Convivencia Cristiana
Convivencia Cristiana
Convivencia Cristiana
¿Por qué quiere Dios que los cristianos convivan y compartan entre ellos?
Las escrituras revelan que los cristianos originales se congregaban para adorar a
Dios. Poco después de la crucifixión de Cristo, sus seguidores se reunieron en la
Fiesta de Pentecostés —“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes
juntos” (Hechos 2:1). Pero no sólo se reunieron, además estaban “unánimes” en
mente y propósito.
En Levítico 23:3, Dios ordena al antiguo Israel guardar el día de reposo. Pero esto no
sólo significaba dejar de trabajar, sino también congregarse: “Seis días se trabajará,
mas el séptimo día será de reposo, santa convocación; ningún trabajo haréis; día de
reposo es de Jehová en dondequiera que habitéis”.
Instrucción de Hebreos
Probablemente la escritura más conocida en cuanto a la convivencia cristiana sea
Hebreos 10:24-25: “considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las
buenas obras; no dejando de congregarnos”.
Más adelante, Hebreos describe el deber colectivo de los cristianos, la manera en que
debemos comportarnos y los beneficios de permanecer unidos.
Pero no sólo los ministros pueden contribuir al bien de los miembros. La unidad
entre hermanos es otra fuente importante de beneficios espirituales:
“...Todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se
ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su
crecimiento para ir edificándose en amor” (Efesios 4:16).
Pero ¿cómo debe ser nuestra convivencia? Veamos lo que nos dice Hebreos 10.
Edificante y alentadora
Es por eso que el apóstol Pablo insta a los miembros de la Iglesia en Corinto a
considerarse unos a otros como miembros de un mismo cuerpo, “para que no haya
desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por
los otros. De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con
él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan. Vosotros,
pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular” (1 Corintios 12:25-
27).
Es interesante notar que Pablo primero describe a los cristianos como parte del
Cuerpo, y luego como miembros en lo individual. Ésta es la clase de unión y
seguridad que nuestra convivencia debería producir.
Ahora, ¿qué es lo que no debemos hacer cuando nos congregamos con los
hermanos? Pablo nos da un ejemplo en la misma carta diciendo: “Pero al anunciaros
esto que sigue, no os alabo; porque no os congregáis para lo mejor, sino para lo peor.
Pues en primer lugar, cuando os reunís como iglesia, oigo que hay entre vosotros
divisiones; y en parte lo creo” (1 Corintios 11:17-18).
La importancia de la convivencia
En Hebreos 10:25, vemos que los cristianos deben reunirse, “no dejando de
congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto
más, cuanto veis que aquel día se acerca”. Aquí, la palabra “congregarnos” proviene
del griego episunagogue, que significa “reunirse, juntarse” (Diccionario expositivo
completo de Vine). El único pasaje del Nuevo Testamento (además de Hebreos 10:25)
donde se utiliza este término es 2 Tesalonicenses 2:1: “Ahora bien, hermanos, en
cuanto a la venida de nuestro Señor Jesucristo y a nuestra reunión [episunagogue]
con él, les pedimos que...”.
Sin embargo, Mateo 24:31 utiliza una palabra relacionada (episunago) para describir
la reunión de los creyentes que tendrá lugar cuando Cristo regrese: “Y enviará sus
ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán [episunago] a sus escogidos, de los
cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro”.
El origen de la unidad
Más adelante, David hace un paralelo entre esta unidad y el aceite de unción que el
sumo sacerdote guardaba en el tabernáculo de Israel. En el Antiguo Testamento, este
aceite se utilizaba para ungir a reyes y sacerdotes; en el Nuevo Testamento, el aceite
se convirtió en un símbolo del Espíritu Santo y el carácter de Dios (Hechos 10:38;
2 Corintios 1:21-22).
David luego compara la unidad con el rocío de Hermón —un monte de gran altura
que se encuentra en la frontera entre Israel y el Líbano y que representa una
importante fuente de agua para la región (Salmos 133:3). Parte de esta agua proviene
de la nieve, pero, desde fines de la primavera hasta el otoño, el agua se obtiene
principalmente del rocío de la mañana. Curiosamente, el agua es otro de los
símbolos que representan el Espíritu Santo (Juan 7:37-39). Si desea más detalles
acerca de éste tema, consulte “¿Qué es el Espíritu Santo?” y “¿Qué es el bautismo?”.
