Tema 39 Resumen

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ÍNDICE

1. Introducción.

2. La crisis del Antiguo Régimen y el reinado de Fernando VII.


2.1. Crisis del Antiguo Régimen.
2.2. El Reinado de Fernando VII.

3. La formación del estado liberal. La minoría de edad de Isabel II.


3.1. La primera Guerra Carlista.
3.2. El régimen del Estatuto Real.
3.3. Las bases del sistema del Estado Liberal.
3.4. El triunfo del espíritu progresista.

4. El Reinado de Isabel II.


4.1. La Década moderada (1844-1854).
4.2. El Bienio progresista (1854-1856).
4.3. El Gobierno moderado (1857-58) y la Unión Liberal (1858-63).
4.4. El final del reinado de Isabel II (1863-1868).

5. El Sexenio Revolucionario.
5.1. La Revolución de 1868.
5.2. El Gobierno provisional y la Constitución de 1869.
5.3. La monarquía de Amadeo de Saboya (1871-1873).
5.4. La I República (feb 1873 – ene 1874).

6. La Restauración borbónica.

7. Conclusión.

8. Bibliografía.

REFERENCIA CURRICULAR
1. INTRODUCCIÓN.

La crisis del Antiguo Régimen se manifiesta mediante la Invasión Napoleónica y la Guerra


de Independencia. La restitución de la corona a Fernando VII provocó el fin de la obra liberal de
las Cortes de Cádiz. A la muerte del rey se inició en España la Primera Guerra Carlista,
conflicto sucesorio que ayudó al establecimiento del liberalismo. Los liberales eran los únicos
que apoyaban a Isabel, reconocida su mayoría de edad en 1843. Su reinado está caracterizado
por la inestabilidad política; durante estos años se consolida el Estado Liberal. Tras la
Revolución Gloriosa de 1868 que acabó con Isabel II, España experimentó seis años de
conflictos (Guerras Carlistas, Guerra de Cuba, Insurrecciones Cantonalistas), que explican el
fracaso de la monarquía de Amadeo de Saboya y de la Primera República.

2. LA CRISIS DEL ANTIGUO REGIMEN Y EL REINADO DE FERNANDO VII.

2.1. La crisis del Antiguo Régimen.


En opinión del historiador Josep Fontana, en su obra “La época del liberalismo” (2007),
la quiebra del Antiguo Régimen y la Guerra de Independencia dieron lugar a la aparición de
nuevas fuerzas sociales y políticas en la España de principios del siglo XIX. Los absolutistas
eran partidarios de la continuidad del Antiguo Régimen; los reformistas (con Florida Blanca y
Jovellanos a la cabeza) buscaban la reforma del sistema existente evitando los excesos
revolucionarios; los afrancesados (lealtad a José Bonaparte) eran defensores de una fuerte
autoridad que impidiese una revolución pero que también promoviese reformas; los liberales,
lucharon por un nuevo sistema con una constitución.
Las abdicaciones de Bayona de mayo de 1808 por las que Carlos IV y Fernando VII
abdicaron a favor de Napoleón, y la elección en Bayona de José I como rey de España en julio
de ese mismo año, no fueron hechos legales reconocidos por el pueblo, que decidió recoger la
soberanía perdida, suponiendo un acto revolucionario. Pronto se formaron las Juntas (locales y
provinciales), llamadas supremas y, en septiembre de 1808 se creó en Aranjuez la Junta
Central, integrada por representantes de las Juntas provinciales. La Junta Central gobernó
entre 1808-10 y dirigió el conflicto contra Francia, por el cual buscó una alianza con Inglaterra y
realizó la convocatoria de cortes. Sus fracasos militares trasladaron el poder a un Consejo de
Regencia encargado de dirigir la guerra. La cuestión financiera pasó a manos de la Junta de
Cádiz, que estaba dominada por liberales. Las Cortes de Cádiz iniciaron una serie de reformas
que concluyeron con la redacción de una Constitución: pusieron fin al feudalismo declarando
que el régimen señorial quedaba abolido con la conversión de los títulos señoriales en
contratos de propiedad particular, lo que permitió a la nobleza mantener su poder económico;
abolieron el régimen gremial, posibilitando la libertad de come4rcio y contratación; suprimieron
la Inquisición en 1813; abolieron los privilegios de la Mesta; pusieron en marcha una tímida
desamortización en 1813.
Se trata de la primera Constitución española. Consta de 384 artículos y cuatro
principios fundamentales: soberanía nacional, división de poderes, derecho de
representación y la declaración de derechos. Otros puntos fueron: la proclamación del

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catolicismo como única confesión; creación de un nuevo ejército que defendiera a la nación,
sustituyendo al ejército de la monarquía.
Entre los referentes ideológicos del liberalismo español es evidente las influencias
de las ideas ilustradas, en concreto la filosofía política de la ilustración (Montesquieu,
Rousseau, Voltaire, etc.); no se debe olvidar el sistema parlamentario inglés y el sistema
político de EE.UU. En cuanto a las fuentes sociales podemos afirmar que el campesinado
apenas sacó beneficio de la revolución, aunque participase directamente el la lucha armada.
Los grupos sociales que protagonizaron la revolución liberal fueron la nobleza terrateniente y la
burguesía comercial, industrial y de profesiones liberales que, al ser una base social
restringida, pronto sucumbió con el regreso de Fernando VII; de hecho, nadie luchó por
mantener la constitución de 1812.

