5.3 Historia de España

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5.3.

El reinado de Fernando VII: liberalismo frente a


absolutismo. El proceso de independencia de las colonias
americanas.

El reinado de Fernando VII se divide en tres etapas caracterizadas por el


enfrentamiento entre absolutistas y liberales. A pesar de la fuerza de los primeros, al
final del reinado el Antiguo Régimen quedó desarticulado.

El Sexenio Absolutista (1814-1820) comenzó con la llegada de Fernando VII a España


(3/1814) tras el tratado de Valençay (1813). En Valencia recibió el Manifiesto de los
Persas, que solicitaba el regreso al Antiguo Régimen. Con el apoyo del pueblo, el
clero, la nobleza y los altos cargos del ejército, además de la situación post-
napoleónica en Europa, el rey dio un golpe de Estado absolutista a través de un Real
Decreto que suprimió las Cortes y abolió la Constitución y la legislación de Cádiz
(4/5/1814). Tras su llegada a Madrid el 10 de mayo se restableció el absolutismo
(régimen señorial, Inquisición…).

Los liberales y afrancesados, perseguidos y acusados de traición, recurrieron a


pronunciamientos (fallidos hasta 1820) apoyados por sectores liberales del ejército.
Estos golpes, los continuos cambios de ministros y los graves problemas financieros
(crisis en el campo, artesanía y comercio, bancarrota…) irresolubles sin reformar el
Antiguo Régimen, hicieron casi imposible el gobierno.

El Trienio Liberal (1820-1823) se inició con el pronunciamiento del coronel Riego


(jefe de las tropas contra los independentistas americanos), que proclamó la
Constitución de 1812 en Cabezas de San Juan (Sevilla) y obligó a Fernando VII a
jurarla. Entró en vigor la legislación de Cádiz: se instauró una monarquía liberal con
separación de poderes y se abolió el Antiguo Régimen.

Aparecieron las Sociedades Patrióticas, clubes políticos para difundir el liberalismo,


dividido en dos posturas. Los moderados o doceañistas querían aplicar solo parte de
la Constitución, introducir reformas limitadas colaborando con un rey poderoso y
una cámara para las clases altas; y los exaltados o veinteañistas (sectores populares y
jóvenes oficiales) buscaban medidas más radicales y rápidas. Los moderados llegaron
al poder en las primeras elecciones, y los exaltados en las segundas, tras un fallido
golpe realista de la guardia real (1822).

El gobierno tuvo que afrontar la oposición de la nobleza, el clero (por la supresión de


la Inquisición y el diezmo, la desamortización…), el campesinado (reformas fiscales
adversas: impuestos en metálico y propiedad de la tierra burguesa) y el veto del rey.
Los contrarrevolucionarios crearon un gobierno alternativo absolutista en Urgel, la
Regencia Suprema de España, que fracasó (1822).

Fernando VII solicitó la intervención de la Santa Alianza, y entre abril y octubre de


1823, los “Cien mil Hijos de San Luis” del duque de Angulema, enviados por Francia
tras el Congreso de Verona, invadieron España y le repusieron como monarca
absolutista, iniciando la Década Ominosa (1823-1833).

Se anuló la legislación del Trienio, se persiguió a los liberales y se reinstauró el


Antiguo Régimen. La crisis económica (pérdida de las colonias americanas) forzó al
rey a aplicar reformas moderadas: aceptó peticiones de la burguesía de Madrid y
Barcelona (aranceles para manufacturas catalanas, 1825) y el nuevo ministro López
Ballesteros llevó a cabo una leve reforma de la Hacienda (1827). Pero los
ultraconservadores exigían más dureza y rechazaban las reformas. Liderados por
Carlos María Isidro (hermano del rey y sucesor) redactaron el Manifiesto de los
Realistas Puros (1826) y fracasaron en la Guerra de los agraviados (1827). Los
liberales renovaron la revolución en 1830 pero fueron reprimidos.

En 1830, tras el nacimiento de su única descendiente (Isabel), Fernando VII aprobó


una Pragmática Sanción para derogar la Ley Sálica (1713) que impedía a las mujeres
heredar el trono, lo que dio lugar a un conflicto dinástico con el infante Carlos M.ª
Isidro de Borbón (Primera Guerra Carlista, 1833).

La emancipación de América fue multicausal. Las reformas borbónicas del siglo XVII
para la explotación eficaz de los recursos coloniales limitaron su libertad económica.
Los criollos (descendientes de españoles), excluidos de los altos cargos y
discriminados por la monarquía, adquirieron una conciencia nacionalista. Alentados
por la revolución de Francia y EE. UU. iniciaron un proceso de independencia.

Entre 1808 y 1814, la invasión napoleónica de la península causó un vacío de poder y


surgieron los primeros focos de independentismo (Caracas, Bogotá, Buenos Aires,
Santiago) que rechazaban la soberanía de José I y de la Junta Suprema Central. Los
criollos crearon Juntas revolucionarias y convocaron asambleas constituyentes.
Algunas se declararon independientes en 1810.

En la segunda etapa (1814-1824), con el regreso de Fernando VII se frenó la


insurrección, excepto en Paraguay y Argentina, independientes desde 1811 y 1816.
La fuerte represión fortaleció el independentismo y, envalentonados por la falta de
tropas y el apoyo de Inglaterra, EE. UU. y la oposición liberal española, emprendieron
un nuevo conflicto armado.

En México, la población indígena explotada inició la insurrección, liderada por


Manuel Hidalgo y José María Morelos. Pero los privilegiados apoyaron a Agustín de
Iturbide para no perder su poder, que declaró la independencia y fue nombrado
emperador (1822). En el norte, Simón Bolívar fue el libertador de Venezuela,
Colombia y Ecuador, y en el sur, José de San Martín liberó Argentina y Chile (1818).
En 1820, ambos ejércitos convergieron en Perú, venciendo en las batallas de Junín y
Ayacucho (1824).

La unidad americana propuesta por Simón Bolívar fracasó por los localismos, el
atraso económico y las dificultades de comunicación. América quedó fragmentada
en débiles repúblicas independientes solo políticamente (EE. UU., Inglaterra),
lideradas por criollos.

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