1810 Antecedentes, Desarrollos y Consecuencias

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1810

ntecedentes, desarrolio
y consecuencias

M a r io Ja r a m il l o - Ja vie r O c a m p o L ópez
stavo A dolfo Q u e sa d a ~ C a r l o s J osé R eyes
]lément T h ibaud - J osé F ernando O c a m p o
__ - - - - — ---------- Te
Mario Jaramillo
Abogado de la Universidad de los Andes y doctor
en Ciencia Política y Sociología de la Universi­
dad Complutense de M adrid. H a sido acholar en
Economía en la Universidad de George Masón y
en Educación Universitaria en la Universidad de
Harvard. D esde hace varios años reside en Es­
paña, donde enseña Economía Política Interna­
cional en la Escuela de Negocios de la Universi­
dad de San Pablo CEU, donde, además, preside la
Iniciativa para el Desarrollo de la Innovación A ca­
démica, organización afiliada a la Universidad de
Harvard.

Carlos José Reyes


Dramaturgo, guionista de cine y televisión, inves­
tigador histórico. Autor de varios guiones para el
programa «Revivamos nuestra historia». M iem ­
bro de número de la Academia Colombiana de
Historia, de la Academia de Historia de Bogotá y
de la Academia Colombiana de la Lengua. D iri­
gió durante diez años la Biblioteca Nacional de
Colombia. L a Secretaría Distrital de Cultura le
otorgó el Premio Vida y O bra en el 2008.

Gustavo Adolfo Quesada Vanegas


Licenciado en Historia de Colombia del Instituto
Universitario de Historia de Colombia, Academia

Colombiana de Historia. Magíster en Filosofía de la
Universidad INNCA de Colombia. Profesor universi­
tario, ensayista, poeta, narradory periodista cultural.
Es autor de diversos ensayos de carácter histórico,
filosófico, literario, pedagógico y cultural, publica­
dos en revistas universitarias de Bogotá, en la revis­
ta de la Casa de Poesía S ilva y en el Magazín Domi­
nical de E l Espectador.
i8io
Antecedentes, desarrollo y consecuencias

Mario Jaramillo
Carlos José Reyes
Gustavo Adolfo Quesada Vanegas
Javier Ocampo López
Clément Thibaud
José Fernando Ocampo

taurus historia
© De esta edición:
2010, Distribuidora y Editora Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S. A.
Calíe 8o No. 9-69
Teléfono: (571) 639 60 00
Bogotá, Colombia

• Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S. A.


Av. Leandro N. Alem 720 (1001), Buenos Aires
• Santillana Ediciones Generales, S. A. de C. V.
Avenida Universidad 767, Colonia del Valle,
03100 México, D.F.
• Santillana Ediciones Generales, S.L.
Torrelaguna, 60. 28043, Madrid

ISBN: 978-958-704-939-8
Impreso en Colombia - Printed in Colombia
Primera edición en Colombia, marzo de 2010

Imagen de cubierta: Cabildo Abierto de 1808, Museo del Cabildo, Montevideo


Diseño de cubierta: Santiago Mosquera Mejía

Proyecto editorial: El Ancora Editores

Cronología e iconografía: Andrés Olivos Lombana

Todos los d erechos reservados.


Esta publicación no p u ed e ser
rep ro d u cid a en todo ni en parte,
ni registrad a en, o transm itida
p or un sistem a de recuperación
de in fo rm ación , en n in g u n a form a
ni p or n in gú n m edio, sea m ecán ico,
fo to qu ím ico, electró n ico, m agnético,
electro ó p tico , por fo to co p ia,
o cu alq u ier otro, sin el perm iso previo
p or escrito de la ed itorial.
C o n t e n id o

I. E l c o n t e x t o euro peo

C a p ít u l o i
La p e n ín s u l a ibér ic a
A COMIENZOS DEL SIGLO X I X ...................................................... 13
Las reformas borbónicas.......................................................14
El drama de 1808.................................................................. 21
La guerra de independencia................................................ 24
Las Cortes de C ád iz............................................................... 28
La Constitución de C ád iz..................................................... 33
La restauración del absolutism o......................................... 36
La política exterior borbónica............................................ 39
El trienio liberal..................................................................... 42
La penuria económica y los errores de apreciación.......45
De vuelta al Antiguo Régim en............................................ 47
A manera de conclusiones.................................................... 49
Bibliografía.............................................................................. 51

C a p ít u l o 2
Los M OVIM IENTOS REVOLUCIONARIOS
DEL SIGLO X VIII Y SU INFLUENCIA L IB E R T A R IA ...................... 53
El espíritu de la Ilustración..................................................53
La guerra de independencia norteam ericana................. 73
La Revolución Francesa........................................................ 77
El papel de la masonería en la lucha
por la independencia.................................................. 81
La escolástica antimonárquica:
Iglesia y revolución de independencia....................... 86
Bibliografía....................................................................... 91

II. E l c o n t e x t o a m e r ic a n o

C a p ít u l o 3
L o s MOVIMIENTOS SOCIALES
ANTERIORES A LA INDEPENDENCIA.......................................97
Introducción.................................................................... 97
El contexto..................................................................... 102
Motines, protestas, revueltas e insurrecciones.............. 114
Las guerras de frontera..................................................118
El mesianismo m aya...................................................... 122
La Com pañía G uipuzcoana.......................................... 125
Las misiones jesuítas...................................................... 127
La rebelión de los barrios de Q uito...............................133
La reconstrucción del Tawantinsuyo.............................134
Los Comuneros de la Nueva G ranada...........................138
Algunas conclusiones.................................................... 144
Bibliografía..................................................................... 148

C a p ít u l o 4
El m o v im ie n t o id e o l ó g ic o
de l a I n d e p e n d e n c ia en la N u e v a G r a n a d a .................. 151
La idea de la independencia de las
revoluciones burguesas de Occidente......................151
Don Antonio Nariño y los Derechos del Hombre...............159
Camilo Torres y el M emorial de agravios ........................164

La revolución política de 18 10 ...................................... 169


Las ideas centralistas y federalistas
en la Primera República g ra n a d in a .........................173
Las ideas realistas o fidelistas en la Nueva Granada.... 177
Bibliografía............................................................................ 180

C a p ít u l o 5
Los ASPECTOS SOCIALES DE LA GUERRA
POR LA INDEPENDENCIA EN LA NUEVA G R A N A D A ............... 183
Las fuerzas armadas del interregno
neogranadino (1810-1816)............................................184
Una tipología de las guerras del in terregn o.................. 195
De las guerrillas llaneras al ejército
libertador de C olom bia................................................ 203
Formar el Leviatán a rm a d o .............................................. 206
Bibliografía............................................................................ 210

III. L a p e r s p e c t iv a h is t ó r ic a

C a p ít u l o 6
U na r e v o l u c ió n in c o n c l u s a ......................................... 215
La independencia, una lucha de liberación nacional ...215
La formación de los Estados-nación ............................... 219
Los avatares de la soberanía nacional ........................... 223
La independencia de Am érica se pone a prueba ........ 228
La dominación im perialista.............................................. 236
La independencia nacional, una esp eran za.................. 239
Bibliografía............................................................................ 244

IV. A p é n d ic e s

C r o n o lo g ía de la in d e p e n d e n c ia
de C o l o m b ia ( 1780 - 1819 ) ................................................249
P r im er as j u n t a s de g o b ie r n o
en H ispa n o a m é r ic a ( 1808- 1811 ) ..................................... 279
Ic o n o g r a f ía .....................................................................281
Sobre l o s a u t o r e s .............................. 295
I. El c o n t e x t o eu ro peo
C a p ít u l o 1
La p e n ín s u l a ib é r ic a

A COMIENZOS DEL SIGLO XIX

M a r io Ja r a m il l o

F o r mucho que los españoles peninsulares se empinaran pa­


ra observar qué sucedía en los territorios ultramarinos, la so-
brecogedora altura de los problemas locales impedía la visión.
Jamás la Am érica española estuvo tan lejos de la metrópoli
como cuando comenzó el siglo xix. A la distancia física, aún
más acentuada por la zozobra que azotaba a unos mares con­
trolados por los británicos, se sumaba la distancia mental,
provocada por la magnitud absorbente de cuanto ocurría en
la península ibérica. Las preocupaciones, sin duda, eran otras
y muchas, y con la derrota de las escuadras españolas en la
batalla naval de Trafalgar ante los ingleses, que tuvo lugar en
1805, se inició el preludio de una tragedia que se confirmaría
con el transcurso de los años: España había dejado de ser la
gran potencia mundial y su imperio sucumbía desde hacía
mucho tiempo, aunque los Borbones se em pecinaran en no
reconocerlo.
El punto de quiebre habría que situarlo, por tanto, más
atrás: en la década de 1770. La demanda creciente de ingre­
sos para financiar la política bélica y para darles vida a las re­
formas borbónicas obligó a la Corona no sólo a incrementar
la carga fiscal y a extrem ar su presión sobre las rentas colo­
niales, cuyo aporte a la Real Hacienda se duplicó en el último
tercio del siglo, sino a recurrir al endeudamiento. A partir de
la guerra contra Gran Bretaña, la creación de deuda se tornó

13
i8io

indispensable para cubrir las necesidades. Aunque en princi­


pió pareció irrelevante, ésta aumentó a medida que se entra­
ba en el siglo x ix y ocurrían los conflictos bélicos. Entre 1793
y 1808, el recurso constante a la emisión de vales provocó su
depreciación y disparó la deuda hasta resultar incontrolable.
Estaba claro que las finanzas públicas no lograban atender
la demanda de recursos, siempre insuficientes. Se trataba de
una situación que ofrecía un contraste singular con la solven­
cia de las arcas registrada durante una buena parte del siglo
xvm , cuando se beneficiaron de una sensible expansión eco­
nómica generada por la actividad comercial y alimentada por
una política de intervención de clara estirpe mercantilista,
propia del absolutismo reinante.

L a s r e f o r m a s b o r b ó n ic a s

Tras la Guerra de Sucesión, entre 1701 y 1715, que situó a la


dinastía borbónica en el trono de los Austrias, la concepción
del Estado varió sustancialmente. La etapa de los Austrias,
a partir del modelo político consignado desde los tiempos
de Fernando el Católico, se caracterizó por el desarrollo de
un absolutismo tolerante con la estructura administrativa y
política enraizada en los fueros y en las propias leyes de los
distintos reinos. Se trataba, por lo tanto, de un absolutismo
ajeno a pretensiones verdaderamente unificadoras. Es memo­
rable el mensaje que recibió Felipe IV del Conde Duque de
Olivares, su valido, y que no llevó a la práctica: «Tenga V. M.
por el negocio más importante de su Monarquía el hacerse
rey de España; quiero decir, señor, que no se contente V. M.
con ser rey de Portugal, de Aragón, de Valencia, Conde de
Barcelona, sino que trabaje y piense, con consejo mudado y
secreto, por reducir estos reynos de que se compone España,

14
L a pe n ín s u l a ib é r ic a a co m ienzo s DEL siglo XIX

al estilo y leyes de Castilla sin ninguna diferencia, que si V. M.


lo alcanza, será el Príncipe más poderoso del Mundo».1
La dinastía borbónica, en cambio, más próxima en origen
a las formas despóticas francesas, moldeó bajo el absolutismo
ilustrado la idea de una nación más homogénea, centralizada,
capaz de aumentar el poder real a través del fomento de la
riqueza entre los vasallos y sujeta a una densa e infinita re­
glamentación, emanada de su compulsivo carácter legislador.
Los gobiernos borbónicos se mantuvieron atrapados en las
cuerdas de un prolífico aparato burocrático engrasado por un
paternalismo que se ejercía desde las dependencias reales por
cortesanos amantes del estilo neoclásico. Carlos III, el monar­
ca de la Ilustración por excelencia, delegaba el poder en sus
ministros, aunque aparecía como el gran servidor de la socie­
dad y a quien, por lo tanto, se debía obediencia y lealtad.
De ahí que las reformas borbónicas se hubieran dirigido
a la búsqueda de los medios capaces de fortalecer el propio
poder monárquico, el único instrumento que por entonces
se consideraba apto para lograr la «felicidad de los vasallos»,
según el lenguaje doctrinal de la época. En el empeño, por
supuesto, algunas medidas de intervención impulsaron el
crecimiento económico español, pero muchas de ellas no lle­
garon a fructificar en lo político, sobre todo por la dificul­
tad de su implantación, dada la multiplicidad de normas y la
confusión que ellas generaban. Del apogeo reformista, entre
t759 y 1789, se obtuvo menos de lo esperado y más desespe­
ración de lo pensado. Si bien en términos estrictos España
se comportó entonces como un Estado moderno — donde el
paradigma lo constituye teóricamente la monarquía absolu­
ta— y las reformas borbónicas lo apuntalaron en tal sentido,
en la práctica coexistió con algunos patrones medievales, tí­
picos del Antiguo Régimen, incluso hasta más allá de la mi-
i8io

tad del siglo xix. No obstante, el costo político y económico


de la puesta en marcha de muchas iniciativas reformistas fue
enorme, especialmente en las últimas décadas del siglo xvm ,
cuando además se sumaron los errores garrafales cometidos
en la política exterior, cuya senda errática se amplió aún más
durante las primeras del siglo xix. Poco o nada quedaba,
para entonces, de lo obtenido durante la etapa de expansión.
Las reformas borbónicas, basadas en la instrumentaliza-
ción de ideas que se pensaba que revertirían en mayores in­
gresos y mayor poder, también se tradujeron en la Am érica
española en el ejercicio de un fuerte control centralizador
sobre la estructura existente, en menos libertad para sus ha­
bitantes y en un conjunto de cambios que beneficiaron grue­
samente las ambiciones de la metrópoli. El control imperial,
sobre todo desde los últimos borbones, se estrechó hasta el
punto de desmantelar el Estado criollo y restaurar la hege­
monía peninsular, amenazada además por Portugal y por las
constantes incursiones de ingleses, holandeses y franceses.
Había demasiados pretendientes europeos que ponían en
peligro las posesiones de ultramar y no pocos intereses que
podían sucumbir ante nuevas tentaciones. «Los cargos más
elevados de las audiencias, el ejército y la Hacienda se reserva­
ron entonces casi en exclusiva para los peninsulares, al mismo
tiempo que las nuevas oportunidades aparecidas en el mer­
cado trasatlántico se convirtieron en un privilegio especial»,2
escribió John Lynch en un atinado ensayo. A partir de 1750,
el Estado criollo pasó a ser sustituido por el Estado borbónico.
De manera peligrosa, se rompió así el equilibrio de fuerzas
existente durante el período colonial, con efectos impensa­
bles sobre los intereses de los grupos dominantes en América.
Aunque por defecto, y de forma desigual, se impulsó el
crecimiento en los territorios ultramarinos y se experimentó

2 J. Lynch, «El reformismo borbónico e Hispanoamérica», en A. Guimerá


(ed.), El reformismo borbónico, Madrid, Alianza, 1996, p. 45.

16
L a p e n ín s u l a ib é r ic a a c om ienzos del siglo XIX

cierta prosperidad, también fueron evidentes, como conse­


cuencia de las reformas, la dureza que impusieron las me­
didas fiscales y la extensión de los monopolios estatales. La
puesta en marcha del Estado borbónico, que aumentaba los
beneficios de la Real Hacienda y ampliaba el poder de la mo­
narquía, generó, a la larga, protestas y resentimientos, piezas
fundamentales para comprender una parte del proceso in-
dependentista americano. A partir de la última década del
xvm , cuando España se sumergió en conflictos con Inglate­
rra, Portugal y Francia, empezó a perder el control económ i­
co sobre los territorios ultramarinos, que se abrieron al co­
mercio mundial en detrimento de la política de monopolio,
que obligaba al comercio exclusivo con la metrópoli.
El Reglamento para el Comercio Libre, promulgado en
1778 con la pretensión de asegurar «la felicidad de mis ama­
dos Vasallos de estos Reynos y los de Indias»,3 que abrió más
de media docena de puertos de la península para comerciar
directamente con América, sin que se eliminaran las restric­
ciones para el intercambio con puertos que no fueran espa­
ñoles, fue proteccionista en su concepción y permitió una
expansión sustancial de las exportaciones desde la península
hacia las Indias y viceversa. Debe precisarse que la política de
libre comercio favorecía exclusivamente el intercambio entre
la península y las colonias — territorios españoles en ultra­
mar— y que el carácter proteccionista del Reglamento consis­
tió en la exclusión de otras naciones interesadas en el comer­
cio. Cuando el sistema se fue al traste, como consecuencia
de la declaración de guerra de España contra Gran Bretaña
a mediados de 1796, la crisis comercial desatada derivó en
Am érica hacia la búsqueda de otros caminos que paliaran la
situación de los comerciantes y productores americanos.

3 J. Fisher, «Estructuras comerciales en el mundo hispánico y el reformis-


mo borbónico» en A. Guimerá (ed.), E l reformismo borbónico, Madrid, Alian­
za, 1996, p. 111.

17
i8io

La caída paulatina de las importaciones desde las colonias


revela la magnitud del problema: a mediados de la década
de 1820, el total de las importaciones había descendido un
86,5%.4 Una cifra que contrasta con la etapa del libre co­
mercio, entre 1778 y 1796, cuando las importaciones desde
Am érica se multiplicaron por quince.5 Se trata de un registro
revelador, de otra pieza fundam ental para comprender los
sucesos independentistas que luego sobrevinieron en las In­
dias.
En todo caso, la expansión económica del siglo xvm , ani­
mada por el aumento del consumo generado dentro de un
proceso de creciente urbanización, tuvo como eje central la
dinámica conseguida en las relaciones comerciales. La supre­
sión de las aduanas internas, la demanda de productos es­
pañoles por parte de la Europa septentrional y la demanda,
aunque menos elevada, desde de los territorios ultramarinos
favorecieron el crecimiento de la economía española.
El país había vivido un acelerado incremento poblacional:
de 7,7 millones que tenía al comenzar el siglo xvm alcanzó
los 11 millones al despuntar el xix. Para 1800, los núcleos
urbanos albergaban el 11% de la población, y Madrid, centro
vital de la península, congregaba casi el 2%. Con cerca de
190.000 habitantes, la ciudad castellana constituía el punto
de convergencia del tráfico interior de mercancías, que para
su consumo recibía una parte importante de la producción
andaluza y levantina, zonas donde se desarrollaba la agricul­
tura intensiva y, en menor escala, la elaboración de textiles.
Para entonces el 70% de la población activa española se
hallaba dedicada a la agricultura, que representaba un 50%

4 M. P. Costeloe, Response to Revolution. Imperial Spain and the Spanish Ameri­


can Revolutions, 1810-1840, Cambridge, Cambridge University Press, 1986,
p. 150.
5 Fisher, op. cit., p. 118.

18
La pe n ín s u l a ib é r ic a a co m ienzo s del s ig i .o XIX

del producto interno bruto.b Cereales, olivares y vides, y una


ganadería ovina de proporciones más que suficientes para
atender la demanda interna y externa de derivados como la
lana, ocupaban mayoritariamente la mano de obra española.
La industria, básicamente estatal como corresponde al m o­
delo mercantilista prevaleciente, y sin mayor peso dentro del
conjunto de la economía, era dinámica en el sector militar y
en la fabricación de productos de lujo, como la cristalería, las
porcelanas y los tapices, trabajados en las llamadas fábricas
reales. La actividad privada industrial, escasa, se limitó a tí­
midos desarrollos manufactureros, sobre todo en Cataluña, y
siderúrgicos, en el País Vasco.
El denominado régimen señorial, modelo agrario de estir­
pe feudal, regulado jurídicam ente, se proyectaba por entero
sobre la sociedad española, claramente estamental. Estaba
compuesta por los nobles, poseedores en su mayoría de gran­
des extensiones de tierra y con funciones publicas dentro de
ellas; por la Iglesia, también dueña de extensas propiedades,
y por los plebeyos, dedicados a las faenas agrícolas y gana­
deras por lo general en tierras de la nobleza. La alta admi­
nistración del Estado, desde los tiempos del primer Borbón
reinante en España, Felipe V, recayó sobre todo en nobles no
titulados (hidalgos), casi siempre recompensados con títulos
por los servicios prestados a la Corona a lo largo de sus carre­
ras. Y aunque se trataba de una sociedad estamental, profun­
damente jerárquica y vertical, la confrontación social no fue
una característica de la época.
Pocos efectos provocaron la explosión revolucionaria de
1789 en Francia y sus preliminares. De hecho, años después,
al producirse en 1808 el levantamiento popular contra la
ocupación francesa de España, Carlos Marx expresó: «Las
Juntas [encargadas de canalizarlo] fueron elegidas porsufra- *

(> F. Bustelo, Historia económica. Historia económica de España en los siglos x/x y
xx, Madrid, Universidad Complutense, 1994, p. 148.

19
i8io

gio universal, pero el gran celo de las clases bajas se manifes­


tó por la obediencia. Eligieron generalmente a sus superiores
naturales, elementos de la nobleza provincial y de la pequeña
nobleza [conformadas por hidalgos]...».7
Por su parte, Francisco Martínez de la Rosa, pensador y
político liberal de significativa influencia durante las prime­
ras décadas del xix, escribió que era tal «el influjo de los an­
tiguos hábitos, y tan arraigada estaba en aquellos tiempos la
obediencia y el respeto a las clases más elevadas, que el pueblo
nombró para que le gobernase a aquellos cuerpos y personas
a quienes tenía por costumbre de obedecer y reverenciar».8
España, sin el espacio social alterado por las corrientes ideo­
lógicas que entonces corrían demoledoramente por Francia
y Estados Unidos, se mostraba tanto a finales del reinado de
Carlos III como al comienzo del de Carlos IV como una na­
ción saludable, con una economía sin queja, aún imperial, in­
mersa en el marco de una Europa cuyo ritmo de crecimiento
era semejante entre sus Estados.
Los ingresos procedentes de la Am érica española, que au­
mentaron considerablemente a partir de la segunda mitad
del siglo, constituían el marco de plata de un cuadro alegre
que, no obstante, se desdibujó por completo en las primeras
décadas del siglo xix. Cuando Goya pintó sus obras más dra­
máticas, retrató de manera fidedigna una realidad apabullan­
te, tan grave y larga como la crisis que empezaba a desatarse
en su país. La rebelión de un hijo contra su padre se encarga­
ría de dar el puntillazo final al Imperio.

7 C. Seco Serrano, «El reinado de Fernando VII en el primer ciclo de la re­


volución contemporánea», en M. Artola, La España de Fernando VII, Madrid,
Espasa-Calpe, 2008, p. 16.
8 Ibid.

20
L a pe n ín s u l a ib éric a a c om ienzos del siglo XIX

El d r a m a de 1808

El príncipe de Asturias, aupado por sus partidarios, logró


en marzo de 1808 la abdicación de su padre, Carlos IV, y se
convirtió en Fernando VII, rey indiscutible de los españoles.
Los seguidores de Fernando VII habían logrado canalizar el
descontento, cansados de la gestión de un gobierno dirigido
personalmente por el Príncipe de la Paz, el ministro Manuel
Godoy, a quien culpaban de todos los males.
Frente a la amenaza circundante de las tropas francesas,
que en virtud del Tratado de Fontainebleau, de 1807, se halla­
ban en territorio español para intervenir en Portugal, y asu­
mida la imposibilidad de ofrecerles resistencia, Fernando VII
no halló más solución que buscar ante Napoleón el reconoci­
miento en el trono. Aunque el emperador contempló inicial­
mente la idea de restablecer en el poder a Carlos IV, abandonó
el proyecto, consciente de la impopularidad del destronado.
Tampoco, sin embargo, quiso reconocer a Fernando VII, que
recibió el apoyo de los ingleses en la sublevación contra su pa­
dre y cuya fuerza representaba un considerable peligro para
el imperio napoleónico.
Entre tanto, en Francia se contemplaba que fuera Luis, her­
mano de Napoleón, el nuevo rey español, mientras en Madrid
el duque de Berg, Joachim Murat, mariscal y lugarteniente del
emperador en la península, abrigaba la esperanza de ocupar
el trono. A finales de ese mes de marzo de 1808, Napoleón
reconsideró el proyecto de restablecer a Carlos IV, pero in­
trodujo un cambio singular: una vez de nuevo en el poder, lo
despojaría de él y le entregaría la corona a su hermano José
Bonaparte, rey de Ñapóles y de Sicilia. Cuando Fernando VII
comprendió que Napoleón no lo tenía entre sus planes, al
considerarlo tan enemigo como los ingleses que lo apoyaban,
decidió marchar hacia Bayona, adonde luego llegarían sus
padres, empujados por el emperador y por la maniobra que
tenía en mente. Antes de partir, Fernando VII constituyó en

21
i8io

Madrid una Junta Suprema de Gobierno que presidiría el in­


fante don Antonio.
A l parecer por reclamo de los reyes padres, los franceses
exigieron más tarde que el infante fuera enviado a Bayona.
El 2 de mayo en la mañana, cuando se disponía a embarcarse
en el coche de caballos, medio centenar de personas, al grito
de traición, penetró en el palacio. Los franceses ordenaron
reprimir el levantamiento y bajo sus balas cayeron una de­
cena de españoles entre muertos y heridos. A ello sucedió
una violenta reacción popular, manifiesta en ataques a los
franceses que se hallaban en las calles. Los episodios obli­
garon a Murat a desplazar a 30.000 hombres para enfrentar
a los madrileños sublevados, que alcanzaron rápidamente la
cifra de 20.000, y los sangrientos choques quedaron retra­
tados para la posteridad en las obras de Goya, en las que se
observa cómo comenzó el levantamiento contra los franceses
y cómo España comenzó su propia guerra de independencia.
Cuando los reyes padres llegaron a Bayona, Carlos IV ofre­
ció renunciar a la Corona a cambio de que fuera entregada
a su hijo Fernando. Napoleón, fiel a su plan, dejó claro que
el camino a seguir sería el trazado por él: que Fernando VII
devolviera el trono. El 6 de mayo, mediante una carta diri­
gida a su padre, Fernando VII renunció. Tiem po después,
Agustín Arguelles, la figura políticamente más influyente en
las Cortes de Cádiz que darían cuerpo a la Constitución de
1812, escribió sobre los rocambolescos episodios:

Un monarca [Carlos IV] jurado y obedecido con la mayor


fidelidad y respeto durante veinte años de tentaciones y pe­
ligros políticos; su heredero y sucesor en el trono [Fernando
VII]; los infantes y demás miembros de la familia real; dipu­
taciones de la nobleza, del clero, de los tribunales y consejos
supremos; y otras autoridades superiores; por miedo, por ha­
lagos, por amenazas, por seducción o cualesquiera otras cau­
sas que quieran alegarse para atenuación o disculpa, sin que

22
L a p e n ín s u l a ib éric a a c om ienzos dei. siglo XIX

hubiera intervenido ningún acto de violencia y coacción que


los obligara, acudieron a una ciudad [Bayona] de un reino
extraño. Reunidos en ella, consintieron, autorizaron, y, del
modo que pudieron, consumaron la entrega de su patria en
manos de un extranjero.9

El día anterior, el 5 de mayo, no obstante, Fernando VII
como rey había firmado sus dos últimos decretos: a través de
ellos otorgaba el ejercicio de la soberanía a la Junta Suprema,
fijaba el comienzo de las hostilidades para el momento en
que fuera puesto en territorio francés y ordenaba al Consejo
de Castilla que convocara a las Cortes con el único objeto de
defender el reino. La soberanía, en efecto, quedó en manos
de la Junta, pero presidida por Murat, cuyos hábiles movi­
mientos lo convirtieron en la suprema autoridad de españo­
les y franceses.
En la segunda semana de mayo, el Consejo de Castilla se
planteó el problema de las abdicaciones. En línea con la vo­
luntad de los invasores, «le parece que en ejecución de lo
resuelto por S. M. I. podía recaer la elección para rey de las
Españas en José Napoleón, rey de Nápoles».10 Días más tarde,
el propio Consejo lo proclamó rey.
Mientras ello ocurría, bajo la dirección de las capitanías
generales y las audiencias se sumaban otras poblaciones al le­
vantamiento de Madrid. Para ellas estaba claro que, ante las
abdicaciones de Bayona, la soberanía pasaba directamente
al pueblo, levantado en armas contra los invasores franceses.
Como consecuencia, se constituyeron con el paso del tiempo
18 juntas provinciales, representantes de la voluntad popular.
Napoleón, por su parte, escribió en esos días a su herma­
no José: «La nación, por medio del Consejo Supremo de Cas­
tilla, me pide un rey. Es a vos a quien destino esta corona.

9 Negro, op. cit., p. 62.


“’Artola, op. cit., p. 75.

23
i8 io

España no es el reino de Nápoles; se trata de once millones


de habitantes, más de 150 millones de ingresos, sin contar las
inmensas rentas y las posesiones de todas las Américas»,11 y a
continuación le señalaba el primero de ju n io para que se pre­
sentara en Madrid. Cinco días después, el emperador firmó
el decreto en el que «hemos resuelto proclamar, como Nos
proclamamos por las presentes, Rey de España y de las In­
dias a nuestro muy amado hermano José, actualmente rey de
Nápoles y de Sicilia».'* Aunque lo proclamó en nombre pro­
pio, argumentó que era a solicitud de laju n ta de Estado y del
Consejo de Castilla, que pedían «que se pusiese prontamente
término al interregno»'3 provocado por las abdicaciones.
El emperador suscribió una proclama por medio de la
cual convocó a una asamblea integrada por españoles. Tras
haberse constituido en Cortes, la asamblea elaboró la llama­
da Constitución de Bayona. El 8 de ju lio de 1808, José Bona-
parte se presentó para jurar: «El monarca, el de ser fiel a la
Constitución; los diputados, el de ser fieles al rey».'4 Como
consecuencia, Fernando VII y los infantes fueron puestos en
cautividad en el castillo francés de Valengay, donde el empe­
rador les impuso que juraran fidelidad al nuevo monarca.
Fernando VII y su séquito firmaron, además, cartas de felici­
tación al nuevo rey y al emperador.

La g u e r r a d e in d e p e n d e n c ia

Entre tanto, la resistencia, por medio de las juntas provincia­


les, declaraba la guerra y el territorio peninsular se sumía en
un conflicto en el que las operaciones españolas estaban diri-

"Ib id ., p. 95.
12Ibid., p. 96.
13Ibid., p. 96.
14Ibid., p. 100.

24
I.A PENÍNSULA IBÉRICA A COMIENZOS DF.I. SIGLO XIX

gidas a buscar la independencia de Francia. Mientras España


se negaba a reconocer al nuevo soberano, éste constituía una
corte, compuesta por los afrancesados, hombres que le juraron
fidelidad y ocuparon los cargos administrativos y políticos,
tras entender que lo que sucedía en el reino no era sino «un
cambio de dinastía aprobado por los soberanos legítimos».15
La península, ocupada por los franceses y por las fuer­
zas de la resistencia española que se distribuyeron por el te­
rritorio, empezó a vivir su propia guerra de independencia.
Ante el invasor, los llamados afrancesados — convencidos de
que la aceptación de la nueva dinastía no debería significar
la desmembración del país— , los absolutistas — que preten­
dían el restablecimiento del régimen borbónico en condicio­
nes similares a las del pasado— y los liberales — decididos a
implantar un nuevo modelo de Estado que rompiera con el
absolutismo— encontraron un punto en común: la expulsión
del enemigo para independizarse de Francia.
El naciente gobierno, bajo José I, se encontró con graves
problemas financieros, producto de una hacienda en estado
deplorable. La necesidad era obvia para el nuevo monarca:
requería dinero y soldados para mantenerse en el poder, aun­
que Napoleón se negara a ello, convencido de que la guerra
debía alimentar la propia guerra.
Los franceses desplazaron 110.000 hombres al campo de
batalla, mientras el ejército español destinó 100.000. N apo­
león, em pecinado en sostener que el levantamiento era el
simple producto de una nueva guerra dinástica, estaba segu­
ro de que la superioridad numérica de sus fuerzas sería sufi­
ciente para aplacar al enemigo; pero a comienzos de agosto
de 1808, cuando el gobierno inglés atendió las peticiones de
las juntas españolas y dispuso una división para combatir a
los franceses, la situación se le complicó. En el otoño, com o

15Ibid., p. 239.

25
i8 io

respuesta, puso en marcha 250.000 hombres de refuerzo. El


emperador también quería resarcirse de la derrota sufrida
por sus soldados en la batalla de Bailén, acaecida a mitad
ju lio y en la que más de 17.000 combatientes suyos tuvieron
que rendirse.
Las juntas supremas, constituidas en poder soberano, die­
ron pronto origen a la Junta Central, que se reunió por pri­
mera vez en septiembre de 1808 para asumir la soberanía na­
cional. Tras algunos meses de funcionamiento, la institución
albergó la gestación de las Cortes, a pesar de la oposición de
los ingleses, que veían en el empeño una distracción sobre
la tarea fundam ental en que estaban empeñados: arrojar a
los ejércitos franceses de la península. A finales de enero de
1809, la Junta Central se dirigió a la isla de León, en Cádiz,
donde tomaría forma la convocatoria de las Cortes, con el
propósito de elaborar una constitución, una idea que desde
el levantamiento animaba el espíritu rebelde.
El 2 de diciembre de 1808, Napoleón conquistó Madrid,
y tras la capitulación de la junta suprema local, restableció
tiempo después a su hermano José en el trono, que se había
refugiado en Vitoria tras huir de Madrid después de la bata­
lla de Bailén. «Le he encontrado mal»,16 dijo el emperador
sobre su hermano, quien pretendía cierta independencia con
respecto a Francia, según constató luego de reunirse con él
en Vitoria. «Es preciso que España sea francesa — le comuni­
có— . Para Francia es para lo que hemos conquistado España
[...] Soy francés por todos mis afectos, al igual que lo soy por
deber [...] No busco tnás que la gloria de Francia [...] No se
trata de volver a empezar aquí [la historia] de Felipe V».17
No fue extraño, por lo tanto, que Napoleón se hiciera cargo
del ejército y actuara como rey hasta su salida de Madrid el 22
de diciembre. Había entendido que su hermano le devolvía la

,(i Ib id., p. 258.


Ibid.

26
La pe n ín s u l a ib é r ic a a co m ienzo s del s ic i .o XIX

corona, al no complacerle en la búsqueda de la unidad políti­


ca con Francia. Después de abandonar la ciudad, José Bona-
parte volvió a convertirse en José I. Había recobrado la Coro­
na por voluntad de su hermano. No obstante, como percibió
enseguida, tenía que convivir con los hombres que Napoleón
conservaba en Madrid, dotados de poder y a quienes el monar­
ca comunicaba directamente sus instrucciones, con evidente
interferencia sobre los planes del rey restablecido. Para José I
la Constitución de Bayona era la fuente de sus derechos y obli­
gaciones, pero para Napoleón lo era el derecho de conquista,
y sus hombres quedaban allí para hacerlo efectivo.
La guerra, sin embargo, no estaba ganada, pese a la entra­
da triunfal en Madrid. Los ejércitos franceses no dominaban
más provincias que seis meses antes, pero obtendrían una
serie de triunfos a lo largo de los siguientes tres años.
Tras la victoria en otro campo de batalla, a mediados de
1809, en Wagram sobre los austríacos, más el triunfo obteni­
do en O caña en noviembre y la posterior invasión a Andalu­
cía, el emperador no parecía ver otro enemigo que el ejército
inglés refugiado en Portugal. En febrero de 1810 estableció
una estructura militar sobre los territorios del norte penin­
sular que, a juicio de la corte del rey José, representaba una
clara desmembración de España. El emperador, sin embar­
go, aducía argumentos económicos: «No puedo continuar
costeando los gastos de mi ejército en España. Deseo que la
administración del país conquistado esté en manos de los ge­
nerales que mandan en la provincia, a fin de que todos los
recursos se apliquen a los gastos del ejército».18 En la prácti­
ca, constituyó una especie de virreinato, paralelo a la corte y
a su propio hermano, cuyo mando militar se redujo al centro
de la península. Com o reacción, se decidió convocar a las
Cortes josefinas, con la intención de legislar para la totalidad

18Ibid., p. 265.

27
i8 io

del país y crear la sensación de que quien gobernaba era José


I y no los generales del emperador.
Mientras en la Nueva Granada los sucesos de ju lio de 1810
ocupaban la atención, José I enviaba a París a su esposa, la
reina Julia, con el propósito de convencer al emperador de la
urgente necesidad de revocar los edictos imperiales y de ha­
cerle saber su intención de abdicar si no se plegaba a su solici­
tud. Pero Napoleón, que conocía a la perfección el tempera­
mento de su hermano, hizo caso omiso de la embajada de la
reina. Durante los siguientes meses, José I se dedicó a evitar
la desmembración de España, pretendida por su hermano,
hasta conseguir que el emperador cediera en sus planes. Se
mantendría la integridad de la península si las Cortes reuni­
das en Cádiz reconocían la Constitución de Bayona; pero si
llegara a fracasar en la misión, se consideraría libre de todo
compromiso con relación a España y, a cambio, convocaría
las Cortes josefinas.

L a s C o r t e s de C á d iz

Las Cortes de Cádiz fueron el resultado del trabajo de una


nueva junta, creada antes de disolverse la Central, en la que
algunos miembros, contrarios a la nueva institución, decreta­
ron la creación de una regencia, en ausencia del rey legítimo,
a la que traspasaron el poder. El Consejo de la Regencia se
instaló en enero de 1810 y se proclamó receptor de la sobera­
nía en mensaje dirigido a los españoles americanos. Con el
paso de las semanas la regencia, no obstante, se plegó a los
deseos de los diputados recién llegados a Cádiz y promovió
la idea de convocar a los españoles bajo una representación
de tipo estamental. A mediados de agosto se acordó que la
regencia presidiría la sesión inaugural de las Cortes, que ten­
dría lugar en el momento en que se hallaran en Cádiz la ma­
yoría de los diputados. Fue cuando surgió el problema de la

28
La p e n ín s u l a ib é r ic a a co m ienzo s DEL siglo XIX

representación de los españoles americanos, que tardarían


en llegar, y la de las provincias peninsulares ocupadas por los
franceses. Se opjtó por el sistema de suplencias y se estableció
la manera de elegirlos. El número de suplentes se fijó en 53,
de los cuales 30 representaban a los americanos.
Desde febrero de 1810, cuando, se convocaron las Cortes,
los españoles americanos fueron invitados a elegir diputados,
pero se temió que la representación de las Indias fuera su­
perior a la peninsular, al contar con mayor número de ha­
bitantes. La desconfianza obligó a determinar un cupo in­
ferior, mediante el sistema temporal de suplencias, bajo el
argumento de que no había suficiente tiempo para organizar
las elecciones en Am érica y los elegidos tardarían demasiado
en arribar a Cádiz.
Cuando posteriormente los españoles americanos llega­
ron a Cádiz, presionaron para que las Cortes los declararan
iguales a los españoles peninsulares y para que se promulga­
ra una amnistía a favor de los insurrectos. Tras largas dila­
ciones, las Cortes admitieron la igualdad entre unos y otros,
pero excluyeron a la población negra y convinieron en poner
más atención al bienestar de los habitantes en América. Al
aceptarse finalmente el principio de igualdad, surgió como
consecuencia una serie de debates donde se discutió el pro­
blema emergente de la representación. Se decidió, por últi­
mo, hacer efectivo el principio de la igualdad pero con apli­
cación futura, y se mantuvo en firme la postura frente a la
población negra.
La permanente sospecha en torno a los movimientos de
los diputados americanos puso en evidencia la desconfianza
existente con respecto al rumbo que podía tomar la igual­
dad de representación y la repercusión que ella tenía sobre
las pretensiones de los americanos insurrectos.19 A pesar de

‘9Costeloe, op. cit., p. 176.

29
18 1o

la estirpe liberal de las Cortes, fue ostensible el recelo hacia


las opiniones provenientes de Am érica y la discriminación
de que fueron objeto las propuestas de sus diputados. Las
decisiones se tomaron mayoritariamente en virtud de la con­
veniencia peninsular, sin contemplar ni atender las circuns­
tancias propias y específicas de los territorios americanos.
Prevaleció la óptica de la metrópoli.
Una queja recurrente en las Cortes, por parte de los dipu­
tados de Indias, se originaba en la discriminación que sufrían
los españoles americanos en el acceso a la administración
colonial. Mientras los funcionarios peninsulares ocupaban
los cargos de importancia, los criollos debían limitarse a los
puestos bajos y someterse al trato vertical. El resentimiento
entre los criollos no pareció comprenderse del todo: en al­
guna ocasión se adujo que el problema radicaba en la cali­
dad de los funcionarios enviados desde la metrópoli. Con los
años, no obstante, se introdujeron cambios favorables para
mejorar y aumentar la participación de españoles america­
nos en la administración. Más adelante, de los 40 miembros
del Consejo de Estado, 12 serían españoles americanos.
La regencia, por su parte, les permitiría el acceso a instan­
cias ministeriales altas. En 1814, bajo el reinado de Fernando
VII, se nombró ministro de Estado al duque de San Carlos,
nacido en Lima, y ministro de Ultramar a un español nacido
en México. Y el Consejo de Indias se restableció ese mismo
año, con la presencia de cinco españoles americanos. Aparte
de ello, desde 1812, los diversos gobiernos introdujeron cam­
bios en la administración, como las reformas provinciales y
municipales, con el objeto de atender las inquietudes ame­
ricanas. En la mayoría de las ocasiones, sin embargo, las re­
formas quedaron en suspenso, apagadas por la fuerza de los
acontecimientos políticos peninsulares, cuando no por la re­
sistencia de los propios funcionarios españoles a implantarlas.
El trato residual al problema americano, dominado ade­
más por el desconocimiento de la realidad de América en la

30
L a pe n ín s u l a ib é r ic a a co m ienzo s dei. s ig i .o XIX

metrópoli, se resolvía con pasos inseguros, dados de la mano


de quienes buscaban proteger sus propios intereses. Desde
el principio, por lo tanto, no hubo claridad acerca de cómo
abordar funcionalmente la situación en las colonias. El régi­
men liberal abolió el Consejo de Indias y creó el Ministerio
de Ultramar. Luego, con el retorno de Fernando VII en 1814,
se restableció de nuevo y se creó además el Ministerio Univer­
sal de las Indias que, al año siguiente, dejó de existir. Y aun­
que se restableció el Consejo de Indias, la responsabilidad
sobre Am érica pasó más tarde al ministro de Estado. Era tal
la desorganización y el caos burocrático que incluso llegó a
proponerse, aunque sin éxito, un consejo real y una suprema
corte para América.
El puerto de Cádiz, lugar de reunión de las Cortes, consti­
tuía un centro de múltiples intereses, pero todos ellos coinci­
dentes en lo fundamental: el comercio con los territorios de
ultramar. Albergaba a los comerciantes más poderosos de la
península, que ejercieron a lo largo de muchos años presiones
ineludibles y determinaron una buena parte del rumbo de la
política con respecto a la Am érica española. Nunca acepta­
ron que España fuera impotente ante la problemática ame­
ricana, y su arrogancia y desdén frente a lo que ocurría allí
los llevó a creer que la lealtad de los territorios de ultramar
se recuperaría con el tiempo.20 En consecuencia, muchas de
las reformas que se intentaron fracasaron ante la resistencia
de los comerciantes establecidos en Cádiz, de quienes, inva­
riablemente, los diversos regímenes de la metrópoli depen­
dieron de manera recurrente. Algunos beneficios que quiso
establecer la administración liberal a partir de 1812 a favor
de los americanos cayeron por tierra ante su presión. Y en
los intentos de Fernando VII por pacificar militarmente los
territorios ultramarinos, prevalecieron sus intereses.

' Ibid., p. 216.

31
i8io

/
Fueron precisamente los comerciantes establecidos en Cá­
diz, la principal plaza comercial en tiempos coloniales, quie­
nes aportaron los primeros fondos para intentar la pacifica­
ción de la Am érica española y preservar asi el comercio con
tales territorios.21 El Consulado de Cádiz, tras lograr la acep­
tación de la regencia que se constituyó allí en 1809, estable­
ció una ju n ta de comerciantes que asumió funciones bajo el
nombre de Comisión de Reemplazos de Cádiz, también co­
nocida como Comisión de Reemplazos de América. Sus fun­
ciones consistieron en mantener abiertos los canales con los
mercados americanos y aprovechar los desplazamientos de
las naves de guerra españolas para custodiar sus mercancías,
amenazadas por los corsarios. Con el tiempo, la Comisión se
constituyó en el eje fundamental de las expediciones milita­
res contra los rebeldes americanos, y sus actuaciones, perma­
nentemente limitadas por la escasez de recursos, fueron res­
paldadas por todos los regímenes españoles, tanto liberales
como absolutistas, hasta materializarse la independencia de
América.
A lo largo de su historia, las fuentes de financiación de la
Comisión de Reemplazos se vieron mermadas por la guerra
contra Francia, por la depresión del comercio, por la caída
de la recaudación de las tesorerías de la Real Hacienda colo­
nial a causa del conflicto y, en suma, por la crítica situación
económica que padeció España entera durante más de dos
décadas. La Comisión tuvo que enfrentar, amén de la escasez
de recursos, la dispersión de suministros militares y los cons­
tantes cam biosjurisdiccionales. La insuficiencia de dinero se
paliaba la mayoría de las veces con préstamos particulares,
concedidos con elevados intereses. La Comisión, sin embar­
go, despachó 30 expediciones entre 1811 y 1820, financiadas

21 C. Malamud, Sin marina, sin tesoros y casi sin soldados. La financiación de la


reconquista de América 1810-1826, Santiago, Centro de Estudios Bicentenario,
2007, p. 53.

32
L a pe n ín s u l a ib é r ic a a com ienzo s dei. s iglo XIX

en buena parte con recursos privados. Los préstamos volun­


tarios, concedidos por los comerciantes establecidos en Cá­
diz, llegaron a representar hasta un 54% del total recibido.22
Aun cuando al crearse la Comisión se creyó que sus ope­
raciones serían financiadas con recursos provenientes de la
propia América, fueron los peninsulares quienes cargaron
con el mayor gasto en el intento pacificador. Mientras las co­
lonias aportaron un 25%, lo restante fue sufragado por la
metrópoli.23

L a C o n s t it u c ió n d e C á d iz

Al momento de instalarse las Cortes de forma unicameral,


a comienzos de 1811, se agravaron los problemas con la re­
gencia, que abandonó el salón de sesiones tras presentar su
renuncia como producto del enfrentamiento con la nueva
institución. Las Cortes, que «reconocen, proclaman y juran
de nuevo por su único y legítimo señor don Fernando VII
de Borbón»,24 sacaron adelante una nueva Constitución: la
de 1812, conocida como La Pepa. En ella se determinó que
la soberanía estaría representada por la nación, que es «la
reunión de todos los españoles de ambos hemisferios»; limitó
el absolutismo monárquico a través de la división de poderes;
fijó las atribuciones al rey, en quien recaía el poder ejecutivo;
atribuyó a las Cortes el poder legislativo, mediante un siste­
ma de elección nacional, proporcional y basado en la pose­
sión de rentas anuales, e implantó un nuevo sistema judicial.
La Constitución, aunque no abolió la nobleza, extinguió el
régimen señorial, raíz de su poder económico — sin hallar
mayor resistencia entre los diputados nobles— , suprimió la

22IbicL, p. 101.
23Ibid., p. 148.
24Artola, op. cit., p. 363.

33
i8io

Inquisición, estableció una clara defensa del derecho de pro­


piedad y fijó la proporcionalidad en los impuestos.
La Constitución dio forma así a un Estado liberal, cuyo
articulado tendría que llevarse a la práctica en los siguientes
meses en medio de un territorio dividido y un nuevo gobier­
no sin recursos, como consecuencia de los gastos de la guerra
de independencia. Con el propósito de extinguir la deuda
pública y restablecer el crédito, se aprobaron medidas como
la desamortización civil y eclesiástica. El rechazo de la Iglesia
fue evidente y contribuiría al fracaso de la política liberal dos
años después.
Los diputados americanos en las Cortes, permanentemen­
te observados con sospecha por los peninsulares, demanda­
ron reformas en el campo tributario, en materia de m ono­
polios, en la agricultura y en la distribución de la tierra. Los
tributos indígenas fueron abolidos en marzo de 1811 con la
intención de obtener su lealtad a la Corona y, en noviembre
de 1812, se suprimió la mita, establecida a finales del siglo
xvi; pero las dificultades financieras obligaron más tarde, en
1815, bajo el reinado de Fernando VII, a reintroducir parcial­
mente los tributos, a manera de contribución, con el pretexto
de que era injusto mantener distinciones entre indios y espa­
ñoles.
En cuanto a los monopolios, cuya abolición solicitaron los
diputados americanos, se obtuvieron algunas ventajas. Fue
eliminado el monopolio sobre las minas de mercurio, y en
febrero de 1812 fueron abolidos los de cuero, aluminio y plo­
mo para Nueva España, y, poco antes de que se viniera abajo
el régimen liberal, se decidió poner fin al del tabaco, aunque
la medida no se llevó a cabo. En cualquier caso, y pese al op­
timismo de algunos sectores, las reformas no contribuyeron
a frenar la insurgencia en las colonias, ni en ese momento ni
con posterioridad, cuando se hicieron nuevas promesas con
dicho fin. Reformas prometidas tanto por el Estado liberal
como por el Estado absolutista nunca llegaron a cumplirse.

34
La pe n ín s u l a ib é r ic a a c om ienzos d ei . siglo x ix

De otro lado, una política basada en concesiones fue casi siem­


pre descartada al argumentarse que podría ser entendida
por los americanos insurrectos como signo de debilidad.
Por otra parte, la guerra contra Francia había adquirido
desde comienzos de 1809 un nuevo perfil con la creciente
movilización de españoles, configurada en forma de guerri­
llas, qtie dio lugar al desarrollo de una guerra irregular en
un territorio ocupado por 300.000 franceses que combatían
a unos ejércitos españoles qtie no superaban la tercera parte,
incluidos los 50.000 soldados ingleses. Estos, bajo el mando
del general A rthur Colley Wellington, no obstante, habían
logrado derrotar al ejército francés a mediados de 1812 en
la batalla de los Arapiles, que abrió el paso hacia Madrid,
centro neurálgico del dominio napoleónico. Al poco tiempo,
el 12 de agosto, el comandante irlandés penetró en Madrid
y obtuvo su capitulación. Cuando luego reemprendió el ata­
que contra las tropas francesas en Portugal, la contraofensiva
francesa avanzó sobre el centro de la península, qtie concluyó
con el retorno de José I a Madrid.
A lo largo de 1812, en medio de los absorbentes sucesos
peninsulares, se recibía información contradictoria desde
Am érica, con lo cual no había claridad sobre el significado
real de los movimientos rebeldes. Pero ya desde 1810 el fenó­
meno era conocido: el Consejo de Indias, en noviembre de
ese año, llegó a estimar que lo que ocurría en Buenos Aires
no era motivo de alarma. De ahí, cómo no, que las respues­
tas de la metrópoli fueran dubitativas y confusas, una carac­
terística que se prolongó recurrentemente durante muchos
años.
Aparte de que los asuntos americanos no constituían prio­
ridad en la península, dada la magnitud de la guerra contra
Francia, la distancia y el retraso en conocer los hechos im­
pedían estar al día en los episodios americanos y abordarlos
adecuadamente. Aunque se desconoce con exactitud cuándo
se supo en la península de los eventos ocurridos en Caracas

35
i8io

en abril de 1810, el tema se tocó oficialmente por el Consejo


de Indias por primera vez en el mes de ju lio.25
En otras ocasiones, el problema americano aparecía mini­
mizado en la península. La regencia, constantemente apática,
dio poca importancia al desarrollo de los acontecimientos en
Nueva España, al recibir la información en los primeros meses
de 1811. Y la Gaceta, su medio de difusión, se limitó por largo
tiempo a informar que los rebeldes americanos eran una mino­
ría negligente que no representaba al conjunto de la sociedad.26
A pesar de que la regencia también contaba con información
proveniente de Montevideo y de Río de Janeiro, sobre la ayuda
inglesa a los insurgentes de Buenos Aires,27 pareció ignorarlo,
en una actitud comprensiva para algunos, ante una Inglaterra
que combatía a su lado para expulsar al invasor francés.

La r e s t a u r a c ic ín d e l a b s o l u t is m o

A finales de 1812 se produjo el desastre napoleónico en Ru­


sia, cuando perdió medio millón de hombres en el intento
de apoderarse de esa nación. La derrota distrajo la atención
del emperador sobre la península, obligado además a levan­
tar un nuevo ejército para continuar su campaña contra los
aliados en Europa. José I se vio obligado a enviar a Francia
un tercio de las tropas y debió cumplir también la orden de
trasladar el cuartel general a Valladolid en marzo del año si­
guiente. Wellington, que había sido nombrado jefe supremo
de los ejércitos españoles, se acercó a la ciudad el 3 de junio.
Ante el peligro, José I ordenó la evacuación de Valladolid, y
dos semanas más tarde, frente a un ejército francés disminui­
do, las tropas hispano-inglesas, después de algunos combates

2r,Costeloe, op. cit., p. 27.


2hIbid., p. 32.
27Ibid., p. 42.

36
L a pe n ín s u l a ibérica a com ienzo s df.i . siglo XIX

en la denominada batalla de Vitoria, cerraron el paso de la


principal ruta hacia Francia.
Napoleón decidió entonces reorganizar las fuerzas france­
sas en el segundo semestre de 1813 bajo el mando del duque de
Dalmacia, pero esta vez para confiarle la defensa del territorio
francés, consciente de que el trono de su herm anojosé y el sue­
lo español no serían suyos. Encargó a su hombre en España,
al conde de La Forest, negociar con Fernando VII el regreso
al trono a cambio de que los ingleses abandonaran la penín­
sula. Para el mes de noviembre, la guerra estaba prácticamen­
te perdida, tras la recuperación española del oriente penin­
sular, que condujo a la firma, un mes después, del Tratado de
Valengay. En éste, Napoleón reconoció a Fernando VII como
rey de España y de las Indias, con las condiciones de que res­
petara a los españoles que habían seguido a José I, de que
pagara una renta a los reyes padres y de que suscribiera un
tratado comercial con Francia.
El inminente regreso de Fernando VII movilizó a los abso­
lutistas, contrarios a la posibilidad de que el monarca jurara
la Constitución de Cádiz, condición que las Cortes imponían
para su restablecimiento en el trono. El 15 de marzo de 1814,
Fernando VII entró en Valencia, donde recibió la Constitución,
junto con el Manifiesto de los Persas, firmado por 69 diputados
absolutistas, en el que pedían nuevas Cortes y la suspensión de
los efectos de la Constitución de 1812, en un claro propósito
de romper con el Estado liberal concebido en Cádiz dos años
atrás. A comienzos de mayo, Fernando VII, aparentemente res­
paldado por el pueblo español, expidió un decreto mediante el
cual justificaba la vuelta atrás en el proceso político seguido por
España en los últimos seis años. Según él, había sido despojado
de la soberanía por las Cortes de Cádiz, ctiando «fui privado de
mi libertad y de hecho del gobierno de mis reinos».28

“"Artola, op. cit., p. 408.

37
i8io

Com o consecuencia, disolvió las Cortes, ordenó la deten­


ción de los liberales )Mnás tarde la persecución de los afran­
cesados. Suprimió las diputaciones provinciales y el 20 de ju ­
lio de 1814, cuando se cumplían cuatro años de los hechos
acaecidos en Santa Fe que condujeron a la constitución de
la Junta Suprema del Nuevo Reiruo de Granada, extinguió
la Secretaría de Gobernación de la Península, órgano vital
en el impulso del ideario liberal. Tiem po después restableció
la Junta Suprema de Estado, creada por Carlos III en 1787,
una especie de consejo real, y revivió el Consejo de la Inqui­
sición y el de las Ordenes Militares. Restableció, igualmente,
las pruebas de nobleza para el ingreso en los ejércitos, con lo
cual no sólo le devolvió su vieja estructura estamental, sino
que marginó a los militares que habían hecho carrera por
sus méritos en la lucha contra la invasión francesa. Y moderó
algunas de las normas que las Cortes habían elaborado para
eliminar los privilegios de la nobleza y el clero.
Su gestión política careció desde el principio de una con­
tinuidad favorable a los cambios reimplantados. Equipos
ministeriales inestables, producto de la desconfianza y de la
influencia que ejercían los hombres más cercanos a él, cono­
cidos como la camarilla, no encontraron el terreno propicio
para llevar adelante una política certera y permanente entre
1814 y 1820, en un país además arruinado por la guerra y la
ocupación. Paralizados la agricultura, la industria incipiente
y el comercio, España había acumulado al final de la guerra
una deuda nacional por atrasos de tesorería en los seis años
anteriores equivalente a casi la tercera parte del total gene­
rado desde Carlos V. Fernando VII se encontró, además, con
un déficit presupuestal de casi un 40%, que se incrementó
hasta llegar prácticamente hasta el 50% en los siguientes cua­
tro años.
Com o si fuera poco, a la situación económica interna se
sumaron los efectos de la depresión mundial, que, iniciada
en 1810, se prolongaría hasta 1830. Notable por el derrumba-

38
L a p e n ín s u l a ib é r ic a a c om ienzos p e í . s ig i .o XIX

miento de los precios, especialmente entre los años de 1812 y


1814, trajo consigo la paralización de la actividad productiva,
que perduró por largo tiempo.
Los apuros financieros fueron la constante más severa du­
rante los años de la primera etapa absolutista de Fernando
VII, pese a que a partir de 1817 se intentaron obtener recur­
sos con el establecimiento de una contribución directa y una
política de reducción de gastos, además del establecimiento
de medidas destinadas a arreglar la deuda pública. De ahí
que los intentos por controlar la situación de insurrección
en la Am érica española resultaran vanos. Ante la demanda
insatisfecha de suficientes recursos para conseguirlo, resulta­
ba imposible contener el movimiento independentista. Tam­
poco, claro está, había una comprensión objetiva de cuanto
sucedía allí: al proclamarse la restauración del Antiguo Ré­
gimen en 1814, el ministro de Ultramar afirmó que el pro­
blema americano era una cuestión de ingratitud, mientras
en una sesión del Consejo de Indias, en octubre del mismo
año, se dijo que quienes estaban empeñados en la insurgen-
cia americana constituían un «club de villanos».29

La p o l ít i c a ex t e r io r borbcinica

Tras concluir la guerra de independencia contra Francia, Es­


paña debió reubicarse en el contexto internacional, donde só­
lo había tenido relaciones de importancia con Gran Bretaña,
por el apoyo recibido contra el invasor francés. Fernando VII,
una vez que Napoleón abdicó en abril de 1814 y se inició el
reordenamiento europeo, pretendió algunas reivindicaciones
territoriales dentro del continente americano, como la devo­
lución de Luisiana, que estaba en poder de Estados Unidos

29Costeloe, op. cit., p. 35.

39
i8io

desde 1803. Quería, así mismo, resolver la cuestión sucesoria


de los ducados italianosrJograr el retorno de los tesoros artís­
ticos robados por los franceses durante la guerra y conseguir
indemnizaciones por la ocupación.
Durante el Congreso de Viena, en diciembre de 1814, sur­
gió el tema de la abolición del comercio de esclavos, promo­
vido por Inglaterra, que contaba con fuertes reticencias por
parte de España, Portugal y Francia. En enero de 1815, no
obstante, se logró una condena unánime al tráfico y se acor­
dó su abolición sin determinar los plazos en virtud de la pre­
sión ejercida por España y Portugal. Al mes siguiente partió
de Cádiz la expedición del general Pablo Morillo, con cerca
de 10.000 hombres, destinados a poner fin al gobierno revo­
lucionario de Buenos Aires. La expedición — la más costosa
hasta entonces— , gestionada bajo la órbita logística de la C o ­
misión de Reemplazos, estaba compuesta parcialmente por
soldados que habían participado en la lucha contra el invasor
francés. A última hora fue desviada hacia Venezuela, pero
terminó en la Nueva Granada.
Desde cuando la participación inglesa en la guerra de Es­
paña contra Francia generó suficiente confianza entre las au­
toridades peninsulares, se efectuaron varios intentos para que
Inglaterra mediara en el conflicto colonial. Los ingleses de­
mandaron a cambio la abolición del monopolio mercantil con
ultramar, en contra de los intereses de los comerciantes gadita­
nos, pero sólo se llegó a un acuerdo a mediados de 1814. Si los
ingleses cumplían las regulaciones trasatlánticas y aseguraban
que dejarían de ayudar a los rebeldes americanos a través del
suministro de municiones, se les daría el trato de nación más
favorecida en materia comercial.
Casi tres años más tarde, en 1817, España firmó un trata­
do por el que suprimió el comercio de esclavos al norte de la
línea ecuatorial y se comprometió a hacerlo general a partir
de 1820. En retribución, recibió de Inglaterra 400.000 libras
esterlinas, con las que se pagarían los vetustos barcos adquiri­

40
La pe n ín s u l a ib é r ic a a c om ienzos OKI. siglo XIX

dos a Rusia para la campaña en Am érica contra los insurgen­


tes, después de que la expedición del general Morillo hubiera
consumido prácticamente la totalidad del transporte dispo­
nible. La supresión del tráfico de negros respondía a una de
las condiciones que Inglaterra había impuesto a España para
intervenir entre la Corona y los americanos insurrectos.
Fernando VII, que ansiaba una estrecha colaboración in­
glesa desde cuando recuperó el trono, también reclamaba
el uso de la fuerza si fuera necesario. Para el régimen abso­
lutista estaba claro que se trataba de una guerra civil a gran
escala que debía ser apaciguada por medios militares. Como
lo expresó el Consejo de Indias en noviembre de 1816, los re­
beldes carecían de respaldo popular y podían ser sometidos
por la fuerza;303
1pero la potencial ayuda británica descartaba
cualquier solución de fuerza y, en cambio, la condicionaba
a la concesión de una amnistía general a los insurrectos, al
reconocimiento de la igualdad absoluta entre peninsulares y
americanos y, sobre todo, a la apertura del comercio ameri­
cano a otras naciones. Eso era algo impensable para España,
como se lo hizo saber en agosto de 1818 a Fernando VII el
marqués de Casa Irujo, ministro de Estado, al expresarle que
el comercio exterior era «el vehículo de las revoluciones».3'
El mismo día en que Fernando VII obtuvo una indemniza­
ción para reparar las fortalezas destruidas durante la guerra
de independencia con la firma del segundo Tratado de París,
suscrito el 20 de noviembre de 1815, se constituyó la Santa
Alianza, encargada de tutelar a Francia. La Santa Alianza,
compuesta por las naciones más poderosas de Europa, le
abrió a Fernando V lfu n nuevo frente para buscar la pacifica­
ción en América, dada la negativa de Inglaterra a intervenir
militarmente en el conflicto; pero fue con la invasión por­
tuguesa al Río de la Plata y la insurrección en Pernambuco,

30Ibid., p. 39.
31 Ibid., p. 46.