2.2. El reinado de Fernando VII.

 El sexenio absolutista (1814-1820).


Napoleón decidió devolver el trono a Fernando VII para conseguir su neutralidad en la
guerra que mantenía en Europa. En diciembre de 1823, mediante el Tratado de Valençay,
Fernando VII fue reconocido como rey de España y de las Indias. Las cortes querían que el rey
jurase la constitución aceptando una monarquía constitucional, pero a su regreso a España
recibió el Manifiesto de los Persas, un documento firmado por un tercio de los diputados de
las cortes solicitando el regreso al absolutismo (allí recibió el apoyo del general Elío). Las
vacilaciones de Fernando VII concluyeron en un golpe de Estado por medio del Real Decreto
de 4 de mayo de 1814 en el que, a cambio de vagas promesas, declaraba nulos y sin ningún
valor ni efecto la Constitución y decretos del as Cortes. El denominado sexenio absolutista se
caracterizó por la represión contra los liberales y afrancesados, la grave situación económica, y
por la naciente oposición liberal de militares y masones mediante fallidos pronunciamientos.

 El trienio liberal (1820-1823).


En enero de 1820, la insurrección de Riego en Cabezas de San Juan (Sevilla) sirvió
para poner en relieve la debilidad del régimen. Los sucesivos levantamientos urbanos siguieron
al de Riego, y el rey no supo como afrontarlos, por lo que el 7 de marzo aceptó la vuelta al
régimen constitucional. El Trienio liberal reconstruyó la obra de Cádiz: repuso la Constitución
de 1812, suprimió el régimen señorial, el gremial, la Compañía de Jesús y la Inquisición de
forma definitiva, continuó la labor desamortizadora y elaboró un conjunto de leyes para el
fomento del comercio, industria y agricultura. Sin embargo, se encontró con muchas
dificultades: el recelo de la Europa absolutista de la Santa Alianza, la resistencia de la nobleza,
del clero y del rey, y la falta de apoyo inicial y creciente hostilidad del campesinado, que no
consiguió sus tradicionales aspiraciones al reparto de tierras y la reducción de impuestos.
Los liberales se dividieron en dos tendencias: moderados, que daban una
participación legislativa al rey y eran partidarios de reformas con cierta prudencia para no
agravar las condiciones críticas de la economía; y exaltados, consideraban que el rey solo
debía tener el poder ejecutivo y defendían acelerar las reformas. Se organizaban en
sociedades patrióticas y gobernaron en el último año. La caída del Trienio liberal fue propiciada
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por la intervención de la Santa Alianza presionada por Francia, que deseaba acabar con el
régimen liberal español para que no hubiese influencias sobre su país.

 La Década Ominosa (1823-1833).


Tras el desembarco de Fernando VII en 1823 en el Puerto de Santa María, declaró que
a lo largo de esos tres años había sido prisionero y anuló la obra reformadora de Cádiz; desde
entonces gobernó como rey absoluto, aunque hacia el final de su reinado tuvo un
acercamiento a los liberales porque eran los únicos que aceptaban a su hija. Sin embargo, la
clave de este cambio residió realmente en la inviabilidad del absolutismo como sistema político
y es que esta década fueron diez años de objetivos limitados por temor a una acción
subversiva. Hubo tres preocupaciones fundamentales: la represión contra los liberales; la
contracción del gasto público; y la restauración del absolutismo. Fuera de esto no hubo
prácticamente ni gobierno, ni política exterior, ni actividad legislativa. El nacimiento de Isabel en
1830 (hija de su cuarta esposa María Cristina) planteó el problema sucesorio: la Ley Sálica
dictada por Felipe V en 1713 que excluía a las mujeres al trono fue derogada por Fernando
mediante una Pragmática Sanción, con lo que dejaba a su hermano, Carlos María de Isidro, sin
posibilidades de acceder al trono. Tras la muerte del rey en septiembre de 1833, Carlos marchó
al exilio y preparó la guerra. En el “Manifiesto de Abrantes” llamó a los españoles a la
insurrección, iniciando la guerra civil.

