Hate Thy Neighbor - S.M. Soto

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 435

Esta traducción fue hecha sin fines de

lucro.
Traducción de lectores para lectores
Apoya al escritor comprando sus
libros.
Ningún miembro del Staff de THE
COURT OF DREAMS
recibe una retribución monetaria por
su apoyo en esta traducción.
Por favor no subas captura de este
PDF a alguna red social.
Staff
Traducción
velaris16s
mym_24
Elyeng18
nikki
Corrección
Elu Salvatore
Lua V
Fat St. Delphi
SloaneE
cavi20_B
J_m
Kany
Revisión final
Fallen Angel
Vequi Holmes
Diseño
velaris16s
Contenido
Sinopsis
Playlist
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Epílogo
Epílogo Extra
Agradecimientos
Acerca del autor

Sinopsis
Recién salida de un compromiso fallido, Olivia Hales necesita
urgentemente un nuevo comienzo. Cansada de ser la chica
encantadora y complaciente que siempre es pisoteada, está
decidida a cambiar su perspectiva de la vida. Cuando encuentra el
trabajo de sus sueños en un pequeño pueblo de California, cree que
finalmente encontró su lugar en la vida. Es decir, hasta que conoce
a su nuevo vecino.

Roman Banks.
Temperamental.
Mal hablado.
Imbécil.
Y el hombre más caliente del planeta.

A una altura de un metro noventa, estaba fríamente distante y


físicamente intimidante. Su nuevo vecino no solo era un dios que
era bueno con sus manos, sino que también era un imbécil de grado
A. Atrapados en la misma calle, compartiendo el mismo espacio
juntos, se han atrincherado en un juego adictivo, ridículo e
interminable de insultos y bromas que resultan en la destrucción de
dos hogares perfectamente buenos.

La tensión entre ellos es tan gruesa como las paredes de sus casas
son delgadas. El toque de Roman ardía como fuego incluso cuando
sus palabras eran hielo, y ambos no se detendrán ante nada para
hacer la vida del otro un infierno. En medio de las bromas y el odio
que se albergan entre sí, Olivia retira lentamente las capas del
hombre de al lado y se siente consumida por querer arreglarlo a él y
su pasado.

Cuando ambos enemigos comienzan a tener sentimientos el uno por


el otro, Olivia se encuentra escondiendo sus propios secretos, no
queriendo perder a otro hombre en su vida. Se dibujan líneas.
Reglas estrictas puestas en su lugar. Pero eso no impide que Olivia
quiera salvar al hombre callado y melancólico de al lado.
Dicen que se supone que debes amar a tu prójimo, pero esa fue la
emoción más profunda que sintió al pensar en Roman. El odio era
todo lo que había en su relación. Por lo menos, eso es lo que trató
de decirse a sí misma.
Playlist
Spotify
Here Comes the Sun — The Beatles
Gives You Hell — All American Rejects
Poison — Bell Biv Devoe
Summer Feelings — Lennon Stella ft. Charlie Puth
A Thousand Bad Times — Post Malone
Saturday Love — Cherrelle, Alexander O’Neal
Fuck You — Lily Allen
All For You — Janet Jackson
Body Bag — Trevor Daniel
Afrodisiac —Brandy
Flames — ZAYN, R3HAB, Jungleboi
Feeling of Falling — Cheat Codes, Kim Petras
Neighbors Know My Name —Trey Songz
Faded — VÉRITÉ
Don’t You Know — Jaymes Young
Alone With You — Kito ft. AlunaGeorge
Daydream —The Aces
Change Your Life — Kehlani, Jhené Aiko
Somethin Tells Me — Bryson Tiller
She Wolf — Shakira
It’s You — Ali Gatie
American Money — BORNS
Hold Me While You Wait — Lewis Capaldi
Lucky — Chelsea Cutler, Alexander 23
Softly — Clairo
All Night — Beyoncé
Girls Love Beyoncé — Drake, James Fauntleroy
Little Lies — Fleetwood Mac
Case Of The Ex — Mýa
Invisible Things — Lauv
The Bones — Maren Morris
“La esperanza no se trata de probar nada. Se
trata de elegir creer en una sola cosa, que el
amor es más grande que cualquier mierda
lúgubre y sombría que cualquiera pueda
arrojarnos".
—Anne Lamott
A los amantes.
A los soñadores.
Y a los flotadores.
Capítulo 1
Here Comes the sun - The Beatles

Olivia
—¿Estás segura de que lo tienes todo, cariño? —La dulce voz de
mi madre resuena en el altavoz.

Con el teléfono asegurado contra mi oído, salgo de la parte


trasera del camión de mudanza que alquilé, y que usaré durante los
próximos días.
—Si mamá. —Mis ojos se ponen en blanco por sí mismos—.
Tengo todo. Deja de preocuparte. He estado sola durante…
¿cuántos años?

El sarcasmo que surge en su tono, no se puede perder ni


confundir. —Esta es tu primera casa, Liv. Demándame por querer
que todo salga bien.

Cerré los ojos de golpe, sintiéndome fatal por mantenerla a


distancia, durante todo este proceso. No es todo culpa mía. Siempre
he sido independiente. Bueno, tacha eso, siempre he querido ser
independiente. Mis padres todavía hacen muchas cosas por mí, que
a menudo doy por sentado, incluso a los veinticinco años.

—Me doy cuenta de que es así, y te amo por eso. —Yo suspiro
—. Pero no te preocupes. Tengo todo controlado. Mañana, tú y papá
todavía vendrán, para ayudar a descargar las cosas más pesadas,
antes de regresar a casa, ¿verdad?
Le pregunto, tratando de hacerla sentir un poco mejor, sobre
su papel en todo esto.
—Tu padre no ha dejado de hablar sobre eso, cariño. Ni
siquiera pude disuadirlo con el sexo. Eso normalmente siempre
funciona.

—Mamá —gimo.

—Dios mío, Liv. Te lo dije, necesitas abrazar tu sensualidad, no


huir de ella.

Mi madre, la Dra. Lisa Hales, es terapeuta sexual, y las


consecuencias de tener una madre como ella corren profundo. Nada
está fuera de sus límites, para ella. Lo mismo ocurre con mi padre.
Es un psicólogo jubilado, y no he compartido ni una sola
conversación con él, en mis veinticinco años, en la que no ha
intentado psicoanalizarme.

¿Los dos juntos? No es tan horrible como piensas. Si no peor.

—Mamá, estoy a favor de abrazar la sexualidad de uno y todo


eso, pero no quiero oír hablar de eso, cuando se trata de ti y papá.
Por favor.

Un escalofrío recorre mi cuerpo y no es agradable.


Mamá suspira. Prácticamente puedo ver el disgusto, escrito en
todos sus rasgos suaves y delicados, incluso mientras habla por
teléfono.

—Estaremos ahí. ¿Estás segura de que no necesitas, que nos


quedemos?

Me da vergüenza pensar, en pasar una noche entera con mis


padres, bajo el mismo techo. Hay una razón por la que empaqué mi
mierda, y huí del nido después de la secundaria.

Escuchar sus actividades sexuales cada noche, estaba


empezando a empujarme hacia el borde de la locura. Lo juro, casi
me arruinan el sexo por completo.
—Estoy segura.

Después de colgar con mi mamá, antes de que pueda


preguntarme si he tenido tiempo para masturbarme últimamente, ha
estado en este asunto de la masturbación y me ha dicho que
necesito "aprender de mi cuerpo y disfrutar de los frutos”.

Lo que sea que se supone, que eso signifique.

Cierro de golpe la puerta trasera del camión de alquiler, y giro


la manija para activar la cerradura. Todo lo que pude cargar y
levantar por mi cuenta, está empaquetado allí como sardinas. Era
como jugar un juego de Tetris, en la vida real.

Con los artículos más voluminosos, tuve que hacer que mis
amigos y mi vecino anterior me ayudaran. Vuelvo a comprobar de
que está bloqueado, antes de rodear la parte lateral del vehículo, y
subir en el lado del conductor.
¿Destino? Mi primera casa oficial.

Eso lo pagué por mi cuenta, sin la ayuda de mi ex novio idiota

Borra eso, mi ex prometido.

Puedes decir que estoy emocionada, pero incluso eso


definitivamente, sería poner las cosas suavemente. Hice todo esto
por mi cuenta, y no podría estar más feliz. Quiero decir, podría no
tener para gastar ni un centavo, y vivir de ramen por un tiempo,
hasta que me acomode en el trabajo, pero aquí es donde siempre
debí estar.

Poniendo la radio más alto, canto la letra de la canción,


sintiéndome más despreocupada, de lo que me he sentido en
mucho tiempo. Mi corazón se llena con un alegre golpeteo, al entrar
en la pequeña ciudad de Campbell. No es una de esas ciudades,
donde todo el mundo conoce a todo el mundo, pero no se parece en
nada a Long Beach. Es un suburbio de San José, y parte del área
de Silicon Valley, o al menos, así es como eligen publicitarlo.
Es hermoso aquí. Con un clima excelente durante todo el año
y hermosas vistas a las montañas, no siento que me pierda mucho,
al estar lejos de Long Beach. Con bonitos centros comerciales y una
comunidad vibrante, es el lugar perfecto para llamar hogar.

Hermosos árboles bordean las calles, fuera de las diversas


tiendas y negocios. Todo se siente tan acogedor y hogareño. Me
recuerda a una ciudad que verías como telón de fondo, en una
película de Hallmark.

Paso el Distrito del Centro, sonriendo al tráfico y la gente al


pasar.

Sí, lo sé, bicho raro, ¿verdad?

Creo que soy la primera persona, que ha estado emocionada


de estar atrapada en el tráfico.

Estoy emocionada de estar aquí.

De que he llegado hasta aquí.

Después de mi compromiso roto con Reid, no pensé que


volvería a ser feliz. Porque, durante mucho tiempo, él fue lo que
definí como mi felicidad, y sin él, sentí que me ahogaba. Me tomó un
mes entero llorar, en mi antigua habitación de la casa de mis padres,
para llegar a mi punto más bajo, y otro mes para que mi vida se
arreglara.

¿Ese tercer mes? Para mí fue la punta del iceberg. Fue


cuando me di cuenta de lo horrible, que era en realidad, mi relación
con Reid. Necesitaba un tiempo fuera, para ver cuán tóxicos e
infelices éramos.

Es mi turno. Es mi viaje. Y todo eso empieza aquí.

Doblo por Clearlake, hacia el final de la tranquila calle sin


salida, donde está mi nueva casa, suspirando felizmente por las
hermosas casas, que pasan frente a mis ventanas.
Campbell es un suburbio bastante residencial, y por el flujo
infinito de vecindarios bien cuidados, se nota.

Esta casa, en particular, estaba un poco fuera de mi rango de


precios, y tendré que dedicar aún más tiempo y dinero, para arreglar
la casa y hacerla presentable, pero en general, estoy bastante
orgullosa de mi compra.

Esta en una gran área, y cualquiera mataría por un lugar como


este, especialmente por el precio aquí en Campbell.
Mi sonrisa se ilumina, cuando detengo la camioneta de alquiler
frente a dicha casa, y la dejo en el parqueo.

Es una casa de estilo artesano de un piso, que tiene el


potencial de ser excelente. La casa está necesitando un poco de
reparación, pero tiene mucho carácter, sólo necesita un poco de
cariño y cuidados, eso es todo.

Mis ojos se arrastran por el camino de entrada, con la cabeza


inclinada un poco hacia atrás para asimilarlo todo. El frente de cada
una de estas casas en la calle sin salida, está diseñada con grandes
ventanas para maximizar la vista exterior, y permitir que se filtre la
luz natural.

Incluso con un techo de tejas en ruinas, y una cerca inclinada y


rota, la casa no es la peor que había considerado, mientras
buscaba.

Estoy segura de que mis padres me escucharán, cuando


realmente la vean con sus propios ojos, en lugar de solo en
imágenes. Eso definitivamente le dará a mi papá algo más para
psicoanalizar.

¿Es esto un grito de ayuda, Olivia?

Un rápido vistazo al vecindario amplía mi sonrisa. Todo es


igual que en las fotografías. Estaba medio esperando llegar aquí, y
ser completamente engañada y capturada, por una propiedad de
mierda. Como dijo el agente inmobiliario, la mayoría de las familias y
personas que viven en esta calle, han estado aquí durante cinco
años o más, o se han mudado no hace mucho tiempo.

Tomo nota mentalmente, de presentarme a las familias de las


casas contiguas a la mía.

A la derecha, la casa es un espejo de la mía, sólo que, uno:


está bien armada, el césped recién cortado y no hay automóvil en el
camino de entrada. Cuando miro a la izquierda, veo un Prius y un
Hummer estacionados en el camino, lo que me hace fruncir el ceño.
¿Un ahorrador de gasolina y un devorador de gasolina? Estoy
segura de que allí vive una persona interesante. Esta casa es una
de estilo Renacimiento Colonial, que se eleva sobre la mía, y me
estremezco de sólo pensar, en la hipoteca de un lugar como ese
aquí.

Cuando he tenido suficiente mirando, me pongo a trabajar,


descargando todas las cajas más livianas del camión, lo que me
lleva el resto de la noche, mucho más de lo que esperaba.

La casa necesita urgentemente una limpieza, pero no me


preocupa demasiado. Mi mamá prometió que me ayudaría, mañana
cuando llegaran.

Mi hermano pequeño tiene un juego a una hora de aquí, este


fin de semana, así que mis padres pensaron que me traerían el auto
desde Long Beach, y me ayudarían con la mudanza.

Dos pájaros de un tiro.

Para empezar, trabajo en la limpieza de las paredes del


dormitorio principal con una esponja, y luego recorro el resto de la
casa, fregando todas las superficies. Froto mi palma a lo largo de las
paredes lisas con brillo, ya trazando esquemas de color y adónde
irán los marcos, y demás accesorios.
Una sonrisa tira de las comisuras de mis labios, mientras
visualizo cómo se verá el resultado final.

Va a ser perfecto. Va a ser mio.

Cuando termino de limpiar la mitad de la casa, miro hacia


arriba, me quito el cabello de la cara y me las arreglo para untarme
la frente con el sudor. Ya es bien entrada la noche.

Ni siquiera me había dado cuenta, cuando se puso el sol. Sin


persianas que cubran la ventana de mi habitación, tengo una vista
completa de la casa de mi vecino. Hay poco espacio entre las
casas. Quien los construyó, obviamente no pensó que ninguno de
los dos, merecía mucho espacio.
Nuestras casas deben reflejarse entre sí, porque todo se
alinea, incluidas las ventanas de nuestro dormitorio principal.
Literalmente, no hay privacidad con la forma en que se han
construido, estas casas idénticas.

Una luz de algún lugar, dentro de la casa de al lado se


enciende, lo que indica que la familia probablemente ya esté en
casa. Otra luz brilla desde el panel al lado de la ventana del
dormitorio, y cuando me desplazo hacia el baño, y enciendo esa luz,
me doy cuenta de que tengo razón.
Estas casas realmente son espejos entre sí.

Después de tomarme un respiro para recuperar el aliento,


vuelvo al trabajo, sólo que me encuentro mirando por encima del
hombro, hacia la casa de al lado, un par de veces durante el resto
de la noche.

Mis padres aparecen temprano a la mañana siguiente para ayudar.


Con más artículos de limpieza, de los que uno usaría para esterilizar
un hospital, mi mamá está lista para empezar con un portavasos
lleno de bebidas Starbucks, y una bolsa de burritos de desayuno
para llevar.

Trabajamos durante horas, incansablemente, fregando


paredes, suelos y ventanas. Mi papá y mi hermano menor, Brandon,
logran traer los muebles pesados del alquiler a la casa. Todo el
mundo es paciente, mientras movemos los muebles, hasta que
encuentro el lugar perfecto para ellos.
Se necesitan aproximadamente tres intentos con cada uno.
Movemos el sofá en forma de L de una esquina a la siguiente, y
hacemos lo mismo con la mesa de café, la mesa del comedor y la
estantería. El dormitorio principal es otra historia.

El hecho de que nadie, me haya retorcido todavía el cuello, es


un milagro.
—Las tablas del piso se están levantando —se queja mi papá
consternado, tocando las tablas con los pies. Si tuviera tiempo,
estoy segura de que los volvería a hacer todos, aquí y ahora.
Ese es mi padre; él es un experto en todos los oficios. Las
puntas de su cabello castaño, cuelgan sobre su frente, protegiendo
ligeramente sus ojos. Es del mismo color que mi cabello. Un marrón
intenso con notas de miel.

Sonriendo, levanto un hombro medio encogiéndome de


hombros.
—Lo sé. Tengo en mente algunos pisos de madera, que me
gustaría probar. Bueno, después de que pinte.
Mis dos padres levantan las cejas sorprendidos. —¿Vas a
pintar y hacer los pisos?

Brandon estalla de risa desde su posición en el sofá, sus


zapatos descansando en mi mesa de café, enfureciéndome sin fin.
Mi hermano pequeño está en el último año de la escuela
secundaria, en Long Beach. Es una estrella del fútbol, y
completamente molesto.

Mis padres lo miman demasiado. Como es el más joven y el


único que todavía está en casa, atienden al pequeño de pies y
manos.

Le lanzo una mirada, chasqueando los dedos, y entrecerrando


los ojos en sus zapatos y su trasero sudoroso que está posado en
mi sofá.

—Fuera los pies —le regaño, luego me giro hacia mis padres,
mis cejas caen en picado— ¿Por qué no iba a hacerlo? Es una
reparación rápida. Mi primera casa oficial, quiero que sea mía.

—Niña, ni siquiera sabes cómo cambiar una llanta.


Brandon se ríe un poco más a mis expensas, y le lanzo otra
mueca por encima del hombro.

Mi nariz se arruga.
—¿Qué tiene eso que ver con esto? Para eso es el seguro y
todas esas otras cosas. —Agito mi mano en el aire con desdén.
Ellos levantan las cejas, esperando que yo entienda su punto,
y lo hago. Quiero decir, lo entiendo totalmente. Mis padres hicieron
todo por mí durante la escuela secundaria y en la universidad,
luego, cuando conocí a mi ex, no tuve que preocuparme por hacer
nada de eso, porque él se encargó de todo por mí.

Cuando tuve un pinchazo, lo llamé y me lo arregló. Si mi coche


necesitaba un cambio de aceite, él hacía las citas y hacía un
seguimiento de todo eso por mí.

Supongo que ahora que él no está, tendré que aprender a


ocuparme de todo eso yo misma, algo que debería haber aprendido
a hacer hace mucho tiempo, pero honestamente, siempre he tenido
un hombre en mi vida, que podría ayudarme.
Primero mi papá, luego mi ex. Nunca tuve un momento en el
que tuviera que depender de mí misma, y confiar en mí misma lo
suficiente, como para hacer algo.
Dejo escapar un suspiro. —Esta es la primera vez, que cada
decisión será mía. Quiero crear recuerdos en esta casa, y quiero
empezar por hacer todos estos proyectos de decoración.
Mi mamá fuerza una sonrisa, realmente no convencida, y papá
solo pone los ojos en blanco, murmurando algo de psicología en voz
baja.
Vuelve a su tarea de llevar las sillas de la mesa del comedor,
algo en lo que Brandon debería estar ayudando.

—¿No se supone que debes estar haciendo algo útil? —Le


levanto una ceja a mi hermano.

Con un ritmo molestamente lento, se levanta del sofá y camina


por el pasillo hacia el dormitorio principal.
—Seguro lo haré. Creo que empezaré, por dejar caer un dos
en tu baño.
Mi rostro se retuerce de aborrecimiento. —Malditamente
repugnante.

Volviendo a concentrarme en mi tarea de apilar cajas, siento la


mirada de mi madre sobre mí, mirándome de cerca.

Demasiado cerca.
—Entonces —comienza mamá, jugueteando con el borde
rasgado, de la caja de suministros de cocina en el mostrador—. Te
estás cuidando, ¿verdad?
Hago una pausa a mitad de camino, después de recoger una
caja. Ella todavía está jugando con ese maldito borde, evitando mi
mirada. Probablemente porque sabe, cuál será mi reacción.
—Claro que lo hago. —Casi me burlo.

—Sólo nos estamos asegurando. Sabemos lo olvidadiza que


eres, y sin Reid cerca para recordártelo…

Pongo los ojos en blanco y cruzo los brazos sobre el pecho.


—No necesito la ayuda de Reid con nada, mamá. Soy
perfectamente capaz, de manejar las cosas por mi cuenta.

Tenemos una mirada perdida que dura unos pocos pero


densos instantes, antes de que ella asiente, y palmee la desaliñada
caja, decidiendo dejar el tema en paz, por ahora. Mi madre siempre
ha sido una mujer hermosa, pero ¿conoces la frase, "envejecer
como un buen vino"?
Esa es Lisa Hales en pocas palabras. Con ojos color avellana
brillantes, pómulos altos y una nariz delgada, mi madre podría haber
sido modelo, si no hubiera seguido la ruta de la terapeuta sexual. En
su mayor parte, la gente dice que mi madre y yo nos parecemos,
pero yo no lo veo.

Donde mi cabello es castaño, el de ella es un hermoso rubio


miel. Donde sus ojos color avellana son brillantes y atractivos, los
míos son planos y aburridos.
Hablando de esos ojos, suben y bajan por mi cuerpo, y ella se
detiene en mis pechos.

—¿Seguiste mi consejo? Recuerda, la estimulación de los


pezones es muy importante para tu cuerpo, y postura durante el
sexo y la masturbación, cariño.

—¡Argh! ¡Mamá! —Yo gimo.


Girando sobre mis talones, me apresuro a salir por la puerta
principal abierta. Cualquier cosa para evitar su "charla sexual". La
mujer en serio, no conoce límites.
Camino de regreso hacia el camión de alquiler, sacudiendo la
cabeza todo el camino. Paso a mi padre, y supongo, por mi
expresión nerviosa, que él sabe exactamente lo que pasó allí,
porque se ríe de mí.

Hago una pausa, en el frente del camión, cuando escucho el


sonido de un trueno. Al menos creo que lo es, hasta que el rugido se
vuelve tan fuerte, que es ensordecedor.

Me protejo los ojos del sol con la mano, y miro hacia la calle de
donde proviene el sonido, sólo para darme cuenta de que algo
viene.

O alguien, debería decir.


Mis ojos se abren, cuando me doy cuenta de lo que estoy
mirando.
La motocicleta cromada que parece pertenecer a un episodio
de Sons of Anarchy1, se detiene en el camino de entrada de la casa
vecina tranquila y bien arreglada.

La que no tiene coches y tiene un bonito césped. Entrecierro la


mirada, mirando a la persona en la motocicleta, mientras se detiene
en el camino.

Una camiseta blanca, franela roja y azul envuelta alrededor de


la cintura y jeans rotos, es todo lo que puedo ver en el exterior, y mis
pies, con mente propia, comienzan a dar pasos lentos e inseguros
hacia la casa de al lado.
Juro que vi al motoclista girar un poco la cabeza hacia mí, pero
es difícil saberlo con ese casco puesto. La visera está oscurecida,
así que no puedo distinguir nada, ni siquiera los ojos de la persona.
Antes de que pueda averiguar quién está ahí abajo o
acercarme, se abre el garaje. La motocicleta acelera rápidamente y
la puerta se cierra, todo en unos segundos.
Aún con el ceño fruncido pegado en mi rostro, miro a mi
alrededor en todas las casas en la calle sin salida. Alguien que tiene
una motocicleta no era lo que esperaba, cuando me mudé aquí. De
ningún modo.
Esto debería ser interesante. ¿Correcto?
Capítulo 2
Gives You Hell — The All-American Rejects

Olivia
Mi primer día oficial en el vecindario, sin mi familia, lo paso
horneando. Para mi disgusto, mi familia se quedó y me ayudó a
instalarme aquí, durante unos días, antes de que tuvieran que
regresar a casa.

Brandon tenía práctica de fútbol y, aparentemente, su


entrenador es un idiota. Mi papá lo llamó idiota, algo que el
incomparable Dr. Ethan Hales no hace a menudo.
Por supuesto, antes de irse, mis padres tenían que saber que
estaba bien, y me hicieron prometer que me cuidaría. Obviamente,
no pudieron decirme eso, con sus propias palabras, porque
discernieron que de alguna manera, conduciría a la próxima guerra
mundial.
Oh no. En su lugar, utilizaron a mi hermano para el trabajo
sucio. Una cosa era que ellos me preguntaran y me cuestionaran
sobre mi salud, pero ¿inculpar a mi hermano? Eso fue un nuevo
nivel.
La primera noche que dormí sola en mi nueva casa, se sintió
surrealista. Era la primera vez que estaba realmente sola. No
compartía mi espacio con compañeros de cuarto, ni con un novio, ni
siquiera con mi prometido; estaba oficialmente sola.

Fue lo más alto que me había sentido, en mucho tiempo. Pero


con todas las actitudes altas vienen las bajas, y lo bajo en este caso
fue mi miedo.
Aunque pequeño, mi miedo seguía ahí, ansioso por ser
escuchado. Temía las palabras de mi ex, temía que todas sus
dudas, estuvieran justificadas.

Quizás no podría hacer esto.

Quizás realmente no sería nada sin él.

Todo lo que hizo ese miedo, fue querer demostrarme que


estaba equivocada. Una vez que superé las dudas, abracé mi nuevo
capítulo con los brazos abiertos, y ninguna pizca de miedo.

Si realmente iba a demostrar que todos estaban equivocados,


primero necesitaba tener fe en mí misma.

Cuando me levanto de la cama a la mañana siguiente, una


nueva ola de emoción me golpea. Me siento renovada y decidida a
disfrutar el resto de mi fin de semana, antes de comenzar mi nuevo
trabajo el lunes.

De vuelta en Long Beach, fui asistente de veterinaria, durante


tres años. No fue fácil encontrar un puesto vacante aquí en
Campbell, tan rápido, pero lo logré. De unas veinte clínicas para
elegir, tenía mi corazón puesto en sólo unas pocas, y tuve la suerte
de que una de esas clínicas se arriesgara conmigo, como nueva
empleada.

Mi plan para hoy, es eliminar todo lo que pueda en mi lista de


tareas pendientes para la casa. Incluso con todos mis muebles y la
mayoría de mis cajas sin empacar, la casa todavía parece estéril y
desorganizada.

Me imagino que encontraré algunos cojines y otros accesorios,


antes de buscar colores de pintura y otras necesidades.

Anoche, vi una receta rápida y fácil en Pinterest, y decidí


probarla después de ir de compras. Pensé que sería una
presentación admirable para los vecinos. Hice dos lotes de pasteles
Bundt de chocolate.
Uno para el vecino de la izquierda, y otro para el vecino de mi
derecha. Dejé los postres con delicioso aroma, en la mejor
porcelana que encontré, aunque que para hallarla, tuve que hurgar
en todas mis cajas, y además envolver cada uno, con papel de
aluminio.

Decido comenzar con la casa a la derecha de la mía.


Personalmente, me gusta llamarlos los contradictorios. Todavía no
puedo, por mi vida, entender por qué tendrían un Hummer y un
Prius.
Ciertamente derrota todo el propósito, ¿no es así?

A pesar de eso, Mona, la dueña de dicho Prius, resulta ser una


mujer realmente dulce. Es madre de cuatro, y supe que su esposo
es dueño del Hummer, que no está en el camino de entrada esta
mañana. Charlamos un rato, y no puedo contener mi arrebato de
orgullo, cuando ella adula el pastel que hice.

Desde su casa, hago el camino de regreso a mi casa, y agarro


el otro pastel del mostrador, antes de dirigirme a la casa del vecino
en el lado opuesto. Una vez más, no hay autos afuera, pero como
noté ayer, el motociclista mantiene sus vehículos en el garaje.

Una sonrisa se dibuja en las comisuras de mis labios, mientras


subo los escalones, contemplando la hierba inmaculada y el aspecto
limpio y elegante de su porche. Sea quien sea, obviamente cuida de
manera excelente su casa y su césped.
Aclarándome la garganta, llamo al timbre y cuadro los
hombros, queriendo causar una primera impresión digna.
Está en silencio, salvo por los fuertes ladridos en la cerca.
Ningún sonido de pasos.
Mis cejas se hunden.

Bien, simplemente toquemos. Si no está en casa, dejaré el


pastel.
Golpeo con los nudillos en la puerta tres veces y espero de
nuevo. Todavía nada. Estoy a punto de dar media vuelta, cuando la
puerta se abre con un sonido frustrado, que sólo puede describirse
como un gruñido bajo.

El tiempo se detiene de repente.

La base se mueve bajo mis pies.

La tensión crepita en el aire. Mis ojos se vuelven


increíblemente redondos, y mi boca se abre en estado de shock.

De pie allí, con gotas de agua rodando por un pecho tonificado,


goteando sobre unos abdominales de los que es imposible apartar
la mirada, está mi vecino.
Mi vecino muy caliente. Hay un tatuaje con una línea sobre su
pectoral derecho, pero no puedo estar muy segura de lo que dice. Y
de repente, la idea de preguntar parece un poco inapropiada.

Se cierne en la puerta como un gigante, y me quedo


boquiabierta por su altura. Tiene que medir al menos un metro
noventa. Por lo general, todos se elevan sobre mí, ya que sólo mido
un metro setenta y dos, en un buen día, pero ¿este tipo? Ese no es
el caso en absoluto.

Demonios, la parte superior de su cabeza, está casi rozando la


parte superior del marco de la puerta. Con mente propia, mis ojos
recorren su cuerpo imposiblemente largo.

De repente, la idea de este individuo desnudo, con el agua


rodando por su fino cuerpo en una ducha me enrojece, y me
incomoda el hecho de que me atrae alguien que ni siquiera conozco.

Trago saliva.

Bueno, ahora sé quién conduce la motocicleta.


Por un momento, me olvido de cómo hablar. Incluso me olvido
de cómo respirar. Inhalo con fuerza, cuando un dolor fuerte viaja por
el centro de mi pecho, recordándome que respire.

Lentamente, arrastro mi mirada del bronceado y tonificado


cuerpo, hasta un par de aburridos ojos azul hielo. El chico es guapo.
Dolorosamente guapo. No pensé que fuera posible que su rostro
fuera mejor que su cuerpo, pero, obviamente, estaba equivocada.

Su rostro está mucho mejor de lo que esperaba.


El color de sus ojos es tan brillante, que es como si estuviera
usando lentes de contacto de colores, y me cuesta apartar la
mirada. Sus cejas fuertes y atrevidas, se arquean sobre ojos
luminosos y furiosos. Tiene pómulos por los que mataría. Y labios
suculentos fruncidos en una línea firme y severa. Su cabello es de
un marrón chocolate oscuro, más largo en la parte superior que en
los lados. Las hebras oscuras parecen, como si acabara de pasar la
mano por ellas; sin embargo, de alguna manera, le queda
increíblemente bien.

—H… Hola, soy Olivia Hales. La nueva vecina. De al lado. —


difícilmente, logro alejar mi mirada—. Sólo quería traer el pastel que
hice. Sé que suele ser al revés, como regalo de inauguración de la
casa para los nuevos vecinos, pero pensé que sería refrescante,
hacer las cosas de manera diferente.

Con su mano agarrada alrededor del nudo de la toalla, justo


encima de la ligera mancha de cabello oscuro que cae por debajo, y
las gotas de agua aún goteando sobre sus impecables pisos de
madera, no se me escapa que son del tono exacto que quería para
mi propia casa, mientras el hombre continúa mirándome.

Olvida eso, el hombre está prácticamente mirando, dentro de


mi alma. Puedo sentir las olas de ira desenfrenada, que se filtran en
el aire a nuestro alrededor. Sin expresión exterior. No hay interés.
Por un segundo, pienso que ni siquiera escuchó lo que dije.
Abro la boca, pero me congelo cuando veo el tic en su
mandíbula. La pendiente pronunciada se vuelve aún más letal, y
casi distrae la mirada. El hombre es como un maldito descendiente,
de un dios griego.

Ante mi silencio, su boca se tuerce con frustración, tal vez


molestia, ni siquiera estoy segura, pero es suficiente para hacer que
mi sonrisa y mi espíritu positivo flaqueen. Me muevo torpemente
sobre mis pies, el peso del pastel de repente, se vuelve demasiado
pesado en mis manos.

—Yo, um, probablemente lo pondría adentro. Hace un poco de


calor hoy.

Y, una vez más, nada. Ni una maldita palabra. Ni siquiera me


ha dado su nombre, por el amor de Dios. Él simplemente continúa
mirándome. Los rasgos afilados de su hermoso rostro, no revelan
nada.

—Lo siento. Podría haberme perdido algo —digo, levantando


la voz en caso de que tenga problemas de audición. Esa puede ser
la única explicación de su silencio.

—Soy tu nueva vecina. O-li-via.

Hago un espectáculo de decir mi nombre y hablar en voz alta.


No hay forma de que pueda malinterpretar eso. A menos que sea
sordo.

Oh, mierda. ¿Y si realmente es sordo?

Su agarre se aprieta en la puerta, y sus cejas se hunden, los


bordes afilados se inclinan hacia abajo, proyectando sombras en su
rostro.

—Te escuché la primera vez.

Su voz... Cristo, su voz.


Rueda por mi cuerpo. Se siente como mantequilla tibia y
derretida en mi piel, y revuelve algo desconocido dentro de mí. Su
discurso está aromatizado con whisky y tabaco. Ni siquiera estoy
completamente segura de si eso es algo, pero siento que lo es. Es
tan profundo, masculino, y demasiado caliente, que me toma unos
segundos darme cuenta de lo que dijo. Cuando lo hago, mi cara se
arruga de confusión.

Bueno, si me escuchó la primera vez, ¿por qué me está


haciendo parecer una mierda para él y verme ridícula?

—Oh, lo siento —murmuro, mirando hacia mis uñas pintadas


de blanco—. Bueno, es un gusto conocerte...
Me detengo, esperando que sea un caballero y me dé su
nombre. No lo hace. Me da una mirada fría.

Okaaay.
—Aquí, disfruta esto. Tengo algunas paradas más que hacer,
luego algunas compras que hacer, pero te veré por ahí.
Empujo el plato con el pastel cubierto con papel aluminio hacia
él, y lo mira como si fuera ofensivo, sin hacer ningún movimiento
para tomarlo. Mis brazos comienzan a ponerse pesados, colgando
entre nosotros, y pasa un tiempo largo e incómodo.
Es una especie de prueba, ya que nos miramos el uno al otro,
viendo quién se romperá primero. Los músculos de mis brazos
están gritando, al borde de temblar, y deseo con la mirada para que
lo tome.

—No.
—¿No? —Repito, sintiéndome extrañamente desconcertada
por este extraño, que está desnudo y su conducta es fría.

Tomando una página de mi libro, hace un alarde de alargar las


sílabas cuando se repite.
¿Este chico tiene un vocabulario limitado?
—¿Qué quieres decir con no?

Agitada por su rudeza, aprieto mis dientes traseros y aprieto


mis molares. Cualquier cosa para evitar decirle a mi vecino, que
está actuando como un idiota.

Se mueve, cambiando su agarre en la puerta. El movimiento


hace que los músculos de sus brazos y sus abdominales, se
flexionen sin permiso. Ni siquiera tengo la fuerza de voluntad, para
obligarme a apartar la mirada.

Cristo en el cielo, tiene esas venas que se tensan contra una


piel tan perfectamente bronceada y...

De repente extiende la mano y, por un segundo, creo que va a


tomar el recipiente, pero en cambio, lo empuja hacia mí.
—Quiero decir, no. No lo quiero.

Sin otra palabra, me cierra la puerta en la cara.


Un grito de asombro pasa volando por mis labios, ante el eco
resonante de la puerta cerrándose, y me quedo ahí, mirando la
madera, como una completa tonta, hasta que puedo hacer que mis
pies se muevan correctamente.

Cruzo su césped de regreso a mi casa, y miro por encima del


hombro. Quiero darle a mi vecino el beneficio de la duda, pero en lo
que respecta a los primeros encuentros, creo que es un idiota
absoluto.

Paso demasiado tiempo en HomeGoods y otro largo período en la


ferretería local, buscando opciones de pisos. Incluso cuando me
encuentro con un color similar, al que tengo en mente, recuerdo los
pisos de mi vecino. Los suelos de madera rústicos claros, son
exactamente lo que estoy buscando.

Si las cosas hubieran ido de manera diferente, cuando le llevé


el pastel allí antes, podría haber tenido las agallas de ver más allá
de su buena apariencia, y preguntarle por sus pisos, pero
definitivamente no es así como fue. Sigo repitiendo el encuentro,
repasando todo en mi mente. Me cuestiono a mí misma,
preguntándome si hice algo para molestarlo, pero nada se destaca
para mí.
Podría haberlo atrapado en un momento horrible, y creo que,
técnicamente, lo hice. Después de todo, estaba saliendo de la
ducha.
¿Quizás fue mi mirada con los ojos? No quería follármelo con
la mirada a propósito. Simplemente no esperaba, que mi vecino se
pareciera a un puto modelo masculino de Men's Health o GQ. Pero
tengo la sensación de que ese tampoco era el problema.
Por mi vida, no puedo sacar de mi mente, su actitud de idiota y
sobre todo, sus ojos. No creo haber conocido a nadie, y menos a un
hombre, con unos ojos tan hermosos. Eran duros y de aspecto
enojado, pero también eran hermosos. Devastadoramente
hermosos. El azul vibrante no se parecía a nada que haya visto
antes.
Cuando llego a casa y voy por el camino de entrada, miro la
casa de al lado. El garaje del vecino está abierto de par en par y él
se mueve por el interior. Es difícil ver con claridad, pero vislumbro lo
suficiente para distinguir su silueta y el vehículo en el interior.

Hago una pausa, preguntándome si debería ir allí y saludar,


pero después de lo incómoda que fue esta mañana, decido no
hacerlo. En cambio, salgo del auto, pero cuando cierro la puerta, el
sonido fuerte es suficiente para llamar su atención.
Con sus manos apoyadas en el borde de su carro Muscle2 y el
capó levantado bloqueando la mitad de la vista, mira hacia arriba.
Aunque está demasiado lejos para ver el color, prácticamente puedo
sentir el azul de su mirada en mi carne.

Su mirada tiene una textura, una que puedo sentir recorriendo


mi cuerpo, viajando por mi columna, como si fuera un rodillo en una
silla de masaje. Trago más allá de la repentina sequedad en mi
garganta, y sonrío, saludándolo.
No devuelve el gesto ni sonríe. Simplemente sale del auto, se
mete un pañuelo rojo de aspecto sucio, en el bolsillo trasero de sus
jeans de corte bajo, y luego golpea algo en la pared. Las bisagras
rugen cuando la puerta del garaje entra en acción, y se cierra,
ocultándolo de la vista.

Solamente así.
Mi sonrisa cae. Mis cejas se hunden aún más.

Bien, sé que no me estoy imaginando cosas ahora. Mi vecino


realmente es un idiota.

Una pesadez se instala en mi pecho y niego con la cabeza,


tratando de dejar que la sensación se me escape. No debería
importarme, ni tomarme personalmente su desprecio. ¿Quizás es
sólo un bicho raro al que le gusta su privacidad? Pero una parte de
mí, la parte que ama complacer a los demás y odia que no le
gusten, esa parte de mí no lo dejará pasar.
Simplemente no entiendo.

Haciendo caso omiso de la necesidad de marchar al lado, y


exigir una respuesta por el descaro de mi vecino, abro el maletero y
empiezo a descargar mis maletas. Yo principalmente compré
algunas cosas para el interior de la casa, pero también compré
algunas herramientas de jardinería en la ferretería.
Pensé que aprovecharía la brisa fresca, y me pondría a
trabajar en el patio trasero.
Probablemente debería comenzar primero por el frente, pero
con la forma en que el sol golpea el porche y el césped descuidado,
me arriesgaré en la parte de atrás, donde hay sombra.
Vestida con mi camiseta sin mangas de Long Beach High, un
par de pantalones capri de yoga, y un sombrero viejo y maltratado
de Disneyland, me pongo a trabajar en la parte de atrás, arrancando
las malas hierbas. Mi próxima tarea será hacer que la hierba vuelva
a crecer, en el césped porque, en este momento, se compone
principalmente de tierra y malas hierbas. Aquí se parece muchísimo,
a un campo abandonado.
Aproximadamente a la mitad de la limpieza en la parte de
atrás, escucho un sonido de raspado proveniente de la cerca de al
lado y el sonido de algo tintineando. Gotas de sudor ruedan por mis
sienes, y el sudor se desliza incómodamente por mi espalda. Con el
ceño fruncido, me vuelvo hacia la fuente. Una pata blanca y negra
sale por debajo de la cerca, de la puerta de al lado. Una sonrisa se
dibuja en mi rostro, mientras dejo caer las herramientas y me quito
los guantes de jardinería. Esa sonrisa cae repentinamente cuando
suena un gruñido, y el perro de al lado, de alguna manera, se las
arregla para atravesar una tabla suelta en la cerca, sólo otra cosa
que tengo que arreglar, en mi jardín.

Los ojos del husky son los que me golpean primero. Los ojos
en forma de almendra del perro son tan grises, que casi parecen
blancos. Su cabeza tiene marcas blancas y negras. El negro se
envuelve alrededor de sus ojos y oídos, incluso entre sus ojos,
mientras que el resto de su rostro es de ese color blanco como la
nieve. Las marcas entre sus ojos, junto con su color, lo hacen
parecer astuto y me atrevo a decir, intimidante.

El husky merodea hacia mí, gruñendo entre dientes. Intento


controlar mi frecuencia cardíaca y retrocedo un paso lentamente.
Después de tratar con tantos animales y sus diferentes
temperamentos, estoy entrenada para manejar estas situaciones,
pero, por alguna razón, con cada paso que doy del husky, parece
que no puedo controlar mi respiración. Es tan... intimidante. Es casi
como si me estuviera frunciendo el ceño. Las marcas en su rostro lo
hacen parecer más severo, que la mayoría de las otras razas que he
visto.

Empujándome en posición vertical, me paro en toda mi altura,


mostrándole quién es el alfa. Si demuestro mi dominio, es menos
probable que salte y me ataque.

—Está bien, amigo —le digo, extendiendo mi mano


lentamente. Su gruñido crece en volumen. Obviamente, no le gusta
el cambio de posiciones—. Todos somos amigos aquí. ¿Por qué no
vuelves a tu jardín, y yo voy a entrar?
Doy un paso tentativo más cerca, y él se tambalea hacia
adelante, gruñiéndome.

Retiro mi mano, mi corazón se acelera ahora. Gotas de


transpiración caen en mi frente, mientras trabajo para controlar mi
respiración. El perro muestra los dientes, todavía me gruñe, y
ambos nos congelamos ante el brusco silbido. Al mismo tiempo,
ambos miramos hacia la cerca, al oír la voz profunda.
—Max.

La voz de mi vecino es áspera, ronca y llena de la orden de un


alfa; un alfa de un perro, por supuesto, eso es lo que quise decir.

Max sigue obedientemente la voz de su dueño, saltando a


través de la tabla suelta de regreso a su patio, como si no me
hubiera asustado hasta la mierda. Un temblor baja por mi columna,
cuando mi mirada choca con la del vecino y dejo escapar un jadeo
inaudible.
Su rostro es una máscara en blanco. Es tan arrogante, tan frío,
pero cada vez que me mira, siento un estremecimiento en mis
entrañas. Una sensación de picazón en el cuero cabelludo, y en las
yemas de mis dedos que no puedo ubicar.
Con el dorso de mi mano, me limpio el sudor de la frente y
sonrío torpemente en agradecimiento. Doy pasos inseguros hacia la
cerca, tratando a mi vecino como lo hice con su perro. Como si fuera
un animal feroz que fuera a atacar, sin un segundo de advertencia.
—Gracias. Trabajo con animales, así que normalmente no
tengo problemas para calmarlos, pero supongo...
Mi vecino gira sobre sus talones y comienza a alejarse, cuando
estoy en medio de una conversación.

Simplemente me da la espalda, ni siquiera me deja terminar.


Mi boca se abre en estado de shock, y me estremezco cuando
escucho que su puerta corrediza de vidrio, se cierra de golpe.

Ahora estoy realmente empezando a enojarme.


¿Cuál es su problema?
Capítulo 3
Summer Feelings — Lennon Stella ft. Charlie Puth

Olivia
Mi primer día oficial en la veterinaria Bennett, comienza con un
completo desastre. Presiono repetición demasiadas veces en mi
alarma, y luego, cuando llega el momento de ducharme, las
tuberías deciden derretirse, porque el agua caliente por el que
pagué no es, de hecho, caliente, y aparentemente, el indicador de
temperatura es una mierda también, porque siento que me estoy
duchando en algún lugar del Ártico.
Con mis pezones tan duros como rocas, y la piel de gallina
grabada permanentemente en mi piel, ni siquiera me molesto en
maquillarme. Rápidamente me recogí el pelo en un moño, antes de
ponerme mi bata de trabajo y salir volando por la puerta principal,
sin desayuno. Por supuesto, eso ni siquiera es lo peor de mi
mañana. ¿Quieres saber qué lo remata? Mi vecino idiota sale de su
casa al mismo tiempo que yo. Y, como la idiota que soy, me detengo
en mi prisa y lo saludo de nuevo. Ni siquiera me sorprende, cuando
mira a través de mí, se sube a su motocicleta y la acelera,
alejándose.

La frustración que hierve a fuego lento justo debajo de la


superficie, me hace rechinar los dientes y apretar mis manos en
puños. Me doy una charla de ánimo interior, cuando entro en mi
coche y me voy, diciéndome que la próxima vez que vea a mi
vecino, lo voy a ignorar, como él me ignora a mí.
Eso le mostrará.

La veterinaria Bennett es un paso adelante, desde el último


lugar en el que trabajaba a las afueras de Long Beach. Aunque la
instalación es un poco más pequeña, en general, el lugar es mucho
más limpio y organizado. El personal es dulce. Con un total de
cuatro veterinarios, seis veterinarios técnicos, y otros dos asistentes,
completo a los empleados de la clínica.

Paso la mayor parte del día recorriendo las instalaciones, y


aprendiendo cómo manejan los procedimientos de cuidado de los
animales. Recibo un curso intensivo rápido sobre todo, desde el
cuidado de animales enfermos y heridos hasta la limpieza, y me
muestran dónde están las perreras y las salas de procedimientos.
Conozco a tres de los cuatro veterinarios.
El Dr. Bennett y su hijo son dueños de la clínica. Samuel
Bennett tiene poco más de setenta y se jubilará pronto. Con ojos
color café y cabello blanco como la nieve, el Dr. Bennett es un
hombre dulce y delicado, que no puedo evitar adorar durante
nuestro primer encuentro. Su hijo, Travis, se hará cargo de la clínica
cuando se jubile. Aunque Travis no pudo venir hoy para conocerme,
considero que estoy en buenas manos, aquí en la clínica.

Creo que paso la mayor parte del día sonriendo, mientras


realizamos los procedimientos. Esa sonrisa sólo crece, cuando
finalmente me permiten acercarme a los animales. Esta siempre ha
sido mi parte favorita de trabajar con animales. Curarlos.

Sin darme cuenta, ellos también me curan. La capacidad de


aliviar el sufrimiento de una criatura viviente que respira, que ha
sufrido lesiones traumáticas o enfermedades crónicas es increíble.
El cuidado de los animales, siempre parece distraerme de los
problemas que he tenido antes. Porque la forma en que los
animales expresan su gratitud, es mucho mayor que la forma en que
lo hacen los humanos. Es sin duda el trabajo más gratificante que
he tenido.

No puedo precisar exactamente, cuándo decidí que quería


cuidar a los animales. Ni siquiera estaba obsesionada con los
animales cuando era más joven; sólo había una parte de mí, que
quería curar cualquier cosa o alguien. A veces, los humanos pueden
ser verdaderos idiotas, así que decidí que curar animales era un
premio de consolación, tan bueno como cualquier otro.

Después de calmar a un gato con gusanos, y conectar a un


perro a anestesia, después de que se le clavara agujas de pino, me
doy cuenta de que es hora de irme.

Limpio mi estación y paso los animales de mi cuidado a Lucy,


una de las otras asistentes, antes de irme. Todo el viaje a casa es
un soplo de aire fresco. ¿Lo mejor de trabajar aquí? Tiene que ser el
impulso.

Antes, cuando vivía en Long Beach, tenía que conducir casi


dos horas al día para ir al trabajo, pero ¿aquí? Es sólo un viaje de
veinte minutos con tráfico.

Mi estado de ánimo alegre se atenúa, cuando llego a la


entrada de mi casa y noto que el garaje del vecino está abierto. La
luz está encendida adentro, iluminando el espacio, dándome una
vista clara del carro Muscle rojo y negro en el interior. Dejó su
motocicleta en el camino de entrada.

El auto en el que está trabajando por dentro parece viejo,


probablemente uno de esos Chevelles o Mustangs. No soy una
persona de autos, así que obviamente, no puedo estar muy segura
de qué es.

Al igual que la última vez, se abre el capó y mi vecino se


agacha, trabajando en algo debajo. No sé qué porque me obligo a
apartar la mirada.
“Ignóralo. Es un imbécil que no merece tu tiempo” me grito a
mí misma, mientras agarro las llaves de mi casa, y levanto mi bolso
del asiento del pasajero. Es una maravilla que pueda mantener la
mirada al frente, todo el tiempo que camino desde el auto hasta la
casa.
Cuando estoy adentro, la puerta está bien cerrada, apoyo la
espalda contra la madera y suspiro. ¿Lo único malo de la mudanza?
Hasta ahora, es mi vecino.

Suponiendo que es seguro hacerlo ahora, echo un vistazo a su


casa, pero no puedo ver el interior de su garaje desde aquí, lo que
probablemente sea algo bueno. Lo último que necesito es otra
razón, para seguir pareciendo estúpida frente a mi vecino.

Los próximos días en el trabajo son muy fáciles. Cada día, llego a
casa con una amplia sonrisa en mi rostro. Incluso me hice amiga de
los otros asistentes, que trabajan en la clínica. Lo que es aún mejor
es que finalmente, encontré mi rutina de ignorar a mi vecino.

Casi nunca lo veo ahora, pero escucho a su perro, Max, ladrar


como una tormenta de vez en cuando. La amante de los animales
que hay en mí, quiere ir a la puerta de al lado y jugar con él, pero
me detengo en seco, recordando lo idiota que es su dueño, y lo frío
que fue el animal conmigo la primera vez.

Eso tendrá que rectificarse.


Vuelvo a la tarea en cuestión, pegando el plástico con cinta
adhesiva al suelo. Honestamente, no entiendo por qué me molesto.
Los pisos son tan feos como se van a poner, pero en todos los
videos sobre pintura que he visto en YouTube, creo que es mejor
seguir las instrucciones de un profesional.

Puede que no sea Chip o Joanna Gaines3, pero seguro que


planeo pintar y decorar mi casa, al menos una fracción de sus
estándares.

Ayer, después del trabajo, me detuve en la ferretería, y compré


fondo de papel pintado para las paredes. Todavía estoy jugando
entre colores, pero creo que hacer rodar la pelota, lanzando fondo
de papel pintado, ya que es un comienzo tan bueno como cualquier
otro.

¿Vez? Eso se lo demostrará a mis padres. Sólo un verdadero


profesional sabría acerca del fondo de papel pintado.

Con todos mis suministros dispuestos, la puerta trasera, las


ventanas abiertas, y la música a todo volumen, me pongo a trabajar.
Tengo mis muebles en la sala de estar todos agrupados en el
centro, para evitar contratiempos de pintura.

Sumerjo el rodillo de pintura en la bandeja y lo arrastro,


permitiendo que la pintura penetre en la fibra. Mis caderas se
balancean al ritmo de "Poison" de Bell Biv Devoe.

Canto la letra, pasando el rodillo blanco sobre la horrible pared


brillante. Con cada inmersión y golpe, se cubre más pared y no
puedo contener mi sonrisa.

Una nueva pared.

Una que es mía y sólo mía.

Antes de que me dé cuenta, dos paredes de la sala de estar


están pintadas, y estoy en la tercera. "Saturday Love" de Cherrelle
suena por los parlantes Bluetooth y muevo la cabeza.

Cantando la letra, estoy tan perdida en la tarea y en la canción


alegre, que no escucho los golpes en la puerta mosquitera durante
unos minutos. Tampoco escucho el ladrido agudo, o el profundo
barítono de la voz masculina.

Me doy la vuelta, completamente sorprendida. En el proceso,


la pintura salpica contra mi mesa de café y siseo.

—Mierda, mierda, mierda.


Los golpes en la puerta de la pantalla frontal, comienzan de
nuevo. Con un gruñido, dejo caer el mango y dejo que el rodillo
caiga sobre la pintura. Me limpio las manos manchadas de pintura
en los pantalones cortos y la camiseta sin mangas. No sé de dónde
vino toda la pintura. Podría haber jurado que estaba haciendo un
trabajo excelente, pero cuando miro las gotas de pintura que cubren
el piso y mis zapatos, me doy cuenta de que es mucho más difícil,
de lo que pensé originalmente.

Mi corazón da un vuelco, cuando acorto la distancia entre la


sala de estar y la puerta mosquitera. Algo se agita en mi estómago,
los efectos de una sensación extraña, viajan por mis venas y me
niego a reconocer qué es, mientras abro la puerta mosquitera y me
encuentro cara a cara con mi vecino.

Su rostro está tenso por la frustración. Sus ojos están


entrecerrados, prácticamente incinerándome, con la mirada que me
está disparando. Sus labios regordetes están presionados en una
línea sombría. Tiene una pequeña cantidad de barba incipiente, a lo
largo de su afilada mandíbula. Su camiseta negra abraza sus
músculos a la perfección, y aunque puedo sentir su ira, me
encuentro luchando por no quedarme boquiabierta, ante lo guapo
que es.

Cuando finalmente me encuentro con su mirada, me sorprende


la intensidad reflejada en mí. Pensé que sus ojos eran de un azul
oscuro y profundo, pero estaba equivocada. Hoy, sus ojos, aunque
todavía azules, han adquirido un tono gris más claro. Esos ojos de
tono gris me miran, taladrando agujeros en mi cráneo, y trago saliva,
forzando una sonrisa incómoda.

—Lo siento, ¿puedo ayudarte?

Se ríe oscuramente, sin humor, apoyando una gran mano en el


marco de la puerta y niega con la cabeza.

—Sí, puedes, bajando la maldita música. Ni siquiera puedo


oírme pensar.
La ira en su mirada y la forma en que me mira con tanto
disgusto,

me hacen querer acurrucarme y esconderme. Todo en él es


intimidante. Su altura, su complexión, lo guapo que es. Realmente
es típico. Un hombre guapo con una actitud de mierda. ¿Qué más
hay de nuevo?

En lugar de acurrucarme sobre mí como quiero, cuadro los


hombros, sin dejar que él vea cuánto me afecta. Cuánto me molesta
su constante y descarada rudeza.
—La apagaré, pero para referencia futura, tal vez la gente no
piense que eres tan idiota, si lo pides amablemente.
Las comisuras de su boca se inclinan en una sonrisa fría.

—Escucha, no me importa una mierda lo que pienses de mí.


Mi boca se abre en estado de shock. Sin dedicarme otra
mirada, fija su mirada en el desorden de pintura detrás de mí, en la
sala de estar y vuelve a sacudir la cabeza, antes de girarse,
dirigiéndose de regreso a su casa.

Durante todo el camino, lo observo, los músculos de su


espalda se flexionan y se tensan contra la tela de su camisa. Sus
manos están cerradas en puños, durante todo el camino.

Me estremezco ante la finalidad de su puerta, cerrándose de


golpe detrás de él.
—Qué idiota —me susurro. Y, por supuesto, como la agradable
vecina que soy, bajo el volumen de mi música a un nivel razonable,
y vuelvo a pintar.
Horas después, doy un paso atrás, examino la totalidad de la
sala de estar y sonrío. La pintura blanca cubre maravillosamente la
pared brillante. Ahora, todo lo que tengo que hacer es elegir un color
para repasar esto, una vez que esté seco, pero obviamente, esa es
una decisión para otro día.
Después de haber limpiado todo, lavado y guardado los
suministros de pintura en el armario, para usarlos más tarde, me
preparo algo para comer. Me acomodo en la silla Adirondack4 del
patio trasero, del porche recién limpiado y contemplo la puesta de
sol.
Es hermosa, la forma en que el naranja y el morado se
mezclan armoniosamente.
Solía pasar mucho tiempo al aire libre, en el lugar que
compartía con Reid. Al principio, compartíamos nuestras cenas en la
terraza juntos, haciendo exactamente esto, viendo la puesta de sol.
No sé exactamente cuándo sucedió, pero en algún momento,
dejamos de hacer esas cosas juntos. Dejamos de disfrutar de la
presencia del otro. Después de un tiempo, me acostumbré a
sentarme sola con mi cena, envuelta en silencio.
¿La única diferencia ahora? No me siento tan sola como
entonces. Llegué al punto en que odié la dinámica de nuestra
relación. La pelea. La evasión. Creo que esas cenas silenciosas y
solitarias, me enseñaron a estar sola. Cómo disfrutar de mi propia
compañía. Es exactamente por eso, que puedo sentarme aquí
ahora, con una sonrisa en mi rostro, disfrutando de un día tan
sencillo y una comida simple.

Esta es la vida que siempre quise. Una independiente.


Nada ni nadie puede cambiar eso.

Me tenso en la silla, cuando escucho el sonido revelador de los


clavos raspando la madera, y cuando miro hacia la cerca de mi
vecino, ni siquiera me sorprende, cuando Max se desliza a través de
la tabla suelta. Estoy en alerta inmediata, especialmente porque
nuestro último encuentro no fue tan bien, y él actuó como si yo fuera
un pedazo de carne cruda, que quería atacar.
Max merodea por el césped, con sus instintos de lobo en alerta
máxima. A medida que se acerca, empiezo a escuchar el profundo
rugido de su gruñido. Lentamente, me levanto de la silla y, a
diferencia de la última vez, me arrodillo y con cautela, extiendo mi
mano entre nosotros para que él la huela. O la muerda.
Honestamente, podría ir de cualquier manera, sabiendo lo agresivo
que es su dueño.
—No esta vez, amigo —murmuro para mí.
Max acorta la distancia entre nosotros, y una sonrisa se dibuja
en mi rostro, cuando siento su nariz mojada, pinchar mi mano.
—Eso es, dulce chico. Ahí tienes. En el fondo sabía que eras
un oso de peluche, Maxie.
Parece disfrutar del suave tono que uso en mi voz, porque
frota toda su cabeza contra mi mano, tratando de que lo acaricie. Lo
cual, le obsequio, por supuesto. Es demasiado lindo para no
hacerlo. Le rasco detrás de las orejas y acaricio su pelaje. Mis cejas
saltan hasta la línea del cabello, por lo bien arreglado que está.
Supongo que no esperaba que el imbécil fuera un dueño decente,
pero puedo decir por la falta de nudos, el brillo de su pelo y lo
mojada que está la nariz de Max, que mi vecino es, de hecho, un
buen dueño.

—Lástima que planeé alejarte, de tu papi idiota.


Una garganta profunda se aclara, y alejando mi atención de
Max, fui dirigiéndola hacia la fuente del sonido.

—Me gustaría verte intentarlo.


El idiota en cuestión, está apoyado contra la cerca, sus
antebrazos apoyados contra la madera desgastada, su mirada fija
en mí acariciando a su perro. Un rubor sube a mis mejillas,
quemando las puntas de mis orejas. Me alegro de que mi cabello
esté suelto, para bloquear la evidencia de mi reacción hacia él.
Aclarando mi garganta, dejo caer la mirada, evitando esos ojos
de tono gris que se sienten como si me marcaran, cada vez que su
mirada se clava en mí.
—Estaba bromeando.

—Yo sé eso. No soy un idiota —espeta.


El color desaparece de mi rostro con mortificación, ante su
descarada frialdad. Realmente no creo haber conocido, a un idiota
más grande.
—Y su nombre es Max, no Maxie.

Su voz se aclara. Difícilmente, pero puedo decir que suaviza


su tono, lo suficiente para no sonar, como un hombre de las
cavernas enojado.

¿Conoces el dicho "ama a tu prójimo"? Bueno, realmente estoy


empezando, a odiar a mi prójimo.
—Entiendo eso. No soy idiota —le respondo.

No puedo decir, si es la oscuridad jugándome una mala


pasada, pero juro que veo el movimiento de una sonrisa en la
esquina de su boca. Sin embargo, no puedo estar muy segura,
porque ya no está, y él ha vuelto a su máscara, en blanco y distante.
Fijando mi mirada en Max, acaricio entre sus hermosos ojos y
rasco más alrededor de sus orejas.

—¿Cuál es el tuyo?
Me encuentro preguntando. Mantengo mi mirada fija en su
perro, demasiado asustada para mirarlo y ver el disgusto por mí,
escrito en todo su rostro.
—Roman.
Mi mirada revolotea hacia él con sorpresa. No esperaba que
respondiera. Me toma unos segundos procesar esto y reunir mi
ingenio. Te imaginas que un tipo tan sexy como él, tendría un
nombre tan sexy como Roman.

—¿Tienes apellido, Roman?


—¿Importa? —Arquea una ceja.

Ambos esperamos que el otro hable, y cuando tengo la


sensación de que no tiene intención de decirme su apellido, me lavo
las manos para pasar la noche.

—Bueno, Roman —exhalo, fingiendo valentía—. Soy Olivia.


Diría que es un gusto conocerte, pero estaría mintiendo.
Le doy a Max, una última palmadita en la cabeza, antes de
levantarme, evitando la intensa mirada de Roman. Girando sobre
mis talones, vuelvo a subir los escalones de la cubierta y entro en la
casa.

Dejé que la puerta mosquitera y la puerta trasera se cerraran


de golpe detrás de mí, como lo ha hecho él tantas veces.
Mi corazón late como tambores de acero. La electricidad corre
por mis venas, y las mariposas rugen en mi estómago. Lo atribuyo a
mí haciendo algo inesperado por una vez. Sin embargo, sé que
puede deberse a algo completamente diferente.

Apoyando mi espalda contra la madera, siento una sonrisa en


mi rostro. Es una sonrisa profunda, una que siento que me duelen
las mejillas por la fuerza de ella.

Se siente bien ser mala. Ser la primero en darse la vuelta, y


dejar a ese idiota en el polvo.

Supongo que dos pueden jugar ese juego, vecino.


Capítulo 4
A Thousand Bad Times — Post Malone

Olivia
La piel se ondula a través de las plantas de mis pies, mientras salgo
del coche. Diría que estoy acostumbrada a estar de pie y trabajar
todo el día, pero en la última clínica veterinaria en la que trabajé, no
estaba tan ocupada como la clínica Bennett. Al final de cada día,
mis pies palpitan en mis tenis. Se siente como si hubiera estado
caminando, con tacones de aguja de quince centímetros, en lugar
de zapatos con suelas cómodas.
Utilizando mi pie dolorido, abro la puerta de mi coche de una
patada y hago un débil intento por salir. No funciona. Colapso sobre
el asiento, echando la cabeza hacia atrás contra el reposacabezas,
y cerrando los ojos.

—¡Olivia! ¡Hola!
Mis ojos se abren de golpe al oír la voz jubilosa. Me abstengo
de gemir cuando veo a mi vecina, Mona, saludándome salvajemente
con una sonrisa en su rostro, mientras atraviesa nuestro césped,
acercándose a mí. Con un suspiro de cansancio, agarro mis llaves y
mi bolso, salgo del coche y cierro la puerta detrás de mí. Esbozo
una apariencia de sonrisa en mi rostro para su beneficio. Es todo lo
que soy capaz de hacer, después del largo día que he tenido.

—Sólo quería venir e invitarte a nuestra fiesta anual en la calle.


Allison, nuestra vecina de la calle de arriba y su esposo, la realizan
todos los años, y por lo general, todos los que viven en nuestra
cuadra, se congregan en su casa, y traen un plato para pasar.
Allison ha estado un poco ocupada, así que no ha tenido la
oportunidad, de venir a invitarte ella misma, pero la fiesta comienza
mañana alrededor de las tres. ¡No puedo esperar a verte allí! —Con
una palmada rápida en mi hombro, y un chillido de emoción, ella
desaparece, dejándome allí de pie, fuera de mi coche, con el cuerpo
y los pies doloridos, con la boca abierta.

Entonces, aparentemente, mañana no pasaré mi día libre


holgazaneando. Parece que estaré asistiendo a una fiesta de barrio,
a la que me acaban de invitar, como una ocurrencia tardía.

Excelente.
A la mañana siguiente, el día de la "fiesta de barrio", me
arrastro fuera de la cama y me pongo a trabajar en la cocina,
preparando algo rápido para llevarme. Necesito urgentemente un
viaje a la tienda de comestibles, pero tengo poco tiempo, por lo que
mis opciones son limitadas.

Me decido por hacer una tabla de charcutería llena de


bocadillos que me gusta picar, mientras leo y bebo una copa de
vino. Sin estar muy segura de qué esperar de hoy, me visto de
manera informal con un vestido de tirantes sin espalda y prefiero no
usar tacones, de manera que opto por sandalias. El vestido puede
ser exagerado, así que lo último que necesito es un par de tacones,
para realmente llevar a esa casa, el punto que soy nueva en el
vecindario .
Cuando entro en el patio trasero de Allison, es mucho más
grande, y la barbacoa es mucho más extravagante de lo que
esperaba. Hay luces colgadas que se entrecruzan, proyectando un
suave resplandor en todo el espacio. Grupos de personas del
vecindario se congregan alrededor de las mesas, y los niños corren
entre el patio de juegos de madera y el columpio, mientras el esposo
de Allison se encarga de la parrilla, tintineando cervezas con los
compañeros del vecindario.

Me muevo nerviosamente hacia un lado del patio, cerca de los


inmaculados rosales de Allison, sintiéndome completamente fuera
de lugar aquí. Las únicas dos personas con las que he compartido
conversaciones hasta ahora, son Mona y el imbécil de al lado, y
decir que una conversación es ser generosa. Es la última persona
con la que quiero encontrarme aquí.

Girando la tapa de la botella de agua, que tomé de la hielera


antes, miro a mi alrededor, mi mirada se detiene en un grupo de
mujeres acurrucadas juntas, cerca de una mesa. Mi espalda se
endereza como una baqueta, y mi estómago se retuerce con
inquietud, cuando claramente veo a algunas de ellas mirando en mi
dirección, inspeccionándome de arriba a abajo, mientras susurran
en voz baja.

¿Por qué las mujeres son así? ¿Por qué se congregan en


pandilla, y sienten la necesidad de menospreciar a alguien, que ni
siquiera conocen? Agito mi mano hacia el grupo, esperando que una
de ellas extienda la rama de olivo hacia mí.

Ninguna lo hace.

—No te preocupes por ellos, cariño —dice Mona. Atrayendo mi


atención hacia ella, con una palmada en el hombro. Sosteniendo un
enfriador de vino, tiene una expresión de descontento en su rostro,
mientras observa al grupo de mujeres maliciosas.

—¿Siempre son así?

Ella se ríe, pero sin humor. —Oh cariño. Esto ni siquiera es lo


peor. Sin embargo, no me lo tomaría demasiado personal. Creo que
sólo están celosas de que hayas conseguido casa, al lado del
soltero mas codiciado de Campbell.

Mi rostro se arruga de confusión.

Ella sólo podría estar refiriéndose a una persona, y me niego a


creer que alguien piense que el hombre es, de cualquier manera, el
perfil o la forma, de un soltero codiciado. Ella debe ver la confusión
que está escrita en mi rostro, porque se ríe, dándome un codazo en
el costado.
—Ay, vamos. ¿Quieres decirme que aún no has conocido a tu
otro vecino? Roman, el dios bronceado. El hombre es una
maravilla. Verlo durante el verano es nuestro pasatiempo favorito.
Quiero decir, esos músculos. ¿Alguna vez has visto algo como eso?

Pongo los ojos en blanco. —Lo conocí, está bien, y no estoy


impresionada. No ha sido más que un imbécil de grado A.

—Oh Dios mío. Ahí está ahora —susurra, su voz adquiere un


tono ronco, mientras observa a Roman entrar en el patio trasero. El
jadeo colectivo de todas las mujeres que nos rodean, es rotundo. Lo
siento en la forma en que cambia la atmósfera que nos rodea. La
tensión se siente en el aire. Por mucho que odie admitirlo, tiene una
presencia que exige tu atención. Aspira el aire de tus pulmones,
eliminándote por completo.

Me roban el silencio, cuando el grupo de mujeres presumidas


lo ve y, literalmente, se vuelven locas. Mis cejas se elevan con
incredulidad, haciendo que mis ojos, crezcan al doble de su tamaño.
Mi boca se abre, boquiabierta, cuando Roman se acerca y se
entrega a una conversación con ellas. Una maldita conversación
real. Con palabras. Y una maldita sonrisa.

—¿Está… realmente, está teniendo una conversación con


ellas? ¿Qué diablos está pasando?

Mona instantáneamente quita su mirada, y me dispara una


ceja arqueada. —El hombre no sólo es dulce a los ojos, sino que
también es un caballero con todos. Ayuda mucho en el barrio.
Aunque la mayoría de las cosas que le piden que haga, son para las
amas de casa aburridas, y las divorciadas que viven en esta zona.

Algo indignante me quema las entrañas. —Fue grosero


conmigo durante nuestra primera conversación. Demonios, no ha
sido más que grosero conmigo, desde que me mudé a la casa de al
lado.
La incredulidad pasa por su rostro. —¿Roman? No. No puedo
verlo siendo grosero contigo, cariño. ¿Quizás lo atrapaste en un mal
día?

Mi mirada se estrecha sobre el hombre en cuestión, mientras


lo veo caminar, saludando a todos. Viste ridículamente, con botas de
motociclista negras voluminosas, otro par de jeans deshilachados y
una camiseta negra que no hace nada para ocultar, las duras losas
de músculo que sé que están debajo. Parece un idiota ridículo. Un
idiota caliente y ridículo.

¿Quién usa cuero para una maldita barbacoa?

En realidad, es bastante guapo, cuando no está ceñudo o


fulminándote con la mirada. La sonrisa que se extiende por su
rostro, mostrando sus dientes rectos, resalta un pequeño hoyuelo en
una de sus mejillas. Demonios, incluso parece que sus ojos brillan.
Un aire diferente lo rodea ahora mismo, pero cuando nuestros ojos
chocan, todo se evapora. Su mirada enciende brasas de odio entre
nosotros. Es como si un partido hubiera cobrado vida
estratégicamente.

Cuando el esposo de Mona la saluda, ella me da una


palmadita en la mano, me da una sonrisa comprensiva, y me deja
con mis propios asuntos . Me muevo torpemente sobre mis pies, a
un lado de la fiesta por un tiempo más, sintiéndome como la
extraña. Tengo algunas conversaciones estancadas con la gente,
pero no duran mucho.

Pensé que ser nueva en el vecindario, significaría que una


mayor parte de la comunidad, sería mucho más acogedora y
atrayente, pero no podría haber estado más equivocada. La
recepción ha sido fría. Supongo que si no has vivido en el vecindario
por más de un año, es fácil que te pasen por alto e ignoren.

Después de permanecer de pie otros quince minutos como una


solitaria, decido partir y correr. Estoy saliendo del patio trasero de
Allison, cuando choco contra algo cálido y sólido. Por el delicioso
aroma limpio y amaderado, es obvio que es un hombre, uno que
esperarías que se acercara y me atrapara. Eso no es lo que pasa.

En absoluto.

En cambio, choco contra una sólida pared de músculos y


vuelvo a tropezar con el césped. Mi trasero golpea contra el suelo,
enviando una punzada de dolor, desde mi coxis hasta mi columna.

Siseo de dolor y lentamente arrastro mi mirada hacia arriba. Lo


primero que veo son botas de motociclistas, jeans deshilachados
que abrazan poderosos muslos y, finalmente, una cara que podría
pasar sin ver el resto de mi vida. Quiero decir, claro, apestaría no
admirar la belleza, pero ¿la mirada que me está enviando? No
extrañaría eso ni un poco.

Es obvio que el tipo me odia, pero nunca entenderé por qué.


La mirada que me lanza me está destripando, y siento que me
atraviesa. Maldita sea, casi desollándome la piel. Las llamas lamen
mi corazón, quemándome de adentro hacia afuera. No puedo
entender por qué me molesta tanto como lo hace, el hecho de que
no le agrado, pero de alguna manera, sólo por unas cuantas
conversaciones horribles, se ha metido debajo de mi piel. Él
continúa metiéndose debajo de mi piel y volviéndome loca, cada vez
que lo veo.

Un ceño fruncido recorre mis rasgos. —Eres tú.

No puedo decir si es sólo por el ángulo en el que estoy, pero


juro que hay una sonrisa en su rostro. Pero sé que debo estar
imaginándola, cuando la fría mirada que me está disparando, de
alguna manera se intensifica.

—Eres tú —repite como los loros, su labio superior se


encrespa con desdén.

Cuando no me ofrece la mano para ayudar a levantarme,


tropiezo desde el suelo, con mucha menos gracia de lo que me
gustaría, limpiando mi trasero con un bufido.

—Sabes, una disculpa estaría bien.

Su ceja se arquea. —¿Y por qué diablos me disculparía?

La indignación arde en mi estómago. —Chocaste conmigo, y


caí al suelo —respondo secamente—. ¿O crees, que disfruto pasar
el tiempo a tus pies?

—No podría importarme menos lo que haces de rodillas, o más


bien, lo que haces en mis pies.

El calor sube a mis mejillas. Mi mirada se estrecha en finas


rendijas.
—¿Siempre eres tan idiota?

—Nunca tuve ninguna queja antes —contraataca,


enfureciéndome sin fin.

Con un frustrado gruñido, paso por delante de Roman, dejando


el patio trasero de Allison y la parrilla, llena de todos mis pendejos
vecinos.

Esto ha sido jodidamente dulce.

Con mi carrito de compras semi-abastecido con comestibles, doy la


vuelta al pasillo en busca de lejía. Hay un leve olor que sale del
baño en el pasillo, y quiero darle otra limpieza profunda. No estoy
segura de quién vivía allí anteriormente, pero es obvio que no
limpiaron con la frecuencia que deberían, sí, la suciedad de moho a
lo largo de las ventanas es una indicación.
Hay un puñado de compradores en el pasillo, lo que hace que
sea imposible pasar con mi carrito, así que lo dejo a un lado y paso
entre los otros compradores hacia la lejía. Me pongo de puntillas y
alcanzo la última botella. Mi mano se está cerrando alrededor de la
manija, cuando una sombra oscura cae sobre mí, y como una
caricatura cuando el sol ha sido cruelmente arrancado, la lejía es
arrancada de mi mano. Cuando me doy la vuelta, veo por qué.

Mi mirada se estrecha. La indignación me quema la garganta.


—Disculpa, eso es mío. —Roman, mi brutal vecino, me da la
espalda como si no me hubiera escuchado. El resentimiento chispea
en mis venas, y paso la correa de mi bolso sobre mi hombro y lo
sigo.
—¡Oye! ¡Estoy hablando contigo! —Lo llamo, haciendo que
giren la cabeza algunos otros clientes. De todas las tiendas de
Campbell, ¿en serio tenía que comprar en la misma que lo hace
este idiota? Cuando no se detiene, extiendo la mano y agarro su
brazo. Se detiene bruscamente, su cuerpo se pone rígido bajo mi
toque. Lentamente, se gira y me inmoviliza con una mirada oscura.
Esos ojos brillantes me perforan, mirando fijamente mi mano que
está agarrada a su brazo. Recibo el memo y lo libero, pero no
retrocedo.
—Sé que me escuchaste. A propósito, me quitaste la botella
de lejía de la mano. Es mía.

Roman levanta la botella. —No veo tu nombre en ninguna


parte.

Me burlo. —No seas tan niño. ¿Nunca has oído hablar de las
mujeres primero? Lo tenía en mi mano, y puedo asegurarle que lo
necesito más que tú.

Roman aprieta los dientes, provocando que el músculo de su


mandíbula salte, resaltando las líneas y ángulos afilados de su
rostro. —No veo a ninguna mujer por aquí.
Sus palabras son una bofetada en la cara. Se dicen con tanta
frialdad y brusquedad, que me toma unos segundos más de lo
normal, recuperar mi ingenio. —¿Disculpa?

Roman se acerca a mí y se inclina un poco, nivelando nuestras


miradas. —Me escuchaste.

—¿Tipo, cual es tu problema?


—¿Tipo? —Se ríe, pero el sonido es espantoso y frío, sin nada
de humor.

—No soy un tipo. No lo tenías primero, y muchas otras tiendas


por aquí venden lejía. Sobrevivirás.

Con eso, gira sobre sus talones, dejándome allí de pie en


medio de la tienda de comestibles, boquiabierta tras la forma en
que se retira.

Esto no sucedió realmente , ¿verdad? No es posible que haya


discutido con mi vecino, por una botella de lejía. Miro a mi alrededor,
dándome cuenta de que algunos clientes todavía me están mirando,
probablemente preguntándose lo mismo.
Tragando saliva, reprimo el bochorno, y hago el camino de la
vergüenza de regreso a mi carrito. Oh, sí, estoy segura de que me
parezco una loca en este momento. Lanzando un suspiro de
frustración, saco mi carrito del pasillo y termino de reunir el resto de
mi lista, así puedo salir de aquí. Cuando tengo todo excepto mi lejía,
el artículo que más necesito, me dirijo a las filas de pago. Dejo
escapar un suspiro de decepción cuando veo cuanta gente hay. Hay
alrededor de nueve carriles en total, pero sólo dos están abiertos.
Las filas son increíblemente largas, tan largas que miro hacia mi
carrito lleno de comestibles, y me pregunto si debería dejar todo y
simplemente dar por terminado el día y regresar a casa.
Por mucho que me gustaría hacer eso, necesito comer, y
comprar para llevar todas las noches no es exactamente lo ideal.
Dirigiendo mi carrito hacia la más corta de las dos filas , por el rabillo
del ojo, veo a un empleado abriendo un nuevo carril. Hacemos
contacto visual y ella me hace señas.
Dirigiéndome hacia su ahora carril abierto, me quedo allí,
tratando de ser la primera en la fila, para poder entrar y salir. Casi
puedo saborear la victoria. Es decir, hasta que otra sombra oscura
pasa sobre mí, y una gran masa se cierne frente a mí. Un alfiler
afilado de la rueda, rueda sobre mi pie, y detengo bruscamente el
carrito, mirando con dagas la cabellera oscura perfectamente
descuidada, que ahora tengo frente a mí.
Cuando veo la lejía en su carrito, entre otras cosas al azar, me
rompo. Mis labios se curvan sobre mis dientes, y rodeo mi carrito,
presionando mi dedo en su espalda, agresivamente, para llamar su
atención.

—Oye, me acabas de cortar. Otra vez.


Roman se gira y me mira lascivamente, con una mirada de
absoluto desprecio. —¿Cómo puedes pensar que te corté, cuando
todo lo que hice fue golpearte aquí?
—Casi atropellaste mi maldito pie para llegar aquí. Quiero
decir, ¿te habría matado estar detrás de mí?

—Créeme, ese es el último lugar donde alguien quiere estar.


Aprieto los dientes de atrás con tanta fuerza, que juro que
escucho un diente crujir. —Eres un idiota —siseo en voz baja, para
que sólo él pueda oír. Puedo sentir las miradas no deseadas, de
todos los que nos rodean, pero no me importa. Estoy cansada de
este tipo. Estoy cansada de que me mire con el ceño fruncido, como
si me cagara en sus Cheerios, cuando literalmente no he hecho
nada en absoluto.

—¿Eso crees? —él hace la pregunta tan tranquilamente, que


pensé que la había imaginado, pero no lo hice. Estoy a punto de
soplar una junta, cuando él me mira fijamente y saluda a la mujer
que está esperando detrás de mí frente a él. Me ahogo con una
respiración, mis pulmones restringiendo el aire, con el torrente de
absoluta rabia fluyendo por mis venas.

Esto no está sucediendo.


No. Este imbécil no sólo atropelló mi pie, se me adelantó en la
fila y permitió que alguien más lo hiciera, sólo para hacer gala, de su
mierda más rencorosa.
—¿Qué demonios estás haciendo? —Ladro como una loca.

—Ahora estoy siendo un idiota —ofrece infantilmente.


—Eres un niño, ¿lo sabías?

—¿Ya terminaste de hablar?


—Estúpido.
—Arpía.

—Ignorante.
—Gillipollas.

—Pareces estar obsesionada con mi polla.


Mi mirada se estrecha, el calor subiendo a mis mejillas,
mientras miro a mi alrededor. —¿Disculpa? —Siseo—. Gilipollas.
—Esos son todos los insultos que te describen perfectamente.
No me culpes por la forma en que te comportas con los demás.

—Todos parecen tener un enfoque muy específico.


Para mi horror, la mujer, que dejó que lo cortara, trata de
reprimir su risa pero falla estrepitosamente. La vergüenza revuelve
mi estómago, y tengo que trabajar para controlar mi respiración. No
soy una persona violenta, pero de repente siento la necesidad de
atacar a este hombre. Las uñas al descubierto y todo.
Cuando no digo nada a cambio, me permite enfurecerme en
silencio, da la vuelta y sigue los movimientos de salida. Tiro dagas
en su espalda todo el tiempo. Demonios, si tuviera un muñeco vudú,
lo estaría apuñalando con un alfiler rojo ahora mismo.

La cajera me mira con recelo, cuando es mi turno, y hago todo


lo posible por ignorarla a ella y a todos los demás, cuyas miradas
puedo sentir pegadas a mí, sólo mirando y esperando mi próximo
arrebato. Ya tuve suficiente de hoy.

Murmurando maldiciones en voz baja, durante todo el camino


de regreso a mi auto, estoy tan perdida en mi propia mente, que no
me doy cuenta, de que hay un auto retrocediendo justo frente a mí.
Para cuando me fijo, es demasiado tarde. El auto se detiene con un
chirrido, golpeando mi carrito. Dejo escapar un grito ahogado, y mis
ojos se agrandan cuando observo la pequeña abolladura, que ahora
descansa sobre el carro negro, completamente negro.
De ninguna manera.

No hay forma.
La puerta del lado del conductor se abre de par en par, y sale
un Roman alto e increíblemente intimidante, levantando las manos
en el aire.
—¿Qué demonios estás haciendo?

—¿Yo? —Grito con incredulidad—¿Estás bromeando? ¡Me


golpeaste con tu auto, idiota!
—¿No miras para ver a dónde vas? Obviamente, si un auto
está retrocediendo, ¡eso significa dejar de caminar!
—¿Has oído hablar de un espejo retrovisor, Roman? ¡Intenta
usarlo!
Con un gruñido, se arroja de nuevo a su coche, sale del
estacionamiento y se aleja. Me quedo allí, clavada en el suelo,
echando humo.

¿Quién diablos se cree que es?


Capítulo 5
Fuck You (very much) — Lily Allen

Olivia
La mañana siguiente cuando salgo para el trabajo, avanzo por el
camino de entrada, justo cuando mi vecino abre su garaje y saca su
motocicleta. Max no se encuentra por ninguna parte. Miro por el
espejo retrovisor, mientras me dirijo por la calle, mientras balancea
su pierna sobre su moto. Un extraño estallido de calor y ascuas
imprudentes, explotan en mi pecho cuando miro por el espejo
retrovisor y lo veo estirar su cabeza hacia mí, mientras me ve
alejarme. Tengo una extraña sensación de satisfacción, sabiendo
que obviamente me meto debajo de su piel, de la misma manera
que él se mete debajo de la mía.
Me imagino su motocicleta virando bruscamente, y su orgullo y
alegría siendo aplastados en pedazos. Sonrío.
Le serviría bien al gilipollas.

Cuando entro al trabajo, mis pasos vacilan ante el hombre de


espalda ancha. Me sorprende aún más cuando se da la vuelta.
Vestido con un traje y una bata blanca de laboratorio encima, el
apuesto hombre de cabello rubio arena, me lanza una sonrisa.

—Hola, soy Travis Bennett. Debes ser nuestra nueva asistente.


Olivia, ¿verdad?

Mi lengua se pega al paladar y me toma unos segundos


controlarme Esbozo una sonrisa en mi rostro y tiendo mi mano
húmeda hacia él.

—Hola, sí, soy Olivia. Es un placer conocerlo, Sr. Bennett.


Él sonríe y es deslumbrante. Tiene el mismo encanto que tenía
Reid. Las sonrisas y el carisma, son lo que te atrae.

—Por favor, llámame Travis. El Sr. Bennett es mi padre.


—Travis. Si. Lo tengo.

Él se ríe y deliberadamente mira mi mano, que todavía está


sacudiendo la suya. De inmediato lo dejo ir y le lanzo una mirada de
disculpa.

Dios, ¿cuál es mi problema últimamente?


