Capítulo I

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Capítulo I

Nuevos paradigmas para la Teoría del Estado. Los estudios institucionales. La performance de las
agencias estatales como objeto de estudio de la materia

Sumario : 1. Introducción. 2. La ciencia de la política y del Estado como ciencia fáctica. 3. Lo


político como objeto de estudio. 4. El modo de conocimiento científico y lo político. 5. El
paradigma científico, su legitimación social y política. 6. El rol actual de la educación y de la
Universidad. Su relación con el estudio del Estado y de la política en las facultades de derecho. 7.
Pertinencia de la incorporación de perspectivas y contenido politológico y sociológico en los
programas de estudio de la Teoría del Estado. Bibliografía citada y consultada.

1. Introducción

¿Cómo delimitar el objeto de estudio de la Teoría del Estado? Literalmente la voz nos remite a una
forma de percibir al Estado como un fenómeno en sí mismo —ciertamente lo es—, cuya
centralidad merece un estudio específico, delimitado y, según algunos extremos, hasta
autorreferencial.

Sin perjuicio de la centralidad del Estado en todo análisis que involucre fenómenos políticos
contemporáneos, resulta más explicativo y abarcativo su estudio desde la perspectiva de la Ciencia
Política en general, en relación y como parte de ella. Dicho de otro modo, debe entenderse a los
estudios sobre el Estado, como parte de un área científica más amplia que estudia ese y otros
fenómenos políticos, sociológicos y jurídicos.

Un abordaje con sesgo "estatalista", podría limitar el contenido de una Teoría del Estado al análisis
de las características administrativas e institucionales de las distintas formaciones que en su
evolución ha tenido el mismo.

Por ejemplo, podría estudiarse el "Estado Feudal", el "Estado Absolutista", el "Estado Moderno", el
"Estado de Bienestar", el "Estado Supranacional", poniendo el énfasis en el abordaje de los
estudios políticos desde lo estatal, pero con el riesgo de que una perspectiva "estatalista" sesgada,
torne contingentes a una serie de conceptos teóricos y categorías muy importantes para el estudio
de la política que quedarían sin ser debidamente analizados y articulados con el Estado,
debilitando así las explicaciones y descripciones del mismo.

Ver al Estado desde una perspectiva más abarcativa permite superar el sesgo juridicista que
implicaría estudiarlo sólo desde una perspectiva normativa, institucional y administrativa, que se
preocupe por la evolución de las formas e instituciones estatales, al estilo de la corriente
desarrollada en Alemania durante la segunda mitad del siglo XIX, que estudiaba la "ciencia del
Estado" como ente central y organizativo de la administración pública, y cuyos exponentes más
conocidos fueron Von Mohl, Von Stein y también el propio Hegel.

Resulta útil recordar la conocida crítica de Marx a la filosofía del derecho de Hegel que lo lleva a
invertir la relación entre la Sociedad y el Estado, siendo éste, según Marx, una consecuencia de las
condiciones sociales y no una instancia superadora que absorbe a la sociedad. Así Marx concluye
prestándole más atención a la Sociedad civil que al Estado, a efectos de su estudio y construcción
epistemológica.

Sin embargo, el excepcional crecimiento de la burocracia estatal, los desarrollos tecnológicos y de


las ingenierías institucionales, no nos permiten soslayar al Estado como objeto de estudio, pero
resulta recomendable abordarlo en forma articulada con los enfoques modernos de la ciencia y
sociología política, que así nos llevarán a explicaciones más sofisticadas y eficaces, las que a su vez
permitirán la observación de categorías insoslayablemente interrelacionadas e interdependientes,
donde lo adecuado es un análisis sistémico que considere a las instituciones, a los actores políticos
y sociales, y a los procesos organizativos y participativos, en constante comunicación e influencia
recíproca.

Por ello, más allá de denominaciones y de las distintas perspectivas a través de las que se puede
abordar el estudio de los fenómenos políticos, considero que una visión politológica y sociológica
más general desde la Ciencia y Sociología Política (no limitada por el excesivo realce de algún
aspecto en particular, por caso el Estado) es el mejor modo de encarar los distintos temas de
estudio de esta disciplina.

Además, la idea de una Ciencia de la Política y del Estado más general, nos remite a cierto tipo
epistemológico más afín a los requerimientos actuales del conocimiento científico, que debe
observar, en el desarrollo de sus hipótesis, un mayor rigor verificatorio y empírico, sustentado en
el trabajo de campo y la recolección de datos cuantitativos suficientes que permitan posteriores
análisis cualitativos de mayor sofisticación y complejidad.

2. La ciencia de la política y del Estado como ciencia fáctica

La Ciencia Política debe ser incluida dentro de las llamadas ciencias fácticas, lo que implica
características distintivas y no comunes a las disciplinas científicas en general y, en especial, a las
denominadas ciencias formales.

La investigación científica procura un modo de conocimiento racional , sistemático y verificable , y


en el caso particular de la ciencia fáctica ese conocimiento, además, deberá ser objetivo . Ello
significa que se ocupará de hechos reales, sucesos y procesos de la realidad, respecto de la cual
deberá verificar sus enunciados, sus proposiciones, empíricamente, contrastando sus hipótesis con
los hechos y, en su caso, adecuándolas al objeto analizado y/o agregando o desagregando datos y
variables hasta confirmar o descartar los enunciados vertidos.

Las ciencias formales, en cambio, trabajan con abstracciones, con entes ideales y si bien son, en
tanto modo científico de conocimiento, racionales, sistemáticas y verificables, no serán objetivas,
por lo tanto no se contrastan con la realidad, sino con la construcción ideal que las ha creado, por
ello deberán resistir una verificación de tipo lógico y analítico.

