Padres Lo Suficientemente Buenos

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Elogios a la obra Padres lo suficientemente buenos

En un mundo donde hay demasiada información, Padres, por lo tanto, buenos padres, niños,
niñas, niñas, adolescentes, niñas y adolescentes. La terapia de esquemas ha sido exitosa con
adultos, pero siempre ha sido útil para prevenir los problemas de esquemas o trampas de la vida
en los niños, y si usted está aquí, aquí está! –
Dr. Jeffrey Young
Depto. De Psiquiatría, Universidad de Columbia, Nueva York:
Fundador de la Terapia de Esquemas

Este libro se refiere a los padres, a los padres, a los niños, a los niños y a los niños. Lo recomiendo
altamente

Charles L. Whitfield, M.D.


Autor de libros de éxitos en las ventas a nivel internacional, Sanando al niño interior (la
sanación del niño interior); Sabiduría para saber la diferencia: temas centrales en las relaciones,
la recuperación y la vida (sabiduría para entender la diferencia: cuestiones fundamentales en
las relaciones, la recuperación y el vivir)

Algunos expertos proponen que el mejor regalo que les podemos dar a nuestros hijos es un padre
sano. Padres lo suficientemente buenos nos da la oportunidad de mirar detenidamente las
complejidades de nuestras propias personalidades, trampas de vida y estilos de adaptación, para
descubrir esos momentos únicos y desafiantes en la crianza… aquellos que pueden activar
dificultades personales de larga duración así como maravillosas fortalezas. Además de brindarnos
información clara y accesible, junto a herramientas poderosas para una crianza efectiva, John y
Karen Louis invitan al lector a experimentar un viaje de investigación hacia sus propias trampas
personales y hacia aquellas situaciones que las activan, las cuales ocurren cuando uno tiene el
papel de padre. Encontrarás estrategias paso a paso para superar algunos de los obstáculos más
difíciles; siendo una de las más importantes el aprender cómo no caer en la distracción no
saludable de hacer juicios críticos propios, sino más bien considerar como ventajas la
responsabilidad y la alegría de ser padres, además de manejar bien el tema de las expectativas.
Basado en el sólido trabajo como fundamento del enfoque de Terapia de esquemas basado en
evidencias, Padres lo suficientemente buenos será una obra que añadirá gran valor a tu
biblioteca.

Wendy Behary
Autora de Desarmar al Narcisista: Sobrevivir y prosperar con el Ser Absorbido (desarmar al
narcisista: cómo sobrevivir y progresar ante la persona centrada en sí misma); Presidenta,
Sociedad Internacional de Terapia de Esquemas (ISST por sus siglas en inglés)

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En Padres lo suficientemente buenos, John y Karen Louis ponen en las manos de los padres
nuevos y poderosos conocimientos y herramientas, así como les muestran, en una atractiva
combinación de claridad, autoridad, cariño, franqueza y humildad, cómo exactamente usar
dichos recursos para transformar los momentos tranquilos del día a día, los desafíos comunes y
las crisis emocionales de la paternidad en oportunidades para encaminar a sus hijos en el camino
de florecer como adultos. En esta guía, que es la primera de su género, John y Karen integran las
reflexiones y estrategias de un importante nuevo enfoque para cubrir necesidades emocionales
básicas, la Terapia de esquemas, con las últimas investigaciones sobre la crianza. Lo hacen de una
manera en la cual dejan en claro su amplia experiencia en ayudar a los padres, como líderes de
iglesia y como padres; le hacen completa justicia a la complejidad y desafios que tiene la crianza,
pero mantienen el contenido en un modo lo suficientemente simple y claro para ser de interés
inmediato y práctico. Los padres y aquellos profesionales que ayudan estos deben leer este libro.

-George Lockwood, Ph.D.


Director del Instituto de Terapia de Esquemas del Medio Oeste;
Representante de Asuntos Públicos, Sociedad Internacional de Terapia y Esquemas (ISST)

Este manual presenta una perspectiva detallada de los esquemas en la crianza y está basada
científicamente, relacionando conocimientos teóricos con vivos ejemplos de la vida cotidiana
(incluyendo ejemplos de la propia familia de los autores) junto a gráficos expresivos. El tono que
usa el libro no es de enjuiciamiento, sino afectuoso y animante, mientras el título Padres lo
suficientemente buenos es una advertencia para que no tengamos estándares inflexibles.

-Eckhard Roediger, M.D.


Secretario, Sociedad Internacional de Terapia de Esquemas (ISST), Frankfurt

Lo central en la práctica de la Terapia de esquemas es sanar las heridas y los traumas creados en
la infancia cuando los padres no satisfacen las necesidades básicas emocionales de los niños.
Usando un humor, planteamientos y compromiso a favor de una vida interior que son
particulares, John y Karen Louis desarrollan la necesidad de la Terapia de esquemas al ofrecer
una guía práctica para criar niños con una comprensión de lo que son las necesidades
emocionales básicas y lo que se requiere para satisfacerlas. Ellos combinan sus experiencias
como padres, terapeutas y líderes de iglesia para ofrecer una valiosa perspectiva acerca de criar
niños felices y emocionalmente sanos.

-Catherine Amon, MSW, M.Div.


Centro de Terapia Cognitiva de Nueva York

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Cuando se me pidió que colaborara en la revisión de la traducción de este libro, no sabía qué me
iba a encontrar a mí misma y mis trampas de vida. Fue una experiencia increíblemente
conmovedora. Pude entender que era lo que me había atrapado por muchísimos años y como
estas trampas afectaron la vida de las personas que más amo. Sin embargo brindó la sanción que
necesitaba, y me hizo consciente que debo trabajar aun en esos Esquemas. Sé que este libro será
de gran ayuda a muchas familias. Gracias por la oportunidad que se me brindó.

Esperanza Sacco Bedoya,


Equipo de traducción y estilo de redacción. Philadelphia, USA.

¡Un libro muy práctico y revelador sobre la crianza que trasciende las razas y las culturas! Un libro
de lectura obligatoria para todos los padres que tienen hijos de cualquier edad. Ha abierto
nuestros ojos a una forma más sana de comunicarnos con nuestros hijos para asegurarnos que
estamos satisfaciendo sus necesidades y que nos estemos manteniendo conectados a ellos. Los
cambios experimentados en ellos y en nosotros han sido espectaculares. ¡Muchísimas gracias!

Dr. Mark Timlin, MBChB, MPH, MBE y Vicki Timlin, Melbournemn

Cuando empecé a trabajar en este libro, no imaginé lo trascendencia para vida. Porque uno
puede pensar: "Bueno, no soy madre aún, así que no creo que mensaje sea para mí". Sin
embargo, a medida que avanzaba en la revisión, comencé a descubrir que PLSB no es un libro
solo para padres; es para los hijos, los hermanos, las esposas, los amigos; cualquier vínculo
interpersonal que nos hace caer en trampa y torbellinos emocionales. Y, sin duda, es un libro que
debes repasar a diario.

-Priscila Rojas (corrección de estilo)

De la comprensión que he adquirido durante el trabajo de traducción de este libro, he empezado


a explorar con mis hijos adultos acerca de cómo mis propias trampas de vida han moldeado mi
estilo de crianza. ¡Que se animen las parejas que están en la etapa del nido vacío, no es
demasiado tarde para romper el círculo!
-(Amy Morgan, supervisora de traducción)

Trabajar en la traducción de este libro ha sido una gran experiencia. He podido descubrir trampas
de vida que había interiorizado; me he podido identificar con muchas situaciones allí descritas y
aprender a sanar esas voces disfuncionales que han marcado negativamente mi carácter. Me
alegra que después de leer el libro, te queda la esperanza de poder cambiar y aprender a
relacionarte sanamente contigo mismo, tu pareja y con los demás. Gracias por la iniciativa de
hacer accesible este fabuloso material para el habla hispana.
-(Ana María Caro Maita, traductora)

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PADRES lo suficientemente BUENOS: Una perspectiva en profundidad sobre cómo satisfacer las
necesidades básicas emocionales y evitar las interacciones exasperantes
©2015 John Philip Louis and Karen McDonald Louis

Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, almacenada
en un sistema de recuperación o transmitida de ninguna forma ni por ningún medio-sea
electrónico, mecánico, fotocopiado, grabado, escaneado u otro- excepto para citas breves en
reseñas críticas o artículos, sin la previa autorización por escrito de la editorial.

Publicado en Nueva York, Nueva York, por Morgan James Publishing. Morgan James y The
Entrepreneurial Publisher son marcas registradas de Morgan James, LLC.
www.MorganJamesPublishing.com

Para el habla hispana, publicado por Francisco Bedoya Coaching y Liderazgo Transformacional,
www.franciscobedoya.com; para conferencias en vivo puedes contactar a Francisco a:
[email protected]

Equipo de traducción: Ana María Caro Maita, Priscila Rojas y Amy Morgan

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CONTENIDO

Agradecimientos y dedicaciones
Prefacio
SECCIÓN UNO: INTRODUCIENDO PADRES LO SUFICIENTEMENTE BUENOS

Capítulo Uno: ¡Criar hijos sí importa!

Capítulo Dos: La importancia de las necesidades emocionales básicas


Trampas de vida, estilos de adaptación y dominios
El fundamento de las necesidades emocionales básicas
Cómo el matrimonio afecta la crianza

Capítulo Tres: Las necesidades emocionales básicas no cubiertas


Involuntario y sutil
Moral, Convencional, de lo Personal, de la Prudencia

Capítulo Cuatro: Interacciones exasperantes


De la subestimación
Perfeccionista y condicional
Controlador
Castigador
De privación emocional e inhibidor
Dependiente y egoísta
Sobreprotector
Pesimista
Demasiado permisivo
¿Por qué las trampas de vida (esquemas) son tan importantes?

SECCIÓN DOS: LA NECESIDAD BÁSICA EMOCIONAL DE CONEXIÓN Y ACEPTACIÓN

Capítulo Cinco: Conexión y aceptación


La conexión es esencial
Pioneros en el tema de la crianza
Capítulo Seis: El dominio de la desconexión y el rechazo
La trampa de vida de la desconfianza/abuso
La trampa de vida de la defectuosidad/vergüenza
La trampa de vida de la privación emocional
La trampa de vida del aislamiento social/alienación
La trampa de vida de inhibición emocional
La trampa de vida del fracaso
Zona básica de seguridad

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Capítulo Siete: Tener tiempo de calidad toma tiempo
El poder de la conexión personal
El poder de las cenas diarias
El poder del vínculo temprano
El poder de conectarse, trabajar y jugar (Gy a los papás les encanta jugar!)

Capítulo Ocho: Empatía y validación de las emociones


Los beneficios de la empatía
Empatía Cero
Procesar emociones
Aceptar los sentimientos vs. Aceptar la conducta

SECCIÓN TRES: LA NECESIDAD BÁSICA EMOCIONAL DE SANA AUTONOMÍA Y DESEMPEÑO

Capítulo Nueve: Sana autonomía y desempeño


La autonomía y la autoestima
La autonomía y la motivación

Capítulo Diez:
La trampa de vida de la vulnerabilidad hacia el daño o enfermedad
La trampa de vida de la dependencia/incompetencia
La trampa de vida del apego/yo inmaduro
La trampa de vida del abandono/inestabilidad
La trampa de vida de la subyugación
La trampa de vida del negativismo/pesimismo
Zona básica de seguridad

Capítulo Once: Empoderamiento conforme a la edad


Ofrece opciones apropiadas a la edad Comunica respeto
Mantén tus motivaciones bajo control

SECCIÓN CUATRO: LA NECESIDAD BÁSICA EMOCIONAL DE LÍMITES RAZONABLES

Capítulo Doce: Límites razonables


Todos necesitan límites
Los beneficios del autocontrol

Capítulo Trece: El dominio de los límites deteriorados


La trampa de vida de los derechos/grandiosidad
La trampa de vida del autocontrol/autodisciplina insuficientes
La trampa de vida de la búsqueda de aprobación/búsqueda de reconocimiento
Zona básica de seguridad

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Capítulo Catorce: ¿Qué impide los límites?
Las situaciones más frecuentes que producen bloqueos
Las necesidades vs. Los deseos; los derechos vs. Los privilegios
Las expectativas de los padres
El torbellino

Capítulo Quince: Mantenerse fuera del torbellino


1. Da instrucciones claras (con estrategias establecidas de antemano)
2. Promueve la unidad
3. Sé optimista y animante
4. Realiza juegos de roles durante los tiempos de familia
5. Obtén cooperación
6. Mantén una excelente conexión
7. Revisa las reglas periódicamente
8. Da opciones y una segunda oportunidad
9. Permite que las consecuencias surtan efecto
10. Reconcilia de manera profunda, reconociendo responsabilidades y haciendo un cierre
apropiado

SECCIÓN CINCO: LA NECESIDAD EMOCIONAL BÁSICA DE EXPECTATIVAS REALISTAS

Capítulo Dieciséis: Expectativas realistas


Tener expectativas exageradas no es la solución
La esterilidad de una vida ocupada

Capítulo Diecisiete: El dominio de las expectativas exageradas


La trampa de vida de los estándares inflexibles/hipercriticismo
La trampa de vida del castigo
La trampa de vida del auto sacrificio
Zona básica de seguridad

Capítulo Dieciocho: La participación de los padres: ¿un punto a favor o un punto en contra?
Para los padres su matrimonio debe ser prioridad
Fija objetivos orientados al aprendizaje y no al desempeño
No controles usando el castigo, el elogio o el premio
Enfócate en quiénes son tus hijos en el interior y no en lo que hacen al exterior
Aprende a motivar a los alumnos de bajo rendimiento
Aprende acerca de las inteligencias múltiples e identifican los talentos tus hijos
No te permitas a ti mismo imaginarte los peores escenarios posibles

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SECCIÓN SEIS: AVANZANDO HACIA RESULTADOS MÁS SALUDABLES

Capítulo Diecinueve: Valores espirituales y comunidad


Valores espirituales
Comunidad saludable
Capítulo Veinte: Reparar y reconectar
La sanación viene de ser vulnerable
Cómo ser vulnerable
Principios para considerar
El perdón

Epílogo
Apéndice Uno: Hoja de trabajo sobre interacciones
Apéndice Dos: Ejercicio para procesar emociones
Índice
Notas

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AGRADECIMIENTOS Y DEDICATORIAS

Queremos agradecer a nuestro a Dios y quienes siempre nos han apoyado y sobre
todo han vivido la lejanía de nuestro estilo de vida, Esperanza Sacco Bedoya, mi
madre, que al ser yo su único hijo y darle sus únicos dos nietos, siempre ha sido
proactiva en conectar con nosotros y visitarnos en los países que hemos vivido.

Ha sido un gozo tener parientes que nos inspiran, y a todos les agradecemos. La
familia de mi esposa al difunto Papa Gilo y a mi amada suegra Doña Gloria,
quienes siempre nos mostraron amor y servicio.

Mis cuñados han sido de apoyo y de influencia positiva en nuestros hijos, sobre
todo muchas risas

Los tíos, primos, sobrinos, han sido una gran familia! ´Esperamos poder compartir
más recuerdos de navidad y cumpleaños especiales.

Hay tantas personas a las que nos gustaría mencionar, como siempre, se dice, pero
es la verdad y ellos saben quiénes son...

Mi bella esposa, Liz Bedoya, ella me ha dado su amor sin medida y disfrutamos
nuestra vida de aventuras y el deseo de tener una familia feliz, y llena de amor. Te
agradezco la paciencia y apoyo durante las tantas horas leyendo, editando y
coordinando traducción y presentaciones. Te amo para toda la vida y la eternidad.

No puedo dejar de mencionar, las dos razones por las cuales cada día deseo ser un
mejor padre de familia y ellos son nuestros hijos, Andrés y Ximena Bedoya, cada
uno de ustedes es tan especial y nos llenan el corazón de amor y gozo. No
dejaremos de esforzarnos en ser los padres que Dios desea que podamos llegar a
ser y juntos disfrutar de nuestra familia y vida juntos, por siempre los amaré más

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AGRADECIMIENTOS Y DEDICATORIAS

En primer lugar, deseamos agradecer a Dios, quien es el máximo ejemplo de


padres: gracias, Señor, por darnos todas las cosas y por cubrir nuestras
necesidades emocionales básicas.

Gracias al Dr. Jeffrey Young, fundador de la Terapia de esquemas, cuya influencia


está en cada página: conocerlo marcó un nuevo camino para nosotros en cuanto
a prevenir los esquemas antes que empezaran. Valoramos el tiempo que separó
para nosotros y estamos agradecidos porque nos animó a perseguir nuestro
sueño. Gracias a Pat Sim, nuestra asistente y socia de terapia de película:
valoramos nuestra amistad y sociedad durante las últimas dos décadas.
¡Definitivamente no habríamos podido sacar adelante esto sin ti!

GRACIAS A NUESTRO DEDICADO EQUIPO DE INVESTIGACIÓN


Dr. George Lockwood, Dr. Harold Sexton, Dr. Asle Hoffart y Teo Yig Zern (Yiren)
hicieron uso de su pericia y diligencia para depurar nuestros datos e invirtieron
muchas horas estudiando minuciosamente lo que debió haber parecido
estadísticas interminables. El Consejo Nacional de Servicios Sociales de Singapur
(NCSS por sus siglas en inglés) ayudó a financiar nuestra investigación.

GRACIAS A NUESTRO TALENTOSO EQUIPO DE EDICION/ MATERIAL


GRÁFICO/FORMATEO
Nuestro más profundo agradecimiento va a una editora muy especial, Catherine
Amon, nuestra amiga y mentora, quien entendió la conexión entre terapia de
esquema y espiritualidad como pocos lo hacen. Catherine, tu fallecimiento fue
repentino y serás extrañada. Siempre estarás con nosotros en nuestro trabajo, y
tu contribución vive en las páginas de este libro. Dr. Shirlena Huang, Dr. Randy
Janka y Lisa Laoye nos ayudaron cuando no tenían tiempo para hacerlo; ellos
merecen nuestro máximo agradecimiento por sus meticulosos y detallados
aportes

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Dr. Mark Timlin y su esposa, Vicki, nos dieron comentarios inteligentes y
energéticos. Paul Ramsey, Mark Templer y Anna O'Brien, cada uno de ellos
hicieron una lectura previa del libro; sus críticas fueron muy importantes y
marcaron una diferencia. Sher Lee Wee se puso a disposición nuestra y usó sus
dones como artista para dibujar los gráficos, lo que significó un enorme
complemento a esta obra y a nuestros talleres. Tan Beng Hwa con mucha
paciencia trabajó los gráficos y Abraham Agustín formateó las partes
verdaderamente monótonas.

PALABRAS FINALES

Un agradecimiento a nuestros padres, la señora Philip Eastus Louis y Craig y Ann


McDonald (a quienes cariñosamente llamamos Mama Louis, PawPaw y
MeeMaw, respectivamente), quienes nos apoyan increiblemente en el trabajo
que hacemos: estamos agradecidos por las maneras en que ustedes cubrieron
nuestras necesidades emocionales básicas. ¡Y ustedes también son unos fabulosos
abuelos! Y finalmente, gracias a nuestros maravillosos hijos, Sonia y David; este
libro está dedicado a ustedes. No podemos imaginar la vida sin ustedes ¡una gran
parte de la alegría que sentimos en nuestras vidas se debe a ustedes! Los
respetamos por quienes ustedes son y en quienes se están convirtiendo.
¡Compartir tiempos con ustedes es una de nuestras cosas favoritas de hacer de
todo el mundo! Gracias por su amistad, honestidad y compañerismo así como por
mostrarnos tanto perdón en nuestra travesía para convertirnos en Padres lo
suficientemente bueno.

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PRÓLOGO

Padres lo suficientemente buenos y el proyecto de su traducción, tiene que tocar mucho a


nuestra familia. En una historia bastante interesante, y mayo del 2009 fuimos a servir como
líderes de iglesia a la capital de Paraguay Asunción, nos enamoramos de la ciudad con sus bellos
árboles y la cercanía de todo, después de haber vivido en México DF y en Los Ángeles California
combinadas 4 años y 9 meses, deseábamos trabajar en una ciudad pequeña y donde pudiéramos
dedicarle el tiempo necesario a nuestra familia.

En Julio del 2010 se le descubre un tumor en la cara a mi esposa y no sabíamos si era benigno,
en Asunción no podría ser tratado, después de varias consultas, mi esposa viaja a Broward Florida
para hacerse la biopsia y en ese mes completo me quedé con mis hijos en Asunción solos y con
la incertidumbre de saber cuánto tiempo más Liz estaría con nosotros. Gracias a Dios el tumor
fue benigno.

Mientras esperábamos la cirugía, que se haría en octubre 2010, allá en Florida, tuvimos la
oportunidad de entrenarnos con John y Karen y otro grupo de líderes, en sus talleres e
inmediatamente surgió el deseo y la visión de traducir y compartir este material tan importante
en español.

Pensé y no olvido aún, algo que compartió John Louis en ese entrenamiento, que en Singapur el
Primer Ministro consideraba disminuir las horas de trabajo para que así las personas pasen mejor
tiempo con sus familias, yo entendí la visión, que para sostener el crecimiento económico y social
una de los núcleos más importantes es la familia, ¡eso necesitamos en América Latina (pensé yo)!
El resto de la historia ya se la imaginaran ustedes.

Yo conocí a mi padre hasta los 12 años y eso marcó mi vida, así como la excelente educación y
relación que tuve con mi madre. Desde joven pensé que no quería tener una familia que no fuera
feliz, y por medio de encontrar mis esquemas, o trampas de vida, y seguir deseando tener una
familia feliz, me he esforzado en cambiar y crecer. La Biblia y mi relación con Dios me han
ayudado grandemente y éste libro a mantener el curso de este viaje tan especial

La vida de las madres solteras me ha influenciado toda mi vida y sé que este libro también será
de gran ayuda para ellas, tendremos familias con más influencia positiva y así mismo veremos
liderazgo que un día llevará a América Latina a brillar, ese es mi sueño y solo deseo que los
lectores de este material, también puedan soñar y llegar a ser padres lo suficientemente buenos.

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PREFACIO

Emprendimos la redacción de un libro sobre crianza temblando de miedo, por lo cual nos
sentimos un poquito obligados a explicar qué nos llevó este proyecto, como justificación por lo
que podría parecer una tarea arrogante, pues uno podría preguntarse, ¿por qué se necesitaría
otro libro más de crianza? Lo que hace único a este libro es que es el primer libro, dentro de lo
que conocemos, que trata de explicar cómo la terapia de esquemas se relaciona con la crianza,
cómo prevenir los esquemas en los niños (o al menos cómo evitar que ellos causen daño) y cómo
satisfacer las necesidades emocionales básicas de los hijos. La versión corta de cómo nació
nuestro taller de Padres lo suficientemente buenos y, finalmente, este libro es que en Octubre
de 2007, asistimos a un seminario llamado Una introducción a la terapia de esquemas, por el Dr.
Jeffrey Young, el fundador de dicha terapia. Durante una sesión de preguntas y respuestas, uno
de los participantes le preguntó al Dr. Young: Su teoría sostiene que los "esquemas»
(pensamientos/ recuerdos/creencias automáticos negativos) se desarrollan en la infancia, y hay
alguien que haya propuesto un programa de prevención de esquemas para los padres? En tono
de broma, el Dr. Young contestó que el trabajo de toda su vida había sido el planteamiento de la
terapia, por lo que nunca había tenido tiempo para trabajar el tema de la prevención, pero que
por favor se sintieran libres de hacerlo. Nosotros tomamos en serio sus palabras y en privado le
expresamos nuestro interés, contándole al Dr. Young acerca de las presentaciones que habíamos
hecho en el tema de crianza usando escenas de películas para sensibilizar a los padres y hacerlos
tomar conciencia, dado que nuestras clases parecían estar de acuerdo con lo que el Dr. Young
dijo que podría prevenir el desarrollo de esquemas. Él animó a John a entrenarse con él en
Manhattan, y para Mayo del 2008, el Dr. Young le dio el visto bueno a nuestro modelo de
prevención de esquemas. En el otoño, llevamos a cabo la primera edición de nuestro nuevo taller,
Padres lo suficientemente buenos, a una multitud de 600 personas en Singapur. Cuando
empezamos a capacitar a facilitadores, se nos preguntaba: “¿Cuándo van a escribir un libro sobre
crianza que se complemente el taller?» Debido a que es nuestra convicción que el mejor regalo
que los padres pueden dar a sus hijos es amarse el uno al otro, ya habíamos desarrollado un taller
sobre matrimonios con un libro que lo acompañaba, Elijo nosotros, que es, en cierto sentido, el
principio de este libro, así que Padres lo suficientemente buenos es en verdad el Volumen II del
primer texto. Separamos un año para trabajar en la versión cristiana, dado que nuestra principal
audiencia eran grupos de crianza de la iglesia. Más tarde, la comunidad de terapia de esquemas,
varias instituciones educativas e inclusive algunas agencias gubernamentales mostraron interés
por lo que había la necesidad de una versión secular. Ahora, ya sabes cómo nació este libro. Por
favor, recíbelo con el espíritu con el que fue escrito, ¡de dos padres que entienden demasiado
bien que no son perfectos! Esperamos que puedas hacer uso de él durante todo tu trayecto de
crianza, como una guía para ser un padre do suficientemente bueno».

