El Genio y La Locura Philippe Brenot - 1
El Genio y La Locura Philippe Brenot - 1
El Genio y La Locura Philippe Brenot - 1
-9-
tista que reaparecerá en el Renacimiento o en la época
del romanticismo, sino también esa noción antigua de
la mezcla de los humores que marca la naturaleza de la
personalidad. Más tarde Diderot, recuperando la idea de
Aristóteles, formulará ese lugar común -el gema cer-
cano a la locura- que los primeros psiquiatras somete-
rán a discusión en el siglo XIX . Esta «diferencia» de los
seres fuera de lo común es una idea ampliamente exten-
dida, según la cual el creado r, el genio, es un inadapta-
do, un excéntrico, una persona inestable, obsesionada
por su obra y, en caso extremo, rayana en la locura.
Al mismo tiempo se plantean otros interrogantes
-¿qué es el genio?, ¿qué es la locura?- que hacen que
esta reflexión resulte particularmente delicada. ¿Qué
imagen tenemos del genio? ¿ La del héroe puro al que se
rinde culto? ¿La del don divino de las aptitudes inna-
tas? ¿Y de la locura? ¿Qué tipo de locura? ¿El deliri o,
la depresión? ¿Cómo nos representamos nuestra pro-
pia locura?
Ahora bien, cuando la visión de la cultura se acerca a
la de la medicina, desconfiemos de esa manía de los mé-
dicos de ver enfermos por doquier. Recientemente he
podido conocer estudios médicos muy serios sobre la
patología de los grandes hombres, que harían sonreír si
redujéramos la imagen que tenemos de ellos a esos albu-
res de la salud muy naturales en cada uno de nosotros.
Me refiero a la nefritis de Mozart, al reuma de Cristóbal
Colón, al «accidente» de Ravel, a la ceguera de John
Milton, a los vértigos de Lutero, a la dermatosis de Os-
car Wilde, al párkinson de Hitler, al asma de Séneca, a
la anorexia de Kafka, al alzheimer de Swift, a la dislexia
de Dickens ... Todas estas supuestas afecciones -en al-
gunos casos probadas- tienen un fundamento, pero en
definitiva no explican ni la vida ni la obra. Las mismas
críticas deben aplicarse a los afectos y al ámbito mental;
en ningún caso la obra puede reducirse a una patología.
-10-
-
-11-
TE
- - - -- . . '--
-12-
• -=
2. LA NOCIÓN DE LOCURA
" Téngase en cuenta que se trata de una obra francesa y que, por
lo tanto, la etimología y las referencias históricas corresponden al tér-
mino francés: Jau. (N. de la T.)
-28-
Cu"dro [
Palmarés de los genios según Salvador Dalí
(tomado de Diario de un genio)
LI:ONAII.lX) DA VINCl 17 18 15 19 20 18 19 lO 20
MFJSS()~lFR 5 O 1 3 O 1 2 17 18
INCRES 15 12 11 15 O (, (, 10 20
VELAzQUEZ lO 19 20 19 20 20 20 15 20
Bour;ULHEAt; 11 1 1 1 O O O O 15
DALI 12 17 10 17 19 IX 17 19 19
') 11, o
, 7
PICA~SO 9 19 l~ 20 2
RAFAEL 19 19 18 20 20 20 20 20 20
MANET 3 1 1, 4 O 4 5 O 14
VERMI'.EH Uf<: Duvr 20 20 20 20 20 20 1') 20 10
O 1. I,
MONDRIAN O O O O O 1 05 - "
-
------ ~ - -,-- -- --
-30-
dos- cuyo comportamiento perturbaba el orden social.
