delValleSantaCruzPaula TFG
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43215159E
2014 - 2015
Índice
Introducción...................................................................................................................1
1. Antecedentes históricos............................................................................................2
Diferenciación conceptual...................................................................................3
Modelos explicativos...........................................................................................5
Causas..................................................................................................................7
Consecuencias......................................................................................................8
Sintomatología.....................................................................................................9
Medidas de prevención.......................................................................................11
3. Conclusión................................................................................................................15
Bibliografía....................................................................................................................16
Introducción.
Es necesario diferenciar los diversos términos que dan lugar a tal impacto en los
profesionales, debido a que entre ellos existen características comunes pero pueden
surgir de forma independiente. Siendo los más destacados: el burnout, desgaste por
empatía, traumatización vicaria y estrés traumático secundario; que haciendo
referencia a estos últimos, son dos trastornos diferentes pero con unas características
similares.
Bajo los efectos del estrés traumático secundario, pueden estar sometidos aquellos
profesionales que trabajan y tienen contacto con la realidad normalmente, y están
expuestos a recibir cualquier situación de gran riesgo y dificultosa de resolver y/o están
bajo situaciones estresantes, es decir, bomberos, personal sanitario, terapeutas,
trabajadores sociales, profesores, psicólogos... Siendo el estrés, una de las mayores
causas de enfermedades. Se ha hecho necesario, la búsqueda de mecanismos y sistemas
de prevención para poder detectar, paliar y eliminar este síntoma y las posibles
consecuencias que ello conllevaría.
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1. Antecedentes históricos
Fue en 1980 cuando se diagnosticó el estrés postraumático (APA, 1980), que introdujo
el llamado trauma psicológico en el área de estudio de la psicología y psiquiatría. A
partir de ese momento, se iniciaron numerosas investigaciones y estudios acerca del
trauma (Figley, 1988), diferenciándolo en el trauma directo (afecta a la víctima) y el
trauma indirecto (afecta al cuidador/profesional). Se puso atención al impacto y
reacción que provocaba en la persona cuando experimentaba un acontecimiento
traumático o está lo presenciaba, dando lugar a tres tipos de síntomas (APA, 2000): la
reexperimentación del hecho traumático, evitación y embotamiento psíquico e
hiperactivación.
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La experimentación y no resolución adecuada del trauma, puede influir en la aparición
de la inestabilidad de la red social, familiar, laboral... desarrollando sentimientos de
culpabilidad o en su extremo, ideas suicidas. Por lo tanto, es necesario que la víctima se
adapte a las nuevas circunstancias de la realidad que la envuelve (Figley, 1998).
Considero que el fuerte enlace que se crea a partir de la empatía profesional con la
situación traumática de la víctima, conlleva a la escucha inevitable del suceso, a la
absorción del dolor que padece el individuo, familia o sufrimiento del grupo
(Morresette, 2004), que puede desencadenar en un desequilibrio tanto físico como
psíquico en la victima, y por parte de los profesionales, padecer de angustia y problemas
emocionales y psicológicos.
Para poder dar un significado relevante y de gran peso al estrés traumático secundario,
es necesario conocer los diversos aspectos de gran relevancia que lo definen en su
máxima plenitud:
- Diferenciación conceptual.
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clientes no responden al tratamiento, a pesar de los esfuerzos por ayudarlos) que
desarrolla síntomas como sentimientos de fracaso e insatisfacción de sus logros
(Maslach Schaufeli y Leiter, 2001). Es un síndrome que se desarrolla a lo largo del
tiempo y se acumula debido a un cambio, y el trauma vicario, es un estado de tensión y
preocupación (que se experimenta de diversas maneras por los profesionales) en base a
las historias o experiencias traumáticas vividas de forma directa o indirecta por los
clientes. Como resultado, el burnout a largo plazo, debilita el sistema interno y
emocional del profesional y conlleva a aumentar su vulnerabilidad, al desarrollo de una
enfermedad, poniendo su salud en grave riesgo.
