Constituciones Del Siglo Xix
Constituciones Del Siglo Xix
Constituciones Del Siglo Xix
CURSO HISTORIA Y
FILOSOFÍA DEL DERECHO
SEMANA 11
LAS CONSTITUCIONES
DEL SIGLO XIX
EL CONSTITUCIONALISMO PERUANO
EN LA PRESENTE CENTURIA*
l. Preliminar
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2. Ojeada panorámica
(l) La Constitución de 1i5 12, si bien .rurada y aplicada en el Virrey nato del
Perú y valiosa como antecedente, forma parte, en rigor de nuestra pre-
historia constitucional, más que de nuestra historia constitucional pro-
piamente dicha.
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A estos dos primeros documentos constitucionales, que casi
no se aplicaron, sucede la Constitución de 1828, que sienta las ba-
ses, a nivel prescriptivo, del nuevo país; primacía del Ejecutivo,
coordinación de poderes, autonomía del órgano judiciaL presencia
de dos Cámaras, derechos individuales clásicos, derecho al sufragio,
etc. Esta Carta de 1828, no fue sin embargo de larga duración pues
fue sustituida por otra, la de 1834, a la que sigue el intl:'rrcgno de
tres años que significó la experiencia de la Confederación Perú-bo-
liviana (1836-1839) que agrupa a Bolivia, al Estado Nor-peruano
y al Estado Sud-peruano. Fracasado este movimiento iniciado des-
de Bolivia por el General Santa Cruz, se sanciona la Constitución
de 1839 que vuelve por los fueros de la República Peruana anterior
al intento confederado; Constitución que dura hasta 1856, aun
cuando por breve tiempo, pues es reemplazada por la de 1860. En
1867 se promulga una nueva Constitución, de signo político con-
trario a la anterior, pero es derogada al poco tiempo, y la Carta de
1860 recupera su imperio hasta 1919, o más en concreto, 1920 en
que se promulga una nueva Carta, la primera del presente siglo, la
que es sucedida por dos más; la de 1933 y la vigente de 1979.
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contrario todas tienen algo de verdad y de convencional (una más
reciente clasificación efectuada por el historiador Pablo Macera,
divide nuestra historia en dos grandes períodos; uno independien-
te, que va desde los más lejanos tiempos hasta el siglo XVI, y otro
posterior, que sería dependiente, que se inicia con la conquista his-
pánica y que dura hasta nuestros días). En fin, y para no entrar en
mayores honduras. veamos gm::.so modo una clasificación de orden
genérica, adoptada por el mismo Basadre, en la póstuma edición de
su Historia de la República del Perú (1983) y es la siguiente:
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once años gobernase al Perú un solo Presidente, el señor
Lcguía.
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sobre la base de su análisis, en un primer momento formal, poda-
mos extraer alguna periodificación para los fines de nuestro bos-
quejo histórico-constitucional.
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Aun cuando las Constituciones que la siguieron, cambiaron en
detalles según la ideología liberal o conservadora que le impusieron
las respectivas asambleas constituyentes que las sancionaron, las
estructuras básicas duraron por largo tiempo. Las muy liberales,
como las de 1856 y 1867, tuvieron vida breve. Un texto moderado
y sensato como el de 1860 fue, salvo ligeras interrupciones, el más
largo de nuestra historia: sesenta años en total, que van de 1860 a
1920. Cuando en 1919 un gobierno de Jacto quiso justificarse me-
diante reformas constitucionales, en lugar de reformar la de 1860,
se dio una nueva Constitución; la de 1920, que inaugura el largo
período dictatorial de Leguía, que terminará mediante una revuel-
ta en 1930. Sin embargo, las diferencias entre las constituciones
de 1860 y la de 1920, son muy escasas, como lo han señalado los
estudiosos de aquel período, aun cuando apunta en la de 1920 un
tímido enfoque social del que carecen las anteriores. Al caer Le-
guía en 1930, las fuerzas políticas se proponen crear una nueva
constitución, no porque la de 1920 no fuese buena en la letra, sino
porque representaba la voluntad y el designio de una dictadura que
se había derrocado. Esto explica la Carta de 1933, que es práctica-
mente igual a la de 1920. Esta Constitución de 1933, será reempla-
zada posteriormente por la vig~nte de 1979, que sí representa un
cambio sustancial (en lo formal), con respecto a las anteriores.
