Trastorno Personalidad

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MÓDULO

PSIQUIATRÍA

CURSO DE
PREPARACIÓN
PARA
PRESENTAR EL
EXAMEN
NACIONAL TEMA
DE
ASPIRANTES TRASTORNOS DE LA PERSONALIDAD
A
RESIDENCIAS
MÉDICAS 1. INTRODUCCION.
(ENARM). 2. TRASTORNOS DE LA DIMENSIÓN AFECTIVA.
2.1. PERSONALIDAD CICLOTÍMICA.
2.2. PERSONALIDAD DISTÍMICA.
2.3. PERSONALIDAD IRRITABLE.
2.4. PERSONALIDAD EVITATIVO-FÓBICA.
2.5. PERSONALIDAD OBSESIVA.
3. TRASTORNOS DE LA IDENTIDAD.
3.1. PERSONALIDAD DEPENDIENTE.
3.2. PERSONALIDAD PASIVO-AGRESIVA.
3.3. PERSONALIDAD NARCISISTA.
3.4. PERSONALIDAD LÍMITE.
4. TRASTORNOS DEL CONTROL DE LOS IMPULSOS.
4.1. PERSONALIDAD ANTISOCIAL.
4.2. PERSONALIDAD HISTÉRICA.
5. TRASTORNOS DEL SENTIDO DE REALIDAD.
5.1. PERSONALIDAD ESQUIZOIDE.
5.2. PERSONALIDAD PARANOIDE.
BIBLIOGRAFÍA

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1. Introducción.

Los trastornos de la personalidad parecen ser variantes cuantitativas, y no cualitativas,


de la persona. Estos se consideran anormales sólo en la medida en que se tornan con-
flictivos para el sujeto o la sociedad. En la mayoría de los pacientes los rasgos anorma-
les se manifestarán ya en la infancia y adolescencia, permaneciendo encubiertos o ig-
norados hasta la vida adulta. La detección de esta patología en la práctica médica es
de suma importancia.

Según los síntomas predominantes es posible clasificar los trastornos de la personali-


dad en: trastornos de la dimensión afectiva o emocional, trastornos del sentido de iden-
tidad, trastornos del control de impulsos y trastornos del sentido de realidad.

2. Trastornos de la dimensión afectiva.


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Por dimensión afectiva de la personalidad se entiende el tono emocional dominante


junto a la forma que éste adopta en función de determinados sucesos. Existen también
personalidades constitucionalmente anormales que, sin entrar en conflicto con los de-
más y estar bien adaptadas desde el punto de vista social, sufren por el estado que
adoptan sus sentimientos vitales, en la vertiente de la tristeza, la euforia, la irritabilidad
o la angustia. Estos patrones emocionales pueden alcanzar una intensidad y una dura-
ción notables, obstaculizando la adaptación y el rendimiento de la persona.
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2.1. Personalidad ciclotímica.

El patrón emocional se caracteriza por períodos de energía y vitalidad que contrastan


con otros de apatía y letargia. Durante los períodos activos, el individuo ciclotímico ne-
cesita dormir poco, se nota intelectualmente ágil y experimenta una autoconfianza ex-
trema. El cambio de estado anímico puede sobrevenir de forma inesperada y sin moti-
vo aparente, mostrándose el individuo taciturno, con mayor necesidad de dormir y ex-
cesivamente autocrítico.

La alternancia del humor, si es discreta o estacional, puede obstaculizar poco la vida


de la persona. No obstante, el individuo ciclotímico puede experimentar episodios dura-
deros de depresión o hipomanía.

Alrededor del 20% de los ciclotímicos experimentarán hipomanía o manía de forma es-
pontánea, y más de una tercera parte hipomanía inducida, en el curso de terapias anti-
depresivas. Igualmente, el temperamento ciclotímico se hace evidente bajo los efectos
del alcohol y los estimulantes.

Diversos estudios controlados, clínicos, biológicos y genéticos, han demostrado que la


ciclotimia es una forma atenuada o frustrada de enfermedad bipolar (maníaco-

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depresiva), cuya expresión fenotípica sería un aparente trastorno caracterial.

2.2. Personalidad distímica.

Los elementos característicos en estas personalidades son un tono de humor apesa-


dumbrado, con un pensamiento circular sobre sus dificultades y problemas. Suelen
afectarse por cualquier situación que implique un esfuerzo físico o intelectual. En los
peores momentos se ven afectos de hipersomnia, inercia psicomotora, que algunos
suelen paliar con café y estimulantes.

Ciertos rasgos de carácter pueden orientar sobre la naturaleza biológica de algunos


distímicos. Entre ellos cabe destacar los siguientes: la obsesividad, la tendencia a auto-
rrecriminarse, la hipersomnia diurna y la mejoría vespertina, el cambio esporádico a la
extroversión, ya sea espontánea o inducida por fármacos, y la ausencia de conflictivi-
dad social.

2.3. Personalidad irritable.


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El patrón emocional se caracteriza por la tendencia a las reacciones coléricas. Entre


los antecedentes personales destacan episodios disfóricos o subdepresivos, tendencia
al insomnio inicial, más que a la hipersomnia, y un estilo de comportamiento rígido e
hipercrítico. Aunque aparentan serenidad, estas personalidades denotan tensión inter-
na e inquietud.