41
i Si o

en 1817, cuando halló un pretexto valioso para reclamar del


pacto europeo la unidad necesaria que pusiera fin a la revo­
lución en América.
España trató inútilmente en 1818, a través del congreso de
Aquisgrán, de alcanzar su com etido.^! acuerdo logrado allí
por las cinco naciones, reflejo de la irreductible posición bri­
tánica, ofrecía la mediación colectiva únicamente bajo la for­
ma de los buenos oficios, sin que se aceptara ninguna san­
ción militar ni económica en cualquier intento pacificador.
Fernando VII descartó tal mediación, convencido más que
nunca de que la solución armada acabaría con el conflicto
colonial. Para ello se puso en marcha el montaje de una nue­
va expedición, la llamada Gran Expedición, cuya partida des­
de Cádiz se frustró en medio de los nuevos acontecimientos
políticos acaecidos en la península, en los que los propios
expedicionarios estuvieron envueltos.

El t r ien io liber al

El malestar entre las tropas que embarcarían hacia Am éri­


ca propició el levantamiento de Rafael del Riego y condu­
jo a la suspensión de la expedición, un proyecto que había
sido constantemente aplazado por falta de recursos. A ello se
sumó con posterioridad la supresión de la Comisión de Re­
emplazos. Con ello, el nuevo régimen liberal parecía no que­
rer apostar más por la recuperación militar de los territorios
americanos. Poco se recordaba entonces que fue durante la
primera etapa del Estado liberal cuando se empleó por pri­
mera vez en el siglo x ix el uso de la fuerza contra la América
española.
Cuando el primero de enero de 1820 Riego proclamó la
Constitución de 1812, habían corrido seis años de insatisfac­
ción militar, debido tanto al restablecimiento de las pruebas
de nobleza por Fernando VII para ingresar en el ejército

42
La pe n ín s u l a ib é r ic a a c om ienzos df.i . siglo XIX

como al hecho de haber m arginado a aquellos oficiales que


habían defendido el primer régimen liberal. Y también ha­
bían corrido seis años de persecución a los liberales.
En el levantamiento militar, conocido como el pronuncia­
miento, y en cuya gestación habían intervenido desde la maso­
nería hasta un barbero que hizo parte de una conspiración
en 1816 para tratar de asesinar a Fernando VII, la proclama
de Riego constituyó la bandera política. En ella, al tiempo
que se reclamaba un gobierno moderado, se hacía referencia
a los problemas del embarque de la Gran Expedición. Se dijo
que, al realizarse en barcos sin condiciones, peligraría la vida
de los militares.
Meses más tarde, el nuevo régimen concedió un perdón
general a todos aquellos americanos que aceptaran la Cons­
titución de 1812, y desde la propia ciudad de Cádiz, Antonio
Alcalá Galeano, figura clave del liberalismo peninsular, invi­
tó en un discurso a reconocer la independencia americana.
Los comerciantes gaditanos, que resentían el llamado, pare­
cían no darse cuenta de que la Comisión de Reemplazos ha­
bía llegado a su fin y de que el puerto, tan opulento y altivo
en el pasado, era apenas un pobre recuerdo de la grandeza
imperial.
Se inició entonces una nueva etapa marcada por el estado
lamentable de las finanzas, semejante al de los años anterio­
res, cuando la península notaba cómo descendían paulatina­
mente los ingresos provenientes de las colonias. En 1819, los
caudales remitidos desde estas últimas apenas representaban
un 4,5% del total de los* ingresos, mientras entre 1803 y 1806
habían llegado a ^uperar en promedio el 12%.32
La ausencia de una respuesta eficaz ante el pronuncia­
miento militar, por otra parte, motivó la extensión del movi­
miento revolucionario, cuya fuerza condujo el 7 de marzo de

3-J. Fontana, La quiebra de la monarquía absoluta, Barcelona, Ariel, 1978, p. 71.

43
i8io

1820 a la capitulación de Fernando VII: «Siendo la voluntad


general del pueblo me he decidido a ju rar la Constitución
promulgada por las Cortes generales y extraordinarias de
1812».33 Dos días más tarde juró la Constitución y a mitad de
año se reunieron las Cortes, que deliberaron hasta el mes de
noviembre. Estuvieron compuestas por representantes de las
dos tendencias liberales existentes: lós doceañistas, que habían
participado en las Cortes anteriores, de talante moderado, y
los exaltados, claramente radicales.
La labor de las Cortes fue restauradora como consecuen­
cia del dominio de los doceañistas en las sesiones, y por un
decreto de septiembre de 1820, cuando ya varias naciones
se habían desmembrado de España y casi un año después de
haberse constituido la República de Colombia, se concedió
una amnistía, un olvido general «a las provincias o pueblos
disidentes de Ultram ar según se vayan pacificando, con tal
de que antes reconozcan y juren ser fieles al rey y guardar la
Constitución política de la monarquía española».34 No obs­
tante, para entonces y en privado, algunos liberales admitie­
ron que la independencia americana era irremediable, pero
no parecían dispuestos a conciliar esa realidad con la defensa
de la soberanía popular más allá de la península. El predica­
mento de la Constitución de 1812 tenía fronteras.
Fernando VII, por su parte, no pareció convenir con el
rumbo constitucional trazado por los liberales, que se im­
pusieron la tarea de desmontar una parte importante de las
normas expedidas durante los años previos al pronuncia­
miento, sin ocultar el temor de que el monarca se embarcara
en alguna conspiración contra el nuevo régimen. No estaban
equivocados: Fernando VII no sólo buscó secretamente la co­
laboración de la Santa Alianza para ponerle fin al régimen
liberal, sino que los absolutistas se convirtieron en foco de re­

33Artola, op. cit., p. 525.


34Ib id., p. 542.

44
L a PKNÍNSUI.A ib éric a a com iknzo s df.i . s ig i .o XIX

sistencia permanente, con el empleo incluso de guerrillas, al


estilo de las que combatieron la invasión francesa años antes.
En marzo de 1821, un dictamen de las Cortes daba cuenta
oficialmente de la existencia de una conspiración para resta­
blecer la monarquía absoluta.
Fernando VII no se hallaba cómodo con los ministros que
desarrollaban las tareas ejecutivas y, a menudo, solicitaba
nuevos candidatos para reemplazarlos. En medio de un gabi­
nete inestable, que trataba de ejecutar las leyes, y de una cre­
ciente movilización de las guerrillas absolutistas, se produjo
la paulatina radicalización de las Cortes, desde donde los lla­
mados exaltados acusaban al gobierno de debilidad política.
El gobierno, en cambio, interpretaba la creciente resistencia
de las guerrillas contra el régimen liberal como una respues­
ta a la complicada situación económica del momento.

La p e n u r i a e c o n ó m ic a y los errores de a p r e c ia c ió n

La escasez de recursos también tornaba más compleja la pa­


cificación de América, prácticamente desatendida desde el
levantamiento de Riego. Los acontecimientos políticos inter­
nos, de nuevo, habían desviado la atención de los problemas
de ultramar, cuyo tratamiento marginal fue una constante
desde el primer reinado de Fernando VII.
Con la st^pensión de la Gran Expedición, tras el pronun­
ciamiento de Riego, los americanos insurgentes se sintieron
aliviados y hallaron caminos más despejados para cumplir
con su objetivo independentista. Sólo en febrero de 1822,
cuando ya se sabía que Estados Unidos se aprestaba a recono­
cer a las nuevas naciones americanas, las Cortes decidieron
enviar comisionados para tratar de disuadir a los insurgentes
y llegar a un acuerdo con ellos. Sin embargo, las instruccio­
nes elaboradas para los comisionados dejan entrever que el
régimen liberal no parecía caer en la cuenta, una vez más,

45
i8io

de lo que realmente sucedía al otro lado del Atlántico. Se


partía, literalmente, del «justo deseo de que se restableciesen,
siendo posible, las relaciones de ambas Espadas, europea y
ultramarina, en el ser y Estado que las presenta la Constitu­
ción, formando un todo uniform e y una sola Monarquía, con
derechos y leyes comunes e iguales».35
El cuadro distorsionado de la realidad americana, repro­
ducido a lo largo de los años, se reteñía con la^volumiñosa
información, proveniente de diversas fuentes y llegada con
tres meses de retraso debido a la travesía trasatlántica. Las
diferentes administraciones acumulaban los informes, que
terminaban en manos de una burocracia escasamente pre­
ocupada por atenderlos. La información proporcionada por
los agentes enviados desde la península era, además, general­
mente contradictoria.
A pesar de que la Junta Central envió agentes en 1808, la
regencia en 1810, Fernando VII en 1814 y el régimen libe­
ral en 1820 y 1822, jam ás se tuvo en la metrópoli una pintu­
ra exacta de la situación la Am érica española, con los con­
siguientes errores de apreciación, errores que no tuvieron
lugar entre el resto de las naciones occidentales, que veían
inminente la separación de los territorios americanos. Estaba
claro que Am érica se había perdido cuando Fernando VII ra­
tificó el tratado de cesión de La Florida a Estados Unidos, el
presidente Monroe designó un encargado de negocios ante
la Gran Colombia e ingleses y franceses se aproximaron co­
mercialmente a los Estados nacientes.
No obstante las dificultades internas y su enfrentamiento
constante con el ejecutivo, las Cortes elaboraron un código
penal, promulgado en ju lio de 1822, mediante el cual se su­
primieron los fueros especiales y se promulgaron leyes sobre
el derecho de propiedad, favorables a la burguesía. Adelanta-

35Ibid., p. 580.

46
La p e n ín s u l a ib é r ic a a c om ienzos dei . s io i .o XIX

ron, además, un proceso de secularización y desamortización


de bienes eclesiásticos, cuyo resultado práctico endureció la
posición de la Iglesia contra el Estado liberal.
El mayor drama del llamado Trienio Constitucional fue
la endémica escasez de recursos. Presupuestos altamente de­
ficitarios año tras año obligaron a los diversos ministros a
recurrir a los empréstitos, cuyos montos, sin embargo, resul­
taron insuficientes para atender los gastos. Con fino humor,
el diputado Moreno de Guerra dijo en las Cortes al comentar
el año de 1822: «Ha sido el más económico del mundo por­
que a nadie se ha pagado».36 En ese año, la metrópoli apenas
recibió un 0,1% de lo que esperaba de América.37

De vuelta al A n t i g u o R é g im e n

En ju lio de 1822, un movimiento de la guardia real se su­


blevó contra el régimen constitucional, aparentemente para
buscar la seguridad de Fernando VII. Ello evidenció que la
situación era extrema, y aún más cuando se supo que había
contado con la complicidad del propio monarca. Tras ello se
constituyó un gabinete dominado por los exaltados, en una
clara muestra de radicalización, que tuvo que enfrentarse
con la creciente resistencia armada de los absolutistas, junto
al hecho inquietante de que el rey abandonara Madrid en
dilección a Sevilla, supuestamente aquejado por un ataque
de gota.
Se sumó a ello la creación de la Regencia de Urgel, como
producto de la ocupación de Seo de Urgel en Cataluña por
parte de los absolutistas. El 12 de agosto se constituvó una
regencia que, tras afirmar que Fernando VII era un cautivo
moral del régimen liberal, lo proclamó con todos sus dere­

3<’Ibid., p. 600.
37Costeloe, op. cit., p. 164.

47
i8io

chos y soberanía. La regencia, aunque aglutinó a algunos de


los absolutistas dispersos, no había sido alentada por Fernan­
do VII, y el desafío político se selló con la victoria militar del
gobierno, que sitió la población y puso en fuga a los regentes.
Para Fernando VII, la realización de su sueño absolutista
dependía, en realidad, de la ayuda que pudiera recibir de
Francia, a través de Luis XVIII, a cambio de ventajas comer­
ciales en los territorios de ultramar y de la mitad de la isla de
Santo Domingo. Así se lo había hecho saber al monarca fran­
cés por escrito, sin que éste respondiera a la propuesta. Cuan­
do finalmente lo hizo, Luis XVIII envió un mensaje en el
que notificaba que los franceses no entrarían a España como
agresores para restablecer el orden existente anteriormente,
salvo que intentara algunas reformas en las que sacrificara
parte de la autoridad absoluta.
Meses después, en octubre de 1822, y de cara al Congreso
de Verona, Fernando VII, después de que aceptara introducir
algunas reformas, confió a Alejandro I de Rusia la misión de
obtener apoyo europeo en la Santa Alianza para una inter­
vención armada de Francia en la península. El soberano ruso
no consiguió el respaldo de Inglaterra, pero, en cambio, lo
obtuvo de Austria y Prusia. No obstante, en enero de 1823,
tras la retirada de los diplomáticos españoles en Francia por
parte del gobierno liberal, Luis XVIII anunció la invasión de
100.000 franceses, «invocando al Dios de San Luis para con­
servar el trono de España a un nieto de Enrique IV».38 En oc­
tubre, después de que Francia invadiera de nuevo el territorio
español y se declarara nulo el régimen liberal, Fernando VII
regresó con todo su poder soberano. Se había restaurado el
absolutismo. Mientras ello sucedía, George Canning afirma­
ba lapidariamente que la reconquista militar de Am érica no
tenía ninguna esperanza y que cualquier negociación para

s8Artola, op. cit., p. 652.

48
L a pe n ín s u l a ib é r ic a a c o m ienzo s DEL siglo XIX

conseguir la reconciliación entre España y Am érica fracasa­


ría.
Una de las primeras medidas que tomó Fernando VII tras
su regreso fue la de reimplantar la Comisión de Reemplazos,
liquidada en 1820 con la llegada del régimen liberal; pero
esta vez el organismo no se dedicaría a recuperar las colo­
nias, sino a buscar recursos para cancelar las deudas contraí­
das en el intento. Las deudas terminaron de pagarse en 1860,
cuando en España reinaba Isabel II, hija de Fernando VII, y
Colombia, sumida en una guerra civil, se llamaba la Confe­
deración Granadina.

A M A N E R A DE C O N C L U S IO N E S

Al cabo del tiempo resulta evidente que la historia de la pe­


nínsula ibérica durante las primeras décadas del siglo x ix es­
tuvo marcada por la dura confrontación entre el propósito
de prolongar el Antiguo Régimen y el proyecto de constituir
un Estado liberal. Se trata, pues, de un período traumático,
confuso, cuando no caótico y con largos momentos fuera de
todo control, como resultado de los vacíos de poder que se
produjeron tanto en la península como en ultramar, atribul­
óles a la guerra contra Francia, pero también a los bruscos
cambios políticos internos. Com o afirmó el historiador ale­
mán Golo Mann, España en aquellos tiempos no supo qué
hacer consigo misma.
Coincidió con ello, nefastamente para los diversos regím e­
nes, el deterioro económico, producto no sólo de la guerra
de la independencia contra Francia, que paralizó el aparato
productivo, sino de la propia coyuntura internacional, carac­
terizada por la depresión económica mundial, que se alargó
prácticamente hasta 1830, y agravada en la península por los
efectos que sobre la economía colonial tuvieron los sucesos
políticos acaecidos en América. A la econom ía internacional

49
i8io

le cabe una enorme responsabilidad en la pérdida de las In­


dias, pero no menos a las circunstancias propias que ocupa­
ron a la península y distrajeron la atención sobre América.
Para los peninsulares, los territorios de ultramar habían fun­
cionado bien, producían sus réditos y las cosas no tenían por
qué cambiar. Se confiaba en una gratitud perenne. Cuando
todo cambió, cuando las ideas en Am érica derivaron hacia la
emancipación, la península también buscaba su propia inde­
pendencia. Nada menos.
En medio de ello, del alejamiento mental y de una infor­
mación contaminada por los intereses, surgieron los errores
de apreciación. Sobrevino la falta de claridad y, como efecto,
las políticas vacilantes, más basadas en ejercicios de predic­
ción sin fundamento cierto que en el conocimiento real de
la problemática americana. Cuando no fueron el desdén y la
indiferencia los que marcaron la política hacia las Indias, lo
fueron la ignorancia y la desinformación.
Tal vez haya que decir, como Manuel Lucena, el historia­
dor español: «En el mundo de las nuevas fronteras america­
nas todo parece posible, porque nada es lo que parece. Las
abstracciones políticas sutilmente trazadas en las cortes ibé­
ricas tropiezan con una realidad que se resiste tenazmente a
responder a la imagen que se tiene de ella».39
Las penurias económicas de la Comisión de Reemplazos,
por ejemplo, dejan ver que la potencial pérdida de las colo­
nias no llegó a importar demasiado en la península, absorbida
por otros problemas que en su momento sí hallaron recursos
suficientes para ser resueltos. No sorprende, por lo tanto, que
en los libros de historia de España el tema de América ocupe
pocas líneas, pese a haber contribuido a la forja del imperio,
y que varios historiadores se limiten a afirmar que gracias a la
independencia de las colonias fue posible el desarrollo poste­

39M. Lucena Giraldo, «El reformismo de frontera», en A. Guimerá (ed.), E l


reformismo borbónico, Madrid, Alianza, 1996, p. 272.

50
L a PKNÍNSUI.A IBÉRICA A COMIKNZOS DEI. SIGLO XIX

rior de la burguesía española. Parecería que España aún no ha


comprendido la verdadera dimensión de la pérdida de Am éri­
ca, o que simplemente fue una pérdida jam ás sentida.

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52
C a p ít u l o 2
Los MOVIMIENTOS REVOLUCIONARIOS DEL SIGLO XVIII
Y SU INFLUENCIA LIBERTARIA

C a r l o s José R eyes

E l e s p ír it u de la I l u s t r a c ió n

En un artículo publicado en 1784, titulado «¿Qué es la Ilus­


tración?», el filósofo alemán Immanuel Kant planteó que la
Ilustración es la salida del hombre de la minoría de edad.
Para ello debe valerse de su propia razón con entera libertad.
En su texto planteaba, con el tono de un imperativo categóri­
co: «¡Ten valor para servirte de tu propio entendimiento! ¡He
aquí la divisa de la Ilustración!».1 Para Kant todo conocim ien­
to comienza con la experiencia. En este sentido, prosiguió
los planteamientos y la m etodología de pensadores ingleses
ilustrados como John Locke, de quien dijo Voltaire que «es
posible que nunca haya habido un espíritu tan sabio y metó­
dico, un lógico tan exacto como Locke».123
La Ilustración europea se originó en el pensamiento de los
humanistas del Renacimiento y en los descubrimientos y for­
mulaciones de los filósofos y científicos de los siglos xvi y xvn.
La visión heliocéntrica de Copérnico:5 contribuyó a abrir las
puertas de la física para plantear una nueva hipótesis sobre la

1Kant, Immanuel, ¿Qué es la ilustración'?, Madrid, Alianza, 2004, s. p. Imma-


nuel Kant (Kónigsberg, Alemania, 1724-1804).
2Voltaire, Diccionario filosófico, Madrid, Temas de Hoy, 1995.
3Nicolás Copérnico (Torún, Polonia, 1473-Frombork, Polonia, 1543).

53
i8io

conformación física del universo, el sistema solar y la posición


de la tierra en este sistema gravitacional. Tales teorías fueron
confirmadas por Galileo G alilei4 con el uso del telescopio y
su descubrimiento de las lunas de Júpiter. En Francia, René
Descartes5, formado en el pensamiento del humanismo rena­
centista, planteó en su Discurso del método el llamado precepto
de la evidencia, conocido también como la duda metódica, que
consiste en no admitir nada como verdadero en una prime­
ra instancia si no se comprueba hasta hacerlo evidente. Éste
vendría a ser el procedimiento de la ciencia, que para pasar
de una hipótesis a su demostración se requiere el uso de la
razón mediante el análisis y la síntesis de los elementos estu­
diados. De ahí el aforismo cartesiano más conocido (Cogito
ergo sum: pienso, luego existo), que demuestra que el pensa­
miento racional es lo que da el ser a los humanos.
Con la obra de estos pensadores, físicos y matemáticos, el
pensamiento filosófico y sus consecuencias sobre la ciencia,
la educación y la vida social produjeron grandes cambios, en
especial a lo largo de los siglos x v i i y xvm . Es el caso de Isaac
Newton,6 cuya obra concluyó en muchos aspectos las formu­
laciones de Copérnico y abrió las puertas al pensamiento
ilustrado europeo. Entre sus descubrimientos cabe mencio­
nar el cálculo infinitesimal, que genera toda una revolución
científica en el siglo xvm . También realizó estudios sobre la
naturaleza de la luz blanca, la teoría de la gravitación univer­
sal y las tres leyes del movimiento. Su obra más importante
se titula Principios matemáticos de la filosofía natural, de 1687.
Aparte de estos estudios sobre física, escribió un tratado so­
bre óptica en 1703.

4Galileo Galilei (Pisa, 1564-Florencia, 1642).


5René Descartes (La Haya, Turena, 1596-Estocolmo, 1690).
(>Isaac Newton (Woolsthorpe, Lincolnshire, Inglaterra, 1642-Londres, 1727).

54
LOS MOVIMIKNTOS REVOLUCIONARIOS DEI. SIGLO XVIII Y SU INELUENCIA LIBERTARIA

El pensamiento de Newton está estrechamente relaciona­


do con el de su amigo John Locke,7 pedagogo y filósofo con­
siderado el padre del empirismo y del liberalismo moderno.
Inspirado en Hobbes, su pensamiento influyó en los grandes
pensadores de la Ilustración: Kant, Rousseau y los fisiócratas
Adam Smith, Jeremy Bentham y John Stuart Mili. Hay que
recordar los debates efectuados en Colombia durante la pri­
mera década de vida independiente (1820-1830) en torno a la
enseñanza de Bentham, acogida por el general Santander y su
rechazo por parte de la Iglesia y el pensamiento conservador.
La obra de los científicos y filósofos ingleses contribuyó de
forma decisiva al desarrollo de la Ilustración francesa, que
de algún modo se convirtió en el modelo ilustrado, cuya in­
fluencia se propagó en la España de los Borbones, llegó a las
principales capitales de la Am érica española y se convirtió en
uno de los factores decisivos para la conformación de una
conciencia independentista.
Francia había entrado de lleno en una etapa de desarrollo
intelectual en las artes, las ciencias y el pensamiento desde
los tiempos del reinado de Luis X IV (1643-1715). Durante su
largo reinado se incrementaron las artes, con figuras tan no­
tables como Racine, Corneille y Moliere, el músico Lully y
el arquitecto Le Nótre. También se desarrollaron en aquella
época del llamado Rey Sol las academias, el Jardín Botánico
de París (conocido como Jardín des Plantes) y otras institucio­
nes que fomentaron los estudios geográficos y de historia na­
tural. En aquel período se sentaron las bases para el amplio
desarrollo de la Ilustración francesa en el siglo xvm , cuyos
efectos irradiarían por toda Europa y las Américas.
Juan Jacobo Rousseau8 fue uno de los principales filósofos
de la ilustración que, aunque había nacido en Suiza, vivió la

7John Locke (Wrington, Somerset, Inglaterra, 1632-Oates, Essex, Inglate­


rra, 1704).
sJean-Jacques Rousseau (Ginebra, Suiza, 1712-Ermenville, Francia, 1778).

55
18 1o

mayor parte de su vida y produjo su obra en Francia. El pen­


samiento de Rousseau va a influir tanto en los enciclopedis­
tas e ilustrados franceses como en la Revolución Francesa y
los movimientos de independencia de Am érica Latina. Obras
como el Discurso sobre la desigualdad entre los hombres (1754) o
El contrato social (1762) plantean una nueva visión sobre la
política y las relaciones sociales, que contribuirá de manera
decisiva a los grandes cambios acaecidos en Europa y Am éri­
ca a fines del siglo xvm y comienzos del xix.
En El contrato social, Rousseau retoma temas tratados por
Thomas Hobbes9 en su obra Leviatán, publicada en 1651;
plantea cómo el estado de guerra y violencia hace parte de la
naturaleza humana, pues obedece a su instinto de conserva­
ción, y por eso se requiere un contrato social para establecer
la paz entre los hombres. En este contrato los individuos re­
nuncian a ser libres y dejan al Estado el poder para regular
sus actos y definir qué es lo que está permitido y qué cosas se
prohíben.
Desde otra mirada, John Locke parte de una visión teo­
lógica, al considerar al hombre como un hijo de Dios, y que
por lo tanto debe preservar su vida y no atentar contra ella
ni contra la de los demás hombres, pues como hijo del Ser
Supremo la vida no le pertenece y debe responder ante Dios
por su conservación. A la vez, Locke defiende la libertad hu­
mana, al alegar que el hombre no debe ser súbdito de nadie,
sino considerado un ser libre y responsable de sus propios
actos. Por eso su idea del contrato social se plantea como un
contrato civil que establece un pacto para acordar las relacio­
nes entre los hombres y suple las carencias del estado de na­
turaleza. Para ello se requiere una tercera instancia capaz de
mediar en el choque o enfrentamiento entre dos posiciones
antagónicas y que señale qué es lo que conviene hacer. En

■ 'Thomas Hobbes (Malmesbury, Wiltshire, Inglaterra 1588- Hartduick May,


1679).

56
LOS MOVIMIENTOS REVOLUCIONARIOS DEL SIGLO XVIII Y SU INFLUENCIA LIBERTARIA

la instancia política más alta esta función la debe cumplir el


parlamento, mientras que en los casos comunes más corrien­
tes un juez se halla en la posición de decir la última palabra.
Rousseau argumenta que los hombres, al renunciar a una
libertad absoluta y aceptar las reglas de la autoridad, exigen
a cambio una contraprestación que les permita defender sus
intereses, su vida y su propiedad, por medio de un contrato
social que establezca sus títulos y valores, reconozca sus mé­
ritos y propiedades y defienda sus derechos. Su afirmación
de que «el hombre nace bueno pero la sociedad lo corrom ­
pe» defiende la inocencia del estado de naturaleza y señala
la forma como en medio de la lucha social, si no se respetan
los pactos y se establece un contrato justo, el hombre se en­
vilece y tiende a actuar por su cuenta, por fuera de la ley, de
un modo arbitrario. Estas reflexiones lo conducen a pensar
sobre el origen de las diferencias entre los hombres, sus leyes
y constituciones, que más que una gracia de los poderosos,
deben contemplarse como una relación justa entre los debe­
res y derechos.
Por otra parte, en su libro Emilio, o de la educación, Rous­
seau esboza una nueva visión sobre el niño y su proceso de
formación. El niño no aparece ya como un adulto incomple­
to, como un pequeño animal que debe ser amaestrado, de tal
modo que su educación se convierta en un instrumento del
sometimiento; por el contrario, plantea una reflexión para
entender al niño como una persona, con las características
propias de su edad y condición, y que por lo tanto requiere
un adecuado proceso educativo para convertirse en un hom­
bre libre. Con los planteamientos de Rousseau sobre el niño
y la educación puede concluirse que el niño es un invento
moderno, hijo legítimo de la Ilustración, que abre las puertas
a la razón, al conocimiento y al aprendizaje en sus diversas
formas y etapas. Después de Rousseau surgirán los grandes

57
i8io

educadores como Decroly,10*Montessori,11 Freinet12 y demás


renovadores de los sistemas de enseñanza y pedagogos de los
siglos x ix y xx.
Otro texto de Rousseau que merece recordarse es el titula­
do Confesiones, que evoca la obra homónima de san Agustín,
escrita entre los años 397 y 400, y que se convertiría en fuente
de múltiples escritos autobiográficos y de memorias, a finales
del siglo xviii y a lo largo del siglo xix, como fueron las Me­
morias de ultratumba, de Chateaubriand,13 o las Memorias de
Saint-Simon,14 entre muchas otras.
Por su parte, el conde de Montesquieu,15 en su obra El espí­
ritu de las leyes, que viene a ser una suma de filosofía jurídica y
política, plantea la necesidad de la separación de poderes, en
una monarquía constitucional, entre el Ejecutivo, el Legislati­
vo y el Judicial, como la mejor garantía contra el despotismo,
para que el poder no se concentre en manos del monarca o
de otra autoridad, sino que se reparta en un sistema de equi­
librios y contrapesos, de tal modo que el ejercicio de la autori­
dad pueda ser vigilado y corregido en los casos a los que haya
lugar. La concepción de Montesquieu no sólo influyó en las
monarquías constitucionales, como las que hoy existen en In­
glaterra o España, sino también sobre las constituciones de las
nuevas repúblicas independientes, libres y soberanas que sur­
gieron en América como consecuencia de la independencia.
A la obra de estos pensadores se suman los enciclopedis­
tas franceses, Diderot, D Alam bert y Voltaire, entre otros,
cuya gran obra, la Enciclopedia francesa, aportó nuevas luces

"’Ovidc Decroly (Ronse-Renaix, 1871-Bruselas, 1932).


" María Montessori (Chiaravalle, Ancona, Italia, 1870-Holanda, 1952).
'^Célestin Freinet (Gars, Francia, 1896-Vence, Francia, 1966).
':,Franyois-René de Chateaubriand (Saint-Malo, Bretaña, 1768-París, 1848).
‘ ‘ Louis de Rouvroy, duque de Saint-Simon (París, 1675-1755).
15 Charles-Louis de Secondat, conde de Montesquieu (Castillo de Brede,
Burdeos, 1689-París, 1755).

58
LOS MOVIMIENTOS REVOLUCIONARIOS DEI. SIGLO XVIII V SU INFLUENCIA LIBERTARIA

al conocimiento en Europa y Am érica hasta irradiarla sobre


el mundo entero. El antecedente directo se hallaba en Ingla­
terra, como sucedió con el reflejo de los grandes pensado­
res desde Hobbes y Thomas Moro hasta Newton, Condillac y
Locke sobre los filósofos y letrados de la Europa continental.
En 1745 el impresor francés Andró Le Bretón pidió licencia
para traducir al francés la Enciclopedia británica de Ephraim
Cham bers.'5 Una vez obtenida la autorización, en 1747 Le
Bretón encargó el proyecto a Denis Diderot,16 17 filósofo y escri­
tor, quien se codeaba con los principales intelectuales de la
Ilustración en París. Diderot era hijo de un cuchillero acomo­
dado del norte de Francia. Ingresó al colegio de los jesuítas
en Langres, pero más tarde descartó su primera idea de ves­
tir los hábitos sacerdotales. En 1728 se dirigió a París con el
fin de proseguir sus estudios, hasta obtener el grado en artes,
en 1732. Sus primeros contactos y relaciones surgieron de la
vida bohemia, que era proverbial en el medio parisino.
Después de haber intentado publicar unos primeros escri­
tos, sus Pensamientos filosóficos causaron revuelo en los medios
religiosos y en los sectores del poder, al tomarse la libertad
de proclamar su deísmo panteísta. Sus planteamientos origi­
naron la condena del parlamento de París, en la época del
ocaso del Antiguo Régimen. Muchas de las obras que escri­
biría más tarde, así como sus textos para la Enciclopedia, le
generaron censuras y aun temporadas en prisión, como suce­
dió después de haber publicado un escrito explosivo titulado
Carta sobre los ciegos para uso de los que pueden ver.
La Enciclopedia, o diccionario razonado de las ciencias, artes y
oficios apareció en 28 tomos entre los años de 1751 y 1772. En
estos volúmenes se incluyeron 71.818 artículos, un buen núme­
ro de los cuales correspondió a la autoría de Diderot, así como

16Ephraim Chambers (Kendall, Inglaterra, 1680-Islington, 1740).


'"Denis Diderot (Langres, Francia, 1713-París, 1784).

59
i8io

2.885 ilustraciones. Aunque se piense que esta obra contó con


el beneplácito y el apoyo de las autoridades, la realidad de la
política de la época, sobre todo en las instancias de poder, le
fue adversa. Los últimos volúmenes de la Enciclopedia recibie­
ron fuertes censuras y amenazas de prohibir la continuación
de la obra, y sólo se admitieron ejemplares con las ilustracio­
nes, pero sin los textos correspondientes. En plena época de
las luces, sus protagonistas y pensadores tuvieron que enfren­
tar el desafío de las sombras y prohibiciones.
Junto con Diderot hay que mencionar la figura de D’Alem-
bert,18 matemático y filósofo, su compañero más cercano en
la preparación de los volúmenes de la Enciclopedia, y autor de
muchos de sus textos, en especial de matemáticas y filosofía.
Inspirados en muchos de los planteamientos de Rousseau, los
principales redactores de la Enciclopedia defendían el predo­
minio de la razón y la experiencia sobre la fe y la tradición, y
esto les acarreó la enemistad de la Iglesia y de los sectores más
conservadores, que aún tenían una gran importancia en las
decisiones oficiales. A esto se sumaban las opiniones y textos
escritos por Voltaire, cuya beligerancia y sarcasmo se habían
acentuado después de un viaje que el pensador francés había
hecho a Inglaterra, donde había conocido y estudiado la obra
de los filósofos y científicos más destacados de la época, como
eran los ya mencionados Newton, Hume y Locke. Voltaire
consideraba que frente a los avances ilustrados de Inglaterra,
Francia aún perm anecía en lo que calificaba como las oscuri­
dades de la Edad Media.
Frangois-Marie Arouet, llamado Voltaire,*9 pertenecía a
una familia burguesa acomodada. Era hijo de un notario re­
tirado y desde niño había visto a su padre inmerso en un
mundo de mamotretos y legajos con toda clase de demandas
y solicitudes, lo cual sin duda influyó para descubrir un tro-*19

lSJean Le Rond D’Alembert (París, 1717-1783).


19Frangois-Marie Arouet, llamado Voltaire (París, 1694-1778).

60
LOS MOVIMIENTOS REVOLUCIONARIOS DEI. SIGLO XVIII V SU INFLUENCIA LIBER I ARIA

peí de injusticias y arbitrariedades que las gentes trataban


de denunciar en sus reclamaciones. La lectura de Descartes
lo llevó a comprender el papel activo de la duda en el libre
ejercicio del pensamiento racional. Por eso sostuvo en uno de
sus primeros escritos: «La ignorancia afirma o niega rotun­
damente; la ciencia duda».
En 1734, tras su viaje a Londres, publicó sus Cartas filosó­
ficas o Cartas inglesas, en las cuales exalta a la Gran Bretaña
y critica de forma cáustica al gobierno francés. Los censores,
carceleros e inquisidores pronto enfilaron las baterías en su
contra, por lo cual Voltaire tuvo que buscar la acogida y pro­
tección de otras cortes del norte de Europa en un constante
deambular, de exilio en exilio, para poder respirar un aire
de libertad.
Su obra Mohamed o elfanatismo fue prohibida al considerar
que en el fondo buscaba atacar a las autoridades francesas y
no sólo a un lejano pensamiento musulmán. Las alusiones
e indirectas que había lanzado contra los representantes y
las posiciones ideológicas del Antiguo Régimen habían sido
comprendidas y rechazadas por todos cuantos se sintieron
víctimas de sus dardos. Su fama de irreverente y procaz se
extendió por Europa y llegó a las tierras de América. Muchos
de los relatos y escritos de Voltaire aludían o hacían mención
directa del Nuevo Mundo como el territorio de utopía, el lu­
gar de todo lo que no tenía lugar en un mundo de tantas
convenciones y frenos. Por lo tanto, Am érica se convertía en
la tierra donde era posible la aparición de una perspectiva
diferente en las relaciones entre los seres humanos, en la cual
el hombre pudiera asumir el manejo de su propio destino, sin
tantas trabas y limitaciones.
Las ideas de la Ilustración que se desarrollaron en Ingla­
terra y en la Francia de los últimos Luises entraron a España
durante el reinado de los monarcas de la casa de Borbón, pri­
mero de manera tímida y cautelosa en la época de Felipe V y
Fernando VI, y luego de forma más decidida e influyente en

61
i8i<>

la época de Carlos III, que contaba con un grupo de persona­


jes ilustrados en importantes cargos de gobierno y en la corte
que rodeaba al monarca.
La tradición más viva y renovadora del pensamiento espa­
ñol se remontaba a algunos pensadores humanistas del Re­
nacimiento, influidos por Erasmo de Rotterdam20 o Tomás
Moro,21 como fueron Juan Luis Vives,22 amigo personal de
Erasmo, cuya familia fue perseguida en la época de la con­
trarreforma. Sus padres fueron encarcelados y condenados
a la hoguera, por lo cual tuvo que exiliarse en Flandes y vi­
vir en un estado de continua zozobra lejos de su patria. Sin
embargo, el desarraigo activó su actitud crítica y libertad de
pensamiento, en especial sobre temas relacionados con la
educación y la crítica de las costumbres y prejuicios.
El pensador más destacado en la España del siglo xvi fue
probablemente Francisco de Vitoria,23 fraile dominico que
había recibido una buena educación humanística y tuvo a
su cargo una importante cátedra en la Universidad de Sala­
manca, de reconocida independencia ideológica, respetada
por los grandes monarcas del siglo xvi, como fueron Carlos V
y Felipe II. Muchas de las enseñanzas de Vitoria no fueron
escritas por él (como ocurrió con la obra de Sócrates), sino
recogidas por sus alumnos, quienes formaron la llamada Es­
cuela de Salamanca, un selecto grupo de humanistas como
Francisco Suárez y Domingo de Soto, que se encargaron de
divulgar sus ideas en el campo académico hasta influir en
decisiones importantes del Estado, como fue el caso de la
proclamación de las nuevas leyes de Indias, concebidas tras
las críticas a la colonización y a los inhumanos tratamientos

20Erasmo de Rotterdam (Holanda, 1466/69-1536).


21 Tomás Moro (Londres, 1478-1535).
22Juan Luis Vives (Valencia, 1492-Brujas, 1540).
23Francisco de Vitoria (Burgos o Vitoria, España, 1483 o 1486-Salamanca,
!546).

62
LOS MOVIMIENTOS REVOLUCIONARIOS DEI. SIGLO XVIII Y SU INFLUENCIA LIBERTARIA

dados a los naturales del nuevo mundo, formuladas por fray


Bartolomé de las Casas.*4
Según el pensamiento de Vitoria, el orden natural se basa
en la libertad de circulación de personas, bienes e ideas. Re­
chazó las jerarquías feudales, la supremacía universal del
emperador o del papa, al afirmar que el poder civil está su­
jeto a la autoridad espiritual del papado, pero no a su poder
temporal, una distinción que abrió las puertas a la idea de
separar los poderes de la Iglesia y el Estado, cuyas consecuen­
cias tendrían efectos palpables en el apogeo de la Ilustración
durante el reinado de Carlos III. En su obra De potestate civile
estableció las bases del derecho internacional moderno. El
pensamiento de Vitoria es considerado el inicio del derecho
de gentes.
El ideario de los principales exponentes del humanismo
español de la Escuela de Salamanca se proyectó a mediados
del siglo xvm sobre la obra de fray Benito Jerónimo Feijoo,*5
ensayista, polígrafo y sabio español. Feijoo realizó sus estu­
dios de teología, lógica y filosofía en la Universidad de Sala­
manca, después de lo cual obtuvo una cátedra por concurso
en la Universidad de Oviedo. Com enzó a publicar sus pri­
meros opúsculos después de 1725, ya en edad madura, hasta
completar su obra llamada Teatro crítico universal en 1739. En
ella se ocupó de muchos temas y novedades que se venían
tratando en otras regiones de Europa, y aunque se cuidó de
tratar temas que tocaran los dogmas de fe y las tradiciones
del culto católico, en sus escritos buscó acabar con la supers­
tición y con lo que llamó «errores comunes», sobre muchos
temas, asumiendo la crítica de creencias y tradiciones que
hasta el momento no habían sido puestas en tela de juicio.
Hay que aclarar que el apelativo de teatro crítico no se refiere a
la dram aturgia o a las artes escénicas, sino al espacio mental2 5
4

24Fray Bartolomé de las Casas (Sevilla 1474 o 1484-Madrid, 1566).


25Fray Benito Jerónimo Feijoo (Orense, 1676-Oviedo, 1764).

63
i8io

o panorama en el cual se desarrollan sus reflexiones sobre


muy diversos tópicos dé la ciencia, la historia, la geografía o
la moral pública.
Entre 1742 y 1760 Feijoo publicó otros 166 ensayos cortos
— a la manera de Montaigne— , reunidos bajo el título de
Cartas eruditas y curiosas. Para defender su actitud crítica y po­
lémica se autoproclamó Ciudadano libre de la República de las
Letras, un postulado muy salmantino que lo libró de persecu­
ciones y censuras, aunque por otra parte, los criterios habían
cambiado y se había consolidado una nueva perspectiva en el
pensamiento de la época, gracias a la obra y actitudes de los
principales filósofos y hombres públicos de la ilustrada corte
de Carlos III. Entre ellos se encontraban figuras como Juan
Menéndez Valdés, Jorge Juan, Antonio de Ulloa y los asesores
más directos del monarca, el conde de Aranda, Campoma-
nes o más tarde, hacia finales del siglo, Gaspar Melchor de
Jovellanos.
Juan Menéndez Valdés20 fue un intelectual versátil, poe­
ta, jurista y político, un claro exponente de la Ilustración en
España. En 1795 publicó un libro de poemas titulado Sobre el
fanatismo, donde retomaba planteamientos del padre Feijoo
e intentaba sacudir a la sociedad española de un lastre que
cargaba de antaño. Sus Discursos forenses, compuestos a lo lar­
go de muchos años, a partir de sus experiencias en el campo
jurídico, fueron publicados unos años después de su muerte,
en 1821.
Jorge Juan y Santacilia**27 se embarcó, junto con Antonio de
Ulloa,28en la expedición de Charles-Marie de La Condamine,29
en 1734. Se trataba de dos jóvenes con inquietudes científicas,

2<>Juan Menéndez Valdés (Ribera del Fresno, provincia de Badajoz,


1754-Montpellier, Francia, 1817).
27J°rge Juan y Santacilia (Monforte del Cid, Alicante, 1713-Madrid, 1773).
28Antonio de Ulloa y de La Torre (Giralt, Sevilla-1716- Isla de León, 1795).
29Charles-Marie de La Condamine (París, 1701-1774).

64
LOS MOVIMIENTOS REVOLUCIONARIOS DEL SIGLO XVIII Y SU INFLUENCIA LIBERTARIA

que fueron enviados por las autoridades españolas con el pre­


texto de participar y aprender de aquella experiencia científica
sobre la América del Sur, llamada entonces América Meridio­
nal, pero en realidad, colocados en aquel viaje como espías,
para vigilar las actividades de los científicos franceses en los
territorios de las provincias españolas del Nuevo Mundo.
La expedición de La Condam ine había surgido como una
iniciativa de la Academ ia de Ciencias de París, con el propó­
sito de tomar la medida de un arco del meridiano terrestre
en el Ecuador, mientras otro viajero, Maupertuis,30 hacía lo
propio en un viaje hacia el norte de Europa. Esta investiga­
ción tenía por objeto verificar una teoría de Newton, según
la cual la tierra era una esfera achatada hacia los polos, como
en efecto se comprobó.
Además de los jóvenes españoles, La Condam ine estaba
acompañado por dos científicos franceses: Louis G odin3' y
Pierre Bouguer.32 La expedición llegó a Quito y realizó los
cálculos para cuyo efecto había sido configurada. Sin embar­
go, las relaciones de La Condam ine con G odin y Bouguer
no fueron buenas, por lo cual éste decidió separarse de ellos
y seguir por su propia cuenta una expedición hacia el río
Amazonas, que dejó consignada en un interesante relato de
su viaje que publicó después de su regreso a París en 1744.
En esta memoria habla de su encuentro con las amazonas,
en la selva amazónica, que resulta por lo menos en parte una
visión impregnada por las fantasías de los primeros cronis­
tas de Indias, y también habla de su conocimiento del fam o­
so curare, un poderoso veneno que los indígenas utilizaban
para colocar en la punta de sus flechas, con el propósito de
inmovilizar a sus víctimas.*2

3°Pierre-Louis de Maupertuis (Saint-Malo, 1698-1759).


s‘ Louis Godin (París, 1704-1760).
S2Pierre Bouguer (Le Crocic, Francia-París, 1758).

65
i8io

En cuanto a Godin y Bouguer, el primero perm aneció en


América varios años. Criando sus recursos económicos se ago­
taron, tuvo que dictar clases de matemáticas durante varios
años en la Universidad de San Marcos, de Lima. Bouguer
tuvo más suerte que su compañero de expedición; a su regre­
so a Francia prosiguió sus investigaciones científicas, efectuó
notables aportes al desarrollo de la astronomía y estableció
las bases de la fotometría en compañía de Lambert. También
construyó un heliómetro de su propia invención, en 1748.
Jorge Juan y Antonio de Ulloa, por su parte, presentaron
al rey de España un informe detallado de las experiencias de
su viaje durante la expedición, así como un estudio reservado
sobre la situación de los principales puertos visitados, como
Cartagena de Indias y Lima. Este trabajo, titulado Noticias
secretas de América sobre el estado naval, militar y político del Peni
y provincia de Quito, fue terminado y entregado al monarca
español y al Consejo de Indias en 1748, pero sólo fue publi­
cado en Londres, después de la independencia de América
del Sur, en 1826. Las observaciones sobre la seguridad de los
principales puertos españoles en Am érica del Sur conduje­
ron a Carlos III y luego a su hijo Carlos IV a reforzar los bas­
tiones de los principales fuertes de ciudades con una impor­
tante posición estratégica, como ocurrió con Cartagena de
Indias y las obras efectuadas por Antonio de Arévalo,33 entre
las cuales se destacan las baterías de San Lázaro y otros re­
fuerzos a los sistemas de defensa de la ciudad, así como obras
en la región del Darién, que permitieran un mayor control
de la zona para im pedir el ingreso de invasores extranjeros.
Ulloa y jo rg e Juan descubrieron el platino en el Chocó y lue­
go prosiguieron sus trabajos científicos en España. Antonio
de Ulloa fundó el Museo de Ciencias Naturales de Madrid en
1772, mientras Jorge Juan fue el fundador del Real Observa-

33Antonio de Arévalo (Villa de Martín Muñoz de la Dehesa, Segovia, Espa­


ña, 1715-Cartagena de Indias, Colombia, 1800).

66
Los MOVIMIKNTOS REVOLUCIONARIOS DEL SIGLO XVIII Y SU INFLUENCIA LIBERTARIA

torio Astronómico de Madrid en 1757, y en 1760 fue nombra­


do jefe de la Arm ada Real.
Los principales consejeros de la corte ilustrada de Carlos
III también desempeñaron un papel muy importante en re­
lación con América, en procura de la modernización de las
relaciones con las provincias de ultramar, de modo que par­
ticiparan en los beneficios del progreso, la educación y algu­
nas libertades que habían sido negadas a los naturales, aun a
los criollos hijos de españoles peninsulares.
Entre ellos se destacan Pedro Rodríguez, conde de Campo-
manes,34 y Pedro Abarca de Bolea, conde de Aranda.35 Cam-
pomanes fue un importante político, jurista y economista que
hizo parte del llamado «despotismo ilustrado». Sus obras más
importantes tratan sobre el fomento de la industria popular
(1774) y sobre la educación de los artesanos (1775). El apoyo
a la pequeña y mediana industria contribuyó al progreso de
España, que se hallaba rezagada en la época en comparación
con países como Francia o Inglaterra. Este último se hallaba
en plena revolución industrial, intensificando la producción
con notables avances tecnológicos.
El conde de Aranda es una figura clave en el ámbito de
la Ilustración española. Se empeñó en una lucha contra la in­
tervención de la Iglesia, y en particular de la Inquisición, en
los asuntos del gobierno. Fue un decidido partidario de la se­
paración de la Iglesia y el Estado en relación con el gobierno
temporal y en este sentido intervino en un proceso inicia­
do por la Inquisición por un delito de opinión y logró el so­
breseimiento del inculpado. Con ello sentó un importante
precedente en relación con la libertad de opinión, qtie fue
elogiado por el propio Voltaire.

34Pedro Rodríguez, primer conde de Campomanes (Sorbía, principado de


Asturias, España, 1723-Madrid, 1802).
35 Pedro Abarca de Bolea, conde de Aranda (Siétamo, Huesca, España,
1719-Epila, Zaragoza, España, 1798).

67
8io

El conde de Aranda le planteó al monarca la posibilidad


de crear varios reinos en América, encabezados por monar­
cas extraídos de la Casa de Borbón, para establecer una gran
confederación de monarquías asociadas a cuya cabeza estaría
el rey de España. Esta audaz propuesta quizá hubiera cambia­
do el curso de la historia, pero fue rechazada al pensar en los
riesgos que implicaría tal disgregación del poder. La realidad
fue mucho más contundente en este sentido, ya que no sólo
se impuso la independencia de las diversas provincias ame­
ricanas, sino que además sus nuevos gobiernos abolieron la
monarquía para adoptar sistemas de gobierno republicanos,
con elecciones democráticas para escoger sus presidentes y
demás autoridades.
El espíritu de la Ilustración española se proyectó sobre va­
rias expediciones científicas en Am érica a lo largo del siglo
xvm . Puede decirse que se trató de un segundo descubri­
miento, pues tuvieron como tarea el estudio y la investigación
de la geografía y los recursos naturales existentes en el Nuevo
Mundo. Expediciones hidrográficas, botánicas y zoológicas
se efectuaron por parte de distintos científicos, en México, el
Perú o la presidencia de Quito. Entre ellas se destaca la Real
Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada, estableci­
da por cédula real de Carlos IV en el año de 1783, propuesta
y dirigida por el científico gaditano José Celestino Mutis.36
Puede decirse que con el arribo de Mutis aparece la Ilustra­
ción en la Nueva Granada. Llegó a las tierras de la actual C o ­
lombia a finales de 1760 como médico del virrey Pedro Messía
de la Cerda37 y desde su primer viaje, pasando por el Canal del
Dique hacia el río Magdalena y de allí a Honda, para trepar
la cordillera y llegar a Santa Fe de Bogotá, la capital del virrei­
nato, observó la naturaleza y dejó un diario de apuntes sobre

:5,’José Celestino Mutis y Bosio (Cádiz, España, 1732-Santa Fe de Bogotá,


Colombia, 1808).
:57Pedro Messía de la Cerda (Córdoba, España, 1700-Madrid, España, 1783).

68
Los MOVIM IKNTOS REVOLUCIONARIOS DEI. SIGLO XVIII V SU INFLUENCIA LIBERTARIA

las plantas observadas, así como sobre la gente que habitaba


en las riberas del Magdalena. Pudo darse cuenta cabal de las
precarias condiciones de salud de un buen número de los habi­
tantes ribereños y de ahí en adelante sus preocupaciones como
médico y sus trabajos de investigación como botánico se com­
paginan en tina misma dirección, en la búsqueda de remedios
eficaces contra las fiebres palúdicas y otras enfermedades del
trópico. Este fue el caso del descubrimiento de la quina o qui­
nina en los alrededores de Tena, una población de clima medio
situada en la región del Tequendama, en cercanías de Bogotá.
Las actividades de Mutis abarcan varios campos: de la me­
dicina y la botánica a la geología, la astronomía, el estudio
de los animales, insectos, aves o serpientes, adelantado por
diversos miembros de la expedición, así como la divulgación
de los avances de la física, en especial la teoría heliocéntrica de
Copérnico, planteada en sus clases de física y matemáticas
dictadas en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario,
poco después de su llegada a Santa Fe.
Alrededor de la Expedición Botánica se formó toda una
generación de granadinos interesados por la ciencia y la in­
vestigación. Por eso Mutis fue llamado El Oráculo del Reino,
cuya fama se extendió no sólo en América, sino que llegó a
España y a otros países de Europa, como Suecia, donde traba­
jaba el botánico y naturalista más famoso de su tiempo, Karl
von Linneo, creador de un sistema de clasificación botánica
que fue estudiado y aplicado por Mutis en la Nueva Grana­
da. Con Linneo, Mutis estableció una correspondencia cien­
tífica y le envió muestras de plantas del trópico americano
que interesaron profundamente al sabio sueco, quien no se
movía de su centro de operaciones en Upsala y estudiaba las
plantas de otras regiones por medio de herbolarios y activos
corresponsales que le enviaban herbarios, cortezas y semillas
de distintos lugares del mundo.
Con la llegada de Mutis, las clases que dictó en el Rosario y
el grupo de investigadores que se creó a su alrededor, directa

69
i8io

o indirectamente, se formó un movimiento ilustrado qtie poco


a poco fue tomando conciencia de la necesidad de una amplia
libertad de investigación y de acción, que culminó en una de­
cisiva primera etapa con la creación de una junta de gobierno
compuesta por criollos oriundos de la Nueva Granada, el 20
de julio de 1810. Este acto de independencia, que surgió de
un levantamiento popular un día de mercado en Santa Fe, no
fue un acto espontáneo ni un producto del azar, sino la conse­
cuencia de una compleja cadena de factores que se fueron te­
jiendo en torno al desarrollo de la Ilustración, en las llamadas
provincias de ultramar de la América española, e impulsadas
por acontecimientos internacionales que fueron decisivos para
crear conciencia y generar una dinámica propia en la lucha
por la independencia de los virreinatos, presidencias y capita­
nías generales en que estaban divididas las distintas regiones
americanas, desde México hasta la Patagonia.
Las últimas décadas del siglo xvm fueron muy impor­
tantes en este proceso. En relación con la Nueva Granada,
con posterioridad a la expulsión de los jesuítas por una Real
Pragmática dictada por Carlos III en 1767, tuvieron lugar va­
rios cambios y novedades que a la postre se convirtieron en el
combustible para el estallido de la revolución de independen­
cia. La imprenta entró al virreinato tardíamente, en relación
con la llegada del invento de Gutenberg a otros lugares del
Nuevo Mundo, como México o Lima, ciudades que nacieron
en las márgenes de antiguos imperios indígenas, como fue­
ron los aztecas de México o los incas del Perú.
En aquellas ciudades la imprenta llegó a mediados del si­
glo xvi, llevada por impresores sevillanos que se radicaron
en aquellas ciudades, a partir de los cuales se formó una im­
portante tradición editorial. Los primeros libros y periódi­
cos se imprimieron en Santa Fe de Bogotá a finales del siglo
xvm . Tras una breve aparición de unas hojitas tituladas Aviso
del Terremoto, de 1785, que daban cuenta de un fuerte temblor de
tierra que produjo grandes daños en la capital, en 1792 salió

70
L.OS MOVIMIENTOS REVOLUCIONA RIOS DEI. SIGLO XVIII V SU INFLUENCIA LIBERTARIA

a la luz pública el Papel Periódico de Santa Fe de Bogotá, dirigido


por el cubano Manuel del Socorro Rodríguez,38 quien llegó a
la Nueva Granada en la comitiva del virrey José de Ezpeleta,39
en 1792.
Además de dirigir y redactar la mayor parte del Papel Perió­
dico de Santa Fe, Manuel del Socorro Rodríguez fue nombrado
director de la Real Biblioteca Pública, que había sido inaugu­
rada en enero de 1777. Esta biblioteca se convertiría después
de la Independencia en la Biblioteca Nacional de Colombia,
la más antigua de Am érica entre las bibliotecas nacionales.
También por aquella época, a finales del siglo xvm , se
construyeron los primeros coliseos de comedias en Cartage­
na de Indias y en Santa Fe de Bogotá. Un grupo selecto de
criollos organizó diversas tertulias para discutir las noticias
de los primeros periódicos y comentar los libros que llegaban
a Santa Fe. Entre ellas, la tertulia Eutropélica, organizada por
Manuel del Socorro Rodríguez en la Biblioteca; la tertulia Del
Buen Gusto, que tenía lugar en casa de una dama santafereña,
doña Manuela Santamaría de Manrique, y la tertulia del Arca­
no de la Filantropía, que se reunía en casa de Antonio N ariño40
y que probablemente tenía un carácter más conspirativo.
En efecto, Nariño tradujo en 1794 la Declaración de los De­
rechos del Hombre y del Ciudadano, a partir de un ejemplar que
le había facilitado un oficial de la guarda del virrey, lo que
no deja de ser una ironía. Aunque esta edición fue completa­
mente destruida y sólo circularon de forma clandestina dos
ejemplares, Nariño fue arrestado y tuvo que afrontar penas
de prisión en duras condiciones, tanto en Bogotá como en
Cartagena de Indias y en Cádiz, en la cárcel de La Carraca,

38Manuel del Socorro Rodríguez (Bayamo, Cuba, 1758-Santa Fe de Bogotá,


Colombia, 1819).
José de Ezpeleta y Galdeano (Pamplona, España, 1740-Madrid. España,
1823).
40Antonio Nariño y Alvarez (Santa Fe de Bogotá, Colombia, 1765-Yilla de
Leyva, Colombia, 1823).

71
íSio

donde también estuvo preso y en la cual falleció el precursor


Francisco de Miranda,41 en 1816.
Desde luego, no todo fue progreso e ilustración durante
el reinado de los monarcas Borbones en el siglo xvi ii . Los
conflictos con Inglaterra, las medidas para contrarrestar los
asaltos de los piratas y otras necesidades apremiantes condu­
jeron a las autoridades peninsulares a tomar medidas que ge­
neraron un fuerte descontento a lo largo de todo el continen­
te americano, como fueron los nuevos impuestos, como el
llamado Gracioso Donativo, acompañado por otros de similar
naturaleza, que la Corona imponía cuando afrontaba apu­
ros, amenazas de guerra y otras hostilidades generadas por
sus rivales, que veían en el comercio de América un apete­
cible botín sobre el cual enfocar sus baterías. Estos impues­
tos generaron un amplio descontento y fueron la causa de
levantamientos populares a lo largo y ancho del continente.
Entre ellos cabe destacar la insurrección indígena de Tüpac
Am aru,42*en Perú, en 1780, y el levantamiento de los Com u­
neros en la Nueva Granada, en 1781.
Estos distintos antecedentes fueron concienciando y con­
figurando la voluntad de luchar por la independencia y rom­
per los vínculos políticos y económicos con España. Aunque
la Expedición Botánica nunca asumió una posición política
ni se manifestó a favor de la independencia, ya que, entre
otras cosas, José Celestino Mutis era un realista convencido,
la gran mayoría de sus miembros, entre los que se encontraba
el propio sobrino de Mutis, Sinforoso,4:5 participó en el movi­
miento del 20 de ju lio de 1810 o en las primeras jornadas de
vida independiente, entre 1810 y 1816, como fueron Jorge Ta-

41 Sebastián Francisco de Miranda Rodríguez (Caracas, Venezuela, 1750-Cá-


diz, España, 1816).
4“José Manuel Condorcanqui, Tíipac Amaru (Tungasuca, Perú, 1740-Cuz-
co, Perú, 1781).
4:5Sinforoso Mutis Consuegra, hijo de Manuel Mutis y Bossio (Bucaraman-
ga, Colombia, 1773-Santa Fe de Bogotá, Colombia, 1822).

72
I.OS MOVIMIENTOS REVOLUCIONARIOS DEL SIGLO XVIII V SU INFLUENCIA LIBERTARIA

deo Lozano,44 Francisco José de Caldas,45*Francisco Antonio


Zea,4<> Salvador Rizo47 y José María Carbonell,48 fusilados o
condenados al exilio por órdenes del pacificador Pablo Mori­
llo durante su estancia en la capital del Nuevo Reino de Gra­
nada, en 1816.
Otros antecedentes de los movimientos de independencia
de la Am érica española fueron las dos grandes revoluciones
del siglo x v iii : la independencia americana y la Revolución
Francesa.

L a g u e r r a de in d e p e n d e n c ia n o r t e a m e r ic a n a

El primer gran movimiento de independencia en el conti­


nente americano se produjo en las trece colonias británicas
de Norteamérica entre 1775 y 1783. Las ideas de la Ilustra­
ción generaron en un grupo de rebeldes el impulso para aca­
bar con el coloniaje británico y crear una nueva nación, libre
y soberana, de acuerdo con los pensamientos más avanzados
de la época, así como las ideas de Rousseau, Montesquieu y
los pensadores de la Ilustración. El antecedente directo del
levantamiento fue la llamada Guerra de los Siete Años, entre
Francia e Inglaterra. Los ingleses lograron triunfar en 1763,
pero para contar con los suficientes recursos para combatir
a los franceses tuvieron que imponer fuertes impuestos y es­
tablecer un régimen despótico frente a los colonos asentados
en Norteamérica. Luego de varias acciones de protesta como

“ Jo* ge Tadeo Lozarío (Santa Fe de Bogotá, Colombia. 1771-1816).


45Francisco José de Caldas (Popayán, Colombia, 1768-Santa Fe de Bogotá,
Colombia, 1816).
40Francisco Antonio Zea (Medellín, Colombia, 1766-Londres, Inglaterra,
1822).
47Salvador Rizo (Mompox, Colombia, 1762-Santa Fe de Bogotá. Colombia,
1816).
4KJ o s é M a r í a C a r b o n e l l (S a n t a F e d e B o g o t á , C o l o m b i a , 1 7 7 8 -1 8 1 6 ).

73
18 1o

el llamado Motín del té, de Boston, se intensificó la represión


hasta volverse intolerable durante el reinado del reyjorge III.
Tras unas primeras escaramuzas e intentos de los rebeldes
de tomar ciudades, se reunió en Boston un congreso que asu­
mió la vocería de los rebeldes, se proclamó como gobierno
independiente de Inglaterra y nombró confc jefe del ejérci-

to libertador a George Washington, quien tenía experiencia
en la guerra francesa. Se trataba de un rico hacendado que
motivó rápidamente a los colonos y a sus trabajadores para
participar en la lucha por la independencia y que logró for­
mar un ejército de campaña al cual se le fueron agregando
centenares de voluntarios.
Tan pronto como llegó a Europa la noticia de la guerra
de independencia en contra de Inglaterra, los países que ha­
bían tenido conflictos recientes con los británicos, como eran
Francia y España, se unieron a la empresa libertadora, sin
medir las consecuencias que tendría más tarde para ellos (en
especial para España) esta colaboración con una empresa an­
ticolonialista. De parte de Francia, viejo rival de Inglaterra, se
vincularon con las fuerzas comandadas por George Washing­
ton el conde de Rocham beau49 y el marqués de La Fayette,50
en ejércitos de tierra y otras fuerzas de la armada para atacar
los barcos ingleses, comandadas por marinos como Guichen,
De Grasse y D’Estaing.
Estas fuerzas, en especial las que encabezó La Fayette, fue­
ron decisivas para consolidar la posición del ejército liberta­
dor americano. Por su parte, España, que había tenido que
enfrentar los ataques de los marinos y piratas británicos a
los principales puertos españoles sobre el Atlántico, también
se hizo presente, apoyando a los rebeldes de Norteamérica,

49Jean-Baptiste Donatien de Vimeur, conde de Rochambeau (Vendóme,


Francia, 1725-Thoré-La Rochette, Francia, 1807).
50Marle-Joseph Paul Yves Roch Gilbert du Motier, marques de La Fayette
(Castillo de Chavaniac-La Fayette, Alto Loira, Auverne, 1757-París, 1834).