Algunas de estas diferencias son: a) amplia protección de los dere-
chos humanos, acorde con los nuevos vientos de doctrina que
soplaban desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial; b)
afinamiento de la función e integración de los poderes del Estado;
e) creación de nuevos órganos constitucionales, en lugar de los tres
clásicos, como son el Ministerio Público, el Consejo de la Magistra-
tura, etc.; d) incorporación de lo que la moderna doctrina llama la
"Constitución económica", que está ausente en todas las anteriores
constituciones; e) introducción del papel benefactor y empresarial
del Estado; f) consagración de la llamada jurisdicción constitucio-
nal, en su triple aspecto, el de las libertades, el control de los pode-
res del Estado que se excedan en la normatividad que expidan, y
el reconocimiento de la jurisdicción supranacional.
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a) el que se inicia con la Constitución de 1828, y que pone
las bases estructurales del Estado peruano, que continua-
rán todas las constituciones siguientes, hasta la de 19 33
inclusive; y
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indio y a las tierras indígenas y campesinas bajo la protec-
ción del Estado, haber constitucionalizado el Habeas Cor-
pus (existente por ley especial desde 1897), haber intro-
ducido el arbitraje del Estado en materia laboral, entre
otros aser.tos, que desarrollaremos más adelante.
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y empezó a surgir, en ebullición, recién a partir de 1919, coinci-
diendo con el régimen de Leguía, modernizante y contemporiza-
dor, que ayudó a los nuevos cambios para liberarse de la vieja oli-
garquía que le había impedido el acceso al poder, y que más tarde,
iría más lejos de lo que él mismo se lo propuso. Por eso es que pue-
de decirse como ya se ha anotado, que nuestro siglo XX nace en
realidad en 1919, del cual es un pálido reflejo la Constitución san-
cionada ese año y promulgada en 1920.
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xvi) Pérez Godoy-Lindley ( 1962-1963),
xvii) Fernando Belaunde Terry (1963-1968 ),
xviii) Juan V elasco Alvarado (1968-197 5 ),
xix) Francisco Morales Bermúdez (1975-1980),
xx) Fernando Belaunde Terry (198ü-1985 ),
xxi) Alan García Pérez (1985-1990).
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la década del sesenta. Posteriormente, entramos en una nueva
crisis, cuya solución parece muy lejana, y que tiene su punto de
partida en la crisis energética, que empalma con una prosperidad
aparente, que luego se derrumba con la presencia de los acreedo-
res que exigen el retorno de una deuda prácticamente impagable.
En este estado se encuentra actualmente el Perú y gran parte de los
países de la región.
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populares y nacionalistas (para hacer del Estado el gran dispensa-
dor y administrador de los recursos naturales). Una verdadera eclo-
sión social se anuncia en la década del sesenta, que el gobierno
civil, primero, y el militar, después, tratan de encauzar. Como pro-
ducto de ésto, viene el desfase del Estado, el reclamo de los más
necesitados; la constatación de la desigual distribución de la rique-
za, entre otros factores. La articulación trata de ser salvada con
una Constitución de compromiso, como es la vigente de 1979, y
con ella empieza a discurrir el país desde hace algunos años. Sus
frutos podrán observarse sólo cuando se tenga una mejor perspec-
tiva de los tiempos actuales. En todo caso, historiadores, sociólo-
gos y políticos, han coincidido en señalar, ya desde fines del siglo
pasado con Manuel Gonzál~z~Prada, que el Perú está lejos de ser
una nación. En fecha reciente, un conocido antropólogo, José
Matos Mar, ha precisado que todavía el Perú no ha soldado su
doble herencia, la incásica y la hispánica, que será la base de una
verdadera nación, y que es la tarea que tiene por delante el Perú de
cara ya al siglo XXI.
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imprevista y mal tratada que puso fin a sus días pocos meses des-
pués (diciembre de 1904 ). A la muerte de Candamo, se hizo cargo
del mando el segundo vice Presidente de la República, don Serapio
Calderón (el primer vice Presidente Lino Atareo había fallecido
antes que Candamo).
