Historia Del Uruguay Cosas
Historia Del Uruguay Cosas
Historia Del Uruguay Cosas
Desafíos
● tensión por relevo gubernamental inédito
● resolución de violacion de los derechos humanos durante la dictadura
● calidad del funcionamiento de instituciones democraticas: Parlamento, Poder judicial y
organismos de contralor
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revisar
https://es.scribd.com/document/142835105/Caetano-y-Rilla-Uruguay-IV
https://es.scribd.com/document/150041378/Historia-Del-Uruguay-en-El-Siglo-XX-Capitulo-2
https://es.scribd.com/doc/68530521/Ficha-Uruguay-Comercial-Pastoril
BATLLE
https://es.scribd.com/document/57205059/Ficha-6-Batlle
https://es.scribd.com/document/352405921/22678032-Batllismo
https://es.scribd.com/doc/32460377/Presidencias-de-Batlle-y-Ordonez
https://es.scribd.com/presentation/61384091/Primer-Batllismo
https://es.scribd.com/doc/41931444/Crisis-Neobatllismo
DICTADURA
http://www.anep.edu.uy/historia/clases/clase27_2/programa_c27_1_3.html
https://es.scribd.com/document/41949748/La-Dictadura-Blog
ISI
https://es.scribd.com/document/61866764/Ficha-N%C2%BA9-ISI
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“Pensé que ibas a preguntarme por qué un historiador social se ocupa de estos temas”. La
contestación de Barrán me desconcertó. ¿Por qué mi pregunta – sobre la indiferenciación entre los
niños y los adultos en la cultura “bárbara”– había suscitado esa respuesta? Estábamos en el curso
de historia medieval que, ese año, Rosa Alonso había dedicado a la historia de las mentalidades.
La Historia de las sensibilidades – el primer tomo acababa de salir – nos había fascinado. Era
posible hacer esa historia en Uruguay. No sólo eso. La escribía el autor de tantos libros que
habíamos leído (o que debíamos leer), el profesor que llenaba el salón de actos con sus clases, el
director del Departamento de Historia de la Facultad. Y, al tenerlo en clase, invitado especialmente
por la aparición del libro, todos estábamos predispuestos a caer cautivados ante sus palabras.
Recordé esta anécdota en el instante que decidí escribir estas páginas sobre la Historia de las
sensibilidades. La contestación de Barrán – que sólo entendí después – ponía en juego lo que
quisiera hacer aquí: recuperar las discusiones que despertó su obra. Fernando Devoto decía, con
razón, que el libro es un clásico y lo inscribió en una secuencia historiográfica que lo enlazaba con
Francisco Bauzá, Pivel Devoto y Carlos Real de Azúa. No podría emular su análisis – lúcido,
elegante (Devoto: 2009). Me propongo, entonces, recorrer el camino inverso. Trazar algunas ideas
sobre cómo el libro fue leído y qué significó en el contexto de su producción para luego esbozar
algunas reflexiones sobre ciertos problemas en él planteados. Debo aclarar que no pretendo analizar
con profundidad las muchas repercusiones que tuvo esa obra en la historiografía uruguaya. Me
conformo si logro reponer algo del clima que instaló y del estímulo que hoy sigue teniendo su lectura.
El primer tomo de la Historia de las Sensibilidades se publicó en 1989. La investigación había
insumido cuatro años. Fue realizada – como el propio Barrán recalcó en su prólogo
– en el marco de sus actividades en la Universidad de la República. Para entonces, había quedado
atrás la incertidumbre que había dominado su vida laboral durante la dictadura, cuando, al haber
sido destituido en 1978, estuvo obligado a mantenerse con cursos dictados en su casa y la ayuda de
fundaciones internacionales (al respecto, Markarian: 2010). Esos años convirtieron a su figura en el
referente ineludible de la historia social y, así, lo expresó su nombramiento como director del
Departamento de Historia del Uruguay de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad
de la República. La importancia de su producción era indiscutible. En 1986, se había publicado el
último de los tomos de Batlle, los estancieros y el Imperio Británico . Escrita en coautoría con
Benjamín Nahum, la saga había iniciado con El Uruguay del novecientos – sobre el que volveré
más adelante – publicado en 1979 cuando arreciaba la persecución dictatorial. Sí La historia rural
del Uruguay moderno – publicada entre 1967 y 1978 – fue una historia de las estructuras
económicas y sociales en el momento de conformación de país, la investigación siguiente colocó el
centro en lo político: ¿cuáles habían sido las matrices fundacionales de lo político en el Uruguay
moderno?, ¿cómo comprender el primer batllismo?, ¿cómo explicar los límites –los “frenos” diría
Real de Azúa, interlocutor central – del reformismo? Las preguntas exigieron una incisiva
reconstrucción que, centrada en lo político, hilvanaba lo social y lo cultural. De hecho, no es difícil
concebir la Historia de la sensibilidad como una deriva de las preocupaciones abiertas en esa
investigación que se intuyen ya en El Uruguay del novecientos
. En ese tomo se despliegan interrogantes, intuiciones y cauces que asumirán toda su fuerza en el
siguiente momento historiográfico de Barrán, definido por el problema de comprender nuestra
cultura. De modo que Barrán comenzó en 1986 su investigación sobre la “civilización” uruguaya – el
control de las pasiones, el monopolio de la violencia, la represión interior – , cuando el país se
enfrentaba a la pregunta de cómo había sido posible el terrorismo de Estado, un fenómeno que, en
cierto modo, puede considerarse máxima expresión del fracaso civilizatorio. Su respuesta parecería
exigirle cuestionarse de raíz la formación cultural de la sociedad uruguaya. En especial, aquellos
trazos que habían delineado una representación del país mesurado, apacible y feliz. Los dilemas
impuestos a la salida de la dictadura
– operaron no sólo sobre las condiciones de producción de la Historia de la sensibilidad sino,
también, sobre los desafíos intelectuales y las apuestas historiográficas. Quizás, ello colabore a
entender cómo se combinaron Bajtin, Elias y Foucault con sus matrices, en cierto modo,
contrapuestas. Su lectura de estos textos estuvo filtrada por una preocupación por el poder – la
imposición de un modelo – que asumía, seguramente, sentidos precisos sobre el telón de fondo de
los años de represión y de la restauración democrática. Por entonces, aún no se habían clausurado
las esperanzas de que el nuevo escenario democrático albergase un despegue inédito en la
historiografía uruguaya, impulsado por el Instituto de Historia de la Facultad de Humanidades.
Barrán era una pieza clave de esas expectativas. Su incorporación como profesor de dedicación
exclusiva y director de departamento de Historia del Uruguay parecían cerrar las disputas entre ese
espacio y el Instituto de Profesores Artigas. Su figura se había convertido en un nexo entre
historiadores de diferentes generaciones, enfoques teóricos y líneas políticas. En su escritorio
podían encontrarse aquellos historiadores de la generación mítica de la Facultad, ese momento que
Blanca Paris nos relataba en sus clases, y las nuevas generaciones formadas en dictadura.
Notemos, no obstante, que a pesar de la renovación, las líneas de investigación predominantes
tenían una impronta bastante clásica. En este contexto, se actualizaron antiguos vínculos, pero,
también se crearon nuevos. De hecho, por entonces, comenzó a forjarse una red de amistades en la
que Barrán disfrutó del placer que le producía pensar intelectualmente. Fue un grupo ecléctico en
sus formaciones, preocupaciones y pertenencias generacionales: Daniel Gil (con quien intimó en
años de la dictadura), Marcelo Viñar (recién llegado de Europa), Fernando Devoto (a quien conoció a
través de los Oddone), Hugo Achugar (que venía de Estados Unidos) y Gerardo Caetano, de la
camada joven del Claeh, entre otros. La dedicatoria que Barrán realizó a estos amigos en su último
libro ( Intimidad, divorcio y nueva moral ) hablan de la centralidad que ellos tuvieron en la etapa
abierta con la investigación sobre las sensibilidades que era, recordémoslo, la primera empresa a la
que se lanzaba solo, luego de casi dos décadas de trabajo en conjunto con Nahum. Pero, también,
ese agradecimiento retrata la personalidad de este historiador que practicó la gratitud intelectual.
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El Uruguay Pastoril y Caudillesco y los comienzos de la Modernización
Uruguay 1851-1875
A pesar de la inestabilidad política se dan factores de estabilidad que lentamente llevan a la
estatización. Como lo dice Skidmore en su libro “historia Contemporánea de América Latina”, existe
una teoría de la modernizaron que se aplicó a América Latina,está teoría sostenía que el crecimiento
económico generaría el cambio social que ha su vez haría posible una política más desarrollada, la
transición de una sociedad rural a una urbana. En este mismo libro se expone, que el autor de un
libro de texto de fines de los setenta consideraba la historia latinoamericana desde la
independencia…. Como el crecimiento lento de la modernización contra la resistencia de las viejas
instituciones y actitudes.
Factores negativos o de inestabilidad
1.Un poder central débil en lo referente a finanzas, un estado insolvente que no pagaba sus deudas
y que ante los pocos recursos del mismo, se ve obligado a solicitar nuevos préstamos, sus víctimas,
los empleados públicos que no cobraban en fecha y los beneficiarios eran los capitalistas, a su vez
utilizaban como recursos ordinarios a los impuestos aduaneros y como recursos extraordinarios,
subsidio Brasilero que nos endeudaba más, ventas de tierras públicas, enajenación de rentas
2. No hay fuerzas políticas coherentes y organizadas como partidos. Se da el período de las luchas
entre lo que denominamos política de pactos y de fusión,en que las fuerzas que actúan son las del
campo frente a la ciudad y viceversa.Ello impide que el país se canalice hacia un destino seguro.
3.En lo económico existe una total dependencia de los mercados extranjeros.Por su carácter
intrínseco según Skidmore existían quienes proponían la “teoría de dependencia”, sostenían que
conducían al autoritarismo político, según su opinión la situación dependiente ponía limitaciones
inherentes a su capacidad de crecimiento,especialmente en la industria.Todo esto propiciaba una
interferencia de países Europeos también la existencia de un sistema bancario muy precario.
BANCOS: Junto a los bancos Magua y Comercial y el primer banco extranjero (Banco De Londres y
Río de la Plata) en 1855 se agregaron los bancos Montevideo (1855), Navia, Italiano (1866) y
Oriental (1867). Poco después abrían sus puertas el Banco Mercantil del Río de la Plata, el Banco
Alemán Belga del Río de la Plata etc.enriquecidos con los préstamos a corto plazo al
Estado.MODERNIZACIÓN Reclamo generalizado de paz y orden el Uruguay anarquizado de
blancos y colorado de caudillos y doctores, era imposible proceder a la modernización del
Estado,imprescindible para la modernización economía-social.Entra en juego el factor de poder del
EJÉRCITO.La década del MILITARISMO76-69 gobierno de Lorenzo Labore 80-82 gobierno de
Francisco Vidal 82-86 gobierno de Máximo Santos Nuevo factor de poder es el ejército, su
experiencia en la guerra del paraguay lo ha homogeneizado y consolidado, le ha dado espíritu de
cuerpo lo ha familiarizado con el uso de las armas modernas Se explica esta época de militarismo
que conocerá el país entre 1876 y 1886 el grueso de la obra militarizada se da con el proceso de La
Torre, se debe tener en cuenta que aLatorre se lo va a buscar a la casa para ofrecerle el gobierno,
por medio de una manifestación popular organizada por los grandes terratenientes y el alto
comercio.Las bases de la modernización con un afianzamiento de un estado moderno, eficaz de
imponerse a la anarquía caudillista. Ferrocarriles , puentes, caminos ,telégrafos, correo,tecnificación
de la guerra y monopolio de las armas por parte del estado, registro de Estado Civil, Código de
procedimiento Civil y Criminal ,José Pedro Varela y la ley de educación con el CÓDIGO RURAL , la
policía rural y la estancia alambrada consecuencias económicas y sociales del código rural
Seguridad y garantías para las actividades financieras, establecimiento del patrón oro,reanudación
del servicio de deuda pública, garantía a los inversores extranjeros.El orden implantado por La Torre
era el que se adapta a las aspiraciones de determinados sectores sociales privilegiados, grandes
terratenientes, alto comercio,inversores extranjeros. Ellos lo llevaron al gobierno y ellos fueron el
sustento. Vamos Ahora a sus tres aspectos de su gobierno indicados anteriormente en la reseña. En
su labor de modernización del estado vamos mencionando muchos de los elementos cuya carencia
estaba determinando la debilidad del poder central que nos caracterizó en décadas anteriores. La
unificación del territorio nacional a través de medios de comunicación y transporte que permitían al
estado ejercer su autoridad. El estado pasa a monopolizar el uso de las armas, que por su recio un
remington no estaba al alcance de cualquiera. La secularización de tareas que, como el control de
nacimientos defunciones y matrimonios salían de la obra de la iglesia y pasaban a la del estado.LA
REFORMA ESCOLAR Concentrada por José Pedro Varela durante el gobierno de Latorre. La
hemos incluido dentro de los aspectos referidos a la modernización del estado ya que, entre las
múltiples transformaciones que estaba exigiendo el país , se encontraba esta necesidad de contar
con ciudadanos analfabetos, cultos, capaces de emprender las variadas tareas que el futuro nos
proponía. A decir del historiador Roque Faraone _ el país productor,comerciante, portuario, exigía
con apremio réplica cultural-
https://es.scribd.com/document/320147068/Alonso-Eloy-Rosa-y-Sala-de-Touron-Lucia-El-Uruguay-
comercial-pastoril-y-caudillesco-fragmento
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15) DEMASI TEXTO no resumen
El preámbulo: los años 60
Carlos Demasi
En la noche del 30 de noviembre de 1958, buena parte de la población del Uruguay vivió momentos
de sorpresa y desconcierto: los blancos triunfan en las elecciones. Y es que más allá de lo que
parece habitual en una democracia –la rotación de partidos en el poder– para el caso uruguayo esto
representaba una experiencia insólita, que nadie podía haber vivido 'antes: el último gobierno
"blanco" (el que ejerciere Interinamente Atanasio Aguirre) había terminado hacía más de 90 años, y
desde entonces la sucesión de gobiernos "colorados" había parecido una fatalidad. Sin embargo,
algunos datos estaban señalando aspectos de un deterioro que ya resultaba inocultable: cada año el
Uruguay exportaba en menor cantidad productos que caían en valor, lo que dificulta la adquisición
de insumos imprescindibles para una industria que había crecido en los años anteriores. El resultado
se percibía en el persistente desequilibrio del comercio exterior (con la consiguiente pérdida -de
reservas) y también, quizás el fenómeno más impactante de la época, en la inflación: en los años
1957 y 1958 la tasa de incremento de los precios había rondado cerca del 20%, un fenómeno casi
sin antecedentes -en la historia del país. En ese contexto, la política de control de cambios que se
aplicaba desde comienzos de los años 30 estaba alcanzando su límite y la trama de cotizaciones
diferentes resultaba tan compleja que, aunque de hecho el valor del peso había tenido un descenso
importante, resultaba imposible determinar su nivel. La crisis había erosionado en algo la imagen de
un Uruguay de convivencia pacífica, de clases medias rutinarias, conformistas y predominantemente
urbanas. Aunque la acción legislativa (acelerada en los días previos a las elecciones) concretó la
aprobación de un conjunto de leyes sociales, la campaña electoral se había visto sacudida por las
movilizaciones de los estudiantes universitarios que reclamaban la aprobación de la Ley Orgánica. Si
bien las manifestaciones estudiantiles formaban parte de la normalidad ciudadana, la represión que
esta vez se descargó sobre ellas parecía no tener antecedentes; choques con la policía
acompañados de pedreas y golpizas, marcaron una tónica distinta. Y ésta afectó también a la
campaña electoral, donde la protesta contra el gobierno llevó a los sectores oficialistas a denunciar
la acción de una nueva "mazorca" nacionalista. El triunfo del tradicional partido de oposición era
recibido con inquietud por muchos sectores. Para los colorados, se trataba del temido ascenso de
los blancos al poder, una posibilidad que siempre habían descartado por la "congénita incapacidad
política" de sus adversarios. Para los sectores intelectuales, en cambio, la novedad mayor era el
surgimiento del movimiento ruralista que atraía casi toda la atención: las semanas siguientes vieron
la aparición de muchos artículos periodísticos donde se intentaba una interpretación de la nueva
fuerza política; y allí también las opiniones estaban divididas entre quienes lo consideraban una
versión criolla del fascismo, pasando por innumerables posiciones intermedias, hasta los que lo
veían -como el demorado resurgir del Uruguay "de verdad", largamente olvidado por la perspectiva
urbana del baalismo. Las dudas y temores de los derrotados, no demoraron en tener visos de
confirmación. A pocos días de la elección el máximo dirigente nacionalista s Luis A. de Herrera,
rompió abiertamente con su aliado Benito Nardone, lo que significaba la fractura del sector
mayoritario; y mientras ambos se trenzaban en una áspera polémica, se unían para defender los
cargos políticos de las aspiraciones del sector minoritario-0a Unión Blanca Democrática), de la que
sólo lo habían separado 10.000 sufragios. El gabinete recién se completó faltando pocas horas para
la asunción del nuevo colegiado; y si bien el nuevo elenco gubernamental intentó gobernar con
—7—
Las herramientas de Nardone y su movimiento ruralista fueron, básicamente, el micrófono radial y
las asambleas y Cabildos Abiertos que realizaba en el Interior.
mano firme, la situación parecía reclamar también una cuota no pequeña de buen sentido y claridad
de objetivos.
El viraje de la política económica y sus resultados
El repaso de la política económica aplicada durante el primer gobierno blanco permite contrastar la
distancia que existe entre los objetivos de un proyecto de innovación económica y sus resultados
prácticos; también permite percibir las diferentes corrientes políticas que existían en el seno del
gobierno blanco, lo que es uno de los factores que contribuyen a explicar su incapacidad para
remover los bloqueos a los que debió enfrentarse.
La "Reforma Cambiaria y Monetaria"
El gobierno herrerista que asumió en marzo de 1959, se mostró dispuesto a modificar radicalmente
la política aplicada por los gobiernos precedentes: ya fuera por razones electorales o por
convicciones profundas, la crítica al manejo de la economía había sido uno de los temas principales
de la campaña electoral. Llegados al gobierno aparecía la necesidad de
introducir un cambio, especialmente en la línea de limitar la acción del Estado, coincidiendo en ese
sentido con las directivas del Fondo Monetario Internacional. Aunque Uruguay había adherido
tempranamente al Fondo Monetario (desde comienzos de 1947), nunca había aceptado las
directivas de política económica que éste recomendaba: por eso todavía era un organismo poco
conocido por el uruguayo medio. Pero a medida que se fueron conociendo las tendencias libre
empresistas y aperturistas del organismo, y se hicieron sentir las consecuencias de una política que
explicaba la inflación como una consecuencia del exceso de demanda de los asalariados, entonces
no demoró en transformarse en un referente permanente en el debate político y económico. El 24 de
abril de 1959 se dictó un decreto por el que se modificaban al alza los tipos de cambio para muchas
importaciones, pero recién sobre fines del año el Ejecutivo envió un proyecto de ley que modifica
radicalmente el régimen cambiario, la "Reforma cambiaria y monetaria", desde entonces vinculada
con quien fuera su impulsor, el ministro Juan E. Azzini. Este proyecto establecía un conjunto de
medidas que incluían la fijación de normas monetarias e implantaba en términos generales la
liberalización de importaciones y exportaciones. Sin embargo, más que establecer directamente las
normas aconsejadas por el Fondo Monetario, el articulado original concede amplias facultades al
Ejecutivo para adoptar medidas de política económica sin consultar con el Parlamento: si bien los
primeros artículos implantaron a texto expreso la liberalización de la venta de moneda extranjera y
del comercio exterior, en los artículos siguientes se establecía la obligación de vender al Banco de la
República la moneda extranjera producto de las importaciones, se facultaba al Ejecutivo para
establecer la prohibición por seis meses (prorrogables) de importaciones consideradas
"prescindibles", así como establecía una forma de impuesto sobre la exportación (las "detracciones")
destinadas a "evitar nuevos y significativos impactos inflacionarios sobre el costo de la vida y a la
implantación de planes de desarrollo económico que incidirán en definitiva en mayor productividad".
Es decir que, si bien se admitían en general los principios liberalizadores, el gobierno se reservaba el
derecho de prohibir importaciones, y además se apropiaba de una parte del incremento de las
ganancias de los exportadores para cumplir algunas de las operaciones que antes se realizaban por
la manipulación de los tipos de cambio. Igualmente, el texto establecía la disminución del contenido
oro de la moneda a casi la cuarta parte, lo que significaba una importante caída en la paridad del
peso uruguayo. Visto desde otro ángulo, el principal efecto de la nueva norma no sería la
liberalización del comercio y la eliminación de los cambios múltiples, sino la disminución del control
parlamentario sobre la conducción económica. Sin embargo, la voluntad proclamada era la de
cambiar radicalmente la línea política tradicional, y así lo entendió la oposición colorada que libró
una ardua batalla parlamentaria. Aunque finalmente fue aprobada, la ley sufrió importantes
transformaciones a lo largo del debate; el articulado limitó en parte las potestades del Ejecutivo: fijó
los porcentajes a los que debían ajustarse las detracciones y estableció las formas de repartir el
dinero obtenido, y estableció de manera preceptiva la autorización legislativa para algunas
decisiones. La ley fue seguida por la firma de la primera "Carta de intención" del gobierno uruguayo
con el FMI, en septiembre del año siguiente. En ella, el gobierno solicitaba un crédito de U$S 80
millones; se comprometía a reducir el crédito bancario para limitar la inflación, y declaraba su
intención de continuar la línea liberalizadora mediante la eliminación de los convenios bilaterales y
de las prohibiciones a la importación, así como la reducción de las tarifas aduaneras; igualmente
expresaba el propósito de suprimir las detracciones en un plazo de dos años. Sugestivamente la
Carta no hacía referencia a los sala-
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Al año siguiente, una nueva Carta de intención anunciaba un aumento de los topes crediticios fijados
el año anterior. La tercera Carta de intención (y la última de este gobierno) se firmó en setiembre de
1962 (pocos meses antes de las elecciones). En ella se mantenían los compromisos ya asumidos y
se introducía una innovación importante: se anunciaba la eliminación de los subsidios a los artículos
de consumo y a las empresas del Estado, como forma de liberar recursos de las detracciones para
destinarlos a impulsar el desarrollo.