Tenemos entonces que las ciencias fácticas tienen como característica de su modo de conocer y de
su método, la racionalidad, y la objetividad mediante la verificación empírica. Por ende la
verificabilidad de sus proposiciones, a su vez, deberá respetar ciertos principios de sistematización
(conexidad y coherencia) y de método analítico de abordaje de sus objetos de estudio, mediante la
descomposición de los elementos que integran el fenómeno observado.

Por ello, una perspectiva del fenómeno político desde el conocimiento científico requerirá una
apertura mayor que la que puede inferirse de una más rígida Teoría del Estado de sesgo juridicista,
implicando cierta interdisciplinariedad (politológica, sociológica, filosófica, jurídica) que permita
esa descomposición o desagregación de elementos, variables y datos.

El método de investigación de la ciencia aplicado a un objeto de estudio con características de


proceso histórico, implica cierta provisionalidad en las proposiciones, leyes y teorías que la ciencia
construya respecto de dicho objeto, en tanto abordar dichos procesos implica someterse a objeto
de estudio en desarrollo y evolución permanente.

3. Lo político como objeto de estudio

Si bien es común citar a Maquiavelo como punto de inflexión en el conocimiento y estudio de lo


político, la Ciencia Política, como disciplina racional y objetiva, surge a mitad del siglo XIX y se
afianza con el progreso de la ciencia en todas las áreas, en especial durante el siglo XX.

Maquiavelo implicó un punto de inflexión, desde que explicó lo político por sí, desprovisto de
cuestiones éticas, morales y religiosas.

Dejó de lado la prescripción filosófica y si bien no se despojó absolutamente de un deber ser , esa
prescripción se limitó a lo político, al ejercicio del poder, a su obtención, su conservación y su
legitimación.

Maquiavelo abordó de manera autónoma lo político, escindió su objeto de estudio de toda otra
cuestión ajena al mismo, pero no sentó las bases de un modo de conocimiento científico, tal como
lo hemos enumerado precedentemente, desde que sus observaciones fueron especulativas,
discrecionales y no verificadas empíricamente.

Según se vea al Estado como la forma más racional posible de organización humana y que, por
ende, será condición de existencia de la sociedad civil y aún la absorberá (al estilo de Hobbes,
Locke, Rousseau, Kant o Hegel), o se dé más importancia a la sociedad civil que al Estado, negando
su subordinación y aún más, sosteniendo la absorción del Estado por la Sociedad Civil (al estilo de
Marx), o se entienda que entre sociedad civil y Estado existe una interrelación dada por demandas
civiles, respuestas en forma de decisiones estatales o reenvíos mutuos (al estilo de las teorías
sistémicas y cibernéticas), se definirá al objeto de estudio de la Ciencia de la Política y del Estado
de manera diversa.

Si se da preponderancia al Estado tendremos un objeto de estudio al que deberá abordarse desde


una perspectiva institucional-jurídica; si se da preponderancia a la sociedad civil se impondrá un
abordaje vinculado al campo de la sociología y de las relaciones económicas; si se aborda la
cuestión política desde las teorías sistémicas se abordará la cuestión desde una perspectiva
sociológica funcional, y abarcativas de lo metodológico, en tanto se pretenden respuestas a todo
tipo de fenómeno político.

Los tres grandes modos de abordar la problemática política, han surgido progresivamente y fueron
hallando su canal de la mano del desarrollo del método científico.

Así, hasta Hegel incluido, las grandes teorías políticas fueron prescriptivas de un deber ser,
idealistas, basadas en datos históricos y sin verificación fáctica, por ende no objetivas.

Sin perjuicio de lo dicho, en Aristóteles, Maquiavelo, Montesquieu, Tocqueville, se hallan


generalizaciones, tipologías y leyes vinculadas a fenómenos políticos, que pueden ser consideradas
precursoras de una Ciencia Política y del Estado.

A mediados del siglo XIX se generalizan los estudios no meramente prescriptivos, sino los que
permiten describir, comprender e intervenir en los fenómenos políticos. Es el momento del
progreso de las ciencias, de la aparición de la sociología como ciencia de la sociedad y que
presenta como máximos exponentes a Saint Simon, Comte, Marx, el marxismo en sus variadas
versiones y el darwinismo social.

Aparece la "cuestión social" en un escenario que se torna intenso, sumamente dinámico y que
requiere una constante adaptación de los estudios políticos, los que por ende requieren cada vez
de mayor "cientificidad" para ser legítimos y operativos.

Durante el siglo XX se han generalizado los estudios vinculados a los hechos concretos y "reales",
tratando de explicarlos, comprenderlos, hacerlos funcionales y así poder intervenir en ellos.

Lo político se define como el estudio de los comportamientos sociales, vinculados a los nuevos
fenómenos de demandas políticas y sociales diversas, participación y representación; sufragio
universal; partidos políticos; comportamientos electorales; proceso de toma de decisiones;
funcionamiento del sistema político; formación de la opinión pública; generación de comunicación
política a través y merced al excepcional desarrollo de los medios de comunicación audiovisual y la
aparición de la denominada videopolítica, y los nuevos desafíos de la ingeniería institucional, por
ejemplo: presidencialismo vs. parlamentarismo; la descentralización; una nueva, más funcional y
realista división de poderes; en esa línea la idea de un Tribunal Constitucional como un cuarto
poder; la cuestión de la superposición de estructuras productoras de normas (Aduana, AFIP,
ANSES, Banco Central, ministerios y secretarías), dicho de otro modo, la fragmentación del poder y
el decisionismo; los nuevos fenómenos burocráticos y tecnocráticos.