En otras palabras, es el Espíritu Santo —la mente y el poder de Dios— lo que hace
posible la unidad y buena convivencia entre hermanos. 1 Juan 1:3 lo resume diciendo:
“...para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión
verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo”.
Depende de cada uno de nosotros permitir que el Espíritu trabaje en nuestra vida y
nos ayude a convivir positivamente con nuestros hermanos, “no dejando de
congregarnos... y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”.
Si desea saber más acerca del lugar en que Dios quiere que convivamos unos con
otros, le invitamos a leer los artículos que encontrará en la sección "La Iglesia”.
ORACIÓN DE TRANSICIÓN:
En esta oportunidad centraremos uno de estos “pecados respetables” que hoy
pareciera ser parte esencial de la cultura que nos rodea y que se presenta de variadas
maneras: el orgullo. A la luz de la experiencia de Adán repasaremos el relato de la
aparición del orgullo en este mundo y los penosos efectos que tuvo enfrentar Adán y
que continuamos experimentando nosotros cuando cedemos a su influencia.
CONCLUSIÓN:
Apelación: Debemos pedirle a Dios que nos libre del orgullo de nuestro propio
corazón. De lo contrario, Él no podrá reinar en nuestras vidas.
Llamado: ¿Estás dispuesto a humillarte delante de Dios para que él pueda tomar el
control de tu vida y realizar su obra salvadora en ti?
LA REVERENCIA EN LA ADORACIÓN
HEBREOS 12:28
INTRODUCCIÓN:
1. La reverencia a Dios es muy importante para poder agradar a Dios, y lo veremos desde el
punto de vista en la adoración a Dios.
2. Ya que la adoración a Dios no es solo lo que hagamos en las practicas correctas en espíritu y
verdad. Juan 4:24. Sino también de respeto y reverencia al ser que estamos adorando que es
Dios.
3. Para que la adoración a Dios se aceptada por El, esta debe ser también con reverencia
decentemente y orden. 1 Corintios 14:40. El orden esta desde el momento de nuestra
puntualidad, ya que si llegamos después de la hora acordada como Iglesia, ya es desorden y
provoca desorden en los demás al entrar cuando ya la clase empezó o el sermón.
4. Demos el verdadero valor a la adoración a Dios con reverencia y orden.
LA ACTIVIDAD DE LOS MIEMBROS EN EL CULTO ES MUY IMPORTANTE.
1. Los cristianos debemos de mirar con especial atención nuestra reunión en el culto a Dios.
2. La Iglesia Mateo 16:18. Es el lugar a donde Dios nos ha trasladado por medio de la obediencia
al evangelio. Romanos 6:17-18. Después que nos libertara del poder de las tinieblas.
Colosenses 1:13. Es el lugar de luz que Dios nos ha trasladado.
3. Es en la Iglesia donde Dios nos bendice con toda bendición espiritual. Efesios 1:3. Para que
fuésemos Santos y sin manchas. Efesios 1:4. Por eso el cristiano que logra ver y entender estas
cosas aprende a ver a la iglesia como algo muy especial, digna de todo respeto de toda
reverencia y decencia y orden.
4. Muchos lamentablemente no le dan la importancia que la iglesia tiene, ya que por ella es
dada a conocer la infinita sabiduría de Dios. Efesios 3:10. Es la iglesia la que da a conocer la
infinita sabiduría de Dios.
5. Pero muchas veces demostramos que la iglesia no es tan importante cuando no nos reunimos
para adorar, cuando llegamos solo de espectadores solo para ver, cuando llegamos y hacemos
desorden, cuando no llegamos con reverencia a Dios.
6. ¿Cuan importante es la iglesia para Usted? No lo diga con palabras demuéstrelo con hechos.
LA ADORACIÓN ESPIRITUAL INVOLUCRA A TODA LA CONGREGACIÓN.
1. La adoración “en espíritu y verdad” Juan 4:23-24. Involucra la participación de toda la
congregación en una serie de actos, sin embargo muchos cristianos en nuestros días
confunden adorar con observar solo, muchos solo observan a los demás cantar, orar, estudiar,
meditar.
2. Los cristianos del primer siglo cantaban juntos. Colosenses 3:16. Es un mandamiento de Dios
que todos cantemos, el cantar no es solo del director o de unos cuantos hermanos, el cantar
es mandamientos para todos los cristianos.
