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AMERICA:
Este "giro a la izquierda" entiende que el Estado debe retornar a tener una
posición prioritaria, hacia adentro de las fronteras, así como en el diseño y la orientación
política y social de la integración latinoamericana. Es decir, más intervención en la
economía, más gasto público, mejor fortalecimiento de la dimensión social, mayor
diálogo político entre los Estados y mejores mecanismos de cooperación, trascendiendo
de la economía y el comercio. Se comienza a entender que la integración debe
incorporar otras dimensiones diferentes de las que hacían parte del regionalismo abierto.
Huelga decir que la coyuntura económica expansiva, unida al auge de los precios
del petróleo y al abandono de Estados Unidos, que tiene entre sus prioridades regionales
Afganistán e Irak, permite pensar esta nueva forma de entender América Latina desde
esta misma. Es una lectura desde un enfoque progresista y desarrollista, que buscará
priorizar un nuevo impulso sobre la agenda social y reinterpretar así la lógica
integradora en la que América Latina debe ser una construcción regional, estrictamente,
para los latinoamericanos.
Y además, se consolida la mejor expresión del regionalismo posliberal, por cuanto se busca:
4) mayor preocupación por la dimensión social y las asimetrías en los niveles de desarrollo;
Sin embargo, y pese a todo, como podrá verse a continuación, tras una década de
regionalismo posliberal, todo invita a pensar que este transita entre incertidumbres y
factores, tanto endógenos como exógenos, que invitan, cuando menos, a relativizar el
éxito y el poder transformador que, en su inicio, acompañaron a las ideas regionales de
ALBA o Unasur.
Este cambio se remonta unos años atrás, cuando en la Cumbre de Isla Margarita
de 2001, aparece por primera vez la idea de ALBA , entonces acogida como un
proyecto que debía recalibrar la relación Estado-mercado a nivel regional, a efectos de
beneficiar a una sociedad civil interpretada en clave latinoamericana y caribeña, sobre la
cual primar la necesidad de espolear acciones que fortaleciesen los derechos humanos,
la cuestión de género, el desarrollo sostenible, las minorías étnicas y los sectores más
vulnerables de la sociedad civil latinoamericana. ALBA entroncaba, de esta manera, con
la noción de un socialismo del siglo XXI, desde donde la noción élite/imperio permitía
justificar un esquema deintegración regional de corte socialista, de sesgo populista,
antihegemónico y, por extensión, antiestadounidense.
Por todo, puede reconocerse que el mayor valor agregado de ALBA es más
simbólico y retórico que programático, lo cual no es óbice para reconocer la
originalidad de la creación de una cesta de productos y servicios locales de los países
miembros, que sirve como instrumento de compensación del pago de la factura
petrolera a Venezuela. Esto, reafirmando la estrategia de Chávez de buscar que la deuda
se convirtiese en un mecanismo de integración, al tomar como referencia parte de la
experiencia positiva que, en algunos términos, se había desarrollado en los últimos años
con países como Cuba, Argentina o Uruguay.
El hecho de que Brasil sea a Mercosur lo que Mercosur a Brasil, es decir, una
pieza indisociable en este escenario de integración regional, resulta sumamente
importante para comprender de qué modo el influjo brasileño ha ido definiendo el
camino por seguir para Mercosur; máxime, cuando ALCA se dispuso como un riesgo
capital que podía diluir el proyecto presentado por el Mercosur.
Resulta difícil albergar ese potencial horizonte que, sin duda, espolearía la
integración regional suramericana. Mercosur continúa inmerso, tras los años, en una
etapa compleja, producto de la ineficacia de sus instituciones para mantener los
objetivos comunes que impulsaron los Estados miembros a inicios de los noventa. El
proceso de integración no ha avanzado como se desearía, pues Mercosur transita entre
una unión aduanera incompleta y una precaria zona de libre comercio. Empero, tampoco
se puede negar que una proyección de Unasur pueda revitalizar no solo el proyecto
mercosureño sino también una CAN en profunda crisis. Una crisis desdibujada por la
falta de voluntad política, la polaridad ideológica y la negociación individual en 2006 de
Colombia y Perú, con motivo de los últimos tratados de liberalización comercial con la
Unión Europea y Estados Unidos.