74
L.OS MOV'IMIKNTOS REVOLUCIONARIOS DEL SIGLO XVIII V SU INFLUENCIA LIBERTARIA

por órdenes de Carlos III, tras la declaración de guerra a Jor­


ge III en 1779. En 1777, Benjamín Franklin, quien se hallaba
en Francia representando los intereses de los independentis-
tas, buscó de forma reservada el apoyo del monarca español y
el monarca respondió gracias al apoyo prestado por el conde
de Aranda, con fuerzas dirigidas por el gobernador de Lui-
siana, Bernardo de Gálvez,51 y con un importante suministro
de armas. Gálvez fue considerado un héroe de la guerra de
independencia de Estados Unidos gracias a la toma de Pen-
sacola, en 1781. Desde luego, Inglaterra no olvidaría estas ac­
ciones contra sus intereses en tierras de Am érica y más tarde
prestó su ayuda, aunque de modo no oficial y solapadamente,
a la independencia de las colonias españolas en América.
Algunas figuras de la independencia de Norteamérica, ins­
piradas por la Ilustración, van a influir sobre los precursores
y primeros gestores de los movimientos de independencia de
América Latina. Es el caso de Benjamin Franklin525 3y de T ilo ­
mas Jefferson,5:5 dos figuras destacadas de la independencia
y creación de la primera constitución de los Estados Unidos.
Franklin era ante todo un científico, creador del pararrayos y
de otros inventos, quien se incorporó a las actividades políti­
cas en el proceso de liberación y construcción de una nueva
nación democrática y soberana, así como lo hicieron en la
Nueva Granada varios de los investigadores, dibujantes o na­
turalistas de la Expedición Botánica, muchos de los cuales
fueron fusilados en el período de la llamada pacificación, de
Pablo Morillo.
Thomas Jefferson era jan aristócrata, uno de los grandes
hacendados del sur, que adoptó la causa de la independencia

51 Bernardo de Gálvez (Málaga, España, 1746-Tacubaya, hoy Ciudad de


México, 1786).
Benjamín Franklin (Boston, Estados Unidos, 1706-Filadelfia, Estados
Unidos, 1790).
53 Thomas Jefferson (Shadwell, Virginia, Estados Unidos, 1743-Monticello,
Virginia, Estados Unidos, 1826).

75
i8io

y justificó la rebelión contra Jorge III de Inglaterra a causa de


la represión y arbitrariedades cometidas por las autoridades
coloniales británicas, así como por las limitaciones para ne­
gociar y manejar sus propios asuntos que padecían los ameri­
canos, así fueran propietarios de grandes haciendas o fueran
miembros de ilustres familias.
Las cartas constitucionales de Boston y Filadelfia sirvieron
como modelo para las primeras constituciones republicanas
de Am érica Latina en general y de Cundinam arca o Colom ­
bia, después de la independencia, como ocurrió con la cons­
titución de la Villa del Rosario de Cúcuta, de 1821.
Luego de la independencia norteam ericana, conseguida
tras la batalla de Yorktown, en 1783, algunos de los precurso­
res y primeros dirigentes independentistas de América del Sur
buscaron el apoyo y la cooperación de la nueva nación, cuya
soberanía había sido reconocida por medio del Tratado de Pa­
rís o Tratado de Versalles, firmado el 3 de septiembre de 1783
entre un representante de la Corona británica y los delegados
de los Estados Unidos, entre quienes se encontraban Benjamin
Franklin yjoh n Adams,54 quien sería el segundo presidente de
los Estados Unidos después de George Washington.
Benjamin Franklin se convertiría en un símbolo de la li­
bertad para los patriotas que fraguaron el primer movimien­
to hacia la independencia en la Nueva Granada, entre ellos
y como la figura tal vez más representativa de su época, el
precursor Antonio Nariño, quien tenía una inscripción en su
estudio, tomada del epitafio de Franklin, que decía: «Quitó
el rayo a los cielos y el cetro a los tiranos».
Hay que recordar, por otra parte, que Francisco de Miran­
da55 viajó en 1805 a la nueva nación, que se había constituido
en símbolo de la libertad, con el propósito de buscar ayuda

54John Adams (Baintrée, Massachussets, Estados.Unidos, 1735-1826).


55Francisco de Miranda (Caracas, Venezuela, 1750-Prisión de La Carraca,
Cádiz, España, 1816).

76
LOS MOVIMIENTOS REVOLUCIONARIOS DEL SIGLO XVIII Y SU INFLUENCIA LIBERTARIA

para luchar por la independencia de Venezuela y la del resto


de América del Sur. A llí se entrevistó con el presidente Jeffer-
son y con James Madison, pero no logró comprometerlos en el
levantamiento contra España, ya que este país había ayudado
de forma decisiva a su propia independencia. Miranda partió
de Filadelfia primero hacia Haití (que se había separado de
Francia en 1800 y se había convertido en el primer país de
América Latina en lograr su independencia) y luego hacia las
costas de Coro, en Venezuela, en su navio el Leander (puesto
en honor de su hijo Leandro), en 1806, y usó por vez prime­
ra la bandera tricolor (amarillo, azul y rojo), que más tarde
se convirtió en la bandera de Colombia y luego, con algunas
pequeñas variaciones, en la bandera de Venezuela y Ecuador.
Tras fracasar en este primer intento, regresó a Londres en
1807, donde lo encontró Bolívar en 1810 y le propuso viajar a
Caracas para hacerse cargo del ejército revolucionario.

L a R e v o l u c ió n Fr a n c e s a

Un antecedente de gran importancia para inspirar a los pa­


triotas que dieron los primeros pasos hacia la independencia
de la América española lo constituyen la Revolución Francesa
y los acontecimientos que tuvieron lugar después de la toma
de la Bastilla, el 14 de ju lio de 1789. Con la toma de la Basti­
lla, el baluarte de la represión en tiempos del Antiguo Régi­
men, se inició un proceso revolucionario de transformación
que en una primera etapa culm inó con la creación de la Pri­
mera República Francesa. El levantamiento abrió las puertas
de la famosa cárcel y sus prisioneros fueron liberados, entre
ellos el polémico marqués de Sade,5*5 apasionado libelista y
escritor de libros eróticos. Su vida y su obra dieron lugar a*

5tl Donatien Alphonse Frangois de Sade (París, Francia, 1740-Charenton-


Saint Maurice, Val-de-Marne, Francia, 1814).

77
i8io

diversos escándalos, que lo llevaron a prisión en varias opor­


tunidades, hasta llegar a completar más de treinta años de
encierro. La leyenda y la polémica surgida en torno a Sade y
sus escritos se han proyectado hasta el presente, sobre todo en
relación con los temas de carácter erótico o pornográfico y
ha abierto amplios debates sobre los limites que debe tener o
no la libertad de expresión.
La Revolución Francesa fue el resultado de un largo pro­
ceso en el cual la Ilustración contribuyó a minar las creencias
sobre el derecho sagrado de los reyes al poder. Pensadores
y científicos, de Descartes a Rousseau y Voltaire, habían so­
cavado las viejas creencias y las ideas que se consideraban
verdades inconmovibles. Por otra parte, el desarrollo de la
burguesía en París y en las principales ciudades francesas
fue decisivo para emprender una lucha contra la aristocra­
cia, dueña de gran parte de las tierras productivas. Con la
revolución fue proclamada la disolución del feudalismo y la
expropiación de las tierras a la Iglesia y a los nobles.
El dinero y la acumulación de capital aparecieron como
nuevos valores, frente a los derechos de la tradición nobilia­
ria. La proclamación de los Derechos del Hombre y del Ciudada­
no, por parte de la Asamblea Nacional, así como de las con­
signas que reflejaban los ideales revolucionarios (libertad,
igualdad y fraternidad), pronto sufrieron los rigores de la ra-
dicalización de las fuerzas impulsoras del cambio. Los dirigen­
tes de la revolución, que habían surgido al calor de los aconte­
cimientos, fueron rebasados por ellos.
Al igual de lo que sucedió en la leyenda de Saturno de­
vorando a sus hijos, la revolución hizo lo propio con los su­
yos. Los más destacados dirigentes del proceso revoluciona­
rio fueron víctimas de la avalancha de acontecimientos. Jean
Paul Marat,57 que pertenecía al ala izquierda del movimien-

57Jean Paul Marat (Boudry, Suiza, 1743-París, Francia, 1793).

78
LOS MOVIMIENTOS REVOLUCIONARIOS DEL SIGLO XVIII Y SU INFLUENCIA LIBERTARIA

to, fue asesinado en el baño de su casa, donde solía escribir


los artículos de su periódico Lamí du Peuple, por una joven
aristócrata de la ciudad de Caen llamada Charlotte Corday,
quien logró entrar a su casa con el pretexto de entregarle in­
formaciones o documentos confidenciales y le dio muerte al
propinarle varias puñaladas, tal como aparece representado
en el cuadro del pintor Jacques-Louis David, de 1793.
Otro dirigente de primera importancia, Georges-Jacques
Danton,58 fundador de la Sociedad de los Derechos del Hom­
bre en 1790, fue ejecutado en la guillotina en 1794, después
de ser acusado por Saint-Just como «enemigo de la repúbli­
ca», al intentar conciliar con las distintas fuerzas revoluciona­
rias contra la intransigencia de Robespierre,59 quien instauró
el llamado Régimen del Terror, que terminó con la vida de
Danton y de un buen número de revolucionarios que plan­
tearon divergencias frente a su posición extremista. Robes-
pierre trató de imponer un poder único y dictatorial, pero
una coalición de diputados de diversas tendencias que re­
chazaba sus actitudes extremistas logró que la Convención le
quitara sus poderes, ordenara su arresto y lo condenara a la
misma guillotina que él había usado en contra no sólo de los
aristócratas y representantes del Antiguo Régimen, sino tam­
bién de aquellos revolucionarios que se habían convertido en
sus contradictores políticos.
Quien liquidó la Revolución Francesa durante la revolución
y el directorio fue uno de sus hijos, Napoleón Bonaparte,bo
brillante militar y general republicano. Tras el golpe de es­
tado del 18 de Brumario se convirtió en el primer cónsul de
la república, a finales de 1799. A partir de allí sus campañas

58 Georges-Jacques Danton (Arcis-sur-Aube, Francia, 1759-París, Francia,


1794)-
59Maximilien de Robespierre (Arras, Artois, Francia, 1758-París, Francia,
1794)-
^'Napoleón Bonaparte (Ajaccio, Córcega, Francia, 1769-Santa Ftelena, 1821).

79
181o

militares lo llevaron a convertirse en la primera figura de Eu­


ropa. Tras batallas victoriosas como Austerlitz y Marengo se
coronó a sí mismo como emperador el 2 de diciembre de
1804. Quiso extender su dominio por toda Europa, para lo
cual, además de los mencionados triunfos militares, convocó
en la ciudad de Bayona, cercana a la frontera española, al rey
de España, Carlos IV,61 y a su hijo y sucesor, Fernando VII,62
quien recibió el poder de su padre en 1808, el mismo año en
que fue llamado a Bayona por Napoleón. El Emperador les
exigió a Carlos y a Fernando la abdicación de su poder en be­
neficio de su hermano José Bonaparte,b3 apodado en España
como Pepe Botellas, por su afición al vino.
La usurpación del poder real generó como consecuencia
el levantamiento del 2 de mayo y la consiguiente represión,
pintada por Goya(’4 en su obra sobre los fusilamientos de mayo,
así como en varias de sus pinturas negras.
La lucha contra José Bonaparte se convirtió en un fuerte
movimiento por la independencia y la legitimidad. En espera
del momento en que Fernando VII recuperara la corona, se
crearon juntas de gobierno en Sevilla y Cádiz, cuyo reflejo
se proyectó sobre Am érica y los llamados gritos de indepen­
dencia de 1810. Las juntas de Caracas o Santa Fe de Bogotá,
del 19 de abril y el 20 de ju lio de 1810, no tenían en un co­
mienzo el propósito de la separación definitiva de España,
sino el desconocimiento de la usurpación bonapartista y la
recuperación de la legitimidad, con devolución de la corona
a Fernando VII. El desarrollo de los acontecimientos y la ra-

Carlos IV de Borbón (Portici, Ñapóles, Italia, 1748-Roma, Italia, 1819).


Reinó entre 1788 y 1808.
6a Fernando VII de Borbón (San Lorenzo de El Escorial, España, 1784-Ma-
drid, España, 1833). Recibió el poder en 1808, pero sólo pudo reinar tras la
caída de José Bonaparte en 1813 hasta la fecha de su muerte.
,>;,José I Bonaparte (Corte, Francia, 1768-Florencia, Italia, 1844).
'MFrancisco de Coya y Lucientes (Fuendetodos, Zaragoza, España, 1746-Bur-
deos, Francia, 1828).

80
LüS MOVIMIENTOS REVOLUCIONARIOS DEI. SIGLO XVIII Y SU INFLUENCIA LIBERTARIA

dicalización de la lucha libertadora, en especial después de


la declaración de la «guerra a muerte» de Bolívar en 1813,
cambiaron el panorama y se dirigieron todos los esfuerzos a
la independencia definitiva de España.

El papel de la m a s o n e r ía en la l u c h a por la
INDEPENDENCIA

Detrás de la actividad de los principales agentes de la eman­


cipación en Am érica y de la propagación de las ideas libe­
rales en Europa se encuentra una organización secreta, que
alcanzó un gran poder en los siglos x v iii y x ix : la masonería.
La primera logia masónica se estableció en Londres en 1717,
con el nombre de Grand Lodge of London. De acuerdo con
sus principios fundacionales, que consideraban a Dios como
el gran arquitecto del universo, en un comienzo se aceptaban
como miembros de esta logia a arquitectos, dibujantes, alba­
ñiles y todos cuantos hicieran parte del trabajo de construc­
ción. Las herramientas de estos oficios se convirtieron en los
símbolos de la masonería.
En 1721 los masones ingleses establecieron la masonería
en Francia, que con el avance del enciclopedismo y las ideas
de la Ilustración pronto adquirió un carácter más político y
combativo, muy ligado a los intereses de la burguesía ascen­
dente, especialmente en París, que había iniciado una lucha
contra la aristocracia y el Antiguo Régimen y contribuyó de
forma decisiva a impulsar el proceso de cambio que llegó a
su clím ax con la Revolución Francesa. La francmasonería se
afianzó en el propósito de promover las más amplias liberta­
des, en el pensamiento, la política y los negocios. Su divisa
era impulsar una acción decisiva en contra de las testas co­
ronadas, bien fueran la del rey o la del papa. Sus miembros
asumieron una posición de lucha contra el dogmatismo, el
pensamiento único y el absolutismo.

81
i8io

En 1738, el papa Clemente XII65*expidió una bula de exco­


munión contra los masones llamada In eminente apostolatus, en
la cual prohibía la francmasonería y condenaba a sus miem­
bros a la pena de muerte. La Inquisición española se adhirió
al pronunciamiento papal y encauzó sus actividades en con­
tra de los judíos y de los herejes masones. Hacia 1741, durante
el reinado de Felipe V,',Gfue muy fuerte la persecución contra
los masones, lo cual condujo a que asumieran una actitud
reservada, en la clandestinidad. Sus adeptos nunca aparecían
en público como masones. Sus sesiones eran secretas, por lo
que pronto llegaron a ser conspirativas en la lucha por alcan­
zar amplias libertades de pensamiento y acción.
Fernando VI,676 8influido por los jesuítas, expidió una real
orden en Aranjuez, el 2 de ju lio de 1751, en la que prohi­
bía la masonería en España y en los dominios de Am érica y
anunció la pena de muerte para todos aquellos que hicieran
parte de esta organización. Sin embargo, en la época de Car­
los IIIGS las cosas dieron la vuelta y muchos de los miembros
ilustrados de la corte fueron masones más o menos recono­
cidos. Aunque no existió ningún decreto real que autoriza­
ra las logias masónicas en España, en la práctica existió una
amplia tolerancia, y muchos de los asesores más cercanos al
monarca defendieron sus postulados e hicieron parte de sus
actividades.
Pedro Rodríguez, conde de Campomanes, hacía parte de
una logia masónica muy activa, y junto con otros asesores de
Carlos III, influyó para que el rey ordenara la expulsión de

65 Clemente XII: Lorenzo Corsini (Florencia, Italia, 1652-Roma, Italia,


1740). Ejerció el papado entre 1730 y 1740.
6(>Felipe V de Borbón (Versalles, Francia, 1683-Madrid, España, 1746). Rey
de España entre 1700 y 1724, y tras un breve intermedio, 2° mandato entre
septiembre de 1724 yjulio de 1746.
f’7Fernando VI de Borbón (Madrid, España, 1713-1759). Rey de España en­
tre 1746 y 1759.
68Carlos III de Borbón, llamado El Político (Madrid, España, 1716-1788).
Rey de España entre 1759 y 1788.

82
LOS MOVIMIENTOS REVOLUCIONARIOS DEL SIGLO XVIII Y SU INFLUENCIA LIBERTARIA

los jesuítas en 1767, tanto de España como de las llamadas


provincias de ultramar, las colonias de América.
Un caso semejante lo constituyó el conde de Aranda, nom­
brado en una etapa como jefe de la masonería española, quien
también apoyó la expulsión en forma decidida. Castilla entre­
gó al rey un manifiesto en el cual lo advertía del peligro que
significaba el permitir que continuaran las actividades de la
Com pañía de Jesús en España y en América.
Pronto la masonería entró al continente americano y fue
un factor decisivo para la independencia, tanto de los Esta­
dos Unidos como de las distintas repúblicas que se forma­
ron en la Am érica española. Se establecieron logias en San­
to Domingo, antigua isla de La Española, en 1748. También
aparecieron diversas logias masónicas en Norteamérica, que
desempeñaron un importante papel en la independencia
de los Estados Unidos. Entre las figuras más destacadas de
la masonería en el país del norte recién creado se destacan
Benjamín Franklin, Thom asjefferson, John Adams, Thomas
Paine y George Washington, entre muchos otros.
En 1797 Francisco de Miranda organizó en París una lo­
gia a la cual ingresaron varios latinoamericanos, como José
de San Martín*’9 y Simón Bolívar,*7071*quien hizo parte de las
logias masónicas en sus comienzos, y por esto buscó a Miran­
da en Londres a finales de 1810, pero luego se apartó de esta
organización.
En la lucha por la independencia de Am érica Latina par­
ticiparon muchos destacados masones, como Juan Mariano
Picornell7' (español oriundo de las islas Baleares, quien apo­

’yjosé Francisco de San Martín (Yapeyíi, Argentina, 1778-Bologne-sur-Mer,


Francia, 1850).
70Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios (Caracas,
Venezuela, julio de 1783-Quinta de San Pedro Alejandrino, Santa Marta,
Colombia, diciembre de 1830).
71Juan Mariano Picornell y Gomilla (Palma de Mallorca, España, 1759-San
Fernando de Nuevitas, 1825).

83
i8io

yó el movimiento separatista en Venezuela), Juan Bautista


Arismendi,72 José Tadeo Monagasp Juan Germán Roscio*74
y el canónigo José Cortés Madariaga7'’ (de origen chileno,
decidido partidario de la independencia y masón, pese a su
filiación religiosa). Este último fue uno de los promotores del
levantamiento de Caracas el 19 d£ abril de 1810 y miembro
de la primera ju nta de gobierno creada en la capital de Vene­
zuela, con el nombre de Junta Conservadora de los Derechos
de Fernando VIL Cortés de Madariaga había hecho contacto
con la logia Lautaro, creada por Francisco de Miranda en
Cádiz, como muchos otros sacerdotes que se vincularon a la
causa de la independencia.
En la Nueva Granada, más tarde república de Colombia,
fueron varios los personajes de la época de la Independencia
que tuvieron vínculos con la masonería, entre los cuales se
destacan figuras como Antonio Nariño, quien fue ayudado
a escapar por los masones al llegar a Cádiz en uno de sus
arrestos, condenado a prisión, y pudo viajar a París y tener
contacto con la logia creada por Miranda en 1797, o los carta­
generos José María García de Toledo,"6 uno de los firmantes
de la declaración de independencia absoluta de Cartagena
en 1811, abogado y mártir de la causa libertadora, fusilado
con otros proceres el 24 de febrero de 1816, yjo sé Fernández
Madrid,77 médico, político, escritor y patriota, quien se halla­
ba en Santa Fe de Bogotá durante los sucesos del 20 de julio

“■ Juan Bautista Arismendi (La Asunción, Venezuela, 1775-Caracas, Vene­


zuela, 1841).
“José Tadeo Monagas (Amana de Tamarindo, Estado Monagas, Venezuela,
1784-El Valle, Venezuela, 1868).
74Juan Germán Roscio (San José de Tiznados, estado Guárico, Venezuela,
1763-Cúcuta, Colombia, 1821).
“José Cortés de Madariaga (Santiago de Chile, Chile, 1766-Riohacha, Co­
lombia, 182(5).
“'José María García de Toledo (Cartagena de Indias, Colombia, 17(59-1816).
"José Fernández Madrid (Cartagena de Indias, Colombia, 1789-Londres,
Inglaterra, 1830).

84
LOS MOVIMIENTOS REVOLUCIONARIOS DEL SIGLO XVIII Y SU INFLUENCIA LIBERTARIA

de 1810 y participó de forma activa en las actividades de la


primera independencia. Fue presidente de la Federación de
las Provincias Unidas de la Nueva Granada de 1814 a 1815.
En 1816 fue arrestado y, sorpresivamente, el pacificador Pablo
Morillo no lo condenó a muerte, sino que lo mandó deste­
rrado a España. Por tin accidente del barco en que viajaba
tuvo que quedarse en Cuba, donde con la ayuda de amigos
masones se le dio la casa por cárcel y pudo ejercer la medi­
cina después de presentar exámenes ante el protomedicato
de La Habana. A llí pudo redactar varias de sus obras, entre
ellas la pieza teatral Atala, basada en la novela homónima de
Chateaubriand.
Otros importantes masones neogranadinos y de los tiem­
pos de la Gran Colombia fueron el general Francisco de Paula
Santander,"8 quien participó en la campaña libertadora des­
de 1813, comandó las fuerzas rebeldes de Casanare y cruzó el
páramo de Pisba; así mismo, desempeñó un papel destacado
en la campaña libertadora de 1819, comandó las fuerzas de
vanguardia del ejercito libertador y en esta condición tomó el
puente sobre el río Teatinos, el 7 de agosto de 1819, durante
la famosa batalla de Boyacá que dio la independencia a C o ­
lombia. Santander fundó una logia en 1820, con el nombre
de Libertad de Colombia.
También fueron miembros de la masonería otros destaca­
dos personajes neogranadinos como Antonio Morales y Ga-
lavís,7
79 quien junto con sus hijos provocó el incidente del flore­
8
ro del 20 de ju lio de 1810; Domingo Caicedo,80vicepresidente
de Colombia en varias .oportunidades, desde 1830, cuando
fue elegido presidente Joaquín Mosquera, tras la renuncia de­

78Francisco de Paula Santander (Villa del Rosario de Cúcuta. Colombia,


1792-Bogotá, Colombia, 1840).
79Antonio Morales y Galavís (Santa Fe de Bogotá, Colombia, 1784-Panamá,
1852).
80Domingo Caicedo Santamaría (Hacienda de Puente Aranda, Bogotá, Co­
lombia, 1783-1843).

85
8io

finitiva de Simón Bolívar. Caicedo también fue vicepresidente


de Francisco de Paulá Santander y de José Ignacio de Már­
quez.*1 Este último ejerció la presidencia desde el i° de abril
de 1837 hasta el i° de abril de 1841, y tuvo que afrontar el
inicio de la llamada Guerra de los Supremos, generada a raíz
de la suspensión de unos conventos de Pasto, en 1839.

L a e sc o l á st ic a a n t im o n á r q u ic a : I g le sia y r e v o l u c ió n
DE INDEPENDENCIA

La aparición de la masonería generó una fuerte reacción por


parte de la Iglesia católica y del Vaticano, como hemos vis­
to en líneas anteriores. Gran parte del clero defendió la le­
gitimidad de la monarquía y los derechos de Fernando VII
cuando asumió la corona tras la caída de José Bonaparte. Sin
embargo, otro sector del clero, formado en el humanismo,
tuvo una actitud de oposición al absolutismo y se apoyó en
el padre Vitoria y otros prelados de la Escuela de Salaman­
ca. Entre aquellos clérigos ilustrados que intentaron no que­
dar rezagados en el respeto a las tradiciones seculares y en la
creencia del origen sagrado de la autoridad monárquica se
encuentra el sacerdote jesuíta Juan de Mariana,*2 formado
en la Universidad de Alcalá de Henares, donde estudió artes
y teología, en un ambiente impregnado por el humanismo.
Fue juzgado y criticado por haber defendido el tiranicidio en
alguna de sus obras,*3 texto que fue quemado en 1610 por
orden del Parlamento de París tras el asesinato de Enrique IV
de Francia bajo la presunción de haber inspirado el crimen.*8 2

SlJosé Ignacio de Márquez Barreto (Ramiriquí, Boyacá, Colombia, 1793-B0-


gotá, Colombia, 1880).
82Juan de Mariana (Talayera de la Reina, España, 1536-Toledo, España,
1624).
8:í De rege el regís institutione, Toledo, 1599.

86
LOS MOVIMIENTOS REVOLUCIONARIOS DEI. SIGLO XVIII Y SU INFLUENCIA LIBER PARIA

La discusión sobre la legitimidad del poder monárquico y


la libertad de conciencia llegó a las diversas provincias de la
América española y dividió la posición de sacerdotes y prela­
dos en relación con las ideas de independencia que se venían
fraguando en diversos sectores, tanto en movimientos popu­
lares e indígenas como los encabezados por Túpac Atari y Tú-
pac Amaru, en Perú, como por criollos y miembros de una
clase culta e ilustrada, en las principales ciudades de América.
Fue el caso de sacerdotes rebeldes, como el cura Hidalgo,84
de México, uno de los gestores de la independencia mexica­
na, quien fue fusilado en Chihuahua en 1811 a causa de su
activo papel en la causa revolucionaria pro independentista.
Otro sacerdote mexicano que se destacó por su papel en la
independencia de México, y cuya vida y milagros se han con­
vertido en leyenda, fue fray Servando Teresa de Mier,*8"»sacer­
dote dominico, escritor y traductor de obras que crearon una
fuerte polémica o bien se apoyaron en leyendas populares,
con el objeto de defender la causa americana y las luchas de
los nativos mexicanos por la defensa de sus reivindicaciones.
Para integrar las ideas religiosas con las luchas del pueblo,
afirmaba fray Servando que el apóstol santo Tomás llegó al
territorio de México, donde fue conocido con el nombre de
Quetzalcoatl, y en aquella tierra evangelizó a los naturales con
la ayuda de la virgen María. Entre los aztecas, Quetzalcoatl
— una fusión de quetzal y serpiente emplumada— represen­
taba una figura mítica de liberación, que había prometido re­
gresar algún día a romper las cadenas que oprimían al pue­
blo mexicano. Exiliado^ condenado, Teresa de Mier abrió en
París una escuela para la enseñanza de la lengua española, en

^ Miguel Hidalgo y Costilla (San Vicente, Pénjamo, Cuanajuato, México,


t753-Chihuahua, México, 1811).
8'’Fray Servando Teresa de Mier (Monterrey, México, 1763-Ciudad de Méxi­
co, México, 1827).

87
i8 io

compañía de Simón Rodríguez,8(>el maestro de Bolívar, quien


entonces había cambiado su nombre por el de Samuel Robin-
son. Juntos hicieron una traducción de la novela Atala, de Cha­
teaubriand, a partir de la cual escribió una pieza teatral el escri­
tor cartagenero José Fernández Madrid. A comienzos del siglo
x ix fray Servando fue puesto preso^en Madrid, a causa de una
pieza que había escrito a favor de la independencia de México.
En el Nuevo Reino de Granada fueron varios los sacerdotes
que apoyaron la causa de la independencia, mientras otros si­
guieron fieles al respeto por la tradición monárquica y la legi­
timidad de Carlos IV y Fernando VII, como fue el caso de José
Celestino Mutis, aunque la mayor parte de sus colaboradores
adhirió a la causa republicana después del 20 de julio, como
lo hemos visto en líneas anteriores. También desempeñó un
activo papel político el cura José Antonio de Torres y Peña,*87
autor de un poema panfletario en contra de la independencia
y sus promotores, concebido como una diatriba impregnada
de sectarismo, sin la menor calidad literaria.
Entre quienes apoyaron la causa de la independencia des­
de una posición escolástica dentro de los cánones sacerdota­
les se encontraba un buen número de párrocos y sacerdotes
de una alta posición dentro de la Iglesia neogranadina, como
Juan Bautista Pey,88 hermano de José Miguel Pey,89 y como
él, firmante del acta del 20 de julio. Eran hijos del oidor de
la Real Audiencia Juan Francisco Pey y ocupaban una des­
tacada posición tanto en la Iglesia como en el cabildo de la
ciudad, en su calidad de criollos hijos de un alto dignatario
español. Juan Bautista Pey fue arcediano y gobernador de la
catedral, y su alta investidura contribuyó a que un bueno nú­

8,1Simón Rodríguez (1771-Amotape, Perú, 1854).


87José Antonio de Torres y Peña (Tanja, Colombia, 1767/1770-^?)
88Juan Bautista Pey (Santa Fe de Bogotá, Colombia, i75tí-Santa Marta, Co­
lombia, 1819).
89José Miguel Pey (Santa Fe de Bogotá, Colombia, 17(53-1838).

88
LOS MOVIMIKNTOS REVOLUCIONARIOS DEL SIGLO XVIII Y SU INFLUENCIA LIBERTARIA

mero de párrocos de diversas iglesias santafereñas apoyaran


los gobiernos republicanos que surgieron después del grito
de independencia, como fueron los párrocos de la catedral,
así como los priores de San Agustín, San Victorino, Santo
Domingo, San Francisco y San Juan de Dios.
El rector del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario,
doctor Fernando Caicedo y Flórez 90 también apoyó el nuevo
orden social creado después del 20 de ju lio de 1810. Otro
clérigo letrado que adhirió al gobierno republicano fue José
Domingo Duquesne,9' rector del Colegio de San Bartolomé
entre 1803 y 1808, quien durante aquellos años fue partida­
rio de la «filosofía moderna», es decir, de muchos plantea­
mientos de la Ilustración, aunque en 1809 defendió el régi­
men colonial. Entre los escritos de Duquesne cabe citar un
curioso texto titulado Historia de un congreso fdosófico tenido
en Parnaso por lo tocante al imperio de Aristóteles. Un hipotético
congreso visto en forma irónica, en el cual aparecen persona­
jes del mundo científico de diversas épocas, como G alileo 92
Kepler93 Averroes,94 Pedro Abelardo,95 Ockham ,96 Aristóteles
y Descartes, quien a causa de su encendido amor por la ver­
dad fue víctima de un radical escepticismo.
Los grandes cambios que trajo tanto para España como
para sus colonias la abdicación de los Carlos IV y Fernan­
do VII en Bayona en 1808, así como los sucesos de Quito de

^Fernando Caicedo y Flórez (Suaita, actual departamento de Santander,


Colombia, 1756-Bogotá, Colombia, 1832).
91José Domingo Duquesne (Santa Fe de Bogotá, Colombia, 1748-1822).
92Galileo Galilei (Pisa, Italia, 1564-Florencia, Italia, 1562).
9;tJohannes Kepler (Würtemburg, Alemania, 1571-Ratisbona, Alemania,
1630).
94Averroes (Abu-I Salid Muhammad ibn Rusd, Córdoba, 1116-Marrakech,
Marruecos, 1198).
95Pedro Abelardo (Le Pallet, cerca de Na-ntes, Bretaña, 1079-Chalons, Fran­
cia, 1143).
9fiGuillermo de Ockham (Ockham, Surrey, Inglaterra, 1280/1288-Munich,
Alemania, 1349).

89
i8io

1809, cuando se desconoció al presidente de la Real Audien­


cia y se trató de elegir una ju nta de gobierno, influyeron para
que otros sacerdotes adoptaran la causa de la independencia
y desempeñaran un papel activo en el proceso emancipador.
Ese fue el caso de fray Diego Padilla,97 de ideas republicanas
y orador apasionado en defensa de la§ libertades. Fue el fun­
dador del periódico Aviso al Público, que hizo parte de los de­
bates que surgieron en la primera independencia, conocida
como la Patria Boba, apelativo usado por Antonio Nariño en
uno de sus escritos.
Uno de los agentes más activos de este proceso fue el canó­
nigo Andrés Rosillo y Meruelo,98*quien llegó a proponerle a
la virreina que su esposo, el virrey Antonio Am ar y B orbón,"
se coronara como rey de la Nueva Granada. Rosillo fue arres­
tado en 1809 acusado de realizar actividades conspirativas.
El 20 de ju lio de 1810 fue liberado y sacado en hombros de
su celda por el pueblo. Fue uno de los firmantes de la decla­
ración de independencia.
Muchos otros sacerdotes apoyaron los primeros intentos
del nuevo régimen, como el padre Juan Fernández de Soto-
mayor,100 autor de un Catecismo o instrucción popular, publica­
do en Cartagena en 1814, así como un sermón pronunciado
poco antes de la llegada de Pablo Morillo, el 20 de ju lio de
1815, al conmemorarse el quinquenio de la declaración de
independencia de 1810.
Pese a estas actitudes de varios sacerdotes en los inicios de
la revolución de independencia, las relaciones entre la Iglesia
y el Estado fueron muy conflictivas a lo largo del siglo x ix , en
especial durante los gobiernos de Tomás Cipriano de Mos-

97Fray Diego Padilla (Santa Fe de Bogotá, Colombia, 1754-Boyacá, Colom­


bia, 1819).
98Andrés Rosillo y Meruelo (El Socorro, Colombia, 1758-Bogotá, Colombia,
l835)-
"A ntonio Amar y Borbón (Zaragoza, España, 1742/45-1826).
‘""Juan Fernández de Sotomayor (Cartagena, Colombia, 1777-1849).

90
LOS MOVIMIENTOS REVOLUCIONARIOS DEL SIGLO XVIII Y SU INFLUENCIA LIBERTARIA

quera, José Hilario López y algunas administraciones de los


radicales. La situación de la Iglesia sólo se normalizó hacia
finales del siglo x ix , durante el gobierno de Rafael Núñez,101
cuando se firmó el Concordato con la Santa Sede.

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93
II. E l c o n t e x t o a m e r ic a n o
C a p ít u l o 3
Los MOVIMIENTOS SOCIALES
ANTERIORES A LA INDEPENDENCIA
Motines, protestas, rebeliones e insurrecciones
en la América Española durante el siglo x v i i i

G ustavo A dolfo Q uesada Va neg as

A más de que si estos dominios tienen


Sus propios dueños, señores naturales,
Por qué razón a gobernarnos vienen,
De otras regiones malditos nacionales?
De esto nuestras desdichas nos provienen,
Y así, para excusarfines fatcdes,
Unámonos, por Dios, si les parece
Y veamos el Reino a quién le pertenece.

Cédula del pueblo, estrofa 30.


Revolución de los Comuneros en la Nueva Granada, 1781

In t r o d u c c ió n

Al comenzar en Am érica del Sur y Colombia los festejos del


Bicentenario de la Independencia, es conveniente dilucidar
que ésta no es ni puede ser una conmemoración unilateral.
Fueron distintas las perspectivas políticas e ideológicas que
la alimentaron; diferentes los intereses y los actores que se
comprometieron con ella; contradictorios sus resultados. El
siglo x v i i i , que la precedió, la anunció y la preparó, fue un
hervidero de conflictos sociales. Los esclavos, los indígenas,
los mestizos de diferentes tintes, los criollos (españoles ameri­
canos), los blancos de orilla (españoles europeos pobres), los
religiosos regulares y seculares e incluso algunos españoles

97
i8io

europeos plantearon sus posiciones críticas ante las políticas


de la Corona, organizaron motines, se rebelaron y más de una
vez se declararon independientes. Estos movimientos, si bien
lograron reivindicaciones parciales, en lo que tiene qtie ver
con la autonomía política y administrativa o la independen­
cia no obtuvieron ningún éxito. Generalmente sus cabecillas
fueron ajusticiados. Sin embargo, cuando se iniciaron lasjor-
nadas de 1808 y 1810 dirigidas por los criollos, los sectores
populares, principales protagonistas en los alzamientos del
siglo x v i i i , permanecieron al margen, muchos se vincularon
a la guerra sólo después de 1816 y un sector considerable per­
maneció hasta el final leal al rey de España.
Culm inada la Independencia, tampoco se hicieron las re­
formas sociales proclamadas desde el siglo x v i i i . Todo indica
que el peso de lo social y lo popular no fue significativo en
el proceso. Entonces, ¿qué se conmemora? Es evidente que la
independencia de España era el punto nodal para el proceso
de construcción de naciones en Am érica y esto le da, de por
sí, un mérito suficiente para la celebración. Pero ¿es sólo la
fiesta de los criollos y sus descendientes directos o ideológi­
cos? ¿Qué papel cumplieron las regiones, las ciudades y las
villas, los blancos de orilla, los criollos pobres, los mestizos,
los indígenas y los esclavos? ¿Qué pasó con sus luchas y sus
reivindicaciones? ¿Qué sucedió con la estela de movilizacio­
nes que durante un siglo mantuvieron en vilo a la Corona?
¿Fueron los movimientos sociales que sacudieron a la Am éri­
ca española en el siglo x v i i i simples precursores de la inde­
pendencia política de España?
Mucho antes de que las reformas de los borbones, la In­
dependencia de Estados Unidos, la Ilustración francesa y su
propio crecimiento incidieran de modo significativo en las
mentalidades del criollaje, y mucho antes de que la invasión
napoleónica desarticulara el imperio español, los pueblos de
América, con todas las inconsistencias y debilidades inheren­
tes a la falta de madurez del proceso, ya habían iniciado la mar­

98
LOS MOVIMIENTOS SOCIALES ANTERIORES A I.A INDEPENDENCIA

cha por su emancipación. En más de un siglo se anticiparon


los movimientos sociales y populares a los pronunciamientos
de 1810. Desde 1717 los Comuneros del Paraguay argüyeron
que el rey no era absoluto y desde 1732 Andrés López del Ro­
sario (Andresote) en Venezuela planteó la independencia de
España, hecho que fue repetido muchas veces durante todo
el siglo. Pero si se comparan estos movimientos con las actas
de las juntas de gobierno defensoras de la religión católica
v de los derechos de Fernando VII,1 respuestas a la invasión
napoleónica de España (1808-1810),2 y si además hacemos la

1Sea cual sea la interpretación que le demos (la más común es que se tra­
taba de una estratagema política para mantener al pueblo, profundamente
católico y realista, al lado de la revolución [?]), taxativamente lo que dice
el Acta del Cabildo Extraordinario de 1810 es lo siguiente: «[...] formando
la señal de la cruz, a presencia de Jesucristo crucificado, dijeron: “juramos
por Dios que existe en el cielo, cuya imagen está presente y cuyas sagradas
v adorables máximas contiene este libro, cumplir religiosamente la consti­
tución y voluntad del pueblo expresada en esta acta, acerca de la forma del
gobierno provisional que ha instalado, derramar hasta la última gota de nuestra
sangre por defender nuestra sagrada religión y nuestro amado monarca Fernando
VIIy la libertad de la patria”» (las cursivas son nuestras. G. Q.). Copia del Acta
que se encuentra en el Museo Nacional y en la Casa del Florero.
- «El primer momento de lasjuntas americanas se presentó en los años 1808
y 1809, cuando se formaron juntas a imitación de las organizadas en la
metrópoli. Sus fines inmediatos implicaron la salvaguarda del territorio
americano para el rey Fernando VII, ante la posibilidad de que la Madre
Patria llegara a ser ocupada totalmente por Napoleón. Así se celebraron las
juntas en México, Montevideo, Buenos Aires, Chuquisaca, La Paz, Quito y
la [unta Extraordinaria de Santa Fe en septiembre de 1809. De estasjuntas,
las únicas que presentaron unas tendencias autonomistas entre las colonias
fueron Chuquisaca, La Paz y Quito; esta última tuvo trascendencia en los
acontecimientos políticos del Nuevo Reino». «El segundo momento de las
Juntas Americanas se presentó en 1810, ante el nuevo ímpetu de los france­
ses para el sometimiento total cíe la metrópoli [...]. En lasjuntas autonomis­
tas de 1810, se produjeron las «Actas de la revolución» o de instalación, en
las cuales se proclamó la intención de conservar los dominios americanos
para el muy amado, deseado y aclamado rey Fernando YII y la decisión po­
lítica de organizar gobiernos autónomos de los presentados interinamente
en España para la conservación de los derechos de la monarquía borbóni­
ca. La revolución se hacía a los gobiernos españoles representantes de la
monarquía, de los cuales se obtenía la autonomía». Javier Ocampo López,
«El proceso político, militar y social de la Independencia», en Nueva historia
de Colombia, Bogotá, Planeta, 1989, pp. 16-17.

99
i8io

analogía con las proclamas y actas indcpendentistas y en par­


ticular con las instituciones que intentaron dar forma política
a los nuevos países, se encontrará que las diferencias son enor­
mes. La Independencia no liberó a los esclavos, no protegió
los resguardos ni transformó a los indígenas en ciudadanos
propietarios; no satisfizo los anhelo^ populares de tierra ni
promovió la industria; no suprimió los impuestos ni los es­
tancos coloniales, principales obstáculos al desarrollo econó­
mico; no separó la Iglesia del Estado ni cambió la legislación
colonial, y mucho menos estableció la igualdad jurídica entre
los hombres. En pocas palabras, no modernizó ni secularizó
los países recién nacidos. Es obvio que la independencia era
la tarea central a la cual necesariamente se debían supeditar
todas las clases, sectores y protagonistas de la generación de
1810. Sin ella, toda otra reivindicación era en su momento
utópica. Pero una vez lograda se hacía necesario, para no des­
naturalizarla, adelantar las reformas sociales que se venían
planteando desde el siglo x v i i i . El no haber adelantado estas
reformas sociales dejó trunca la revolución de independencia.
Un buen número de los proceres que representaron los
ideales de la democracia y las libertades modernas fueron fu­
silados por el ejército español o por sus propios contrincantes
criollos durante la guerra, otros murieron en combate, y los
sobrevivientes, cuando culm inó la Independencia, se vieron
tan cercados por las élites tradicionalistas y conservadoras,
que sus posibilidades de reformas cayeron en el vacío3. Libres
de España, el poder quedó en manos de los grandes propie­
tarios de tierras, la Iglesia católica y un sector de comercian­
tes enfeudados que se lucraban de las condiciones reinantes.
Los procesos modernizadores tendrían que esperar varias1

1Aquí es inevitable mencionar que de todos los proceres fue Bolívar quien
más persistió por la emancipación de los esclavos, la protección de los res­
guardos y la separación de la Iglesia y el Estado, con independencia de todos
los debates que suscitó y aún continúa suscitando su compleja trayectoria.

100
LOS MOVIMIENTOS SOCIALES ANTERIORES A I.A INDEPENDENCIA

décadas. Los mismos protagonistas de la Independencia no


se consideraron herederos directos de quienes hicieron evi­
dente la crisis del imperio español.4
En este ensayo nuestro ámbito espacial es exclusivamente
la América española, y el temporal, de 1700 a 1782. De 1782
a 1810, momento de la emergencia de los denominados «pre­
cursores», se dio otro proceso que, aunque es continuación del
anterior, debe ser tratado desde sus propios contextos, parti­
cularidades y coyunturas. Durante estos años las reformas bor­
bónicas, en especial las culturales, cobraron mayor vig o r— las
socioeconómicas venían obrando durante todo el siglo espe­
cialmente a partir de Carlos III (1759)— : la relativa seculari­
zación de los estudios en las universidades, las bibliotecas, los
periódicos, las Sociedades Económicas de Amigos del País, las
expediciones científicas, las tertulias, las visitas de prominen­
tes científicos europeos y una mayor vinculación con España,
Europa y Estados Unidos volvieron más cotidiana la circula­
ción de noticias de lo que acontecía allende las fronteras y
más frecuente el conocimiento de libros y autores cercanos
o representantes de la Ilustración. Igualmente, el desarrollo
agrícola y comercial mejoró las condiciones de vida de los
criollos. Los nuevos conceptos, la nueva situación y los nuevos
aires qtie sacudían el orbe les harían comprender con mayor
claridad las limitaciones a que los sometía el colonialismo es­
pañol, ahora sí colonialismo de verdad, profundizando los
sentimientos de inconformidad. Se inicia, por lo tanto, otro
proceso, el de los movimientos precursores de la Independen­

: Don José Manuel Restrepo, primer historiador de la Independencia de Co­


lombia, nos ilustra este aspecto de maravilla, por la sorna e ironía con que
trata, en algunos párrafos, la insurrección comunera: «La fama de aquella
sublevación (de Túpac-Amaru en el Perú) llegó hasta los indios v la masa
común de los pueblos de la Nueva Granada, en los que hizo una impresión
muy nociva, abidtándose su importancia y sys efectos, como sucede entre
gentes ignorantes [...] Desde aquel día cesó la obediencia a las autoridades
legítimas y mandaron gentes oscuras de la plebe». Historia de la rn'olución de
Colombia, tomo I, Bogotá, Bedout, 1974, pp. 64-65.

101
i8io

cia, que cubre la década de 1790 y se prolonga hasta el inicio


de las juntas de 1808 y las primeras declaraciones de indepen­
dencia de 1810. Pero este proceso no es nuestro objeto.

El c o n te x t o

Los movimientos sociales en la Am érica española durante el


siglo x v i i i se dieron en el contexto de la crisis general de Es­
paña recurrente desde los Austrias Menores, así como en el de
los conflictos suscitados en la misma España y sus territorios
europeos y de ultramar, al incorporarse tibia y tardíamente a
las corrientes modernizadoras del siglo x v i i i , en un esfuerzo
a la larga perdido por recuperar su condición de gran poten­
cia y su hegemonía en Europa frente a Holanda, Inglaterra y
Francia. Esta crisis, a su vez, estaba inserta en una crisis más
general: el ascenso incontenible de las revoluciones burgue­
sas,5 del mundo moderno, que desde su despliegue augural
llevaba implícita la guerra por el control del mercado y la
lucha por las colonias. En el siglo x v i i i una verdadera guerra
mundial enfrentó a las dos potencias en ascenso: Inglaterra
y Francia. España fue partícipe y víctima de esta guerra en
virtud de los «pactos de familia» con los Borbones franceses
primero y por las alianzas que hizo con el Directorio francés
y Napoleón hacia el final del siglo x v i i i .
Uno de los rasgos definitorios de la modernidad es el surgi­
miento de las naciones. No podemos afirmar que las naciones
ya estuvieran perfiladas en la Am érica española de la época,
pero sí que se estaban formando aceleradamente unos senti­
mientos protonacionales,h es decir, unos fundamentos de la

"'Independencia de Holanda, la Gran Revolución Inglesa, la Revolución In­


dustrial, la Ilustración europea, la independencia de los Estados Unidos y
la Revolución Francesa.
hVéase Erich Hobsbawm, «Protonacionalismo popular», en Naciones y nacio­
nalismo desde r j8 o , Barcelona, Crítica, 1991, pp. 55-89. Dice Miguel Angel

1 02
LOS MOVIMIENTOS SOCIALES ANTERIORES A LA INDEPENDENCIA

identidad que tenían como base el crecimiento de la pobla­


ción, la presencia de varias generaciones de blancos nacidos
en Am érica enraizados profundamente en su medio, el cada
vez mayor número de mestizos y un proceso de expansión de
la producción mercantil simple que requería un espacio pro­
pio para desarrollarse y convertirse en producción mercantil
capitalista. Estos sentimientos protonacionales anunciaban
las futuras naciones. Tratar los movimientos sociales del si­
glo xv i ii por fuera de estos contextos y estos sentimientos es
estudiarlos como eventos locales desconectados de la historia
general de Occidente y del imperio español y, por lo tanto,
perder toda capacidad de un análisis riguroso.
La resistencia a la dominación española durante los siglos
x v i y x v i i fue continua. Durante estos dos siglos los nativos
resistieron el dominio de los conquistadores y de los enco­
menderos. En la primera parte del siglo x v i contaron con
el apoyo de las comunidades de religiosos regulares (domi­
nicos, franciscanos, agustinos) que lograron, en conflicto con
los conquistadores, medidas protectoras, sobre todo, la prohi­
bición de la esclavitud de los pueblos originarios y más tarde
la supresión de las encomiendas.7 Los conquistadores al esti­

Urrego: «Esta es una idea (la de nación, G. Q.) que supone un alto estado
de elaboración conceptual: ella supone una larga preparación histórica, la
adquisición de un patrimonio de recuerdos donde cada uno puede hallar su
parte, su organización en memoria colectiva y la sumisión de esta memoria a
un trabajo de simbolización que le da su sentido, alrededor de los “lugares de
la memoria” (para retomar un término querido por Pierre Nora) y de figuras
significativas llamadas símbolos». Miguel Angel Urrego, «Mitos fundacionales,
reforma política y nación en Colombia», en A ornadas, no. 8 (mar. 1998), p. 11.
: Esta política proteccionista significó que a partir de este momento los re­
ves y la Iglesia católica aparecerían como los protectores de los indígenas,
imaginario que se prolongó hasta las primeras décadas del siglo xix y que
explica su marginamiento, casi total, de la guerra de independencia. ;Cómo
apoyar a unas élites que atentaron contra los resguardos durante todo el si­
glo x v i i i y que bajo los argumentos de que los indígenas tenían derecho a la
ciudadanía los continuaban despojando de la tierra, mientras los reyes se la
garantizaban? Véase estudio y acervo documental en: Gustavo Adolfo Que-
sada Vanegas, Filosofía del descubrimiento y la Conquista, Bogotá, u ñ a d , 2 0 0 0 .

103
i8io

lo de Pizarro, Lope de Aguirre y Gonzalo de Oyón entraron


en franca rebeldía contra las Nuevas Leyes,8 que prohibían la
esclavitud de los indígenas, limitaban las encomiendas y les
quitaban poder político. Esta rebelión puso en jaque la do­
minación de la Corona española desde México hasta el Perú.
Carlos V se vio obligado a suspender su aplicación. Los crio­
llos, descendientes de los conquistadores, desconocieron las
Leyes de Indias o simularon obedecerlas, aunque a partir de
lo que John Leddy Phelan ha denominado el «pacto no escri­
to» con los Austrias, que prolongaba las tradiciones medieva­
les autonomistas de los reinos, ciudades y gremios españoles,
concillaron sus diferencias con la Corona, lo que les permitió
mantener sus fueros y privilegios e imponer su hegemonía en
Am érica desde los cabildos y los cargos públicos, afirmando
su calidad de señores de la tierra.9
Los esclavos practicaron el cimarronismo de forma regu­
lar, constituyeron palenques y fueron aliados de los piratas
que asolaron el Caribe. Los mestizos fundaron pueblos y
adelantaron procesos de colonización contrarios a la volun­
tad del Supremo Consejo de Indias, de las audiencias y los
corregidores. Pero no son estos movimientos los que se exa­
minarán en el presente ensayo. Ellos pertenecen a la fase de
estructuración del poder español en Am érica y las resisten­
cias concomitantes. Se tratarán aquellos que prefiguran su
desestructuración y que corresponden al proceso que daría
fin a tres siglos de colonialismo.
Al finalizar el siglo x v n y comenzar el x v m , España se
había rezagado, en cuanto al desarrollo capitalista, notoria­
mente de Holanda, Inglaterra y Francia. El oro americano

8Se identifican con este apelativo, primero, las Leyes de Burgos, que pro­
hibían la esclavitud indígena, y, luego, todo el conjunto de leyes que en la
década del 1540 pretendieron eliminar definitivamente las encomiendas y
la sujeción directa de los indígenas a los conquistadores.
''John Leddy Phelan, E l pueblo y el rey. La revolución comunera en Colombia,
1781, Bogotá, Carlos Valencia, 1980, pp. 19-33.

104
LOS MOVIMIENTOS SOCIALES ANTERIORES A I.A INDEPENDENCIA

que fluyó incansablemente a sus arcas durante el siglo x v i


no tuvo un destino productivo. Lo consumieron, en prime­
ra instancia, las guerras: contra la reforma protestante, por
la hegemonía en Europa contra Inglaterra y Francia, contra
los turcos en el Mediterráneo, y, más tarde, para im pedir la
separación de Holanda y Portugal. Si a esto le agregamos la
expulsión de moros y judíos, la derrota de las comunidades
de Castilla y Aragón en la batalla de Villalar (1521) y el peso
ideológico de la Inquisición, institución española por exce­
lencia, no es extraño que la península abandonara su voca­
ción productiva y que sus gastos militares, el lujo de su corte
e incluso la alimentación de su población se abastecieran al­
ternativamente en Holanda, Inglaterra y Francia, según los
vaivenes de las gtierras y las alianzas. La decadencia se hizo
evidente desde los gobiernos de los Austrias Menores.101Por
estas calendas las potencias burguesas emergentes habían co­
locado cabezas de playa en el territorio español del Caribe
y en algunos puntos continentales.11 Estas cabezas de playa
no sólo eran puestos de avanzada de la piratería y el contra­
bando, sino que constituían una permanente amenaza sobre
las restantes islas del Caribe y los territorios continentales.
La Arm ada de Barlovento, la flota española que protegía los
navios y los fuertes, se estableció muy pronto (1635-1637), al
igual que el impuesto que sufragaba su mantenimiento.

10Austrias Mayores: Carlosd de España y V de Alemania, 1517-1556, y Felipe


II, 1556-1598. Austrias Menores: Felipe III, 1598-1621; Felipe IV, 1621-1665,
y Carlos II, 1675-1700.
11 Vale la pena una rápida descripción: Inglaterra: Bermudas (1609), St.
Kitts (1623-1625), Barbados (1625), Guadalupe (1627), Xevis (1628). Anti­
gua (1632), Montserrat (1632) vjamaica (1655). Belice, Costa de Mosquitos,
Trinidad, Tobago, Santa Lucía, Guyana, Granada y Florida las conquistará
en el siglo xvm. Francia: St. Kitts (1625), Martinica y Guadalupe (1635),
Santo Domingo (Haití) (1665), Guayana (1635) Tortuga y Granada (1650).
Holanda: Aruba y Curazao (1630). Además, tuvieron instalaciones colonia­
les Dinamarca, Prusia y Suecia.

105
i8io

La muerte de Carlos II de España sin herederos directos


(1700) dio pábulo a las ambiciones de la Casa de Borbón
francesa. Luis X IV reclamó el trono de España para su nieto
Felipe de Anjou (apoyado en el testamento de Carlos II), a su
vez bisnieto de Felipe IV de España. Austria, apoyada princi­
palmente por Inglaterra, el papa y la qoalición de La Haya,
respaldaba al archiduque Carlos de Austria. Luego de varios
años de guerra se firmaron finalmente el Tratado de Utrecht
y la paz de Rastatt (1713), que reconocieron a Felipe V de A n ­
jo u como heredero legítimo de la Corona española a cambio
de posesiones territoriales en Europa y Am érica para Ingla­
terra y sus aliados.ia Con él se inició en España la dinastía de
los Borbones,1213 que en Francia fungió como protectora y en
gran medida promotora del pensamiento ilustrado y que en
Am érica pretendió continuar en esa dirección. De ellos el rey
modernizado!' por excelencia fue Carlos III, quien reinó en­
tre 1759 y 1788. A él se deben las reformas más significativas.
Le correspondió, además, enfrentar la expulsión de los jesuí­
tas (1767) y la rebelión de Túpac Am aru en el Perú (1780) y
de los Comuneros de la Nueva Granada (1781).
La tarea era vasta y compleja. Se trataba nada menos que
de transformar una sociedad que tenía profundamente arrai­
gadas y con un gran peso social y cultural a una clase nobi­
liaria y una Iglesia ancladas todavía en el siglo xvi, en la Con­
trarreforma y en el Concilio de Trento.14*Los reyes Borbones,

12El reconocimiento de Felipe V como rey de España y emperador de las


Indias implicó que Flandes, Milán, Nápoles y Cerdeña quedaran en manos
del archiduque Carlos de Austria; Sicilia, con Saboya, y Menorca y Gibral-
tar, con Inglaterra.
13Borbones: Felipe V de Anjou (1700-1746), Fernando VI (1746-1759), Car­
los III (1759-1788), Carlos IV (1788-1808) y Fernando VII (1808 a 1833).
14Fa nobleza española todavía a finales del siglo xvm contaba con 119 Gran­
des de España, 535 títulos de Castilla y 500.000 hidalgos que ejercían su do­
minio sobre 15 ciudades, 2.286 villas, 4.267 lugares, 671 aldeas, 400 cotos
redondos y 430 despoblados. Fa Iglesia, por su lado, tenía 70.178 clérigos
seculares, 62.249 cul'as regulares (de órdenes religiosas), 2.000 conventos y
40 órdenes y 33.630 religiosas, que disponían de 1.122 casa monásticas y 29

106
LOS MOVIMIENTOS SOCIALES ANTERIORES A I.A INDEPENDENCIA

acompañados de ministros ilustrados,15 asumieron la tarea de


modernizar a España y sus territorios de ultramar. Sin embar­
go, del pensamiento de la Ilustración asumieron esencialmente
las innovaciones de carácter práctico-pragmático y utilitario;16
desconocieron que ese pensamiento tenía sus raíces en el mo­
vimiento profundo del espíritu de los siglos anteriores, y que
de él se desprendían graves estremecimientos en relación con
la fe, la Iglesia, el poder, el Estado, la ley, la ética y la política.
Fueron apenas «novatores», amigos de innovaciones,17 que la
pasaban bien con un anticlericalismo franco, un antijesuitismo
extremo, un progresismo moderado y la convivencia con toda
la tradición española. Sus reformas no fueron demasiado lejos,
aunque sí precipitaron la crisis, dando alas y argumentos a los
descontentos y alertando la reacción en España y América.
Se pueden generalizar los cambios suscitados en España
y Am érica por las reformas borbónicas en algunos aspectos
medulares:
Centralizar: Si se querían m odificar las estructuras econó­
micas, sociales y culturales de la España tradicional, el rey
y sus altos funcionarios debían apropiarse de las doctrinas

órdenes. Para esta época la Iglesia era dueña de una cuarta parte de la tie­
rra cultivable de España. J. Vicens Vives. Historia social y económica de España
y América, tomo IV, Barcelona, Vicens Vives, 1974, pp. 46 y ss.
17D. José del Campillo y Cosío, D. José de Somodevilla y Bengoechea, mar­
qués de la Ensenada; D. José de Carvajal y Lancáster; D. Leopoldo de Gre­
gorio y Paterna, marqués del Esquiladle; D. Jerónimo Grimaldi; D. José de
Moñino y Redondo, conde de Floridablanca; D. Pedro de Abarca y Bolea,
conde de Aranda, y D. Pedro Rodríguez, conde de Campomanes, además de
algunas figuras menores como Ricardo W’ard, Manuel de Roda, José Nicolás
de Azara, el abate Feijoo, Gaspar Melchor de Jovellanos. Leandro Fernán­
dez de Moratín y Jorge Juan y Antonio L'lloa, entre otros. Pablo Cárdenas
Acosta, Del vasallaje a la insurrección de los comuneros. La Provincia de Tunja en
el Virreinato, Tunja, Imprenta Departamental, 1947. pp. 373-415.
1(>Hans-Joachim Kónig, Camino hacia la nación. Nacionalismo en el proceso de
formación del Estado y de la Nueva Granada, 1750-1856, Bogotá. Banco de la
República, 1994, p. 71.
17Rafael Antolínez Camargo, «La filosofía del siglo xvm. Novatores e ilus­
trados», en Germán Marquínez Argote et al., La filosofía en América Latina,
Bogotá, El Búho, 1993, pp. 115-119.

107
18 1o

políticas que habían hecho fuertes a las coronas de Inglate­


rra y Francia: la monarquía absoluta, el despotismo ilustra­
do. Frente a la tradición política foral de España, en cierto
sentido extendida a las élites de los territorios de ultramar,
tradición que hacía del rey el primero entre iguales y que lo
obligaba a negociar las medidas políticas y económicas con
sus súbditos, ahora se trataba de que el rey tenía un poder
om ním odo que provenía directamente de Dios. Las tradicio­
nes medievales hispanas de gobierno consensuado se habían
actualizado principalmente en las doctrinas de los jesuítas
Francisco Suárez y ju a n de Mariana, que habían contado con
una amplísima difusión en universidades de España y Am éri­
ca.18*Las medidas tomadas por los Borbones para garantizar
un poder único y fuerte incluyeron desde «la nomenclatura
tradicional de los Habsburgo — el rey de las Españas y de las
Indias fue dando paso al rey de España y emperador de las In­
dias o de América— »,'9hasta la constitución de una burocracia
centralizada: la creación de la Secretaría del Despacho Uni­
versal de Indias, los ministros, los visitadores regios, los regen­
tes visitadores, los intendentes y demás, que tanto en España
como en sus colonias se sobreponían a las autoridades tradi­
cionales, incluidos los virreyes. La administración de las colo­
nias se centraría, a partir de ese momento, en una burocra­
cia estatal de origen peninsular que desplazó a los criollos, a
quienes en compensación se les ofrecieron puestos en otras
regiones del imperio español. Estas medidas resentirían a la
Iglesia, a los poderes tradicionales en todo el territorio y al
criollaje de las colonias, que se veía despojado de la capa­
cidad de administrar sus propios territorios y de la relativa
autonomía de que había gozado durante los Austrias.

|SRafael Gómez Hoyos, La revolución granadina de 1810. Ideario de una gene­


ración y una época, tomo I, Bogotá, Temis, 1962. Examínese en particular la
tercera parte.
'9Phelan, op. cit., p. 19.

108
LOS MOVIMIENTOS SOCIALES ANTERIORES A I.A INDEPENDENCIA

Modernizar: Se trataba de m odernizar la estructura socio­


económica y cultural del imperio. Tal fue el espíritu y la letra
del Nuevo sistema de gobierno económico para la América., escrito
en 1743 por José del Cam pillo y Cosío, que circuló profusa­
mente en forma manuscrita y que luego fue incluido como
parte central del Proyecto económico de Bernardo Warcl en
1762.20 Punto central en esta política era el cambio de fun­
ción de los territorios de ultramar. De exportadores de oro y
plata para la madre patria, de ahora en adelante la abastece­
rían de tabaco, algodón, cacao, azúcar, cuero y café. Simultá­
neamente se convertirían en compradores de productos ma­
nufacturados e industriales que España adquiría a través de
asientos de comerciantes ingleses, franceses y holandeses. Es
decir, en colonias en sentido moderno. El proceso de estas re­
formas se acentuó a partir de la derrota española en la guerra
de los Siete Años (1756-1763) y la pérdida a manos de Ingla­
terra de La Habana (1762).21 En 1765 se inició la visita de don
José de Gálvez a la Nueva España, con el propósito de imple-
mentar todas las nuevas políticas; luego, en 1776, cuando este
funcionario fue nombrado ministro de Indias, incrementó las

20El Nuevo Sistema de Campillo y Cosío «propugnaba la abolición de mo­


nopolios ineficaces, como el monopolio comercial de que disfrutaban los
comerciantes de Cádiz para la carga transatlántica, y la creación de mo­
nopolios lucrativos fiscalmente; por ejemplo, el del tabaco. Veía a América
como un mercado sin explotar para las manufacturas españolas. A fin de
aumentar el consumo de ese mercado proponía que se abolieran las res­
tricciones al comercio y que los indios se incorporaran más completamente
a la sociedad colonial, mediante la distribución de tierras entre ellos. Se
debería aumentar la producción de plata, y podría crearse un sistema más
eficiente de recolección de impuestos con la introducción al Nuevo Mundo
del sistema francés de los intendentes». Phelan, op. cit.. p. 20.
21 De 1756 a 1763 Prusia e Inglaterra se alian contra Francia. Rusia. Sajonia,
Suecia y España. Estaban en conflicto la disputa entre Francia e Inglaterra
por las colonias de América del Norte y el Asia y el interés de Austria de
recuperar la Silesia de manos de Prusia. La guerra concluve con la pérdida
del Canadá francés y la Luisiana y algunas colonias del Caribe por parte
de Francia y su reparto entre Inglaterra y España; la India queda bajo el
control de Inglaterra, y España, si bien gana la Luisiana y Nueva Orleans,
pierde la Florida y Cuba. Prusia controla definitivamente la Silesia.