John y Karen Louis, Singapur

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M
ientras preparaba un taller sobre cómo desarrollar el autoestima de los niños,
para el Consejo de Promoción de la Salud de Singapur, pedí ayuda a nuestro
hijo de once años, quien tenía (y aún tiene) un sano sentido de autoestima.

Karen: (sentada en el sofá junto a David). Oye, cariño, necesito un poco de ayuda para una
exposición en la que estoy trabajando. ¿Puedo hacerte una pregunta?

David: Claro, mamá.

Karen: OK, solo por curiosidad, ¿qué harías si un niño en la escuela te dijera que eres estúpido?

David: (con mucha confianza) ¡Le diría que él es el estúpido!

Karen: OK... y, solo por curiosidad, ¿qué harías si uno de tus maestros te dijera que eres
estúpido?

David: (pensativo y una sonrisa) Bueno, probablemente no le diría él es el estúpido pero ¡sí lo
pensaría!

Karen: Una pregunta más... ¿que qué harías si yo te dijera que eres estúpido?

David: (pausadamente y con un poco de tristeza). Bueno, probablemente me enojaría, pero


puede que yo te crea.

Importa mucho el cómo criamos a nuestros hijos. No dejes que nadie te diga lo contrario. Es el
trabajo más significativo que jamás harás, con consecuencias que trascienden más allá de lo
imaginable.

Hemos condensando un estudio extenso y cuidadosamente exhaustivo que resume más de 1000
artículos sobre crianza de hijos en dos oraciones:

• Los adolescentes cuyos padres son comprensivos y cariñosos, pero que además
constantemente los supervisan y hacen cumplir reglas familiares, tienen más probabilidades
de estar motivados y ser exitosos en la escuela así como de ser saludables física y
psicológicamente.

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• Por el contrario, los adolescentes cuyos padres son extremadamente estrictos y les conceden
poca independencia, así como aquellos cuyos padres son cariñosos pero permisivos, tienen
más probabilidades de ser impulsivos y realizar conductas peligrosas! (RI1.1).

Estas conclusiones no son realmente sorprendentes; más bien parecen provenir del sentido
común. Los padres deben ser cercanos a sus hijos adolescentes, practicar lo que predican y evitar
ser demasiado controladores o demasiado permisivos. Sin embargo, el siguiente fragmento de
investigación es un poco más alarmante: un estudio de casi 600 familias en Nueva York, realizado
por más de 18 años, descubrió que una crianza no saludable era un predictor de la enfermedad
mental de los hijos, ¡más que la propia salud mental de los padres! Cuanto más frecuente ocurran
situaciones de crianza no saludable, es más probable que vayan a aparecer enfermedades
mentales en los hijos (RI1.2). La crianza de los hijos sí importa.

Reconocemos que la mayoría de los padres está tratando de hacer todo lo posible para dar
amor a sus hijos, y que sus errores normalmente no son intencionales, ni perceptibles. Y si bien
no existe algo así como un padre o una madre perfecta, los padres pueden aprender a ser «lo
suficientemente buenos». (Nosotros no inventamos esa frase, sino que fue el pediatra y
psicoanalista inglés Donald Winnicott, quien escribió acerca de la <madre suficientemente
buena», hace más de medio siglo3). Para llevar a cabo una crianza de hijos que sea
suficientemente buena se necesita tenerlo como tú objetivo y entrenarse para ello.

Permítannos ilustrar este principio con una historia sobre el clan familiar de Karen, en
Texas. Los McDonald juegan un juego de cartas llamado Liverpool Rummy. Para ellos, cada
feriado es una excusa para realizar un torneo: contar con tres mesas o más de seis jugadores en
cada una no es una escena inusual en ninguna de sus reuniones Aunque los nuevos miembros de
la familia luchan con aprender las complejidades del juego-con sus muy particulares reglas- luego
de varios Días de Acción de Gracias y Navidades, ellos empiezan a adquirir las habilidades
necesarias y muy pronto empiezan a ganar o al menos a no quedar últimos en el juego. Ellos
aprenden a no sentarse detrás del tío que compra de todo, de cuidarse de la tía que siempre
juega mal a propósito y a no sorprenderse cuando cierto primo de repente se pone a cantar
cuando pierde.

El resultado del juego es determinado en parte por las cartas que a uno le toca, pero
también-y en gran medida- por cómo uno juega. Algunos jugadores se lamentan de su mala
suerte, y con el tiempo ponen excusas respecto a por qué Liverpool no es su fuerte. Otros van
puliendo sus habilidades, año tras año, y van mejorando más y más.

La crianza de hijos es algo muy parecido. Cuando los futuros padres combinan su carga
genética, parte de la emoción de tener un hijo es descubrir qué características les «ha tocado».
El carácter de los hijos es algo innato; los padres no tienen la posibilidad de seleccionar cuál
temperamento prefieren que tengan sus hijos, pues ello es algo con lo que se nace. Pero también
está el lado de la crianza, y es allí donde tenemos nuestra parte. Podemos ser entrenados.

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Podemos aprender estrategias. Podemos estudiar a nuestros hijos y saber quién de ellos
«juega mal» y quién es más probable que ese ponga a cantar». Puede que no ganemos en cada
juego, pero podemos mejorar con el tiempo, hacerlo cada vez mucho mejor. Eso es una crianza
lo suficientemente buena.

¿Por qué es efectiva un a crianza lo suficientemente buena? Porque ayuda a los padres a
cubrir lo que llamamos las necesidades emocionales básicas y porque puede:

• Preparar a los padres para educar hijos emocionalmente sanos y autónomos quienes podrán
hacer una contribución positiva a su mundo
• Evitar que los padres (tanto como sea posible) transmitan actitudes y conductas
disfuncionales
• Dar consejos paso a paso, en caso de adolescentes o hijos adultos, respecto a cómo
remediar o arreglar las cosas y reconectarse luego de un conflicto

En Padres lo suficientemente buenos, se explica la importancia de las necesidades


emocionales básicas, se definen y describen, así como se analizan los problemas que surgen en
el largo plazo cuando tales necesidades no se cubren. Además, se usan caricaturas para ilustrar
cómo las trampas de vida se transmiten, incluyendo en cada sección una «Zona básica de
seguridad», donde se advierte a los padres respecto de cómo evitar los peligros específicos
asociados a cada necesidad emocional básica. Se da instrucciones prácticas respecto de cómo
cubrir las diferentes necesidades, proponiendo ejercicios y actividades para reforzarlas. Por
cierto, hemos matizado el libro con historias sobre nuestra familia (con el permiso de nuestros
hijos), llamando a esos fragmentos «Toda la verdad sobre los Louis». También hemos incluido
historias de la vida real sobre padres y/o hijos a quienes hemos personalmente aconsejado o
cuya consejería hemos supervisado. Se han cambiado los nombres y algunos detalles para
proteger la confidencialidad, y en el caso de historias creadas para beneficio del ejemplo, las
etiquetamos como «Viñetas». Además de todo esto, llenamos el libro con fragmentos de
investigaciones; para aquellos que están deseando información más profunda, busquen el
símbolo «RI» (lo que Revelan las Investigaciones). Cuando veas un RI seguido de un capítulo y
número de referencia, podrás identificarlo con investigaciones más exhaustivas en nuestro sitio
de Internet www.gep.sg. También puedes ir a dicho sitio para encontrar más información sobre
nuestros Talleres de Padres lo suficientemente buenos para más información en español visita
www. franciscobedoya.com, que combina películas, enseñanzas e interacción para ayudar a
mamás y papás en su viaje como padres.

Desearíamos poder darte una fórmula, pero aunque usamos métodos e investigaciones
científicas, los hijos no son un proyecto de ciencia; no hay una receta que funcione con todos los
hijos. Algunos amigos muy queridos nuestros, quienes son además grandes padres, nos dijeron
una vez que invertían mucho tiempo en «estudiar» a cada uno de sus cuatro muy diferentes
retoños, ¡tanto que ellos tenían el equivalente a un título de alto grado académico en cada hijo!
Esa actitud es necesaria si queremos ser padres lo suficientemente buenos, porque la crianza de

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hijos es tanto un arte como una ciencia, siendo cada hijo su propia obra maestra, de valor
incalculable.

Advertencia: Padres lo suficientemente buenos no es un libro para «corazones débiles»; no


es un libro para complacientes o personas que buscan «sentirse bien». Practicar los principios de
una crianza suficientemente buena toma valentía, pasión y perseverancia, además de sangre,
sudor y lágrimas. Pero la alegría y satisfacción que resultan cuando estás emocionalmente
conectado a tu hijo, cuando comparte muchos de tus mismos valores, cuando lo ves que está
funcionando a un nivel sano en su mundo, cuando ama estar contigo y es exitoso cuando no está
contigo, cuando lo ves floreciendo en sus relaciones, todo ello hace que una crianza lo
suficientemente buena valga la pena, cada minuto de ella.

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L
as necesidades básicas para la vida vegetal son
agua, la luz del sol, aire y nutrientes. De la
misma manera, los seres humanos deben
tener sus necesidades emocionales básicas satisfechas a fin de
estar sanos mental y emocionalmente. Y así como las hojas
marchitas son las primeras señales que una planta no está
floreciendo, así también, hay señales cuando las necesidades
básicas emocionales no están siendo cubiertas debidamente
en los niños, lo cual deriva en una amplia gama de patrones
disfuncionales más adelante en su vida. El cubrir las
necesidades emocionales básicas no es meramente un bonito
tip para la crianza o una sugerencia opcional para mejorar la
conducta, sino una exigencia absoluta para educar niños sanos
y felices. Después de una década y media de trabajar en
diferentes culturas, y de nosotros mismos ser padres, estamos
convencidos de que ayudar a los niños a ser capaces de
funcionar y florecer en un mundo adulto depende en absoluto de que los padres cubran sus
necesidades básicas emocionales. Si éstas no son cubiertas, los niños internalizarán estas
experiencias frustrantes y dolorosas y lucharán para adaptarse, lo cual lleva a desarrollar lo que
el Dr. Jeffrey Young llama esquemas mentales tempranos maladaptativos o «trampas de vida».
La teoría de Young llevó al descubrimiento de dieciocho trampas de vida/esquemas. Él desarrolló
la Terapia de Esquemas para ayudar a los adultos a cambiar estos patrones, los cuales, de otra
manera, se manifiestan repetidamente a lo largo de la vida. ¡Uno de los propósitos emocionantes
de este libro es de prevenir que se formen desde el inicio trampas de vida activas que causen
daño!

Trampas de vida, estilos de adaptación y dominios


Piensa en las trampas de vida como algo así: desarrollamos ciertos patrones de
pensamiento durante nuestra niñez. Por ejemplo, el (la) hijo(a) primogénito(a) de una familia
donde el proveedor del hogar está luchando para llegar a fin de mes podría desarrollar un mayor
sentido de responsabilidad que ella) hijo(a) menor de una familia de cuatro integrantes que

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pertenece a la clase media-alta. De la misma manera, un(a) niño(a) que ha sido criado(a) en un
vecindario que valora los logros atléticos podría desarrollarse de manera diferente si se muda a
una ciudad que otorga mayor importancia a los logros académicos.

Desafortunadamente, las influencias en los niños no son siempre tan benignas. Unos niños
que han sido acosados sexualmente por un pariente podrían pensar que no es posible confiar en
ninguna figura de autoridad. Unos niños que son intimidados en la escuela podrían empezar a
pensar que son personas que no pueden ser amadas. Los que son menospreciados por sus padres
podrían empezar a pensar que no valen la pena o que nunca van a dar la talla. Estas experiencias
tóxicas llevan al desarrollo de patrones negativos de pensamientos, sentimientos y conducta;
memorias dolorosas conscientes o inconscientes, y creencias respecto a nosotros mismos y a los
demás que acarreamos a nuestra vida adulta, a nuestro matrimonio y a la crianza de nuestros
hijos. Estos pensamientos y creencias están distorsionados. Entre más fuertes son nuestras
trampas de vida, más distorsionada es nuestra visión de la realidad (véase Figura 2.2).

Todos desarrollamos trampas de vida durante la niñez, en parte debido a nuestros


temperamentos innatos, y en parte debido al ambiente. Sin embargo, el número fuertes son
nuestras trampas de vida aumenta en la
medida que nuestras necesidades
emocionales básicas no sean cubiertas. Tal vez
tratamos de ganar la atención o el amor de
quien nos cuidó. Tal vez nuestra meta número
uno era evitar ser avergonzados. O tal vez
tuvimos una experiencia sexual temprana o
estuvimos sujetos a estándares muy altos. Si
fuimos abusados, abandonados,
avergonzados o despojados de amor por
nuestros padres, hermanos o compañeros, es
casi seguro que habremos desarrollado cuán
algunas trampas de vida activas. Por otra
parte, estas trampas de vida están, de alguna
forma, relacionadas unas con otras y tienden
a aparecer en conjuntos. Si un individuo tiene
una trampa de vida, es probable que tenga
otra trampa de vida relacionada. En las
investigaciones, estos conjuntos son llamados
«dominios». Las investigaciones han
descubierto que los esquemas de Young se
agrupan en cuatro dominios, los cuales
corresponden a nuestras cuatro necesidades
emocionales básicas.

Las trampas de vida son parte de la


disfunción. La otra parte de la disfunción es la

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forma en cómo hemos aprendido a lidiar con estas trampas de vida cuando se activan. Cuando
nuestras necesidades emocionales básicas no son cubiertas cuando somos niños, nos
exasperamos e inconscientemente desarrollamos una manera de afrontar el dolor de la
necesidad no satisfecha. La manera en que afrontamos esto (por ejemplo, huir o contraatacar)
tiene mucho que ver con nuestro temperamento. Llevamos estos estilos de adaptación a nuestra
vida adulta; puede parecer que en ese momento disminuyen el dolor, pero indefectiblemente
perpetúan o intensifican la trampa de vida a largo plazo y dejan nuestras necesidades más
profundas sin ser satisfechas. Hay tres maneras en que la gente maneja los problemas cuando
sus trampas de vida se activan: resignación, evasión y sobre compensación, algunas veces
referida como el contraataque. (Hace ochenta años, Walter Cannon identificó por primera vez el
pelear y el huir como respuestas comunes al estrés; en combinación con el congelarse, éstas se
correlacionan con los tres estilos de adaptación2).

✓ Nunca serás tan buena como tu hermana.


✓ Los esquemas distorsionan la visión de nosotros mismos y de los demás

La resignación
El estilo de adaptación de la resignación se basa en el miedo de lo que creemos que es la
verdad en cuanto a lo que la trampa de vida nos dice sobre nosotros. Reaccionamos desde un
lugar negativo y temeroso, donde la trampa de vida está en control de lo que nos sucede. El
mensaje de este estilo de adaptación es: «lo que me está diciendo esta trampa de vida sobre mí
es verdad y no tengo el poder para cambiarlos». Los niños con el estilo de adaptación de la
resignación creen en su propia visión distorsionada y disminuida sobre sí mismos; entonces, ellos
actúan de maneras que confirman esta visión distorsionada. Si su padre dice algo grosero, por
ejemplo, que el niño es feo o estúpido, el niño estará de acuerdo con él en su corazón; así que
realmente creerá que es tonto y estúpido. Los niños que se resignan a este tipo de mensajes
críticos tendrán un concepto muy pobre de ellos mismos. Esto también causa que tengan una
visión distorsionada de los demás, y una noción distorsionada sobre cómo ellos los ven. Tienden
a culparse a sí mismos, a obedecer y ceder cuando algo va mal. La voz en su cabeza dice: «es mi
culpa». Las personas de tipo resignado (vea la Figura 2.3), cuando hacen frente a la crítica y
culpabilidad, generalmente tienden a:

• Sentirse inferiores a los demás

• Aceptar toda la crítica recibiden

• Buscar acontecimientos para confirmar que «es su culpa»

• Poner las necesidades de otros antes que las propias

Ejemplos de conducta resignada asociada a la crítica y culpabilidad:

• Ceder ante otros durante las discusiones

• Ser una persona que se disculpa en abundancia

• Seguir las reglas complacientemente

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• Sentir una atracción hacia personas que tienen más
confianza

Existen muchos otros tipos de experiencias tóxicas a las


cuales los niños se resignan (por ejemplo, privaciones y
abandono, ser excluido de un grupo, abuso físico, entre
otros) y cada una lleva a sus propios patrones de
creencias, sentimientos y comportamientos.

Figura 2.3: El estilo de adaptación de la resignación

✓ Te pedí que fueras a comprar un foco de 20 watts y


compraste el equivocado. ¿Por qué siempre debo
repetírtelo una y otra vez?
✓ Te dije que no te olvides de tu lonchera, ¿Por qué
eres tan estúpida?
✓ Soy tan tonta. Todo es mi culpa.
✓ Perdón.

La evasión
El estilo de adaptación de la evasión se basa en
escapar del dolor que está asociado a la trampa de vida.
Reaccionamos evadiendo situaciones e interacciones
que llevan a que la trampa de vida se active en
nosotros. El mensaje de (o la subyacente creencia
asociada con) este estilo de adaptación es:
«Es demasiado doloroso e incómodo escuchar o sentir
el mensaje de mi trampa de vida. Debo mantenerme
apartado(a) y distraído(a) para no estar consciente de esta dolorosa verdad sobre mí mismo(a)».

Cuando sus necesidades no son satisfechas o cuando se activan sus trampas de vida, los
niños con este estilo de adaptación harán cualquier cosa para alejarse del sentimiento de
decepción y dolor. Ellos evaden situaciones que puedan ser dolorosas y que puedan activar su
trampa de vida. A veces se sienten impotentes e inventan maneras de retrasar el pensar sobre la
situación. Ellos eluden el conflicto y la intimidad distrayéndose. Los evasores son propensos a las
adicciones, y muchas veces tratan de olvidar el dolor bebiendo excesivamente, consumiendo
drogas, involucrándose en sexo promiscuo, comiendo en exceso u otras conductas
autodestructivas. Algunos escogen, en su lugar, sumergirse en las tareas de la escuela o en un
pasatiempo. Generalmente no desean hablar sobre sus problemas y saldrán con excusas para no
hacerlo. La voz en su cabeza dice: «Evitaré a toda costa el dolor emocional». A veces, no son
capaces de recordar mucho del pasado y se quedan en blanco cuando alguien cuestiona o explora
su pasado, porque les duele demasiado recordarlo. Los niños con el estilo de adaptación evasivo

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muchas veces luchan con ser embusteros, y a veces se
sienten incómodos con el contacto visual. Las personas
de tipo evasivo (vea la Figura 2.4) tienden a:

• Estar fuera de contacto con sus propios sentimientos

• Amortiguar sus sentimientos con sustancias


(comida, alcohol, drogas) o actividades (apuestas,
sexo, trabajar en exceso)

• Actuar como si no tuvieran un problema

• Evitar las relaciones íntimas

• Caminar adormecidos

• Evitar la confrontación de los problemas

Aquellos que se adaptan mediante la evasión muchas


veces pasan una excesiva cantidad de tiempo
involucrados en las siguientes actividades:

• Leyendo periódicos y revistas

• Navegando por Internet; haciendo compras en línea

• Limpiando su cuarto

• Revisando sitios web de las redes sociales

• Siguiendo su deporte o equipo favorito

• Corriendo o jugando un deporte en equipo

• Viendo televisión

• Bebiendo alcohol, fumando o comiendo en exceso

• Hablando por teléfono o enviando mensajes de texto

✓ No me gustó que no me hayas apoyado enfrente de mis padres. Me hiciste ver como una
tonta.
✓ Sólo quería ayudarte a verlo desde su perspectiva.
✓ ¿A dónde vas?, Hablemos.
✓ Lo siento, creo que me quedaré aquí por un tiempo.

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El contraataque
El estilo de adaptación del contraataque proviene del deseo o necesidad de pelear contra
lo que creemos que es la verdad subyacente a lo que la trampa de vida sostiene sobre nosotros.
Reaccionamos comportándonos de una manera diseñada para crear el efecto opuesto de la
trampa de vida. El mensaje o la creencia subyacente de este estilo de adaptación es: «Debo
pelear tan fuerte como pueda para pensar y actuar como que si aquello que mi trampa de vida
dice sobre mí no es cierto».

Cuando sus trampas de vida son activadas, los niños con este estilo de adaptación —
quienes hayan sido, por ejemplo, tratados severamente y criticados— se sentirán atacados y
contraatacarán para poder probar que el sentimiento negativo que tienen sobre sí mismos no es
cierto. Así, estallarán de ira y atacarán la fuente del mensaje negativo. Aquellos que han sido
abusados abusarán de otros o pelearán para lograr justicia cuando se sientan en peligro. Aquellos
que han sido despojados de amor y cariño se convencerán a sí mismos y a los demás de que ellos
son fuertes y que no necesitan el afecto de otros.

El contraataque puede adoptar muchas formas, dependiendo de cuál es el mensaje y/o


experiencia dolorosa con el que el individuo esté luchando. Aquellos con este estilo de
adaptación muchas veces reaccionan de manera exagerada ante pequeños desaires o
decepciones y pueden dar la impresión de ser, por ejemplo, groseros, insensibles y exigentes, o
más bien distantes y que nada les afecta. Alguien que contraataca tiende a:

• Ver los desacuerdos como una amenaza, así que hacen todo lo posible para probar que los
demás están equivocados

• Ver la retroalimentación como una crítica, así que hacen todo lo posible para probar que lo
opuesto es la verdad

• Aparentar ser fuertes, cuando realmente son frágiles

• No importarle quién sale lastimado en el proceso de probarse a sí mismo que está en lo cierto

• Priorizar la protección de su imagen sobre la intimidad

• Poner sus propias necesidades antes que las de otros

• Sacar a relucir constantemente su infelicidad sobre los rasgos fastidiosos de los demás
mientras actúa como si él mismo fuera perfecto

• No esperar el momento apropiado para hablar; desean que se haga de inmediato

• Hacer berrinches y abusan de los demás con insultos

• Hacer comparaciones negativas con los demás durante las peleas

• Criticar y no tener escrúpulos al involucrarse en largas e interminables peleas

• Ser una persona extremadamente competitiva e inusualmente impulsada al trabajo o a


proyectos fuera de las horas normales de trabajo

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Entender nuestros estilos de adaptación conduce a
una conciencia de nosotros mismos, lo que a su vez nos
ayuda a tener más empatía hacia nuestros hijos y estar
mejor preparados para cubrir sus necesidades emocionales
básicas. Comprendernos mejor nosotros mismos nos lleva
a comprender mejor a nuestros hijos.

✓ Cariño, estaba preocupada. Ya son más de las 8.


✓ Deberías estar agradecida de que vine a casa y que no
me fui a un local de karaoke como mis colegas.

Toda la verdad sobre los Louis

Cualquiera que nos conoce sabe que John es un


contraatacante, mientras que Karen es evasiva. Nuestra
primogénita tiene una tendencia hacia el estilo de
adaptación del contraataque, que coincide con su
temperamento; mientras nuestro hijo tiene la tendencia
hacia la evasión. Nosotros cuatro entendemos que todos
nos adaptamos al conflicto y al estrés de una manera
diferente y nos esforzamos para ser sensibles y para
navegar en nuestros variados estilos.

El fundamento de las necesidades emocionales básicas

Abraham Maslow fue el primero en escribir de modo destacado acerca de nuestras


necesidades como humanos. Él enseñó acerca de cinco grupos de necesidades: fisiológicas, de
seguridad, de pertenencia, de estima y de autorrealización. Maslow las ordenó dentro de una
jerarquía: una vez que la necesidad más básica es satisfecha, emerge otra y así sucesivamente.
Él dejó en claro que esto no significa que cada necesidad debía ser satisfecha al 100% antes de
continuar a la siguiente, dado que la mayoría de las personas se sienten satisfechas aun cuando
sus necesidades están siendo parcialmente cubiertas, ya que algunas necesidades son más
inconscientes que conscientes3. Las necesidades fisiológicas y de seguridad son probablemente
más conscientes e identificables y más fáciles de medir que las psicológicas. Las necesidades
fisiológicas incluyen, entre otras cosas, el esfuerzo del cuerpo para mantenerse en un estado
normal constante, por lo que se considera: el contenido de agua en la sangre, el contenido de
sal, el contenido de oxígeno, la temperatura constante del cuerpo, etcétera. Las necesidades de

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seguridad incluyen estabilidad, dependencia, protección y el estar libre del miedo, de la ansiedad
y del caos, así como la necesidad de estructura, orden, leyes y límites.