3. Los hermanos leían las escrituras y oraban juntos. Hechos 2:42. Una correcta adoración es
señal de una iglesia sana y fuerte. El cristiano que comprende esto y adora como Dios lo
manda en espíritu y verdad recibe mucho gozo y felicidad en la adoración.
4. Una adoración correcta produce vidas con gozo y fortaleza. Hechos 13:52. Pero si lo hacemos
solo como espectadores nos iremos a la casa vacíos y tristes sin consuelo.
LA REVERENCIA
Mis sábados guardaréis, y mi santuario tendréis en reverencia: Yo Jehová.
Levítico 19:30 (RVA).
Dios es santo y sublime; y para el alma humilde y creyente, su santuario
terrenal, el lugar donde su pueblo se reúne para adorarlo, es una puerta del
cielo. El canto de alabanza, las palabras pronunciadas por los ministros de
Cristo, son los elementos que Dios ha destinado a la preparación de un
pueblo para la iglesia del cielo, y para el culto superior.
Cuando los adoradores entran en el lugar de la reunión, deben hacerlo con
decoro, pasando cuidadosamente a sus asientos… La conversación común, los
cuchicheos y las risas no deben permitirse en la casa de culto, ni antes ni
después del servicio. Una piedad ardiente y activa debe caracterizar a los
adoradores.
Si algunos tienen que esperar unos minutos antes de que empiece la reunión,
conserven un verdadero espíritu de devoción meditando silenciosamente,
manteniendo el corazón elevado a Dios en oración, a fin de que el servicio sea
de beneficio especial para su propio corazón, y conduzca a la convicción y
conversión de otras almas. Deben recordar que los mensajeros celestiales
están en la casa. Todos hemos perdido mucha dulce comunión con Dios por
nuestra inquietud, por no fomentar los momentos de reflexión y oración…
Elevad la norma del cristianismo en la mente de vuestros hijos; ayudadles a
entretejer a Jesús en su experiencia; enseñadles a tener la más
alta reverencia por la casa de Dios, y a comprender que cuando entran en la
casa del Señor, deben hacerlo con corazón enternecido y subyugado por
pensamientos como éstos: “Dios está aquí; ésta es su casa. Debo tener
pensamientos puros y los más santos motivos… Este es el lugar donde Dios se
encuentra con su pueblo y lo bendice”…
Los padres no deben sólo enseñar, sino ordenar a sus hijos que entren en el
santuario con seriedad y reverencia.
Practicad la reverencia hasta que ésta se convierta en parte de vuestro
ser.
Elena G. White
DIOS NOS CUIDA, PÁGINA 60
Un examen del tema de la adoración en los escritos de Elena G. de White puede mostrar
orientaciones prácticas acerca del culto, la reverencia, el canto, etc. Pero una lectura más
detenida ofrece también elementos esenciales del fundamento teológico tras las manifestaciones
cúlticas eclesiales.
El presente trabajo propone elementos teológicos de la adoración a partir de los escritos de
Elena G. de White relacionados con cinco áreas de la teología: la doctrina de Dios, la
antropología, la soteriología, la eclesiología y la escatología.
Dios: el objeto digno de adoración
Para Elena G. de White, Dios merece la adoración de sus criaturas en virtud de sus atributos y
acciones. Afirma que un mejor conocimiento de Dios suscita la adoración de los hombres.
“Cuando podamos comprender el carácter de Dios como lo comprendió Moisés (Éxodo 33:19;
34:6-8), también nos apresuraremos a postrarnos en adoración y alabanza”. 1 Por esa misma
razón Satanás se esfuerza en distorsionar su carácter. 2
Al igual que las Escrituras, los escritos de Elena G. de White fundamentan la adoración en virtud
de los atributos absolutos de Dios, como la infinitud, la eternidad, la grandeza, y la perfección.