Y por otro lado, se encuentra la fatiga por compasión, como otro de los síndromes
patentados, resultado de los síntomas de los trastornos anteriormente nombrados
(Adams, Boscarino y Figley, 2006). Se describe, como la experiencia general de
cansancio emocional y físico, que se da en los servicios de los profesionales con
experiencia social, debido al uso crónico de la empatía, con los clientes que sufren por
sucesos traumáticos (Figley, 2002b). En la mayoría de casos, se ha demostrado que los
trabajadores sociales desarrollan este síndrome, fruto de la empatía crónica y la
burocracia diaria, como es la gravedad de las situaciones o equilibrar el trabajo social
con el trabajo administrativo.
Tras esta aclaración, podemos deducir que la traumatización vicaria da lugar a síntomas
relacionados con el estrés postraumático de aquellos que trabajan con personas
afectadas por el impacto de un acontecimiento traumático (violación, abuso sexual...).
Este fenómeno se debe a la exposición a corto o largo plazo de los diversos traumas
padecidos por una persona, fruto de la empatía que el profesional tiene hacia la víctima
y de sus propias vivencias dolorosas que aun no haya conseguido superar. Tales traumas
que el profesional no haya conseguido superar, podrían volver a recordarse por entablar
una relación de ayuda con una víctima, y por ello, puede llevar a generalizarse las
propias experiencias de los clientes y los métodos personales de afrontamiento (Follete
et al., 1994). Por ejemplo, si se trabaja con una situación de abuso sexual, puede generar
en el profesional estrés traumático secundario, puesto que el problema parece tener una
elevada prevalencia en los terapeutas de víctimas de abuso sexual. En cambio, se indica
que un elevado sentimiento de satisfacción por el trabajo realizado y el distanciamiento
en relación al dolor del trauma, pueden ser variables protectoras ante el riesgo de
desarrollo del estrés.
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A modo de conclusión, el trauma vicario es la carga del conjunto de traumas que se han
originado a lo largo del tiempo, por la reiterada atención y labor con acontecimientos
que causan grave traumatización. Generalmente, cualquier tipo de suceso traumático
puede desencadenar la alteración en la capacidad de respuesta de una persona, que
puede sentirse incapacitada para hacer frente a situaciones que se ve obligada a afrontar.
A consecuencia, esta persona es incapaz de adaptarse a la nueva situación y puede
sentirse indefensa y pudiendo llegar a perder las expectativas de futuro. Todo ello le
impide gobernar adecuadamente su propia vida y afrontar una toma de decisiones
racionales y coherentes, siendo pues, fuente de problemas adicionales (abuso de drogas
y/o alcohol y dificultades en las relaciones interpersonales) (Echeburúa, 2004).
- Modelos explicativos.
Gran cantidad de autores destacados de este campo, desarrollaron sus propios modelos
teóricos entorno al origen del estrés traumático secundario, demostrando así, que se
generaba por la influencia de unas variables determinadas.
En 1995, fue cuando el Figley consolidó el término fatiga por compasión, anteriormente
descrito en 1983 como victimización secundaria. Este modelo presenta las variables con
las que los profesionales se predisponen indirectamente a experimentar el estrés
traumático secundario: la capacidad para empatizar, el comportamiento hacia la
víctima, la dificultad para distanciarse del trabajo y el propio sentimiento de satisfacción
de poder ayudar a la víctima. Estas cuatro variables, son el conjunto de factores de
riesgo que propician la aparición de tal estrés.
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Modelo teórico de Charles Figley (1995)
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victima puede experimentar ese acontecimiento en mayor o menor grado de violencia o
dolor. De la misma forma, es importante conocer si ese trauma que nos transmiten ha
sido experimentado de forma directa (por el propio cliente) o indirecta (haya
presenciado la situación estresante sin haberlo padecido físicamente), así como la franja
de edad en la que se encuentra el individuo.
- Causas.
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Los profesionales que están más expuestos a sufrir el riesgo de padecer traumatización
vicaria, son aquellos que (Pearlman y McKay, 2008):
- Consecuencias.