Maslow planteó que cuando la gente vive en ambientes donde sus necesidades conscientes
son satisfechas, estas ya no actúan como motivadores principales. Sin embargo, en el caso de un
estallido de guerra o un desastre natural, la gente de modo involuntario regresaría a las
necesidades básicas de la jerarquía, tales como elementos fisiológicos y seguridad, los cuales de
nuevo se convertirían en los motivadores principales.4 Maslow dijo que en tanto la gente viva en
un ambiente donde esos niveles básicos de necesidades estén cubiertos, pasarán de un nivel a
otro en su «jerarquía», siendo motivados por el siguiente nivel de necesidades, que incluye el
amor, el cariño y la pertenencia. Estas necesidades superiores no son tangibles ni fácilmente
medibles. Cuando tenemos hambre, experimentamos físicamente cómo algo nos corroe dentro
de nosotros y nos impulsa a comer. Cuando tenemos sed, ansiamos una bebida. Cuando estamos
sometidos a temperaturas extremas, buscamos refrescarnos inmediatamente. Pero a pesar de
que las necesidades más altas en la jerarquía no son tangibles ni identificables, son igualmente
reales como las otras. Por ejemplo, si un niño de la escuela primaria es dejado fuera de los juegos
durante la hora del recreo y no se le permite ser parte del grupo, ese niño probablemente se
sienta herido, pero puede que no sea capaz de identificar que sintió dolor, debido a que su
necesidad de aceptación y conexión no estaba siendo cubierta. Sin embargo, eso no haría que el
dolor fuera menos real. Tenemos una insaciable sed y hambre de que nuestras necesidades
emocionales básicas sean cubiertas, tanto como lo tenemos respecto de la comida, ropa y
refugio. Las necesidades emocionales básicas son tan reales como lo son nuestras necesidades
físicas. Puede que hayan sido identificadas en el siglo veintiuno por terapeutas y psicólogos, pero
han existido desde que el hombre existe el hombre. Cuando son despojados de tales necesidades,
los seres humanos son menos saludables. En palabras de Maslow: «¿Quién diría que una carencia
de amor es menos importante que una carencia de vitaminas?»5

Definición de una «necesidad emocional básica»


Hemos adaptado el trabajo de George Lockwood y Paul Perris, colegas terapeutas en
esquemas, y planteamos las siguientes características de lo que constituye una necesidad
emocional básica:

• Cubrir o no esta necesidad debe llevar a un incremento o una disminución del bienestar, y
debe no solamente afectar el funcionamiento psicológico, sino también tener un impacto en
aspectos tales como el funcionamiento del cerebro, funciones corporales y la funcionalidad
familiar.

• Cada necesidad básica propuesta debe hacer su propia contribución al bienestar y no


derivarse de o superponerse a ninguna otra necesidad básica.

• La necesidad básica debe ser evidente universalmente en todas las culturas6.

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Este deseo de tener cubiertas nuestras necesidades emocionales básicas empieza cuando
salimos del vientre materno. Conforme fuimos creciendo, aprendimos a adaptarnos de
diferentes maneras cuando nuestras necesidades no eran cubiertas adecuadamente. Siendo
niños, no éramos capaces de mirar a nuestros padres (o a otras personas que ejercían autoridad)
y pensar: «Oh, ellos tuvieron una infancia horrible, así que estoy seguro de que realmente no
quisieron decir lo que dijeron». No pudimos evitarlo, sino que tomamos sus palabras (o falta de
palabras) de modo personal. Internalizamos sus mensajes, tanto que aquellos mensajes se
volvieron parte de nuestra constitución. Formamos perspectivas distorsionadas sobre nosotros
mismos y sobre los demás (trampas de vida) y actuamos sobre la base de ellas. Oímos una voz
distorsionada en nuestra cabeza, aunque puede que haya poca o ninguna verdad en ella. Esta
voz puede habernos convencido de lo siguiente:

La gente que amo finalmente me abandonará.


Si ellos realmente me conocieran, ellos sabrían que no valgo nada.
No se puede confiar en la gente.
Algo malo ha de suceder
No puedo acercarme a otras personas.
Mi papá tenía razón, nunca serviré para nada.
Mostrar emociones es debilidad.
Yo debería ser castigado.

Esta voz algunas veces se queda con nosotros hasta la adultez. Para muchos de nosotros,
esta voz distorsionada es tan fuerte que tiene poder aun sobre nuestro comportamiento y sobre
nuestro proceso de toma de decisiones. Cuanto más aconsejamos a personas, más nos damos
cuenta del poder que tiene el no haber tenido cubiertas nuestras necesidades emocionales
básicas en la niñez. Nosotros los autores hemos visto la estrecha relación que existe entre las
experiencias tempranas y las actuales conductas y pensamientos que no son saludables. Para
algunos de nosotros, las trampas de vida son tan habituales y fuertes que se han convertido en
un obstáculo para convertirnos en adultos sanos; también se convierten en una barrera para
nuestras relaciones con otros, incluyendo nuestros cónyuges.

La teoría de Jeffrey Young es que cuando las necesidades emocionales básicas no son
cubiertas de modo consistente, los niños experimentan frustración y desarrollarán trampas de
vida, además de un estilo de adaptación que complementa su temperamento innato7. Los niños
se vuelven exasperados y experimentan frustración cuando las necesidades son reiteradamente
no satisfechas, así como cuando sufren traumas. Uno de los principales propósitos de este libro
es ayudar a los padres a tomar conciencia con respecto a las maneras en las cuales desaniman a
sus hijos al no cubrir sus necesidades emocionales básicas. A partir de nuestra propia
investigación y la de otros, hemos identificados cuatro necesidades emocionales básicas a las que
hemos agregado lo que llamamos una necesidad emocional básica adicional. Estas necesidades
son: conexión y aceptación, autonomía y desempeño sanos, límites razonables, expectativas
realistas y valores espirituales y de comunidad. En contraste a ellas, están los dominios de
esquema, es decir, los conjuntos más grandes dentro de los cuales se agrupan los esquemas o

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trampas de vida. Estos cuatro dominios corresponden a nuestras cuatro necesidades
emocionales básicas.

NECESIDADES EMOCIONALES BÁSICAS DOMINIOS DE ESQUEMA

Conexión y aceptación Desconexión y rechazo


Autonomía y desempeño sanos Autonomía y desempeño deficientes
Límites razonables Límites deteriorados
Expectativas realistas Expectativas exageradas
Adicional: Valores espirituales y
comunidad.

Entender las necesidades hace una gran diferencia en la crianza de nuestros hijos. Piensa
en los niños pequeños; puede que ellos no sepan qué decir cuando están necesitados emocional
o psicológicamente. Son conscientes de que tienen hambre o sed, pero ¿qué pasa con sus
necesidades no visibles? De modo inconsciente, a fin de lograr satisfacer esas necesidades
invisibles, ellos se portan mal y ni siquiera lo saben.

A veces nosotros hacemos lo mismo como adultos. Tenemos sentimientos y pensamientos,


además de reacciones y comportamientos, que son inconscientes. Hay momentos en que
nuestras reacciones automáticas toman el control e instantes después nos preguntamos por qué
actuamos de cierta manera; gritamos o lloramos y no sabemos por qué.

Si los padres han sido educados con respecto a las necesidades emocionales básicas de los
niños, estarán en una mejor posición para responder a sus hijos, en vez de reaccionar a sus malos
comportamientos y terminar en conflictos, o peor aún, privarlos adicionalmente de tener
cubiertas estas necesidades. Si los padres no cubren las necesidades emocionales básicas de sus
hijos, ellos se frustrarán y traumatizarán, volviéndose niños exasperados y desanimados, y
desarrollarán trampas de vida perjudiciales, además de estilos de adaptación que vayan en
concordancia con sus temperamentos.

A lo largo de este libro seguiremos los pasos detallados a continuación:

• Los padres deben identificar qué necesidades emocionales básicas no están siendo cubiertas
cuando existe un patrón de mal comportamiento.
• Los padres deben observar qué hace que sus hijos se exasperen o desanimen y cómo esto se
manifiesta en mal comportamiento.
• Los padres deben tomar pasos para cubrir estas necesidades emocionales básicas tan bien
como sean capaces de hacerlo.
• Los padres deben elaborar una rutina y estilo de vida en los cuales estas necesidades estén
siendo cubiertas en la mayoría de los casos.

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Una advertencia: cuando nos esforzamos en cubrir las necesidades emocionales básicas,
debemos evitar caer en extremos. Si bien debemos estar conectados, también debemos evitar
estar demasiado inmersos con nuestros hijos. Si bien debemos evitar tener expectativas
exageradas y límites irrazonables, no debemos ir al otro extremo y ser descuidados y permisivos.
Ser padres lo suficientemente buenos implica no dar demasiado ni tampoco dar muy poco; en
cambio, se trata de cubrir estas necesidades de una manera balanceada y satisfactoria.

Muchos de nosotros crecimos como receptores de a lo menos uno de estos extremos.


Algunos de nosotros hemos carecido de una crianza; nuestros padres no estuvieron
emocionalmente a nuestro lado o quizás ni siquiera lo estuvieron a nivel físico, y fuimos
despojados emocionalmente, no recibimos el amor y la guía que necesitábamos y nos volvimos
duros a fin de valernos por nosotros mismos a nivel emocional. Otros tuvimos padres que fueron
demasiado críticos; se nos dejó un sentimiento de vergüenza, rechazo y defectuosidad, y estos
malos sentimientos contribuyeron a una complicada mezcla de odio, amor, gratitud y
resentimiento. Por otro lado, algunos de nosotros estuvimos tan inmersos con nuestros padres
que no sabíamos en qué parte terminaban ellos y en qué parte empezábamos nosotros. Esto nos
dejó un sentimiento, aún como adultos, de que no éramos libres de ir al mundo para buscar
nuestro propio camino y sueños separados de nuestros padres. Todos estos extremos causan
disfuncionalidad de uno u otro tipo.

La premisa principal de Padres lo suficientemente buenos es que si los padres cubren


adecuadamente las necesidades básicas emocionales de sus hijos, las posibilidades de obtener
un resultado más saludable aumentan considerablemente; si los niños experimentan
reiteradamente interacciones exasperantes, las posibilidades de un resultado más sano
disminuyen grandemente. Pero aún en ese caso, si los padres hacen cambios, mejoran la forma
en que se proceden y se conectan con el poder de una comunidad, un resultado más saludable
aún es posible (vea figura 2.6).

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Cómo el matrimonio afecta la crianza
Muchos padres creen que «no importa si mi cónyuge y yo no nos llevamos bien, en tanto
estemos allí para los niños». Los padres que tienen esta filosofía generalmente olvidan cómo fue
para ellos crecer con las dos personas que ellos más aman en la vida y que no se llevaban bien:
su Papá y su Mamá. Ellos han olvidado cómo fueron heridos emocionalmente y cuánta
inseguridad les inculcó la falta de estabilidad y el nivel de conflicto que había en el matrimonio
de sus padres. O ellos crecieron en un hogar armónico y raramente fueron testigos de una
pelea entre sus padres, así que no experimentaron los efectos de modo directo.

Una abundante cantidad de investigación realizada en los últimos veinte años muestra la
relación existente entre la calidad del matrimonio y la calidad de la crianza. Cummings y Davies
son tal vez los que más han trabajado sobre los efectos del conflicto matrimonial en el proceso
de desarrollo de los niños. Ellos definen el conflicto matrimonial como «cualquier interacción de
mayor o menor importancia, que ocurra entre los padres y que involucre una diferencia de
opinión, pudiendo ser de naturaleza negativa o inclusive positiva». Basándose en esta definición,
ellos escribieron acerca del hecho de que los conflictos podían ser constructivos o destructivos.
El cómo un conflicto es manejado hace una gran diferencia en cuanto a su efecto en los niños.
Ellos concluyeron que los conflictos que se logran resolver «pueden tener efectos relativamente
benignos sobre los niños»9.

Toda la verdad sobre los Louis

Hemos estado casados por más de veinticinco años y aunque no podemos presumir
de tener menos conflictos que la mayoría de matrimonios, sí podemos decir que
hemos tratado de resolver nuestros problemas rápidamente, lo cual realmente nos
ha ayudado a mantenernos unidos como pareja.

Una noche después de la cena, cuando nuestros niños tenían alrededor de once y
nueve años, me llevaron a mí (Karen) a un lado para tener una conversación.
Enseguida su misión se volvió clara: ellos sospechaban que no todo andaba bien entre
Mamá y Papá y querían reunir información al respecto. Les dije que estábamos bien,
pero ellos no se rindieron. Al final, admití que únicamente habíamos «intercambiado
algunas palabras» antes de la cena, pero que lo resolveríamos fácilmente tan pronto
como tuviéramos la oportunidad de hablar. También les pregunté cómo ellos sabían
del tema, dado que la atmósfera en la cena había estado tan animada como de
costumbre. Los pequeños detectives explicaron que ellos se dieron cuenta de que
nosotros dos habíamos hablado dirigiéndonos solamente a ellos, sin hablar el uno
con el otro. ¡Yo estaba sorprendida de cómo sus antenas habían estado sintonizadas!
La conversación continuó…

Niños: ¿Y de qué estaban peleando?


Karen: Bueno, la versión corta es que Papá hizo algo que ayudaba, pero en vez de
decir gracias, le dije bruscamente cómo él debió haberlo hecho un poco

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mejor, por lo que Papá se sintió no respetado y que no se le apreciaba lo que
había hecho.
Niños: ¡Mamá! ¡Eso es terrible! ¡No debiste haber hecho eso!
Karen: Lo sé, me arrepentí de haber dicho eso tan pronto como esas palabras
salieron de mi boca…
Niños: Bueno, ¿no te disculpaste?
Karen: Bueno, sí, pero-
Niños: ¡¿Qué cosa?! ¡¿Te disculpaste, pero él no te perdonó?! ¡Él es un predicador
y le dice a todo el mundo que perdone! ¡Qué hipócrita!
Karen: Chicos, esperen un momento, su Papá no tuvo tiempo de hacer nada. Yo lo
dije inmediatamente después de que puse la cena en la mesa, así que no
hubo tiempo para discutir nada.
Niños: No te preocupes, Mamá, primero vamos a hablar con Papá.
Karen: En verdad eso no es necesario.
Niños: Está bien, nosotros nos encargamos…

Los chicos caminaron hacia el área de oficina donde yo (John) estaba haciendo un
poco de papeleo.

Niños: Papá, Mamá dice que ella no fue respetuosa contigo.


Papá: Sí, pero no se preocupen sobre eso; tendremos una conversación en sólo un
minuto.
Niños: Pero, Papá, ¿acaso ella ya no se ha disculpado contigo?
Papá: Bueno, ehhh, sí, pero…
Niños: Entonces, ¿acaso no debes perdonarla? Tú siempre dices: «si alguien dice
“lo siento”…» Papá: Tienen razón. Gracias por decir su opinión sobre esto.
Le hablaré a Mamá ahora. Los amo. Niños: Nosotros también te amamos,
Papá.

Los chicos se fueron con una gran sonrisa en sus rostros, sabiendo que nosotros nos
reconciliaríamos. Yo (John) estaba lleno de remordimiento por no haber perdonado
a mi esposa inmediatamente. Y yo (Karen) estaba llena de remordimiento por haber
actuado como una sabelotodo.
Después de que hicimos las paces, soltamos una hermosa carcajada, y nos
maravillamos de nuestros dos chicos, ¡quienes nunca nos dejan salirnos con la
nuestra!

Aunque este es un ejemplo más bien sencillo y no muy serio, nos muestra cuán sensibles
son los niños cuando sus padres están en desacuerdo entre sí. Ellos internalizan los silenciosos
mensajes que lanzamos a nuestro cónyuge, y entonces, lentamente, con el paso del tiempo, si la
tensión se repite y no es resuelta satisfactoriamente, su bienestar queda afectado. Los errores
cometidos por un cónyuge u otro, si son reparados rápidamente, no tendrán mayores efectos

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negativos en los niños, pero un estilo de vida caracterizado por conflictos no resueltos entre los
padres ciertamente tendrá un impacto, con el tiempo, en los hijos.

Cummings y Davies también hallaron que los conflictos matrimoniales prolongados afectan
a los niños con el paso del tiempo. Ellos escriben:

El factor de riesgo interviene a lo largo del tiempo y de manera imperceptible


alterando a lo largo del tiempo el funcionamiento de la familia y del niño10.

El tipo de peleas que tienen un mayor impacto negativo en los niños son aquellas que se
dejaron sin resolver durante largos períodos de tiempo; conflictos intensos repetitivos y
conflictos en los cuales uno de los padres domina el otro. A estos se les llama conflictos
destructivos e incluyen agresión física, hostilidad verbal y hostilidad no verbal (RI2.1).

Existen muchas maneras en que un matrimonio mediocre puede influenciar en el bienestar


de un niño, y ello empieza con conflictos destructivos. Algunos pueden preguntar, ¿cómo es que
un conflicto destructivo obstaculiza nuestra crianza como padres? Los conflictos destructivos
afectan directamente la seguridad emocional del niño, lo cual está vinculado a la confianza en la
capacidad de sus padres de manejar el conflicto y de mantener la estabilidad familiar. En el caso
de los conflictos destructivos, los niños llegan a preocuparse por mantener la seguridad
emocional, e inclusive involucrarse en el conflicto, así como sufren emocionalmente y casi
siempre llegan a interpretar la interacción de sus padres de forma negativa11.

Los conflictos destructivos también afectan indirectamente la calidad de la relación padre-


hijo. Es muy común que los padres que están en conflicto sufran depresión, lo que conforme
avanza el tiempo, afecta la calidad del vínculo en su relación12. Los conflictos matrimoniales
desaniman a los padres, por lo que tienen menos energía para dirigir a sus hijos con la adecuada
supervisión, para una comunicación honesta y hacer cumplir las reglas sobre la conducta
apropiada de ellos. Los conflictos matrimoniales también afectan negativamente la capacidad de
trabajo en equipo que es necesaria para la labor de crianza de los padres13.

Es cierto que algunos conflictos destructivos pueden no llegar a tener un efecto negativo
en los niños. Existen quienes que tienen un carácter que los hace ser capaces de bloquear estos
efectos negativos. La pobre calidad del matrimonio de sus padres puede tener un mínimo
impacto sobre ellos. Algunos niños tienen caracteres adaptables que adicionalmente amortiguan
los golpes emocionales que reciben14.

Sin embargo, esto es más una excepción que la regla. Cuando estamos ante una pobre
calidad de matrimonio, con patrones de conflictos destructivos, estamos exponiendo a nuestros
hijos al riesgo de quedar negativamente afectados. Muchos padres erróneamente asumen que
por el hecho de no haber sido afectados por las peleas de sus padres, sus hijos no se verán
afectados por las de ellos. Esta perspectiva no toma en consideración que sus hijos podrían tener
un carácter más sensible y, por lo tanto, ser más susceptibles de ser dañados por el mismo tipo
de conflicto. Los padres necesitan darse cuenta de que la manera en que ellos mismos se

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comportan durante un conflicto es importante y que llegar a una solución satisfactoria
contribuye considerablemente a reducir el nivel de sufrimiento emocional del hijo.

Entonces, ¿qué es lo que debemos hacer cuando hay tensión entre los padres? Cummings
y Davies apuntan hacia el perdón y la reconciliación (ver Capítulos Diecinueve y Veinte), porque
los niveles de ansiedad de los niños se reducirán en la medida que los conflictos de los padres
sean resueltos satisfactoriamente. Esto significa que los conflictos entre mamás y papás deben
ser resueltos de modo verdadero a un nivel emocional, no únicamente a un nivel racional. Los
niños necesitan saber que sus padres resuelven sus problemas de una manera saludable, ¡lo cual
tiene obvios beneficios tanto para padres como para hijos! Sin embargo, si uno de los padres
domina al otro durante la sesión de «reconciliación» y los niños se dan cuenta de que hay un tipo
de solución obtenida bajo presión, ellos sentirán que uno de sus padres está «ganando», respecto
a lo cual no se sienten bien15. La solución a la que lleguen los padres debe ser verdadera y total
a nivel emocional, no de apariencia o fingida, o una solución en que uno de los padres siempre
está rindiéndose y el otro siempre saliéndose con la suya. Los niños pueden distinguir la
diferencia entre una reconciliación genuina y una que es superficial. (¡Creemos que los
adolescentes pueden «oler» la hipocresía y la falta de sinceridad!)

Cuando los padres resuelven sus conflictos de modo constructivo, están demostrando a sus
hijos habilidades de resolución de conflictos que son saludables, y ellos tendrán una ventaja para
aprender a manejar tales conflictos por sí mismos16. Por otro lado, los padres que no se llevan
bien están enviando un mensaje en el que usar la hostilidad, agresividad y retirarse son
soluciones válidas para superar problemas.

Pero solo hemos empezado a escarbar en la superficie, considerando que los últimos
hallazgos muestran que los conflictos matrimoniales causan todo tipo de otros problemas en los
niños. Reducen el desarrollo académico en la escuela y afectan su seguridad emocional y la
calidad de las relaciones con sus amigos17. Los conflictos matrimoniales también causan
alteraciones en el sueño de los niños, enfermedades físicas, depresión, ansiedad, que se vuelvan
introvertidos y que tengan comportamientos negativos18. La dificultad de controlar y supervisar
la conducta de los niños es el problema más persistente en la crianza de hijos al que tienen que
hacer frente las madres divorciadas19 (RI2.2).

Damos fin a esta sección sobre el matrimonio con una analogía de Cummings y Davies,
quienes comparan un matrimonio saludable con un puente fuerte:

Cuando la relación matrimonial funciona a alto nivel, se provee una base segura
para el niño. Tal como ocurre con un puente de sólida estructura, una relación
matrimonial positiva contribuye a un óptimo funcionamiento del niño en el contexto
de condiciones potencialmente amenazantes, así como fomenta que este se atreva a
explorar y entablar relaciones de confianza con otros. Cuando un conflicto
matrimonial destructivo daña el puente, el niño se vuelve más indeciso para seguir
adelante y desarrolla falta de confianza, o puede que efectivamente salga adelante
pero de una manera disfuncional, dejando de encontrar el mejor punto de apoyo en
sus relaciones con otros y consigo mismo20.

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Hasta aquí, hemos hecho una introducción a nuevos conceptos tales como necesidades
emocionales básicas, estilos de adaptación, esquemas/trampas de vida y dominios. Hemos
aprendido qué tan importante es un matrimonio saludable para la crianza de los hijos, y tan solo
hemos terminado el segundo capítulo. Llegados a este punto, te animamos a hacer una pausa
para tomar un tiempo dedicado a la auto-reflexión. El Dr. Jeffrey Young y su equipo pudieron
identificar un total de dieciocho trampas de vida, en otras palabras, dieciocho patrones de
pensamiento y creencias que no eran saludables. Es probable que te sea útil investigar cuáles son
los patrones de pensamiento no saludable que te están afectando negativamente, cuál podría
ser tu estilo de adaptación predominante, y cómo todo ello se desarrolló. Si aprendes como
atacar las trampas de vida teniendo el objetivo de atenuarlas, y si puedes reducir la intensidad
de tu estilo de adaptación, serás mucho más feliz y sano, como individuo y como padre. Si deseas
completar un inventario de esquemas, visita www.schematherapy.com para más información
(visite:www.franciscobedoya.com para el inventario en español). Asimismo, te animamos a
consultar nuestro libro sobre matrimonios, Elijo Nosotros21. Como complemento de este libro,
Elijo Nosotros contiene ejercicios y recursos para llevar un diario que te ayudarán a identificar y
empezar a trabajar en tus propias trampas de vida que son perjudiciales, atenuar tus estilos de
adaptación y, si estás casado, avanzar hacia la Conexión Amorosa con tu cónyuge.

Mientras viajas a través de este libro, estarás mejor preparado para romper ciclos que no
son saludables, evitar que tu disfuncionalidad se transmita y cubrir las necesidades emocionales
básicas de tus hijos. De esta manera se formará una generación más sana. Y tenemos la esperanza
de que, de la misma manera como las computadoras y teléfonos siempre están en constante
actualización, tus hijos serán, en su mayor parte, ¡la versión nueva y mejorada» de ti!

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P
adres lo suficientemente buenos se concentra tanto en este concepto que
queríamos darle su propio capítulo. Como dijimos, la premisa básica de este libro
es que, como padres, debemos cubrir adecuadamente las necesidades
emocionales básicas de nuestros hijos. Si no lo hacemos, ellos estarán en riesgo de enfrentarse
a experiencias frustrantes y traumáticas o de volverse exasperantes, lo cual conducirá al
desarrollo de esquemas o trampas de vida activos.

