Apuntes Finales
Apuntes Finales
Apuntes Finales
ADMINISTRATIVO I
Instituciones básicas de Derecho Público
3 DE MARZO DE 2017
CARLOS ÁLVAREZ-ROMERO HARGUINDEY
Derecho+ADE
TEMA 1: SURGIMIENTO, DESARROLLO, CONSOLIDACIÓN Y SITUACIÓN
ACTUAL DEL DERECHO ADMINISTRATIVO
Regula las relaciones y las facultades de los sujetos de derecho público o privado. El
Derecho Administrativo forma parte del Derecho Público, es decir, dentro del criterio por el que
se traza la división primaria del Ordenamiento, entre público y privado, lo podemos situar en la
rama de lo público. Además, el Derecho Administrativo es el Derecho estatutario de las
Administraciones Públicas pues las AAPP ostentan unas particularidades y un régimen jurídico
específico, siendo el Derecho Administrativo el Estatuto que regula la organización y
funcionamiento de estas AAPP. A este rasgo estatutario se le añade el calificativo de Derecho
común, pues dispone de una serie de principios aplicativos específicos; y de Derecho normal,
pues a este se someten normalmente las AAPP.
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1. Normas generales de relación: regulan las relaciones intersubjetivas. La principal es la
Ley 39/2015, el del Procedimiento Administrativo Común de las Administraciones
Públicas y la Ley 40/2015 del Régimen Jurídico del Sector Público.
2. Normas de organización: determinan la estructura orgánica.
3. Normas sectoriales de acción: con ellas se establecen los fines propios de cada
Administración, estableciendo los mecanismos, igualmente, para alcanzar esos fines.
Podemos señalar la Ley de Suelo, la Ley General de Sanidad, la Ley de Carreteras…
Las principales leyes que vamos a tratar este curso son: la Ley 39/2015 del
Procedimiento Administrativo Común, y la Ley 40/2015 del Régimen Jurídico del Sector Público.
Aunque podemos señalar también la Ley 29/19 reguladora de la Jurisdicción Contencioso-
administrativa.
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El sistema continental europeo es producto del Consejo de Estado francés. Posee una
doble función: consultiva (es el órgano de asesoramiento jurídico de la Administración) y
jurisdiccional (resuelve conflictos en los que forma parte la Administración). Los pleitos sobre
cuestiones referentes al Derecho Público eran encausados por la propia Administración,
debiéndose esto a que el principio de separación de poderes se entendió de forma radical (el
Poder Judicial no se puede entrometer en la Admón. Pública). Surge así la existencia en el seno
de la propia Admón. de órganos específicos encargados de revisar las cuestiones litigosas
planteadas por los ciudadanos contra el poder público. Podemos señalar un conjunto de rasgos
principales:
La Administración debe contar con especiales prerrogativas, debido a que ejerce tareas
de interés general. Destaca aquí la autotutela ejecutiva: la posibilidad de que la Admón.
ejecute por sí misma los actos que dicta.
La disposición de mecanismos que eviten el abuso y la arbitrariedad.
La existencia de una jurisdicción especial, la contenciosa-administrativa.
Un sistema de responsabilidad administrativa para los daños que pudieran ocasionarse
a los particulares.
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3.- LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA EN LA CONSTITUCIÓN :
El Gobierno cuenta con la posibilidad de designar libremente una serie de altos cargos
de la Admón. que tienen como principal cometido ejecutar las directrices políticas del Gobierno,
como los secretarios de Estado, los directores generales, etc.; y por último, la capacidad del
Gobierno de adoptar decisiones de impulso político general, como pactar con los empresarios o
con los sindicatos una serie de compromisos.
El Estado Democrático tiene una triple dimensión. Individual (art.23 capacidad de los
individuos a participar), colectiva (posibilidad de ser elegido) y específica para la administración
pública (referente a la responsabilidad democrática, responder de los actos frente a alguien),
responde ante el parlamento ante un órgano constitucional establecido: el Gobierno.
El enfoque del Estado Social, que implica la obligación de las AAPP a garantizar las
prestaciones de carácter social, los derechos de carácter colectivo, de carácter prestacional
(derecho al medioambiente, a la vivienda, etc). En el artículo 53.1 se establece: “Los derechos y
libertades reconocidos en el Capítulo segundo del presente Título vinculan a todos los poderes
públicos. Sólo por ley, que en todo caso deberá respetar su contenido esencial, podrá regularse
el ejercicio de tales derechos y libertades, que se tutelarán de acuerdo con lo previsto en el
artículo 161, 1, a).” y en el art. 53.3 “El reconocimiento, el respeto y la protección de los principios
reconocidos en el Capítulo tercero informarán la legislación positiva, la práctica judicial y la
actuación de los poderes públicos. Sólo podrán ser alegados ante la Jurisdicción ordinaria de
acuerdo con lo que dispongan las leyes que los desarrollen.” El Estado Social por lo tanto impone
la obligación a la AP de garantizar ciertos bienes y derechos dentro de lo que establezca la ley
en lo referente a los derechos de carácter prestacional.
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competencias. La relación de competencia une a la Administración Estatal y a la Autonómica. La
problemática surge con la Administración Local, quedando regulada en el artículo 37 de la CE.
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TEMA 2: LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA
En el artículo 3.4 de la Ley 40/2015 del Régimen Jurídico del Sector Público se establece
“cada una de las Administraciones Públicas del artículo 2 actúa para el cumplimiento de sus fines
con personalidad jurídica única.”
Por último, las AAPP poseen una misión constitucional independiente a los Poderes
Legislativo y Judicial. También se les reconoce, en el art. 128.2 CE, una excepcional iniciativa
pública en la actividad económica.
