Padres Lo Suficientemente Buenos
Padres Lo Suficientemente Buenos
Padres Lo Suficientemente Buenos
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Elogios a la obra Padres lo suficientemente buenos
En un mundo donde hay demasiada información, Padres, por lo tanto, buenos padres, niños,
niñas, niñas, adolescentes, niñas y adolescentes. La terapia de esquemas ha sido exitosa con
adultos, pero siempre ha sido útil para prevenir los problemas de esquemas o trampas de la vida
en los niños, y si usted está aquí, aquí está! –
Dr. Jeffrey Young
Depto. De Psiquiatría, Universidad de Columbia, Nueva York:
Fundador de la Terapia de Esquemas
Este libro se refiere a los padres, a los padres, a los niños, a los niños y a los niños. Lo recomiendo
altamente
Algunos expertos proponen que el mejor regalo que les podemos dar a nuestros hijos es un padre
sano. Padres lo suficientemente buenos nos da la oportunidad de mirar detenidamente las
complejidades de nuestras propias personalidades, trampas de vida y estilos de adaptación, para
descubrir esos momentos únicos y desafiantes en la crianza… aquellos que pueden activar
dificultades personales de larga duración así como maravillosas fortalezas. Además de brindarnos
información clara y accesible, junto a herramientas poderosas para una crianza efectiva, John y
Karen Louis invitan al lector a experimentar un viaje de investigación hacia sus propias trampas
personales y hacia aquellas situaciones que las activan, las cuales ocurren cuando uno tiene el
papel de padre. Encontrarás estrategias paso a paso para superar algunos de los obstáculos más
difíciles; siendo una de las más importantes el aprender cómo no caer en la distracción no
saludable de hacer juicios críticos propios, sino más bien considerar como ventajas la
responsabilidad y la alegría de ser padres, además de manejar bien el tema de las expectativas.
Basado en el sólido trabajo como fundamento del enfoque de Terapia de esquemas basado en
evidencias, Padres lo suficientemente buenos será una obra que añadirá gran valor a tu
biblioteca.
Wendy Behary
Autora de Desarmar al Narcisista: Sobrevivir y prosperar con el Ser Absorbido (desarmar al
narcisista: cómo sobrevivir y progresar ante la persona centrada en sí misma); Presidenta,
Sociedad Internacional de Terapia de Esquemas (ISST por sus siglas en inglés)
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En Padres lo suficientemente buenos, John y Karen Louis ponen en las manos de los padres
nuevos y poderosos conocimientos y herramientas, así como les muestran, en una atractiva
combinación de claridad, autoridad, cariño, franqueza y humildad, cómo exactamente usar
dichos recursos para transformar los momentos tranquilos del día a día, los desafíos comunes y
las crisis emocionales de la paternidad en oportunidades para encaminar a sus hijos en el camino
de florecer como adultos. En esta guía, que es la primera de su género, John y Karen integran las
reflexiones y estrategias de un importante nuevo enfoque para cubrir necesidades emocionales
básicas, la Terapia de esquemas, con las últimas investigaciones sobre la crianza. Lo hacen de una
manera en la cual dejan en claro su amplia experiencia en ayudar a los padres, como líderes de
iglesia y como padres; le hacen completa justicia a la complejidad y desafios que tiene la crianza,
pero mantienen el contenido en un modo lo suficientemente simple y claro para ser de interés
inmediato y práctico. Los padres y aquellos profesionales que ayudan estos deben leer este libro.
Este manual presenta una perspectiva detallada de los esquemas en la crianza y está basada
científicamente, relacionando conocimientos teóricos con vivos ejemplos de la vida cotidiana
(incluyendo ejemplos de la propia familia de los autores) junto a gráficos expresivos. El tono que
usa el libro no es de enjuiciamiento, sino afectuoso y animante, mientras el título Padres lo
suficientemente buenos es una advertencia para que no tengamos estándares inflexibles.
Lo central en la práctica de la Terapia de esquemas es sanar las heridas y los traumas creados en
la infancia cuando los padres no satisfacen las necesidades básicas emocionales de los niños.
Usando un humor, planteamientos y compromiso a favor de una vida interior que son
particulares, John y Karen Louis desarrollan la necesidad de la Terapia de esquemas al ofrecer
una guía práctica para criar niños con una comprensión de lo que son las necesidades
emocionales básicas y lo que se requiere para satisfacerlas. Ellos combinan sus experiencias
como padres, terapeutas y líderes de iglesia para ofrecer una valiosa perspectiva acerca de criar
niños felices y emocionalmente sanos.
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Cuando se me pidió que colaborara en la revisión de la traducción de este libro, no sabía qué me
iba a encontrar a mí misma y mis trampas de vida. Fue una experiencia increíblemente
conmovedora. Pude entender que era lo que me había atrapado por muchísimos años y como
estas trampas afectaron la vida de las personas que más amo. Sin embargo brindó la sanción que
necesitaba, y me hizo consciente que debo trabajar aun en esos Esquemas. Sé que este libro será
de gran ayuda a muchas familias. Gracias por la oportunidad que se me brindó.
¡Un libro muy práctico y revelador sobre la crianza que trasciende las razas y las culturas! Un libro
de lectura obligatoria para todos los padres que tienen hijos de cualquier edad. Ha abierto
nuestros ojos a una forma más sana de comunicarnos con nuestros hijos para asegurarnos que
estamos satisfaciendo sus necesidades y que nos estemos manteniendo conectados a ellos. Los
cambios experimentados en ellos y en nosotros han sido espectaculares. ¡Muchísimas gracias!
Cuando empecé a trabajar en este libro, no imaginé lo trascendencia para vida. Porque uno
puede pensar: "Bueno, no soy madre aún, así que no creo que mensaje sea para mí". Sin
embargo, a medida que avanzaba en la revisión, comencé a descubrir que PLSB no es un libro
solo para padres; es para los hijos, los hermanos, las esposas, los amigos; cualquier vínculo
interpersonal que nos hace caer en trampa y torbellinos emocionales. Y, sin duda, es un libro que
debes repasar a diario.
Trabajar en la traducción de este libro ha sido una gran experiencia. He podido descubrir trampas
de vida que había interiorizado; me he podido identificar con muchas situaciones allí descritas y
aprender a sanar esas voces disfuncionales que han marcado negativamente mi carácter. Me
alegra que después de leer el libro, te queda la esperanza de poder cambiar y aprender a
relacionarte sanamente contigo mismo, tu pareja y con los demás. Gracias por la iniciativa de
hacer accesible este fabuloso material para el habla hispana.
-(Ana María Caro Maita, traductora)
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PADRES lo suficientemente BUENOS: Una perspectiva en profundidad sobre cómo satisfacer las
necesidades básicas emocionales y evitar las interacciones exasperantes
©2015 John Philip Louis and Karen McDonald Louis
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, almacenada
en un sistema de recuperación o transmitida de ninguna forma ni por ningún medio-sea
electrónico, mecánico, fotocopiado, grabado, escaneado u otro- excepto para citas breves en
reseñas críticas o artículos, sin la previa autorización por escrito de la editorial.
Publicado en Nueva York, Nueva York, por Morgan James Publishing. Morgan James y The
Entrepreneurial Publisher son marcas registradas de Morgan James, LLC.
www.MorganJamesPublishing.com
Para el habla hispana, publicado por Francisco Bedoya Coaching y Liderazgo Transformacional,
www.franciscobedoya.com; para conferencias en vivo puedes contactar a Francisco a:
[email protected]
Equipo de traducción: Ana María Caro Maita, Priscila Rojas y Amy Morgan
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CONTENIDO
Agradecimientos y dedicaciones
Prefacio
SECCIÓN UNO: INTRODUCIENDO PADRES LO SUFICIENTEMENTE BUENOS
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Capítulo Siete: Tener tiempo de calidad toma tiempo
El poder de la conexión personal
El poder de las cenas diarias
El poder del vínculo temprano
El poder de conectarse, trabajar y jugar (Gy a los papás les encanta jugar!)
Capítulo Diez:
La trampa de vida de la vulnerabilidad hacia el daño o enfermedad
La trampa de vida de la dependencia/incompetencia
La trampa de vida del apego/yo inmaduro
La trampa de vida del abandono/inestabilidad
La trampa de vida de la subyugación
La trampa de vida del negativismo/pesimismo
Zona básica de seguridad
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Capítulo Catorce: ¿Qué impide los límites?
Las situaciones más frecuentes que producen bloqueos
Las necesidades vs. Los deseos; los derechos vs. Los privilegios
Las expectativas de los padres
El torbellino
Capítulo Dieciocho: La participación de los padres: ¿un punto a favor o un punto en contra?
Para los padres su matrimonio debe ser prioridad
Fija objetivos orientados al aprendizaje y no al desempeño
No controles usando el castigo, el elogio o el premio
Enfócate en quiénes son tus hijos en el interior y no en lo que hacen al exterior
Aprende a motivar a los alumnos de bajo rendimiento
Aprende acerca de las inteligencias múltiples e identifican los talentos tus hijos
No te permitas a ti mismo imaginarte los peores escenarios posibles
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SECCIÓN SEIS: AVANZANDO HACIA RESULTADOS MÁS SALUDABLES
Epílogo
Apéndice Uno: Hoja de trabajo sobre interacciones
Apéndice Dos: Ejercicio para procesar emociones
Índice
Notas
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AGRADECIMIENTOS Y DEDICATORIAS
Queremos agradecer a nuestro a Dios y quienes siempre nos han apoyado y sobre
todo han vivido la lejanía de nuestro estilo de vida, Esperanza Sacco Bedoya, mi
madre, que al ser yo su único hijo y darle sus únicos dos nietos, siempre ha sido
proactiva en conectar con nosotros y visitarnos en los países que hemos vivido.
Ha sido un gozo tener parientes que nos inspiran, y a todos les agradecemos. La
familia de mi esposa al difunto Papa Gilo y a mi amada suegra Doña Gloria,
quienes siempre nos mostraron amor y servicio.
Mis cuñados han sido de apoyo y de influencia positiva en nuestros hijos, sobre
todo muchas risas
Los tíos, primos, sobrinos, han sido una gran familia! ´Esperamos poder compartir
más recuerdos de navidad y cumpleaños especiales.
Hay tantas personas a las que nos gustaría mencionar, como siempre, se dice, pero
es la verdad y ellos saben quiénes son...
Mi bella esposa, Liz Bedoya, ella me ha dado su amor sin medida y disfrutamos
nuestra vida de aventuras y el deseo de tener una familia feliz, y llena de amor. Te
agradezco la paciencia y apoyo durante las tantas horas leyendo, editando y
coordinando traducción y presentaciones. Te amo para toda la vida y la eternidad.
No puedo dejar de mencionar, las dos razones por las cuales cada día deseo ser un
mejor padre de familia y ellos son nuestros hijos, Andrés y Ximena Bedoya, cada
uno de ustedes es tan especial y nos llenan el corazón de amor y gozo. No
dejaremos de esforzarnos en ser los padres que Dios desea que podamos llegar a
ser y juntos disfrutar de nuestra familia y vida juntos, por siempre los amaré más
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AGRADECIMIENTOS Y DEDICATORIAS
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Dr. Mark Timlin y su esposa, Vicki, nos dieron comentarios inteligentes y
energéticos. Paul Ramsey, Mark Templer y Anna O'Brien, cada uno de ellos
hicieron una lectura previa del libro; sus críticas fueron muy importantes y
marcaron una diferencia. Sher Lee Wee se puso a disposición nuestra y usó sus
dones como artista para dibujar los gráficos, lo que significó un enorme
complemento a esta obra y a nuestros talleres. Tan Beng Hwa con mucha
paciencia trabajó los gráficos y Abraham Agustín formateó las partes
verdaderamente monótonas.
PALABRAS FINALES
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PRÓLOGO
En Julio del 2010 se le descubre un tumor en la cara a mi esposa y no sabíamos si era benigno,
en Asunción no podría ser tratado, después de varias consultas, mi esposa viaja a Broward Florida
para hacerse la biopsia y en ese mes completo me quedé con mis hijos en Asunción solos y con
la incertidumbre de saber cuánto tiempo más Liz estaría con nosotros. Gracias a Dios el tumor
fue benigno.
Mientras esperábamos la cirugía, que se haría en octubre 2010, allá en Florida, tuvimos la
oportunidad de entrenarnos con John y Karen y otro grupo de líderes, en sus talleres e
inmediatamente surgió el deseo y la visión de traducir y compartir este material tan importante
en español.
Pensé y no olvido aún, algo que compartió John Louis en ese entrenamiento, que en Singapur el
Primer Ministro consideraba disminuir las horas de trabajo para que así las personas pasen mejor
tiempo con sus familias, yo entendí la visión, que para sostener el crecimiento económico y social
una de los núcleos más importantes es la familia, ¡eso necesitamos en América Latina (pensé yo)!
El resto de la historia ya se la imaginaran ustedes.
Yo conocí a mi padre hasta los 12 años y eso marcó mi vida, así como la excelente educación y
relación que tuve con mi madre. Desde joven pensé que no quería tener una familia que no fuera
feliz, y por medio de encontrar mis esquemas, o trampas de vida, y seguir deseando tener una
familia feliz, me he esforzado en cambiar y crecer. La Biblia y mi relación con Dios me han
ayudado grandemente y éste libro a mantener el curso de este viaje tan especial
La vida de las madres solteras me ha influenciado toda mi vida y sé que este libro también será
de gran ayuda para ellas, tendremos familias con más influencia positiva y así mismo veremos
liderazgo que un día llevará a América Latina a brillar, ese es mi sueño y solo deseo que los
lectores de este material, también puedan soñar y llegar a ser padres lo suficientemente buenos.
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PREFACIO
Emprendimos la redacción de un libro sobre crianza temblando de miedo, por lo cual nos
sentimos un poquito obligados a explicar qué nos llevó este proyecto, como justificación por lo
que podría parecer una tarea arrogante, pues uno podría preguntarse, ¿por qué se necesitaría
otro libro más de crianza? Lo que hace único a este libro es que es el primer libro, dentro de lo
que conocemos, que trata de explicar cómo la terapia de esquemas se relaciona con la crianza,
cómo prevenir los esquemas en los niños (o al menos cómo evitar que ellos causen daño) y cómo
satisfacer las necesidades emocionales básicas de los hijos. La versión corta de cómo nació
nuestro taller de Padres lo suficientemente buenos y, finalmente, este libro es que en Octubre
de 2007, asistimos a un seminario llamado Una introducción a la terapia de esquemas, por el Dr.
Jeffrey Young, el fundador de dicha terapia. Durante una sesión de preguntas y respuestas, uno
de los participantes le preguntó al Dr. Young: Su teoría sostiene que los "esquemas»
(pensamientos/ recuerdos/creencias automáticos negativos) se desarrollan en la infancia, y hay
alguien que haya propuesto un programa de prevención de esquemas para los padres? En tono
de broma, el Dr. Young contestó que el trabajo de toda su vida había sido el planteamiento de la
terapia, por lo que nunca había tenido tiempo para trabajar el tema de la prevención, pero que
por favor se sintieran libres de hacerlo. Nosotros tomamos en serio sus palabras y en privado le
expresamos nuestro interés, contándole al Dr. Young acerca de las presentaciones que habíamos
hecho en el tema de crianza usando escenas de películas para sensibilizar a los padres y hacerlos
tomar conciencia, dado que nuestras clases parecían estar de acuerdo con lo que el Dr. Young
dijo que podría prevenir el desarrollo de esquemas. Él animó a John a entrenarse con él en
Manhattan, y para Mayo del 2008, el Dr. Young le dio el visto bueno a nuestro modelo de
prevención de esquemas. En el otoño, llevamos a cabo la primera edición de nuestro nuevo taller,
Padres lo suficientemente buenos, a una multitud de 600 personas en Singapur. Cuando
empezamos a capacitar a facilitadores, se nos preguntaba: “¿Cuándo van a escribir un libro sobre
crianza que se complemente el taller?» Debido a que es nuestra convicción que el mejor regalo
que los padres pueden dar a sus hijos es amarse el uno al otro, ya habíamos desarrollado un taller
sobre matrimonios con un libro que lo acompañaba, Elijo nosotros, que es, en cierto sentido, el
principio de este libro, así que Padres lo suficientemente buenos es en verdad el Volumen II del
primer texto. Separamos un año para trabajar en la versión cristiana, dado que nuestra principal
audiencia eran grupos de crianza de la iglesia. Más tarde, la comunidad de terapia de esquemas,
varias instituciones educativas e inclusive algunas agencias gubernamentales mostraron interés
por lo que había la necesidad de una versión secular. Ahora, ya sabes cómo nació este libro. Por
favor, recíbelo con el espíritu con el que fue escrito, ¡de dos padres que entienden demasiado
bien que no son perfectos! Esperamos que puedas hacer uso de él durante todo tu trayecto de
crianza, como una guía para ser un padre do suficientemente bueno».
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M
ientras preparaba un taller sobre cómo desarrollar el autoestima de los niños,
para el Consejo de Promoción de la Salud de Singapur, pedí ayuda a nuestro
hijo de once años, quien tenía (y aún tiene) un sano sentido de autoestima.
Karen: (sentada en el sofá junto a David). Oye, cariño, necesito un poco de ayuda para una
exposición en la que estoy trabajando. ¿Puedo hacerte una pregunta?
Karen: OK, solo por curiosidad, ¿qué harías si un niño en la escuela te dijera que eres estúpido?
Karen: OK... y, solo por curiosidad, ¿qué harías si uno de tus maestros te dijera que eres
estúpido?
David: (pensativo y una sonrisa) Bueno, probablemente no le diría él es el estúpido pero ¡sí lo
pensaría!
Karen: Una pregunta más... ¿que qué harías si yo te dijera que eres estúpido?
Importa mucho el cómo criamos a nuestros hijos. No dejes que nadie te diga lo contrario. Es el
trabajo más significativo que jamás harás, con consecuencias que trascienden más allá de lo
imaginable.
Hemos condensando un estudio extenso y cuidadosamente exhaustivo que resume más de 1000
artículos sobre crianza de hijos en dos oraciones:
• Los adolescentes cuyos padres son comprensivos y cariñosos, pero que además
constantemente los supervisan y hacen cumplir reglas familiares, tienen más probabilidades
de estar motivados y ser exitosos en la escuela así como de ser saludables física y
psicológicamente.
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• Por el contrario, los adolescentes cuyos padres son extremadamente estrictos y les conceden
poca independencia, así como aquellos cuyos padres son cariñosos pero permisivos, tienen
más probabilidades de ser impulsivos y realizar conductas peligrosas! (RI1.1).
Estas conclusiones no son realmente sorprendentes; más bien parecen provenir del sentido
común. Los padres deben ser cercanos a sus hijos adolescentes, practicar lo que predican y evitar
ser demasiado controladores o demasiado permisivos. Sin embargo, el siguiente fragmento de
investigación es un poco más alarmante: un estudio de casi 600 familias en Nueva York, realizado
por más de 18 años, descubrió que una crianza no saludable era un predictor de la enfermedad
mental de los hijos, ¡más que la propia salud mental de los padres! Cuanto más frecuente ocurran
situaciones de crianza no saludable, es más probable que vayan a aparecer enfermedades
mentales en los hijos (RI1.2). La crianza de los hijos sí importa.
Reconocemos que la mayoría de los padres está tratando de hacer todo lo posible para dar
amor a sus hijos, y que sus errores normalmente no son intencionales, ni perceptibles. Y si bien
no existe algo así como un padre o una madre perfecta, los padres pueden aprender a ser «lo
suficientemente buenos». (Nosotros no inventamos esa frase, sino que fue el pediatra y
psicoanalista inglés Donald Winnicott, quien escribió acerca de la <madre suficientemente
buena», hace más de medio siglo3). Para llevar a cabo una crianza de hijos que sea
suficientemente buena se necesita tenerlo como tú objetivo y entrenarse para ello.
Permítannos ilustrar este principio con una historia sobre el clan familiar de Karen, en
Texas. Los McDonald juegan un juego de cartas llamado Liverpool Rummy. Para ellos, cada
feriado es una excusa para realizar un torneo: contar con tres mesas o más de seis jugadores en
cada una no es una escena inusual en ninguna de sus reuniones Aunque los nuevos miembros de
la familia luchan con aprender las complejidades del juego-con sus muy particulares reglas- luego
de varios Días de Acción de Gracias y Navidades, ellos empiezan a adquirir las habilidades
necesarias y muy pronto empiezan a ganar o al menos a no quedar últimos en el juego. Ellos
aprenden a no sentarse detrás del tío que compra de todo, de cuidarse de la tía que siempre
juega mal a propósito y a no sorprenderse cuando cierto primo de repente se pone a cantar
cuando pierde.
El resultado del juego es determinado en parte por las cartas que a uno le toca, pero
también-y en gran medida- por cómo uno juega. Algunos jugadores se lamentan de su mala
suerte, y con el tiempo ponen excusas respecto a por qué Liverpool no es su fuerte. Otros van
puliendo sus habilidades, año tras año, y van mejorando más y más.
La crianza de hijos es algo muy parecido. Cuando los futuros padres combinan su carga
genética, parte de la emoción de tener un hijo es descubrir qué características les «ha tocado».
El carácter de los hijos es algo innato; los padres no tienen la posibilidad de seleccionar cuál
temperamento prefieren que tengan sus hijos, pues ello es algo con lo que se nace. Pero también
está el lado de la crianza, y es allí donde tenemos nuestra parte. Podemos ser entrenados.
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Podemos aprender estrategias. Podemos estudiar a nuestros hijos y saber quién de ellos
«juega mal» y quién es más probable que ese ponga a cantar». Puede que no ganemos en cada
juego, pero podemos mejorar con el tiempo, hacerlo cada vez mucho mejor. Eso es una crianza
lo suficientemente buena.
¿Por qué es efectiva un a crianza lo suficientemente buena? Porque ayuda a los padres a
cubrir lo que llamamos las necesidades emocionales básicas y porque puede:
• Preparar a los padres para educar hijos emocionalmente sanos y autónomos quienes podrán
hacer una contribución positiva a su mundo
• Evitar que los padres (tanto como sea posible) transmitan actitudes y conductas
disfuncionales
• Dar consejos paso a paso, en caso de adolescentes o hijos adultos, respecto a cómo
remediar o arreglar las cosas y reconectarse luego de un conflicto
Desearíamos poder darte una fórmula, pero aunque usamos métodos e investigaciones
científicas, los hijos no son un proyecto de ciencia; no hay una receta que funcione con todos los
hijos. Algunos amigos muy queridos nuestros, quienes son además grandes padres, nos dijeron
una vez que invertían mucho tiempo en «estudiar» a cada uno de sus cuatro muy diferentes
retoños, ¡tanto que ellos tenían el equivalente a un título de alto grado académico en cada hijo!
Esa actitud es necesaria si queremos ser padres lo suficientemente buenos, porque la crianza de
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hijos es tanto un arte como una ciencia, siendo cada hijo su propia obra maestra, de valor
incalculable.
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L
as necesidades básicas para la vida vegetal son
agua, la luz del sol, aire y nutrientes. De la
misma manera, los seres humanos deben
tener sus necesidades emocionales básicas satisfechas a fin de
estar sanos mental y emocionalmente. Y así como las hojas
marchitas son las primeras señales que una planta no está
floreciendo, así también, hay señales cuando las necesidades
básicas emocionales no están siendo cubiertas debidamente
en los niños, lo cual deriva en una amplia gama de patrones
disfuncionales más adelante en su vida. El cubrir las
necesidades emocionales básicas no es meramente un bonito
tip para la crianza o una sugerencia opcional para mejorar la
conducta, sino una exigencia absoluta para educar niños sanos
y felices. Después de una década y media de trabajar en
diferentes culturas, y de nosotros mismos ser padres, estamos
convencidos de que ayudar a los niños a ser capaces de
funcionar y florecer en un mundo adulto depende en absoluto de que los padres cubran sus
necesidades básicas emocionales. Si éstas no son cubiertas, los niños internalizarán estas
experiencias frustrantes y dolorosas y lucharán para adaptarse, lo cual lleva a desarrollar lo que
el Dr. Jeffrey Young llama esquemas mentales tempranos maladaptativos o «trampas de vida».
La teoría de Young llevó al descubrimiento de dieciocho trampas de vida/esquemas. Él desarrolló
la Terapia de Esquemas para ayudar a los adultos a cambiar estos patrones, los cuales, de otra
manera, se manifiestan repetidamente a lo largo de la vida. ¡Uno de los propósitos emocionantes
de este libro es de prevenir que se formen desde el inicio trampas de vida activas que causen
daño!
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pertenece a la clase media-alta. De la misma manera, un(a) niño(a) que ha sido criado(a) en un
vecindario que valora los logros atléticos podría desarrollarse de manera diferente si se muda a
una ciudad que otorga mayor importancia a los logros académicos.
Desafortunadamente, las influencias en los niños no son siempre tan benignas. Unos niños
que han sido acosados sexualmente por un pariente podrían pensar que no es posible confiar en
ninguna figura de autoridad. Unos niños que son intimidados en la escuela podrían empezar a
pensar que son personas que no pueden ser amadas. Los que son menospreciados por sus padres
podrían empezar a pensar que no valen la pena o que nunca van a dar la talla. Estas experiencias
tóxicas llevan al desarrollo de patrones negativos de pensamientos, sentimientos y conducta;
memorias dolorosas conscientes o inconscientes, y creencias respecto a nosotros mismos y a los
demás que acarreamos a nuestra vida adulta, a nuestro matrimonio y a la crianza de nuestros
hijos. Estos pensamientos y creencias están distorsionados. Entre más fuertes son nuestras
trampas de vida, más distorsionada es nuestra visión de la realidad (véase Figura 2.2).
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forma en cómo hemos aprendido a lidiar con estas trampas de vida cuando se activan. Cuando
nuestras necesidades emocionales básicas no son cubiertas cuando somos niños, nos
exasperamos e inconscientemente desarrollamos una manera de afrontar el dolor de la
necesidad no satisfecha. La manera en que afrontamos esto (por ejemplo, huir o contraatacar)
tiene mucho que ver con nuestro temperamento. Llevamos estos estilos de adaptación a nuestra
vida adulta; puede parecer que en ese momento disminuyen el dolor, pero indefectiblemente
perpetúan o intensifican la trampa de vida a largo plazo y dejan nuestras necesidades más
profundas sin ser satisfechas. Hay tres maneras en que la gente maneja los problemas cuando
sus trampas de vida se activan: resignación, evasión y sobre compensación, algunas veces
referida como el contraataque. (Hace ochenta años, Walter Cannon identificó por primera vez el
pelear y el huir como respuestas comunes al estrés; en combinación con el congelarse, éstas se
correlacionan con los tres estilos de adaptación2).
La resignación
El estilo de adaptación de la resignación se basa en el miedo de lo que creemos que es la
verdad en cuanto a lo que la trampa de vida nos dice sobre nosotros. Reaccionamos desde un
lugar negativo y temeroso, donde la trampa de vida está en control de lo que nos sucede. El
mensaje de este estilo de adaptación es: «lo que me está diciendo esta trampa de vida sobre mí
es verdad y no tengo el poder para cambiarlos». Los niños con el estilo de adaptación de la
resignación creen en su propia visión distorsionada y disminuida sobre sí mismos; entonces, ellos
actúan de maneras que confirman esta visión distorsionada. Si su padre dice algo grosero, por
ejemplo, que el niño es feo o estúpido, el niño estará de acuerdo con él en su corazón; así que
realmente creerá que es tonto y estúpido. Los niños que se resignan a este tipo de mensajes
críticos tendrán un concepto muy pobre de ellos mismos. Esto también causa que tengan una
visión distorsionada de los demás, y una noción distorsionada sobre cómo ellos los ven. Tienden
a culparse a sí mismos, a obedecer y ceder cuando algo va mal. La voz en su cabeza dice: «es mi
culpa». Las personas de tipo resignado (vea la Figura 2.3), cuando hacen frente a la crítica y
culpabilidad, generalmente tienden a:
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• Sentir una atracción hacia personas que tienen más
confianza
La evasión
El estilo de adaptación de la evasión se basa en
escapar del dolor que está asociado a la trampa de vida.
Reaccionamos evadiendo situaciones e interacciones
que llevan a que la trampa de vida se active en
nosotros. El mensaje de (o la subyacente creencia
asociada con) este estilo de adaptación es:
«Es demasiado doloroso e incómodo escuchar o sentir
el mensaje de mi trampa de vida. Debo mantenerme
apartado(a) y distraído(a) para no estar consciente de esta dolorosa verdad sobre mí mismo(a)».
Cuando sus necesidades no son satisfechas o cuando se activan sus trampas de vida, los
niños con este estilo de adaptación harán cualquier cosa para alejarse del sentimiento de
decepción y dolor. Ellos evaden situaciones que puedan ser dolorosas y que puedan activar su
trampa de vida. A veces se sienten impotentes e inventan maneras de retrasar el pensar sobre la
situación. Ellos eluden el conflicto y la intimidad distrayéndose. Los evasores son propensos a las
adicciones, y muchas veces tratan de olvidar el dolor bebiendo excesivamente, consumiendo
drogas, involucrándose en sexo promiscuo, comiendo en exceso u otras conductas
autodestructivas. Algunos escogen, en su lugar, sumergirse en las tareas de la escuela o en un
pasatiempo. Generalmente no desean hablar sobre sus problemas y saldrán con excusas para no
hacerlo. La voz en su cabeza dice: «Evitaré a toda costa el dolor emocional». A veces, no son
capaces de recordar mucho del pasado y se quedan en blanco cuando alguien cuestiona o explora
su pasado, porque les duele demasiado recordarlo. Los niños con el estilo de adaptación evasivo
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muchas veces luchan con ser embusteros, y a veces se
sienten incómodos con el contacto visual. Las personas
de tipo evasivo (vea la Figura 2.4) tienden a:
• Caminar adormecidos
• Limpiando su cuarto
• Viendo televisión
✓ No me gustó que no me hayas apoyado enfrente de mis padres. Me hiciste ver como una
tonta.
✓ Sólo quería ayudarte a verlo desde su perspectiva.
✓ ¿A dónde vas?, Hablemos.
✓ Lo siento, creo que me quedaré aquí por un tiempo.
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El contraataque
El estilo de adaptación del contraataque proviene del deseo o necesidad de pelear contra
lo que creemos que es la verdad subyacente a lo que la trampa de vida sostiene sobre nosotros.
Reaccionamos comportándonos de una manera diseñada para crear el efecto opuesto de la
trampa de vida. El mensaje o la creencia subyacente de este estilo de adaptación es: «Debo
pelear tan fuerte como pueda para pensar y actuar como que si aquello que mi trampa de vida
dice sobre mí no es cierto».
Cuando sus trampas de vida son activadas, los niños con este estilo de adaptación —
quienes hayan sido, por ejemplo, tratados severamente y criticados— se sentirán atacados y
contraatacarán para poder probar que el sentimiento negativo que tienen sobre sí mismos no es
cierto. Así, estallarán de ira y atacarán la fuente del mensaje negativo. Aquellos que han sido
abusados abusarán de otros o pelearán para lograr justicia cuando se sientan en peligro. Aquellos
que han sido despojados de amor y cariño se convencerán a sí mismos y a los demás de que ellos
son fuertes y que no necesitan el afecto de otros.
• Ver los desacuerdos como una amenaza, así que hacen todo lo posible para probar que los
demás están equivocados
• Ver la retroalimentación como una crítica, así que hacen todo lo posible para probar que lo
opuesto es la verdad
• No importarle quién sale lastimado en el proceso de probarse a sí mismo que está en lo cierto
• Sacar a relucir constantemente su infelicidad sobre los rasgos fastidiosos de los demás
mientras actúa como si él mismo fuera perfecto
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Entender nuestros estilos de adaptación conduce a
una conciencia de nosotros mismos, lo que a su vez nos
ayuda a tener más empatía hacia nuestros hijos y estar
mejor preparados para cubrir sus necesidades emocionales
básicas. Comprendernos mejor nosotros mismos nos lleva
a comprender mejor a nuestros hijos.
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seguridad incluyen estabilidad, dependencia, protección y el estar libre del miedo, de la ansiedad
y del caos, así como la necesidad de estructura, orden, leyes y límites.
Maslow planteó que cuando la gente vive en ambientes donde sus necesidades conscientes
son satisfechas, estas ya no actúan como motivadores principales. Sin embargo, en el caso de un
estallido de guerra o un desastre natural, la gente de modo involuntario regresaría a las
necesidades básicas de la jerarquía, tales como elementos fisiológicos y seguridad, los cuales de
nuevo se convertirían en los motivadores principales.4 Maslow dijo que en tanto la gente viva en
un ambiente donde esos niveles básicos de necesidades estén cubiertos, pasarán de un nivel a
otro en su «jerarquía», siendo motivados por el siguiente nivel de necesidades, que incluye el
amor, el cariño y la pertenencia. Estas necesidades superiores no son tangibles ni fácilmente
medibles. Cuando tenemos hambre, experimentamos físicamente cómo algo nos corroe dentro
de nosotros y nos impulsa a comer. Cuando tenemos sed, ansiamos una bebida. Cuando estamos
sometidos a temperaturas extremas, buscamos refrescarnos inmediatamente. Pero a pesar de
que las necesidades más altas en la jerarquía no son tangibles ni identificables, son igualmente
reales como las otras. Por ejemplo, si un niño de la escuela primaria es dejado fuera de los juegos
durante la hora del recreo y no se le permite ser parte del grupo, ese niño probablemente se
sienta herido, pero puede que no sea capaz de identificar que sintió dolor, debido a que su
necesidad de aceptación y conexión no estaba siendo cubierta. Sin embargo, eso no haría que el
dolor fuera menos real. Tenemos una insaciable sed y hambre de que nuestras necesidades
emocionales básicas sean cubiertas, tanto como lo tenemos respecto de la comida, ropa y
refugio. Las necesidades emocionales básicas son tan reales como lo son nuestras necesidades
físicas. Puede que hayan sido identificadas en el siglo veintiuno por terapeutas y psicólogos, pero
han existido desde que el hombre existe el hombre. Cuando son despojados de tales necesidades,
los seres humanos son menos saludables. En palabras de Maslow: «¿Quién diría que una carencia
de amor es menos importante que una carencia de vitaminas?»5
• Cubrir o no esta necesidad debe llevar a un incremento o una disminución del bienestar, y
debe no solamente afectar el funcionamiento psicológico, sino también tener un impacto en
aspectos tales como el funcionamiento del cerebro, funciones corporales y la funcionalidad
familiar.
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Este deseo de tener cubiertas nuestras necesidades emocionales básicas empieza cuando
salimos del vientre materno. Conforme fuimos creciendo, aprendimos a adaptarnos de
diferentes maneras cuando nuestras necesidades no eran cubiertas adecuadamente. Siendo
niños, no éramos capaces de mirar a nuestros padres (o a otras personas que ejercían autoridad)
y pensar: «Oh, ellos tuvieron una infancia horrible, así que estoy seguro de que realmente no
quisieron decir lo que dijeron». No pudimos evitarlo, sino que tomamos sus palabras (o falta de
palabras) de modo personal. Internalizamos sus mensajes, tanto que aquellos mensajes se
volvieron parte de nuestra constitución. Formamos perspectivas distorsionadas sobre nosotros
mismos y sobre los demás (trampas de vida) y actuamos sobre la base de ellas. Oímos una voz
distorsionada en nuestra cabeza, aunque puede que haya poca o ninguna verdad en ella. Esta
voz puede habernos convencido de lo siguiente:
Esta voz algunas veces se queda con nosotros hasta la adultez. Para muchos de nosotros,
esta voz distorsionada es tan fuerte que tiene poder aun sobre nuestro comportamiento y sobre
nuestro proceso de toma de decisiones. Cuanto más aconsejamos a personas, más nos damos
cuenta del poder que tiene el no haber tenido cubiertas nuestras necesidades emocionales
básicas en la niñez. Nosotros los autores hemos visto la estrecha relación que existe entre las
experiencias tempranas y las actuales conductas y pensamientos que no son saludables. Para
algunos de nosotros, las trampas de vida son tan habituales y fuertes que se han convertido en
un obstáculo para convertirnos en adultos sanos; también se convierten en una barrera para
nuestras relaciones con otros, incluyendo nuestros cónyuges.
La teoría de Jeffrey Young es que cuando las necesidades emocionales básicas no son
cubiertas de modo consistente, los niños experimentan frustración y desarrollarán trampas de
vida, además de un estilo de adaptación que complementa su temperamento innato7. Los niños
se vuelven exasperados y experimentan frustración cuando las necesidades son reiteradamente
no satisfechas, así como cuando sufren traumas. Uno de los principales propósitos de este libro
es ayudar a los padres a tomar conciencia con respecto a las maneras en las cuales desaniman a
sus hijos al no cubrir sus necesidades emocionales básicas. A partir de nuestra propia
investigación y la de otros, hemos identificados cuatro necesidades emocionales básicas a las que
hemos agregado lo que llamamos una necesidad emocional básica adicional. Estas necesidades
son: conexión y aceptación, autonomía y desempeño sanos, límites razonables, expectativas
realistas y valores espirituales y de comunidad. En contraste a ellas, están los dominios de
esquema, es decir, los conjuntos más grandes dentro de los cuales se agrupan los esquemas o
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trampas de vida. Estos cuatro dominios corresponden a nuestras cuatro necesidades
emocionales básicas.
Entender las necesidades hace una gran diferencia en la crianza de nuestros hijos. Piensa
en los niños pequeños; puede que ellos no sepan qué decir cuando están necesitados emocional
o psicológicamente. Son conscientes de que tienen hambre o sed, pero ¿qué pasa con sus
necesidades no visibles? De modo inconsciente, a fin de lograr satisfacer esas necesidades
invisibles, ellos se portan mal y ni siquiera lo saben.
Si los padres han sido educados con respecto a las necesidades emocionales básicas de los
niños, estarán en una mejor posición para responder a sus hijos, en vez de reaccionar a sus malos
comportamientos y terminar en conflictos, o peor aún, privarlos adicionalmente de tener
cubiertas estas necesidades. Si los padres no cubren las necesidades emocionales básicas de sus
hijos, ellos se frustrarán y traumatizarán, volviéndose niños exasperados y desanimados, y
desarrollarán trampas de vida perjudiciales, además de estilos de adaptación que vayan en
concordancia con sus temperamentos.
• Los padres deben identificar qué necesidades emocionales básicas no están siendo cubiertas
cuando existe un patrón de mal comportamiento.
• Los padres deben observar qué hace que sus hijos se exasperen o desanimen y cómo esto se
manifiesta en mal comportamiento.
• Los padres deben tomar pasos para cubrir estas necesidades emocionales básicas tan bien
como sean capaces de hacerlo.
• Los padres deben elaborar una rutina y estilo de vida en los cuales estas necesidades estén
siendo cubiertas en la mayoría de los casos.
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Una advertencia: cuando nos esforzamos en cubrir las necesidades emocionales básicas,
debemos evitar caer en extremos. Si bien debemos estar conectados, también debemos evitar
estar demasiado inmersos con nuestros hijos. Si bien debemos evitar tener expectativas
exageradas y límites irrazonables, no debemos ir al otro extremo y ser descuidados y permisivos.
Ser padres lo suficientemente buenos implica no dar demasiado ni tampoco dar muy poco; en
cambio, se trata de cubrir estas necesidades de una manera balanceada y satisfactoria.
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Cómo el matrimonio afecta la crianza
Muchos padres creen que «no importa si mi cónyuge y yo no nos llevamos bien, en tanto
estemos allí para los niños». Los padres que tienen esta filosofía generalmente olvidan cómo fue
para ellos crecer con las dos personas que ellos más aman en la vida y que no se llevaban bien:
su Papá y su Mamá. Ellos han olvidado cómo fueron heridos emocionalmente y cuánta
inseguridad les inculcó la falta de estabilidad y el nivel de conflicto que había en el matrimonio
de sus padres. O ellos crecieron en un hogar armónico y raramente fueron testigos de una
pelea entre sus padres, así que no experimentaron los efectos de modo directo.
Una abundante cantidad de investigación realizada en los últimos veinte años muestra la
relación existente entre la calidad del matrimonio y la calidad de la crianza. Cummings y Davies
son tal vez los que más han trabajado sobre los efectos del conflicto matrimonial en el proceso
de desarrollo de los niños. Ellos definen el conflicto matrimonial como «cualquier interacción de
mayor o menor importancia, que ocurra entre los padres y que involucre una diferencia de
opinión, pudiendo ser de naturaleza negativa o inclusive positiva». Basándose en esta definición,
ellos escribieron acerca del hecho de que los conflictos podían ser constructivos o destructivos.
El cómo un conflicto es manejado hace una gran diferencia en cuanto a su efecto en los niños.
Ellos concluyeron que los conflictos que se logran resolver «pueden tener efectos relativamente
benignos sobre los niños»9.
Hemos estado casados por más de veinticinco años y aunque no podemos presumir
de tener menos conflictos que la mayoría de matrimonios, sí podemos decir que
hemos tratado de resolver nuestros problemas rápidamente, lo cual realmente nos
ha ayudado a mantenernos unidos como pareja.
Una noche después de la cena, cuando nuestros niños tenían alrededor de once y
nueve años, me llevaron a mí (Karen) a un lado para tener una conversación.
Enseguida su misión se volvió clara: ellos sospechaban que no todo andaba bien entre
Mamá y Papá y querían reunir información al respecto. Les dije que estábamos bien,
pero ellos no se rindieron. Al final, admití que únicamente habíamos «intercambiado
algunas palabras» antes de la cena, pero que lo resolveríamos fácilmente tan pronto
como tuviéramos la oportunidad de hablar. También les pregunté cómo ellos sabían
del tema, dado que la atmósfera en la cena había estado tan animada como de
costumbre. Los pequeños detectives explicaron que ellos se dieron cuenta de que
nosotros dos habíamos hablado dirigiéndonos solamente a ellos, sin hablar el uno
con el otro. ¡Yo estaba sorprendida de cómo sus antenas habían estado sintonizadas!
La conversación continuó…
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mejor, por lo que Papá se sintió no respetado y que no se le apreciaba lo que
había hecho.
Niños: ¡Mamá! ¡Eso es terrible! ¡No debiste haber hecho eso!
Karen: Lo sé, me arrepentí de haber dicho eso tan pronto como esas palabras
salieron de mi boca…
Niños: Bueno, ¿no te disculpaste?
Karen: Bueno, sí, pero-
Niños: ¡¿Qué cosa?! ¡¿Te disculpaste, pero él no te perdonó?! ¡Él es un predicador
y le dice a todo el mundo que perdone! ¡Qué hipócrita!
Karen: Chicos, esperen un momento, su Papá no tuvo tiempo de hacer nada. Yo lo
dije inmediatamente después de que puse la cena en la mesa, así que no
hubo tiempo para discutir nada.
Niños: No te preocupes, Mamá, primero vamos a hablar con Papá.
Karen: En verdad eso no es necesario.