Cuando hablamos de la exasperación y la frustración, nos referimos a la frustración que


viene como resultado de que las necesidades emocionales básicas no son satisfechas; no a la
frustración que ocurre en la vida de cuando en cuando. Todos los niños afrontarán pequeñas
frustraciones en diferentes formas y tamaños a lo largo de la vida: el perder su juguete favorito,
el no ganar en un deporte, el ser decepcionado por un amigo, el no recibir los regalos que
anhelaban, aún el alterarse por los errores ocasionales que cometemos como padres. Este tipo
de frustraciones son normales; si los niños nunca experimentan frustración, eso causa un tipo
diferente de exasperación, debido a que ¡se volverán personas que creen que se lo merecen
todo! (Pero nos estamos saliendo del tema!).

La frustración normal en la vida es diferente a un estilo de vida de frustración, trauma y


exasperación reiterados, que tiene lugar cuando las necesidades emocionales básicas no son
cubiertas. Este estado de repetidas exasperaciones, finalmente, configura la visión del mundo
del niño y afecta su manera de pensar. Los pensamientos del niño respecto de sí mismo y de los
demás se vuelven distorsionados, desarrolla trampas de vida perjudiciales y su estilo de
adaptación se vuelve más marcado.

Involuntario y sutil

Sabemos que la mayoría de padres aman a sus hijos y quieren ser los mejores padres que
ellos puedan desear ser. No están tratando de privar a sus hijos de nada; los errores que ellos
cometen son generalmente involuntarios y sutiles. Si bien algunos malos tratos son manifiestos
y obvios, tales como gritar con enojo, insultar y violencia física, son muchas más las veces cuando
los errores simplemente no se manifiestan de modo tan directo. Inclusive, si tales actos
provienen de buenas intenciones, si son una parte habitual del estilo de vida de una familia,
tendrán consecuencias negativas.

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Demostraremos cómo los padres pueden estar exasperando inconsciente o sutilmente (o
no tan sutilmente) a sus hijos con las siguiente viñetas: (a partir de aquí usaremos el término
«interacciones exasperantes» de modo intercambiable con la idea de experiencias «frustrantes
y traumáticas»).

El pequeño Alan, de un año de edad, no pasa tiempo con sus padres durante el día. La
persona que hace la limpieza en la casa de su madre lo lleva a una guardería infantil en la mañana,
lo deja en casa de sus abuelos en las tardes y le da de comer su cena temprano en la noche. Los
padres de Alan trabajan hasta altas horas de la noche por lo que llegan tarde a casa debido a la
exigente naturaleza de sus labores. Con frecuencia, Alan llora y es malhumorado y distraído.

¿Cuál es la razón oculta de esto? Alan está experimentando un estilo de vida en el que no
tiene satisfecha adecuadamente su necesidad emocional básica de conexión y aceptación. Si
Alan estuviera experimentando malestar físico como un dolor de oído o un dolor de garganta,
sería difícil que sea consolado hasta que alguien atendiera esa necesidad. Lo mismo pasa con las
necesidades emocionales, solo que no es tan evidente. Cualquiera que sea la manera en que Alan
reaccione frente al despojo de conexión, sus padres lo atribuyen a cualquier otra razón, por
ejemplo, a que es un niño difícil, tiene hambre o sed, está con sueño o está cogiendo un resfriado,
sin darse cuenta de que Alan está teniendo, por sobre todo, una reacción al no ver cubierta una
necesidad.

Los niños no tienen las palabras para expresar sus necesidades emocionales; sin embargo,
reaccionan cuando hay una privación. ¿Cómo podemos esperar que los niños den a conocer estas
necesidades cuando aún los adultos son en su mayoría ignorantes al respecto? Si se les
preguntara a sus padres, ellos probablemente dirían que tienen que concentrarse en sus
carreras, porque quieren hacerse responsables de sus hijos a nivel financiero. Estos son padres
buenos y bien intencionados, y el daño que están causando es involuntario y sutil, pero su estilo
de vida les impide satisfacer las necesidades emocionales básicas de su hijo. Las consecuencias
de no hacerlo pueden ser graves, sobre todo en niños con temperamentos muy sensibles.

La madre de Sara, una mujer sumamente dominante, decide qué ropa debe vestir su hija
de cinco años, qué libros debe leer y cuándo y dónde debe jugar con sus amigos, sin darle a Sara
ninguna posibilidad de elección en el asunto. A Sara no se le permite jugar en las casas de otros
niños o hacer pijamadas como sí lo hacen sus otros amigos. Su madre manda en todos los temas
y esto se ha vuelto parte de su estilo de vida. Sara depende de su madre para todo. Ella no se
siente cómoda para valerse por sí misma y tomar decisiones que otros de su edad ya están
haciendo. Ella se frustra rápidamente, llora y se enoja, por lo que su madre la disciplina por no
mostrar buenos modales, lo que entonces la frustra aún más. Sara se enfada, debido a que su
necesidad emocional básica de autonomía y desempeño sanos no está siendo adecuadamente
cubierta. Su madre ignora por completo esto y se enfoca en la conducta externa de Sara. Ella
piensa que su naturaleza extremadamente controladora ayudará a su hija a orientarla en la
dirección correcta, cuando en realidad, la frustración de Sara continuará y ella desarrollará una
forma no saludable de adaptación. Si se le preguntara a la madre de Sara por qué ella es tan
controladora con su hija, probablemente ella diría que está tratando de ser rigurosa con ella.

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Puede ser que la dependencia de Sara la haga sentir que sirve como madre; ciertamente ella no
desearía causar daño a su hija, pero lo está haciendo de modo sutil e involuntario.

Simón, quien estudia en primer grado, está lleno de energía, es muy curioso y desea
explorar cada objeto nuevo que con el que se encuentra. Sus padres están cerca de él, pero no
saben cómo fijar límites adecuados a su conducta. En la escuela, Simón no obedece las normas y
es mandón cuando está junto con los otros niños. Cuando no se hacen lo que él quiere,
demuestra su ira dando golpes. Su conducta agresiva ha causado que un gran número de niños
les parezca antipático y como resultado, no tiene muchos amigos. Los adultos, a menudo, lo
miran fijamente con desaprobación cuando se porta mal en lugares públicos. Dado que se da
cuenta de que no le cae bien a los demás, desarrollará un pobre sentido de identidad, lo que
causará que se desarrolle la frustración y con el tiempo, esto puede causarle volverse aún más
agresivo. Si sus padres continúan dejando de proveerle la guía adecuada y no tienen la
expectativa de que él obedezca algunos límites razonables, su frustración continuará en tanto
otros le dan señales de que no es agradable estar junto a él. También se sentirá frustrado por la
carencia de orientación por parte de sus padres. Si le preguntáramos a estos por qué no se
involucran más, ellos lo atribuirían a que tratan de no ser demasiado controladores o quizás el
hecho de que, simplemente, están demasiado ocupados: «Muy pronto va a sentar cabeza», un
ejemplo que refleja cómo padres excesivamente permisivos producen resultados costosos.

María solo tiene cuatro años de edad y ya la han enviado a un jardín de infancia que prepara
a los niños para sobresalir en matemáticas y ciencias. Su madre, quien le manda hacer trabajos
adicionales para que así obtenga buenas calificaciones en estas materias, a menudo interrumpe
las horas de jugar de María. Ella también limita el tiempo que pasa su hija con sus amigos, y
constantemente regaña a María acerca de obtener mejores resultados en la escuela. María se
frustra, aunque ella no sabe la palabra para este sentimiento. Ella se ve triste y huraña la mayor
parte del tiempo. Ella sueña despierta muchísimo y no puede concentrarse en sus tareas
escolares, las cuales ya son excesivas. Su madre atribuye esto a su ociosidad y falta de atención.
Sus exigencias son extremas, y definitivamente no está cubriendo la necesidad básica emocional
de expectativas realistas. María se siente exasperada y frustrada la mayor parte del tiempo. Es
grosera con su madre y ha empezado a reaccionar con estallidos de ira contra sus amigos en el
jardín de infantes. Su madre siente que ella es una buena mamá, al estar pendiente de su hija.
De nuevo, la madre diría probablemente que las expectativas que tiene son por el propio bien de
María; sin embargo, no tiene idea del daño involuntario y la exasperación que ella ha causado a
su hija a través de sus reiteradas expectativas irreales.

Benjamín es un chico de catorce años al que le resulta difícil encajar. No practica deportes
como los otros chicos de su edad. Se siente avergonzado de su acné, su cabello grasoso y de su
apariencia en general. Benjamín evita interactuar con otros chicos y a menudo se siente excluido.
Él pasa la mayor parte de su tiempo en su dormitorio a solas. Sus padres se sienten complacidos
con esta conducta, pues piensan que él es un «buen chico» que no se junta con la gente
«equivocada». Además, dado que es un buen estudiante, están orgullosos de su progreso en el
colegio y constantemente alardean sobre él, pensando que ello reforzará su autoestima, pero en
vez de eso, lo hacen sentir culpable. Parece que Benjamín se llevara bien con otros, pero en

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realidad no logra relacionarse bien con los demás y se siente solo. Con frecuencia se va a dormir
llorando y deseando tener un mejor amigo. Él no siente que encaja en ningún lado. Como su
soledad va aumentando, empieza a navegar en la web para calmar su dolor y se vuelve adicto a
pornografía de Internet. Sus padres están totalmente inconscientes de ello; parece que todo lo
que les importa es cuán bien le está yendo en la escuela. La soledad de Benjamín le está causando
frustración. Siente asco de sí mismo y sabe muy en su interior que está yendo en la dirección
equivocada. Está resentido con sus padres por no entender las dificultades que tiene, pero
también tiene miedo de contárselos. Sus padres continúan ignorantes de sus necesidades. No
tienen idea alguna de lo que está sintiendo. Ellos no buscan hacerle ningún daño en absoluto,
pero a pesar de ser involuntario, hay un daño causado. Imagina si Benjamín fuera parte de una
comunidad funcional, donde se sintiera aceptado, amado, guiado y retado. Sus sentimientos de
soledad podrían reducirse, al menos en cierto grado. Sus relaciones cercanas con sus pares y
amigos adultos podrían ayudarlo a lidiar con su adicción a la pornografía. Si sus padres hubieran
ayudado a Benjamín a tener cubierta su necesidad de valores espirituales y comunidad, ello
habría hecho una gran diferencia.

Regresando al tema de la exasperación, dado que ella suele ocurrir de modo sutil e
involuntario, los padres deben examinar si algo en su estilo de vida podría estar accidentalmente
saboteando sus propios esfuerzos de crianza. Algunas veces, esto ocurre cuando los papás y
mamás imitan conductas que vieron de sus propios padres y que experimentaron mientras
crecían. Otras, puede ser exactamente lo contrario, una reacción exagerada a lo que ellos
experimentaron. Y, en ocasiones, proviene del miedo a lo que sus hijos puedan convertirse si
ellos siguen en cierta dirección; quizás «Junior» les recuerda al Tío Ned, el hombre mujeriego y
en bancarrota que no podía conservar un trabajo. Inclusive podrían estar cediendo ante la
presión social que tienen como padres, preocupándose de lo que otros padres podrían estar
pensando. O puede que esto ocurra como reacción ante algo que ellos han leído o escuchado en
los medios de comunicación.

Moral, Convencional, de lo Personal, de la Prudencia


No podemos terminar esta introducción a las interacciones exasperantes sin señalar que
muchos de los temas por los cuales padres e hijos discuten son materias de opinión y preferencia.
Los padres que se niegan a dejarse arrastrar por temas debatibles y concentran sus energías en
temas verdaderamente importantes tienen mayores probabilidades de ayudar a sus hijos a ser
saludables a nivel moral y emocional, evitando interacciones exasperantes.

Creemos que la investigación realizada por el Dr. Larry Nucci1 (un académico de la
Universidad de Berkeley, experto en el desarrollo social y moral de los niños) aclara qué tipo de
temas son los que deberían tener más peso que otros. Él coloca diferentes formas de mirar lo
correcto e incorrecto a través de «dominios» (que no debe ser confundido con los Dominios de
Esquemas), y descubrió que todas las culturas tienen ideas comunes de lo que es «correcto e
incorrecto», incluyendo conceptos tales como la imparcialidad, justicia y honestidad. Según
Nucci, un niño de cinco años, sin importar dónde ha sido criado, sabe que nunca será correcto

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golpear a un niño más pequeño o el quedarse con todos los caramelos para comérselos él solo.
Nucci llama a esto el dominio moral y dice que prácticamente es el mismo en todo el mundo, sea
que estés refiriéndote a Sudamérica, Sudáfrica o Escandinavia.

El dominio convencional trata temas que tienden a ser arbitrarios y que existen a través de
un acuerdo entre las personas que forma parte de un sistema social. Por ejemplo, en algunas
culturas está perfectamente bien dirigirse a una persona por su primer nombre, pero en otras
culturas esto se vería muy informal, y en algunos lugares se vería completamente grosero.
Eructar en voz alta en la mesa es mal visto en algunos lugares, pero es visto como un cumplido al
chef en otros. Existe un tercer dominio que Nucci llama el dominio de lo personal, el cual tiene
que ver con temas de privacidad y preferencia personal, tales como la forma de vestir o de
peinarse de una persona. Mientras un niño va creciendo, este dominio también irá aumentando
con su autonomía. Finalmente, está el dominio de la prudencia, el cual incluye la seguridad y
bienestar, y reglas relacionadas a temas como el consumo del alcohol, el uso de las drogas, el
fumar y el manejar.

De todos los dominios señalados arriba, ¿cuál debería ser el principal enfoque, el Moral,
Convencional, de lo Personal o de la Prudencia? Cuando se administra la disciplina, ¿debería uno
de estos dominios tener prioridad sobre otro? El disciplinar y entrenar a los niños sobre temas
que están en el Dominio Moral, los cuales se refieren fundamentalmente a lo correcto e
incorrecto, es fundamental para su desarrollo. Sin embargo, cuando los padres discuten con sus
hijos y los disciplinan por «ofensas» que están dentro de los dominios Convencional y de lo
Personal, los niños, sobre todo los adolescentes, a menudo infieren que hay hipocresía y se
rebelan. Mientras los padres pelean con sus hijos respecto a los temas arbitrarios y de elección
personal, los cuales verdaderamente no tienen que ver con lo correcto o incorrecto, sus hijos se
volverán exasperados y experimentarán frustración respecto a sus necesidades emocionales
básicas.

Habiendo comprendido esto, como padres seremos capaces de saber dónde debería estar
nuestro enfoque primordialmente, cuándo y a qué temas deberíamos estar dando mucha
importancia, cuándo es aceptable el indignarse y respecto a qué situaciones.

Calificador Importante: Las experiencias frustrantes y traumáticas reiteradas no son lo


mismo que errores ocasionales cometidos por padres que, generalmente, hacen un gran trabajo
cubriendo estas necesidades emocionales básicas. Se ha dicho que tener niños cambia a los
padres. La mayoría de nosotros, si perseveramos y continuamos creciendo como personas, y si
estamos dispuestos a ser humildes y aprender, cambiaremos para mejor. Sin embargo, durante
este viaje todos cometeremos errores, ya sea perder la calma, ser olvidadizos, frustrarnos y
quizás, hasta algunas veces, ser demasiados entrometidos, exigentes o permisivos. Tales errores
reparados fácilmente y no repetidos con frecuencia si tomamos conciencia recibiendo opiniones
de retroalimentación de nuestro cónyuge y de nuestros hijos. Más bien, estamos advirtiendo
contra el tipo de dinámicas perjudiciales que se convierten en parte de las interacciones normales
que formarán el estilo de vida y la cultura de una familia. Estas experiencias frustrantes y
traumáticas facilitan el desarrollo de trampas de vida y estilos de adaptación no sanos.

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A lguna vez has dicho: «¿Eso realmente me saca de quicio?» Todos tenemos puntos
sensibles, situaciones que provocan que nos sintamos exasperados. Como
consejeros y como padres, hemos observado que hay interacciones específicas
que siempre parecen causar exasperación en los niños. Esta exasperación, con el tiempo,
conduce a que los niños experimenten la frustración de reiteradamente ver insatisfechas sus
necesidades emocionales básicas y a que más tarde, durante la adultez, ello puede ser recordado
como trauma.

Las interacciones específicas que identificamos en este capítulo se confirmaron durante


nuestra investigación usando el Inventario de Estilos Parentales (IEP) de Young del modelo de
terapia de esquemas. Estos son: de la Subestimación, Perfeccionista y Condicional, Controlador,
Castigador, de Privación emocional e Inhibidor, Dependiente y Egoísta, Sobreprotector, Pesimista
y Excesivamente Permisivo. Recibir cualquiera de estas interacciones obstaculiza que las
necesidades emocionales básicas de los niños sean cubiertas A continuación, revisaremos
específicamente cada una de estas interacciones y las frustraciones y traumas que causan,
conforme ha sido demostrado en las investigaciones:

De la subestimación
Los niños se sienten subestimados cuando sus padres se burlan de ellos, los insultan,
cuando hacen comentarios despectivos sobre cosas que son importantes para ellos, hablan mal
de su apariencia o los humillan de cualquier manera. Cuando la subestimación ocurre, los niños
se sienten menospreciados o rechazados y experimentarán una gama de otras emociones
dependiendo de su temperamento y, en última instancia, desarrollarán una visión negativa sobre
sí mismos. ¿Por qué los padres subestimarían a sus hijos? Algunos padres tienen la filosofía de
que humillar a sus hijos los impulsará a cambiar su comportamiento «inaceptable». Algunas
veces, los padres están tratando de evitar que sus hijos sean unos presumidos; o bien, se
avergüenzan de las emociones de sus hijos, sobre todo en el caso de los varones. Los niños en
tales ambientes se encierran rápidamente en sí mismos. Tienen miedo de expresar sus
preferencias y sentimientos. Estos padres, generalmente, tienen un profundo dolor o heridas que
ellos mismos no han tratado adecuadamente. Quizás andan enfadados la mayor parte del tiempo
y tienen poca o ninguna visión positiva sobre la vida. Creen que la humillación es la mejor manera
de producir cambios en sus hijos. Ellos muestran menosprecio a sus hijos con respecto a temas
que activan sus propios sentimientos de ser inadecuados o defectuosos. El efecto general es que
los niños que se sienten subestimados y rechazados se vuelven exasperados y quedan, con el
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tiempo, traumatizados. Años atrás, en países angloparlantes, se podía escuchar niños en el
parque infantil diciendo: «Los palos y las piedras pueden romper mis huesos, pero los palabras
nunca me dañarán.» Nada puede estar más alejado de la verdad. Las palabras tienen el poder de
dividir naciones, terminar amistades, destruir matrimonios y de causar daños incalculables los
niños.

Ejemplos:
(de los padres hacia su hijo)
Si no fueras realmente un mariquita practicarías un deporte de verdad en vez del ballet.
Quizás deberíamos llamarte con un nombre de niña.
Deja de ser un cobarde y aguanta como hombre.
Oye, torpe, ningún entrenador «con dos dedos de frentes te dejaría estar en su equipo.

(de los padres hacia su hija)


Esperábamos a un niño, no a una niña!
Aquí vamos otra vez, ¿es tu asunto femenino de cada mes? ¿Por qué no puedes pensar con
claridad?
Si pudieras bajar algo de peso, quizás podrías lograr tener un enamorado.

(de los padres hacia sus hijos, sean hombres o mujeres)


Si no entras a una buena escuela, causarás vergüenza al apellido de la familia.
Desearía no haberte tenido nunca
i¿Qué es lo que te pasa?!

Los niños que habitualmente escuchan comentarios como esos tienen menos
probabilidades de sentirse aceptados y conectados con sus padres, y no estarán fácilmente en
una posición de tener cubiertas sus necesidades emocionales.

Un estudio realizado en conjunto por la Escuela de Medicina de Harvard y el Hospital


McLean en Boston, Estados Unidos, publicado en el 2006, resaltó que las palabras denigrantes o
menospreciativas contribuyen más al desajuste emocional de los niños que el castigo físico
severo. Esto coincide con nuestras propias experiencias de consejería que involucran a adultos
cuyos dolores más intensos giran en torno a sus primeros recuerdos de heridas causadas por
palabras dichas por sus padres; estas personas cargan las cicatrices de haber sufrido el desprecio
de sus padres por varios años después

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Toda la verdad sobre los Louis
Uno de los tristes recuerdos que yo (Karen) tengo como madre sucedió cuando David
estaba en el kínder. Vivíamos en el décimo piso de un antiguo edificio de
departamentos con elevadores muy lentos. Era el momento de llevar abajo a mi hijo
de cinco años para que subiera al bus escolar, pero no había podido ayudar a David a
estar listo sin tener que apresurarlo. Él estaba luchando con ponerse los zapatos
(como le pasa a los chicos de cinco años), así que de modo impaciente le dije que
terminara de ponerse sus zapatos fuera de nuestro departamento mientras
esperábamos el ascensor. Justo cuando David se sentó, las puertas se abrieron, así
que entramos en estampida al elevador. Recuerdo sentirme avergonzada enfrente
de los demás ocupantes. ¿Por qué? Porque mi ego estaba interpretando, de alguna
manera, que estaban juzgando mi crianza y yo no estaba a la altura de sus
expectativas. (Pero, ¿a quién le importa, verdad?).

Aunque David podía oírme, yo pedía disculpas a las otras personas que estaban
dentro del elevador, diciendo: Lamento mucho que mi hijo sea lento y desobediente.
Espero que aprenda la lección». Para cuando llegamos a la planta baja del edificio,
me sentía como la idiota más grande del mundo. Felizmente, el bus no había llegado
todavía, lo cual me dio tiempo para rectificarme y reparar en algo la situación.
Me senté con David en la orilla de la acera, me disculpé extensamente por las
palabras despreciativas que había dicho sobre él y le pedí que me perdonara. David
pudo ir a la escuela feliz, aunque ligeramente confundido por esta extraña conducta
de su madre. Si no hubiera actuado inmediatamente, seguramente David
habría ido a la escuela sintiéndose exasperado. Si tales interacciones hubieran sido
un «estilo de vida», en vez de algo anormal, ello habría facilitado el desarrollo
de trampas de vida activas en él, ¡sin mencionar que mi hijo habría aprendido a
mantenerse alejado de Mamá!

Perfeccionista y condicional
Los niños serán exasperados por sus padres cuando sientan que nunca van a poder estar a
la altura de un ideal perfeccionista. A los padres que causan este tipo de frustración normalmente
les importa muchísimo cómo son percibidos por otros, cómo se les ve en la sociedad. Ellos exigen
la perfección y quedan satisfechos únicamente cuando las cosas se dan de cierta manera. Estas
exigencias ponen una increíble presión en los niños, quienes se vuelven frustrados y algunas
veces traumatizados, y como resultado sus necesidades emocionales básicas no son cubiertas.

A los padres que tienen tal filosofía sobre la perfección y sobre verse bien les importa poco
que sus niños se estén sintiendo tristes, decepcionados o temerosos. Los padres que dan la
impresión de ser condicionales en su amor y en su aceptación hacia sus hijos son, a menudo,
impulsados por la forma en que son percibidos por otros. Debido a que ellos ven a sus hijos como

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una extensión de sí mismos, cuando a sus niños les va bien, ellos sientes como si a ellos mismos
les hubiera ido bien. Son altamente competitivos y probablemente alardean respecto a sus niños,
algunas veces de manera descarada. Por otro lado, algunos padres perfeccionistas son
reservados y se niegan a dar ánimo por miedo a que ello más bien desmotive a sus hijos. Por el
contrario, cuando a sus niños «no les va bien», lo sienten profundamente y se descargan con
ellos. Estos padres están impulsados por cómo otros perciben las «fallas» de sus hijos, y cuando
son decepcionados, ello se muestra en la manera en cómo tratan a sus niños. Como resultado de
sus decepciones, ellos se niegan a dar cariño y amor, lo cual se aprecia en su lenguaje corporal,
así como en sus palabras. La vida de sus hijos está constantemente llena de críticas. Aun cuando
ellos crecen y se vuelven adultos, sus padres tiene la idea equivocada de que ellos siempre saben
qué es lo mejor y mantienen cierto sentido de superioridad.

Si bien las emociones de celebración que acompañan a los logros deben darse de modo
natural, serán escasas y espaciadas entre sí. O quizás un niño alcanza muchos logros y es súper
exitoso, por lo que su hermano sufre de comparaciones y críticas por no ser tan bueno como él.
Las preferencias de los niños, así como sus decisiones y emociones, no son tratadas como algo
tan importante como lo son las preferencias, decisiones y emociones de sus padres. La vergüenza
de éstos cuando ciertas cosas no se logran es más importante que los sentimientos de los niños.
Como resultado, ellos sienten culpa y vergüenza no saludables y, con el tiempo, esto puede
causarles mucha ansiedad y miedo. Las siguientes palabras podrían ser oídas durante esas
interacciones:

¿Tienes la menor idea de cuántos nos hemos sacrificado por ti?