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Las personas que padecen de traumatización vicaria, pueden manifestar un estado
permanente de ansiedad y miedo, sentimientos de culpa, frustración, impotencia,
depresión, un deterioro de las relaciones interpersonales, insatisfacción, bajo
rendimiento laboral... (Blair y Ramones, 1996, citado en Cazabat, Eduardo H., 2002 y
Trejos Parra, Jhon Jairo; Betancur Sánchez, Aura Victoria y Montoya Alzate, Luz
Stella, 2011). Los profesionales afectados por este fenómeno, suelen sentir angustia
cuando observan que la víctima no tomó las decisiones adecuadas, también, suelen
impacientarse o se distancian al escuchar testimonios dolorosos, incluso pueden llegar a
sentir mayor empatía e identificación con el agresor. Además, sienten extrema
preocupación respecto a su propia seguridad y les invade una profunda tristeza al tener
convicción de no ser un buen terapeuta, por lo que en ocasiones, no desean volver a su
trabajo (Walker, 1993, citado en Claramunt, Ma. Cecilia, 1999).
- Sintomatología.
Este fenómeno influye tanto en el modo de actuar e interactuar con los seres queridos,
afectando a la red social y familiares más cercanos. Ante una situación de riesgo de
padecer un trauma, es necesario conocer y comprender el término estudiado, para poder
tomar las precauciones necesarias e incorporar los factores de protección adecuados en
el ámbito laboral, ante los posibles síntomas que el terapeuta puede padecer (PIIAA,
s.f.), se clasifican en:
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Síntomas conductuales: pérdida de entusiasmo, trabajar muchas horas y
conseguir poco objetivos, sensación de inutilidad, dificultad para tomar
decisiones, aislarse de los compañeros de trabajo...
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El trauma vicario presenta una serie de síntomas característicos, (Ojeda, T., 2006 citado
en Cazabat EH., 2002 y Trejos JJ, y col., 2005) siendo estos:
- Medidas de prevención.
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Modelo de afrontamiento mediante apoyo social: abarca el crecimiento de redes
sociales del profesional (personales y laborales) y recibir información o apoyo
para solucionar sus problemas. Es importante la coordinación con el equipo.
Modelo múltiple de Morales y Lira: está centrado en la reivindicación
institucional (reclama una mejora de infraestructura, derechos y condiciones
laborales), la identidad social (reconocer el rol del profesional y su experiencia),
el impacto emocional (emociones de los profesionales y su relación con los
clientes) y la sociabilidad (necesidad de establecer un espacio personal y
sentimiento de pertenencia grupal).
Modelo organizativo de programa de autocuidado (Barudy): aborda como
recursos imprescindibles: el altruismo social (resaltando el esfuerzo de las partes
implicadas) y la organización profesional en redes (flexibilidad ante casos de
violencia y necesidad de buena coherencia interna ante la demanda).
Ante una perspectiva práctica, el autocuidado sirve para paliar el impacto negativo que
se respira y se padece en el ambiente laboral, mediante el desarrollo de las estrategias
adecuadas. Hay que tener en cuenta que cada organización o institución, tiene sus
propias características y necesidades, y en base a estas, se realizarán las medidas
pertinentes (Ginés y Carvalho, 2010):
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En el área individual, el autocuidado implica saber responsabilizarse de uno mismo y
cuidarse de forma íntegra, abordándose estrategias:
Extralaborales, que se centran en el cuidado personal del terapeuta, activando
sus redes primarias más íntimas, evitando los espacios dedicados al ocio con
los relacionados con experiencias violentas o dolorosas y realizar actividades
de satisfacción personal.
Laborales, que aborda la capacidad de limitar el espacio laboral con el
personal, recibir feedback entre los compañeros de trabajo, fomentar un clima
adecuado y comunicación fluida y no violenta.
Una forma práctica y que se recomienda, es que cada profesional exprese y reflexione
sobre sus malestares, como técnica para poder reconocer los indicadores que desarrollan
este estrés, evitando que el propio cuerpo experimente síntomas más graves.
En cuanto al equipo de trabajo, es importante ver al equipo como una sola unión de
trabajo, donde si cada profesional realiza su función adecuadamente, la institución no
tiene porque llegar al extremo, de padecer como por ejemplo, traumatización vicaria.
Por ello, antes de dar pie a desarrollar los primeros síntomas, se recomienda (Ginés y
Carvalho, 2010):
Respetar los espacios de vaciamiento, resolución de conflictos y supervisión
para no crear fuentes de tensión.