Son intensamente emotivos frente a situaciones que impliquen cuestionamiento de su


dominio o autoridad. Se han descrito como “depresivos hiperactivos”, al mostrar un
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humor subdepresivo sin deficiencias aparentes en su rendimiento. Se los puede con-


fundir con individuos ansiosos y obsesivos. En primer lugar, la respuesta a las benzo-
diacepinas de los individuos irritables suele ser muy pobre o incluso paradójica, a dife-
rencia de los últimos. Otro aspecto destacable es la ausencia de conductas evitativo-
fóbicas. Estas personalidades no son infrecuentes en las consultas ambulatorias de
cardiólogos y gastroenterólogos. En efecto, en algunos aspectos corresponde al patrón
tipo A de conducta, descrito en medicina psicosomática.

2.4. Personalidad evitativo-fóbica.

Uno de los rasgos característicos y demarcatorios, con el resto de alteraciones, es la


tendencia a mostrar ansiedad (psíquica o somática) en situaciones que puedan cues-
tionar la imagen o el dominio del individuo. Si la conducta de evitación es extensa o
bien se inicia tempranamente, lleva asociado un retraimiento social importante. El gra-
do de evitación es variable, aunque siempre relacionado con el establecimiento de rela-
ciones. En la vida adulta, este rasgo de personalidad culmina en la fobia social. Este
cuadro clínico se reserva para los individuos evitativos que sufren crisis de angustia
cuando deben hablar o moverse en público. Deben diferenciarse de aquellos no evitati-
vos que padecen crisis espontáneas y desarrollan, a posteriori, conductas de evitación
fóbica.

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2.5. Personalidad obsesiva.

La obsesividad precede al desarrollo insidioso de una enfermedad obsesivo-


compulsiva. La personalidad obsesiva es muy singular y, por tanto, fácilmente recono-
cible. El patrón dominante es la duda, que genera emociones de insuficiencia y obliga a
controlar y corregir permanentemente los propios actos. En grado extremo, al individuo
obsesivo le asaltan ideas absurdas que se imponen de forma involuntaria
(anankasmus) e impelen a una conducta ritualista de verificación (compulsión). En con-
diciones normales la obsesividad mantiene cierto equilibrio con el ritmo evolutivo vital
de la persona. No obstante, la apariencia del individuo obsesivo compensado se carac-
teriza por una importante limitación de la expresividad emocional que confiere un as-
pecto formalista y serio permanente. La angustia y la depresión clínica son las compli-
caciones más frecuentes.

3. Trastornos de la identidad.
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Por “identidad” se entiende el grado de cohesión y estabilidad de la propia autoimagen.


La mayoría de las personas se sienten más o menos identificadas con sus pensamien-
tos y sentimientos, defendiéndolos con ahínco frente a injerencias externas.

3.1. Personalidad dependiente.

La incapacidad para tomar decisiones y la sumisión a las decisiones de otros impiden


al individuo reconocer como propios sus criterios y emociones. La dependencia excesi-
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va se inicia en la infancia y continúa en la adolescencia y la vida adulta. La descom-


pensación sobreviene en situaciones de ruptura afectiva o cambio de posición social.
Los individuos dependientes pueden mostrarse extremadamente disfóricos cuando
pierden una relación significativa, hasta el punto de parecer auténticos depresivos. En
estos casos no resulta extraño que refieran tristeza profunda e ideación autolítica.

3.2. Personalidad pasivo-agresiva.

Se ha definido como una pauta generalizada de conducta, de resistencia pasiva a las


razonables demandas de rendimiento social y profesional. Los individuos pasivo-
agresivos adolecen de una identificación normal con las obligaciones que surgen de la
integración social.

Los pasivos se muestran incapaces de identificarse con las tareas, sentimientos y emo-
ciones de otros. A diferencia de los dependientes, suelen mostrarse hostiles cuando se
los intenta corregir. Este elemento de hostilidad puede confundirlos con paranoicos o
pleitistas simuladores.

3.3. Personalidad narcisista.

El elemento psicopatológico cardinal es la sobreestimación del yo. Es decir, la excesiva

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identificación con los propios pensamientos, sentimientos y la valoración siempre posi-
tiva de la conducta. El narcisismo se llegó a conceptuar como un complemento necesa-
rio, en las etapas iniciales de la vida, del instinto de autopreservación. El narcisista pa-
rece poseer un temor constitucional a ser ignorado. En contraposición, tiende a exage-
rar sus logros y se comporta de forma hostil o irritable cuando los demás no dan mues-
tras de interés.

3.4. Personalidad límite.

El concepto “límite” (borderline) deriva del psicoanálisis norteamericano, que supuso la


existencia de pacientes que fluctuaban entre la neurosis y la psicosis. Las disciplinas
iniciales enfatizaban las siguientes características: narcisismo extremo, hipersensibili-
dad al rechazo, distorsiones del juicio de realidad, tendencia a las reacciones terapéuti-
cas (psicodinámicas) negativas y utilización masiva de mecanismos de proyección.