Deja de sentirte excelente cuando lo que hiciste fue solo el promedio.
Mira a tu hermana/hermano (o a tus primos o a otros niños con los que se le compara).
No pierdas el tiempo saliendo con tus amigos. Dedícate en serio al curso de física (o tenis o
ballet) y aprovecha el tiempo.

Controlador
Los padres que exasperan a sus hijos de esta manera son impulsados por una variedad de
factores. Algunos padres son controladores debido a que temen que sus hijos tomen malas
decisiones y tengan un mal criterio. Este miedo impulsa a los padres a manejar minuciosamente
los asuntos de sus hijos y, como resultado, sus hijos sienten que tienen poca libertad de elección.
Asimismo, estos niños sienten que no pueden confiar en su propio criterio y, con el tiempo, no
desarrollarán su propio sentido de orientación debido a la fuerte influencia de sus padres. La
naturaleza controladora de otros padres proviene de la trampa de vida del apego, pues no
permiten que sus hijos se sientan diferentes a ellos, y los obligan a tener acceso a información
que no es apropiada para su edad, tales como su matrimonio deteriorado, su propia soledad y,
algunas veces, aún sus frustraciones sexuales. Los padres que viven apegados a sus hijos inculcan
una extraña forma de lealtad en ellos. Los privan de sus propias emociones y, en vez de ello,
esperan que piensen en sus necesidades como padres la mayor parte del tiempo, si no es todo
el tiempo.

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Estos niños no crecerán con individualidad o con un sentido de ser personas distintas de
sus padres, lo que les crea experiencias frustrantes al crecer, sobre todo en el caso de las madres
que están apegadas a sus niños. Ellos escuchan de sus padres mensajes como los siguientes:

Déjame escoger las actividades que harás después de la escuela, porque sé qué es lo mejor.
No se te permite tener ningún amigo que a mí no me guste.
No hay secretos entre nosotros, ¿verdad? Cuéntame todo.
Déjame contarte como me siento sobre tu madre/padre
No quiero que estés con tus amigos. Quédate en la casa conmigo. Yo te necesito, deja de
pensar en ti nada más.

Las madres que están apegadas a sus hijos normalmente no tienen idea de cómo sus
interacciones los exasperan. Ellas piensan que son cercanas a sus hijos, pero a menudo ellos se
sienten exasperados, aunque el niño a veces se acostumbra a ello y se vuelve dependiente de la
madre.

Castigador
Los padres que exasperan a sus hijos de esta manera, en su mayoría, ellos mismos crecieron
en un ambiente como ese. Como ejemplos de interacciones exasperantes castigadoras tenemos:
niños que son castigados por cada cosa mínima que hacen mal, o por mostrar ciertas emociones,
o por romper una norma social y no moral (ver Capítulo Dos); y algunas veces estas interacciones
ocurren para que el niño sienta culpa por errores pasados. Los padres que tratan a sus hijos de
esta manera muestran muy poca gracia. Ellos ponen énfasis en la «justicia» y «verdad» en vez de
la compasión y aplican da ley del hielo" a sus niños cada vez que piensan que han cometido una
falta. Las frases que ellos dicen pueden incluir lo siguiente:

Mereces que se te castigue; nunca más confiaré en ti luego de lo que hiciste.


¿Acaso piensas que una disculpa es suficiente?
No pierdo mi tiempo con niños malcriados.
Puedes volver cuando hayas aprendido tu lección.

De privación emocional e inhibidor


Los padres que son emocionalmente inhibidos pueden acabar accidentalmente
exasperando a sus hijos al privarlos de empatía, consuelo y guía. Los padres que caen en esta
trampa, a menudo, quieren que sus hijos aprendan cómo comportarse y estar calmados.
Especialmente, no les gustan las demostraciones emocionales intensas, incluyendo el llorar. Su
filosofía es: «A los niños se les mira, pero no se les tiene que escuchar». Se sienten incómodos
con las emociones intensas, sean positivas o negativas, por lo que no animan a los niños a reír a
carcajadas, participar en juegos que impliquen hacer mucho ruido o invitar con frecuencia a
amigos a la casa, y ciertamente no están cómodos de hablar con sus hijos sobre temas profundos
del corazón, malas situaciones, decepciones y tristezas. El ruido es solamente un molestia, sea

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que provenga de la alegría, felicidad, dolor o heridas. La mayoría de padres que exasperan de
esta manera a sus niños fueron tratados similarmente cuando crecían, por lo que este tipo de
mecanismo de adaptación es familiar a ellos y, como resultado, eso es lo que ellos recrean en su
propio hogar. Afirmaciones como las siguientes son hechas frecuentemente a los hijos de este
tipo de padres:

Primero admite lo que hiciste mal; de lo contrario no vamos a hablar sobre lo que sientes.
Puede que yo no te demuestre mucho cariño, pero sí me preocupo por ti
Si ignoras tus sentimientos, no tendrás problemas con ellos
Yo no soy una persona emocional como otra gente. Yo soy alguien racional y lógico, así que
hablemos de esto lógicamente.
Sólo hablemos de lo positivo. Quiero que haya una atmósfera positiva en a casa.

Algunos padres privan emocionalmente a sus niños al estar demasiado ocupados para ellos.
Cuando ambos padres tienen trabajos exigentes, posiblemente aun siendo muy exitosos en sus
labores, puede ser un problema el separar un tiempo para pasar con sus hijos. Éstos son criados
más por sus abuelos o por la niñera o el personal de la guardería de niños. Los padres más
adinerados pueden ver el tener vacaciones muy elaboradas como una manera de compensar el
tiempo que no les han dedicado a sus hijos, pero calidad no compensa la cantidad, y los niños
sienten una falta de empatía, atención y guía.

Existen otras razones de por qué un padre puede privar emocionalmente a sus hijos.
Algunos adultos son incapaces de ser cariñosos, afectuosos, de mostrar cuidado y empatía,
debido a su propia crianza. Algunos padres atraviesan por tiempos tan difíciles en sus
matrimonios que están consumidos por sus problemas y les queda escasa fuerza mental y
emocional para dar a sus hijos. El daño se hace sin importar la razón, y los niños crecen con la
frustración de no tener cubiertas sus necesidades básicas. Otro aspecto importante de este tipo
de interacción ocurre cuando los padres no brindan una guía útil y apropiada para la edad de sus
hijos. Lo opuesto es lo que ocurre en el siguiente tipo de interacción en la cual los padres se van
al otro extremo.

Dependiente y egoísta
Los niños cuyos padres los exasperan de esta manera pueden crecer sintiendo que están
siendo obligados a asumir mayores responsabilidades diarias de lo que normalmente se esperaría
para chicos de su misma edad. Puede que sientan que sus padres les hacen cargar las
responsabilidades de las cosas, que dependen de ellos para ayuda y comprensión, o sienten que
son fuertes y deberían cuidar de otras personas. Un niño bajo este contexto puede que sienta
que uno o ambos padres se alejaron de él y lo dejaron solo por períodos prolongados, o le
mintieron, engañaron o traicionaron. Puede que sienta que uno de sus padres lo usa para
satisfacer sus necesidades; o que es voluble, impredecible, indisciplinado o alcohólico, y

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posiblemente puede que incluso sientan que su padre pareciera sentir placer de herir a las
personas. Este tipo de exasperación podría ocurrir también si un padre es tan formal y rígido que
prefiere mantener todo limpio y ordenado» en lugar de hacer un mínimo cambio. Los padres que
reiteradamente exasperan a sus niños te exasperan a sus niños de esta manera podrían decir
ideas como:

Mira qué inteligente es mi hija de seis años; ya puede planchar sus ropas y hacer el desayuno
para su hermanito, aunque solo está en primer grado
Sé que solo eres un niño, pero necesitas ayudarme porque eres fuerte.
Sé que no cumplí mi palabra, pero es que tengo una buena razón.
Necesito que te hagas cargo de la casa y de tus hermanos menores, ya que debo
concentrarme en mi carrera y además necesito también tener una vida.

Sobreprotector
Los padres que son sobreprotectores se preocupan excesivamente hasta por los asuntos
más pequeños de sus hijos, tales como el lastimarse mientras juegan en el parque infantil o el
enfermarse cuando se mojan con la lluvia. Ellos transmiten expectativas no realistas a sus hijos
y, en el mejor de los casos, reaccionan de una manera que está fuera de toda proporción a la
situación real, tanto así que aún los espectadores se darían cuenta de ello. Los niños, a menudo,
se sienten frustrados cuando son habitualmente expuestos por sus padres a tales señales. Estos
niños se juntan con sus amigos mucho más tiempo que el que pasan con sus padres o se rinden
ante los miedos de sus padres y se vuelven chicos que se preocupan por todo y prefieren
quedarse en casa y no salir. Los padres que interactúan con sus niños de esa manera puede que
digan:

Me molesta mucho que tu amigo no te haya escogido para jugar en su equipo. Dame el
número de su mamá para tratar este asunto.
No quiero que practiques deportes porque te vas a lesionar.
No puedo creer que ellos dejaran a ese chico que está resfriado quedarse en la guardería.
Ahora te vas a enfermar. Descansa mañana y quédate en la casa. Quizás deberíamos
buscar otra guardería para que vayas.

Pesimista
Los niños se vuelven exasperados cuando repetidamente escuchan que el vaso siempre
está mitad vacío, y no la mitad lleno. Si les preguntaras a estos padres por qué son personas
negativas, ellos dirían que no quieren que sus hijos tengan una visión no realista de la vida. Estos
padres probablemente crecieron en ambientes negativos que les hicieron tener miedo a cometer
errores. No se les animó a tomar riesgos. Entonces, alimentados por el deseo de evitar errores y
de asegurarse de que las cosas no vayan mal, ellos deciden que es más fácil no tener ningún tipo
de esperanza.

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Estos pueden ser algunos comentarios de padres que interactúan de esta forma con sus
hijos:

No admires a nadie. Ellos al final te decepcionarán.


Sé que estabas emocionado de practicar ese deporte. Pero es rudo y te vas a lesionar y luego
tu vida se arruinará.
¿Por qué estás triste? El mundo es un lugar terrible, así que acostúmbrate.

Demasiado permisivo
Los padres que son demasiado permisivos no están disponibles o están demasiado
ocupados en sus propios asuntos. Algunos padres se sienten culpables de no involucrarse en la
vida de sus hijos, así que reaccionan exageradamente al no esperar que sus niños respeten límites
o aprendan la debida disciplina. Ellos no son capaces de hablar de los asuntos difíciles que sus
hijos están atravesando. Y para distraer a sus hijos de sus emociones, los dejan mirar demasiado
la televisión y los consienten con variadas recompensas. Estos padres se sienten incómodos de
involucrarse en las vidas de sus hijos, quizás por miedo a recibir malas noticias o quizás no les
gusta hablar sobre las emociones, por lo que evitan hacerlo no estando disponibles o quitando
atención a sus emociones. Como resultado, los niños empiezan a pensar que es malo hablar de
sus emociones. Además, los padres no se toman el tiempo para guiarlos en sus problemas. Estos
padres permiten a sus hijos salirse con la suya y cometer muchas malacrianzas antes de que
siquiera les digan algo. Al final, el hecho de que los niños no se sientan guiados por sus padres
puede causarles inseguridad respecto a la dirección que están tomando y pueden recurrir a sus
amigos en lugar de sus padres.

Disculpa, estoy demasiado ocupado. Tienes que aprender a lidiar tú mismo con los altibajos
de la vida. Ya estás grande.
Lamento que te sientas así. Es mi culpa. Soy un pésimo padre.
Come un poco de helado. Esa es la mejor manera de que se vaya tu pena y que te sientas
mejor.

Los niños con padres excesivamente permisivos sienten que sus padres los han dejado a su
suerte para que resuelvan el tema de cómo manejar su vida y tomar control de ésta. Ello
fácilmente puede causar desconexión con sus padres y crear resentimiento y frustración,
especialmente cuando sus padres los aconsejan y finalmente, en muy raras ocasiones, deciden
hablarles de temas sensibles.

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¿Por qué las trampas de vida (esquemas) son tan importantes?
Tal como mencionamos en el Capítulo Dos, las trampas de vida son las memorias,
pensamientos, creencias y emociones almacenadas/guardadas en nuestro cerebro que se activan
cuando se presentan situaciones familiares que ocurren más tarde en nuestra vida. Todos
tenemos trampas de vida, dado que ninguno de nosotros tuvo un ambiente perfecto en el que
creció. Las experiencias positivas nos ayudan a avanzar en la vida en cuanto a enfrentar la
adversidad o los desafíos. Las experiencias fuertemente negativas afectan las perspectivas que
tenemos de nosotros mismos y nuestras relaciones con la gente, y quedamos atascados con esto
una y otra vez, incapaces de liberarnos totalmente de ellas y empezar de nuevo. ¿Recuerdan la
figura de la mujer (ver Capítulo Dos, Figura 2.2) mirándose al espejo? Muestra a una mujer joven
cuyas visiones de sí misma fueron dibujadas por los mensajes negativos que hizo su padre. Ella
tiene la trampa de vida de la defectuosidad; ella siente que hay algo negativo en ella, de que no
es lo suficientemente buena y, como resultado, su propia imagen está distorsionada, lo cual se
ve en el reflejo del espejo.

Nuestra propia investigación, que coincide con los descubrimientos de otros, ha


descubierto que la exasperación (experiencias frustrantes y traumáticas) durante la niñez está
asociada con el desarrollo de trampas de vida3. A su vez, las trampas de vida están relacionadas
con el desarrollo de una infinidad de desórdenes de personalidad, síntomas psiquiátricos,
depresión, desórdenes alimenticios y otras disfuncionalidades. Las investigaciones también han
demostrado que experiencias de crianza que han sido negativas están relacionadas con el
desarrollo de esquemas activos o trampas de vida (RI.4.1.)

El hecho de que las trampas de vida estén asociadas con las experiencias tempranas de
crianza y con muchos de los desórdenes y patologías arriba mencionados, demuestra que nuestro
rol como padres es crucial para saber cómo satisfacer de modo satisfactorio las necesidades
emocionales básicas de nuestros hijos. Hay mucho en juego. La manera en la que nuestros hijos
perciben las experiencias tempranas que viven con nosotros como padres tiene una inmensa
trascendencia en cómo ellos serán de adultos.

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L
a necesidad básica emocional de conexión y aceptación puede ser definida
como un estado en el que viven los niños cuando se sienten completamente
vinculados a sus padres de una manera sana, y cuando sienten que pertenecen,
que son aceptados y amados incondicionalmente. Los niños cuya necesidad básica emocional de
conexión y aceptación ha sido cubierta desarrollan, de modo natural, características y creencias
tales como la confianza, la auto-aceptación y la sinceridad, la realización emocional e intimidad,
la pertenencia y afinidad, la espontaneidad emocional y expresividad, así como el dominio de
habilidades y logro'. Ellos, de modo constante, y a un nivel emocional, escucharán y creerán los
siguientes mensajes sobre sus padres:

Ellos se diviertan conmigo y pasan tiempo conmigo.


Les gusto y me extrañan cuando no estoy cerca de ellos.
A ellos les interesan los sentimientos profundos que tengo y los que ellas mismos tienen.
Están orgullosos de mí a pesar de mis defectos.
Ellos me hablan de una manera respetuosa.
Ellos creen en mí y me orientan.

Daniela, de treinta y siete años, creció en un hogar donde se le hizo sentir que era estúpida,
fea, gorda y no deseada. Sus padres querían que su primer hijo fuera hombre, y se le recordaba
eso frecuentemente. Además de eso, tenían altas expectativas para ella a nivel académico, a
pesar de que ellos mismos solo habían terminado la escuela primaria. Cuando ella no sobresalía
en el kínder, la insultaban usando palabras como «idiota» y «tarada> y hacían público su deseo
de que no hubiera nacido. Daniela era golpeada ante la menor falta que cometía, y cuando fue
abusada sexualmente por un pariente, al parecer, a nadie le importó. Como la dejaban afuera de
la casa —la que cerraban con llave— ante cualquier falta menor como reírse demasiado fuerte,
rápidamente ella aprendió a hacerse invisible. Cuando llegó su hermano, algunos años después,
el único valor que ella tuvo para la familia fue como niñera. Sus padres no cubrieron, de ninguna
de las maneras posibles, la necesidad emocional básica de Daniela de conexión y aceptación,
como tampoco ninguna de las otras necesidades. Esta solitaria niña tuvo un mal desempeño en
casi todas las materias de la escuela y, al final, fracasó en la secundaria y tuvo que truncar sus
estudios. Como adulto, Daniela se hospitalizó por sus tendencias suicidas y tiene que luchar
constantemente con sus relaciones, sus finanzas, la depresión, los límites y los temas de

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autoestima. No es difícil deducir que las dificultades de Daniela están directamente relacionadas
con su infancia, y no es de sorprender que continúe teniendo problemas para conectarse con
otros y aceptarse a sí misma.

Carolina, de treinta y dos años, nunca fue golpeada ni sufrió abuso sexual. Su familia se fue
de vacaciones e hizo viajes muy bonitos, tenía muchos amigos, asistió a una escuela privada para
chicos ricos, y sobresalía en sus actividades favoritas. Aunque a ambos padres les resultaba difícil
expresar sus sentimientos y tenían estándares muy altos, ellos creían que era bueno ser firme
pero amable y valoraban la disciplina, así como el esforzarse en hacer lo mejor, ser humilde y
mostrar respeto. Su madre tenía un trabajo de horario flexible de modo que podía estar en casa
con sus hijos tanto como le fuera posible, ya que su padre trabajaba por largas horas como
abogado. Su hermana mayor era problemática y parecía llevarse la peor parte a la hora de la
disciplina, mientras que su hermano menor solía enfermarse mucho, por lo que sus padres
pasaban la mayor parte de su tiempo preocupados por los hermanos de Carolina. Dado este
ambiente, Carolina fue ignorada y no sintió el amor de sus padres. Como adolescente, anhelaba
liberarse y rebelarse contra la vigilancia desaprobatoria que hacían sus padres, quienes eran algo
estrictos y emocionalmente inhibidos. Aunque a sus hermanos les va bien en sus carreras,
Carolina nunca se graduó de la universidad y tiene muchos problemas con los límites. Así como
Daniela, a veces Carolina ha estado en programas de vigilancia para suicidas, y le resulta difícil
mantenerse en un trabajo o mantener una relación estable. Mucha gente podría mirar a sus
padres y a su familia y pensar que ella tuvo el hogar ideal, pero su necesidad básica de conexión
y aceptación no fue cubierta, y ella tiene problemas para sentirse conectada a la familia y
aceptarse a sí misma y a otros. ¿Qué es lo que estas dos mujeres, que provienen de dos hogares
muy diferentes, tienen en común? Su necesidad emocional básica de conexión y aceptación no
fue cubierta por sus padres y ahora, aunque estas dos mujeres deberían ser capaces de funcionar
como adultas exitosas, sus luchas son muy grandes.

La verdadera conexión con nuestros hijos se produce cuando las emociones se comparten
en ambas direcciones, de padres a hijos y de hijos a padres, de manera que se desarrolla un
vínculo afectuoso y saludable y una comprensión empática en ambos lados. Como resultado, los
niños sienten que sus pensamientos e ideas, sus heridas y sentimientos así como sus victorias y
derrotas, tienen un lugar en el corazón de sus padres, y viceversa. Para nuestros niños, la
aceptación ocurre cuando sienten que sus padres los valoran por como ellos son, con sus
fortalezas y debilidades, con errores y todo, y los consideran una bendición en sus vidas. La
conexión auténtica y la aceptación incondicional hacen que el hogar sea un lugar seguro.

Estos dos conceptos van de la mano. Es imposible estar conectado a un niño a nivel
emocional y al mismo tiempo no aceptarlo. Cuando un niño se conecta, normalmente la
aceptación viene con ello, pues la conexión y la aceptación están interrelacionadas. Lo contrario
también es cierto; cuando hay desconexión, hay también un sentimiento de rechazo. Los niños
se sentirán desanimados y su conducta reflejará esos sentimientos. Cuando esta necesidad
emocional básica está cubierta adecuadamente, se sientan las bases para una relación duradera,
satisfactoria y de amor genuino entre un padre y su hijo.

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La conexión es esencial
Los niños tienen que sentir una profunda conexión emocional con sus padres a fin de
madurar y convertirse en adultos emocionalmente saludables. Ellos deben sentirse aceptados
por sus padres para llegar a desarrollar un saludable sentido de autoestima. En nuestra opinión,
la mayor parte del daño que existe en el mundo actual es causado porque esta necesidad
emocional básica a menudo no es satisfecha. ¡Ah, si tan solo los padres prestaran atención a la
exigencia de cubrir esta necesidad emocional básica!

De todas nuestras cuatro (más una adicional) necesidades emocionales básicas, la conexión
y aceptación son las que juegan la parte más intensa. No se puede cubrir esta necesidad básica
si los padres insisten en permanecer en una postura lógica. Lo repetimos, para que los padres se
logren conectar con sus hijos y los ayuden a sentirse aceptados, deben interactuar con ellos a un
nivel emocional. Y eso no significa que el hogar necesita llenarse de gritos, rabietas o llanto. Lo
que significa es que los padres deben lidiar con sus propias dudas respecto a ser vulnerables al
expresar emociones tales como la rabia, miedo, tristeza, vergüenza, alegría, paz y demás.

Cuando pensamos en la importancia de las emociones en la crianza de hijos, debemos notar


que comunicamos nuestras emociones de diferentes maneras, aun cuando pensamos que las
estamos manteniendo bajo control. Los expertos enseñan que la mayoría de las comunicaciones
ocurren no solo con palabras, sino también a través de medios no verbales tales como lenguaje
corporal, tono de voz además de la forma de comportarse y de mirar. Albert Mehrabian es el
creador de la muy citada frase «la regla 7%-38%-44%». A fines de la década de los sesenta, sus
experimentos lo llevaron a afirmar que las palabras representan únicamente el 7% de lo que
finalmente comunicamos, el tono de voz es el 38%, ¡y el lenguaje corporal representa un enorme
55%! Su trabajo señala la importancia de ser coherentes, que si nuestras palabras están diciendo
una cosa y nuestro tono de voz dice otra cosa, nuestros oyentes creerán a lo segundo2. Entonces,
cuando nosotros como padres pensamos que estamos siendo solamente racionales, nuestra
mirada fría y tono de voz monótono pueden estar diciendo a nuestros niños que en realidad no
nos importan. Cuando decimos las palabras «adecuadas» mientras nuestro lenguaje corporal
repetidamente transmite desdén o desaprobación, nuestros niños pueden estar experimentando
la exasperación. Trabajar en el contacto visual, el tono de voz y el lenguaje corporal cuando
hablamos con nuestros niños no es solo una buena sugerencia, es esencial si deseamos satisfacer
la necesidad que tienen nuestros hijos de conexión y aceptación.

Cuando esta necesidad emocional básica es cubierta, los padres y los niños experimentan
emociones satisfactorias por igual; las «vibraciones positivas» son casi tangibles. Se nota una
atmósfera ligera en la casa, con padres e hijos que de modo similar se sienten libres para ser
vulnerables y espontáneos los unos con los otros. Esta experiencia es muy gratificante y crea un
sentimiento de que criar hijos es un gozo. Cuando ocurre lo opuesto, ambos lados se sienten
desconectados y rechazados, y el ser padres se siente más como una tarea agotadora. Por eso,
¡demos tres hurras para la conexión y aceptación!

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Nos hemos dado cuenta de algo que ocurre en las secciones sobre crianza de las tiendas de
libros: la mayoría de títulos tienden a tratarse sobre el cambio en el comportamiento de los niños.
Muy pocos libros enseñan a los padres cómo desarrollar una conexión significativa y agradable
con sus hijos y, sin embargo, el tener tal conexión con ellos es probablemente la necesidad más
importante que tienen mientras crecen.

Algunos papás piensan que esta es una «cosa de chicas», en el sentido de que únicamente
las hijas son las que se benefician de tener cubierta esta necesidad básica. Pero la necesidad
básica emocional de conexión y aceptación no es exclusiva para un género en particular, pues las
investigaciones señalan que la aprobación del padre es igual de importante para el desarrollo de
una autoestima saludable en los niños varones3 (RI5.1). Algunos padres se sienten conectados a
sus niños cuando son pequeños, pero encuentran que después no están tan conectados con ellos
cuando son adolescentes. Según el nivel de autonomía de los niños va creciendo (ver Capítulos
Nueve a Once), debemos mantener la conexión, así como hacer con éxito la transición del
liderazgo por autoridad hacia un liderazgo por relaciones/influencia4. Aquí es donde muchos
padres se equivocan, pues permiten que el nivel de conexión se deteriore con el aumento de
autonomía de sus niños, pensando que tal deterioro es parte inherente del proceso de
crecimiento de sus hijos. Debemos luchar arduamente para asegurarnos de que nuestros hijos
nos dejan suficiente espacio en sus vidas. Si somos indiferentes acerca de esta gradual
separación, terminaremos perdiendo una valiosa conexión que debe estar en marcha y que los
adolescentes necesitan mientras hacen la transición de la niñez a la adultez. Mientras la
autonomía (la segunda necesidad emocional básica) está creciendo, la conexión debe ser
mantenida.

