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Historia de la Filosofía - 2º Bachillerato Tema 8

HISTORIA DE LA FILOSOFÍA
Tema 8
Materiales elaboradas por Miguel Moreno Muñoz.
Adaptación y actividades de Carlos Clavijo Monzón

HUME

I. INTRODUCCIÓN: CARACTERÍSTICAS DEL EMPIRISMO

El empirismo es la concepción filosófica que pretende explicar el conocimiento y el ser de las cosas desde la experiencia. Se
contrapone, por ello, al racionalismo para el que el conocimiento se funda en la razón. Los empiristas afirman que la experiencia es el
origen del conocimiento – empirismo psicológico –, que en ella encuentra el conocimiento su validez – empirismo gnoseológico –, y que la
realidad misma es empírica, es decir, no hay más realidad que la que se da en la experiencia – empirismo metafísico –.

Rasgos empiristas se dan en la filosofía desde sus orígenes, pero cuando se habla de "la filosofía empirista” se hace referencia
normalmente a la corriente filosófica que se desarrolla en Inglaterra en los siglos XVII y XVIII, en clara oposición al
racionalismo continental. Sus autores fundamentales son John Locke, George Berkeley y David Hume, aunque también podemos
encontrar notable presencia en las tesis de Francis Bacon, Thomas Hobbes e Isaac Newton. Los antecedentes del empirismo nos
remontan hasta la filosofía escolástica en los planteamientos de Guillermo de Ockham, Sto Tomás y Roger Bacon.

La contraposición racionalismo-empirismo ayuda a entender lo más propio de cada una de las dos concepciones, principalmente en lo que
tienen de opuestas, pero no hay empiristas ni racionalistas puros. Unos y otros tienen delante los mismos datos y, aunque busquen
explicarlos en direcciones opuestas, siempre hay elementos comunes.

• El empirismo como método del conocimiento.

La actitud empirista lleva en sí la exigencia de un determinado método de conocimiento: el método empirista o empirismo metódico, basado
en el modelo experimental. Según este método, el conocimiento depende de la observación directa e inmediata. Hay, por ello, que
buscar los datos del conocimiento en la experiencia sensible. Propone, para ello:

— El recurso a la experimentación y comprobación de datos.

— El empleo de argumentaciones inductivas, que van de lo particular a lo general.

— Y, al mismo tiempo, desconfía de las especulaciones meramente racionales y de los razonamientos deductivos.

• Características fundamentales:

Se llega, de esta manera, a la constitución de una filosofía empirista, a un sistema organizado de conocimientos que tiene unos
presupuestos sobre el origen, los límites y las posibilidades del conocimiento. Los más importantes de estos presupuestos son:

a) La mente es un papel en blanco en el que todos los conocimientos tienen que ser escritos por la experiencia. (expresión
aristotélica, tomada por la Escolástica: tanquam tabula rasa).

b) Negación de las ideas innatas: se considera a la mente como algo pasivo puramente receptivo, que se limita a organizar y ordenar
lo que los sentidos le proporcionan, frente a las tesis racionalistas que defendían el innatismo de nuestras ideas.

c) El origen del conocimiento es la experiencia. Una idea es válida para el conocimiento de las cosas sólo si esa idea tiene su origen
en las cosas mismas y la experiencia tiene un sentido tanto externa como internamente (no sólo es contenido de la experiencia lo exterior).

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e) La experiencia se entiende como la presencia de unos datos en la mente. Por ello, el estudio del conocimiento se hace a partir de y
mediante el análisis psicológico introspectivo. El estudio del conocimiento nos lleva a concluir que todo conocimiento es conocimiento
de ideas y sus asociaciones. Parten de la concepción nominalista: las ideas universales son ideas particulares unidas mediante una
palabra.

f) La razón tiene un carácter eminentemente práctico y crítico. La dirección principal se establece fundamentalmente hacia una
crítica de las concepciones metafísicas.

II. VIDA Y OBRAS. EL OBJETIVO DE SU FILOSOFÍA.


• Vida:

David Hume nació en Edimburgo (Escocia) en 1711. Aunque de familia acomodada, no lo era lo suficiente como para permitir a
Hume el poder dedicarse exclusivamente a la filosofía, por lo que su padre lo orientó hacia la carrera de abogado, a la que llegó a dedicarse
durante unos meses en Bristol. No obstante, ya desde muy joven Hume manifestaba, según sus palabras, "una aversión insuperable hacia
todo lo que no fuera la investigación filosófica y el saber en general", por lo que abandonó su trabajo y viajó a Francia, donde permaneció
entre los años 1734-1737, dispuesto a dedicarse exclusivamente a la filosofía.

De esos años data la composición de su primera obra, Tratado sobre la naturaleza humana, redactada "durante mi retiro en
Francia -primero en Reims, pero principalmente en La Flèche, Anjou", según nos cuenta en su autobiografía. Recordemos que fue
precisamente en La Flèche donde había estudiado Descartes, lo que ha dado motivo a ciertas especulaciones sobre la intencionalidad de este
retiro en el mismo lugar por parte de Hume. En 1737 regresa a Londres, dirigiéndose posteriormente a Escocia, donde vivirá unos años con
su madre y hermano. En 1739 publicará los dos primeros volúmenes del "Tratado", al que seguirá el tercero en 1740. El poco éxito alcanzado
significó un duro golpe para Hume, que llega a decir en su autobiografía "jamás intento literario alguno fue más desgraciado que mi Tratado
de la naturaleza humana".