Señala que Satanás ha intentado reemplazar “la justicia y perfección del Dios infinito que es el
verdadero objeto de la adoración...”. 3 Estas cualidades divinas justifican la adoración. “Jehová,
el eterno, el que posee existencia propia, el no creado, el que es la fuente de todo y el que lo
sustenta todo, es el único que tiene derecho a la veneración y adoración supremas”. 4 En razón
de sus perfecciones existe un objeto único de adoración. “No es al hombre a quien debemos
exaltar y adorar; es a Dios, al único Dios verdadero y viviente, a quien se le debe adoración y
reverencia”. 5
La alabanza y la gratitud aparecen en estrecha relación con los atributos relativos de Dios, como
su presencia, bondad, misericordia, poder, y soberanía. Se indica que “la verdadera reverencia
hacia Dios nos es inspirada por un sentido de su infinita grandeza y un reconocimiento de su
presencia” y que “la presencia de Dios hace que tanto el lugar como la hora de la oración sean
sagrados”. 6 La convicción de la presencia divina hace del culto una ocasión de pleno gozo. 7 La
bondad y el poder del Señor se presentan como estímulos para la alabanza y la gratitud. 8 Dios
mostró su poder en los eventos del éxodo “para que su pueblo se apartara de la idolatría y le
tributara verdadera adoración”. 9 Al “considerar a Dios como un padre tierno y misericordioso” el
servicio y la adoración se transforman en un placer. 10
Elena G. de White era muy conciente de que la adoración verdadera responde además a los
atributos morales de Dios, como la santidad y el amor. La indumentaria del sacerdocio hebreo
inspiraba “el sentimiento de la santidad de Dios, de lo sagrado de su culto y de la pureza que se
exigía a los que se allegaban a su presencia”. 11 La visión del Señor volvió a Isaías más
consciente de su indignidad “a medida que miraba la santidad y majestad del
santuario”. 12 Deben inculcarse en los miembros de iglesia “ideas correctas de la adoración y
reverencia verdaderas” a fin de prepararlos “para alternar con los adoradores de los atrios
celestiales, donde todo es pureza y perfección, donde todos los seres manifiestan perfecta
reverencia hacia Dios y su santidad”. 13 Cuando el creyente se congrega, ha de recordar que
“Dios es superior y santo...”. 14 Al igual que Noé después del diluvio, debiera expresarse gratitud
y culto ante las manifestaciones de la misericordia y el amor de Dios. 15 La contemplación del
amor de Dios despertó la ferviente adoración y la gratitud de David e inspiró su alabanza. 16 Ese
amor divino manifestado en la cruz de Cristo estimula la alabanza, la gratitud, la adoración alegre
y el gozo reverente. 17
A veces se propone una combinación de atributos morales y relativos como motivo de adoración
humana y celestial, particularmente la justicia y la misericordia. La unión de estas características
divinas “llena todo el cielo de admiración y adoración”. 18 Se dice que el sábado “es un testimonio
perpetuo de su existencia, y un recuerdo de su grandeza, su sabiduría y su amor”. 19
Varias acciones divinas aparecen como razones que demandan la adoración a Dios. El Dios
creador y sustentador se hace merecedor de la adoración de los hombres. 20 “El deber de adorar
a Dios estriba en la circunstancia de que él es el Creador, y que a él es a quien todos los demás
seres deben su existencia”. 21 No es la naturaleza sino su Creador el objeto de la honra y la
adoración. 22 “El Dios vivo merece nuestro pensamiento, nuestra alabanza, nuestra adoración
como Creador del mundo, como Creador del hombre. Debemos alabar a Dios porque fuimos
maravillosamente hechos”. 23 El capítulo 14 de Apocalipsis exhorta a los hombres a que adoren
al Creador en fidelidad y obediencia. 24 El sábado conmemora la creación y recuerda la
verdadera razón para la adoración a Dios. 25
Elena G. de White también deja ver que la revelación divina hace posible la adoración humana.
“La religión que proviene de Dios es la única que conducirá a Dios”. 26 Jesús fue también sobre
este tema la fuente suprema de revelación. “Jesús había venido para enseñar el significado del
culto a Dios, y no podía sancionar la mezcla de los requerimientos humanos con los preceptos
divinos”. 27 “Cristo vio que algo debía hacerse... La obra de Cristo consistía en establecer un culto
completamente diferente”. 28 Se advierte contra la excitación de sentimientos y se favorece la
predicación serena de la Palabra. Los sentimientos quedan subordinados al juicio. Se rechazan
tanto el fanatismo como el frío formalismo como engaños satánicos, así como la confusión, y las
grandes manifestaciones corporales. 29
El concepto de Elena G. de White sobre adoración muestra un equilibrio entre la trascendencia y
la inmanencia de Dios 30, y en consecuencia un balance entre los aspectos formales e informales
de la adoración. 31 La adoración se mueve entonces entre el temor reverencial y la gozosa
comunión. Tanto la grandeza como la presencia de Dios inspiran la verdadera reverencia. 32 La
presencia y el amor de Cristo en el corazón de lo adoradores se reflejarán en reuniones
intensamente interesantes e impregnadas por la atmósfera del cielo. 33 Dios “honra con su
presencia las asambleas de sus hijos” y los acompaña por medio de su Espíritu. 34
La adoración se concibe en términos trinitarios, porque reconoce la dignidad divina de Cristo 35, y
el protagonismo del Espíritu Santo. El verdadero culto es “el fruto de la obra del Espíritu
Santo”. 36 Sólo el Espíritu crea un entusiasmo sano. 37
En consecuencia, la adoración es una experiencia teocéntrica, motivada por un Dios a la vez
soberano y presente en la asamblea eclesial.