Generar una cohesión interna con la institución para poder defender sus
derechos e intereses.
Crear espacios de oxigenación aparte de los existentes dentro de la
organización.
Fomentar el humor para reducir la contaminación interna.
No juzgar a los propios compañeros por una visión diferente a la nuestra con
un mismo caso.
Entender y respetar el tipo de unión que tengan los compañeros con los
clientes.
Dar la oportunidad a los profesionales de demostrar su formación a equipos
más jóvenes, a partir de sus experiencias y conocimientos adquiridos.
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aplicando los recursos adecuados que plasmen el objetivo de conseguir el bienestar
tanto del equipo como de los clientes. La institución debe (Ginés y Carvalho, 2010):
Crear y mantener condiciones adecuadas, que velen por la honradez y
moralidad de los trabajadores y clientes y desarrollar protocolos de actuación.
Expresar interés por mantener la positividad en las relaciones laborales,
mediante una clara comunicación, fomentando el adecuado desempeño de las
funciones de cada miembro del servicio.
Apoyar los espacios de vaciamiento de los compañeros.
Realizar una supervisión y formación para potenciar la capacidad, eficacia y
autoestima laboral.
Llegar a un acuerdo consensuado ante acontecimientos difíciles, teniendo en
cuenta las diferentes opciones y posiciones de los profesionales.
Fomentar estilos de liderazgo flexibles y protectores, donde los superiores
reconozcan los pequeños avances y logros tanto de forma individual como
grupal.
Y por último, en relación con las estrategias para una mejora del bienestar desde un
adecuado trabajo en redes, serían (Ginés y Carvalho, 2010):
Desarrollar intervenciones en red ante acontecimientos relacionados con la
violencia, puesto que ayuda a contener el impacto emocional generado.
Enganche relacional con otros servicios del mismo ámbito, permitiendo, en
caso de que fuera necesario, realizar una derivación, para que el cliente
pudiera ser atendido por una correspondiente competencia.
Espacios para participar en cursos, talleres, seminarios donde puedan
compartir e interaccionar en base a sus experiencias, dando y recibiendo
apoyo entre ellos.
Apoyo político para consensuar entre los diferentes servicios, una metodología
adecuada, protocolos de intervención y actuación, intercambio de datos y
registros para los análisis y resultados.
Ayuda a que los servicios se sientan respaldados ante un trabajo realizado a lo largo de
las intervenciones, dejando huella y solidez en sus actuaciones, sobre todo, destacando
su importancia ante los casos más graves, sirviendo a su vez, como referencia para otras
posibles intervenciones de tal magnitud.
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El autocuidado es una estrategia imprescindible para alcanzar el bienestar íntegro tanto
en la vida cotidiana como para el necesario y adecuado desarrollo humano. La
importancia de ponerlo en práctica, se debe a que conlleva al profesional, verse
beneficiado en su plenitud, y por ello, podrá hacer efecto múltiple en otros ámbitos
favorables y significativos para la persona (Uribe, 1999), como se muestra en la
siguiente tabla:
3. Conclusión
Tanto la traumatización vicaria como sus similares trastornos, no han sido estudiados ni
investigados en la medida que ello convendría, tratándose de una sintomatología grave
que puede afectar a la sociedad en general y a los profesionales que desarrollan su labor
con esta, a través de la empatía puesta en práctica y de la comprensión. Actualmente, no
se han diseñado medidas de prevención o técnicas suficientemente adecuadas y
adaptadas a este fenómeno, que recojan las necesidades existentes generadas por esta
tipología de estrés. Si es cierto, que la personalidad y la capacidad de una persona ante
un suceso traumático, puede determinar cómo dicho trauma se propaga en el tiempo.
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Es de vital importancia, tanto identificar a tales personas con necesidad de tratamiento,
como que los profesionales estén dotados y preparados en base a una formación
especializada, para atender a este colectivo. Es necesario que el terapeuta canalice por
una parte sus conocimientos, valores y ética profesional, y que por otra, respete las
creencias, visión y cultura del cliente con quien trate, ya que en su conjunto, ayudará a
disminuir los efectos negativos que puede experimentar.
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