Niños: Está bien, nosotros nos encargamos…
Los chicos caminaron hacia el área de oficina donde yo (John) estaba haciendo un
poco de papeleo.
Los chicos se fueron con una gran sonrisa en sus rostros, sabiendo que nosotros nos
reconciliaríamos. Yo (John) estaba lleno de remordimiento por no haber perdonado
a mi esposa inmediatamente. Y yo (Karen) estaba llena de remordimiento por haber
actuado como una sabelotodo.
Después de que hicimos las paces, soltamos una hermosa carcajada, y nos
maravillamos de nuestros dos chicos, ¡quienes nunca nos dejan salirnos con la
nuestra!
Aunque este es un ejemplo más bien sencillo y no muy serio, nos muestra cuán sensibles
son los niños cuando sus padres están en desacuerdo entre sí. Ellos internalizan los silenciosos
mensajes que lanzamos a nuestro cónyuge, y entonces, lentamente, con el paso del tiempo, si la
tensión se repite y no es resuelta satisfactoriamente, su bienestar queda afectado. Los errores
cometidos por un cónyuge u otro, si son reparados rápidamente, no tendrán mayores efectos
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negativos en los niños, pero un estilo de vida caracterizado por conflictos no resueltos entre los
padres ciertamente tendrá un impacto, con el tiempo, en los hijos.
Cummings y Davies también hallaron que los conflictos matrimoniales prolongados afectan
a los niños con el paso del tiempo. Ellos escriben:
El tipo de peleas que tienen un mayor impacto negativo en los niños son aquellas que se
dejaron sin resolver durante largos períodos de tiempo; conflictos intensos repetitivos y
conflictos en los cuales uno de los padres domina el otro. A estos se les llama conflictos
destructivos e incluyen agresión física, hostilidad verbal y hostilidad no verbal (RI2.1).
Es cierto que algunos conflictos destructivos pueden no llegar a tener un efecto negativo
en los niños. Existen quienes que tienen un carácter que los hace ser capaces de bloquear estos
efectos negativos. La pobre calidad del matrimonio de sus padres puede tener un mínimo
impacto sobre ellos. Algunos niños tienen caracteres adaptables que adicionalmente amortiguan
los golpes emocionales que reciben14.
Sin embargo, esto es más una excepción que la regla. Cuando estamos ante una pobre
calidad de matrimonio, con patrones de conflictos destructivos, estamos exponiendo a nuestros
hijos al riesgo de quedar negativamente afectados. Muchos padres erróneamente asumen que
por el hecho de no haber sido afectados por las peleas de sus padres, sus hijos no se verán
afectados por las de ellos. Esta perspectiva no toma en consideración que sus hijos podrían tener
un carácter más sensible y, por lo tanto, ser más susceptibles de ser dañados por el mismo tipo
de conflicto. Los padres necesitan darse cuenta de que la manera en que ellos mismos se
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comportan durante un conflicto es importante y que llegar a una solución satisfactoria
contribuye considerablemente a reducir el nivel de sufrimiento emocional del hijo.
Entonces, ¿qué es lo que debemos hacer cuando hay tensión entre los padres? Cummings
y Davies apuntan hacia el perdón y la reconciliación (ver Capítulos Diecinueve y Veinte), porque
los niveles de ansiedad de los niños se reducirán en la medida que los conflictos de los padres
sean resueltos satisfactoriamente. Esto significa que los conflictos entre mamás y papás deben
ser resueltos de modo verdadero a un nivel emocional, no únicamente a un nivel racional. Los
niños necesitan saber que sus padres resuelven sus problemas de una manera saludable, ¡lo cual
tiene obvios beneficios tanto para padres como para hijos! Sin embargo, si uno de los padres
domina al otro durante la sesión de «reconciliación» y los niños se dan cuenta de que hay un tipo
de solución obtenida bajo presión, ellos sentirán que uno de sus padres está «ganando», respecto
a lo cual no se sienten bien15. La solución a la que lleguen los padres debe ser verdadera y total
a nivel emocional, no de apariencia o fingida, o una solución en que uno de los padres siempre
está rindiéndose y el otro siempre saliéndose con la suya. Los niños pueden distinguir la
diferencia entre una reconciliación genuina y una que es superficial. (¡Creemos que los
adolescentes pueden «oler» la hipocresía y la falta de sinceridad!)
Cuando los padres resuelven sus conflictos de modo constructivo, están demostrando a sus
hijos habilidades de resolución de conflictos que son saludables, y ellos tendrán una ventaja para
aprender a manejar tales conflictos por sí mismos16. Por otro lado, los padres que no se llevan
bien están enviando un mensaje en el que usar la hostilidad, agresividad y retirarse son
soluciones válidas para superar problemas.
Pero solo hemos empezado a escarbar en la superficie, considerando que los últimos
hallazgos muestran que los conflictos matrimoniales causan todo tipo de otros problemas en los
niños. Reducen el desarrollo académico en la escuela y afectan su seguridad emocional y la
calidad de las relaciones con sus amigos17. Los conflictos matrimoniales también causan
alteraciones en el sueño de los niños, enfermedades físicas, depresión, ansiedad, que se vuelvan
introvertidos y que tengan comportamientos negativos18. La dificultad de controlar y supervisar
la conducta de los niños es el problema más persistente en la crianza de hijos al que tienen que
hacer frente las madres divorciadas19 (RI2.2).
Damos fin a esta sección sobre el matrimonio con una analogía de Cummings y Davies,
quienes comparan un matrimonio saludable con un puente fuerte:
Cuando la relación matrimonial funciona a alto nivel, se provee una base segura
para el niño. Tal como ocurre con un puente de sólida estructura, una relación
matrimonial positiva contribuye a un óptimo funcionamiento del niño en el contexto
de condiciones potencialmente amenazantes, así como fomenta que este se atreva a
explorar y entablar relaciones de confianza con otros. Cuando un conflicto
matrimonial destructivo daña el puente, el niño se vuelve más indeciso para seguir
adelante y desarrolla falta de confianza, o puede que efectivamente salga adelante
pero de una manera disfuncional, dejando de encontrar el mejor punto de apoyo en
sus relaciones con otros y consigo mismo20.
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Hasta aquí, hemos hecho una introducción a nuevos conceptos tales como necesidades
emocionales básicas, estilos de adaptación, esquemas/trampas de vida y dominios. Hemos
aprendido qué tan importante es un matrimonio saludable para la crianza de los hijos, y tan solo
hemos terminado el segundo capítulo. Llegados a este punto, te animamos a hacer una pausa
para tomar un tiempo dedicado a la auto-reflexión. El Dr. Jeffrey Young y su equipo pudieron
identificar un total de dieciocho trampas de vida, en otras palabras, dieciocho patrones de
pensamiento y creencias que no eran saludables. Es probable que te sea útil investigar cuáles son
los patrones de pensamiento no saludable que te están afectando negativamente, cuál podría
ser tu estilo de adaptación predominante, y cómo todo ello se desarrolló. Si aprendes como
atacar las trampas de vida teniendo el objetivo de atenuarlas, y si puedes reducir la intensidad
de tu estilo de adaptación, serás mucho más feliz y sano, como individuo y como padre. Si deseas
completar un inventario de esquemas, visita www.schematherapy.com para más información
(visite:www.franciscobedoya.com para el inventario en español). Asimismo, te animamos a
consultar nuestro libro sobre matrimonios, Elijo Nosotros21. Como complemento de este libro,
Elijo Nosotros contiene ejercicios y recursos para llevar un diario que te ayudarán a identificar y
empezar a trabajar en tus propias trampas de vida que son perjudiciales, atenuar tus estilos de
adaptación y, si estás casado, avanzar hacia la Conexión Amorosa con tu cónyuge.
Mientras viajas a través de este libro, estarás mejor preparado para romper ciclos que no
son saludables, evitar que tu disfuncionalidad se transmita y cubrir las necesidades emocionales
básicas de tus hijos. De esta manera se formará una generación más sana. Y tenemos la esperanza
de que, de la misma manera como las computadoras y teléfonos siempre están en constante
actualización, tus hijos serán, en su mayor parte, ¡la versión nueva y mejorada» de ti!
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P
adres lo suficientemente buenos se concentra tanto en este concepto que
queríamos darle su propio capítulo. Como dijimos, la premisa básica de este libro
es que, como padres, debemos cubrir adecuadamente las necesidades
emocionales básicas de nuestros hijos. Si no lo hacemos, ellos estarán en riesgo de enfrentarse
a experiencias frustrantes y traumáticas o de volverse exasperantes, lo cual conducirá al
desarrollo de esquemas o trampas de vida activos.
Involuntario y sutil
Sabemos que la mayoría de padres aman a sus hijos y quieren ser los mejores padres que
ellos puedan desear ser. No están tratando de privar a sus hijos de nada; los errores que ellos
cometen son generalmente involuntarios y sutiles. Si bien algunos malos tratos son manifiestos
y obvios, tales como gritar con enojo, insultar y violencia física, son muchas más las veces cuando
los errores simplemente no se manifiestan de modo tan directo. Inclusive, si tales actos
provienen de buenas intenciones, si son una parte habitual del estilo de vida de una familia,
tendrán consecuencias negativas.
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Demostraremos cómo los padres pueden estar exasperando inconsciente o sutilmente (o
no tan sutilmente) a sus hijos con las siguiente viñetas: (a partir de aquí usaremos el término
«interacciones exasperantes» de modo intercambiable con la idea de experiencias «frustrantes
y traumáticas»).
El pequeño Alan, de un año de edad, no pasa tiempo con sus padres durante el día. La
persona que hace la limpieza en la casa de su madre lo lleva a una guardería infantil en la mañana,
lo deja en casa de sus abuelos en las tardes y le da de comer su cena temprano en la noche. Los
padres de Alan trabajan hasta altas horas de la noche por lo que llegan tarde a casa debido a la
exigente naturaleza de sus labores. Con frecuencia, Alan llora y es malhumorado y distraído.
¿Cuál es la razón oculta de esto? Alan está experimentando un estilo de vida en el que no
tiene satisfecha adecuadamente su necesidad emocional básica de conexión y aceptación. Si
Alan estuviera experimentando malestar físico como un dolor de oído o un dolor de garganta,
sería difícil que sea consolado hasta que alguien atendiera esa necesidad. Lo mismo pasa con las
necesidades emocionales, solo que no es tan evidente. Cualquiera que sea la manera en que Alan
reaccione frente al despojo de conexión, sus padres lo atribuyen a cualquier otra razón, por
ejemplo, a que es un niño difícil, tiene hambre o sed, está con sueño o está cogiendo un resfriado,
sin darse cuenta de que Alan está teniendo, por sobre todo, una reacción al no ver cubierta una
necesidad.
Los niños no tienen las palabras para expresar sus necesidades emocionales; sin embargo,
reaccionan cuando hay una privación. ¿Cómo podemos esperar que los niños den a conocer estas
necesidades cuando aún los adultos son en su mayoría ignorantes al respecto? Si se les
preguntara a sus padres, ellos probablemente dirían que tienen que concentrarse en sus
carreras, porque quieren hacerse responsables de sus hijos a nivel financiero. Estos son padres
buenos y bien intencionados, y el daño que están causando es involuntario y sutil, pero su estilo
de vida les impide satisfacer las necesidades emocionales básicas de su hijo. Las consecuencias
de no hacerlo pueden ser graves, sobre todo en niños con temperamentos muy sensibles.
La madre de Sara, una mujer sumamente dominante, decide qué ropa debe vestir su hija
de cinco años, qué libros debe leer y cuándo y dónde debe jugar con sus amigos, sin darle a Sara
ninguna posibilidad de elección en el asunto. A Sara no se le permite jugar en las casas de otros
niños o hacer pijamadas como sí lo hacen sus otros amigos. Su madre manda en todos los temas
y esto se ha vuelto parte de su estilo de vida. Sara depende de su madre para todo. Ella no se
siente cómoda para valerse por sí misma y tomar decisiones que otros de su edad ya están
haciendo. Ella se frustra rápidamente, llora y se enoja, por lo que su madre la disciplina por no
mostrar buenos modales, lo que entonces la frustra aún más. Sara se enfada, debido a que su
necesidad emocional básica de autonomía y desempeño sanos no está siendo adecuadamente
cubierta. Su madre ignora por completo esto y se enfoca en la conducta externa de Sara. Ella
piensa que su naturaleza extremadamente controladora ayudará a su hija a orientarla en la
dirección correcta, cuando en realidad, la frustración de Sara continuará y ella desarrollará una
forma no saludable de adaptación. Si se le preguntara a la madre de Sara por qué ella es tan
controladora con su hija, probablemente ella diría que está tratando de ser rigurosa con ella.
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Puede ser que la dependencia de Sara la haga sentir que sirve como madre; ciertamente ella no
desearía causar daño a su hija, pero lo está haciendo de modo sutil e involuntario.
Simón, quien estudia en primer grado, está lleno de energía, es muy curioso y desea
explorar cada objeto nuevo que con el que se encuentra. Sus padres están cerca de él, pero no
saben cómo fijar límites adecuados a su conducta. En la escuela, Simón no obedece las normas y
es mandón cuando está junto con los otros niños. Cuando no se hacen lo que él quiere,
demuestra su ira dando golpes. Su conducta agresiva ha causado que un gran número de niños
les parezca antipático y como resultado, no tiene muchos amigos. Los adultos, a menudo, lo
miran fijamente con desaprobación cuando se porta mal en lugares públicos. Dado que se da
cuenta de que no le cae bien a los demás, desarrollará un pobre sentido de identidad, lo que
causará que se desarrolle la frustración y con el tiempo, esto puede causarle volverse aún más
agresivo. Si sus padres continúan dejando de proveerle la guía adecuada y no tienen la
expectativa de que él obedezca algunos límites razonables, su frustración continuará en tanto
otros le dan señales de que no es agradable estar junto a él. También se sentirá frustrado por la
carencia de orientación por parte de sus padres. Si le preguntáramos a estos por qué no se
involucran más, ellos lo atribuirían a que tratan de no ser demasiado controladores o quizás el
hecho de que, simplemente, están demasiado ocupados: «Muy pronto va a sentar cabeza», un
ejemplo que refleja cómo padres excesivamente permisivos producen resultados costosos.
María solo tiene cuatro años de edad y ya la han enviado a un jardín de infancia que prepara
a los niños para sobresalir en matemáticas y ciencias. Su madre, quien le manda hacer trabajos
adicionales para que así obtenga buenas calificaciones en estas materias, a menudo interrumpe
las horas de jugar de María. Ella también limita el tiempo que pasa su hija con sus amigos, y
constantemente regaña a María acerca de obtener mejores resultados en la escuela. María se
frustra, aunque ella no sabe la palabra para este sentimiento. Ella se ve triste y huraña la mayor
parte del tiempo. Ella sueña despierta muchísimo y no puede concentrarse en sus tareas
escolares, las cuales ya son excesivas. Su madre atribuye esto a su ociosidad y falta de atención.
Sus exigencias son extremas, y definitivamente no está cubriendo la necesidad básica emocional
de expectativas realistas. María se siente exasperada y frustrada la mayor parte del tiempo. Es
grosera con su madre y ha empezado a reaccionar con estallidos de ira contra sus amigos en el
jardín de infantes. Su madre siente que ella es una buena mamá, al estar pendiente de su hija.
De nuevo, la madre diría probablemente que las expectativas que tiene son por el propio bien de
María; sin embargo, no tiene idea del daño involuntario y la exasperación que ella ha causado a
su hija a través de sus reiteradas expectativas irreales.
Benjamín es un chico de catorce años al que le resulta difícil encajar. No practica deportes
como los otros chicos de su edad. Se siente avergonzado de su acné, su cabello grasoso y de su
apariencia en general. Benjamín evita interactuar con otros chicos y a menudo se siente excluido.
Él pasa la mayor parte de su tiempo en su dormitorio a solas. Sus padres se sienten complacidos
con esta conducta, pues piensan que él es un «buen chico» que no se junta con la gente
«equivocada». Además, dado que es un buen estudiante, están orgullosos de su progreso en el
colegio y constantemente alardean sobre él, pensando que ello reforzará su autoestima, pero en
vez de eso, lo hacen sentir culpable. Parece que Benjamín se llevara bien con otros, pero en
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realidad no logra relacionarse bien con los demás y se siente solo. Con frecuencia se va a dormir
llorando y deseando tener un mejor amigo. Él no siente que encaja en ningún lado. Como su
soledad va aumentando, empieza a navegar en la web para calmar su dolor y se vuelve adicto a
pornografía de Internet. Sus padres están totalmente inconscientes de ello; parece que todo lo
que les importa es cuán bien le está yendo en la escuela. La soledad de Benjamín le está causando
frustración. Siente asco de sí mismo y sabe muy en su interior que está yendo en la dirección
equivocada. Está resentido con sus padres por no entender las dificultades que tiene, pero
también tiene miedo de contárselos. Sus padres continúan ignorantes de sus necesidades. No
tienen idea alguna de lo que está sintiendo. Ellos no buscan hacerle ningún daño en absoluto,
pero a pesar de ser involuntario, hay un daño causado. Imagina si Benjamín fuera parte de una
comunidad funcional, donde se sintiera aceptado, amado, guiado y retado. Sus sentimientos de
soledad podrían reducirse, al menos en cierto grado. Sus relaciones cercanas con sus pares y
amigos adultos podrían ayudarlo a lidiar con su adicción a la pornografía. Si sus padres hubieran
ayudado a Benjamín a tener cubierta su necesidad de valores espirituales y comunidad, ello
habría hecho una gran diferencia.
Regresando al tema de la exasperación, dado que ella suele ocurrir de modo sutil e
involuntario, los padres deben examinar si algo en su estilo de vida podría estar accidentalmente
saboteando sus propios esfuerzos de crianza. Algunas veces, esto ocurre cuando los papás y
mamás imitan conductas que vieron de sus propios padres y que experimentaron mientras
crecían. Otras, puede ser exactamente lo contrario, una reacción exagerada a lo que ellos
experimentaron. Y, en ocasiones, proviene del miedo a lo que sus hijos puedan convertirse si
ellos siguen en cierta dirección; quizás «Junior» les recuerda al Tío Ned, el hombre mujeriego y
en bancarrota que no podía conservar un trabajo. Inclusive podrían estar cediendo ante la
presión social que tienen como padres, preocupándose de lo que otros padres podrían estar
pensando. O puede que esto ocurra como reacción ante algo que ellos han leído o escuchado en
los medios de comunicación.
Creemos que la investigación realizada por el Dr. Larry Nucci1 (un académico de la
Universidad de Berkeley, experto en el desarrollo social y moral de los niños) aclara qué tipo de
temas son los que deberían tener más peso que otros. Él coloca diferentes formas de mirar lo
correcto e incorrecto a través de «dominios» (que no debe ser confundido con los Dominios de
Esquemas), y descubrió que todas las culturas tienen ideas comunes de lo que es «correcto e
incorrecto», incluyendo conceptos tales como la imparcialidad, justicia y honestidad. Según
Nucci, un niño de cinco años, sin importar dónde ha sido criado, sabe que nunca será correcto
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golpear a un niño más pequeño o el quedarse con todos los caramelos para comérselos él solo.
Nucci llama a esto el dominio moral y dice que prácticamente es el mismo en todo el mundo, sea
que estés refiriéndote a Sudamérica, Sudáfrica o Escandinavia.
El dominio convencional trata temas que tienden a ser arbitrarios y que existen a través de
un acuerdo entre las personas que forma parte de un sistema social. Por ejemplo, en algunas
culturas está perfectamente bien dirigirse a una persona por su primer nombre, pero en otras
culturas esto se vería muy informal, y en algunos lugares se vería completamente grosero.
Eructar en voz alta en la mesa es mal visto en algunos lugares, pero es visto como un cumplido al
chef en otros. Existe un tercer dominio que Nucci llama el dominio de lo personal, el cual tiene
que ver con temas de privacidad y preferencia personal, tales como la forma de vestir o de
peinarse de una persona. Mientras un niño va creciendo, este dominio también irá aumentando
con su autonomía. Finalmente, está el dominio de la prudencia, el cual incluye la seguridad y
bienestar, y reglas relacionadas a temas como el consumo del alcohol, el uso de las drogas, el
fumar y el manejar.
De todos los dominios señalados arriba, ¿cuál debería ser el principal enfoque, el Moral,
Convencional, de lo Personal o de la Prudencia? Cuando se administra la disciplina, ¿debería uno
de estos dominios tener prioridad sobre otro? El disciplinar y entrenar a los niños sobre temas
que están en el Dominio Moral, los cuales se refieren fundamentalmente a lo correcto e
incorrecto, es fundamental para su desarrollo. Sin embargo, cuando los padres discuten con sus
hijos y los disciplinan por «ofensas» que están dentro de los dominios Convencional y de lo
Personal, los niños, sobre todo los adolescentes, a menudo infieren que hay hipocresía y se
rebelan. Mientras los padres pelean con sus hijos respecto a los temas arbitrarios y de elección
personal, los cuales verdaderamente no tienen que ver con lo correcto o incorrecto, sus hijos se
volverán exasperados y experimentarán frustración respecto a sus necesidades emocionales
básicas.
Habiendo comprendido esto, como padres seremos capaces de saber dónde debería estar
nuestro enfoque primordialmente, cuándo y a qué temas deberíamos estar dando mucha
importancia, cuándo es aceptable el indignarse y respecto a qué situaciones.
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A lguna vez has dicho: «¿Eso realmente me saca de quicio?» Todos tenemos puntos
sensibles, situaciones que provocan que nos sintamos exasperados. Como
consejeros y como padres, hemos observado que hay interacciones específicas
que siempre parecen causar exasperación en los niños. Esta exasperación, con el tiempo,
conduce a que los niños experimenten la frustración de reiteradamente ver insatisfechas sus
necesidades emocionales básicas y a que más tarde, durante la adultez, ello puede ser recordado
como trauma.
De la subestimación
Los niños se sienten subestimados cuando sus padres se burlan de ellos, los insultan,
cuando hacen comentarios despectivos sobre cosas que son importantes para ellos, hablan mal
de su apariencia o los humillan de cualquier manera. Cuando la subestimación ocurre, los niños
se sienten menospreciados o rechazados y experimentarán una gama de otras emociones
dependiendo de su temperamento y, en última instancia, desarrollarán una visión negativa sobre
sí mismos. ¿Por qué los padres subestimarían a sus hijos? Algunos padres tienen la filosofía de
que humillar a sus hijos los impulsará a cambiar su comportamiento «inaceptable». Algunas
veces, los padres están tratando de evitar que sus hijos sean unos presumidos; o bien, se
avergüenzan de las emociones de sus hijos, sobre todo en el caso de los varones. Los niños en
tales ambientes se encierran rápidamente en sí mismos. Tienen miedo de expresar sus
preferencias y sentimientos. Estos padres, generalmente, tienen un profundo dolor o heridas que
ellos mismos no han tratado adecuadamente. Quizás andan enfadados la mayor parte del tiempo
y tienen poca o ninguna visión positiva sobre la vida. Creen que la humillación es la mejor manera
de producir cambios en sus hijos. Ellos muestran menosprecio a sus hijos con respecto a temas
que activan sus propios sentimientos de ser inadecuados o defectuosos. El efecto general es que
los niños que se sienten subestimados y rechazados se vuelven exasperados y quedan, con el
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tiempo, traumatizados. Años atrás, en países angloparlantes, se podía escuchar niños en el
parque infantil diciendo: «Los palos y las piedras pueden romper mis huesos, pero los palabras
nunca me dañarán.» Nada puede estar más alejado de la verdad. Las palabras tienen el poder de
dividir naciones, terminar amistades, destruir matrimonios y de causar daños incalculables los
niños.
Ejemplos:
(de los padres hacia su hijo)
Si no fueras realmente un mariquita practicarías un deporte de verdad en vez del ballet.
Quizás deberíamos llamarte con un nombre de niña.
Deja de ser un cobarde y aguanta como hombre.
Oye, torpe, ningún entrenador «con dos dedos de frentes te dejaría estar en su equipo.
Los niños que habitualmente escuchan comentarios como esos tienen menos
probabilidades de sentirse aceptados y conectados con sus padres, y no estarán fácilmente en
una posición de tener cubiertas sus necesidades emocionales.
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Toda la verdad sobre los Louis
Uno de los tristes recuerdos que yo (Karen) tengo como madre sucedió cuando David
estaba en el kínder. Vivíamos en el décimo piso de un antiguo edificio de
departamentos con elevadores muy lentos. Era el momento de llevar abajo a mi hijo
de cinco años para que subiera al bus escolar, pero no había podido ayudar a David a
estar listo sin tener que apresurarlo. Él estaba luchando con ponerse los zapatos
(como le pasa a los chicos de cinco años), así que de modo impaciente le dije que
terminara de ponerse sus zapatos fuera de nuestro departamento mientras
esperábamos el ascensor. Justo cuando David se sentó, las puertas se abrieron, así
que entramos en estampida al elevador. Recuerdo sentirme avergonzada enfrente
de los demás ocupantes. ¿Por qué? Porque mi ego estaba interpretando, de alguna
manera, que estaban juzgando mi crianza y yo no estaba a la altura de sus
expectativas. (Pero, ¿a quién le importa, verdad?).
Aunque David podía oírme, yo pedía disculpas a las otras personas que estaban
dentro del elevador, diciendo: Lamento mucho que mi hijo sea lento y desobediente.
Espero que aprenda la lección». Para cuando llegamos a la planta baja del edificio,
me sentía como la idiota más grande del mundo. Felizmente, el bus no había llegado
todavía, lo cual me dio tiempo para rectificarme y reparar en algo la situación.
Me senté con David en la orilla de la acera, me disculpé extensamente por las
palabras despreciativas que había dicho sobre él y le pedí que me perdonara. David
pudo ir a la escuela feliz, aunque ligeramente confundido por esta extraña conducta
de su madre. Si no hubiera actuado inmediatamente, seguramente David
habría ido a la escuela sintiéndose exasperado. Si tales interacciones hubieran sido
un «estilo de vida», en vez de algo anormal, ello habría facilitado el desarrollo
de trampas de vida activas en él, ¡sin mencionar que mi hijo habría aprendido a
mantenerse alejado de Mamá!
Perfeccionista y condicional
Los niños serán exasperados por sus padres cuando sientan que nunca van a poder estar a
la altura de un ideal perfeccionista. A los padres que causan este tipo de frustración normalmente
les importa muchísimo cómo son percibidos por otros, cómo se les ve en la sociedad. Ellos exigen
la perfección y quedan satisfechos únicamente cuando las cosas se dan de cierta manera. Estas
exigencias ponen una increíble presión en los niños, quienes se vuelven frustrados y algunas
veces traumatizados, y como resultado sus necesidades emocionales básicas no son cubiertas.
A los padres que tienen tal filosofía sobre la perfección y sobre verse bien les importa poco
que sus niños se estén sintiendo tristes, decepcionados o temerosos. Los padres que dan la
impresión de ser condicionales en su amor y en su aceptación hacia sus hijos son, a menudo,
impulsados por la forma en que son percibidos por otros. Debido a que ellos ven a sus hijos como
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una extensión de sí mismos, cuando a sus niños les va bien, ellos sientes como si a ellos mismos
les hubiera ido bien. Son altamente competitivos y probablemente alardean respecto a sus niños,
algunas veces de manera descarada. Por otro lado, algunos padres perfeccionistas son
reservados y se niegan a dar ánimo por miedo a que ello más bien desmotive a sus hijos. Por el
contrario, cuando a sus niños «no les va bien», lo sienten profundamente y se descargan con
ellos. Estos padres están impulsados por cómo otros perciben las «fallas» de sus hijos, y cuando
son decepcionados, ello se muestra en la manera en cómo tratan a sus niños. Como resultado de
sus decepciones, ellos se niegan a dar cariño y amor, lo cual se aprecia en su lenguaje corporal,
así como en sus palabras. La vida de sus hijos está constantemente llena de críticas. Aun cuando
ellos crecen y se vuelven adultos, sus padres tiene la idea equivocada de que ellos siempre saben
qué es lo mejor y mantienen cierto sentido de superioridad.
Si bien las emociones de celebración que acompañan a los logros deben darse de modo
natural, serán escasas y espaciadas entre sí. O quizás un niño alcanza muchos logros y es súper
exitoso, por lo que su hermano sufre de comparaciones y críticas por no ser tan bueno como él.
Las preferencias de los niños, así como sus decisiones y emociones, no son tratadas como algo
tan importante como lo son las preferencias, decisiones y emociones de sus padres. La vergüenza
de éstos cuando ciertas cosas no se logran es más importante que los sentimientos de los niños.
Como resultado, ellos sienten culpa y vergüenza no saludables y, con el tiempo, esto puede
causarles mucha ansiedad y miedo. Las siguientes palabras podrían ser oídas durante esas
interacciones:
Controlador
Los padres que exasperan a sus hijos de esta manera son impulsados por una variedad de
factores. Algunos padres son controladores debido a que temen que sus hijos tomen malas
decisiones y tengan un mal criterio. Este miedo impulsa a los padres a manejar minuciosamente
los asuntos de sus hijos y, como resultado, sus hijos sienten que tienen poca libertad de elección.
Asimismo, estos niños sienten que no pueden confiar en su propio criterio y, con el tiempo, no
desarrollarán su propio sentido de orientación debido a la fuerte influencia de sus padres. La
naturaleza controladora de otros padres proviene de la trampa de vida del apego, pues no
permiten que sus hijos se sientan diferentes a ellos, y los obligan a tener acceso a información
que no es apropiada para su edad, tales como su matrimonio deteriorado, su propia soledad y,
algunas veces, aún sus frustraciones sexuales. Los padres que viven apegados a sus hijos inculcan
una extraña forma de lealtad en ellos. Los privan de sus propias emociones y, en vez de ello,
esperan que piensen en sus necesidades como padres la mayor parte del tiempo, si no es todo
el tiempo.
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Estos niños no crecerán con individualidad o con un sentido de ser personas distintas de
sus padres, lo que les crea experiencias frustrantes al crecer, sobre todo en el caso de las madres
que están apegadas a sus niños. Ellos escuchan de sus padres mensajes como los siguientes:
Déjame escoger las actividades que harás después de la escuela, porque sé qué es lo mejor.
No se te permite tener ningún amigo que a mí no me guste.
No hay secretos entre nosotros, ¿verdad? Cuéntame todo.
Déjame contarte como me siento sobre tu madre/padre
No quiero que estés con tus amigos. Quédate en la casa conmigo. Yo te necesito, deja de
pensar en ti nada más.
Las madres que están apegadas a sus hijos normalmente no tienen idea de cómo sus
interacciones los exasperan. Ellas piensan que son cercanas a sus hijos, pero a menudo ellos se
sienten exasperados, aunque el niño a veces se acostumbra a ello y se vuelve dependiente de la
madre.
Castigador
Los padres que exasperan a sus hijos de esta manera, en su mayoría, ellos mismos crecieron
en un ambiente como ese. Como ejemplos de interacciones exasperantes castigadoras tenemos:
niños que son castigados por cada cosa mínima que hacen mal, o por mostrar ciertas emociones,
o por romper una norma social y no moral (ver Capítulo Dos); y algunas veces estas interacciones
ocurren para que el niño sienta culpa por errores pasados. Los padres que tratan a sus hijos de
esta manera muestran muy poca gracia. Ellos ponen énfasis en la «justicia» y «verdad» en vez de
la compasión y aplican da ley del hielo" a sus niños cada vez que piensan que han cometido una
falta. Las frases que ellos dicen pueden incluir lo siguiente:
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que provenga de la alegría, felicidad, dolor o heridas. La mayoría de padres que exasperan de
esta manera a sus niños fueron tratados similarmente cuando crecían, por lo que este tipo de
mecanismo de adaptación es familiar a ellos y, como resultado, eso es lo que ellos recrean en su
propio hogar. Afirmaciones como las siguientes son hechas frecuentemente a los hijos de este
tipo de padres:
Primero admite lo que hiciste mal; de lo contrario no vamos a hablar sobre lo que sientes.
Puede que yo no te demuestre mucho cariño, pero sí me preocupo por ti
Si ignoras tus sentimientos, no tendrás problemas con ellos
Yo no soy una persona emocional como otra gente. Yo soy alguien racional y lógico, así que
hablemos de esto lógicamente.
Sólo hablemos de lo positivo. Quiero que haya una atmósfera positiva en a casa.
Algunos padres privan emocionalmente a sus niños al estar demasiado ocupados para ellos.
Cuando ambos padres tienen trabajos exigentes, posiblemente aun siendo muy exitosos en sus
labores, puede ser un problema el separar un tiempo para pasar con sus hijos. Éstos son criados
más por sus abuelos o por la niñera o el personal de la guardería de niños. Los padres más
adinerados pueden ver el tener vacaciones muy elaboradas como una manera de compensar el
tiempo que no les han dedicado a sus hijos, pero calidad no compensa la cantidad, y los niños
sienten una falta de empatía, atención y guía.
Existen otras razones de por qué un padre puede privar emocionalmente a sus hijos.
Algunos adultos son incapaces de ser cariñosos, afectuosos, de mostrar cuidado y empatía,
debido a su propia crianza. Algunos padres atraviesan por tiempos tan difíciles en sus
matrimonios que están consumidos por sus problemas y les queda escasa fuerza mental y
emocional para dar a sus hijos. El daño se hace sin importar la razón, y los niños crecen con la
frustración de no tener cubiertas sus necesidades básicas. Otro aspecto importante de este tipo
de interacción ocurre cuando los padres no brindan una guía útil y apropiada para la edad de sus
hijos. Lo opuesto es lo que ocurre en el siguiente tipo de interacción en la cual los padres se van
al otro extremo.
Dependiente y egoísta
Los niños cuyos padres los exasperan de esta manera pueden crecer sintiendo que están
siendo obligados a asumir mayores responsabilidades diarias de lo que normalmente se esperaría
para chicos de su misma edad. Puede que sientan que sus padres les hacen cargar las
responsabilidades de las cosas, que dependen de ellos para ayuda y comprensión, o sienten que
son fuertes y deberían cuidar de otras personas. Un niño bajo este contexto puede que sienta
que uno o ambos padres se alejaron de él y lo dejaron solo por períodos prolongados, o le
mintieron, engañaron o traicionaron. Puede que sienta que uno de sus padres lo usa para
satisfacer sus necesidades; o que es voluble, impredecible, indisciplinado o alcohólico, y
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posiblemente puede que incluso sientan que su padre pareciera sentir placer de herir a las
personas. Este tipo de exasperación podría ocurrir también si un padre es tan formal y rígido que
prefiere mantener todo limpio y ordenado» en lugar de hacer un mínimo cambio. Los padres que
reiteradamente exasperan a sus niños te exasperan a sus niños de esta manera podrían decir
ideas como:
Mira qué inteligente es mi hija de seis años; ya puede planchar sus ropas y hacer el desayuno
para su hermanito, aunque solo está en primer grado
Sé que solo eres un niño, pero necesitas ayudarme porque eres fuerte.
Sé que no cumplí mi palabra, pero es que tengo una buena razón.
Necesito que te hagas cargo de la casa y de tus hermanos menores, ya que debo
concentrarme en mi carrera y además necesito también tener una vida.
Sobreprotector
Los padres que son sobreprotectores se preocupan excesivamente hasta por los asuntos
más pequeños de sus hijos, tales como el lastimarse mientras juegan en el parque infantil o el
enfermarse cuando se mojan con la lluvia. Ellos transmiten expectativas no realistas a sus hijos
y, en el mejor de los casos, reaccionan de una manera que está fuera de toda proporción a la
situación real, tanto así que aún los espectadores se darían cuenta de ello. Los niños, a menudo,
se sienten frustrados cuando son habitualmente expuestos por sus padres a tales señales. Estos
niños se juntan con sus amigos mucho más tiempo que el que pasan con sus padres o se rinden
ante los miedos de sus padres y se vuelven chicos que se preocupan por todo y prefieren
quedarse en casa y no salir. Los padres que interactúan con sus niños de esa manera puede que
digan:
Me molesta mucho que tu amigo no te haya escogido para jugar en su equipo. Dame el
número de su mamá para tratar este asunto.
No quiero que practiques deportes porque te vas a lesionar.
No puedo creer que ellos dejaran a ese chico que está resfriado quedarse en la guardería.
Ahora te vas a enfermar. Descansa mañana y quédate en la casa. Quizás deberíamos
buscar otra guardería para que vayas.
Pesimista
Los niños se vuelven exasperados cuando repetidamente escuchan que el vaso siempre
está mitad vacío, y no la mitad lleno. Si les preguntaras a estos padres por qué son personas
negativas, ellos dirían que no quieren que sus hijos tengan una visión no realista de la vida. Estos
padres probablemente crecieron en ambientes negativos que les hicieron tener miedo a cometer
errores. No se les animó a tomar riesgos. Entonces, alimentados por el deseo de evitar errores y
de asegurarse de que las cosas no vayan mal, ellos deciden que es más fácil no tener ningún tipo
de esperanza.
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Estos pueden ser algunos comentarios de padres que interactúan de esta forma con sus
hijos:
Demasiado permisivo
Los padres que son demasiado permisivos no están disponibles o están demasiado
ocupados en sus propios asuntos. Algunos padres se sienten culpables de no involucrarse en la
vida de sus hijos, así que reaccionan exageradamente al no esperar que sus niños respeten límites
o aprendan la debida disciplina. Ellos no son capaces de hablar de los asuntos difíciles que sus
hijos están atravesando. Y para distraer a sus hijos de sus emociones, los dejan mirar demasiado
la televisión y los consienten con variadas recompensas. Estos padres se sienten incómodos de
involucrarse en las vidas de sus hijos, quizás por miedo a recibir malas noticias o quizás no les
gusta hablar sobre las emociones, por lo que evitan hacerlo no estando disponibles o quitando
atención a sus emociones. Como resultado, los niños empiezan a pensar que es malo hablar de
sus emociones. Además, los padres no se toman el tiempo para guiarlos en sus problemas. Estos
padres permiten a sus hijos salirse con la suya y cometer muchas malacrianzas antes de que
siquiera les digan algo. Al final, el hecho de que los niños no se sientan guiados por sus padres
puede causarles inseguridad respecto a la dirección que están tomando y pueden recurrir a sus
amigos en lugar de sus padres.
Disculpa, estoy demasiado ocupado. Tienes que aprender a lidiar tú mismo con los altibajos
de la vida. Ya estás grande.
Lamento que te sientas así. Es mi culpa. Soy un pésimo padre.
Come un poco de helado. Esa es la mejor manera de que se vaya tu pena y que te sientas
mejor.
Los niños con padres excesivamente permisivos sienten que sus padres los han dejado a su
suerte para que resuelvan el tema de cómo manejar su vida y tomar control de ésta. Ello
fácilmente puede causar desconexión con sus padres y crear resentimiento y frustración,
especialmente cuando sus padres los aconsejan y finalmente, en muy raras ocasiones, deciden
hablarles de temas sensibles.
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¿Por qué las trampas de vida (esquemas) son tan importantes?
Tal como mencionamos en el Capítulo Dos, las trampas de vida son las memorias,
pensamientos, creencias y emociones almacenadas/guardadas en nuestro cerebro que se activan
cuando se presentan situaciones familiares que ocurren más tarde en nuestra vida. Todos
tenemos trampas de vida, dado que ninguno de nosotros tuvo un ambiente perfecto en el que
creció. Las experiencias positivas nos ayudan a avanzar en la vida en cuanto a enfrentar la
adversidad o los desafíos. Las experiencias fuertemente negativas afectan las perspectivas que
tenemos de nosotros mismos y nuestras relaciones con la gente, y quedamos atascados con esto
una y otra vez, incapaces de liberarnos totalmente de ellas y empezar de nuevo. ¿Recuerdan la
figura de la mujer (ver Capítulo Dos, Figura 2.2) mirándose al espejo? Muestra a una mujer joven
cuyas visiones de sí misma fueron dibujadas por los mensajes negativos que hizo su padre. Ella
tiene la trampa de vida de la defectuosidad; ella siente que hay algo negativo en ella, de que no
es lo suficientemente buena y, como resultado, su propia imagen está distorsionada, lo cual se
ve en el reflejo del espejo.
El hecho de que las trampas de vida estén asociadas con las experiencias tempranas de
crianza y con muchos de los desórdenes y patologías arriba mencionados, demuestra que nuestro
rol como padres es crucial para saber cómo satisfacer de modo satisfactorio las necesidades
emocionales básicas de nuestros hijos. Hay mucho en juego. La manera en la que nuestros hijos
perciben las experiencias tempranas que viven con nosotros como padres tiene una inmensa
trascendencia en cómo ellos serán de adultos.
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L
a necesidad básica emocional de conexión y aceptación puede ser definida
como un estado en el que viven los niños cuando se sienten completamente
vinculados a sus padres de una manera sana, y cuando sienten que pertenecen,
que son aceptados y amados incondicionalmente. Los niños cuya necesidad básica emocional de
conexión y aceptación ha sido cubierta desarrollan, de modo natural, características y creencias
tales como la confianza, la auto-aceptación y la sinceridad, la realización emocional e intimidad,
la pertenencia y afinidad, la espontaneidad emocional y expresividad, así como el dominio de
habilidades y logro'. Ellos, de modo constante, y a un nivel emocional, escucharán y creerán los
siguientes mensajes sobre sus padres:
Daniela, de treinta y siete años, creció en un hogar donde se le hizo sentir que era estúpida,
fea, gorda y no deseada. Sus padres querían que su primer hijo fuera hombre, y se le recordaba
eso frecuentemente. Además de eso, tenían altas expectativas para ella a nivel académico, a
pesar de que ellos mismos solo habían terminado la escuela primaria. Cuando ella no sobresalía
en el kínder, la insultaban usando palabras como «idiota» y «tarada> y hacían público su deseo
de que no hubiera nacido. Daniela era golpeada ante la menor falta que cometía, y cuando fue
abusada sexualmente por un pariente, al parecer, a nadie le importó. Como la dejaban afuera de
la casa —la que cerraban con llave— ante cualquier falta menor como reírse demasiado fuerte,
rápidamente ella aprendió a hacerse invisible. Cuando llegó su hermano, algunos años después,
el único valor que ella tuvo para la familia fue como niñera. Sus padres no cubrieron, de ninguna
de las maneras posibles, la necesidad emocional básica de Daniela de conexión y aceptación,
como tampoco ninguna de las otras necesidades. Esta solitaria niña tuvo un mal desempeño en
casi todas las materias de la escuela y, al final, fracasó en la secundaria y tuvo que truncar sus
estudios. Como adulto, Daniela se hospitalizó por sus tendencias suicidas y tiene que luchar
constantemente con sus relaciones, sus finanzas, la depresión, los límites y los temas de
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autoestima. No es difícil deducir que las dificultades de Daniela están directamente relacionadas
con su infancia, y no es de sorprender que continúe teniendo problemas para conectarse con
otros y aceptarse a sí misma.