Los primeros resultados de la nueva política
La puesta en funcionamiento de la política fondomonetarista chocó con dificultades que no pudo
superar. Ya fuera por catástrofes naturales (en abril de 1959 se produjeron desastrosas
inundaciones en todo el país seguidas por una fuerte sequía en el verano siguiente, que tuvieron
graves consecuencias en
Lichtensztejn, Samuel y Alberto Couriel: El FAII y la crisis económica nacional, pág. 177.
la producción agropecuaria y provocaron el colapso temporal de la producción de energía
hidroeléctrica), o debido a la reacción de los sectores sociales más afectados que no permitieron su
aplicación en forma integral. Pero todo esto determinó que no se produjera la esperada recuperación
de la producción exportable, el sector que se esperaba que fuera el agente de la reactivación
económica.
La conflictividad social
La política económica impulsada por el nuevo gobierno impactó fuertemente sobre la sociedad
donde reconfiguró agrupamientos y profundizó diferencias: el debate social comenzó a polarizarse
en torno a oposiciones que no eran habituales, mientras aparecían formas de enfrentamiento que no
se veían desde mucho tiempo atrás. Así pueden señalarse el proceso de concentración que condujo
a la unidad sindical, y la aparición de fuertes tendencias macartistas que atravesaron a los partidos
tradicionales así como a sectores sociales poco activos hasta entonces.
El camino hacia la formación de una central sindical
La aplicación de la política económica del gobierno blanco aceleró el proceso de unidad que esta-
La agitación social, como la lucha universitaria por la autonomía en 1958 (arriba), yen los más
diversos sectores del trabajo, aumentó considerablemente en estos años.
ban viviendo los sindicatos. A mediados de los cincuenta, cuando ya se hacían visibles los primeros
síntomas de la crisis, el movimiento sindical comenzó a recorrer el complejo camino de la unidad, un
propósito que ya antes se había visto frustrado. El problema de la unidad estaba vinculado con la
compleja
historia de las luchas sindicales desde el origen de los sindicatos, donde se planteaba el conflicto
entre dirigencias "finalistas" que veían en el sindicato una herramienta para el cambio social, y bases
mayoritariamente "reivindicacionistas" que perseguían reclamos más inmediatos. La existencia de
las organizaciones sindicales dependía de la habilidad para administrar las tensiones entre unas y
otras; sin embargo, los conflictos más graves se planteaban entre dirigencias con proyectos
diferentes: anarquistas, socialistas (y luego también comunistas) formaron sus propios sindicatos
que se integraban en "centrales únicas" de signo político. Y las "centrales" eran también promotoras
de la formación de nuevos sindicatos que así quedaban fuertemente moldeados por la matriz de su
origen; esta es una de las razones por las que los intentos de unificar los gremios por encima de sus
divergencias habían terminado en el fracaso. En este resultado también incidían las solidaridades
internacionales que mantenían los diferentes sindicatos, un problema que se hizo más grave desde
el inicio de la guerra fría: a comienzos de los años 50 el panorama sindical era particularmente
complejo ya que había dos "centrales", la Confederación Sindical del Uruguay (apoyada por el
Partido Socialista y afiliada internacionalmente a la CIOSL, de orientación pro norteamericana) y la
Unión General de Trabajadores (orientada por el Partido Comunista y afiliada a la FSM, identificada
con las posiciones soviéticas). Además existían sindicatos muy importantes que se proclamaban
"autónomos", es decir, no vinculados a ninguna "central", entre los que se encontraban algunos de
los sindicatos más poderosos como la Federación Autónoma de la Carne o AEBU; pero aun entre
éstos la difusión de la etiqueta de "autónomo" generaba desconfianzas y recelos. Los primeros
síntomas de la crisis pusieron en primera fila la necesidad de coordinar las acciones de los
sindicatos, por encima de sus diferencias doctrinarias. A mediados de los años 50 comenzaron las
complejas tratativas para formar una central, coordinadas por una "Comisión Coordinadora pro
Central Única", las que ya se encontraban suficientemente encaminadas como para reunir, en mayo
de 1959, una "Asamblea Consultiva sobre Central Única" donde comenzaron a discutirse los
mecanismos para lograr ese resultado. Sin embargo, a pesar de -que el impacto de -la crisis
afectaba por igual a todos los gremios y ya comenzaba a reclamarse la elaboración de una definición
política de los sindicatos que permitiera enfrentar la política del FMI, las dificultades persistían. La
paralización industrial, la inflación y la reacción conservadora que predominaba en
-10—
—11—
el gobierno blanco, activaron la resolución de los problemas que aparecían como fundamentales
para concretar el resultado. "La primera asamblea consultiva sobre central única acordó que una
central única era necesaria y posible y que además se podían registrar muchos acuerdos sobre sus
bases programáticas y estatutarias excepto sobre tres puntos de entidad secundaria si atendemos a
los acuerdos logrados. Esos tres puntos eran: 1) afiliación internacional de la central; 2)
compatibilidad entre la militancia partidista y la militancia sindical; 3) autorización para que actúen en
la dirección de la central a crearse dirigentes rentados o alejados de la actividad asalariada de su
propio gremio. Aun cuando las divergencias se hicieron visibles en la discusión de estos tres temas
de poca monta fue claro desde el comienzo que el verdadero problema era otro: el programa y el
estatuto de la central a crearse ¿serían el producto de una resolución accidental, o serían resultado
de un acuerdo elaborado efectivamente entre todos los sindicatos que habían considerado que una
central única era necesaria y posible?"' En este proceso donde las "reuniones consultivas" se
combinaban permanentemente con movilizaciones y medidas conjuntas para defender el salario o
apoyar solidariamente a los sindicatos en huelga, en junio de 1961 se acordó constituir una Central
de Trabajadores del Uruguay que funcionaría durante unos años como experiencia unitaria de nuevo
cuño: la Central se mantuvo abierta a los gremios no afiliados mientras mostraba una forma de
funcionamiento que trataba de apartarse del dogmatismo que había caracterizado las experiencias
anteriores.
El macartismo tardío
En buena medida el Uruguay había permanecido al margen de la ola de anticomunismo que recorrió
América Latina durante los inicios de la guerra fría. Luis Batlle Berres, al terminar su primera
presidencia, se había jactado de que en las elecciones de 1950 el comunismo había reducido su
electorado a la mitad a pesar de que en Uruguay actuaba con absoluta libertad. Aunque el mismo
Baile Berres cambió en algo su actitud desde el Consejo de Gobierno cuando sobrevino la crisis, en
líneas generales esta política se mantuvo: el Uruguay fue uno de los po-
Rodríguez, Héetor: Nuestros sindicatos (1865-1965), pág. 75.
cos (si no el único) país latinoamericano en el que el Partido Comunista actuó legalmente aun en la
etapa más dura de la guerra fría. Esta política tuvo un cambio importante a partir del ascenso del
gobierno blanco que coincidió con un refuerzo de las tendencias anticomunistas en América Latina
(más aún desde que la revolución cubana se definiera como marxista-leninista). En el Uruguay, y
cuando todavía no había transcurrido un mes de la instalación del nuevo gobierno, comenzaron a
aparecer denuncias en la prensa donde se reclamaba más atención contra el "peligro" que
representaba la acción del comunismo en el país. A partir de la visita del presidente Eisenhower
(marzo de 1960) y con el apoyo del gobierno, la ofensiva anticomunista se desató de manera frontal:
la represión policial contra las movilizaciones sindicales se combinó con la proliferación de sindicatos
"democráticos", y con la acción de bandas armadas que actuaban impunemente ante la pasividad de
la policía. Los incidentes menudearon: en octubre de 1960 hubo un intento frustrado de asaltar el
edificio central de la Universidad cuando se encontraba ocupado por militantes de la FEUU; en enero
de 1961, una manifestación anticomunista no autorizada –ni impedida– por la policía, arrojó el saldo
de un manifestante muerto en un incidente frente a la sede del Partido Comunista. Más tarde, el
mismo año, en un confuso incidente murió asesinado uno de los asistentes a la conferencia que el
Che Guevara acababa de dictar en la Universidad. Por lo menos desde el comienzo de la guerra fría,
buena parte de los intelectuales uruguayos habían adoptado una estrategia "tercerista", es decir que
se negaban a tomar posición por uno u otro de los bloques enfrentados. Si bien en este tercerismo
coincidían posiciones que en otros aspectos podrían resultar antagónicas (desde anarquistas hasta
el herrerismo), la influencia que tenía el semanario "Marcha" había incidido para definir al tercerismo
como una posición de izquierda identificada con definiciones nacionalistas y antiimperialistas. Pero a
comienzos de los años sesenta, la combinación de la crisis económica con un contexto de
inestabilidad internacional hizo posible la aparición de corrientes de derecha que (con mucho de
oportunismo) atacaban directamente a importantes sectores de intelectuales "terceristas": ahora, el
nuevo clima social presentaba como imposible una tercera posición en la lucha entre "el comunismo"
y "la democracia", y el espacio para el "tercerismo" fue angostándose cada vez más. Si bien -había
dirigentes políticos importantes comprometidos con esta polarización política (el consejero Benito
Nardone, que presidiera del Consejo en 1960, era uno de los más destacados propagandistas del
anticomunismo, especialmente desde su audición radial), también existía intervención directa de
agentes internacionales: una estación de la CIA actuaba desde años antes en Montevideo (E.
Howard Hunt, uno de los "plomeros" involucrados en el episodio de Watergate, fue su responsable a
fines de los años 50), y también la embajada soviética utilizaba a su sede en Montevideo como base
de operaciones en la región. En su libro autobiográfico "Memorias de un espía", Hunt relata sus
actividades en Uruguay entre 1958 y 1960. Allí se queja de la poca colaboración que obtuvo del
Consejo de Gobierno colorado; denuncia el carácter "antinorteamericano" de Luis Baile Berres y su
interés en estrechar relaciones con la URSS. Sin embargo, según el testimonio de Hunt la situación
cambió radicalmente desde que asumiera el nuevo colegiado en 1959, particularmente por su
amistad con Nardone; Hunt se jacta de su trato frecuente con el consejero y de la sensibilidad que
éste mostrara para atender sus "consejos". La acción del espionaje en Montevideo aparece
mencionada en los informes diplomáticos de algunos embajadores acreditados en este país, pero
aparecen más preocupados por el espionaje soviético; la acción norteamericana les resultaba
invisible, como se percibe en los informes de los embajadores de Francia y de Bélgica. Más atentos
aparecían los embajadores suecos, según lo; que señala M. Cantera Carlomagno. En opinión de
éstos, "es verdad que el intercambio comercial con la URSS no justifica la gran cantidad de
funcionarios soviéticos en Montevideo, pero, por otra parte, hay que tener en cuenta de que también
otras potencias (EEUU, Inglaterra, Alemania Federal)mantienen grandes sedes en Uruguay". La
campaña alcanzó su punto máximo en 1961, y para entonces eran evidentes sus limitaciones: no
logró conmover a la mayoría de la población que mostraba más preocupación por el comportamiento
de los denunciantes que alarma por el accionar de los "comunistas" denunciados. En algunos
ámbitos, por ejemplo entre los asalariados industriales, la campaña tuvo efectos negativos desde
que coincidió con la revelación de que la central norteamericana AFLCIO financiaba las actividades
de la Confederación Sindical del Uruguay: esto promovió la desafinación de muchos gremios (que se
aproximaron a la CTU) y desprestigió a los "sindicatos amarillos" que permanecieron vinculados a la
cada vez más debilitada organización. Dentro de la enseñanza, sin embargo, la campaña tuvo más
efecto: se - formaron "agrupaciones democráticas" de docentes, agrupadas en una "Organización
de Padres Demócratas" que amplificaba las denuncias contra "docentes comunistas". El clima de
inseguridad se generalizó en la enseñanza, donde comenzó una vigorosa campaña anticomunista
respaldada por las autoridades y difundida por algunos medios de prensa. Sin embargo, y más allá
de estos resultados inmediatos, resulta difícil medir el efecto de esta campaña. Si bien es posible
que el adjetivo "comunista" haya reforzado su sentido descalificador (algo que ya ocurría como
consecuencia de la difusión del cine y de la prensa norteamericana de la guerra fría), esto no se
concretó en ninguna norma legislativa o administrativa: los mecanismos institucionales de toma de
decisiones volvían imposible cualquier medida que no contara con el apoyo de la oposición; y aquí
pesaba de manera relevante el fuerte sector que lideraba
La "guerra Iría' arreció -en los 60. Benito Nardone y su "movimiento ruralista", con otros sectores,
asumieron con fervor la causa anticomunista. La represión creció a niveles que Uruguay no conocía.
Luis Batlle Berres, que mantuvo distancia con su campaña y no se abstuvo de criticarla tanto des&
sus medios de prensa como desde sus posiciones ins. titucionales. La acción de sus dos consejeros
en e Consejo de Gobiemo bloqueaba cualquier intento de aprobar medidas sin amplia publicidad, y
la actividad de sus legisladores exponía a la luz cualquier intento de incluir medidas represivas
disimuladas en el articulado de leyes complejas. La eficacia de su actitud se vio reflejada en el
apodo de "comunistas chapa quince" que les endilgó Nardone, una etiqueta disparatada que el
sector quincista utilizó en su propio beneficio en la campaña electoral de 1962. La oposición –por
momentos vigorosa– de algunos sectores colorados y la falta de apoyo a los sectores "demócratas",
se combinó, en el invierno de 1962, con una aparente crisis donde algunos grupos de derecha
parecieron salirse de control y comenzaron una campaña de atentados y secuestros a judíos y
militantes de izquierda. Las bombas en sinagogas y los tatuajes con svásticas era más de lo que la
sociedad (y aun el gobierno) podían aceptar ya que dejaba demasiado a la luz algunos extremos que
convenía mantener en la penumbra; y si bien la policía nunca encontró a los responsables (con la
excepción de los integrantes de un grupo que fueron víctimas de una explosión accidental), los
atentados no se volvieron a repetir en los años siguientes. Sin embargo, ante estos episodios
algunos pensaron que era inminente el comienzo de una acción armada de la derecha contra el
movimiento popular, y que por lo tanto era necesario tomar medidas para contrarrestarla.
Los desequilibrios políticos
Los partidos políticos sintieron fuertemente el impacto de la situación social y económica, y eso se
percibe claramente en las elecciones de 1962; en principio, comparadas con las efectuadas cuatro
años antes, hay que anotar la desaparición de tres lemas: el Partido Socialista, el Partido Comunista
y la Unión Cívica no aparecen en la escena, sustituidos por la Unión Popular, el FIDEL y el Partido
Demócrata Cristiano; y si bien posteriormente el PS volvería a presentarse en las elecciones, las
otras modificaciones serían permanentes.
El panorama electoral
Los cambios que se verifican en la propuesta para las elecciones pueden verse como un intento de
adaptar la propuesta electoral a la fluida realidad de
la época: si bien era evidente la existencia de la cri- sis, no estaban claros cuáles serían los caminos
a re- - correr para enfrentarla. Parecía que los partidos de l izquierda debían unirse (la experiencia
de las movi- lizaciones callejeras evidenciaba que juntos convo- • caban más), pero la ley de lemas
resultaba un obsta- • culo ineludible. Por otra parte, los diversos sectores de los partidos
tradicionales trataban de ajustar su oferta electoral, a veces obligados por la desaparición de sus
antiguos líderes o por el desgaste padecido por sus figuras principales. Los partidos tradicionales
parecen haberse visto menos afectados por la situación. En principio, el herrerismo (que sufría la
ausencia de su fundador) se dividió en dos grandes grupos, cada uno liderado por uno de los
principales consejeros del sector. Martín Echegoyen, primer presidente nacionalista del Consejo, y
Eduardo Víctor Haedo, que presidiera el cuerpo en 1961, convocaron a los herreristas en tomo a dos
proyectos que invocaban su fidelidad con el fundador: el llamado "Eje Echegoyen-Nardone" que
restablecía la alianza electoral de 1958, y el "Herrerismo ortodoxo" que rescataba el enfrentamiento
de Herrera con Nardone, en los últimos meses de vida del líder. Estos últimos se presentaron a las
elecciones conjuntamente con la UBD (no sin humor, á esta alianza se le llamó "la ubedoxia") y
resultaron finalmente vencedores en las elecciones. Por su parte, dentro del Partido Colorado se
registraron algunas novedades importantes: el sector mayoritario, liderado por Luis Baffle Berres,
mantuvo en líneas generales una propuesta similar a Jade 1958, ahora nuevamente con su líder
como candidato. La idea central de su campaña era que en la elección anterior el electorado se
había equivocado, inducido por la hábil propaganda del nacionalismo; pero "ahora que ya sabe lo
que son", el elector volvería naturalmente a sus antiguas fidelidades. Detrás de esta propuesta
estaba la idea de que la política impulsada por el batIlismo seguía siendo viable, y que los problemas
del país se debían a la acción de un elenco gubernamental esencialmente incompetente. Por lo
tanto, esta campaña tuvo pocas novedades: se trató de poner en evidencia las contradicciones y los
errores del gobierno nacionalista, sin preocuparse por articular un proyecto que respondiera a las
nuevas realidades del país. Aparentemente tal cosa no era necesaria. Por su parte el sector de la
lista "14", orientado desde el diario "El Día" por César Baffle Pacheco (que integraba el Consejo de
Gobierno como representante de la minoría), elaboró una nueva propuesta reuniéndose con
colorados no batIlistas. Así se creó la "Unión Colorada y BatIlista" que impulsó el nombre de un
"hombre nuevo", el Gral. Oscar Gesti-
do, como primer candidato. Gestido no tenía experiencia electoral anterior, pero se había
desempeñado con eficacia en cargos públicos. En un contexto en el cual ya se identificaba "política"
con "corrupción", -Gestido era una figura nueva, no contaminadapor los vicios de las prácticas
corrientes y que ofrecía una imagen de honestidad y rectitud. Tal vez la situación más interesante
dentro del Partido Colorado se manifestó con la aparición de la lista "99", un producto de la dinámica
de la campaña electoral. En principio su principal dirigente, Zelmar Michelini (estrechamente ligado a
Luis Batlle), había iniciado las gestiones para presentarse dentro del sublema con su propia lista de
candidatos a Representantes, identificada con el número 515. Pero cuando aún se encontraba en
trámite la concesión del número, la dirigencia luisista protestó por las "críticas" que les dirigían desde
las líneas michelinistas: desde este sector no se aceptaba la tesis de la 15 que explicaba el
resultado de 1958 como un "error del electorado", y proponía una "autocrítica" para buscar otras
causas de la derrota. Sin duda este argumento fue solamente el emergente de una compleja
situación interna que rápidamente derivó en la formación de un sector político separado, el
"Movimiento por el Gobierno del Pueblo", que armó su propia lista para todos los cargos a partir de
la reunión de figuras provenientes de la 15 con otras provenientes de la 14 (Renán Rodríguez,
Enrique Martínez Moreno) que equilibraban la imagen radical que podían ofrecer Michelini o Hugo
Batalla.
En los partidos menores, las tensiones sociales dejaron (como ya vimos) marcas más visibles. La
Unión Cívica se transformó en Partido Demócrata Cristiano, un reflejo de las transformaciones que
sufría la Iglesia Católica combinadas con la compleja situación interna; de esa forma se iniciaba un
largo proceso de renovación que resultó particularmente crítico, en un partido que tenía una
dirigencia muy anciana y carecía de figuras de edad intermedia que pudieran oficiar de
amortiguador. El cambio de nombre fue la primera etapa de este proceso, que por entonces avanzó
muy poco más y al momento de realizarse las elecciones no había logrado la imagen de partido
nuevo a la que aspiraba. Por su parte, en los partidos identificados tradicionalmente con la
"izquierda" del espectro político, la tendencia hacia la unidad parecía un reclamo impostergable de
las bases y un proyecto proclamado por las dirigencias; sin embargo, la experiencia electoral de
1962 mostraría hasta qué punto el logro de este objetivo podía resultar difícil. El
Partido Socialista encaminó su estrategia en el sentido de formar una "Unión Nacional y Popular"
que tomara el relevo de la "burguesía nacional" representada por los partidos tradicionales, para
retomar así el impulso hacia la "liberación nacional". Para el socialismo, la "revolución nacional y
popular" era una etapa necesaria que todavía no había "culminado" en estos países; por esa razón,
argumentaban, era preciso hacer una alianza con sectores desprendidos de los partidos
tradicionales antes de concretar una coalición de izquierdas que lo uniera al Partido Comunista al
que, entre otras cosas, reprochaba su dependencia de la Unión Soviética. Las negociaciones se
formalizaron con Enrique Erro, uno de los dirigentes herreristas más votados en 1958, pero
separado del partido en mayo de 1962. A fines de agosto se formó la "Unión Popular" (el Partido
Nacional objetó el uso de la palabra "Nacional" en la denominación de la coalición), donde junto a los
socios mayoritarios aparecían también grupos más pequeños como el grupo de intelectuales
independientes denominado "Agrupación Nuevas Bases", el Frente de Avanzada Renovadora
(separados de la Unión Cívica), y algunas figuras que provenían del ruralismo, como Alberto Methol
Ferré y José Claudio Williman, decepcionados por la evolución política de Nardone. Como
respuesta, el Partido Comunista reunió un conjunto de pequeños agrupamientos políticos
(probablemente el más relevante fuera el "Movimiento Revolucionario Oriental" que había fundado el
diputado Ariel Collazo cuando fue expulsado de la UBD) y que se presentaba como una "alianza de
las fuerzas progresistas", donde no aparecían "sectores conservadores". Esta coalición (denominada
"Frente Izquierda de Liberación", o FIDEL) difícilmente podía ocultar la presencia hegemónica del
Partido Comunista ya que el resto de los grupos fundadores casi no tenían relevancia propia.