3. LA FORMACIÓN DEL ESTADO LIBERAL. LA MINORÍA DE EDAD DE ISABEL II.

3.1. La primera guerra carlista.


El mismo día de la muerte de Fernando VII, Carlos se autoproclamó rey. Al mismo tiempo,
se iniciaron en el norte de España una serie de levantamientos: era el comienzo de la primera
guerra carlista, un sangriento enfrentamiento que duró siete años.
El bando isabelino fue apoyado por las altas jerarquías del ejército, la Iglesia y el Estado
(habían apoyado a Fernando VII y seguirían apoyando a su hija). Y por los liberales, que vieron
en la defensa de los derechos dinásticos de la niña Isabel la posibilidad del triunfo de sus
ideas.
El bando carlista estaba compuesto por todos los que se oponían a la revolución liberal:
pequeños nobles rurales, parte del bajo clero y muchos campesinos (para ellos liberalismo
equivalía a más impuestos). Los carlistas tenían sus apoyos principales en Navarra, País
Vasco, zona al norte del Ebro y el Maestrazgo (Castellón).

El programa ideológico-político del carlismo, con el lema “Dios, Patria, Fueros y Rey”,
era el siguiente:

 Oposición radical a las reformas liberales y defensa de la monarquía absoluta.


 Tradicionalismo católico y defensa de los intereses de la Iglesia.

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 Defensa de los fueros vasco-navarros, amenazados por las reformas igualitarias y
centralistas de los liberales.

La guerra comienza con el levantamiento de partidas carlistas en el País Vasco y Navarra.


Al no poder contar inicialmente con un ejército regular, utilizaron la táctica de la guerrilla.

Pronto, ante la inoperancia del gobierno, Zumalacárregui (general carlista) organiza un


ejército de 25.000 hombres. Por su parte, el general Cabrera unificó las partidas de Cataluña y
Aragón. Con el propio Carlos M. Isidro al frente, las tropas carlistas llegaron a las puertas de
Madrid. Al no poder tomar la ciudad, volvieron a sus zonas de origen.

Desde el punto de vista internacional, Carlos recibió apoyo, moral y económico, de las
potencias absolutistas europeas (Rusia, Prusia, Austria); los isabelinos, de Gran Bretaña,
Francia y Portugal.

A medida que los isabelinos (que poseían, no lo olvidemos, el control de todos los
recursos estatales) iban obteniendo ventaja militar, los carlistas se dividieron en
transaccionistas (partidarios de llegar a algún tipo de acuerdo con el estado) y los
intransigentes (que optaban por continuar la lucha). Se impuso la posición de los primeros,
con el general Maroto al frente: el Acuerdo de Vergara (28 de agosto de 1839) supuso un
cierto reconocimiento de los fueros vascos y navarros y la posibilidad de que los oficiales
carlistas se integraran en el ejército real.

3.2. El régimen del Estatuto Real.


En 1834 Martínez de la Rosa promulgó el Estatuto Real, que supuso la transición de la
monarquía absoluta a la constitucional. Era una carta otorgada que trataba exclusivamente
temas políticos: creaba unas cortes bicamerales formadas por una “cámara Alta “de Próceres”,
compuesta por los Grandes de España y otros miembros elegidos por el rey con carácter
vitalicio, y una Cámara Baja “de Procuradores” que se elegía por sufragio censitario masculino.
Lo más importante del nuevo sistema era que el monarca renunciaba al poder absoluto, pero
se reservaba importantes atribuciones como la potestad de suspender las Cortes.

3.3. Las bases del sistema del Estado Liberal.


Las bases del nuevo estado liberal español eran: los partidos políticos, agrupaciones
de notables sin organización. Durante las cortes de Cádiz ya se había advertido un
enfrentamiento entre liberales, absolutistas y un grupo centrista. Los liberales se escindieron el
Trienio de los moderados y exaltados. Los partidos dentro de la legitimidad fueron los
moderados, progresistas y, más tarde, la Unión Liberal. Fuera de la legitimidad estaban los
carlistas, demócratas y republicanos. Los moderados tuvieron el poder durante casi todo el
reinado de Isabel II, eran liberales y, como tales, partidarios de una constitución, pero se
mostraban en lo demás conservadores. Dentro del moderantismo se podía distinguir una
facción liberal (Donoso Cortés y Bravo Murillo), un centro (Mon, Narváez y Martínez de la
Rosa), y una vanguardia (Ríos Rosas y Serrano).
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La base social de los moderados era la nobleza terrateniente, la alta burguesía y los
altos jefes militares. Su programa se materializó en la Constitución de 1845. Los progresistas
ocuparon el poder en periodos breves, defendían la soberanía nacional, ampliación del cuerpo
electoral, librecambismo frente al proteccionismo moderado, y el robustecimiento de los
poderes locales y provinciales (Espartero, Mendizábal, Madoz, Olózaga y Prim fueron sus
dirigentes). Contaban con la baja burguesía, el proletariado urbano y militares de pequeña
graduación. Su programa se materializó en la Constitución de 1837. En 1849 surgió el partido
demócrata, que defendía el sufragio universal, la soberanía popular, asistencia social con
libertad de asociación y la república.
El ejército se había convertido en la fuerza mas importante del Estado, por lo que la
intervención militar bajo la forma de pronunciamientos se convirtió en algo crónico en el siglo
XIX. Era liberal moderado, progresista o demócrata, hasta el punto de que cada partido
contaba con un dirigente, llamado “espadón”. Los elementos dinamizadores del régimen
eran las Juntas y la Milicia Nacional, que se desarrollan principalmente en la ciudad donde
contactaban con progresistas, demócratas y republicanos.