Carolina, de treinta y dos años, nunca fue golpeada ni sufrió abuso sexual. Su familia se fue
de vacaciones e hizo viajes muy bonitos, tenía muchos amigos, asistió a una escuela privada para
chicos ricos, y sobresalía en sus actividades favoritas. Aunque a ambos padres les resultaba difícil
expresar sus sentimientos y tenían estándares muy altos, ellos creían que era bueno ser firme
pero amable y valoraban la disciplina, así como el esforzarse en hacer lo mejor, ser humilde y
mostrar respeto. Su madre tenía un trabajo de horario flexible de modo que podía estar en casa
con sus hijos tanto como le fuera posible, ya que su padre trabajaba por largas horas como
abogado. Su hermana mayor era problemática y parecía llevarse la peor parte a la hora de la
disciplina, mientras que su hermano menor solía enfermarse mucho, por lo que sus padres
pasaban la mayor parte de su tiempo preocupados por los hermanos de Carolina. Dado este
ambiente, Carolina fue ignorada y no sintió el amor de sus padres. Como adolescente, anhelaba
liberarse y rebelarse contra la vigilancia desaprobatoria que hacían sus padres, quienes eran algo
estrictos y emocionalmente inhibidos. Aunque a sus hermanos les va bien en sus carreras,
Carolina nunca se graduó de la universidad y tiene muchos problemas con los límites. Así como
Daniela, a veces Carolina ha estado en programas de vigilancia para suicidas, y le resulta difícil
mantenerse en un trabajo o mantener una relación estable. Mucha gente podría mirar a sus
padres y a su familia y pensar que ella tuvo el hogar ideal, pero su necesidad básica de conexión
y aceptación no fue cubierta, y ella tiene problemas para sentirse conectada a la familia y
aceptarse a sí misma y a otros. ¿Qué es lo que estas dos mujeres, que provienen de dos hogares
muy diferentes, tienen en común? Su necesidad emocional básica de conexión y aceptación no
fue cubierta por sus padres y ahora, aunque estas dos mujeres deberían ser capaces de funcionar
como adultas exitosas, sus luchas son muy grandes.
La verdadera conexión con nuestros hijos se produce cuando las emociones se comparten
en ambas direcciones, de padres a hijos y de hijos a padres, de manera que se desarrolla un
vínculo afectuoso y saludable y una comprensión empática en ambos lados. Como resultado, los
niños sienten que sus pensamientos e ideas, sus heridas y sentimientos así como sus victorias y
derrotas, tienen un lugar en el corazón de sus padres, y viceversa. Para nuestros niños, la
aceptación ocurre cuando sienten que sus padres los valoran por como ellos son, con sus
fortalezas y debilidades, con errores y todo, y los consideran una bendición en sus vidas. La
conexión auténtica y la aceptación incondicional hacen que el hogar sea un lugar seguro.
Estos dos conceptos van de la mano. Es imposible estar conectado a un niño a nivel
emocional y al mismo tiempo no aceptarlo. Cuando un niño se conecta, normalmente la
aceptación viene con ello, pues la conexión y la aceptación están interrelacionadas. Lo contrario
también es cierto; cuando hay desconexión, hay también un sentimiento de rechazo. Los niños
se sentirán desanimados y su conducta reflejará esos sentimientos. Cuando esta necesidad
emocional básica está cubierta adecuadamente, se sientan las bases para una relación duradera,
satisfactoria y de amor genuino entre un padre y su hijo.
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La conexión es esencial
Los niños tienen que sentir una profunda conexión emocional con sus padres a fin de
madurar y convertirse en adultos emocionalmente saludables. Ellos deben sentirse aceptados
por sus padres para llegar a desarrollar un saludable sentido de autoestima. En nuestra opinión,
la mayor parte del daño que existe en el mundo actual es causado porque esta necesidad
emocional básica a menudo no es satisfecha. ¡Ah, si tan solo los padres prestaran atención a la
exigencia de cubrir esta necesidad emocional básica!
De todas nuestras cuatro (más una adicional) necesidades emocionales básicas, la conexión
y aceptación son las que juegan la parte más intensa. No se puede cubrir esta necesidad básica
si los padres insisten en permanecer en una postura lógica. Lo repetimos, para que los padres se
logren conectar con sus hijos y los ayuden a sentirse aceptados, deben interactuar con ellos a un
nivel emocional. Y eso no significa que el hogar necesita llenarse de gritos, rabietas o llanto. Lo
que significa es que los padres deben lidiar con sus propias dudas respecto a ser vulnerables al
expresar emociones tales como la rabia, miedo, tristeza, vergüenza, alegría, paz y demás.
Cuando esta necesidad emocional básica es cubierta, los padres y los niños experimentan
emociones satisfactorias por igual; las «vibraciones positivas» son casi tangibles. Se nota una
atmósfera ligera en la casa, con padres e hijos que de modo similar se sienten libres para ser
vulnerables y espontáneos los unos con los otros. Esta experiencia es muy gratificante y crea un
sentimiento de que criar hijos es un gozo. Cuando ocurre lo opuesto, ambos lados se sienten
desconectados y rechazados, y el ser padres se siente más como una tarea agotadora. Por eso,
¡demos tres hurras para la conexión y aceptación!
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Nos hemos dado cuenta de algo que ocurre en las secciones sobre crianza de las tiendas de
libros: la mayoría de títulos tienden a tratarse sobre el cambio en el comportamiento de los niños.
Muy pocos libros enseñan a los padres cómo desarrollar una conexión significativa y agradable
con sus hijos y, sin embargo, el tener tal conexión con ellos es probablemente la necesidad más
importante que tienen mientras crecen.
Algunos papás piensan que esta es una «cosa de chicas», en el sentido de que únicamente
las hijas son las que se benefician de tener cubierta esta necesidad básica. Pero la necesidad
básica emocional de conexión y aceptación no es exclusiva para un género en particular, pues las
investigaciones señalan que la aprobación del padre es igual de importante para el desarrollo de
una autoestima saludable en los niños varones3 (RI5.1). Algunos padres se sienten conectados a
sus niños cuando son pequeños, pero encuentran que después no están tan conectados con ellos
cuando son adolescentes. Según el nivel de autonomía de los niños va creciendo (ver Capítulos
Nueve a Once), debemos mantener la conexión, así como hacer con éxito la transición del
liderazgo por autoridad hacia un liderazgo por relaciones/influencia4. Aquí es donde muchos
padres se equivocan, pues permiten que el nivel de conexión se deteriore con el aumento de
autonomía de sus niños, pensando que tal deterioro es parte inherente del proceso de
crecimiento de sus hijos. Debemos luchar arduamente para asegurarnos de que nuestros hijos
nos dejan suficiente espacio en sus vidas. Si somos indiferentes acerca de esta gradual
separación, terminaremos perdiendo una valiosa conexión que debe estar en marcha y que los
adolescentes necesitan mientras hacen la transición de la niñez a la adultez. Mientras la
autonomía (la segunda necesidad emocional básica) está creciendo, la conexión debe ser
mantenida.
Asimismo, a algunos padres les preocupan que si ellos tienen una fuerte conexión
emocional con sus niños, ello impedirá que los puedan guiar y enseñar, así como ayudarlos a
asumir responsabilidades de manera efectiva. Esto en verdad no es cierto y, de hecho, la realidad
es justamente lo contrario. El Dr. John Gottman llevó a cabo una investigación sobre el
matrimonio y crianza por más de veinticinco años. Él concluyó que cuanto más conectado
emocionalmente está un niño a sus padres, es más probable que acepte los valores que ellos le
inculcan 5 .Cuando el nivel de conexión es alto, la capacidad de los padres para influir en sus hijos
también es alta; por lo que la conexión no es buena solo para los chicos, ¡sino también para los
padres!
Cuando los bebés nacen prematuramente y necesitan vivir en incubadoras, los hospitales
saben que únicamente crecerán sanos si están expuestos al toque humano. Somos creados para
conectarnos unos con los otros, especialmente con los seres que amamos, y los niños necesitan
constantemente del cariño de sus padres, no tan solo cuando están recién nacidos.
Uno de nuestros estudios favoritos que apoyan la idea de la necesidad de conexión entre
los padres y los niños es la investigación realizada entre estudiantes que asistieron a la
Universidad de Harvard entre los años 1952 y 1954. Se les preguntó a estos estudiantes si las
relaciones con sus madres y padres eran cercanas, cariñosas y amistosas o eran tensas y frías.
Treinta y cinco años después, cuando los participantes tenían mediana edad, sus expedientes
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médicos fueron recolectados. Los resultados mostraron que del grupo de estudiantes que había
dado una puntuación baja en cariño parental, el 87% había sido diagnosticado de enfermedades
tales como enfermedad de la arteria coronaria, hipertensión, úlceras duodenales y alcoholismo;
mientras que en el grupo que había dado puntuaciones altas en cariño parental, únicamente el
25% había tenido enfermedades diagnosticadas6 (RI5.2). Así como muchos padres, ambiciosos
académicamente, luchan con uñas y dientes para que sus hijos ingresen a las universidades más
prestigiosas, ¿cuántos hacen ese mismo esfuerzo para conectarse a sus hijos y mostrarles
aceptación?
Algunos padres piensan que amar a sus hijos significa que ellos deben proveerles techo,
ropa, comida, atención médica y educación, y que eso es todo. Pero, ¿qué es lo que se requiere
para que nuestros niños se sientan conectados y aceptados por nosotros a un nivel que sea
adecuado? ¿Los niños sienten que nos agradan? Únicamente seremos capaces de cubrir esta
necesidad de conexión y aceptación si nuestros hijos sienten que nosotros como padres
disfrutamos estar cerca de ellos como individuos. Muchos padres se encuentran tan consumidos
por sus preocupaciones que, o no tienen espacio en su corazón para conectarse con sus niños, o
consideran que sus hijos los estorban alcanzar las metas.
Haim Ginott fue un psicólogo clínico y terapista quien escribió un libro exitoso en ventas
titulado Entre padres e hijos. Él dijo que los padres debían aceptar los sentimientos de los niños,
pero no necesariamente sus conductas. Asimismo, creyó firmemente que los padres y maestros
deben conectarse con los niños y aceptarlos. En su libro señaló que como psicoterapeuta de
niños, atendió a chicos que padecieron trastornos emocionales. Dijo que si veía a una niña en
terapia una hora a la semana durante un año, era muy posible que sus síntomas desaparecieran;
ella se sentía mejor respecto de sí misma, se llevaba bien con otros e inclusive dejaba de moverse
nerviosamente en la escuela. Ginott plantea que la ayuda que le dio fue comunicarse con ella de
una manera única, usando todas las oportunidades que se presentaban para mejorar los
sentimientos que ella tenía sobre sí misma. Su conclusión fue que, si una comunicación afectuosa
puede llevar a que niños enfermos se curen, los principios y práctica de dicha comunicación
pertenecen a los padres y maestros; si bien los psicoterapeutas pueden ser capaces de curar,
únicamente aquellos que están en contacto diario con los niños pueden evitar que éstos
necesiten ayuda psicológica7.
Rudolf Dreikurs, discípulo de Alfred Adler, quien fue entrenado por Freud, escribió Children:
The Challenge (Los niños: el desafío [publicado en español con el título Aprendiendo a ser
padres]). Uno de sus bien conocidos principios para explicar la mala conducta y la importancia
de la comunicación no verbal es que un niño que tiene mal comportamiento es un niño
desmotivado, porque de miles de maneras sutiles, ya sea por el tono de voz o por las acciones,
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le indicamos al niño que lo consideramos un incapaz, un inútil y, en general, alguien inferior8.
Otro de sus principios es que los padres muchas veces no saben de qué manera están
desmotivando a sus hijos, esto ocurre en formas muy sutiles, tanto verbalmente, como con el
tono de voz y el lenguaje corporal9.
En efecto, los adolescentes nos devuelven en los años de adolescencia todos los
pecados, reales o imaginarios, que hemos cometido contra ellos cuando eran
pequeños11.
Adele Faber y Elaine Mazlish, discípulas de Ginott, son coautoras de lo que se conoce en
algunos círculos como la «Biblia de la crianza». Ellas escribieron:
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años hasta su adolescencia. Concluyeron que los niños cuyos padres practicaron constantemente
el entrenamiento en las emociones tienen mejor salud física y puntuaciones más altas a nivel
académico que los niños cuyos padres no les ofrecen tal orientación; estos chicos se llevan mejor
con sus amigos, tienen pocos problemas de conducta y son menos propensos a realizar actos de
violencia. Gottman sostiene que, por lo general, los niños que han tenido entrenamiento
emocional experimentan menores sentimientos negativos y más sentimientos positivos; en
resumen, son emocionalmente más sanos13.
Gottman afirma que cuando los padres ayudan a sus hijos a tratar con sentimientos
incómodos tales como la culpa, el remordimiento o la tristeza, sus niños se sienten más
apoyados. Él continúa señalando que si los niños son entrenados en sus emociones desde una
temprana edad, se volverán expertos en el arte de autocalmarse y de mantenerse tranquilos
cuando estén bajo estrés lo cual, además, les hace tener menores probabilidades de tener un
mal comportamiento14 La investigación de Gottman demuestra que la práctica de la empatía
por parte de los padres hace que los niños se sientan apoyados, pues sienten que sus padres son
sus aliados y, por eso, es más probable que acepten los valores de ellos. Este es el hilo común
que recorre todas las excelentes filosofías sobre crianza arriba señaladas: los padres deben
conectar con sus niños de modo empático en lugar de causarles exasperación. Esta no es
simplemente una buena idea; es la base para una crianza efectiva y saludable; es el cimiento
para ser padres lo suficientemente buenos.
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H emos mencionado en el Capítulo Dos las dieciocho trampas de vida
identificadas por el Dr. Jeffrey Young, quién las agrupó en cuatro dominios,
de los cuales el primero se conoce como la desconexión y el rechazo».
Creemos que en el mismo grado en que los padres no cubran la necesidad emocional básica de
conexión y aceptación, los niños experimentarán lo opuesto, es decir, la desconexión y el
rechazo. Esto significa que sus niños estarán en riesgo de desarrollar algunas o todas las trampas
de vida que se ubican en el dominio de la desconexión y el rechazo, las cuales son desconfianza,
defectuosidad, privación emocional, aislamiento social, inhibición emocional y fracaso. Este
capítulo explica en detalle estas seis trampas de vida y contiene un segmento adicional llamado
«Zona básica de seguridad».
Los niños que han sido abusados o que han atestiguado abusos casi siempre desarrollarán
la trampa de vida de la desconfianza. Cuando sus cuidadores, especialmente sus padres, no son
confiables, los niños reciben un mensaje que les hace mucho daño. Cuando el abuso sucede,
sobre todo cuando ocurre repetidas veces, los niños dejarán de confiar, producto de la necesidad
de protegerse. Se volverán cautelosos y les costará mucho más que a otros el tener vínculos
afectivos, hacer amigos, y aceptar ayuda. Ellos buscan los objetivos que tienen los demás y, a
menudo, leerán algo negativo en sus acciones y tendrán dudas sobre sus motivos, sintiendo que
quieren aprovecharse de ellos o causarles daño. Están en constante alerta. Cargan el dolor y la
desconfianza, llevándolas a sus relaciones e interacciones adultas, y frecuentemente
malinterpretan las palabras de los demás. Les cuesta mucho dar el beneficio de la duda a los
demás y fácilmente caen en etiquetar o juzgar a otros.
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Como paladines de la justicia, quienes experimentan esta trampa de vida tratan
continuamente de exponer la hipocresía de otros a pesar de que no hay nada de eso. Algunas
veces no tienen una buena opinión de las personas que son cariñosas y afectuosas, por cuanto la
ven como débiles en un aspecto que ellos valoran. Las personas que están en esta trampa de vida
de la desconfianza ven todo blanco o negro. En vez de entender que los motivos de las personas
generalmente se ubican en algún punto de una variedad de posibilidades, ellos automáticamente
ponen a la gente en dos categorías: aquellos en los que se puede confiar y aquellos en los que
no. Le hacen «pruebas» a la gente («¿Me pregunto si ella se acordará de mi cumpleaños?») sin
decirles que están siendo sometidos a ello y a la larga, todos fallan en las pruebas, lo cual
demuestra que ellos tenían razón al no confiar.
El ambiente familiar en el que pudo haberse desenvuelto durante su infancia y que podría
haber causado que esta trampa de vida se desarrolle:
• El niño fue abusado verbalmente, físicamente y/o sexualmente, por uno de sus padres,
un pariente, un maestro, o cualquier combinación de estos. (Si el niño o adulto nunca
ha hablado de su abuso pasado con sus padres o con un adulto, será muy doloroso
cuando decida abrirse y contarlo. El oyente tiene que ser paciente y comprensivo, dando
tiempo a que la persona hable sobre ello y no apurarla).
• Los hermanos del niño peleaban con él constantemente; sus padres lo permitieron y no
lo protegieron.
• Había mucha tensión en el hogar del niño; por ejemplo, fue testigo de cómo su padre
abusaba de su madre.
• El niño creció en un ambiente donde el abuso fue realizado hacia otros, y él lo observó.
Por ejemplo, tal vez un hermano o hermana fue maltratado o el niño sabía que uno de
sus amigos estaba siendo abusado, o vio como los maestros abusaban de sus
compañeros en el colegio. (Ver la sección «Zona básica de seguridad» para más
información respecto a cómo prevenir el abuso).
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La trampa de vida de la defectuosidad/vergüenza
El siguiente esquema maladaptativo (trampa de vida) en el dominio de la desconexión y el
rechazo es la defectuosidad/vergüenza. El mensaje fundamental de esta trampa de vida es:
«no soy lo suficientemente bueno. Soy inherentemente defectuoso. Cualquiera que
verdaderamente me conozca no podrá amarme».
¿Conoce usted personas inteligentes que no piensan que lo son, y personas atractivas que
piensan que no lo son? La gente con esta trampa de vida siente que algo dentro de ellos está mal,
por ejemplo, que son extraños, bajos, gordos, incapaces o simplemente repugnantes Son
exageradamente sensibles con respecto a sus debilidades, y tienen un miedo injustificado de
exponerse a sí mismos hacia los demás. No aceptan fácilmente los cumplidos y sienten que no
merecen alabanzas. Son celosos y competitivos y se sienten inseguros alrededor de aquellos que
perciben como mejores que ellos. Hacen muchas comparaciones, aun en interacciones comunes.
Si la trampa de vida es fuerte, se dejan consumir por el estatus y la posición y sobrevaloran el
éxito, tal como la excelencia académica o los logros atléticos. A pesar de que puedan ser
altamente exitosos, muy en su interior sienten que no son lo suficientemente buenos. Debido a
que se sienten defectuosos, nunca están satisfechos con su situación actual. Todavía no han
aprendido a aceptarse a sí mismos, con todo y defectos, y celebrar con confianza sus fortalezas
y logros. Si se da el caso de que, además, tengan el estilo de adaptación a la sobrecompensación,
se ofenderán rápidamente y humillarán a la persona ofensora antes de que ésta lo haga con ellos.
Les preocupa más esforzarse para no ser defectuoso que satisfacer las necesidades básicas de
sus seres queridos. Están constantemente presionándose, al punto de que sus relaciones más
cercanas salen lastimadas en el proceso. También temen que su defectuosidad vaya a ser
expuesta y que por ello serán avergonzados. Esta trampa de vida se trata, en el fondo, de la
vergüenza.
El ambiente familiar en el que pudo haberse desenvuelto durante su infancia y que podría
haber causado que esta trampa de vida se desarrolle:
• El niño fue comparado con otros (hermanos, parientes y compañeros) y sintió que sus
padres estaban decepcionados de él.
• El niño fue criticado por al menos uno de sus padres, acusándolo de ser «la oveja negra»
de la familia, inútil, lento, tonto, torpe, feo, estúpido, etc.
• Los padres del niño constantemente hablaban sobre la definición que ellos tenían de lo
que es una persona exitosa y cómo su hijo no daba la talla.
• El niño siempre sentía que no estaba a la altura de algo, por ejemplo, que no era lo
suficientemente bueno en los estudios o en los deportes, o no era lo suficientemente
talentoso o atractivo, etc.
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La trampa de vida de la privación emocional
Otro esquema maladaptativo (trampa de vida) en el dominio de la desconexión y el rechazo
es la privación emocional. El mensaje básico de esta trampa de vida es: «No puedo esperar que
los demás sean solidarios conmigo y se preocupen de lo que necesito». La privación emocional
trata sobre empatía y cariño insuficientes, y/o sobre no recibir guía y dirección.
El ambiente familiar en el que pudo haberse desenvuelto durante su infancia y que podría
haber causado que esta trampa de vida se desarrolle:
• Los padres del niño estuvieron emocionalmente ausentes y puede que tuvieran a
alguien más para criarlo. El niño raras veces fue hacia ellos por amor y cariño, y si trató
de pedirlo, no le fue bien.
• La madre del niño tenía un horario muy ocupado (esta trampa de vida tiene que ver más
con la falta de cercanía materna, que con la del padre), estaba enfocada en su propia
carrera o vida social y no tuvo tiempo para su hijo. Puede ser que la madre haya estado
enferma o no pudiera cubrir las necesidades del niño por alguna razón justificada.
• Aun cuando el niño hablaba con sus padres, ellos no sabían cómo mostrar empatía hacia
él, así que el niño creció sintiendo que sus sentimientos no eran importantes o
comprendidos.
• Se le dieron al niño cosas materiales y vacaciones, y quizás inclusive fue engreído, pero
expresaron poco interés hacia él y a lo que le estaba pasando en su vida.
• Cuando el niño tenía problemas, sus padres no estaban allí para escucharlo y
aconsejarlo.
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La trampa de vida del aislamiento social/alienación
El aislamiento social/alienación es el cuarto esquema maladaptativo (trampa de vida) en el
dominio de la desconexión y rechazo. El mensaje fundamental de la trampa de vida de
aislamiento es «soy diferente de las otras personas y no encajo». El sentimiento de aislamiento
y soledad provienen de sentirse apartado de cualquier grupo o comunidad y de considerarse
demasiado diferente de los demás como para sentir que pertenece a ellos.
Los niños que desarrollan esta trampa de vida se sienten diferentes y que no encajan.
Puede que eviten las reuniones sociales, porque no les gusta mezclarse con otros y, cuando están
allí, se sienten fuera de lugar. Inclusive puede que se sientan discriminados porque sienten que
son diferentes y que no forman parte del grupo. Aquello que los hace sentir diferentes no es
necesariamente algo negativo, pues pueda que tengan más educación, que tengan más dinero o
bien, que provengan de familias que poseen fama o poder. A la larga, cuando miran a quienes
los rodean, sienten que ellos mismos son los raros o que no encajan. Los adultos con esta trampa
de vida se enfocan principalmente en aquello que los hace diferentes y los separa de los demás,
en lugar de buscar aquello que tienen en común y, como consecuencia, terminan aislados y
solitarios. Exageran las diferencias entre ellos y los demás en vez de enfocarse en lo que tienen
en común con sus amigos, su familia y otros. Aunque esto está relacionado con la trampa de vida
de la defectuosidad, es diferente de esta, ya que la persona se siente inferior en el interior; en
cambio las personas con la trampa de vida del aislamiento social se sienten fuera de lugar debido
a factores externos. Sin embargo, es posible tener ambos.
El ambiente familiar en el que pudo haberse desenvuelto durante su infancia y que podría
haber causado que esta trampa de vida se desarrolle:
• Los amigos del niño eran de origen étnico diferente, hablaban un idioma diferente o eran
vistos como más inteligentes que él.
• Puede que el niño era visto como más destacado que los amigos en la escuela o en los
deportes o en algún tipo de talento, situación que aún pudo haberle dado la sensación de que
era diferente del resto.
• El niño sentía que su familia era extraña y diferente a las demás y en su corazón sabía que
había algo malo. Esto puede ser consecuencia de problemas en su familia u otros factores tales
como tener mucho poder, fama o fortuna.
• Los padres del niño eran divorciados, pero los padres de sus amigos no. O bien, los amigos
de la escuela del niño vivían en un lindo vecindario, mientras que él no, o viceversa.
• El trabajo de uno de los padres del niño implicaba que la familia debía mudarse mucho,
así que, a donde sea que fuera, el niño se sentía diferente a los demás.
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La trampa de vida de inhibición emocional
Otro esquema maladaptativo (trampa de vida) que existe en el dominio de la desconexión
y el rechazo es la inhibición emocional. El mensaje básico esta trampa de vida es: «No debo
expresarme ni mostrar mis emociones. Debo estar siempre en control».
Cuando no se permite a los niños ser ellos mismos, se les hace sentir que sus emociones
son algo malo, y se les menosprecia por sentirse emocionados o alegres o enojados, casi de
seguro desarrollarán el esquema de la inhibición emocional. Estos niños reciben el mensaje de
que es más seguro en su familia el no destacar o llamar la atención hacia uno mismo. A algunos
niños, inclusive, se les hace caminar de puntillas cuando andan por la casa para que así no
ofendan a sus extremadamente sensibles padres que no quieren ser interrumpidos. Los adultos
con esta trampa de vida son, muchas veces, vistos por los demás como personas sin emociones.
Ellos valoran el ser racional como una disposición superior. No les gusta nada demasiado ruidoso,
demasiado espontáneo, demasiado bullicioso, o demasiado apasionado, aunque no sea
percibido así por sus cónyuges o los demás. Tal conducta es vista como descortés e inapropiada
y bastante fuera de lugar.
En algunos casos, las personas con antecedentes familiares de clase media-alta han sido
criadas para pensar de esta manera. En otros casos, esto puede ser un asunto cultural asociado
con la etnicidad. Ciertos grupos sociales tienden a sentir que las emociones deben contenerse,
lo que se vuelve dañino, debido a que en ese entorno incluso la intimidad debe ser «apropiada».
Aún cualquier emoción u opinión firme es vista como agresiva. A las personas con esta trampa
de vida les cuesta mucho intimar con las personas y, generalmente, ignoran la falta de conexión
que sienten sus seres queridos. Es difícil para ellos compartir los sentimientos del corazón. Por
debajo de la superficie, acecha el temor a sentir vergüenza si dejan salir sus verdaderos
sentimientos o emociones. Las personas con la trampa de vida de la inhibición emocional sienten
la tentación de pensar que es raro el reírse a carcajadas, o llorar o expresar cariño, porque fueron
menospreciados por ser expresivos cuando fueron niños. Como adultos, han aprendido a
reprimirse y guardarse las cosas en su interior, en vez de ver la expresión emocional como algo
saludable.
El ambiente familiar en el que pudo haberse desenvuelto durante su infancia y que podría
haber causado que esta trampa de vida se desarrolle:
• Los padres del niño escasamente hablaban cuando estaban en casa, inclusive si estaban
comiendo juntos.
• Los padres del niño creían en los viejos dichos de «los niños deben ser vistos pero no
escuchados» y «los hombres no lloran».
• Al niño se le impidió ser niño o expresar sus emociones. Tuvo que moderar su excitación
por cosas normales y controlar sus emociones para no molestar a su padre o a su madre.
• El ser ruidoso, estar emocionado y ser bullicioso eran vistos como una conducta
inaceptable.
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La trampa de vida del fracaso
El sexto y último esquema maladaptativo (trampa de vida) que existe en el dominio de la
desconexión y el rechazo es el del fracaso. El mensaje fundamental de la trampa de vida del
fracaso es: «Soy, básicamente, incompetente y he fracasado, estoy fracasando y fracasaré
nuevamente en el futuro. Soy menos talentoso y exitoso que las otras personas». El enfoque de
esta trampa de vida está en el logro y en los símbolos externos asociados a una posición de éxito
en vez de los sentimientos internos de vergüenza e inferioridad característicos de la trampa de
vida de la defectuosidad.
Algunos niños pasan por más dificultades que otros en la escuela, lo cual podría hacerlos
susceptibles de desarrollar esta trampa de vida. Sin embargo, otros niños pueden en realidad ser
excelentes en muchas cosas, pero no en aquella área que sus padres valoran; o, definitivamente,
son excelentes en áreas que no son del agrado de sus padres. Cuando estos niños se vuelven
adultos, siempre se sienten menos respecto a sí mismos comparados con sus semejantes. Otras
personas les pueden decir que han realizado un excelente trabajo, pero ellos no lo creen. En vez
de eso, siempre se sienten fracasados cuando se trata de logros, riqueza, estatus o carrera.
Cualquier éxito que hayan logrado alcanzar lo atribuyen a la suerte o, simplemente, creen que
las personas que los alientan están equivocadas. Las personas con esta trampa de vida creen que
han fracasado y están destinadas al fracaso y, por consiguiente, no ponen mucho afán en tener
éxito. Hacen comparaciones injustas con otras personas respecto a las situaciones que están
ocurriendo en sus vidas. Algunos individuos no serán tan financieramente exitosos como otros,
y todos tenemos limitaciones en algunas áreas. De hecho, es bueno que la gente sea moderada
respecto a cómo se ve a sí misma, pero quienes tienen esta trampa de vida necesitan no irse al
otro extremo. La trampa de vida del fracaso, por lo regular, está ligada a la trampa de vida de la
defectuosidad.
El ambiente familiar en el que pudo haberse desenvuelto durante su infancia y que podría
haber causado que esta trampa de vida se desarrolle:
• Los padres del niño pusieron mucho énfasis en el éxito de un área que no era su
fortaleza. Por ejemplo, puede que ellos se enfocaran en las ciencias, cuando el área
fuerte del niño era las artes.
• Cuando el niño no tuvo éxito en algo, sus padres fueron duros con sus críticas y le decían
que era un fracasado.
• El niño no recibía mucho ánimo de sus padres respecto a sus fortalezas y siempre trataba
de llamar su atención.
• Los padres del niño siempre lo comparaban con sus hermanos o con sus primos o bien,
puede ser que él escuchara que alardeaban de estas personas, pero no de él, por lo que
perdió la motivación para dar lo mejor de sí.
Se sobreentiende que los padres no deben abusar de sus hijos. ¡Si cubres las necesidades
básicas emocionales de tus hijos, no harás esto! Adicionalmente, a fin de brindar seguridad
básica, los padres deben también hacer todo lo mejor posible para asegurar que sus hijos no
sufran abuso por parte de otros. Esto implica llegar a conocer a los amigos de sus hijos,
involucrarse en lo que pasa en la escuela, limitar o no permitir juegos no supervisados, así como
hacer un seguimiento a los estados de ánimo de tus hijos cuando juegan con otros y cuando
llegan a la casa después de la escuela. Las señales específicas de abuso sexual infantil pueden ser
difíciles de identificar; por ejemplo, dolor mientras camina o está sentado, dolor genital, excesiva
agresividad, conducta para seducir sexualmente, sexualidad precoz o un cambio repentino en el
estado de ánimo. Ten en cuenta que algunos niños se resisten a denunciar estos hechos, porque
temen enojar al ofensor, se culpan a sí mismos del abuso y/o sienten culpa o vergüenza.
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Asimismo, pon atención cuando alguien muestra un interés mayor que el normal en tu niño.
Igualmente, puedes ayudar participando activamente de servicios de prevención como
actividades de educación pública, programas de ayuda a la familia o clases de escuela para
padres. No te olvides de proteger a tus hijos del abuso sexual en Internet. (Se discutirá más al
respecto en la sección «Zona básica de seguridad» correspondiente al Capítulo Trece).
«A una corta edad le dimos información a nuestros niños sobre las partes del cuerpo
que son íntimas» y cómo aquellas partes eran especiales, diciendo que son
únicamente para ti y algún día únicamente para tu esposo o esposa, y nadie fuera de
tu Mami o tu Papi se supone que deba verlas o tocarlas», y cómo nos debían avisar si
alguna otra persona trataba de hacer o en efecto hacía algo extraño. No queríamos
que se sintieran avergonzados del sexo o de sus cuerpos y, al mismo tiempo,
queríamos que entendieran el concepto de la modestia, y queríamos definitivamente
empoderarlos al darles un sentido de límites y la capacidad de decir «No». De cuando
en cuando, le preguntaríamos a los chicos de una manera muy casual si alguien había
tratado de tocar sus partes íntimas, sin querer alarmarlos, sino deseando darles
protección. Y fuimos muy cuidados respecto las personas que pasaban tiempo con
los niños cuando no estábamos cerca. Hemos escuchado muchas historias de niños
que fueron abusados sexualmente por vecinos, parientes y otros niños de la escuela.
Estas historias podrían haber causado en nosotros el ser exageradamente vigilantes,
pero en estos días creemos que es mejor ser cautelosos que lamentar algo.
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E
xisten tres cosas indispensables que deben hacerse cuando se trata de satisfacer
esta necesidad emocional básica. Una es poner en práctica los Capítulos Tres y
Cuatro, y ¡no exasperarse! Otro punto tiene que ver con procesar las emociones,
lo cual abordaremos en el Capítulo Ocho. Pero este capítulo se enfoca en el punto
indispensable sin lo cual nunca serás capaz de conectar con tus hijos: ¡pasar tiempo con ellos!
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Toda la verdad sobre los Louis
Cuando Sonia estaba en la secundaria, el único tiempo que ella podía sacarme era
temprano en la mañana antes de ir a la escuela. No era cómodo para mí, pero valía
la pena. Sonia y yo hablábamos por quizás cuarenta minutos. Nuestras
conversaciones oscilaban entre hablar de cosas divertidas y otras donde realmente
ella era abierta sobre diferentes preocupaciones o sentimientos, ¡sobre todo después
de algunos sorbos de café Starbucks! Ella se iba al colegio sintiéndose feliz y segura,
y yo me sentía profundamente conectado a mi hija adolescente.
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Tener un tiempo personal con los hijos tiene otros beneficios: es un antídoto contra la
rivalidad entre hermanos (Javier no puede decir que su hermano es tu hijo favorito ¡si le das la
debida importancia a tener tiempo a solas con cada hijo!). Además, ayuda a aquel niño que tiene
un temperamento más sensible o compensa las diferencias cuando hay un niño con necesidades
especiales en el hogar. Una familia a la que aconsejábamos tenía un niño que había estado en un
régimen estricto de insulina desde su nacimiento, por lo que cada dos horas la mamá tenía que
despertarse y revisar cómo estaban los valores de su hijo más pequeño. Por supuesto, la mamá
estaba exhausta y rara vez tenía tiempo para el niño más grande, quien trataba, lo mejor que
podía, de ganar el favor de su madre. Después de poner en práctica esta recomendación (de
tener tiempos personales con cada hijo) por tan solo dos semanas (¡y de contratar a alguien para
que ayude con las tareas domésticas!), el semblante del hijo mayor había cambiado ¡al punto de
que su Papá decía que era como una nueva persona!
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conductas de todos en la mesa, está asociado a un desarrollo y enriquecimiento del lenguaje y al
logro académico2. La comunidad Putting Family First (poner primero a la familia) descubrió que
entre 1981 y 1997, las familias norteamericanas cenaban juntos con menos frecuencia, pasaban
menos tiempo en conversaciones como familia, tomaban menos vacaciones juntos y con menos
frecuencia participaban juntos en ritos religiosos, y que para finales del siglo veinte, menos de
un tercio de familias norteamericanas estaban tomando la cena juntos de modo regular3 (RI7.1).
Los investigadores también descubrieron que mirar la televisión durante las comidas no
ayuda al bienestar general familiar (pero la mitad de las familias tiene un televisor colocado en
el área donde comen). Una razón es que algunas familias prenden la televisión como una manera
de evitar que ocurran nuevos conflictos4. Otra razón es que comer frente a la televisión está
asociado a una ingesta significativamente mayor de calorías en niños y adultos, en parte debido
a que los comerciales de televisión sobre alimentos inducen la conducta relacionada con comer5.
La razón más obvia es que la televisión deteriora la conexión entre los miembros de la familia,
pues ¡es difícil hablar cuando la caja boba (o aun YouTube) está encendida! Recomendamos
enfáticamente que los miembros de la familia presten atención los unos a los otros durante los
tiempos de comida; no se distraigan por ningún tipo de medio de comunicación, y pasen tiempo
compartiendo sobre sus buenas o malas noticias. Asegúrate de evitar las interacciones
exasperantes, ¡de lo contrario, el proceso fracasará!
Para la mayoría de familias, no hay otra actividad compartida que se haga con más
frecuencia que cenar en la noche. Si las familias pasan veinte minutos juntas durante la comida
en una semana, significa que comparten más de dos horas, sin ninguna otra agenda aparte de
divertirse, comida (saludable) y confraternidad. Tales espacios para construir conexión habitual
traen muchos beneficios que son positivos para todos los miembros de la familia. ¿Cómo no
hacerlo cada noche? En ese caso, ten como meta hacerlo cinco noches a la semana. Insistimos
en esto, sin aceptar excusa alguna, siempre que dirigimos talleres sobre matrimonio y familias.
John Bowlby desafió esta perspectiva. Según su hipótesis, los niños experimentarían el
sentimiento de pérdida y sufrimiento cuando son separados de sus cuidadores primarios y, como
resultado de sus propias observaciones, planteó la teoría de la importancia del vínculo de los
niños con sus madres desde su nacimiento. Los hallazgos de Bowlby enfatizaron que los niños
con edades por debajo de los dos años y medio se vuelven seguros cuando construyen vínculos
especiales con los cuidadores con quienes tienen familiaridad7 (RI7.2).
Otro investigador encontró que las madres que son negativas y que no responden a sus
bebés al no conectarse emocionalmente con ellos, acabarán transmitiendo estos rasgos a sus
niños, ¡aun siendo infantes! El niño crece siguiendo ese ejemplo y también se vuelve deprimido
y con baja energía, rabia e irritabilidad. Es más, si la depresión de la madre continúa por un año,
el bebé presentará retrasos permanentes en el crecimiento y desarrollo. Nuestro ánimo y actitud
son muy importantes para desarrollar una conexión sana con nuestros niños. Tiffany Field, una
líder en investigaciones sobre el contacto físico, demostró que masajear a bebés prematuros en
las incubadoras mejoraba grandemente su salud8 (RI7.3).
Los niños aprenden a relacionarse emocionalmente con otros al tener un fuerte vínculo de
apego. Susan Anderson, una profesora de psicología, dice que cuando el apego no es logrado
satisfactoriamente, los niños se preocupan al respecto, pero cuando es logrado
satisfactoriamente, entonces, el asunto del apego queda en segundo plano9. En otras palabras,
cuando los niños viven el apego de un modo sólido, no se dan cuenta de que están apegados, y
se sienten libres para enfocarse en aprender y explorar; están ansiosos por descubrir su nuevo
mundo. Tener una conexión sana con los padres es crucial en esta etapa, sobre todo con la
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madre. Cuando los niños no tienen un apego sólido, se vuelven exasperados porque sus
necesidades no son cubiertas. Buscan formas de adaptarse a su madre en vez de que suceda lo
contrario. Como resultado, surge un falso yo, tal como Winnicott lo llama10. Más tarde en su
vida, esto se desarrolla en lo que llamamos su «estilo de adaptación». Un apego seguro trae,
además, la confianza. Elkind sostiene que este sentido de confianza se desarrolla cuando los
cuidadores primarios son congruentes y fiables. Gradualmente se inculca en los niños el
sentimiento de que lo mismo pasa en el mundo, que es congruente y fiable y que puede confiarse
en él. En cambio, los padres que pasan tiempo con sus hijos de modo irregular y que siempre
están ocupados en otra cosa, provocarán que sus hijos no confíen en el mundo, y esto lo llevarán
a sus vidas adultas11.
El poder de conectarse, trabajar y jugar (¡y a los papás les encanta jugar!)
La manera en que un padre se conecta con su hijo varía enormemente de una etapa a otra
en el desarrollo del niño. Es importante prestar atención a las necesidades del niño en sus
diferentes etapas, por lo que hemos incluido dichas etapas aquí, con una explicación de cómo
hacer posible la conexión.
La infancia
La conexión empieza en la infancia. Los padres no deben esperar que el niño hable para
enfocarse en la conexión. Cuando el bebé tiene alrededor de tres meses, los padres pueden
captar la atención de su hijo. Ellos usan una voz aguda y hablan lento y de modo repetitivo; este
tono de voz produce una respuesta positiva y comunica conexión. Si el padre está en el estado
de ánimo adecuado, la conexión ocurre durante todo el día: al darle de comer, al hablarle
suavemente, al acariciarlo, al hacer dormir al bebé o al cantarle. Incluso cuando los padres juegan
con el niño, se están conectando con él.
Hemos tomado prestado de David Elkind la idea de que hay tres impulsos innatos que
empoderan el pensamiento y la acción humana: «conectar, trabajar jugar>12. Para decirlo de
modo simple, tener el balance correcto de conexión, trabajo y juego nos ayuda en nuestro viaje
a ser padres lo suficientemente buenos, en tanto aprendemos a satisfacer la necesidad básica
emocional de conexión y aceptación sin descuidar las otras necesidades básicas emocionales3.
Al igual que Elkind, nosotros creemos que el conectar, trabajar y jugar funcionan juntos, pero en
el curso del tiempo se van separando cada vez más. Nos gustaría construir sobre la base que
Elkind sentóy ser más específicos respecto a la manera en que estos tres impulsos evolucionan
con la edad, mientras hablamos acerca de cubrir la necesidad emocional básica de conexión y
aceptación (véase Figura 7.1).
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Durante la etapa de infancia (véase figura 7.1: 0 a 18 meses) el conectar y jugar son
predominantes. El trabajo se realiza, mientras el niño crece, a través de sus cinco sentidos, pero
no es algo intencional. Los padres no deben estresarse demasiado a sí mismos leyendo
ecuaciones matemáticas en voz alta para que sus hijos sean buenos en esa área cuando sean
mayores, o hacerles oír música clásica cuando están en el vientre materno para convertirlos en
genios; esas teorías tienen más de leyenda urbana que de sustento científico. De lo que hemos
podido entender, escuchar música clásica puede tranquilizar a tu bebé y volverlo un amante de
esa música más adelante en su vida, pero no lo hará más inteligente (RI7.4).
Cuando los padres pasan tiempo con sus infantes, ellos deberían sostenerlos suavemente
y mirar a su bebé amorosamente durante el momento en que le dan comer. Este puede ser un
tiempo especial para tener un lazo afectivo, ya que los bebés son capaces de responder a las
expresiones faciales e inclusive imitarlas. ¡Qué divertido es cuando los bebés nos devuelven la
sonrisa, y no es que sea porque tienen gases! Las sonrisas empiezan cerca de los dos meses. Para
el inicio del segundo año, puede verse una alegría constante en los niños pequeños.
Los bebés sienten la necesidad de sentirse cuidados y amados. Las madres deben animarlos
con una voz suave y cariñosa, la que a veces debe ser más aguda que lo usual (papás, por favor,
presten atención), dado que los bebés responden mejor a esos sonidos. Por supuesto, esto
implica mucho cariño, tales como cargarlo, besarlo y acariciarlo. Los infantes lloran a fin de ver
sus necesidades satisfechas. No son manipuladores en esta etapa, no hay necesidad de disciplina.
Sus lágrimas son peticiones de cuidado, y los padres deben responder a ellas apropiadamente.
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Los niños están aprendiendo a confiar en sus padres y esto sucede cuando los padres respondan
al llanto de sus bebés.