Asimismo, a algunos padres les preocupan que si ellos tienen una fuerte conexión
emocional con sus niños, ello impedirá que los puedan guiar y enseñar, así como ayudarlos a
asumir responsabilidades de manera efectiva. Esto en verdad no es cierto y, de hecho, la realidad
es justamente lo contrario. El Dr. John Gottman llevó a cabo una investigación sobre el
matrimonio y crianza por más de veinticinco años. Él concluyó que cuanto más conectado
emocionalmente está un niño a sus padres, es más probable que acepte los valores que ellos le
inculcan 5 .Cuando el nivel de conexión es alto, la capacidad de los padres para influir en sus hijos
también es alta; por lo que la conexión no es buena solo para los chicos, ¡sino también para los
padres!

Cuando los bebés nacen prematuramente y necesitan vivir en incubadoras, los hospitales
saben que únicamente crecerán sanos si están expuestos al toque humano. Somos creados para
conectarnos unos con los otros, especialmente con los seres que amamos, y los niños necesitan
constantemente del cariño de sus padres, no tan solo cuando están recién nacidos.

Uno de nuestros estudios favoritos que apoyan la idea de la necesidad de conexión entre
los padres y los niños es la investigación realizada entre estudiantes que asistieron a la
Universidad de Harvard entre los años 1952 y 1954. Se les preguntó a estos estudiantes si las
relaciones con sus madres y padres eran cercanas, cariñosas y amistosas o eran tensas y frías.
Treinta y cinco años después, cuando los participantes tenían mediana edad, sus expedientes
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médicos fueron recolectados. Los resultados mostraron que del grupo de estudiantes que había
dado una puntuación baja en cariño parental, el 87% había sido diagnosticado de enfermedades
tales como enfermedad de la arteria coronaria, hipertensión, úlceras duodenales y alcoholismo;
mientras que en el grupo que había dado puntuaciones altas en cariño parental, únicamente el
25% había tenido enfermedades diagnosticadas6 (RI5.2). Así como muchos padres, ambiciosos
académicamente, luchan con uñas y dientes para que sus hijos ingresen a las universidades más
prestigiosas, ¿cuántos hacen ese mismo esfuerzo para conectarse a sus hijos y mostrarles
aceptación?

Algunos padres piensan que amar a sus hijos significa que ellos deben proveerles techo,
ropa, comida, atención médica y educación, y que eso es todo. Pero, ¿qué es lo que se requiere
para que nuestros niños se sientan conectados y aceptados por nosotros a un nivel que sea
adecuado? ¿Los niños sienten que nos agradan? Únicamente seremos capaces de cubrir esta
necesidad de conexión y aceptación si nuestros hijos sienten que nosotros como padres
disfrutamos estar cerca de ellos como individuos. Muchos padres se encuentran tan consumidos
por sus preocupaciones que, o no tienen espacio en su corazón para conectarse con sus niños, o
consideran que sus hijos los estorban alcanzar las metas.

Pioneros en el tema de la crianza


Quisiéramos finalizar este capítulo compartiendo los hallazgos de algunos de los más
intuitivos educadores en temas de familia de los últimos cincuenta años. Fíjate si puedes detectar
algún patrón, un hilo común que recorre a través de sus filosofías sobre la crianza:

Haim Ginott fue un psicólogo clínico y terapista quien escribió un libro exitoso en ventas
titulado Entre padres e hijos. Él dijo que los padres debían aceptar los sentimientos de los niños,
pero no necesariamente sus conductas. Asimismo, creyó firmemente que los padres y maestros
deben conectarse con los niños y aceptarlos. En su libro señaló que como psicoterapeuta de
niños, atendió a chicos que padecieron trastornos emocionales. Dijo que si veía a una niña en
terapia una hora a la semana durante un año, era muy posible que sus síntomas desaparecieran;
ella se sentía mejor respecto de sí misma, se llevaba bien con otros e inclusive dejaba de moverse
nerviosamente en la escuela. Ginott plantea que la ayuda que le dio fue comunicarse con ella de
una manera única, usando todas las oportunidades que se presentaban para mejorar los
sentimientos que ella tenía sobre sí misma. Su conclusión fue que, si una comunicación afectuosa
puede llevar a que niños enfermos se curen, los principios y práctica de dicha comunicación
pertenecen a los padres y maestros; si bien los psicoterapeutas pueden ser capaces de curar,
únicamente aquellos que están en contacto diario con los niños pueden evitar que éstos
necesiten ayuda psicológica7.

Rudolf Dreikurs, discípulo de Alfred Adler, quien fue entrenado por Freud, escribió Children:
The Challenge (Los niños: el desafío [publicado en español con el título Aprendiendo a ser
padres]). Uno de sus bien conocidos principios para explicar la mala conducta y la importancia
de la comunicación no verbal es que un niño que tiene mal comportamiento es un niño
desmotivado, porque de miles de maneras sutiles, ya sea por el tono de voz o por las acciones,

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le indicamos al niño que lo consideramos un incapaz, un inútil y, en general, alguien inferior8.
Otro de sus principios es que los padres muchas veces no saben de qué manera están
desmotivando a sus hijos, esto ocurre en formas muy sutiles, tanto verbalmente, como con el
tono de voz y el lenguaje corporal9.

David Elkind es un profesor emérito de la Universidad de Tufts, en Massachusetts, Estados


Unidos y escribió varios libros exitosos en ventas incluyendo The Hurried Child (El niño
apresurado). Elkind sostuvo lo siguiente respecto a cómo el presionar a los niños
académicamente y apresurarlos a crecer más rápido que su ritmo normal los coloca en una
situación de riesgo:

El abusar de la premura es una violación contractual. Las violaciones contractuales se


experimentan por los niños como explotadoras y estresantes debido a que los
contratos implícitos entre padres e hijos son el fundamento del sentido de confianza
básica, un tipo de estándar con respecto del cual se miden las interacciones sociales
de los niños. Dos diferentes tipos de violaciones y explotaciones contractuales
pueden ser identificadas. Una es cualitativa y puede ser llamada la premura del
calendario. Ocurre cada vez que le pedimos a los niños a que entiendan algo que está
más allá de sus límites de entendimiento, a que decidan más allá de su capacidad de
tomar decisiones, o a que actúen intencionalmente antes de que tengan la voluntad
de actuar. Pero los niños también pueden ser apurados cuantitativamente, y esto
puede ser llamado la premura del reloj. Caemos en la premura del reloj cada vez que,
a través de nuestras excesivas exigencias en un corto período de tiempo, instamos a
los niños a que recurran a sus reservas de energía10.

Esta cita de Elkind merece una atención especial:

En efecto, los adolescentes nos devuelven en los años de adolescencia todos los
pecados, reales o imaginarios, que hemos cometido contra ellos cuando eran
pequeños11.

Adele Faber y Elaine Mazlish, discípulas de Ginott, son coautoras de lo que se conoce en
algunos círculos como la «Biblia de la crianza». Ellas escribieron:

Si nuestra actitud no es compasiva, entonces cualquier cosa que digamos el niño


percibirá como falso o como una manipulación. Cuando nuestras palabras están
impregnadas de nuestros verdaderos sentimientos de empatía, es cuando ellas le
hablan directamente al corazón del niño12.

Gottman, cuyas conclusiones hemos resumido anteriormente, está firmemente


convencido de que se debe ayudar a los niños a lidiar con sus emociones de una manera empática
y orientándo (lo denomina “el entrenamiento de las emociones”), lo que a su vez contribuye a
que haya una conexión entre padre e hijo. Gottman y su equipo de la Universidad de Washington
llevaron a cabo una investigación exhaustiva con 119 familias a fin de ver cómo los padres e hijos
interactuaban los unos con los otros, haciendo seguimiento a los niños desde que tenían cuatro

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años hasta su adolescencia. Concluyeron que los niños cuyos padres practicaron constantemente
el entrenamiento en las emociones tienen mejor salud física y puntuaciones más altas a nivel
académico que los niños cuyos padres no les ofrecen tal orientación; estos chicos se llevan mejor
con sus amigos, tienen pocos problemas de conducta y son menos propensos a realizar actos de
violencia. Gottman sostiene que, por lo general, los niños que han tenido entrenamiento
emocional experimentan menores sentimientos negativos y más sentimientos positivos; en
resumen, son emocionalmente más sanos13.

Gottman afirma que cuando los padres ayudan a sus hijos a tratar con sentimientos
incómodos tales como la culpa, el remordimiento o la tristeza, sus niños se sienten más
apoyados. Él continúa señalando que si los niños son entrenados en sus emociones desde una
temprana edad, se volverán expertos en el arte de autocalmarse y de mantenerse tranquilos
cuando estén bajo estrés lo cual, además, les hace tener menores probabilidades de tener un
mal comportamiento14 La investigación de Gottman demuestra que la práctica de la empatía
por parte de los padres hace que los niños se sientan apoyados, pues sienten que sus padres son
sus aliados y, por eso, es más probable que acepten los valores de ellos. Este es el hilo común
que recorre todas las excelentes filosofías sobre crianza arriba señaladas: los padres deben
conectar con sus niños de modo empático en lugar de causarles exasperación. Esta no es
simplemente una buena idea; es la base para una crianza efectiva y saludable; es el cimiento
para ser padres lo suficientemente buenos.

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H emos mencionado en el Capítulo Dos las dieciocho trampas de vida
identificadas por el Dr. Jeffrey Young, quién las agrupó en cuatro dominios,
de los cuales el primero se conoce como la desconexión y el rechazo».
Creemos que en el mismo grado en que los padres no cubran la necesidad emocional básica de
conexión y aceptación, los niños experimentarán lo opuesto, es decir, la desconexión y el
rechazo. Esto significa que sus niños estarán en riesgo de desarrollar algunas o todas las trampas
de vida que se ubican en el dominio de la desconexión y el rechazo, las cuales son desconfianza,
defectuosidad, privación emocional, aislamiento social, inhibición emocional y fracaso. Este
capítulo explica en detalle estas seis trampas de vida y contiene un segmento adicional llamado
«Zona básica de seguridad».

La trampa de vida de la desconfianza/abuso


El primer esquema maladaptativo (trampa de vida) en el dominio de la desconexión y el
rechazo es la desconfianza/abuso. El mensaje básico de la trampa de vida de la desconfianza es:
«No puedo esperar que los demás me traten de manera equitativa, considerada o justa. Debo
esperar que me lastimen (emocionalmente o incluso físicamente), me mientan, se aprovechen de
mí y me manipulen. Los demás siempre tienen sus propios objetivos».

Los niños que han sido abusados o que han atestiguado abusos casi siempre desarrollarán
la trampa de vida de la desconfianza. Cuando sus cuidadores, especialmente sus padres, no son
confiables, los niños reciben un mensaje que les hace mucho daño. Cuando el abuso sucede,
sobre todo cuando ocurre repetidas veces, los niños dejarán de confiar, producto de la necesidad
de protegerse. Se volverán cautelosos y les costará mucho más que a otros el tener vínculos
afectivos, hacer amigos, y aceptar ayuda. Ellos buscan los objetivos que tienen los demás y, a
menudo, leerán algo negativo en sus acciones y tendrán dudas sobre sus motivos, sintiendo que
quieren aprovecharse de ellos o causarles daño. Están en constante alerta. Cargan el dolor y la
desconfianza, llevándolas a sus relaciones e interacciones adultas, y frecuentemente
malinterpretan las palabras de los demás. Les cuesta mucho dar el beneficio de la duda a los
demás y fácilmente caen en etiquetar o juzgar a otros.

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Como paladines de la justicia, quienes experimentan esta trampa de vida tratan
continuamente de exponer la hipocresía de otros a pesar de que no hay nada de eso. Algunas
veces no tienen una buena opinión de las personas que son cariñosas y afectuosas, por cuanto la
ven como débiles en un aspecto que ellos valoran. Las personas que están en esta trampa de vida
de la desconfianza ven todo blanco o negro. En vez de entender que los motivos de las personas
generalmente se ubican en algún punto de una variedad de posibilidades, ellos automáticamente
ponen a la gente en dos categorías: aquellos en los que se puede confiar y aquellos en los que
no. Le hacen «pruebas» a la gente («¿Me pregunto si ella se acordará de mi cumpleaños?») sin
decirles que están siendo sometidos a ello y a la larga, todos fallan en las pruebas, lo cual
demuestra que ellos tenían razón al no confiar.

El ambiente familiar en el que pudo haberse desenvuelto durante su infancia y que podría
haber causado que esta trampa de vida se desarrolle:

• El niño fue abusado verbalmente, físicamente y/o sexualmente, por uno de sus padres,
un pariente, un maestro, o cualquier combinación de estos. (Si el niño o adulto nunca
ha hablado de su abuso pasado con sus padres o con un adulto, será muy doloroso
cuando decida abrirse y contarlo. El oyente tiene que ser paciente y comprensivo, dando
tiempo a que la persona hable sobre ello y no apurarla).

• Los hermanos del niño peleaban con él constantemente; sus padres lo permitieron y no
lo protegieron.

• Había mucha tensión en el hogar del niño; por ejemplo, fue testigo de cómo su padre
abusaba de su madre.

• El niño creció en un ambiente donde el abuso fue realizado hacia otros, y él lo observó.
Por ejemplo, tal vez un hermano o hermana fue maltratado o el niño sabía que uno de
sus amigos estaba siendo abusado, o vio como los maestros abusaban de sus
compañeros en el colegio. (Ver la sección «Zona básica de seguridad» para más
información respecto a cómo prevenir el abuso).

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La trampa de vida de la defectuosidad/vergüenza
El siguiente esquema maladaptativo (trampa de vida) en el dominio de la desconexión y el
rechazo es la defectuosidad/vergüenza. El mensaje fundamental de esta trampa de vida es:
«no soy lo suficientemente bueno. Soy inherentemente defectuoso. Cualquiera que
verdaderamente me conozca no podrá amarme».

¿Conoce usted personas inteligentes que no piensan que lo son, y personas atractivas que
piensan que no lo son? La gente con esta trampa de vida siente que algo dentro de ellos está mal,
por ejemplo, que son extraños, bajos, gordos, incapaces o simplemente repugnantes Son
exageradamente sensibles con respecto a sus debilidades, y tienen un miedo injustificado de
exponerse a sí mismos hacia los demás. No aceptan fácilmente los cumplidos y sienten que no
merecen alabanzas. Son celosos y competitivos y se sienten inseguros alrededor de aquellos que
perciben como mejores que ellos. Hacen muchas comparaciones, aun en interacciones comunes.
Si la trampa de vida es fuerte, se dejan consumir por el estatus y la posición y sobrevaloran el
éxito, tal como la excelencia académica o los logros atléticos. A pesar de que puedan ser
altamente exitosos, muy en su interior sienten que no son lo suficientemente buenos. Debido a
que se sienten defectuosos, nunca están satisfechos con su situación actual. Todavía no han
aprendido a aceptarse a sí mismos, con todo y defectos, y celebrar con confianza sus fortalezas
y logros. Si se da el caso de que, además, tengan el estilo de adaptación a la sobrecompensación,
se ofenderán rápidamente y humillarán a la persona ofensora antes de que ésta lo haga con ellos.
Les preocupa más esforzarse para no ser defectuoso que satisfacer las necesidades básicas de
sus seres queridos. Están constantemente presionándose, al punto de que sus relaciones más
cercanas salen lastimadas en el proceso. También temen que su defectuosidad vaya a ser
expuesta y que por ello serán avergonzados. Esta trampa de vida se trata, en el fondo, de la
vergüenza.

El ambiente familiar en el que pudo haberse desenvuelto durante su infancia y que podría
haber causado que esta trampa de vida se desarrolle:

• El niño fue comparado con otros (hermanos, parientes y compañeros) y sintió que sus
padres estaban decepcionados de él.

• El niño fue culpado injustamente por supuestos errores mientras crecía.

• El niño fue criticado por al menos uno de sus padres, acusándolo de ser «la oveja negra»
de la familia, inútil, lento, tonto, torpe, feo, estúpido, etc.

• Los padres del niño constantemente hablaban sobre la definición que ellos tenían de lo
que es una persona exitosa y cómo su hijo no daba la talla.

• El niño siempre sentía que no estaba a la altura de algo, por ejemplo, que no era lo
suficientemente bueno en los estudios o en los deportes, o no era lo suficientemente
talentoso o atractivo, etc.

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La trampa de vida de la privación emocional
Otro esquema maladaptativo (trampa de vida) en el dominio de la desconexión y el rechazo
es la privación emocional. El mensaje básico de esta trampa de vida es: «No puedo esperar que
los demás sean solidarios conmigo y se preocupen de lo que necesito». La privación emocional
trata sobre empatía y cariño insuficientes, y/o sobre no recibir guía y dirección.

Los niños desarrollan la trampa de vida de la privación emocional si no se sintieron


emocionalmente cercanos a sus padres mientras crecían. Puede que esto involucre o no el hecho
de haber sido separado físicamente de sus padres, pero definitivamente implica una distancia
emocional. Algunos niños son dejados solos y se sintieron vacíos en sus años de formación.
Cuando los niños son privados de amor durante su infancia, se vuelven coléricos y solitarios.
Como adultos, continúan teniendo el sentimiento de que las personas nunca los amarán lo
suficiente. Ansían sentirse amados, pero sienten que no son comprendidos ni amados. Las
personas atrapadas en esta trampa de vida parecen desarrollar una especie de pozo sin fondo;
no importa cuánto amor se les demuestre, éste no es suficiente para satisfacerlos. Aun en el
matrimonio, las personas con esta trampa de vida, frecuentemente, se sienten solas y piensan
que nadie se preocupa ni interesa por ellas. Podrían no sentir una amistad profunda con alguien
que es su amigo, aunque la otra parte se sienta cercana a ellos. Luchan contra sentimientos
constantes de nunca tener suficiente amor.

El ambiente familiar en el que pudo haberse desenvuelto durante su infancia y que podría
haber causado que esta trampa de vida se desarrolle:

• El niño no tuvo padres afectuosos ni cariñosos; no hubo muchos besos, abrazos ni


contacto físico. Aunque sus padres estaban físicamente ahí, ninguno fue muy afectuoso
con el niño o no recordó o celebró días especiales, como los cumpleaños.

• Los padres del niño estuvieron emocionalmente ausentes y puede que tuvieran a
alguien más para criarlo. El niño raras veces fue hacia ellos por amor y cariño, y si trató
de pedirlo, no le fue bien.

• La madre del niño tenía un horario muy ocupado (esta trampa de vida tiene que ver más
con la falta de cercanía materna, que con la del padre), estaba enfocada en su propia
carrera o vida social y no tuvo tiempo para su hijo. Puede ser que la madre haya estado
enferma o no pudiera cubrir las necesidades del niño por alguna razón justificada.

• Aun cuando el niño hablaba con sus padres, ellos no sabían cómo mostrar empatía hacia
él, así que el niño creció sintiendo que sus sentimientos no eran importantes o
comprendidos.

• Se le dieron al niño cosas materiales y vacaciones, y quizás inclusive fue engreído, pero
expresaron poco interés hacia él y a lo que le estaba pasando en su vida.

• Cuando el niño tenía problemas, sus padres no estaban allí para escucharlo y
aconsejarlo.

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La trampa de vida del aislamiento social/alienación
El aislamiento social/alienación es el cuarto esquema maladaptativo (trampa de vida) en el
dominio de la desconexión y rechazo. El mensaje fundamental de la trampa de vida de
aislamiento es «soy diferente de las otras personas y no encajo». El sentimiento de aislamiento
y soledad provienen de sentirse apartado de cualquier grupo o comunidad y de considerarse
demasiado diferente de los demás como para sentir que pertenece a ellos.

Los niños que desarrollan esta trampa de vida se sienten diferentes y que no encajan.
Puede que eviten las reuniones sociales, porque no les gusta mezclarse con otros y, cuando están
allí, se sienten fuera de lugar. Inclusive puede que se sientan discriminados porque sienten que
son diferentes y que no forman parte del grupo. Aquello que los hace sentir diferentes no es
necesariamente algo negativo, pues pueda que tengan más educación, que tengan más dinero o
bien, que provengan de familias que poseen fama o poder. A la larga, cuando miran a quienes
los rodean, sienten que ellos mismos son los raros o que no encajan. Los adultos con esta trampa
de vida se enfocan principalmente en aquello que los hace diferentes y los separa de los demás,
en lugar de buscar aquello que tienen en común y, como consecuencia, terminan aislados y
solitarios. Exageran las diferencias entre ellos y los demás en vez de enfocarse en lo que tienen
en común con sus amigos, su familia y otros. Aunque esto está relacionado con la trampa de vida
de la defectuosidad, es diferente de esta, ya que la persona se siente inferior en el interior; en
cambio las personas con la trampa de vida del aislamiento social se sienten fuera de lugar debido
a factores externos. Sin embargo, es posible tener ambos.

El ambiente familiar en el que pudo haberse desenvuelto durante su infancia y que podría
haber causado que esta trampa de vida se desarrolle:

• El niño se sentía diferente de los otros y sentía que no encajaba.

• Los amigos del niño eran de origen étnico diferente, hablaban un idioma diferente o eran
vistos como más inteligentes que él.

• Puede que el niño era visto como más destacado que los amigos en la escuela o en los
deportes o en algún tipo de talento, situación que aún pudo haberle dado la sensación de que
era diferente del resto.

• El niño sentía que su familia era extraña y diferente a las demás y en su corazón sabía que
había algo malo. Esto puede ser consecuencia de problemas en su familia u otros factores tales
como tener mucho poder, fama o fortuna.

• Los padres del niño eran divorciados, pero los padres de sus amigos no. O bien, los amigos
de la escuela del niño vivían en un lindo vecindario, mientras que él no, o viceversa.

• El trabajo de uno de los padres del niño implicaba que la familia debía mudarse mucho,
así que, a donde sea que fuera, el niño se sentía diferente a los demás.

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La trampa de vida de inhibición emocional
Otro esquema maladaptativo (trampa de vida) que existe en el dominio de la desconexión
y el rechazo es la inhibición emocional. El mensaje básico esta trampa de vida es: «No debo
expresarme ni mostrar mis emociones. Debo estar siempre en control».

Cuando no se permite a los niños ser ellos mismos, se les hace sentir que sus emociones
son algo malo, y se les menosprecia por sentirse emocionados o alegres o enojados, casi de
seguro desarrollarán el esquema de la inhibición emocional. Estos niños reciben el mensaje de
que es más seguro en su familia el no destacar o llamar la atención hacia uno mismo. A algunos
niños, inclusive, se les hace caminar de puntillas cuando andan por la casa para que así no
ofendan a sus extremadamente sensibles padres que no quieren ser interrumpidos. Los adultos
con esta trampa de vida son, muchas veces, vistos por los demás como personas sin emociones.
Ellos valoran el ser racional como una disposición superior. No les gusta nada demasiado ruidoso,
demasiado espontáneo, demasiado bullicioso, o demasiado apasionado, aunque no sea
percibido así por sus cónyuges o los demás. Tal conducta es vista como descortés e inapropiada
y bastante fuera de lugar.

En algunos casos, las personas con antecedentes familiares de clase media-alta han sido
criadas para pensar de esta manera. En otros casos, esto puede ser un asunto cultural asociado
con la etnicidad. Ciertos grupos sociales tienden a sentir que las emociones deben contenerse,
lo que se vuelve dañino, debido a que en ese entorno incluso la intimidad debe ser «apropiada».
Aún cualquier emoción u opinión firme es vista como agresiva. A las personas con esta trampa
de vida les cuesta mucho intimar con las personas y, generalmente, ignoran la falta de conexión
que sienten sus seres queridos. Es difícil para ellos compartir los sentimientos del corazón. Por
debajo de la superficie, acecha el temor a sentir vergüenza si dejan salir sus verdaderos
sentimientos o emociones. Las personas con la trampa de vida de la inhibición emocional sienten
la tentación de pensar que es raro el reírse a carcajadas, o llorar o expresar cariño, porque fueron
menospreciados por ser expresivos cuando fueron niños. Como adultos, han aprendido a
reprimirse y guardarse las cosas en su interior, en vez de ver la expresión emocional como algo
saludable.

El ambiente familiar en el que pudo haberse desenvuelto durante su infancia y que podría
haber causado que esta trampa de vida se desarrolle:

• Los padres del niño escasamente hablaban cuando estaban en casa, inclusive si estaban
comiendo juntos.

• Los padres del niño creían en los viejos dichos de «los niños deben ser vistos pero no
escuchados» y «los hombres no lloran».

• Al niño se le impidió ser niño o expresar sus emociones. Tuvo que moderar su excitación
por cosas normales y controlar sus emociones para no molestar a su padre o a su madre.