—Vamos, puedes ayudarme por la mañana. Me vendría bien
un poco de ayuda.
—¡Por supuesto! —Entro en acción, lavándome las manos y
frotándome. Durante el resto de la mañana, dividí mi tiempo entre
seguir las instrucciones de Travis y aprender más sobre él. Creció
aquí en Campbell. Su madre siempre fue una ama de casa, y su
padre abrió la clínica, cuando él era solo un niño. A partir de ahí,
supo que siempre quiso seguir los pasos de su padre y, algún día,
hacerse cargo del negocio familiar.
En las pocas horas que paso con Travis, aprendo mucho
sobre él, algunas buenas y otras malas. ¿Lo bueno? Además de
ser guapo y divertido, es un médico increíble. ¿Lo malo?
Obviamente, acostarse con compañeros de trabajo no es un
problema para él, porque a lo largo de mi turno lo he pillado a él y a
Lucy haciéndose "ojos sexuales", el uno al otro. Lo cual,
honestamente, no me molestaría en absoluto, si no hubiera hecho
ya sutiles pases hacia mí.

El Oh, ¿cómo podría una mujer tan hermosa como tú estar


soltera? o el, Espero conocerte, Olivia. Todo de ti. Sí, no faltaba esa
insinuación. Y como dije, normalmente, no me molestaría. ¿Jefe
caliente que ama a los animales? Cuenta conmigo. Pero en este
caso, no quiero cagar donde como, metafóricamente, eso es. Este
es mi trabajo. Lo último que quiero hacer es causar drama, o dejar
espacio para situaciones incómodas. No se sabe con cuántas
mujeres se ha acostado en la oficina. Él sólo pensamiento me
repugna. Convertirse en otra muesca en el poste de la cama, no es
exactamente atractivo, sin importar cuán caliente sea.

Quiero decir, ¿a quién engaño? ¿Qué va a pasar cuando me


acueste con él? Y empiezo a encariñarme, porque sé que lo haré.
Nunca he sido del tipo de chica de una sola noche. Me conozco lo
suficientemente bien como para admitir, que verlo coquetear con
Lucy y Kassandra por la oficina me molestaría. Después de dejar
una relación tóxica, lo último que quiero hacer es encontrarme en
otra. El objetivo de este nuevo comienzo, este movimiento, es
convertirme en mi propia persona. Caer en esa independencia que
ansiaba tan desesperadamente, en mi relación anterior.

Estoy limpiando y desinfectando la habitación tres, cuando


suena un golpe en la puerta. Travis asoma la cabeza, con una
sonrisa tentadora en el rostro.

—¿Qué te parece estar aquí hasta ahora? —Apoya el hombro


contra el marco de la puerta, cruzando los brazos sobre su ancho
pecho, mientras me ve terminar. Le lanzo una sonrisa genuina por
encima de mi hombro—. Es genial. La unidad aquí es breve, y el
personal es increíble. Me encanta estar aquí.

Alegra oírlo. Empuja la jamba de la puerta y descruza los


brazos, tamborileando con sus pesados dedos contra la pared. —
¿Has terminado aquí?

—Oh, sí. Sólo necesito barrer, entonces esta habitación está


lista para el turno de noche.

—Excelente. —Se demora y eso me impulsa a hacer una


pausa. Me giro hacia él completamente y levanta una ceja. Me
preparo para lo que sea que esté aquí—. ¿Estás preparada para ir a
cenar esta noche? Conozco un gran lugar mexicano, a unos quince
minutos.
Está en la punta de mi lengua decir que sí, pero en el último
segundo, niego con la cabeza. —Sabes qué, lo haría, pero tengo
algunas cosas que hacer en casa. Nuevo lugar y todo. Todavía
tengo algunas cajas que desempacar, pero, eh, gracias. Por la
oferta. Eso es amable de tu parte.

Asiente, sonriendo para sí mismo, como si algo fuera divertido.


Da una palmada en la pared, señalando su partida. —No te
preocupes, Olivia. Nos vemos mañana y gran día de trabajo hoy.
Eres una excelente incorporación al personal.

Mi sonrisa es probablemente casi loca, pero no puedo


contener mi felicidad ante sus elogios. —Gracias, Travis. Eso
significa mucho para mí.

Paso la siguiente hora terminando con el barrido. Esta fue la


última habitación que tuve que desinfectar antes de poder irme. El
asistente del segundo turno y el técnico veterinario comienzan
pronto, y se quedan toda la noche, hasta que el próximo turno se
haga cargo. Tienen un gran sistema en marcha, siendo esta una
clínica de veinticuatro horas y todo. Todavía no he tenido que
trabajar una noche completa, pero estoy segura de que llegará
pronto. Creo que todavía me están dando tiempo para
acostumbrarme, a cómo funcionan las cosas aquí.

Cuando entro en el camino de entrada, a las seis menos


cuarto, no puedo evitar echar un vistazo a la casa de mi vecino de al
lado. Contra mi voluntad, mi corazón se tambalea al ver la puerta de
su garaje abierta, y la luz que se derrama. El cuerpo peludo blanco y
negro de Max está acostado en su cama para perros y, por
supuesto, el hombre en cuestión, Roman, está allí. Una vez más,
está trabajando en el auto. La capucha está levantada,
protegiéndolo de la vista, pero puedo ver sus piernas. La luz dentro
del garaje es brillante. Mucho más brillante que la mía. Estoy segura
de que es lo suficientemente hábil para cambiar su propia
iluminación, a diferencia de mí. Todavía no he tenido las agallas
para aventurarme en el garaje. La última vez que lo comprobé,
estaba lleno de arañas, y lo juro, incluso escuché algo correr por la
puerta del garaje.

Mi auto está bien sentado en el camino de entrada, muchas


gracias.

Inhalando una respiración profunda y estabilizadora,


preparándome para lo que sea que me esté tomando hoy, engancho
la correa de mi bolso sobre mi hombro y cierro la puerta del auto.
Max se anima, mira en mi dirección y, para mi sorpresa, salta de la
cama y se acerca a mí. Incapaz de ayudarme a mí misma, una
sonrisa asoma las comisuras de mis labios, y me encuentro
cruzando el césped hacia el garaje. Max salta hacia mí, sus pesadas
patas empujan mis piernas y casi me golpean. Me agacho,
acariciando su cabeza, dándole un buen rasguño detrás de las
orejas.

Aunque prácticamente me mata hacer esto, ser la que extienda


la rama de olivo entre nosotros, no quiero comenzar nuestra relación
de vecino así. Tal vez, si descubro lo que lo molestó en primer lugar,
podamos superar toda la maldad que ha ocurrido desde entonces, y
seguir adelante. No espero que seamos los mejores amigos, pero
honestamente, no sé cuánto más de sus miradas mordaces podré
soportar.

—Hola amigo. ¿Cómo estás?

—Mad Max, siéntate —ordena Roman.

Una risa sube por mi garganta ante el nombre. —Mad Max es


un ... —me apago, cuando miro hacia arriba y finalmente miro a mi
vecino.

Mi boca se abre y mis ojos crecen, al doble de su tamaño


normal.

Está sin camisa, su piel resbaladiza por el sudor. Hay manchas


negras en sus manos y antebrazos, y un trapo rojo sucio está
metido en el bolsillo de sus jeans de corte bajo . Se me seca la
garganta y la lengua se me pega al paladar. Te juro que incluso
olvido cómo respirar.

El cuerpo de Roman es insano. Hay abdominales,


abdominales definidas allí, y demasiadas para que las cuente sin
ser demasiado obvia. Y su pecho, Cristo, su pecho es simplemente
... perfección. Sus pectorales son suaves y bronceados, y puedo ver
cada gota de sudor, sobre las escrituras en el tatuaje de su lado
derecho. Lentamente, bajo mis ojos al rastro oscuro de cabello y las
venas que sobresalen que conducen a sus jeans, colgando de sus
caderas. Por mi vida, no puedo apartar los ojos de esa profunda V
de músculo. No puedo apartar mis ojos de él . Noto que ha pasado
demasiado tiempo. He estado demasiado callada. Estoy
boquiabierta y comiéndolo con los ojos, como si nunca hubiera visto
a un hombre como él antes, y mierda, necesito recomponerme.

Me obligo a fijar mi mirada en su rostro, y al hacerlo, hago otra


lectura lenta de su cuerpo. Su nuez de Adán sobresale contra su
piel aceitunada. Su hermoso cabello castaño, se riza alrededor de
las orejas y la nuca. Debe haberse afeitado recientemente porque la
piel que noté, el día que vino a gritarme y ayer en el supermercado,
ya no está. Está perfectamente afeitado y , sinceramente, no sé cuál
le queda mejor. Sus labios son regordetes, la parte de abajo mucho
más grande que la de arriba, pero ambos me hacen ganar en el
departamento de regordeta.

¿Pero sus ojos? Son lo que hacen... Son lo que hacen que mi
respiración se detenga, mi corazón palpite y mi estómago se hunda
con esa maldita sensación extraña. El azul peltre es vibrante, y
adquiere un tono gris. Como la luz del sol sobre el cromo, el hielo en
el Atlántico. Un jodidamente impresionante azul pálido. Realmente
es hermoso. No de una manera femenina, pero una que no puedes
evitar mirar. Es hermoso de una manera oscura y rebelde. Lo siento
en la forma en que el aire se carga a su alrededor, a nuestro
alrededor .
Empiezo a toser, cuando veo la forma de una sonrisa en su
rostro. El está atrapándome con las manos en la masa. Es lo último
que esperaba de él. Y se ha ido, antes de que pueda analizarlo más.
La vergüenza cubre mis mejillas, porque sabe que lo estaba
mirando. Quiero decir, es obvio. No fui exactamente discreta al
respecto. De ninguna manera.

—Así que, Mad Max, ¿eh? —Intento ser indiferente, pero mi


voz, todo mi puto cuerpo, me traiciona al sonar entrecortado.
Ignorándome, Roman le pide a Max que venga, y lo hace de mala
gana. Tentativamente, me invito a entrar en su garaje, observando el
espacio. Miro las placas de matrícula en la pared, los herrajes y
otras herramientas. Hay una estación con repuestos de automóviles,
y artículos sobre una caja de herramientas.
—¿Arreglas coches?

Roman cruza esos gruesos brazos sobre su gran pecho,


mirándome con dagas. La sonrisa que se movía poco a poco por su
rostro, se borró por completo ahora. Es como si de repente,
recordara que me odia.
—¿Hay alguna razón por la que estás aquí, hablando
conmigo?
Me agito bajo su intensa mirada. Cambiando hacia el coche en
el que ha estado trabajando, decido ignorar su obvia despedida y
observar el trabajo de pintura negra brillante y las rayas rojas sobre
el capó. Es agradable. Un Muscle car. El mismo de ayer en la
tienda.

—¿Qué es esto, un Mustang? A mi papá probablemente le


encantaría este auto.
Roman se burla. —Un Mustang —murmura en voz baja,
sacudiendo la cabeza con decepción.
—Puedes ver claramente que no es un Mustang.
Pongo los ojos en blanco. —Sabes, no siempre tienes que ser
tan grosero con todos.
—Si crees que soy tan grosero, ¿por qué estás aquí? —
bromea con frialdad, apoyando su mano manchada de negro contra
su orgullo y alegría. Hay una brusquedad en su tono, que me pone
nerviosa. La pregunta me desconcierta, porque honestamente no sé
qué estoy haciendo aquí. Sabía que venir aquí para jugar bien era
un error, pero la tonta de mí había esperado, que él fuera un adulto
sobre esta situación. Obviamente, eso no va a suceder.

No entiendo por qué, me encuentro pensando constantemente


en él. Me niego a creer que sea sólo porque es tan caliente. Hay
algo en Roman, un aire de misterio a su alrededor, que me hace
querer saber quién es.

¿Por qué es tan idiota?


¿Por qué nombró a su perro, Mad Max?

¿Por qué me odia tanto?


No importa, porque no es como si él me lo dijera, de todos
modos. Estoy familiarizada con el tipo de Roman. Conozco su tipo
demasiado bien. Es como Travis y Reid. Los hombres que se
parecen a ellos, siempre tratan a las mujeres de cierta manera y,
sinceramente, es un desperdicio de mi tiempo, constantemente
tratar de entenderlo. Me niego a conformarme, no cuando merezco
algo mejor de lo que cualquiera de ellos, está dispuesto a dar.
—Tienes razón. No puedo entender por qué estoy aquí.
Conozco tu tipo lo suficientemente bien, como para comprender que
eres un idiota. Como el resto de ellos. —Echando humo, giro sobre
mis talones y salgo pisando fuerte de su garaje. Estoy en parte
enojada conmigo misma. Odio ser así. Gravito hacia hombres que
son malos para mí, y no puedo por mi vida entender por qué. Tengo
un padre cariñoso, así que no es como si tuviera problemas con
papá, pero una parte de mí sale, y espera que sea el momento en
que conozca al indicado. Busco constantemente el amor.

También estoy enojada con mi terrible vecino, por ser tan


idiota. Por invadir mi espacio mental, y ser una distracción no
deseada, en este nuevo capítulo de mi vida. ¿Por qué no podía ser
simplemente un vecino agradable y normal, del que no tengo que
preocuparme por caminar sobre cáscaras de huevo?
Sus siguientes palabras me detienen en seco. Las dice bajo.
Tan bajo que casi no las escucho, pero lo hago. Envían un temblor
por mi columna vertebral.
—Te puedo asegurar, no soy como ellos.

Hago una pausa, mirándolo por encima del hombro. El


músculo de su mandíbula salta continuamente, como si estuviera
rechinando los dientes.

Lástima para él, no me importa lo suficiente, como para saber


cuán diferente es en realidad.

Pero eso es sólo otra mentira.


Porque me importa. Mucho más de lo que me gustaría admitir.

El fin de semana viene con su propio conjunto de problemas,


el primero de los cuales es la plomería de la casa. ¿O es la tubería?
Sea lo que sea, el agua todavía está fría como una mierda. El
calentador de agua tampoco funciona, pero me niego a llamar a mi
padre tan pronto. Por una vez, necesito resolver esto por mi cuenta.
Y, lamentablemente, YouTube no me ha dado la respuesta. Ayer, en
mi pausa para almorzar en el trabajo, llamé a una empresa de
plomería local, y acordaron enviar a un tipo para que echara un
vistazo y averiguara cuál era el problema.

Lo que nos lleva al ahora. Recorrió la casa y comprobó el


calentador de agua, y mientras lo hacía todo, no hizo nada más que
gruñir y garabatear algo, en su portapapeles lleno de papeles.
Finalmente nos dirigimos hacia su camioneta, y me golpea con las
malas noticias. En mi periférico, puedo escuchar a Max gruñir. Miro
por encima del hombro y veo a Roman y Max en el garaje. Está
trabajando en el coche de nuevo.
El mismo auto que definitivamente no es un Mustang.
Puedo sentir su mirada acalorada sobre mí desde aquí. Mi
estómago se hunde violentamente. Me apresuro y me giro,
concentrándome en Arnold, el plomero con una barriga cervecera,
que rivaliza con la de mi antiguo vecino. El Sr. Greene era el
ejemplo de un hombre con barriga cervecera, si es que alguna vez
hubo uno. Era como si su instinto tuviera mente propia. Cuando reía
o gruñía, la cosa se movía hacia arriba y hacia abajo, de una
manera que lo distraía. E independientemente del tamaño de las
camisas del hombre, su barriga siempre lograría hacer acto de
presencia.
—Bueno, encontré el problema. Tiene una tubería débil. Es
una casa vieja, así que esto iba a suceder. Definitivamente necesita
trabajo. Tendremos que volver a canalizar. Necesita un calentador
de agua nuevo. La unidad que tienes ahí ya no funciona. Yo puedo
ayudarte. Un equipo de muchachos puede estar aquí la próxima
semana, pero usted estaría gastando entre ocho y nueve mil
dólares, sin incluir el costo de la mano de obra.

Me ahogo.
Literalmente. Empiezo a asfixiarme, justo enfrente de mi casa.

Creo que incluso me he tragado la lengua.


—¿Disculpa que? ¿Diez grandes? —Al borde de la histeria, mi
voz es ensordecedora. No me sorprendería que todo el vecindario
me escuchara ahora mismo .
—Es una casa vieja, señora. Si desea agua limpia y tibia, esto
es lo que debe hacer.
Mi mandíbula todavía está en el suelo, mientras miro a Arnold,
tratando de darle sentido a la gran suma de dinero. Simplemente no
hay manera. Mi padre solía hacer todo el mantenimiento de la casa
él mismo. No recuerdo que tuviera que llamar a una empresa de
fontanería, pero obviamente no soy mi padre. Y no puedo dejar que
conduzca hasta aquí para arreglar esto.
—¿Cuál es el problema?
Me doy la vuelta al oír la voz de Roman. Da un paso detrás de
mí, Max siguiendo cada uno de sus pasos. El patrón oscuro en la
cara del perro lo hace parecer severo e intimidante, tanto que Arnold
me mira con recelo, luego a Roman. Después de algunos latidos, se
recompone, recitando todo lo que acaba de decirme, incluido el
precio. Todo el tiempo, mi mirada está fija en Roman. Hoy está
vestido con una camiseta blanca, que abraza su cuerpo a la
perfección. No puedo evitar la forma en que mis ojos recorren sus
pectorales, y alrededor del material que se esfuerza contra sus
bíceps. La camisa es simple y sucia, manchada de aceite y grasa,
pero aún se ve bien. Mejor que bien, en realidad. El hombre
literalmente podría caminar con una mancha de mierda en la cara, y
probablemente todavía atraería a las mujeres. Es injusto.
Estoy tan ocupada mirándolo, que me pierdo la mitad de la
conversación, apenas me doy cuenta cuando escucho a Roman.
—Gracias por tu tiempo. Lo tomaré desde aquí, hombre.

Arnold me lanza una mirada interrogante, y ni siquiera tengo la


capacidad de responder, porque estoy en estado de shock. ¿Qué
demonios? Con un exasperado movimiento de cabeza, arroja su
portapapeles en la camioneta de la compañía, y se sube al lado del
conductor, antes de arrancar.
—¿Qué demonios acaba de pasar? ¿Por qué hiciste eso? —
Me vuelvo hacia mi vecino, un ceño firmemente plantado en mi
rostro.
Roman pone los ojos en blanco. —Te estaba engañando. La
tubería nueva no cuesta tanto.
Lo miro con una mirada furiosa, apoyando mis manos en mis
caderas. —¿Cómo diablos lo sabrías?

—Porque volví a instalar tuberías en toda mi casa, y puedo


decirte que no costó diez mil dólares.

Eso me calla. Se forma un pliegue entre mis cejas. —Oh.


La comisura de su boca se contrae. —Sí, oh.

Me rasco la cabeza, mirando hacia atrás a mi casa, que, desde


aquí, parece más que un poco deteriorada. Realmente tengo que
empezar a trabajar por fuera, tanto como por dentro. Si las malas
hierbas en el frente crecen más, este lugar comenzará a verse como
la casa de Michael Myers, o algo así.
—¿Qué se supone que debo hacer ahora?

—Maldito Cristo. —Suspira, y se pasa una mano frustrada por


la mitad de la cara. Roman empieza a caminar hacia mi casa, y yo
me quedo ahí, clavada en el suelo como una idiota. Se detiene en el
porche frente a la puerta cerrada.

—¿Bien? Abre la maldita puerta, para que pueda echar un


vistazo.

—¡Oh! Bien —respiro.


Subo los escalones y abro la puerta, lo suficientemente ancha
para que su alto cuerpo se deslizara. Ver a Roman caminar por mi
espacio, es más que extraño. Se detiene en la sala de estar, cerca
de la puerta principal, y examina el espacio. Observa los muebles
apiñados, las cajas desempaquetadas y los suelos horriblemente
gastados. Sintiendo la necesidad de defenderme y defender mi
compra de la casa, que obviamente es más que una reparación, me
lanzo a una larga perorata.

—Estoy trabajando en la pintura. Sólo necesito decidir el color.


Luego pasaré a los pisos. Espero más temprano que tarde.
Originalmente quería ir con una madera oscura simple, pero
después de ver HGTV durante dos meses seguidos, quiero probar
algo diferente. Un suelo rústico y ligero. Como tú lo has hecho. Por
cierto, ¿de dónde sacaste el suelo? ¿Lo hiciste tú mismo? Apuesto
a que lo hiciste yo ...

Cuando Roman me mira por encima del hombro y arquea una


ceja, me callo. Divagar frente a chicos calientes, parece ser mi
fuerte últimamente. Todo el tiempo que él camina por la casa,
revisando las tuberías y cosas al azar, no puedo evitar retorcerme
las manos, siguiendo cada uno de sus movimientos. Tenerlo aquí en
mi espacio es extraño, y dolorosamente incómodo. No creo que me
guste.
Borra eso, sé que no me gusta.
Tengo el impulso más extraño, de seguir explicándole mis
elecciones de diseño, como si a él le importara. Este hombre, que
no ha sido más que grosero conmigo, desde el día en que aparecí
en su puerta con un pastel. Es como si fuera incapaz, de ser un
humano decente. Hasta ahora, eso es.
Al menos se ofrece a ayudar. Eso tiene que contar para algo,
¿verdad?
—Puedo hacerlo —dice con voz ronca, con la mirada todavía
examinando mi espacio—. Trabajo todos los días, y tengo todos los
sábados libres, pero puedo hacer que funcione.
Me he tragado la lengua. Esta vez estoy segura. Mi garganta,
boca y cuerdas vocales no funcionan. Me quedo aquí paralizada,
completamente boquiabierta, mirando a Roman, como si tuviera dos
cabezas.

Parece impacientarse por mi silencio, o mi sorpresa, porque


sus ojos se estrechan, al igual que sus tentadores labios regordetes
delgados. —O puedo dejar que lo resuelvas por tu cuenta.
Niego con la cabeza, tratando de quitarme de encima el efecto
que está teniendo en mí. —Lo siento, pero ¿qué está pasando?
Estoy tan confundida. Pensé que me odiabas.

Si fuera posible que saliera humo de sus oídos, estaría


sucediendo en este mismo segundo, mientras me mira por la nariz.
—Cristo. ¿Eres estúpida?
Retrocedo ante su ira. Con un agravado movimiento de
cabeza, gira sobre sus talones y sale furioso. Max, el fiel compañero
que es, sigue a su alfa obedientemente. Me toma un tiempo
conseguir, que mis pies y mi cerebro se pongan al día, y cuando lo
hago, él ya ha salido de mi casa y está a la mitad del césped de la
suya. Me quedo mirándolo.
Estoy clavada en el lugar de mi porche, con los brazos
extendidos a los lados. —¡Eres un maldito idiota! —Me encuentro
gritando. No se si él me escucha o no. No es como si a él le
importara, de todos modos.
Pocas horas después, estoy de pie en la sala de espera,
esperando mi comida china para llevar. Mi estómago está gruñendo
tan increíblemente fuerte, que la pareja que está a mi lado sigue
mirándome intencionadamente. Como si no me diera cuenta de que
mi estómago, de hecho, grita que tiene hambre.

Esto es lo que sucede, cuando me salto comidas durante el


día. Me da hambre. Y puedes apostar tu dulce trasero, a que tengo
hambre ahora mismo. Este es el tercer restaurante chino en el que
he estado, y todos han estado llenos de gente esperando comida.
¿Todas las familias de Campbell se dieron cuenta de repente, de
que querían comer arroz frito de cerdo para cenar? Porque así es
como se siente.
Poniéndome de pie, miro la hora en mi teléfono y trato de
darme cuenta de mi agravio. No es culpa suya. Sé que alguien tiene
que cocinar la comida allí, pero dígaselo a mi estómago y al dolor de
cabeza.
Una campana fuerte del mostrador suena de repente seguida
por la voz de la mujer. —Pollo agridulce, chow mein de la casa y
arroz frito con cerdo.
Mi corazón da un salto, cuando me doy cuenta de que es mi
orden. Empiezo a abrirme paso, entre la multitud de personas que
esperan su orden, y diablos, juro que escucho sonar las campanas
de la iglesia, mientras alcanzo la bolsa extendida, es decir, hasta
que de repente me empujan fuera del camino.
Un jadeo de sorpresa pasa volando por mis labios, y cuando
giro mi mirada hacia el culpable, veo rojo. Allí, de pie a mi lado, está
Roman, buscando mi comida.
No.

No.
Infierno. No.
—¿Qué crees que estás haciendo? —Exijo, golpeando su
mano lejos de la bolsa. Escucho la respiración brusca de alguien
detrás de mí.

Oh, quédate, Karen.


Roman arquea perezosamente una ceja. —Agarrando mi
comida. ¿Qué parece que estoy haciendo?
Mis labios se adelgazan en una línea sombría. —Esa no es tu
comida. Es mía.

—Bueno, dado que estoy a punto de pagar la comida exacta


que pedí, diría que es, de hecho, mía. —Él sonríe, volviéndose
hacia la mujer detrás del mostrador, que me mira como si estuviera
loca.
—Jojana. —Miro a un lado de su cabeza—. Tu ingenio es
incomparable y lamentablemente innecesario.

Roman me lanza una mirada evaluadora. —Pareces muy


molesta por algo tan simple, como comida para llevar.
Eso no es todo lo que me molesta, idiota, y lo sabes.
Con mi cadera, lo empujo fuera de mi camino y busco en mi
bolso. He estado aquí con él antes, y no volveré a hacer esto. Esta
no será una situación de tienda de comestibles nuevamente, con él
tirando una rápida sobre mí. De ninguna manera.
Saco dos billetes de veinte dólares y se los entrego a la
señora, que todavía nos mira a los dos, claramente insegura sin
saber de quién es la comida ahora. Después de unos segundos,
toma el dinero y me llama. Sonrío, victoriosa, cuando me entrega mi
recibo. Cuando tengo la bolsa de comida para llevar firmemente en
mis manos, le lanzo a Roman una sonrisa llena de alegría que dice:
Toma eso, idiota. Simplemente pone los ojos en blanco, claramente
no le importa una mierda.
Luego, la campana suena de nuevo, seguida de "Pollo
agridulce, casa chow mein, y el arroz frito con cerdo ".

Aprieto los dientes cuando me doy cuenta de que, literalmente,


casi peleo con mi vecino por la comida. Roman echa la cabeza
hacia atrás se ríe a mis expensas, mientras paga y toma su comida.
Girando sobre mis talones, me dirijo a casa para comer mi comida
en paz.
Demasiado para convencerlo.

Paso la mayor parte del domingo llamando a diferentes fontaneros,


con la esperanza de obtener una cotización, y aunque algunos de
ellos, tienen precios más baratos que diez mil, la mayoría todavía
están fuera de mi rango de precios.
Tratar con Roman es otra historia. Después de lo espectacular
que terminó el sábado, con su marcha furiosa, luego del desastre de
nuestro encuentro en el restaurante chino, pensé que le daría el
resto de la noche para refrescarse, antes de intentar hablar con él.
¿O tal vez era yo, quien necesitaba refrescarme? Ya no podría
decirlo.
¿Con qué no contaba? Él se fue todo el día. Cuando me
desperté por la mañana, no había ni rastro de él. No fue hasta que
terminé de lavar mi ropa, y estaba preparando mi almuerzo, para
mañana en el trabajo que lo vi , o lo escuché, mejor dicho,
estacionarse en el camino de entrada. Como la idiota que soy, lo vi
saltar de su motocicleta por la ventana, y aunque sabía que no
debería haberlo hecho, me encontré saliendo por la puerta principal
y cruzando nuestro césped.
—¡Oye! —Grito, justo cuando él desaparece en su garaje. Hay
un pitido y luego el sonido de una puerta al abrirse. Justo cuando
entro en el garaje, veo a Max entrar por la puerta abierta, ladrando
con entusiasmo a su dueño, y luego fijando su emoción en mí.

Mis cejas se arquean hacia abajo y, por un segundo, olvido


para qué vine aquí cuando miro a Max. ¿Lo mantuvo dentro todo el
tiempo que estuvo fuera? El amante de los animales en mí, no
puede evitar fruncir el ceño ante la idea.
—¿Lo dejaste aquí todo el día? Eso es un poco cruel.
Observo cómo el cuerpo de Roman se pone rígido. Se aleja de
la puerta, mirándome completamente, con una expresión fría en el
rostro.
—Algunos de nosotros tenemos vidas y cosas que hacer.
—¿Qué diablos se supone que significa eso? —respondo, mis
fosas nasales dilatadas. Se ríe oscuramente, pasando a mi lado,
hacia la pared de su garaje, para colgar su casco—. ¿Por qué
siempre eres tan idiota, Roman? ¿Qué diablos he hecho que te da
derecho, a tratarme como si fuera una mierda, pegada a la suela de
tu zapato?
—¡Porque no me gustas! —ladra, girando sobre mí. Un dolor
inesperado atraviesa mi pecho. Eres una molestia. Siempre en el
camino, siempre haciendo preguntas—. ¿Quieres saber por qué soy
tan idiota, Olivia? Porque no le dedico mi tiempo, a la gente que no
me gusta.
El silencio de sorpresa desciende.
El aire está cargado de electricidad estática. Es una tensión
que se filtra.

—Vete a la mierda. —El veneno en mi voz, nos sorprende a


ambos.
Me doy la vuelta, regresando al interior y me prometo a mí
misma que he terminado de jugar bien, con el idiota de al lado.
Si antes no estaba segura, ahora lo estoy. Odio a mi vecino.
Con una rabia profunda que llena mi cuerpo, hasta el borde de ira.

Estoy tan enojada con Roman, que me encuentro haciendo


algo completamente fuera de lo común. Entro, saco la cartilla y
comienzo a pintar el pasillo preparándolo para el nuevo color que
eventualmente irá allí. Sólo para molestar realmente a mi vecino,
enciendo mi música, abro las ventanas y mantengo mi altavoz
Bluetooth apuntando hacia su casa. Toco a propósito canciones que
sé que lo cabrearán muchísimo, comenzando con "All for You" de
Janet Jackson.
Me paso la duración de la canción pintando, cantando y
bailando con una amplia y rencorosa sonrisa en mi rostro.
Oh si. Es toda para ti, idiota.

La victoria sólo crece, cuando lo veo mirándome a través de la


ventana de su sala de estar que refleja la mía. No sé de dónde viene
el descaro, pero le disparo un guiño a mi vecino y luego le saco el
dedo, dejando que mi lista de reproducción, elija una canción tras
otra que sé que lo volverá loco. Para cuando escuchamos algunos
éxitos de Danity Kane con “Afrodisiac” de Brandy, Roman ha
cerrado todas sus ventanas y todas las luces están apagadas. Con
una sonrisa de satisfacción , miro a su casa quedarse quieta, ya que
probablemente yace en la cama, escuchando mi música, mientras
mira hacia el techo.
A la mañana siguiente, me despierta mi alarma, con una
alegría en mi rostro que no había tenido antes de hoy. Me preparo
con un impulso extra en mi paso, sólo pensando en lo mucho que
probablemente cabreé a Roman anoche. Salgo de la casa con la
barra de yogur y granola en la mano, el bolso colgado del hombro y
las llaves del coche en la otra mano. Después de cerrar, bajé los
escalones del porche, cruzando la hierba hacia el coche. De repente
hago una pausa, la sonrisa alegre en mi rostro cae, cuando miro
hacia abajo. El olor es lo que me golpea primero. Mi estómago se
revuelve, cuando levanto mi zapato que ahora está cubierto de
mierda de perro.

—Oh, Max. —gimo, mirando el desorden.


Mi agarre de repente se aprieta alrededor de mi desayuno, y
mi mirada se estrecha, cuando escucho que el garaje de al lado se
abre. Dirijo una mirada en esa dirección, y mi mirada choca con
Roman, que como era de esperar tiene una sonrisa torcida.
Con su casco negro en la mano, lanza una pierna carnosa
sobre su moto, y antes de ponerse el casco, su sonrisa maliciosa se
profundiza, y justo antes de bajar la visera, guiña un ojo.
¡Guiña un ojo!
Intento ignorar el hormigueo en mi estómago, y me concentro
en mi ira, mientras lo veo alejarse.
Después de cambiarme los zapatos y limpiar el interior, llego a
trabajar con un humor menos que estelar. Estoy echando humo,
mientras guardo mis cosas. Mis compañeros de trabajo me lanzan
miradas interrogantes, pero no preguntan. No es hasta que estamos
en el almuerzo, que Lucy y Travis preguntan si estoy bien.
Finalmente les he dicho, lo idiota que es mi vecino.
—Parece que le gustas —dice Kassandra, entre bocados de
su sandwich de pavo.
Mis cejas desaparecen en la línea del cabello, y prácticamente
me ahogo con el chip en mi boca. —Lo siento, ¿estás escuchando
las palabras que salen de mi boca? A propósito, dejó que Max
cagara en mi césped para que yo pudiera pisarlo. Por ejemplo, ¿qué
tan calculador tienes que ser, para asegurarte de que tu perro cague
en el lugar exacto, donde sabía que yo pisaría?
Travis está recostado, su mano cubriendo parcialmente su
sonrisa, mientras me mira fijamente. No ha expresado su opinión
sobre el tema. Me ha estado escuchando parlotear una y otra vez
,sobre lo mucho que odio a Roman.
—Sólo digo. Los chicos son raros. Y para mí, parece que lo
molestas porque le gustas. Probablemente te esté cabreando a
propósito, para que seas una idiota. Travis, eres un hombre. ¿Qué
piensas? —pregunta Kassandra.
Travis se ríe, y se pasa la mano por la nuca. Todavía está
conteniendo su maldita risa, a costa mía.
—No puedo hablar por el tipo en cuestión, pero sería un idiota
si no se sintiera atraído por ti. —Me detengo a medio masticar y me
congelo ante su respuesta, y cuando miro a Lucy, ella está mirando
su sándwich, como si no hubiera escuchado lo que dijo. Mi corazón
se estremece por ella—. Conozco una buena manera de dejar de
pensar en eso. Sal esta noche. Es el cumpleaños de Mark, y nos
dirigimos al bar para celebrarlo, con algunas rondas.
Estoy a punto de decir que no, cuando Lucy interviene con una
sonrisa forzada en su rostro. —Creo que es una gran idea. Travis
tiene razón. Las bebidas siempre me distraen de mi mal humor.
Le lanzo una sonrisa comprensiva, pero rápidamente desvía la
mirada. incómoda con mi conocimiento. No es exactamente ciencia
espacial. Es obvio que a ella, le gusta más Travis de lo que parece.
Supongo que eso es lo que pasa, cuando te metes con la gente con
la que trabajas. Excepto que, nuestro jefe, es un poco idiota, sin
importarle a quién lastima en el proceso. Y Lucy aquí, siempre
disponible para él, incluso cuando está durmiendo con otras
personas en la clínica, no le envía exactamente las señales
correctas.
Probablemente nunca lo entenderá, hasta que ella diga algo. O
podría estar usándolo contra ella, sólo buscando un polvo rápido y
nada monógamo.
Me siento mal por ella. Es una chica tan hermosa y dulce, y
aunque Travis es bastante atractivo, puede hacerlo mejor. Ella se
merece algo mejor.
El resto de la jornada laboral, me quedo hirviendo de la rabia,
ya pensando en lo que haré, después de llegar a casa del trabajo.
Dejé que mi mente diabólica corriera desenfrenada, con posibles
escenarios, cualquier cosa para vengarme de Roman. No es hasta
que nos dirigimos al bar, que recuerdo por qué no puedo regañarlo
todavía. Probablemente sea lo mejor, de todos modos.
Tal vez un par de tragos sea todo lo que necesito, para
ayudarme a olvidar mi mañana de mierda, y mi vecino aún más
mierda.
El bar al que nos dirigimos, no es uno de los bares más bonitos
y nuevos que he visto. Este tiene un ambiente más hogareño, con
personas de todos los ámbitos de la vida. Las luces se atenúan, se
reproduce música y la televisión, en la esquina, transmite el juego
deportivo nocturno para los fanáticos acérrimos, que simplemente
no pueden perderse ni uno solo. Todos nos sentamos en una mesa,
cerca del centro de la habitación. Travis se dirige al bar para traer
bebidas para todos y, por supuesto, Lucy lo sigue. Cualquier motivo
para que ella estuviera cerca de él.
Mientras esperamos, hablo con Kassandra sobre mis
problemas. Y por hablar, me refiero a descargar mi ira . Ella resopla,
dándome una lista de actos de represalia. Sus ideas consisten en
heces de animales, envolver su auto o bicicleta en algún tipo de
papel de envolver, o envoltura de sarán, arruinar su césped y,
algunos otros, no estoy segura de que sea lo suficientemente
valiente, para probar eso.
Nuestras sonrisas de complicidad son refrescantes y, me
atrevo a decir, se siente bien ser mala. Incluso la sola idea de
vengarse de Roman, por ser un idiota absoluto, me ilumina el
humor. Me recuesto en la silla, inspeccionando a todos los que
están sentados, alrededor de la mesa desde el trabajo, y el calor se
esparce por mi pecho, como un chorro de tinta derramando agua.
Es como si finalmente hubiera encontrado mi lugar aquí. De vuelta
en Long Beach, mis amigos siempre fueron amigos de Reid, antes
de ser míos, y desde la ruptura, no he tenido noticias de ninguno de
ellos. Porque nunca fueron realmente mis amigos; eran suyos. Yo
era reemplazable para ellos. Yo era la chica con la que se llevaban
bien, porque tenían que hacerlo. Sin duda, ya se han
acostumbrarán, a la próxima mujer que él verá.
Siempre ha sido así para mí. Las amistades anteriores que
tuve, fueron siempre solitarias. Nunca fui la mejor amiga. Siempre
fui la segunda opción, la amiga que, de alguna manera, siempre se
quedaba fuera, incluso cuando la gente no quería. Una pequeña
parte de mí siente, como si nunca hubiera pertenecido realmente, a
ningún grupo de amigos, que haya tenido en el pasado. Siempre me
he sentido como una extraña, haciendo todo lo posible para encajar,
y tener gente en mi vida, para llenar ese vacío dentro de mí. He
tenido mejores amigos, gente que pensé que estaría en mi vida para
siempre, pero, como de costumbre, nunca duró. Siempre
demostraron, de una forma u otra, que no estaban allí a largo plazo.
Sin embargo, sentado aquí en esta mesa, en un bar abarrotado con
compañeros de trabajo, ya no me siento tan sola.
Ni siquiera en casa, con mi vecino idiota me siento sola…
Incluso pelear con él es más emocionante, que toda mi vida en
Long Beach. Nunca hubo ninguna chispa, ninguna emoción en mi
vida. Ni siquiera puedo recordar la última vez que tuve mariposas,
antes de mudarme aquí a Campbell. Segura que no recuerdo la
última vez que dije tantas palabrotas, o me sentí tan enojada, todo
en menos de dos semanas.
Aunque trato de no hacerlo, mi mente se desplaza hacia los
pensamientos de Roman. No sé qué tiene él, que me vuelve loca.
No suelo ser una persona, que actúe sobre sus frustraciones. Dejo
que las cosas se cuezan, luego tiendo a explotar, pero aquí estoy,
pinchando la colmena a propósito, sólo para irritarlo. ¿Qué tan loco
es que quiera recuperarlo? Hay una parte muy grande y salvaje de
mí, que quiere que él tenga una razón para estar enojado conmigo,
para estar en mi espacio. Me gustaría decir que es porque es
agradable a la vista, pero algo más sobre Roman me llama la
atención. Es una fuerza magnética que me atrae, incluso cuando
intenta alejarme con su personalidad descarada.

Como si mis pensamientos lo conjuraran, escucho algunos


jadeos desde nuestra mesa, cuando las puertas del bar se abren, y
entra el hombre que ha ocupado demasiado espacio en mi mente,
últimamente. Él luce bien. Demasiado bien. Vestido con una
chaqueta de cuero, jeans desgastados y una camiseta lisa, entra
con algunos otros chicos que son guapos por derecho propio, pero
no tienen nada sobre él. Los ojos de todas las mujeres están
pegados a Rome, mientras entra, aparentemente sin ninguna
preocupación en el mundo. Mi mirada se estrecha, mis fosas
nasales se ensanchan, mientras lo veo dirigirse directamente, hacia
los taburetes abiertos en un extremo de la barra. Y, por supuesto,
según el destino, se instala justo al lado de Travis y Lucy, quien por
cierto, incluso parece deslumbrada por su apariencia. Ya no está
adulando a Travis, sino ahora a él también.
Quiero poner los ojos en blanco, ante la admiración de todos.
Es un poco hipócrita, considerando que tuve la misma reacción.
Borra eso, tengo la misma reacción hacia él, cada vez que estamos
a unos metros de distancia.
Como si sintiera mi mirada entrecerrada, Roman se gira en el
taburete del bar, y su mirada choca con la mía. Su expresión se
estremece, y sus ojos se tornan tormentosos. Atrás quedó el
hombre pacífico, tranquilo y sereno que entró, y en su lugar, ahora
es uno frunciendo el ceño, una ardiente pieza de trabajo, que parece
rígido como una tabla. Pasamos mucho tiempo mirándonos el uno al
otro, antes de que finalmente desvíe la mirada y me de la vuelta,
con un gruñido y un sincero giro de ojos. Kassandra se da cuenta y
me da un codazo.
—¿Qué pasa? Te ves como si alguien simplemente, se cagó
en tu pequeña burbuja feliz.
Le lanzo una mirada furiosa, y ella se encoge al darse cuenta
de su error. —Está bien, eso fue malo. Un juego de palabras
horrible, considerando el día que tuviste.

—Bueno—respondo secamente— se siente como si alguien se


cagara en mi burbuja, y es mi vecino. Él está aquí.
Sus ojos se ensanchan. —¿Estás bromeando? ¿Dónde?
Muevo la cabeza detrás de mí. —En el bar. Idiota que lleva la
chaqueta de cuero.

Kassandra se atraganta. Su piel bronceada se ilumina con el


color. —Te refieres al ¿Adonis? —Pongo los ojos en blanco, con
tanta fuerza esta vez, que me sorprende que no se atasquen ahí—.
¿Quieres decirme que este, es el vecino del que te has estado
quejando? ¿Él? ¡En lugar de quejarte de él, deberías dejar que te
taladre la próxima semana! —Me da un codazo en el brazo.

—No, gracias —murmuro, tratando de no mirarlo. No quiero


que sea obvio que estoy hablando de él, pero por la forma en que
Kass se retuerce su asiento, haciendo un exorcismo de 360
completo, diría que sabe que estamos hablando de él. Los
pensamientos de pasar desapercibidas, de repente salen volando
por la ventana.

—Dios, todavía te está mirando. No sé si quiere matarte o


explotarte.
—Probablemente lo primero. Definitivamente no es lo último.
—¿Un tipo que se ve tan bien? No me importaría, dejarle hacer
ambas cosas.

Reprimo mi risa y me pongo tensa, cuando siento que Travis,


pone su mano en mi hombro. —¿Qué está pasando?
Kassandra lo pone al corriente. —El vecino de Liv está aquí. El
bombón del bar que está mirando.
Como si fuera una señal, Travis mira a Roman, y me sorprende
cuando toma el lugar junto a mí. Demasiado cerca para mi
comodidad. Me obligo a sonreír, no queriendo ser rara al respecto.
Recorro la barra en busca de Lucy. Le lanzo una sonrisa de disculpa
cuando la encuentro, sabiendo que probablemente no le gustará
esto. Y, una vez más, me ignora, como si no fuera gran cosa para
ella, incluso cuando todos saben que lo es.
Una parte de mí, desea que ella diera a conocer sus
sentimientos por Travis, sólo para que me dejara en paz.
No puedo decir si es mi imaginación o no, pero puedo sentir la
mirada enojada de Roman sobre mí. Es como si estuviera
intentando incinerarme en el acto. No puedo evitar preguntarme, si
está mirando así de mal, porque me odia o por algo más.
La noche se prolonga, casi igual, con los dos tratando de
evitarnos como la peste. Eso se corta de raíz cuando salgo del
baño. Choco contra un cuerpo cálido y sólido, que casi me derriba.
Manos fuertes salen disparadas, envolviendo la parte superior de
mis brazos, para estabilizarme. El olor familiar es lo que primero me
golpea, algo masculino y limpio, y cuando miro hacia arriba, veo
quién es. El ceño que se apodera de mi rostro, es de otro mundo. Ni
siquiera sé de dónde viene, para ser honesta. Nunca soy tan
grosera con nadie. Parece que estar cerca de Roman, saca lo peor
de mí.
—Tienes todo el pasillo, y aún así, de alguna manera, logras
invadir mi espacio.

Mis cejas se elevan, incrédulamente, y dejo escapar una burla.


—Estás bromeando, ¿verdad? Tú me has golpeado a mí.

Roman me fulmina con la mirada. Mi respiración se acelera, y


esas molestas mariposas vuelan en contra de mi voluntad, cuando
él da un paso hacia mí, apiñándome.

—Mantente fuera de mi camino, Olivia. —La forma en que


silba mi nombre, con tanto odio y desdén, me da escalofríos. Los
escalofríos en cuestión deberían asustarme de él, pero es todo lo
contrario.

Se gira para alejarse, y no sé qué me impulsa a hacerlo. Una


vez más, estoy pinchando un oso. Debería haberlo dejado pasar y
dejar que se fuera. Pero obviamente, sólo estoy glotona de castigo.
—¿Duermes bien, Roman? —El borde en mi tono, lo detiene
en seco. Observo cómo la tensión sube por su columna,
instalándose en sus hombros y los músculos rígidos de la espalda.
Lentamente, gira esos ojos intensos, perforando agujeros en mi
cráneo.

—Oh, ¿no te gustaría saberlo? —Gira, cerrando la distancia


entre nosotros nuevamente. Esta vez, está más cerca. Demasiado
cerca. Cada maldita molécula enviada por el cielo, que se filtra a
nuestro alrededor, invade mis sentidos. Puedo oler el detergente
para la ropa, su almizcle, su aliento ... Todo. De. Él .

—¿Cómo están tus zapatos, Olivia? Con suerte, Max no causó


demasiado daño.

—Tienes suerte de que me guste Max y todos los demás


animales, o esta conversación—señalé entre nosotros— y esta
mañana entera, sería un asunto diferente.
Roman se ríe, dando otro paso hacia mí. Es tan alto, que tengo
que estirar el cuello hacia atrás, para mirarlo. Intento disimular el
alboroto de emociones, que me atraviesan por su proximidad. Con
cada inhalación aguda, siento que mis pechos rozan su cuerpo
cálido. Su pecho firme, todos sus duros y planos músculos. Me hace
odiarlo.

—¿Eso es una amenaza, cariño?

Yo sonrío. Hace frío y eso no me gusta . —Oh no. Es una


advertencia.

Mi corazón se tambalea en mi garganta, y dejo escapar un


grito ahogado, cuando se presiona contra mí, enjaulándome contra
la pared, con una mano sobre mi cabeza, atrapándome
efectivamente contra él. La sangre me ruge en los oídos, el corazón
se me acelera en el pecho y apenas puedo respirar con regularidad,
sin pensar en él. Está en todas partes. Su olor, el calor de su
cuerpo, cada parte de él, está invadiendo esa pared de ladrillos de
ira, que he construido a mi alrededor, desde que entré por primera
vez en contacto con él.
La habitación gira a nuestro alrededor, pero lo único que está
en el centro de mi atención es Roman, tan firme e insensible como
siempre. El cambio de dinámica en nuestras posiciones, se puede
sentir en el cambio repentino en el aire. Es difícil respirar. Difícil de
pensar.
—¿Segura que quieres hacer esto? —susurra con voz ronca.
Siento que los efectos se hunden en mi estómago. Tirando,
dejándome sin aliento. Mis pulmones se aprietan, amenazando con
ceder. Ya no tengo idea de qué estamos hablando. Todo lo que sé,
es que no quiero que se mueva. No quiero que este momento
termine. Y aunque me odio por ello, quiero que me bese. Quiero
saborearlo. Quiero saber cómo se sentiría, tener esos labios
regordetes moviéndose en sincronía con los míos.

¿Sabría tan fantástico como huele?

¿Su beso sería firme y áspero? ¿O sería suave y gentil,


exactamente lo contrario, de todo lo que compone a Roman?

—Sí-s— exhalé, sonando demasiado ronca, para alguien que


dice odiar a su vecino.

Mi corazón se detiene y mi respiración se atora en algún lugar


de mi garganta, cuando las comisuras de la boca de Roman se
retuercen y se enderezan. Me sonríe, sus ojos brillan con algo que
no puedo procesar más, porque de repente está retrocediendo. Casi
lloro por perderlo.

—Acabas de empezar una guerra, Olivia.

Parpadeo. Luego parpadeo de nuevo. Sigo parpadeando en


estado de shock, hasta que Roman desaparece, con esa
exasperante sonrisa y arrogancia.
Que diablos he hecho…
Capítulo 6
Body bag — Trevor Daniel

Roman
En el segundo, en que me deslizo de nuevo en el taburete, frente a
la barra, trago el resto de mi ahora tibia cerveza, y aunque sé que es
una mala idea, pido un vaso de algo más fuerte. Los tragos de
tequila siempre parecen funcionar. Desde que Olivia se mudó a la
casa de al lado, he estado bebiendo una tonelada de mierda, más
de lo que suelo hacer. Cualquier cosa para ayudar a calmarme, y
sacarla de mi mente.
Me enfurece.

Me vuelve absolutamente loco.

El primer día que la ví, supe que iba a ser un problema. De pie
allí, frente al camión de mudanzas, con jeans y una camiseta sin
mangas, toda su piel suave, bronceada y su pequeña silueta en
exhibición. Incluso desde la distancia entre nuestros jardines, podía
ver las exuberantes líneas de sus curvas. La forma en que su suave
cabello color miel, rozaba sus hombros en esa cola de caballo, no
debería haber sido tan interesante de ver, como lo era.
No debería haber sido tan interesante de ver.

Tenía un sabor extraño en la boca, cuando entré en el camino


de entrada. Podía sentir el peso de la mirada de alguien. Era pesado
y potente, haciendo crujir el aire alrededor de la tranquila calle, que
he llegado a amar. Cuando miré por encima del hombro y la ví
parada allí, su mirada se clavó en mí, los músculos de mi estómago
se tensaron, y de repente me alegré de no haberme quitado el
casco todavía. Quería aferrarme al anonimato.
No duró tanto como esperaba. Cuando ella se paró en mi
porche, mirándome con los ojos muy abiertos, y una cara que
seguramente hará que un hombre tome malas decisiones, sentí la
indignación arder en mi estómago. Ella era hermosa. Maldita sea, mi
nueva vecina era jodidamente hermosa y me estaba mirando. Su
mirada recorrió mi carne desnuda, como si nunca antes hubiera
visto a un hombre sin camisa. No sabía cómo me hacía sentir eso.

Borra eso, lo sabía. Simplemente elegí ignorarlo. Abrazando mi


ira, algo que ha sido una entidad viviente que ha respirado en mí
durante años, la aparté, que se fuera. Olivia tiene problemas
envueltos en un hermoso empaque.

Ella es molesta, pero incluso con todo eso, todavía hace que
mi polla se ponga dura. El hecho de que nuestras habitaciones
estén tan cerca, significa que prácticamente puedo ver todo desde
mi punto de vista, y lo odio.
La odio aún más.

Ninguna mujer, se me ha metido tanto bajo mi piel como ella.


Ojalá pudiera explicar por qué. Ojalá hubiera alguna razón legítima
por la que no la soporto, pero no la hay. En el segundo en que la ví
parada, junto a ese maldito camión de alquiler, supe que iba a ser
un problema no deseado. Sin embargo, a pesar de todo eso, todavía
quiero follarla. La necesidad de follarla, escuchar sus gemidos y
hacerla gritar, es una fuerza impulsora. Una con la que no puedo
permitirme perder el tiempo. Darse el gusto de Olivia es un desastre
a la espera de suceder, y me niego a ser la víctima.

Mantengo la mirada fija en el causa de toda mi molestia


últimamente. Se pavonea hacia su mesa de amigos, cuadra los
hombros y frota las palmas de las manos a lo largo de sus muslos,
nerviosamente, mientras avanza. Mis labios se aprietan en una
delgada línea, cuando ella se sienta junto al idiota, que me la ha
estado mirando toda la noche.
Casualmente lanza su brazo sobre el respaldo de su silla. Sólo
que sé que el movimiento, no tiene la intención de ser casual en
absoluto.

Me pregunto qué tan cerca están los dos.

—¿Quién es la chica, con la que has estado jodiendo toda la


noche? —Vic señala con la cabeza hacia la mesa de Olivia.

Gruño, llevándome un trago de tequila a los labios y


bebiéndolo de un solo golpe. —Mi vecina.

—Me estás jodiendo. —Hace un escupitajo, como si


estuviéramos en una película—. ¿Esa es tu vecina? Por favor, dime
que has puesto su tubería, al menos una vez.

Con los ojos todavía enfocados en Olivia, me burlo. Una parte


de mí encuentra cómico que él usara el término "puesto su tubería"
para describir cómo sería follar con Olivia. Es curioso porque,
bueno, ofrecí mis servicios para colocar la tubería en su casa y eso
no salió bien. Que fue obra mía, por supuesto. Hay algo en la chica
de al lado, que me vuelve loco. Ella se mete en mi piel de las peores
formas, y me hace reaccionar con dureza, irracionalmente. No soy
ese tipo y nunca lo he sido, así que el hecho de que estar cerca de
esta mujer, me haga cambiar todos los rasgos de mi carácter, no es
la mejor señal de compatibilidad.

En lugar de responder a Vic, me froto la nuca con agitación, y


trato de concentrarme en cualquier otra cosa que no sea Olivia.
Debe sentir mi necesidad, de dejar el tema de mi vecina, porque
comienza a hablar sobre un incidente que sucedió antes en la
tienda. Vic y yo hemos sido amigos, durante los últimos tres años.
Lo conocí mientras trabajaba en George's Garage, el taller
mecánico en el que he estado, desde que me mudé a Campbell.
Ha sido mi mano derecha, la única persona en esta ciudad, a
la que considero remotamente un amigo. En lo que respecta a las
relaciones, salir a tomar algo al final de la semana, es casi tan
bueno como para mí.

Ese es el alcance de mis amistades, y para todo lo que


realmente tengo tiempo.

Observo el resto de la noche mientras el chico junto a Olivia


coquetea con ella. Su única gracia salvadora, y la mía, en realidad,
es el hecho de que Olivia parece desinteresada. La cantidad de
satisfacción que me atraviesa al darme cuenta es, de hecho,
demasiada. Sé que no debería importarme si los hombres la
encuentran hermosa. Ni siquiera debería importarme si ella me
corresponde. ¿Pero esa sensación de ardor arremolinándose en mi
estómago, subiendo por el centro de mi pecho? Sí, eso me dice que,
de hecho, me importa.

No me he sentido así desde la maldita escuela primaria, y


desprecio eso.

Al final de la noche, estoy frustrado, mi polla está dura y todo lo


que quiero hacer es volver a casa con Max. Como Vic, algunos otros
chicos de la tienda y yo nos vamos, no puedo evitar darme cuenta
de que Olivia también se va. Poco a poco va saliendo con sus
amigos, despidiéndose de todos. No sé por qué, pero me quedo
atrás, despidiendo a los chicos y fingiendo que reviso mi teléfono.

Todo para estar pendiente de ella. Y, por supuesto, ella es la


última en irse.

Me pregunto por qué no se ha ido todavía, por qué no se da


prisa y se marcha, hasta que escucho el sonido delator de su motor
escupiendo.

Tienes que estar bromeando. ¿Tiene algo que funcione?


Niego con la cabeza, diciéndome a mí mismo que necesito
superarlo.

Vete a casa. No te preocupes por ella. Ella no es mi problema,


y tampoco es que acepte mi ayuda de todos modos. Ella me odia
tanto, si no más, de lo que yo la odio a ella.

Sin darse cuenta de que alguien a su alrededor la está


mirando, tiene un ataque en su auto. Lanzando sus brazos
alrededor, ella grita blasfemias, mientras golpea el volante como una
completa y total lunática.

—Cristo.

Quitándome el casco de la cabeza, bajo la pierna de la


motocicleta y me dirijo hacia ella. No se da cuenta de que estoy de
pie junto a su ventana, hasta que golpeo el cristal con los nudillos.
Ella se sobresalta, los ojos agrandados por la sorpresa.

Con una calma inesperada, baja la ventana y me muestra una


sonrisa temblorosa. Su piel está teñida de rosa por la vergüenza, y
trato de aferrarme a mi frustración, mientras la miro. Ella hace que
sea difícil no caer en su trampa, de pura belleza e inocencia.

Poniendo los ojos en blanco, muevo la barbilla por encima del


hombro, hacia mi motocicleta. —Date prisa y muévete. No tengo
toda la noche.

Sus cejas bajan cómicamente. —Estás fumando crack si crees


que me voy a montar en esa trampa mortal contigo ...

Me agacho y nivelo nuestras miradas, sorprendiéndola.


Curvando mi mano alrededor del borde de su ventana, digo —No
tienes otra opción.

Pasa un momento entre nosotros, mientras nos miramos a los


ojos, ambos tratando de doblegarnos a la voluntad del otro.
Finalmente, la dureza de sus ojos se suaviza y, en su lugar, aparece
el temor. Ella mira hacia la motocicleta, mientras se lleva el labio
inferior hacia su boca, mordisqueándolo. Una chispa de calor se
dispara directamente a mi ingle. Ella llega a algún tipo de acuerdo
en su propia mente, y asiente. Me alejo de la ventana, dándole
espacio para subirla y salir de su coche.

Sin esperarla, me dirijo hacia mi motocicleta, subo una pierna y


espero con impaciencia a que se suba detrás de mí. Dejo escapar
un suspiro de cansancio, cuando la escucho acercarse. Ella no se
sube. De hecho, ella no hace nada más que quedarse ahí y mirar la
moto como si fuera a morderla. Me abstengo de chasquear o gritar.
Eso no ayudará a esta situación. En cambio, en contra de mi mejor
juicio, agarro su muñeca y la tiro hacia mí y hacia la motocicleta. Mi
mano arde por el impacto, y aprieto los dientes, tratando de ignorar
la extraña reacción, que mi cuerpo está teniendo gracias a ella.

Olivia jadea cuando mi mano rodea su muñeca y se sube,


temblorosa, detrás de mí. Cojo sus manos, y trato de guiarlas
alrededor de mi cintura, pero ahí es donde ella traza la línea.
—¿Qué crees que estás haciendo? —La acusación en su tono
es clara, y miro hacia el cielo, pidiendo fuerzas en silencio.

—A menos que quieras caerte y golpear tu linda carita, te


sugiero que te sujetes.

Hace una pausa, luego deja escapar un suspiro de derrota y


finalmente me rodea con sus brazos. Más caballeroso que nunca, le
devuelvo el casco y espero a que se lo ponga antes de arrancar.

El viaje es silencioso e incómodo. No hay duda de que la


tensión en mis jeans, es cien por ciento culpa de sus manos sobre
mí. Sus uñas se clavan en mi abdomen, mientras trata de
sostenerse. Es una sensación a la que no estoy acostumbrado, pero
encuentro que disfruto bastante. Normalmente no viajo con mujeres.
Lo encuentro todo demasiado romántico. No soy un tipo que esté
aquí por corazones y flores. Cuando tengo tiempo para follar, por lo
general, es sin ataduras el acuerdo. Las relaciones son un absoluto
imposible para mí, así que ese es el por qué la dicotomía de
disfrutar la sensación de las manos de Olivia sobre mí, es tan
frustrante.

Yo no hago esto.

No pienso en nadie más que en mí. Es todo lo que puedo


pagar. A mitad del viaje, siento que su cuerpo se relaja.

De la misma manera que el mío después de un largo día. A


veces, sólo necesito que me lleven. Un largo viaje para olvidar por
qué la vida apesta. A propósito llevo mi motocicleta por la ruta
escénica. Las calles aquí son un poco más empinadas que las del
centro, y ella debe sentir el hundimiento en su estómago, porque se
aprieta a mi alrededor y se ríe.
Su risa cadenciosa en mi oído, hace que mi pecho se apriete
con una sensación tensa e incómoda. Ha pasado tanto tiempo,
desde que escuché una risa tan despreocupada como la de ella. Los
chicos del trabajo son diferentes. Rara vez comparto mi tiempo con
una mujer, a menos que sea para follarla, e incluso entonces, esos
encuentros comienzan a sentirse transaccionales, y sólo una forma
de desahogarse. No he compartido ninguna conexión real con
nadie, en más de seis años.

Cuando giramos hacia nuestra calle, entro en mi camino de


entrada, meto la motocicleta al estacionamiento y apago el motor.
Me tomo mi tiempo para ayudarla a bajar. No sé por qué lo hago.
Ella no necesita mi ayuda, y estoy seguro de que no debería
dársela.
—Oye, Roman, escucha, lo que pasó en el bar, acerca de
comenzar una guerra… —La miro con una sonrisa fría.
—Oh, no, cariño. Esto significa guerra, y ahora, no hay marcha
atrás.

Su boca se abre en shock, cuando giro sobre mis talones,


dejándola. Si me quedo cerca de ella un segundo más, terminaré
haciendo algo de lo que ambos nos arrepentimos. No estaré a cargo
de mis acciones.
Una vez dentro, me dirijo directamente a la ducha y me toco.
Agarro mi polla con un resentimiento que me irrita y me quema,
odiándome a mí mismo por no dejar de pensar en ella.
La idea de tocarla, saborearla, follarla.

Cuando salgo de la ducha, mis pies húmedos golpean las


tablas de madera mientras avanzo, me detengo en el umbral de mi
habitación y miro hacia su casa. Puedo distinguir su pequeña figura
en su dormitorio. Dudo que esté mirando hacia aquí. Dudo que ni
siquiera esté pensando en mí, pero eso no me impide hacer lo
siguiente. Dejo caer la toalla a propósito, esperando a ver si ella
corre.
Ella no lo hace.

Demonios, te juro que incluso la veo acercarse, como si


inconscientemente estuviera tratando de ver mejor.
Interesante.

Ciertamente muy interesante.

A pesar de mi buen juicio, me despierto a la mañana siguiente y me


dirijo a la ferretería local, para preguntar si tienen los suministros
correctos que necesitaré en stock. Después de eso, al igual que lo
hago todos los sábados, llamo a la casa de la única mujer en esta
tierra, a la que no puedo soportar más que a mi propia madre, y
espero a que responda.
La línea suena y suena, y aprieto los dientes cuando recibo el
mismo mensaje que recibí, el fin de semana pasado cuando llamé.

—Lo sentimos, este buzón está lleno.


Vuelvo a marcar y espero de nuevo, mientras la línea suena sin
cesar, sólo que esta vez, no me rendiré hasta que alguien conteste.
Me estremezco al escuchar el volumen del otro lado de la línea,
cuando alguien finalmente responde. Hay niños gritando de fondo,
alguien está llorando y eso es música a todo volumen o el sonido de
la televisión.

—¿Hola? —pregunta la voz nasal, con actitud innecesaria. Sé por


ese tono quién es, sin tener que preguntar ni necesitar una
presentación.
—Sra. Wallace. Es Roman. Quería saber cómo estaba Ryder.
—Las palabras prácticamente saben a ácido en mi lengua. Odio
tener que besarle el culo a una mujer, que no se merece ninguno de
mis modales.
Ella hace un gruñido de refutación antes de responderme —Sí,
sí. Lo conseguiré para ti.
Escucho atentamente los sonidos que viajan a través del
teléfono, mientras camina por su hogar salvaje. Sin duda.

Detesto esta parte del fin de semana. Odio tener que llamar a
este pedazo de mierda de ser humano, para comprobar cómo está
mi propia sangre. Ryder es mi hermano pequeño, y como nuestra
madre es un pedazo de mierda, absolutamente buena para nada, lo
perdí en el sistema. ¿Lo puedes creer? Ahora, está atrapado en ese
lugar de mierda, hasta que pueda arreglar mis problemas. Hasta
que pueda demostrarle al estado, que mi hermano pertenece a mi
lado.
Por eso la rutina siempre ha sido tan importante para mí. He
trabajado de manera constante en el garaje durante un tiempo, y
oficialmente soy dueño de mi propia casa. Sólo me queda alrededor
de un mes de libertad condicional, antes de que pueda luchar para
recuperar a mi hermano pequeño.
Aunque tenemos diferentes padres, Ryder siempre se ha
sentido como algo más que mi medio hermano. Se siente como la
otra mitad de mí, la mejor mitad. Al que quiero darle una vida mejor.
Crecimos en Oakland, donde mi madre estaba más interesada
en las drogas, que en mantenernos vivos. Antes de que llegara mi
hermano, pasé la mayor parte de mi juventud recibiendo palizas de
ella, o de cualquiera de los hombres, que llevaba a casa por la
noche.

—¿Qué estás mirando, chico? —el extraño ladra. Está tendido


en el sofá, tumbado en él, como si fuera suyo.

No lo es.
Es el segundo hombre que ha estado aquí esta semana. Como
lo demuestra el ojo morado que estoy luciendo. No sé dónde
encuentra mi madre a estos hombres, pero en el momento en que
cruzan el umbral, sus mirada se centran en mí y aprietan la
mandíbula. A veces, siento que estos extraños, me odian más que
mi madre.

Aprieto mi mano en un puño, sin apartar la mirada del hombre


repugnante. No le haré saber que me asusta. No como lo he hecho
con los demás. Ese era el problema; estos hombres sabían que
podían entrar aquí, y tratarme como una mierda, porque a mi mamá
no le importaba. Ella se sentaba en el sofá y se reía. Le pareció
gracioso ver a un hombre adulto, pegarle a un niño. Dijo que
necesitaba disciplina.
Deja escapar un gruñido de frustración, levantándose desde su
posición en el sofá, y se acerca a mí.
—¡Te hice una pregunta, pequeña mierda! —Su saliva aterriza
en mi cara, pero permanezco estoico, tratando de no mostrar lo
asustado que estoy realmente. Mi corazón late en mi pecho.
No quiero sentir el dolor de su puño, pero tal vez si me
defiendo, tal vez si...
—¿Crees que eres gracioso? —grita, empujándome en mi
hombro. El dolor atraviesa la tierna carne, y vuelvo a caer sobre el
sofá. Cuando veo su puño volar hacia mi cara, me doy cuenta de
que estaba equivocado.
Defenderme a mí mismo no ayuda.

Limpio el recuerdo, apretando los dientes, contra el dolor


fantasma que reverbera por esos golpes. Fue todo un desafío crecer
como lo hicimos.

Traté de proteger a Ryder de muchas cosas, pero cuando


creces sin nada, y tu única responsabilidad es mantener a todos con
vida, es difícil mostrarle a alguien qué es lo correcto. Fue difícil para
mí, sólo un niño de doce años, ganar dinero y cuidar de mi
hermanito y de mí, todo mientras trataba de mantener un techo
sobre nuestras cabezas. Con la diferencia de edad de doce años
entre nosotros, sentí que era su único padre la mayor parte del
tiempo.
Traté de cuidarlo todo el tiempo que pude, pero también fallé
en eso, como todo lo demás en mi vida. Para ganar dinero, sólo
para mantenernos a flote, tenía que hacer cosas, cosas que ningún
niño de mi edad debería verse obligado a hacer, como robar. Ya sea
en tiendas, hogares o en cualquier lugar donde pudiera entrar y salir
sin ser visto, lo hice. Algo con lo que un niño nunca debería tener
que lidiar, es tratar de averiguar como racionar, y hacer que la
comida dure para mantener dos bocas alimentadas. Tenía que
aprender dónde esconder el poco dinero que ganaba, o el dinero
que había robado. Porque en el segundo en que mi madre,
encontraba algo de valor monetario, lo usaba para las drogas, y yo
sabía que nos quedaríamos sin nada.
Cuando tenía catorce años, finalmente me pillaron robando.
Era algo cotidiano, así que no me sorprende que haya sucedido.
Demonios, me sorprende que no haya sucedido antes, ya que las
personas a las que les robé, no eran tontas. Tuvieron que haberse
dado cuenta en algún momento. Creo que conocían nuestras
circunstancias y, en su mayor parte, intentaron ayudar, pero no
pudieron hacerlo para siempre. Yo no era su responsabilidad, y eso
era sólo un hecho triste. Yo era responsabilidad de una mujer, a la
que no le importaba una mierda, nada en realidad.
Llevaba a Ryder a la casa de Rosie, una mujer latina que vivía
en el mismo piso de mierda que nosotros. Ella cuidaba a mi
hermano pequeño por mí todos los días, luego, desde allí, caminaba
a la escuela. Terminé siendo atrapado por cargos de robo y, para
empeorar las cosas, me atraparon con una cremallera porque
estaba vendiendo hierba, para ayudar a pagar la comida y las
facturas, sólo para sobrevivir en casa. Sin mi ajetreo, nos
hubiéramos muerto de hambre y no iba a permitir que eso
sucediera.

Me llevaron al centro de detención juvenil, y Ryder se ha


mantenido en cuidados de crianza desde los dos años de edad,
porque mi vertedero de pis de madre, ni siquiera podía encontrarse
a sí misma para cuidar de él. Sin que yo lo dejara todos los días,
Rosie sabía que algo andaba mal. Sabía lo hambrientos y cansados
que siempre estábamos, pero creo que esperaba que las cosas
cambiaran para nosotros. Que nuestras circunstancias serían
diferentes, pero no lo fueron. No éramos más que una estadística
más.

Si no fuera por ella, llamando a los servicios de protección


infantil, quién sabe qué hubiera pasado. Le perdí la pista mientras
estaba en el penal. Para cuando finalmente salí, mi madre perdió su
pedazo de apartamento de mierda y yo me quedé, con sólo
dieciocho años, tratando de recoger los pedazos de mi vida rota.
Tuve que abarrotarme para terminar la escuela secundaria, mientras
simultáneamente trataba de encontrar a mi hermano menor.

Fueron necesarios tres años para hacer todo lo anterior. Me


metí y salí de problemas, después de eso. Cuando pasas la mayor
parte de tu vida robando, se convierte en algo natural para ti.
Cuando pasas unos cuantos años de tu adolescencia entre otros
jóvenes delincuentes, adquieres malos hábitos.
Aprendí, hace mucho tiempo, en el Juvie, que necesitaba
soltar mis emociones y concentrarme en sobrevivir, en salir y llegar
hasta mi hermano pequeño. Estaba en mi último ataque cuando
finalmente lo encontré. Una cagada más de mi parte, y ya no era
sólo un delincuente o una cárcel; sería la prisión.
Algún lugar que sabía que me cambiaría indefinidamente.
Ryder no estaba tan mal como cuando me enviaron a la cárcel,
pero tampoco le estaba yendo muy bien. La familia a la que fue
enviado era una auténtica mierda. Tengo cicatrices que estropean
mi carne que durarán toda la vida, y no quería someter a mi
pequeño hermano a la misma suerte.
He pasado los últimos años tratando de arreglar mis cosas,
desde mi último período en la cárcel. A los veintiséis, uno pensaría
que tendría muchos más logros, pero en cambio, soy sólo un preso
y un maldito mecánico. He tratado de recuperarlo del sistema y del
estado antes, pero nunca pude porque; uno, no tenía un gran
trabajo en ese momento; dos, no tenía un hogar adecuado; y tres,
no tuve el cuidado adecuado para él. A los ojos del estado, yo era
un criminal que entraba y salía de la cárcel. Era un riesgo por el que
no estaban dispuestos a apostar.
Ahora, finalmente estoy tratando de ser visto, como lo
suficientemente digno para recuperarlo, y darle la vida que se
merece. Una de las razones por las que trabajo tan duro, y me
mantengo tan concentrado, es porque mi hermano pequeño me
necesita. No tengo tiempo para preocuparme por nada más.
Nuestro tiempo se está acabando. A los trece, casi catorce, ha
pasado la mayor parte de su vida en el sistema. No me rendiré
hasta que él esté en casa conmigo, a donde pertenece.
Mi infancia es la razón, por la que tengo miedo de tener hijos.
Porque, en cierto sentido, se siente como si ya tuviera mi propio hijo.
Yo fui quien cuidó a Ryder, cuando era un bebé. Tratando de hacer
malabares con la vida y la escuela, mientras llegaba a fin de mes y
cuidaba a un bebé, lo hice todo. Todo ha ido según lo planeado. Es
decir, hasta que Olivia se mudó a la casa de al lado. Ella es una
distracción que no puedo permitirme. Me recuerda una vida que
podría tener, si no tuviera un hermano por el que preocuparme. Si
no hubiera metido la pata cuando era niño, o si no hubiera estado
atrapado con una madre de mierda.
Ella me hace desear cosas que nunca tendré. Por eso tengo
que sacarla de mi vida y de mi mundo. Tengo que insultarla y ser
grosero, porque ese es mi único impedimento; la única forma en que
nos protegeré a ambos, de la inevitable angustia.
Hay pocas cosas que sé en este mundo, pero una de ellas es
que le romperé el corazón a Olivia. No tengo ninguna duda al
respecto. No es que quiera, pero no podré detenerlo. No sé nada
sobre las relaciones, y cuando miras a Olivia, grita relación y
compromiso.
Dos cosas con las que no estoy familiarizado.
La voz de mi hermano pequeño finalmente estalla sobre la
línea, y mis labios se convierten en una verdadera sonrisa genuina,
mientras nos ponemos al día.

—¿Cómo va la escuela?
—Está bien, supongo. Los niños pueden ser unos idiotas, pero
no está tan mal. Podría ser peor.
Los músculos de mi estómago se tensan. —¿Por qué?

—Saben dónde vivo y con quién vivo. No me hace


exactamente popular.
Aprieto los dientes. Dejando escapar un suspiro para
calmarme, trato de contener mi ira.
—Lo estoy intentando, amigo. Sólo unos meses más, luego
haremos esto. ¿Me escuchas? Yo te prometí que volverías antes de
tu decimocuarto cumpleaños, y voy a cumplir esa promesa.
Está en silencio por un momento. —Está bien, Rome. ¿Vienes
a visitarnos pronto?
—Lo haré. Tengo algunas cosas que debo hacer hoy, así que
estaré allí mañana.
—¿Ella te dejará venir?
La furia hierve a fuego lento en mis entrañas. —Ella no tendrá
mucho que decir, cuando esté en la puerta, ¿verdad?
Ryder se ríe, y lo juro por Dios, es el mejor sonido. —Si, tienes
razón. Nos vemos mañana, Rome. Te amo.
—También te amo, Ry. Llámame si necesitas algo.
Él suspira. —Sabes que no puedo llamarte. No me deja usar el
teléfono con tanta frecuencia.
Aprieto los dientes. Maldita perra.

—Lo sé. —Lanzo un profundo suspiro, frotándome la frente y


el inminente dolor de cabeza.
—Encontraré algo. Adiós, amigo.
—Adiós.
Pasando una mano frustrada por mi cabello, agrego algo más
a mi lista de actividades para hoy. Además de la ferretería, parece
que voy a agregar un teléfono para mi hermano pequeño. No me
importa si no se le permite tener uno. Estoy cansado de esperar y
hacer todo, según las reglas. Esto es lo único que se merece mi
hermano. Y a la mierda con cualquiera que piense lo contrario.

Dejo todos los suministros a mis pies y toco el timbre. Sé que está
en casa. No es difícil saberlo. Todo lo que tengo que hacer es cerrar
los ojos y prácticamente puedo escuchar su música de mierda,
sangrando a través de las paredes. También ayuda que su auto esté
en el camino de entrada.
Olivia abre la puerta y, como de costumbre, está demasiado
animada y alegre, para un estado de ánimo como el mío. Como dije
antes, no somos compatibles. Frunce el ceño cuando me ve con
todos los suministros a mis pies. Una parte de mí, quiere ladrarle por
ser tan tonta. Obviamente, si ves a alguien con un montón de
suministros a sus pies, en la puerta de tu casa, ¿No lo dejarías
entrar para que pueda empezar? Adivina que no en el mundo de
Olivia. Me abstengo de llamarla, no queriendo descargar mi
impaciencia sobre ella. Estoy tratando de hacer algo bueno. No hay
necesidad de ponerle un amortiguador, si no es necesario.

—¿Que es todo esto?


—Tu tubería.
Sus ojos se agrandan, el color avellana se suaviza. —¿Qué?
Roman, no tienes que hacer esto.
Asiento, recojo mi mierda y me giro para irme. —Bien, no lo
haré.

—¡Espera! —grita, deteniéndome en seco—. ¿De verdad


tienes que ser tan idiota? ¡No se suponía que debías darte la vuelta
y marcharte!
Niego con la cabeza hacia ella, luchando contra el deseo de
sonreír. Hace que sea difícil aferrarse a mi exasperación. Tengo que
trabajar horas extras, sólo para fingir que no me importa. Es una
fachada que creé para que ella me odiara. Para hacerme parecer
inaccesible para ella.
Aunque, en su mayor parte, ese plan ha fracasado. Pensarías
que soy más que accesible, con la forma en que actúa a mi
alrededor. Como si a ella no le importara una mierda si soy un idiota.

Sigo a Olivia por su casa, asimilando todos los cambios


recientes que ha hecho. Finalmente ha cebado la mayoría de las
paredes. No es el mejor trabajo, pero tampoco es el peor que he
visto en mi vida. Reconozco que las cajas de la última vez, todavía
están apiladas en el centro de la habitación. Me imagino que, una
vez que haya terminado de pintar, lo arreglará y comenzará a
desempacar más a fondo. Hago una pausa en su habitación,
asimilando todo. Trato de no mirar demasiado tiempo, ni
concentrarme muy intensamente en nada.
Paso junto a ella en el baño que es casi idéntico al mío y me
pongo a trabajar. Olivia vuelve a la tarea que tenía entre manos, sea
lo que sea, y empiezo a trabajar en su baño. No podré terminar el
trabajo en un día, y se lo digo, gritando por encima de su horrible
música, para que pueda oírme.

Aproximadamente a la mitad del trabajo, llega con un vaso de


agua helada, le doy las gracias por eso.
Su tubería es una mierda. Al menos el tipo no estaba
mintiendo sobre eso. Tomará algo de tiempo y paciencia, pero
debería poder arreglar esto para ella, para que pueda evitar una
tarifa considerable.
—Entonces, ¿dónde aprendiste a hacer esto?
Pongo los ojos en blanco, y utilizo la llave para apretar un
perno alrededor de la tubería. —No lo recuerdo.
—¿Dónde trabajas? Me acabo de dar cuenta de que nunca te
lo pregunté. —Dejo escapar un suspiro.
—Arreglo coches.
—¿Cómo hiciste…?
—¿Planeas hacerme preguntas todo el día, o me dejarás
trabajar?

Ella levanta las manos en defensa, y se desliza lentamente


fuera del baño, dejándome trabajar en paz. Por supuesto, eso no
dura mucho. Ella regresó, no mucho después, haciendo más
preguntas. Y hablando un poco más.
Estoy tan absorto tratando de escucharla pero también de
ignorarla, al mismo tiempo, que accidentalmente aprieto el cerrojo
con demasiada fuerza. Se rompe y el agua comienza a rociarse por
todas partes. Olivia grita cuando la ráfaga de agua helada nos
empapa a los dos. Ambos nos arrojamos hacia adelante, tratando
de detener el rocío, y evitar que cause demasiado daño al piso y al
resto del baño.
Grito sobre el desastre, tratando de usar mis manos para cubrir
mis ojos, y bloquear la mayor parte de mi cara.
—¡Te dije que cerraras la puta tubería!
Con el pelo pegado a la cabeza, y la cara parecida a la de un
perro empapado, grita a través de las rendijas estrechas: —¡Pensé
que sí!
—¡Apúrate, párate aquí y trata de cubrir esto con una toalla! —
Grito, mientras trato de maniobrarla, para que pueda detener el flujo
de agua, hasta que pueda salir y cerrar el agua manualmente. Sin
embargo, pierde el equilibrio en el camino, porque en un segundo,
está de pie y al siguiente, se resbala y se desliza como un puto
personaje de dibujos animados. Sus brazos se agitan, su rostro se
transforma en una expresión cómica de miedo, y deja escapar un
grito, buscándome para algún tipo de apoyo.
Pierdo el equilibrio, mi pie resbala sobre un charco de agua en
el suelo, y ambos caemos. Intento soportar la peor parte de la caída
y tirar de ella encima de mí para no aplastarla. Mi espalda golpea
contra el azulejo, y por un momento, hacemos una pausa en nuestra
histeria y nos miramos el uno al otro. Un ritmo sólido pasa entre
nosotros, escalofríos de electricidad recorriendo el aire denso.
Entonces, de repente, se está riendo. Ambos estamos
empapados hasta la mierda y ella se ríe. Prácticamente rodando de
histeria. Trato de no concentrarme en el hecho de que tengo su
cuerpo caliente, húmedo y delicioso encima del mío. Quiero deslizar
mis manos por su cuerpo y sentir cada una de sus curvas. En
cambio, hago lo contrario. Invocando esa fachada a la que me había
estado aferrando como un salvavidas, le lanzo una mirada furiosa y
la miro con atención absorta, mientras que la sonrisa cae
lentamente de su rostro y la comprensión se establece.
—¡Maldito sea! —Gruño, empujándome del suelo mojado, todo
mientras trato de mantener el equilibrio. Durante todo el camino para
ir a cerrar el agua, tengo que ajustar mi polla hinchada.

Joder. Tiene razón. Estoy tan jodido. ¿Quién se pone duro en


un momento como este?
Joder.
Una vez que puedo cerrar el grifo de afuera, vuelvo a entrar y
miro el infierno que ahora es su baño. Se ve horrible. Como si
alguien hubiese dejado que la bañera se desbordara de agua. Dejo
escapar un suspiro de derrota.
—Empezaré a limpiar esto. Sólo tráeme algunas toallas, para
que podamos secar la mayoría de eso.
Está callada, demasiado callada. Me doy cuenta, demasiado
tarde, cuando fijo mi mirada en ella, que podría haber sido
demasiado duro cuando le grité. Sus mejillas están cubiertas de
rojo, probablemente con la vergüenza, de que yo sea un idiota para
ella, y sus ojos se ven un poco tristes. A pesar de que fui yo quien
puso eso allí, descubro que odio esa mirada de Olivia. Y aunque no
debería, sé que haría todo lo posible para hacerla sentir mejor.

Bajando la guardia, lo suficiente para hacerla sentir mejor, dejo


el acto. Una sonrisa riza las comisuras de mis labios y la sorpresa
ilumina sus ojos ante el efecto de ella. Observo su apariencia y, de
repente, soy yo quien tiene que contener la risa.
—Ojalá pudiera decir que he visto cosas peores, pero ...
bueno, no las he visto.

Frunce el ceño, y cuando la comprensión aparece en su rostro,


se balancea para mirarse en el espejo y jadea. Su rímel le corre por
las mejillas y parece un mapache que ha sido atropellado, y dejado
en estado salvaje durante días.
Una vez que se ha limpiado la mayor parte del agua, me dirijo
a casa para buscar otra tapa de codo, para ayudar con la presión
del agua.
Cuando finalmente he terminado por hoy, miro hacia afuera y
me doy cuenta de que ha caído la noche. Olivia se acerca
tímidamente. La gratitud está escrita en todo su rostro y me
incomoda. No fue un gran problema, lo que hice aquí hoy. Ella no
necesita emocionarse o leerlo, más de lo necesario.
—Deberías estar bien por ahora. Dejaré el enchufe en él, sólo
hasta que pueda terminar el resto. —Ella asiente.
—Entendido. Mantendré el enchufe encendido. ¿Tienes
hambre? Quiero decir, trabajaste mucho tiempo. Puedo llamar para
pedir algo o podemos pasar por algo. Mi regalo, por supuesto. —El
destello de esperanza en sus ojos, me detiene. Si las cosas fueran
diferentes, si mi vida fuera diferente, podría encontrar ese destello
atractivo. Podría encontrarme queriendo aceptar esa oferta, pero no
puedo.
Esa no es mi realidad.
Lo más probable es que nunca pueda tener esa vida. No hasta
que sepa que Ryder está a salvo, y que está permanentemente de
nuevo bajo mi cuidado.
—Estoy bien. —Su boca se cierra de golpe, y frunce los labios
pensativamente, por un segundo, antes de comenzar a asentir
lentamente, como si estuviera tratando de procesar. Puedo decir por
su expresión, que quiere decir más pero decide no hacerlo. Ella
fuerza una sonrisa y me dirige afuera.
Antes de irme, Olivia me detiene en la puerta, con su mano en
mi muñeca, evitando que me vaya. Lentamente, me giro y dirijo mi
atención a su mano sobre mi piel. Cada célula y neurona de mi
cuerpo comienza a vibrar. Siento su toque profundamente como si
de alguna manera estuviera pegado al hueso, pasando por alto
todas las capas externas de piel. Con un solo toque, se las arregló
para meterse debajo de mi piel, arraigando su toque y la suave
sensación de su piel en mi mente. Siento sus manos delicadas, las
yemas suaves de sus dedos, dentro de las profundidades más
oscuras de mi alma; su toque está incinerando. Lo siento en todas
partes. Las garras de la atracción han perforado mi piel, y se han
alojado lo suficientemente profundo como para que nunca se
pierdan, nunca.
Algo pasa entre nosotros en ese momento, algo tangible que
ambos sentimos. Prácticamente puedo saborearlo. Es un problema.
Un temblor recorre mi columna, ante las premoniciones que recorren
mi cuerpo. Intento dejar de lado las sensaciones, la forma en que su
toque me hace sentir. Intento que parezca que no es nada en
absoluto cuando, en realidad, este momento, aquí mismo, de pie en
el umbral de su casa con su mano sobre mí, se siente como todo.
Lentamente, me separo de su agarre y ella se aclara la
garganta, dándose cuenta de que nos hemos estado mirando sin
hablar durante demasiado tiempo. Un atractivo rosa vuelve a subir a
sus mejillas. Ella se aclara la garganta, tragando tan duro que puedo
escucharlo.
—Sólo quería decirte, gracias. Sé que no tenías que hacer
nada de esto, y sin mis padres aquí ... sólo quiero que sepas que te
lo agradezco, y me encantaría pagarte en algún momento, de
cualquier manera.
Casi me quejo de todas las formas en que un hombre puede
interpretar esa frase. ¿No se da cuenta del poder que tiene?
¿Cuántos aceptarían esa oferta y se aprovecharían de ella?
Me viene a la mente el hombre del bar la otra noche y frunzo el
ceño. De repente, la furia baja por mi columna como un tiro directo.
—No hay necesidad. —Dejo de lado la idea por completo y
comienzo a girar, necesitando un escape. Si me quedo aquí un
minuto más, terminaré haciendo algo que no podré retractar, como
follarla, aquí mismo, contra esta pared.
Demonios, su olor me distrae tanto, siento que me he estado
tapando la nariz casi todo el día. Es una combinación de algo dulce,
como la miel, y un suave aroma floral. No sé si es su esencia o su
champú, pero sea lo que sea, distrae como el infierno.