¡Y los padres deben cantar a sus bebés! No hay problema, ¡hazle oír música clásica si te
gusta! Hazle oír también pistas de canciones divertidas que existen para bebés. Cualquier música
que promueva una atmósfera sana es útil, ¡sea de Bach, Beatles, Bachata, Bollywood o samba
brasileña! ¿Alguna vez has oído el viejo dicho: «No cantas porque estás feliz, eres feliz porque
cantas»? Yo (Karen) he descubierto que el cantar me tranquiliza cuando estoy pasando
situaciones estresantes. ¡Y qué agradable debe ser para los niños estar rodeados por la melodía
de una canción!
Hemos hablado bastante sobre el juego. A los bebés les encanta jugar y ¡no necesitan
trabajar! Los infantes, sin embargo, pueden manejar únicamente cierta cantidad de juego, luego
de lo cual se dan la vuelta y ya no les interesa más. No les insistas mucho, ya que la sobre
estimulación puede causar ansiedad.
Los padres deben brindar cuidado y cariño de modo constante. Recomendamos que las
madres se queden en casa con sus hijos hasta que los chicos empiecen a ir a la escuela primaria,
o como mínimo se queden en casa con sus niños por un año. En un mundo perfecto, si las madres
necesitaran volver a trabajar, podrían conseguir horarios flexibles o trabajos de medio tiempo.
Aplaudimos el ejemplo de países avanzados como Suecia, que ordenan una licencia de
maternidad de tres años para la madre, y de un año para los padres. (Quizás es por ello que
Estocolmo ocupa el primer lugar entre las diez ciudades más habitables, ¡pese a que está a
oscuras la mitad del año!). Hay muchas alternativas para superar las demandas de la vida
moderna o «carrera de ratas». Quizás los padres pueden contratar ayuda temporal para las
tareas domésticas a fin de que su atención pueda dedicarse a su bebé y tener un trabajo de medio
tiempo, o un trabajo desde casa, o de horario flexible. Quizás dos parejas puedan vivir en el
mismo hogar y compartir más, de modo que las mamás pueden estar tiempo completo con sus
bebés o se pueden ayudar las unas a las otras a cuidar a sus niños cuando la otra necesite trabajar.
Esto nos llama a ser creativos y a tener un pensamiento flexible. Sabemos que esta no es
necesariamente una recomendación muy popular para llevar a cabo, pero por el bien de ver a
una generación de niños cuya necesidad de conexión y aceptación sea satisfecha por sus padres,
estamos dispuestos a arriesgarnos y a mencionarla.
Habiendo dicho eso, yo (Karen) sé de algunas madres que no tuvieron otra opción
que regresar a un trabajo de tiempo completo, siendo aún pequeños sus bebés s; por
lo tanto, tienen sentimientos encontrados. Nuestra intención no es hacerlas sentir
como madres de segunda categoría. También conozco madres que se sienten tan
desdichadas por no trabajar que no disfrutan el quedarse en casa y entonces, generan
un ambiente de desánimo en el hogar. Lo bello de la vida hoy en día es que somos
libres de tomar las mejores decisiones que podemos por nuestros bebes y nosotros
mismos y no tenemos que hacer lo que la sociedad o alguien más nos presione a
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hacer. Me beneficié grandemente de vivir en Asia cuando mis niños nacieron. En
muchos países en vías de desarrollo no es extraño poder contratar ayuda a un precio
relativamente bajo. Dado que yo estaba trabajando en un empleo de horario flexible,
pasaba mucho de mi tiempo libre con mis bebés, pero pude pagar a alguien para
hacer otras tareas, de lo cual estoy eternamente agradecida. A una mujer que se
siente culpable le costará muchísimo construir conexión, así que, cualquiera sea las
decisiones que tomes acerca de tu horario y estilo de vida, cree firmemente en tu
decisión, no te sientas culpable, y construye conexión de la mejor manera posible.
Los bebés se vuelven muy apegados a sus cuidadores primarios luego de seis a ocho meses.
(Pero aunque le parezca extraño a los padres, un bebé no se dará cuenta de que es una persona
completamente distinta ¡hasta que tenga alrededor de dieciocho meses!). Si los bebés están
gateando, disfrutarán alejarse de sus padres, empoderados ante su nueva habilidad, pero luego
querrán regresar cuando se den cuenta de que «estoy demasiado lejos». Cuando eso ocurre, los
padres deben recibir a su nuevo explorador con los brazos abiertos y con una gran sonrisa, para
decirle: «¿Y a dónde te estabas yendo?» (Por supuesto que las madres en realidad están mirando
para asegurarse de que los bebés están bien, ¡solo que estos no lo saben!). Los padres pueden
frustrarse cuando sus bebés son muy apegados a ellos. Antes de entrar a esta etapa, los bebés
generalmente pueden ir a los brazos de extraños y pueden ser dejados en la oscuridad sin miedo,
pero alrededor de los ocho meses, más o menos, empezarán a mostrar señales de ansiedad ante
la separación, como el miedo de ir o estar en los brazos de extraños. Es normal. Disfrútalo
mientras dure; los bebés crecen demasiado pronto y ¡luego son los padres quienes sufren de
ansiedad por la separación!
Los bebés con un apego sólido tienen madres que responden rápidamente a sus señales.
Dado que la necesidad de apego es una parte natural en el desarrollo infantil, las madres no
deberían irritarse. Por ejemplo, si una madre necesita salir del cuarto de su niño por un momento,
ella debería mostrarse entusiasta al volver. Esto ayudará al bebé a aprender que la madre es
confiable y predecible. Si la madre no es confiable, el bebé se sentirá inseguro y esa falta de
confianza podría facilitar, más tarde en su vida, el desarrollo de trampas de vida tales como la
privación emocional, la desconfianza o el abandono.
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Los padres deben cuidarse de pelar entre sí o con sus parientes políticos delante de los
bebés, pensando que éstos son muy jóvenes para darse cuenta. La infancia es un tiempo en que
las vías del sistema autónomo nervioso se están desarrollando (véase Capítulo Dos). Gottman
dice que cualquier cosa que le suceda a un niño a nivel emocional durante estos primeros meses
de vida puede tener un efecto significativo y duradero en el tono vagal de éste, es decir, en su
capacidad de regular el sistema nervioso, lo cual marca una diferencia en la capacidad a largo
plazo que tiene un bebé para responder a los estímulos, calmarse a sí mismo y recuperarse del
estrés15.
Tener una rutina definida para los bebés es importante, sobre todo a la hora de ir a dormir.
Un ritual para ir a dormir es uno de los recuerdos más preciados de conexión que un padre puede
construir con un hijo. Aquí les damos algunas recomendaciones que pueden adoptar los padres
al llevar a sus hijos a la cama (probablemente vas a experimentar con muchas opciones, pero
estas son algunas que han funcionado para nosotros).
Dado que recomendamos hablar a los bebés casi todo el tiempo, los padres deben empezar
diciéndole a su bebé que es momento de darse un baño e ir a la cama. Esto hace que los padres
adquieran esta costumbre, de modo que, cuando su hijo está en la etapa más pequeña, ellos
están acostumbrados a dar un aviso de que la hora de dormir ya está llegando. Los padres pueden
dar al bebé un baño, frotar sus pequeñas encías, ponerle un pañal limpio, colocarle los pijamas y
cantarle canciones de cuna durante su última comida, todo en un cuarto que esté cómodamente
a oscuras y en un ambiente relativamente tranquilo. (Por supuesto, en el caso de bebés
pequeñitos, estos se logran dormir con frecuencia por cortos lapsos de tiempo, ¡y realmente no
está en tu control saber cuándo!). Normalmente, los padres mecerán y cantarán al bebé hasta
que se duerma, luego lo colocarán en una cuna que sea segura, que cuente con paredes que
impidan que el bebé se caiga, gatee o salte afuera en medio de la noche. En el caso de recién
nacidos, es común que los padres coloquen a sus bebés para dormir en un cunita o una canasta
conocida como «moisés», que es armada en el dormitorio de los padres, lo cual hace más fácil
darles de comer de noche y tranquiliza a los padres.
Una vez que un bebé saludable haya cumplido los tres meses de edad, nuestra opinión es
que los padres pueden sentirse cómodos de dejar el cuarto, inclusive si el bebé está despierto.
En tanto la madre mantenga el vínculo todo el día y responda al niño en otros momentos, el bebé
no sufrirá si se le deja llorando hasta dormirse. En nuestra opinión, ayudar a los bebés a dormirse
por sí mismos y mantenerse durmiendo durante toda la noche es crucial por tres razones:
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Cuando los bebés se duermen por sí mismos y lo hacen durante toda la noche, y cuando
sus mamis logran dormir lo suficiente, entonces ellas están alegres y emocionadas de ver a sus
bebés a la mañana siguiente; en realidad, ellas los extrañan mucho más que el hecho de sentirse
tentadas a molestarse con ellos. Al inicio, la mayoría de los niños llorará por unos cuantos
minutos antes de que se vayan a dormir. Con el tiempo, llegarán a aceptar que la separación será
tan solo algo temporal y que su padre estará allí cuando se despierte. Cuando la madre ve a su
bebé a la mañana siguiente, es importante que salude al niño con entusiasmo para demostrarle
que la separación solo es temporal y que puede confiar en que su mami regresará. La repetición
de este patrón es importante para el sentido de seguridad del niño.
A propósito, el construir conexión con los niños toma energía, así que nos sentimos
obligados a recordarles a los padres que deben pedir ayuda cuando se sientan fatigados. Esto es
muy importante para prevenir la depresión, el descuido y el abuso.
Después de que nuestra hija mayor cumplió dos meses, ella dormía por diez horas
continuas, todo un milagro, ¡pero ella se iba a dormir a las tres de la madrugada! Yo
(Karen) estaba completamente exhausta, por lo que, luego de buscar consejo de
amigos que tenían hijos más grandes, John y yo decidimos empezar a adaptar los
hábitos de sueño de Sonia para cuando ella tuviera cuatro o cinco meses de edad.
Nuestra primera meta era no dejarla dormir al final de la tarde, lo cual tomó cerca de
una semana. La segunda meta fue asegurarnos de que se fuera a dormir a las ocho
de la noche, no a las tres de la madrugada. Esta parte era más difícil, aunque aún no
lo era tanto, dado que ella había dejado de hacer la última siesta. La tercera etapa
fue la más difícil. Habíamos estado meciéndola y cantándole para que durmiera en la
noche, y decidimos que era tiempo de ponerla en la cuna para que ella misma se
durmiera. Mi «mentor» predijo que esto tomaría cuatro noches. La primera noche,
hicimos nuestra rutina del baño y la canción de cuna, luego dijimos: «Bueno, cariño,
ahora Mami se va a dormir a su cuarto y tú te vas a quedar aquí. Te amo, preciosa».
Había una lamparita de noche con luz tenue, su pañal acababa de ser cambiado, ya
había comido y se le había «sacado los gases»; así que, intelectualmente, yo sabía
que ella estaría bien. Sin embargo, cuando salí del cuarto, mi bebé rompió en llanto
e imaginé sus pensamientos al estilo de la película Mira quién habla: «¿Así que
ustedes me están dejando aquí sola? Mami, Papi, ¿cómo pueden ser tan crueles?»
John y yo nos sentamos en la cama y lloramos, pero sabíamos que era por su bien,
por lo que la dejamos llorar por toda una hora. Se quedó dormida exhausta. Entré a
su cuarto cerca de las cinco de la mañana cuando escuché su primer pequeño
balbuceo, y yo me sentía tan feliz que ella estuviera tan contenta. La segunda noche
repetimos la rutina y el llanto duró únicamente cuarenta minutos, la tercera noche
duró veinte y la cuarta noche, me sonrió cuando la dejé en su cama y todo estaba
bien. La última etapa del entrenamiento para dormir fue cuando Sonia tenía siete
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meses y ya no recibía leche materna. Yo esperaba dejar de levantarla para darle su
leche en medio de la noche. Para ese momento, yo había regresado al trabajo, por lo
que la hacía dormir cerca de las siete de la noche, luego yo podía trabajar por unas
horas. A las once de la noche, le quitaba los botones de los pijamas, le cambiaba el
pañal, le daba su biberón, le cantaba suavemente, todo esto en un cuarto bastante
oscuro y tranquilo. Sonia estaba mayormente dormida durante todo esto y se
quedaba así hasta las seis o siete de la mañana. Cuando fue un poquito más
grandecita, yo dejaba en su cama su biberón con leche (a temperatura ambiente,
para que no se pudra, dado que el dormitorio tenía aire acondicionado) cuando yo
estaba lista para irme a dormir. Ya no tenía que pasar más por el cambio de pañal de
la medianoche; ella se despertaría y tomaría por sí misma su leche, y luego se volvería
a dormir. Sé que esta rutina no es para todos y quizás no funcione para todos los
bebés, pero funcionó en los dos casos de mis hijos; me mantuvo de alguna manera
«en mis cabales» y creo que la salud de los niños se mantuvo debido a ello.
La Dra. Sharon Kagan es la co-directora del National Center for Children and Families
(centro nacional para niños y familias), de Estados Unidos de América, y trabaja acerca de las
capacidades de liderazgo en temas infantiles en Columbia y Yale. Al abordar el peligro de que
niños muy pequeños tengan acceso a la tecnología demasiado pronto, ella señaló:
Debe haber alguna preparación, pero a la edad de dos o tres años, es una edad
demasiado corta… Un niño de esa edad necesita primero aprender las habilidades de
la interacción social, lo cual únicamente ocurre si los adultos lo hacen participar
activamente en conversaciones17.
Erik Erikson, uno de los psicólogos del desarrollo más influyentes del mundo, dijo que en
este período debe lograrse un balance entre el sentido de autonomía del niño y su sentido de
vergüenza y duda18. Esto significa que cuando los niños son curiosos y hacen todo tipo de
preguntas, los padres deben responder alegremente, en vez de hacerlo recriminándolos, pues si
no, ello puede producirles un sentimiento de vergüenza y culpa. Kagan dice que los padres deben
asegurarse de hacer preguntas abiertas en esta etapa en vez de preguntas cerradas que exigen
un sí o no como respuesta. De lo contrario, los niños se vuelven renuentes a tomar la iniciativa y
pueden volverse retraídos, y estos rasgos pueden ser llevados a sus vidas adultas19.
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De los tres impulsos de Elkind, jugar y conectar son todavía los más predominantes (véase
Figura 7.1: 18 meses a 3 años). El trabajo empezará a ser introducido, pero en pequeñas dosis,
tales como el aprender el alfabeto e identificar los números y colores. El componente de trabajo
es, por lo tanto, un poquito más grande que en la etapa previa. Como señaló Elkind, cuanto más
se da el trabajo en forma de juego, mejor encajará con los niños pequeños. No es necesario
aumentar el impulso al trabajo demasiado pronto. Muchas sociedades presionan a los niños a
aprender a una corta edad, más de lo que ocurría en generaciones anteriores, a pesar de que
bastantes investigaciones han demostrado que esto puede producir más daño que ventajas. Los
padres, debido a la ignorancia o el miedo, andan desesperados en busca de las escuelas más
efectivas en enseñanza preescolar para preparar a sus hijos para el futuro.
Entonces, si bien puede que haya apuro en que los niños se eduquen y estén expuestos a
contenidos de matemática y lectura a fondo, ¡no te dejes llevar por la corriente! Los padres deben
enfocarse en buscar conexión en vez de educación. Y el juego, no el trabajo, es la mejor manera
en que pueden conectar con sus hijos.
Los niños disfrutan haciendo juegos de imaginación o simulación, y una excelente manera
de conectar con ellos es el participar en sus juegos de fantasía. Los chicos disfrutan haciendo
castillos y casitas en el árbol, ponerse disfraces y jugar a simular a que ellos mismos son
superhéroes; pero también disfrutan cuando sus padres se les unen a estos juegos. (Debemos
aclarar que no estamos diciendo que los padres tienen que jugar durante horas y todos los días).
Las madres deben encontrar maneras de pasar tiempos divertidos con sus niños pequeños,
no simplemente darles de comer o bañarlos, sino jugar y leerles muchos cuentos. Es importante
que separen un tiempo para participar en tareas como, por ejemplo, armar juntos rompecabezas
sencillos. Las madres deben compartir con sus niños actividades que a ellos les gusten. Es una
tentación para las madres que trabajan el usar el cansancio como una excusa para no jugar, pero
si las mamás únicamente dan a sus niños la poca energía que les queda, entonces el crecimiento
de ellos se verá afectado a largo plazo. Animamos a las madres a asegurarse de dar lo mejor de
sus vidas a sus hijos y no a sus jefes. El cubrir la necesidad emocional de conexión y aceptación
pagará muchos mejores dividendos que cualquier bonificación anual.
Otro importante aspecto de la conexión con los niños a esta edad está relacionado con fijar
límites sanos. Cuando las necesidades básicas emocionales están cubiertas adecuadamente
durante la primera etapa de la vida, los niños tendrán menos probabilidades de actuar
agresivamente con otros niños o de llamar la atención de sus padres a fin de tener cubiertas sus
necesidades.
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Es difícil para los niños el desarrollar una adecuada conexión con cualquiera que esté
quejándose y lloriqueando debido a la falta de sueño. Debe tomarse muy seriamente el
determinar horas fijas para ir a dormir. Los niños necesitan aprender que las horas para ir a la
cama no son negociables. Los niños pequeños deben estar en la cama para que puedan caer de
sueño entre las siete y ocho de la noche. Necesitan dormir bastante (véase el Capítulo Diecisiete
sobre la seguridad básica y la necesidad de dormir). Los límites deben ser establecidos no
solamente por el bien de los niños, aunque esa es la razón principal, sino también para que los
padres puedan dedicar tiempo el uno al otro en continuar fortaleciendo su matrimonio, o invitar
amigos a la casa, ir al gimnasio, etcétera. Una y otra vez en situaciones de consejería,
encontramos que los matrimonios son puestos en peligro debido a que los niños pequeños no
han sido entrenados para ir a la cama a cierta hora. Esto invade el tiempo que los padres
necesitan para darse el uno al otro y, con el tiempo, esto puede dañar el matrimonio de los
padres. Una pobre calidad de matrimonio terminará hiriendo a los niños.
Estas son algunas recomendaciones para llevar a dormir a los niños pequeños:
Los padres deben dar un aviso de quince minutos a sus niños de que es la hora para
empezar con el ritual de ir a dormir a la cama, el cual podría incluir darles un baño, lavar sus
dientes, etcétera. En esta etapa, ellos aún disfrutan de canciones de cuna, pero también de
cuentos para dormir. La conexión se construye mientras los padres, de modo entusiasta y
amoroso, leen historias que tienen muchos dibujos y colores. Los niños pequeños disfrutarán
libros sobre abrazos y besos o sobre caer de sueño, o inclusive de libros tridimensionales, y los
padres deberán leerlos en una posición tal que les permita darles muchos abrazos y cariño.
Adicionalmente, a los dieciocho meses, los niños pueden ser capaces de completar palabras
mientras los padres leen junto a ellos un libro con ilustraciones. Este tipo de repetición es
realmente útil para su desarrollo cognitivo. Los padres pueden decir «buenas noches» con besos
y abrazos.
A algunos niños les encanta hablar justo antes de ir a cama mientras que a otros no,
dependiendo de su personalidad singular. Los padres no deben estar demasiado ocupados o
volverse demasiado impacientes si su niño es muy hablador y necesita algo de tiempo con su
padre o madre para tener una cercanía sana como final del día. No es útil para la seguridad
emocional del niño cuando el padre envía el mensaje de que llevarlo a dormir a la cama es un
fastidio. A esta edad, ellos serán difíciles y desobedientes deliberadamente a fin de llamar la
atención de sus padres. Ellos preferirán afrontar las consecuencias de ser desobedientes que el
no tener cubiertas sus necesidades emocionales básicas, especialmente la de conexión y
aceptación. Ellos necesitan muchos abrazos, cariño y el sentir que son especiales, aun si cometen
errores.
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Toda la verdad sobre los Louis
• Un estudio que empezó en 1950 mostró que los niños cuyos padres estaban
involucrados en sus vidas desde los cinco años, crecían convirtiéndose en adultos que
eran más compasivos y tenían más empatía que aquellos cuyos padres estuvieron
ausentes. Los niños también terminaron teniendo mejores relaciones sociales y, como
resultado, tendían a tener mejores matrimonios, mejores relaciones con sus propios
hijos y tenían más probabilidades de participar con otros en actividades recreativas
posteriormente en su vida21. ¡Increíble!
• Otro estudio, publicado en 1986, llevado a cabo por Parke y MacDonald, investigadores
de la Universidad Estatal de Carolina y de la Universidad de Illinois, respectivamente,
demostró que los niños que tenían las mejores relaciones con otros niños fueron
aquellos cuyos padres se habían involucrado en altos niveles de juego físico y a quienes
se les reforzaba positivamente. Los niños cuyos padres eran autoritarios y críticos
tuvieron las peores relaciones con otros niños, sin importar la cantidad de juego físico
que tenían22. ¡Vamos papás!
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Gottman señala que muchos psicólogos creen que el estruendoso estilo de jugar al caballito
de los papás brinda un importante camino para ayudar a los niños sobre las emociones. Él da el
ejemplo de un papá que juega a ser un atemorizante oso que persigue por todo el patio a un
encantado niñito o que levanta y da vueltas al niño sobre su cabeza para jugar al vuelo de avión.
Según Gottman, dichos juegos permiten al niño experimentar la excitación de estar solo un
poquito asustado, pero al mismo tiempo divertirse y emocionarse; y, al jugar bulliciosamente con
papá, el niño ha aprendido cómo leer las señales de otras personas cuando los sentimientos se
desbordan, cómo generar sus propios juegos emocionantes y reaccionar ante los demás en
formas que no son ni demasiado sosegadas ni le hacen perder el control, y cómo mantener sus
emociones a un nivel que es óptimo para que los juegos estén llenos de diversión23.
Los padres que dedican veinte minutos al día, durante la semana, y un tiempo mayor los
fines de semana a jugar y a divertirse con sus niños cosecharán beneficios duraderos de la
conexión que tendrán con sus hijos y ¡éstos cosecharán beneficios duraderos de un sinfín de
áreas!
Cuando pases tiempo con tus niños en esta etapa, trata de realmente disfrutarlo y libérate
de tus inhibiciones. La casa quedará desordenada, pero está bien, porque ¡la conexión está
siendo construida! Evita pasar tiempos prolongados en las computadoras, tablets, etcétera. En
estos tiempos y en esta etapa, muchos padres compran a sus hijos aparatos electrónicos para
mantenerlos ocupados. El interactuar de modo constante y personal con tus hijos no es algo que
pueda ser sustituido por juguetes caros. El enfoque más importante en esta etapa es aprender a
interactuar y socializar. (Un padre sabio que conocemos dijo que el mejor «software» para
enseñar a los niños cómo leer era sentarlos en el regazo de sus padres).
Jugar es mucho más divertido si los hermanos no se llevan muchos años de diferencia; si la
diferencia es muy grande, el juego podrá necesitar ser hecho, a veces, separadamente. El tipo de
actividades determinará cuando deberán ser combinadas.
Como padres, a veces nos aburrimos con la repetición, pero los niños a esta edad no se
cansan del mismo viejo juego de las escondidas, ¡pues a ellos les gusta esconderse en los mismos
lugares! No te desalientes por esto, sino tómalo como parte del desarrollo del niño. ¡Aprende a
disfrutarlo tanto como ellos! Ellos leerán tu rostro y sabrán si están tan involucrados como ellos
en el juego.
Padres, recuerden el dejar ganar a sus hijos algunas veces. Es una buena idea ganar en
algunas ocasiones para que puedas ver sus reacciones, porque creemos que es bueno ayudar a
los niños a ser perdedores que demuestran gracia. Cuando los hermanos están jugando, ayuda a
que todos ganen en diferentes momentos. Aun si uno de ellos puede que no sea el corredor más
rápido, tú como padre puedes ver la manera de ayudar al hijo más débil a ganar de tiempo en
tiempo. Esto ayudará a todos a sentir confianza en que el juego es imparcial.
Las madres necesitan brindar su apoyo cuando los papás estén jugando alborotadamente
con los niños. Muchas madres advierten a sus esposos respecto a lo que es y no es seguro, lo cual
puede colocar un freno innecesario en el espíritu que hay en la casa. Si el hogar está demasiado
tranquilo, la vida puede volverse aburrida y otras necesidades no serán cubiertas. Las madres no
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deben reaccionar exageradamente cuando ocurren pequeños cortes y rasguños. Si un niño se
cae, la reacción de la madre a menudo tiene una fuerte influencia en la reacción del niño. Si el
niño está llorando y los padres están tranquilos, esto ayudará al niño a que se tome la caída con
tranquilidad. Tampoco critiques al niño, al pedirle que sea fuerte o «aguante». Así que, hay que
ser empáticos pero, al mismo tiempo, no hay que reaccionar exageradamente. Los accidentes
ocurren, y en el transcurso de su infancia, hay que esperar que nada grave ocurra.
La niñez temprana
A esta edad, los niños generalmente están todavía más emocionados en jugar con sus
padres que con otros niños, pues la conexión y el juego aún son una parte importante de la misma
actividad. El trabajo ahora puede haber aumentado, pero observa que es predominantemente
dentro del juego (véase Figura 7.1: Aproximadamente 4 a 7 años). Los padres suficientemente
buenos evitarán caer en una mentalidad de pánico para apresurar a sus hijos y llenarlos de
información, lo cual es más dañino que positivo. Los niños necesitan disfrutar su niñez. Debemos
asegurarnos de que nuestros hijos tienen tiempo suficiente para juegos organizados y también
para juegos libres, pues ambos son importantes para un desarrollo sano. La razón por la cual
seguimos repitiendo la necesidad del juego es porque las investigaciones demuestran que el
tiempo libre, el recreo y las actividades no estructuradas al aire libre, todas ellas, han decaído
drásticamente a lo largo de los años (RI7.5).
Por veinticinco años, hemos vivido en Singapur, un pequeño país para el cual la educación
es prácticamente una religión. El primer ministro de Singapur recientemente se expresó su
preocupación durante un discurso respecto a una exagerada exigencia de enseñanza por parte
de los padres, conllevando a que estos se cuestionen el permitir que sus hijos jueguen, puesto
que podrían, a causa de esto, ser superados por otros en la escuela:
Los padres que quieren estimular el desarrollo cerebral de sus hijos a menudo se
enfocan en cosas como lectura precoz, láminas didácticas y audios de lenguaje. Pero
una creciente cantidad de investigaciones sugiere que el jugar cierto tipo de juegos
de infancia puede ser la mejor manera de aumentar la capacidad de un niño para que
le vaya bien en la escuela. Las variantes de juegos pasados de moda como
«Inmóvil/Las estatuas» o «Simón dice» requieren niveles relativamente altos de
funciones ejecutivas, poniendo a prueba la habilidad del niño de prestar atención,
recordar reglas y demostrar auto control, cualidades que asimismo predicen el éxito
académico25 (RI7.6).
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Entonces, los padres deben jugar con sus hijos y facilitar que ellos tengan tiempo tanto para
el juego libre como para el estructurado.
A esta edad, los niños necesitan estar expuestos a una variedad de actividades. Están justo
empezando a desarrollar relaciones con otros niños, pero generalmente en esta etapa esas
relaciones no son fuertes. Gottman señala que normalmente los niños a esta edad juegan mejor
en parejas con otros niños26, pero el juego grupal en el patio de juegos es también muy útil.
Los padres también deben sacar ventaja de lo que significa esta etapa, ya que estos son los
años en los cuales los niños no rechazarán estar con sus padres. De hecho, ellos esperan ansiosos
jugar con sus padres. Estos son los años en que ellos piensan que sus padres son súper. Si los
padres se preocupan de esto, estarán pasando bastante tiempo junto a todos sus hijos en
conjunto y también con cada uno individualmente; eso servirá como una buena base para los
años que vendrán. Es absolutamente crucial que los padres encuentren maneras de jugar y
producir risas en sus hijos. Hábitos como el pasar tiempos individualmente formarán parte de los
recuerdos de más larga duración y los padres deben ser capaces de evitar que en una etapa su
hijo no quiera hablar para nada con ellos. Si lo hacen con el ánimo de divertirse, con el tiempo
los padres desarrollarán la conexión con sus hijos y también sentarán las bases para que ellos se
conviertan en adultos sanos y capaces.
Aquí van más consejos respecto a pasar tiempo con los niños en esta etapa:
• Si los padres tienen cierta pasión respecto a un deporte o hobby, exponer a los niños a
ello les permitirá también ser parte de sus vidas. Sin embargo, esto no debe ser tomado
para creer que los niños deben, simplemente, seguir y observar al padre. Más bien, se
debe considerar el aprovechar los tiempos individuales para introducir a los niños en
estas actividades. Mientras vayan mejorando, puede volverse una rutina que tanto el
padre como el hijo disfruten (¡o no!).
• A esta edad, puede que quieran o no jugar los mismos viejos juegos una y otra vez. Si les
gusta la variedad, trabajen juntos para ser creativos. Algunos niños disfrutarán
sentándose y hablando, otros no. En general, el juego es todavía la mejor manera de
conectar. Hablar es importante también, pero trataremos de ello en el próximo capítulo.
• No es extraño que tengan amigos imaginarios, sobre todo cuando los niños están
pasando por una transición o sintiéndose alterados. No te preocupes, Agatha Christie es
una de las autoras con más éxito en la venta de sus libros de todos los tiempos. En su
autobiografía, ella recordaba que muchos de sus primeros recuerdos incluían amigos
imaginarios y ella continuó sus conversaciones con algunos de ellos en su adultez. Así
que, ¿quién sabe? ¡Puede que estés criando a otro futuro escritor con éxito en ventas!27
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Toda la verdad sobre los Louis
Cuando nuestros hijos tenían dos y cuatro años de edad, respectivamente, les dijimos
que nos íbamos a mudar de Jakarta a Australia por motivos de trabajo. Cerca de esa
fecha, Sonia empezó a jugar con dos amigos imaginarios (de Indonesia) a los que
llamó Noni y Toto. Ella me contaba complejas historias acerca de estos amigos. Ella
les hablaba a ellos y sobre ellos de muchas maneras. Sus amigos estaban cerca la
mayor parte del tiempo y yo afirmaba la existencia de esos pequeños amiguitos de
ella, no queriendo hacer un gran problema de ese fenómeno. Nuestra casa
australiana ya había sido seleccionada por nuestros empleadores, así que el día que
nos mudamos a Sídney, pudimos ir directamente del aeropuerto a nuestro nuevo
hogar. Nuestro jardín trasero estaba lleno de árboles y pájaros, algo que los niños no
habían visto en Jakarta. Sonia estaba emocionada y preguntó: «Mami, ¿puedo ir por
ahí a mirar un rato?» Corrió entusiasmada por toda la casa, subía y bajaba las
escaleras, miraba en cada cuarto, y regresaba a donde yo estaba parada junto a la
ventana. Con sus ojos totalmente abiertos, con gran alegría me dio este anuncio:
«Mami, ¡Noni y Toto ya están aquí y les encanta este lugar!». Y nunca más los
mencionó. Vistas las cosas desde nuestra experiencia actual, supongo que los amigos
imaginarios fueron una forma de adaptarse al miedo e inseguridad que significaba el
mudarse a un nuevo país y a una nueva casa.
Los niños, a esta edad, puede que no quieran participar en largas conversaciones, pero es
útil para los padres enseñar a sus hijos a identificarse y estar en sintonía con emociones tales
como la tristeza, alegría, miedo, entusiasmo, decepción, anhelo o rabia. Esto puede lograrse
teniendo el hábito de preguntarles sobre sus «buenas y malas noticias» como anteriormente
hemos sugerido, y también usando dibujos o gráficos sobre los sentimientos que los padres
pueden encontrar fácilmente en Internet.
Los niños a esta edad siguen necesitando de mucho cariño. Muchos padres, en esta etapa,
se niegan a abrazar y besar a sus hijos, pero esto es un error. Tanto niños como niñas necesitan
recibir estas demostraciones de afecto por parte de sus padres.
Los niños deben ser animados a participar en juegos donde haya cooperación y
competencia, en los cuales ellos puedan tener en cuenta cómo otras personas se sienten. Por
ejemplo, a los niños se les puede preguntar cómo el hacer trampa dentro de un juego puede hace
sentir a otros. Otras preguntas pueden ser: Si alguien gana todo el tiempo, ¿cómo ello hará sentir
a los demás? Si alguien no coopera, ¿cómo eso hace sentir a los demás? Siendo un padre que
está en el patio de juegos con otros niños, vas a poder observar que todo esto ocurre y,
posiblemente, incluso serás el facilitador en algunos de los juegos. Si es así, puedes cambiar los
juegos de modo que sean diferentes niños los que tengan la oportunidad de ganar, y no
únicamente los más rápidos o más fuertes. Si no eres tú el facilitador, puedes más tarde hacer
preguntas que te permitan extraer algunas lecciones de lo que has observado. El único mejor
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predictor en la infancia de la adaptación adulta no son las calificaciones obtenidas en la escuela
o la conducta en clase, sino la capacidad del niño para llevarse bien con otros niños28. A esto se
le debe dar la prioridad número uno. Principios tales como dar y tomar, confiar, compartir y
mostrar amistad y altruismo deben ser enseñados una y otra vez para que ellos puedan ser
capaces de ver las cosas cada vez más desde los puntos de vista de otros.
Es importante para los padres el aprender a animar a sus hijos, siendo específicos cuando
les comentan quién hizo algo positivo. Por ejemplo, los padres pueden ser animantes
comentando quién fue cooperador, quién fue honesto, quién jugó dándolo todo, quién no se dio
por vencido, quién fue amable con los demás y quién tuvo una buena actitud.
Muy a menudo, el ánimo está dirigido a la persona que gana, o las críticas van hacia
aquellos que cometieron errores. Si los padres hacen del ganar una gran cosa, los niños imitarán
ese ejemplo. Cuando el ganar no se vuelve el enfoque de los padres, entonces los niños tendrán
más probabilidades de enfocarse en los sentimientos de otros y no únicamente en los suyos.
No escojas un juego donde uno de los niños tiende a perder continuamente, asumiendo
que los niños tienen una edad cercana, y son más o menos del mismo tamaño, fuerza, etcétera;
de lo contrario ellos, con el tiempo, no tendrán ganas de jugar. Puede causar que sientan envidia
de los hermanos que siempre ganan. Los padres pueden y deben fomentar que diferentes
personas ganen, incluyendo a ellos mismos, y que la ventaja de unos sobre otros sea aceptable
o, al menos, no tan desigual para un miembro de la familia.
Elkind frecuentemente habla sin titubeos acerca de cómo los padres hoy en día apuran a
sus niños a crecer demasiado rápido y del daño que los padres causan al hacer que entren de
lleno a aprendizajes que no son apropiados para su edad. Los niños que se ven enfrentados a
exigencias para hacer matemática o para leer antes de que tengan las capacidades mentales
necesarias pueden experimentar una serie de fracasos desmoralizantes y empezar a verse a sí
mismos como personas que no valen29 (RI7.7).
Leerles muchos libros a los niños, así como leerlos con ellos, es una manera fantástica de
aumentar la conexión, enseñar valores, y al mismo tiempo, ayudarlos académicamente (¡de una
manera imperceptible!) Cuando la hora de dormir se hace leyendo libros de autores clásicos
como Julio Verne, o lecturas más modernas como El libro de las virtudes para niños30, o libros
inspiradores con dibujos, proveerán de muchas horas de diversión y momentos para estrechar
lazos, además de ayudar a marcar la pauta para los años posteriores. Cuando los niños terminan
de leer y se les acuesta en la cama, es un buen tiempo para que los padres hablen con sus hijos
respecto a cómo se sienten acerca del día o repitan sus buenas y malas noticias. Ten en cuenta
que a pesar de que ya lo puedan haber compartido durante las comidas, a veces, hay otras malas
noticias que ellos preferirían hablar estando a solas con su padre o que, simplemente, puede que
se hayan olvidado de mencionarlo antes.
La infancia intermedia
Durante este período de edad, el cambio entre conectar, trabajar y jugar continúa. Aun los
niños que se van acercando a la adolescencia todavía necesitan jugar, sobre todo con su padre
(véase Figura 7.1, Aproximadamente 8 a 12 años). En esta etapa, el trabajo ahora aumentará un
poco, especialmente en cuanto a la escuela, y el tiempo para jugar disminuirá
proporcionalmente. Los padres deben tener cuidado de que el juego no sea eliminado. Algunos
padres pueden querer que sus chicos estén tan preparados académicamente que los presionarán
para estudiar mucho, inclusive después de las horas de la escuela, con poco tiempo para jugar
que no sea el tiempo de recreo en el colegio. En todo caso, la conexión debe mantenerse la que,
sin duda, está involucrada en el juego.
Recuerda, los niños a esta edad todavía quieren realmente tu amor y conexión, pero puede
que no quieran que los demás lo sepan. Puede que rechacen manifestaciones abiertas de cariño
y amor. Los varones, sobre todo, preferirían saludar diciendo «dame los cinco» que dando besos
en público, pero los padres no deben dejar de mostrar cariño en privado. A los chicos a esta edad
aún les encantan los tiempos de lectura junto a mamá antes de dormir o que su papá los acueste,
lo creas o no.
Asimismo, durante esta etapa, el juego tenderá a darse mediante actividades según cada
género. En la última parte de esta etapa (de diez a doce años de edad), los niños preferirán jugar
con los niños, y las niñas con las niñas. Éste puede ser también un buen tiempo para que los
padres vayan a ver los equipos deportivos en los cuales sus hijos juegan. Es alarmante ver a qué
grado los padres espectadores se vuelven competitivos, mucho más de lo que sus hijos lo hacen
en la cancha.
Los chicos a esta edad verán con más claridad sus fortalezas y debilidades. Es probable que
hablen más. Ellos quieren y necesitan de sus padres el constante ánimo y aceptación. Si están
participando de un deporte o competencia y sienten durante el transcurso del juego que sus
padres no los valoran, o que sus padres pasan tiempos con ellos por obligación, se transmitirá el
mensaje con sentido opuesto al de la conexión y aceptación. Muchas veces, cuando un niño no
gana, un padre puede decir «buen trabajo» o «está bien, ganar no lo es todo», pero el tono de
voz, las expresiones faciales y el lenguaje corporal transmiten que, en realidad, el ganar sí le
importaba muchísimo. La mayoría de niños puede sentir lo que sus padres realmente están
sintiendo, y esto envía una fuerte señal al niño acerca de lo que sus padres valoran más.
En su libro No Contest: The Case against Competition, Alfie Kohn (sin disputa: el argumento
contra la competencia) habla acerca de los efectos adversos de la competencia que muchos
padres modelan e inculcan a sus hijos31. Él planteó algunas de las siguientes preguntas que los
padres harían bien en reflexionar: ¿La competencia es más productiva que la cooperación? ¿Es
la competencia más divertida que la cooperación? ¿La competencia construye carácter?
Para la mayoría de los padres, hacer que su hijo tenga éxito implica tratar de ayudarlos a
ser personas que trabajan arduamente. Sin embargo, si bien este puede ser el caso, los padres
no tienen idea del mensaje más fuerte que están enviando a sus hijos:
La adolescencia
El período de la adolescencia es descrito como los años que van desde la pubertad a la
adultez. La Academia Americana de Pediatría divide este período en tres etapas32: la
adolescencia temprana, generalmente entre los doce y trece años; la adolescencia intermedia,
entre los catorce y dieciséis años, y la adolescencia tardía, entre los diecisiete y veintiuno años.
La pubertad se define como el tiempo en que los cambios biológicos ocurren, y para
muchos, suceden durante la adolescencia temprana e intermedia. En esta etapa, los
adolescentes tienden a ver las cosas como blanco y negro, y no son capaces de fijar su mirada en
objetivos a largo plazo o en las consecuencias de aquello que hace de modo correcto o incorrecto.
Para cuando llegan a la adolescencia tardía ya son capaces de pensar de una manera muchísimo
más compleja y racional. Recordemos las ideas de Nucci33 sobre los diferentes tipos de
moralidad (véase el Capítulo Tres). Algunos adolescentes se sentirán resentidos con sus padres
cuando insisten en el cumplimiento de ciertas reglas si sienten que estas no son verdaderamente
importantes. Para poder mantener la conexión, ¡los padres no deben hacer tanto problema de
estas cosas!
La adolescencia ha sido vista como un punto de transición entre la niñez y la adultez. Los
adolescentes aún tienen sus comportamientos de niños, pero al mismo tiempo, están también
tratando de ser adultos y pueden reaccionar agresivamente cuando los padres no les dan la
independencia que ellos ansían. Más que en ninguna otra etapa, este es el tiempo cuando ellos
empezarán a alejarse y quizás ya no quieran estar tan apegados a sus padres. A pesar de que en
su interior desean saber que son amados por sus padres y que están cercanos a ellos, los
adolescentes darán la impresión de que lo contrario fuera cierto. (La comunidad Putting Family
First reporta que en una encuesta nacional en los Estados Unidos de América, de una muestra
significativa de adolescentes estadounidenses en el año 2000, el 21% calificó como sus dos
preocupaciones más importantes «el no pasar suficiente tiempo junto a sus padres» e
inquietudes relacionadas a la escuela34). Entonces, vemos que ellos reaccionarán como si no
necesitaran conectarse, pero sus padres deben perseverar y encontrar una forma de entrar en
sus vidas.
Queremos advertir enfáticamente a los padres que eviten no pasar tiempos con sus hijos
adolescentes, debido al pensamiento equivocado de que las relaciones con los amigos de éstos
son más importantes que las relaciones con sus padres. Pasar tiempos regulares personales es
crucial; toma bastante esfuerzo y mucha paciencia, pero los resultados finales lo valen mucho.
Cuando los niños llegan a esta etapa, la interacción entre conectar, jugar y trabajar
experimentará cambios muy considerables (véase Figura 7.1, Aproximadamente 13 a 17 años).
Ellos encontrarán nuevos intereses, y el trabajo en la escuela aumentará drásticamente. Para los
padres, pareciera que nuestros adolescentes súbitamente tienen poco o ningún tiempo para
«jugar» con sus padres, pero siempre se las arreglan para encontrar tiempo para jugar con sus
amigos. Las relaciones entre semejantes son una parte muy importante en la vida de un
adolescente y continuarán siéndolo en tanto ellos avancen en convertirse de jóvenes
adolescentes a adolescentes mayores. Sin embargo, la mayoría de adolescentes que pasaron
tiempos regulares con sus padres en los años previos, y que se sienten conectados y aceptados,
disfrutarán el pasar tiempo con su familia. Aún en ese momento, puede que se resistan a ello,
ante lo que sugerimos, ¡perseverar, perseverar y perseverar!
Pasar tiempo con adolescentes requiere ser muy determinados e intencionales; exige que
veamos como encajar en su horario. Algunos padres encuentran útil sacar el máximo provecho
de las siguientes oportunidades:
Entonces, al final, la interacción de los tres impulsos de conectar, trabajar y jugar cambian
en la medida que los niños pasan de una etapa de crecimiento a otra. Los padres deben
asegurarse de mantener la conexión con sus hijos en todas las edades. Los padres que lo hacen
nunca lo lamentarán.