• El ser ruidoso, estar emocionado y ser bullicioso eran vistos como una conducta
inaceptable.
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La trampa de vida del fracaso
El sexto y último esquema maladaptativo (trampa de vida) que existe en el dominio de la
desconexión y el rechazo es el del fracaso. El mensaje fundamental de la trampa de vida del
fracaso es: «Soy, básicamente, incompetente y he fracasado, estoy fracasando y fracasaré
nuevamente en el futuro. Soy menos talentoso y exitoso que las otras personas». El enfoque de
esta trampa de vida está en el logro y en los símbolos externos asociados a una posición de éxito
en vez de los sentimientos internos de vergüenza e inferioridad característicos de la trampa de
vida de la defectuosidad.

Algunos niños pasan por más dificultades que otros en la escuela, lo cual podría hacerlos
susceptibles de desarrollar esta trampa de vida. Sin embargo, otros niños pueden en realidad ser
excelentes en muchas cosas, pero no en aquella área que sus padres valoran; o, definitivamente,
son excelentes en áreas que no son del agrado de sus padres. Cuando estos niños se vuelven
adultos, siempre se sienten menos respecto a sí mismos comparados con sus semejantes. Otras
personas les pueden decir que han realizado un excelente trabajo, pero ellos no lo creen. En vez
de eso, siempre se sienten fracasados cuando se trata de logros, riqueza, estatus o carrera.
Cualquier éxito que hayan logrado alcanzar lo atribuyen a la suerte o, simplemente, creen que
las personas que los alientan están equivocadas. Las personas con esta trampa de vida creen que
han fracasado y están destinadas al fracaso y, por consiguiente, no ponen mucho afán en tener
éxito. Hacen comparaciones injustas con otras personas respecto a las situaciones que están
ocurriendo en sus vidas. Algunos individuos no serán tan financieramente exitosos como otros,
y todos tenemos limitaciones en algunas áreas. De hecho, es bueno que la gente sea moderada
respecto a cómo se ve a sí misma, pero quienes tienen esta trampa de vida necesitan no irse al
otro extremo. La trampa de vida del fracaso, por lo regular, está ligada a la trampa de vida de la
defectuosidad.

El ambiente familiar en el que pudo haberse desenvuelto durante su infancia y que podría
haber causado que esta trampa de vida se desarrolle:

• Los padres del niño pusieron mucho énfasis en el éxito de un área que no era su
fortaleza. Por ejemplo, puede que ellos se enfocaran en las ciencias, cuando el área
fuerte del niño era las artes.

• Cuando el niño no tuvo éxito en algo, sus padres fueron duros con sus críticas y le decían
que era un fracasado.

• El niño no recibía mucho ánimo de sus padres respecto a sus fortalezas y siempre trataba
de llamar su atención.

• Los padres del niño siempre lo comparaban con sus hermanos o con sus primos o bien,
puede ser que él escuchara que alardeaban de estas personas, pero no de él, por lo que
perdió la motivación para dar lo mejor de sí.

• Amigos, maestros o compañeros lo hacían sentir menos debido al racismo u otras


razones, y puede que él niño les haya creído.
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Zona básica de seguridad
En este capítulo, hemos explicado cómo los niños, cuando su necesidad básica emocional
de conexión y aceptación no está satisfecha, pueden estar en riesgo de desarrollar alguna o todas
las trampas de vida que existen en el dominio de la desconexión y el rechazo. Antes de que
cerremos el capítulo, queremos enfatizar en uno de los más grandes peligros que los niños
enfrentan hoy en día, que contribuye mucho a la desconexión y el rechazo: el abuso infantil. La
seguridad principal para esta necesidad básica emocional radica en proteger al niño del abuso
por todas las posibles razones, no siendo la menos importante el evitar el desarrollo de la trampa
de vida de la desconfianza. Los niños necesitan ser protegidos de todo tipo de abuso, sea
emocional, verbal, físico, sexual o el descuido, el cual también es un tipo de abuso.

Habiendo aconsejado a cientos de personas que han experimentado el abuso emocional


(el cual se ha discutido a lo largo de estos capítulos sobre la conexión y aceptación), hemos
encontrado que es tan dañino, si no más, que el abuso físico. Habiendo dicho eso, diremos que
no existe absolutamente ninguna justificación para el abuso físico. Es ilegal y en la mayoría de
países llevará al padre a la cárcel o motivará como medida de protección que el niño sea sacado
de su casa. El descuido es otra forma de abuso. En los Estados Unidos de América, los padres que
descuidan a sus hijos, sea por ignorancia o debido a su extrema pobreza, adicción, actividad
criminal o cualquier otro motivo conforman el más grande número de abusadores, lo que se
estima en un 78% de todos los casos de abuso denunciados1. El abuso sexual afecta a todos los
grupos étnicos, culturas, religiones y grupos socioeconómicos, siendo una de las plagas de
nuestro mundo moderno. En el caso de las adolescentes más jóvenes, el factor número uno para
predecir relaciones sexuales tempranas es el abuso sexual infantil2, y uno de seis adolescentes
varones sufrirá abuso sexual para cuando cumpla dieciocho años3. El sitio web del Centro
Nacional para las Víctimas del Delito, situado en los Estados Unidos de América, contiene
estadísticas alarmantes así como consejos útiles para ayudar en el proceso de sanación de los
niños involucrados en este tema4 (RI6.1).

Se sobreentiende que los padres no deben abusar de sus hijos. ¡Si cubres las necesidades
básicas emocionales de tus hijos, no harás esto! Adicionalmente, a fin de brindar seguridad
básica, los padres deben también hacer todo lo mejor posible para asegurar que sus hijos no
sufran abuso por parte de otros. Esto implica llegar a conocer a los amigos de sus hijos,
involucrarse en lo que pasa en la escuela, limitar o no permitir juegos no supervisados, así como
hacer un seguimiento a los estados de ánimo de tus hijos cuando juegan con otros y cuando
llegan a la casa después de la escuela. Las señales específicas de abuso sexual infantil pueden ser
difíciles de identificar; por ejemplo, dolor mientras camina o está sentado, dolor genital, excesiva
agresividad, conducta para seducir sexualmente, sexualidad precoz o un cambio repentino en el
estado de ánimo. Ten en cuenta que algunos niños se resisten a denunciar estos hechos, porque
temen enojar al ofensor, se culpan a sí mismos del abuso y/o sienten culpa o vergüenza.

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Asimismo, pon atención cuando alguien muestra un interés mayor que el normal en tu niño.
Igualmente, puedes ayudar participando activamente de servicios de prevención como
actividades de educación pública, programas de ayuda a la familia o clases de escuela para
padres. No te olvides de proteger a tus hijos del abuso sexual en Internet. (Se discutirá más al
respecto en la sección «Zona básica de seguridad» correspondiente al Capítulo Trece).

Toda la verdad sobre los Louis

«A una corta edad le dimos información a nuestros niños sobre las partes del cuerpo
que son íntimas» y cómo aquellas partes eran especiales, diciendo que son
únicamente para ti y algún día únicamente para tu esposo o esposa, y nadie fuera de
tu Mami o tu Papi se supone que deba verlas o tocarlas», y cómo nos debían avisar si
alguna otra persona trataba de hacer o en efecto hacía algo extraño. No queríamos
que se sintieran avergonzados del sexo o de sus cuerpos y, al mismo tiempo,
queríamos que entendieran el concepto de la modestia, y queríamos definitivamente
empoderarlos al darles un sentido de límites y la capacidad de decir «No». De cuando
en cuando, le preguntaríamos a los chicos de una manera muy casual si alguien había
tratado de tocar sus partes íntimas, sin querer alarmarlos, sino deseando darles
protección. Y fuimos muy cuidados respecto las personas que pasaban tiempo con
los niños cuando no estábamos cerca. Hemos escuchado muchas historias de niños
que fueron abusados sexualmente por vecinos, parientes y otros niños de la escuela.
Estas historias podrían haber causado en nosotros el ser exageradamente vigilantes,
pero en estos días creemos que es mejor ser cautelosos que lamentar algo.

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E
xisten tres cosas indispensables que deben hacerse cuando se trata de satisfacer
esta necesidad emocional básica. Una es poner en práctica los Capítulos Tres y
Cuatro, y ¡no exasperarse! Otro punto tiene que ver con procesar las emociones,
lo cual abordaremos en el Capítulo Ocho. Pero este capítulo se enfoca en el punto
indispensable sin lo cual nunca serás capaz de conectar con tus hijos: ¡pasar tiempo con ellos!

El poder de la conexión personal


Cuando hemos ayudado a diversos padres quienes están luchando por conectarse con uno
o más de sus hijos, el consejo más útil que hemos encontrado es el de comprometerse a pasar
un tiempo regular, personal, con cada uno de ellos. Muchos padres no han fijado dentro de su
agenda un tiempo para cada hijo, por lo que sus interacciones tienden a suceder de un modo
circunstancial, por ejemplo, cuando se van a hacer compras, cuando están juntos disfrutando las
vacaciones, cuando están viajando juntos rumbo a casa después de la escuela, etcétera. Mientras
estos tiempos normales tienen un inmenso valor en sí mismos, creemos que la mayoría de los
niños necesita algo más. Cuando los padres van más allá para apartar un tiempo personal con
cada uno de sus hijos, están enviando un mensaje fuerte y claro: <Tú eres, en este momento, lo
más importante para mí que cualquier otra cosa. Eres valioso porque vale la pena darte mi
tiempo». Cuanto más ocupados están los padres, este mensaje es entendido con mucha más
fuerza por los niños. Ellos están también más ocupados de lo que nunca han estado,
considerando la presión de tener un buen desempeño a nivel académico deportivo, pero
¡dejemos eso para un capítulo posterior! Basta decir que los niños entienden lo que significa estar
ocupado y ellos, definitivamente, saben lo que sus padres valoran y aquello para lo que dan su
tiempo. Por ello, cuando un padre separa un tiempo individual para pasar con cada niño, eso
tiene un gran impacto.

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Toda la verdad sobre los Louis

Sonia y yo (John) empezamos saliendo en «cita» cuando ella estaba en el jardín de


niños. Yo le decía: «¿Oye, Sonia, vamos al McDonald’s?» y ella siempre respondía:
«¡Yupi!». (¡Cuando era pequeña, yo no tenía mucha competencia!). Se volvió una
costumbre. Sonia me contaba lo que pasaba en la escuela, con sus amigos y cualquier
otra cosa de la cual ella deseara hablarme. Una vez, cometí el «error» de preguntarle
qué quería ella que hiciéramos en nuestra cita esa semana y ella me contestó:
«Dibujar». «¡Yo no sé dibujar!»—exclamé y Karen sonrió maliciosamente y me
entregó algunos lápices de colores. «¿Qué dibujaremos?»—pregunté y Sonia
contestó: «Sentémonos en el balcón y dibujemos lo que veamos». Estaba
«navegando en aguas desconocidas», pero eso no importaba; mi hija lo disfrutó
totalmente, y nos sentimos mucho más conectados.

Cometí el error de estar demasiado ocupado en mi trabajo y descuidé nuestras citas


justo cuando Sonia entraba a la etapa preadolescente. Traté de reiniciar nuestras
citas, pero Sonia no veía la necesidad de retomar lo que habíamos dejado. «Quiero
estar cerca de ti»—le supliqué. Ella contestó: «Nosotros ya estamos cerca».
Desesperado, la soborné dándole la opción de ordenar lo que ella quisiera de su
cafetería favorita, y ¡ese era el truco! Comimos cheesecake, me disculpé por estar
tan ocupado y ella me habló sobre sus tareas escolares. A la semana siguiente, la llevé
a una tienda de CDs donde compartimos audífonos y escuchamos juntos su música
favorita. Para la tercera semana, me contó las últimas novedades sobre sus
amistades, y luego de un mes, habíamos reparado totalmente nuestra conexión.

Cuando Sonia estaba en la secundaria, el único tiempo que ella podía sacarme era
temprano en la mañana antes de ir a la escuela. No era cómodo para mí, pero valía
la pena. Sonia y yo hablábamos por quizás cuarenta minutos. Nuestras
conversaciones oscilaban entre hablar de cosas divertidas y otras donde realmente
ella era abierta sobre diferentes preocupaciones o sentimientos, ¡sobre todo después
de algunos sorbos de café Starbucks! Ella se iba al colegio sintiéndose feliz y segura,
y yo me sentía profundamente conectado a mi hija adolescente.

David y yo siempre nos referimos a nuestras salidas semanales como «nuestro


tiempo» en vez de «una cita», supongo porque es una cosa de hombres. Hicimos todo
tipo de cosas divertidas mientras él crecía. Una vez que estaba en la secundaria,
también salimos a tomar desayuno, pero nuestra conexión se sintió más
profundamente en las canchas, pues desde que tenía catorce años, David y yo
jugábamos deportes de raqueta casi cada semana. De alguna manera, cuando ambos
estábamos cubiertos de sudor, luego de dejar aflorar toda nuestra agresividad,
¡teníamos las conversaciones más profundas! Los conflictos se resolvían y las
ilusiones eran reveladas. Había una verdadera conexión. ¡Por nada en el mundo
cambiaría esos tiempos!

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Tener un tiempo personal con los hijos tiene otros beneficios: es un antídoto contra la
rivalidad entre hermanos (Javier no puede decir que su hermano es tu hijo favorito ¡si le das la
debida importancia a tener tiempo a solas con cada hijo!). Además, ayuda a aquel niño que tiene
un temperamento más sensible o compensa las diferencias cuando hay un niño con necesidades
especiales en el hogar. Una familia a la que aconsejábamos tenía un niño que había estado en un
régimen estricto de insulina desde su nacimiento, por lo que cada dos horas la mamá tenía que
despertarse y revisar cómo estaban los valores de su hijo más pequeño. Por supuesto, la mamá
estaba exhausta y rara vez tenía tiempo para el niño más grande, quien trataba, lo mejor que
podía, de ganar el favor de su madre. Después de poner en práctica esta recomendación (de
tener tiempos personales con cada hijo) por tan solo dos semanas (¡y de contratar a alguien para
que ayude con las tareas domésticas!), el semblante del hijo mayor había cambiado ¡al punto de
que su Papá decía que era como una nueva persona!

El costo del privilegio


Investigaciones han demostrado que la falta de tiempo compartido con nuestros hijos tiene
un efecto perjudicial en el bienestar emocional e intelectual de nuestros niños. Entonces, ¿no es
irónico que los padres de sociedades adineradas presionen a sus niños para ser aceptados en las
mejores escuelas y llenen el tiempo de sus hijos con deportes exigentes y competitivos, clases
extras para estudiantes avanzados y actividades extracurriculares tales como arte, música, danza,
debate y actuación, pero no tengan tiempo para construir una conexión con ellos? Muchos de
estos padres pudientes viajan por trabajo o están consumidos por sus labores y no están
disponibles para pasar tiempo con la familia. La sociedad puede considerarlos exitosos, pero
tienen poca o ninguna conexión con sus hijos, lo cual genera esta pregunta: «¿Son acaso
realmente exitosos?».

Los implacables estándares de las sociedades, específicamente en las naciones pudientes,


están impulsando que los padres se presionen demasiado a sí mismos y a sus hijos con una
consecuencia devastadora: ¡una pobre conexión entre padre e hijo!1

De ninguna manera estamos sosteniendo que participar en deportes o preocuparse por el


éxito académico es algo malo en sí mismo, pero cuando es realizado a expensas de la conexión
entre padre a hijo, es perjudicial para la familia. No existe un sustituto para pasar un tiempo sin
distracciones conectando y hablando con nuestros hijos.

El poder de las cenas diarias


Lo has oído antes: una de las prácticas más importantes que los padres pueden
institucionalizar es comprometerse a reunirse regularmente alrededor de la mesa durante la
cena. Tener más tiempos de comida juntos es el único predictor más fuerte para obtener mejores
puntajes en el desempeño y menores problemas de conducta, tales como la depresión,
preocupación, miedo, autoinfligirse daño y aislamiento social. Padres que dan atención a sus
hijos, que responden a las preguntas que éstos les hacen y que mantienen bien reguladas las

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conductas de todos en la mesa, está asociado a un desarrollo y enriquecimiento del lenguaje y al
logro académico2. La comunidad Putting Family First (poner primero a la familia) descubrió que
entre 1981 y 1997, las familias norteamericanas cenaban juntos con menos frecuencia, pasaban
menos tiempo en conversaciones como familia, tomaban menos vacaciones juntos y con menos
frecuencia participaban juntos en ritos religiosos, y que para finales del siglo veinte, menos de
un tercio de familias norteamericanas estaban tomando la cena juntos de modo regular3 (RI7.1).

Los investigadores también descubrieron que mirar la televisión durante las comidas no
ayuda al bienestar general familiar (pero la mitad de las familias tiene un televisor colocado en
el área donde comen). Una razón es que algunas familias prenden la televisión como una manera
de evitar que ocurran nuevos conflictos4. Otra razón es que comer frente a la televisión está
asociado a una ingesta significativamente mayor de calorías en niños y adultos, en parte debido
a que los comerciales de televisión sobre alimentos inducen la conducta relacionada con comer5.
La razón más obvia es que la televisión deteriora la conexión entre los miembros de la familia,
pues ¡es difícil hablar cuando la caja boba (o aun YouTube) está encendida! Recomendamos
enfáticamente que los miembros de la familia presten atención los unos a los otros durante los
tiempos de comida; no se distraigan por ningún tipo de medio de comunicación, y pasen tiempo
compartiendo sobre sus buenas o malas noticias. Asegúrate de evitar las interacciones
exasperantes, ¡de lo contrario, el proceso fracasará!

Para la mayoría de familias, no hay otra actividad compartida que se haga con más
frecuencia que cenar en la noche. Si las familias pasan veinte minutos juntas durante la comida
en una semana, significa que comparten más de dos horas, sin ninguna otra agenda aparte de
divertirse, comida (saludable) y confraternidad. Tales espacios para construir conexión habitual
traen muchos beneficios que son positivos para todos los miembros de la familia. ¿Cómo no
hacerlo cada noche? En ese caso, ten como meta hacerlo cinco noches a la semana. Insistimos
en esto, sin aceptar excusa alguna, siempre que dirigimos talleres sobre matrimonio y familias.

Toda la verdad sobre los Louis

Le empezamos a preguntar a nuestros niños sobre sus buenas o malas noticias,


después de ver la película Nuestro Amor (1999). Nuestro hijo más pequeño casi
volaba de su asiento para compartir: «¡Me pasaron cinco cosas buenas!; la primera
es que me pasaron más cosas buenas que malas. La segunda es que no me pasó
ninguna cosa mala». Su hermana mayor lo miraba con fastidio; y sin permitir que esto
lo desanimara, David se entusiasmaba al contar el resto de su lista de cosas. Si Sonia
tenía alguna noticia buena, es que era realmente algo bueno, y ella a veces compartía
una noticia mala, o diría: «No quiero compartir». (Esa era una señal segura de que
nosotros querríamos pasar un tiempo mucho mayor llevándola a dormir a la cama
esa noche). El tema de las buenas y malas noticias daba pie a toda clase de
discusiones. Una vez, cuando yo (Karen) estaba manejando para llevar a David a la
casa, luego de sus clases en primer grado, él súbitamente me soltó: «Hoy pasó algo
malo». Mi instinto era decir: «Espera a la cena para que Papá pueda oír», pero me
detuve y dije: «¿Qué es lo que pasó, cariño?». «¡Es que un chico llamado Jaime tocó
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a alguien en sus partes íntimas!». Bueno, déjame decirte que ¡me alegré de haber
preguntado! Al día siguiente, solucionamos el asunto en la escuela. Mientras los
chicos iban creciendo, compartimos más y más buenas y malas noticias; y
compartimos sobre gente a la que estábamos ayudando o gente que estaba enferma
o necesitada de cuidado. Ahora que John y yo tenemos el nido vacío, los cuatro
atesoramos nuestras infrecuentes cenas familiares de modo que podamos compartir
todos juntos sobre lo bueno y lo malo, una vez más.

El poder del vínculo temprano


Si bien puede ser algo del sentido común para muchos padres hoy en día, estar cerca de
los hijos no siempre ha sido significativo, incluso solo hasta cincuenta años atrás. Después de la
Segunda Guerra Mundial, en Inglaterra, la sabiduría popular decía que los niños estaban
apegados a sus madres por dos razones: para la comida y por la dependencia6. En otras palabras,
el pensamiento en esa época era que si a los niños pequeños se les permitía estar demasiado
cerca a sus madres, ellos se volverían malcriados e inútiles. Como consecuencia, la norma para
las madres era no pasar tiempo con sus hijos. Yo (Karen) recuerdo un artículo, años atrás, sobre
la Princesa Diana y cómo los Príncipes William y Harry fueron los primeros hombres «en la línea
del trono» que habían sido criados por su propia madre. Cuesta creer que esa era la mentalidad
de hace tan sólo sesenta años atrás.

John Bowlby desafió esta perspectiva. Según su hipótesis, los niños experimentarían el
sentimiento de pérdida y sufrimiento cuando son separados de sus cuidadores primarios y, como
resultado de sus propias observaciones, planteó la teoría de la importancia del vínculo de los
niños con sus madres desde su nacimiento. Los hallazgos de Bowlby enfatizaron que los niños
con edades por debajo de los dos años y medio se vuelven seguros cuando construyen vínculos
especiales con los cuidadores con quienes tienen familiaridad7 (RI7.2).

Otro investigador encontró que las madres que son negativas y que no responden a sus
bebés al no conectarse emocionalmente con ellos, acabarán transmitiendo estos rasgos a sus
niños, ¡aun siendo infantes! El niño crece siguiendo ese ejemplo y también se vuelve deprimido
y con baja energía, rabia e irritabilidad. Es más, si la depresión de la madre continúa por un año,
el bebé presentará retrasos permanentes en el crecimiento y desarrollo. Nuestro ánimo y actitud
son muy importantes para desarrollar una conexión sana con nuestros niños. Tiffany Field, una
líder en investigaciones sobre el contacto físico, demostró que masajear a bebés prematuros en
las incubadoras mejoraba grandemente su salud8 (RI7.3).

Los niños aprenden a relacionarse emocionalmente con otros al tener un fuerte vínculo de
apego. Susan Anderson, una profesora de psicología, dice que cuando el apego no es logrado
satisfactoriamente, los niños se preocupan al respecto, pero cuando es logrado
satisfactoriamente, entonces, el asunto del apego queda en segundo plano9. En otras palabras,
cuando los niños viven el apego de un modo sólido, no se dan cuenta de que están apegados, y
se sienten libres para enfocarse en aprender y explorar; están ansiosos por descubrir su nuevo
mundo. Tener una conexión sana con los padres es crucial en esta etapa, sobre todo con la

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madre. Cuando los niños no tienen un apego sólido, se vuelven exasperados porque sus
necesidades no son cubiertas. Buscan formas de adaptarse a su madre en vez de que suceda lo
contrario. Como resultado, surge un falso yo, tal como Winnicott lo llama10. Más tarde en su
vida, esto se desarrolla en lo que llamamos su «estilo de adaptación». Un apego seguro trae,
además, la confianza. Elkind sostiene que este sentido de confianza se desarrolla cuando los
cuidadores primarios son congruentes y fiables. Gradualmente se inculca en los niños el
sentimiento de que lo mismo pasa en el mundo, que es congruente y fiable y que puede confiarse
en él. En cambio, los padres que pasan tiempo con sus hijos de modo irregular y que siempre
están ocupados en otra cosa, provocarán que sus hijos no confíen en el mundo, y esto lo llevarán
a sus vidas adultas11.

El poder de conectarse, trabajar y jugar (¡y a los papás les encanta jugar!)
La manera en que un padre se conecta con su hijo varía enormemente de una etapa a otra
en el desarrollo del niño. Es importante prestar atención a las necesidades del niño en sus
diferentes etapas, por lo que hemos incluido dichas etapas aquí, con una explicación de cómo
hacer posible la conexión.

La infancia
La conexión empieza en la infancia. Los padres no deben esperar que el niño hable para
enfocarse en la conexión. Cuando el bebé tiene alrededor de tres meses, los padres pueden
captar la atención de su hijo. Ellos usan una voz aguda y hablan lento y de modo repetitivo; este
tono de voz produce una respuesta positiva y comunica conexión. Si el padre está en el estado
de ánimo adecuado, la conexión ocurre durante todo el día: al darle de comer, al hablarle
suavemente, al acariciarlo, al hacer dormir al bebé o al cantarle. Incluso cuando los padres juegan
con el niño, se están conectando con él.