—También quería asegurarme ... las cosas, la guerra ... se


acabó, ¿verdad?
Una sonrisa burlona atraviesa mi rostro. —Oh no, cariño.
Recién estamos comenzando.
Con eso, regreso a casa, preparándome para ver a mi
hermanito mañana. Durante el resto de la noche, trato de
concentrarme en las cosas importantes, como el regreso de mi
hermano y la unión de nuestra familia, pero de alguna manera,
Olivia todavía se las arreglaba para colarse en mis pensamientos,
en mis sueños.
Sólo me hace desear odiarla aún más.
Capítulo 7
Flames — ZAYN, R3HAB, Jungleboi

Roman
Mi labio superior se encrespa con disgusto mientras camino por la
entrada infestada de malezas. Saber que mi hermano pequeño está
aquí en esta mierda, en lugar de conmigo, me cabrea.

¿Cómo puede el estado creer que esta mujer, en su piso en


piedra de mierda, con un césped de mierda, un vehículo de mierda y
una actitud aún más horrible, realmente puede cuidar de mi
hermano mejor que yo?
Eso era lo que pasaba con el estado, el sistema de justicia, los
hogares de acogida, como sea que quieras llamarlo. ¿En el segundo
en que tomas una mala decisión y te atrapan? Se acabó para ti.
Todo tu futuro está arruinado. De repente te encuentras con los
peores criminales. Cuando me arrestaron por robar y traficar, mi
mundo entero se puso patas arriba. Si no me hubieran obligado a
aceptar esa vida, si no hubiera tenido que soportar la peor parte de
esa responsabilidad, entonces tal vez todo en mi vida no sería tan
malo, como lo es actualmente.

Quizás Ryder y yo hubiéramos tenido vidas normales.

Podría haber ido a la escuela todos los días y haberlo


disfrutado, sin tener que preocuparme por cómo haría mi tarea,
ganaría suficiente dinero para alimentarnos a Ryder, a mí, y aún
tener lo suficiente ahorrado para pagar las cuentas. Ojalá hubiera
podido disfrutar de estar en la escuela secundaria, e incluso haber
tenido la oportunidad de ir a la universidad. Quizás entonces, no
tendría que trabajar duro en el garaje. Quizás entonces, mi
hermanito no estaría atrapado aquí,
en una mierda que no se merece. Ninguno de estos niños se
merece esto.

La verdad es que ambos merecíamos algo mejor. A mi madre


nunca se le debería haber permitido procrear. Algunas mujeres no
están destinadas a ser madres, y Allison Banks es una de ellas.

No me malinterpretes, me encanta mi trabajo en el garaje.


George me dio la oportunidad cuando estaba tan cerca de rendirme,
porque muchas otras personas me habían dejado de lado. A pesar
de que finalmente estaba fuera del sistema y trataba de construir
una vida mejor para mí, una en la que pudiera cuidar a un niño,
todavía sentía las cadenas de ese sistema en particular,
sujetándome. En todos los lugares a los que solicité, siempre me
echaban un vistazo a mí, a mi historial y me decían que me
marchara. Nadie me dio una oportunidad, hasta que lo hizo George.
Sin embargo, no me lo puso fácil. Me hizo trabajar por ello. Trabajar
por lo que quería en la vida.

Él y Vic son los únicos que realmente conocen mi pasado y mi


vida ahora. Entienden mi impulso, y lo importante que es para mí
recuperar a Ryder.
Dejo que la repentina ira se deslice por mis hombros, y subo
los escalones que conducen a la puerta principal. En el momento en
que mi pie aterriza en el cemento, a sólo unos centímetros de la
alfombra de bienvenida gastada, puedo escucharlo. Los gritos. Los
sonidos de algo chocando. Hay un niño llorando adentro, hay
música a todo volumen y alguien está gritando, probablemente
tratando de controlar el caos.

Mis labios se curvan sobre mis dientes, y es un milagro que no


estampe mi bota contra la puerta, entre y salga corriendo con mi
hermano. En un mundo ideal, podría apartarlo de la Sra. Wallace sin
problemas, pero por supuesto que no, ella ha estado luchando por él
durante años.
Ni siquiera es porque ella lo quiera. ¿Es porque él vive aquí,
ocupando espacio en su casa? No, es porque él es un sueldo para
ella. Ese dinero que recibe, ¿crees que se destina a esos malditos
niños? Ni un centavo. ¿Quieres saber cómo sé esto? ¿La ropa que
usa mi hermano? Son de mi parte. ¿Esos zapatos nuevos? De mi
parte. ¿Este maldito teléfono en mi bolsillo? Todo yo.

Si ya soy yo quien lo cuida, ¿por qué no me dejan quedármelo


gratis? No necesito un cheque para tomar a mi propia sangre. Sólo
lo necesito. Necesito ser su protector. Lo único que prometí ser,
durante la mayor parte de su vida, es también lo mismo en lo que he
estado fallando, tan miserablemente.

Pasaría el resto de mi vida, tratando de compensar a Ryder.


Puede que no me hayan tocado las mismas cartas que a él, pero
que me condenen, si él no vive una vida mejor que la que yo tuve.
Me niego a dejar que siga el mismo camino que yo.

Levanto el puño, ignorando el alboroto en el otro extremo de la


puerta que se avecina, y golpeo la madera con los nudillos.
Honestamente, estoy sorprendido de que alguien escuche el golpe
en el interior. Es como esperar que se escuche, un susurro en un
anfiteatro, mientras toca una banda de rock.

Jodidamente imposible.
Pasan unos segundos, el sonido de algo más cayendo, luego
la puerta se abre. La Sra. Wallace está ahí, con los ojos
desorbitados, las mejillas enrojecidas, probablemente de gritarles a
los niños todo el día. Su cabello está en uno de esos moños
desordenados, en la parte superior de su cabeza, y está vestida con
un chándal. Cada vez que miro a esta mujer, parece que no puedo
controlar la cantidad de odio que siento por ella. La sensación de
disgusto.

Realmente me recuerda a la señorita Tronchatoro de Matilda.


Apostaría mi bola izquierda, a que sus personalidades tampoco
están muy lejos.
—Oh —gruñe, mirándome de arriba abajo con desaprobación
—. Eres tú. Se supone que debes llamar y concertar una cita
conmigo, si quieres visitarme.

Me encojo de hombros, tratando de no dejar que demuestre


cuánto la desprecio. Intenté hacer las cosas según las reglas con
ella, y no me llevó a ninguna parte. Sólo llamadas que nunca fueron
devueltas, y dos semanas enteras sin ver a mi hermano pequeño.
Como si alguna vez le hubiera advertido antes de venir, para que
pueda fingir que la vida que él vive aquí, es mejor que la que
teníamos antes.

—Estaba en la zona y quería pasar a verlo.

Ella pone los ojos en blanco, viendo fácilmente a través de mi


mentira. Me hace señas para que entre, asiente con la cabeza y
camina por el pasillo. Se tapa la boca con la mano, y grita para que
todo el maldito vecindario escuche: —¡Ryder, tu hermano está aquí!

Esquivo a los niños al azar que corren por la casa, haciendo


todo lo posible, para no arrugar la nariz con disgusto, por esta
pocilga de casa. Sin duda, no entiendo cómo esta mujer aprueba
exámenes y visitas a casas. Su casa es posiblemente, el lugar más
repugnante del mundo.

Ryder se apresura a salir de la habitación, que comparte con


dos de los otros chicos aquí. En el segundo en que me ve, sus ojos
se iluminan, ¿y esa sensación se me mete en el pecho? ¿La
opresión que dificulta la respiración? Se intensifica. Cuando está a
distancia, lo tomo en mis brazos y aprieto a mi hermano pequeño.

—Te extrañé, amigo —le susurro.

Él me devuelve el apretón. —Yo también.

Cuando nos alejamos, busco los ojos de la Sra. Wallace y


señalo con la barbilla hacia la puerta. No estoy pidiendo permiso; ya
lo he superado. Le digo que me lo llevaré por un tiempo.
—Vuelve antes de la cena —grita detrás de nosotros, tratando
de mantener una apariencia de autoridad.

Sin una palabra o incluso un asentimiento, guío a Ryder fuera


de la pocilga, hasta el coche. No saco mucho el Camaro.
Normalmente lo guardo en George's Garage, ya que tengo el
Chevelle que estoy reacondicionando en mi propio garaje en casa.
Como una motocicleta se considera inapropiada para cuidar a un
niño, compré un Camaro viejo hace un tiempo, y he pasado todo mi
tiempo libre arreglándolo. Si no estoy visitando a Ryder, estoy
trabajando en el garaje, o trabajando en casa en el auto.

—Hombre, es agradable. —Ryder silba cuando se acerca al


coche. Incapaz de evitarlo, lo observa desde todos los ángulos, sus
ojos brillantes lucen jóvenes y despreocupados. Sonrío, disfrutando
del brillo juvenil en sus ojos, mientras mira el vehículo.

—Es tuyo. Una vez que aprendas a conducir, podrás tenerlo.

Se detiene en seco, sus ojos se agrandan y su boca se abre.


—¿Qué? ¿Estás bromeando?

Me río, asintiendo con la cabeza, mientras subo al asiento del


conductor. Ryder me imita, cayendo en el lado del pasajero.
Charlamos fácilmente, yo sólo lo reviso y veo cómo le va en la
escuela. Él estará en octavo grado el año que viene, y sólo por esa
razón, nunca me sentiré más orgulloso, o más como si el reloj
estuviera corriendo.

Necesito recuperarlo.

Paramos en su lugar de pizza favorito: Zachary's. El propietario


nos saluda con la mano, y nos da una palmada en la espalda,
dándonos nuestro puesto habitual, al entrar. Esto es tradición, algo
que podríamos hacer con mucha más frecuencia si viviera conmigo.

—¿Qué has estado haciendo? —pregunta, entre sorbos de


refresco.
Me encojo de hombros, pasando el brazo por el extremo de la
cabina y llevándome el refresco a los labios. —Trabajando en el
garaje. Ayer tuve que ayudar a mi vecino con algo.

Él levanta la ceja y antes de que haga la pregunta, ya estoy


negando con la cabeza, sabiendo exactamente lo que va a
preguntar.

—¿Este vecino es una ...niña? —Hago una pausa.

—Lo es.

—Te gusta —observa, recostándose en la cabina.

Me río. Una risa franca. Ryder, el chico de trece años, ¿Cree


que puede llamarme por mi mierda? Eso no va a pasar.

—No me gusta. En realidad, es todo lo contrario. Ella me


vuelve jodidamente loco.

Se ríe, sus ojos se arrugan en las esquinas, cuando lo hace.


No lo había visto reír tan fácilmente, en un tiempo. Para un niño de
su edad, su risa debería ser mucho más frecuente que ahora.

—No la habrías ayudado si no te agradara. Nunca haces nada


que no te beneficie, o te esfuerzas por ayudar a alguien que no te
importa.
Me recuesto, estupefacto, mirando a mi hermano pequeño.
¿Cuándo diablos se volvió tan observador? ¿Tan malditamente
inteligente?

—No tienes idea de lo que estás hablando, chico.


Ryder se ríe a sabiendas, demostrándome cuánto sabe, de
hecho. Suponiendo que ahora es el mejor momento, busco en mi
bolsillo y deslizo el teléfono por la mesa hacia él.

—Aquí, esto es tuyo.


Los ojos de Ryder se agrandan. Él mira hacia el iPhone, luego
lanza su mirada hacia atrás depende de mí. El shock está escrito en
todo su rostro, como si no pudiera comprender la realidad, de que
su hermano mayor le comprara un teléfono celular.

—Yo ¿qu-qué? No tenías que ...

Descanso mis antebrazos en la mesa entre nosotros, y me


inclino hacia adelante.

—Sí, lo hice, Ry. Necesito saber que estás a salvo. Si no


puedo comunicarme contigo a través de la Sra. Wallace, al menos
de esta manera, podremos hablar todos los días. Piensa en ello,
como un regalo de cumpleaños anticipado.
Los ojos de Ryder bajan rápidamente al teléfono, y frunce el
ceño. Lo miro de cerca, preguntándome si tal vez no lo quiere.
Quizás no le guste. Pero luego lo veo. El temblor en su barbilla. La
forma en que está tratando de mantener a raya sus emociones,
permaneciendo estoico. Le doy un minuto para calmarse, no quiero
ponerlo en un aprieto.
Yo soy muy parecido, cuando se trata de manejar las
emociones.

Reprímelo y manténlo oculto para todos; así es como he


manejado las emociones toda mi vida.

—Gracias, Rome. Yo... sólo, gracias.


Cuando me mira, sus ojos están enrojecidos y mi pecho se
aprieta de emoción. Dejo de lado la sensación y me inclino hacia
adelante, dándole una explicación sobre cómo usar el teléfono.
Configuré su cuenta para él y ya descargué algunos juegos y
aplicaciones. Mi número es, obviamente, el único programado por
ahora, pero no tengo ninguna duda de que pronto se llenará, con los
números de sus amigos.
Nos burlamos el uno del otro y bufamos con videos aleatorios
que encontramos en YouTube. Dejé que le cogiera el truco al
teléfono, mientras esperábamos nuestra pizza.

Se queda sobrio por un momento, jugando con el envoltorio


desfigurado de su pajita. Su mirada se lanza al iPhone sobre su
mano.

—¿Alguna vez piensas en mamá? ¿Te preguntas si ella está


bien?
Me congelo, todo mi cuerpo se pone rígido. Enderezándome
en el banco, paso una mano por mi cabello, estudiando a mi
hermano pequeño, mi respuesta en la punta de mi lengua. Quiero
decir la verdad, carajo, no, no pienso en esa mujer en ese sentido.
Claro, pensaré en ella y la maldeciré por jodernos, pero ¿me
preocupa si ella está bien? ¿Me importa lo que esté haciendo,
actualmente en su vida?

La respuesta simple es no.


Realmente no podría importarme menos, lo que Allison esté
haciendo con su vida. Ella podría arder en el infierno por lo que me
importa. Sin embargo, por mucho que quiera decirle todo eso a
Ryder, no lo hago. Es obvio que está preguntando por una razón, y
sea la que sea, no quiero que se sienta solo.

—A veces. ¿Qué te hace preguntar?


Él se encoge de hombros.

—Supongo que me preguntaba si alguna vez nos echaría de


menos, ¿sabes? Si se arrepiente de las decisiones que tomó en la
vida. Quizás las cosas serían diferentes para nosotros.

Una rabia tan profunda y caliente hierve en mis entrañas,


amenazando con desbordarse, mientras pienso en el pedazo de
mierda que fue mi madre. Por mucho que quiera creer que nuestra
madre, siente algún tipo de remordimiento por sus decisiones, sé,
en el fondo, que no le importa. Probablemente todavía esté viviendo
como basura blanca y drogándose a diario. No, diría que Ryder y yo
somos, los pensamientos más lejanos de su mente.

—Te lo prometo, Ryder, estoy haciendo todo lo posible para


que vuelvas. Vamos a volver a ser una familia, ¿me entiendes?

Mi hermano pequeño sonríe, y mi corazón se hace añicos,


cuando me doy cuenta de que no me mira a los ojos. Esa sonrisa
está ahí simplemente para complacerme, para hacerme sentir mejor.

—Lo sé —miente.

Aspiro una fuerte inhalación, mucho más decidida a cumplir mi


palabra. Cuando lo dejo en la mierda, y le recuerdo que me llame
todas las noches a su nuevo teléfono, regreso a casa, pero no antes
de llamar a su asistente social.
Ya cansé de esperar por esta mierda. Mi hermano pequeño
regresa a casa, y esta vez, no acepto un no por respuesta.

Después de mi llamada con la asistente social, y el abogado que


ella recomendó para ayudarme, decido salir a correr, para ayudarme
a aclarar mi mente. Es raro que tenga dos días libres seguidos, y es
raro que me encuentre con ganas de correr. Por lo general, voy al
gimnasio y levanto pesas, como una forma de hacer ejercicio y
mantenerme en forma, pero siempre que necesito desahogarme,
correr es lo único que lo hace por mí. Cuando estás tan sin aliento,
el corazón late con fuerza, los pulmones gritan para respirar aire, es
cuando no tienes nada más en tu mente, y finalmente puedes
pensar con claridad.
Antes de eso, intenté trabajar en el coche en el garaje, como suelo
hacer. Ese es mi proyecto de pasión, el auto que me quedaré
cuando sea el momento adecuado. Siempre supe que le daría a
Ryder el Camaro, pero ¿este? Es mío y, por lo general, es suficiente
para dejar de pensar en la vida y otras cosas que me molestan, pero
no hoy.

Con mi pañuelo todavía envuelto alrededor de mi cabeza,


manteniendo los rizos sueltos fuera de mi cara, y mi piel pegajosa
por el sudor, bombeo mis brazos, empujando más allá del ácido
láctico que se acumula en mis piernas. Inhalo y exhalo
bruscamente, quitando la pesadez que se está asentando en mis
músculos y huesos.

Estoy tan perdido en mis pensamientos sobre Ryder, mi madre


y lo que nos depara el futuro, tan atrapado en mi propia cabeza, que
no la veo venir hasta que es demasiado tarde. Mi visión se aclara de
repente, mi visión de túnel y los pensamientos que me provocan
estrés se desvanecen, cuando la veo en mi camino.
Ella saluda, pero como en una película, avanza lentamente en
movimiento, y es cuando veo el momento en que se da cuenta, de
que está jodida.
También veo el momento en su mente, cuando se da cuenta
de que debería apartarse de mi camino, para no atropellarla, pero
eso no sucede.

En cuestión de segundos, choco contra Olivia, y ambos


caemos al suelo. Apretándola contra mí, la giro, permitiendo que mi
cuerpo caiga al suelo. El viento me deja sin aire con el impacto, y mi
piel raspa el suelo.

Cuando abro los ojos, lo único que me preocupa es Olivia, que


está mortalmente silenciosa y demasiado quieta.

Me doy la vuelta y la hago rodar suavemente sobre su espalda.


Tiene los ojos cerrados y todavía no habla, algo realmente fuera de
lugar para ella. El miedo de repente, se abre camino hasta mi
pecho.
—¿Olivia? —Jadeo. Pongo una mano en su cuello, buscando
el pulso, asegurándome de no lastimarla accidentalmente. Eso es
todo lo que necesito.
Mata a la chica de al lado. No sería sorprendente conocer mi
suerte. Sus ojos se abren repentinamente, en el segundo en que mi
palma se posa sobre su cuello. Ella me mira con los ojos aturdidos,
y se toma unos segundos para concentrarse en lo que la rodea.
Cuando todavía no pronuncia una palabra, vuelvo a llamarla
por su nombre —¿Olivia?
Capítulo 8
Feeling of Falling — Cheat Codes, Kim Petras

Olivia
—¿Olivia?
A su tercer llamado, finalmente obligo a mis párpados a
permanecer abiertos, y cuando mi visión se aclara, mi estómago da
un vuelco ante la imagen que se cierne sobre mí. Cuando el
hermoso rostro de Roman se materializa, mis labios se abren. De
repente se me seca la boca y siento que no puedo respirar.

Está sentado a horcajadas sobre mí, flotando sobre mí, su


rostro perfectamente hermoso salpicado de sudor. Su piel
bronceada brilla a la luz del sol, resaltando el color de sus brillantes
ojos, la barba incipiente dorada claro que cubre su mandíbula, y los
rasgos afilados de su rostro. Tiene un pañuelo alrededor de su
cabeza, manteniendo los mechones de color marrón oscuro, fuera
de su cara. Su amplio pecho y brazos musculosos brillan de sudor, y
trato de no mirar demasiado fuerte. Pero maldita sea, es imposible
no hacerlo.

¿Es acaso real este hombre?


¿En qué estaba pensando Dios cuando creó a Roman? Oh,
claro, déjame hacer a este hombre, el mejor espécimen que jamás
haya visto la tierra, y espera lo mejor. Cristo del cielo, es injusto.

Nadie tiene derecho a lucir tan excepcional, y menos aún


cuando acaba de hacer ejercicio. Después de hacer ejercicio, yo
parezco un tomate que se ha caído, enrollado, usado y maltratado,
sintiendo que huelo como un real suspensorio, que no ha sido
lavado en aproximadamente ocho años. Pero, por supuesto, ese no
es el caso de Roman. Parece un maldito modelo de Calvin Klein al
que le acaban de rociar agua para que parezca sudoroso, y huele a
auténtico hombre no adulterado. Goteando de feromonas y
testosterona.

Miro hacia abajo, lejos de su rostro, tratando de deshacerme


de mi atracción hacia él y cuando veo los planos firmes de su torso
desnudo, mis ojos casi se salen de su órbita.

¡Oh, por favor!


Su piel está reluciente. Literalmente reluciente. Su sudor
parece oro de 24 quilates y, en lugar de estar disgustada y ofendida
por su desnudez, estoy absolutamente embelesada y excitada por
él. Tengo la extraña necesidad de extender la mano y acariciar su
piel, sus firmes pectorales. He visto al hombre sin camisa varias
veces, pero nunca y quiero decir nunca, he visto sus abdominales
tan de cerca. Es una locura lo profundo que es cada contorno, y
valle de agua que corre por su cuerpo. Tiene que hacer al menos un
millón de abdominales al día para mantenerse así. Al menos. Me
niego a creer que es sólo genética.
El hombre está literalmente chorreando sudor sobre mí y, en
lugar de empujarlo, estoy disfrutando este momento y memorizando
cada detalle vital sobre él para conservarlo. Me siento como si
estuviera conectada a un desfibrilador con fuertes corrientes
dolorosas, sacudiendo todo mi cuerpo a la vida, mientras nos
miramos el uno al otro.

—Olivia, maldita sea, di algo —gruñe, frunciendo las cejas con


angustia. Es entonces cuando me doy cuenta de que todavía tengo
que decirle una palabra. Lo he estado mirando fijamente,
observando su pecho desnudo como si estuviera muda. Algo que
ciertamente no soy, y que él puede dar fe de eso.

—Hola —finalmente me las arreglo para respirar y, por una


fracción de segundo, veo entrar algo en sus ojos. Es cálido y suave.
Demonios, es pegajoso y lo siento hasta los huesos, haciéndome
líquida. Siento que Roman está observando dentro de mi alma, con
esa sola mirada, tocando las partes más profundas de mí, sin
siquiera intentarlo.

Su labio se arquea un poquito, pero es suficiente, para hacer


que un enjambre de colibríes se refugie en mi estómago. Están
rugiendo en mi vientre, sus alas batiendo imprudentemente,
mientras mi corazón late como un metrónomo enojado.

—¿Estás bien?

—¿Qué? —susurro, mi mirada se posa en sus labios carnosos.


Son tan... perfectos. Bonitos y grandes, regordetes, pero tan firmes.
Su labio inferior sobresale, cuelga hacia abajo y tengo el impulso
más extraño de acercarme y mordisquearlo. Tomarlo en mi boca y
raspar mis dientes sobre él.

Él se ríe. El sonido es ronco y golpea directamente en mis


caderas, provocando que se me ponga la piel de gallina. —Te
pregunté si estás bien.

¿Cómo se sentiría besarlo? Aquí, ahora. Él sabría a…

—¡Si! Dios, lo siento. No sé cuál es mi problema. —salgo


rápidamente, dándome cuenta de que mi mente estaba divagando,
una vez más.

Me lanza una mirada cómplice mientras me ayuda a ponerme


de pie. Mi cuerpo grita en protesta, pero acepto la ayuda, con un
gemido reprimido de dolor.

Nos quedamos allí incómodos. Él sin camisa, luciendo como el


hombre divino que seguramente es, y yo, todavía vestida con mi
uniforme de trabajo, ahora empapada por su sudor.

Somos mundos diferentes, sin embargo, cada vez que lo miro


a los ojos, en momentos como estos, no me siento así. Siento que
nos entendemos a un nivel que la mayoría de la gente no. Un nivel
más allá de mi imaginación.
—Nos vemos —dice de repente, cortando nuestra conexión.
Antes de que pueda pronunciar una sola palabra, se voltea y lo veo
caminar hacia su casa. Cruza mi jardín hacia el suyo y cuando miro
hacia abajo, mi estómago da un vuelco.

Oh no.

De repente recuerdo por qué estaba tan emocionada de llegar


a casa. Por qué me moría de risa, antes de saludarlo, y antes de
que casi me pisoteara hasta morir.

—¡Roman, detente! —Le grito, pero era demasiado tarde. De


repente deja de caminar, pero no es por la razón que creo.
Lentamente, levanta el pie, y veo que la tensión aumenta en sus
hombros. Siento que de repente la atmósfera cambia. Demonios,
juro que incluso empiezo a ver las nubes de tormenta, rodar sobre
nuestras cabezas.

Roman gira y me mira por encima del hombro con fuego en los
ojos. Cuando miro su pie que todavía está levantado, me hundo.

Mucho para ser una broma.

Hoy en el almuerzo, pensé que sería divertido vengarme de


Roman por la excremento de perro de Max. Fui tan lejos como para
buscar un parque para perros local, al que pudiera ir y robar
excremento de perro. Suena mucho más fácil de lo que realmente
es. ¿Quién iba a imaginar que la gente fuera tan territorial?
Lo digo en serio. Es excremento. No es el elixir de la eterna
juventud.

Después de ser perseguida y expulsada de allí por una


multitud de amantes de perros, aseguré la bolsa de… lo adivinaste,
excremento de perro fresco, y lo dejé caer en su césped. Existía la
posibilidad de que pudiera detectarlo con anticipación, y deshacerse
de él antes de que tuviera la oportunidad de intervenir, pero quería
ver qué pasaría, en caso de que eso no sucediera. Incluso si sólo
hubiera un pequeño cinco por ciento de posibilidad, podría
recuperarlo.

Quería tener la oportunidad de tomar represalia, antes de que


me sorprendieran con otra broma. Traté de pedir una tregua. El día
que salí de mi casa, después de trabajar en las tuberías, traté de
ponerle fin a todo, antes de que las cosas se intensificaran, pero él
no quería participar. Si hay alguien a quien culpar aquí, quiero decir,
realmente es él.

—Touché, Olivia —su voz viaja desde su jardín hasta el mío,


su tono es frío como el hielo. El fuego que estaba allí en su mirada,
de hace ni siquiera cinco minutos, ahora se ha convertido en un
hielo seco humeante, quemando mi carne con el impacto.

Siento que no puedo respirar, mientras lo veo darme la


espalda. Se quita sus zapatos y desaparece dentro, sin una palabra
más.

Bueno, mierda. No puedo tomar un descanso.

Durante los próximos días, desconfío de Roman y con mucha razón.


Se siente como si estuviera constantemente mirando por encima del
hombro, esperando a que salte. Sé que vendrá. No hay forma de
que deje pasar por alto lo que hice.

Simplemente no hay manera.

Sacudiéndome de los miedos persistentes, me concentro en la


tarea que tengo entre manos. Estoy en el trabajo, ayudando a Travis
y a Atticus, otro de los técnicos veterinarios, con una cirugía que
involucró al conejo de alguien, que fue mutilado por un perro en el
vecindario. Saber que hay una familia esperando fuera de esta sala,
para escuchar sobre el animal de su hija, sólo me hace querer
trabajar más duro.

El conejo, que nos enteramos que se llama Darcy, tiene


algunas heridas profundas, pero nada que sea irreparable, si
actuamos rápido. Sin embargo, es la herida en su axilar izquierdo lo
que nos tiene a todos preocupados. Ella está perdiendo mucha
sangre y espero que Travis pueda estar a la altura de sus
expectativas y hacer que la suture.

Todos trabajamos en sincronía durante toda la operación.


Atticus está profundamente involucrado con Travis, trabajando para
detener el flujo sanguíneo y suturar las heridas restantes. Me coloco
a la izquierda de Travis, entregando herramienta tras herramienta,
girando la luz según lo que diga. Kassandra está en algún lugar en
el fondo con Lucy, preparando los medicamentos de liberación de
Darcy.

Es casi como si fuéramos el equipo de ensueño allí, cada uno


de nosotros defendiéndonos y haciendo nuestra parte, para ayudar
a Travis en su búsqueda para curar a la pequeña señorita Darcy.
Cuando la anestesia comienza a desaparecer y Darcy se mueve,
Lucy me da una mano, sosteniéndola para mantenerla quieta,
mientras Travis termina.

Una vez que llego a casa, estoy cansada de las horas extra
que trabajé. Aunque Darcy está perfectamente bien y sana ahora, el
procedimiento tomó mucho más tiempo de lo que pensábamos
originalmente. Me quedé con Travis para ayudar a limpiar, y
prepararme para mañana. Una parte de mí se preguntaba, por qué
él se molestaba en quedarse para ayudar. Era tan impropio de él.
Me parece el tipo de hombre, que piensa que es demasiado bueno
para limpiar. Ese siempre ha sido el trabajo de alguien como yo. Es
esencialmente para lo que estaba allí, y en lo que consistía mi
trabajo. Sin embargo, me sorprendió gratamente cuando se quedó
para ayudar. Atticus limpió el área de recepción, mientras que Lucy
y Kassandra, se encargaron de los cuartos traseros para el siguiente
turno.

Todos estábamos decididos a volver a casa, y dormir un poco.

A diferencia de la última vez que hablamos, esta vez parecía


haber una mejor camaradería entre Travis y yo. La conversación
pareció fluir mejor y, en general, sentí que podría haber juzgado mal
a Travis y quién era antes.

¿Estaba interesada en salir con él? No, definitivamente no.


Pero sin las miradas indiscretas y los oídos del resto del personal,
sentí que me estaba mostrando partes de su yo real, y no la fachada
falsa que muestra a todos en la oficina. Fue un cambio agradable, e
hizo que la limpieza fuera mucho más fluida.

Él me acompañó fuera de la oficina, y me contó una historia


sobre el entrenamiento veterinario que incluía a su padre, y mucha
materia fecal. No pude evitar reírme. Cuando nos separamos y me
fui, no pude evitar notar cuán diferente era Travis de Roman. Roman
me esperó esa noche en el bar y, esta noche, Travis no lo hizo.
Supongo que cada chico es diferente.

Cuando camino hacia la entrada de mi casa, no puedo evitar la


forma en que mi mirada se fija, en la casa de al lado. Es pasada la
medianoche y todas sus luces están apagadas. No tengo duda de
que ya está dormido y, si fuera cualquier otra noche, estoy segura
de que yo también lo estaría.
Tengo que reprimir el impulso de ir a la casa de al lado, y
disculparme por mi broma. Una parte de mí se pregunta, si podría
cortar de raíz su represalia con mi disculpa. No es probable.
Miro por el espejo retrovisor y frunzo el ceño cuando veo un
destello de faros. Un automóvil se detiene frente a mi casa, y me
pongo rígida en mi asiento, en alerta roja. Una vez que sé qué tipo
de auto es, mi ceño se profundiza.
Empujo la puerta y salgo. —¿Travis?
Estaciona su auto y sale, corriendo alrededor de su ruidosa
camioneta. —Creo que te olvidaste esto —dice, entregándome el
teléfono.
Mis ojos se abren y aspiro profundamente. —¡Mierda! ¡Ni
siquiera recordaba haberlo perdido! Gracias.

Él se encoge de hombros. Su mirada vaga por el vecindario,


luego observa mi casa detrás de mí. Sus labios se fruncen, como si
quisiera decir algo, pero se lo piensa mejor, lanzándome una sonrisa
en su lugar.
—Es bonita.

El orgullo se dispara a través de mí, mientras miro hacia atrás


a mi casa. Puede que no sea mucho ahora, pero es mía. Mientras
miro hacia atrás, observo rápidamente la casa de Roman, y cuando
me doy cuenta de que la luz está encendida en la sala, mi estómago
da un vuelco.
¿Qué está haciendo despierto? Sólo estaba dormido.

Antes de que pueda reflexionar más sobre eso, escucho el


sonido de algo haciendo clic, luego siento agua. Sale desde todas
las direcciones. Me doy cuenta demasiado tarde de donde proviene.
Dejo escapar un chillido y trato de cubrirme del rociador, mientras
Travis hace lo mismo.
Cuando un cierto aroma llena el aire, Travis y yo comenzamos
a sentir arcadas. Ambos nos doblamos, con las manos en las
rodillas, tosiendo y con arcadas. Hacemos una pausa y volvemos a
mirarnos. Tiene las cejas fruncidas, la confusión escrita en todo su
rostro.

—Eso es... ¿vinagre?


Aprieto los dientes, incapaz de responder. Lentamente, me
giro, lanzando una mirada a la casa de Roman. Mi mirada se
estrecha cuando veo su silueta en la ventana, mirándolo bajar. Miro
el sistema de rociadores, que debe haber comprado en la ferretería
local. Está colocado entre nuestros jardines, apuntando
directamente a mi casa y al césped. ¿Cómo diablos se las arregló
para infiltrar el spray con vinagre, más allá de mí y de mis
capacidades como bromista?
Sabiendo que todavía está mirando, le lanzó el dedo del medio
y me prometo que la próxima broma será la última. Lo terminaré de
una vez por todas.
Capítulo 9
Neighbors Knox My Name — Trey Songz

Olivia
Después de aplicar champú y acondicionador en mi cabello tres
veces, todavía podía oler los rastros de vinagre al día siguiente,
cuando voy al trabajo. Lo mismo ocurrió con Travis. No podía creer
lo diabólico que era mi vecino. ¿Rociar a alguien con vinagre,
mientras llegaba a casa del trabajo?
Eso requirió mucha anticipación. Ciertamente premeditación.

Fue una prueba más de lo que ya sabía. Mi vecino era el


diablo.

Todos en la oficina pasaron el día, dándome consejos sobre


cómo manejarlo. La mitad me dijo que lo hablara, que le dijera que
teníamos que poner fin a esta estúpida batalla, antes de que uno de
nosotros hiciera algo realmente fuera de lugar. ¿La otra mitad?
Bueno, tenían grandes ideas. Algunas no las podía dejar pasar en
términos de venganza.

Después del trabajo, hice algunas compras, tratando de


encontrar la mayoría de los suministros que iba a necesitar, para
vengarme por lo que hizo. En lugar de trabajar en la casa o en el
jardín como lo había planeado, me senté en mi cama, me escondí
dentro, y me puse manos a la obra buscando los otros artículos que
necesitaría para que la broma terminara. La mayoría de ellos tendría
que comprarlos en línea, pero fui al sitio web que Atticus me dijo, y
leí instrucciones tras instrucciones. Si hubiera alguien en quien
confiar sobre bromas, ese sería Atticus. Él era el rey de las bromas,
un bromista absoluto en la clínica.
Aunque no he estado allí por mucho tiempo, ya puedo contar
con ambas manos la cantidad de bromas que le he visto hacer.
Desde untar cebollas en caramelo y dejarlas en la sala de descanso,
hasta los ridículos sustos que de alguna manera siguen
funcionando.

Aún sintiéndome agotada por mi turno nocturno, en la clínica


de la otra noche, me sentí cansada mientras investigaba. En un
momento, decidí dejar a un lado mi laptop, deslizándome debajo de
las mantas y cerrar los ojos por un rato.

Me despierto, aturdida, frotándome el sueño de los ojos. Un


vistazo al reloj me permite saber que lo que se suponía que era una
siesta corta, se ha convertido en un sueño profundo. Son las dos de
la madrugada y las posibilidades de que pueda volver a dormirme,
antes de levantarme para trabajar, son escasas.

La brisa de la ventana abierta, hace que un escalofrío recorra


mi cuerpo. Estoy a punto de levantarme y cerrarla, pero me congelo
en la cama cuando escucho algo. Mis ojos se abren y me detengo,
tratando de averiguar si es sólo la somnolencia que me juega una
mala pasada.
Pero no. Ahí está de nuevo.

Un gemido.

Junto con el sonido de piel aplaudiendo y jadeando


pesadamente.

Lentamente, mi mirada se desplaza hacia mi ventana abierta y


dejo escapar un grito ahogado, cuando me doy cuenta. Allí, con una
cantidad significativa de luz entrando en su habitación, está Roman
con una hermosa mujer que tiene grandes tetas, doblada por la
mitad en su cama, mientras él la golpea por detrás.

Me doy cuenta de que debería dar la vuelta y mirar cualquier


cosa menos esto. Mi vecino está literalmente en medio de tener
sexo. Me siento como una enferma. No es como si él supiera que mi
ventana está abierta. En Campbell, el clima ha sido lo
suficientemente agradable como para dejarlas abiertas toda la
noche, así que esto no es nada nuevo. Personalmente, por razones
de seguridad, nunca hago eso. Siempre cierro las ventanas antes de
acostarme. Sin embargo, parece que Roman no se ajusta a esa
regla.
¿Quién folla a alguien, con la ventana abierta de par en par?
Jesucristo.
Con la mirada fija en su ventana abierta, observo con total
asombro cómo funciona su cuerpo. No puedo distinguir mucho. El
destello de luz en su habitación es suficiente para detectar la fina
capa de sudor en su piel. No puedo decir si mis ojos me están
engañando, o si realmente puedo ver tan lejos. Quiero decir, Dios
mío, ¿los constructores no pensaron que íbamos a necesitar más
privacidad que esta? Mis ojos se fijan en él. La forma en que se
tensan los músculos de sus bíceps y brazos, mientras agarra la cola
de caballo de la mujer y tira su cabeza hacia atrás. Los músculos de
su abdomen saltan y se flexionan con cada bombeo y sus muslos,
dulce Jesús, sus muslos son tan gruesos y tan poderosos como
imaginé que serían.

Puedo sentir que me estoy calentando y enojando. Estoy


enrojecida y sensible entre mis piernas. Gotas de transpiración en
mi frente, mientras el deseo tira hacia abajo en mi vientre. Siento
que el dolor se extiende por la parte inferior de mi cuerpo,
suplicando que me toque. Mi núcleo se aprieta y palpita, mientras
veo los labios de Roman separarse, cuando bombea hacia la mujer.
Su cabeza está echada hacia atrás en éxtasis, su rostro se
transformó en placer.

Como si tuviera mente propia, mi mano se desliza por debajo


del elástico de mis bragas, y comienzo a acariciar mi clítoris,
frotándolo en círculos suaves, al ritmo de sus embestidas. Cierro los
ojos por un segundo e imagino que estoy en el lugar de ella, y
Roman me está follando. Es él con su mano en mi cabello,
montándome como si fuera un toro enojado.

La humedad se acumula, el aroma de mi excitación inunda la


habitación y cuando abro los ojos, tengo que morderme el labio
inferior para evitar que el gemido se escape. En lugar de mirar
fijamente a su cita, Roman mira hacia mi ventana. Me tenso en la
cama, mirando más allá de mi rincón de lectura, ubicado justo
debajo de la ventana, preguntándome si él puede verme, pero
incluso si puede o no, no dejo de tocarme. Sus embestidas se
aceleran y no aparta la mirada. Ni una sola vez.

No sé si él puede decir que mi ventana está abierta, y espero


por Dios que no pueda ver por aquí, pero mientras mira hacia aquí,
mis dedos bajan. Los sumerjo dentro, gimiendo, mientras los
músculos pulsan y se aprietan a mi alrededor.

Cuando vuelvo a la realidad, estoy empapada de sudor, y mi


corazón late con tanta violencia, que temo que ambos lo oirán. La
realidad se instala. El terror y la vergüenza crecen en mi vientre. Me
preocupa que mi gemido de liberación, haya sido demasiado fuerte.

¿Qué pasa si lo escucharon? ¿Lo haría pasar por si fuera el


gemido de ella?

Estoy mortificada.

La magnitud de lo que he hecho, de repente me golpea.


Rápidamente, saco la mano de mis bragas y me quedo ahí,
mirando fijamente al techo, buscando respuestas, una excusa
viable.

¿Qué diablos acabo de hacer?

Sintiéndome completamente disgustada y con necesidad de


una larga ducha, salto de la cama, corro hacia la ventana y la cierro
de golpe junto con mis cortinas. Probablemente, podría haber
intentado estar un poco más tranquila, pero no estoy pensando con
claridad en este momento. Eso es obvio.

Corriendo hacia la ducha, dejo que el agua helada se deslice


por mi cuerpo. Grito por la temperatura, pero hace el trabajo
previsto. Me ayuda a controlar mis hormonas, y a dejar que mi
mente siga divagando. Agradezco a mi estrella de la suerte que,
cuando salgo, no noto ninguna actividad extraña en la puerta de al
lado. Luchando contra el impulso de mirar, dejo las cortinas cerradas
y me obligo a volver a la cama, así no estaré cansada para trabajar
por la mañana.

Eso no funciona en lo absoluto. Me paso el resto del amanecer


despierta, mirando al techo, pensando en mi vecino y en la chica
misteriosa.

¿Esa es su novia? ¿O es sólo una chica al azar que trajo a


casa?

¿Me notó?

Lo peor de todo es: ¿Por qué me importa?

No es que esté celosa de alguien que no puedo tener, o


alguien a quien odio, pero una parte de mí está celosa de ella,
porque por mucho que odie admitirlo, quería estar en su lugar esta
noche y eso es algo peligroso de desear. Especialmente en lo que
respecta a Roman.

Desde entonces, he cumplido con mi deber de asegurarme de


que las ventanas estén cerradas, antes de quedarme dormida. Lo
último que necesito, es una repetición de lo que pasó.

La otra noche, cuando Roman tuvo compañía, fue lo más bajo


que he hecho. Es obvio que, aunque estoy viviendo mi vida más
libre que nunca, disfrutando de ser independiente, todavía me siento
sola. Necesito un compañero hombre, y necesito uno
inmediatamente.
Ojalá pudiera decir que soy el tipo de mujer, que no necesita
un hombre para ser feliz y en su mayor parte, lo soy. Mientras
estaba soltera, me sentí más empoderada y más feliz que nunca,
que durante mi relación con Reid. A pesar de eso, una parte de mí
todavía anhela la intimidad y el afecto. A veces, la soledad
profundamente arraigada que siento me molesta, y siento que nunca
habrá un lugar en el mundo, al que realmente pertenezca. Creo que
parte de eso, proviene de mi infancia. Siempre he sido alegre y me
llevé bastante bien con los demás, pero nunca tuve mi propio grupo.
Soy lo que llamas una flotadora. Un vagabundo en la vida y las
amistades. Nunca encontré esa amistad o relación estable.

Siempre sentí que había ciertas expectativas de mí, incluso


cuando era niña. Mis padres, siendo como son, no ayudaron a nadie
en esa área. Toda mi vida he estado buscando ese lugar, ese grupo,
esa persona con la que pueda encajar. En el que puedo caer y ser
yo misma. Creo que todos estamos buscando a alguien que nos
acepte como somos, nos ame como somos.

Estar en una relación me hace sentir menos sola, incluso si no


es necesariamente una feliz. Al principio, siempre son unicornios y
arcoiris, todo felicidad y sexo caliente, pero eso siempre parece
cambiar en algún momento.

Sé con certeza que no estoy en ningún tipo de espacio mental


para salir con alguien, pero se está volviendo dolorosamente obvio,
es posible que necesite encontrar un hombre, con el que pueda
desahogarme. Cualquier cosa que me ayude, a dejar de pensar en
mi vecino.

Desde el incidente, he tenido dificultades para mirar a Roman


a los ojos. Lo he evitado por completo, prácticamente salgo
corriendo por la puerta principal hacia mi auto, con la mirada pegada
al suelo. En mi prisa, ni siquiera estoy preocupada por otra posible
broma. Sólo quiero estar tan lejos de él, como pueda.
Ahora, más que nunca, siento que necesito recuperarlo.
Necesito que todas esas cosas lleguen por correo, para poder
hacerle una broma, alejarlo. Necesito hacerlo enojar. Necesito
sentirme enojada con él, ya que ahora no me siento así. Estoy
sintiendo algo completamente diferente por mi vecino, y no lo
comprendo. Sea lo que sea, no puede suceder. No lo dejaré.

Paso todo el día en el trabajo, repitiendo la forma en que se


movía su cuerpo, los músculos que saltaban, se doblaban y la
expresión de su rostro. Me odio a mi misma, y al hecho de que
todavía siento los efectos de lo que vi, un día después.

Soy un desagradable, horrible ser humano…


Necesito ayuda. Ayuda psiquiátrica seria. Probablemente
debería hablar con un profesional sobre esto, pero de ninguna
manera voy a hablar con mi padre.
Como si sintiera que estoy pensando en él, mi teléfono vibra
desde el asiento del pasajero, y la cara de mi padre parpadea en la
pantalla. Conecto la llamada por Bluetooth, para poder hablar y
conducir.
—Hola papá.

—¿Acabas de salir del trabajo? —pregunta, en una suave voz.


Incluso jubilado, mi padre todavía tiene la costumbre, de hablar
como un terapeuta.

—Sí, tuve un turno temprano esta mañana. ¿Qué piensas


hacer? ¿Quieres hacer un psicoanálisis?

Él se ríe. — No, para nada. Sólo queríamos ver cómo estás,


ver cómo te va. Sabes cómo se preocupa tu madre.
Yo sonrío. — Oh, es sólo mi madre la que se preocupa ahora,
¿verdad?
—De acuerdo. Yo también
Eso me hace reír. —Estoy bien, papá. Lo prometo. En el
segundo que sienta que algo no está bien, los llamaré.
—Eso es todo lo que podemos pedir, Oliv... —Lo interrumpen
las voces de fondo y, cuanto más me esfuerzo por escuchar, me doy
cuenta de que es mi madre. —Tengo que irme, nena. Tu madre
quiere hablar contigo, y tu hermano parece que no puede quitar, las
manos de las llaves del auto. Te amo.

—También te amo, papá. Voy...


Antes de que pueda terminar, me imagino que mi mamá le
quita el teléfono a mi papá. Su voz jubilosa irrumpe en la línea. —
Olivia, cariño, ¿cómo estás?
—Bien, mamá. Justo como le decía a papá.

—¿Has hecho nuevos amigos? ¿Qué pasa con los posibles


novios?

Un ceño se posa en mi rostro. —Sin amigos y definitivamente


sin novios.
Ella chasquea su lengua. —Bueno, ¿al menos sigues activa?
¿Has probado Tinder?
—¡Mamá! —Grito—. Por favor, no me hagas preguntas como
esa, mientras estás en la misma habitación que papá, es extraño.
¿Y cómo sabes siquiera qué es Tinder?
Prácticamente puedo imaginar sus ojos en blanco. —Oh,
detente. Ni siquiera él está aquí, y nunca respondiste a mi pregunta.
Mis labios se arrugan. —Tú tampoco respondiste la mía.
—Todo el mundo sabe sobre Tinder, Olivia. Soy una terapeuta
sexual, no una virgen nacida de nuevo. Ahora dime, ¿te estás
cuidando sexualmente? Recuerda, si te sientes estresada o
abrumada, ve a tu habitación, atenúa las luces y ten intimidad con...
El calor sube a mis mejillas. —Sí, me he estado cuidando muy
bien. Gracias por tu preocupación.

—Ah, entonces, ¿es masturbación? Cariño, tienes que salir y


vivir tu vida.
—Mi vibrador funciona bien, muchas gracias.

—No lo hará por mucho tiempo, si sigues usándolo con tanta


frecuencia, como lo haces.

Mis cejas se disparan hasta la línea del cabello. ¿Mi madre se


está burlando sobre mi vida sexual? —Ni siquiera lo uso tan a
menudo. — Mi voz no suena convincente en mis propios oídos.

—Correcto. Todo lo que digo es que no estaría mal salir.


Diviértete un poco. Demonios, tal vez incluso encuentres a alguien
lindo en el vecindario.

Mi agarre se aprieta alrededor del volante, mientras mis


pensamientos se dirigen inmediatamente a Roman y a su cuerpo
desnudo. Oh, dulce Jesús. Han pasado días y aún así, no puedo
dejar de pensar en eso. Trago más allá del nudo que de repente
bloquea mi garganta. —Nop. No hay gente guapa aquí.
Simplemente… feos. Todo el mundo es feo. Ni siquiera lo creerías.

—Eso es de mala educación, Olivia. No tienes que ser una


idiota al respecto.
Pongo los ojos en blanco. —De hecho, tengo que irme, mamá.
Te llamaré más adelante durante la semana, ¿de acuerdo?
Ella suspira. —Está bien. Recuerda, ¡no tengas miedo de salir!

Me hundo contra el asiento, una vez que se desconecta la


llamada. Sí, ponerme ahí fuera con un tipo como Roman,
definitivamente no va a suceder. Sobre mi cadáver.
Después de esa conversación, no puedo dejar de pensar en
Roman y en la forma en la que me toqué. Mi estómago se revuelve
de malestar. Una parte de mí está preocupada, de que él supiera
exactamente lo que estaba haciendo, y la otra parte está disgustada
conmigo misma. ¿Cómo puedo afirmar que aborrezco a este tipo?
Sin embargo, ¿me liberé viéndolo follar con alguien más?

Una vez que llego a casa, me doy una charla mental. El plan
es salir de mi auto, caminar dentro de mi casa y atrincherarme allí,
evitando a Roman a toda costa. Pero eso es imposible, ya que él
está parado en mi puerta, lo cual me sorprende como la mierda.
—Hey.

Salto ante el sonido de su voz, un grito de sorpresa pasa


volando por mis labios. Mi mirada se fija en la suya, ensanchándose
mientras lo miro. Está vestido informalmente con esos jeans
gastados y una camisa, que muestran cuán delgado y en forma es
su cuerpo debajo de ellos. Trago saliva, mientras los destellos de la
otra noche, de su cuerpo desnudo y sudoroso mientras empujaba,
llenan mi mente. Sacudiendo la cabeza, trato de aclarar mis
pensamientos.
Él nunca ha salido de su casa para hablar conmigo así que,
¿por qué ahora?

Mi estómago da un vuelco, cuando de repente se me ocurre


una idea. El calor sube a mis mejillas y de repente siento que voy a
vomitar.
Él lo sabe.
No hay otra explicación. ¿Por qué estaría parado en mi porche
delantero?
La incomodidad ni siquiera puede describir nuestra interacción,
ya que hago todo lo posible para estar relajada.
Forzando una de las risas más dignas de vergüenza, a salir de
mis labios, lo saludo diciendo su nombre, con una voz aguda que
suena como clavos en una pizarra. —¡Roman!
Él retrocede por el volumen de mi voz, sus cejas se fruncen
juntas, mientras me mira de manera extraña. —Puedes llamarme
Rome. Roman es un poco formal, considerando las cosas.
Mi corazón patina hasta detenerse abruptamente, y mi
respiración se atasca en mi garganta. ¿Qué quiere decir con eso de
“considerando las cosas”? ¿Está diciendo eso, porque sabe que lo
vi tener sexo con otra mujer, la otra noche?

—¿Considerando las cosas? ¿Qué se supone que significa


eso?— Cruzo los brazos sobre mi pecho a la defensiva, esperando
a que explique lo que realmente quiere decir. Si es posible, el
pliegue entre sus cejas se profundiza, y el ceño fruncido que él lleva
parece grabarse permanentemente, en las líneas de su rostro.
—¿Estás bien? Te ves un poco nerviosa—, observa, pasando
su mirada de arriba abajo por mi cuerpo. Me pongo tensa casi de
inmediato.
¿Puede darse cuenta?

¿Está mirando mi cuerpo, sabiendo lo que hice la otra noche?


En lugar de ser una persona normal, madura y preguntarle de
antemano qué necesita, ¿sabes lo que hago? Corro por su lado. No
camino ni troto. Yo corro por delante de él hacia mi casa, y cierro la
puerta detrás de mí.

Me hundo contra la madera, mi pecho sube y baja


violentamente, mientras trato de controlar mi respiración agitada.
Suave, Olivia. Jodidamente suave. Eso no fue incriminatorio en
lo absoluto.
Por supuesto, él toca a la puerta, y aunque la parte racional de
mi cerebro, sabía que pasaría, todavía salto y dejo escapar un grito
de sorpresa. Mis ojos se cierran de golpe, e inhalo respiraciones
profundas y estabilizadoras, tratando de recomponerme. Si Rome
no estaba seguro de haber visto algo antes de hoy, con la forma en
que estoy actuando, ahora está seguro.
¡Tranquilízate, demonios! Me llamo la atención.

Finalmente, cuando respondo con las mejillas teñidas de rosa


por la vergüenza, trato de mantener mi rostro lo más neutral posible,
mientras lo miro inocentemente. Todavía me mira como si fuera
certificable. Con razón.
—¿Si? —Grito, levantando una ceja.

Si es posible, ese ceño se profundiza y sus ojos se


entrecierran aún más. —Sólo quería decirte que puedo terminar
poco a poco esta semana. De esa manera, no me llevará mucho
tiempo, este fin de semana.
—De acuerdo, está bien. ¿Ocupado este fin de semana?
¿Tienes planes?

Hace una pausa, inclinando la cabeza hacia el lado un poco,


mientras me mira. —¿Y si tuviera? —él contraataca.

Abro la boca, luego la cierro de golpe, porque ¿qué me


importa?
—¿Estás seguro de que no estás planeando, tu próxima broma
estúpida contra mí?
—¿No te gustaría saberlo?

—Vinagre, ¿de verdad? —Cruzo los brazos con actitud—. Eso


es bajo incluso para ti.
—Odio haber frenado tu cita. —La forma en como dice la
palabra cita, con tanto disgusto me tiene en pie. Estrecho mi mirada,
taladrando agujeros en él con mis ojos.

—Te crees tan inteligente, ¿no? —pregunto, dando un paso


hacia él. Su rostro se contrae.

—¿Quién? ¿yo? ¿Por qué diablos iba a pensar eso?


El tono de humor en su voz, me hace apretar los dientes. —
Voy a vengarme. Ya verás.

Se ríe oscuramente. —Ya lo veremos.


—No entiendo cómo la mitad de este vecindario, te ha
soportado durante tanto tiempo. Eres la persona más frustrante del
planeta.
—Les agrado muchísimo más, de lo que les agradas tú.

Mi estómago se aprieta con inquietud. Quiero decir, sabía que


la recepción que me había dado el vecindario, no había sido muy
buena, pero demonios, pensé que era mucho mejor que eso. —
¿Qué diablos se supone que significa eso? A todos les agrado.
Horneé pasteles.
Rome echa la cabeza hacia atrás y se ríe de mí. —¿Crees que
hornear pasteles a personas al azar, hará que les agrades, cariño?
Inténtalo de nuevo.

—Estoy segura de que hay un lugar especial para ti, en el


infierno.
Lanza una sonrisa fría en mi dirección. —Junto a ti, espero.
Mi mirada se estrecha. Sus palabras deberían tener el efecto
contrario en mí, pero en cambio, algo ligero y lamentable llena mi
pecho. Esos estúpidos colibríes vuelven a batir sus alas
imprudentemente, haciéndome sentir como una idiota.
—Sólo preocúpate por ti mismo, Roman, porque la próxima
vez que te vea, desearás haber aceptado mi oferta, para terminar
con esta enemistad entre nosotros.

—Eso es cuestionable—, se encoge de hombros


despreocupadamente, dirigiéndose de regreso a su casa. —Sin
embargo, será mejor que tengas cuidado. No soy el único en
nuestro vecindario que no te soporta.
Aprieto los dientes de atrás con tanta fuerza, que me duele la
mandíbula por la presión. ¿El imbécil siempre tiene que tener la
última palabra?

Además, las divorciadas del barrio, que me odian porque me


mudé junto a él, no deberían contar en mi contra. En todo caso, les
estoy haciendo un favor aquí, soportando el peso de tener un
imbécil como él de vecino, sobre mis hombros.
—Te odio —siseo, siguiéndolo. Gira sobre mí y allí, en el jardín
delantero, tenemos una especie de enfrentamiento. Me acerco tanto
a él, que mi frente roza la suya.
Me sonríe con satisfacción. —El sentimiento es completamente
mutuo, cariño. Ahora, dejarás de ser un bebé y me invitarás a entrar
para que pueda terminar, ¿o eres tan terca?
Ignoro su ceja levantada y la forma en la que me desafía. Con
un bufido de disgusto, me doy la vuelta y me dirijo de regreso a mi
casa.
—Date prisa, idiota.
Lo miro lanzando dagas, todo el tiempo que trabaja. Es más
fácil así, dejar que mi animosidad me impulse. No me
malinterpretes. La lujuria todavía está ahí, hirviendo a fuego lento en
la superficie, pero ¿mi odio? ¿mi enojo? Eso es lo que siento
aumentar. Eso es en lo que decido concentrarme. Porque si no lo
hago, estoy segura de que me encontraré perdidamente enamorada
del idiota de al lado, y me niego a permitir que eso suceda.
Si el amor está fuera de los límites, pasaré mis días y mis
noches, odiando al imbécil de al lado.
Durante el resto de la noche, mientras termina de trabajar en
mi baño, trato de ignorarlo y fingir que no está allí. La tarea no es
fácil. Especialmente cuando se quita la camisa, dejándolo con sólo
una camiseta, que muestra su cuerpo tonificado, mientras se
concentra en la tarea que tiene entre manos.

Mientras lo veo trabajar, sus músculos flexionados me hacen


pensar en la noche anterior, y en la forma hábil en que movía las
caderas. La forma increíblemente caliente en que se mordía el labio
inferior, y desaparecía dentro de esa mujer. La forma en que su
cabello sexy y rebelde, estaba enmarañado en su frente, los
mechones me tentaban a pasar mis dedos por ellos.
Aproximadamente a la mitad, tengo que disculparme y fingir, que
necesito atender una llamada telefónica importante afuera, para
poder tranquilizarme. Me estaba cayendo a pedazos allí. Todo lo
que hice durante treinta minutos completos, fue desplazarme en mi
teléfono buscando ayuda, enviando mensajes a Kassandra.
Necesitaba hacer algo, cualquier cosa para dejar de pensar en él, y
en el hecho de que está aquí en mi casa, justo al lado de mi
habitación, donde me masturbaba mientras lo veía follar con otra
mujer, desde la ventana de su habitación.
Así de loca estoy.
Sacudo la cabeza, ante el lío en el que parece que me he
encontrado, y me dirijo directamente al lavadero de la cocina. Me
salpico la cara con agua fría para alejarme de esa idea.

No funciona.
No es que lo esperaba.
Me escondo, hasta que es hora de que se vaya, y cuando
finalmente lo hace, se lleva su pesada presencia inminente con él, y
finalmente siento que puedo respirar de nuevo.
Cuando llega la noche, y es hora de que empiece a
prepararme para ir a la cama, me encuentro haciendo tareas
mundanas a propósito, para deshacerme de esta energía extra, que
fluye por mis venas y me pone ansiosa. Estaba demasiado tensa,
después de estar cerca de Rome durante unas horas. Estaba
considerando seriamente descargar Tinder, y deslizarme hacia el
siguiente hombre que vi, pero obviamente decidí no hacerlo.
Después de otra ducha fría, entro en mi dormitorio a oscuras y
mis pies se detienen abruptamente, cuando mi mirada viaja por la
puerta de al lado por propia voluntad, y allí, a través de la ventana,
veo a Rome. Esta noche está solo. Pero eso no es lo que me
detiene en seco. Es el hecho de que está completamente desnudo,
acariciándose. Su cabeza está echada hacia atrás, y su polla es
larga, gruesa y orgullosa, sus músculos se tensan mientras lo
acaricia.
Dejo escapar un gemido mientras mi núcleo se aprieta, luego
se abre, prácticamente rogándome que vaya a la puerta de al lado, y
que él me haga lo mismo. Trabajo mi cuerpo tan hábilmente, como
él lo hizo con el cuerpo de esa mujer la otra noche.

Una parte de mí quiere abrir la ventana, y ver si puedo


escucharlo, pero la otra parte está tan paralizada al verlo, que me
quedo en las sombras de mi dormitorio y observo. Miro con atención
absorta, hasta que su brazo y su mano se aceleran, luego está
rociando por todas partes. Creo que incluso tengo un mini orgasmo,
sin siquiera tocarme.

Me quemo rápidamente, cuando lanza su mirada en mi


dirección, y juro que veo el indicio de una sonrisa en su rostro. Salto
fuera de la vista de la ventana. Las posibilidades de que me vea son
escasas. Pero ... ¿y si lo hizo?
Ruedo como soldado, mi corazón late con fuerza y levanto la
cabeza lentamente, tratando de echar un vistazo, para ver si todavía
está mirando en mi dirección. Cuando mi línea de visión despeja el
alféizar de la ventana, me doy cuenta de que ya no está allí y las
luces están apagadas. Exhalo un profundo suspiro de alivio.
¿Cómo pasó este chico, de ser mi odioso vecino imbécil, a un
hombre que no puedo sacar de mis sueños húmedos?

Estoy en problemas. Nunca he estado tan segura sobre algo.


Capítulo 10
Faded — VÉRITÉ

Olivia
Han pasado un total de cuatro días, desde la última vez que ví a
Roman, y tengo que seguir repitiéndome a mí misma que es algo
bueno. No me he molestado en llegar a preguntar si va a terminar la
tubería, porque sé que casi ha terminado. Hizo que pareciera que
sólo habría un reemplazo rápido, antes de que estuviera listo. Pero
en lugar de esperar por él, algo que posiblemente podría llevar una
eternidad, porque él me odia hasta las entrañas, finalmente llamé a
mi papá.

Ya era hora de que me acercara y pidiera ayuda. Traté de


decirme que no había nada de malo con eso. Cada niño necesitaba
a sus padres. Eso son sólo hechos. Y yo soy finalmente bien situada
y lo suficientemente cómoda, como para pedirles ayuda.
A veces, las llamadas telefónicas no son suficientes. Los
extraño. Incluso si me vuelven loca el noventa y nueve por ciento del
tiempo.

Para mi sorpresa, en lugar de regodearse como pensé que lo


harían, mis padres se sintieron aliviados de que yo les
contactara. Habían estado muriendo por visitarme, pero ellos
no querían asfixiarme, así que estaban esperando, que yo les
preguntara primero. Eso sin dudas, explicaría las llamadas
telefónicas sin sentido, con cada uno de ellos, sólo para respirar
en la línea, sin saber qué decir. Reservaron el primer vuelo que
pudieron encontrar, y dejaron a Brandon con un amigo del equipo de
fútbol, de su año de secundaria que todavía está muy avanzado en
Long Beach. Cuando me mudé por primera vez, hicieron el camino
aquí para traer mi auto, y ayudarme a traer el resto de mis cosas,
pero puedo imaginarme que sentarse en un automóvil durante casi
seis horas es una pesadilla, si no es necesario, y en este caso, no lo
es.

Ya que estaré en el trabajo cuando se supone que mis padres


deben volar, les dije que dejé la llave de repuesto debajo del tapete,
en caso de que la necesiten. Existía una posibilidad de
que aterrizaran y lleguen a mi casa, antes de que yo saliera del
trabajo, y en ese caso, no quería que tuvieran que esperar en mi
porche, hasta que yo llegara. Sin embargo, era poco probable que
los vuelos tomaran más tiempo, y estaba haciendo un tiempo
relativamente bueno aquí en el trabajo. Por una vez, la clínica
parecía ir lenta.

Una hora y media después, me detengo en el camino de


entrada y mis ojos se abren, mientras contemplo la escena ante
mí. Es como algo sacado de una película de horror. Con
movimientos rápidos y hábiles, tiro del freno electrónico y salgo
del coche hacia mi césped, donde mis padres están inmersos en
una conversación con mi vecino idiota, Roman. Por supuesto, Max
se sienta obedientemente a sus pies.

Repaso escenarios en mi cabeza, tratando de evaluar la


situación, cuanto más me acerco. Si ha sido un idiota con mis
padres, me van a dar más mierda por mudarme aquí, de lo que ya lo
hacen. Entonces, una vez que descubra que ha sido un idiota con
mis padres, lo castraré. Le cortare las bolas, el pene y los echaré a
la picadora de carne. Por la expresión de enojo en el rostro de mi
padre, diría que la castración es definitivamente una posibilidad. Me
apresuro por el césped, cerrando la distancia entre nosotros.

Para cuando llego allí, estoy completamente sin aliento. El


corazón me late con fuerza y los pulmones, sibilantes. Mis pasos
son lentos, una vez que mi madre echa la cabeza hacia atrás y grita
de risa. Ella golpea a Roman en su brazo musculoso, sus mejillas
resplandecen de un rosa brillante, como si se ruborizara
ferozmente.
¡Ella!

¡Mi madre!

¡La maldita terapeuta sexual!


Después de echar un vistazo a mi padre, puedo ver claramente
qué lo tiene tan enojado.
—¡Oh cariño! —mi mamá chirría cuando me ve—. ¡Ahí
estás! ¿Por qué no me dijiste que tu vecino era un bocadillo? —dice,
la voz llena de demasiada juventud, para una mujer de su edad. Ella
me da un golpe en el brazo como siempre, y todo lo que puedo
hacer es encogerme de vergüenza.

¿Un bocadillo?

Cristo en el cielo. Ayúdame.

¿Quién diablos le enseñó eso?

—Mamá, por favor, detente —siseo en voz baja. Miro hacia


Roman por debajo de mis pestañas y lo encuentro
sonriéndome. Estoy seguro de que encuentra toda esta situación
divertida.

Podría darle una bofetada en su hermoso rostro.

—¿Detener qué? —pregunta ella con tono ofendido. Cuando


no respondo, ella me ignora—. Invité a Roman a cenar con nosotros
esta noche.

Mis ojos se agrandan.

—Oh no. —Niego con la cabeza frenéticamente—. A Rome no


le gustan barbacoas ni nada como eso, mamá. Estoy seguro de que
tiene...

—Al contrario, me encanta la barbacoa. Ya le dije a tu madre


que soy feliz de venir. Es bueno tener finalmente buenos vecinos
alrededor.

Mi mandíbula de alguna manera se las arregla para


desquiciarse, y una sacudida de choque rueda a través de mi
cuerpo.
No, no lo hizo.

¡No, ese maldito idiota no lo hizo!

—¿Ves, cariño? ¿Y qué es esto que escuché sobre finalmente


tener buenos vecinos? ¿Has sido una espina clavada en el costado
de Rome, Liv? —Murmuro obscenidades debajo de mi aliento.

Más bien él, ha sido la espina clavada en mi costado.

—Realmente deberías intentar ser más tolerable, cariño. Rome


es un buen espécimen. Quiero decir, querida, mira el tamaño de sus
pies y longitud de su antebrazo. Está muy bien dotado, y estoy
seguro estaría encantado de ayudarte con tu problema.

Mi corazón patina hasta detenerse, con la conmoción y el


horror grabados en mi rostro, comienzo a negar con la cabeza a mi
madre, pero ella simplemente merodeando, ignorándome y
arruinando mi vida en el proceso. Cuando miro a mi papá, ni
siquiera está mirando este choque de trenes. Está mirando al cielo
azul, casi como si estuviera pidiendo a los cielos que se abran, y lo
traguen entero.

Si hay algo que sé sobre la relación de mis padres, es que mi


padre no tiene control sobre mi madre. Ella es una entidad propia.

—Basta —grito, tratando, sin éxito, de arrastrarla lejos.

—Cariño, no hay nada de malo en masturbarse. Te lo enseñé


mientras crecías, pero recuerda lo que dije. —Hace una pausa para
señalarme con el dedo—. Demasiada estimulación en el clítoris con
un vibrador seguramente arruinará sus terminaciones nerviosas
y embotará la experiencia. Por eso he estado diciendo que
necesitas salir y experimentar lo real. Es obvio que está bien
utilizado...

—¡Lisa! —Ladra mi papá, finalmente interviniendo. Con un


agarre seguro, comienza a arrastrarla hacia la puerta.

—¡Caramba! Bien, bien. ¡Te veré más tarde, Rome!.

Mi cara se pone roja cuando la puerta de entrada se cierra de


golpe. Estoy casi demasiado asustada de mirar hacia arriba.

Casi.

Cuando lo hago, Roman me mira con esa sonrisa exasperante


en su rostro. Un gemido desgarra mi pecho.

—¡No digas nada! ¡Ni una palabra!

Girando sobre mis talones, entro furiosa. Todo el tiempo, puedo


escuchar su profunda risa. Me calienta de adentro hacia afuera.

Después de peinarme en el espejo de tocador de mi baño, por la


que sería la décima vez, finalmente doy un paso atrás y examino mi
reflejo. No sé por qué me importa cómo me veo. Es sólo
Rome. Quiero decir, ¿A quién le importa si piensa que me veo
bonita, verdad?

Mientras miro mi reflejo, me odio un poco por salir de mi


camino, para lucir bonita para él. Me ricé el pelo, pero luego decidí
alisar los rizos para que luzcan más naturales. No quiero parecer
que me estoy esforzando demasiado. Olas marrones sueltas caen
alrededor de mis hombros, las puntas rozan la parte superior de mis
pechos. Apliqué un poco más de rímel y rubor, y en ese momento
me pareció una buena idea, pero ahora que me estoy mirando en el
espejo, no puedo evitar sentir, que me veo exagerada. El ligero
puñado de pecas en el puente de mi nariz de repente parece más
pronunciado. Tengo la necesidad de meterme a la ducha, restregarlo
todo y permanecer encerrada en mi habitación como una
adolescente púber.

Lo último que quiero que se sienta es una cita, porque


ciertamente no es una cita. No me estoy arreglando para él, lo hago
por mí. Él es mi vecino, no mi novio. La única razón por la que está
aquí, es porque mis padres lo invitaron. Necesito mantener mi
ingenio sobre mí, si voy a sobrevivir esta noche.

El timbre de mi puerta suena, sacándome de mis


pensamientos. Escucho la voz de mi madre más allá de mi
habitación, gritando que ella lo tiene. Agarrando los bordes de
porcelana del fregadero, cierro los ojos con fuerza e inhalo
profundamente, reuniendo la fuerza que seguramente no tengo.

Mi cuerpo se pone tenso, una vez que escucho sus risas


flotando por el pasillo. Se me retuerce el estómago, imaginando
todas las cosas que probablemente saldrán de la boca de mi madre.

¿No me ha avergonzado lo suficiente por un día?

Ahogando un gemido, me aliso el cabello, tímidamente, una


última vez, antes de dejar el baño. Encuentro a Roman y a mis
padres, en mi cocina improvisada. Siento que mis mejillas se tiñen
de vergüenza, por lo desorganizado que todavía se ve todo. Uno
pensaría que a estas alturas, después de vivir aquí durante un mes
y medio, al menos tendría una cocina y un comedor juntos.
Ciertamente ese no el caso aquí. Mi madre juró que para cuando
fueran de regreso a Long Beach, ella habría vaciado todas mis cajas
y la casa estaría organizada. Honestamente, no lo dejaría pasar por
alto.

—Oh, cariño, ahí estás. Justo estábamos hablando de ti.

Ignoro deliberadamente a Rome y su mirada, que puedo sentir


permaneciendo en mí. Siento sus ojos vagar por mi cuerpo,
incinerándome de adentro hacia afuera. Desearía que mirara a otro
lugar, especialmente con mis padres aquí, en la habitación con
nosotros. Lo último que necesito es que se hagan una idea
equivocada.

Mierda, ¿por qué de repente estoy tan nerviosa?

—¿Lo estabas ahora? —Mi voz es aguda. Demasiado alto


para ser normal.

Por el rabillo del ojo, juro que veo a Rome sonreír ante mi
incomodidad. Yo sabía que esta iba a ser una idea horrible.

El horno emite un pitido y el olor de los famosos panecillos de


mi madre llena la habitación, salvándome de más encuentros
incómodos. Por ahora al menos.

—Olivia, ayúdame en la cocina. Creo que tu padre y Roman se


dirigen a la puerta de a lado, muy rápido, para mirar su
motocicleta. Tu padre la ha estado mirando, como si alguna vez le
dejara tener uno.
Asiento, agradecida por el indulto. Sacando los bollos
glaseados del horno, los coloque sobre la estufa, esperando más
instrucciones. Trabajamos en un cómodo silencio, mientras
preparamos la cena, cubriendo todo. Incapaz de ayudarme a mí
misma, estiro la cabeza para mirar por la ventana delantera, para
ver si puedo ver a Rome y mi papá en la puerta de al lado. Espero
por Dios que estén hablando de otra cosa, menos de mí.
Tengo un poco más de fe en mi padre que en mi madre. Al
menos el doctor tiene algunos límites, para sus métodos. Estoy
seguro de que lo único de lo que realmente tengo que
preocuparme, es de que él también psicoanalice a Roman.

Buena suerte con eso, querido papá. Roman es una galleta


difícil de romper.
—Estira el cuello con más fuerza, Olivia Rene, y te lo
romperás.
Ante la suave reprimenda de mi madre, muevo mi cabeza
hacia adelante, concentrándome en la tarea de transferir su
ensalada de papa, a un tazón más agradable. El calor se arrastra
por mi cuello y siento la repentina necesidad de defenderme.

—Sólo estaba viendo a dónde fueron él y papá.


—Mm-hmm —gruñe, lanzándome una mirada por el rabillo del
ojo. Llevamos todo a la mesa, poniendo en cada lugar la linda
porcelana y algunos cubiertos.
—¿Cómo has estado? Cuidándote, espero.

Mis pasos vacilan cuando la paso. Sé exactamente a qué se


refiere y mi mirada se estrecha ligeramente.
—Lo hago.

Frunce los labios, como si pensara que estoy fanfarroneando,


y planea llamarme por eso.

—Noté que te estás quedando sin medicamentos. ¿Has


encontrado ya un medico nuevo? Enviamos bastantes opciones.
La tensión se abre paso, en cada fibra de mi ser.

—¿Revisaste mis cosas? —Hay una ventaja en mi tono, que


hace que mi madre se detenga.

—No a propósito, no —chirría mi mamá, fingiendo inocencia.


—Entonces, por casualidad, buscaste en mis cajones,
¿verdad?

Ella se encoge de hombros.


—No pude encontrar lo que estaba buscando, así que fui a
buscarlo. Demándame, Olivia.

Dejo escapar un resoplido exasperado, riendo entre dientes,


sin humor.
Esto es como ellos, venir aquí con el pretexto de extrañarme y,
en cambio, hacer demandas como si fuera incapaz de cuidar de mí
misma.
—Estoy bien. Deja de intentar forzar mi mano. Me estoy
cuidando perfectamente sin tu ayuda. —Ella se estremece
levemente ante la excavación, e inmediatamente me arrepiento. No
merece que actúe, como una completa mierda con ella. No sé
qué tiene este tema en particular, que siempre me pone tan
susceptible. Parece que nunca puedo bajar la guardia. Y sé que
tiene buenas intenciones. Ella está siendo una mamá osa, y no
tengo derecho a quitárselo, no importa cuántas millas haya entre
nosotras.
Dejo un suspiro rápido, expulsando el disgusto.

—He mirado la lista, y estoy agradecida de que te hayas


tomado el tiempo de armarla. Lo prometo, elegiré uno pronto, ¿de
acuerdo?

Ella asiente, aunque su rostro todavía parece poco


convencido. Por lo cual no la culpo.
Afortunadamente, los chicos vuelven a entrar, poco después,
deteniendo todos los posibles enfrentamientos con mi madre, por el
momento. Papá y Roman parecen estar llevándose bien. Están en
una conversación profunda sobre repuestos de automóviles,
mientras se lavan, antes de tomar asiento a la mesa. Los primeros
minutos iniciales son terriblemente incómodos.
No puedo evitar lanzarle una mirada a Rome, tratando de
averiguar qué podría estar pensando de toda la situación.
Apostaría dinero a que lamenta haber aceptado venir.

Empezamos a indagar, y afortunadamente, mi padre es el que


retoma la conversación con Roman, ya que de repente soy incapaz
de hablar. Me encuentro poniendo comida en mi boca, sólo para
evitar tener que hablar.

Durante el transcurso de la cena, siento su mirada en mí, y de


vez en cuando, nos miramos a los ojos, pero nunca dura
mucho. Uno de nosotros mira hacia otro lado, antes de que las
cosas puedan ponerse incómodas. Trato de no leerlo. El comedor es
pequeño. No es como si hubiera muchos lugares que ver.
—Entonces, Rome, ¿a qué te dedicas? —Pregunta mi madre,
entre bocado y bocado de su ensalada. Suena demasiado alegre, lo
que me hizo fruncir el ceño en su dirección.

¿Qué está haciendo ella?


Roman le dispara lo que ahora me doy cuenta, es su sonrisa
característica.

—Trabajo en una tienda de automóviles en el centro, llamada


George's Garage. Arreglo autos y manejo un montón de cosas raras
para el propietario, George.

—Hmmm —dice mi madre, completamente paralizada. Me


lanza una mirada al otro lado de la mesa,
moviendo deliberadamente sus cejas entre Roman y yo. No se
cómo sucedió, pero de alguna manera, ambos terminamos en el
mismo lado de la mesa, sentados frente a mis padres. Como si
fuéramos una pareja. Una puta pareja feliz. No un par de vecinos
que se han estado haciendo bromas, imprudentemente, y se odian
mutuamente.
Estoy bastante segura, de que esta es la cena más incómoda,
en la que he estado.
Y, créeme, he estado justa de mi parte. Demonios, Reid y yo
rompimos nuestro compromiso durante una cena, en un elegante
restaurante en Long Beach.
Dejamos que la rareza de todo pase a través de
nosotros. Porque no hay manera de que no sienta, lo extraño que es
esto realmente. Y en estos pequeños momentos me doy cuenta,
que hay algo en sus ojos. Es casi... suave. Tan diferente al hombre
sentado a mi lado. Viste un exterior tan duro, y lo usa bien, pero
ahora, no puedo evitar preguntarme cómo es realmente por dentro.
¿Quién es Roman?

De repente, tengo una profunda necesidad de saber todo,


sobre este hombre sentado a mi lado. Para conocer cada momento
que lleva consigo. Para presenciar cada experiencia que lo ha
moldeado, en esta criatura única, que parece como la persona más
fuerte y cerrada que he conocido en toda mi vida. Con un
rostro destinado a ser adorado, un cuerpo destinado a pecar, y una
sonrisa que nació directamente desde las profundidades del infierno,
mi vecino es un enigma, que se ha hundido con éxito bajo mi piel.
Parece disfrutar conversando con mi papá. Se vinculan
fácilmente con los deportes, autos y todo lo demás bajo el sol. Su
risa no es ronca ni profunda como lo ha sido, cada vez que la
escuche hasta ahora. No, esta vez es bastante juvenil. Parece estar
disfrutando, y me pregunto cuándo fue la última vez disfrutó de la
compañía de otra persona. Aparte de lal de una mujer.
¿Cuándo ha salido a comer con familiares o amigos? No en un
bar o en una fiesta, simplemente sentarse y disfrutar de
conversaciones sencillas. Por lo que parece, diría que nunca. Y la
sola constatación me hace ablandar hacia Roman. Me pregunto qué
tipo de infancia tuvo, si esta parrillada con mis padres, lo hace así
de optimista. Está calmado y contento. Algo que nunca he visto
del vecino nervioso.
—Entonces, ¿escuché que has estado ayudando a Liv en la
casa? ¿Cuál fue el problema con la plomería, o era la tubería?
Los chicos proceden a entrar en detalles, y mi madre se sienta
allí, vistiendo una amplia sonrisa de gato de Cheshire en su
rostro. Sé lo que está pensando, pero no es así. Ni de cerca. Rome
estaba siendo un vecino (algo) amistoso por ofrenda. Me niego a
investigarlo más allá de eso.

Demonios, ¿tal vez una parte de él se sentía fatal, por actuar


siempre como un idiota conmigo? Una sólo puede esperar.

—¿Vives solo, Roman? ¿Alguna novia?


—Mamá. —Suspiro con cansancio—. No puedes hacer
preguntas como esa.

Ella lanza su mano al aire, exasperada, luego la deja caer a su


regazo, en de una manera tan dramática, que no tengo más remedio
que poner los ojos en blanco.

—Dios mío, Liv, estoy conversando, no preguntándole al


hombre por su número de seguridad social. Sólo cálmate y come tu
comida, cariño.

Roman cubre la parte inferior de su rostro con su servilleta,


obviamente escondiendo el hecho de que está sonriendo. No,
riéndose de mí detrás de ahí. Lanzo una mirada a mi madre. Ella
parece sentir que esta no es la dirección, en la que quiero que vaya
la conversación, porque pone los ojos en blanco, cambiando de
táctica.

—Bien, ¿tienes alguna familia cerca?


Ante la pregunta, la naturaleza tolerante de Rome parece
disiparse. Yo veo a través del ceño fruncido, mientras los tendones
de su fuerte cuerpo se tensan. Los músculos en sus hombros se
tensan, y si no estuviera mirando tan de cerca, me hubiera perdido
el tic en su mandíbula.
Tal vez debería haber dejado que siguiera preguntando por
novias y su vida personal. Parecía mucho más inclinado a responder
esas preguntas, en lugar de esta.

Después de bastante tiempo, se aclara la garganta y se limpia


los bordes de la boca con su servilleta, como si estuviera
reflexionando sobre cómo responder.

—Soy sólo yo ahora mismo. No tengo familia que viva cerca de


aquí. Pero tengo un hermano pequeño en Oakland.

Mi mamá sonríe con entusiasmo, todo el tiempo mi boca está


abierta en estado de shock. No tenía idea de que Roman tuviera un
hermano. No sé por qué esperaría saber nada, sobre su vida en
absoluto. No es como si hubiéramos tenido ni una sola conversación
informativa, desde que nos conocimos. Aunque, por alguna razón,
sólo escuchar que tiene un hermano pequeño, lo hace parecer
más… real. Más humano. Tiene una familia como todos los
demás. ¿Por qué es tan difícil de creer, cuando se trata de Roman
sea-cual-sea-su-apellido?
—¡Esto es maravilloso! ¿Qué edad tiene?

—Tendrá catorce en unas pocas semanas.


—¡Oh! Nuestro Brandon acaba de cumplir dieciséis
años. ¿También le gustan los deportes?

Rome abre la boca, me mira y luego baja la mirada a su


regazo. Él saca el teléfono de su bolsillo, y mira hacia abajo en la
pantalla, hasta que un ceño fruncido se apodera de su rostro.
—Lo siento. Realmente necesito tomar esto. Vuelvo
enseguida.
Mis cejas se arquean hacia abajo, mientras lo veo alejarse de
la mesa y tomar su "llamada." Una sensación extraña viaja desde mi
estómago hasta mi pecho, haciéndome moverme incómoda en la
silla.
Lanzo un profundo suspiro.
—Mamá, no puedes simplemente hacer preguntas sobre la
vida de las personas. No a todo el mundo le gusta abrirse a los
extraños.
Ella retrocede, ofendida.
—¿Qué? Apenas pregunté nada malo. Te estoy haciendo un
favor, cariño. ¿Cómo es que has estado viviendo junto a este
hombre durante tanto tiempo, y no sabes casi nada sobre él?

Pongo los ojos en blanco.