No obstante, el éxito obtenido posteriormente, en 1742, por los "Ensayos", le hizo olvidar por completo su fracaso anterior,
estimulándole para reescribir el Tratado (obra que será publicada en 1748 con el título: Ensayos filosóficos sobre el entendimiento humano).
En 1745 optó a la cátedra de ética de la Universidad de Edimburgo, plaza que no obtuvo probablemente por su reputación de escéptico y
ateo. Después de un año Inglaterra, como tutor privado del marqués de Annandale, fue invitado por el general St. Clair a una expedición
que, inicialmente dirigida contra Canadá, acabó con una pequeña incursión en la costa francesa. Posteriormente, en 1747, fue invitado por el
mismo general a acompañarle como secretario en una embajada militar por las cortes de Viena y Turín. Estas últimas actividades le permiten
mejorar su situación económica.

En 1749 regresa a Escocia, donde volverá a pasar dos años con su hermano en su casa de campo, publicando algunas obras más. En
1752 se instala en Edimburgo donde fue nombrado bibliotecario de la facultad de Derecho, dedicando su actividad filosófica más bien a
problemas históricos, sociales y políticos, como pone de manifiesto las obras publicadas a partir de entonces.

En 1763 recibió la invitación del conde de Hertford de acompañarle a París como secretario de embajada. Rechazada la invitación
en principio, Hume la aceptó ante la insistencia del conde, dirigiéndose a París donde permanecerá hasta 1766, participando en las
actividades de los eciclopedistas y los círculos ilustrados y entablando amistad con algunos de los personajes destacados de la época, como
Rousseau.

A su regreso a Londres fue nombrado "subsecretario de estado para el departamento septentrional", que se ocupaba de los
asuntos diplomáticos con los países situados al norte de Francia, cargo que no estaba remunerado y que desempeñó durante dos años, hasta
1769. Ese año regresará a Edimburgo, continuando sus actividades de estudio e investigación. Allí morirá el 25 de agosto de 1776, habiendo
escrito previamente, el 18 de abril, una breve autobiografía, conocedor ya de su pronta e inevitable muerte.

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• Obras:

— "Tratado sobre la naturaleza humana", publicada en tres volúmenes entre1739-1740.

— "Ensayos sobre moral y política", 1741-1742.

— "Investigación sobre el entendimiento humano", 1748. (En esta obra se retoman los temas del Tratado, presentados ahora con
mayor rigor, según las propias palabras de Hume, debiendo tomarse esta obra como referencia de su pensamiento en lugar del
Tratado, que queda desautorizado por el autor. La primera edición se publicó con el título "Ensayos filosóficos sobre el
entendimiento humano", siendo conocido esta obra con el título anteriormente citado a partir de la segunda edición de 1758).

— "Investigación sobre los principios de la moral", 1751.

— "Discursos políticos", 1752.

— "Historia de Gran Bretaña", 1756. (De Jaime I a Carlos I).

— "Historia de Gran Bretaña", 1756. (De Carlos I a la revolución de 1688).

— "Cuatro disertaciones: Historia natural de la religión. De las pasiones. De la tragedia. Del criterio del justo", 1757.

— "Historia de Inglaterra bajo los Tudor", 1759.

— "Historia de Inglaterra, de la invasión de Julio César al reinado de Enrique VII", 1761.

— "Diálogos sobre la religión natural", escritos antes de 1752, publicados en 1779.

— "Dos ensayos: De la inmortalidad del alma. Del suicidio", 1777.

III. EL NATURALISMO DE HUME

Con Hume, “empirismo” significa algo más complejo y sutil que en Locke, algo que podríamos denominar naturalismo. Hume no
pretende sólo escribir y reflexionar sobre los límites y principios del entendimiento humano, sino elaborar algo más ambicioso: una ciencia
sistemática de la naturaleza humana, a partir de la cual establecer el fundamento y la coherencia de todas las demás ciencias. Por eso tituló
su primera obra, escrita con apenas 23 años, Tratado acerca de la naturaleza humana.
Hume entiende que cualquier conocimiento y forma de organización social dependen estrechamente del ser humano, al cual le
atribuye una naturaleza propia, uniforme, unos principios y formas de pensar o actuar básicamente comunes a lo largo del tiempo y en toda
la geografía. Tales principios constantes y universales serían el fundamento último de la estabilidad de todo saber y de toda ciencia. Sólo
ajustándose a ellos será posible ampliar el saber, pero al mismo tiempo nos indican con claridad dónde están sus límites. Si estos se
traspasan, entraremos en el terreno apto para las confusiones de la metafísica, las creencias extrañas en milagros y espíritus y toda una
serie de representaciones innaturales e insanas.
Según él, el enfoque empirista alude a la experiencia de la propia naturaleza humana, en su actuación más universal posible,
registrada por la observación. Hume no es simplemente un crítico de las ideas tradicionales, (especialmente las ideas racionalistas de
causa, yo, mundo exterior, etc.), tachándolas de meras supersticiones o palabrería de la metafísica porque no tienen una impresión
sensible que les corresponda. Además de realizar una crítica sutil del uso de tales conceptos, da un paso más al investigar cuáles son los
fundamentos de tales ideas, sin las que ni siquiera sabríamos relacionarnos con el mundo o con los demás. Frente a quienes pudieran
entender que la superstición, el fanatismo o la metafísica formaban parte de la naturaleza humana lo mismo que nuestras ideas mejor

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fundamentadas, Hume aporta el criterio adicional de que lo único normativo es precisamente lo más común, lo que con más generalidad se
considera saludable y sano.

