Masacre en El Mozote

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Masacre en el Mozote

El tiempo invisible escribió la historia,


diciembre de 1981.
La gente recuesta
su vida cotidiana
en una hamaca,
las cocinas rugen cociendo maíz y frijoles…
Es El Mozote, enclavado en el regazo de 3 Cerros,
una aldea olvidada, al oriente, de El Salvador.

De pronto… cientos de soldados rompen la calma,


traen la muerte en sus mochilas camuflajeadas,
el odio en sus ojos y el vacío en su corazón…
Las ráfagas intimidan el ánimo y alejan las sombras¡
los insultos se disparan sin descanso…
hiriendo los espíritus del sol.

¡Salgan todos hijos de puta!


Ordenan, atropelladamente.
La indignación y la sorpresa hierven por dentro
y se desnuda.
La tensión crece
hasta convertirse en pánico insuperable;
los rictus de la muerte se adueñan del lugar…
se invoca a un dios, en ese momento, impotente.
los perros aúllan agorando la tragedia.

¡Todos ustedes son guerrilleros!


señala el sargento,
¡Ustedes son guerrilleros… y los vamos a matar!
Un silencio demacrado invade la estancia
la muerte enseña su sarcástica sonrisa.
A una nueva orden todos presos a sus casas.

Amanece… y la voz ronca del chacal increpa:


¡Rápido…Cabrones…Todos a la plaza!
Los gallos cantan tristes, pero nadie los oye
el frío hiere hondo
presagiando nefastos desenlaces.

Los soldados separan hombres de mujeres;


los ancianos y los niños
se amontonan junto a las señoras.
El holocausto prepara sus rituales de muerte.
Los zopilotes ensucian el cielo esperando el festín.

Son mudos testigos los viejos amates del lugar.


Y empieza la dantesca e increíble carnicería.
Las balas ciegan la vida de los inocentes…
uno a uno van cayendo sin vida… mientras su sangre
se desliza por la tierra escribiendo sus historias.

Los soldados emborrachados de odio y morfina


prosiguen con las mujeres; jóvenes y viejas,
sin distingo alguno ven cómo las bestias
en sed de lujuria ultrajan sus delgados cuerpos,
que en gestos de rabia se rinden y lloran.

Después las queman en enormes piras humanas.


A las ancianas las cuelgan de algunas ramas
y sus cuerpos quedan deambulando el aire
en una atmósfera contaminada de mala calaña.

El olor a carne quemada, el alcohol y otras hiervas


embriaga de muerte a la soldadesca,
en danzas macabras juegan a ser demonios:
Un niño es lanzado con fuerza hacia arriba,
abajo un soldado lo recibe con su yatagán,
el cuerpo se exhibe en botín de “guerra”.
Los más pequeños
son sacrificados en loco banquete.

La noticia es triste e inverosímil:


Mil campesinos salvadoreños asesinados
por los “angelitos de la muerte”
del Batallón Atlacatl,
que derrotó en “fiera batalla” a mujeres y niños.

La noche se impregna de fúnebre aroma,


el rancio olor de carne humana quemada.
Se van los soldados, con ellos la vida… el fuego de
Las luciérnagas… no alumbran más… en El Mozote.

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