La empatía es una respuesta sincera ante las emociones de otro. Logramos tener empatía
cuando nos ponemos nosotros mismos en los zapatos de otra persona, y entonces respondemos
de una manera que expresa una apropiada comprensión hacia esta y de una manera afectuosa y
respetuosa. La empatía puede ser comparada con el hecho de ver una película sobre otra
persona, sumergiéndonos en sus problemas o asuntos, para luego expresar a esa persona los
sentimientos y pensamientos de ella con un espíritu de sinceridad y cariño. Entonces, ¿cómo es
que esto se relaciona con la crianza?
Piensa al respecto. Supongamos que tuviste una acalorada discusión con tu cónyuge justo
antes de salir de casa para ir al trabajo. Ofuscado, decides en el camino parar a tomarte un café.,
Inesperadamente, mientras esperas en la cola, te encuentras con un buen amigo. Te sientes tan
feliz de tener a alguien con quien poder descargar tus sentimientos, así que simplemente sacas
Una de las lamentables consecuencias del estilo de vida de hoy en día es que los padres
tienen menos tiempo para pasar con sus hijos que en épocas pasadas. Más aún, cuando los
padres llegan a casa después de estar todo el día en el trabajo y cuando deberían estar
totalmente enfocados en sus roles como madres y padres, a menudo les queda muy poca energía
para dar a sus hijos. Como resultado, la calidad de las relaciones entre padres e hijos está en
declive. (Por eso es que somos grandes partidarios de conceptos tales como hacer ajustes
económicos, vivir de un solo ingreso y acordar horarios de trabajo flexibles para madres y
padres).
Y, además de todas las presiones económicas que los adultos están sintiendo, los niños
están haciendo frente a una presión creciente para sobresalir en la escuela, lo que significa
exámenes más frecuentes y plazos más cortos. Parecieran que padres e hijos estuvieran en la
loca carrera diaria de buscar cada vez más una creciente inteligencia académica, a costa de otras
importantes áreas de sus vidas como la inteligencia emocional. Con menos tiempo libre
disponible, el ser padres puede volverse algo muy orientado a la productividad, lo cual deja
menos tiempo para jugar y sacar a flote los sentimientos de los hijos. Los niños con una deficiente
inteligencia emocional se convierten en adultos con una deficiente inteligencia emocional,
incapaces de vincularse emocionalmente con la gente que es importante en sus vidas, dando
como resultado relaciones superficiales y poca intimidad. Sus matrimonios sufren, dado que las
personas están menos preparadas para cubrir las necesidades de sus cónyuges. No es de extrañar
que las tasas de divorcio estén creciendo rápidamente alrededor del mundo. Matrimonios no
saludables, de modo generalizado, repercuten en la crianza, y la conducta disfuncional es
perpetuada a través de sucesivas generaciones. Según Gottman, en la última década
aproximadamente, la ciencia ha realizado enormes cantidades de descubrimientos sobre el rol
que juegan las emociones en nuestras vidas. Él dice que los investigadores han descubierto que,
aún más que el CI, el estar consciente emocionalmente y el tener la capacidad de manejar las
emociones determinará tu éxito y felicidad en todas las áreas de la vida, incluyendo las relaciones
familiares.
Gottman demostró ello al realizar una investigación en familias durante más de una
década. Él monitoreó reveló cómo los padres trataban las emociones de sus hijos, lo cual incluía
la reacción de los padres a las experiencias emocionales de los niños, tales como situaciones en
las que los niños se enojaron, se entristecieron o se asustaron. Asimismo, midió cuán conscientes
eran los padres acerca del rol que las emociones juegan en sus propias vidas. El equipo de
Gottman hizo un seguimiento a estos niños desde que tenían cuatro años hasta su adolescencia.
• Bienestar emocional– Los niños con inteligencia emocional podían regular sus propias
emociones, lo cual significa que eran mejores para tranquilizarse a sí mismos cuando se
alteraban. Ellos además podían calmarse a sí mismos mejor y más rápido.
• Salud física– Como consecuencia de ser capaz de manejar mejor sus emociones, los
niños con inteligencia emocional tuvieron menos enfermedades.
• Competencia social– Los niños con inteligencia emocional pudieron relacionarse mejor
con otras personas, aún en situaciones difíciles como cuando recibían burlas o eran
fastidiado. Asimismo, ellos tuvieron mejores amistades que otros niños.
• Desempeño académico– Los niños con inteligencia emocional fueron mejores para
enfocar su atención y se desempeñaron mejor académicamente2.
Este estudio resalta la importancia de que los padres no ignoren los sentimientos de sus
hijos, sino que los valoren al mostrar empatía y procesar sus emociones. Pero el validar las
emociones de los niños y mostrar empatía hacia ellos no es algo natural en muchos padres. Lo
que sí es natural en los padres es responder con un estilo de adaptación; por ejemplo,
resignación, evasión o contraataque, lo cual inevitablemente conduce a una interacción
exasperante.
Empatía Cero
Simon Baron-Cohen ha estado estudiando la empatía por treinta años, y recientemente
publicó sus hallazgos con el llamativo título Empatía Cero: Nueva teoría de la crueldad3. Él
sostiene que la empatía varía en grados, no se trata de una cualidad de aquellas que
tajantemente la tienes o no la tienes. En una población normal, los diferentes niveles de empatía
innata se verán reflejados en una curva en forma de campana. La mayoría de la gente estará en
el medio, teniendo algún grado de empatía, pero un pequeño porcentaje estará en cada extremo,
uno con alto grado de empatía y el otro con mínima empatía, o peor aún, tendrán lo que Cohen
denomina «empatía cero».
¿Por qué los padres deben preocuparse por esto? Porque las experiencias durante la
infancia, incluyendo las reacciones hacia la crianza de los padres, afectan los niveles de empatía
de los niños. Estamos de acuerdo con Cohen de que la erosión de la empatía se produce cuando
las necesidades de los niños no son cubiertas a lo largo del tiempo. Cohen advierte que, cuando
la empatía es apagada, la gente funciona en el modo «Yo» y su interés principal radica en sí
mismos y tratan a otros como objetos4. En el caso de niños cuya empatía está siendo erosionada
con el paso del tiempo, mientras van envejeciendo, desarrollarán el deseo de protegerse a sí
mismos, luego un deseo de venganza y luego un odio ciego. ¡Eso es aterrador! Con el tiempo,
Si miras los programas sobre crímenes, puedes haber oído manejar términos como
«trastorno de personalidad fronterizo», «psicopatía» o «maligno narcisista»; estos son los tipos
que no pueden sentir nada por otros y únicamente se preocupan de sí mismos. Ellos son los que
tienen «cero empatía». La investigación de Cohen descubrió que un inmenso porcentaje de
adultos con desórdenes extremos de personalidad, como los señalados anteriormente, tuvieron
infancias traumáticas o han experimentado abandono emocional, indiferencia,
carencias/privaciones y rechazo6. En cambio, cuando los niños están conectados con sus padres
y confían en que ellos tratarán sus sentimientos con respeto, en vez de desarrollar «cero
empatía», su propio cociente de empatía se incrementa.
Procesar emociones
La forma negativa o incapacidad de los padres para procesar los sentimientos de los niños
es, generalmente, relacionada con la falta de conciencia de los padres respecto a sus propias
emociones. Los niños puede que no siempre demuestren abiertamente sus sentimientos.
Algunas veces, ellos únicamente emiten algunas pistas sutiles, pero los padres que están
entrenados o tienen intuición serán capaces de leer entre líneas.
Los niños experimentan con regularidad emociones tales como el enojo, la felicidad, la
tristeza, la alegría, sentirse apenado por algo, el orgullo, la humillación, la aceptación, la culpa, la
confianza, sentirse abandonado, el amor, la vergüenza, la emoción, el enfado y la satisfacción,
por nombrar algunos. Cuanto más puedan los padres percibir esos sentimientos y aprender cómo
procesarlos con sus hijos, será mejor cubierta la necesidad emocional básica de conexión y
aceptación. Sin embargo, los padres reaccionan de manera diferente a las emociones que
experimentan sus hijos. Muchos padres no le encuentran ningún sentido a hablar acerca de los
sentimientos o emociones, y prefieren evitar tal conversación. Algunos padres se activan ante
ciertas emociones y responden de maneras no sanas tales como menospreciar al niño, castigarlo,
mostrar mal humor o culparse a sí mismos en silencio. Los padres que son capaces de tomar
conciencia acerca de cómo ellos responden a los sentimientos de sus hijos podrán tener un buen
inicio al tratar de cubrir la necesidad emocional básica de conexión y aceptación de sus hijos. Por
favor ir al Apéndice 2 para realizar un importante ejercicio.
Tres reconocidos expertos en temas de crianza, quienes brindan las perspectivas más
valiosas en cuanto el procesar los sentimientos de los niños, son Ginott, Gottman y el equipo de
Faber y Mazlish7. Los pasos que ellos recomiendan tomar se aplican tanto a niños grandes como
pequeños. En resumen son:
• Mirar los sentimientos del niño como una oportunidad de conectarse con él a un nivel
emocional. Esto fortalecerá el vínculo entre padre e hijo. Los padres no deben
apresurarse a dar soluciones. Tanto el tono de voz como el lenguaje corporal son
cruciales para comunicar este mensaje.
• Alentar verbalmente al niño para que pueda ser capaz de expresar esas emociones o
sentimientos y para que pueda darles el nombre correcto. Dicho proceso entrena al niño
(y al inicio, al padre) para procesar sus sentimientos y, posteriormente, hacerles frente
a ellos de una manera sana.
• Validar la(s) emoción(es), luego mostrar empatía y compasión hacia el niño. De nuevo,
los padres no deben apresurarse a dar soluciones.
La manera en que se practican los principios arriba señalados varía con la edad de los niños.
Respaldamos estos puntos, los cuales adaptamos del bestseller de Adele Faber y Elaine Mazlish,
Como hablar para que los niños escuchen y cómo escuchar para que los niños hablen. Lee el
primer capítulo de su libro para que obtengas una completa visión general8.
Yo (John) tendía a perder los estribos cuando los chicos se mostraban irrespetuosos,
lo cual ocurría, a veces, cuando estaban enojados. Así, cuando ellos eran más
pequeños y decían algo como “Janice fue mala conmigo y sentí que quería darle un
puñetazo en su nariz” u “¡Odio a mi maestra!”, mi primera reacción era decir: “No
deberías estar enfadado” o “¡No seas malcriado con tu maestra!”. En lugar de
primero mostrar empatía con ellos, de modo inmediato me ponía del lado de la otra
persona. No es de extrañar que eso los enojara aún más. Cuando Sonia tenía
alrededor de seis años, una pareja que tenía hijos más grandes nos dijo que ellos se
habían arrepentido de haberle dicho a su hija: “Tú no tienes miedo; tú eres valiente”.
Tal afirmación hizo que me detuviera y pensara antes de no tomar en serio las
emociones de mis hijos. Durante los siguientes años, leí el libro de Faber y Mazlish, y
pude ver lo que había estado haciendo mal. Me esforcé para escuchar sus
sentimientos y validarlos. Una vez que aprendí cómo procesar las emociones de los
niños, fui capaz de decir cosas como: “Parece que estás realmente enojado” y
entonces podíamos tener una conversación a partir de ahí.
Soy libre de trazar mi propia dirección con la guía de consejeros en quienes confío
Se me permite ir a lugares por mi cuenta en tanto me comporte de modo responsable
Creo que mis padres se preocupan sobre mi cuando me lastimo o enfermo, pero tampoco
son exagerados.
Mis padres confían en que haga elecciones que son sabias y su confianza en mí crece cada
año en la medida que les demuestro que soy confiable ante nuevas situaciones
Las situaciones de la vida, en general, resultarán en algo bueno.
Si un niño realmente cree en esas afirmaciones, ¿cómo es que ese niño podrá sentirse?
Confiado, animado, seguro y motivado son solo algunas de las palabras que vienen a la mente.
Daniel creció como hijo único. Ambos padres tenían trabajos profesionales demandantes y
su madre era muy estricta con su horario. Siendo niño, no se le permitía jugar en las casas de sus
amigos (ellos podrían no ser una buena influencia), no se le permitía tomar el bus escolar (podría
sufrir de bullying o acoso escolar) y no se le enseñó a montar bicicleta (esto podría ser peligroso).
Nunca limpiaba su cuarto ni se preparó una comida por sí mismo, y su madre se aseguraba de
tener la última palabra respecto a los cursos que escogería y a cuál universidad (en su ciudad de
residencia) asistiría.
Al inicio, su nueva esposa pensaba que su dependencia hacia ella era algo tierno. «Él me
necesita»— pensaba ella. Con el pasar de algunos años, ella se dio cuenta de que su esposo la
necesitaba para todo. Fuera de la casa esto también se volvió un problema; cuando trataron de
emprender un negocio juntos, él dependía de ella para hacer la parte del trabajo que le
correspondía a él. Con el tiempo, su esposa sintió que ya era suficiente y le dio un ultimátum del
tipo «o vamos a consejería o ¡ya vas a ver!»
Ricardo creció en una familia de hijos con un padre ausente, por lo que su madre vivía para
sus hijos. Ella hacía todo por ellos y estaba involucrada en cada aspecto de sus vidas. Ricardo era
un poco tímido y algunas veces lo molestaban señalándolo como el «hijito de mamá». Cuando
Ricardo se convirtió en alguien exitoso y respetado en las profesiones que escogió, su madre
sonrió satisfecha. Pero cuando se casó con una joven, hermosa y exitosa, su madre no estaba
lista para renunciar a su rol. Se entrometía en cada decisión y criticaba constantemente a la
esposa de Ricardo. Luego de varios años de parecer por fuera la pareja perfecta, la esposa sintió
que ya era suficiente y lo dejó.
La autonomía y la autoestima
Cuando los niños son muy pequeños, ellos toman muy pocas decisiones respecto a qué
comer, vestirse, cuándo tomar un baño, etcétera. Sin embargo, mientras van creciendo, se les
debe confiar más y más decisiones. Lamentablemente, muchos padres no entienden que
ayudarlos a madurar es un proceso; algunos padres sienten la necesidad de controlar cada
aspecto de la vida de su hijo durante el mayor tiempo posible, y otros padres renuncian a tener
todo el control tan pronto sus niños entran a la escuela secundaria, permitiendo a su hijo tomar
decisiones que no son apropiadas para su edad, lo cual causa también muchos problemas. Si los
padres se involucran exageradamente y son demasiado controladores o son personas que se
involucran muy poco y dejan libre al hijo demasiado pronto, los niños no van a desarrollar la
autonomía y competencia conforme a su edad.
Cuando los padres comunican cualquiera o todos los mensajes señalados anteriormente,
de modo explícito o implícito, la autoestima de sus hijos es socavada y tienen más probabilidades
de sentirse exasperados, inseguros y no motivados. Demasiados padres no son conscientes de
los mensajes que transmiten cuando son controladores y se vuelven personas que se involucran
demasiado. Ellos piensan que están siendo cariñosos y meticulosos, pero sus hijos tienen una
percepción diferente.
El Dr. Mark Lepper y su equipo de la Universidad de Stanford estudiaron a los niños cuyos
padres y maestros los sujetaron a cumplir con estrategias educativas tales como metas, plazos
de entrega, intimidaciones y evaluaciones desde el momento que se despiertan de la cama hasta
que se van a dormir. No es de sorprender que ellos encontraran que este tipo de control excesivo
tenía un impacto negativo en la motivación intrínseca del niño y destruía el sentido de autonomía
de los niños. Asimismo, descubrieron que algunos que empezaban siendo dóciles,
posteriormente se volvían rebeldes5. Ciertamente, esto no significa que a los niños se les deba
permitir hacer únicamente lo que ellos quieran y que la disciplina no es conveniente. Los límites
y expectativas están involucrados en otras necesidades básicas emocionales, pero un énfasis
exagerado en la disciplina, en cumplir reglas y someterse a límites resulta contraproducente.
Cuando los niños están madurando en su autonomía y competencia, el lograr tareas que
son apropiadas para su edad será una motivación en sí misma. Cada victoria y habilidad nueva se
va agregando a la autoestima total y a su motivación intrínseca. Con el tiempo, los niños creerán
que son capaces de lidiar con la vida y con el mundo en que viven. Por supuesto que la tarea no
puede ser demasiado fácil; debe cumplir lo que Deci llama el «desafío óptimo», que básicamente
es un desafío significativo en el cual uno debe dar lo mejor de sí6.
Si bien animamos a los padres a participar activamente en entrenar a sus hijos, algunas
veces, simplemente, hay demasiadas cosas que tenemos en mente que les queremos enseñar:
los modales en la mesa, higiene personal o cómo vestirse apropiadamente. (No queremos que
nuestros hijos vayan a la casa de alguien dejando las cosas por todas partes para luego oír, a
través de chismes, que la gente se pregunta si nuestros hijos fueron criados en las montañas) Al
mismo tiempo, mientras los chicos crecen, tenemos que ser capaces de darlos más libertad o al
menos comunicarnos con ellos de una manera que no refleje desdén o desaprobación cuando
no se trata de un asunto que es correcto o incorrecto. Esto nos permitirá estar en buen camino
para cubrir la necesidad básica emocional de autonomía y desempeño.
Esta preocupación, a su vez, puede provocar alguna enfermedad relacionada con el estrés,
lo cual confirmará sus miedos y eso los llevará a preocuparse más. De esta manera, quedan
atascados en un círculo vicioso y recurren a todo tipo de medicamentos y dietas especiales para
estar preparados para cuando el peligro los ataque. Los niños que desarrollan esta trampa de
vida de vulnerabilidad, probablemente, observaron a uno o a ambos padres ser obsesivos sobre
El ambiente familiar en el que pudo haberse desenvuelto durante su infancia y que podría
haber causado que esta trampa de vida se desarrolle:
• Los padres del niño vivían este tipo de trampa de vida, hablaban incesantemente de
enfermedades, seguridad, no tener dinero y tragedias que les sucedieron a otras
personas
• Los padres del niño controlaban excesivamente su vida y siempre se cercioraban que no
estuviera en peligro.
• El niño se enfrentó a un evento traumático en su infancia que lo volvió alguien miedoso
ante cualquier situación.
• El niño tuvo un ser querido que murió, por lo que concluyó que debería estar
constantemente en guardia
• El ambiente del niño no era un lugar seguro para él o era inestable e impredecible
Los niños que desarrollan la trampa de vida de la dependencia fueron tratados como si no
fueran capaces de manejar la vida, con todas las responsabilidades y tareas que esta conlleva.
No pudieron desarrollar la confianza en sus propias habilidades y tienen la necesidad de tener a
alguien, constantemente, cerca de ellos. Si se les deja solos, se sienten completamente inútiles,
sin habilidades e incapaces de tomar buenas decisiones; de allí su dependencia respecto de otras
personas para que hagan las cosas por ellos o los ayuden. Pueden vacilar y ser muy indecisos
sobre lo que deben hacer y se preocupan por saber si una decisión anterior fue acertada o no.
Las personas con esta trampa de vida pueden funcionar bien en algunos escenarios, pero son
muy dependientes en otros. Los adultos con la trampa de vida de la dependencia no saben cuán
frustrante es para otros el sentir su dependencia no saludable respecto a ellos para hacer tareas
diarias. Ellos piensan que son normales las expectativas de apoyo que tienen respecto a su
cónyuge y amigos, y no se dan cuenta de que, en realidad, son dependientes de otros para casi
todo en la vida.
El ambiente familiar en el que pudo haberse desenvuelto durante su infancia y que podría
haber causado que esta trampa de vida se desarrolle:
• Los padres del niño fueron sobreprotectores y no le permitieron hacer las cosas por sí
mismo, a pesar de que estas eran apropiadas para su edad. Por ejemplo, mientras a
otros niños se les permitía viajar solos, a este niño no se le permitía hacerlo. Cuando a
otros niños se les permitía aprender ciertas tareas, a él no se le dio esa oportunidad.
• Los padres del niño daban valor a algo (por ejemplo: notas, música, deportes) y le
permitían enfocarse solamente en eso. Por lo tanto, el niño nunca aprendió a hacer otras
tareas que sus compañeros sí aprendieron.
• Al niño le impusieron límites inusualmente estrictos. Puede que no se le permitiera salir
de la casa o participar en actividades extracurriculares tales como deportes.
• Los padres del niño tomaron todas las decisiones sobre su vida o uno de sus padres lo
«rescató» de muchas situaciones.
• Las tareas del niño eran hechas por uno de sus padres o este lo supervisaba en exceso.
Luego de que esto se repitiera muchas veces, el niño pensó que de cualquier forma no
podría hacerlo. También pudo haber desarrollado cierto grado de pereza.
• El niño era criticado por tomar malas decisiones, así que perdió su confianza. Sus padres
se entrometían de buena gana cuando dudaba y decidían por él, ocasionando que nunca
desarrollara la confianza para actuar por sí mismo.
Los niños que desarrollan esta trampa de vida están emocionalmente entrelazados con uno
o ambos padres. Para las personas con la trampa de vida del apego, es difícil delimitar dónde
termina una persona y dónde comienza la otra. Están tan estrechamente interrelacionadas con
la otra persona que son incapaces de diferenciarse de ella. Se sienten vacías y, a menudo, sienten
miedo de existir por sí mismas. Las personas pueden estar apegadas a sus padres, su cónyuge,
sus hijos, sus hermanos o su mejor amigo(a). Esto trae muchas dificultades, especialmente
cuando la persona se aproxima o entra a la etapa del matrimonio. Si un adulto hombre se apega
a uno de los padres (generalmente la madre), él se comunicará más con esta persona que con su
cónyuge. Su madre será la primera en saber los nombres que le gustará a él para un futuro hijo,
qué tipo de casa les gustaría comprar, o qué tipo de trabajo le gustaría tener. Las personas con
la trampa de vida del apego sienten la constante necesidad de hablar con uno de sus padres y
contarle todo. Perciben que los dos son, de una forma extraña, una sola persona. Las personas
con apego no aprendieron límites saludables en su infancia.
El ambiente familiar en el que pudo haberse desenvuelto durante su infancia y que podría
haber causado que esta trampa de vida se desarrolle:
• Había un vínculo muy estrecho entre el niño y uno de sus padres. Eran tan unidos que
eran capaces de fácilmente leer la comunicación no verbal de la otra persona y saber lo
que ella estaba pensando. El padre, o probablemente la madre, compartía también
asuntos personales con el niño, por ejemplo, la situación del matrimonio.
• Los padres del niño eran muy controladores y no le permitían tomar decisiones propias.
• Los padres del niño eran rígidos en su forma de pensar y en sus opiniones y no permitían
que hubiese variedad de pareceres.
• Los padres del niño eran sobreprotectores (véase «El ambiente familiar en el que pudo
haberse desenvuelto durante su infancia» en la sección de «La trampa de vida de la
dependencia/incompetencia»).
• Se le enseñó al niño a no fijar límites respecto a sus padres y, cuando lo hacía, terminaba
sintiendo una culpabilidad enfermiza.
Para los niños que son abandonados es casi seguro que desarrollarán el esquema de
abandono. Prácticamente todos los niños que han sido adoptados tendrán estos sentimiento, sin
importar cuán maravilloso sea su hogar adoptivo, al menos, durante algún punto en sus vidas. El
hecho es que, ellos fueron abandonados, aún si no fue culpa de nadie, por ejemplo, en el caso
de una muerte. El grado en que una nueva familia cubra sus necesidades emocionales básicas
será fundamental para determinar cuán fácil será para un niño adoptado aceptar con el tiempo
su abandono, pero ello puede tomar años. Las personas que tienen la trampa de vida del
abandono temen que todos los que aman las abandonen. Ellas creen que al final estarán solas, y
que no pueden realmente contar con que las personas estarán presentes para ellos. Tienen una
necesidad constante de escuchar que son amados y que sus relaciones cercanas no los
abandonarán. Si están casados y su cónyuge no les comunica esto, se resienten. Debajo del enojo
y el dolor, no se sienten seguros, y verdaderamente creen que están destinados a la soledad. Las
personas que tienen la trampa de vida del abandono tendrán sentimientos exagerados de
inestabilidad en sus relaciones más cercanas.
El ambiente familiar en el que pudo haberse desenvuelto durante su infancia y que podría
haber causado que esta trampa de vida se desarrolle:
• Uno de los padres del niño abandonó el hogar, o murió, o vivía en otra parte.
• El niño fue forzado a vivir con alguien más, en vez de vivir con sus padres, durante un
período de tiempo durante su niñez, quizás a causa de circunstancias difíciles (por
ejemplo: divorcio, enfermedad, problemas financieros, guerra).
• Uno de los padres del niño estaba demasiado enfermo para cuidarlo.
• Alguien más en la familia hizo que se quitara la atención en el niño, por ejemplo, un(a)
hermano(a) muy enfermo(a), quizás un hermano con necesidades especiales, o tal vez
un hermano a quien preferían sobre el niño.
A los niños que desarrollan la trampa de vida de la subyugación se les ha hecho sentir que
sus deseos, necesidades y opiniones son insignificantes y que no son importantes. Tienden a
reprimirse ellos mismos, lo que los lleva a tener pensamientos y comportamientos pasivo-
agresivos, a retraerse y finalmente, a tener ira intensa. Creen que siempre deben poner las
opiniones y necesidades de las otras personas por encima de las propias. Con frecuencia se
descuidan a sí mismos y se someten a otras personas, pues son extremadamente temerosos de
los conflictos, al temer que estos los lleven a tener algún tipo de castigo o a perder su amor y
afecto. Rara vez expresan sus opiniones y, si lo hacen, no les dan la misma importancia que a las
opiniones de los demás, debido al temor que tienen frente al conflicto o al rechazo.
Uno de los aspectos peligrosos de este esquema es que, después de sentirse subyugados
durante algún tiempo, los sentimientos de ira y resentimiento empezarán a salir a la luz, ya que
no le han puesto atención a sus propias necesidades y no les han pedido a otros que satisfagan
esas necesidades. Pueda que sientan muy poca ilusión por la vida, dado que han estado muy
ocupados en satisfacer las necesidades de otras personas. La gente a su alrededor dirá que esta
es su fortaleza, pero en realidad es su debilidad. Las personas con esta trampa de vida no
experimentarán el tipo de intimidad que desean porque toda su atención se verá enfocada en
satisfacer las necesidades y deseos de su pareja, dejando muy poco para ellos mismos. Ellos
colocan sus necesidades al último en la lista de prioridades por miedo al conflicto si es que no
hacen lo que otros quieren. Cuando un adulto subyugado empieza a sentir la necesidad de
cuidarse a sí mismo(a), sentirá miedo de ser rechazado en forma de ira o de abandono. No han
aprendido a establecer límites con gente que no es sana. Con el tiempo, las personas con esta
trampa de vida chocarán contra una pared, explotarán y se tornarán agresivos. Si la persona es
casada, esto toma por sorpresa a su pareja, la cual piensa que el cónyuge subyugado tiene
problemas, cuando lo que realmente sucede es que está saliendo del yugo, aunque no de una
manera saludable. Esto puede hacer que la persona subyugada reaccione de forma exagerada y
que se vaya al otro extremo; es decir, que empiece a desafiar la autoridad y rehúse a seguir
cualquier tipo de regla, y pueda que se le confunda con la actitud de creer que se tienen todos
los derechos.
• Los padres del niño eran abusivos y se enfadaban cuando él no cedía ante los deseos de
uno o ambos padres.
• Los padres del niño eran muy controladores a tal punto que este tenía muy poca
autonomía para tomar sus propias decisiones.
• El niño observó a uno de sus padres someterse al otro y aprendió que esa era la mejor
forma de mantener la paz.
• Se le hizo sentir culpabilidad al niño si se le daba atención a sus necesidades antes que
a las de otras personas.
A los niños que desarrollan esta trampa de vida les han enseñado que es normal sentirse
desanimado. La vida es percibida y experimentada desde un punto de vista negativo. El vaso
nunca está lleno a la mitad, sino que siempre está medio vacío. Quienes desarrollan esta trampa
de vida odian cometer errores y temen las supuestas consecuencias que surjan de ello. Se
preocupan por la pérdida y humillación que pudieran resultar por tomar riesgos (y experimentar
lo que ellos perciben como fracaso). Prefieren permanecer seguros que lamentar haber hecho
algo, y toman el camino que menos los expondrá a tales riesgos. Generalmente, su negativismo
no es acertado, sino totalmente fuera de proporción. A la gente con la trampa de vida del
negativismo se le hizo sentir avergonzada de cometer errores y de equivocarse cuando estaba
creciendo. Ya de adultos, ellos todavía no se dan cuenta de que cometer errores es parte de ser
humano, y que una parte del aprendizaje viene de cometerlos. Esto, con frecuencia, daña sus
relaciones, por ejemplo, cada vez que su cónyuge o amigos quieren intentar hacer algo nuevo,
ellos pueden ser el aguafiestas.
El ambiente familiar en el que pudo haberse desenvuelto durante su infancia y que podría
haber causado que esta trampa de vida se desarrolle:
• Los padres del niño hablaban sobre cosas desde un punto de vista negativo. Su respuesta
normal sería «no» debido a que ellos suponen que sucederá el peor resultado posible.
• Los padres del niño sufrieron tiempos muy duros de modo que se envió una fuerte señal
para evitar esta fatalidad a toda costa y, así, evitar cometer errores posteriormente.
• El niño realmente experimentó muchos sucesos negativos durante su infancia, los cuales
reforzaron lo que sus padres negativos le dijeron sobre el mundo.
• El niño tiende a tener un temperamento negativo y sus padres nunca le enseñaron a ser
más positivo.
La zona básica de seguridad para esta necesidad básica emocional tiene tres componentes.
La primera área de seguridad básica implica proteger a los niños del abandono, lo que en la
práctica significa que los padres necesitan proteger su matrimonio. Desde nuestra experiencia,
la trampa de vida del abandono es una de las más difíciles de lidiar y exhortamos a todos los
padres a no causar esto a sus hijos (RI10.1).
La segunda área tiene que ver con asegurarse de que los niños no son descuidados, que sus
necesidades básicas de techo, comida, ropa y descanso son cubiertas. Los padres deben aprender
nociones básicas sobre el sueño, lactancia, nutrición, tratamiento de enfermedades y demás.
Por último, la seguridad primordial para esta necesidad básica emocional también significa
cerciorarse de que se han implementado las medidas de seguridad dentro y fuera de la casa, y
que a los niños no se les permite ser muy autónomos demasiado pronto. Una autonomía
inapropiada (demasiado temprana) puede convertirse en descuido o puede promover
inadvertidamente el abuso. Los padres deben estar familiarizados respecto a las medidas que se
deben tener con los niños y que permitan tener seguridad en sus hogares. Por ejemplo,
sustancias tóxicas o venenosas deben mantenerse bien resguardadas, y las instrucciones para las
niñeras y números de emergencia deben estar a la mano. Los niños, con el tiempo, deben
aprender a cocinar, pero no deben usar cuchillos afilados estando solos ni hacer funcionar
cocinas cuando son demasiado pequeños. Los niños deben bañarse ellos mismos con el paso del
tiempo, pero nunca se deben dejar solos a los bebés y niños pequeños si están cerca de un balde
que contiene agua, mucho menos si están en la tina de baño. Los niños en edad escolar deben
ser capaces, con el tiempo, de caminar a su casa desde la escuela o de tomar el transporte
público, pero no antes de cierta edad. Hay todo tipo de formas mediante las cuales los padres
pueden proteger a sus hijos sin dejar de cubrir la necesidad básica emocional de autonomía.
Una cosa más: si bien es perfectamente normal permitir que un muchacho en edad de ir a
la escuela primaria vaya solo al baño en un lugar público, un dato lamentable del mundo actual
es que los pedófilos infantiles existen y que frecuentan sitios donde puede haber niños pequeños
sin supervisión adulta. The Straits Times ha reportado varios casos de muchachos menores de
diez años que fueron obligados a realizar actos atroces en baños públicos, inclusive en un país
tan seguro como Singapur1.
Cuando nuestro hijo David era pequeño y sentía ganas de al baño mientras
estábamos fuera de casa, en un lugar público, mi esposo lo acompañaba. Si David y
yo (Karen) estábamos solos, yo lo llevaba al baño de damas. No es de extrañar que
una vez cumplidos los siete años, ya no se sentía conforme con esa solución mía y yo
no lo culpaba. Sin embargo, le dije que la única manera de que yo le permitiría entrar
al baño de hombres, estando solo, era si sostenía una conversación casi sin pausas
conmigo mientras estaba adentro. Yo me acercaba hasta la puerta del baño de
hombres de una manera tal que no podía ver hacia adentro, pero mientras David
entraba, yo le gritaba: «David, estoy parada justo en la puerta, ¿está bien? ». Él
respondía y yo le hacía otra pregunta cada quince segundos. Definitivamente, yo
habría irrumpido en el baño si él no me hubiera respondido, lo que afortunadamente
nunca sucedió. De casualidad, cuando recordé esto a mi hijo cuando escribía este
libro, él me dijo que no me recordaba haciendo la guardia en ningún sitio, y yo me
felicitaba por haberlo mantenido protegido y que, al mismo tiempo no lo hubiera
convertido en un paranoico
El dar opciones para escoger es una parte muy importante para desarrollar la autonomía
de nuestros niños. Eso hace que se involucren en las tareas y los ayuda a tomar responsabilidad
de ello. Pero más que nada, muestra nuestro nivel de respeto a ellos. Inclusive los adultos están
mucho más motivados cuando se les da la oportunidad de decidir hacerse cargo de una tarea en
vez de imponerles una tarea, y la rigidez y la inflexibilidad con los niños pueden impedir que se
cubra la necesidad emocional básica de autonomía.
La infancia
Si bien es útil que los bebés aprendan a estar tranquilos cuando están entre otras personas,
la mayoría de los padres son sabios al no exponer a sus recién nacidos a demasiadas personas a
fin de protegerlos de gérmenes. Una vez que los bebés alcanzan esa etapa donde empiezan a
apegarse demasiado a la mami (véase Capítulo Siete), los padres pueden animar a sus bebés a
no tener miedo cuando están con otros, sosteniéndolos en sus brazos con seguridad mientras los
presentan a otras personas. Los padres deben hablar con un tono de voz suave y animante, y
nunca con un tono que exprese enojo y decepción si sus bebés aún no se encuentran listos para
ir a los brazos de otras personas.
Desde los tres meses para adelante, los bebés pueden aprender a estar entre otros bebés.
Sobre todo después de que pueden sentarse, es posible que ocurra una interacción entre ellos y
sus padres. Los bebés también deben aprender a jugar solos y mantenerse ellos mismos
ocupados. Muchos padres nunca permiten a sus hijos estar fuera de su vista, en absoluto. Un
niño recostado puede jugar con un móvil que esté encima de la cama. Un niño que puede
sentarse puede jugar en una cuna con juguetes seguros y apropiados. De lo contrario, estos niños
no podrán ser capaces, en lo más mínimo, de estar solos cuando estén separados de sus padres
por tan solo algunos minutos. Los padres deben ser capaces de dejar a sus hijos por unos
segundos con juguetes, siempre asegurándose de que el bebé está seguro en el cuarto. Los
padres pueden dejar la puerta abierta y supervisar a sus hijos sin que estos efectivamente los
vean a ellos3. Esto para nada significa que los padres deban dejar a sus bebés por más de unos
segundos, y siempre que no los pierdan de vista, pero en ningún caso es bueno hacerlo si es que
los bebés ya pueden gatear.
Algo que se debe considerar en esta edad es que el cerebro de los niños se desarrolla más
rápido en los tres primeros años que en cualquier otro momento; ¡qué emocionante! Tal vez has
oído de aquella muy conocida frase sobre esta etapa que está especialmente relacionada a la
autonomía, llamándola «los terribles dos años». Los niños a esta edad quieren
desesperadamente hacer las cosas por ellos mismos, pero no quieren estar separados de sus
padres, por lo cual se frustran.
Cuando los niños están en este periodo, se les debe permitir explorar su cuarto, sus
juguetes y otros objetos seguros y aprender a interactuar con lo que los rodea. Recuerda que los
padres deben brindar una autonomía apropiada a su edad, lo cual significa límites razonables,
por un lado, y seguridad básica, por el otro.
El juego es su trabajo principal, de cinco a seis horas diarias. Ellos quieren correr, treparse
y saltar. A pesar de que a los niños a esta edad les encanta la repetición, cuando los padres pasan
tiempo en el patio de juegos con sus hijos, deben asegurarse de que éstos traten de hacer una
variedad de movimientos físicos.
Cuando Sonia tenía cerca de un año, leí un libro sobre bebés que decía que cuando
los bebés eran capaces de sentarse cómodamente en su silla de comer, ellos debían
ser capaces de empezar a comer por sí mismos sin que los padres se preocuparan por
el desorden resultante. Para ello, según el libro, se debe colocar periódico debajo de
la silla de comer y darles a los niños un baño más tarde. Lo que el libro no decía era
que se debía usar el sentido común, ¡lo cual probablemente estaba sobreentendido!
Una vez una amiga llegó a la ciudad y fuimos con mi pequeña hija a un restaurante a
almorzar con ella. Al pasar quince minutos, mi amiga, que era una madre con más
años y experiencia, me rogó que pusiera fin al desorden que había dejado mi hija al
comer. Entonces, me dispuse a ayudar a Sonia a acabar su almuerzo, ayudé a la
mesera a limpiar el área del desastre y esperé que pasara aproximadamente un año
antes de tratar de hacer eso otra vez en público.
A fin de animar a una sana autonomía, los padres deben ofrecer al niño opciones tales
como: con qué tipo de juguetes jugar, qué libros leer y a qué patio de juegos ir. Algunas veces los
niños a esta edad se sentirán abrumados por tantas opciones, por lo que los padres podrían
desear ofrecer únicamente dos opciones, por ejemplo, decir: «Querido, ¿te gustaría hacer algo
de pintura o leer un libro?» o «¿cuál DVD te gustaría mirar, el de Doky o el de pistas musicales
para cantar?». Diferentes niños tendrán diferentes preferencias. A nuestro hijo muy poco le
importaba a esta edad qué ropa ponerse mientras que nuestra hija prácticamente salió del
vientre materno teniendo una opinión respecto a qué ganchos para el cabello debía usar y qué
vestido debía ponerse. Nuestro hijo estaba más preocupado por cuál juguete debería llevar
consigo durante todo el día.
La niñez temprana
Entre los cuatro y siete años, los niños son capaces de hacer muchas cosas más por sí
mismos. Algunos ejemplos de tareas que los niños pueden hacer solos o con un poco de ayuda
son: ponerse la ropa, atar los cordones de sus zapatos, ayudar a arreglar la mesa antes de la
comida, recoger sus juguetes, preparar su propia maleta (6-7 años de edad), cuidar de una
mascota y darle de comer (6-7 años) y hacer su propia tarea (7 años).
Los padres aún necesitan hacerse cargo de, o al menos monitorear, cosas como: ir a la cama
a tiempo, levantarse a tiempo, hacer la tarea (¡asegúrate de que las tareas son hechas por el
niño, no por los padres!), tomar un baño (a esta edad, los niños varones sobre todo necesitan
que se les recuerde al respecto) y pasar tiempo con los padres. Además, los padres deben servir
como facilitadores para otros intereses o actividades de sus hijos.
En las situaciones cotidianas, los problemas que atraviesan los niños deben ser sacados a
la luz abiertamente para poder discutir al respecto. En esta edad, los padres necesitan ser las
personas que más fijan las reglas, pero siempre que sea posible, harían bien en dar oportunidades
a sus hijos para expresar sus opiniones, en vez de siempre decirles qué hacer. Recuerda que el
juego todavía es más importante que el trabajo (por ejemplo, si están tomando lecciones de
piano y tú quieres que practiquen un poco cada día, puede que quieras sentarte con ellos y
convertirlo en una actividad divertida, o si no puede volverse una batalla que podría ser
contraproducente).
La infancia intermedia
Los niños que están en la etapa de la pre-adolescencia pueden desarrollar fuertes gustos
acerca de su ropa o peinado. Hay que permitirles cierta libertad en esta área con un poco de
orientación (pero los padres deben seguir su propia consciencia; no tienen que dejar a su hija
vestir una micro minifalda solo porque las hijas del vecino la están usando). Los padres deben
continuar alentando la autonomía, permitiendo a sus hijos hacer sus propias tareas sin interferir,
lo cual podría ser una tentación para muchos padres. Algunos chicos continuarán disfrutando el
usar su imaginación y jugando juegos de un mundo simulado, y los padres no deben
avergonzarlos cuando ellos quieran hablar de tales cosas4.
• Escoger la ropa para ponerse (sobre todo alrededor de los doce años de edad)
• Escoger la música que escuchará (los padres deben supervisar las letras para saber lo
que estas fomentan)
• El tipo de fiesta de cumpleaños que va a tener (si que es piensan tener una linda fiesta
ese año)
• Invitar amigos a pasar la noche en casa, para lo cual los padres deben garantizar que se
implemente una seguridad básica al respecto
La adolescencia
Mientras el niño va creciendo y su necesidad de autonomía va aumentando, la necesidad
de los padres de estar fijando reglas va disminuyendo. Cuando el niño afronta dificultades, los
padres deben hablar acerca del problema y preguntarle cuáles son las opciones que tiene para
afrontarlo. Los padres deben lograr que sus hijos den sus opiniones, no simplemente
sermonearlos y decirles qué hacer. Después de oír sus opiniones, los padres e hijos pueden
discutir las cosas juntos. Para obtener más información sobre cómo lidiar con la autonomía en la
etapa de la pre-adolescencia y adolescencia, recomendamos enfáticamente leer el libro Teen-
Proofing: Fostering Responsible Decision Making in Your Teenager (a prueba de la adolescencia:
fomentando la toma de decisiones de manera responsable en su hijo adolescente), el cual ayuda
con el tema de la autonomía y sus límites. El autor (John Rosemond) da justo en el clavo, cuando
se trata de determinar cuál es el balance correcto5. En torno a este tema, Rosemond repite lo
señalado por el Dr. Michael Popkin, fundador de Active Parenting: «Haz que el problema sea su
problema»6. Y quién podría olvidar la cita del tío Ben, en la película El Hombre Araña: «Un gran
poder conlleva una gran responsabilidad»7.