El hombre: el sujeto que adora
Para Elena G. de White la adoración es la respuesta integral de la criatura humana ante el ser y
el quehacer divino. Esa respuesta debe caracterizarse tanto por la reverencia y la humildad,
como por la gratitud, la alabanza, el gozo, y el amor.
En la vivencia cúltica los humildes y creyentes adoradores reconocen la superioridad y santidad
de Dios y la dignidad de su casa. 38 “Los discípulos de Cristo deben precaverse hoy contra la
tendencia a perder el espíritu de reverencia y temor piadoso. Las Escrituras enseñan a los
hombres cómo deben acercarse a su Hacedor, a saber con humildad y reverencia, por la fe en
un Mediador divino...”. 39 Las dádivas que sustentan el culto público atestiguan “la existencia y la
soberanía del Dios viviente”, y expresan lealtad y amor hacia él. 40 Las santas convocaciones en
Israel debían mantener vivos la fe, el amor y la gratitud. 41
Al mismo tiempo los hijos de Dios deben hablar palabras de alabanza y agradecimiento 42, y
asistir a la casa de adoración “llenos de gozo”. 43 Elena G. de White dice que el servicio y la
adoración debieran realizarse con alegría y placer. “Aquello que se hace para la gloria de Dios
debe hacerse con alegría, con cánticos de alabanza y acción de gracias, no con tristeza y
semblante adusto... Debiera ser un placer adorar al Señor y participar en su obra... El quiere que
quienes van a adorarlo puedan llevarse preciosos pensamientos de su cuidado y amor, para que
estén siempre contentos en sus ocupaciones diarias y tengan gracia para conducirse honesta y
fielmente en todas las cosas”. 44
Ante la manifestación divina el hombre se hace consciente de su indignidad. Al contemplar la
majestad y santidad de Dios, Isaías se vio a sí mismo en su pequeñez, indignidad e
incompetencia. 45
Todo el ser del hombre adora a Dios, cuidando su cuerpo, sus pensamientos, y sus emociones
bajo el dominio de la razón santificada. En el concepto de Elena G. de White “La salud... está
más íntimamente relacionada con la conciencia y la religión de lo que muchos piensan”. 46 Existe
por tanto la idea de adoración como estilo de vida. “Dios deseaba que toda la vida de su pueblo
fuera una vida de alabanza”. 47
La adoración es, entonces, una respuesta positiva e integral del hombre a Dios.
La salvación: motivación y habilitación
En Elena G. de White existe una relación cercana entre adoración y soteriología, porque la
adoración se concentra en la obra redentora de Cristo, y en el plan de salvación. Tal como lo
atestiguan los textos veterotestamentarios, ya el culto de Israel anticipaba la salvación provista
por Cristo. 48
La adoración surge como respuesta a la salvación, motivando y capacitando al creyente en esa
experiencia. “Al meditar el pueblo de Dios en el plan de salvación, sus corazones se
enternecerán con amor y gratitud...”. 49 La cruz de Cristo se convierte en la gran fuerza de la
vivencia cúltica. “Contemplando al Redentor crucificado, comprendemos más plenamente la
magnitud y el significado del sacrificio hecho por la Majestad del cielo. El plan de salvación
queda glorificado delante de nosotros, y el pensamiento del Calvario despierta emociones vivas y
sagradas en nuestro corazón. Habrá alabanza a Dios y al Cordero en nuestro corazón y en
nuestros labios; porque el orgullo y la adoración del yo no pueden florecer en el alma que
mantiene frescas en su memoria las escenas del Calvario”. 50 El hombre responde en amor y
adoración agradecida por la obra salvadora de Dios. 51 “No tiene paralelo el sacrificio de Cristo
por el hombre caído. Es el tema más excelso y sagrado en que podamos meditar. Cada corazón
que es iluminado por la gracia de Dios es constreñido a inclinarse con inexpresable gratitud y
adoración delante del Redentor por su sacrificio infinito”. 52 La revelación del amor de Dios en
Cristo genera en el hombre gratitud, obediencia, adoración, amor, alegría y alabanza. 53 El poder
de la cruz pone en acción “los misteriosos manantiales de la esperanza y el temor, la adoración y
el amor”. 54
En la eternidad seguirá adorándose en respuesta al sacrificio de Cristo. “La cruz de Cristo será la
ciencia y el canto de los redimidos durante toda la eternidad... El hecho de que el Hacedor de
