarkeit. Antworten auf die Anfrage von Hans
King (QD 54), Frei-
burg 1.Br. 1971. Y más adelante en este libro: 11.5.4 (sobre el Concilio
Vaticano 1).
31. Los sucesos de entonces los ha expuesto desde su propia perspecti
va H. Kiing
en su libro Umstrittene Wahrheit. Erinnerungen, Miinchen 2007
(versión cast.: Verdad
controvertida. Memorias, Madrid 2009). No quiero entrar en ello
ni en algunas de sus
valoraciones, que son parcialmente despectivas.
52. Cf. mi «Freiheit des Evangeliums und dogmatische Bindung
in der katholi-
schen Theologie. Grundlagenúberlegungen zur Unfehlbarkeitsde
batte», en W. Kern
(ed.), Die Theologie und das Lehramt, Freiburg ¡.Br. 1982, 201-233.
33. Lo hizo así en la Apología pro vita sua. Cf. mi trabajo «Erneuer
ung des dogma-
tischen Prinzips», en A. Ziegenhaus (ed.), Veritati Catholicae
(homenaje a L. Scheffc-
zyk), Aschaffenburg 1985, 43-62. Igualmente, K. Lehmann,
«Die dogmatische Lehr-
form», en Gegenwart des Glaubens, Mainz 1974, 33-53.
Hacia una posición eclesiológica propia |
. 4]
. + F - r .
54. Cf. W. Kasper (ed.), Logik der Liebe und der Herrlichkeit Gottes, Hans Urs von
Balthasar im Gesprách (FS K. Lehmann), Ostfildern 2006.
42 Í. Mi camino en y con la Iglesia
7. LA AMPLIACIÓN DE HORIZONTE
S PASTORALES Y ECUMÉNICOS
Experiencias pastorales como Obis
po
Cuando después de veinticinco
años de trab
ajar como profesor
universitario fui llamado a ser obis
po de una gran diócesis, empezó
para mí, al despedirme del mundo
académico que tanto amaba y al
iniciarse elcamino de la responsabilidad ecles
ial, una nueva fase de
la vida. Nunca olvidaré la consagra
ción episcopal y sus simbolos, tan
cargados de sign ificado. Queda uno comprometido
Nos viene dada y a la que se nos a una misión que
destina como a tarea vinculante,
es recibido en la y se
comunidad universal de los obispos,
con el papa, esta misión les ha sido a quienes, junto
confiada de modo especial.
La diócesis de Rottenburg-Stuttgart
, con sus cerca de mil comuni-
dades, presenta una inmensa vari
edad. Hay en ella sectores urbanos
industriales, y otros rurales; hay e
zonas de mayoría católica y zona
mayoría evangélica. Era una igles s de
ia local que se encontraba en rápi
transformación social y CON grav da
es perturbaciones pastorales. Inte
en la medida nté,
de lo posible, visitar las comunidades
g05 y muchos días laborables. Proc todos los domin-
uré dialogar regularmente con
sacerdotes, encontrarme con laic los
os y religiosos, con grupos eclesial
y Nuevos movimientos, con gent es
e que ocupaba posiciones de
razgo y con marginados: Inmigran lide-
tes, personas Impedidas, gentes
hogar, drogodependientes, presos. sin
Aquello era de manera concreta
Iglesia como pueblo de Dios; allí la
la eclesiología de comunión tenía
ser sometida en concreto a la prue que
ba de la experiencia.
La hermenéutica del Concilio ya
se había vuelto por entonces en
muchos casos un problema. Hub
o frecuentes disputas y polémica
bre la recta interpretación del Con s so-
cilioy su eclesiología de comuni
Constantemente ón.
había que
distinguir en la pastoral de las comuni
des la comprensión legítima y la da-
comprensión errada de la communio
La polémica afectó a la Importan .
cia irrenunciable del servicio pres
bi-
73. Cf. infra 1.5.5; 11.7.
Ampliación de horizontes 47|
|
al en y para la comunidad; al lugar de los consejos ANDREI | iliares;
;
a a pastoral cooperativa; a que los laicos predicaran en la e
$ + u
a
. r 1Ón.
todas estas cuestiones se ponía a prueba la eclesiología as pastorales
Además,, también ¡é
se neon
traba entre las experiencia ¡
¡ienificación relativa pero pro-
el reconocimi miento de la dignidad, de
d la signi ficac ió
iglesia local y la responsabi-
ia y de los problemas específico í s e una iglesi a local y ntro de
lidad particular que todo. ello rsuponía para np oca a nuevo
la uni . Se imponía la necesidad Í de en con
la IglesiaOK universal :tienen la una respectoto de la otra la Igle-
uilibrio entre los pesos que >
Oe vestión
sa universal y la iglesia local. Lo que al prncipio era or ersia con
bastoral llevó luego, sin que yo lo pretendiera, a una controversia
el entonces cardenal Joseph Ratzinger”.
ho
bula
Ampliación de horizontes 49
Reforma era para mi, ya que procedo del país donde ésta se originó y
había trabajado en dos universidades que tenían ambas una facultad
católica y otra evangélica, algo bien usual. Ya antes había tomado
parte en diálogos ecuménicos internacionales (Fe y Constitución de
la Iglesia y diálogo católico-luteranoy?. | |
. En cambio, era muy nuevo para mí el mundo de las iglesias orienta-
les, tanto el de las ortodoxas orientales (copta, siríaca, armenia, etió-
pica, malancar), como el de las ortodoxas bizantinas y eslavas. Su rica
tradición espiritual, teológica y litúrgica enseguida me fascinó. Pero
también el mundo de la cristiandad evangélica se me mostraba ahora
con todos su colorido y variedad: anglicanos, luteranos y reformados,
y además el variopinto mundo de las iglesias libres y el de las aún más
recientes y en rápido crecimiento iglesias pentecostales y comunidades
carismáticas, que desde que empezó el siglo pasado han cambiado
grandemente el mapa ecuménico y lo han hecho inabarcable. :
Comprobé la gran pluralidad y la riqueza de la cristiandad e hice la
consoladora experiencia de que el Espiritu actúa también fuera de las
fronteras de la iglesia católica. Pero también hice la del trágico desga-
rramiento de la cristiandad en cientos de iglesias y comunidades, que
le impide, en este mundo amenazado por tantos conflictos y también
desgarrado internamente pese a la globalización, realizar de manera
convincente la misión que Cristo le dio como viático y dar testimonio
al unísono del Dios uno y del Mediador uno, Jesucristo. La túnica sín
costuras de Cristo (Jn 19, 23) la hemos hecho pedazos. La Iglesia, que
es el cuerpo de Cristo, sangra por muchas heridas profundas. |
Sólo podemos, pues, estar agradecidos por el regalo que nos hace
el Espíritu Santo: haber suscitado en todas las iglesias, con el movi-
miento ecuménico del siglo XX, el arrepentimiento por esta situación
que contradice la voluntad de Jesucristo y un hondo anhelo por la
unidad de todos los cristianos, de los que ha tomado impulso el mo-
vimiento ecuménico. El diálogo ecuménico fue abierto oficialmente
por el Concilio Vaticano II con el decreto Unitatis redintegratio. Juan
Pablo II, con la encíclica Ut unum sint (1995) —la primera encíclica
ecuménica de un papa-, le había dado un impulso esencial y había
sostenido que era irreversible la apertura ecuménica. Mis predeceso-
res, los cardenales Augustin Bea (y 1968), Jan Willebrands (f 2006) y
76. Sobre la teología ecuménica, cf. infra 11.4.1 y 1.6.2.2. Mis propias contribu-
ciones son: That they may all be one. The Call to Unity, London-New York 2004; Á
Handbook of Spiritual Ecumenism, New York 2006; The Petrine M inistry. Catholics and
Orthodox in Dialogue, New York 2006; Harvesting the Fruits. Basic Aspects of Christia
Faith in Ecumenical Dialogue, London 2009,
SO 1. Mi camino en y con la Iglesia p
r
p
E
!
Edward 1. Cassidy, habían establecido sobre esta base :
muchos con-
tactos, habían fomentado la confianza y habían alcanzado
dialogan-
do acercamientos y mutua comprensión. Cabía seguir constr
uyendo
desde aquí e ir más allá. o
Hay quienes creen que con el ecumenismo se hace uno menos
ca-
tólico. Lo que sucede es lo contrario. Del encuentro con
los demás
cristianos se sale enriquecido y también se redescubre la
riqueza y
belleza de la iglesia católica. Se puede comprobar, por ejempl
o, que el
ministerio petrino es un gran regalo del Señor a su iglesia,
que le da su
consistencia interna; y las otras iglesias, que no lo tienen,
lo echan de
menos dolorosamente, Se descubre que el ministerio petrino
, como
servicio a la unidad, tiene potenciales para aumentar la
unidad ecu-
ménica de la Iglesia que distan mucho de haberse agotad
o.
Así, se hace la experiencia de que el diálogo ecuménico no
es una
calle de una sola dirección, sino un mutuo dar y tomar.
Me parece
fundamental la definición del papa Juan Pablo II, que
dijo que el
diálogo ecuménico no es sólo un intercambio de Ideas, sino
un inter-
cambio de dones”, El ecumenismo no es un asunto en que
se pierda
catolicismo, sino un proceso de crecimiento católico. La ecume
ne en-
riquece la unidad que ya está dada en la lglesia católica. No
nos hace
menos católicos sino, en sentido concreto, más católicos.
Lo católico
y lo ecuménico no se oponen, sino que son las dos caras
de la misma
medalla. Así que hoy estoy más convencido que antes de
que la ecu-
mene es un taller de Iglesia del futuro. Ss
Globalmente, fue un tiempo hermoso pero nada fácil, lleno
de
trabajo duro y complejo, dados los conflictos que hubo que
afrontar.
El 1 de julio de 2010, o sea, el día en que me despedí de mi
ministerio,
se decía en el himno de laudes: «El que dispersó a Israel
lo reunirá y
lo cuidará como un pastor a su rebaño» (Jr 31, 10). ¡No
se dirá que
no es una promesa alentadora!
ñ diia
Ampliación de horizontes 33
P
E
rn
Lo
más de lo que se podía soñar. A la vez, este texto intenta elaborar con F
Pp
Ampliación de horizontes 35
E,
se entra en diálogo con los obispos del hemisferio sur, el primer plano
,
!
á
¿
del ecumenismo no lo tienen las iglesias protestantes tradicionales,
1 sino las iglesias pentecostales. El Consejo para la Unidad ha aceptado
el reto y ha organizado simposios en Africa, Asia y Latinoamérica
F
r
!
h
po
ferio sur (se suele hablar de Global South) queda de manifiesto, pues,
Lo.
t
también en lo que concierne al ecumenismo. (
1
F ¿Qué logros se alcanzaron? No es fácil decirlo. Desde la perspeo-
i
i
., tiva humana, es obvio que la plena unidad visible en la fe está más
r
i
lejos de lo que creíamos tras la inflexión conciliar. Pero no es asunto
- nuestro determinar fecha y lugar. Con todo, los logros ni son nada ni
oh
o
E
53
A1
mí
u
Crisis y retos del presente 57
y
|
.J.-E ti
Lyotard, La condition postmoderne, Parisis 1979 (versión cast.: La condi-
ción postmoderma Madrid 1984); W. Melsch, Unsere E ro
er
1987; P. Koslowski et al. (eds.), Moderne oder Postm oderne?, on, ; W.Kas
en iheclogie
Die Kirc der
ichts der Herausforderungen Postmoderne»,
nd Kinche. oO Maior 1999, 249-264. Una discusión constructiva en C. Theobalo
Le christianisme comme style. Une maniére de faire de la théologie en postmo ;
93. A. Delp, Im Angesicht des Todes, Frankfurt 1961, sobre todo 131-137
(versión
cast.: Frente a la muerte, Madrid 1966); D. Bonhoefíer, Widerstand
und Ergebung (ed.
E. Bethge), Miinchen 1977 (versión cast.: Resistencia y sumisión,
Salamanca 2008).
94. Así describe C. Taylor la situación en su gran libro A Secular Age,
Cambridge,
MA - London 2007. Taylor vuelve a mostrar, con razón, que la teoría
de la seculari-
zación, que parte de la relación necesaria entre modernización y
secularización, está
superada. Para la discusión en épocas anteriores, véase mi art. «Sákulari
sierung», en
StL? 4, 993-998.
95. Se trata de la conocida formulación de M. Weber en su Wissensch
aft als Beruf
(1919), en Gesammelte Aufsátze zur Wissenschaftslehre, Tibbingen
1973, 594 (versión
cast.: La ciencia como profesión, Madrid 1992).
Crisis y retos del presente 6l |
a 60 de
cluso con frecuencia banal, aun cuando haya en él
yor on
melancolía y de nostalgia e interés por lo esotérico. Es difíci
él una megamoda religión”. Más bien es el arte lo que ha must uido
para muchos a la religión y lo que deja abierto un resquicio a una
tiemploo empíri
dondeaden queotrosupera
realid co. Pero lo corriente es que en e pues O
la trascendencia señalaba
hacia otro mun o
misterioso, maravilloso y divino, hoy sólo quede un gran bostezo; al !
ia ante má
donde en otro tiempo había dioses, lo que queda es angust
vmá ue nos rodean”.
? e que hoy vredomina más O menos en nuestras sociedades de
Occidente es la opción en favor de un humanismo que se supone que
y una
se basta a sí mismo. Suele adherírsele una cierta melancolía
nostalgia: el sentimiento de que le falta algo que ya no existe; quiza
incluso cierta pena, cierta tristeza; pero es esto lo que caracteriza el
modo en que viven hoy muchos hombres. Buscan llenar sus vidas no
en relación con una realidad trascendente, sino de múltiples maneras
inmanentes, que con mucha frecuencia son absolutamente respeta.
bles. No se puede decir que su vida transcurra siempre en la co -
cialidad, que sean insinceros y hasta inmorales; por el contrario, hay
entre ellos muchas personas integras y responsables, que todos cono-
cemos, con las que convivimos a diario y con las que nos encontramos
las esferas de la vida. |
o Claro que también hay otras opciones, mucho más radicales, que
en el fondo son casi paleolíticas. Existe una religiosidad fundamen-
talista intolerante, errada en lo ideológico y muchas veces militante,
que no la encontramos sólo en el islam, y hay igualmente un nuevo
ateísmo intolerante, fundamentalista, agresivo e ideológico, en el que
la misma tolerancia ilustrada que tanto alaba se ha vuelto intoleran-
te, y, por ello mismo, difama toda pretensión de verdad y la co
Las dos posturas parten, en direcciones opuestas, de la teoría de aser
cularización, que ha quedado entretanto superada; conforme a ésta,
los procesos de modernización comportan necesariamente procesos
de secularización, de modo que los unos luchan contra la moderni-
zación por el riesgo de seculatización, y los otros, para fomentar a
modernización, reprimen militantemente la religión y, en concreto, e
cristianismo, y proscriben del espacio público la cruz, bajo cuyo signo
creció Europa. Como siempre, los extremos se tocan.
96. Sobre esta tesis, que, cuando menos, es ambivalente, cf. El Dios de Jesucristo, .
XI-XUL 3% |
97. Esto aparece descrito de forma fascinante en R. Safranski, Romanticismo. Una
odisea del espiritu alemán, Barcelona 2009 (orig. al.: 2007).
62 | [. Mi camino en y con la lelesia
No nos hace avanzar ni un paso en esta situación 1Ón merasmirar conos nos-
to Igia al pasado y pensar que cabe reproducir la vieja 18] eran a a. -
, debemos correr tras 0 utop ias que piensan qu eenne el tercer o
Dn struir| una Iglesia nueva. a. Nisoñar nostálgicamente
tál; c
? sado Mis
cdo soñ u na utopia| nos sirven
ni ¡ soñar ! “ven. U Una posición conservadora aora
ue se entienda bien a sí misma no cree poder restar con ao e .
- 16 ituación do, sino
1Ó del pasado, sino introducir en la nueva sl
e manera
manera argum entativa y !
constructivo ( ítica
-Critica 1 lo € pres ervadoa en la
de
tradición, lo que tiene valor y vigencia perdurables: poder pas
nuevo a la realidad que ha cambiado.
? *
e YI
a
LOS RASGOS FUNDAMENTALES
DELA ECLESIOLOGÍA CATÓLICA
l
CONSIDERACIONES PREVIAS
DE TEOLOGÍA FUNDAMENTAL
1. INTRODUCCIÓN
«lelesia»: una palabra con muchos significados
En mi infancia y mijuventud, la parroquia y la Iglesia pertenecían
al mundo de la vida normal en el que crecimos y nos sentíamos en
casa. Para muchos, cuando no para la mayoría de los jóvenes, esto ya
no es en absoluto así hoy. Martín Lutero todavía podía decir que no
había niño de siete años que no pudiera decir lo que es la Iglesia!. No
se atrevería hoy a tal afirmación. Para muchos de nuestros contem-
_poráneos, la Iglesia se ha convertido en un mundo ajeno que quizá
«aprecien por los servicios sociales que presta pero con el que ellos
personalmente sólo entran en contacto en alguna ocasión o gracias a
los medios. Y para no pocos la Iglesia ya se ha convertido casi en un
palabro de carga negativa. |
Por tanto, antes de hablar de la Iglesia, de cómo see entiende a sí
misma, de su misión y sus ministerios, tenemos que procurar conse-
-guir una cierta comprensión previa de aquello de lo que hablamos y
qué queremos decir cuando nos referimos a la Iglesia. Ello es tanto
más necesario cuanto que la palabra «iglesia» tiene muchos significa-
dos y cabe entender con ella cosas bien distintas. |
Por «iglesia» se puede entender el edificio que sirve para la asam-
blea litúrgica y la celebración de los servicios religiosos, que, en el caso
de las viejas iglesias y de las nuevas bien logradas, posee un alto valor
artísticoy cultural; lo que hace que a los ojos de muchos la Iglesia
aparezca como una magnitud museística del pasado. Si se habla dela
Iglesia actual, quiere entonces decir la palabra una estructura social, a
la que con frecuencia se apostrofa de Iglesia jerárquica, con diferentes
en este credo común y por el bautismo, que es uno y único. Los tér-
minos, por ejemplo, alemán e inglés para «iglesia» (respectivamente,
Kirche y church) derivan de la palabra griega xvguaxóc, que quiere
decir la comunidad del Señor (x4vovoc) Jesucristo, que se adhiere a él?.
Este rasgo común fundamental es mayor que todo lo que, por lo de-
más, separa a los cristianos. Por ello los miembros de todas las iglesias
tienen hoy mayor conciencia que en el pasado de que son hermanos y
hermanas en el señor común, uno y único, Jesucristo.
:. Esta comunidad fundamental en la fe única en Jesucristo y en el
- bautismo Único distingue a los cristianos de cuantos no lo son, ya
sean éstos miembros de otras religiones con las que nos encontra-
mos respetuosamente, ya sean agnósticos, escépticos, indiferentes o
tengan una postura antirreligiosa. Los cristianos tienen que respetar,
aunque no las compartan, todas las convicciones sinceras. En el mun-
do pluralista de hoy, que se ha secularizado ampliamente, los cristia-
nos solemos vivir en la diáspora, en la que ser cristiano y pertenecer
practicantemente a la Iglesia ya no es nada que vaya de suyo, y en la
- que debemos convivir con tolerancia y respeto.
Esta nueva situación de diáspora ha contribuido, entre otras co-
sas, a que los cristianos de las diversas confesiones se hayan acercado
entre ellos. Ello nos hace experimentar más (y sufrir) que haya res-
pecto del tema Iglesia tantas diferencias entre las iglesias, que llevan
a separaciones y rupturas que con frecuencia atraviesan las familias
y los círculos de amigos y conocidos. La aproximación ecuménica ha
atenuado estas diferencias pero de ninguna manera las ha abolido.
En un mundo que cada vez está más globalmente en red y en el que
no sólo las distintas confesiones, sino también con mucha frecuencia -
quienes pertenecen a religiones diferentes conviven puerta con puerta
y hasta en la misma casa y en la misma familia, en este mundo único,
que se ha vuelto una gran comunidad de destinos, se plantea ineludi-
- blemente la cuestión de la Iglesia única. La eclesiología, la doctrina
sobre la Iglesia, no es, pues, un asunto puramente académico, sino
que concierne de un modo o de otro a la vida de cada cristiano.
este credo común y por el bautismo, que es uno y único. Los tér-
o 108 por ejemplo, alemán e inglés para «iglesia» (respectivamente,
e |
Kirche y church) derivan de la palabra griega a
decir la comunidad del Señor (+vetoc) Jesucristo, que se a o % e.
Este rasgo común fundamen tal es mayor que todo lo qe po! oe
más, separa a los cristianos. Por ello los miembros de to A AS 0 ,
tienen hoy mayor conciencia que en el pasado de que son her
hermanas en el señor común, uno y Único, Jesucristo. Coon
Esta comunida d fundamen tal en la fe única en Jesucristo y
bautismo Único distingue a los cristianos de cuantos no lo son, ya
sean éstos miembros de otras religiones con las que nos encontra.
mos respetuosamente, ya sean agnósticos, escépticos, 1nd1 o e
tengan una postura antirreligiosa. Los cristianos tienen q Ñ pe tas
aunque no las compartan, todas las convicciones neeras : » DA
do pluralista de hoy, que se ha secularizado ampliamen e, a
nos solemos vivir en la diáspora, en la que ser cristiano y p n
practicantemente a la Iglesia ya no es nada que vaya de suyo, y
que debemos convivir con tolerancia y respeto.
Esta nueva situación de diáspora ha contribuido, entre as eo
sas, a que los cristianos de las diversas confesiones se hayan acre 00
entre ellos. Ello nos hace experimentar más (y sufrir) que a Ares
pecto del tema Iglesia tantas diferencias entre las osas, que can
a separaciones y rupturas que con frecuencia atraviesan as A as
y los círculos de amigos y conocidos. La aproximación ADA eN
atenuado estas diferencias pero de ninguna manera las ha a o ido.
En un mundo que cada vez está más globalmente en red y en e que N
no sólo las distintas confesiones, sino también con mucha Secuencia
quienes pertenecen a religiones diferentes conviven puerta con per
y hasta en la misma casa y en la misma familia, en este mun: o a ,
que se ha vuelto una gran comunidad de destinos, se plantea ineludi-
* blemente la cuestión de la Iglesia única. La eclesiología, la doctrina
sobre la Iglesia, no es, pues, un asunto puramente académico, sino
que concierne de un modo o de otro a la vida de cada cristiano.
la
papi poll 4 A
EN .—
Introducción A
d
5
Reflexiones previas sobre el método 73 |
es pura
el culto. Expresa que la fe noos]
- de la comun idad reunida para
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| do
6. , sino siemp
re también fe nuestra. La fe personal del individuo
común de la Iglesia de todos los tiempos
sig“snifica que él asiente a la fe Es Do,
| _ytodos1 os lugares, sincrónica y diacrónicamente.
E la fe una y en la comunidad en la te una. Cree uno ono $ e Pe
cero no se está nunca solo en la fe, sino que va uno pe opo DNA
unido. mes do ON
la Iglesia de todos los tiempos, y a ella está
udo decir: «En el credo, la confesión de la fe la hace a g
€ presupone
que es una en la fe, como sl fuera una persona
E + Así, la eclesiología es ciencia de fe en doble son 1 o o
la convicción personal de fe y bebe de la fe de la lg a oo
no son las experiencias privadas, buenas o malas, con a Ig a
PON
convicciones personales, piadosas o nO, que cada teó Ogo pa
decisivo es la confesió n e esicloví a
a propósito de la Iglesia. Lo
la Iglesia: una, santa, católica y apostóli ca ea a Je A
g esia, Pr >
entendida teológicamente como doctrina sobre la
una teoría que se bosqueja desde fuera sobre la Iglesta: como om
eclesial, es una reflexión de la Iglesia sobre sí misma y su m
el mundo.
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e nor con todas las 0 fuerzas (Mo
todo el corazón;
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intuición de Tomás de Aquino. La convirtió e O básico
desu teología: referirlo todo a Dios y rar ente ¿Sto obicto
ac Dios"!. La Iglesia visible es, pues, para E Seno eins
did tificación en la medida en que es lugar hi >
coment de la presencia de Dios
trumento los € en Jesuc risto!?,|
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76 11.1. Consideraciones previas de teología Junda
mental
k y |
Tertuli ano, Clemente Í
de Ale] ] andría, Oríg[genes y
todo,
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dei),
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+ otr OS ) establecieron la regla de la fe (xovovpv ticTS TUrioteos, regula
] forma
y .
.
. nal externa de la fe, sino a la regla que dl la So mn po necio
vida de partida situa 1
mida o e ro en liturgia y vivido en la Iglesia, era
pociamado, sido, oerado ena como por los teólogos de la ca
No hetica al Concilio de Trento!*, y también les era familiar a los
de rmad Tes que entendían la Iglesia como creatura verbi”. a
ela crítica bíblica ilustrada, y en concreto Hermann Samu
¡ch
,
oOgos de Tubinga| del XIX. Fueron decisivos Johann Sebastian cis mo
| iy tratado programático Del espiritu y la esencia e e
(181oy y su Breve introducción al estudio de la teología ( ,
( Pp ienemen
o Eynde, Les normes de [ enseigneme t chrétien«Diedans la littérature
Bedeutung der
strist me de s oia premio siécles, Gembloux 1933;
B. de
Pena fdel als Grundlage theologischer Aussagem: Stucta. neologi ca 12 (1958) 1-44.
reguia J10e : Regula fidei», en
2765
'stoive
a"o peortante la Investigación de H. de Lubac, Histoire etet esprit,esprit, ParisParis 1950; -
sim
t Gottes, 86-92, o.
Am E ate Clas famosas palabras de M. Lutero: a no signifi-
pa del
Cc a Z no la predicación y . el clamor sobre la gracia
alcanzadas con su m ente , “y en La
Señor Jesucris: to, merccicas y letras, sentido propio no lo que
sino más bien una co y na palabra
a >
hay en Los bros de resuena en el mundo entero y
se grita en e Gottes 168.
1, 13). Cf. mi Dogma unter dem Wor
odas , Artes......» (WA 101, A
tod:
|
18. Con detalle, más abajo: 11.2.2. 22, 2 v0
19. Der christliche Glaube (1821/ 18 », ls.; versión cast.: La fe cristiana, Sa-
lamanca 2013.
| € -575. Se ha reimpreso en J. R. Geiselmann
ces ocholici ómes, Mainz 1940, 193-234. Sobre la
Christentumsa 7]
a desas Chris
(ed.), Geist E «Johann Sebastian Dreys Programmschrift
esto texto h lizismus neu gelesen, oder Die kultisch-Jiturgische Di-
Vom Geist: nede AGR
importancia
oo Sa Architektur des Christentums», en P. Walter et l. (eds.),
mension al. (eds.)
| 5-132, ]
o .a Reedi de or M. Seckler, Johann Sebastian Drey, Nachgelas-
sene Schriften, 3 vols., Túbingen 2007.
78 11.1. Consideraciones previas de teología fundamental
22. Die Einheit in der Kirche oder das Prinzip des Katholizimus, reeditado,
introdu-
cido y comentado por J. R. Geiselmann, Darmstadt 1957.
| 0%
23. Symbolik oder Darstellung der dogmatischen Gegensiitze der
Katholiken und
Protestanten nach ihren óffentlichen Bekenntnisschrisften, reeditado,
introducido y Co-
mentado por J. R. Geiselmann, Darmstadt 1958.
24. Die Einheit in der Kirche, 44.48; cf. 380.
25. Symbolik, 389. Karl Barth objetaba contra esta formulación. Reconoció
portancia de la Escuela de Tubinga (Kirchliche Dogmatik, 1/2, 622ss)
la im-
y llama a Móhler
padre del catolicismo contemporáneo (ibid. 624); pero también hace
a la Escuela de
Tubinga responsable de la «herejía del neoprotestantismo y del
catolicismo» (p. 607),
porque pensaba que aceptó la doctrina de Schleiermacher -sobre
el espiritu común,
que identifica a la Iglesia con la revelación. M. Seckler («Johann
Sebastian Dreys
Programmschrift», 73-106), refuta, en lo que hace a Drey, este juicio
equivocado pero
muy extendido. En lo que se refiere a Móhler, Barth pasa por alto
que, ya en su obra
temprana Die Einheit in der Kirche (p. 243-248.513), se separó expresa
y claramente de
esa doctrina de Schleiermacher y entendió el Espíritu como el Espíritu
Santo que habita
en la Iglesia, o sea, como persona divina. No por nada habla en
el lugar citado de la
Simbólica de «exposición» y en otro lugar de «imagen» (p. 353); de
modo que no cabe
hablar en absoluto de que identifique a Cristo y la Iglesia. Cf. infra
11.2.1 y 11.3.2.
Mido
Reflexiones previas sobre el método 79
36. WW 11/16, Ziirich 1985, 3 (versión cast.: Carta a los Romanos, Madrid 2002).
Para la clasificación y la exposición de la teología de K. Barth, véase H. U. von
Balthasar, Karl Barth. Darstellung und Deutung seiner Theologie, Kóln 1962. Sobre
su recepción en el catolicismo en general, véase B. Dahlke, Die katholische Rezeption
Karl Barths. Theologische Erneuerung im Vorfeld des Zweiten Vatikanischen Konzils,
Túbingen 2010. | |
37. Cf. Th. Schneider-W. Pannenberg (eds.), Verbindliches Zeugnis, vol. 3, Schrift-
verstáindnis und Schriftgebrauch, Freiburg 1.Br.-Góttingen 1998. |
38. Kirchliche Dogmatik 111, 8 1.
39. Ibid., 10.
40. Ibid. 1/2, 890.
$2 11.1. Consideraciones previas de teología fundamental
, en el sentido
- damente se ha independizado de todo esto, justamente
- de la suficiencia material de la Escritura. Si se entiende esta suficien-
- cia material o de contenido en el sentido de la Escritura entendida en
o la interpretación de la tradición, la tesis concuerda entonces perfecta-
a mente con la tradición católica. Entendida asi, también se la encuen-
, tra en Tomás de Aquino* y, con muchas matizaciones, en algunos
teólogos romanos del siglo XIX, por ejemplo, en el muy reputado
a Johannes Baptist Franzelin (+ 1886)”. Pero es errónea si lleva a pen-
sar que la exégesis histórico-crítica, emancipada de la tradición, es
n la última instancia en teología. Contra esta tesis, que contradice la
. opinión del propio Geiselmann, protestó en seguida, con razón, Jo-
seph Ratzinger”. El mismo Vaticano HI, después de largos debates y
una controversia que llegó hasta su final, dejó abierta la cuestión de la
. suficiencia material de la Escritura, pero resaltó y subrayó la estrecha
relación que hay entre tradición, Escritura y doctrina eclesial”.
'. - El punto de partida y la base de la teología es, según lo entiende el
catolicismo, la Sagrada Escritura en conexión con (o sea, en la inter-
so sobre
no ha las
de arenas movedizas del tiempo y sus modas, tan cambiantes; y
extrañarse de que cuando la tempestad llega y brama, no le
- quede más que un montón de escombros (cf. Mt 7, 24-27)*.
| | s
| ] 51:
a infra 5
11.6.4). La cuestión discutía
se agudizó 5 tras el Concilio, cuando se dis
core ta deología de la liberación y la introducción del Aálisi aolónia $e la centr
E :
socieódad
en
ción teológica. Cf. supr a L5.
a : .
1scuú
qué! a norta
que Inpor ncia
metodológica y normativa podían tener instancias e : A Melcho r Cano,
la histor ia),
Tomás de Aquino, denominaba loci alieni la razón
, la heben Úberlegu a
MPA DH 3016. Sobre ello, mi texto «Kirche ins Denken
“E EN Mooney etal.
gen san Thema Glauben und Verstehen in der Ekklesiologie», en H. A.
E
(eds), Theologie aus dem Geist des Humanismus (homenaje a P. Walter), Freiburg ¡.Br.
2010, 156-164. |
90 11.1. Consideraciones previas de teología fundamenta
l
situación que la filosofía primera: tampoco
ésta, como ciencia de
los
fundamentos, puede remitirse todavía a
otro fundamento más que se
pPresuponga que está por encima de ella. Por
tanto, lo que ella hace,
en la formulación de Tomás, es argumentar
contra el que niega sus
principios; lo que pretende es refutar las obje
ciones que se le presen-
tan (solvere rationes)"”. Tiene que procurar,
pues, acreditar que la fe
no es irracional, sino que hace racional
mente buen sentido y que es
capaz de ser puesta en correlación con
la razón.
En un segundo paso, de lo que se trata
es de exponer cada verdad
de la fe (luego también las afirmaciones
de fe sobre la Iglesia) en su co-
nexión íntima con la totalidad de ésta
y hacer visible la lógica interna
y la estructura de la fe. De lo que se trata,
por tanto, es de no limitarse
a establecer las verdades singulares de
fe unas junto a las otras, sino
de exponerlas como un todo pleno de
sentido y hacerlas comprensi-
bles. Ha de observarse aquí la jerarquía
entre las verdades%. Quiere
decirse que hay que interpretar cada
una de las doctrinas sobre la
base y a la luz de la doctrina fundamen
tal: la que se refiere a Dios y
a Jesucristo”. De este modo, también
la eclesiología se deja entender
como un todo coherente y armonioso
partiendo de la doctrina sobre
Dios, de la cristología y de la pneumato
logía. Al considerar las tesis
eclesiológicas en su relatividad O, mejo
r dicho, en su relacionalidad
respecto de Dios (hacia Él y desde ÉD,
puede uno librarse de absolu-
tizar falsamente la Iglesia. La eclesiolog
ía está, pues, bajo un criterio
superior, desde el que debe ser interpre
tada tanto en sentido crítico
como en sentido constructivo.
En un tercer paso, cabe considerar la (
fe en relación con el sentido
y la meta del hombre y del mundo y
cabe situar a la eclesiología en el
universal contexto de la esperanza del
mundo y del hombre. De nue-
vo, la eclesiología, en su si gnificado
existencial, puede dar este tercer
paso. Tal fue el intento de la teología
de Buenaventura, inspirada por
e lentia q que
praxis de la fe y vuelve luego a la praxis”. Es más sapientia
g ”
teórica, sino un
no es una capacidad teórica,
| ” ientia. La sapientia, en efecto, Ls,
: SC .
iento
(sapere) experiencial de
pleno yDel la verdad. Es NINA .
pl borear
experienci a (cognitio experimentalis) y, cómo a des A LEO
. gustar de Dios
u k (gustus vel saporatio)". También el maes
lenci
hart describe la sabiduría como ciencia
ha sabrosa (sapida scientia)”?. De
da scientia)
-
,
Laa
. a
:
. . e .
de fe ni ta n convi
. más
ca ni tan digna ] |
,
teológSoiica, conv enza a todos. Siempre se podrá atacar los argume umentos
E
52 . A
Se | n, art. «Weishert 1 »,
, 6.6 Más testimonios en B. Hallenslebe
en LThK? 10, 1038s.
92 11.1. Consideraciones previas de teología fundamental
Comunión y comunicación
El principio de que la fe busca inteligencia puso a la teología desde
muy pronto a dialogar con la filosofía, ya que,'igual que la teología,
la filosofía, en su forma tradicional, definida por los griegos y, sobre
todo, por Platón y Aristóteles, no se pregunta sólo, como hacen las
75. Cf. mi «Ermutigung zum Denken. Von der Unerlásslichkeit der Metaphysik
fir die Sache der Theologie»: ThQ 169 (1989) 257-271.
76. Cf. J. Heinrichs, art. «Dialog, dialogischo, en HWPh 2, 226- 229: B. Lange-
, ; ri 5 do
meyer, Der dialogische Personalismus in der evangelischen und kathotisc Sen. AER o
Paderborn 1963; B. Casper, Das dialogische Denken, Freiburg 1.Br. , ; o a
richs-G. Sauter, art. «Dialogik», en TRE 8, 687-709; E. Levinas, «Día or o 5 ot
licher Glaube in moderner Gesellschaft, vol. 1, Freiburg i.Br. 1981, 61-85; J.-C. Basset,
Le dialogue interreligieux, Paris 1996, 11-29, | | |
94 11.1. Consideraciones previas de teolo
gía fundamental
o a cd E Bonn
Zanes Moo,
o bre es á | escri-
o de 2 . . o» d 1e Zukun
E " .
e
deer-IVL, E. uledo).:)> Die Culanfides Menschen. Perspektiven und Orientierungen,
- Paderborn 2007, 87-104, |
96 11.1. Consideraciones previas
de teología fundamenta]
cemos de grandes perspectivas
que nos guíen, tanto por lo
la sociedad como por lo que que hace a
hace al hombre. La esperanza
un bien escaso. - se ha vuelto
-| ; 2.1.
ro: Detalles en H, U. von Balthasar, Theologik,
Theolog vol. 1, Einsiedeln
312), ver=
oslses Sobre odo os cl úllimo idcapítulo:
1997. «Verdad como participación»o (p. 257-312);
| v
a “TW Adomo, M4 inima moralia. Reflexionen aus dem beschádigien Leben, Fran 0
: .. * k-
e
también valor para la fe de otro modo. Para ésta, la communio perfecta
y feliz no es una magnitud que esté ya presente, sino un bien escatoló-
-
z gico que se espera. Estamos redimidos en esperanza. Pero la esperanza
-
* está puesta en lo que no se ve (Rom 8, 24). Así, análogamente a lo
e -
o que sucede con la razón, también la fe tiene una estructura de anti-
fe Á : ie
| de modo que no se puede tratar de mostrar que la iglesia
al f-
terrenal es el cumplimiento de la esperanza de la humanidad. A la vista
a |N
- desus flaquezas, apenas sería creíble ni convincente tal cosa. La iglesia
e io
- terrenal no se entiende a sí misma como el reino de Dios consumado.
es |Ñ - Sólo quiere ser de él signo e instrumento, vistumbre y anticipación
e “h que es real en la historia y que con harta frecuencia tiene efectos pa-
s || - radójicos. Pero se sabe al servicio de la esperanza y quiere exhortar
la - a la esperanza a los hombres. Decidirse por la Iglesia significa estar
e dispuesto a unirse, sirviendo a.la esperanza de todos, a esta comunidad
n de esperanza y ponerse uno mismo al servicio de la esperanza”.
: Así pues, hemos de situar la eclesiología en el horizonte universal
- salvífico y escatológico de esperanza que es el de la Biblia y la tradición
o dela Iglesia. Sólo en este contexto global cabe entender y emplazar la
n ' , Iglesia. En la eclesiología se trata del programa de toda la teología: dar
ta - cuenta de la esperanza que hay en nosotros (1 Pe 3, 15).
-
a
-
,
a
o
n
o
la
la
al
la
- 89. Esta estructura proléptica de la fe ha sido sobre todo mostrada por W. Pan-
o nenberg, que ha aprovechado su fecundidad sistemáticamente. Para un compendio
o - de ello, véase Systematische Theologie, vol. 1, Góttingen 1988, 249ss (versión cast.:
Teología sistemática, Madrid 1992).
o - 90, Una exposición impresionante se encuentra en el documento del Sínodo Co-
mún de las Diócesis Alemanas, Unsere Hoffhung, Freiburg 1.Br. 1976, 84-111, cuya
concepción se debe sobre todo a J. B. Metz. Una tesis semejante, apoyada en la noción
de reino de Dios, en W. Pannenberg, Thesen zur Theologie der Kirche, Múnchen 1970,
y Systematische Theologie, vol. 3.
|
E
l
e
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D.
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2
| HORIZONTE: |
LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN
Y LA HISTORIA UNIVERSAL
Sin | ritura, los sermones y los escritos de pura edificación de los gran-
ado os
q santos,
Elda. d enMedia
especial
llegóde a Bernardo
dos graves dedesplazamien
Claraval (t tos
1153) acento iusto
del acento ]
mo ]
en su comprensión de la Iglesia. El primero vi o JO oe ncia
an- d ela s l
egunda querella sobre la eu caristía, , en el siglo XI,
| al p polemizar
ps
su aa Berengario de Tours (t 1088) sobre la presencia real. En este
del
do
, F f ] ] , ] . |
F ] . ] -
o,
la -
re *
s-
F . . E ] p F > ] ] . |
y oa
ho CS
do O Po cabl O 1305), a as primers expone la
RAN pa 136)
CA
SS. CLinfralL3.2.