Comunica respeto
Entonces, vamos a asumir que estamos tratando de dar opciones a nuestros niños. Aún
entonces, el estilo de comunicación puede enviar el mensaje equivocado. Los padres pueden dar
a sus hijos una opción, pero pueden comunicarla de una manera que hace sentir al niño
menospreciado, algo opuesto a hacerlo sentir que «estamos en el mismo equipo». Sobre todo
cuando se trata con niños pequeños, la suavidad en el tono de los padres y las palabras que estos
usan son cruciales. Por ejemplo, un padre puede decir en un tono autoritario: «Hoy nos vamos al
parque, así que decidan con cuál de sus juguete quieren jugar». Esto le da al niño la posibilidad
de elegir, pero ¿cómo fue dicho? Un tono áspero comunica que el niño es algo secundario en la
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agenda del padre. Como se mencionó en el Capítulo Cinco, las palabras únicamente representan
una pequeña parte de lo que comunicamos a otros, pues el tono de voz, el lenguaje corporal y
las expresiones del rostro son mucho más importantes. Una mejor manera de decir lo anterior
sería: «Oye cariño, hoy nos vamos a divertir mucho. ¿Qué juguete te gustaría llevar al parque?».
Esto transmite un mensaje totalmente diferente al niño. O imagina a una mamá hablando con su
niño muy pequeño acerca de almorzar. En vez de decirle impacientemente: «Quiero que comas
ahora. Te dejaré ir al parque solo cuando hayas acabado de comer», acaso no sería mejor si la
madre le dice de modo amable pero asertivo: «Primero vamos a almorzar, y cuando hayamos
acabado, podremos ir al parque».
Hay una diferencia abismal entre las dos maneras de expresarse. Ambas hablan de una
tarea, pero una es dicha de una forma que demuestra que padre e hijo son aliados, y no «yo
estoy aquí arriba y tú estás allí abajo». (Obviamente hay momentos en que un padre puede tener
que levantar su voz, como por ejemplo si el niño está en peligro o a punto de herirse a sí mismo
o a otro niño. Cuando alzamos nuestra voz únicamente en circunstancias excepcionales, el niño
sabrá que algo serio está siendo transmitido). Por supuesto, estas situaciones no son un gran
problema si suceden como una interacción aislada, pero si las repites día tras día como parte de
tu estilo de vida, la exasperación es lo que, finalmente, resultará. El temperamento del niño
determinará cuánto tiempo tomará y de qué manera saldrá a la superficie.
¿Estoy viviendo a través de mis hijos? ¿Estoy tratando de satisfacer una necesidad oculta
que yo mismo tengo?
¿Siento la necesidad de proteger a mis hijos, debido a que en mi corazón creo que el mundo
es un lugar peligroso?
¿Soy negativo respecto a que ellos tomen sus propias decisiones, debido a que un padre
pesimista me crio?
Si contestaste «Sí» a alguna de las preguntas anteriores, repasa los cuestionarios del
Capítulo Tres de nuestro libro sobre matrimonios, Elijo Nosotros8, para que puedas identificar
las trampas de vida que tienes y cómo ellas específicamente se relacionan con cubrir la necesidad
emocional básica de autonomía sana y desempeño de sus hijos. Si tienes a un nivel muy marcado
alguna de las trampas de vida de este dominio, entonces hay una razón para creer que tu impulso
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para estar excesivamente involucrado con tus hijos es el resultado de tu propia crianza y de
alguna necesidad no satisfecha. Los padres que son capaces de tomar consciencia de estas áreas
serán capaces de identificar sus impulsos y motivaciones subyacentes no saludables. Estar
consciente es un tremendo primer paso.
Una madre demasiado vinculada a sus gemelos: Gabriela tuvo dos hijas gemelas. Las mimó
y les dio todos los privilegios que pudo, en dinero y educación. Gabriela también estaba
demasiado involucrada con ellas y era controladora. No permitió que sus hijas hicieran lo que
adolescentes normales hacen por sí mismas y las protegió de tomar riesgos de todo tipo. En una
ciudad donde todos los niños tomaban el bus escolar o tomaban el transporte público, Gabriela
les prohibió hacer ambas cosas. Cuando llegó el tiempo en que las adolescentes fueron a la
universidad, ellas decidieron vivir en ciudades diferentes de su madre y de ellas mismas. Una de
las jóvenes fue capaz de afrontar todo esto debido a su temperamento, pero la otra joven no.
Llena de miedo, tuvo que dejar la universidad y volver a la casa de su madre, y no era capaz de
salir sola. Ahora, con más de treinta años, aún es dependiente de otros y está demasiado
vinculada a su madre, paralizada de miedo y realmente atrapada por la vulnerabilidad al daño y
a la enfermedad.
Un padre que transmite negatividad: Santiago, el hijo de Beto, estaba muy emocionado de
entrar a un concurso de arte. Si bien Santiago era bueno en dibujo, a Beto no le hizo ninguna
gracia y cuando supo de ello; regañó y humilló implacablemente a su hijo. Beto prohibió a
Santiago entrar a un concurso como ese, debido a que pensaba que eso era una completa pérdida
de tiempo. Beto estaba tan profundamente lleno de negatividad que no podía imaginar que algo
bueno pudiera surgir de un intento como el que Santiago deseaba hacer. Esto dejó una cicatriz
dolorosa en su hijo a nivel emocional, la cual llevó a su vida adulta cuando se convirtió en padre.
Ahora Santiago tiene muchas dificultades para intentar algo nuevo y constantemente escucha la
voz que dice: «No vale de nada, ¿para qué molestarme, ¿de qué sirve?»
Cuando se trata de dejar que nuestros niños crezcan, es tan tentador aferrarnos mucho a
ellos o inclusive darnos por vencidos. Al final del día, razonamos con ellos y fundamentamos
nuestra posición, mostrándoles en todo el trayecto que los amamos y confiamos en ellos. Cuando
dejamos que nuestros hijos tomen sus elecciones y les damos una libertad conforme a su edad,
estamos satisfaciendo su necesidad básica emocional de sana autonomía y desempeño, y
también estamos manteniendo nuestra conexión.
Ellos me retan de una manera respetuosa cuando me excedo en mi conducta y mis palabras.
Ellos me guían para tomar en cuenta múltiples factores a fin de evitar que tome decisiones
impulsivas.
Ellas no siempre me dejan que haga todo lo que quiero, pues a veces dicen «No» cuando
eso es lo mejor para mí.
Ellos esperan que yo sea responsable y que contribuya al bienestar de nuestro hogar, por
ejemplo, haciendo las tareas domésticas
Ellos esperan que sea sabio al escoger a mis amigos más cercanos y que sea capaz de decir
«No» a algunos de mis amigos cuando sea necesario.
Pedro nació dentro de una familia adinerada, rodeada de personas contratadas para que
lo ayudaran. Tuvo una niñera, un chofer, una cocinera y una enfermera para que se aseguraran
de que él siempre tuviera todo lo que quisiera. En el momento en que él lloraba, alguien estaba
cerca para ofrecerle una galleta. Un segundo después de que se cayera, ya había alguien allí para
mimarlo. Si a él no le gustaba el jardín de niños donde lo habían puesto, inmediatamente se le
cambiaba a otro. Si quería tener el último juguete que había salido o un nuevo par de zapatos
como los que vio en la TV, pues los obtenía. Pedro nunca escuchó la palabra «no» y nunca
experimentó la frustración. Se volvió un niño insoportable que hacía bullying a otros en el patio
de juegos, un amigo superficial para los otros niños en la escuela y un odioso hermano mayor. El
resto del mundo no iba a aguantar sus majaderías y con el tiempo, cuando tuvo que hacer frente
a algunos desafíos en su primer lugar de trabajo, intentó suicidarse. Luego de estar una
temporada con supervisión psiquiátrica fue capaz de tener otro buen trabajo, pero hasta la fecha
él nunca ha tenido la disciplina o perseverancia para tener una relación amorosa seria o para
ascender en su carrera corporativa.
Puede que Carla y Pedro hayan procedido de diferentes trasfondos socioeconómicos y que
hayan crecido en diferentes países, pero tienen el mismo tipo de crianza; su necesidad de límites
razonables no fue satisfecha cuando estaban creciendo.
El cubrir esta necesidad básica emocional al enseñar a nuestros hijos a respetar límites y a
esperar que ellos vivan dentro de esos límites es algo que demuestra que tenemos mucho amor
como padres. Los niños no nacen programados para aprender a seguir reglas y a respetar límites.
De hecho, es todo lo contrario, nacen sin ningún conocimiento sobre límites y reglas. Los niños
vienen al mundo pensando que ellos son el centro del universo. Les encanta explorar, investigar
y probar el mundo, el cual parece colorido, divertido y atrayente. Sin embargo, ¿hasta qué punto
es bueno (o inclusive seguro) para ellos el «explorar» sin consecuencias? ¿Cuándo no es sabio
hacer eso? La cultura moderna se confunde en este punto, pues la sociedad se burla de los límites
y considera que restringir a los niños es algo pasado de moda y cruel; hay quienes tienen sentido
común y quieren fijar límites, pero parecen no saber qué hacer en cuanto a cómo lograrlo. Los
niños ciertamente no van a aprender límites razonables ni saludables por sí mismos. La única
manera de que los padres pueden asegurarse de que sus hijos aprenden esto es cubriendo esta
necesidad básica emocional.
Para los padres es tan importante asegurarse de que transmiten límites como el asegurarse
de la manera en que los transmiten. Por un lado, los padres deben cuidar de cubrir esta necesidad
de una manera respetuosa y saludable, para que no terminen causando frustración y
exasperación. (Cuando los padres corrigen a sus hijos con palabras ásperas y no respetuosas, ello
Los padres con frecuencia oscilan entre un extremo y otro. Algunos son muy estrictos y
rígidos, mientras que otros son permisivos. Muchos también tienen una combinación de ambos
estilos. Como resultado, son enviadas señales contradictorias y padres e hijos ingresan al
«torbellino de la intensificación del conflicto» en el cual desencadenan actitudes y reacciones
ante las provocaciones que hacen entre sí (véase Capítulo Catorce). Cuando esto se repite
múltiples veces, muchos padres terminan perdiendo la paciencia y recurriendo a interacciones
exasperantes, dándose por vencidos y rindiéndose completamente o haciendo algunos ajustes y
ordenando estricta obediencia independientemente del estado de su relación, solo para ver con
el tiempo enemistad y una falta de conexión.
Tanto nuestra hija como nuestro hijo fueron bastante determinados y obstinados, así que
no nos sorprendió que tuviéramos que empezar a decir «No» tempranamante en sus vidas.
Dudábamos de nosotros mismos como los padres jóvenes suelen hacer, preguntándonos si
éramos demasiado estrictos algunas veces. Pero nos dimos cuenta de que había una diferencia
cada vez que nos volvíamos blandos y dábamos marcha atrás en los límites: el caos reinaba y los
chicos no parecían más felices con ello! Los límites les dan a los niños seguridad y tranquilidad
porque saben qué esperar.
Los límites ayudan a los chicos a ver que, al contrario de lo que cada fibra de joven ser
siente, el mundo no gira alrededor de ellos, por lo que deben respetar a otros si es que desean
ser respetados. Los límites son una manera de enseñar a los niños a cómo vivir «la regla de oro:
tratar a otros como les gustaría que fueran tratados. Lamentablemente, esto no encaja con la
dirección hacia la cual el mundo se mueve. Un libro muy esclarecedor, Why Is It Always About
You? The Seven Deadly Sins of Narcissism ¿por qué siempre se trata de ti? Los siete pecados
capitales del narcisismo), señala que la actitud de creer que se tienen todos los derechos está
ampliamente difundida iy que un porcentaje cada vez mayor de estadounidenses es narcisista!
Una advertencia: Cuando los padres están ayudando a sus niños a respetar límites, deben
asegurarse de que sus hijos no los están obedeciendo solamente para r su aprobación, sino que
verdaderamente entienden los límites y por qué son importantes. Esto los ayudará a entender el
porqué, lo cual les permitirá adoptar los valores de los padres mientras van creciendo, y
beneficiarse por completo al ver satis fecha esta necesidad básica emocional.
Los niños desarrollan la vida de los derechos de dos maneras. Cuando se les dice que son
más especiales que otros niños, cuando no tienen límites y nunca se les hace asumir la
responsabilidad de sus acciones, palabras o estados de ánimo; cuando esto pasa se produce el
«derecho puro». En su revelador libro, Disarming the Narcissist (cómo desarmar al narcisista)
Los niños con la trampa de vida de derechos a menudo se convierten en líderes (en la
escuela, en los deportes o en pandillas) quienes hacen alarde de no aceptar un «No» como
respuesta. A las personas que tienen arraigada a un nivel muy alto la trampa de vida de derechos
no les gusta escuchar la palabra «No». Puede que reciban halagos por sus cualidades naturales
de liderazgo y por ser tan decididos en la vida. No les gusta trabajar bajo el mando de otras
personas, puesto que no les gustan las reglas; sin embargo, no tienen el menor problema en
imponer reglas a otros. Los adultos con esta trampa de vida generalmente detestan hablar de
sus debilidades, pero adoran hacer alarde de sus fortalezas. Debido a que intimidan, tienen poder
y logran resultados violando los derechos de los demás. Muy pocas personas con esta trampa de
vida están dispuestas a buscar voluntariamente ayuda o a ver su necesidad de cambio. ¿Para
qué? si la vida es buena, si la mayoría de las veces se salen con la suya. Sin la debida intervención,
los niños con esta trampa de vida, quienes crecen convirtiéndose en adultos que se creen con
todos los derechos, casi nunca llegan al punto en el que puedan ver que las relaciones son una
calle de doble sentido y que al ser transparentes y vulnerables, en vez de ser exigentes, egoístas
o personas que intimidan a otros, tienen más probabilidades de obtener lo que realmente
necesitan: una relación satisfactoria y afectuosa. Creemos que los adultos con conducta
narcisista y que sienten tener todos los derechos pueden cambiar, pero tiene mucho más sentido
cortarla de raíz cuando vemos tales actitudes en nuestros hijos que tratar de cambiarlos cuando
son mayores. El ambiente familiar el que pudo haberse desenvuelto durante su infancia y que
podría haber causado que esta trampa de vida se desarrolle:
• No existían límites apropiados en la infancia del niño. Él establecía sus propios límites.
Aun cuando había límites, eran pocos y giraban alrededor de que alcanzara la excelencia
en una o más áreas.
• El niño fue muy avergonzado al crecer y para evitar sentir vergüenza, actuaba con
sobrecompensación y avergonzaba a otros.
• Se le permitía hacer berrinches y a menudo se salía con la suya debido a su terquedad.
Su enojo era una herramienta manipuladora que le permitía obtener lo que deseaba.
• Al niño no se le enseñó a preocuparse por otras personas.
• Recibió muy poca atención para reconocer sus logros y fue exageradamente criticado.
Como respuesta, se volvió excesivamente exigente.
A los niños que no se les ponen límites, que son descuidados o que no tienen modelos de
roles disciplinados, generalmente desarrollarán esta trampa de vida. Casi todos los niños luchan
con el autocontrol cuando crecen, lo cual es normal. Sin embargo, si desarrollan esta trampa de
vida, puede que cuando sean adultos tengan dificultades para controlar sus impulsos. Sus
conductas de arrebatos de ira, promiscuidad sexual, comer en exceso o cualquier cosa puede
evolucionar a una adicción. Puede que también tengan problemas para trabajar en una tarea,
durante un período de tiempo que otras personas considerarían razonable, porque se sienten
aburridos. Las personas con esta trampa de vida pueden tener la intención de hacer una tarea,
pero se distraen fácilmente. Si la tarea parece ser muy complicada, puede que la abandonen.
Las personas con la trampa de vida de autocontrol insuficiente tienen dificultades para ellos
mismos colocarse en situaciones de incomodidad o en postergar la gratificación. Como niños, no
aprendieron el valor de la perseverancia para completar tareas o el principio de no ceder ante
placeres de corto plazo. Si tienen una posición de autoridad, delegarán más veces de lo que
deberían. La disciplina, para ellos, es un reto. La mayoría de sus acciones se ven impulsadas por
sus deseos, y estas personas pueden ser precipitadas al tomar decisiones. Solamente cuando esta
trampa de vida los lleve al abismo como resultado de no auto-controlarse, van a darse cuenta de
que deben lidiar con este problema. Vale la pena resaltar que las personas con esta trampa de
vida, en ocasiones, son bastante agradables puesto que su lado espontáneo es muy atractivo.
Este encanto puede llevarlos lejos, a pesar de su falta de disciplina.
El ambiente familiar en el que pudo haberse desenvuelto durante su infancia y que podría
haber causado que esta trampa de vida se desarrolle:
• Los padres del niño no se involucraron mucho con él mientras crecía. Desde una corta
edad dejaron que él mismo fijara sus límites, por ejemplo: la hora de dormir, el tiempo
de juego, lo que comía, el horario para ver televisión. Desde muy temprana edad se le
permitió actuar conforme a sus deseos.
• Puesto que sus padres estaban muy ocupados, el niño fue criado por sus abuelos o las
niñeras, quienes lo consintieron y le dieron todo lo que quería.
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• El niño tenía un talento natural. No tenía que esforzarse para tener éxito a muy
temprana edad, y sus padres no se vieron en la necesidad de enseñarle perseverancia.
A medida que la vida se tornaba más desafiante, el niño evitaba las actividades que
requerían gran perseverancia.
Los niños que desarrollan esta trampa de vida luchan por formarse una opinión de sí
mismos que sea independiente de lo que otras personas piensan y sienten sobre ellos. No son lo
suficientemente seguros como para confiar en su propio criterio. Esta trampa de vida no se trata
de alcanzar altos estándares que ellos mismos se han impuesto, o el de sentirse superiores, sino
que se trata de ansiar la aprobación de los demás.
Los adultos con esta trampa de vida sienten que su mundo colapsa cuando intuyen que los
demás no tienen una buena opinión de ellos. Cuando sucede lo contrario, si perciben que los
demás tienen una alta opinión de ellos se sienten felices y en las nubes. Buena parte de sus
esfuerzos está enfocada en llamar la atención de los demás hacia sus buenas acciones. Puesto
que la opinión de los demás es lo que los controla, no desarrollan realmente un auténtico sentido
de identidad, con valores y preferencias que sean propios y, como consecuencia, no se sentirán
verdaderamente completos. Inclusive si están haciendo un gran trabajo, lo que decidirá cómo se
sentirán sobre sí mismos será la aprobación de los demás. Les falta tener convicciones propias y
sacrifican sus propias preferencias a costa de gustarles a los demás.
El ambiente familiar en el que pudo haberse desenvuelto durante su infancia y que podría
haber causado que esta trampa de vida se desarrolle:
• Los padres del niño se vanagloriaban de ellos mismos. Cuando los demás los elogiaban
(por ejemplo, salen en los periódicos o en la TV), armaban una gran alharaca al respecto.
• Los padres del niño alardeaban sobre sus éxitos y de las personas a las que conocían.
• Los padres del niño se enfocaban más en la apariencia de su hogar que en lo que había
dentro del corazón y mente de sus hijos.
• La autoestima no estaba relacionada con la aceptación personal del niño, más bien la
autoestima giraba en torno a lograr la aprobación de los demás.
Los padres necesitan entender cómo el usar Internet sin límites puede tener terribles
consecuencias y afectar a sus hijos de por vida. En una época en que los niños de dos años
navegan por Internet en las tablets de sus papás, los padres deben ser urgentes acerca de fijar
límites sanos para sus hijos. Dadas las consecuencias, esto no es algo que deba tomarse a la ligera.
Los estudios muestran que los niños que son expuestos a cosas inapropiadas en forma de
videojuegos, programas de TV, videos de YouTube o películas están expuestos a miles (quizás a
decenas de miles) de asesinatos, junto con cientos de horas de lenguaje vulgar y relaciones no
saludables3. Inclusive si los niños no son influenciados para escenificar lo que están mirando, se
arriesgan a fortalecer la trampa de vida de la vulnerabilidad (ver Capítulo Diez), convencidos de
que el mundo es un lugar cruel y peligroso; esto podría inhibir la autonomía e interferir con la
construcción de relaciones adultas sanas.
Los padres que dudan si deben limitar a sus hijos el tiempo que pasan frente a pantallas
deben preguntarse a sí mismos si están felices de que sus hijos sean criados por «el otro padre».
The Other Parent (el otro padre) es el título de un libro cuyos autores son James Steyer y Chelsea
Clinton; además es el apodo que ambos autores le han dado a los medios de comunicación. Este
«otro padre» directa e indirectamente enseña a nuestros niños que las cosas materiales compran
la felicidad, que la apariencia es más importante que el carácter, que las mujeres son objetos
para ser usados y luego botados, que el embriagarse y consumir drogas y similares son parte de
crecer, que la conducta agresiva y violenta no es algo de importancia, que el matar a las personas
es una parte inherente de la vida diaria, que el sexo fuera del matrimonio está bien aún si no hay
compromiso, que el coquetear no es algo grave aún si eres casado, que los niños necesitan más
libertad y que los padres estrictos están pasados de moda4.
Quisiéramos añadir que los padres deben discutir sobre qué películas deben ver los niños,
cuáles evitar y por qué. Los padres harían bien en usar sitios de Internet como www.kids-in-
mind.com (sitio que califica cada película de acuerdo a la cantidad e intensidad de sexo, violencia,
drogas y vulgaridades)5. Los padres y los hijos deben tener discusiones frecuentes respecto a
juegos de computadora, contenido en la TV e Internet, letras de las canciones, redes sociales y
contenido de los textos y chats. Debe darse por descontado que todas las computadoras, tablets
y celulares tienen filtros para evitar el acceso a sitios de Internet pornográficos.
Los padres deben inculcar a los niños que aquello que ven y escuchan tendrá un profundo
impacto en sus decisiones futuras. Los padres no deben subestimar la poderosa influencia de la
TV, los juegos de computadora e Internet. Al fin y al cabo, los padres que toman seriamente este
tipo de seguridad básica e introducen límites saludables (y ayudan a sus niños, con el tiempo, a
estar de acuerdo con estos límites) incrementarán sus posibilidades de proteger a sus hijos de
resultados nocivos.
Hemos incluido un fragmento grande de «Lo que revelan las investigaciones» que
corresponde con esta Zona básica de seguridad. A continuación les adelantamos información;
por favor lean el resto cuando tengan tiempo (RI13.1).
• Los usuarios más adictos a Internet tienen más probabilidades de meterse en problemas
y están a menudo tristes, insatisfechos o aburridos6.
• Los jóvenes pasan cerca de 54 horas por semana como consumidores de medios de
comunicación, lo cual es más de lo que muchos adultos pasan en el trabajo7.
• Entre los niños que tienen 8 a 14 años, los casos de trauma psicológico (incluyendo
ansiedad, depresión y estrés postraumático) aumentaron en proporción al número de
horas que se veía televisión cada día10.
Los padres reaccionan exageradamente respecto a su propia infancia; los padres que
crecieron en un ambiente estricto a menudo escuchan una voz en sus cabezas que les recuerda
cuán doloroso fue vivir bajo reglas rígidas y estrictas. Esto también es cierto cuando un padre fue
sometido por un maestro de escuela, líder o jefe que fue severo. En un noble esfuerzo para nunca
imitar tal trato, los padres se alejan demasiado y caen en el otro extremo.
Los padres piensan que sus chicos desarrollarán límites por sí mismos; pero pocos lo
harán. A veces, los padres creen que sus hijos con el tiempo crecerán y aprenderán cuando sean
más maduros. No hemos hallado que éste sea el caso. Niños sin límites se convierten en adultos
sin límites. Cuando no han sido entrenados a una corta edad, se vuelve cada vez más difícil
hacerlo mientras van creciendo. Los adultos con límites saludables fueron entrenados a respetar
y obedecer límites sanos mientras crecían.
Los padres quieren evitar el conflicto; no están listos para enfrentarse a su hijo. En un
esfuerzo para hacer más agradable el ambiente de su hogar, algunos padres evitan establecer
reglas y hablar sobre límites saludables. Estos padres normalmente ponen excusas a los otros
padres, diciendo: «Bueno, los chicos siempre se comportarán como chicos». Por esta paz de corto
plazo, a menudo se paga un precio inmensamente alto cuando más adelante los niños tengan
que afrontar las consecuencias de sus actos.
Los padres quieren caerles bien a sus hijos, similar al punto señalado arriba, pero con el
elemento de la «necesidad». A la mayoría de nosotros no nos gusta caerle mal a la gente y
algunos padres de ninguna manera pueden soportar esta idea. Los padres que tienen carencias
emocionales son vulnerables a tomar decisiones para ayudar a sus niños a que gusten de ellos en
vez de que los respeten. No quieren que sus hijos alberguen ningún sentimiento negativo hacia
ellos. Algunos padres, de modo intencional o no, usan a sus hijos para cubrir su propias
necesidades emocionales. En su deseo de ser amigos con ellos, ceden y no entrenan a sus hijos
para que respeten límites sanos y razonables.
El Diccionario de la lengua española define «un derecho» como «la facultad del ser humano
para hacer legítimamente lo que conduce a los fines de su vida»2. Cuando se trata de derechos,
los adultos no necesitan permiso y, en algunos casos, los niños tampoco. Por ejemplo, los niños
tienen el derecho a la educación y a crecer en un hogar seguro; sin embargo, el ejercicio de un
derecho no puede privar a otras personas de los mismos derechos que ellos tienen. «Un
privilegio» es un beneficio dado solo a algunos; es algo que la persona no puede hacer a menos
que se le dé permiso.
Los padres hacen daño a sus hijos cuando no los ayudan a entender estas diferencias,
cuando se confunden y conceden a sus hijos sus deseos, pero les comunican que les están dando
«necesidades»; y lo mismo ocurre en el caso de derechos y privilegios. Esto, a su vez, confunde a
los chicos, quienes empiezan a tener expectativas de cosas como si fueran derechos o
necesidades, en vez de entender que son privilegios y deseos. Muchas veces, un conflicto
destructivo ha surgido a partir del pensamiento de un niño quien cree necesitar cierto juguete,
un pre-adolescente que piensa que tener un celular es su derecho, o un adolescente quien no se
da cuenta de que tener un carro es un privilegio. (Nos ha causado mucha gracia saber cuántos
niños conocidos nuestros afirmaban con total seguridad que ¡tener acceso a Wi-Fi era una
«necesidad» y un «derecho»!). Visita www.gep.sg para hacer un ejercicio que ayudará a las
familias a eliminar las confusiones arriba citadas, así como animará a los adolescentes a ser
responsables con las cuatro categorías.
¿Entonces, cuáles son las expectativas razonables y saludables que los padres pueden y
deben tener respecto de sus hijos? Aquí describimos algunas expectativas que pensamos son
normales, razonables y saludables. Estas encajan con nuestras experiencias, y van en
correspondencia con las necesidades emocionales básicas de los niños:
• Conexión: Esto involucra la respuesta de los hijos a los padres, de una manera apropiada
a su edad, mientras los padres hacen lo mejor que pueden para cubrir la necesidad
emocional básica de conexión y aceptación. Los padres desean una conexión constante
y duradera con sus hijos.
• Responsabilidad y respeto: Esto supone que los niños se sometan a las reglas y cuiden
de sí mismos de una manera apropiada a su edad, en tanto que los padres hacen su
mejor esfuerzo para cubrir la necesidad emocional básica emocional de límites
razonables. La mayoría de los padres quiere ver que sus hijos desarrollan su carácter y
que son respetuosos; esto está ligado al entendimiento de los niños respecto a que
necesitan ser responsables cuando se trata de necesidades, deseos, derechos y
privilegios.
Estas tres áreas definen las expectativas básicas de la crianza; cuando los hijos tienen
progresos al respecto, los padres sienten que sus hijos están madurando apropiadamente y que
su crianza vale la pena.
Ten en cuenta que aún si un niño no es capaz de hacer muchos progresos, aún es
responsabilidad de los padres el aceptar y amar incondicionalmente a sus hijos. El amor
incondicional es crucial en la crianza. Muchos padres quedan decepcionados cuando las
expectativas y los límites no están a cierto nivel. Los padres necesitan tomar nota del potencial y
las inclinaciones de cada hijo, y estar agradecidos por la individualidad y dones de cada uno de
ellos. (Para leer más al respecto, ir a la Sección Cinco de este libro, “La necesidad emocional
básica de expectativas realistas”).
Es típico en una situación como ésta que la gente se vaya pensando que el hijo tiene que
aprender una o dos cosas sobre los límites. Si bien éste puede ser el caso, también es cierto que
los padres podrían haber estado más enfocados en sus propios activadores en el torbellino del
conflicto que en las necesidades de su hijo. Puede que una o más interacciones exasperantes
estuvieran obstaculizando que el hijo aprendiera sobre los límites. Éstas exacerban aún más la
formación de un torbellino entre el hijo y el padre. Luego se intensifica, causando dolor y daño
emocional. Se usan palabras innecesarias. Puede haber maltrato verbal o físico. Algunos padres
se rinden y entonces el hijo «gana». Algunas veces el padre «gana» y el niño desarrolla
resentimiento. En ambos casos, la conexión entre padre e hijo es dañada.
Cuando nuestros hijos eran más pequeños, teníamos reglas para el uso de la TV y de
la computadora (qué ver, cuándo y por cuánto tiempo). Les dimos oportunidad para
que jugaran al aire libre, hicieran deportes y escucharan música; ello, sumado a las
tareas escolares y al tiempo con sus amigos, no dejaba mucho tiempo libre para
gastarlo en las pantallas. Sin embargo, cuando David empezó a ir a la escuela
secundaria, descubrimos que él trataba de jugar a escondidas juegos de cómputo
adicionales. Si bien sus notas no estaban bajando, más nos preocupaba el engaño y
el factor de la adicción, y nos dimos cuenta de que empezaba a tener un efecto
negativo. Yo (John) hablé con él e hicimos un acuerdo escrito acerca de sus límites. Él
estuvo de acuerdo y durante los primeros días todo iba bien. Luego, un día lo atrapé
con las manos en la masa; él se había esforzado en dejar el juego de video, pero ya
era muy tarde. Perdí mi paciencia, le grité y me fui muy enojado a mi oficina. David
había sido herido por mi arrebato de ira. Después, luego de la intervención de mi
esposa, hablamos y me disculpé. David también se disculpó por su falta de seriedad
en respetar los límites acordados y por haber actuado en secreto. Al mirar atrás,
aunque él descaradamente ignoró una regla que habíamos acordado previamente,
yo no debí haber estallado de ira. Me permití a mí mismo caminar directo hacia un
torbellino de la intensificación del conflicto, el cual potencialmente hirió nuestra
conexión y fue contraproducente. La mayor parte del tiempo, logré no causar
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exasperación; expresé mi decepción usando una voz firme y dejé que mi hijo
reflexionara, mostrando aceptación hacia él, pero no hacia su conducta, y más tarde
separé tiempo para hablar con él. Mantenerse fuera del torbellino ayuda a nuestros
hijos a aprender de sus errores.
Alicia (de doce años) llega frustrada a casa después de la escuela; ella tiene tareas extras y
varios proyectos por presentar pronto. Se va a su dormitorio. Su hermano, Samuel (de diez años)
entra a su cuarto sin tocar la puerta. Ella grita: « ¡Lárgate de mi cuarto!» Él dice «disculpa» con
un tono de voz sarcástico. Ella grita: « ¡Eres un mentiroso y te pasas de la raya!». Entonces él le
da ejemplos de cómo ella es mala con él. Sus padres escuchan el intercambio de palabras y el
padre le dice a Alicia que se calme, lo cual es su respuesta normal cada vez que los chicos tienen
una pelea. Alicia responde enojada, acusando a su papá de estar de lado de Samuel. Los dos niños
continúan insultándose uno al otro. El padre va hacia la habitación, levanta su voz y dice: « ¡¿Por
qué no pueden tan solo llevarse bien por una vez?! ¡Aún los animales se comportan mejor que
ustedes dos! Sus argumentos son tan estúpidos. ¡La casa tenía muchísima más paz antes de que
ustedes dos aparecieran!» Mientras él estalla de ira, ellos se quedan quietos. El padre entonces
les ordena a ambos disculparse. Ellos lo hacen, pero en su interior aún están resentidos entre sí
y con su padre. El padre entonces los insulta y les lanza amenazas mientras sale de la habitación
golpeando el suelo con los pies. En la cena, ellos no se hablan entre sí y la atmósfera es
incómodamente tensa y desagradable. Más tarde en la noche, el padre les lanza la buena noticia
de que había recibido un correo electrónico de su jefe para decirle que él había sido ascendido
en su trabajo. Samuel lo felicita, pero Alicia no dice nada y se va a su cuarto. El padre se siente
decepcionado, pero no le dice nada a ella, dejando el asunto sin resolver.
Beto llega a casa después la escuela y juega juegos de cómputo, como siempre lo hace. Su
madre le recuerda su promesa de ser responsable en su nuevo trabajo de medio tiempo y de irse
a su empleo oportunamente, pero él ignora a su madre. Ella le suplica y él acuerda ir a trabajar;
sin embargo, posterga hacerlo y sale de la casa tarde, como es habitual. Más tarde en esa
semana, Beto es despedido. Su madre reúne el coraje para preguntarle: «Cariño, ¿quisieras
hablar acerca de tus decisiones?». Beto se enoja y le dice: «¿Por qué simplemente no me das un
Podemos deducir que los puntos de conflicto recogidos en ese estudio son los momentos
en que la presión de las expectativas de los padres y las necesidades básicas emocionales de los
niños tienen mayor probabilidad de entrar en conflicto. Por ejemplo, el padre espera que el niño
sea consciente de la necesidad de todos de salir de la casa rápidamente en la mañana, pero el
niño puede necesitar tiempo para alistarse de modo tranquilo y ordenado, o para sentirse
conectado con sus padres antes de que empiece el día. El apuro de los padres activa las
ansiedades del niño e impide que las necesidades emocionales sean satisfechas.
TEMA EXPECTATIVA
Recoger y mantener en orden sus juguetes ¿Cuán ordenados?
Invitar a amigos a la casa ¿Con qué frecuencia y cuál es la conducta
esperada?
TV durante las noches del período escolar ¿Permitido? ¿Cuánto? ¿Qué programas?
Hora de ir a dormir ¿En días de semanas vs. Fines de semana?
Dinero que los padres dan a sus hijos ¿Cantidades? ¿Frecuencia?
Gastos de celular/mensajes de texto/chateo ¿Límites?
Mañana ¿Cuál es el horario para levantarse y salir de
la casa a tiempo?
Juegos de computadora ¿Cuáles y cuán frecuentes?
Quehaceres de la casa ¿Cuáles y cuán frecuentes?
Cenas familiares ¿Frecuencia? (Recomendamos cinco veces
por semana)
Tiempo límite para llegar a casa de noche ¿Noches en días de semana vs. Fines de
semana?
Películas/TV/contenido virtual ¿Apropiado a su edad?
Letra de música ¿Aceptable a los padres?
Acceso a Internet ¿De qué tipo y cuánto?
Dormitorios de adolescentes ¿Cuál limpios y ordenados?
Mal humor y rabietas ¿Nivel de tolerancia? (Se aceptan los
sentimientos, pero no necesariamente la
conducta; Véase capítulo 7, la sección sobre
“Aceptar los sentimientos vs. Aceptar la
conducta”)
Acciones de ninguna manera aceptables ¿Cuáles serán las acciones de ninguna
manera aceptables para tu familia?
2. Promueve la unidad
Cuando se trata de evitar el torbellino, es importante asegurarse de que mamá y papá están
en la misma sintonía. Dado que la mayoría de nosotros pareciera que nos casamos con nuestro
opuesto, esto considerará que planifiquemos y dialoguemos bastante al respecto. A veces, el
lograr estar unidos respecto al entrenamiento y la disciplina de nuestros hijos se sentirá como
una discusión sobre una estrategia de batalla. No te desanimes. Persevera, pues vale la pena. Los
niños son muy inteligentes; ellos saben qué padre es débil en un área específica, y algunos chicos
sacarán toda la ventaja que puedan de esa debilidad, así que ¡promueve la unidad!
3. Sé optimista y animante
Sé optimista al momento de fijar límites y sé animante cuando los límites son respetados.
Es importante transmitir confianza en la capacidad de tus hijos de respetar los límites y reconocer
el éxito en cada oportunidad. Una sincera felicitación refuerza mucho más las conductas que el
hacer críticas. Shinichi Suzuki, fundador de la mundialmente famosa escuela de música, dijo que
debemos prestar atención a todo, enfocarnos en algunas cosas y mencionar una cosa2.
A continuación, indicamos algunos ejemplos de la manera en que podemos animar a
nuestros niños cuando muestran señales de mejora en cuanto a aceptar límites.
Estás haciendo un trabajo estupendo con tus quehaceres domésticos y ello realmente
muestra cuánto te interesas por nuestro hogar.
La manera como manejaste ese conflicto fue fabulosa, pues lograste demostrar empatía y
humildad además de decir la verdad.
Tu Mamá y yo nos hemos dado cuenta del gran esfuerzo que has puesto en levantarte a
tiempo cuando suena la alarma de tu reloj, por lo que estamos muy orgullosos de
ti.
Otra idea para prevenir los errores y enseñar límites de una manera proactiva es llevar a
cabo juegos de roles durante los tiempos de familia o en las noches dedicadas al juego.
Especialmente recomendamos esto para niños que están entre los dos y diez años.
Los expertos han demostrado que los juegos de roles ayudan a los niños a explorar su
imaginación, pensar en abstracto, desarrollar habilidades lingüísticas, aprender habilidades
sociales, resolver problemas, entender las perspectivas distintas a la propia, aprender de los
adultos habilidades esenciales para la vida, descubrir habilidades de liderazgo, explorar de
manera segura el mundo más allá de su realidad y adquirir confianza además de un sentido de
identidad3.
A los niños les encantan los juegos de roles en que asumen el papel de mamás, papás,
profesores, bomberos y personajes así. Cuando el juego de roles está basado en principios tales
como la honestidad y la obediencia, el juego de roles se vuelve una especie de miel que ayuda a
que la medicina pase. Si tus hijos tienen menos de diez años, no desperdicies la oportunidad y
usa un sin número de diferentes situaciones hipotéticas: puedes hacer juegos de roles en temas
tales como la obediencia, aprender a decir «no» de manera correcta, ser cortés, ser respetuoso,
a no exigir golpeando sino a pedir amablemente, ignorar a las personas problemáticas en vez de
pelear con ellas, trabajar juntos para hacer las labores domésticas, mostrar hospitalidad con los
invitados y un sinfín de otros temas para tu familia.
En los juegos de roles puedes demostrar qué se debe hacer y qué no. Algunas veces, puedes
hacer que tus niños actúen de ambas maneras; ¡a los niños especialmente les encanta dar sus
comentarios cuando mamá y papá juegan en los roles de «malos»! Vas a disfrutar de muchísima
diversión y los chicos lograrán hacerse una idea sobre lo que son los límites.
5. Obtén cooperación
Este es otro consejo útil del libro de Adele Faber y Elaine Mazlish, Cómo Hablar para que
los Niños Escuchen y Como Escuchar para que los Niños Hablen4. En la medida que los padres
estén ya practicando de modo constante nuestros primeros cuatro pasos arriba mencionados, se
darán cuenta que «obtener cooperación» los ayuda a evitar las interacciones exasperantes y a
mantenerse fuera del torbellino. Lee el segundo capítulo de su libro para tener una idea completa
al respecto.
Sheila captó la idea, recogió su bolso y lo llevó a su dormitorio; en realidad sabía que no
debía dejar sus cosas tiradas en las áreas comunes de la casa. Dos minutos después, ella estaba
en su cuarto, en su escritorio, haciendo garabatos y tarareando una canción. Si ella vuelve a hacer
lo mismo pronto, su mamá le impondrá las respectivas consecuencias o bien, ello podría ser
materia de un juego de roles durante una reunión familiar.
La constante repetición de este simple pero poderoso principio hace una enorme
diferencia. Los niños se olvidan todo el tiempo. Si las consecuencias se imponen inmediatamente,
esto causa tensión en la casa y produce tensión en las relaciones entre padres e hijos. Los padres
que tienden a exasperar a sus hijos, sobre todo al ser menospreciativos, represivos,
perfeccionistas o controladores, deben tomar nota de estos puntos. Dales al menos una
oportunidad más. Aprende a ser paciente. No recurras a imponer las consecuencias de
inmediato, a menos que los hijos sean mayores y su conducta indebida sea algo muy grave.
Una advertencia, no uses las consecuencias naturales cuando el resultado de una conducta
inapropiada dañarán al niño, por ejemplo, al cruzar la calle sin ir de la mano de sus padres o si
toca un tomacorriente eléctrico.
Las consecuencias lógicas tienen como resultados que los niños tendrán que asumir los
efectos cuando incumplen las reglas, de maneras previamente establecidas por los padres y los
niños, quizás en una reunión familiar. Tales consecuencias deben ser conversadas y decididas
colectivamente con los niños. De esta manera, los padres no pueden ser acusados más tarde de
ser injustos. Con respecto a las consecuencias lógicas, estas no llegan de modo automático, sino
ocurren cuando los padres intervienen e imponen disciplina, como se aprecia en los siguientes
ejemplos de la vida real.
Jaime era un chico fácil de tratar, quien no se había metido en muchos problemas a lo largo
de los años. Sin embargo, aproximadamente a los catorce años de edad, se volvió un fanático de
los juegos en línea, a costa de no hacer sus tareas de la escuela. Con el tiempo, sus maestros
comentaron acerca de su desempeño por debajo de lo esperado. Sus padres fijaron reglas para
jugar: únicamente podía hacerlo luego de terminar sus tareas de la escuela de modo satisfactorio;
además podía jugar solamente por un tiempo limitado. De no cumplir con ello, se le retiraría su
computadora portátil por dos semanas. Los padres de Jaime lo atraparon incumpliendo las reglas,
Mientras Karla (de diez años) estaba nadando con un grupo de amigos, una niña de
otro grupo hizo comentarios sarcásticos acerca de cómo su ropa de baño la hacía ver
gorda. Karla se sintió humillada, avergonzada y enojada. Ella tiró del cabello de la niña
grosera, salió de la piscina y aventó a la piscina el bolso de mano de la chica. Los padres
de sus amigos rápidamente intervinieron y les contaron a los padres de Karla acerca de lo
que pasó una vez que estos llegaron. Después de escuchar ambas versiones de la historia
y mostrar empatía con la humillación que había sufrido, los padres de Karla le dijeron que
ellos decidirían sobre las consecuencias que le impondrían luego de pensar al respecto,
pero que ella ciertamente tendría que pagar para reponer con su propio dinero el bolso
y su contenido, lo cual le tomaría probablemente cuatro meses, dado el monto que sus
padres la dan cada mes. Posteriormente, ellos le prohibieron ir a fiestas y pijamadas por
los próximos dos meses. Esta fue una llamada de atención para Karla, quien encontraba
difícil controlar su temperamento; después de ese momento su dominio propio mejoró
grandemente. (Se hicieron además esfuerzos para ayudar a las niñas a reconciliarse, pero
la otra parte no estaba interesada. Karla había aprendido que aunque la otra niña había
empezado el problema, ella no tenía el derecho de comportarse de la manera en que lo
hizo).