Esta nueva agenda de estudio conlleva novedades en los métodos de investigación, los que no se
limitan a la recolección de datos históricos y enunciaciones prescriptivas, especulativas o
hipotéticas. Ahora proliferan las técnicas de campo a través de entrevistas, cuestionarios y
encuestas, herramientas que permiten generar una gran cantidad de datos a través de estudios
descriptivos, exploratorios y cuantitativos, creando un conocimiento nuevo sobre instituciones,
personas y procesos políticos basado en la comprobación empírica de sus comportamientos.
Se encuentra en la evolución que muestran los estudios políticos a través del tiempo, temas que
implican comunes denominadores, a saber: a) el conflicto en sus diversas vertientes, b) el orden
político y su legitimación, c) el estadio del desarrollo social y su vinculación correlativa con el
orden estatal (institucional y normativo) vigente, d) las relaciones de mando y obediencia.

En otras palabras, se hallan siempre presentes el fenómeno del poder y su ejercicio y el


establecimiento del orden. Algún tipo de orden, sin distinción de signo ideológico, que el poder y
su ejercicio siempre requieren. Es que la eficacia en la obtención del poder y en su conservación,
implican, lograr a través de un orden político la convivencia social que permita el ejercicio de ese
poder.

La evolución de la Ciencia de la Política y del Estado, permite hoy diferenciarla del campo de la
Filosofía Política y de la Historia de las Ideas, la que se reserva el estudio de las grandes teorías
prescriptivas y especulativas.

Bobbio prefiere diferenciar a la Ciencia Política en sentido amplio y en sentido estricto. El sentido
amplio remite a todo estudio del fenómeno político hecho sistemáticamente, considerando
hechos y expuesto con argumentos racionales.

La Ciencia Política en sentido estricto, sería aquella que persigue la acumulación de resultados y
conocimientos dirigidos a describir y comprender fenómenos y procesos a través de la recolección
de datos, del modo en que lo hacen las ciencias empíricas, lo que hace decir a Bobbio que la
Ciencia política en sentido estricto sería la "...ciencia empírica de la política... conducida según la
metodología de las ciencias empíricas más desarrolladas, como la física, la biología..."(1) .

Más difuso parece lograr establecer diferenciación entre el campo de la Ciencia Política y de la
Sociología Política, y ello se infiere de las propias características adquiridas en la actualidad por los
estudios políticos tal cual se ha visto precedentemente; más aún, la Psicología Política y la
Economía Política también encuentran importantes puntos de contacto y de interrelación con los
estudios políticos, desde la alta complejidad tecnológica, la heterogeneidad y las características
cualitativas y cuantitativas observables en las sociedades contemporáneas, datos necesarios para
tener en cuenta y ser abordados a fin de explicar, comprender y describir los fenómenos políticos
de la actualidad.

Para mayor precisión, la distinción posible entre Sociología Política y Ciencia Política se puede
sustentar en la articulación de variables de análisis político considerando al poder y a la sociedad
que efectúa la sociología. En tanto, la Ciencia Política, sólo explicará los fenómenos políticos por el
mismo ejercicio del poder (su obtención, ejecución y mantención) y por las estrategias de los
actores políticos a tal fin (tácticas electorales, conveniencias y tensiones en los sistemas
electorales y de partidos y en el proceso de toma de decisiones).

Lo institucional-jurídico, otra vertiente de la problemática política, parece más destinado a


estudios vinculados al Derecho Constitucional, desde que la idea de una Ciencia del Estado y de la
Política adquiere la perspectiva descriptiva y científica de la verificación empírica, separándose de
la visión juridicista y formalista heredada de las teorías contractualistas.

Sin embargo puede abrirse un sendero muy prometedor para los estudios desde lo jurídico e
institucional a partir de la denominada Sociología Institucional o Jurídica. Este campo permite
análisis, investigación y construcción de hipótesis y teorías científicas sobre el Estado, estudiando
el comportamiento y producción de las instituciones y agencias estatales. En especial las
características personales y técnicas de los funcionarios y agentes en el desempeño de los roles en
la administración en cualquiera de las ramas de gobierno; el tipo de producción de cada agencia
analizando las normas, decisiones e influencias a través de premios y castigos y/o incentivos y
desincentivos que generan; los efectos de esa producción en la relación con las otras ramas de
gobierno y agencias estatales y con la sociedad civil, entre otras vías de trabajo.

Cabe agregar un párrafo que llame la atención respecto de un excesivo apego a departamentalizar
el conocimiento de los fenómenos políticos, esto es un exceso o "cientificismo" que suele dificultar
más que simplificar la descripción, comprensión e intervención sobre los fenómenos políticos
objeto de estudio e investigación.

4. El modo de conocimiento científico y lo político

Cómo se articularán las características del método científico con las características de un objeto de
estudio fáctico, real, histórico, que emplea un sistema de símbolos (conceptos y vocabulario
técnico) interpretados (por ende equívoco) y por ello con dificultades para establecer criterios
avalorativos, lo veremos seguidamente.

Avaloración : Como se ha visto, el abordaje del fenómeno político, desde algunas de las
perspectivas citadas, implica necesariamente una valoración, un juicio subjetivo, que además
puede estar sustentado en una preferencia política o en una determinada posición ideológica. Ello
aparece como inevitable e impone un límite a la pretensión avalorativa de la ciencia social, el
investigador crea su agenda teórica e investigativa (su propio paradigma) y lo hace basado en su
convicción propia sobre qué merece ser investigado y cuál es el camino a recorrer a efectos de
hallar una solución o no hallarla a lo que se ha planteado como un problema que debe resolverse.