IV. LOS PRINCIPIOS DE LA FILOSOFÍA DE HUME

• Impresiones e ideas
Hume señala en lo que se ha dado en denominar “principio de inmanencia” que en la mente existen dos tipos de percepciones:
impresiones e ideas. Hume llama impresiones a lo que Locke denominaba «ideas». Las impresiones son las percepciones vivas que nos
transmiten los sentidos cuando conocemos objetos. Las ideas, en sentido estricto, son las representaciones o copias de las impresiones en
el pensamiento, ausente ya el objeto que originó las impresiones (“principio de copia”). Son más débiles que las impresiones.
Asimismo Hume señala que existe otra división entre percepciones simples (sean impresiones o ideas) y percepciones complejas
(sean igualmente impresiones o ideas). P.ej.: Gran Canaria es una impresión compleja a la que corresponde una idea compleja. Entre las
impresiones simples y las ideas simples existe una relación unívoca, pero no ocurre así entre impresiones complejas e ideas complejas. La
única manera de ver si a una idea compleja le corresponde un significado preciso será analizarla hasta hallar sus ideas simples y comprobar
entonces si les corresponden a éstas, una por una, impresiones simples.]

• Conocimiento (o cuestiones) de hechos y relaciones entre ideas


La distinción entre impresiones e ideas se refiere a elementos del conocimiento. Pero Hume distingue también diversos modos o
tipos de conocimiento (similar a la distinción leibniziana entre verdades de razón y verdades de hecho):
a. Conocimiento de las relaciones existentes entre las ideas: P.ej.: la proposición «Dos números iguales a un tercero son iguales
entre sí» nos resulta verdadera basándonos simplemente en los términos que contiene, independientemente de cualquier conocimiento
empírico. Este tipo de conocimiento se refiere a relaciones entre ideas, no a hechos. Se dan esencialmente en la lógica o las matemáticas.
b. Conocimiento o cuestiones de hechos: Es el que procede de la experiencia, en contacto con objetos y procesos del mundo físico (p.
ej.: «Llueve»; «Los serbios son belicosos», etc.). Son los propios de la física, así como de la mayoría de ciencias empíricas.

• Implicaciones del empirismo de Hume


Si consideramos impresiones e ideas los elementos fundamentales del conocimiento, introducimos un criterio radical de
certeza: Para saber si una idea es verdadera, basta comprobar de qué impresión procede. Las ideas sin ninguna impresión
que les corresponda serán pura ficción o fantasía. Por tanto, el límite de nuestros conocimientos viene dado por las impresiones que
suministran los sentidos.

V. CRÍTICA AL CONCEPTO DE CAUSALIDAD

Nuestro conocimiento de hechos queda limitado a las impresiones actuales -lo que vemos, oímos, etc.- y a nuestros recuerdos de
impresiones pasadas. Pero no puede haber conocimiento cierto del futuro porque no tenemos impresión alguna de lo que sucederá
en el futuro. Según Hume, no hay razonamiento lógico capaz de vincular necesariamente el pasado o el presente con el futuro. No
obstante, continuamente hacemos predicciones sobre el futuro: si no estudiamos será difícil encontrar un buen trabajo; si no buscamos cobijo
nos mojaremos, etc. Tenemos el hábito de realizar con toda normalidad inferencias causales: ciertos trabajos existen porque hay gente
preparada para realizarlos, y sin preparación es imposible acceder a ellos; el agua moja y llueve con frecuencia, etc. Por tanto, la idea de

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causa es la base de todas nuestras inferencias acerca de hechos de los que no tenemos impresión alguna. Y entendemos, habitualmente,
la conexión causal como una conexión necesaria entre el efecto y la causa. Después de observar en muchos casos que el fuego calienta,
podemos predecir que el agua hervirá si permanece cierto tiempo sobre el fuego. Dicho efecto se seguirá necesariamente de su causa.
Sin embargo, nuestra experiencia no justifica el establecimiento de conexiones necesarias entre fenómenos:
¿En qué impresión está basada la idea de «conexión necesaria entre fenómenos»? En ninguna, excepto en el número de veces que hemos
visto cómo el fuego calentaba agua o la lluvia mojaba. Pero esto sólo significa que, en el pasado, después de un fenómeno vino otro, no
que siempre y necesariamente la misma causa produzca idénticos efectos. Hume llama a estas relaciones constantes en el pasado pruebas, y
constituyen las evidencias sobre las que los humanos desarrollamos el sentido común y hablamos de experiencia.
Hablando con propiedad, no sabemos que el fuego calentará el agua; sólo lo creemos. Por tanto, nuestro pretendido conocimiento
del futuro sólo es suposición y creencia, nada más; aunque el hábito y la costumbre nos hagan estar completamente seguros de que
tales hechos sucederán. Lo que ocurre es que el ser humano otorga mucha importancia a las repeticiones y regularidades que observa en el
mundo, y las destaca para afianzar un cierto sentimiento de orden y seguridad ante los acontecimientos. Pero nuestras certezas no siempre
se corresponden con las leyes naturales, aunque semejante inclinación natural seguramente fue, es y será muy útil para nuestra
supervivencia.
Aunque nuestro conocimiento de hechos no observados sólo se base en creencias, en la práctica esto resulta suficiente para vivir
sin problemas. Pero al científico le interesa saber hasta dónde puede llevar sus inferencias causales para obtener conocimientos verdaderos
sobre la realidad. Hume recurre en este caso a la costumbre como mecanismo psicológico para averiguar hasta dónde pueden
llegar nuestras inferencias causales: las inferencias sólo funcionan a partir de impresiones: como fuego y calor van unidos con frecuencia en
la experiencia, podemos pasar de esa impresión a otras que venían asociadas a ella. Es decir: «De unas impresiones podemos inferir otras,
pero no podemos pasar de una impresión a otra cosa de la que nunca hemos tenido impresión».