El resultado de las elecciones
Si bien las cifras pueden indicar que poco cambió desde 1958 (volvieron a triunfar los blancos y
mantuvieron la mayoría en el Consejo de Gobierno; entre los colorados Luis Baffle Berres retuvo la
mayoría), otra lectura de los resultados revelaba cambios apreciables. El Partido Nacional venció al
Colorado por unos 20.000 votos de diferencia, lo que quiere decir que éste último recuperó casi la
mitad del electorado que había marcado la ventaja de los blancos en 1958. En el partido triunfador,
el éxito correspondió esta vez a la UBD, es decir a los sectores que en 1958 resultaron derrotados
por escasos 10.000 votos; y si bien se presentó a la elección aliada con un sector del herrerismo, fue
muy escaso el aporte de votos que realizó este último. Por lo tanto, si bien es cierto que los
nacionalistas mantuvieron el gobierno, ya casi nada quedaba del aplastante triunfo de 1958. A pesar
de las dificultades que supuso el accionar desde la oposición, el Partido Colorado logró mantener la
unidad y ensanchar su capacidad de captación del electorado. No fue poco mérito si se piensa que
era generalmente admitido que la "unidad" que mostraba el Partido Colorado sólo se explicaba por la
necesidad de defender las posiciones de gobierno, y que se volatilizaría cuando esas posiciones se
perdieran. Para la instancia electoral de 1962, el sector liderado por Michelini fue objeto de fuertes
avances para que se incorporara a la Unión Popular, pero prefirieron mantenerse dentro del
coloradismo. Los resultados electorales parecieron darle razón a su opción, ya que el grupo tuvo una
extraordinaria votación que le permitió obtener una banca senatorial para su principal dirigente; pero
no le ahorró los reproches de quienes lo vieron como el causante del fracaso de la votación de la
izquierda. Para los sectores izquierdistas, la elección de 1962 dejó resultados confusos. Por una
parte, fue claro que el electorado no había respaldado la opción de la Unión Popular, ya que ésta
obtuvo menos votos que los obtenidos por el Partido Socialista en 1958. En cambio el FIDEL se vio
premiado con una votación que le permitió acceder al Senado, un resultado inesperado para quienes
consideraban que la presencia del Partido Comunista inhabilitaba cualquier po-
La victoria nacionalista de 1962 constituyó un triunfo muy acotado con respecto al obtenido en 1958
y significó, además. una rotación interna dentro del propio Partido Nacional: la UBD derrotó al eje
herrero-ruralista.
sibilidad de crecimiento electo- ral. Aparentemente los promoto- res de la Unión Popular habían
fallado en sus cometidos princi- pales: el electorado no vio a la UP como un "partido nuevo" que
nucleara a los descontentos de los partidos tradicio- nales, sino que lo vio como una nueva versión
(más restrictiva) del viejo Partido Socialista, ahora volca- do hacia la derecha por su rechazo al
comunismo y su alianza con sectores conservadores; por eso no habría podido captar los votantes
descontentos con los partidos tradicionales ni podido retener la vota- ción tradicional del socialismo,
que prefirió la pro- puesta (aparentemente más consecuente) del FIDEL. Pero esta no fue la peor de
las consecuencias para el Partido Socialista: la forma como se había estructurado la alianza con
Erro (de acuerdo con la constitución vigente, sólo podía presentarse una lis- ta de candidatos como
"lema no permanente") le dio a éste el primer lugar en casi todas las listas departa- mentales, por lo
que su ingreso a la Cámara de Re- presentantes podía considerarse seguro, pero no para los
representantes socialistas. Como resultado del escrutinio ingresaron dos representantes del lema,
pero ninguno sería socialista, y además uno declaró que actuaría junto con el Partido Nacional del
cual provenía. El Dr. Frugoni, fundador del partido y mar- ginado de este proceso, declaró: "Voté en
blanco para no votar a un blanco" y amparándose en el art. 79 de la Constitución reclamó la
propiedad del lema que había quedado abandonado por sus antiguos titula-. res, al renunciar
expresamente a su afiliación para integrar el lema "Unión Popular". Corno resultado final, la Corte
Electoral decidió que tanto los recla- mantes como los reclamados debían resolver su disputa
presentándose en la próxima elección (la de 1966) con respectivos sublemas dentro del lema
común: es decir que por primera vez, un partido de iz-
quierda utilizaría los mecanismos previstos en la tan criticada "ley de lemas".
NUIIT La escasa ventaja obtenida por el Partido Nacional en las elecciones significaban un problema
serio en la medida en que sus divisiones internas no le permitían enfrentar con facilidad la
perspectiva de un gobierno. La estructura de los sublemas marcaba el triunfo de la "ubedoxia", que
contaba con el aporte de los votos de Haedo; quedaba la incógnita de saber qué actitud asumiría el
Herrerismo Ortodoxo, que representaba la cuota de continuismo en el nuevo gobierno. El elenco de
consejeros herreristas del segundo gobierno blanco era una muestra de la rapidez de desgaste de
las diligencias partidarias en el régimen colegiado. Los dos consejeros del sector (que, por el orden
de ubicación debían ocupar la Presidencia del
Salvador Ferrer Serra, fallecido prematuramente, ejerciendo el ministerio de Hacienda marcó desde
el comienzo distancias importantes con respecto a la administración Azzini.
Consejo en 1964 y 1966) eran figuras recién llegadas a la política: Alberto Heber, que se había
iniciado como diputado a partir de 1959, y Luis Giannattasio, un empresario de la construcción sin
actuación política, que fuera designado Ministro de Obras Públicas en 1959. La inexperiencia de
algunos integrantes, sumada a los problemas de salud (dos consejeros no llegaron a culminar su
mandato) contribuyeron a darle a este colegiado un carácter particularmente opaco, donde el vacío
de poder dejó amplio lugar para el protagonismo de los ministros transformados en las figuras más
representativas del período: en buena medida éstos desarrollaron políticas propias, y desde allí
asumieron perfil jóvenes figuras como Wilson Ferreira Aldunate, Francisco Rodríguez Camusso y
Dardo Ortiz. Correlativamente esto marcó otra característica de ese gobierno: la ausencia de una
política coherente; cada ministro aplicaba su política, con mayor o menor talento y capacidad. El
resultado, como se vio en 1965, podía llegar a definirse como catastrófico.
Las vacilaciones en la economía.
Tal vez el cambio más importante del nuevo gobierno se manifestó en la política económica, donde
se mostró menos apegado a los lineamientos del FMI: frente a las tres "Cartas de intención" del
primer colegiado blanco, hubo sólo una en el segundo colegiado y ésta en el año 1966, es decir el
último del período. En buena medida, este cambio de la orientación política no fue tanto una opción
conscientemente asumida como el resultado del empirismo con que se movió el segundo colegiado
blanco, que se limitó a instrumentar arbitrios a medida que los problemas se planteaban.
La opción desarrollista
La apuesta económica más nítida que aparece en este período es la opción por los planteos
desarrollistas. Desde comienzos de 1960 se había creado la CIDE, una Comisión encargada de
"elaborar planes orgánicos de desarrollo económico, proyectar y buscar su financiación interna y
externa, coordinar toda labor tendiente a aumentar la productividad nacional y vigilar la puesta en
práctica de los planes que apruebe"'. Cuando en 1962 se puso en marcha la "Alianza para el
Progreso", una iniciativa dirigida a contrarrestar el impacto favorable que
Registro Nacional de teye.1 y.Depretos, 1960, págs. 146-148.
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en América Latina ejercía la revolución cubana, la CIDE fue reestructurada y se le encargó la
elaboración de un diagnóstico global de la situación económica y social, que sirviera de base para la
elaboración de planes de desarrollo económico que más tarde serían reunidos en el "Plan Nacional
de Desarrollo Económico y Social, 1965-1974". El "Diagnóstico..." fue el primer análisis técnico de la
realidad uruguaya: los cálculos intuitivos y pragmáticos fueron sustituidos por elaborados cuadros de
cifras, y por primera vez existió una base estadística para conocer la realidad del país. Se elaboraron
las cuentas nacionales, básicas para un cálculo más preciso de la renta nacional, y en octubre de
1963 se realizó un Censo Nacional de Población, el primero desde 1908; paralelamente se
realizaron informes sobre aspectos parciales de la realidad. El impacto de este diagnóstico se
evidenciaría en los planteos de todos los sectores sociales: desde entonces y por varios años, el
debate social los utilizaría como un insumo permanentemente invocado y citado en discursos,
memorandos, declaraciones y programas, presentados por partidos políticos, movimientos sociales,
gremios obreros y patronales, etc. El Plan tenía un enfoque desarrollista y estaba estructurado en
etapas que iban desde los objetivos de "corto plazo" (tres años) hasta un conjunto de cambios
estructurales previstos para el "largo plazo" (diez años). Entre los objetivos de corto plazo se
encontraban el de frenar la inflación y establecer las bases para el crecimiento acelerado (para lo
cual se preveían fuertes inversiones del sector estatal); para el largo plazo se preveía un aumento
anual del ingreso per cápita del 4%, y los proyectos de inversión privados se orientarían hacia los
sectores considerados estratégicos de acuerdo con las definiciones establecidas en el plan. Las
primeras etapas utilizarían mucha financiación externa, la que sería sustituida por el ahorro interno
en los tramos finales. Con respecto a los diferentes sectores, el Plan establecía una vigorosa acción
de transformación sobre las "estructuras agrarias" a los efectos de corregir los defectos básicos en
las formas de tenencia; éstos no se limitaban al ya clásico del latifundio sino que se le agregaba el
de los (hasta ahora casi invisibles) "minifundios": se consideraba que tanto unos como otros tenían
dificultades insalvables para la incorporación de nuevas tecnologías, sobre las que el Plan apostaba
a los efectos de promover el aumento de la producción agropecuaria. Todo el planteo, si bien se
apoyaba en una importante elaboración estadística, reclamaba un consenso social y un compromiso
del poder político que
–se descartaba– no existía; tales expectativas resultaban excesivas frente a la acción combinada del
malestar social y las divergencias internas del elenco gobernante. Sin embargo, conviene mencionar
algunos de los intentos (no todos frustrados) de aplicación de las propuestas de la CIDE. Tal vez el
más recordado sea la presentación al Parlamento por el entonces Ministro de Ganadería, Ferreira
Aldunate, de siete proyectos de ley para la "Reforma de las estructuras agrarias", que llegaron a
generar fuertes rechazos en la Asociación Rural y nunca llegaron a ser considerados por el cuerpo
legislativo. Se recuerda menos que el mismo ministro aprovechó el Presupuesto 1965-68 y otros
decretos complementarios para transformar su Ministerio en un organismo más técnico, también
según los lineamientos de la CIDE. Otras medidas propuestas en el Plan de Desarrollo fueron
incluidas en la reforma constitucional aprobada en 1966; así aparece la creación de un Banco
Central integrado por el Departamento de Emisión y el Departamento de Contralor del Sistema
Bancario, entre otras. Aunque sus propulsores podían apoyarse en proyectos instrumentados en el
Plan de Desarrollo, estos intentos aislados no cumplían con una de las bases principales que
sustentaba la propuesta: la simultaneidad de la aplicación de las reformas era condición esencial
para que pudieran resultar eficaces.
Los problemas de la conducción económica
La falta de definición sobre las políticas económicas se manifestó también en otros aspectos, y de la
misma forma que inhibió la adopción decidida del proyecto de la CIDE, igualmente enfrió la adhesión
a las directivas del FMI. Aunque no se rompió formalmente con las directivas del organismo (como
ocurriría años después, durante el gobierno de Gestido), hubo un retorno parcial a las políticas de
control de cambios y de importaciones que habían sido tan criticados a fines de la década anterior: si
bien se proclamó la implantación del denominado "mercado libre, único y fluctuante" para la moneda,
en los hechos el Banco de la República fijaba la cotización para el comercio exterior, los bancos
establecían otra para sus intercambios, y también existía un "dólar libre" que se cotizaba en las
casas de cambio. La ausencia de directivas claras en materia económica abrió amplio margen a la
especulación, uno de los problemas más denunciados en la época. Eran notorias las dificultades de
los importadores para conseguir la moneda extranjera necesaria para renovar
sus stocks, e igualmente la inflación interna tornaba complejo el cálculo de ganancias de los
exportadores; por lo tanto, la especulación con moneda extranjera fue una de las estrategias más
usadas en la época. Desde el punto de vista de los exportadores de lanas, en una época de caída
de los precios internacionales resultaba ventajoso retener la zafra hasta que la devaluación del peso
cubriera las expectativas de ganancias en moneda nacional; para los importadores, la compra de
volúmenes demasiado grandes de materias primas los ponía a cubierto de cualquier posible escasez
futura y les permitía especular con los precios. Como resultado, podía preverse con Cierta precisión
la fecha en la que se producirían las devaluaciones del peso "...fue quedando cada vez más en
evidencia que había dos períodos semestrales perfectamente diferenciados desde el punto de vista
del fluir de divisas en el mercado carrzbiario: la etapa de saldos positivos (por salida de
exportaciones y entrada del turismo) que se extiende aproximadamente desde octubre a marzo, y la
etapa de saldos negativos o período «seco» (con ausencia de exportaciones y finalización de
turismo) que transcurre entre abril y setiembre. La existencia de dos semestres con facetas
cambiarás diferentes y conocidas, fueron de inspiración para la gestión de los grupos especuladores.
La mecánica operativa se daba, por ejemplo, de la siguiente manera: con anterioridad a una
previsible devaluación se registraba una tendencia a la compra de moneda extranjera, a adelantar
compras de productos importados o a adquirir productos destinados a la exportación; una vez
concretada la devaluación, se realizaban las ganancias en rn,oneda nacional para colocarlas total o
parcialmente en préstamos no superiores de seis meses, lo que permitía
repetir el ciclo."' En este proceso los bancos cumplían una función muy importante como
habilitadores de créditos y captadores de ganancias a la vez que orientaban hacia el exterior buena
parte de las divisas obtenidas, lo que acentuaba el déficit en la balanza de pagos: se calcula que
alrededor de 200 millones de dólares salieron del país en el período 1962-1965, es decir el
equivalente de más de un año de las exportaciones totales. Todo este manejo especulativo
escapaba al Banco de la República, organismo encargado del control de la banca privada. En parte
por exceso de atribuciones (el BROU reunía a la vez las funciones de
banco de créditos y de banco central, ya que además de la emisión monetaria también controlaba el
comercio exterior y el sistema bancario en su conjunto), y en parte por omisión (según se reveló
posteriormente, el Banco desconocía su propia situación: las cifras que manejaba de sus propias
cuentas no coincidían con las de los organismos internacionales, lo que contribuyó a su desprestigio
en el exterior). Esta situación culminó en 1965, cuando se combinaron los efectos de una grave
crisis financiera con los vencimientos de la deuda externa. A pesar de las dificultades, en algunos
rubros la economía uruguaya mostraba una situación positiva. Esto no debe sorprendemos: es
imposible imaginar una crisis en la que todas las actividades estén igualmente comprometidas. En
1964 las exportaciones de carne alcanzaban niveles muy altos y con tendencia al ascenso (sólo en
el primer semestre de 1964 se exportó más carne que en todo el año 1963), así como también se
incrementaba el precio (de octubre de 1963 a junio de 1964 tuvo un incremento de más del 55%), a
pesar de la competencia norteamericana y de la amenaza inglesa de limitar las compras. Por su
parte la lana comenzaba a aumentar su precio luego de una caída persistente que duraba varios
años, y en 1964 se cotizaba a U$S 1,41 los diez kilos, y la exportación de tops, 13.000 t., significaba
una marca histórica; en resumen, las perspectivas quizá no fueran tan malas. Al amparo de esta
tendencia, los productores laneros retenían la venta de la zafra con la expectativa de captar
incrementos futuros; sin embargo, a comienzos de 1965 el precio de la lana comenzó a caer y al
cabo de pocas semanas se estabilizó en U$S 1,21. Entonces la expectativa de retención de la zafra
perdió su sentido originario, pero no por eso se aceleró la comercialización: por el contrario, los
productores presionaron para devaluar el peso, con el objetivo de obtener la misma cantidad en
moneda uruguaya que hubieran conseguido si hubieran vendido la zafra con los precios altos.
Cuando en marzo se produjo la devaluación y la zafra comenzó a venderse, la disminución del
ingreso en dólares por la caída del precio internacional equivalía al ingreso generado por la
temporada turística.
Instituto de Economía: El proceso económico del Uruguay, pág. 356.
La crisis financiera de 1965
A pesar de la crisis económica que afectaba desde años atrás al país, todavía existían grandes
sumas de capital en manos de particulares, producto de los ingresos de los años de "vacas gordas".
Desde que la inversión industrial dejó de ser redituable (la ruin-
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Las colas para abastecerse de alimentos pasaron a constituirse en un hecho normal. Algunas
medidas económicas tomadas por el gobierno y la especulación por parte de particulares generaron
escaseces varias. A ello se sumó la"veda" en el consumo de carne, medida tomada a los efectos de
aumentar los saldos exportables.
versión en el campo había dejado de serio mucho tiempo atrás) ese capital daba vueltas por el
mercado financiero sin terminar de encontrar una colocación productiva. Las "Cartas de intención"
firmadas con el FMI comprometían al gobierno a restringir el crédito que se canalizaba por medio de
instituciones oficiales, lo que reducía la oferta de dinero. La aplicación de esta política combinada
con la apertura comercial estimulaba la demanda de créditos (necesarios para la reconversión
industrial y, más frecuentemente, para aprovechar las facilidades de importación) y esto presionaba
las tasas de interés al alza; naturalmente entonces, el capital que no encontraba inversión productiva
comenzó a dirigirse al circuito financiero. Aquí se abrían dos formas posibles de inversión: podían
trasladarse los capitales al exterior, o colocarlos en el propio mercado interno. Es muy difícil de
calcular con precisión el volumen de la fuga de capitales producida en los primeros años de la
década del sesenta. El Instituto de Economía calculaba en U$S 300 millones la suma del capital
radicado en el exterior en el periodo 1962- 1967, y Carlos Quijano estimaba que sólo en el año 1965
alcanzaría a 50 millones de dólares; entre las
consecuencias de esti fuga de capitales hay que considerar el efecto regulador sobre el mercado
interno, ya que al limitar la sobreoferta de capital mantenía altos los intereses. Debemos tener
presente que el mercado financiero uruguayo está en relación con el tamaño del país. En este
ámbito reducido, sumas relativamente pequeñas pueden provocar cambios importantes en la
relación oferta-demanda; además esa pequeñez hace perder de vista otro hecho relevante para
comprender su funcionamiento: la relativa concentración de las operaciones bancarias en pocas
instituciones. Si bien es cierto que a mediados de 1964 había en funcionamiento decenas de casas
bancarias que sumaban centenares de dependencias, el 10% de ellas controlaban entre el 50 y el
60% del total de operaciones financieras. Este grado de concentración en un mercado relativamente
pequeño hacía posible que algunos pocos tuvieran mucha incidencia. Por esa razón es que, a pesar
de su tamaño, igualmente el mercado prometía jugosas ganancias; se explica que hubiera una fuerte
competencia entre instituciones bancarias para controlar los depósitos y así poder funcionar como
centros de decisión financiera. El entusiasmo llevó rápidamente a la espe-
culación y ésta terminó rompiendo todas las barreras impuestas por la prudencia, en un
descontrolado afán por aumentar las ganancias. El carácter inflacionario de la economía uruguaya
es un elemento a tener en cuenta para comprender el funcionamiento del sistema financiero en esta
época. Aunque la inflación ya no era una novedad, el marco legal todavía no se había adaptado a la
cambiante realidad de los precios en continuo ascenso; así es que el apego estricto a las normas
legales implicaba el riesgo de tener graves pérdidas de dinero. El sistema financiero recurrió a dos
arbitrios que permitían mejorar las ganancias y eludir la depreciación provocada por la inflación: uno
de ellos fue la comercialización de moneda extranjera, y el otro, el aumento de las tasas de interés.
Como ya vimos, la adquisición de moneda extranjera fue uno de los mecanismos utilizados para
cubrirse de las previsibles devaluaciones del peso uruguayo y así se transformó en una de las
actividades más importantes de los bancos privados: si tomamos la primera mitad de la década del
sesenta vemos que el volumen de créditos en moneda extranjera pasó de representar el 10% del
crédito total, hasta superar el 40%. Esta variación de la estructura del crédito tuvo una enorme
gravitación sobre el endeudamiento externo y limitó la incidencia del BROU en el control del
mercado' de cambios. Por su parte el aumento de las tasas de interés fue otra de las defensas
utilizadas por los inversionistas. El ritmo de la inflación había dejado muy atrás las modestas tasas
legalmente admitidas, ya que éstas no compensaban la depreciación real de la moneda nacional.
Por lo tanto, para captar los depósitos había que pagar intereses que superaban largamente los
topes legales y, correlativamente, era necesario exigir intereses que compensaran los gastos.
Entonces se volvió normal la contabilidad llevada en dos versiones, una para la Dirección General
Impositiva (con las tasas legales) y otra "real" con los montos efectivamente pagados. De esta forma
el dinero resultaba tan caro que solamente volcándolo a la intermediación o a la especulación (ya se
hiciera con mercaderías de importación, con moneda extranjera o con préstamos) podía compensar
su costo. Pero esta situación dejaba a los bancos un margen de seguridad muy reducido, y esto ya
había llevado a la quiebra a algunas instituciones bancarias en los años anteriores. Permanecía
fresca en la memoria la resonante quiebra del Banco Italiano a comienzos de la década; un "Banco
Industrial" dio quiebra antes de abrir sus puertas, y el año 1964 había ter-
-20— -21—
La clase obrera cristalizó el proyecto de una central única de trabajadores con la creación de la CNT
Poco después se convocó al "Congreso del Pueblo", que contó con una amplia y multifacética base
social.
La crisis económico financiera afectó también a los bancos: algunos quebraron y otros sufrieron
fuertes "corridas'. El malestar popular, expresado de diversas formas, determinó la aplicación de
"medidas prontas de seguridad" bastante prolongadas.
Llegó a darse retornar los cheques sobre el exterior, rechazados por el caso de un falta de pago:
para entonces la deuda exigible a cor- banco -el to plazo ya superaba el valor de un año de exporta-
«Banco ciones. Industrial"-, que quebró antes de abrir Si la situación externa era dificil, en lo interno
no estaba mejor: a fines de junio el gobierno se en- sus puertas. contró con que no tenía dinero
suficiente para pagar los sueldos a los funcionarios, lo que provocó tres días de paro general. Por
otro lado, la inflación había vuelto más baratas las monedas de 50 centésimos que las arandelas de
metal, por lo que aquellas fueron perforadas para cumplir esta función y desaparecieron rápidamente
de la circulación: fue necesario encargar con urgencia la impresión de billetes de $0,50 para cubrir
las necesidades de la plaza. Y éstas eran solamente las manifestaciones visibles de problemas que
parecían insolubles: la inflación descontrolada, la escasez de reservas, las demandas por atrasos, la
liquidación de los bancos quebrados. El gobierno, visiblemente sobrepasado por la Julio E. Suá-
situación, intentó recobrar el control: intervino el rez (JESS) Banco de la República y destituyó a dos
Directores desde la (Azzini y Hernández Wildner) que se negaron a re- revista nunciar;
paralelamente, cerró las importaciones en "Peloduro" y un intento por equilibrar la balanza de pagos.