Además, no puede soslayarse, como otro aspecto que hace a la cuestión de la valoración, la
importancia de la utilidad de la investigación científica y la aplicación que de sus descubrimientos
se haga, dicho de otro modo, la utilización tecnológica del conocimiento adquirido, el momento de
la ciencia aplicada. Y en este punto se desata un serio problema para el investigador, no
epistemológico ni metodológico, pero sí fáctico y muy real en especial en países con carencias
económicas en sus presupuestos de educación e investigación.

El escaso financiamiento y presupuesto para investigación científica, genera limitaciones y


condicionamientos muy serios para los investigadores, que resultan ser una especie de rehenes
presupuestarios sujetos a investigaciones predeterminadas interesadas en el conocimiento básico,
no por sí mismo, sino por sus posibilidades de aplicación.
En el año 1996, en ocasión del primer experimento conocido de clonación de animales, se suscitó
una conocida polémica entre Enrique Marí y Gregorio Klimovsky.

Klimovsky había dicho que el conocimiento científico no es ni intrínsecamente bueno ni


intrínsecamente malo, y que no plantea problemas éticos aquello que naturalmente puede
observarse y conocerse. De ello se infiere que gobierna la elección de los paradigmas
epistemológicos una suerte de neutralidad avalorativa, que sólo persigue la adquisición de saber,
sin ser responsable la ciencia de la aplicación que de sus descubrimientos hagan políticos,
corporaciones económicas u otros factores de poder(2) .

Marí le responde sosteniendo que: "...es incorrecto sostener que exista un carácter neutral,
interno propio de la ciencia. Esta posición implica considerar que la totalidad de la ciencia es
básica o fundamental guiada por el espíritu de investigación, el conocimiento y la verdad,
desvinculándola del otro momento que es el de la ciencia aplicada, orientada a un fin. En rigor
Klimovsky confunde dos conceptos de aplicación, el interno y el externo, atribuyendo a este último
toda la carga del problema. Entre las distintas modalidades humanas, la ciencia no es sólo saber,
sino hacer. En realidad, los límites entre la ciencia basada en el conocimiento y la ciencia basada
en la aplicación son hoy en día extremadamente imprecisos, débiles y diluidos. Sólo una pequeña
parte de las ciencias físico-naturales están orientadas al conocimiento, a la observación pasiva de
la naturaleza. La mayor parte es ahora ciencia experimental. Los científicos no se ocupan de
problemas surgidos de su curiosidad, ni de la sed inextinguible de conocimientos. Lo hacen en el
cuadro de investigaciones predeterminadas, y son pocos los que tienen la libertad de elegir su
objeto de investigación sin poner en riesgo sus seguridades profesionales "(3).

De modo que a los límites epistemológicos y metodológicos propios de la adquisición del saber en
su pretensión avalorativa, habrá que aditarle las cuestiones fácticas que determinan las políticas
presupuestarias en apoyo del desarrollo científico y técnico.

Disciplina histórica: Siendo la Ciencia Política una disciplina histórica, por ello en continua
transformación y desarrollo, irá variando en sus criterios de razón y de verdad, lo que sin duda
influirá en el investigador para la confección de su agenda teórica y la conformación de su
paradigma a ser desarrollado y contrastado.

Conceptos teóricos: Los conceptos técnicos empleados por la Ciencia Política no son unívocos.
Siendo símbolos que constituyen un lenguaje interpretado, no nos ofrecen un conjunto de ideas
complejas explicado en un sólo sentido, y tendrán diferente extensión o calidad desde la
perspectiva que se los observe.

Así el concepto de Democracia no significará lo mismo para un marxista que para un liberal, el
concepto Poder no implicará lo mismo para un contractualista que para un conflictivista y el
concepto Sociedad no tendrá los mismos efectos para Hobbes que para Freud.

La ciencia deberá transformar estos conceptos teóricos en operacionales (aplicables a la


resolución de problemas concretos) intentando lograr ciertos acuerdos básicos en los contenidos a
partir de su corroboración con la realidad, de donde surgirá su chance de factibilidad, desarrollo y
plausibilidad.

La objetividad: El punto presenta dos cuestiones, por un lado lo dicho en relación al proceso de
verificación empírica con la realidad, con los hechos y sucesos abordados, propio de las ciencias
fácticas. Este nivel de objetividad pretende un conocimiento verdadero, fiel a la realidad, de allí la
perentoriedad de su contrastación.

Por otro lado la necesaria legitimación que el modo de conocimiento científico requiere de los
individuos, de los sujetos sociales a fin de que dicho conocimiento sea consentido, apreciado como
válido, aceptado. Dicha legitimación se obtiene habilitando a cualquier individuo para comprender
la proposición y comprobar su veracidad.

Tendrá objetividad el conocimiento científicamente adquirido, no sólo por su coherencia


metodológica, sino también porque tendrá el derecho adquirido de ser reconocido como
conocimiento racional, empíricamente verificado y verdadero, cuando nadie pueda sin argumento
de igual solidez, contradecirlo o pretender su refutación(4) .

Para ello se necesita la percepción por parte de la ciudadanía de la utilidad práctica del
conocimiento adquirido, de su eficaz aplicación tecnológica a fin de resolver los problemas
cotidianos de la gente común.

