Los Íconos

Descargar como doc, pdf o txt
Descargar como doc, pdf o txt
Está en la página 1de 51

INTRODUCCION

Ofreceremos en este trabajo, algunas nociones sobre la oración iconográfica u oración


con imágenes. Estas reflexiones forman parte de una pedagogía de la fe y de la oración
cristiana y quieren ser una ayuda para que la Palabra de Dios vaya penetrando en nuestros
corazones junto a la contemplación de los misterios.
En la Edad Media se designaba la iconografía, con el nombre de Biblia de los pobres,
porque ayudaba a la comprensión de los misterios expresados por las imágenes, en un
tiempo en que pocos tenían acceso a la palabra leída y a la palabra escuchada.
Nuestro punto de referencia va a ser la iconografía del oriente cristiano, con sus iconos
del Señor, de la Virgen, de los santos y de los misterios de la salvación. Se trata de una
iconografía tradicional, acorde con los contenidos de la expresión artística de la
antigüedad cristiana, expresada en pinturas, en mosaicos, en los frescos de los muros de
los templos y monasterios.  Nos acercamos a una iconografía teológica, es decir que
expresa con su figuras, símbolos y colores de la auténtica fe cristiana, celebrada por la
liturgia de la iglesia de Oriente y de Occidente. Y por ello es una iconografía de carácter
ecuménico porque une en la misma fe a los católicos y a los ortodoxos. Es además, una
iconografía actual, por el interés que este arte está suscitando hoy en Occidente.
Hay que volver a ese gusto por lo sagrado y por lo bello, a esas imágenes que pueden y
deben evangelizar nuestra oración. Orar con las imágenes de la tradición oriental supone
superar la curiosidad por los iconos y llegar a su verdadera función que es la de
ayudarnos a contemplar el misterio que representan.
IMAGEN TEOLOGICA

Podemos decir que el icono original es Cristo, revelación y rostro de Dios, por el
misterio de su encarnación. El Espíritu Santo es reconocido por la tradición oriental
como el  "iconógrafo interior", aquel que interiormente graba en nosotros la imagen
de Cristo y nos lleva hasta la santidad en cuanto perfecta conformación a Cristo,
también se le llama "iconoplastés", plasmador de la imagen.
La Virgen Maria por su unión con Cristo es también imagen, epifanía de Dios, y por
eso se la representa en los iconos, especialmente junto a Cristo su Hijo y participando
de los misterios. En maría, solía decir el Patriarca Atenágoras, convergen la sabiduría
y la belleza humana y divina.
Los Santos son también iconos de Cristo, por esa semejanza interior que se realiza en
la santidad. La iconografía representa a los santos con unos rasgos específicos que los
distinguen los unos de los otros, según unos cánones precisos de los libros de
iconografía.
El hombre es icono de Cristo, refleja su imagen, por eso la espiritualidad del icono
tiene que llevar a profundizar en el respeto y el amor por el hombre.
En el oriente cristiano la vida cristiana, vida en Cristo, y la vida espiritual, vida según
el Espíritu, es el camino que conduce la imagen de Dios que está en nosotros por la
creación y el bautismo a la realización de la perfecta semejanza con Cristo. Pero el
lugar de los iconos es la liturgia y el templo, de donde han nacido y a donde
conducen. Las expresiones más altas de la teología y de la espiritualidad del icono
están íntimamente relacionadas con la celebración misma de la liturgia donde la
presencia de los iconos es la manifestación de la comunión de los santos, del cielo
que está presente en la tierra.
BREVE HISTORIA

Desde la antigüedad cristiana encontramos un cambio fundamental en el modo de


hablar de la imagen y de representarla. en el A.T. había una prohibición de pintar
imágenes de Dios para no incurrir en una deformación de la
imagen inmaterial y espiritual del dios único y verdadero
(Dt. 4, 15-20)
a) Una primera evolución se registra en algunas formas del
arte primitivo judío-cristiano, tanto en las antiguas iglesias-
sinagogas de Oriente medio como, definitivamente, en las
imágenes de las catacumbas y más tarde en los mosaicos de
las iglesias. Hay incluso una serie de datos que quieren
justificar el culto a las imágenes  en el ambiente cristiano,
como la leyenda del Mandylon del Rey Abgar de Edessa, la Leyenda de la Verónica o
incluso la Sábana Santa de Turín. También podemos añadir la leyenda de Lucas, el
evangelista, a quien se le atribuyen muchos cuadros o imágenes de la Virgen tanto en
Oriente como en Occidente.
A cerca de las imágenes de Cristo, especialmente de su rostro, hay en la antigüedad
cristiana una cierta uniformidad en sus rasgos y un gran parecido con los rasgos del
rostro de Cristo tal como aparece en la Sábana Santa de Turín.
Durante el tiempo del iconoclasmo se perdieron muchas pinturas antiguas que querían
remontarse al retrato original de Cristo. quizá una de las más antiguas y bellas es un
icono de Cristo que se conserva en el monasterio de Santa Catalina del Sinaí y se
remonta la siglo VI.
b) Las primeras manifestaciones iconográficas en el arte de Occidente las tenemos en
las catacumbas, con una cierta imitación de algunas formas paganas.
Orfeo se convierte en el Buen Pastor, hay escenas del A.T., se pintan
escenas evangélicas e imágenes simbólicas como el pez, el áncora, la
cruz, la paloma, el pavo real, signo de la inmortalidad. Hay rostros de
Cristo, de la virgen y de algunos santos, imágenes de orantes y de la
cena eucarística.
De las paredes de las catacumbas se pasa a los bajorelieves y
sarcófagos, donde van apareciendo las principales escenas
evangélicas tradicionales: adoración de los magos, resurrección de
Lázaro, la ascensión, etc. Todas estas imágenes están representadas con bastante
perfección en el siglo VI.
Por la constancia en los detalles de ciertas representaciones se ve como se va fijando
una escena, a modo de canon o forma tradicional de representar los misterios con una
cierta uniformidad que ha permanecido en Oriente y en parte en los lugares de
Occidente que han recogido esta tradición: San marcos de Venecia, Monreal en
Sicilia, la capilla Palatina de Palermo, etc.
c) A partir del siglo VI la iconografía conoce en oriente y en Occidente una gran
época de esplendor que se manifiesta en la integración del arte con la liturgia, en la
construcción y adorno de las basílicas, entre ellas la más hermosa que fue de Santa
Sofía en Constantinopla.
d) Una lucha encarnizada contra las imágenes que
dura casi 120 años turba en oriente la paz eclesial.
En el año 725 el emperador cesaropapista León III
el Isáurico condena el uso de las imágenes en la
Iglesia con el pretexto de que se puede caer en el
error de la idolatría. En el año 729 se desencadena
la lucha popular, capitaneada por los mojes,
partidarios de la veneración de imágenes y de la
tradición.
El concilio de Nicea II, año 787, clarifica la
doctrina y justifica la iconografía y la veneración de
las imágenes apelándose al hecho de la
Encarnación, al servicio religioso de los fieles que
necesitan contemplar los misterios, al sentido de la
veneración de los imágenes con una referencia
directa a las personas que representan tales
imágenes, de tal manera que su contemplación lleve a la imitación de los modelos. la
lucha solo se calmó, en el año 843 con un edicto de la Emperatriz Teodora, que
sanciona el triunfo de la doctrina conciliar.
e) El triunfo de la Ortodoxia renueva el fervor por las imágenes en oriente. Todo El
medio oriente ortodoxo deja, a través de los siglos, ejemplares estupendos de su arte
en las iglesias-grutas de Capadocia, en los templos adornados con bellos y
esplendorosos mosaicos, en las paredes de los monasterios, en los iconostasios de las
iglesias. Con la extensión del cristianismo oriental por toda la parte de los Balcanes y
en Rusia, a partir del siglo IX, tendremos de nuevo una posibilidad de ramificación de
este arte con la creación de varios tipos y escuelas de iconografía oriental. 
A partir del siglo XVII la iconografía en el oriente Medio y en Rusia conoce la
decadencia de la imitación de las formas occidentales, casi con un cierto complejo de
inferioridad del arte clásico bizantino y ruso.
En occidente tenemos una continuidad tradicional con la iconografía oriental en los
primitivos pintores italianos, en el románico catalán, etc. poco a poco se va
desintegrando este arte hasta llegar al renacimiento que se aparta de la imagen
teológica de oriente en aras de una imitación naturalista de los episodios. hay en esto
algunos valores, pero también algunos defectos fundamentales, El Arte sagrado se
desgaja de la tradición y de la teología, con perjuicio del arte y de su reflejo en la
profesión de la fe de los cristianos
TEOLOGIA DEL ICONO

Ante todo, es necesario subrayar la complementariedad entre


la palabra revelación y la imagen sagrada. Lo que la palabra
lleva al oído, la imagen lo lleva a los ojos y lo muestra
haciéndolo accesible a la naturaleza humana. Es una idea del
gran defensor de los iconos, san Juan Damasceno, el cual
defendía el carácter popular de la iconografía con estas
palabras. "Lo que es la Biblia para las personas instruidas, lo
es el icono para los analfabetos, y lo que es la palabra para el
oído, lo es el icono para la vista".
La imagen es un sacramental de la iglesia; la Iglesia bendice la imagen para que
tenga una fuerza expresiva en la gracia y la presencia que comunica. Si la imagen es
auténtica, tiene que ser bella, expresiva y teológicamente exacta para que pueda
representar el misterio o la imagen de una persona.
La imagen es recuerdo/memorial, lugar de encuentro de miradas y presencias, es
posibilidad de contemplación, es estímulo para la imitación. 
Hay una relación entre palabra e imagen. Pero hay también dentro de la liturgia una
relación entre Eucaristía e imagen. La imagen de cada fiesta representa lo que la
Eucaristía nos ofrece. Así la imagen nos ayuda a mantener viva la gracia de la
comunión eucarística que nos presenta el misterio. El icono visibiliza el don que nos
hace la Eucaristía. Porque la Eucaristía es la máxima presencia de Cristo y la
expresión más alta de la comunión de los Santos. En este sentido las imágenes del
templo revelan la plenitud de lo que en él se realiza por la celebración del misterio
eucarístico.
Todo icono, para que pueda ser venerado por los fieles, tiene que tener tres cualidades
de las que sólo la iglesia puede dar garantía: 
- Verdadera, en cuanto sus rasgos tienen que corresponder exactamente a la palabra
que la ilumina y que la imagen misma visibiliza.
- Milagrosa, en cuanto hace ver las maravillas de Dios, aunque a veces se trata
también de una imagen que tiene la cualidad carismática de ser una fuente de gracias
sobrenaturales y de manifestaciones milagrosas.
- A-cherópita, en cuanto que no tiene que responder a una obra simplemente humana,
hecha por manos de hombres, sino "no hecha por mano de hombre", inspirada por
Dios a través de la mediación de su palabra y la tradición de la Iglesia

Ante todo el iconógrafo es un servidor de la iglesia y de la fe del pueblo de Dios. La


iglesia le concede una bendición especial y le unge las manos para que su ministerio
tenga esta gracia. Es también un testigo de la tradición; sin perder su huella personal, se
deja instruir por la iglesia y deja que su arte se ajuste a los cánones impuestos por la
tradición, para que refleje y exprese la teología del ministerio que él pinta; se pierde, por
así decirlo, en el misterio de la iglesia.
El pintor de iconos es un contemplativo que describe con su pinceles su propia
contemplación interior de los misterios y la ofrece como cualquier otro cristiano
inspirado que lo hace con su poesía y con su predicación. También se puede decir que
estos pintores que transmiten lo que han contemplado. Por eso reciben una especial
bendición por parte de la iglesia, que en algunas tradiciones llegaba incluso a celebrarse
con la unción de sus manos con el santo crisma.
Es costumbre antiquísima que durante el ejercicio de la iconografía, los pintores ayunen,
oren mucho y ejerciten su arte cantando salmos e himnos, para que su servicio sea
completamente un ministerio de alabanza que más allá del momento de la ejecución
quedará expresado para siempre como "glorificación de Dios".
Sobre todo oran diciendo en su mente y en su corazón la oración de Jesús o a Jesús, con
la invocación: Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mi, (que soy un pecador);
una oración que en griego suena así: Kyrie Jesu Christe, eleison imas; y en lengua rusa
suena más o menos así, según la fórmula usada por el famoso Strannik, el peregrino ruso:
Gospodi, Iesusie, pomilui mnia, grieschnogo. Se le puede añadir después la invocación
Iesusie Christie el incio Syne Boscisc, que significa Hijo de Dios.
El iconógrafo tiene que pintar por primera vez, como su examen de habilitación, el icono
de Cristo que es el icono original, pero los monjes tienen que ejecutar el icono de la
transfiguración del Señor. Puede explicarse esta costumbre por el hecho que el
iconógrafo quiere hacer partícipes a los fieles de la belleza del misterio del Monte Tabor,
de la contemplación a la que fueron invitados los discípulos del Señor en la Santa
montaña, por eso la tradición oriental habla de la contemplación cono de la luz tabórica.

EL ICONO EN LA LITURGIA

La imagen o icono forma parte de la  celebración litúrgica de una manera casi
connatural, como la lectura o el canto.
todo el templo oriental clásico está decorado con imágenes, hasta llegar a cubrir casi
todos los espacios. quien entra en una iglesia oriental, tiene que tener la sensación de
que el templo es el cielo en la tierra, la  presencia y la comunión de los santos, la
narración actualizada de todos los episodios de la historia de la salvación. Estas
iglesias representan una verdadera Biblia de los pobres, el fruto de un esfuerzo por
llenar de belleza el corazón del fiel que entra en este templo, para que se sienta en el
cielo, atraído por una realidad que lo sumerge en Dios y en la comunión de los santos.
Es también importante conocer lo que es iconostasio o lugar de las imágenes que es el
muro que separa el santuario donde se celebra la Eucaristía de la nave donde están los
fieles. Esta separación, al principio muy sencilla, se ha ido aumentando  hasta
convertirse en un muro que distingue los dos espacios de la iglesia. Las imágenes
quieren ser como la transparencia del misterio o de los misterios que se celebran allá
dentro, en medio del ambiente sagrado.
la disposición tradicional de un gran iconostasio, como aparece en los clásicos
ejemplares de la tradición eslava, presenta:
- en el nivel inferior: algunas escenas que ilustran las prefiguraciones de la Eucaristía
en los sacrificios del A.T.
- en el nivel medio: las imágenes de Cristo, de la Virgen Madre de Dios y de otros
santos
- en el plano superior: las fiestas del Dodecaorton, o doca grandes fiestas del año
litúrgico
- en otro plano superior: la imagen de la Deesis que propone a Cristo Maestro,
Sacerdote y Juez en el centro, a los lados a la Virgen Maria y a San Juan el Precusor,
con Ángeles (Miguel y Gabriel), Apóstoles (Pedro y Pablo) y otros Santos
- en la parte superior, en varias filas a veces, los profetas y patriarcas que convergen
en la imagen de la Virgen del Signo, La Madre de Dios con Cristo el Enmanuel en su
seno.
Podemos ver ahora más en detalle algunos elementos iconográficos del iconostasio. el
iconostasio tiene tres puertas. Las del centro, por las que sólo entran los sacerdotes, se
llaman puertas reales. La otra puerta, por donde entra y sale el diácono para incensar
el templo y entonar las grandes letanías, se llama Diakonikon. Por esta puerta salen
los celebrantes en las dos procesiones que caracterizan la liturgia bizantina mientras
se dirigen a las puertas reales por las que entran en la parte interior del santuario
donde se celebra la Eucaristía:
- la pequeña entrada, para la liturgia de la palabra, con el Evangelio, que lleva
esculpida la imagen de la Resurrección;
- la gran entrada, con los dones sagrados para la celebración de la eucaristía, mientras
se canta el famoso y hermoso Himno de Kerubikon o canto de los querubines:
Nosotros, símbolo y figura de los Querubines, que cantamos el triple santo a la
trinidad fuente de vida, despojémonos de todo afán temporal, pues vamos a recibir al
Rey del universo, invisiblemente escoltado por legiones de Ángeles. Aleluya.
Las puertas reales tienen pintado el icono de la Anunciación, en griego
Evanghelismós, por ser este episodio evangélico la
puerta del misterio y de los misterios de Cristo. 
También suele pintarse en ella la imagen de los cuatro
evangelistas porque es el lugar desde donde se
proclama solemnemente y se comenta el Evangelio.
A ambos lados de las puertas reales se encuentran los
iconos de Cristo y de la virgen, ante los cuales el
celebrante o el diácono recita o canta las intercesiones
inclinándose con devoción y haciendo las respectivas
incensaciones.
A veces en el centro, a la altura de las puertas reales, se
encuentra el icono de la Santa o mística Cena, misterio
que representa la Eucaristía enmarcada entre las fiestas
del Dodecaorton o doce grandes fiestas del Año litúrgico bizantino. Se representan
ordinariamente: la Anunciación, navidad, la Presentación del Señor al templo, el
Bautismo o Teofanía, la transfiguración, la resurrección de Lázaro, la entrada en
Jerusalén, la Crucifixión, la Bajada a los abismos o resurrección de Cristo, la
Ascensión, Pentecostés, la Dormición de la Madre de Dios. 
En el fondo del altar está la cruz, con el Señor crucificado y a ambos lados la Virgen
Maria y San Juan, contemplando el misterio.
En el ábside de la Iglesia podemos encontrar diversas imágenes de gran valor
simbólico. a veces se trata de un Cristo Pantocrátor, otras se trata de la imagen de la
Virgen, Madre de Dios Platytera ouranôn, literalmente más amplia que los cielos o la
que contiene lo incontenible.La virgen lleva en su centro al Niño Jesús en su círculo
de gloria; bendiciendo con su mano derecha y con un rollo en su mano izquierda,
símbolo del mensaje que va a anunciar al mundo. En otros lugares tenemos la
Trinidad del Antiguo Testamento que representa la
aparición de los tres ángeles junto al encinar de
Mambré a Abraham, símbolo de la Trinidad. Estos
dos iconos, están delante de la asamblea, como
imágenes simbólicas y ejemplares de la iglesia que
tiene que ser como maría, la portadora de Dios, o
como la Trinidad: una perfecta comunión entre las
personas.
En la cúpula del templo se pinta con frecuencia la
imagen de Cristo, Rey y Juez, que desde lo alto
parece presidir la asamblea, como cabeza del cuerpo
que es la iglesia, evocando las palabras del
evangelio de Mateo: Donde dos o más están reunidos en mi nombre allí estoy yo en
medio de ellos (Mt. 18,20)
Los icono del Señor y de la Madre de Dios se inciensan y se besan con devoción,
haciendo una inclinación y la señal de la cruz, o recitando una breve oración
apropiada. Cuando una fiesta del Señor o de la virgen tiene su icono, éste se pone en
medio del templo en un facistol o atril, rodeado de flores y con velas encendidas.
Todos los Domingos se pone en el centro del templo el icono de la Resurrección para
subrayar que cada domingo se celebra la Pascua semanal. El mismo icono preside las
celebraciones durante todo el tiempo pascual.
El Viernes Santo se hace una sugestiva procesión con el precioso lienzo bordado de la
sepultura del Señor, se depone en un altar en el centro del templo y los fieles se
acercan a venerarlo y besarlo, tras haber hecho las profundas postraciones rituales,
con la cabeza en el suelo, llevando perfumes y flores. recuerdan así a las mujeres
miróforas, portadoras de aromas, que fueron al sepulcro a ungir al cuerpo del Señor.
Algo semejante se hace también con el icono de la Dormición de la Virgen, o
Asunción, en el día de su fiesta, el 15 de Agosto.
Como podemos observar, tenemos aquí una sugestiva integración de la imagen en la
liturgia que responde a las exigencias de la religiosidad popular que tienen su culmen
en algunas celebraciones del año litúrgico.

ESTETICA Y ESPIRITUALIDAD
El centro de la representación es siempre el rostro; es el lugar de la presencia del
Espíritu de Dios, porque la cabeza es sede de la inteligencia y de la sabiduría. El
rostro se construye en torno a tres círculos: el primero, normalmente dorado, contiene
la aureola, símbolo de la gloria de Dios; el segundo comprende la cabeza y en ella
aparece la frente, como sede de la sabiduría, muy alta y convexa, de forma que
aparezca la fuerza del Espíritu; el tercer círculo comprende la parte sensual del rostro
y expresa la naturaleza humana de la que el personaje representado se ha revestido
durante su vida. Los ojos, cuya mirada se irradia hacia el espectador y contiene
concentrada toda atención, son grandes, fijos y severos. la narices con delgadas,
vibrantes bajo el movimiento del soplo del Espíritu, y manifiestan el amor apasionado
por Dios. la boca es diminuta, a veces está dibujada con una forma geométrica y está
siempre como cerrada en el silencio de la contemplación.

LA PINTURA DE UN ICONO

La técnica de pintura del icono es compleja y solemne como rito. Hay una serie de leyes en los manuales de
iconografía que todavía hoy se siguen con gran escrupulosidad, sobre todo en el ambiente monástico.
Se escoge una tabla de madrea noble (ciprés, encina, castaño...) que sea lisa y
sin nudos; se prepara la superficie de madera que quede completamente lisa y
suave, de modo que se pueda encolar una tela fina que adhiera totalmente a la
madera. Con una solución de polvo especial se consigue que formen un fondo
duro y estable que se pule perfectamente hasta conseguir una superficie perfecta.
Se marcan entonces los rasgos esenciales del icono y se ponen las hojas de oro en
toda la superficie que va a quedar dorada, reservando para el momento posterior
la ejecución de los rasgos del vestido, de la cara, de las manos.
Poco a poco se van sacando los rasgos de la imagen, usando colores naturales
mezclados con clara de huevo, o pintura al temple, que el tiempo dará un color
sombrío a todo el icono. una vez terminado el icono se le da una mano de aceite de lino y resinas mezcladas,
que forma cono una capa protectora de los colores que se conservan perfectamente durante mucho tiempo.
La técnica del iconógrafo trata de iluminar el icono en algunos lugares como el rostro, los ojos; da un halo de
ligereza incluso en los vestidos a través de una técnica especial que se llama "assist" y que da un toque de
nobleza y de belleza, haciendo que las finas estrías doradas o plateadas simulen la impregnación divina de
toda la persona. El fondo de oro es ya luminoso e indica la realidad resplandeciente del icono y del misterio
que representa.
Una vez terminado, el icono recibe la bendición de la Iglesia y puede ocupar lugar en la iglesia o en la
habitación de los fieles. hay una bendición especial para los iconos. a veces es suficiente ponerlos sobre el
altar mientras se celebra la sagrada liturgia, para que el contacto con el misterio eucarístico los santifique.
con frecuencia se han recubierto los iconos con metales preciosos como oro, plata u otros, dejando sólo la
superficie de las manos y del rostro. Este adorno se llama "ryza". Muchos de los iconos clásicos quedaron
revestidos de metal y sólo una paciente restauración les ha devuelto su color original, como en el caso de la
Trinidad de san Andreij Roublëv.

CARACTERISTICAS DE LA PINTURA ICONOGRAFICA

En el icono se presenta el lugar donde se desarrolla el episodio con una sobria sencillez alusiva: el templo,
una casa, una ciudad... Todo está, más que pintado exactamente, sugerido por medio de símbolos. Nunca el
lugar encierra el icono, sino más bien lo deja abierto, en un espacio donde siempre lo
principal son las personas. En muchos episodios del Antiguo Testamento tenemos dos
edificios recubiertos y unidos con una especie de colgadura roja que señala el paso de
la Antigua a la Nueva Alianza.
Cuando el episodio está enmarcado en un paisaje, también en éste se indica
alusivamente su realidad histórica o geográfica con pocos y esenciales rasgos: una
montaña, como la transfiguración, la Crucifixión, la Ascensión; un gruta en medio de
la montaña como en la natividad del Señor; una hendidura en la roca con una alusión
al río Jordán en el Bautismo; una cavidad que abre la entrada al abismo infernal, como
en el icono del Descendimiento del Señor a los infiernos.
Hay veces que una sencilla combinación de árboles y muros, o casas de una ciudad
como en la Trinidad que recuerda la casa de Abraham y el encinar de Mambré, ola
entrada de Jesús en Jerusalén donde hay algún árbol de donde se sacan las ramas
para aclamar al Señor, con la perspectiva de la ciudad de Jerusalén, como se ve
también en algunos iconos de la Crucifixión.
La tierra queda también embestida por la luz de la gloria, de color marfil, como una
profecía de la futura transformación del cosmos, en los cielos nuevos y la tierra nueva.
Los iconos representan una imagen o un misterio, pero con frecuencia en la misma
imágen  se señalan o sugieren varios episodios a la vez, para que se puedan
contemplar como una realidad unitaria. He aquí algunos ejemplos:
- En el icono de la Presentación de la Virgen al templo, en un ángulo superior se indica
a un ángel que lleva a la virgen la comida durante su estancia en el recinto sacgrado.
- En algunos iconos de la Anunciación se ve al ángel que recibe el mandato de llevar el anuncio a la Virgen.
- En el icono de Navidad se concentran a la vez varios episodios: la Adoración de los ángeles, de los
pastores, de los reyes magos; pero también la duda de José y el lavatorio del Niño Jesus que hacen las dos
mujeres comadronas, según la narración de los evangelios apócrifos.
- El icono de la Dormición de María representa el momento de su muerte, en griego Koimesis, de su llegada
al cielo, recibida por Cristo y acogida en su brazos como una niña pequeña, y a veces el episodio de la
elevación de la Virgen al cielo por los ángeles mientras van llegando también de todos los pintos de la tierra
los apóstoles y Tomás, el eterno retrasado, recibe el cíngulo de la Virgen.