6. Cf. infra 11.5.3.
104 11.2. La historia de la salvación y la historia universal
e el evan-
alguien hay que lo pueda hacer, dónde se predica rectament
2 gelio y se administra los sacramentos conforme al evangelio? |
Los problemas se apiñan en la tesis de la Reforma sobre la Lglesia
| oculta”. La teología controversial católica le oponía una concepción
: de la Iglesia que resaltaba su lado visible. Es sobre todo característica
— fafrase, tan citada, de Roberto Belarmino (t 1621) en sus Disputatio-
nes de controversiis christianae fidei adversus hujus temporis haereticos,
según la cual la Iglesia es tan visible como la comunidad del pueblo
de Roma o el reino de Francia o la república de Venecia!*. A lo que se
“añadió que la polémica de la Reforma contra el papado vinoa conducir
como por antítesis a que el papado, a partir de entonces, se convirtiera
| en la teología católica en nota de identidad de lo católico de un modo
inédito!. La Iglesia se entendía y percibía ahora, ampliamente, como
Tglesia del papa. Simultáneamente, se perdió el contacto en la práctica
con la rica tradición eclesiológica de las iglesias de Oriente. La Iglesia
pasó a ser iglesia confesional, y la eclesiología de la modernidad estu-
vo determinada por este pluralismo y por la polémica y la apologética
- de unas iglesias confesionales contra otras.
Y - Por supuesto, no hay que simplificar las cosas. Aunque lo que se
o subrayaba y era más efectivo en la teología moderna fuera el aspecto
institucional visible de la Iglesia, los grandes teólogos de la contro-
|. versia (junto a Roberto Belarmino, por ejemplo, Thomas Stapleton,
o $ 1598) sabían muy bien de la dimensión más profunda, cristológica |
E. y pneumatológica, de la Iglesia como cuerpo de Cristo. La teología
« - - de controversia no refleja toda la vida de la Iglesia de aquella épo-
ca. La dimensión espiritual se hallaba sobre todo presente en la es- :
. -% cuela francesa, que partía del cardenal Pierre de Bérulle (ft 1629) y
2 la componían, entre otros, Vicente de Paúl, Juan Eudes, Luis María
Grignon de Montfort, etc. Esta escuela tuvo gran influencia en la
espiritualidad moderna. Por otra parte, para hacer justicia a la época
-
21. Cf. JR. Geiselmann, Die katholische Tiibinger Schule. Ihre theologisc
o . | . . he Eigen-
| . . | . +
> art Freiburg i.Br. 1964, 191-279; J. Rief, Reich Gottes und Gesellschaft nach JS. Drey
lo und J. B. Hirscher, Paderborn 1965; E. Klinger, Ekklesiologie der Neuzeit. Grundlegung
bei Melchior Cano und Entwicklung bis zum Zweiten Vatikanischen Konzil, Freiburg
sob iBr. 1978, 118-202; W. Fúrst, Wahrheit im Interesse der Freiheit, Mainz 1979; M. se
- ler, «Das Reich-Gottes-Motiv in den Anfángen der Túbinger Schule»: ThQ 168 (1988)
257-288; L. Hell, Reich Gottes als Systemidee der Teo os Mainz > |
22. Un compendio de ello en su Systematische Theologie, vol, 3. |
o 23. Georgl Elorovsky, Serguéi Bulgákov, Vladímir Lossky, Alexander Schmemann,
John Meyendorff, Paul Evdokímov, loannis Zizioulas, etc.
c 24, También Emil Brunner, Eduard Thurneysen, Friedrich Gogarten, Rudolf Bult-
mann, etc.
25. Dietrich Bonhoeffer, Hans Asmussen, Werner Elert, Paul Althaus, Peter Brun-
ner, Ernst Sommerlath, Ernst Kinder, Edmund Schlink, Ulrich Kúhn, etc.
108 11.2. La historia de la salvación y la historia universal
40. Este intento, pensado en sentido positivo, lo hace H. Lúbbe, Religion nach
der Aufklirung, Graz 1986.
- -41, D. Bonhogffer, Widerstand und Ergebung, 341 et pass.
42. La mostración detenida de que así es cae dentro de la teología fundamental
y de la doctrina sobre Dios, de modo que aquí no se puede desarrollar el punto con
detalle, Cf. W. Kasper, El Dios de Jesucristo, 124-135.
43, Tomás de Aquino, Summa theologiae 1, q. 2, a. 3; Summa contra gentilesL, 13;
15; 16; 44. |
114 11.2. La historia de la salvación y la historia universal
49, Cf. Seckler, «Der Begriff der Offenbarung», 64-67. Un panorama en A. Du-
lles, Models of Revelation, Garden City NY 1983,
50. Véase en este mismo libro 1.4 y 11.1.1. Además, Balthasar, Die Gottesfrage des
heutigen Menschen, 27-32.61-79.
51. Schelling tematizó este fracaso y este giro en su filosofía negativa y su filoso-
fía positiva respectivamente, aunque la propia filosofía positiva intenta pensarse a sí
misma de nuevo según el modelo de la negativa y fracasa. La Biblia es a este respecto
más radical y más consecuente: entiende este giro radicalmente e indeduciblemente, a
partir de Dios, Cf. WKGS 2, 181-234.598-604. Aquí sólo cabe indicar el problema del
giro en $. Kierkegaard y, sobre todo, en M. Heidegger, pero no cabe entrar en él.
52. Para esta dialéctica de la determinación, cf. J. E. Kuhn, Einleitung in die katho-
lische Dogmatik, Túbingen ?1859, 240s.
Misterio de la «communio» 117
trar que el rostro de Dios Se refleja en ella (también hay que mostrar
cómo) y cómo debe reflejarlo de modo convincente e invitante. ¿De
qué manera cabe hacerlo? |
59. Cf. sobre este problema E. Júngel, Gott als Geheimnis der Welt, 55-138.
60. Recojo aquí ecos de Schelling, Philosophie der Kunst: WW —V, 424s (versión -
cast.: Filosofía del arte, Madrid 1999); y Philosophie der Offenbarung: WW XIV, 174.
Cf. WKGS 2, 521-530. En este lugar cabe recibir positivamente algunas tesis básicas de
la teología de la cruz de Lutero. Cf. mi «Das Kreuzals Offenbarung der Liebe Gottes»
Cath(M) 61 (2007) 1-14.
Misterio de la «communio» 12]
* 66. Cf H. J. Klauck, Der erste Johannesbrief (EKK XXIIM1), Neukirchen 1991, 735.
Ñ 67. Cf. R. Schnackenburg, Die Johannesbriefe a XI11/3), Freiburg 1.Br.
- 1953, 57-62; versión cast.: Cartas de san Juan, Barcelona l
: 68. Cf. K. H. Schelkle, Die Petrusbriefe. Der Judasbrief (HThK.NT XII1/2), Frei-
burg i.Br. 1961, 188s (versión cast.: Cartas de Pedro. Carta de Judas, Madrid 1974);
— 'A.Vogtle, Der Judasbrief. Der zweite Petrusbrief (EKK XXID, Neukirchen 1994, 140s.
A propósito de la enorme historia de los efectos de esta expresión, cf. ibid., 145-148.
124 11.2. La historia de la salvación y la histo
ria universal
No se trata en todo esto de afirmaci
ones abs tractas y sin conse.
cuencias, pues si Dios, la realidad que
abarca todo, que fundamenta
todo y, a la vez, que sobrepasa todo » €s
amor, claro que una afirmación
como ésta tiene consecuencias a la hor
a de entender la realidad en su
conjunto. Lo que está diciendo es que el
amor es el sent ido último de
toda la realidad. Esto significa una
revolución en el pensamiento. En
efecto, definir como sentido del
ser el amor quiere decir que la rea.
lidad última no es la sustancia
que subsiste en sí, como sostenía
metafísica antigua y, tras sus huel la
las, la metafísica medieval. Y quie
decir también que no es tampoc re
o el sujeto o la subjetividad del hom
bre el punto de par .
tida y el fundament
o de toda certeza, como creían P
Descartes y la modernidad tras
él. Más bien es la relación la real
última”. Y en la doctrina dela Tri idad
nidad las personas de ésta se pie
como relaciones subsistentes. Pen nsan
sar la Iglesia según el modelo
ejemplo de la Trinidad quiere deci yel H
r, pues, pensarla como una real
relacional y de comunión. La Igle idad
sia no vive por sí, sino por el amo
del Dios triuno que se autocomunica; r
y tampoco vive para sí, sinoen
la comunicación del amor hacia
dentro y hacia fuera.
Erik Peterson mostró que la doc
trina de la Trinidad significa la
superación de un monoteísmo yert :
o y, con ello, el final de la teología
política antigua, para la que está vigente aqu
perador, un imperio”. Esta ello de un Dios, unem- E
comprensión imperial de
la unidad, en la |
que el emperador uno rige el imperio uno y
terminó gracias a la doctrina de
representa al Dios uno, |
la Trinidad. La unidad, en adelante,
no quiere decir uniformidad,
sino unidad en la pluralidad y plurali- .
dad en la unidad. Entender la
Iglesia como icono de la Trinidad es |
establecer un modelo idea] que
seguir: el de su unidad en la pluralidad +
y el de su pluralidad en la unidad.
| E
Entiéndase bien esta tesis. No sign
ifica que, en vez de la compren-
sión de la unidad y la autoridad -
imperia] y patriarcal, surja ahor
fraternidad democrática entendida a la :
en el sentido de la Ilustración. A E
veces se suscita este malentendido
cuando, al hablar de la Iglesia
imagen de la Trinidad, quiere a kk
establecerse un pluralismo de igle
y cuando, en el lugar de la com sias, +
prensión impérial o patriarcal
unidad, se quiere poner una com de la
prensión de ella meramente frat
Bajo esta interpretación hay una ernal.
comprensión de la Trinidad que
a dar en el triteísmo, la doctrina viene -
que enseña que hay tres dioses.
P A o inació
o, no es subordinación. Igua1almente, ; en la Iglesia
: debe existir
UN o
E | A toridad del padre (cf. 1 Cor 4, 15), que no es po oa
[>e £unda fraternidad. En la espiritualidad monástica, este idea
HE: autotoridad paterna se ha destacado
frecuentemente”. Benito, el padre
A 1bié e nentemente la esenciala de esta autoridad e
a- delmonaca
paternal ento,losdescribió
capítulosimpo dicados al abad. Estableció
de su regla dedicado
HF. así un modelo de autoridad en la Iglesia que | le la a xtori del
Dos ble
pt, wo
!An : | incluso es lo qu
lo padre con la fraternidad de |todos y que inc A(
: po la e verdadera fraternidad,d, en| el aprecio! y el l respeto
resp da.mutuos ”. Pues,
la 7 autoridad
[ y: :
a diferencia de la idea de 1gua Idad fratern a ilustra da, “rualdad.
E--
peral O sm o nro yde conflicto
0 | la sabe del egoism natural, 1, del deseo de impone
:
rs
|. nte hermanos. Tampoco piensa que pueda plc rse
herida
+oduei
producirse de nuevo la unidad en el diálogo fraterna l. La au
e o punto de partida y fuente de la
a | paterna está previamente dada como punto do
|... unidad Funda y fomenta la unidad de los iguales, y lo hace e la
+ . como su referente al Padre uno que está en los cielos, que fu 0
E | E dadconsigu
igual iente,
de todosla tesis
(Mt de23, o
que la Iglesia es Imagen del A
E de la Trinidad es todo menos pura especulación
E De
pensab inuel Kant, no hay en la práctica nadaERA acer” |
kk o, a Immanue : ón. d de comportatamiento y de ac- |
ión,
Contiene un potencial de comprensión, ompleto y lo
a
+ ión que merece que la | Iglesiaia llegue a conocerlo por comp
_
explote para de esa forma adecuarse plenamente al mysterium com
> munionis que ella misma €s.
| | Mo 0iá monástica,
tradición Asti s
véase $, € hiala etLal, tá spir:spiritu-
al. (eds.), La paternita
+ (Eremos 1),
ale nella adición ortodoss Bose 2009; G. Bunge, Geistliche Vaterschafi 0 (
72. Regla
DOS ela de
d san Benito,
Benito, cap. cap. 2s; 2s; 64 o
73. Véase su Der Streit der Fakultáten, A 498 (versión cast.: El conflicto de las
- facultades, Madrid 2003).
126 11.2. La historia de la salvación y la historia universal
- o |
Así pues, el propio Jesucristo es y sigue siendo el
la - dejado caer on no
io, el archisacramento. De aquí que se haya
e- había llegado a ser en parte S men o
la fórmula
que la teología
la Iglesiaquees enarchisacra mento.
o | Se prefiere hablar, en cambio, o
la o
a Iglesia como sacramento fundamental o radical. Como
fundamental y radical es, por decirlo así, el sacramento en o Ss
sácramentos. Es como la mano con la que Dios nos toma a ravé (
- :
Jos si ramentos y nos atrae a sí. |
o
odo esto importa a la hora de salir al paso de algunas etica q
-
há laencontrado en la teología evangélica la tesis de la PSA ] : .
de Iglesia*!, Cabe también aducir otra expresión del no 10 o
0 de la palabra y el sacramento,y
habló de cooperatores (WA 18, 695). Cf. E.
Herms, Kirche - Geschópf und Werkzeug des
Evangeliums, Túbingen 2010, XIVs; 50.
C£. infra 113,3,
84. León Magno, Sermones 74, 2.
85. Summa Theologiae TI, q. 65, a. 1; cf.
q. 60, a. 6.- |
86. Summa Theologiae TL, q. 60, a. 2: Signum
rei sacrae inquantum est santificans
homines. Suppl., q. 29, a. 2: significando
causat.
87. Para el concepto de símbolo real, véase
K. Rahner, «Zur Theologie des Sym-
bols», 275-311.
: |
88. LG 8; cf. Agustín, De civitate Dei XVIML,
51, 2.
Misterio de la «communio» 1 29 |
:
nidad de la humanidad (LG| 48). Está 1 en entre el ya
ya y el aún | no.
óE Aa presente
re todo deen manera
la liturgia donde la realidad escatológica del cielo
proléptica, pero precisamente
la eucaristia
¿e a] mismo tiempo, el alimento viático de la Iglesia que peregrina
: OS,
r la historia hacia4 su meta escatológica”.
oir 489
| | _
É
E
0J
14
tr
3 -Al tener esta disposición doble, la Iglesia, como signo e ms ni
: iento de la unión con Dios, es a la vez signo e instrumento de la
+- «nión
YA . entre los hombres y, por lo tanto, sacramento del mundo. No
' debe separarse lo uno de lo otro. En efecto, sólo ras a on
"con Dios y en Dios es posible la unión y la hermandad enme o
Ebres. Sin paz con Dios, no hay paz posible en el
| o o >
pues, instrumentalizar políticamente la sacramentalida
a Ae
Ta Iglesia. No hay duda de que la Iglesia debe o a
“medida de sus fuerzas, en favor de la paz y la reconci lación
no
del mundo, mas sólo puede ser sacramento de nconotación y p Xi
enel mundo y sacramento del mundo en cuanto sacramento
Rh reconciliación con Dios por y en Jesucristo”. o as
E o. La visión de la Iglesia como sacramento la sitúa, pues, en an ran
contexto de historia salvífica. Igual que en los mentos ,a o
“Bi tinguir en la Iglesia tres dimensiones: la dimensión de AN o po
Osea, la social e institucional (signum seu sacramentum a ; ne
mensión medial de la realidad de la Iglesia en la comunidad co o
y en la. comunidad de fe, esperanza y amor, ya efectuada pero oa -
bajo signos (res et sacramentum); y la realidad escatorosicn o e
da del reino universal de Dios, hacia la que se encamina. a eS »
. que ya está misteriosamente presente en ella (res sacramenti) ( . e
“y. De este modo, la comprensión de la Iglesia como sacramento .
presa una gran riqueza de meditación teológica sobre ella. a po
ella, gracias a esta tesis, un aliento grande y amplio de historia S mr
ca.e historia universal. Con todo, hay que decir que esta riqueza y
enterrada bajo muchas restricciones, aclaraciones y ao
de teología técnica, que hacen dificil trasladara la EIN E
los creyentes el hablar de la Iglesia como sacramento. o e A A
término seguirá siendo en el futuro también, por lo esencia ; pa o
la jerga de los teólogos. Afortunadamente, en la tradición eo Se
se encuentra otra formulación que expresa lo que ésta significa e un
modo que dice mucho más a todos. Pasemos a ella para terminar.
-
o 97. Se publicó
ol este libro en Einsiedeln
insi |
(1961-1964; : versión
versión cas cast.: Madrid 1985ss).
?
Es especialmente importante para la eclesiología el vol. 1, 535-581. El texto se reliere
a Schiller, Fichte, Schelling y Hegel en vol. 3/1, 848-921.
4
132 11.2, La historia de la salvación y la historia universal
sólo sobre Jesucristo. Si sólo lo mira a él, estará en paz». «El Señor, en +
este tiempo, guiará a su pueblo peregrino por la tierra; en la meta de
los tiempos le tiene preparada su casa»”, En este sentido, la Iglesia es
sacramentum futuri y un signo de esperanza para el mundo.
99, Orígenes, In Ezechielem 9, 1; cit. por H. de Lubac, Glauben aus der Liebe (orig:
Catolica, Einsiedeln 1970, 30 (versión cast.: Catolicismo, Madrid 1988).
100, K. Kuhn, art. Baoúeúc, Bacwela, en ThWNTl, 563-569; J. Jeremias, Das Ko-
Yigtum Gottes in den Psalmen. Israels Begegnung mit dem kanaaniischen Mythos in den
Jahwe-Kónig-Psalmen, Góttingen 1987.
134 11.2. La historia de la salvación y la historia universal
es
u : En relación con la apocalíptica, pues, este mensaje escatológico
ue + 30 nuevo. La novedad está en que Jesús identifica la lle gada del remo
n Dios con su propia llegada. En él y por él, Dios mismo está llegan-
i: + fl es el Hijo del hombre predicho por Daniel: el representante del
u eblo escatológico de Dios. Su mensaje sobre el reino de Dios va
| eparablemente unido con su conciencia y su pretensión de hallarse,
mo Hijo, en una relación con Dios, su Padre (abba), intima y única
Mt 11, 27; Mc 14, 36). Orígenes elevó esto a concepto y se refirió a
sús como el reino de Dios en persona (ovtofacueia) %
e
es un decir
e só El reino de Dios viene al proclamarlo eL; su palabra
ción y
a performativo, que causa aquello que dice. Viene por su predica
E ene por sus actos (Mc 1, 23-26; Lc 4, 33-35; 11, 20; 17, 21); acontece,
ed en fin, en cómo se conduce con los pecadores y los que están perdidos.
Pues Jesús ha venido a llamar a los pecadores, no a los justos (Mc
a 17). De la misma manera, llama dichosos a los pobres, a los que
a los que
n a sufren, a los que carecen de poder, a los que tienen hambre,
construyen la paz y a los persegu idos por la justicia (Mt S, 3-1 l; Lc 6,
as
especial y privile giada a
en 0 20-26). Atribuye el reino de Dios de manera
(Lc 4, Ls) a
la. | los pobres, a los presos, a los enfermos, a los oprimidos
lós niños y a los pequeños (Mt 10, 14par.). Ya ahora lo celebra en los
en -
os banquetes en que Jesús se reúne con los pecadores que se convierten
os (Mc 2, 19 et pass.). El reino de Dios llega, pues, de manera muy dife-
r- rente a como esperan los hombres. Por esto es verdad que «dichoso el
que no se escandaliza de mí» (Mt 11, 6; Lc 7, 23). o
-
a: La llegada del reino de Dios exige de los oyentes conversión y fe.
la
| Alo que se apunta es a una total reorientación de la vida (Mc 1, 15),
o a comparable a un nuevo nacimiento (Jn 3, 3). No debemos hacer cri-
- terio de todas las cosas ni a nosotros, ni nuestros Intereses, ni nuestra
e voluntad, sino a Dios, y a Él debemos amarlo por encima de todo, y
h “al prójimo debemos volverlo criterio de nuestra conducta (Mc 12, 29-
o | 31par.). Para esta fe que mueve montañas, todo es posible; en ella par-
ticipamos de la omnipotencia de Dios, o sea, de su omni-posibilidad |
(Mc-9, 23; Mt 17, 20). Sin embargo, nosotros no podemos traerlo,
sino sólo orar: «¡Que venga tu reino!» (Mt 6, 10; Le 11, 2). |
t- ; Las parábolas del reino de Dios nos propor cionan cierta vislum-
ón
e- “PK bre del cómo de su llegada. Hablan de la semilla que crece; del grano
su e + de mostaza que se convierte en un gran árbol; de la levadura que
i- ; levanta una artesa entera de harina (Mt 13par.). Se trata de imágenes
-
es - paradójicas que dan a entender que el reino de Dios se halla ya pre-
e
| 103. Orígenes, Commentariorum im Mt X1V, 7.
. +
156 11.2. La historia de la salvación y la historia universal
104. La exposición clásica (que es al mismo tiempo una oración fúnebre) sigue
siendo A, Schweitzer, Geschichte der Leben-Jesu-Forschung, Túbingen 1913,
105, A. von Harnack, Das Wesen des Christentums (1900), reimpr. Miinchen-Ham-
burg 1964, 45.
» - 4 137
112. Sobre todo, W. Trilling, «Implizite Ekklesiologie», en Die Botschaft Jesu, Frei-
burg i.Br. 1978, 57-72, Un resumen en G. Lohfink, Wie hat Jesus Gemeinde gewollt?,
Freiburg i.Br. 1982 (versión cast.: La Iglesia que Jesús quería, Bilbao 1986); Id., «Jesus
und die Kirche»: HFTh 3, 27-64; ld., Braucht Gott die Kirche?, Freiburg i.Br. 1998. Con
muchos matices, K. Berger, art. «Kirche HD», en TRE 18, 201-218.
113. La mayoría de los manuales de apologética han basado la fundación jesuá-
nica de la Iglesia en las palabras dirigidas a Pedro: «Tú eres Pedro y sobre esta piedra
edificaré mi Iglesia» (Mt 16, 18). El significado de esta afirmación y la misión especial
de Pedro están fuera de toda cuestión para la eclesiología católica. Sin embargo, tal y”
como ahora está, esta frase apenas se puede retrotraer a Jesús (cf. infra 1.5.4). Tiene
además que ser vista en un contexto eclesiológico mayor. Si subraya aisladamente esta
frase, se llega a una visión unilateralmente institucional de la 1 glesia. El segundo lugar
en que la palabra «Iglesia» aparece en los sinópticos es la regla para la comunidad de
Mt 18, 17s, que también hay que considerar una formación postjesuánica.
114. H. Schiirmann, en su «Die vorósterlichen Anfánge der Logientradition», en
H. Ristow-K. Matthias (eds.), Der historische Jesus und der kerygmatische Christus,
Berlin 1960, 342-370, ha señalado la continuidad tanto confesional como sociológica
entre las épocas pre- y post-pascual, a pesar de la ruptura que la cruz supuso.
El reino de Dios y la Iglesia 139 |
fenia
. paganos. Son ejemplos de ello sus encuentros con la mujer siro-fenicia
y, con el centurión de Cafarnaúm (Mc 7, 24-30; Mt 8, 5-13). Jesús
un* retoma en ellos la promesa profética de la afluencia de los pueblos y
¿BP amenaza así a sus oyentes judíos: «Vendrán muchos del este y del oeste
A | Vo sentarán a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob; pero aquellos alos
YSe
a que estaba destinado el reino serán echados fuera, a las tinieblas ex-
ue* teriores. Allí serán el llanto y el rechinar de dientes» (Mt 8, 11s.). Una
a | escena semejante se encuentra en el evangelio de Juan. El cuarto evan-
+ gelio reconoce en el encuentro de Jesús con los griegos la irrupción de
l4 la hora (000, Jn 12, 20-23) escatológica. Todas estas son referencias
i-+ a,que ya durante la vida terrena de Jesús iba irrumpiendo el cumpli-
:i miento de la promesa de la congregación escatológica universal.
y + : Esta pretensión universal se expresa sobre todo en la tradición que
es propia de Lucas, que junto a la elección y la misión de los Doce
habla además del envío de los setenta o setenta y dos discípulos (Lo
E 10, 1-16). También este número tiene significado simbólico: expresa
+2 enel Antiguo Testamento la teoría, luego corriente en el judaísmo,
:
de que hay setenta o setenta y dos pueblos en el mundo (Gn 10; Ex
:
1;.5; Dt 32, 8); de modo que Lucas se propone expresar la pretensión
. e
entrar ahora!!*, Pero hay unas palabras de Jesús que están fuera de
discusión. Jesús habla de que no beberá ya del fruto de la vid hasta
el día en que de nuevo lo beba en el reino de Dios (Mc 14, 25 par.),
Así compendia Jesús el centro de su mensaje: la llegada del reino de
Dios; pero ante la inminencia de su muerte, dirige la mirada más allá
de ella. No ve su muerte como el fracaso de su mensaje escatológico,
sino como la definitiva irrupción de la llegada del reino escatológico
de Dios. La última cena de Jesús es, pues, anticipación del banquete
escatológico en el reino de Dios. Las citas veterotestamentarias, car:
gadas de significado, que se pronuncian con las palabras dichas sobre :
el pan y la copa (Ex 12, nueva Pascua; Ex 24, sangre de la alianza;
Jr 31, nueva altanza; Is 53, Jesús como Siervo de Dios) muestran mati. |
zadamente que con la muerte de Jesús pasan a cumplirse las promesas ME
proféticas y que debe entenderse su muerte como entrega vicaria de
la vida «por muchos». |
La última cena de Jesús no fue en el sentido jurídico del término un
acto de creación de la Iglesia, sino que es mucho más. Pone el funda-
mento de lo que tras la Pascua fue desde un comienzo y sigue siendo el ¿
centro de la Iglesia, y en este sentido amplio es un acto de fundación,
Es verdad que los exegetas discuten si Jesús mismo pronunció las pala-
bras: «Haced esto en memoria mía» (Lc 22, 19; 1 Cor 11, 24s.); pero no
cabe duda de que la Iglesia primitiva, desde el principio, conmemoró
la muerte de Jesús con alegría escatológica (GyoadMiacos, Hch 2, 46)
y veía proléptica y anhelantemente la venida escatológica definitiva
gritando Maranathá (1 Cor 16, 22; Didajé 10, 6). Así, la última cena
de Jesús fue el fundamento de lo que se convirtió en el centro dador de
sentido de la Iglesia postpascual: la conmemoración re-presentadora
de la muerte y la resurrección y la celebración anticipante del reino de
Dios definitivo,
Se entiende esta evolución cuando se reconoce que, para los dis-
cípulos, el hecho de que Jesús despertara de entre los muertos fue el
o. Po. eo» ,
acontecimiento escatológico decisivo. Que los muertos despertaran de
nuevo era la expectativa de la apocalíptica de aquel tiempo a propósito
del ésjaton al final de los tiempos. Si ahora se decía que Jesús había
sido resucitado de entre los muertos, esto era que acontecía antici-
padamente el ésjaton en mitad del tiempo del mundo!"”. El esquema
- 122, Acerca del primitivo sentido de la palabra, K. L. Schmidt, art. éxxAmncia, en.
"THWNT 3, 516-520.530-535. Véase luego W. Schrage, «Ekklesía und Synagoge. Zum
- Ursprung des christlichen Kirchenbegriffs»: Zeitschrift fúr Theologie und Kirche 60
(1963) 178-202; K. Berger, «Volksversammlung und Gemeinde Gottes. Zu den Anfán-
” gen der christlichen Verwendung von ekklesía»: Zeitschrift fúr Theologie und Kirche
73 (1976) 167-207; ld., art. «Kirche» II, 201.214s. o
+ 123. Ya lo señaló E. Peterson, Synagoge und Ekklesia. Bedeutung und Verháltnis
_beider Begriffe: Ausgewiihlte Schriften. Sonderband, Wirzburg 2010, 11-26. Conforme
“al estado de la:investigación de por entonces, hoy ya superado, Peterson parte aún de
la diferencia respecto de la sinagoga judía, pero tiene el mérito de haber sido uno de los
primeros en indicar el trasfondo helenístico de ¿xxAngia.
124. Sobre la amplia discusión habida acerca de esto, cf. J. Ernst-J. Kremsmaier-
D. Sattler, art. «Binden und Lósen», en LThK? 2, 463-465. Cf. infra 1.5.4.
144 11.2. La historia de la salvación y la historia universal
Para entender cómo pudo jugar algún papel este uso lingúístico P
helenístico en la primera Iglesia, hay que saber que Jerusalén, en tiem- <<
po de Herodes el Grande (t 4 a.C.), era una metrópolis intensamente 4
marcada por el helenismo. Así pues, también en la primera Iglesia ju-
garon un importante papel los cristianos judíos helenísticos del círculo
de Esteban (Hch 6, 1). Es muy significativo que el apelativo «cristia-
nos» apareciera en la helenística Antioquía (Hch 11, 26).
No se puede, pues, interpretar ekklesía ni sólo ni directamente
partiendo del trasfondo veterotestamentario, sino, en lo que se refiere
a su configuración pública y burocrática, también desde el contexto .
del uso lingúístico helenístico de entonces. En el uso bíblico de la pa- -
labra, se ve claramente que la ekklesía neotestamentaria no fue nunca
una magnitud puramente carismática o una especie de democracia,
sino que desde el principio estuvo estructurada jurídicamente'*. No
era una reunión de fieles que así cultivaban y fomentaban su piedad
privada, sino un cuerpo de derecho público. |
La novedad de la ekklesía neotestamentaria frente a la ekklesía
política era que aquélla no se concebía a sí misma de modo político,
No fue fundada por la ciudadanía en sentido político, sino por una -
convocatoria (¿x-xinoia) dirigida a gentes de todos los pueblos y por
formar una unión nueva en Jesucristo, fundada en el bautismo. La
diferencia capital se expresa, pues, al hablar de ekklesía de Dios (éx-
xAncia tod Oeoñ, 1 Cor 1, 1; 15, 9,2 Cor 1, 1; Gal1, 1.13, etc.) y, más
claramente, de ekklesía de Dios en Jesucristo (1 Tes 1,1: 2, 12; 2 Tes
1, 1; Gal1, 22). Según Mt 16, 18, también Jesús habla de «mi» ekklesía.
Así vuelve a estar vigente el trasfondo veterotestamentario: la Iglesia
es el pueblo escogido y convocado por Dios, que ha de proclamar las
hazañas de Dios (1 Pe 2, 9). El pueblo de Dios de la Nueva Alianza es
tal sólo en Cristo y como cuerpo de Cristo!”
Esta novedad relativizó todas las coincidencias y diferencias natu-
rales y políticas que eran determinantes en la ekklesía política. Ya no
_ había judíos y griegos, esclavos y libres, hombres y mujeres: todos son
«uno» en Cristo (Gal 3, 28; Col 3, 11). En contraste con el entorno,
era algo nuevo que a la ekklesía del Nuevo Testamento no pertene-
125. M. Hengel, Judentum und Hellenismus, Túbingen 1969, describe con detalle la
cultura helenística de Palestina en aquella época. Sobre la importancia de los cristianos
helenísticos en Jerusalén, U. Wilckens, Theologie des Neuen Testaments vol, 1/2, Neu-
kirchen 2003, 230-239,
126. Lo dicen también K. Holl, Der Kirchenbegriff des Paulus in seinem Verháltnis
zu dem der Urgemeinde, Berlin 1921; H. Campenhausen, Kirchliches Amt und geistigo
Vollmacht in den ersten drei Jahrhunderten, Túbingen 1953.
127. Cf. infra 1.3.2, |
El reino de Dios y la Iglesia 145
clannsólo los hombres, sino también las mujeres y los niños. Y lo nue-
jo respecto del gahal del Antiguo Testamento era que la ekklesía del
A Iievo era una Iglesta de judíos y paganos (Ef 2, 11-22) por decisión
1:concilio de los apóstoles (Hch 15), que vive en este mundo como
y. grupo de extranjeros (sragorxta) y en la diáspora (Sua orrogó) (1 Pe
tr:1: 2, 11; cf. Heb 11, 13).
Sal La ekklesía del Nuevo Testamento ya no va ligada a una ekklesía
política local. Está en todas partes donde unos cristianos se reúnen en
Jesucristo. Está presente en toda ekklesía local. Pero como es el Señor
único, Jesucristo, el que está presente en toda ekklesía local, la ekklesía
local no es sólo una parte, una provincia o un sector de la ekklesía una
¿n Cristo: antes bien, en ella está presente la ekklesía una. La Iglesia
local representa a la Iglesia, y la Iglesia está presente en la Iglesia lo-
tál. Pablo lo expresa con mucha precisión al hablar de la Iglesia que
está presente en Corinto (tf ¿xxAmotq tod Ozo 1 ovoy év Kogivdw,
Cor 1, 2; 2 Cor 1, 1). Por tanto, el Nuevo Testamento, con la palabra
ekklesía, designa tanto cada Iglesia local como la Iglesia universal. Y
tomo el Señor uno está presente en todas las iglesias, la Iglesia univer-
sal no es la suma ni el conjunto de las iglesias particulares. Siempre es
la: Iglesia una, que está presente en muchos lugares!”
por su Espíritu. La Iglesia que así está construida por y desde Cristo
po es,
e sinn embargo, únicamente acontecimiento, sino justamente un
epistolar con A. Harnack cho Traktate, 293- 322). Para planteamientos nue-
vos del problema, H. Schlier (Das bleibend Katholische Ein Versuch úber ein Prinzip
des Katholischen, Miinster 1970), H. U. von Balthasar (Katholisch. Aspekte des Mys-
ieriums, Einsiedeln 1975) y L. Scheffezyk (Katholische Glaubenswelt. Wahrheit und
Gestalt, Aschaffenburg 1977).
br -138. Fue determinante en esta discusión J. H. Leuba, Institution und Ereignis,
Góttingen 1957. Críticamente, del lado católico, H. Fries, Kirche als Ereignis, Dússel-
dorf 1958; Y. Congar, Christus- Maria - Kirche, trad. al. Mainz 1965, 13s; A. Dulles,
Models of the Church, Garden City, NY 1987, 81-93. Del lado ortodoxo, P. Evdokí-
mov, Dortodossia, Bologna 1981, 177-180 (versión cast.: Ortodoxia, Barcelona 1968).
Del lado protestante, J. Moltmann, Kirche in der Kraft des Geistes, 3598; Pannenberg,
Systematische Theologie, 50.
1
148 1T.2. La historia de la salvación y la historia universal
con
a angeles, para la asamblea (¿xxAnota) solemne y la comunión
us de los justos
os primogénitos de toda la creación, hasta los espírit
,
ye han llegado a perfección, hasta el mediador de una nueva alianza
de
sús, y la sangre asperjada que clama con más fuerza que la sangre
.
ya así preparado lo que el Apocal ipsis
Abel» (Heb 12, 22-24). Queda
PS
de Juan expone en muchos lugares con grandiosas imágenes. Se habla
¿nel en muchos pasajes de la nueva Jerusalén que baja del cielo y en
.
apóstoles
a “as doce rocas angulares están los nombres de los doce
>
(A2iL os3, 12; 17, 18; 2.10.1en4-23;
21, aron 21, 14; 22, 14.19). |
>
Padres expres muchos lugares la idea de la Iglesia como
Dios, como reino
dnticipación del reino universal y escatológico de
se dice: «Sera .
de la paz que abraza pueblos y culturas. Ya en la Didajé
.
los límites de la tierra» (9, 4).
éunida tu ekklesía en tu basileía desde
A
vas de todo mal y perfec-
«Acuérdate, Señor, de tu Iglesia, que preser en tu
cardinales
+ conas en tu amor; y reúnela desde los cuatro puntos
5; cf. 1 Clemente 29, 1-3). Se-
eino, que le tienes preparado (Didajé 10,
PU
con todos
em Ireneo de Lyon, la Iglesia reúne a la humanidad entera,
is bienes, bajo la cabeza que es Cristo, en la unidad de su Espíritu!”.
o
Graciasal Espíritu de Pentecostés, todos los pueblos forman un coro
OT
(PER. lara cantar la alabanza a Dios como primicia, una vez eliminadas
PM da: las cacofonías, en el armonioso acorde de todas las lenguas”.si%o,
todas
«Todos los pueblos
A
En el mismo sentido, dice Clemente de Ale] andría:
cantan salmos al Creador, cada uno en su patria»!”.
á
A
A
“¿MBA odo que el que vive en Roma sabe que los indios son miembros de
A
ella!. Según Hilario, nosotros seremos la ciudad de Dios, la Jerusalén
ciudad cuyas partes
A A
ín hace decir a la
todas se congregan en unidad»'”, Finalmente, Agust
—
los idiomas,
Iglesia: «Hablo en griego, en siríaco, en hebreo, en todos
En la Iglesia se
pues pertenezco, en la unidad, a todos los pueblos»'*!.
=
153, O, Cullmanmn, Christus und die Zeit. Die urchristliche Zeit- und Geschichtsauf-
Jfassung, Zúrich 1948 (versión cast.: Cristo y el tiempo, Madrid 2008); H. Conzelmann, -
Die Mitte der Zeit. Studien zur Theologie des Lukas, Túbingen 1964 (versión cast.: El *
centro del tiempo, Madrid 1974).
El reino de Dios y la Iglesia 153
Z 154, Acerca del servicio de la Iglesia al reino de Dios que viene, cf. infra 11.6.1;
116.23 y 4.
+ 155, Sobre ello, W. Nigg, Das ewige Reich, Zúrich 1954; E. Gilson, Les métamor-
phoses de la cité de Dieu, Paris 1952 (versión cast.: Las metamorfosis de la ciudad de
Dios, Madrid 1965); A. Dempf, Sacrum Imperium, Darmstadt 1962.
154 11.2. La historia de la salvación y la historia universal
156. R. Bultmann, Geschichte und Eschatologie, Titbingen 1958, 183s (versión cast.:
Historia y escatología, Madrid 1974).
157. Para otras formas más, cf. infra 11.3.1.
158. Cf. infra 11.5.8.
159, Cf. infra 114.4.
160. De civitate Dei TI, 30; XVITL, 22; 46.
161. Ibid. XIV, 28.
162. Ibid. 1, 36; De doctrina christiana TIL, 323, 45.
El reino de Dios y la Iglesia 155
163, Esto tiene que tenerse en cuenta al interpretar pasajes que sugieren la identi-
ficación de la Iglesia con el reino de Dios, como De civitate Dei XX, 9, 15.
164. Ibid. XVI 51, 2.
* 165. Ibid. XXUL, 30,
166. Sobre esto hay que remitir a la última sección de Peterson, Der Monotheis-
mus als politisches Problem, 103s.
167. M. Seckler, Das Heil in der Geschichte. Geschichtstheologisches Denken bei
Thomas von Aquin, Miinchen 1964.
156 11.2. La historia de la salvación y la historia universal
quiere ser sal y luz, tiene que estar presente en el mundo, sin perder sy
ser diferente de él, sanando y ayudando, estimulando y provocando;
debe intentar impregnar el mundo por dentro, como levadura (Mt 13,
33). Puede ayudarlo a vivir en la provisionalidad pero manteniendo
la esperanza en la venida definitiva del reino de Dios y su justicia. Asj
puede ayudar a un mundo que, en su agitación por hacer, muchas
veces carece de perspectiva, a hacer con serenidad interior lo que hoy
y aquí es posible, sobreponiéndose a la excitación del entusiasmo y
a los terrores apocalípticos!”. Ante el sufrimiento y el dolor, que no
han de desaparecer del mundo, consolará; pero también animará,
inspirará y motivará al compromiso por la justicia, la paz y la liber:
tad. Y puede hacer todo esto porque está cierta en esperanza de que
al fin todo pasa y sólo queda el amor (1 Cor 13, 8.13). Sólo las obras
del amor cuentan en el juicio escatológico (Mt 25, 31-46): ellas sí
tienen consistencia permanente y están implantadas definitivamente
en la consistencia de la realidad, en un modo del que no podemos
dar menuda cuenta. Con este mensaje, también es la Iglesia un signo
escatológico de esperanza en el mundo. |
brío
sie
Casa de la sabiduría y templo de Dios 159
0 178. G. von Rad, Weisheit in Israel, Neukirchen 1970 (versión cast.: La sabiduría
h Israel, Madrid 1973); M. Hengel, Judentum und Hellenismus, Túbingen 1973, 291-
18; H. Gese, Zur biblischen Theologie, Minchen 1977, 152-201. Para entender la
multiforme sabiduría divina», H. Schlier, Der Brief an die Epheser, Dússeldorf 1957,
obre todo, 158-167 (versión cast.: La carta a los efesios, Salamanca 22006). En vez del
rasfondo helenístico que Schlier pone de relieve, en la actualidad se resalta el judeo-
ristiano, Cf. Mamns, Le Judéo-christianisme, 225-236; W. Kasper, «Gottes Gegenwart
n Jesus Christus. Voriúberlegungen zu einer weisheitlichen Christologie», en W. Baier
tal. (eds.), Weisheit Gottes- Weisheit der Welt (FSJ, Ratzinger), vol. 2, St. Ottilien
987, 311-328; Id., «Jesus Christus- das Licht der Welt. Die Weisheitchristologie als
Auslegungunesschlússel der Weltweisheit», en G. Augustin et. al. (eds.), Christus Got-
es señopferisches Wort (FS C. Schónborn), Freiburg ¡.Br. 2010, 293-299,
1
160 11.2. La historia de la salvación y la historia universal
2
la misión púbica de la pelea
ge
ME “iérne a cómo se refiere la Iglesia al orden del mundo. Los discípulos
| de. Jesús deben ser luz del mundo yciudad sobre el monte (Mt 5, 14).
y
8 186. C£ J. Gnilka, Das Evangelium nach Markus (EKK I1/2), Neukirchen 1979,
53s (versión cast.: El evangelio según san Marcos 1L, Salamanca *2005). En 154s se ve.