109
LOS MOVIMIENTOS SOCIALES ANTERIORES A LA I n DEPENDENCIA

Modernizar: Se trataba de m odernizar la estructura socio­


económica y cultural del imperio. Tal fue el espíritu y la letra
del Nuevo sistema de gobierno económico para la América., escrito
en 1743 por José del Cam pillo y Cosío, que circuló profusa­
mente en forma manuscrita y que luego fue incluido como
parte central del Proyecto económico de Bernardo Warcl en
1762.20 Punto central en esta política era el cambio de fun­
ción de los territorios de ultramar. De exportadores de oro y
plata para la madre patria, de ahora en adelante la abastece­
rían de tabaco, algodón, cacao, azúcar, cuero y café. Simultá­
neamente se convertirían en compradores de productos ma­
nufacturados e industriales que España adquiría a través de
asientos de comerciantes ingleses, franceses y holandeses. Es
decir, en colonias en sentido moderno. El proceso de estas re­
formas se acentuó a partir de la derrota española en la guerra
de los Siete Años (1756-1763) y la pérdida a manos de Ingla­
terra de La Habana (1762).21 En 1765 se inició la visita de don
José de Gálvez a la Nueva España, con el propósito de imple-
mentar todas las nuevas políticas; luego, en 1776, cuando este
funcionario fue nombrado ministro de Indias, incrementó las

20El Nuevo Sistema de Campillo y Cosío «propugnaba la abolición de mo­


nopolios ineficaces, como el monopolio comercial de que disfrutaban los
comerciantes de Cádiz para la carga transatlántica, y la creación de mo­
nopolios lucrativos fiscalmente; por ejemplo, el del tabaco. Veía a América
como un mercado sin explotar para las manufacturas españolas. A fin de
aumentar el consumo de ese mercado proponía que se abolieran las res­
tricciones al comercio y que los indios se incorporaran más completamente
a la sociedad colonial, mediante la distribución de tierras entre ellos. Se
debería aumentar la producción de plata, y podría crearse un sistema más
eficiente de recolección de impuestos con la introducción al Nuevo Mundo
del sistema francés de los intendentes». Phelan, op. cit.. p. 20.
21 De 1756 a 1763 Prusia e Inglaterra se alian contra Francia. Rusia. Sajonia,
Suecia y España. Estaban en conflicto la disputa entre Francia e Inglaterra
por las colonias de América del Norte y el Asia y el interés de Austria de
recuperar la Silesia de manos de Prusia. La guerra concluve con la pérdida
del Canadá francés y la Luisiana y algunas colonias del Caribe por parte
de Francia y su reparto entre Inglaterra y España; la India queda bajo el
control de Inglaterra, y España, si bien gana la Luisiana y Nueva Orleans,
pierde la Florida y Cuba. Prusia controla definitivamente la Silesia.

109
181o

reformas para todas las colonias a través de regentes visitado­


res y de intendentes, lo cual generó los brotes de resistencia
más fuertes.22 Las políticas de Gálvez y de los ministros ilus­
trados autorizaron el comercio de cabotaje y rompieron con
el monopolio comercial de Cádiz al permitir flotas comer­
ciales con entrada y salida de muchos puertos de Am érica y
España.23
Igualmente, se trataba de incorporar medidas sanitarias,
de ampliar la colonización y el uso productivo de la tierra, de
promover las expediciones científicas y de remover en la edu­
cación la inercia producida por varios siglos de escolasticis­
mo. La modernización de la educación y la creación de las
academias y las Sociedades Económicas de Amigos del País
amenazaban la hegemonía cultural de la Iglesia católica y
rompían el monopolio educativo de las comunidades de reli­
giosos regulares. De ahí al descontento y la resistencia de los
jesuítas no había sino un paso. No podemos olvidar el altísi­
mo peso de la Iglesia católica y en particular de los jesuítas
sobre la vida social en Am érica y España. Los últimos no sólo
regentaban las principales universidades sino que tenían el
control de las reducciones del Paraguay, las más importantes,
pobladas y ricas, por encima de las de México, el Perú y la
Nueva Granada.
Secularizar. El conflicto entre los Borbones españoles y la
Iglesia venía desde comienzos del siglo x v i i i , cuando el papa
Clemente XI apoyó las pretensiones del archiduque de Aus­
tria al trono español. Este conflicto se agudizó por razones
ideológicas: para los déspotas ilustrados el poder del rey debía

22Jaime E. Rodríguez O., La Independencia de la América española, México,


Fondo de Cultura Económica, Colegio de México, Fideicomiso Historia de
las Américas, 2005, pp. 52-80.
23Con argumentos semejantes, desde comienzos de siglo, se habían impues­
to compañías privadas que monopolizaban el comercio de frutos de la tie­
rra y el comercio de importación y exportación, como la Guipuzcoana en
Venezuela, la Compañía de La Habana y la Compañía de Filipinas Real.

110
Los MOVIMIEN IOS SOCIAI.KS ANTERIORKS A I.A INDEPENDENCIA

estar por encima del de la Iglesia, lo cual, luego de múltiples


tensiones, sería ratificado en el Concordato de 1753.242
5La edu­
cación, igualmente, debía ser prioritariamente pública y civil:

Es menester— decía el celebre Ensenada— , hablando de


las universidades, reglar esas cátedras, reformar las super­
finas y establecer las que faltan, con nuevas ordenanzas para
asegurar mejor el método de los estudios. No sé que haya
cátedra alguna de derecho público, de física experimental,
de anatomía y botánica. No hay puntuales cartas geográficas
del reino y de sus provincias, ni quien las sepa grabar, ni te­
nemos otras que las imperfectas que vienen de Francia y Ho­
landa. De esto proviene que ignoremos la verdadera situa­
ción de los pueblos y sus distancias, que es una vergüenza.*5

Iguales medidas se tomarán para las colonias. Baste recor­


dar el Plan de Estudios de don Francisco Antonio Moreno y
Escandón, que proponía la universidad pública en la Nueva
Granada y la enseñanza de las ciencias útiles en lugar del
peripato y los silogismos aristotélicos. Se controló la Inquisi­
ción y se le prohibió inmiscuirse en los asuntos civiles. Decía
Voltaire en la Enciclopedia de Diderot:

24«En este sentido, la llegada de los Borbones al trono español refuerza las
tendencias regalistas de la Corona española, que había tratado siempre de
ampliar su control sobre la Iglesia: Así el Real patronato empieza a trans­
formarse en Vicariato Regio [...]. En la segunda mitad del siglo x v i i i , estas
espontáneas tendencias de la Corona española adquieren un matiz más an-
tirromano y algo más laicizante, bajo los reyes Carlos III y Carlos IV, por
el influjo de algunos ministros anticlericales como Ricardo Ward, Manuel
de Roda, José Moñino y Pedro Rodríguez Campomanes [...] Este creciente
intervencionismo de la Corona en la Iglesia produce una serie de tensiones
con la Santa Sede, que tratan de solucionarse con el Concordato de 1753.
En ese tratado, el rey se reservaba el derecho de nombramiento de obispos
(sujetos a la aprobación papal, que nunca se negaba) y las rentas que reci­
bía antes el papa, que renunciaba al privilegio que eximía las tierras de la
Iglesia de contribución». Fernán E. González González, Poderes enfrentados.
Iglesia y Estado en Colombia, Bogotá, c i n e p , 1997, pp. 95-96.
25Citado por Cárdenas Acosta, op. cit., p. 376.

111
i8i<>

Aunque los nombres propios no sean el objeto de nues­


tros estudios enciclopédicos, hacemos en este artículo una
excepción para ocuparnos del conde de Aranda, presidente
del Consejo Supremo de España y capitán general de Casti­
lla la Nueva, que fue el que empezó a cortar las cabezas de
la hidra de la inquisición [...] La conciencia, el fuero interno
(como lo llama la Universidad de Salamanca) es de otra ín­
dole; nada tiene que ver con las leyes del Estado. Los inquisi­
dores y los teólogos deben rezar a Dios por la salvación de los
pueblos; pero los ministros y los magistrados deben cuidar
del bienestar y de la justicia en la tierra [...]. En este sitio sólo
diremos que el conde de Aranda se hizo digno de la gratitud
europea, por haber cortado las garras y haber limitado los
dientes del monstruo. Bendigamos al conde de Aranda.'-1’

Es indudable que la expulsión de los jesuítas obedeció a


la resistencia que esta comunidad oponía a la Ilustración en
Europa y sobre todo en América; al regalismo acentuado de
los borbones; a las presiones de algunos criollos americanos,
que los veían como competidores en el comercio y en el usu­
fructo del trabajo indígena; a la riqueza de sus misiones y
reducciones; al poderoso ejército guaraní que podría hacer
tambalear, cuando lo quisiera, las posesiones españolas; y fi­
nalmente, a su resistencia ante la redefinición de las fronteras
entre España y Portugal, que no habían quedado muy claras
en el Tratado de Tordesillas. Expulsados en 1767-" de todos
los reinos españoles y disuelta la orden en 1773 por Clemente
X IV mediante el breve Dominus ac redemptor, España ganó en
sus políticas de centralización y secularización pero perdió
frente a sus súbditos americanos una de las mayores fuentes *2 7

A'Ibid., p. 382.
27Los jesuítas fueron expulsados de Portugal en 1759, de Francia en 1764,
de España en 1767, de Ñapóles en 1767 y de Parma en 1768. El conde Flo-
ridablanca fue quien intervino ante Clemente XIII y Clemente XIV para la
disolución de la orden.

112
LOS MOVIMIENTOS SOCIAI.ES ANTERIORES A I.A INDEPENDENCIA

de respaldo ideológico y político, a la vez que generó una


de las principales oposiciones de carácter interno e interna­
cional. Después de la década de 1780 los jesuitas revivieron
las denuncias de Bartolomé de las Casas contra la crueldad
de la Conquista española y publicaron libelos contra España,
como la Carta a los españoles americanos, del ex jesuíta Juan
Pablo Viscardo y Guzmán, difundida por el precursor Fran­
cisco de Miranda, y se les acusó de participar en todas las
revueltas antiespañolas de la época.
Las medidas reformistas produjeron alivio en los sectores
productivos y comerciales y en la intelectualidad (los novato­
res), al tiempo que fortalecieron los sentimientos protonacio-
nales, que venían madurando de vieja data en las colonias;
obligaron a remirar el paisaje de estas últimas (recursos) y
enemistaron a los Borbones con la Iglesia y con la aristocracia
criolla, que se veía despojada de cargos, fueros y privilegios.
Poco faltaba para que los criollos, tímidos y vacilantes, se co­
menzaran a expresar más nítidamente.
Al lado de medidas francamente progresistas se desplega­
ron otras en contravía. La acumulación inicial de capitales
producida por los incentivos a la producción y el cambio fue
recogida por un sistema tributario oneroso y desigual que
afectaba, sobre todo, a quienes vivían de estos renglones. De
antiguo venía este sistema, reforzado en el siglo x v m . Su des­
cripción ocuparía varias páginas. En síntesis, obstruía la mo­
vilización de la fuerza de trabajo, la circulación de la tierra,
la producción agraria y artesanal y el cambio. Franca resis­
tencia causaron la Arreada de Barlovento y el Gracioso D o­
nativo (impuestos para sostener la flota española en las islas
del mismo nombre), así como la alcabala, que se extendió a
todos los productos que se producían y vendían. Igualmente
los estancos, siendo entre ellos los más gravosos, en la Nueva
Granada y otras regiones, los del tabaco y el aguardiente. Es­
paña, asfixiada por una aguda crisis fiscal, por la necesidad
de construir nuevas estructuras de poder y enfrentada du­

113
i8io

rante todo el siglo a Inglaterra debido a los pactos de familia


con Francia, se financiaba con los impuestos que producían
sus territorios de ultramar, particularmente de la América
española. La rebelión de don Alvaro Chacón de Luna, el alfé­
rez real, en Vélez, Nueva Granada, en 1749, tuvo como causal
inmediata el cobro de la Arm ada de Barlovento. Los regentes
visitadores y los intendentes fueron los encargados de hacer
cum plir el sistema fiscal, apoyados por guardias de rentas im­
placables en su cometido. La ira popular se orientó contra
estas figuras, a quienes se responsabilizaba de todos los ma­
les. Frente a los indígenas, si bien se disminuyó el número
de resguardos desalojados, el tributo de indios se hizo más
imperioso y se pretendió extenderlo a los mestizos que ha­
bitaban en las tierras indígenas o colindantes con ellas. En
conclusión, fueron reformas progresistas que modernizaron
a España mientras en las colonias se imponían medidas re­
tardatarias que hacían sentir a los súbditos su nuevo carácter:
colonos sin derechos, perdidos tocios sus fueros y privilegios y
atenazados por los impuestos.28

M o t in e s , p r o t e s t a s , r e v u e l t a s e in su r r e c c io n e s

Durante todo el siglo x v m y al ritmo de las reformas bor­


bónicas, la Am érica española fue sacudida por estallidos de
inconformidad de las clases subalternas y de algunos sectores

a8 En sentido general podemos afirmar que la Ilustración española fue des­


pótica, impuesta por la autoridad del rey y sus funcionarios, sin que hubie­
se consensos con la población; sesgada, pues sólo se ocupó de los aspectos
útiles, pragmáticos, del pensamiento moderno; minoritaria, pues haciendo
un balance encontraremos, apenas, un puñado de nombres significativos;
breve, pues el período de las reformas profundas abarcó lo que duró el rei­
nado de Carlos III, y con Carlos IV, que accede al trono un año antes de la
Revolución Francesa, se disminuyó el ritmo de las reformas. Finalmente fue
contradictoria, pues unas medidas estimulaban el crecimiento económico y
social y otras recogían el desarrollo mediante los impuestos.

114
LOS MOVIMIENTOS SOCIALES ANTERIORES A LA INDEPENDENCIA

del criollaje.29 Intentaremos tina clasificación, todavía provi­


sional,30 de los movimientos sociales por sus motivaciones
más generales. Hay seis tipos de causas de descontento que
se entrecruzan y amalgaman:
1. Las guerras de frontera. En el norte del virreinato de
la Nueva España (México): la resistencia de los indios de Co-
lotlán (1702), de los yaqui (1740-1741), los pimas altos (1751)
v los cora de Nayarit (1767); en el virreinato del Perú y la
Capitanía General de Chile, los continuos alzamientos de los
araucanos; la rebelión de los pehuenches, telhueches y hui-
lliches de la cordillera y de la Pampa (1729); en la audiencia
de Charcas, el alzamiento de los pueblos nómadas del Chaco
y de Tucumán (1746), y el surgimiento de las confederacio­
nes militares interétnicas de la frontera del virreinato con la
Amazonia (1766).
2. Las rebeliones de los indígenas conquistados desde el
siglo x v i, fuertemente defensores de su cultura y de su inde­
pendencia, que aspiraron a devolver las ruedas de la historia:
en la Capitanía General de Guatemala se presentaron tres al­
zamientos principales y algunos secundarios: el movimiento
independentista de Francisco Gómez de Lamadriz, en Chia-
pas (1701); la rebelión independentista y mesiánica de los zen-
dales, también en Chiapas (1712); el alzamiento maya, en Yu­
catán, de Jacinto UcCanek, «serpiente negra» (1761); además
de las sublevaciones de Salamá (1734) y de San Juan de Cha-
melco (1735). En el virreinato del Perú: el alzamiento indíge­
na y mestizo en Cochabam ba (1730); el motín incásico en el

29Señalamos y clasificamos las más conocidas. Una investigación más de­


tallada en las antiguas colonias españolas y portuguesas encontrará que
fueron muchas más. Esto es un reto para la investigación histórica.
30Aunque se han estudiado algunos de los sistemas de clasificación, todavía
no nos atrevemos a proponer alguna definitiva. Véase: María Luisa Laviana
Cuetos. «Movimientos subversivos en la América española durante el siglo
Win. Clasificación general y bibliografía básica». En Revista de Indias, 1986,
vol. XLVI, núm. 178, s. p.

115
i8io

alto Perú, dirigido por Juan Vélez de Córdoba (1739-41); el de


Juan Santos Atahualpa, Apu-Inca en Tarma (1742-1761), el
de Lorenzo Farfán de los Godos (1780), la insurrección in-
dependentista de los Túpac Am aru (Gabriel y Diego) y Ju­
lián Aspasa, Túpac Katari (1780-81) y las adhesiones a Túpac
Am aru en la Nueva Granada y £11 el virreinato del Río de la
Plata (1781).
3. El enfrentamiento a los monopolios privados y religiosos
que afectaban a los criollos y sus intereses. Tales son los casos
de los Comuneros del Paraguay (1717-1735); Andrés López
del Rosario, Andresote (1730-1733); el motín de San Felipe del
Fuerte (1741), la Rebelión de Tocuyo y Francisco León en Ve­
nezuela (1749-1751).
4. Las que defendían las misiones jesuítas: la resistencia
de los guaraníes en el Paraguay (1750-1753) y los alzamientos
en Puebla, Guanajuato, San Luis Potosí y Pátzcuaro, México
(1767), estimulados por la expulsión de los jesuítas y las me­
didas del visitador José de Gálvez.
5. Las rebeliones de los esclavos: en Cuba, La Habana
(1726) y Santiago de Cuba (1731); la sublevación general de
los esclavos dirigida por Manuel de Espinosa (1749), Guiller­
mo Rivas (1771) yjosé Leonardo Chirinos (1792) en Venezue­
la; los esclavos del Guarne en la Nueva Granada (1781); en el
Perú, los alzamientos de los esclavos en las haciendas cañeras
y los viñedos de Ancash, San Jacinto, San José de la Pampa y
Motocachi (1768), de Cuajara y de Concepción (1798). Las
rebeliones de los esclavos fueron aisladas unas de otras, pero
permanentes. Salvando la rebelión de los esclavos en Haití,
que culm inaría con la independencia (1804), por lo general
grupos aislados huían, construían palenques y resistían el
cerco del ejército español y de los esclavistas. Desde final del
siglo, conocedores por rumores de la Revolución Francesa y

116
I.OS MOVIMIKNTOS SOCIALES ANTERIORES A I.A INDEPENDENCIA

de los sucesos de Haití, en todas sus protestas y pronuncia­


mientos exigieron la aplicación de la Ley de los franceses?1
6. Las que se desencadenaron por el sistema impositivo,
los estancos y las restricciones a la producción de los textiles
en los obrajes. En Cuba entre 1717 y 1723, los vegueros del
tabaco, los comerciantes y los terratenientes se levantaron y
obligaron a suspender el estanco real del tabaco; en el Perú
v Ecuador, la rebelión del cacique de Andahuaylas y los pue­
blos de Talavera, San Jerónimo y Anta contra el empadrona­
miento de indios y la mita de Huancavelica (1726); por los
mismos motivos en Cajam arcay Cotabamba (1730) y Lucanas
v Atansulla (1736); la rebelión de Alejo Calatayud, en Char­
cas (1731); la conspiración limeña (1750), la de los barrios
de Quito (1765), que se prolongó con alzamientos popula­
res hasta comenzar el siglo x ix , y los alzamientos de Tarma
y Jauja contra la política de los repartimientos (1755-1757);
en Huamachuco y Otuzco, contra la extensión del tributo de
indios a los mestizos (1758); la rebelión de los arrieros de La
Paz contra las aduanas (1777), en Maras, Urubamba y Cuzco
contra los repartimientos; en la Audiencia de Chile contra
el estanco del tabaco (1775); en La Paz contra los estancos
(1776); en Arequipa contra los estancos, las aduanas y las me­
didas que asimilaban los mestizos a los indios para el cobro
de tributos (1776); en México, los alzamientos contra las po­
líticas de José de Gálvez (1767) y la Rebelión de los Mache­
tes de Pedro Portilla (1799); en la Nueva Granada, el alférez
real en Vélez (1749) y la revolución de los Comuneros, y en
la Capitanía General de Venezuela (1781), la extensión del
movimiento de los comuneros neogranadinos hasta Mérida.*

'' Conocidas la Revolución Francesa y la expedición de los Derechos del


Hombre, los esclavos vieron con gran expectativa estas medidas v se aco­
gieron a ellas. Las denominaron la Ley de los Franceses. Para la Nueva
Granada, véase: Mario Aguilera Peña y Renán Vega Cantor, Ideal democrático
y revuelta popular, Bogotá, I S M A C , 1991, pp. 73-74.

117
18K)

Sería excesivo pretender hacer en este ensayo tina descrip­


ción juiciosa de cada uno de estos alzamientos. Nos limitare­
mos a exam inar los más curiosos y significativos y a realizar
un análisis de conjunto.32

L as g u e r r a s de fr o n te r a

Durante su reinado Felipe II, rey contrarreformista por exce­


lencia, asumió una serie de medidas que afectaron profun­
damente a España y América: impuso todas las políticas del
Concilio de Trento; estableció la Inquisición en América; im­
pidió que se continuaran estudiando las grandes civilizacio­
nes americanas y ordenó a los franciscanos el envío a España
de todos los códices de los aztecas y mayas rescatados por la
obra de los misioneros, particularmente por fray Bernardi-
no de Sahagún, al tiempo que prohibía la difusión de cual­
quier obra que exaltara los valores de las culturas indígenas
y diera a conocer sus creencias y costumbres; estableció la
censura sobre las obras que hablaran de la Conquista y de
los conflictos entre las Iglesia, el Estado y los conquistadores
en América; vedó la circulación de todos los libros, incluidos
los documentos papales, que no llevaran el placet real; exigió
que los estudios universitarios de sus súbditos se hicieran ex­
clusivamente en universidades españolas y americanas; limitó
el acceso de la nobleza indígena al título de don y su ingreso
a la Iglesia y a las universidades; les quitó a las comunidades
de franciscanos, dominicos y agustinos el control sobre los
pueblos nativos y se lo entregó a los curas seglares; y final­
mente, prohibió toda nueva expedición de descubrimiento y

32Para una descripción amplia de todos estos movimientos sociales se pue­


de consultar: Segundo E. Moreno Yánez, «Motines, revueltas y revoluciones
en Hispanoamérica», en Historia general de América Latina, Volumen IV: Pro­
cesos americanos hacia la redefinición colonial, Madrid, Trotta, 2007.

IIS
LOS MOVIMIENTOS SOCIALES ANTERIORES A I.A INDEPENDENCIA

conquista, de tal modo que el poblamiento español en A m é­


rica quedó circunscrito a los límites alcanzados hasta 156o.33
Este último punto, que para el caso es el que nos intere­
sa, iba a significar la permanencia de una amplísima zona de
frontera alrededor de los virreinatos, las presidencias, las au­
diencias y las gobernaciones, únicamente explorada por caza­
dores de esclavos y de indios para las encomiendas o entrega­
da a las órdenes religiosas para las misiones. Curiosamente,
es a los jesuítas, orden constituida apenas en 1535, autorizada
por los papas en 1540 y quienes llegan a América en el último
cuarto del siglo xvi, a quienes se concedió el mayor número
de misiones y los más amplios poderes y prerrogativas para la
«cristianización» de los salvajes. Los religiosos se expandieron
por el norte de México, el piedemonte oriental de la Nueva
Granada y por el Perú, con especial énfasis en la audiencia
de Charcas y las llamadas misiones del Paraguay. Al comen­
zar el siglo x v i i i , de acuerdo con las nuevas políticas borbóni­
cas, el ciclo de expansión del colonialismo se orientó hacia las
zonas no colonizadas en búsqueda de nuevas tierras para el
cultivo, de indios para reducir y de establecimientos mineros.
Con ellos, generalmente a la vanguardia, iban los padres de
la Compañía de Jesús. Es así como en este siglo y en las zonas
de frontera se actualizaron todos los conflictos de la prime­
ra parte del siglo xvi: la resistencia indígena, el surgimiento
de grupos mesiánicos y milenaristas, el enfrentamiento entre
frailes y colonos, el etnocidio y el genocidio sistemáticos.
De todos los movimientos que se pudieron reseñar y que
darían para un libro completo, mencionamos los casos más
llamativos para la investigación cultural e histórica y por su
relación con el actual indigenismo.
Los indios de Colotlán (Mextitlán-Nueva Galicia), afecta­
dos por la expansión de la frontera agrícola y ganadera de

33Quesada Vanegas, op. cit., capítulo 2.

119
i Si o

los colonos españoles, se sublevaron en 1702, incendiaron las


estancias españolas y enfrentaron al virreinato. Fueron apaci­
guados por el arzobispo virrey O rtega Montañés, quien envío
un oidor,de Guadalajara para restablecer las fronteras a su
estado anterior.'54
Los indígenas de la nación yaqui (gobernación de Sina-
loa, actual estado de Sonora), sometidos a reducciones jesuí­
tas desde el siglo x v n , instigados por el gobernador español
Huidobro se rebelaron en 1740 contra la Com pañía de Je­
sús. Dirigidos por sus caciques, el Muni y Bernabé, liberaron
una gigantesca franja de territorio que quedó vedada a los
españoles. Sin embargo, respetaron transitoriamente las mi­
siones. En 1741, luego de intentar tomarse la ciudad de Te-
coripa, fueron derrotados y obligados a la paz. El mismo go­
bernador Huidobro, quien los había motivado al alzamiento,
recorrió los pueblos, censó la población y devolvió las tierras
a sus anteriores propietarios, aunque, era su intención, gran
número de nativos no volvieron a las misiones y se integraron
al trabajo de las haciendas y de las minas.3 35
4
Los pimas altos que habitaron los actuales estados de So­
nora (México) y Arizona (Estados Unidos) se rebelaron en
1750 contra la expansión española y la presencia de las mi­
siones. Su líder, Luis del Sáric, cambió su nombre por el de
Bacquiopa, el enemigo de las casas de adobe, y se enfrentó a los
colonos y a los jesuítas. Restableció la religión ancestral, la
construcción de sus casas en materiales tradicionales y su len­
gua. Finalmente, seducido con el nombramiento de capitán
y ante el peligro de las invasiones apaches que provenían del
norte, acordó campañas conjuntas con los españoles, coyun­
tura que fue aprovechada por éstos. Sáric fue apresado y mu­
rió en presidio.36

34Segundo E. Moreno Yáñez, op. cit., p. 424.


35Ib id., p. 425.
36I b i d p. 426.

1 20
LOS MOVIMIENTOS SOCIALES ANTERIORES A LA INDEPENDENCIA

Los coras de Nayarit, cercanos a Guadalajara (México), fue­


ron reducidos hacia 1722. Sin embargo, secretamente conti­
nuaron practicando sus cultos. El principal aspecto del culto
y el punto de cohesión de las comunidades coras era el orá­
culo de la Mesa del Nayar. Su principal divinidad era la diosa
Nayarit, representada por cuatro esqueletos completos, profu­
samente ataviados. Toda la comunidad se reunía a escuchar
los oráculos. Es muy significativo el papel de las mujeres, que
bautizaban a los niños, curaban a los enfermos y confesaban
a los moribundos, en clara simbología de sincretismo cultu­
ral. Los jesuítas destruyeron el oráculo y lograron transitoria­
mente la dispersión de la comunidad, lo que facilitó su some­
timiento y la política de reducciones. Expulsados los jesuítas,
los coras fueron entregados al control franciscano. En 1767,
el indio Antonio López, alias Granito, vio oportuna la nueva
situación para restablecer sus antiguas ritualidades y lograr su
independencia. El alzamiento se extendió por toda la región.
Se destacaron jefes indígenas como Manuel Ignacio Doye. Sin
embargo, los indígenas fueron derrotados y sus jefes enviados
a presidio. La región fue repoblada por labradores mestizos,
colonos y mineros; al decir del comandante español, por «gen­
te de razón».37
Situación semejante se vivió en la Capitanía General de
Chile. Los araucanos nunca pudieron ser sometidos. Luego
de conflictos a lo largo de los siglos x v i y x v ii , finalmente
firman la paz en 1726 y se inicia la construcción de pueblos
jesuítas al modelo de los guaraníes, pero sin lograr nunca la
voluntad de los indígenas de reducirse a los pueblos. En 1764
el gobernador y presidente de Chile, Antonio de Guill y Gon-
zaga, aplicando las políticas borbónicas que exigían censos
cuidadosos de indios tributarios y la definitiva reducción de
estos a pueblos de indios, citó a los araucanos a parlamento.

57 I b id ., p p . 4 2 7 - 4 2 8 .

121
i8 io

Aparentemente estos accedieron a las nuevas políticas, pero


en diciembre de 1766 destruyeron de improviso los pue­
blos en construcción, incendiaron las casas, profanaron las
iglesias de las misiones y persiguieron a los españoles. Las
autoridades contaron en este momento con el apoyo de los
pehucnches y se inició una guerra de depredación sobre los
araucanos. La paz se logró por la intervención del obispo
franciscano de Asunción y el superior de la orden de los jesuí­
tas y por el compromiso de las autoridades españolas de no
insistir en la construcción de «pueblos de indios». Expulsados
los jesuítas, los franciscanos ocuparon su lugar e insistieron
en las reducciones, lo que suscitó un nuevo levantamiento de
los araucanos. Los españoles armaron grupos de bandidos
(paramilitares, diríamos hoy) para asolar la Araucanía. Pol­
la paz de Negrete, finalmente, se terminó la guerra con el
explícito compromiso de España de no interferir en la vida
de las comunidades.^8 En la actualidad perm anece latente el
conflicto con los araucanos, que nunca han abandonado su
lucha por la autonomía, la defensa de sus territorios, de su
cultura y de sus valores ancestrales.

El m e sia n ism o m aya

La Capitanía General de Guatemala, que concentraba la ma­


yoría de la población sobreviviente de la antigua civilización
maya, conoció un primer brote de independentismo cuan­
do España envió en 1701 como visitador a Francisco Gómez
de Lamadriz. Por razones que no son difíciles de imaginar,
este visitador, en forma casi inmediata, se enfrentó a la aris­
tocracia criolla, llamó en su apoyo a mestizos, negros, mu­
latos e indígenas, a la plebe de las ciudades, y desconoció

38 I b id ., p p . 4 2 9 - 4 3 0 .

122
LOS MOVIMIENTOS SOCIALES ANTERIORES A LA INDEPENDENCIA

la autoridad del presidente de la Audiencia. Acosado por el


ejército español se refugió en Chiapas bajo la protección de
los obispos de Guatemala y Chiapas. Desde allí llamó a los
pueblos indígenas a una sublevación contra la Audiencia. Sus
seguidores bloquearon los caminos, se negaron a pagar los
tributos, se fortificaron, armaron incluso a las mujeres y se
enfrentaron victoriosos al ejército español. Sólo reconocie­
ron como rey a Lamadriz. Ltiego de cambiar al presidente
de la Audiencia, Lamadriz fue derrotado, apresado y final­
mente enviado a España, donde se le juzgó y se le obligó a
pagar fuertes sumas de dinero como compensación. Aunque
se le eximió de la acusación de haberse proclamado rey, se le
desterró eternamente de las colonias americanas. Detrás de
esta sublevación se encuentra posiblemente la actitud ética
de un funcionario español que rechazó el implacable sistema
de opresión que se había establecido sobre las comunidades
indígenas y en general sobre los sectores subalternos de la
Audiencia de Guatemala.
En 1712 los indios tzeltales, tzotziles y zendales, de etnia
maya, se encontraban descontentos por las exacciones del
alcalde mayor, Martín González de Vergara, y por el incre­
mento de los impuestos eclesiásticos. La rebelión tomó forma
religiosa. La Virgen del Rosario se le apareció a una indíge­
na, María del Rosario, quien se convirtió en su oráculo y su
intermediaria. Se trataba, según uno de sus acólitos, Sebas­
tián Gómez, el Santo, de que los indígenas debían iniciar una
romería a Cancuc para ver morir a la Virgen. Los judíos (los
españoles) iban a salir de Ciudad Real para matarla. Por ello
va no había reyes ni presidentes ni obispos, los tributos queda­
ban suprimidos y la única reina era María del Rosario. La vio­
lencia se desató contra todos los leales al poder español en 16
pueblos. Los indios de las cofradías respaldaron el alzamien­
to. María del Rosario fue declarada mayordoma mayor de la
Virgen, y el indio Sebastián Gómez, el Santo, fue proclamado
vicario de San Pedro, por lo que se dedicó a ordenar a los

123
i8 io

nuevos sacerdotes, que anunciaban la segunda venida de la


Virgen María. La inversión de roles fue total: los indios se lla­
maban blancos y a los blancos los llamaban indios o judíos, y
las mujeres blancas capturadas eran obligadas a vestirse como
indias. La conclusión de este episodio fue que el capitán gene­
ral de Guatemala arrasó con los pueblos indígenas, destruyó
los sembrados y ahorcó a los rebeldes. Caído Cancuc en no­
viembre de 1712, se contaron más de mil indios ejecutados. La
rebelión, sin embargo, continuó hasta 1716, cuando murió de
parto María del Rosario. ¿Hibridación? ¿Sincretismo? Efecti­
vamente. No podemos olvidar que para los nahual (aztecas),
Tanatzin, la diosa de la noche, la luna y la fecundidad, ocupó
el lugar o, mejor, se revistió de la Virgen de Guadalupe. Igual­
mente, para los mayas la Virgen del Rosario representaba a
Ixchel, diosa de la maternidad, la procreación y la medicina.
Los estudios culturales tendrán que dar una respuesta. Para
nosotros, lo significativo de este alzamiento consiste en que
se proclama la independencia por los indígenas, asumiendo,
como lo hicieron muchas de las sublevaciones cimarronas, los
ornamentos y símbolos del opresor.39
En 1761 Jacinto UcCanek, «serpiente negra», indígena tri­
butario, vestido con la corona y el manto de la Virgen de Nues­
tra Señora de la Concepción, apareció durante la misa en el
poblado Quisteil, en medio de una fuerte capa de humo, ha­
ciendo huir al cura que oficiaba. UcCanek, apoyado por quin­
ce brujos, se proponía acabar con el dominio español entre los
mayas. UcCanek se apoyó en las profecías del Chilam Balam.
El poblado de Quisteil fue arrasado y exterminada la mayor
parte de la población. UcCanek fue capturado y torturado
para expulsarle los demonios del cuerpo; luego fue despeda­
zado y sus miembros quemados el 19 de diciembre de 1761.40

39Ibid; PP- 435‘436-


4°Ibid., pp. 437-438-

124
LOS MOVIMIENTOS SOCIALES ANTERIORES A LA INDEPENDENCIA

La C o m p a ñ ía G u ip u z c o a n a

Las revueltas de Andrés López del Rosario, Andresote (1730-


1732), y de Juan Francisco León en la Gobernación de Vene­
zuela (1749-1751) se orientaron directamente contra la Com ­
pañía Guipuzcoana. Esta compañía había sido creada por
Felipe V en 1728, para monopolizar el comercio y controlar
el contrabando que se adelantaba principalmente con Holan­
da desde la isla de Curazao. Su creación indicaba dos cosas:
una, que Venezuela, colonia marginal durante los siglos x v i
y x v i i , dada la relativa ausencia de minas de oro y plata y de
comunidades indígenas con posibilidades de ser reducidas,
en el siglo x v m inicia un acelerado desarrollo agrícola y co­
mercial; y dos, que ante este hecho, en consecuencia con las
nuevas políticas, la Corona cambió su postura ante la gober­
nación, le prestó mayor atención y aspiró a lucrarse de su cre­
ciente producción. Esta política se reafirmará en 1776 y 1777,
cuando se crearon la Intendencia y la Capitanía General de
Venezuela, dependientes directamente de la Corona.
La Guipuzcoana, compañía por acciones, era predom inan­
temente vasca. La concesión implicaba no sólo el monopolio
del comercio, sino además el derecho y el deber de la repre­
sión militar del contrabando. En un comienzo el monopolio
garantizó mercados para los productos agrarios de criollos y
mestizos de Venezuela, lo cual fue un estímulo significativo.
Pero en el mismo proceso, la compañía se convirtió en obstá­
culo, ya que su condición monopolista le permitía mantener
precios arbitrarios y jug^ir con los productores.
Andrés López del Rosario, Andresote, zambo cimarrón,
se coludió con los contrabandistas y las autoridades holande­
sas de Curazao. Con un ejército de cimarrones, indígenas e
incluso neerlandeses, puso sitio a las rutas de la Guipuzcoa­
na. Nunca pudo ser derrotado, aunque su lucha fue muy limi­
tada. A pesar de que su confrontación era inmediata contra
la compañía, declaró la independencia y simultáneamente

125
18 1o

planteó la liberación de los esclavos y la defensa de los pobres


en consonancia con los criterios que habían mantenido los
negros cimarrones desde el siglo xvi. Derrotado militarmen­
te, huyó a Curazao, donde murió.
Juan Francisco León, canario, hacendado y dueño de ex­
tensas plantaciones de tabaco y cacao, era cabo de guerra y
juez de comiso en los valles de Panaquire y Caucagua, pero
cuando el gobernador de Caracas lo despojó de sus cargos y
nombró al vasco Martín de Echevarría, León armó un ejér­
cito y se levantó. Cercó a Caracas e inmovilizó al ejército es­
pañol. Tampoco pudo ser derrotado. En 1751 cayó preso y
fue desterrado a Cádiz, donde murió. La particularidad de
su rebelión consistió en la protesta que organizó contra la
compañía, pero en ningún momento contra el rey o las auto­
ridades españolas:

[...] sin que se entienda que este mi escrito y pedimento


se dirija a conspiración, tumulto, sedición, rebelión ni per­
turbación de la tranquila paz de esta referida ciudad y su
provincia ni menos a desobedecimiento de los reales precep­
tos de nuestro soberano.4'

En perspectiva, podemos apreciar el choque entre un crio-


llaje pujante que afirmaba sus sentimientos protonacionales,
frente al imperio español:

Se puede hablar de hechos que conducen a una toma de


conciencia, todavía balbuciente, informulada, muy impreci­
sa: la conciencia de que los territorios americanos forman en­
tidades originales, con su propia problemática muy distinta
de la problemática imperial, y quizás, opuesta a esta última.
No se trata de movimientos precursores de la emancipación,

41 P é r e z , op. c it., p . 3 9 .

126
L.OS MOVIMIENTOS SOCIALES ANTERIORES A LA INDEPENDENCIA

pero sí de algo previo a la idea de emancipación: la concien­


cia de pertenecer a un grupo social y a un territorio con ca­
racteres propios, algo que, más tarde, se llamará la patria.42

La Com pañía Guipuzcoana se liquidó finalmente en 1784.

Las m isio n e s j e s u ít a s

Desde 1609 losjesuitas iniciaron en una zona de Am érica del


Sur que tiene como centro el actual Paraguay y que colinda
con Uruguay, Argentina y Brasil la construcción de un siste­
ma de reducciones que no ha tenido par en el mundo y que
todavía hoy sigue siendo causa de polémica. Inspirados en el
pensamiento evangelizador de la primera generación de mi­
sioneros (franciscanos, dominicos, agustinos yjerónimos); en
su propia experiencia en México, Perú, Filipinas y China, y
apoyados en la legislación española que prohibía la esclavitud
indígena, los servicios personales y las encomiendas, losjesui­
tas iniciaron su obra misional evangelizando a través de la per­
suasión. Pacientemente lograron que los guaraníes, que po­
blaban esta zona, se avinieran a vivir en poblados, cultivaran
la tierra, criaran ganado vacuno, caballar y lanar, aprendie­
ran los oficios artesanales y se cristianizaran. Esta experien­
cia, que también se sustentaba en el modo de vida colectivista
primitivo de los indígenas, si bien estableció tierras de propie­
dad privada familiar, aba-mbaé, privilegió las tierras de tra­
bajo y propiedad colectiva^, tupa-mbaé, o tierras de Dios. Su
meta fue evangelizar, acostumbrar a los indígenas al sedenta-
rismo y ponerlos a salvo de las encomiendas y la esclavitud. En
sus reducciones lograron generar una gran acumulación de
riquezas muebles e inmuebles y el aumento de la población.

42Ibid., p. 44.

127
i8io

Com o medida precautelativa, solamente los indígenas encar­


gados del comercio, principalmente de la yerba mate, apren­
dían el español. De resto, en los pueblos se hablaba el guara­
ní. Políticamente dependían del rey y administrativamente,
en teoría, los caciques guaraníes dirigían sus propios territo­
rios. Pero en términos reales eran los jesuítas los que tenían
el control absoluto de las reducciones. Su autonomía e inde­
pendencia frente al clero secular y a las autoridades locales,
su prosperidad y la competencia que hicieron a los criollos les
generaron más de un choque. Igualmente la expansión de
Brasil y la presión de los cazadores portugueses de esclavos,
los «mamelucos» y «bandeirantes», fueron constantes moti­
vos de conflicto.43
Los jesuítas, para defender las reducciones de los portu­
gueses y de los encomenderos españoles y para respaldar a
los virreyes y gobernadores frente a los criollos paraguayos,
siempre levantiscos,44 lograron de los reyes la autorización
para armar a los indígenas. Con ellos constituyeron verdade­
ros y temibles ejércitos que les permitieron enfrentarse a los
cazadores de esclavos portugueses, a los criollos de Asunción
y a los obispos que trataron de incorporarlos a su jurisdic­
ción, disolver las reducciones y encomendar a los indígenas.45
Siempre los litigios se resolvieron, primero, por el camino
de la guerra, y luego, por la legislación española, que los fa­
vorecía en la medida en que perm anecían fieles al rey y a las

43Alberto Armani, Ciudad de Dios y Ciudad del Sol. E l Estado jesuíta de los gua­
raníes (1609-1768), México, Fondo de Cultura Económica, 1996. En particu­
lar el capítulo III: El «Estado» jesuíta de los guaraníes, pp. 96-168.
44Los criollos, descendientes de los conquistadores, argüían, para lograr la
autonomía frente a las autoridades del virreinato del Perú, la cédula real de
Carlos V, que en 1537 les había concedido el derecho a nombrar goberna­
dores. Ibid., p. 90.
45 En el período de la construcción de las misiones, la guerra fue perma­
nente contra los bandeirantes portugueses. A mediados del siglo x v i i , con el
obispo de Asunción Bernardino de Cárdenas, y al comienzo del siglo xvm,
con el criollaje de Asunción.

128
LOS MOVIMIENTOS SOCIALES ANTERIORES A I.A INDEPENDENCIA

máximas autoridades coloniales. Con estas políticas lograron


en la primera mitad del siglo x v m construir un Estado den­
tro del Estado,4<J que además se autoabastecía por el sistema
encadenado de reducciones, haciendas, colegios y casas de
comercio. Este «Estado» se convirtió en una verdadera pre­
ocupación para los reyes ilustrados y sus ministros, que vie­
ron igualmente limitada la autoridad real y obstaculizada su
política reformista.
El primer gran conflicto se inició en 1717. Para esta fecha
llegó a Asunción, en calidad de gobernador, don Diego Reyes
Balmaceda. Al igual que Francisco Gómez de Lamadriz en
Guatemala, rápidamente entró en conflicto con la Audiencia
y el criollaje. Muchos de los criollos fueron encarcelados. Los
jesuítas y por lo tanto las reducciones tomaron partido por el
gobernador. El conflicto se agravó por razón de que en una
campaña contra los indios payaguás en el Chaco, el goberna­
dor, en lugar de dar a los indígenas capturados en encomien­
da a los criollos, los entregó a los jesuítas. El regidor José de
Avalos protestó y el gobernador lo arrestó. El cabildo puso
la queja ante la Audiencia de Charcas y ésta envió al jurista
panameño y protector de indios don José Antequera y Cas­
tro, quien depuso al gobernador y se autonombró como tal.
La gravedad del conflicto hizo que interviniera el virrey de
Lima, quien destituyó a Antequera y restituyó al gobernador.
Asunción se declaró en rebeldía. Los jesuítas intervinieron
a favor del gobernador con tropas indígenas. Luego de va­
rias escaramuzas, Antequera huyó a Córdoba y Buenos Aires,
donde fue apresado, y en 1731, cuando se le iba a ejecutar,

4b «En el momento de sn máximo florecimiento social v económico y de


su mayor extensión territorial, esto es, en las primeras décadas del 700, el
"Estado” jesuíta comprendía treinta poblados diseminados en cuatro áreas
geográficas contiguas, limitadas por las cuencas de los ríos Alto Paraná y
Uruguay, sobre un área en forma de rectángulo irregular, con sus ángulos
dirigidos hacia los puntos cardinales y una extensión de cerca de cien mil
kilómetros cuadrados (además de las llamadas “Estancias”, utilizadas prefe­
rentemente para la cría de ganado)». Armani, op. cit., p. 96.

129
i8io

un motín popular intentó liberarlo, pero murió en medio


de la turbulencia. Continuó la lucha Fernando de Mompó.
también abogado. Asunción fue ocupada en 1733. Finalmen­
te, en 1735 don Bruno Zabala, al mando del ejército y con
ocho mil guaraníes, derrotó a los insurrectos y ejecutó a los
responsables.
En este conflicto se evidencian varios problemas: 1. La re­
beldía de los criollos, quienes se autodenominaron comune­
ros para articularse políticamente con las tradiciones hispanas
contra el absolutismo de Felipe V, sustentándose teóricamente
en la escolástica tardía y en los compromisos de principios del
siglo x v i con Carlos V y la Casa de Austria. 2. La ambición de
estos mismos criollos por apoderarse de las misiones, acabar
las reducciones y encomendar a los indígenas. 3. La fortaleza
militar de las reducciones guaraníes, que lucharon al lado de
los virreyes y los reyes, es decir, del Estado español. 4. El apoyo
que las autoridades recabaron de los jesuítas y el respaldo que
a su vez brindaron a las misiones.
Más allá del conflicto con la autoridad real, las ambiciones
de los criollos se resumían en lo siguiente:

Que los indios de dichas doctrinas (las reducciones) se


encomienden a los españoles vecinos de esta ciudad para se
sirvan de ellos, no sólo como mitayos en el beneficio de la
hierba (mate) y el cultivo de sus campos, sino como esclavos,
y que es necesario se aumente su tributo y que paguen los
diezmos.47

Por lo demás, contradictoriamente, la argumentación de


José Antequera y de Fernando de Mompó, en su enfrenta­
miento con los jesuítas y las autoridades, fue estrictamente
jesuíta: el rey, al privilegiar a los jesuítas en su relación con

47 C i t a d o p o r J o s e p h P é r e z , op. c it., p . 2 4 .

130
LOS MOVIMIENTOS SOCIALES ANTERIORES A I.A INDEPENDENCIA

los guaraníes, violó el pacto callado que había hecho con el


pueblo, se colocó más allá del bien común y por lo tanto era
un tirano. Al pueblo le asistía el derecho a la rebelión.48 En
nuestro análisis no podemos desconocer un hecho protube­
rante: así la causa no fuera justa, por primera vez los criollos
desconocieron, argumentadamente, en la Am érica española
del siglo x v i i i , el derecho divino de los reyes y se alzaron en
armas contra él. El precedente será de gran importancia.
Luego de estos disturbios, apenas dos décadas largas ten­
drían de paz las misiones. El 13 de marzo de 1750, luego de
la guerra de sucesión austríaca, en la que España se enfrentó
nuevamente a Inglaterra y su aliada Portugal, se firmó el Tra­
tado de Madrid. Este tratado cambió la línea recta norte-sur
del Tratado de Tordesillas, que había definido las fronteras
entre Portugal y España a comienzos del siglo x vi, por una
línea que seguía los accidentes geográficos. Con este nuevo
trazado España recuperó la colonia de Sacramento, en ma­
nos de Brasil, pero siete poblados guaraníes y varias estancias
de ganado de las misiones quedaron en territorio portugués,
haciendo necesario su traslado hacia el oeste. Luego de dos
años de demoras y de mediciones, tres poblados no opusie­
ron resistencia y se trasladaron de acuerdo con las órdenes
del rey y de los mismos jesuítas. Cuatro poblados se rebela­
ron tanto contra España como contra los jesuítas49 e inicia­
ron, sobre todo el poblado de San Miguel, una guerra de
guerrillas, que se oponía a la entrega de los territorios a los
portugueses. Luego de una espantosa mortandad de guara­
níes, españoles y portugueses y con la intervención de tropas
enviadas desde Buenos Aires, los pueblos rebeldes fueron so­
metidos. Muerto Fernando VI (1759), su sucesor Carlos III
ordenó la revisión del Tratado de Madrid y en 1762 devolvió
las tierras a los jesuítas y los guaraníes. Las pérdidas habían

48Pérez, op. cit., pp. 26-28.


49Armani, op. cit., p. 198.

131
8io

sido inmensas y la recuperación muy engorrosa. Pero ya la


suerte estaba echada. La resistencia de las monarquías eu­
ropeas, entre ellas España, ante los jesuítas, a quienes veían
como agentes incondicionales del papado; el motín del Esqui-
lache5° en Madrid, del que se acusó a los jesuítas, y la labor
de los ministros ilustrados finalmente lograron que el 2 de
abril de 1767 la Com pañía fuera expulsada de todos los te­
rritorios españoles. Aunque hubo revueltas populares que se
opusieron a su expulsión en algunas regiones, entre ellas en
México en 1767, finalmente en 1768 los jesuítas tuvieron que
entregar las misiones y salir hacia el destierro. En lo que nos
interesa: la rebelión de los guaraníes, con independencia de
la interpretación que demos a las misiones, luchó por mante­
ner los niveles de vida que habían alcanzado y la protección
que las misiones les ofrecían frente a los criollos. Los inten­
tos que se hicieron por parte de España para mantenerlas
luego de la expulsión de los jesuítas fracasaron totalmente y
los indígenas, sus saberes y sus ganados se enmontaron o se
perdieron. Hoy los guaraníes del Paraguay apenas se encuen­
tran en trance de levantarse de la derrota del siglo x v m . Para
el estudio de este proceso no hay documentos indígenas. Los
únicos documentos disponibles son los de los jesuítas. Para
algunos intérpretes, el paternalismo de los padres impidió
que los indígenas superaran efectivamente las mentalidades
premodernas, por lo que olvidaron lo que habían aprendido.

r,°Don Leopoldo de Gregorio y de Paterna, marqués de Esquiladle, en me­


dio de un alza generalizada de precios y de escasez de pan que afectaba
duramente a los españoles, sobre todo a los que habitaban en Madrid, pro­
hibió el uso del chambergo y de la capa larga como contrarios a la higiene
de la población. El 23 de marzo de 176(1, domingo de ramos, la población
arrancó de las paredes el cartel con el bando que prohibía las mencionadas
prendas y se inició un motín que destruyó la casa de Esquiladle y obligó a
Carlos III a huir de Madrid. Al día siguiente se le concedieron al pueblo
todas sus exigencias. En las indagaciones se encontró a los jesuítas como
responsables del motín.

132
LOS MOVIMIENTOS SOCIALES ANTERIORES A I.A INDEPENDENCIA

La r e b e l ió n de lo s b a r r io s de Q u ito

A mediados del siglo x v m , la situación de la Audiencia de Q ui­


to no podía ser más difícil: al terremoto de 1755 se sumaron
la peste de 1759 y la quiebra de las «fábricas» de paños y de
telas, causada por la imposición de los productos traídos direc­
tamente desde España o desde Cartagena. A esto se agregó la
presión de los guardias de rentas dirigidos por do n ju án Díaz
de Herrera, funcionario español nombrado por el virrey Mes-
sía de la Cerda, dada la efectividad que había demostrado en
la administración de las alcabalas en la Nueva Granada para
imponer el estanco del aguardiente y en general la política
fiscal de la Corona española. Llegado el funcionario a Q ui­
to en octubre de 1764, enfrentó la resistencia de los hacenda­
dos, la Iglesia y el cabildo, que vieron perjudiciales las nuevas
medidas. El 7 de diciembre de 1764 el cabildo abierto de la
ciudad las impugnó, sobre todo las que se referían al estanco
del aguardiente y las alcabalas. Como no hubo conciliación,
el 22 de mayo de 1765, luego de aparecer pasquines que ata­
caban las medidas y a los chapetones, estallaron los motines
en los barrios populares y de allí se extendieron a toda la ciu­
dad hasta altas horas de la noche, cuando fueron calmados los
ánimos por los jesuitas, que se comprometieron a que todos
los ramos de estancos e impuestos permanecerían como antes
de la llegada del nuevo administrador. La Audiencia aceptó
el pacto. Durante los motines, los alzados destruyeron la casa
del estanco y la vivienda del administrador. Lo que más llamó
la atención de las autoridades españolas fue la participación
de los indígenas, puesto que no tenían ramos que estancar y
sobre los cuales cobrar la alcabala, y que los blancos, las perso­
nas de prestigio y blasón, la nobleza criolla, permanecieran en
sus casas, mientras el vocerío popular se orientaba contra los
funcionarios españoles y en general contra los chapetones.5'

51 P é r e z , op. c it., p p . 5 3 -5 5 .

133
i8io

Los motines se replicaron el 24 de junio, día en que hubo más


de 300 muertos entre los amotinados y en el que la furia con­
tra los chapetones fue más evidente. La Audiencia aceptó las
peticiones populares y el día 27 de junio expidió un auto en el
que ordenaba a todos los españoles solteros salir de la ciudad.
Pero, como se repetirá en los pactos que se firmaron con los
Comuneros de la Nueva Granada, rápidamente se desconocie­
ron los acuerdos y con la presencia del ejército se restableció la
quietud y se reimpusieron los estancos y las alcabalas desde fe­
brero de 1767. ¿Qué enseñan estos motines? Varias cosas: que
la resistencia a las medidas impositivas estaba en crecimiento;
que el odio a los chapetones era cada vez más evidente, y que
los criollos se afirmaban en su identidad frente a España, así,
por ahora, su conducta fuera solapada y utilitaria con los mes­
tizos, los indios y los esclavos. Aunque no se encuentran do­
cumentos que permitan hacer un análisis ideológico, es obvio
que el proceso de diferenciación del criollo frente al español
adquiría cada día más fuerza.

La r e c o n st r u c c ió n d el T a w a n t in s u y o

Hasta Túpac Am aru y los Comuneros del virreinato de la


Nueva Granada (1780-1781) no hay en la América española
evidencias comprobables de asimilación de conceptos y len­
guajes que se correspondan con el pensamiento ilustrado. Las
protestas se hacían a nombre del pueblo, que había recibido
el poder directamente de Dios y que mediante un pacto lo
había transferido al rey. El rey, por lo tanto, estaba obligado
a trabajar por el bien común; si no lo hacía, el pueblo tenía
el sagrado derecho a recuperar la soberanía, a la rebelión e
incluso al tiranicidio (Francisco Suárez y Juan de Mariana).
De lo anterior se deriva que los impuestos sin autorización del
pueblo (de los cabildos) eran nulos. En muchos casos la voz
del descontento se elevó en contra de los «malos» funciona­

134
Los MOVIMIKNTOS SOCIALES ANTERIORES A LA INDEPENDENCIA

rios que tergiversaban las órdenes del rey o que no le informa­


ban la situación real de sus súbditos. Por ello es sorprendente
la actuación de Túpac Amaru. Desde 1776 había comenzado
a enviar memoriales en los cuales pedía se eximiera a los in­
dígenas de la mita minera en el Potosí, que se acabaran los
repartimientos (venta de productos españoles por los corre­
gidores que los indígenas tenían obligación de comprar) y
que se aplicaran las Leyes de Indias. Como no fue escuchado,
desde 1779 comenzó a preparar el alzamiento armado. El 4
de octubre de 1780 capturó al corregidor Arriaga del pueblo
indígena de Tinta y el 10 lo ejecutó. Creó su propio consejo de
gobierno, nombró capellán y envió correspondencia a todos
los pueblos, llamando a la insurrección. El 16 de noviembre
declaró la libertad de los esclavos; el 18 derrotó en Sangara-
rá al corregidor Cabrera y amenazó al Cuzco. Extrañamente,
aun contra las indicaciones de su esposa, no se tomó el Cuzco
en el momento oportuno, que por su ubicación estratégica
v su valor simbólico (antigua capital de los incas) le hubiera
abierto las puertas de todo el Perú. Cuando lo intentó el 2 de
diciembre ya la ciudad contaba con los refuerzos que habían
enviado el regente visitador José Antonio de Areche y el virrey
de Lima. Se vio obligado a levantar el sitio el día 9. Luego de
ser cercado en Tinta por el ejército español y de haber sido
derrotado los días 18 y 19 de marzo de 1781, cayó prisionero el
16 de abril. Fue llevado a Lima, donde fue juzgado y ejecuta­
do el 18 de mayo, junto con su esposa Micaela Bastidas, algu­
nos de sus lugartenientes y sus hijos. Su hermano Diego y otro
de sus hijos continuaron la rebelión y, en la actual Bolivia,
lo hizo su primo Julián Aspasa, Túpac Katari, quien en 1781
sometió a sitio durante varios meses a la ciudad de La Paz.
España logró el control total sólo en 1782.
En Túpac Am aru, antes que cualquier teoría política de
origen europeo, lo que se encuentra es un intento por recons­
truir el imperio de los cuatro puntos cardinales: el Tawantin-
suyo. Él mismo duró varios años exigiendo que las autori-

135
i8io

dades españolas lo reconocieran como el legítimo heredero


del último Túpac Am aru, del cual descendía por línea ma­
t e r n a l Igual postura habían mantenido como justificación
Juan Vélez de Córdoba (1739) yju a n Santos Atahualpa (1742-
1761).53 En todos sus documentos, Túpac Am aru se reafirma­
rá como señor de los incas: «El seijor Don José Gabriel Tupa
Am aro Inga, descendiente del Rey Natural de este reino del
Perú, principal y único señor de él».54 Ni siquiera se aprecia
una utilización de conceptos de la escolástica tardía, a pesar
de haberse educado en el Colegio de San Francisco de Borja,
regentado por los jesuítas. Q uizá la explicación pueda encon­
trarse en la densidad y complejidad de la civilización inca a
la llegada de los españoles, que no pudo ser aniquilada pese
a varios siglos de colonialismo y que el caudillo conoció a
través de las tradiciones y leyendas vivas y de las lecturas con­
tinuas de los Comentarios reales del inca Garcilaso de la Vega.55
Protestó contra los corregidores, contra los repartimientos,
contra la mita, contra el visitador Areche, contra las pensio­
nes (tributo de indios), contra los malos curas. Aunque se re­
firió a las nuevas cargas impositivas, todo parece indicar que
su clamor venía de muy hondo, de las entrañas de los incas,
haciendo extensivo este clamor a la totalidad de lo que fuera
la línea histórica de expansión del Tawantisuyo, lo que quiere
decir, desde el virreinato de la Nueva Granada hasta el virrei­
nato del Río de la Plata. La ju ra de su corona encontrada en
Silos, hoy Santander del Norte, decía:

ry¿ Boleslao Lewin, Túpac Amaru. Su época, su lucha, su hado, Buenos Aires,
Siglo Veinte, 1973, pp. 36-37.
5:i Ibid., p. 25.
54Manifiesto de Túpac Amaru a los habitantes de Arequipa. Ibid., p. 155.
55 «Una real cédula de 21 de abril de 1782 vendrá a confirmar a posteriori
aquella influencia de los Comentarios reales en todos los acontecimientos de
1780-1781; la cédula manda a recoger todos los ejemplares del libro “donde
han aprendido esos naturales muchas cosas perjudiciales”». Joseph Pérez,
Los movimientos precursores de la emancipación, Madrid, Alhambra, 1977, p. 114.

136
LOS MOVIMIENTOS SOCIALES ANTERIORES A LA INDEPENDENCIA

Don José I, por la gracia de Dios, Inca, Rey del Perú, San-
tafé, Quito, Chile, Buenos Aires y Continente, de los mares
del Sur. Duque de la Superlativa, señor de los Césares y Ama­
zonas, con dominio en el gran Paitití, comisionado y distri­
buidor de la piedad divina por el Erario sin par.
Por cuanto es acordado por mi Consejo, en junta prolija,
por repetidas ocasiones, ya secretas y ya públicas, que los
reyes de Castilla han tenido usurpada la corona y los domi­
nios de mis gentes cerca de tres siglos, pensionándome los
vasallos con insoportables gabelas y tributos, sisas, lanzas,
aduanas, alcabalas, estancos, diezmos, quintos, virreyes, au­
diencias, corregidores y demás ministros, todos iguales en la
tiranía.56

Sin embargo, mantiene acatamiento total a la Iglesia Ca­


tólica:

Por tanto y por los justos clamores que con generalidad


han llegado al cielo, en el nombre de Dios todopoderoso,
mando que ninguna de las pensiones se obedezca en cosa
alguna, ni a los ministros europeos intrusos, y sólo se de­
berá todo respeto al sacerdocio, pagándole el diezmo y la
primicia inmediatamente, como se da a Dios, y el tributo y
quintos a su Rey y señor natural, y éste con la moderación
debida, y para el más pronto remedio, y guarda de todo lo
susodicho, mando se reitere y publique la jura hecha de mi
real corona.57

Túpac Am aru y todos los alzamientos indígenas del Perú


durante el siglo x v m mantuvieron esta constante. Su interés
era el pasado.

56Manuel Briceño, Los comuneros. Historia de la insurrección de i j 8 i . Bogotá,


Imprenta de Silvestre y Compañía, 1880, documento n°. XV, pp. 139-140.
57Ibid., p. 140.