Por su también de la parte el Subsecretario de Hacienda, Héctor Lorenzo contratapa del semanario
"Marcha" ilustró con Ríos, inició una política de consenso para implemen- tar medidas para enfrentar
la crisis, y a fines de junio logró los votos necesarios para crear el "Consejo humor y Nacional de
Acuerdo Social", organismo integrado agudeza los por representantes del gobierno, de las cámaras
em- aconteceres presariales y de los sindicatos: la representación de de la realidad, éstos estaría
desempeñada mayoritariamente por la
minado con la quiebra del Banco Regional, cuyos ecos todavía resonaban en el ambiente. La
situación hizo crisis a fines de abril de 1965. Por entonces trascendieron noticias de la posición
inestable en que se encontraba el Banco Trasatlántico, uno de los "grandes" de la plaza financiera
uruguaya. A pesar de toda la reserva del caso en los días siguientes se registró una "corrida" contra
el Trasatlántico lo que configuraba una situación muy grave no solamente para ese banco sino
también para el resto del sistema: en los otros bancos comenzaba a sentirse la presión de ahorristas
temerosos apurados por retirar sus depósitos, sin que la autoridad monetaria adoptara ninguna
medida. Finalmente fue una decisión de la Asociación de Bancarios la que cortó la corrida, al
decretar paro por tiempo indeterminado eh los bancos privados de todo el país y condicionar su
retomo al trabajo a la adopción de urgentes medidas legislativas: el mantenimiento de las fuentes de
trabajo, el control de la actividad bancaria y la protección de los ahorristas, la nacionalización de la
banca, etc. Mientras no se dictara una ley que regulara esos puntos, no reabrirían los bancos. Así
fue que el Parlamento aprobó con infrecuente celeridad un conjunto de leyes que regulaban la
actividad bancaria (prohibía la apertura de nuevos bancos y estimulaba las fusiones entre los
existentes), garantizaba los depósitos de los ahorristas y redistribuía a los empleados de los bancos
cerrados. Pero estas medidas, tardías e incompletas, no resolverían los problemas: si bien
contribuían a restablecer la confianza en la solidez de los bancos también limitaba el accionar a
pocas instituciones, con lo que se reforzaba la tendencia a la concentración financiera. Por otro lado
circulaba la versión de que la "crisis" del Trasatlántico era el resultado de choques entre grupos
económicos antagónicos, por lo que estas medidas vendrían a consolidar la victoria de uno de ellos
sobre los demás. Pero la crisis bancaria era sólo un aspecto de la crisis financiera de 1965, que tuvo
una continuación en las dificultades del Banco de la República. La retención de las exportaciones y
la fuga de capitales habían provocado atrasos en los pagos de la deuda externa, y según una
cláusula del convenio (aprobado por el Directorio en noviembre de 1963), si por falta de
disponibilidad de dólares se atrasaba en una sola de las cuotas, el Banco se comprometía a enviar
oro como pago. El atraso había ocurrido pero el Banco no se dio por enterado hasta que
comenzaron a
—22-- —23—
siUANLET ráBPII-g.°
presidida por el Ministro de Ganadería,
° , W. Ferreira Aldunate, e inte- grada por economistas de los dos partidos tradicionales ya que se
entendía que los compromisos que aceptara debían ser asumidos por arn- 1 V _ bos partidos. Todo
el esfuerzo no logró los resultados espera„,.,.1.9.• . . dos; aparentemente ya era tarde para iniciar
polfticas '7 .7.. ....4:..., ,..'. autónomas, y resultaba contradictoria la pretensión . • ;,',"?...:',.< .. de no
aceptar condicionamientos a la política econó-
:. ''''.... •!. ,'7;' mica mientras se solicitaban nuevos créditos y se in- tentaba refinanciar los antiguos.
Pronto se vio que los plazos se habían agotado y que los acreedores • -- . • --•-• extranjeros no
estaban dispuestos a esperar más.
Retorno a la política fondomonetarista
A pocos días del retomo de la misión refinanciadora se produjeron cambios en la conducción eco- ,'
nómica: sorpresivamente el ministro de Hacienda • Daniel Hugo Martins fue designado
Vicepresidente del Banco de la República, lo que motivó su renuncia a un cargo "al que nunca he
aspirado ni pedido”. Su retiro tuvo algunos vaivenes, pero finalmente se concretó junto con el de su
subsecretario H. Lorenzo Ríos, el principal impulsor de la política de acuerdo social. La designación
del nuevo ministro, el diputa- ";11 ,'~15.!. do Dardo Ortiz, vino a significar un giro importante en la
orientación económica. Aparentemente el gobierno estaba interesado en .115,091 .ew_; " mostrar
que tenía el control de la situación: a fines
.
de setiembre decretó medidas de seguridad (acom- pañadas por fuertes medidas represivas y la
deten- ción de varios dirigentes sindicales) y aprovechó su recién creada CNT. Pocas semanas
después, y a los vigencia de más de un mes para anunciar la implan- efectos de negociar la
refinanciación de las deudas tación de una nueva orientación económica, el lla- con los acreedores
extranjeros, se envió una misión mado "Plan Ortiz". Se constituyó un "Comando
interministerial de lucha contra el agio y la especulación", que eliminaba todo control de la minoría en
el manejo de la economía y de hecho dejaba sin efecto la "Comisión de acuerdo social". Se aprobó
la devaluación del peso, una de las mayores de su historia: de $ 24 a $59,90, acompañada de otras
medidas para acelerar e incrementar las exportaciones; así se decretó por primera vez la "veda" de
la venta de carne al público como recurso para aumentar el saldo exportable. Las medidas
significaban un respiro para el gobierno que recuperaba así una masa de dólares que circulaba en el
mercado, y esto le permitía obtener dinero para hacer frente a sus compromisos y pagar
puntualmente los sueldos a los funcionarios. La proximidad de las elecciones obligaba a presentar
una imagen más ordenada del manejo gubernamental, a la vez que las esperadas refinanciaciones
sólo podían realizarse si se le daban garantías suficientes a los acreedores internacionales. A fines
del año se envió una nueva misión al exterior, esta vez presidida por el propio titular de Hacienda, y
también fue acompañada por un decreto de medidas de seguridad. Si bien el propósito del gobierno
resultó exitoso en el corto plazo y durante buena parte del año siguiente, que era año de elecciones,
la economía pareció controlada, en setiembre (a dos meses de las elecciones) fue necesario recurrir
nuevamente a la devaluación del peso; pocas semanas faltaron para que el gobierno lograra el
objetivo de presentarse al electorado con el argumento de una moneda "estabilizada". Pero más allá
de los cálculos electorales, el estilo de conducción adoptado representó un cambio importante en las
relaciones entre el gobierno y los gobernados: si los negociadores pudieron presentarse con mejores
posibilidades ante los acreedores, en cambio la población vio caer sobre sus espaldas el peso de
una inflación incrementada, acompañada por fuertes medidas represivas. El gobierno comenzó a
demostrar con toda claridad que le interesaba más la imagen externa que el respeto de las normas
de convivencia internas, una estrategia que tendría continuadores en el futuro.
La aparición de nuevos actores
El protagonismo de los sindicatos
La actuación del segundo colegiado blanco estuvo marcado por una continua agitación social, más
acentuada aun que en el primer período nacionalista.
Esto se explica por la profundización de la crisis, pero también por la inoperancia del nuevo elenco
gobernante que agravaba con su inacción los problemas económicos que ya se hacían evidentes.
En este período puede percibirse un cambio importante en la actividad sindical, ya que no solamente
se realizan movilizaciones para reclamar contra el cierre de fuentes de trabajo o por aumentos
salariales, sino que el movimiento sindical en su conjunto concreta su unidad y además comienza a
formular propuestas de política económica general, una novedad en cuanto a lo que era habitual en
las prácticas sindicales.
A) La formación de la CNT
El proceso que había comenzado a concretarse en 1960 con la formación de la CTU, continuó en los
años siguientes, estimulado por la crisis. Es importante recordar que la central creada en 1960 no
era un punto de llegada sino una etapa en el proceso de unificación: por sus estatutos y por su
funcionamiento, la CTU no actuó como sus antecesoras sino que buscó coordinar su accionar con
todos los gremios, incluso con aquellos que no estaban afiliados. A éstos los invitó a participar con
voz y voto en su primer congreso ordinario, realizado en 1963. Estas instancias abrieron el camino
para la formación de una Central que reuniera a todos los gremios que actuaban en el país,
independientemente de su afiliación o no a la CTU. Así se convocó, para fines de setiembre de
1964, a la reunión de una Convención Nacional de Trabajadores que congregaría a la mayoría de
los gremios activos. En esta reunión se decidió la permanencia de la "Convención Nacional de
Trabajadores propiamente dicha, o Plenario Nacional de la Convención" como dice el primer punto
de la resolución. Se trataba de una instancia coordinadora compuesta de varios organismos
representativos, que mantenía el mismo nombre que ja asamblea en la que se había originado.
Igualmente se aprobó una Plataforma y un Programa de Soluciones que orientaban la lucha sindical
en tomo a objetivos concretos. La memoria del movimiento sindical registra la aprobación de una
moción que establecía que, en caso de golpe de Estado, los obreros ocuparían inmediatamente los
lugares de trabajo. Sin embargo resulta muy difícil encontrar alguna referencia a una decisión de ese
tipo, que no aparece en las resoluciones de 1964 ni en los estatutos aprobados de 1966. Puesto a
repasar los antecedentes, Héctor Rodríguez recuerda que "El -movimiento sindical adoptó un estado
de alerta frente a este tema y se afirmó en la conciencia de los trabajadores en el correr de ese año
1964, la idea de que los trabajadores como tales y los sindicatos como tales podían hacer algo
contra un golpe de estado: y era declarar la huelga general con ocupación de los lugares de
trabajo:'. Aunque no hubiera una resolución expresa, la rapidez con la que reaccionaron los
sindicatos cuando el golpe de junio de 1973 muestra que efectivamente el tema se había "afirmado
en la conciencia de los trabajadores" 5
Aunque todavía no se había concretado la aspiración de formar una central sindical, se estaban
dando pasos importantes para desarmar las desconfianzas y prevenciones de los diferentes
sindicatos. Así, por ejemplo, la resolución sobre la integración y el funcionamiento de los organismos
centrales fue redactada por Gerardo Gatti, militante anarquista que representaba al Sindicato de
Artes Gráficas (un gremio que no pertenecía a la CTU), y que fue aprobada por todos los asistentes
(donde predominaban representantes comunistas y socialistas). Comenzaba la prueba de la
convivencia entre orientaciones sindi-
Rodríguez, Héctor: Unidad sindical y huelga general, pág. 45.
cales que hasta ese momento habían sido antagónicas. Sin duda, la cautelosa integración a la CNT
de las diferentes orientaciones sindicales era resultado de las experiencias de los años anteriores,
centradas principalmente en el mantenimiento del salario y en la defensa de las libertades sindicales.
Aunque esta orientación podía ser calificada de "economicista" en el debate sindical de los años
sesenta, en cambio ostentaba una fuerte dosis de pragmatismo: significaba aceptar la realidad de
las bases, que en lineas generales rechazaban los objetivos trascendentes que proponían el cambio
global de la sociedad . (un proyecto que se entendía más adaptado a las características de un
partido político) y acompañaba aquellas propuestas que respondían a necesidades más inmediatas.
Sin embargo, esto no quiere decir que el movimiento sindical debiera limitarse a esas
reivindicaciones; por el contrario, uno de las principales características que la CNT mostró desde sus
comienzos fue la preocupación por enfocar los problemas de los diferentes sindicatos en la
perspectiva de la situación global, insistiendo en la necesidad de plantear soluciones generales para
los trabajadores que involucraban medidas de política económica. Los "planes
Mientras crecía la movilización sindical, un sector nuevo comenzaba a plantear sus reivindicaciones:
los cañeros de Artigas lograron poner nerviosos a los sectores ultraconservadores pese a la
modestia y la racionalidad de sus peticiones originales.
de soluciones" elaborados por la CNT tenían que brindar el marco donde debían inscribirse las
movilizaciones concretas impulsadas por los diferentes gremios. La existencia de una coordinación
centralizada unificó las demandas de los asalariados, brindándoles mayor visibilidad y eficacia. A
comienzos de abril de 1965 se realizó el primer paro general convocado por la CNT, que tuvo una
extensión inédita y fue una muestra de la creciente capacidad de presión que adquirían los
sindicatos. Pronto esta demostración fue acompañada por otras acciones que llevarían la alarma a
los sectores conservadores. Esta etapa de transición hacia la unificación del movimiento sindical
culminó en setiembre-octubre de 1966 cuando la CNT aprobó sus estatutos y se transformó
(manteniendo el mismo nombre) en la
central única tan buscada por el movimiento obrero. La madurez y la experiencia alcanzadas por los
sindicatos y el interés por concretar la organización, permitieron la aprobación de los estatutos de la
central precisamente cuando comenzaba la campaña electoral (es decir, cuando las opciones
políticas pasan al primer plano) y en un momento en que los sindicatos se encontraban divididos en
tomo al tema de la reforma constitucional: seis sindicatos de los más fuertes apoyaban un proyecto
de reforma, actitud que era cuestionada desde otros gremios. Sin embargo, la central formada en
ese complicado contexto demostraría ser muy sólida y persistiría en situaciones muy difíciles para el
movimiento sindical.
B) El "Congreso del Pueblo"
Una de las primeras decisiones de la Convención reunida en 1964 fue la convocatoria de un
"Congreso del Pueblo" en donde tuvieran representación todos los trabajadores y agrupaciones de
los sectores populares. La intención era ampliar la base de apoyo de las propuestas de los
sindicatos ampliándolas con las demandas de otros grupos sociales, y construir un gran movimiento
extrapartidario que estructurara esas demandas en el contexto de un "plan de soluciones
nacionales" coordinado entre todos los sectores. El "Congreso" se reunió en agosto de 1965 y contó
con la presencia de delegados de varios centenares de organizaciones, desde iglesias hasta comités
barriales, incluyendo a la CTU, las asociaciones de pasivos, de cooperativistas, etc. Luego de varios
días de sesiones, el Congreso aprobó un "Plan de soluciones a la crisis" y creó un organismo
permanente, la "Asamblea Representativa Nacional" La reunión del "Congreso del Pueblo" fue en su
momento un factor importante de movilización social, que despertó alarma entre los sectores más
conservadores y también generó expectativas entre la izquierda, en parte porque el proyecto general
del Congreso parecía coincidir más con los cometidos de un movimiento político que con la acción
sindical. Los organizadores del Congreso se preocuparon por contrarrestar la idea de que se trataba
de organizar la acción de un "poder sindical": uno de los organizadores argumentó que el Congreso
"no se opone al orden estatuido sino que es una forma de petición organizada de todos los sectores
a quienes tienen el Poder: cuando proponga al Gobierno sus soluciones, éste tendrá que
escucharlas".
Sin embargo, la organización generó reacciones que se manifestaron en acusaciones de algunos
diarios que insistieron en que la Embajada Soviética había proporcionado la financiación para
realizar el Congreso (una acusación en la que también involucraban al Municipio colorado de
Montevideo que había facilitado el alojamiento a las delegaciones del interior). Pero lo que
preocupaba era el grado de adhesión que las propuestas del Congreso podían generar entre las
asociaciones participantes, que representaban una proporción importante del electorado. Si este
compromiso se mantenía durante el año electoral, los partidos políticos deberían adoptarlo o
enfrentarlo, una disyuntiva que incomodaba en cualquiera de sus dos términos. Esto también era un
problema para los impulsores del Congreso y se manifestaba en posiciones contrapuestas entre los
mismos dirigentes: por un lado estaba aquellos que consideraban que el "Congreso [.1 debía
mantenerse como un movimiento social que actuara al margen de los partidos políticos" (éstos eran
las únicas organizaciones importantes que no habían sido invitadas a participar); de esta forma se
mantenía como una organización "de todo el pueblo" sin exclusiones. Por otro lado, algunos
consideraban que esta era la primera etapa para la estructuración de un partido político que
impulsara y profundizara las reivindicaciones populares. Cierto que esta posibilidad contribuiría a
facilitar la continuidad del movimiento, pero fatalmente restringiría las adhesiones. Esta sería una
dificultad que se revelaría insuperable para el "Congreso...": la "Asamblea Representativa Nacional",
organismo creado para coordinar la aplicación del "Plan de lucha", se reunió en tres oportunidades
(la última en julio de 1966) y luego dejó de reunirse, lo que determinó la paralización y
desintegración del movimiento. Las resoluciones del "Congreso del Pueblo", en particular el "Plan de
soluciones a la crisis", se transformaron en una bandera de todos los grupos de izquierda y sirvieron
posteriormente como base para la elaboración del "Programa" del Frente Amplio. Pero los
organismos creados en el "Congreso..." se desactivaron antes de las elecciones de 1966 y ya no
volverían a funcionar. Parece probable que el Congreso del Pueblo, al igual que la CNT, se vieran
bloqueados por los mismos factores que hacían posible su existencia, ya que si por un lado la
amplitud social de su integración los transformaba en agentes sociales relevantes, por otro lado esa
misma amplitud introducía en el conjunto una gran heterogeneidad que dificultaba la organización de
movilizaciones eficaces para imponer
el "Plan de soluciones" que habían adoptado; tampoco la CNT pudo revertir la política económica
impulsada por el gobierno, pese a que mantuvo actuación continuada hasta el golpe de Estado. Los
diferentes gremios que integraban la Central, imposibilitados de coordinar sus acciones por la
diversidad de situaciones, terminaron reivindicando sus propias demandas y realizando acciones por
su cuenta, respaldados por "paros solidarios" del conjunto de los sindicatos cuando los conflictos se
volvían muy visibles o cuando se combinaban en una fuerte conflictividad social. En este contexto,
algunos gremios como los funcionarios del Estado y de los entes autónomos coordinaban fácilmente
sus acciones porque se encontraban en situaciones similares (la misma política gubernamental, la
presión de plazos constitucionales, etc.), mientras otros gremios como AEBU o el transporte urbano
tenían capacidad suficiente para transformar una paralización sectorial en un paro general. La
expectativa de coordinar de manera efectiva una diversidad social tan amplia, aun en un contexto de
crisis, se reveló una tarea casi imposible para los movimientos sociales.
C) La movilización social
La unificación del movimiento sindical, que lo consolidó como actor de importancia en el escenario
social, estuvo acompañada por un persistente protagonismo a lo largo del período. Las demandas
de los sindicatos y sus movilizaciones ocuparon un lugar importante en ese complejo período, y por
momentos asumieron preponderancia frente a la pasividad del Ejecutivo. Progresivamente, ante la
ausencia de iniciativas de los poderes públicos, los sindicatos fueron estructurando propuestas que
ocupaban el centro del escenario y que estaban acompañadas por formas de movilización poco
frecuentes. La llegada en 1964 de los cañeros desde los ingenios azucareros de Artigas hasta
Montevideo, organizados sindicalmente por Raúl Sendic, provocó un impacto múltiple: para la
población de la capital representó el primer contacto con una realidad rural hasta entonces
desconocida o voluntariamente ignorada, y para muchos (a la izquierda y a la derecha) resultaban la
materialización del paradigma del "campesino revolucionario" presente en otros países de América
pero hasta entonces ausente en Uruguay. Sin embargo, si se atiende a la modestia de sus reclamos
originales, este modelo no parece ajustarse demasiado a la realidad: los cañeros reclamaban la
expropiación de una gran estancia del norte en el marco de la aplicación de la ley de colonización
vigente desde 1948.
Las movilizaciones de los cañeros fueron en progresión creciente: en 1964 se retiraron con la
promesa de que sus demandas serían satisfechas; en 1966 retomaron a reclamar su cumplimiento y
por entonces tres de los integrantes del grupo fueron detenidos, acusados de asaltar un banco. Los
acusados no negaron su responsabilidad, y se justificaron alegando la necesidad de satisfacer el
hambre y las necesidades de las familias acampadas: parecía el comienzo de la "acción directa"
como forma de resolver urgencias que las autoridades no alcanzaban a satisfacer. Las acciones de
UTAA, su sindicato, no eran las únicas iniciativas obreras que, en casos considerados de extrema
urgencia, ponían al poder público ante situaciones de hecho: a fines de diciembre de 1965, los
empleados del transporte colectivo decidieron transladar a los pasajeros sin cobrarles boleto como
forma de protesta por el retraso en el pago de sus sueldos; las patronales reaccionaron disponiendo
el inmediato retiro de las unidades en circulación, antes de que el gobierno tomara ninguna
resolución. Pero tal vez el ejemplo más significativo de iniciativa sindical sea la asamblea de AEBU
(bancarios) en abril de 1965, que decidió parar (y cerrar así los bancos privados) hasta que el
Legislativo adoptara un conjunto de medidas para detener la crisis bancaria que ya se
desencadenaba. En este caso fue la huelga bancaria la que detuvo la corrida y permitió que el
legislativo instrumentara las medidas de salvataje para los bancos y los ahorristas, las que en poco
se alejaron de las propuestas del sindicato: garantía de los ahorros, preservación de las fuentes de
trabajo, etc., si bien no aceptaron otros reclamos como la nacionalización de la banca. Aunque era
innegable la oportunidad y el buen sentido de la decisión de detener las actividades (el Presidente
del BROU calificó de "actitud patriótica" la decisión de huelga, un reconocimiento infrecuente en
cualquier gobernante), la situación preocupó mucho al gobierno porque dejaba en evidencia
(especialmente ante los acreedores extranjeros) el grado de debilidad del Ejecutivo. Si hasta ese
momento las relaciones entre los gobernantes y los sindicatos no habían sido muy fluidas, a partir de
entonces se parecieron mucho a un combate estimulado desde la prensa y azuzado por
declaraciones de algunos ministros y consejeros. Tomó mucha fuerza desde entonces la denuncia
del "poder sindical", presentado como un peligro para la estabilidad institucional y como justificativo
para la represión. Es cierto que las demandas sindicales se incrementaron durante el período, y muy
especialmente en 1965 cuando se combinaron por un lado la
También los estudiantes manifestaron sus reclamos.
crisis bancaria y la cesación de pagos del BROU con la falta de dinero de la administración central
(que obligó algunas veces a postergar por varios días el pago de los sueldos a los funcionarios
públicos), y cuando además en un contexto de fuerte inflación se acercaba el límite de los plazos
constitucionales para decretar aumentos de salarios a los funcionarios públicos. De acuerdo a la
Constitución éstos no podían aprobarse en el año previo a las elecciones, un plazo que vencía en
los últimos meses de 1965; por lo tanto la movilización de funcionarios fue aumentando de
intensidad a medida que se acercaba la fecha constitucional. Limitado por las exigencias de los
acreedores internacionales que reclamaban el pago de la deuda, y por las condiciones impuestas
por el FMI que establecían limites máximos para los aumentos de salarios, y presionado por otro
lado por las demandas de los asalariados que habían visto disminuir su ingreso real como
consecuencia de la inflación que superaba el 80%, el gobierno optó por cortar por lo más delgado,
reprimiendo a los sindicatos. La asimetría para evaluar las diferentes demandas sociales es
reveladora del perfil conservador del gobierno: cuando los productores de lana retenían la zafra (y el
gobierno se apresuraba a concederles sus reclamos monetarios), no aparecía ningún ministro,
consejero o legislador del gobierno que denunciara
—.28— —29—
el "poder lanero" como un factor de desestabilización; en cambio, cuando, como resultado de esas
demandas se realizaban devaluaciones monetarias que repercutían en el aumento de los precios,
eran los reclamos de los asalariados los denunciados como ilegítimos. Durante el año 1965 se
implantaron medidas de seguridad en dos oportunidades, y en los dos casos el pretexto fue la
conflictividad sindical, las que fueron acompañadas de una represión muy fuerte sobre los
sindicatos: en octubre se denunciaron detenciones arbitrarias y torturas policiales contra varios
militantes sindicales; en diciembre, cuando se reimplantaron las medidas, fueron temporalmente
clausurados dos diarios de izquierda y una radio y se informó la detención de más de 500 personas:
el Ministerio del Interior emitió un comunicado donde se informaba los lugares dónde los familiares
podían llevar paquetes con "ropa blanca y artículos de higiene" a los detenidos. Se informó que la
policía había comenzado las detenciones de dirigentes sindicales antes de la firma del decreto, y el
propio Ministro del Interior hizo correr la versión de que algunos dirigentes de la CNT se habían
refugiado en la Embajada de la URSS para escapar a la persecución policial. Aunque este dato fue
fácilmente desmentido y terminó con la renuncia del ministro y de otros jerarcas, no fue la primera
vez que se intentó vincular la acción sindical con las intervenciones de "agentes extranjeros".