Cuando se imponen consecuencias:
• Ten cuidado de tu tono de voz. Un tono de voz adecuado no es simplemente
una buena idea, sino que es esencial en una comunicación. Está bien el mostrar
decepción ante un mal comportamiento, pero el tono de voz no debe cambiar
de la indignación a la rabia y al menosprecio. De otro modo, el niño enfrentará
los elementos adicionales de la vergüenza y humillación además del
resentimiento y la amargura. Los padres necesitan ser conscientes de aquellas
tendencias que tienen hacia interacciones exasperantes, tales como las
actitudes de subestimación, castigo o pesimismo.
• Aplica las consecuencias inmediatamente. Esto es especialmente importante
para niños pequeños. Si hubo una conducta negativa, las consecuencias
previamente acordadas deben hacerse efectivas inmediatamente, de modo
rápido y con calma.
• Persevera si el cambio no ocurre. A menudo los padres se rinden cuando el
cambio no sucede; en vez de eso, deberían revisar las consecuencias y quizás
inclusive intensificarlas. Con el tiempo, si son administradas correctamente, las
consecuencias tendrán un efecto.
• Asegúrate de que las consecuencias corresponden, efectivamente, al
comportamiento indebido. Este es un principio importante que los padres
necesitan entender al decidir qué posibles consecuencias aplicar. Si el nivel de
Ellos valoran mis fortalezas y aspiraciones a pesar que estas puedan ser diferentes de las
suyas y no tan valoradas por la sociedad.
Ellos me guían en cuanto a cuidar de mí mismo y se esfuerzan por asegurarse de que disfruto
la vida.
El padre de Carla y Rebeca es una persona muy exitosa que proviene de una familia
asentada en los Estados Unidos de América. Sus abuelos tienen una segunda mansión
exclusivamente para las vacaciones y están bien conectados a nivel político y social; la posición y
el logro son altamente valorados a lo largo de su familia. Mientras más habían intentado los
padres de las niñas inculcarles valores saludables en su crianza, no habían podido proteger a sus
Se tiene la expectativa de que los niños, a edades cada vez más tempranas, hagan más
cosas y aprendan conceptos más complejos, más allá de lo que es apropiado para su edad. Más
aún, la competencia en la escuela desanima a los estudiantes de ayudarse los unos a los otros y
produce la mentalidad de que cada quien vele por sus propios intereses. Los padres presionan a
los niños para que ingresen a las mejores escuelas y universidades, causando que en los hogares
Los padres que se esfuerzan por sacar lo mejor de sus hijos no son ayudados por filosofías
de crianza tales como las propugnadas en el artículo «Why Chinese Mothers Are Superior»
(porque las madres chinas son superiores) publicado por el Wall Street Journal, el 8 de enero del
2011, en el cual una catedrática, de origen chino-americano, de la Facultad de Derecho de la
Universidad de Yale, presumía de su propia crianza. Uno de sus párrafos más alarmantes dice:
Mucha gente se pregunta cómo es que los padres chinos crían a niños que vivan tanto el
estereotipo del éxito. Se preguntan qué es lo que estos padres hacen para producir tantos genios
matemáticos y prodigios musicales; cómo es el interior de una familia así, y también si ellos
podrían hacerlo. Bueno, yo se los puedo decir, porque yo lo he hecho. Aquí les comento algunas
cosas que a mis hijas, Sophía y Louisa, nunca les permití hacer:
• ir a pijamadas
• el no ser las estudiantes número uno en cada materia excepto en gimnasia y teatro
Creemos que es triste ver que estos principios han recibido tanta publicidad; no solo
creemos que no ayudan, sino que son dañinos, pues van en contra de las conclusiones que
investigaciones de calidad han realizado respecto a cómo conectar con nuestros hijos y como
criarlos para que sean adultos sanos a nivel emocional, espiritual y psicológico.
¡Es hora de despertar! Esto nos recuerda una cita atribuida a William Sloane Coffin, capellán
de una prestigiosa universidad norteamericana en la década de los cincuenta, quien dijo:
«Aunque ganes la carrera de ratas, sigues siendo una rata»4. Más de dos mil años antes, el
filósofo griego Sócrates dijo: «Cuidado con la esterilidad de una vida ocupada»5.
Dado que hay una interconexión entre las necesidades emocionales básicas, les
recordamos a los lectores que los padres no pueden satisfacer la necesidad de expectativas
realistas sin asegurarse de que la necesidad básica de conexión y aceptación sea también cubierta
de modo adecuado.
Nuestros niños empezaron a aprender tenis cuando eran muy chicos, mientras estábamos
viviendo en Australia. (Sabíamos que con el tiempo nos mudaríamos nuevamente a Asia, así es
que pensamos que ¡deberíamos sacar el máximo provecho de vivir en un país tan
deportivo!).Cuando nuestra hija mayor cumplió ocho, ella insistió en entrar a torneos. No
estábamos seguros si ella había nacido con un temperamento perfeccionista y una naturaleza
competitiva, o si yo (John) se lo había transmitido a ella, pero mi esposa y yo decidimos intervenir
desde un comienzo. Buscamos consejo de padres de jugadores de tenis quienes enseñaban a sus
hijos que el ganar no estaba determinado por el puntaje. En sus familias, un partido se
consideraba ganado si el jugador había realizado su mejor esfuerzo, si había disfrutado del juego
y si mostraba gracia sea que ganara o perdiera. Por el contrario, cuando el niño había ganado
únicamente en términos del puntaje, los padres consideraban ello como si hubiera perdido.
Al ayudar a Sonia a tener expectativas sanas, significó que no solo disfrutó de los partidos, sino
que creció en su carácter.
Los niños que desarrollan esta trampa de vida son impulsados por la incesante necesidad
de exigirse mucho a sí mismos. Constantemente están esforzándose por trabajar más y más duro
para ocupar una mejor posición, porque el lugar en el cual actualmente están nunca es lo
suficientemente bueno. De hecho, esta trampa de vida está relacionada con la de la
defectuosidad, dado que siempre están a un escalón más de estar satisfechos; ello estará a su
vista, pero les parecerá inalcanzable. Cuando crecen desarrollan estándares obligatorios,
haciéndolos críticos hacia las personas que fallan en cumplirlos. Estas reglas autoimpuestas los
siguen a donde quiera que vayan, mientras las imponen a todos. Frecuentemente, desprecian a
quienes no llegan a alcanzar sus expectativas excesivamente altas y se molestan por pequeñeces
que nadie más notaría. Sobre todo, no muestran gracia alguna hacia los errores de los demás.
Las personas con la trampa de vida de estándares inflexibles, en realidad, piensan que los
estándares que imponen son normales y que los demás son estúpidos, inferiores, descuidados,
perezosos, desaliñados, ineptos o lentos. Son completamente inconscientes del hecho de que
sus reacciones a las situaciones, junto a sus opiniones sobre los demás y su condena a estos, por
lo general están fuera de proporción con la realidad de la situación. Normalmente, son duros
El ambiente familiar en el que pudo haberse desenvuelto durante su infancia y que podría
haber causado que esta trampa de vida se desarrolle:
• Uno de los padres estableció estándares muy altos en áreas como la limpieza, el
desempeño académico y los buenos modales. Si bien puede que el padre no haya
impuesto de manera directa estos estándares al niño, puede que el padre todavía haya
modelado ese rasgo.
• El amor de uno o de ambos padres estaba basado en el desempeño; por lo tanto, el niño
no experimentó un amor incondicional, ya sea por parte de uno o sus dos padres.
• Los padres eran exageradamente críticos respecto a los demás en sus conversaciones y
no animaban al niño.
• Se criticaba y humillaba al niño cuando no lograba algo. Nada era nunca suficiente para
sus padres (o para un maestro o entrenador).
• El niño desarrolló estos estándares para aliviar el dolor interno en su vida, posiblemente
ante su incapacidad de entablar relaciones profundas con los demás, a fin de sentirse
bien.
Los niños que desarrollan esta trampa de vida generalmente han sido educados por padres
que no muestran gracia o compasión ni a ellos mismos ni a otros por los errores que cometen.
Los padres de estos niños tienen una mentalidad de lograr que se haga justicia a cualquier precio
e inculcan esta forma de pensar en sus niños. Tal como ocurrió con sus padres, estos niños crecen
convirtiéndose en adultos que no perdonan fácilmente; para ellos los errores son crímenes que
deben ser castigados. Poseen un fuerte sentido de justicia, que los hace ver las cosas de color
blanco o negro. Los errores son errores, ya sea que hayan sido cometidos involuntaria o
deliberadamente; son rápidos para culpar a los demás cuando algo sale mal. A menudo ven como
débiles a las personas que muestran compasión.
El ambiente familiar en el que pudo haberse desenvuelto durante su infancia y que podría
haber causado que esta trampa de vida se desarrolle:
• Los padres, a menudo, culpaban y reprendían al niño y a sus hermanos cuando las cosas
iban mal. Las consecuencias, generalmente, eran desproporcionadas a los errores
cometidos, y cuando son adultos, la voz de sus padres continúa sonando en su cabeza.
• El niño asistió a una escuela donde frecuentemente se castigaba a los demás por sus
errores y se mostraba poca compasión.
• Los padres del niño no hablaban mucho sobre el perdón. Tenían un punto de vista
negativo de las personas que apoyaban tal perspectiva.
• Los padres del niño tenían la actitud de siempre estar en lo correcto, culpaban a los
demás y guardaban resentimientos.
• Los padres del niño fueron lastimados mientras crecían, por lo que una y otra vez
recalcaban sus recuerdos sobre tal dolor.
Las personas que tienen esta trampa de vida son, por lo general, encantadoras. Ellas
sienten empatía y se preocupan genuinamente por los demás, y asumen responsabilidades con
el fin de aliviarles su malestar. De hecho, ellas preferirían sufrir antes que incomodar en lo más
mínimo a otras personas. Básicamente, ellas se esfuerzan por hacer que otras personas se sientan
mejor. Su decisión de ayudar a otros no proviene de un deseo de agradar o de evitar el conflicto
o peligro; estos niños están tan conectados con el dolor y sentimientos de otros que
genuinamente sienten empatía con otros, tanto que en realidad sienten que es su
responsabilidad aliviar a los demás. Se sienten culpables si no se sacrifican por otros. Uno puede
preguntarse, ¿por qué esto es una trampa de vida? Porque esta mentalidad altruista se vuelve
peligrosa cuando estas personas que se autosacrifican dan y dan sin que sus propias necesidades
sean satisfechas; con el tiempo, ellas experimentan un desgaste, así como problemas de salud
física y mental.
Una nota especial para los padres que tiene trabajos o profesiones relacionadas al cuidado
de otros: Si tú eres un profesional de salud, un consejero/terapeuta, un ministro de una iglesia o
cualquier profesional que ayuda a otros, probablemente ya tienes dificultades con lograr un
balance entre tu trabajo y tu vida familiar, y no hay duda de que estás consciente de que debes
desarrollar una rutina de autocuidado. Si decides escoger hacer esfuerzos adicionales a favor de
los demás, tal como muchas personas nobles hacen, asegúrate de que no estés exigiendo lo
mismo de tus hijos: puede que no sea lo que ellos quieren hacer y quizás ellos serían más felices
y más productivos trabajando en otra área.
El ambiente familiar en el que pudo haberse desenvuelto durante su infancia y que podría
haber causado que esta trampa de vida se desarrolle:
• Los padres del niño, por cualquier razón, no fueron capaces de cuidarlo a éste ni a sus
hermanos menores. Así, el niño intervino y asumió esta responsabilidad, yendo más allá
de lo que debía esperarse de alguien de su edad.
• Los padres del niño fueron su modelo de autosacrificio. Quizás, ellos estaban trabajando
en una profesión de servicio o estaban muy involucrados en trabajo voluntario.
• El niño desde muy temprana edad tuvo que trabajar o ayudar en el negocio familiar
debido a problemas financieros o de salud de sus padres.
Los padres son responsables de proteger el bienestar de sus hijos. Al satisfacer la necesidad
básica emocional de expectativas realistas, los padres están protegiendo a sus hijos contra un
sinfín de problemas ocasionados por el estilo de vida estresante de hoy en día.
La privación de sueño
Una de las revistas médicas líderes en el mundo, The Lancet, reveló que entre los países
desarrollados, Singapur tiene la tasa de mortalidad más baja para jóvenes varones, ¡lo cual es
algo para celebrar!1 (Estados Unidos de Norteamérica tiene la tasa más alta). La parte negativa
es que las expectativas relacionadas con la educación- cada vez más altas-, que los padres y
maestros imponen sobre los niños y niñas significa que están experimentando privación de horas
de sueño, lo cual resulta no solo en niños irritables o caracteres explosivos, sino en graves
problemas de salud mental.2
¡Perdónennos por incluir más estadísticas, pero ellas hablan por sí solas!
Los chicos que tenían dificultades para dormir entre los 12 y 14 años tenían más del doble
de probabilidades de tener pensamientos suicidas entre los 15 y 17 años que aquellos que no
habían tenido problemas para dormir a una edad menor.
Los estudios muestran un crecimiento del 50% en el número de jóvenes que tienen
desórdenes de ansiedad entre los veinte y treinta años si tuvieron constantes dificultades para
dormir a los nueve años.
Los niños de Singapur tienen un promedio de dos horas menos de sueño que los de Suiza.
Un profesor dijo: «Mi experiencia personal es que muchos niños y adolescentes [en Singapur]
están bastante privados de sueño», y cuando ellos logran dormir más, muestran «una notable
mejora en su aptitud académica»3.
La mayoría de padres no están conscientes de los efectos en el largo plazo que tiene la
privación de sueño, combinada con otros factores estresantes, en el bienestar mental de sus
hijos.
Las investigaciones han revelado los efectos perjudiciales que tienen las expectativas
excesivas de las instituciones educativas en el bienestar físico de niños pequeños.
Específicamente, los estudiantes en diversas partes del mundo están llevando mochilas que
exceden el peso recomendado para cargar, lo cual es 15% del peso del cuerpo. Cargar esas
mochilas pesadas tiene un impacto negativo en sus cuerpos al menoscabar su capacidad
pulmonar y causarles dolor de espalda crónico5 (RI 17.1).
La miopía
¿Cómo es que el tema de la visión entra en esta discusión? La miopía ha surgido como un
problema principal de salud en diferentes partes de Asia, afectando mayormente a los niños. Los
factores que la causan incluyen el énfasis exagerado en la educación y el no tener tiempos
suficientes para disfrutar al aire libre; las últimas investigaciones relacionan la falta de exposición
a la luz solar con la miopía. Los padres deben asegurarse de que sus hijos pasen de dos a tres
horas al día en la luz solar. En Asia, ello está afectando a un porcentaje del 80 a 90% de los niños
que egresan de la escuela primaria y un porcentaje del 10 a 20% de los que se gradúan de la
escuela secundaria6. Entonces, no nos sorprende que el doctor de nuestra familia, el Dr. Malcolm
Lim, nos dijera que su reproche más grande hacia los padres en Singapur es ¡el no proteger la
vista de sus hijos! (RI 17.1).
Esto no se trata de nuestra familia, sino que está basado en algo que yo (Karen)
observé en el periódico principal de Singapur, titulado The Straits Times. Yo quería
mostrarles que no todo es pesimismo y tristeza. Una madre en Singapur, Madam Poh,
respondió a los artículos sobre privación de horas de sueño, compartiendo el horario
de su familia, lo cual consideramos que es una receta para una crianza saludable,
aunque sea difícil de seguir en el contexto de la vida actual. Sin embargo, lo hemos
incluido como un buen ejemplo que debemos esforzarnos por imitar. En resumen,
Madam Poh escribió que ella y su esposo, ambos con un trabajo a tiempo completo,
tienen tres niñas, de cinco, siete y diez años. Ellos toman el desayuno con sus hijas,
las dejan en el autobús escolar y luego se dirigen directamente al trabajo; así, ellos
pueden empezar a trabajar a las 7:30 a. m. Sus hijas son llevadas a la casa por el bus
¿Qué es lo que causa que los padres sean un punto contra en la vida de sus hijos?
La participación de los padres debe tomar en cuenta las dinámicas del padre con el hijo.
Por ejemplo, cuando algunos papás y mamás escuchan acerca de los resultados positivos de la
participación de los padres en la vida de sus hijos, entonces deciden vigilar a sus hijos varias veces
al día, y los presionan para lograr niveles excepcionales, mientras que son críticos de los errores
que estos cometen. ¡Estos padres son inconscientes del daño que están haciendo a sus hijos en
nombre del amor! La forma en cómo los padres transmiten sus expectativas, la calidad de las
relaciones que tienen con sus hijos, si estos se sienten aún aceptados después de cometer
errores, y el nivel de críticas de los padres, todo ello hace una enorme diferencia en los resultados
del desempeño académico de los niños. No estamos defendiendo que haya expectativas
mediocres; el punto aquí es el tipo de expectativas que se tienen y cómo son comunicadas; esta
es la razón de ser de la necesidad básica emocional de expectativas realistas.
¿Qué ayuda a que los padres sean un punto a favor en la vida de sus hijos?
Cuando los padres están cubriendo las tres primeras necesidades básicas emocionales,
sobre todo cuando la conexión es fuerte, la participación de los padres será un punto a favor.
Aún con el riesgo de sonar repetitivos, vamos a recordar de nuevo a los padres cuán importante
es para ellos preocuparse de cubrir la primera necesidad básica emocional de conexión y
Los padres de alumnos de sexto año en Singapur esperan en agonía cada Noviembre,
mes en que se conocen las notas del examen nacional estandarizado para los alumnos
que egresan de la escuela primaria (PSLE por sus signos en inglés). En mi trabajo como
educador familiar, yo (John) siempre les recuerdo a los ansiosos padres que no se
preocupen demasiado. (Pero entiendo que no es poca cosa, ya que este examen en
particular determina a qué escuela secundaria asistirán sus hijos; a los estudiantes se
les asigna un orden de mérito según su puntaje, y únicamente aquellos con las notas
más altas quedan calificados para entrar a las escuelas más prestigiosas). Un año, le
pregunté a un grupo de madres, cuyos hijos habían pasado la prueba con notas muy
por encima del promedio nacional, cómo se habían sentido acerca de las notas de sus
hijos. Las respuestas eran reveladoras: la mayoría de ellas se sentían decepcionadas,
pues desde su punto de vista sus hijos debían haberlo hecho aún mejor. También
hablé en privado con sus hijos. Aunque sus notas les permitían entrar a buenas
escuelas secundarias, ellos estaban decepcionados con sus resultados y, asimismo,
sentían que habían decepcionado a sus padres. Para algunos, aunque sus padres no
habían dicho nada negativo, la expresión facial de sus mamás o el lenguaje corporal
de sus papás lo decían todo. Me sentí obligado a hacer saber a las madres que sus
expectativas exageradas estaban poniendo en peligro la salud mental de sus hijos, sin
mencionar que estaban destruyendo la conexión que podría haber con ellos. Les dije
que sus hijos harían sus propias deducciones: si únicamente fueran elogiados cuando
estuvieran haciendo algo demasiado bien, concluirían que sus padres únicamente los
aceptarían cuando ellos se desempeñen así; ellos podrían sentirse exasperados y su
necesidad de conexión y aceptación no sería satisfecha. Con el tiempo, estas mamás
entendieron cómo estaban lastimando a sus hijos así y empezaron a trabajar en
reparar y reconectar.
Hemos agregado aquí algunas partes específicas de investigaciones, dado que están
directamente relacionadas con las expectativas acerca del desempeño escolar: una inmensa
cantidad de investigaciones indican que el divorcio tiene un fuerte efecto negativo en el
desempeño académico de los niños. De hecho, a los niños cuyos padres han muerto, ¡les va mejor
en la escuela que los niños cuyos padres se han divorciado!4 Se especula que los niños son
capaces de atribuir un significado más positivo a la muerte, no importa cuán dolorosa sea, que al
hecho de que sus padres atraviesen un divorcio. En el caso del divorcio, se ha sabido que los niños
se culpan a sí mismos, lo cual normalmente no ocurre ante la muerte de uno de los padres. En
realidad, los niños de familias divorciadas tienen estadísticamente menos probabilidades de
graduarse de educación superior y tiene más probabilidades de tener dificultades para conseguir
empleo5.
Por favor toma nota: estamos dando gran importancia a todas estas estadísticas sobre
matrimonios no para avergonzar a los padres solteros, pues, en realidad, los felicitamos por su
arduo trabajo y perseverancia. A ustedes les decimos, ¡salgan airosos contra todo pronóstico!
Estas son estadísticas, no son indicadores absolutos de su futuro. Nuestro propósito más bien es
recalcar a los lectores que están casados la importancia de priorizar su matrimonio (RI18.2).
Durante los primeros años de la escuela primaria de nuestra hija, yo (John) era un
padre orientado al desempeño/kan cheong. Cuando el desempeño de Sonia no
estaba a la altura de mis estándares en matemática, yo asumía que ella no se estaba
esforzando bastante. No se me ocurrió que sus fortalezas podrían estar en otras
áreas, o que ella podría necesitar hacer un trabajo adicional o tener un estilo
diferente de aprendizaje que el mío. Mi esposa me llamó la atención acerca de la
manera en que yo le estaba hablando a mi hija y me mostró cuan insensata era mi
actitud. Mientras lidiaba con esta realidad, vi a mi hija intentarlo verdaderamente y
me conmovió. Un día ella me dijo que se sentía «estúpida». Mi corazón sintonizó con
ella y me di cuenta que yo había contribuido a que tuviera esos sentimientos. A partir
de esa fecha, me enfoqué en sus esfuerzos. Inclusive celebrábamos cuando ella
obtenía una nota regular. Fue una ocasión que yo verdaderamente disfruté. Cambié
y estaba feliz de haberlo hecho. Mejor aún, Sonia estaba animada y se volvió más
alegre y ¡no huyó demasiado de mí cuando llegó el momento de hacer matemáticas
con Papá!
Cuando el dinero era usado como premio, Deci observó que una vez que los participantes
de un experimento empezaban a recibirlo, perdían interés en la actividad y no lo hacían tan bien.
Los premios, concluyó, convierten la acción de jugar en algo controlado por lo externo. Cuando
esto ocurría, el juego se volvía un trabajo y el jugador, un instrumento. Deci dedujo que los
premios, con el paso del tiempo, tenían un efecto negativo en la motivación intrínseca.
No es de sorprender que Deci obtuviera aún peores resultados cuando usó el castigo como
motivador. Los plazos, las metas y una estricta vigilancia son los métodos frecuentemente usados
con la intención de ayudar a la gente a obtener logros. Deci cree firmemente que tanto los
premios materiales como las amenazas de castigo, a la larga, destruyen el entusiasmo e interés
de los niños (y adultos). Lamentablemente, muchos padres dependen de estrategias de corto
plazo, pero los avances logrados en base a amenazas y aún en base a premios raramente duran.
Deci y su colega, Richard Ryan, sostienen que los premios otorgados usando un estilo controlador
tienen un efecto negativo en la motivación intrínseca y dejan a la gente sintiéndose más
presionada y menos interesada. Por el contrario, cuando los premios son otorgados de una
manera no controladora y como un reconocimiento a un buen trabajo hecho, no producirán
efectos perjudiciales. Su perspectiva parece sugerir que la intención controladora de los premios
es lo que sabotea los esfuerzos que uno tiene para motivar a otros, al destruir la misma
motivación que se había propuesto fomentar14.
Debemos tener mucho cuidado acerca de cómo administramos los premios: ¡es una
verdadera prueba de la motivación de los padres el ofrecer premios a sus hijos de una manera
no controladora! La próxima vez que consideres decir: «Si obtienes todas tus notas excelentes,
te daré…» o aún la otra opción: «Si no obtienes una nota excelente, serás castigado…», cambia
tu modo de pensar, rechaza esas denominadas «técnicas motivadoras» y decide convertirte en
alguien que es un punto a favor de tus hijos en vez de ser alguien que es un punto en contra de
ellos.
Cuando los padres elogian a sus hijos en presencia de visitas, de tanto en tanto, eso envía
un mensaje positivo. Aún si los niños fingen no estar escuchando, los padres de todas maneras
deben hacerlo. Yo (John) recuerdo una vez cuando mi papá me animó en presencia de mis
hermanos por tener un escritorio ordenado. Me estaba yendo pésimamente en la escuela, y dos
de mis hermanos eran estudiantes sobresalientes, sin embargo, mi papá se dio cuenta de cómo
estaba mi escritorio. Eso significó muchísimo para fortalecer la conexión con mi papá y, con el
tiempo, mis notas de todas maneras dieron un giro. Ahora, es importante notar que no nos
estamos refiriendo a padres groseros, quienes no paran de hablar de los logros de sus hijos; más
Otra forma divertida aunque indirecta que pueden usar los padres para animar a sus hijos
en presencia de otros es intentar «Resource Gossip» (el chisme útil), una herramienta diseñada
por Mark McKergow, un consultor sobre el enfoque en soluciones que opera en el Reino Unido.
Él recomienda «hacer chismes» positivos de una persona en presencia de ella y de sus colegas, o
en el caso de un niño, en presencia de la familia15. Este método involucra hablar como si el niño
no estuviera allí y decir, por ejemplo, en el caso de una niña de ocho años: «Cariño (la esposa a
su esposo), ¿sabías lo que he oído de Janet? Que ella es amable con las niñas en la escuela,
aunque a veces eso moleste a las chicas que son populares». «¿De veras? Apuesto a que ella está
orgullosa de sí misma por tener sus propias convicciones». Otro ejemplo: «¿Fredy, qué es lo que
has notado de tu hermanita en los últimos días?» «Bueno, me alegra que ella ya no vaya a mi
cuarto y lleve mis cosas tan a menudo». «Bueno, parece que está creciendo, volviéndose una
señorita considerada y cariñosa». ¡Tan solo tienes que ver a la pequeña Janet brillar y sonrojarse
mientras escucha los sinceros comentarios de sus personas favoritas!
Sin embargo, hay algunos padres y maestros que recurren a irritar a los niños con su
pesimismo, un enfoque que ellos llaman psicología negativa. Básicamente, ellos usan amenazas
negativas a fin de causar miedo, y emplean humillaciones al decirles a los niños que no son lo
suficientemente buenos, en su intento de motivarlos a hacerlo mejor. ¡Estos adultos en verdad
creen que los mensajes negativos y el miedo dan una motivación mayor que los mensajes
positivos!
Ahora, cuando los padres y maestros son por igual de mezquinos al dar su ánimo al niño,
de manera que este tiene que sobresalir de una manera súper extraordinaria solo para obtener
un pequeño ánimo, ¿qué tipo de mensaje está recibiendo el niño? ¿Cuán frecuente en la vida
ocurre ese tipo de logro? ¿Una vez al año? ¿Una vez por década? Seguramente esto conducirá a
algún tipo de exasperación.
Cuando elogiamos a nuestros niños por hacer algo bien debido al esfuerzo que le pusieron,
debemos hacerlo sin hacer ninguna comparación con otros. Por lo tanto, debemos evitar hacer
afirmaciones tales como:
Si tu ánimo está basado en lo que ellos realmente logran, ¿qué pasará cuando no logren
los mismos resultados la próxima vez? No importa lo que digas, tendrá poco efecto en ellos.
Busca otras cualidades que puede que no te hayas dado cuenta o no hayas pensado sean
importantes. La siguiente lista te ayudará a empezar:
Cuando presencies estas cualidades, lleva a tu hijo aparte y dile cuánto lo aprecias. Esto es
mucho más efectivo que simplemente elogiar el resultado de un examen o competencia.
Anímalos. Nuestros hijos hacen muchísimas cosas bien, pero no siempre nos damos cuenta; no
debemos perder la oportunidad de reconocer lo bueno en ellos.
Uno de los niños que habíamos conocido desde que había nacido desarrolló problemas de
ansiedad y estrés. Su madre lo había acosado año tras año al punto que estábamos preocupados
por él. Incluso él había hablado de suicidio. Yo (John) tuve una sesión de consejería con el niño,
quien me dijo que la fuente número uno de su estrés era el hecho de que había dejado de ocupar
el primer lugar en su clase (únicamente ese año). Él lloró y dijo: «No tengo ningún otro talento y
si no soy el primero de mi clase, siento que soy un inútil.»
Deci y sus colegas descubrieron que los estudiantes universitarios que dijeron que se
habían sometido al amor condicional y aprobación controladora de sus padres cuando ellos
habían sido jóvenes ¡terminaban teniendo resentimiento y antipatía a sus padres! ¡Alarmante!
También descubrieron que las mamás quienes habían sentido de esta manera con sus padres,
con mucha frecuencia, se volvían como ellos y hacían lo mismo a sus propios hijos16; ¡por eso se
dice que la disfuncionalidad en verdad es algo que se transmite! Entonces, si bien los niños
pueden funcionar durante un tiempo, cuando sus padres tienen expectativas exageradas de
ellos, asimismo sufren de presión e infelicidad al tratar de estar a la altura de las expectativas.
Más aún, los efectos adversos de la crianza con aprobación condicional no solo se aplican a
alumnos de escuela secundaria y de la universidad, sino también a hijos adultos17 (RI18.4).
Cuando los padres se enfocan en lo que sus hijos hacen en vez de quienes son ellos, es más
probable que sus hijos concluyan que no son aceptados ni amados incondicionalmente por sus
padres. Su pensamiento negativo lentamente destruirá su seguridad emocional hacia sus padres
y debilitará su autoestima. Por eso es que hemos oído a muchos adolescentes decir:
Necesito que me vaya bien para que así, algún día, pueda tener un trabajo que en el que
me paguen bastante.
Estos niños tienen escasa motivación natural. Les falta chispa y alegría, y proyectan una
apariencia apática. A veces, se les conoce como alumnos de bajo rendimiento, un tema sobre el
cual discutiremos con gran detalle.
Los alumnos de bajo rendimiento no creen que puedan alcanzar sus metas, aún si se
esforzaran mucho. Las trampas de vida de la defectuosidad y del fracaso son activadas cuando
piensan en esforzarse más. Si tienen un estilo de adaptación de rendición, ellos «cumplirán la
profecía» de su voz interna que dice que ellos no pueden alcanzar metas saludables.
Si bien, esta actitud los ayuda temporalmente a sentirse mejor con ellos mismos, hay una
voz interna constante que les dice que contraataquen su sentido de defectuosidad y fracaso. En
la medida que esta voz va creciendo, haciéndose más fuerte, ellos se volverán personas con aun
más miedo de perder. Lo que los de bajo rendimiento no se dan cuenta es que, aun cuando
pierdan, ellos todavía pueden aprender valiosas lecciones que los capacitarán para triunfar en
otros momentos.
Muchos alumnos de bajo rendimiento tienen dificultades con la trampa de vida de falta de
autocontrol, pues no han aprendido a perseverar durante una tarea. Ellos no saben lo que
significa realmente hacer un esfuerzo; por lo tanto, ellos no tienen una perspectiva realista de lo
que toma hacer bien una tarea.
Nuestro consejo es que si los niños no están motivados, los padres deben permitir que las
consecuencias naturales de la escuela tengan efecto. Las investigaciones han confirmado que los
niños tienen más probabilidades de esforzarse por sí mismos con determinación cuando reciben
menos presión y crítica de sus padres (RI18.5); ellos entenderán en qué punto se equivocaron
cuando lleguen los comentarios de otras fuentes, como los maestros.
Aprende acerca de las inteligencias múltiples e identifica los talentos de tus hijos
No tenemos aquí espacio suficiente para tratar este tema como se lo merece, pero te
imploramos que si estás teniendo dificultades con tener expectativas realistas con tus hijos,
investigues sobre la teoría de múltiples inteligencias. Howard Gardner, de la Universidad de
Harvard, es el pionero en la materia. Por varias décadas, él y su equipo de investigadores y
científicos han confirmado su teoría sobre la existencia de diferentes inteligencias en el cerebro.
Gardner promueve el exponer a los niños a diferentes experiencias, medios de comunicación y
estilos de aprendizaje, de modo que todos los niños tengan la posibilidad de ser lo mejor que
puedan ser.
Cuando enseñamos esta parte de nuestro taller, describimos las ocho inteligencias que
Gardner ha demostrado hasta la fecha: lógico/matemática, verbal/ lingüística, musical, espacial,
naturalista, kinestésica, interpersonal e intrapersonal19. Basados en esta teoría, tratamos de
ayudar a los padres a ver que, estadísticamente, no es posible que los niños sean dotados en
todas las áreas académicas, ¡como tampoco es probable que todos los niños sean talentosos en
las matemáticas! Les rogamos a los padres no sentirse decepcionados si sus hijos no sobresalen
en matemáticas y ciencias, ¡pues hay otros caminos para lograr el éxito y la felicidad! Luego les
explicamos cómo cultivar todas las ocho inteligencias para ver hacia cuáles de ellas pareciera que
sus hijos se orientan naturalmente.
Mi mamá me enseñó a leer cuando yo (Karen) tenía cuatro años, y para la época en
que había terminado la escuela primaria, me había devorado todo lo que había en la
biblioteca de mi pequeño pueblo. Leer era algo tan fácil para mí que siempre había
asumido que mi hija también sería una lectora voraz. Le leíamos desde que nació, y
su dormitorio estaba lleno de libros. Sin embargo, al ver que Sonia todavía no se
interesaba en la lectura cuando estaba en el cuarto grado, me sentí como la peor
madre del mundo. Había seguido todos los consejos, pero simplemente ella no era
como yo, y ¡mi narcisista yo materno no pudo evitar sentirse decepcionado!
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Afortunadamente, mi maravilloso esposo, quien, un año atrás, había dejado de ser
un papá histérico sobre las matemáticas, me abrió los ojos resaltando que Sonia había
ganado un torneo nacional de tenis cuando solamente tenía nueve años, y ¿cuántos
trofeos había ganado yo a los nueve? ¿O cuántos gané alguna vez? «Deja a Sonia ser
Sonia y ella desarrollará sus propias fortalezas, y ¡no seas tan arrogante de pensar
que ella tiene que ser como tú!». (Probablemente él sonó un poquito más amable
que eso, ¡pero recuerdo que fue algo así!). Ese fue un consejo muy acertado; dejé de
preocuparme sobre la lectura de Sonia. ¡Lo más irónico de todo esto es que en la
universidad ella terminó estudiando una especialización en literatura inglesa!)
Debido a que su madre esperaba que ella fuera perfecta, Susana se aterraba de solo pensar
equivocarse en cualquier cosa. Una noche, cuando la familia se alistaba para salir a cenar, la
madre de Susana le gritó por tardarse demasiado en ponerse sus zapatos. Llena de pánico,
Susana se puso sus zapatos en los pies equivocados. En el carro, los gritos continuaron, pues su
madre después la regañó no solo por haber sido lenta, sino también por ser tan estúpida de
confundir el pie derecho con el izquierdo. Susana estaba tan alterada y traumatizada por ese
hecho que aún a los cuarenta años, todavía podía recordar cómo se sentía cuando su madre
había reaccionado exageradamente ante su «error».
Cada día, luego de volver a casa del trabajo, el padre de Sebastián observaba a su hijo hacer
su tarea. Luego de que Sebastián terminaba, su papá le tomaba una prueba para ver si había
aprendido el contenido. En varias ocasiones, cuando Sebastián no había captado mucho el
contenido, su padre lo maltrató físicamente. Sebastián acabó odiando la escuela, estudiando
únicamente para agradar a su padre y escapar del castigo. Debido al desgaste emocional,
Sebastián con el tiempo abandonó la escuela, traumatizado por la reacción exagerada de su
padre.
Estos padres estaban reaccionando exageradamente, como si se tratara del fin del mundo.
Cuando nuestros hijos se equivocan, una buena pregunta para hacer sería: «¿Qué es lo peor que
podría pasar como consecuencia de este error?». ¿De qué cosas realmente vale la pena
preocuparnos? ¿Está en peligro el bienestar o salud del niño, por ejemplo? ¿Está enfermo?
¿Tendrá que ser internado a un hospital? ¿El niño tendrá que ser llevado a la policía? ¿Ha
cometido el niño un grave daño hacia otro? La mayoría de las veces, el 90% de nuestras
Volvamos a nuestros ejemplos. ¿Qué es lo peor que puede pasar cuando a una niña le toma
un poco más de tiempo el vestirse? Simplemente, ¡puede que llegues un poquito tarde a la cena!
Y si tuvieras que tomar un vuelo, uno de los padres podría ayudar a vestirse al niño en el camino.
¿Eso es algo tan malo? El padre podría usar el viaje en carro para tener un gran tiempo cantando
en familia o si la cita no es tan urgente, el padre podría permitir al niño el tiempo que necesita
para vestirse él mismo y luego felicitarlo por hacer un gran trabajo. Debido a que la reacción de
un padre es desproporcionada al error cometido, se pierde una maravillosa experiencia.
¿Qué es lo peor que podría pasar si un niño no recuerda todo el contenido que ha
estudiado? No hay de qué preocuparse; él simplemente tiene que seguir estudiando y con el
tiempo logrará recordar el contenido. Y si reprueba un examen, aprenderá cómo hacerlo mejor
la próxima vez. ¿Esta situación vale lo suficientemente la pena como para dejar una cicatriz
emocional negativa en tu hijo?
El cometer errores puede ser una buena oportunidad para enseñar, hacer vínculos y
conectar. Los errores, cuando no son vistos de modo negativo por los padres, pueden conducir a
ambas partes a participar en conversaciones profundas, en la que todos juntos reflexionan. Tanto
el padre como el hijo, ambos, pueden volver una situación como algo de qué reírse; de esta
manera, un momento potencialmente tenso puede ser transformado en un momento ameno.
Lamentablemente, los padres a menudo convierten pequeños errores en cicatrices para toda la
vida.
Dispongámonos a buscar convertir los errores del día a día en conversaciones de las cuales
el niño aprenda; a veces, la propia naturaleza de estas conversaciones podría conducir a risas y a
momentos amenos. A través de los errores, el tomar riesgos calculados aquí y allá y probar con
el ensayo y error, nuestros niños aprenderán a abrir sus alas. Serán niños y niñas y, con el tiempo,
adultos quienes no buscarán agradar de forma no saludable a los demás ni tampoco serán
rebeldes; reconocerán sus fortalezas y limitaciones, abriendo sus brazos a la vida y a nosotros los
padres, llenos de energía y entusiasmo.
Yo (Karen) asistí a una pequeña escuela secundaria de una comunidad granjera del
oeste de Texas; en el año en que me gradué, mi clase estaba conformada por
cuarenta alumnos. En mi segundo año, tomé el curso de química y no tuve el más
mínimo interés en la materia. Cuando llegó el examen de final del trimestre, la
maestra exoneró del examen a todos los estudiantes sobresalientes; por eso,
únicamente algunos otros chicos cuyo fuerte no eran las ciencias, y yo, tomamos la
prueba. Obtuve un puntaje de 57/100 (la nota aprobatoria era 60) y estaba
preocupada sobre cómo se lo diría a mi papá. (Aunque mis padres no eran en
Karen (con una gran sonrisa): Papá, ya nos entregaron las notas del examen esta
semana. Tengo algunas buenas noticias y otras malas noticias.
Karen: Las buenas noticias son que obtuve la más alta nota de mi clase en el examen
final de química.
Papá: (con una mirada de sorpresa): Bueno, esas sí son buenas noticias. ¿Y cuáles son
las malas?
Papá: (con una sonrisa traviesa): Cuando un día vayas a la universidad, ¡será mejor
que te especialices en negocios para que no tengas que tomar ningún curso de
ciencias!
La continuación de esta historia es que treinta años después asistí a un taller llamado
«Ayudando a los niños a afrontar el estrés». El expositor australiano pidió a un
voluntario de la audiencia que compartiera una historia personal de cómo había
lidiado con el fracaso. Compartí esta historia y cuando llegué al punto crítico acerca
de que no opté por cursos de ciencias en la universidad, ¡la multitud de más de cien
personas estalló en aplausos espontáneos! ¡Qué historia maravillosa de un padre con
expectativas realistas! (en este caso, ¡extremadamente realistas!) y de una hija que
se benefició de tener satisfechas sus necesidades emocionales básicas. (Toda mi vida
me he preguntado, ¡por qué tuve esos padres tan increíbles!).
A través de este libro, hemos hecho referencia a nuestra investigación que tuvo como
resultado la identificación de las cuatro necesidades emocionales básicas y las nueve
interacciones exasperantes. Entonces, ¿en qué parte encaja la necesidad emocional básica
adicional de valores espirituales y comunidad? No teníamos tiempo para realizar un estudio
separado sobre valores espirituales y comunidad, así que no tenemos evidencia empírica, pero
hemos leído investigaciones relacionadas al tema, ¡además de que lo sabemos por nuestra propia
experiencia! Nosotros creemos que en la medida que los padres no satisfagan la necesidad básica
emocional de valores espirituales y comunidad, sus hijos podrían experimentar lo opuesto, lo que
significa que podrían carecer de valores, carecer de una brújula moral y, en consecuencia,
podrían estar en riesgo de vivir en soledad y aislamiento.
En nuestra experiencia, los niños que han tenido satisfecha esta necesidad constantemente
y a un nivel emocional oirán y creerán los siguientes mensajes de o sobre sus padres:
Ellos basan sus vidas en ciertos principios y se aferran a ellos aun cuando las cosas se ponen
difíciles, y tienen la expectativa de que yo (y mis hermanos, si es el caso) haga lo
mismo.
Ellos quieren que yo me aferre a sus valores debido a que me aman y quieren lo mejor para
mí, pero esperan que yo haga lo mismo en cuanta a mis propias convicciones
personales.
Ellos me animan a ayudar a los menos afortunados, leer literatura que me inspire y ser
activo en la comunidad.
Aunque lo hemos dicho repetidamente, una vez más les recordamos a los lectores que
ninguna de las necesidades emocionales básicas existe aisladamente o en el vacío, pues los
padres encontrarán casi imposible satisfacer esta necesidad emocional básica adicional si ellos
no han satisfecho también las otras necesidades, particularmente la necesidad emocional básica
de conexión y aceptación. Los padres que comunican aceptación incondicional, que crean
conexión, quienes creen en sus hijos sin atemorizarlos con expectativas exageradas, y quienes
han sido constantemente firmes pero no rígidos con los límites, son admirados por sus hijos;
estos hijos querrán imitar los valores de sus padres.
Valores espirituales
¿Qué es lo que quieren los padres? Peter Levine, terapeuta y autor de libros que han sido
éxitos en ventas, investigó este tema por diez años y descubrió que las tres cualidades más
importantes que los padres norteamericanos esperan que sus hijos tengan son honestidad,
sentido común y buen juicio y el ser obedientes en la casa (el que sean estudiosos obtuvo un
mero 3%)1. En los rincones más profundos de sus corazones, ¡a los padres les importan mucho
los valores! En el otro lado del planeta, se les pidió a los residentes en Singapur clasificar una
variedad de cualidades en orden de importancia para ellos; la honestidad, amabilidad, gratitud,
justicia y perdón ocuparon los primeros lugares2. En una nación que se jacta a sí misma de la
excelencia en la educación, nos sentimos animados de ver que los valores que acompañan el
buen carácter son los que ocupan los lugares más altos.