ás sobre la historia de los efectos de ello.
162 11.2. La historia de la salvación y la historia universal
construido una casa (Prov 9, 1; cf. 14, 1; 24, 3). Según otras ideas judí
posteriores, el templo se edificó de acuerdo con medidas cósmicas
como centro del cosmos.
Los Salmos manifiestan plenamente una piedad vinculada al tem]3
plo. El piadoso viene al templo para contemplar el rostro de Dios (Sal ¡
42, 2-4; cf. 5, 8; 27, 4); su corazón se rompe de anhelo del templo del]
Señor (Sal 84, 3). Precisamente esto explica la fuerza de la crítica pro. A
fética del sermón de Jeremías en el templo a propósito de la confian
falsa y engañadora puesta en éste, que va de la mano de la injustici
la opresión, el derramamiento de sangre y la idolatría (Jr 7, 1-15).
los judíos piadosos los llenó de horror que el templo, que es un lug
sagrado, fuera profanado y mancillado por los paganos (Sal 79,
1 Mac 3s.; 2 Mac 1s.; Hch 21, 27-30). ee
Hay que saber todo esto si se quiere entender qué significa que
Nuevo Testamento llame a la Iglesia templo y casa de Dios (1 Cor 3
16s.; 6, 19; 2 Cor 6, 16; Ef 1, 19-22). Jesús mismo actúa y enseña en
templo y la primera comunidad cristiana participó, por supuesto, e
el culto del templo (Hch 5, 42). Pero ya en el propio Jesús se echa de
ver cierta distancia, algo nuevo. Que Jesús purificara el templo quiere:
decir más que la mera indignación moral porque el templo se hubiera:
convertido en un mercado. Esta acción fue un signo profético y está:
en la tradición de los profetas. Lo que a Jesús le importa es la santidad:
de Dios y del templo, que ha de ser casa de oración, y ello, para todos:
los pueblos (Mc 11, 15-19par.; Jn 2, 13-22). Como ya habían hecho los'
profetas, Jesús relativiza y critica el culto puramente externo del tem
plo. «Dios es espíritu, y todos los que lo adoran tienen que adorarlo en:
espíritu y verdad» (Jn 4, 21-24). Habla, pues, Jesús, como los primeros,
apocalipsis judíos, del derribo y la reconstrucción del templo, aunque:
con ello se refiere —ésta es la novedad cristológica— al templo de su,
cuerpo (Jn 2, 21; cf. Mc 14, 58; 15, 29par.). Con esta interpretación:
cristológica del templo nos sale al paso la novedad del Nuevo Testa;
mento. Jesús en persona es el templo de Dios. El es el lugar en que Dios:
ha hecho definitivamente y por entero morada; el lugar donde se ha:
mostrado definitivamente la gloria de Dios (J n 1, 14). En él quiso Dios
habitar en toda su plenitud (Col 1, 19). go
En Cristo, la comunidad es también casa de Dios. Ya el Antiguo. :
Testamento habla a menudo de la casa de Israel y dice que Yahvé
habita entre su pueblo y marcha con él (Lev 26, 11s.; Ez 37, 26s.). El
Nuevo Testamento hace una relectura cristológica del Antiguo. All A
donde dos o tres están reunidos en el nombre de Jesús, él está presenté.
entre ellos (Mt 18, 20). Así, la Iglesia, en Cristo y en el Espíritu Santo;
Casa de la sabiduria y templo de Dios 165
Mb o
« Congregatio fidelium» y «communio sanctorum» 167
creen es, pues, un Dios vivo (Dt 5, 26; Jos 3, 10; Jr 10, 10; Dan 6, 2;
Mt 16, 16, etc.). No es un Deus otiosus que exista en algún sitio mu
lejos del mundo y sin contacto con lo que en él acontece; y much
menos es un Dios muerto, como creyeron poder proclamarlo en ]
modernidad Friedrich Nietzsche y otros. Es el Dios vivo de Abrahán;3
Isaac y Jacob: un Dios de vivos y no de muertos (Ex 3, 6; Mc 12, 26s
Hch 3, 13; 7, 32). Se vuelve a los hombres, les habla, se dice a ellos: n
sólo les comunica algo, sino que se les comunica él mismoy así, po
su palabra, está presente en medio de la vida de su pueblo (Ex 3, 14
La palabra de Dios no es, pues, únicamente información, sino, ant
todo, comunicación personal en la que Dios nos habla como a amigo
por su amor desbordante!” :
Dios convoca a su pueblo con su palabra. Así, se entiende ya Isra
como gahal Yhwh, como congregación de Dios (cf. Dt 23, 2ss.; 1 Cr 28
8; Neh 13, 1; Miq 2, 5; Sal 74, 2, etc.). En el Nuevo Testamento se tom
esta denominación como autodenominación y la comunidad se enten
dió a sí misma como Iglesia de Dios, o sea, como el pueblo llamado'
y congregado por Dios'”. Cuando los reunidos oyeron la palabra de:
Pedro, les traspasó el corazón. Asi, la Iglesia nació por la efusión del,
Espíritu y la predicación de Pedro en el primer Pentecostés (Hch 1, 37): *
Según Pablo, el evangelio ha llegado a efecto en la comunidad (1 Tes:
1, 5). Puede incluso decir Pablo: «Os he engendrado por el evangelio»:
(1 Cor 4, 15). Según Pablo, pues, la Iglesia es como si hubiera sido,
creada por la palabra: es creatura verbi!*, :
De aquí surgió en la tradición llamar a la Iglesia congregatio fide?.
lium. Esta denominación suele pasar como específicamente propia de:
la Reforma, pero también se la encuentra —o literalmente u objetiva+
mente— con mucha frecuencia en la tradición católica!”, No puede;
pues, servir de nota distintiva entre las confesiones. La diferencia en=.
e
1 72 ] [2. La histori a d e la $ a lvación y la historia universal
edificada”, . | o
Así, los sacramentos, y en especial los dos
fundamentales —bautis.
mo y eucaristía—, construyen la Iglesia como
communio sacramento.
rum. Esta tradición sobre el significado del sacra
mento del altar como
constitutivo de la Iglesia aparece también en el
Lutero joven?!“ Así, en
la autodesignación de la Iglesia tanto como congr
egatio fidelium cuan:
to como communio sanctorum, se pone de manif
iesto un punto en có;
mún eclesiológico que es básico para el ecumenismo
. No cabe Oponer
la iglesia católica como iglesia del sacramento
a la iglesia evangélica
como iglesia de la palabra. Tal como lo entendemos
hoy, la palabra:
y el sacramento son ambos constitutivos para
las dos tradiciones?!”. a
Ni la fórmula que habla de la Iglesia como congregati
o fideliums
ni la que habla de ella como communio sanctorum, deben
entenderse
en el sentido de la reunión ulterior de los individuos
creyentes, Una:
tal comprensión individualista sería absolutamente
ajena tanto ala
Escritura como a la tradición de los Padres. Pues
es la Iglesia creyente.
y que celebra la fe en los sacramentos quien
acoge en su seno, mie:
diante la palabra y el sacramento, a los creyentes.
Esto ha llevado a
hablar de la Iglesia como madre. La expresión tiene
base bíblica y la:
encontramos muchas veces en los Padres de la Iglesi
a. Pablo puede :
decir que él ha sufrido prácticamente dolores de
parto por los creyen: .
tes, sus hijos; y en el mismo contexto puede
también llamar madre *
Nuestra a la Jerusalén del cielo (Gal 4, 19.26)"*, En
este sentido, es ;
Han sido sobre todo los Padres griegos (Orígenes, Cirilo de Je-
han
sysalén, Dionisio Areopagita y Máximo el Confesor) quienes
tecogido estas afirmaciones e, influidos por el pensamiento neoplató-
áico, han entendido a la Iglesia y sus sacramentos mistagogicamente
domo imagen y simbolo de la Jerusalén del cielo?*. Bajo esta mirada
éscatológica a la Iglesia, las insuficiencias de una Iglesia a la que en
sste mundo pertenecen también los pecadores no se dejan velar ni
simular. Ya hablaremos de ello detalladamente”. Por el momento
se rasgara
baste con decir radicalmente que en la eucaristía es como si
cortina que cubre la Jerusalén celeste por venir. La cotidianidad de
trozo
plomo queda así interrumpida y se experimenta en la tierra un
é cielo. A ello contribuyen también las vestiduras, la música, el arte.
Cuando se los introduce con buen gusto, no son pompa externa, sino
tie expresan a su modo que la celebración litúrgica es un pre-signo y
na pre-manifestación de la gloria y la belleza de la realidad escato-
lógicamente transfigurada.
A
do Massa damnata» o redención universal?
: oftece la Iglesia lanza hoy además una difícil cuestión: ¿qué ocurre con
. Ta salvación de quienes no pertenecen a la Iglesia visible? En la Edad
Media esta pregunta no se planteaba en el mismo sentido que desde la
modernidad. Entonces podía partirse de que el mensaje del evangelio
había avanzado hasta las fronteras del mundo que se conocía, y todo
el que quería ser cristiano, podía serlo. Desde que empezó la moderni-
“dad, esta situación se transformó radicalmente: al descubrirse nuevos
'continentes, la mirada se extendió fuera del espacio europeo, a las an-
tiguas culturas de América, Ásla, África y Oceanía. Así que comenzó
'a ser urgente preguntarse qué ocurría con la salvación de tantas ge-
neraciones de antes y de después de Cristo, con tantos seres humanos
de hoy mismo, a los que nunca se les ha anunciado el evangelio y que,
'por tanto, no han tenido jamás la posibilidad de confesar el mensaje
| cristiano de salvación, sin culpa alguna por su parte.
*. La cuestión se plantea hoy con más fuerza todavía, en el contexto
universal
176 11.2. La historia de la salvación y la historia
la teología
Bases biblicas y su evolución en la historia de
ma «extra ecclesiam nulla
Hay que empezar diciendo que el axio
to, aunque tiene cierto apoyo
salus» no aparece en el Nuevo Testamen
amento se dice de J esucristo
objetivo en él. En efecto, en el Nuevo Test
-
der Geschichte, 23-61) que la condena de
230. De Lubac ha mostrado (Geist aus de Orígen es.
a la enseñ anza
semejante doctrina realmente no afecta
Paris 1959 (versión cast.: Verdad .
231. Cf. Y. Congar, Vaste monde ma paroisse, , «Ecclesia... universale salu-
Madri d 2002); E. Ricken
y dimensiones de la salvación, ger, «Kein Heil ausserhalb der
8; J. Ratzin
tis sacramentum»: Schol 40 (1965) 352-38 339-36 1 (versión cast.: El nuevo e
ldorf 1969,
Kirche?», en Das neue Volk Gottes, Diisse der Kirche il Heil?, Freiburg. :
kein
1972); W. Kern, Ausse rhalb
pueblo de Dios, Barcelona B. Sesboúé, Hors
LIhK? 4, 1346-1348;
¡.Br. 1979; Id., art. «Heilsnotwendigkeit», en
problemes d'interprétation, Paris 2004
de l' Église pas de salut. Histoire d'une formule et Bilbao 2006).
ión,
(versión cast.: Fuera de la Iglesia no hay salvac
¿No hay salvación fuera de la Iglesia? 177
“queen ningún otro nombre puede hallar el ser humano salvación y que
“no se nos ha dado otro nombre bajo el cielo por el que seamos salva-
dos (Hch 4, 12). Jesucristo es el mediador uno y único de la salvación
(1 Tim 2, 4-7); él es el camino, la verdad y la vida (Jn 14, 6). En el ca-
| pítulo que forma el apéndice del evangelio de Marcos se dice: «Quien
cree y se hace bautizar, se salva; pero quien no cree, se condena» (Mc
16, 16). Y en el cuarto evangelio dice Jesús que el que no renace del
agua y del espíritu no puede entrar en el reino de Dios (Jn 3, 3-5).
En la teología patrística, el arca con la que Noé se salvó del diluvio
se entendía como tipo de la Iglesia, por la que nosotros nos salvamos
2 del diluvio del mundo como gracias a un arca que nos libra de él”,
El axioma «extra ecclesiam nulla salus» se encuentra por primera vez
. explícitamente en las homilías de Orígenes sobre el libro de Josué”? y
en Cipriano de Cartago**. Pero en ninguno de los dos casos se trata
de una teoría general sobre los no cristianos, ni de una exhortación a
unirse a la Iglesia, sino de una advertencia que se dirige a aquellos a los
- quese ha anunciado el mensaje, están bautizados y se encuentran en
riesgo de separarse otra vez dela fe y de la unidad de la Iglesia.
+ Lo que sí tuvo efectos fatales fue la doctrina del Agustín anciano,
que hablaba de la doble predestinación, tanto a la salvación como a
la condenación. Siguiendo su huella, Fulgencio de Ruspe (+ 532), dis-
-cípulo de Agustín, entendió el axioma «extra ecclesiam nulla salus»
Como una teoría sobre la salvación, mejor dicho, la no salvación de
- cuantos no creen ni están bautizados. En el mismo sentido lo usó el
- Cuarto Concilio de Letrán (121 5), Bonifacio VII, en la bula Unam
- sanctam (1302), llegó a aplicarlo a quienes no se sometían al papa de
Roma?! Por fin, en 1442, el Concilio de Florencia afirmó expresa-
. mente que no pueden participar de la vida eterna ningún pagano ni |
ninguno que no crea o que se haya separado de la unidad: éstos serán
. condenados al fuego eterno. «Por más limosnas que dé, y aunque
. derrame su sangre por el nombre de Cristo, no se puede salvar si no
o permanece en el seno y en la unidad de la Iglesia católica»””.
Semejante frase hoy nos horroriza. ¿De verdad hemos de supo-
ner que tantísimos millones de hombres de buena voluntad que no
oyeron jamás nada del evangelio forman una única massa damnata?
238. DH 2005.
239. DH 2429,
240. Summa theologiae ll, q. 68, a 2.
241. DH 1524.
242. Disputationes de controversiis 1V, 3, 3.
243. DH 3821.
244. DH 3866-3873, K. Rahner: «Die Gliedschaft in der Kirche nach der Lehre
der Enzyklika Pius XI M pstici corporis», en Schriften zur Theologie, vol. 2, Einsideln
1956, 7-94,
¿No hay salvación fuera de la Iglesia? 179
1245.
É C£. supra 11.2.3.
246. Contra Arianos 1, 42; I1, 61; 74.
w: 247. Sermones 341,9, 11; Enarrationes ini Psalmos 90, 1; De civitate Dei XV1L 51.
o: 248, Cf. Y. Congar, «Ecclesia ab Abel», en M. Reding (ed.), Abhandlungen túiber
Antes estas palabras que repite Agustín: muchos que están dentro en realidad están
fuera, mientras que muchos que están fuera en realidad están dentro. Véase LG 14,
nota 12
' 249. Summa theologiae VI, q. 8, a. 3. Cf. M. Seckler, «Das Haupt aller Menschen»,
en Die schiefen Wánde des Lehrhauses, Freiburg 1.Br. 1988, 26-39. Más citas respecto
de la visión universal de la Iglesia en Tomás, en Seckler, Das Heil in der Geschichte,
220, nota 17. Sobre la fundamentación de esta doctrina en los Padres de la Iglesia, De
Eubac, -Geist aus der Geschichte, 34-36.
250. Summa theologiae TU, q. 68, a. 2.
180 11.2. La historia de la salvación y la historia universal
templo de Dios, cuerpo de Cristo, novia de Cristo (LG 6). Sería ocioso
discutir cuál de estas imágenes, cuál de estos símbolos es la descripción
básica de la esencia de la Iglesia: ninguna, ninguno puede expresar del
todo el misterio de la Iglesia. Estos símbolos y estas imágenes no se
oponen entre sí, pero tampoco son intercambiables ni cabe sustituir
uno por otro: se completan y se interpretan recíprocamente. En lo que
sigue, sólo vamos a poder tratar las más importantes de estas imáge-
nes, las que más especialmente han influido en la historia.
Enel período postconciliar, el concepto de pueblo de Dios se puso
muy. en primer plano y se dijo frecuentemente que era la determina-
ción que hacía el Concilio de la esencia de la Iglesia. Incluso se afit-
maba que era una innovación del Concilio que daba un paso más ade-
lante que la encíclica Mystici.corporis y la eclesiología del cuerpo de
Cristo, Ya en la época preconciliar hubo intentos de preferir la imagen
del pueblo de Dios a la de la Iglesia como cuerpo de Cristo!. Pero
Le
1. Sobre todo, M. D. Koster, Volk Gottes im Werden (1940), reed. Mainz 1971, se
1def ala importancia de la eclesiología del pueblo de Dios y contribuyó a renovarla,
pero la oponía a la eclesiología del cuerpo de Cristo.
184 11.3. La esencia de la Iglesia
Significado histórico-salvifico
Ya una superficial observación lingiñística hace imposible determi: :
nar el concepto de pueblo de Dios sólo sociológica y étnicamente, La
Biblia habla de:la Iglesia no simplemente como de un pueblo: habla.
del pueblo de Dios. La Biblia griega no usa para ello el concepto so-
ciológico y étnico 9ñuos (que, por ejemplo, se encuentra al hablar de
la democracia), sino el concepto histórico-salvífico Aaóc, en el sentido
del pueblo escogido por Dios, que se diferencia de todos los demás
pueblos o, dicho más exactamente, de los pueblos paganos (¿dvo!).
Bíblicamente, pues, hay que entender el concepto de pueblo de
Dios como determinado por la historia de la salvación, y a la Iglesia
unido a sí su pueblo con trabas y cadenas de amor humanas (Os 11, 4).
«¿Cómo podría yo dejarte, Efraín? ¿Cómo podría yo dejarte, Israel?»
«Mi corazón se revuelve contra mí, mi compasión se inflama» (Os
11, 8). Israel no será rechazado todo él: queda la esperanza de que un
resto regresará (Is 10, 218). |
- En los profetas, del presente se pasa alfuturo de la promesa: «Vo-
sotros seréis mi pueblo» (Jr 7, 23; 24, 7; 31, 33; 32, 36ss; Ez 11, 20;
14, 11). Y como ya sucedió con Abrahán, la promesa hace saltar el
marco de la expectativa meramente nacional. Ya en Is 11, 10 se dice
del Mesías que los pueblos lo aguardan. Esta expansión universal se
hace evidentísima en el profeta Zacarías: «Regocíjate y alégrate, hija
de Sión, porque vengo a habitar en medio de ti, oráculo del Señor. En
aquel día se adherirán muchos pueblos al Señor, y habitaré en medio
de ti» (Zac 2, 145). Así, el mensaje veterotestamentario del pueblo de
de la elección amorosa de Dios, de su misericordia,
Dios es la historia
de su guía y su fidelidad inquebrantable. Pero al final queda de algún :
modo abierta a un cumplimiento mayor y más abarcador. |
El Nuevo Testamento aplica a la Iglesia la denominación vetero-
testamentaria pueblo de Dios (Hch 15, 14; 18, 10; Rom 9, 255; 2 Cor
6, 16, etc.). Pero no fue frecuente traducir por Aaós el concepto ve-
terotestamentario de pueblo de Dios, sino por ¿xxAmota o ¿xxAmnoía
tod Yeod (Hch 20, 28; 1 Cor 1, 2; 10, 32; 11, 22; 15, 9; Gal 1, 13; 1 Tim
3, 5.15, etc.), Iglesia de Dios en Jesucristo (1 Tes 2, 14; cf. 2 Tes 1, 1).
El pasaje del Nuevo Testamento más importante en que se habla de
haós es 1 Pe 2, 9s: «Sois una estirpe elegida, un sacerdocio regio, una
nación santa, un pueblo que fue el pueblo especial de su propiedad,
para que proclaméis las hazañas del que os llamó de la oscuridad a
su luz admirable. En otro tiempo no erais su pueblo, pero ahora sois
pueblo de Dios; en otro tiempo no había para vosotros misericordia, |
pero ahora habéis encontrado misericordia». o
Este texto, que es básico para la eclesiología del pueblo de Dios,
sólo se puede entender correctamente partiendo de su contexto. Se di-
rige a los cristianos procedentes del paganismo y es una exhortación
al bautismo. Por esto, va más allá del Antiguo Testamento y presu-
pone la novedad de la historia salvífica cristiana y la acción redentora
de Jesucristo. Gracias a ésta, también los paganos que se hicieron '
bautizar llegaron a ser pueblo de Dios. Al decir el texto que también
los paganos que se volvieron creyentes pertenecen al pueblo de Dios,
retoma la promesa universal que se hizo a Abrahán. La fundamen- '
tación la ofrece Pablo en la Carta a los gálatas. Se refiere allí a que en :
la promesa hecha a Abrahán no se habla en plural de herederos, sino'
Pueblo de Dios 187
El Concilio Vaticano II A
Mediante
pueblo de Dios”. Tuvieron que ver en esto varios motivos.
la totalidad
este concepto, el Concilio podía integrar a la Iglesia en
la histori a de la humani dad,
de la historia de la salvación y aun de
salvaci ón de los
además de acercar a una solución la cuestión de la
solame nte *
no cristianos (LG 9). Se logró no fundamentar la Iglesia
erla en el A
en un acto de institución puntual en la historia, sino entend
ón; a la vez que se preserva-
contexto global de la historia de la salvaci
aria, que no tiene
ba la novedad del pueblo de la alianza neotestament
entada
su base en la descendencia carnal, sino en la alianza fundam
n por el Espírit u de Dios. Contra
en Jesucristo e inscrita en el corazó
ón,
ciertas tendencias individualistas en lo que concierne a la salvaci
aislados e :
pudo dejar en evidencia que Dios no salva a los hombres
y los '
independientes de sus vínculos recíprocos, sino que los llama
santifica como comunidad, es decir, como pueblo de Dios.
de-
Además, el concepto «pueblo de Dios» sirvió al Concilio para
tal,
cir que todos los bautizados participan de la dignidad sacerdo
fue una
profética y regia del pueblo de Dios*. En esta perspectiva,
decisión capital del Concilio, frente al borrador original de la Cons-
titución sobre la Iglesia, no empezar con la descripción de la estruc-
tura jerárquica, sino con el capítulo acerca del pueblo de Dios, que '
abarca e incluye tanto a la jerarquía como a los laicos. Finalmente, :
la Constitución sobre la Iglesia desemboca en el capítulo sobre su
con |
carácter como realidad de los últimos tiempos y sobre su unión
la Iglesia del cielo. Mediante este concepto describe, pues, el carácter
histórico del pueblo de Dios, que se encuentra en camino por las víaso. ¡
a hacia su patria eterna.
volvorientas de la histori
0 | | o
Significado universal
r a la Igle-
La eclesiología del pueblo de Dios es básica para inserta
para de-
sia en la totalidad de la historia humana. Sobre todo, sirve
judíos y cristia nos. Pese a
terminar correctamente la relación entre
forman , juntos,
sus profundas diferencias, los judíos y los cristianos
n las
el pueblo uno y único de Dios. Pues «en Cristo» ya no cuenta
3, 26-29s; Col
distinciones entre judíos y paganos (1 Cor 12, 13; Gal
injert ados en la raíz de
3, 11). Los paganos que han creído han sido
sia vive entre los tiempos: entre el «ya» y el «aún no». Participa de .
la figura terrenal de Jesucristo como siervo. Es Iglesia peregrina, de
camino por las vías polvortentas de la historia; y hace su viaje entre
las persecuciones del mundo y las consolaciones de Dios'*. Por una
parte, la Iglesia es la santa Iglesia, que, como Jerusalén celeste, viene
«de lo alto» (Gal 4, 26; Ap 21, 2); pero sigue aún viviendo «abajo»
en la historia, y porta su tesoro en vasijas de barro (2 Cor 4, 7). Por
ello, es Iglesia bajo la cruz, siempre pendiente de perdón. También, y
precisamente así, es de este modo la Iglesia de Jesucristo. a
Por desgracia, la escatología del pueblo de Dios no fue mal enten. +
dida sólo a partir del Concilio, sino que también lo había sido ya ex;
la Antigiedad. Sucedió esto siempre que no se comprendió teológica.
mente «pueblo» en el sentido de pueblo de Dios, sino sociológica, polí:
tica O étnicamente. Así ocurrió ya en Eusebio de Cesarea (+ 339/340),
que quiso identificar al pueblo de Dios con el Imperio romano bizan-
tino de Constantino. La Biblia excluye esta interpretación tanto como
excluye la étnica que sufrió este concepto entre los eslavófilos, por iñ-
flujo de la idea romántica del espíritu del pueblo, en Alexéi Jomiakoy
(t 1860). De acuerdo con esta segunda interpretación, el pueblo rusó
se entendía a sí mismo como el pueblo portador de Dios y guardián de
la fe recta!?. Queda también completamente excluido el uso ideológico .
- del concepto pueblo de Dios tal como se lo empleó en el nacionalso- :
cialismo, en que se lo equiparaba con el pueblo alemán, presuntamen-
te pueblo elegido. Pero también está excluida la comprensión demo-
crática, que no entiende el concepto de pueblo en el sentido del haó<
bíblico, sino en el sentido profano de dfuos, del que se quiere derivar
el
programa de alguna clase de democratización de la Iglesia. Finalmen-
te, tampoco se puede identificar el pueblo de Dios con el pueblo en el
sentido de la gente menuda, los pobres y los oprimidos, como en parte
se ha hecho en la teología de la liberación. Preguntémonos entonces, A
de nuevo, por su comprensión teológica genuina.
o 16. E. Schlink, «Die Struktur der dogmatischen Aussage als dogmatisches Pro-
“blem»: Kerygma und Dogma 3 (1957) 231-306; W. Pannenberg, «Analogie und Do-
xologie», en Grundfragen systematischer Theologie, Góttingen 1967, 181-201; G.
: Wainwright, Doxology, London 1980; A. Kallis, «Theologie als Doxologie», en K. Ri-
_Chter (ed.), Liturgie- ein vergessenes” Thema der Theologie, Freiburg 1.Br. 1986, 45-
53; J. Drumm, Doxologie und Dogma. Die Bedeutung der Doxologie fir die Wieder-
- gewinnung theologischer Rede in der evangelischen Theologie, Paderborn 1991; Id., art.
: «Doxologie» H-ITT, en LThk? 3, 355-357.
+ 17, Gotteslob 474, 5. En la misma dirección escribe K. Koch, Die Kirche Gottes.
Gemeinschaft im Geheimnis des Glaubens, Augsburg 2007.
“. 18. Summa theologiae U-II, q. 1, a. 1. o
19. Summa theologiae YI, q. 1, a. 2.
192 IL.3. La esencia de la Iglesia
Fundamentos bíblicos
Ñ Al tratar de la Iglesia como pueblo de Dios, señalamos que sólo
-OmoS pueblo de Dios en y por Jesucristo. Este aspecto fundamental
debe ahora exponerse explícitamente para describir a la Iglesia como
cuerpo de Cristo y novia de Cristo”,
«* Para comprender la imagen y la realidad de la Iglesia como cuet-
po de Cristo, se ha hecho ya referencia a la doctrina antigua sobre
el Estado. Hablaba ésta del Estado como de un cuerpo con muchos
imiembros, de modo que el ser que forman todos en común sólo está
vivo cuando cada uno de los miembros cumple las tareas que le están
encomendadas y todos colaboran entre ellos?*. Pablo, sin embargo,
cuando habla de la Iglesia como cuerpo de Cristo, sólo echa mano
aparentemente de esta metáfora. En efecto, en 1 Cor 12, 12 no dice
que de la misma manera que un cuerpo tiene muchos miembros, así
ambién pasa en la Iglesia; lo que dice es más bien que así sucede en
Cristo. Lo que hay en el trasfondo de sus palabras no es la noción
+; helenística y una comparación con ella, sino la idea hebraica de la
personalidad corporativa: de un gran yo común que une diacrónica
y sincrónicamente a los sujetos individuales de una comunidad, sin
apagar por ello su individualidad. Así, hablar del cuerpo de Cristo no
es para Pablo una comparación, sino algo real”.
2 o |
. 35. E, Kásemann, Leib und Leib Christi, Túbingen 1933; A. Wikenhauser, Die Kir-
che als der mystische Leib Christi, Múnster 1937; L. Cerfaux, La théologie de l'Église
uivant S. Paul, Paris 1948; E. Mersch, Le Corps Mystique du Christi, Paris-Bruxelles
1951; T. Robinson, The Body. A Theology, London 1952; H. Merklein, Entstehung und
Gestalt des paulinischen Leib-Christi-Gedankens (1985); T. Sóding, «Ihr aber seid Chris-
tl Leib», en Das Wort vom Kreuz, Tiibingen 1997, 272-299. En perspectiva sistemática,
Hay que remitir sobre todo a C. Journet, L'Eglise du Verbe Incarné, Bruges 1941.
“26. Platón, Protágoras 322d.
27. H.W. Robinson, Corporate Personality in Ancient Israel, Philadelphia 1964.
194 IT. 3. La esencia de la Iglesia
30. Véase la interpretación de todo ello en H. Schlier, Der Brief an die Epheser,
Dússeldorf 1957, 84-99; interpretación aún determinada por el trasfondo helenístico.
¿ . 31, Para la interpretación patrística de todo ello, cf. Rahner, Symbole der Kirche, 155.
¡- 32, Hexaemeron 9 (citado en H. Rahner, Symbole der Kirche, 159).
196 | 11.3. La esencia de la Iglesia
mido. Dicen que de esa misma manera, del costado del nuevo Adán
dormido en la cruz, salió la Iglesia. Así, según Agustín, la debilidad
de Cristo en la cruz es la fuerza de la Iglesia”. o 1
121] valentes» [Sin él, nosotros no somos nada; pero en él (somos) tan-
Cristo mismo como nosotros: todos nosotros a la vez que nuestra
eza, Cristo, y sin nuestra cabeza no podemos nada]*.
Para Agustín, esta visión mística de la Iglesia se funda, de modo
sterioso, en el bautismo y la eucaristía. La eucaristía, sobre todo,
Sstá para él en el centro mismo de la vida de la Iglesia”. Es el sa-
ramento de los bautizados. Es «sacramentum unitatis et vinculum
aritatis» [el sacramento de la unidad y el vínculo de la caridad]?*.
in ella no está presente sólo el Jesús terrenal, sino el «totus Christus,
aput et membra»*, Así, la eucaristía no nos pone sólo en relación
on la cabeza, sino también con el cuerpo místico. «Efficimini panis,
uod est corpus Christi» [Os hacéis pan, que es el cuerpo de Cris-
a]. «Ergo vos estis corpus Christi et membra. Mystertum vestrum in
mensa dominica positum est: Mysterium vestrum accipitis... Estote
¿quod videtis at accipite quod estis» [De modo que vosotros sois el
nerpo de Cristo y sus miembros. Vuestro misterio está puesto en la
mesa del Señor: recibís vuestro misterio... Sed lo que veis y recibid
o que sois]*. En este sentido, Agustín siempre pone en relación las
3 jalabras «unus panis, unum corpus multi sumus» [nosotros, muchos,
somos un solo pan, un solo cuerpo] (1 Cor 10, 17) con las palabras de
aiconsagración*, |
'« Este sentido eucarístico-sacramental de la idea del cuerpo de
Cristo, que era fundamental para los Padres, y especialmente para
Agustín, se perdió en gran medida en el curso de la segunda disputa
obre la Cena, en el siglo XI. En la discusión con la comprensión
imbólica de la eucaristía, que se atribuía a Berengario de Tours,
yasó a malentenderse la designación, hasta entonces corriente, de la
o ticaristíá como cuerpo místico de Cristo (o sea, como cuerpo mis-
: terioso, sacramental, de Cristo)?. Para subrayar la presencia real de
«Cristo en la eucaristía, se hizo habitual hablar de la eucaristía no ya
como del cuerpo místico de Cristo, sino como del verdadero cuerpo
de Cristo. La expresión «cuerpo místico de Cristo» quedó libre para
denominar con ella a la Iglesia, sólo que «místico» no se entendió ya
El Concilio Vaticano H
b. ¿La evolución de las cosas antes y después de la encíclica Mystici
corporis dio de sí la base para el tratamiento que recibió la eclesiología
lel cuerpo de Cristo en el Concilio Vaticano II (cf. LG 7). Pero el Con-
ilio evitó en el pasaje que cito, tras prolongada discusión, la expresión
«cuerpo místico de Cristo», porque este término le pareció conducen-
tea malos entendidos. El Concilio, en cambio, por tres veces propugnó
una fundamentación pneumatológica. De acuerdo con él, es el espíritu
de Cristo el que aúna en un cuerpo solo los múltiples miembros: el
que los aúna entre ellos y con Cristo. Pero también volvió a resaltar la
fundamentación sacramental y remitió al bautismo y la eucaristía y,
en otro lugar, a los demás sacramentos (SC 59; LG 11).
; parte aquí de Jesucristo como el sujeto que actúa en la Iglesia, y sólo «en esta perspecti |
Va» llega a tal frase, que se puede entender como una identificación con la encarnación
o una prolongación de ella. En otro lugar, la Iglesia es para él imagen (en sentido real-
portando sus libros Catholicisme, Paris 1938 (versión cast.: Catolicismo, Madrid
1988) y Méditations sur | Eglise, Paris 1952 (versión cast.: Meditación sobre la Iglesia,
Madrid *1988). |
200 IT.3. La esencia de la Iglesia
54. Sobre cómo determinar la relación entre la iglesia particular y la iglesia uni
versal, cf. infra 1.5.5.
Ja
pa “SS, Cf. D. Valentini, La donna e la Chiesa alla luce della simbolica dell'alleanza
lcale Lo Spirito e la sposa, Ciudad del Vaticano 2009, 113-145, Sobre el tema de la
nujer en la Iglesia, cf. infra 11.4.2.
- 56. En el espiritu de los Padres de la Iglesia, este asunto ya fue tratado con extraor-
u inaria profundidad por M. J. Scheeben, Mysterien des Christentums (1865), Freiburg
¿2 1Br. 1951, 445-452. Tratamientos recientes: H. U. von Balthasar, Sponsa Verbi, Einsie-
. dela 1960 (versión cast.: Madrid 2001); G. Mazzanti, Teologia sponsale e sacramento
delle nozze, Bologna 2004; A. Scola, li mistero nuziale, 2 vols., Roma 1998-2000 (vol. 1:
: : Hombre - mujer, Madrid 2001); M. Ouellet, Mistero e sacramento dell'amore. Teolo-
gia del matrimonio e della famiglia per la nuova evangelizzazione, Siena 2007, 163-168;
.F.Pilloni, Immagine viva di Cristo Sposo. Ministero e diakonia della Chiesa sposa, Can-
- talupa 2009. Sobre la dimensión mariana de la Iglesia, estrechamente relacionada con
: todo ello, cf. infra 11.3.4.
$7. Esta perspectiva la trabajó muy bellamente C. Journet, L'Eglise sainte mais
| hon sans pécheurs, Saint-Maur 1999. Distingue entre el Espíritu Santo como alma
.increada de la Iglesia y el amor como su alma creada.
202 11.3. La esencia de la Iglesia
59, Cf. E. Stauffer, art. yánoc, en TANWT 1, 651-655. El artículo muestra que |
la idea neotestamentaria tiene raíces veterotestamentarias y rabínicas, y que no se la
+ puede derivar de la noción, tan extendida en los cultos mistéricos, del lepós yápos.
- + 60, Efrén el Sirio, Hymnen de Ecclesia (Lobgesang aus der Wiiste, Sophia 7), Frei-
s burg 1.Br. 1967, 59- 67; Ausgewiúhlte Schriften der Syrischen Dichter, Bibliothek der
: Kirchenváter, vol. 6, Miinchen 1913, 329-332,347-350,
+ 61, Y Congar, «Die Lehre von der Kirche von Augustinus bis zum abendlándi-
.schem Schisma», en HDK 11/30, 775,
204 11.3. La esencia de la Iglesia
a la imagen de
nO fue el primero, Pero sí quien aplicó a la iglesia roman
más efectivo.
la prostituta Babilonia del modo que hasta hoy ha sido el
la Iglesia*. Yn-
Lo hizo en su escrito sobre la Cautividad babilónica de
1 179), que exhorta-
cluso una mística COMO Hildegarda de Bingen (y
divino, ve en una
ba a sus monjas a vestirse de novias para el oficio
los vestid os desgarrados,
visión a la Iglesia cubierta de barro y con
y lascivos,
y se lamenta de que está asolada por sacerdotes ladrones
mácula en la
que han arrastrado por la basura a la novia escogida sin
sangre del Hijo del Hombre (cf. Carta 52) De modo menos visionario,
que la Iglesia sólo
| pero igualmente realista, Tomás de Aquino sabía
será del todo inmaculada al final de los tiempos”,
o se deter-
Para resumir, preguntémonos: ¿de qué se trata cuand
con la imagen de los novios?
mina la relación entre Cristo y la Iglesia
de expres ar el ín-
Como primera constatación, es seguro que se trata
inquebrantable fide-
timo y cordial amor de Cristo a su Iglesia, y la ón
lidad con la que la asiste. Por otra parte, determinar asi la relaci
igualmente profunda
quiere suscitar una respuesta de amor nupcial
figuras femeninas de
y cordial representada sobre todo por grandes
Este amor €s el corazón
santas— como destino y sentido de la Iglesia.
o cuando la Iglesia se
palpitante de la Iglesia. Cristo la ama así inclus
como una ramera. Pero
porta en muchos aspectos como infiel y hasta
de saber que aunque
la Iglesia, como la pecadora en el evangelio, ha
ha repudiado y jamas
tantos la acusen malignamente, Cristo no la
n nosotros debemos
dejará que caiga definitivamente. Por eso, tambié
tantas veces nada |
amar a la Iglesia como la amó Cristo. La realidad
tenemos que ensalzarla ni ocultar la. También |
hermosa de la Iglesia no
no es un entusiasmo
cuando se trata de la Iglesia, el verdadero amor
n endurecido. Es
ciego; pero tampoco es algo ni infatuado ni de corazó
tiene que dar prueba
en todo y por todo realista y, con pleno realismo,
te.
de sí manteniéndose fiel y perdonando constantemen
perspe ctiva: el motivo nupcial servía ya
Añadamos una segunda
días del pasado, el tiem-
en el Antiguo Testamento para recordar los
los ojos el ideal hacia
po puro del noviazgo, y, por ello, para traer ante
Tiene que evocarnos
el que siempre de nuevo hemos de orientarnos.
penitencia, Y ha de
la necesidad de convertirnos, purificarnosy hacer
s para el novio que
animarnos a mantenernos alerta y a embellecerno
podamos salir a su
viene a sus bodas, de modo que, cuando venga,
- encuentro con las lámparas del amor encendidas.
67. J. A. Móhler caracteriza bromeando esta visión deística así: «Dios creó (en
el principio) la jerarquía y ya con eso la Iglesia tiene más que suficiente hasta el fin del
mundo» (ThQ $ [1823] 497). o
68. Cf. las antiguas fórmulas del credo en DH 10ss, y la confesión de fe niceno- -
constantinopolitana, en DH 150. |
69. Cf. la exposición de Y. Congar, Der Heilige Geist, Freiburg 1.Br. 1982 (orlg.: Je
crois en| Esprit Saint, 3 vols., Paris 1979-1980; versión cast.: El Espíritu Santo, Barcelo-
na 1991); H. U. von Balthasar, Spiritus creator, Emsiedeln 1967; H. Múhlen, Una mys-
tica persona, Miinchen 1968; J. Moltmann, Der Geist des Lebens, Múnchen 1991 (ver-
sión cast.: El Espíritu de la vida, Salamanca 1998); M. Welker, Gottes Geist, Neukirchen -
1992; B. J. Hilberath, Pneumatologie, Disseldorf 1994. Y mis contribuciones: W. Kas-
per-G. Sauter, Kirche - Ort des Geistes, Freiburg 1976; W. Kasper (ed.), Gegenwart des '*
Geistes, Aspekte der Pneumatologie (QD 85), Freiburg 1979; «Die Lehre vom Heiligen
Geist und die Annáherung zwischen Ost und West», en Wege der Einheit, Freiburg i.Br.
2004, 132-161. Sobre este capítulo, W. Kasper, El Dios de Jesucristo, 231-264.
Templo del Espiritu Santo 207
74. La exégesis patrística interpretó este pasaje de varios modos diferentes: cf.
Rahner, Symbole der Kirche, 177-235; R. Schnackenburg, Das Johannesevangelium,
vol. 2, Freiburg 1.Br. 1971, 210- 217.