Los movimientos en el ejército
Si bien es cierto que la actitud del ejército uruguayo en el período no tuvo las características de otros
países de la región (recordemos que en abril de 1964 se produjo el golpe militar en Brasil, y que el
ejército argentino culminó varios años de "inquietud" cuando en julio de 1966 derrocó a Arturo Illia),
la institución militar no dejó de sentir los efectos de las modificaciones del escenario regional. Más
aun si se tiene presente que las relaciones entre los ejércitos se habían hecho más estrechas desde
los acuerdos militares con Estados Unidos, y más todavía desde la realización de las maniobras
"Unitas" iniciadas a fines de los años cincuenta. La presencia de la revolución cubana y el
surgimiento de focos guerrilleros en países sudamericanos había reforzado las tendencias más
conservadoras dentro de los ejércitos, un proceso al que no se vio ajeno el ejército uruguayo. Sin
embargo, la tradición política de las Fuerzas Armadas había configurado una forma de participación
menos protagónica: si bien es cierto que el ejér-
cito nunca fue ajeno a la política y que (por acción u omisión) tuvo intervención en todas las crisis del
siglo, es importante señalar que no aparece como un agente en esos procesos. Por el contrario, es
en otras situaciones donde las Fuerzas Armadas tomaron visibilidad, y siempre subordinadas al
poder político: tal el caso de sus tareas de vigilancia en caso de huelgas (como ocurrió con la huelga
de UTE en 1963) o de ayuda social como ocurrió durante las inundaciones de 1959; y aun
corresponde señalar que no siempre intervenían de buena gana en "tareas policiales" como las del
primer caso. Esta situación comienza a cambiar ya desde el primer colegiado blanco. El mismo día
de la asunción del mando, el 1° de marzo de 1959, se produjo un incidente a consecuencia del cual
el jefe del Ejército fue destituido en pleno desfile. C. M. Gutiérrez lo calificó de "confuso y ambiguo
episodio" y lo relata así: "Al comenzar el desfile militar, con los nuevos gobernantes en los balcones
de la Casa de Gobierno, el Inspector General de Ejército quiebra la tradición y envía los tanques
adelante, en la formación de la caballería motorizada. Desde los balcones de la Casa, los periodistas
advierten que los camiones llevan cajas de proyectiles, y alguien trae la noticia de que los tanques
llevan colocadaç cintas de municiones en su artillamiento ligero. Pálido y exhausto, el nuevo
Presidente del Consejo, Martín Echegoyen, se retira del balcón; el Inspector General del Ejército es
llamado a su presencia, en una salita interior Allí, mientras las fuerzas siguen desfilando, se le quita
el mando y en el acto se nombra un nuevo jefe". Y resume así la situación: "por un angustioso lapso,
las instituciones del país han estado en manos de un general ofuscado y un hombre anciano,
valeroso y fatigado ".7
No debe llamar la atención las malas relaciones entre el ejército (históricamente vinculado al partido
colorado) y el gobierno blanco; pero aparentemente este incidente (y el posterior esfuerzo de
"blanqueo" de los mandos) no tuvo consecuencias inmediatas: las Fuerzas Armadas se mantuvieron
al margen de problemas políticos a pesar de algunos sorprendentes llamados a la acción formulados
por consejeros ruralistas. El oficial que se mostraba más dinámico era el Cnel. Mario O. Aguerrondo,
que tuviera un polémico desempeño de la Jefatura de Policía de Montevideo: su política de mano
dura con los delincuentes hacía un contraste demasiado chocante con
'Gutiérrez, Carlos María: En la Sierra Maestra y otros reportajes, pág. 101.
la impunidad con que operaban los grupos de tendencia fascista. El segundo colegiado blanco
mantuvo una política más cautelosa con los militares: Aguerrondo fue ascendido a General y si bien
se lo trasladó a cumplir funciones administrativas en el Estado Mayor, se mantuvo en la Policía casi
todo el elenco de militares que lo había acompañado. En líneas generales los integrantes del
gobierno se abstuvieron de incidir en la interna militar, pero esa prudencia comenzó a
resquebrajarse ante los embates de la crisis económica: en este período comenzaron a invertirse los
papeles y fueron los militares los que comenzaron a realizar discretos "planteos" que comenzaron
con una propuesta de limitación de sueldos de los gobernantes y que llegaron, según los rumores de
la época, a imponer como Ministro de Defensa al general Moratorio, de lejanos y confusos
antecedentes golpistas. En plena crisis financiera, circuló un rumor que atribuía al ministro Ferreira
Aldunate la siguiente frase: "La alternativa es clara: o la moratoria general, o el general Moratorio".
Precisamente en los últimos años del período, los rumores de golpe de Estado comenzaron a
circular con mayor frecuencia y alcanzaron a las páginas de la prensa; en 1965 el consejero
Vasconcellos dio a publicidad una plan golpista que se había frustrado por casualidad el año
anterior; hasta el semanario "Marcha", siempre tan discreto con respecto a ese tema (el Dr. Quijano
opinaba que "no había que invocar a los fantasmas") comenzó a publicar noticias sobre esos
rumores que llegaron a ocupar el titular de portada: la edición del 12 de diciembre de 1965
presentaba el título del editorial: "Montar en la sombra la máquina de la dictadura" y en la última
página aparecía un artículo titulado: "Ultimo momento: ¿la antesala del golpe?". La situación había
superado el mero alarmismo para alcanzar un inquietante grado de certidumbre, reforzado por las
vinculaciones de algunos militares con generales golpistas de países vecinos. Sin embargo, esta
novedosa situación provocó tensiones dentro del ejército y reforzó antagonismos internos. Como
señala Selva López, todavía "la reacción interna de las Fuerzas Armadas fue la que abortó las
intentonas; a la cabeza del antigolpe estuvieron un núcleo de militares legalistas y civilistas"8 . No
todos coincidían en la "urgencia" por enfrentar al comunismo y todavía tenía mucha fuerza
López, Selva: Estado y Fuerzas Armadas en el Uruguay del s. XX, pág. 138.
aquella visión tradicional que consideraba a las Fuerzas Armadas como la garantía de la soberanía
nacional frente a la amenaza de los países vecinos. Estas divergencias surgieron a la luz en
setiembre de 1965 cuando un grupo de coroneles envió una nota al jefe del Ejército criticando la
invitación del ministro Moratorio al general brasileño Justino Alvez Bastos, que había tenido
participación relevante en el golpe de abril del año anterior. Aunque los firmantes de la nota eran
conscientes de cometer un delito militar, igualmente asumieron los riesgos con la intención de hacer
público el hecho y a la vez para marcar las diferencias internas. Esa aparición ocasional de
diferencias dentro de las Fuerzas Armadas se transformó en habitual en 1966, en buena medida
estimuladas por las actitudes políticas del Presidente del Consejo Alberto Heber, que designó al
Gral. Aguerrondo como Comandante de la Región Militar N° 1 (el cargo más importante con mando
directo de tropas); éste no demoró en reorganizar la escala de mandos colocando hombres de su
confianza. La presencia de un oficial de los antecedentes de Aguerrondo en la Región Militar con
sede en la capital y que incluye unidades tácticas de gran importancia, resultaba un dato inquietante
en un año tan complejo. Pero la actitud de Heber no era solamente la de favorecer a sus amigos
sino también la de desairar a sus adversarios: en un episodio que tuvo gran resonancia, se negó
públicamente a dar la mano a los generales Liber Seregni y Santiago Pomoli (jefes de la Región
Militar N°2 y de la Escuela Militar, respectivamente), identificados como los principales opositores a
Aguerrondo dentro de filas: el episodio provocó la reacción de todo el Ejército y Heber se vio
obligado a disculparse públicamente con los ofendidos. Si bien el episodio parece poco relevante,
tenía una significación muy grande en el contexto en que se desarrolló ya que arrojaba luz sobre las
divergencias internas del Ejército, permitía que el público identificara a los líderes aparentes de los
grupos en pugna y, lo que parecía peor, motivó una reacción corporativa de los mandos que puso al
poder civil en una situación embarazosa. Para todos fue evidente desde entonces que en el Ejército
se estaba desarrollando una fuerte lucha de poderes donde trataba de incidir el poder político, y la
prueba decisiva se produciría, muy probablemente, cerca de la fecha de las elecciones.
La crisis de los liderazgos partidarios
El panorama político en estos años resulta particularmente complejo, si tenemos presente la presión
de la crisis económica que influía persistentemente y
—30—
Daniel Fernández Crespo (foto), Luis Baffle Berres y Benito Nardone fallecieron en 1964,
desapariciones que agravaron la falta de liderazgos y de disciplina interna en los partidos políticos. A
ello concurrió, además, el eclipse de algunas figuras como Eduardo Víctor Haedo.
las muestras de incapacidad del gobierno para enfrentarla. En parte se ratificaba la persistente
afirmación del Dr. Quijano, "no hay gobierno porque no hay partidos", pero también ocurría que los
sectores políticos se encontraban fuertemente estructurados en tomo a las figuras de los caudillos, y
éstos se veían superados por la magnitud y las características de una crisis diferente de todas las
que había tenido que enfrentar el país: hasta entonces, el repertorio de medidas gubernamentales
para una crisis consistía esencialmente en arbitrios más o menos circunstanciales que amortiguaban
su impacto hasta que la coyuntura internacional favorecía la recuperación; en cambio, ahora el
Uruguay estaba en crisis mientras se vivía la "edad de oro del capitalismo", una época de persistente
crecimiento que arrancó desde el final de la guerra mundial, y de la que el Uruguay quedaba al
margen. Las únicas soluciones posibles parecían pasar por una reestructuración de todo el aparato
econó-
mico, una medida demasiado fuerte para ser implantada por un gobierno democrático. Por lo tanto,
cualquier intento de atacar la crisis afectaba intereses de grupos sociales que no podían ser -
desoídos, y esto resultaba particularmente grave para partidos "policlasistas" formados a partir de la
creación del electorado resultante de la mediación de caudillos locales. El ajustado resultado
electoral de 1962 trajo un reparto casi equivalente de legisladores para cada uno de los grandes
partidos, lo que se expresaba en un manejo muy difícil de las mayorías parlamentarias: las
disidencias intrapartidarias –especialmente en el partido gobernante– se doblegaban mediante la
concesión de mayores ventajas para el disidente, un resultado que no alentaba a la disciplina
interna. Esta situación se agravó particularmente por la muerte de los principales dirigentes de los
sectores electoralmente más fuertes, una experiencia que ya había vivido el herrerismo a partir del
comienzo del primer gobierno blanco y que se extendió a otros sectores en 1964 cuando –con pocos
meses de diferencia– se produjo la muerte de Benito Nardone, de Luis Baffle Berres y de Daniel
Fernández Crespo. Tanto si era el resultado de una larga enfermedad (en buena medida
incapacitante desde tiempo antes) o si era un acontecimento sorpresivo como ocurrió en el caso de
Luis Baffle, la ausencia del líder del sector representaba la desaparición del principal elemento de
cohesión de conglomerados muy inorgánicos. Desde la desaparición del "líder máximo", el caudillo
local era el dueño de los votos y tenía las manos libres para realizar acuerdos electorales con otros
sectores de su mismo partido; así se explica la reorganización sufrida por los sectores políticos en
este período, que marcaron el surgimiento de nuevos liderazgos y el eclipse definitivo de figuras de
larga actuación, como fue el caso de Eduardo V. Haedo. El resultado más inmediato de la
desaparición de los liderazgos fue la sensación de vacío de poder que transmitían los órganos
gubernamentales, lo que redundó en el desprestigio de las instituciones políticas: el Parlamento era
inoperante y sólo parecía preocupado por salvaguardar los privilegios de los propios legisladores y
sus allegados: en épocas de graves dificultades económicas, el Senado aprobó su presupuesto
incorporando gran cantidad de "secretarios" y los legisladores se aprobaron un régimen especial de
jubilaciones, conocido como "el 383" por el número del artículo de la Ley de Presupuesto, que les
aseguraba la percepción de ingresos por jubilación equivalentes al sueldo en actividad. El Colegiado,
órgano ejecutivo por naturaleza, se encontraba paralizado por la división del Partido Nacional, ya
que allí se enfrentaba la "mayoría de la mayoría" compuesta por los cuatro consejeros de la UBD,
con "la minoría de la mayoría" integrada por los dos consejeros herreristas Alberto Heber y Alejandro
Zorrilla de San Martín, ingresado luego del fallecimiento del Ing. Giaruiattasio. La imposibilidad de
funcionar como un solo bloque obligaba a los consejeros blancos a recurrir al apoyo de la minoría
colorada –generalmente con el voto del Gral. Gestidoo a buscar arbitrios no del todo legales como
las "reuniones de mayoría" o la creación del "Comando Interministerial", inventado durante las
medidas de seguridad de octubre de 1965 para enfrentar la crisis y eludir el bloqueo de la minoría de
su propio partido. Esta situación de parálisis explica la aparición de protagonismos como el de
algunos consejeros (al año 1965 se lo presentó propagandísticamente como el "año Beltrán" porque
éste ocupó la Presidencia del Consejo, mientras que al año siguiente se propagandeaba a "Heber
Presidente" por las mismas razones). Más notoria fue la influencia que tuvieron algunos ministros
como Wilson Ferreira Aldunate (calificado polémicamente como el "primer ministro" por su incidencia
en la política general del Ejecutivo), o Dardo Ortiz, que impulsó vigorosamente un ajuste
conservador a fines de 1965; en plena crisis de ese año el Subsecretario de Hacienda Héctor
Lorenzo Ríos había tenido más visibilidad que el propio ministro Daniel H. Martins como impulsor de
medidas para enfrentar el derrumbe económico. Como resultado de esta situación, la "clase política"
acentuó el deterioro de su prestigio en un momento en el que aparecía como más necesario su
reforzamiento y su protagonismo. La ausencia de liderazgos y el desprestigio del conjunto dejaba en
evidencia el "vacío político" del gobierno en la medida que no existía ningún mecanismo visible de
renovación; en muchos casos el protagonismo de algunas figuras del gobierno duraba lo mismo que
su pasaje por algún cargo ministerial. Los intentos de renovación debían esperar aquellas instancias
privilegiadas que son las convocatorias electorales, y confiar en el apoyo electoral para fundamentar
sus pretensiones; así ocurrió en 1962 con Zelmar Michelini (cuando su flamante "Movimiento por el
gobierno del pueblo" tuvo una votación sorprendentemente alta), o con el caso del Gral. Gestido, que
debutó electoralmente encabezando una lista de titulares al Poder Ejecutivo. Pero esta estrategia
electoral era un arma de doble filo si atendemos al grado de volatilidad que ya había adquirido el
electorado en los sesenta: un buen resultado electoral no garantizaba la lealtad de los votantes; por
el contrario estos estaban dispuestos a retirarle a sus votados la confianza en la elección siguiente:
las elecciones del período 1958-1971 muestra varios ejemplos de esta variabilidad electoral. A pesar
de todo, la desaparición de los líderes políticos determinaba que la competencia electoral de 1966
tuviera un grado de complejidad extra, ya que sería a la vez un proceso para adjudicar el control del
gobierno y también para dirimir los liderazgos en los sectores.
La reforma constitucional
A este escenario tan complejo se le agregaría un nuevo elemento: la iniciativa de reformar la
constitución. Esto no era una novedad; por el contrario, en todas las elecciones se había plebiscitado
algún proyecto de reforma que generalmente resultaba recha-
—32— -33—
Cierto es que la defensa del colegiado no había sido nunca una bandera importante para los
hombres de la lista 15; pero a los dirigentes de más peso les parecía poco hábil levantar el tema de
la reforma cuando el nacionalismo estaba en el gobierno ya que les daba argumentos para justificar
su inoperancia; por eso cuando a mediados de 1965 el Dr. Baffle puso el tema en el debate,
inmediatamente se produjo una conmoción en el sector: Vasconcellos se opuso abiertamente y las
principales figuras tomaron distancia de la iniciativa. Jorge Batl le aprovechó para vincular el tema
con las próximas elecciones internas del sector que se transformaron de hecho en un plebiscito a
favor o en contra de la reforma constitucional. Para eso utilizó su control de los principales
mecanismos de propaganda del sector: el diario "Acción" y la radio "Ariel", de los cuales excluyó
implacablemente a todos sus adversarios y los transformó en los principales portavoces de la
prédica reformista; obtuvo el apoyo del consejero Abdala y trabajó para conseguir la adhe-
zado; en este período de gobierno había sido un tema recurrente entre los dirigentes nacionalistas
que de esa forma podían explicar las fallas del gobierno invocando los defectos constitucionales.
Pero más allá de estrategias políticas, en esta oportunidad el movimiento comenzó a tomar
credibilidad como resultado de la falta de actividad del segundo colegiado blanco, luego tomó
impulso por la acción de algunos dirigentes interesados en utilizarlo como bandera para dirimir
diferencias internas y terminó escapando al control de sus promotores, con la aparición de cuatro
proyectos distintos que se plebiscitarían simultáneamente.
Amílcar Vasconcellos enfrentó decididamente la pro- puesta reformista de Jorge Baffle. Años más
tarde, en 1973, advirtió severamente contra el riesgo dictatorial.
sión de los dirigentes barriales, que eran la base del "aparato" sectorial. Las elecciones internas (que
tuvieron lugar en Montevideo y en unas pocas ciudades del interior) se realizaron el último domingo
de noviembre de 1965 y aunque el sector "Unidad y Reforma" impulsado por Jorge Baile obtuvo la
mayoría, los resultados admitían varias lecturas. La elección se dirimió entre tres sectores
principales: "Unidad y Reforma", el sector vasconcellista "Por la ruta de Luis Baffle" y el "Frente
Colorado de Unidad" integrado por un grupo importante de senadores; de hecho la 15 se dividió en
tres bloques de los cuales el primero obtuvo una mayoría que distaba de ser absoluta y,
sorprendentemente, el "Frente Colorado" quedaba en segundo lugar. Pero J. Baile no vio los
resultados de esa forma, y se dejó llevar por el triunfalismo que lo presentaba como nuevo líder de la
15 histórica y por lo tanto, ganador de las próximas elecciones. Aparentemente la elección permitía
algunas conclusiones. La instancia movilizó a varias decenas de miles de votantes cuando todavía
faltaba un año para las elecciones nacionales; podía entonces suponerse que la 15 seguía siendo el
sector mayoritario dentro del partido y que el Partido Colorado sería el triunfador en las próximas
elecciones. El tema de la reforma constitucional había ganado la calle y debían concretarse
rápidamente los acuerdos interpartidarios para hacerla viable: inmediatamente después de las
elecciones internas, desde varios sectores nacionalistas se hizo referencia a la necesidad de iniciar
esas conversaciones. Pero el resultado imponía al sector vencedor la obligación de concretar una
reforma constitucional –para lo cual necesitaba el apoyo de sectores del Partido Nacional–, en el
marco de una campaña electoral donde ese partido sería el blanco de los ataques; y si no lograba
resolver esta contradicción y la reforma finalmente no era aprobada, ese resultado sería visto como
una derrota para su sector. En principio Baffle podía capitalizar el ambiente favorable a la reforma y
tratar de concretar rápidamente los acuerdos políticos que le permitieran presentar un proyecto
viable. Inmediatamente comenzaron las reuniones con sectores colorados y a comienzos del año
siguiente ya había un proyecto que tenía el apoyo de la mayoría de los colorados (aunque con la
oposición de Vasconcellos, transformado en principal defensor del colegialismo acompañado por el
diario "El Día"). Se decidió presentar el proyecto con el apoyo del 10% de los ciudadanos inscriptos,
y así fue que en febrero comenzó la recolección de firmas. Podía pensarse que la rapidez para
reunirlas sería un buen indicio de la capacidad del
Jorge Baffle en 1966 (foto de Alfredo Testoni).
partido para impulsar la reforma con sus solas fuerzas; sin embargo, la recolección no progresó al
ritmo que se esperaba (recién a fines de mayo se presentó el proyecto a la Asamblea General), y
para entonces el panorama se había complicado mucho más.
B) La multiplicación de reformas
Tal vez la situación más sorprendente en todo este proceso de reforma haya sido la decisión de "un
grupo de sindicatos" (apoyados por el Partido Comunista) de impulsar un proyecto de reforma.