Según el art. 3.3 CE “bajo la dirección del Gobierno de la Nación, de los órganos de
gobierno de las Comunidades Autónomas y de los correspondientes de las Entidades Locales, la
actuación de la Administración Pública respectiva se desarrolla para alcanzar los objetivos que
establecen las leyes y el resto del ordenamiento jurídico.”, esto es, la AAPP es el instrumento de
acción estatal. Esta idea se ve reforzada por el art. 97.1 CE “El Gobierno dirige […] la
Administración civil y militar”.
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preceptos constitucionales. Es por ello, que en el art. 9.2 CE se establece esta obligación a los
Poderes Públicos “Corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la
libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas;
remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos
los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social.”
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La AP se caracteriza también por las notas de continuidad y permanencia. Los fines que
le están encomendados exigen una actividad continua y permanente: “los Gobiernos caen y se
suceden, pero la Administración Pública permanece”. La idea de continuidad es cierta en un
marco de fines trascendentes; pero en un marco ideológico los cometidos a realizar cambian
según la línea ideológica del Gobierno. Además, el Gobierno trata la designación discrecional de
las máximas autoridades en la organización administrativa, que en cuanto designaciones
políticas pueden, en su caso, ser libremente cesadas.
Podemos señalar los principios de la organización administrativa, siendo estos con otras
AAPP (regulado en el art. 14 de la Ley 40/2015) o de manera interna (regulados
fundamentalmente en el art. 103 de la CE). Los principios de organización interadministrativa
son la lealtad institucional, el respeto competencial, la colaboración, la cooperación y la
coordinación. Los principios de organización interna son el de eficacia (art. 103 CE, quedando
vinculado a la consecución de un objetivo), la eficiencia (art. 3 Ley 40/2015, en la asignación y
utilización de los recursos públicos), la jerarquía (art. 103 CE, basándose en la ordenación interna
de los órganos), y la descentralización funcional y la desconcentración funcional y territorial (art.
54 Ley 40/2015).
En aplicación del principio de jerarquía, los órganos administrativos podrán dirigir las
actividades de sus órganos jerárquicamente dependientes mediante instrucciones y órdenes de
servicio. Esta aplicación plena del principio jerárquico afecta únicamente a los órganos activos,
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a aquellos dotados de autonomía orgánica y funcional con respecto a la Administración activa,
o a través de los servicios de esta última que prestan asistencia jurídica.
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TEMA 3: EL PRINCIPIO DE LEGALIDAD EN LA ACTUACIÓN DE LAS AA.PP.
Este concepto de legalidad, como establece el artículo 106 de la CE, queda sometido al
control de los Tribunales, que “controlan la potestad reglamentaria y la legalidad de la actuación
administrativa, así como el sometimiento de ésta a los fines que la justifican.”
Como queda establecido en el art. 9.1 de la CE “los ciudadanos y los poderes públicos
están sujetos a la Constitución y al resto del ordenamiento jurídico”. Esto significa el
sometimiento de los particulares y la Administración a la Ley y el resto del Ordenamiento. Ahora
bien, la relación que guardan estos con la Ley y el Derecho es distinta:
Por otro lado, las AA.PP. sirven, como ya hemos dicho, con objetividad a los intereses
generales y actúan según ciertos principios con, como establece el art. 3.1 de la LRJSP “con
sometimiento pleno a la Constitución, a la Ley y al Derecho”. Este sometimiento de las AA.PP a
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la Constitución, la Ley y el Derecho queda limitado por una serie de competencias reguladas en
el art.8 de la LRJSP, siendo estas competencias irrenunciables y ejercidas solo por los órganos
administrativos que las tengan asumidas, pudiendo ser estas desconcentradas en otros órganos
jerárquicamente dependientes. Ahora bien, los actos administrativos podrán ser declarados
nulos de pleno derecho, según el art. 47 de la LPAC si “son dictados por órganos manifiestamente
incompetentes […]; y las disposiciones administrativas que vulneren la Constitución, las leyes u
otras disposiciones administrativas de rango superior, las que regulen materias reservadas a la
Ley, y las que establezcan la retroactividad de disposiciones sancionadoras no favorables o
restrictivas de derechos individuales.”
Además, en la ley 39/2015 en los art. 127 y ss. se regula la potestad para dictar
reglamentos de las Administraciones Públicas. En el art. 128 se reconoce la potestad
reglamentaria del Gobierno de la Nación, de los Órganos de Gobierno de las CCAA y de los
órganos de gobierno locales; estableciendo que estos no “podrán vulnerar la Constitución o las
leyes ni regular aquellas materias que la Constitución o los Estatutos de Autonomía reconocen
de la competencia de las Cortes Generales o de las Asambleas Legislativas de las Comunidades
Autónomas. Sin perjuicio de su función de desarrollo o colaboración con respecto a la ley, no
podrán tipificar delitos, faltas o infracciones administrativas, establecer penas o sanciones, así
como tributos, exacciones parafiscales u otras cargas o prestaciones personales o patrimoniales
de carácter público”. Además, en ellos se regula los principios de buena regulación, la publicidad
de las normas, la planificación normativa…
Las potestades discrecionales son aquellas que las leyes atribuyen por sí mismas y
directamente competencias y potestades a las Administraciones Públicas, pero que, con
frecuencia, se trata de competencias y potestades que dejan a la Administración un margen
amplio para actuar. Estas, según el art.35.i de la Ley 39/2015 han de ser motivadas. Podemos
señalar diversos ejemplos como la admisión a un proceso selectivo si hay presentación de
solicitud, el otorgamiento de una licencia si cumplen los requisitos legales, los trámites
obligatorios (como el trámite información pública).
