En diciembre de 1981, cientos de soldados llegaron a la aldea olvidada de El Mozote en El Salvador y masacraron a sus residentes. Separaron a los hombres de las mujeres y los niños y procedieron a matarlos a tiros. Luego violaron y quemaron a las mujeres en grandes piras antes de irse, dejando más de 1,000 campesinos salvadoreños muertos. La aldea quedó en silencio, sin vida y solo con el olor a carne humana quemada.
En diciembre de 1981, cientos de soldados llegaron a la aldea olvidada de El Mozote en El Salvador y masacraron a sus residentes. Separaron a los hombres de las mujeres y los niños y procedieron a matarlos a tiros. Luego violaron y quemaron a las mujeres en grandes piras antes de irse, dejando más de 1,000 campesinos salvadoreños muertos. La aldea quedó en silencio, sin vida y solo con el olor a carne humana quemada.
Descripción original:
poema sobre los hechos ocurridos el 10 de diciembre de 1981
En diciembre de 1981, cientos de soldados llegaron a la aldea olvidada de El Mozote en El Salvador y masacraron a sus residentes. Separaron a los hombres de las mujeres y los niños y procedieron a matarlos a tiros. Luego violaron y quemaron a las mujeres en grandes piras antes de irse, dejando más de 1,000 campesinos salvadoreños muertos. La aldea quedó en silencio, sin vida y solo con el olor a carne humana quemada.
En diciembre de 1981, cientos de soldados llegaron a la aldea olvidada de El Mozote en El Salvador y masacraron a sus residentes. Separaron a los hombres de las mujeres y los niños y procedieron a matarlos a tiros. Luego violaron y quemaron a las mujeres en grandes piras antes de irse, dejando más de 1,000 campesinos salvadoreños muertos. La aldea quedó en silencio, sin vida y solo con el olor a carne humana quemada.
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Masacre en el Mozote
El tiempo invisible escribió la historia,
diciembre de 1981. La gente recuesta su vida cotidiana en una hamaca, las cocinas rugen cociendo maíz y frijoles… Es El Mozote, enclavado en el regazo de 3 Cerros, una aldea olvidada, al oriente, de El Salvador.
De pronto… cientos de soldados rompen la calma,
traen la muerte en sus mochilas camuflajeadas, el odio en sus ojos y el vacío en su corazón… Las ráfagas intimidan el ánimo y alejan las sombras¡ los insultos se disparan sin descanso… hiriendo los espíritus del sol.
¡Salgan todos hijos de puta!
Ordenan, atropelladamente. La indignación y la sorpresa hierven por dentro y se desnuda. La tensión crece hasta convertirse en pánico insuperable; los rictus de la muerte se adueñan del lugar… se invoca a un dios, en ese momento, impotente. los perros aúllan agorando la tragedia.
¡Todos ustedes son guerrilleros!
señala el sargento, ¡Ustedes son guerrilleros… y los vamos a matar! Un silencio demacrado invade la estancia la muerte enseña su sarcástica sonrisa. A una nueva orden todos presos a sus casas.
Amanece… y la voz ronca del chacal increpa:
¡Rápido…Cabrones…Todos a la plaza! Los gallos cantan tristes, pero nadie los oye el frío hiere hondo presagiando nefastos desenlaces.
Los soldados separan hombres de mujeres;
los ancianos y los niños se amontonan junto a las señoras. El holocausto prepara sus rituales de muerte. Los zopilotes ensucian el cielo esperando el festín.
Son mudos testigos los viejos amates del lugar.
Y empieza la dantesca e increíble carnicería. Las balas ciegan la vida de los inocentes… uno a uno van cayendo sin vida… mientras su sangre se desliza por la tierra escribiendo sus historias.
Los soldados emborrachados de odio y morfina
prosiguen con las mujeres; jóvenes y viejas, sin distingo alguno ven cómo las bestias en sed de lujuria ultrajan sus delgados cuerpos, que en gestos de rabia se rinden y lloran.
Después las queman en enormes piras humanas.
A las ancianas las cuelgan de algunas ramas y sus cuerpos quedan deambulando el aire en una atmósfera contaminada de mala calaña.
El olor a carne quemada, el alcohol y otras hiervas
embriaga de muerte a la soldadesca, en danzas macabras juegan a ser demonios: Un niño es lanzado con fuerza hacia arriba, abajo un soldado lo recibe con su yatagán, el cuerpo se exhibe en botín de “guerra”. Los más pequeños son sacrificados en loco banquete.
La noticia es triste e inverosímil:
Mil campesinos salvadoreños asesinados por los “angelitos de la muerte” del Batallón Atlacatl, que derrotó en “fiera batalla” a mujeres y niños.
La noche se impregna de fúnebre aroma,
el rancio olor de carne humana quemada. Se van los soldados, con ellos la vida… el fuego de Las luciérnagas… no alumbran más… en El Mozote.