EL MISTERIO DE LOS ROSTROS

Los personajes de los iconos tienen una majestad hierática. Son como una tercera belleza, intermedia entre
la fotografía y el lenguaje abstracto. En general van vestidos con gran
elegancia, según el estilo bizantino, , las figuras esbeltas, los rasgos
iluminados, la frente ancha, los ojos profundos, los oídos atentos. Ofrecen
siempre el rostro sin perfiles, ya que la ausencia de una presentación frontal
es una manera engañosa de hacerse presente. Sólo así se pinta al diablo en
algunos iconos: de perfil, revestido de piel de oveja, como en el icono de la
Navidad en el personaje que tienta a José.
Todo el mensaje está en el rostro, donde se descubre la imagen de dios en el hombre. Los personajes son
figuras hieráticas, inmóviles, como quien contempla y se deja contemplar. la carne nunca tiene el color
natural. Es como una transformación de la naturaleza humana que anuncia la resurrección de los muertos.
"El centro de la representación es siempre el rostro; es el lugar de la presencia del espíritu de Dios, porque
la cabeza es la sede de la inteligencia y de la sabiduría. el rostro se construye en torno a tres círculos: el
primero, normalmente dorado, contiene la aureola, símbolo de la gloria de Dios; el segundo comprende la
cabeza y en ella aparece la frente, como sede de la sabiduría, muy alta y convexa, de forma que aparezca la
fuerza del Espíritu; el tercer círculo comprende la parte sensual del rostro y expresa la naturaleza humana
de la que el personaje representado se ha revestido durante su vida. Los ojos, cuya mirada se irradia hacia
el espectador y contiene concentrada toda la atención, son grandes, fijos y severos. las narices son
delgadas, vibrantes bajo el movimiento del soplo del Espíritu, y manifiestan el amor apasionado por dios. la
boca es diminuta, a veces está dibujada con una forma geométrica y está siempre como cerrada en el
silencio de la contemplación." (El rostro interior. O. Clement. 1978)

EL MENSAJE DE LOS COLORES

El iconógrafo usa colores naturales vivos y a través del lenguaje de los colores expresa también una belleza
y unas características especiales del lenguaje iconográfico.
La luz juega un papel importante. La superficie superior del icono está siempre más iluminada para mostrar
que la luz viene siempre de lo alto. Y el fondo dorado del icono, llamado luz,
expresa que el icono está en la luz del misterio de dios. La progresiva
claridad que se le da al icono con ocre amarillo también se llama luz. Pintar
un icono es iluminar un rostro o un misterio. Se atribuye a Teófanes el
Griego, pintor del siglo XIV, la técnica del "assist", con ligeras pinceladas de
oro en los vestidos de Cristo, de la Virgen y de los Santos, que además de
una particular ligereza y belleza expresan la transfiguración de las personas,
mediante el elemento divino, la luz, que penetra la figura y los vestidos.
A continuación ofrecemos algunas constantes respecto al significado de los
colores.
El color blanco puede representar dos polos opuestos: la plenitud de la
divinidad y la situación de la muerte. Blanca es la figura de Cristo en la
Transfiguración y en la Resurrección. Blanco es el color del vestido que
envuelve al Niño Jesús en el nacimiento, o a Cristo y Lázaro en su sepultura. Blanco es el vestido de María,
acogida como una criatura pequeña en los brazos de Cristo en el icono de la dormición.
El color azul expresa la realidad celestial. Lo encontramos con frecuencia en el manto de Cristo Pantocrátor y
en algunos iconos de la Virgen, en la mandorla de la Transfiguración y con un tono suave y sutil en los tres
ángeles de la Trinidad de Roublëv.
El color rojo puede ser el fondo de un icono, Son célebres los tonos rojos de los iconos de la escuela de
Novgorod, entre ellos los del cielo del profeta Elías. Es símbolo de la vida. Se encuentra en el tono rojo
púrpura de los vestidos del Pantocrátor y de la Virgen, revestida completamente por el amor y la santidad
del Espíritu, con el manto de la Panaghia, la Toda Santa.
El color verde es signo de vida y de vitalidad, indica la tierra o la humanidad.
El color negro está presente en los iconos para designar el lugar de las tinieblas donde falta la luz, lugar
donde Cristo se hace presente o se inmerge, como en la gruta de Belén del icono de la Navidad, el Jordán,
en el icono del Bautismo, el infierno en el icono de la Resurrección de Cristo entre los muertos.
En la forma de pintar los iconos juegan un papel importante algunas estructuras geométricas como el
círculo, el triángulo, el cuadrado.
La perspectiva resulta a veces invertida para poner de relieve ante nuestros ojos lo que es más importante,
con una cierta forma ilógica de mezclar personajes con diversas alturas y estaturas (como los niños
pequeños del icono de la entrada en Jerusalén).

LA ESPIRITUALIDAD DE LA BELLEZA

El interés actual por el icono sagrado de oriente expresa la búsqueda de esa


belleza que debe salvar al mundo. Se trata de una auténtica elevación
espiritual que debe estar lejos de toda banalización del icono por una excesiva
multiplicación de la imágenes sin valor o una utilización ajena a su destino
original.
En la encíclica de Dimitrios I hay unas palabras duras contra todo lo que puede ser una verdadera
instrumentalización del icono en nuestra sociedad moderna, un pecado del que a veces los ortodoxos culpan
como responsables a los mismos católicos.
Escribe el Patriarca: "No es lícita la banalización de la función sagrada de los iconos, y especialmente el
hacerlos servir como elemento decorativo de los lugares de la vida mundana, de las casas o de las salas de
exposiciones, donde son exhibidos por personas mundanas que los aprecian solo como obras de arte.
Tampoco es lícito tratar los iconos como un artículo comercial, o como un objeto para imprimir sobre papel u
otros materiales de poco valor, según los métodos actuales de reproducción industrial, para sacar de ellos
provecho. todavía menos, aumentar de manera ilícita su circulación en la sociedad secularizada de hoy."
Esta reacción de la ortodoxia, representada por el Patriarca Ecuménico, nos habla de la nobleza del icono y
de su mediación de belleza para la comunión espiritual con Dios.
En la liturgia se realiza la comunión entre las personas vivas que los iconos representan y se actualizan los
sagrados misterios que están representados: "La presencia de los iconos en la iglesia, con los sacerdotes que
celebran y los fieles que oran, es la realización en cada momento del tiempo en que se realizará el misterio
de la comunión de los Santos, adorando al Dios trino, por parte de todos los que han sabido agradar a Dios y
constituyen la Iglesia orante de hoy y de los siglos venideros... Ciertamente, el icono es también objeto de la
devoción y de la oración en las casas privadas y en toda la vida personal de los cristianos, que en todo
momento de recogimiento, pueden elevar los ojos de su alma hacia las santas imágenes que santifican su
vida particular, en su habitación o en cualquier otro lugar" (Dimitrios I)
La presencia del icono en la piedad litúrgica y en la familiar, mantiene la más pura tradición del oriente
cristiano para una adecuada comunión espiritual con el mundo sobrenatural.

TIPOS DE ICONOS

Ante todo recordemos los iconos del rostro de Jesús. Entre ellos los más
clásicos, como el que representa el Mandylon o rostro impreso en el lienzo del
criado del Rey Abgar de Siria y otras imágenes a-cherópitas, no hechas por
manos de hombres, con importantes semejanzas con la Santa Faz de Turín.
Son muy comunes los iconos de Cristo, el Enmanuel, en un circulo de gloria
rodeado de Ángeles, bendiciendo con su mano derecha y con el rollo de las
Escrituras en la mano izquierda, con un rostro adulto que quiere indicar que
es la Sabiduría eterna del Padre.
Hay cantidad de variantes en los iconos del Cristo Todopoderoso, el que todo
lo conserva y sostiene con su poder. Es una imagen majestuosa que preside el
ábside o está en la cúpula de las iglesias, como signo de su presencia en
medio de los fieles y de su parusía. Es el Señor lleno de majestad que con una
mano bendice y con la otra tiene un libro o el rollo de la Escritura. en el libro
abierto se pueden ver diversas frases evangélicas.
Variantes de esta imagen pueden ser la de Cristo Juez en un trono de gloria, o Cristo en la Deesis o solemne
intercesión de los santos.
Estas imágenes siempre se suele poner el nombre de Cristo en su iniciales griegas JC (Jesous) XC (Xristós).
La aureola de Cristo tiene a veces la silueta de la cruz, y en la parte superior y a los lados las letras griegas 

UNA ESPIRITUALIDAD PARA LA IGLESIA DE HOY

Los caminos de la espiritualidad del icono pasan hoy por dos expresiones
renovadas de experiencia espiritual.
La primera es la oración con los iconos. No cabe duda que dentro de la
pedagogía positiva de la oración que quiere entrar en contacto con Dios a
través de las meditaciones, la meditación con los iconos favorece el
silencio, la mirada recogida y contemplativa, la comunión con Cristo, la
Virgen o los Santos; orienta hacia la contemplación visiva del misterio, no
sólo presentado por la palabra o elaborado en la meditación personal, sino
ya propuesto con la belleza y la precisión de la tradición eclesial. 
La segunda expresión renovada de espiritualidad es la búsqueda del rostro del hermano en el que se realiza
el misterio de la imagen de Dios en el hombre y la realización de la perfecta imagen y semejanza de la
santidad. Hoy la espiritualidad del icono trata de superar un cierto sentimiento estético y tiende a integrar en
la veneración de las imágenes una fuerte llamada a la espiritualidad concreta, como santidad y compromiso.
Ante todo como santidad personal y comunitaria. La contemplación de los iconos de Cristo, de la Virgen y de
los Santos, según la genuina doctrina del Concilio de Nicea II, tienen que suscitar el deseo de reproducir esa
belleza ontológica de la santidad que es la tensión de la imagen a la perfecta semejanza.
quien contempla los iconos no puede menos que advertir, cada vez con más intensidad, la presencia de
Cristo vivo en los rostros de los hermanos, iconos vivos de Cristo, con una exigencia de servicio y de
caridad. Toda búsqueda de la belleza y todo encuentro con el misterio que no lleve a reinstaurar la belleza
original de dios en el mundo es pura estética que no lleva el sello de la filocalía de Dios, como se manifiesta
en el proyecto creador y recreador de la economía de la salvación.
Por eso el encuentro con la belleza sacramental de los iconos en la espiritualidad de hoy es una llamada a la
instauración de una belleza total en la vida de los cristianos.

INTRODUCCIÓN A LA MEDITACIÓN CON IMÁGENES

Orar en el Espíritu Santo.


La oración cristiana personal es siempre una oración en el Espíritu. Esta no sólo tiene su expresión en la
meditación o contemplación de la Palabra, en la expresiones litúrgicas; sino también se puede orar en el
Espíritu de una forma sencilla, cargada de silencio y de contemplación, con la ayuda de las imágenes.

Es verdadera oración en el espíritu la que nos concentra en Cristo, en su


rostro y en su mirada, en la contemplación de su belleza, para que
aprendamos a descubrir en El ese icono fundamental que tiene que reflejarse
también en nuestra vida, pues estamos destinados a ser conformes a la
imagen del Primogénito.

El Antiguo Testamento nos habla del deseo de ver a Dios, de la búsqueda del
rostro de Dios en su templo Santo. Pero lo que fue deseo de los justos del
A.T. se convirtió en realidad en el Nuevo Testamento, cuando los hambres
contemplaron la gloria de Cristo en su rostro humano, que podía mirar y del
que se desprendía una mirada de amor.

También hoy el Espíritu orienta nuestra mirada hacia Jesús para entrar en comunión con Él, descubrir su
presencia, contemplar su rostro, imagen del Dios invisible.

Por eso el Espíritu Santo, iconógrafo interior, revelador de Cristo, nos empuja suavemente hacia este tipo de
oración que a partir de la meditación de la imagen exterior se interioriza en la contemplación de Cristo
dentro de nosotros, allí donde contemplamos en los "semblantes plateados" de nuestro espíritu, donde la
imagen de Cristo está impresa, para que poco a poco nos vaya llevando a la conformación interior.
Orar con la Iglesia.
Desde siempre la Iglesia ha querido orar con imágenes. La presencia de Cristo ha llegado a través de las
mediaciones con imágenes en los templos para favorecer su recuerdo, para actualizar su presencia, como
estímulo de la fe personal y del encuentro con Él, en la santa celebración de los misterios litúrgicos y en la
meditación personal.

La imagen en la tradición oriental es como una presencia sacramental de la persona y del misterio que
representa, tanto en la liturgia como en un sencillo ángulo de la habitación o de la capilla, así como también
en un lugar discreto de nuestro trabajo cotidiano.
Estas imágenes favorecen en la oración el sentido interpersonal del
encuentro y la carga de contenido mistérico que nos revela la imagen.
Orar, en esta perspectiva, es buscar, encontrar, acoger la presencia y la
mirada de Cristo, y dejarse evangelizar por el contenido del misterio de la
salvación que se nos ofrece en esa imagen.

En el contexto cultural en el que vive el hombre de hoy, inmerso en la


civilización de la imagen, en la cultura televisiva y cinematográfica, no
todo lo que recibe es belleza. Cuantas imágenes turban la conciencia y
contradicen la vocación del hombre a la contemplación de Dios y de la
belleza de Dios. Muchos cristianos han sustituido la televisión por el
icono... Podemos, pues, con este tipo de meditación salir al encuentro del
hombre de hoy, evangelizar su sed de belleza, de la belleza en Cristo y en la Virgen para que aprenda a
saborear la verdadera belleza de Dios.
Una actualización de la pedagogía clásica de la oración.
La oración con imágenes es típica de la experiencia y pedagogía oracional de algunos maestros espirituales,
como Santa Teresa de Jesús. Ella aprendió a orar  mirando imágenes y aconsejó como óptimo medio de
presencia y de recogimiento esta contemplación, para favorecer el encuentro personal con Cristo y el diálogo
con Él.

Esta pedagogía de Santa Teresa está fundada en dos observaciones de carácter psicológico y teológico:
- Desde el punto de vista psicológico, el hombre está disperso en su sensibilidad y psicología; tiene
necesidad de algunas meditaciones que lo recojan y concentren; la imagen puede ser algo que ayuda a
concentrar su mente y su corazón, su imaginación y su pensamiento;

- Desde el punto de vista teológico, Dios no se nos presenta inmediatamente; se nos ofrece y hace presente
a través de meditaciones de su presencia: la naturaleza, las palabras, la imagen, la presencia eucarística o
sacramental.

La imagen puede ser, pues, una mediación  de esta presencia que nos permite entrar en comunión con Dios,
según la hermosa tradición oriental y su teología del icono, como sacramental de la presencia de cristo, de la
Virgen y de los Santos.

En primer lugar se trata de concentrarse en la imagen y buscar y hallar esa presencia. En segundo momento
se trata de interiorizar esa presencia de Jesús dentro de nosotros, ya que Él vive, por la fe y la comunión
sacramental del bautismo y de la Eucaristía, dentro de nosotros.

Así, poco a poco, se interioriza la imagen y se interioriza el misterio, la relación interpersonal. Se trasciende
la meditación externa para quedarnos con la presencia interior y llegar a ese encuentro interpersonal..

Esta es la técnica de meditación que poco a poco desemboca en lo que santa Teresa llama oración de
recogimiento. Es tan importante esta forma de orar, que Santa Teresa la ha resumido en esta fórmula tan
densa: "Mire que le mira". Esto significa:

- Dios nos mira siempre con amor en Cristo; orar es tomar conciencia de estar en presencia permanente de
un Dios que constantemente nos mira con amor y misericordia, de manera que podamos responderle con la
misma forma sencilla y profunda: devolver a Dios una mirada de amor.

- Una convicción, sacada de la experiencia, nos dice, como agudamente observa la Santa "que no parece nos
escuchan los hombres cuando hablamos si no vemos que nos miran"; el perfecto diálogo incluye la mirada
limpia y recíproca; así sabemos que Dios nos mira cuando le hablamos y nosotros miramos a Dios cuan Él
nos habla; la oración es un encuentro de miradas.

La contemplación de una imagen expresa concretamente esta relación, favorece la educación a la


concentración y a la contemplación interior, se simplifica en la atención sencilla al Dios que nos mira, a
Cristo que vive en nosotros. 

Una oración para el cristiano de hoy.


La oración con iconos representa una oportunidad, un estimulo para la oración
contemplativa, pero desde un punto de vista positivo y cristiano, casi como una
contestación a los métodos negativos y abstractos de la técnicas orientales.

Entre otros valores modernos de esta oración hay que notar estos elementos:

- recuperar el misterio del rostro, de la persona, así como la relación simple y


profunda de la mirada;

- favorecer la quietud contemplativa y la sinceridad del encuentro interpersonal,


en esa cara a cara que exige verdad en la relación con Dios.

- estimular la capacidad de llenar el silencio con una presencia y concentrar


nuestra dispersión psicológica y espiritual con la ayuda de la imagen.

Este tipo de oración simplifica la comunicación con Dios. Mirar a Dios como nos mira primero y siempre con
amor, abrirse al amor misericordioso. Orar es también dejarnos mirar por Dios hasta el fondo, para que
llegue a donde nadie llega, hasta nuestro subconsciente. 

Descubrir el rostro de Cristo en los otros será la consecuencia de esta concentración contemplativa, para
verlos como son, rostro de Cristo transfigurado o desfigurado, para amarlos y servirlos.

Mirar la imagen es orientar nuestra vida hacia nuestra propia realización en Cristo. Aquí tenemos también
una forma de contemplación litúrgica que une así la oración personal con un elemento de la liturgia, que nos
convoca al misterio, que nos remite a los contenidos de la Palabra y de la oración de la Iglesia, impregnando
de espíritu contemplativo nuestra propia experiencia litúrgica a través del mundo de los rostros pintados y
de los rostros vivos de la comunidad eclesial.

LA ANUNCIACION A MARIA

(Icono de Theofhanes de Creta. 1546. Monasterio Stavronikita del Monte Athos. Grecia.)
Texto bíblico: Lucas 1, 26-38
INTRODUCCION
 “Hoy ha llegado la alegría de todos, que absuelve de la primitiva condena. Hoy ha llegado Aquel que
está en todas partes, para llenar de júbilo todas las cosas”
(Andrés de Creta, Homilía 111. Exordio de la homilia sobre la
Anunciación).
 “Este es el día de una buena nueva de alegría, es la fiesta de la
Virgen; el mundo de aquí abajo se toca con el de ahí arriba;
Adán se renueva y Eva se libra de la primitiva aflicción; el
tabernáculo de nuestra naturaleza humana se convierte en
templo de Dios gracias a la divinizacion de nuestra condición por
El asumida.
Oh misterio. El modo del advenimiento de Dios nos es
desconocido, el modo de la concepción queda inexpresable. El
Angel se hace ministro del milagro; el seno de la Virgen recibe un
Hijo; el Espíritu Santo es enviado; desde lo alto el Padre expresa
su beneplácito, la unión se realiza por voluntad común; en Él y
por medio de Él, henos aquí salvos; unimos nuestro canto al de
Gabriel y cantamos a la Virgen: Ave llena de gracia, a través de
ti llega la salvación, el Cristo nuestro Dios; la ha tomado nuestra
naturaleza y nos ha elevado hasta él. Ruégale por la salvación de
nuestras almas.” ( Doxasticon. Himno de la víspera de la
fiesta)
 “Hoy se inicia nuestra salvación y la manifestación del eterno
misterio: el Hijo de Dios se hace Hijo de la Virgen y Gabriel
anuncia la gracia.
Con él decimos a la Madre de Dios: Salve llena de gracia, el
Señor es contigo. A ti capitana que por nosotros combates,
nosotros, tus siervos, salvados de los peligros, dedicamos el
himno de victoria, como canto de agradecimiento, oh Madre de Dios.
Pero tú que posees una fuerza invencible, líbranos de todos los peligros, para que podamos cantarte:
Alégrate, oh esposa inviolada” (De los dos himnos de la fiesta: el Apolytikion y Kontakion).
En la Anunciación es donde “ se ha realizado el misterio que sobrepasa todos los limites de la razón humana,
la Encarnación de Dios” (Monje Gregorio).
Esta fiesta es “el canto proemial de una alegría indecible” (Andrés de Creta. Homilia 119).

FIESTA LITURGICA DEL CICLO NAVIDEÑO


Los primeros testimonios de esta solemnidad litúrgica aparecen en la época del emperador Justiniano, siglo
VI.
En la Iglesia antigua la fiesta de la Anunciación iba asociada inseparablemente a la Navidad. 
Al aumentar la importancia de la Natividad del Señor, se formó un pequeño ciclo navideño y la Anunciación
cobró mas autonomía respecto al núcleo primitivo hasta constituirse en fiesta mariana autónoma.
El Papa Sergio I (687 – 701), un italo – sirio oriundo de Sicilia introduce esta fiesta en la Iglesia romana.
Para esta ocasión se celebraba una solemne procesión a Santa María la Mayor, basílica cuyos mosaicos
estaban referidos a la divina maternidad de María, establecida por el Concilio de Efeso (431).
Desde el principio la fiesta se estableció el 25 de marzo, porque circulaba la opinión de que Jesús se había
encarnado coincidiendo con el equinoccio de primavera, tiempo en el que según las concepciones de la
antigüedad, fue creado el mundo y el primer hombre. Esto lo comenta muy extensamente Anastasio
Antioqueño (+599) en su Homilia sobre la Anunciación, 6- 7.
Ulteriores precisiones de naturaleza teológica son hechas por Máximo el Confesor (+662) en la Vida de
María, 19.
En ambos resuena la concepción de Cristo segundo Adán y la recreación del mundo por parte de Dios en la
Encarnación con vistas a la Resurrección, plenitud de todo lo creado.
Lo que mayormente llama la atención de esta fiesta es el sentido de alegría, alguna vez difusa, pero siempre
profunda, que se nota en los himnos, oraciones y homilías.
Esto entró en conflicto con la austeridad de la Cuaresma, pero tanto en Oriente como en Occidente se
decreto que se celebrará con toda solemnidad cayera cuando cayera.
La iglesia bizantina ha dotado a esta solemnidad de una prefiesta, el 24 de marzo, con un espléndido oficio y
numerosos himnos entre los que cabe destacar por su belleza el Canon de los Maitines de Teófanes Graptos
(+845), acérrimo defensor de los iconos en la época iconoclasta.

LA ICONOGRAFIA
El icono de la Anunciación se suele colocar ante la puerta bella del santuario entre los iconos de las grandes
fiestas en el Iconostasio de los templos. Si leemos Ez. 44, 1-4, se comprenderá el sentido de ponerlo allí.
Hace alusión a la virginidad de María y la gloria del Señor que es ella.
Pedro de Argos (+ después del 922) comenta en la homilia a la Presentación de la Virgen, 7: “ Es ella, la
Virgen, la puerta que mira a Oriente que llevará en su seno a Aquel que avanza en Oriente sobre el cielo de
los cielos y permanecerá inaccesible a nosotros”.
El esquema es muy simple: el ángel da su anuncio a una joven muchacha que está hilando la púrpura de pie
o sentada.
En algún caso tiene entre las manos un aguamanil y está junto a una fuente, esta variante es muy antigua o
lee con actitud devota.

LA VIRGEN
La Virgen en los iconos es representada joven, según el computo del monje Epifanio (S. IX).
Este en su Discurso sobre la vida de la Madre de Dios, le calcula años, altura, rostro, color de
ojos, piel etc..

A menudo la cabeza de la Virgen está inclinada ligeramente para dar cumplimiento al salmo:
“Escucha, hija, mira, presta tus oídos, olvida a tu pueblo y la casa de tu padre: al Rey le
agrada tu belleza” Sal. 46, 11.
 
 
 
 
 RAYO-ESPIRITU
Desde lo alto un rayo viene a posarse sobre ella. Representa al Espíritu, a menudo
en forma de paloma, pero no es un rayo de luz sino de sombra: “El Espíritu Santo vendrá
sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra”.
 

 
 
MANTOS Y TUNICAS. SIMBOLOS DE COLORES
En este icono se combinan perfectamente en el Angel y la Virgen el color verde,
azul, rojo, púrpura y oro, todos de gran simbolismo.
La Virgen lleva un manto (maforion) rojo - marrón bordado en oro y túnica verde–
azulada. El ángel lleva la misma túnica pero manto púrpura. Ambos colores se
repiten en las alas del ángel y los cojines donde esta sentada María.
El color rojo del manto virginal simboliza la sangre, el principio de la vida, belleza,
juventud, amor. Es el color del Espíritu Santo, fuego. Es símbolo del sacrificio y del
altruismo. Es de un rojo amarronado.
El color amarronado del manto de la Virgen indica la humildad, la tierra arada que
se presta a recibir la semilla con la que fructificar. Así lo canta el Himno del
Akathistos, 2, oda 3ª
El manto del ángel es púrpura, de igual color es la lana que María hila y representa
a Cristo tejiéndose en su seno. El color púrpura esta reservado a las más altas
dignidades del mundo antiguo, al Emperador y simboliza el mas alto poder. 
El oro simboliza la divinidad, por ello lleva un brazalete oro en el brazo.
La vestidura púrpura es a la vez real y sacerdotal. En el Angel, Dios mismo actúa
en María.
En algunos iconos el color de las ropas del ángel es blanco: el color que precede a
la luz del alba, que anuncia el nacimiento, la vida. Tiene una banda azul en la
manga y el azul que se difumina en el blanco da vivacidad a sus alas.
El azul es el color de la inmaterialidad y de la pureza, de algo que viene de un
mundo superior, de un mundo espiritual.
 
EL ANGEL
Las túnicas de la Virgen y del Angel son verdes. El verde es  complementario del
rojo, como lo es el agua del fuego. Es el color del mundo vegetal, de la primavera y por tanto de la
renovación.
Verde y vida son dos palabras profundamente conexionadas.
Situado entre el azul (frío) y el rojo (caliente), el verde representa el equilibrio perfecto. Es símbolo de
regeneración espiritual.
El azul simboliza el desapego a los valores de este mundo y el ascenso del alma que tiende hacia lo divino,
que se encuentra con el blanco virginal.
El oro símbolo de la divinidad y la perfección ilumina toda la escena desde arriba, es la vida eterna que con
Cristo Luz se hace presente en esta vida caduca.
El oro espiritualiza las figuras, liberándolas de toda limitación terrestre y toda la composición se llena de una
bella armonía.
 