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legalidad de la actuación administrativa, así como el sometimiento de ésta a los fines que la
justifican.” Ahora bien, como órgano supremo consultivo encontramos, como queda establecido
en el art. 107 de la CE el Consejo de Estado, órgano consultivo del Gobierno. Además, podemos
señalar el Defensor del Pueblo o el Tribunal de Cuentas.
Los reglamentos del Gobierno poseen una jerarquía que queda establecida en el art.
24.2 de la Ley del Gobierno, donde en primer lugar encontramos “Disposiciones aprobadas por
Real Decreto del Presidente del Gobierno o acordado en el Consejo de Ministros. Y, después, los
reglamentos aprobados por Orden Ministerial”.
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TEMA 4: LAS FUENTES DEL DERECHO ADMINISTRATIVO: EL REGLAMENTO
Las fuentes del Derecho, según el art.1 del Código Civil son la ley, la costumbre y los
principios generales del Derecho.
La costumbre sólo regirá en defecto de ley aplicable, siempre que no sea contraria a la
moral o al orden público y que resulte probada. Los usos jurídicos que no sean meramente
interpretativos de una declaración de voluntad tendrán la consideración de costumbre.
Los principios generales del derecho se aplicarán en defecto de ley o costumbre, sin
perjuicio de su carácter informador del ordenamiento jurídico. Estos son de carácter informador
y han sido positivizados. Aquí señalamos, por ejemplo, los principios de buena regulación del
art. 129 de la LPAC.
El reglamento es toda norma escrita con rango inferior a la ley aprobada por la
Administración Pública. Son normas de segunda clase, principio que asegura la preeminencia del
Parlamento sobre el Poder Ejecutivo en la producción normativa. Esto significa que, aunque el
reglamento sea posterior a la ley, no puede derogarla; por el contrario toda norma con rango
de ley tiene fuerza derogatoria sobre el reglamento. No existen materias reservadas a la
potestad reglamentaria frente a la ley. Esta diversa posición ordinamental de la ley y el
reglamento se expresa en el principio de reserva de ley.
La reserva formal hace referencia a que cualquier materia, por mínima o intrascendente
que sea, cuando es objeto de regulación por la ley ya no puede ser regulada por un reglamento.
Su rango se ha elevado, se ha congelado en un nivel superior, y por ello es ya inaccesible a la
potestad reglamentaria.
Estos límites han sido sintetizados por la Ley 39/2015 de Procedimiento Administrativo
Común: “Los reglamentos y disposiciones administrativas no podrán vulnerar la Constitución o
las leyes ni regular aquellas materias que la Constitución o los Estatutos de Autonomía reconocen
de la competencia de las Cortes Generales o de las Asambleas Legislativas de las Comunidades
Autónomas. Sin perjuicio de su función de desarrollo o colaboración con respecto a la ley, no
podrán tipificar delitos, faltas o infracciones administrativas, establecer penas o sanciones, así
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como tributos, exacciones parafiscales u otras cargas o prestaciones personales o patrimoniales
de carácter público.”
Hay que establecer una delimitación con sus figuras afines, principalmente con los actos
administrativos generales.
El reglamento es una norma y no se agota por una sola aplicación ni por muchas otras
sino cuanto más se aplica, más se refuerza su vigencia; sin embargo, el acto administrativo es
flor de un día: se extingue en una sola aplicación.
La distinción tiene importancia también por la diversidad del régimen jurídico aplicable
a unos y otros: diversidad del procedimiento para su aprobación; publicación en Boletines
Oficiales de los Reglamentos frente a notificación de los actos administrativos; período de
vacatio legis del reglamento frente a la eficacia inmediata del acto; libre derogabilidad del
reglamento frente a condicionantes de forma y materiales para anular actos administrativos
declarativos de derechos; sanción de nulidad de pleno derecho para los reglamentos ilegales
frente a la anulabilidad de los actos; recurribilidad judicial directa de los reglamentos sin previo
recurso administrativo, como es obligado para los actos administrativos.
Los reglamentos los podemos clasificar según su relación con la ley y según su origen.
Por su relación con la ley, los reglamentos se clasifican como la costumbre en extra
legem, secundum legem y contra legem, lo que corresponde con los reglamentos
independientes, ejecutivos y de necesidad.
Los reglamentos independientes son aquellos que regulan materias sobre los que la
Constitución ha previsto una reserva reglamentaria. La Constitución Española no ha recogido
esta posibilidad. En nuestro Derecho, reglamentos independientes solo pueden ser aquellos que
regulan materias en las que no se ha producido una previa regulación por ley (reserva formal) y
que, al propio tiempo, no estén protegidas por la reserva de ley material, que, en general, veda
toda intromisión de la potestad reglamentaria en la propiedad y libertad de los ciudadanos. Solo
que la posibilidad para, en ausencia de regulación legal, reglamentar la organización
administrativa y de los servicios públicos, incluyendo las relaciones con los usuarios. La doctrina
alemana calificó a estos reglamentos como administrativos.
Los reglamentos ejecutivos desarrollan y complementan una ley porque la ley misma lo
ha previsto mediante llamamiento expreso. Por ser subordinada y de colaboración con la ley, el
reglamento ejecutivo ni puede contradecir la ley que desarrolla, ni puede regular aspectos
esenciales de la materia porque supondría invadir la esfera material de reserva legal. Si no
respetan esos límites incurren en nulidad de pleno derecho. Este desarrollo debe ser el
complemento indispensable de la ley: contener lo mínimo necesario para hacer efectiva aquella.