3.4. El triunfo del espíritu progresista (1835-1843).


El fin del régimen del Estatuto Real sobrevino en 1836 cuando dos sargentos y un
soldado forzaron a la regente a establecer la Constitución de 1812. Los progresistas
promovieron esta insurrección con el apoyo de las Juntas y de la Milicia Nacional. María
Cristina se vio obligada a entregar el gobierno a los progresistas. Este periodo contempló dos
importantes acontecimientos: la Constitución de 1837, de inspiración progresista, que
establecía la soberanía nacional y la división de poderes; y la desamortización eclesiástica,
entre 1835-37, destacando el Decreto de 1836 por el cual los bienes del clero regular fueron
nacionalizados y puestos a la venta. Perseguía un triple propósito: costear la guerra carlista,
acabar con el clero que apoyaba al carlismo y crear una copiosa familia de proletariado adicto
al régimen. Sus resultados fueron decepcionantes.
Tras la caída del gobierno de Calatrava en 1837 tuvo lugar un intento de volver al
moderantismo durante el denominado trienio moderado (1837-40) apoyado por la regente. La
propuesta moderada de la Ley de Ayuntamientos contó con l beneplácito de María Cristina, lo
que puso en marcha una campaña de desprestigio de la prensa progresista contra su persona
en la que se mezclaron sus escándalos con el Guardia de Corps Fernando Muñoz, y que iba
acompañada de otra campaña para encumbrar a espartero como el “pacificador de España”.
Todo esto provocó el estallido de revueltas progresistas en la denominada “revolución de 1840”
que terminó con la caída de la regente.
Espartero asumió la regencia de Isabel II entre 1840-43 a propuesta de las Cortes.
Continuó con la desamortización mediante la ley de 1841 y con el recorte de los fueros vasco-
navarros. En 1842 firmó un acuerdo librecambista con Gran Bretaña que perjudicaba a la
industria textil catalana, provocando un motín en Barcelona. El bombardeo de la ciudad por
Espartero liquidó el prestigio del general, y un golpe de Estado organizado desde Francia por
María Cristina y Narváez dio el poder a los moderados.

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4. EL REINADO EFECTIVO DE ISABEL II.

4.1. La Década Moderada (1844-54).


La historiadora y profesora de la UNED Ana Clara Guerrero Latorre, en su manual
“Historia Contemporánea de España, 1808-1923” (2011), considera que el monopolio
moderado durante estos diez años fue fruto de la elección personal de la reina y de unas
elecciones acuñadas, lo que llevó a los progresistas al retraimiento de la política y al
pronunciamiento militar como única forma de alcanzar el poder. Entre 1843-54 gobernaron los
moderados comandados por el “espadón de Loja”, el general Narváez. Entre sus principales
actuaciones políticas figura la creación de la Guardia Civil en 1844, la aprobación de la nueva
Ley de Ayuntamientos en 1845, la Reforma fiscal de Alejandro Mon y Ramón Santillán en 1845,
el enfrentamiento en la tímida segunda guerra carlista concentrada en Cataluña entre 1846-49,
y la redacción de la Constitución de 1845. La nueva constitución era claramente moderada:
reconocía una soberanía compartida entre la Corona y las Cortes, y establecía una división de
poderes por la cual unas Cortes bicamerales compartían la potestad legislativa con el rey. La
Ley Electoral de 1846 redujo el número de electores con un sufragio censitario masculino y
libertades individuales como la libertad de expresión, y además reconocía la confesionalidad
católica y suprimía la Milicia Nacional.

4.2. El Bienio Progresista (1854-56).


El 28 de junio de 1854 el general Dulce se pronunció, y O’Donnell acudió a unirse. El
gobierno envió para someter a los sublevados al general Blaser, enfrentándose las dos fuerzas
el día 30 en Vicálvaro con resultado indeciso. La Vicalvarada no produjo ni vencedores ni
vencidos. O’Donnell comprendió que sin los progresistas sería imposible el triunfo, de ahí el
“Manifiesto de Manzanares” redactado por Cánovas del Castillo, con postulados de credo
progresista. Como el descontento popular organizado a través de la formación de Juntas no se
acallaba, el general San Miguel pactó con la reina Isabel II la formación de un nuevo Gobierno
presidido por Espartero.
A lo largo de estos dos años, el general tuvo que hacer frente a las agitaciones
sociales. Terminó la labor desamortizadora mediante la Ley Madoz de 1855. Aprobó la Ley de
Ferrocarriles de 1855 entre otras innumerables leyes que demuestran la intensa actividad
legislativa del periodo, y elaboró una constitución en 1856 que no llegó a ser aprobada. En
1856 O’Donnell disolvió las Cortes, con lo que moría la Constitución aún no nacida, y
restableció la Constitución de 1845, añadiéndose un Acta adicional mediante la que introducía
algunas medidas liberalizadoras. O’Donnell, principal protagonista de la Revolución de 1854,
acababa ahora con ella. Isabel II dio una fiesta en palacio en la que desairó al jefe del
Gabinete, prestando toda su atención a Narváez, lo que fue suficiente para que O’Donnell
presentase su dimisión al día siguiente.