5. El paradigma científico, su legitimación social y política.

El típico paso de la modernidad de una legitimidad tradicional a una legitimidad racional, legal,
burocrática (5), requirió no sólo en las ciencias sociales, sino también en las ciencias duras, la
percepción por parte de los individuos-ciudadanos de que la ciencia, además de un modo de
conocimiento racional, es capaz de entregar respuestas prácticas a sus problemas cotidianos. Sólo
así se comenzó a consolidar la transición de una legitimidad tradicional a una legitimidad racional-
legal. La ciencia, en general, se legitima a partir de sus respuestas tecnológicas(6) , de la aplicación
de sus corroboraciones a la solución práctica de problemas variados.

La legitimación de la ciencia como modo adecuado y racional de adquisición de conocimiento


resultaba además funcional a los intereses de la burguesía, en tanto clase social que había
ascendido al poder.

La nueva estructura de dominación política requería de una nueva legitimidad a efectos de


consolidarse en el poder, esa legitimidad se basaba en el consenso popular para delegar el
ejercicio de la soberanía en los representantes democráticamente elegidos, que ejercerían la
soberanía cuya titularidad ahora resultaba ser del pueblo, de la ciudadanía.

La óptima participación de los nuevos ciudadanos hace menester su instrucción y la adquisición de


datos suficientes sobre la realidad política y social para la obtención de la objetividad, en la
segunda dimensión ya examinada, de percepción de su utilidad práctica.
En la búsqueda de una base sólida de acuerdos conceptuales y teóricos básicos, que permitan el
desarrollo de la ciencia política como teoría útil, práctica y eficaz para la solución de problemas, se
produjo la reacción "conductista", especialmente en los Estados Unidos, durante la primera mitad
del siglo XX, que pretendió imbuir a la ciencia de criterios de "racionalidad operativa".

Impulsó al conductismo, la intención de asimilar los estudios políticos al método de las ciencias
físicas y naturales (básicamente empírico y de observación y descripción de los hechos) cuyo
desarrollo era notable en comparación al de la ciencia política a la que se le atribuía una pesada
herencia filosófica que entorpecía la acumulación de conocimiento útil, en particular, para el
desarrollo de la tecnología, funcional a la expansión de la economía estadounidense y a las
necesidades del capitalismo.

Además, las especulaciones filosóficas resultaban de escaso interés práctico para el rol
desempeñado por los EEUU como superpotencia mundial y luego líder del "nuevo orden" político
mundial, desde la caída del bloque soviético. Al desempeño de ese rol le resultaba mucho más útil
y funcional un saber práctico y acumulable desprovisto de las negaciones y replanteos propios de
la filosofía y, aún más, de la filosofía crítica (7).

Esta hipótesis se articula con lo ya expuesto anteriormente con Marí, respecto a la


predeterminación de los paradigmas de investigación en relación a las chances de aplicación
práctica del conocimiento básico.

Más allá de las funcionalidades políticas que el conductismo pudo deparar a una superpotencia
mundial como EEUU, lo cierto es que los aportes de esta manera de abordar el estudio de lo
político, con énfasis en la descripción de los comportamientos (conductas) de los actores políticos
y sociales, verificados y observados empíricamente, generando así conocimiento a través de la
acumulación sistemática de datos, que permitan la generalización de tendencias y leyes
estadísticas o probabilísticas, se han manifestado sumamente útiles y explicativos de una realidad
crecientemente compleja y que debe ser analizada considerando una multiplicidad de variables
que intervienen en los procesos políticos.

A esta perspectiva optimista sobre la acumulación de conocimiento útil que permite la ciencia, se
le oponen ciertas ideas críticas, una especie de "romanticismo moderno" que le imputan una
supuesta deshumanización y aridez al conocimiento científico y un rol destacado a la literatura y la
ideología en la formación cultural. Estas concepciones resultan inadecuadas para comprender,
explicar y operar sobre la realidad política y social. El desdén por el método y el conocimiento
científico y cierta entronización del arte y el goce estético —patentizados en lo político y social por
las frívolas formas impuestas en los medios de comunicación y las opiniones superfluas e
improvisadas de los "fast thinkers" televisivos(8) — por sobre la búsqueda de la objetividad, la
utilidad y el bien social es signo de incultura y frivolidad "propia de salones victorianos"(9) , y una
señal de improvisación o carencia de políticas educativas de un Estado.

Las fases derivadas del conductismo, como las teorías sistémicas, exceden el análisis sólo de las
conductas individuales o colectivas sino que las estudian interrelacionada mente como esquema
de circulación de demandas y respuestas entre los actores políticos y sociales, explicativo de los
procesos de toma de decisiones políticas, entendiéndolos además como proceso de comunicación
de mensajes políticos.

Claro que el acento puesto en los hechos, su descripción y medición, y el consecuente desapego
por la matriz teórica propia de la filosofía, debilita por sesgado este fundamental enfoque
científico de acumulación de conocimiento verificable y empírico, tornándolo una especie de
"hiperfactualismo o datografía" sin guía teórica que permita encauzar críticamente el saber
cuantitativo acumulado.

Es que la correcta inclinación por estudiar los hechos, el "ser", por sobre las meras prescripciones
filosóficas del "deber ser", si exagerada, resta la necesaria perspectiva histórica, crítica,
interpretativa y teórica que también es condición necesaria de legitimidad y practicidad del
conocimiento científico, ya que, como sostiene Horkheimer: "...la necesaria relación dialéctica que
se establece permitirá acceder a nuevas formas de síntesis, que puede acercar a los sujetos
involucrados, al ejercicio de la razón crítica, de la razón dialéctica, que no se somete a lo que es, o
parece ser, sino que utiliza la negación como instrumento de primer nivel filosófico, que niega por
un lado las pretensiones a lo absoluto de la ideología dominante y por el otro las arrogantes
pretensiones de la realidad. Si se acaba por dar la razón a lo que de hecho es, el conocimiento
termina por repetirse, se reduce a tautología" (10) .

