Cuentos Con Olor A Frutapdf

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CECILIA BEUCHÂT
Cuentos con olor a fruta
Ilustraciones

EDITORIAL UNIVERSITARIA

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¿DONDE QUEDARON LAS PASAS?

Qué le vamos a regalar este año a


mamá? — preguntó esa tarde Marcela a
su hermano, cuando volvían de la
escuela.
—No sé —replicó el niño
balanceando su bolsón de un lado para
otro.
—No te muevas tanto, y
escúchame... —insistió Marcela—. Faltan
dos días, y si no lo pensamos ahora no
vamos a tener ningún regalo.
—Yo le voy a hacer un dibujo —dijo
entonces José recogiendo una flor diente
de león que había junto a la vereda, y
luego de soplarla, agregó—: A mamá
siempre le gustan mis dibujos...
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Caminaron otra cuadra sin hablar.
 José sopló otra flor más.
—¡No saques más flores! Deja de
soplar —dijo entonces Marcela
impaciente—. A mí me gustaría
regalarle algo que hace tiempo quiere
tener...
—¿Y qué es? —preguntó José ahora
con más interés.
—Un molde para hacer queques —
contestó la niña entusiasmada
—¡Qué fome! —murmuró José
chuteando una piedrecita que hallo en el
camino.
—No piensa ser fome. Son unos
moldes especiales, en forma de corazón.
Los recibieron en la tienda de don
Alfonso. El otro día, cuando fuimos a
comprar la cola de pegar, la mamá le
dijo que a lo mejor, a fin de mes, se
compraría uno.
Marcela siguió pensando en silencio
sobre el regalo para mamá. ¿De dónde
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preparar el desayuno con mucho
esmero.
El ramo de flores, regalo del papá,
lucía hermoso en medio de la mesa.

—Y ahora a sentarse y cerrar los


ojos... —dijo alborotada Marcela.
—¡Sin abrirlos! —insistió José
contento de ver a la mamá que ya estaba
mirando el sobrecito con su tarjeta.
—¡Aquí viene! —dijo entonces
Marcela trayendo el molde en forma de
corazón con el queque.
La mamá estaba sorprendida y no
sabía qué decir. Se notaba que estaba
feliz. El papá agregó:
—Fue idea de ellos. Yo sólo
participe un poquito.
—¡Ajá! En realidad me parecía muy
extraño que tuvieses tantos deseos de
salir ayer conmigo.
Cuando Marcela le iba a pasar el
cuchillo a la mamá para que sacara el
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queque, se quedó como petrificada y
dijo:
—Un momento —su cara se había
puesto roja de rabia—. Me podría decir
alguien: ¿dónde quedaron las pasas?
—¿Qué pasas? —preguntó la mamá.
—Las pasas que tú te comiste, ¿no
es cierto? —le gritó entonces furiosa a
 José.
 José la miró sin entender. En
realidad, en el queque no se veía ni la
muestra de una sola pasa.
—¡Te las comiste! ¡Pesado! —retó
Marcela a su hermano y lo agarró del
cabello.
—¡Niños, por favor! —pidió la
mamá afligida—. Por favor, no peleen.
—Mamá, José se pasó. Mientras yo
hablaba por teléfono se comió las pasas.
Ya no es tu queque favorito...
—¡Silencio! —dijo el papá,
molesto—. Con o sin pasas es el
cumpleaños de mamá, y ahora tomar
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desayuno.

 José miraba el queque sorprendido.


¿Qué habría pasado con las famosas
pasas?

La mamá tomó el cuchillo, y con


mucho cuidado0 sacó el queque del
molde. Lucía amarillito, dorado pero sin
pasas...
—No importa lo que haya sucedido
—dijo ella con la voz algo triste —. Igual
me alegro mucho con el regalo —Partió
el queque, y, ¡oh! ¡sorpresa!... allí, bien
metiditas, estaban ellas. Se habían ido al
fondo de la masa que había quedado
demasiado líquida y, por eso, no se
veían.
A Marcela, a la mamá y al papá les
bajó ataque de risa, de puros nervios,
pero José permaneció callado.
—Perdóname, José —le pidió
entonces Marcela avergonzada.
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clases.

Sí, en realidad, a Toño no le había


gustado nada la señora Amelia, la nueva
profesora del cuarto año, esa noche,
cuando el papá regresó a casa y quiso
sabe cómo le había ido, Toño dijo
desahogándose:

—No sé por qué tiene que hablar


tan fuerte, y justo me tenía que tocar a
mí. Me tinca que es enojona y "retona".
Además usa unos tremendos anteojos, y
me observa a cada rato. Parece búho. No
me puedo ni mover y ya está
mirándome. Tiene cara de pesada...