75. Epideixis 89; cf. Adversus haereses 1V, 33,13; Y, 18, 2.
76. Hay que mencionar sobre todo a V. Lossky, pero también a S. Bulgákov,
N. Afanásiev, P. Evdokímov, O. Clément, B. Bobrinskoy, N. A. Nissiotis, etc. Fundan
la crítica en la que hacen al añadido filioque al credo por parte del Occidente latino: *
que el Espíritu procede del Padre y del Hijo. Muchos teólogos ortodoxos ven en ello
una vinculación unilateral del Espíritu Santo y su obra salvífica con la del Hijo. No '
podemos entrar aquí en tal cuestión. Cf. W, Kasper, El Dios de Jesucristo, 248-256.
Templo del Espiritu Santo 209
la
N':-2Imente institucional de la Iglesia, que ya no deja espacio para
Misertad y el dinamismo del Espíritu.
De esta crítica a una eclesiología de cuño exclusivamente cristoló-
o ha de sacar enseñanzas la iglesia católica, pero hay que matizar.
3 es Congar examinó con todo detenimiento esta clase de crítica.
gó ala conclusión de que es justa en lo que hace a ciertos represen-
antes de la teología postridentina, pero que no lo es tomada como
a descripción universal del estado de la eclesiología católica”. Fue
bre todo Johann Adam Móhler el que rompió con la comprensión
ramente institucional y rígida de la Iglesia, en su obra temprana
2 Einheit in der Kirche (1825), en la que desarrolló una eclesiología
rcadamente pneumatocéntrica. Todavía en la Symbolik (1832) del
¿hler maduro, cuya concepción eclesiológica es cristocéntrica, se
ncede mucho espacio a la pneumatología ($ 37). León XUI, en la
sciclica Divinum illud (1897), y Pío XIL enla Mystici corporis (1944),
sí como el Vaticano I!(LG 7), han retomado la fórmula agustiniana
él Espíritu, alma de la Iglesia.
E] Vaticano TI concedió en muchos lugares amplio espacio al tes-
monio de la Escritura y la Tradición y puso de relieve que la Iglesia,
todo cuanto hace, es sacramento, o sea, instrumento del Espíritu
santo”, La proclamación del evangelio y la celebración de los sacra-
E mentos ocurren en el Espíritu Santo. El significado del Espíritu Santo
ra los sacramentos se destacó, sobre todo, al hacer revivir la epícle-
osea, la invocación del Espíritu Santo al celebrar la eucaristíay los
Miss sacramentos. La Iglesta tiene, pues, globalmente una estructu-
j
E, 34, PJ. Cordes, Den Geist nicht auslóschen, Freiburg 1.Br. 1990 (versión cast.: No
paguéis el Espíritu, Bilbao 1993) y Nicht immer das alte Lied, Paderborn 1999; J Rat- :
inger, Kirchliche Bewegungen und neue Gemeinschaften- Unterscheidungen und Kriteri-
n, Múnchen 2007 (versión cast.: Los movimientos en la Iglesia, Madrid 2006); H. Gas-
e, art. «Charismatische Bewegung», en Lexikon der Okumene und Konfessionskunde,
Freiburgi.Br. 2007, 210-218; M. Tigges-J. Halkenháuser, art. «Geistliche Gememnschaf-
enund Bewegungen», en ibid., 451-457; F. P. Tebartz-van Elst, art. «Pfingstbewegung»,
n ibid., 1045-1050; J, Ratzinger, «Die kirchlichen Bewegungen und ihr theologischer
Ort», en JRGS 8/1, 363-390.
85, K. Rahner, Das dynamische in der Kirche, Freiburg 1.Br. 1958 (versión cast.: Lo
dinámico en la Iglesia, Barcelona 1968);H. Kúng, Die Kirche, Freiburg 1.Br. 1967, 181-
44 (versión cast.: La Iglesia, Barcelona 1968); G, Hasenhúttl, Charisma - Ordnungs-
rinzip der Kirche, Freiburg i.Br. 1969; L. Boff, Iglesia, carisma y poder, Santander
: 1982; J. Ratzinger, «Bemerkungen zur Frage der Charismen in der Kirche», en JRGS-
ñ, 345- 362.
o o 86. M. Weber, Wirtschaft und Gesellschaft, Túbingen 1922, 140 (versión cast.: Eco-
+ nomía y sociedad, México 1944).
¿ ., 87, Hainfluido mucho E. Kásemann, 4mt und Charisma im NT, Góttingen 1964,
: 109- 134. Es más equilibrada la espléndida exposición de H. Schúrmann, «Die geistli-
hen Gnadengaben», en Baraúna (ed.), De Ecclesia, 1, 494-519. Da un buen panora-
ma H. Conzelmann, art. xágugua, en ThWNT9, 393- 397. |
212 IT.3. La esencia de la Iglesia
Discernimiento de espiritus
La universal actividad del Espíritu en otras religiones y sus cultu-
ras, por una parte, y, por otra, las corrientes de entusiasmo fanático
en la Iglesia, así como la aparición de falsos profetas, llevaron, ya en
el Nuevo Testamento y luego en la teología espiritual, desde los Pa- +
dres de la Iglesia, al desarrollo de criterios para discernir los espíritus,
Desde el punto de vista histórico, tuvieron gran importancia Juan Cas
slano, en lo que hace al monacato, e Ignacio de Loyola!%, Estos crite=
rios alcanzan hoy nueva actualidad y nueva urgencia, por la aparición
de corrientes esotéricas y movimientos carismáticos de nuevo cuño. y,
sobre todo, a propósito del encuentro con otras religiones y culturas,
así como con ciertos desarrollos dentro de nuestra propia cultura. El
Vaticano II ha llamado, por tanto, a interpretar los «signos de los
tiempos» a la luz del evangelio (GS 4; 11; AA 14). |
Encontramos en Pablo una doble advertencia. En primer lugar,
anima a la apertura: «¡No apaguéis el Espíritu! ¡No menospreciéis
el profetizar!»; pero inmediatamente exhorta también a estar alerta:
del desorden, sino un Dios de la paz (1 Cor 14, 33). Frente al lem
de sus adversarios corintios («Todo me está permitido»), Pablo opo
ne: «Pero no todo aprovecha» (1 Cor 6, 12). Para Pablo, la liberta
está social y eclesialmente ligada. De aquí que las profecías
deba
interpretarse-de forma comprensible. Según Pablo, no sólo hay
qu
orar en el Espíritu, sino también con el entendimiento (1
Cor 14, 1
Los Padres de la Iglesia suelen hablar, en las huellas de Eusebio,
d
un «sensus eccleslasticus», éxxdmovaotóv poóvnuas, Orígenes
bla del «anima ecclesiastica»!”, Ignacio de Loyola, del «sentire ey
ecclesia»"%; Móhler, de un «sentido común eclesia)»!%.
La tercera regla, por fin, procede de la práctica y la vida.
M
importante que los carismas extraórdinarios y asombrosos;
más qu
hablar en lenguas, hacer milagros de sanación, caer en estados
entusiasmo y arrobo; más que mostrarse arrebatado y en
éxtasis,
para Pablo el amor. Sin amor, el resto nada vale. El amor es
el camin:
:
ho tuviera amor, no sería nada» (1 Cor 13, 2). Así pues, hay que medir
los carismas de acuerdo con si aquellos que pretenden tenerlos viveñ
o
108. Ejercicios 352-368. Cf. M. Kehl, La Iglesia, 15-19; E.-M. Faber, art. «Sentire
cum ecclesia», en LTHK? 9, 4715,
109. Symbolik, $ 38.
110. Ejercicios 315-321.
María, modelo de la Iglesia 221
en A con-
mal ente, luego, en la tradición de la Iglesia— se plasman
Ay personal: la idea de María como modelo de la lglesia Se nos
po8 l
ve así a mostra r que la Iglesia no es un aparat o burocr ático, no es
¡BN varone s
organización, no es una mera instit ución domina da por
a MN
A gue como más evidentemente y más canón
UL Le
icame nte se la ha de
uee no
entar es en una persona, mejor dicho, en una mujer.
d; ablar de la dimensión mariana de la Iglesta no es hoy Cos que
lte extrañía y que tropiece con la falta de comprensión y > rec o
Ptos cristianos evangélicos, sino también con los de muchos O
: ás Hablar así les parece a muchos, además, poco o deso
E: Mgo, pasan por alto que María figura en el PanEcnoS: du a 0
“pues, sólo católica, sino también evangé lica. No cal ee ans o
Pis Jesucristo sin María, la madre del Señor. Con su sí fue e a quien
gueposibl
Piso e enta
repres la venida del Redent or, y bajo la cruz de mo Maria
a la Iglesia. Ella encarna de manera per o son
:
Y: dela Iglesia como comunión de fe. Por esto el Concilio Vatica
r o3 1
llama modelo (typos) dede la la Iglesia.
1g
ñ o = | |
ala que llama «hija de Sion» el profeta Sofonías (3, 14-17) y por an o
-
como a la representante de Israel (Lc 1, 28-3 1). En el Magnificat ( : j
y 46-55), María hace suyo el canto de agradecimiento de Ana, la ma o
a de Samuel (1 Sm 2, 1-10), anticipando así las bienaventuranzas e
o
z
Bei
e Zion, Einsiedeln 1977; W. Beinert (ed.), Maria heute ehren, Frelburg 1. 1
no?
'nert-H. Petri - (eds.), Handbuch der . Marienk
: unde - 1-1, Regens burg 19965; Maria, Mutter
|
E “und efe ia, Augsburg 2003; G. Lohfink - L. Weimer, Maria - nicht oe Israel,
ha sido Meditazione su Maria, Saronno
E Freiburg i.Br. 2008. Mi aportación ,
222 ? 11.3. La esencia de la Iglesia
o V | ]
+ . 114, El contenido del título madre de la [glesia se formu la con claridad en LG 53,ps
' aunque exactamente no se lo mencione allí. El título como tal fue solemnemente
l papa Pablo VI el 21 de noviembre de 4. | o
pro
MES C£ la edición de este comentario, con introducción de Helmut Riedlinger: Das
. Magnificat Freiburg ¡.Br. 1982. La interpretación del Magníficat por Lantero no os Cos
islada sino que viene corroborada por muchas otras expresiones de los Ra OrES. |
Cf. W. Tappolet-A. Ebneter, Das Marienlob der Reformatoren, Vúbingen .
224 IT.3. La esencia de la Ielesia
116. DH 2802.
117. Sobre los muchos problemas exegéticos y de otra índole que se han planteado
a propósito del nacimiento virginal, cf. mi libro Jesús el Cristo, 322.366s. 3,
118. K. Barth, Kirchliche Dogmatik YV/1, 227. O
María, modelo de la Iglesia 225
124. DH 3900-3994,
4,
NOTAS ESENCIALES
DE LA IGLESIA DE JESUCRISTO
afcorporados as asl al cuerpo único de Cristo (1 Cor, 12, 12s; Gal 3, 28).
E según el cuarto evangelio, Jesús quiere reunir las ovejas pas para
jue asimismo es uno Y Cor LO, 17). Pablo EN incluso a decir que
Ara él: «¿Un cuerpo y un espíritu, igual que por vuestra vocación se
s ha dado una esperanza común; un Señor, una fe, un bautismo, un
los y Padre de todos» (Ef 4, 4s).
De estas expresiones se ha inferido, sobre todo a partir de Rober-
Belarmino, una triple unidad: la unidad en el Espíritu Santo uno
r la unidad en la fe una (vinculum symbolicum), de donde resultan
a unidad en los sacramentos (vinculum liturgicum) y la unidad en la
ida comunitaria, bajo el ministerio de fundamento apostólico (vin-
ulum sociale seu hierarchicumy'*, El Concilio Vaticano II ha recibido
sta doctrina de la triple unidad (LG 14; UR 3).
- Tal unidad interna no significa uniformidad. Ya desde el mero pun-
to de vista intelectual, la unidad no es un número, sino la medida de
los números y, por tanto, de la pluralidad!”. Análogamente a como
E ocurre con el reino de Dios, también a la Iglesia se la puede comparar
“con un árbol en cuyo abundante ramaje caben los pájaros del cielo, o
-sea, todos los pueblos y todas las culturas (Mc 4, 31). Desde el primer |
|
14, H. Schlier, art. aígeorc, en TAWNT 1, 181-183,
“15, Puso esto de relieve, sobre todo, J. Á. Móhler, Die Einheit in der Kirche (1825),
E relmpr. Darmstadt 1957.
16, R. Belarmino, Disputationes de controversiis 1V, 3, 2.
17. Aristóteles, Metaphysica 14, 1: 10884.
232 11.4. Notas esenciales de la-Iglesia de Jesucristo
18. Así lo dice Eusebio de Cesarea, Historia ecclesiastica V, 24, 13, refiriéndose aa:
Ireneo.
19. In Iohannis evangelium tractatus VI, 10.
20. Se encontrarán las referencias precisas en F. Hofmamn, Der Kirchenbegrif
des hl. Augustinus, Múnchen 1933, 168-170.
La Iglesia una y las múltiples iglesias 233
tado con Dios y entre ella misma (Ef 1, 10). Reuniendo a las OVej
dispersas de Israel, quería Jesús empezar a realizar que haya sóloy u
pastor y un rebaño (Jn 10, 16)”. |
Los Padres de la Iglesia ponen constantemente de relieve cón
van vinculados el monoteísmo y la unidad de la Iglesia?*, El Conciji
Vaticano II ha construido sobre esta base (GS 23)y ha hablado4
una sola familia humana (GS 32). Ha repudiado así claramente|;
enemistades y las discriminaciones étnicas, culturales, nacionales'É'
incluso religiosas, y ha sentado las bases para la solidaridad human :
global (GS 29). Tocamos con ello una cuestión que se ha hecho ahof
plenamente actual, en el contexto de la globalización, las migraciones:
de extensión mundial y la puesta en red del mundo entero. El Concilíd;
Vaticano II ha visto un signo de los tiempos en esta unificación (GS.
4). Especialmente en esta nueva situación, la Iglesia debe ser signo
instrumento de la humanidad una (LG 1, etc.), y como pueblo mesi;
nico de Dios (LG 9), el embrión o, como también podríamos decir:
el corazón de la nueva humanidad una (GS 42). No cabe inferir de:
aquí una teología política o un ecumenismo secular y horizontal%, El
servicio de la unidad que puede prestar la Iglesia a la humanidad está.
teológicamente fundado en la unión de la Iglesia con Dios. La Iglesia
tiene que poner ante los ojos de la humanidad esta fundamentación
de la unidad y tiene, en consecuencia, ella misma que vivirla antic |
padamente. Sólo como sacramento de la unión con Dios es la Iglesia
también sacramento de la unidad humana”. .
Dr
; 1 33, Ésta fue la idea genial de J. A. Móhler, Die Einheit in der Kirche, 8 46. Cf.
MW Kasper, «Situation und Zukunft der Ókumene»: ThQ 181 (2001) 175-190; y «"Vom
- Geist und Wesen des Katholizismus”. Bedeutung, Wirkungsgeschichte und Aktualitát
- von Johann Sebastian Dreys und Johann Adam Móhlers Wesensbestimmung des Ka- |
> Moli» ThQ 183 (2003) 196-212.
238 11.4. Notas esenciales de la Iglesia de Jesucristo
«Subsistit in»
34. Lutero, Apol. VII; BSELK, 238; Id., WA 18, 652, respectivamente. 3
35. Cf. W, Hárle, art. «Kirche» VII, en TRE 18, 236-289.
36. Kirchliche Dogmatik 1V/M, 738.
37. Sanctorum Communio (1930), reimpr. Minchen 1954, 80.
38. CA, art. VI. Cf. supra (1.2.2,
39. Cf. infra 1.5.3 y 4.
40. Esta diferencia básica la ha puesto en claro W. Hárle en su artículo reción
citado. Adjudica la unidad esencial a la Iglesia oculta, que es magnitud crítica y meta
respecto de la Iglesia visible, de modo que, conforme a la Concordia de Leuenberg, se”:
debe tender a una pluralidad de instituciones eclesiales autónomas, que coincidan. en S
su comprensión del evangelio, Cf. supra 11.2.2. o
La Iglesia una y las múltiples iglesias 239
sin embargo, está herida por los cismas. Hay que curar estas heridas
con el diálogo ecuménico, que tiene que llevar a plenitud esta unidad
A
con ello se refería nada más que a tristes residuos (Institutio 1V, 2, 11). Los «elementos»
EPI
han recibido un sentido positivo en la pluma del primer Secretario General del Consejo
Ecuménico de las Iglesias, Visser t Hooft, y en la Declaración de Toronto del Comité
JEFE
Araiza
Central del Consejo Ecuménico de las Telesias (1950). Cf. W. Thoónissen, «Vestigia aut
ERE
dem Geist des Humanismus (ES P. Walter), Freiburg 1 Br, 2010, 395-415.
48. UR 3; Ut unum sint 10.
aa
A
51. Lo que significa rechazar una vez más también la branch-theory, que suele man-
tenerse sobre todo en el anglicanismo, según la cual la iglesia católica, la ortodoxa y la
protestante son, cada cual a su modo específico, ramas del tronco único de la Iglesia.
F. S2, Sobre el sentido de la correspondiente expresión, defectus ordinis, P. Walter,
: «Sacramentum ordinis defectus” (UR 22, 3). Die Aussage des IT. Vaticanums im Licht
des dkumenischen Dialogs», en Das katholische Amt in apostolischer Nachfolge, vol. 3
*. (Dialog der Kirchen 14), Freiburg i.Br. 2008, 86-101. |
242 11.4. Notas esenciales de la Iglesia de Jesucristo
dad es su esencia. Él es el «Santo de Israel» (Is 12, 6); sólo Él, y nadié
ni nada más. «Tu solus sanctus!», cantamos en el Gloria durante la
celebración de la eucaristía. Y
Encontrarse con el Dios santo tiene, pues, para el hombre del Anti? |
guo Testamento algo de terrible. Como le pasó a Moisés ante la zarza,
ardiente, sólo cabe encontrarse con El con el rostro tapado (Ex 3, 6).
pues nadie puede ver a Dios y seguir vivo (Ex 20, 19; 33, 20). No cabe
hacerse de El imagen alguna y hay que tratar Su nombre como santo e
(Ex 20, 4.7; Dt 5, 8.11). En la visión del Templo de Isaías, Dios aparec
en toda la pujanza de su divinidad (gabod) como el tres veces santo;
lo que suscita en el profeta terror y temblor, y lo conmueve hasta. la,
raíz misma de su existencia (Is 6, 1- 5). El carácter sublime de esta eX=
periencia resuena en el último libro de la Escritura, donde el Vidente
de Patmos contempla a la multitud de los vivientes junto al trono de
Dios, celebrándolo en su canto como el tres veces santo (Ap 4, 8).
En Oseas, la experiencia de la santidad de Dios es la experiencia y
de su misericordia y su amor, que subvierte todas las categorías mun: |
danas y humanas y, al pie de la letra, las desecha (Os 11, 8s). Bajo el
aspecto del amor y la compasión, Dios no se vuelve un camarada
bienhumorado: incluso en el amor y la misericordia se expresa su ser.
y
Santidad estructural
. “Debido al carácter escatológico, definitivo, de la venida de Cristo,
ormás que las fuerzas del mal, la mentira y la muerte sean poderosas
n este mundo, no pueden destruir la obra de Cristo ni la pueden eli-
minar del mundo. Cabe que causen graves perjuicios a la Iglesia, pero
no la pueden destruir. La verdad respecto de la Iglesia es que las puer-
“tas del inframundo, o sea, de la muerte, no prevalecerán contra ella
“(Mt 16, 18). La irreversibilidad de la venida de Dios al mundo tiene
¿Como secuela la indestructibilidad de la Iglesia, su indefectibilidad.
Por más tormentas que descarguen sobre ella y la batan, permanecerá
or siempre hasta el final de los tiempos. «Yo estoy con vosotros hasta
el fin del mundo» (Mt 28, 20).
Esta indefectibilidad de la Iglesia lo es en cuanto Iglesia de Jesu-
|¿cristo. Es, pues, más que una garantía de que la institución subsistirá.
Si su existencia se prolongara meramente como estructura externa e
institución, sólo sería una ruina y, en el mejor de los casos, un museo.
- Pero como Cristo continúa viviendo en la Iglesia en el Espíritu Santo,
la Iglesia jamás puede dejar de ser la Iglesia-de Jesucristo. Aunque que-
«de gravemente herida en su ser Iglesia, su esencia básica como tal es
-inamisible. Esto significa que los rasgos fundamentales de la Iglesia, su
testimonio, su doctrina evangélica y sus sacramentos son «infalibles»:
67. H. Schauf, Die Eiwohnung des HI. Geistes. Die Lehre von der nichtappropiier-
ten Einwohnung des Hl. Geistes als Beitrag zur T heologiegeschichte des 19. Jahrhunderts
“unter besonderer Beriicksichtigung der beiden Theologen Carl Passaglia und Clemens
Schrader, Freiburg 1.Br. 1941. 0 | |
248 11.4. Notas esenciales de la Iglesia de Jesucristo
'ed santos, porque yo, vuestro Dios, soy santo» (Lev 11, 44s; 19, 2;
,-7.26). El Nuevo Testamento la hace suya (1 Pe 1, 16; 1 Jn 3, 3).
sús dice, en el mismo sentido: «Sed perfectos como lo es vuestro
adre del cielo» (Mt 5, 48). En Lucas: «Sed misericordiosos como
o es vuestro Padre» (6, 36). Es decir, que la santidad, según el man-
damiento del amor a Dios, abarca también el amor al prójimo y, con
ello, la justicia. Y es más que los holocaustos y los demás sacrificios
(Mc 12, 315, par.). A esta santidad están llamados todos (1 Tes 4, 3;
naa,
75. Juan Pablo II, Exhortación postsinodal Christifideles laici (1988). Cf. infra 1.5.2.
252 11.4. Notas esenciales de la Iglesia de Jesucristo
tras el castigo, reine otra vez la indulgencia (2 Cor 2, 5-11). O sea, que
el castigo está limitado en el tiempo y es la ultima ratio, el drástico.
A
¿Ielesia pecadora?
-.82, Juan Pablo II, Carta Apostólica Reconciliatio et Paenitentia (1984), 16; Ut
num sint 34,
. 83. Sermón del domingo de Pascua de 9 de abril de 1531 (WA 34/1, 276, 78). C£.
A. Birmelé, «La peccabilité de 1Église comme enjeu oecuménique»: Revue d' histoire
¿et de philologie religieuses 67 (1987) 399-419; E. Júngel, «Die Kirche als Sakrament»,
en: Wertlose Wahrheit, Miinchen 1990, 328-333; H. Meyer, «Siindige Kirche? Zum
eKklestologischen Aspekt der Debatte um eine katholisch/evangelisch “Grunddiffe-
.Tenz'», en Versóhnte Verschiedenheit, vol. 2, Frankfurt-Paderborn 2000, 251-265.
A ii
84. T. Schneider -G. Wenz (eds.), Gerecht und Súnder zugleich? (Dialog der Kir |
chen 11), Freiburg 1.Br.-Góttingen 2001. |
85. H. de Lubac, Die Kirche. Eine Betrachtung, versión al.: Einsiedeln 1968, 89-
104; también Y. Congar, en su contribución ya mencionada a Mysterium salutis 1V/ 1
sobre las propiedades esenciales de la Iglesia.
86. K, Rahner, «Kirche der Súnder», en Schriften zur Theologie, vol. 6, Einsie- 4
deln 1965, 301-320; «Siúndige Kirche nach den Dekreten des Zweiten Vatikanischen |
Konzils», en ibid., 321- 347.
Santidad de la Iglesia y pecado en la Iglesia 257
todo su brillo y toda su belleza”. Por tanto, la Iglesia sólo puede dar
a sí misma la calificación de santa de modo creíble si recorre de cont
nuo el camino de la penitencia, la renovación y la reforma”. ,
El Concilio Vaticano Il habla de «ecclesia semper purificanda»'
De hecho, constantemente se han dado en la historia de la Iglesia m
vimientos de renovación. Piénsese en el surgimiento del monacato
ey,
la Iglesia antigua; en los movimientos de renovación que desencade:
naron Bernardo de Claraval y Francisco de Asís en la Edad Media: ex
la devotio moderna de la Baja Edad Media; en el movimiento católico
de renovación de antes y de después.de la Reforma; en la renovación;
bíblica, litúrgica y ecuménica que preparó el Concilio Vaticano Il; eyy
los movimientos espirituales que han brotado en el postconcilio. En
» cada comunidad, todo culto eucarístico comienza con la confesióp
de las culpas y la petición de perdón. No cabe imaginar nada por este,
estilo respecto de ninguna asamblea mundana, como pueda ser un;
mitin de partido, una sesión parlamentaria, o algo parecido.
Evidentemente, no hay que quedarse en la confesión de culpa y la
petición de perdón que se reiteran ritualmente y se proclaman en pús
blico. Se precisa la conversión íntima y el «hacerse nuevo» del Espiritp
(UR 7). Contrición y súplica tienen que concretarse. A ello pertenecen;
la purificación de la conciencia y el reconocimiento de los errores his;
tóricos. La Iglesia tiene que cambiar, si no quiere que otros la cambien,
No puede preservar su tradición de ninguna otra manera que renován;
dola y renovándose. Lo cual no puede suceder sin dolorosos procesos
de penitencia y purificación ni sin santificación personal. |
A la hora de la renovación, hay que diferenciar entre verdadera
renovación, innovación y falsa renovación. La verdadera renovación
quiere decir algo radicalmente distinto de la construcción de una
Iglesia nueva. De lo que se trata no es de una Iglesia nueva, sino de
una Iglesia renovada desde el espíritu de la Sagrada Escritura y la tra;
dición. Tal renovación no puede producirse con medios mundanos,
y 92, W, Beinert, Um das dritte Kirchenattribut, 2 vols., Essen 1964; Id., art. «Katho-
isch, Katholizitát», en HWPh 4, 787-789; Y. Congar, «La Iglesia católica», en Myste-
ium salutis YV/1; H. U. von Balthasar, Katholisch. Aspekte des Mysteriums, Einsiedeln
975 (versión cast.: Católico: aspectos del misterio, Madrid 1988); A. Dulles, The Ca-
holicity of the Church, Oxford 1985; Id., The Reshaping of Catholicism, San Francisco
¿1988; M. Seckler, «Katholisch als Konfessionsbezeichnung», en Die schiefen Wiinde
: des Lehrhauses. Katholizitit als Herausforderung, Freiburg 1.Br. 1988, 178-197; P. Stei-
acker, art. «Katholizitát», en TRE 18, 72-80; S, Hell (ed.), Katholizitát. Konfessiona-
'ismus oder Weltweite?, Innsbruck 2007.
93. DH 2-5; 127s; 150 respectivamente.
260 11.4. Notas esenciales de la Ielesia de Jesucristo
¿pero10 reprochó al papa haber abandonado catholica en favor de romana y haber con-
«vertido así a la Iglesia en una secta (WA 7, 753; 50, 626). Mientras que para Lutero la
«verdadera y la falsa iglesia están en conflicto en una misma iglesia, en Melanchthon
:se identifica ya la tendencia hacia una iglesia confesional visible propia. Cf. W. Elert,
-Morphologie des Luthertums, vol. 1, Miinchen 1931, 240-255; Steinacker, art. «Katho-
-Mzitát», en TRE 18, 76s. Para Calvino, «católica» es un atributo de la iglesia invisible
(Catecismo de Ginebra de 1542, cuestión 93), como en el luterano actual W. Hárle (art.
“«Kirche», en TRE 18, 293).
106. DH 1868.
: 107, J, S. Drey, «Vom Geist und Wesen des Katholizismus», en ThQ 1 (1819),
3-24.193-210.369-392.559- 575, J. A. Móhler, Die Einheit in der Kirche oder das Prinzip
des Katholizismus (1825). Se hace referencia a otros teólogos afines en J. R. Geisel-
mann (ed.), Geist des Christentums und des Katholizismus, Mainz 1940.
264 11.4. Notas esenciales de la lglesa de Jesucristo
a,
En el contexto ecuménico evangélico se dio un cambio afín. Todas
vía la Primera Asamblea Plenaria del Consejo Ecuménico de las Igle-
sias (Amsterdam 1948) entendía «católico» en el sentido de un tipo
eclesial sacramental, episcopal y central, diferenciado del tipo eclesial
evangélico, que concibe la iglesia más como acontecimiento. Pero ya
antes algunos teólogos evangélicos de renombre habían hablado de
catolicidad evangélica (Nathan Sóderblom, Friedrich Heiler, Paul Ti-
llich, etc.). La Asamblea Plenaria del Consejo Ecuménico en Upsala
(1968) tomó nota de ello y entendió la catolicidad como una cualidad
esencial de la Iglesia. El Consejo Mundial de las Iglesias corrió a conti-
nuación el peligro de dar un giro hacia una cierta catolicidad secular",
A
Plenitud católica
sea, de una catolicidad que se rige por la norma del evangelio, y rep y
chan a la iglesia católica frecuentemente una noción sincrética de O
católico, que contraponen a lo determinado y univoco del evangelio:sn
Del lado católico se ha hablado, frente a esto, de una evangelicidag:
católica, o sea, de una comprensión del evangelio en consenso caté;
lico universal '””. |
Se ofreció como elemento de mediación el ya citado principio.
Vicente de Lérins, entendido ahora en el sentido de que la norma es lo:
común a todas las iglesias en el credo o en los primeros siglos. Sobr, SA
esta base intentaron obtener algún acuerdo los primeros ecumenista;
en actitud humanista e irenista, en los siglos XVI y XVII y de aqu
que hablaran de «consensus quinquesaecularis». Deseaban volver.
la unidad por la vía de un concilio cristiano universal basado en log'
artículos fundamentales de la fe comunes a todas las iglesias, de mo
que los artículos adicionales posteriores se consideraran adiáphor
(indiferentes)'*. Ya entonces este irenismo encontró oponentes en las :
propias filas y fue combatido como criptocatólico y sincretista. *
El concepto de «consensus quinquesaecularis» vuelve a encon,
trarse en el de una via media tal como fue defendida, sobre todo, en e
contexto del Movimiento de Oxford en la comunidad anglicana y tal:
como se expresa en la idea anglicana de la comprehensiveness, o sea
una catolicidad que acepta todas las doctrinas que no contradicen los
principios fundamentales de la comunidad cristiana!!” . Objetivamen;
te, la idea se ha introducido en el concepto ecuménico de unidad de
la Declaración de Porvoo (1992), En una forma ya esencialmentg'
modificada, se encuentra también en el concepto evangélico de unix:
dad de la Concordia de Leuenberg (1973): unidad en diferencias 1
117. H. Kúng, Die Kirche, Freiburgi. Br. 1967, 370, En otro sentido, ya E. Przywas :
ra habló de ecumenicidad católica en Ringen der Gegenwart. Gesammelte Aufsátze, *
vol. 2, Augsburg 1929, 609-623. 3:
113. Debe nombrarse ya a Melanchthon y Erasmo, y luego a Johannes Piscato
Valentin Andreas, Molanus y, sobre todo, Georg Calixt y Comenius, de la comunidad'
de los Hermanos Moravos. Cf. C. Bóttigheimer, Zwischen Polemik und Irenik. Die.
Theologie der einen Kirche bei Georg Calixt, Múnster 1966; M. Richter, «Comenius als:
¿kumenischer Denker»: Comenius-Jahrbuch 16/17 (2008/2009) 45-61. oo:
119. Objetivamente, este programa se encuentra en la base del Book of Commón |
Prayer (1662) y en la Chicago-Lambeth-Quadrilateral de 1886 de la comunión an-
glicana, que hoy sigue siendo normativa. Como fundamento de la unidad en esta
comunión se aduce: la Sagrada Escritura, los credos, los sacramentos (bautismo y.
eucaristía) y el episcopado histórico. J. H. Newman, en su época anglicana, había
defendido también esta idea en su On the Prophetical Office of the Church (1837), el
la que consideraba una via media entre el protestantismo y Roma. Más adelante tuvo
esta vía por imposible y tomó la de la iglesia católica. Cf. Apología pro vita sua (1864).*
- 120. H. Meyer.et al. (eds), Dokumente wachsender Ubereinstimmung, vol. 3, Pa=
derborn-Frankfurt 2003, 749-777,
Grandeza y escándalo de lo católico 269
ella. Mientras que conforme al primer modelo todas las iglesias son
partes de la Iglesia católica una, la iglesia católica, igual que las igle.
sias ortodoxas, enseña que en ella está dada (subsiste) la catolicidad.
de modo concreto y con figura, mientras que otras iglesias ya ahora
participan de ella en grados distintos € irán haciéndolo cada vez más,
por la vía del intercambio ecuménico. El problema del ecumenismo,
hasta aquí sin solución, es, desde luego, que no ha sido posible por
ahora mediar entre las dos concepciones, debido a la diferencia de:
principio que hay entre ellas.
John Henry Newman pasó su vida entera, desde el anglicanismo
y el Movimiento de Oxford hasta la iglesia católica, luchando por en-
tender correctamente la catolicidad. Fue poco a poco comprendien-
do que no cabe una via media, y que católico y romano significan lo
mismo!?. Llevó esta idea hasta su culminación y dedujo que «no es
posible nada intermedio entre el ateísmo y el catolicismo, y que un
espíritu consecuente, en las circunstancias en que vive en este mundo
nuestro, ha de confesar o lo uno o lo otro»'””. Para él, esta convicción
se basaba en la fe en el Dios uno y único y en Jesucristo, el redentor >
uno y único. Esta idea puede suscitar objeciones, pero quien ve las*
fuerzas de autodisolución y autodestrucción que acechan sin cesar al'
protestantismo, no la desechará sin más. Hay que añadir, eso sí, que
Newman, tras pasarse a la iglesia católica, se quejó de la estrechez de:
miras, la burocracia y la carencia de sentido de la realidad que encon:
o
tró en Roma, y expresó su deseo de que aquello cambiara”.
En la concreción de su figura, la iglesia católica será siempre un:
sé*
escándalo, o sea, una piedra con la que se tropiece, bien porque
choque por principio con su fastidioso carácter concreto , bien por-*
que uno se indigne por el pecado, la debilidad, la estrechez de miras
—que tan escasamente cuadran en concreto con la pretensión de ca
tolicidad— incluso de algunos de sus representantes oficiales. De aquí.
que a la catolicidad y la ecumenicidad pertenezca el estar dispuesto.
no es
a convertirse, renovarse y reformarse. Sin ello, el ecumenismo
posible!” y la catolicidad queda en una pretensión poco creíble.
Werke VIID,:
126. J.H. Newman, Uber die Entwicklung der Glaubenslehre (Ausg. .
1969, 245-246; versión cast.: Ensayo sobre el desarroll o de la doctrina cristiana,:
o
Mainz
Salamanca 1997.
233 y 238; Id., Uber dies
127. Apología pro vita sua (Ausg. Werke LD), Mainz 1922,
ung der Glaubensl ehre, 162; ld., Entwurf einer Zustimmu ngslehre (Ausg. We
Entwickl
ke VID, Mainz 1962, 345-350, etc. j o
Zeit seines Lebens:
128. Cf. Briefe und Tagebuchaufzeichnungen aus der katholischen
Madrid 1996). :
(Ausg. Werke IL.ITD), Mainz 1957, 436 (versión cast.: Cartas y diarios,
Ut unum sint 15s. .
129. UR 5-8;
La apostolicidad como fundamento y tarea 271
Según los evangelios sinópticos, Jesús escogió a los Doce para que
estuvieran junto a él y enviarlos (dxrootéAhew, Mec 3, 14par.)'*. Jesús,
- K. Kertelge, «Das Apostel-Amt des Paulus, sein Ursprung und seine Bedeutung»: BZ
.NF-14 (1970) 161-181; E. Hahn, «Der Apostolat im Urchristentum»: Kerygma und
Dogma 20 (1974) 54-77; J. Roloff, «Apostel, Apostolat, Apostolizitát 1. Neues Testa-
. ment», en TRE 3, 430-445.
274 11.4. Notas esenciales de la Iglesia de Jesucristo
Dimensión escatológico-misionera 3
136. A esta dimensión escatológica alude sobre todo W. Pannenberg, «Die Bedeu- -
tung der Eschatologie fiir das Verstándnis der Apostolizitát und der Katholizitát in der
Kirche», en Ethik und Ekklesiologie, 219-240. Los ortodoxos son quienes más subrayan .|
este aspecto. Cf. P. Evdokímov, L*Ortodossia, Bologna 1981, 231-235 (versión cast:
Ortodoxia, Barcelona 1968); 1. Zizioulas, El ser eclesial, Salamanca 2003, 185- 222.
137. Tal es la densa fórmula de Evdokimov en L'Ortodossia, 231.
La apostolicidad como fundamento y tarea 275
142. Y. Congar, La tradition et les traditions, 2 vols., Paris 1960-1963. Cf. supra],
nota 22; 11.1, nota 10.
143, Entre los últimos se encuentra cierto Junias, al que se ha prestado una atención
especial (Rom 16, 7). En otros textos se lee Junia, como si éste hubiera sido el nombre
original, y no Junias. De aquí suele inferirse que en la época apostólica se llama apóstol
a una mujer. Prescindiendo del carácter hipotético de esta tesis (es notable que Nestle:
Aland prefieran la lectura Junias), lo único que así se dice es que una mujer fue enviadá
por la comunidad, pero no que fuera apóstol en el auténtico sentido de la palabra.
144, Compendia. detalladamente las distintas significaciones Beinert, «aposto: :
lisch. Anatomie eines Begriffs», 2755. | o
La apostolicidad como fundamento y tarea 277
+ Sucesión apostólica
+ 164, R. Sohm, Wesen und Ursprung des Katholizismus, Leipzig 1909, y Das altka-
_tholische Kirchenrecht und das Dekret Gratians (1918), reimpr. Darmstadt 1967.
- 165, A. von Harnack, Entstehung und Entwicklung der Kirchenverfassung und des
- Kirchenrechts in den ersten zwei Jahrhunderten, Leipzig 1910, 121-186.
166. E. Peterson, «Heiliges Recht und Kirchenrecht», en Ekklesia, Wixzburg
2010, 52-83; cf. supra 11.2.2.
- 167, E. Kásemann, «Begrúndet der neutestamentliche Kanon die Einheit der Kir-
che?», en Exegetische Versuche und Besinnungen, vol. 1, Góttingen 1960, 214-223; Id.,
| «Paulus und der Frúhkatholizismus», en ¿bid., vol. 2, Góttingen 1964, 239-252; Id.,
«Einheit und Vielfalt in der neutestamentlichen Lehre von der Kirche», en ibid., 262-
267. Compendia la discusión K. Kertelge-K. H. Neufeld, art. «Frihkatholizismus», |
en LThK? 4, 201-204, Cf. supra 11.2,1; 114.1. |
282 11.4. Notas esenciales de la Iglesia de Jesucristo
168. B.S. Childs, Teología bíblica del Antiguo y del Nuevo Testamento, Salamanca o
2011 (orig. inglés: 1992).
169. Ya dicen esto K. Holl, Der Kirchenbegriff des Paulus in seinem Verhiltnis zu
dem der Urgemeinde, Berlin 1921; H. Campenhausen, Kirchliches Amt und geistliche
Vollmacht in den ersten drei Jahrhunderten, Túbingen 1953. Cf. infra 11.5.3. o
170. Orígenes, Commentaria in evangelium secundum Matthaeum XV, 24.
La apostolicidad como fundamento y tarea 283
El Concilio Vaticano UH
nto por la tesis como por la antítesis. Ha situado por esto la cuestión
ntrovertida en la pregunta por cómo incrustar la sucesión apostóli-
ca (en el sentido estricto de sucesión ministerial) dentro de la aposto-
icidad de la Iglesia entera. En este problema de integrar la sucesión
apostólica (en el sentido de sucesión ministerial) dentro del todo de la
apostolicidad de la Iglesia, de la multiplicidad de sus servicios y caris-
ias, así como la de sus muchas instancias testimoniales (la liturgia, los
Padres de la Iglesia, los teólogos, el sensus fidei de los creyentes, etc.) se
hán hecho posibles ciertas aproximaciones notables!*,
s.. En el diálogo multilateral, tras varios inicios precedentes, han pa-
sadoa ser básicos los documentos de Lima de 1982. Reconocen que
ja sucesión apostólica en el ministerio episcopal no es garantía, pero
sí expresión eficaz, de la continuidad de la Iglesia a lo largo de su
historia, y la llaman servicio, símbolo y protección de la continuidad
de la fe apostólica. Pero añaden que, como signo, no es garantía de la
continuidad y la unidad de la Iglesia. Las iglesias que no la han con-
servado deberían declararse dispuestas a aceptarla como signo de la
apostolicidad de la vida de toda la 1 glesia. Pero esta propuesta va jun-
to a la reserva de que las iglesias que no han conservado la sucesión
ministerial no pueden asentir a propuesta alguna que venga a parar
en que el ministerio que se ha ejercido en sus propias tradiciones no
es válido mientras no entre en alguna línea de sucesión episcopal que
haya subsistido.
No todas las iglesias evangélicas han aceptado el texto de Lima.