VI. CRÍTICA AL CONCEPTO DE SUSTANCIA Y MUNDO EXTERIOR

Aristóteles describe la idea de sustancia como aquellos que soporte las cualidades, esenciales o accidentales y Descartes define la
sustancia como aquello que no necesita de ninguna otra cosa para existir. Las sustancias son el objeto apropiado de nuestro conocimiento.
Los empiristas piensan que todas las ideas, de cosas, objetos, etc, son complejas, es decir, compuestas de una serie de cualidades.

Pongamos por ejemplo el melocotón: ¿qué percibimos? Percibimos un color, un olor, un sabor, un volumen una figura, etc. ...
En realidad ni cada una de estas cualidades ni la suma de todas ellas, es el melocotón, simplemente son cualidades del melocotón. Entonces
¿qué es el melocotón a parte de estas cualidades? Los empiristas responden que no sabemos. Locke dice que no podemos decir qué es, ya
que no podemos conocer el melocotón como soporte de esas cualidades porque es una idea, que no proviene de la experiencia o de las
impresiones y sobrepasa los límites de nuestras percepciones particulares. Por tanto según los empiristas, no podemos conocer o tener idea
alguna de sustancia, sea materia o sea espíritu.

Hume rechaza el argumento lockeano que reconocía la existencia de una realidad extramental porque era la causa de nuestra
«idea» o convicción sobre la existencia del mundo exterior. Lo rechaza porque Locke pretende inferir de impresiones particulares una
pretendida realidad que va más allá de ellas y de la que no tenemos impresión o experiencia alguna. Asimismo la tesis cartesiana
justificaba la idea del mundo externo (res extensa) por la dependencia de ésta a nuestra idea de yo o pensamiento (res cogitans). Pero
según Hume la idea de la regularidad de las impresiones que obtenemos de los fenómenos externos es un error motivado también por la
creencia.

La creencia en la existencia de cuerpos y objetos exteriores supone admitir que existen de forma continua, más allá del tiempo
en que recibimos impresiones de ellos. Creemos que existen incluso cuando dejamos de percibirlos, pero esta creencia ya no podemos
basarla en impresiones. Ninguna discontinuidad puede producir como resultado la continuidad, y probablemente se trate de otra capacidad

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humana, distinta del hábito, la lógica o la observación, la que produzca en nosotros esta engañosa sensación de continuidad en la existencia:
la imaginación.

Esta facultad no actúa de forma caprichosa al producir en nosotros la idea de existencia continua. Su funcionamiento responde al
hecho de que algunas impresiones se repiten con peculiar constancia y, aunque haya cambios, estos revelan cierta coherencia y dependencia
mutua, que es precisamente lo que la imaginación destaca y refuerza. Esta función proyectante de la imaginación da como resultado la
idea de una existencia continua de los objetos físicos, más allá de nuestras percepciones, y justifica en cierto modo la creencia en que
nuestras percepciones discontinuas se conectan causalmente (entiéndase: mediante el hábito) con la idea de objetos exteriores en una
realidad extramental. Por tanto, creer que existe una realidad física distinta de nuestras impresiones no puede justificarse
apelando a la idea de causa o a impresiones, por constantes que nos parezcan, sino a la imaginación.

VII. CRÍTICA AL CONCEPTO DE YO (IDENTIDAD)

Tanto racionalistas como empiristas (Locke, Berkeley) habían considerado indudable la existencia de un yo o sustancia
cognoscente, pensante, origen de las acciones que atribuimos a humanos. Su existencia resultaba evidente por intuición inmediata, no
por inferencia causal. Pero Hume halla un punto débil en esta argumentación:

Hablar de un yo como sustancia o sujeto permanente de nuestros actos psíquicos no tiene justificación apelando a la experiencia,
porque las impresiones son efímeras y se suceden unas a otras ininterrumpidamente. Si tuviésemos una impresión del yo, permanecería
invariable y constante a lo largo de toda nuestra vida, pues hablamos del yo como un sustrato permanente de nuestras conductas y
procesos mentales (mis ideas, mis propósitos, una atribución de pertenencia que presupone un «yo»). Pero no existen impresiones
constantes e invariables: unas se suceden a otras y no se dan todas al mismo tiempo. Y todos experimentamos una evolución y cambios
radicales, desordenados e inconstantes a lo largo de nuestra vida.

No existe un yo como sustancia distinta de nuestras impresiones e ideas, como sujeto de nuestros actos psíquicos.
Aunque todos tenemos conciencia de identidad personal mantenida a lo largo del tiempo y a través de las múltiples ideas e impresiones,
esto no es más que un efecto de la memoria: una ficción de la imaginación en coordinación con la memoria, que nos
permite recordar la conexión existente entre las múltiples impresiones pasadas y presentes. También la memoria configura la compleja red
de sistemas causales y conexiones temporales que, a partir del hábito y las leyes de asociación por contigüidad, nos permiten introducir
orden en el complejo mundo de la experiencia. Pero la memoria sólo es un mecanismo útil para rastrear la sucesión de impresiones; no
establece una identidad personal como la exigida por la noción de «yo».

Con el mismo argumento podríamos afirmar que a partir de la sucesión de ideas en nosotros estamos en condiciones de proyectar
la existencia de un objeto tan peculiar como la mente. Esto no convencía ni al propio Hume, y adoptó una actitud escéptica al respecto. Si
apuramos esta vía de razonamiento veremos que la memoria adquiere un papel fundamental, hasta el punto de que sin ella no
sería viable ni nuestra idea de ser humano, ni la costumbre, el hábito o la imaginación, como tampoco podríamos hablar de mundo externo
ni de causalidad.