Deben aprobarse a través de un procedimiento reglado. Los reglamentos ejecutivos pueden ser
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derogados o modificados por la Administración cuantas veces considere oportuno siempre que
guarde el debido respeto al contenido de la ley que complemente y desarrolla.
Los reglamentos de necesidad son aquellas normas que dicta la Administración para
hacer frente a riesgos extraordinarios: epidemias, catástrofes naturales… ante las cuales se
admite que las autoridades administrativas puedan dictar las normas adecuadas para
afrontarlas, al margen de los procedimientos comunes y de las limitaciones propias de la
potestad reglamentaria. No necesitan de procedimiento de elaboración y no derogan las normas
legales que contradicen, sino que suspenden su vigencia mientras dura la situación de
emergencia.
Según su origen, los reglamentos se clasifican según la Administración que los dicta y
pueden ser:
Los reglamentos estatales, siendo los de mayor jerarquía los del Gobierno, y que se
aprueban y publican bajo la forma de Real Decreto. Subordinados a estos y a las Órdenes
acordadas por las Comisiones Delegadas del Gobierno están los reglamentos de los Ministros en
forma de Órdenes Ministeriales en las materias propias de su departamento, y los de las
Autoridades inferiores, en cuyo caso revestirán la forma de Resolución, Instrucción o Circular de
la respectiva autoridad que los dicte.
Entre los reglamentos de las Comunidades Autónomas encontramos los Decretos, de los
Consejos de Gobierno o d Gobierno de la CA; Órdenes, los de los Consejeros, etc. En algún caso,
como el de Asturias, la potestad reglamentaria se asigna también al legislativo autonómico.
Los reglamentos de los Entes locales distingue el Reglamento orgánico de cada Entidad,
por el que el ente se auto-organiza, de las Ordenanzas locales, que son normas de eficacia
externa de la competencia del Pleno de la Entidad, y los Bandos, que el alcalde puede dictar en
las materias de su competencia.
Con subordinación a los reglamentos de los Entes territoriales, puede hablarse de los
reglamentos de los Entes institucionales y reglamentos de los Entes corporativos.
Entre los límites materiales señalamos, en primer lugar que la validez de un reglamento
es que el órgano que lo dicta tenga competencia para dictarlo. Esto queda regulado en el art.
128.1 de la Ley 39/2015 “El ejercicio de la potestad reglamentaria corresponde al Gobierno de
la Nación, a los órganos de Gobierno de las Comunidades Autónomas y a los órganos de gobierno
locales.”
Además, hay materia reservada a la regulación por ley, que establece en el art. 53.1 de
la CE que “solo por ley podrá regularse el ejercicio de los derechos y libertades reconocidos en
el Capítulo segundo del presente Título I.” Según el art. 47.2 de la Ley 39/2015 “serán nulas de
pleno derecho las disposiciones administrativas que regulen materias reservadas a la Ley.”
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Sobre si la potestad reglamentaria debe respetar la regla de irretroactividad impuesta
por la Constitución, según el art. 26.2 de la Ley 40/2015 “Las disposiciones sancionadoras
producirán efecto retroactivo en cuanto favorezcan al presunto infractor o al infractor”. Fuera
de estos supuestos, y si el reglamento así lo dispone, sus normas tendrán carácter retroactivo
máxime si se trata de normas favorables a los administradores.
“ 1.- Las Administraciones Públicas actuarán de acuerdo con los principios de necesidad,
eficacia, proporcionalidad, seguridad jurídica, transparencia, y eficiencia. Quedará
suficientemente justificada su adecuación a dichos principios.
2.- En virtud de los principios de necesidad y eficacia, la iniciativa normativa debe estar
justificada por una razón de interés general, basarse en una identificación clara de los fines
perseguidos y ser el instrumento más adecuado para garantizar su consecución.
Las habilitaciones para el desarrollo reglamentario de una ley serán conferidas, con
carácter general, al Gobierno o Consejo de Gobierno respectivo. La atribución directa a los
titulares de los departamentos ministeriales o de las consejerías del Gobierno, o a otros órganos
dependientes o subordinados de ellos, tendrá carácter excepcional y deberá justificarse en la ley
habilitante.
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normativas y su justificación en el preámbulo o exposición de motivos; y posibilitarán que los
potenciales destinatarios tengan una participación activa en la elaboración de las normas.
7.- Cuando la iniciativa normativa afecte a los gastos o ingresos públicos presentes o
futuros, se deberán cuantificar y valorar sus repercusiones y efectos, y supeditarse al
cumplimiento de los principios de estabilidad presupuestaria y sostenibilidad financiera.”
En el art. 132 de la Ley 39/2015 se regula el plan normativo anual, “Anualmente, las
Administraciones Públicas harán público un Plan Normativo que contendrá las iniciativas legales
o reglamentarias que vayan a ser elevadas para su aprobación en el año siguiente.”
En el art. 131 de la Ley 39/2015 queda regulada la publicidad de las normas “La
publicación del «Boletín Oficial del Estado» en la sede electrónica del Organismo competente
tendrá carácter oficial y auténtico en las condiciones y con las garantías que se determinen
reglamentariamente”.
Además, debe haber, como queda establecido en el art. 130 de la Ley 39/2015 una
evaluación normativa de estos reglamentos “Las Administraciones Públicas revisarán
periódicamente su normativa vigente […] El resultado de la evaluación se plasmará en un informe
que se hará público.”