 
 
 
 
 
ESTRELLAS.
Sobre el manto aparecen tres estrellas, frente y hombros. Corresponden al gesto trinitario de la mano
derecha del ángel.
Representan la señal de la santificación de la Trinidad, cual Madre de Dios. Ella era virgen antes, en y
después del parto, la única siempre Virgen en el Espíritu, en el alma y en el cuerpo.
“El Señor era Aquel que de ella nació, por tanto la naturaleza su curso mudó.” Según el Himno del
Akathistos, oda 7ª.
 
 
 
SEDE DE MARIA
María esta sentada sobre un trono y sus pies se apoyan en un pedestal, porque ha sido
colocada por encima de la naturaleza angelical.
Calza zapatitos de color púrpura, el mismo color del manto del ángel, del cojín y del velo que
esta encima de los edificios. 
Este color rojo púrpura tiende a subrayar su carácter regio. Es la Madre del Emperador y
Señor del universo.
“Salve Reina, Paraíso animado, en cuyo centro brota el Arbol de la Vida: el Señor cuya
dulzura alienta a aquellos que tienen fe y que ya estaban sujetos a la corrupción”. Himno
Akathistos, oda 5 ª.
En la antigüedad el oro y la púrpura estaban reservados solo al emperador y familiares. Se
quiere evidenciar la realeza divina que rodea a la Virgen.
 
EL HILO DE LA PURPURA
En este caso tras la simbología de colores se esconde el significado más importante: el misterio de la
Encarnación.
La Virgen hila la púrpura. Teje místicamente la vestidura purpúrea del cuerpo del Salvador en su interior es
el Rey Dios y Hombre. 
Efrem de Siria (+ 373), en su Primer discurso sobre la Madre de Dios pone en boca del ángel estas
bellísimas palabras: “ La fuerza del Altísimo habitará en ti y uno de los Tres morará en ti conforme a cuanto
te he dicho. Del hilo por la trama de la tela que es tu corporeidad, El se tejerá una prenda y la llevará”. Hace
referencia al cuerpo de Jesús formándose en María.
Según Efrem, el Señor teje la nueva prenda para quitar al hombre y a la mujer las túnicas de piel con las
que los había vestido al expulsarlos del Paraíso (Gen 3, 21). “ Hoy María se ha hecho cielo y ha traido a
Dios, porque en ella ha descendido la excelsa divinidad y ha hecho morada. La divinidad se hizo en ella
pequeña para hacernos grandes, dado que por su naturaleza no es pequeña. En ella, la divinidad nos ha
traído una prenda para alcanzar la salvación”. 
Efren de Siria, en su Segundo discurso sobre la Madre de Dios, expresa de forma perfecta: “ El Señor ante el
que tiemblan los ángeles, seres de fuego y espíritu, está en el pecho de la Virgen y lo ciñe acariciándolo
como un niño... ¡¿Quién vio nunca que el fango se hiciera vestimenta del alfarero? ¿Quién ha visto al fuego
envuelto a si mismo en pañales?! .”
De la literatura apócrifa vienen varias referencias que se plasmaran en representaciones iconográficas. Entre
ellas: hilar la púrpura. El relato de Lucas no habla de la púrpura, mencionada expresamente en la literatura
apócrifa cuando se le encarga a María hilar con púrpura y carmesí un toldo
para el Templo del Señor. Hilando recibe el anuncio de su maternidad.
La Virgen al ver “al Luminoso, nada segura, agachó la cabeza y calló”
( Romano el Meloda, XI,3 )
 
EL ANGEL
Para la símbologia de los colores ver descripción mas arriba.
Empuña con la mano izquierda un largo bastón, símbolo de autoridad y
dignidad del individuo, del mensajero, del peregrino. Pues el ángel responde
a estas características. 
La mano derecha se extiende cual si quisiera poner el anuncio, señal visible
de una palabra que pasa de un individuo a otro. Acompaña a la mirada
dirigida a María: “ Un día la serpiente fue para Eva fuente de luto, y yo ahora
te anuncio la gloria”. Himno Akatistos.
Sus dedos se colocan a menudo, no en el típico gesto alocutorio, sino en el
gesto de la bendición bizantina y cargada de simbología. 
Los tres dedos abiertos (índice, corazón y meñique) quieren recordar la
Trinidad y que el Cristo es una de las tres personas divinas.
Los dos dedos replegados (pulgar y anular) quieren recordar que en Cristo
subsisten dos naturalezas, la humana y la divina, pero generalmente en las
representaciones de la Anunciación no están visibles, porque el misterio de la
Encarnación aun debía comenzar.
A menudo la figura angélica emana una sensación de vitalidad, de
movimiento, pero su rostro trasluce una expresión de perplejidad.
A veces hay dos ángeles en la misma escena. O mejor dicho dos representaciones del mismo ángel. La
primera ocupa la parte izquierda representando la reflexión del ángel que “ llegado a Nazaret ante la casa de
José, se para perplejo pensando que el Altísimo quisiera descender entre los humildes y se decía: “ El cielo
entero con su trono de fuego, no es suficiente para contener a mis Señor ¿Cómo podrá ser acogido por esta
pobre joven? ¿Se haría visible en la tierra el Terrible desde ahí arriba?. Pero ciertamente será como Él
quiere. Luego, ¿por qué me paro y no vuelo y le digo a la Virgen: Salve, Virgen y Esposa” (Romano el
Meloda XI, 3).
 
LA CONCEPCION VIRGINAL A TRAVES DE LA ESCUCHA
Romano el Meloda (S. VI) narra poéticamente como la Virgen refirió a José el encuentro con
el ángel. Entre otras cosas le hace decir a la Virgen: “...Se presentó un ser alado y me
entregó un regalo de bodas, perlas para mis orejas; puso sus palabras como pendientes
( Prov. 25, 12)... Ese saludo, dicho a mis oídos, me hizo resplandecer, me hizo madre, sin
haber perdido mi virginidad...” XII, 17.
La relación palabra – oído – concepción hunde sus raíces en antiquísimas civilizaciones. Para
los sabios antiguos, la vida entra en nosotros a través de los oídos.
Los escritores cristianos siguieron esta manera de entender la concepción. Tertuliano (+
220 – 230) en “La Carne de Cristo” menciona la concepción de Eva a través del oído
poniéndola en analogía positiva con la de María, en un texto muy bello. 
Dice así: “ Como la palabra del demonio, creadora de muerte, había entrado en Eva aún
virgen, de modo análogo debía entrar en una virgen el Verbo de Dios, edificador de vida,
para que lo que cayó en perdición fuese reconducido a la salvación por el mismo sexo; Eva
había creído en la serpiente; María creyó en Gabriel: el pecado que Eva cometió creyendo,
fue borrado por María creyendo también... ”.
La palabra del demonio se entiende como semilla de muerte. La palabra de Dios, Jesús,
semilla de vida se plantó en María por las palabras del ángel.
Efrén el Sirio (+ 373) comenta en el Diatessaron: “ La muerte hizo su entrada
por el oído de Eva, por tanto la vida entró a través del oído de María”. 
El oído como símbolo de obediencia a la palabra y aceptación libre de la
maternidad mesiánica.
Son muchos los escritores orientales y occidentales los que han entendido la
concepción virginal de esta forma: 
Teodoro de Ancira (+ 446) “... María la Profetisa, a través del oído concibió al Dios viviente: pues el paso
físico de las palabras es el oído...” Homilia IV sobre la Madre de Dios y Simeón, 2 PG 77; Pseudo
Crisostomo (+ 446) este sigue con la idea de Teodoro de Ancira en su Homilia sobre la Anunciación de la
Madre de Dios.
Proclo de Constantinopla (+ 446) “El Emanuel abrió las puertas de la naturaleza como hombre, pero como
Dios no rompió los sellos virginales, de esta forma salió del útero como por el oído había entrado; así fue
alumbrado, como concebido; sin pasión entró, sin corrupción salió.” Homilia I sobre la Madre de Dios.
El Pseudo Atanasio y Atanasio Antioqueño (+ 599) “ El ángel entonces se alejó, mientras ella concibió a
través del oído” Homilia contra Arrio sobre la Santa Virgen Madre de Dios” del Pseudo Atanasio. Atanasio el
Antioqueño sigue con este argumento en su Homilia II sobre la Anunciación
Sofronio de Jerusalen (+ 638) sigue el argumento de Atanasio con pocas diferencias en su Homilia sobre la
Anunciación.
Andrés de Creta (+ 740) “Ella acogió en vez del semen, la voz de Gabriel y quedó en cinta” Homilia por la
Anunciación de la Santa madre de Dios.
Juan Damasceno (+ 749) “La concepción tuvo lugar a través del oído, mientras el nacimiento ocurrió por la
salida usual... No era en efecto imposible salir por la puerta regular sin dañar los sellos de esta” Exposición
de la Fe ortodoxa 14, PG 94, 1159.
Zenon de Verona (+ 380) “... el diablo, insinuándose en el oído con la seducción, había herido y destruido a
Eva, Cristo también, a través del oído ha penetrado en María y naciendo de la Virgen ha eliminado todos los
vicios del corazón...” Tratado 1, 3, 19-20 PL 11, 352.
Anónimo S. V: “Dios hablaba por boca del ángel y la Virgen se sentía impregnada en los oídos” Homilia
sobre el Nacimiento 3, PL 39, 1987.
Fabio Fulgencio (S. V); Bloso Emilio Draconcio (S. V). Ambos insisten en la imagen “ La concepción tiene
lugar a través del casto oído... mediante la palabra fecundante... Dios entra en el seno virginal”.
Enodio (+ 521) “La Virgen viviendo sola, concibe al Hijo a través de la escucha... lo que la lengua profirió, se
hace semen” Carmen 2, 19.
Alcuino (+ 804) “ El Arcángel infundió la palabra en sus oídos y Dios unió íntimamente a sí los miembros
humanos; la fe acogió aquel que la castidad engendró, mientras la antigua maldición fue destruida por la
nueva bendición” Libellus adversus haeresim Felicis, 6, 9 PL 101, 211 AB.
El misal de Estrasburgo, aquí se lee. “ Alégrate, Virgen Madre de Cristo, que has concebido a través del oído”
El breviario maronita: “El Verbo del Padre entró en el oído de la Bienaventurada” 
 
VELO Y EDIFICIOS
 La escena tiene lugar en el exterior de unos edificios.
El velo púrpura que a veces cubre a la Virgen y que esta situado sobre los edificios, es una alusión al velo
del templo y símbolo del velo del cuerpo del Salvador que estaba sobre ella antes de entrar en ella. Así lo
expresa Efrem el Sirio en su Primer discurso sobre la Madre de Dios.
El edificio, que esta detrás del ángel, hace referencia a los templos paganos, incluido el de Jerusalén. La
efigie representada en el medallón del tímpano mira en dirección contraria al misterio que se desarrolla en
María.
Ninguna religión antigua puede comprender ni abarcar el misterio de la Encarnación, es algo nuevo. 
Dios es distinto a todas las concepciones captadas por el hombre hasta ahora. Es Dios y Hombre, el
Todopoderoso se despoja de todo poder. El Incorruptible se hace corrupción. Al que el universo entero no
puede contener ni abarcar se esconde en el seno de una Virgen.
La razón humana nada puede entender, pasa desapercibido este gran misterio, hasta que sea manifestado y
revelado por Cristo.
 
EL POZO 
El pozo, que en iconos de la Anunciación, esta situado delante  de María y lugar donde esta recibe el saludo
del ángel, en este icono aparece detrás del estrado donde esta sentada la Virgen.
El pozo es cuadrado, símbolo de la tierra, de lo creado en general y por tanto puesto en plano distinto
respecto al ángel, señalando la superioridad de la naturaleza angélica.
El pozo esta situado aquí, para subrayar la disponibilidad de lo creado a recibir el agua de la vida: Cristo en
María.
El pozo en culturas antiguas y en particular la hebrea, tiene atributos sagrados, pues realiza una síntesis de
los tres ordenes cósmicos: cielo, tierra, infierno y de los tres elementos: agua, tierra, aire. Realiza una
escala de salvación que une entre ellos los tres planos de lo creado.
En hebreo el pozo reviste también el significado de mujer y esposa.
 
LA JOVEN
En algunas representaciones , junto a los dos protagonistas, Angel y Virgen, aparece una joven. Puede ser
una transposición iconográfica del anuncio a Ana, pues a veces parece asistir sin ser vista a la escena del
anuncio como Judhit cuando Ana recibe la noticia de la concepción.
Otras veces aparece hilando la púrpura con la Virgen, como dama de compañía de esta. En nuestro icono no
aparece.
 
EL JARRON DE FLORES
 En otras representaciones aparece un jarrón de flores. Puede tener diversos orígenes:
El más antiguo, por corresponder a la iconografía primitiva, seria el aguamanil que llevaba la Virgen al
hombro camino de la fuente cuando recibió el saludo del ángel, que ahora es colocado en posición
ornamental y transformado, por no saber el significado, en jarrón ornamental con flores.
O también la imagen del epíteto dado a María en el Himno del Akatistos “Flor de Incorruptibilidad” y
difundido en Occidente por Bernardo de Chiaravalle como “Lirio de castidad inviolada”.
Este motivo lo conservan muchas representaciones occidentales de la Anunciación. Nuestro icono no lo lleva.
 
LAS FUENTES
Los textos de esta fiesta están influenciados por una amplia tradición bíblica y patristica que incluye las
aportaciones de los apócrifos, en especial del Protoevangelio de Santiago.
Tambien de tradición apócrifa es el estado viudo y de edad de José, así como la vara florecida de éste, como
signo de elección para esposo de María, con la variante de la paloma que sale del bastón de José y se posa
sobre su cabeza como elegido.
La iconografía parece haber sintetizado las aportaciones de esta multiplicidad de tradiciones que
tienen una raíz común en el evangelio de Lc. 1, 26-38, en el que está contenida la esencia del Credo de los
primeros cristianos sobre la Encarnación: Jesús ha sido concebido por obra del Espíritu Santo y ha nacido de
una Virgen.
Sobre el texto de Lucas 1, 26 – 38, Santos Padres y escritores espirituales, se detienen a comentar dos
aspectos: por qué el anuncio fue dado a una virgen prometida y por qué la virgen quedó turbada por el
saludo del ángel. Hay consideraciones muy buenas de reflexión teológica, catequética y meditativa.
Citaremos algunos: Orígenes, Comentario del Evangelio de Lucas; Ignacio de Antioquia, en su Carta a los
Efesios; Sofronio de Jerusalén, (+638), Homilia sobre la Anunciación, 23; Agustín de Hipona (354– 430), La
Santa Virginidad, 2, 4, 4, PL 40, 398, allí defiende que la Virgen había hecho voto de castidad. Beda el
Venerable (+ 735) sigue esta línea en su Homilia de la Anunciación de la bienaventurada Virgen María, 7; PL
94, 1.
Se debe al Comentario del Evangelio de Lucas, de Orígenes sobre la meditación que María hacia, qué esta
aparezca representada con un libro sagrado delante o entre sus manos. 
Esta misma idea la remarca el monje Epifanio en su libro el Discurso sobre la vida de la Santa Madre de
Dios, 5: “...María se dedicaba intensamente al estudio de la Sagrada Escritura, trabajaba la lana, la seda...”  
Cuando María aparece con un libro entre las manos o en el atril su significado teológico es: ella ha generado
al Verbo, la Palabra, el Libro de nuestras almas.” ( Doxasticon. Himno de la víspera de la fiesta)
 
LA FIESTA
Esta fiesta hunde sus raíces en los primeros siglos del cristianismo.
Convergen en esta fiesta dos líneas:
1ª. - La derivada de homilías para combatir la tendencia antimariana , donde querían demostrar en Cristo la
subsistencia no solo de la humanidad sino también de la divinidad. María Madre de Dios, no solo Madre de
Jesús. 
2ª. - La influenciada por la literatura aramea que había desarrollado el concepto de María como segunda
Eva.
La virginidad y concepción virginal de María, además, detentaba un papel de tal importancia como para
constituir un único asunto de la doctrina cristiana. Así lo testimonian:
Orígenes en “Contra Celsum” I, 7; págs. 11,668. 
Arístides en su “Apología” dirigida al emperador Adriano (117-138) subrayando que Jesús “de una virgen
judía tomó y se revistió de carne, y habitó en la hija del hombre” (Apología II, 6 –7). 
Y la cuestión era tan importante hasta el punto de creer, según sostiene Ignacio de Antioquía (+hacia el
115) en su Carta a los Efesios 19, 1 que: “ Al príncipe de este mundo permaneció oculta la virginidad de
María, su parto y la muerte del Señor. Son estos los tres misterios estrepitosos, que se cumplieron en el
silencio de Dios"
En el Símbolo de la Fe (Credo) así se formula “descendió de los cielos y se encarnó por obra del Espíritu
Santo en María Virgen” según el Concilio Niceno-Constantinopolitano ( 381) que se ha convertido en el
carnet de identidad y de ortodoxia para todas las iglesias orientales y occidentales.
Si bien para llegar a esta formulación costó, pues cada iglesia tenia un formulario o Símbolo donde se
expresaba brevemente, las principales verdades de la fe, pero todos hacían explícita fe en la Encarnación i la
mayoría nombraban a María en su concepción virginal, algunos no nombraban al Espíritu Santo o primero se
nombraba a María y después al Espíritu Santo hasta que cuajo en el actual Símbolo “por obra del Espíritu
Santo en María la Virgen”.
Estos testimonios reflejan la complejidad de las controversias dogmáticas de los primeros siglos
LA NATIVIDAD DEL SEÑOR

(Icono de Theófanes de Creta.1546. Monasterio Stavronikita. Monte Athos. Grecia)


Texto bíblico: Lucas 2, 1-20
INTRODUCCION. Este icono sigue el esquema tradicional de la representación del
Nacimiento de Jesucristo, según la Iglesia Ortodoxa que reúne en un mismo icono
narraciones del Evangelio y de los Apócrifos.
El icono de la Natividad, es el prólogo de esa gran epopeya que es la
historia de la salvación. Y como en el prologo de los poemas encontramos
sintetizados los puntos destacados de lo que se cantará, así en el icono de la
Natividad hallamos el compendio de los misterios del cristianismo: la encarnación, la
muerte y la resurrección.
“ Este es el acontecimiento por el que los patriarcas suspiraban, los
profetas predecían y los justos deseaban ver” (Juan Crisóstomo. Sermón 34).
“Dios se ha manifestado naciendo, la Palabra toma espesor, lo invisible se
deja ver, lo intangible se hace palpable, lo intemporal entra en el tiempo, el Hijo de
Dios se convierte en Hijo del Hombre” (Gregorio Nacianceno. Sermón 38).
“ “¿Qué podemos ofrecerte, oh Cristo, por que te has mostrado sobre la
tierra para nosotros como hombre?. Cada una de tus criaturas te trae su testimonio
de gratitud: los Ángeles te ofrecen el canto; los cielos, la estrella; los Magos, sus
presentes; los pastores su asombro; la tierra una cueva; el desierto un pesebre.
Nosotros en cambio una madre virgen” (Himno de la víspera de Navidad atribuido a
Anatolio)
LA MONTAÑA, ANGELES Y PASTORES
MONTAÑA.- La escena esta encuadrada por una montaña en forma piramidal que se
eleva en todo el espacio visual. Es la montaña mesiánica tal como Isaías lo profetizo:
“El monte del Señor será erigido sobre la cima de las montañas y será mas alto que
las colinas”...”Él agitará la mano hacia el monte de la hija de Sión, hacia la colina de
Jerusalén”.” No se hará mas daño ni mal sobre mi monte santo, porqué el país
estará lleno del conocimiento del Señor” Is. 2,2;10,32; 11,9
La montaña del Señor, resplandeciente, viene al mundo, traspasa y trasciende
cada colina y cada montaña, es decir la altura de los ángeles y de los hombres. La
montaña es Cristo.
En algunos casos el monte presenta dos cimas: las dos naturalezas de Cristo, la
humana y la divina.
En primer plano respecto a la montaña se halla siempre representada la Madre de Dios. Esto viene a significar que la montaña es también
imagen de la Virgen: “El monte Sión que el ama”. Sal, 77 (78), 68.”
Es la montaña que Dios se ha dignado elegir para su estancia”. Sal. 67 (68).17,4.
El centro de la escena lo ocupa una plataforma donde esta María arrodillada y la cueva del nacimiento en la que Dios se manifiesta.
En esta montaña o nuevo Sinaí, donde Dios se revela, Dios es el que está a la entrada de la cueva y la humanidad simbolizada por
María puede mirar cara a cara a Dios sin taparse el rostro, pues Dios esta bajo el velo de la carne en Jesucristo. Dios se ha hecho Hombre. Dios
se hace visible y accesible al hombre. 
Todo lo contrario pasó en la revelación del Sinaí a Moisés, este se esconde en la cueva y se tapa al paso de Dios, solo le puede ver la
espalda, ya que el hombre no puede resistir el esplendor y la belleza divina.
Por eso Dios se encarna para poderse hacer accesible al hombre y pueda ver a Dios sin miedo ni taparse la cara.
 ANGELES.- Arriba se hallan representados un grupo de ángeles que cantan mirando al cielo y a la tierra: “Gloria a Dios en las alturas y en la
tierra paz a los hombres que ama el Señor”. Representan la naturaleza angélica que acude al evento extraordinario; uno de ellos, destacado del
grupo, se encuentra hablando con uno o más pastores.
Este ángel anuncia al pastor la gran alegría de la salvación y lo hace extendiendo la mano y haciendo el signo de la Encarnación-
Trinitaria. : dos dedos juntos y tres tocándose por las puntas. Su significado es la salvación viene del Dios Uno y Trino a través de la Encarnación
de Cristo.
El pastor y el ángel están en dialogo. Con la Encarnación de Jesucristo, el mundo divino y el humano empiezan un dialogo que ya nunca
se perderá. Dios estará en medio de los hombres y el mismo les hablará y cada hombre podrá hablar directamente con Dios, sin intermediarios.
PASTOR.- El pastor o pastores representan al pueblo “que caminaba en tinieblas y vio una gran luz”. Is. 9,1. En efecto, había aparecido la luz
sobre los habitantes de la tierra de sombras de muerte. “Dijo el ángel: “ Os anunció una gran alegría, os traigo una buena noticia, para todo el
pueblo; pues os ha nacido un Salvador, que es el Mesías Señor, en la ciudad de David. Esto tendréis por señal: encontrareis un niño envuelto en
pañales y reclinado en un pesebre” Os. 10,12; Is. 61,11.
A los pies del pastor hay un niño tocando una flauta, es la antítesis de la música celestial y
hace referencia a un himno de maitines de la vigilia: “ Interrumpiendo el sonido de las flautas
pastorales, la armada celestial gritaba...”.
CUEVA, VIRGEN Y EL NIÑO
CUEVA.- En el centro de los iconos se abre una cueva que muestra las entrañas de la montaña.
Representa el infierno y la muerte sobre la que está suspendido Cristo y que intenta engullirlo. Es la
misma vorágine oscura que se halla en los iconos de la Resurrección.
VIRGEN.- Fuera de la cueva, está representada la Madre de Dios. Generalmente está recostada, alguna
vez sentada y en algunos arrodillada, como en este caso. Esta postura ultima denota la influencia
occidental.
Ella es la Reina que esta erguida a tu derecha, puesto que es la madre del Rey, aquella que goza de la divina confianza y que ha obrado
en ella maravillas.
La Virgen generalmente no mira al Niño, sino hacia el infinito custodiando y reflejando en su corazón todo aquello que de extraordinario
había acontecido en ella. Lc. 2,19.
Sobre su rostro se lee la tristeza humana de una madre que quería dar algo mas a su Señor y parece decir: “ Cuando Sara trajo al mundo
un hijo, recibió vastos territorios como homenaje, yo en cambio no tengo un nido: me ha sido prestada esta caverna donde tu has querido
habitar, mi pequeño, Dios antes de los siglos”. Romano el Meloda XIII,14.
La Madre de Dios se halla colocada próxima al corazón de la montaña; “representa la luz que mana de la zarza del Sinaí” Gregorio Niseno,
sermón 21, 119.
María va vestida con su maforion o manto donde las tres estrellas (frente y ambos hombros) proclaman su virginidad antes en y después
del parto. 
Representan la señal de la santificación obrada en ella por la Trinidad para que fuera progenitora de Dios.
“Virgen antes, en y después del parto, sola siempre Virgen en el espíritu, en el alma y en el cuerpo”. Juan Damasceno, sermón 57, 5
“Pues Dios era aquel de quien ella nació, por ello la naturaleza su curso mudó... Israel atravesó el mar sin mojarse; ahora la Virgen ha
generado a Cristo sin contaminarse. Después de la travesía de Israel, el mar quedó inatravesable; la Inmaculada, después del nacimiento de
Emmanuel, permaneció incorruptible” Himno a la Madre de Dios (Theotokion)
Adora a su Hijo y Dios en actitud de esclava del Señor, dispuesta ha hacer todo lo que él diga, así lo expresan sus manos cruzadas en el
pecho.
NIÑO.- Entre la Virgen y la entrada de la cueva aparece el Niño envuelto en pañales colocado más que en un pesebre, en un sepulcro de forma
tradicionalmente rectilínea y con las paredes de mampostería.
El Niño está envuelto como amortajado. Evoca una figura mortuoria, en concreto la imagen de Lázaro, que el pesebre sarcófago
contribuye a evidenciar. “Esta envuelto en pañales por causa de cuantos habían revestido entonces las túnicas de piel”. Romano el Meloda XIII;
14.Gen. 3, 21
Los paños serán para los pastores señal del reconocimiento del Niño, como serán la señal tangible de la resurrección para las mujeres,
Pedro y Juan ante el sepulcro vacío. Lc. 2, 13; Jn. 20,1ss
Los pañales del Niño son las vendas mortuorias que después aparecerán esparcidas por el sepulcro cuando resucite. Este Niño es ya
desde ahora el que va a vencer la muerte con su Resurrección. Nacemos para morir y resucitar con él.
Ya desde el principio de la vida de Jesús, la Iglesia lo proclama Vencedor de la muerte en la representación de su nacimiento. Es mas la
cuna sepulcro esta suspendida sobre las tinieblas de la cueva, el infierno y la muerte. Es el sol de lo alto que nos sacara de las tinieblas de la
muerte.
“...su cuerpo fue como un cebo, arrojado en brazos a la muerte, para que mientras el dragón infernal esperaba devorarle, tuviera en
cambio que vomitar a aquellos que ya había devorado. Él arrojó la muerte para siempre y secó de todos los ojos las lagrimas.” Cirilo de
Jerusalén. Catequesis 12, 15.
“De la Virgen ha nacido el rey de la Gloria, revestido de la púrpura de su carne, que visitó a los prisioneros y proclamó la liberación” de
cuantos se hallaban en tinieblas. Juan Damasceno sermón 55, 4. 
“Como Jonás en el vientre de la ballena, Cristo ha entrado en las fauces de la muerte... como nuevo Adán, para recuperar la dracma
perdido: el genero humano. Los cielos se inclinan hasta el profundo abismo, en las profundas tinieblas del pecado. Llama portadora de luz, la
carne de Dios, bajo tierra disipa las tinieblas del infierno. La luz resplandece en las tinieblas, pero las tinieblas no la han visto”. Orígenes.
Comentario sobre S. Juan.
 ANIMALES.- En el interior de la cueva se distinguen el buey y el asno, en el ámbito eslavo, un caballo. Estos tienen diversos significados.
Simbolizan a los gentiles. El buey representa el culto a Mitra y el asno la lujuria, representación de aquellos que teniendo el misterio de
la Encarnación de Dios delante no saben verlo o no quieren verlo, de ahí que sus miradas inexpresivas se dirijan a un punto perdido.
También son representación de las fuerzas instintivas e irracionales que emergen de las profundidades del alma humana y llevan al
pecado y que Cristo amansara y vencerá en su vida, muerte y resurrección.
María representa esa naturaleza que llena de Dios se libera de todo lo que no sea Dios mismo y se espiritualiza hasta el punto de vivir
solo por él y para él.
El cuerpo de María es ascético, flaco; el de los animales gordo y redondeado.
Por último representan la Palabra del profeta Isaías: “ el buey conoce a su dueño y el asno el pesebre de su amo; Israel, en cambio, no
entiende, mi pueblo no tiene conocimiento” Is. 1,3
 JOSE. PASTOR-DEMONIO.ARBOL
 JOSE.- En la parte inferior aparece José pensativo y apartado. Delante de él un hombre vestido con pieles y apoyado en un
bastón.
José personifica el drama humano: el hombre ante el misterio. José se interroga frente al misterio.
José duda sobre el adulterio de María.