La mera descripción acrítica de hechos, comportamientos e instituciones tampoco responde a los


cánones de utilidad en la resolución de problemas que exige el proceso de legitimación y
objetividad del conocimiento científico. La ciencia debe descubrir y conocer cómo son en realidad
las cosas, de un modo empírico y cuantitativamente suficiente, pero no proceder luego a la crítica
de la realidad y al intento de intervenir en ella haría del conocimiento científico un mero trámite
de justificación de una cierta estructura de dominación. Y ello, en tanto no dé respuestas útiles y
prácticas, generará un problema de legitimación social y político.

Así sostuvo Easton que: "...la aplicación del saber forma parte de la actividad científica tanto como
el conocimiento teórico. Mas la comprensión y la interpretación de la conducta política
lógicamente preceden y proveen la base para toda tentativa de utilizar las cogniciones políticas en
la solución de concretos y acuciantes problemas sociales "(11) .

A la vez, en el actual estado del arte, resulta impensable prescindir de las excepcionales
posibilidades que brinda la tecnología disponible en materia informática, que permite la
generación de bases de datos extensas y complejas y multivariables, y el entrecruzamiento
sofisticado de los mismos, de modo de obtener conclusiones debidamente sustentables en
estudios empíricos y cuantitativos. Pero que también exige un análisis agregado que requerirá de
elaboración teórica con base filosófica, interpretativa e histórica, que permita extraer el mayor
rendimiento posible a la acumulación de datos que hoy la tecnología y los métodos de estudio de
campo permiten generar.
Es que, como sostiene Sartori: "...la política es también una técnica... y en la medida en que
seamos capaces de dominarla cognoscitivamente y predictivamente —según la fórmula 'a estas
condiciones... tendremos entonces...'— la política no es arte ni ideología "(12) .

La tendencia emergente en la ciencia política actual, desarrolla una perspectiva ecléctica a partir
de la idea de una comunidad científica de diálogo que, desde distintas tradiciones de investigación
—obsérvense las citas de dos autores como Easton y Sartori, articulables y provenientes de dos
perspectivas teóricas distintas—, intercambia y entrecruza con espíritu crítico los conocimientos
adquiridos, generando teorías de alcance medio(13) , que indican tendencias y probabilidades,
pero que deben estar sujetas a la crítica, a la interpretación y a la comprensión de procesos que,
por su carácter de históricos no son lineales, requieren de interdisciplinariedad (con el derecho, la
sociología, la filosofía) y a la vez de un abordaje sistémico.

Esta perspectiva es más visible en Europa, donde se lee a los autores americanos pero
sometiéndolos al filtro crítico e interpretativo mencionado, y no es tan común en EEUU, donde los
autores extranjeros no son muy difundidos y conocidos y en donde predomina la perspectiva de la
investigación empírico-cuantitativa por sobre la histórico-filosófica.

Aún así, desde cualquiera de las perspectivas, la utilización de teorías de alcance medio permite
evitar el "salto al vacío" que implica la construcción de grandes teorías sin mayor sustento fáctico,
empírico y cuantitativo. La acumulación de datos que permite la corroboración de hipótesis y
teorías de alcance medio inspiran investigaciones ulteriores que llevan a la formulación de nuevas
hipótesis más sofisticadas, complejas y adecuadas. Es que la misión del científico excede sus
aciertos provisionales, lo más valioso es su aporte al desarrollo del conocimiento científico, el
"pequeño-gran paso" realizado para el desarrollo del conocimiento teórico (14).

De cualquier modo, ambas tradiciones de investigación (con sus interrelaciones y mutuas


influencias), se hallan imbuidas de una suerte de racionalidad operativa que las dirige. Tal
racionalidad debe entenderse como una necesaria operación de integración entre hipótesis
explicativas y datos empíricos suministrados por la investigación, para que las descripciones,
proposiciones y conclusiones que la disciplina ofrezca merezcan el rango de teorías científicas.

Así puede superarse el manejo de conceptos "teóricos" abstractos (no teoría stricto sensu,
entiéndase como doctrina basada en opiniones más o menos ilustradas), no verificables con la
realidad y que han sido y aún son utilizados con desparpajo en ámbitos académicos, políticos y
periodísticos, sin mayor preocupación por su corroboración empírica, su factibilidad y su
plausibilidad. La generación de conocimiento básico, cuantificable, operacional y empírico, resulta
el escalón inicial imprescindible para generar luego, hipótesis explicativas de mayor calidad y
sofisticación, a efectos de su corroboración y/o refutación. Así debe rechazarse la idea excluyente
entre conocimiento cuantitativo y cualitativo. Ambas etapas resulta una secuencia lógica y
necesaria en la construcción del conocimiento científico.

6. El rol actual de la educación y de la Universidad. Su relación con el estudio del Estado y de la


política en las facultades de derecho
El rol actual de la educación resulta diferente, pero tan o aún más crucial, que en la etapa de la
fundación de la democracia y de la ciudadanía en nuestro país. Hoy educarse y capacitarse resulta
una cuestión de supervivencia, en el marco de un mundo del trabajo que requiere de los sujetos
en general cada vez mayor instrucción, especialización y conocimientos.

Es diferente porque la opinión pública, nuevo sujeto colectivo social, hoy resulta construida sobre
otras bases diversas a las que la teoría democrática clásica invocaba, hoy no se impulsa como un
proceso racional de comunicación y de intercambio de mensajes entre ciudadanos iguales.