VIII. CRÍTICA A LA IDEA DE DIOS

Descartes y Locke recurrieron al principio de causalidad para demostrar que Dios existe. Pero Hume considera inválidos sus
argumentos porque pretenden dar el salto de impresiones particulares a Dios, del que no tenemos impresión alguna. Para Hume es
imposible averiguar si existe Dios o un mundo más allá de nuestras impresiones: nuestras nociones de Dios y de mundo exterior son un
misterio, constituyen la frontera y el límite de nuestro conocimiento.

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IX. CONCLUSIÓN DE SU FILOSOFÍA: FENOMENISMO Y ESCEPTICISMO

El empirismo radical de Hume le llevó al fenomenismo y al escepticismo: las impresiones aisladas con el punto de partida
absoluto de nuestro conocimiento, la única realidad incuestionable. Y entre las impresiones no cabe establecer más conexión que su
contigüidad o sucesión espacio-temporal.

• Es imposible encontrar un fundamento real a la conexión entre percepciones o impresiones: ni conocemos una
realidad exterior distinta de la suma de impresiones ni un sujeto con identidad personal: la realidad queda reducida a mera
sucesión de fenómenos (etimológicamente: lo que aparece o se muestra).

• El fenomenismo lleva a una actitud escéptica respecto a las capacidades de nuestro entendimiento: no
podemos conocer nada más allá de las impresiones, ni establecer conexiones verdaderas y firmes entre ideas o fenómenos.

X. LA ÉTICA Y LA RELIGIÓN EN HUME

Todo grupo humano tiene algún código moral o conjunto de juicios mediante los cuales expresa su aprobación o reprobación de
conductas y actitudes. Los grandes filósofos se han planteado antes o después cuál es el fundamento de nuestros juicios morales, cómo se
originan y qué justifica nuestras aprobaciones o rechazos de conductas y acciones.

Desde los griegos se aceptaba generalmente que el entendimiento o la razón constituían el fundamento tradicional de la
moral, pues gracias a la razón pueden los humanos conocer el orden natural y derivar así normas de convivencia adecuadas. Esta
adecuación al orden natural se consideraba el fundamento último de nuestros juicios morales.

Pero Hume opina que el conocimiento intelectual no puede ser el fundamento de los juicios morales, porque la
razón no siempre puede determinar o impedir nuestro comportamiento (p.ej.: por mucho que sepamos de matemáticas, no nos sentimos
obligados a aplicar ese conocimiento en la realidad). En otras palabras:
— El conocimiento de hechos o de relaciones entre ideas es útil para la vida pero no impulsa por sí mismo a actuar.
— Y el conocimiento de los hechos simplemente nos informa de lo que sucede, pero no de lo que debe suceder o de la valoración
moral que merece un suceso o actuación.
— No presenciamos cosas tales como vicios, inmoralidades o iniquidades. Sólo tenemos noticia de ciertas acciones, intereses,
motivos, propósitos o pensamientos.
— El único hecho del que tenemos impresión clara es del sentimiento interior de aprobación o reprobación que ciertas
conductas provocan en nosotros, pero no tenemos impresión de su justificación o fundamento racional.
— A la capacidad de dejarnos impresionar por lo que sucede a otros seres humanos Hume le llama simpatía. Más que la
compasión o la benevolencia, es la simpatía la noción indispensable para la existencia en sociedad y para la conducta moral.

• La ética humeana: El “emotivismo moral”. El sentimiento, único fundamento de los juicios morales.

Ni la razón, ni el entendimiento ni el conocimiento pueden servir de fundamento a los juicios morales: sólo el sentimiento es
capaz de explicar por qué actuamos como lo hacemos y hacer comprensibles nuestras decisiones. Ante ciertas acciones o maneras
de actuar experimentamos un sentimiento espontáneo de aprobación o reprobación moral, y ese sentimiento es natural y
desinteresado.

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El sentimiento que sirve de base a la moral no está producido por objetos o por acciones, sino que forma parte del carácter o forma
de ser de los humanos. Tampoco depende de los resultados de una acción o de las ventajas e intereses que favorezcan en nosotros. La
valoración moral surge del juicio por el cual interpretamos una acción como resultado de la intención de alguien y, por simpatía, nos
ponemos en situación de imitarla, comprobando así que nuestro carácter nos induce a considerarla virtuosa o deplorable.

Hume cree que cualquier persona puede ponerse en lugar de otra y coincidir en su valoración moral con la de cualquier otro
hombre. Estaba convencido de que existen virtudes y deberes naturales que podemos considerar universales porque, en
realidad, persiguen la consecución de valores universales. Esta idea coincide con su aceptación de una única naturaleza humana. Sugiere, así,
que existen deberes naturales (acciones a las que los humanos nos sentimos impulsados por nuestro instinto o tendencias innatas, como
los sentimientos de gratitud, compasión y de proteger a los hijos, manifestaciones extremas de la simpatía). Puede haber otros deberes
producto de la reflexión, como los que tienen por finalidad conseguir la felicidad de los demás. Entre ellos estaría la justicia, que
aunque resulte artificial responde a inclinaciones, deberes y virtudes naturales, por lo que debe ser considerada una virtud moral
fundamental para la constitución del orden social.

La antropología naturalista de Hume habla de un ser humano sensible y ordenado, guiado por el hábito y la costumbre, la
imaginación y la memoria, dócil al sentimiento de simpatía y benevolencia que hizo posible el origen de la sociedad y la búsqueda de la
justicia, como alternativa a la escasa protección que la naturaleza nos proporciona. Tras esta concepción late un profundo optimismo,
claramente ilustrado, en las inclinaciones naturales del ser humano, siempre que cuente con el apoyo de la filosofía y la reflexión
sana. Así, el deber moral depende estrechamente de aceptar lo que somos, pero no se limita simplemente a seguir nuestras inclinaciones
naturales, que pueden ser opuestas y confusas; surge, sobre todo, desde el compromiso con una forma de vida que consideramos ideal y
concretamos en una ley o norma moral.