Como ya hemos visto, la Ley 39/2015 determina en su artículo 47.2 “serán nulas de pleno
derecho las disposiciones administrativas que vulneren la Constitución, las leyes u otras
disposiciones administrativas de rango superior, las que regulen materias reservadas a la Ley, y
las que establezcan la retroactividad de disposiciones sancionadoras no favorables o restrictivas
de derechos individuales”.
La ilegalidad de un reglamento puede plantearse ante todas las jurisdicciones por vía de
excepción para pedir su inaplicación al caso concreto que el Tribunal está enjuiciando. La
aplicación del reglamento implicaría la desobediencia a una norma de carácter superior. Esta
forma de resolver la cuestión viene impuesta a los Jueces y Tribunales en el art. 6 de la LOPJ:
“Los Jueces y Tribunales no aplicarán los reglamentos o cualquier otra disposición contrarios a
la Constitución, a la ley o al principio de jerarquía normativa.”
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Ley, y las que establezcan la retroactividad de disposiciones sancionadoras o restrictivas de
derechos individuales; como establece el art. 106.2 de la Ley 39/2015.
La habilitación por la CE y la Ley al Gobierno, a las CCAA y a las Entidades Locales para
ejercer esta potestad.
Es una normativa de carácter secundario, integrada en el Ordenamiento Jurídico.
Tiene un carácter discrecional pues sus límites quedan definidos por la ley.
El reglamento puede ser derogado por la misma autoridad que lo dictó, que también
puede, proceder a su modificación parcial. Lo que no puede es derogar el reglamento para un
caso concreto. A ello se opone la regla de la inderogabilidad singular de los reglamentos que se
recoge en la Ley 39/2015 de Procedimiento Común en su artículo 37: “Las resoluciones
administrativas de carácter particular no podrán vulnerar lo establecido en una disposición de
carácter general, aunque aquéllas procedan de un órgano de igual o superior jerarquía al que
dictó la disposición general.”
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TEMA 5: EXPROPIACIÓN FORZOSA
Con la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 se calificó a la
propiedad como derecho sagrado e inviolable, habiendo un notable cambio legislativo que da
preferencia a los derechos individuales sobre los colectivos.
En el siglo XX, no se niega la titularidad privada de los bienes y se concibe además como
soporte de deberes sociales, y consiguientemente la expropiación forzosa como potestad
pública instrumental al servicio de diversas políticas, y no solo para la realización de obras
públicas, más que como mecanismo defensivo de los propietarios. Esta concepción social se
plasma en la Constitución de 1931 en la que se admite la expropiación sin indemnización.
Además, en el artículo 348 del CC se establece que “la propiedad es el derecho de gozar
y disponer de una cosa, sin más limitaciones que las establecidas en las leyes. El propietario tiene
acción contra el tenedor y el poseedor de la cosa para reivindicarla.”
Esta queda definida en el art. 1.1 como “cualquier forma de privación singular de la
propiedad privada o de derechos o intereses patrimoniales legítimos, cualesquiera que fueren
las personas o entidades a que pertenezcan, acordada imperativamente, ya implique venta,
permuta, censo, arrendamiento, ocupación temporal o mera cesación de su ejercicio”.
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una parte; es expropiación aunque la privación suponga únicamente la imposición de un “censo,
arrendamiento, ocupación temporal o mera cesación de su ejercicio”.
El expropiado es el propietario de la cosa o el titular del derecho, de forma que con estos
se entenderán las actuaciones del expediente. Aquí podemos incluir a los arrendatarios y
precaristas. La Administración considerará como expropiado a quienes consten como titulares
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de los bienes o derechos en los Registros públicos que produzcan presunción de titularidad, o a
quienes aparezcan con tal carácter en Registros fiscales o, finalmente, al que lo sea pública y
notoriamente. Serán también parte en el expediente quienes presenten títulos contradictorios
sobre el objeto que se trata de expropiar y los titulares de derechos reales e intereses
económicos directos sobre la cosa expropiable, así como los arrendatarios, cuando se trate de
inmuebles rústicos o urbanos (Artículos 3,4 y 5 de la Ley de Expropiación Forzosa).
En primer lugar debe existir una causa de expropiación forzosa, entendiendo esta como
el motivo o finalidad que justifica el apoderamiento o sacrificio de un bien o derecho en favor
de la Administración. Esta debe perdurar en el tiempo, pues si la causa de expropiación
desaparece antes de su transcurso, surge el derecho del expropiado a la reversión: devolución
de los bienes expropiados.
Referido al interés social, podemos señalar el art. 13 “El interés social determinante de
transmisiones forzosas de cosas o derechos, a los fines específicos de los artículos 30 y 31 del
Fuero de los Españoles, se sujetará, en cuanto a su declaración, al mismo procedimiento previsto
en el artículo anterior.”
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2.- La necesidad de ocupación.
Esta queda regulado en el Capítulo II del Título II de la LEF (art. 15 y ss.). Con esta se
busca la determinación de los bienes y derechos a expropiar y su idoneidad. El requisito de la
declaración de la necesidad cumple con diversas funciones: permite proceder a la
singularización de los bienes a expropiar determinando la extensión necesaria para el respectivo
proyecto o finalidad; sirve para precisar quiénes ostentan la condición de expropiados; para
discutir la sustitución de los bienes elegidos por la Administración por otros bienes alternativos
para el mismo proyecto… No es propio de este trámite la discusión sobre la oportunidad del
proyecto y el ofrecimiento de soluciones técnicas alternativas.