1 37
i8io

L os C o m u n e r o s de la N ue va G r a n a d a

Estos eventos se repetirán, magnificados, en la Audiencia de


Santafé del virreinato de la Nueva Granada. El regente visita­
dor, Juan Francisco Gutiérrez de Piñeres, expidió el 12 de oc­
tubre de 1780 la Instrucción general para el más exacto y arreglado
manejo de la Reales Rentas de Alcabala *yArmada de Barlovento, que
deben administrarse unidas en todo el distrito actualmente sujeto y de­
pendiente del Tribunal y Real Audiencia de Cuentas del Nuevo Reino
de Granada.5* Con esta instrucción general se iniciaba en la
Nueva Granada, como antes se había hecho en México, en el
Perú y en el virreinato del Río de la Plata, el establecimiento
del régimen impositivo de los Borbones, que, como ya se ha
dicho, además de cubrir el déficit fiscal recurrente y de soste­
ner la máquina del Estado, se orientaba a recaudar recursos
suficientes para atender la nueva guerra con Inglaterra, inicia­
da en 1779. La flota inglesa amenazaba, entretanto, el golfo de
México, el Río de la Plata, Cartagena y los puertos españoles
del Pacífico, lo que había obligado al virrey Flórez y al ejército
a desplazarse a Cartagena. Los estancos del tabaco y el aguar­
diente se habían establecido varias décadas atrás. El mismo
año, los pueblos del oriente de la Provincia de Tunja, hoy co­
nocidos como Provincia Comunera, habían manifestado con
motines populares su descontento por esta medida. Para estos
pueblos, que habían alcanzado un alto grado de desarrollo de
la producción mercantil simple (cultivadores libres de tabaco,
algodón y caña de azúcar, artesanos y pequeños y medianos
comerciantes), la resolución no podía ser más inoportuna.
Además de los problemas de tierras que los venían afectando
y de la miseria de los indígenas expropiados de sus resguar­
dos, la peste de viruela había diezmado la población. Se inició
entonces un movimiento popular que por su vastedad y sus

58 C á r d e n a s A c o s t a , op. c it., p . 3 2 0 .

138
LOS MOVIMIENTOS SOCIALES ANTERIORES A I.A INDEPENDENCIA

implicaciones fue el más profundo que afectó a los dominios


españoles de América, sólo comparable al de Túpac Amaru,
pero con mayor cobertura de sectores sociales.59
Primero fueron los productores libres de la provincia que
se amotinaron desde el 16 de marzo de 1781 y la constitución
del Supremo Consejo de Guerra en el Socorro, el 16 de abril
del mismo año. Al grito de ¡Guerra a Santa Fe! y ¡Viva el rey y
muera el mal gobierno! iniciaron una de las gestas populares más
sorprendentes del período colonial. Miles de campesinos, arte­
sanos y pequeños comerciantes, armados de garrotes, piedras
v uno que otro arcabuz, se dirigieron a la capital a reclamar
la abolición de los decretos de Juan Francisco Gutiérrez de Pi-
ñeres. Un destacamento español fue derrotado el 7 de mayo
en Puente Real de Vélez (hoy Puente Nacional), con lo que
quedaba expedito el camino hacia la capital. En este mismo
mes se unieron los indígenas encabezados por don Ambrosio
Pisco, descendiente de los últimos caciques chibchas, quienes
informados de los eventos del Perú, aunque con varios meses
de retraso, reconocieron como rey a Túpac Amaru. En junio y
julio se sublevaron los esclavos, primero de la hoya del Magda­
lena y luego en la actual Antioquia. Finalmente, el movimiento
se extendió a los actuales departamentos del Tolima y el Huila,
a Nariño y, por el oriente, hacia los Llanos Orientales y la Capi­
tanía General de Venezuela. De hecho, toda la Real Audiencia
estaba insubordinada. En los Llanos don Javier de Mendoza li­
beró los esclavos, entregó la tierra a los indígenas, expulsó a los
curas y desconoció al rey de España. En Venezuela los comu­
neros, siguiendo el ejemplo de los neogranadinos, nombraron
juntas del común y capitanes, armaron un ejército, descono­

59De la abundante bibliografía sobre los comuneros recomendamos, para


una mirada desde hoy, el texto de Mario Aguilera Peña, ganador del con­
curso promovido por la Universidad Nacional de Colombia, con ocasión
de la conmemoración de los 200 años de la revolución comunera: Los co­
muneros. Guerra social y lucha anticolonial, Bogotá, Universidad Nacional de
Colombia, 1985.

139
i8io

cieron a Gutiérrez de Piñeres y sus reglamentos y convocaron


a las restantes ciudades de la capitanía a la insurrección.
En la Nueva Granada, mientras tanto, la marcha comune­
ra llegaba hasta Zipaquirá con la intención de avanzar hacia
Santafé. En esta ciudad fue contenida por los capitanes de
Tunja (grandes hacendados) y por el arzobispo Caballero y
Góngora, quien encabezaba una comisión de la Real Audien­
cia para pacificar los tumultos, mientras el regente visitador,
d o n ju án Francisco Gutiérrez de Piñeres, huía por el Magda­
lena rumbo a Cartagena. El 7 de ju n io de 1781 se firmaron
unas capitulaciones que se juraron en solemne Te Deum. Por
supuesto, los comisionados de la Real Audiencia, entre ellos
el arzobispo Caballero y Góngora, firmaron un acta secreta
asegurando que cometían «dolo legal» al firmar el acuerdo,
porque debían im pedir que la capital fuera tomada; asimis­
mo, un gran número de los capitanes de los pueblos elegidos
por el común también habían dejado actas secretas en las
que afirmaban que habían aceptado sus cargos para evitar
mayores violencias. Firmadas las capitulaciones, el arzobispo
Caballero y Góngora se dirigió al Socorro para calmar a las
«ovejas descarriadas»; uno de los capitanes del común, José
Antonio Galán, quien había sido el incendiario del valle del
M agdalena y quien había propiciado la liberación de los es­
clavos en el Alto Magdalena, intentó reiniciar el movimiento
en octubre de ese año. Hay una carta suya que es indicativa
de lo que sucedió con el movimiento del común:

Para aplicar el más conveniente remedio á la ruina que


nos amenaza la Corthe de Santa Fe y todo el Reino por el
malogrado liabanze de la vez pasada con que nos han de­
jado vendidos, abariciosos, picaros, traidores, á lo que no
encontramos otro remedio que volver á acometer con mas
maduras reflecciones como ya experimentados.0"*

0<’Briceño, op. cit., documento XXIII, p. 158.

140
LOS MOVIMIENTOS SOCIALES ANTERIORES A LA INDEPENDENCIA

Galán fue capturado por una comisión pagada por don


Salvador Plata, antiguo capitán del común del Socorro y otros
antiguos capitanes del común; fue juzgado y ejecutado el i de
febrero de 1782. Un movimiento traicionado incluso por sus
propios jefes. Juan Francisco Berbeo, el supremo com andan­
te de guerra, fue premiado por haber facilitado los acuerdos
con el nombramiento de corregidor del Socorro, aunque dos
años más tarde se le quitarán todos los títulos. La «pacifica­
ción» de los comuneros se dio en una coyuntura muy comple­
ja para España: Inglaterra bloqueaba sus puertos, los kataris
en el Perú insistían en la insurrección, los indígenas del Cha­
co adoptaban a Túpac Am aru (ya muerto) como su rey, y el
incendio se extendía por Chile, Panamá y México. Lograda
la paz en la Nueva Granada y Venezuela, se dio tiempo para
que el ejército de Flórez ingresara al territorio y para que en
el Perú fuera debelada la insurrección indígena.
Conviene insistir en algunos aspectos: uno, el movimiento
comunero de 1781 en el Nuevo Reino de Granada levantó las
reivindicaciones contra el sistema impositivo de los Borbones:
alcabalas, estancos, Armada de Barlovento, diezmos, sisas, guías
y tornaguías, peajes, pontazgos y en general todos aquellos
qtie afectaban la producción y el comercio; dos, reclamó de las
autoridades españolas que los puestos de primera, segunda y
tercera clase fueran entregados a los granadinos; tres, intentó
controlar el abuso de los clérigos sobre los indígenas y exigió
que se les devolvieran a éstos las minas de sal de Zipaquirá y se
les entregasen sus tierras como a «verdaderos dueños».61
La petición de la libertad de los esclavos nunca fue plan­
teada oficialmente ni negociada. Fue un hecho político de la
gesta de Galán en el Magdalena, de los esclavos del Guarne,
en la actual Antioquia, y de don Javier de Mendoza en los
Llanos orientales. El estudio cuidadoso de las capitulaciones

61 Capitulaciones de Zipaquirá. Briceño, up. cit., documento XIII, pp. 121-137.

141
i8io

de Zipaquirá y de los múltiples documentos que han sacado


a la luz acuciosos investigadores permite señalar que oficial­
mente el movimiento se constriñó a las reivindicaciones eco­
nómicas de los criollos, los pequeños y medianos propietarios
y productores, en su mayoría mestizos, y de los indígenas. El
desconocimiento del rey y el planteamiento de la independen­
cia se dieron de varias formas: primero, en los hechos, con la
destrucción de las armas y los símbolos reales en cada uno de
los pueblos de la actual provincia comunera; segundo, en los
pasquines y poemas; tercero, en los movimientos clandestinos,
que a partir de la revuelta se iniciaron por todo el Caribe, acu­
diendo a don Francisco de Miranda, quien en ese momento
se encontraba en el Caribe luchando al lado de España contra
Inglaterra en la guerra de independencia de Estados Unidos;
y cuarto, solicitando el apoyo de Inglaterra:

Los habitantes de estas Provincias esperan con ansia su


separación de la España, y habiendo allí puertos de mar, van
muchos de ellos a frecuentar las islas, y hacen su tráfico prin­
cipal de contrabando pues no les está permitido comerciar
en otros términos algunos. En vista de la libertad de que
todo hombre goza, especialmente en las Islas Británicas,
no hay criollo español en el continente que no apetezca ser
inglés, aunque debiese pagar dobles impuestos, pues están
hechos cargo de que es precisa la paga de derechos para el
engrandecimiento de la corona, pero en aquellos distritos
pagan triplicado derecho, sin tener asomo de libertad en el
comercio, siendo todo ello una absoluta opresión que sólo
puede creerse por quien lo haya palpado, y sería en verdad
hombre muy hábil cuyo pincel pudiese representar la esclavi­
tud bajo la cual penan los americanos españoles.'’2

62Proposiciones de don Vicente Aguiar y don Dionisio de Contreras a través


del comisionado Luis Vidalle a la Corona Inglesa. Briceño, op. cit., docu­
mento XXXVI. p. 235.

142
Los MOVIMIKNTOS SOCIALES ANTERIORES A I.A INDEPENDENCIA

La Cédula del pueblo, poema que circuló profusamente en


Socorro a partir de abril de 1781, nos plantea una situación
notoria: al lado de estrofas que proclaman claramente la in­
dependencia, se encuentran protestas contra las políticas de
modernización educativa y secularización planteadas por la
Corona española y sus ministros y funcionarios, es decir, pro­
testas francamente conservadoras:

¿Qué hizo con los estudios? Confundirlos.


¿Qué intentó con losfrailes’? Acabarlos.
¿Quépiensa con los clérigos?Destruirlos.
¿Qué con los monasterios? Destrozarlos.
¿Y qué con los vasallos? El fundirlos,
ya que por sí no puede degollarlos.
Pero no hay que admirar que esto le cuadre,
cuando gustoso enloqueció a su padre!'*

Esta Cédula, escrita presumiblemente por fray Ciriaco de


Archila, lego del convento de Santo Domingo, no puede consi­
derarse la guía programática del movimiento comunero, pero
de todas maneras nos demuestra que entre quienes apoyaron
abierta o subrepticiamente este alzamiento se encontraban
sectores cuya protesta se orientaba contra todas las reformas
borbónicas, en especial contra las más progresistas. Ellos y sus
descendientes se enfrentaron a España en la década de 1780,
y luego en la Independencia, con el objetivo de frenar el desa­
rrollo histórico y de oponerse a toda forma de modernización
y secularización de estas spciedades. Los veremos colocando
su sello político e ideológico de clase en todas las constitucio­
nes de 1811 a 1814 y luego incrustándose en el poder conclui­
da la revolución de independencia.

63 C é d u l a d e l p u e b lo , e s t r o f a 17. C á r d e n a s A c o s t a , op. c it., p . 124.

143
i8io

Políticamente, el movimiento comunero se apoyó en las teo­


rías de la escolástica tardía, ya explicadas, y en las tradiciones
políticas españolas acerca del fuero de las ciudades y villas, a
las que no se les podía imponer impuestos sin su expreso con­
sentimiento. Igualmente su organización partió, al igual que
la de las ciudades de Castilla y Aragón que se rebelaron con­
tra Carlos I de España y más tarde V de Alemania, en 1520 y
como José de Antequera y Fernando Mompó en el Paraguay
en 1717, de la unidad básica del común, organización de los
habitantes libres de las ciudades en la Edad Media. Ninguna
idea de las que ya recorrían los ámbitos europeos y norteame­
ricano. El lector puede sacar sus conclusiones.

A lgunas c o n c lu sio n e s

1. Sea lo primero señalar que en el siglo x v m todos los sec­


tores subalternos confrontaron las políticas de los borbones.
Estas políticas y la nueva situación internacional, al resquebra­
ja r un orden y unas relaciones sociales consensuadas por dos
siglos, fueron el detonante para que se pusieran en movimien­
to la resistencia de los indígenas de frontera frente a la preten­
sión de someterlos a la dominación española; el alzamiento de
los indígenas ya sometidos que quisieron recuperar su identi­
dad y su autonomía anteriores a la Conquista; la inconformi­
dad de los productores y comerciantes ante las nuevas cargas
fiscales; la posibilidad que vieron los esclavos de lograr su li­
bertad; los sentimientos protonacionales del criollaje que se
afirmaba frente al europeo a quien verá, desde ahora, como
usurpador. Estos movimientos no vencieron, pero lograron el
aplazamiento de algunas medidas, la rebaja de impuestos, la
supresión de los repartimientos, la disminución de los tribu­
tos de indios y su no aplicación a los mestizos, y, sobre todo,
dieron el golpe de muerte a las encomiendas donde subsistían
y detuvieron la parcelación de los resguardos, que se venían

144
LOS MOVIMIENTOS SOCIALES ANTERIORES A LA INDEPENDENCIA

desmontando desde mediados del siglo. En determinados lu­


gares, como en la Araucanía, en el pie de monte amazónico
v en la región del Chaco, los indígenas lograron pactos con
los españoles que inhibían nuevos procesos de colonización y
reducción. Los mestizos pudieron obtener que se les recono­
ciera y se les diera participación en la administración y en el
ejército, a disgusto de los criollos, e incluso que pudieran de­
clararse blancos pagando por la limpieza de sangre. La aristo­
cracia mantuana de Venezuela, más de una vez, finalizando el
siglo x viii y comenzando el x ix , pegó el grito en el cielo por
la limpieza de sangre de los pardos y su participación en las
milicias reales. Se les autorizaron procesos de colonización. A
los indígenas se les permitió incluso el oficio de artesanos, así
como se ordenó mejorar el trato a los esclavos, unajornada de
ocho horas y asistencia durante las enfermedades y la vejez.
La sociedad sociorracial sufrió una real conmoción. El siglo
x v m fue una época caracterizada por «el tránsito de la anti­
gua sociedad ordenada por estamentos sociorraciales a una
sociedad de clases, donde poco importara el origen étnico».*’4
Pero antes que nada, demostraron que era posible concebir
otra sociedad y otros modos de vida, comenzando la quiebra
de las sólidas estructuras mentales que mantenían a la pobla­
ción atada al imperio español.
2. Los movimientos sociales del siglo x v m en la Am érica
española plantearon en forma radical la independencia y la
autonomía de los pueblos y culturas indígenas en el Perú y
el Paraguay, y en forma subrepticia en la Nueva Granada y
Venezuela.
3. La abolición de la esclavitud fue exigida en los movi­
mientos sociales de Venezuela, la Nueva Granada y el Perú.
4. La defensa de los resguardos y de las tierras indígenas
en la Nueva Granada y el Perú.

64 R o d r í g u e z , op. c it., p. 3 8.

145
i8io

5. La supresión de los obstáculos que frenaban el desa­


rrollo de la producción y el cambio, es decir, las reivindica­
ciones claramente protoliberales que exigían la abolición de
los impuestos indirectos y los estancos y que clamaban por
la defensa de la producción, en Perú, Venezuela, la Nueva
Granada y Quito.
6. La reivindicación político-administrativa de los criollos,
principalmente en Quito y la Nueva Granada.
7. Todos los movimientos expresan, y a su vez fortalecen,
los sentimientos protonacionales que estallarán en la guerra
de independencia.
8. La lealtad a la Iglesia y a la religión católica, que no se
fractura en ningún momento, demuestra varias cosas: una,
que la población estaba muy lejos de las corrientes de pensa­
miento moderno que comenzaban a dominar la naciente opi­
nión pública europea; dos, que las reformas borbónicas, sobre
todo las que afectaban directamente a la población, le daban
espacio al clero para condenar las reformas en su conjunto; y
tres, que la Iglesia católica contaba con una fuerte adherencia
de la población desde el período de la Conquista, que se había
fortalecido en los tres siglos de dominación española. Podría
incluso argüirse que un buen número de religiosos fueron
instigadores permanentes de la oposición a España. Y no era
para menos, puesto que la modernidad los desbordaría y les
arrebataría sus lugares de hegemonía y privilegio. Es clara la
defensa de la Iglesia en la estrofa de la Cédula del pueblo rese­
ñada, así como su crítica a la expulsión de los jesuitas y muy
clara la referencia al Plan de Estudios de Moreno y Escandón,
que pretendía superar el escolasticismo en las universidades
neogranadinas y orientarlas hacia el espíritu científico.
9. Los criollos (españoles americanos), que en la época de
la Independencia serán la vanguardia en la lucha contra Es­
paña, ya sea porque aspiraban a una hegem onía no contesta­
da o porque cifraban sus expectativas en una revolución de­
mocrática, hacia 1780 eran todavía un sector precario, débil,

146
LOS MOVIMIENTOS SOCIALES ANTERIORES A LA INDEPENDENCIA

sin plena conciencia de sus intereses históricos y de conjunto,


sin conciencia de sí, diría el historiador Jaime Rodríguez ya ci­
tado, lo que explica sus permanentes vacilaciones. No apoya­
ron decididamente a Juan Francisco León, fueron clandesti­
nos en las revueltas de Quito, se opusieron a Túpac Am aru y
jugaron, muchos de ellos, dobles cartas en el movimiento co­
munero de la Nueva Granada. Se requerirán un movimiento
del espíritu y la cultura muy fuertes, como el descrito en las
primeras páginas, un más avanzado desarrollo económico y
una coyuntura internacional más favorable, hechos que se
presentan en la última década del siglo x v m y en la primera
del x ix , para que estuvieran en condición de pronunciarse
como lo que siempre habían sido: la clase hegemónica de la
América española. Los mestizos, más claros y decididos, aun­
que igualmente sin visión de conjunto, tuvieron una partici­
pación significativa, y venciendo la resistencia de los criollos,
que los miraban con desconfianza, fueron el eje popular en
la revolución de independencia. Es perentorio reiterar frente
a los indígenas, los esclavos y un buen número de mestizos su
notoria ausencia en las primeras fases de la revolución, su es­
casa participación después de 1816, y en cuanto a la mayoría
de los indígenas, su franca lealtad con el rey, aun después de
la Batalla de Ayacucho. Quizá la aclaración de este problema
nos ayude a revisar los criterios dominantes sobre las gesta
emancipadora de 1810.
En términos generales podríam os concluir que los movi­
mientos sociales del siglo x v m en la Am érica española fue­
ron precursores de la Independencia. Pero por el contenido
de sus reivindicaciones socioeconómicas concretas, rebasa­
ron los precarios resultados económico-sociales de la emanci­
pación y anunciaron los conflictos sociales que desde el siglo
x ix conforman, todavía, la sustancia de la política social en
la Am érica del Sur. No pudieron vencer en su momento por
razón de que España aún era muy fuerte, mientras ellos care­
cían de las condiciones históricas necesarias: no manejaron

147
i8 io

las concepciones políticas modernas ni tuvieron una clase o


un sector social claramente definido que pudiera dirigirlos.
Pero dejaron una estela de inconformidad, de autenticidad y
de heroísmo que hace que todavía los estudiemos con asom­
bro. No es extraño que sus principales protagonistas (José
Leonardo Chirinos, Túpac Am aru, José Antonio Galán) se
hayan convertido desde entonces en paradigmas para los mo­
vimientos revolucionarios de Am érica del Sur.

B ib l io g r a f ía

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149
C a p ít u l o 4
E l m o v im ie n t o id e o l ó g ic o de l a I n d e p e n d e n c ia
en l a N ueva G r a n a d a

J a v ie r O c a m p o L ó pez

L a revolución de independencia de Colombia se puede re­


sumir diciendo que fue una coyuntura histórica de crisis y de
cambio contra el régimen colonial. Acaeció en las tres prim e­
ras décadas del siglo x ix , con antecedentes en la segunda mi­
tad del siglo x v iii . Independencia significaba libertad y lucha
contra la dependencia española. Estaba relacionada con la
crisis de la sociedad colonial y con la necesidad de modificar
las estructuras políticas, sociales, económicas y culturales.
En Colombia e Hispanoamérica, la independencia fue de
carácter político, con la participación decisiva del estamento
social de los criollos, hijos de los españoles, y con la partici­
pación subsidiaria de mestizos, negros, mulatos y pardos, que
representaban al pueblo. En el transcurso de los siglos x ix y
x x se realizaron los procesos de independencia en lo econó­
mico, lo social, lo educativo y lo cultural.

La id ea de l a in d e p e n d e n c ia de las r e vo lu c io n es

BURGUESAS DE OCCIDENTE

Revolución significa cambio violento en las instituciones po­


líticas, económicas y sociales de una nación. Es el producto
de una crisis y la búsqueda de un camino que lleve a una
nueva meta para la transformación de la sociedad. Esta revo­

151
i8io

lución para el cambio radical se realizó contra la monarquía


española y el régimen colonial. El cambio revolucionario se
hizo pensando en la libertad, la democracia, la independen­
cia frente al dominio colonial, la igualdad y la justicia social,
y con las ideas del demoliberalismo que se consolidó en el
siglo XVIII.
Una teoría de la revolución, general e integral, nos lleva
a estudiar la crisis y el cambio violento y radical en las insti­
tuciones políticas, sociales, económicas y culturales de una
nación. Cuando las instituciones de una sociedad están en
crisis, surgen fuerzas recurrentes que impulsan, como en la
revolución política de 1810, un cambio radical en el sistema
de gobierno, que pasó del régimen colonial, dependiente de
España, al sistema republicano, esto es, a un nuevo Estado na­
cional independiente.
Ello implicó la infracción y la nulidad de las disposicio­
nes del régimen colonial español y la mudanza hacia las nue­
vas instituciones republicanas. En este cambio se manifestó
el constitucionalismo, el nacimiento de leyes democráticas y
republicanas, la instauración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano en las constituciones políticas y la búsqueda de su
aplicación al pueblo neogranadino. A través de las constitu­
ciones se organizaron las primeras instituciones republica­
nas. Ese cambio no fue integral, pues se efectuó solamente
en las estructuras políticas, ya que continuaron las mismas
estructuras sociales, económicas, culturales y religiosas.
Los politólogos y los sociólogos señalan que en un princi­
pio se habló de la revolución como un movimiento subversivo
en contra del poder público. El sociólogo Alfredo Poviña, en
su obra Sociología de la revolución, señala que «la Revolución es
toda transformación social, anormal, realizada por la fuerza,
como brusca expresión de la desarmonía entre las institu­
ciones y los valores fundamentales de una sociedad». Puede
hablarse de revolución total o integral o de revolución en lo
político, social o económico; o puede estudiarse la revolución

152
E l m o v im ie n t o id eo ló g ico df. i .a I n d e pen d en c ia en la N ueva G ra n ad a

en la técnica de la producción, u otras formas revoluciona­


rias.1
En la revolución política de 1810 en Colombia, y en general en
Hispanoamérica, se realizó un cambio radical en el sistema de
gobierno: de un régimen político colonial, con dependencia
de España, se pasó a un nuevo régimen político republicano,
libre e independiente, con nuevas instituciones democráticas.
Hay revolución total o integral cuando todas las estructuras
del mundo sociocultural sufren un cambio radical integral. Y
ocurre la revolución parcial cuando hay un cambio en una
de las estructuras, como sucedió en Hispanoamérica, donde
hubo un cambio radical en el sistema de gobierno sin cambios
sustanciales en las estructuras sociales, económicas y cultura­
les. En la historia de Colombia estos cambios se realizarían a
partir de la revolución socioeconómica de 1850, en la segunda
mitad del siglo x ix y en la primera mitad del siglo x x .
La revolución de independencia está relacionada con la
llamada «teoría del conflicto», según la cual coexisten ten­
dencias contradictorias en los hombres y en los grupos so­
ciales, en las ideologías y en los partidos políticos o en los
sistemas de gobierno y en las estructuras diversas de la so­
ciedad en lo político, social, económico, cultural y religioso,
cuyos enfrentamientos generan problemas que son motivo
de discusión, los cuales suelen llevar a la lucha — o incluso a
la guerra— entre los diversos grupos oponentes.
En los estudios históricos y sociológicos de los pueblos se
analiza que en todos los sistemas sociales el conflicto de in­
tereses siempre está presente. En la política siempre se mani­
fiesta la lucha de grupos competitivos que buscan realizar sus
metas en contra de la oposición. El concepto de poder en la
política virtualmente implica la idea de aspiraciones en con­
flicto. Todos los partidos políticos, grupos de presión y mo­

1Alfredo Poviña, Sociología de la revolución, Córdoba (Argentina), Universi­


dad de Córdoba.

153
i8io

vimientos sociales y económicos buscan el poder y el mando


para transformar las instituciones de acuerdo con sus ideas.
En las sociedades en crisis, como eran las colonias hispa­
noamericanas de finales del siglo x v m y comienzos del siglo
x ix , se manifestaron los conflictos con tendencias revolucio­
narias para realizar los cambios integrales o radicales, o los
cambios parciales en las estructuras, como ocurrió con la re­
volución política de 1810 y con la guerra de independencia
de la Nueva Granada en la década de 1810-1819, que culminó
en la Cam paña Libertadora y en el nacimiento de la Repúbli­
ca de Colombia, el 17 de diciembre de 1819.
La revolución de independencia de Colombia no es un he­
cho histórico aislado, sino que está conectado muy estrecha­
mente con ese proceso más amplio y profundo de la Revolu­
ción de Occidente, emparentado en lo socioeconómico con
la Revolución Industrial. Se encuentra relacionado con ese
proceso universal que se proyectó en la independencia de los
Estados Unidos de Norteamérica, en 1776; con la Revolución
Francesa, en 1789; con las revoluciones de Bélgica, Suiza y
Holanda, en el siglo x v i i i ; con la revolución de independen­
cia de España y Portugal contra Francia, entre 1808 y 1814:
con la revolución hispanoamericana del siglo x ix , a partir de
la revolución política de 1810-1824, hasta la revolución cu­
bana de 1898, y con la asiática y africana del siglo x x , con
ajustes revolucionarios que aún se ciernen en diversas áreas
del mundo en el siglo x x i.2
Las colonias inglesas en Norteamérica se sublevaron en
1776 contra la dependencia de la Gran Bretaña y sentaron
las bases para el surgimiento de los Estados Unidos de Nor­
teamérica con un gobierno republicano, constitucional y fe-*

*Javier Ocampo López, E l proceso ideológico de la emancipación, Tunja, UPTC.


1974. Véase, así mismo, la obra Hans-Joachim Kónig, En el camino de la na­
ción, 1750-1856, Bogotá, Banco de la República, 1994; la obra coordinada
por el historiador José Fernando Ocampo, Historia de las ideas políticas en Co­
lombia. De la Independencia hasta nuestros días, Bogotá, Taurus-Pensar, 2008.

154
E l m o v im ie n t o id eo lógico de i .a I nd e pen d en c ia en i .a N ueva G ra n ad a

deral que se convirtió en modelo para los nuevos Estados na­


cionales. Sus ideólogos, Jorge Washington, Tomás Jefferson,
Benjamín Franklin y otros, señalaron el rumbo político para
este nuevo Estado nacional, el primero en lograr la indepen­
dencia en América.
Otra manifestación del ambiente revolucionario, con gran
amplitud y dimensión mundial, fue la Revolución Francesa de
1789, que difundió «la filosofía de las luces», las libertades, la
democracia, el republicanismo y los derechos del hombre al
mundo occidental. Era Francia uno de los países más popu­
losos de Europa y con gran poder hegemónico en la política
mundial. Las ideas de los filósofos franceses de la Ilustración,
Juan Jacobo Rousseau, Montesquieu, Voltaire, el Abate Siéyes,
Diderot y otros, y del filósofo inglés John Locke, ideólogo del
liberalismo, fueron decisivas para la revolución que se enfren­
tó al antiguo régimen monárquico, aristocrático y teocéntrico
v que defendió la democracia y las libertades con las nuevas
ideas políticas de la ideología del demoliberalismo. Es impor­
tante señalar que el pueblo francés, y en general el pueblo
europeo de la segunda mitad del siglo x v m , con grandes difi­
cultades económicas y sociales participó decisivamente en las
revoluciones burguesas de Occidente.
En la segunda mitad del siglo xv i i i y en los años de la revo­
lución de independencia se enfrentaron las dos mentalidades
teocéntrica y antropocéntrica que hacen parte del proceso
ideológico nacional. La mentalidad teocéntrica o tradiciona-
lista, con raíces medievales, se proyectó en el realismo y el
misoneísmo con la uniórqde la Iglesia y el Estado. Defendió el
Antiguo Régimen, sustentado en la monarquía, la aristocra­
cia, la diferenciación en los estamentos sociales y la defensa
religioso-política de la Iglesia católica. En sus relaciones con
América, buscó la consolidación del régimen colonial en las
tierras y pueblos del continente americano. Y en su interven­
ción política, conformó el partido de los realistas o monar­
quistas, defensores del régimen colonial.

155
i8io

La Iglesia y la monarquía se unieron en el misoneísmo pa­


ra la defensa mutua de sus actuaciones. La Iglesia defendió a
la monarquía y ésta defendió a la Iglesia en todas sus activi­
dades. Esa unidad misoneísta, que defendió intensamente el
alto clero de los arzobispos y obispos en Hispanoamérica en
favor del rey, tuvo su oposición en grai\ parte del bajo clero,
que manifestó su patriotismo y ayuda a la independencia. C o­
rresponde al clero patriota, tanto secular como de las comu­
nidades religiosas.
La mentalidad antropocéntrica, característica de la Ilus­
tración y del racionalismo del siglo x v m , se manifestó parti­
daria de las libertades, la igualdad, la democracia y los dere­
chos humanos. Sus luchas en Am érica buscaron la liberación
del régimen colonial; por ello fue partidaria de la indepen­
dencia y del nacimiento y conformación de Estados naciona­
les independientes y republicanos. Contra el régimen monár­
quico, presentó la democracia como el gobierno del pueblo,
con base en la constitución y las leyes y la separación de los
poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial.3
En el siglo de la Ilustración se consolidó la ideología del
demoliberalismo, con las ideas de democracia, Estado nacio­
nal y republicano y las libertades de pensamiento, expresión,
religión, educación, prensa, cátedra y otras. Con las nuevas
ideas surgieron los partidos políticos que han tenido vigencia
y dinámica en los siglos x ix , x x y x x i. Tenemos en cuenta
que una ideología política se presenta como un sistema de
ideas a través del cual se busca llegar al cambio de la sociedad
y cuya acción se proyecta en las doctrinas y programas de los
partidos políticos.
La ideología del demoliberalismo surgió del movimiento
cultural y sociopolítico de la Ilustración en el siglo x v m , con

'Javier Ocampo López, L a independencia de Colombia, Bogotá, FiCA-Gerardo


Rivas, 2009. Véase la obra de Michel Vovelle, L a mentalidad revolucionaria,
Barcelona, Crítica, 1989.

156
El. MOVIMIENTO IDEOLÓGICO DE LA INDEPENDENCIA EN LA NUEVA GRANADA

las ideas de soberanía popular, democracia, igualdad, liber­


tad, fraternidad, instituciones republicanas, liberalismo eco­
nómico e independencia, que influyeron en el cambio integral
en las generaciones que organizaron los nuevos Estados inde­
pendientes. Tal ideología está relacionada con las dos mentali­
dades colectivas, la tradicional y la moderna, con su visión del
mundo y de la vida que tenía la gente, que se manifestaron en
sus ideas, sentimientos, valores, creencias, tradiciones, usos y
técnicas que determinaron sus opiniones, actitudes, decisiones
v la conformación de grupos de presión y los primeros partidos
políticos. La ideología del demoliberalismo, con la mentalidad
moderna, se proyectó en el surgimiento de los partidos libera­
les. Y de la misma forma, la ideología del demoliberalismo, con
la mentalidad tradicional, se proyectó en el surgimiento de los
partidos conservadores en América.4
El cambio político radical en la revolución se hizo contra
la monarquía y el régimen colonial, para darle vigencia al
gobierno democrático y republicano. Esto repercutió en un
conflicto revolucionario que llevó al enfrentamiento entre
patriotas o insurgentes, partidarios de la libertad y la inde­
pendencia absoluta, y los realistas o monarquistas, defenso­
res del orden colonial. El enfrentamiento llevó al conflicto
político que se manifestó en los hechos de la revolución polí­
tica de 1810 en Santafé de Bogotá y en Cartagena, Cali, Pam­
plona, Socorro, Tunja, Mompox y otras ciudades, cuando se
crearon las juntas de gobierno en cada una de ellas. El 11 de
noviembre de 1811, Cartagena declaró su independencia ab­
soluta en relación con l¿i metrópoli española. Así lo hicieron
también las provincias de Antioquia, Tunja, Cundinam arca,
Neiva y otras.
El conflicto entre patriotas y realistas se apaciguó a favor
de los realistas entre 1815 y 1819 con la reconquista española y

'Jean Touchard, Historia de las ideas políticas, Madrid, Tecnos, 19(39.

157
i8io

el régimen del terror .impuesto por el pacificador Pablo Mo­


rillo y los realistas para restablecer el orden colonial. Los pa­
triotas hicieron la guerra de independencia, que se había ini­
ciado en 1811 y culminó en la Campaña Libertadora, con la
Batalla de Boyacá, el 7 de agosto de 1819, y la organización de
la Gran Colombia, con la unión’de la Nueva Granada, Vene­
zuela y Ecuador, siguiendo las ideas de integración política de
Simón Bolívar. Este gran Estado nacional estuvo vigente entre
los años 1819 y 1830, cuando se desintegró y surgieron los
Estados nacionales de Venezuela, Nueva Granada y Ecuador.
En la historia de Colombia se tiene en cuenta el inicio de
la coyuntura de la independencia en 1781, que corresponde
al movimiento insurreccional de los comuneros del Socorro,
la provincia de Tunja y el Oriente del virreinato del Nuevo
Reino de Granada. Este movimiento revolucionario, que se
realizó en protesta por el alza de los impuestos, especialmen­
te la alcabala y la Arm ada de Barlovento, que concentró más
de 20.000 comuneros desde el Socorro hasta Zipaquirá, re­
flejaba las tensiones sociales y económicas del pueblo neo-
granadino ante el régimen colonial. Está relacionado con los
movimientos socioeconómicos de los comuneros de Túpac
Am aru en el Perú, el motín de los machetes en México, la
rebelión de Tiradentes en Brasil, las sublevaciones de Lima,
Quito, Cuba y de otras regiones, en el siglo x v m .
Una expresión del descontento político en el Nuevo Reino
de Granada se manifestó en 1794, considerado el año de la
«incubación de la independencia», relacionado con los pro­
cesos a los actos revolucionarios de la traducción y publica­
ción del documento de los Derechos del H om bre y del C iu dadan o.
por el precursor don Antonio Nariño; con el proceso de los
pasquines de los estudiantes del Colegio Mayor del Rosario v
del Colegio Mayor de San Bartolomé, y con la conspiración
revolucionaria en la cual estuvieron involucrados los criollos
Francisco Antonio Zea, Sinforoso Mutis y el francés Luis de
Rieux. Estos procesos reflejan el ambiente de tensión vivido

158
E l m o v im ik n t o id eo ló g ico df. i .a I nd e pen d en c ia en i .a N ueva G ra n ad a

en el Nuevo Reinó de Granada y la división sociopolftica de


los realistas españoles y los criollos americanos, lo cual señala
que las dos últimas décadas del siglo x v m reflejan las tensio­
nes políticas que prepararon al pueblo neogranadino para la
revolución de independencia.
Un hecho significativo en el movimiento revolucionario es
lo acaecido en la crisis política de España, a partir de 1808 y
el proceso del juntismo político que se organizó en España y
en sus colonias contra la dominación francesa. Este juntismo
se proyectó en la revolución política de 1810, que en el Nuevo
Reino de Granada llegó a su culm inación con los hechos del
20 de ju lio de ese mismo año en Santafé de Bogotá, capital
del virreinato.
En el proceso histórico de la revolución de independencia
es importante el estudio de los ciclos históricos de la Primera
República Granadina, entre 1810 y 1815; la pacificación espa­
ñola y el Régimen del Terror, entre 1815 y 1819; la Cam paña
Libertadora de 1819 y los años de la Gran Colombia entre
1819 y 1830. Esta coyuntura histórica de medio siglo entre
1781, con el movimiento insurreccional de los Comuneros, y
1830, con la desintegración de la Gran Colombia, es el corte
longitudinal histórico que delimita el tema sobre la historia
de la revolución de la independencia.

D o n A n t o n io N a r iñ o y los D er ech o s d el H o m br e

Las ideas de la Ilustración se expresaron en el documento de


los Derechos del Hombre, que se proyectó en las revoluciones de
independencia de los Estados Unidos de América, en 1776;
en la Revolución Francesa, en 1789, y en las revoluciones his­
panoamericanas, en la primera mitad del siglo x ix .
El filósofo inglés John L o ck e.(1632-1704), considerado el
padre del liberalismo moderno, planteó la ideología del de-
moliberalismo, que parte del supuesto de que todos los hom­

159
i8io

bres son libres y que sólo mediante una restricción voluntaria


de la libertad es posible el Estado. Locke enseñó que la razón
natural señala a los hombres las leyes de la naturaleza como
verdades eternas que dan lugar a los derechos naturales e
inalienables del individuo, entre ellos la libertad, la igualdad,
la propiedad privada y la seguridad. Estas ideas se proyecta­
ron en la declaración de los Derechos, o B ill o f R ights, que se
defendieron en la independencia de los Estados Unidos y que
fueron aprobados en la Asamblea Nacional francesa el 26 de
agosto de 1789.3
Así mismo, en la afirmación y consolidación de los Derechos
del H om bre influyeron las ideas de los filósofos de la Ilustra­
ción del siglo x v i i i . Voltaire, autor de C artas filosóficas, Tratado
sobre la tolerancia, D iálogos filosóficos y otras, predicó la libertad
de los derechos naturales y defendió la tolerancia contra el
dogmatismo, principalmente religioso. Dio importancia a lo
humano sobre lo divino, atacó el providencialismo y defendió
el antropocentrismo y el humanismo alrededor de la razón.
A su turno, Montesquieu defendió la libertad y la igualdad
de todos los hombres y planteó una moral laica contra la os­
tentación religiosa y el servilismo. En sus obras E l espíritu di
las leyes y C artas persas defendió la libertad religiosa, la sepa­
ración entre la Iglesia y el Estado, la opción de volver laica la
educación pública y la libertad de pensamiento, de expresión
y de imprenta. Según sus ideas, el gobierno debe ser constitu­
cional y debe existir la división de los poderes públicos, en lo
cual coincidió con Juan Jacobo Rousseau, quien expuso sus
ideas sobre el contrato social, la soberanía popular, la volun­
tad general y la igualdad entre todos los hombres.
Rousseau defendió la democracia contra la monarquía v
sostuvo que los ciudadanos de una nación tienen derechos 5

5Raúl Cardiel Reyes, Los filósofos modernos en la Independencia latinoamericana.


México, u n a m , 1964. Sobre John Locke, pp. 95-116.

160
El. MOVIMIENTO IDEOLÓGICO I)E I A INDEPENDENCIA EN I A NUEVA G k ANADA

iguales y participan de la soberanía popular, cuya expresión


es la ley, la cual es el resultado de la voluntad general. Su
pensamiento tuvo gran influencia en la independencia de
Colombia, como se manifestó en los escritos de José Félix de
Restrepo, Cam ilo Torres Tenorio y en los discursos del Liber­
tador, Simón Bolívar. Estas ideas políticas dieron las bases
para la juridicidad de las instituciones republicanas y para la
conformación de los nuevos Estados nacionales qtie surgie­
ron después de la revolución.6
Otros filósofos de la Ilustración tuvieron importancia en el
siglo x v i i i . Adam Smith, en su obra L a riqueza de las naciones,
expuso su tesis sobre el H om o económ icas, en la cual manifiesta
los ideales de libertad para el mejor logro de la prosperidad
de la sociedad. Según Smith, las leyes económicas obran de
tal forma que el hombre, al buscar su propio provecho, fo­
menta el bienestar y produce la prosperidad. Es el impulsor
de la economía de libre comercio, la libre empresa y la no
intervención del Estado en la economía privada.
El filósofo francés Manuel José Sieyés, por otra parte, en
sus obras Ensayos sobre los privilegios y ¿Q u é es el Tercer Estado?,
presenta una crítica de las clases privilegiadas del Antiguo
Régimen y formula los principios para la construcción de los
Estados modernos. A llí la nación surge como base funda­
mental del régimen político, de cuyo poder soberano emana
la Constitución, y los Derechos del H om bre y d el C iu d a d a n o , de
gran repercusión en el espíritu revolucionario de Francia y
en general del mundo occidental. En el siglo x v m se defen­
dieron las ideas de democracia, libertad, igualdad, fraterni­
dad y soberanía popular, centralizadas en la defensa de los
derechos humanos y de la independencia frente a la domina­
ción colonial.7

6Ibid., pp. 117-158. Así mismo, véase la obra de José Manuel Restrepo, Histo­
ria de la revolución de la República de Colombia, Medellín, Bedout, 1960.
7Touchard, op. cit.

161
i8io

Las ideas y las acciones sobre los derechos del hombre en


Colombia están relacionadas directamente con la traducción
y publicación de los Derechos del H om bre y del C iu d a d a n o que
hizo el criollo santafereño Antonio Nariño (1765-1823) en
1793 Y 4ue promulgó en 1794. Según este documento, que
siguió las ideas defendidas en Estados Unidos y Francia, se les
reconocen cuatro derechos fundamentales a los individuos:
libertad, igualdad, propiedad y seguridad. Los hombres son
libres e iguales y tienen derechos naturales inalienables, en­
tre los cuales figuran la libertad, el goce de la vida, la propie­
dad y la búsqueda de la felicidad. Son los derechos dirigidos
a proteger al hombre como miembro de la sociedad, y para
garantizar estos derechos, los hombres establecieron los go­
biernos, derivados de los justos poderes concedidos por el
libre consentimiento de la voluntad popular.
El precursor Antonio Nariño tradujo y publicó la Declara­
ción de los Derechos del H om bre y del C iu d a d a n o , obtenida de la
H istoire de la révolution de J jS c j et de letablissem ent d ’u n e constitu-
tion en France, escrita por dos amigos de la libertad, Frangois
Marie de Kerverseau y G. Clavelin, y facilitada al precursor por
un oficial del virrey Ezpeleta. En la Imprenta Patriótica, que
dirigía en Santafé don Diego Espinosa de los Monteros, de
la cual se imprimieron cien ejemplares, salió a la luz pública
este documento. El hecho histórico que produjo su impresión
se reflejó en la preocupación de los gobernantes coloniales
y en especial del virrey Ezpeleta, quien tomó toda clase de
medidas contra ese papel subversivo que desde entonces se
convirtió en la bandera de la libertad para la independencia.'
Cuando se publicaron los Derechos del H om bre ocurrieron
otros hechos considerados subversivos por el gobierno espa­
ñol, y entre ellos los pasquines sediciosos que aparecieron en

s Rafael Gómez Hoyos, La revolución granadina de 1810, Bogotá, Temis, 1962.

162
El. MOVIMIENTO IDEOLÓGICO DE LA INDEPENDENCIA EN I.A NUEVA GRANADA

Santafé de Bogotá el 19 de agosto de 1794 y la conspiración


criolla, inspirada por Francisco Antonio Zea, Sinforoso Mu­
tis y el médico Luis de Rieux. La defensa del proceso sobre
’.a traducción y publicación de los Derechos del Hombre la hizo
Antonio Nariño, en ju lio de 1795. En ella expuso la tesis de
’.a soberanía popular y el fondo doctrinario de la declaración
de los derechos como un patrimonio de la cultura universal.
La Real Audiencia consideró que era más subversiva la de­
fensa de Nariño que el mismo documento de los Derechos del
Hombre y del Ciudadano, por lo que el precursor fue declarado
reo de alta traición y enviado prisionero a España.9
En Cádiz se fugó, pues no estaba en la lista de presos.
Huyó a Francia e inició una vida de caballero andante por
las cortes europeas, pidiendo ayuda para la independencia
de Hispanoamérica. Tuvo sus contactos con el precursor de
la independencia de América, el venezolano Francisco de
Miranda y con otros precursores de la independencia ame­
ricana. A su regreso al Nuevo Reino de Granada, en 1797,
fue detenido por orden del virrey y confinado al cuartel de
caballería en Santafé, donde estuvo hasta 1803. En 1809,
ante la difícil situación de Quito y de la Nueva Granada, fue
de nuevo llevado a la prisión de Cartagena, en el Castillo de
Bocachica y en el Palacio de la Inquisición. Regresó a San­
tafé de Bogotá en diciembre de 1810 y se vinculó a los he­
chos más significativos de la primera república granadina,
que posteriormente llamó «Patria Boba». En 1811 fue elegido
presidente de Cundinam arca, desde donde defendió las tesis
del centralismo y se enfrentó a los federalistas en la primera
guerra civil en 1812. Dirigió la Cam paña del Sur entre 1813
y 1814 y fue derrotado y hecho prisionero en Pasto y de allí
enviado a España, donde estuvo preso hasta 1820, cuando
regresó a América. Asistió al Congreso de Cúcuta en 1821 y

‘'José Manuel Pérez Sarmiento, Causas célebres a los precursores, Bogotá, Aca­
demia Colombiana de Historia, 1939.

163
i8io

lo instaló como vicepresidente. Murió en Villa de Leyva el 13


de diciembre de 1823.10
El documento de los Derechos del Hom bre y del C iu d a d a n o
tuvo repercusiones en la revolución de independencia de la
Nueva Granada y Venezuela y, junto con el gorro frigio y el
árbol de la libertad, se convirtió el símbolo de la libertad y de
la república.*11

C a m il o T orres y el M e m o r ia l d e a g r a v io s

Uno de los documentos más importantes en los prolegóme­


nos de la revolución de independencia en el Nuevo Reino de
Granada fue el M em o ria l de agravios escrito por Cam ilo Torres
Tenorio, natural de Popayán, asesor del Cabildo de Santafé
de Bogotá, uno de los ideólogos de la revolución granadina de
1810 y promotor de las ideas federalistas en la primera repú­
blica granadina.
Ante la invitación de la Suprema Junta Central de España
para que las provincias españolas en Am érica enviaran a sus
representantes ante el gobierno, el Cabildo de Santafé co­
misionó al jurista Cam ilo Torres para reclamar la igualdad
entre la representación de las provincias españolas y las pro­
vincias americanas. Para esta reclamación, el jurista Torres
redactó la Representación del C abildo de Santafé, capitcd del N uevo
R ein o de G ra n a d a , a la Suprem a Ju n ta C entral de E sp a ñ a , más co­
nocida históricamente como el M em o ria l de agravios, que dio
a conocer el 20 de noviembre de 1809.
Este documento defiende la igualdad en la representación
política de los americanos ante las autoridades españolas y

"“Jorge Ricardo Vejarano, Nariño, Bogotá, Instituto Colombiano de Cultu­


ra, 1978.
11 Gonzalo Hernández de Alba, Los árboles de la libertad, Bogotá, Planeta,
1989-

164
El. MOVIMIENTO IDEOLÓGICO DE I.A INDEPENDENCIA F.N I.A NUEVA GRANADA

señala los problemas de los americanos en relación con el


atraso de estos pueblos, la falta de educación y otros cargos
similares.12 Insiste en la importancia de la unión entre la me­
trópoli española con las provincias americanas por medio
de los representantes de éstas. Sin embargo, expresa que la
unión no se puede realizar si no existe igualdad en los dere­
chos. Mientras que en las provincias más pequeñas de España
se nombran dos vocales para concurrir a la Junta Central, en
las tierras americanas, que son más extensas, solamente se
permite un representante por cada dominio. La diferencia
es de 36 vocales españoles frente a nueve vocales americanos.
Por ello reafirma la necesidad de la igualdad entre los repre­
sentantes de España y los de Am érica y reflexiona sobre el
tema del orgullo americano y del criollismo en los siguientes
términos:

Las Américas, Señor, no están compuestas de extranje­


ros a la nación española. Somos hijos, somos descendientes
de los que han derramado su sangre por adquirir estos do­
minios a la Corona Española; de los que han extendido sus
límites, y le han dado, en la balanza política de la Europa,
una representación que por sí sola no podía tener. Los natu­
rales conquistados y sujetos hoy al dominio español, son muy
pocos, o son nada en comparación de los hijos de europeos,
que hoy pueblan estas ricas posesiones [...] Tan españoles
somos, como los descendientes de don Pelayo, y tan acree­
dores, por esta razón, a las distinciones, privilegios y prerro­
gativas del resto de la.nación, como los que salidos de las
montañas, expelieron a los moros, y poblaron sucesivamente
la Península; con esta diferencia, si hay alguna, que nuestros
padres, como se ha dicho, por medio de indecibles trabajos y
fatigas, descubrieron, conquistaron y poblaron para España

12 Ocampo López, La independencia de Colombia, op. cit., «Documento del Me­


morial de Agravios» de Camilo Torres.

165
i8io

este Nuevo Mundo. Seguramente que no dejarían ellos por


herencia a sus hijos, una distinción odiosa entre españoles y
americanos; sino que, antes bien, creerían que con su sangre
habían adquirido un derecho eterno al reconocimiento, o
por lo menos, a la perpetua igualdad con sus compatriotas.13*15

Esta idea de Cam ilo Torres es la más expresiva del crio­


llismo granadino, que aun cuando supone una postura anti­
hispánica, en cuanto se refiere a la ocupación de cargos ad­
ministrativos y al ansia de poder político total, defiende su
descendencia de los primeros pobladores españoles. No ha­
bla en nombre de los naturales indígenas, pues son escasos,
ni tampoco en nombre de los negros ni de las castas. Habla
en nombre de los criollos, que son tan españoles como los
descendientes de don Pclayo y acreedores por ello a todos los
privilegios y prerrogativas.
Y ¿cuál es la igualdad que se percibe en el pensamiento
del criollo granadino? Es la igualdad de los españoles ameri­
canos para la participación en el gobierno español después
de la crisis política de 1808, una igualdad de derechos con
todos los súbditos de la Corona y para participar en la deci­
sión del propio destino sobre la base de las realidades socia­
les, una igualdad entre los dos grupos blancos del estamento
superior: los criollos, o españoles americanos, y los chapeto­
nes, o españoles peninsulares. El criollo aspira a la movilidad
social en su mismo estamento y a la toma del poder. Es el
cuerpo social que con la ideología demoliberal piensa, pla­
nea, organiza y realiza la independencia respecto de España.
En el criollo se encuentra el origen de la emancipación de las
colonias hispanoamericanas.

13Ocampo López, Javier. «Camilo Torres», en «Memorial de Agravios. Re­


presentación del Cabildo de Santafé, capital del Nuevo Reino de Granada, a
la Snpremajunta Central de España, en el año 1809», en Proceso histórico del
20 de ju lio de 1S10, Bogotá, Banco de la república, 1960, pp. 90-91.

166
El. MOVIMIENTO IDEOLÓGICO DE LA INDEPENDENCIA EN LA NUEVA GRANADA

Cam ilo Torres analiza luego la importancia de las Améri-


cas en sus riquezas, así como las condiciones y la situación del
Nuevo Reino de Granada, que en su opinión debía contarse
entre las primeras provincias de España. Transmite la idea
de que las riquezas americanas, en particular mineras, llega­
ron abundantemente a la metrópoli española. El crecimiento
de dichas riquezas fomentó la demanda de mercancías, que
fueron importadas de Inglaterra, Holanda, Francia y otras
naciones de Europa. En España se descuidó la industria, el
comercio y la agricultura; los precios subieron en proceso
acelerado, pues la afluencia de los metales preciosos de las
Indias, al aumentar la circulación, hizo bajar el valor del di­
nero, y, en resumidas cuentas, quienes se beneficiaron de la
plata y del oro americanos fueron las demás naciones euro­
peas e incluso las asiáticas como China, Japón e India, que
tomaron del gran recipiente español el dinero que deseaban
por el cambio de sus mercancías elaboradas. En el Memorial
de agravios, Cam ilo Torres expuso con claridad el poco bene­
ficio que España y las colonias habían recibido de sus gran­
des riquezas:

En fin, ¿quién ha que no conozca la importancia de las


Américas por sus riquezas? ¿De dónde han manado esos ríos
de oro y plata, que, por la pésima administración del gobier­
no han pasado por las manos de sus poseedores, sin dejarles
otra cosa, que el triste recuerdo de lo que han podido ser con
los medios poderosos que puso la Providencia a su disposi­
ción, pero de que no se han sabido aprovechar? La Inglate­
rra, la Holanda, la Francia, la Europa toda, han sido dueñas
de nuestras riquezas, mientras la España, contribuyendo al
engrandecimiento de los ajenos Estados, se consumía en su
propia abundancia. Semejante al Tántalo de la fábula, la han
rodeado por todas partes los bienes y las comodidades: pero
ella siempre sedienta, ha visto huir de sus labios torrentes
inagotables, que iban a fecundizar pueblos más industriosos,

167
i8io

mejor gobernados, más instruidos, menos opresores y más


liberales. Potosí, Chocó y tú suelo argentífero de México,
vuestros preciosos metales, sin hacer rico al español, ni dejar
nada en las manos del americano que os labró, han ido a en­
soberbecer al orgulloso europeo, y a sepultarse en la China,
en el Japón y en el Indostán.

En su ideario económico, Cam ilo Torres criticó el mono­


polio comercial entre la metrópoli española y sus colonias,
pues no permitía el libre comercio y la dinámica económica
de los pueblos, y reflexionó sobre el factor espacial y geográ­
fico, sobre la autosuficiencia de los recursos naturales y sobre
la necesidad de su explotación para llegar al progreso de la
nación. Recalcó también las grandes potencialidades del me­
dio físico americano, y al Nuevo Reino de Granada lo presen­
tó con todo su vigor para esperar con fe y confianza el futuro.
Criticó muy duramente, por otra parte, la educación co­
lonial, al señalar que era cada vez es más deficiente, pues Es­
paña se había empeñado en mantener a los americanos en la
ignorancia. Según sus ideas, la metrópoli se empeñó en ce­
rrar las puertas a la buena educación y suprimió muchos co­
nocimientos, necesarios para el mejor cultivo de los hombres
americanos, al tiempo que gracias a un gobierno despótico,
enemigo de las luces, las colonias tuvieron numerosas trabas
en su progreso cultural. La imprenta, el conductor de las
ideas más seguro, estuvo prohibida en Am érica hasta bien
entrado el siglo x v m ; los estudios de filosofía se redujeron
a la jerga metafísica; las cátedras de derecho natural y de
gentes se consideraron perjudiciales y necesarias de prohibir,
como en efecto sucedió, y todo este descuido es responsable
de «nuestra vergonzosa ignorancia en las ricas preciosidades
que nos rodean, y en su aplicación a los usos más comunes
de la vida».
Com o buen criollo hispanoamericano propuso, así mis­
mo, la igualdad en las relaciones entre las provincias de la

168
El. MOVIMIENTO IDEOLÓGICO DE I.A INDEPENDENCIA EN I.A NüEVA GRANADA

metrópoli y las provincias de los extensos territorios ameri­


canos, y no sin dejar de insistir en que, según los principios
de la igualdad, se debería permitir a los americanos formar
juntas provinciales como las de España. Fustigó con palabras
mordaces la arbitrariedad de los que mandan, pues ahondan
cada día más los males de España en relación con los pueblos
americanos, y concluyó con sus ideas sobre el «santo derecho
de la igualdad», en ausencia del cual habría una «separación
eterna» de la madre patria:

¡Igualdad! ¡Santo derecho de la Igualdad! Justicia que es­


tribas en esto, y en dar a cada uno lo que es suyo; inspira a la
España europea estos sentimientos a la España americana;
estrecha los vínculos de esta unión; que ella sea eternamente
duradera, y que nuestros hijos dándose recíprocamente las
manos, de uno a otro continente, bendigan la época feliz
que les trajo tanto bien. ¡Oh, quiera el cielo oír los votos sin­
ceros del Cabildo, y que sus sentimientos no se interpreten a
mala parte! Quiera el cielo que otros principios y otras ideas
menos liberales, no produzcan los funestos efectos de una
separación eterna.14

La r e v o l u c ió n p o l ít ic a d e 1810

El año 1810 representa en la Nueva Granada y en Hispano­


américa la revolución política que se logró con la autonomía
de las antiguas colonias españolas en América. Corresponde
al movimiento autonomista de las juntas americanas. Su cau­
sa inmediata fue la crisis del imperio español y la necesidad
de conformar juntas autónomas, independientes del gobierno
metropolitano, hasta cuando el rey Fernando \ 1 I se reintegra-

14Ibid., p.109.

169
uSio

ra a su gobierno monárquico. No se habló de independencia


absoluta de España, sino de autonomía de las colonias hasta
cuando se restableciera la monarquía en el poder. Este movi­
miento juntista y autonomista se inició en la revolución políti­
ca de Caracas el 19 de abril de 1810. Se presentó, así mismo,
en Buenos Aires el 25 de mayo de 18^0, donde se estableció la
denominada Junta de Mayo, que presidió Cornelio Saavedra.
En el Nuevo Reino de Granada, actual Colombia, las pro­
vincias fueron reemplazando a los gobernadores o corregi­
dores por juntas de gobierno. Así ocurrió en Cartagena el 22
de mayo de 1810, cuando se estableció una junta de gobierno
en nombre de Fernando VIL Se continuó en Santiago de Cali,
el 3 de ju lio de 1810, cuando los caleños se declararon autóno­
mos del Gobierno Central en España y resolvieron tomarse el
poder mientras llegaba al trono el deseado Fernando VII. El
4 de ju lio de 1810, Pamplona se rebeló contra las autoridades
españolas. La pamplonesa María A gueda de Villam izar ar­
rebató el bastón de mando al corregidor Juan Bastús y Falla,
quien fue reemplazado por una junta de gobierno. El 10 de
julio, la provincia del Socorro destituyó al corregidor José
Baldés Posada, quien había reprimido duramente a algunos
criollos socórranos y a gente del pueblo.
El pueblo santafereño hizo la revolución contra las autori­
dades españolas del Nuevo Reino de Granada, encabezadas
por el virrey Antonio Am ar y Borbón, y organizó la Junta
Suprema de Gobierno, en cuya acta constitutiva delegó la so­
beranía popular en la Junta y convocó al primer Congreso
de las Provincias Unidas, algo que por aquella misma épo­
ca ocurrió también en México y en Chile. Algunas regiones
en Am érica fueron absolutamente realistas o monarquistas,
entre ellas Perú, Cuba, Panamá y Guatemala. En la Nueva
Granada, el monarquismo se manifestó sobre todo en Santa
Marta, Pasto y otras regiones.
En las juntas autonomistas de 1810 se produjeron las llama­
das actas de la revolución, en las cuales se proclamó la intención

170
El. MOVIMIKNTO IDEOLÓGICO DE I.A INDEPENDENCIA EN I.A NUEVA GRANADA

de conservar los dominios americanos para Fernando VII y


la decisión de organizar gobiernos autónomos al estilo de los
presentados interinamente en España, como la Junta Supre­
ma de Sevilla o la Regencia, para la conservación de los de­
rechos de la monarquía borbónica. Surgieron diversos gru­
pos políticos, por supuesto, ante la crisis revolucionaria: los
borbonistas, partidarios de la defensa del rey Fernando VII;
los tradicionalistas, partidarios del regreso a las antiguas ins­
tituciones españolas; los liberales constitucionalistas, parti­
darios del establecimiento de una monarquía constitucional
para España, y los afrancesados, sostenedores de la influencia
francesa en España.
La crisis de la monarquía española se expandió por todos
los confines del imperio e influyó en el surgimiento de las
juntas revolucionarias, declaradas como guardadoras de los
derechos de Fernando VII hasta su restauración en el trono.
Influidas por el comunicado que la Regencia de España e In­
dias envió a los americanos el 14 de febrero de 1810, en el
que se decía que «vuestros destinos ya no dependen ni de los
ministros, ni de los virreyes, ni de los gobernadores: están en
vuestras manos», las colonias americanas se enfrentaron al
problema de la ausencia del monarca y hablaron entonces de
la inexistencia de un gobierno legítimo y de un vacío de poder
político. Por ello organizaron las juntas de gobierno y en nu­
merosos «cabildos abiertos» reivindicaron la «soberanía po­
pular o derecho de los pueblos a la reasunción legal del poder
para definir la verdadera autoridad». Muchas de estas juntas
fueron partidarias de la autonomía con respecto a los gobier­
nos provisionales de España y guardadoras de los derechos de
Fernando VII, pero otras se manifestaron independentistas,
partidarias de una revolución radical y de la total desvincula­
ción de España para conformar un gobierno autónomo, inde­
pendiente y libre, delineado en una. democracia republicana.
La revolución granadina de 1810 giró alrededor de la
acción de los cabildos y de la decidida participación de los

171
i8 io

criollos. En el Acta de la Revolución del 20 de ju lio de 1810.


el pueblo granadino «reasumió la soberanía popular», sin ab­
dicarla en otra persona que en el rey Fernando VII, siempre
y cuando viniera a gobernar directamente en el Nuevo Reino
de Granada, y en el acta del 26 de ju lio de ese mismo año
se declaró independiente del Concejo de Regencia y cesaron
en su ejercicio todos los funcionarios del antiguo gobierno.
Se planteó así en el Nuevo Reino de Granada el movimiento
autonomista, con una independencia total en sus decisiones
pero conservando, sin embargo, estos dominios para el mo­
narca cautivo. El proceso emancipador pasó del movimiento
autonomista a la declaración absoluta de la independencia
cuando la revolución se radicalizó. Las declaraciones de in­
dependencia absoluta se presentaron como una ruptura total
con el imperio español. El 11 de noviembre de 1811, la pro­
vincia de Cartagena de Indias declaró su independencia abso­
luta y posteriormente lo hicieron Cundinam arca, Antioquia
y Tunja. Se inauguraba así la fase política de la revolución,
cuando los americanos asumieron sus derechos e instaura­
ron la soberanía política de los nuevos Estados nacionales.
Para justificar la independencia, que representó el ascenso
al poder de los patriotas granadinos, éstos negaron los títulos
de conquista aducidos por España para retener sus territorios
de ultramar: la donación papal, el señorío universal del empe­
rador español, la propagación de la fe cristiana, el derecho del
descubrimiento y la inferioridad natural de los indios. Además,
justificaron la independencia como la acción de los pueblos
americanos para reasumir sus propios derechos, como puede
verse en el «catecismo o instrucción popular» del precursor
e ideólogo cartagenero Juan Fernández de Sotomayor, quien
auspició la revolución de Mompox el 6 de agosto de 1810.
Una de las preocupaciones de los ideólogos de la revo­
lución de independencia, y entre ellos Cam ilo Torres, José
Ignacio de Herrera, José Joaquín Camacho, Miguel de Pom-
bo, Antonio Nariño, Francisco José de Caldas, José Acevedo

172
El. MOVIMIKNTO IDKOI.ÓGICO 11K LA I n DF.PKNDKNCI A KN I.A NUKVA GRANADA

v Gómez, Frutos Joaquín Gutiérrez y otros granadinos, fue


explicar en sus escritos la juridicidad de la independencia.
Ante el vacío del poder en la metrópoli por la crisis de la
monarquía, el pueblo americano debía reasumir la soberanía
popular y emanciparse de la Madre Patria. Es la tesis pactista,
que proclamó el poder supremo del pueblo en contra del po­
der unipersonal de los monarcas. Esta tesis del pacto y de la
reasunción de la soberanía popular aparece en las actas de
la revolución de 1810 y en las declaraciones de independen­
cia absoluta en las distintas provincias del Nuevo Reino de
Granada. En el Acta de la Revolución del 20 de ju lio de 1810
se encuentra la siguiente idea sobre la reasunción de la sobe­
ranía popular: «En virtud de haberse juntado el pueblo en la
plaza pública y proclamado por su diputado el señor regidor
Don José Acevedo y Gómez para que le propusiese los vocales
en quienes el mismo pueblo iba a depositar el supremo go­
bierno del pueblo».
Era éste un hecho político-jurídico por el cual el pueblo
granadino asumía su soberanía y expresaba su voluntad de
constituir un nuevo gobierno ante el «vacío de poder monár­
quico», motivado por la caída de la Corona española. Esta
idea representa la afirmación del pueblo como titular del po­
der, un pueblo que ante la crisis política de la metrópoli ha
reasumido su soberanía para constituir un nuevo gobierno.15

L a s id e a s c e n t r a l is t a s y f e d e r a l is t a s e n l a P r im e r a
R e p ú b l ic a g r a n a d in a

En la Primera República granadina, o «Patria Boba», se comen­


zaron a agitar con fuertes repercusiones las ideas del centra­
lismo y del federalismo para la organización institucional del

15Gómez Hoyos, op. cit., tomo I.