—Somos vecinos, mamá. No los mejores amigos.
—Independientemente, te he enseñado mejor que esto. Es un
chico agradable. ¿Te mataría mostrar algún interés? Me gustaría
tener algunos nietos, mientras todavía pueda jugar con ellos.
Niego con la cabeza, ni siquiera me molesto en hacer un
comentario después de eso.
Es obvio que mi mamá piensa que Roman es algo
especial. Demonios, en cualquier momento que tiene la oportunidad,
ella lo mira con corazones en los ojos, lo más probable es que esté
planificando nuestra futura boda, aunque eso nunca sucederá. Lo
admito es fácil de ver, así que definitivamente veo el atractivo, pero
¿de qué ella no se da cuenta? Está podrido. Es un completo idiota, y
yo de ninguna manera o forma, estoy interesada en él.
Cuando Rome regresa, el estado de ánimo ha cambiado un
poco, pero con mi madre, siendo la criatura intrusiva y audaz que
es, no pasa mucho tiempo para que las cosas vuelvan a un ritmo
semi-normal. ¿Qué pasa con ella, decidiendo volver a contar mis
vergonzosas historias de la infancia?
—Nunca lo creerás, fue la cosa más divertida. Caminé por su
puerta una noche y la pillé practicando besos en su brazo. —Mi
mamá se echa a reír, y siento la necesidad, de lanzarle mi panecillo
con mantequilla a la cabeza.
¿Por qué es esta, mi vida?

—Ella estaba tan concentrada, tan metida en ello, que no tuve


el corazón para ir ahí y decirle, que lo estaba haciendo todo mal. La
cantidad de lengua y saliva, que la vi intercambiar con su brazo, sin
duda, no era la forma correcta de besar.
Rome me lanza una sonrisa, como si estuviera pasando el
mejor momento de su vida. Su ceja se levanta un poquito, y mis
mejillas se enrojecen, ante el brillo burlón en sus ojos.
Apuesto a que se está divirtiendo mucho.
Le lanzo una mirada mordaz, pero honestamente, viendo
cuánto se está divirtiendo, aunque sea a mi costa, no me molesta,
tanto como pensaba lo haría.

Después de la cena, nos sentamos y charlamos un poco


más. En general, la cena es relajada, y una vez que pasamos por la
mayoría de las historias incómodas, realmente no es tan
mala. Rome se excusa para ir al baño e, incapaz de ayudarme a mí
misma, lo sigo. Camino por mi propia casa, asimilando lo que sea
que esté viendo, como si fuera mi primera vez. Seré la primera en
admitir que no se ve muy bien, pero todo se está juntando
lentamente.
Mis cejas bajan cuando paso por alto la puerta abierta del
baño, y me doy cuenta de que no está ahí. Escucho algo en mi
habitación y mi frecuencia cardíaca se dispara.
Tragando el repentino espesor de mi garganta, entro en mi
dormitorio, encontrando el cuerpo grande y formidable de Rome,
flotando en el espacio. Tenerlo aquí, mirando todas mis cosas es
extraño. Mi cama está a sólo unos metros de nosotros. Hace cosas
extrañas en mi corazón, en mi esencia. Cosas que no deberían
estar pasando.

—¿Que estás haciendo aquí? —Grito. La vergüenza trepa por


mi cuello y mancha mis mejillas, así que me aclaro la garganta,
tratando de recuperar la compostura.
No se vuelve ni presta atención a mi pregunta. Él sólo sigue
husmeando en mi espacio. Su mirada se detiene en mi cama hecha,
y por alguna razón, mi estómago da un vuelco, dando un salto
mortal. Se siente como si estuviera en caída libre, y lo odio. Rome
pasa de mi cama, a la ventana que da a su dormitorio.
Hace una pausa delante de mi rincón de lectura improvisado,
frente a la ventana. El mismo lugar en el que me froté la otra noche,
cuando él estaba desnudo y acariciando su polla. Aunque me
prometí a mí misma que nunca lo volvería a hacer, mentí, porque lo
hice, de hecho, lo haría de nuevo. Era como si mi cuerpo tuviera
mente propia, cuando se trataba de ver a Roman desnudo.
Empiezo a sudar. Es absurdo. Estaba en la oscuridad y él no
podía verme. No hay forma de que supiera lo que estaba
haciendo. Pero entonces, ¿Por qué está parado ahí, mirando tan
fijamente?

¿Puede olerme?
Aspiro el aire discretamente, permaneciendo en silencio.
Oh, Dios, cálmate. No es un maldito perro.
—Interesante vista —comenta, y la frecuencia cardíaca, que se
acababa de calmar, se dispara.

Entonces eso es lo que estaba mirando.


La vista desde mi rincón de lectura en mi habitación, tiene la
línea de visión perfecta hacia su habitación. Y dado que parece que
sus ventanas y cortinas siempre están abiertas, constantemente lo
veo en primera fila delante en todo momento.

—Me gusta leer allí. Es cómodo. —Mi voz es rasposa. Crudo


incluso.
¿Por qué diablos sueno así?
Espero que no se dé cuenta.

—Entre otras cosas, supongo. —Lo dice tan bajo, que creo me
estoy imaginando cosas, pero cuando se vuelve para mirarme, sé
que no lo hice. Sus ojos están llenos de calor. Es como mirar en
charcos de lava fundida, amenazando con convertirme en ceniza y
alquitrán con un sólo toque. Por alguna razón, mi corazón se acelera
y se siente como si alguien estuviera tocando los tambores de acero
en mi pecho. Mi respiración es dificultosa, como si acabara de correr
un maratón, y mi cuerpo… Dios, estoy temblando. Puedo olerlo
en todas partes aquí. Rome tiene un aroma tan distinto; me vuelve
absolutamente loca.
Es la combinación perfecta de almizcle y algo tentador. Quiero
embotellarlo y robarlo para guardarlo, mientras estamos aquí, a
sólo unos pies de distancia,

Me sorprende la tensión sexual en el aire. Está formando un


arco entre nosotros, obstruyendo el aire, obstruyendo la
respiración. Intento mirar a cualquier parte menos a él, pero
eso resulta imposible. El rostro de Roman es demasiado masculino
para ser hermoso, pero de alguna manera, lo es de todos modos. Lo
rodea un magnetismo increíble. La forma en que su mirada se clava
en mí, me da ganas de profundizar en él y descubrir todo hay que
saber sobre el vecino.
La comisura de su boca de repente se eleva, y los efectos de
eso me golpean directamente en el núcleo. Da un paso hacia mí,
sus ojos brillan con aborrecimiento.
—Hoy he escuchado algunas historias interesantes. Disfruté
especialmente el del brazo besado. Cosas absolutamente
fascinantes, nena.
Mi estómago se hunde ante el uso de la palabra
"Nena". Frustración y asombro me atraviesan el pecho. Es una
dicotomía de sensaciones. Estrecho mi mirada y aprieto mis labios
con molestia.

—Te odio.
Roman se ríe. El sonido es ronco y recorre mi cuerpo en
ondas.
Se inclina y mi cuerpo se queda quieto, sorprendido por su
proximidad. Con sus labios descansando tan cerca de mi oído,
puedo sentir el calor de sus palabras correr por mi espalda.
—Yo también te odio, nena. Jodidamente mucho.
Un grito ahogado sale de mi pecho, y retrocedo bruscamente,
mirándolo, sólo para quedarme corta. La mirada en sus ojos derriba
mis paredes, y me despoja de cualquier barrera.

Su mirada está llena de calor, no del tipo enojado, sino lleno de


excitación. Uno que promete cosas muy, muy malas.
La humedad inunda mis bragas.
Me sobresalto cuando llaman a la puerta de mi habitación. El
momento suspendido entre nosotros desaparece de repente. Dando
vueltas, encuentro a mi padre parado allí en la puerta de mi
dormitorio, con una sonrisa que no llega a sus ojos.
—Sólo quería decirte que vamos a empezar a limpiar. Un poco
más allá y tu madre encontrará la manera de sacar las fotos de tu
infancia. No la subestimes.
—Ni siquiera tengo fotos de la infancia aquí, papá.
—Sé que no, pero tu madre las trajo con ella —dice
inexpresivo.
Oh, Dios.
Me obligo a reír, pero sale de manera extraña, revelando cuán
nerviosa y desquiciada me siento. La mirada de mi padre va y viene
entre nosotros dos, antes de asentir, llegando a una especie de
conclusión en su cabeza, luego golpea sus nudillos en la puerta y se
va.
Me quedo aquí con Rome por un momento, ambos mirándonos
el uno al otro de nuevo.
Hay tantas cosas que quiero decirle, tantas preguntas que
quiero hacerle, pero no hago nada de eso. En cambio, ensayo una
sonrisa y señalo por encima del hombro.
—Voy a salir y ayudar a limpiar, antes de que mi madre me
avergüence un poco más. Siéntete libre de quedarte y pasar el rato
con mi papá.
Rome se frota la nuca.

—Probablemente debería irme de todos modos. Pero…


gracias.
Mis ojos se abren y parece darse cuenta de mi reacción,
porque pone sus ojos en blanco.
—No parezcas tan sorprendido.

—Creo que es lo más lindo que me has dicho.


—¿Gracias? —Él se burla—Estoy seguro de que ha habido
algo más agradable ahí.
Lo veo desaparecer, y por mucho que me digo a mí mismo que
no debería, camino hacia la ventana, mi mirada lo sigue, mientras se
dirige a su casa, odiando la forma en la que mi corazón
y mi estómago están reaccionando. Me he sentido así varias veces
en mi vida, y cada una ha terminado con el corazón roto, o en
desastre.
Yo tampoco puedo pagar.
Capítulo 11
¿Don’t you know? — Jaymes Young

Olivia
Ello dicen que nunca debes enamorarte del enemigo. Bueno, siento
que estoy haciendo exactamente eso. Toda esa hostilidad y odio
que sentí hacia Roman, está disipándose, deslizándose entre mis
dedos como finos granos de arena.

Una opresión aguda y ardiente se extiende por mi pecho, en


un destello de horrible intensidad. Es el darme cuenta de que no me
desagrada mi vecino tanto como me gusta. Esa ni siquiera es la
parte más inquietante. Es lo extremo que es cada
sentimiento. Nunca he sentido el nivel de rabia que siento alrededor
de Roman. Nunca me sentí tan increíblemente fuera de contacto o
fuera de control con mis emociones. Y con estos nuevos
sentimientos que tengo por Rome, viene una repentina oleada de
ira. Ni siquiera puedo explicar por qué. Quizás es cuando él trae
mujeres a casa. Me imagino que se las está follando, y no tengo por
qué enojarme, porque mi vecino puede o no estar durmiendo con
otras mujeres.
Sin embargo, eso no cambia la opresión, que fluye y refluye a
través de mi pecho.
Ojalá fuera a mí, a quien estaba tocando. A quien estuviera
amando. Quiero sentir los fuertes tendones de su cuerpo bajo la
punta de mis dedos. Quiero trazar la tinta negra de sus tatuajes
escritos, a lo largo de su piel dorada. Lo quiero. Y ese es
precisamente el problema.

Sé que estuvo mal verlo y, sinceramente, ya he renunciado a


reprimirme por ello, porque obviamente no tengo autocontrol en lo
que a él respecta. Y mi lógica es, ¿cuál es el daño? Quiero decir,
una parte de mi está empezando a sentir, que lo está haciendo a
propósito ahora. Él sabe dónde están nuestras ventanas. ¿Qué tan
difícil sería cerrar las cortinas, antes de bajar y hacerlo? No es muy
difícil. Lo he hecho. Todo lo que me costó, fueron unos segundos de
mi vida.

Es frustrante.

Él es frustrante.
Creo que una parte de mí, espera que algo florezca entre
nosotros, pero nunca lo hace. Rome parece contento con mantener
su distancia, o más bien, mantenerme a distancia.

Después de que termina el trabajo en mi casa, parece haber


olvidado mi presencia, y no estoy segura de qué duele más. No
puedo deshacerme de la sensación punzante en mi pecho, la verde
sensación de celos que me invade, cuando pienso en él con otra
persona. Estoy a punto de convertirme, en una completa psicópata.

Si mi padre tuviera acceso a mi cerebro, estoy seguro de que


lo pasaría bien.

Por eso lo hago. No sé si quizás quiero su atención. Tal vez


quiero que me dé algo más que un simple saludo, y unos breves
destellos de él durante la noche. Tal vez quiero vengarme de él,
hacerlo enojar también.

Cualquiera sea la razón, es el catalizador para nosotros. Es lo


que da comienzo a las malas decisiones. Ojalá pudiera
detenerlo; ojalá pudiera dar un paso atrás y realmente pensar en lo
que estoy haciendo. La verdad es que no quiero nada de eso. Sólo
quiero a Rome.

Y esa es la causa fundamental de todos mis problemas.


Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que nos hicimos
bromas, que una parte de mí está nerviosa, por ser la que reinicie
esta guerra. Esta broma puede ir al sur fácilmente, pero creo que
esa es la belleza de las bromas. Siempre hay un riesgo, y por una
vez en mi vida, yo quiero ser esa tomadora de riesgos.

Como es mi día libre, espero hasta que Rome se haya ido


hace mucho, antes de intentar encontrar un camino dentro de su
casa. Siento un pequeño escalofrío de reivindicación, cuando subo
la valla, sin gracia, y Max ni siquiera ladra. En cambio, el Husky
mueve su cabeza a un lado, mirándome como si fuera una idiota.

No estaría equivocado.

Después de probar las puertas corredizas de vidrio y las


ventanas traseras, mi último recurso es la ventana de su dormitorio,
y resoplo ante la risa de todo esto. Empujo hacia arriba sin
resistencia, malditamente cerca de invitarme a entrar. Su habitación
es del mismo tamaño y casi el mismo diseño que la mía. Consiste
en muebles oscuros, líneas limpias y elegantes. No hay nada fuera
de lugar.

Por mucho que me gustaría husmear entre sus cosas, sólo


para joderlo de verdad, decido no hacerlo. Esta broma es más que
suficiente. Navego mi camino hacia su sala de estar, mirando la
pared desnuda con una sonrisa maliciosa.

Al abrir el paquete que compré en línea, junto con un montón


de otros suministros, me pongo a trabajar, riéndome de mi
creatividad. Le dije que encontraría una manera de recuperarme por
lo del vinagre, y finalmente lo estoy haciendo.

Cuando estoy a punto de terminar, me congelo al oír que


alguien vuelve a casa, y mi mente tarda demasiado en
procesarlo. Me apresuro a agarrar todos los suministros y en mi
prisa, todo se me escapa de las manos, como si tuviera dedos de
mantequilla.

—¡Mierda! —le siseo a Max, que me mira de forma extraña,


como los perros normalmente lo hacen. Probablemente se esté
preguntando qué hizo su dueño, para merecerse un movimiento
como este. Si tan sólo supiera.

Patino hasta detenerme abruptamente, cuando escucho dos


voces. Se me cae el estómago cuando me doy cuenta, de que
vuelve a casa con alguien.

Este es el peor momento, para atraparlo en el acto con otra


mujer.
Una cosa es ver desde mi ventana, ¿pero aquí en su casa,
donde estoy entrando y allanando? Sí, ahí es donde trazo la línea
de mi locura.

Demasiado pronto, la puerta de entrada se abre, y los pasos


se acercan, mientras trato de escapar, de huir. Mi mirada recorre su
sala de estar, buscando una manera de salir de su casa, sin ser
visto. Se siente como si las paredes se estuvieran cerrando. La
sangre corre por mis venas, lo que hace que sea difícil escuchar
algo. Cuando creo que he encontrado una opción viable, es
demasiado tarde. Escucho la respiración brusca de una mujer, y
lentamente, cuando miro por encima del hombro, un jadeo inaudible
me abandona, cuando veo la mirada de completa furia, en los ojos
de Rome. Literalmente, nunca había visto nada igual. Parece un
asesino, y el hecho de que alguna vez pensé, que esta broma era
una buena idea, me hace cuestionar mi juicio y cordura.

Miro a su compañera, y no puedo ocultar el ceño fruncido, que


se apodera de mi rostro. Ella no es realmente lo que esperaba, pero
sigue siendo hermosa, no obstante. Vestida profesionalmente, se ve
mucho más arreglada que yo.

En el momento, un poco mayor también.

No sabía que a Roman le gustaban los pumas, pero bueno,


cada uno lo suyo.

—Señor Banks, ¿puede explicar qué está pasando aquí?


¿Sr. Banks? ¿Ese es su apellido? Lo doy vuelta en mi
lengua, Roman, no, Rome, Banks. Suena un poco profesional.

—Sal. —Su tono frío me saca de mis cavilaciones internas, y


una punzada afilada, atraviesa mi pecho. Mi corazón se hunde ante
la frialdad reflejada en mí, y el fragmento de hielo en su tono. Puedo
sentir cada astilla dentada abriéndome, clavándose en mi carne.

Hago una pausa, mi boca se abre en shock, mientras trato de


explicar. Esperaba un poco de frustración, pero ¿ira? ¿Hasta este
grado? Obviamente, me sobreestimé.

Sus manos se hacen puños a los lados, y lo juro, puedo ver


que el color se filtra lentamente en sus mejillas. Parece que está
listo para volar.

—Rome, espera. Es lavable, lo prometo. Yo nunca..

—¡Sal! —Ladra con tanto desprecio, tanto su compañera como


yo saltamos, sobresaltadas por la fuerza de su rabia. La mujer me
mira con una expresión extraña.

Recojo mis cosas. Mi cuerpo se pincha, cuando siento sus


miradas sobre mí. La vergüenza cubre mi piel, revolviendo mi
estómago. La vergüenza presiona mi pecho, dificultando mi
respiración. Es como si me hubieran dejado caer una roca encima, y
no puedo respirar.

Me tiemblan las manos mientras trato de recoger todo lo más


rápido posible, pero como antes, todo sigue resbalando, cayendo de
mis manos y rodando en el suelo. La parte de atrás de mis ojos, se
llena de lágrimas. Sólo quiero salir de aquí.

Estoy tan avergonzada.

Tan jodidamente estúpida.

—¡Por el amor de Dios, date prisa! —él gruñe.


Mi labio inferior tiembla y mi nariz arde por la presión. Atrapo
mi labio inferior entre mis dientes, conteniendo el inminente sollozo
que siento acumularse en mi pecho, como una tormenta de
categoría 5. Finalmente, logro reunir todo, sin más contratiempos, y
salgo con el rabo metido entre las piernas.
No me molesto en mirar atrás. Estoy demasiado avergonzada
para enfrentarlos, para ver la mirada en sus ojos. Sobre todo, no
creo que pueda enfrentar a Roman de nuevo, no después del puro
desprecio en su mirada.

El terror echa raíces en mi vientre, cuando escucho pasos


detrás de mí, mientras bajo los escalones del porche. No tengo que
darme la vuelta para saber quién es. Puedo olerlo. Puedo sentirlo,
su aura brutal rodeándonos. Su esencia filtrándose en el aire.

¿Cuán jodidamente estúpida eres? Sisea, y las palabras


cuelgan en el aire entre nosotros, deteniéndome en seco. Cuando
me vuelvo para mirarlo, la necesidad de llorar se ha ido, y en su
lugar hay un repentino ataque de ira. Rabia desenfrenada.

No tiene derecho a hablarme de esta manera.

—Lo siento —grito—Si me dejaras explicarte, en lugar de


actuar como un…

—¿Cómo un qué? —gruñe, dando un paso amenazante hacia


mí. Sus cejas caen en picada y se inclinan hacia abajo, proyectando
sombras espeluznantes en su rostro.

—Jodidamente destrozaste mi casa. ¿De verdad pensaste que


volvería a casa y me reiría de ello? Realmente no puedes ser tan
tonta, ¿verdad?

Me echo hacia atrás, como si me hubiera abofeteado. Las


lágrimas llenan mis ojos y parpadeo rápidamente, tratando de
mantenerlos a raya. Dentro de mí hay un tumulto de emociones
encontradas.
Pero mi ira y frustración con él, es a lo que me aferro.

Con la rabia ahora surgiendo a través de mi cuerpo, en


pequeñas corrientes, doy un paso hacia él, acortando la distancia
entre nosotros. Apunto un dedo enojado contra su pecho firme y
cálido.

—No destrocé tu casa. Es una maldita broma, por el amor de


Dios. Porque te superé, ¿de repente soy la mala?

—¿Me superaste? —Él se burla—. ¡Esto no es un maldito


juego, Olivia!

—¿Entonces qué es eso? —Grito, mi voz resonando en


nuestra tranquila calle.
Mi pecho palpita, estoy tan furiosa. Ni siquiera puedo ver bien.
Es difícil concentrarse. Mis manos y mi cuerpo tiemblan, y mi
corazón late con tanta violencia, que temo que pronto salga de mi
cavidad torácica.

Pasa un momento entre nosotros, cuando nos miramos


fijamente, dejando que nuestras frustraciones impregnen el aire que
respiramos.

—¿Cómo está bien que me trates de esta manera, ser un


maldito idiota todo el tiempo, que hagas todas las cosas que haces,
pero cuando lo hago yo, de repente esta mal? Es lavable. Nada de
lo que hice hoy fue permanente. Fue una broma, una estúpida y
tonta broma para regresar todas las veces, que las he recibido yo.
—No lo entiendes —grita—. Necesitaba que hoy fuera bien.

—¡Y necesitaba que el primer día que te conocí, también te


fuera bien! ¡Y mira cómo resulto eso! No todo se trata de ti,
Roman. ¿Por qué no sacas la cabeza de tu puto culo, y te das
cuenta de que no todo el mundo está aquí para servirte? El mundo
no gira en torno a ti, y las noticias son un flash, la gente tiene
sentimientos. No podemos ser jodidos robots que no sienten
nada. ¡Como tú!
Mi corazón está pesado cuando termino, y estoy al borde de
estallar en un ataque de sollozos y, muy posiblemente, un paro
cardíaco. Estoy tan enojada con él y conmigo misma, que no puedo
soportar estar cerca de él ni por un segundo más. Me alejo dando
un giro, cruzando el césped hacia mi casa.

Sus siguientes palabras me detienen en seco.


—¿De verdad crees que me muero de hambre por atención?

Son un dardo venenoso para el corazón. Se propaga


lentamente, contaminando cada parte vital de mí. Sus duras
palabras me desgarran y me estremezco, internamente, ante cada
una de ellas.
Él no merece mis lágrimas, y aunque eso no evitará que
vengan,
Me niego a dejar que me vea llorar.
Ya le he mostrado demasiado de mi mano.

Arrastro el culo a la casa, y un dolor repentino e indescriptible


en mi pecho hace que me cueste respirar. Es difícil hacer otra cosa
que no sea colapsar en el suelo de mi cocina, e intentar tomar
bocanadas de aire. Aprieto mi mano en mi pecho y me concentro en
mi respiración. Trato de concentrarme en cualquier cosa menos en
el dolor, que se arremolina actualmente a través de mi pecho. Mis
ojos se cierran de golpe, y me obligo a pensar en cosas que me
hacen feliz. Las cosas en mi vida sin las que no puedo vivir, las
cosas que tienen sentido. Muy pronto, el dolor en mi pecho
cede. Desabrocho mi mano de mi esternón, obligándome a respirar
normalmente. Me quedo ahí sentada en el piso duro, por Dios sabe
cuánto tiempo, preguntándome cómo se volvió todo esto tan jodido.
Nunca deberíamos haber dejado que las bromas llegaran tan
lejos. Todavía no entiendo por qué él estaba tan enojado. No fue
permanente, era sólo una broma. Y no sabía que estaba esperando
compañía. No tenía ni idea de que esta compañía, que tenía era
alguien importante. Cuando cierro los ojos y reproduzco lo enojado
que estaba…

El solo hecho de pensar en él y esa mujer juntos, me hace


sentir mal.
Físicamente enferma. Ella es obviamente importante para
él. Lo suficientemente importante como para criticarme, en la forma
en que lo hizo.

Y ella se quedó allí, viendo cómo sucedía todo. ¿Me pregunto


si ella acababa de salir del trabajo? ¿Qué piensa ella de que
Roman, viva junto a una mujer a la que constantemente le hace
bromas, y le permite que ella le devuelva bromas? ¿Ella sabe sobre
la otra mujer con la que se estaba follando, ni siquiera una semana
antes? Dudo que lo haga.
Sólo hace que mi enemistad en lo que concierne a Rome,
crezca a nuevas alturas. A diferencia de mis anteriores ataques de
ira en lo que a él concernía, esta vez, él merece mi ira.
He terminado oficialmente con las bromas. Dejé de intentar ser
agradable. He terminado con Roman Banks. Me estoy lavando las
manos para limpiarlo de él, el enigma que estaba segura, nunca lo
averiguaría.

Odio a mi vecino.
Sólo desearía no tener que seguir recordándome eso.

Roman
En el segundo en que saco la llave de la cerradura y paso por las
puertas, la carga en el aire me da una pausa. Cuando no escucho a
Max de inmediato, lo sé, algo está mal, y cuando doblo la esquina y
la veo, me doy cuenta de lo que es.
Es la vida, volteándome el dedo, una vez más. No sé por qué
alguna vez pensé que podría tomar un sólo descanso. Por supuesto,
hoy no funcionaría a mi favor. Cosas buenas como esas, no le
suceden a personas como yo. Esa es sólo la triste verdad.

Miro las paredes de mi sala de estar, mis manos se cierran en


puños, mientras trato de contener mi indignación. Escucho la
respiración brusca de la trabajadora social detrás de mí, y puedo
adivinar lo que está pensando. ¿Cómo puede aprobarme a mí y a
esta casa?
¿Cómo puede mudarse mi hermano pequeño conmigo, si
tengo intrusos que profanan mi propiedad? y peor aún, ¿hacerlo
como una broma? Ella va a pensar que somos infantiles y estúpidos,
y yo... ella va a pensar que no soy apto para cuidar de mi
hermano. No apto para acoger a la única persona en este mundo,
que significa todo para mí. El único que me necesita y cuenta
conmigo, para sacarlo de allí.
En mi último hilo, como una liga que se estira más allá de su
capacidad, me rompo. El rojo se derrama en mi visión, llenando mi
pecho y tomando el control. Le ladro gritándole que se vaya, porque
si la miro un segundo más, no sé lo que podría hacer. Sé que es
lavable, eso se filtró en mi conciencia, pero incluso sabiendo eso,
parece que no puedo entender el hecho, de que ella eligió hoy para
hacerlo. De todos los días, ¿tenía que ser hoy? Sé que estoy
exagerando, pero aun así no disminuye mi temperamento.

Sé que no tengo mucho derecho a estar enojado con ella. Que


estaba destinado a ser una broma inofensiva, y después de toda la
mierda (juego de palabras) que ha sucedido, no la culpo por querer
vengarse de mí. Ojalá hubiera sido cualquier otro día.
En otro momento.

Recoge sus cosas a toda prisa, dejando todo en el proceso.


Debería ayudarla a salir de aquí, para salvar al menos una
pizca de su dignidad, pero no. Sus hombros se inclinan de
vergüenza, y lo juro, incluso veo el leve temblor en su barbilla. Esto
está mal. No soy este tipo. No hago llorar a las mujeres, y el hecho
de que he lastimado a Olivia, ¿lo suficiente para hacerla querer
llorar? Sólo sirve para alimentar mi enojo.
Antes de irse, se detiene en el umbral, mirando de mí a la
trabajadora social.

—Lo siento. Fue una broma estúpida. Iré a limpiarlo tan pronto
como pueda. Yo sólo pensé... después de todas las cosas que me
habías hecho, pensé que finalmente conseguiría recuperarlas.

Ojalá dejara de hablar.


Ojalá lo hubiera dejado así.

Ella sale de la casa, baja los escalones del porche y sé que


debería dejarla ir. Debería darme la vuelta y empezar a disculparme
con la trabajadora social.

Por supuesto, no hago ninguna de esas cosas.


Saltando a la acción, salgo de la casa detrás de ella,
necesitando tener la última palabra. Merodeo hacia ella,
acercándome a su pequeña figura, y no se escapa.
Me doy cuenta de cómo se estremece, cuando siente que
corro.
Cuando nos detenemos frente a su puerta, veo las lágrimas
brotar de los ojos de ella, pero eso no impide que las venenosas
palabras salgan de mis labios.
—¿Qué diablos te pasa? ¿Estás tan jodidamente hambrienta
de atención?
—Lo siento —se las arregla con los dientes apretados,
conteniendo su propia ira y emociones.
—Mantente alejada de mí, ¿me oyes? No quiero verte. Yo no
quiero tener algo que ver contigo, Olivia. Mételo en tu maldita
cabeza. Esta, o cualquier cosa jodida que esté sucediendo, se
acabó.
Con eso, giro sobre mis talones y vuelvo a entrar. Ignoro el
doloroso y desigual sonido de su pecho, y me obligo a ignorar el
dolor el mío. Quiero dar la vuelta y disculparme, pero no
puedo. Tengo que salvar a mi hermano pequeño. No puedo salvar a
todos, lo sé, pero si puedo salvar al menos a uno, será al que más
amo.
Cuando vuelvo al interior, la trabajadora social, Regina, creo
que es su nombre, está garabateando algunas notas en el
portapapeles, que aparentemente sacó de la nada, y mi corazón se
hunde.

—Por favor, escúchame. No tenía idea de que esto iba a pasar.


Ella levanta la mano y me detiene.

—Me di cuenta. También me doy cuenta de que puede ser un


problema. Los niños necesitan un entorno estable. Ninguno lleno de
travesuras de este tipo. ¿Y la forma en que perdiste los estribos con
ella? Me hace preguntarme cómo perderías la paciencia con tu
hermano pequeño.
Aprieto los dientes.

—Yo nunca. Lo amo.


Ella suspira, una tristeza cruza su rostro, y un cansancio
agotado acomodándose en su postura.
—Yo sé que lo haces. Pero también necesito seguir el
protocolo. No te fallaré por hoy, pero tampoco te daré una
puntuación perfecta. Necesitas demostrar que puedes hacer esto,
Sr. Banks. Tienes todo en tu contra, demuestra que el sistema está
equivocado.
Ella sale después de su discurso, y el sonido de la puerta
principal cerrándose, parece hacer eco, mucho después de que ella
se ha ido. Dejo caer mi cabeza en mis manos, y deslizo mis dedos a
través de mi cabello, tirando de las puntas, disfrutando del
aguijón. Max debe sentir mi coacción porque lloriquea, estacionando
su trasero junto a mí, y frotando su barbilla a lo largo de mi
muslo. Le doy unas palmaditas en la cabeza y lo miro. Odio tener
que pasar estos obstáculos, cuando saben que él pertenece a mí,
pero les voy a demostrar que están mal. Les demostraré que puedo
hacer esto. Y mantendré la promesa a mi hermano, incluso si es lo
último que hago.

Max gime de nuevo, y yo me muevo, mirándolo. Él ladra


mirando hacia la casa de Olivia, y sigo la trayectoria de su
mirada. Mi pecho se aprieta en un tornillo de banco, cuando
recuerdo la forma en la que le hable. Ella no se lo merecía, y me
avergüenza admitir que llevé las cosas demasiado lejos
hoy. Demonios, podría haber tomado las cosas demasiado lejos,
cuando le hice una broma por primera vez.
Lanzo un suspiro cansado.

—Lo sé, amigo. Lo sé. Me disculparé.


Lanzando un profundo suspiro, me dirijo a la cocina, llenando
un cubo con agua, para poner manos a la obra limpiando la
pared. Esta tarde puede que no haya sido tan catastrófica como fue,
si no hubiera una colosal polla peluda en mi pared. Como si eso no
era lo suficientemente malo, tuvo que agregar semen chorreando de
la punta y las palabras…
—Para el pene más grande de la cuadra. —Una risa oscura
escapa a su juvenil humor.
Con el primer golpe, todo desaparece, se borra
mágicamente. Sólo me hace sentir peor. Ella no estaba
bromeando. Realmente era lavable. Pensé que al menos tendría
que trabajar un poco más, para limpiar aquí.
Cierro los ojos, recuerdo las lágrimas brillando, en la vibrante
profundidad de sus ojos, y la expresión rota en su rostro. Yo las
puse ahí, y descubro que no me gusta en Olivia. Normalmente no
me importaría, pero de alguna manera, ella se las arregló para
meterse debajo de mi piel. Necesito la alegre Olivia, la molesta y
jubilosa que me pone de los malditos nervios, pero todavía me hace
sonreír, a mi pesar. Necesito hacer las cosas bien.
Le doy unas horas, esperando a ver si vuelve a salir. Mañana
es día de la basura. Tendrá que salir en algún momento, para dejar
su basura y latas en la acera. He estado en el garaje,
desahogándome y fingiendo trabajar, esperando alguna señal de
ella.
Cuando se abre la puerta de su casa y sale, salto de mi
posición en el cubo, siguiéndola. Ella se sobresalta en los escalones
de la entrada cuando me ve, todo el color desaparece de su rostro.
Pasando una mano frustrada por mi cabello, me trago mi
orgullo.
Lo último que quiero hacer ahora es disculparme, pero me
equivoqué antes. Abiertamente duro.
—¿Podemos hablar?
Esos ojos color avellana se disparan hacia los míos, y me
sorprende la intensidad de su mirada. No sé por qué esperaba que
fuera mansa y complaciente, mientras estoy aquí en su porche,
especialmente después de la forma en que la traté antes.
Olivia Hales es todo menos mansa.
La ira estalla en las profundidades de sus ojos, y noto un pulso
al azar en sus mandíbula, como si estuviera apretando los dientes,
tratando de contener su frustración.
—Oh, ¿ahora quieres hablar? —Ella se burla, dando un paso
amenazante hacia mí.
Olivia clava su dedo en el centro de mi pecho. Si se tratara de
cualquier otra persona, si las circunstancias fueran diferentes,
podría estar lo suficientemente enojado, como para arrebatarle la
mano lejos de mí. Aunque yo no hago eso. Dejé que liberara su ira
sobre mí.
—Tú te puedes joder, Roman. Lo último que quiero hacer es
hablar, y mucho menos ver tu cara. —Con un gruñido, que no
debería encontrar ni remotamente lindo, pero lo hago, ella gira sobre
sus talones, cerrando la puerta de entrada detrás de ella.

Lanzando un profundo suspiro, agarro la parte de atrás de mi


cuello, haciendo todo lo posible para ignorar la opresión, que se está
extendiendo por mi pecho ante su ira.
Esto va a ser mucho más difícil de lo que pensaba.

Han pasado dos días desde la broma en el incidente de la pared, y


Olivia aún no me ha dado la oportunidad de disculparme. Cuando
dijo que no quería ver a mi cara de nuevo, claramente lo decía en
serio.
Debería dejarlo así. Lo hecho, hecho está, y si ni siquiera
puede soportar verme, no hay manera de que acepte una disculpa a
medias. Estoy determinado a hacer precisamente eso, hasta que la
veo llegar a casa, desde algún lugar tarde, una noche.

No está vestida con su uniforme de limpieza habitual. En


cambio, ella está vestida como lo había hecho una noche, con
pantalones negros ajustados que abrazan sus curvas de una
manera deliciosa, casi de manera obscena, con finas rasgaduras a
lo largo de la rodilla y altos tacones negros que, de alguna manera,
nada hacen para mejorar su altura. Un lado de su cabello está
recogido hacia atrás, y el resto está a la izquierda y hacia abajo,
enmarcando su rostro en ondas. Su blusa es azul turquesa, e
incluso desde aquí, puedo distinguir el sujetador de encaje
debajo. Me tiene apretando los dientes. Mi atracción por ella me
molesta.
Tirando toda precaución al viento, cruzo nuestro césped, justo
cuando ella está haciendo camino hasta los escalones del
porche. Como si sintiera mi presencia, se congela, todo su cuerpo
se bloquea con tensión.
—Olivia.
Estira el cuello al oír su nombre. Por una fracción de segundo,
veo vulnerabilidad allí. El dolor que ha trabajado tan bien para
ocultar, desde que día que le arrojé esas viles palabras en nuestro
césped. Ella baja la mirada hacia el embrague rosa que está
agarrado con fuerza en su mano, casi como si estuviera buscando
fuerza. Cuando ella me mira, serena y llena de ira, todavía veo la
tristeza que persiste en sus ojos.
Me odio a mí mismo, por poner esa mirada ahí.
—Lo siento. —Se congela al oír mi voz, pero no habla. Ella no
revela nada, mientras taladra agujeros en mi cráneo con su
mirada. Mordiendo mi insolencia que es una constante, mientras
corre por mis venas, cruzo la distancia entre nosotros y me paro
detrás de ella. Me acerco, mi mano flotando en el aire, pero no me
atrevo a hacerlo. A tocarla. No habría vuelta atrás.
—Lo siento. Por el otro día. No debería haber dicho lo que dije.

Escucho un resoplido, su espalda se pone rígida y se vuelve


hacia mí, mirándome con una ferocidad en sus ojos que me da una
pausa. Hay una mirada pegada a su rostro, como si a ella no le
importara, pero yo lo sé mejor. Cuanto más miro y busco en sus
profundidades avellanas, tanto más de ella, realmente empiezo a
ver.

—Tienes razón. Sólo estaba recuperándome. Ni siquiera era


real, por el amor de Dios. No sabía que ibas a traer a una chica a
casa. Eras un idiota. No, eras más grande que un imbécil, eras un
idiota. Una gran polla de mierda.
Alzo las cejas, impresionado por su ira. No me hacía ilusiones
de que ella se acobardaría, pero definitivamente no esperaba que
ella intentara arrancarme uno nuevo. Mi nivel de respeto por ella
crece a nuevas alturas. Tengo que morderme el interior de la mejilla,
para sofocar mi sonrisa.
Tiene un fuego en ella. Me gusta eso, incluso cuando desearía
no hacerlo.
—Bueno. —Asiento con la cabeza—. Me lo merezco.

Ella frunce el ceño, más que probablemente esperando que yo


discuta. Ella estaba probablemente anticipando más hostilidad,
como el otro día. Olivia mira hacia abajo al embrague en su mano y
lo gira, inspeccionando la pequeña cosa, como si estuviera tratando
de decidir, si quiere golpearme en la cabeza con eso.
Alzo una ceja. Una especie de desafío.

—Ve a por ello.


Su mirada se dispara hacia la mía, y sus ojos se entrecierran.
—Es muy tentador, Créeme. Pero me temo que una vez que
empiece, es posible que no pueda detenerme.
—¿Quieres matarme a golpes con tu bolso? —Yo aguijoneo,
incapaz de evitarlo.
La comisura de su boca se contrae, como si quisiera reír, pero
está luchando.
—Es un embrague. Y es eso, o puedo cortar los frenos en esa
trampa mortal en tu garaje.

Esta vez, no puedo contener la sonrisa torcida de mis labios.


—No muy creativo, pero completo.
Un silencio incómodo desciende entre nosotros. Ella se mueve
incómoda sobre sus pies, mientras en un adorable ceño frunce sus
cejas, borrando su diversión. Meto las manos en los bolsillos y me
aclaro la garganta.

—Lo siento mucho, Olivia. No merecías que me desahogara


contigo.
—Multa. —Ella suspira—. Yo todavía te odio. Pero supongo ...
supongo que yo también lo siento. No era mi intención arruinar tu
cita. También lamento que tengas un gusto tan atroz, con las
mujeres.
Me río, a mi pesar.
—Ella no era mi cita. —Parpadea detrás de esos hermosos
ojos de cierva, aunque no tengo tiempo para diseccionarlos—.
¿Puedo mostrarte algo?

Su boca se abre, pero no sale nada, como si fuera incapaz de


hablar.
En cambio, opta por asentir con la cabeza, y me sigue al
interior del garaje. Yo saco un balde extra sólo para ella, idéntico al
que estoy sentado. Ella me mira con cautela, posándose en el
borde, como si necesitara estar lista para ponerse de pie, en
cualquier momento, en caso de que ataque.
—Entonces —dice, aclarándose la garganta, jugueteando con
el plástico—. ¿Qué quieres mostrarme?
Me muevo en el cubo, mirando hacia nuestra calle oscura. Las
farolas iluminan el pavimento con un resplandor naranja. Mis cejas
tiran hacia abajo, mientras trato de averiguar cómo decir lo que
necesito decir.
—Supongo que no te traje aquí para mostrarte nada en sí, sino
más bien, explicar lo que sucedió y por qué reaccioné de la manera
en que lo hice.

Ella asiente lentamente, todavía sin seguir.


—Esa mujer, no estaba allí porque...
—Mira, Rome, no tienes que explicarme nada. Lo entiendo.
Suspiro, frotando una mano ansiosa por la parte de atrás de mi
cuello.

—No, quiero hacerlo. Ella es una trabajadora social.


Se forma una arruga entre sus cejas, y me mira con preguntas
en sus ojos.
—¿Una trabajadora social?
—Mi hermano pequeño, él es... —hago una pausa, una mueca
mancha mis rasgos, mientras trato que las palabras salgan de mis
labios. Siempre es tan difícil admitir nuestra situación a otras
personas. Normalmente no lo hablo sólo por esa razón—. Está en
cuidado de crianza. He estado tratando de arreglar mi vida para
poder recuperarlo. El otro día fue mi visita domiciliaria.
Escucho su jadeo agudo y veo el momento en que en su
comprensión se da cuenta, por la forma en que el dolor, entra en sus
ojos.
—Dios mío, Rome. Lo siento mucho. No me di cuenta. Me
siento horrible.
Niego con la cabeza, sonriendo tristemente.

No lo hagas. Creo que prueba que no estoy preparado.


—Quizás nunca lo estaré. He trabajado por un sólo objetivo la
mayor parte de mi vida, y eso es para recuperarlo, pero es casi
como que, cada vez que lo intento, nunca es suficiente. Siempre
parece haber algo que se interpone en el camino. Estoy empezando
a preguntarme si es la vida, o el destino, diciéndome que me
rinda. Tal vez esté mejor en otro lugar.

Me sobresalto ante el suave toque de su mano sobre la


mía. Su piel es suave, donde la mía es áspera. Su cuerpo está frío
donde el mío se calienta. Somos opuestos; sin embargo, nunca me
sentí más atraído por otra persona como por ella. Mi mirada cae
hasta nuestro punto de contacto. Su piel cremosa, contra mi piel
bronceada y curtida.

Lentamente, levanto mi mirada hacia ella, y me doy cuenta de


que ella ha estado haciendo lo mismo, asimilándolo todo,
mirándome. Tiene lágrimas en sus grandes ojos de cierva.
Nunca lo había notado antes, pero sus ojos son una mezcla
caótica de colores. Me gusta, es como miel a la luz del sol, finas
hebras de ámbar y las motas de oro más hermosas.

Ella es como una sirena que me llama, canta una canción, me


cautiva.
—No —dice con vehemencia—. Va a suceder, Roman. Te lo
prometo. Te mereces esto. Ambos lo hacen. —La tristeza afloja su
expresión—. Desearía haberlo sabido. Ojalá hubiera sabido sobre tu
hermano... Dios. —Ella suspira sacudiendo la cabeza.
—No es tu culpa. Evito hablar de eso.
—Con mis padres. Cuando dijiste que vive en Oakland, ¿es
cierto?
Asiento con la cabeza.

—Vive en un lugar de mierda. Demonios, no estoy seguro de si


esta casa ahora, es mejor que la que tuvimos al crecer. No es
mucho, pero sé que si pudiera hacerlo, podría darle una vida mejor
que cualquier otra persona. Le prometí que lo haría.
Sus ojos se suavizan cuando me mira.

—¿Qué hay de tus padres?


Una burla estalla a través de mis labios, mientras el
resentimiento llena mi pecho. La presión es insoportable, lo que
dificulta la respiración.
—¿Mis padres? Inexistentes. Mi padre era un pedazo de
basura de remolque, y mi madre no era diferente. Amaba las drogas
más que a sus hijos. Tenía a Ryder con su novio traficante de
drogas, antes de que él la dejara, y yo era el que quedaba para
criarlo. Yo era el que trabajaba para traer dinero a casa, para pagar
el remolque, para pagar las facturas, para hacernos la comida a
todos.
—¿Cuántos años tenías? —ella susurra.

—Demasiado joven para cuidar a un bebé. Eso es seguro.


—Lo siento, Roman. Ojalá... Dios, ojalá pudieras haber tenido
una vida diferente.
—Siempre he sido bueno bloqueando a las personas, y
centrándome en las cosas importantes. Mientras trataba de
mantenernos vivos y alimentados, me atraparon traficando, cumplí
un tiempo en la cárcel, y perdí a mi hermano. Mi madre drogadicta
no luchó por él tampoco, así que para cuando salí, me tomó un
tiempo localizarlo en el sistema. Incluso entonces, no importa cuánto
lo intenté, seguí encontrándome de nuevo en el sistema.
—Un período de dieciocho meses en la cárcel, aquí o allá, por
tonterías. Cuando finalmente vi dónde estaba, juré cuidar de él. Para
hacer la única cosa mi madre nunca hizo.
—Pero no fue tan fácil —dice, en un tono de complicidad y
tristeza. En su voz.
—No, no lo fue. Tuve que pasar por todos estos obstáculos,
demostrar que podía cuidar de él, a pesar de que ya lo había hecho,
la mayor parte de nuestras vidas. Lo he cuidado desde que era un
niño. He estado cuidando de los dos todo el tiempo desde que
recuerdo. Cuando los niños de mi edad hacían amigos y practicaban
deportes, yo criaba a un bebé. He pasado el último año y medio
encaminando mi vida, empezando por comprar una casa y trabajar a
tiempo completo con beneficios.

—Guau. Eso es... eso es lo más desinteresado que he


escuchado.
Como si sintiera que necesito un poco más de compasión, Max
se levanta de la cama y se sienta a mi lado, apoyando su cabeza en
mí regazo. La opresión se extiende a través de mi pecho. Olivia frota
sus delgados dedos entre sus ojos y los arrastra hacia sus oídos, en
un movimiento de masaje.
—Esa noche, hace un tiempo, mencionaste algo sobre el
nombre de Max. —Lo miro y sólo pienso en Ryder—. Era de mi
hermano pequeño. Lo encontró hace un tiempo. Su familia adoptiva
no le dejaba tener un perro, y parecía triste, así que le dije que me
quedaría con él. Me ocuparía de él hasta que pudiera volver a casa,
y entonces, será todo suyo. Eligió el nombre de Mad Max.

Lentamente, Olivia me mira, sus ojos color avellana llenos de


lágrimas no derramadas.
—Eres algo completamente diferente. ¿Lo sabes?
Una sonrisa tira de las comisuras de mis labios. Compartimos
un momento en el que sólo estamos mirándonos el uno al otro. Hay
un cambio repentino en el aire. Sus mejillas se enrojecen y
rápidamente desvía la mirada.
—Entonces, ¿esto es lo que haces aquí todo el día, mientras
me ignoras? ¿Tú trabajas en este coche?
Una risa atrapa en mi pecho.

—Bastante. Me ayuda a aclarar mi mente.


Ella se pone de pie, y no puedo evitar mirarla, mientras asimila
todo. Ella toca el coche, y es una gran diferencia con respecto a la
última vez que estuvimos aquí juntos, y le espeté. Ni siquiera quise
hacerlo entonces. Acaba de suceder.
Olivia siempre tiene una forma de hacerme sentir fuera de
lugar, fuera de mi zona de confort.
Era más fácil ser malo y obligarla a salir de mi espacio, que
darle la bienvenida dentro. Todavía se siente extraño. No he dejado
entrar a nadie, en ningún ámbito de mi vida, en los últimos cinco
años. ¿Pero aquí con ella? Se siente fácil.
—¿Que pasa contigo? —Alzo una ceja—. ¿Cuál es tu
historia? Pareces tenerlo todo resuelto. —Me recuesto en el cubo,
apoyando la espalda contra la pared, mirándola de cerca, mientras
camina por mi espacio. Mi refugio seguro.
—¿Yo? —Ella se burla, sacudiendo la cabeza—. Ni siquiera
cerca. ¿Puedo ser honesta?

—Yo lo preferiría.
—Soy un desastre.
—No me digas. —Bufo, y ella me golpea, juguetonamente, con
diversión en la cara.

—Estuve en una relación durante mucho tiempo. Una que


pensé que duraría siempre. Quiero decir, no éramos la pareja
perfecta de ninguna manera, pero las cosas simplemente
comenzaron a sentirse tan robóticas y triviales después de un
tiempo. No hubo chispa. No hay interés en cualquier extremo. Sentí
que, de alguna manera, me estaba haciendo un favor al quedarse
conmigo, y esa no es la vida que quiero. No quiero que alguien se
quede conmigo por obligación, o porque no quieren hacerme
daño. Quiero que estén conmigo porque es una necesidad. Que lo
necesiten, más de lo que necesitan respirar.
—¿Cuánto tiempo estuvieron juntos?
—Desde la universidad. Compartimos los mismos
amigos. Simplemente... tenía sentido, ¿sabes? Reid era parte de mi
vida para las grandes cosas, y creo que, en algún momento, nos
separaron y ni siquiera nos dimos cuenta.
—Entonces, qué, ¿decidiste dejarlo y mudarte? ¿Empezar una
nueva vida?
Ella se inquieta, incómoda con mi línea de preguntas.

—Supongo que de alguna manera, sí. Quería empezar de


nuevo después de la ruptura. En algún lugar no tenía ningún lazo
anterior. Quería sentirme independiente. —Ella parece sacudirse, y
corre sus dedos a través de su cabello nerviosamente—. De todos
modos, eso es suficiente sobre mí.
—¿Cuánto tiempo has vivido aquí?

—Aproximadamente, dos años y medio.


Sus cejas saltan hasta la línea del cabello.
—Guau. Este lugar se ve... increíble. Mucho mejor que el mío.
Pongo los ojos en blanco.
—A diferencia de ti, yo sé lo que estoy haciendo.

Ella se burla entre jadeos.


—¿Qué te hace pensar que no sé, lo que estoy haciendo?
Observé deliberadamente su casa, y esa es toda la respuesta
que necesito. Yo tuve ganas de ser independiente, pero ¿a qué
precio? Si tuviera los padres que ella tuvo, tomaría la ayuda, no la
rechazaría.
—¿Quieres un tour?
Ella se congela y sus mejillas se sonrojan.
—¿Un tour? ¿Del... garaje?

Yo sonrío.
—De mi casa.
—Siento que estoy en un universo alternativo, si me estás
invitando voluntariamente a tu hogar. Especialmente después de lo
que pasó allí.

—Es muy posible que lo estemos —murmuro en voz baja,


empujándome desde la cubeta. Entramos y le doy el recorrido. Se
siente raro tenerla en mi espacio, sin embargo, una pequeña parte
de mí, se siente casi bien tenerla aquí. Y no me gusta eso. Siento
que me encierro, me acerco para concentrarme en lo que es
importante.

Hice mi parte. Me disculpé por ser un idiota. No necesito ir a


ninguna más lejos. Ahora estamos en términos positivos. Necesito
dejarlo así y terminar con esto.
—Está todo muy... limpio... para un soltero.
—Cuando creces como yo lo hice, no es difícil mantener limpio
tu espacio. Crecí en un tráiler de mierda, luego en un apartamento
aún peor, que nunca estuvo limpio, alimañas, polvo, una mierda
lúgubre en la que me niego a quedar atrapado de nuevo.
—¿Es extraño que quiera abrazarte ahora mismo? —ella
susurra, tratando de aligerar el estado de ánimo, pero veo la tristeza
brillando en sus ojos. La lástima, siempre he odiado esa mirada en
los ojos de la gente.

Finalmente pasamos al dormitorio y aquí tiene una vista clara


de su propia habitación, aunque trata de evitarlo. Intenta fingir que
no lo sabe, pero lo hago. He visto lo suficiente para saber, que mi
vecina no es la chica dulce, que ella pretende ser. De hecho, es
bastante sucia. Y si mis circunstancias fueran diferentes,
absolutamente aprovecharía eso.
—¿Por qué mi vecina? —Ella es un sueño húmedo que
camina y habla. Ella es una complicación que no necesito, y una
que ciertamente nunca podré tener.

Sin embargo, todavía la quiero. Tenerla en mi espacio, es


tomar todo en mí, para no desnudarla y follarla, aquí mismo, contra
la pared, en la cama…

Ella se aclara la garganta, sus mejillas ahora rojas de


fuego. Sus pensamientos deben estar corriendo en el mismo carril
que los míos. Mis sospechas se confirman cuando ella mira hacia la
cama, luego rápidamente desvía la mirada.
—Probablemente debería irme. Tengo trabajo por la mañana y
estoy segura que tú también.
Asiento lentamente, abriéndome paso a través de la tensión
entre nosotros.

—Buenas noches, Olivia.


Hace una pausa, la sorpresa revoloteando por sus rasgos, una
vez más.

—Buenas noches —dice en voz baja. Justo antes de cruzar el


umbral, se detiene y me mira sobre su hombro—. ¿Y Rome?
—¿Si?

—Mereces tener a tu hermano pequeño de vuelta. ¿Por todo


esto? —Ella mira a nuestro alrededor en mi casa—. Esto es
increíble. Eres el padre que se merece. Nunca te atrevas a dudar de
eso.

Se vuelve, antes de que pueda responder, baja los escalones y


cruza nuestros céspedes de regreso.
Mientras la veo irse, hay una opresión en mi pecho. En
expansión y extendiéndose, burbujeando por mis venas.
Lo detesto.

Y lo atesoro en secreto.
Capítulo 12
Alone whit you — Kito ft. Aluna George

Olivia
Me pongo a pensar en Roman y su hermano pequeño, en cuanto
despierto a la mañana siguiente. Toda la noche, me reprendí a mí
misma por lo estúpida que fui. ¿Y si le costara su única
oportunidad? Ni siquiera puedo empezar a imaginar, cómo debe
haber sido su vida cuando era niño. Tuve dos padres amorosos que
nos adoraban, a mi hermano pequeño y a mí. Tuvieron éxito con
grandes carreras y con una idea aún mejor, de lo que querían para
su familia.

¿Pero Roman y su hermano? No tenían esa vida.

No puedo evitar preguntarme los horrores que tuvieron que


soportar.

¿Qué tenía que hacer Roman para alimentarlo todas las


noches? ¿Cuidar de su hermanito, cuando él mismo era
prácticamente un bebé?

¿Cómo fue para él? Ser tan joven y tener miedo de encontrar
su próxima comida, mientras trataba de ganar dinero. Cuando lo
pienso, mi estómago se revuelve y mi corazón se desploma. Se está
volviendo obvio que hay más en Roman, que sólo su exterior
áspero.

Demonios, la mayoría de las veces, creo que es un idiota, pero


después de la vida que ha tenido, creo que su actitud está
justificada. ¿No estarías enojado con el mundo si te hubieran
arrebatado todo? ¿Si no pudieras tomar un sólo descanso?
En mi descanso en el veterinario, después de ayudar a Travis
con una cirugía de columna en uno de los perros que trajeron ayer,
me subo a la computadora en la sala de descanso y busco
trabajadores sociales. ¿Dónde habría trabajado esa trabajadora
social? ¿Qué tan loco sería si fuera allí y respondiera por él? Tratar
de explicar qué sucedió, y que se merece a su hermano. No una
mujer cualquiera que quiera un cheque, sino él. Su sangre.

Escribo trabajadores sociales en Google, manteniendo mi


búsqueda entrando en el área de Oakland. Al darle una oportunidad
a ese número, lo marco, cruzando los dedos para que esto no sea
un callejón sin salida.

—Hola, sí, llamo para buscar a la asistente social de Ryder


Banks. ¿Hay alguna forma de que pueda ponerme en contacto con
ella? Es urgente.

— ¿Puedes pasar por la oficina alrededor de las tres de la


tarde? Estamos ubicados en Oakland, en San Pablo Avenue.

Miro el reloj, la conmoción recorre mi sistema. —Sí, estaré allí.

La línea se apaga y caigo hacia atrás en el asiento, una


pequeña sonrisa jugando en la comisura de mis labios. Si puedo
arreglar esto para Roman, sería un sueño hecho realidad. De
repente, recordando la vez que mencionó, me levanto del asiento y
busco a Travis o a su padre. Afortunadamente, me encuentro con su
padre, en lugar de Travis.

—Hay algo importante que tengo que hacer, una reunión más
tarde. ¿Hay alguna forma de bajar un poco antes? Tengo que
conducir hasta Oakland, pero puedo cambiar de turno con alguien,
¿quizás tomar el turno de noche?

—Ve a por ello. Puedes ayudar a Travis a cerrar esta noche.

Una sonrisa estalla en mi rostro. — ¡Muchas gracias, Dr.


Bennett!
Recojo mis pertenencias, metiendo todo en mi bolso, mientras
salgo volando de la clínica, tratando de ganarle al reloj, antes de que
llegue el tráfico.

Me muevo nerviosamente en la lúgubre sala de espera, escucho los


teléfonos que suenan descolgados, y veo a la gente ir y venir,
mientras espero que la asistente social salga de su oficina. Llegué
aquí con sólo unos minutos de sobra, pensando que me permitirían
ingresar a su oficina. No podría estar más equivocada. He estado
esperando aquí en su vestíbulo, durante veinte minutos.

La anticipación me está matando.

En el segundo en que la veo salir de su oficina, me pongo de


pie y la sobresalto. Hace una pausa, mirándome extrañamente al
principio, hasta que el reconocimiento se registra en su rostro.

—Lo siento, no creo acordarme de tu nombre, de la última vez


que nos vimos. Puede llamarme Sra. Archibald.

—Olivia Hales. Por favor, sólo quiero hablar contigo un poco.

Ella mira su reloj. —Tengo una reunión con algunos...

—Esa reunión es conmigo. Llamé antes para programar la cita.


Sus cejas se levantan con sorpresa, y asiente lentamente,
como si se estuviera tomando su tiempo para procesarlo.
Finalmente, mueve la cabeza por encima del hombro, indicándome
que la siga.

Ella abre el camino hacia su pequeña oficina, y cierra la puerta


detrás de ella. La Sra. Archibald se acomoda en la silla con respaldo
alado, y se echa hacia atrás, deja caer las gafas por el puente de la
nariz y me mira.
—¿Qué la trae por aquí, señorita Hales?

Exhalo nerviosamente y mantengo mis manos escondidas en


mi regazo, para que ella no vea lo nerviosa que estoy. Me inclino
hacia adelante y lamo mis labios repentinamente secos.
—Necesito explicar el otro día. Con Roman. —Ya puedo verla
abriendo la boca, lo más probable es que me diga que me guarde el
aliento, así que me apresuro a agregar: —Y por favor, necesito que
me escuches. No tenía idea del hermano pequeño de Roman. Ves...
— Hago una pausa, frotando la parte de atrás de mi cuello
nerviosamente—. No nos conocemos muy bien. Me acabo de mudar
no hace mucho, y soy un poco… excéntrica comparada con él. Soy
una persona difícil de manejar, lo sé.

Ella se inclina hacia atrás, dándome permiso para continuar.

—No entendía por qué estaba tan malhumorado, por qué


trabajaba tan duro, y hacía todo lo posible para mantener su
distancia de mí. Y bueno, yo, como soy tan entrometida como ve, no
pude soportarlo, así que me inserté en su vida. Una cosa
insignificante llevó a la otra, y luego nos hicimos bromas. Ese día…
me deslicé en su casa y pinté con pintura lavable en aerosol en las
paredes. Fue infantil, lo sé, pero quiero que sepas que no tuvo nada
que ver con eso. Creo que una parte de mí quería su atención.
Quería que tuviera una razón para hablar conmigo, ¿sabes?

Un brillo de complicidad entra en sus ojos, y una pequeña


sonrisa tuerce sus labios. Sacude la cabeza y suspira, jugando con
el papeleo de su escritorio.

—Ese no es mi único problema con Roman. Una vez estuvo


encarcelado. Es joven y todavía propenso a cometer errores.

La rabia me llena. —¿No es como todo el mundo? ¿Has


estado en su casa? ¿Has visto lo duro que trabaja? No hay nadie
con quien su hermano pequeño merezca estar más que él. Ha
trabajado toda su vida para recuperarse. Para recuperar a su
hermano pequeño. Esa es su sangre, su único pariente en el
mundo. El hecho de que tuviera un pasado horrible, padres a los
que no les importaba y que tuviera que tomar decisiones para
mantenerlos con vida a él y a su hermano pequeño, no significa que
deba ser castigado. Ambos no deberían ser castigados.

—¿Y crees que Roman sería un buen padre?

Asiento vigorosamente. —Lo creo. Nunca he visto a nadie tan


decidido. Ama a su hermano. Sabes que en el fondo, nadie va a
cuidar mejor de Ryder que él.

Ella asiente lentamente, procesando, y una pequeña sonrisa


curva sus labios. —Realmente debe gustarte. No he escuchado
nada malo salir de tu boca, y honestamente, después de la forma en
que te gritó, esto no es lo que esperaba.

La presión se acumula en mi pecho. —Todos tenemos


nuestros momentos. ¿Por qué no le das finalmente lo único, por lo
que ha estado trabajando tan duro?

Se aparta del escritorio, se pone de pie y extiende la mano


entre nosotros para que la estreche. —Gracias por venir, señorita
Hales. Te agradezco que respondas por Roman. Sin embargo, si no
le importa, tengo otra reunión en unos diez minutos. Que tengas una
buena tarde.

Desanimada, salgo del edificio, sintiéndome una mierda, más


que cuando llegué aquí. Pensé que mi discurso iba a funcionar.
Pensé que lo llamaría en ese mismo momento, y le diría que había
recuperado a su hermano. Pero debería saberlo mejor. La vida no
es como en los libros, o las películas. La vida es impredecible. No le
importan los sentimientos o arruinar la vida de las personas. Lo
único que le importa es el equilibrio. Sólo espero que sea cual sea
ese equilibrio, funcione en Rome, y en favor de su hermano
pequeño.
Después de la reunión, regreso a la clínica, para trabajar en el turno
de noche con Travis y el resto del personal del segundo turno.
Espero que sea lento, pero para mi sorpresa, no es tan lento como
suele ser a esta hora de la noche. Estamos lo suficientemente
ocupados, como para que todos estén con las manos llenas. Por lo
general, al menos uno de nosotros tiene las manos libres, pero no
parece ser el caso esta noche.

—Olivia, te necesito de vuelta aquí. Tráeme una vía


intravenosa de metadona y haz que lo conecten. Entonces necesito
que mantengas el calor en su axilar, mientras mantienes la luz
estable aquí —. Travis señala al animal en el que está trabajando.
Entro en acción, reuniendo todo lo que necesito para el
procedimiento. Abro la almohadilla térmica desechable, y la coloco
sobre las axilas del perro para mantener la temperatura corporal
cálida y estable.

—Aquí —dice Travis hacia el final del procedimiento—.


Ciérralo aquí y suelta la pestaña así, exactamente. Perfecto.

Me tiemblan las manos mientras lo hago, pero no puedo


quitarme la sonrisa de la cara. El resto del procedimiento transcurre
sin problemas. Esperamos a que el pequeño se despierte de las
drogas, y cuando lo haga, ya podemos ver el cambio en su
comportamiento. Él ya parece más un cachorro feliz y saludable.

Travis llama a los propietarios después de limpiarse, y yo me


pongo a trabajar en la limpieza de la habitación. Hago un restregado
minucioso, luego limpio. Después de hacer eso, limpio todo por
última vez. Cuando termino, me duele la espalda baja, los pies y
necesito un descanso.

Prácticamente caigo en una silla vacía, en la sala de descanso.


Echando la cabeza hacia atrás, cierro los ojos y dejo que mi
mente se quede en blanco, empapándome del silencio. Si sigo
haciendo esto, me arriesgaré a quedarme dormida, pero parece que
no puedo obligarme a sentarme con la espalda recta y permanecer
despierta.

—Lo hiciste muy bien allí.

Me muevo de un tirón en la silla, mis ojos se abren al oír la voz


de Travis.

Me toma unos segundos procesarlo, y cuando lo hago, me


sonrojo un poco por sus elogios.

—Gracias por dejarme hacer eso.


Me despide. —Necesitas la experiencia, si alguna vez vas a
dominarla, ¿verdad?
Yo sonrío. —Correcto.

—Entonces, ¿cómo estás? ¿Escuche que tuviste un problema


importante antes? ¿Emergencia familiar?
—Oh no. No fue así. Tuve una reunión con una trabajadora
social —frunce el ceño, le hago un gesto con la mano—. Es una
larga historia. Pero no, afortunadamente, todo con mi familia está
bien. Vinieron a visitarme no hace mucho, así que fue bueno verlos,
aunque fuera por poco tiempo.
—¿De dónde son?

—Long Beach. Ahí es donde solía vivir.


Él silba. —Guau. Así es. Olvidé que en tu archivo mencionaba
que trabajabas cerca de Long Beach. ¿Qué hacen tus padres ahí?

—Mi papá es psicólogo y mi mamá es terapeuta sexual. —


Mientras lo digo, mi cara se pone roja como una remolacha y Travis
se da cuenta. Se ríe de mi evidente malestar.
—Tenemos más en común de lo que pensaba. Mi mamá es
psiquiatra.
Mis cejas saltan. —Eso es increíble. Y nunca dije que no
tuviéramos nada en común. —Pongo los ojos en blanco.
—Lo sé, me estoy burlando de ti. Lo haces demasiado fácil.

Me dirijo al sistema de agua para tomar un vaso de agua, pero


de repente me siento incómoda, y necesito poner distancia entre
nosotros. Mientras lleno el vaso de plástico, escucho su siguiente
pregunta, fuerte y clara, y mi estómago se agita de sólo pensar en
ello.
—¿Qué está pasando con tu vecino? ¿Todavía te está
haciendo pasar un mal momento?

Tomo un buen trago de agua, mientras me bajo en el asiento.


—No. Parece que hemos encontrado algo en común. Siento que…
no sé, creo que lo juzgué mal antes, ¿sabes? No ha tenido una vida
fácil.
El comportamiento alegre de Travis parece disiparse. Sus
rasgos se tensan, las arrugas alrededor de sus ojos se tensan. Su
cambio de actitud me obliga a hacer una pausa, un ceño fruncido se
apodera de mi rostro.

—Eso no significa nada. Todos hemos tenido vidas difíciles.


Eso no le da a nadie el derecho de tratarte como una mierda. —
Prácticamente escupe. Entiendo de dónde viene, y en su mayor
parte, tiene razón. Si Rome no se hubiera disculpado, estaría de
acuerdo con él, pero él se disculpó, y más que eso, me explicó las
cosas.
No es que le tenga lástima. Lo siento por él, y lo entiendo un
poco mejor que antes. Tiene sentido para mí. Ya no es un enigma.
Tengo la repentina necesidad de defenderlo ante Travis. No lo
entiende, así que obviamente sacará conclusiones precipitadas.
—No es así. Es una buena persona y lo juzgué mal.
Se burla, un breve destello de odio pasa por sus rasgos. —
Supongo que ya te ha atrapado, ¿no?
Retrocedo con sorpresa. —¿Qué se supone que significa eso?

—Significa que eres una buena chica. Los tipos así son
buenos mintiendo y manipulando para que la gente sienta pena por
ellos, sólo para que puedan justificar sus acciones.

Aprieto mis labios en una línea sombría, porque no quiero


discutir. Es obvio que Travis no lo entiende. Y demonios, tal vez
estoy siendo tonta o demasiado indulgente, pero esa es mi elección.
Si quiero dejar la mala sangre entre nosotros en el pasado, eso es
exactamente lo que voy a hacer.
Termino mi agua y me aparto de la mesa, necesitando algo de
espacio de Travis. Él, obviamente, siente algún tipo de resentimiento
hacia Rome, y eso no cambiará sólo porque le dije que estamos en
buenos términos.

—Te veré allá afuera.


Escucho su protesta mientras me alejo, pero no me molesto en
darme la vuelta.

Para cuando entro en mi camino de entrada, estoy cansada.


También estoy gratamente sorprendida de ver abierto el garaje de
Rome. Me muevo en el asiento, tratando de ver qué está haciendo
allí. Atrapando mi labio inferior entre mis dientes, me pregunto si
debería ir hacia allí. Es tarde, pienso distraídamente, mientras miro
el reloj en el tablero.
Mi mente se decide por mí cuando lo veo parado en toda su
altura, mi estómago, una vez más, dando vueltas. La fuerza con la
que las mariposas emprenden el vuelo es imprudente y absorbente,
como los aviones de combate G6. Sacudiéndolo, agarro mi bolso y
salgo del auto, dirigiéndome hacia su garaje.

Hace una pausa en lo que está haciendo y se queda mirando.


Siento que su mirada se detiene en mí, viajando arriba y abajo por
mi cuerpo. El escalofrío que provoca recorre mi cuerpo en oleadas.

—Estás despierto un poco tarde.


Él se encoge de hombros. —No pude dormir, decidí noquear
algunas cosas. Mira fijamente mi ropa y tengo un momento de
timidez. He estado trabajando todo el día con esta ropa, así que
probablemente parezca un desastre.

Distraída, tiro de mi camisa médica. —Sí. Ha sido un largo día.


Rome mueve la cabeza por encima del hombro y, como está
lleno de sorpresas esta noche, saca el mismo cubo en el que me
senté la última vez y lo coloca junto a él, dejando un amplio espacio
entre nosotros.
Desearía que el espacio no estuviera allí, pero una mujer no
puede ser exigente.
—¿Mencionaste que trabajas con animales?

—Sí, sólo soy un asistente en la clínica veterinaria.


—¿Alguna vez pensaste en ser veterinaria?
Frunzo mis labios. —Sí y no. Es mucho estrés y todavía son
muchos estudios. No estoy segura de estar lista para eso.
Él se ríe, y aunque odio admitirlo, estoy empezando a amar el
sonido.
¿Cómo es que este hombre puede sacarme las emociones
más extremas?
Lo odio.

Ahora me agrada.
Ni siquiera puedo seguir el ritmo en este punto.
Lo miro desde mi posición en el cubo, mientras se pone a
trabajar en el auto con Metallica, tocando suavemente de fondo.
Cuando está absorto en sus pensamientos, esas cejas gruesas se
juntan, formando un pliegue profundo. Incluso cuando no está
frunciendo el ceño, todavía se pueden ver las marcas en su rostro,
de las líneas de expresión. Eso debe ser por la frecuencia, con la
que lo hace. De vez en cuando, se lame los labios y mis ojos siguen
el movimiento, preguntándome cómo se sentirían. Sus músculos se
contraen y abultan cuando levanta algo pesado o va a tensar algo.
Estoy completamente embelesada con él, mientras trabaja. No
creo haber visto nunca a un hombre trabajar tan duro, y ahora que
sé un poco más de él, me pregunto cómo alguien puede tener tanto
impulso y autocontrol.

Pienso en mi reunión anterior con la trabajadora social, y mi


estómago se aprieta incómodo. Obviamente no le voy a decir lo que
hice. Lo último que necesito es que me vuelva a gritar. Pero,
además, mi reunión no ayudó. ¿Qué sentido tiene hacerse
ilusiones?
—Realmente lo siento. Sobre el otro día, con la broma, y la
trabajadora social.

Hace una pausa en lo que está haciendo, apoyando sus


manos varoniles desgastadas por el aceite en la parte delantera del
auto, cerca del capó abierto. Él inclina la cabeza por un segundo y
me pregunto qué estará pensando. Se vuelve para mirarme y mi
corazón se encoge, sólo un poco, ante el breve destello de
indignación en sus ojos.
—No hagas eso.

—¿Hacer qué? —susurro, temerosa de que este sea el


momento en que él se enoje, y me diga que todavía está enojado.
—Compadecerte de mí, Olivia, no, no me compadezcas.

Se forma un nudo en mi garganta. —Rome, no te compadezco.


Te admiro. Has logrado mucho a pesar de la forma en que creciste.
Tengo todas las razones para creer que lo recuperarás. Créeme, lo
que siento por ti no es lástima.
Mis ojos se abren, cuando me doy cuenta de lo que acabo de
decir, y de las muchas formas en que puede tomarlo. El calor sube a
mis mejillas, y abro la boca, a punto de explicar lo que realmente
quise decir, pero él se me adelanta.

Él suelta una risa ronca de incredulidad, sacudiendo la cabeza


hacia mí. —No sé por qué me sorprende. Ya que eres irritantemente
optimista.

Dejo escapar un suspiro de alivio, feliz de que no se


entrometiera más en mi declaración anterior. —Incorrecto. No soy
optimista. Simplemente elijo ver lo bueno en la vida y no insistir en lo
malo, porque entonces... ¿a dónde nos llevará eso?
—Eso es fácil de decir para alguien como tú. Has tenido una
buena vida. Tienes una gran familia. No quieres nada.

Yo levanto las cejas. —¿Crees que he tenido una vida fácil,


Rome? ¿Crees que no quiero nada? —Cuando no responde, sonrío
con tristeza, buscando su mirada.

—¿Qué deseas?
Él mira hacia afuera, con una mirada distante en sus ojos.
Conozco su respuesta, y al igual que conozco al hombre apoyado
en el auto, no lo dirá. No se expondrá más de lo que ya lo ha hecho.
Doy palmaditas en el balde vacío junto a mí, instándolo a que se
siente. Sus cejas se arquean hacia abajo, y puedo ver la batalla
interna que libra. Toma asiento, sus ojos más cautelosos, mientras
me observa.

Me muevo en el cubo, nuestras rodillas rozan, enviando un


escalofrío por mi columna vertebral. —Tienes que pensarlo así.
Imagina que estás enfermo con una enfermedad potencialmente
mortal y nunca sabes cuándo llegará tu último día. ¿No querrías vivir
la vida al máximo? ¿No querrías disfrutar cada segundo que tuviste,
en lugar de vivir en un pasado que no puedes cambiar?

Lentamente, Rome se vuelve para mirarme, y la mirada en sus


ojos tiene mi aliento, alojándose en mi garganta. Hay tanto allí,
mucho del hombre que mantiene oculto a todos los demás, y me
está dando una parte de él. Aquí y ahora.
—Sunshine.

Mis cejas se hunden. —¿Qué?


Él sonríe. —Creo que voy a llamarte, Sunshine, de ahora en
adelante. Porque eso es exactamente lo que eres, Olivia. Eres la luz
del sol después de un huracán. Después de años de vivir en la
oscuridad, eres la calidez que todos desean tener para sí mismos.

Mi corazón late con fuerza, mi estómago da un salto mortal y la


sonrisa que se apodera de mi rostro... es extraña. No se parece a
nada que haya experimentado. Siento los músculos dormidos en
mis mejillas, cediendo de dolor por el uso y, por una vez, me siento
como en casa con alguien. Me siento en paz conmigo misma. Me
siento más feliz, de lo que me he sentido nunca.

Ni siquiera tengo miedo de admitir, que me estoy enamorando


de mi vecino.
Capítulo 13
Daydream – The Aces

Olivia
Odio tener que preguntar a Travis, sabiendo que él está con las
otras mujeres en la clínica, pero no existen otros chicos de turno a
los que pueda preguntar, y no sé si Rome está despierto. Lo último
que quiero hacer es tocar el timbre de su puerta en medio de la
noche, pidiendo ayuda con otra cosa, como si no hubiera hecho
suficiente ya.
A pesar de mi buen juicio, le pido a Travis que me ayude a
traer el escritorio que compré. No hemos hablado mucho, aunque
trabajamos juntos. Creo que todavía hay un poco de tensión entre
nosotros, desde nuestro último encuentro en la sala de descanso.
Sin mencionar que Lucy parece más frustrada con él de lo habitual,
y no hay forma de que me meta en el medio.
Bueno, hasta ahora, eso es.

El lindo escritorio rústico que compré, parecía una buena


compra en ese momento, cuando uno de los empleados me ayudó a
meterlo en mi auto. El problema ahora es sacarlo y meterlo en la
casa.

Después del trabajo, Travis me sigue a casa y le doy las


riendas de mi coche, para que lo saque. Todo el proceso transcurre
sin problemas, y es mucho más rápido de lo que pensé. Él hace la
mayor parte del trabajo, mientras yo me agarro al otro extremo del
escritorio, tratando de ayudarlo a traerlo adentro, pero si somos
honestos, él está haciendo todo el trabajo.
Charlamos afuera un rato, riéndonos fácilmente sobre uno de
los incidentes que sucedieron en la oficina antes. La Sra. Williams
asiste a la clínica con su gato. Si no es una cosa que el gato se lo
tragó o se metió, es otra, e incluso aunque tanto Travis como
Samuel le han dicho a la Sra. Williams en innumerables ocasiones,
que no necesita traer a su gato para todo, todavía lo hace de todos
modos.

Me congelo, haciendo una pausa en medio de la conversación,


cuando escucho que la motocicleta de Rome se detiene en la calle y
sube por la entrada. Mi estómago se hunde con algo que se parece
mucho a la culpa, pero lo rechazo. No necesito sentirme culpable
por nada. Le pedí ayuda a un amigo. ¿Y qué?

Puedo sentir su mirada perforando agujeros en nosotros.

Prácticamente puedo ver la mueca de desprecio en su rostro, y


si no me equivoco, noto que Travis se acerca a mí. Lanzo mi mirada
hacia la suya, un ceño fruncido se posa entre mis cejas.

¿Qué diablos es eso?

Cuando me doy la vuelta para mirar a Rome, él ya está


metiendo su motocicleta en el garaje y cerrándola. No recibo ni un
saludo, ni nada que me haga sentir especial esta noche. El miedo se
instala en la boca de mi estómago al darme cuenta. Se siente como
antes, antes de que nos volviéramos algo civilizados entre nosotros.
Me preocupa que vuelva a odiarme por esto. ¿Pero por qué? ¿Por
qué le importaría a Rome, entre todas las personas?

—¿Ese idiota todavía te está dando problemas? —Travis


pregunta, su mirada pegada a la casa de al lado.

Niego con la cabeza, tratando de reprimir el repentino ataque


de ansiedad que corre por mis venas. —No, te lo dije, creo que
hemos llegado a un entendimiento. Y no es un idiota. —Travis
levanta una ceja incrédulo.
—Está bien, bueno, no todo el tiempo. —Pongo los ojos en
blanco.

—No somos amigos, pero definitivamente no somos enemigos.

Travis asiente, su mirada se desvía de mí hacia mi casa. En


circunstancias normales, si él no fuera mi jefe y no tuviera el hábito
de salir con todos sus empleados, lo invitaría a pasar, pero a esta
hora de la noche y viendo que ha dejado clara su atracción hacia mí,
me abstengo de hacerlo. Su historial con las mujeres de la clínica,
no es el mejor. Hago una pausa en mi camino hacia mi porche,
cuando me doy cuenta de que Travis me está siguiendo. Puede que
sea mi jefe potencial, pero no lo invito a mi casa. No está pasando.

Aclarándome la garganta, señalo mi casa. —Bueno, gracias


por toda la ayuda, pero debería entrar y empezar a prepararme para
la cama ahora. ¿Nos vemos en el trabajo?

Parece que Travis quiere decir más, pero mientras lo saludo y


sigo retrocediendo hacia la puerta, niega con la cabeza ligeramente,
decidiendo no hacerlo. —Si. Si seguro. Nos vemos mañana, Olivia.

Me apresuro a entrar, cierro la puerta, y lo primero que hago es


correr a mi habitación. Me sorprende y estoy un poco desanimada
que, por una vez, Rome tenga sus cortinas cerradas. Casi siempre
están abiertas, aproximadamente el noventa por ciento del tiempo.

El terror echa raíces en mi vientre. No puedo evitar


preguntarme si hay una razón específica, esta noche de todas las
noches, decidió cerrar las cortinas. No creo que tuviera una mujer
con él, no es que eso lo haya detenido antes. No puede ser porque
me vio con Travis, ¿verdad?

No.
Ciertamente no.

Eso significaría que se preocupa e incluso siente algo por mí, y


eso no es algo que mi vecino idiota haga. Ha dejado en claro que se
preocupa por una persona, y sólo por una: su hermano pequeño.

¿Dónde encajaría yo en esa ecuación?


Yo no lo haría. Y ese es el problema.

A la mañana siguiente, cuando salgo de casa, saludo a Rome al


pasar, y mi estómago da un vuelco, dolorosamente, cuando me
ignora y se va como un niño.

Supongo que eso responde a mi pregunta tácita, acerca de


que él está molesto.

¿Qué derecho tiene a estar enojado conmigo? Recibí ayuda de


mi jefe.

No invité al hombre a entrar, y solté toda la sopa sobre la vida


de Roman.

Además, no es mi maldito guardián.

Estoy segura de que hay otra explicación, para su forma de


actuar esta mañana. Tiene que haber. Todo el día en el trabajo estoy
de mal humor, por lo idiota que está actuando Roman. Mientras
preparo una de las salas de examen para el Dr. Bennett y un pájaro
enfermo, siento que Kassandra se acomoda a mi lado. Ella apoya su
trasero perfectamente redondo contra el mostrador, ni siquiera
ayuda, sólo se queda parada ahí mirándome.

—¿Vas a ayudar?

—Noooope. La única razón por la que estoy aquí, es para


averiguar qué está pasando contigo.

—No me pasa nada.


—¿Oh, en serio? —Ella se burla—. Toda la oficina no está de
acuerdo. Estás caminando por aquí, como si hubiera una nube de
tormenta negra perpetua, flotando sobre tu cabeza.

Pongo los ojos en blanco ante su dramatismo. Eso es un poco


excesivo.

—No hay nada malo. Bueno en realidad no.

—Suéltalo. ¿Es el vecino atractivo?

—Tiene un nombre, ya sabes.

—Oh, ya veo, nos estamos volviendo sensibles con él ahora,


¿verdad? —No me molesto en dar una respuesta. No es que ella
necesite una. Ella hablará sobre mí de todos modos—. Entonces,
¿qué hizo esta vez?

—Yo-bueno, en realidad no sé si es él o yo, pero sea lo que


sea, él está molesto conmigo—. Le doy a Kassandra un resumen de
la noche anterior, como le pedí ayuda a Travis, luego Rome se
detiene y nos ve.

—La parte más extraña fue que ni siquiera se molestó en


saludar. Incluso cerró las cortinas anoche. Quiero decir, vamos, no
es tan grave.

Kassandra se ríe a carcajadas. —Oh, Dios no quiera que cierre


las cortinas antes de acostarse y no te saluda, perra codiciosa.

—Sin embargo, esa es la cuestión. Él nunca las cierra.


Entonces, ¿por qué ahora? ¿por qué anoche de todas las noches?

—Probablemente esté celoso. Lo más probable es que quiera


follarte, pero como son vecinos, no quiere hacer las cosas raras.
Después de verte con Travis anoche, estoy segura de que ha
llegado a algún tipo de conclusión, con respecto a ustedes dos.
Además, puedo decir lo idiota que eres, por pedirle ayuda a Travis,
de todas las personas.
Un gemido escapa de mis labios. —No tenía a nadie más a
quien preguntar.

—Um, hola, llama al vecino caliente que quiere follarte. ¿Oh,


qué es eso? Pero soy una idiota que le pregunta al jefe mujeriego—
Le doy un codazo en el brazo. Cuando lo dice así, me doy cuenta de
lo tonto que fue, pedirle ayuda a mi jefe.

—Seriamente. Travis se va a hacer una idea equivocada. Eres


la única mujer que le ha dicho que no. Demonios, conociéndolo,
probablemente te ve como una especie de desafío, una maldita
montaña para escalar y decir que conquistó. Sólo sé cuidadosa. No
me malinterpretes, Travis es un gran tipo cuando quiere serlo, pero
lo último que quiero es que te conviertas, en la próxima Lucy de la
oficina.

Me estremezco. —Sí, definitivamente esa no fue una de mis


mejores opciones, pero me aseguré de hablar con Lucy de
antemano. Lo último que necesito es que me odie, porque crea que
estoy tratando de invadir su territorio.

—Lamento reventar tu burbuja, nena, pero el territorio ya ha


sido invadido, en el segundo en que Travis te vio. Estoy segura de
que imaginó todas las formas en que te jodería, mientras ustedes se
daban la mano.

—Oh, asqueroso. En serio, eres la peor. ¿Lo sabes bien?

Ella se encoge de hombros, empujando la encimera con una


sonrisa egoísta. —Eso he oído. Ah, y el Dr. Bennett está listo
cuando tú lo estés.

Niego con la cabeza y me obligo a apartar, todos los


pensamientos de mi vecino de mi mente. Tengo un trabajo que
hacer.
—¡Hey! Max—le susurro al Husky, mientras mueve su cola
salvajemente, frotando su cabeza y orejas contra mi mano. Me
agacho, mostrándole un poco de amor, dándole un buen rasguño.
Todavía tengo que darme la vuelta y enfrentarme a su dueño. Me
sorprendió bastante que cuando llegué a casa, Rome apenas llego a
casa también. Estoy segura de que si hubiera llegado más tarde, su
garaje estaría cerrado. Cualquier cosa para evitar tratar conmigo.

Reuniendo el coraje para enfrentarlo, lo hago con cautela, sin


saber qué versión de él voy a obtener.

Y, aparentemente, es la versión fría y aburrida. Excelente.


—Hola. —El saludo sale mucho más tímido de lo que me
gustaría, y no puedo creer que no pueda encontrar algo más original
que mi débil hola.
Sin reconocerme, Roman llama a Max con un silbido agudo y
una orden brusca. Max va sin dudar, dejándome ahí parada
sintiéndome tonta. Se retiran al garaje, y justo cuando está a punto
de presionar el botón para cerrarme el garaje, abro la boca.
—¿Pensé que habíamos terminado con esto, Rome? Por todo
este acto de imbécil. Muevo mi mano por su cuerpo.
—Pensé que éramos amigos.