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4.3. El gobierno moderado (1857-58) y la Unión Liberal (1858-63).
Tras un año de gobierno moderado de Narváez (1857-58), se eliminó el Acta adicional
y que no satisfizo a nadie, regresó O’Donnell al frente de un nuevo grupo político, la Unión
Liberal, que gobernó durante cinco años seguidos, desde 1858-63. Apareció como un partido
centrista, carecía de doctrina y programa político, y desarrolló una política exterior de prestigio
de nulas consecuencias: la Guerra de África, la intervención en Conchinchina y México, la
reincorporación de Santo Domingo, y las expediciones en Chile y Perú.

4.4. El final del reinado de Isabel II (1863-68).


La caída de O’Donnell en 1863 dio paso de nuevo a los moderados. Narváez formó
en 1867 su sexto y último gobierno, que se sostendría hasta su muerte en 1868. Se reunieron
en Ostende progresistas y demócratas para acordar la caída del régimen. Mediante el Pacto de
Ostende, firmado por Prim, Sagasta, Pierrad y Ruiz Zorrilla, se acordó destruir todo lo existente
en las altas esferas del poder y la elección de una asamblea constituyente por sufragio
universal para que determinase la forma de gobierno que habría de establecer en el país, pero
su intentona revolucionaria fracasó en 1867. La política de Narváez provoco deserciones hasta
en la familia real, por lo que el duque de Montpensier le hizo presente a la reina la necesidad
de cambiar la política.
Tras el fallecimiento de Narváez, González Bravo fue nombrado primer ministro,
aunque otros generales unionistas se mostraron dispuestos a pronunciarse. El frente
revolucionario ya estaba formado: progresistas, unionistas y demócratas se unieron bajo el
propósito común de derribar a la Monarquía de Isabel II.

5. EL SEXENIO REVOLUCIONARIO.

5.1. La revolución de 1868.


En septiembre de 1868, se pondrá en marcha una revolución que expulsará de España a
Isabel II y que será el inicio del llamado Sexenio revolucionario o Sexenio democrático. Las
causas de la revolución fueron:

La crisis económica. A partir de 1860, surge en España una crisis financiera motivada
por la escasa rentabilidad de las inversiones realizadas en los ferrocarriles. Terminado el
periodo de construcción extensiva, se vio que la mayoría de las líneas eran deficitarias. Como
consecuencia de ello, las acciones de las empresas ferroviarias bajaron mucho en la Bolsa.
Tras estas acciones, cayeron todas las demás.
La crisis financiera coincidió con una crisis industrial, sobre todo en Cataluña. La Guerra
de Secesión americana había interrumpido la producción de algodón en rama en aquel país, lo
que provocó una subida mundial de los precios. Si a esto añadimos que existía una crisis
económica general que había hecho descender de matera notable la demanda, muchas
empresas textiles que utilizaban el algodón como materia prima, sobre todo las más pequeñas,
tuvieron que cerrar. El paro aumentó y el nivel de vida del conjunto de los trabajadores
descendió.

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Entre los años 1866 y 1868 se produce una crisis de subsistencias, como consecuencia
de una serie de malas cosechas. El trigo escasea y, por tanto, se encarece. El pan llega a subir
en Madrid un 100% en estos dos años.

El movimiento político. En 1868, eran muchos los sectores de la población que tenían
motivos para sentirse descontentos con el régimen de Isabel II:

 Los inversores en Bolsa querían medidas para salvar sus inversiones.


 Los industriales querían medidas proteccionistas que les libraran de la competencia
extranjera.
 Los obreros y campesinos sufrían con su hambre y su miseria lo peor de la crisis.
 Los intelectuales, que habían desarrollado su labor crítica desde el Ateneo de Madrid y
desde algunas cátedras universitarias. Entre ellos, destacar a Emilio Castelar, Nicolás
Salmerón, Laureano Figuerola, etc.

En abril de 1865, se produjo la llamada Noche de San Daniel. Unas protestas


estudiantiles fueron duramente reprimidas por la policía: hubo 14 muertos y casi 200 heridos.

En 1866, el Gobierno O’Donnell reprimió duramente (fusilando a los implicados) una


rebelión de sargentos en el Cuartel de San Gil que pedía reformas políticas. O’Donnell fue
apartado del gobierno, pero sus sucesores cerraron las Cortes y siguieron gobernando por
decreto.

