AGUIAR E SILVA, V.M.-Los Géneros Literarios.

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VÍTOR MANUEL DE AGUIAR E SILVA

TEORIA
DE LA
LITERATURA
V E R S I Ó N E S P A Ñ O L A DE

Valentín García Yebra

φ
CREDOS
BIBLIO TECA RO M A N ICA HISPA NICA
IV

GÉNEROS LITERARIO S

1. El concepto de género literario ha sufrido muchas variaciones


históricas desde la antigüedad helénica hasta nuestros días, y sigue
siendo uno de los más arduos problemas de la estética literaria. Por
otra parte, el problema de los géneros literarios está en íntima cone­
xión con otros problemas de fundamental importancia, como las rela­
ciones entre lo individual y lo universal, entre visión del mundo y
forma artística, la existencia o inexistencia de reglas, etc., y estas im­
plicaciones agravan la complejidad del tema. ¿Existen o no los géne­
ros literarios? Si existen, ¿cómo debe ser concebida su existencia?
Y ¿cuál es su función y su valor?
Considerando la cuestión en perspectiva diacrónica, hallamos para
estas preguntas muchas y discordantes respuestas. Como los valores
literarios se afirman y actúan en la historia, el modo más adecuado de
abordar el problema de los géneros literarios será adoptar la pers­
pectiva diacrónica y analizar las soluciones más significativas que se
han dado a tal problema en el curso de la historia.

2 . Platón, en el libro III de la República, distingue tres grandes


divisiones de la poesía : la poesía mimética, o dramática, la poesía no
mimética, o lírica, y la poesía mixta, o épica. Es ésta la primera refe­
rencia teorética al problema de los géneros literarios. Importa observar,
sin embargo, que tal distinción queda abolida en el libro X del men­
cionado diálogo, en el cual pasa el filósofo a considerar como mimé-
Teoría de la literatura

tica toda poesía. No se conocen bien las razones de este cambio,


aunque se supone que entre la redacción del libro III y la del X
medió cierto tiempo, durante el cual Platón modificaría sus puntos
de vista. La estética platónica se orienta lógicamente hacia la abolición
de los géneros literarios, pues procura captar la universalidad y la
unicidad del arte, despreciando el arte como poikilía, es decir, como
multiplicidad y diversidad *.
La Poética de Aristóteles constituye la primera reflexión honda
sobre la existencia y la caracterización de los géneros literarios, y
todavía hoy es uno de los textos fundamentales sobre esta materia.
Ya al comienzo de la Poética se lee lo siguiente: “ Trataremos de la
Poética y de sus especies, del efecto de cada una de ellas, de cómo
hay que componer el argumento si se quiere que la obra poética sea
bella, y, además, del número y calidad de sus partes...” 2. Aristóteles,
en efecto, presta gran atención a las distinciones posibles en el domi­
nio de la poesía, a la que estudia en su diversidad empírica, evitando
considerarla como unidad pura y abstracta (la poesía entendida como
puro raptus, furor divino, etc., constituiría un dominio indiscernible).
Y así, el Estagirita establece las siguientes variedades, o géneros, de
poesía :
a) Según los diversos medios con que se realiza la mimesis. —
Como ya sabemos, la mimesis es para Aristóteles el fundamento
de todas las artes, las cuales se diversifican según el medio con que
en cada una se realiza la mimesis. Así se distinguen, por ejemplo, la
pintura y la música, pues la primera utiliza el color, y la segunda el
ritmo y la armonía; pero también se distinguen, dentro de la poesía
misma, la poesía ditirámbica, por un lado, y la tragedia y la comedia,
por otro. Todas estas formas poéticas usan el ritmo, la melodía y el
verso; pero la poesía ditirámbica utiliza todos estos elementos al
mismo tiempo, mientras que la tragedia y la comedia los utilizan sepa­
radamente.
b) Según los diversos objetos de la mimesis. — La mimesis incide
sobre personas que actúan, y éstas pueden ser nobles o innobles, vir­

1 Galvano Delia Volpe, “ Introduzione a una poética aristotélica” , en


Poetica del Cinquecento, Barí, Laterza, 19 54 , p. 16 .
2 Poética, 1.4 4 7 a 8 '1 1 ·
Géneros literarios i 6i

tuosas o no virtuosas, mejores o peores que la media humana; por


eso es obvio que las composiciones poéticas se diversificarán conforme
a los objetos imitados. Así, Aristóteles distingue la tragedia de la
comedia, pues aquélla tiende a representar personajes mejores que
los hombres en general, y ésta a representarlos peores.
c) Según los diversos modos de la mimesis. — Dos formas poé­
ticas que utilicen los mismos medios miméticos e imiten el mismo
objeto pueden, sin embargo, distinguirse por los diversos modos de
realizar la mimesis. Aristóteles considera dos modos fundamentales de
mimesis poética: un modo narrativo y un modo dramático. En el
primer caso, el poeta narra en su propio nombre o narra asumiendo
personalidades diversas; en el segundo, los actores representan direc­
tamente la acción, “ como si fuesen ellos mismos los personajes vivos
y operantes” .
Según se deduce de esto, Aristóteles fundamenta su división de
los géneros literarios ora en elementos relativos al contenido —y así
establece la diferencia entre poesía seria y poesía jocosa, es decir,
entre tragedia y comedia—·, ora en elementos relativos a la forma — y
así distingue el proceso narrativo, usado en el poema épico, y el pro­
ceso dramático, usado en la tragedia, por ejemplo. A veces, el filósofo
parece conceder mayor importancia a los elementos formales, como se
puede observar en el capítulo X X IV de la Poética, donde se esta­
blece la diferencia entre el poema épico y la tragedia : el poema
épico se distingue de la tragedia porque requiere el hexámetro dac­
tilico, mientras que la tragedia requiere el verso yámbico. Nótese,
sin embargo, que, en la mente del Estagirita, estos elementos formales
se relacionan estrechamente con la sustancia misma de la respectiva
composición poética : el hexámetro dactilico, por ejemplo, es el
metro más apartado del habla vulgar, el que admite más palabras
raras y más metáforas, y por eso mismo es el verso ideal para
traducir la grandeza y la solemnidad de la acción épica.