Hace una pausa dándome la espalda. Cuando finalmente se


da la vuelta, hay una sonrisa fría en su rostro. Con una sensación de
hundimiento en la boca de mi estómago, doy un paso hacia atrás
con cautela. Presiona el botón y los engranajes del garaje entran en
acción, rugiendo, cuando la puerta baja. Justo cuando estoy a punto
de perderlo de vista, habla.
—Pensaste mal.
El cierre de la puerta del garaje es tan definitivo, que siento
que resuena en nuestro vecindario. Miro a mí alrededor, notando
que la única persona que todavía está afuera es Josie, la mujer
mayor al otro lado de la calle.
—Siempre es tan... ¿gruñón? —Con su gato en el regazo, y un
cigarrillo colgando de sus labios, Josie es, de hecho, la mujer del
cartel de la típica dama gato. Con al menos cincuenta años encima,
es una mujer mayor y frágil con rulos en el pelo, que resulta que
también es una fumadora empedernida.
Su voz ronca me llama. —Me temo que no. No creas que le
gustas mucho, cariño.

Bueno, eso es bonito.


Mis labios se estrechan en una línea sombría.

Muchas gracias señora.

El resto de la semana transcurre de la misma manera. Roman me


evita a toda costa. No importa si salgo de mi camino para saludar,
llamo a su puerta o trato de caminar, mientras él trabaja en el garaje,
él parece dominar el arte de ignorarme, y al mismo tiempo ser un
idiota. En otras circunstancias, podría estar impresionada.
No lo estoy.

Parece que hemos vuelto a caer, en esa relación de odio sobre


odio que teníamos antes. Me encuentro cada vez más vengativa en
lo que a él respecta. Afortunadamente, ninguno de nosotros se ha
rebajado lo suficiente, como para bromearnos de nuevo, pero todo
lo demás se siente como antes.
Las miradas.
Los comentarios sarcásticos.

Extraño sentarme con él en su garaje y verlo trabajar. Extraño


escucharlo hablar y sonreír. Y su risa. Jesús, creo que mi mayor
logro, fue la primera vez que lo hice reír.

Se ríe tan raramente que, cuando sucedió, no pude evitar


detenerme y escuchar. Sumergirme en él, porque no estaba segura
de cuánto duraría, o si alguna vez lo volvería a escuchar.

Creo que la peor parte de todo esto, son las mujeres que he
notado, que ha traído a casa con más frecuencia. Ha sido diligente
en no dejar las cortinas abiertas, y yo me aseguré de mantener la
ventana cerrada y con llave en todo momento, pero dado que
nuestras casas están literalmente al lado de la otra, es imposible no
saber lo que está haciendo. Es un poco una maldición y una
bendición, todo en uno.
Cada vez que veo a una hermosa mujer saliendo de su casa
en medio de la noche, no puedo ignorar el dolor punzante en mi
pecho, o la forma en que mi estómago se revuelve. Estoy celosa.
Horriblemente celosa de que esas mujeres hayan conseguido su
sonrisa. Y estoy segura de que también han obtenido mucho más
que eso.

Que Roman esté con otras mujeres, no debería molestarme


tanto como lo hace. No debería sentirme abrumada por el hecho, de
que esté pasando tiempo con otras mujeres. No debería sentirse
como si hubiera un tornillo, envuelto alrededor de mi corazón.
Demonios, ni siquiera sé por qué me importa. No es de mi
incumbencia.

Olvídense de eso, sé por qué me importa, y desearía no


hacerlo. Ojalá no tuviera debilidad por Rome. Ojalá nunca me
hubiera contado sobre su pasado, su hermano pequeño, y todo lo
que ha hecho para recuperarlo. Ojalá no fuera tan malditamente
hermoso a la vista. Ojalá no me agradara tanto. Ojalá no me
agradara en absoluto. Ojalá todavía lo odiara. Eso haría mi vida
mucho más fácil.
Mientras saco la basura, trato de abstenerme de poner los ojos
en blanco, mientras veo a la chica salir de su casa, subiéndose a su
pequeño Acura estacionado en la acera. Ella es maravillosa. Incluso
yo puedo decirlo desde esta distancia, en la oscuridad de la noche.
Ella es toda piernas y belleza. Y me detesto un poco más por
odiarla, más de lo que actualmente odio a Roman.
En serio necesito ayuda.
No sé qué me hace decirlo, pero mientras ella se sube a su
coche, le grito: —¿Te contó lo de la gonorrea? —pregunto,
señalando hacia la casa de Rome. La mujer se congela y su boca se
abre, conmoción claramente escrita en todo su rostro. Reprimo una
risa, fingiendo preocupación que ciertamente no siento —. ¿No te lo
dijo? Vaya, vaya, es posible que desees que te lo revisen por la
mañana. ¡Ten una gran noche!

Aún congelada en su lugar, la mujer mira hacia la casa de


Rome y niega con la cabeza, antes de caer en el asiento del
conductor y arrancar.

Veo su coche irse, sintiéndome un poco mejor.


—Eso es tan maduro.

Un grito sale de mis labios, y me doy la vuelta, mi corazón


latiendo salvajemente en mi pecho, cuando encuentro a Roman de
pie en su porche, con los brazos cruzados sobre su bronceado y
ancho pecho, mientras me mira. Está encaramado contra la
columna, tan casualmente, me pregunto cuánto tiempo ha estado
allí parado.

Pongo una mano sobre mi pecho, tratando de estabilizar mi


ritmo cardíaco. — ¿Qué diablos pasa contigo? ¡Acabas de quitarme
cinco años de mi vida!

—Bueno.
Arqueo una ceja. —¿Entonces disfrutas quitarme años de mi
vida? Eso es maravilloso, Roman.
Se aparta de la columna y se acerca a mi lado del patio.
Incluso en la oscuridad, puedo ver claramente cada trozo de
músculo ondulado. —¿Y de verdad crees que eres mejor que yo?
—Viendo que no sumerjo mi pene, en nada que tenga pechos
y vagina, sí, diría que soy mucho mejor que tú.

Me sonríe con frialdad y siento los efectos, como un disparo en


el pecho. Escondo mi mueca de dolor. —Estás muy preocupada por
mi vida sexual, Olivia. ¿Qué pasa?

Mis labios se adelgazan en una línea sombría, mi frustración


con él flotando justo debajo de la superficie, amenazando con
desbordarse. —No me preocupa nada más que mi césped y el
estado de este vecindario. No se ve favorable, cuando tienes un
vecino que permite que las putas, salgan de su casa a todas horas
de la noche.

—Si te molesta tanto, no mires por la ventana, nena.


Mi frustración sólo crece a nuevas alturas, con el uso de la
palabra

—Nena. —Mis manos se juntan en puños a los lados,


haciendo que mis uñas se claven en la carne de mis palmas.

—Uno, no me llames nena. Y dos, no he estado mirando por la


ventana.
—Entonces, ¿cómo puedes saber que tengo 'putas' yendo y
viniendo?
Él sonríe, claramente pensando que me ha atrapado.
Pongo los ojos en blanco. —Supérate a ti mismo. Y hazte un
chequeo para ver si tienes gonorrea, mientras lo haces, idiota. —
Giro sobre mis talones, pisando fuerte hacia mi casa. Escucho su
risa detrás de mí. Está disfrutando esto. Le gusta cabrearme.

—Buenas noches, Olivia.


—Vete a la mierda —grito, antes de cerrar la puerta principal
detrás de mí.
Mi celular suena en la mesa de la cocina, alejando mi atención
del imbécil de al lado y nuestro encuentro. Por eso, estoy muy
agradecida.
Respondo, forzando una sonrisa en mi tono, por el bien de mi
madre. Ha estado llamando todas las semanas, exigiendo que le
informe a su médico. Le mentí y le dije que lo estaba viendo, pero la
verdad es que ni siquiera he abierto el correo electrónico que envió.
No quiero enfrentar mi realidad y lidiar con más citas y más
médicos. Más de lo mismo.
He tenido un buen respiro de todo eso desde que me mudé
aquí a Campbell. Debería haberme imaginado que no duraría
mucho.
—¿Ya tienes alguna cita? —pregunta ella con tono
esperanzado.

—Llamé a dos médicos. Veremos cómo va.


El silencio de mi madre me impulsa a alejar el teléfono de mi
oído, asegurándome de que ella todavía está en la línea.
—¿Mamá?

—¿Estás mintiendo, Olivia? —pregunta, en ese tono de voz


con el que estoy muy familiarizada. Es el tono de mi infancia. El
mismo que siempre usaba cuando sabía que estaba mintiendo.
—¿Qué? —Finjo inocencia—. ¿Acerca de?
De repente me siento como si tuviera la boca de algodón, y
soy una adolescente mentirosa de nuevo, mintiéndoles a mis
padres, para poder salir y divertirme con mis amigos, después de
que ya me hubieran dicho que no.

—Sobre los médicos. ¿A quién llamaste?


Prácticamente puedo verla cruzando sus delicados brazos
sobre su amplio pecho. —Yo, eh, llamé a los dos primeros. Pensé
que era más seguro comenzar en la parte superior de la lista.
—Olivia. —La advertencia en su voz es clara y me impulsa a
poner los ojos en blanco.

—Está bien, bien, te llamaré mañana. ¿No deberías estar


durmiendo de todos modos? Ya es tarde.

—No te desvíes. Todo lo que queremos hacer es asegurarnos


de que estás bien. Tú lo sabes, ¿verdad? Tu salud, ya sea mental o
física, sólo queremos saber que estás bien, cariño.

Dejo escapar un suspiro de culpabilidad.


—Lo sé, mamá.
Capítulo 14
Change Your Life — Kehlani Ft. Jhené Aiko

Olivia
Después de otro largo día de trabajo, Atticus, uno de mis amigos en
la clínica, recomienda que todos vayamos al bar para una noche
fuera. Cole's Bar se ha convertido en un lugar que frecuentamos
después de nuestros turnos. Como está cerca de la clínica y,
aparentemente, Atticus es amigo del propietario, Cole, es el único
bar que tiene sentido. Nunca he sido una chica de bares, pero aquí,
con lo relajado y libertino que es este lugar, definitivamente puedo
ver su atractivo. Es un bar que se adapta a todos, a todos los
ámbitos de la vida. He visto entrar a hombres con trajes elegantes,
tipos universitarios con camisetas, grupos de mujeres que tienen
una noche de chicas y muchos otros estereotipos también.

Una vez que nos acomodamos, en nuestra mesa habitual en el


centro, mientras veo que hay algunos lanzadores nuevos y una
ronda de tiros, siento que la tensión desaparece lentamente de mis
hombros por el largo día que tuvimos. El grupo está un poco más
tranquilo de lo habitual hoy. Es más que probable que se deba al
hecho de que perdimos a uno de los animales hoy. El Dr. Bennett no
pudo revivirlo durante la cirugía, y después de que Travis y Atticus
ayudaran, todavía no había esperanza.

Siempre es difícil tener que decirle a un dueño, que su animal


no sobrevivió. El animal que era como un miembro de la familia para
ellos; en el que han gastado miles de dólares para mantenerlo
saludable.

Después de que les dimos la terrible noticia, el resto de la


jornada laboral pareció alargarse y, por la expresión en los rostros
de todos aquí esta noche, puedo decir que sienten lo mismo. Todos
necesitamos esto, más de lo que nos gustaría admitir.

Estoy tan perdida en mis propios pensamientos, mientras


Kassandra y Lucy van y vienen juntas en uno de sus programas
favoritos, que no me doy cuenta de quién entra al bar hasta que es
demasiado tarde. Una vez que sus conversaciones se apagan y
siento un fuerte golpe en mi brazo, le lanzo una mirada a
Kassandra. Sin embargo, su mirada no está fija en mí. Ella está
mirando con los ojos muy abiertos a la entrada. Lentamente, me giro
para seguir la trayectoria de su mirada, y mis ojos se agrandan
cuando me doy cuenta, de lo que la hizo detenerse a mitad de la
oración.

Roman, que se ve tan bien como siempre, entra con otros tres
chicos, todos aparentemente inmersos en una conversación. Ni
siquiera trato de ocultar, la sonrisa que se extiende por mi rostro
cuando lo veo. Sin embargo, vacila un poco, cuando recuerdo que
ya no somos exactamente amigos. Si anoche fuera un indicio, diría
que se está emocionando al enojarme de nuevo. La comprensión es
triste y aleccionadora.

Todavía no me ha notado. O tal vez se ha fijado en mí y ha


decidido ignorarme. Cuando no se molesta en mirarme, esa parece
ser la explicación más viable. Cualquiera que sea el caso, parece
estar en una conversación profunda y divirtiéndose. No lo había
visto tan relajado en un tiempo. No es que haya sido su amiga el
tiempo suficiente, para conocer su lado relajado y su lado no
relajado. Ni siquiera me molesto en ser discreta mientras lo miro. Me
desconecto de Lucy y Kassandra, mi mirada se centra únicamente
en él, mientras tomo lentos sorbos de mi cerveza.

Es tan irritantemente guapo y relajado. Vestido con un par de


jeans oscuros, con una franela roja sobre una camisa negra, parece
un rebelde oscuro que sólo exige la atención de la especie
femenina. Su cabello está en perfecto desorden, con algunos
mechones rebeldes, colgando sobre su frente. No he podido
sentarme y disfrutar mirándolo en un tiempo. Por alguna razón, ya
no tengo ese lujo. No se me escapa la forma en que las otras
mujeres aquí acuden a él, todas muriendo por una parte suya. Esa
llamarada verde de envidia, de celos, llena mis venas, una vez más.
Me muevo en el asiento, incómoda con mi repentino ataque de ira.

—¿Vas a ir a hablar con él o sentarte y mirar toda la noche? —


Atticus se burla, levantando la ceja en desafío. Hago una pausa,
preguntándome si tendré las agallas para ir allí y hablar con él,
después de que me dejó perfectamente claro que no quiere tener
nada que ver conmigo.

Demonios, cuanto más pienso en anoche y en la forma en que


actué, más avergonzada me siento.

—¿No tienes más poesía para escribir? —respondo, sabiendo


que lo odia. Todos los que aprenden su nombre por primera vez
hacen la misma pregunta—. ¿Atticus, como el poeta? —Nada le
molesta más que tener que dar una respuesta cortés.

Él pone los ojos en blanco. —Sí, Olivia. Muy original. Deja de


ser marica y ve ahí.

—No puedo. Me odia.

—Oh, sólo levántate ya, ¿quieres? De todos modos, estás


arruinando mi visión de él con tu gran cabeza. —Le lanzo una
mirada furiosa a Kassandra, pero termino levantándome de la mesa,
así que supongo que su estratagema funcionó. Limpio mis manos
repentinamente sudorosas por los lados de los jeans, inhalo
profundamente.
Puedes hacerlo. Sólo ve y saluda.

Dulce y sencillo. Eso es.

Cruzo el bar y me dirijo a la parte superior de la barra, donde


todavía está charlando con sus amigos. Uno de ellos mira por
encima del hombro de Rome y me mira a los ojos. Me mira de forma
extraña, mirándome de arriba abajo, antes de empujar a Rome,
indicando detrás de él.

Lo veo suceder. Su cuerpo se pone rígido en el momento en


que se da cuenta de mi presencia. Lentamente, estira el cuello, sin
siquiera molestarse en volver su cuerpo hacia mí. Tiene una mirada
impaciente en su rostro, una expresión aburrida, como si estuviera
esperando que yo dijera lo que tengo que decir, y luego me vaya,
para poder volver a lo que sea que estaba haciendo.

Mi estómago se aprieta incómodo. —Oye, Rome. Es curioso


verte aquí, ¿eh?

Silencio.

Parpadea lentamente.

Esa expresión aburrida todavía mancha su hermoso rostro.

Miro a su amigo, que deliberadamente está mirando a


cualquier parte menos a nosotros, y cuando miro a Roman, está
mirando algo detrás de mí. Volviéndome para mirar, frunzo el ceño,
cuando me doy cuenta de que la única persona que mira en nuestra
dirección es Travis. Y tiene la misma expresión infeliz en su rostro.

Mis cejas se hunden, mientras hago otro intento de dirigirme a


Roman.

—Mira, Rome, si hay algo que hice para hacerte enojar


conmigo...

—Es Roman. —Su voz es como hielo. Como un latigazo en mi


piel. Siento que la herida se abre entre nosotros. Doy un lento y
cauteloso paso hacia atrás. Mi corazón late inestable. Hay una
frialdad que se instala en mi pecho ante su frialdad.

—Correcto. Bueno. —Me aclaro la garganta, sintiéndome


como una idiota.
—¿Eso es todo?

Miro hacia abajo, tratando de ocultar la expresión abatida, que


seguramente está pegada a mi rostro. —Si. —Obligo una sonrisa
que parece más dolorida que cualquier otra cosa—. Eso es todo.

Miro hacia atrás a su amigo, una última vez, y parece estar


disculpándose en nombre de Roman. Durante todo el camino de
regreso a nuestra mesa, siento sus miradas sobre mí. Me siento
estúpida. Idiota. Como una colegiala que está enamorada del
deportista caliente, que obviamente no está interesado.

Creo que lo que más me molesta, es el hecho de que ni


siquiera pudo mirarme por mucho tiempo. Sus palabras duelen más
de lo que me gustaría admitir. Estaba siendo cruel a propósito,
sabiendo lo tonta que me vería parada allí. Quiere que me sienta
así. Un dolor agudo me recorre el pecho, y me abstengo de llevar
una mano al centro para frotarla.

Cuando tomo asiento junto a Kassandra y Lucy, paso por alto


mi cerveza y tomo un trago, que está en el centro de la mesa, en
cambio. Bebo la cosa de un trago, haciendo una mueca, mientras
me quema en el camino hacia la garganta. Siento una mano cálida y
pesada sobre mi hombro.

—Wow, mírate —elogia Travis—Luce, ¿te importaría deslizarte


en una silla? Necesito hablar con Olivia.

Gimo internamente. Jesús, esta noche no.

Lucy hace una pausa, su rostro se relaja. Puedo decir que


quiere decir que no, que no puede moverse, pero, al final, se rinde
ante él, como siempre. Travis toma la silla junto a la mía, que una
vez fue de Lucy, y de repente me siento claustrofóbica.

Estoy caliente. Estoy molesta. Debería haberme ido


directamente a casa, en lugar de venir aquí.
Debería haber ignorado a Rome. Nunca debí haber ido allí y
hacer el ridículo frente a sus amigos.

—¿Todavía crees que no es un idiota?

Aprieto los dientes, ante el tono de complicidad en la voz de


Travis, porque no quiero que tenga razón. Al cepillarlo, alcanzo el
último trago de la mesa y lo bajo también. Levanta las manos en
señal de rendición, moviendo su cuerpo hacia el mío sutilmente.
Pone su mano en el respaldo de mi silla, para poder inclinarse hacia
mí, hablando en voz baja.

—Mira, Olivia, está bien admitir cuando te equivocas. Él es un


imbécil. ¿Y qué? Terminemos con esto.

Reflexiono sobre eso por un segundo. No se equivoca, y en


realidad tiene un punto sólido. Tal vez me equivoqué con mi vecino.
Quizás Rome es el imbécil que yo creía que era, y sólo quería creer
que era mejor de lo que realmente era.

—Vamos, tomemos más bebidas.

Niego con la cabeza y miro a Roman y sus amigos. Lo último


que necesito es parecer que estoy intentando entablar otra
conversación con él.

—No te preocupes. Estaré bien.

Con un suspiro, sigo a Travis hasta la barra. Estamos a unos


cuantos taburetes vacíos lejos de Rome y sus amigos, utilizando su
ancha espalda como escudo. Puedo sentir su mirada ardiendo en un
lado de mi cabeza, pero finjo no darme cuenta. Como si su
proximidad no me estuviera afectando.

—Entonces, ¿qué los trae aquí esta noche? —Travis se dirige


a Roman y sus amigos. Me pongo rígida, mirando su espalda.

El maldito gilipollas me engañó.


El amigo de Rome responde encogiéndose de hombros: —
Sólo voy a tomar unas frías después del trabajo.

Travis sonríe con encanto. —Bien, bien, estamos haciendo lo


mismo. ¿Dónde trabajan ustedes?

—Taller de automóviles —responde Rome, con un poco de


sarcasmo.

Todavía no he encontrado el coraje para mirar hacia ellos. Esto


es sólo un mal accidente esperando a suceder.

Travis hace un ruido en el fondo de su garganta y mi corazón


da un vuelco. Dios mío. Esto no está sucediendo. —Eso es
pintoresco.
—¿Pintoresco? —Roman dice con determinación. Puedo
escuchar la advertencia clara en su tono. Finalmente, reúno el
coraje para mirar en su dirección, y él está mirando a Travis, con un
brillo asesino en sus ojos.

—No hay nada de malo en eso. Pero obviamente, en


comparación con un médico como yo, hay poca o ninguna
competencia.

Rome lanza una mirada acalorada en mi dirección, y tengo la


decencia de parecer avergonzada en nombre de Travis. —¿Y por
qué tendríamos competencia alguna vez? —Roman pregunta, su
voz llena de hielo.
Lentamente, se desliza del taburete y se vuelve hacia
nosotros. Travis sonríe y me doy cuenta demasiado tarde, de lo que
está haciendo. Se está burlando de Roman.
¿Pero por qué?

Me sobresalto, mi cuerpo se pone rígido, mientras desliza su


brazo alrededor de mis hombros. —¿Competencia? No hay
ninguna. No en lo que a mí respecta.
Mi mirada va y viene entre los dos hombres, ambos teniendo
una conversación propia sin palabras. Las mandíbulas están
bloqueadas. Ojos entrecerrados en finas rendijas. La tensión crepita
en el aire a nuestro alrededor.

¿Qué demonios está pasando?


Mi estómago se revuelve dolorosamente cuando Roman me
mira. Hay mucho que leer en su mirada, pero lo que más me llama
la atención es la traición. El hombre, que mantiene sus sentimientos
tapiados detrás de una pared de ladrillos y espinas, envueltas
alrededor de su corazón, me mira como si lo hubiera abandonado.
Juro que incluso veo un indicio de celos allí, pero eso no puede ser
correcto, ¿verdad?

Roman se burla. —No hay competencia, chico lindo. No


cuando no quiero lo que tienes.
Su conversación y los mensajes ocultos entre ellos comienzan
a caer en la cuenta. Me ahogo con el aliento.
¿Están... están hablando de mí? ¿Pero por qué? No es como
si estuviera saliendo con Travis. Y tampoco es que esté saliendo
con Roman. Entonces, ¿de dónde diablos viene este repentino
concurso de orina?
Travis sonríe como si acabara de ganar la lotería. —Si eso es
lo que te dices a ti mismo, seguro. Algunas personas simplemente...
no merecen algunas cosas. ¿No estás de acuerdo, Olivia?
Muevo mi mirada hacia la suya, los ojos muy abiertos.
Apretando mis labios, niego levemente con la cabeza. —Por favor,
detente— le susurro, para que sólo él pueda oír.
Como si fuera una señal, nuestras bebidas se deslizan por la
barra. Travis las recoge, desplegando una sonrisa de mierda. Miro
hacia atrás a Rome y lo encuentro allí parado, rígido como una
tabla, mirándonos con dagas. Sus manos están cerradas en puños,
y el tic en su mandíbula salta salvajemente, como si fuera todo lo
que lo está frenando en este momento.

Durante el resto de la noche, miro a Roman con sutileza. Ha


hablado con algunas mujeres, pero nunca por mucho tiempo. Cada
vez que una de ellas sonríe y se aleja, no puedo evitar dar un
pequeño suspiro de alivio porque no se irán a casa con él.

Realmente estoy enferma de la cabeza.


En algún momento, mi vejiga grita para ser liberada. Parece
que todas las bebidas finalmente me alcanzaron. Me disculpo y me
dirijo por el pasillo de madera y terciopelo hacia los baños.
—¡Olivia, espera!

Hago una pausa, dándome la vuelta con una expresión


interrogante en mi rostro. Travis trota hacia mí, mirando por encima
del hombro un par de veces.

—Oye, ¿qué pasa?


—Mira, sé que dijiste que te acabas de mudar aquí, pero… —
Hace una pausa, y tengo que moverme de pie, porque mi vejiga
está a punto de estallar. Todo lo que necesito es no orinarme en
este pasillo. Eso sería realmente la guinda de esta noche.

—Escucha, me gustas, Olivia. Eres inteligente, divertida e


increíblemente hermosa. Estás comprometida con el trabajo, y no
puedo evitar sentir que hay algo entre nosotros. Esta atracción... es
una locura. No se parece a nada que haya sentido antes. Lo siento
cada vez que estamos juntos en la habitación.
El hielo inunda mi cuerpo y mi aliento se atora en mi garganta.
Mi corazón deja de latir y mis pulmones restringen el aire.
¿Qué?

¿Qué está pasando ahora mismo?


Travis da un paso hacia mí y, por instinto, doy un pequeño y
tentativo paso hacia atrás. —No puedo dejar de pensar en ti, Olivia.
Yo sólo... joder. Quiero que me digas que tú también sientes esto. —
Se acerca un poco más a mí, y mi corazón se tambalea en acción,
haciendo todo lo posible por salir de mi pecho. Algo incómodo se
arremolina en mi vientre, y de repente no puedo evitar que mi
cuerpo tiemble. Los escalofríos destrozan a través de mis
extremidades, continuamente, mientras trato de procesar.

Mi boca se abre y un chillido me abandona, pero todavía no


tengo palabras. Un sudor frío se filtra por mis poros, cuando Travis
se acerca. En mi cabeza, me grito a mí misma para decir algo. Decir
que no. Hago todo lo que puedo para que él detenga esto.

Por favor, no me beses.


Por favor, no me beses.

Por favor, no me beses.


Creo que esta es la primera vez que una mujer cuerda, ha
deseado que un hombre guapo no la besara.
—Espera… —hago una pausa, levantando mis manos para
detenerlo. Se congela, mirándome expectante—. Mira, Travis, creo
que eres un gran tipo. Eres increíblemente talentoso y guapo, pero
acabo de terminar una relación y eres mi jefe. No me siento cómoda
explorando nada entre nosotros.

Algo brilla detrás de sus ojos. Tiene un leve tic en la mandíbula


y parece que quiere decir algo, pero decide no hacerlo. Lentamente,
da un paso atrás, dándome un amplio espacio y finalmente siento
que puedo respirar de nuevo.

—Está bien. —Se pasa la mano por el pelo.


La culpa es rápida y absorbente, ya que me golpea. Me siento
mal por haber tenido que rechazarlo. Mi corazón se aprieta
dolorosamentep, ante la mirada abatida en su rostro. Sé que tuvo
que haber tenido mucha confianza y coraje para decirme esto, pero
yo simplemente… no puedo.
—Lo siento, Travis.

Él hace una mueca. —No lo sientas.


Con eso, se da vuelta, llevándose su pesada presencia con él,
y yo colapso contra la pared, mirando al techo.

¿Qué diablos fue eso?


Me duele la vejiga, recordándome que todavía necesito orinar.
Girando sobre mis talones, vuelo a uno de los baños abiertos, y todo
el tiempo, repito lo que acaba de pasar en el pasillo.
Espero por Dios que no sea incómodo entre nosotros en el
trabajo ahora. Y Lucy. Cristo, pobre Lucy. Si se entera de que me
hizo una pasada, quedará destrozada. No puedo hacerle eso.
Cuando termino, apoyo las manos en los bordes de porcelana del
lavabo y me miro en el espejo del baño.

—Hazlo todo junto, Olivia —siseo.


Cuadrando mis hombros, al salir del baño, trato de reunir toda
la confianza que ciertamente no siento. Paso mis manos por mi
cabello, cepillándolo, para no parecerme a alguien que ha estado en
el baño arrancándose el cabello con frustración.

—Cita en el baño. Realmente elegante.


Mis pasos vacilan ante el timbre profundo y un hormigueo
recorre mi espalda. Cuando miro hacia arriba, me sobresalto cuando
veo a Roman, apoyado contra la pared. Mis manos se curvan en
puños, mientras la frustración burbujea en mi estómago. Mi pecho
se aprieta por la emoción.

—¿Qué acabas de decir?


Pone los ojos en blanco y pasa a mi lado sin decir una palabra.
Mi frustración alcanza nuevas alturas y me rompo. Corro tras él,
agarrando su sólido brazo para evitar que se aleje de mí.

—Está bien, ¿cuál es tu problema? Has estado actuando como


un idiota toda la noche —siseo, tirando de Rome hacia mí.
Se agacha y se mete en mi cara. —¿Mi problema? Quiere
follarte. ¿Cómo no puedes verlo?
Frunzo mis labios. Esta conversación sería mucho menos
incómoda si Travis no hubiera hecho lo que hizo en el pasillo. —
Nunca dije que no lo vi. Yo sólo... lo ignoro.
—¿Y qué? ¿Quieres follar con él?

—¡Dios no! —Solté, lanzando mi mirada a nuestro alrededor,


para asegurarme de que no hay nadie alrededor para escuchar—.
¿Y qué te importa? Me odias. No deberías preocuparte por nada de
lo que hago, o por quién quiere follarme.

—Es jodidamente importante, nena.


Mi estómago se agita y mi pecho se aprieta. Esa estúpida y
espantosa emoción, la esperanza, invade mis pensamientos
racionales. —¿Por qué?
—Busco respuestas en su mirada azul hielo—. Sólo dime por que.
—Estamos en un punto muerto, mirándonos el uno al otro, con el
pecho agitado, trabajando para acomodar nuestro odio.
Me burlo con un decepcionado movimiento de cabeza. —Es lo
que pensaba. Eres un maldito gilipollas. —Empujándolo fuera de mí
camino, giro junto a él, enojada conmigo misma por siquiera pensar,
por un segundo, que Roman podría sentir algo por mí más que
desprecio.

Un grito de sorpresa sale de mi pecho, cuando su mano se


cierra alrededor de mi muñeca, tirando de mí hacia él. Mi corazón da
un vuelco en mi garganta, mientras escalofríos de electricidad
atraviesan mi cuerpo con su toque.
Roman desliza sus manos en mi cabello y me tira hacia él. Su
boca golpea la mía, su beso, duro y hambriento. Es necesitado,
diferente a todo lo que he experimentado antes.

El tiempo de repente se ralentiza a nuestro alrededor. Mi


audición entra y sale. Parece que de repente estoy atrapada bajo el
agua, y lo único que estoy segura que puedo escuchar, es el sonido
de mi sangre corriendo por mis venas y los latidos de mi corazón.

Me congelo, sólo por un segundo, antes de perderme en él. En


su beso. Su toque. Su olor. Un gemido se derrama de mi boca a la
suya, cuando su lengua se enreda con la mía. Su mano se presiona
contra mi espalda baja, tirando de mi cuerpo al ras del suyo.
Envuelvo mis brazos alrededor de su cintura, mis dedos se clavan
en los músculos allí. Nuestras bocas chocan, los dos respiramos
como aire. Nuestras manos se agarran y luchan entre sí. Se aleja de
mí, con el pecho agitado, nuestros cuerpos aún tocándose. Hay
fuego en sus ojos, por la forma en que me mira. Cada parte de mi
cuerpo me duele. Me encuentro inclinándome hacia él, deseando
más. No sé qué está pasando en este momento. Toda la tensión y el
odio que hemos sentido el uno hacia el otro finalmente, ha
implosionado en esto. Este lío de deseo y pasión desenfrenada.
—¿Olivia? —Me sobresalto ante el sonido de la voz de Travis.
Mi corazón se detiene en mi pecho, y cierro los ojos de golpe.
Mierda.
Con un gruñido de frustración, Roman se aleja como una
tormenta, recortando los hombros con Travis, mientras avanza.
—Oye —ofrezco con tono cauteloso. El terror se arremolina en
mis entrañas, ante lo que podría haber visto. Dios mío, me va a
odiar. Ni siquiera cinco minutos después de que lo rechacé, dejé que
otro hombre me besara. ¿Cómo pude dejar que esto sucediera?
Me arriesgo a mirarlo y encontrar exactamente lo que sabía
que habría. Ira. Tanta ira desenfrenada. Dando un paso tentativo
hacia adelante, coloco una mano temblorosa sobre mis labios que
se sienten hinchados por el beso agresivo entre Rome y yo.

—Mira, Travis, te lo puedo explicar.


Él sonríe, pero luce frío y es muy diferente en él. El terror se
posa pesadamente sobre mis hombros, pesando sobre mí. —No
hay necesidad. Lo entiendo. Lo entiendo con creces. —Gira sobre
sus talones y yo retrocedo, desinflándome contra la pared.

Mierda. Esto es un desastre.


Cuando me dirijo hacia la mesa, todo el mundo parece no
darse cuenta, pero cuando miro a la barra, me doy cuenta de que
Rome y sus amigos se han ido. Agarro mi bolso, mordisqueando mi
labio inferior, mientras contemplo qué hacer, pero parece que mi
mente toma su propia decisión.

—Me voy a casa, chicos. Los veré en el trabajo.


Durante el viaje a casa, mi mano ha encontrado un lugar
constante para descansar en mi cabello donde tiro, tratando de
envolver mi cabeza alrededor de lo que sucedió allí. Cada vez que
parpadeo o cierro los ojos, pienso en Rome. Sus labios, la forma en
que se sentían en los míos. El sabor de su lengua. Mi núcleo se
aprieta y palpita, casi dolorosamente, y siento que mis pezones se
pegan al material de mi sostén, mientras reproduzco el beso, una y
otra vez. La forma en que me maltrató. La forma en que se sentía
tener sus fuertes brazos rodeándome.
Para cuando entro en mi camino de entrada, estoy tan perdida
en mis pensamientos, que no noto las luces encendidas en su sala
de estar. Su garaje está cerrado, pero es obvio que todavía está
despierto.
Agarrando mi bolso con manos sudorosas y temblorosas,
cruzo nuestro césped y toco su timbre. Responde sin camisa, y mi
núcleo palpita dolorosamente al ver su tonificado pecho.

—Hola —le susurro. Sale jadeante. Mucho más aliento de lo


que pretendía.
Él levanta una ceja impaciente hacia mí, esperando a que
continúe. No sé por qué pensé que lo haría fácil. Es un idiota, de
principio a fin.

Frotando la parte de atrás de mi cuello, me muevo, incómoda


con la forma en que me está mirando. Sigo pensando en el beso.
Mis ojos siguen dirigiéndose a sus labios, y siento que mis mejillas
se calientan, mientras me sorprendo haciéndolo.
—¿Deberíamos hablar sobre lo que pasó en...?
—Vete.

Me congelo, mi corazón se detiene inestablemente. —¿Qué?


—Dije que te vayas —grita.
Un peso aplastante se posa sobre mi pecho. Algo me quema el
fondo de los ojos, pero me niego a creer que sean lágrimas. No
dejaré que este gilipollas me haga llorar, no más.

—¿Por qué no podemos simplemente hablar?


Aprieta los dientes, haciendo que su mandíbula se contraiga
en una línea dura. —Vete, antes de que cometas otro error conmigo.
Retrocedo ante su ira. —No eres un error, Rome.

Se burla, sonriendo fríamente. El look es un picahielos en el


pecho. —Dile eso a tu novio médico. —La puerta se cierra en mi
cara, antes de que pueda decir una palabra.
¡Ugh! Gimo, golpeando la madera con el puño. —¡No es mi
novio, maldita sea!

Cuando todavía no abre la puerta, bajo pisando fuerte y me


dirijo a casa. Colapso contra la puerta, sintiéndome de repente
agotada. Hoy ha sido una montaña rusa de emociones. No sé si
debería estar triste o feliz de que Roman me besara. Es obvio que
ha sido frío conmigo por Travis.
Lanzando un profundo suspiro, cierro la llave, me quito la ropa
y me dirijo a la ducha. Todo el tiempo que me lavo, pienso en Rome.
Sus labios. Sus manos y la forma en que se sentían en mi cuerpo.
Cada vez que siento la necesidad de tocarme, me obligo a
detenerme. Esto no es saludable. Estos no son hábitos saludables
ni cuerdos, y necesito controlarme.
Cuando me meto en la cama, me asaltan los pensamientos de
Roman y Travis, de lo que está bien y lo que está mal. Por uno de
ellos me siento mal porque lo rechacé, y el otro, lo quiero más de lo
que quiero tomar mi próximo aliento. ¿Cómo se convirtió esto en mi
nueva vida?
Capítulo 15
Somethin Tells Me — Bryson Tiller

Roman
Da la casualidad de que estoy mirando su habitación, pensando en
lo imbécil que soy, cuando ella entra con una toalla blanca y
esponjosa envuelta alrededor de su cuerpo. No debería poder ver
tan bien, el interior de su habitación, pero los vecinos antes que ella
habían puesto esa valla de piquete de mierda, y nunca la cambié.
Entonces, en lugar de una cerca estándar que les da a los vecinos
una apariencia de privacidad, no hay nada que bloquee nuestra
vista. Nada me impide mirarla.

Como si sintiera mi mirada, se detiene cerca de la ventana, y


nuestras miradas chocan a través del cristal. No puedo decir lo que
está pensando.

Espero que cierre las cortinas. Haz algo más que mirar
fijamente, porque no seré responsable de mis acciones, si ella no
me interrumpe aquí y ahora.
Hay un desafío en mis ojos. Le digo que lo cierre. Dejarme
fuera. Me pongo rígido en la cama, cuando la veo jugando con el
nudo de su toalla. Con sólo unos tres metros entre nuestras casas,
puedo distinguir claramente el desafío en su rostro, en respuesta al
mío. La iluminación es tenue, pero sólo sirve para resaltar su cuerpo
y su perfecta piel cremosa. Cuando nuestras miradas se
encuentran, envía un temblor por mi columna vertebral. Aprieto los
dientes, rogándole en silencio que no lo haga. Ella lo hace de todos
modos.

Olivia deshace el nudo y deja caer su toalla. El calor lame mi


carne, arremolinándose en mi estómago. Me obligo a tragar
espesamente, tomando su cuerpo perfecto. Me imagino que todavía
está húmeda después de la ducha, con gotas de agua pegadas a su
piel. Sus tetas son perfectas, tal como sabía que serían, y más que
un puñado. Incluso desde aquí, el color oscuro de sus pezones es
tan atractivo, que siento que mi polla cobra vida en mis jeans.

Arrastrando mi mirada por su cuerpo, me poso en su rostro y


Olivia se lame los labios con nerviosismo. Juro que incluso veo sus
mejillas rosadas, como suele pasar cuando está avergonzada.
Aprieto mis palmas sobre mis muslos, obligándome a mantenerlas
allí y no en ningún otro lugar. Cuando se acerca a la ventana,
dándome una mejor vista, casi gimo. Sus manos, sus manos suaves
y delicadas, tocan los planos de su estómago. Se siente a sí misma,
su piel suave, rozando sus pechos. Mis fosas nasales se
ensanchan, cuando se chupa el labio inferior entre los dientes,
mientras juega con sus tetas, pellizca sus pezones y me folla, casi
me tiro la carga en mis pantalones. Así de caliente es. Qué caliente
está.
Aprieto los dientes con tanta fuerza que me duele la
mandíbula. Su pecho sube y baja más rápido ahora, como si
estuviera tan excitada que apenas puede respirar. Cuando su mano
se hunde y desaparece entre sus piernas, gimo. Ella trabaja sus
dedos entre sus pliegues, y yo miro con atención absorto mientras
se folla así misma. Olivia cabalga sus dedos, echando la cabeza
hacia atrás en éxtasis.

Mi polla palpita dolorosamente y lucho contra ella. Luchar


contra las ganas de acariciarme. Para acariciar mi polla con la
imagen de ella. No habría vuelta atrás. Hay un momento en el que
nos miramos a los ojos, y casi puedo escuchar todas las palabras
que no dice.

Tócate a ti mismo. Por favor.

No me puedo venir sin ti.

Maldito infierno.
Abriendo el botón de mis pantalones, saco mi polla. Se libera y
se balancea pesadamente. La cabeza está hinchada y enojada, lo
que exige atención. Envuelvo mi puño alrededor de mi erección y
acaricio. Apretando los dientes posteriores, bombeo hacia arriba y
hacia abajo, mientras veo a Olivia follarse más fuerte, sus dedos
trabajan más rápido con cada segundo que pasa. Se agarra al
alféizar de la ventana para apoyarse. Mis bolas se aprietan, e
imagino que es su mano acariciando mi polla. Su mano
ordeñándome.

Ella levanta su pierna, desnudándose para mí. Puedo ver


claramente sus dedos desaparecer en su estrecho canal y follarme,
si esa no es la vista más caliente que he visto en mi vida… Incluso
con nuestras dos ventanas cerradas, todavía escucho su gemido
gutural. Ella echa la cabeza hacia atrás, la boca abierta, mientras
grita, su cuerpo se sacude por las réplicas de su orgasmo. No me
toma mucho tiempo seguirla; mi semen brota de mi polla, que
todavía palpita con rabia. Estaré duro por el resto de mi maldita vida
a este paso. No estaré satisfecho hasta que ella me acaricie, y su
coño esté drenando mi polla.

Ambos bajamos de nuestro subidón, las endorfinas abandonan


nuestro cuerpo.

Lentamente, se pone de pie y recoge su toalla, cubriéndose.


Ella camina hacia la pared, y la luz de su dormitorio se apaga. Mis
ojos se cierran de golpe.

¿No podía hacer eso antes?

Jesucristo.

Después de un tiempo, me obligo a levantarme y dirigirme a la


ducha. Tengo que levantarme temprano mañana. Tengo una reunión
con la Sra. Archibald, y lo último que necesito es estar pensando en
Olivia, cuando debería estar pensando en Ryder y recuperarlo.
Me muevo ansiosamente en la silla de la sala de espera, frustrado
porque todavía estoy esperando. No sé para qué diablos estoy aquí.
La Sra. Archibald no especificó. Aunque, estoy seguro de que si
fueran buenas noticias, ya me habría ido de aquí, pero por alguna
razón, sé que no lo es. Por mucho que me hayan llamado, no puede
ser bueno. Los músculos de mi estómago se tensan ante el
pensamiento.

—Señor ¿Banks? Venga.

Me levanto de la silla, aplacando lo incómodo que me siento


por reunirme con la asistente social de Ryder. Cuando me siento en
la silla, en su pequeña oficina que parece una caja de cartón, cuadro
los hombros, sin encontrar ninguna razón para ponerme cómodo.
Estoy seguro de que no estaremos mucho tiempo aquí. Ella me dará
la terrible noticia y yo seguiré mi camino.

—Quería que entraras, para que podamos hablar.

—¿Acerca de? —Pregunto en un tono serio.

Sólo sigue adelante.

—Me gustaría programar otra visita domiciliaria. Te doy otra


oportunidad.

Me congelo ante sus palabras.

Mi corazón se detiene.

Todo se detiene con un chirrido.

—¿Vas en serio?
Ella suelta un suspiro. —Así es. Es obvio que recuperar a tu
hermano significa mucho para ti. Lo menos que puedo hacer, es
darles a ambos una pelea justa.

Algo se esparce por mi pecho. Es completamente extraño y me


niego a reconocerlo. Se necesita todo en mí, para asentir con la
cabeza, mientras lo proceso, sin dejar que nada se vea en mi rostro.

—Gracias. No sabes cuánto significa esto para mí.

Ella sonríe. —Creo que lo hago. Pero esta vez, trata de no


estropearlo. No hay tantas oportunidades que pueda dar,
¿entiendes?

Antes de irme, ella me da la fecha potencial de la próxima


visita a casa, y todo el viaje de regreso, estoy decidido a mejorar.
Por Ryder. Por su futuro.

Él se lo merece.

Puede que no haya tenido a nadie cuidando de mí, cuando


tenía su edad, pero quiero una vida diferente para Ryder. Quiero
que tenga opciones. Quiero que crezca con una familia a la que le
importa, que no se quede atrapado en un sistema y sea enterrado
entre muchos otros niños.

Cuando llego a casa, me sorprende encontrar a Olivia en el


jardín de su casa recogiendo malas hierbas. Mona, una de nuestras
vecinas, está parada a su lado, charlando al oído mientras observa
su trabajo. He vivido aquí el tiempo suficiente, para saber a quién
evitar en esta calle. Aunque Mona y su familia son buenas personas,
ella habla y si no se ha dado cuenta, hablar es lo último que me
gusta hacer. Josie, la mujer mayor al otro lado de la calle, es tan
entrometida como viene. Cuando me mudé por primera vez con mi
motocicleta y mi Chevelle destartalado, me miró con disgusto, con
ese maldito cigarrillo colgando de la comisura de su boca.
Luego están Allison y su esposo. Es un quiropráctico, un gran
tipo, una familia promedio de cuello blanco, con niños que son un
poco mimados. ¿Las otras mujeres de las casas vecinas? Son con
las que tengo que tener cuidado. Las divorciadas y las amas de
casa solitarias. Durante meses, cuando me mudé por primera vez,
tenían el hábito de pasar por allí para tratar de entablar una
conversación conmigo. O cuando salía a correr, se sentaban en sus
porches y me veían pasar, como si estuvieran viendo algo en sus
televisores.

Apagando el motor de mi motocicleta, la entro, y miro hacia


atrás por encima del hombro, una última vez a Olivia y Mona.
Ambas me miran fijamente. Mona saluda salvajemente, con una
amplia sonrisa en su rostro, y Olivia, su rostro está libre de cualquier
emoción, excepto por el brillo que hormiguea en sus mejillas. No sé
si es por hacer ejercicio al sol, o por otras razones—como anoche.

Mi polla cobra vida en mis pantalones, sólo de pensarlo.


Siento la necesidad de cruzar la distancia entre nuestros
céspedes—al diablo con todo el desorden, de los últimos días—pero
justo cuando estoy colgando mi casco, escucho una voz.

Me da miedo.

—¡Roman!
—Mierda —suspiro. No hay forma de que pueda cerrar mi
garaje a la mujer, sin parecer un idiota absoluto. Es obvio para todos
los que tienen oídos que la escuché. Demonios, puedes escuchar a
Virginia desde una milla de distancia. Tiene una de esas voces que
te transportan, y no en el buen sentido.

Mientras Virginia entra en mi garaje, con su escote y sus


piernas a la vista, se asegura de apoyar su mano cuidada y sus
uñas en mi brazo. Yo imagino que nada le gustaría más, que clavar
sus garras y nunca soltarlo.
Ella me felicita, incluso cuando sigo rechazándola. Puedo
sentir la mirada de alguien sobre nosotros, y cuando miro a la puerta
de al lado, ya no veo a Mona, pero veo a Olivia, mirándonos a los
dos, con una expresión extraña en su rostro. Está apretado,
apretado en lo que parece angustia. Se levanta del suelo, se quita el
polvo de las piernas y recoge sus herramientas, antes de irse como
una tormenta, dentro de su casa.
Capítulo 16
She Wolf — Shakira

Olivia
Dejo caer la cabeza entre mis manos y gimo de vergüenza, de
nuevo, cuando vuelvo a reproducir lo que sucedió a través de
nuestras ventanas la otra noche. En ese momento, en el calor del
momento, parecía una idea realmente candente. ¿Por qué no perder
la precaución, con el vecino que encuentro increíblemente atractivo?
Pero ahora, no puedo evitar preguntarme qué diablos estaba
pensando.
Algunas partes de mí están mortificadas por mis acciones, y
las otras están igualmente excitadas por ellas. Lo que pasó la otra
noche fue muy impropio de mí.

No soy esa chica, no tomo riesgos y ciertamente no hago esas


cosas.

Mi corazón se dispara sobre sí mismo de una manera tan


imprudente, ya que recuerdo haberlo visto allí en su habitación. A
través del vidrio de doble hoja, hubo un momento en que nos
miramos a los ojos. Prácticamente podía ver la batalla que estaba
librando. Me sorprendió. La forma pesada en que sostuvo mi mirada
todo el tiempo, en lugar de sólo comer mi cuerpo desnudo con los
ojos. Mi respiración se entrecorta cuando cierro los ojos, las
imágenes parpadean esporádicamente detrás de mis párpados
cerrados.
La forma en que dejó caer sus calzoncillos, liberando su
erección imposiblemente larga. Mi boca estaba salivando, y miré
con atención, absorta, mientras él se apretaba, sin dejar de mirarme.
Acariciando su larga polla, la bombeó suavemente.
Salgo de él, cada vez más agitada por mi falta de autocontrol.
Si hubiera sido un vecino normal, este incómodo desastre no estaría
sucediendo. Porque ahora que nos hemos masturbado uno frente al
otro, volvemos a la fase incómoda.

No habla, ni mira, ni siquiera reconoce mi presencia, y yo,


bueno, no puedo dejar de pensar en eso. No puedo dejar de intentar
llamar su atención, intentar que me ahorre una palabra, para que
podamos hablar sobre el beso y todo lo que vino después.

Trabajar todos los días con Travis desde el incidente en el bar,


tampoco ha sido un paseo por el parque. Algunos días, las cosas
parecen completamente normales. Él sonríe y finge que somos
amigos, pero luego, hay días en los que me grita, mucho más fuerte
de lo normal. Esos son los días en que parece perpetuamente
molesto conmigo, y una parte de mí se pregunta, si las cosas
podrían empeorar.
¿Cómo lo manejan el resto de las mujeres, con las que se ha
acostado en la clínica? Por lo que he visto, no ha sido más que un
caballero para ellas. Sin embargo, no puedo decir lo mismo de mí.
Durante cada turno que trabajamos juntos, estoy esperando a que
se rompa. Estoy esperando que explote.

Tal como pidió mi madre, finalmente abro esa lista en mi


descanso, e investigo a todos estos posibles médicos. Y, por
supuesto, tal como ella prometió que serían, son lo mejor de lo
mejor, que hay aquí en el Área de la Bahía. Hoy después del
trabajo, tengo una cita con uno de los médicos de la lista. Él es el
más cercano, e incluso pudieron exprimirme para una consulta, así
que creo que vale la pena intentarlo.

Sólo tengo unos diez minutos en la sala de espera, antes de


que me llamen a la oficina decorada con calma. Usando este
tiempo, me desplazo por los otros enlaces que me envió mi madre.
Todos son de sitios de decoración del hogar. Claramente piensa que
mi casa, podría necesitar un poco de arreglos. Mientras ella y mi
papá estaban aquí de visita, se las arregló para desempacar todas
mis cajas y organizar la casa para mí; sólo que ahora, parece que
no puedo encontrar dónde están las cosas, porque ella los puso en
lugares, que yo nunca encontraría.

Con nuevas tuberías y sin más desorden, mi casa parece


mucho más ordenada que antes. Pero, obviamente, mi madre
todavía piensa que le falta carácter. No puedo decir que no esté de
acuerdo.

Diez minutos van y vienen, antes de que me siente en una


oficina mal ventilada. Hay placas y premios a lo largo de las
paredes, que deberían hacerme sentir mejor acerca de mi decisión
de venir aquí hoy; sin embargo, no es así. El médico, un anciano
asiático, me mira mientras revisa los archivos que solicité que me
enviaran. Frunce el ceño y, de vez en cuando, me mira,
probablemente juzgándome por mis elecciones de vida.

—¿Has tenido algún episodio últimamente? ¿Algo que debería


ser motivo de preocupación? ¿Estás más activa de lo habitual, algún
trabajo de alto estrés?

Alejo el estrés de Travis, el estrés de pelear con mi vecino, y


todos los pensamientos de él acariciando su polla fuera de mi
mente.
—No —miento.

—Bien. —suspira, se quita las gafas y las deja en el escritorio


frente a él.

—Estaría feliz de aceptarla como paciente, pero las cosas


tendrían que cambiar en su vida diaria y, ante todo, necesito que se
cuide mejor. Si bien no estoy diciendo que no puedas vivir una vida
normal, debes proceder tomando precauciones. Noté que le
mencionaste a la enfermera que vives sola, lo cual es una señal de
alerta. ¿Tiene alguien que venga regularmente a ver cómo está, en
caso de que tenga algún episodio u ocurra una emergencia?
Asiento, forzando una leve sonrisa en mi rostro, para
apaciguarlo. No se lo cree.

Mis labios se fruncen y me desconecto del resto de su


discurso, una vez que comienza a hablar sobre nuevos
medicamentos para probar, y posibles cirugías. Para cuando me voy
y estoy de regreso en mi auto, dejo escapar un grito enfurecido, por
lo injusta que es la vida.

Qué injusta es mi vida.

Como si la vida misma me estuviera mostrando cuán acertada


soy, llama mi mamá. Y como la tonta que soy, respondo.

—Entonces, ¿has llamado?


—Hola a ti también. —Pongo los ojos en blanco.

—Ya basta. Esto es serio, Olivia. Esta es tu maldita salud.

—¡Si! Acabo de salir de su oficina ahora, ¿y sabes qué? He


terminado. Estoy tan harta de esta mierda. Lo superé. Estoy
cansada de eso y ya no quiero ser parte. Ya está hablando de
cirugías. Más cirugías que sólo conducirán a más complicaciones, y
más cicatrices.

Oigo un sollozo al otro lado de la línea, y cierro los ojos de


golpe. —Vas a morir si no te cuidas, Olivia. ¿Lo entiendes?

El dolor sangra por la voz de mi madre, lo que hace que las


lágrimas rueden por mis mejillas. ¿No se da cuenta de que lo sé?
Estoy en un tiempo prestado, pero estoy cansada de vivir mi vida
con tanta precaución. Ni siquiera se siente como una vida en
absoluto.

—Seguiré adelante. —Yo suspiro. Me hace prometer que la


llamaré por FaceTime en mi próxima cita, para que sepa que no
estoy mintiendo.
La mujer me conoce demasiado bien. Necesitando
mantenerme ocupada, después de la deprimente llamada telefónica
y la visita al médico, que fue como una bofetada para volver a la
realidad, entro en mi camino de entrada, con un baúl lleno de
tulipanes listos para plantar en la tierra. Escuché que la jardinería es
catártica y lo necesito en mi vida ahora mismo. Incluso estoy
pensando en practicar yoga o meditación. Dios sabe que lo
necesito. Claro, la jardinería es mucho trabajo sucio, pero puedo
hacerlo.

Además, he recogido la mayoría, si no todas, las malas hierbas


del jardín delantero, por lo que se ve mejor. Ahora sólo necesito
agregar un poco de agua, y darle vida a la hierba. Fuera de la cerca
que conduce a mi patio trasero, justo debajo de la ventana de la
sala, me pongo a trabajar, preparo la tierra y planto los bulbos.

El sudor corre por mi espalda, y mis hombros ya me duelen por


el trabajo, están encorvados. Cuando me pongo de pie, mis rodillas
gritan en protesta, y doy un paso hacia atrás para examinar mi obra.
Mi mirada vaga por las hermosas flores y no puedo evitar sonreír.
Planeo plantar más, tal vez incluso agregar algunas flores en el
resto de la casa, pero esto es suficiente por ahora.

Es suficiente para ayudarme a olvidar, que no tengo el lujo que


la mayoría de la gente tiene, y voy a encontrar la belleza en la vida,
incluso si no tengo una eternidad para hacer eso.

A la mañana siguiente, me despierto con un humor mucho más


animado que el día anterior. Hago mi mañana, preparándome y
vistiéndome para el trabajo, como lo haría normalmente. Mientras
salgo de la casa, un escalofrío entra en mi pecho cuando miro mis
tulipanes, pero ese júbilo, de repente, se marchita y muere. La
pequeña sonrisa que he estado usando toda la mañana, se desliza
de mi rostro y mis cejas se arrugan juntas en un ceño fruncido.

—¿Qué…?
Las flores que planté con esmero ayer, bajo el sol ardiente,
están pisoteadas. Literalmente, sólo hay una que queda parada en
un ángulo extraño. Las demás han sido pisoteadas hasta la muerte,
los tallos rotos y los pétalos aplastados, hasta convertirlos en una
absoluta mierda.
Dejando caer mi bolso y mi almuerzo al suelo, corro hacia las
flores, diciendo la palabra…

—No, no, no —cayendo de mis labios en rápida sucesión. Me


pongo de rodillas en mi bata y trato de ayudar a las flores a ponerse
de pie, pero están muertas. Todo ese trabajo duro, todo ese color
que puse en mi jardín delantero. Que hice. Todo por nada.

¿Qué diablos pasó?

Justo cuando miro más de cerca, las huellas de zapatos


estampadas en las flores, escucho que se abre el garaje de al lado.
Mi corazón se aprieta y algo oscuro y frío se desliza por mi pecho.
Está en desacuerdo, con la furia que hierve en mis entrañas.
Lentamente, estiro el cuello hacia un lado, viendo como Roman
saca su bicicleta. Esas botas de motociclista grandes y voluminosas
están en sus pies. Miro hacia abajo a mis flores, y mi mirada se
estrecha.

Ese hijo de puta.


Poniéndome en pie de un tiro, cruzo nuestro césped,
malditamente humo casi ondeando de mis oídos. El rojo se filtra en
mi visión. Un gruñido sale de mi pecho, justo cuando Roman mira en
mi dirección. Hace una pausa, con su casco flotando sobre su
cabeza, sus cejas bajando, mientras me ve correr hacia él. Puedo
sentir mis emociones burbujeando a la superficie junto con mi rabia.

Eso siempre sucedió, incluso cuando era niña. Cuando me


enojaba tanto, lloraba. Y me niego a llorar frente a este idiota y dejar
que me alcance.
—¡Cómo te atreves! —siseo, empujando su hombro que se
siente como acero. Sus labios se aprietan y sus ojos se estrechan
en finas rendijas.

—¿Hay algún problema, nena? —Su uso de la palabra "bebé"


me hace tropezar, sólo por un segundo, antes de que me rompa.

—¿Qué tan cruel puedes ser? Pasé toda la noche poniendo


esas malditas flores. Eso fue lo único bueno que tuve. ¿Por qué
harías eso?

—¿Por qué?

Con movimientos lentos y metódicos, Roman saca la pierna de


su moto y coloca su casco en el asiento, elevándose sobre mí. Sus
manos a los costados se curvan en puños, y los músculos a lo largo
de su mandíbula saltan salvajemente, mientras aprieta los dientes.
—¿Me estás acusando de algo, Olivia?
—Sé que pisoteaste mis flores. Quiero entender, ¿por qué?
Quiero saber por qué eres tan idiota, por qué me odias tanto, y por
qué sientes la necesidad de hacer de mi tiempo aquí, en este
vecindario, un infierno.

Su mirada se dirige hacia mis flores ahora pisoteadas, y frunce


el ceño, pero la expresión de ira en su rostro, por haber sido
confrontado así, aún perdura.

—Yo no hice eso. Me importan una mierda tú y tus estúpidas


flores de mierda. Ahora, ¿por qué no vuelves a casa y sales de mi
casa?

Sin pensarlo, lo empujo en el pecho. El hombre ni siquiera se


mueve, lo que sólo sirve para alimentar mis frustraciones. Estoy
echando humo, mi pecho palpita, mientras trabajo para controlar la
rabia que recorre mis venas.
—Eres un cobarde. Eres un maldito mentiroso infantil —digo.
Poniéndome de puntillas, para no sentirme tan pequeña al
enfrentarme a un hombre como él.
—Pégame de nuevo, Olivia —grita desafiante.

Me burlo. El sonido es feo y está lleno de violencia. —¿O qué,


Roman? ¿Me vas a devolver el golpe? ¿Es así? ¿Me vas a pegar
por llamarte por tu mierda?

Sus labios se adelgazan en una línea sombría, justo antes de


curvarse sobre sus dientes en un gruñido. Da pasos amenazantes
hacia mí, acercándonos pecho contra pecho. Inclinándose, se pone
en mi cara, su mirada llena de ira y hielo.
—Nunca pondría una mano sobre una mujer. Incluso una tan
loca como tú. Ahora lárgate de mi propiedad. —Con esas duras
palabras, gira sobre sus talones, echa una pierna hacia atrás sobre
su motocicleta, se pone el casco y sale de su camino de entrada.

Sí, jodidamente maduro, idiota.


Todo mi cuerpo se desinfla cuando miro mis flores arruinadas.
Cuando miro por encima del hombro, sintiendo ojos sobre mí desde
el otro lado de la calle, frunzo el ceño. Josie, la mujer mayor
entrometida, está parada en su porche, vestida con una bata, y un
cigarrillo colgando de sus labios.

Sacude la cabeza hacia mí, sacando el humo de entre sus


crujientes labios.
—Estás loca, te das cuenta de eso, ¿verdad?

Pongo los ojos en blanco y le doy la espalda. Sí, sí. Lo sé.


Paso el resto del día echando humo en el trabajo. Cada pequeña
cosa parece enojarme. En la parte superior de esa lista, están Lucy
y Travis. No suelo tener el hábito de meterme en los asuntos de
nadie, pero después de la mañana que he tenido, no puedo
contenerme más. El único tipo decente en la oficina, Mark, invitó a
Lucy a cenar, pero como está tan enamorada de Travis, lo rechazó.

¿No se da cuenta del gran error que está cometiendo? Quiero


decir, demonios, si estuviera buscando una cita, ¡le habría dicho que
sí a Mark!

Durante el almuerzo, cuando le digo a Lucy lo tonta que creo


que es por rechazarlo, la mirada que me envía es visceral. Está
enojada conmigo por señalar lo obvio, y también tengo la sensación
de que está guardando rencor por Travis, y su repentino interés en
mí. Espero que ese no sea el caso. No vale la pena que nadie te
odie por ese hombre. Para empeorar las cosas, Travis todavía me
trata como si yo fuera el problema.

Está actuando como si estuviéramos en una relación, y lo


engañé o algo así. Ha sido breve conmigo durante los
procedimientos. Es brusco y grosero cuando tengo preguntas. Las
otras veces, se para un poco, demasiado cerca, y cuando trato de
alejarme de él, tiene el descaro de ponerse enfadado conmigo y
tener una actitud de niño petulante.

No me interesa él. ¿Por qué no puede captar una indirecta?


Tiene muchas mujeres que se lanzan sobre él todos los días, y no
quiero ser un escalón más en el poste de su cama. Si su actitud es
una indicación, no quiero tener nada que ver con él. Es un colegial
con derechos, que vive en el cuerpo de un hombre.
Tengo que agradecer a mi estrella de la suerte, cuando su
padre, Samuel, me salva de otra situación incómoda con él.
Después de limpiar una de las mesas de operaciones, noto que
Travis se queda atrás, llenando el aire con su idiotez. No le digo
nada, especialmente después de que me levantó la voz, no más de
quince minutos antes.

En cambio, sólo trato de hacer mi trabajo en silencio, mientras


todavía me enfado con mi vecino idiota, que arruinó mis flores.

¿Por qué se siente como si de repente estuviera rodeada de


idiotas?
—Entonces, ¿cómo está el novio?

Ante la pregunta y el sarcasmo sangrando por su tono, mis


hombros se tensan. Mi agarre se aprieta alrededor del aerosol
desinfectante, y trabajo para controlar mi frustración. Dejando
escapar una respiración profunda y controlada, trato de mantener mi
tono civilizado.
—Te lo dije, Travis. Él no es mi novio.

—Así que besas a todos. No soy yo, ¿verdad?


Dejando caer el spray y el trapo, me pellizco el puente de la
nariz, sin importarme que los guantes que cubren mis manos estén
llenos de químicos.
—¿Es eso por lo que estás tan enojado? ¿Ese beso? Lamento
decirte esto, Travis, pero lo que hago no te concierne. No hay nada
entre mi vecino y yo, e incluso si lo hubiera, como mi jefe, eso no es
algo que esté obligada a compartir contigo.

Travis se burla, sus ojos se oscurecen algunos tonos. —


Realmente me engañaste, Olivia. Pensé que eras diferente. Pero
eres sólo otra cara bonita, cayendo en los brazos de cualquier
hombre que te quiera. En realidad, es triste.
Mi pecho se aprieta, dolorosamente. Me doy la vuelta, mis ojos
redondos. —¿Perdóname?

—¿Ya te lo follaste?
Un grito ahogado se queda atrapado en mi garganta, y me
estremezco ante la ira en su tono. La expresión del rostro de Travis,
no es la de un jefe o un amigo preocupado por mi bienestar. No,
esta es la expresión de un hombre celoso. Demonios, más allá de
los celos.

—Eso no es de tu incumbencia —grito.


Su pecho se hincha y acorta la distancia entre nosotros. El
miedo se clava en mi garganta, lo que me dificulta tragar. Me alejo
de él, hasta que mi espalda choca bruscamente, con la mesa detrás
de mí. Mi corazón late inestable en mi pecho, y mi pulso late con
fuerza en mis oídos.
Algo brilla en sus ojos, mientras me mira, dejando todos los
pelos de mi nuca erizados.

—Te prometo, Olivia, que una noche conmigo cambiará toda tu


vida. Una noche.
Toma un mechón de cabello suelto que cayó de mi cola de
caballo y lo frota entre sus dedos. Mi estómago se revuelve, el
disgusto hace que la bilis suba por mi garganta. Una punzada aguda
recorre el centro de mi pecho, mis pulmones se aprietan con un
agarre restrictivo.
¿Qué demonios está pasando?

Me doy cuenta demasiado tarde de lo que viene a


continuación. Travis se inclina, su mano va alrededor de mi cintura y
yo me pongo rígida. Mi cuerpo tiembla de miedo. Levanto las manos
para empujarlo hacia atrás, justo cuando la puerta de la sala de
examen se abre y escucho la voz de su padre.
—Travis, ¿puedo hablar contigo?

Travis se pone rígido, a escasos centímetros de mí. Mi corazón


late salvajemente mientras sus ojos continúan taladrándome. Veo la
intención, escrita en sus ojos. Si su padre no hubiera entrado, me
iba a besar, quisiera o no.
Ambos abandonan la sala de examen y yo jadeo por el aire
que tanto necesitaba, y me arrugo contra la mesa. Mi pecho está
dolorosamente apretado y mis latidos son tan irregulares que tengo
que presionar el talón de la palma de mi mano contra el esternón,
tratando de aliviar el dolor y disminuir mi ritmo cardíaco.

No veo a Travis, ni al Dr. Bennett por el resto de mi turno, y


estoy muy agradecida por eso. Me siento culpable. Aunque no fui yo
quien lo inició, de repente siento que soy el problema. No puedo
imaginar lo que debe estar pasando, por la cabeza de Samuel.
¿Cree que soy una traviesa, que se acuesta con su hijo en el
trabajo?

Un escalofrío recorre mi cuerpo al pensarlo. La última persona


con la que me acostaría en esta tierra, es Travis Bennett. Cuanto
antes consiga procesar esa información a través de su grueso
cráneo, mejor estaremos los dos.
Estoy cansada para cuando llego a casa. Estoy tan cansada
de todo este día, que ni siquiera me molesto en preparar la cena.
Sólo meto una pizza congelada en el horno y termino la noche.
Después de ducharme, me siento en el rincón de la ventana
improvisada y trato de abrir un libro para leer, pero cada vez que lo
hago, parece que no puedo concentrarme.
Sigo reproduciendo los eventos de todo el día. Ver mis flores
arruinadas, discutir con Roman, lidiar con los avances sexuales de
Travis.
Con un resoplido de frustración, tiro el libro sobre el cojín y me
meto en la cama, decidiendo que es mejor dar por terminado el día.
Sólo puedo esperar que mañana resulte mucho mejor que hoy,
porque hoy definitivamente fue uno de esos días de mierda.
Me despierto en algún momento en medio de la noche con el
sonido de un choque. Me muevo en la cama, frotándome el sueño
de los ojos. Me toma unos momentos procesarlo, pero cuando
finalmente lo hago, me estremezco y mi frecuencia cardíaca se
dispara.
Se oye el leve sonido del vidrio goteando contra el piso de
madera, y mi respiración se queda atrapada en mi garganta, cuando
escucho el ruido sordo de botas. Mis ojos se abren, y gotas de sudor
se acumulan en mi frente.

Hay alguien en mi casa. ¡Alguien está entrando en mi casa!


El miedo aprieta mi pecho. Mi estómago da un vuelco
dolorosamente, mientras tiro las mantas hacia atrás, lo más
silenciosamente posible, tratando de permanecer en silencio. Una
vez que mis pies descalzos tocan el piso de madera, miro la puerta
cerrada de mi dormitorio, escuchando atentamente cualquier otro
sonido. Estoy a punto de alcanzar mi teléfono celular, cuando se
enciende una luz brillante en la puerta de al lado.
Mi corazón late de forma errática, cuando veo a Roman mirar
por la ventana de su habitación, su mirada choca con la mía al
instante. Débilmente, puedo escuchar a Max ladrar en el fondo. Lo
que sea que vea en mi cara, lo tiene dando vueltas y
desapareciendo de la vista.
Algo se estrella en mi sala de estar, y salto, un grito de miedo
atraviesa mis labios. El ruido sordo de las botas se acerca y se hace
más fuerte, y alcanzo mi teléfono. Me tiemblan las manos cuando
marco el 911.
Una tensión alarmante se apodera de mi pecho, oprimiendo mi
corazón y dificultando la respiración. He estado aquí antes. Sé qué
lo causa, pero por mi vida, parece que no puedo calmarme lo
suficiente, como para alejar la sensación. Lágrimas de miedo corren
por mis mejillas, y cuando la línea se conecta, me quedo tan sin
aliento ya, que apenas puedo hacer que las palabras salgan de mis
labios.
Hay un gran peso en mi esternón, un tornillo de banco en mis
pulmones, evitando que se expandan y traigan el oxígeno que tanto
necesito a mi cuerpo. Me deslizo por la pared, hasta el suelo, y
clavo las yemas de mis dedos en la tela de mis pantalones de
pijama, tratando de superar el dolor. Tratando de respirar.
Mi visión nada por falta de oxígeno, ese túnel negro que viene
hacia mí a la velocidad del rayo. La puerta del dormitorio se abre de
repente y me ahogo. Ni siquiera puedo gritar pidiendo ayuda, porque
no tengo oxígeno para hacerlo. Pero no necesito gritar pidiendo
ayuda, porque el hombre que está mirando frenéticamente alrededor
de mi habitación, con los ojos muy abiertos por el pánico, no es
alguien a quien deba temer. Es Roman.
Cuando me ve en el suelo, las lágrimas corren por mi rostro,
apenas puedo respirar, corre a mi lado. Poniéndose en cuclillas ante
mí, toma mi rostro entre sus manos, sus salvajes ojos azules buscan
los míos frenéticamente.
—Olivia, ¿estás herida?
Abro la boca para responder, para asegurarle que estoy bien,
pero no sale ningún sonido. Su boca se aprieta en una línea
sombría, y comienza a revisarme. Pasando su mirada de arriba
abajo por mi cuerpo, busca cualquier señal de que estoy herida.
Cuando no puede encontrar nada fuera de lugar, su agarre en mi
cara se aprieta.
—Olivia, nena. Necesito que digas algo. ¿Estás bien?
Todo lo que puedo hacer es asentir, sin palabras aún saliendo
de mi boca. Necesito mis pastillas. Cristo, necesito mis pastillas.

—Baño —jadeo. Sus ojos se abren ante mi petición, pero me


ayuda a ponerme de pie, y casi tropiezo en el baño principal,
cerrando la puerta detrás de mí.
Abro el armario del espejo y busco a tientas, entre la
abundancia de frascos de pastillas. Mis manos tiemblan
violentamente, mientras busco la correcta. Cuando lo encuentro, las
píldoras repiquetean contra el frasco, mientras trabajo para abrirlo.
Trago la pastilla, obligándola a bajar por mi garganta, esperando
que ayude a calmar la opresión en mi pecho.
Caigo en el asiento del inodoro y apoyo la cabeza entre las
manos. No sé cuánto tiempo estuve aquí sentada, pero es suficiente
para que Roman golpee la puerta con el puño, sobresaltándome.
—Olivia, si no sales de allí, voy a entrar.
Tomando una gran y muy necesaria inhalación de aire, fuerzo
las palabras a salir de mis labios.
—Estoy bien, Roman. Sólo... sólo dame un segundo, por favor.

Escucho su profundo suspiro y puedo imaginar la mirada de


impaciencia escrita en todo su rostro. Trae una sonrisa temblorosa a
la mía. Es como él. Cuando me siento un poco mejor, casi como si
mis pulmones no estuvieran, a punto de colapsar, guardo los frascos
de pastillas que se cayeron, y me salpico un poco de agua en la
cara, antes de abrir la puerta.

Roman se aparta de la pared de inmediato, sus ojos recorren


mi cuerpo de arriba abajo. Permanece en mi rostro manchado, un
poco más de lo habitual. El calor se eleva a mis mejillas con
vergüenza, y miro a mi alrededor, evitando su mirada.
—La policía debería estar aquí pronto —murmura, algo oscuro
en su tono. Lanzo un profundo suspiro.

—Oh, alegría.
Dejo que Roman me guíe hacia la salida de mi habitación, y
me detengo en el pasillo, cuando veo el vidrio roto en el suelo.
—¿Qué demonios…? —Yo susurro.
—Ponte unos zapatos. No quiero que pises ningún vidrio —
ordena Roman, ya caminando alrededor de la sala, para
inspeccionar el desorden.
Después de ponerme unos zapatos, salgo y me tapo la boca
con una mano, observando el desorden y la ventana delantera rota.
Mi estómago se pone amargo.
Alguien estaba en mi casa. Realmente no me había golpeado
con la realidad, hasta ahora.
—¿Viste... a alguien? —Tengo miedo de la respuesta a esa
pregunta, pero necesito saberlo.
¿Roman atrapó a esta persona huyendo? ¿Qué hubiera
pasado si no estuviera despierto, y no hubiera corrido hasta aquí?

Un escalofrío recorre mi espina dorsal ante el pensamiento.


Sacude la cabeza, todavía mirando a su alrededor. Sus fosas
nasales se dilatan y parece enojado. Toma su postura rígida y de
repente me siento mal. Le estoy arruinando el sueño por esto, y
después de lo mal que fue nuestra última conversación, estoy
seguro de que este es el último lugar donde quiere estar.

—Lamento todo esto. Estoy segura de que tienes que


levantarte temprano, y odio ser la razón por la que pierdes el sueño.
Roman me lanza una mirada furiosa. —No te dejaré aquí sola,
Olivia —espeta.
Yo levanto las cejas. —Okaaay.

—¿Cómo supiste que algo andaba mal?


Rome suspira. —Max seguía ladrando. No suele ladrar por
ningún motivo. Lo llevé a usar el baño y seguía ladrando. Hizo lo
mismo anoche. Cuando escuché el choque en la puerta de al lado,
supe que algo andaba mal. Encendí la luz del dormitorio, esperando
poder ver lo que estaba pasando allí, pero cuando te vi en tu
habitación, y noté la expresión de tu rostro, supe que algo andaba
mal.
Me duele el estómago. —¿Puedes ver en mi habitación?
¿Incluso en la oscuridad?
Algo aparece en los ojos de Roman, y el músculo de su
mandíbula se aprieta. —Tú te sorprenderías de lo que puedo ver
desde mi habitación, Olivia.
Toso, el calor arde en mis mejillas y cuello de vergüenza.
Bueno, mierda. Una cosa es desnudarme y tocarme para él con la
luz encendida, pero todas esas otras veces en la oscuridad, que no
pensé que él pudiera ver, obviamente, estaba equivocada.

Se aclara la garganta. —De todos modos, corrí. Dejé salir a


Max, y cuando entré, no había nadie aquí. Tampoco vi a nadie
afuera.
Me desinflo ante sus palabras. —¿Cómo puede alguien entrar
y salir tan rápido, sin ser visto?
Cuando las luces intermitentes brillan a través de la ventana,
nuestra conversación se interrumpe. Salimos, nos reunimos con los
oficiales, y les contamos los eventos de la noche. Les cuento todo lo
que escuché, lo que pude ver y lo que no. Roman cuenta su versión
de los hechos y yo me acomodo en su porche. La tristeza me
envuelve, mientras veo que los agentes de policía atraviesan mi
casa.

Miro mis tulipanes muertos y luego regreso a la ventana rota


de arriba, mis cejas se arrugan.
—No toqué tus flores —dice Roman, subiendo los escalones
del porche.
Apoya su cuerpo fuerte contra la columna rocosa de su casa.
Estiro el cuello para mirarlo con el ceño fruncido. Observo su
expresión, la sinceridad en sus ojos, y de repente me siento como la
mayor idiota, porque asumí que era él.
—¿No lo hiciste...?
Roman niega con la cabeza, apartando la mirada de mí, de
vuelta a mi casa. —Yo no haría eso.

Un gemido desgarra mi pecho y dejo caer la cabeza entre mis


manos. —Lo siento mucho, Roman. Sólo estaba... estaba tan
molesta. No debería haber asumido que eras tú.
Nuestras miradas chocan, y de repente, un pensamiento entra
en mi mente. —¿Crees que la persona que irrumpió esta noche
estuvo aquí anoche?
Rome tiene los labios finos, y puedo decir, sólo por la
expresión de su rostro, que estaba pensando lo mismo.
—Esperemos a escuchar lo que tiene que decir la policía, ¿no?
Asiento, forzando una sonrisa, pero se siente vacía.
Capítulo 17
American Money — BORNS

Roman
Mantengo mis ojos sobre Olivia, mientras termina de hablar a la
policía. Prometieron investigar cualquier otro robo en el área, y
verán si su equipo puede encontrar huellas digitales en la base de
datos, pero es probable que no lo hagan.

Una sensación inquietante se acumula en mis entrañas.


Estuve tan cerca de salir con el resto de los chicos, esta noche a
tomar algo. La sola idea de no estar aquí, mientras alguien irrumpió
en la casa de Olivia, no me sienta bien.

¿Y si no hubiera subido corriendo esos escalones a tiempo?


¿Qué hubiera pasado?
Una vez que el último coche patrulla se aleja, me meto las
manos en los bolsillos y acorto la distancia entre nuestros jardines.
Olivia me mira con una sonrisa cansada en su rostro. Está cansada
y asustada, eso es obvio.

—Gracias de nuevo. Por todo, Roman. No sé qué habría


hecho si no estuvieras aquí esta noche.

Estaba pensando mucho en lo mismo. Ella empuja el escalón


del porche, moviéndose torpemente sobre sus pies.

—Supongo que probablemente debería entrar ahora. Tengo


que levantarme temprano para trabajar, e intentar explicarle la
situación a mi jefe.

Un resplandor se apodera de mi rostro. —No vas a volver a


casa, Olivia.
Sus cejas se juntan y cruza los brazos sobre el pecho. —¿Y
adónde se supone que debo ir, Roman?

—Te quedarás en mi casa esta noche. Es más seguro.


Su boca se abre, mientras la conmoción se apodera de sus
rasgos.

—Vas en serio. ¿Tú de todas las personas?


Pongo los ojos en blanco. —¿Estás realmente tan
sorprendida?
—En realidad, sí, lo estoy.

Reprimo una sonrisa y muevo la cabeza por encima del


hombro, hacia mi casa. —Vamos. Puedes quedarte en mi cama. Yo
ocuparé el sofá.

No me molesto en esperar una respuesta. En cambio, cruzo


nuestro césped y abro la puerta de entrada. Ella me sigue, luciendo
cautelosa pero cansada hasta los huesos.

—No. No, deberías de tomar la cama. Yo me quedo con el


sofá. Después de todo, esta es tu casa.

Lanzando un profundo suspiro, tiro mis llaves sobre la mesa y


cierro detrás de nosotros. Olivia todavía está de pie cerca de la
puerta principal, contemplando la sala de estar y la cocina. Ella ha
estado aquí una vez antes, pero por la forma en que mira a su
alrededor, es obvio que olvidó cómo era mi casa.
—Toma mi habitación, Olivia. El dormitorio de invitados aún no
tiene muebles. Se sintió un poco prematuro, considerando que no sé
si permitirán que Ryder se quede conmigo. Ya estoy tomando el
sillón. Está bien.

Dejándola allí de pie, me dirijo de nuevo a mi habitación,


arreglando las sábanas para ella, lo mejor que puedo. Estaba
acostado en la cama cuando escuché el choque, así que no es
como si estuviera haciendo algo, por lo que ella debería estar
asqueada. Escucho sus suaves pisadas a través de los pisos de
madera y se detienen en el umbral.

—No quiero arriesgarme a sonar como una total y completa


imbécil ingrata, ¿son tus sábanas... bueno, son...?

Me doy la vuelta, cruzando los brazos sobre el pecho, incapaz


de ocultar mi sonrisa. —¿Son qué, nena?

Sus ojos se abren y ese rubor, que estoy empezando a amar,


se extiende desde su cuello hasta sus mejillas. Se lame los labios y
mira de mí, a la cama y luego de vuelta.

—Estoy preguntando si las sábanas están limpias. Allí. Lo dije.


—Ella deja caer sus manos a los lados, dejándolas golpear sus
muslos—. Y no me llames así.
Dando un paso hacia ella, ladeo la cabeza hacia un lado,
evaluándola. —Llamarte ¿qué?
Ella frunce el ceño, sus ojos se entrecierran, muy levemente.
—Sabes qué.

Incapaz de evitarlo, una sonrisa en toda regla se extiende por


mi rostro. —Lo haces demasiado fácil, Olivia. Estaré aquí fuera.

—Hazme saber si necesitas algo.


Dejo la puerta entreabierta detrás de mí, y agarro almohadas y
mantas adicionales del armario del pasillo para el sofá. No será
cómodo, pero que me joda.

He dormido mucho peor en mi vida. Agarro el control remoto


del televisor, lo enciendo, manteniendo el volumen bajo, mientras
me acomodo en los cojines. Hay silencio de regreso al dormitorio.
Con lo cansada que se veía Olivia, estoy seguro de que una vez que
se metió en la cama, se desmayó.
Un rato después, estoy revisando mi teléfono, cuando escucho
el crujido de una puerta y pisadas suaves. No me sorprende cuando
escucho la voz suave de Olivia, mientras se encuentra al otro lado
del sofá.

—¿Te importa si me siento? No puedo dormir.

Empujándome hacia arriba, le hago espacio en el sofá a mi


lado. Toma el lado opuesto, manteniendo una distancia segura.
Olivia mantiene la mirada pegada a la televisión, a los deportes
destacados que sé que no le pueden interesar. Parece incómoda
sentada aquí a mi lado. Sus hombros están rígidos y sigue
moviéndose ligeramente.

Soltando un suspiro, me muevo hacia ella. —¿Problema?

—¿Hmm? —Se vuelve hacia mí con las cejas arqueadas—.


No. No hay problema. Simplemente no podía dormir. Espero no
molestarte.

—Está bien...

—¿Sabes qué? Esto fue tonto. Voy a dejarte con tus propios
dispositivos y volveré a la cama.

Ella comienza a levantarse del sofá, pero la detengo con una


mano en su brazo. Ella se congela, sus ojos se agrandan, mientras
mira mi mano sobre su piel desnuda. Una especie de conciencia
chispea en el aire, crepitando en el espacio entre nosotros con
tensión. Lentamente, la dejo ir, observando cómo su garganta
delgada traga saliva. Olivia se deja caer en el sofá y nos sentamos
en un silencio semi-incómodo, hasta que lo rompe.

—¿Cómo van las cosas con tu hermano pequeño?

—Mi libertad condicional termina en un mes. La trabajadora


social se ha ofrecido a darme otra oportunidad. Sólo tengo que
seguir haciendo lo que estoy haciendo hasta entonces, luego traeré
a Ryder de regreso aquí. Ojalá.
—¿Cómo va a funcionar eso exactamente? —Mis cejas se
hunden en un ceño fruncido ante su pregunta. Ella debe notarlo,
porque se mueve, inclinando su cuerpo hacia el mío, prestándome
toda su atención.

—Bueno, sólo quiero decir, tienes un trabajo de tiempo


completo. Estoy seguro de que tu hermano pequeño, Ryder,
necesitará que alguien lo recoja y lo lleve a la escuela.

—Ya lo he hablado con mi jefe. Está dispuesto a trabajar


conmigo. Me dejará entrar después de que lleve a Ryder a la
escuela y me iré cuando necesite recogerlo de la escuela.

Olivia sonríe y siento que el efecto me golpea de lleno en el


pecho.

—Eso es bueno. Estoy feliz por ti. Y ya sabes, si alguna vez


necesitas algo de mí, me alegrará poder ayudarte.

Incómodo con su elogio y generosidad, paso por los canales,


buscando algo que los dos podamos ver, mientras mantengo la boca
cerrada.

—¡Oh esto! Amo esta película.

Me abstengo de poner los ojos en blanco, pero todavía me


detengo en The Notebook para ella. Vemos la película en silencio.
Yo, completamente aburrido, y ella, pegada a la televisión. Sin
embargo, todavía sigue inquieta.

—¿Estás bien? ¿Después de todo lo que pasó?