todos los mundos, el Árbitro de todos los destinos, dejase su gloria y se humillase por amor al
hombre, despertará eternamente la admiración y adoración del universo”. 55
Hasta los mundos no caídos “tributan alabanza y honor y gloria a Jesucristo por el plan de la
redención para salvar a los hijos caídos de Adán así como para confirmarlos a ellos mismos en
su posición y en su carácter de pureza”. 56 El cielo expresó alabanza y adoración “por la gran
misericordia y condescendencia de Dios al dar a su amado Hijo para que muriese por una raza
rebelde. Expresaron alabanza y adoración por el abnegado sacrificio de Jesús, que consentía en
dejar el seno del Padre y escoger una vida de sufrimientos y angustias y morir ignominiosamente
para poder dar vida a otros”. 57
La intercesión de Cristo en favor del hombre en el santuario celestial también provoca la gratitud
y la adoración a Dios. 58
La adoración humana sólo es posible por la gracia divina y la justicia de Cristo, y constituye una
respuesta de fe viviente y salvífica, que se manifiesta en buenas obras, obediencia y servicio. “El
incienso, que ascendía con las oraciones de Israel, representaba los méritos y la intercesión de
Cristo, su perfecta justicia, la cual por medio de la fe es acreditada a su pueblo, y es lo único que
puede hacer el culto de los seres humanos aceptable a Dios”. 59 Del mismo modo la sal añadida
a todo sacrificio en las ceremonias del templo “significaba que únicamente la justicia de Cristo
podía hacer el culto aceptable para Dios”. 60
El amor perdonador de Dios trae paz e inspira la alabanza y la adoración agradecida al
Salvador. 61 “Cuando los rayos de la justicia de Cristo brillen en el creyente, el gozo, la adoración
y la gloria se entretejerán con su experiencia”. 62
La adoración verdadera fructifica en buenas obras, porque “el verdadero culto consiste en
trabajar junto con Cristo”. 63 La alabanza sincera es un deber como lo es la oración 64, y el
creyente ha de “alabar a Dios mediante un servicio tangible... 65 ”. En consideración de la
salvación recibida por Cristo surge el anhelo de servicio, la respuesta de amor y de adoración
agradecida. 66
Elena G. de White habla de adoración en términos de obediencia a Dios y a su ley. Esa es la
exhortación del mensaje del primer ángel de Apocalipsis 14. “Sin obediencia a sus
mandamientos, ninguna adoración puede agradar a Dios”. 67 Quienes responden al triple
mensaje divino guardan los mandamientos de Dios, incluyendo el cuarto que señala a Dios como
Creador. 68 Dios apartó y santificó un día y se lo otorgó al hombre para su descanso y
culto. 69 Apocalipsis 14 contrapone a quienes rinden una adoración obediente con quienes siguen
pautas humanas. 70 “En vista de que los que guardan los mandamientos de Dios están puestos
así en contraste con los que adoran la bestia y su imagen y reciben su marca, se deduce que la
observancia de la ley de Dios, por una parte, y su violación, por la otra, establecen la distinción
entre los que adoran a Dios y los que adoran a la bestia”. 71 En ese tiempo final “los que adoran a
Dios se distinguirán especialmente por su respeto al cuarto mandamiento...”. 72
De la narrativa bíblica se extraen lecciones de obediencia y fidelidad. “Dios quiso enseñar al
pueblo que debía acercarse a él con toda reverencia y veneración y exactamente como él
indicaba. El Señor no puede aceptar una obediencia parcial. No bastaba que en el solemne
tiempo del culto casi todo se hiciera como él había ordenado”. 73
La religiosidad no puede ser formal o ritual, sino un fruto de la obra del Espíritu. “Nos inspirará
una obediencia voluntaria a todos sus requerimientos. Tal es el verdadero culto”. 74
En consecuencia la adoración es cristocéntrica, y se expresa en una respuesta creyente y
comprometida. “Es preciso juntarnos en torno de la cruz. Cristo, y Cristo crucificado, debe ser el
tema de nuestra meditación, conversación y más gozosa emoción”. 75
La iglesia: el ámbito comunitario
Para Elena G. de White la adoración de la comunidad eclesial es de vital importancia. Considera
los momentos de culto verdadero como una profunda bendición, y como “ocasiones sagradas y
preciosas”. 76
Por una parte, parece claro que deben existir regulaciones específicas respecto del culto.