Esta argumentación sobre los fundamentos de la moral es típica de una corriente de filósofos moralistas desarrollada a comienzos
del XVIII en Inglaterra por Shaftesbury (1671-1713) y Hutcheson (1694-1746), con seguidores actuales adscritos a la doctrina que se
conoce como emotivismo moral.

• La concepción religiosa de Hume: Negación del deísmo y de la religión natural.

Hume niega que exista una “naturaleza humana” que pueda servir de base a la religión. Eso a lo que llamamos naturaleza no es
más que un complejo de impulsos, instintos y pasiones, ordenados y fijados de cierta manera por unos principios cuya naturaleza última es
en sí misma inexplicable. Hume considera la razón algo tan desconocido e inexplicable como la naturaleza o la vegetación.
Consecuencias:
— A la religión no se le puede encontrar ni fundamento ni explicación racional. Surge de los sentimientos, y son el
temor, la ignorancia y el miedo a lo desconocido lo que la alimenta.
— Las creencias y los principios religiosos no son «más que sueños de hombres enfermos».
— Pero no existe una respuesta tajante y categórica al problema de la religión: ésta constituye un enigma, un misterio. Una
vez más, el resultado de la crítica humeana es el escepticismo y la incapacidad de ir más allá de lo que él considera límites
naturales del conocimiento humano.

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TEXTOS Y ACTIVIDADES

1. La mente, tabula rasa. John Locke: Ensayo sobre el entendimiento humano, cap. 1, 2

“Supongamos, pues, que la mente sea, como se dice, un papel en blanco, limpio de toda instrucción, sin ninguna idea. ¿Cómo llega entonces
a tenerla? ¿De dónde se hace la mente con esa prodigiosa cantidad que la imaginación ilimitada y activa del hombre ha grabado en ella, con
una variedad casi infinita? A estas preguntas contesto con una sola palabra: de la experiencia”.

1. ¿Qué entiendes por Empirismo? ¿Qué dice el texto?


2. ¿Podrías definir que es la sensación? ¿Se trata de una actividad física o psíquica?
3. ¿Es lo mismo que la percepción que sensación? Intenta describir la diferencia con un ejemplo.
4. ¿Podemos considerar como real y verdadero, aquello que percibimos únicamente?
5. Ejercita tu memoria: acerca de la cuestión anterior... ¿qué afirmarían Platón y Descartes al respecto? ¿Y Aristóteles?.

2. La Ilustración.

“¿Qué es la Ilustración? La salida del hombre de su minoría de edad, situación de la que él mismo es responsable. Minoría de edad, esto es:
incapacidad de servirse del propio entendimiento sin ser dirigido por otro; minoría de edad, de la cual él mismo es responsable; pues la
causa reside no en un a deficiencia del entendimiento, sino en una falta de decisión y coraje para servirse de él sin la dirección de otro.
¡Sapere aude! Ten la valentía de servirte de tu propio entendimiento: tal es la divisa de la Ilustración”
Kant: ¿Qué es la Ilustración?

“En cuanto observemos atentamente el siglo en que vivimos, en cuanto nos hagamos presentes los acontecimientos que se desarrollan ante
nuestros ojos, las costumbres que perseguimos, las obras que producimos y hasta las conversaciones que mantenemos, no será difícil que
nos demos cuenta que ha tenido lugar un cambio notable en todas nuestras ideas, cambio que, debido a su rapidez promete todavía otro
mayor para el futuro. Sólo con el tiempo será posible determinar exactamente el objeto de este cambio y señalar su naturaleza y sus
límites, y la posteridad podrá reconocer sus defectos y sus excelencias mejor que nosotros. Nuestra época puede llamarse la época de la
filosofía”.
D’Alembert: Elements du Philosophie, I.

1. Comenta y explica lo que sugieren los textos anteriores.

3. Ser es ser percibido. George Berkeley:. Principios del conocimiento humano

“Hay verdades tan obvias y tan al alcance de la mente humana que para verlas el hombre sólo necesita abrir los ojos. Tal me parece que es
ésta que voy a anunciar y que considero de importancia suma, a saber: que todo el conjunto de los cielos y la innumerable muchedumbre de
seres que pueblan la tierra, en una palabra, todos los cuerpos que componen la maravillosa estructura del universo, sólo tienen sustancia en
una mente; su ser (esse) consiste en que sean percibidos o conocidos. Y por consiguiente, en tanto que no los percibamos actualmente, es
decir, mientras no existan en mi mente o en la de otro espíritu creado, una de dos: o no existen en absoluto, o bien subsisten sólo en la
mente de un espíritu eterno; siendo cosa del todo ininteligible y que implica el absurdo de la abstracción el atribuir a uno cualquiera de los
seres o una parte de ellos una existencia independiente de todo espíritu.
Para convencerse de ello basta que el lector reflexione y trate de distinguir en su propio pensamiento el ser de una cosa sensible de la
percepción de ella.

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1. Explica el texto y elabora un mapa conceptual del mismo.


2. ¿Cuál es criterio que el autor utiliza para saber si una idea es válida o no? ¿Por qué?