Sin embargo, los diálogos bilaterales han puesto de manifiesto en las
concepciones confesionales tradicionales que difieren entre sí muchos
elementos de convergencia, que hacen que parezca posible el recono-
: 188. Aquí sólo puedo mencionar los documentos y publicaciones más importan-
tes: Studiendokument úber Katholizitiit und Apostolizitiit (por encargo del Grupo de
Trabajo Común entre la iglesia católica romana y el Consejo Ecuménico de las 1gle-
“sias, 1970), en H. Meyer et. al. (ed.), Dokumente wachsender Ubereinstimmung, vol. 1,.
605-626; Bautismo, Eucaristía y Ministerio (Documento de Lima, 1982), Parte 3, núm.
35-38 (43s); Gemeinsam den einen Glauben bekennen. Eine ókumenische Auslegung des
apostolischen Glaubens wie er im Glaubensbekenntnis von Niziia-Konstantinopel (381)
bekcannt wird, Frankfurt-Paderborn 1991, 9-11; Das apostolische Amt in apostolischer
Nachfolge, 3 vols. (Dialog der Kirchen 12-14), Freiburg ¡.Br.-Góttingen 2004-2008;
Die Apostolizitát der Kirche (Documento de estudio de la Comisión para la Unidad
luterana y católico-romana), Paderborn-Frankfurt 2009; W. Kasper, Harvesting the
Fruits, 83-86.1075.151s. Dan un panorama de todo el debate H. Meyer, «Apostolische '
Kontinuitát - Kirchliches Amt - Apostolische Sukzession», en Versóhnte Verschieden-
*;
heit, vol. 2, 298-316; P. Staples, art. «Apostolicity», en Dictionary of the Ecumenical
, E: Movement, Geneva 2002, 49-53; W. Beinert, art. «Apostolizitát der Kirche», en Lexi-
: kon der Okumene und Konfessionskunde, Freiburg i.Br. 2007, 93-95. Acerca del diálogo
con las iglesias ortodoxas: J. Oeldemann, Die Apostolizitát der Kirche im ókumenischen
- Gespriich mit der Orthodoxie, Paderborn 2000. o o
290 11.4. Notas esenciales de la Iglesia de Jesucristo
LA CONCRETA FIGURA
DE COMUNIÓN DE LA IGLESIA
Reflexión preliminar
** Este capítulo, que trata de la figura concreta de la Iglesia como
comunión, se refiere al punto más difícil y más discutido de la eclesio-
logía. Una vez que la exposición de las notas de la Iglesia ha mostrado
que ésta posee una figura esencial que le dio Jesucristo, que se ha
desarrollado en el Espíritu Santo y que le es perdurablemente vincu-
lante, ahora se trata de la concreción de esta figura de comunión, o
sea, de los ministerios, servicios y carismas. El asunto es el sacerdocio
común de todos los bautizados y el sacerdocio especial del servicio:
>: los ministerios presbiteral, episcopal y petrino. Basta con enumerar
E: estos temas para que inmediatamente se eche de ver que con estas
cuestiones se suscitan no sólo difíciles problemas bíblicos e históricos,
sino diferencias confesionales que, por desgracia, todavía no se han
resuelto del todo. Es el campo de batalla de la eclesiología.
- Lo normal es que las exposiciones católicas sobre la estructura
esencial de la Iglesia empiecen, en los manuales de Dogmática, con
- los ministerios, y en concreto con el petrino y el episcopal, para sólo
- después, en relación con el sacerdocio común de todos los bautizados,
- tratar de la misión del laico en la Iglesia. Esto es, sin embargo, em-
- pezar la casa por el tejado, ya que el sacerdocio común de todos los
bautizados es el fundamento no sólo de la diaconía laical, sino tam-
- bién de la ministerial. Tenemos, por esto, que comenzar por lo que
N une a ambos, laicos y ministros, para luego, puesta esta base, aclarar
- en qué se diferencian y cómo se relacionan. | |
-——Siala exposición de la base común y vinculante la hacemos seguir
- inmediatamente por el tratamiento de la misión de los laicos, no es
porque el ministerio eclesial deba derivarse de la diaconía laical. El
- motivo es, más bien, que ni el ministerio ni la Iglesia entera son en sí -
294 17.5. La concreta figura de comunión de la Iglesia
. De civitate Dei X, 3.
:
Sermones IV, 1.
.
Sermo de sancto Laurentio, 1.
1
.
De civitate Dei XX, 10; cf. Ambrosio, De sacramentis IV, 3.
NO 00
.
Sermones III, 1.. | A
10. Cf. Brox, La primera Carta de Pedro, 148s, en cuya nota 1 se encontrará más bi-
bliografía. También compilan mucha más H. de Lubac, Die Kirche, 118-127; R. Han-.
son, art. «Amt - Ámter - Ámterverstándnis», en TRE 2, 543-549.
Iglesia del pueblo de Dios 297
15. WA 6, 408.
16. WA 6, 564; WA 7, 27; WA 11, 408-416, respectivamente.
17. WA 50, 632s.
18. CA Art. 5; cf. 14; 28.
19. Cf. El panorama de la cuestión en W. Pannenberg, «Das kirchliche Amt in der
Sicht der lutherischen Lehre», en Lehrverurteilungen - kirchentrennend?, vol. 3, 286- ;:
305; Systematische Theologie, vol. 3, Góttingen 1993, 4105.417-419, donde hay una -.
interpretación diferente de CA 5, | a
Iglesia del pueblo de Dios 299
El Concilio Vaticano II
25. W. Maurer, Das synodale Bischofsamt seit 1918, Berlin 1955; C. Dinkel, se
«Synode» III, en TRE 22, 571-575; E. Nússel, «Zum Verstándnis des evangelischen Bi-
chofsamtes in der Neuzeit», en Sattler -Wenz (eds. ), Das kirchliche Amt in apostolischer -
Nachfolge, vol. 2, 145-189.
26. Así ya en la Confession de foy. Discipline ecclésiastique de 1559 de Ginebra. Cf. | .
J, Mehlhausen, art. «Presbyteral-synodale Kirchenverfassung», en TRE 27, 331-340.
27. LG 9- 13; 32-37. Cf. los comentarios de A. Grillmeier en LThK.E 1, 176 -209 ?
y E Klostermann, ibid, 260-283, así como P. Hiinermann, en HThK.Vat 1 2, 311
393.466-482.
Ielesia del pueblo de Dios 301
Panorama histórico
de los frutos del Concilio por los que cabe congratularse, aunque tras
el Concilio también ha sido fuente de muchos malentendidos y de
nuevas polémicas. Ambas cosas, tanto la crítica de la comprensión
corriente del laico como no-clérigo y no-religloso (perteneciente a.
una orden), cuanto el intento de valorar positivamente y dignificar el
estatuto de los laicos, y las nuevas polémicas en torno a cómo deter-
minar sanamente la relación entre laicos y clero, sólo se dejan com-
prender sobre el trasfondo de la historia del laicado en la Iglesia, que
ha vivido cambios abundantes.
Suele derivarse la palabra «laico» del término bíblico 1aós, que
designa al pueblo de Dios. De acuerdo con ello, al laico se le llama
con el título honorífico de «miembro del pueblo escogido por Dios»,
a diferencia de los pueblos gentiles o paganos. Objetivamente, esta
“' caracterización sí acierta con el contexto en que cabe teológicamente
hablar del laico, pero etimológicamente la inferencia no es correcta.
La palabra «laico» (houxóg) no aparece ni en Septuaginta ni en el
Nuevo Testamento”, El concepto se presenta por primera vez en la
Primera Carta de Clemente (40, 5) para designar a los que en el pueblo
de Israel no eran sacerdotes ni levitas. De aquí, en Tertuliano, Cle-
mente de Alejandría y otros, se desarrolló en seguida una compren-
sión del término análoga al uso lingilístico profano de entonces, que
diferenciaba entre los que desempeñaban cargos y la plebs, el pueblo
sencillo. Se entendió por laico al individuo privado que se ocupa con
sus propios asuntos (¡duWWwtns) y pasa por no tener competencia en los
asuntos públicos ni entender de ellos. | |
Con la aparición del monacato, surgió una tercera categoría de
- cristianos: los monjes o los cristianos pertenecientes a las órdenes re-
ligiosas. No se ocupaban, como los laicos, con las cosas del mundo,
sino con las espirituales. También se entendió a los clérigos desde bien
pronto como «religiosos», gente que no vive a la manera del mundo,
ten, vol. 2, Einsiedeln 1956, 339-373; H. U. von Balthasar, «Der Laie und die Kirche»,
en Sponsa Verbi, 332-348; E. Schillebeeckx, Gesammelte Schriften, vol. 2, Mainz 1970,
140-172; M. Keller, «Theologie des Laientums», en MySal IV/2, 393-421; W. Kasper,
«Berufung und Sendung des Laien in Kirche und Welt»: StdZ 205 (1987) 579-593;
B. Forte, Laicato e laicitá: saggi ecclesiologici, Casale Monferrato 1986 (versión cast.:
+ Laicado y laicidad, Salamanca 1987); P. Neuner, Der Laie und das Gottesvolk, Frank-
furt 1988; M. Kehl, La Iglesia, 104-111; J, Werbick, art. «Laie», en LThK? 6, 589-594;
B. Kranemann-M. Wijlens (eds.), Gesendet in den Weinberg des Herrn, Laien in der
katholischen Kirche heute und morgen, Wúrzburg 2010. |
30. Y. Congar, Der Laie, 21s; J. B. Bauer, «Die Wortgeschichte von laicus»: Zeit-
schrift fir Katholische Theologie 81 (1959) 224-228; I. de la Potterie, «L”origine et le
sens primitif du mot laic», en L. de la Potterie-S, Lyonnet, La vie selon Pesprit, Paris
965,13-29. |
304 IT.5. La concreta figura de comunión de la Iglesia
31. J. Ratzinger, Christliche Briider. lichkeit (1958), en IRGS 8/ 1,-65s (versión cast.:
La fraternidad de los cristianos, Salamanca 22005).
32. Congar expone con detalle los materiales en su libro básico Der Laie, 387- 4,
33. Decretum Gratiani, C. VIE C, XIL q. 1. |
34. Cf. Congar, Der Laie, 34-43.
La misión de los laicos 305
laicos a los que se hace mención eran los juristas laicos del rey francés
Felipe el Hermoso, que discutían al papa sus derechos.
- Dentro de aquel orden estamental y gremial, hubo una intensa
vida religiosa de los laicos. En el marco del movimiento de las órdenes
mendicantes, aparecieron en el siglo XIII las órdenes terciarias, en
las. que los laicos participaban del carisma de las órdenes. En la baja
Edad Media se dieron asociaciones piadosas de laicos (las beguinas
y los begardos). Además, en los mejores teólogos medievales y en la
liturgia se conservó viva la conciencia de la Iglesia como congregatio
_fidelium, como communio sanctorum y santo pueblo de Dios. Lo que
si es verdad es que el papel de los laicos en asuntos eclesiales se veía
en la Edad Media de modo edificante y espiritual.
La Reforma del siglo XVI significó un corte importante. Con la
idea de la inmediatez de cada cristiano respecto de Dios, la Reforma
abría una brecha en el orden religioso del pensamiento estamental,
pero mantuvo éste, desde el punto de vista sociológico”, Frente a los
Reformadores, el Concilio de Trento defendió el orden jerárquico de
la Iglesia*", Así, en la teología postridentina apenas se habló ya del
sacerdocio común. |
Pero tampoco entonces la teología reflejaba la vida toda de la
Iglesia. Ya san Francisco de Sales (+ 1622) trabajó en favor de la es-
piritualidad laical, y lo siguieron otros, como san Vicente Pallotti
(t 1850). En el siglo XIX cabe remitir al circulo de Múnster en torno
ala princesa Gallitzin (f 1806); a la comunidad salesiana, fundada
por Juan Don Bosco (j 1888); a la Unión de Compañeros [Gesellen-
verein] fandada por Adolf Kolping (f 1865); a católicos reformistas,
como Friedrich von Húgel (f+ 1925) y otros. En el siglo XX ya hubo,
antes del Vaticano II, el movimiento juvenil Bund [Alianza] y el mo-
vimiento litúrgico, que le estuvo vinculado (sobre todo, el grupo en
torno a Romano Guardini); el Movimiento de Schónstatt, el Opus
Dei, los movimientos espirituales preconciliares, que se preocuparon
de modos diferentes por el estilo cristiano de vida de los laicos y su
santidad en medio del mundo”.
Igual que la evolución medieval, la moderna y, en parte, también
la problemática actual hay que verlas sobre el trasfondo de la evolu-
ción moderna de la sociedad toda y, en concreto, de la secularización.
Las guerras de religión que siguieron a la época de la Reforma sólo
38. H. Godin-Y. Daniel, La France, pays de mission?, Paris 1943. Además, la profé- | |
tica carta pastoral del cardenal Emmanuel Suhard, de París, Essor ou déclin de | "Eglise
(1947). Esta llamada fue pronto recogida en Alemania por A. Delp. Cf. R. Bleistein,
Alfred Delp. Geschichte eines Zeugens, Frankfurt 1989, 432.
La misión de los laicos 307
" -. Enla teología fue sobre todo decisivo el libro de Yves Congar Ja-
lons pour une théologie du laicat (1953), que tiene una extraordinaria
riqueza de materiales bíblicos y tomados de la historia de la teología,
- y aún hoy es una lectura muy estimulante. Congar partía de la partici-
pación activa y común de todos los bautizados en el triple ministerio
de Jesucristo como profeta-maestro, sacerdote y pastor (o rey), para
así subrayar el estatuto de sujetos de los laicos en la Iglesia. Veía el
servicio de los laicos en el servicio en el mundo, y la misión del clero,
como servicio del reino de Dios. Esta distinción llevó a una insatisfac-
toria dualidad entre servicio mundanal y servicio salvífico, que sólo
se pudo superar en la época inmediatamente anterior al Concilio. En
realidad, la base para que la penetración del mundo sea tarea de toda
la Iglesia, laicos y clero, la había puesto ya Pío X con el programa,
válido para toda la Iglesia, «Omnia instaurare in Christo» (Instaurar
en Cristo todas las cosas).
El Concilio Vaticano II
45, Para discutir este punto, J, Ratzinger-H. Maier, Demokratie in der Kirche, Lim-
burg 1970, Cf. supra 11.3.1.
46. F. Hafner, Kirche im Kontext der Grund- und Menschenrechte, Freiburg 1992;
W. Kasper, Wahrheit und Freiheit. Die Erklárung des II. Vatikanischen Konzils úber die
Religionsfreiheit, Heidelberg 1988.
47. Cf. Código de Derecho Canónico, can. 208- 223; 224-230.
312 11.5. La concreta figura de comunión de la Iglesia
que esta enumeración sea completa, los laicos tienen derecho a ins.
trucción cristiana y a una predicación en la que escuchen la doctrina.
de la Iglesia y no las opiniones privadas de quien predica; tienen, ep |
la medida en que se hayan dispuesto correctamente a ello, derecho a :
recibir los sacramentos según el ordenamiento de la Iglesia, y en espe.
cial, la sagrada eucaristía*; tienen derecho a pedir la palabra y a que -
se les oiga en cuestiones de fe; tienen derecho a cooperar en la cons. :
trucción del pueblo de Dios y a configurar las cosas temporales según *
el espíritu del evangelio; tienen, como padres, el derecho —y también el ::
deber— de educar cristianamente a sus hijos; tienen derecho a reunirse é
en asociaciones eclesiales.
Para hacer justicia al carácter de comunión de la Iglesia y a. la. mie
sión y la responsabilidad comunes, salvaguardadas en los diferentes
servicios, hay que desarrollar —y ésta es una consecuencia de largo ,
alcance— un estilo de vida y de dirección de la Iglesia comunicativo y -
participativo, que se tome por igual en serio la responsabilidad que o
toca al ministerio y la dignidad de los laicos, que nunca son simple-
mente objeto de la misión salvífica de la Iglesia, sino también sujeto :
responsable de ella. Hay que conceder espacio y escucha al Espíritu *
de Dios en la colaboración armónica de todos los carismas y oyendo
nos todos, los unos a los otros, |
La unidad de misión en la diferencia y no mezcolanza de los diver- :
sos servicios exige comités de asesoría y formación de voluntades que '
sean comunes*, El obispo Cipriano de Cartago ofreció una fórmula .
clásica para este estilo participativo y colegial. Escribe que no quiere
decidir nada sin el consejo de los presbíteros y el asentimiento del pue- -
blo, basándose meramente en su propia opinión, sino sólo basándose -
en el consejo y el examen comunes*. Encontramos esta misma sabi- *
duría en la Regla de san Benito: aunque destaca con gran fuerza la
posición del abad, no debe éste en cuestiones importantes decidir nada -
48. Se discute mucho la cuestión del derecho a la eucaristía. Por supuesto, la eu- :
- caristía, como los demás sacramentos, es gracia de Dios y no un derecho que se pueda ;
reivindicar. Pero ella se le ha dado a la Iglesia con el encargo de hacerla llegar a los fieles
que están en disposición de recibirla. El ministerio eclesiástico está, pues, obligado, -
especialmente en los domingos y las fiestas, en la medida en que sea fisicamente posible, -
a poner la eucaristía al alcance de los fieles de manera apropiada. De esto no se sigue, -
claro está, el derecho a recibirla en un lugar concreto —por ejemplo, cierta parroquia— 0
en un tiempo determinado. Además, la Iglesia tiene el derecho de excluir de la eucaristía -.
cuando no se dé la correcta disposición para ella, según las normas canónicas. Sobre la.
cuestión del celibato, que tantas veces se plantea en este contexto, cf. infra 1.5.3,
49. AA 26. Cf. W. Kasper, «Kollegiale Strukturen in der Kirche- der a |
Ort der Ráte des gemeinsamen Apostolats» (1969), en WKGS 12, 19-37, Cf. infra 1. 5.5,
SO. Ep. 14, 1,4; cf..19, 2.
La misión de los laicos 313
sin haber antes oído el consejo de los hermanos (Regla, 3). John Henry
E Newman desarrolló bellamente esta perspectiva en su tratado Sobre
el testimonio de los laicos en cuestiones doctrinales y mostró que en la
crisis arriana del siglo IV no fue la jerarquía quien impuso y salvó la
fe verdadera, sino que fueron los laicos*!, En la crisis actual, también
es para la Iglesia una necesidad vital que el ministerio preste oídos al
testimonio de los laicos; y no sólo a la opinión pública y publicada
también en la Iglesia—, sino también y sobre todo al testimonio de la
gente, de los que callan, de los que oran, ya sean jóvenes, ya sean viejos;
que les preste oídos y que se tome en serlo estas voces.
+ Por desgracia, en la discusión postconciliar no siempre se ha dis-
tinguido la desclericalización legítima de la ilegítima. Es legítimo que
tareas mundanas en la Iglesia, como la economía, la administración,
las relaciones públicas, la formación y otras, tradicionalmente desem-
peñadas por clérigos, se transfieran a laicos preparados. Este reparto
de las tareas es conforme a la responsabilidad específica de los laicos
y a la creciente complejidad de los dominios mencionados. Pero otra
cosa es centrar el interés en que la participación de los laicos en las ta-
reas especificas del ministerio se extienda lo más posible. Esto lleva al
peligro de la clericalización de los laicos y la laicización del clero*, Al
dar esta orientación a lo eclesial, como lamentablemente suele ocurrir,
se pierde de vista la responsabilidad, tan subrayada por el Concilio, en
la santificación e impregnación del mundo orientándolo según el plan
salvífico de Dios, una tarea que hoy es más que urgente.
51. En las Polemische Schriften (Ausgewáhlte Werke 4), Mainz 1959, 255-292,
Z 52. Sobre esto, en perspectiva sociológica, M. Ebertz, «Laisierung der Kirche? As-
- pekte ihrer funktionalen Demokratisierung in der modernen Gesellschaft», en Krane-
- mann-Wijlens (eds.), Gesendet in den Weinberg des Herrn, 53-76.
E 93, Cf. W. Kasper, «Die pastoralen Dienste in der Gemeinde» (1976), en WKGS
12, 69-95; G. Greshake, art. «Amt» 1X, en LThK? 1, 554s; Id., Ser sacerdote hoy,
Salamanca 22010, 181-192; P. Neuner, «Laien im Spannungsfeld von dogmatischen
Vorgaben und kirchlichen Aufgaben», en Kranemann-Wijlens (eds.), Gesendet in den
Weinberg des Herrn, 26-29. |
314 17.5. La concreta figura de comunión de la Iglesia
58. LG 11; AA 1; Juan Pablo Il, Christifideles laici 40, Familiaris consortio (1981), E
Moo OS 31-64; 73-76. Cf. W. Kasper, Zur Theologie der christlichen Ehe,
todo, di deult en la ¡ gran cantidadse de problemas materiales,
sobre todo
económicos, > sociales y,NES
plantean en torno al ma-
trimonio y la familia. ecología moral que
l
. Catecismo
Seico- moral, véase
juici teológico ] |
59. P gra su Juicio
2357.035 de la Iglesia católica, núms.
La misión de los laicos 317
socie-
ción responsable de las mujeres tanto en la Iglesia como en la
aba a preocu parse de que las mujere s
E dad (GS 9; 29; 52; 595). Exhort
n posibil idades de
hallaran en la Iglesia espacio y escucha y tuviera
«Llega
A
62. Christifideles laici 49-51. Cf. además el escrito de la Congregación 1para ladoc-
trina de la fe, Sobre la colaboración del: varón y la mujer en la Iglesia (2004).
63, Cf. supra 11.34.
La misión de los laicos | 319
64, Sobre el problema de Junia o Junias en Rom 16, 7, cf. supra 11,4.4.
65. Las palabras sobre que las mujeres deben callar en la asamblea (1 Cor 14, 33)
han suscitado gran discusión. Para muchos, serían una interpolación de 1 Tim 2, 11s.
En todo caso, contrastan con otras palabras del Apóstol (1 Cor 11, 11 y Gal 3, 28). No
hay, pues, que considerar este pasaje aisladamente y deducir de él una teología de la
mujer, sino interpretarlas en el contexto de todo el pensamiento paulino. Parece que
Pablo en ellas recuerda una costumbre de las comunidades que no puede pretender
ser válida universalmente y para todos los tiempos, pues Pablo conoce a mujeres con
don de profecía (1 Cor 11, 5; cf. también Hch 21, 9: las cuatro hijas del diácono Felipe
tenían el don de profecía). En la historia posterior de la Iglesia ha habido muchas mu-
jeres santas que, desde luego, han abierto bien la boca en ella, como Catalina de Siena,
Liobay Tecla, Hildegarda de Bingen... Para la exégesis de 1 Cor 14, 33, cf. W. Schrage,
Der erste Brief an die Korinther (EKK VIU/3), Zúrich-Neukirchen 1999, 477-502.
320 ÍL.5. La concreta figura de comunión de la Lelesia
66. W. Kasper, «Die Stellung der Frau als Problem der theologischen Anthropolo-
¡gle»: LebZeug 35 (1980) 5-16; «Die Frau als Person - von der Kirche ernst genommen? .
322 IZ. 5. La concreta figura de comunión de la Iglesia
72. Cf. K.-H. Rengstorf, art. Madnmc, en ThWNT 4, 447- 460; K.-H. Schelkle,
Júngerschaft und Apostelamt. Eine biblische Auslegung des priesterlichen Dienstes, Frei-
burgi.Br. 1975; M. Hengel, Nachfolge und Charisma, Berlin 1968; U. Wilckens, Theolo-
gie des Neuen Testaments, vol. 1/1, Neukirchen 2002, 304-314. ]
73. C£. supra 11.2.2,
326 11.5. La concreta figura de comunión de la Iglesia
él». Esta decisión es radical. Todo lo dejan atrás: casa, familia, hasta
cómo ganarse el pan, y comparten la vida andariega de Jesús. Esta
radicalidad va mucho más allá de lo que los rabinos de aquellaé epoca
exigían de sus discípulos.
A la llamada sigue la imposición de los dos fines de este discj.
pulado especial: los discípulos deben permanecer junto a Jesús y en
comunión con él, para ser luego enviados. Reunión y envío van de la
mano. El envío, la misión, no se puede vivir ni tomar sobre sí más que
partiendo de la comunión personal con Jesús. Por fin, se menciona
uno por uno el nombre de los discípulos. No son funcionarios anóni-
mos, impersonales e intercambiables. Tienen nombre: se aferran a su
asunto con toda su persona. Son testigos que apuestan toda su per:
sona por aquello de lo que dan testimonio. Sólo como tales testigos -
(Zeugen) pueden convencer (tberzeugen); sólo así pueden ganar a los
hombres, o sea, ser pescadores de hombres (Mc 1, 17).
Lo verosímil es que Jesús mismo no llamara apóstoles todavía ; a
sus discípulos”. La llamada al discipulado especial aún no significa
la erección de oficios y ministerios determinados; pero tras la Pascua
sí fue la base del ministerio apostólico. Después de Pascua, el Señor
exaltado envió al mundo entero a los Doce a predicar el evangelio,
bautizar y hacer a todos discípulos (Mt 28, 16-20; cf. Mc 16, 15-18; Jn
20, 21-23; Hch 1, 8). La misión está vigente hasta el fin del mundo (Mt
28, 20). Pero los apóstoles eran mortales, de modo que, después de su
muerte, tuvieron que entrar otros en su misión y continuarla. Estos -
otros ya no son apóstoles, porque el apostolado es un ministerio sin! -
gular y que se retrotrae al envío inmediato por parte del Resucitado; -
Se limitan a ejercer ciertas funciones apostólicas. No tienen el minis-
terio de apóstoles, sino un ministerio apostólico. Sólo en este sentido |
análogo se les puede llamar sucesores de los apóstoles.
J. Martin, «Die Genese des Amtspriestertums in der frúhen Kirche», en Der priestlicher
Dienst, vol. 3 (QD 48), Freiburg ¡.Br. 1972; H. Merklein, Das kirchliche Amt im Ephe-
'
serbrief, Múnchen 1973; K. Kertelge, Gemeinde und Amt im Neuen Testament, Mún-
chen 1972; Id. (ed.), Das kirchliche Amtim Neuen Testament, Darmstadt 1977; F, Hahn,
«Neutestamentliche Grundlagen fir eine Lehre vom kirchlichen Amt», en Dienst und
Amt, Regensburg 1973, 7-40; J. Roloff, art. «Amt - Ámter - Amterverstándnis» IV, en
TRE 2, 509-533; Id., Der erste Brief an Timotheus, Ziúrich-Neukirchen 1988, Excurso
169- 189; A. Vógtle, Die Dynamik des Anfangs, Leben und Fragen der jungen Kirche, Frel-
burg i.Br. 1988; H. J. Klauck, Gemeinde- Amt- Sakrament, Wirzburg 1989; FE. Hahn,
Theologie des Neuen Testaments, vol. 2, Tibingen 2002, 606-624.
76. Cf. infra 11.5.4,
328 II.5. La concreta figura de comunión de la Iglesia
Ya muy pronto oímos que los apóstoles, cuando sus cargas crecie.
ron y hubo riesgo de división en la comunidad, establecieron mediante -
la imposición de manos a los Siete como sus auxiliares. En este contex,
to, se habla de servicio (9axovia.), aunque a los Siete no se los puede -
entender como diáconos en el sentido posterior. Más bien hay que
verlos como dirigentes de las comunidades helenísticas de cristianos '
procedentes del paganismo (Hch 6, 1-7). En todo caso, no se puede
limitar su servicio al servicio de las mésas. En especial, Esteban actuas
ba como evangelizador con dotes carismáticas (Hch 6, 8-60). Felipe '
era misionero y catequista, y administraba el bautismo (Hch 8). En la
literatura cristiana primitiva se menciona a los diáconos al lado de los
obispos (Flp 1, 1; Didajé 15, 1s) y más adelante se les exige lo mismo
que a los obispos (1 Tim 3, 1-7; 3, 8-12).
Conforme a lo que dicen los Hechos de los Apóstoles, Pablo e estas |
blecía allí donde iba ancianos (ozofútegor) mediante la imposición -
de manos, ayunando y orando (Hch 14, 23). En el prescripto de la: :*
Carta a los filipenses leemos que en aquella comunidad había obispos
y diáconos (1, 1). No hay que dar aún a estos títulos el significado que -
luego tuvieron. Parece que al principio la diferencia entre presbytero¡
y episkopoi no era tajante. Cuando Pablo, previendo su muerte, se
despide de Mileto, nombra a los pastores que ha constituido el Espí-
ritu Santo y los llama tanto epískopoi como presbyteroi (cf. EHch 2,
17 con Hch 20, 28).
En general se parte de que quienes presidían las comunidades fue->.o
ron llamados presbyteroi en el ambiente helenístico judeocristiano por -
adecuación a la correspondiente institución sinagogal (Hch 14, 23;
15, 2; 20, 17.28; 21, 18; Sant 5, 14; 1 Tim 5, 17.19; Tit 1, 5; 1 Pe 5, 1);
En el ámbito cristiano gentil de habla griega se habla, en cambio, de
episkopoi, literalmente «supervisores», o sea, personas que tienen una:
perspectiva amplia y velan por el conjunto (Hch 20, 28; Flp 1, 1; 1 Tim
3, 15). Es notable que el título episkopos siempre aparece en singular
en las Cartas Pastorales, mientras que de «presbíteros» se habla en
plural. Los presbíteros parecen haber constituido una especie de se-
nado, o sea, un consejo de ancianos. Se discute si cabe ver en esto un Ñ
indicio de la evolución posterior hacia el monoepiscopado.
En el Nuevo Testamento, tanto a los presbyteroicomo a los episko- |
poi se los define más en concreto con ayuda del concepto de «pastor»
(Hch 20, 28; Ef 4, 11; 1 Pe 2, 25; 5, 2). Les corresponde, por tanto, un
servicio pastoral. En este sentido, la Primera Carta de Pedro se dirige
alos ancianos con esta enérgica admonición: «Cuidad como pastores
del rebaño de Dios que se os ha confiado, y no a la fuerza, sino por -
Los ministerios como servicios a la comunión 329
vuestra voluntad, como Dios quiere; y tampoco por codicía, sino por
inclinación; no como jefes y dueños de vuestras comunidades, sino
“ como modelos para el rebaño» (5, 25).
Si se presta atención al contexto de todas estas diferentes afirma-.
“ ciones, apenas cabrá entender estos servicios como meramente fun-
cionales. El hecho de que se entre en ellos por la imposición de manos
- y orando habla contra semejante comprensión funcional. En efecto,
la imposición de manos (éxideois tÓv xeL9g6v) no es sólo un gesto ex-
terno y puramente jurídico, según la tradición judía y el Antiguo Tes-
tamento (cf. Nm 27, 18-23). Significa la transmisión de la bendición
y la autoridad; confiere un don del Espíritu, el Espíritu del poder, el
amor y la sensatez (2 Tim 1, 6s; cf. 1 Tim 4, 14; 5, 22). La «imposición
É- de manos» es, pues, una expresión técnica para la ordenación como
- traspaso de un carisma ministerial”. Por tanto, los fundamentos de la
- institución del orden y su comprensión sacramental están ya puestos
E enel Nuevo Testamento.
Las Cartas Pastorales y la Primera Carta de Pedro cuentan hoy ge-
é neralmente entre los exegetas como escritas no por los mismos após-
toles, sino por sus discípulos. Pero esta pseudoepigrafía, corriente en
- aquel mundo, es, en perspectiva teológica, un indicio de que desde el
principio, y en realidad sin mayores problemas, se dio lo que más ade-
- lante se llamó sucesión apostólica. En algunos lugares, el propio Nue-
- vo Testamento reflexiona sobre esta transición. En el discurso con el
que Pablo se despide de Mileto, el apóstol dirige la mirada a la época
postapostólica. Afirma que los epískopoi (o bien los presbyteroi) tie-
nen que apacentar el rebaño cuando él haya partido (Hch 20, 285).
. Cabe llamar a este discurso de despedida de Pablo su testamento para
la época postapostólica. Según las Cartas Pastorales, Pablo encargó
- a Timoteo y a Tito transmitir su servicio por la imposición de manos
(1 Tim 4, 14; 2 Tim 1, 6; Tit 1, 5).
Instituir pastores de las comunidades no tiene sólo una dimensión
«horizontal». En última instancia es el Señor exaltado mismo el que
garantiza la continuidad. Él es el que establece pastores en la Iglesia
(Ef 4, 11). Así, los servicios comunitarios son algo más que institu-
ciones meramente eclesiales o comunitarias: su último fundamento es
cristológico y pneumatológico. Ya en el Antiguo Testamento se llama
a Dios mismo pastor de su pueblo, y en el Nuevo Testamento a Jesús
se le llama pastor (1 Pe 5, 4) y pastor y obispo de las almas (1 Pe 2, 25).
El, como el Exaltado, es quien reúne el rebaño. Así, el apóstol Pablo
78. Cf. Hahn, Theologie des Neuen Testaments, 618-624. Cf. supra 11.2.2 y 113.3.
79. Cf. supra 11.4.1 y 4.4.
“80. Sobre la historia y la teología del ministerio episcopal: K. Rahner-J. Ratzin-
ger, Episkopat und Primat (QD 11), Freiburg i.Br. 1961; J, Colson, L'épiscopat catho-
lique, Paris 1963; G. Baraúna (ed.), De Ecclesia, vol. 2, Freiburg i. Br.-Frankfurt 1966,
cap. 3; L. Ott, Das Weihesakrament (HDG IV/5), Freiburg ¡.Br. 1969; Y. Congar, Mi-
nisteres et communion ecclésiale, Paris 1971 (versión cast.: Ministerios y comunión ecle-
sial, Madrid 1973); R. Hanson, art. «Amt - Ámter - Ámterverstándnis» V, en TRE 1,
333-552; G, Martelet, Théologie du sacerdoce, 3 vols., Paris 1984-1990; H. J. Pottmeyer,
art. «Bischob» TIT.IMIL, en LTHK? 2, 484-488; E, Dassmamn, Ámter und Dienste in den
frúhchristlichen Gemeinden, Bonn 1994; T. Schumacher, Bischof - Presbyter - Diakon.
Geschichte und Theologie des Amtes im Úberblick, Múnchen 2010.
332 IT.5. La concreta figura de comunión de la Iglesia
son sacerdotes por igual, sino que más bien hay, divina ordinatione, un
orden jerárquico!!'. En éste, los obispos, como sucesores de los após-
- toles, preceden a los presbíteros**?. No se dice en qué consiste esta pre-
lación, o sea, si es sacramental o jurisdiccional, pero en estas fórmulas
cabe reconocer signos de un cambio de orientación en la teología del
. egpiscopado!!*. Este cambio de orientación estaba ya en marcha en la
Baja Edad Media!**. Sólo que la amarga polémica contemporánea
con la Curia había imposibilitado la aclaración explícita del puesto
del obispo!'*. Además, el Concilio afirmaba que para la legitimidad de
la ordenación no se precisa el consenso del pueblo o de la autoridad
mundana; termina calificando de ilegítimas las ordenaciones de los
Reformadores, pero no las llama expresamente inválidas''*.
El Concilio logró luego, en los Decretos de Reforma, superar ex-
presamente las restricciones de índole sacerdotal que se habían ido
introduciendo, y dibujar una imagen programática del obispo y del
presbítero más abarcante y pastoral, más orientada a la cura anima-
rum, la cual, junto a ofrecer el sacrificio de la misa, comprendía la
predicación, la administración de sacramentos y el cuidado por los
pobres!'”. Esta imagen programática pastoral influyó mucho en la
- praxis pastoral y la espiritualidad de muchos obispos y presbíteros,
Obispos reformistas postridentinos, como Carlos Borromeo (f 1584)
y Francisco de Sales (f 1622), la realizaron ejemplarmente. Lo que
se hizo valer, en cambio, en la teología postridentina fue casi exclusi-
vamente la visión sacerdotal de cuño anti-Reforma. Esto hizo que se
plantearan imágenes programáticas diferentes, simplemente las unas
al lado de las otras. | |
A esto se añadió que en la época postridentina los obispos, sobre
todo los obispos príncipes alemanes, estaban todavía insertos en el
orden político feudal. La figura feudal del episcopado sólo terminó
con la revolución francesa y el fin de la iglesia-imperio, a comienzos
del siglo XIX. En la nueva situación, el Concilio Vaticano Í'se propuso
111. Zbid.
112. DH 1768; 1777.
113. J. Freitag, en su obra ya citada, querria mostrar, contra K. L. Becker, que el
Concilio, en su canon VI, se separó de la perspectiva puramente sacerdotal y ya no
hizo piedra angular del ordo al presbítero, sino al obispo.
114. Cf. Walter, «Das Verháltnis von Presbyterat und Episkopat...», 77-84.
115. Cf. infra 11.5.4.
116. DH 1769; 17778.
117. C£ Decreta super reformatione, en COD 720- 729. Sobre esto, H. Jedin, «Das
Bischofsideal der Katholischen Reformation. Eine Studie úber die "Bischofsspiegel
vornehmlich des 16. Jahrhunderts», en Kirche des Glaubens - Kirche der Geschichte,
Freiburg 1.Br. 1966, 75-117, Cf. infra 1.5.4.
340 IT. 5. La concreta figura de comunión de la Iglesia
118. Ya se marcó esta evolución en los primeros trabajos del Concilio: Y. Con:
gar (ed.), L'Épiscopat et l'Eglise universelle, Paris 1962. Sobre el Concilio, véanse los --
comentarios a Lumen gentium de K. Rahner en LThK.E 1, 210-247 y J. Ratzinger,
ibid., 348-359; y el de P. Hiinermann en HThK.Vat 11 2, 263-582. W. Breuning, «Das -
Verstándnis des katholischen Bischofsamtes nach dem “Zweiten Vatikanischen Kon-. .
zil», en W. Sanders (ed.), Bischofsamt - Amt der Einheit, Miúnchen 1983, 9-30; L. Hell,
«“Fúlle des Priestertums”. Probleme und Chancen der Wesensbestimmung des Bi- |
schofsamtes durch das Zweite Vatikanische Konzil»: Trierer Theologische Zeitschrift
12 (2003) 90-101; W. Thónissen, «Dienst am Wort Gottes. Das Amt der Bischófe nach -
dem Zweiten Vatikanischen Konzil», en Sattler-Wenz, Das kirchliche Amt inapostolt |
scher Nachfolge, vol. 2, 190-215.
119, Queda una falta de claridad que no deja de tener importancia para la com-
prensión del presbiterado: ¿es la consagración episcopal la cumbre (apex) de un orden
jerárquico y un nivel de consagración superior al de la consagración presbiteral, lo
cual estaría, en principio, en la línea de las teorías medievales, o es la consagración
presbiteral una participación gradual en la plenitudo de la consagración episcopal,
lo cual, al decir adiós a una teoría vieja de mil años, hace muy urgente la cuestión
de lo auténtico propio del presbítero? En los textos del Concilio se encuentra tanto el
término apex como el término plenitudo.
120. Con la teoría de la determinatio vuelve por la puerta de atrás la cuestión de la
jurisdicción. Sobre la problemática de las Notae previae, véase el artículo de Ratzinge!
en LThK.E 1, 357s.
Los ministerios como servicios a la comunión 341
121. LG 22s. Sobre ello, Y. Congar, La collégialité épiscopale, Paris 1963; J, Rat-
zinger, «Die bischófliche Kollegialitát nach der Lehre des Zweiten Vatikanischen Kon-
zils», en Das neue Volk Gottes, Dússeldorf 1969, 171-200; Id., «Die pastoralen Impli-
kationen der Lehre von der Kollegialitát der Bischófe», en ibid., 201-224.
122. El modo como la communio hierarchica se pone inmediatamente junto a la
communio sacramental -fundada por la consagración- vuelve, desde luego, a suscitar
la impresión de que aún no se han podido equilibrar plenamente la eclesiología pa-
trística sacramental y la juridicista de la Edad Media, de modo que la nueva posición
no se ha terminado de pensar con toda consecuencia. Cf, A. Acerbi, Due ecclesiologie.
Ecclesiologia giuridica ed ecclesiologia di comunione nella Lumen Gentium, Bologna
1975. Cf. II.4 y 5,4, |
123. Sobre la importancia de las iglesias locales o particulares, cf. infra 1.5.6.
342 11.5. La concreta figura de comunión de la Iglesia
Para los presbíteros, crearon una nueva situación no sólo las nue-
vas orientaciones en la comprensión del episcopado, sino también el
subrayado que recibió la participación de los laicos en la misión de -
la Iglesia. Significó terminar con lo de «reverendo» y «mosén», para
pasar a la nueva noción del presbítero como hermano entre hermanos,
Estas dos evoluciones llevaron a la inseguridad e incluso a la crisis
de
identidad de muchos presbíteros, que se preguntaban: ¿Quiénes so-
mos? No somos obispos, no somos laicos; ¿qué somos entonces?
Sobre todo, la dimensión sacerdotal del presbítero, que estuvo tan
en el primer plano en la Edad Media y en la época postridentina, cho-
caba ahora con la incomprensión de muchos, cuando no directamente
con su rechazo. Esto llevó con frecuencia a que el presbítero se enten- -
diera a sí mismo más o menos en términos puramente funcionales,
como mero dirigente de una comunidad, lo que sumió a muchos en
una crisis de su comprensión del ser presbíteros y su estilo de vida que
terminó con el abandono del ministerio por parte de un buen número.