Este queda regulado en el Capítulo III del Título II de la LEF (art. 24 y ss.). A grandes
rasgos podemos definir el justiprecio como la cuantía indemnizatoria que la Administración
expropiante debe pagar al propietario que ha sido privado singularmente de sus bienes,
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derechos o intereses patrimoniales legítimos. Podemos señalar en él, el mutuo acuerdo y el
jurado de expropiación y la fijación contradictoria del justiprecio.
Las hojas de aprecio son declaraciones de voluntad dirigidas a la otra parte mediante las
cuales se fijan, de modo concreto, el precio que estimen justo para el bien que, respectivamente
pierden y adquieren; estas hojas son vinculantes.
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la provincia, un representante de la Cámara Oficial Sindical Agraria o de la CNS, un Notario y un
Interventor territorial.
4.- LA REVERSIÓN
El plazo para que el dueño primitivo o sus causahabientes puedan solicitar la reversión
será el de tres meses, a contar desde la fecha en que la Administración hubiera notificado el
exceso de expropiación, la desafectación del bien o derecho expropiados o su propósito de no
ejecutar la obra o de no implantar el servicio.
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Prescripción extintiva: cuando se hubiera producido un exceso de expropiación o la
desafectación del bien o derecho expropiados y no hubieran transcurrido veinte años
desde la toma de posesión de aquéllos.
Prescripción adquisitiva: cuando hubieran transcurrido cinco años desde la toma de
posesión del bien o derecho expropiados sin iniciarse la ejecución de la obra o la
implantación del servicio. O cuando la ejecución de la obra o las actuaciones para el
establecimiento del servicio estuvieran suspendidas más de dos años por causas
imputables a la Administración o al beneficiario de la expropiación sin que se produjera
por parte de éstos ningún acto expreso para su reanudación.
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TEMA 6: EL INTERÉS GENERAL Y LA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL DE LA
ADMINISTRACIÓN
Como ya hemos estudiado, las AA.PP. desde un punto de vista constitucional son
responsables, pues como indica el art. 106 CE estas son sometidas al control de los Tribunales y
en caso de lesionar a los particulares, esta tendrá que indemnizarles. Además, como indica el
art. 149.1.18 el Estado se encarga de “Las bases del régimen jurídico de las Administraciones
públicas y del régimen estatutario de los funcionarios que, en todo caso, garantizarán a los
administrados un tratamiento común ante ellas; el procedimiento administrativo común, sin
perjuicio de las especialidades derivadas de la organización propia de las Comunidades
Autónomas; legislación sobre expropiación forzosa; legislación básica sobre contratos y
concesiones administrativas y el sistema de responsabilidad de todas las Administraciones
públicas.”
La Ley Orgánica del Poder Judicial regula la responsabilidad del Estado en desarrollo de
lo dispuesto por el art. 121 de la CE, por los daños causados en cualesquiera de los bienes o
derechos de los particulares.
El daño alegado tiene que ser efectivo, evaluable económicamente e individualizado con
relación a una persona o grupos de personas, sin que la mera revocación o anulación de las
resoluciones judiciales presuponga por sí sola derecho a indemnización. La reclamación se
dirigirá al Ministerio de Justicia en el plazo de un año a partir del día en que pudo ejercitarse la
acción y se tramitará con arreglo a las normas reguladoras de la responsabilidad patrimonial del
Estado, procediendo recurso contencioso-administrativo en caso de denegación (art. 293).
La responsabilidad puede ser de dos clases: por error judicial y por la responsabilidad de
prisiones indebidas. Estos casos no agotan los casos de posible responsabilidad pues es posible
que los aparatos judiciales ocasionen daños por su funcionamiento anormal.
El error judicial exige que antes de la reclamación al Ministerio de Justicia, este sea
expresamente declarado o reconocido por un tribunal. Esta declaración podrá ser directamente
de una sentencia dictada en virtud de recurso de revisión o con arreglo a un procedimiento
especial, para lo que es preciso el agotamiento de los recursos previstos en el ordenamiento, y
que esa declaración sea efectuada por un órgano jurisdiccional con arreglo a las siguientes
normas: la acción judicial ha de instarse en el plazo de tres meses a partir del día que pudo
ejercitarse; la pretensión se deducirá ante la Sala del TS correspondiente al mismo orden
jurisdiccional a que se imputa el error o a una Sala especial de este si el error se imputa a una
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Sala o Sección del TS; el procedimiento será el propio del recurso de revisión; el Tribunal dictará
sentencia definitiva, sin ulterior recurso, en el plazo de quince días; si el error no fuere apreciado
se impondrán las costas del peticionario.
Los supuestos centrales son aquellos en los que la Ley produce una desposesión de
bienes o servicios de entes privados o de actividades lícitas en favor del sector público. La
indemnizabilidad se justifica en el art. 33.3 CE, que no dispensa a ningún poder de indemnizar la
privación de bienes y derechos, y el art. 9.3 que predica la responsabilidad de todos los poderes
públicos; y el art. 14, siendo discriminatorio y arbitrario que el mismo daño resulte o no
resarcible según que se infiera por uno u otro órgano del Estado.
Más difícil de resolver son los casos de simple prohibición de una actividad. Aquí ha de
reconocerse el derecho a la indemnización por la prvación de los derechos ya ejercitados, siendo
incuestionable en función de los principios constitucionales de igualdad y de prohibición de
arbitrariedad. En el caso de daños ocasionados por leyes que una sentencia del TC declare nulas,
dichos daños deben ser indemnizados en la forma y medida en que lo son originados por una
resolución o disposición reglamentaria que se declare ilegal.