—Algo bueno debe tener —comentó


el papá, moviendo la cabeza y haciendo
sonar la lengua contra los dientes—.
Todavía no la conoces. A veces, los
profesores se ponen serios, y eso está
bien, pues de lo contrario... ustedes...
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El papá se rió y siguió comiendo...

A la mañana siguiente, Toño llegó


con algunos minutos de atraso a la sala,
 justo cuando la señora Amelia había
terminado de pasar la lista. Entró muy
rápido y se sentó. Menos mal que su
puesto era el primero de la fila junto a la
puerta.

—Buenos días, Antonio —le dijo


ella y lo miró fijamente.
—Buenos días, señorita —contestó
Toño casi murmurando y sin atreverse a
mirarla.

"Apuesto a que me va a retar",


pensó, "con esa cara de búho..."
Pero no, la señora Amelia comenzó
la clase, y no le dijo nada. Tocaba
matemática y repartió los nuevos
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cuadernos.

—Escriban su nombre con la mejor


letra que tengan —les ordenó—, con
letra de día domingo...

—¡Qué gracioso! —susurró Toño a


Alberto, su compañero de banco.
—¡Cállate! —le dijo éste pasándole
un lápiz, pues con el apuro Toño había
dejado su estuche en casa.

—¿Necesitas algo, Antonio? —quiso


saber la señora Amelia y se acercó hasta
él.
—No, señorita—  le contestó
mientras se le hacía un nudo en el
estómago.

—Toma mi lápiz; tiene más punta, y


devuelve el otro a Alberto —insistió la
profesora.

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cama a leer y jugar con sus autitos. La
mamá se fue a trabajar, y tuvo que
quedarse solo. Rosa lo acompañaba a
ratos, pues tenía que hacer sus cosas.

Una noche estaba Toño casi


dormido, cuando sonó el teléfono. El
papá contestó y el niño supo de
inmediato que era la señora Amelia
quien llamaba.
La profesora quería saber cómo
estaba su alumno, y el papá le explicó
todo con detalles. Fue entonces cuando
Toño saltó de la cama al escuchar que
decía:
—Bueno, señora Amelia, por favor
no se preocupe... sí... Mmmm... Claro
que sí. No se moleste... sí, sobre todo en
matemática... sí... sí... Claro, perfecto.. .
sí, a las cuatro. Bien, se lo voy a contar a
mi esposa. Sí..., muchas gracias. ¡Buenas
noches!
En cuanto el papá colgó, Toño salió
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corriendo y le gritó:
—¡Papá! No me digas que va a
venir.
—Toño querido... En primer lugar,
nos vamos a ir la cama de inmediato. El
doctor insistió en que no te movieras
mucho; y en segundo lugar, la señora
Amelia te manda muchos saludos. Los
niños no han venido a verte, pero te van
a enviar una carta.
Mientras el papá lo arropaba, le
explicó:
—La señora Amelia se ofreció
gentilmente para traer las tareas y
explicarte algo si no entiendes.
La mamá había escuchado todo, y
se acercó a la puerta.
—Viene mañana a las cuatro. Qué
amable, así no vas a perder tantas clases.
Toño, con cara de desesperado, dijo:
—Mamá, es que yo no quiero que
venga. Por favor dile que no, que estoy
enfermo.
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—¡Toño! —dijo el papá apagando la
luz no seas así. Ella te quiere ayudar.
—Pero yo no quiero —dijo Toño,
taimado, dándo vuelta hacia la pared.