En agosto de 1866, la oposición firmó el Pacto de Ostende: progresistas y demócratas


exiliados sientan las bases de la acción revolucionaria. El objetivo era acabar con el reinado de
Isabel II. La forma del Estado, monarquía o república, se decidiría en unas Cortes
Constituyentes elegidas por sufragio universal. El grupo opositor es variado. En él cabe gente
como el general Prim, que tiene como único objetivo básico acabar con el gobierno de los
moderados, sin tener el menor interés ni en el sufragio universal ni en echar a Isabel II. A dicho
pacto se unieron los unionistas en 1867 (tras la muerte de O’Donnell), que aportaron el apoyo
de muchos altos mandos del Ejército.

Desarrollo de la revolución. Los acontecimientos que condujeron a la “Gloriosa”


(nombre que dieron sus protagonistas a este movimiento) son los siguientes:

 19 septiembre 1968: la escuadra española concentrada en Cádiz al mando del brigadier


Topete, se levanta al grito de “Viva España con honra”.
 El general Prim se unió a los insurrectos y fue sublevando sucesivamente Málaga,
Almería y Cartagena.
 En muchas ciudades, como tantas veces había ocurrido a lo largo del siglo, se crearon
Juntas Revolucionarias. El movimiento se extiende rápidamente sin que las fuerzas de
Isabel II ofrezcan resistencia.
 El gobierno y la Corona no tienen apoyos para atajar la situación. Sólo los más
recalcitrantes moderados y la “camarilla” que había actuado en torno a la reina se
mantienen fieles. Cuando se produce la batalla de Alcolea, en la que los sublevados

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vencen a las escasas tropas que había logrado reunir Isabel II, a la reina no le queda
más salida que el exilio. Esto ocurre el 29 de septiembre de 1868.
 Durante las primeras semanas, el poder estuvo en manos de las Juntas. Pero pronto se
vio que dentro del movimiento revolucionario había grupos con posiciones y objetivos
diversos. De todos ellos, se impuso el de Prim y Serrano, cuyo objetivo no iba más allá
de derrocar al gobierno. Conseguido esto, las reivindicaciones de demócratas y
republicanos tendrían que esperar.
 En los primeros días de octubre de 1868, se formó un Gobierno Provisional que disolvió
las Juntas y desarmó a la Milicia Nacional, dejando claro que una cosa era derrocar a los
Borbones y otra proclamar una república o poner trabas a la propiedad privada.

5.2. El Gobierno Provisional y la Constitución de 1869.


Tras aprobar algunas reformas largamente deseadas (libertad de imprenta, derechos de
reunión y asociación, reforma de la enseñanza, democratización de ayuntamientos y
diputaciones, sufragio universal masculino, etc.), el Gobierno Provisional convocó elecciones a
Cortes Constituyentes.

Estas elecciones, celebradas por primera vez en España con sufragio de todos los
varones mayores de 25 años, dieron una amplia mayoría a la coalición que ya dominaba el
Gobierno Provisional (progresistas y unionistas).

La Constitución de 1869 es claramente liberal democrática. Sin duda, la más progresista


que España había tenido hasta el momento:

 Recogía la soberanía nacional y confirmaba el sufragio universal masculino.


 Contenía una amplia declaración de derechos y libertades (opinión, expresión, prensa,
enseñanza, culto, inviolabilidad del correo, etc.).
 Establecía la monarquía como forma de gobierno, limitando los poderes del rey a los
meramente ejecutivos.
 Reforzaba la independencia judicial al crear un sistema de oposiciones a juez
(anteriormente, eran nombrados por el gobierno).

Hay que dedicar una atención especial a la política económica del Gobierno Provisional.
Debemos tener en cuenta que amplios sectores de la burguesía habían apoyado la revolución
buscando medidas que mejoraran sus negocios. Entre las medidas más significativas debemos
señalar las siguientes:

o Se creó la peseta, con el objetivo de unificar el sistema monetario y racionalizar la


economía.
o El desastroso estado de la Hacienda que encontraron les llevó a vender o arrendar parte
de las minas del Estado. La medida, por otra parte, pretendía liberalizar la economía y
permitir la entrada de capitales extranjeros.
o La aprobación de la Ley de Bases Arancelarias (llevada a cabo por el Ministro Figueroa)
suponía liberalizar los intercambios comerciales con países extranjeros.

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5.3. La monarquía de Amadeo de Saboya (1871-1873).
Aprobada la Constitución, que establecía la monarquía como forma del Estado, la
principal labor del Gobierno era encontrar un rey. Pero después de haber expulsado a Isabel, ni
siquiera se podía pensar en que volviera algún Borbón.

El General Prim fue el encargado de la búsqueda. Tras muchas consultas, se decidió por
Amadeo de Saboya. Tenía a su favor dos cosas: pertenecía a una dinastía con prestigio en
Europa (su padre, Víctor Manuel II, había sido artífice de la unificación italiana) y tenía una
concepción democrática de la figura del Rey.

