12 - Acuñando Conceptos
12 - Acuñando Conceptos
12 - Acuñando Conceptos
En este apartado del documento nos interesa abordar los conceptos que consideramos
más comprometidos para el tema que tratamos. ¿Por qué acuñar conceptos o actualizar
los ya adquiridos? Porque en toda intervención en procesos sociales siempre está
implicada alguna idea, alguna teoría de la acción social. La debilidad de la teoría social
que se juega en la interve nción, redundará en la disminución de los resultados que se
obtengan. La intervención en procesos sociales -para nuestro caso, la intervención en la
articulación de relaciones entre escuela y comunidad- siempre se dirige a producir
resultados en la realidad; estos resultados esperados pueden ser la modificación, la
restauración, la superación o la transformación de una situación dada. Y ello siempre
implica -aunque a veces no sea advertido explícitamente por los participantes- una cierta
concepción de los procesos sociales que allí se juegan, y de los factores que intervienen
de manera decisiva en los mismos (Costa, 1997).
Consideramos que los núcleos conceptuales implicados en el tema que tratamos son los
siguientes:
q Comunidad.
q Actores comunitarios.
q Vida Cotidiana.
q Escuela.
q Articulación escuela-comunidad.
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Escuela y comunidad: una relación posible y necesaria. Mimeo.
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otro contexto". Esta definición, de alguna manera, sintetiza los componentes que
diversos autores adjudican al concepto de comunidad. Sin embargo, nos permitimos
plantear que las distintas definiciones vigentes no permiten dar cuenta de la conflictiva
heterogeneidad que hoy muestran las comunidades barriales. Digamos, entonces,
que una comunidad no debería pensarse como un todo armónico, que trabaja
colectivamente en pos de un ideario común, sino que por el contrario, las
comunidades -en cualesquiera de sus niveles, y por lo tanto también en el barrial- se
definen más por el conflicto que por la armonía:
La comunidad barrial se torna, así, en una realidad conflictiva. ¿Es esto algo
negativo? Creemos que no, en tanto el conflicto es una realidad empírica que existe
en los diversos niveles de integración social, por lo tanto no es una anormalidad o una
patología, sino que por el contrario, se presenta como oportunidad de creación y
recreación de los modos habituales de vida de una comunidad, y como la posibilidad
de proponer nuevos catalizadores de las acciones positivas de sus distintos
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Citado por Bernstein (1991)
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Estas ideas se encuentran desarrolladas en Aquín N., Acevedo P.: "Desde la comunidad hacia el espacio
poblacional. Trabajo presentado al Encuentro de investigadores en temáticas urbanas, Lo urbano en el
pensamiento social. 29 y 30 de setiembre de 2002. Instituto Gino Germani. Publicado en formato electrónico.
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Mencionadas por Mercedes Lentini de Inchaurraga (1993), quien confirma estos resultados con su propia
investigación.
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El espacio público-societal se denomina así precisamente para diferenciarlo de la esfera estatal, y en él se
encuentra una constelación de organizaciones entre cuyas características resaltan las siguientes: enfrentan
necesidades básicas de sectores pobres y promueven la participación de los afectados, brindando asesoramiento.
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q de desconocimiento;
q de conocimiento;
q de reconocimiento;
q conflictivas;
q puede que se hayan desarrollado acciones conjuntas eventuales;
q puede que haya una asociación ya instalada;
q o que haya una articulación sólida.
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Remitimos, al respecto, al texto de Emilio Tenti Fanfani incorporado en el último capítulo, y que refiere
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cotidiana muestra cómo se enlazan, en sus distintos ámbitos concretos, los cambios
institucionales y las percepciones, actitudes y emociones de la gente.
De modo que todas las capacidades y los modos por los cuales los seres humanos
trascienden su ambiente inmediato hacia el "mundo entero", son apropiados en el
curso de la vida cotidiana; es en su seno en donde se define la solidaridad o la
indiferencia, el coraje o la cobardía, el compromiso o el individualismo, la conciencia o
no de la pertenencia a una comunidad (Heller, 1978). Y los contenidos adquiridos
sedimentan como "lo normal y lo natural", lo rutinario, lo nunca cuestionado, salvo que
algún agente externo -por ejemplo un docente- problematice esas certezas básicas.