La gobernabilidad de los complejos sistemas políticos actuales, requieren una opinión pública
entendida como proceso de control social que promueve el consenso y la integración social, sin
considerar la racionalidad de los argumentos y la discusión, sino meramente la posibilidad de que
se imponga una idea sobre otra y que ella sea aceptada porque es vista como la mayoritaria y, a
fin de no quedar aislado, el individuo la admita como propia. La opinión pública será aquella que
puede expresarse públicamente sin temor a quedar aislado. También se ve a la opinión pública
desde una perspectiva operacionalista-técnico-instrumental, como la efectivamente exteriorizada,
medida y recolectada a través de encuestas.

Vista así, la construcción del nuevo sujeto colectivo social "opinión pública" que desplaza a la
ciudadanía, la "educación del soberano", y la legitimación de la autoridad política no requieren de
ciudadanos educados, instruidos, informados e interesados, partícipes activos de la vida política,
que influyen en los actos de gobierno y que ejercen una tarea de control del mismo.

La educación ya no resulta funcional a la estructura de dominación, más bien le resulta


indiferente.

Sin embargo, los nuevos procesos de estratificación social, basados en el nivel de capacitación y
saberes técnicos adquiridos para poder insertarse en el mercado laboral, requieren cada vez más,
dramáticamente, de la educación y la instrucción para evitar la marginalidad y la exclusión social.

Más aún, cuando se percibe que los viejos saberes del mundo industrial, desarrollos tecnológicos
mediante, que fatalmente reemplazan a la mano de obra humana por la informática y la
robotización, resultan residuales e insuficientes para satisfacer las necesidades básicas.

Paradójicamente, el Estado Nacional, construido sobre los pilares de la educación del pueblo
soberano, ha desprotegido durante décadas a la educación y a la Universidad Pública, justamente
cuando más necesario resulta invertir en educación y capacitación de la población para los
requerimientos nuevos que el mercado laboral le exige.

La educación y capacitación será la única chance para millones de personas de evitar la


marginación y la pobreza; por el contrario, los ajustes económicos y las nuevas tecnologías carecen
de sentido en el marco de un debilitamiento del Estado que no invierta en educación y que
descuide el servicio básico de "educar al soberano".
La Universidad pública se enfrenta a nuevos y excepcionales desafíos, debe superar el déficit
presupuestario en su administración, y además, debe reformular sus paradigmas y contenidos
ante nuevas demandas que el mercado laboral le exige a los jóvenes estudiantes. Hoy los
estudiantes parecen someterse a las reglas de la racionalidad tecnocrática que el mercado les
demanda, y la Universidad se debate entre esas demandas especializadas y los grandes objetivos,
los grandes relatos a los que los estudiantes parecen, en general, darles la espalda sometidos a la
imprevisible tensión que les genera la elección de lo "útil", del saber técnico y eficiente para el
desempeño de roles especializados, por sobre la "comprensión" humanística y política de los
procesos que les son contemporáneos.

En ese marco, se ha sostenido que en nuestro país, existe una alarmante escasez de datos e
información sobre cómo están estructuradas, cómo actúan, y qué producen nuestras instituciones
gubernamentales (15).

En un sistema político democrático, resultan actores sustantivos de la vitalidad del sistema —entre
otros— las instituciones de gobierno, es decir las agencias que integran los poderes ejecutivo,
legislativo y judicial Si se sabe poco sobre las instituciones gubernamentales, se sabe poco sobre el
sistema político.

Si se sabe poco sobre el sistema político, no se sabrá qué cambiar para mejorarlo o, peor aún,
basados en diagnósticos errados, sólo sustentados en intuiciones, creencias, principios ideológicos
o prejuicios de cualquier tipo, se promoverán reformas, acciones y decisiones que producirán
efectos institucionales y sociales no queridos e imprevisibles(16) .

Por ello, un contenido curricular congruente con una Teoría del Estado, construida
científicamente, debe tener en especial consideración al Estado considerando sus agencias
productoras de normas y decisiones como principal objeto de estudio. El Estado es hoy una
realidad tal que requiere una objetivación de su abordaje a partir del estudio, análisis e
investigación del comportamiento y producción de sus agencias y agentes.

Para lo que voy sugiriendo, como un contenido curricular que contemple los análisis político-
institucionales requeridos en la actualidad, los abogados siguen teniendo un importante valor
agregado respecto de los profesionales de disciplinas afines, —pienso en politólogos, sociólogos y
economistas— puesto que son obviamente los más idóneos a fin de comprender y explicar
cuestiones constitucionales, jurídicas y procedimentales.

Pero para que el valor agregado no se diluya, a ese caudal propio del abogado, se le deben aditar
las perspectivas politológica y de sociología jurídica e institucional que permiten analizar
instituciones y actores desde su comportamiento real en la puja política y en el ejercicio de las
facultades jurisdiccionales que les son propias.

Así los sistemas políticos, las instituciones que los integran y los actores políticos y sociales que
ocupan físicamente los cargos y desempeñan los roles representativos y participativos —por
ejemplo los partidos políticos, la clase política, el electorado y sus comportamientos, la opinión
pública y los medios de comunicación masiva, los grupos de interés que tratan de ejercer sus
influencias— serán contextualizados y conceptualizados de un modo más abarcativas, complejo y
sofisticado que permitirá su mayor y mejor comprensión.