Tradicionalmente los sectores de izquierda se mantenían al margen de las iniciativas de reforma
constitucional, consideradas como una cortina de humo destinada a desviar la atención de los
"verdaderos" problemas del país. La aparición de un proyecto de reforma respaldado por el Partido
Comunista desencadenó un debate entre la izquierda: desde las posiciones reformistas se
argumentaba que era una oportunidad para imponer una reforma "verdaderamente popular" que
institucionalizara el programa del Con- greso del Pueblo y otras banderas del movimiento popular; en
cambio los opositores criticaban la adhesión a "reformas en el papel" y el abandono de la
A) El proyecto de "Unidad y Reforma"
La desaparición de Luis Baffle Berres representó un impacto muy importante en su sector político,
especialmente grave si se tiene en cuenta que tenía serias posibilidades de obtener la victoria
electoral en las próximas elecciones. Las principales figuras de la lista 15 (los dos consejeros del
sector, Anificar Vasconcellos y Alberto Abdala, y un importante grupo de senadores que eran
también gestores políticos relevantes, como Glauco Segovia, Alba Roballo, Justino Carrere Sapriza,
Luis Tróccoli, etc.) se mantuvieron a la expectativa durante varios meses, en lo que aparentemente
era una estrategia para mantener la unidad del grupo hasta las próximas elecciones y dirimir luego
sus diferencias ya con los resultados electorales a la vista. La única instancia prevista hasta
entonces era la realización de elecciones internas, una práctica que había sido utilizada varias veces
en vida de Luis Baffle pero que ahora resultaba particularmente importante para elaborar las listas
del sector. Este frágil consenso comenzó a resquebrajarse desde que se hicieron evidentes las
aspiraciones de algunos dirigentes de segunda fila, que encontraron un líder en el diputado Jorge
Baffle. Los antecedentes inmediatos del diputado Baffle no parecían especialmente relevantes:
había ingresado como titular en febrero de 1959 y aunque había sido reelecto posteriormente, su
actuación parlamentaria era bastante opaca. Tal vez así lo aconsejaban sus discrepancias (que más
tarde se hicieron notorias) con la línea política de Luis Baffle; pero esta falta de protagonismo lo
dejaba en mala posición al momento de proyectar sus aspiraciones. Por lo tanto, si Jorge Baffle
pretendía transformarse en el principal dirigente del sector, debía encontrar una "causa" política con
la cual identificarse y que sirviera de referencia para sus partidarios tanto como para sus
adversarios, y ésta fue la propuesta de una reforma constitucional.
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El país entero se vió embarcado en las campañas reformistas del 66.
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oportunidad para "esclarecer al elector" sobre el "verdadero sentido" del debate constitucional.
Aparentemente el tema fue visto por la dirigencia comunista como una buena oportunidad para
abandonar las posiciones esencialmente testimoniales de la izquierda, y comenzar a participar en los
temas que movilizaban al electorado. Esta estrategia apostaba a legitimar un espacio en el campo
político (una línea que el partido había adoptado desde mediados de los cincuenta) y que ahora
ratificaba a costa de distanciarse del resto de los sectores de la izquierda que se mantenían
apegados a las posiciones clásicas y que además, en un contexto de radicalización política, veían
cada vez con más escepticismo a las elecciones como un camino válido para impulsar el cambio
social. A pesar de las críticas, el "Proyecto de los sindicatos" o "Reforma popular" comenzó a
difundirse; sus patrocinadores eligieron también el procedimiento de la recolección de firmas, por lo
que la invitación a "firmar contra el colegiado" resultaba algo confusa para el ciudadano y un posible
inconveniente para los reformistas colorados. La activa militancia del Partido Comunista recolectó
muy rápidamente las firmas y fue el primero en presentarse a la Asamblea General, ya el 24 de
marzo.
Por su parte en el Partido Nacional también se estaban produciendo movimientos reformistas,
aunque en este caso se recurrió al procedimiento de la presentación de un proyecto respaldado por
las firmas de no menos de dos quintos de integrantes de la Asamblea General. Como los
legisladores nacionalistas superaban ese número, podían presentar un proyecto sin necesidad de
buscar alianzas con otros sectores: el 28 de abril se cumplió con las formalidades y el proyecto
elaborado por el Dr. Echegoyen quedó pronto para ser plebiscitado en la próxima elección. El
análisis del articulado despertó inmediatas polémicas por su carácter extremadamente conservador
y la imposición de normas que eran muy resistidas en la población. En el clima de desconfianza que
se instaló en el ambiente político, los colorados consideraron que este proyecto era inviable y sólo se
trataba de una simple maniobra con el propósito de impedir la reforma; por otra parte la recolección
de firmas colorada progresaba con lentitud y recién se completó el procedimiento el 24 de mayo. La
norma constitucional, incorporada en 1934, que creó el procedimiento de la iniciativa popular para la
reforma, incluye una curiosa disposición que habilita en este caso a la Asamblea General a
presentar "proyectos sustitutivos" para ser plebiscitados en la misma elección; ahora parecía
ineludible la realización de un acuerdo interpartidario que impulsara un proyecto consensuado, una
idea que pocos meses antes Jorge Baile había rechazado de plano. Pero ahora eran los
nacionalistas los que no parecían interesados; tanto el herrerismo como la UBD se encontraban
divididos respecto al tema y aparentemente los sectores antirreformistas (Echegoyen en el
herrerismo y la lista 51 en la UBD) parecían más fuertes que los reformistas (el herrerista Heber y el
sector de W. Beltrán en la UBD). Además la situación económica parecía haberse estabilizado luego
de los cataclismos del año anterior: el dólar se mantenía a 60 pesos, la inflación estaba
relativamente controlada, se consolidaba el prestigio del ministro Ortiz y ahora eran los colorados los
que comenzaban a dar imagen de poco confiables.
C) La "reforma naranja"
Entonces comenzó a hacerse evidente el peligro implícito en la proliferación de reformas. ¿Qué
ocurriría si la suma del total de votos por las reformas fuera la mayoría absoluta de sufragios y
superara el 35 % de los inscriptos, pero ninguno de los proyectos por separado cumpliera esas
condiciones? En ese caso la constitución vigente quedaría derogada, pero no habría ningún texto
constitucional en condiciones de sustituirla; por lo tanto, el país quedaría sin constitución. Las
perspectivas en ese caso eran sombrías; era difícil que hubiera tiempo para "reunir una
constituyente" como proponía Michelini, sino que parecía más probable que antes de eso los
militares dieran un golpe de Estado. Por entonces la expresión "reforma o golpe" comenzó a correr
en el ambiente. Un momento tan difícil estimulaba para instrumentar soluciones que parecían
imposibles, ya que los rumores de golpe militar circulaban libremente. Tal vez esto explique el triunfo
de los partidarios del acuerdo constitucional en el Directorio nacionalista (que representó un vuelco
decisivo para impulsar la estructuración de un "proyecto interpartidario"), luego de superar un débil
alegato antiacuerdista de Echegoyen a comienzos de agosto. Aunque la mayoría dela UBD
(representada por la lista 51) se pronunció en contra del acuerdo, el vuelco del herrerismo aportaba
la cantidad de votos suficientes para viabilizar el proyecto. Rápidamente se elaboró un articulado
que contó con los votos de legisladores de los dos partidos, y que fue aprobado por la Asamblea
General sobre el límite del plazo constitucional.
Washington Beltrán (foto de Alfredo Testoni, 1971).
El proyecto interpartidario combinaba disposiciones del proyecto colorado y del nacionalista, en una
mezcla más o menos satisfactoria para sus impulsores; los puntos más discutidos fueron
laboriosamente transados a partir de las propuestas elaboradas por una subcomisión integrada por
el Dr. Julio M. Sanguinetti por los colorados, y Gervasio de Posadas Belgrano por los nacionalistas.
Así se incluyó la prolongación del mandato presidencial a cinco años, prevista en la iniciativa
nacionalista pero se eliminó la exigencia de la "fe democrática" que aparecía en este proyecto; otras,
como la subvención para la enseñanza privada se cambió por la exención de impuestos. Los
colorados debieron sacrificar algunas de sus iniciativas -más promocionadas como la eliminación de
la exigencia de previa compensación en el caso de las expropiaciones, pero pudieron incorporar un
mecanismo de aprobación tácita (las "leyes de urgente consideración") para eludir las demoras
parlamentarias y aumentar la "eficacia" del Ejecutivo. Como era previsible, el resultado de la
combinación de normas de dos proyectos tan diferentes realizada en un contexto de amenaza
institucional, tuvo un tinte predominantemente conservador: los perfiles estatistas y las garantías que
establecía el proyecto colorado quedaron por el camino al igual que los artículos más discutidos de
la iniciativa nacionalista. En definitiva quedó un texto desbalanceado donde se reforzaban
atribuciones del Ejecutivo, lo que era un elemento común a los dos proyectos, mientras se
amortiguaban los aspectos desarrollistas que aparecían en el proyecto colorado. Como observó un
periodista, era evidente el viraje hacia la derecha de los sectores mayoritarios del batIlismo: por
primera vez estaban de acuerdo con la Federación Rural en un problema político de relevancia.
Aunque aparentemente se había dado un paso importante con la presentación de un "proyecto
sustitutivo" (que por el color de las hojas de votación sería conocido como "reforma naranja"), la
situación política no terminaba de aclararse: no era seguro que la existencia de cuatro proyectos
fuera mejor que tres; también generaba dudas la próxima campaña electoral, con adversarios que
debían repartir su discurso entre la temática reformista en la que estaban casi todos de acuerdo, y la
argumentación partidista en la que necesariamente debían confrontar.
Las elecciones de 1966
Según expresó Aldo Solad, lo que "parece más notable de estas elecciones, es justamente el que
haya habido elecciones"9 . Todo coincidía para transformarlas en una instancia relevante en la que
se combinaban la posible frustración del ímpetu reformista, la crisis económica, la amenaza golpista,
y además la tardía definición de las candidaturas, ya que recién en setiembre comenzaron a
concretarse las fórmulas electorales. Era necesario presentar listas para el sistema vigente y para
los diferentes proyectos, lo que suponía la reunión de nombres de importancia similar: no podía
deslegitimarse la constitución vigente ni apostarse con demasiada fuerza a una reforma en particular
porque se correría el riesgo de que no fuera aprobada. Esto suponía la necesidad de multiplicar las -
hojas de votación, especialmente para los que apoyaban otros proyectos, que tenían que incluir en
el sobre las hojas de votación por el régimen vigente, el "Si" de la reforma que apoyaban junto a las
hojas de candidatos para ese sistema y, supletivamente, hojas de candidatos según la "reforma
naranja" para el caso de que ésta fuera aprobada. Ante la mirada del electorado, ¿quedarían claras
las diferencias
9 Safari, Aldo: Uruguay. Partidos políticos y sistema electoral, pág. 188.
entre partidos, candidatos y proyectos? La respuesta podía poner nerviosos a muchos ya que ella
incidiría en la marcha de los años futuros. El tema de las candidaturas, postergado por el debate
constitucional, pasó a primer plano y entonces mostró complejidades inesperadas. En una campaña
electoral donde se promovían reformas presidencialistas, la propaganda se centró rápidamente en
las figuras de los candidatos principales; y si bien algunos parecían ineludibles como el Dr. Batlle, el
Gral. Gestido o el Dr. Echegoyen, otros en cambio eran figuras alejadas de la política pero que
aparecían perfilados con fuerza, como el Dr. Alejandro Gallinal; también algunos consejeros en
actividad como Alberto Heber, Presidente del Consejo de Gobierno, o Amílcar Vasconcellos
presentaban su candidatura al amparo de una disposición especial. La selección de candidatos a
Vice, sin embargo, estuvo llena de dificultades y terminó arrojando resultados inesperados como la
proclamación de Jorge Pacheco Areco como compañero de Gestido, luego de que se manejaran (y
descartaran) varios nombres prestigiosos. La campaña electoral se desarrolló con normalidad, pero
se mantuvo permanentemente el rumor de reuniones de militares que preparaban un golpe de
Estado. En la semana previa a las elecciones el Jefe del Ejército libró una orden de servicio (que
apareció publicada en la prensa) por la que se prohibía terminantemente todo movimiento de tropas
desde los cuarteles y se suspendían todas las maniobras o actividades que estuviesen previstas con
participación de efectivos del Ejército. La sola existencia de la orden daba verosimilitud a los
rumores, y su publicación en la prensa ponía en alerta a toda la opinión pública que así se
transformaba en un elemento de control de su cumplimiento. Sin embargo, nada contribuyó más a
despejar las dudas que los propios resultados electorales. El partido Colorado se impuso por mucha
ventaja y la reforma "naranja" superó ampliamente las condiciones mínimas para su ratificación. Las
principales sorpresas estuvieron en los resultados por lista: entre los colorados Gestido se impuso
gracias al aporte de votos de los senadores del "Frente colorado de unidad" separados de la 15 por
discrepancias con Jorge Batlle: la discreta estrategia de alianzas practicada por el general se reveló
más productiva que el arrollador triunfalismo del diputado. Dentro del nacionalismo, Echegoyen tuvo
clara mayoría y su lista fue la segunda más votada en el total; se afirmaba su hegemonía dentro del
partido mientras quedaban debilitados los dirigentes que habían surgido con tanta pujanza en los
años anteriores como Wilson Ferreira
y a Lorenzo Ríos. Este resultado tendría enorme importancia para explicar la actitud del partido en
los años sucesivos. Por otra parte, entre los partidos menores la coalición FIDEL obtuvo el mayor
caudal de votos dentro de la izquierda y superó su máximo histórico de 1946 en porcentaje sobre el
total, con más del 5,5% de adhesiones, aunque la reforma defendida por el partido Comunista
estuvo lejos de su ratificación. Pero su crecimiento parecía ratificar el carácter "canibalístico" del
crecimiento de la izquierda, ya que el resto de los partidos menores en su conjunto apenas llegaban
al 3% incluyendo al renovado Partido Demócrata Cristiano que acaparaba el 2,96%. Pero el triunfo
colorado y la ratificación de la reforma constitucional parecían despejar definitivamente la tormenta
que amenazaba el escenario político.
Aunque aparecía rodeado por expectativas favorables y mostraba una fuerte voluntad de "hacer las
cosas bien", el desempeño del breve gobierno de Gestido estuvo lejos de responder a tales
esperanzas; antes bien el mandatario pareció superado por la grave crisis económica y las
dificultades políticas que debió enfrentar.
En buena medida tales dificultades se veían multiplicadas por la nueva constitución que comenzó a
regir plenamente a partir del 1° de marzo. El interés por eliminar el colegiado y las necesidades de
una laboriosa transacción habían hecho perder de vista la realidad de los partidos políticos.,Aunque
el partido Colorado había obtenido una ventaja de más de 100.000 votos sobre su adversario, sus
diferentes sectores no tenían mucho en común y no podían impulsar la misma política. Dentro del
mismo partido coexistían los sectores empresistas de Jorge Baffle, el desarrollismo de Michelini, y el
pragmatismo de los políticos colorados tradicionales, y a eso había que sumar la presencia de
representantes del partido Nacional en los Directorios de los entes; era demasiada diversidad, aun
para la habilidad negociadora de Gestido.
El regreso del partido Colorado y kr aparición de la guerrilla urbana
Si bien 'los resultados electorales parecieron di- sipar los temores, pocos días después de las
eleccio- nes se produjeron los primeros choques entre la poli- cía y la guerrilla urbana: como
resultado de un en- cuentro casual se desarrollaron varios enfrentamien- tos que terminaron con la
muerte de un comisario y un guerrillero. Según la información que se maneja- ba, la guerrilla había
comenzado a realizar acciones en 1963 cuando robaron las armas de un club de tiro en Colonia
Suiza; por entonces los participantes fueron rápi- damente identificados y algu-
El Gral. Oscar D. Gestido (atrás) en sus años de aviador militar.
—38— -39—
nos de ellos detenidos, mientras otros escaparon a la (no muy tenaz) persecución policial. Desde
entonxes comenzó a mencionarse como uno de sus líderes a Raúl Sendic, promotor de sindicatos
rurales como el de los cañeros de Artigas. Luego de esa primera aparición, transcurrió un largo
período donde el grupo, integrado por disidentes de partidos de izquierda (particularmente del
partido Socialista) y otros de origen blanco, se dedicó a trabajos de organización sin realizar ninguna
operación relevante; en esa etapa existía la intención de no atraer a la represión, por lo que si bien
intentaron algunos asaltos para procurarse dinero, en caso de ser capturados nunca invocaban su
condición de "Tupamaros" como comenzaban a denominarse. Al cabo de varios años de trabajo
habían reunido una buena cantidad de armas y organizado algunos lugares de refugio; pero casi
toda esa estructura se vio desbaratada por la acción de la policía en diciembre de 1966 y si bien no
fueron desarticulados por completo, el golpe los obligó a permanecer en la clandestinidad dedicados
durante largos meses a recomponer su organización. Todavía debía pasar tiempo antes de que la
acción de la "guerrilla urbana" se transformara en un dato de la realidad cotidiana. El impacto de
estos enfrentamientos se disipó rápidamente frente la expectativa por las acciones de los
gobernantes recién electos. Gestido comenzó a organizar su gobierno tratando de dar participación
a todos los sectores colorados y para fines de enero ya estaba compuesto el gabinete que asumiría
el primero de marzo. El nuevo elenco gobernante quería dar una imagen de armoniosa organización
que contrastara con el conflictivo comportamiento del partido derrotado; era una actitud muy
necesaria, habida cuenta del malestar existente contra la "clase política". Junto a algunos políticos
de primera fila, el gabinete integró a personas poco vinculadas con el quehacer político; igualmente
recurrió a gran cantidad de militares retirados para componer los cuadros administrativos, lo que a
juicio de S. López "centró la atención de las Fuerzas Armados en la cosa pública, las inquietó y llevó
a interpelar a la presidencia acerca de la línea de gobierno."
Los problemas del nuevo gobierno
El gabinete que asumió el 1° de marzo de 1967 trató de mostrar una imagen activa y segura; así se
propuso impulsar una "Ley de emergencia" para po-
3° López, Selva: Estado y Fuerzas Armadas..., pág. 136.
ner en marcha su programa económico. Pero al comenzar su actividad pudo verse la contracara de
la política "de mayorías" propuesta por Gestido: el gabinete incluía a representantes del liberalismo
económico en el Ministerio de Hacienda (el ing. Carlos Végh Garzón) y del desarrollismo en los
recientemente creados Banco Central (el Cr. Enrique Iglesias) y Oficina de Planeamiento y
Presupuesto (el Cr. Luis A. Faroppa). Con ese panorama, las ineludibles transacciones fueron
demorando la elaboración de la "Ley de emergencia" y reduciendo sus ambiciones hasta que recién
en mayo pudo ser presentado un proyecto al Parlamento limitado a la creación de algunos
impuestos. Para entonces ya era evidente el choque de dos tendencias dentro del gabinete: los
partidarios de aceptar la política del Fondo Monetario (representados por los ministros que
respondían al Dr. Baile, particularmente Végh Garzón) y los partidarios de los cambios múltiples y de
la limitación de importaciones. A fines de junio, Gestido sustituyó a los ministros de la 15 y designó a
Vasconcellos como Ministro de Hacienda y a Michelini como Ministro de Industria y Comercio; junto
con Faroppa configuraron un gabinete que intentó (per última vez) realizar una política diferente de
la propuesta por el FMI. Este intento trató de mantener estable la cotización del dólar y de continuar
los pagos al exterior sin recurrir al crédito, por lo que buscó la restricción de gastos (se limitaron las
importaciones y los viajes de funcionarios al exterior). En la búsqueda de divisas para cumplir con
los compromisos externos se creó la "Cuenta 18 de Julio" donde los particulares podían hacer
depósitos en moneda extranjera, con tasa de interés preferencial y exoneraciones de impuestos
(también les permitía el blanqueo de capitales); y para frenar la descontrolada suba de precios se
intentó la creación de Comisiones Asesoras con representación de los sectores sociales
involucrados, que actuarían conjuntamente con la Comisión de Subsistencias. Esta política se
mantuvo durante poco más de tres meses, recibiendo las críticas de todos los sectores mientras la
especulación saltaba por encima de todos los controles. A principios de octubre se produjo un nuevo
giro en la política gubernamental, que asumió una orientación similar a la impuesta por Dardo Ortiz a
fines de 1965: en el contexto de la vigencia de medidas de seguridad (acompañadas de la ya
habitual detención de los dirigentes sindicales) se modificó el gabinete donde se reforzó la presencia
de "técnicos", es decir, empresarios sin actuación política previa como el Arq. Walter Pintos Risso en
Obras Públicas o el Dr. César Charlone, (largamente retirado de la política) en Hacienda. La
renovación de las figuras podía parecer una etapa más del proceso de sustitución de los
desprestigiados "políticos" por "hombres nuevos"; pero a la vez dejaba las manos más libres al
gobierno ya que no había que tomar en cuenta el costo electoral de la nueva política. Así se anunció
el retorno a la política fondomonetarista; en noviembre se elevó el valor del dólar de $99 (una cifra
que ya había sido ampliamente superada en los hechos) hasta fijarlo en $200, muy por encima de la
cotización del cambio "libre", se liberó la venta de moneda extranjera y se abrieron las
importaciones; de esta forma aumentaban las ganancias de los exportadores y la "corrida hacia el
peso" de quienes tenían dólares (al desaparecer las expectativas devaluatorias) proveía de moneda
extranjera al Banco Central. Pero también tendría un fuerte impacto inflacionario al incrementar los
precios de todos los bienes y servicios importados Estas medidas no eran para nada originales: las
mismas habían sido implantadas en marzo de ese
Alonso, Rosa y Carlos Demasi: Uruguay 1958-1968. Crisis y estancamiento. Montevideo, Banda
Oriental, 1986. Couriel, Alberto y Samuel Lichtensztejn: El FMI y la crisis económica nacional.
Montevideo, Fundación de Cultura Universitaria, 2' ed. 1971. Finch, Henry: Historia económica del
Uruguay contemporáneo. Montevideo, Banda Oriental, 1980. Gutiérrez, Carlos María: En la Sierra
Maestra y otros reportajes. Montevideo, Tauro, 1967. Instituto de Economía: El proceso económico
del Uruguay. Montevideo, Universidad de la República, 2' ed. 1971.
mismo año por el ministro Krieger Vasena en la Argentina; pero en ese caso la fuerte devaluación y
la liberación de importaciones habían venido acompañadas de la congelación de precios y salarios.
El gobierno de Gestido no llegó a tanto y se conformó con aplicar el ajuste de manera incompleta,
pero no era posible saber si se buscaba evitar la adopción de medidas tan drásticas o si
simplemente se trataba de una estrategia gradualista que preveía su aplicación en el futuro. De
todas formas, esta devaluación completaba un año de elevadísima inflación que alcanzó al 136 %
según la Dirección de Estadística y Censos; la proximidad del verano y el hastío de la población
permitían suponer que durante unos meses el gobierno dispondría de una tregua, que podía
aprovechar para evaluar la eficacia de las normas adoptadas e instrumentar nuevas medidas
económicas. La sorpresiva muerte de Gestido, en la madrugada del 6 de diciembre, dejaría en la
sombra todas esas especulaciones y haría sentir a los uruguayos que se había producido un giro en
su historia.
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2) ¿Era posible la imposición como dominante del modo de producción capitalista en la formación
social uruguaya entonces?