DEMONIO-PASTOR.- La literatura apócrifa atribuye a José esta duda y el pastor que habla con él, apoyado sobre un bastón,
alimenta y confirma los pensamientos de José ya que es el diablo que suscita una tormenta de sentimientos encontrados en el
interior de José. 
El diablo vestido con piel de cabra, le tienta sobre la virginidad de María, diciéndole según los apócrifos: “ Como este
bastón que yo llevo no puede producir brotes, del mismo modo un viejo como tu no puede engendrar y una virgen no puede
alumbrar”.
Y como todo tentador es sugerente, amable y seductor. De ahí que aparece el diablo de forma tranquila, coloquial y
amistosa con José. Este está caviloso sobre la decisión a tomar.
Toda tentación nos hace vacilar, si nuestra mirada no esta puesta en Cristo y sí sobre nosotros mismos.
ARBOL.- La tradición da al pastor el nombre de Tirso. En la antigüedad pagana, el tirso era un largo bastón atributo típico de Dionisio y
de sus sátiros y bacantes, entidades representativas del paganismo y del racionalismo.
Junto al pastor demonio hay un arbolito que brota de un tronco seco. “ un vástago brota del tronco de Jesé, un rebrote sube desde las
raíces. Sobre él reposara el Espíritu del Señor... por él rescatara el Señor a su pueblo” Is. 11,1-2.
El arbolillo representa una respuesta a las palabras del pastor-demonio. “Dios no es esclavo de las leyes que regulan la vegetación, es
su Creador y si hizo brotar la vara de Aarón, mucho mas puede hacer que una Virgen florezca y de fruto”. Cirilo de Jerusalén. Catequesis XII, 28.
NUBE, ESTRELLA, EL ASOMBRO DE LO CREADO
NUBE Y ESTRELLA.- En la parte superior del icono se representa una nube que se retira hacia el cielo o lo muestra.
Los Apócrifos cuentan que “en el momento del nacimiento, la nube que recubría la cueva, se disipó y apareció una gran luz, que
la vista no era capaz de mantener. Luego esa luz decreció lentamente y apareció el Niño” Protoevangelio de Santiago 19,2.
La nube evoca la presencia de Dios que puso en las tinieblas su escondrijo. Sal. 17, 12.. La nube es de gran tradición y
simbolismo en le Antiguo Testamento y siempre revela la presencia misteriosa de Dios: la nube guía a Israel por el desierto hacia la
Tierra Prometida, le revela en el Sinaí, baja sobre el Santuario, se transfigura como una nube en el Tabor y en la Ascensión la nube
vela la visión del Resucitado.
De la nube o cielo abierto desciende una haz de luz hasta la tierra que se divide en tres rayos directos hacia el Niño: es la Unidad y
Trinidad de Dios que se manifiesta como luz. Al mismo tiempo representa la estrella.
En unas representaciones lleva dentro la paloma del Espíritu, en otras como en este caso, va la cruz: nace para morir y resucitar.
El Hijo de Dios es icono vivo e idéntico del Padre... a través del cual hemos tenido acceso al Padre. Nuestra mente iluminada por el
Espíritu, mira hacia el Hijo y en Él, como en un icono, contempla al Padre”. Macario Crisocefalo. Homilía sobre la fiesta de la Ortodoxia. Roma
1980.
La estrella es la culminación de la profecía de Isaías: “ Levántate y resplandece, pues ha llegado tu luz, y la gloria del Señor amanece
sobre ti, mientras la oscuridad envuelve la tierra y las tinieblas los pueblos, sobre ti viene la aurora del Señor...” Is. 60, 1-4.
ASOMBRO DE LO CREADO.- Viene representado por las ovejas o cabras que hay delante del niño que toca la flauta y que miran hacia lo alto.
Ellos expresan el asombro de la creación ante tan gran misterio: Dios se hace Hombre. Nadie consigue proseguir en su acción natural, tal es el
estupor y temor del Universo que reconoce la presencia de Dios y se detiene extasiado ante su gran misericordia. 
Todo lo creado queda trastornado ante tanta maravilla.
Esto viene narrado en los Apócrifos: Protoevangelio de Santiago 18, 1-3 y del Himno de la gran Hora de Navidad de la Iglesia Ortodoxa
que se inspira en este Apócrifo.
 MAGOS
Debajo de los ángeles que cantan el gloria aparecen los tres reyes de oriente a caballo y guiados por la estrella que miran y que tiene
forma de cruz dorada y gloriosa, siguen al que morirá para resucitar y dará a toda la humanidad la entrada a la vida eterna.
Los magos representan a los hombres ajenos a la Antigua Alianza que el nuevo Reino Mesiánico ha de incluir. Los santos y justos,
aunque no sean de Israel, son gratos a Dios y Cristo extiende su elección y primogenitura a todos los pueblos, representados por los Magos.
Los Magos prefiguran a las mujeres miroforas que van al sepulcro, ellas se animaban diciendo: “ Apresurémonos, adorémoslo como los
Magos y llevémosle como presente ungüentos a Aquél que ya no está envuelto en pañales sino en una mortaja” Oda VI del Canon de los
maitines de la Resurrección.
Los Magos, a su vez, como las miroforas, se convirtieron en “divinos heraldos que al volver a su tierra anunciaron a Cristo a todos”
Himno Akatistos. De Romano Meloda XII,21.
“Los Magos vieron en manos de la Virgen a Aquél que plasmó con sus manos a los hombres; comprendiendo que era el Señor, aunque
hubiera tomado forma de siervo, se apresuraron a honrarle con un triple don, como el himno de los Serafines que lo proclama tres veces Santo”
Himno Akatistos de Romano Meloda XII,21.
La tradición iconográfica ha transmitido una constante de los Magos: la edad. Presentan en efecto unas semblanzas juveniles, adulto y
viejo, reproduciendo así las tres edades del hombre en una única síntesis visual.
BAÑO. COMADRONA EVA
COMADRONA.- En la parte inferior de este icono hay dos mujeres que preparan el baño al niño. Esto es influencia de la iconografía helenística
que tanto ha influido en el arte cristiano. Aunque tiene su desarrollo cristiano en los Apócrifos, en concreto en el Protoevangelio de Santiago 19 y
20. Allí se narra como una partera testimonia la maternidad divina de María y Salome certifica la virginidad de María y ayudan a esta bañando al
Niño.
Según la tradición la comadrona es Eva que junto a Salome se ocupan del Niño. Eva da la vida mortal, María la Inmortal. María pone en
manos de Eva la Vida Inmortal: su Hijo.
En este icono hay dos figuras del Niño Jesús, que no es tan niño, siempre se le representa con cara de mayor, con entradas en el pelo,
porque ya des del principio es verdaderamente hombre.
El Niño Jesús del sepulcro acentúa su resurrección, su divinidad.
El Niño Jesús del baño en manos de Eva, acentúa su debilidad y muerte, su humanidad. Como Hombre necesita de cuidados, atenciones
y cubrir sus necesidades. Es por tanto hombre, no solo en apariencia sino realmente.
Es la síntesis de todo el icono: Jesucristo Dios y Hombre.
 BAÑO.- Pero esta imagen del baño ha adquirido un significado sacramental: el bautismo.
El recipiente donde se le va a bañar tiene forma de pila bautismal. Prefiguración de su muerte y descenso a los infiernos.
El baño es como un entierro en sepulcro liquido, el mismo en que esta inmerso el Cristo en el icono de la Epifanía.
“En el sacramento del bautismo, el acto de descender en las aguas y volver a salir simboliza el descenso a los infiernos y la salida de
esta morada junto con Cristo” Juan Crisóstomo. Homilía 40.
“Por el bautismo morimos con Cristo para resucitar con él” Rm. 6, 1-4.

   

MEDITACIONES ICONOGRAFICAS

Las meditaciones iconográficas que se incluyen,


han querido ser un aportación de novedad, y a la
vez un diálogo abierto hacia el ecumenismo,
con la mirada hacia las fuentes de la Iglesia y
hacia el futuro, para respirar también en la
oración, según la expresión de Juan Pablo II,
con los dos pulmones de la Iglesia que son
la tradición de Oriente y Occidente.
No es fácil entrar en el misterio de la iconografía
oriental. Ciertamente al oración y meditación con
iconos necesita de una introducción y un
aprendizaje, pero cuando alguien entra en el
misterio de ciertas imágenes, con la Trinidad de
Roublev, o un rostro de hermoso de Cristo o una imagen tierna de la
Virgen, ya no cambia este arte por ningún otro.
Los misterios del Señor y de la Virgen nos ayudan a hacer una
meditación que nos remite a la Palabra con una densidad de significado
teológico eclesial que no es fácil de encontrar en la tradición iconográfica
de Occidente, con contadas excepciones, como pueden ser los primitivos
italianos o las obras de arte de un pintor como el Greco que en su tierra,
creta, fue pintor de Iconos.
   

LA PRESENTACION DE JESUS EN EL TEMPLO. LA CANDELARIA

Icono de Theófanes de Creta.1546. Monasterio Stavronikita. Monte


Athos. Grecia)
Texto bíblico: Lucas 2, 22-38
INTRODUCCION
“ El Creador de Adán es llevado como niño, el Incontenido se hace
contenido en brazos de un viejo. Aquel que mora en el seno ilimitado del
Padre, está circunscrito por su propia voluntad en la carne, no en la
divinidad”. Romano el Meloda XVI, 1.
“A Simeón que estaba a punto de abandonar este mundo falaz,
fuiste presentado como niño, cuando él te conocía como Dios perfecto, y
se quedó atónito por tu inefable sabiduría, y con él también toda la
naturaleza angélica quedo sorprendida por la gran obra de tu
Encarnación, porque veía a Aquel que es inaccesible como Dios,
accesible a cada uno como hombre, conversar con nosotros y
escucharnos a todos.” Himno Akatistos.
“Tu que con tu nacimiento has santificado el seno de la Virgen y has
bendecido como convenía los brazos de Simeón, has venido y nos has
salvado también a nosotros, Cristo Dios.
Conserva en la paz a tu pueblo y haz fuertes a aquellos que nos
gobiernan, oh único Amigo de los hombres” Himnos Apolytikion y
Kontakion
“Salve, oh llena de gracia, Madre de Dios y Virgen, puesto que de ti ha salido el Sol de Justicia, Cristo
Dios nuestro, que ilumina a aquellos que yacían en las tinieblas.
Alégrate tu también, oh justo anciano que has recibido entre los brazos al Salvador de nuestras almas, que
nos hace donación de la Resurrección.” Himno Akatistos.
 
 EL NOMBRE
La iglesia bizantina le da el nombre significativo a esta fiesta del Santo Encuentro, entre el hombre
viejo, Simeón y el Hombre Nuevo, Cristo, entre Dios y el hombre.
Los nombres de Purificación de María o de Presentación u oferta del Niño en el templo, están muy
presentes tanto en la liturgia como en la homilética, pero con menos relieve que el encuentro con Simeón.
 
 LA VIRGEN
Este icono tiene pocas variantes.
La Virgen esta siempre en el centro de la escena frente a Simeón en actitud de dar o de haber dado ya a su
Hijo.
La Virgen entregando el Niño a Simeón o el Niño ya en brazos de Simeón, señala a que tradición bizantina
pertenece.
La Madre con el Niño en brazos es tradición bizantina griega, el Niño ya en brazos de Simeón es tradición
bizantina rusa-eslava.
Los pueblos eslavos y ruso reciben de la iglesia griega la salvación: Cristo.
La Madre de Dios va con las manos tapadas, veladas, en señal de adoración a su Hijo y Dios que ha querido
así disponer de ella.
La Iglesia bizantina en uno de sus himnos más populares, el Himno Akhatistos, canta: “Al ensalzar tu parto,
oh Madre de Dios, te celebramos todos cual templo animado, habiendo morado en tu seno el Señor, que en
una mano todo sostiene, El te santificó, te glorificó, enseñó a todos a exclamar a ti: Salve, oh habitáculo de
Dios y del Verbo; salve oh Santa entre todos los santos, salve, oh arca indorada del Espíritu Santo”.
Ella está en el centro porque encarna el candelabro sobre el que brilla la luz, es esa “lampara
resplandeciente, aparecida a aquellos que están en las tinieblas, puesto que habiendo proporcionado la Luz
inmaterial, guía a todos al conocimiento divino, iluminando de esplendor las mentes” (Akathistos).
Su manto es rojo, símbolo del sufrimiento, que marcará su humanidad y que Simeón le profetizo: “A ti una
espada te traspasará el alma”.
Tiene su vestido azul para recordar su profundo valor teológico y funcional: Madre de Dios y
presencia misericordiosa e intercesora entre el Hijo y Dios para toda la humanidad, de la que es primicia.
Esto también se simboliza cuando la túnica es verde. Ella esperó y en ella se cumplió todo lo
dicho por parte del Señor.
 
 CRISTO.  
Este parece desaparecer entre edificios y personajes, pero no es así.
Su actitud no es la de un niño, sino más bien la de un adulto o aun mejor la de un legislador, de un rey.
Tanto si esta en brazos de María como de Simeón estos le sirven de trono.
Él tiene en sus manos el quirógrafo del pecado, el documento donde está escrita nuestra deuda y cuyas
condiciones nos eran desfavorables. “Quien perdona las deudas a todos los hombres, queriendo perdonar las
antiguas ofensas, espontáneamente vino a los desertores de su gracia, y rasgó el quirógrafo del pecado”
(Akathistos).
El profeta había advertido...”serás visitada por el Señor de los ejércitos con truenos, estruendo, con
huracán, tempestad y llama de fuego devorador” Is. 29,6. Pero en lugar del Señor de los ejércitos sólo hay
un niño.
El tema del Encuentro pone particular acento sobre el inefable acto de amor que el Señor ha
realizado a favor de su “imagen” el hombre.
“El se ha encarnado y por amor ha aparecido como hombre, para atraer a sí como hombre a la humanidad”.
Himno Akatistos.
Señor Omnipotente, se ha presentado como humilde servidor, para que el hombre no se quedase espantado
ante su infinita majestad y sintiera su propia fragilidad e impureza como Isaías 6, 1-7 en su visión, sino
como Simeón corriera a su encuentro, y teniéndole en brazos, pudiera experimentar toda su confianza. 

El encuentro entre Cristo y Simeón se da delante del altar: el altar de la Nueva alianza, el altar sobre
el que se inmola el Cordero inmaculado, el altar sobre el que sé perpetua el sacrificio del Señor.
Cada hombre es Simeón y en cualquier momento puede encontrar al Señor, recibir en sus propias
manos al Señor de los ejércitos uniéndose a la Eucaristía.
Es el paso de la ley a la fe, de lo antiguo a lo nuevo, el encuentro del antiguo Israel con el nuevo
Israel.
Todos somos hijos e hijas de Dios por la fe en Cristo Jesús, pues todos los bautizados en Cristo de Él
hemos sido revestidos. Todo es nuevo en Cristo Hijo de Dios, Hijo del Hombre.
 
SIMEON. EL DIALOGO DE LAS MIRADAS.
Simeón esta con las manos veladas y agachado hacia Cristo en señal de adoración.
Su rostro es iluminado por una mirada llena de ternura. Y hay un dialogo mudo que interpreta
perfectamente Romano el Meloda, en que Simeón parece decir a Cristo: “ Tú eres grande y glorioso, has
sido engendrado misteriosamente por el Altísimo, hijo todo santo de María. Digo que eres uno, visible e
invisible, finito e infinito. Según la naturaleza pienso en ti y creo que eres hijo eterno de Dios, pero también
te confieso, mas allá de la naturaleza, como hijo de la Virgen. Por esto oso considerarte como una lámpara:
porque cualquiera entre los hombres que lleve una lámpara alumbra pero no se quema”. Romano el Meloda.
Simeón parece decir a María: “...eres la puerta cerrada, oh Madre de Dios, porque por ti el Señor ha
entrado y ha salido, sin que fuera abierta o sacudida la puerta de tu castidad..te profetizo que el Señor no se
ha manifestado para que algunos caigan y otros sean levantados; el Misericordioso no siente placer alguno
por la caída de los hombres, ni hace caer a los que están de pie... está entre nosotros para aprestarse a
levantar a los que están caídos, para rescatar de la muerte a su criatura...
...Te predigo que será señal de contradicción. La señal será la Cruz. Este misterio será objeto de tal
contradicción que en tu espíritu se creará la incertidumbre... cuando veas clavado en la cruz a tu Hijo y
recuerdes, oh Inmaculada, las palabras del Ángel en tu Anunciación... entonces dudarás. El desconcierto en
que el dolor te hundirá, será para ti como una espada; pero luego llegará la curación inmediata de tu
corazón”. Romano el Meloda XIV, 17.
Al final Simeón, conmovido pide irse en paz.
El Niño mira intensamente al anciano y con su regia mirada demuestra claramente que aprecia su plegaria.
Hay un nexo espiritual que lo traducen las miradas de Cristo y Simeón y plasman admirablemente el
sentido profundo del acontecimiento humano y divino.
Romano el Meloda ha puesto poéticamente estas palabras en la boca de Cristo y dirigidas a Simeón: “ Amigo
mío, ahora permito que dejes este mundo para habitar en la vida eterna. Te envío ahí donde se encuentran
Moisés y los otros profetas: anúnciales que he venido, yo del que han hablado las profecías he nacido de una
virgen como predijeron: me he aparecido a aquellos que habitan el mundo y he vivido entre los hombres
como anunciaron. Pronto iré a encontrarte rescatando a la humanidad"
 
 ANA
Ana esta representada a menudo con el dedo de la mano derecha levantado o hablando a José o solo
consigo mismo, se capta aquí el momento en que ella hablaba a todos del Niño. A menudo tiene en sus
manos un rollo, que significa el don de la profecía.
La escritura no especifica lo que dijo, pero también ella mereció por su vida santa encontrar como Simeón al
Salvador.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
JOSE 
 Tiene entre sus manos la ofrenda de las palomas. Escucha en silencio y asombro lo que se dice del Niño.
A menudo los personajes de la representación forman dos parejas, pero no están asociados entre ellos por
relación humana, es el Niño el elemento que les une: el amor del Señor.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
FONDO
En el centro de la escena pero en segundo plano se ve un cimborio o baldaquino con el altar, tal y como esta
en las iglesias bizantinas. Se representa el presbiterio de una iglesia bizantina, esquematizando así el
concepto de Templo. Dando la idea de que todo ocurre ante el Santuario del Señor.
Algunas veces en el fondo o al lado, se yergue un edificio. Se trata de la representación externa del Templo,
reclamo visual del pináculo sobre el cual Jesús fue tentado.
El trono se representa a un lado. El trono hace referencia a la visión de Isaías 6,1-7.
El altar esta colocado en el centro. Todo hombre puede encontrarse con Cristo participando de su mesa en la
Stª Comunión.
En algunos iconos el velo purpúreo que cubre los edificios del fondo, quiere expresar figurativamente el
manto del Señor que llena todo el santuario Is. 6, 1-7 y recubre todo lo creado.
 
 LA FIESTA
Esta fiesta probablemente tuvo su origen entre la Iglesia de Jerusalén. Las primeras referencias sobre ella
datan del siglo IV en el Diario de Viaje de la peregrina Eteria y se celebraba el día 14 de febrero en la iglesia
de la Anastasis o Resurrección, sin particularidad alguna excepto el sermón que comentaba la Presentación
de Jesús en el Templo, pero no se mencionan los cirios.
Según Cirilo de Escitópolis (+ hacia 560) fue la matrona romana Ikelia (450-457) la que sugirió celebrar la
presentación introduciendo el uso de una procesión acompañada de luces.
Cirilo de Alejandría (+ 444) exhorta a los fieles: “ Festejemos de forma resplandeciente con brillantes
lámparas el misterio de este día” y en una homilía jerosolimitana anónima de la misma época se puede leer:
“ Seamos resplandecientes y nuestras lámparas sean brillantes. Como hijos de la luz ofrecemos cirios a la
verdadera Luz que es Cristo”
Severo, patriarca de Antioquia (512-518) nos hace llegar la noticia que se celebraba esta fiesta en las
iglesias de Palestina y Constantinopla donde hacia poco que había sido introducida (Rahmani.Estudia syriaca
pag.3)
Entre finales del siglo V principios del VI, las distintas iglesias del territorio oriental del imperio ya la
celebraban

EL MISTERIO DE LA TRINIDAD
Texto bíblico: Gn. 18, 1-9
El icono de la Trinidad y el texto de la Escritura del libro del Génesis, nos permite entrar en el misterio del
Dios uno y trino, contemplar algo del misterio inefable del Dios Vivo, del dios de los cristianos.
La iglesia ha considerado la teofanía o manifestación de Dios a Abraham, junto al encinar de Mambré, como
una revelación de Dios a los hombres: revelación misteriosa y cargada de sentido salvador. Los Padres
orientales ven incluso en esta manifestación una primera revelación de dios que es Uno y Trino, un Dios que
ama a los hombres y sale a su encuentro, un Dios de la historia que se acerca a la historia de los hombres,
un Dios amigo que pide hospitalidad a Abraham, el hombre amigo de Dios.  Dios es un amigo que se
presenta pidiendo y se despide colmando de bendiciones y regalos a aquellos que lo saben acoger con amor.
El premio de la hospitalidad de Abraham será el
don de una descendencia en su hijo Isaac,
cuando ya las esperanzas humanas se habían
agotado.

El icono de la "filoxenia": amor y


hospitalidad.
Desde la antigüedad, los cristianos han
representado en imágenes esta escena del libro
del Génesis. Los hermosos mosaicos de Santa
María la Mayor y de Ravenna nos presentan esta
imagen: tres ángeles en torno a una mesa, como
una anticipación del misterio de la Eucaristía.
El monje Andreij Roublëv, autor del icono que
ilustra esta meditación, quiso fijar en colores y
símbolos una experiencia de San Sergio, una
visión del misterio trinitario, del Dios amor y
misericordia, del Dios Uno y Trino. Un Dios
expresado en la unidad: "Que todos sean uno
cono yo en ti y tu en mí" (Jn. 17,21-23)., según
las palabras de la oración sacerdotal de Jesús;
un dios que es comunión de personas distintas.
Por eso se le atribuyen a San Sergio estas
palabras. "Contemplando la imagen de la
Trinidad hemos de vencer las odiosas divisiones
de este mundo". La Trinidad es la imagen del
Dios que reconcilia, de la humanidad
reconciliada. Entremos en una contemplación
que se nos revela en tres tiempos, en tres
planos, en tres personas, con una secreta
unidad. Entremos porque la mesa está abierta y preparada para nosotros.
 
Junto al encinar de Mambré
La revelación que nos ofrece esta imagen es la de la escena del libro del Génesis. tres ángeles: bellos,
espléndidos y elegantes en su ropaje y en su cabellera, llenos de majestad, envueltos en un halo de
misterio, vivos expresivos en su dependencia y en su comunión recíproca. Llevan en sus manos unos casi
imperceptibles bastones rojos de peregrinos. Están sentados en torno a la mesa que Abraham y Sara han
preparado. Sobre la mesa hay una copa y dentro de ella algo que es como un trozo de cordero. El encinar de
Mambré se ha estilizado en la pintura hasta convertirse en un arbusto misterioso que está junto al ángel del
centro. La casa de Abraham se ha convertido en una diminuta casa-palacio que está sobre el ángel de la
izquierda. Han quedado fuera de la escena Abraham y Sara. todo se concentra en los tres ángeles
misteriosos.
recibiendo a los ángeles y acogiéndolos en su hospitalidad. adorándolos y postrándose hasta la tierra,
Abraham reconoce a su dios. La liturgia oriental lo comenta con estas palabras: "Dichoso tú Abraham, tu los
has visto, tú has recibido al Dios uno y trino."
También nosotros estamos invitados a contemplar y a adorar. Dios se ha acercado a nuestra vida. Dios nos
pide hospitalidad. Ahora somos nosotros Abraham y Dios nos pide hospitalidad en la fe, porque nos trata
como amigos. Dios se hace mendigo de la amistad para colmarnos de bienes. Acepta nuestra hospitalidad
ofrecida para prodigar a manos llenas sus dones.
 