Para muchos padres, enseñar valores a sus hijos, así como los límites que se derivan de
tenerlos, inclusive el lograr que los niños obedezcan reglas simples en la casa y en la escuela, ha
sido confundido por la cultura moderna y ha traído consigo angustia, estrés y frustración. Los
expertos en crianza, la Dra. Diana Baumrind y el Dr. Michael Popkin, tienen fuertes convicciones
sobre los porqués que están detrás de transmitir valores. Baumrind, mejor conocida por acuñar
los términos «estilos de crianza autoritarios, permisivos y autoritarios», cree que prácticamente
todo el asunto de la crianza es desarrollar carácter y un sentido de competencia3. Popkin,
conocido por su serie de Paternidad Activa, aconseja a los padres plantear a sus hijos que la
conformidad a un conjunto de valores es algo que beneficia al niño y no a los padres, pues el
interés de los padres en que sus hijos desarrollen principios no es para satisfacer los planes de
los padres, sino que es totalmente por el propio bien del niño («Es tu vida… tú eres el que va a
vivir con las decisiones que tomes ahora…»4).
Cuando nuestros hijos tenían tres y cinco años respectivamente, yo (Karen) empecé
a hablarles acerca de la necesidad de ser abiertos y de compartir de modo habitual
sus pensamientos y sentimientos.
Esto lo hice, en parte, a fin de que no adquirieran el hábito de escondernos las cosas
que podrían haber sucedido durante el día, tal como ocurrió cuando estaban en jardín
de infancia. Pero con Sonia, yo tenía un segundo motivo para hacer esto. Yo había
trabajado con ella en cuanto a tener pensamientos positivos acerca de sí misma y de
la manera en que ella se veía en relación al mundo que la rodeaba, debido a que
desde una temprana edad, a veces, ella se decía a sí misma mensajes negativos.
Marilyn Watson popularizó la idea de hablar a los niños acerca de la causa y el efecto.
Debemos enfatizar la necesidad de seguir hablando acerca de la manera en que las acciones de
nuestros niños afectan los sentimientos de otros. Si únicamente señalamos los errores y malos
comportamientos de los niños y les decimos cuánto están arruinando las cosas, ellos con el
tiempo se sentirán hartos. Muchos padres exhiben este tipo de vehemencia en su crianza, pero
no toman tiempo para explicar y procesar el efecto de la mala conducta. Tales oportunidades no
deben ser desaprovechadas. Ellas pueden convertirse en lecciones valiosas en vez de momentos
en que, como padres, estemos tratando de «enseñarles una lección» al corregirlos
drásticamente5.
Por otra parte, cuando ellos hacen cosas positivas, enfócate en cómo eso ayudó a otras
personas a sentirse bien. Esto les enseñará que parte de amar a las personas es tomar en
consideración sus sentimientos. Por cierto, esto también les será de ayuda en cuanto al punto
anterior de la « visión» de lo correcto e incorrecto, porque los niños aprenden mejor al respecto
cuando ven cómo afectan a las personas sus propias acciones correctas e incorrectas. Esto es lo
central en la «Regla de Oro»: Trata a los demás como quieres que ellos te traten a ti.
¿Te acuerdas de Nucci, nuestro experto en desarrollo moral, y sus diferentes tipos de
moralidad que desarrollamos en el Capítulo Tres? La investigación de Nucci descubrió que los
niños se sienten ayudados cuando los padres los corrigen con afirmaciones acerca de sus
acciones (en vez hacerlo con interacciones exasperantes) tales como: «Eso de veras lastimó a
Miguel», «¿Cómo te sentirías si alguien te hubiera insultado así?» y «¿Te parece justo que cojas
dos juguetes cuando todos los demás cogen uno?». Él escribió: «El desarrollo moral de un niño
está influenciado por experiencias (incluidas conversaciones) que tienen que ver con los
sentimientos y los pensamientos acerca de las maneras en cómo las acciones afectan a la
gente»6. Aquí es crucial enfocarse en el nivel de los sentimientos, y no usar una de las
interacciones exasperantes, o aún el solo etiquetar un acto como incorrecto. Imagina la
atmósfera en el hogar donde etiquetar acciones como negativas es la manera principal en que
los padres enseñan a sus hijos. ¿Cómo sería esa atmósfera desde la perspectiva del niño?
Uno de los más importantes «otros» que hay en las vidas de los padres son sus propios
hijos. Como padres, tenemos muchas oportunidades de enseñar a nuestros hijos este principio
mediante situaciones en las que ellos hacen bien al tomar en cuenta a otras personas y otras
situaciones en las que no. Esto puede incluir hablar a nuestros hijos de la manera en que
deseamos que las personas nos hablaran, corregir a nuestros hijos de la manera en que deseamos
que otros nos corrijan, dar a nuestros hijos el beneficio de la duda en la forma en que deseamos
que otros nos la den y animar a nuestros hijos de la manera en que deseamos que otros nos
animen a nosotros.
Los niños son muy listos; a ellos no se les escapa nada. Cuando ven a sus padres teniendo
un buen matrimonio (no perfecto, pero en el que siempre se arreglan las cosas y se dan amor
uno al otro) y sienten que son tratados con amor, respeto, amabilidad y firmeza y que se les da
una adecuada libertad así como límites, ellos sacarán sus propias conclusiones y admirarán los
valores de sus padres. Antes de que les transmitamos virtudes, debemos vivirlas primero
nosotros mismos. Un ejemplo es extremadamente poderoso y puede volverse una herencia que
dejamos para nuestros hijos.
Nuestros hijos nos verán actuar durante los buenos y malos tiempos, en nuestros mejores
y peores momentos y durante nuestros días «normales». Todo ello, visto en su totalidad, brinda
a nuestros hijos numerosas oportunidades para ver cómo somos verdaderamente en nuestro
interior y qué valores realmente apreciamos. No hace falta decir que ellos llevarán consigo esas
memorias hasta que se conviertan en adultos. Es increíble lo que ellos captan a partir de nuestra
conducta diaria. Por ejemplo, ellos verán la manera en cómo hacemos las siguientes acciones:
• Tratar a meseros, cajeros y a las personas sencillas de la misma manera que a las personas
ricas y poderosas (o no)
• Tratar y hablar sobre nuestros propios padres, o sus abuelos, y nuestros hermanos
En su libro The Altruistic Personality (la personalidad altruista), Samuel y Pearl Oliner nos
explican cómo entrevistaron a 406 personas que rescataron judíos del exterminio nazi y 126
personas que vivían en las mismas partes de la región de Europa ocupada por nazis, pero que no
participaron en dar su ayuda a los judíos. Los que rescataron a judíos tuvieron más probabilidades
que los que no los rescataron de decir que:
• Sus padres les dieron el ejemplo sobre los valores de la solidaridad. En contraste, los
padres de quienes no rescataron a judíos tuvieron más probabilidades de haber hecho
énfasis en valores económicos tales como obtener un buen trabajo. (¡Esto debería
verdaderamente afectar el tipo de conversación tenemos en la mesa durante la
comida!)
• Los que no rescataron a judíos también dijeron que sus padres tenían más
probabilidades de usar castigos severos. En cambio, los que rescataron a judíos dijeron
que sus padres de vez en cuando los castigaban, pero que con mayor frecuencia les
enseñaban y explicaban las cosas.
• Los que padres de quienes rescataron a judíos también tuvieron más probabilidades de
enseñar de modo explícito una actitud positiva y de tolerancia hacia la gente que tenían
culturas y religiones diferentes7 (RI19.1).
La conclusión es que los padres que muestran compasión tienen más probabilidades de
tener hijos empáticos y que muestran compasión a otros y tienen más probabilidades de saber
la diferencia entre lo correcto e incorrecto. ¡Increíble! Eso nos conduce a nuestro siguiente
tema…
Existen muchos temas que tienden a frustrar a los padres, por ejemplo, malos modales en
la mesa, lenguaje vulgar, deshonestidad en las notas, peinados y colores de cabello
extravagantes, por nombrar algunos. Piensa en el tipo de conflictos que frecuentemente tienes
con tus hijos. ¿Acaso se trata de hacerte quedar bien a ti? ¿Se tratan de temas convencionales?
¿O esos conflictos tratan sobre ayudar a tus hijos a desarrollar un sentido de moralidad? Los
estudios también demuestran que los niños a quienes se les ha dado control sobre el dominio de
lo personal están más dispuestos a compartir su información personal con sus padres, inclusive
cuando se trata de su participación en conductas sexuales. Los padres controladores tienen
menos oportunidades de conocer íntimamente a sus hijos, especialmente aquellos que están en
la etapa adolescente. Los padres pueden esperar un brutal despertar a la cruda realidad de la
conducta secreta de sus hijos cuando los hieren con conductas exasperantes tales como
subestimar, castigar, controlar o ser perfeccionistas. Tratar de controlar la conducta y apariencia
de los niños únicamente conducirá a estos a mantener a sus padres en el desconocimiento acerca
de sus luchas y desafíos personales.
Puedes ir a nuestra página web, www.gep.sg, para hacer un ejercicio sobre clasificar temas
dentro de los dominios (los dominios de Nucci mencionados en el Capítulo Tres) a fin de obtener
información acerca de cómo guiar la visión que tienen tus hijos de lo correcto e incorrecto.
Cuando yo (John) tenía quince años, mis padres me enviaron de Malaysia a Inglaterra
para asistir a un internado. Como puedes imaginar, los chicos allí se portaban mal y
se metían en muchísimos problemas por hacer cosas que incluían hablar todo tipo de
lenguaje inapropiado, decir mentiras, robar, y cualquier otro tipo de mal
comportamiento. Sin embargo, en vez de lidiar con temas que estaban ocultos y que
podrían dejar cicatrices para esos chicos de por vida, la escuela generalmente se
enfocaba en el dominio convencional. Por ejemplo, cuando hablábamos a nuestros
maestros, no se nos permitía colocar nuestras manos en los bolsillos, ni aún en pleno
invierno, porque ello era interpretado como falta de respeto. Si nos olvidábamos, se
nos castigaba haciéndonos levantar cuarenta y cinco minutos más temprano al día
siguiente, y teniendo que presentarnos ante el alumno que tenía el rol de vigilarnos
(el prefecto). A continuación, figuran algunas otras reglas que se nos obligaba
obedecer:
Si bien, no estoy en contra de las reglas convencionales, me parece muy injusto que
el mismo castigo severo fuera impartido por chicos que tenían prácticamente nuestra
edad (prefectos), simplemente por el hecho de sostener un tenedor de una manera
que para la escuela era incorrecta o por haber faltado el respeto a nuestros maestros.
Éramos castigados por las cosas más tontas. Estas reglas eran totalmente arbitrarias.
No hace falta decir que desarrollé muchísimas malas actitudes contra la autoridad de
los prefectos mientras fui a esa escuela.
Los padres deben enseñar a sus hijos que es normal cometer errores, pero los niños y
adultos por igual debemos reconocer nuestros errores y enmendar las equivocaciones. El tener
una actitud en la que se lamenta y se arrepiente de algo que haya herido a otros es un valor
crucial que debemos inculcar a nuestros hijos. Los niños deben ver a sus padres dándoles el
ejemplo en cuanto al hecho de que admitir errores y disculparse trae alegría al corazón. Los niños
también necesitan ser enseñados que, cuando deciden ocultar sus errores y malas conductas,
terminarán sintiéndose culpables e infelices.
Cuando los niños encuentran el coraje de confesar sus luchas, los padres deben a su vez
responder con perdón, aceptación y reconciliación. Debemos abstenernos de ser críticos,
negativos y castigadores. Frases como «Te lo dije» y « ¿Cuántas veces te lo he dicho, pero no me
escuchas?» transmiten que no creemos en ellos y únicamente los alejarán de ser vulnerables,
una vez más, con nosotros.
¿Cuán humildes son los padres entre sí cuando manejan sus conflictos o los conflictos que
tienen con otros? ¿Cuán dispuestos están a disculparse sinceramente cuando han cometido
algún error con sus hijos, por ejemplo, al gritarles o tener una actitud castigadora? ¿Cuán abiertos
están los padres para recibir comentarios y opiniones de sus propios hijos o de los demás? Todo
esto es observado por la atenta mirada de nuestros pequeños, quienes aprenderán de lo que ven
en nuestras vidas, no únicamente de lo que les enseñamos.
Al definir el perdón, los investigadores diferencian al genuino del superficial. El Dr. Everett
Worthington y el Dr. Robert Enright se encuentran entre los más destacados expertos en perdón
en Estados Unidos de América. El Dr. Worthington dice: «En el perdón genuino, alguien que ha
sufrido un daño injusto escoge abandonar su derecho al resentimiento y a la venganza, y en vez
de ello ofrece misericordia al ofensor»9. Y el Dr. Enright escribe: «Las personas, al hacer la
determinación racional de que han sido tratadas injustamente, perdonan cuando
voluntariamente abandonan el resentimiento y las respuestas relacionadas a ello (a las cuales
tienen derecho) y se esfuerzan por responder al infractor basándose en el principio moral de la
benevolencia, el cual puede incluir la compasión, el valor incondicional, la generosidad y el amor
moral (al cual el infractor, por la naturaleza del acto o actos hirientes, no tiene derecho)»10.
Podríamos decir que el perdón está constituido por varios componentes: somos
conscientes de que la ofensa era injusta, reconocemos que tenemos el derecho de responder
con enojo, renunciamos al derecho a vengarnos y tomar represalias que podrían causar daño al
ofensor, y sustituimos los sentimientos de resentimiento por los de compasión, benevolencia y
amor.
Asimismo, creemos que los padres deben enseñar a sus hijos que si bien ellos tienen
derechos, sus derechos no están por encima de los de los demás, así que no tienen el derecho
de dañar a alguien simplemente porque tienen deseos de vengarse (ver la frase en cursiva líneas
arriba; también ver el análisis en el Capítulo Catorce sobre las situaciones que producen
bloqueos). En cualquier caso, reconocemos que cuando la gente ha sido herida puede sentir
deseos de vengarse. Stephen Covey, el experto en el liderazgo y autor del libro «Los siete hábitos
de las personas altamente efectivas», dice que una de las diferencia entre los humanos y otros
Regresando al tema del perdón, el Dr. Enright continúa señalando que cuando las personas
han logrado perdonar con éxito a alguien, como consecuencia han reducido o eliminado
sentimientos, pensamientos o conductas negativas hacia el ofensor. En vez de ello, quienes
perdonan han desarrollado:
Según Enright, el perdón no es condonar, disculpar ni justificar las acciones del ofensor, ni
es simplemente tranquilizarse13. El perdón no se equipara necesariamente a la reconciliación.
Tal como el Dr. Enright lo señala: «La reconciliación es el acto en que dos personas se unen otra
vez después de una separación. El perdón, por el contrario, es la acción moral de una persona
que empieza como un acto privado, una decisión que se hace al interior del corazón humano14.»
La reconciliación implica que ambas partes se juntan y que ambas piden perdón y dan el
perdón. Ambas partes tienen la voluntad de continuar la relación de la una con la otra. Sin
embargo, si una de las partes se siente insegura estando en una relación con otra parte que no
está arrepentida de sus acciones, entonces la parte ofendida, después de perdonar, puede
decidir no reconciliarse, sino tener únicamente una relación con límites con la otra parte. (Por
ejemplo, si unos chicos agresivos golpean a tu hijo de ocho años, es de esperar que quieras que
este los perdone, pero probablemente no esperarás que se vuelva inmediatamente el mejor
amigo de sus agresores).
Las investigaciones han demostrado de forma contundente que la falta de perdón puede
ser perjudicial para la salud; por ello, con mayor razón debemos enseñar a nuestros niños sobre
el perdón. Los científicos han descubierto que el perdón tiene un impacto en el matrimonio:
cuanto más alto es el nivel de perdón entre cónyuges, mayor será la calidad del matrimonio.
Otros estudios muestran que la gente que perdona fácilmente tiene una menor reactividad
cardiovascular y una mejor tasa de recuperación que aquellos que no perdonan fácilmente.
Quienes perdonan fácilmente también experimentan menos ansiedad, depresión y enojo.
Cuando no perdonamos a las personas que nos han dañado, no las estamos «castigando» sino
que estamos colocándonos nosotros mismos en una situación de riesgo (RI19.2).
• Los niños en las edades de 9 a 10 años igualan el perdón a la venganza («Si todavía no
te he perdonado, merezco vengarme»).
• Los niños pequeños desean una disculpa antes de que sean capaces de perdonar; esto
no debería ser un requisito en el caso de los adultos, pero en el caso de los niños
pequeños, esto sí importa. (Inclusive para los adultos, esto ayuda en gran medida a que
la gente se reconcilie).
• Los padres que piden disculpas a otros delante de sus hijos por aquellos errores que son
de su responsabilidad, y cuando los lastiman a sus hijos, igualmente les piden disculpas,
no solo están reconciliándose, sino que están siendo buenos ejemplos para sus niños.
¡Hemos oído a muchos adultos decir que sus padres nunca se disculparon con ellos!
• Los niños cuyos padres les dieron el ejemplo de perdón terminan practicándolo ellos
mismos.
• Muchos adolescentes escuchan a las autoridades en esta materia, tales como a sus
maestros en la escuela. Cuando hay un mensaje claro y uniforme de sus maestros y
padres, los niños tienen más probabilidades de internalizarlo y hacerlo parte de su
sistema de creencias.
• Algunos adultos adoptan una perspectiva amorosa e incondicional sobre el perdón; ellos
separan la conducta del ofensor del ofensor en sí mismo. Cuando hacemos esto, el
perdón se vuelve más fácil. El objetivo es ser capaz de ver la conducta del ofensor como
incorrecta, pero no descalificar a la persona misma (RI19.3).
• Todas las personas, sin importar el color, religión, raza, etcétera, tienen sentimientos y
todas merecen respeto. Hay algunos en la sociedad que enseñan que únicamente la
gente «importante» debe ser respetada. Sea que nuestros hijos sean groseros con el
director del colegio o con el personal de parqueo de una tienda, debemos enseñar a
nuestros hijos a pedir disculpas. En Singapur, algunas veces vemos a niños que muestran
mucha falta de respeto por el personal doméstico extranjero contratado por sus padres,
y los padres simplemente lo pasan por alto; pero cuando se trata de faltar el respeto a
los padres, los niños son castigados. Esto envía un fuerte mensaje de que el respeto
únicamente se debe tener hacia ciertas personas. Es lamentable ver a alguien
sintiéndose que es superior a los trabajadores domésticos que vienen de países vecinos.
Cuando se permite que los conflictos se prolonguen, nuestros niños se volverán inmunes
Comunidad saludable
Los expertos durante mucho tiempo han alabado las virtudes de una comunidad saludable.
Cuando las personas conectan unas con otras y cada persona asume los intereses de los demás
en su corazón, algo sobrenatural ocurre. A través de esa conexión emocional, nuestras heridas
más profundas son sanadas. Nos alegramos juntos, nos entristecemos juntos. Amamos juntos,
nos reímos juntos y lloramos juntos. Todos somos débiles en algún punto de nuestras vidas. En
una comunidad saludable, el amor, la conexión, el cuidado y la aceptación fluyen de las personas
sanas hacia las personas más necesitadas y, mediante esto, la sanación ocurre. No de modo
instantáneo, sino a través de un proceso lento y constante, la gente va mejorando. No es de
sorprender que sea mejor para las personas vivir en comunidad.
En el mundo acelerado donde las parejas tienen que hasta agendar el hacer el amor, y los
amigos tienen que planear con un mes de anticipación el encontrarse y tomarse un café, la gente
se siente incómoda de mostrar este tipo de amor y conexión. Muchas veces ni siquiera saben
cómo hacerlo. Algunas veces, sienten que no tienen lo necesario para hacerlo y se sienten fuera
de lugar. Otras, es debido a una falta de confianza. Existe muchísima propaganda acerca de la
aldea global y las redes sociales que tratan de mantener conectada a la gente, pero en la mayoría
de los casos, la gente en el mundo parece más superficial y que tiene menos relaciones profundas
que nunca. Las personas raramente hablan de su dolor emocional las unas con las otras, y si lo
hacen, no es extraño para su círculo de amigos aconsejarles acudir a un consejero o terapeuta.
Nosotros somos consejeros profesionales, así que obviamente creemos en estas profesiones.
Respetamos a aquellos profesionales capaces, entrenados y talentosos, que se dan a sí mismos
para tratar de brindar sanación emocional a los demás, y no queremos restar importancia a la
necesidad de estar adecuadamente entrenados, pero nos preguntamos si la gente entiende y
aprecia el poder sanador que puede surgir cuando las personas simplemente se conectan las
unas con las otras. Podemos rodearnos nosotros mismos de personas buenas, sanas y afectuosas
que quieran interesarse por nuestras vidas, pero si nos negamos a dejarlas entrar en nuestros
mundos no seremos sanados, y eso será para nuestro propio perjuicio. Nosotros seremos los que,
Cuando verdaderamente nos sentimos conectados, nos sentimos aceptados por quienes
somos. Aunque tenemos diferentes talentos y limitaciones, nos sentimos en paz, sabiendo que
somos perdonados. Las amistades añaden profundidad espiritual y bendiciones a nuestras vidas.
Imagina lo que podrían lograr todas estas cualidades para nuestro bienestar. Estudios
contemporáneos indican los beneficios para la salud y el bienestar mental de tener una
comunidad que está estrechamente conectada.
Ya hemos visto estadísticas que muestran cuánta influencia tienen los padres en sus hijos.
No te equivoques al respecto, lo padres son la principal influencia en sus hijos. Sin embargo,
debido a que todos tenemos disfuncionalidades en cierto grado, únicamente podemos llegar
hasta cierto nivel. Por eso, lo mejor que podremos es llegar a ser «lo suficientemente buenos».
Cuando nuestros hijos están físicamente débiles, los llevamos al médico. Cuando ellos
quieren ser mejores en un deporte, los llevamos a un entrenador. Cuando a ellos no les va bien
en sus relaciones con nosotros, sus padres, ¿qué es lo que hacemos? Normalmente, simplemente
dejamos que el tiempo pase, y generalmente las relaciones y los conflictos llegan a un punto de
estancamiento y no se logra ningún progreso. ¿A quién llamamos para que nos ayude? Hablar a
nuestro cónyuge, asistir a cursos sobre crianza y leer libros son todas cosas útiles; sin embargo,
¿estamos aprovechando bien el poder que tienen las comunidades saludables? (RI19.4).
El uso de la palabra «comunidad», para mucha gente, tiene una variedad de significados.
Puede implicar ser parte de un club social donde la gente se reúne principalmente por razones
sociales. Sus amigos están allí y por eso se sienten cómodos en ese lugar. En su libro titulado
Community: The Structure of Belonging (la comunidad: la estructura del pertenecer), Peter Block
describe muy bien qué es una comunidad:
Las ideas de pertenecer y de compromiso emocional son realmente una manera apropiada
de ver nuestras respectivas comunidades. Tener un sentido de compromiso emocional significa
preocuparnos de la comunidad, tener un rol en ella, y buscar constantemente formas de mejorar
la práctica de los valores que ellos estiman. Esto incluye dar comentarios y asistir a reuniones.
Ambos conceptos, el sentido de pertenencia y compromiso emocional, deben ser entendidos por
todos los miembros, y en la misma medida que esto sea comprendido y practicado, así será
también el nivel de salud de esa comunidad.
Nosotros creemos que nunca seremos demasiado jóvenes para empezar a experimentar la
comunidad. Pero en el caso de los niños, esto debe ser balanceado con cuidar su seguridad.
Siempre que las parejas dejen estar a sus hijos con otras personas, deben asegurarse de que esas
personas son de confianza. Esperamos que esto no se interprete como una falta de amabilidad,
pero hemos visto el daño causado cuando los padres no estuvieron alertas al respecto.
Habiendo dicho eso, estamos totalmente a favor de tener fabulosas vacaciones con otras
familias de comunidades en las que confías. Combina vacaciones familiares y tómenlas juntos de
manera regular, ofrece tu casa para fiestas de pijamadas y organiza excursiones así como
actividades deportivas con otras personas. Ayuda a tus hijos a desarrollar relaciones con los hijos
de otros padres que tú conozcas bien; así es como empieza la comunidad. No se trata únicamente
de que los niños conozcan a otros niños, sino de que los padres también conozcan y tengan
relaciones con otros padres y sus hijos. Muchos padres no conocen a los padres de los amigos de
sus hijos; esto es un error. Las amistades deben ocurrir a ambos niveles, los niños con los niños y
los padres con los padres. Esta constante interacción, junto con el compartir y dar, es lo que
ayuda a desarrollar el sentido de comunidad.
Cuando las relaciones son sólidas en todos los frentes, el vínculo se fortalece y la
comunidad es funcional.
¡Es emocionante pensar que al cubrir la necesidad emocional básica adicional de valores
espirituales y comunidad, serás capaz de influir en la visión que tus hijos tienen de sí mismos, de
otros, de lo correcto e incorrecto, de aceptar la corrección y de la sumamente importante área
de tratar los conflictos y el perdón! Los valores esenciales que definen y moldean a nuestros niños
se arraigan más en sus corazones cuando ellos son parte de una comunidad amorosa y conectada
que continúa sacando lo mejor de ellos mientras van creciendo para convertirse en adultos sanos.
Cuando David estaba en primer grado, o en Primaria Uno (P1) como es conocido en
Singapur, tenía un bonito círculo de amigos, incluyendo a un muchacho llamado
Jonathan, quien tenía una discapacidad permanente y necesitaba un andador.
Durante el Día Deportivo anual de la escuela, para el cual yo (Karen) era una
organizadora voluntaria, los chicos del P1 participaron en sencillas carreras de postas
(relevos) y se les permitió escoger sus propios equipos, los que debían ser de seis
miembros. Uno de los juegos era una carrera en que los niños tenían que caminar
hacia un punto demarcado y regresar mientras balanceaban una pequeña bolsa de
frijoles en su cabeza y luego colocarla en la cabeza del siguiente jugador, sin dejarla
caer. David terminó estando en un equipo con todos sus mejores amigos excepto
Jonathan, a quien no se le había permitido participar en ninguna carrera. Por la razón
que fuera, el equipo de David tenía una velocidad extraordinaria y estaba a una
persona delante de todos los otros equipos para el momento en que el sexto niño
tenía el turno para salir, ¡así que la victoria era inminente! Sin embargo, justo en ese
momento, la mamá de Jonathan, sosteniendo a su hijo en sus brazos, le preguntó a
David si él podría permitir al niño jugar por su equipo, dado que no se le había
permitido participar en ninguna otra carrera en toda la mañana. Vi el conflicto en el
rostro de David; estaban a segundos de lograr ser los ganadores… Si decía «No» a su
amigo, él se sentiría pésimo; si decía «Sí», Jonathan estaría feliz, pero seguramente
llegarían al último y posiblemente los compañeros de su equipo se enojarían. En esa
fracción de segundo, él decidió. «Sí, Jonathan, puedes entrar al equipo». El ver la cara
de total alegría de Jonathan probablemente ayudó a David a sentirse un poco mejor
cuando quedaron en último lugar. Cuando la mamá de Jonathan lo cargó para cruzar
la línea de meta, él estaba radiante de la felicidad de ser parte del equipo. Yo estaba
conteniendo las lágrimas, orgullosa de mi hijo y sufriendo por él también, pues sabía
que lo estaba matando el renunciar al trofeo. Luego de que los gritos de victoria se
calmaron y que los niños estaban tomando sus refrigerios, David caminó hacia mí y
me dijo: «Bueno, Mamá, puede que hayamos quedado de los últimos en la carrera,
pero apuesto a que en el cielo quedamos en el primer lugar». Lo abracé y le dije que
me había hecho la mamá más feliz del planeta.
No te dejes engañar por la filosofía de «solo tenemos que calmarnos» o «hay que
olvidarnos de todo esto»; es poco probable que las cosas regresen a la normalidad por accidente
o que vayas a experimentar conexión luego de que haya transcurrido algún tiempo. Cuando
ocurren discusiones acaloradas, y cuando palabras que no ayudan han sido pronunciadas por una
o ambas partes, el resultado es que habrá sentimientos lastimados con los que se debe lidiar. Si
la relación es reparada rápidamente, todo será olvidado; por naturaleza los niños tienen
resiliencia y son capaces de olvidar. No obstante, si estas heridas no son procesadas bien, los
niños o los padres (o ambos) quedarán pensando constantemente en ellas, reproduciendo en sus
mentes las palabras hirientes una y otra vez, y se volverán cada vez más negativos. Cuando
tenemos esta actitud, nuestros pensamientos se distorsionan y nuestro dolor empeora,
causándonos el perder la concentración. Podríamos estar manejando, haciendo algo para
nuestro jefe en el trabajo o inclusive halando con alguien, pero nuestra mente estará preocupada
pensando en el problema no resuelto. Cuántas veces hemos oído a los padres decir: «Si tan solo
Reparar y reconectar son habilidades importantes que los padres deben aprender. Si los
niños no se reconectan con sus padres rápidamente, pueden sentirse abandonados, solos, no
amados o no comprendidos. Los niños pequeños sobre todo perciben las heridas y el dolor de
modo diferente que los adultos. Por ejemplo, el padre puede sentirse enojado, pero el niño
puede sentirse humillado y avergonzado; inclusive puede sentirse sin esperanza, mientras que
los padres pueden sentir que las cosas mejorarán. Estas emociones, si son sentidas
reiteradamente, llevan a la exasperación y al desánimo, lo cual no solo afecta la manera en que
el niño se siente acerca de sus padres, sino que también afecta su salud física y mental. Es interés
de todo padre saber cómo reparar de modo efectivo la relación con su hijo. Reparar y reconectar
llevarán a que la relación entre padre e hijo tengan un nuevo nivel de intimidad.
Si la conexión era buena antes de que ocurriera el conflicto, ambas partes generalmente
desearán volver nuevamente a dicho estado de conexión; sin embargo, si era costumbre de una
o ambas partes negar cualquier sentimiento herido o simplemente optar por reprimirlo, la
reconexión será más difícil. Aquí va la regla general: cuanto más tiempo pase sin la conexión, más
tiempo se necesitará para lograr reparar y reconectar. Sin embargo, nunca es demasiado tarde.
El proceso de lograr reconectar implica que tanto el padre como el niño sean vulnerables.
El niño tiene que tener edad suficiente para hablar de sus sentimientos y para ser capaz de
entender y hacerlo adecuadamente. Si es necesario, el otro padre o un adulto de confianza puede
ayudar al niño. Antes de describir cómo ser vulnerable, invirtamos un poco de tiempo explicando
este concepto más ampliamente.
La Dra. Alice Miller, el Dr. Donald Winnicott y el Dr. Emmet Fox, expertos pioneros en el
tema del desarrollo infantil, enseñaron que debemos experimentar el lado infantil que cada uno
Nuestro lado infantil experimenta los sentimientos de alegría y dolor. Quiere y necesita
expresar estos sentimientos sin miedo ni juicios. El lado infantil es quien realmente somos. Es
aquel lado que expresa lo que necesitamos, cuando estamos débiles, cuando estamos alegres y
satisfechos, cuando estamos tristes y cuando tenemos miedo. Es el lado que llora con los finales
felices, el lado que se vuelve románticamente sentimental durante la etapa del enamoramiento,
el lado que dice: «Tengo miedo», «Me siento solo», «Estoy feliz», etcétera. Cuando somos
adultos, no perdemos completamente nuestro lado infantil; únicamente nos volvemos expertos
escondiéndolo.
Cuando los niños experimentan culpa, vergüenza o miedo no saludables a una edad
temprana, generalmente están teniendo dificultades y no saben cómo afrontar estas emociones.
Lamentablemente, la gente que produce dichos sentimientos son a menudo los padres. Como
resultado, estos niños, cuyas necesidades básicas emocionales probablemente no están siendo
satisfechas, desarrollan un falso sentido de quienes son. Después de todo, los niños dependen
de sus padres para cubrir sus necesidades básicas. Cuando no se sienten amados ni aceptados
por sus padres, o cuando los mensajes que reciben son negativos, no tienen el poder suficiente
para saber que esos mensajes son falsos. Cuando los mensajes negativos se repiten una y otra
vez, los niños terminan creyéndolos. Cuando los niños aceptan estos mensajes distorsionados y
repetitivos como verdades acerca de ellos mismos, se desarrollan las trampas de vida. A fin de
manejar el dolor y miedo que causan las trampas de vida, los niños desarrollan una falsa fachada
en forma de estilos de adaptación no saludables que esconden sus necesidades y deseos reales.
Crecen convirtiéndose en adultos que de modo habitual usan los estilos de adaptación que tienen
y ya no saben que están apagando ellos mismos sus pensamientos y sentimientos más profundos.
Con el tiempo, a través de la repetición, el lado infantil queda escondido completamente y
aparece únicamente de modo intermitente, y el lado de fachada ahora se ha convertido en un
aspecto muy natural (y muy real) de su constitución y personalidad.
Cuanto más dependan estos adultos de sus estilos de adaptación, menor será el grado en
que estén conectados con su lado infantil. Más aún, el vocabulario adulto es más amplio, por lo
que de modo subconsciente, saben qué decir para impedir a otros encontrar su lado infantil. Este
lado no es alimentado; el estilo de adaptación falso y no saludable es el que se hace cargo. Este
estilo de adaptación no es el verdadero yo interior. El objetivo es sacar a flote el lado infantil, el
cual es verdadero, sincero y enseñable. Requiere humildad exponer el lado infantil y cuando éste
logra salir, eso es ser «vulnerable». Creer las falsas verdades de las trampas de vida y disfrazar el
verdadero yo con estilos de adaptación únicamente prolonga el dolor y evita que la gente sane.
Por ejemplo, cuando un padre se pone fuera de sí y pelea con su hijo, podría ser que actúe con
severidad en vez de ser vulnerable. Él podría fingir que no necesita de nadie y que él se siente
bien, lo cual es el estilo de adaptación de la evasión. El padre podría adaptarse volviéndose una
persona ocupada, pero al hacerlo, podría estar manteniéndose a sí mismo distante de su
verdadero lado infantil. El estilo de adaptación de la evasión podría inclusive colocarlo en el
camino de la adicción o de ser una persona que trabaja obsesivamente. Sea lo que fuera, evitará
Los hombres son famosos por ser reacios al pensamiento de ser vulnerables con cualquiera,
y mucho menos con sus hijos. Se ríen de la idea de compartir sus emociones, pero en verdad, es
su lado de evasión el que está reaccionando. Qué poco se dan cuenta que el reprimir
sentimientos conduce al estrés y a las enfermedades; terminan experimentando menor
crecimiento personal y desaprovechan los beneficios de estar conectados con su lado infantil. Si
bien, puede que nos sintamos cómodos con nuestro falso yo (nuestro estilo de adaptación), éste
no puede ayudarnos a sanar. Únicamente nuestro lado infantil, el verdadero yo, puede llevarnos
a un lugar más saludable. Entonces, ¡dispongámonos a sacar a flote nuestro lado infantil y a ser
vulnerables! Whitfield dice que la mayoría de nosotros expone su lado infantil tan solo quince
minutos al día4. Sea con tu cónyuge, tus hijos o con otros amigos con quienes te sientas seguro,
es tiempo de empezar a hacerlo.
• Necesidades – Hablar de las necesidades básicas emocionales para el caso de los niños
y otras necesidades y expectativas para el caso de los padres
Ser vulnerable los unos con los otros ayuda a los padres a saber qué está sintiendo el niño
cuando dice: «Mamá, de veras estoy molesto contigo por decir esto», o «Papá, lo que pasa es
que simplemente tú no entiendes lo que estoy pensando y sintiendo» o «No estoy de acuerdo
contigo». Todas estas son afirmaciones comunes, y con la vulnerabilidad algo muy poderoso
ocurre: tanto el padre como el hijo serán capaces de verdaderamente entenderse y conectarse,
lo cual, por supuesto, mejorará grandemente la relación padre-hijo. Hay algo que ocurre al
exponer nuestras debilidades, sentirnos comprendidos y verbalizar nuestras necesidades, lo que
nos acerca más estrechamente los unos con los otros. Generalmente, estos mensajes están
escondidos en lo profundo de nuestro interior, y lo que sale al exterior es nuestro estilo de
adaptación, que no ayuda y, a menudo, conduce al torbellino de la intensificación del conflicto.
En vez de ello, cuando somos vulnerables, nuestro lado infantil que estaba oculto sale y la
sanación ocurre a un nivel emocional, lo cual puede ser muy poderoso para la reconciliación y la
conexión.
Los padres deben aprender cómo poner el dedo en la llaga respecto a las emociones que
están detrás de los estilos de adaptación (o identificar cómo se está sintiendo el lado infantil), y
de eso es todo lo que se trata el ser vulnerable: dejar que nuestro lado infantil salga a la luz.
Sigue los pasos que hemos resumido sobre cómo validar y escuchar a tus hijos. Si la parte
que escucha no está de acuerdo con algo que se dijo, esto también debe provenir desde una
perspectiva vulnerable. De esta manera, ambas partes estarán entrando a un estado donde cada
una intenta comprender y conocer las debilidades y necesidades de los unos y los otros.
En todos los ejemplos de nuestra página web, tratamos por separado los componentes
para ser vulnerable. Por favor, toma el tiempo para hacer estos ejercicios; los cuatro
componentes son esenciales y deben ser memorizados.
¿Qué fue lo que activó esta reacción que he tenido? Los padres necesitan ser conscientes
de los propios problemas que ellos tienen.
¿Por qué esto activó dicha reacción? ¿Me enojé porque lo que yo tenía previsto no sucedió
o me enojé porque realmente quiero lo que es mejor para mi hijo?
¿Ocurrió un súbito cambio de reglas? Si los padres han estado permitiendo a sus hijos
salirse con la suya y luego, súbitamente, se dan cuenta de que sus hijos necesitan límites
saludables, deben conversar respecto a los cambios que desean hacer. Si los padres hacen
cambios de manera abrupta, esto puede causar una reacción descomunal en sus hijos e
inevitablemente resultará en una pelea. Los padres pueden intentar decir: «Cariño, nos hemos
dado cuenta de que hemos cometido errores en nuestra crianza. Necesitamos asumir la
responsabilidad de ellos. Esa parte no es tu culpa. Tenemos una nueva consciencia de nosotros
mismos como padres. Sobre todo, luego de ver este patrón de conducta que tienes, nos gustaría
conversar contigo sobre algunos cambios que vamos a implementar. Sabemos que esto no va a
ser fácil para ti, y tampoco es fácil para nosotros, pero hemos conversado al respecto y queremos
revisarlo contigo.» Luego implementa los límites y, esta vez, mantente apegado a tus
convicciones. Cuando tus hijos vean tu nueva postura, con el tiempo ellos llegarán a respetarla a
pesar de que al inicio pueden estar enojados.
Conversa con el otro padre, si es que él o ella no participaron del altercado con el hijo.
Pídele sus comentarios de modo objetivo y permítele que te los dé. Evita convertir esta
El perdón
Entender el perdón y saber cómo darlo a los demás es un componente fundamental de una
familia sana. Sin embargo, hemos notado cuán poco énfasis se da al perdón en los principales
enfoques sobre la terapia. Los expertos y los escritores conciben todo tipo de habilidades de
ayuda, evaluación e intervención, pero solo en casos excepcionales se le da al perdón la atención
que merece. Estamos convencidos de que a menos que éste sea adecuadamente entendido y
otorgado, la posibilidad de reincidir en el mismo problema será alta y las familias no crecerán ni
cambiarán como parte del viaje que hacen en conjunto sus miembros. Sin duda es difícil, pero
aun así es esencial. Vale la pena repetir que cuando perdonamos, toda la amargura,
resentimiento y enojo son eliminados. La energía emocional negativa se va y es sustituida por
sentimientos de buen humor, libertad y paz. De verdad, el perdón es el fundamento principal
para la sanación en las relaciones familiares. Para obtener más ayuda en los temas de reparar y
reconectar, por favor revisa las enseñanzas sobre el perdón recogidas en el desarrollo del tema
referido a modelar los valores de nuestros hijos (ver Capítulo Diecinueve). Y asegúrate de revisar
la extensa sección sobre satisfacer la necesidad básica emocional de conexión y aceptación una
vez más (ver Capítulos Cinco a Ocho).
Nuestro sueño es que los padres de todo el mundo logren crecer en su autoconsciencia,
romper el ciclo de la disfuncionalidad y criar familias amorosas. Queremos ayudar a las mamás y
a los papás a satisfacer las necesidades emocionales básicas de sus hijos, y crear un legado que
conduzca a todas las generaciones siguientes a volverse más saludables. Esperamos que puedas
regresar a estas páginas para que te hagan recordar algunos puntos; quizás digas: «¿Cuál era la
segunda necesidad básica emocional, de nuevo?», «¿Cuál de las interacciones exasperantes he
realizado esta vez?» o «¡¿Cómo puedo evitar el torbellino?!». Quizás algunos de ustedes
formarán grupos de apoyo de Padres lo suficientemente buenos en sus vecindarios y trabajarán
con otros padres, u organizarán talleres para sus comunidades o escuelas. Recuerda que tus hijos
no son proyectos científicos, sino que se parecen más a obras de arte… Así que, ya sea que estés
trabajando en una pieza de Van Gogh, de Rembrandt o de Picasso, tus obras maestras serán
únicas y hermosas, y esperamos que un día ellas se vuelvan a ti y te digan: « ¡Gracias por ser
padres lo suficientemente buenos!».
trampa de vida. (Para una versión más grande para imprimir, visita www.gep.sg).
1. Piensa en algunos de los tipos comunes de emociones que hay: alegría, emoción,
felicidad, satisfacción, anhelo, enojo, soledad, vergüenza, miedo, culpa, tristeza;
sentimientos de traición, indefensión, depresión; sentirse no querido o rechazado.
Cuando ves alguna de estas emociones en tus hijos, ¿cuál de ellas te hace sentir
incómodo?
3. ¿Cuál de los tres estilos de adaptación que en general existen (resignación, evasión y
sobre compensación/contraataque) son activados en ti cuando ves estas emociones en
tus hijos?
4. ¿Cómo se manifiesta tu estilo de adaptación cuando ves estos sentimientos en tus hijos?
Por ejemplo, ¿te culpas a ti mismo, evitas hablar y te retiras o te pones de mal genio con
tus hijos? ¿O dejas que tu cónyuge lidie con estas emociones incómodas mientras te
aíslas y te sientes triste?
5. ¿Te comportas de manera similar cada vez que tus hijos experimentan estas emociones?
9. Cuando tus padres lidiaban de esta manera contigo, ¿cómo te hacían sentir?
10. ¿Hay algo que te gustaría que tus padres hubieran dicho o hecho en lugar de ello?
12. Al final, ¿cómo hacías frente a estos sentimientos cuando eras un niño? ¿Qué es lo que
específicamente recuerdas que hacías?
13. ¿Es esto algo similar o diferente a la manera en como lidias con tus hijos cuando ellos
experimentan los mismos sentimientos?
14. ¿Qué crees que tus hijos desearían que tú hicieras o dijeras en lugar de ello?
16. ¿Puedes darte cuenta de que el no hablar acerca de los sentimientos con tus hijos
puede ser perjudicial?