Las sociedades de hoy han alcanzado una extraordinaria diferenciación social, es
decir, cada sector social -sobre todo los más desfavorecidos- se apropia sólo de una
porción de las capacidades y de la cultura que se ha desarrollado en una época dada,
y esta porción es la que les resulta necesaria para adaptarse a su medio. Es
precisamente la escuela una de las posibilidades centrales para que los sujetos -que
interiorizaron los contenidos propios de su sector a través de su familia- accedan a
una relación con contenidos universales en un proceso de integración social. Pero la
única manera de colaborar en este sentido, es, en primer lugar, partiendo del
reconocimiento de las diferencias sociales y culturales que se han gestado en otra
escuela, distinta pero no menos efectiva: la escuela de la vida cotidiana; y en segundo
lugar, de que se trata de un proceso sostenido de constitución de hábitos y de valores
que, para su conservación, superación o ruptura, requiere de un proceso intencional
de trabajo sistemático de integración de nuevos contenidos. Y este trabajo no está
sólo en manos de los maestros, sino que debería ser responsabilidad asumida por la
comunidad en su conjunto, de la cual la escuela forma parte. Y esto es
particularmente relevante cuando trabajamos con niños de sectores de pobreza. Nos
parece significativo, en este aspecto, lo expresado por Agnes Heller (1978), una
filósofa dedicada al estudio de la vida cotidiana: "El mundo en que los hombres
nacen y en el que deben conservarse es duro. En este mundo duro ellos
trabajan (en general muchísimo), comen y beben (en general menos de lo que
necesitan), aman (en general uniformándose a las convenciones), educan a los
hijos para este mundo y custodian con temor y aprensión el rinconcito que han
conquistado luchando, por el cual han dispendiado fuerzas y fatigas". Y
podríamos preguntarnos: ¿es acaso otra cosa nuestra vida cotidiana?.
Ø En torno a la escuela.
Quizá pudiera resultar obvio para los lectores de este documento, que nos
propongamos conceptualizar la institución escuela. Sin embargo, la intención se
dirige a recuperar, también para esta institución, la noción de lugar antropológico, en
tanto espacio con historia, con identidades y con relaciones. De manera que
queremos enfatizar aquí una perspectiva de escuela no sólo como establecimiento,
sino como sistema sociocultural.
En tanto sistema sociocultural, la escuela se define por los conocimientos que
imparte, por las relaciones e instituciones sociales que estructuran la interacción, y
finalmente, en el plano simbólico, por los códigos y normas que orientan esas
relaciones.
En el plano de las interacciones, se destacan por lo menos tres: el ámbito de las
relaciones pedagógicas, cuyo espacio de concreción es principalmente el aula; el
ámbito de los procesos de gestión, que se concreta en el gobierno de la escuela y en
distintos procesos de participación en la misma; y en tercer lugar, el ámbito de las
relaciones entre la escuela y la comunidad, que conceptualizaremos en el próximo
apartado.
Cada uno de estos ámbitos son transitados por los actores involucrados, quienes
transfieren sus experiencias, sean éstas positivas o negativas, en esa traslación de un
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nivel de relación a otro, y por lo tanto se influyen mutuamente. Así, por ejemplo, lo que
ocurre en el aula de alguna manera depende de la modalidad de gestión: la
modalidad de gestión está condicionada por el tipo de relaciones entabladas entre la
escuela y la comunidad; la comunidad y las familias reciben impactos tanto de las
relaciones pedagógicas como de las relaciones de gestión.
Así, se establece una espesa trama en la cual cada uno de estos ámbitos se
constituye en oportunidad para formar, en la práctica interactiva, sujetos
responsables, conscientes de derechos y responsabilidades, capaces de ejercer la
democracia, de respetar a los otros, de tramitar adecuadamente los conflictos que se
presentan, conscientes de que lo que hacen, el modo como lo hacen y lo que dejan
de hacer impacta, para bien o para mal en otros ámbitos.
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En México, por ejemplo, el Programa Arraigo encontró que la relación escuela -comunidad era un
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"campo de tensiones".
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Si hemos venido argumentando a lo largo del documento acerca de las ventajas potenciales de plantearse
seriamente un proceso de articulación entre escuela y comunidad, no es menos importante dejar aclarado que el
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reconocimiento de los límites de orden más estructural, que no dependen de la voluntad y de la disposición para
afrontar problemas conjuntamente, también es muy importante a los fines de evitar frustraciones.