Se trata de individuos jóvenes con una sintomatología polimorfa y abigarrada caracteri-


zada por: inestabilidad emocional (de la euforia inmotivada a profundos estados de
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desánimo), impulsividad, verbalización de experiencias extrañas y complicadas, que


erróneamente se interpretan como “delirantes”, normalizaciones de la conducta o agra-
vamientos impredecibles y riesgo de conductas autolesivas. Este trastorno podría ser
la expresión fenotípica de deficiencias cognitivas e intelectuales constitucionales.

4. Trastornos del control de los impulsos.


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Se entiende por impulso un acto irreflexivo, es decir, carente de componente ideatorio.


Merece destacarse su diferencia con las compulsiones y los tics. La compulsión desig-
na una conducta que se impone, ejerciendo en el individuo una resistencia angustiosa.
Por el contrario, el acto impulsivo adolece del fenómeno de resistencia, tampoco gene-
ra ansiedad y no deriva de elaboraciones cognitivas. La sumisión de los impulsos pri-
mordiales a la razón es un requisito para la adaptación social.

4.1. Personalidad antisocial.

Define esta constitución la incapacidad para adaptarse a ciertas normas elementales


de conducta interpersonal o social, en ausencia de enfermedad mental u orgánica evi-
denciable. El individuo antisocial, sin embargo, puede revestirse de un aspecto depresi-
vo o ansioso con cierta facilidad, especialmente cuando se ve obligado, por motivos
familiares o laborales, a seguir una normativa. En el proceso de transgresión de las
normas, este individuo puede adoptar una aparente sumisión apesadumbrada que pa-
rece prometer un ajuste futuro de su conducta.

Entre los antecedentes familiares destacan el alcoholismo y la sociopatía. El diagnósti-


co de esta personalidad debe hacerse con cierta precaución. Se obtiene un diagnósti-
co de certeza cuando el sujeto presenta claros antecedentes infantiles de conducta an-
tisocial.

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4.2. Personalidad histérica.

Comparte rasgos de la personalidad narcisista, pasivo-agresiva y dependiente. En


efecto, la necesidad de admiración les puede dar apariencia de extrovertidos. Sin em-
bargo, a diferencia de éstos, muestran una considerable resistencia a las objeciones,
como los pasivo-agresivos, y una afectividad dependiente que se manifiesta en situa-
ciones de aproximación-rechazo. La afectividad oscila entre la extrema sociabilidad y
accesos de rabia y tristeza. La incapacidad en el control de los impulsos se pone de
manifiesto en la rápida e irreflexiva toma de decisiones.

5. Trastornos del sentido de realidad.

El elemento cardinal, en este grupo de trastornos, es una alteración de los mecanismos


(cognoscitivos) que están implicados en el proceso de comparación de la información
procedente del exterior, con las inferencias derivadas de ella. En ausencia de una con-
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dición patológica afectiva (depresiva) y/o ansiosa evidenciable, ciertas personas reali-
zan inferencias distorsionadas respecto a ellos mismos y los demás.

Estas inferencias son anormales por los siguientes motivos:

a) El individuo las experimenta con tal grado de certeza que no duda un instante
de que sean erróneas.
b) No pueden corregirse a través de la experiencia.
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c) Siempre son inferencias respecto a la situación que ocupa el individuo en un


determinado contexto (laboral, familiar, político, religioso, etc.).
d) Derivan de elaboraciones de las que no se puede concluir lógicamente lo in-
ferido. Estas inferencias distorsionadas generan desconfianza patológica,
aislamiento y, simultáneamente, elevado concepto de sí mismo. Son caracte-
rísticas de las personalidades esquizoides y paranoides.

5.1. Personalidad esquizoide.

El carácter esquizoide se manifiesta en la infancia y adolescencia como una ostensible


dificultad de relación, caracterizada por atenuación o ausencia de las emociones emer-
gentes en la intervención familiar o escolar. Habitualmente se cataloga a estos jóvenes
de introvertidos, distraídos o tímidos.

Sin embargo, los individuos anteriores muestran respuestas emocionales intensas,


mientras que los esquizoides las presentan muy pobres y huidizas. La personalidad
esquizoide podría ser una forma atenuada de esquizofrenia, cuyas manifestaciones en
la infancia y época prepuberal se concretarán en la vertiente exclusivamente conduc-
tual.

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5.2. Personalidad paranoide.

La desconfianza, el recelo y la tendencia a los pleitos e intrigas son las características


de esta constitución. La desconfianza deriva siempre de una tendencia crónica a infe-
rencias arbitrarias o distorsionadas respecto a las intenciones de los demás. En condi-
ciones de equilibrio suelen adoptar una conducta extremadamente normativa y ser in-
transigentes con los demás cuando no se adhieren a sus tendencias.

Dado que temen constantemente ser engañados o traicionados, elaboran pruebas para
refrendar sus inferencias, tornándose con facilidad pleitistas y laboralmente conflictivos.
En grados extremos desarrollan delirios paranoides de persecución, celos, y se vuel-
ven hipocondríacos y megalómanos.
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Bibliografía

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