El divino consejo trinitario
La imagen nos invita a trascender la escena para contemplar el misterio. Los tres Ángeles reflejan el misterio
de la Trinidad: Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Unidad en la naturaleza, Trinidad en las personas.
Algunos elementos subrayan la unidad. El Color azul que de diversas maneras está presente en los tres
vestidos; el mismo color de las alas que están misteriosamente unidas y que expresan una inmensa
comunión. La unidad de la mirada y del movimiento interno que parte desde el pie del ángel de la derecha y
sube hasta su cabeza, se vuelca en la del ángel del centro y ésta a la vez se posa en la del ángel de la
izquierda hasta indicar un movimiento de comunión en la vida y en el
pensamiento, como un misteriosos círculo de plenitud en el que estos
tres ángeles viven.
Una unidad divina y misteriosa que no consiste en una simple igualdad
que borra diferencias, sino en una unidad donde se hace posible la
comunión de las personas distintas y donde se percibe esta unidad de
vida. Vivir el uno para el otro, el uno con el otro, el uno en el otro, sin
confundirse, sin absorberse, en una virginal experiencia de comunión
personal. Este icono nos muestra el secreto de la vida de Dios: vivir el
uno para el otro escuchándose en la unidad de una misma mirada,
tendiendo hacia un mismo fin: la salvación del hombre. Cada persona en
sí no parece completa y cada una parece que no puede existir sin
referencia, sin relación a la otra, a las otras. Así las personas de la
Trinidad nos ofrecen esta forma maravillosa de contener el Ser divino,
de recibirlo de las otras, de darlo a las otras, de colocar a las otras con
el don de la existencia.
Podemos seguir adelante en nuestra contemplación y descubrir el rostro
y el nombre de cada una de las tres divinas personas.  Las tres divinas
personas están en orden de precedencia: el primero a nuestra izquierda
el Padre, el segundo el Hijo, el tercero el Espíritu Santo. La inclinación
de los báculos dorados indicaría el orden mismo de la majestad
trinitaria, del Padre al Espíritu.
La figura central es la del HIJO, con su túnica sacerdotal, sus manos
indicando la copa del sacrificio, revestido de una túnica y un manto que
representan su doble naturaleza. El Hijo como evidencia de la
Encarnación redentora, con su rostro inclinado en actitud reverente de
aceptación de la voluntad del Padre.
El misterioso ángel de su izquierda sería el PADRE en su hieratismo escondido y misterioso, principio de
todo en quien descansa el movimiento de las cabezas y de las aureolas, como una reverente aceptación de
su voluntad por parte del Hijo y del Espíritu.
El ángel que está a la izquierda es el ESPIRITU SANTO. Tiene un rostro dulce, tierno, maternal, casi
femenino. Es el consolador. Su actitud es de servicio, de oblación, de colaboración; se inclina obediente; se
lanza en la colaboración total a los planes del Padre y del Hijo. El color verde de su vestido nos habla de
juventud y de vida: Espíritu vivificante, juventud de Dios, rejuvenecedor de la iglesia, escondido y presente.
 
La economía trinitaria de la salvación.
Ahora, descubrimos en esta imagen misteriosa, a través de los símbolos, el plan de la salvación del hombre,
realizado por Cristo, presente en la Iglesia.
Los símbolo son ahora los que hablan de esta realidad escondida en Dios y manifestada en la obra de la
salvación.
El encinar de Mambré es ahora ante nuestros ojos un arbusto con diversos simbolismos: árbol de la vida,
árbol de la cruz, vid misteriosa que Jesús ha identificado con su persona: "Yo sol la vid..." de la que pende el
racimo que se estruja en el sacrificio: vino y sangre.
La casa de Abraham es símbolo de la casa de Dios, de la Iglesia que es el palacio-templo, a la vez terrestre y
celeste.
La cruz está inscrita en la aureolas blancas de los ángeles. Una línea vertical desde el ángel del centro hasta
el fondo indica el tronco 

LA DORMICION DE LA MADRE DE DIOS

(Icono de Theófanes de Creta.1546. Monasterio Stavronikita. Monte Athos. Grecia)

Texto bíblico: Lucas 1, 46 - 55


El icono de la Asunción de la Virgen María a los cielos no tiene un texto bíblico que refleje en la palabra lo
que muestra la imagen. El texto que podría servirnos para orientar nuestra meditación es el cántico de la
Virgen, el Magnificat, o algunos de los textos del Cantar de los Cantares, fuente de inspiración del primitivo
oficio romano de la Asunción de María.
Sin embargo, la fe de la Iglesia ha expresado desde antiguo esta iconografía como un resumen de las
antiguas narraciones del "Tránsito" de la Virgen Maria. 
(Icono ruso del s. XVI)
Varios nombres de una misma fiesta
En occidente llamamos a esta fiesta la Asunción, y tiene este nombre una asonancia con el otro nombre: la
ascensión del Señor; encontramos una simetría ideal entre el misterio de Cristo que sube a los cielos y el
misterio de la virgen que es subida a los cielos. Cristo con su propio poder. La Virgen por la gracia divina.
otros la llaman "Transito de la Virgen". En obtiene el título tradicional es el de "Koimesis" que significa
"Dormición"
La Asunción de la Virgen es la Pascua de Nuestra Señora, su "Tránsito glorioso", a semejanza de su Hijo
Jesucristo. Y en esta palabra "Pascua", ponemos todo el contenido mistérico que nos inspira la participación
de María en la Pascua de Jesús, el hecho de que ella es la primicia pascual con Cristo de la nueva
humanidad, que su cuerpo, como el de su Hijo, está resucitado y glorioso como promesa de lo que nosotros
seremos.
 
En busca de la imagen primitiva.
El Icono primitivo de la Dormición de la Virgen es el que ha prevalecido en Oriente, desde los primitivos
iconos y mosaicos de esa área, hasta los iconos rusos de los siglos XIV y XV. En occidente aparece en
pinturas medievales, en frescos y mosaicos, bajorrelieves y tablas de la mejor imaginería española, hasta
que prevalece el tipo Asunción a los cielos casi en una Ascensión de la Virgen, semejante a la Cristo Jesús.
La piedad popular de España e Hispanoamérica ha conservado algo de la iconografía oriental en esas
vírgenes dormidas que se llevan en procesión el día de la Asunción, fiesta clásica, si las hay, entre las de la
Virgen María, con profundo arraigo popular.
La Asunción de la Virgen María es la gran fiesta mariana de Oriente. Se prepara con una pequeña Cuaresma
de la Madre de Dios. Se reza a la Virgen el oficio de la "Paráclisis" con devotas invocaciones. La fiesta cierra
simbólicamente el ciclo anual de las fiestas.  Por eso la Dormición es el "último de los misterios" y con
frecuencia se encuentra entre los ciclos iconográficos del templo como un icono grande que resume la
esperanza de los cristianos.
 
La Asunción de la Virgen en tres tiempos.
La primera escena común a todos los iconos es la de la Virgen en su Dormición. revestida de su manto
púrpura y con las tres estrellas de su triple virginidad, la Virgen descansa sobre un catafalco cuidadosamente
adornado. A su alrededor, un mundo de personajes: ángeles que llevan luces e incienso, los apóstoles
reunidos junto al féretro, con la mirada dirigida hacia la Virgen, con una expresión velada de melancolía y de
esperanza. Ya al lado de los ángeles y de los apóstoles, una representación de padres y obispos de la Iglesia
oriental.
Analizando el icono, algunos descubren las figuras de Pedro, Pablo, Juan y Tomás. Y entre los obispos
parecen identificarse por sus nombres personajes legendarios como Dionisio el Areopagita, Hieroteo y
Timoteo.
En la misma escena otro elemento nos introduce ya en el misterio. En el centro aparece el icono de Cristo
resucitado y glorioso. Junto a la línea horizontal, representada por el cuerpo de nuestra señora, la toda
santa, por su vestido purpúreo, aparece la verticalidad solemne y majestuosa de Cristo, el Señor. en sus
brazos lleva una criatura vestida de blanco. Es una niña envuelta en pañales. Jesús, el Señor, el Hijo de
María, acoge el alma de la Virgen; alma de niña, revestida del color blanco de la divinidad.
Merece la pena que nos detengamos a contemplar este detalle, ya que se constata que la imagen de Cristo
que lleva a la Virgen en sus brazos como una niña, es exactamente el revés de la imagen de la Virgen Madre
de Dios en el que María lleva en sus brazos al Hijo de Dios como un niño.
La Virgen Madre que lleva a Cristo en sus brazos como un niño, la Theotókos, es la tierra que acoge el cielo,
la Madre que da su carne y su sangre al Hijo de Dios, la humanidad que recibe en la tierra la divinidad.
Pero Cristo, que en el icono de la Dormición acoge en sus brazos a la Virgen como una niña, es el cielo que
acoge a la tierra, el Hijo que hace a la Madre partícipe de su gloria, la divinidad que recibe en el cielo la
humanidad.
Se ha cumplido el misterio. Dios se hace hombre para que el hombre sea Dios. El cielo ha bajado a la tierra
para que ésta suba al cielo. La Encarnación es el principio de la Salvación. La Ascensión de Jesús y su lógica
continuación en la Asunción de la Virgen es el cumplimiento de las promesas, la profecía de la salvación
realizada.
Hay todavía iconos que se complacen en alargar la escena de la Dormición de la Virgen y de su acogida en el
abrazo del Hijo, con lo que podríamos llamar el triunfo y  glorificación de nuestra Señora. En medio de
grupos de ángeles, como en coros, se ve a la Virgen elevada al cielo en un círculo de gloria. El círculo es en
todo semejante al de la Ascensión del Señor. Se ve a María llevada por los ángeles en volandas. El vestido
de la Virgen es blanco, como aparece también en algunos iconos el vestido de Jesús. con esta escena se
traza un paralelismo entre la Ascensión y la Asunción, entre la gloria del Hijo y la Gloria de la Madre,
designados a veces con el mismo nombre griego "analepsis".
A estos tres tiempos, que se pueden contemplar en los iconos más complejos de la tradición eslava, se
puede añadir ese episodio que es característico de la iconografía occidental en mosaicos de las basílicas
romanas medievales. En el ábside de Santa María la Mayor y en el de la basílica de Santa María in
Trastevere, con otras variantes en diversas iconografías de la Asunción, encontramos la apoteosis final de la
coronación de la Virgen María.
Cristo junto a la virgen, el Rey y la Reina juntos, aparecen en un círculo de gloria. Los dos cuerpos
glorificados. Los dos rostros que se miran y nos miran. El Hijo pone delicadamente sobre la cabeza de la
Madre la corona de gloria. Es como la imitación de lo que el Padre ha hecho con el Hijo al hacerlo Señor y
Rey. Ahora, imitando el gesto, el Hijo corona a la Madre como Reina en
una participación total en la gloria de Cristo.
 
María icono de la Iglesia.
María es el icono de la iglesia. A su alrededor, en el símbolo de la iglesia
madre de Sión (el lugar de la dormición de la Virgen en Jerusalén) se
concentra la iglesia apostólica, la misma que encontramos en los iconos
de la Ascensión y de Pentecostés, con las nuevas generaciones de
pastores y discípulos del Señor. Los ángeles, (Iglesia del Cielo) están
presentes. maría es el icono, la figura femenina de esta Iglesia, llamada
también a una dormición, a un tránsito glorioso que no deja de ser un
paso por la muerte. Acogida en el cielo como criatura, glorificada en
maría, la Iglesia se contempla en la Virgen. Ella, la Virgen, es ya lo que
seremos. Icono escatológico de la iglesia, certeza de su glorificación,
parte del Cuerpo místico de Jesús reintegrado ya en la gloria. Morada de
Dios y Jerusalén celestial, Mujer nueva; es la Esposa recibida por el
Esposo en la gloria. Maria es la Iglesia glorificada.
La dimensión antropológica de la Asunción es evidente y llena de
esperanza. El cuerpo yerto de la Virgen, suavemente orientado hacia lo
alto, no habla de la verdad de una muerte real pero abierta a la vida, por
lo tanto de una dormición. la Virgen, acogida por Jesús como niña, es el
símbolo de la humanidad nueva, de la nueva creación, esperanza de una
pascua del universo, de los cielos nuevos y de la tierra nueva. maría es
tierra pascual, paraíso glorificado, carne transformada, inmortalidad
prometida a todos los que en Cristo se dejarán transformar en
humanidad nueva ya aquí en la tierra

PENTECOSTÉS

Icono de Theófanes de Creta.1546. Monasterio Stavronikita. Monte Athos. Grecia.

La Fiesta
La fiesta de Pentecostés o de las Semanas, como la llama el Pentateuco, era para los judíos "la fiesta de las
primicias de la mies del trigo y la fiesta de la cosecha al transcurrir del año".
La fiesta , de origen estrictamente agrícola, asumió sucesivamente un sentido histórico-salvacional, ligado a
todas las Alianzas. Esta acepción, a partir de la segunda mitad del siglo II a.C., fue asumida por la Sinagoga
que, a su vez centró la memoria en la Alianza del Sinaí.
La Iglesia primitiva, por su parte, no parece haber sido especialmente sensible a ninguna de estas memorias
judaicas, porque tuvo una experiencia propia de la Cincuentena. El Período sagrado de los cincuenta días, en
efecto, tenía un preciso correlato en su propia historia, es decir, en la efusión del Espíritu Santo sobre los
Apóstoles, ocurrida en el quincuagésimo día desde la celebración de la Pascua de Resurrección, y había
marcado el inicio de la misión evangelizadora.
El Pentecostés, día del nacimiento de la iglesia, es el momento en el que el verdadero significado de la Cruz
y de la Resurrección de Cristo se hace manifiesto, y una nueva humanidad retorna a la comunión con Dios.
La fiesta de la Alianza del Sinaí, que celebra en el mundo hebreo la entrega de la Ley, se convirtió con el
cristianismo en la fiesta de la donación de las lenguas, porque a través de ellas cada pueblo o nación puede
recibir el anuncio y retornar a la primitiva unidad que se quebró en Babel. Desde aquel día la Iglesia tomó
conciencia de la Nueva Pascua según cuanto había predicho el Cristo:" El consolador, El Espíritu Santo que el
Padre mandará en mi nombre, él os enseñará cada cosa y os recordará todo lo que yo os he dicho."
Es la herencia de la tradición primitiva de la Iglesia en la que los cincuenta días sucesivos a la Pascua
constituían una sola fiesta: todos los días de esta cincuentena eran celebrados con gran júbilo, porque
formaban un único día de fiesta, que tenía "la misma importancia del domingo". Y, como en el domingo, el
día del Señor Resucitado, se celebra el misterio de la Resurrección con toda solemnidad, en la que no se
hace penitencia, no se reza de rodillas y se debe uno librar de todo afán, así era durante toda la
cincuentena.
En la segunda mitad del siglo IV, la celebración indiferenciada del misterio pascual sufrió un proceso de
transformación, que llevó a la evocación, en orden cronológico, de los eventos de la salvación, según la
narración de los Hechos de los Apóstoles. En aquella época, como se deduce también del relato de Egeria, en
Jerusalén, el último domingo de la Cincuentena se celebra tanto el envío del Espíritu Santo sobre los
Apóstoles como la Ascensión, mientras que en otras Iglesias se iba estableciendo la conmemoración de la
Ascensión en el cuadragésimo día después de Pascua y en el quincuagésimo el Pentecostés en recuerdo del
descenso del Espíritu.
 
La Iconografía
La iconografía para la fiesta de Pentecostés es constante, aunque se
registran variantes más o menos significativas sobre las que han
discutido largamente teólogos e historiadores del arte. La variante más
importante es con mucho la presencia de la Madre de Dios en el centro de la reunión de los Apóstoles.
Hallamos a la Madre de Dios en la iconografía de los primeros siglos, como por ejemplo en el Evangeliario
sirio de Rábula del 587, y fue de nuevo propuesta sólo a finales del siglo XVI.
Su presencia ha sido explicada de diversos modos: en el sentido de una transportación adherente a la
narración de los Hechos de los Apóstoles, o en sentido deductivo, es decir, teniendo presente que el evento
se desarrolló en Sión, lugar donde la Virgen vivía; luego, por tanto, es de suponer que participaba dentro del
grupo de los Apóstoles.
Por lo que respecta, en cambio, a las razones de su ausencia en la iconografía bizantina y en la occidental,
durante tanto tiempo, se han formulado distintas interpretaciones: por el hecho de que, concebid sin pecado
y habiendo concebido por el Espíritu Santo, ella había sido transformada por el Espíritu, o también porque
los textos litúrgicos no ofrecen indicaciones relacionadas de forma clara y puntual con la presencia de la
Madre de Dios y su papel concreto en el momento del descenso del Espíritu Santo; o aun como consecuencia
de la transformación del significado del icono de Pentecostés de histórico a simbólico, por lo que la
"reintroducción" de la Virgen en Occidente y sucesivamente en algunos filones iconográficos bizantinos
refleja el influjo que tuvo sobre el arte el ascenso del culto mariano.
En el ámbito bizantino-eslavo, probablemente en el siglo XVI, la representación de la Hospitalidad de
Abraham ha tomado el lugar de la de Pentecostés tanto en los iconostasios como en los iconos de las doce
fiestas.
 
La tribuna y las lenguas de fuego
En la parte superior del icono están pintada lateralmente dos casa, similares a torres. De este modo se
quiere dar a entender que la escena se desarrolla en el "piso alto" de Sión, el de la última Cena, convertido,
después de la Resurrección, en el lugar de reunión de los Apóstoles y discípulos para la oración.
Los edificios, simétricos, presentan aberturas solo en la parte alta, siguiendo las direcciones de las lenguas
de fuego que emanan de la esfera celeste: de ésta parten los doce rayos.
"Apareciéndose en lenguas de fuego el Espíritu fija el recuerdo de aquellas palabras de salvación para el
hombre que Cristo recibió del Padre y transmitió a los Apóstoles", se canta en el Canon de los Maitines de
Pentecostés.
Los Apóstoles comenzaron a anunciar la Palabra a partir de ese momento en el que habían recibido al
Espíritu, y su estar juntos daba vida a una junta, una unión espiritual, un sínodo; de forma análoga los
iconos que representan los Concilios Ecuménicos reproducen el mismo esquema iconográfico.
 
El Viejo Rey
En el centro del hemiciclo, inmerso en la oscuridad, a menudo aparece un hombre anciano, con regios
ropajes, que sostiene entre las monos un lienzo blanco. En algunas representaciones, sobre él aparecen doce
rollos que simbolizan la predicación apostólica. 
El significado de esta figura no es unívoco. Parece haber tomado forma a partir del siglo X, mientras que
anteriormente en su lugar figuraba una muchedumbre de gentes, de pueblos de distintas lenguas y
nacionalidades como se dice en los Hechos de los Apóstoles.
Cuando se indica su nombre, se le llama: Ho Kósmos (el Mundo). El Viejo Rey pretendía ser una imagen
simbólica que evocara el conjunto de pueblos y naciones que tenían en el Sasileus (emperador) bizantino su
punto de referencia.
Este significado, fruto de una evolución conceptual de carácter histórico-político, puede ser más directo e
inmediato si se encuadra la figura en a estructura que la rodea, en la así llamada Bema Sirio.
En la tradición arquitectónica de las iglesias sirias y caldeas, encontramos, en efecto, un elemento del que
hoy solo queda algún resto: el ambon o bema en el centro de la Iglesia. Se trata de una tribuna con forma
de herradura colocada en el centro de la iglesia frente al ábside y el santuario en el que se halla el altar.
Sobre éste se desarrollaba la liturgia de la Palabra, el anuncio a Jerusalén y al mundo,  y tomaban asiento
los celebrantes. El rey entonces, en el centro del hemiciclo es el mundo, puesto que él detenta el mandato
celeste sobre la tierra.
El anciano está representado de forma en que se suele pintar al rey David, puesto que está representado a
los "muchos profetas y justos que han deseado ver lo que vosotros veis, y no lo vieron, y escuchar lo que
vosotros escucháis, y no lo escucharon", aprisionados por la naturaleza humana que el Espíritu ha bajado a
edificar.
En algunos casos, el rey es identificado con el profeta Joel. El motivo es de naturaleza litúrgica. En efecto, en
la gran víspera de Pentecostés, la segunda lectura veterotestamentaria está extraída precisamente de Joel,
que dice. "Yo infundiré mi espíritu sobre vuestra persona, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas,
vuestros ancianos tendrán sueños, y vuestros mozos verán visiones". Profecía ésta que fue expresamente
mencionada por Pedro para justificar el comportamiento de los Apóstoles
frente a los "hombres de Judea" y a todos aquellos que se encontraban en
Jerusalén después del descenso del Espíritu.
 
Los Doce
Los Doce se hallan por lo general dispuestos en las dos alas del hemiciclo
y entre los dos grupos queda un sitio vacio. El trono vacío simboliza el
trono preparado para la Segunda Venida. En este caso la representación
asume el significado del Juicio Universal en el que los Doce se sientan "en
doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel". Cuando aparece la
paoloma, símbolo del Espiritu Santo, es la señal tangible de la realización
de la economía de la salvación con us manifestación trinitaria.
El misterio0 de Pentecostés, en efecto, no es la encarnación del Espíritu,
sino la efusión de los dones, que comunican la gracia increada a la
persona humana, a cada miembro del Cuerpo de Cristo. La unidad que se
realiza en la comunión eucaristíca  es "por excelencia un don del Espíritu".

ICONO DEL DESCENSO A LOS INFIERNOS.  


LA ANASTASIS O ELEVAMIENTO DE LA CAIDA. LA RESURRECCION DE
JESUCRISTO
(Icono de Theófanes de Creta.1546. Monasterio Stavronikita. Monte
Athos. Grecia)
Texto bíblico: Marcos 16, 1-9; 1ª Pedro 3 , 18-22
INTRODUCCION
“Cristo ha resucitado de entre los muertos; con la muerte ha derrotado a la muerte y a aquéllos que yacían
en los sepulcros les ha dado la vida”. (Himno Pascual de la Ortodoxia, repetido infinitas veces hasta la
Ascensión).
“Asumió la carne para ofrecer abundantes gracias y su cuerpo como cebo arrojado en
brazos de la muerte para que, mientras el dragón infernal esperaba devorarle, tuviera en
cambio que vomitar a aquellos que ya había devorado. En efecto, Él arrojó a la muerte para
siempre y secó las lagrimas de todos los ojos”. Cirilo de Jerusalén. Catequesis XII, 15.
“Ha entrado en las fauces de la muerte y como Jonás en el vientre del cetáceo, ha
estado entre los muertos no por estar vencido, sino para recuperar la dracma perdida, la oveja
perdida: Adán.
Llama portadora de luz, la carne de Dios, bajo tierra disipa las tinieblas del infierno. La
Luz resplandece entre las tinieblas” Orígenes. Comentario a San Juan.
“¡ Día de la Resurrección, resplandezcamos de luz, oh pueblos! ¡Es la Pascua del
Señor, Pascua¡ ¡De la vida a la muerte, de la tierra al cielo, Cristo Dios nos ha hecho pasar
cantando el himno de la victoria¡”. Himno de Pascua.
“Nadie llore por sus pecados: el perdón se ha levantado del sepulcro. Nadie tema a la
muerte pues nos ha liberado la muerte del Salvador; la ha destruido cuando yacía preso de ella.
Ha castigado al Infierno Aquél que ha bajado a las profundidades; lo ha amargado porque tocó
su carne. El Infierno fue amargado cuando se encontró contigo en los abismos.
Fue amargado porque fue destruido, fue amargado, porque fue engañado, fue
amargado porque fue encadenado. Tomó un cuerpo y se encontró frente a un Dios; tomó un
puñado de tierra y encontró el cielo; tomó lo visible y se vió enfrentado al Invisible”. Juan
Crisostomo. Homilía de Pascua.
“¿Dónde está muerte tu aguijón? ¿Dónde está infierno tu victoria?” 1ª Cor. 15, 53-58
 
CRISTO Y ADAN
Cristo aparece como el Dueño de la Vida y el Cosmos. Su cuerpo resucitado, vencedor del abismo de
la muerte, está animado por el Dios-Trinidad, principalmente el Espíritu Santo, de ahí ese resplandor de
energías divinas (rayos de oro) y ese dinamismo expresado en su avanzar hacia Adán.
Su ser entero “todo luz” anuncia la aurora del nuevo día que nunca tendrá ocaso. Es el día de la
Resurrección, el Domingo sin fin donde la creación es recreada para siempre.
Los ropajes de Cristo son amarillo oro, es la vestimenta del rey victorioso o pueden ser blancos
deslumbrantes como los de la Transfiguración.
A veces las ropas ondean a sus espaldas, dando la sensación del
movimiento, del descenso.
En nuestro icono Cristo ya está iluminando los infiernos y la muerte con su Presencia. El color
amarillo que es pan de oro en el icono lo llena todo de esa luz increada
A los pies de Cristo y dentro de la cueva, se distinguen las puertas del infierno rotas y todos sus
pestillos, cadenas y clavos esparcidos
En este icono no aparece la cruz como estandarte de victoria. Cristo es ya el Rey de la Gloria que lo
llena todo con su Resurrección, la muerte, de la que es señal la cruz, ya esta derrotada, no existe.
La cruz aparece en el nimbo que rodea la cabeza de Cristo, pero tenuemente sugerida, transfigurada
por la potencia de la Resurrección, ya que ha sido el medio por el que ha conseguido su señorío sobre la
muerte y el pecado.
Cristo camina sobre el abismo con la libertad y el poder del Vencedor, casi parece flotar sobre las
fauces de la ballena de Jonás, sugerida por la cueva sobre la que Jesús pasea
Su cuerpo espiritual, transfigurado por la resurrección, escapa a las leyes del mundo, a la
gravedad marcada de corruptibilidad y muerte.
Él está a la cabeza de la humanidad, es a partir de ahora todo transparencia, apertura y comunión.
Toma de la mano a Adán a quien vigorosamente arranca de las tinieblas de la muerte. Este cara a
cara del primero y del nuevo Adán adquiere una significación particular. Lo que esta segunda creación ha
conseguido es muy superior a la primera. La Vida dada por el Segundo Adán nunca perecerá.
La mirada de Cristo va hacia todos, pues es el Salvador de la humanidad entera. Este se agacha
para levantar Adán; Dios se abaja y rebaja. Despojándose de su divinidad, se revistió de nuestra carne para
subirnos y exaltarnos a la condición divina por su Resurrección.
Cristo anuncia la resurrección a los muertos, de ahí la estrecha unión entre la silueta de Cristo
resucitado y la de Adán a quien él incorpora en su propia resurrección. Con Adán es arrastrada toda la
humanidad heredera de él.
Adán agotado por el despertar del sueño de la muerte (del pecado), contempla a su Liberador con
mirada gozosa, llena de fatiga y suplicándole con la otra mano la ayuda necesaria para levantarse de la
situación caída y desgraciada del pecado y la muerte.
Adán tiende su mano libre en un gesto que expresa acogida y plegaria, atraído hacia su Dios igual
que la flor es atraída por el sol.
Como dicen los maitines del Sábado Santo en la tradición ortodoxa: “ Has venido a la tierra para
salvar a Adán, al no encontrarlo, oh Señor, has ido a buscarlo hasta en el infierno”
 
EL INFIERNO O HADES
Siempre de color negro representación de la muerte y a los pies de Cristo. En el se ven a veces
figuras grotescas o una figura atada que representa al Hades que es encadenado por ángeles o por el mismo
Cristo, así como llaves, clavos, cerrojos y goznes de las puertas rotas del infierno y la muerte por la potencia
del Resucitado y que este pisa.
El infierno se abre en forma de cueva negra y oscura como la cueva del icono de Navidad, como las
aguas del Jordán en el icono del Bautismo, sepulcro liquido y en la cueva oscura bajo la cruz en el icono de
la Crucifixión. “La carne de Dios bajo la tierra, disipa las tinieblas del Hades, como antorcha portadora de
Luz”.
Las cumbres de los montes subrayan la profundidad de la sima, los abismos. Pero ya transfigurados
por la Resurrección, de ahí que sean brillantes hasta las piedras.
Las puertas de la muerte yacen rotas y esparcidas por el infierno dando salida a los que retenía y los
sepulcros vacíos y abiertos proclaman la victoria de Cristo vivo.
 