También se reconoce el derecho de los particulares a ser indemnizados por los daños
que deriven de la aplicación de una norma contraria a la UE siempre que el particular haya
obtenido, en cualquier instancia, sentencia firme desetimatoria de un recurso contra la
actuación administrativa que ocasionó el daño y se hubiera alegado la infracción del Derecho de
la UE posteriormente declarada. Deben concurrir una serie de requisitos: la norma ha de tener
por objeto conferir derechos a los particulares; el incumplimiento ha de estar suficientemente
caracterizado; ha de existir una relación de causalidad directa entre el incumplimiento de la
obligación impuesta por la Administración responsable por el Derecho de la UE y el daño sufrido
por los particulares.
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inmediata y directa de una orden de la Administración o fueren consecuencia de los vicios y del
proyecto elaborado por ella misma en el contrato de obras o en el de suministro de fabricación.
Los terceros podrán requerir previamente, dentro del año siguiente a la producción del hecho,
al órgano de contratación para que este, oído el contratista, se pronuncie sobre a cuál de las
partes contratantes corresponde la responsabilidad de los daños. El ejercicio de esta facultad
interrumpe el plazo de prescripción de la acción.
Por último, podemos señalar una responsabilidad concurrente de varias AA.PP cuando
en la producción del daño concurren varias AA.PP, quedando regulado este caso en el art. 33 de
la Ley 40/2015.
El art. 34 de la Ley 40/2015 extiende el deber de indemnizar a toda lesión que los
particulares sufran en sus bienes o derechos y estos no tengan el deber de soportar. No todo
daño que no sea obligado de soportar es indemnizable: es necesario que no haya sido originado
por fuerza mayor y que este sea efectivo, evaluable económicamente e individualizado con
relación a una persona o grupo de personas. Entre los daños indemnizables señalamos los
causados a la propiedad y demás derechos reales y también los causados al cuerpo de la víctima,
los daños corporales, así como los producidos por dolor físico y los daños morales.
La Ley 40/2015 exige la efectividad del daño, excluyendo los daños eventuales o
simplemente posibles. Como dice la jurisprudencia “para ser resarcible el daño ha de consistir
en un daño real y no en meras especulaciones sobre perjuicios o pérdidas contingentes o
dudosas”.
La lesión o daño puede producirse por el funcionamiento normal o anormal de las AA.PP.
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El funcionamiento anormal del servicio supone que el servicio no ha funcionado, ha
funcionado defectuosamente o lo ha hecho con retraso causando un daño. Los funcionarios,
dentro del ejercicio de sus funciones, han actuado de forma inadecuada o bien el daño se
produce de forma anónima debido a una serie de causas no determinadas.
Además, es necesario que exista un nexo causal, es decir, que la lesión sea consecuencia
del funcionamiento normal o anormal del servicio público. Aquí podemos señalar dos teorías: la
equivalencia de las condiciones que considera como causa del daño todos los hechos o
acontecimientos que coadyuvan a su producción de forma que, sin su concurso, el daño no se
habría producido, apareciendo todos, por tanto, como condición necesaria para la producción
de aquel; la teoría de la causación adecuada, donde procede al aislamiento entre los diversos
hechos que han podido concurrir a la producción del daño de aquel que, dentro del curso normal
y ordinario de los acontecimientos, lleve consigo la mayor posibilidad o probabilidad de producir
un daño de la especie del que se demanda la reparación y que, por consiguiente parece haber
jugado un papel determinante creador, apareciendo como la causa generadora del daño.
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hecho de un tercero en la producción del daño y el Tribunal declara la responsabilidad solidaria
de este y de la Administración, condenando a esta a satisfacer la totalidad del resarcimiento.
La fuerza mayor son los hechos o circunstancias que no se hubiesen podido prever o
evitar según el estado de los conocimientos o de la técnica existente en el momento de
producción de aquellos.
El hecho de un tercero es la acción de una persona distinta del autor del daño o de la
propia víctima. El TS admite un concurso causal entre el hecho del tercero y la actuación
administrativa, aunque sin hacer mención explícita a la concurrencia de causas de forma que el
hecho del tercero no exonera a la Administración cuando esta ha infringido un deber de
vigilancia sobre la actividad del productor del daño. Sin embargo, el hecho de tercero,
consistente en un atentado terrorista, no implica para el TS una negligencia en la función de
policía y vigilancia que justifique la responsabilidad administrativa, salvo que se acredite, como
en el famoso atentado de ETA en el Hipercor de Barcelona, “que se produjo una cierta pasividad
o conducta omisiva de las fuerzas de seguridad”.
La falta o culpa de la víctima posee tres supuestos: la falta de la víctima pero sin
incidencia causal en la producción del daño y por ello responde únicamente la Administración;
la falta cometida por la víctima es la causa exclusiva de la culpabilidad y entonces la
Administración queda exonerada de responsabilidad; y en la producción del daño incide la culpa
de la Administración y de la víctima produciéndose entonces un reparto de la responsabilidad.
Para fijar la cuantía de la reparación debida, hay que partir del concepto de
indemnización a que se refiere el art. 106 de la CE, que considera indemnizables toda lesión que
los particulares sufran en sus bienes o derechos, lo que apunta a la reparación integral de los
daños, de forma que la víctima o perjudicado resulten indemnes (art. 139.1).
Los criterios de valoración de los daños quedan regulados en la Ley 40/2015 y se refieren
explícitamente a los establecidos en la legislación de expropiación forzosa, legislación fiscal y
demás normas aplicables, ponderándose, en su caso, las valoraciones predominantes en el
mercado. En los casos de muerte o lesiones corporales se podrá tomar como referencia la
valoración incluida en los baremos de la normativa vigente en materia de Seguros obligatorios
y de la Seguridad Social (art. 34.2).