“Algunos piensan que es malo procurar observar orden en el culto de Dios. Pero he visto que tal
cosa no es peligrosa. He visto que la confusión desagrada al Señor, y que debe haber orden en
la oración y también en el canto”. 77 No hay aquí lugar para la negligencia o la apatía. “Debiera
haber reglas respecto al tiempo, el lugar, y la manera de adorar. Nada de lo que es sagrado,
nada de lo que pertenece al culto de Dios, debe ser tratado con descuido e indiferencia”. 78
Es evidente que se defienden las bondades de un culto digno y sereno evitando los extremos del
formalismo y el fanatismo. En los comienzos de la iglesia se dieron advertencias sobre la
necesidad de un solemne decoro en el culto, contra las exclamaciones ruidosas, las oraciones a
gritos y toda excitación. 79 Elena G. de White lamentó ciertas reuniones celebradas en Indiana
con ruido, confusión y alboroto. 80 “El Señor quiere que sus servicios se caractericen por el orden
y la disciplina, y no por la agitación y la confusión”. 81 Las orientaciones en este sentido son
específicas. “Cuando los creyentes proclaman la verdad como está ejemplificada en Jesús,
manifiestan una calma santa y serena, y no una tormenta de confusión”. 82 Se anticipa también
que antes de la terminación del tiempo de gracia se repetirá la experiencia de Indiana. “Se
manifestará toda clase de cosas extrañas. Habrá vocerío acompañado de tambores, música y
danza”. 83 Debe existir mucho cuidado en la evaluación de una experiencia tal. “El Espíritu Santo
nunca se manifiesta en esa forma, mediante ese ruido desconcertante”. 84 El Espíritu Santo no se
identifica con el desorden perturbador, pero Satanás trabaja en medio del estruendo y la
confusión. 85 La indicación se orienta hacia la prudencia. “En esta etapa de nuestra historia
debemos tener mucho cuidado de precavernos contra todo lo que sepa a fanatismo y
desorden”. 86 Ciertas cualidades del culto parecen ineludibles. “La obra de Dios se ha
caracterizado siempre por la serenidad y la dignidad”. 87
Se reconoce que “Dios condena la mera ejecución de ceremonias que carezcan del espíritu de
culto...”. 88 Pero el culto puede ser auténtico y significativo. “Ningún término es demasiado
enérgico para describir lo malo del culto formal, pero no hay palabras que puedan presentar
debidamente la profunda bendición del culto verdadero”. 89
Al mismo tiempo que se elogia el orden y la disciplina, se insiste en manifestaciones cúlticas que
sean espirituales y atractivas, donde los adoradores participen y expresen gratitud y
compañerismo. “Nuestras reuniones deben hacerse intensamente interesantes. Deben estar
impregnadas por la misma atmósfera del cielo. No haya discursos largos y áridos ni oraciones
formales simplemente para ocupar el tiempo. Todos deben estar listos para hacer su parte con
prontitud, y cuando han cumplido su deber la reunión debe clausurarse. Así el interés será
mantenido hasta el final. Esto es ofrecer a Dios un culto aceptable. Su servicio debe ser hecho
interesante y atrayente, y no dejarse que degenere en una forma árida. Debemos vivir por Cristo
minuto tras minuto, hora tras hora y día tras día. Entonces Cristo morará en nosotros, y cuando
nos reunamos, su amor estará en nuestro corazón, y al brotar como un manantial en el desierto,
refrescará a todos y dará a los que están por perecer avidez por beber las aguas de vida”. 90 En
un culto tal el sermón no es lo único importante. “Generalmente la predicación de nuestras
reuniones del sábado debe ser corta. Debe darse a los que aman a Dios oportunidad de
expresar su gratitud y adoración”. 91 El Señor Jesús ya había luchado contra la formalidad y en
favor de un culto espiritual. “Cristo vio que algo debía hacerse... El culto espiritual estaba
desapareciendo rápidamente. Ningún vínculo unía a los sacerdotes y gobernantes con su Dios.