7. Pertinencia de la incorporación de perspectivas y contenido politológico y sociológico en los


programas de estudio de la Teoría del Estado

Tratando de hacer un análisis de especificidad sobre los contenidos que hoy debe presentar, en los
programas de estudio de las carreras de derecho, la materia Teoría del Estado o Derecho Político,
debe tenerse particularmente en cuenta la perentoria necesidad de producción de conocimiento
básico, de tipo "empírico-cuantitativo-descriptivo-comparativo" que supla aquel déficit de datos e
información existente sobre nuestro sistema político.

Y ello en un doble sentido: i) producción de conocimiento que permita mejorar el proceso de toma
de decisiones en el más alto nivel político de la burocracia estatal; y ii) estudio por parte de los
estudiantes de ese conocimiento adquirido científicamente, de modo que los contenidos que
aprendan les resulten aplicables, actuales, útiles y explicativos de los problemas cotidianos que los
rodean y que deberán afrontar en su inserción en el mundo de los adultos.

Como dice Sartori "...en el comienzo predomina el relevamiento descriptivo... al que sigue el
momento de la explicación causal y de la sistematización teórica "(17) .

La producción en Ciencias Sociales de tipo "empírico-cuantitativo-descriptivo-comparativo",


actualmente tiene un campo de estudio ampliamente mayoritario en la comunidad académica
internacional de la disciplina. Además, este tipo de estudios son perfectamente compatibles con
modelos estadísticos comparados.

La corriente comparatista considera los análisis teóricos como marco general de los procesos que
estudia y, además, utiliza cada vez con mayor frecuencia los estudios estadísticos (18) para un
mayor y mejor control empírico de sus hipótesis (19) .

A través de las estadísticas accedemos al conocimiento "duro" del objeto de estudio. Luego
mediante el método comparativo se pueden realizar juicios axiológicos relativos a los objetos
comparados, pero superadores de la opinión, creencia, intuición o prejuicio ideológico, como
orientador de hipótesis y conclusiones.

Mediante la comparación interna y externa del objeto de estudio, no queda el conocimiento,


limitado a juicios valorativos subjetivos, sino que pueden efectuarse juicios objetivos relativos a los
parámetros comparables.

Las comparaciones resultan más útiles y plausibles cuando presentan ciertas características: i)
cantidad de datos suficientes; ii) secuencia temporal extendida en la toma de datos que permita
relevamientos por períodos históricos (comparación diacrónica); iii) búsqueda y detección de
parámetros similares para investigaciones de un mismo objeto de estudio en sistemas políticos
diversos.
La pertinencia en las facultades de derecho, de un enfoque teórico politológico y sociológico , para
una mejor comprensión del "sistema político", con utilización de una metodología empírico-
cuantitativa-descriptiva y comparatista, debe ser sustentada, mediante una justificación
epistemológica de un contenido semejante como parte del programa de la carrera.

Se ha dicho que: "Obviamente a la necesidad de comprender al derecho en el propio contexto


filosófico, histórico, político y social en que se encuentra indefectiblemente obedece la inclusión
en los programas universitarios de materias como Teoría del Estado, Filosofía del Derecho,
Sociología, Historia y otras. Lamentablemente, tanto alumnos como profesores suelen
considerarlas como 'relleno', confundiendo su accesoriedad o complementariedad con inutilidad y
pérdida de tiempo. Estas materias estudian lo que podríamos llamar los 'suburbios del derecho' y
no existe ciudad que sólo sea céntrica y carezca de suburbios. Como escribió Kipling: 'poco o nada
sabe de Inglaterra quien sólo Inglaterra conoce'; parafraseándolo, podríamos decir: 'poco o nada
sabe de derecho quien sólo códigos estudia'"(20) .

No debe olvidarse que hasta el año 1985 en que se creó la carrera de Ciencia Política de la
Universidad de Buenos Aires, (Norberto Bobbio pronunció el discurso inaugural y Carlos Strasser
—hoy director de Flacso— fue uno de los principales organizadores institucionales y curriculares
de la carrera) los estudios más cercanos al fenómeno político eran realizados por abogados,
principalmente en el ámbito de las facultades de derecho y predominando una perspectiva
epistemológica institucionalista, pero sesgada hacía lo formalista-juridicista y normativa.

Entre el Derecho Público y Político, hoy denominado Teoría del Estado o Derecho Político, y la
Ciencia Política, la Sociología Jurídica e Institucional y la Sociología Política, existe un vasto campo
de acción investigativa, de áreas de estudio afines y cercanas, en las cuales muchas categorías
teóricas presentan superposiciones, y en muchas otras vacíos de conocimiento que no son
llenados por ninguna de esas disciplinas, y que resultan ser áreas difusas o fronterizas que pueden
ser estudiadas con rigor y eficacia por investigadores de cualquiera de ellas.

Por supuesto que en algunas áreas de estudio hay académicos que presentan mejores condiciones
curriculares para su conocimiento. Esa es, la situación de los abogados dedicados al análisis
politológico y sociológico de las instituciones gubernamentales.

No se puede soslayar, además, que de las aulas de las facultades de derecho se recluta el más alto
porcentaje de personal político ocupando los roles administrativos del Estado en los tres poderes
en los que se lo ha dividido tradicionalmente.

Por ello, resulta menester dotar a las currículas de la ciencia de la política y del Estado, en las
facultades de derecho, del perfil epistemológico sugerido, a fin de la detección eficaz de los
objetos de estudio conducentes, y de las herramientas metodológicas e instrumentales necesarias,
y además adecuarlas para tomar ventaja de las posibilidades excepcionales que hoy nos brinda la
tecnología disponible, para la generación de conocimiento sólido y sustentable.

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