En esta dramática crisis de identidad de muchos presbíteros, lo que en
definitiva se ponía de manifiesto era la crisis postconciliar de la Iglesia
misma. Iba y va nada menos que de una nueva configuración concreta
de la Iglesia en un mundo ampliamente secularizado y en profundo
cambio, en el que parece que ya no hay sitio para lo que significa la
existencia del presbítero. | o
La teología postconciliar ha emprendido vías diversas para hacer
de nuevo comprensible a partir del centro de la fe lo que es propio del
servicio presbiteral'”, Se ha intentado comprender el ser presbítero o
desde la misión de predicar, o desde la celebración de la eucaristía,
o desde el servicio de pastor, integrando luego respectivamente los
otros aspectos. Estos diversos ensayos no se excluían entre ellos. Sin
embargo, sólo son realmente convincentes si se entiende al presbítero
partiendo del núcleo de su llamada y su misión, o sea, desde Jesucristo
y de la conformación sacramental con él. |
126. J. Ratzinger, «Die Frage nach dem Sinn des priesterlichen Dienstes»: Geist
und Leben 41 (1968) 347-376, así como, en JRGS 12, 350-419 sus contribuciones ré-
publicadas recientemente; K. Lehmann, «Das dogmatische Problem des theologi-
schen Ánsatzes zum Verstándnis des Amtpriesters», en F. Henrich, Existenzprobleme
des Priesters, Múnchen 1969, 135-150; H. Schlier, «Grundelemente des priesterlichen -
Amtes im NT»: Theologie und Philosophie 44 (1969) 161-180, así como QD 46-51;
E, Schillebeeckx, Christliche Identitdt und kirchliches Amt, Diisseldorf 1985; J. Freitag, -
Sakramentale Sendung, Freiburg i.Br. 1990; Greshake, Ser sacerdote hoy; M. Kehl, La
Iglesia, 399-426; mis contribuciones se han vuelto a publicar en WKGS 12, 153-423. -
Los ministerios como servicios a la comunión 345
128. Hay una bibliografía inmensa. Dejo a un lado la masa de bibliografía que
critica el celibato (por ejemplo, G. Denzler, Die Geschichte des Zólibats, Freiburg1.Br.
2002) y me limito a unos pocos títulos que se esfuerzan por darle un fundamento po-
sitivo. Sigue mereciendo la pena J. A. Móhler, Vom Geist des Zólibats (1828), reimpr.
Paderborn 1992. J. Bours-F. Kamphaus, Leidenschaft fúir Gott. Ehelosigkeit, Armul,
Gehorsam, Freiburg ¡.Br. 1991; A. M. Stickler, Die Klerikerzólibat, Abensberg 1994;
S. Heid, Zólibat in der frúhen Kirche, Paderborn *2003; K. Berger, Zólibat. Eine theolo-
gische Begrindung, Leipzig 2009; A. Cencini, Por amor, con amor, en el amor. Liber tad
y madurez afectiva en el celibato consagrado, Salamanca 2007. .
129, Cf. supra (1.3.2, |
Los ministerios como servicios a la comunión 347
135. Pablo VI, encíclica Sacerdotalis coelibatus (1967), Juan Pablo II, escrito apos- po
tólico postsinodal Pastores dabo vobis (1992), 29; Benedicto XVI, escrito apostólico
postsinodal Sacramentum caritatis (2007), 24. Cf. Catecismo de la Iglesia católica, 15795.
Los ministerios como servicios a la comunión 349
¿Ordenación de mujeres?
- 136. J. Daniélou, «Le ministere des femmes dans lEglise»: Maison-Dieu 61 (1960)
70-96; H. van der Meer, Priestertum der Frau ? (QD 42), Freiburg ¡.Br. 1969; G. Daut-
zenberg (ed.), Die Frau im Urchristentum (QD 95), Freiburg ¡.Br. 1983; E. Dassmann,
«Kirchliche Amter fiir Frauen in frihchristlicher Zeit»: Pastoralblatt 41 (1989) 257-265;
- | Riedel-Spangerberger - A. Schavan, art. «Amt» XIL en LTHK? 1, 557-561; M. Hauke,
-- Die Problematik um das Frauenpriestertum vor dem Hintergrund der Schópfungs- und
2 Erlósungsordnung, Paderborn 11995; W. Gross (ed.), Frauenordination, Múnchen 1996;
S. Demel, Frauen und kirchliches Amt. Vom Ende eines Tabus in der katholischen Kirche,
4 - Freiburg ¡.Br. 2004; G. L. Miller, Der Empfánger des Weihesakraments. Quellen zur
Lehre und Praxis der Kirche, nur Mánnern das Weiheamt zu spenden, Wiúrzburg 1999;
ld., Priestertum und Diakonat. Der Empfiúnger des Weihesakraments in schópfungstheo-
logischer und christologischer Perspektive, Einsiedeln 2000. Reúne la bibliografía teoló-
gica algo más antigua D. Sattler en Schneider (ed.), Mann und Frau, 209s; buen resumen
de la discusión en Greshake, Ser sacerdote hoy, 192-208, Cf. supra 11.5.2.
137. Cf. supra 1.5.1.
350 IT.5. La concreta figura de comunión de la Iglesia
El diaconado permanente
Junto a la renovación de la teología de los ministerios episcopal y
E presbiteral, el Concilio, al renovar el diaconado permanente, ha dado
un nuevo paso para renovar la comprensión del ministerio partien-
do del espíritu de la tradición de la Iglesia antigua!*, En la Iglesia
antigua, en efecto, los diáconos desempeñaban, al lado del obispo
y como auxiliares suyos, múltiples servicios litúrgicos, catequéticos,
caritativos y administrativos. Se los entendía como los ojos y los bra-
zos del obispo. Se los distinguía de los presbíteros y, sobre todo, no
podían presidir la eucaristía. Sin embargo, en Roma, como dirigentes
- de las diversas regiones, tuvieron durante un tiempo más poder que
los presbíteros. Más tarde, las tareas de los diáconos pasaron a los
presbíteros. Así, el diaconado, desde el final del primer milenio, sólo
era en la iglesia latina un grado de paso hacia el presbiterado.
+ Yael Concilio de Trento intentó renovar el diaconado permanen-
te, pero sin éxito'*, El hecho de que el Concilio Vaticano 11 resta-
bleciera el diaconado como «grado jerárquico propio e independien-
te» tenía a su base preocupaciones pastorales y misioneras'*. No se
144. Para las cuestiones que quedan abiertas, G. Greshake, art. «Diakon» Y, en
LThK? 3, 183s.
145. Didaskalia9; Hipólito, Traditio apostolica
4, 8.21.24; Tomás de Aquino,Sun-
ma theologiae UL, q. 82,a.3,ad 1.
Los ministerios como servicios a la comunión 353
146. Un voto positivo en P. Húnermann et al. (eds.), Diakonat. Ein Amt fúr Frauen
in der Kirche- ein frauengerechtes Amt?, Ostílldern 1997.
147. Cf A. G. Martimort, Les diaconesses, Roma 1982; L. Scheffczyk (ed.), Dia-
konat und Diakonissen, St. Ottilien 2002.
148. Sínodo de Nimes (396) y Sínodo de Orange (441).
149, Cf. supra 11.5.2.
354 11.5. La concreta figura de comunión de la Iglesia
154. Cf. SC 33 y LG 10. También Tomás de Aquino conoce esta doble represen- |
tación del ministerio. Cf. Summa Theologiae Suppl., q. 31, a. 1, ad 1; Summa contra
gentiles TV, 73. Cf. sobre esto, detalladamente, Greshake, Ser sacerdote hoy, 153-158.
Los ministerios como servicios a la comunión 357
155. En el nivel multilateral hay que mencionar, sobre todo, la tercera parte del
Documento de Lima (1982). Han progresado mucho los diálogos con la comunión an-
glicana y con la Alianza Universal luterana. Todos los documentos en H. Meyer et al.,
Dokumente wachsender Ubereinstimmung. Son importantes los diálogos del Círculo
Ecuménico de Trabajo de teólogos evangélicos y católicos: K, Lehmann-W. Pannen-
berg (ed.), Lehrverurteilungen- kirchentrennend?, vol. 1, Freiburgi.Br.-Góttingen 1986;
T. Schneider (ed.), Das kirchliche Amt in apostolischer Nachfolge, 3 vols., Freiburg
¡.Br.-Góttingen 2004-2008; H. Meyer, «Das kirchliche Amt im Horizont des evange-
lisch-lutherischen Verstándnisses der Kirche», en Versóhnte Verschiedenheit. Aufsátze
zur Okumenischen Theologie, vol. 3, Frankfurt-Paderborn 2009, 79-93; Id., «Differen-
zierte Partizipation. Moglichkeiten einer evangelischen Teilhabe am historischen Bi-
schofsamt», en ibid., 94-108. Panorama de los diálogos bilaterales en mi Harvesting the
Fruits, 108- 111. 117- 119. 151-153,
358 I1.5. La concreta figura de comunión de la Iglesia
la repetición del sacrificio de Cristo, que ocurrió una sola vez, sino su
puesta en presente sacramental!*.
Es también satisfactoria la nueva consideración del episcopado
que está bosquejándose en todo el ecumenismo, pero especialmente
en las iglesias luteranas!”. Hay que mencionar en este contexto la con-
vergencia que va surgiendo respecto de que la sucesión en el ministerio
sólo puede entenderse correctamente dentro de la sucesión apostólica
global de la Iglesia, así como acerca de que la sucesión en el ministerio
no puede restringirse a la cadena de imposiciones de manos, sino que
implica la sucesión en la fe apostólica. Se entiende así la sucesión apos-
tólica como una estructura total a la que pertenecen todos los elemen.
tos citados!%, Dentro de esta estructura total, la sucesión ministerial
no es garantía, sino signo e instrumento. La continuidad y la identidad
de la Iglesia en la fe está en último término fundada en la promesa del
Espíritu que introduce en toda verdad (Jn 14, 26; 15, 26; 16, 13).
Todos estos son en algunos casos consensos, como ocurrió en. la
primera fase del diálogo con los anglicanos, pero en general se trata
más bien de convergencias. Aún quedan por aclarar ciertas cuestiones,
sobre todo en lo que hace al carácter sacramental de la ordenación y a
la forma concreta de la sucesión apostólica. La diferencia de posturas
respecto de la ordenación de mujeres y de la encomienda a no ordena-
dos de predicar en público, administrar los sacramentos y presidir la
eucaristía (o la cena), como sucede en algunas comunidades eclesiales,
han vuelto a poner claramente de manifiesto las diferencias profundas
y, ala vez, han planteado también problemas nuevos, que hasta ahora :
no había; todo lo cual ha dificultado entretanto el diálogo. |
No se puede minusvalorar, sin embargo, tanto teológica como
prácticamente, los resultados positivos de estos diálogos, a pesar de
las diferencias que indudablemente continúa habiendo y de las cues-
166. Cf. supra 11.5.2. Sobre las diferencias en torno a cómo se entiende los sínodos,
cf. infra 11.5.5.
167. DH 1611.
168, DH 3318.
MN
Fundamentos bíblicos
169, Juan Pablo II, encíclica Ut unum sint (1995), 88; Benedicto XVI en su visita
al Fanar el 30,X1.2006.
170. «Ministerio petrino» es el nombre contemporáneo en vez de «primado del
obispo de Roma». Hay diferencias entre ambos conceptos y el concepto «papado»,
que es una determinada forma histórica.
171. Se pierde de vista la bibliografía exegética. Sólo nombraré: O. Cullmann, Pe-
trus. Júnger- Apostel - Mártyrer, Ziirich 1952; 1d., art. Méroos, Knpás, en TRWNT
4, 99-112; A. Vógtle, «Messiasbekenntnis und Petrusverheissung», en Das Evangelium
und die Evangelien, Dusseldorf 1971, 137-170; R. Brown-K. P. Donfried-J. Reumann, -
Peter in the New Testament, Minneapolis 1973; J. Gnilka, Matthiusevangelium. Y
(HThK.NT 2), Freiburgi.Br. 1988, 46-80; U. Luz, El evangelio según san Mateo, vol. 2,
Salamanca 22006, 591-632; J. Roloff, Die Kirche im Neuen Testament (Das Neue Tes-
tament Deutsch, Erg.Bd. 10), Góttingen 1993, 162-165; O. Bócher, art. «Petrus»I, en
TRE 26, 263-273; L. Wehr, art. «Petrus», en LTHK3 8, 90- 95; R. Pesch, Die biblischen
Grundlagen des Primats (QD 187), Freiburg i ¡.Br. 2001; M. Hengel, Der unterschátzte
Petrus, Túbingen 2006. Tanto bíblica como historiográficamente; G. L. Miiller (ed:),
Der Primat des Nachfolgers Petri im Geheimnis der Kirche. Studien der Kongregation -
Júr die Glaubenslehre, Wiirzburg 2010.
MN
O
de entonces, los nombres no eran sólo ruido y humo, sino que expre-
saban una misión y una posición. La roca es el símbolo de la firmeza
y la resistencia: sostiene y ampara. Tal es la tarea básica de Pedro y
del ministerio que lleva su nombre. |
Por esta vocación, a Simón / Pedro se lo menciona en primer lugar
en todas las listas de los apóstoles (Mc 3, 16par). En el círculo de
los discípulos, es el portavoz de los demás (Mc 8, 29.32; 10, 28). En
todos los evangelios, es el primero que formula la confesión de Jesús
como mesías, o sea, como el Cristo (Mc 8, 29; Mt 16, 16; Le 9, 20;
Jn 6, 68s). El es, por tanto, el testigo decisivo de Jesucristo y el pro-
totipo del maestro cristiano. Sobre todo, es fundamental que Pedro,
- según la tradición más antigua, es el testigo primero y original de la
resurrección (1 Cor 15, 5; cf. Lc 24, 12.34). Él es, con su testimonio,
la roca sobre la que se puede edificar en la fe y sobre la que cabe sos-
tenerse en la fe. El debe fortalecer a los hermanos (Lc 22, 315). De
hecho, Pedro fue en la comunidad de Jerusalén la figura capital y su
dirigente (Hch 1-12). Él fue el primero que se atrevió a dar el paso del
judeocristianismo al cristianismo de los gentiles (Hch 9s) y pronunció
las palabras decisivas para ello en el Concilio de Jerusalén (Hch 15).
- Así que Pedro no sólo conservó, sino que mostró valientemente a la
Iglesia el camino del futuro.
Pablo reconoció la autoridad de Pedro. Lo cuenta, junto a Santia-
go y a Juan, entre las columnas (Gal 2, 9); le importa mucho cono-
cerlo, quedarse junto a él quince días (Gal 1, 18) y, en fin, ser recono-
cido por él (Gal 2, 85). A pesar del grave conflicto que tuvo con él en
Antioquía (Gal 2, 11-14), Pablo reconoce la autoridad de Pedro, que
para él es el portador y garante decisivo de la tradición.
Así, las palabras de Jesús en Cesarea de Felipe, que orlan en gran-
des letras la cúpula de San Pedro de Roma, no están aisladas sino,
más bien, en un gran contexto: «Tú eres Pedro, la Roca, y sobre esta
roca edificaré mi Iglesia» (Mt 16, 18). Hay amplio acuerdo entre los
exegetas sobre el hecho de que este texto, en esta forma, no se retro-
trae directamente al Jesús terrenal, sino que es composición del evan-
gelista. Pero también hay amplio acuerdo en que esta composición
ño es un libre invento de Mateo, sino que se retrotrae a tradiciones
más antiguas, que últimamente llegan a la imposición del nombre por
Jesús y a la aparición del Resucitado a Pedro.
- Deeste texto resulta lo esencial de la tarea especial encomendada a
Pedro: Pedro es el que primero, y en representación de los otros, formu-
la la confesión de Jesucristo: «Tú eres el mesías, el hijo del Dios vivo».
E Alo que Jesús responde que esta confesión no es mero conocimiento
TZ
humano, sino que procede de una revelación especial del Padre. Jesús
reconoce, pues, el carisma especial de Pedro como maestro, que le ha
sido dado por Dios, A lo que sigue la promesa: «Tú eres Pedro, y sobre
esta roca edificaré mi Iglesia» (Mt 16, 16.18). Cabe la pregunta de si en
estas palabras la roca es Pedro o la confesión de Pedro. Ya los Padres
de la Iglesia le dieron respuestas distintas. Se encuentra en ellos ung
tercera, que seguramente es hoy la opinión mayoritaria entre los exe
getas: la de que la confesión de Pedro y la persona de Pedro son cosas
diferentes pero inseparables. La confesión va unida a la persona, y la
persona, a la confesión. Así, Pedro, con su confesión y sobre la base de '
ella, se convierte en el fundamento de roca de la Iglesia!”,
Lo que quiere decir en concreto la función de la roca, lo explica
Jesús con la imagen de las llaves del reino de los cielos. Con su con-
fesión de Jesús como el mesías y el hijo del Dios vivo, Pedro abre las
puertas del reino de Dios a quienes acojan esta confesión en la fe. El
poder de las llaves significa, pues, la plena potestad de enseñar: Pedro
es roca como testigo y maestro plenipotenciario del mensaje de Jesit3.
Las palabras sobre atar y desatar apuntan en la misma dirección!”.
«Atar y desatar» son términos técnicos rabínicos que señalan la ple-
na potestad magisterial y la de tomar decisiones que prohíben o per-
miten. Así, el encargo encomendado a Pedro no es sólo un servicio -
pastoral y un primado pastoral (tal como hoy se entiende la palabra
«pastoral»): más bien se transfiere a Simón-Pedro una especial plena
potestad apostólica —que sólo a él se da— sobre la base de la cual él,
como testigo y garante de la doctrina de Jesús, es el fundamento de -
roca sobre el que está edificada la Iglesia. Es con esta potestad como
Pedro debe también confortar a los hermanos (Lc 22, 315). do
No se puede objetar contra la especial potestad de Pedro que el
poder de atar y desatar se dé también a todos los discípulos en otro
lugar de Mateo (18, 18). Es obvio que en este segundo pasaje se trata
de una regla comunitaria y, por tanto, de una potestad en el nivel de
172. Las opiniones se dividen entre, por un lado, la mayor parte de Padres orien-
tales, que dependen de Orígenes, pero también Agustín, que ven la Iglesia fundada
en la fe de Pedro; por otro, los Padres occidentales (Jerónimo, Hilario, León Magno),
pero también algunos orientales, como Máximo el Confesor, que desde la mitad del
siglo III aplican Mt 16, 18s también a los sucesores de Pedro. Y un tercer grupo, al que
pertenecen entre otros Juan Crisóstomo, "Teodoreto, Teodoro de Mopsuestia y Juan
Damasceno. Agustín, que con la mayoría de Padres orientales considera la fe de Pedro.
como tipo de la Iglesia, termina por dejar la cuestión abierta en sus Retractationes
(L, 21, 1). Cf. J. Ludwig, Die Primatworte Mt 16, 18-19 in der altkirchlichen Exegese,
Miinster 1952; J.-M. R. Tillard, L'évéque de Rome, Paris 1982, 142-146.
173. Strack-Billerbeck, Kommentar zum Neuen Testament aus Talmud und Mi
drasch1, Múnchen 1961, 737- 747; J. Ernst, art. «Binden und Lósen», en LThK? 2, 4635.
- El ministerio petrino 365
- las iglesias locales, mientras que en las palabras sobre la roca apuntan
gun poder especial que ha de ejercerse sobre la Iglesia universal.
La encomienda especial a Pedro que se encuentra en Mateo tam-
' bién se encuentra, de otra forma, en el evangelio de Juan: en la mañana
de Pascua, Juan, el Discipulo Amado, aunque llegó primero a la gruta,
cedió el paso, o sea, la precedencia, a Pedro (Jn 20, 1-10). Después de
la resurrección, se hace a Simón /Pedro la encomienda de apacentar
como pastor a las ovejas, o sea, de dirigir y guiar a la comunidad de
los discípulos (Jn 21, 15-17). El hecho de que se le confiera tres veces
el ministerio de pastor muestra que se trata de un acontecimiento de
vigencia perdurable y legalmente vinculante. |
En ningún lugar del Nuevo Testamento se habla expresamente de
la transmisión de la potestad especial conferida a Pedro. Con todo, sí
que hay un fundamento bíblico para la perdurabilidad de la potestad
. conferida a Pedro. En efecto, el hecho de que tanto Mt 16, 18 como Jn
21, 15-17, en su versión actual, se redactaran tras la muerte de Pedro,
muestra que en la Iglesia postapostólica se adjudicaba a Pedro, más
allá de su muerte, una importancia especial. Lo mismo resulta del
- resto del Nuevo Testamento, sobre todo de que las Cartas Primera y
Segunda de Pedro fueran escritas, obviamente, desde Roma por un
discípulo (o algunos discípulos) de Pedro. En ellas se llama a Pedro
anciano entre los ancianos, testigo y pastor (1 Pe 1, 1s; 2 Pe 1, 16-19).
También el hecho de que ningún otro nombre se mencione tantas
veces en el Nuevo Testamento como el de Pedro muestra que la en-
comienda que éste recibió ya se consideraba un servicio permanente,
. un ministerio petrino. No cabe explicar de otra manera tampoco la
veneración a Pedro, que comenzó muy pronto.
- 194. De baptismo 2, 1,2; 3, 17, 22; Sermones 71, 2,7; 1,31, 10; 295, 4, 4; Ep. 43, 3, 7.
- 195, En Super evangelium Matthaei, 16, 1c 2; cf. E Gillmann, «Zur scholastischen
Auslegung von Mt 16, 18»: AkathKR 104 (1924) 89-122; K. Froehlich, Formen der
Auslegung von Matthdus 19, 18-23 im lateinischen Mittelalter, Túbingen 1963.
196. P. T. Camelot, Ephesus und Chalkedon, Mainz 1963, 141-143,146-152.155-169.
192-196; S. Horn, Petrou Cathedra. Der Bischof von Rom und die Synoden von Ephesus
und Chalkedon, Paderborn 1982, 248-250.
197. Cf. Y Congar, en HDG 1/3 c, 13s.
370 II.5. La concreta figura de comunión de la Iglesia
202. DH 638-642.
203. DH 661-664. >
204. Desde el Decretum Gratiani de 1140, en Occidente sólo se reconoció el con-
cilio de 869/870 como octavo ecuménico, pero no el sínodo de 879/880. Hay también
investigadores católicos que han propuesto o bien revisar la primera decisión o bien
considerar ambos sínodos como una unidad. El reconocimiento de este sínodo sería
de ayuda en perspectiva ecuménica. Cf. LThK? 6, 316.
205. Y. Congar, Zerrissene Christenheit. Wo trennen sich Ost und West?, Wien-
Múnchen 1959; H. Chadwick, East and West: the Making of a Rift in the Church. From
Apostolic Times until the Council of Florence, Oxford 2003.
372 IT.5. La concreta figura de comunión de la Iglesia
206. Y. Congar, «Der Platz des Papsttums in der Kirchenfrómmigkeit der Refor-
mer des 11. Jahrhunderts», en J, Daniélou et al. (eds.), Sentire ecclesiam (FS H. Rah-
ner), Freiburg 1.Br. 1961, 196-217.
207. DH 774s. Para la historia del título vicarius Christi, véase Y. Congar en HDG
113 c, 119s; 1d., «Titel, welche fir den Papst verwendet werden»: Concilium (D) 11
(1975) 538- 544,
208. DA 811.
209. A propósito de la celebración del séptimo centenario del 11 Concilio de Lyon
(1274), Pablo VI habló de «concilio general», significando así la diferencia respecto de
los concilios de la Iglesia antigua reconocidos en común por Oriente y Occidente.
210. DH 871.
El ministerio petrino 373
211. DH 875. :
212. Y. Congar, «L'ecclésiologie de saint Bernard», en Ecclésiologie et papauté,
Paris 1994, 115-185,
213, Y. Congar, en HDG I1/3 c, 82-89.127-138.
214, B. Tierney, Foundations of the Conciliar Theory, Cambridge 1968.
215, COD 3855; J. Gill, Konstanz und Florenz, Mainz 1967.
216. Ya así, Juan de Torquemada, cuya orientación, por otra parte, era absolu-
tamente papal. En la teología reciente, J. Ratzinger, «Primat und Episkopat», en Das
neue Volk Gottes, Dússeldorf 1969, 139.
374 11.5. La concreta figura de comunión de la Iglesia
217. DH 1307s.
218. G. Seebass, art. «Antichrist» III, en TRE 3, 24-43; K. H. Múiller-M. Háus-
ler-B. Claret, art. «Antichrist», en LThK? 1, 744-747.
219. Este reproche, que Lutero al principio sólo expresaba con vacilaciones, entró
luego en escritos confesionales de la Reforma. Cf. sobre todo los Artículos de Esmal-
calda, IV (BSELK 4305); la Fórmula de Concordia (BSELK 10608). Para la problemá-
tica actual, véase más adelante el excurso sobre la discusión ecuménica hoy. —
El ministerio petrino 375
El Concilio Vaticano I
220. COD 659; 720-722; cf. H. Jedin, Geschichte des Konzils von Trient, vol. 1V/1,
Freiburg i.Br. 1975, 116-137,237-263; vol. 1V/2, 50-79; K. Ganzer, «Gallikanische und
rómische Primatauffassung im Widerstreit. Zu den ekklesiologischen Auseinanderset-
zungen auf dem Konzil von Trient»: Historisches Jahrbuch 109 (1989) 109-163.
221. R. Aubert, Vaticanum 1, Mainz 1965; H. J. Pottmeyer, Unfehlbarkeit und Sou-
veránitát, Mainz 1975, 427-429; 1. Zizioulas, «Recent Discussion on Primacy in Rela-
tion to Vatican D», en W. Kasper (ed.), The Petrine Ministry. Catholics and Orthodox in
Dialogue, New York 2006, 210-229; M. O'Gara, Triumph and Defeat. Infallibility, Vati-
can I and the French Minority Bishops, Washington D.C. 1988; y sobre todo la obra que -
marca la pauta de K. Schatz, Vaticanum IL 1869-1870, 3 vols., Paderborn 1992-1996.
376 IT.5. La concreta figura de comunión de la Iglesia
el ministerio del obispo de Roma. Es, por fin, inmediata, o sea que se
la puede referir a todos los pastores y todos los fieles, de cualquier rito
y cualquier rango que sean, sin tener que recurrir a instancia alguna
intermedia. No concierne sólo a cuestiones de fe y costumbres, sino
también a cuestiones disciplinarias y directivas. Puede ejercerse libre-
mente y con independencia del poder mundano. Acerca del juicio del
papa, no cabe apelar a ninguna autoridad superior, como podría ser
un concilio universal””. |
Podría parecer que así la jurisdicción universal tiene que entender-
se en el sentido de la monarquía absoluta. Sin embargo, el Concilio
rechaza la opinión de que los obispos son simples funcionarios del
papa; se dice que los obispos están instituidos por el Espíritu Santo
(Hch 20, 28) y se cita la frase de Gregorio Magno en que afirmaba
que su honor es el honor de toda la Iglesia y la fuerza eficaz e inque-
brantable de sus hermanos. «En verdad se me honra cuando la honra
que a cada cual se debe no se le niega»?, En este sentido, los obispos
alemanes rechazaron tras el Concilio la circular del canciller imperial
alemán, von Bismarck. Sostenía.éste que por la definición del Con-
cilio los derechos de los obispos quedaban anulados y absorbidos en
los del papa, de modo que los obispos pasaban ahora a ser tan sólo
instrumentos y funcionarios del papa. Los obispos alemanes subra-
yaban en su respuesta que el papa no se pone a sí mismo en el lugar de
la jurisdicción de un obispo diocesano, sino que, antes bien, refuerza
esta jurisdicción. El papa Pío IX corroboró expresamente esta decla-
ración”, por lo que puede ésta valer como interpretación auténtica
del Concilio, Significa que el primado no reemplaza el gobierno ecle-
siástico ordinario y normal de los obispos ni entra en competencia
con él; antes bien, lo respeta y lo apoya; interviene directamente sólo
en situaciones extraordinarias, por ejemplo, cuando no hay ninguna
otra instancia o se ven impedidas o sobrepasadas las que existen, o
cuando incumplen gravemente sus obligaciones; o bien cuando se tra-
ta de un problema que afecta a la Iglesia entera.
En lo que hace a la definición de la infalibilidad, hay que tener en
cuenta que el Concilio, adrede, no habla de la infalibilidad del papa,
sino del ministerio magisterial infalible del papa?”. Apela en esto a la
227. DH 3060-3064,
228. DH 3061.
229. DH 3112-3117.
230. Sobre el surgimiento del concepto «infalible» en la querella de los mendican-
tes durante los siglos XIII y XIV, B. Tierney, Origins of Papal Infallibility 1150-1350,
Leiden 1974; Y. Congar en HDG IMI3 c, 159-161. H. King, Unfehlbar? Eine Anfrage,
Zúrich 1970, desplazó la cuestión al concentrarse en la posibilidad o imposibilidad de *
378 11.5. La concreta figura de comunión de la Iglesia
235. DH 3069.
380 11.5. La concreta figura de comunión de la Iglesia
El Concilio Vaticano H
238. Está abierto a malentendidos, sin duda, el título con el que Pablo VI firmó
los documentos del Concilio: «Obispo de la Iglesia Católica». Cf. H. Marot, «Note: sut
Pexpression Episcopus Catholicae Ecclesiae»: Irén 37 (1964) 221-226. |
239. Canon IV del Concilio de Nicea (COD 6s).
240. Cipriano, De unitate ecclesiae $5.
241. Mansi 52, 11095,1201s. Cf. W. Kasper, «Primat und Episkopat nach dem Vati
kanum ID» (1962), en WKGS 12, 499.531.
El ministerio petrino 383
242. Esta afirmación viene interpretada por la Nota Praevia 4 y queda agudizada
por la desdichada fórmula de que el papa puede ejercer su plena potestad en cualquier
momento y ad placitum. El propio texto conciliar dice menos provocativamente lo que
esto significa: habla del libre (libere) ejercicio (LG 22) con el que el papa decide «secun-
dum propriam discretionem» qué es lo que, a la vista de las cambiantes exigencias plan-
teadas, más conviene al bien de la Iglesia. En la misma dirección señala la Comisión
Teológica del Concilio, que rechazó la formulación propuesta por Pablo VI de que el
papa es «uni Domino devinctus» [sólo al Señor rinde cuentas]. La Comisión considéró
que esto era una simplificación, ya que el papa se encuentra vinculado por la revelación,
la estructura básica de la Iglesia, los sacramentos, las decisiones de los concilios anterio-
es... Cf. LThK.E 1, 227. Para la interpretación, J. Ratzinger, ¿bid., 190-197. |
243. Cf. infra 11.5.5.
244, Cf. W. Kasper, «Petrine Ministry and Synodality»: The Jurist 66 (2006) 298-
300; 1d., «Canon law and ecumenism»: The Jurist 69 (2009) 171-189, Otras contribu-
ciones mías, además, en The Jurist 1999, 2004, 2008s, Es especialmente crítico respecto
de la recepción del Concilio por el CIC 1989 G. Bier, Die Rechtsstellung des Diózesan-
bischofs nach dem Codex Iuris Canonici von 1983, Wiirzburg 2001.
384 IT. 5. La concreta figura de comunión de la Iglesia
245. II primato del successore di Pietro nel ministero della Chiesa. Considerazioni |
della Congregazione per la Dottrina della Fede, Cittá del Vaticano 2002, 12.
El ministerio petrino 385
246. DH 1307s.
247, Cf. K. Ganzer, art. «Bichofswahl, Bischofsernennung», en LThK? 2, 504-506.
248. Ad Romanos, prooemium (citado en LG 1 y AG 22).
386 11.5. La concreta figura de comunión de la Iglesia
asis-
: Expresa la fe de la Iglesia con validez escatológica y, gracias a la
engaña,
tencia del Espíritu Santo, no puede errar ni llevar a error. No
como decía Johann Adam Móhler”*.
i-
Como estas decisiones son verdaderas, son también no suscept
es verdad,
bles de enmienda, «irreformables»””, En efecto, lo que hoy
ser mañan a falso. Así es como se
también lo es mañana y no puede
histori a, de la verdad, que
da testimonio en el dogma, en medio de la
la verdad defini-
sobrevive a todo lo históricamente condicionado, de
amor incondi-
tiva y escatológicamente aparecida en Jesucristo y del
dialéctica.
cionado de Dios. Una decisión asi pone punto final a toda
si despué s la Iglesia
Por esto es por lo que no queda legitimada sólo
proces o pos-
la recibe. Lo que sí ocurre a estas decisiones es que, en el
el todo de la
terior de su recepción, son interpretadas e integradas en
fe y la vida de la Iglesia". | |
es confor-
El carácter infalible e irreformable de tales decisiones
tamentario.
me a la historicidad del orden salvífico vétero y neotes
as.
Lo escatológicamente definitivo acontece en condiciones históric
siempr e en una situac ión
Así, las decisiones dogmáticas acontecen
co y sus
histórica determinada, se sirven del lenguaje humano históri
condicio-
modos expresivos y, en esta medida, están históricamente
histor icidad que los dogma s puedan
nadas?!. Pertenece también a la
aunque siempr e en
posteriormente ser profundizados y completados,
crecim iento
el mismo sentido y la misma significación””, Hay, pues,
de todos
y progreso en la comprensión de la fe (DV 8). Pero dentro
se afirma en ellos algo perma-
estos condicionamientos históricos,
tiempo s. Por tanto,
nentemente verdadero y vinculante para todos los
el sentido
los dogmas tienen que ser históricamente interpretados en
situación
de que en su exégesis tienen que ser tenidos en cuenta la
co de expresa rse, para que lo
histórica, el contexto y el modo históri
e de hoy, de
que se dijo en otro tiempo pase así al contexto y el lenguaj
el Espíritu. Para esto, Heinrich Schlier
modo que en ello esté presente
son per-
acuñó el bello término de que las afirmaciones dogmáticas
manentemente dignas de ser pensadas””.
264, DH 3016. | ES
265, DH 246. 246. Para su interpretación, , cf. Cf. DH 3792; ; 3828. , Además, A . Schilson,
¡lson,
«Gedachte Liturgie als Mystagogie», en E. Schockenhoff-P. Walt (eds.
Glaube (FS W. Kasper), Mainz 1993, 213-234, Matter (eds) coma ue
266. Sobre ello, J. Drumnm, Doxologie und Dogma. Die Bedeutung der Doxologie fúr
die Wiedergewinnung theologischer Rede in der evangelischen Theologie, Paderborn 1991.
267. Summa Theologiae Y-II, q. 1, a. 1: Dios, como prima veritas, es el objeto o
formal de la fe. En este sentido, «actus autem credenti ot
sed ad rem» (ibid., a. 2). lentis non terminatur ad enuntiabile
268. DH 3016.
269. Cf. G. Greshake, «Die Geburt der Dogmatik aus der Spiritualitát», en Scho- |
ckenhoff-Walter (eds.), Dogma und Glaube, 237-252.
El ministerio petrino 391
273. Ut unum sint 95. Resumen y análisis de las reacciones por el Pontificio Con-
sejo para la Unidad: Information Service 109 (2002/T-11) 33-47.
274. Para la posición del diálogo ecuménico es básico el Documento de Rávena de
la comisión común ortodoxa y católico-romana, Ecclesiological and Canonical Conse-
quences of the Sacramental Nature of the Church. Ecclesial Communion, Conciliarity
and Authority (2007); además, la consulta católico-ortodoxa norteamericana Steps to- |
ward a reunited Church, A Sketch of an Orthodox-Catholic Vision for the Future (2010).
275. Es frecuente la referencia, sobre este punto, a la tesis de J. Ratzinger del año
1976: «Roma no tiene que exigir a Oriente más doctrina del primado que la que se for-
mulaba y exigía en el primer milenio» (Theologische Prinzipienlehre [1982], en JRGS
8/2, 724). Después, y con razón, J. Ratzinger relativizó esta tesis en «Kirche, OÓkumene
und Politik» (1987), en ibid., 996s.1000ss.
276. Para la noción ortodoxa actual, J. Meyendorff et al., The Primacy of Peter in
the Orthodox Church, London 1963; Id., Or thodoxy and Catholicity, New York 1965;
O. Clément, Rome autrement. Un or thodoxe face á la papauté, Paris 1997; B. Bobrins-
koy, Le mystére de l'Eglise, Paris 2003, 256-308; IL. Zizioulas, «Recent Discussions on
Primacy in Orthodox Theology», en W Kasper (ed.), The Petrine Ministry, 231-248.-
El ministerio petrino 393
tólica, sino que sirve de poco y, desde el punto de vista bíblico, suscita
más que sospechas. Habrá que tomar en serio que tuun, honor, en el
mundo antiguo implicaba siempre autoridad. Lo que hay que aclarar
es, pues, de qué clase es esta autoridad.
Para aclarar esta cuestión cabe partir de la práctica del primer
milenio. Eso sí, hay que tener en cuenta que la historia, en el segundo
milenio, no se ha quedado parada, sino que ha continuado por ambas
partes. La forma de la iglesia-imperio de otro tiempo, con el empe-
rador como una figura que, al menos en Oriente, era decisiva para
la unidad de la Iglesia, es irremisiblemente cosa del pasado. Aunque
quisiéramos, no podríamos regresar al primer milenio. La tradición
es un proceso vivo que no se congeló porque terminara el primer mi-
lenio; así que no podemos limitar la tradición normativa de la Iglesia
a ese tiempo.
Sorprendentemente, los concilios medievales de Lyon Ill (1274) y
Florencia (1439-1445) nos marcan la dirección para encontrar una
respuesta. Florencia, en efecto, definió por primera vez la pretensión
E romana al primado, pero simultáneamente reconoció los derechos
tradicionales de los patriarcas?” Por principio cabe, pues, hacer com-
- patible el primado con el reconocimiento de los derechos de los pa-
triarcas y sus sínodos. El primado romano queda en otro nivel que la
potestad de los patriarcas. El reconocimiento de la autoridad del papa
y la autoridad de los patriarcas en sus iglesias respectivas son así por
principio compatibles, como lo fueron en el primer milenio””, Lo cual
está también en conformidad con el Concilio Vaticano Í que, apelan-
do al papa Gregorio Magno, dice que la potestad del papa no está
en confrontación con la de los obispos respecto de sus rebaños, sino
que, al contrario, la fortalece y la defiende?”. De donde se sigue que
podría el papa, autolimitando su potestad, limitar el ejercicio de su
primado en las iglesias orientales, en cuestiones de disciplina, a casos
extraordinarios. El normal gobierno de la Iglesia podría seguir, como
hasta ahora, en las iglesias orientales en el marco de su ordenamiento
tradicional patriarcal-sinodal. Esto no sería ninguna innovación, sino
la renovación de la práctica de la Iglesia antigua.
A largo plazo, puedo imaginarme este consenso, que aquí apenas
esbozaré: (1) el ministerio petrino es, en el sentido de la confesión de
Pedro, en primera línea un ministerio de testimonio a favor de Jesu-
277. DH 1307s. .
278. Así también J. Ratzinger, art. «Primat», en LThK? 6, 761-763.
279. DH 3061; cf. 3112-3117.
394 II. 5, La concreta figura de comunión de la Iglesia
280. El derecho canónico para las iglesias orientales en plena comunión con Roma
ha llevado ya a cabo un principio en este sentido: no nombra el papa a los obispos de
estas iglesias, sino que son elegidos por sus sínodos correspondientes y después el papa.
otorga la communio al elegido. La constitución apostólica Sacri canones (1990), que
puso en vigor el derecho canónico oriental, prevé además que esta regulación del actual
derecho oriental es sólo provisional y que no pretende ser la regulación definitiva que
podrá haber en el caso de la comunión plena con las iglesias orientales separadas.