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yo popular y que Sél.nciona medidas sociales y proteccionistas de
nuevo cuiío. Aún cuando tímidamente, asomaron en este período
algunas protestas sociales, y como consecuencia de ellas, se dicta-
ron las primeras normas sobre protección de los accidentes de tra-
bajo y la jornada de las 8 horas. Sin embargo, el manejo de los pro-
blemas internacionales no fue bien llevado, y ocasionó un ambien-
te hostil contra el mandatario, a lo que hay que añadir sus malas
relaciones con el Congreso, todo lo cual preparó un ambiente gol-
pista con apoyo parlamentario, que se concretó el 4 de febrero de
1914, a cargo del coronel Qsca,r R. Benavides, quien se hizo de la
presidencia durante un año, al cabo del cual, mediante justas elec-
torales, fue electo Presidente José Pardo, esta vez en su segundo
período (1915-1919).
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período más, que culminó en 1929, año en que nuevamente se
hizo reelegir. Se convirtió pues, de facto, en un dictador, que
violó continuamente la misma Constitución que había promul-
gado. Cayó, como veremos, en agosto de 1930. Los aspectos cen-
trales de su administración, pueden resumirse de la siguiente ma-
nera:
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Benavides hasta 1939. En el haber de Benavides encontramos una
amplia política caminera, la implantación del seguro social, una
vasta obra construida (barrios obreros, incluyendo edificios públi-
cos como el local del Palacio de Justicia, actualmente en funcio-
nes); la concreción de la carretera Panamericana, la promulgación
de importantes dispositivos legales, como el Código Civil de 1936,
más tarde reemplazado por el vigente sancionado en 1984, etc.
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1950, año en el cual es elegido Presidente Manuel A. Odría, el
mismo que dio el golpe de Estado y que presidió la Junta en
1948. Por eso es que para efectos prácticos, al gobierno de Odría
se le sindica como el "ochenio", o sea, el período que corre de
1948 a 1956. Considerándolo hasta esa fecha, el de Odría puede
ser el más eficaz de los gobiernos en este siglo, pues fue fecundo
en la construcción no sólo de carreteras, sino de edificios públi-
cos, escuelas, viviendas, etc. Como contrapartida, desde el punto
de vista político, el régimen fue una dictadura, pues tuvo presos,
perseguidos o deportados a los miembros de la oposición.
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convoca a elecciones en 1963. Este año es elegido Presidente Fer-
nando Belaunde Terry, quien debió terminar su período en 1969,
pero cae derrocado en 1968. Su administración se caracteriza por
haber ejecutado o iniciado grandes obras de infraestructura con
sentido de futuro; así la denominada Carretera Marginal de la
Selva, y un vasto plan de viviendas, puentes, carreteras y escuelas.
Desde el punto de vista político, continuó la huella de Prado,
ahondándola y con mucho mayor mérito, pues por el cambio del
sistema electoral y la alianza de sus adversarios, se quedó sin ma-
yoría en el Congreso, lo cual debilitó enormemente su gobierno.
Sentó las bases del futuro Estado-empresario, e incluso de la solu-
ción que luego se dio a la controversia con la International Petro-
leum Company (IPC) así como la reforma agraria, que fue mati-
zada en el parlamento por la oposición (Apra y Odriísmo). En
todo caso, la excesiva fragilidad del gobierno lo hizo tan vulnera-
ble, que un golpe de Estado presidido por el general Juan Velasco
Alvarado, le puso término el 3 de,octubre de 1968.
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con la incautación de los diarios de circulación nacional en julio de
1974, devueltos a sus propietarios tan sólo en julio de 1980, cuan-
do volvió el país al régimen constitucional.
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como externa, que lleva a una parálisis de la economía, y poste-
riormente a una situación delicada con los acreedores extranjeros,
que se agudizará a partir de 1985.
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da, pero sin ninguna garantía de que esta reactivación económica
tenga larga duración. En mayo de 1987 el modelo da síntomas de
deterioro. En las actuales circunstancias el panorama todavía es
promisorio, aún cuando el futuro no deja de despertar incógnitas,
que el tiempo se encargará de despejar (1 ).
(1) Téngase presente que este trabajo alcanza sólo hasta 1987, en razón del
homenaje al cual está destinado.
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constitucional, ha traído dos aspectos importantes: el respeto a la
legitimidad constitucional y el alejamiento del fantasma "golpista".