Las Cortes votan a su favor en noviembre de 1870. Y él llega a España el 30 de


diciembre. Pero tres días antes había sido asesinado Prim, su principal valedor. La cosa
empezaba mal.

El 2 de enero de 1871, fue proclamado Rey en Madrid.

El reinado de Amadeo fue un periodo de inestabilidad política porque eran muchos los
sectores políticos y sociales que se dedicaron a hacerle oposición:

 Los moderados y se opusieron por fidelidad a los Borbones. Conscientes de que no


sería aceptada la vuelta de Isabel II, comenzaron a preparar la candidatura de su hijo
Alfonso. De esta tarea se encargó principalmente el malagueño Cánovas del Castillo.
 La Iglesia estuvo en contra del nuevo régimen, sobre todo después de que un decreto
de Prim obligaba a los clérigos a jurar la Constitución de 1869.
 La burguesía, neutral en un principio, se pondría en contra del monarca a medida que
iba permitiendo una legislación contraria a sus intereses: abolición de la esclavitud en
Cuba, regulación del trabajo infantil, creación de jurados mixtos para resolver los
conflictos en las empresas, etc.
 Los republicanos, lógicamente, tampoco le apoyaban. Estos, con el apoyo de las
organizaciones obreras, organizaron constantes protestas.
 El carlismo, al calor de la mayor libertad existente con el nuevo régimen, también había
revivido. Un sector del mismo, que se siente humillado por la llegada de Amadeo, vuelve
a tomar las armas (3ª Guerra carlista) convencido de que esta es la oportunidad para
imponer a su candidato. Aunque no constituyó un verdadero peligro para la estabilidad
del régimen, provocó durante años continuos problemas.

Un asunto difícil que tuvieron que afrontar los gobiernos de Amadeo fue el llamado
“problema cubano”. En Cuba (una de las pocas colonias que quedaban del antiguo imperio)
se había iniciado un movimiento de independencia en 1868, animado sin duda por lo que
estaba ocurriendo en la metrópoli. Con el famoso “grito de Yara” dio comienzo la Guerra de los
Diez años. El asunto comenzó con un levantamiento de hacendados criollos que, al prometer
el fin de la esclavitud, contaron con el apoyo de la gente del pueblo. Aunque inicialmente los
insurrectos sólo pedían ciertas reformas, la intransigencia de los sectores económicos
españoles que tenían intereses en Cuba frenó la posibilidad de un arreglo pacífico.

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La puntilla final para el régimen de Amadeo fue la desintegración de la coalición de
unionistas, progresistas y demócratas que le había traído y que constituía su más firme apoyo.
En dos años, se sucedieron seis gobiernos y se celebraron tres elecciones.
En febrero de 1873, sintiéndose incapaz de enderezar la situación, Amadeo de Saboya
presentó su renuncia al trono.

5.4. La I República (febrero 1873-enero 1874).


Al día siguiente de la renuncia de Amadeo, se planteó en las Cortes la votación para
proclamar una república. Obtuvo una amplia mayoría a favor, a pesar de que casi todos los
diputados eran monárquicos. Se trataba de una estrategia para deteriorar aún más la situación
política y que la vuelta de los Borbones en la persona de Alfonso, hijo de Isabel II, fuera
posible.

Los únicos partidarios de la república eran los propios republicanos, agrupados en las
Cortes en torno al Partido Demócrata Republicano Federal, de Francisco Pi y Margall. El
ideario de este partido lo podemos resumir de la siguiente forma:

 La República como forma del Estado.


 La descentralización como base para organizar el estado.
 Estado laico.
 Ampliación de los derechos individuales
 Intervención del Estado en la regulación de las condiciones laborales.

Este republicanismo federal era apoyado por elementos de la pequeña burguesía, sobre
todo profesional e intelectual, y por parte del movimiento obrero y campesino.

La proclamación de la República provocó notable entusiasmo en amplios sectores


populares: se tomaron los ayuntamientos y se formaron Juntas en numerosas ciudades; este
movimiento ciudadano reclamó la inmediata abolición de los consumos (muy impopulares
porque gravaban productos básicos como el pan o la carne) y de las quintas (sistema de
reclutamiento forzoso de un soldado de cada cinco; se podía eludir pagando al Estado o a un
sustituto).

Los dirigentes republicanos se mostraron, en general, contrarios a estas prácticas:


disolvieron las Juntas y reprimieron las revueltas populares.

A continuación, convocaron elecciones para Cortes Constituyentes. Ganaron los


republicanos, aunque con el 60% de abstención. Las nuevas Cortes, tras declarar que el nuevo
régimen sería una república federal, elaboraron un proyecto de constitución que nunca sería
aprobado.