EL QUIROGRAFO
En el centro esta Cristo ataviado con ropajes dorados o blancos y lleva en sus manos un rollo.
Es el símbolo del pecado, de la deuda contraida por Adán y Eva, una letra que sé tenia que pagar.
También se atribuye a este rollo la predicación de Cristo entre los muertos.
En algunos iconos el rollo se muestra desplegado y rasgado en el centro.
“Quien condona las deudas a todos los hombres, queriendo perdonar antiguas ofensas,
espontáneamente vino a los desertores de su gracia y rasgado el quirografo del pecado... guía a todos hacia
el conocimiento divino, iluminando de esplendor las mentes”. Himno Akatistos.

LOS JUSTOS
Cristo camina victorioso hacia Adán que es cogido de la mano y sacado de la postración de la muerte.
Eva tiende sus manos hacia la Vida, que perdió en el Paraíso. Está vestida de rojo. El rojo simboliza la carne,
la humanidad: ella es la madre de los vivientes. Cuando lleva las manos cubiertas, es señal de adoración al
Liberador.
Detrás de los primeros padres sigue una procesión de justos,
Al otro lado de la representación aparecen David barbado y Salomón que señala a Cristo como uno
de su linaje y van ataviados con vestidos reales, Juan el Bautista asoma por detrás señalando al Cordero de
Dios que quita el pecado del mundo y otros.
Todo el Antiguo Testamento está dirigido a la venida de Cristo. Su Encarnación y Resurrección son
la última realización del Antiguo testamento y el comienzo de algo totalmente nuevo y definitivo.
Ambos grupos constituyen una representación del pueblo sumergido en las tinieblas, los que moran
en la tierra y en sombras de muerte, sobre los que se ha elevado la Luz de la Vida. Todos tienden sus manos
hacia Él, esperanza de toda la humanidad
A veces los justos esperan en la sombra como aparecen representadas las dos figuras, dentro de la
gruta en la parte inferior, que están saliendo de sus oscuros sepulcros hacia la Vida.
 
NOSOTROS
Al igual que en el icono, Cristo desciende a lo más profundo de nuestro ser y nos arranca de las
tinieblas, pues fuimos sepultados con él por el bautismo a fin de resucitar en él de entre los muertos. Col. 2,
12.
La Vida requiere la muerte de la persona vieja, el abandono y la superación del mal original que la
corroe. Consecuencias tangibles de esta huella tenebrosa son nuestras angustias, limitaciones, fracasos, la
opacidad hacia el otro (egocentrismo) y hacia la belleza de la creación.
Todo se encuentra asumido por el torbellino liberador en la medida en que nos adherimos al Muerto-
Resucitado que nos hace pasar (Pascua=paso) del imperio de la muerte que son las tinieblas a la Luz, fuente
de toda vida.
“No temas, soy yo, el Primero y el Ultimo, el que vive; estuve muerto, pero ahora estoy vivo por los
siglos de los siglos, y tengo las llaves de la Muerte y del Hades” (Ap. 1, 17-18).

EL ICONO
  En la tradición bizantina hay dos iconos de la Pascua: El Descenso a los Infiernos y Las Mujeres que
llevan aromas al sepulcro (Las Miróforas).
Si bien este último icono ha quedado relegado litúrgicamente al segundo domingo de Pascua donde
se hace memoria de las pías mujeres.
Otro tanto ocurre con el icono de la Aparición de Cristo Resucitado a la Magdalena.
Aquí nos ocuparemos del Descenso a los Infiernos. Las representaciones no difieren sustancialmente
entre ellas, aunque hay unas ciertas variantes.
Por ejemplo: Cristo con el rollo en las manos, sin la cruz, esta representación es la del icono que
meditamos.
Cristo con la cruz a hombros. O sostenida por ángeles.
Toma de la mano sólo a Adán, tal como muestra este icono; o también a Eva, colocados ambos
laterales o simétricamente a su derecha e izquierda.
Cristo lleva los colores de la Encarnación: túnica roja (hombre) y manto azul (Dios, viene del cielo),
todo lleno de oro símbolo de la Presencia divina, es el Resucitado.
La representación del mundo infernal bajo sus pies, más o menos poblado y escenograficamente más
pintoresco.
Todo esto no cambia el planteamiento compositivo de la imagen ni comporta añadidos significativos
al valor simbólico y teológico de la escena principal.
En los vestidos de los personajes, dominan los colores rojos y verdes, señal de la humanidad y de la
esperanza y la vida, respectivamente.
En el ámbito bizantino-eslavo hay otra composición que no viene al caso.
¿Por qué en el ámbito bizantino se ha preferido la representación del Descenso a los Infiernos
respecto a la del Cristo triunfante que sale del sepulcro
ante los guardias?
Por la evidencia misterica de la victoria sobre la muerte y el pecado: CRISTO, NUEVO ADAN,
DESCIENDE A LOS INFIERNOS PARA LIBERAR LAS ALMAS DE LOS JUSTOS Y CON ELLOS A TODA LA
HUMANIDAD.
Esta es la síntesis del icono del Descenso a los Infiernos.
Santas y felices fiestas de Pascua, Fiesta de las fiestas,
fundamento de nuestra fe.

LA TRANSFIGURACION DEL SEÑOR.

(Icono de Theofhanes de Creta. 1546. Monasterio Stavronikita del Monte


Athos. Grecia.)
Textos bíblicos: Mateo 17, 1-9; o bien Marcos 9, 1-9; Lucas 9, 28b-36

"Te has transfigurado en el monte, oh Cristo Dios,


mostrando a tus discípulos tu gloria, según us capacidades.
Haz resplandecer sobre nosotros tambien tu luz;
por las plegarias de la Madre de Dios,
oh dador de luz, gloria a ti.
La Fiesta.
Para las iglesias de tradición bizantina, la fiesta de la "Transfiguración
(Metamòrfosis) de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo" expresa en
el modo mas completo la teología de la divinización del hombre. En uno
de los himnos de la fiesta se canta en efecto: "En este día en el Tabor,
Cristo transformó la naturaleza oscurecida por Adán. Habiéndola
cubierto de su esplendor la ha divinizado."
La solemnidad tiene su origen en la memoria litúrgica de la dedicación
de las basílicas del Monte Tabor. Es posterior a la fiesta de la Exaltación de la Cruz, de la que, no obstante,
depende su fecha. Según una antigua tradición, la Transfiguración de Jesús habría tenido lugar cuarenta días
antes de su crucifixión. La solemnidad, por tanto se fijaría el 6 de Agosto, o sea, cuarenta días antes de la
Exaltación de la Cruz, que caía el 14 de septiembre.
El nexo entre las dos fiestas se comprueba también por el hecho que desde el 6 de agosto se empiezan a
cantar los himnos de la Cruz.
La fiesta entró en uso a finales del siglo V, y ya en el siglo VI encontramos insignes representaciones
musivas, que recubren la bóveda del ábside central en la basílicas de Parenzo, San Apolinar en Classe en
Rávena, y del Monasterio de Santa Catalina del Sinaí.
 
El iconógrafo y la Fiesta.
Todo iconógrafo, después de haber recibido una consagración de sus manos para ejercitar en la Iglesia este
sublime misterio de ser pintor de la belleza y mensajero de la luz que revela la imagen, empieza su servicio
pintando precisamente el icono de la Transfiguración del Señor. Entre otras, porque toda imagen es cono un
reflejo del rostro luminoso y glorioso del Cristo, como aparece en el Tabor; porque el iconógrafo tiene que
plasmar en colores y símbolo la imagen interior contemplada por él en su propia oración, y porque tiene que
comunicar a los demás con su arte algo de los rayos divinos que iluminaron a los apóstoles en el monte de la
oración.
En un antiguo manual de arte iconográfico se puede leer: " Quien quiera aprender el arte pictórico, antes se
instruya en él y se ejercite por un tiempo dibujando solo y sin cánones, hasta que se haga experto, luego
haga invocación al Señor Jesucristo y una oración ante el icono de la Madre de Dios Odigítria."
La oración y la invocación eran presenciadas por un sacerdote, que recitaba el himno de la Transfiguración y
tras esto bendecía al aprendiz de iconógrafo."
 
La contemplación de la imagen evangélica.
La imagen nos ofrece con fidelidad plástica la narración evangélica de la Transfiguración del Señor,
concentrando nuestra atención en una visión total y dinámica. Algunos iconos de este episodio presentan a
los lados del monte, a Jesús que sube con sus discípulos a la montaña, y a Jesús que baja ya del monte,
diciendo a los suyos que no revelen nada de cuanto ha sucedido.
Pero generalmente todo se concentra en el episodio que este misterio desvela ante nuestros ojos, poniendo
de relieve los protagonistas del encuentro y los dos espacios que parecen juntarse: el cielo y la tierra.
La fiesta como el icono, constituye para el pintor y para el simple fiel, "según la medida de fe que Dios" ha
dado a cada uno, esa experiencia intelectiva y espiritual que permite embocar la vía para desarrollar dentro
del corazón de uno mismo la belleza de la luz.
Dice Gregorio de Nisa (335-395), "La manifestación de Dios le es dada primero a Moisés en la Luz, luego él
habló con Él en la nube; y finalmente, devenido más perfecto, Moisés contempla a Dios en la tiniebla". 
Pero, ¿qué significa la entrada de Moisés en la tiniebla y la visión que en ésta tuvo de Dios? "El conocimiento
religioso es al principio luz para el que lo recibe: pues lo que es contrario a la piedad es la oscuridad, y la
tiniebla se disipa cuando aparece la luz. Pero el Espíritu, en su progresar, llega, tras un empeño siempre más
grande y perfecto, a comprender lo que es el conocimiento de las realidades y se acerca a la contemplación
cuanto más se da cuenta de que la naturaleza divina es invisible.
La tiniebla es el término accesible de la contemplación, visión límite, y por tanto "luminosa". La tiniebla
simboliza así la oscuridad de la fe y la experiencia de la proximidad de Dios.
El icono de la Transfiguración, por tanto habla de la luz, revelada a los Apóstoles, manifestación del
esplendor divino, gloria sin tiempo. Esta imagen mas que cualquier otra refleja el principio por el que un
icono no se mira sino que se contempla.
 
El Cristo.
En el centro de las representaciones iconográficas de la fiesta, resplandeciente de luz, aparece el Cristo. Los
iconógrafos a menudo han sabido reproducir con gran maestría el concepto: cualquier parte del icono que se
observe, desde los rostros de los personajes a los vestidos, a las rocas del paisaje, todo está iluminado por
la luz procedente del Cristo.
Sus ropas son las blancas, las de la resurrección: la explosión de la divinidad, de la vida, de esa vida que es
"la luz de los hombre."
Sus vestidos blancos quieren expresar que es la fuente de luz: "Dios de Dios Luz de Luz", como dice la
confesión de nuestra fe. Es es blancura esplendorosa de los vestidos que el evangelista Marcos describe con
admiración.
Está situado en un círculo de luz que significa la gloria, la divinidad, el infinito. Es Dios. Es como un sol, con
títulos bíblicos que se aplican desde la antigüedad a Jesucristo.
Él es el Salvador de los hombres, verdadero hombre, con mirada misericordiosa, que irradia un gran amor
salvador hacia todos. 
La luz percibida por los discípulos (la luz tabórica) es de tonos apagados -es reproducida, en efecto, con un
gris- comparada con aquella tanto más esplendorosa que rodea al Cristo: ésta es sólo una sombra de la luz
inaccesible en la que habita el Señor.
Cristo aparece en algunos iconos de la Transfiguración en medio de una figura geométrica que se llama
"mandorla", "almendra". Es el signo pictórico que quiere reflejar la "nube" luminosa que lo cubre. Y la "nube"
es el signo bíblico de la presencia de Yahvé, y por lo tanto es un símbolo del Espíritu Santo que está dentro
de Jesús, que lo envuelve, que lo empuja, que impregna toda su
humanidad de una manera velada, hasta que en la resurrección aparezca
esta fuerza en todo su vigor.
En la revelación de Cristo se desvela y revela toda la Trinidad:
- el Padre que dice: "Este es mi Hijo muy amado: escuchadle".
- Cristo, el Hijo amado, revelado como Palabra y complacencia del Padre
- El Espíritu es la nube que indica la gloria y la presencia sobre el Hijo
amado, como en la Encarnación, cuando cubre con su sombra, como una
nube, a Maria.
 
Moisés y Elías.
Jesús está acompañado por dos personajes. Uno viejo, que es Elías; otro
más joven, que es Moisés, representado a veces con un libro, que significa
la ley.
De Jesús dan testimonio la ley (Moisés) y los profetas (Elías). Podeos preguntarnos por qué
están presentes en este misterio precisamente estos dos personajes que son testigos centrales de la
economía de la salvación.
Los dos son amigos de Dios, hombres de las montañas y de la oración, el hombre del Sinaí (Moisés), el
hombre del Carmelo y del Horeb (Elías).
Los dos representan la totalidad de los hombres: Moisés a los muertos; Elías a los vivos, ya que el profeta
fue arrebatado al cielo, según la tradición bíblica, y llevado por un carro de fuego, la merkabah. Jesús es el
Señor de vivos y muertos.
Los dos buscaron el rostro de Dios, pero no lo vieron; ahora lo contemplan en el rostro de Cristo, que es
imagen del Padre.
Entran en la misma gloria de Cristo, son como sus precusores y profetas, sus evangelistas. Representan la
Antigua Alianza que está en continuidad con la Nueva.
Ante el Cristo de la Transfiguración la ley cede al que es la ley. La manifestación del Señor ya no es la brisa
suave del monte Horeb que sorprende a Elías, sino la revelación plena de la palabra del Padre. 
 
Los Apóstoles.
En la parte inferior del icono están los tres discípulos predilectos de Jesús: Pedro, Juan, Santiago. Es
contraste de su postura es evidente. Jesús y sus dos testigos del Antiguo Testamento parecen reflejar ya la
paz de una vida eterna. Los discípulos aparecen aterrados por la gloria del Señor, echados por tierra, en
postura de terror sagrado. Quizá el iconógrafo quiere decir que nadie puede ver a Dios sin quedar
totalmente sacudido por la fuerza de la visión. La luz y la voz del trueno los desconciertan. San testigos que
han experimentado la fuerza arrebatadora de una revelación tan fuerte y tan extraña. 
Pedro vuelto hacia Jesús, todavía tiene ánimo para decir algo: "hagamos tres tiendas..." Parece que quiere
que este instante quede eternizado en un gozo sin fin.
Juan, el mas joven, el testigo del Verbo, parece lanzado por una fuerza vigorosa; parece que quiere huir y
tropieza. Se cubre el rostro ante el resplandor de una luz que parece cegar, más que la del mismo sol.
Santiago, también por tierra, se cubre el rostro, incapaz de contemplar la gloria de su Maestro cara a cara.
Los tres están llenos de gloria. San testigos de la gloria y de la divinidad de Jesús, como serán testigos
lejanos de la agonía de Jesús, de su verdadera humanidad, sujeta a los
temores de la muerte.

LA ENTRADA DEL SEÑOR EN JERUSALEN

(Icono de Theofhanes de Creta. 1546. Monasterio Stavronikita del Monte


Athos. Grecia.)
Texto bíblico: Mateo 21, 1-17

INTRODUCCIÓN
"Enterrados junto a Ti, oh Cristo Dios nuestro, mediante el bautismo, a
través de Tu resurrección no hemos hecho dignos de la vida inmortal.
Por ello ensalzando Te cantamos: Hosanna en lo más alto de los cielos,
bendito Aquél que viene en el nombre del Señor". (Apolytikion y
kontakion de la festividad)
La Fiesta
La primera noticia de la celebración de la Entrada de Jesús en Jerusalén
nos llega por el Diario de Viaje de la peregrina Egeria, que se remonta a
los años 381-384.
"...Cuando empieza la hora undécima se lee el texto evangélico en el los
niños con ramos y con palmas van al encuentro del Señor, diciendo:
Bendito Aquél que viene en el nombre del Señor...."
Desde el siglo II, la entrada triunfal de Cristo en la Ciudad Santa ha sido
considerada una de las grandes afirmaciones del mesianismo.
Se lee, en efecto, en la obra de Justino, Dialogo con Trifón: "La entrada de Jesús en
Jerusalén no ha realizado en sí el poder que lo ha hecho cristo, pero ha indicado a los
hombres que él era Cristo." Con el tiempo, la conmemoración jerosolimitana creció en
importancia y en solemnidad de forma que en el siglo VI era de uso en casi todas las
Iglesias orientales, mientras que en Occidente se menciona un siglo más tarde, en las
obras de Isidoro de Sevilla (+ 636).
La iconografía
Las primeras representaciones iconográficas de la fiesta, se remontan a mediados del siglo
IV, y son esenciales: Cristo a lomos de un asno, a su paso se extienden los mantos y se
agitan las ramas en señal de alegría.
Dichas representaciones nos muestran a Cristo sentado "de lado" y no a horcajadas. El motivo debemos
buscarlo len la transformación de la representación de "naturalista" a "simbólica", por lo que la cabalgadura
se convierte en un "trono" del Cristo-Rey.
En el manual de iconografía de Dionisio de Furná, de alrededor de 1700, ejemplifica la escena tal y como se
representa en la ilustración. La estabilidad del esquema iconográfico se debe sobre todo al hecho de que el
elemento inspirador ha sido exclusivamente el relato de los Evangelistas.
 
El Pollino
Los enviados fueron y hallaron el pollino como les dijo. Mientras lo desataban, sus dueños les dijeron: "¿ Por
qué desatáis el pollino?" Ellos respondieron: "El Señor lo necesita".
"Cristo -comenta Crisóstomo- en esta ocasión realiza dos profecías: una mediante sus actos y la otra con sus
palabra. realiza la primer montando una burra, y la segunda realizando las palabras del profeta Zacarías que
había predicho que el rey habría montado en un asno. Y realizando la antigua profecía da comienzo a una
nueva era prefigurando con sus actos lo que habría ocurrido después. Es decir, Cristo aquí preanuncia la
llamada a los gentiles, que hasta ahora han vivido como animales impuros; junto a ellos Él descansará y
estos vendrán a Él y le seguirán. Así la realización de una profecía marca el inicio de otra." "Tú, asido al
pollino - se canta en uno de los himnos de la fiesta-, prefiguras la conversión de las gentes indomables de la
incredulidad a la fe."
El asno representa el elemento instintivo del hombre, una vida desarrollada toda ella en el plano terrestre y
sensual. Simbólicamente por tanto el espíritu debe "montar sobre la materia, como Cristo hace sobre el
asno. La teología "monta", está por encima de cualquier conocimiento humano y sensible.
Crisóstomo dice que "aquí el pollino representa a la Iglesia y al pueblo nuevo que hasta entonces era impuro
y se hace puro cuando Jesús se sienta sobre él. Notad aquí como se mantiene la relación entre la imagen y
la realidad. Los Apóstoles desatan a los animales: pues son los Apóstoles lo que han llamado a los judíos
como a nosotros a la fe, y por ellos hemos sido conducidos a Cristo."
 
Las montañas
"Quien confía en el Señor -dice el salmista- es como el monte Sión: no vacila, está asentado para siempre.
Los montes ciñen Jerusalén y así circunda el Señor a su pueblo ahora y por siempre."
La montaña que se yergue generalmente a la izquierda es el Monte de los Olivos, del que Jesús bajó para
entrar en Jerusalén; no obstante, sus significados simbólicos son numerosos.
cuando en la cumbre presenta dos cimas, se quiere evocar el motivo de la doble naturaleza de Cristo: la
divina y la humana.  En cualquier caso es la montaña mesiánica, la Sión santa, "madre de todos los
pueblos", morada divina. que el Salmista había celebrado, como residencia del rey de Israel y lugar del
templo, en el corazón de la antigua Jerusalén, y de la que el profeta Isaías había dicho: "El monte de la casa
del Señor será establecido como cabeza de los montes, y será ensalzado sobre los collados. (...) Él alzará su
mano sobre el monte de la hija de Sión."
La montaña, en los iconos está frente a Jerusalén, se yergue y se despliega en toda su mole, ocupando un
espacio visual mayor que la ciudad; por sus laderas se ve bajar al Señor y sus discípulos hacia Jerusalén, la
ciudad encerrada en sus murallas.
Los discípulos
En algunas representaciones Cristo mira a los Apóstoles, el pueblo nuevo, y ellos realizan un gesto de
bendición típicamente sacerdotal: "pues son los Apóstoles los que han llamado a los judíos como a nosotros
a la fe, y por ellos hemos sido conducidos a Cristo."
Por un momento, antes del escándalo de la Pasión, son protagonistas y partícipes del triunfo del Maestro.
Han ejecutado sus ordenes, han puesto sus mantos sobre el asno, lo han aclamado con sus cantos, antes de
la futura dispersión, y gozan por la revelación mesiánica de su Maestro, pregustando un triunfo que no será
definitivo ni a su medida.
En el flanco de la montaña se abre un antro del que parecen salir los Apóstoles que siguen a Cristo.
Representa la cueva del Monte de los Olivos "en la que enseñaba el Señor", como se puede leer en el Diario
de Egeria. La gruta es una vorágine negra, que representa a las tinieblas. Y los discípulos encarnan
al pueblo que caminaba en tinieblas y que vio una gran luz, "sobre los que habitan en la tierra de
sombras de muerte."
Ellos son el pueblo nuevo, "el cortejo del Cristo-Rey, sacerdote y víctima, que aparece entre los
fieles".
"Antes era la noche -escribe el teólogo Nicolás Cabasilas (1320-1390)- cuando la impotencia era
absoluta y ninguno sabía donde caminar, reinando aún la noche sobre la tierra: quien camina en las
tinieblas no sabe a donde va."
"Multiplicaste la alegría, has hecho grande el júbilo -profetizó Isaías-. gozan ante ti, como gozan los
que recogen mies, como se alegran los que se reparten la presa (...) porque (...) tiene sobre los
hombros la soberanía y se llamará maravilloso consejero, Dios fuerte, Padre sempiterno, Príncipe de
la Paz."
Y mientras Jesús se acercaba a la bajada del Monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos,
exultante, comenzó a loar a Dios en voz alta, se lee en el Evangelio de Lucas.
La Palmera
En el centro de las representaciones, se hallan Cristo, y sobre el fondo, la palmera de la que los niños sacan
ramas para festejar al Hijo de David. En Jerusalén, aún a mediados del siglo IV, una tradición local indicaba
la palmera de la cual habían sido cortadas la ramas para aclamar a Cristo. La presencia de la palmera, sin
embargo, no es tanto el recuerdo de un hecho histórico sino un elemento simbólico. "Y brotará un retoño del
tronco de Jesé y retoñará de sus raíces un vástago. Sobre el que se posará el espíritu del Señor. (...) En
aquel día el renuevo de la raíz de Jesé se alzará como estandarte para los pueblos...." 
La palmera es una imagen mesiánica: llena el vacío entre el monte de Dios -la Divinidad- y la ciudad -la
humanidad.
 