4. Las percepciones. D. Hume: Investigación sobre el conocimiento humano.

He aquí, pues, que podemos dividir todas las percepciones de la mente en dos clases o especies, que se distinguen por sus distintos grados
de fuerza o vivacidad. Las [percepciones] menos fuertes e intensas comúnmente son llamadas pensamientos o ideas; la otra especie
carece de un nombre en nuestro idioma, como en la mayoría de los demás, según creo, porque solamente con fines filosóficos era necesario
encuadrarlos bajo un término o denominación general. Concedámonos, pues, a nosotros mismos un poco de libertad, y llamémoslas
impresiones, empleando este término en una acepción un poco distinta de la usual. Con el término impresión, pues, quiero denotar
nuestras percepciones más intensas: cuando oímos, o vemos, o sentimos, o amamos, u odiamos, o deseamos, o queremos. Y las impresiones
se distinguen de las ideas que son percepciones menos intensas de las que tenemos conciencia, cuando reflexionamos sobre las
sensaciones o movimientos arriba mencionados.

1. Explica lo que quiere decir este texto.


2. Hume llama a nuestros conocimientos en general percepciones. ¿Cómo los denominaba Descartes? ¿Qué nombre es más apropiado: ideas
o percepciones? ¿Por qué?.
3. ¿Cuáles te parecen más primarias, las impresiones o las ideas? ¿Por qué?

5. Principio de copia. D. Hume: Investigación sobre el conocimiento humano


“Toda idea es una copia de alguna impresión o sentimiento precedente, y donde no podemos encontrar impresión alguna, podemos estar
seguros de que no hay idea. En todos los casos aislados de actividad de cuerpos o mentes no hay nada que produzca impresión alguna ni
que, por consiguiente, pueda sugerir idea alguna de poder o conexión necesaria. Pero cuando aparecen muchos casos uniformes y el mismo
objeto es siempre seguido por el mismo suceso, entonces empezamos a albergar la noción de causa y conexión. Entonces sentimos un nuevo
sentimiento o impresión, a saber, una conexión habitual en el pensamiento o en la imaginación entre un objeto y su acompañante usual. Y
este sentimiento es el original de la idea que buscamos”.

1. Muestra, mediante un esquema, la estructura conceptual del texto, señalando los argumentos principales que aparecen en él.
2. Analiza y define los términos que aparecen subrayados en el texto: idea, impresión, conexión necesaria.
3. ¿Qué otro autor contemporáneo de Hume tiene un punto de vista muy diferente sobre el principio de "causalidad"? ¿En qué está la
diferencia?
4. Redacta una composición filosófica sobre la relación entre las impresiones o sentimientos y las nociones abstractas de la ciencia o la
filosofía.

6. Relaciones de Ideas y Cuestiones de Hecho. David Hume: Investigación sobre el entendimiento humano.

“Todos los objetos de la razón e investigación humana pueden, naturalmente, dividirse en dos grupos, a saber: relaciones de ideas y
cuestiones de hecho; a la primera clase pertenecen las ciencias de la Geometría, Álgebra y Aritmética y, en resumen, toda afirmación que es
intuitiva o demostrativamente cierta. Que el cuadrado de la hipotenusa es igual al cuadrado de los dos lados es una proposición que expresa
la relación entre estas partes del triángulo. Que tres veces cinco es igual a la mitad de treinta expresa una relación entre estos números. Las
proposiciones de esta clase pueden descubrirse por la mera operación del pensamiento, independientemente de lo que pueda existir en
cualquier parte del universo. Aunque jamás hubiera habido un círculo o un triángulo en la naturaleza, las verdades demostradas por Euclides

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Historia de la Filosofía - 2º Bachillerato Tema 8

conservarían siempre su certeza y evidencia.


No son averiguadas de la misma manera las cuestiones de hecho, los segundos objetos de la razón humana; ni nuestra evidencia de su
verdad, por muy grande que sea, es de la misma naturaleza que la precedente. Lo contrario de cualquier cuestión de hecho es, en cualquier
caso, posible, porque jamás puede implicar una contradicción, y es concebido por la mente con la misma facilidad y distinción que si fuera
totalmente ajustado a la realidad. Que el sol no saldrá mañana no es una proposición menos inteligible ni implica mayor contradicción que la
afirmación saldrá mañana. En vano, pues, intentaríamos demostrar su falsedad. Si fuera demostrativamente falsa, implicaría una
contradicción y jamás podría ser concebida distintamente por la mente.

1. Explica la diferencia entre relaciones de ideas y cuestiones de hecho a raíz del texto.
2. ¿Qué sentido tiene esta distinción? ¿Qué pretende Hume explicar?

7. Crítica al concepto de yo. David Hume: Tratado de la naturaleza humana

“Cuando hablamos de yo, o de sustancia, debemos tener una idea conectada con esos términos, pues de lo contrario serían absolutamente
ininteligibles. Toda idea se deriva de impresiones precedentes, pero no tenemos impresión alguna de un yo o sustancia como algo simple e
individual. Luego no tenemos idea alguna de esas cosas en ese sentido. [...]
Cuando vuelvo mi reflexión sobre mí mismo, nunca puedo percibir este yo sin una o más percepciones; es más, no puedo percibir nunca otra
cosa que las percepciones. Por tanto, es la composición de éstas la que forma el yo.
Podemos concebir que un ser pensante tenga muchas o pocas percepciones. Supongamos que la mente se reduzca a un nivel más bajo que el
de la vida de una ostra. Supongamos que no tenga sino una sola percepción: la de sed o hambre. Examinemos la mente en esta situación:
¿Concebiréis alguna otra cosa allí que la mera percepción? ¿Tendréis alguna noción de yo o sustancia? Y si en este caso concreto no la tenéis,
la adición de otras percepciones no podrá daros nunca tal noción”.