Este criterio de rareza es la alienación, un término muy
a.certado, y~ que procede. del latín alienus (otro) y signi-
Ílca en realidad ~converttrse en otro». Ese cajón de sas-
tre ~e.la locura ,acogerá en el transcurso de los siglos a
frenetlcos y lunancos, tontos, ,dlOtas e imbéciles insen-
satos, necios, violentos o incurables, y más tard~ a ilu-
minados y visionarios, realidades mentales todas ellas
que suponen diferencias clínicas -las unas de grado, las
otras de naturaleza- y nos conducen imperceptible-
mente al margen de la normalidad social. Basta recordar
que, en todo el mundo, los opositores políticos o los
marginales han sido internados, y en ocasiones incluso
"psiquiatrizados •. ¿En qué medida, entonces, los ilumi-
nados y los visionarios son locos o profetas? ¿No será el
profeta un loco que ha triunfado? Oskar Panizza nos
recuerda que para numerosas culturas tradicionales, y
en la Antigüedad, la locura es una inspiración divin~.
Así, la palabra hebrea navi designaba a la vez al profeta
y al loco. «Los turcos llamaban a los enfermos mentales
"hijos de Dios" [... ] ¡as sacerdotisas del oráculo de DeI-
fas o bien estaban locas o bien eran conducidas al éxta-
sis utilizando medios artificiales» (op. át.).
En el límite de la enfermedad y de la sociedad hay
otras categorías: el disoluto y el temerario, el libertino y
el homosexual, el mago y el blasfemo. La psiquiatría mo-
derna, que ya no juzga estos comportamientos ni esta-
blece un cuadro clínico de ellos, en ocasiones realiza
diagnósticos de personalidad para comprender las evo-
luciones marginales, que no competen fundamental-
mente a la psiquiatría sino que afectan al orden social. Si
bien las sociedades tradicionales convierten la locura en
la otra cara de la razón, el Occidente racional y «positi-
vo» sólo acepta categorías sin ambigüedad. Se ha con-
sumado la ruptura con el pensamiento tradicional: a un
lado se encuentra la rectitud, la ley y la razón; al otro,
-31-
rr
el mal, el crimen y la sinrazón, porque «el loco no pue-
de pensar y el pensamiento no puede ser loco» (A. de
Waelhens).
La rápida evolución de la psiquiatría en los siglos XIX
y XX ha transformado profundamente el significado del
término "locura», que hoy en día sólo se utiliza en el ha-
bla popular. La clínica médica lo ha sustituido por los
términos «neurosis», «psicosis», «melancolía» o «depre-
sión». Jean-Pierre Brouat, que ha estudiado las repre-
sentaciones populares de la locura, nos muestra que en
la actualidad el término «locura» se aplica más bien a la
realidad clínica de la psicosis, enfermedad mental habi-
rualmente grave que procede de la estrucrura psíquica y
que popularmente es muy distinta de la depresión. «La
locura -dice Jean-Pierre Brouat- es una cuestión de
naruraleza, mientras que la depresión es un suceso pasa-
jero. El depresivo es un sujeto tratable, el loco no lo es
Jamás.»
Esta imagen moderna de la locura contrapuesta a la
depresión es tan cierta como el hecho de que los dos
términos se han utilizado con frecuencia uno por otro,
bien para exagerar la locura o bien para excusarla. A los
depresivos se les ha tratado de locos para rechazarlos de
una forma más efectiva, y a los locos delirantes se les ha
llamado depresivos para difuminar su enfermedad.
La clínica psiquiátrica es una realidad muy distinta:
la del dolor moral y el sufrimiento mental que contem-
plan todos los médicos, en especial los psiquiatras.