3. Horacio, con algunos preceptos de su Epistula ad Pisones,


ocupa lugar destacado en la evolución del concepto de género literario,
sobre todo por su influjo sobre la poética y la retórica de los si­
glos XVI, XVII y XVIII.
IÔ2 Teoría de la literatura

Horacio concibe el género literario como ajustado a cierta tradu


ción formal y caracterizado simultáneamente por un tono determina-
do. Quiere decirse que el género se define mediante un metro deter··
minado, por ejemplo, y mediante un contenido específico. Así, el
yambo es el metro más próximo al lenguaje coloquial, y, por eso
mismo, el metro por excelencia de la acción dramática!
A rchilochum proprio rabies armauit tambo;
H u n c socci cepere pedem grandesque cotum i,
A lternis aptum serm onibus et popularis
V incentem strepitus et natum rebus agendis 3.

(A Arquíloco la rabia armó de propio yambo ¡


A este pie se adaptaron zuecos y altos coturnos,
A p to para el diálogo y el dominio del pueblo
Estrepitoso, y para desarrollar la acción.)

El poeta, por consiguiente, debe escoger, según los asuntos trata­


dos, las modalidades métricas o estilísticas convenientes, de manera
que no exprese un tema cómico en un metro propio de la tragedia, o,
por el contrario, un tema trágico en un estilo propio de la comedia:
singula quaeque locum teneant sortita decentem (v. 92), es decir, que
cada asunto, cada género, ocupe el lugar debido. Horacio llegó así a
concebir los géneros como entidades perfectamente distintas, corres­
pondientes a distintos movimientos psicológicos, por lo cual el poeta
debe mantenerlos rigurosamente separados, de suerte que evite, por
ejemplo, todo hibridismo entre el género cómico y el género trágico:
uersibus exponi tragicis res comica non uult (v. 89). Así se fijaba la fa­
mosa regla de la unidad de tono, de tan larga aceptación en el clasi­
cismo francés y en la estética neoclásica, que prescribe la separación
absoluta de los diversos géneros.

4. Cuando, en el siglo XVI, sobre todo a partir de la cuarta


década, la Poética de Aristóteles suscitó un amplio movimiento de
teorización literaria, originando una impresionante proliferación de
retóricas y poéticas, la cuestión de los géneros literarios se convirtió

3 Horacio, E p. ad Pisones, v v . 79-82.


Géneros literarios 163
en uno de los asuntos más debatidos, y los preceptos de Aristóteles
y de Horacio sobre la materia fueron aceptados y glosados amplia-
mente 4.
La bipartición aristotélica de poesía dramática y narrativa fue
sustituida por una tripartición de poesía dramática, épica y lírica,
esquema éste destinado a vasta y duradera fortuna. En efecto, Aris­
tóteles no estudia en su Poética la poesía lírica, aunque se supone
que lo hizo en partes perdidas de esta obra; pero los críticos del
siglo XVI se veían en la necesidad de clasificar obras como las Odas
de Horacio o el Cancionero de Petrarca, que no podían ser englobadas
ni en la poesía dramática ni en la épica ; por eso, siguiendo la lección
de la Epistula ad Pisones, defendieron la existencia de un tercer
género; la poesía lírica.
En la poesía dramática, según admitían en general las poéticas
del siglo XVI, se integraban las obras que representaban la acción sin
que interviniese la persona del poeta; en la poesía lírica se incluían
aquellas en que la persona del poeta narraba y consideraba los acon­
tecimientos, sin que en ellas figurasen más que las reflexiones del pro­
pio poeta ; la poesía épica era una especie mixta, resultante de las dos
anteriores; en ella unas veces hablaba el poeta, y otras veces ha­
blaban los personajes por él introducidos. Como se ve fácilmente, el
criterio que fundamenta esta tripartición es de orden puramente ex­
trínseco y formalista.
Cada uno de estos grandes géneros literarios se subdividía en
otros géneros menores, y todos estos géneros, mayores y menores, se
distinguían entre sí con rigor y nitidez, obedeciendo cada uno a un
conjunto de reglas particulares. Estas reglas incidían tanto sobre as­
pectos formales y estilísticos como sobre aspectos del contenido, y la
obediencia de una obra a las reglas del género en que se integraba
constituía un factor preponderante en la valoración de su mérito. Las
reglas eran extraídas ya de los principales teorizadores literarios
— sobre todo Aristóteles y Horacio— , ya de las grandes obras de la
antigüedad greco-latina, elevadas por el humanismo a modelos ideales
de las literaturas europeas.
4 U n largo estudio acerca de este problema puede verse en Bernard
W einberg, A history of literary criticism in the italian Renaissance, T h e U n i­
versity o f Chicago Press, 19 6 1, vol. II, pp. 6 3 5 ss.

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