Esto se comprueba en dos hechos recientes: la reorganización de
las Fuerzas Policiales, y su unificación paulatina en una sola (Poli-
cía Nacional), y la creación del Ministerio de Defensa (abril de
1987), en lugar de los tres ministerios existentes durante años.
Ambas medidas se han llevado a cabo públicamente, con grandes
debates, pero sin erosionar el sistema.
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1 O. La Constitución de 1920
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ix) Los nombramientos judiciales de primera y segunda ins-
tancia, serán ratificados por la Corte Suprema, cada
cinco años.
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cional para promulgar las reformas que resulten apro-
badas por el voto plebiscitario.
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la Carta en mucho se asemeja a la anterior Constitución de 1860,
como lo ha demostrado en un conocido paralelo Manuel Vicente
Villarán y otras voces autorizadas. Con todo, hubo algunas diferen-
cias que son:
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sociedad. Tuvo mayor sensibilidad social que los textos constitu-
cionales anteriores, tributo obligado a las inquietudes de la época.
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por Villarán, es el documento constitucional más importante de
este siglo, pues encierra no sólo sabias lecciones de prudencia e his-
toria política, sino de asertos y recomendaciones que todavía hoy
pueden ser leídas con provecho. Ellas también influenciaron en los
debates de la década de 1970, cuando una reforma constitucional
fue anunciada y dio corno fruto la vigente Carta de 1979.
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reemplazada, en su totalidad, en 1980, es decir, casi cincuenta
años después. Claro está que al lado de la vigencia formal hay que
señalar las largas "vacaciones" a la que 1a sometieron los diversos
regímenes dictatoriales que se sucedieron en tan dilatado lapso,
pero lo cierto es que existen también períodos en los cuales fun-
cionó regularmente, como lo fue el de Bustamante (1945-1948),
el segundo período de Prado (1956-1962) y el primer período de
Belaunde (1963-1968). Por paradójico que parezca, debemos se-
ñalar que hasta el momento y en este siglo, la Carta de 1933 es la
que más experiencia y efectividad ha tenido hasta ahora, pero es-
peramos que sea superada en el futuro por el vigente texto de
1979.
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pública (que fueron remodeladas, creando una gran fuerza en el
parlamento, que permitió pensar en un régimen semi-plarlamen-
tario entre nosotros, y que en la práctica tuvo efectos lamenta-
bles); la composición del Poder Legislativo, que consagró la exis-
tencia de una.cámara (el Senado Funcional) con composición cor-
porativa, muy a tono con las tendencias dominantes en aquel en-
tonces, pero que nunca llegó a instalarse; la consagración teórica
del Estado descentralizado con la instauración de los Concejos De·
partamentales (que nunca funcionaron) y los Concejos Municipales
(que sólo en 1963 fueron elegidos por el voto directo); el proble-
ma del veto presidencial (que fue eliminado aun cuando usado en
la práctica de todo el período); la sanción y proscripción de todos
los partidos de organización internacional (que fue aplicado du-
rante años, para perseguir al Partido Comunista y al Partido Apris-
ta, lo que se hizo, con variantes, hasta 1962 ).
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populares y el partido de gobierno, demostró por vez primera no
sólo la libre actuación de los grupos de poder en relación con un
trascendental paso histórico, sino cómo una Carta podía oponerse
a una reforma social largamente sentida y auspiciada por la colec-
tividad. Todo ello llevó, por la propia dinámica del régimen cons-
titucional, a la reforma consecuente, de manera tal que a partir de
aquel momento se permitió, y para muy contados casos (guerra,
remodelación de poblaciones y reforma agraria) la expropiación
con pago diferido. Este importantísimo precepto incorporado en
1964 a la Carta de 1933, y que perfeccionado, ha sido repetido en
la vigente Carta de 1979, representó, desde el punto de vista cons-
titucional, quizá la más audaz reforma que se había realizado hasta
ese momento en el presente siglo.
12. La Constitución de 19 79
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xi) ninguna de las fuerzas políticas actuantes tuvo, sobre un total
de 100 representantes, más del 50% de sus miembros; esto hizo
indispensable el entendimiento y las mutuas concesiones entre
ellas (así, el texto actual es realmente plural y amplio, toda vez
que fue fruto de un conse'nso entre sus miembros, consenso que
no lo fue de las ideas sino de los intereses, ya que todos eran con-
dentes de que sin la Constitución lista en un año, no habría elec-
ciones y la dictadura continuaría).