Ella se encoge de hombros. —Creo que sí. Estoy un poco


alterada, preocupada por la ventana y la persona que se escapó.
¿Qué voy a hacer si intentan volver? Vivo sola, Roman. No tengo
nada ni nadie que me proteja. Quiero decir, consideraría comprarme
un arma, pero ¿puedes imaginarme con esa cosa? Me dispararía en
la cara.
Una chispa se enciende en mi pecho. —Nadie va a volver y
hacerte daño, Olivia.

—No lo sabes —susurra, el miedo sangra a través de su tono.

—Lo sé. No dejaré que nadie te lastime.

Olivia jadea, su mirada se posa en la mía. Siento la


profundidad de su mirada, la brillante multitud de colores
arremolinándose allí, junto con emociones que no puedo precisar a
una sola. Tengo que luchar contra el impulso repentino de
alcanzarla, y golpear mi boca sobre la de ella. Dejo caer mi mirada
hacia sus labios rosas, que parecen picados por las abejas. Labios
que he probado antes, y que no he podido borrar de mi mente desde
entonces.

Sabía todo lo que siempre he querido, y todo lo que nunca


podré tener. Olivia se lame los labios y mis abdominales se aprietan,
mi cuerpo se tensa de necesidad. Es una fuerza impulsora que se
filtra en el aire que nos rodea. Se aclara la garganta, baja la mirada
a su regazo y corta la conexión.

—Haces que parezca que no tienes miedo de nada —


responde ella, tratando de mantener la calma con una risa forzada.

—No soy...

—¿Es por tu infancia? —pregunta en voz baja. Esos ojos de


cierva buscan los míos, y siento su mirada taladrándome, como si
estuviera tratando de mirar dentro de mi alma.

Me encojo de hombros, inclinando mi cuerpo hacia ella. Con el


movimiento, ella se mueve hacia mí un poco más, su rodilla rozando
la mía. Miramos hacia el punto de contacto, el calor fluye a través de
mi cuerpo, la forma en que su cuerpo se siente contra el mío.

—Quizás —respondo a su pregunta sin comprometerme.

—¿Cuánto tiempo estuviste en el juzgado de nuevo?


—Demasiado para un niño de mi edad.

La tristeza nubla sus ojos color avellana. El color es una


extraña mezcla de verde y miel en este momento. —¿Qué hay de la
cárcel?

—Hice un par de temporadas aquí y allá. Probablemente algo


así como dos años combinados.

—¿Tuviste miedo?

Mi rostro se cierra, su pregunta me trae recuerdos que he


tratado de reprimir. —Al principio lo estaba, pero fue principalmente
por Ryder. Sin mí allí, me preocupaba lo que pasaría. ¿Quién se
ocuparía de él? ¿Cómo comería? Luego comencé a preocuparme
por cuando él creciera. ¿Cómo llegaría a la escuela? Sabía que mi
madre no haría ninguna de esas cosas. Pasé ese primer mes
preocupado de que se muriera de hambre, pero al menos una cosa
positiva vino de mi ausencia. Hizo que el estado examinara nuestra
vida familiar y a mi madre. Se llevaron a Ryder, poco después, y ha
estado en el sistema desde entonces.
—Dios. —Ella suspira—. No puedo imaginarme cómo fue eso
para ti, Roman. Lo siento mucho.

—No lo estés. Es parte de la vida. Haces lo que tienes que


hacer para sobrevivir. Para cuidar a las personas que amas.

Ella me sonríe con tristeza. Para mi sorpresa, se acerca y


cubre mi mano con la suya.
—Eso no es la vida, Roman. Esa no es una vida que cualquier
niño merezca. Menos ustedes.
Está en la punta de mi lengua para decir gracias, pero mientras
la miro, parece que no puedo hacer que las palabras salgan de mis
labios. Parece que no puedo decir lo que realmente quiero, porque
estoy embelesado en todo lo que es Olivia. Sin maquillaje en la
cara, se ve más suave, mucho más inocente de lo que es. Mientras
que la mayoría de las mujeres no pueden lucirse sin maquillaje,
Olivia ciertamente puede hacerlo. Hay un puñado de pecas claras
en el puente de su nariz. Nunca las había notado antes, pero ahora
no puedo apartar la mirada de ellas.

Su cabello es una mezcla de reflejos marrones y miel, que me


dan ganas de tirar de los mechones alrededor de mi puño y acercar
sus labios a los míos.

Cuando dejo caer mi mirada hacia esos labios, el calor recorre


mi sistema, mientras su lengua rosada sobresale, mojando su
regordete labio inferior. Un gruñido queda atrapado en mi pecho, y
antes de que pueda pensarlo mejor, tomo su mano, tirando de ella
hacia mí. El fuego envuelve mi cuerpo de la cabeza a los pies y,
como el bastardo que soy, la beso. Duro y hambriento. Sellando mis
labios sobre los de ella, tomo su boca con la mía. Ella es suave y
dócil en mis brazos.
Olivia gime en mi boca, su delgada mano se desliza detrás de
mi cuello y me tira hacia ella. Toco mi lengua con la suya, jugando
con ella, probándola, perdiéndome en la forma en que se siente. La
electricidad crepita entre nosotros, la potencia es tan fuerte que es
como si hubiéramos conectado a un cable. No puedo decir cuál de
nosotros atormenta y se burla más del otro, mientras nuestros
besos, nuestras caricias mordaces se incendian. Todo lo que sé es
que esta mujer me está prendiendo fuego. Ella me está volviendo
loco con pasión, y diciéndome con la mirada que la folle, nunca he
deseado a nadie más de lo que la deseo, en este momento.
Los dos tirones de distancia, los ojos de párpados pesados y
en media asta. El deseo se arremolina en el aire entre nosotros.
—Probablemente debería irme a la cama —susurra con voz
ronca, sus labios el doble de su tamaño ahora. Dejo caer mi mirada
hacia su pecho y ahogo mi gemido, cuando veo los dos extremos
endurecidos.

Jesucristo.
—Si deberías. —Mi voz es como grava, cuando fuerzo las
palabras a salir de mis labios. Olivia se levanta del sofá y vuelve
corriendo al dormitorio.

Cuando la puerta se cierra detrás de ella, dejo caer la cabeza


sobre los cojines y lanzo un profundo suspiro, mirando hacia el
techo.

Esta mujer va a ser mi muerte. Si me voy otro día a dormir con


las bolas azules, podría morir.

En algún momento de la noche, después de apagar la


televisión y quedarme dormido, siento que el sofá se hunde y abro
los ojos.

—¿Olivia?
—Shhh —se calla, gateando a mi lado, tirando de la manta—.
No puedo dormir ahí, después de lo que pasó esta noche. Sólo
dame esto y no digas una maldita palabra sobre eso mañana.
Me río, cierro los ojos y dejo que el sueño me arrastre de
nuevo.
Capítulo 18
Hold Me While You Wait — Lewis Capaldi

Olivia
Me pongo rígida ante el cálido y sólido cuerpo de calor que emana
detrás de mí. Abriendo los ojos, miro a mi alrededor, mi corazón se
detiene cuando me doy cuenta de dónde estoy. La noche anterior
vuelve a mí. El allanamiento, quedarse en casa de Roman, gatear
hasta el sofá con él en medio de la noche.
Mis ojos se abren cuando me doy cuenta, exactamente dónde
estoy y qué es ese calor. Mirando por encima de mi hombro,
encuentro a Roman detrás de mí, todavía dormido. Su rostro es
suave, de aspecto más juvenil ahora que está durmiendo. Durante el
día, parece un alborotador rebelde, pero, en este momento, parece
un chico que se desvivió por ayudar a una chica.

—¿Vas a hacer esto incómodo y seguir mirando? —dice


Roman de repente, la voz ronca por el sueño.

Salto del sofá, alejándome de él y tropezando con el suelo.

—¡Roman, Jesús! ¡Pensé que aún estabas dormido! —jadeo,


poniendo una mano sobre mi corazón.

—Lo estaba —su labio se convierte en una sonrisa de


satisfacción, y tengo que luchar para evitar que una sonrisa se
extienda por mi cara.

Mirándolo fijamente, con la cara y el cabello todavía revueltos,


me bombardean imágenes de anoche. La sensación de sus manos
en mi piel. Su boca sobre la mía. Sus dedos tirando de mi cabello.
Una chispa de calor me golpea directamente entre las piernas, y el
calor se eleva a mis mejillas. Mi núcleo palpita, sólo con el recuerdo
de tener sus labios sobre los míos. En mi silencio, debe darse
cuenta de lo que estoy pensando porque Roman se endereza,
agarrando los cojines del sofá, su mirada acalorada rastrilla mi
cuerpo aún en pijama.

—Necesito prepararme para trabajar. Yo, eh... gracias. Por


anoche —su frente se arquea, y yo me apresuro a salir corriendo,
dándome cuenta de cómo podría haber sonado eso—. No sobre
eso. Sólo me refiero a ofrecerme tu cama. No es que eso no fuera
genial. Porque lo fue. Pero eso... no tenemos que hablar de eso.
Siempre. A menos que quieras.
Me doy cuenta de que estoy divagando, y la expresión en
blanco que hay en su rostro normalmente me daría náuseas, pero
hay un destello de diversión, que no me hace sentir como una
completa idiota.

Antes de que pueda hacer el ridículo aún más, me doy la


vuelta, corro de regreso a su habitación, para usar el baño y hacer
que luzca presentable, antes de regresar a casa. Espero
disgustarme por el estado de su baño, pero me sorprende que su
limpieza se extienda incluso allí.
Luciendo tan presentable como puedo estar, me pongo los
zapatos y me armo de coraje para salir y enfrentarme a Roman, de
nuevo, antes de comenzar mi día.

Me tropiezo cuando me doy cuenta de que ya no está sentado


en el sofá, sino en la cocina, con la cafetera encendida y algo en la
estufa. Mis cejas bajan y frunzo el ceño. Cuando veo su espalda
desnuda, dejo escapar un grito ahogado, porque Jesucristo, el
hombre es hermoso en todas partes.

—Estás desnudo —le espetó.

Roman se vuelve con una expresión cómica en el rostro. Se


mira a sí mismo, luego vuelve a mirarme.
—Claramente no estoy desnudo.

—Tienes una cafetera.

—¿Eso es un crimen?
—Sabes cocinar —chillo, señalando lo obvio, una vez más.

—¿Estas observaciones van a alguna parte? —arquea una


ceja, obviamente divirtiéndose.

—Si. No. Quiero decir, tengo que irme. Gracias por todo.

Agarrando mi celular y las llaves de mi casa en mi mano, corro


hacia la puerta principal, necesitando escapar, antes de actuar aún
más como una tonta.
—Adiós, Olivia —escucho antes de correr por nuestro césped
como una loca.
Mientras abro la puerta de entrada, miro por encima del
hombro y veo a Nosy Josie en su lugar normal. Con ese maldito
cigarrillo, me mira con desprecio, meneando la cabeza.

Pongo los ojos en blanco y entro, para poder prepararme antes


de ir al trabajo. Mi ducha es rápida y salgo de casa y a la carretera
en menos de una hora.

Mi mente está zumbando con una larga lista de verificación de


cosas que deben hacerse. Para cuando entro en la clínica, ya estoy
estresada. Sólo empeora cuando me doy cuenta de que no será
Samuel, con quien tendré que hablar, sino Travis.

Lo que pasó ayer en la oficina antes de que su padre entrara,


se siente como si estuviera a un mundo de distancia. En ese lapso
de tiempo, asaltaron mi casa, hablé con la policía y dormí en la casa
de mi vecino, un vecino que estoy bastante segura aún me odia; sin
embargo, dejé que me besara. Las cosas en mi vida comienzan a
ponerse locas. Más allá de lo impredecible.
Espero hasta después del almuerzo, antes de llamar a la
puerta de la oficina de Travis para hablar con él. Su respuesta
brusca es la única indicación que tengo para entrar. Él levanta la
vista brevemente, deteniéndose cuando me ve. Algo que se parece
a una sonrisa de suficiencia, retuerce la comisura de su boca.
Reprimo el impulso de poner los ojos en blanco. Estoy segura de
que piensa que estoy aquí, para discutir lo de ayer y pedir más de
sus avances, pero no podría estar más equivocado.

—Oye, Travis. Me preguntaba si podríamos hablar.

—Por supuesto. Cierra la puerta por favor.

Hago una pausa, una extraña sensación de pavor llena mi


estómago. Aunque no quiero, cierro la puerta y tomo la silla abierta
frente a la suya. Colocando mis manos en mi regazo, comienzo a
mover nerviosamente mis pulgares. Estoy a punto de abrir la boca
para decir algo, cuando me gana.

—Me alegro de que hayas venido, Olivia. He estado pensando


en ti. Mucho.

Me muevo incómoda. Buen señor. Sólo ha pasado un día


desde la última vez que me vio. ¿Cómo podía pensar en mí tanto?

—Oh. Wow —respiro, insegura de cómo responder a este


hombre, sin herirlo.

—Mira, me doy cuenta de que nuestra situación no es ideal,


pero lo que dije ayer era en serio, Olivia. Hay algo entre nosotros.
Sé que tú también lo sientes.

Cierro los ojos de golpe.

—Travis… no es por eso que estoy aquí. Te lo dije antes. No


me interesa tener nada contigo. Tú eres mi jefe, estuve en una
relación seria por un tiempo. Todo en lo que quiero centrarme, ahora
mismo, es en mi carrera y en construir mi vida aquí.
La cara de Travis se cierra, y sé que cometí un error al decir
eso. A pesar de que sonaba sincero y agradable en mi cabeza,
obviamente no fue así para él, porque casi me frunce el ceño desde
el otro lado de la mesa.

—¿Cuál es el problema entonces, Olivia?

Me aclaro la garganta, tratando de reunir el coraje para seguir


hablando, aunque hacerlo ahora, después de eso, se siente extraño.
Está revisando los archivos de su escritorio, ya no le interesa.
—Bueno, mi casa fue asaltada anoche —espero que sus ojos
se agranden ante mis palabras, o al menos haya una pizca de
simpatía en sus ojos ante la noticia, pero no obtengo nada, sólo una
mirada fría y aburrida. Ni siquiera parece tan sorprendido—. Me
preguntaba si habría alguna manera, de que pudiera tener la tarde
libre, para ir a la comisaría y comprobar el progreso del caso.
Sacaron huellas dactilares, y supongo... Tengo un poco de miedo de
volver a casa. Mi ventana delantera estaba destrozada. La persona
se escapó. Sólo quiero tener la tranquilidad de saber que se hará
algo. Puedo recuperar después el tiempo que me iré, si es
necesario.

Travis suspira, jugando con el expediente de su próxima cita,


tratando de parecer ocupado.

—Mira, Olivia, estamos tratando de manejar un negocio aquí.


No puedo mostrarle a nadie un trato especial. Lo siento, pero
tendrás que esperar tu día libre, como todos los demás.

Me echo hacia atrás, confundida por su comportamiento frío.


¿Es en serio? No puede ser.

Esa voz en el fondo de mi cabeza susurra.

Sabías que esto pasaría. Lo rechazaste. Ahora mira. Él está


enfadado.

Desconcertado. Desinflaste su ego.


—Travis, por favor, esto no es para algo tan simple como una
cita con el dentista. Esto se debe a que entraron en mi casa. Esto es
importante.

Travis se levanta de su asiento, arrojando su archivo sobre su


escritorio con una fuerte bofetada.

—Ese no es mi problema. Ahora, deberías volver al trabajo. La


hora de tu almuerzo casi ha terminado.

Me desinflo contra el asiento, sin siquiera estremecerme,


cuando la puerta se cierra de golpe detrás de él.

—Qué maldito idiota —gruñe Kass en voz baja, mientras me ayuda


a levantar la tabla de madera del asiento trasero de mi coche.

Después de salir del trabajo —un turno completo, debo añadir,


porque mi jefe es un idiota—, Kassandra se ofreció a acompañarme
a la comisaría. Ella sugirió que nos detuviéramos en la ferretería,
para comprar un trozo de madera contrachapada que colocar sobre
la ventana, hasta que pueda arreglarlo. Lo cual es inteligente,
considerando que ni siquiera lo pensé. Demonios, ni siquiera llamé a
mis padres, para contarles lo que pasó. Conociéndolos, estarán en
el primer vuelo aquí.

—¿Verdad que sí? Está siendo completamente irracional, todo


porque lo rechacé.
—Sabía que el tipo era un idiota, pero mierda, lo está llevando
a un nivel completamente nuevo. ¿Quieres saber lo que es aún
peor? Lucy está tan cegada por su amor por él, que estuvo
presumiendo toda la mañana sobre cómo pasó la noche con ella
ayer. ¿No se da cuenta de que es su segunda opción?
Lanzo un profundo suspiro, mientras terminamos de apuntalar
la tabla, usando una cantidad obscena de cinta adhesiva, para que
permanezca protegida sobre la ventana rota.

Dios, me siento tan mal por Lucy. Tiene un tipo increíble en la


clínica, que literalmente le colgaría la luna, y ni siquiera lo nota,
porque está tan obsesionada con Travis.

Durante la siguiente hora, Kassandra se queda conmigo y me


ayuda a limpiar el desorden que quedó de ayer. Ella se ofrece a
pasar la noche conmigo, pero la rechazo cortésmente. A pesar de
que la idea de quedarme sola en mi casa me asusta muchísimo, no
puedo confiar en que ella me haga sentir segura.
—Sabes que no tienes que acompañarme hasta mi coche,
¿verdad? —dice, la diversión entonando su tono, mientras bajamos
los escalones del porche.
Me río.

—Lo sé, pero dado que mi casa fue asaltada, sin razón
aparente, hace sólo un día, diría que es una precaución necesaria.
—Eres una buena persona, Olivia. Lamento lo de la casa, y
lamento que Travis sea tan idiota.
—Gracias, no siempre ha sido fácil para mí hacer amigos, así
que te aprecio más de lo que crees.

Ella sonríe, tirando de mí para un abrazo, antes de subir a su


coche y marcharse. Me quedo ahí, mirando las luces traseras de su
coche, hasta que desaparecen en la curva de la carretera. Al
volverme hacia la casa de al lado, noto que todas las luces están
apagadas en la casa de Roman. Planeaba pasar por ahí, hablar con
él sobre ayer y contarle sobre la visita a la estación, pero, por lo que
parece, no estoy segura de que esté en casa.
Decido intentar llamar a la puerta, cruzo nuestro césped y toco
su timbre. Sorprendentemente, ni siquiera escucho los ladridos de
Max, sólo un completo silencio al otro lado de la puerta.
Soltando un suspiro, me dirijo a casa. Estoy subiendo los
escalones del porche delantero, cuando las luces brillantes iluminan
la calle. Entrecierro los ojos, esperando que sea el faro brillante de
una motocicleta, pero en cambio son dos.
El camión que se detiene frente a mi casa, hace que mis tripas
se aprieten, y cuando veo quién sale, el color desaparece de mi
cara.
—¿Travis?

—Oye —dice, cerrando la puerta de su camioneta detrás de él,


viene hacia mí, cerrando la distancia entre nosotros. Se mete las
manos en los bolsillos, su mirada va de arriba abajo por mi cuerpo.

—¿Qué estás haciendo aquí?


—Quería disculparme por cómo actué antes. Además, sé que
dijiste que tenías miedo de quedarte aquí, así que pensé que podía
ofrecerme a quedarme contigo. Sólo para asegurarme de que estás
bien.

Me echo hacia atrás, como si me hubiera abofeteado. Los


cambios de humor de este hombre, están empezando a darme
latigazos.

¿Qué diablos está pensando?


Miro alrededor del vecindario tranquilo, asustada, antes de
forzar un trago espeso, mirándolo.
—Mira, Travis, aprecio la disculpa, y aprecio que hayas venido
aquí, pero… no puedes hacer esto. No puedes simplemente
presentarte en mi casa, en medio de la noche. No puedes acercarte
a mí en el trabajo, y tratarme como una mierda, porque no te
correspondo.
Sus labios se adelgazan en una línea sombría, pero aparte de
eso, su rostro permanece impasible, como si lo que he expresado,
no le molestara en lo más mínimo.

—¿Se trata del vecino? Si tan sólo te olvidaras de él...


—¡Ufff! —gruño, pasando mis manos por mi cabello, finalmente
estoy más allá de mi limite. Después de los dos últimos días de
mierda que he tenido, no quiero lidiar con esto—. ¿Lo dejarías ya?
No siento nada por mi vecino, Travis. No significa nada para mí. No
significas nada para mí. ¿Por qué te resulta tan difícil de entender?
¿Por qué es tan difícil para tí entender, que simplemente no estoy
interesada?

Mi voz resuena en el tranquilo vecindario, y cuando me doy


cuenta de lo fuerte que estaba gritando, el calor se eleva a mis
mejillas. Ambos nos congelamos. Mi estómago se retuerce, y aprieto
mi mano sobre mi boca, mis ojos se agrandan por la sorpresa.

Un ladrido agudo aleja mi atención de Travis, hacia la casa de


al lado, y mi estómago se hunde, todo el color desapareciendo de mi
cara, cuando veo a Roman parado allí con Max atado. Sus hombros
están rígidos. Su rostro es una máscara en blanco, sin expresión
alguna, pero sus ojos, Dios, sus ojos me rompen. Incluso desde
aquí, puedo ver la traición allí. Ni siquiera tengo que preguntarme, si
escuchó lo que dije. Es obvio que lo hizo.
Y no quise decir eso. Ni un poco. Todo salió mal.
—Tienes que irte —le digo a Travis, mi voz temblando de
miedo. No miedo a él, sino miedo a haber cometido un tremendo
error con Roman.

Sin decir ni una palabra, Travis se burla de mí, y sale pisando


fuerte de mi jardín. Se sube a su camioneta y patina. En el momento
en que sus luces traseras se apagan, me dirijo hacia Roman y su
casa, pero él ya está subiendo por el porche, hacia la puerta
principal.
—¡Rome, espera! ¡Por favor! —le grito.

Se detiene en la puerta, y yo me detengo a unos metros de


distancia, tratando de recuperar el aliento.
—No quise decir lo que dije allí. He estado lidiando con
muchas cosas estos últimos días, y Travis... bueno, me ha estado
acosando por tí, por mi relación con él —sus fosas nasales se
ensanchan ante eso, y mis ojos se agrandan—. ¡No! Eso tampoco
es lo que quise decir. No hay relación entre él y yo. Él
simplemente... Dios, esto está saliendo tan mal. No quise decir nada
de eso, Roman. Yo te lo prometo.
Se burla, raspando su mano a lo largo de su mandíbula
angular.
—No pensé que fueras de ese tipo, Olivia.

—¿Qué tipo? —susurro, el miedo se instala en la médula de


mis huesos.
—Del tipo que abre las piernas para cualquiera.

El dolor atraviesa mi pecho.


Una sensación punzante, atraviesa mi corazón.

Me tiembla el labio inferior, y las lágrimas me queman el fondo


de los ojos.

—No es así, lo juro —me ahogo. Ni siquiera sabía que estabas


aquí. No te escuché acercarte.
Sus cejas saltan, y una sonrisa fría se extiende por su rostro
junto con su risa sin humor.
—Oh, ¿y eso de alguna manera lo hace mejor?

—¡No! De ningún modo. Eso no es lo que quise decir. Me


preocupo por ti, Roman. Eres el primer chico por el que he sentido
algo, desde mi última relación.

—Bueno, no lo hagas. No me preocupas tú, y eso no cambiará


pronto.

Con esas duras palabras, empuja a Max adentro, cerrando la


puerta detrás de él.
Mi corazón se hace añicos, las primeras lágrimas caen por mis
mejillas.
¿Qué diablos he hecho?
Capítulo 19
It´s You — Ali Gatie

Olivia
Cuando mi alarma se apaga la mañana siguiente, me hago un
rollo en mi lado, y gimo en mi almohada. Pasé la mayor parte de la
noche dando vueltas y vueltas, odiándome por la noche anterior, y
por cómo las cosas quedaron entre Roman y yo. Ni siquiera me
importa tener que lidiar, con las consecuencias con Travis. Todo lo
que me importa es Roman, y lo mucho que mis palabras obviamente
lo lastimaron.
Ehhh… quizás herir no es la palabra correcta. Nunca pensé
que un hombre como Roman, pudiera sentir nada en absoluto.

Obviamente me equivoqué.
Mientras me preparo para el trabajo, decido llamar a mis
padres. Lo he pospuesto lo suficiente, pero finalmente necesito
contarles sobre el robo. Por supuesto, tendré que hablar con ellos
por separado. Mi tiempo para hablar con mi madre, será sobre lo
que está sucediendo, o más exactamente, lo que no está
sucediendo con Roman. Ahora, la conversación con mi padre no
implicará necesariamente información sobre mi vecino, pero él es mi
brújula moral y me ayudará a salir de este lío, utilizando sus
métodos psicoanalizadores.

Hay algunos beneficios, de tener como padres a una terapeuta


sexual y un psicólogo. No muchos, pero definitivamente algunos.

—¡Olivia, cariño! Estaba pensando en ti —canta mi mamá. Me


estremezco cuando me doy cuenta, de que su actitud
despreocupada va a disminuir, al descubrir por qué la llamo.
—Hola mamá —suspiro—. En realidad, estaba llamando
porque... —hago una pausa, saboreando las palabras en mi lengua,
y descubro que no me gusta su sabor. Todavía no puedo creer, que
hayan entrado en mi casa.

Maldita sea. Quizás debería haber llamado a mi papá primero.


Es un poco menos dramático, y mucho más sensato que mi madre.
—¿Cómo van las visitas al médico? ¿Está todo bien? —
pregunta mi madre de repente, como si se diera cuenta, de que no
se trataba de una llamada telefónica agradable.

Pongo los ojos en blanco.


—Si, todo está bien…bueno en realidad no. Mi casa fue
asaltada la otra noche. Pero estoy bien. Estoy totalmente bien —
agrego rápidamente.

Hay silencio. Demonios, ni siquiera escucho su respiración, lo


que me impulsa a alejar el teléfono de mi oído, para asegurarme de
que la llamada no se cortó. Cuando veo que ella todavía está en la
línea, frunzo el ceño.

—Mamá, ¿sigues ahí?

—¿Estás bromeando, Olivia René?


Me estremezco ante el nivel atómico de su voz. Lisa Hales no
grita a menudo. Quiero decir, claro, tiene una voz fuerte, pero ¿gritar
de rabia? Eso no es algo que ella hace. Sin embargo, lo está
haciendo ahora mismo. En mi pobre tímpano.

Mis ojos se cierran de golpe.

—No hagas eso. Estoy bien, lo juro.

—¿Estás bien? ¿Bien? Tu casa fue asaltada. Eres una mujer


joven y hermosa que vive sola, y te podrían haber asesinado, pero
decides llamar y darme la noticia, como si me estuvieras contando lo
que almorzaste. —Me estremezco ante su tono. Sigue subiendo
más y más, con cada palabra—. ¿Cuándo pasó esto? ¿Llamaste a
la policía? ¡Oh Dios mío! ¡Tu salud!

—Te dije que estoy bien —le digo, tratando de mantener la


calma, esperando que ella me siga—. Y sucedió la otra noche. Las
cosas han estado frenéticas, y no he tenido la oportunidad de llamar.

Ella grita.

Mi madre grita, como si estuviera siendo asesinada de manera


sangrienta, al otro lado de la línea. Me estremezco, deseando haber
dicho eso de otra manera.

—¿La otra noche? ¿LA OTRA NOCHE?

Toco el botón del altavoz en mi pantalla, y comienzo a


cepillarme los dientes, incapaz de manejar sus gritos penetrantes,
directamente en mi tímpano.

—No puedes hacer cosas como esta, Olivia. Esto es una


irresponsabilidad de tu parte, y para tu salud. ¿Cómo te atreves, a
ocultarnos esto a tu padre y a mí?

Eso me hace enderezar la espalda. Escupo un poco de pasta


de dientes en el fregadero, y me quito el cepillo de dientes de la
boca.

—¿Irresponsable? ¿Estás bromeando? Estoy teniendo una


crisis y ¿te preocupa más que no te lo diga?

—No eres normal, Olivia. Por mucho que te gusta creer que lo
eres, ¡No lo eres! ¡No puedes vivir una vida normal!

—¡Si puedo! —chasqueo, arrojando mi cepillo de dientes sobre


el tocador—. Por eso me mudé aquí. Por eso me mudé, para
alejarme de esto. Tus constantes reclamos en mi maldito oído, cada
cinco segundos. No crees que pueda hacer nada yo sola.
—¡Porque no puedes!

Mi pecho se hunde de dolor, una frialdad atravesando el


centro, haciendo temblar mi labio inferior. Un dolor punzante me
golpea y me deja sin aliento. Oliendo la presión repentina que siento
en mi nariz, agarro mi teléfono del mostrador, y dejo que la ira y el
dolor de los últimos días salgan.

—¿Quieres saber por qué nunca estás al tanto? ¡Esta es la


razón! Porque nunca aceptarás el hecho de que no te necesito, y
puedo cuidar de mí misma muy bien.

Con esas duras palabras, termino la llamada, arrojando mi


teléfono a mi habitación. Termino en el baño, deteniéndome cuando
vislumbro mi reflejo en el espejo. Tengo bolsas oscuras debajo de
los ojos, y la palidez de mi piel, me hace ver apagada y sin vida hoy.
De todos los días que necesito estar presentable, hoy es el día, en
que tuve que despertarme con este aspecto.

Hoy estamos tomando la fotografía anual, que se incluye en el


sitio web. Cuenta con todo el personal que trabaja en la clínica, para
que nuestros clientes se sientan más conectados, con el personal
que estará manejando a sus animales. Al vestirme rápido, opto por
un vestido de verano blanco y unas cuñas, metiendo mi ropa de
trabajo en una bolsa, antes de salir de casa.

Se siente como si el universo hubiera decidido otorgarme el


más horrible de los días; cada día parece ir de mal en peor. En el
trabajo, Travis es una auténtica pesadilla. En el momento en que
pongo un pie dentro de la clínica, nuestras miradas chocan y siento
su animosidad hacia mí. Se irradia en ondas, a lo largo de la sesión
fotográfica, y durante nuestro turno. Durante nuestro primer
procedimiento, él es rápido y grosero, y me hace sentir que no
puedo hacer nada bien.

También es un cerdo repugnante. Durante mis quince minutos,


tomo un breve descanso en el baño, cuando lo veo acorralando a
Lucy en la sala de suministros. Sus manos suben y bajan por su
cuerpo, y estoy segura de que le susurra, cosas dulces al oído. Si la
sonrisa tonta en su rostro fuera una indicación, diría que se está
enamorando en cada segundo. El disgusto me recorre las entrañas,
cuando paso junto a ellos. El hecho de que este hombre, que parece
no tener límites en absoluto, estuviera en mi casa, sólo unas horas
antes, profesando lo mucho que pensaba que estábamos juntos, es
aterrador.

Por mucho que me guste Samuel Bennett, su hijo es un puto


idiota.

Samuel tiene una agenda muy ocupada hoy, pero me detiene,


mientras voy camino al almuerzo y dice que quiere tener una
conversación conmigo en algún momento de esta semana, cuando
ambos estemos libres. Eso no puede ser bueno.

Una vez que termina nuestro turno, y entra el personal de turno


nocturno, me cambio la bata sucia y me pongo mi vestido, mientras
todos juntan sus cosas y hablan acerca de parar en Cole's, para
tomar algo. Mi plan original era ir a casa y revolcarme, pero después
de los días que he tenido, últimamente, emborracharme con
Kassandra y algunos de los otros técnicos veterinarios, no parece
una mala idea.

Estoy sacando mi bolso de mi casillero, hablando con


Kassandra, cuando una voz me detiene en seco.

—¿Qué estás haciendo?

Me vuelvo hacia Travis, cuya mirada entrecerrada está dirigida


a mí. Todos en la clínica hacen una pausa, para ver nuestro
intercambio.

—Estoy agarrando mi bolso, así puedo irme a casa.

Señalo mi bolso, mis cejas se arrugan.

Travis se burla, una expresión fría y fea baña su rostro.


—Olivia, te pedí antes que te quedaras después, y limpiaras
todas las salas de examen antes de irte. Algo me dice, que no lo has
podido hacer tan rápido.

Como un balde helado de agua que se ha echado sobre mí,


me congelo. Mi estómago se revuelve y niego con la cabeza,
frunciendo el ceño.

—No, Travis, no me pediste que me quedara. Lo habría


recordado.

—Creo que tu mente ha estado en otra parte, Olivia. Si


planeas quedarte aquí, debes hacer el trabajo. Necesito que te
quedes y limpies esas salas de examen. No me importa cuánto
tiempo lleve.

La vergüenza se mete profundamente en mi pecho, calentando


mi rostro. Puedo sentir los ojos de todos sobre nosotros, todos
mirando para ver cuál será mi reacción. No dejaré que este tipo, me
haga sentir como una idiota delante de todos. Por suerte, no soy la
única que piensa que es injusto, porque Atticus interviene en mi
lugar.

—Oye, Trav, vamos. Ha sido una semana larga. ¿Por qué no


nos vamos todos a Cole's, a tomar unas copas? El personal
nocturno puede manejarlo...
—No le pedí al personal de noche que se encargara de ello,
Atticus. Le pregunté a Olivia. Y eso es definitivo. Todos los demás
son libres de irse —la mirada de Travis se detiene en mí—Y una vez
que las salas de examen estén terminadas, tú también puedes irte.

Lentamente, todo el mundo sale de la sala de descanso y yo


me quedo allí de pie, con el pecho agitado violentamente, la nariz
hormigueando por la presión, mientras trabajo para contener las
lágrimas. Kassandra se queda atrás, poniendo una mano suave en
mi hombro.
—¿Quieres que me quede y te ayude?

Me aparto de ella y le quito la mano.

—No, está bien. Lo último que necesito, es que me diga que te


dejo hacer todo el trabajo. Sólo vete. Hablo contigo más tarde.

—Olivia —ella trata de llamar mi atención, pero ya le doy la espalda,


camino a la sala de suministros para los productos de limpieza.

Paso las siguientes dos, casi tres horas, limpiando las salas de
examen. Mis pies me están matando, y el vestido no es
exactamente el más cómodo para limpiar, pero como mi bata está
sucia, no me gustó la idea de volver a ponerme esa ropa.
El turno de noche ve como limpio con simpatía, pero no
ofrecen ayuda. No es que lo fuera a aceptar, de todos modos.

Estoy tan enojada conmigo misma, por dejar escapar esas


palabras, en un momento de enojo. Parecía que Rome y yo
finalmente estábamos encontrando un terreno común, y lo arruiné.
Me odia. Si antes no estaba segura de eso, ahora lo estoy.
Con un profundo suspiro, un cuerpo adolorido y un estómago
gruñendo, salgo de la clínica bajo un aguacero. El primero que he
presenciado aquí en Campbell. Me quedo bajo el toldo del techo,
mirando mi auto en el estacionamiento oscuro, que está iluminado
por el resplandor de una farola amarilla. No sabía que la lluvia
estaba prevista para hoy, pero debería haberlo imaginado. Cuando
llueve, llueve, y definitivamente está lloviendo ahora mismo.
Usando mi bolso como escudo, desafío la lluvia, corriendo por
el estacionamiento hacia mi auto. Mi cuerpo está temblando, mis
dientes castañetean, mi vestido y mi cabello ya están empapados,
para cuando estoy adentro. La tela de mi vestido choca contra los
asientos de cuero ahora húmedos, y el agua se pega a mis muslos,
de la manera más incómoda.
Siento que un peso se levanta de mi pecho, mientras salgo del
estacionamiento de la clínica. No sé cuánto más de esto puedo
manejar. ¿Y si hoy con Travis no fuera lo peor? ¿Qué voy a hacer
entonces? Y ahora que su padre quiere tener una conversación
conmigo en privado, sólo puedo esperar lo peor. Probablemente me
va a despedir, por no ser profesional.
La tristeza obstruye mi garganta. He hecho amigos aquí.
Atticus es el bromista sarcástico, que nunca está de buen humor.
Lucy, aunque tiene sus propios defectos, es dulce como un pastel.
Kassandra tiene el mejor sentido del humor, y la mayor columna
vertebral del planeta. Ella afirma que todo está en su “magia de niña
negra”, pero en realidad, es su corazón. Ella es la que más
extrañaré, si tengo que irme.

¿Realmente quiero volver a buscar trabajo?


Y Samuel, ¿qué pensará si me quejo acerca de su hijo?
¿Pensará en mí como una traviesa, sólo tratando de levantar una
pierna? Me estremezco pensando en la posición comprometedora,
en que me encontró el otro día. Una posición en la que ni siquiera
quería estar.

Estoy a un poco menos, de la mitad de camino a casa cuando,


a través de los limpiaparabrisas, veo humo saliendo de debajo del
capó de mi auto. Mis ojos se abren y hago una pausa, mientras el
terror se arraiga en mi estómago.
—No, no, no, no.

El coche chisporrotea y, sin otra opción, me pongo a un lado de


la carretera, y dejo que se deslice por una de las calles laterales del
centro. Apagando el motor salgo, empapándome de nuevo. El humo
sigue saliendo de debajo del capó y, cuando trato de levantarlo, me
quemo la punta de los dedos en el proceso. Soltando una maldición,
salto de nuevo al coche y cierro la puerta. Me desinflo contra el
asiento, mirando al techo del coche. No hay forma de que esto me
suceda. Hoy no. No después de todo.
Con un gruñido de frustración, busco en mi bolso mi teléfono,
así puedo llamar al seguro, o a una compañía de grúas. Cualquier
cosa para ayudarme a volver a casa. Paso mi dedo por la pantalla.
Presiono el botón de encendido y nada.
Nada.

Una abrumadora ola de emoción me golpea. Las lágrimas


brotan de mis ojos y mi labio inferior tiembla. Mi auto no arranca, mi
teléfono está muerto, y afuera está lloviendo a cántaros.
Literalmente, no tengo forma de llegar a casa.

Golpeo mi cabeza contra el volante, odiando que esta sea mi


situación. No debería haberle gritado a mi madre esta mañana.
¿Porqué ahora? Mi orgullo no me permitirá correr hacia ellos, en
busca de ayuda, no es que pueda hacerlo de todos modos. Son casi
las ocho de la noche y, a menos que quiera arriesgarme a caminar
sola por la noche, necesitaré una grúa para, con suerte, llevarme al
garaje más cercano. Sólo que no puedo llamar a ninguna de esas
opciones, porque mi teléfono está muerto.
Lucho con las decisiones en mi mente. Puedo quedarme en el
auto hasta que la lluvia se aclare, o puedo salir ahora y tratar de
encontrar un teléfono, o mi última opción es simplemente caminar a
casa. Todavía tengo unos veinte minutos en coche hasta mi casa.
No puedo imaginar cuánto tiempo me llevará a pie. En cuñas, nada
menos. Agarro mi bolso y mi teléfono inútil, salgo del auto y lo cierro
detrás de mí, mientras camino por la calle, como lo haría
normalmente, si estuviera conduciendo a casa.

Colocando mi bolso sobre mi cabeza, trato de proteger la


mayor parte de la lluvia, pero no es de mucha ayuda. Agrega cinco
libras extra, a mi ya larga e interminable caminata. Veo un cartel
más adelante, para un garaje de automóviles, y una pequeña pizca
de esperanza, se filtra por mi pecho. Acelero mi paso, tratando de
llegar antes de que se cierren. No imagino que muchos talleres
mecánicos estén abiertos, alrededor de las ocho de la noche, pero
es de esperar.

Mis pulmones están jadeando y estoy sin aliento, cuando


finalmente llego al garaje. Las luces están encendidas adentro, más
allá de las ventanas de vidrio, y esa esperanza cobra vida en los
confines de mi pecho. Me apresuro hacia la entrada, pero me
detengo, cuando veo al tipo mayor de uniforme que sale.
—¡Perdóneme! ¡Oiga! —le hago señas para que baje,
corriendo hacia él con mis calzas y mi vestido empapado. En
verdad, no creo que las cosas puedan empeorar. Me equivoco.
Obviamente.

El hombre comienza a negar con la cabeza.


—Está cerrado, nena. Tendrás que volver por la mañana.

Mi corazón se encoge en mi pecho.


—¡No por favor! Tienes que ayudarme.

Deja escapar un suspiro, y mira por encima del hombro hacia


la tienda.
—Bien. Yo tengo un chico que te puede ayudar. Si quiere
ayudarte, dependerá de él —se gira, regresa hacia la entrada y yo lo
sigo.
—¡Rome! ¡Conseguí un trabajo para ti! —grita, tan pronto
como entramos.
Prácticamente me tropiezo con el umbral, cuando veo a
Roman limpiando sus manos libres de suciedad. Vestido con el
mismo atuendo que el hombre mayor, no puedo evitar mirarlo con la
boca abierta. El mono negro de mecánico cubre sus largas piernas,
pero tiene la parte superior con la mitad abrochada, colgando
alrededor de su cintura. Lleva una camisa blanca debajo, que no
oculta su físico musculoso. Todavía tiene manchas de grasa, a
pesar de que tiene puesto el mono, para evitar que eso suceda.
Casi me trago la lengua, cuando levanta la vista, sus ojos
helados taladrando agujeros en mí.

Tienes que estar bromeando.


Volviéndome hacia el hombre mayor, recurro a la mendicidad.

—Por favor, pagaré más si te quedas y ayudas. Por favor.


—Mire, señora, es el cumpleaños de mi hija. Tengo que llegar
a casa esta noche. Si Rome quiere ayudar, pregúntele —con eso,
desaparece, el timbre de la puerta tintineando detrás de él,
dejándonos a Rome y a mí. Solos.

El aire que nos rodea, se vuelve cargado de tensión.


El silencio pasa entre nosotros. El suave hilo de agua, golpea
los pisos de baldosas de mi atuendo empapado, pero no puedo
sentirme mal por eso. En cambio, en lo único que puedo enfocarme
es en él: los músculos fuertes y con cuerdas de sus brazos, el tono
dorado de su piel y las manchas de suciedad en su ropa que
deberían apagarme, pero hacen cualquier cosa menos eso. Mi
corazón se acelera contra mi pecho, y trago saliva. Estoy segura de
que parezco una niña tonta, parada aquí con un vestido, parecido a
un perro mojado, en medio de una tormenta.

Casi quiero llorar, por la mierda de toda esta situación.


Cuando Roman sigue ahí parado, mirándome, esa esperanza
en mi pecho se desinfla, como un cuchillo a un globo.
—Me iré.
Giro sobre mis talones, llevo mis charcos de agua conmigo, y
me congelo ante el sonido ronco de su voz.
—¿Qué necesitas?
Lentamente, me doy la vuelta para mirarlo, con una mirada
avergonzada en mi rostro.
—Mi auto está a unas cuadras de distancia. Salía humo del
capó, luego simplemente se detuvo.
La mandíbula de Roman hace tictac.
—¿Por qué no llamaste a tu compañía de seguros?

Miro mis pies de tacón, incapaz de mirarlo.


—Porque mi teléfono murió.

Él exhala un fuerte suspiro, y luego se va, el sonido de una


puerta cerrándose de golpe detrás de él. Mis hombros se
desploman, y casi me caigo en el suelo de baldosas desgastadas,
para llorar.
Es decir, hasta que regresa con una cazadora en la mano, y
me la arroja, sacando la cabeza hacia la grúa, estacionada en el
frente.
—Póntelo.

Su orden es fría y llena de seriedad. Así que deslizo la


chaqueta sobre mi cuerpo e inmediatamente, sólo por el olor, sé que
le pertenece. Huele a la esencia misma de Roman y coches, todo
envuelto en uno. Ahora me doy cuenta de que esto, se está
convirtiendo lentamente en mi aroma favorito.
Siguiéndolo hasta la camioneta, espero mientras cierra la
tienda con llave, y procedo a darle indicaciones hacia donde dejé mi
auto. Mientras está allí bajo la lluvia, engancha mi auto a la grúa y lo
trae de regreso a la tienda. Lo hace todo, sin siquiera dirigir una
palabra hacia mí. Ni siquiera una mirada en mi dirección. Decir que
me siento como una carga, sería ponerlo a la ligera.
Miro en silencio mientras trabaja en el coche, en el espacioso
garaje. Hay otros vehículos alzados sobre gatos, y algunos se ven
peor por el desgaste. Hay unos pocos que se ven increíbles, como
el auto en su garaje. Mi mirada se desliza sobre sus músculos
expuestos, y la delicadeza de sus manos, mientras trabaja con
herramientas debajo del capó del auto. Quiero entablar una
conversación y preguntarle cuál es el problema, pero una parte de
mí, tiene demasiado miedo para decir algo. Últimamente hemos
tenido demasiados momentos extraños, y no estoy segura de cómo
sentirme con él.

Un día, sólo somos vecinos, y otros días, somos vecinos que


se besan y se tocan con los pensamientos del otro. Ha insinuado
que sabe que me toco con sólo verlo en su habitación, en lo que
pensé que era la seguridad de mi hogar. Se ha dado cuenta de mi
atracción por él, y todo lo que recibo son sus cambios de humor y
sus raras sonrisas. No puedo seguir el ritmo de este hombre.

—Tú estás enfadado conmigo. Lo entiendo.


Se burla, todavía trabajando en el coche. Está recostado sobre
una de esas cosas con ruedas ahora, inspeccionando debajo de mi
auto, mientras está en el gato.
—No te entiendo, Rome. Pensé que estábamos... conectando.
Pensé que finalmente nos estábamos haciendo amigos.
—No soy tu amigo, Olivia. Y no quiero ser tu amigo.

Mi corazón se rompe ante el comentario cáustico.


—Podemos ser vecinos amistosos.
—No quiero eso tampoco.
Aprieto los dientes.

—Entonces, ¿qué quieres, Rome? ¿Quieres que no tenga


amigos? ¡No te entiendo! Te dije que no quise decir, lo que dije la
otra noche. Salió mal. Travis me ha estado acosando por ti, y
simplemente... Dios, se me resbaló.
Sale de debajo del coche y se pone de pie.

—¿Por eso crees que estoy loco?


—¡Si!
Su pecho se hincha, subiendo al inhalar. Aprieta la mandíbula,
los músculos saltan contra su piel bronceada.
—Estoy enojado porque no puedo sacarte de mí maldita
cabeza, Olivia. No puedo dejar de pensar en ti. Incluso cuando sé
que no debería hacerlo. Estoy enojado porque me importa una
mierda.
Su respuesta me deja sin aliento. Tira su trapo de aceite,
claramente frustrado. Me pongo de pie con las piernas temblorosas,
y lo siguiente que sé, es que estamos a unos centímetros de
distancia. Me mira fijamente, esos ojos brillantes taladran agujeros
en mí. Tan de cerca, es fácil admirar lo guapo que es. Hay un ligero
desgarro en su mandíbula inferior, pero no hace nada para ocultar
su buen aspecto masculino. Esos labios regordetes prácticamente
me están llamando, y cuando lo miro a los ojos, veo la intensidad
allí. Lo siento. La forma en que viaja, a través de mi cuerpo en
ondas. La forma en que acaricia mi alma, con una delicadeza que
no he tenido el placer de sentir, en toda mi vida.
Olas de electricidad estática entre nosotros, la tensión crece y
se hace más grande, de modo vertiginoso y poderoso, no puedo
respirar sin inhalarlo a él.
Su misma esencia se infiltra en mis sentidos.

Mi lengua sale disparada, deslizándose por mi labio inferior, y


sus ojos siguen el movimiento, calentándose como si fueran lava
fundida. Como una goma elástica rompiéndose más allá de su
capacidad, nos precipitamos en un lío de calor y pasión. Nuestras
bocas chocan, también las lenguas y siento sus manos sobre mi
piel, acariciando mi cuerpo. Se siente como si me estuviera
marcando con fuego, marcándome como suya. Gimo en él, mientras
enreda su mano, en los mechones empapados de mi cabello.
Mi vestido se pega a mi piel, pero a él no parece importarle.
Con un gruñido urgente que reverbera en su pecho, agarra la parte
superior de mi vestido y tira de los lazos. Cuando toma mi pezón en
su boca, mi cabeza cae hacia atrás y gimo, empujando mi pecho
hacia él. No me importa que este hombre, no haya sido más que un
idiota, desde que me mudé. No me importa que sea obvio, que tiene
un grupo de mujeres que lo quieren. Ni siquiera me importa que me
odie. Todo lo que me importa es ésto. Sentir sus manos y boca
sobre mí. Todo lo que quiero sentir es a él. Su lengua se mueve y
sigue jugando con mis pezones, hasta que soy un desastre húmedo
y jadeante.
Con movimientos rápidos y hábiles, me toma en sus brazos,
me deja encima del coche y abre mis piernas. Echo la cabeza hacia
atrás, y mis ojos se mueven hacia la parte posterior de su cabeza,
cuando él tira de mis bragas hacia un lado y su lengua se desliza
hacia mi intimidad. Me folla con su boca que es demasiado hábil
para ser normal. Su lengua se sumerge dentro de mí, jugando con
mi entrada, follándome hasta que soy un desastre jadeante y
tembloroso.

Cuando Roman desliza un dedo dentro de mí, grito ante la


sensación. Con su lengua revoloteando sobre mi clítoris y su dedo
largo y grueso bombeando dentro y fuera de mí, me está
conduciendo por la pared. Puedo sentir el orgasmo construyéndose.
El latido en mi centro se vuelve incesante, y el resplandor de calor
que se arrastra sobre mi piel es devorador.

—Cristo. Estás tan jodidamente mojada —me acaricia, jugando


con mi coño, hasta que me corro en sus dedos—. Eso es, Olivia —
elogia—. Vente por todos mis dedos. Así, nena.
Cegadores remolinos de color estallan detrás de mis párpados,
y mi cuerpo sufre espasmos. Las réplicas de mi orgasmo me
recorren, mientras su lengua todavía revolotea sobre el haz de
nervios. Él arrastra su lengua hacia abajo, lamiéndome. Está
sorbiendo y besando, como si se hubiera estado muriendo, por
saborearme en su lengua durante años.
Cuando Roman se pone de pie, flotando ante mí, mi centro late
dolorosamente, mientras observo la expresión abrasadora de su
rostro. Sus ojos son charcos líquidos de calor, mientras me mira.

Su boca desciende sobre la mía, y dejo escapar un gemido


vergonzoso, cuando me pruebo en su lengua. Mis jugos se adhieren
a sus labios. Un dolor satisfactorio florece entre mis piernas, al
pensar en los restos de mi sexo aferrándose a él.
Hay un segundo en el que nos alejamos, en el que
simplemente estamos jadeando por el aliento que tanto
necesitamos. Usamos este segundo para respirar mutuamente,
buscándonos a los ojos. Mi corazón tartamudea ante la mirada en
sus ojos, mientras me mira. Debajo de todo el calor y el deseo, hay
una suavidad que tira de algún lugar profundo, que nunca ha sido
tocado.
Con la punta de sus dedos, roza mis muslos, sin apartar los
ojos de mí ni una sola vez. La piel de gallina estalla sobre mi piel,
con su suave toque. Él arrastra sus manos hacia arriba, agarrando
el dobladillo de mi vestido, y con movimientos lentos y metódicos,
quita el vestido húmedo de mi cuerpo. Su mirada enciende un rastro
de fuego a través de mi carne, mientras mira mi cuerpo.
Lo ayudo a quitarse la ropa, y cuando vislumbro su pecho
bronceado y tonificado, paso las uñas por su piel, disfrutando del
sonido de su agudo siseo. Incapaz de ayudarme a mí misma, caigo
de rodillas en el garaje y lo miro a través de mis pestañas. Su
mandíbula está en una línea dura, su cuerpo rígido, mientras espera
a ver qué voy a hacer a continuación. Sin querer decepcionarlo,
tomo su polla en mi boca. Su cabeza se desliza sobre mi lengua, y
lo succiono, hasta que está tocando la parte posterior de mi
garganta. Deja escapar un gruñido agudo, mientras una de sus
manos va a mi cabello y tira muy suavemente. Él guía mis
movimientos. Con una mano, acaricio su base, mientras tomo la
mayor parte que puedo de su longitud.
Es almizclado y salado, la combinación perfecta.

Incapaz de aguantar mucho más, me arrastra por el pelo, me


levanta en sus brazos, y me insta a que envuelva mis piernas
alrededor de su cintura. Luego, sin previo aviso, empuja dentro de
mí. Difícil. Jadeo su nombre con dolor de placer, esperando que mi
cuerpo se acostumbre a su tamaño. Nuestros ojos se sostienen,
mientras mi respiración se dispersa, y lentamente comienza a
moverse dentro de mí. Deslizándose hacia adentro, luego hacia
afuera, me toma como ningún hombre lo ha hecho. La sensación de
él es tan perfecta, que electrifica mi columna lumbar. Me está
infundiendo nueva vida, entrelazando nuestras almas como una
sola.
Echo un vistazo a nuestro reflejo en el espejo de la pared, y
dejo escapar un gemido vergonzoso. Ver nuestro reflejo, la forma en
que nuestros cuerpos están enredados, me está volviendo loca. Me
está poniendo increíblemente caliente. Roman baja la cabeza,
atrapando mi mirada acalorada en el espejo. Coloca sus labios
cerca de mi oído, haciéndome cosquillas con sus labios regordetes y
sus palabras sucias.
—Te gusta mirar, ¿no es así, Olivia?
Asiento, incapaz de evitarlo. Él acaricia más fuerte, más
rápido, más profundo, y clavo mis uñas en su espalda, tratando de
mantenerme a flote, cuando cada parte de mí quiere hundirse.
De todos modos, lo hago.
Caigo en ese momento. Me enamoro del hombre, con un
exterior duro.
Me enamoro del hombre, que tiene el potencial de destruirme.
Principalmente porque vale la pena enamorarse de él. Vale la pena
arriesgar mi corazón por él.
Capítulo 20
Lucky — Chelsea Cutler, Alexander 23

Roman
Nos colapsamos el uno contra el otro, apoyándonos en el coche.
Mis manos se aprietan alrededor de su perfecto cuerpo pequeño.
Mis dedos se clavan en su carne, mientras la huelo. Ella está en
todas partes a mi alrededor, envuelta en mí. Nunca tendré suficiente
de ella. Ahora que lo he probado, soy como un demonio. Seguiré
volviendo por más. No importa lo mal que puedan salir las cosas.
Una parte de mí sabe que debería alejarme ahora, pero no puedo
obligarme a hacerlo.

Lentamente, me desalojo de su cuerpo y suavemente la dejo


de nuevo sobre sus pies. Ella deja escapar un suspiro tembloroso,
su cuerpo tiembla. No sé si es, porque estuvo usando esa ropa
empapada durante tanto tiempo, o por lo que acaba de pasar. La
miro, al mismo tiempo que ella mira hacia abajo entre sus piernas, y
ahí es cuando lo veo. Mi semen se desliza por sus muslos cremosos
y, maldita sea, sé que debería estar reprendiéndome por no usar
condón, pero se necesita toda mi fuerza de voluntad para no hacerla
girar, y follarla sobre el capó de este auto nuevamente.

Me alejo de ella, tratando de recomponerme, y agarro unas


toallas de papel para ayudarla a limpiarse entre las piernas. Cuando
me vuelvo hacia ella, con una toalla de papel en la mano, veo que
su rostro tiene un tono rojo brillante.

¿Pensó que la dejaría así? ¿De pie allí sin poder hacer nada,
con mi semen todavía goteando entre sus piernas?

Poniéndome en cuclillas, le doy unas palmaditas en la parte


externa del muslo, indicándole que abra las piernas. Ella lo hace
lentamente. Dejo la toalla entre sus piernas y trazando su sexo,
limpiándola. Ella deja escapar un jadeo agudo. Su mano se posa en
mi hombro en busca de apoyo, esas uñas se clavan en mi piel. La
miro, y por la forma en que ella me está mirando ahora mismo, tiene
suerte de que tenga su auto para arreglar, o me la estaría follando
de nuevo.

—Eres hermosa. Cada centímetro de ti. —Con mi mano


todavía ahuecada sobre su centro empapado, agarro la parte
posterior de su muslo, en mi otra mano, y trazo círculos suaves
sobre su carne.
El calor le sube a las mejillas. Algo revolotea sobre sus rasgos,
mientras nos miramos el uno al otro. Ella aparta la mirada,
ordenando sus pensamientos, antes de volver a mirarme.

—No usamos condón. ¿Estás ... estás limpio?

Aún acariciando su piel, asiento. —Lo estoy.


Su garganta delgada trabaja como un trago. —Eso es bueno.
Eso es muy bueno —repite, como si no estuviera segura de qué
decir. Me hace reprimir una sonrisa—. Yo también estoy limpia. Ya
sabes, en caso de que estés preocupado. Yo también estoy
tomando la píldora, así que supongo que realmente no necesitas
preocuparte por todo esto. —Hace un gesto alrededor del desorden
entre sus piernas, y la sonrisa con la que estaba luchando se libera.
Es muy linda cuando está nerviosa.

—Eso es bueno —murmuro, mientras termino de limpiar entre


sus piernas. No pensé que fuera posible que sus mejillas se
enrojecieran más de lo que están, pero estaba equivocado. Con el
labio inferior atrapado entre los dientes, me mira fijamente, con
preguntas flotando en sus ojos.

—¿Qué estamos haciendo, Rome? Yo ... yo no hago esto.

Me levanto y tiro la toalla sucia. —Yo tampoco.


Ella pone los ojos en blanco. —Eso es una mentira. Te he visto
hacerlo. Pero estoy diciendo que no, las aventuras de una noche no
son lo mío. No puedo...

Me giro hacia ella, una mirada furiosa se pega a mi rostro. —


¿Quién dijo que esto, era algo de una sola vez?

Sus ojos se ensanchan. —¿Quieres decir...quieres seguir


haciendo esto?

Soltando un suspiro reprimido, entro en ella, apiñándola contra


el coche, y deslizo mi mano alrededor de su cuello. —Quería follarte
en el momento en que te vi de pie, junto a esa maldita camioneta de
alquiler, viéndome entrar. Quería follarte, cuando trajiste ese maldito
pastel a mi casa. Te he deseado todos los días desde entonces,
Olivia.

Algo parpadea en esos hermosos ojos de cierva, sus manos


rodean mi cuello y me besa profundamente, arrojando todo lo que
tiene en sí. No sé cómo lo sé, pero lo sé. Lo siento. Al igual que
siento cada parte de ella.

Suavemente, se echa hacia atrás, su pecho sube y baja,


rápidamente, para adaptarse a su respiración agitada. La forma en
que me está mirando, a través de esas pestañas gruesas, me hace
querer deslizarme dentro de ella, y olvidar que la vida real existe,
pero cuando miro el auto a nuestro lado, no tengo esa opción.
Necesito mantenerlo en mis pantalones, al menos un poco más.
Mis brazos se aprietan alrededor de sus delgados hombros,
cuando tiembla en mis brazos. Puedo sentir la piel de gallina en su
piel. Estuvo bajo la lluvia, durante Dios sabe cuánto tiempo, y su
cabello todavía está húmedo como una mierda. Saliendo de ella,
corro hacia la tienda, regresando con un conjunto extra de ropa, que
guardo en una bolsa de lona en mi casillero.

—Aquí, ponte esto. Te ayudarán a mantenerte abrigada hasta


que tu ropa se seque. —Le entrego la camiseta limpia y los
pantalones cortos. No caben, no en su pequeño cuerpo, pero son
suficientes para mantenerla cubierta, hasta que lleguemos a casa.

Mientras se viste, vuelvo a trabajar en el coche. Siento su


mirada sobre mí mientras trabajo. Hubo una grieta en el bloque del
motor y tiene una junta con fugas. Para un automóvil de este modelo
y año, será necesario pedir la mayoría de las piezas, pero aparte de
eso, no es nada que no pueda arreglar.

La miro, a punto de darle la noticia, pero me detengo cuando la


veo. Ella ya me está mirando, con las mejillas enrojecidas, el cabello
revuelto en esa mirada de recién follada. Se ve hermosa, sentada
allí, ahogada en material, su hermoso cuerpo escondido detrás de
mi ropa. Verla así hace algo; despierta algo primordial en mí. Sus
piernas se acercan a su pecho, su barbilla descansa sobre sus
rodillas, mientras mira.

—Entonces, ¿cuál es el veredicto? —pregunta, señalando con


la barbilla hacia el coche—. ¿Ella va a sobrevivir?

—Finalmente. Tiene una junta con fugas y el bloque del motor


está roto. Eso es lo que estaba causando la escasez y el humo
debajo del capó. Tendremos que pedir la pieza de repuesto, lo que
puede tardar entre una y dos semanas.

Su rostro cae, todo el humor se evapora de su rostro. —Guau.


Justo cuando pensaba que estos últimos días, no podían ser
peores.

Después de limpiarme los restos de grasa de las manos, tiro el


trapo sobre el auto y acorto la distancia entre nosotros. Me poso en
la silla junto a ella, mirándola.

—Supongo que han sido unos días de mierda para ti.

Ella se burla. —Eso es ponerlo a la ligera. No estoy seguro de


si el universo ha decidido castigarme por algo. Como si no hubiera
pagado lo suficiente en mi vida.
Las comisuras de mi boca se curvan en una sonrisa. —
¿Siempre eres tan dramática?

Su propia boca se curva en una sonrisa levemente reprimida.

—¿Siempre eres un idiota?

Me inclino, presionando mis labios contra su sien. —Creo que


sabes la respuesta a eso ya, nena. —Empujándome hacia arriba,
extiendo mi mano, con la palma hacia arriba entre nosotros, y
espero a que ella la tome—. Vamos. Se está haciendo tarde. Vamos
a casa.

—¿Mi casa o la tuya?

—Tuya. Llevo semanas muriendo por follarte en tu cama.

—¡Roman! —se burla al jadear, dándome una palmada en el


brazo.

Sigo a Olivia a su casa. Como su ventana todavía está rota, sólo


cubierta con un trozo de madera que noté la otra noche, hay una
brisa fresca aquí.

Ella lanza un profundo suspiro, su mirada se posó en la


ventana, probablemente siguiendo mi línea de pensamiento.

—Hace frío aquí, ¿no?

Asiento con la cabeza y dejo caer mi petate al suelo. —Dame


un segundo. Vuelvo enseguida. —Me toma dos viajes, pero cuando
finalmente cierro la puerta de entrada detrás de mí, y Olivia ve lo
que hay en mi mano y el resto de las herramientas en el suelo, sus
ojos ensanchar.
—Roman, ¿qué hiciste?

Me encojo de hombros, dirigiéndome hacia la ventana rota,


para quitar la madera. —Planeaba arreglarlo la otra noche, cuando
tu jefe estaba aquí.

—Oh —exhala.

Le doy la espalda, mientras trabajo en abrir el marco de la


ventana. Tengo un amigo que vende ventanas a un precio con
descuento. Dado que nuestras casas son espejos entre sí, no
necesitaba exactamente medidas, ya que ya tenía las mías, cuando
agregué nuevas ventanas en la casa, hace seis meses.
—¿Me compraste una nueva ventana? —susurra, todavía
tratando de entenderlo todo. Lanzo un profundo suspiro. Conozco a
Olivia lo suficientemente bien, como para saber que nunca estará
realmente de acuerdo, con que le compre una ventana. Demonios,
probablemente ni siquiera se alegrará de que sea yo, quien la
ponga. Intentará devolverme el dinero, tal vez incluso incluir los
costos de mano de obra, pero no es por eso que estoy haciendo
esto. De ningún modo.

Entonces, miento.

—Cambié las ventanas de mi casa hace unos seis meses. No


me di cuenta de que pedí una extra, y es del tamaño exacto de tu
ventana delantera. Pensé que la necesitabas más que yo.

Escucho sus suaves pisadas y me tenso, cuando ella apoya su


mano en mi espalda. Lentamente, me vuelvo hacia ella. Hay una
dulzura en sus ojos, disculpas escritas todo sobre su cara.
—La otra noche, cuando estabas afuera con Max ...

—Iba a traer todo y trabajar en arreglar la ventana, pero no


estabas en casa. Lo llevé a dar un paseo. Quería asegurarme de
que no hubiera nadie en el vecindario mientras aún estabas fuera.
Sus ojos brillan con algo de emoción, y tomándome
completamente desprevenido, se inclina y me besa. Sus suaves
labios trabajan con los míos, su tentadora lengua jugando con la
mía.

—Realmente lamento lo que dije. No puedo decir, a estas


alturas, que no significas nada para mí, Roman. Y quiero decir
mucho más. Creo que por eso te metes debajo de mi piel, de la
forma en que lo haces.

La esquina de mi labio se eleva algunas pulgadas. Hay tanto


que quiero decir, tanto que probablemente debería decir, pero lo
mantengo cerca de mi pecho y vuelvo a trabajar en la ventana.
Después de salir de la ducha, charla sin pensar en el fondo,
cocinando algo para nosotros en la cocina. Algo que dice me
detiene, y me doy la vuelta, mirándola, frunciendo el ceño. —¿Qué
acabas de decir?
Hace una pausa ,en lo que sea que está revolviendo en la
estufa, ante mi tono. —Dije que si no fuera por mi jefe, Travis, por
ser un idiota y hacer que me quedara hasta tarde, sólo porque lo
rechacé, hoy podría no haber sido tan malo.

La ira chispea en mi pecho. —¿Te hizo quedarte hasta tarde,


porque lo rechazaste?
Olivia lanza un suspiro cansado. —Sabes, no para sonar
dramática, pero está obsesionado conmigo. Desde que nos
sorprendió besándonos en casa de Cole, su atracción por mí se ha
intensificado, ¿y cada vez que lo rechazo? Se vuelve ... loco. —Ella
niega con la cabeza, pensando claramente en esos casos—. Ha
aparecido en la casa varias veces. ¿La noche que estuviste afuera
con Max? Simplemente apareció de la nada, para disculparse por
ser un idiota conmigo en el trabajo. Pedí tiempo libre para poder
arreglar la ventana y arreglar todo en la comisaría, y me trató como
si estuviera pidiendo tiempo libre para ir de compras.
Dejo caer el pegamento para paneles en el suelo, volviéndome
hacia ella, algo feo se está gestando en mis entrañas. —Olivia.
¿Viene a tu casa sin ser invitado? ¿Se aprovecha de ti mientras
estás en el trabajo?.

—Algo así. Quiero decir, tal vez aprovecharse de mí es ser un


poco dramática, pero supongo que sí.

—Eso es, se está aprovechando de ti, Olivia. Ningún


empleador en su sano juicio se presentará en su casa, si no ha sido
invitado. No es profesional.

—Lo sé —gime—. ¿Pero qué se supone que debo hacer?


Además de estar cerca de Travis, me encanta trabajar en la clínica.
Allí hice amigos. Y su padre es el dueño, pero me temo que
quejarse sólo traerá más problemas. Travis es un mujeriego. Estoy
seguro de que se ha acostado con la mitad de las mujeres de la
clínica, y lo último que quiero que piensen todos, es que yo también
me acosté con él.

—Necesitas hablar con este tal Samuel. O estaré hablando


con Travis. —Olivia pone los ojos en blanco—. Para.

Cogiendo el pegamento del panel de nuevo, apoyo el nuevo


panel para el vidrio en el interior, manteniéndolo quieto, mientras
espero que el pegamento se seque. Algo sobre Travis no me sienta
bien. Una parte de mí se pregunta dónde estaba la noche en que
entraron en su casa. No quiero asustarla y aludir a nada, pero el
tipo, obviamente, no está bien de la cabeza.

—¿Casi hecho? —pregunta, poniendo su pequeña mesa con


platos humeantes de comida.
Apoyo el palo contra el vidrio, asegurándome de que esté
apretado, para que todo permanezca en su lugar, mientras se seca
el pegamento del panel.
—Sí, casi. El pegamento debe secarse, pero siempre que no
toques la ventana durante uno o dos días, debería estar bien.

—Gracias. Por hacer todo esto, Roman. Eres un buen tipo,


incluso cuando intentas convencerme de que no lo eres.
Es mi turno de poner los ojos en blanco. Me incomodan sus
elogios. Es algo de lo que no aprendí mucho de niño o de adulto.
Dejando todo, me quito el polvo de las manos en los pantalones, y
me dirijo hacia la puerta.

—¿A dónde vas? Hice comida.


—Voy a comprobar cómo está Max muy rápido. Vuelvo
enseguida.

—Puedes traerlo aquí, ¿sabes? No me importa.


Hay una expresión vulnerable en su rostro. Uno que me resulta
difícil alejarme.
Una vez que Max ve hacia dónde nos dirigimos, su cola se
mueve un poco más fuerte de lo habitual y niego con la cabeza. El
perro es un puto traidor, te lo digo. Incluso cuando intentaba a
propósito mantener la distancia, e intentaba encontrar alguna razón
para no agradar a mi vecina, Max siempre se quejaba cuando la
veía.
Tan pronto como entramos a la casa, se dirige directamente al
lado de Olivia, deteniéndose junto a ella en la mesa. Con la cabeza
inclinada hacia un lado, la mira y ella se ríe. El sonido es pura jodida
dicha. Cualquier otro día, cuando lo oía, intentaba hacerlo pasar por
molesto, pero eso era sólo una mentira. Todo lo que hace Olivia, se
me mete en la piel de la mejor manera. Cuando Max coloca su pata
en su muslo, ella le da un buen rasguño en la cabeza, antes de
levantarse para lavarse las manos y traernos algo de beber.
Terminamos la cena con una conversación tranquila, y
realmente no puedo recordar la última vez que disfruté simplemente
sentarme y hablar con una mujer. Por lo general, traigo mujeres para
un polvo rápido, porque eso es todo para lo que tengo tiempo. Todo
lo que realmente tengo para ofrecer. Las relaciones nunca me han
interesado un ápice, hasta ahora. Demonios, no me he acostado
con nadie desde la noche en que Olivia decidió, que le diría a mi
última aventura de una noche que tengo gonorrea. ¿La peor parte?
Desde que se mudó a la casa de al lado, ha sido la única mujer en
mi mente. Intenté cerrar el trato con muchas otras mujeres, pero no
pude. Estuve pensando en ella todo el tiempo. No las mujeres
debajo de mí, ella . No sabía qué decía eso sobre mí, ella o
nosotros, pero todo lo que sabía era que ella era todo en lo que
podía pensar. La única mujer que aparentemente, me pone la polla
dura estos días.

Mientras ella limpia en la cocina, recojo el desorden de la sala


de estar, recojo las herramientas para llevarme a casa y me
deshago de la tabla y los fragmentos de vidrio sobrantes de la
ventana rota. Una vez que tengo todo limpio y Max está de vuelta en
casa y dormido, reviso dos veces la ventana recién instalada,
satisfecho en cómo está asentada.

Escucho un pop suave detrás de mí, y cuando me giro,


encuentro a Olivia sentada con las piernas cruzadas en su sofá,
mirándome de cerca, con una piruleta colgando de su boca. Una
sonrisa asoma las comisuras de sus labios.
—Una chica puede acostumbrarse a esto.

—¿A qué exactamente?


—Un chico atractivo en medio de su sala de estar, poniendo de
nuevo las piezas de su miserable vida.

Cerrando la distancia entre nosotros, miro fijamente la forma


en que el palo de la piruleta, sobresale entre esos labios rosas
picados por las abejas. Agarrando el extremo que cuelga de su
boca, tiro, y ella lo suelta con un pop que va directo a mi ingle.
Tomando la piruleta, me la meto en la boca y su boca se abre, sus
ojos se calientan de deseo.
Sobre esa cama.

Se lame los labios y se pone de pie, al tiempo que dice.


—Oh, es cierto. ¿Qué fue lo que antes? ¿Has estado
esperando para follarme allí? —

Cristo en el cielo.
Mi polla pasa de media asta a dura como una piedra, con sus
palabras. Esa boca será mi muerte.
Sabiendo el efecto que está teniendo en mí, Olivia sonríe. Es
francamente sexy y llena de seducción. Tomando mi mano entre las
suyas, me arrastra detrás de ella, guiándome hacia su dormitorio.
Con movimientos lentos y metódicos, se quita la camiseta por
la cabeza y la deja con un sujetador deportivo. Me dejo caer en
cuclillas junto a ella en la cama, descansando mis manos en sus
caderas. Escucho su respiración brusca, mientras comienzo a tirar
su trasero por sus piernas. Ella descubre su centro para mí, y gimo
cuando miro más de cerca su coño. De vuelta en el garaje, todo fue
rápido y caliente, pero aquí, quiero tomarme mi tiempo con ella.
—Robaste mi piruleta —susurra, metiendo el labio inferior
entre los dientes, y mordisqueándolo.

—Quería probarte.
Sus cejas se hunden. —¿Y pensaste que era mejor hacerlo
con una paleta? —Escucho la diversión en su voz. Eso es lo que
hace que lo que voy a hacer a continuación sea tan perfecto.
—Puedo mostrártelo mucho mejor de lo que puedo decirte,
Sunshine. —Tomando la piruleta, arrastro la bola de azúcar
pegajosa por su estómago y me detengo justo sobre su hueso
púbico. Ella jadea, y cuando la miro, veo el brillo de complicidad en
sus ojos.
Tomando el caramelo, lo giro alrededor de su clítoris,
disfrutando la forma en que se retuerce en la cama. La forma en que
sus caderas se bajan de las sábanas y gime, rogando por más.
Aplico más presión, girando a través de sus pliegues, y luego me
detengo en su entrada.

—¿Te gusta eso, Olivia?


—S-sí —jadea.

Mientras deslizo la ventosa dentro de su coño, ella gime,


sacando una risa profunda de mi pecho. —Ya me lo imaginaba.

La follo lentamente, deslizando la piruleta hacia adentro y


hacia afuera, observando la forma en que sus paredes agarran el
caramelo, la forma en que su coño brilla y gotea con semen. Con un
último golpe, lo saco y deslizo la paleta sobre mi lengua,
saboreándola.
Sus ojos se cierran de golpe, y echa la cabeza hacia atrás
sobre las sábanas. —Oh Dios mío.

Yo sonrío. —Sabes bien, bebé. —Dirijo mi cabeza con un


deslizamiento de mi lengua, sobre su pequeño y perfecto coño. Todo
su cuerpo sufre espasmos, y los ruidos que salen de su garganta,
rebotan en las paredes de su habitación, me están volviendo loco.
—¿Quieres probarte a ti misma?

Cuando no dice que no, paso la piruleta por sus labios, hasta
que la abre y luego la desliza sobre su lengua. Nunca ha habido una
vista más perfecta que esta.

Mis bolas se tensan y, incapaz de contenerme por más tiempo,


me quito la ropa y me deslizo entre sus piernas, presionando mi
polla contra su entrada. Cuando me deslizo dentro de ella, mis ojos
se cierran de golpe, y sus paredes me agarran como un tornillo de
banco.
El sexo con esta mujer es adictivo. Todo en ella es adictivo, tan
adictivo que no puedo tener suficiente de su cuerpo, incluso hasta
bien entrada la noche.
Capítulo 21
Softly — Clairo

Olivia
Me despierto a la mañana siguiente, decepcionada de que el lugar
junto a mí en la cama, esté vacío. Levantando mis brazos sobre mi
cabeza, me estiro, saboreando el leve escozor entre mis piernas.
Anoche fue ... como nada que haya experimentado antes. Roman es
como nadie que haya experimentado antes. Porque eso es
exactamente lo que es, toda una maldita experiencia.
Cuando estaba con Reid, una vez pensé que nuestra vida
sexual, era de lo que estaban hechos los sueños. Resulta que no se
acerca a mi vecino. No es que esperaba que lo hiciera de todos
modos. Nunca me había sentido tan conectada y tan consumida por
una persona, como me siento con Roman.

Mientras voy del dormitorio al baño, en silencio agradezco a mi


estrella de la suerte, que hoy es mi día libre. Ni siquiera puedo
imaginarme tratando de concentrarme en el trabajo, mientras las
imágenes de anoche siguen pasando por mi mente. La rigidez que
irradia la parte inferior de mi cuerpo, también es otro delicioso
recordatorio de la noche anterior.

Intento no dejar que me moleste que me desperté sola,


después de todo lo que pasó anoche. No es que esperaría una linda
nota de un hombre como Roman. Realmente no parece el tipo. Me
ducho y me visto rápidamente, tratando de no dejar que mis
preocupaciones se apoderen de mí. Mientras avanzo por el pasillo,
me congelo cuando escucho un ruido sordo afuera. Mi corazón salta
a mi garganta, y el miedo se instala en mi estómago.
Lentamente, avanzo por el pasillo hacia la sala de estar. Mi
mirada vuela inmediatamente a mi ventana recién instalada, y no
puedo evitar la leve vuelta de mis labios. Se borra de mi cara,
cuando veo una forma grande fuera de la ventana.

Sin pensarlo bien, corro hacia la puerta principal y la abro. Me


paro en el porche con los pies descalzos, mirando la escena frente a
mí, con la mandíbula desquiciada por la conmoción.

—¿Roman?
Hace una pausa cuando me escucha y me lanza una mirada
por encima del hombro. Lleva otra de esas camisetas negras que
abraza sus bíceps a la perfección. Sin embargo, eso no es lo que
me tiene clavado en el suelo en estado de shock. Es el hecho de
que hay una caja de tulipanes nuevos a su lado, y justo al lado están
los viejos que habían sido pisoteados hasta la muerte.

—¿Es esto un sueño?


Él se ríe. El sonido es cálido y áspero, ya que viaja por mi
cuerpo en ondas. —¿Esta es la mierda con la que sueñas, nena?

Trago con dificultad, mi corazón se acelera un poco al


escuchar el nombre. Después de dormir juntos, el término de
repente adquiere un significado completamente nuevo en mi
cabeza. —¿Me estás llamando, nena? —chillo.

Roman se pone de pie en toda su altura, secándose las manos


sucias en los pantalones, mientras cierra la distancia entre nosotros.
No hace ningún movimiento para tocarme, pero mientras lo miro a
los ojos, prácticamente puedo sentir el calor que se acumula allí.
Puedo sentir su necesidad. Compite con el mío. Hay un ladrido
agudo, y es entonces cuando noto a Max, de pie obedientemente al
lado de su dueño, mirándome con la cabeza ladeada.

Estoy bastante segura de que esta no es la primera vez que te


llamo así. ¿Prefieres que te llame de otra forma?
Niego con la cabeza. —Nop. Me gusta, nena está bien, es
perfecto.

Él sonríe, obviamente sabiendo el efecto que está teniendo en


mí. Echo un vistazo, alrededor de su gran figura, a las flores nuevas
que Max ahora está oliendo. Se aparta de ellos, claramente
desinteresado.

—Tonta, lo sé, pero ... ¿qué estás haciendo exactamente?

—Te acompañaré, haciéndote de flores nuevas.

Me rasco la parte de atrás de mi cuello. —¿Haces esto


mucho? ¿Comprar flores y plantarlas para la gente, en el jardín de
su casa?

Su sonrisa es torcida, revelando ese pequeño hoyuelo en su


mejilla, y hace que mi estómago se revuelva, como si acabara de
darme un chapuzón en una montaña rusa. —Normalmente no. Sin
embargo, le he plantado la mitad del jardín de Josie.

Alzo las cejas, reprimiendo una sonrisa. —¿Oh en serio? Miro


al otro lado de la calle a la mujer en cuestión. El sello de
desaprobación en su rostro está siempre presente, mientras nos
mira. —Entonces, ¿tengo bastante competencia?

—Yo diría que sí.

Pierdo la batalla y me echo a reír. —Sabes, cuando no estás


siendo un idiota, eres un poco gracioso.

Se encoge de hombros, luchando contra su propia risa. —Es


un regalo.

Pongo los ojos en blanco. —¿Cuánto tiempo has estado


haciendo esto? Puedo, uh, puedo prepararte el desayuno, si eso es
algo que quizás quieras.
—No, no te preocupes por eso. De todos modos, tengo que
empezar un poco.

No es mi intención que lo haga, pero la sonrisa tonta que


llevaba, de repente se me cae de la cara y me muevo torpemente
sobre mis pies. Me siento como una idiota por suponer que él
querría desayunar juntos, después de anoche. Quiero decir, ¿y si
reemplaza mi ventana, se queda a pasar la noche y está plantando
flores nuevas para mí? Este es un comportamiento masculino
normal. Esto es casual. Yo puedo con esto.

—Oh. Correcto. Si. Totalmente. —Estoy balbuceando


respuestas de una palabra en rápida sucesión. Me doy cuenta de
que probablemente sueno como una idiota, pero parece que no
puedo dejar de hablar.

—Puedes dejar las flores si tienes algún lugar para estar.


Puedo llegar a ellos más tarde—

Obligo una sonrisa y giro sobre mis talones, regresando al


interior, antes de hacerme ver como una idiota aún más grande,
frente a él.
Roman me llama, pero ya estoy cerrando la puerta principal
detrás de mí. Me ocupo en la cocina, preparando el desayuno, y
luego paso al dormitorio. Cambio mis sábanas y lavo un montón de
ropa, todo con la esperanza de que me ayude, a dejar de pensar en
Roman. No debería dejar que me molestara que no quisiera
desayunar conmigo. Este es mi problema. Es por eso que hacer
algo casual, no es para mujeres como yo. Pensamos demasiado.
Me preocupo demasiado. La atracción que siento por Rome es
peligrosa, no porque no confíe en él, sino porque no confío en mí.
No estoy en un lugar en mi vida, donde pueda arrastrar a alguien
más a mi lío. Lo he hecho, una vez antes, en mi última relación, y no
salió muy bien.

No tengo nada que ofrecer más que el aquí y ahora. No puedo


prometer un futuro, porque mi futuro no está prometido. Por eso me
mudé aquí y comencé de nuevo. No para encontrar el amor, sino
para vivir la mejor vida que pueda, mientras pueda.

Sintiéndome abrumada por mis pensamientos, hago una


pausa, frente a mi rincón de lectura improvisado, y miro la casa de
Roman. Un grito ahogado pasa volando por mis labios y salto de
sorpresa. Ha estado ahí parado quién sabe cuánto tiempo
mirándome. Sus manos están enrolladas alrededor del alféizar de la
ventana. Está sin camisa y parece recién duchado. Su cabello
oscuro cuelga sobre su rostro.

Tragando saliva, abro la ventana y apoyo la cadera en el


rincón, reflejándolo.

—Quiero mostrarte algo. —Su voz viaja a través del pequeño


espacio entre nuestra cerca y ventanas. Trago, optando por el
humor.

—¿Planeas mostrarme desde esta ventana?

Su boca se arquea. —¿Estás vestida?

Asiento con la cabeza, atrapando mi labio inferior entre mis


dientes con anticipación. —Encuéntrame en el frente.

Cerrando la ventana de golpe, me pongo los zapatos y cierro la


llave detrás de mí. Cuando bajo los escalones del porche, Max ya
está allí, saltando sobre mis piernas.

—Hey amigo. —Le rasco detrás de las orejas, disfrutando la


forma en que se inclina hacia mi toque, como si no pudiera tener
suficiente de mí. Ante el agudo silbido de su dueño, Max corre hacia
Roman, quien lo deja entrar a la casa.

—Entonces, ¿qué es lo que me estás mostrando? —pregunto,


siguiéndolo al garaje, hacia su coche. Me abre la puerta del lado del
pasajero y me ayuda a entrar.
—Verás.
Cabalgamos en silencio, y mi confusión sobre lo que está
pasando entre nosotros sólo crece, cuando deja Campbell y sigue
hacia el sur. Cuando veo las señales de Oakland, mis ojos se abren.
Mientras le lanzo una mirada cautelosa, la pregunta está en la punta
de mi lengua.
Debe saber que estoy a punto de preguntar, porque él
responde por mí. —En mis días libres, siempre vengo a visitar a mi
hermano. No rechacé el desayuno contigo por ser un idiota.

Mis ojos se cierran de golpe. —Rome. No tenías que traerme


aquí para esto. Pensé que me estabas ignorando, pero ahora lo
entiendo.

Su agarre se aprieta en el volante. —Te estoy trayendo porque


quiero.

El calor se esparce por mi pecho, envolviendo mi corazón. —


¿Aquí es donde creciste? —Pregunto, mirando por las ventanas,
viendo el lúgubre barrio. El cielo es más sombrío aquí que en
Campbell.

—Bastante.

Hay una tensión en su voz, como si le costara admitir que de


aquí es de donde viene. O tal vez sea sólo él, suprimiendo todos los
horribles recuerdos.

—¿Están todavía en contacto con su madre?

—No. —Su respuesta es corta y fría. Me recuesto en el


asiento, decidiendo detener mis preguntas, hasta que él esté listo
para hablar.

Conducimos durante otros quince minutos, antes de que Rome


se detenga frente a un edificio, que me tiene trabajando horas extra
para ocultar mi vergüenza. Las maderas están cubiertas de maleza
en el frente. El lugar parece una casa de rehabilitación, ¿y el hecho
de que alguien esté viviendo aquí con niños? Esa es una
perspectiva aterradora.

—Volveré en un rato.