Cuando ya pudieron conversar


solos de nuevo, la señora Amelia dijo:
—¿Sabes? Yo creo que a ti te pasa
algo conmigo. No sé lo que es, pero me
gustaría saberlo. Te pones nervioso, y
creo que hasta podría decir que me
tienes un poquito de miedo. ¿Por qué?
—No, señorita —dijo Toño
nervioso.
—Mira, quizás es bueno que
estemos los dos aquí y lo podamos
hablar en secreto...
Toño miró a la profesora. En
realidad, le había cambiado la voz y no
se veía tan gruñona.
—Me gustaría que me dijeras qué te
sucede. Así las cosas serían más fáciles
para los dos, ¿verdad? ¿ quieres
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contarme?
Hubo un momento de silencio. A lo
lejos se sentía ruido de la calle, y en la
cocina sonaban las tazas que estaba
sacando Rosa de un mueble.
Y entonces, Toño soltó lo que tenía
dentro.
Con palabras entrecortadas le
explicó qué sucedia, el susto que le daba
cuando lo llamaba al pizarrón difícil que
era, a veces, para él concentrarse. En fin
contó todo, y era rico poder hacerlo. Lo
único que se olvidó fue decirle que
echaba de menos a la seño Rosalía, la del
año pasado. Pero no importaba, por
igual ella se había ido a otro colegio.
La señora Amelia escuchó con
atención, y cuando Toño terminó, esperó
un rato y luego dijo:
—Qué bueno, Toño, que me hayas
contado todo esto. Es cierto, muchos
encuentran que hablo muy fuerte. Vieras
cómo me retan en la casa. Mi marido me
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dice: "baja el volumen, no estás en el
colegio..."
A Toño le dio risa y no pudo
aguantarse.
—¡Sí! No te rías, es verdad —
continuó la profesora—  Creo que voy a
tener que bajar un poquito la voz y así
va a ser más fácil para ti. Cuéntame,
Toño, ¿Porque miras tanto por la
ventana cuando estás en clases?
El niño se sonrió, y ladeando un
poco la cabeza, respondió:
—¿Sabe, señorita? Estoy viendo si
acaso aparece alguna vez un gato por la
pared.
—Mmmm... —dijo ella pensativa—.
¿Y cómo es ese gato?
—Bueno, yo siempre me lo he
imaginado de color morado con rayitas
blancas, y tiene una cola muy muy
enroscada hacia arriba —explicó Toño,
dibujando el aire el animalito
imaginado.
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La señora Amelia se quedó callada
un rato. Cuando volvió a hablar, su voz
era diferente.
—Bien, Toño. Creo que ha sido muy
positivo haber venido a verte. Pasado
mañana te visitaré otra vez si tú quieres.
—Sí, señorita, y hacemos las tareas
 juntos.
—De acuerdo —dijo ella
levantándose.

Pasaron dos días. Toño se sentía


muy bien. Incluso ahora ya estaba un
poco aburrido de permanecer en cama.

Estaba jugando con sus autos,


cuando sintió que venía la señora
Amelia. Ahora ya no le dio susto ni se
puso tan nervioso; pero cuando la vio
entrar a su pieza quedó muy
sorprendido.

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Cecilia Beuchat Reichardt

Nació en Santiago de Chile el 5 de febrero


de 1947. Está casada con Osvaldo Schencke y
tiene dos hijos, Pablo y Claudia.
Docente e investigadora de la Facultad de
Educación de la Pontificia Universidad Católica
de Chile, Cecilia Beuchat ha publicado
numerosos textos complementarios para la
Educación Básica, además de libros
especializados y artículos en revistas nacionales
e internacionales.
Ha sido becada en la Internationale
 Jugendbibliothek de Munich y seleccionada
para representar a Chile en el famoso catálogo
"Children's Books of International Insert" (1991)
en la Feria Internacional del Libro Infantil en
Bolonia, Italia. Su último libro es Cuentos de
otros lugares de la Tierra (1998) -con Carolina
Valdivieso- hermosa colección de 12 cuentos
cuya traducción privilegia la identidad cultural
de los paises elegidos.

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Indice

¿DONDE QUEDARON LAS PASAS?........5

UN REGALO PARA TOÑO………………22

UNA NAVIDAD DIFERENTE…….……..47

BIOGRAFIA…………………………….…..70

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Estilo de Preguntas:

I.Cuento: ¿Dónde quedaron las pasas?

1. ¿Dónde quedaron las pasas?

2. ¿Cómo reconcilió la mamá a José y a


Marcela?

3. Según tu opinión, el regalo de Marcela


era el más apropiado para su mamá.
Explica tu respuesta.

4. ¿Como ayudo el papá en la sorpresa de


cumpleaños?

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II.Cuento: Un regalo para Toño:
5. ¿Cuál es la causa o la razón por la que a
Toño le caía mal la señora Amelia?

6. Explica cómo mejora la relación entre


Toño y la profesora Amelia

7. Describe cómo era la profesora Amelia.

8. ¿En qué pensaba Toño cuando miraba a


la ventana?

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III.Cuento: Una navidad diferente:
10. Explica por qué el cuento se llama
“Una navidad diferente”.

11. ¿Cómo se sentía el abuelo en esta


navidad?

12. ¿Como llevó el pino a casa del


abuelo?

13. Según tu opinión ¿Cómo se sintió el


abuelo al recibir el regalo de Guillermo?

14. Explica por qué el libro se llama


“Cuentos con olor a fruta”

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