173
i8 io

nuevo Estado independiente. Las ideas centralistas fueron de­


fendidas por Antonio Nariño, los santafereños y los dirigentes
del nuevo Estado de Cundinamarca, quienes argumentaban
que la soberanía debía ser única e indivisible, ejercida en ple­
nitud por el poder central. Esta forma unitaria de gobierno se
convirtió en el modelo de sistema para la naciente república.
Tenía la fortaleza necesaria para lograr la unidad como único
medio de obtener el triunfo en la Independencia, y los cen­
tralistas consideraban que era necesaria para contrarrestar
la reacción que, como ya se presentía, venía de la metrópoli
española.16
En el periódico La Bagatela, fundado y dirigido por An­
tonio Nariño, se divulgaron las ideas del centralismo para
la Nueva Granada. Dichas ideas, sin embargo, tuvieron que
enfrentarse a las ideas federalistas defendidas por Camilo
Torres Tenorio y los intelectuales José Joaquín Camacho.
Francisco José de Caldas, Miguel de Pombo, José María del
Castillo y Rada y los gobernadores de la provincia de Tunja
Juan Nepomuceno Niño y José Cayetano Vásquez. El federa­
lismo se consideró fundam ental como sistema político para
la Nueva Granada. Su modelo fue el sistema federativo de los
Estados Unidos, que se juzgaba como el más adaptado a las
realidades del Nuevo Reino de Granada y con grandes posi­
bilidades de desarrollo para estas tierras.
Los federalistas defendieron los derechos locales de las
provincias y señalaron los problemas de la diversidad geo­
gráfica y la falta de vías de comunicación. Abogaron por una
teoría política mediante la cual se buscaba solucionar el pro­
blema de la unidad estatal con el respeto y el reconocimiento
de la autonomía territorial soberana. Trataron de estable­
cer un Estado donde la soberanía aparecía dividida, pues se
reservaban para el gobierno nacional aquellas atribuciones

"’Javier Ocampo López, L a Patria Boba, Bogotá, Panamericana, 1990.

174
El. MOVIMIENTO IDEOLÓGICO DE I.A INDEPENDENCIA EN l.A NUEVA GRANADA

soberanas de carácter general y se distribuían las otras, de


carácter regional y local, entre los Estados federados.
Antes del siglo x v m la forma del Estado se había solucio­
nado de manera unitaria alrededor de las monarquías na­
cionales, pero en el siglo de la Ilustración, la independencia
de los Estados Unidos trajo como novedad política el siste­
ma federativo. Surgió entonces un sistema de organización
social mediante el cual un grupo de Estados soberanos se
desprende de sus soberanías externas y las delegan a un or­
ganismo superior llamado Estado federal, conservando sus
respectivas soberanías desde el punto de vista interno.
Algunos federalistas alegaron que la autonomía regional
institucionalizada en el federalismo estaba muy arraigada en
las colonias, pues en ellas se conservaban los derechos locales,
los mismos que los cabildos utilizaron para hacer la revolu­
ción política de 1810. Los federalistas granadinos considera­
ban que la administración colonial había sido descentraliza­
da de hecho y que la diferenciación geográfica auspiciante
del regionalismo, la falta de comunicación de las provincias
entre sí, las grandes distancias para ejercer una administra­
ción central fuerte, los anhelos políticos para satisfacer los
intereses regionales, la necesidad de un sistema de fomento
que emulara el progreso en las provincias y el ejemplo de los
Estados Unidos de Norteamérica, que había llegado al de­
sarrollo democrático por el camino de la federación, hacían
imperativo el establecimiento de un régimen así en Hispa­
noamérica.1"
Las ideas del federalismo fueron defendidas por los Esta­
dos de Cartagena, Antioquia, Tunja, Neiva y Pamplona, cuyos
representantes firmaron el Acta de Confederación de las Pro­
vincias Unidas de la Nueva Granada, la cual estimuló el sen­
timiento autónomo y regional de las provincias, cada una de*

‘"Antonio Nariño, La Bagatela, edición facsimilar, Bogotá, 1966.

175
i8 io

las cuales promulgó su propia Constitución. La República de


Tunja sancionó la suya el g de diciembre de 1811, al igual que
Antioquia; Cundinam arca hizo de nuevo su Constitución Re­
publicana el 17 de abril de 1812; Cartagena de Indias siguió el
ejemplo el 14 de ju nio del mismo año, y otros colegios electo­
rales, como Neiva y Mariquita^aprobaron sus propias consti­
tuciones en 1815.
En las constituciones de la Primera República Granadina
se tuvieron en cuenta las ideas de soberanía popular y los De­
rechos del Hombre traducidos y publicados por Antonio Nariño.
En ellas aparece la teoría del pacto social y de la soberanía na­
cional, la separación y delimitación de los poderes públicos,
la importancia del poder Legislativo y la consiguiente debili­
dad del Ejecutivo, la manifestación dualista entre el derecho
público y privado, la primacía de la Constitución sobre las
leyes, la declaración de la libertad y el derecho a la propie­
dad privada, la defensa de la religión católica y la alusión a la
ilustración como condición esencial de la felicidad política. En
términos generales, defendían un Estado de Derecho y un ré­
gimen republicano y democrático, con excepción de la Consti­
tución monárquico-republicana de Cundinamarca. La Cons­
titución de Tunja estableció por primera vez en la Nueva Gra­
nada la elección de alcaldes por voto popular, y creó la Uni­
versidad de Tunja.
Las hostilidades entre centralistas y federalistas se fueron
profundizando entre 1811 y 1813, hasta llegar a la guerra civil
que enfrentó las dos posiciones político-administrativas. Des­
de Tunja, el presidente Cam ilo Torres, en nombre del Congre­
so de las Provincias Unidas, abrió hostilidades contra el Es­
tado de Cundinam arca, defensor del centralismo. Las tropas
se batieron por primera vez en Ventaquemada, donde fueron
derrotados Nariño y los centralistas el 2 de diciembre de 1812.
Luego las fuerzas centralistas vencieron a las federalistas en
el combate de San Victorino, en Santafé de Bogotá, el 9 de
enero de 1813. Más tarde se hizo la paz entre Cundinamarca

176
El. MOV1MIKNTO IDKOI.ÓGICO I)K I.A INDKPKNOKNCIA KN I.A N u KVA GRANADA

y las Provincias Unidas, y el general Nariño salió hacia las


provincias del Sur a luchar contra los realistas, que ya esta­
ban dominando la región.
Ante los fracasos iniciales de la federación y las constantes
pugnas ideológicas, el Congreso de las Provincias Unidas,
reunido en Tunja, comprendió la necesidad de consolidar
una nación fuerte y unida, centralizando los ramos de Ha­
cienda y Guerra y auspiciando la formación de un triunvirato
que desempeñara el poder Ejecutivo. El Congreso ordenó la
intervención de Simón Bolívar para someter a los centralistas
de Santafé, y esto condujo a la firma de la capitulación del 12
ele diciembre de 1814, por la cual Cundinam arca reconoció
al Congreso de las Provincias Unidas de la Nueva Granada.|S

Las id eas r e a l ist a s o fidelistas en la N ueva G r a n a d a

En el momento de la revolución política de 1810, los defenso­


res del monarca español y del sistema colonial perm anecie­
ron fieles a las instituciones de la metrópoli. Se opusieron a
la democracia republicana auspiciada por los patriotas y bus­
caron la unión con la Iglesia católica, defensora de la monar­
quía española. Numerosos funcionarios civiles y eclesiásticos,
peninsulares e igualmente criollos realistas, acompañados
por una gran masa popular localizada en las regiones de Pas­
to, Popayán, Santa Marta, Panamá y otros pueblos neograna-
dinos, reaccionaron contra los patriotas y ofrecieron apoyo
irrestricto a la Corona española en sus esfuerzos de recon­
quista para restablecer el orden en sus colonias rebeldes.
La doctrina del realismo, que representó la reacción con­
tra la independencia, defendió las ideas sobre el origen divi­
no de la monarquía, el carácter ilimitado del poder real y los18

18Manuel José Forero, Camilo Torres, Bogotá, Academia Colombiana de His-


toria-Nelly, 1960.

177
8io

derechos temporales del monarca sobre la Iglesia. Así mismo,


defendió el misoneísmo, alianza disoluble entre el trono y el
altar, que no obstante ser contraria a los principios tradicio­
nales de la Iglesia y a las aspiraciones de los monarcas bor­
dones, se presentó como indispensable para defender a la
monarquía en la crisis revolucionaria.
Las ideas expuestas por los realistas en sus sermones, dis­
cursos, manifiestos, diálogos, exhortaciones, cartas pastorales,
representaciones y un sinnúmero de hojas volantes configu­
ran la doctrina del fidelismo absolutista y del misoneísmo en
Hispanoamérica. Las ideas de fidelidad al soberano español,
del mantenimiento del orden colonial, de la paz y la estabi­
lidad; las ideas de apología a la conquista con la argumenta­
ción del derecho justo y la guerra justa; la estrecha relación
entre la monarquía y la religión, con la defensa mutua de los
derechos sobre América en lo espiritual y terrenal; las ideas
reaccionarias contra los «falsos filósofos» de la Ilustración, a
quienes se juzgaba responsables del desorden; las ideas sobre
la dependencia natural de los seres, la superioridad de unos
y la inferioridad de otros, con la consiguiente sujeción de los
últimos, y la distinción natural de las clases sociales contra
la igualdad preconizada por demoliberales, configuraron un
cuerpo de doctrina que empezó a poner en peligro las conquis­
tas de la independencia.'9
Y en efecto, el gobierno español fue defendido con gran
intensidad en las gobernaciones de Popayán y Santa Marta.
Algunos oidores de la Real Audiencia y no pocos españoles
peninsulares se refugiaron en Cuba, la colonia que se convir­
tió en el centro del realismo absolutista en América, pero en
1812 las Cortes de Cádiz aprobaron una constitución refor­
mista y liberal para España y su imperio de ultramar. Se ins­
tauró la libertad de imprenta, principalmente de los escritos

,9José María Espinosa, Memorias de un abanderado. Recuerdos de la Patria Boba,


Bogotá, Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, 1946.

178
El. MOVIMIENTO IDEOLÓGICO DE LA INDEPENDENCIA EN I.A NUEVA GRANADA

políticos; se suprimió el Tribunal de la Inquisición; se estable­


ció la igualdad entre españoles y americanos; se abolieron los
señoríos, las mitas y repartimientos de indios, así como todo
servicio personal que éstos debían prestar a corporaciones
o particulares; se abolieron las alcabalas; se dio libertad de
comercio, y se replanteó la división de las provincias y los
municipios.
La Constitución liberal de Cádiz estableció una monar­
quía constitucional moderada en España y facilitó una serie
de acuerdos de carácter político inspirados en un criterio de
alta generosidad para con los naturales de América. Sin em­
bargo, arrojados los franceses de la península ibérica a princi­
pios de 1814 y restaurado el monarca Fernando VII, se recha­
zó el espíritu liberal de la constitución de Cádiz y se restableció
el absolutismo en España. Entre los años 1814 y 1820 el gobier­
no español reorganizó en las colonias el Real Consejo de In­
dias y el Tribunal de la Inquisición. Su idea fue reintegrar el
imperio español, tanto en la metrópoli como en sus colonias
de ultramar. Así se hizo la pacificación española en América
contra la sublevación de los patriotas americanos. Se exigió
la sumisión absoluta e inmediata de los vasallos coloniales,
quienes debían abandonar totalmente el camino emprendi­
do en la revolución de 1810. Restaurar el orden y hacer la re­
conquista fue la meta del monarca para reunificar el imperio
español.
Contra la reconquista y el régimen del terror, el Libertador
Simón Bolívar y el ejército patriota culminaron la indepen­
dencia en la Campaña Libertadora de 1819, cuyo triunfo en la

Batalla del Puente de Boyacá dio origen a la Gran Colombia,
con la unión de Venezuela, la Nueva Granada y Ecuador. Así,
las ideas de la Ilustración, relacionadas con la soberanía po­
pular, la democracia, los derechos del hombre, la igualdad y
la libertad, sentaron las bases ideológicas e institucionales del
nuevo Estado nacional independiente de la República de C o­
lombia y de los demás Estados nacionales de Hispanoamérica.

179
i8 io

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181
C a p ít u l o 5
Los ASPECTOS SOCIALES DE LA GUERRA POR LA
INDEPENDENCIA EN LA NUEVA GRANADA

C lé m en t T hibaud

L a historiografía reciente sobre las independencias hispa­


noamericanas ha demostrado, en forma sin duda definitiva,
que la formación de las nuevas repúblicas no puede ser com­
prendida a escala nacional. Estas revoluciones nacieron a raíz
del derrumbamiento de un imperio — la España de los dos
mundos— bajo los golpes de otro imperio que trató de ab­
sorberla: la Francia napoleónica. En otras palabras, la guerra
de independencia en la Nueva Granada adquiere su sentido
en un contexto atlántico, en relación con los acontecimientos
europeos. Está, además, íntimamente vinculada con los espa­
cios jurisdiccionales vecinos como Venezuela y las presiden­
cias de Quito y del Perú.
Este contexto particular aclara la extraordinaria comple­
jidad de las operaciones militares y de los procesos sociales
asociados con el curso de los combates emancipadores. Rela­
cionada con un proceso de redefinición geopolítica mundial,
la guerra en la Nueva Granada vio cambiar sus modalidades,
así como la identidad política de los beligerantes, desde los
combates al principio del interregno (1808) hasta la forma­
ción de Colombia (1821). Estas evoluciones esconden una se­
gunda fuente de complicación.
Ciertas luchas que tuvieron lugar en -ese mismo momento
en el territorio neogranadino diferían en cuanto a su objeto y
sus fines. De entrada, resulta imposible calificar la guerra de

183
i8 io

independencia en la Nueva Granada como una lucha anticolo­


nial contra España, que buscaba fundar la nación colombiana
y luego el Estado neogranadino. Fue en primer lugar una lucha
entre ciudades y provincias que tenía como telón de fondo la
adhesión o el rechazo de las autoridades que gobernaban Espa­
ña en nombre del rey depuesto. Se convirtió, con el tiempo, en
un combate por la emancipación política, sin que sea posible
fijar una fecha precisa para el cambio de una guerra que fue
civil al principio antes de ser anticolonial e internacional.

L as fuerzas arm ad as del in terregno


NEOGRANADINO ( l 8 l O - l 8 l 6 )

A principios de 1810, el balance de las fuerzas armadas en


la Nueva Granada señala a la vez fortalezas y debilidades. La
posición estratégica del eje Panamá-Cartagena ciertamente
hace del frente caribe un conjunto bien defendido por regi­
mientos permanentes; pero el interior del reino sigue estan­
do relativamente desprovisto de tropas profesionales, a pesar
de la mejora real que significaron, en este campo, las refor­
mas borbónicas, cuya ejecución fue acelerada después de la
revuelta comunera de El Socorro. Dos años después de esta
gran rebelión, en 1783, el establecimiento en la capital del
Batallón Auxiliar permite en esta forma dotar la corte virrei­
nal de unas fuerzas armadas respetables.1
Las autoridades virreinales también crearon en esta oca­
sión las «milicias disciplinadas» semiprofesionales, con el fin
de apoyar las tradicionales milicias urbanas que habían mos­
trado sus limitaciones en 1781 y que, en el contexto confuso
de las guerras contra las potencias europeas rivales — prime­
ro Inglaterra, Francia (1793-1795) y, luego de nuevo, Ingla-

1Alian J. Kuethe, Reforma militar y sociedad en la Nueva Granada 1773-1808,


Bogotá, Banco de la República, 1993, pp. 199-234.

184
LOS ASPECTOS SOCIALES DE I.A GUERRA POR I.A INDEPENDENCIA F.N I.A NUEVA GRANADA

térra hasta 1808— , parecían bastante impotentes. Es cierto


que estos cuerpos relativamente bien entrenados se concen­
traban en las costas y que, así, dejaron casi desierto el interior
neogranadino. Esto lo demuestra el reparto geográfico de las
milicias disciplinadas en 1804: Riohacha, Santa Marta, Valle-
dupar, Cartagena, Tolú, Panamá, Natá, Portobelo, Chagres,
Jaén, Loja y Barbacoas.2
Cuando, con el anuncio de la invasión de Andalucía por las
tropas francesas y de las proclamas autonomistas de la vecina
capitanía general de Venezuela, las juntas autónomas de go­
bierno fueron creadas en todo el reino en el curso de los meses
de mayo a septiembre de 1810, la estructura, la organización y
la función de las fuerzas armadas cambiaron profundamente.
Estas desempeñaron un papel decisivo en estos hechos, ya sea
debido a su pasividad o por su apoyo a la proclamación de los
poderes autónomos. La mayor parte del tiempo, a instancias
de las mayores autoridades civiles nombradas bajo el cuasi rei­
no del valido Godoy, los oficiales de menor rango tuvieron
que renunciar a sus funciones y exiliarse, al tiempo que eran
reemplazados por oficiales superiores, la mayor parte proce­
dentes de las élites locales. A imagen de la apropiación por las
ciudades y provincias americanas de un «depósito de sobera­
nía» dejado vacante por el rey prisionero,3 la recomposición
de las fuerzas armadas en el curso de la «revolución feliz» de
1810 requirió una modificación territorial, una reinscripción
en la escala local de la función militar.
Desde esta perspectiva, debemos recordar que el contexto
fundamental de 1810 no fue♦ el de la creación de nuevas nació-
nes, sino el de una guerra internacional contra los franceses.
Esto explica el empleo frecuente del derecho de gentes en
las proclamas de esta época y la permanente preocupación

2Ibid.
'José María Portillo Valdés, Crisis atlántica. Autonomía e independencia en la
crisis de la monarquía hispana, Madrid, Marcial Pons, 2006, pp. 105-158.

185
LOS ASPKCTOS SOCIAI.KS DE I.A GUERRA POR LA INDEPENDENCIA EN LA NUEVA C.RANADA

j-rra hasta 1808— , parecían bastante impotentes. Es cierto


-que estos cuerpos relativamente bien entrenados se concen­
traban en las costas y que, así, dejaron casi desierto el interior
neogranadino. Esto lo demuestra el reparto geográfico de las
milicias disciplinadas en 1804: Riohacha, Santa Marta, Valle-
dupa r, Cartagena, Tolú, Panamá, Natá, Portobelo, Chagres,
Jaén, Loja y Barbacoas.2
Cuando, con el anuncio de la invasión de Andalucía por las
tropas francesas y de las proclamas autonomistas de la vecina
capitanía general de Venezuela, las juntas autónomas de go­
bierno fueron creadas en todo el reino en el curso de los meses
de mayo a septiembre de 1810, la estructura, la organización y
La función de las fuerzas armadas cambiaron profundamente.
Estas desempeñaron un papel decisivo en estos hechos, ya sea
debido a su pasividad o por su apoyo a la proclamación de los
poderes autónomos. La mayor parte del tiempo, a instancias
de las mayores autoridades civiles nombradas bajo el cuasi rei­
no del valido Godoy, los oficiales de menor rango tuvieron
que renunciar a sus funciones y exiliarse, al tiempo que eran
reemplazados por oficiales superiores, la mayor parte proce­
dentes de las élites locales. A imagen de la apropiación por las
ciudades y provincias americanas de un «depósito de sobera­
nía» dejado vacante por el rey prisionero,3 la recomposición
de las fuerzas armadas en el curso de la «revolución feliz» de
1810 requirió una modificación territorial, una reinscripción
en la escala local de la función militar.
Desde esta perspectiva, debemos recordar que el contexto
fundamental de 1810 no fue«el de la creación de nuevas nació-
nes, sino el de una guerra internacional contra los franceses.
Esto explica el empleo frecuente del derecho de gentes en
las proclamas de esta época y la permanente preocupación

2Ibid.
3José María Portillo Valdés, Crisis atlántica. Autonomía e independencia en la
crisis de la monarquía hispana, Madrid, Marcial Pons, 2006, pp. 105-158.

185
i8 io

por la defensa del reino. También la cuestión de los ejérci­


tos fue central para los poderes autónomos. En estos tiempos
agitados, cuando la legitimidad política era cuestionable, el
problema de la lealtad de las tropas regulares, así como de
las milicias, ocupaba el primer lugar. Gran parte de la acti­
vidad de los gobiernos regulares estaba dedicada a resolver
este candente problema.
Una de las soluciones fue adoptar el modelo miliciano.
Este parecía idealmente adaptado a la «regeneración» de la
institución militar, que hasta entonces simbolizaba la arbitra­
riedad colonial, el abuso de la coerción y la corrupción del
poder real debido a las malas prácticas. La milicia respondía,
en efecto, a las necesidades de entonces, tanto para las ju n ­
tas como para los gobiernos de los Estados provinciales que
las sucedieron en el curso de 1810. Por un lado, siguiendo
una tradición bien aceptada en las milicias urbanas y luego
disciplinadas de la época anterior, muchos hijos de las mejo­
res familias patricias recibieron mando en los antiguos y los
nuevos cuerpos. Por otro lado, la existencia de estas unida­
des cívico-militares facilitaba nuevos espacios de poder a los
grupos populares que se hicieron visibles en el curso de las
emociones de 1810, en Cartagena y Bogotá, por ejemplo.4
Desde este punto de vista, los nuevos poderes creyeron
asegurarse la lealtad de las fuerzas armadas a la vez por la
fuerte influencia de las élites urbanas tradicionales y por la
cooptación de los grupos populares más reivindicativos. Esta
política fue acompañada por una mejora considerable de la
paga, así como por el muy político empleo de las prom ocio­
nes por los poderes civiles: las juntas y luego los gobiernos de
los Estados provinciales.

•Alfonso Muñera, El fracaso de la nación. Región, clase y raza en el Caribe colom­


biano: 1717-1810, Bogotá, Banco de la República-El Ancora Editores, 1998, y
Marixa Lasso, Myths of Harmony. Race and Republicanism during the Age of Re-
volu tmn, Colombia 1795-1831, Pittsburgh, University of Pittsburgh Press, 2007.

186
LOS ASPECTOS SOCIALES DE I.A GUERRA l’OR LA INDEPENDENCIA EN LA NUEVA GRANADA

La escogencia de las milicias era tan lógica en el marco


de las posibles modalidades que en la Nueva Granada orien­
taron la reversión de la soberanía monárquica a los pueblos.
Estos, entendidos como cuerpos políticos territoriales, se
convencieron de que podían ejercer todos los poderes reales,
el principal el de la prerrogativa militar. Pequeños y grandes
municipios aumentaron el número de sus fuerzas armadas
— en las ciudades ya defendidas— o crearon unidades como
señal inequívoca de su acceso a la existencia política. Estas
milicias siempre eran discriminadas, como en los tiempos
coloniales, según su origen social, incluso si su clasificación
racial o étnica era más discreta. Así fue como las guardias na­
cionales reagrupaban donde fueron creadas, como en Santa
Fe, a los vecinos, y las milicias de caballería siguieron siendo
patrimonio de la élite criolla.
No debemos, sin embargo, pasar por alto el entusiasmo po­
pular que se apoderó del reino en esta época. En El Socorro,
poco después de la destitución del corregidor José Valdés, estan­
do desarmada la guarnición, se organizaron milicias en el acto.
En Tunja también fueron formados estos cuerpos, así como en
las citidades confederadas del Valle del Cauca, con el fin de en­
frentar la amenaza de Popayán. Unos patriotas se alistaron y sir­
vieron voluntariamente en el batallón «Patriotas de defensa»,
formado en Santa Fe a fines de diciembre de 181o.5 Estas nue­
vas unidades armadas se convirtieron así en el lugar ciudadano
donde se vivió un patriotismo regenerado, al principio monár­
quico y poco después republicano. El número de las milicias se
multiplicó entonces por tre$ en toda la extensión del reino.
Este dominio del espíritu miliciano respondía también a
un conjunto de representaciones políticas y de referencias in­

5Arnovy Fajardo Barragán, Algo más que saldes y penachos. Militares y socie­
dad en las provincias del interior de la Nueva Granada (segunda mitad del siglo
xvi11-1819), tesis de grado en historia, Bogotá, Universidad Nacional de Co­
lombia, 2005, capítulo 1.

187
i8 io

telectuales propias de la Ilustración. La adhesión de las élites


a una forma de republicanismo atlántico, admirador de Gre­
cia y de Roma, exaltaba las virtudes del ciudadano-soldado.
Mientras los derechos del hombre eran proclamados en todos
los Estados provinciales, y con ello se levantaba el pedestal in­
dividualista y liberal del primer constitucionalismo neograna-
dino, el servicio de las armas representaba en compensación
el sacrificio, si llegare el caso heroico, de cada ciudadano por
la patria. En éste todo hombre era «soldado nato de la patria»
entre los 16 y los 50 años. Tal primacía de lo colectivo sobre
lo individual se alimentaba con otra clase de reflexión fun­
damental en la reconfiguración patriótica de las fuerzas mi­
litares. Fieles a una corriente del pensamiento ilustrado que
condenaba la representación y la delegación, reinterpretado a
la luz de la Revolución de las Trece Colonias estadounidenses,
los reformadores criollos desconfiaban de los ejércitos profe­
sionales. Estos, decían, separaban al ciudadano del soldado,
hacían pesar la amenaza de una tiranía militar. Miguel de
Pombo lo demostraba sin rodeos en un texto de 1811:

... no hay tropas estacionarias, ni esos costosos estableci­


mientos militares que en otros Estados sólo sirven para co­
rromper la moral, para empobrecer y oprimir al ciudadano,
para hacer que el magistrado tenga más confianza en el te­
mor de las bayonetas que en el respeto que se debe a las le­
yes; y últimamente para afirmar el despotismo, porque el es­
píritu militar acostumbra a la subordinación pasiva y ciega;
y el hábito de reconocer y respetar a un solo Jefe de ejército,
familiariza con la autoridad de un solo señor de gobierno.*’

Por esto, sin destruir los ejércitos permanentes, los cuerpos


milicianos debían servir de contrapeso del poder de los milita-

*’ Miguel de Pombo, Discurso preliminar sobre los principios y ventajas del sistema
federativo, Santafé, En la Imprenta Patriótica de D. Nicolás Calvo, 1811.

188
LOS ASPECTOS SOCIAI.ES DE I.A GUERRA POR I.A INDEPENDENCIA EN I.A NUEVA GRANADA

res de carrera. Se multiplicaron allí donde existían las guarni­


ciones permanentes. Hay que reconocer que estas precaucio­
nes eran sabias y que la adopción del modelo miliciano tuvo
éxito al principio. En Cartagena, por ejemplo, el levantamien­
to del Fijo a favor de la regencia fue sofocado por la acción
combinada de diez compañías de milicias, cinco de blancos
v cinco de pardos, apoyadas por el pueblo de la ciudad.7 La
participación de la población negra, basada sobre todo en el
barrio de Getsemaní, pasa entonces a la vez por una acción re­
lativamente espontánea, pero también por el marco miliciano,
que constituye un formidable contexto de aprendizaje político.
Las nuevas directivas militares que florecen a partir de
1811 se concentran en un reglamento coherente y detallado
para las Provincias Unidas reunificadas en 1815,8y a menudo
insisten en el carácter cívico del alistamiento bajo las bande­
ras, ya fuera permanente o temporal. El Copiador de Ordenes
del Regimiento de Milicias de Infantería de Santafé informa en
junio de 1812 que los sargentos que reclutaban en los pára­
mos más cercanos a Bogotá transmitían algunos principios
de una virtuosa propedéutica republicana:

3a. — Se les hará comprender que son voluntarios en


cuanto no sirven por sueldo ni paga, que son voluntarios para
servir a la patria en cuanto depende de su arbitrio el ser o no
ser ciudadanos de la Provincia de Cundinamarca pero que,
una vez resueltos a serlo de ésta, están obligados a alistarse e
instruirse como soldados de la patria según la Constitución.1'*9

‘ Cfr. la relación de Antonio de Narváez, Archivo Restrepo, vol. 6. 7 de febrero


1811, fols. 7-9, y el proceso de Lorenzo Ley, Archivo General de la Nación,
Bogotá, Archivo Anexo, Purificaciones, t. 2, fols. 10(3-107.
s «Reglamento Militar», 1815, en Congreso de las Provincias l aidas. 1811-1815,
t. II, pp. 16 (3-2 0 0 .
9Oswaldo Díaz Díaz (ed.), Copiador de Ordenes del Regimiento de Milicias de
Infantería de Santafé (i 8io -i 8i j ), Bogotá, Revista de las Fuerzas Armadas,
1963, p. 203.

189
LOS ASPECTOS SOCIALES DE LA GUERRA POR LA INDEPENDENCIA EN LA NUEVA GRANADA

res de carrera. Se multiplicaron allí donde existían las guarni­


ciones permanentes. Hay que reconocer que estas precaucio­
nes eran sabias y que la adopción del modelo miliciano tuvo
éxito al principio. En Cartagena, por ejemplo, el levantamien­
to del Fijo a favor de la regencia fue sofocado por la acción
combinada de diez compañías de milicias, cinco de blancos
v cinco de pardos, apoyadas por el pueblo de la ciudad.7 La
participación de la población negra, basada sobre todo en el
barrio de Getsemaní, pasa entonces a la vez por una acción re­
lativamente espontánea, pero también por el marco miliciano,
que constituye un formidable contexto de aprendizaje político.
Las nuevas directivas militares que florecen a partir de
1811 se concentran en un reglamento coherente y detallado
para las Provincias Unidas reunificadas en 1815,8y a menudo
insisten en el carácter cívico del alistamiento bajo las bande­
ras, ya fuera permanente o temporal. El Copiador de Ordenes
del Regimiento de Milicias de Infantería de Santafé informa en
junio de 1812 que los sargentos que reclutaban en los pára­
mos más cercanos a Bogotá transmitían algunos principios
de una virtuosa propedéutica republicana:

3a. — Se les hará comprender que son voluntarios en


cuanto no sirven por sueldo ni paga, que son voluntarios para
servir a la patria en cuanto depende de su arbitrio el ser o no
ser ciudadanos de la Provincia de Cundinamarca pero que,
una vez resueltos a serlo de ésta, están obligados a alistarse e
instruirse como soldados de la patria según la Constitución.9

'Cfr. la relación de Antonio de Narváez, Archivo Restrepo, vol. 6. 7 de febrero


1811, fols. 7-9, y el proceso de Lorenzo Ley, Archivo General de la Nación,
Bogotá, Archivo Anexo, Purificaciones, t. 2, fols. 106-107.
' «Reglamento Militar», 1815, en Congreso de las Provincias Unidas. 1811-1815,
t. II, pp. 166-200.
9Oswaldo Díaz Díaz (ed.), Copiador de Ordenes del Regimiento de Milicias de
Infantería de Santafé (1810-1814), Bogotá, Revista de las Fuerzas Armadas,
^ 63, p. 203.

189
i8 io

Bajo formas y nombres distintos, la organización de las


fuerzas armadas en los diferentes Estados provinciales se es­
tabilizó en torno a tres tipos que seguían el esquema bor­
bónico: milicias urbanas de carácter local y semiprofesional:
milicias disciplinadas, en las que los hombres recibían paga,
y, por fin, las tropas profesionales. Aunque las primeras y las
segundas eran bien aceptadas por la población — las élites
veían en los grados de oficial un medio de asegurar su presti­
gio y de hacer visible su influencia social, y los grupos popu­
lares, sobre todo los negros, utilizaron estas unidades como
un medio para acceder a la posición de sujeto político y así
mejorar su posición social— , las tropas de línea gozaban, por
su lado, de una popularidad mucho menor, salvo entre los
hijos de familia que eran oficiales.
Las razones para el afecto de las primeras y el desafecto
de las segundas eran muy comprensibles. Las milicias encar­
naban, a la vez, el acceso moderno de las ciudades y de las
provincias a la soberanía, y representaban al mismo tiempo
la cohesión de la comunidad en torno a valores compartidos.
Conciliaban la herencia del pasado y las promesas del futuro.
Las tropas regulares, que consumían las finanzas públicas, ale­
jaban en cambio a los hombres de sus vínculos, representaban
una nación de contornos todavía vagos, y alimentaban la ima­
gen desastrosa del servicio de las armas entre una población
dedicada a las labores agrícolas. Tanto más cuanto que el alista­
miento forzado de los marginales, «vagos o malentretenidos»,
según la fórmula consagrada, seguía siendo moneda corriente
a pesar de los discursos patrióticos sobre el valor heroico y las
virtudes espartanas de los defensores de la república.
Los historiadores han subrayado en muchas ocasiones la
impotencia militar de la Patria Boba,10 idea errónea que en

“'Arm ando Martínez Garnica fue el primero en criticar esta interpretación


de la primera independencia en El legado de la Patria Boba, Bucaramanga,
Universidad Industrial de Santander, 1998.

190
i8 io

Bajo formas y nombres distintos, la organización de las


fuerzas armadas en los diferentes Estados provinciales se es­
tabilizó en torno a tres tipos que seguían el esquema bor­
bónico: milicias urbanas de carácter local y semiprofesional:
milicias disciplinadas, en las que los hombres recibían paga,
y, por fin, las tropas profesionales. Aunque las primeras y las
segundas eran bien aceptadas por la población — las élites
veían en los grados de oficial un medio de asegurar su presti­
gio y de hacer visible su influencia social, y los grupos popu­
lares, sobre todo los negros, utilizaron estas unidades como
un medio para acceder a la posición de sujeto político y así
mejorar su posición social— , las tropas de línea gozaban, por
su lado, de una popularidad mucho menor, salvo entre los
hijos de familia que eran oficiales.
Las razones para el afecto de las primeras y el desafecto
de las segundas eran muy comprensibles. Las milicias encar­
naban, a la vez, el acceso moderno de las ciudades y de las
provincias a la soberanía, y representaban al mismo tiempo
la cohesión de la comunidad en torno a valores compartidos.
Conciliaban la herencia del pasado y las promesas del futuro.
Las tropas regulares, que consumían las finanzas públicas, ale­
jaban en cambio a los hombres de sus vínculos, representaban
una nación de contornos todavía vagos, y alimentaban la ima­
gen desastrosa del servicio de las armas entre una población
dedicada a las labores agrícolas. Tanto más cuanto que el alista­
miento forzado de los marginales, «vagos o malentretenidos»,
según la fórmula consagrada, seguía siendo moneda corriente
a pesar de los discursos patrióticos sobre el valor heroico y las
virtudes espartanas de los defensores de la república.
Los historiadores han subrayado en muchas ocasiones la
impotencia militar de la Patria Boba,10 idea errónea que en

'"Arm ando Martínez Garnica fue el primero en criticar esta interpretación


de la primera independencia en El legado de la Patria Boba, Bucaramanga,
Universidad Industrial de Santander, 1998.

190
LOS ASPECTOS SOCIALES 1)E LA GUERRA POR I.A INDEPENDENCIA EN LA NUEVA C.RANADA

el futuro habría que reemplazar por «interregno», tal como


propone Daniel Gutiérrez.11 La Reconquista española de
1816 a menudo parece un argumento decisivo para probar
la incapacidad guerrera de las Provincias Unidas, pero un
examen más atento permite matizar esta impresión de fra­
caso. Las dificultades propias de la compleja estructura con­
federal ciertamente trajeron consigo su parte de conflictos.
{Quién debía financiar las unidades? ¿Cuál poder civil tenía
la competencia para nombrar oficiales de menor rango y su­
periores? Todo esto dependía en realidad de la clase de cuer­
pos, de su localización y de las circunstancias. Pero la mes­
colanza de competencias y responsabilidades administrativas
no impidió que la Unión estableciera un sistema militar que
le permitiera defenderse frente a los ataques de los regen-
tistas de Santa Marta o de las tropas venidas de Quito, que
enviara batallones para sostener la expedición de Bolívar en
Venezuela en 1813, y que luego triunfara sobre la provincia
de Cundinam arca a fines de 1814. Si la organización de las
fuerzas armadas cambió continuamente a todo lo largo de
los ocho años del interregno, se puede decir que su base era
un sistema astuto de jerarquizado!! de las unidades militares
según sus funciones, que aseguraba al mismo tiempo una
compleja circulación de los soldados entre las unidades y las
provincias.
El acta de confederación que creó las Provincias Unidas
en noviembre de 1811 apuntaba especialmente a la organi­
zación de esta defensa común, cuya codificación se estabili­
zó gracias al reglamento «militar de 1815. Este distinguía tres
clases de reclutas que debían ser distribuidos en otras tantas
unidades diferentes, cada una de ellas con papeles distintos:
la guardia nacional local, el nivel de base menos activo y me-

11 Daniel Gutiérrez Ardila, Un Nouveau Royanme, Géographiepolitique. pactisme


el diplomatie durant l’interrégne en Nouvelle-Grenade (1808-1816), tesis de docto­
rado de la Universidad de París I, 2008.

191
LOS ASPKCTOS SOCIALES I)E I.A GUERRA POR I.A INDEPENDENCIA EN I.A NUEVA GRANADA

el futuro habría que reemplazar por «interregno», tal como


propone Daniel Gutiérrez.11 La Reconquista española de
1816 a menudo parece un argumento decisivo para probar
la incapacidad guerrera de las Provincias Unidas, pero un
examen más atento permite matizar esta impresión de fra­
caso. Las dificultades propias de la compleja estructura con­
federal ciertamente trajeron consigo su parte de conflictos.
¿Quién debía financiar las unidades? ¿Cuál poder civil tenía
la competencia para nombrar oficiales de menor rango y su­
periores? Todo esto dependía en realidad de la clase de cuer­
pos, de su localización y de las circunstancias. Pero la mes­
colanza de competencias y responsabilidades administrativas
no impidió que la Unión estableciera un sistema militar que
le permitiera defenderse frente a los ataques de los regen-
tistas de Santa Marta o de las tropas venidas de Quito, que
enviara batallones para sostener la expedición de Bolívar en
Venezuela en 1813, y que luego triunfara sobre la provincia
de Cundinam arca a fines de 1814. Si la organización de las
fuerzas armadas cambió continuamente a todo lo largo de
los ocho años del interregno, se puede decir que su base era
un sistema astuto de jerarquización de las unidades militares
según sus funciones, que aseguraba al mismo tiempo una
compleja circulación de los soldados entre las unidades y las
provincias.
El acta de confederación que creó las Provincias Unidas
en noviembre de 1811 apuntaba especialmente a la organi­
zación de esta defensa común, cuva codificación se estabili-
zó gracias al reglamento m ilitar de 1815. Este distinguía tres
clases de reclutas que debían ser distribuidos en otras tantas
unidades diferentes, cada una de ellas con papeles distintos:
la guardia nacional local, el nivel de base menos activo y me-*

“ Daniel Gutiérrez Ardila, Un Nouveau Royanme, Géographiepolitique. pactisme


et diplomatie durant Vinterrégne en Nouvelle-Grenade (1808-1816), tesis de docto­
rado de la Universidad de París I, 2008.

191
íNio

nos prestigioso, que se formaba en el espacio parroquial con


hombres entre 15 y 17 años y luego de 35 a 50 años, dema­
siado jóvenes o con demasiada edad para ser militares entre­
nados. La guardia nacional activa, que reclutaba ciudadanos
entre los 17 y los 35 años. En la cúspide de la pirámide, los
batallones reglamentados, profesionales, completaban sus fi­
las con los mejores milicianos activos.
El circuito se cerraba en el otro sentido y en Antioquia,
después de un servicio de seis años, al volver a servir el ciu­
dadano-soldado en las milicias urbanas durante cuatro años.
Incluso si los modos de alistamiento valorizaban el volunta­
riado en el espacio de los valores republicanos, el sistema de
la «quinta», destinado a completar las filas en caso de una
insuficiencia de voluntarios, perduró en el curso del interreg­
no, sobre todo en Antioquia. A partir de una lista de los habi­
tantes, los oficiales tenían así el poder de designar los futuros
soldados. La práctica detestada de la leva — el alistamiento
colectivo y forzado— fue incluso practicada con ocasión de
ciertas campañas militares (pensamos en Bolívar cuando iba
río arriba por el Magdalena, en 1812).
La necesidad de mantener estos métodos coercitivos de
reclutamiento militar no indica necesariamente una falta de
simpatía por la causa de la patria, pero resalta los límites del
consentimiento de la población al servicio militar. En el mo­
mento en que se trataba de integrar unidades permanentes,
el entusiasmo se debilitaba: las tropas de línea implicaban
a la vez el alejamiento de la comunidad de origen, con los
inconvenientes económicos, sociales y afectivos que esto traía
consigo, y también los riesgos reales de morir lejos de casa en
nombre de valores todavía abstractos. Las deserciones masi­
vas que algunos batallones debieron sufrir en campaña prue­
ban igualmente que el apoyo de los hombres a las filas no
era incondicional, pero esta característica afectó a todos los
ejércitos de la época, tanto en Europa como en las Américas.
debido al origen rural de la mayor parte de los soldados.

192
LOS ASPECTOS SOCIALES DE LA GUERRA POR I.A INDEPENDENCIA EN I.A NUEVA GRANADA

Trazados estos límites, hay que reconocer que tanto las


milicias como los ejércitos fueron instituciones importantes
para la constitución de los grupos populares en sujetos polí­
ticos activos: negros y mestizos, pero también indígenas y ar­
tesanos urbanos. Aunque en Cartagena, en 1811, las milicias
no mezclaban los blancos y los pardos — los cuales estaban
bajo el mando de oficiales blancos— , esto no evitó que la
población de origen africano usara estas unidades para pre­
sionar al gobierno de la ciudad y reclamar sus derechos re­
cientemente adquiridos de ciudadanos. Gracias a la guerra,
las unidades militares mezclaron cada vez más hombres de
diferentes orígenes étnicos y sociales, mientras que el cuerpo
de oficiales se enriquecía con unos pocos marginales sociales
o «raciales» (lo que en lo sucesivo las leyes y reglamentos de­
jaron de prohibir).
La ideología republicana del mérito influyó — aunque tí­
midamente— en las prácticas discriminatorias y los soldados
no fueron ya explícitamente degradados a un rango jurídi-
co-étnico que las constituciones escritas habían anulado. Así
fue como, durante el interregno, las listas nominales de los
batallones sólo indicaban en contadas ocasiones el color de
la piel, al contrario de lo que ocurría en la época colonial o
en la década de 1820, en el curso de la cual reapareció esta
práctica para detectar a los desertores. Estos cambios toda­
vía tímidos no tuvieron, sin embargo, nada en común con la
gran reconfiguración sociopolítica del ejército y de su mando
durante la resistencia en los Llanos entre 1816 y 1819.
La evolución más notable de las fuerzas armadas en el cur-
so del tiempo, sobre todo después de 1812 y de la caída de la
«Primera República» de las Provincias Unidas de Venezuela,
fue la valorización progresiva del ejército profesional. Son
bien conocidos los argumentos de Simón Bolívar contra el fe­
deralismo y el modelo miliciano que los espíritus de la época
asociaban naturalmente a aquel. Exiliado en Cartagena en
1812, después de la derrota venezolana frente al ejército de

193
i8 io

Monteverde, el futuro Libertador condenó la forma confede­


ral, por su impotencia ejecutiva — molesta en una situación
de guerra— , y a las milicias, por su falta de eficacia en el
campo de batalla.
Con la guerra, las Provincias Unidas evolucionaron hacia
una concentración cada vez mayor de*los poderes con las re­
formas de 1814 y 1815,12 y abandonaron así su visión negativa
de las tropas de línea. Este cambio se afirmó también en el
seno de los Estados provinciales, donde se declara la dictadu­
ra para sofocar los disturbios interiores y asegurar la defensa
del Estado (Antioquia, Cartagena, Cundinam arca, Popayán.
etc.). Antioquia, por ejemplo, crea un batallón de Conscrip­
tos del Estado, en 1813, una compañía de artillería y un cuer­
po de ingenieros bajo la dictadura de Juan del Corral. Estos
Estados financian el grueso de las tropas profesionales de la
Unión. Fundan igualmente escuelas militares con el fin de
formar oficiales de las armas técnicas y científicas, como la
artillería y las ciencias exactas o los conocimientos prácticos.
Aunque estos intentos siguen siendo limitados y no inno­
van respecto a la época colonial, permiten, sin embargo, for­
mar algunos grandes militares de la Independencia, como
Atanasio Girardot, Joaquín Ricaurte o Francisco de Paula
Santander. Los ejemplos más conocidos fueron la institución
dirigida por José Ramón Leyva, en Bogotá, entre 1810 y 1812.
y el Cuerpo de Ingenieros Cosmógrafos, de Francisco José de
Caldas, quien a pedido del dictador antioqueño Juan del C o­
rral fundó una Escuela Militar en Medellín, a fines de 1813.
Estos diferentes intentos prepararon la creación del Conse­
jo Supremo de Guerra de las Provincias Unidas de la Nueva
Granada en 1815, compuesto por militares experimentados

12 Constitucionalización de la Unión gracias a la «Reforma del Acta fede­


ral hecha por el Congreso de las provincias unidas de la Nueva Granada»,
23.IX .1814; decreto del 21.X.1814, que creó un triunvirato y una presiden­
cia alternante de la Unión; reforma del 15.XI.1815, que dotó a la Unión de
un presidente.

194
LOS ASPECTOS SOCIALES DE I.A GUERRA POR I.A INDEPENDENCIA EN I.A NUEVA GRANADA

y encargado de aconsejar al gobierno confederal en asuntos


militares.
Esta voluntad de racionalización y de concentración del
poder militar pasó incluso por la modernización del nombre
de los grados mediante el reglamento de 1815, con el fin de
romper con el Antiguo Régimen y las tradiciones españolas.
Los confederados adoptaron la nomenclatura militar de la
Francia revolucionaria. El general de división reemplazó al
mariscal de campo y el brigadier cedió ante el general de bri­
gada. Los sargentos mayores fueron abolidos y se convirtieron
en capitanes-mayores.13 Esta reforma, bastante superficial, no
debe esconder la continuidad de las prácticas militares. Des­
de el punto de vista de la estructura, de la táctica y técnicas
militares, los primeros ejércitos republicanos se parecían mu­
cho a sus antecesores coloniales. Si hubo ruptura, ésta debe
situarse tanto antes como después del interregno: donde la
Guerra de los Siete Años marca una inflexión significativa,
así como el período posterior de la Reconquista (1816) y la
recomposición a fundcimentis de las fuerzas armadas neogra-
nadinas y venezolanas.

U n a t ip o l o g ía de l a s g u e r r a s d e l in t e r r e g n o

La confusión política que siguió a la proclamación de las ju n ­


tas en el territorio neogranadino hace en cierto modo im po­
sible una historia militar del interregno (1810-1816). Rodrigo
Llano Isaza, quien trató de hacerla, contabiliza «43 ocupacio­
nes militares de ciudades, [...] doce revueltas y levantamien­
tos», y añade que «las armas patriotas lucharon nueve veces
contra otros patriotas en los campos de batalla por diferentes
razones, y en 58 ocasiones los ejércitos patriotas combatieron

13Archivo Restrepo, vol. 12, fol. 231.

195
i8i<>

contra las fuerzas realistas...».14 Durante este tiempo, cuatro


virreyes gobernaron el reiiio, Santa Fe tuvo seis presidentes:
la pequeña ciudad de Neiva, cinco; Antioquia, ocho; Socorro,
siete, y las Provincias Unidas, nueve.
De entrada, la descripción de las operaciones militares
impone un ensayo de clasificación de los diferentes tipos
de conflicto en acción. El concepto de guerra civil da global­
mente cuenta de estas luchas con más pertinencia, porque
en éstas se enfrentaban ejércitos formados por americanos.'3
Desde esta perspectiva, la Nueva Granada constituye un la­
boratorio extraordinario para comprender los conflictos de
la Independencia. El denom inador común de estos combates
es la escasa violencia desplegada, que contradice las profecías
a posteriori de un país violento por naturaleza. La mayor par­
te de las batallas eran en realidad intimidaciones habladas v
no luchas sin cuartel, y de ahí el papel central que tuvo en
ellas la diplomacia, como lo subraya Daniel Gutiérrez.'6 Los
ejércitos enfrentados están formados por una inmensa ma­
yoría de americanos. La mayor parte de los soldados tienen
una conciencia dolorosa de ello, aunque las rivalidades de las
ciudades o de las regiones matizaron en cierta medida la im­
presión de un combate fratricida. Sin embargo, estos mismos
actores no confundían los diferentes niveles de guerra civil,
en cuanto de un lado y otro de la línea de batalla los soldados
compartían un mismo origen. Distinguían, por ejemplo, la
lucha contra las ciudades regentistas de los combates librados
contra los ejércitos virreinales venidos del Sur.

14Rodrigo Llano Isaza, Centralismo yfederalismo (1810-1816), Santafé de Bogo­


tá, Banco de la República-El Ancora Editores, 1999, p. 34.
lr,Georges Lomné, «Una “palestra de gladiadores”. Colombia de 1810 a 1818
¿guerra de emancipación o guerra civil?», en Gonzalo Sánchez Gómez y
María E. Wills (eds.), Museo, memoria y nación, Bogotá, Museo Nacional de
Colombia, pp. 285-314.
"'Daniel Gutiérrez, «La diplomacia constitutiva en el Nuevo Reino de Gra­
nada», Historia Crítica, n° 33, 2007, pp. 38-72.

196
LOS ASPF.CTOS SOCIAI.KS DE LA GUERRA POR I.A INDEPENDENCIA EN I.A NUEVA GRANADA

Para los bogotanos, tanto como para sus hermanos enemi­


gos de las provincias, las querellas entre los centralistas y los
federalistas eran de una naturaleza diferente de la guerra con­
tra las autoridades peninsulares de Santa Marta o Pasto. En un
sentido, los patriotas anticiparon la lucha contra los regentistas
en un combate de emancipación nacional, puesto que sabían
que la guerra entre Bogotá y la confederación de las Provincias
Unidas de la Nueva Granada se limitaba a un conflicto políti­
co sobre la naturaleza de los vínculos entre las provincias que
constituirían la futura nación. También debemos, en forma
sin duda artificial, distinguir tres clases de lucha civil.
El primer tipo corresponde a la guerra entre las ciudades
regentistas y las provincias autogobernadas por juntas, luego
por gobiernos autónomos y finalmente independientes. La
confrontación se simplifica con el tiempo, al limitarse a la
oposición entre las tropas realistas y las legiones republica­
nas. Esta línea de polarización adquirió con el tiempo más y
más importancia para acabar por resumir la lucha de emanci­
pación misma. Las razones de esta evolución son numerosas.
En primer lugar, la derrota de Cundinam arca y su adhesión
a la Unión, a fines de 1814, selló la unificación del campo
republicano. Enseguida, la reconquista de Monteverde en Ve­
nezuela (1812), y luego el restablecimiento del absolutismo en
España y el retorno de Fernando VII (1814), eliminaron cual­
quier ambigüedad sobre la posición de los patriotas frente a
la Península.
El desembarco en 1815 de Morillo cerca de Cartagena pu­
so fin a este proceso de decantación entre los frentes enemi­
gos. Los republicanos, centralistas y federalistas, diferencia­
ban muy bien entre su conflicto y aquel que los enfrentaba
conjuntamente a los realistas. La prueba es que se aliaron
o se apoyaron mutuamente para lanzar expediciones contra
los ejércitos del rey. En 1812, por orden de la Cartagena fede­
ralista, Bolívar recibió tropas del centralista Nariño, así como
de las Provincias Unidas, para reconquistar Venezuela. Ade­

197
i8 io

más, una tregua fue negociada entre Bogotá y el Congreso


confederal en 1813 para rechazar un ataque de los «ejércitos
del rey», en el Sur.
La guerra contra los realistas se desarrolló esencialmente
en dos teatros de operaciones: el sur, sobre todo la región
situada entre Pasto y Cali, en torno al cerrojo estratégico del
río Juanambú, y el norte, donde la provincia realista de Santa
Marta se enfrentó a la patriota Cartagena. En el curso de es­
tos últimos combates, la primera recibió el apoyo de Maracai-
bo y de la isla de Cuba, que le envió hombres — el regimiento
de Albuera— , municiones y dinero; mientras que Cartagena
luchó con sus propias fuerzas.1" En esta guerra hubo crueles
batallas, tanto terrestres como navales, que culm inaron con
la toma provisional de Santa Marta por las tropas de Cartage­
na, en enero de 1813. Pero las decisiones impolíticas de Pie-
rre Labatut, el comandante de las fuerzas patriotas, llevaron
a un levantamiento de los indígenas y de los habitantes de la
ciudad, que forzaron a los republicanos a una difícil retirada.
El sur de la Nueva Granada, después de haber conocido el
movimiento juntista, también se alineó del lado de la regen­
cia, de las cortes y del rey. Las famosas guerrillas negras del
valle del Patía17
18 y las comunidades indígenas de la región de
Pasto les hicieron entonces la guerra a los juntistas, converti­
dos en republicanos. Recibieron el apoyo de tropas enviadas

17Véanse las monografías de Adelaida Sourdis de la Vega, Cartagena de In­


dias durante la Primera República 1810-1815, Bogotá, Banco de la República,
1988; Christiane Laffite Caries, La Costa colombiana del Caribe (1810-1850),
Bogotá, Banco de la República, 1995; Aliñe Helg, Liberty and Equality in
the Caribbean Colombia (1770-1830), Columbia, Chapel Hill, The University
of North Carolina Press, 2004, pp. 121-161; Steiner Saether, Identidades e
independencia en Santa Marta y Riohacha, 1750-1850, Bogotá, Instituto Colom­
biano de Antropología y de Historia, 2005; Marixa Lasso, «Race War and
Nation in Caribbean Gran Colombia, Cartagena, 1810-1832», The American
Historieal Revino, n° 111.2, 2006, pp. 336-361.
18Francisco Zuluaga Ramírez, Guerrilla y sociedad en el Patía. Una relación en­
tre clientelismo político y la insurgencia social, Cali, Universidad del Valle, 1993;
Jairo Rodríguez, Los indios de Pasto contra la República, Bogotá, i c a n h , 2007.

198
LOS ASPECTOS SOCIALES DE I.A GUERRA POR I.A INDEPENDENCIA EN LA NUEVA GRANADA

por el virrey de Lima, Abascal. Dentro de esta compleja confi­


guración, Popayán vaciló según los informes de fuerzas en el
seno del patriciado local y de las relaciones de fuerza militar.
A pesar del alto grado de enemistad que opuso a los comba­
tientes, esta guerra entre realistas y republicanos conservó un
carácter limitado; la mayor parte de los encuentros no puso
frente a frente sino pequeños ejércitos y dejó pocos muertos
y heridos. Este frente se caracterizó por las tres campañas del
Sur, en las que se enfrentaron los ejércitos del rey, ayudados
por los pastusos y los patianos, a las legiones de la Unión y de
Cundinamarca. El general Baraya condujo la primera, que
culminó con la toma de Popayán en agosto de 1813. Con la
ayuda del levantamiento pastuso y patiano, el brigadier Sá-
mano, actuando bajo las órdenes del presidente de Quito,
Toribio Montes, retomó Popayán en agosto de 1813, lo que
llevó a una segunda expedición conducida esta vez por A nto­
nio Nariño en persona. No obstante, después de las victorias
de Cebollas y Tacines, el traductor de los Derechos del Hombre
fue tomado prisionero en mayo de 1814, circunstancia que
aprovecharon los realistas para avanzar hacia Cali. No fue
sino hasta ju lio de 1815 cuando Popayán fue vuelta a tomar
por José María Cabal. Se trató de una cuestión de honor: Pa­
blo Morillo sitiaba a Cartagena desde abril.
El segundo tipo distingue la Nueva Granada en relación
con el resto de la América hispana, por su precocidad y su
intensidad. Se trata de las guerras cívicas en las que se en­
frentaron las ciudades capitales a las ciudades y pueblos de
su jurisdicción, las cabeceras provinciales a las comunidades
subalternas. Estas luchas provenían de la disgregación ele las
jerarquías territoriales en el seno del conjunto imperial. Las
élites criollas habían, en efecto, justificado la creación de las
juntas con la idea de una «reversión de la soberanía a los pue­
blos» a continuación de la vacancia real; pero si cada pueblo
tenía el derecho de declararse soberano, ¿quién podía asegu­
rar la unidad?

199
i8 io

A esta pregunta sin respuesta, la guerra le dio una solu­


ción. Los primeros conflictos entre ciudades y pueblos, libra­
dos como guerras limitadas, eran en realidad un medio en­
tre otros de fijar las jerarquías entre los diferentes cuerpos
políticos territoriales del reino. Cada entidad territorial de­
seaba mejorar su estatuto: los pueblos deseaban convertirse
en villas, las villas en ciudades, las ciudades en capitales de
una provincia autónoma. También aquí, el fin relativamente
restringido de los objetivos políticos limitaba la violencia y
las batallas iban a la par con negociaciones que buscaban un
compromiso. La trama cronológica de esta desarticulación
fue un gran enredo. Mompox, para librarse de la preemi­
nencia de Cartagena, declara por ejemplo su independencia
absoluta el 6 de agosto de i8 io .UJ Santa Marta, Chocó, Neiva.
Mariquita, Casanare y Tunja siguieron esta tendencia, a ima­
gen de Girón.
Esta «disgregación» del gobierno, para tomar la palabra
acertada del positivista venezolano Laureano Vallenilla Lanz.
fue finalmente refrenada con el restablecimiento del control
de muchas capitales regionales de sus jurisdicciones respecti­
vas. Cartagena retomó Mompox; Pamplona, Girón; Tunja, So-
gamoso (etc.) en el curso de los años 1811 y 1812.1920 Luego ce­
saron estos conflictos gracias a la constitucionalización de los
espacios provinciales y a su transformación en Estados. Estas
guerras corporativas, llevadas sobre la base y en el marco del
pueblo, constituyen combates cívicos encaminados a mejorar
el estatuto y la autonomía política de las comunidades. En ge­
neral, se resuelven mediante tratados basados en el derecho

19 Sourdis de la Vega, Cartagena de Indias..., op. cit., p. 29. Fueron los co­
merciantes, que dominaban el cabildo, quienes tomaron esta decisión, que
llevó a la guerra con Cartagena. Cfr. sobre este punto, Orlando Fals Borda.
Mompox y la Loba. Historia doble de la Costa, Bogotá, El Ancora Editores-Uni­
versidad Nacional de Colombia, 2002,1, pp. 118A-135A.
Ibid. y Rebecca A. Earle, Spain and the Independence of Colombia 1810-1825.
Exeter, University of Exeter Press, 2000, p. 38 ss.

200
LOS ASPECTOS SOCIALES DE LA GUERRA POR I.A INDEPENDENCIA EN I.A NUEVA GRANADA

de gentes: todo sucede como si estas comunidades políticas


independientes, y casi extranjeras, se hicieran la guerra según
el modelo de los conflictos limitados del siglo x v m .
El último tipo de diferendo no es en realidad sino una de
las modalidades de la desarticulación del virreinato. Se trata
del combate entre federalistas y centralistas, que condensa
una serie de conflictos diferentes. La lucha, en primer lugar,
entre la antigua capital del virreinato, Santa Fe, y las antiguas
provincias de su jurisdicción erigidas en Estados; conflicto
político e ideológico sobre las modalidades de articulación
de la nación neogranadina, que enfrentaba a los confedera­
listas estrictos contra los centralistas, que eran en realidad
más bien centrofederalistas.
Se trata aquí, ciertamente, de una guerra civil en el sen­
tido estricto, que enfrenta a beligerantes conscientes de una
identidad compartida y que lucha por cambiar la forma de
asociación común sin ningún objetivo secesionista. Desde
fines de 1810, Cartagena combatió así en dos frentes, al ne­
garle la autonomía política a su subordinada Mompox y a
Bogotá el derecho de volver a ser capital del reino. La ciudad
caribe propuso a Medellín como sede de la futura asamblea
federativa de las provincias. En septiembre de 1810, las pro­
vincias se reunieron en un Congreso del Reino, que fue un
fracaso. Sin embargo, la amenaza regentista hizo necesaria
la unidad política del reino. A fines de noviembre de 1811 se
firmó un Acta de Federación entre los Estados de Antioquia,
Cartagena, Pamplona, N eivay Tunja, con el fin de formar las
Provincias Unidas de Nueva Granada.21

Las operaciones militares comenzaron después de que


Nariño rechazó el Acta de Federación en enero de 1812 y de
que en octubre el Estado de Cundinam arca, es decir Bogotá

21 «Acta de Federación», 27 de noviembre de 1811, Congreso de las Provin­


cias Unidas 1811-1814, Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de la República,
1989, pp. 1-21.