El ministerio petrino 395
como, ala inversa, por parte católica se reconoce que los obispos y los
dirigentes de las otras iglesias han preservado importantes elementos
e cui
del servicio apostólico. | ?
s Le
di
El mayor avance en estos diálogos es el que se ha producido con la
La
_ o
comunión anglicana. Aunque no se pudo alcanzar un consenso que
pasara más allá de muchas aproximaciones, se puede seguir constru-
yendo sobre los resultados que ya se han logrado*””. Por desgracia,
debido a las últimas evoluciones y dificultades internas en la comu-
nión anglicana, no es probable una pronta unificación. En el diálogo
católico-luterano, ha alcanzado carta de naturaleza la fórmula de
que «el ministerio petrino del obispo de Roma no necesita quedar
excluido por los luteranos en la medida en que la reinterpretación
teológica y la reestructuración práctica lo han subordinado al prima-
do del evangelio», Llegó a resultados similares el documento del
Grupo de Dombes, en el que dialogan teólogos católicos con teólogos
reformados””. Da un grato paso adelante el documento Communio
Sanctorum, que procede del diálogo católico-luterano en Alemania?
igual que el reciente documento Comunión de las iglesias y ministerio
petrino, salido de un diálogo teológico internacional e informal entre
luteranos y católicos”, | ES
En todos estos documentos hay gratos pasos de acercamiento,
de mejor —y menos cargada de prejuicios— comprensión mutua, de
mutuo respeto y colaboración, pero seguimos estando lejos del con-
senso. ¿Qué quieren decir en concreto reinterpretación teológica y
reestructuración práctica? Es seguro que, como sucede con los orto-
doxos, lo que se mienta aquí es, entre otras cosas, que se inserte de
modo vinculante en una estructura colegial-sinodal. ¿Cómo de lejos
de
episcopal de la Iglesia, y que exigen de todas las partes un cambio
modo de pensar tanto teológico como, sobre todo, práctico. Estamos
en esto sólo al principio del principio. |
- Siel diálogo ecuménico no es sólo un intercambio de ideas, sino de
isE
en él el
dones, entonces los interlocutores católicos pueden introducir
ministerio petrino como un don para toda la Iglesia y para su unidad
en la multiplicidad y para su servicio a toda la humanidad. Pero esto,
desde luego, presupone que nos planteemos de nuevo la cuestión de
la colegialidad y la sinodalidad en la vida de la Iglesia.
EA
Importancia histórica
Die Konzil-
290. Eusebio, Historia ecclesiastica V, 16, 10; VII, 7, 5. H. J, Sieben,
lateinischen Mittel-
sidee der Alten Kirche, Paderborn 1979; Id., Die Konzilsidee des
ion bis zur
alters, Paderborn 1984; Id., Die katholische Konzilsidee von der Reformat Jahrhun-
19. und 20.
Aufkliárung, Paderborn 1988; Id., Die katholische Konzilsidee im
Panorama en FR.
dert, Paderborn 1993; Id., art. «Konzil» Í, en LThK? 6, 345-348.
Gahbauer, art. «Synode» 1 y IL, en TRE 32, 559-571.
11.4.3.
291. Sobre el correspondiente canon de Vicente de Lérins, cf. supra
398 11.5, La concreta figura de comunión de la Iglesia
Noción teológica
OPA
PTS
TN
dirigen la iglesia, que no sólo cooperan con la episkopé del obispo, sino
o A
294. Así, el papa Julio I rechazó las conclusiones arrianas del sínodo de Tiro (335)
a
PER
non 34, que procede de los siglos 111 y IV, de los llamados Cánones Apostólicos (Les
o
constitutions apostoliques, vol. (1, libro 8 [SC 336], Paris 1987, 285). Según él, en todos
A
los niveles se precisa que entre los obispos haya uno Primero (rroútoc, primas), sin
A
Lens
el cual los demás no pueden tomar decisiones en cuestiones importantes, pero que,
a su vez, no puede hacer nada sin el acuerdo de los demás. I. Zizioulas y otros están
dispuestos a trasladar análogamente este principio al plano universal. Ven en ello el
camino real para llegar al consenso ecuménico sobre el primado del obispo de Roma.
No hay duda de que se trata de un punto muy fructífero, pero necesita ser discutido a
fondo y depende de cómo se interprete.en concreto a propósito del plano universal.
296. Cf. supra (1.5.1.
297, Cf. C. Dinkel-R. Preul-G. Gassmann, art. «Synode» TH, en TRE 32, 571-584,
aci ici
Fragen der Kirche heute, Wúrzburg 1971, 164-172; E, Corecco, art. «Sinodalitá», en
a ai
A
labra «sínodo» (oúvodos) quiere originalmente decir tanto reunión
o
como hacer camino en común. Las estructuras colegiales o sinodales
en la Iglesia no son por esto un problema estructural meramente ex-
terno, ni una pura cuestión de organización. Tampoco se trata de un
problema de mero reparto de poder en la Iglesia. Más bien, están an-'
cladas en la esencia de la Iglesia como communio y deben impregnar
y marcar universalmente su vida y su estilo.
esos consejos internos que se reúnen para ver adónde les lleva la vara
e A
A
de zahorí del asesor, y de los que las voces leales de crítica constructi-
A
|
A
311. W. Kasper, «Zu Theologie und Praxis des bischóflichen Amtes» (000), en
WKGS 12, 482-496; Id., «Das Verháltnis von Universalkirche und Ortskirche» (2000),
en WKGS 11, 509-522. J. Ratzinger, «Die Ekklesiologie der Konstitution Lumen Gen-
tium» (2000), en JRGS 8/1, 573-596; Id., «Ortskirche und Universalkirche. Antwort
an Walter Kasper» (2001), en ibid., 597- 604. Réplica: America 185 (2001) 28s. Expone
con todo detalle esta controversia M. Kehl, «Zum júngsten Disput um das Verhált-
nis von Universalkirche und Ortskirche», en Kirche in ókumenischer Perspektive (FS
W. Kasper), Freiburg 1.Br. 2003, 81-101. Desde el punto de vista sistemático: D. Va-
lentini, Identita e storicita nella Chiesa, Roma 2007 93-136. Hay muchas perspectivas
para proseguir en A. Buckenmaier, Universale Kirche vor Ort. Zum Verháltnis von Uni-
versalkirche und Ortskirche, Regensburg 2009.
La Iglesia una y las iglesias particulares 405
314. P. McPartlan, «Local Church and the Universal Church»: International Jour-
nal for the Study of the Christian Church 4 (2004) 21-33, o
315. Aristóteles, Metaphysica 1088 a 6. ES
316. Quodlibet X, q. 1, a. 1. Sobre el tema unidad - pluralidad, básico tanto « en a
filosofía como en teología, P. Hadot-K. Flasch-E. Heintel, art. «Das Eine, Einheit»,
en HWPh 2, 361-384,
La Iglesia una y las iglesias particulares 407
mutua y perijoréticamente.
Ma
O
Lt
Uno de estos egoísmos engendra el otro. Pero ni cada uno ni uno tie-
nen que querer ser todo. Todo sólo pueden serlo todos, y la unidad de
todos sólo puede ser un todo. Ésta es la idea de la iglesia católica»?1B, |a
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7 FUTURO DE LA ESTRUCTURA PARROQUIAL a
| 1
Parroquia y comunidad 4
, . o 7
Problemas y evoluciones no los hay sólo en el nivel de la 1glesia | $
universal y las iglesias particulares, sino igualmente en el plano de las
. incluso se notan de modo más inmedi
comunidades locales. Aqui inclus | ato,
ya que la gran mayoría de los fieles se siente en su casa en la Iglesia
mediante su parroquia o su comunidad local. Este sentirse en casa
va, sin embargo, disolviéndose cada vez más en los actuales cambios
de la sociedad y la Iglesia, ya que la parroquia, la comunidad política
y el entorno social ya no componen una unidad. Es verdad que la
situación varía de región en región, pero la tendencia general viene a
ser la misma en los países de Europa occidental.
La concentración de la vida eclesial en la comunidad local no se
dio desde el principio. Originalmente, la Iglesia era iglesia urbana
y la iglesia del obispo era el centro de la vida eclesial*”. Cuando la
Telesia se extendió de las ciudades al campo, los obispos se vieron
progresivamente en la necesidad de enviar a los pueblos y aldeas a
presbíteros que se hicieran cargo, bajo su autoridad, de determinadas
tareas de cura de almas. En Roma se erigieron entonces las llamadas
iglesias titulares. Más o menos a partir de la mitad del siglo VI, hubo
en toda la Iglesia de Occidente parroquias rurales. El concepto de
parroquia (sra.gorxia.), que entonces tomó carta de naturaleza, quiere
originalmente decir «vivir en el extranjero», en un lugar donde no se
tienen derechos civiles, Así, en su origen, el concepto de parroquia
expresaba la orientación escatológica de la Iglesia y de la existencia
cristiana, y el hecho de que ésta es un peregrinaje (1 Pe 1, 17; 2, 11).
En Occidente, la parroquia pasó a ser el ámbito normal de la vida
del cristiano. Sobre todo el Concilio de Trento vio en ellas centros
importantes de la cura de almas””,
communio (LG 29; cf. SC 42). El escrito postsinodal del papa Juan
Pablo Il, Christifideles laici (1988), dice de la comunidad local que en
AP
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es la Iglesia que vive en medio de las casas de sus hijos e hijas (n.* 26).
A
321. H. Rahmer (ed.), Die Pfarrei. Von der Theologie zur Praxis, Freiburg 1.Br.
1956; P. Wess, Gemeindekirche - Zukunft der Volkskirche, Wien 1976; H. Wieh, Konzil
und Gemeinde, Freiburg 1.Br. 1978; H. Fischer - N. Greinacher-F. Klostermann, Die
Gemeinde, Mainz 1970; F. Klostermann, Gemeinde - Kirche der Zukunft, Freiburg
1.Br. 1974; W. Kasper, «Zur Theologie der Gemeinde» (1971), en WKGS 11, 477-488;
K. Lehmann, Gemeinde (CGG 29), Freiburg ¡.Br. 1982, 5-6.
322. FX. Arnold-K. Rahner (eds.), Handbuch der Pastoraltheologie, 5 vols., Fre1-
burg i.Br. 1964-1972; K. Rahner, Strukturwandel der Kirche als Aufgabe und Chance,
Freiburg i.Br. 1972. En perspectiva pastoral-sociológica: K. Gabriel, Christentum zwi-
schen Tradition und Postmoderne, Freiburg i1.Br. 1995; M. Ebertz Erosion der Gnaden-
anstalt? Zum Wandel der Sozialgestalt von Kirche, Frankfurt 1998; W. Huber, Kirche
in der Zeitenwende. Gesellschaftlicher Wandel und Erneuerung der Kirche, Góttingen
1998; P. M. Zulehner, Kirche umbauen - nicht totsparen, Ostfildern 2009, etc.
410 IT. 5. La concreta figura de comunión de la Iglesia
- 323. Sólo puedo estar de acuerdo con los análisis y las conclusiones que de ellos
sacan M. Kehl y G. Greshake (Ser sacerdote hoy, 274-296). |
Futuro de la estructura parroquial 411
324. Cf. M. Kehl, La Iglesia, 156-189; 1d., ¿Adónde va la Iglesia?, Santander 1997
(orig. al.: 1996); J. Werbick, Kirche, Freiburg i.Br. 1994, 127-134; J. Ratzinger, en M.
Pera-J, Ratzinger, Ohne Wurzeln. Der Relativismus und die Krise der europáischen Kul-
tur, Augsburg 2005, 129-135, Cf. supra 1.8.
412 11.5. La concreta figura de comunión de la Iglesia
y los duelos de los hombres (GS 1). En ella cooperarán con plena
confianza mutua sacerdotes y laicos, en el sentido de la eclesiología
del pueblo de Dios del Concilio Vaticano II. No cabe planificar esta
iglesia del pueblo de Dios, pero sí que es posible percibir su surgi-
miento, y habría que fomentarlo con inmenso cuidado. ¿Qué aspecto
concreto presentará?
La parroquia del futuro: una iglesia que seaa el centro ? muchas comy-
nidades
326. Hch 2, 46; 10, 2; 21, 8; Rom 16, 5.10s; 1 Cor 16, 19; Col 4, 15; Fim 2. Sobre las
iglesias domésticas del cristianismo primitivo, de las que hay testimonios en el Nuevo
Testamento y ya se conocían en el judaísmo, J. Klauk, Hausgemeinde und Hauskirche im
frúhen Christentum, Stuttgart 1981; E. Dassmann, art. «Haus», en RAC 13, 849-890.
327. El concepto «comunidad de base» despierta en muchos sospechas. Pablo VI
en Evangelii nuntiandi (núm. 58) y Juan Pablo Il en Redemptoris missio (núm. 51) han
mostrado que este concepto y la realidad a la que apunta, bien entendidos, están jus- .
| tificados y son una esperanza para la iglesia universal.
414 11.5. La concreta figura de comunión de la Iglesia
328. Felipe Neri (f 1585), el segundo apóstol de Roma, empezó a fundar or atorios
en la época de grave conflicto paneuropeo del siglo XVI. La misma idea la continuó
luego John Henry Newman (f 1890) con el oratorio de Birmingham.
Monacato, órdenes y comunidades religiosas 415
329. Son básicos el capítulo de Lumen Gentium dedicado a los religiosos (LG
43-47); el decreto conciliar Perfectae caritatis, sobre la renovación de la vida religiosa
de acuerdo con los tiempos; y el escrito postsinodal de Juan Pablo Il Vita consecrata,
Sobre la vida consagrada y su misión en la iglesia y el mundo (1996), salido del sínodo
de los obispos sobre este asunto. Un espléndido panorama inicial sobre la historia y la
teología de las órdenes, en especial para quien no está directamente familiarizado con
ellas, la ofrecen K. S. Frank, art. «Orden, Ordensstand» 1-11I, en LThK? 1998, 1090-
1096; L. Holtz, Geschichte des christlichen Ordenslebens, Einsiedeln 21991,
416 11.5. La concreta figura de comunión de la Iglesia
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la Iglesia. Las órdenes, como carismas establecidos de modo perdu-
rable, también son instituciones que pueden defender sus legítimos
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intereses institucionales, igual que, a la inversa, el ministerio eclesial
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es institución y carisma que tiene la tarea de examinar los carismas
y, si se da el caso, reconocerlos oficial y públicamente. Así, a las ór-
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331. Ya así, por ejemplo, el IV Concilio de Letrán (1215), can. 12s (COD 216-218);
can. 52 (COD 238); can. 57 (COD 237); el II Concilio de Lyon (1274), can. 23 (COD
3028); el Concilio de Trento (1545-1563) (COD 752-760) y, recientemente, el Vaticano II
(1962- 1365) (cf. supra nota 329).
418 11.5. La concreta figura de comunión de la Iglesia
El monacato
op a B. Metz, Zeit der Orden? Zu Mystik und Politik der Nachfolge, Freiburg
¡.Br. ,
333. Panorama sobre la investigación en K. $, Frank, Geschichte des christlichen
Moónchtums, Darmstadt 1988; EF. von Lilienfeld, art. «Mónchtum» II, en TRE 33, 150-
193. Sigue siendo interesante el trabajo de M. Viller-K. Rahner, Aszese und Mystik
in der Viterzeit (1939), Freiburg i.Br. 1989; recientemente: B. McGinn et al. (eds.),
Geschichte der christlichen Spiritualitát, 3 vols., Wiirzburg 1993-1997. Junto a las mu-
chas investigaciones históricas, sigue siendo digno de leerse W. Dirks, Die Antwort der
Moónche, Frankfurt 1982; W. Nigg, Vom Geheimnis der Mónche, Zúrich 1990.
334, Por ejemplo, Atanasio, Vida de Antonio, Madrid 1994.
335. H. U. von Balthasar, Die grossen Ordensregeln, Einsiedeln 1974. La Regla
de san Agustín influyó decisivamente en la Edad Media, sobre todo en los canónigos
regulares agustinos, en especial en los premonstratenses, que se remontan a Norberto
de Xanten (f 1134). |
Monacato, órdenes y comunidades religiosas 419
336. Vida del santo obispo y confesor Martín, en Sulpicio Severo, Obras completas,
Madrid 1987, 137-171.
420 11.5. La concreta figura de comunión de la Iglesia
337. En Alemania, los escritos de san Francisco de Asís los han editado K. Esser o
y L. Hardick (Werl 1972). En España, por ejemplo, J, A. Guerra (ed.), San Francisco
de Asis. Escritos. Biografías. Documentos de la época, Madrid 2011.
Monacato, órdenes y comunidades religiosas 421
339. Son hasta cierto punto sus precursores los institutos seculares canónicamen-
te ordenados que recogió Pio XII en la Constitución Apostólica Provida mater eccle-
sia (1947). Son movimientos y comunidades religiosos nuevos, entre otros: Cursillos,
la Obra de María (focolares), la Renovación carismática, Comunión y liberación, la
Comunidad de San Egidio, el Movimiento apostólico de Schónstatt, la Comunidad
Emmanuel, la Comunidad de las Bienaventuranzas, Chemin Neuf, Shalom... Hay mo-
vimientos y comunidades afines también en otras iglesias. |
340. Juan Pablo IU, Christifideles laici 29; Redemptoris missio 72; mensaje en el
encuentro de todos los movimientos eclesiales en la Plaza de San Pedro el 28.V1.1998.
Benedicto XVI, en el nuevo encuentro de 30,V.2006. J, Ratzinger, «Die kirchlichen
Bewegungen und ihr theologischer Ort», en JRGS 8/1, 363-390; «Bewegungen, die
Kirche, die Welt», en ibid., 391-422. |
341. Ya fomentadas por Pío X y Pío XI (en su encíclica de principio de pontifica-
do, Ubi arcano [1922]).
424 11.5. La concreta figura de comunión de la Iglesia
1. IGLESIA MISIONERA
Fundamentación bíblica
1. J. Schiitte (ed.), Mission nach dem Konzil, Mainz 1967; L. Rútti, Zur Theologie
der Mission. Kritische Analysen und neue Orientierung, Mainz-Miúnchen 1972; H. W.
Gensichen, Glaube fir die Welt. Theologische Aspekte der Mission, Gitersloh 1971;
W. Kasper, «Uberlegungen zur Theologie der Mission» (1976), en WKGS 11, 370-393;
H. Búrkle, Missionstheologie, Stuttgart 1979; Id., Die Mission der Kirche, Paderborn
2002; Id., Erkennen und Bekennen. Schriften zum missionarischen Dialog, St. Ottilien
2010; G. Collet, Das Missionsverstúndnis der Kirche in der gegenwartigen Diskussion,
Mainz 1984; P. Beyerhaus, Er sandte sein Wort. Theologie der Mission, Wuppertal
1996; M. Sievernich, Die christliche Mission. Geschichte und Gegenwart, Darmstadt
2009; G. Colzani, art. «Missione», en Dizionario di ecclesiologia, Roma 2010, 866-888;
G. Augustin - K. Krámer (eds.), Mission als Herausforderung. Impulse zur Neuevange-
lisierung (ThiD 6), Freiburg 1.Br. 2011.
426 11.6. Iglesia misionera y dialógica
Teología de la misión
10. Juan Pablo II, encíclica Redemptoris missio sobre la permanente vigencia de la
tarea misionera (1990). |
11. Esta idea se ha desarrollado sobre todo, partiendo de Karl Barth, en la teología
evangélica. Cf. G. E. Vicedom, Missio Dei. Einfúhrung in eine Theologie der Mission,
Miinchen 1958; Id., Actio Dei. Mission und Reich Gottes, Múnchen 1975. La teología
católica puede hacer suya esta idea, pero teniendo que completarla mediante la acen-
tuación del carácter sacramental de la Iglesia como signo e instrumento de la misión.
Desde la visión evangélica es también importante H. W. Gensichen, Glaube fiir die
Welt, Gútersloh 1971.
12. J. Moltmann, Kirche in der Kraft des Geistes, 23.
430 11.6. Iglesia misionera y dialógica
La misión hoy
de éstas (AG 6; 19-22). Las otras iglesias locales, sobre todo las ricas
en poder financiero o en vocaciones, deberán apoyar solidariamente
A
a las más pobres. Esto se aplicará sobre todo cuando una iglesia local
.
tástrofe natural. o
2. La evangelización es un deber básico de todo el pueblo de Dios.
Por esto la responsabilidad de la misión hoy y en el futuro no recaerá
sólo sobre sacerdotes y miembros de órdenes, sino también, y con
mucha más fuerza que hasta ahora, sobre los laicos. Éstos, a raíz de
su envío fundado en el bautismo y la confirmación, darán testimonio
de Jesucristo en su entorno vital y serán la «sal de la Tierra» (Mt
5, 13-14; cf. AG 11). Podrán ser voluntariamente enviados por un
tiempo o indefinidamente a aportar sus conocimientos y capacidades
como artesanos, obreros, educadores, médicos, enfermeros, ingenie-
ros, asesores económicos y casi cualquier cosa, y a dar de este modo
testimonio como cristianos.
3. En muchos países están actualmente prohibidas y hasta perse-
guidas las misiones como predicación del evangelio. No sólo las nacio-
nes con mayoría musulmana, también otras niegan la libertad religio-
sa y castigan las misiones y el cambio de religión duramente, a veces
drásticamente. En tales situaciones, la misión sólo es posible mediante
el testimonio de la presencia cristiana. Charles de Foucauld (+ 1916)
ha dado un ejemplo potente y convincente de tal testimonio con su
vida sencilla entre los tuareg en el Sahara y en la meseta de Assekrem,
en el macizo de Hoggar. Él nunca misionó, pero se ganó la amistad de
los tuareg, investigó su idioma, trabajó por la paz y la reconciliación
entre ellos, y dio testimonio de Cristo y de Su presencia por medio de
Misión y diálogo
2. IGLESIA EN DIÁLOGO
imagen unitaria de esta relación; sale a la luz más bien una evolución
histórica con muchos estratos”. Jesús mismo se sabe inequívocamen-
te en la tradición del Antiguo Testamento, y remite a ello en más
de una ocasión; su interpretación mesiánica y con plenos poderes
(¿Eovoia) del Antiguo Testamento fue pronto reconocida como una
nueva doctrina (Mc 1, 22-27; Mt 7, 29). De aquí surgió el conflicto
con los defensores del judaísmo de entonces, que fue agravándose
- cada vez más, hasta llevarlo a la condena del Sanedrín y, finalmente,
a su muerte violenta.
Según los Hechos de los Apóstoles, reinaba inicialmente una pací-
fica convivencia (Hch 2, 46-477), pero pronto empezaron los conflictos
y las persecuciones (Hch 4, 5.8, entre otros). Pablo encuentra en sus
viajes misioneros una y otra vez la resistencia de los judíos; su obsti-
nación es para él un misterio inescrutable (Rom 11, 7-25). Los critica
duramente (Rom 2, 17-29, etc.), pero su corazón se llena de tristeza y
pena por su desobediencia (Rom 9, 2). Al mismo tiempo, sin embar-
go, conoce como ningún otro autor del Nuevo Testamento las raíces
judías, la importancia permanente del judaísmo y su redención esca-
tológica (Rom 11). También el evangelio de Juan dice que la salvación
viene de los judíos (Jn 4, 22), pero, por otro lado, «los judíos» son
para Juan en todo momento los adversarios de Jesús y del evangelio
(Jn 7, 13; 9, 22; 10, 24, etc.), y llega a tacharlos de hijos del diablo (Jn
8, 44). Quizá dejaba esto adivinar ya el posterior desarrollo histórico
divergente: la expulsión de los cristianos de la sinagoga (Jn 16, 2-4;
cf. Mt 10, 17) y la búsqueda por parte de éstos de nuevos caminos.
24. Véase sobre esto el documento de la Pontificia Comisión Bíblica, El pueblo ju-
dío y su Sagrada Escritura en la Biblia cristiana (001).
436 11.6. Iglesia misionera y dialógica
26. Véanse los muchos documentos y declaraciones en H. H. Henrix et. al. (eds.),
Die Kirche und das Judentum, 2 vols., Paderborn-Múnchen-Gútersloh 1988-2001,
27. Sobre su historia e interpretación, J. Osterreicher en LThK.E 2, 406-
478.490-494; R. Siebenrock en HThK.Vat 11 3, 618-626.661-664.
28. Contra esta tesis, que se basa en Rom 9-11, suele aducirse Heb 8, 13, que
califica a la primera alianza de sobrepasada y en desuso. Pero es que en la Carta a los
hebreos no se trata como tal de la alianza abrahámica, sino de la derogación del culto
levítico en el Templo y de los sacrificios cultuales por la víctima única, Jesucristo,
438 17.6. Iglesia misionera y dialógica
31. Abrió caminos, aunque haya quedado superado en gran parte, J. Daniélou,
Théologie du Judéo-Christianisme, Paris 1958 (versión cast.. Teología del judeo cris-
tianismo, Madrid 2004); Id., Das Judenchristentum und die Anfúánge der Kirche, Kóln
1964, Sobre la discusión reciente: G. Strecker, art. «Judenchristentum», en TRE 17,
310-325; F. Manns, Le Judéo-Christianisme. Mémoire ou prophétie?, Paris 2000.
32. H. Frankemólle -J. Wohlmuth (eds.), Das Heil der Anderen. Problemfeld «Ju-
denmission» (QD 238), Freiburg 1.Br. 2010.
33. Sobre la discusión acerca de una alianza o dos alianzas paralelas: J. T. Paw-
likowski, «Judentum und Christentum», en TRE 18, 386-403; esencialmente más de-
sarrollado en su trabajo «Reflections on Covenant and Mission», en E. Kessler- M. J.
Wright (eds.), Themes in Jewish-Christian Relations, Cambridge 2005, 273-299.
440 11.6. Iglesia misionera y dialógica
39. Sobre esto, J. R. Geiselmamn, Einfúhrung zur Symbolik von J. A. Móhler, Darm-
stadt 1958, 15-148.
40. León XI] recomendó orar por la unidad en 1895; Pío X aprobó en 1908 la
Semana de oración por la unidad; Benedicto XV la estableció definitivamente en 1916;
Juan Pablo H volvió a resaltar vigorosamente su importancia (Ut unum sint 24).
444 11.6. Iglesia misionera y dialógica
41. El primer impulso lo dieron las dos encíclicas del patriarca ecuménico Joa-
quín MI (1902 y 1920). Continuaron luego el patriarca ecuménico Atenágoras, con
su intercambio epistolar con Pablo VI (Tomos agapis, 1971); el metropolitano ruso
ortodoxo Nikodim y el metropolita griego ortodoxo Alivisatos. Han tenido en esto
mucha influencia los teólogos de Saint Serge de París y del Seminario de San Vladímir
de Nueva York (G. Florovsky, S. Bulgákov, V. Lossky, P. Evdokímov, J. Meyendorff,
A. Schmemann, O. Clément, V. Borovoy), así como también N. Nissiotis, D. Staniloae,
etc. Tiene importancia el Centro Ortodoxo Ecuménico Chambésy, en Ginebra, con el
metropolita Damaskinos.
42. Las bases las puso el Movimiento de Oxford en el siglo XIX; en el XX han con-
tinuado arzobispos, obispos y teólogos como W. Temple, C. H. Brent, A. M. Ramsey,
E. Y. Scott, S. Neill, L. Newbigin, etc. Es importante el Centro Anglicano de Roma.
43. N. Sóderblom, F. Heiler, J, Mott, W. A. Visser * Hooft, R. Niebuhr, D. Bon-
hoefter, W. Stáhlin, H. Asmussen, E. Schlink, etc. Son importantes los Institutos Ecu-
ménicos Bossey, en Ginebra, y el de la Alianza Luterana Mundial, en Estrasburgo. Co-
munidades espirituales y hermandades evangélicas de relevancia ecuménica son: sobre
todo Taizé y su fundador, R. Schutz; Grandchamps; la Comunidad Casteller Ring; las
Hermanas Evangélicas de María; la Hermandad de Cristo Selbitz; la Michaelbruder-
schaft; la Alianza para la unidad evangélico-católica; la Jakobusbruderschaft, etc. Véa-
se J. Halkenháuser, Kirche und Kommunitát. Ein Beitrag zur Geschichte und zum Auftrag
der kommunitáren Bewegung in den Kirchen der Reformation, Paderborn?1985. '
44. Sobre todo, el patriarca de la teología ecuménica, Y. Congar, Cristianos desuni-
dos. Principios de un ecumenismo católico, Estella 1967 (orig. fr.: 1937); Id., Verdaderas
y falsas reformas en la Iglesia, Madrid 1973 (prim. ed. fr.: 1950). Del ámbito lingúístico
alemán cabe nombrar a R. Grosche, K. Adam, O. Karrer, P. Simon, J. Hófer, T. Sartory,
H. U. von Balthasar, K. Rahner, H. Fries, etc. Fueron también importantes los luego
cardenales A. Bea, L. Jaeger, J. Willebrands. Conventos y monasterios de relevancia
ecuménica: Chevetogne, en Bélgica; Niederaltaich, en Alemania; St. Johns Collegeville,
en Estados Unidos; Bose, en Italia... Movimientos espirituales y comunidades recien-
tes: el Movimiento focolar, iniciado por Chiara Lubich; la Comunidad de Sant'Egidio;
la Comunidad Chemin Neuf; el Arca, fundada por Jean Vannier, etc. Institutos ecumé:-
nicos: Johann-Adam-Moóhler Institut en Paderborn, Pro Oriente en Viena.
Diálogo ecuménico 445
45. Cf. W. Thónissen, «Pápstlicher Rat zur Fórderung der Einheit der Christen», en
Lexikon der Okumene und Konfessionskunde, Freiburg 1.Br. 2007, 1031s.
446 11.6. Iglesia misionera y dialógica
46. Hacer la lista de la gran cantidad de documentos a este respecto sería muy
excesivo en este marco. Para los diálogos internacionales, cabe remitir a H. Meyer
et al. (eds.), Dokumente wachsender Ubereinstimmung, 3 vols., Paderborn-Frankfurt
1983-2003; para los diálogos con las iglesias ortodoxas y ortodoxo-orientales,a
T. Bremer et al. (eds.), Orthodoxie im Dialog, Trier 1999, y J. Borelli-J, E. Erickson,
The Quest for Unity. Orthodox and Catholics in Dialogue, New York-Washington D.C.
1996. Son muy informativos los artículos que conciernen a este asunto en N. Lossky et
al. (eds.), Dictionaryof the Ecumenical Movement, Geneva 22002; W. Thónissen et al.
(eds.), Lexikon der Okumene und Konfessionskunde, Freiburg i.Br. 2007. Además, mi
ya citado Harvesting the Fruits, London 2009.
47. En su alocución a los cardenales al terminar el cónclave (20 de abril de 2005).
48. Homilía en la Semana de oración por la unidad de los cristianos de 2010. -
Diálogo ecuménico 447
Así que muchos elementos o bienes significativos con los que la.
Iglesia en su conjunto está construida pueden existir también más
allá de las fronteras visibles de la iglesia católica. El espíritu de Cristo
no ha rehusado servirse de ellos como medios de salvación*., Pero (y
así se aferra el Concilio a las enseñanzas de la tradición) la plenitud
de estos medios salvíficos sólo se encuentra en la iglesia católica. Ella
es el medio auxiliar universal de salvación. En ella subsiste la Iglesia
de Jesucristo, es decir: en ella tiene su forma existencial histórica con-
creta y en ella existe permanentemente concreta”; en ella se mantiene
la unidad de forma inalienable. Esta aseveración, sin embargo, no es
para el Concilio puramente estática, sino al mismo tiempo dinámica.
Pues el Concilio añade que la unidad está en continuo crecimiento
hasta el final de los tiempos. |
Desde este punto de vista escatológico (no estático, sino históri-
camente dinámico) acerca de la Iglesia sólo se puede decir, y en esto
consiste el nuevo enfoque, que la afirmación de que la Iglesia es el
medio auxiliar universal de salvación no debe entenderse en el sen- :
tido exclusivo de que más allá de sus fronteras institucionales existe
un vacío escatológico. En verdad, más bien, en la medida en que tras
las fronteras institucionales de la iglesia católica se encuentran los
citados elementos, la Iglesia de Jesucristo está efectivamente presente
y activa”, Se puede hablar, por tanto, en el sentido del Concilio, de
un ser miembro de la Iglesia Única de Jesucristo y de una realización
de ésta graduales. En esta graduación el Concilio ve una diferencia
esencial entre las iglesias ortodoxas y ortodoxo-orientales, que han
conservado la estructura básica sacramental y apostólica, y las co-
munidades eclesiales que surgieron a partir de la Reforma, que por
el bautismo uno y único pertenecen al cuerpo de Cristo, pero que no
han conservado la sucesión apostólica en el ministerio episcopal ni la
sustancia plena y original de la eucaristía”,
El cometido del movimiento ecuménico es superar los obstáculos
que se oponen a la comunión plena y llevar de la imperfección a la
plenitud la comunión de la Iglesia, que se expresa en la comunión
eucarística en la mesa una y única del Señor*. El Concilio da en este
sentido una especie de definición, o mejor dicho, una especie de des-
55. P. D. Murray (ed.), Receptive Ecumenism and the Call to Catholic Learning. Ex-
ploring a Way for Contemporary Ecumenism, Oxford 2008. |
56. Fueron importantes la Conferencia Mundial sobre Iglesia y Sociedad (1966)
y la Asamblea Plenaria del Consejo Ecuménico de las Iglesias en Upsala (1968). La
cuestión suscitó discusión y controversia en la Comisión Fe y Constitución en Lovaina,
1971. El programa lo formuló con precisión K. Raiser, Ókumene im Úbergang, Miin-
chen 1989; J. B. Metz, Reform und Gegenreformation heute, Mainz 1969. Sobre ello, cf.
J. Ratzinger, «Zur Lage der Ókumene», en JRGS 8/2, 744-747. | o
37. En H. Fries-K. Rahner, Einigung der Kirchen - reale Móglichkeiten (QD 100),
Freiburg i.Br. 1983 (ampliado en 1985), la cuestión de la verdad, sobre todo en la se-
gunda tesis fundamental, queda excesivamente en segundo plano y por detrás de una
argumentación pragmática. De aquí que el optimismo ecuménico que allí se expresa-
ba, según el cual la unidad iba a ser fácil y rápida de alcanzar, no se ha confirmado. -
58. Cf. J, Ratzinger, «Zum Fortgang der Ókumene» (1986), en JRGS 8/2, 731-738.
Diálogo ecuménico 451
59. Cf. la nota 46 y 1.7. Sobre los diálogos bilaterales católico-evangélicos, véase
mi citado Harvesting the Fruits. |
60. Muchas contribuciones que van más allá en P. Walter-K. Krámer-G. Augustin
(eds.), Kirche in Okumenischer Perspektive (ES W. Kasper), Freiburg i.Br. 2003,
61. H. Meyer, Okumenische Zielvorstellungen, Góttingen 1996; Neuner, Okumeni-
sche Theologie, 281-296; «Best, Unity, models», en Dictionary of the Ecumenical Move-
ment, 1173-1175. . |
62. Para su interpretación, cf. supra 112.2, y 1.4.2.1.
63. H. Meyer et al. (eds.), Dokumente wachsender Ubereinstimmung, vol. 3, 724-
731. Ahí se encuentra además una serie de declaraciones afines sobre la acogida en la
comunión eclesial.
452 11.6. Iglesia misionera y dialógica
S
el conjunto de la cuestión, , W. W. Kas per, «Okumene Ñ
os, Para ”
73. des Leb Eu-
charistiegemeinschaft: Perspektiven fir die Zukunft» (2004), en WKGS 10, 25 206.
do Wegweisor Ofumene una Spiritualitát, Freiburg i.Br. 2007; y G. Augustin Ókcume-
geistlicher Prozess, en P. Walter-K. Krámer-
rámer G. Augustin: (eds.), Kirche
: ino ókume-
nischer Perspektive 522-550,
74. UR 8;
de Dombes, Pour
Ut unum sint p19S,
15s; LAS,
21s; . 33-35. . EsEs importante
importante el el documento
documento del Grupo]
O nVErSiOR 1991), a conversion des Eglises. Identité et changement dans la dynamique de
76. Ut unum sint 57; Carta Apostólica Orientale lumen (1995), 20-27.
456 IT.6. Iglesia misionera y dialógica
La posición de la Iglesia
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Dios le sigue también una concepción distinta del hombre, que sale
a la luz concretamente en la Sharía, el cuerpo de derecho islámico.
La Sharía permite en algunos países musulmanes una cierta libertad
de culto, pero no conoce verdadera libertad religiosa. Lo mismo es -
cierto en relación con el frecuente paralelismo que se establece entre
la Biblia y el Corán. Pues si se entiende la Biblia como palabra inspi-
rada por Dios en y a través de la palabra humana, y el Corán como la
inmediata palabra misma de Dios, entonces existe aquí una diferencia
fundamental de gran importancia tanto para la correspondiente her-
menéutica como para el diálogo.
90. Véase la Declaración del Concilio Vaticano II sobre la libertad religiosa, Digni-
tatis humanae. | |
Diálogo con las religiones 463
91. Cf. Justino, Apología 1, 46; Apología Y, 7; 10; 13, etc. Cf. supra 11.2.3.
464 11.6. Iglesia misionera y dialógica
92. Cf. M. Seckler, Das Heil in der Geschichte, Geschichtstheologisches Denken bei
Thomas von Aquin, Múnchen 1964, 220s.
93. LG 16; GS 22; AA 7; cf. DV 3: GS 57; c£. supra 11.4.
Diálogo con las religiones 465
94. Cf. J. Ratzinger, «Der Dialog der Religionen und das jiidisch-christliche Ver-
háltnis», en JRGS 8/1, 1128s, Contiene una discusión profunda de la teoría pluralista,
desde una perspectiva cristológica, K.-H. Menke, Jesus ist Gott der Sohn. Denkformen
und Brennpunkte der Christologie, Regensburg *2011. |
95. Sobre esto, W. Kasper, «Absolutheitsanspruch des Christentums»: SM
(1967) 39-44; K. Lehmann, «Absolutheit des Christentums als philosophisches und
theologisches Problem», en W. Kasper, Absolutheit des Christentums (OD 79), 13-38;
H. Waldenfels, art. «Absolutheit des Christentums», en LThK? 1, 80-82.
96. E. Troeltsch, Die Absolutheit des Christentums und die Religionsgeschichte, Tú-
bingen 1929.
466 11.6. Iglesia misionera y dialógica
102. La expresión «signos de los tiempos» remite a Mt 16, 3 y Lc 12, 56, Sólo
que aquí se trata de la irrupción del reino de Dios, mientras que en GS los «signos de
los tiempos» se refieren a fenómenos intrahistóricos que deben interpretarse a la luz
del evangelio (GS 4; 10s; 22; 40; 42s, etc.) y desde los cuales, a la inversa, se arroja
luz sobre el evangelio (GS 42; 44; 62). Queda sin aclarar cómo hay que determinar y
clasificar, metodológica y teológicamente, los «signos de los tiempos». Cf. K. Rahner,
«Zur theologischen Problematik einer Pastoralkonstitution», en Schriften zur Theolo-
gie vol. 8, Zúrich 1967, 613-636.
103. GS 10; 22; 45; 93.
104. De una parte estaban, sobre todo, los teólogos franceses, al frente de los
cuales figuraba M. D. Chenu, que querían resaltar positivamente el significado teo-
lógico de los «signos de los tiempos». Cf. M. D. Chenu, «Les signes des temps», en
Y. Congar-M. Peuchmaurd (eds.), L'Eglise dans le monde de ce temps. Constitution
Pastorale «Gaudium et Spes», vol. 2, Paris 1967, 205-225. De la otra, los teólogos ale-
manes, sobre todo K. Rahner y J. Ratzinger, que estaban a favor del punto de partida
cristológico y que más bien se mantuvieron distantes, sobre todo respecto de los bo-
rradores preparatorios de GS, Más adelante, Juan Pablo II se remitió ante todo a la
postura cristocéntrica de GS 22, Cf. Sander, «Theologischer Kommentar zur Pastoral-
konstitution...», 835-864. La propia tesis de Sander, que es topológicamente bipolar, .
472 11.6. Iglesia misionera y dialógica
efecto, mienta sobre todo la vida en común y la comunicación entre los seres humanos;
«cultura», en cambio, abarca la relación con el mundo: se refiere a la construcción
social de la realidad (P. L. Berger-T. Luckmamn).
109. P. Koslowski-R. Spaemann-R. Lów, Moderne oder Postmoderne?, Wein-
heim 1986. Cf. supra 1.3.
110, Sobre esto, H. Wolf (ed.), Antimodernismus oder Modernismus in der katholi-
schen Kirche. Beitráge zum theologiegeschichtlichen Vorfeld des II. Vatikanums, Pader-
born 1998. El antimodernismo se encuentra, sobre todo, en la encíclica de Gregorio
XVI, Mirari vos (1832; DH 2730-2732); en el Syllabus de Pio YX (1864; DH 2901-2980);
en el Syllabus de Pío X (1907; DH 3401-3466) y en la encíclica de este mismo papa,
Pascendi dominici gregis (1907; DH 3475-3500). GS no es un Anti-syllabus, ya que la
libertad de conciencia y religión entendidas según el liberalismo y condenadas en el Syl-
labus no es lo mismo que la conciencia y religión positiva y orientada a la verdad, que
es la que enseñaba el Vaticano II en una situación que había cambiado por completo.
Entre el Syllabus y GS hay un progreso en el conocimiento, no una contradicción.