Los problemas de la república. La República se tuvo que desarrollar en medio de


enormes dificultades: la llegada de la república aceleró el conflicto carlista. Con influencia,

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sobre todo, en las provincias vascas y la región del Maestrazgo, duraría hasta 1876; la guerra
en Cuba continuó, sin que los republicanos tuvieran la menor oportunidad de intervenir; los
sectores más radicales del republicanismo, influidos por los núcleos anarquistas que se
estaban formando en España, forzaron la situación creando cantones independientes en
numerosas ciudades (Sevilla, Cádiz, Granada, Málaga, Andújar, Tarifa, Algeciras, Bailén,
Cartagena, Salamanca, Valencia, Alicante). Los acantonados eran grupos de artesanos,
tenderos y asalariados que se sentían defraudados por la nueva República.

Todos estos problemas generaron una gran inestabilidad en el gobierno: hubo cuatro
presidentes en apenas once meses:

1) Figueras, el primer presidente, dimitió en junio de 1873


2) El 18 de julio dimite Pi y Margall para no tener que sacar las tropas a la calle y
enfrentarse a sus propios compañeros de ideología.
3) Le sustituyó Salmerón, que sí reprimió los cantones. Pero dimitió (6 septiembre) para no
tener que firmar las penas de muerte que habían dictado los tribunales militares.
4) Le sustituyó Castelar, de la línea más conservadora de los republicanos.

El fin de la República. Castelar, temiendo que los federales lo destituyeran, suspendió


las sesiones de las Cortes y gobernó de forma autoritaria durante los últimos meses de la
experiencia republicana.

Abierto el nuevo periodo de sesiones, el 3 de enero de 1874 Castelar era derrotado por
120 votos contra 100. Para impedir que se formara otro gobierno de centro-izquierda, el
General Pavía, al frente de fuerzas de la Guardia Civil, invadió el Parlamento y lo disolvió.
Apenas hubo resistencia, señal de lo débil que era a estas alturas la república.

Se formó un gobierno de unionistas y progresistas con el general Serrano a la cabeza.


Gobierno raro este de 1874. No era monárquico, ni republicano. Sí era, desde luego,
autoritario. El 29 de diciembre de 1874, otro golpe de fuerza, el pronunciamiento del general
Martínez Campos, proclamaba a Alfonso XII como rey de España. Lo que algunos llevaban
mucho tiempo esperando, la restauración de los borbones, acababa de hacerse realidad.

6. LA RESTAURACIÓN BORBÓNICA.
Este pronunciamiento suponía el fin de un periodo de gran inestabilidad y la
restauración borbónica. El programa político diseñado por Cánovas para la nueva monarquía
quedó claramente esbozado en el denominado Manifiesto de Sandhurst, texto en el que se
afirmaba que la monarquía hereditaria y representativa era ya el único sistema que inspiraba
confianza a los españoles, tras lo avatares de los últimos años. Esta monarquía se
fundamentaría en la soberanía nacional compartida por el Rey y las Cortes y buscaría a través
de la conciliación dar cabida a mayor número de posiciones posibles. Cánovas se puso de
inmediato al frente de la situación y se ocupó de organizar una transición lo más legal posible
hacia el nuevo régimen. La restauración borbónica instauraría un sistema de gobierno

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basado en una monarquía constitucional, instituida en la constitución de 1876, y la alternancia
pacífica de partidos, Conservador y Liberal, que duraría hasta la proclamación de la II
República en abril de 1931.

7. CONCLUSIÓN.
Entre 1834 y 1874 se consolidó el Estado Liberal en España. Fue un largo proceso
jalonado por la conflictividad política y social, que condicionó una débil coyuntura económica.
Pese a este inestable panorama político, similar al que experimentaban muchos países
europeos del siglo XIX, el resultado obtenido fue acabar con el sistema del Antiguo Régimen
que en las primeras décadas de la centuria personalizaba Fernando VII. En España, la pieza
clave de este proceso fue el Estatuto Real de Martínez de la Rosa, que sentó las bases del
nuevo sistema todavía frágil. La mayoría de edad de Isabel II permitió articular definitivamente
el triunfo de un estado liberal y constitucional defensor de los intereses sociales y económicos
de la burguesía mediante el sufragio censitario, sistema electoral que aparecía en todas las
constituciones decimonónicas a excepción de la de 1812 y 1869. La Restauración Borbónica
vino a sancionar este proceso de construcción del Estado Liberal como consecuencia de los
fallidos intentos democratizadores de la I República.

8. BIBLIOGRAFÍA.

 FONTANA, Josep (2007): La época del liberalismo. Vol. 6 Historia de España. Editorial
Crítica, Barcelona.

 GUERRERO LATORRE, Ana Clara [ET AL.] (2004): Historia política, 1808-1874.
Editorial Istmo, Madrid.

 MARTÍNEZ DE VELASCO, SÁNCHEZ MANTERO y MONTERO (1990): Manual de


Historia de España. Siglo XIX. Editorial Historia 16, Madrid.

 PAREDES, J. (Coord.) (2006): Historia de España (siglos XIX-XX). 4ª ed. Editorial Ariel,
Barcelona.

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