201
181o

y su jurisdicción, se separó definitivamente de las Provincias


Unidas. Los combates entre Bogotá y la Unión se desarrolla­
ron en la meseta cundiboyacense entre Tunja, convertida en
capital de las Provincias Unidas, y Santa Fe, sitiada dos veces.
Se caracterizaron por el paso a la Unión del general centralis­
ta Baraya en abril de 1812, el sitip infructuoso de Bogotá por
los federalistas en diciembre de 1812, seguido por una tregua
y un segundo ataque a la antigua capital virreinal, victorioso
esta vez, dos años después. Simón Bolívar, conocido por su
rechazo de las ideas confederales, condujo los ejércitos de
la Unión. Cundinam arca se confederó por fin y Bogotá se
convirtió en la nueva capital de las Provincias Unidas, desde
enero de 1815.
En el plano táctico y estratégico, las batallas del interregno
conservaron el carácter negociador típico de las guerras del
Antiguo Régimen. Las operaciones militares se integraban a
un plano político más general, en el que se trataba de desgas­
tar al enemigo por medio de negociaciones diplomáticas en
lugar de destruirlo. Estos combates no estaban en el dominio
de las guerras nacionales iniciadas por la Revolución Fran­
cesa. Ni la confederación ni la república de Cundinamarca
tenían por lo demás las capacidades administrativa o fiscal
para organizar grandes ejércitos de ciudadanos-soldados, v
los cuerpos en campaña rara vez pasaban de 2.000 hombres.
Eran financiados por los municipios y los Estados provincia­
les, gracias a los ingresos de la renta de tabaco, el monopolio
de aguardiente o las alcabalas. En caso de urgencia, exigían
contribuciones especiales bajo la forma de préstamos o de
donaciones, a menudo reclamadas por la fuerza a las familias
ricas de una ciudad enemiga o también a opositores políticos.
En ocasión de las expediciones militares, la pobreza del
bagaje obligaba a los pueblos a alojar y alimentar a las tropas,
a menudo contra su voluntad. Al avanzar, también las hacien­
das y los hatos eran forzados a contribuir con la promesa de
reembolsar los alimentos para las comidas de los soldados.

202
Los ASPECTOS SOCIALES DE I.A GUERRA POR I.A INDEPENDENCIA EN LA NUEVA GRANADA

Con el tiempo, estos procedimientos alienaron cada vez más


a las poblaciones que se resistían a las exacciones militares.
Esta inercia, notable a partir de 1814, explica la im popula­
ridad creciente de las tropas de la república y permite una
mejor comprensión de su derrumbamiento bajo los golpes
del ejército de «pacificación» enviado desde España en 1815.

De la s g u e r r il l a s l l a n e r a s a l e jé r c it o

L IB E R T A D O R DE C O L O M B I A

La Reconquista de Pablo Morillo marcó en efecto la ruptura


decisiva de la función y organización de las fuerzas armadas
republicanas. A pesar de los esfuerzos de coordinación del
gobierno de la Unión, reunificada por fin después de la rein­
tegración manu militariáe Cundinam arca, a fines de 1814, ni
las fuerzas de los Estados provinciales ni las tropas confede­
rales pudieron resistir el avance de las legiones llegadas de
España, las cuales estaban grosso modo formadas por liberales
adversarios del régimen fernandino.
Después de la toma de Cartagena y el ascenso hacia la cor­
dillera Oriental, el general Morillo entró en Bogotá el 26 de
mayo de 1816. Las fuerzas republicanas, al mando del joven
Liborio Mejía, libraron en aras de la gloria una batalla de­
sesperada en Cuchilla del Tambo, el 29 de ju n io de 1816,
en la que fueron derrotados los últimos restos del ejército
confederal. La pacificación tuvo una política de represión de
gran amplitud. Muchos soldados patriotas, entre ellos nume­
rosos oficiales, fueron apresados y algunos de éstos obligados
a servir en los ejércitos del rey como soldados rasos. Otros
lograron huir hacia los Llanos de Casanare o de Venezuela.
A llí hicieron subsistir la causa patriota y adoptaron el modo
de organización de combatientes irregulares. En las cordille­
ras de la Nueva Granada surgieron numerosas guerrillas que
rechazaron durante largos meses a las cohortes monárquicas.

203
18 1o

La adopción — forzada— de la estrategia del débil contra


el fuerte de las guerrillas abrió el camino para los futuros
éxitos decisivos de los republicanos. El hecho más importan­
te de este renacimiento fue la toma de Angostura, en 1817,
que fue la base de la reconquista patriota. El éxito de esta
estrategia indirecta, encam inada a desgastar la moral del ad­
versario en lugar de tratar de destruirlo en batallas decisivas,
inspiró al estado mayor general el plan del genial rodeo de
1819. En lugar de atacar donde los republicanos eran espera­
dos, había que hostigar la retaguardia del enemigo gracias a
una extraordinaria alternación estratégica: no Caracas, sino
Bogotá.
Conocemos las consecuencias, que desde hace dos siglos
hacen las delicias de la historia patriótica: la reunión de tro­
pas en el O rinoco y sus afluentes, el paso del páramo de Pis-
ba, los triunfos sobre el ejército del rey en Paya, Gámeza y
Pantano de Vargas, que culm inaron en la batalla de Boya-
cá el 7 de agosto de 1819, en la cual, dicho sea de paso, se
enfrentaron dos pequeños ejércitos en un combate bastan­
te poco sangriento.22 Esta victoria militar tuvo, sin embargo,
profundas implicaciones geopolíticas en el continente, pues
permitió la formación definitiva de la república de Colombia.
Por lo demás, la victoria de los republicanos fue más estraté­
gica que táctica; premió el enfoque indirecto, basado en la
sorpresa, la inteligencia y la audacia. La historia ofrece pocos
ejemplos de tal vuelco obtenido con tal economía de medios.
Esta conducta no produjo los baños de sangre ni las exaccio­
nes conocidas en Europa con Napoleón, lo que también le
valió el ejército libertador la popularidad en las poblaciones
por las que pasaba.
Entre 1816 y 1819, la historia de la Nueva Granada se des­
plaza entonces hacia los Llanos, porque es allí donde a partir

“ Cerca de 5.000 hombres en el campo de batalla, y por mucho unas dece­


nas de muertos.

204
LOS ASPECTOS SOCIALES DE l.A GUERRA POR I.A INDEPENDENCIA EN I.A NUEVA CjRANADA

de pequeños grupos dispersos se fue formando un poderoso


ejército libertador al mando de oficiales carismáticos, proce­
dentes de los antiguos ejércitos confederales o de las filas. La
adopción de la estrategia de guerrillas tuvo un considerable
efecto en la guerra. Una resistencia relativamente organizada
logró así luchar en Casanare al mando de jefes como Ignacio
Mariño y, sobre todo, Juan Nepomuceno Moreno, goberna­
dor autoproclamado de esta provincia, en 1816.23 Más hacia
occidente, en Arauca, José Antonio Páez, antiguo peón, se
convirtió en el hombre fuerte de la región y logró alinear a
los jinetes llaneros a favor de la independencia.
En el plano de la organización, las fuerzas patriotas cons­
tituían un conjunto en extremo descentralizado, que reunía
pequeños grupos de combatientes casi autónomos. Los sa­
beres y valores tradicionales de los oficiales profesionales,
hábiles para hacer m aniobrar batallones de infantería, se
volvieron más o menos inútiles en el nuevo contexto militar.
La capacidad de organizar unidades combatientes flexibles,
formadas por soldados ávidos de desertar o indiferentes a la
disciplina, se volvió un valor cardinal que determinó las nue­
vas jerarquías. La guerrilla promovió así a hombres nuevos,
a menudo de origen popular, que reemplazaron a muchos
oficiales de las primeras repúblicas, incapaces de adaptarse
a las condiciones geográficas, sociales y económicas del com­
bate en los Llanos. En el curso de los años 1817 y 1818, los
republicanos en armas, ya fueran de origen patricio o popu­
lar, lograron formar el ejército libertador que triunfó en la
campaña de la Nuevgi Granada, en 1819.
Es necesario subrayar el papel de Francisco de Paula San­
tander en la formación del ejército que triunfó en Boyacá.
A principios de 1819, después del fracaso de la campaña del
centro dirigida a tomar Caracas, el gran problema de los

2yjane M. Rausch, «The Taming of a Colombian Caudillo: Juan Xepomuce-


no Moreno», The Americas, n° 42, pp. 275-88.

205
i8 io

patriotas era formar una infantería capaz de enfrentarse a


los ejércitos del rey en el terreno montañoso. La caballería,
que era la gran fuerza de los republicanos irregulares, era en
efecto de escasa utilidad en un terreno escarpado donde no
podía atacar. Encontrándose muy aislado, únicamente con
la ayuda de oficiales casanareños, Santander logró formar
regimientos de infantería disciplinada con soldados pobre­
mente equipados y entrenados. Su infatigable actividad se
caracterizó por una fiebre reglamentaria y una pasión por la
disciplina militar, que logró inculcar en los soldados, no sin
inmensas dificultades.

Fo r m a r e l L e v ia t á n a r m a d o

Después de la victoriosa campaña de la Nueva Granada, la


pareja formada por el guerrero Bolívar y el administrador
Santander estableció una política militar agresiva. La catás­
trofe de la Reconquista de 1816 fue comprendida por estos
hombres como el fracaso de las Provincias Unidas, a la vez
como forma de gobierno y como mando militar. Algunos de
aquellos hombres habían sido fervientes federalistas, como
Santander o bien José Manuel Restrepo. Para alcanzar la in­
dependencia definitiva, que a partir de ese momento se de­
cidía en Lim a y en Chuquisaca, más que en Caracas, Car­
tagena o Quito, había que construir un gobierno fuerte y
concentrado, capaz de movilizar todos los recursos humanos,
financieros y materiales.
En otras palabras, convenía hacer caso omiso de los pri­
vilegios, inmunidades y franquicias que les permitían a los
pueblos, llegado el caso, proteger a sus habitantes del servi­
cio militar y evadir las contribuciones fiscales, juzgadas como
una forma de rapiña, así como el alojamiento de las tropas
y otras obligaciones impuestas por un ejército en campaña.
Desde esta perspectiva, las fuerzas armadas de la República

206
LOS ASPECTOS SOCIALES DF. I.A GUERRA POR I.A INDEPENDENCIA EN I.A NUEVA GRANADA

de Colombia se organizaron en torno a batallones de línea y


dejaron a las milicias el papel de mantenimiento del orden
interior o de reserva.
En el plano social, el cuerpo de oficiales colombianos te­
nía orígenes mucho más variados que los jefes de la década
de 1810. Aunque algunos oficiales de las primeras repúbli­
cas siguieron sirviendo en el ejército libertador, numerosos
irregulares fueron promovidos en el nuevo ejército y algunos
jóvenes oficiales comenzaron su ascenso, como el antioque-
ño José María Córdoba, que triunfó en Junín. Del lado de
las tropas, los cambios fueron notables. Los esclavos, miles
de ellos, fueron en adelante bienvenidos bajo las banderas,
mientras que antes habían sido reducidos a tareas de auxilia­
res o de maniobras.24 Después de Boyacá, la Nueva Granada
proporcionó la mayor parte de las tropas del ejército liberta­
dor, destinadas a liberar la costa venezolana y el sur de Quito,
hasta el Alto Perú. La mayor parte eran los hermanos m eno­
res de familias de campesinos, pequeños propietarios o colo­
nos; pero las listas de alistamiento muestran que numerosos
artesanos también sirvieron a la república y que m onopoli­
zaron los grados de suboficiales. Además, también se consta­
ta que las tropas colombianas reunieron en las mismas uni­
dades hombres de colores diferentes: «negros», «morenos»,
«pardos», «trigueños», «aceitunados», «blancos» e incluso «in­
dios», para retomar las nomenclaturas de las listas militares de
la época.25 Incluso si los grupos populares no llegaron por lo
general a la oficialidad, el ejército libertador adquirió una au­
téntica dinámica de democratización: los cargos no eran asig­
nados con anterioridad y las lógicas militares sólo respondie­
ron indirectamente a las lógicas sociales.

24Peter Blanchard, Under the Flags of Freedom. Slave Soldiers and the Wars of In­
dependen ce in Spanish South America, Pittsburgh, Pittsburgh University Press,
2008, caps. 2 y 4.
25 Desertores del batallón «Cazadores de Neiva», a g n - c , República, Guerra y
marina, t. 326, fol. 798.

207
i8 io

El gobierno militar de Bolívar y Santander tuvo resultados


notables dadas las circunstancias. En efecto, la guerra había
arruinado el comercio y la agricultura, lo que sumió al anti­
guo virreinato en un profundo marasmo. A pesar del difícil
contexto, el joven e impetuoso gobierno de la Nueva Grana­
da pidió todo, exigió listas de todo:, listas de personas, listas
de bienes «en préstamo» o requisados en toda la jurisdicción
del territorio liberado de la república, listas que detallaban el
ganado en un valle, etc. De 1819 a 1821, el ejército libertador
pasó de 7.000 a 23.000 hombres. En 1824, tenía 30.000 hom­
bres organizados en 30 batallones de infantería y 22 compa­
ñías de artillería en campaña.20 Esta admirable legión, a pesar
de los esfuerzos titánicos del gobierno y de sus éxitos en los
campos de batalla de los Andes, siguió siendo miserable. Rara
vez había un fusil o una carabina por hombre y los archivos
nos muestran que con mucha frecuencia los soldados republi­
canos estaban medio desnudos y no comían todos los días.
Este ejército en harapos tuvo muchas dificultades después
de Boyacá. Quedaba por liberar el resto del territorio neogra-
nadino, lo que hizo no sin grandes trabajos, y luego girar ha­
cia la clave del dominio imperial en América del Sur: Lima.
Cartagena sólo fue recuperada hasta 1821, y Pasto requirió
una sangrienta política de pacificación que no tuvo éxito sino
a medias. El restablecimiento de Nueva Granada, Venezuela y
Quito, y luego la preparación para la expedición hacia Perú,
exigieron un esfuerzo considerable de la población neograna-
dina en el plano fiscal. El ejército consumía la casi totalidad del
presupuesto público y el monto de sus gastos superaba incluso
ampliamente los ingresos fiscales del joven Estado colombiano.
El vicepresidente Santander estableció una política prag­
mática encam inada a encontrar, costara lo que costara, los
recursos necesarios para el Leviatán armado de la república *

* 6a g n - c , Guerra y marina, t. 360, fols. 706-719.

208
LOS ASPECTOS SOCIALES DE I.A GUERRA POR I.A INDEPENDENCIA EN I.A NUEVA GRANADA

colombiana, compuesto por 30.000 hombres. Los financia-


mientos tradicionales (los monopolios del tabaco, las alcaba­
las, el aguardiente, las salinas de Zipaquirá) estaban en crisis
en razón de la escasez general y del decaimiento del comer­
cio. Se estableció un impuesto por cabeza, pero su recolec­
ción parece haber encontrado dificultades insuperables. Du­
rante el período de la guerra, hasta 1824, se trató en realidad
de un sistema tributario de excepción que permitió pagar los
inmensos gastos del ejército libertador.
El gobierno militarizado buscaba dineros dondequiera se
encontraren. Incluso echó mano a los bienes de la Iglesia. De
noviembre de 1819 a agosto de 1820, Santander expidió diez
decretos en los cuales le imponía préstamos forzosos y nuevos
impuestos a la Iglesia neogranaclina. El cobro de diezmos por
el gobierno fue incluso legalizado después de haber sido una
práctica corriente.*7 Los pueblos se vieron obligados legalmen­
te a alojar los ejércitos en campaña;28 también debían finan­
ciarlos. Las aldeas pagaban las raciones de los soldados; las
ciudades fueron puestas a contribución, como Popayán, que
desembolsó 400.000 pesos para probar su patriotismo en no­
viembre de 18 ig.29 Los préstamos y las clonaciones forzosas gol­
peaban, ante todo, a aquellos señalados como simpatizantes
de los realistas. La requisa de bienes de los españoles emigra­
dos también financió el voraz apetito del ejército bolivariano.
Como todo esto no bastó, el vicepresidente Francisco Antonio
Zea negoció un préstamo en Londres, con la casa Herring,
Graham y Powels, por dos millones de libras esterlinas.
La aplastante presión del ejército sobre la sociedad neo-
granadina permite explicar el mantenimiento de los altos

Decreto de Santander del 23 de mayo de 1820, en Luis Horacio López


(comp.), De Boyará a Cúcuta, memoria administrativa 1819-1821, Bogotá. Presi­
dencia de la República, 1990, p. 198.
Decreto del i° de diciembre de 1819.
‘9 Carta del cabildo de Popayán, 30 de noviembre de 1819, en Boletín de la
Academia Nacional de la Historia (Caracas), n° 21, 1938, p. 371.

209
i8 io

niveles de deserción en el curso de la década de 1820, más a


menudo de pequeños grupos que rechazaban el engancha­
miento forzado del cual eran víctimas muchos jóvenes sol­
dados. Aunque el entusiasmo republicano se apoderó de las
poblaciones de la meseta cundiboyacense, con la llegada de
los ejércitos patriotas venidos de los Llanos para poner fin a
la opresiva «pacificación» española, la campaña para liberar
a Quito y el Perú fue mucho menos atrayente para un ejérci­
to de campesinos que miraban con recelo el alejamiento y la
miseria resultante de sus familias a causa de la falta de brazos
en los campos.
El proceso de politización de los campos y ciudades era
entonces reversible, y en suma inestable. La intensa presión
ejercida por el gobierno sobre la Nueva Granada, en los pla­
nos humanos y financieros, hizo que la mayor parte de los
pueblos temieran, primero, y, luego, odiaran al ejército, so­
bre todo después de las dictaduras de Bolívar y de Urdaneta
(1828-1831). La drástica reducción de los efectivos militares
fue un objetivo popular de los gobiernos posteriores.

B ib l io g r a f ía

«Acta de Federación», 27 de noviembre de 1811, Congreso de


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Carta del cabildo de Popayán, 30 de noviembre de 1819, en
Boletín de la Academia Nacional de la Historia (Caracas),
n° 21, 1938, p. 371.
Decreto de Santander del 23 de mayo de 1820, en Luis Horacio
López (comp.), De Boyacá a Cúcuta, memoria administrativa
1819-1821, Bogotá, Presidencia de la República, 1990, p. 198.

210
LOS ASPECTOS SOCIALES DE I.A GUERRA POR LA INDEPENDENCIA F.N I.A NüEY'A GRANADA

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212
III. L a pe r spe c tiv a h is t ó r ic a
C apítulo 6
U na revolución inconclusa

J osé Fe r n a n d o O c a m p o

La in d e p e n d e n c ia ,
U N A L U C H A DE L I B E R A C I Ó N N A C I O N A L

El 20 de ju lio de 1810 ha quedado en la historia de Colombia


como el grito de independencia contra la dominación colo­
nial de España, que se había extendido durante tres siglos. El
año anterior se habían levantado Bolivia y Ecuador; el mismo
año de Colombia lo habían hecho México y Chile, y seguirían
casi todos los países que hoy constituyen Am érica Latina. No
importa si el movimiento fue masivo o limitado, si la rebelión
inicial apuntó al mal gobierno local o a la monarquía espa­
ñola, si la conciencia de los rebeldes era lo suficientemente
profunda como para liberarse de España. Com o hecho histó­
rico se constituyó en el comienzo de una lucha de liberación
nacional que culm inaría en la década siguiente.
El sentido de lo nacional podría decirse que fue proyec-
tivo, porque los Estados-nación no se habían organizado en
toda su realidad; pero se constituyó en el paso definitivo de
un movimiento de liberación nacional, de soberanía nacio­
nal, cuya base indispensable es el Estado-nación. En Am éri­
ca existía ya para esa fecha el primer Estado-nación, Estados
Unidos, que había logrado su independencia definitiva de
Inglaterra treinta años antes, en 1776, y que se erigió en ese
momento histórico en un modelo de liberación nacional, de

215
i8 io

Estado-nación, de lucha contra el colonialismo europeo y de


defensa de la entidad americana.
Había que defender la independencia y la soberanía. Es­
paña no permitiría que sus colonias se le escaparan de un
momento a otro. Por eso lanzó en toda la Am érica bajo su do­
minio un intento feroz de reconquista. E¡n Colombia y Vene­
zuela sería Pablo Morillo con toda su crueldad. Las potencias
europeas creían entonces depender de su colonialismo para
afirm ar su poder mundial. Los límites de los países america­
nos habían quedado indefinidos en la guerra de liberación
y su delimitación condujo a negociaciones, conflictos y gue­
rras. Había que defenderse de los enemigos exteriores. Y los
países que dominaban el mundo fueron reconociendo lenta­
mente las nuevas naciones con sus límites zanjados a punta
de guerras, luchas y acuerdos.
Bolívar soñó con la unidad americana, con una organiza­
ción federativa de las antiguas colonias españolas, incluidas
las del sur, donde él no había sido protagonista, a pesar de
sus diferencias y rivalidades con San Martín; una sola Am éri­
ca liberada de España y con un régimen federal. Esta idea no
cuadraba bien con el modelo de Estados Unidos, que se ha­
bía liberado de Inglaterra y Francia en el norte, pero Bolívar
prefería a los colonialistas ingleses que a los recién liberados
estadounidenses. No solamente dudaba de la aplicabilidad
de su democracia a los nuevos países del sur, sino que descon­
fiaba de sus intereses económicos y políticos.
Am érica había entrado a la historia con la llegada de C o­
lón y por sus viajes había sido reconocida en la geografía mun­
dial. Antes de él Am érica no tenía entidad en el conocim ien­
to universal. No existía como tal. Tam poco había adquirido
el carácter histórico definido que la haría un continente dis­
tinto a los hasta entonces conocidos. «América es otra cosa»,
escribió el historiador colombiano Germ án Arciniegas, para
expresar la diferenciación radical de este continente en la
historia. El descubrimiento ya se había constituido en un he­

216
U na revolución inco nclu sa

cho de la historia universal y la conquista en una gigantesca


aventura cruel de los Cortés, Pizarro, Jiménez en Am érica y
los demás, que mostraron a Europa sociedades sorprenden­
tes y llegaron hasta los ríos más grandes del mundo: el Am a­
zonas, el Orinoco, el Paraná. El proceso del descubrimiento
y conquista al sur del río Bravo fue cruento, como casi todos
los acontecimientos trascendentales de la historia humana.
Los indígenas nativos fueron esclavizados y millares murie­
ron a causa del trabajo forzado, las guerras y las enferm eda­
des. Se generalizó el comercio de esclavos negros traídos de
Africa y se produjo, como resultado histórico, un mestizaje
generalizado de tres razas.
^ El descubrimiento y la conquista de Am érica posibilita­
ron, por fin, alcanzar el conocimiento del globo terráqueo,
asegurarse de la unidad biológica del ser humano, abrir la in­
finitud del universo y de la ciencia e impulsar definitivamen­
te el capitalismo. No importa que lograda la independencia
de la opresión colonial los esfuerzos por convertirse en fe­
deración americana, unión panamericana, confederación de
países, pacto o comunidad no hubieran tenido mucho éxito.
Desde el comienzo del movimiento independentista de 1810
hasta la guerra hispano-norteamericana en 1898, Am érica
Latina rastrea una identidad como grupo humano y políti­
co interamericano, va delimitando sus divisiones territoria­
les por nación y se embarca por doquier en luchas intestinas
en búsqueda de su carácter político. Al contrario, en tina se­
gunda etapa, después de la intervención norteamericana en
Cuba hasta el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945,
esas relaciones oscilan entre el intervencionismo de Estados
Unidos, la conciliación con su poderío y el enfrentamiento
abierto.
Durante la Segunda Guerra Mundial, toda Am érica La­
tina, de diferente manera e intensidad, no obstante que Ar­
gentina sólo renuncia a su neutralidad unos meses antes del
triunfo aliado, se une a Estados Unidos contra el Eje fascista.

217
i8 io

En la posguerra, hasta el triunfo de la revolución cubana de


1959 Y el comienzo de la Guerra Fría, se resquebraja el pro­
pósito común bajo la hegem onía de Estados Unidos, enton­
ces la potencia económica y militar más poderosa de la his­
toria. La potencia hegemónica logra abarcar el mundo por
la debilidad de sus contrarios, pese a que la Unión Soviética,
reconstituida de la confrontación mundial, se le enfrenta en
Europa y Asia.
Con la revolución cubana el poderío estadounidense se
siente amenazado y estructura para la defensa de su área de
control la denominada Alianza para el Progreso. Con el ad­
venimiento de la Guerra Fría queda el mundo dividido en
tres: los tres mundos. Estados Unidos, el poder financiero glo­
bal, parte del primer mundo con la hoy desaparecida Unión
Soviética, la otra superpotencia, con la capacidad de con­
trolar militarmente el mundo y Am érica Latina toda, como
parte del tercer mundo subdesarrollado y sin posibilidad de
competir en términos de igualdad en la economía mundial.
Quedaban en el segundo mundo los países capitalistas que
se reponían de la guerra y que no alcanzaban el desarrollo v
la potencia financiera de Estados Unidos ni el poder militar
de la Unión Soviética. Para la cuarta etapa, Am érica Latina
llega al final de la década de 1980 en medio de la crisis de la
deuda externa. La Guerra Fría que había caracterizado esta
etapa entre las dos superpotencias del mundo había produci­
do en el continente dictaduras militares sangrientas bajo una
descarada intervención estadounidense.
Con la desintegración de la Unión Soviética, Estados Uni­
dos queda como la potencia hegemónica, sin competencia
significativa en América, y bajo el gobierno del primer Bush
lanza la llamada «Iniciativa para las Américas», que se cons­
tituye en la principal arma económica y política de control
sobre el continente. Vendría en la década de 1990 el auge
del neoliberalismo, que se impondría en diferentes formas
y con distintas características, principalmente en Argentina.

218
U na revolución inco nclusa

Chile y Ecuador. El dólar o la paridad con el dólar se consti­


tuirían en una fuerza de control sobre los países. Y después
del atentado de las torres gemelas en Nueva York, el segundo
Bush im pondría en el mundo la llamada «guerra contra el
terrorismo», con significativa repercusión en un país como
Colombia, azotado por una violencia crónica proveniente de
la guerrilla, el narcotráfico y los paramilitares.
Sin embargo, al iniciarse el siglo x x i se operaría en el
continente una reacción contra la dominación estadouni­
dense que daría origen a distintas manifestaciones políticas
en Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, Paraguay, Uruguay y
Venezuela. Colombia, con el gobierno de Alvaro Uribe Vélez,
plegado a los dictámenes económicos y políticos de Estados
Unidos y comprometido con la guerra contra el terrorismo
de Bush, sería una excepción.
La mayoría de los países de Am érica Latina se liberaría de
la colonia española en las dos primeras décadas del siglo x ix ,
con muy pocas excepciones, entre ellas Cuba, que pasaría de
la colonización española a la estadounidense, hasta su verda­
dera independencia con la revolución en 1959. Los intentos
de España por reconquistar sus colonias fracasarían, aun en
unión con las más reaccionarias monarquías europeas. Du­
rante el siglo x ix , en medio de los más azarosos avatares,
se mantendrían incólumes la independencia y la soberanía;
pero después de la guerra hispano-americana y del robo de
Panamá a Colombia por parte de Estados Unidos, una nueva
colonización fundada en el poder del capital se iría apode­
rando de los países latinoamericanos.

La f o r m a c ió n de los E s t a d o s -n a c ió n

La conformación de los Estados-nación en América Latina


fue un proceso largo que abarcó la totalidad del siglo x ix
e implicó profundas confrontaciones ideológicas, religiosas,

219
i8 io

políticas y económicas. Estados Unidos derrotó en 1865


sur feudal y esclavista con el triunfo del norte capitalista, *
le abrió el camino al capitalismo de libre competencia en 1¿
segunda mitad del siglo x ix y al capitalismo monopolista en
la primera mitad del siglo x x . En Am érica Latina, en cambio,
la lucha ideológica giró alrededor del triunfo del liberalismo
político y económico; la lucha religiosa, en torno a la prima­
cía de la religión católica, heredada de la colonia española; la
política, sobre el significado de la democracia y su compati­
bilidad con la organización federal o central del Estado, y la
económica, alrededor del desarrollo del capitalismo. El signo
de haber sido colonizada por una monarquía feudal como
España, no derrum bada por la revolución burguesa, deter­
minó el carácter económico de la revolución independentista
de 1810, que no alcanzó a ser capitalista y que dejó intacta la
estructura terrateniente mantenida por la Colonia, cuando
en Europa ya avanzaba la revolución industrial.
En las colonias españolas y portuguesas dominó el régi­
men terrateniente de los protegidos de la Corona y del poder
eclesiástico, el esclavismo de la población africana traída a
Am érica y la extinción progresiva de los indígenas, asolados
por la persecución colonial y el contagio de las enfermeda­
des importadas de la metrópoli. En ninguno de los países
latinoamericanos floreció la industria capitalista, a pesar de
repetidos intentos de superar la economía artesanal de la
producción. Am érica Latina reprodujo el atraso económico
de la metrópoli. Solamente alcanzó auge el comercio de pro­
ductos agrícolas nativos y de metales; sin embargo, el comer­
cio estaba limitado a la metrópoli y el saqueo de los metales
preciosos no favorecía el desarrollo de las colonias.
Ningún país de Am érica Latina en el siglo x ix superó
la producción artesanal, ni se integró al comercio mundial
como potencia, ni se convirtió en un país industrializado. En
el entretanto, Estados Unidos se había convertido en una po­
tencia capitalista y en 40 años, después de la Guerra de Sece­

220
U na revolución inco nclu sa

sión, estaba compitiendo con Europa y se abría camino con


su poder económico en Am érica Latina y el Lejano Oriente.
Ninguna reforma agraria modificó sustancialmente el régi­
men colombiano de la propiedad terrateniente, no obstante
la radical llevada a cabo por Tomás Cipriano de Mosquera en
1861, pero revertida por los gobiernos radicales y liquidada
por la Regeneración de Núñez y Caro.
En el fondo, estas diferencias fundamentales de los dos
procesos independentistas reflejan el origen de las dos colo­
nizaciones: la inglesa, de carácter capitalista, y la hispanolusi-
tana, de carácter feudal. No solamente debido a la diferencia
de desarrollo de las metrópolis, sino también al origen de los
colonos, los que llegaron a asentarse como a su tierra pro­
metida y los que recorrieron de norte a sur el continente en
busca de oro con destino a su enriquecimiento, más personal
que de la Corona. Esta diferencia fue determinante para el
proceso de la nacionalidad y del desarrollo en ambos subcon­
tinentes.
Los líderes del movimiento independentista se dividieron
entre los partidarios de la democracia liberal, de la monar­
quía hereditaria y de regímenes dictatoriales personalistas.
Bolívar, una vez hubo coronado su gesta libertadora, se incli­
naba por la monarquía en la forma de protectorado inglés.
Así se lo manifestó al capitán Maling en su famosa entrevista
de 1825 Y se 1° ratificó en repetidas ocasiones a los cónsules
ingleses. Su constitución boliviana de senado vitalicio y he­
reditario más bien resultó del fracaso de su iniciativa para
importar un príncipe inglés.^El Consejo de Ministros de su
sucesor, Urdaneta, insistió en la idea de la importación de la
monarquía. México y Brasil importaron familias monárqui­
cas y las entronizaron en sus gobiernos.
Por su parte, los demócratas de la época concibieron la
democracia como federalismo y la confundieron con la re­
lación entre el gobierno central y las divisiones territoriales
dentro de las fronteras nacionales. Se impuso como sinónimo

221
i8 io

de democracia una organización federal de los estados que


conformaban la nacionalidad. En Colombia, el centralismo
fue sinónimo, para los liberales radicales, de dictadura, de
herencia boliviana y de conservatismo. Rafael Núñez pareció
darles la razón al imponer con las armas una constitución
centralista, al haberse logrado, reelegir tres veces y al haberle
abierto el camino a la dictadura de Caro en la última década
del siglo x ix .
En la cuestión religiosa, que tuvo una influencia decisiva
hasta bien entrado el siglo x x , la política vaticana en Italia de­
terminaría el curso del catolicismo en América. Pío IX, Pío X
y León XIII perdieron los territorios conquistados por los pa­
pas militares y fueron reducidos al Vaticano por los liberales
que unificaron la nación italiana. Por eso condenaron el li­
beralismo, impusieron un catolicismo beligerante en política,
fueron fanáticos de la unión de Iglesia y Estado y se ciñeron a
un dogmatismo fundamentalista. El Concilio Vaticano I con­
denó el liberalismo como una doctrina opuesta al catolicismo,
lo que atizó el enfrentamiento religioso. Los sectores ideoló­
gicos y religiosos que se habían unido en la lucha por la inde­
pendencia quedaron vueltos pedazos una vez intentaron po­
ner en práctica sus principios sobre la política y la economía.
Así, el conservatismo se erigió en la vanguardia de la unión
entre la Iglesia y el Estado durante las guerras religiosas en
toda Am érica Latina, de las cuales la de 1876 en Colombia
fue modelo de un fanatismo exagerado. En la Provincia de
Antioquia se armaron batallones con nombres de la Virgen
y de los santos. A Tomás Cipriano de Mosquera lo excomul­
garon por haber liberado las tierras amortizadas en manos
de la Iglesia a perpetuidad y fueron inútiles sus explicaciones
respetuosas ante el Vaticano. Y Núñez restableció el poder
político eclesiástico con el Concordato, le devolvió a la Iglesia
las tierras, le restauró su poder sobre la educación a cambio
de la aprobación de su divorcio. Santander había compren­
dido que la educación de la juventud no podía seguir bajo

222
i8 io

de democracia una organización federal de los estados que


conformaban la nacionalidad. En Colombia, el centralismo
fue sinónimo, para los liberales radicales, de dictadura, de
herencia boliviana y de conservatismo. Rafael Núñez pareció
darles la razón al imponer con las armas una constitución
centralista, al haberse logrado, reelegir tres veces y al haberle
abierto el camino a la dictadura de Caro en la última década
del siglo x ix .
En la cuestión religiosa, que tuvo una influencia decisiva
hasta bien entrado el siglo x x , la política vaticana en Italia de­
terminaría el curso del catolicismo en América. Pío IX, Pío X
y León XIII perdieron los territorios conquistados por los pa­
pas militares y fueron reducidos al Vaticano por los liberales
que unificaron la nación italiana. Por eso condenaron el li­
beralismo, impusieron un catolicismo beligerante en política-
fueron fanáticos de la unión de Iglesia y Estado y se ciñeron a
un dogmatismo fundamentalista. El Concilio Vaticano I con­
denó el liberalismo como una doctrina opuesta al catolicismo,
lo que atizó el enfrentamiento religioso. Los sectores ideoló­
gicos y religiosos que se habían unido en la lucha por la inde­
pendencia quedaron vueltos pedazos una vez intentaron po­
ner en práctica sus principios sobre la política y la economía.
Así, el conservatismo se erigió en la vanguardia de la unión
entre la Iglesia y el Estado durante las guerras religiosas en
toda Am érica Latina, de las cuales la de 1876 en Colombia
fue modelo de un fanatismo exagerado. En la Provincia de
Antioquia se armaron batallones con nombres de la Virgen
y de los santos. A Tomás Cipriano de Mosquera lo excomul­
garon por haber liberado las tierras amortizadas en manos
de la Iglesia a perpetuidad y fueron inútiles sus explicaciones
respetuosas ante el Vaticano. Y Núñez restableció el poder
político eclesiástico con el Concordato, le devolvió a la Iglesia
las tierras, le restauró su poder sobre la educación a cambio
de la aprobación de su divorcio. Santander había compren­
dido que la educación de la juventud no podía seguir bajo

222
U na revolución inco nclusa

el control de la Iglesia, como en la Colonia, y para ello intro­


dujo el estudio de Bentharn en las escuelas, contra el criterio
de Bolívar, ya unido con la Iglesia, que lo suprimió una vez
retomó el gobierno a su regreso de la campaña del Sur.
Firmado el Concordato por Núñez, la Iglesia quedaría con
el control de la educación durante un siglo, hasta la refor­
ma concordataria de López Michelsen, en 1976. La religión
no había sido un factor de unión durante la lucha indepen-
dentista, a pesar del apoyo de muchos curas patriotas, pero
se constituyó como fuerza disociadora en la construcción de
la nacionalidad durante el siglo x ix para convertirse en un
poder político a lo largo del siglo x x , por fuerza del Con­
cordato con la Santa Sede. No puede olvidarse que la m o­
narquía medieval recibía la autoridad directamente de Dios
por medio del papado, factor que determinaba la actitud del
pueblo ante la autoridad, creencia que contribuyó a socavar
la Expedición Botánica con su revolución ideológica dirigida
por José Celestino Mutis.

Los A V A T A R E S DE L A S O B E R A N Í A N A C I O N A L

Ingleses, franceses y españoles no se resignaron a la pérdi­


da de sus colonias en América. Todos defendían la monar­
quía y el dominio colonial. En el momento del triunfo de la
independencia de los países latinoamericanos, no había un
solo país democrático en Europa. Sólo Estados Unidos de­
fendía en el mundo el gobierno democrático. Y las potencias
europeas ofrecían príncipes por doquier. En su lucha contra
Napoleón, los ingleses, ya en un proceso de transformación
capitalista, se unieron en la Santa Alianza con todas las po­
tencias monárquicas feudales de Europa para la reconquista.
Llegaron príncipes a Brasil y México u ofertas principescas
de la monarquía inglesa para la Gran Colombia en negocia­
ción con el mismo Bolívar.

223
i8 io

Ofertas, negociaciones e intervenciones en todos los paí­


ses al sur del río Grande. Los presidentes norteamericanos
Jefferson, Adams y Monroe visualizaron el peligro de recon­
quista que intentaban las potencias europeas; entonces dise­
ñaron una política de unidad del territorio nacional con la
incorporación de Florida, la compra de Luisiana y, más tar­
de, con la incorporación de Texas y los demás territorios del
oeste en confrontación con México. No fue diferente la con­
formación de los países al sur del río Grande, desde México
y Centroam érica hasta la Patagonia, con guerras sangrientas,
luchas diplomáticas por límites y tratados limítrofes en toda
la región. México con sus vecinos de Centroamérica; Colom ­
bia con Panamá, Perú y Venezuela; Brasil con Paraguay, Ar­
gentina y Uruguay; Chile con Bolivia, y demás. Desde esta
perspectiva, puede juzgarse la llamada doctrina Monroe.
La independencia nacional de los países latinoamericanos
tiene que ver con la liberación del colonialismo europeo. Eu­
ropa vivía a principios del siglo x ix el espectro de la Revolu­
ción Francesa y de las consecuencias políticas y sociales que
habían estremecido hasta los cimientos la sociedad francesa.
El primer intento de gobierno democrático, sin embargo, ha­
bía sucumbido con el triunfo del imperio napoleónico; pero
Napoleón iba arrasando con el régimen económico y social
del feudalismo por donde asentaba sus reales, y las monar­
quías feudales de Austria, España, Prusia y Rusia, con todas
las contradicciones inherentes a sus intereses de expansión
territorial, formaban alianzas para defender sus regímenes.
Gran Bretaña se inclinaba hacia ellas, no sólo por los vín­
culos monárquicos que las acercaban, sino por la amenaza
del enemigo común proveniente de Francia. Napoleón era el
enemigo y la amenaza.
Estados Unidos había consolidado su independencia y de­
fendía el primer gobierno republicano de la historia contra
los intentos ingleses de restauración del colonialismo y contra
las intenciones de reconstitución monárquica en el mundo

224
U na revo lució n inco nclusa

provenientes de las monarquías feudales. Es en esa realidad


histórica donde se origina la doctrina Monroe:

El principio con el que están ligados los derechos e in­


tereses de los Estados Unidos es que el continente america­
no, debido a las condiciones de la libertad y la independen­
cia que conquistó y mantiene, no puede ya ser considerado
como terreno de una futura colonización por parte de nin­
guna de las potencias europeas. [...] Pero en lo que concier­
ne a los Gobiernos que han declarado su independencia y la
han mantenido, independencia que después de gran consi­
deración y sobre justos principios, hemos reconocido, no po­
dríamos contemplar ninguna intervención con el propósito
de oprimirlas o controlar de alguna manera su destino por
parte de cualquier potencia europea, sino como la manifes­
tación de una disposición hostil hacia Estados Unidos.1

Por eso, para los estadounidenses, independencia nacio­


nal y gobierno democrático se volverían inseparables. Estados
Unidos define, entonces, su política internacional bajo esos
dos parámetros fundamentales. No solamente se oponían,
para entonces, a la posibilidad de una injerencia británica o
de cualquier otra potencia europea, sino que impulsaban la
forma de gobierno republicana que ellos habían adoptado
y que consideraban modelo para el mundo, en abierta con­
tradicción y competencia con los británicos. No puede olvi­
darse que en el momento de la revolución independentista
de Am érica Latina no existía un solo gobierno democrático
en Europa; pero tampoco que un siglo después, antes de la
Primera Guerra Mundial, todavía predominaban los impe-

James Monroe, «Séptimo mensaje anual al Congreso», 2 de diciembre de


1893. Consultado el 18 de enero del 2010, disponible en vvww.filosofia.org/
ave/oo 1/a 264. h tm.

225
i8 io

rios monárquicos en el Viejo Continente y a ellos seguirían


las dictaduras de Mussolini, Hitler y Franco.
Napoleón había sido derrotado por una coalición monár­
quica de Gran Bretaña, Austria, Prusia y Rusia. El Tratado de
París en 1814, el Congreso de Viena de 1815 y el protocolo
de Tropeau firmado en 1820 condujeron a la elaboración de
la doctrina Metternich como un pacto de seguridad colecti­
va de las potencias europeas contra la revolución democrática
mundial. La política predominante del momento conducía a
la monarquía, no al gobierno democrático. Sólo Estados Uni­
dos navegaba contra la corriente monárquica restauración ista.
No obstante el auge de la ola m onárquica europea, la in­
fluencia de los grandes ideólogos de la revolución burguesa
no se había perdido en Am érica Latina. La concepción hege-
liana de la culminación del desarrollo de la idea absoluta en
la monarquía prusiana no contaba con seguidores en Améri­
ca Latina, como tampoco la de la encarnación de la razón v
libertad en el Estado. En Estados Unidos la concepción prác­
tica y sistemática de una democracia representativa provenía
de Locke. Los latinoamericanos radicales habían recibido la
influencia francesa más difusa y contradictoria de Rousseau.
Desde el punto de vista ideológico, de todas maneras, la co­
rriente mundial favorecía la instauración de gobiernos de­
mocráticos. Hasta su disolución en 1832, la Gran Colombia
se constituyó en el centro de una política interamericana que
miraba más las relaciones de los países hispánicos que los
demás de América. Principalmente a Bolívar se debió la idea
de llegar a un tratado de «unión, liga y confederación» con
todos ellos, en la búsqueda de una federación de países que
conservaran cada uno su propia autonomía política. Bolívar
soñó con conform ar un gran país federal muy fuerte con las
ex colonias españolas.
Por otra parte, todavía no se había fortalecido la reacción
católica fundamentalista de oposición a la democracia, al libe­
ralismo y al desarrollo del capitalismo que tanto arraigaría

226
Una revolución inconclusa

en Am érica Latina a medida que fue avanzando el siglo. La


revolución de independencia en los países latinoamericanos
tomó su inspiración de dos fuentes contrapuestas que influi­
rían poderosamente en el proceso ideológico del siglo x ix :
la fuente de la Ilustración y del escolasticismo radical. La pri­
mera conducía a una forma de gobierno basada en la volun­
tad popular; la segunda, a la continuación monárquica inspi­
rada en el origen divino del poder real. No sería aventurado
atribuir a esta contraposición ideológica una explicación de
la debilidad de la democracia en Am érica Latina desde el
mismo comienzo de la formación de los Estados-nación.
No se puede confundir el sentido histórico de la doctrina
Monroe, concebida para defender las soberanías nacionales
de los recién emancipados países de América contra el colo­
nialismo europeo, con el desarrollo del país del Norte un siglo
después. A Estados Unidos, constituido en la vanguardia de
la revolución mundial burguesa, no se le puede aplicar a me­
diados del siglo x ix el carácter de potencia imperialista que
adquirió a finales del siglo. La conformación nacional en un
continente sin fronteras definidas produjo guerras, atracos,
robos territoriales, conflictos limítrofes todavía no finiquita­
dos. El intento expansionista de Brasil o los territorios que ob­
tuvieron Chile y Perú poco se diferencia de lo que le arrebató
Estados Unidos a México o España y le compró a Francia en el
proceso de conformación del territorio nacional.
En el siglo x ix , el enemigo colonialista contra la indepen­
dencia nacional provenía de la reconquista europea, no de los
conflictos entre los países americanos. Además, ningún país
de Am érica había alcanzado el grado de desarrollo capitalis­
ta, de dominio financiero y monopolista que se impondría
hacia la primera mitad del siglo x x . Apenas en la década de
1860 Estados Unidos iniciaría la consolidación del capitalis­
mo, una vez derrotada la fuerza esclavista-de los Estados del
Sur. Ni colonialista ni imperialista. Sus conflictos con México
fueron parte de su conformación como Estado, así como el

227
i8 io

mismo México lo hizo hacia el sur con Centroamérica. Esta­


dos Unidos consiguió la concesión del ferrocarril de Panamá
muy temprano con el gobierno de la Nueva Granada, por lo
que surgieron distintas fricciones por el tránsito de los norte­
americanos de este a oeste para atravesar el istmo. Colombia
les concedió la construcción del Canal a los franceses y no 2
las compañías estadounidenses ni a su gobierno. En el siglo
x ix la soberanía colombiana frente a Estados Unidos quedó
a salvo, así como en la mayor parte de Am érica Latina.

La in d e p e n d e n c ia de A m é r ic a se po n e a pr u eba

En 1889 se reunía en Washington, por iniciativa de Estado?


Unidos, la primera Conferencia de Estados Americanos. Ers
la primera vez que el país del Norte tomaba la iniciativa pars
convocar una reunión interamericana. Acudieron todos lo?
países, excepto República Dominicana. Para deslumbrar a
los delegados latinoamericanos, el gobierno les haría un re­
corrido por la red de ferrocarriles de mil kilómetros, la más
extensa del mundo en ese momento. Se iniciaba un período
de transición durante el cual el país norteamericano trastoca­
ría su papel en el continente. Lo que definiría la nueva etapa
sería la guerra hispano-norteamericana de 1898. Durante la
década se irían estructurando las condiciones ideológicas de
dominación. El bigstick (gran garrote) y la diplomacia deldólai
se extienden desde Theodore Roosevelt hasta la llegada de
Woodrow Wilson a la presidencia de Estados Unidos. Wilson
trata a los países latinoamericanos como inferiores, a los que
predica la necesidad de un gobierno dirigido por una élite
poderosa y dotada de una «moral» especial, de la que no está
dotada la mayoría de la población, indigna de la democracia.
Y, finalmente, entre Herbert Hoover y Franklin D. Roosevelt
diseñan la política de good neighbor (buen vecino) con e) pro­
pósito de suavizarle la cara al nuevo poder imperial.

228
U na revolución inco nclu sa

En la década de 1890, lo que había constituido el princi­


pio del destino manifiesto de Estados Unidos para conformar
su territorio fue transformándose en toda una tendencia co­
lonialista. Todos los países europeos con desarrollo econó­
mico poseían colonias en Asia, A frica y América. El Imperio
alemán, recién constituido, iba a convertirse en una amenaza
para el mundo en pos, precisamente, de construir su impe­
rio colonial. Pero Estados Unidos, que intentaba abrirse paso
hacia el Pacífico, conectar sus dos costas por el mar a través
de un canal interoceánico, consolidar una zona de influencia
económica y competir ventajosamente con Europa en el po­
derío mundial, no contaba con colonias al acercarse la última
década del siglo x ix . Constituiría esa una causa de las dos
guerras mundiales del siglo xx .
Las teorías de Josiah Strong, A lfred Thayer Mahan y Hen-
ry Cabot Lodge, aparecidas y ampliamente difundidas en la
década de 1890 en obras como Our Conntry, Expansión under
Nexo World Conditions, Forum y otras, contribuyeron decisiva­
mente a formar una conciencia colonialista con el criterio de
que Estados Unidos debía convertirse en potencia mundial.
Su base teórica partía de la superioridad anglosajona y del
destino manifiesto de los norteamericanos en la salvación de
la humanidad. Los objetivos preferidos de esta posición co­
lonialista eran el Caribe, México, Centroamérica, Filipinas,
Hawái y China. No se trataba ya, por lo tanto, de un expan­
sionismo tendiente a la conformación del territorio nacional,
sino del poderío global colonialista en Am érica y ultramar.
Con el propósito de com petif con los europeos, Estados Uni­
dos se apoderó de Filipinas, Puerto Rico y Guam, y las convir­
tió en colonias. Se las arrebataba a España.
Sin embargo, a finales del siglo x ix ya no era lo mismo
construir un imperio colonial que un siglo antes. América
no se encontraba en las mismas condiciones de Africa. Am é­
rica venía de un siglo de independencia y de construcción de
Estados modernos. Hacerse a los países latinoamericanos y

229
i8 io

convertirlos en colonias no constituía un objetivo fácil; pero


Estados Unidos contaba con un arma que llegaría a utilizar
más eficazmente que los europeos en la construcción de su
imperio colonial: el poder del capital financiero y el auge del
dólar, que competía ya exitosamente con la libra esterlina y
el franco. En dos décadas, la última del siglo x ix y la primera
del siglo x x , se consolidaron allí grandes monopolios de car­
bón, acero y petróleo y surgieron inmensos trusts financieros.
El poderío económico norteamericano, recién estrenado en
el mundo, imprimiría un sello de supremacía y de arrogancia
a las relaciones de Estados Unidos con los países latinoameri­
canos, sumidos en intrincados conflictos de política interna y
con unas economías que no despegaban de su atraso secular.
Estados Unidos pasó de la política del gran garrote (big
stick), con William McKinley, a la del corolario Roosevelt, con
Teodoro Roosevelt. De allí saldría la Enmienda Platt, aproba­
da en el Congreso de 1901. Podría decirse que por primera
vez una cláusula intervencionista se incorporaba a una cons­
titución de otro país, Cuba, mediante la cual podía intervenir
para la protección del orden. Estados Unidos intervino allí y
después en República Dominicana y Panamá hasta la toma
del Canal. Y también la Enmienda le permitía a Estados Uni­
dos mantener una base naval en la isla. Este fue el origen de
la base naval de Guantánamo. Las tropas norteamericanas
no se retiraron ni siquiera después de derogada la Enmienda
en 1934 y todavía hoy se encuentran en poder de la base.
La Enmienda Platt significó la derrota de la lucha por la
independencia nacional de Cuba que habían llevado a cabo
patriotas cubanos como Máximo Gómez, Antonio Maceo,
José Martí y Calixto García, en la Guerra de los Diez Años;
pero también significó un cambio de la doctrina Monroe y el
comienzo del intervencionismo norteamericano en América
Latina. El corolario Roosevelt, además de haber significado
el viraje definitivo de la doctrina Monroe hacia el interven­
cionismo, imprimió un sello de justificación a todas las in­

230
U na revo lució n inco nclu sa

vasiones de tropas norteamericanas de 1898 a 1930 hasta su


derogación.
Desde la primera intervención militar en Cuba, a finales
del siglo x ix , hasta la invasión de Nicaragua, en 1926, Esta­
dos Unidos realizó no menos de 20 expediciones militares
en el Caribe y Centroamérica. Panamá y México representan
dos casos dramáticos que sintetizan la intervención militar
y la injerencia política y diplomática de Estados Unidos en
Am érica Latina durante este período, uno por medios mi­
litares y otro por medios diplomáticos y financieros. El 13 de
noviembre de 1903, Panamá le entrega parte de su territorio
a los norteamericanos para construir el canal interoceánico
y el derecho de intervención a perpetuidad con la firma del
Tratado Hay-Bunau Varilla, solamente una semana escasa
después de haber declarado su independencia de Colombia
y sólo a cuatro meses — el 13 de ju n io — de haber sido pacta­
do por el famoso personaje estadounidense de este episodio,
Nelson Cronwell, la maniobra en las oficinas del propio pre­
sidente de Estados Unidos, Teodoro Roosevelt.
En abril de 1914, Wilson ordenó ocupar el puerto de Ve-
racruz, sin la aprobación del Congreso, contra la revolución
mexicana. Y como defensa de la ocupación argumentó la
necesidad de proteger el pueblo mexicano pobre, oprimido,
desamparado contra los revolucionarios. Y de nuevo en 1916
envió al brigadier John J. Pershing en busca de Pancho Villa
a territorio mexicano para castigarlo. La ocupación de Vera-
cruz y la expedición de Pershing constituyen la primera in­
tervención norteamericana en defensa de la democracia, del
orden y del pueblo oprimido latinoamericano, que se conver­
tirían en la excusa perfecta para intervenir en América Lati­
na a todo lo largo del siglo x x . La verdadera razón residía en
el carácter estratégico del petróleo mexicano y en la deuda
que para 1920 alcanzaría la suma de 500 millones de dólares.
Wilson intervendría una vez más en República Dominica­
na, en 1915; volvería a Nicaragua e iniciaría una tercera en

231
i8 io

Haití, para mantenerlo como protectorado. Wilson le impon­


dría a este país una nueva Constitución, cuya autoría reclamó
Franklin D. Roosevelt, entonces secretario adjunto de Mari­
na de Wilson. Su política de buen vecino tampoco sería ejem­
plar. Aceptó los gobiernos golpistas de Venezuela, Argentina
y Brasil, y le abrió el camino a los de República Dominicana
y Cuba. El secretario de Estado de Roosevelt, Sumner Welles,
calificaría al dictador de Cuba, Fulgencio Batista, como «esa
figura extraordinariamente brillante y hábil». No era otra la
forma como se referían a los dictadores latinoamericanos en
ese momento. El gobierno de Roosevelt quedaría comprome­
tido con el asesinato de Augusto César Sandino, apoyaría el
gobierno paralelo de la Guardia Nacional de Somoza y lo lle­
varía al poder, se comprometería con el ascenso de Trujillo
en República Dominicana, mantendría a Haití como protec­
torado y atacaría el gobierno de Grau Sanmartín en Cuba,
para defender la subida de Fulgencio Batista.
Una gran confusión se apoderó de Am érica Latina frente
al coloso del Norte. Argentina, Brasil, Chile y Uruguay apo­
yaron el ataque estadounidense a la revolución mexicana.
Brasil había apoyado expresamente el corolario Roosevelt so­
bre Cuba. Uno de los prohombres de Colombia, Rafael Uribe
Uribe, solamente a tres años de la pérdida de Panamá a ma­
nos del país del Norte, al terminar la Conferencia Panameri­
cana de Río de Janeiro de 1906, concluía su informe oficial al
gobierno con esta hiperbólica loa a Estados Unidos:

Contra los pronósticos pesimistas de muchos que augura­


ban una política egoísta, absorbente e imperiosa de los Esta­
dos Unidos de América en el seno de la Conferencia [...] la
conducta de los representantes de la república del Norte ha
sido inspirada en su conjunto, como en el más insignificante
de sus detalles, por el más elevado, noble y desinteresado
amor al bienestar común. [...] El gran trust panamericano,
predicho por algunos, bajo la dirección d e E s t a d o s U n id o s ,

232
U na rkvolución inco nclu sa

no ha parecido por ninguna parte. La delegación norteame­


ricana ha dado esta vez el espectáculo de hacerse amar irre­
sistiblemente, aun de sus adversarios naturales.2

Hasta la Segunda Guerra Mundial, el aspecto principal de


las relaciones de Estados Unidos con América Latina tuvo que
ver con la adecuación de estas economías a las necesidades de
exportación de capital. Para ello requería modernizar unas
economías atrasadas, impulsar la industrialización, fortalecer
el capital financiero, impulsar el capitalismo de Estado, desa­
rrollar un sistema bancario y determinar la política de cada
país a su favor. Hacia estos propósitos orientó su diplomacia y
su política internacional en el área. Fue determinante el papel
desempeñado por la Misión Kemmerer, que recorrió la región
en las décadas de 1920 y 1930 con el propósito de adecuar las
economías a las necesidades de la inversión norteamericana.
No obstante sus principios seculares de defensa de la demo­
cracia, Estados Unidos no tuvo empacho alguno en determi­
nar y apoyar las dictaduras de República Dominicana, Haití,
Cuba, Nicaragua o Paraguay en este período. Pero bajo la ins­
piración de México con su revolución nacionalista, Estados
Unidos afrontó enormes dificultades en la política hemisféri­
ca en las conferencias panamericanas de 1923, en Santiago de
Chile; de Montevideo, en 1933; de Buenos Aires, en 1936, y de
Lima, en 1938. Para las dos últimas, México había expropiado
las petroleras y los negocios agrarios de los estadounidenses.
México se constituyó en el más importante obstáculo a la
expansión imperialista de Estados Unidos a principios del si­
glo. Su héroe, Pancho Villa, en su ignorancia teórica, soñaba
con un México libre, de profunda reforma agraria e indus­
trializado. Los revolucionarios mexicanos habían derrotado

* Rafael Uribe Uribe, «Conferencia Panamericana, informe de la delega­


ción de Colombia en la tercera Conferencia Panamericana», en Por América
del Sur, tomo 1, Bogotá, Kelly, 1955, p. 135.

233
i8 io

una dictadura de más de 25 años, m odernizadora y entrega­


da a Estados Unidos. En Colombia no se dio una lucha libe­
radora como la mexicana. Rafael Reyes, elegido presidente
en 1904, intentó seguir los pasos de Porfirio Díaz en México
con una dictadura del mismo tipo, pero tuvo que renunciar
a la presidencia en 1909, después de haberse prolongado su
período en la Asamblea Constituyente de 1905 y por haber
firmado el Tratado Cortés-Root, que entregaba a Panamá.
El jefe liberal de la Guerra de los Mil Días, Rafael Uribe
Uribe, cayó asesinado después de haber firmado el Tratado
Urrutia-Thompson, mediante el cual Colombia aceptaba la
separación del istmo. Solamente en 1924, 21 años después de
consumado el robo, logró un gobierno colombiano arreglar
las relaciones con Estados Unidos y finiquitar el conflicto so­
bre Panamá. Siempre existió una tensión entre los gobiernos
conservadores, proclives a un arreglo con el nuevo imperio,
y los sectores populares de estudiantes y obreros, que mante­
nían viva la oposición a la entrega de Panamá. Reyes consi­
deraba a los estadounidenses una raza superior; José Vicente
Concha (1914-1918) había entregado los intereses nacionales
en su embajada ante Estados Unidos antes de consumarse el
robo; Marco Fidel Suárez (1918-1922) proclamaba a Estados
Unidos como la «estrella polar» hacia la que había que diri­
gir la economía; Miguel Abadía Méndez (1926-1930) tenía
ya intereses en las petroleras gringas; Enrique Olaya (1930-
1934) llegó a la Presidencia defendido por los embajadores
del país del Norte como garantía de inversión petrolera y en­
deudamiento externo; Alfonso López Pumarejo (1934-1938),
antes de ser elegido presidente, se había desempeñado como
el primer gerente del Banco Mercantil Americano, primer
banco norteamericano en llegar a Colombia; él mismo firmó
el primer tratado de comercio con Estados Unidos en 1935.
de inmensas desventajas para el país.
Durante la década de 1930 la ideología fascista encontra­
ría un eco profundo en algunos sectores dirigentes de A m é­

234
U na revolución inco nclusa

rica Latina, principalmente en Brasil, Chile y Argentina. La


concepción de un gobierno antoritario, el rechazo al régi­
men de elecciones popnlares, el caudillismo carismático, la
convicción sobre la natural desigualdad social y económica
de la sociedad, la afirmación de una jerarquía rígida como
forma de estructura social, la conformación de un corporati-
vismo ligado al Estado, la eliminación de las organizaciones
sindicales y populares autónomas, una econom ía de acumu­
lación privada absolutamente dependiente del régimen po­
lítico, el militarismo, la arbitrariedad de las reglas del ju ego
ante la ausencia de fiscalización del poder absoluto del go­
bernante, el rechazo al parlamento, eran rasgos ideológicos
del nazifascismo que encajaban en las concepciones políticas
de influyentes sectores de la clase dirigente latinoamericana.
En Colombia un amplio sector del Partido Conservador, bajo
la dirección de Laureano Gómez y Gilberto Alzate Avenda-
ño, se inclinaría hacia los regímenes de Alemania, Italia y
España bajo el fascismo.
La conmemoración del primer centenario del grito de in­
dependencia en 1910 estuvo signada históricamente por la
pérdida de Panamá y por el primer atentado contra la sobe­
ranía nacional ganada por la revolución de independencia
de 1810. Acababa de caer el gobierno de Reyes, que había
traicionado a Colombia como general en jefe del ejército de
reconquista de Panamá en 1903, al haber dejado abandona­
da la avanzada de la defensa del istmo. Y la conmemoración
de la independencia en 1919 tuvo el sabor amargo del Tra­
tado Urrutia-Thorqpson por la capitulación del gobierno co­
lombiano en la defensa de Panamá. Se iban conformando
las condiciones de la nueva colonización, ya no a manos de
los europeos, sino de los estadounidenses. Se había transfor­
mado la doctrina Monroe en un instrumento expansionista
y el dominio del capital financiero que se había apoderado
de Estados Unidos se abría paso hacia una nueva conquista,
la de la exportación de capital. La Segunda Guerra Mundial

235
i8 io

abriría una tregua a la nueva dominación, ante la amenaza


del fascismo, empeñado en la conquista del mundo a sangre
y fuego. Colombia se alinearía con Estados Unidos en el go­
bierno de Eduardo Santos, al lado de los aliados en su con­
frontación con el Eje de Alem ania e Italia.