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La forma de pago puede consistir en especie, además de la indemnización en dinero, la
cual, puede serlo de una sola vez o mediante pagos periódicos (art. 34.3).
Diverso es el sistema de reclamación cuando los daños han sido ocasionados por un acto
administrativo: la pretensión indemnizatoria puede acumularse en el proceso a la pretensión de
anulación del acto, lo que puede hacerse en la propia demanda ante el Tribunal sin necesidad
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de su reclamación previa administrativa o bien la reclamación puede formularse dentro del año
siguiente al momento en que la sentencia anulatoria ha devenido firme, como queda dicho.
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TEMA 7: SANCIONES ADMINISTRATIVAS
El principio de cobertura legal de las sanciones administrativas solo exige cubrir con ley
formal una descripción genérica de las conductas sancionables y las clases y cuantía de las
sanciones, pero con posibilidad de remitir a la potestad reglamentaria la descripción
pormenorizada de las conductas ilícitas, es decir, la tipicidad.
La Ley 40/2015 (arts. 25 y ss.) ha recogido esta doctrina al establecer la reserva de ley
en materia de infracciones y sanciones administrativas (“solo constituyen infracciones
administrativas las vulneraciones del Ordenamiento Jurídico previstas como tales por una ley”)
y asimismo para las sanciones (“únicamente por la comisión de infracciones administrativas
podrán imponerse sanciones que, en todo caso, estarán delimitadas por la Ley”).
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Las CC.AA. pueden adoptar normas administrativas sancionadoras cuando, teniendo
competencia sobre la materia sustantiva de que se trate, tales disposiciones se acomoden a las
garantías constitucionales dispuestas en este ámbito del derecho sancionador.
No puede admitirse que pueda darse infracción alguna sin el elemento subjetivo de la
culpabilidad, a título de dolo o negligencia. Este principio abarca el derecho a la presunción de
inocencia, pues como ha señalado el TC, para condenar hace falta la certeza de culpabilidad o
bien “que toda resolución sancionadora, sea penal o administrativa, requiere a la par certeza de
los hechos imputados, obtenida mediante pruebas de cargo y certeza del juicio de la culpabilidad
sobre esos mismos hechos”.
La Ley 40/2015 hace una referencia explícita a la necesidad de que en las infracciones
administrativas esté presente la culpabilidad en una u otra de sus dos clásicas versiones, el dolo
o la culpa: “solo podrán ser sancionadas por hechos constitutivos de infracción administrativa
los que resulten responsables de los mismos a título de dolo o culpa”. La sanción se graduará en
función de la culpabilidad o la existencia de intencionalidad.
El TC ha calificado el principio non bis in ídem como un principio general del Derecho
que supone que no recaiga duplicidad de sanciones (administrativas y penal) en los casos en que
se aprecie la identidad del sujeto, hecho y fundamento sin existencia de una relación de
supremacía especial de la Administración. El principio non bis in ídem determina una
interdicción de la duplicidad de sanciones administrativas y penales respecto a unos mismos
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hechos, pero conduce también al resultado de que, cuando el ordenamiento permite una
dualidad de procedimiento, y en cada uno de ellos ha de producirse un enjuiciamiento y una
calificación “unos mismos hechos no pueden existir y dejar de existir para los órganos del
Estado”. Aquí se da la aplicación de cosa juzgada que despliega un efecto positivo, de manera
que lo declarado por sentencia firme constituye una verdad jurídica; y un efecto negativo que
determina la imposibilidad de que se produzca un nuevo pronunciamiento sobre el tema.
También podemos señalar la responsabilidad de las personas jurídicas, una causa del
desarrollo de la potestad sancionadora administrativa que permite castigar a entes que, por no
ser personas físicas, no se consideraban culpables ante el Derecho penal y que no podían ser
condenados a penas privativas de libertad.
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3.- IMPOSICIÓN Y EJECUCIÓN DE LAS SANCIONES ADMINISTRATIVAS
Dentro del proceso, las infracciones extinguen por el transcurso del tiempo, por la
prescripción. Esta queda regulada por la Ley 40/2015 en su art. 30: “Las infracciones y sanciones
prescribirán según lo dispuesto en las leyes que las establezcan. Si éstas no fijan plazos de
prescripción, las infracciones muy graves prescribirán a los tres años, las graves a los dos años y
las leves a los seis meses; las sanciones impuestas por faltas muy graves prescribirán a los tres
años, las impuestas por faltas graves a los dos años y las impuestas por faltas leves al año.
Podemos señalar en el proceso una vinculación clara con el orden jurisdiccional penal:
donde en la vertiente procesal encontramos el principio de non bis in ídem; la imposibilidad de
proseguir actuaciones hasta la determinación de los hechos declarados como probados; y la
necesidad de una vinculación entre la autoridad judicial y los hechos probados.
Una vez finalizada la vía administrativa se ejecutará la sanción. Esta, según también el
art. 30 de la Ley 40/2015 tiene plazos de prescripción:
“El plazo de prescripción de las sanciones comenzará a contarse desde el día siguiente a
aquel en que sea ejecutable la resolución por la que se impone la sanción o haya transcurrido el
plazo para recurrirla.
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En el caso de desestimación presunta del recurso de alzada interpuesto contra la
resolución por la que se impone la sanción, el plazo de prescripción de la sanción comenzará a
contarse desde el día siguiente a aquel en que finalice el plazo legalmente previsto para la
resolución de dicho recurso.”
Tras el fin de la vía administrativa, y según el art. 106 de la CE, se podrá llevar a cabo la
revisión jurisdiccional, dándose aquí la suspensión como medida cautelar.
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