Cristo
Solo el Cristo lleva nimbo. Pues Él es el único Santo: "Yo soy Aquél que soy", como se lee en los brazos de
su nimbo crucífero. Su túnica es púrpura regia y su manto azul dorado, porque la púrpura de su carne -su
humildad- ha sido envuelta por su divinidad.
Tiene entre las manos el rollo de nuestras deudas "el documento escrito de nuestra deuda, cuyas
condiciones nos eran desfavorables".
Cristo está sentado de forma innatural sobre el pollino. Está sentado en el trono del Rey pacífico y manso; y
su mirada triste, vuelta al pueblo que le acoge, parece reproducir las palabras de Romano el Meloda: "Me
estoy acercando a tu entrada: Te rechazaré, te renegaré, no porque te odie, sino porque advierto tu odio
hacia mi y hacia los míos".
Jesús se acerca como Esposo. la liturgia oriental hace resonar el tropario: "Que viene el esposo, salid a
recibirlo" Una exhortación a la vigilancia y una palabra reveladora de la situación de Jesús que va a dar la
vida por su Esposa, la iglesia.
Los niños
Su pequeñez contrasta en el icono con las medidas de los otros personajes; son los pequeños del Reino que
Jesús defiende en sus aclamaciones. Es el triunfo de la inocencia, la elocuencia de los niños, la manifestación
de los que acogen el Reino con su sencillez. 
El Domingo de Ramos es la fiesta de los niños y la iconografía dedica a ellos gran atención. Ellos no se
preguntan: "¿Quien es éste?"; son, en cambio, lo que con sus gritos: "Hosanna al Hijo de David" suscitaron
la indignación de escribas y fariseos.
El episodio de los niños que van al encuentro del Señor con los ramos no está reflejado en los Evangelios,
por lo que se trata de una tradición local. 
Los niños entonces realizan la profecía del rey David: "Por la boca de los niños y de los que maman has dado
argumento contra tus adversarios para reducir al silencio al enemigo y al rebelde."
El Pueblo
Frente a Jesús está el grupo de los habitantes de Jerusalén. No todos son
enemigos. pero su actitud hierática y su rostro adusto parecen
identificarse con la recriminación que algunos le hacen, pidiendo que haga
callar a los niños. Jesús es signo de contradicción. El ingreso que ha
organizado en la ciudad Santa, en un tiempo en que se junta mucha
gente por la Pascua, su tolerancia ante las aclamaciones mesiánicas, es
una autentica provocación.
El grupo, a la entrada de la ciudad santa, parece representar esa actitud
de hostilidad, de rechazo y finalmente de condena con que Jesús será
sacado de esa ciudad en la que entra solemnemente, cargado con la cruz
de la ignominia y de la muerte.
Volvamos la vista al icono, contemplemos al Señor sentado en el asno, y
recordemos que es el Rey, el Siervo, el Esposo, el Mesías. El icono
proyecta en el futuro la imagen del crucificado y del Resucitado.

LA EPIFANIA Y TEOFANIA DEL SEÑOR O FIESTA DE LAS LUCES.

(Bautismo del Señor en Occidente)


(Icono de Theófanes de Creta.1546. Monasterio Stavronikita. Monte
Athos. Grecia)
Texto bíblico: Mateo 3, 13-17
INTRODUCCION.
“ Damos el nombre de Epifanía a este día, porque la gracia saludable del Señor se ha manifestado a todos
los hombres.
Pero ¿por qué no es el día del nacimiento, sino aquel en el que recibió el bautismo el que llamamos
Epifanía?. Porque su manifestación a todos los hombres no data de su nacimiento, sino de su bautismo,
puesto que hasta entonces muchos no lo habían conocido”. Juan Crisóstomo. Homilía 3.
El termino Epifanía tiene una connotación cristológica, el de Teofanía la tiene trinitaria. Ambos muy usados.
El Bautismo es la manifestación de las tres personas en su testimonio unánime.
Jesús se consagra conscientemente a su misión terrestre, se somete enteramente a la voluntad del Padre y
el Padre le responde enviando sobre él el Espíritu Santo.
“ Trinidad, Dios nuestro, hoy te has aparecido indivisible. Pues el Padre ha dado claro testimonio
del Hijo, el Espíritu en forma de paloma ha bajado del cielo, el Hijo ha agachado su cabeza temeroso ante el
Precursor y habiendo sido bautizado ha rescatado a la humanidad de la esclavitud cual amigo de los
hombres” Himno, Gran Hora III, Tono IV.

Pero el titulo que se prefirió fue el de Fiesta de las Luces, denominación usada por Gregorio Nacianceno
(329-390)

“Cristo, de hecho, ha venido para ser luz del mundo que ilumina a los que estaban en la tinieblas” Gregorio
Nacianceno. In Sancta Lamina. Oración 39 

“Cristo aparece al mundo, lo ilumina y lo llena de gozo, santifica las aguas y expande la luz en las almas de
los hombres. El Sol de justicia apareció y disipo las tinieblas de la ignorancia. El Hijo único del Padre se ha
manifestado en nosotros y nos da, mediante el bautismo, la cualidad de hijos de Dios”. Proclo de
Constantinopla, Pág.. 65, 757,761.

“Oh Cristo Dios, que te has manifestado a nosotros y has iluminado el mundo, gloria a Ti. Hoy te has
aparecido al mundo y tu luz, oh Señor, se ha manifestado sobre nosotros que, en el conocimiento, te
ensalzamos: has venido, te has manifestado, oh Luz inaccesible”. Kontakión o himno de la fiesta.
Para los padres griegos la miseria del pecador consiste en la ignorancia: Cristo abre para siempre “ las
puertas de la Luz a aquellos que, hijos de las tinieblas y de la noche, aspiran a ser hijos del día y de la Luz”
Orígenes. Contra Celsum 2,67.

En el Credo recitamos “Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero” pues en el Jordán se ha manifestado
la Luz, la Santísima Trinidad, “mientras Jesús se sumergía en el agua, el fuego se encendió en el Jordán”
Taziano. Diatessaron 88,3 y “ cuando fue bautizado, una gran luz emergió de las aguas y se irradió
alrededor, así que todos los presentes fueron cogidos por el temor”. El Evangelio Apócrifo.
Las imágenes recurrentes de la fiesta son la luz y el fuego. Antiguamente durante la vigilia de esta
fiesta, se bautizaba a los catecúmenos y el templo estaba inundado de luz, símbolo de iniciación en el
conocimiento de Dios.
La preparación a la fiesta se hace con textos veterotestamentarios del Exodo, relativos al paso del mar Rojo,
prefiguración del bautismo y la columna de fuego que guiaba al pueblo iluminándolo.
El bautismo es paso, iluminación, nacimiento del ser a la luz divina. Los neobautizados en la iglesia antigua
y aun hoy, en la iglesia bizantina, son llamados iluminados, porque iluminados por la fe, han renacido a la
vida.
Durante esta fiesta se bendicen las aguas cercanas sea de una fuente, río, lago o mar. Con la inmersión de
una cruz y la invocación al Espíritu Santo se renueva la santificación de las aguas que a partir de ahora tiene
poder sacramental y es utilizada para la santificación del cuerpo, para los enfermos y sufrientes y para
bendecir casas, fincas, ganados y cada cosa.

EL BARRANCO ABISMATICO. Su sentido teológico


  Se ha mantenido constante a lo largo de los siglos. Representa el momento que narra el evangelio del
Bautismo de Cristo por Juan. Dios se somete a su criatura.

Generalmente es una composición pictórica que se presenta como partida en dos partes, separadas por un
barranco, lleno de agua que representa el río Jordán.

El barranco abismal significa la profunda fractura producida entre Dios y el hombre fruto del pecado, entre el
hombre y las naturalezas espirituales. El abismo era incolmable y parecía dividir definitivamente a las dos
partes.

Era por tanto necesaria la intervención de un ser capaz de recomponer la fractura y colmar el vacío y todo
esto no podía venir sino de Dios.

He aquí entonces que Cristo convierte en luz las tinieblas, allana el profundo abismo, constituye el puente, el
anillo de conjunción entre la naturaleza humana y la divina. Esto ha sido posible porque Él es el Hombre-
Dios.

En su estructura esta íntimamente ligado al icono del Descenso a los Infiernos o Resurrección. En ambos se
quiere transmitir esencialmente el ardiente deseo de Dios de rehabilitar su imagen, restablecer un contacto
directo, buscar la oveja descarriada.
CRISTO
Hay tres formas de representar la inmersión de Cristo: una con agua hasta la cintura, otra hasta los
hombros y otra donde Cristo parece reposar dentro del agua.

Las dos primeras recuerdan los baptisterios, la ultima la llamaríamos sarcófago acuoso. Nuestro icono
pertenece a esta clase. Esta caverna llena de agua representa el infierno de la muerte. Cristo ha venido para
sacar del poder de la muerte, saliendo el victoriosamente de ella.

En esta tumba liquida está depositado Jesús y contienen todo el cuerpo del Señor (imagen del entierro,
reproducida en el sacramento del bautismo por inmersión total, símbolo del triduo pascual). Muestra el
predescenso de Cristo a los infiernos: “Habiendo bajado a las aguas, ató al fuerte”. Cirilo de Jerusalén. P.G.
33,441 B

En este último caso la idea de muerte y resurrección es muy clara.

En todas las representaciones del bautismo de Cristo se plasma el concepto de renovación y renacimiento.

En todas, es patente ambas cosas por la desnudez de Cristo.


Cristo es representado desnudo, porque se ha vestido con la desnudez adánica y así da a la humanidad su
vestido paradisíaco de gloria.

Cristo está desnudo porque representa al hombre que renace: es el hombre nuevo que ha vuelto a nacer de
Dios, tal como Cristo lo expreso en el dialogo con Nicodemo: “ si no nace uno de nuevo, no puede entrar en
el Reino de Dios”.

Cristo segundo Adán está desnudo porque no tiene pecado. El primer Adán solo se dio cuenta de su
desnudez cuando pecó. Cristo es el nuevo Adán.

Adán es el hombre creado a imagen y semejanza de Dios que ha de dominar sobre todos los animales, pero
al pecar, Dios decide salvar la humanidad convirtiéndose en hijo de Adán, hijo del Hombre, asumiendo
voluntariamente la naturaleza humana para renovarla, para que vuelva a ser la de la primera creación.

Cristo asume la misma imagen para refundar, renovar, recrear lo que había decaído: se ha “revestido” de la
desnudez inocente para dar a la humanidad sus “ropajes” paradisíacos.

Pero como el desnudo puede constituir un aspecto problemático, de ahí el recurso a la faja que esconde las
intimidades o ha pintarlo asexuado.

Para representar su iniciativa y la voluntad del Padre, es representado en el acto de caminar. El se mueve
libremente hacia Juan en muchos iconos. En este el gesto de la inclinación del cuerpo y la posición de las
piernas en un suave movimiento e inclinación hacia Juan lo deja entrever. 
“Cristo, como el primer hombre, tiene ante sí la elección porque su humanidad es perfecta”. La humanidad
de Cristo pasa por su libre determinación. Jesús se consagra conscientemente y libremente a su misión
terrenal, se somete enteramente a la voluntad del Padre, y el Padre le responde enviando sobre él al Espíritu
Santo”(Evdokimov 331). La salvación de la humanidad es obra de la santa Trinidad, Dios Uno presente y
actuante en Jesucristo Dios y Hombre verdadero.

El gesto de su mano derecha bendiciendo es el mismo gesto que hace en la creación y la santificación de las
aguas.

Dios Padre Creador viene representado, cuando crea, con los rasgos de Jesucristo el Hijo amado y con
esa mano bendiciendo. Cristo, es la única persona de la Santísima Trinidad que se ha hecho hombre,
por tanto se le puede representar a Dios con su imagen cuando crea el mundo.

El gesto de bendición de su mano compendia el misterio tremendo de la salvación: los dedos índice y el
corazón, extendidos representan la duplicidad de las naturalezas, humanas y divina, que coexisten en
una única persona, por donde la humanidad llega al a Casa del Padre, Señor Dios Omnipotente.

Los otros dedos, el pulgar, anular y meñique, simbolizan las tres personas de la Santísima Trinidad.

La mano de Jesucristo es el símbolo de su persona.

Con su mano derecha Cristo bendice las aguas y las prepara para hacerlas aguas del bautismo, a las
que santifica con su propia inmersión, cambiándolas de significado: antes eran imagen de la muerte
(diluvio), es ahora la fuente de la vida (Apoc. 21,6;Jn 4,14). Sacramentalmente, el agua del bautismo
recibe el valor de la sangre de Cristo.

El nimbo que corona su cabeza, señala también el aspecto trinitario. Es un nimbo crucífero que lo
distingue de los otros santos. A veces lleva unas letras escritas en su interior que significan “Yo soy el
que soy”. En este icono no van.

Nuestro icono reproduce el sepulcro en el que ha muerto Cristo y del que ha salido triunfante.

El bautismo por inmersión practicado en la iglesia bizantina reproduce en cada fiel el itinerario de la
muerte y resurrección de Cristo. “La inmersión y emersión son la imagen del descenso a los Infiernos y
la Resurrección” (Juan Crisóstomo). “El sumergirse en las aguas del Jordán es por tanto prefiguración
del Descenso a los Infiernos” (Cirilo de Jerusalén Catequesis II, 12).

Las aguas del Jordán que envuelven el cuerpo de Cristo a menudo se transforman en una aureola de luz,
según los apócrifos.

“Dios me ha dado por Madre la fuente bautismal (Iglesia), por Padre al Altísimo, por hermano el Señor
bautizado por todos nosotros” (Didimo el Ciego PG 39,692B)
 
RAYO – ESPIRITU SANTO
 El rayo simboliza la complacencia del Padre. A veces este rayo lleva una luneta donde aparece una paloma:
es el Espíritu Santo que procede del Padre y que, junto al Padre y al Hijo, es adorado y glorificado.

En el rayo que baja del cielo aparece la paloma del Espíritu Santo, mientras el cielo se abre y la voz del
Padre lo llena todo, simbolizado por el esquema del semicírculo o cielo abierto con los rayos dorados de luz,
atributo del Espíritu Santo que iluminan la Paloma.

Es el Pentecostés del Señor.

El descenso del Espíritu Santo en forma de Paloma, traduce el movimiento del Padre que va hacia el Hijo y
hace referencia analógica al diluvio y la paloma con el ramo de olivo signo de la paz.

El Espíritu Santo planeando sobre las aguas primordiales ha suscitado la vida, al igual que planeando sobre
las aguas del Jordán suscita el segundo nacimiento de la nueva criatura. (Juan Damasceno. De Fide Ort. III,
16).
 
LOS ANGELES
 Los ángeles con las manos cubiertas en señal de adoración, son las naturalezas angélicas que se postran
ante la Sabiduría de Dios encarnada en Cristo, su Dueño y Señor.

Cuando son tres ángeles son figura de la Santísima Trinidad, como se representa la aparición a Abraham en
Mambré. En aquella ocasión predijeron el nacimiento de Isaac, el hijo único; en el icono de la Teofanía están
frente a la humanización del Hijo Unigénito.
Cristo se separa de estas figuras angélicas y se encamina voluntariamente hacia Juan que representa
al hombre, la humanidad.

Se insiste en el amor de Dios a los hombres, la divina filantropía, ha constituido en Cristo el puente
entre la divinidad y la humanidad, llenando así ese barranco, ese abismo que se había constituido tras
el pecado.

Aquí resuena el texto de Fil. 2, 5-11: “Cristo siendo de condición divina... se anuló a sí mismo... pasó
como uno de tantos... se rebajó hasta la muerte de cruz... pero Dios lo exaltó por encima de todos... al
nombre de Jesús se doble toda rodilla... Jesús es Señor para gloria de Dios Padre”.

Los ángeles con sus manos cubiertas simbolizan e ilustran las palabras de san Pablo “Vosotros que habéis
sido bautizados en Cristo, os habéis vestido de Cristo” (Gal. 3,27).
 
JUAN EL BAUTISTA
 La mano izquierda de Juan esta levantada hacia el cielo y su mirada también, tratando de evitar la
tremenda tarea de bautizar el criado al Señor, de iluminar la lámpara a la Luz, tal como lo canta el Himno de
la Gran Hora I y III, tomo VIII, pero Jesús le responde: “Tu hazlo, es conveniente según la voluntad del
Padre” (Mt. 3, 15). Aquí Jesucristo anticipa las últimas palabras que resonarán en el huerto de Gethsemaní:
“Padre, hágase tu voluntad...”

Cuando Juan va vestido de pieles y envuelto en una capa es figura del hombre viejo, de Adán que Cristo ha
venido a rescatar. El hombre revestido de pecado, es despojado y regenerado: su lugar es tomado por el
hombre nuevo el Nuevo Adán, por el Hombre-Dios, a menudo se le puede confundir por ignorancia, pero él
es el Hijo de Dios.

Cuando va vestido con túnica y manto de tela, como en nuestro icono, es el amigo del Esposo, cuya alegría
es inmensa y goza oyendo la voz del Esposo al que lo presenta como Amigo de los Hombres, que viene a
desposarse con su Iglesia y a través de ella con la Humanidad entera.

Esta representación reproduce el encuentro excepcional entre Dios y la humanidad. Místicamente en Juan
Bautista todos los hombres se reconocen hijos en el Hijo y testigos. Juan investido de un ministerio de
testimonio es el testigo de la sumisión del Cristo, toda la humanidad en él es testigo de este acto del Amor
divino.

En Juan todos los hombres dicen sí al Encuentro, a la Amistad divina, a la Filantropía del Padre, Amigo de los
hombres. Juan es el dedo de Dios que señala a Cristo.

Juan es testigo de la última kenosis de Cristo o humillación hasta la muerte y una muerte de cruz,
simbolizada en el Bautismo.

Juan es el primero en suscitar las vocaciones al seguimiento de Cristo cuando lo presenta a sus discípulos y
estos siguen a Jesús

Juan, como los ángeles se inclinan sobre Jesucristo en señal de adoración, al mismo tiempo lo señala como
el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo y que en esta representación del sepulcro acuoso alcanza
total significado porque a través de su muerte en la cruz, resucitará y salvará al mundo del pecado y la
muerte.
 
ARBOLILLO (AZUELA).

En la parte inferior izquierda del Bautista, a menudo aparece un arbolillo. En algunos casos sobre el tronco
del arbolillo esta puesta una azuela o pequeña hacha. Tal variante altera el significado simbólico del
elemento.

En este icono falta el arbolillo por estar deteriorada la pintura, pero sus significados son los siguientes.

1. - Advertencia del Bautista. Cuando el arbolillo tiene la azuela, recuerda la terrible advertencia del
Bautista: “ Ya está el hacha puesta en la raíz de los árboles, y todo árbol que no de buen fruto será cortado
y arrojado al fuego” Mt. 3.10

2. - Brota la nueva vida: Cristo emblema de paz. Cuando solo esta el arbolillo, su significado es el brote de
la nueva vida, vástago de Jesé. “Y brotará un retoño del tronco de Jesé, y retoñará de sus raíces un vástago.
Sobre él reposará el Espíritu del Señor. En aquel día, el renuevo de la raíz de Jesé se alzará como estandarte
para los pueblos. En aquel día de nuevo la mano del Señor redimirá al resto del pueblo”. Is. 1,1,1-2,10-11

Cristo en la sinagoga de Nazaret al leer este texto de Isaías se lo aplica a sí mismo: Lc. 4, 17-21.

3. - Árbol de la vida: Cristo nuevo Adán y su árbol es la cruz. Tal como narra el Génesis dios plantó un
jardín en Edén = región llana irrigada y ahí colocó al hombre que había plasmado. El Señor Dios hizo
brotar del suelo, en medio del jardín, el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal.

Alguna vez la copa del árbol, que se alza sobre un único tronco, esta dividida en dos. Es una referencia a la
doble naturaleza de Cristo en una misma persona: Dios y Hombre.
 
EL JORDAN Y EL MAR
 El cuerpo de Cristo esta inmerso en el río, y en la parte inferior derecha
vemos a una figura humana coronada montada sobre las espaldas de un
monstruo, hace referencia al río Jordán que al verle se echó atrás (Sal.
113,3).

La himnografía de la fiesta es muy expresiva a este respecto: “Por qué


paras tus aguas, oh Jordán? ¿Por qué vuelves atrás tu corriente y no
dejas que siga su curso natural?. No puedo soportar el fuego que me
devora. Me retraigo y tiemblo ante esta extrema condescendencia, puesto
que no suelo lavar a quien es puro, no he aprendido a limpiar a quien es
libre de pecado, sino a purificar los vasos sucios. El Cristo que es bautizado en mi me enseña a quemar
las espinas del pecado” (Himno, Gran Hora VI, tono V).

En las aguas del río aparecen también animales marinos, para recordar que Él camina sobre el áspid y
el basilisco y pisa leones y dragones (Sal. 90), del mismo modo como pisotea bajo sus pies la muerte y el
infierno en el icono de la Resurrección.

El Señor entrando en las aguas del Jordán purifica las aguas. “ Hoy las aguas del Jordán se han vuelto
remedio y todas las criaturas son regadas por olas místicas...” (Oración de S. Sofronio). Todo el universo
recibe su santificación en una perspectiva cosmológica.
 
LA NATURALEZA
El escenario está constituida por una naturaleza árida, sin vegetación, apenas interrumpida por algún
matorral.

La naturaleza es tan pobre porque simboliza el estado de pecado, mientras en el centro está el manantial de
agua que devuelve la vida.
El paisaje rocoso representa cuatro cumbres, que parecen llenar la parte alta del icono y recuerdan
las del Descenso a los Infiernos.

Son cuatro montañas distinguibles solo en la parte alta, puesto que en el resto la conformación de la base es
unitaria. Sobre este único plano, en las laderas de la montaña, se apoyan los personajes.

Las cuatro cimas representan a los cuatro Evangelistas. Sobre su testimonio “reposan” los misterios
principales de la fe cristiana, que a su vez constituyen la base y el fundamento de sus escritos.

Tres de estas cumbres se yerguen hacia el cielo, mientras la cuarta es curva y parece doblarse hacia Cristo.
La montaña con la cima curvada simboliza el Evangelio de Juan “quien viendo que en los Evangelios de los
demás están narradas más bien las cosas que se referían a la parte humana de Cristo, por impulso divino, a
petición de sus discípulos, último de todos, escribió un evangelio espiritual” (Clemente de Alejandría,
Stromata 1,4), cuya principal preocupación es demostrar el origen divino de Cristo.

Esta montaña curvada símbolo del evangelio de Juan, está proyectada en su cúspide hacia Dios y en su base
sujeta a Juan el Bautista que con el gesto de su mano reconduce la mirada a Cristo. Juan era discípulo de
Juan el Bautista y este presenta a Cristo como el Cordero de Dios, al ir para ser bautizado y a partir de ahí
Juan Evangelista se hace discípulo de Jesús.