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474 IT.6. Iglesia misionera y dialógica
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Asp han dejado de apuntar los aspectos críticos del mundo actual (GS 9;
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37; 43; 54; 56s, etc.). El Concilio conoce la ambivalencia del mundo
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4).
actual, las crisis de crecimiento y los desequilibrios (GS 4-8). Consi-
dera el ateísmo como uno de los datos más serios de nuestro tiempo
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d (GS 19) y lamenta el humanismo intramundano antirreligioso (GS7,
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56). Entretanto, los aspectos negativos de la cultura moderna se han
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vuelto aún más manifiestos. Juan Pablo II ha hablado incluso de una
civilización de la muerte y una conspiración contra la vida!'!, Son
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7 ; lado de la Iglesia, sino también en el de muchos y muy diferentes pen-
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sadores!!?. El que quiera ser moderno y dialogar con la modernidad
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debe tomar buena nota también de la crítica a la modernidad. Max
Horkheimer y Theodor W. Adorno sacaron a la luz la Dialéctica de
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Jiirgen Habermas y Joseph Ratzinger de la Dialéctica de la seculari-
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HER zación!'*. Habermas defiende el proyecto inacabado de la Ilustración,
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pero habla a la vez de una modernidad descarrilada!*”. La subjetivi-
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dad moderna amenaza con caer en el extremo opuesto y convertirse
en objetivación del hombre, es decir, en hacer del ser humano un ob-
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A turaleza y la destrucción del equilibrio ecológico, en un materialismo
práctico y en un relativismo rayano en el nihilismo. |
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Desde el siglo XVIII se han constituido, pues, en contraste con
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la antigua cultura europea, un nuevo sentimiento vital y una nueva
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civilización que, contando con aspectos positivos de merecido reco-
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nocimiento, son profundamente ambivalentes y, como sucedió en los
MENAli sistemas totalitarios del siglo XX, corren el riesgo de convertirse en
| una nueva barbarie. Aun donde éste no es el caso, esta nueva civili-
zación lleva a cabo frecuentemente el intento de vivir como si Dios
E
111. Juan Pablo II, encíclica Evangelium vitae (1995), 12; 17; 21; 24; 28; 95,
112. Debe nombrarse, entre otros, a J. J, Rousseau, S. Kierkegaard, K. Marx, |
E. Nietzsche, L. N. Tolstói, S. Freud, M. Weber, O. Spengler, M. Heidegger, K. Jaspers,
E. Júnger, R. Guardini, R. Spaemann.
113. M. Horkheimer-T. W. Adorno, Dialéctica de la Ilustración, Madrid 1994
(orig. alemán: 1969). |
114, J. Habermas-J. Ratzinger, Dialéctica de la secularización. Sobre la razón y la
religión, Madrid 2006 (orig. alemán: 2005).
115. J, Habermas, Glauben und Wissen, Frankfurt 2001 (versión cast.: Fe y conoci
miento, Madrid 2011) y Zwischen Naturalismus und Religion, Frankfurt 2005.
Diálogo con el mundo de hoy 475
121. H. U. von Balthasar, Die Gottesfrage des heutigen Menschen (1956), reimpreso
con ampliaciones en Einsiedeln 2009 (versión cast.: El problema de Dios en el hombre
actual, Madrid 1960); J. B. Metz, «Gotteskrise. Versuch zur “geistigen Situation der
Zeit», en Diagnosen zur Zeit, Dússeldorf 1994, 86-92; W. Kasper, El Dios de Jesucristo,
Salamanca *2011 (orig. al.: 1982); Id., «Es ist Zeit, von Gott zu reden», en G. Augus-
tin (ed.), Die Gottesfrage heute (ThiD 1), Freiburg ¡.Br. 2009, 13-31; Id., «Die Got-
tesfrage als Zukunftsfrage»: Die politische Meinung 470 (2009) 42-48; K. Lehmann,
Es ist Zeit, an Gott zu denken. Ein Gesprách mit Júrgen Hoeren, Freiburg ¡i.Br. 2000;
J. Ratzinger, Der Gott Jesuchristi. Betrachtungen úiber den Dreieinigen Gott (1976), Mún-
chen 2006 (versión cast.: El Dios de los cristianos. Meditaciones, Salamanca 22009);
A. Franz-C. Maass, Diesseits des Schweigens. Heute von Gott sprechen (QD 240), Erei-
burg 1.Br. 2011. Otras contribuciones que desarrollan esta cuestión en G. Augustin-
K. Krámer (eds.), Gott denken und bezeugen (FS W. Kasper), Freiburg i.Br. 2008.
122. W. Kasper, «Autonomie und Theonomie», en Theologie und Kirche, Mainz
1987, 140-175; versión cast.: Teología e Iglesia, Barcelona 1989.
Diálogo con el mundo de hoy 477
123, Debo esta fórmula a una observación polémica de R. Spaemann, cf. P. Kos-
lowski et al. (eds.), Moderne oder Postmoderne, Weinheim 1986, 60.
124, Art. «Inkulturation», en LThK35, 504- 510.
125, A este respecto pueden verse los siguientes textos: SC 38; 40; 119; GS 40-45;
AG 10-12; 19-22. Pablo VI, Evangelii nuntiandi, 18-20, 31-35; Juan Pablo IE Catechesi
tradendae (1979), 53; Familiaris consortio (1981), 10; Slavorum Apostolorum (1985),
21s; Redemptoris missio (1990), 52-54, etc.
A A e ii
A oo
478 IL.6. Iglesia misionera y dialógica
126. Cf. supra 11.2.2 y 11.2.3. No puedo entrar aquí (cf., sin embargo, supra 11.5,4)
en el problema capital de la historicidad y la suprahistoricidad de las afirmaciones de
fe, una cuestión que en GS 62 se aborda con brevedad, si bien de un modo que resulta
hermenéuticamente insuficiente. NS
127. W. Kasper, «Neue Evangelisierung als theologische, pastorale und geistliche
Herausforderung», en WKGS $5, 235-317. Cf. supra 11.7.
Diálogo con el mundo de hoy 479
128. Por ejemplo, el Círculo Hochland, en torno a K. Muth. Son importantes re-
presentantes de este grupo, entre otros: F. X. Kraus, A. Ehrhard, P. Funk, K. Bern-
hart, J. Wittig, H. Schell, E. Przywara, T. Haecker. Sobre ello, G. Schwaiger Aufbruch
ins 20. Jahrhundert. Zum Streit um Reformkatholizismus und Modernismus, Góttingen
1976. En Francia (Le Sillon) y en Italia (el obispo G. Bonomelli, la revista 1! Rinnova-
mento, etc.) hubo movimientos muy semejantes. |
129, Cf. supra 1.2.
130. Cf. supra 1.7 y IL.5.7.
480 11.6. Iglesia misionera y dialógica
131. Juan Pablo II, Carta Apostólica Tertio millenio adveniente (1994), 37; homilía
en la fiesta en conmemoración de los testigos de la fe en el siglo XX, 7 de mayo de 2000,
celebrada en el Coliseo de Roma; K. J, Hummel-C. Strohm (eds.) Zeugen einer besse-
ren Welt. Christliche Múrtyrer des 20. Jahrhunderts, Leipzig 2000; A. Riccardi, Salz
der Erde, Licht der Welt. Glaubenszeugnis und Christenverfolgung im 20. Jahrhundert,
Freiburg i.Br. 2002; H. Moll (ed.), Zeugen fúr Christus. Das deutsche Martyrologium
des 20. Jahrhunderts, 2 vols., Paderborn *2010.
Diálogo con el mundo de hoy 481
l morir
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dentes y naturales; ahora son una cuestión de decisión personal. Esto
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comporta un descenso en el número de creyentes practicantes, lo cual
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a su vez trae consigo casi forzosamente un descenso de las vocaciones
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religiosas, en especial de las vocaciones al sacerdocio. Ambos factores
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juntos —la falta de creyentes y la consiguiente escasez de sacerdotes
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sumen en dificultades al sistema pastoral y de parroquias surgido en la
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época de la Iglesia-pueblo?. La parroquia ya no es, como hasta ahora
A
había sido, hogar espiritual. En la Iglesia muchos se sienten dejados
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de lado, sin hogar, y se preguntan cómo ha de continuar esto. Esta
paLo
pregunta genera preocupaciones en torno al futuro tanto en laicos
ol—
A
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como en sacerdotes. El ministerio eclesial no ha acertado a presentar
:
hasta ahora una perspectiva de futuro convincente. |
Si se mira con más profundidad aún, hay que hablar de un os-
:
curecimiento de Dios en nuestro tiempo, una crisis de fe o de Dios,
?
en la que se refleja de forma general la crisis de nuestra civilización
ario
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occidental, y que ha contribuido a la crisis de la Iglesia. Dan prue-
¿
ba de que esto no es solamente opinión de teólogos las palabras de
A
Friedrich Nietzsche sobre la «muerte de Dios», la alusión de Martin
Heidegger a la «falta de Dios», o que Martin Buber hable del «eclipse
:
de Dios», entre muchos otros*, Errores y comportamientos incorrec-
tos por parte de la Iglesia han contribuido sin duda a que se pudiera
RN
1955, 126-128.205s (versión cast.: La gaya ciencia, Madrid 2004); M. Heidegger, Acla-
raciones a lapoesia de ponderián, Madrid 22009 (orig. alemán: 1951); M. Buber, Eclipse
e Dios. Estudio sobre las relaciones entre religión y filosofía
|
1952). Cf. supra 11.6.2.4, nota 121. gión y flosolía valemanca 2003 (ong. al
5. Véase una exposición pormenorizada en W. Kasper, El Dios de Jesucristo, Sala-
manca *2011 (orig. alemán: 1982).
Con valor hacia el futuro 485
Ellos no se han arrodillado frente a los tiranos y los nuevos ídolos. Han
ofrecido resistencia, y por su fe han sufrido cárcel y campos de concen-
tración, humillaciones y torturas, y finalmente la muerte. Actualmente
los cristianos son el grupo humano más perseguido en el mundo. La
sangre de los mártires siempre ha demostrado ser semilla de nuevos
cristianos. Para nosotros, pues, los innumerables mártires de este siglo
y del pasado son ante todo una razón para la esperanza; esperanza de
que la simiente brote en el nuevo siglo y en el nuevo milenio.
O
La Iglesia es, también según observadores atentos externos a ella?,
al menos en nuestro círculo cultural y debido a la interconexión global
A
de los problemas, pero también a muchas otras causas, la única ins-
tancia capaz de predicar un mensaje del reino de Dios que comenzó
en Jesucristo que pueda ser la luz del mundo (lumen gentium) e irradie
alegría y esperanza (gaudium et spes). Es un mensaje de esperanza que
hoy en día escasea. No se trata de nada que le tema a la razón, ni de
un sueño vacio o una mera utopía, sino de un mensaje que busca y
exige comprensión. Un mensaje que puede descifrarse con la razón
y elevarse así hasta la comprensión. De él nacen perspectivas para
la construcción de un mundo justo, solidario y en paz, de un futuro
para todos. Este mensaje no tiene, es cierto, respuestas técnicas, eco-
nómicas ni políticas que ofrecer; pero nos pone sobre la pista de ellas
y nos da al mismo tiempo la confianza y el valor para buscar y encon-
trar tras esta pista las soluciones. Nos impulsa y motiva a vencer los
problemas que se alzan ante nosotros y es, por tanto, cualquier cosa
menos superficial e irrelevante.
Tres prioridades
Así pues, ¿qué debemos y qué podemos hacer? No basta con unas
cuantas operaciones estéticas externas, con un mero lifting facial; y
tampoco vale la mera adopción de métodos modernos de comunica-
ción, por muy útiles que sean. Dar una mano de pintura a la fachada
es de poca utilidad sí los cimientos están frágiles y quebradizos, y los -
métodos de comunicación mejorados son de poca ayuda si el conte-
nido ha quedado ininteligible y sin sustancia. No nos engañemos: las
reformas institucionales por sí solas, sin renovación espiritual, sirven
de poco. Otras iglesias tienen desde hace mucho todo lo que se suele
exigir a este respecto y permanecen a pesar de ello tan mal como
nosotros en relación a la pregunta básica: ¿cómo ser Iglesia hoy y
cómo dar testimonio hoy del mensaje de Dios? Debemos comenzar
de manera más profunda; no más liberal, sino más radical.
Me límito a tres prioridades. En primer lugar, hace falta, en una
situación en que a muchos les parece que Dios está muerto y creen
poder arreglárselas sin Él, el valor para hablar de nuevo de Dios y
mostrarlo como razón y meta de toda la realidad, como cumplimiento
de la aspiración y el anhelo humanos, y como la verdadera felicidad de
la vida!!. La crisis de Dios, o como también se puede decir, el OSCUreci-
miento y eclipse de Dios, es la crisis fundamental del presente; y ha de
ser para la Iglesia lo primero y principal. Pues la Iglesia no tiene que
dar testimonio de sí misma ni hablar continuamente sólo de sí misma.
No es en absoluto tan interesante, ni puede serlo nunca para alguien
ajeno. Es tan sólo signo e instrumento de la presencia de Dios en me-
dio de nuestra vida. Á quien no le interesa Dios, tampoco le interesa
realmente la Iglesia. Dios lo lleva y lo mantiene todo, sin Él cae todo
otra vez en la nada. Sin el Dios vivo queda todo lo demás suspenso,
todo se tambalea y se desmorona.
El mensaje de Dios no es un mensaje de angustia. Es, desde el prin-
cipio de la historia de Dios con el hombre, una promesa de bendición
para todas las familias de la tierra (Gn 12, 2-3); una promesa de que
Dios existe, es decir, de que está con nosotros y entre nosotros (Ex
, 14), y esto de forma definitiva e insuperablemente en Jesucristo.
Así, el mensaje de Dios es un mensaje de esperanza, un mensaje de
vida, un mensaje que permite tomar aire, que alienta. Sin embargo,
sólo es tal si nosotros no lo minimizamos ni le quitamos importan-
cia, si no lo banalizamos. El principio de la sabiduría es el temor del
Señor (Sal 111, 10; Prov 1, 7; 9, 10). Temor no significa aquí miedo,
sino profundo respeto, veneración hacia Dios como lo sagrado, lo
que se encuentra por encima de todo lo puramente terreno; que pre-
cisamente por esto es objeto de fascinación, pero que también se opo-
ne a toda injusticia, violencia y mentira, y pide cuentas a cada uno,
en las que caen todas las máscaras y todos son realmente iguales. En
definitiva, Él es quien ayuda a que la justicia, la verdad, la vida y el
amor triunfen. El mensaje de la misericordia infinita, de la gracia y
del amor, en toda su insondabilidad e inconcebibilidad como mensaje
de esperanza, sólo puede abrir a una vida nueva y distinta a aquellos
que saben de la santidad de Dios y de sujuicio sobre toda la injusticia,
la mentira y la dureza de corazón. |
Debemos, pues, recordar y meditar nuevamente el primer man-
damiento (Ex 20, 2-6; Dt 5, 6-10) y liberarnos de los dioses muertos,
fetiches e ídolos que nosotros mismos esculpimos, de las ideologías y
las utopías, de nuestras exageradas estimaciones de nosotros mismos
y de los autoengaños y mentiras sobre la vida, y convertirnos al Dios
vivo y verdadero (1 Tes 1, 9). Debemos tomarnos en serio el manda-
miento principal de Jesús y amar a Dios con todo el corazón, toda la
mente y todas las fuerzas (Mc 12, 29-30). Sólo a Él podemos amarlo
enteramente y liberarnos con ello al mismo tiempo de todas las demás
pretensiones de absoluto, libres también de nosotros y para los otros.
Sólo así podemos ser no sólo un pueblo, sino el pueblo de Dios. Nece-
sitamos nuevo gozo de Dios y nuevo entusiasmo por Él; necesitamos,
en nuestro mundo tan secularizado, un giro teocéntrico.
Se añade la segunda prioridad: el mensaje de Dios no va de algún
sentimiento impreciso, de un ser supremo cualquiera, de una vaga
trascendencia o de un revuelto popurrí de todas las religiones posi-
bles. Se trata del Dios de Abrahán, Isaac y Jacob, del Dios que se nos
apareció concretamente en el rostro humano de Jesucristo y se hizo
en Jesucristo hombre entre los hombres. Debemos, como dijo el papa
Juan Pablo IT en su programa para el tercer milenio, empezar de nuevo
desde Jesucristo”. Éste ha sido el programa de todos los movimientos
de renovación y de reforma de la historia de la Iglesia, principalmen-
te el de Francisco de Asís. Hoy no puede haber otro programa. Pues
nadie puede poner un fundamento distinto del que ya está puesto en
Jesucristo (1 Cor 3, 11).
12. Novo millennio ineunte (2000), 29. Benedicto XVI ha hecho suyo este impulso con
su obra sobre Jesucristo: Jesús de Nazaret, 3 vols., Madrid 2007-2012 (orig. al.). Sobre
cristología, W. Kasper, Jesús el Cristo, Salamanca 122012 (orig. al.: 1974; WKGS 3).
494 11.7, ¿Adónde conduce el camino de la Iglesia?
13. W. Kasper (ed.), Gegenwart des Geistes. Aspekte der Pneumatologie, Freiburg
1.Br. 1980; Id., «Kirche- Werk des Heiligen Geistes», en M. Lutz-Bachmann- B. Schle-
gelberger (eds.), Krise und Erneuerung der Kirche: Theologische Ortsbestimmungen, Ber-
lin-Hildesheim 1989, 26-43.
El lema «nueva evangelización» 495
15, DH; GS 36; 41; 56; 76. Cf. supra 11.6.2.4. Además, W. Kasper, «Autonomie
und Theonomie. Zur Ortsbestimmung des Christentums in der modernen Welt», en
Theologie und Kirche, Mainz 1987, 140-175.
El lema «nueva evangelización» 497
16. Para esta doctrina del nacimiento divino en el hombre, H. Rahner, Symbole Ñ
der Kirche. Die Ekklesiologie der Viter, Salzburg 1964, 13-87.
498 11.7. ¿Adónde conduce el camino de la Iglesia?
18. J. Ratzinger se refirió a esto desde muy pronto: Die Krise der Katechese und ihre
Uberwindung. Rede in Frankreich. Mit Reden von D. J. Ryan, G. Daneels und E. Mach-
arski, Einsiedeln 1983; W. Kasper (ed.), Einfúhrung in den Katholischen Erwachsenenka-
techismus, Dússeldorf 1985; Id., «Das Glaubensbekenntnis der Kirche: Zum Entwurf
eines neuen katholischen Erwachsenenkatechismus»: IkaZ 3 (1984) 255-271; Id., «Der
neue Erwachsenenkatechismus»: Katechetische Blátter 110 (1985) 363-370,
500 11.7, ¿Adónde conduce el camino de la Iglesia?
se esfuerzan de buena fe. Pero lo que parece que se está haciendo ac-
tualmente en, por ejemplo, Alemania en la mayor parte de sus parro- |
ae
quias y diócesis respecto a la catequesis del bautismo, la confesión, la l
comunión, la confirmación y la preparación al matrimonio no puede
responsablemente continuar así. Otros países van en estos temas muy |
por delante de nosotros, y también aquí existen ya ciertas formas l
nuevas de catequesis, como por ejemplo la catequesis de familia, que li
consecuentemente deberíamos adoptar. Hace falta urgentemente una Ñ
4
Ca
manentemente condensarse en forma de signos sacramentales. El
——
centro y culmen de la vida de la Iglesia es la celebración de la liturgia,
—
en particular de la eucaristía (SC 10; LG 11). Así, vale para la nueva
A A
evangelización aquello que san Benito dejó dicho a sus monjes en su
Regla: nada debe anteponerse al culto divino (Regla, 43, 3). Puede
A
que el hecho de que el Concilio Vaticano II abordara en primer lugar
A
la discusión y la aprobación de la Constitución sobre la Liturgia haya
estado determinado por circunstancias externas, pero también había
para ello una necesidad objetiva.
El tema central de la renovación conciliar litúrgica, la participa-
ción completa, consciente y activa de todo el pueblo de Dios, se ha
convertido en el tema central de toda la renovación conciliar eclesiás-
tica. La reforma postconciliar de la liturgia ha dado muchos frutos.
La mesa de la Palabra está puesta con más abundancia que antes, y
la participación consciente del pueblo de Dios en la celebración litúr-
gica se ha facilitado con la mayor transparencia de los ritos y el uso
E
AN
adicionales ni de ocurrencias; entonces la misma liturgia se vuelve
A
objeto de fascinación, atrayente y conmovedor. Agustín nos propor-
A A
ciona un buen ejemplo de esto cuando describe cómo escuchó los
a
a
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himnos y los cantos de la liturgia en Milán: «Las melodías entraban
A
por mis oídos y la verdad fluía hasta el corazón»”. La liturgia no debe
A,
ser, pues, simplemente la prolongación de nuestra vida cotidiana en el
DA
A ca E
espacio de la iglesia. En vez de esto, debe sacarnos por un momento
E DERE
del día a día, dejar abierto al menos un resquicio hacia el otro mundo
AS
de Dios, para que pregustemos la gloria, la maravillosa belleza de su
reino. Allí donde la liturgia se celebra así, se convierte en evangeliza-
ción a través de su lenguaje simbólico.
Diakonía es el tercer aspecto de una nueva evangelización. Así lo
“indicaron dos grandes testigos de la fe del siglo XX, Dietrich Bonhoef-
fer y Alfred Delp. Dejaron claramente dicho con respecto a la Iglesia
del siglo XXI que, como sucesora de Jesús, no existe para sí misma,
sino que debe ser Iglesia para los demás, y que sólo puede tener futuro
como Iglesia para otros?!. La Iglesia debe abrir su entorno, a menudo
demasiado burgués, y ser, como seguidora de Jesús, Iglesia para los
demás, especialmente Iglesia para los pobres, los perseguidos y todos
los que sufren, o mejor dicho: debe ser Iglesia con los pobres, con los |
perseguidos y con los que sufren. Debe ser una Iglesia sensible al su-
frimiento, una Iglesia compasiva.
Esto no significa que la Iglesia se deba volver una especie de agen-
cia social o una institución benéfica a escala mundial. Por supuesto
que debe, como hacen con dedicación y con éxito las instituciones
benéficas, reunir todas las fuerzas posibles a nivel nacional e interna-
cional para luchar por la resolución de las situaciones de emergencia,
por una nueva civilización que sepa repartir y por una globalización
no de los intereses comerciales, sino de la solidaridad; resumiendo: ha
de luchar por la libertad, la justicia y la paz en el mundo, así como por
e Ltda do ie pcio a tm e A
Apia AU E E pi ] N
504 11.7. ¿Adónde conduce el camino de la Iglesia?
E
vida de la comunidad parroquial correspondiente y a la Iglesia uni-
versal. Especialmente en un mundo conectado globalmente en red,
las parroquias y las comunidades tienen que superar su tantas veces
limitada «perspectiva de campanario» para ser realmente católicas
mA
25. Sobre esto, H. U. von Balthasar, Der antirómischer Affekt. Wie lisst sich das
Papsttum in die Gesamtkirche integrieren?, Einsiedeln 21989.
506 11.7. ¿Adónde conduce el camino de la Iglesia?
nos a nosotros y al mundo con su lumbre. Nos puede hacer otra vez
conscientes de que no tenemos que preocuparnos, de que el gozo de
Dios es nuestra fuerza (Neh 8, 10). Si, desde este gozo, como pueblo
de Dios gozamos con la Iglesia, ésta tendrá futuro también mañana
y pasado mañana. Como primicia del reino venidero de Dios, atraerá
a jóvenes y ancianos que busquen y pregunten, y será para muchos
una nueva patria espiritual.
Con que los capítulos precedentes hayan contribuido, aunque sea
un poco, a este gozo de Dios y de la Iglesia, no habrán sido escritos
en vano. No han pretendido, ni han podido pretender, ser otra cosa
que una reflexión in via sobre una Iglesia peregrina.
ÍNDICE DE NOMBRES
TS
A]
510 Índice de nombres
Constantino el Grande: 102, 190, 398, Eckhart: 91, 114, 153, 421, 497
Conzelmann, H.: 152, 211 | Eduviges de Cracovia : 320
Cordes, P. J.: 44, 211, 343 Eduviges de Silesia : 320
Corecco, E.: 44, 399 Efrén el Sirio: 203
Couturier, P.: 454s Ehrhard, A.: 479
Cox, H.: 214 | Ehrlich, E. L.: 434
Crisóstomo, J.: 151, 207, 36 Elert, W.: 44, 80, 107, 172, 263, 265, 299
Cullmann, O.: 84, 152, 235, 362, 453 Eliade, M.: 461
Cunningham, P. A.: 434 Erickson, J. E.: 446
Ernst, J.: 143, 364
Dahl, N. A.: 185 Escolástica: 320, 419
Dahlke, B.: 81 Esser, K.: 420
Damaskinos: 386, 444 Esteban: 367
Dámaso: 367s Eudes, J.: 105
Daneels, G.: 42 Eugenio III: 373
Daniel, Y.: 306 Eugenio IV: 373
Daniélou, J.: 108, 349, 372, 439 Eusebio de Cesarea: 154, 160, 190, 220,
Dassmann, E.: 331, 334, 349, 413 232, 279, 285, 369, 397 |
Dautzenberg, G.: 317, 349 Evdokimov, P.: 107, 147, 190, 208, 274,
Decker, B.: 83 444
Deckers, D.: 15 Exeler, A.: 399
Deissler, A.: 185 Eynde, D. van den: 77
Delp, A.: 60, 306, 480, 501
Demel, S.: 349 Faber, E.-M.: 220
Dempf, A.: 153 Feckes, C.: 107
Descartes, R.: 24, 93, 124, 294 Felipe el Hermoso: 305
Deschamps, V. A.: 228 Felipe Neri: 106, 414, 421
Dias, P. V.: 101 Feuerbach, L.: 93, 461
Dibelius, O.: 19 Fichte, J. G.: 23, 25, 93, 131
Dinkel, C.: 300, 399 Finkenzeller, J.: 101
Dinzelbacher, P.:204 Fischer, H.: 409
Dionisio Areopagita: 175, 333 Flasch, K.: 406 | ro
Dirks, W.: 418 Flaviano de Constantinopla: 370
Dobmayer, M.: 107 Florovsky, G.: 107, 190, 444
Dóllinger, 1. von: 269 Flusser, D.: 438
Domingo de Guzmán: 283, 420 Foerster, W.: 460
Donfried, K. P.: 362 Forte, B.: 43s, 122, 172, 303
Dóring, H.: 44 Foucauld, C. de: 275, 422, 431
Drey, J. S.: 21-23, 26, 775, 82s, 106s, 130, Fraling, B.: 475
160, 263 Francisco de Asís: 154, 212s, 258, 283,
Drumm, J.: 44, 101, 137, 191, 390 420s, 493, 502
Dulles, A.: 108, 116, 147, 259 Francisco de Sales: 106, 305, 339
Duns Scoto, J.: 421 a - Francisco Javier: 421.
Dupuis, J.: 458 | Frank, K. $.: 283, 415, 418
Durkheim, E.: 72, 461 Frankemólle, H.: 439s
Franz, A.: 476
Ebeling, G.: 80, 108, 112, 127, 230 Franzelin, J. B.: 22, 83, 106, 198
Ebertz, M.: 72, 313, 409 Freitag, J.: 3385, 344
Ebner, F: 93 Freud, $.: 461, 474
Ebneter, A.: 223 Frey, H. E.: 442
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ÓN
$12 Índice de nombres
Friedrich, G.: 76 Guardini, R.: 19s, 22, 93, 107, 117, 264 >
Hilberath, B. J.: 9, 44s, 206 Jeremias, J.: 133s, 138, 140, 202
Hildegarda de Bingen: 205, 212s, 319, Joaquín de Fiore: 156, 213s
419 Joaquín 111: 444
Hipólito de Roma: 207, 243, 279, 332s, Jomiakov, A.: 22, 106, 190
352 Jonas, H.: 95
Hochstaffl, J.: 114 Jones, S.: 443
Hofer, J.: 444 Journet, C.: 108, 122, 193, 201, 243, 249
Hofmann, F.: 196s, 232s Juan Casiano: 218
Hoóhn, H. J.: 96 Juan Damasceno: 121, 225, 364
Holbóck, F.: 110 Juan de la Cruz: 106, 421
Holderlin, F.: 20, 484 Juan de Ragusa: 23, 103
Holl, K.: 144, 282 Juan de Torquemada: 23, 373
Hollenweger, W.: 214 Juan Pablo II: 26, 42, 49-52, 56, 74, 94,
Honnefelder, L.: 95 172, 180, 201, 209, 216s, 240, 254s,
Honorio: 370 | 316s, 322, 348, 350, 362, 391, 401,
Hoping, H.: 286, 475 409, 413, 4155, 423, 429, 432, 438,
Horkheimer, M.: 95, 474 443, 446, 452, 454, 457, 464, 471,
Horn, $.: 369 474s, 477, 493, 495
Huber, W.: 108, 409 Juan Quirdot de París: 103
Humberto de Silva Cándida: 371 Juan VII: 371
Humboldt, W. von: 93 Juan XXITI: 20, 27s, 32, 317, 445, 506
Humwmel, K.-J.: 480 Juana de Arco: 213, 320-
Hiinermann, P: 9, 27, 126, 300, 307, 314, Julio 1: 370, 399 0
340, 343, 353, 475 Júngel, E.: 80, 108, 120, 127, 239, 255
Huntington, $. P.: 96, 458 Jungmann, J. A.: 22
Hus, J.: 103, 253, 283 Justiniano: 262, 370
Hutin, M.: 422 Justino Martir: 160, 225, 463
ua
a EDe
A RE
al
re
Meer, H. van der: 349 Newman, J. H.: 21s, 31, 37, 40, 92, 106,
a
aid Dor
Mehlhausen, J.: 300 192, 199, 268s, 285, 313, 366, 414, 444
A
DEA
PRA
Melanchthon, P.: 88, 104, 263, 268, 337s, Nicolás de Cusa: 114, 160, 464
en
delete
PEA
395 Nicolás 1: 371
ati
ha
ee
Menke, K.-H.: 21, 194, 212, 465 Niebuhr, R.: 157, 444
Merklein, H.: 134, 140, 193, 327 Niesel, W.: 80, 104, 337 SD
a
O
Mersch, E.: 193 Nietzsche, F.: 23s, 59, 93, 97, 114, 168,
Metz, J. B.: 355, 39, 62, 90, 99, 156, 251, 461, 474, 476, 484, 491
418, 450, 476 | Nigg, W.: 153, 323, 418
Metzger, M. J.: 454 Nikolai, P.: 204
_Meyendorff, J.: 107, 190, 262, 392, 444 Nissiotis, N. A.: 122, 208, 444
Meyer zu Schlochtern, J.: 126 Nobili, R.: 477
Meyer, H.: 104, 255, 265, 268, 289, 357, Norberto de Xanten: 283, 418
395, 446, 451 Nússel, F.: 300, 358, 449
Michel, E: 30
Michel, O.: 163 O'"Gara, M.: 375
Miguel Cerulario: 371 O'Malley, J. W.: 27
Miguel VIII Paleólogo: 372 Oelmúller, W.: 114
Milbank, J.: 45 Olga de Kiev: 320
Moeller, C.: 470 Orígenes: 77, 133, 135, 173, 175-177,
Moóhler, J. A.: 21s, 78, 82s, 85, 106, 108, 195, 220, 282, 296, 333, 364
126, 130s, 160, 171, 198s, 206, 209, Orione, L.: 443
216, 220, 231, 237, 246s, 257, 263s, Osborne, K. B.: 171
269, 285, 346, 389, 405, 407s, 443s, 453 Osterreicher, J.: 434, 437
Molanus: 268 0 Oswald, J. H.: 126
Moll, H.: 480 Ott, L.: 331, 334, 336, 338
Moltmann, J.: 42, 80, 108, 122, 147, 157, Otto, R.: 243, 461
206, 265, 395, 429 Ouellet, M.: 201
516 Índice de nombres
Paarhammer, H.: 408 Rahner, H.: 102, 111, 177, 189, 195 5
Pablo VI: 26s, 51, 56, 94, 169, 223, 314, 208, 409, 497
348, 351, 372, 382s, 401, 405, 413, Rahner, J.: 44
444s, 457, 475, 477 Rahner, K.: 10, 24s, 35, 40, 88, 107, 112 >
Pallotti, V.: 305, 443 126, 128, 178, 180, 204, 211, 221, 253 >
Pannenberg, W.: 29, 80s, 99, 104, 107s, 256, 258, 280, 302, 314, 331, 338, 340,
110,127, 147, 191, 234, 265, 274, 280, 351, 359, 409, 418, 450, 458, 471, 483
2985, 357, 393 Raiser, K.: 450
Pascal, B.: 24, 92, 98 Ramsey, A. M.: 444
Passaglia, C.: 22, 86, 106, 198, 246s Ratschow, C. H.: 459
Pawlikowski, J. T.: 439 Ratzinger, J.: 9, 35, 42,'44s, 47, 63, 75,
Pedro Lombardo: 103, 335, 79, 82s, 88, 92, 108, 110, 126, 156,
Pelzer, A.: 87 163, 167, 169, 176, 184, 188, 190,211,
Pera, M.: 63, 411 214, 221, 234, 254, 258, 279s, 286,
Peri, V.: 370 304, 311, 331, 340, 344s, 373, 381,
Perrone, G.: 22, 106, 198 383, 392s, 404, 411, 423, 434, 450,
Pesch, O.: 79, 284 453, 458, 465, 468, 470s, 474, 476,
Pesch, O, H.: 27, 286, 359s 483, 499s; cf. Benedicto XVI
Pesch, R.: 140, 362 Reding, M.: 179, 189
Petavius, D.: 246 Reimarus, H. S.: 77, 136
Peterson, E.: 80, 82, 124, 137, 141, 143, - Rendtorff, T.: 180
147, 150, 155, 163, 234, 281 Rengstorf, K. H.: 139, 272, 325
Petrarca, F.: 255 Reumann, J.: 362
Petri, H.: 221 Riccardi, A.: 480
Peuchmaurd, M.: 471 Ricci, M.: 477
Peukert, H.: 96, 156 Richter, K.: 191
Pfammater, J.: 126 Richter, M.: 268
Philips, G.: 126, 239 Ricken, F.: 176
Pieper, J.: 37 Ricoeur, P.: 93
Pierre de Bérulle: 105 Riedel-Spangenberger, I.: 349
Pilloni, F.: 201 Rief, J.: 107
Pío IX: 377, 403, 473 Rigal, J.: 44
Pío X: 306s, 423, 443, 473 Ristow, H.: 138
Pío XI: 269, 306, 423, 444
Ritschl, A.: 136
Pío XII: 19, 43, 108, 178,. 199, 209, 246,
Ritter, J.: 401
423, 445
Robeck, M.: 214
Piolanti, A.: 44
Robinson, H. W.: 193
Piscator, J.: 268
Robinson, T.: 193
Platón: 24, 92-94, 114, 193
Roloff, J.: 273, 327, 362
Plóger, J. G.: 351
Roloff, R.: 347
Pohlenz, M.: 94
Romero, O.: 480
Policarpo de Esmirna: 260, 271, 332
Rosa de Lima: 320
Potterie, I. de la: 303, 347
Rose, M.: 185
Pottmeyer, H. J.: 9, 27, 227, 375, 381, 399
Rosenzwelg, F.: 93, 434
Preul, R.: 399
Rosmini, A.: 21, 199
Proksch, O.: 243
Rouse, R.: 442
Przywara, E.: 107, 268, 479
Rousseau, J. J.: 474
Puglisi, J.: 395
Rousselot, P.: 92
Quesnel, P.: 178 Routhier, G.: 29
Quinn, R.: 407 Ruperto de Deutz: 283
Índice de nombres SIT
SIBlaS co... arnoanss PEER RA AAA RARA AAA AAA AAA AAA ass Aa Ass
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MI CAMINO EN Y CON LA IGLESIA
0
LOS RASGOS FUNDAMENTALES
DE LA ECLESIOLOGÍA CATÓLICA
1. CONSIDERACIONES PREVIAS DE TEOLOGÍA FUNDAMENTAL ..0mocooconns. 67
L. IMtrodUCCIÓN ..ocoonononcnncconnonncnnnonnconncanonunconononcnnconnonononrnonaornnanccnns 67
«Iglesia»: una palabra con muchos significadoS coccion... 67
Comprensión preliminar de la Iglesia conc. 68
El problema fundamental de la eclesiología coco... 69
2. Reflexiones previas sobre el MétodO ..ocoooonnnnioniinnonn... eorannnninanons 72
El método de la eclesiología. La eclesiología como ciencia de fe ..... 72
La
eclesiología como reflexión de la Iglesia sobre sí misma ........ 73
La
eclesiología como ciencia eclesial coco... . 76
El
carácter dogmático de la eclesiología ........... eenronconnnconarnna canino 79
La
Escritura y la tradición en la reflexión de la Iglesia sobre sí
MISMA conocoroncnnnanoncnonaronononannconoronccnanoon
econ connacanec nana rarncnnnronnos
nnn 85
La dogmática como sistema abierto ..oooooncconnononiciononoonnnanicinnonono 87
La fe que busca inteligencia. La teología especulativa ................ 89
La teología como invitación a la fe, no demostración de la fe ..... 91
3. Reflexiones filosóficas previas ...ooonoonononnoninoconococonicannconncrnnnos ernoss 92
Comun y COMUNICACIÓN
ión ...oconccinononcconnnanconiononconnccnnoconconaninanons 92
La esperanza de una comunicación perfecta ...ocooocinninnnnneo. 96
La comprensión preliminar como invitación a decidirse ............ 98
2. FÍORIZONTE: LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN Y LA HISTORIA UNIVERSAL 101
1. Misterio de la «COMMUMIO» coococoniononconononononnonanonnnonononancos: eaneannas 101
Breve ojeada a la historia de la eclesiología ooo... 101
El lugar sistemático de la eclesiología .ooocoonconnnonnnnnninicinonnnos, 109
Consideraciones previas sobre cómo entiende la teología el
IMISTOLÍO cononcnconononaconcnonnnnonnnonnoranccnanonnnccnnnononoco
none ronnncnnrannnonncnoo 111
El sentido bíblico del MisteriO ....ononnnonnonncidoinocnonononnonnanannannonoos 118
La Iglesia a la luz del misterio de la Trinidad ............... percnrunnnanos 121
La Iglesia como sacramento universal de salvación ................... 126
La Iglesia como obra de arte. La belleza de la Iglesia ................. 130
o 2. El reino de Dios y la Iglesia ..ooocoonnonncnnononcononnanonacaninanionanonnnos - 132
El plan salvífico de Dios. Paz entre los pueblos congregados bres 132
El mensaje de Jesús sobre el reino de DiOS conc... 134
¿Quiso Jesús una Iglesia? coonconnonnonnonononionocononacnononocononinononononns 136
Índice general 523
rana nanonanases
nono nasa ronennnarnne
. LA ESENCIA DE LA IGLESIA ..ccmoocnnoconnoro: erornrn 183
1. La Iglesia como pueblo de Dios: estructura básica teocéntrica y
arco nono neo non n novas onnnnanannos
AOXOLÓBICA ....ooococonnanonenannnonoconnananoonanonanonnono 183
El significado del concepto «pueblo de Dios» .ooconacocccionccononananos» 183
Significado histórico-salvíficO .........ommoooomo.o. benennnnnrenrnonorennnnonanass 184
El Concilio Vaticano Il .......occcccnninnnonnorrecinnos: ena nan nncesna non nnranannns 187
Significado Universal .....oooocccccnnoncconnanannnconancononnnnorone rana nrnnnaracanna 188
Carácter teocéntrico y dOXOlÓBICO ..omoocccconononanananonncnonanaconnnnnns 21. 191
2. La Iglesia como cuerpo de Cristo y novia de Cristo. Cristocen-
trismo de la Iglesia ...........oooomocnnnncnnonannananonos bannnrnaronrnararanrarerennnnos 193
Fundamentos bÍblicos ..............oooccccccccnonsoncnnnnonacnnnnranananonaanroncos 193
Una evolución histórica llena de incidencias ............. berrersnnonenonas 195
El Concilio Vaticano Il .ocncionicinononnnoncnenncnrnerrrernrnerrearnnnnoro 199
La Iglesia como novia y COMO TAMEIA oomoocncnoonnnnoncnonnnnonanacanannonss 201
3. La Iglesia como templo del Espíritu. Dimensión pneumatológica 206
La dimensión pneumatológica de la Iglesia .........ooooonnnomormommom o... 206
¿Se ha olvidado Occidente del Espiritu? ...oooocoonionocnnonennnanennonennss 208
La dimensión carismática de la Iglesia ..........ooccmonoosococncnonnnorncnos 210
Carisma e institución. La Iglesia como sacramento del Espíritu 213
La actividad universal del ESpÍtitU .......ooccoononocnocnonennnnnonananennenass 217
Discernimiento de espltitUS ...oooiooconononnonnnnennanononancnnoronncnonocronenes 218
anar nn ro rnancacanaonoso
4. María, modelo de la Iglesia ...................... erenronar 220
La figura humana y terrenal de Marla ..lcooooconccnnonnnnonorananinnos bons 221
Madre de Dios y madre de la Iglesia .......coonmncoonnncnononanccnnronanananos 222
«Sola gratia, sola fide» seee 223
María, arquetipo de la Iglesia, nueva Eva y sede de la sabiduría ..... 225
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524 Índice general
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