La acelerada expansión de algunas manufacturas y semimanufacturas y el rápido aumento de los
excedentes ganaderos, parecían augurar al Uruguay naciente la rápida imposición como dominante
del modo de producción capitalista.
26
Se expanden manufacturas y producción doméstica en el textil de la lana con empleo de algunas
máquinas. La industria no tenía entonces la complejidad posterior. El Uruguay era un país pequeño
pero poco menor que Inglaterra y seis veces más extenso que Bélgica. Tenía escasos capitales,
pero éstos afluían de manera no desdeñable. Estaba casi despoblado, pero carecía a la vez de las
más pesadas relaciones sociales de producción precapitalistas, y su población casi se duplicó en 15
años. Podía aumentar extraordinariamente la producción agropecuaria en un territorio explotable
casi en el 90% de su extensión. La agricultura creció a partir de que se benefició de cierta protección
y cuando afluyeron colonos en 1835. El país exportó trigo. Su pradera era apta para la rápida
reproducción del ganado, aumentó sustancialmente el rebaño vacuno y comenzó a mestizarse el
ovino. Teóricamente una política inteligentemente proteccionista de la industria y manufacturas, el
impulso a la agricultura y a las formas más avanzadas de explotación ganadera, de introducción con
controles adecuados a los capitales, estímulo a la inmigración, una acertada distribución de la tierra,
etc., podían impulsar una fuerte expansión de la economía y eliminar rápidamente relaciones
precapitalistas, abrir camino a la imposición como dominante en su formación social del capitalismo,
el modo de producción más avanzado de la época. Un tema esencial era el de sistema de tenencia
de la tierra. Al iniciar su vida independiente, en el Uruguay eran propiedad pública las cuatro quintas
partes del territorio nacional y el estado tenía además fuertes expectativas a los ganados
cimarrones. Podía teóricamente distribuir las tierras de manera gratuita en pequeñas y medianas
extensiones, en las cuales tradicionalmente se habían aplicado desde la época colonial las
modalidades simples, pero más avanzadas de la ganadería de entonces. El punto había sido
ardorosamente debatido durante la época colonial, cuando se libró en el país una importante lucha
por la tierra, cobró vigencia en la práctica en el "Reglámento para el fomento de la campaña y
seguridad de los hacendados" en 1815, y estuvo muy presente en la prensa, las discusiones
legislativas y los discursos ministeriales durante los primeros gobiernos independientes. Población,
desarrollo de la agricultura e industria se combinaban con la crítica severa al papel del latifundio,
incluso en manifestaciones de Fructuoso Rivera, primer Presidente de la República. Pero fueron los
"doctores" liberales quienes más enfatizaron en la relación entre todos los temas anteriores y la
estabilidad institucional del país. Tenían muy claro que la forma de gobierno liberal sólo podría
imponerse, y con ella su papel dominante en el aparato estatal, si el país se poblaba y producía.
Pero el camino hacia la imposición como dominante del capitalismo en la formación social uruguaya
transitó una vía más compleja y sinuosa. El que se procesó en medio de guerras civiles,
internacionales e intervenciones, cuando la acumulación originaria coexistió durante décadas con
formas de redistribución precapitalista, el que enlenteció la inversión de los limitados capitales en
actividades productivas, el que incluso redujo la población del país durante la Guerra Grande. Las
modalidades que asumió el tránsito hacia la imposición del modo de producción capitalista,
determinó que durante décadas no pudiera constituirse un bloque en el poder de clases dominantes,
capaz de resolver a su interior de manera pacífica sus contradicciones y de subordinar a las clases
dominadas. Rota la alianza de las capas de pequeños y medianos hacendados entre sí y con los
pobres del campo del período de la revolución democrático radical, las primeras, protocapitalistas,
de cuya diferenciación hubiera podido surgir el desarrollo capitalista por la vía más avanzada, no
existieron en el país aquéllas con poder e interés para realizar una revolución democrático burguesa.
Por otra parte sólo se conformó una oligarquía suficientemente sólida para imponer su poder y con él
el capitalismo por la vía oligárquica o "prusiana", en las décadas finales del siglo XIX.
b) Producción agropecuaria
i) Agricultura
La agricultura se había desarrollado con dificultad en la colonia. No había tradición agrícola indígena.
La fuerza de trabajo fue escasa y cara y el mercado estrecho en una región muy poco poblada y en
la cual la abundancia de ganado y la imposibilidad de impedir su faena a los no propietarios, no
obligó a los habitantes a producir para otros, y mucho menos en una actividad para la cual carecían
de hábitos. 33
Se importaron esclavos pero su adquisición estaba fuera de las posibilidades de la mayoría de los
agricultores. En general estuvo limitada a las tierras de la Jurisdicción de Montevideo y la fruticultura
y horticultura se practicaron casi exclusivamente en las proximidades de la capital. El cultivo de
mayor extensión fue el cerealero, fundamentalmente el triguero. Hubo años en que la Banda Oriental
no sólo se abasteció sino que exportó trigo y harina. La labranza fue en general primitiva, las
herramientas casi no hacían más que arañar la tierra que se agotaba a los 6o 7 años, debiendo
trasladarse el agricultor a otras nuevas. En una campaña sin cercos, el ganado destruía las
sementeras, pero como los ganaderos eran mucho más poderosos, los agricultores no lograron la
protección oficial pese a sus muchas solicitudes al Cabildo de Montevideo. La masa de los
establecimientos agrícolas eran pequeños y medios. Los agricultores carecieron de tierras y se
vieron sometidos al pago de aparcerías o, rentas precapitalistas. Sufrieron por la usura practicada
sobre todo por los panaderos-molineros. Las guerras por la independencia afectaron duramente a la
agricultura. En los primeros años de la .década del 30 el país importó harinas y trigo. En 1834 el
Ministro Lucas J. Obes puso en práctica un conjunto de iniciativas destinadas a promover la
agricultura. Dispuso la entrega de un fondo a una comisión integrada por hombres de empresa de la
época, que tenía como cometido mejorar los instrumentos y métodos de cultivo, organizar un
establecimiento experimental a estos efectos y dar una enseñanza práctica en estos aspectos a
jóvenes pobres de todos los departamentos de la república. Se distribuyó semillas a los agricultores
y se les brindó otro tipo de ayuda. Se destinaron fondos públicos para sufragar el pasaje, alojamiento
y primeros gastos a inmigrantes, que debían conformar fuerza de trabajo para los oficios urbanos y
básicamente para la agricultura. El Presidente Fructuoso Rivera expresó entonces que el impulso a
la producción favorecería la paz. Los efectos de tales medidas se hicieron sentir muy rápidamente.
Para 1836 la cosecha produjo sobrantes que se exportaron y todo hacía preveer que el saldo
exportable triguero seguiría aumentando. (26) Pero las guerras civiles y sobre todo el Sitio Grande
iban a afectar gravemente a la agricultura.
ü) Ganadería
La finalización de las guerras por la independencia, la reconstrucción del rebaño extraído en elevada
proporción hacia Brasil durante la dominación luso-brasileña, con los ganados traídos de Brasil en
1827 y 28 que se reprodujeron rápidamente en la pradera, y a la vez la demanda del mercado
mundial, favorecieron la expansión ganadera. La mecanización de la industria textil en Europa
estimuló la explotación del ovino, que para ser redituable exigía la mestización de la oveja criolla de
malas lanas. Para 1842 el rebaño ovino alcanzaba a 880 mil cabezas; en ese año se exportaron
92.060 arrobas de lana, la suma mayor de todo el período. (27) Entre los importadores del merino
con que se mestizó la oveja criolla, se cuentan junto a Francisco Juanicó, el ex-presidente argentino
Bernardino Rivadavia y el francés Benjamín Poucel. La Guerra Grande afectó duramente a la
estancia ovejera. Durante el sitio de Montevideo fueron concentrados en la ciudad de Durazno
estancieros anglo-franceses, que se contaban entre quienes habían iniciado la merinización del
ovino. No pocos de los orientales y argentinos se refugiaron en Montevideo o marcharon al exterior.
Todas las estancias sufrieron por el consumo y arreos de ganado, muchas quedaron abandonadas.
Los reproductores ovinos significaban una inversión mayor, exigían pastoreo y fuerza de trabajo. Se
aniquiló el ganado fino y la ganadería ovina paralizó su desarrollo. De todas maneras la mayoría de
los animales eran vacunos, criollos, de gruesos cueros y carnes magras. El rebaño vacuno se
estimaba en 1842 en aproximadamente 6 millones y medio de cabezas. La exportación de cueros
entre 1840 y 42 superó al millón cien mil piezas y aunque sin duda afluyeron de los. países vecinos,
la cifra de los producidos en el país fue muy elevada. (28) También fue muy alta la de tasajo. Se
había multiplicado por 10 la de la época colonial, cuando la Banda Oriental era la única productora
de carnes saladas en el Plata. (29) Sin duda, sumando las exportaciones al consumo de carne,
principal. alimento de la población uruguaya, fue entonces que la proporción de carne que se tiró fue
menor en muchos años. La demanda externa no exigió la mestización del vacuno criollo, que
satisfacía los requerimientos del saladero, el que sólo necesitaba que los animales estuvieran
descansados. Por otra parte el vacuno críollo poseía un cuero grueso que era salado. (30) La
explotación ganadera conoció variantes en el período. En algunas estancias comenzó a mestizarse
el ovino —lo que supuso una inversión mayor que la requerida por el vacuno—, y predominó ya el
pastoreo sobre la caza. Sin duda aquéllas que colocaban el entero animal en el saladero o para el
abasto de ciudades y pueblos, mantuvieron más estrictamente el rodeo y practicaron más
sistemáticamente la castración que favorecía el engorde del novillo. Es para este tipo de
establecimiento que se estimaba entre un 30 y un 24% el beneficio de la inversión inicial, que era
muy limitada. (31) En general consistía en la adquisición de la tierra y el ganado. Pero una alta
proporción de la tierra era propiedad pública y en los casos que fue efectivamente pagada, su precio
fue muy inferior al del mercado y de la que fue solicitada para ser adquirida, sólo de una prte éste
satisfizo. El vacuno criollo costaba poco. Sin contar con que buena parte de los hacendados se
había apropiado de él o lo había adquirido a los beneficiarios de los repartos luego de la guerra con
Brasil. Descripciones de la época nos hablan de que la mayoría tenía como edificaciones ranchos de
paja y terrón, algunos de los cuales servían de vivienda al estanciero y su familia, a sus capataces,
como cocina y galpones donde se guardaban herramientas de trabajo y dormían los peones y
esclavos. (32) Existían otras con mejores edificios, algunas verdaderas fortalezas ante la inseguridad
de la campaña. Escasa inversión, apropiación por medios extraeconómicos de ganados y tierras, no
venta o consumo de parte de las carnes, caracterizan entonces la explotación ganadera. Todavía en
1885 cuando ya estaba muy avanzado el proceso de mestización del ovino y el cercamiento de los
campos, el pintoresco cronista de "La tierra purpúrea" se asombra de que al terminar la comida, se
arrojen y permitan el festín de perros, caranchos, halcones y gaviotas, 10 a 15 kilos de carne. Esto
explica la generosa hospitalidad que los viajeros no dejan de recordar y que durante décadas la
estancia mantuviera, una población que excedía por cierto la fuerza de trabajo requerida. Carne y
cueros tuvieron además de un valor de cambio y uno de uso. Todavía a comienzos del siglo XX
Nepomuceno, hijo del caudillo estanciero de la última patriada, Aparicio Saravia, recuerda en sus
memorias que en el invierno crudo el abrigo más importante lo hacían de cueros de venado y de
toro, descarnándolos y sobándolos hasta darle un espesor muy fino, para que fueran livianos e
impermeables y que aún cuando casi siempre iban descalzos confeccionaban "tamangos" para el
frío con cueritos de cordero. Su alimentación, según evoca, se componía de leche, carne, pan, tortas
fritas y pirones, y no se practicaban refinamientos culinarios. (33) Pero además, la posesión material
de la tierra y los ganados se asegura con gentes que la defienden, y la jurídica por vínculos con el
poder. Salvo los extranjeros, que tuvieron siempre para garantizar sus derechos supuestos o reales
el apoyo de sus cónsules y escuadras, los demás confiaban preferentemente en sus lazos con el
gobierno o con el caudillo del bando contrario. En realidad la inserción en "la divisa" constituyó la
mejor garantía si ésta estaba en el poder; en caso contrario era preciso que la propia accediera a él.
Para buena parte de los hacendados la disposición de gentes a su servicio, favorecía un lugar mejor
en la hueste caudillesca.
b) El frustrado intento de encaminar el país hacia la imposición del capitalismo por la vía
"oligárquica" o "prusiana"
En la primera etapa del gobierno del segundo Presidente constitucional, Manuel Oribe, junto a su
Ministro de Hacienda Juan María Pérez, tratará de imponer una política . económico-financiera
destinada a abaratar el costo del aparato estatal y escapar a las imposiciones de los usureros y
especuladores, de privilegiar la ganadería, sin abandonar la inmigración destinada sobre todo a la
agricultura y a otras actividades productivas, pero considerando que su fomento dependería del
mantenimiento de la paz y la estabilidad, y oponiéndose a una política proteccionista por parte del
estado. Aunque el Ministro aludió más de una vez a los males que irrogaba el latifundio, consideró
que el país los superaría al incrementar su población y con el aumento de capitales. La política
gubernamental se orientó a crear un sistema de crédito público admisible, transformando los
empréstitos a corto plazo en otro a uno mayor, fincando esperanzas en la concertación de un
empréstito en Londres. Este fracasó finalmente porque los británicos exigieron en cambio la firma de
un tratado de comercio y navegación leonino cuyos inconvenientes denunció la oposición, y el
Cónsul Hood, ligado a prestamistas postergados del anterior gobierno, difundió en Londres
información que desprestigiaba al Uruguay. Según el historiador inglés Ferns, existía entonces
hostilidad hacia los estados extranjeros en el país. (44) Desde "El Nacional" los .doctores liberales
enfatizaban el riesgo que existía para la independencia nacional en la concertación de empréstitos y
tratados con grandes potencias, y curiosamente en "El Universal" y en "El eco oriental" que
apoyaban al Poder Ejecutivo, se defendían las virtudes del ingreso que supondría el dicho
empréstito. Desde luego eran razones políticas del momento las que fundamentaban las posiciones.
Ante el fracaso del empréstito externo, Pérez impuso medidas más severas de contención del gasto
público, aplicó un forzoso y gravó el comercio y la producción. Se incrementó el costo de la vida, lo
que afectó a sectores populares. Aplicó la Reforma Militar, que implicaba el pase a retiro de buena
parte de la oficialidad, con criterio selectivo además en contra de los adictos a Rivera. Se sancionó
finalmente la ley sobre venta y prescripción de tierras públicas, de definido carácter propietarista. No
sólo los mil pesos en que se fijó la legua cuadrada, sino el complejo procedimiento para su
adquisición, excluyó de las posibilidades de acceso a la misma a la mayoría absoluta de la
población. El Poder Ejecutivo mostró simpatías definidas por los viejos propietarios y poseedores de
origen colonial. Fue perdiendo las simpatías de la inmensa mayoría de poseedores y de las masas
rurales. En grandes rasgos, su política puede compararse con la impuesta en la década del 70 a
partir del gobierno del Cnel. Latorre. Pero entonces se había consolidado una oligarquía comercial,
bancaria y terrateniente infinitamente más sólida que la que existía durante la Presidencia de Oribe.
Por otra parte el propio Ministro de Hacienda había sido uno de los especuladores más fuertes y se
le acusó de utilizar el ministerio para seguir especulando. En definitiva, ante la imposibilidad de
aplicar una política consecuente en favor de una oligarquía consolidada, Oribe acabaría haciendo
una politica de facción, en favor de la divisa "blanca".
La dimensión tecnológica del cambio: auge y madurez de una trayectoria tecnológica modernizadora
Una vez cumplidos los turbulentos años de las guerras de independencia y la guerra contra el gobernador
bonaerense Rosas, tuvo lugar un notable poroceso de cambio tecnológico en el campo uruguayo, entre 1860
y 1914. Se obtiene -una imagen muy precisa de estas transformaciones si se mide el producto y la
productividad de la ganadería del conjunto del territorio nacional. Como muestra el Cuadro 20, el producto
ganadero del Uruguay creció a una tasa acumulativa anual cercana al 3% durante el periodo 1870-1913,
acompañado por un crecimiento de la productividad factorial total (PFT) de la ganadería del orden del 2% en
un período similar. Lamentablemente esta estimación no puede hoy confrontarse con otra similar para
períodos anteriores, pero en cualquier caso puede afirmarse que esos números revelan un desempeño
altamente satisfactorio, si se tiene en cuenta que el conjunto de países similares en dotación factorial e
inserción internacional (Argentina, Canadá, Australia y Estados Unidos) registró un crecimiehlo de su producto
agropecuario promedio del 2,0% en el mismo período, y que el crecimiento de los sectores agrarios de estos
países se basó fundamentalmente en una acelerada expansión de sus respectivas fronteras agrícolas. Así, el
desempeño tecnológico de la mayoría de ellos fue notoriamente inferior al de la ganadería uruguaya: la PFT
del sector agrario argentino fue negativa entre 1870-1910, la de Estados Unidos apenas creció un 0,5%, y la
de Canadá sólo un 1,1% en los mismos años (Federico, 2000). La estimación de la PFT del sector ganadero
uruguayo permitió saber que entre 1872-1908 hubo un importante crecimiento de los factores
productivos,derivado de la masiva incorporación de ganado (ovino) a la pradera uruguaya, y como se verá en
el apartado siguiente, de la definitiva apropiación productiva de la tierra en el marco de los nuevos derechos
de propiedad sobre ésta y los ganados. Aun así, la productividad creció a una tasa del 2% anual, lo que
revela una cierta sinergia entre una mayor dotación factorial, nuevas formas de producción, y nuevas formas
institucionales en relación con el acceso y control de los factores productivos, así como el acceso a nuevos
mercados, que parecen haber pautado esta primera etapa en la historia de la ganadería capitalista uruguaya.
¿Qué estaba ocurriendo?.
La noción que permite capturar este proceso a cabalidad es la de trayectoria tecnológica, un concepto de la
nueva economía del cambio técnico que traduce la dinámica temporal y relacional de los procesos
innovativos. Una trayectoria tecnológica es una serie orientada y acumulativa de innovaciones sucesivas; una
secuencia temporal donde, a partir casi siempre de una innovación radical, se producen sucesivas
innovaciones incrementales, compatibles con un contexto económico determinado y por lo tanto encaminadas
en una cierta dirección, pero en una dinámica tal que en su fase de madurez, los rendimientos de las
innovaciones de una trayectoria son decrecientes (PNUD, 2005). La gran transformación del período 1870-
1914 no es otra cosa que el _ nacimiento y la juventud de una determinada trayectoria tecnológica_para la
ganadería local, que hunde sus raíces en la década de 1860 y que discurre sobre las cuatro siguientes. Así,
se pueden identificar tres núcleos innovativos_ en torno a los cuales se articuló la trayectoria modemizadora:
la incorporación del ovino al establecimiento, el alambramiento de los campos y la mestización -Jéfrodeo
vacuno. La combinación de estas innovaciones amplió las fronteras de posibilidades de producción de la
ganadería local, llevando el pote -nciar productivo de la pradera -natural a su límite, mediante la obtención de
nuevos productos. Se determinó así una nueva función de producción para la ganadería vacuna uruguaya,
que encontró su expresión en un nuevo tipo de unidad productiva, base de las exportaciones del país y motor
del crecimiento agroexportador del período 1870-1914. La innovación radical inicial fue. la incorporación del
_ganado _ovino al rodeo nacional, un proceso que tuvo lugar durante la década de 1860. La ovinización
incorporó un nuevo rubro productivo a la estancia, maximizó la productividad de la pradera natural y
diversificó riesgos. Una segunda íriii-6■7ac -i-oil que continuó la trayectoria tecnológica fue el alambramiento
de las propiedades ganaderas, un rápido proceso que se aceleró y completó rápidamente entre 1876 y los
últimos años del siglo XIX. La utilización de cercos de alambre para deslindar y subdividir en "potreros" los
establecimientos, introdujo criterios de racionalización en el uso de la pradera y modificó la forma de
organización del trabajo al interior del predio. Por estos motivos, el cercamiento no sólo introdujo nuevas
formas de racionalización de la .cría y el engorde del ganado, sino que fue la vía regia para la consolidación
de los derechos de propiedad y la formación definitiva. de mercados modernos de factores en la producción
agraria.
Finalmente, la tercera innovación fue la"mestización" del rodeo —término que emplearemos aquí para referir
al proceso general de mejoramiento genético de vacunos y lanares que tuvo lugar desde 1860 en el caso de
los lanares y desde 1880 entre los vacunos. Implicó un intenso proceso de aprendizaje por parte de los
productores que redundó en un nuevo tipo de vacunó, adecuado a los requerimientos de la incipiente
industria frigorífica, y un nuevo tipo de ovino, originalmente orientado a la producción de lana fina. Con la
mestización del rodeo la trayectoria tecnológica en curso alcanzó su madurez. Así, a lo largo del casi medio
siglo transcurrido entre 1860 y la primera década del siglo XX, el nacimiento y desarrollo de esta trayectoria
tecnológica creó nuevos productos, (la lana, los corderos y el novillo "mestizo" para frigorífico) y un racimo de
nuevos procesos (los cambios en la cría y engorde asociados al carácter mixto del establecimiento y
permitidos por el alambramiento), a nivel del predio rural. La nueva dinámica tecnológica provocó un
incremento de la cantidad de ganado sobre la pradera natural, y una mejora de la calidad del mismo que
fueron evidentes entre 1870 y la segunda década del siglo XX, respectivamente en la evolución de la carga
animal y en los rendimientos por cabeza de este período. Como se ve en el Cuadro 21, en la década de 1860
se registró un aumento sostenido de la carga animal total, resultado de la incorporación generalizada del
ovino, y aunque después la carga animal dejó de crecer, los rendimientos fisicos aumentaron hasta la primera
década del siglo XX, tanto por cabeza animal como por hectárea de tierra. Inicialmente estas innovaciones
fueron hechas por iniciativa privada y en una modalidad de "aprender haciendo" se formó un escueto sistema
privado de compra (en el extranjero) y venta (local) de tecnología, articulado en torno a establecimientos
privados de importación de reproductores bovinos y ovinos que funcionó sin una participación estatal
gravitante. Así, aunque como se verá después, el Estado jugó un papel crucial como garante y definidor de
las reglas del juego, la adopción de innovaciones entre 1870 y la primera década del siglo XX se hizo
sustancialmente en base a la iniciativa privada, en un rudimentario mercado de conocimientos tecnológicos
donde apenas la Asociación Rural, entidad corporativa ganadera recientemente fundada, jugaba un modesto
y esporádico papel de mediador entre una oferta de conocimientos tecnológicos producida en otros países
(donde la agropecuaria era, por cierto, muy diferente a la uruguaya) y la demanda local. Ya entrado el siglo
XX, en cambio, se dieron los primeros pasos en la creación de un sistema publicó de innovación
agropecuaria, con la fundación de la Facultad de Agronomía y Veterinaria en 1907 y la creación en 1911 de
las Estaciones Agronómicas y del Instituto Fitotécnico Nacional. Debido a la ausencia de técnicos locales, fue
necesario contratar profesionales extranjeros para colocarlos al frente de estas instituciones. La creación de
estos organismos era, en parte, una respuesta del gobierno a la percepción cabal de que el primer ciclo de
innovaciones había alcanzado su fin, y de. que el desarrollo posterior de la ganadería nacional requería otro
tipo de esfuerzos públicos y privados. Efectivamente, hacia 1913, cuando en el mercado de ganado el
frigorífico se impuso sobre los saladeros, la trayectoria tecnológica iniciada hacia 1860 había alcanzado su
madurez: la carga animal que podía soportar la pradera natural había alcanzado su máximo, y si se quería
iniciar una nueva trayectoria tecnológica ésta debería estar basada en otra innovación radical: la adaptación
y generalización de cultivos forrajeros como complemento de la alimentación del ganado.