TIPOS DE ICONOS

Ante todo recordemos los iconos del rostro de Jesús. Entre ellos los más clásicos, como el que representa el
Mandylon o rostro impreso en el lienzo del criado del Rey Abgar de Siria y otras imágenes a-cherópitas, no
hechas por manos de hombres, con importantes semejanzas con la Santa Faz de Turín.
Son muy comunes los iconos de Cristo, el Enmanuel, en un circulo de gloria rodeado de Ángeles,
bendiciendo con su mano derecha y con el rollo de las Escrituras en la mano izquierda, con un rostro adulto
que quiere indicar que es la Sabiduría eterna del Padre.
Hay cantidad de variantes en los iconos del Cristo Todopoderoso, el que todo lo conserva y sostiene con su
poder. Es una imagen majestuosa que preside el ábside o está en la cúpula de las iglesias, como signo de su
presencia en medio de los fieles y de su parusía. Es el Señor lleno de majestad que con una mano bendice y
con la otra tiene un libro o el rollo de la Escritura. en el libro abierto se pueden ver diversas frases
evangélicas.
Variantes de esta imagen pueden ser la de Cristo Juez en un trono de gloria, o Cristo en la Deesis o solemne
intercesión de los santos.
Estas imágenes siempre se suele poner el nombre de Cristo en su iniciales griegas JC (Jesous) XC (Xristós).
La aureola de Cristo tiene a veces la silueta de la cruz, y en la parte superior y a los lados las letras griegas 
O W N nacifingis euq )N ,AGEMO ,O( yos euq le yos oY al ecudart euq y naS ed oilegnavE led y )41 ,3( odoxÉ
led orbil led anivid nóicalever ed alumróf :nauJ ...yos oY
ed adiv al ed soiretsinim sol ed sonoci sol ertnE :selapicnirp sol ertne racatsed ebac otsirC
anu noc ,dadivaN al ed onoci lE y serotsap ed nóicaroda al atnip es aicneucerf noc euq sol ne sellated ed
eires .sogam sol ed néibmat
o olpmet le ne roñeS led nóicatneserP al ed onoci lE etnapapyH.olbeup us noc otsirC ed ortneucne ,
sol senumoc néibmat noS ed nóiccerruser al ed y ,nóicarugifsnarT al ed ,omsituaB led sonoci .orazáL
sairav ne natneserper es atnaS anameS al ed soidosipe sol ertnE ,nóixificurC al ,aneC al ,nélasureJ ne súseJ
ed adartne al :sacifárgonoci samrof .arutlupeS al y orclupes le ne nóicisopeD al
nóiccerruser al ed olcic leD y ,sonreifni sol a adajab o osnecseD le ,nóiccerruseR al etnemairanidro somenet
le ne odaticuser otsirC neibmaT .orclupes le etna serejuM sal ed onoci le ed dadiludercni al ed onoci o
solupícsid sus ed oidem ne olucánec .sámoT
y soleic sol a roñeS led nóisnecsA al ed onoci le somenet etnemlaniF .sétsocetnep ed oiretsim led onoci le
 
airaM negriV al ed sonocI

nos sadoT .selbaremunni nos soiD ed erdaM negriV al ed senegámi saL solutít sus ne o socilégnave soidosipe sus
ne ,negriV al ed senoicatneserper ,nóicirapa anu ne negiro us neneit euq sonoci selbaremunni yah oreP .socigóloet
.oirautnas nu ne atubirt es euq nóicarenev al ne ,orgalim nu ne
aL al ed negami al ed al se númoc sám nóicatneserper sokótoehT ed erdaM o sosrevid negami atse eneit .ones us ne o
sozarb us ne súseJ oñiN le noc soiD erdaM al ed nóicaler al rop ,ortsor us ed nóiserpxe al rop ,socigóloet serbmon
.sozarb sus ne avell euq oñiN le noc
 negriV aL airtihgidOeuq al , .onimac le lE se euq odnalañes súseJ a atneserp son ,onimac le acidni
al negriv assuofertottalaGla ohcep us ed ehcel al noc atnemila euq al , .oñiN
negriV aL assitoiryKsus ertne oñiN le eneit euqrop ,aroñeS o , .onort nu ne odatnes onoc sallidor
negriV aL aihganaP,atnaS adoT o , ,otnaS utirípsE led daditnas al acidni euq ojor otnam nu noc atreibucer ,euqrop
.anretni e anretxe daditnas al ed dutinelp al aserpxe
aL aretytalP, .osnemni le eneitnoc euq asnemnI o ,elbinetnocnI le eneitnoc euq
negriV aL .airolg ed olucríc nu ne súseJ oñiN le y nóicaro ne sonam sal noc ,etnarO
aL negriV airtsosohcysP.samla sartseun avlas euq ,
al ed negriV aL sol noc ,orrocoS outepreP led negriV al omoc etnediccO ne adiconoc ,nóisap odatsusa arim euq oñiN le
y nóisap al ed sotnemurtsni sol navell euq selegná .arepse el euq orutuf le aicah
...argela es it nEeuq onoci nu se , nóicargasnoc al ed séupsed etneirO ne azer es euq anofítna anu adreucer
.acitsíracue
anep im aleusnoC negriV aL soiD ed erdaM al a atneserper .seleif sol ed sanep sal aleusnoc euq
al ed negriV aL siseeDo , us etna nóisecretni emrif ed y nóicaro ed dutitca edlimuh anu noc ,nóisecretnI .sodot ed
nóicavlaS al rop ojiH
sus ne negriV al ed senegámi sal ertnE sol a atneserper euq anA y níuqaoJ ed nóicpecnoC aL :somadrocer soiretsim
,negriV al ed dadivitaN al ,nélasureJ ed olpmet led atreup al ed etnaled sosopse y soiD ed erdaM al ed nóicaicnunA
al ,olpmet le ne negriV al ed nóicatneserP al .lebasI amirp us a negriV al ed nóicatisiV al
o nóicimroD al ed onoci lE sisemioK ne roñeS le rop adibicer y adimrod negriV al a zev al a atneserp .airolg al
 
sotnas sol ed y selegná sol ed sonocI

y dadingid ,azelleb narg noc erpmeis natnip es selegná soL negriV al ed y roñeS led soiretsim sol ed sonoci sol ne o
solos ,datsejam .airaM
,sacifárgonoci sacitsíretcarac sus noc onu adac natnip es sotnaS soL o soefort sol noc seritrám sol ,sonam sus ne
ollor núgla ,abrab al nos omoc .oiritram us ed sotnemurtsni
sotnas sol ed sonoci sohcum netsixe odot erboS ,avecsaraP ,sálociN ,egroJ( etneirO ed selanoicidart )...anelE
 
railimaf nóicidart al ne onoci lE
nátse sonoci soL y aigrutil al ertne dadiunitnoc ed ongis omoc ,seleif sol ed asac al ne néibmat nu ne navresnoc
eS .acitsémod aiselgi al y acigrútil aelbmasa al ertne ,adiv al olugná namall sosur sol euq ,olugná oñeuqep o azelleb
al ed logu jonsarK, ragul ,ailimaf adac ed nóicatibah al ne ocitsémod oirautnas oñeuqep nu se y onell olugná omoc
atneis es euq necah secul sal .nóicaro al arap natnuj es ednod otnaS led onoci le alager el es azituab es onu
odnauC .aicneserp elbafeni anu ed .ailimaf aveun al adiserp euq arap onoci us ad sel es nasac es euq sol a ;nórtap
yaH .nóicoved us ed onoci le néibmat enop el es otnufid led sonam sal nE o nóicanirgerep al ne asoiretsim aíñapmoc
anu nos euq selitátrop sonoci soñeuqep namall es euq sose ed etnemlaicepse ,onimac le ne kinnartS, .onirgerep
EL TEMPLO ORTODOXO

Cuando un cristiano occidental entra en el templo ortodoxo para la Liturgia Divina se


encuentra en otro mundo

EL TEMPLO ORTODOXO

Cuando un cristiano occidental entra en el templo ortodoxo para la Liturgia Divina se encuentra en otro
mundo.
Al principio, entra en la iglesia, cuya forma, decoración y ornamentos no sólo están sometidos a una
tradición, sino que también tienen un significado propio. Tras haber pasado por el nártex, se encuentra en la
nave, que no tiene la forma rectangular a la que está habituado, sino la del cuadrado, y que está
completamente vacía, a excepción de algunos asientos, destinados a los enfermos y débiles. Alza la cabeza y
allí está el Cristo Pantocrátor, que lo mira con majestad desde lo alto de la cúpula central. Alrededor del
tambor que sostiene la cúpula están los profetas, los apóstoles, los confesores
semejantes a los ángeles, y en las bóvedas en torno a la cúpula se encuentran
los querubines y serafines, los cuatro evangelistas y algunas escenas de la vida
de Cristo; de ellas suelen surgir las escenas que se recuerdan en los calendarios
litúrgicos. Más abajo, sobre los muros, vemos las figuras de monjes y ascetas,
de mártires, confesores y maestros; la hilera de los santos es como un marco que
envolviera a toda la asamblea orante.
Detrás, en el muro occidental de la nave, se presenta la Asunción de la Virgen
María (la Dormición); en el muro oriental, en cambio, se alza una barrera,
adornada de iconos: el iconostasio, que separa la nave del santuario. Esta barrera
puede ser baja o también llegar hasta el arco. En el centro se encuentra una
puerta con dos hojas; a los lados, otras dos puertas con una sola hoja. Sobre el
iconostasio alto suelen reproducirse los ornamentos de la nave, pintados al fresco
o hechos en mosaico. A la derecha de la puerta central de dos hojas, también llamada “puertas santas”, se
encuentra la imagen del Cristo Pantocrátor; a la izquierda, la de la Virgen María con el Niño.
Sobre las puertas santas se reproduce la Anunciación, y sobre las dos puertas laterales de
una sola hoja, llamadas también “septentrional” y “meridional”, los arcángeles Miguel y
Gabriel o bien los santos diáconos. Directamente encima de las puertas santas se reproduce
la Última Cena. La segunda fila de iconos (u orden de las festividades) está formada por los
iconos que representan acciones salvíficas de Cristo en su vida terrenal, en los que se
recuerdan las más importantes festividades del calendario litúrgico. Sobre ellos, en la tercera
fila (u orden de la Déesis), se representan los apóstoles, vueltos —en actitud de oración—
hacia el centro, donde aparece Cristo sentado en el trono y, a sus lados, los dos principales
intercesores de la humanidad: la Virgen María y Juan el Bautista. A veces existe una cuarta
fila (u orden de los profetas) en la que se encuentran los profetas, situados a ambos lados
de la Virgen con el Niño, y todo el iconostasio abraza la cruz con la imagen pintada del Señor
crucificado (en el templo no hay imágenes tridimensionales) con la Virgen María y el apóstol
Juan a sus lados.

Cuando las puertas santas están abiertas, en el centro del santuario (que habitualmente tiene forma de
ábside semicircular), los que están allí rezando pueden ver el altar, ricamente adornado, de forma cúbica;
sobre él se encuentra la cruz, los lampadarios y el arca, muchas veces con forma de templo, en el que se
preserva el pan consagrado durante la Eucaristía. Se pueden observar también las pinturas del santuario. En
la parte más baja, dos filas de obispos, revestidos para la liturgia y vueltos hacia el altar. Sobre ellos, Cristo
dando la comunión a los apóstoles: con una mano distribuye el pan consagrado y con la otra da el cáliz.
Desde la cúpula semiesférica del ábside, por encima del santuario, la Virgen mira hacia la nave (su imagen
puede verse muchas veces desde la misma nave, por encima del iconostasio). Pero quienes están allí rezando
probablemente no verán el otro altar sobre el que se preparan el pan y el vino eucarísticos, cuyo acceso se
abre a través de la puerta septentrional del iconostasio. Tampoco verán las pinturas que hay encima, que
representan el nacimiento, la muerte y la sepultura de Cristo. Ni podrán ver la parte meridional del ábside,
que sirve de sacristía.

Un típico templo ortodoxo, con todas sus lámparas y velas y el olor del incienso que lo penetra todo, se
diferencia mucho de la atmósfera de la celebración a la cual está habituado un hombre occidental. El templo
es algo más que un lugar donde se reune una asamblea en oración: es la imagen del cielo sobre la tierra. Si
las partes bajas de la nave presentan el mundo visible, la cúpula, y también mucho más la parte en la que se
encuentra el santuario, son símbolos del cielo, donde los ángeles, los arcángeles y todas las fuerzas
celestiales rinden culto al Dios Trino y Uno. El cristiano occidental observa que el templo ortodoxo suscita en
él un santo temor; los ortodoxos, sin embargo, se sienten en él más a gusto que el cristiano occidental en el
suyo, cuya disposición es más sencilla. Cuando los ortodoxos entran en el templo, dan una vuelta alrededor
de él, besan los iconos, encienden velas ante ellos, rezan. Pueden llevar hasta la puerta septentrional del
iconostasio un pequeño pan de forma redonda, llamado “prosfora”, es decir, “ofrenda”, y dárselo al diácono o
ministro junto con una lista donde se recuerda a los vivos y a los muertos. La atmósfera en el templo
ortodoxo está llena de devoción, pero al mismo tiempo no es formal, sobre todo gracias a que en estos
templos no hay bancos puestos en batallón. Una disposición de ese tipo raramente se encuentra en las
iglesias occidentales, en las que suele haber bancos o sillas.
EL TEMPLO ORTODOXO Y EL TEMPLO CATOLICO

El templo cristiano tiene siempre como planta la cruz de Cristo, signo de


salvación. En Occidente, los templos se construían sobre la planta de la cruz
latina, alargada, hecho que crea un espacio dinámico, extendido sobre el eje
oriente-occidente, inclinado hacia el presbiterio, lugar en el que, sobre el altar,
se encuentran las Especies Eucarísticas. Este movimiento está subrayado por
filas de columnas, que recuerdan una solemne procesión, que seduce y atrae al
que entra en la iglesia. En la parte occidental del Imperio Romano se
desarrollaba un cristianismo social activo, misionero, y este hecho ha
condicionado la elección de las formas arquitectónicas correspondientes, el
impetuoso despegue de las torres y los campanarios góticos, como si trataran
de asaltar el cielo. La forma del pináculo, como coronamiento de la basílica,
reemplaza plenamente a la cúpula, tan amada en Oriente.
En la parte oriental del Imperio Romano se desarrollaba un cristianismo de otro
tipo: contemplativo, de oración y meditación, dirigido a la trasformación
interior del hombre. Aquí también los templos han tomado otras formas.
Ante todo, en la planta del templo cristiano oriental encontramos la cruz
griega, de brazos iguales; gracias a ella, el espacio del templo es
estático, centrado, congregado bajo la cúpula, la cual, como un manto,
abarca a los que están orando. Lo principal aquí no es la dinámica del
movimiento, sino la paz de la contemplación, el recogimiento interior y
la percepción de la presencia divina. La basílica se transforma aquí en
un templo de cruz-cúpula. Esta forma, elaborada en Bizancio, fue
asimilada por Rusia, donde ha encontrado una larga difusión.
Así, en las formas arquitectónicas de los templos se expresan la unidad
y la variedad de dos tradiciones: la occidental católica y la oriental
ortodoxa.
La basílica cristiana, como el Templo de Jerusalén, tiene una estructura
triple: el presbiterio (llamado santuario en la tradición ortodoxa) en la
parte oriental, la nave en la parte central, y el atrio en la parte occidental. El presbiterio-santuario recuerda el
Santo de los Santos del Antiguo Testamento: sólo los sacerdotes pueden entrar en él durante la celebración.
En la tradición ortodoxa, el santuario está separado de la nave con una tienda, que también guarda analogías
con el Templo de Jerusalén. Esta barrera se ha transformado en Rusia en el iconostasio.

El templo ortodoxo es un mundo complejo, en el que se puede aprender a orientarse. El santuario se


encuentra en la parte oriental del templo, porque Cristo es la luz del mundo. Esta parte oriental del templo es
símbolo también de Tierra Santa, Belén, Nazaret, Jerusalén, donde nació, vivió, murió y resucitó Cristo. La
forma del ábside del santuario es semicircular y recuerda una gruta. La tradición cristiana venera dos grutas:
la de Belén, en la que nació Cristo, y el Sepulcro del Señor, en el cual colocaron el cuerpo de Cristo tras
bajarlo de la cruz, y del cual surgió en la resurrección, destruyendo los cepos de la muerte. La parte
occidental del templo, opuesta a la oriental, simboliza la puesta del sol, y allí, en el atrio que
se encuentra en esta parte occidental del templo, es donde están los penitentes y los no
bautizados.
El templo y sus pinturas forman un libro destinado a ser leído. Es necesario leer este libro de
arriba a abajo, porque el templo viene de lo alto, del cielo. Y su parte superior se llama
“cielo”, mientras que la inferior es “tierra”. El cielo y la tierra forman el cosmos (palabra
griega que significa “adornado”, “bello”). Realmente, dentro del templo se pintaba en todas
las partes donde se podía, incluso en los ángulos que el ojo no podía ver. Las pinturas se
realizaban cuidadosamente y con belleza, porque el principal espectador de todo es Dios,
Omnividente y Omnipotente. Su imagen se encuentra en la misma cúpula, en el punto más
alto del templo. En la tradición ortodoxa, a Dios se le representa bajo la forma de Jesucristo
Pantocrátor. En la mano izquierda lleva el libro y con la derecha bendice al Universo.
Pasando de la cúpula a la parte central del templo se encuentran superfices semiesféricas, en las que se pinta
a los cuatro evangelistas, que llevan del cielo a la tierra la Buena Noticia a través del evangelio. Las bóvedas y
los arcos unen el cielo con la tierra. En las bóvedas se representan los acontecimientos esenciales de la
historia evangélica; en los arcos, los apóstoles, los profetas, los santos y todos aquellos que ayudan a los
hombres en su ascender al cielo. Los muros del templo se pintan con los temas de la historia sagrada: el
Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento, las vidas de los santos, hasta la historia de un país, un territorio o
una ciudad determinados. El círculo temático parece a primera vista limitado, como si se repitiera; a pesar de
ello, ninguna iglesia es igual a otra: en cada una el esquema pictórico es original.
Puede decirse que el templo ortodoxo es una enciclopedia. En cada templo está presente toda la historia de
la humanidad, desde la caida de Adán y Eva hasta los tiempos contemporáneos, hasta los santos del siglo XX.
El culmen de la historia del mundo y la cima del universo es el Gólgota, el lugar donde fue crucificado
Jesucristo, donde se cumplió el sacrificio de la cruz y donde se realizó su victoria sobre la muerte en la
Resurrección. Todo esto está concentrado en la parte oriental del templo, allí donde se encuentra el
santuario. El prólogo y el epílogo del mundo se encuentran en la parte opuesta del templo, en el muro
occidental: aquí se pueden ver las escenas de la creación del mundo, el paraiso donde las almas de los justos
se encuentran en la bendición. A menudo, el muro occidental está ocupado por las escenas del Juicio Final;
así, al salir del templo por la puerta occidental, el hombre tiene la posibilidad de acordarse de la hora en que
acabará su vida terrestre y en la que cada uno acudirá a juicio. Sin embargo, al mismo tiempo, el Juicio Final
no debería asustar tanto al hombre, sino hacerle recordar que es responsable de la vida que ha vivido.

El templo es el cosmos que abraza a todos los que han vivido, viven y vivirán: todos ellos coexisten en el plan
de Dios sobre el mundo. Las bóvedas del templo están sostenidas por fuertes pilares, en los que están
representadas las figuras de los santos: los mártires, los guerreros, aquellos que habitualmente reciben el
nombre de “pilares de la Iglesia”. Con sus acciones heróicas sostienen el edificio espiritual de la Iglesia, del
mismo modo que el templo se apoya sobre pilares. En los declives de las ventanas están pintados los santos
monjes. Los muros de los templos paleorrusos eran muy gruesos, se formaban superficies muy extensas para
permitir la realización de grandes pinturas. Por lo general, figuran los venerables padres del desierto, los
fundadores de monasterios, los maestros de espiritualidad. Las ventanas del templo tienen la función de los
ojos: son fuente de luz, a través de las cuales el templo mira el mundo. Así, estas personas benditas y
veneradas son los “ojos de la Iglesia”: miran el mundo y ven lo invisibile, lo que está oculto para otros.
En el ábside muchas veces se representa a la Virgen María como Orante. Debajo, en la segunda fila de
iconos, aparece habitualmente una escena de la Eucaristía: Cristo sacerdote dando la comunión a los
apóstoles. La hilera más baja de las pinturas del santuario la ocupan los padres de la Iglesia: los teólogos, los
fundadores de la liturgia, los autores sacros, los maestros: todos cuantos constituyen el fundamento
intelectual de la Iglesia. Entre ellos vemos a los santos Juan Crisóstomo, Basilio Magno, Gregorio el Teólogo,
Nicolás Mirlikijski.
Las figuras de los santos se pintaban en los muros de los templos directamente a la altura de las personas
que se encontraban en la iglesia. Con ello se resaltaba que en la celebración participan los santos: están
presentes –de manera invisible– entre nosotros.

LA CRUZ ORTODOXA

 La más difundida en la Ortodoxia es la cruz de ocho brazos, que recibe también el nombre de crucifijo.
Sobre el eje central (vertical) se encuentran tres travesaños horizontales. El mediano es grande, para las
manos del Cristo crucificado. El travesaño horizontal superior recuerda la tablilla con la inscripción “Jesús
Nazareno, Rey de los Judíos”. Escrita en tres lenguas –griego, latín y hebreo– fue colocada sobre la cruz de
Cristo por orden de Pilato. Era costumbre romana escribir la culpa del reo en estas tablillas. En la tradición
ortodoxa, los pies de Cristo no están atravesados por un solo clavo, como en la católica, sino con dos clavos:
uno por cada pie. Como muestran las investigaciones sobre la Sábana Santa de Turín, así era en realidad. El
travesaño horizontal inferior es para los pies del Crucificado. Uno de sus extremos está un poco
alzado: muestra el cielo, hacia el cual se dirigió el Buen Ladrón crucificado junto a Cristo. El
otro extremo, en cambio, se dirige hacia abajo: hacia el infierno, el lugar destinado al otro
ladrón, que no se arrepintió.
Muchas veces, debajo de la cruz puede verse la imagen de una calavera: es la cabeza de Adán,
el cual, según la tradición, fue sepultado bajo el Gólgota, bajo el lugar donde fue crucificado
Cristo. En la hendidura de la roca, bajo la Cruz, cae sobre la cabeza de Adán una gota de la
sangre de Cristo. Se le devuelve así la vida a Adán: al hombre y a la humanidad.
Al lado de la cruz se representa muchas veces a la Virgen María y al discípulo amado por Cristo:
el apóstol Juan. Con frecuencia se incluyen también los instrumentos de la muerte de Cristo: la
lanza con la cual le atravesaron el costado, y la caña con la esponja en empapada vinagre que
un soldado romano le dio a Cristo.

LA LUZ DEL TEMPLO ORTODOXA

El símbolo de la unión de lo terrestre con lo celeste se representa mediante la fusión de las dos fuentes de luz
que hay en el templo: la luz que se derrama desde lo alto (la parte inferior de la cúpula) y la luz que viene de
abajo, de las velas y lámparas, que simbolizan la oración de los fieles.
En la acción que se lleva a cabo en el templo la luz desempeña la parte del dirigente: precisamente, de la luz
depende en gran parte cómo se percibe el espacio del templo y todo cuanto lo llena y se realiza en él.
Durante las celebraciones vespertinas, la luz se suele apagar, dejando el templo en penumbra. Esto simboliza
al mundo, inmerso en las tinieblas hasta la venida de Cristo. Durante las celebraciones de la mañana, el
sacerdote proclama: ¡Gloria a Ti, que nos has mostrado la luz!, y se encienden los “panicadila” (grandes
candelabros que cuelgan del techo), se encienden las velas y el templo se llena de luz.
En cambio, para las grandes festividades, especialmente para la Pascua, el templo se inunda de rayos de luz.
La celebración de la Resurrección de Cristo se inicia el sábado, en plena noche, en plena oscuridad.
Precisamente a medianoche, los sacerdotes comienzan a cantar en el santuario las alabanzas pascuales junto
con los fieles. Se encienden las velas que lleva en la mano cada uno de los presentes en la iglesia. Y así, de
una vela a otra se pasa la llama viva, y el templo se llena de cientos, de miles de llamas pequeñas que se
funden en un río de fuego que no deja de moverse, que gira en procesión en rededor de la iglesia. Resuena
la voz del sacerdote: Cristos voskries! ¡Cristo ha resucitado! y miles de voces responden con alegría: Voistinu
voskries! ¡Verdaderamente ha resucitado! En la iglesia se encienden todos los candelabros, para que haya la
más luz posible. La Resurrección de Cristo la celebra la Iglesia como la victoria sobre la muerte, sobre el
mundo de las tinieblas y del pecado. La Pascua es una fiesta de luz

EL SONIDO DEL TEMPLO

El sonido es muy importante en el cosmos del templo. La acústica de los templos no suele ser igual para
todos. En los templos de madera, para reforzar las posibilidades acústicas, metían en los muros recipientes y
ánforas para aumentar el número de superficies esféricas que pudieran reflejar el sonido. Por esto la voz,
incluso la que no es muy fuerte, se oye bien aquí. El templo ortodoxo está orientado para la voz humana, y
orientado, como todo el universo, para el hombre.
El único instrumento musical del templo ortodoxo es la campana. Los Padres de la Iglesia preferían la voz
humana, por considerarla el instrumento más perfecto creado por Dios. Pero las campanas perduraron. Al
principio, su función era del todo secundaria: llamar a los fieles a la oración.
Las campanas, que parecen naturales para la tradición ortodoxa, proceden, en cambio, de Occidente;
mientras que el órgano, el inevitable instrumento de la celebración católica, fue llevado a Europa desde
Bizancio, donde se tocaba habitualmente en la corte del emperador.
Las campanas más grandes se usan pocas veces, sólo en momentos solemnes o trágicos. En el campanario
del templo ortodoxo cuelgan diferentes campanas de distintas medidas. En la ortodoxia existe la tradición de
anunciar mediante la polifonía de las campanas, cuando el campanero pone en movimiento una decena de
campanas y cada una de ellas suena por separado, pero los sonidos
se basan en una única armonía de alegre júbilo.
En la celebración ortodoxa no puede faltar el coro. El canto en la
Iglesia Ortodoxa no tiene acompañamiento instrumental, tal como la
Iglesia Católica lo tenía en la época primitiva. El canto del coro,
unánime, dominante en la tradición rusa ortodoxa hasta finales del
siglo XVII, es, en cierto sentido, una escuela espiritual para el
hombre, que somete su voz al sonido del coro. Así el hombre
aprendía la armónica coordinación de su mundo espiritual con el de
las demás personas y, en definitiva, con todo el universo, creado por
Dios de acuerdo con las reglas de la armonía.
La parte musical de la celebración, como todas las demás, no tiene
sólo un significado estético, sino también un sentido profundo que
ayuda a comprender con más intensidad la esencia de la fe
ortodoxa. Aquí las palabras y la melodia se unen mutuamente de
forma muy estrecha, por ello los Padres de la Iglesia enseñaban:
“Que tu voz cante, y que tu mente reflexione diligentemente sobre el canto”. El contenido de los cantos
eclesiales tendría que ajustarse por completo a la dogmatica, a los fundamentos de la fe. Muchos cantos
desempeñan el mismo papel que las pinturas del templo: explican, enseñan la verdad de la Ortodoxia.

LAS CÚPULAS

La variedad de formas de la arquitectura rusa de los templos se expresa en el


número de cúpulas que los coronan. Este número es simbólico. Si encontramos
una cúpula, simboliza al Único Dios; si las cúpulas son tres, a la Santa Trinidad; si
son cinco, a Cristo y los cuatro evangelistas; si son siete, a los siete Sacramentos
de la Iglesia; si son nueve, a los órdenes de los ángeles; si son trece, a Cristo y los
doce apóstoles. El numero de cúpulas puede llegar hasta treinta y tres, según el
número de años de la vida terrenal del Salvador.
También la forma de la cúpula tiene su sentido simbólico. La forma de yelmo hace recordar al guerrero, la lucha espiritual que sostiene la Iglesia
contra las fuerzas del mal y de las tinieblas. La forma de bulbo simboliza la llama de una vela, lo que nos conduce hacia las palabras de Cristo:
“Vosotros sois la luz del mundo”. La forma muy elaborada y los colores intensos de las cúpulas del templo de Basilio el Bendito hablan de la
belleza de la Jerusalén Celeste.
El color de la cúpula es relevante en la simbología del templo. El oro simboliza la gloria celeste. Los templos más importantes y los dedicados a
Cristo y a las doce festividades principales de su vida tienen las cúpulas doradas. Las de color azul con estrellas coronan los templos dedicados a la
Virgen María, porque la estrella hace recordar el nacimiento de Cristo de la Virgen María. Los templos dedicados a la Santísima Trinidad tienen las
cúpulas pintadas de verde, que es el color del Espíritu Santo. En cambio, los templos dedicados a los santos están coronados por cúpulas de color
verde o plateado.
   

También podría gustarte