Contrariamente al tópico, no se trata de trastornos ima-
ginarios ni de una posición filosófica de la mente. Cua-
lesquiera que sean sus concepciones, las enfermedades
psicológicas y mentales son enfermedades, es decir, que
reflejan una alteración del estado de salud mental, una
perturbación de las funciones psicológicas y unas modi-
ficaciones más o menos específicas del funcionamiento
neurobiológico. Como tales, requieren un diagnóstico y
-32-
~,
la utilización de estrategias terapéuticas apropiadas, que
a. menudo llevan asocIada una aproximación psicoló-
gIca y relacIOnal, llamada pSIcoterapia, y en caso necesa-
rio una medicación específ!ca llamada quimioterapia. Es
Importante desterrar un toplCO que en la actualidad se
considera falso, según el cual los débiles se curan con me-
dicamentos y los fuertes mediante la palabra de la psi-
coterapia. Hay indicaciones para unos e indicaciones pa-
ra otros, como también las hay para la asociación de
ambos, en función de la naturaleza y la evolución de la
enfermedad, para llevar cuando ello es posible a la cura-
ción, que Michael Balint definía como el «retorno a la
autonomía»).
Un siglo de psiquiatría ha visto aparecer corrientes de
pensamiento y concepciones distintas de la enfermedad,
ha visto descubrir medicaciones y métodos psicotera-
péuticos, así como las modificaciones experimentadas
por la clínica con la evolución de los tratamientos. El si-
glo XIX médico todavía conoce las dos representaciones
de la locura y la melancolía, a menudo reducidas respec-
tivamente al furor y la tristeza. La melancolía existe des-
de la noche de los tiempos; es hija de la antigua teoría de
los humores que otorgaba a la bilis negra -literalmen-
te, bilis (eolia) negra (melan)- el poder de engendrar
la tristeza. El sistema de los cuatro humores naturales
(sangre, pituita, bilis amarilla y bilis negra) permitía,
mediante su sutil mezcla, describir cuatro tipos de carác-
ter (sanguíneo, colérico, flemático y melancólico) y ex-
plicar así numerosas enfermedades, ?esde la epIlepSIa
hasta la hipocondría, pasando por el turor agresIvo o la
inmensa tristeza. Y durante más de dos mil años la me-
lancolía se irá adaptando al gusto de la época. La Grecia
clásica del siglo v a. de C. modela durante mucho tlem-
po la nosografía médica a través de los afor~smos hipo-
cráticos: «Cuando el temor y la trIsteza persIsten mucho
tiempo, es un estado melancólico» , afirma Hipócrc¡-
-33-
ICS. Con Homcro, el melancólico será condenado a la
soledad y la pesadumbre devoradora. Jean Starobinski
hace una lectura muy moderna del canto VI de La ¡izada
y de la depresión de Belerofonte, cuya desdicha es el re-
sullado de haber caído en desgracia a ojos de los dioses.
Unos siglos más tarde, Galeno impone su visión de la
enfermedad humoral, que se llama melancolía cuando
afecla al espíritu e hipocondría cuando se origina en las
entrañas. Finalmente, las grandes épocas pasionales de!
Renacimiento y e! romanticismo son las que convertirán
la antigua melancolía en un estado anímico, e incluso en
una manera de ser. Los diferentes estados de la Melan-
colía de Alberto Durero no tienen nada que envidiar a
la Graziella de Lamartine, a la Aurelia de Nerval o al
Spleen de Baudelaire. El melancólico-romántico incor-
pora la tristeza a lo cotidiano y contempla su dolor en la
profunda soledad del replegarse en sí mismo. «La me-
lancolía es la dicha de estar triste», añade Victor Hugo
en Los trabajadores del mar. Se mezclan muy íntima-
mente una actitud filosófica, la búsqueda poética y la en-
fermedad depresiva que experimentarán dolorosamente
esos insaciables soñadores de absoluto. De este modo
llegan al alba de la época moderna una locura liberada de
sus cadenas y una melancolía impregnada de filosofía
que desaparece de la observación clínica, pues los delirios
y la excitación maníaca ocupan prácticamente toda la
atención de los médicos. A mediados del siglo XIX, con-
cretamente en 1854, dos grandes médicos franceses des-
criben una articulación de estos dos conceptos, la locura
y la melancolía: Baillarger presenta Note sur un genre de
folie dont les acces sont caractérisés par deux périodes
régulieres, l'une de dépression, l'autre d'excitation, y Ju-
les Falret publica Folie circulaire, que tiene en cuenta una
ciclotimia regular entre depresión y excitación. Este cua-
dro clínico fundamental de la alternancia entre melanco-
lía y locura maníaca se convertirá en «locura maníaco-
-34-
depresi~a", luego en «psicosis maníaco-depresiva. con
Kraepdln, en 19! 5, en «enfermedad maníaco-depresiva.