La obra de Cristo consistía en establecer un culto completamente diferente”. 92
Además de la lectura y la predicación de la Palabra, se destaca el valor de otros elementos
litúrgicos como la oración, el canto y la alabanza. “Para el alma humilde y creyente, la casa de
Dios en la tierra es la puerta del cielo. El canto de alabanza, la oración, las palabras
pronunciadas por los representantes de Cristo, son los agentes designados por Dios para
preparar un pueblo para la iglesia celestial, para aquel culto más sublime, en el que no podrá
entrar nada que corrompa”. 93 Tanto el predicador como los adoradores participan activamente.
“Gran parte de la adoración pública de Dios consiste en alabanza y oración, y cada seguidor de
Cristo debiera participar en ella. También está el servicio de predicación, dirigido por aquellos
que están encargados de instruir a la congregación en la Palabra de Dios”. 94 Como instrumentos
de adoración participativa se equiparan el canto y la oración. “El canto, como parte del servicio
religioso, es tanto un acto de culto como lo es la oración”. 95 Es importante que la congregación
escuche con atención a las palabras predicadas, pero también que ofrezca una respuesta al
mensaje recibido. 96
En este sentido el culto comunitario está orientado hacia Dios en adoración y hacia la iglesia en
edificación, y debe moverse entre el orden y la vitalidad.
El futuro: la dimensión de la esperanza
Los escritos de Elena G. de White ofrecen también una dimensión escatológica a la adoración.
Se anticipan para la iglesia tiempos caracterizados por la alabanza y la adoración. “En visiones
de la noche pasó delante de mí un gran movimiento de reforma en el seno del pueblo de Dios.
Muchos alababan a Dios. Los enfermos eran sanados y se efectuaban otros milagros. Se
advertía un espíritu de adoración como lo hubo antes del gran día del Pentecostés”. 97 La
experiencia de adoración tendrá además una proyección eterna. Entonces la humanidad, como
la naturaleza “ofrecerá a Dios tributo de alabanza y adoración”. 98
La adoración constituye el verdadero eje del conflicto cósmico entre el bien y el mal originado en
los cielos. 99
Ese conflicto escatológico probará la lealtad del pueblo de Dios hacia el único objeto de
adoración. “El tiempo de angustia que espera al pueblo de Dios requerirá una fe inquebrantable.
Sus hijos deberán dejar manifiesto que él es el único objeto de su adoración, y que por ninguna
consideración, ni siquiera de la vida misma, pueden ser inducidos a hacer la menor concesión a
un culto falso”. 100
Elena G. de White relaciona la controversia final entre la verdadera y la falsa adoración con la
actitud de los hombres hacia la ley de Dios. Asegura que este tema dividirá a la humanidad en
dos grupos diferentes. El triple mensaje del Apocalipsis 14 es una exhortación a la adoración al
Creador mediante la obediencia a sus mandamientos. 101 “En vista de que los que guardan los
mandamientos de Dios están puestos así en contraste con los que adoran la bestia y su imagen
y reciben su marca, se deduce que la observancia de la ley de Dios, por una parte, y su
violación, por la otra, establecen la distinción entre los que adoran a Dios y los que adoran a la
bestia”. 102 La adoración hará la diferencia. “Al final de la lucha, toda la cristiandad quedará
dividida en dos grandes categorías: la de los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de
Jesús, y la de los que adoran la bestia y su imagen y reciben su marca”. 103
En particular la observancia del cuarto mandamiento será el asunto en cuestión que separará a
los auténticos de los falsos adoradores. 104
La adoración es ciertamente central en el conflicto escatológico y se relaciona estrechamente
con el destino eterno de los hombres.
Elena G de White dedica al tema de la adoración un espacio significativo. En su concepto la
adoración se dirige a Dios como objeto divino. El Dios trascendente e inmanente es quien origina
y orienta la adoración. La criatura humana es el sujeto que responde en forma activa e integral a
la vocación divina. La redención obrada por Jesucristo genera y habilita la adoración de los
creyentes, quienes responden al Salvador en fidelidad y compromiso. La adoración se manifiesta
en la vivencia personal y corporativa en armonía con la dinámica y el orden de la iglesia. La
adoración se proyecta finalmente hacia tiempos escatológicos en los cuales aparece como el
centro que distinguirá a los auténticos de los falsos hijos de Dios.