1. Resume las ideas del texto y elabora un mapa conceptual del texto.
2. ¿Estás de acuerdo con la crítica que hace Hume al concepto de “yo”?
3. Relaciona esta concepción con la filosofía cartesiana.
4. En 5 líneas haz un ejercicio de autodefinición.

8. Crítica al concepto de causalidad David Hume: Investigación sobre el entendimiento humano

“Nuestra idea de necesidad y causación proviene exclusivamente de la uniformidad que puede observarse en las operaciones de la
naturaleza, en las que constantemente están unidos objetos similares, y la mente es llevada por costumbre a inferir uno de ellos de la
aparición del otro. Sólo estas dos circunstancias constituyen la necesidad que adscribimos a la materia. Más allá de la conjunción constante
de objetos similares y la consecuente inferencia del uno a partir del otro, no tenemos noción alguna de necesidad o conexión”

1. Pon algún ejemplo, sobre la relación causa-efecto.


2. Explica con tus propios términos lo que Hume afirma.

9. La costumbre, guía de la vida David Hume: Compendio de un tratado de la naturaleza humana

“Estamos determinados sólo por la costumbre a suponer que el futuro es conformable al pasado. Cuando veo una bola de billar moviéndose
hacia otra, mi mente es inmediatamente llevada por el hábito al usual efecto, y anticipa mi visión al concebir a la segunda bola en
movimiento. No hay nada en estos objetos, abstractamente considerados, e independiente de la experiencia, que me lleve a formar una tal
conclusión; e incluso después de haber tenido experiencia de muchos efectos repetidos de este género, no hay argumento alguno que me

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Historia de la Filosofía - 2º Bachillerato Tema 8

determine a suponer que el efecto será conformable a la pasada experiencia. Las fuerzas por las que operan los cuerpos son enteramente
desconocidas. Nosotros percibimos sólo sus cualidades sensibles; y, ¿qué razón tenemos para pensar que las mismas fuerzas hayan de estar
siempre conectadas con las mismas cualidades sensibles?
No es, por lo tanto, la razón la que es la guía de la vida, sino la costumbre. Ella sola determina a la mente, en toda instancia, a suponer que
el futuro es conformable al pasado. Por fácil que este paso pueda parecer, la razón nunca sería capaz, ni en toda la eternidad, de llevarlo a
cabo”.

10. La moral es un sentimiento. David Hume: Investigación sobre los principios de la moral

“Siempre que un hombre delibera sobre su propia conducta [por ejemplo, si en el caso de una necesidad apremiante sería mejor ayudar a un
hermano o a un benefactor tiene que considerar esas distintas relaciones, junto con todas las circunstancias y situaciones de las personas,
con vistas a decidir cuál es el deber y la obligación superiores. Con el fin de determinar la proporción de líneas de cualquier triángulo es
necesario examinar la naturaleza de esta figura y las relaciones que sus diferentes partes guardan entre sí. Pero, no obstante esta aparente
semejanza entre los dos casos, hay en el fondo una diferencia extrema entre ambos. Alguien que razone de forma especulativa sobre
triángulos y círculos considera las diferentes relaciones dadas y conocidas entre las partes de estas figuras; y de ahí infiere alguna relación
desconocida que depende de las anteriores. Pero en las deliberaciones morales tenemos que conocer de antemano todos los objetos y todas
sus relaciones entre sí; y a partir de una comparación del conjunto, decidir nuestra elección o aprobación. No hay que averiguar ningún hecho
nuevo. No hay que descubrir ninguna relación nueva. Todas las circunstancias del caso tienen que ponerse delante de nosotros antes de que
podamos fijar una sentencia de censura o aprobación. Si alguna circunstancia importante todavía no es conocida o resulta dudosa, tenemos
que dedicar primero nuestra investigación nuestras facultades intelectuales a asegurarnos de ella; y debemos suspender por un tiempo toda
decisión o sentimiento moral. Mientras ignoremos si un hombre era o no el agresor, ¿cómo podemos determinar si la persona que lo mató es
criminal o inocente? Pero después de que sean conocidas todas las circunstancias y relaciones, el entendimiento ya no tiene un campo
adicional sobre el que operar ni ningún objeto sobre el que pueda emplearse. La aprobación o censura que sobreviene entonces no puede
ser la obra del juicio, sino del corazón; y no es una afirmación o proposición especulativa, sino una sensación o sentimiento activo. En las
disquisiciones del entendimiento inferimos algo nuevo y desconocido a partir de circunstancias y relaciones conocidas. En las decisiones
morales todas las circunstancias y relaciones deben ser previamente conocidas; y la mente, a partir de la contemplación del conjunto, siente
alguna nueva impresión de afecto o disgusto, de estima o de desprecio, de aprobación o de censura.”

1. Explica la concepción ética de Hume a partir del texto.


2. Relaciona su concepción con la de otros autores.

Act. 11 ( Actividad de refuerzo)


Elabora un mapa conceptual sobre las diferencias entre los empiristas y los racionalistas.

Act. 12 ( Actividad de refuerzo)


Realiza un breve trabajo monográfico sobre algún aspecto del tema: Críticas, Ilustración, Empiristas, etc.

Act. 14 (Actividad de ampliación)


Confecciona una disertación sobre algún tema de los que a continuación se proponen:
- Influencias y métodos de la ciencia en el Empirismo y Racionalismo.
- El escepticismo como corriente de pensamiento.
- Las relaciones entre la filosofía de John locke y Hume.
- Influencias políticas actuales del Empirismo inglés.

Act. 15 (Actividad de ampliación)


Elabora un breve trabajo monográfico sobre las concepciones éticas en Platón, Aristóteles, el Estoicismo, Hume y Kant.

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