Lo veo irse. Hay una rigidez en sus hombros que no estaba allí
antes. Su marcha es menos fluida de lo que suele ser. En su mayor
parte, el vecindario parece más silencioso de lo que esperaba. Hay
un grupo de hombres merodeando en la esquina, mirando en
nuestra dirección, pero no parecen demasiado interesados en
nosotros.
De repente hay un fuerte alboroto de voces, y cuando miro
hacia atrás al edificio, veo por qué. La puerta de entrada se abre y
se cierra detrás de Roman. Sólo desde que se abre la puerta, el
interior de ese lugar suena como si alguien estuviera dando un
concierto adentro. Demonios, si hace mucho ruido desde aquí, no
puedo imaginar cómo es por dentro.
Me enderezo en mi asiento, con una sonrisa en mi rostro,
cuando Roman sale del edificio con su brazo alrededor de los
hombros de un niño. Sé que Roman dijo que Ryder es su medio
hermano, pero sólo mirándolos juntos así, uno al lado del otro,
parecen casi copias al carbón el uno del otro. La otra diferencia es la
diferencia de edad obvia y su complexión. El cabello de su hermano
pequeño es unos tonos más claro que el de Roman, y su piel es un
tono más clara. No puedo decir si eso es sólo genética de su padre,
o si simplemente no está recibiendo suficiente sol en ese lugar.
Una vez que están a unos metros del coche, abro la puerta y
salgo. La sorpresa ilumina el rostro del joven. Mira a su hermano y
ambos se detienen ante mí.
—Hola, Ryder. Soy Olivia, la vecina de tu hermano. Es un
placer conocerte finalmente.

Para mi sorpresa, una sonrisa se apodera de su rostro. Mira a


su hermano mayor, que pone los ojos en blanco.
—Y dijiste que no te gustaba. —Ryder se ríe entre dientes.
Roman oculta su sonrisa. —Cállate.

—Créeme, tampoco me agradaba mucho al principio. Tu


hermano tiene un gusto adquirido. Definitivamente no para todos.
Ryder se echa a reír, mientras se sube al asiento trasero.
Estoy a punto de subirme al coche, cuando mi mirada se engancha
en la de Roman. Me está mirando, una dulzura en sus ojos que aún
no había presenciado. Tiene brillo estallando en mi pecho. La
sensación es ligera y aireada y, por una vez, le doy la bienvenida en
lugar de aplastarla.
Roman y su hermano pequeño se ponen al día para ir a comer.
Ryder dijo que es una tradición que salgan a comer pizza y luego
helado. Escucho su conversación, disfrutando de sus ligeras
discusiones. A pesar de que son hermanos, es fácil de decir, sólo
viendo cómo interactúa con Ryder, cómo asume el papel de padre
con tanta facilidad. Seguro, actúa como un hermano mayor, pero
también tiene el peso sobre sus hombros, como si fuera un padre. Y
prácticamente lo es. Crió a su hermano pequeño cuando su madre
no podía. No puedo evitar respetarlo. A ambos.

Nos instalamos en un reservado del restaurante. Mientras


Roman se dirige al frente para ordenar para nosotros, me quedo
atrás con Ryder.
—¿Cuánto tiempo han estado pasando el rato? —él pide.
—No tanto. Siendo la nueva vecino y todo eso, hubo algunas
semanas largas en las que estoy segura de que tu hermano me
odiaba.
—Hablaba mucho de ti. Él no te odia.

—El odio es una palabra tan fuerte. ¿Quizás, no me guste


mucho es mejor?
Ryder se ríe y menea la cabeza. —Le gustas. No te traería
aquí si no lo hiciera.

Mi corazón da un salto mortal. —¿Qué te hace decir eso?


—Eres la primera chica que me ha traído.

Me burlo, restándole importancia a eso, tratando de no dejar


que sus palabras me afecten. —Estoy seguro de que eso no es
cierto. Probablemente sólo esté ocupado. Quiere pasar su tiempo
contigo.

—Estoy seguro de que eso es cierto. Pero a propósito no tiene


citas. Yo conozco a mi hermano. Al igual que sé que significa algo
para él, si estás aquí.

Estoy atónita en silencio por las palabras de Ryder. Me lo quito


de encima cuando Roman regresa, sin querer alertarlo de que
estábamos hablando de él. Durante el resto de la comida, reímos y
hablamos, pero no puedo sacar las palabras de Ryder de mi
cabeza. No debería hacerme ilusiones con esto. No debería
encontrar alegría en esto. Pero lo hago. Dios, sí que lo hago.

Saber lo que sé sobre Roman me hace sentir algo en el


corazón: darme cuenta de que, después de todo, tal vez él siente
algo por mí. Incluso si es sólo una cosa minúscula.

Pero con todos esos buenos sentimientos, viene la culpa.


Culpa porque estoy mintiendo sobre mí misma. Le estoy ocultando
secretos y, después de la vida que ha tenido, no necesita más
sorpresas. No como las que potencialmente, podrían darle mis
noticias. Durante el resto del día, me dolieron las mejillas de reír y
sonreír tanto. No pensé que disfrutaría pasar el día con un niño y un
hombre adulto, pero lo he hecho. A veces, cuando cree que no lo
estoy viendo, veo a Roman mirándome con una expresión extraña
en el rostro. Es una mezcla de confusión y algo más que no puedo
nombrar.
De camino a casa, un bostezo arranca de mi pecho. —Gracias
por traerme hoy. Me divertí.

—Eres buena con él.


—¿Ryder? —Sonrío y me encojo de hombros—. Es fácil estar
cerca. Bien educado. Me gusta él. Quizás incluso más de lo que me
gustas.
La comisura de su boca, se convierte en una sonrisa torcida.

—Oh, estoy seguro.


—¿Alguna noticia de la trabajadora social?

—Ella dijo que esperara una llamada la próxima semana, así


que supongo que lo averiguaremos entonces. —Extendiendo la
mano, coloco mi mano sobre la suya que está apoyada en la
palanca de cambios—. Esto te va a pasar, Roman. A ambos.
Lanza una mirada rápida en mi dirección. Es de corta duración,
pero está lleno de todo lo que no puede expresar con palabras.

Cuando volvemos a su casa, me quedo sin saber si debo ir a


casa, quedarme con él o esperar a que me pida que me quede. Está
apoyado contra el auto, esos gruesos brazos cruzados sobre su
ancho pecho, mientras me mira, haciéndome sentir incómodo con el
peso y la intensidad de su mirada.
—Probablemente debería irme a casa ahora —ofrezco
débilmente. Cuando Roman no dice nada, simplemente continúa
mirándome, giro sobre mis talones y me obligo a alejarme. De
repente, el calor envuelve mi brazo y me arrastra hacia los duros
planos de su cuerpo.
—Ven aquí.

Mi corazón late salvajemente en mi pecho. Probablemente


estés cansado. —Podría estar corriendo sin dormir durante días
seguidos, y todavía encontraría un camino dentro de ti, Oliva.

Lloriqueo.
Girándome en sus brazos, siento las manos de Roman
deslizarse alrededor de mi cintura, tirando de mí contra él. Su calor
me envuelve. Su aroma embriagador es una droga. Mis pezones se
pegan a mi parte superior con anticipación y él gruñe, casi como si
pudiera sentirlo.

Con una necesidad animal que nunca antes había sentido,


Rome clava sus dedos en mi cabello y arrastra mi boca hacia la
suya. Toma mis labios salvajemente, dejándome sin huesos. Caigo
sobre él. Mis labios y mi cuerpo se rinden ante él.
Trabaja mis labios con delicadeza, su lengua acaricia la mía de
manera tan seductora, que siento los efectos dispararse
directamente hacia mi centro. No puedo tener suficiente de su boca.
La forma en que sabe, las profundas estocadas de su lengua. No
tiene restricciones, pero es tan hábil. Hay conocimiento en la forma
en que me trata, una experiencia que promete un placer demasiado
embriagador para resistir.
Nos separamos el uno del otro, ambos jadeando por el aliento
que tanto necesitamos . —No sé si odio lo bueno que eres en esto,
o si me encanta.
Sus manos se arrastran por mi trasero y se levanta. Mis
tobillos se envuelven alrededor de él, y antes de que pueda inhalar
otro aliento, sus labios están sobre los míos de nuevo. Tropezamos
dentro de su casa, chocando contra las paredes del pasillo, cayendo
sobre su cama, todo miembros y labios. Con manos frenéticas,
agarro su camisa, tratando de que se la quite. Con las luces
encendidas, puedo vislumbrar su cuerpo y un gemido resuena en mi
pecho. Paso mis manos por las crestas de sus abdominales. Es
perfecto, absolutamente perfecto.
Por cada prenda de vestir que se quita, me ayuda a hacer lo
mismo. Estoy tan atrapada en él, y lo que su toque le está haciendo
a mi cuerpo, que no lo noto, me congelo cuando me arranca la
camisa y el sujetador.

—¿De qué es esto? —La yema de su dedo traza suavemente


la fea cicatriz, a lo largo de mi esternón. Mis manos vuelan a mi
pecho, tratando de cubrirlo, antes de que pueda ver mejor, pero
agarra mi mano en la suya, deteniéndome.
No sé cómo me olvidé de esto. Demonios, no sé cómo lo está
notando ahora. Quizás porque las luces están encendidas, quizás
porque es la primera vez que nos tomamos nuestro tiempo juntos,
explorando nuestros cuerpos completamente desnudos. El calor se
eleva a mis mejillas y aparto la mirada, evitando su mirada
inquisitiva.
No hay forma de que pueda convencerme de esto o ignorarlo.
Está en la punta de mi lengua decirlo, ser sincera sobre todo, pero
un grito de asombro sale volando, en cambio, cuando me toca. Con
una caricia que es tan gentil y suave, tan impropia de él, la traza.
Pasa su dedo sobre la cicatriz, y los efectos de su toque, de sus
manos sobre mí, incluso si es sólo un dedo, hacen que mi corazón
se acelere. Mi sangre corre por mi cuerpo, rugiendo por mis oídos.
Por alguna razón desconocida, las lágrimas brotan de mis ojos.
—¿Por qué te escondes, Olivia?
Porque me gustas.
Porque si supieras la verdad, huirías. Cómo todo el mundo.
Porque quiero que me quieras.
Sin embargo, no digo ninguna de esas cosas.

—Porque la cicatriz es fea. —


—Abraza tus cicatrices. Son las que te hacen bella. Son los
que cuentan tu historia. ¿Y ésta? —Se inclina hacia mí, agachando
la cabeza para frotar la cicatriz con los labios—. No es diferente.
Me quedo sin palabras mientras este hombre me mira a través
de sus pestañas. Mechones rebeldes de cabello chocolate cuelgan
de su rostro, haciéndolo lucir juvenil y dolorosamente guapo. No sé
qué está pasando, pero la fuerza entre nosotros es tangible. Puedo
saborearlo. Todo lo que quiero hacer es inclinarme y probarlo.

—Cirugía de corazón. —Se siente como si me tragara la


lengua, después de decir esas palabras. Sus cejas se arquean hacia
abajo, y por primera vez, veo la preocupación revolotear por sus
rasgos. Está escrito allí con el color brillante de sus ojos.
—Estás bien ahora, ¿verdad? No hay ...

Asiento, pasando mis dedos por sus labios, deteniéndolo,


antes de que pueda terminar ese pensamiento. Supongo que no es
mentira si no uso palabras. Roman no necesita saber que mi defecto
cardíaco, nunca se curará al cien por cien. Es algo con lo que tendré
que vivir, por el resto de mi vida.
Podría decírselo, pero no quiero arriesgarme a que corra,
como lo hizo Reid. Creo que es por eso que se esforzó tanto, en que
nuestra relación no funcionara. Porque él sabía cuáles eran mis
probabilidades. Sabía en lo que se estaba metiendo conmigo y
temía que perderlo, significara comenzar de nuevo con otra
persona, que tal vez no fuera capaz de manejarlo.

Y mientras miro a Roman, aunque quiero que me quiera, con


la verdad y todo, con todo lo demás que ya tiene en su plato,
ocultarle la verdad es tanto para su beneficio como para el mío.
—Bésame —le ruego.
Y lo hace. Me besa hasta jadear. Se desliza por mi cuerpo, su
lengua prestando especial atención a mis pechos, sacando gemidos
de mí. Su mano se sumerge entre mis piernas, los dedos se
arremolinan entre mis pliegues húmedos. Es demasiado, las
diferentes sensaciones que está provocando, y no puedo seguir el
ritmo de todas.
Su lengua revolotea sobre mis pliegues y un largo dedo se
desliza dentro de mí. Bombea lentamente al principio, tomándose su
tiempo conmigo. Jugando conmigo, usa los dedos y la boca. Mis
manos se aferran a sus sábanas y me retuerzo en la cama. Mi
estómago se hunde con las sensaciones eufóricas, que evoca en mi
cuerpo. Siento que mi orgasmo se avecina. Estoy a punto de
acabar, sólo por su lengua.
Cuando desliza un segundo dedo dentro de mí y comienza a
hacer tijeras, yendo más rápido, luego más lento, mis manos vuelan
a su cabeza en busca de apoyo.
—Eso es, bebé —respira en mi sexo, mientras me folla con la
boca y los dedos. Monta mis dedos—. Así, Olivia, así.
Los colores parpadean esporádicamente detrás de mis
párpados cerrados, y gimo, mi cuerpo sufre espasmos violentos en
la cama, mientras mi orgasmo me atraviesa. Sus movimientos son
tan rápidos, que apenas tengo un momento para recuperar el
aliento, antes de que me coloque a cuatro patas y se quede detrás
de mí, inclinando su polla hacia mi entrada.
—Jesucristo, te ves bien así —gime, mientras se desliza
dentro de mí. Nuestros gemidos son un coro a nuestro alrededor. El
sonido de la carne húmeda golpeando, y los gritos de placer, se
filtran en la habitación. Con una habilidad que estoy empezando a
amar y a odiar, me golpea contra el colchón por detrás. Lo
encuentro tan caliente cuando miro hacia arriba, mirando por la
ventana, y encuentro nuestro reflejo mirándonos. Si miro lo
suficiente, puedo ver dentro de mi habitación, pero ahora mismo,
todo en lo que puedo concentrarme son los fuertes tendones de los
músculos que saltan y se flexionan en el cuerpo de Roman,
mientras me folla.
—¿Estás mirando, bebé? —Me susurra seductoramente al
oído, señalando su ventana. Gimo, porque sí, estoy mirando y
encuentro que no puedo apartar la mirada. Nuestra diferencia de
altura debería ser un problema, pero así, la forma en que se eleva
sobre mí, llevándome es tan caliente. Cuando levanta mis piernas,
cambiando el ángulo de sus embestidas, mis ojos se mueven hacia
la parte posterior de mi cabeza. La punta de su polla está golpeando
algo dentro de mí, y con cada embestida, frota, construye y
construye, hasta que siento que estoy a punto de explotar.
—Oh Dios —me ahogo.

—Puedo ver todo desde aquí, Olivia. Incluso en la oscuridad.


—Mi núcleo se aprieta violentamente ante sus palabras, porque sé a
qué se refiere. Jesús. Esto es un desastre. Mirando más allá de
nuestro reflejo, miro dentro de mi habitación y tiene razón. Puedo
ver todo. Incluso en la oscuridad. Mi corazón comienza a latir con
fuerza al darme cuenta.

—Cada vez que estaba con ellas, pensaba en ti. La mujer de al


lado que no podría tener. La que no merecía tener.
Sus palabras envuelven mi corazón y aprietan. Los efectos me
golpean directamente en el centro.
—Entonces, ¿cada vez que ... viste ...? —Jadeo, tratando de
forzar las palabras a salir de mis labios, pero con cada empuje de
sus caderas, me deshago un poco más. Me estoy enamorando de él
un poco más.
Besa un camino por mi cuello. —Oh, lo vi, nena. Yo lo vi. Te
anhelaba.
—Roman —gimo, sus palabras son mi perdición.

—Eso es, cariño. Ven por toda mi polla.


Yo hago precisamente eso. Con cada giro de sus dedos sobre
mi clítoris, cada bombeo de sus caderas, aguanto mi orgasmo,
palabras y ruidos que salen de mis labios como nunca antes. Me
dejo caer sobre la cama, y su agarre en mis caderas se aprieta
cuando termina. Él me sigue, poco después, tomándome en sus
brazos.
Ambos nos quedamos ahí, mirando al techo, mientras
trabajamos para controlar nuestra respiración. Hay un aullido
repentino que viene de su pasillo, y lo miro, riendo entre dientes.
—Alguien se siente excluido.

Los labios de Roman se arquean. —Bastardo cachondo.


Sus dedos suben y bajan por mi columna, con movimientos
ligeros como una pluma, prácticamente adormeciéndome. Descanso
mi mejilla en su pecho, disfrutando de la sensación de su piel cálida
debajo de la mía. El sonido de su corazón latiendo, la sincronicidad,
es una canción que no me di cuenta de que estaba deseando
escuchar.
—Sabes, siempre me pregunté qué decía este tatuaje. —Paso
la yema de mis dedos, sobre el tatuaje escrito en su pectoral.
—Lo tengo hace un tiempo. Durante uno de mis períodos en la
cárcel. —Sonrío tristemente, pensando en las palabras escritas en
su piel.

Aprender del ayer. Vivir al día. Esperanza para el mañana.


—Creo que un día, cuando deje de ser gallina, conseguiré uno.
Ha estado en la parte superior de mi lista de deseos, pero estoy
segura de que sabes cómo va eso.
Se ríe con voz ronca. —Realmente no. No me di cuenta de que
la gente todavía hacía listas de deseos.
Pongo los ojos en blanco. —¿Me estás diciendo que no tienes
uno?
—Nop.

—Bien, compartiré el mío contigo. Quiero decir, sólo parece


justo.
Su pecho retumba debajo de mí mientras ahoga su risa y eso
me hace sonreír. Dios, podría acostumbrarme a esto.
Un pensamiento de repente me golpea, y aunque podría
arruinar el estado de ánimo, necesito saberlo.

—¿Puedo preguntarte algo?


Su respuesta es un brusco—Sí—que siento vibrar debajo de
mi cabeza.
—¿Cuántas mujeres ...? —Hago una pausa, tratando de
encontrar una manera de formular la pregunta—. Desde que me
mudé, ¿con cuántas mujeres te has acostado? —Siento que los
músculos de su pecho se tensan, y salto para agregar— Sólo
pregunto, por todas las mujeres, que vi ir y venir.
Calla. Demasiado silencioso. Empiezo a preguntarme si tal vez
lo cabreé de alguna manera, o lo llevé demasiado lejos, al hacerle
una pregunta como esta. Pero cuando lo escucho reír, le doy un
codazo en las costillas, torciendo mis propios labios con pesar.
—Dos. Ambos fueron para purgarte de mi mente, y todos los
demás con los que intenté, simplemente ...
Mi corazón late rápidamente ante su admisión. —¿Justo lo...?
—Simplemente no sucedió. No pude hacerlo. Especialmente
no cuando estaba pensando, en todas las formas en que quería
follar contigo.
Brillo estalla en mi pecho y mi respiración se detiene. Escuchar
esta noticia, no debería hacerme tan feliz como lo hace, pero Jesús,
María y José, no puedo evitar el suspiro aliviado que se me escapa.
Es reconfortante saber que tenía tanto espacio en su cabeza, que
no podía dormir con nadie más, porque estaba pensando en mí. Me
gustaría decir que no soy del tipo celosa, pero eso sería mentira. La
idea de Roman durmiendo con muchas mujeres, me revuelve el
estómago. Su admisión ha aplastado esa oleada de celos. Me
encuentro hundiéndome más profundamente en su abrazo,
disfrutando de la sensación de su piel contra la mía.

Como le pregunté algo profundamente personal, parece que él


está haciendo lo mismo. —Ahora es mi turno.
—Está bien, dispara.
—¿Cuánto tiempo hace que te sometiste a una cirugía de
corazón?

Me tenso ante la pregunta. Debería haber sabido que no me


permitiría dejar las cosas así. —Yo era sólo una niña, Roman. Fue
hace tanto tiempo.
Calla. Procesando. —¿Qué lo causó?
Trago saliva con dificultad, deseando que cambie de tema.
Deseando no tener esa maldita cicatriz en mi pecho. Podría evitar
todo esto. No estoy lista para decírselo. No estoy lista para que él
me mire de manera diferente.
—Nací con un defecto cardíaco. Cuando tenía cinco años, ya
me había sometido a tres cirugías a corazón abierto. Esta cicatriz,
en particular, proviene de un reemplazo de válvula.
—¿Te afecta la vida diaria? ¿Ves al médico con regularidad?

Lanzo un profundo suspiro. Suena demasiado preocupado.


Esto era lo último que quería. —Te dije que estoy bien ahora. —
Mentira—. Tomo mi medicación. Tengo un doctor. Lo tengo todo bajo
control. —Mentira. Mentira. Mentira.
—Me dirías si algo anda mal, ¿verdad?
La culpa golpea mi pecho mientras busca mi mirada. Hay tanta
preocupación ahí. No puedo soportarlo.
Presiono un casto beso en sus labios. —Sí. —Otra mentira.
—Las preguntas de tu padre tienen mucho más sentido ahora.
Mis cejas se arquean hacia abajo. —No sabía que te preguntó
por mí. ¿Qué dijo él?
Roman levanta su hombro encogiéndose de hombros. —Él
sólo preguntó si te estabas cuidando. No sabía que había algo de lo
que debía ocuparse, así que no tenía exactamente una respuesta
para él. También dijo que se preocupan por ti, estando aquí por tu
cuenta.

Pongo los ojos en blanco. Sí, eso definitivamente suena a mis


padres. —Me miman. Fue una de las principales razones por las
que me fui. —Yo suspiro—. Siempre quise ser independiente, pero
con su constante movimiento, nunca pude.
—¿Lo echas de menos?
Pienso en Long Beach, mi antiguo apartamento, mi ex. Una ola
de satisfacción me recorre.
—En realidad no lo hago. No hay una sola cosa en Long
Beach que extraño.
Su agarre se aprieta a mi alrededor. Aprovechando esta
oportunidad para desviar el tema de mí, le puse el foco en él.

—Entonces, sé que esto es nuevo, y puede que esté


sobrepasando mis límites, pero esas mujeres que venían aquí ... —
Hago una mueca, incluso pensando en Roman con cualquier otra
persona—. ¿Eran tus novias?
Una risa burbujea en su pecho, vibrando debajo de mi oído. —
No. Las relaciones no eran lo mío. Esas eran sólo mujeres con las
que follé.
—Eso es una mierda, Roman.
Él se encoge de hombros. Levanto la cabeza, pongo la barbilla
en las manos y lo miro. —Es la verdad.

—¿Qué hay de mí? ¿Qué soy yo para ti? ¿Sólo alguien a


quien estás jodiendo? —Coloca un mechón de cabello detrás de mi
oreja, dejando que las puntas de sus dedos, rocen mi mejilla en el
proceso.
—Eres mucho más que eso. —Mi corazón se acelera en mi
pecho.

—¿Por qué?
—Ojalá supiera. Todo lo que sé es que, cuando estoy contigo,
Sunshine, el cielo se siente mucho más cerca.
Mi corazón hace algo extraño en ese momento. Sus palabras
envuelven el órgano y aprietan. Siento que la emoción tira de mis
conductos lagrimales, pero me niego a llorar por palabras tan
dulces. Busco su cálida mirada, cayendo en el remolino de azules y
grises allí. —¿Estamos...? —Arquea una ceja, esperando a que
termine esa frase. Me acobardo, decidiendo tomar la salida más
fácil. —¿Somos exclusivos? Quiero decir, ¿cómo funcionará esto?
Sus cejas se juntan y el calor entra en su mirada fundida. —
Estás loca si crees que te vas a follar, con alguien más que
conmigo.
Una risa estalla en mi pecho. —Bueno, caramba. Manera de
aumentar el romance. —Todavía está frunciendo el ceño—. Lo digo
en serio. Somos exclusivos. Monógamos. La maldita etiqueta que
quieras ponerle. Eres mía. Y no comparto lo que es mío, Olivia.
A pesar de su perorata de alfa-imbécil, una sonrisa cruza mi
rostro.
—Prefiero el término novia.
Él pone los ojos en blanco, pero veo la diversión allí, junto con
la sonrisa que no logra ocultar. —Bueno. Si así es como quieres
llamarlo.

—¿Alguien te ha dicho que eres una especie de idiota?


Una dulzura entra en sus ojos, y el efecto tiene un calor en
espiral a través de mi pecho, y una horda de abejas enojadas
pululando por mi estómago. El zumbido que irradia desde allí distrae
demasiado. Casi. Traza mi labio inferior con la yema del pulgar.
Tomando mi barbilla entre sus dedos, me tira hacia él, muy
suavemente, presionando sus labios contra los míos.

—Demasiado a menudo para contar, nena.


Capítulo 22
All night — Beyoncé

Olivia
Una semana después de pasar el fin de semana alternando
entre mi cama y la de Roman, me despierto el lunes por la
mañana para ir al trabajo.

Tuve un fin de semana maravilloso, donde no tuve que lidiar


con Travis, pero ese pequeño respiro termina hoy.
Cuando escucho el claxon desde afuera, agarro mi bolso y una
barra de desayuno, antes de cerrar la puerta. Le pedí a Kassandra
que me llevara y recogiera del trabajo esta semana, ya que todavía
no tengo coche. Roman prometió que me daría actualizaciones
sobre lo que está sucediendo, una vez que tengan el nuevo papel.
Fue un poco cómico. Después de pasar un fin de semana entero
teniendo sexo, y explorando los cuerpos del otro, sólo habíamos
intercambiado los números de teléfono esta mañana, antes de que
se fuera a trabajar al garaje.
No parecía muy entusiasmado con la idea de que yo regresara
a trabajar hoy con Travis, pero le aseguré que encontraría una
solución para sus avances. No le dije, todavía, que esa solución
todavía no era tener una discusión con Samuel. Lo último que quiero
hacer es enojar a Samuel, o a su hijo, y quedarme sin trabajo.

Desempleada y sin carro.

No, ninguna de esas cosas suena atractiva.

—Olivia, ¿puedo hablar contigo antes de que comience tu


turno? —dice Samuel, asomando la cabeza fuera de su oficina. Me
duele el estómago.
Tragando el nudo repentino en mi garganta, asiento, forzando
una sonrisa, mientras lo sigo a su oficina.

Lanza un suspiro de cansancio, dejando caer sus lentes sobre


su escritorio.

—Sobre el otro día, con Travis. Quería asegurarme ... ¿te


arrinconó?

Mis ojos se abren con sorpresa. No esperaba esto. Esperaba


que se pusiera del lado de su hijo y me despidiera.

Apretando mis labios, peleo conmigo misma y reflexiono sobre


mis opciones. Incluso si le cuento lo que pasó con Travis, ese es su
hijo, entonces, ¿qué va a hacer realmente? No tengo ninguna duda
de que tendrá que dejarme ir y la gente de la oficina chismeará, y yo
seré el problema.

Aunque físicamente me duele hacerlo, niego con la cabeza.

—No. Fue sólo un malentendido. Eso es todo. Estoy bien. —


Las palabras son ácidas en mi lengua.
Samuel busca mi mirada. Es como si estuviera esperando a
que yo cambiara mi historia, pero cuadro los hombros, decidida a
dejarlo en el pasado. Se pasa una mano por la cara y asiente.
—Eres libre de irte. Sólo quería verte, Olivia.

—Gracias, Samuel. Lo aprecio.

Puedo evitar a Travis, durante la mayor parte de mi turno.


Después de mi conversación con su padre, estoy más decidida a
mantener la distancia. Es decir, hasta después del almuerzo.
Tenemos un perro en busca de un descanso limpio, una herida
abierta cerca de las costillas y lo que parece ser una mandíbula rota.
Travis necesita todas las manos en cubierta y eso me incluye, muy a
su pesar.
Es obvio que ha estado eligiendo deliberadamente, a todos los
demás para que no lo ayude. Es rencoroso y mezquino, porque él
sabe cuánto amo curar animales. Demonios, solía felicitarme por lo
buena que era en todo esto. Ahora, me hace cuestionarme a mí
misma y a mis habilidades.

¿Estaba diciendo esas cosas, sólo porque quería meterse en


mis pantalones, o realmente las decía en serio? Lo más probable es
que no lo haya hecho.

Eso explicaría por qué, en cambio, me haría limpiar y no me


uniría a la acción.

Hasta ahora.

Dejando a un lado mis quejas, sigo las órdenes de Travis y,


con todos en la sala, trabajamos juntos como una máquina bien
engrasada. El procedimiento para Daisy, la perra en cuestión,
supera un poco nuestra estimación de tiempo, y cuando limpiamos y
la recuperamos, todos están cansados. Estoy recogiendo mis cosas
de mi casillero cuando escucho la voz de Travis. Libero un suspiro.
Estaba tan segura de que saldría de aquí hoy, sin tener que lidiar
con él.

Al otro lado de la sala de descanso, me encuentro con la


mirada de Kassandra. Ella parece tan infeliz por esto como yo.
Suspirando, me dirijo a su oficina, manteniendo mi expresión en
blanco. Me niego a hacerle saber cuánto me está molestando. Estoy
segura de que no obtendrá más que satisfacción, de ese hecho.

—¿Querías hablar conmigo?


—Lo hago. Cierra la puerta, ¿quieres?

Mordiéndome el interior de la mejilla, para evitar responder con


un comentario inteligente, me muevo para cerrar la puerta, pero
hago una pausa, cuando Kassandra asoma la cabeza dentro,
deteniéndome en seco.
—Alguien está aquí para verte, Liv.

Hay un brillo en sus ojos que me hace desconfiar. Mis cejas


bajan en confusión. Miro de nuevo a Travis, que se ve igual de
confundido y desanimado por esta información, sin más. Se levanta
de su escritorio, siguiendo a Kassandra, obviamente queriendo ver
cuál es el problema y qué me impide tener una discusión con él.

Me detengo bruscamente en la sala de espera, mis ojos se


agrandan cuando veo quién está allí. En sus extensos seis pies y
cuatro pulgadas de músculos y cuero está Roman. Lleva esos
vaqueros descoloridos que me encantan y una camiseta blanca. Sus
botas de motociclista están tan fuera de lugar en una clínica como
esta, que es casi cómico.

Cuando mi mirada choca con la de Roman, la conciencia se


desliza por mi columna y el deseo se acumula en mi vientre, ante la
mirada que me está lanzando. Jesús, este hombre va a ser mi
muerte. Sus ojos giran sobre mí, hacia el hombre detrás de mí, y
veo que la tensión sube lentamente a los hombros de Roman.

Bueno, esto no es bueno.


Comparto una mirada con Kassandra y Atticus, quienes están
mirando a Roman con las cejas levantadas. Si lo sé. Es un
espécimen excepcional a la vista.

Demostrando que las sorpresas van a seguir llegando, Roman


acorta la distancia entre nosotros y me atrae hacia sus brazos, su
mano extendiéndose por mi espalda, levantándome, mientras se
inclina. Su boca toma la mía en un beso, que siento hasta en los
dedos de mis pies. Por un segundo, olvido dónde estamos y quiénes
nos rodean. Cuando nos alejamos, me quedo sin aliento, tratando
de hacer parpadear las estrellas que todavía están nublando mi
visión.
—¿Estás lista para irte, nena? —pregunta, tirándome a su
lado. El calor se eleva a mis mejillas, por la forma en que está
reclamando su derecho sobre mí. Puedo sentir la mirada de Travis
en mí, pero elijo ignorarla.

—No tenías que venir aquí a buscarme, Roman. Te dije que


Kassandra me llevaría a casa.

Mira en la dirección de Travis.

—Si, lo sé. Okay.

—Deja que el hombre te recoja, Olivia. No todos los días


tenemos dulces para la vista como él por aquí —ofrece Kassandra,
haciéndome reír.

Escucho el bufido de disgusto de alguien, y puedo imaginarme


quién es.

—Déjame agarrar mis cosas y saldré enseguida. —Me


apresuro a volver a agarrar mi bolso, no quiero dejarlos solos por
mucho tiempo.

—El hecho de que estés golpeando ese pedazo de culo


caliente, me da ganas de saltar directamente de un acantilado —
susurra Kassandra en voz baja, su mirada todavía pegada al trasero
de Roman en esos jeans. Atrapo mi labio inferior entre mis dientes
para reprimir mi sonrisa. Yo todavía no puedo creerlo.

—Deja de follar con los ojos a mi novio.

Sus cejas se elevan. —¿Novio? Vaya, vaya, ustedes no


pierden el tiempo, ¿verdad?

—Cállate. —Me río, empujándola con mi brazo.

Mis pies vacilan mientras regresamos a la sala de espera. Las


voces de Travis y Roman se elevan en tenor. Mi ritmo se acelera, mi
corazón se acelera en mi pecho. Sabía que no podía dejar a esos
dos solos juntos.
Haciendo una pausa en el umbral, trago saliva ante la violencia
que se dibuja en el rostro de Travis. Mientras tanto, Roman parece
aburrido. Tranquilo como un pepino. Sintiendo mi presencia, me
mira por encima de la cabeza de Travis.

—¿Estás lista para irnos?

Asiento, mi mirada se posa rápidamente en Travis. Sus labios


son delgados, los ojos arden con una rabia desenfrenada. Roman
toma mi mano en la suya, y justo cuando nos vamos, dirige sus
siguientes palabras por encima del hombro a mi jefe.

—Recuerda lo que te dije, Travis. Odiaría volver aquí y hacerte


otra visita.

Roman se toma su tiempo para ayudarme a subir a la


motocicleta, y todo el tiempo, no puedo apartar la mirada de él.

—¿Qué pasó allí con Travis?


—Nada de lo que tengas que preocuparte —suspiro—. Rome.
Este es mi trabajo. Si voy a encontrarme despedida por algo que
dijiste, me gustaría saberlo.

—No te despedirán.

—Entonces, ¿qué le dijiste? —pregunto, asegurando mis


brazos alrededor de su cintura.

—Le dije que eres mía. Y no comparto lo que es mío. Si sabe


lo que es bueno para él, retrocederá.

Clavo mis dedos en sus abdominales.


—¡Roman! —advierto. Se encoge de hombros, encendiendo su
motocicleta.

—Te dije que eres mía, Olivia. Y yo no comparto.


Una extraña emoción se dispara a través de mi corazón, ante
sus palabras. Aprieto mi agarre a su alrededor, disfrutando de la
sensación del viento azotando mi cabello. Con mi mejilla apoyada en
su ancha espalda, me enamoro de Roman Banks, mi idiota vecino,
un poco más que el día anterior.

De vuelta a casa, Roman me ayuda a bajar de la moto y algo


en su expresión me detiene. Le devuelvo el casco, con un brillo
interrogante en mis ojos.

—¿Qué es?
—Recibí una llamada hoy.

Estoy a punto de preguntar qué tipo de llamada, cuando de


repente me doy cuenta. Mis ojos se abren y una enorme sonrisa
cruza mi rostro.
—Estás bromeando.
Por primera vez, una sonrisa genuina, con hoyuelos y todo, se
extiende por su rostro. Lo hace lucir guapo. Si eso es posible,
Roman es una visión, pero la versión juguetona, es un hombre
completamente diferente. Uno por el que mi corazón salta y late.

—Recibí la noticia hoy. Mi libertad condicional ha terminado.


Finalmente regresará a casa.

Grito, saltando a los brazos de Roman. Me atrapa sin esfuerzo.


Con mis brazos alrededor de su cuello, lo aprieto contra mí, apenas
dándole espacio para respirar.

—Estoy tan feliz por ti, Rome. Ustedes merecen esto.


Me coloca en el coche en el garaje y me pasa el pulgar por la
mejilla.

—De hecho, tengo que agradecerte.


—¿Yo?
El asiente. —Su asistente social me dio el nombre de una
mujer, que le rogó que me diera una segunda oportunidad.
El calor sube a mis mejillas. Noe me pasó por la cabeza que
hice eso por él. La forma en que me está mirando, me hace dar un
vuelco el estómago, y el corazón me late con tanta fuerza que me
cuesta respirar una sola vez.

—Gracias —respira a través de mis labios, enviando un


hormigueo directo a mi centro. El azul de sus ojos está fundido,
como el calor de una llama azul.

—No necesitas agradecerme.


Agachándose, hace círculos en mi muñeca con sus dedos y
levanta mi mano, para presionar mi palma contra su pecho. Mi
respiración me deja apresurada, al sentir su corazón palpitante y la
sinceridad en sus ojos.

—Lo hago, Sunshine. Es todo gracias a ti, que puedo mantener


mi promesa.
Mi labio inferior tiembla. —No, es por ti. Nunca he conocido a
un hombre como tú, Roman. Uno con tantos lados, tanto amor para
dar. Esto eras todo tú. —Manteniendo mi mano pegada a su pecho,
nivela nuestras miradas.

—Mira lo que haces por mí, Liv. Me haces olvidar el pasado y


lo lejos que he llegado. Me haces querer cosas que nunca pensé
que querría —murmura, casi para sí mismo, con los párpados
pesados. Así de rápido pasó de ser juguetón, a ser francamente
seductor.
Trago saliva. Mi boca se abre para decir algo, pero la cierro de
golpe.

No se que decir. Todo lo que sé es lo que siento por este


hombre. Me vuelve loca de la mejor manera. Lo odio a él y lo que
me hace, casi tanto como lo amo.
Tomando su mano libre, la presiono contra mi corazón. Con mi
mano en su pecho y la suya en la mía, nos quedamos así en su
garaje, mirándonos profundamente a los ojos, diciendo todas las
cosas que tenemos demasiado miedo de decir, en voz alta.
—Esto es lo que me haces, Roman. Lo haces para que sólo
pueda verte y sentirte a ti.

Sus fosas nasales se dilatan, y mi mirada, con mente propia,


se sumerge en su boca, siento el calor por mis venas, poniéndome
caliente y molesta. Mis senos se sienten pesados. Mi sexo se hincha
y resbala. Aprieto las piernas juntas para aliviar la presión.
—Bésame. Por favor.

Y él hace precisamente eso. Besándome hasta que me quedo


sin aliento, y Mad Max nos está aullando. Cuando nos separamos,
los dos jadeando por el aire que tanto necesitamos, veo a Josie al
otro lado de la calle, mirándonos con la misma expresión de
descontento, que siempre está en su rostro.
—Estoy bastante segura de que ella me odia.

—Sunshine, creo que la mitad del vecindario te odia. —Me


burlo, golpeándolo en el pecho con mi puño.

—La gente me ama.


Está sonriendo, mientras pone los ojos en blanco, tratando de
meterse debajo de mi piel. —Oh apuesto que ellos lo hacen.

Tomando asiento en el cubo abierto, en el que generalmente


se sienta mientras trabaja, lo veo acariciar a Max. Le cepilla el
pelaje, limpiándole bien la cabeza, antes de seguir los movimientos
de limpiar su motocicleta. Luego pasa al auto y comienza a limpiar
ese también, aunque está en el garaje. No usado.
Una idea de repente hace clic en mi cabeza.
—¿Puedes enseñarme?

—¿Enseñarte qué exactamente?


Muevo la barbilla, hacia uno de sus orgullos y alegrías.
—Nunca había conducido un auto antes, podría ser un buen
momento para aprender. —Rome hace una pausa, exhalando un
suspiro.

—¿Para qué diablos necesitas aprender?


Finjo estar herida. —¿Me estás diciendo que no quieres que tu
novia sepa manejar un auto? Qué audacia.

Él niega con la cabeza, pero todavía veo los restos de una


sonrisa en su rostro, y sé, sin la menor duda, que he ganado.

Tomándome de la mano, me arrastra hacia el auto y se


detiene, volviéndose hacia mí, con una mirada severa en su rostro,
que me hace sonreír aún más.

—Escucha todo lo que te digo, y por el amor de Dios, no


estropees mi auto.
Salto arriba y abajo, aplaudiendo con entusiasmo. —
¿Podemos probar la motocicleta a continuación?
Se detiene en seco.

—La motocicleta está prohibida.


—Oh, vamos, Roman, por favor.
—Cállate antes de que te doble sobre este auto, y te folle en
lugar de enseñarte.
—¿Es esa una opción viable?

Muevo las cejas, disfrutando la forma en que mi núcleo se


aprieta con deseo ante sus palabras.
—¿Cuál es mi recompensa por conducir bien?

Él sonríe y siento los efectos dispararse entre mis piernas. Se


inclina hacia mí y me susurra al oído: —Besaré tu dulce coño, hasta
que te corras en mi lengua. ¿Eso funciona para ti, Sunshine?

Trago saliva con fuerza, mis bragas ahora están húmedas y


arruinadas.

—S-sí.
Ni siquiera pasan cinco minutos, cuando el coche está casi
olvidado, Roman y yo tropezamos en su casa, quitándonos la ropa.
Resulta que ni siquiera necesitaba ser recompensada para
conseguir esto.

La sonrisa que hay en mi cara probablemente se vea tonta,


pero parece que no puedo evitarlo, mi sonrisa es natural cuando los
veo a los dos juntos. Han pasado dos semanas desde que Ryder
llegó a casa, y he visto un cambio sutil en Roman. Parece más feliz
y un poco más despreocupado por la vida. Los primeros días
después de recibir la noticia fueron difíciles. Estaba ansioso y
estresado, y debido a que todavía era un idiota por diseño natural,
se desquitó con todos los que lo rodeaban. Excepto yo,
sorprendentemente.
Necesitaba descubrir un montón de cosas. ¿Su hermano
pequeño quería cambiar de escuela? ¿Cómo se sintió al desarraigar
toda su vida, para vivir con Roman? Resulta que no le importaba
demasiado porque casi saltó, ante la idea de estar fuera de ese
lugar y volver con su hermano. Le di a Roman todo el tiempo que
necesitaba, para adaptarse a asumir este papel de padre en su vida.
Ya no podía venir cuando quisiera, porque tenía un hijo viviendo en
la casa.
Un adolescente.

Fue lindo, ver a Roman configurar minuciosamente la


habitación de Ryder en el dormitorio de invitados. Quería que todo
fuera perfecto, para su hermano pequeño.

Se ha adaptado mucho mejor de lo que pensé. Debido a las


horas que trabaja en la tienda, para adaptarse al horario escolar de
Ryder, ha estado tomando un día extra de trabajo durante la
semana, pero los días en que trabaja y Ryder está atrapado en
casa, generalmente paso con él en el patio, y me ayuda. Hasta
ahora, hemos hecho que el frente de la casa se vea algo
presentable. El único toque de color proviene de las flores que
Rome me plantó.
El clima está empezando a refrescar, siendo septiembre y todo
eso.
Hoy, los dos se están uniendo, levantando una nueva cerca
entre nuestras casas. La otra era vieja e inclinada, por lo que Roman
se encargó de arreglarla y reconstruir una completamente nueva con
Ryder. ¿Cómo el tipo sabe hacer todo esto, sin ser un contratista?
Nunca lo sabré. Ya lo han estado haciendo por un tiempo, así que
puedo imaginarme lo hambrientos que están.

—¡Volveré en un momento con algo de comida, muchachos!


Ryder se despide, centrándose en lo que sea que Roman le
esté diciendo. Roman me echa una mirada por encima del hombro,
e incluso desde aquí, puedo sentir el calor. La vida con un
preadolescente no es fácil, por lo que escabullirse a tiempo para el
sexo, es mucho más difícil de lo que piensas. Claro, podríamos
encerrarnos en su habitación, mientras Ryder está ocupado en su
habitación, pero dudo que su hermano pequeño quiera escuchar
algo sexual, proveniente de la habitación de su hermano mayor.
Es un ajuste, especialmente para una relación tan nueva como
la nuestra, pero lo estamos haciendo funcionar.
Después de recoger algo de comida para nosotros, estoy a
punto de entrar en mi coche, cuando una empuñadura de acero me
rodea las muñecas. Dejo escapar un jadeo irregular, el dolor me
atraviesa el brazo. De repente, mi espalda choca contra mi coche, y
cuando veo quién es, las palabras mueren en mis labios.
—¿Qué...?

—Tenemos que hablar —dice Travis, su mano todavía agarra


mi muñeca como un tornillo de banco.
—Travis, ¿qué estás haciendo? Me estás lastimando —siseo a
través del dolor.
—Estoy tratando de hablar contigo, Olivia, maldita sea. Me has
estado evitando, y yo quiero saber por qué.

—¡Debido a esto! —respondo, liberando mi muñeca.


La piel está enrojecida e irritada, ardiendo por su agarre
amoratado. Incluso puedo ver las huellas de sus dedos.
—No tenemos nada que discutir fuera del trabajo, Travis. Esto
es más que poco profesional.
—¿Poco profesional? —Se burla, el color subiendo a sus
mejillas, en su ataque de ira.
—¿Quieres saber qué es poco profesional? Eres una
calentadora de pollas. —Mis ojos se abren y me ahogo, como si me
hubieran quitado el aire.
—¿Una calentadora de pollas? ¿Estás loco?

—Tú me sedujiste. Luego me dejaste por él, dejándome


drogado y seco.
—¡Él es mi novio! Tú y yo nunca nos hemos besado, Travis.
¡Estás fuera de tu mente!
Su mano golpea el auto detrás de mí, dejándome en silencio.
Una bola de terror se anuda en mi estómago. Trago saliva y
presiono mi espalda contra el metal, deseando que me trague
entera.
—¡Me querías! —él gruñe—. ¿Qué cambió?
La mirada en sus ojos me revuelve el estómago. Atrás quedó
el chico dulce que conocí, cuando empecé a trabajar en la clínica.
Ya no está más. Su cabello está desordenado y parece que ha
estado bebiendo.
—Nada ha cambiado. Eres mi jefe. —Mi voz tiembla, revelando
lo asustada que estoy.
—Ambos sabemos que soy mucho más que eso, Olivia. Te
deseo. Estás tan cegada por él, que ni siquiera puedes ver, lo que
está justo frente a ti.
Travis se inclina hacia mí y me encojo, sacudiendo la cabeza
hacia un lado, tratando de alejarme de él. Mirando alrededor del
estacionamiento, busco frenéticamente, rezando para que alguien
pase y ponga fin a esto.
—No te quiero, Travis. Por favor, detén esto. No quiero hablar
con tu padre, pero lo haré. —Siento que su cuerpo se tensa. Mis
palabras han desencadenado algo dentro de él.
—¿A quién crees que va a creer, Olivia? ¿A tí o a mí ? Te das
cuenta de que podría haberte tenido ya, si realmente quisiera.
Lentamente, lo miro, dejando que sus palabras se hundan. Esa
bola de pavor en mi estómago, sólo se hace más grande. Mi mirada
se estrecha y mis pulmones se aprietan, restringiendo el aire.
—¿Entraste en mi casa, Travis?
Se inclina hacia mí, provocando que la bilis suba por mi
garganta. Él invade mi espacio, y cuando su mano agarra mi
barbilla, tirando mi rostro hacia el suyo, reacciono. Con el corazón
en la garganta, levanto la rodilla y, aunque no conecto con sus
partes íntimas, golpeo la parte interna del muslo. Travis deja
escapar un gruñido de dolor y lo empujo contra su hombro, lo que lo
hace retroceder.
Con el corazón latiendo con fuerza en mi pecho, me lanzo al
auto y meto las llaves en el encendido, saliendo del
estacionamiento. Mi visión se inunda de lágrimas y el camino se
vuelve borroso ante mis ojos. Tengo que entrenarme a mí misma
sobre cómo inhalar profundamente. De repente siento que la
carretera está temblando. Mi cabeza late con fuerza, y mi corazón
late de manera tan irregular, que sé que necesito tomar mi
medicación.
Un sollozo sale de mi pecho y me detengo, tratando de
controlarme.
Ojalá pudiera llamar a Roman y contarle lo que pasó, pero no
puedo. Lo perdería. Tiene más cosas de las que preocuparse, que
de él y de mí.
Tiene a Ryder. Y sin mencionar, cualquier cosa sobre mi
condición cardíaca, está absolutamente fuera de discusión.

Para cuando llego a casa, ya está oscureciendo y estoy segura


de que la comida está fría. Agarro las bolsas, me apresuro a entrar
en la casa y me dirijo directamente al baño principal. Abro el armario
de par en par, revolviendo botellas, hasta encontrar la que necesito.
Me trago la pastilla seca y cierro los ojos de golpe, deseando que el
dolor que está menguando y fluyendo a través de mi pecho, se
alivie.
El sonido de la puerta principal abriéndose y cerrándose, luego
el ruido sordo de unos pasos, me pilla desprevenida. Mi corazón
salta a mi garganta, y la calma que se estaba asentando sobre mí se
evapora. El frasco de pastillas se desliza de mis manos y cae al
fregadero.

—¡No! —Me ahogo.


—¿Olivia?
Mi pecho se aprieta dolorosamente, impidiéndome abrir la boca
y responder. Corro hacia la puerta del baño y la cierro, girando la
cerradura, antes de que pueda verme. Me miro en el espejo y me
estremezco. Las huellas de las lágrimas manchan mis mejillas y mi
piel se ve espantosamente blanca.
—Olivia, ¿estás bien? —Roman pregunta, sus nudillos
golpeando la puerta.
Pongo una mano sobre mi boca, tratando de sofocar mi
respiración agitada. Me obligo a inhalar respiraciones profundas y
estabilizadoras, hasta que mis pulmones se expanden lo suficiente
como para poder responder.
—Lo siento, estoy bien. Me estaba sintiendo mal. ¿Por qué no
comen Ryder y tú sin mí, esta noche?
Espero escuchar una respuesta o sus botas retirarse, pero no
es así.

—Abre la puerta —exige.


El suspiro que sale de mis labios, es un jadeo entrecortado.
—Estoy bien, Roman. Lo juro. Creo que fue algo que comí
antes. Estaré bien.

—No suenas bien. —Puedo escuchar el escepticismo en su


tono.
—¡Tú también sonarías así, si estuvieras en el baño, Rome! —
solté, sólo queriendo que él entendiera la indirecta y se fuera.
Deja escapar un profundo suspiro y escucho un ruido sordo
contra la puerta, que sólo puedo imaginar es su cabeza
descansando allí.
—¿Me llamarás una vez que te sientas mejor?
—Lo prometo.
Espero un poco más, hasta que escucho el sonido de sus
botas alejándose. Colapsando contra la pared del baño, me deslizo
hasta el suelo. Con mis brazos descansando sobre mis rodillas, mi
corazón cae, cuando veo los colores manchados envueltos
alrededor de mi muñeca. Las lágrimas brotan de mis ojos y aprieto
los labios, tratando de mantener la calma. Donde Travis me agarró,
ahora hay un moretón que estropea mi piel. Mis brazos comienzan a
temblar, y un dolor de advertencia atraviesa mi corazón.

Él fue quien irrumpió en mi casa esa noche. Lo sé.


¿Qué tan lejos habría ido, si Roman no hubiera venido?
—Podría haberte tenido ya —había dicho.
Hasta ahora no tenía sentido. Apareciendo en mi casa a todas
horas sin ser invitado. Debería haberlo sabido.

Debería haber adivinado que era él. ¿Por qué no había


pensado en eso antes? Sus cambios de humor en el trabajo, la
forma en que actuaba cada vez que lo rechazaba, esos eran todos
los signos. Mis manos tiemblan, mientras se entrelazan en mi
cabello, y dejo caer mi cabeza entre mis rodillas y sollozo.
Porque, por mucho que me gustaría correr al lado y caer en los
brazos de Roman, no puedo. Lo primero que haría sería perseguir a
Travis. No le importará que no tenga pruebas, ni nada en lo que
basar mi opinión. Y si ve las marcas en mi piel, la perderá. No estará
pensando en Ryder y todo lo que pasaron para recuperarlo. Sólo
estará pensando en lastimar a Travis, y conociendo a mi jefe, es el
tipo de hombre al que no le importa a quién lastima en el proceso.
Presentará cargos, Roman perderá a Ryder y nunca me lo
perdonaré.
En el suelo del baño, hago un trato conmigo misma. Un trato
que no afectará a Roman y Ryder.
Capítulo 23
Girls love - Beyoncé — Drake

Roman
Con una mirada penetrante, pintada en mi cara, me quede allí, con
los brazos apoyados en el alféizar de la ventana, mientras miro el
dormitorio a oscuras de Olivia.

Es la tercera noche que todavía no la he visto. Vuelve a casa


del trabajo, más tarde de lo habitual, y se marcha antes, de que yo
salga de casa con Ryder.

Por lo general, nos prepara el desayuno a los dos al salir, pero


desde la otra noche, casi ha desaparecido.

—Oye, Ro. Sólo quería darte las buenas noches —dice Ryder,
golpeando suavemente la puerta con la mano.
Volviéndome, lo encuentro apoyado contra el marco de la
puerta, mirándome con preguntas en sus ojos. Su mirada se lanza a
la casa de al lado.

—¿Están peleando o algo así?

Echo un vistazo a la casa de Olivia, frunciendo el ceño. No


pensé que estuviéramos peleando, pero no soy bueno en las
relaciones. Podría haber hecho algo que la cabreó, pero no tengo
forma de saberlo.
—Honestamente, no lo sé.

Mi hermano pequeño se rasca la nuca, obviamente incómodo


con la idea de que yo pelee con Olivia.

—Está bien, bueno, te veré en la mañana.


—Buenas noches, Ry. Hazme saber si necesitas algo.
Sus labios se tuercen en una sonrisa torcida. Le pregunto lo
mismo todas las noches y su respuesta es siempre la misma.
—Lo haré.

Pero nunca lo hace.

Cuando escucho sus pasos retirarse y la puerta cerrarse detrás


de él, miro hacia atrás hacia la casa de Olivia. Ella me está evitando.
Ojalá supiera por qué. Cada vez que voy y llamo a su puerta, ella no
contesta, pero ¿cuándo se trata de llamadas y mensajes de texto?
Ella responde de inmediato.

Por lo general, no soy de los que se sientan y dejan que se


desarrollen cosas como esta, pero estoy tan fuera de mi elemento
aquí, y no sé exactamente cómo manejar esto. ¿Me acerco y le exijo
que abra la puerta y me deje entrar? ¿Qué pasa si esta distancia se
debe, a que simplemente no puede adaptarse a estar cerca de
Ryder? O peor, ¿podría ser ese idiota de Travis? ¿Está pasando
algo entre ellos? Ha vuelto a casa más tarde de lo habitual.

Olivia no me parece del tipo que hace eso, pero nunca puedes
estar demasiado seguro. Especialmente con la forma en que actúa.

Hay una larga lista de cosas que me molestan, pero en la parte


superior de esa lista, están las cortinas de su dormitorio. Están
cerradas. Y esas jodidas cortinas nunca se cierran. No sé qué
cambió, qué pasó que la hizo cerrarlas de repente. Se siente como
su forma de dejarme fuera. Y lo odio.

Con un gruñido frustrado, alcanzo mi teléfono y le envío un


mensaje de texto.
Roman: ¿Vienes?

Su respuesta es inmediata.
Olivia: Ya estoy en la cama. Tuve un día muy largo.
¿Hablamos mañana?

Mi agarre se aprieta alrededor de mi teléfono y lo tiro a mi


cama. Choca contra la cabecera de cuero y se deja caer sin vida
sobre las almohadas.

Diciendo al diablo con eso, agarro las llaves de mi casa y


camino al lado. Dejo a Max en casa con Ryder, y una vez que estoy
en su puerta, toco el timbre.

Silencio.

Nada más que silencio.

Agitado, empiezo a golpear la puerta.

—Olivia, abre la puerta. No me iré hasta que hablemos.

Esta vez, escucho pisadas al otro lado del bosque.


Prácticamente puedo imaginarla asomándose por la mirilla, de
puntillas mirándome. Cuando todavía no abre la puerta, recurro a
llamar de nuevo.

—Olivia, no bromeo. Esperaré aquí toda la noche si es


necesario. Tienes que salir en algún momento.

Escucho su profundo suspiro, luego el clic del mecanismo de


bloqueo. Abre la puerta, pero sólo un poco, ya que el candado de
cadena todavía está sujeto en la parte superior. Mis labios se
adelgazan en una línea sombría. Para alguien que juró que estaba
cansada, no se ve tan agotada.

—Roman, te dije que estaba cansada. ¿No podemos hablar


mañana?
Agarrando el marco de la puerta, apoyo mi peso allí, tratando
como el infierno de no perder mi mierda con ella. Me estoy volviendo
cada vez más impaciente, cuanto más me deja parado aquí.
—Eso no funciona para mí, Liv. Déjame entrar.

Olivia lanza un suspiro, cierra la puerta suavemente y escucho


que la cadena se desliza. Cuando la abre de nuevo, sus ojos miran
todo y cualquier cosa menos a mí. Tomando la puerta de ella, la
cierro detrás de mí, invadiendo su espacio.

—¿Te importaría decirme qué diablos está pasando?

Cruza los brazos sobre el pecho como si se estuviera


protegiendo de mí, y no me gusta ni un poco. —No pasa nada,
Roman. ¿Es un crimen estar cansada?

—¿Cansada? ¿Estás cansada? —me burlo—. Eso no es lo


que es esto, Olivia. Si esto, lo que sea que haya entre nosotros, está
hecho, entonces dilo. No alargues esto y haz que sea más de lo
necesario.

Sus ojos se mueven hacia los míos, muy abiertos por la


sorpresa y llenos de lágrimas.

—¡Roman, no! Eso no es todo. ¿Cómo puedes pensar que


quiero salir? Me preocupo mucho por ti.

Su labio inferior tiembla, y sólo sirve para alimentar mi


frustración y mi confusión, en lo que a ella respecta.

—¿Cómo no puedo pensar eso? Me has estado evitando


durante días. ¿Qué más se supone que debo pensar, Olivia?

Sus hombros se hunden.

—Sólo ... he estado ocupada y cansada.

—¿No crees que estoy cansado, Olivia? Jesucristo, todavía


encuentro tiempo para hablar contigo, ¿no es así? ¿Por qué no eres
honesta? ¿Es Travis? Has pasado muchísimo tiempo en la clínica.

Todo el color desaparece de su rostro, y se tambalea hacia


atrás, como si la hubiera golpeado.
—¿Travis? ¿Cómo puedes pensar eso?

—¿Qué más se supone que debo pensar? —grito. Es la


primera vez que le grito, desde que estamos juntos.

Una lágrima se desliza por su mejilla, descruza los brazos y se


la seca con enojo.

—¡No pasa nada con Travis, idiota! ¿No es obvio lo que siento
por ti? Jesús, Roman. Nunca he sentido esto por nadie. Sólo
necesitaba ...

No estoy procesando ninguna de sus palabras. Mi mirada se


concentra en su brazo. Algo intenso se apodera de mi estómago,
batiendo violentamente. Lo siento arrastrarse hacia mi pecho y
siento que aprieta mi corazón y mis pulmones en un tornillo de
banco.

—¿Qué diablos es eso? —

Se congela, y cuando sigue la trayectoria de mi mirada, su


boca se cierra de golpe, y juro que veo que todo el color desaparece
de su rostro.

Ignorando el dolor que de repente es algo vivo, y que respira


en mi pecho, cruzo la habitación y alcanzo su brazo. Cuando se
estremece, aprieto los dientes de atrás con tanta fuerza, que juro
que escucho un crujido.

Debe darse cuenta de que se estremece, porque niega con la


cabeza, mientras más lágrimas caen. Sus ojos brillan con disculpas
y su labio inferior tiembla.

—Lo siento. Lo siento mucho. No sé por qué hice eso. No


quise hacer eso.

Mis cejas se hunden en un ceño fruncido que se siente como si


se incrustara permanentemente en mi cara. —¿Qué le pasó a tu
brazo?
Ella mira su brazo y lo extiende entre nosotros. Mi mandíbula
se aprieta de ira y mis fosas nasales se dilatan. El hematoma tiene
claramente la forma de una mano, lo que significa que alguien la
agarró.

Alguien tocó a mi chica.

Olivia sigue mirando hacia abajo, y puedo decir que está


tratando de encontrar posibles respuestas a la pregunta, cualquier
cosa menos la verdad.

—Olivia —La nota de advertencia en mi tono es clara.

—Fue Travis —susurra tan bajo que no estoy seguro de


haberla escuchado correctamente, pero cuando me mira y veo el
dolor en sus ojos, sé que la escuché bien.

—¿Cuándo pasó esto?

Estoy al borde de la violencia. Tan cerca de perder mi mierda.


Ella debe sentirlo, porque permanece en silencio. La forma en que
ha estado actuando, que me evitara, de repente todo tiene sentido.

—La otra noche, cuando dijiste que estabas enferma. Fue


entonces cuando sucedió, ¿no?

Le tiembla la barbilla y sé que tengo razón.


—Ese hijo de puta. Voy a matarlo, joder —gruño, girando sobre
mis talones.

—¡Roman, no! —Sus manos me rodean el brazo y tira,


tratando de mantenerme quieto.
—Por eso no te lo dije. No puedes ...

—¿Cómo diablos pudiste ocultarme esto? ¿Que estabas


pensando?
—¡Estaba pensando en ti y Ryder! ¿O te olvidaste de él en tu
repentino ataque de ira? —ella desafía.

Aprieto los dientes. —No hagas eso. Siempre pienso en él. Él


es lo único que me importa. —Lamento las palabras, tan pronto
como las digo. Ella se estremece pero se recupera rápidamente.

—Lo estoy manejando. Por eso no te lo dije. No quería que


hicieras algo estúpido.

—¿Cómo lo estás manejando? Por favor, ilumíname, porque el


hecho de que este cabrón aún esté respirando es inaceptable.

—No se puede recurrir a la violencia para todo, Roman. Este


es mi problema.
—¡Como un infierno! —Chasqueo—. Tocó lo que es mío, y va
a jodidamente pagar por ello.
Sus ojos se entrecierran, algo de color subiendo a sus mejillas
por lo fuerte que estamos gritando.

—¿Tuya? No soy de tu propiedad, Roman. Yo soy mi propia


persona.

—Eres mía, Olivia. Te guste o no. Y no me agrada que la gente


toque lo que es mío. —Sus labios se adelgazan en una línea
sombría.

—Sal. —Me río.


—Estas mal de la cabeza si crees que me voy a ir, cariño.

—Estás siendo un idiota en este momento.


Doy un paso hacia ella, deslizo mi mano alrededor de su
delgado cuello, y la tiro hacia mí con brusquedad. Ella deja escapar
un chillido de sorpresa pero no pelea conmigo
—¿Qué más hay de nuevo, nena? Este soy yo. Joder, lidiar
con eso. Ahora, me vas a contar la historia, toda la maldita historia
de cómo sucedió —digo, señalando con la barbilla hacia su muñeca.

—No más de esta distancia de mierda.


Su mirada se estrecha. —No puedes simplemente darme
órdenes, idiota. Quiero estar sola.

Mis labios se tuercen en una sonrisa.


—Demasiado tarde para eso. O hablas aquí y ahora, o hablas
en mi casa. La decisión es tuya.
Ella pone los ojos en blanco. —Me voy a la cama. Hablaremos
mañana cuando te hayas calmado.

—Entonces, ¿mi lugar entonces? —pregunto, ignorándola—.


¿Me estás escuchando siquiera?

Antes de que pueda pronunciar más excusas, me agacho,


agarro sus piernas y la levanto, arrojándola sobre mi hombro. Olivia
deja escapar un grito.

—¡Roman! ¡Bájame!
—Nop —agrego la p sólo para ser un verdadero hijo de puta.
Agarrando sus llaves de su mesa, cierro la puerta detrás de nosotros
y cruzo nuestro césped.
—No puedo creer que estés haciendo esto. ¡Tenemos vecinos
y hace frío!

—Deberías haber hecho las cosas, a mi manera entonces,


cariño.

—¡Uf! La mitad de mi trasero está colgando —sisea.


Miro hacia arriba y, efectivamente, la mitad de su nalga está
expuesta en esos pequeños pantalones cortos de dormir que tiene
puestos. Golpeo dicha mejilla y sonrío cuando ella grita. Una vez
que entramos a la casa, la dejo en el suelo y me lanza una mirada.

—Eres un neandertal, ¿lo sabías?


—Y tú eres terca.

Me encojo de hombros y pongo las manos en las caderas.


—Eres un idiota. Te odio.
—Lo he escuchado todo antes, nena. Ahora mete tu trasero en
el dormitorio y empieza a hablar, o realmente empezaré a perder la
mierda.

Olivia se desinfla. Girando sobre sus talones, se dirige a mi


habitación, mirando a la puerta cerrada de Ryder, mientras pasa. La
sigo, cerrando la puerta del dormitorio suavemente detrás de
nosotros, y luego cruzo los brazos sobre mi pecho, esperando a que
ella hable.
Con un suspiro cansado, Olivia se sube a mi cama y se apoya
en la cabecera, evitando mi mirada.

—Fui a recoger la comida para nosotros cuando me agarraron


por detrás. Travis me arrinconó. La marca es de él, agarrándome. Le
dije que me estaba haciendo daño, pero estaba tan colgado de mí.
Él estaba diciendo todas estas cosas sobre mí, siendo una bromista,
y yo sólo ... no lo sé. Me asusté.
Mis manos se curvan en puños a los lados. Inhalo
profundamente, tratando de mantener la calma, pero puedo sentir la
neblina roja de la rabia, filtrándose en mi visión. Todo lo que quiero
hacer es destrozar al hijo de puta con mis propias manos, incluso
por pensar en tocar a mi chica.
—¿Él hizo...? —Aprieto los dientes, forzando las palabras—.
¿Hizo algo más?
Finalmente me mira, una dulzura entra en sus ojos y niega con
la cabeza.

—No. No lo hizo. Él, eh, intentó besarme, pero le di un rodillazo


en la ingle y me fui.

—¿Por qué no me lo dijiste, Olivia? Jesucristo.


—Lo siento. Me asusté. No quería que hicieras algo estúpido.
Tienes que pensar en Ryder ahora, y yo no quería ser la razón por
la que pasara algo malo.
Froto una mano áspera por mi cara y acorto la distancia entre
nosotros. Me dejo caer junto a ella en la cama. Ella se mueve hacia
mí, esos ojos color avellana buscando los míos.
—Sé que ahora tengo que pensar en Ryder. No hay un
momento en el que no se cruce por mi mente, pero tú significas algo
para mí, Sunshine. Significas más para mí, de lo que jamás sabrás.
Necesito saber cuando sucede algo como esto. Tienes que confiar
en que podré dejar a un lado mi enojo, y hacer lo mejor para todos.

—¿Y qué es eso?


—Patear su puto culo.

Ella pone los ojos en blanco.


—Habla en serio, Roman. Por favor. No hay nada que
podamos hacer.

Tomando su rostro en mi mano, paso mi pulgar a lo largo de su


mandíbula.

—No voy a dejar que se salga con la suya poniéndote las


manos encima, Olivia. Eso simplemente no va a suceder. Puedes
estar enojada. Ódiame. No me importa Pero eso no va a cambiar,
¿me entiendes? Y para referencia futura, no te encierres y me
evites, sólo para ocultarme la verdad. Puedo manejarlo. Lo que sea
que pueda ser.
Su labio inferior tiembla, y las lágrimas comienzan a deslizarse
por sus mejillas en rápida sucesión.

—Está bien —susurra. Algo en sus ojos me detiene. Como si


quisiera decir más. La espero, pero ella sólo se frota los labios,
manteniendo lo que sea que esté abovedado dentro.

—Ven acá.
La tomo en mis brazos y ella cae dentro de mí.

—Le conté a Samuel lo que pasó. Esperaba que se enojara


conmigo y pensara que estaba mintiendo, pero cuando le mostré mi
brazo, lo entendió. No he visto a Travis desde entonces.

—¿Crees que intentará algo más? —Ante su silencio, me


tenso.

—Él no ha intentado algo, ¿verdad?


Ella suspira. —No, pero... no tengo ninguna prueba de ello, y
puede que esté lejos, pero me dijo algo ese día cuando me
arrinconó. Creo que fue él quien irrumpió en mi casa. —Me tenso.
La ira recorre mis venas y se instala en mis labios.
—¿Qué dijo él?

Pregunto lentamente, tratando de mantener mi voz tranquila,


aunque siento cualquier cosa menos calma. Toma mi mano con la
suya, haciendo palanca en mis dedos para que no agarren las
sábanas. Abre mi mano, trazando mi palma con su dedo, mientras
habla.
—Él dijo: Yo podría haberte tenido ya, si realmente quisiera. No
lo entendí al principio. Nada de nuestra relación fue sexual. Ni una
sola vez lo engañé. Quiero decir, claro, al principio pensé que era
lindo, pero podía ver a través de él. La forma en que trató a las otras
mujeres, que trabajaban en la clínica fue asquerosa, y yo no quería
tener nada que ver con eso. Sólo quería trabajar en paz. Luego,
cuando estaba en casa, después de que sucedió, no podía dejar de
pensar, en lo frío que se ponía cuando lo rechacé. Se enojaba, y
luego se desquitaba conmigo en el trabajo. Luego pensé en todas
las veces, que había aparecido en la casa sin ser invitado. Cada vez
que lo viste aquí, yo nunca lo invité. Siempre había una razón, por la
que venía. La única razón por la que sabía dónde vivía, es porque
me siguió a casa, cuando dejé mi teléfono en el trabajo. Si
realmente quisiera saber dónde vivía, podría haber mirado mi
registro de empleada, y me gustaría decir que no haría eso, pero ya
no lo sé.
Ella deja escapar un profundo suspiro que prácticamente
reverbera entre nosotros.
—Podría estar equivocada. Como dije, no tengo ninguna
prueba, pero sólo ... tengo este sentimiento.

Intento mantener la calma mientras proceso. Intento ser lógico.


—¿No pensaste en decirme eso antes? Has estado sola en tu
casa. Cualquier cosa podría haberte pasado.
—Si siquiera tiene un indicio de que yo lo sé, no se presentará
en mi casa, Roman. No se va a arriesgar.

—¡No lo sabes! —chasqueo.


—Estás loco.

—Por supuesto, y estoy enojado. Te pones en peligro.


—¿Qué quieres que haga? ¿Quieres que le tenga miedo a mi
propia casa?
—No, pero no te voy a dejar sola en casa.
Ella gime. —No puedes cuidarme. La única razón por la que
me mudé aquí, es para sobrevivir por mi cuenta.
—¿A quién intentas demostrarle eso?

Ella aparta la mirada, evitando mi mirada. —No lo sé.


Dándome la vuelta, coloco mis brazos a cada lado de su
cabeza y floto sobre ella, mirando sus expresivos ojos. No lo vi
antes, pero parece cansada. Hay leves sombras debajo de sus ojos.
Sus manos se posan en mis caderas y se deslizan, frotando mi
espalda de arriba abajo. No me di cuenta de cuánto la extrañaba
hasta ahora. Hasta esto. Estar tan cerca de ella. Tenerla debajo de
mí, esos ojos mercuriales mirándome tan abiertamente, con tanta
confianza.
—Te extrañé.

—Podrías haberme engañado.


Ella frunce el ceño, pellizcando mi espalda. —No seas un
idiota.

Inclinando mi cabeza, tomo sus labios con los míos,


empapándome de su sabor. La suave sensación de sus labios, la
perfección aterciopelada de su lengua acariciando la mía.
—Yo también te extrañé.

Me sonríe y los efectos me golpean de lleno en el pecho. Sus


sonrisas siempre tienen un efecto extraño en mí, pero ¿esta? Es
diferente. Toda esta noche es diferente. Lo que siento por Olivia es
nuevo. Puedo admitir que es algo, que nunca antes había sentido.
Es algo que me ha dado bien barrer, debajo de la alfombra, sin
querer enfrentarme de frente, pero, después de hoy, no hay forma
de huir de eso. Lo que siento por esta mujer no es algo simple. Esto
no es sólo una aventura. Esto es más. Mucho más. Ver el hematoma
en su brazo, me llevó a un lugar en el que no había estado en
mucho tiempo. Me hizo darme cuenta de lo peligrosa que es
realmente, porque haría cualquier cosa por ella.
Estoy enamorado de Oliva Hales. No sé cuando sucedió. Tal
vez fue el momento en que ella estaba parada en mi puerta,
luciendo toda dulce, ofreciéndome ese maldito pastel. Tal vez fue el
momento en que ella me ayudó a recuperar a mi hermano, pero,
cuando fue, no puedo recordar un momento, en que esta mujer, no
invadiera mis pensamientos.
—¿Por qué me miras así? —susurra, buscando mi mirada.

—¿Asi cómo?
Su respiración se acelera y se lame los labios. —Como ...
como si fueras…
—¿Cómo si yo fuera qué?
Está en la punta de su lengua, puedo verlo, pero al final se
acobarda.
—No importa.
Sonriendo, desliza sus manos alrededor de mi nuca, tirando de
mis labios hacia los suyos.
Sé exactamente lo que vio en mi cara.

El hecho de que no me asuste, ni un poco, me dice todo lo que


ya sé sobre la vecina.
Ella es la indicada.
Estaciono el auto en la acera, afuera de mi casa, mi mirada fija
inmediatamente, en mi amigo Víctor del garaje. Me lanza una
mirada, claramente pensando que estoy loco por lo que acabo de
hacer.
—Si fuera tu chica, harías lo mismo —le digo, mientras salgo
de su coche.
Levanta las manos en defensa, cruzando mi césped. —No dije
una maldita cosa. Tal vez la próxima vez, que salgas a darle una
paliza a alguien, reconsidere tu elección en vehículos, si quieres ser
astuto.
Pongo los ojos en blanco. No se equivoca. Sabía que si
tomaba la motocicleta o el Chevelle, Olivia se despertaría de un
salto, e inmediatamente sabría lo que estaba haciendo. En cambio,
le pregunté a Vic si podía tomar prestado su coche. Es un vehículo
sensato, que no hace mucho ruido. Es algo que necesito ahora
mismo.
Después de que Olivia se durmió anoche, le envié un mensaje
de texto a Víctor y le pregunté si me prestaría su auto por unas
horas, mientras yo me ocupaba de algo, que ese algo era Travis.
Víctor vino temprano esta mañana y ha estado esperando en el
porche, sosteniendo el fuerte para mí, mientras yo cuido a Travis.

No esperaba encontrar a Travis en la clínica, pero sin otras


pistas sobre dónde vive o dónde podría estar, pensé que comenzar
allí era mi mejor opción. Resulta que lo fue. Mientras entraba al
estacionamiento, vi al bastardo gritando afuera de las puertas de la
clínica. Por alguna razón, no se le permitió entrar, y sentí una
emoción de satisfacción por eso.

Travis se subió a su coche, e hice lo que haría cualquier


persona cuerda. Seguí al bastardo que puso sus manos sobre mi
mujer. No tardó en llegar a su casa. Tampoco me tomó mucho
tiempo salir del coche, y golpearle la cara con el puño. El primer
golpe fue por ser un idiota con Olivia. El segundo golpe fue por
irrumpir en su casa. ¿Y el resto de esos golpes? Eso fue por
presionarse y marcarla.

Víctor mira mis manos hinchadas y silba. —Buena suerte,


hombre. Una mueca atraviesa mi rostro, y respondo en un tono seco
—Gracias.
Cuando me deslizo dentro de la casa, me detengo en la sala
de estar, medio esperando ver a Olivia parada allí con los brazos
cruzados sobre su perfecto pecho, mirándome con dagas. Dejo
escapar un suspiro de alivio cuando me doy cuenta de que todavía
está dormida, al igual que Ryder.
Dirigiéndome a la cocina, miro la hora sobre la estufa y
comienzo a sacar los ingredientes para hacer panqueques. Me lavo
las manos en el fregadero, haciendo una mueca de dolor por la
picadura del jabón en el raspado a lo largo de mis nudillos. Travis
dio una buena pelea, le daré eso, lástima que no fue lo
suficientemente bueno.
Estoy deslizando el primer panqueque en el plato, cuando
escucho la voz somnolienta de Olivia.
—Oye, ¿qué haces despierto tan temprano? —Ella bosteza,
mientras camina hacia la cocina.

Su cabello castaño claro está desordenado, ya que enmarca


su rostro. Los rayos del sol atrapan las hebras, resaltando el tono
miel. Mi mirada recorre de arriba abajo su delicioso cuerpecito. Lleva
una de mis camisetas y sus pantalones cortos de dormir, y aunque
puede que no sea mucho, nunca ha tenido mejor aspecto. Ella es
jodidamente hermosa.

—Prepararte el desayuno —respondo finalmente, una vez que


termino de follarla con los ojos .
Una suave sonrisa ilumina sus rasgos, y entra en la cocina.
Sus manos se deslizan alrededor de mi cintura desde atrás, y se
asoma a la estufa.

—Huele bien —comenta, su agarre apretándose a mi


alrededor.
—No tenías que hacer esto, Rome.
Me encojo de hombros, vertiendo un poco más de mezcla en la
sartén, para el siguiente panqueque. Mientras lo hago, siento que
Olivia se pone rígida detrás de mí. Una vez que dejo el cuenco, me
agarra del brazo y me insta a que la enfrente. Cuando lo hago, sus
ojos vuelan a mis manos. Ni siquiera trato de esconderlas. Ella se
habría enterado eventualmente, y diablos, aunque no le gustará, no
cambiará lo que he hecho. Le dije que no iba a dejar que se saliera
con la suya, y lo decía en serio.
—Roman —dice entre dientes, una advertencia clara en su
tono—. ¿Qué pasó con tus manos?
Los miro, frunciendo el ceño, mientras finjo inocencia. —Ni
idea. —Cruza los brazos sobre el pecho y estira la cadera con
descaro.
—Comienza hablando, ahora mismo.

Me meto un puñado de arándanos en la boca, en respuesta.


Echando humo, abre la boca y estoy seguro de que me va a romper
una nueva, hasta que Ryder entra en la cocina. Hace una pausa
cuando nos ve, su mirada se estrecha en Olivia.
—¿Has estado en medio de una pelea?
—Si.

—No.
Olivia y yo respondemos al unísono. La mirada de Ryder va de
un lado a otro, entre nosotros dos. Echa un vistazo a la pila de
panqueques, toma todo el plato y sale de la cocina.
—Estaré en mi habitación si me necesitas.

Tan pronto como se oye el clic de la puerta de su dormitorio,


Olivia se gira hacia mí, con fuego en los ojos. No debería
encontrarlo tan sexy como lo hago, pero jódanme, su ira me la pone
dura, como una jodida roca.
—La última oportunidad, Roman. ¿Qué pasó con tus manos?

Trago mi bocado de bayas y me encojo de hombros sin


comprometerme.
—Mientras dormías profundamente esta mañana, llamé a un
amigo y él pudo mover algunos hilos, para que yo pudiera manejar
algunas cosas.
Su pecho se vuelve de un tono rojo brillante, y miro mientras la
ira sube lentamente por su cuello.
—¿Qué tipo de cosas y qué diablos tiene que ver con tus
manos?
—Hice una visita a Travis esta mañana temprano. No será un
problema pronto.

La boca de Olivia se abre. El color abandona su rostro, y veo el


momento en que pierde la compostura. Demonios, juro que veo
vapor, saliendo de sus oídos.
—¿Hiciste qué? —grita, su voz enojada, rebotando en las
paredes.

Alejándome del mostrador, acorto la distancia entre nosotros,


lo cual es arriesgado. Es probable que me dé un puñetazo en las
nueces, por ir en contra de sus deseos. —Tocó lo que era mío,
Olivia. No iba a dejar que se saliera con la suya.
—Entonces, ¿le pateaste el trasero por eso? ¿Cómo pudiste
ser tan ... tan ... uf, tan estúpido, ¡Rome! Tienes que pensar en
Ryder.
Aprieto los dientes. —Lo hecho, hecho está. Puedes sentarte
aquí todo el día y estar enojada, o puedes superarlo. De cualquier
manera, Travis ha sido tratado.
—¡Lo hecho, no está hecho, Rome! No puedes simplemente
venir aquí, y pelear todas mis batallas por mí. No soy una damisela
en apuros. Te dije que estaba manejando las cosas como quería.
En segundos, tengo una mano envuelta alrededor de su cuello,
y la tiro hacia mí. Sus ojos se abren y deja escapar una bocanada
de aire por la sorpresa.
—Esta es una batalla que me niego a dejarte pelear por tu
cuenta, Olivia. Entonces, enfócate. Joder, pégame, patea o grita. No
va a cambiar el hecho de que haré lo que sea necesario para
protegerte , tanto si quieres, como si no.
Lentamente, la tensión desaparece de su cuerpo. Una dulzura
entra en sus ojos, en medio de la ira que todavía tiene.
—Todavía estoy enojada contigo. Espero que lo sepas.

Arrastro mis labios sobre los de ella, deleitándome con su


dulce sabor.
—No lo haría de otra manera, nena.
Amar y proteger a esta mujer es mi propósito, y que me
condenen si fallo en eso.
Capítulo 24
Little Lies — Fleetwood Mac

Olivia
A petición mía, mis padres y mi hermano se dirigen a mi casa para
el Día de Acción de Gracias, en lugar de que yo tenga que volar.
Esta será la primera vez que pueda organizar una cena navideña.
En mi antiguo apartamento con Reid, siempre hacíamos lo que él
quería. Cenar en casa de sus padres, luego cenar con mi familia.
Odiaba conducir a dos lugares separados. Siempre me pareció
mucho trabajo, pero nunca me quejé.
Una emoción recorre mi cuerpo, mientras doy un paso atrás,
inspeccionando la habitación de invitados que acabamos de
terminar. Mi casa estará un poco atestada con tres cuerpos extra,
pero no me quejo. Una de las razones por las que hice esto, fue
para que Rome y Ryder pudieran tener Acción de Gracias con
nosotros. Claro, Roman podría haberle dado a su hermano pequeño
algo increíble por su cuenta, pero quería que fueran parte de esto,
una parte de mi familia.

También quería que mis padres supieran que estamos


saliendo. Lo último que necesitamos, es otra conversación sexual
incómoda encabezada por mi madre. Quizás ahora que sabe que
estoy con él, retroceda.

―Se ve muy bien, Ry. Gracias. ―Le doy una palmadita a


Ryder en la espalda y él me sonríe, disfrutando de los elogios.
Durante los últimos dos meses, nos hemos acercado más. Puedo
ver por qué Roman pasó años tratando de recuperar a este niño. Él
se lo merece. Uno pensaría que después de la vida que ha tenido
Ryder, terminaría siendo un niño malo, pero es todo lo contrario.
Siempre abierto a aprender cosas nuevas. Es un poco callado, pero
cuando sale de su caparazón, es lo más hermoso. Porque cuando
se ríe, es la viva imagen de su hermano. Y cuando cree que nadie
está mirando, la forma en que mira a Roman me hace llorar. Estoy
segura de que Ryder ama a Roman, como si fuera su padre.

Esos dos, no son sólo medio hermanos; son mucho más.

Me he encariñado con estos dos, más de lo que jamás pensé.


No puedo imaginar estar lejos de ellos ahora. Demonios, la idea me
enferma. Sé que estoy demasiado profundo cuando la mera idea de
perder, no sólo uno, sino los dos, se vuelve imposible de digerir. Me
he acercado a Ryder; tan cerca, de hecho, incluso me ha puesto un
apodo. Eso tiene que ser una buena señal, ¿verdad?

―No hay problema, Olive. Me iré a casa y me ducharé antes


de que lleguen tus padres.

―Está bien, amigo ― le grito después de su retirada. Ryder ha


empezado a llamarme Olive en lugar de Olivia, como una especie
de apodo, y descubrí que me encanta.

Me ayudó a preparar la habitación de invitados, para mis


padres. No es genial, pero servirá. Y mis padres no se quejarán.
Simplemente se alegrarán de que esté viva. ¿Ahora mi hermano?
Esa es una historia diferente. Mi hermano encontrará algo de qué
quejarse, no importa cuán perfecto sea todo. Historias de ser el
bebé de la familia, estoy segura. Con sólo cuatro años de diferencia,
espero que mi hermano se lleve bien con Ryder. No quiero que Ry
se sienta raro con él.

Apago la luz de la habitación de invitados, cierro la puerta y


estoy caminando por el pasillo, cuando escucho un coche rodando
por la entrada. Cruzo mi sala de estar para mirar por la ventana y
sonreír. Efectivamente, son mis padres, entrando en el espacio junto
a mi auto.

Bajo los escalones del porche, tirando del suéter alrededor de


mis hombros, para evitar el frío de noviembre. También al escuchar
a mis padres llegar, Roman sale de su propia casa, cruzando
nuestro césped y se dirige directamente hacia mis padres. El chillido
de placer de mi mamá, se puede escuchar en la calle. Pongo los
ojos en blanco, un poco molesta, pero no puedo evitar sonreír. Mi
papá y Roman se dan la mano, mientras Brandon despliega su
cuerpo anormalmente largo desde el auto. Han pasado unos seis
meses desde que vi a mi hermano pequeño, y lo juro, el imbécil ha
crecido unos maravillosos veinte centímetros.

―Mirando un pequeño centro allí, Brandon. Tal vez quieras


pensar en enfriarlo con los suplementos.

Mi hermano niega con la cabeza con desdén, pero puedo ver


la sonrisa en su rostro. Me da un abrazo. ―Te ves como una
mierda, Liv.