La d o m in a c ió n im p e r ia l is t a

Estados Unidos preparó sus condiciones de dominación eco­


nómica de Am érica Latina durante la primera mitad del si­
glo x x . Se le imponía en la esfera mundial abrirse camino
cuando se habían agotado las zonas de expansión colonial
copadas por los europeos y los japoneses. Entonces intervi­
no militarmente cuando lo ju zgó conveniente, envió sus mi­
siones económicas de modernización, estructuró el sistema
financiero, presionó en diferentes formas las políticas guber­
namentales e inició el endeudamiento de los gobiernos y la
empresa privada. Se trató de toda una estrategia expansio-
nista. Terminada la Segunda Guerra Mundial le quedaría ya
abierto el camino en la región. El rompimiento de los aliados
de la Segunda Guerra Mundial y la conformación de dos blo­
ques enfrentados, uno controlado por Estados Unidos, emer­
gido como una potencia hegemónica, y el de la «cortina de
hierro», que se alineaba con la Unión Soviética, definirían un
período de confrontación entre las dos superpotencias hasta
la caída del Muro de Berlín, en 1989.
En Am érica Latina, la Conferencia Panamericana de
1948, en Bogotá, constituiría un punto de quiebre en el pro­
ceso de confrontación de ideologías y tendencias que ya en
Europa se agudizaba con la división de Alemania. Liquidado
el fascismo, quedaba como enemigo ideológico y político el
comunismo. Resulta simbólico que la Organización de Esta­
dos Americanos (oea ) hubiera nacido al mismo tiempo y en
el mismo lugar de un levantamiento popular contra el go­

236
U na revolución inco nclusa

bierno colombiano de Mariano Ospina Pérez, a raíz del asesi­


nato del dirigente liberal Jorge Eliécer Gaitán, que bien pudo
haberse convertido en una revolución antinorteamericana.
Fue el Bogotazo del 9 de abril de 1948, mientras se celebra­
ba la Novena Conferencia Internacional Americana. Durante
las dos décadas siguientes, pero, sobre todo, en la década de
los sesenta, el órgano de consulta de la oea cumplió un pa­
pel determinante en el enfrentamiento con el comunismo en
América Latina. La Conferencia aprobaría la primera resolu­
ción anticomunista de los países americanos, denominada La
conservación y defensa de la democracia en América.
No es, por consiguiente, extraño que en la década de los
cincuenta se extendieran dictaduras militares en Argentina,
Bolivia, Colombia, Honduras, Paraguay, Perú y Venezuela.
Para Estados Unidos dejó de funcionar su principio secular
de defensa de la democracia y se impuso el de la contención
del comunismo, sin importar el tipo de régimen político que
se requiriera para ello. En el corto período del auge de la
Unión Soviética en Am érica Latina después de 1975, Estados
Unidos se vincularía con las dictaduras militares de Chile,
Argentina, Uruguay y Brasil. Le costaría la vida a Salvador
Allende. Y donde no logró imponer regímenes militares, uti­
lizó el poder del capital financiero y de los organismos inter­
nacionales de crédito, como el Fondo Monetario Internacio­
nal y el Banco Mundial, para controlar la orientación de los
gobiernos. Sólo Cuba, que con su revolución antiimperialista
de 1959 resistió todas las políticas estadounidenses de domi­
nación en América, se alinearía desde la década de los se­
senta con la Unión Soviética y sufriría, a su desaparición, el
bloqueo económico del amo del Norte.
La Unión Soviética utilizaría la ideología y las armas para
expandirse en Am érica Latina y Africa. No logró intentar
una expansión territorial por medio del capital, porque no
controlaba los instrumentos internacionales que se lo per­
mitieran ni contaba con organismos de crédito aptos para

237
i8 io

agenciar su dominio. Sería el momento en que las condicio­


nes mundiales corrían a su favor, al mismo tiempo que Esta­
dos Unidos sufría una crisis económica que lo pondría a la
defensiva.. Desde la derrota del imperio estadounidense de
1975 en Vietnam, la Unión Soviética se convertiría en la po­
tencia militar más poderosa del mundo y de la historia e iría
reemplazando a la norteamericana en el control de Am éri­
ca Latina. Sólo que no pudo resistir la carrera armamentista
con Estados Unidos, se quedó sin trigo, tuvo que recurrir a la
dictadura argentina de Videla para abastecerse y, finalmente,
entregarse a su contraparte con la famosa perestroika de Gor-
bachov.
Para 1990, la Unión Soviética se había desintegrado como
país y como potencia. Estados Unidos ejercía en Am érica La­
tina un control económico que nunca lograron superar los
soviéticos. Una vez desaparecida de la escena esta amenaza,
el imperialismo norteamericano quedó con las manos libres
para desarrollar su política de dominación a su antojo. Sería
el momento en que George Bush padre aprovecharía con su
«Iniciativa para las Américas», estructurada sobre la base del
llamado hiperbólicamente Consenso de Washington, para de­
finir dos décadas de expansión económica en el continente.
Los principios del Consenso fueron los mismos de una
política diseñada un siglo antes en el Destino Manifiesto: de­
mocracia liberal, libre comercio, empresa privada e inversión
extranjera. Am érica Latina había entrado hacia la década de
los cincuenta en la era del capital financiero y el endeuda­
miento externo, y a lo largo de medio siglo se iría afianzando
esa tendencia sobre la base de los mismos principios defen­
didos en medio de las más grandes contradicciones. Para la
última década del siglo x x todo el continente se había suma­
do a la economía neoliberal de desmonte del capitalismo de
Estado, considerado por los gurúes de la Escuela de Chicago
como socialismo inaceptable. La reacción no se haría espe­
rar, en medio de las dificultades crecientes de un imperio

238
U na revolución inconclusa

en decadencia, con el surgimiento de los gobiernos de una


izquierda de las más disímiles características, desde Chile y
Brasil hasta Venezuela y Ecuador.
El siglo x x modificó sustancialmente las condiciones de
la independencia latinoamericana. Am érica Latina no la
perdió a manos de regímenes coloniales, sino por la fuerza
multifacética del capital, de la inversión directa, del endeuda­
miento externo, de los condicionamientos políticos, de los or­
ganismos internacionales de crédito y del alineamiento con­
tinental. Estados Unidos sólo acudió a la intervención militar
directa en momentos de debilidad estratégica o debido a la
amenaza de otras potencias o de cambios políticos indepen­
dientes de su hegemonía hemisférica, que hasta la década
presente no tuvieron éxito por un tiempo duradero. Sin em­
bargo, su crisis económica de los años 2007 a 2009 puede
constituirse en la señal de la decadencia definitiva del impe­
rio de la segunda mitad del siglo x x . En cien años, Colombia
no ha dado una sola señal de reconquistar su independencia,
lograda en las gloriosas jornadas de la gesta independentista
iniciada en 1810 y perdida en un proceso lento pero inexora­
ble después del robo de Panamá por Estados Unidos.

La in d e p e n d e n c ia n a c io n a l , u n a e s pe r a n z a

El movimiento independentista fue un movimiento heroico


que operó una transformación radical del régimen colonial,
puso las bases del Estado-nación, produjo profundas trans­
formaciones sociales, cambió la estructura del poder políti­
co, definió las condiciones de una nueva educación, barrió
con la esclavitud, forjó una transformación radical de toda
la sociedad y definió la soberanía nacional. Lo más avanza­
do de la sociedad colonial tenía que ver con el comercio y la
minería. Y esas eran las bases fundamentales del desarrollo
económico. De allí dependía la capacidad de asegurar las

239
i8 io

condiciones de vida de una población que crecería a pasos


agigantados durante dos siglos.
En Europa, la vanguardia de la revolución democrática
era la burguesía industrial en ascenso. En Latinoamérica, el
atraso económico de la metrópoli, que estancó el desarro­
llo de sus colonias, no había permitido el desarrollo de una
burguesía industrial. El principal obstáculo para la aparición
de la industria y de la clase que llevara adelante la transfor­
mación industrial lo constituyó el predominio del latifundio
eclesiástico y laico, las concesiones realengas, el régimen ser­
vil del trabajo rural, el sostenimiento de un régimen arte­
sanal urbano y rural en la producción. En Colombia no se
desarrollaron la burguesía y el proletariado industrial sino
hasta muy entrado el siglo x x . Se requería la transformación
de la producción artesanal y del régimen terrateniente en el
campo para dar paso, sobre la base de la inversión de capital,
al desarrollo de la industria. Tomó un siglo después de la
independencia.
Resultó fatal para el desarrollo de Am érica Latina el triun­
fo de las ideas eclesiásticas ceñidas al régimen terrateniente.
La Iglesia católica convirtió en dogm a el poder sobre las tie­
rras amortizadas, el control sobre la educación, la protección
del régimen social predominante en el campo, el fundamen-
talismo religioso de los papas destronados por el liberalismo
italiano, y fue determinante para la polarización religiosa
que condujo a tres guerras civiles en Colombia, que deter­
minaron el proceso político y económico de la nación. Entre
el fundamentalismo religioso, los intereses terratenientes, los
errores del federalismo y la incapacidad de los comercian­
tes como vanguardia de las transformaciones de la economía
nacional, Colombia desembocó en la Guerra de los Mil Días
con el triunfo de la reacción conservadora, que la mantuvo
en el atraso durante 40 años y determinó, en gran medida,
el desarrollo del país hasta después de la Segunda Guerra
Mundial.

240
U na revo lució n inco nclu sa

Núñez justificó su régimen dictatorial, que desembocó en


la recuperación del régimen terrateniente, por la desintegra­
ción a que había conducido el federalismo exagerado de los
radicales de la Constitución de Rionegro. Pero los radicales
de 1863 habían producido las más grandes transformaciones
sociales de la historia nacional, antes de su régimen político
y después de éste, fundamentalmente, con la liquidación del
régimen social y político predominante en la Colonia.
Desde el inicio del proceso de la lucha independentista se
abrió un profundo debate ideológico. La Expedición Botáni­
ca, bajo la dirección de José Celestino Mutis, había abierto las
mentes, las había liberado del fundamentalismo eclesiástico
medieval predominante en España y en amplios sectores de la
dirigencia criolla involucrada en la administración colonial.
En eso consistió su revolución ideológica, determinante en la
independencia de Colombia. De allí partió la inquietud por
las ideas de las revoluciones democráticas, la norteamericana
y la francesa. A ello contribuyeron Pedro Fermín de Vargas,
Antonio Nariño y muchos otros intelectuales. Y una vez la
revolución obtuvo su victoria, el debate ideológico adquirió
enormes proporciones frente a la relación entre la religión y
la política, frente al carácter del sistema de gobierno — demo­
crático o monárquico— , frente a la organización del Estado
— federal o centralizado— , frente al problema de la tenencia
de la tierra, frente a la orientación de la educación. Con la Re­
generación de Núñez y Caro se saldaron los debates en torno
a la influencia de la Iglesia en la política, a la organización del
Estado, a la tenencia de la tierra y a la orientación de la edu­
cación. Se afirmaría cada uno de estos puntos ideológicos con
el triunfo del conservatismo en la Guerra de los Mil Días y la
derrota del radicalismo, y sólo se modificaría el carácter de los
partidos políticos al término de la Segunda Guerra Mundial y
con la constitución del Frente Nacional, en 1957.
La lucha política del siglo x ix se definió, entonces, a favor
de una política de carácter terrateniente. A Núñez lo inspiró

241
i8 io

siempre, una vez hubo regresado de su estadía en Inglaterra,


su obsesión de que la aparición de los obreros sólo le traería al
país el desorden de los sindicatos y de las huelgas, como suce­
día en Europa, donde los obreros luchaban por unajornada de
ocho horas, por salarios decentes y contra el trabajo infantil.
Por eso diseñó una política y una reforma constitucional que
obstaculizaban el desarrollo industrial capitalista. El Partido
Conservador, dirigido por Miguel Antonio Caro, ni siquiera
tenía en cuenta el paternalismo de la encíclica de León XIII
Rerum Novarum, la cual aceptaba ya el desarrollo industrial ca­
pitalista y el desarrollo ineludible del proletariado.
Fue Pedro Nel Ospina, 36 años después de que Núñez con­
sagrara su reforma constitucional terrateniente, quien abri­
ría el camino del proceso industrial colombiano sobre la base
del desarrollo de la infraestructura vial y el capital extranje­
ro. Se había iniciado el desenvolvimiento de la burguesía in­
dustrial colombiana, aunque ya el proletariado había echado
raíces en la producción cafetera, en la elaboración de las tri­
lladoras, en la construcción de los ferrocarriles y en el petró­
leo. Ospina contribuiría a definir una corriente del conser-
vatismo qtie se iría alineando progresivamente con Estados
Unidos, contra la corriente laureanista, que en la década de
1930 se inclinaría hacia el fascismo.
Desde la Independencia, ningún país extranjero ha to­
mado el gobierno ni ha ejercido una dominación directa en
Colombia. Los países imperialistas prefieren controlar otros
países con capital y no con tropas, fundamentalmente finan­
ciero, separado de la producción e independiente de ella y
vinculado a todas sus formas sofisticadas de bonos encade­
nados unos tras otros. Colombia no ha sufrido una invasión
militar, a pesar de haber albergado tropas estadounidenses
en distintas ocasiones del último siglo; pero después de la
Segunda Guerra Mundial, bajo la hegemonía mundial de Es­
tados Unidos y el control sobre los organismos internaciona­
les de crédito, la economía nacional ha estado condicionada

242
U na revo lució n inco nclu sa

por más de medio siglo. La orientación económica nacional


ha sido definida por las exigencias crediticias a que la han
sometido los empréstitos internacionales.
Colombia se ha m odernizado de un país feudal de hacien­
das, de propiedades eclesiásticas, de artesanía atrasada a un
país donde convive la propiedad terrateniente y minifundista
del campo con la agricultura capitalista y el desarrollo indus­
trial y bancario más avanzado. Así surgirían tres tipos de eco­
nomía: la determinada por el carácter feudal de la propiedad
de la tierra, la estructurada sobre la base de los monopolios y
la caracterizada por la pequeña y mediana producción capita­
lista en la ciudad y en el campo. El proceso de modernización
de Colombia lo han estructurado las exigencias del capital
monopolista y la política expansionista de Estados Unidos. Se
ha tratado de una modernización imperialista, determinada
por las condiciones de los empréstitos y las exigencias induci­
das del imperialismo norteamericano.
Si las clases dirigentes de Colombia se plegaron desde el
robo de Panamá al imperio estadounidense y a sus condicio­
nes de desarrollo económico y, sobre esa base, se ha constitui­
do una clase que se nutre de su capital y de sus condiciones
de dominación mundial, de igual manera amplios sectores de
la población han defendido la independencia sin claudicar de
los ideales forjados en la lucha independentista de 1810. Q uie­
nes se opusieron a la entrega de Panamá contra el gobierne
de Marroquín, los que persiguieron a lo largo del río Magda­
lena los firmantes del Tratado Urrutia-Thompson en 1914, los
trabajadores.de las bananeras inmolados por la United Fruii
Company, el pueblo que se rebeló el 9 de abril de 1948 por e
asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, los estudiantes que comba
tieron contra el gobierno militar de Rojas Pinilla, la juventuc
que se levantó en armas contra la dominación imperialista
después de la revolución cubana, los sindicatos que obtuvie
ron con su lucha la nacionalización de Ecopetrol, los campe
sinos que se organizaron en la década de los treinta contri

243
i8 io

los terratenientes, las luchas campesinas de la década de los


setenta del siglo x x , los sectores populares rebelados contra
las políticas neoliberales de trabajo, los maestros y bancarios
y mineros y estudiantes organizados por mejores condiciones
de trabajo. Todos ellos son herederos de la lucha independen-
tista. Todos ellos, en una u otra forma, hateen parte del mismo
ideal por el que combatieron Torres, Carbonel, Vargas, Cal­
das, Policarpa, Nariño, Córdoba, Bolívar, Santander y tantos
otros renombrados y silenciosos para la historia.

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246
IV. A pén d ices
C ronología de la
INDEPENDENCIA DE COLOMBIA
(1780-1819)

A n d r é s O liv o s L o m b a n a

Colombia Latinoamérica, España


y resto del mundo
1780
Octubre 12. El visitador Juan
Francisco Gutiérrez de Piñeres
publica la Instrucción de los
nuevos impuestos en el Nuevo
Reino de Granada.
Octubre- noviembre- diciembre. Noviembre 4. Túpac Amaru
Protestas campesinas captura al corregidor Arriaga
en Simacota, Mogotes y e inicia la rebelión en el
Charalá por los impuestos Virreinato del Perú.
implementados por el visitador
Gutiérrez de Piñeres.
1781
Marzo 16. Primer tumulto en
el Socorro. Manuela Beltrán
rompe el edicto real.
Abril 16. Se lee el pasquín
titulado «Nuestra Cédula».
Mayo y y 8. Victoria comunera Mayo 18. Túpac Amaru es
en Puente Real. ejecutado en el Cuzco.

249
8 io

Colombia Latinoamérica, España


y resto del mundo
1781
Mayo 29. Ocupación comunera
de Girón. Comuneros
empiezan a congregarse en
Nemocón y El Mortiño (cerca
de Zipaquirá).
Junio 2. Ante la Real Audiencia
de Santafé se denuncia que
el indio Ambrosio Pisco se
ha proclamado Cacique de
Bogotá.
Junio 7. Aprobadas las
capitulaciones en Zipaquirá.
Junio 16. José Antonio Galán
ingresa a Mariquita.
Junio 19. Comuneros de
Mariquita ajustician al
gobernador.
Septiembre 9. Descubierta una
conspiración de esclavos en
Antioquia.
Septiembre 11. Rebeldes del
Socorro deciden marchar por
segunda vez hacia Santafé.
Octubre 10. Galán ordena la
concentración de las tropas
en Santa Rosa para iniciar
la marcha a la capital del
Virreinato.
Octubre 13. Galán es capturado
en Onzaga.

250
C ro n o lo g ía de la in d e p e n d e n c ia de C o lo m b ia (1780-1819)

Colombia Latinoamérica, España


y resto del mundo
1782
Enero 30. Galán, Molina,
Alcantuz y Ortiz son
condenados a la horca.
Febrero 1. Galán y sus
compañeros son ejecutados en
Santafé.
! 783
Marzo 31. Se inicia la Expedición Inglaterra reconoce
Botánica del Nuevo Reino de la independencia de
Granada con la dirección de los Estados Unidos.
José Celestino Mutis.
Julio 24. Nace Simón Bolívar
en Caracas.
1784
España prohíbe la lectura de
la Enciclopedia francesa.
_____________ 1785_____________
Agosto 31. En Santafé se
publica la Gaceta de Santafé.
1786
Francisco Miranda viaja por
Europa buscando apoyo para
la independencia.
1787
Mutis elabora Plan paraba Crisis del comercio colonial
enseñanza de las matemáticas por saturación de los
en el Colegio del Rosario. mercados. Quiebras en Cádiz,
Málaga, Barcelona y la Coruña.

251
i8 io

Colombia Latinoamérica, España


y resto del mundo
1788
España libera su comercio
con las colonias de ultramar.
Muerq Carlos III, sucedido por
Carlos IV.
»7fe)
Febrero 19. Nace José Fernández J u lio 14 . En Francia el pueblo
Madrid en Cartagena. se toma la B a stilla .
D iciem bre 13 . El Tribunal de El 4 de agosto son declarados
la Inquisición de Cartagena, los D erechos d el H om bre y d el
mediante edicto, prohíbe C iu d a d a n o .
la lectura y publicación de
los D erechos d el H om bre y d el
C iu d a d a n o .

En Estados Unidos el
Congreso declara presidente a
George Washington.
l 7$
En Santafé se fundan la Un grupo de unos
O ctu bre 28.
T ertu lia d e l B u e n G u sto y la 350 mulatos liderados por
E u tro p élica . Vicente Ogé y Chavannes se
reúne frente a la Asamblea
de Port-au-Prince (Haití)
exigiendo igualdad de
derechos para mulatos y
negros. La manifestación es
reprimida y se producen varias
ejecuciones.
Desaparece la Casa de
Contratación en España.

252
C r o n o lo g ía dk i .a in d e p e n d e n c ia de C o l o m b ia ( 1780- 1819)

Colombia Latinoamérica, España


y resto del mundo
17c)l
Febrero cj. Se inicia en Santafé En España se toman medidas
la publicación del P a p e l contra la influencia de la
P eriód ico de S a n ta fé dirigido Revolución Francesa.
por Manuel del Socorro
Rodríguez.
En Haití se presenta una
rebelión de esclavos
17c)2
A b r il 2. Nace Francisco de En París la multitud asalta
Paula Santander en Cúcuta. las Tullerías; se confiscan los
bienes de la nobleza y se inicia
el proceso contra Luis XVI.
El jesuíta peruano Juan Pablo
Viscardo escribe en Londres la
C a rta a los esp añoles am ericanos,
publicada en 1799 por
Francisco Miranda.
17C>3
A b r il 1.Se informa del Se crea el Consulado de
establecimiento de la Im prenta Caracas.
P a triótica de Antonio Nariño
en Santafé.
D iciem bre. Nariño traduce Ejecución de Luis XVI.
y publica en su imprenta
la D ecla ra ció n de los D4erechos
d el H om bre y d el C iu d a d a n o .
(la de Nariño es la primera
traducción al castellano).

253
i8 io

Colombia Latinoamérica, España


y resto del mundo
17c>4
A g o sto 79. En las calles de Abolición de la esclavitud en
Santafé aparecen pasquines las colonias francesas.
contra las autoridades del ♦
Virreinato.
A g o sto 29. Nariño es puesto en
prisión y todos sus bienes son
embargados.
)5
E nero. Nace Policarpa En Cumaná (Venezuela) nace
Salavarrieta en Guaduas. Antonio José de Sucre.
J u lio 29. Nariño presenta su Revolución de pardos en
famosa defensa. Venezuela.
D iciem b re 19. Nariño es
condenado a presidio en
Africa y a destierro perpetuo.
1796
España declara la
O ctu bre 10.
guerra a Inglaterra.
!?97
27. En Quito nace
D iciem b re En La Guaira (Venezuela)
J u lio .
Manuelita Sáenz. se descubre la conspiración de
los caraqueños Manuel Gual y
José María España a favor de la
independencia y con el apoyo
del mallorquíjuan Bautista
Picornell.
! 7C)8
Septiem bre 26. Nace Tomás En Brasil es descubierta la
Cipriano de Mosquera en conspiración de los afaites
Popayán. (plebeyos).

254
C ro n o lo g ía de i .a in d e p e n d e n c ia de C o l o m b ia ( 1780- 1819)

Colombia Latinoamérica, España


y resto del mundo
1798
Sublevación de los Charrúas
en Río de La Plata.
1799
Nace José María
Septiem bre 8. Conspiración de los machetes
Córdova en Concepción en México. José María España
(Antioquia). es ahorcado en Caracas.
Humboldt llega a Venezuela.
Bernardo O ’Higgins viaja a
Europa y se entrevista con
Miranda.
1800
29. En Guaduas
D iciem bre
nace el ingeniero militar e
historiador Joaquín Acosta.
1801
Febrero77. En Santaíé se En Londres Francisco
M a y o 2.
publica el periódico Correo Miranda firma un proyecto
C urioso. integracionista que se
denomina A p u n te s p a ra u n
g obierno p ro v isio n a l.
1802
Revolución en Santo Domingo.
Reacción francesa en Haití,
donde se restablece la
esclavitud.
1803
Septiem bre 16 . Llega a Santafé Revolución en Haití.
el virrey Antonio Amar y
Borbón

255
i8 io

Colombia Latinoamérica, España


y resto del mundo
1804
í Independencia de
E n ero 1.
Haití. En Francia se promulga
el Código Napoleónico.
1805
En Guasca
O ctu bre 17. Conspiración en Ctizco.
(Cunclinamarca) nace
Mariano Ospina Rodríguez.
1806
D iciem bre 6. Manuel del Miranda organiza una
Socorro Rodríguez publica en expedición para liberar
Santafé E l R ed a cto r A m erica n o . Venezuela, que fracasa.
00
0

Tratado de Fontainebleau que


fija la intervención franco-
española en Portugal. La corte
portuguesa se traslada al
Brasil.
Guerra en Haití.
1808
E n e ro 5. Aparece en Santafé El barón Alejandro de
el S e m a n a r io d el N u e v o R e in o Humboldt escribe su E nsayo
de G r a n a d a dirigido por p o lítico sobre el reino de N u e v a

Francisco José de Caldas. E sp a ñ a .


E nero- febrero. Entrada de
tropas a España de acuerdo
con el Tratado Fontainebleau.
M a rz o 1 7 y 18. Motín de
Aranjuez que determina la
destitución de Godoy; Carlos IV
abdica a favor de Fernando VII.

256
C r o n o lo g ía de i .a in d e p e n d e n c ia de C o l o m b ia ( 1780- 1819)

Colombia Latinoamérica, España


y resto del mundo
l8o8
M a y o 2.Levantamiento
popular en Madrid contra los
franceses.
M a y o 5 y 6. En Bayona, Carlos
IV y Fernando VII renuncian a
la Corona a favor de Napoleón,
quien designa a su hermano
José Bonaparte como rey de
España.
M a y o 9. La Junta general del
Principado de Asturias se
declara independiente del
gobierno de Madrid. Empieza
el proceso de constitución de
juntas en todas las provincias.
Septiem bre 3 . Juan Joséde J u lio 9. José Bonaparte entra a
Sanllorente, enviado por España.
la Junta de Sevilla, llega a
Santafé.
Septiem bre //. Muere José N oviem b re 4. Napoleón
Celestino Mutis. Bonaparte entra a España.
En Santafé se realiza la jura D iciem bre 3 0 . La Junta Central

de obediencia y fidelidad a se refugia en Sevilla.


Fernando VII y la recolección
de donativos. La jura se
efectúa luego en otras
poblaciones: Popayán (29
octubre), Purificación (8 de
diciembre)...

257
i8 io

Colombia Latinoamérica, España


y resto del mundo
1809
Febrero y m arzo. El cucuteño 25. Revolución de
M ayo
Frutos Joaquín Gutiérrez de Chuquisaca (Bolivia)
Caviedes publica las C a rta s ♦
de S u b a , «el primer grito que
se lanzó a favor de nuestra
libertad».
Septiem bre 1. Ignacio de 9 y 10. Patriotas
A g o sto
Herrera escribe el documento encabezados por Juan Pío
« R eflexio n es q u e ha ce u n Montúfar se rebelan en
a m erica n o im p a r c ia l...». Quito y constituyen Junta de
gobierno autónoma, pero fiel a
Fernando VII.
Septiem bre 6 y n . El virrey
Amar y Borbón convoca
Junta extraordinaria a la
Real Audiencia, al Cabildo
y autoridades eclesiásticas y
militares para analizar los
hechos ocurridos en Quito el
pasado mes de agosto.
Septiem bre 25 0 26. El canónigo
Andrés Rosillo y Meruelo
intenta sobornar a la Virreina.
Septiem bre 28. El virrey Amar y
Borbón expide las P r o v id e n cia s
para reprimir el impacto de
los sucesos de Quito y todo
«papel sedicioso turbativo del
buen orden y tranquilidad
pública».

258
C ro n o lo g ía dk i .a in d e p e n d e n c ia de C o l o m b ia ( 1780- 1819)

Colombia Latinoamérica, España


y resto del mundo
1809
Septiem bre. A finales del mes se
rumora sobre un plan de los
oidores para destituir al virrey.
O ctubre 16. El oidor de Quito,
Ignacio Tenorio, moviliza al
pueblo de Pasto y del Patía, y
con el apoyo del gobernador
de Popayán, Miguel Tacón,
derrota a las fuerzas rebeldes
de Quito en la localidad de
Funes, cerca de Pasto.
O ctubre 27, 2 8 y 29. El virrey
Amar y Borbón desde Santafé
envía una expedición militar
contra la Junta de criollos de
Quito.
N oviem bre. A principios del
mes los oidores secretamente
solicitan a la Junta de España
la destitución del virrey Amar
y Borbón.
N oviem b re 20. Camilo Torres
en su condición de Asesor del
Cabildo redacta el M e m o r ia l de
A g r a v io s : «Representación del

Cabildo de Santafé, Capital


del Nuevo Reino de Granada,
a la Suprema Junta Central de
España».

259
i8io

Colombia Latinoamérica, España


y resto del mundo
l8 o g
N o viem b re23. Detenido
nuevamente Nariño;
conjuntamente con Baltasar ♦
Miñano y Carlos Salgar, son
conducidos a los calabozos de
Cartagena.
D iciem bre 29. El virrey Amar y Tentativa de
D iciem bre 1 4 .
Borbón impone el nombramiento los criollos caraqueños de
-sin elección del Cabildo deponer al capitán general
de Santafé- de 6 regidores, Vicente Emparán.
denominados intrusos. En este
mismo día es aprehendido
Andrés Rosillo y Meruelo en
inmediaciones del Socorro.
l8 lO
Andrés Rosillo entra
E n e ro 2 1. E n ero 2 4 . La Junta Central
preso a Santafé. abandona Sevilla.
E n e ro 29. Un Consejo de
Regencia sucede a la Junta
Central.
Febrero 8. Se reinicia el M a r z o 15 . Francisco Miranda
enfrentamiento al interior del inicia la publicación del
Cabildo de Santafé entre los periódico E l C olom bia n o.
criollos y los intrusos.
Febrero 10. Llegan rumores
a Santafé sobre «gente
extranjera en los Llanos».

260
C ro no logía de la in d e pen d en cia de C o lo m bia (1780-1819)

Colombia Latinoamérica, España


y resto del mundo
1810
Febrero 24. Desde Santafé sale
una partida de soldados hacia
los Llanos.
Abril 26. Trifulca en el Cabildo Abril 19. Levantamiento criollo
de Santafé: enfrentamiento a en Caracas. Creación de la
puñetazos y puntapiés entre el Junta Conservadora de los
criollo Ignacio de Herrera y el derechos de Fernando VIL
chapetón Bernardo Gutiérrez; Extensión del movimiento
conmoción e indignación juntista a Cumaná, Barcelona,
general en la capital. Islas Margarita, Barinas,
Trujillo y Mérida.
Mayo 8. Llegan a Cartagena los Alayo. Revolución de mayo en
comisionados Villavicencio y Buenos Aires. Proclamación
Montúfar. de la Junta patriota.
Mayo 14. Como estrategia
de amedrantamiento las
autoridades ingresan las
cabezas de los revolucionarios
Cadena y Rosillo, decapitados
en los Llanos, y los exponen
en la plaza mayor de Santafé.
Mayo 22. El Cabildo de
Cartagena organiza la Junta
Superior de Gobierno.
Junio 14. La Junta Superior Junio 24. El Cabildo de
de Gobierno de Cartagena Paraguay afirma su lealtad a la
destituye y reduce a prisión al Regencia.
gobernador Montes.

261
i8io

Colombia Latinoamérica, España


y resto del mundo
1810
J u lio 3. El Cabildo de Cali se
pronuncia contra el régimen
de dominación colonial e insta »
al establecimiento de una
Junta suprema de gobierno en
Santafé.
J u lio 4. En Pamplona se
produce un amotinamiento de
la población liderado por el
Cabildo contra el corregidor
Juan Bastéis, quien es detenido
y destituido. El Cabildo asume
el gobierno.
J u lio 9 y 10. Soldados al mando
del corregidor español José
Valdés Posada agreden y
disparan contra la población,
causando la muerte de 10
socórranos. El corregidor
es destituido y detenido. El
Cabildo constituye una Junta
Provisional del Socorro e
invita al Cabildo de Santafé a
formar la Junta de gobierno.
J u lio 19. En Santafé se
reúnen durante la noche
en el Observatorio
Astronómico un grupo de
criollos para organizar la
estrategia revolucionaria
del día siguiente contra las
autoridades españolas.

262
C ro n o lo g ía de i .a in d e p e n d e n c ia de C o l o m b ia (1780-1819)

Colombia Latinoamérica, España


y resto del mundo
1810
J u lio 20. En Santafé es día
de mercado y a medio día el
pueblo está concentrado en
la plaza mayor. Como parte
de los preparativos para la
recepción al comisionado
Antonio Villavicencio, unos
criollos solicitan prestado un
florero al comerciante español
José González Llórente,
quien tiene una tienda en
una esquina colindante con
la plaza. El chapetón se niega
e insulta a los americanos;
se produce una trifulca y
gritería que muy pronto se
expande por toda la plaza;
los santafereños enfurecen,
recorren las calles, las
campanas de las iglesias tocan
a rebato, y el pueblo con gritos
exige: «Cabido abierto». A las
diez de la noche el Cabildo,
a puerta abierta, comienza a
sesionar.
________________________________________ 4___________

J u lio 2 1. Al amanecer el
Cabildo de Santafé termina
la sesión, se instala la Junta
Suprema de Gobierno y se
firma el Acta de la Revolución.

263
i8 io

Colombia Latinoamérica, España


y resto del mundo
l8lO
Julio 22. Se reúne la Junta
Popular de San Victorino
dirigida por José María •
Carbonell. Al anochecer
ingresan a Santafé multitud
de gentes provenientes de los
pueblos vecinos en apoyo a la
nueva Junta de Gobierno.
Julio 23. En la noche se
difunde un rumor: el ex
virrey ofrece una gran suma
de dinero por la entrega del
parque de artillería.
Julio 24. Llegan a la capital,
desde Choachí, 500 hombres
en solidaridad con lajunta.
Presos el ex regente, el oidor
Carrión y el fiscal Mancilla.
Julio 25. Rumor: se dice que el
virrey manda cargar cañones
dentro del Palacio. Detenidos
los virreyes.
Julio 26. Lajunta se declara
independiente del Consejo
de Regencia; se firma el
Acta de Independencia y se
ponen en libertad a todos los
presos. Detenido en Zipaquirá
Bernardo Gutiérrez. El Cabildo
de Mariquita se adhiere al
movimiento de la capital.

264
C r o n o lo g ía de i .a in d e p e n d e n c ia de C o l o m b ia (1780-1819)

Colombia Latinoamérica, España


y resto del mundo
l8 lO
Julio 28. Puestos en libertad
los patriotas Castro, Salgar y
Monsalve.
Julio 30. Rumor: se dice que los
oficiales del Batallón Auxiliar
quieren sacar de la prisión a
los virreyes.
Julio 31. Tumultos en la plaza
mayor.
Agosto 1. La Junta envía presos Agosto 2. Régimen de terror en
a los oidores hacia Cartagena Quito, masacre de patriotas.
y el Socorro. En la tarde llega
Antonio Villavicencio.
Agosto 6. Mompox declara su
independencia absoluta de
España. Se destaca la acción
del cura Juan Fernández de
Sotomayor, autor del Catecismo
0 Instrucción Popular.
Agosto 13. Carbonell pide que
se lleve al virrey a la cárcel y a
la virreina a la del Divorcio, lo
que el pueblo ejecuta.
Agosto 14. La aristocracia
criolla y la Junta liberan a los
virreyes.
Agosto 13. La Junta envía a los
virreyes a Cartagena.

265
i8 io

Colombia Latinoamérica, España


y resto del mundo
l8lO
A g o sto 16 . La Junta apresa a
Carbonell, al escribano Manuel
García y a Eduardo Pontón, ♦
por haber sido causantes de la
prisión de los virreyes.
A g o sto 77. Se publica el
periódico oficial L a C o n stitu ció n
F e liz , con noticias políticas y
económicas.
A g o sto 27. Se inicia la
publicación del D ia r io P o lítico
de S a n ta fé de Bogotá, dirigido
por Francisco José de Caldas y
Joaquín Camacho.
A g o sto 3 1 . Pamplona proclama
la independencia en Cabildo
abierto.
Septiem bre 7. La Junta expide «Grito de
Septiem bre 16 .
bando sobre el que «Juntase Dolores» en México.
gentes en la plaza se tuviese
por reo de la lesa majestad».
Septiem bre 19 . El cura Establecimiento
Septiem bre 18.
revolucionario, Fray Diego de una Junta de gobierno en
Francisco Padilla, funda el Santiago de Chile.
periódico A v is o a l P ú b lico , que
alcanza su última edición el 16
de febrero del año siguiente.
Septiem bre 25. Camilo Torres
y Frutos Joaquín Gutiérrez
escriben el documento
« E xp o sició n de m otivos de la
in d ep en d en cia » .

266
C r o n o log ía d f . i .a i n d e p e n d e m c i a d e C o lo m b ia (1780-1819)

Colombia Latinoamérica, España


y resto del mundo
i8io
O ctubre 25. Antonio Amar viaja
a España.
D iciem b re 8. Antonio Nariño
llega a Santafé.
D iciem b re 22. Se reúne el
primer Congreso General
de la Nueva Granada, con la
asistencia de 6 provincias.
1811
A l a n o 28. B a ta lla d el B a jo Se reúne en
M a n o 2.

P a la cé, la primera de la guerra Caracas el Primer Congreso


de independencia en el sur. Venezolano.
El coronel Antonio Baraya
derrota al gobernador de
Popayán Miguel Tacón.
M a n o 3 0 . Se promulga la
Constitución del Estado de
Cundinamarca.
A b r il 1. Jorge Tadeo Lozano Revolución del
A la y o 14.

es elegido presidente de las Paraguay liderada por la clase


Provincias Unidas de la Nueva dirigente criolla.
Granada.
J u lio 14 . Sale el primer número 5. Se declara la
J u lio

de L a B a gatela. independencia absoluta de


• Venezuela.
Septiem bre 19 . Nariño asume la
presidencia de Cundinamarca.
N o viem b re 1 1 . Cartagena Declaración de
N oviem b re 15.

declara su independencia independencia absoluta de


absoluta de España. Chile.

267
i8 io

Colombia Latinoamérica, España


y resto del mundo
1811
N o viem b re 27. Primer Congreso
de las Provincias Unidas de la
Nueva Granada proclama el »
Acta de la Confederación.
D iciem bre 9. La República de
Tunja expide su Constitución
Política.
l8 l2
Febrero 75. El Congreso de Quito
promulga la Constitución del
Estado libre de Quito.
M a n o 2 1. El Estado de M a n o 7 9 . Se promulga la
Antioquia expide su Constitución de Cádiz.
Constitución Política.
J u n io 14 . El Estado de Guerra entre Estados
J u n io 18.
Cartagena expide su Unidos y Gran Bretaña.
Constitución Política.
J u lio 25. En Venezuela:
capitulación del precursor
Francisco de Miranda; preso,
es conducido a España.
Septiem bre 2 1. Victoria del
general Manuel Belgrano en
Tucumán.
O ctu bre 4. El Congreso de las
Provincias Unidas de la Nueva
Granada se reúne en Tunja
y elige presidente a Camilo
Torres.
N oviem b re 20. Se declara la
primera guerra civil entre
federalistas y centralistas.

268
C r o n o lo g ía de l a in d e p e n d e n c ia de C o l o m b ia (1780-1819)

Colombia Latinoamérica, España


y resto del mundo
l8l2
D iciem bre 2. Tropas federalistas
de las Provincias Unidas
derrotan en Ventaquemada
a las tropas centralistas del
general Nariño.
D iciem b re 15. Bolívar escribe el
M a n ifie sto de C a rta g en a .

1813
E n e ro 6. Fuerzas patriotas
comandadas por Pierre
Labatut y Bolívar liberan a
Santa Marta.
E n e ro 9. Tropas centralistas Congreso
E n ero 3 1 .
del Estado de Cundinamarca Constituyente de las Provincias
vencen en San Victorino Unidas del Río de la Plata.
(Santafé de Bogotá) al ejército
federalista de Antonio Baraya.
A b r il 79. Se siembra el árbol 5. El patriota uruguayo
A b r il
de la libertad en Honda; José Gervasio Artigas presenta
posteriormente en Santafé de su discurso L a oración de a b r il
Bogotá, Funza, Sogamoso y en el Congreso de Tres Cruces.
otras ciudades.
J u n io . Colegio Electoral de M ayo 27. Los franceses se
Santafé de Bogotá nombra retiran definitivamente de
dictador a Nariño. • España.
J u n io 1. Llega a Santa Marta el
mariscal de campo Francisco c

Montalvo, nombrado por el


gobierno de España como
capitán general.
J u lio /.Juan Sámano ocupa
Popayán.

269
i8 io

Colombia Latinoamérica, España


y resto del mundo
1813
J u lio 2. Santa Marta cae bajo
los realistas.
J u lio 16 . Declaración de
independencia absoluta de
Cundinamarca.
A g o sto 1 1 . La provincia Septiem bre 30. En la B a ta lla d el
de Antioquia declara su B á r b u la (Venezuela) muere

independencia absoluta. Antonio Girardot.


Septiem bre 2 1. Nariño, con el N oviem bre. El sacerdote y

apoyo de la Unión, sale hacia revolucionario mexicano José


el sur en campaña contra los María Morelos redacta su
realistas. ideario que denomina P la n
político.
N oviem bre. José
Tomás Boves D iciem b re 9. Bernardo
organiza guerrilla en los O ’Higgins es nombrado
Llanos contra la República. comandante de las tropas
chilenas.
D iciem b re 3 0 . B a ta lla d e l A lto D iciem b re 1 1 . Tratado de

Las fuerzas patriotas,


P a la cé. Valencia. Fernando VII regresa
comandadas por el general al trono español y restablece la
Nariño, vencen al ejército monarquía absoluta.
realista de Juan Sámano.
1814
E n e ro 14 .Triunfo patriota E n e ro 2.Asamblea
en la batalla de la hacienda representativa de Caracas le
de C a libío . Nariño ingresa confiere a Bolívar el poder
triunfante a Popayán. supremo.
M a r z o 22. Fernando VII
regresa a España.

270
C ro n o lo g ía dk i .a in d e p e n d e n c ia de C o l o m b ia (1780-1819)

Colombia Latinoamérica, España


y resto del mundo
l8l4
M a rzo 25. En el Campo de
San Mateo (Venezuela) muere
heroicamente el capitán
Antonio Ricaurte.
A b r il 20. Juan
del Corral, A b r il 10. El general inglés
dictador del Estado de Wellington se impone contra
Antioquia, decreta la libertad los franceses en la B a ta lla de
para los hijos de los esclavos. T o u lo u se (Francia).

M a y o 9. Nariño vence a M a yo 28. Patriotas triunfan

Melchor Aymerich en la B a ta lla en la B a ta lla de Carabobo


de Tacines. (Venezuela).
M ayo 11. Los patriotas son J u n io 15 . En la B a ta lla de
derrotados por los realistas en la P u e r ta (Venezuela) los
Pasto. Nariño es apresado. patriotas son derrotados.
D iciem bre 12 . Bolívar y el O ctu bre 1 y 2. En la B a ta lla de

ejército del Congreso de las R a n c a g u a (Chile) los patriotas

Provincias Unidas ponen derrotan al ejército realista.


sitio y se toman a Santafé
de Bogotá. Capitula Manuel
Bernardo Alvarez, dictador de
Cundinamarca.
1815
E n e ro 23. La sede de las
Provincias Unidas de la Nueva
Granada se traslada de Xunja a
Santafé de Bogotá.
Febrero 15. Francisco de Paula Febrero 16 . Ejército español

Santander, j ti uto con Rafael comandado por el general


Urdaneta, ocupa la ciudad de Pablo Morillo sale de Cádiz
Cúcuta. con la misión de reconquistar
las colonias.

271
i8 io

Colombia Latinoamérica, España


y resto del mundo
1815
22. Pablo Morillo llega
J u lio J u n io 18. Las tropas de
a Santa Marta; comienza la Napoleón son derrotadas
reconquista española. definitivamente por
Wellington y sus aliados en la
B a ta lla de Waterloo.

A g osto 18. Se inicia el sitio En Kingston,


Septiem bre 6.

a Cartagena por las tropas Bolívar escribe la C a rta


realistas. de J a m a ica .
D iciem b re 6. Termina el sitio de En México es
D iciem b re 22.
Cartagena: ejército realista se capturado y ejecutado por
toma la ciudad. los realistas el cura José
María Morelos, caudillo de la
Independencia.
1816
Derrota de las
Febrero 22. Bolívar se entrevista
E n e ro 1.

tropas revolucionarias en con el presidente Alejandro


Cachiri (Santander). Petión (Haití), con quien
se compromete a otorgar la
libertad a los esclavos y recibe
auxilios para reemprender
la campaña libertadora de
Venezuela.
Febrero 24. Tropas realistas
fusilan en Cartagena a varios
patriotas.
M a r z o 3. Nariño llega
prisionero a Cádiz (España)
después de meses de reclusión
en Quito (Ecuador).
A b r il 5. El militar español
Warleta y sus tropas ingresan a
Medellín.

272
C r o n o lo g ía dk i .a in d k pk n d k n c i a dk C o l o m b ia (1780-1819)

Colombia Latinoamérica, España


y resto del mundo
l8 l6
A b r il 2 1.Disolución del
Congreso de las Provincias
Unidas.
M a y o 6. Tropas realistas
entran a Santafé de Bogotá
comandadas por Miguel de la
Torre.
M a y o 26. Morillo ingresa a
Santafé de Bogotá; agudiza el
régimen del terror: establece
consejo de guerra permanente,
consejo de purificación yjunta
de secuestros.
M a y o 29. Derrota de los J u n io 2. En Campano
patriotas en la Cuchilla del (Casanare) Bolívar decreta la
Tambo. libertad de los esclavos.
J u n io 6. Fusilado el patriota J u n io . Congreso de

quiteño Antonio Villavicencio. Tucumán; declaración de la


independencia de las Provincias
Unidas de Suramérica.
J u n io 19 .Fusilados José María
Carbonell, Ignacio Vargas,
José Ramón de Ley va, José de
la Cruz Contreras.
J u lio 1. Sámano ocupa
Popayán.
J u lio 6. Fusilados Jorge Tadeo Muere el precursor
J u lio 14 .

Lozano, Crisanto Valenzuela, Francisco Miranda en la


José Gregorio Gutiérrez, prisión «Carraca» de Cádiz,
Francisco García Hevia, (España).
Emigdio Benítez y Miguel de
Pombo.

273
i8 io

Colombia Latinoamérica, España


y resto del mundo
l8 l6
J u lio 20. Fusilados Antonio
Baraya y Pedro de La Lastra.
A g o sto 8, 1 8 y 3 1 . Fusilados
Custodio García, José
Ayala y Joaquín Camacho,
respectivamente.
Septiem bre 3 y 9. Fusilados
Liborio Mejía y Manuel
Bernardo Alvarez,
respectivamente.
O ctu bre 3 y 2(3. Fusilados
Camilo Torres, Manuel
Rodríguez Torices, José María
Dávila, Pedro Felipe Valencia;
y Francisco José de Caldas,
respectivamente.
O ctubre 26. En Pore es fusilado
el patriota Frutos Joaquín
Gutiérrez de Caviedes.
N oviem b re 16 . Sale Morillo de
Santafé de Bogotá y se dirige a
Venezuela.
N o viem b re 23. Fusilado el
patriota Francisco Morales
Fernández.
1817
M a n o 27. Se reinstala la Real Represión absolutista de
Audiencia en Santafé de Fernando VII en España.
Bogotá.

274
C r o no lo g ía de la in d e p e n d e n c ia de C o l o m b ia (1780-1819)

Colombia Latinoamérica, España


y resto del mundo
1817
J u lio 10. Angostura es ocupada Febrero 12. El general José
por las fuerzas patriotas de de San Martín derrota a
Francisco Bermúdez. los realistas en la B a ta lla de
C h a ca b u co (Chile).
N o viem b re 14 . Fusilada
Policarpa Salavarrieta.
N o viem b re 26. Fusilada María
Josefa Esguerra, agente de La
Pola.
l8l8
E n ero 3 1 . Bolívar se encuentra
con José Antonio Páez en
Caujaral.
Febrero 12 . Se unen las
fuerzas de Páez y Bolívar, y
obtienen la victoria sobre las
fuerzas realistas comandadas
por Morillo, en Calabozo
(Venezuela).
A b r il 5. El general José de
San Martín logra el triunfo
definitivo en Chile en la
B a ta lla de M a ip ú .
Agosto.Campaña de Casanare 5. Bolívar retorna a
J u n io
al mando del general Angostura (Venezuela), donde
Santander. Organización repone fuerzas y crea E l Correo
del gobierno republicano en d el O rin o co.
Casanare; Pore, su capital;
se organiza la hacienda y la
instrucción de tropas.

275
i8 io

Colombia Latinoamérica, España


y resto del mundo
l8 l8

Bolívar sale de
D iciem b re 12 .
Angostura con dirección al
Apure.,
1819
Febrero 7. En Angostura las
fuerzas patriotas reciben
refuerzos de tropas inglesas
aliadas.
Febrero 15 . Bolívar instala el
Congreso de Angostura: es
elegido presidente y Francisco
Antonio Zea vicepresidente.
A b r il 2. José Antonio Páez y

sus jinetes llaneros derrotan


la caballería realista en el
combate de las Queseras del
Medio. Durante este mes,
con tácticas dilatorias de
hostigamiento y desgaste,
Santander derrota la columna
realista del coronel José María
Barreiro que intenta invadir
Casanare.
M a y o 23. Bolívar, desde el
Mantecal, planea la liberación
de la Nueva Granada.
J u n io 4 y 5. Bolívar con

su ejército cruza el río


Arauca y entra al territorio
neogranadino.

276
C r o n o lo g ía dk i .a in d e p e n d e n c ia df. C o l o m b ia (1780-1819)

Colombia Latinoamérica, España


y resto del mundo
1819
27. Ejército patriota
J u n io Reunión en Tame
J u n io 12 .

vence en Paya (Boyacá). de Bolívar y Santander: se


reorganiza el ejército y se
diseña el plan de campaña por
la vía de Paya y el Páramo de
Pisba.
J u lio 1 a 6. Fjército patriota
cruza el Páramo de Pisba en
medio de muchas penalidades.
J u lio 25. B a ta lla d el P a n ta n o de
Vargas: Bolívar triunfa gracias

al heroísmo del coronel Juan


José Rondón, de los Llaneros,
de la infantería y de la Legión
Británica.
A g o sto 3. Bolívar ataca y ocupa

Paipa; Barreiro retrocede.


A g osto 4. El ejército libertador
en la noche abandona Paipa y
al día siguiente ocupa Tunja,
lo que obliga a Barreiro a
marchar hacia Motavita.
A g o sto 7. B a ta lla de Boyacá:
ejército libertador derrota
la Tercera División realista;
Barreiro es capturado.
A g o sto 9. Desde Santafé el
virrey Sámano sale huyendo en
dirección a Honda.

277
i8 io

Colombia Latinoamérica, España


y resto del mundo
1819
A g o sto 10. Bolívar ingresa
triunfante a Santafé de
Bogotá. ♦
O ctubre 1 1 . Barreiro y 36
oficiales son fusilados en
Santafé de Bogotá.
N o viem b re 1 4 . Fusilada la
patriota y revolucionaria
Antonia Santos.
D iciem b re 1 1 . Bolívar llega a
Angostura.
D iciem b re iy . Proclamación

de la Ley fundamental de la
República de Colombia: unión
de Venezuela, Nueva Granada
y Quito.

278
P rimeras juntas de gobierno
en H ispanoamérica
(1808-1811)

Fecha Nombre Ubicación País actual


1808-IX-15 Junta Virreinato de Nueva México
de México España
1808-IX-21 Junta Virreinato del Río Uruguay
de Montevideo de la Plata -
1809-V-25 Revolución Virreinato del Río Bolivia
de Chuquisaca de la Pláta
1809-VII-16 Junta Tuitiva Virreinato del Río Bolivia
en La Paz de la Plata
18 0 9 -v iii-io Primera Junta Virreinato del Nuevo Ecuador
de Quito Reino de Granada
1810-IV-19 Junta Suprema Capitanía General Venezuela
de Caracas de Venezuela
1810-V-22 Junta Superior Virreinato del Nuevo Colombia
de Gobierno de Reino de Granada
Cartagena
1810-V-25 Primera Junta Virreinato del Río Argentina
de Buenos Aires de la Plata
1810-VII-20 Junta Suprema de Virreinato Colombia
Gobierno de Santafé del Nuevo Reino
de Granada
1810-IX-18 Primera Junta Capitanía General Chile
Nacional de de Chile
Gobierno de Chile
1811-11-27 Grito de Asencio Virreinato del Río Uruguay
de la Plata '
1811-V-15 Junta del Paraguay Virreinato del Río Paraguay
de la Plata
1811-XI-5 Primera Junta Capitanía General El Salvador
de San Salvador de Guatemala

279
I c o n o g r a f ía

José Antonio Galán


Pintura de Oscar Rodríguez Naranjo.
Academia Colombiana de Historia, Bogotá.

281
2. W U iiíi

Antonio Nariño
Pintura de José María Espinosa. Casa Museo 20 deJulio, Bogotá.

El 3 de Mayo de 1808
Pintura de Goya. Museo del Prado, Madrid.

282
:
.

C abildo A bierto de 1808


Museo del Cabildo, Montevideo.

5.

Antonio V illavicencio
Museo Nacional, Bogotá.

283
6.

Reyerta del 20 de Julio


Pintura de Rubiano. Casa Museo 20 deJulio, Bogotá.

José M aría C arbonell


Casa Museo 20 deJulio, Bogotá.

284
8.

José M iguel Pey


Pintura de Coriolano Leudo.

9.

Ignacio de H errera y Vergara


Museo Nacional, Bogotá.

285
10.

José Acevedo Góm ez


Museo Nacional, Bogotá.

Prisión del virrey A m ar


Pintura de Coriolano Leudo. Museo 20 deJulio, Bogotá.

286
12.

Firm a del A cta de la Revolución


Pintura de Coriolano Leudo. Concejo de Bogotá.

Fernando V II R ey de España e Indias


Colección de Guillermo Hernández de Alba.

287
Fray D iego Francisco Padilla
Reproducido de «Proceres 1810». Banco de la República.

Ejecución de Cam ilo Torres


Pintura de Pedro A. Quijano Mantilla.
Academia Colombiana de Historia, Bogotá.

288
B olívar y Santander en los Llanos
Pintura deJesús María Zamora. Museo Nacional, Bogotá.

17.

Sim ón B olívar
Leveille-Lemercier. Basado en un dibujo de J. M. Espinosa.
Museo Nacional, Bogotá.

289
P olicarpa Salavarrieta
Pintura de Epifanio Caray. Museo Nacional, Bogotá.

Francisco de Paula Santander


Pintura de Ramón Torres Méndez. Instituto Caro y Cuervo.

290
José Antonio Páez
Autor anónimo. Museo Nacional, Bogotá.

C arlos Soublette
Autor anónimo. Museo Nacional, Bogotá.

291
Ejército libertador en el paso de los Andes
Pintura deJesús María Zamora.
Academia Colombiana de Historia, Bogotá.

Atanasio G irardot
Pintura deJosé María Espinosa. Casa Museo 20 deJulio. Bogotá.

292
24 .

Paso del páram o de Pisba


Pintura de Francisco A. Cano. Quinta de Bolívar, Bogotá.

25.

Juan José Rondón


Museo Nacional, Bogotá.

293
Vista parcial del cam po de Boyacá
Autor anónimo. Grabado impreso por Montoya Anubla y Yélez.
Museo Nacional. Bogotá.

jr

R endición de B arreiro ante Bolívar


Pintura deJ. N. Cañarete. Museo Nacional, Bogotá.

294
Sobre los au to res

M a r io J ar am illo

Es abogado de la Universidad de los Andes y doctor en Ciencia


Política y Sociología de la Universidad Complutense de Ma­
drid. Ha sido scholaren Economía en la Universidad de George
Masón y en Educación Universitaria en la Universidad de Har­
vard. Desde hace varios años reside en España, donde enseña
Economía Política Internacional en la Escuela de Negocios de
la Universidad de San Pablo c e u , donde, además, preside la Ini­
ciativa para el Desarrollo de la Innovación Académica, organi­
zación afiliada a la Universidad de Harvard. Es autor de varios
ensayos y textos de enseñanza en historia, economía y ciencia
política, así como de la biografía Esteban Jaramillo: indicador de
la economía colombiana (Taurus, Bogotá, 2006) y del libro de
narrativa titulado Vagabunderías (Seix Barral, Bogotá, 2007).

C ar lo s J osé R eyes

Bogotá, 1941. Dramaturgo, guionista de cine y televisión, in­


vestigador histórico. Autor de varios guiones para el progra­
ma «Revivamos nuestra historia», entre ellos: Bolívar, el hombre
de las dificultades; Nariño, el precursor, y Mosquera y Obando, vidas
encontradas. Autor de los libros: El teatro en el Nuevo Reino de

295
i8io

Granada (Medellín, Eafit), El teatro colombiano del siglo xix, (Bo­


gotá, Biblioteca Nacional), Carlos V, el dueño del mundo (Bo­
gotá, Panamericana), El mundo según Simón Bolívar (Icono),
Dentro y fuera (Medellín, Universidad de Antioquia). Miembro
de número de la Academ ia Colom biana de Historia, de la
Academ ia de Historia de Bogotá y la Academ ia Colom ­
biana de la Lengua. Dirigió durante diez años la Biblioteca
Nacional de Colombia. La Secretaría Distrital de Cultura le
otorgó el Premio Vida y O bra en el 2008.

G ustavo A d olfo Q uesada V anegas

Bogotá, 1947. Licenciado en Historia de Colombia del Ins­


tituto Universitario de Historia de Colombia, Academia C o ­
lombiana de Historia. Magíster en Filosofía de la Universidad
i n c c a de Colombia. Profesor universitario, ensayista, poeta,

narrador y periodista cultural. En poesía ha publicado los li­


bros Poemas de la incoherencia, primera summa (1985), Cantata
de los desnacientes (1988) y Descender a la piel (1995). Es autor
de diversos ensayos de carácter histórico, filosófico, literario,
pedagógico y cultural, publicados en revistas universitarias de
Bogotá, en la revista de la Casa de Poesía Silva y en el Magazín
Dominical de El Espectador. Ha publicado los libros Filosofía
del descubrimiento y la conquista (Universidad Nacional a Dis­
tancia, 2000), Identidad, nación, globalidad, opciones pedagógicas
(Universidad Distrital, 2002), Culturas clásicas de la antigüedad
(Voluntad, 2003), Los estadios mondes del desarrollo (Voluntad,
2004), La cuestión de la pedagogía universitaria (Unincca, 2007).

J avier O c am po L ópez

Obtuvo el doctorado en Historia en el Colegio de México y se


especializó en Historia de las Ideas en Latinoamérica, parti­

296
Sobre los auto res

cularmente de los siglos x ix y x x , en la Universidad Nacional


Autónoma de México. Ha sido vicerrector de Investigaciones
Científicas, decano de la Facultad de Educación, director del
Magíster en Historia y profesor de Historia de Am érica y C o ­
lombia en la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Tunja.
Es autor de varios libros, entre los cuales sobresalen El proceso
ideológico de la emancipación en Colombia, Mitos colombianos y Las
grandes culturas indígenas de América. Es miembro de número
de la Academ ia Colombiana de Historia y de la Academia
Colombiana de la Lengua.

C lém ent T hibaud

Es doctor en Historia de la Universidad de París (Sorbona) y


profesor de Historia M oderna en la Universidad de Nantes.
Es autor del libro titulado Repúblicas en armas (Bogotá, 2003),
sobre los ejércitos bolivarianos en las guerras de independen­
cia de Colombia y Venezuela; también fue coeditor, con Ma­
ría Teresa Calderón, de Las revoluciones en el inundo atlántico
(Bogotá, 2006) y, con Federica Morelli y Geneviéve Verdo, de
Les empires atlantiques entre Lumiéres et libéralisme (París, 2009).
Es miembro del Centro de Estudios en Historia de la Univer­
sidad Externado de Colombia y del Laboratorio Investigativo
de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de la Uni­
versidad de París. En la actualidad trabaja en la preparación
de un libro titulado La majestad de los pueblos: orden simbólico y
construcción de la legitimidad en la Nueva Granada y Venezuela,
1780-1832.

J osé F ern an do O cam po

Es doctor en Ciencia Política de Claremont Gradúate School


de California. En Colombia ha sido profesor de las universi­

297
i8 io

dades de Caldas, de Antioquia, Javeriana, Nacional y Distri­


tal; así mismo, ha sido profesor visitante de la Universidad de
California y del Colegio de México. Es autor de varios libros
y colaborador habitual de publicaciones culturales como la
Revista Javeriana, Deslinde y Educación y Cultura', estuvo a car­
go de la edición de la Historia de las ideas,políticas en Colombia
(Taurus, Bogotá, 2008).

298
Este libro
se terminó de imprimir en los
talleres gráficos de Nomos Impresores
en el mes de marzo de 2010,
Bogotá, Colombia.
Javier Ocampo López
O b tu v o el d o c to ra d o en H istoria en el C o le g io de
M é x ic o y se esp ecia lizó en H istoria de las Ideas en
L a tin o a m é rica en la U n iv e rsid a d N a cio n a l A u tó ­
n o m a d e M é x ic o . H a sid o v ic e r r e c to r de I n v e s ­
tig a c io n e s C ie n tífic a s, d e c a n o de la F a cu lta d de
E d u ca ció n , d ire c to r del M a g ís te r en H isto ria y
p ro fe so r de H isto ria de A m é ric a y C o lo m b ia en la
U n iv e rsid a d P e d a g ó g ic a y T e c n o ló g ic a de T u n ja .
E s m iem b ro de nú m ero d e la A c a d e m ia C o lo m ­
b ian a de H isto ria y de la A c a d e m ia C o lo m b ia n a
de la L en g u a .

Clément Thibaud
D o c to r en H isto ria d e la U n iv e rs id a d de P arís
(S o rb o n a ) y p ro fe so r de H isto ria M o d e r n a en la
U n iv e rsid a d de N a n te s. E s m iem b ro del C e n tro
de E stu d io s en H isto ria de la U n iv e rsid a d E x te r ­
nado de C o lo m b ia y del L a b o ra to rio In vestiga tivo
de la E scu e la de A lto s E stu d ios en C ien cia s S o c ia ­
les de la U n iv e rsid a d de París.

José Fernando Ocampo


D o c to r en C ie n cia P o lítica de C la re m o n t G r a d ú ­
ate S ch o ol de C alifornia. En C o lo m b ia ha sido p ro ­
fesor de las u n ive rsid ad e s de C a ld a s, de A n tio -
quia, J a v e r ia n a , N a cio n al y D istrital; a sí m ism o,
ha sido p ro fe s o r visitan te d e la U n iv e rsid a d de
C a lifo rn ia y del C o le g io de M é x ic o .
Antecedentes,,
desarrollo y
consecuencias
ste lib ro re co g e seis e n sa y o s in éd ito s, escrito s d esd e d iferen tes

E p e rsp e c tiv a s a n a líticas, so b re los a n te ced en tes, el d e sa rro llo y


las re p e rc u sio n e s de u n a fe ch a c ru c ia l en la h istoria de C o lo m ­
b ia y de m u ch o s otros países de A m é ric a L atin a. S u s p á g in a s a b a rca n
el c o n te x to e u ro p e o q u e en m a rcó el c o la p so del im p erio co lo n ia l e s p a ­
ñol, el c o n te x to a m e rica n o en q u e tu v o lu g a r la lu ch a p o r la in d e p e n ­
d en cia, los a sp e cto s so cia le s d e la g u e rra p ro p ia m en te d ic h a y las in ter­
p reta cio n e s h istó ricas q u e han tra ta d o de e x p lic a r la b re ch a en tre los
su eñ os y la realid ad , e n tre las re a liza cio n e s y las fru stra c io n e s de u n a
serie de a co n te c im ie n to s q u e h ace d o sc ie n to s añ os cam b iaro n p a ra
siem p re el m apa p o lítico del m undo.
S e tra ta d e una o b ra p o lém ica, d e sd e luego, p ero q u e sin d u d a a lg u n a
a p o rta v a lio so s elem en to s de ju icio p a ra e n te n d e r p o r q u é, có m o y a
q u é p re cio n a ciero n las re p ú b lica s am erica n as.

~ Mario Jaramillo ~
« L a p e n ín s u l a ib é r ic a a c o m i e n z o s d e l s i g l o X IX »

~ Carlos José Reyes ~


« L O S M O V I M I E N T O S R E V O L U C I O N A R I O S D E L S I G L O XVIII

Y SU IN FLU E N C IA LIB E R TA R IA »

~ Gustavo Adolfo Quesada ~


«Los M O V I M I E N T O S SO C IA L E S A N T E R IO R E S A LA IN D E P E N D E N C IA »

~ Javier Ocampo López -


«E l m o v im ie n t o i d e o l ó g i c o d e l a In d e p e n d e n c i a e n l a N u e v a G r a n a d a »

~ Clément Thibaud ~
« L O S A S P E C T O S SO C IA L E S D E LA G U E R R A

PO R LA IN D E P E N D E N C IA EN LA N U E V A GRANADA»

~ José Fernando Ocampo ~


«U N A R E V O LU C IÓ N IN CO N CLU SA »

taurus

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