a fmes de I~s anos s.etenta y en .trastorno bipolar del
humor» segun los cntenos dIagnósticos de la American
Psychiatric Association (DSM III en 1980). La alternan-
cia maníaco-depresiva ya no es locura, ya no es psicosis,
es un trastorno partIcular de las variaciones del humor
entre depresión y excitación, un trastorno que parece es-
pecialmente frecuente entre los creadores)' los persona-
jes excepcionales, como constataremos a lo largo de esta
reflexión.
Al mismo tiempo, la revolución freudiana imponía
su concepció n psicodinámica de los trastornos menta-
les oponiendo neurosis y psicosis. Así, el psicoanáli-
sis elabora desde hace casi un siglo un conocimiento
irreemplazable de los mecanismos del funcionamien-
to del aparato psíquico, que las aportaciones recientes
de la biología no desmienten. Estos dos enfoques son
totalmente complementarios pese a la negativa de cier-
tos fundamentalistas de la biología o del psicoanálisis,
que reducen el conocimiento exclusivamente al campo
de su práctica.
La segunda revolución de este siglo es sin duda al-
guna la de la invención de los medicamentos psicotro-
pos: en 1952, Henri Laborit utilizó por primera vez un
neuroléptico, la cloropromazina, y más tarde lo hicie-
ron Jean Delay y Pierre Deniker. En unas decenas de
años, la investigación psicofarmacológica realizó tales
progresos que se descubrieron uno tr~S otro los neur~
lépticos, los tranquilizantes, los anslolmcos y los. 11lpno-
ticos, los antidepresivos y los normotímlcos, medIcamen-
tos reguladores del humor. El hecho de compre~der
mejor sus mecanismos de acción permite al. mIsmo tIem-
po proponer modelos biológicos de la pSICOSIS y de la
depresión. .
Por último, la evolución más recIente es la experi-
-35-
~~ _ _ _ _ _ _ _ _. =e ._ - - _ ------
- 36 -
.. ...
tuyen la terapéutica de la fase depresiva. Finalmente es
preciso saber que el riesgo de suicidio, nunca desdeña-
ble, impone recurrir a tratamientos a base de medica-
mentos.
Me ha parecido necesario exponer ampliamente el
desarrollo de estas ideas, con frecuencia controvertidas ,
para que se comprenda la articulación del genio y la locu-
ra, que en gran parte de los casos seguirá el camino de la
depresión y la enfermedad maníaco-depresiva. Los ejem-
plos históricos y literarios que presentaré no tenían en su
época ni las mismas referencias ni las mismas repercusio-
nes que hoy en día.
Una vez más, para agilizar el texto, el término .locu-
ra» será utilizado en todos los sentidos que permite la
lengua, y especialmente en su sentido popular de extrava-
gancia fuera de lo común. Es evidente que el contexto
eliminará cualquier ambigüedad.