Mis manos vuelan a mi pecho. ―Aww. Tienes tal habilidad con


las palabras.

―¡Hijo, ven a ver esto! ―mi padre llama a Brandon, mientras


cruza nuestro césped, dirigiéndose al garaje de Roman. Estoy
segura de que estarán allí por un tiempo, adulando cosas de chicos.

―Ahí está mi hija favorita. ―Mi mamá me tiende los brazos.

Resoplo. ―Soy tu única hija.

Ella arquea una ceja. ―Eso lo sabes.

Pongo los ojos en blanco, pero obedezco, nada menos. Mi


mamá me aprieta. Cuando se echa hacia atrás, apoya las manos en
mis brazos, mirándome de arriba abajo, luego su mirada se detiene
en mi rostro.

―Te ves feliz.

Yo sonrío. ―Eso es porque soy feliz.

―Y sonrojada. ¿Cuántos orgasmos has tenido hoy?


―Oh, Jesucristo, Madre. ― Girando sobre mis talones, entro a
la casa, lejos de ella y sus travesuras.

―¡Es una pregunta válida!

Mientras esperamos a los chicos, le doy a mi mamá otro


recorrido por la casa, dejándola absorber todas las nuevas
adiciones. Finalmente terminé de pintar el interior de la casa, y
Roman y Ry me ayudaron a moverme para cambiar el diseño
general del interior. Ella lo asimila todo, gritando y gritando
desagradablemente, como hacen las madres orgullosas. De vez en
cuando, trae el tema de vuelta al sexo o algo que me incomoda, y
tengo que hacer todo lo posible para cambiar de tema.

Finalmente encuentra un tema de discusión seguro. ―¿Cómo


van las cosas con Rome? ―Es cómico cómo se marea cada vez
que dice su nombre―. Estoy tan feliz de que hayas seguido mi
consejo con él, cariño. Sabía que sería perfecto para ti. Pero tienes
que decírmelo. ¿Tenía razón acerca de cierto apéndice? ―Ella
mueve las cejas.

Sí, sí, así es, Madre.


Hago un espectáculo de náuseas. ―No voy a hablar contigo,
del tamaño del pene de mi novio, mamá.

Suspira, como si le acabara de decir que tiene que dormir bajo


la lluvia, durante una tormenta. ―Bien. ¿Cómo van las cosas con
ustedes? ¿Cómo se está adaptando el hermano pequeño?

―Las cosas van muy bien. Ryder parece adaptarse bien.


Roman es tan bueno con él. Nunca tuve ninguna duda, pero ¿verlos
juntos estos últimos meses? Él es asombroso.

Mi madre hace una pausa, en su búsqueda de un vaso de


agua y me arquea una ceja.

―Suenas enamorada.
Aparto la mirada, sintiendo el calor subir a mis mejillas. Me
ocupo en el mostrador, sacando alimentos para mañana por la
mañana. Ambas miramos hacia la puerta principal, ante el sonido de
risas y voces que se arrastran. Los chicos pasan, ni siquiera unos
segundos después, y mi mirada inmediatamente busca la de Rome.
Como si hiciera lo mismo, nuestros ojos chocan y el calor recorre mi
cuerpo. Lleva una gran sonrisa, la que muestra el hoyuelo en su
mejilla. Se ríe de algo que mi padre y mi hermano están diciendo.
Ryder está de pie junto a mi hermano, enfrascado en una
conversación con él. La vista por sí sola, teniendo en cuenta tanto a
mi familia como a la de Roman, calienta mi corazón.

― ¿Estás bien desde el incidente con tu jefe?

Me tenso ante la mención de Travis. Aunque no quería,


finalmente me derrumbé y les conté a mis padres, todo lo que pasó
con mi exjefe. Me preocupaba que hiciera algo para tomar
represalias contra Rome por la paliza, pero sorprendentemente, no
sucedió. No sólo fue despedido de la clínica, nada menos que por
su propio padre, sino que Lucy y Kassandra también me
convencieron de presentar cargos.

Admito que puedo dormir mejor, sabiendo que Travis no está


en algún lugar acechando en las sombras, esperando para
atacarme.

―Estoy bien. Siento que las cosas finalmente vuelven a su


lugar. Ayuda que no se le permita acercarse a quince metros de mí,
así que es un alivio.

Mi mamá me da un breve abrazo lleno de calidez maternal.


―Me alegro de que estés bien, dulce niña.

Pasamos el resto de la noche en mi sala de estar, poniéndonos


al día como lo haría cualquier familia normal. Cuando mis padres se
dirigen a la habitación de invitados para irse a dormir, Roman le da
una palmada en el hombro a Ryder, señalando con la cabeza hacia
la casa.
Con mis padres aquí durante los próximos días, las fiestas de
pijamas con Roman tendrán que quedar en espera, hasta que
regresen a casa, y por la mirada que me lanza cuando me da un
beso de buenas noches, puedo decir que los dos mantendremos
nuestras ventanas abiertas esta noche.

Todos se han levantado desde lo que parece el amanecer,


preparando el pavo y el jamón. Mi mamá y yo manejamos la
mayoría de los preparativos, dejando que los chicos hagan lo suyo,
hasta que la cena esté lista.

Roman pasa tiempo con mi papá, hablando de negocios y


viendo el juego. En algún momento, todos los chicos se dirigen a
Roman's, donde muestra sus autos y comparten una cerveza. Sé
que mi papá y Brandon probablemente estén en el cielo por eso.

Brandon y Ryder también parecen llevarse bien. Han estado


en el frente, lanzando un balón de fútbol, riéndose de lo que sea que
los niños se rían. Estoy un poco sorprendida de que mi hermano sea
cortés. Suele ser un idiota, y esperaba tener que darle una bofetada,
pero, sorprendentemente, parece que se lleva bien con Ryder.

Aunque no he tenido mucho tiempo a solas con Roman hoy,


con lo ocupados que hemos estado en la cocina, hemos pasado
nuestros momentos a escondidas, con toques suaves y besos
profundos y persistentes, cuando nadie está mirando.

Estoy ayudando a mi mamá con las batatas confitadas, cuando


la escucho aclararse la garganta. En circunstancias normales, no
prestaría mucha atención, pero la forma en que lo hace, la forma en
que exige atención y dice cuán seria está a punto de ponerse, hace
que mi estómago se revuelva.
Era sólo cuestión de tiempo.
Las cosas entre nosotros fueron corteses durante demasiado
tiempo. Debería haber sabido que lo arruinaría, insertándose en mi
vida y haciendo preguntas sobre mi salud.

―Ustedes dos parecen felices. Él es bueno para ti.

Aún esperando a que caiga el otro zapato, respondo con


cautela, lanzándole una sonrisa que no llega a mis ojos. ―Sí, me
hace feliz. Creo ... creo que podría estar ...

―¿Enamorada de él? ―ella termina por mí. Ella deja de


moverse, y una sonrisa se extiende por su rostro. Mi corazón es un
colibrí corriendo en mi pecho. Las alas se agitan salvajemente
mientras pienso en Rome. El rosa cubre mis mejillas, mientras
pienso en anoche, la forma en que me hizo entrar por la ventana, sin
siquiera tocarme. Miro hacia abajo para ocultar el rubor y la sonrisa,
amenazando con robarme todo el rostro.
―Si. Creo que lo hago.

―Bueno. Estoy emocionada por ti, Liv. Sólo quiero asegurarme


de que ambos tengan cuidado.
Arqueo una ceja. ―¿Cuidado?

―Quiero decir, usando protección.


Pongo los ojos en blanco. ―Mamá por favor. ¿Siempre estás
predicando sobre el sexo y ahora quieres asegurarte de que estoy
usando protección?
―Sólo quiero asegurarme de que te estás cuidando. ¿Estás
lista para formar una familia, Liv?
Yo gimo. ―Sólo han pasado unos meses. Deja de hablar de
bebés. Es un poco prematuro.

―Bueno, nunca se sabe. Me gustaría tener algunos nietos


antes de estar en mi lecho de muerte. ¿Han ido al médico, han
hablado de sus opciones, cuando se trata de formar una familia?
¿Es seguro?
Todas sus preguntas me golpean a la vez, y cierro los ojos con
fuerza, tratando de mantener la calma. Esa es mi madre. Ella es una
tormenta.
―Madre, esto no es Steel Magnolias, ¿de acuerdo? Estoy
segura de que cuando esté lista para tener niños, estaré bien.
Cuando esté lista —reitero dejando claro mi punto.
Ella retrocede. ―¿Cuánto tiempo planeas esperar, Liv? ¿Hasta
los treinta? Estaré medio muerta para entonces.
Le doy un codazo. ―Para. Ocurrirá cuando sea necesario. En
este momento, sólo ... me encanta estar con él. Quiero ver a dónde
va esto. Si esto es incluso algo serio.
―¿La forma en que te mira ese hombre, Liv? Van en serio.
Pero ahora estoy preocupada porque me pregunto si vas en serio
con él.
Dejo lo que estoy haciendo y me giro hacia ella con el ceño
fruncido. ―¿De qué diablos estás hablando? Por supuesto que sí.
Acabo de decirte que estoy enamorada de él.
Mi madre suspira, y cuando me mira, con ese miedo siempre
presente en sus ojos, sé exactamente hacia dónde se dirige, antes
de que las palabras salgan de su boca.
―¿Ya se lo has dicho?

Aprieto los dientes. ―No he encontrado el tiempo. No es gran


cosa.

Ahora es su turno de parecer enojada. Se quita el delantal y


coloca las manos en las caderas. ―¿No es gran cosa, Olivia? Por
supuesto que sí es gran cosa. ¿Cómo puedes ser tan descuidada?
Esta es tu maldita salud ...
―¡Detente! ―grito, interrumpiéndola―. Es una cosa, madre.
Una cosa que me niego a dejar, que me defina a mí y a mi vida. No
es como si tuviera el puto VIH, y me acostara con él sin decir una
palabra.
―¡De alguna manera, esto se siente peor que hacer eso! Y al
menos esas víctimas, les dicen a sus parejas que les pasa algo.

―Simplemente no estoy lista todavía. No estoy lista para


arruinar esto... sea lo que sea que haya entre nosotros.

—¿Por qué estás tan segura de que se arruinará?


—¿Por qué? ―Me burlo, luchando por contener las
lágrimas―. Porque cada vez que se enteran de la verdad, cambia
todo. Nada dura. Nunca podrán manejarlo. Me convierto en un caso
de caridad. Me convierto en ... una maldita niña. En frases como
¿tomaste tu medicación hoy? y ¿Estás escuchando al médico? No
quiero escuchar eso de él. Ya tiene mucho en su plato; lo último que
quiero hacer es descargarle mis problemas. Tiene que criar a Ryder.
Necesito recordar eso.

―Ese hombre literalmente ha pasado por el infierno y ha


vuelto para buscar a su hermano, ¿y me estás diciendo que no
crees que sea lo suficientemente fuerte para manejar esto? ¿Él, de
todas las personas?

Miro la bandeja de patatas y vuelvo a la tarea de cubrirla con


malvaviscos. ―No puedo perderlo, mamá.

Una lágrima se desliza y no me molesto en secarla. El solo


pensamiento hace que mi pecho se hunda de dolor. Me he
acostumbrado tanto a tener a Roman en mi vida, que la sola idea de
no estar con él me enferma. Me rompe el corazón. Si antes no
estaba segura, ahora lo estoy. Estoy irrevocablemente enamorada
de Roman Banks. Incluso cuando está siendo un imbécil testarudo.
Puedo imaginarnos envejeciendo juntos, o tan viejos como la
condición de mi corazón me permita vivir.
―Lo sé, cariño. Pero, ¿qué pasa si te pierde? ―pregunta en
voz baja, y así, la presa se rompe. Me desmorono en la cocina, mi
madre me agarra, antes de que caiga al suelo.
A pesar de mi colapso de antes, la cena de Acción de Gracias
resultó mucho mejor de lo que cualquiera de nosotros imaginaba.
Comemos juntos, como una gran familia, y las miradas de Roman y
Ryder son las que recordaré durante mucho tiempo.
Satisfacción.

Felicidad.
Me sobresalto cuando siento la mano de Roman, rodear la
parte de atrás de mi cuello, tirando de mí hacia él. Aspiro su aroma,
algo limpio y amaderado, mezclado con un ligero toque de cuero.
Me mira fijamente, esos ojos brillantes vibrando con una intensidad,
que siento hasta el alma.
―Gracias por el día de hoy. ―Su voz es baja y ronca,
acariciando mi piel como una ola profunda. Con su mano libre, pasa
su pulgar por mi frente, acariciándome con una reverencia, que me
hace querer decirle cuánto significa para mí.
―No me agradezcas. Este fue el mejor Día de Acción de
Gracias que he tenido en mucho tiempo, gracias a todos ustedes.
¿Ryder se divirtió?
Una suave sonrisa se dibuja en su rostro. ―Lo hizo. Le gusta
tu familia. Cree que tu mamá es muy graciosa.
Pongo los ojos en blanco. ―Oh Dios. No le digas eso. Es lo
último que necesitamos.

―Ella tiene buenas intenciones.


Yo levanto las cejas. ―¿Lo hace, sin embargo?
Rome está sobrio, la intensidad de su mirada aumenta un
poco. Esas tres palabras están en la punta de mi lengua. Durante
tanto tiempo, la única palabra de cuatro letras que me permití decirle
a este hombre fue odio, pero ahora, la otra es todo en lo que puedo
pensar.

Rodeando sus labios sobre los míos, Roman me besa


suavemente, al principio. Es dulce y perfecto, hasta que profundiza
el beso, sacando un gemido de mí, que vibra desde lo profundo de
mi pecho. Cuando tomamos aire, ambos jadeando por una
respiración muy necesaria, el aire entre nosotros está obstruido, por
el deseo y lleno de tensión.

―Consigue tus cosas.


Arrugo la frente. ―¿Qué?

―No voy a dormir sin ti otra vez. Lidia con ello.


Mi corazón palpita. ―Pero mis padres ...

―Están durmiendo.
Atrapando mi labio inferior entre mis dientes, para reprimir la
sonrisa que ansía extenderse por mi rostro, cierro la casa y sigo a
Rome. Él tiene razón. Dos noches sin él es suficiente.
Tenemos mucho tiempo perdido que recuperar.
Capítulo 25
Case of the Ex (Whatcha Gonna Do) — Mýa

Olivia
Estoy saliendo de casa, corriendo con un poco de retraso para ir al
trabajo, más de lo habitual.

Esta mañana, Roman convenientemente me folló hasta el olvido,


antes de ducharse y llevar a Ryder a la escuela. Por lo general, así
son nuestros horarios en estos días. Nos levantamos y nos
preparamos para el trabajo, él se va para llevar a Ryder a la
escuela, mientras yo termino de vestirme, y luego se dirige al taller
de automóviles desde allí.

Sólo esta mañana, parece que me muevo en cámara lenta.


Siento que cada vez que salgo por la puerta, olvido algo, ya sea mi
bolso, llaves o mi móvil. Sea lo que sea, me está retrasando.

Un vistazo rápido a la pantalla de mi teléfono hace que un


gemido se me escape del pecho. ―Jodidamente genial ―siseo,
mientras me apresuro hacia mi coche. Estoy tirando mi bolso y mi
almuerzo en el asiento del pasajero, cuando escucho una voz detrás
de mí, que me hace congelar.
Mis hombros se tensan y mi espalda se endereza. Con mi
corazón latiendo salvajemente en mi pecho, lentamente me doy la
vuelta, enfrentando la fuente de esa voz. Observo al hombre de pie
frente a mí, una extraña sensación de déjà vu que pasa a través de
mí, mientras lo miro fijamente.

―¿Reid?

Me sorprende que, mientras estoy aquí, mirando a mi ex


prometido, no siento ni una pizca de arrepentimiento. No hay una
pizca de nostalgia dentro de mí, que me haga extrañarlo. No siento
nada en absoluto.

Reid mete las manos en los bolsillos de su traje, su mirada


recorre mi cuerpo de arriba abajo. Todo en él es igual a como era,
hace casi un año y medio, cuando estábamos en camino al
matrimonio.
Un escalofrío recorre mi espalda dorsal, ante la mera idea de
caminar por el pasillo.
¿Y si me hubiera establecido y me hubiera casado con él?
Nunca hubiera conocido a Roman. O Ryder. O Kassandra, y todos
los amigos que hice en la clínica.

Su cabello rubio arenoso todavía está cortado, leves ondas en


la parte superior que se pueden atribuirse a su costosa espuma para
el cabello. Está vestido con su típico combo de pantalones negros y
camisa blanca con botones. Trabaja en una empresa de marketing
y, durante mucho tiempo, me encantó la mirada de hombre de
negocios profesional que tenía. Ahora, encuentro que mis gustos
han cambiado, particularmente hacia un hombre que prefiere jeans
rotos, botas de motociclista y cuero.

―¿Cómo estás, Liv? Ha pasado un tiempo.

Mis cejas se hunden en mi cara hasta fruncir el ceño. ―¿Qué


estás haciendo aquí?

Suspira, frotando la parte de atrás de su cuello, como siempre


hace cuando se siente incómodo. ―Llamé a tu mamá. ―Mi
estómago se pone amargo— Ella me dijo dónde podía encontrarte.

Miro a nuestro alrededor y observo el tranquilo vecindario. La


única persona que está fuera de casa en este momento es Josie;
ella está sentada en su silla de sol, viendo el espectáculo. Hoy no
hay cigarrillos.
―Eso todavía no explica lo que estás haciendo aquí, Reid.
¿Para qué llamaste a mi mamá?

Él suspira. ―Quería ver cómo estás. Sólo porque no nos


vamos a casar, Olivia, no significa que todavía no te quiera. No
significa que no me preocupe por ti, y quiera lo mejor para ti.

Aquí vamos. Mis manos se curvan en puños a los costados,


una especie de mecanismo de defensa. ―Ese ya no es tu trabajo.

Su rostro se cierra. ―Cuidar de ti nunca fue un trabajo.


Siempre pensaste que lo era. Vine aquí para ver cómo estás y
ponerme al día. Tu madre está preocupada por ti, Olivia. ¿Acaso te
importa?

Extiendo mis manos a mis costados, claramente agitada.


―Estoy bien. Estoy viva, aquí en una sola pieza. Ella no tiene nada
de qué preocuparse.
―¿Estás tomando tu medicación?

—Oh, por el amor de Dios, basta, Reid. No voy a hacer esto


contigo.

―¿Haciendo qué? ¡Me preocupo por ti, maldita sea!

―Estoy viendo a alguien. ¡No puedes simplemente presentarte


en mi casa de la nada, sin llamarme o enviarme un mensaje de
texto!
Cuando escucho el rugido de una motocicleta, se me cae el
estómago. Me quedo congelada en mi jardín delantero, al lado de
Reid, con el corazón en la garganta. Cuando veo la motocicleta de
Roman bajando por la calle, mi estómago se retuerce con
emociones inquietas, cuando se detiene en su camino de entrada,
balanceando su largo cuerpo fuera de la poderosa moto.

―¿Qué pasa? —pregunta Reid, claramente sin darse cuenta


del desastre en el que se acaba de convertir todo esto.
En el momento en que Rome se quita el casco, siento la ira en
su mirada, y cuando cruza la distancia entre nuestros prados, todo
musculoso y ojos azul hielo llenos de calor, obligo a tragar.

―¿Hay algún problema? ―dirige la pregunta a Reid, su


mirada se estrecha amenazadoramente. Reid retrocede ante el
tono, adelgazando la boca.

―No hay ningún problema aquí, hombre. Sólo intento tener


una conversación.

―No te estaba preguntando a ti, ― espeta Roman.

Me interpongo entre los dos hombres, uno es una figura


distante de mi pasado, y el otro es alguien del futuro, espero.
―Rome, está bien. Todo está bien.

―¿Conoces a este tipo, Liv? ― Pregunta Reid pregunta,


claramente sorprendido. Toma en cuenta a Roman, evaluando todo
sobre él.

―Ella me conoce bastante bien. Harías bien en recordar.

No se puede perder la insinuación, y gimo. ―Roman, deja de


ser un idiota. Y Reid, deja de poner esas caras. Este es mi novio.

Las cejas de Reid saltan hasta la línea del cabello. ―¿Este es


tu novio?

―¿Es un problema para ti, chico lindo? ―Roman se mete en


mi lado, como una especie de escudo.

―¿Cuál es tu problema, hombre? ―Reid toma valor, dando un


paso hacia Roman, lo que probablemente sea un error, ya que
Roman tiene unos buenos quince centímetros. Al darme cuenta de
que las cosas sólo van a empeorar si no les pongo una tapa ahora,
me paro frente a Roma. Poniendo mi mano en el centro de su
pecho, trato de calmarlo.
―Ahora no es el mejor momento, Reid.

―Jesús. ―Él se burla―. Pasamos seis años juntos, Liv.


Íbamos a casarnos. Lo mínimo que puedes darme es la tranquilidad
de que estás bien.

Siento a Roman tensarse bajo mi mano. Mis ojos se abren y


niego con la cabeza, transmitiendo silenciosamente un mensaje a
Reid para que se calle, pero no recibe el memo.

―Estoy bien. Puedes detener esto ahora. ―Me tiembla la voz.

―No estás bien, Olivia. ¡Vives en un tiempo prestado! ―grita


de repente, la vena de su frente palpitando.

El hielo de repente llena mi cuerpo, y todo el color desaparece


de mi cara. Tengo demasiado miedo para darme la vuelta y
enfrentarme a Roman. Aunque mi mano descansa sobre su pecho,
ya no puedo sentirlo físicamente. Es como si de alguna manera, se
las hubiera arreglado para cortar nuestra conexión y separarse. Mi
pecho se aprieta, como si estuviera en un tornillo de banco, mientras
la presión se acumula detrás de mis párpados.

Y así, mi vecino da un paso atrás, lejos de mí. Lentamente, me


doy la vuelta y me fijo en la expresión tensa de su rostro.

―¿De qué carajo está hablando, Liv? ―Rome exige. Su tono


es tranquilo, pero sus ojos, son un montón de emociones. Está
furioso, su rostro se vuelve de un rojo aterrador, mientras trata de
contener su ira. Mis ojos se cierran de golpe y mi estómago da un
vuelco.
Esto es lo que quería evitar. Todo lo que he tratado de ocultarle
a Rome está saliendo a la luz, y la mirada de traición en su rostro,
me desanima. Las lágrimas me queman el fondo de los ojos,
nadando ante mí, distorsionando su figura. Mi labio inferior tiembla,
mientras trato de reprimir mis emociones.
―¿No se lo has dicho? ―Reid se burla, dándose cuenta de
que acaba de lanzar una bomba―. Por supuesto que no lo hiciste.
Esto es como tú. Eres tan irresponsable con tu salud.

―¡Porque quiero vivir! ―grito, la emoción atascando mi


garganta―. Me niego a permitir que este ... este diagnóstico me
impida vivir una vida normal. No puedo caminar sobre cáscaras de
huevo para siempre. Simplemente quiero ser normal. Mi voz se
quiebra, el muro que estaba construyendo alrededor de mis
emociones se desmoronan, y las lágrimas tallan senderos calientes
por mis mejillas.

―Me voy de aquí ―se queja Reid, dejándonos a Rome y a mí.

No me atrevo a mirarlo, al principio. No debería tener que


sentirme así, pero una parte de mí, todavía se siente culpable por no
decirle la verdad. Después de todo lo que me ha contado, sobre su
vida y su hermano pequeño, le oculté mi mayor secreto.

Dos de mis mayores secretos.

Juntando mis manos temblorosas para tener fuerza, me trago


las lágrimas que obstruyen mi garganta. ―Tienes que creerme,
Rome. Te lo iba a decir, lo juro. Sólo necesitaba un poco más de
tiempo, eso es todo.

Las fosas nasales de Roman se dilatan. El dolor destella


detrás de esos ojos azules. ―Estás mintiendo. Nunca me lo ibas a
decir, ¿verdad?

Un sollozo estalla en mis labios y niego con la cabeza. ―No, te


prometo que sí. Simplemente no quería arruinar esto. ―Cierro la
distancia entre nosotros y lo alcanzo, ignorando el torrente de
lágrimas que corren por mi rostro―. Te amo, Rome.

Por primera vez, parece que Rome está sufriendo mucho.


Hace una mueca de dolor ante mis palabras, y el músculo de su
mandíbula se aprieta. Me apresuro a seguir adelante, necesitando
que me escuche. Necesito que él comprenda en qué se ha
convertido esta relación para mí.

―Durante mucho tiempo, pensé que el odio era la única


palabra de cuatro letras que jamás sentiría, cuando se tratara de ti.
Odié la forma en que me hablaste cuando nos conocimos. Y la
forma en que sonreíste, Dios, lo odié. Odio la forma en que
conduces esa motocicleta abandonada por Dios, como si no fuera
una trampa mortal. Odio cuando te quedas mirando demasiado
tiempo. Odio tus grandes y tontos coches que amas. Y la forma en
que lees mi mente. Odio la forma en que te quedas en mi cabeza.
La forma en que siempre sabes qué decir. Odio que me haces reír,
cuando trato de estar enojada contigo. Pero tú y yo sabemos que
nada de eso es verdad. No te odio en absoluto, Rome. Nunca lo
hecho. Odio la forma en que me haces amarte. Odio la forma en que
me haces sentir algo.
―¿Me amas? ―Se ríe sin humor―. Guardaste algo tan
monumental como tu salud lejos de mí. ¿De verdad esperas que
crea que me amas? No me confiaste esa información, ¿es eso? ¿No
pensaste que sería capaz de manejarlo?
Me ahogo con un sollozo. ―¡No! No es eso. Te he visto con
Ryder y eres increíble. Yo sólo… no quería que mis problemas se
interpusieran en el camino. Has trabajado tan duro para recuperarlo,
y no quería ser un peso más para que lo llevaras sobre tus hombros.
Sólo quería ser normal por una vez.

Se pasa una mano frustrada por la cara. ―Sí, bueno, mira


cómo resultó.

Con eso, gira sobre sus talones, salta a su motocicleta y sale


de su camino de entrada, tan rápido como irrumpió.
Me derrumbo en el jardín delantero, sollozando abiertamente
para que todo el vecindario lo vea. El dolor recorre mi pecho y se
apodera de mis pulmones. Aprieto mi mano allí, tratando de aliviar el
dolor que está floreciendo ante su ausencia. Realmente lo he jodido
todo esta vez. Lo he perdido para siempre, y sólo me puedo culpar a
mí misma.

Roman
Pasando una mano agitada por mi cabello, abro una cerveza.
Sentado en el taburete del garaje, miro al lado y suspiro. Se ha
convertido en una rutina, los dos sentados aquí, mientras yo trabajo
en la motocicleta o retoco algo en el carro. Ella se ha grabado a sí
misma en todas las facetas de mi vida. Demonios, incluso sentado
aquí solo, siento que todavía puedo escuchar su risa. Todavía puedo
olerla, el aroma de rosas y algo inherentemente dulce.

Sólo han pasado tres días desde la pelea explosiva en su


césped. Tres días que evité sus mensajes de texto y sus llamadas.
Ella sólo ha intentado venir una vez para hablar conmigo, y Ryder
intervino, diciéndole que estaba en la ducha, a pesar de que estaba
sentado allí mismo en la sala de estar, cocinando.
―¿Estás bien?

Me enderezo en el cubo y miro hacia la puerta. Mi hermano


entra en el garaje silencioso y empujo el taburete vacío para que se
siente. Lo toma, esperando que responda.
―Si. Estoy bien. ― Doy un sorbo a la cerveza. Sabe a ácido
cuando baja por mi garganta. Nada sabe bien desde que supe la
verdad.
―¿Qué pasó?

Lanzo un profundo suspiro. Ha hecho la misma pregunta todos


los días, pero todavía no estoy seguro de cómo expresarlo con
palabras. Cómo explicar que Olivia está enferma. Puede que no lo
parezca o no actúe como tal, pero lo es. Es una bofetada en la cara.
―Ella me mintió.
Está en silencio por un momento, procesando. ―¿Acerca de?

―Está enferma.
Ryder me mira, sus cejas fruncidas. ―¿Quieres decir, el tipo
de enfermedad mala?
Me obligo a tragar. ¿Hay algún otro tipo?
―Si. Y ella me mintió sobre eso. También estaba
comprometida, así que eso es sólo otra cosa que necesito procesar.
Los hombros de Ryder se desinflan. ―Bueno, ¿por qué estás
aquí y no con ella? Si está enferma, entonces te necesita.
Mi boca se tuerce en una mueca. ―Si ella me necesitara, me
lo habría dicho.

―Ella te ama.
Mi pecho se aprieta. Tomo otro trago de mi cerveza,
eliminando el sabor amargo de mi boca.
―Y sé que la amas. Nadie mira a nadie, como lo haces con
Olivia, si no están enamorados.

Le lanzo una mirada seca. ―Oh, ¿y de repente eres un


experto en todo esto?
Se ríe, encogiéndose de hombros. ―Me gustaría pensar que
sé lo que es el amor, y cuando tú y Olivia se miran, eso es amor.
Su respuesta me deja en silencio. Me siento allí, mirando a mi
hermano pequeño, procesando sus sabias palabras. Nunca pensé
que vería el día, en que recibiría dicha sabiduría de alguien de la
mitad de mi edad. Como si supiera que le ha otorgado sabiduría y
su trabajo está hecho, Ryder sonríe, dándome una palmadita en la
espalda, luego desaparece en la casa, dejándome con mis propios
pensamientos.

Soltando un profundo suspiro, miro hacia el techo, buscando


fuerza.

Esta mujer va a ser mi muerte. Eso es todo de lo que estoy


seguro.
Dejando caer la cerveza en mi caja de herramientas, miro el
auto, el mismo en que me la folle, hace sólo unas noches. Parece
que follarla en los vehículos se ha convertido en un nuevo
pasatiempo favorito. Hace sólo tres noches sin complicaciones.

Eso es una mentira. Las cosas nunca han sido sencillas entre
nosotros. Desde el segundo en que la vi, ha sido una espina clavada
en mi maldito costado. Y esa espina sólo parecía cavar más
profundo, creciendo en mí con el tiempo.
Dejando a un lado mi orgullo y mis frustraciones, le envió un
mensaje de texto, esperando una respuesta. Los minutos pasan sin
respuesta, así que digo al diablo con eso. Reviso a Ryder antes de
cerrar con llave detrás de mí y cruzar nuestro césped. Ya terminé
con esta distancia. Estamos hablando de cosas aquí y ahora. Puede
que me haya comportado como un idiota, los últimos días
ignorándola, pero planeo rectificar eso, aquí y ahora. Mis cejas
fruncen el ceño y me quedo sin palabras, cuando me doy cuenta de
que su coche no está en la entrada.

¿Dónde diablos esta ella?


Golpeo con los nudillos en la puerta principal, esperando que
salga. A diferencia de la última vez, no escucho sus pisadas al otro
lado de la puerta. Solo silencio. Silencio incómodo.
Cuando pasan cinco minutos de llamadas y golpes sin
respuesta, decido dar por terminada la noche, demasiado frustrado
para pensar en teorías sobre dónde podría estar. Obviamente ella
no está en casa. Podría estar en el trabajo, pero algo me dice que
tampoco es eso.
Horas más tarde, mi celular vibra en la mesita de noche,
despertándome de una sacudida. Con ojos nublados, frunzo el ceño
ante el número en la pantalla brillantemente iluminada. Es de un
número desconocido, pero no puedo imaginarme que alguien esté
llamando en este momento, si no fuera importante. Deslizando mi
dedo por la pantalla, respondo aturdido, y la voz de la persona en el
otro extremo de la línea me hace dar una sacudida, parpadeando
para quitarme el sueño. Las palabras que resuenan sobre la línea,
envuelven mi corazón en un nudo estrecho, y es cómo perder a mi
hermano de nuevo.
Una frase compuesta de pocas palabras tiene la capacidad de
arruinarme. Salgo volando de la cama, poniéndome ropa, antes de
golpear la puerta de Ryder para despertarlo. Se levanta de un tirón,
con los ojos enloquecidos. Lo que sea que ve en mi cara es
suficiente para que se mueva. Salta de la cama y se pone los
zapatos, sin perder tiempo con preguntas.

Acelero todo el camino hasta el hospital, y cuando entro en la


sala de espera y veo a sus padres llorando, mi corazón se hace
añicos. Mi lengua se pega al techo de mi boca. Cada vez que trato
de abrirla y hacer una pregunta simple, las palabras no salen.
¿Ella está viva?

Por favor, Dios, dime que está viva.


―Vamos, hijo. ―El padre de Liv me da una palmada en la
espalda, tirando de Ryder y de mí en el asiento libre junto a su
hermano pequeño.
―Ella estará bien ―insiste Brandon, con los ojos
enrojecidos―. Tiene que estarlo.
Sólo podemos esperar.
Después de horas de espera con la familia de Olivia, me dieron
el desglose de su condición. Qué pasó y qué la trajo aquí. Algo que
ya habría sabido, si hubiera dejado a un lado mi orgullo y la hubiera
dejado hablar, pero estaba siendo terco. Estaba tan concentrado en
mi rabia que la decepcioné. Ella realmente no puede confiar en mí.
Obviamente tiene todas las razones para odiarme. Quizás si la
hubiera dejado explicar, podría haber ayudado a prevenir esto de
alguna manera.

Al nacer, a Olivia le diagnosticaron un defecto del tabique


auriculoventricular, que resultó en cirugías cardíacas para reparar un
agujero en la pared de su corazón que funciona como separador de
las cámaras superiores. Sólo que su condición era mucho más
grave de lo que parecía. Debido a las cirugías a las que se sometió,
los músculos de su corazón se inflamaron permanentemente, lo que
le provocó una miocardiopatía.
Nunca hubo ninguna promesa de que ella siempre estaría
bien. De hecho, sus padres me dijeron que era todo lo contrario.
Debido a que ella era un factor de riesgo durante las cirugías, la otra
válvula en su corazón no se curó correctamente, lo que significa
que, en cualquier momento, su corazón puede fallar. Es por eso que
es imperativo tomar sus medicamentos, a tiempo, todos los días y
ver a un médico con regularidad. No importa la cantidad de
medicación que tome; es sólo una cuestión de cuándo su corazón
está listo para rendirse. Esa es su realidad: un caso severo de
insuficiencia cardíaca congestiva.
Sus padres me dicen que estaba en el trabajo cuando colapsó.
Recibieron la llamada ayer por la tarde, y volaron tan pronto como
pudieron. Han estado aquí desde entonces, esperando la noticia de
que ella está bien. Que ella saldrá viva de esto.

Eso sin duda explicaría por qué su coche, no estaba allí


anoche.
No puedo dejar de castigarme por esto. Si estuviéramos
hablando, podría haber estado aquí antes, pero la había estado
evitando a propósito, y de alguna manera, no puedo evitar sentir que
soy la causa de esto.
―Roman, ¿me acompañas a tomar un café? ―Lisa, la mamá
de Olivia, pregunta, sacándome de mis pensamientos. Asiento, no
realmente aquí. Mi mente está en otra parte. Camino al lado de Lisa,
atrapado en mi cabeza, mientras nos dirigimos hacia la cafetería
para café.

―Deja de culparte a ti mismo. Esto no es culpa tuya.


Lanzo un profundo suspiro. Seguro que se siente como si fuera
mi culpa. ―Ni siquiera le di la oportunidad de explicar.

―En realidad es mi culpa. Estaba presionando demasiado y


estuvo mal por mi parte darle a Reid su dirección. Pensé que sabías
de él, y sólo esperaba que hubiera una persona que pudiera
convencerla, y hacer que se tomara en serio su salud.
―¿Cuánto tiempo estuvieron juntos?

―Se conocieron en la universidad, permanecieron juntos hasta


hace aproximadamente un año. ¿Pero quieres escuchar un secreto?
Siempre supe que no durarían. Una madre sabe estas cosas, Rome,
Reid y mi hija, nunca hubieran funcionado. Ella lo sabía desde el
principio. Sólo le tomó unos años, reunir el valor para irse. ¿Quieres
escuchar algo más? Ella nunca ha mirado a nadie, como te mira a ti.
Sus palabras atraviesan mi corazón.
Tomamos nuestros cafés en silencio. Tengo la sensación de
que me está dando un momento para procesar esta información.
Lisa Hales es muchas cosas: es vibrante, llena de vida y se parece
mucho a su hija; sin embargo, ella es completamente diferente.
Nunca sabes realmente lo que obtendrás de la mujer.
―Nunca le dije que la amaba.
Lisa pasa su brazo por el mío. —Todavía podrás decírselo,
Rome. Tengo toda la fe, de que mi hija va a superar esto.
Miro a la pequeña mujer, un ceño fruncido arruina mis rasgos.
―¿Cómo puedes estar tan segura?
Me sonríe, aunque la sonrisa es vacilante y sus ojos están
enrojecidos. ―Porque conozco a mi hija y es una luchadora. Ella
siempre lo ha sido. Ella saldrá de esto sólo para mostrarnos que
puede, sólo para demostrar que todos estamos equivocados, ¿y
cuando eso suceda? Ambos me van a dar un autobús lleno de
nietos, por quitarme diez años de vida.

Una risa sorpresa estalla en mi pecho. La parte más aterradora


de todo lo que acaba de decir, es que ni siquiera me desconcierta la
idea de tener un autobús lleno de niños con Olivia.
Cuando un médico sale a darnos noticias sobre la condición de
Olivia, todos están nerviosos. El hombre tiene aproximadamente la
misma edad que los padres de Olivia, tal vez incluso un poco mayor.
Con un rostro curtido y una cabellera plateada, el médico se aclara
la garganta, su mirada recorre a cada uno de nosotros, y se posa en
Lisa y Ethan.
―¿El Señor y la Sra. Hales? ―Se agarran de la mano,
asintiendo con la cabeza, esperando oír más―. Su hija está estable.
―Ante esta noticia, todo el mundo deja escapar un profundo suspiro
de alivio―. La válvula auriculoventricular necesitaba ser reparada
por la hinchazón. Eso estaba provocando la pérdida de flujo
sanguíneo al corazón. Pasó un rato con los latidos cardíacos
estancados, pero después de una desfibrilación exitosa, pudimos
imitar y reiniciar el bombeo, para aliviar la hinchazón. Ella estará
fuera de esto, durante los próximos días. Necesitaré mantenerla
aquí hasta que pueda estar seguro de que la hinchazón se mantiene
bajo control. Agregaré una dosis de captopril a su medicamento,
para reducir la resistencia al flujo sanguíneo. Sólo por medidas
preventivas. Esto no es una solución de ninguna manera, pero con
suerte, este será el último episodio. El corazón es un órgano muy
complejo, pero su hija es una luchadora. Puede que su corazón no
sea el más fuerte, pero está ahí, como ella. Ella debería estar
despierta pronto. Haré que una enfermera se acerque, una vez que
la hayan instalado en una habitación.
Me siento allí, agradeciendo a cada estrella de la suerte en el
maldito cielo, que esté bien.
Ella estará bien.

Ella estará bien.


Después de que sus padres y su hermano la visitan, entro en
su habitación, odiando absolutamente verla en la cama del hospital.
Un puñado de máquinas la rodean, con tubos conectados a sus
manos y pecho.
Me detengo justo en el umbral, sorprendida de ver que está
despierta. Su piel es pálida, no tan llena de vida como suele estar.
Hay círculos oscuros debajo de sus ojos que tampoco suelen estar
allí, pero maldita sea, todavía se ve hermosa. Una dulzura entra en
sus ojos cuando nuestras miradas chocan. Incluso desde aquí,
puedo ver el leve temblor en su barbilla, su forma de tratar de
mantener sus emociones bajo control.

―Viniste ―se ahoga.


Doy un paso más en la habitación, incapaz de apartar los ojos
de ella. ―¿De verdad pensaste, por un segundo, que no vendría?
Una lágrima se desliza por su mejilla, y extiendo la mano para
atraparla, disfrutando de la sensación de su piel debajo de la mía.
La he echado de menos. Cada parte de ella. Alzando la mano,
captura mi mano y presiona un beso en mis nudillos, las lágrimas se
tambalean en el borde de sus pestañas.
Ryder se aclara la garganta detrás de mí, atrayendo su
atención hacia él. Ella sonríe. ―Oye, Ry.
Mi hermano pequeño sonríe. ―¿Cómo te sientes, Olive?
―Mucho mejor. ¿Cómo estás? ¿Aburrido sin mí?

Ryder se ríe, mirándome, antes de acercarse a la cama.


―¿Me preguntas cómo estoy cuando estás allí?
Olivia sonríe. ―Supongo que sí.
―Ha sido miserable sin ti, sólo para que lo sepas.

Me lanza una mirada. No usamos palabras, pero todo lo que


hay que decir se dice en ese mismo momento. Siento todo lo que
ella no dice, y trato de transmitir todo lo que debería haber
expresado hace días, todo lo que siento.
―Les voy a dar un minuto, chicos. Te estaré esperando afuera,
Ro.

Cuando la puerta se cierra detrás de él, vuelvo mi atención a


Olivia, rastrillando mi mirada a través de cada centímetro de ella.
Trabajo a través del aluvión de emociones que me golpean, tratando
de encontrar las palabras adecuadas para compensar el otro día.
―Estoy muy contenta de que estés aquí, Roman.
Soltando un suspiro, reúno la fuerza para hablar sobre mis
sentimientos por una mujer, por una vez en mi vida. ―Lo siento.
Sobre cómo actué el otro día.
Olivia niega con la cabeza. —No te disculpes, Roman. Esto no
es culpa tuya. Esto es sobre mí. Debería haberte dicho antes. Todos
los hombres con los que he estado, siempre dicen que está bien,
que pueden manejarlo, pero ¿y años después? ¿Cuándo estoy
enferma y no tengo mucho tiempo de vida? Nunca duran. Se dan
cuenta de que esto no es lo que quieren. No quería eso para
nosotros. Quería aferrarme a tí, todo el tiempo que me permitieras.
—No soy ellos, Liv. ¿Quiero un para siempre contigo? Por
supuesto que sí. Pero te amo tanto, no necesito para siempre.
Mientras tenga el ahora, eso es todo lo que realmente importa.
Tomaré los segundos, los minutos y los días, porque eres tú,
Sunshine. Siempre eres tú.
—Siento mucho haberte ocultado esto —susurra, con las
lágrimas atascando su garganta.

—Debería haber manejado las noticias mucho mejor de lo que


lo hice. Pero no me importa eso, Olivia. No me importa que
estuvieras comprometida antes. No me importa que me hayas
mentido sobre tu salud. Todo lo que me importa eres tú. Vamos a
hacer que esto funcione, pase lo que pase. No me importa si tienes
una enfermedad cardíaca. No me importa si ni siquiera te queda una
semana. Te amo y no me iré a ningún lado.

Lo que espero sea que un sollozo feliz brota de sus labios, y


ella se acerca, agarrándome por la nuca, para tirarme hacia ella.
—Entonces, ¿quieres envejecer conmigo? —pregunta, entre
lágrimas, tratando de aligerar el ánimo.
—Nunca he querido nada más que envejecer con mi molesta
vecina, que tiene el hábito de tocar música de mierda.
Ella se ríe, y el sonido es música absoluta para mis oídos. —
¡La música de Janet Jackson es clásica!
Una sonrisa se extiende por mi rostro. —Te amo, Olivia. Me
encanta la forma en que odias, por cómo actué cuando nos
conocimos. Amo la forma en que odias, cuando sonrío al salirme
con la mía. Me encanta la forma en que odias mi motocicleta, y la
llamas trampa mortal. Me encanta la forma en que odias, cuando te
miro por mucho tiempo, estoy enumerando todas las razones por las
que te amo en mi cabeza. Me encanta la forma en que odias, mi
capacidad para leer tu mente. Me encanta la forma en que odias,
que me quede atrapado en tu cabeza y me quede ahí. Me encanta
la forma en que odias, que siempre sé qué decir. Me encanta la
forma en que odias, cuando te hago reír, cuando no estás enojada
conmigo. Lo único que de verdad odio, Liv, es el hecho de que
alguna vez te hice llorar. ¿Pero quieres saber qué es lo que más
amo? —Ella asiente, las lágrimas corren por su rostro, mientras
espera que continúe—. Me encanta la forma en que me amas,
Olivia. Te amo tanto, tomaré la cantidad de tiempo, que el universo
crea, que merezco contigo. Vale la pena toda la angustia del mundo,
Sunshine. Lo vales todo.
Ella sonríe, más lágrimas caen por sus mejillas. —Yo también
te amo, Roman.
Capítulo 26
Invisible things – Lauv

Olivia
—¿Puedo abrir los ojos ahora? —pregunto por debajo del
pañuelo que tiene cubriendo mis ojos. No sé cómo es posible, tal
vez sea por años de uso, pero el pañuelo huele a Roman. De alguna
manera ha capturado la esencia del hombre a través de
innumerables lavados a máquina, y de repente estoy tratando de
encontrar formas de capturar este olor, y embotellarlo para un uso
posterior.
Roman se ríe, el sonido es cálido y suave. Se desliza sobre mi
piel, provocando que se me ponga la piel de gallina a lo largo de mis
brazos. —Aún no.
—Oh, vamos, Rome. El suspenso me está matando.

Suspira, como siempre, cuando le pongo de los nervios—.


Está bien. Quítatelo. De todos modos, casi hemos llegado.

Me quito la bandana de la cabeza, parpadeando más allá del


brillo, hasta que mi visión se aclara. Roman se estaciona en un lugar
de estacionamiento, en algún lugar de la ciudad, lo que me incita a
fruncir el ceño.

—Me trajiste a ... —Haciendo una pausa, miro a nuestro


alrededor, buscando algo que me parezca familiar—. ¿Un centro
comercial?
Riendo, se desliza fuera del auto y se acerca a mi lado—. No
exactamente.
Tomando mi mano en la suya, lidera el camino, y cuando
doblamos la esquina del estacionamiento, en la calle principal, lo
veo ahora.

—¿Aquí es donde me trajiste? —pregunto, refiriéndome a la


tienda de tatuajes.

—Pensé que te sorprendería, antes de que pudieras


acobardarte.

Golpeo su brazo, riendo. —No me hubiera acobardado. ¿Qué


te hizo querer esto?

—Pensé que lograríamos esto. Algo que dijiste que siempre


quisiste.

Las lágrimas brotan de mis ojos. Recuerdo haberle dicho que


esto es algo que siempre quise, pero nunca estuve segura de lo que
obtendría. Puede que sea sólo un tatuaje para algunos, pero para
mí es muchísimo más que eso. Es mi libertad, una muestra de mi
tiempo aquí. Una oportunidad de aprovecharme mientras pueda. Es
el hecho de que él escuchó, cuando no pensé que lo haría, lo que
me hace llorar. Este gesto es mucho más.

Él es mucho más.

—Roman Banks, estoy irrevocablemente enamorada de ti.

Él me sonríe, su agarre en mi mano se aprieta para


tranquilizarme. —Venga.

Suena una campana cuando entramos en la tienda de tatuajes.


Otras dos personas están sentadas en las sillas, ya sea esperando
a que alguien se tatúe, o esperando a hacerse el suyo. Son una
pareja impresionante. La mujer es latina, con cabello castaño oscuro
y piel perfectamente bronceada. Ella sostiene la mano de quien
supongo que es su esposo, ya que ambos llevan anillos de boda. Es
guapo y algo en él me hace pensar. Tengo la sensación de que
conozco a esta persona de algún lado, simplemente no puedo
identificarlo.

—No es educado mirar fijamente —susurra Rome en mi oído,


la diversión deslizándose su tono.

—Lo sé, pero algo acerca de ese tipo me es tan familiar. ¿Lo
conocemos?

Roman se ríe. —Ese es Luke Caldwell. Él era el mariscal de


campo estelar y amplio receptor para SDSU, y ahora el receptor de
los 49er’s San Francisco.

Mis cejas se levantan con asombro. —¿Cómo no te estás


volviendo loco ahora mismo?

Rome se encoge de hombros sin comprometerse. —Soy de


Oakland, cariño. Soy fan de los Raiders.

Pongo los ojos en blanco.

Hombres.

La mujer detrás del escritorio se fija en nosotros, y nos lanza


una sonrisa. Su cuerpo está cubierto de arte colorido y sus orejas
están llenas de piercings. Ella es intimidante y perversamente
hermosa.

—Roman, ¿de la cita de las doce? —Rome asiente su


respuesta, y la mujer se dirige hacia la parte de atrás,
probablemente fue por el tatuador.

Lo miro con el ceño fruncido. —Vaya, ¿incluso concertaste una


cita para nosotros? Hablando de negocios.

Él pone sus ojos en blanco. —¿Estás nerviosa?

—Bueno, ahora que lo mencionaste, sí.


—¿Segura que quieres hacer esto? —pregunta, la
preocupación arrugando sus cejas.

El calor envuelve mi corazón, y me acerco a él, presionando un


beso en sus labios.
—Estoy segura. Y sé exactamente lo que voy a querer.

Sus labios se arquean. ¿Me lo dirás?

—Oh no. Vas a esperar hasta el resultado final, cariño. Va a


ser una sorpresa.

—No es realmente una sorpresa si estoy sentado allí contigo,


¿verdad?

—Me mirarás a los ojos, no a mi espalda.

Él se ríe. El sonido está lleno de calidez, ya que reverbera en


su pecho, rodando por mi cuerpo en suaves olas. —Estás loca.

—Dice mucho sobre ti, ¿no crees? —Sonrío, disfrutando


bastante esto de ida y vuelta. Me está ayudando a dejar de pensar,
en el hecho de que pronto estaré marcando permanentemente mi
cuerpo.

Siguiendo mis instrucciones, Roman espera fuera de la


habitación, mientras le explico al tatuador lo que quiero. Cuando me
acuesto en la mesa, boca abajo, mi mano en la de Roman,
agarrándome con fuerza, espero a que mire mi espalda, pero
cumpliendo su palabra, no mira. Me mira todo el tiempo, de esa
manera suave que lo hace. Es el look que reserva sólo para mí, y
me encanta. Me deleito de ello.

Más de una hora después, mi espalda está en carne viva y los


músculos de mi mano están adoloridos, por apretar la mano de
Roman con tanta fuerza, pero he terminado. Roman me ayuda a
levantarme de la mesa acolchada, hacia el espejo que está colgado
en la pared frente a nosotros. Jadeo cuando miro el tatuaje. De
alguna manera, el tatuador capturó exactamente lo que tenía en
mente.

Dos girasoles entrelazados comienzan justo en mis omóplatos,


en el centro de mi columna, en un suave color. Los tallos se
arrastran por mi columna vertebral hasta las palabras —Sunshine,
heaven is always near—escritas en una ligera y delicada cursiva.

Roman frota el tatuaje con la yema de los dedos, con cuidado


de no tocarlo.
—¿Te gusta?

—Si. —Su voz es ronca y baja, y cuando lo miro, sonrío. Está


recordando las palabras que me dijo.

Cuando es su turno, me siento en la silla junto a la mesa,


sonriendo cuando veo lo que está recibiendo. La emoción en mi
corazón, está siempre presente al verlo.

—Muy original.

Me lanza esa sonrisa torcida característica. —Ya tienes mi


corazón. Bien podría poner tu nombre en él.
Presiono un beso en sus labios. —Eres un romántico, ¿lo
sabías?

Roman gruñe, obviamente en desacuerdo.

Caminamos por el centro comercial, tomados de la mano.


Después de que terminó con su tatuaje, tomamos un almuerzo
tardío en el restaurante una cuadra más allá, y ahora estamos
caminando, matando el tiempo hasta que Ryder salga de la escuela.

—¿Qué te hizo hacerte ese tatuaje en específico? —él


pregunta.

—Siempre he sentido que, con la condición de mi corazón, el


cielo siempre ha estado más cerca de mí que para los demás. Y
luego, un día, de la nada, me dices: “Sunshine, heaven is always
near when I’m with you”, y se ha quedado conmigo desde entonces.
Se sintió como una señal. Una señal de que siempre estuvimos
destinados. Me tienes como nadie más lo ha hecho. Este tatuaje no
es sólo un recordatorio de mi condición; es un recordatorio de que
cuando estoy contigo, siento lo mismo. El cielo se siente mucho más
cerca cuando estoy contigo, Rome. Tengo mi cielo aquí contigo.

Allí, en la acera, con innumerables personas caminando,


Roman me besa con una pasión que no he experimentado antes. Es
algo que la gente buscará por el resto de sus vidas. Algunos,
lamentablemente, nunca lo encontrarán. Es una pasión para los
libros. Una pasión que toca mi alma y baila con ella. Entrelaza
nuestros corazones, uniéndonos de por vida.

Roman Banks no es sólo mi vecino. Es el hombre que me robó


el corazón. El hombre que me hizo odiarlo, y amarlo en igual
medida. Es una especie diferente, única en su clase, y es mío.
Planeo aferrarme a este hombre, a este sentimiento, todo el
tiempo que mi corazón me lo permita. ¿Porque esto? Este
sentimiento aquí mismo, vibrando en el aire entre nosotros, latiendo
a través de mi corazón, volando por mis venas, es la perfección.

Siento que pertenezco.

Siento que finalmente encontré mi lugar en el mundo.

Finalmente encontré a mi persona.


Epílogo
The Bones — Maren Morris

Tres años después


Me siento frente a Ryder, esperando impaciente en el sofá, a que
abra el regalo. Mi sonrisa debe estar al borde de la locura, porque él
sigue mirándome de reojo, luego mira a su hermano mayor en
busca de ayuda. Roman está parado a un lado, mirándonos a los
dos, sus brazos cruzados sobre su pecho. Levanta un hombro
encogiéndose de hombros impotente, pero tiene una sonrisa
conspiradora.
—Vamos, ábrelo —insto.

—Dios. ¿Qué es, un millón de dólares?


Le lanzo una mirada furiosa. —Sólo ábrelo, ¿quieres? Estás
arruinando el momento.

Ryder sonríe y es como un golpe en el pecho. Hay mucho de


su mayor hermano en esa sonrisa, da un poco de miedo. A las
chicas les espera un verdadero placer.

Junto mis manos sudorosas, viendo a Ryder abrir la caja que


le di. Atrapo mi labio inferior entre mis dientes, para reprimir la
sonrisa que ansía extenderse por mi rostro, miro ansiosamente
mientras abre la tapa, frunciendo el ceño al ver el contenido dentro
de la caja. Coge la nota escrita a mano y abre los ojos como platos.

—¿Este es mi regalo de cumpleaños? —Él hace la pregunta


con cautela, como si honestamente no pudiera creer que le
diéramos esto como regalo.

Me río. —Al menos trata de lucir un poco más emocionado.


—Quiero decir, estoy feliz por ustedes, pero creo que podrían
haberme pedido esto, durante la cena anoche y eso hubiera sido
suficiente.

—Está bien. —Dejo escapar un suspiro dramático y le quito la


caja—. Encontraré a alguien más para que sea el padrino de
nuestra hija.
—¡Ah ah ah! —Extiende la mano hacia la caja y me la quita—.
Nunca dije que no aceptaría.
Yo sonrío. —Vas a ser tío y padrino. Bastante emocionante,
¿verdad?
Ryder pone los ojos en blanco, complaciéndome. —Oh si. No
puedo imaginar nada más emocionante para un joven de diecisiete
años.

—Bueno, espera ahora. No hemos terminado. Hay una cosa


más que tu hermano tiene para ti. — Yo sonrío. Mirando hacia atrás
por encima de mi hombro, busco la mirada de Roman. Oculta una
sonrisa propia y señala con la barbilla hacia la puerta principal.

—Vamos.

Sigo a los chicos fuera de nuestra nueva casa, y escucho la


respiración ahogada de Ryder, en el segundo en que sale al porche.
Allí, en el camino de entrada, junto al orgullo y la alegría de Roman,
está el Camaro SS del 69, que ha estado renovando en el garaje
automotriz de Ryder, durante los últimos años. Es casi idéntico al
suyo en color, pero el auto en sí es de una marca y modelo
diferente.

Hace unos dos años, Roman y yo tomamos la decisión de


vender nuestras casas, y encontrar algo lo suficientemente grande
para todos nosotros. Realmente ya no veíamos el sentido de tener
fiestas de pijamas. Pasé la mayor parte de mi tiempo en su casa con
Ryder, de todos modos, así que tenía más sentido tener nuestro
propio lugar juntos. Nuestro nuevo lugar es de cuatro habitaciones, y
a sólo dos cuadras y media de nuestro antiguo vecindario. Es el
pequeño lugar perfecto para todos nosotros. Me enamoré de él en el
momento en que lo vi, y supe que tenía que ser nuestro.

—De ninguna maldita manera —susurra Ryder, corriendo


hacia el coche, su mano volando a su cabeza. Sus ojos están muy
abiertos, la sorpresa escrita en todo su rostro. Me acurruco en el
costado de Roman y lo miro. La felicidad irradia de él estos días, tal
como lo es ahora. La forma en que mira a Ryder me hace llorar.
—¿Te gusta?

—Creo que podría llorar —admite Ryder.

—Es la noticia del bebé, ¿no? —bromeo, haciéndolos reír a


ambos. Ryder se vuelve hacia el coche, admirándolo, prácticamente
emocionado. Ante la mención del bebé, la mano de Roman se
desliza alrededor de mi cintura y descansa sobre mi estómago. Su
mano es tan grande que cubre la mayor parte de mi estómago.
Todavía no estoy mostrando, ya que sólo tengo catorce semanas,
pero por la forma en que Roman sostiene a este niño, nada podría
traerme, este nivel de felicidad.

Colocando mi mano sobre la suya caliente, aprieto. —Creo que


acabas de ganar el premio al mejor hermano.

—¿Eso crees?

—Si. Ryder es un muchacho afortunado. —Me doy la vuelta en


sus brazos, ahuecando su fuerte mandíbula en mi mano—. Pudo
haber tenido un hermano, que no lo amara ni la mitad de lo que tú lo
amas. Pero no lo tiene. Él te tiene a ti.

Los ojos de Roman se suavizan, mientras me mira. El azul


parece más claro de lo habitual, casi blanco, como el de Max.

—¿Puedo sacarlo a dar una vuelta? —Ryder pregunta,


devolviendo nuestra atención a él.
Dejo escapar un suspiro. —Si. Pero tienes que estar en casa
para la cena. ¡Y no hay chicas en el auto!

Roman le lanza las llaves a Ryder, y él las agarra sin esfuerzo,


saltando. Pasa la mano por el tablero, antes de encenderlo. La
sonrisa que se extiende por su rostro, mientras el carro cobra vida,
me tiene ahogada.

Jesús. Estas hormonas no son una broma.


Ry nos saluda con la mano, mientras sale del camino de
entrada, y Max le ladra al auto, que ruge por nuestra tranquila calle.
Siento una punzada en el pecho, sólo de pensar en el momento en
que se gradúe. Que Ryder se vaya a la universidad, va a ser difícil.
Como si sintiera hacia dónde se dirigen mis pensamientos, Roman
presiona un beso en mi cabeza.

—Vamos, vayamos adentro. Te ves cansada.

Como si sus palabras fueran un detonante para que la


somnolencia se apoderara de mí, dejé escapar un largo bostezo. —
Si, lo estoy. Tu bebé ya me está agotando, Sr. Banks. ¿Te imaginas
cómo será ella, cuando esté aquí, aterrorizando a todos, como tú?

Roman echa la cabeza hacia atrás y se ríe, tomando mi mano


en la suya, mientras caminamos hacia adentro. —¿Cómo puedes
estar tan segura de que es una niña? Podría ser un pequeño
destinado a aterrorizar.
—Una madre sabe estas cosas.

Golpea mi trasero, señalando con la cabeza hacia el dormitorio


—. Ve a acostarte. Te traeré un poco de agua.

Yo suspiro. —Eres demasiado bueno conmigo.

Arrastrándome a la cama, suelto una bocanada de aire. Estos


arrebatos de somnolencia me golpean al azar. Puedo sentirme
completamente bien, hasta que me subo a esta cama, luego, sin
que yo lo sepa, me quedo dormida. Ni siquiera es como si hubiera
estado trabajando horas extras; mi horario en la clínica ha sido
relativamente tranquilo en comparación con cuando comencé. En
todo caso, Roman debería ser el que esté cansado. Dedica tantas
horas al garaje de George. Sé que lo hace porque le encanta, pero
todavía me preocupa que se esfuerce demasiado. Sin embargo,
supongo que todos los años que pasó en George's, le han sido
útiles. George mencionó que estaba buscando a alguien que se
hiciera cargo del garaje, cuando estuviera listo para retirarse, y
estaba mirando a Roman. No creo que lo haya visto nunca, tan
orgulloso de sí mismo.

Max trota hacia el dormitorio, deteniéndose a mi lado de la


cama. Descansando su cabeza en el borde, me mira fijamente. Me
acerco, rascando detrás de sus orejas y acariciando su suave
pelaje.

—Hey amigo. ¿También te sientes cansado?

Max levanta su pata delantera sobre la cama, y es entonces


cuando noto la pequeña caja unida a su cuello. Arrugo la frente. La
caja es pequeña, y cuelga de una cuerda que Roman debe haber
atado a ella. Sintiendo la mirada de alguien en mí, miro cerca de la
puerta del dormitorio y encuentro a Rome, apoyado contra el marco
de la puerta, con los brazos cruzados sobre su pecho, mirándome.

—¿Qué es esto?

—Sólo un pequeño regalo para ti.

—¿Para mí? ¿Porqué?

Su boca sube pulgadas, como si quisiera sonreír. —Ábrelo y


descúbrelo.

Mi estómago se hunde, alcanzo la caja y saco la cuerda. Es


ligero en mis manos, y mi corazón de repente late con fuerza en mi
pecho, mientras deslizo la tapa. Mi aliento se atasca en mi garganta
y mis manos tiemblan, cuando veo la tapa de terciopelo de la caja
más pequeña dentro.

Tomando una bocanada de aire, dejo caer la caja de terciopelo


en mis manos, y cuando la abro, una mano vuela hacia mi boca,
para sofocar el grito ahogado.

—Roman —susurro con asombro, mirando el anillo. Es


espectacular. El gran diamante en el centro refleja la luz, brillando
maravillosamente.

Durante el último año y medio, hemos hablado mucho sobre el


matrimonio y si era algo que queríamos o no. Pero como no quería
hacerme ilusiones, mencioné en numerosas ocasiones que no
estaba segura de querer casarme. ¿Cómo podría hacerlo, cuando
nuestro futuro no estaría prometido? Así que cada vez que la
discusión estaba sobre la mesa, la vetaba. Fingiendo que no era lo
que quería. Pero, por supuesto, Roman vio a través de mis
mentiras. Siempre lo hace.

Quiero casarme con este hombre. Más de lo que nunca he


querido nada. Simplemente no quería ser egoísta. No quería forzar
el asunto, pero ¿el hecho de que esté aquí con un anillo,
proponiéndome matrimonio, de todos modos? Es todo.

Él es todo.
Cuando miro hacia arriba y lo encuentro, junto a la cama en
sus rodillas, la primera ronda de lágrimas se desliza por mis mejillas.
Pongo una mano sobre mi boca, tratando de reprimir el impulso de
gritar de alegría. Hay tantas emociones dentro de mí, estoy teniendo
dificultades para fijarme en una sola. De lo único que estoy segura
es que soy feliz. Tan jodidamente feliz, que ni siquiera puedo
respirar.

—Tenía planeada esta cena extravagante, en la que te iba a


pedir que te casaras conmigo, y fue perfecta, pero no podía esperar
más. Te amo, Olivia René Hales. Te amo como nunca antes había
amado a nadie. Tienes todo mi corazón. Tu dominio sobre mi alma
es eterno, y quiero pasar el resto de mi vida contigo. ¿Te casarías
conmigo?

—¡Si! —sollozo, lanzando mis brazos alrededor de su cuello y


arrastrándolo hacia mí. Las yemas de mis dedos se clavan en su
carne y lo sostengo allí, empapándome de todo lo relacionado con
este momento, sin querer nunca dejarlo ir. Se aparta, presionando
sus labios contra los míos, en un beso que siento viajar a través de
mí en oleadas. Es un beso que siento asentarse, profundamente en
mis huesos.

Roman me quita la caja y desliza el anillo en mi dedo. No me


sorprende que encaje perfectamente. Todo sobre esta propuesta va
más allá de lo perfecto, ni siquiera me importa, que no pueda
esperar para hacer esto, con una cena elegante. Lo tomaría
proponiéndome matrimonio con un maldito Ring Pop y aún así
estaría feliz. Porque es Roman, el hombre de mis sueños.
—¿No podrías hacer esto antes? Mi papá te va a matar por
dejarme embarazada antes del matrimonio —bromeo. Nuestro
próximo anuncio de bebé iba a ser para mi hermano y mis padres,
pero supongo que no será lo único que anunciemos, cuando
vayamos a Long Beach para visitarlos el próximo fin de semana.
Roman resopla. —Hemos hecho todo al revés, así que, ¿por
qué sería diferente? Además, tus padres quieren ver fotos del
compromiso, así que haremos esa cena elegante después de todo,
sólo para mantener la ilusión de que te merezco.
Mi labio inferior tiembla. —Te amo, Roman Banks. Eso significa
que contaré la historia de esta propuesta, a todos nuestros hijos y
nietos porque es nuestra. La versión real. No una mierda de molde
inventada que no somos nosotros. —Presiono un beso en sus
labios, y cuando nos alejamos, jadeando por respirar, sigo mirando
desde el anillo a este hombre. Este momento todavía se siente tan
surrealista. Cuando me mudé a esa casa, nunca en un millón de
años, pensé que mi vecino sería un hombre como Roman. Nunca
me hubiera imaginado, que caería en un odio tan profundo, con ese
vecino y poco a poco me enamoraría irrevocablemente de él.

Miro a Max, que está de pie junto a Rome, mirándonos, con la


cabeza ladeada.
—Maxie, ¿estabas involucrado en esto? —Me ahogo, la
emoción obstruye mi garganta. Ladra en respuesta, haciéndonos
reír a los dos.
Sentándome, envuelvo a Rome con mis brazos y lo tiro a la
cama conmigo. Su boca trabaja con la mía, desde mis labios hasta
mi cuello, permaneciendo allí, hasta que me retuerzo en las
sábanas, de la magia que es su lengua.

Cuando alcanza el dobladillo de mi camisa y yo alcanzo la


suya, procedo a hacer el amor con el hombre que posee todo mi
corazón.

Hay algunos amores, algunos sueños que se sienten más allá


de su alcance. Nunca sientes que vas a encontrar ambos.

Pero lo hice.
Encontré mi sueño en Roman y nuestra pequeña familia, que
ahora se está expandiendo.

Y nuestro amor puede no ser del tipo que la gente escribe,


pero es nuestro. Es único en su clase. Es el tipo de amor, que saca
las estrellas en las noches más oscuras. El tipo de amor, que
encuentra todas las piezas que te faltan, y las une perfectamente.
Es el tipo de amor, que construye un hogar en tu corazón. El
hogar no es de donde eres. Es donde perteneces. Algunos de
nosotros, viajamos por el mundo para encontrarlo. Otros lo
encuentran en una persona.
Encontré mi casa en Roman.
Nuestro amor es del tipo que hace que incluso los cínicos más
grandes se enamoren perdidamente de la molesta chica de al lado.

Es eterno.
Somos nosotros.

El fin.
Epílogo Extra
Delilah
Cuarenta y cinco años después

Me empujo a través de la puerta del hospital, apretando mi


pecho con emoción, cuando veo a mi padre en la cama. Se ve tan
cansado e indefenso allí. Es tan diferente al hombre que he
conocido toda mi vida. Roman Banks siempre ha sido la persona
más fuerte, conocida por la humanidad. En su mejor momento era
guapo, divertido e increíblemente carismático. Puso el listón muy
alto para los hombres. Porque sabía lo que me merecía. Observé la
forma en que adoraba a mi madre. La forma en que la amaba con
tanta fiereza, sin remordimientos. Y la forma en que ella lo miró , fue
como si se hubiera colgado de la luna, y le hubiera dado las
estrellas. Las miradas que ella le dirigía estaban justificadas, porque
le dio el mundo entero y algo más.
Eso es lo hermoso de su amor. Cuando era niña, hacía que mi
mamá me contara innumerables historias, sobre ella y mi padre. Soy
la menor de cuatro. Mi hermana Emily cumplirá cuarenta y cinco
este año, mi hermano Rome cumplirá cuarenta, mi otro hermano
Elijah cumplirá treinta y seis, y yo cumpliré treinta en tan sólo unos
días. Mi madre siempre nos inculcó a todos a alcanzar las estrellas,
incluso si parecían demasiado lejanas. Y mi papá, bueno, creía
firmemente que si alguien se interpusiera en nuestro camino para
alcanzar esas estrellas, les patearía el trasero. Mis padres eran la
combinación perfecta, de frío y calor.
Su historia era una para los libros, una que recordaría y
apreciaría hasta el final de los tiempos. Ya ves, empezaron como
enemigos. Odiándose el uno al otro. Ese sentimiento luego se
convirtió en bromas tontas y tiempo perdido que nunca
recuperarían. Cuando se conocieron, pudieron saltarse todas las
partes incómodas del amor. Dándose cuenta de que ninguno de los
dos era perfecto, y que nunca lo sería. En cambio, se conocieron
como dos almas viejas, bien desgastadas por una vida de
verdaderos momentos llenos de altibajos.
Sonreía cada vez que mamá o papá, llegaban a la parte de la
historia en la que finalmente se besaban. Era mi parte favorita,
porque no podía imaginar una vida, sin que mis padres se amaran.
Quiero decir, claro, peleaban. Las parejas casadas lo hacen todo el
tiempo. Pero sabía que siempre se reconciliarían. Juntos,
permanecieron en las últimas sombras del otro, calmando las
cicatrices de una vida bien vivida. Mi padre se propuso mantener a
mi madre, radiante en todo momento. Y lo consiguió.
Ojalá pudiera hacer algo para hacerlo feliz ahora.
Oliendo mas allá de la repentina presión en mi nariz, entro en
la habitación del hospital y golpeo la puerta con los nudillos.
—Hola papá.
Se mueve en la cama, girándose hacia mí, su rostro
envejecido hace un nudo en mi estómago. Mi hermana mayor
Emily trajo a sus hijos ayer para una visita, pero por alguna razón,
tuve la necesidad de volver a ver a mi padre, antes de que
terminaran las horas de visita. Me he quedado hasta tarde, todas las
noches. Algo en lo profundo de mis entrañas que me dice, que pase
todo el tiempo que pueda con él.
—Hey niña. —Su voz es ronca y cansada, y es una lucha
contener mis lágrimas.
—¿Te sientes mejor hoy? —Pregunto, esperanzada, mientras
tomo el asiento vacío junto a él, sabiendo ya la respuesta.
—Cuando duerma, seguro.
Incapaz de ayudarme a mí misma, tomo la mano de mi papá
en la mía y froto mi pulgar, a lo largo de su piel manchada por la
edad. —Alguna visita de mamá? —Pregunto, tragando el repentino
nudo en mi garganta ante la mención de mi madre.
—Todas las noches de esta semana.
Sonrío, aunque me sale tambaleante.
Mañana serán dos años desde que mi mamá falleció. Todos
sabíamos lo que venia. Mamá tenía un corazón defectuoso, y
aunque los médicos nunca pensaron que sobreviviría tanto tiempo
como lo hizo, demostró que todos estaban equivocados. A la edad
de setenta y un años, el corazón de mi madre finalmente se rindió,
pero vivió una vida maravillosa. Una a la que espero, cuando mire
hacia atrás, arriba, la haga sonreír.
Mi padre estaba hecho un desastre después de su muerte, y
pareció que, poco después, él también se enfermó. Le
diagnosticaron cáncer de pulmón, unos dieciocho meses después
de que ella falleciera. Fue otro golpe para nuestra familia. No quería
pensar en la posibilidad de perder a mi padre, especialmente no tan
pronto después de perder a mi madre, pero tenía sentido. Vivían el
uno para el otro. Su amor abarcó vidas de ira y odio. Sabía que sin
mi madre, no podría sobrevivir.
Supongo que el universo, el destino, la muerte, ninguna de
esas cosas se preocupan por la pérdida. No les importaba cuánto
amaban a una persona, no les importaba que esa familia en
particular, todavía estuviera recogiendo los pedazos de una pérdida,
sólo para ahogarse en otra. La muerte no tiene simpatía. Toma sin
consideración.
—Te amo, papá —me ahogo, de repente me emociono. Hay
una opresión restrictiva en mi pecho. Aprieta mis pulmones como el
tornillo de un banco, y perfora mi corazón. Mi papá sonríe con
tristeza, palmeándome la mano.
—Deberías descansar un poco, niña. Te ves cansada.
Asiento, secándome las lágrimas. —Lo haré, papá. Lo
prometo. —Le doy un beso en su mano y me deleito con la cálida
sensación de su pulso contra mi piel. Si algo me ha enseñado la
muerte, es cómo apreciar la vida. Cómo apreciar las pequeñas
cosas, como los pequeños momentos que tienes con la gente, que
no estará ahí para siempre.
—Ethan te está tratando bien?
Sonrío, pero es forzado. —Siempre.
Lo que mi papá no necesitaba saber es que, durante los
últimos meses, mi relación con mi prometido ha sido insatisfactoria,
en el mejor de los casos. La chispa que recuerdo de nuestros
primeros años, se ha disipado y en su lugar está el aburrimiento. Sin
embargo, Ethan todavía parece feliz. En la superficie, tenemos
sentido. Él es el abogado de renombre, y yo soy su socia silenciosa,
que es dueña de su propia floristería y permanece en su propio
carril. Somos una pareja feliz. Pero a pesar de todo eso, por la
noche, mientras estoy acostada en la cama, mirando al techo, no
puedo evitar sentir que me falta algo.
Hay un enorme agujero en mi pecho. Este revuelo en mi
estómago que tengo cada vez, que miro el anillo de diamantes en mi
dedo.
—Bien. —Mi papá suspira somnoliento, cerrando los ojos. Me
siento con él durante una hora más o menos, mientras entra y sale
del sueño. Lo miro mientras sueña, concentrándome en los tiempos
más felices.
Cuando una enfermera me advierte que el horario de visitas ha
terminado, suspiro con derrota. Agachándome, abrazo a mi papá y
le doy un beso de despedida, aguantándome un poco más de lo
normal, queriendo sentir su calidez durante más tiempo esta noche.
Mientras salgo de la habitación del hospital, los latidos de mi
corazón son un latido sordo en mi pecho. Me dirijo hacia los
ascensores, sintiendo que mis emociones suben por mi garganta.
Mis ojos están ardiendo por las lágrimas no derramadas, y parpadeo
en respuesta, tratando de mantenerlas unidas hasta que entre en mi
auto. Presionando el botón hacia abajo en el panel, me sobresalto
cuando siento que mi teléfono vibra en mi bolso. Lo busco y miro la
pantalla, mi estómago se revuelve con inquietud cuando veo el
nombre de Ethan. Es tarde, lo que significa que, o acaba de llegar a
casa y se dio cuenta de que no estaba allí, o él necesita quedarse
hasta tarde en la oficina de nuevo.
Ninguna de esas posibilidades me sienta bien.
Cuando suena el ascensor y las puertas se abren, entro sin
mirar hacia el frente, con la mirada todavía pegada a la pantalla de
mi teléfono. En el proceso, choco contra algo duro. Exclamo un
"oomph", y mi teléfono se desliza de mis manos, estrellándose
contra el suelo. Eso estaría bien, si no hubiera golpeado el suelo,
patinado y deslizado directamente a través de las grietas del
ascensor.
—¡No! —Lloro, cayendo de rodillas. Con mi cuerpo flotando
entre las puertas del ascensor, miro con horror la inminente grieta de
la fatalidad. ¿Qué tan desafortunada tiene que ser una para perder
su teléfono de esta manera?
—Quizás si estuvieras prestando atención, no estarías en esta
situación —me reprende una voz profunda desde arriba.
Entonces, me doy cuenta de lo que pasó.
Choqué con algo, más bien con alguien, cuando subí al
ascensor. Mis ojos se entrecierran y levanto la mirada, lista para
matar a esta persona por ser una idiota, pero me congelo. Mi mirada
choca con un par de ojos verdes hundidos, que me miran con
desdén, provocando que un escalofrío recorra mi espalda. La
sorpresa hace que mi boca, se abra en estado de shock.
El hombre de pie frente a mí, que todavía es un idiota, es
guapo. Si te tragas la lengua, pierdes el cerebro, por lo que el tipo
es más que guapo. Con el pelo castaño desgreñado, que me
recuerda a los años universitarios de Ethan, el hombre se eleva
sobre mí. Es entonces cuando recuerdo dónde estoy, y me duele el
pecho.
Me pongo de pie y me obligo a tragar saliva. Con una barba
incipiente que no hace nada para ocultar, la fuerte mandíbula debajo
y las facciones perfectamente rugosas, el hombre podría ser la
persona más hermosa del planeta, si no fuera por la forma, en que
me está fulminando con la mirada.
—¿Has terminado de mirar? Me gustaría bajar al primer piso
en algún momento de hoy .
Su tono es frío y sus palabras, son un doloroso latigazo que
raspa mi carne.
—¿Disculpa? —Pregunto, completamente asombrada por el
comportamiento de este extraño, y su actitud de mierda.
Seguramente, él no puede ser tan... malo.
—¿Eres sorda? Sube o bájate.
La ira me recorre el pecho mientras entro en el ascensor, junto
a este imbécil. —¿Siempre eres un idiota con todas las personas,
con las que entras en contacto, o ese placer está reservado
únicamente para mí?
—¿Siempre eres así de estúpida, o ese placer está reservado
únicamente para mí? Bromea. Su tono frío y brusco.
Típico, es guapo y un puto idiota.
Nerviosa por este hombre y la intensidad de su culo, irradiando
en el pequeño espacio entre nosotros, me muevo sobre mis talones
y me meto un mechón de cabello detrás de las orejas. Sus ojos
siguen el movimiento y se concentran en mi anillo. Si es posible, el
desdén en su rostro parece intensificarse.
Hace un ruido en el fondo de su garganta, que no me sienta
bien.
—¿Cual es tu problema?
Se burla, sus labios regordetes se tuercen en un ceño fruncido.
—Mujeres como tú, sin consideración por nadie más que ellas
mismas, ese es mi problema.
Una risa de incredulidad, se desgarra de mi pecho.
¿Qué mierda?
Cuando suena el ascensor, salimos ambos mirándonos con el
ceño fruncido, mientras tomamos caminos separados.
—Qué idiota —murmuro para mí misma, mientras salgo del
hospital, completamente sin teléfono.
Esa noche en la cama, trato de sacarme de la cabeza al idiota
del ascensor, pensando en mi madre y mi padre. Pienso en su
relación y en la hermosa vida que han vivido. Me tiene cuestionando
mi propia relación, preguntándome si alguna vez tendré lo que ellos
tuvieron.
No me sorprendo del todo, cuando me despierto con una
llamada telefónica del hospital. Lo sabía y sentía que estaba por
llegar. Había una parte de mí que sabía que esta noche, era mi
última noche con mi padre. Esta fue nuestra última noche, antes de
que finalmente se fuera a casa, para estar con mamá. Derramé
algunas lágrimas, pero el dolor no es tan abrumador como pensé
que sería, porque sé, sin la menor duda, que está con mi madre de
nuevo. Sonriendo, riendo y viviendo la vida, como si nunca hubieran
estado separados.
Porque eran Rome y Olivia, amando mucho, sin importar lo
que se interpusiera en su camino. Ya sea la vida o muerte, siempre
encontraron la manera.
Cuando me vuelvo a dormir esa noche, sueño con mis padres
en su mejor momento, felices y sonrientes. Los escucho discutir,
perseguir besos, diciéndonos que nos aman a mí y a mis
hermanos, y que siempre estarán aquí, pase lo que pase.
Es un pensamiento hermoso, que ni siquiera la muerte
conquista el amor y, a veces, lo hace aún más fuerte.

Ocho meses después

Suena el timbre de la puerta, lo que indica que tengo clientes.


Salgo corriendo por la parte de atrás, con los brazos llenos de flores,
que aún necesitan ser recortadas y exhibidas. Como si me hubieran
tirado con un balde de agua fría, un jadeo se desgarra de mi pecho,
y mis pasos vacilan, cuando veo quién está parado en medio de mi
tienda. El cabello y los ojos verdes vibrantes, que me disparan
dagas, son un claro indicio.
Aprieto los dientes mientras aprieto las flores en mis brazos y
mi mirada se reduce al hombre del ascensor en el hospital. El
hombre al que todavía no he olvidado, a pesar de todo el tiempo que
ha pasado.
—Eres tú.
Sus labios se aprietan, un rayo de furia entra en sus ojos. —
Parece que lo soy.
Haciendo caso omiso de la extraña sensación en mi estómago,
obligo a mis pies a moverse y dejo caer las flores sobre el
mostrador. Con el movimiento, sus ojos encuentran mi mano,
ensanchándose sólo un poco, cuando se da cuenta de que el anillo
que estaba en mi dedo, hace sólo unos meses antes, ya no está.
Frunzo el ceño, mientras miro fijamente a este hombre en mi
tienda. ¿Cuáles son las probabilidades de que él, entre todas las
personas, esté aquí? Siempre me pregunté qué le pasaría, si estaba
siendo un idiota con la mitad de la población. Nunca lo admitiré en
voz alta, pero esa noche en el hospital, cuando me encontré con
este extraño, cambió el curso de mi vida para siempre.

Continuará…
Agradecimientos
No puedo agradecer lo suficiente a todos los que ayudaron a que
Hate Thy Neighbor sea todo lo que es hoy. Originalmente,
planeé dejar el epílogo extendido en el libro, pero después de
pensarlo mucho (y sugerencias de editores y amigos) decidí cortarlo
y darles a todos la oportunidad de decidir si querían leerlo o no. Me
encantan los HEA, como imagino que a todos los demás, pero para
Olivia y Roman, quería ser fiel a su historia y no endulzar lo que el
futuro les depara o no. Espero que todos los lectores puedan
respetar eso
Honestamente, escribí esta historia por capricho. No tenía
expectativas ni nada para este libro. Esto estaba destinado a ser un
proyecto de purga. Algo para escribir y luego tirar. Se me ocurrió la
idea y, de manera molesta, no desaparecía, así que seguí adelante.
Seis capítulos y supe que no podía tirar este libro. Sabía que me
enamoraría de estos dos cuando escribí "El fin". Y lo hice. Esta
historia es muy diferente a la habitual y me encantó. Me encantó
alejarme de toda la angustia y el suspenso, hacia algo
(relativamente) más ligero.
Antes de aburrir a todos, necesito agradecer a tanta gente por hacer
posible esta historia. Mi equipo de lectores Beta increíbles: Chelé,
Elizabete, Ratula, Sarah, Aundi, Serena, April, Annette, Michelle,
Sonal y Becky. Gracias a todos por tomarse el tiempo de leer esta
historia. Todos sus comentarios son invaluables y esta historia no
sería posible sin ustedes, chicas. Los amo a todos y cada uno de
ustedes muchísimo.

Para Sarah de Social Butterfly, no sé qué haría sin ti durante cada


lanzamiento. Eres una joya absoluta y estoy muy contento de
tenerte en mi equipo y en mi esquina ayudándome en esta industria.
A mi familia, a quien agradezco en cada libro, ustedes son geniales.
Gracias por ser molesto solo el ochenta por ciento del tiempo
mientras escribía esto.
Y por último, a ti, querido lector, por tomar este libro y darme la
oportunidad de compartir contigo la historia de Olivia y Roman.
Gracias por darme la oportunidad de vivir mi sueño como narradora.
Les agradezco a cada uno de ustedes por arriesgarse con mis
palabras. Por ayudarme a dar vida a estos personajes de la mejor
manera posible. Ustedes son en serio los verdaderos MVP aquí.

Los amo tanto a todos.


Considera dejar una reseña breve y honesta si tienes tiempo.

Siempre agradecida, Selena (S.M.)


Acerca del autor
S.M. Soto nació y se crió en el norte de California, donde
actualmente reside con su hijo. Su amor por la lectura comenzó
cuando era una niña y solo ha seguido creciendo hasta la edad
adulta. S.M. vive para leer libros en el género romántico y escribir
novelas con personajes relacionados. Se refiere a sí misma como
una adicta al romance. S.M. le encanta conectarse con los lectores y
comer abundantes donas que seguramente la llevarán a la muerte.
Este libro llega a ti gracias a:

THE COURT OF DREAMS


Notes
[←1]
Sonso of Anarchy: Serie de televisión americana sobre drama, crimen y acción.
[←2]
Muscle: Marca del carro.
[←3]
Chip & Joanna Gaines: Estrellas del programa Fixer Upper, en donde colaboran con parejas
para ayudarles a elegir casas a precios bajos y trabajarlas hasta dejarlas hermosas.
[←4]
Adirondack: Clásico en la decoración norteamericana, que se creo para equipar una residencia
familiar de verano.

También podría gustarte