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locales y regionales, la defensa nacional y del orden interno, el
Jurado Nacional de Elecciones); v) las Garantías Constitucionales;
vi) la reforma de la Constitución; vii) disposición final, y viii) dis-
posiciones generales y transitorias.
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to público (que fue siempre motivo de déficits presupuestales en
las últimas décadas).
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han propuesto varias reformas que en todo caso deben ser sopesa-
das y analizadas con calma. Mientras tanto, el país discurre por su
vida institucional con los sobresaltos y tropiezos propios de nues-
tras repúblicas.
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embargo, no hubo grandes movilizaciones populares sino a partir
de 1930, en que desaparecieron para volver a irrumpir en la década
del cincuenta, esta vez con más decisión y protagonismo. De 1919
a 1930, que es el período de Leguía, está en vigencia la Constitu-
ción de 1920, que ha remplazado a la carta moderada y realista de
1860, pero en la práctica sus disposiciones quedan en letra muerta.
No obstante, hacen su aparición, al más alto nivel normativo. ins-
tituciones nuevas y defensa de viejas ideas: el Habeas Corpus, la
jntangibilidad de las tierras comunales; el reconocimiento de lasco-
munidades indígenas, la intervención del Estado en los conflictos
laborales.
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dad, con la finalización de la Segunda Guerra Mundial y más en
concreto con la Declaración Universal de 1948), y por otro el nue-
vo rostro del país después de varios años de cambios y modifica-
ciones sustanciales. Al haberse purificado el sistema electoral y re-
novado el registro correspondiente, la votación es realmente repre-
sentativa. En el seno de la Asamblea Constituyente, hubo una plu-
ralidad de partidos, grupos y facciones, que hicieron el texto, a
veces ambiguo, pero decididamente pluralista. Lo que no impide
reconocer la existencia de algunas lagunas e imperfecciones, que
podrán subsanarse en una futura reforma constitucional.
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años no los cubre, y cuando lo hace en la última edición de su De-
reclw constituciollal peruano, es demasiado sumario. Esquemáti-
cos, pero de interés, son los trabajos de Lizardo Alzamora, en es-
pecial El'olución política .r constitucional del Perú independien-
te, Lib. e Imp. Gil, Lima 1942 y Programa razonado de Derecho
Cr)nstitucional del Perú (Historia constitucional del Perú) Imp. Gil,
Lima 1944. En fecha más reciente Juan Vicente Ugarte del Pino ha
publicado una Historia de las constituciones del Perú, Editorial
Andina, Lima 1978, que es previa a la actual constitución, y que
más que historia (trae tan sólo apuntes o ligeros comentarios para
cada época) es una valiosa compilación documental que contiene
todos los textos constitucionales incluyendo el de Cádiz. No obs-
tante el valor de estos antecedentes, no se cuenta todavía con un
panorama global de todo nuestro proceso, que alcance incluso a
la constitución actual; dentro de esta escasez lo más rescatable son
los trabajos de Pareja Paz-Soldán.
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11 tomos, Lima 1983); la obra sin embargo sólo cubre hasta 1933.
Con posterioridad a esta fecha existen trabajos parciales sin la uni-
dad de conjunto, salvo algunos enfoques globales de orden político
o sociológico, como pueden ser F. Bourricaud, Poder r sociedad en
el Perú contemporáneo, Buenos Aires 1967: F. Pike !he nwdern
history o[Peru, london 1967; Felipe de la Barra, Objetil'O: Palacio
de Gobierno, Lima 1967: Julio Cotler, Clases, Estado y iVación en
el Pení, Lima 1978: Enrique Chirinos Soto, Historia de la Repúbli-
ca, 2 vols, Lima 1986; Raúl Rivera Serna, Historia del Perú: Repú-
blica (1822-1968 ), Lima, 1974; así como la obra colectiva Historia
del Pení, editorial Mejía Baca, 12 tomos, Lima 1980 (interesante
pero muy desigual).
100
XX. Lima 1971 y Augusto Pérez-Rosas Cárdenas, hu:ntcs bih/io-
grújicas ¡Jcnwnas cn las cicncias sociales ( 18 79-/9 79 ), Lima 1 I.Jc\' 1
101