3. E L GENIO Y LA LOCURA
-37-
de manifiesto, en este texto pionero, la ausencia directa
de los dos términos, «genio» y «locura», que en realidad
son una formulación que data del siglo XVIII y en es-
pecial de Diderot. Veremos hasta qué punto esta visión
de la Antigüedad se encuentra, en definitiva, más cerca
de nuestras concepciones actuales de lo que lo ha estado
la de los siglos pasados. En lugar de «genio», Aristóteles
utiliza los términos peritoi andres, que Pigeaud traduce
por «los hombres excepcionales», precisando que peri-
toi significa «excesivo, extraordinario», «que se sale de
lo norma]", uso probado en aquella época para calificar
a los seres excepcionales. Esto se acerca a nuestra con-
cepción moderna del genio, aunque con esa noción par-
ticular de la exuberancia y el exceso en los comporta-
mientos que permite entrever una personalidad de humor
expansivo. En lugar de .locura», Aristóteles menciona
la «melancolía., que entonces designaba esa mezcla de
los humores que, cuando es excesiva, afecta al cuerpo o
al estado de ánimo. La concepción aristotélica de la me-
lancolía es también muy moderna, en la medida en que
se considera una tendencia, una propensión (<<todos los
melancólicos son pues seres excepcionales, y no por en-
fermedad sino por naturaleza» J, propensión que de for-
ma secundaria puede llegar a ser enfermiza y provocar
una afección corporal o incluso la locura.
Aristóteles nos propone aquí una interesante lectura
clínica al presentar un amplísimo abanico de la melan-
colía, desde la tendencia no enfermiza a la meditación
hasta el acceso depresivo y el peligro de suicidio (<<por
eso los suicidios por ahorcamiento se dan sobre todo
entre los jóvenes, aunque también se producen entre los
viejos; muchos se suicidan después de haber bebido» J,
melancolía que también puede confinar a la locura, de-
signada aquí con dos términos: manía, la manía, exci-
tación y exuberancia del humor, el polo positivo de la
depresión; y ekstasis, el éxtasis, que literalmente signifi-
-38-
ca salir de uno mismo (ek-stasis) y que refleja muy bien
el desdoblamtento de la locura o de la creación, el extra-
vío del espíritu alucinado, iluminado o inspirado, según
el COnt~~to e~ el que se exprese. Aristóteles precisa así la
gradaclOn ammlca de los personajes excepcionales entre
manía y depresión melancólica, según la mezcla de los
humores y su concentración en bilis negra: «Si el estado
de la mezcla está totalmente concentrado, son melan-
cólicos en el más alto grado; pero si la concentración se
encuentra un poco atenuada, nos hallamos ante seres ex-
cepcionales.»
Este breve texto fundador enuncia ya numerosos
puntos cuya pertinencia en nuestro desarrollo determi-
naremos. Para Aristóteles, los seres excepcionales no
cruzan la frontera de la melancolía, pese a ser su natura-
leza profunda. Esta idea motriz recorrerá los siglos ba-
jo la pluma de todos los comentaristas del pensamiento
clásico. Cicerón la retoma en Las tusculanas (1, 33), Sé-
neca en De tranquillitate animi (15), y también lo hacen
Plutarco y Galeno. Pero un proverbio latino ya inmor-
taliza esta idea: Nullum est magnum ingenium sine mix-
tura demen/iae (<<No hay grandeza de espíritu sin una
pizca de locura»).
Esta imagen reaparece a continuación en el siglo xv,
en la obra de Marsilio Ficino De tripbce ·vita, de 1489,
con la noción de la influencia de Saturno en el compor-
tamiento genial. La melancolía saturniana es un don del
cielo que por sí solo permite el entusiasmo creador del
que hablan los antiguos. Esta concepción médico-~stro
lógica fue adoptada por el mundo del Renaclmlen,to,
que reconocerá la existenCIa de gema en los :nelancoh-
cos nacidos bajo el signo de Saturno. En el SIglo xv, la
valoración cultural y social del comportamiento melan-
cólico -excéntrico, inestable, solitario- intensificó
una tendencia natural de la expresión artística. La idea
se encuentra de nuevo en Montaigne (Ensayos, n, 2),
-39-
=
pero sobre todo en el Examen de ingenios de Huarre de
San Juan, de 1575, obra que tuvo mucha influencia en
roda Europa y que dio a conocer realmente el pensa-
miento de Aristóteles.