2. La dimensión institucional del cambio: nuevas reglas, nuevos agentes, nuevo mercados
La cuestión del proceso de nacimiento de un entramado de dispositivos institucionales que resultaban
fundamentales para la formación de mercados modernos se conoce muy bien, por cuanto está asociado a la
emergencia de un Estado con poder de coacción a escala de todo el territorio nacional. Un primer conjunto de
dispositivos institucionales tenían como objetivo una mejor definición, efectivización y garantía de los
derechos de propiedad sobre tierras y ganados. Así, tuvieron lugar, en un único movimiento, dos procesos
simultáneos: la separación de tierras y ganados (hasta entonces una simbiosis que los convertía casi en un
único bien económico) y la separación de hombres y tierras. Por el primero de ellos se creaban las
condiciones para la formación por separado de un mercado de tierras y un mercado de ganado; lo segundo
daría lugar a la formación de un mercado moderno de trabajo rural. El proceso tuvo en verdad un tímido
comienzo durante la década de 1860, pero los conflictos políticos internos e internacionales en los que se vio
envuelto el país desde 1865 hasta 1875 impidieron su desarrollo. Las transformaciones institucionales
cobraron brío recién en 1875 concluyeron al despuntar el siglo XX, al aprobarse una serie de medi as que
apuntaban a consolidar los derechos de propiedad sobre la tierra y el capital. El punto de partida fue la
aprobación de un Código Rural cuya redacción se encomendó directamente a la Asociación Rural, entidad
recién fundada, que representaba a los grandes hacendados. El mismo fue seguido de un decreto
exonerando de impuestos a la importación de alambres para cercos (1875), destinado a facilitar el conocido
proceso de "alambramiento de los campos", por la aprobación de un Reglamento General de Policías Rurales
y Departamentales de Campaña (1876), la creación de una policía particular al servicio de los hacendados
(1876), la creación de una Oficina General de Marcas y Señales de Ganado (1877), la creación de Registros
de Propiedades Departamentales y Seccionales (1879), y la aprobación de una ley represora de la vagancia y
el abigeato (1886) (Barrán y Nahum, 1964) (Jacob, 1969). Así, el intenso y rico proceso de consolidación de
los derechos de propiedad que se inicia con la creación del Código Rural y corre sobre las siguientes dos
décadas puede verse como el definitivo nacimiento de los mercados de factores de producción de una
ganadería capitalista: el mercado de ganado (principal componente del capital en la ganadería), el mercado
de tierras y el mercado de trabajo. El proceso de formación de mercados de bienes agrarios también ha sido
estudiado con cierto detalle, y se han destacado la importancia del ferrocarril, de la creación de un patrón
monetario nacional y de diversas formas de crédito para-bancario, en su desarrollo (Barrán y Nahum, 1971)
(Barrán y Nahum, 1973) (Barrán y Nahum, 1978) (Millot y Bertino, 1996). El Cuadro 22 muestra que entre
1875 y 1914 el costo del transporte de bienes agrarios en el territorio nacional, aunque con oscilaciones
durante el período, cayó en relación al precio de esos mismos bienes. Así como en los mercados
internacionales la caída en los fletes marítimos facilitaba la formación de una economía globalizada, la
difusión del ferrocarril por las tierras sudamericanas facilitaba la formación de unos mercados nacionales de
productos agrarios, si bien con un sesgo geográfico muy rotundo hacia los puertos atlánticos, como ha sido
reiteradamente señalado (Barrán y Nahum, 1973). Ha tenido menos destaque la implantación del sistema
métrico decimal, cuya aprobación legal databa de 1862 (Alonso Criado, 1877) pero cuya generalización tomó
un largo periodo: todavía en los últimos años del siglo XIX convivían numerosas unidades de medida de peso
y volumen de los productos agrarios. arrobas, quintales, pesadas de 40 libras, unidades, fanegas. ¿Qué
características tuvieron los mercados formados en este proceso? Se desconocen con precisión el ritmo y la
geografía del proceso de formación de estos mercados, por cuanto no se han hecho estudios de
convergencia de precios de distintas regiones. Sin embargo, la información del Cuadro 23 muestra, a escala
nacional, unos movimientos de los precios en los mercados de factores muy bien alineados con el movimiento
de los precios de los bienes finales más importantes de la ganadería del período, desde el último cuarto del
siglo XIX.
Así, se observa que el precio de la tierra ha fluctuado de manera muy acompasada con los precios de las
carnes, las lanas y los cueros exportados entre 1870 y 1913; también, que el precio del ganado para faena
co-varió cien por ciento con el de las carnes exportadas hasta 1904, año en el cual por primera vez una
empresa frigorífica ingresó al mercado de ganado, iniciando un acelerado proceso de concentración del lado
de la demanda. Este último dato es del todo coherente con los resultados de otros estudios sobre la
imperfecta estructura del mercado local de ganado para la industria frigorífica, que han destacado el papel
negativo de una demanda fuertemente concentrada sobre el desempeño del sector ganadero exportador
(Bernhard, 1958); máxime si se tiene en cuenta que en aquel período la demanda de ganado gordo para
carnes congeladas estaba concentrada en sólo dos empresas: los frigoríficos "La Uruguaya", que pese a su
nombre en 1911 fue comprado por capitales argentinos, y "Montevideo", una planta del grupo estadounidense
Swift (Chicago) abierta en 1912 (Finch, 1980). En resumen, resulta claro que hacia 1913 ya funcionaban unos
mercados nacionales para los factores productivos y que los precios allí formados respondían con
"normalidad" a los precios de los bienes finales, excepto en el caso de un mercado imperfecto como el del
ganado para faena, donde las empresas demandantes lograban retener para sí una parte extraordinaria del
precio de los bienes finales. En cuanto a las características del mercado moderno de tierras, se ha destacado
que su proceso de formación dio lugar a la apropiación de facto de importantes extensiones de tierra fiscal, a
la consolidación del latifundio ganadero, y por las razones que se verán enseguida, a la formación de un
nutrido "pobrerío rural", fenómeno que constituyó una alarmante novedad en la historia social del campo
uruguayo (Barrán y Nahum, 1964) (Jacob, 1969). La cuestión no puede entenderse sin hacer referencia a las
características del flamante mercado de trabajo rural. Según diversos autores, en el primer impulso innovador
protagonizado por la ovinización de la década de 1860, los requerimientos de trabajo rural aumentaron.
Algunas estimaciones sugieren un aumento importante de la demanda de trabajo rural hacia 1869 y una suba
de los salarios en diferentes categorías de trabajadores rurales, durante la década de 1870 (Millot y Bertino,
1996). También se ha señalado que la producción ovina requería 4 o 5 veces más mano de obra que la
vacuna, y se ha enfatizado su carácter sedentarizador y "civilizador" de población rural (Barrán y Nahum,
1964). La efectivización de los derechos de propiedad sobre el ganado mediante numerosos recursos
represivos, así como un amplio conjunto de dispositivos disciplinadores de la fuerza de trabajo, facilitó que el
desarrollo del ovino diera lugar a un primer movimiento de conformación de un mercado de trabajo moderno,
colocando a disposición de la nueva estancia ovinizada contingentes efectivos y más dóciles de mano de
obra. Así, el primer impulso innovador habría estado asociado a un aumento de la demanda de trabajo, a
mayores salarios y a cierta densificación de la población rural. Pero después de 1885, cuando el proceso de
cercamiento estaba casi consumado, se redujo la demanda de trabajo en la estancia debido a que el
alambrado hizo innecesarias algunas categorías ocupacionales típicas de la producción ganadera sin cercos.
A la vez, la consolidación de los derechos de propiedad sobre la tierra y el ganado y la apropiación de tierras
fiscales, destruyó un segmento de población campesina articulada a la estancia ganadera bajo formas
peculiares de aparcería (los "agregados") y eliminó definitivamente la posibilidad de hacer uso de facto del
suelo agrícola, consagrando la estructura latifundiaria pre-existente (Barran y Nahum, 1964) (Millot y Bertino,
1996) (Jacob, 1969). Hacia la mitad de la década de 1880, la conjunción de este fenómeno con la expansión
de las vías férreas (que nuevamente redujo los requerimientos de mano de obra) habría provocado un
fenómeno de desocupación rural con efectos diversos en el corto y largo plazo, que será analizados
enseguida. Cabe pensar, además, que la modificación radical del escenario institucional para el acceso a los
recursos tierra y ganado terminó con la articulación que pudo haber existido en la ganadería pre-moderna
entre ambos agentes y ambas producciones, lo cual habría modificado severamente la sociedad rural. En el
corto plazo se formó una masa paupérrima que dio origen a los "pueblos de ratas" de la campaña y ambientó
el levantamiento armado de 1904, al poner a disposición de los caudillos rurales, amplios contingentes de
población pobre que habría sido la "carne de cañón" del conflicto (Barrán y Nahum, 1972). En el largo plazo,
comenzó un proceso secular de emigración campo-ciudad que precipitó una temprana y vertiginosa
urbanización de la sociedad uruguaya y adelantó la transición demográfica (Solari, 1958) (Barrán y Nahum,
1979) (Pellegrino, 1997). Por último, cabe apreciar que el enfoque nacional con que se ha estudiado estos
procesos excluyó del análisis la hipótesis presentada en el Capitulo 1 sobre la disimilitud de los procesos de
formación de mercados de trabajo y de tierra en las dos regiones económicas allí identificadas. Posteriores
investigaciones deberán, en efecto, tomar el hecho de que la primera mitad del siglo profundizó las
diferencias entre el sur y el norte de un país que, por decirlo de manera chocante, había sido creado por
decreto por dos potencias vecinas sin consideraciones a su articulación geo-económica. Cabe suponer que
en la segunda mitad del siglo XIX la. tierra y elrganado_sufrierorlprocesos de valorización en ambas regiones
pero a ritmos diferentes, _que actuaron en cada región sujetos sociales diferentes, y en especial, _que el
proceso. de formación del mercado de trabajo también tuvo un trámite diferente en cada _ caso: las antiguas
formas de utilización de la mano de obra, incluyendo la esclavitud, la desigual distribución de la inmigración
europea que afluyó al territorio desde 1880 y desde luego, las desiguales formas de disolución de las antiguos
circuitos de producción y consumo, determinaron singularidades de gran peso a uno y otro lado del Río
Negro. Las dificultades para conocer con exactitud la evolución de la población rural, la población activa rural,
y los salarios rurales del período no han permitido, sin embargo, más que un análisis indirecto de estos
fenómenos. Algunos estudios recientes sobre la movilidad espacial de la población en los primeros años del
siglo XX mostraron un
mapa de regiones expulsoras y regiones atractoras de población que revela la existencia de importantes
diferencias regionales en el proceso de formación de un mercado de trabajo rural, que ameritaría posterior
investigación (Pollero et al., 1999). Las nuevas reglas del juego y los nuevos mercados son causa y
consecuencia de la aparición de nuevos agentes. Al cabo del proceso, la nueva función de producción de la
panadería capitalista, aunque menos intensiva en trabajo, era tan intensiva en el uso del factor tierra como lo
había sido la ganadería asociada a la producción del cuero y el tasajo. En este sentido, la trayectoria
tecnológica de la ganadería del último cuarto del siglo XIX no desafió la estructura territorial preexistente, sino
que puso en marcha un proceso de especificación y consolidación de los derechos de propiedad que dió un
nuevo sentido a la alta concentración territorial que venía del pasado. La transformación tecnológica de este
período no se hizo a pesar del latifundio, sino con y desde el mismo. La producción de carne y lana en base
a pasturas naturales no cuestionaba la concentración de una gran cantidad del recurso productivo pradera en
un latifundio, sino que como los muestran los indicadores de rendimiento físico, aumentaba la eficiencia de la
pradera y consecuentemente, valorizaba la tierra. En el marco de una dinámica institucional fuertemente a
tono con esta dinámica tecnológica, la consolidación de los derechos de propiedad, la solidificación de la gran
propiedad territorial y el fortalecimiento del Estado eliminó algunos sujetos sociales, consolidó otros, y
promovió la aparición de nuevos. Ya se analizó el nacimiento de un "pobrerío rural" que ensombreció el
triunfalismo de las clases rurales. Por otro lado, el poder económico y político de los hacendados se vio
fortalecido frente a los trabajadores rurales, pero debilitado frente al Estado moderno. Este había jugado un
papel fundamental en el proceso de consolidación de los derechos de propiedad. En un proceso en parte
acicateado por las transformaciones rurales y en parte resultado de complejos procesos políticos, desde 1876
se aceleró la consolidación de un Estado centralizado que aumentó significativamente su poder de control
efectivo sobre el territorio. Hubo un primer tramo autoritario y militarista en la historia de la formación del
Estado moderno uruguayo, que los historiadores han identificado con el nombre de Militarismo (1876-1886),
donde fue notoria la congruencia entre los requerimientos institucionales del cambio tecnológico iniciado en la
década de 1860, los intereses de paz, seguridad y orden de los estancieros nucleados en la Asociación Rural,
y la vocación de austeridad autoritaria de los gobiernos de esa etapa. Pero tras aquel primer tramo autoritario
y militarista, la formación del Estado moderno avanzó no sin traspiés, derivados en parte de algunos shocks
externos (la crisis de 1890) y en parte de las dificultades para encauzar un proceso de institucionalización de
un sistema político también moderno, hacia la experiencia reformista del primer Batlismo (1903-1916) que
habría de protagonizar el peor enfrentamiento con los hacendados.
desde 1919- compartía con él las funciones del Poder Ejecutivo. Desde comienzos de 1933 pudo
contar con la aquiescencia de Herrera -jefe del sector mayoritario del Partido Nacional- que tenía
importantes conexiones en el medio rural. El Golpe mismo, llevado a cabo bajo la consigna de la
reforma constitucional, provocó escasa resistencia popular. La fuerza de la tradición bipartidaria y la
dependencia de Terra con respecto al apoyo de un sector del nacionalismo hicieron que la nueva
Constitución se basase en un nuevo acuerdo interpartidario. La coparticipación continuó siendo,
pues, el modus vivendi de la vida política del país. «Puede decirse que la diferencia real entre las
cartas constitucionales de 1918 y 1934 radica en que, mientras en la primera la coparticipación se
hacía entre los dos partidos, en la última quienes coparticipaban eran una fracción de cada uno de
los dos partidos [...] En esencia, el pacto de 1931 había sido informalmente constitucionalizado». Y
ya que -tal como lo hemos visto- una de las bases de la coparticipacion era el reparto de los cargos
públicos entre las organizaciones partidarias, resulta significativo señalar que en el presupuesto de
1937 figuran 39.400 puestos en la administración central que deben compararse con los 30.100
existentes en 1924-25 y con los aproximadamente 33.000que figuraban en 1931-32.
Aun cuando las modalidades del funcionamiento político pudiesen seguir siendo tradicionales, la
orientación gubernativa del nuevo régimen significó un corte con la ideología batllista.
Indudablemente, el sector más beneficiado por el cambio fue el de los propietarios rurales. La nueva
línea se manifestó con claridad en el mensaje presidencial que acompañó los proyectos de
reducción de los impuestos sobre el agro. «El iniciar una tendencia de rectificaciones y correcciones
en favor de la campaña, por medio de estas leyes que más directamente influyen sobre la vida rural,
señalará el principio de una etapa histórica en la vida económica de la República». Otros beneficios
económicos directos favorecieron a la campaña y entre ellos deben destacarse la sus ensión del
pago de hipotecas sobre la propiedad rural, la mejora en los pagos a los productores ganaderos y la
devaluación de los tipos decan~les a las exportes. El apoyo de otros sectores de la clase alta se
consolidó sobre la base de una oposición a la extensión de la legislación laboral y social y a los
avances del Estado en las actividades industriales. En consecuencia se produjo una paralización
casi completa de la actividad legislativa en estos rubros. Sin embargo, la nueva alianza gobernante
reposaba en intereses que coincidían sólo parcialmente. El contralor de los cambios y del comercio
exterior, que se mantuvo luego del golpe, limitaba la libertad del sector comercial mientras que los
intereses industriales se veían perjudicados por la depreciación de los tipos de cambio en medio de
una política que seguía siendo proteccionista. na orientación dictada exclusivamente por los
sectores rurales hubiese sido insostenible en un país cuya vida política había estado determinada en
los últimos treinta años por la masa de población concentrada en Montevideo. Por eso la política
iniciada en 1933 se caracterizó en realidad, tanto por la diversificación de la economía y el descenso
de la presión salarial como por la restauración de la prosperidad de los propietarios rurales. Una
dimensión distinta de la quiebra del sistema político autónomo es la que surge al considerar el papel
de los poderes imperiales y su influencia en el comportamiento de los distintos sectores de la vida
del país. Aunque la reacción de las clases conservadoras ante su falta de representación se estaba
gestando desde antes de 1930, resulta claro que fue la propia crisis del sistema capitalista la que
precipitó la crisis interna. El Uruguay nació y creció bajo la tutela británica pero -a la altura de 1914—
los lazos de esa relación se estaban evidentemente aflojando. Las inversiones británicas habían
alcanzado su punto máximo y -en esa fecha sólo una modesta y decreciente proporción de las
exportaciones uruguayas tenía por destino al Reino Unido. La ironía de la década del veinte radicaba
en que el crecimiento de las exportaciones de carnes congeladas y enfriadas -para las que Gran
Bretaña era el mercado más importante- ataba a los ganaderos uruguayos a un régimen imperial en
decadencia, que no tenía ya nada que ofrecerles, pero del que era imposible pensar en liberarse.
Para colmo de males, el Uruguay ocupaba una posición marginal en su principal mercado de carnes.
En 1930, toda la producción de carnes vacunas enfriadas, el 83% de las carnes de cordero
congeladas y el 39% de las carnes vacunas congeladas era exportado para el Reino Unido pero el
porcentaje que la producción uruguaya representaba en el total de los embarques sudamericanos
para ese destino era pequeño y disminuyó más aun durante la Depresión. Como si esto fuera poco,
la producción de carnes sudamericanas para el mercado inglés se veía amenazada, toda ella, por la
competencia de las exportaciones de los miembros de la Mancomunidad Británica. Las implicancias
de esta situación para ambas partes estaban claras. Para el Foreign Office -desalentado de tratar
con los batllistas- «Sólo medidas enérgicas harán entrar en razón a los uruguayos y en Ottawa
tenemos un arma poderosa lista para ser utilizada». Para los productores de carne, con su principal
mercado amenazado-Gran Bretaña absorbía la cuarta parte del total de las exportaciones
uruguayas- y ante la inminencia de las negociaciones sobre las cuotas en el abasto del mercado
britanico de carnes, la remocion del gobierno
batllista se convirtió en un asunto fundamental. El Foreign Office había ya expresado su aprobación
de Terra: «Si tiene éxito [en despojar de su autoridad al Consejo Nacional de Administración] ello
será en beneficio de nuestro punto de vista».22 Cuatro días después del golpe, una compañía
británica proporcionó una ayuda más concreta. Atlas Electric and General Trust ofreció un empréstito
de un millón de dólares si el gobierno prometiese un tratamiento favorable de su compañía de
tranvías de Montevideo. En 1936, se ve una nueva medida antibattlista de interés directo para los
capitales británicos, cuando la Ley Baltar negó a los entes autónomos el derecho de establecer
monopolios legales tales como él que se había concedido a la ANCAP en 1931 y a los que estaban
autorizados por sus leyes de creación. Uno de los efectos de la crisis económica internacional, tanto
en el Uruguay como en otros países dependientes que ya habían iniciado su crecimiento industrial,
fue el de promover una mayor industrialización. Este proceso no se debió al desplazamiento de un
grupo de la elite dirigente (los propietarios rurales) por otro grupo anteriormente subordinado (la
burguesía industrial). Por el contrario, en el Uruguay -al igual que en la Argentina- el retiro del apoyo
de la potencia imperial exigió a las fuerzas vivas del sector rural el aumento de su participación
directa en la actividád política a los efectos de garantizar la realización de los cambios internos
regleridos por la nueva coyuntura internacional. ¿Por qué, pues, no pudo el nuevo régimen mantener
el control del aparato estatal y fue gradualmente desplazado a partir de 1938 en un proceso que
culminó en 1942 con larestauracion del batllismo en el poder bajo una nueva Constitución? Tal vez,
en el fondo, la vida política del país estuviese sólo parcial o aparentemente interrumpida. En
comparación con la dictadura de los años después de 1973 la represión de disidentes fue blanda. No
se hizo ningún intento de atacar las estructuras-políticas tradicionales, si bien no se permitió a los
sectores opositores manifestar su oposición en forma efectiva. En realidad, el régimen surgido en
1933 también estuvo basado en un acuerdo interpartidario y esto implicó el tradicional reparto del
patronazgo ejercido sobre la administración pública. Los intereses rurales no pudieron, pues,
mantener el control del Estado porque nunca llegaron a controlarlo del todo. El fracaso del nuevo
régimen se debió también al debilitamiento de la coalición gobernante como consecuencia de los
acontecimientos internacionales. Terra adorno su régimen de ciertos rasgos fascistas, y entre los
herreristas existía una considerable corriente de simpatía hacia los países del Eje que se mantuvo al
iniciarse la Segunda Guerra Mundial en 1939. Este sentimiento no era compartido en general por el
sector colorado del bloque gobernante y planteaba además la grave