Profetas Mayores y Menores Parte 13
Profetas Mayores y Menores Parte 13
Profetas Mayores y Menores Parte 13
Título: Es el nombre del autor del libro: Miqueas. Este nombre significa
"quién es como Jehová."
Temas: Dios hace advertencias para que no tengamos que sufrir su ira.
Si no hay obediencia a las advertencias de Dios, el juicio es seguro. Dios
nos disciplina porque nos ama. Dios sabe que el pecado destruye, y Él nos
quiere enteros. La promesa de restauración divina a quienes permanecen
fieles a Dios.
Bosquejo:
"La palabra de Jehová que vino a Miqueas de Moréset en los días de Jotam,
Acaz y Ezequías, reyes de Judá, sobre lo que vio acerca de Samaria y de
Jerusalén."
A continuación Dios escoge a las capitales de estas dos naciones. ¿Cuál fue
la transgresión de Jacob? Samaria. Es decir, la capital, el corazón de la
nación. ¿Y cuál fue el pecado de la casa de Judá? ¿Acaso no fue Jerusalén?
Dice (en el versículo 6):
"Convertiré, pues, a Samaria en un montón de ruinas [o un basurero], del
campo, y en viñedos. Haré rodar sus piedras por el valle y dejaré al
descubierto sus cimientos."
Gat significa "llorar y el profeta hace un juego de palabras con ese nombre
y, de esta manera, sucede en todo. Va escogiendo los nombres de ciudades
y los relaciona con el juicio de Dios. En este caso diría:
En el capítulo 3 leemos el motivo por el que Dios les juzga de este modo.
Miqueas ha estado buscando la santidad y la busca donde sería de esperar
encontrarla, entre los gobernantes de la nación, entre los representantes
de Dios, pero lo que encuentra es corrupción, opresión, soborno e
injusticia por todas partes. Miqueas expone esta lamentable situación en
Jerusalén y dice que el motivo por el que Dios está juzgando a este pueblo
es que aquellos a los que les ha sido concedida la autoridad para actuar en
nombre de Dios se han olvidado de que son responsables ante El.
Esto es algo que siempre nos afecta ¿no es cierto? Porque siempre que nos
encontramos en un puesto de autoridad se nos dice que recordemos que
también tenemos una autoridad sobre nosotros. Poco importa si es usted
una autoridad en la iglesia, como anciano, o en la ciudad, como alcalde o
parte del consejo, o si ha sido nombrado presidente de su clase o si dirige
su propio grupo. El Nuevo Testamento nos recuerda que es preciso que los
amos no olviden que tienen también un amo en el cielo y que Dios tiene
toda la autoridad y es el responsable. (Efe. 6:9) Por lo tanto, el hombre que
olvida este hecho usa el poder para su propio provecho y eso fue
precisamente lo que había corrompido a aquella nación. El profeta nos lo
resume en el capítulo 3, versículo 11:
Eso aún tiene que suceder. Las naciones no olvidarán nunca cómo hacer la
guerra, nunca obedecerán a esta palabra de convertir sus espadas en rejas
de arado y sus lanzas en podaderas hasta que no venga Aquel que sabe
gobernar en santidad. El resto del capítulo 4 describe cómo se reunirá
Israel y por fin derrotará a sus enemigos.
"¡Reúne ahora a tus tropas, ciudad de tropas! ¡Nos han sitiado! [Esa era una
imagen del ejército asirio que se había reunido alrededor de la ciudad]
¡Con vara herirán en la mejilla al juez de Israel!"
Pero además es una imagen del día en que un gran ejército asirio,
procedente del norte, descenderá contra Israel. El motivo por el que viene
este ejército se menciona en este versículo:
Esta es una referencia bastante rápida a la primera venida del Señor Jesús,
cuando se halló ante Pilato y los gobernantes de la nación y le golpearon
con una caña y le colocaron una corona de espinas sobre la cabeza y le
vistieron con un manto de púrpura, inclinándose ante él, haciéndole burla,
golpeando en la mejilla al gobernante de Israel (Mat. 27:27-30)
"Pero tú, Belén Efrata, aunque eres pequeña entre las familias de Judá, de ti
me saldrá el que será el gobernante de Israel, cuyo origen es antiguo,
desde los días de la eternidad."
Y por eso es por lo que Israel ha estado vagando en derrota, sin un rey, sin
un templo y sin sacrificio durante siglos. Una de las maravillas del mundo
es que esta nación de Israel sigue manteniendo su identidad, a pesar de
hallarse dispersa entre las naciones. "Les abandonará hasta el tiempo.
"...en que dé a luz la que ha de dar a luz, y vuelva el resto de sus hermanos
para reunirse con los hijos de Israel."
"Oid, por favor, lo que dice Jehová: ¡Levántate, pleitea junto a los montes, y
que oigan las colinas tu voz!, Oid, oh montes, el pleito de Jehová, vosotros
los poderosos fundamentos de la tierra; porque Jehová tiene pleito con su
pueblo y contenderá con Israel."
Eso prepara el escenario. Aquí Dios habla y he aquí lo que dice (versículos
3-5):
"¿Qué es lo que quieres Dios? (¿No es eso lo que dice tantas veces la
gente?) ¿Qué es lo que me pides? Escuchemos a la misericordiosa respuesta
de Dios, que es uno de los más hermosos versículos de toda la Biblia
(versículo 8):
"¿Qué Dios hay como tú, que perdona la maldad y olvida el pecado del
remanente de su heredad? No ha guardado para siempre su enojo, porque
él se complace en la misericordia. Volverá a compadecerse de nosotros.
Pisoteará nuestras iniquidades y echará nuestros pecados en las
profundidades del mar.[Como alguien dijo en cierta ocasión: "y luego
pondrás un letrero diciendo "prohibido pescar.] Concederás la verdad a
Jacob y a Abraham la lealtad que juraste a nuestros padres desde tiempo
antiguos."
¿Qué camino hay que seguir para ser santos? Dejar a un lado nuestra
maldad, confesando nuestra culpa ante Dios, esperando que él perdone
nuestras iniquidades y que eche nuestros pecados en lo más profundo del
mar. ¿No es eso lo que dice el Nuevo Testamento? "Si confesamos nuestros
pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de
toda maldad. (Iª Juan 1:9) ¿Cómo se puede caminar en humildad ante Dios?
Juan contesta diciendo que debemos de andar en luz de la misma manera
que él es luz, es decir andar de una manera abierta y honesta, no
intentando ocultarle nada a Dios. No debemos pretender ser lo que no
somos ante él. "Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos
comunión unos con otros y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo
pecado. (Iª Juan 1:7)