En el siglo XVIll, Diderot y la Enciclopedia elaboran
este tópico del genio y la locura, un tópico ahora fuerte-
mente enraizado en las mentes. En J 750, por ejemplo,
Boerhave, el gran médico de la escuela de Viena, enun-
cia este aforismo como una verdad: «Siempre hay cierto
delirio en los grandes espíritus.»
Sin embargo, el siglo XIX y los primeros psiquiatras
son esencialmente los que confirmarán esa relación ín-
tima entre el genio y la locura, ilustrándola con casos
clínicos y razonamientos todavía empíricos. En 1820,
en su célebre artículo «De la lipemanía o melancolía»,
el gran psiquiatra ]ean-Étienne Esquirol precisa que
él prefiere el término - lipemanía» a «melancolía», "de-
masiado popular y ahora pervertido» para expresar la
influencia nostálgica del dolor esp iritua l. Esquirol
encuentra este rasgo patológico en Mahoma, Lutero,
Catón, Pascal, Rousseau ... y sobre todo, precisa, en las
artes y las ciencias. Lélut, un psiquiatra menos cono-
cido, retomará esta idea en sus dos famosas patobio-
grafías, Du démon de Socrate, de 1836, y L 'amulette de
Pascal, de 1846, obra que lleva por subtítulo Pour servir
a ['histoire des hallucinations. Desafiando a la crítica
(será agriamente censurado por Sainte-Beuve), Lélut
ataca la imagen sagrada de la cultura clásica y propone
una lectura sin concesiones de las alucinaciones de Só-
crates y las obsesiones de Pascal. En 1859, Moreau de
Tours hará un análisis idéntico de la excitación maníaca
cíclica de Gérard de Nerval, aproximando la excitaci ón
creadora al estado maníaco.
Este concepto de la relación entre genio y locura no
se abandonará jamás. En 1869, Francis Galton, primo
de Darwin, desarrolla en su obra H ereditary Genius la
-40-
idea de la transmisión hereditaria de las capacidades in-
telectuales, a través del estudio de numerosos perso-
najes de familias ilustres. Sus argumentos, que en la ac-
tualtdad ya no son muy convincentes, ejercerán una
poderosa influencia en Francia sobre Théodule Ribot ,
que publica L 'hérédité psychologlque en 1878 y en Ita-
lia, sobre Cesare Lombroso, cuya obra Ú hombre
genial, de 1877, será una de las reflexiones más COntro-
vertidas, y a la vez más innovadoras. Con todo, Lom-
broso, que más tarde se convertirá en e! nosógrafo de la
criminalidad y la locura, tuvo el mérito de aplicar un en-
foque clínico a su razonamiento sobre el genio, y sobre
tod o de poner de manifiesto el carácter estacional de Ja
obra de algunos creadores y su relación con el caráner
cíclico del humor.
Dado el carácter permanente de la controversia, nu-
merosos psiquiatras tratarán de realizar una síntesis de
esta delicada cuestión, como Xavier Francone con Le
génie et la folie en 1890, y Oskar Panizza en su célebre
conferencia «Genio y locura» en 1891. El siglo finaliza
con la convicción de que existe un profundo parentesco
entre el genio y la locura. Panizza habla de Martín Lu-
tero en los siguientes términos: ,,¡De no ser por Ja crisis
de melancolía en la celda de! convento de Erfurt, no ha-
bría habido Reforma!»
A principios del siglo xx y en torno a Freud, el psi-
coanálisis de la obra abandonará el concepto de locura
para precisar con más sutileza la psicodinámica del mo-
vimiento creador. La escuela psiquiátrica alemana, por
su parte> desarrollará la noción de .patobiografía», aná-
lisis clínico de la biografía, con Móbius> Lange-Eich-
baum, y finalmente Ernest Kretschmer, cuya obra Hom-
bres geniales, de 1929, sigue siendo en ,nuestros días e!
trabajo más elaborado sobre esta cuestlon.
La corriente de pensamiento anglosajón dio prefe-
rencia desde principios de siglo a los estudios estadísti-
-41-
•
-42-