Hemos tomado prestado de David Elkind la idea de que hay tres impulsos innatos que
empoderan el pensamiento y la acción humana: «conectar, trabajar jugar>12. Para decirlo de
modo simple, tener el balance correcto de conexión, trabajo y juego nos ayuda en nuestro viaje
a ser padres lo suficientemente buenos, en tanto aprendemos a satisfacer la necesidad básica
emocional de conexión y aceptación sin descuidar las otras necesidades básicas emocionales3.
Al igual que Elkind, nosotros creemos que el conectar, trabajar y jugar funcionan juntos, pero en
el curso del tiempo se van separando cada vez más. Nos gustaría construir sobre la base que
Elkind sentóy ser más específicos respecto a la manera en que estos tres impulsos evolucionan
con la edad, mientras hablamos acerca de cubrir la necesidad emocional básica de conexión y
aceptación (véase Figura 7.1).

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Durante la etapa de infancia (véase figura 7.1: 0 a 18 meses) el conectar y jugar son
predominantes. El trabajo se realiza, mientras el niño crece, a través de sus cinco sentidos, pero
no es algo intencional. Los padres no deben estresarse demasiado a sí mismos leyendo
ecuaciones matemáticas en voz alta para que sus hijos sean buenos en esa área cuando sean
mayores, o hacerles oír música clásica cuando están en el vientre materno para convertirlos en
genios; esas teorías tienen más de leyenda urbana que de sustento científico. De lo que hemos
podido entender, escuchar música clásica puede tranquilizar a tu bebé y volverlo un amante de
esa música más adelante en su vida, pero no lo hará más inteligente (RI7.4).

Cuando los padres pasan tiempo con sus infantes, ellos deberían sostenerlos suavemente
y mirar a su bebé amorosamente durante el momento en que le dan comer. Este puede ser un
tiempo especial para tener un lazo afectivo, ya que los bebés son capaces de responder a las
expresiones faciales e inclusive imitarlas. ¡Qué divertido es cuando los bebés nos devuelven la
sonrisa, y no es que sea porque tienen gases! Las sonrisas empiezan cerca de los dos meses. Para
el inicio del segundo año, puede verse una alegría constante en los niños pequeños.

Los bebés sienten la necesidad de sentirse cuidados y amados. Las madres deben animarlos
con una voz suave y cariñosa, la que a veces debe ser más aguda que lo usual (papás, por favor,
presten atención), dado que los bebés responden mejor a esos sonidos. Por supuesto, esto
implica mucho cariño, tales como cargarlo, besarlo y acariciarlo. Los infantes lloran a fin de ver
sus necesidades satisfechas. No son manipuladores en esta etapa, no hay necesidad de disciplina.
Sus lágrimas son peticiones de cuidado, y los padres deben responder a ellas apropiadamente.

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Los niños están aprendiendo a confiar en sus padres y esto sucede cuando los padres respondan
al llanto de sus bebés.

¡Y los padres deben cantar a sus bebés! No hay problema, ¡hazle oír música clásica si te
gusta! Hazle oír también pistas de canciones divertidas que existen para bebés. Cualquier música
que promueva una atmósfera sana es útil, ¡sea de Bach, Beatles, Bachata, Bollywood o samba
brasileña! ¿Alguna vez has oído el viejo dicho: «No cantas porque estás feliz, eres feliz porque
cantas»? Yo (Karen) he descubierto que el cantar me tranquiliza cuando estoy pasando
situaciones estresantes. ¡Y qué agradable debe ser para los niños estar rodeados por la melodía
de una canción!

Hemos hablado bastante sobre el juego. A los bebés les encanta jugar y ¡no necesitan
trabajar! Los infantes, sin embargo, pueden manejar únicamente cierta cantidad de juego, luego
de lo cual se dan la vuelta y ya no les interesa más. No les insistas mucho, ya que la sobre
estimulación puede causar ansiedad.

Los padres deben brindar cuidado y cariño de modo constante. Recomendamos que las
madres se queden en casa con sus hijos hasta que los chicos empiecen a ir a la escuela primaria,
o como mínimo se queden en casa con sus niños por un año. En un mundo perfecto, si las madres
necesitaran volver a trabajar, podrían conseguir horarios flexibles o trabajos de medio tiempo.
Aplaudimos el ejemplo de países avanzados como Suecia, que ordenan una licencia de
maternidad de tres años para la madre, y de un año para los padres. (Quizás es por ello que
Estocolmo ocupa el primer lugar entre las diez ciudades más habitables, ¡pese a que está a
oscuras la mitad del año!). Hay muchas alternativas para superar las demandas de la vida
moderna o «carrera de ratas». Quizás los padres pueden contratar ayuda temporal para las
tareas domésticas a fin de que su atención pueda dedicarse a su bebé y tener un trabajo de medio
tiempo, o un trabajo desde casa, o de horario flexible. Quizás dos parejas puedan vivir en el
mismo hogar y compartir más, de modo que las mamás pueden estar tiempo completo con sus
bebés o se pueden ayudar las unas a las otras a cuidar a sus niños cuando la otra necesite trabajar.
Esto nos llama a ser creativos y a tener un pensamiento flexible. Sabemos que esta no es
necesariamente una recomendación muy popular para llevar a cabo, pero por el bien de ver a
una generación de niños cuya necesidad de conexión y aceptación sea satisfecha por sus padres,
estamos dispuestos a arriesgarnos y a mencionarla.

Toda la verdad sobre los Louis

Habiendo dicho eso, yo (Karen) sé de algunas madres que no tuvieron otra opción
que regresar a un trabajo de tiempo completo, siendo aún pequeños sus bebés s; por
lo tanto, tienen sentimientos encontrados. Nuestra intención no es hacerlas sentir
como madres de segunda categoría. También conozco madres que se sienten tan
desdichadas por no trabajar que no disfrutan el quedarse en casa y entonces, generan
un ambiente de desánimo en el hogar. Lo bello de la vida hoy en día es que somos
libres de tomar las mejores decisiones que podemos por nuestros bebes y nosotros
mismos y no tenemos que hacer lo que la sociedad o alguien más nos presione a

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hacer. Me beneficié grandemente de vivir en Asia cuando mis niños nacieron. En
muchos países en vías de desarrollo no es extraño poder contratar ayuda a un precio
relativamente bajo. Dado que yo estaba trabajando en un empleo de horario flexible,
pasaba mucho de mi tiempo libre con mis bebés, pero pude pagar a alguien para
hacer otras tareas, de lo cual estoy eternamente agradecida. A una mujer que se
siente culpable le costará muchísimo construir conexión, así que, cualquiera sea las
decisiones que tomes acerca de tu horario y estilo de vida, cree firmemente en tu
decisión, no te sientas culpable, y construye conexión de la mejor manera posible.

Las investigaciones de Nigel Barber sobre las ventanas de oportunidades durante el


desarrollo cerebral descubrieron que la seguridad emocional en futuras relaciones cercanas está
determinada ¡por el primer cumpleaños del niño! Padres, eso significa que le estarán dando a su
hijo una ventaja desde el inicio para, en un futuro, tener buenas amistades y un gran matrimonio
¡al conectarte con ellos durante el primer año de sus vidas! Aún más alarmante es este
descubrimiento de Barber: la inteligencia, aquella desarrollada mientras uno se siente seguro,
explora y desarrolla lazos afectivos con los padres (no aquella que proviene del aprendizaje
memorístico) está determinada por los primeros dos años de vida14. Entonces, en vez de gastar
todo ese dinero preocupándose en cómo pagar por una guardería con los últimos adelantos, ¿por
qué no gastar dos años en cuidar a tu bebé, brindándole una inteligencia que sea significativa?
Verás los beneficios en el futuro.

Los bebés se vuelven muy apegados a sus cuidadores primarios luego de seis a ocho meses.
(Pero aunque le parezca extraño a los padres, un bebé no se dará cuenta de que es una persona
completamente distinta ¡hasta que tenga alrededor de dieciocho meses!). Si los bebés están
gateando, disfrutarán alejarse de sus padres, empoderados ante su nueva habilidad, pero luego
querrán regresar cuando se den cuenta de que «estoy demasiado lejos». Cuando eso ocurre, los
padres deben recibir a su nuevo explorador con los brazos abiertos y con una gran sonrisa, para
decirle: «¿Y a dónde te estabas yendo?» (Por supuesto que las madres en realidad están mirando
para asegurarse de que los bebés están bien, ¡solo que estos no lo saben!). Los padres pueden
frustrarse cuando sus bebés son muy apegados a ellos. Antes de entrar a esta etapa, los bebés
generalmente pueden ir a los brazos de extraños y pueden ser dejados en la oscuridad sin miedo,
pero alrededor de los ocho meses, más o menos, empezarán a mostrar señales de ansiedad ante
la separación, como el miedo de ir o estar en los brazos de extraños. Es normal. Disfrútalo
mientras dure; los bebés crecen demasiado pronto y ¡luego son los padres quienes sufren de
ansiedad por la separación!

Los bebés con un apego sólido tienen madres que responden rápidamente a sus señales.
Dado que la necesidad de apego es una parte natural en el desarrollo infantil, las madres no
deberían irritarse. Por ejemplo, si una madre necesita salir del cuarto de su niño por un momento,
ella debería mostrarse entusiasta al volver. Esto ayudará al bebé a aprender que la madre es
confiable y predecible. Si la madre no es confiable, el bebé se sentirá inseguro y esa falta de
confianza podría facilitar, más tarde en su vida, el desarrollo de trampas de vida tales como la
privación emocional, la desconfianza o el abandono.

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Los padres deben cuidarse de pelar entre sí o con sus parientes políticos delante de los
bebés, pensando que éstos son muy jóvenes para darse cuenta. La infancia es un tiempo en que
las vías del sistema autónomo nervioso se están desarrollando (véase Capítulo Dos). Gottman
dice que cualquier cosa que le suceda a un niño a nivel emocional durante estos primeros meses
de vida puede tener un efecto significativo y duradero en el tono vagal de éste, es decir, en su
capacidad de regular el sistema nervioso, lo cual marca una diferencia en la capacidad a largo
plazo que tiene un bebé para responder a los estímulos, calmarse a sí mismo y recuperarse del
estrés15.

Tener una rutina definida para los bebés es importante, sobre todo a la hora de ir a dormir.
Un ritual para ir a dormir es uno de los recuerdos más preciados de conexión que un padre puede
construir con un hijo. Aquí les damos algunas recomendaciones que pueden adoptar los padres
al llevar a sus hijos a la cama (probablemente vas a experimentar con muchas opciones, pero
estas son algunas que han funcionado para nosotros).

Dado que recomendamos hablar a los bebés casi todo el tiempo, los padres deben empezar
diciéndole a su bebé que es momento de darse un baño e ir a la cama. Esto hace que los padres
adquieran esta costumbre, de modo que, cuando su hijo está en la etapa más pequeña, ellos
están acostumbrados a dar un aviso de que la hora de dormir ya está llegando. Los padres pueden
dar al bebé un baño, frotar sus pequeñas encías, ponerle un pañal limpio, colocarle los pijamas y
cantarle canciones de cuna durante su última comida, todo en un cuarto que esté cómodamente
a oscuras y en un ambiente relativamente tranquilo. (Por supuesto, en el caso de bebés
pequeñitos, estos se logran dormir con frecuencia por cortos lapsos de tiempo, ¡y realmente no
está en tu control saber cuándo!). Normalmente, los padres mecerán y cantarán al bebé hasta
que se duerma, luego lo colocarán en una cuna que sea segura, que cuente con paredes que
impidan que el bebé se caiga, gatee o salte afuera en medio de la noche. En el caso de recién
nacidos, es común que los padres coloquen a sus bebés para dormir en un cunita o una canasta
conocida como «moisés», que es armada en el dormitorio de los padres, lo cual hace más fácil
darles de comer de noche y tranquiliza a los padres.

Una vez que un bebé saludable haya cumplido los tres meses de edad, nuestra opinión es
que los padres pueden sentirse cómodos de dejar el cuarto, inclusive si el bebé está despierto.
En tanto la madre mantenga el vínculo todo el día y responda al niño en otros momentos, el bebé
no sufrirá si se le deja llorando hasta dormirse. En nuestra opinión, ayudar a los bebés a dormirse
por sí mismos y mantenerse durmiendo durante toda la noche es crucial por tres razones:

• Sin ello, el bebé no habrá dormido lo suficiente y su salud sufrirá.

• La madre no dormirá lo suficiente, y no podrá ser capaz de satisfacer adecuadamente


las necesidades de su bebé durante el día.

• La Conexión Amorosa16 de los padres, sobre todo su intimidad física, probablemente


sufrirá, abriendo las puertas a toda clase de problemas.

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Cuando los bebés se duermen por sí mismos y lo hacen durante toda la noche, y cuando
sus mamis logran dormir lo suficiente, entonces ellas están alegres y emocionadas de ver a sus
bebés a la mañana siguiente; en realidad, ellas los extrañan mucho más que el hecho de sentirse
tentadas a molestarse con ellos. Al inicio, la mayoría de los niños llorará por unos cuantos
minutos antes de que se vayan a dormir. Con el tiempo, llegarán a aceptar que la separación será
tan solo algo temporal y que su padre estará allí cuando se despierte. Cuando la madre ve a su
bebé a la mañana siguiente, es importante que salude al niño con entusiasmo para demostrarle
que la separación solo es temporal y que puede confiar en que su mami regresará. La repetición
de este patrón es importante para el sentido de seguridad del niño.

A propósito, el construir conexión con los niños toma energía, así que nos sentimos
obligados a recordarles a los padres que deben pedir ayuda cuando se sientan fatigados. Esto es
muy importante para prevenir la depresión, el descuido y el abuso.

Toda la verdad sobre los Louis

Después de que nuestra hija mayor cumplió dos meses, ella dormía por diez horas
continuas, todo un milagro, ¡pero ella se iba a dormir a las tres de la madrugada! Yo
(Karen) estaba completamente exhausta, por lo que, luego de buscar consejo de
amigos que tenían hijos más grandes, John y yo decidimos empezar a adaptar los
hábitos de sueño de Sonia para cuando ella tuviera cuatro o cinco meses de edad.
Nuestra primera meta era no dejarla dormir al final de la tarde, lo cual tomó cerca de
una semana. La segunda meta fue asegurarnos de que se fuera a dormir a las ocho
de la noche, no a las tres de la madrugada. Esta parte era más difícil, aunque aún no
lo era tanto, dado que ella había dejado de hacer la última siesta. La tercera etapa
fue la más difícil. Habíamos estado meciéndola y cantándole para que durmiera en la
noche, y decidimos que era tiempo de ponerla en la cuna para que ella misma se
durmiera. Mi «mentor» predijo que esto tomaría cuatro noches. La primera noche,
hicimos nuestra rutina del baño y la canción de cuna, luego dijimos: «Bueno, cariño,
ahora Mami se va a dormir a su cuarto y tú te vas a quedar aquí. Te amo, preciosa».
Había una lamparita de noche con luz tenue, su pañal acababa de ser cambiado, ya
había comido y se le había «sacado los gases»; así que, intelectualmente, yo sabía
que ella estaría bien. Sin embargo, cuando salí del cuarto, mi bebé rompió en llanto
e imaginé sus pensamientos al estilo de la película Mira quién habla: «¿Así que
ustedes me están dejando aquí sola? Mami, Papi, ¿cómo pueden ser tan crueles?»
John y yo nos sentamos en la cama y lloramos, pero sabíamos que era por su bien,
por lo que la dejamos llorar por toda una hora. Se quedó dormida exhausta. Entré a
su cuarto cerca de las cinco de la mañana cuando escuché su primer pequeño
balbuceo, y yo me sentía tan feliz que ella estuviera tan contenta. La segunda noche
repetimos la rutina y el llanto duró únicamente cuarenta minutos, la tercera noche
duró veinte y la cuarta noche, me sonrió cuando la dejé en su cama y todo estaba
bien. La última etapa del entrenamiento para dormir fue cuando Sonia tenía siete
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meses y ya no recibía leche materna. Yo esperaba dejar de levantarla para darle su
leche en medio de la noche. Para ese momento, yo había regresado al trabajo, por lo
que la hacía dormir cerca de las siete de la noche, luego yo podía trabajar por unas
horas. A las once de la noche, le quitaba los botones de los pijamas, le cambiaba el
pañal, le daba su biberón, le cantaba suavemente, todo esto en un cuarto bastante
oscuro y tranquilo. Sonia estaba mayormente dormida durante todo esto y se
quedaba así hasta las seis o siete de la mañana. Cuando fue un poquito más
grandecita, yo dejaba en su cama su biberón con leche (a temperatura ambiente,
para que no se pudra, dado que el dormitorio tenía aire acondicionado) cuando yo
estaba lista para irme a dormir. Ya no tenía que pasar más por el cambio de pañal de
la medianoche; ella se despertaría y tomaría por sí misma su leche, y luego se volvería
a dormir. Sé que esta rutina no es para todos y quizás no funcione para todos los
bebés, pero funcionó en los dos casos de mis hijos; me mantuvo de alguna manera
«en mis cabales» y creo que la salud de los niños se mantuvo debido a ello.

La etapa de los niños pequeños


Los padres tienen prácticamente todo el poder de decisión en esta etapa y fácilmente
pueden estipular las reglas que imponen en todas las áreas, tales como el seleccionar actividades,
temas de conversación, tipos de juguetes y elección del lugar de juego. Sin embargo, los padres
deben establecer las reglas de una manera tal que el niño pueda expresar sus sentimientos y
pensamientos, y no simplemente seguir órdenes estrictas que dicen «sí» o «no» a algo. Los
padres deben usar al máximo la oportunidad de interactuar con ellos en esta edad.

La Dra. Sharon Kagan es la co-directora del National Center for Children and Families
(centro nacional para niños y familias), de Estados Unidos de América, y trabaja acerca de las
capacidades de liderazgo en temas infantiles en Columbia y Yale. Al abordar el peligro de que
niños muy pequeños tengan acceso a la tecnología demasiado pronto, ella señaló:

Debe haber alguna preparación, pero a la edad de dos o tres años, es una edad
demasiado corta… Un niño de esa edad necesita primero aprender las habilidades de
la interacción social, lo cual únicamente ocurre si los adultos lo hacen participar
activamente en conversaciones17.

Erik Erikson, uno de los psicólogos del desarrollo más influyentes del mundo, dijo que en
este período debe lograrse un balance entre el sentido de autonomía del niño y su sentido de
vergüenza y duda18. Esto significa que cuando los niños son curiosos y hacen todo tipo de
preguntas, los padres deben responder alegremente, en vez de hacerlo recriminándolos, pues si
no, ello puede producirles un sentimiento de vergüenza y culpa. Kagan dice que los padres deben
asegurarse de hacer preguntas abiertas en esta etapa en vez de preguntas cerradas que exigen
un sí o no como respuesta. De lo contrario, los niños se vuelven renuentes a tomar la iniciativa y
pueden volverse retraídos, y estos rasgos pueden ser llevados a sus vidas adultas19.

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De los tres impulsos de Elkind, jugar y conectar son todavía los más predominantes (véase
Figura 7.1: 18 meses a 3 años). El trabajo empezará a ser introducido, pero en pequeñas dosis,
tales como el aprender el alfabeto e identificar los números y colores. El componente de trabajo
es, por lo tanto, un poquito más grande que en la etapa previa. Como señaló Elkind, cuanto más
se da el trabajo en forma de juego, mejor encajará con los niños pequeños. No es necesario
aumentar el impulso al trabajo demasiado pronto. Muchas sociedades presionan a los niños a
aprender a una corta edad, más de lo que ocurría en generaciones anteriores, a pesar de que
bastantes investigaciones han demostrado que esto puede producir más daño que ventajas. Los
padres, debido a la ignorancia o el miedo, andan desesperados en busca de las escuelas más
efectivas en enseñanza preescolar para preparar a sus hijos para el futuro.

Respecto a enviar a los niños a la escuela demasiado temprano, Kagan sostiene:

Simplemente no existe ninguna evidencia que demuestre que la educación


preescolar podría ayudar a niños muy pequeños más que el cuidado de padres
amorosos y dedicados. Cuando los niños son muy pequeños, ellos necesitan
intimidad, necesitan el cariño de adultos que sean cuidadosos, necesitan que los
sostengan. La sociedad no necesariamente se beneficia de tener a niños a quienes se
exige ir a una institución cuando son muy pequeños20.

Entonces, si bien puede que haya apuro en que los niños se eduquen y estén expuestos a
contenidos de matemática y lectura a fondo, ¡no te dejes llevar por la corriente! Los padres deben
enfocarse en buscar conexión en vez de educación. Y el juego, no el trabajo, es la mejor manera
en que pueden conectar con sus hijos.

Los niños disfrutan haciendo juegos de imaginación o simulación, y una excelente manera
de conectar con ellos es el participar en sus juegos de fantasía. Los chicos disfrutan haciendo
castillos y casitas en el árbol, ponerse disfraces y jugar a simular a que ellos mismos son
superhéroes; pero también disfrutan cuando sus padres se les unen a estos juegos. (Debemos
aclarar que no estamos diciendo que los padres tienen que jugar durante horas y todos los días).

Las madres deben encontrar maneras de pasar tiempos divertidos con sus niños pequeños,
no simplemente darles de comer o bañarlos, sino jugar y leerles muchos cuentos. Es importante
que separen un tiempo para participar en tareas como, por ejemplo, armar juntos rompecabezas
sencillos. Las madres deben compartir con sus niños actividades que a ellos les gusten. Es una
tentación para las madres que trabajan el usar el cansancio como una excusa para no jugar, pero
si las mamás únicamente dan a sus niños la poca energía que les queda, entonces el crecimiento
de ellos se verá afectado a largo plazo. Animamos a las madres a asegurarse de dar lo mejor de
sus vidas a sus hijos y no a sus jefes. El cubrir la necesidad emocional de conexión y aceptación
pagará muchos mejores dividendos que cualquier bonificación anual.

Otro importante aspecto de la conexión con los niños a esta edad está relacionado con fijar
límites sanos. Cuando las necesidades básicas emocionales están cubiertas adecuadamente
durante la primera etapa de la vida, los niños tendrán menos probabilidades de actuar
agresivamente con otros niños o de llamar la atención de sus padres a fin de tener cubiertas sus
necesidades.

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Es difícil para los niños el desarrollar una adecuada conexión con cualquiera que esté
quejándose y lloriqueando debido a la falta de sueño. Debe tomarse muy seriamente el
determinar horas fijas para ir a dormir. Los niños necesitan aprender que las horas para ir a la
cama no son negociables. Los niños pequeños deben estar en la cama para que puedan caer de
sueño entre las siete y ocho de la noche. Necesitan dormir bastante (véase el Capítulo Diecisiete
sobre la seguridad básica y la necesidad de dormir). Los límites deben ser establecidos no
solamente por el bien de los niños, aunque esa es la razón principal, sino también para que los
padres puedan dedicar tiempo el uno al otro en continuar fortaleciendo su matrimonio, o invitar
amigos a la casa, ir al gimnasio, etcétera. Una y otra vez en situaciones de consejería,
encontramos que los matrimonios son puestos en peligro debido a que los niños pequeños no
han sido entrenados para ir a la cama a cierta hora. Esto invade el tiempo que los padres
necesitan para darse el uno al otro y, con el tiempo, esto puede dañar el matrimonio de los
padres. Una pobre calidad de matrimonio terminará hiriendo a los niños.

Estas son algunas recomendaciones para llevar a dormir a los niños pequeños:

Los padres deben dar un aviso de quince minutos a sus niños de que es la hora para
empezar con el ritual de ir a dormir a la cama, el cual podría incluir darles un baño, lavar sus
dientes, etcétera. En esta etapa, ellos aún disfrutan de canciones de cuna, pero también de
cuentos para dormir. La conexión se construye mientras los padres, de modo entusiasta y
amoroso, leen historias que tienen muchos dibujos y colores. Los niños pequeños disfrutarán
libros sobre abrazos y besos o sobre caer de sueño, o inclusive de libros tridimensionales, y los
padres deberán leerlos en una posición tal que les permita darles muchos abrazos y cariño.
Adicionalmente, a los dieciocho meses, los niños pueden ser capaces de completar palabras
mientras los padres leen junto a ellos un libro con ilustraciones. Este tipo de repetición es
realmente útil para su desarrollo cognitivo. Los padres pueden decir «buenas noches» con besos
y abrazos.

A algunos niños les encanta hablar justo antes de ir a cama mientras que a otros no,
dependiendo de su personalidad singular. Los padres no deben estar demasiado ocupados o
volverse demasiado impacientes si su niño es muy hablador y necesita algo de tiempo con su
padre o madre para tener una cercanía sana como final del día. No es útil para la seguridad
emocional del niño cuando el padre envía el mensaje de que llevarlo a dormir a la cama es un
fastidio. A esta edad, ellos serán difíciles y desobedientes deliberadamente a fin de llamar la
atención de sus padres. Ellos preferirán afrontar las consecuencias de ser desobedientes que el
no tener cubiertas sus necesidades emocionales básicas, especialmente la de conexión y
aceptación. Ellos necesitan muchos abrazos, cariño y el sentir que son especiales, aun si cometen
errores.

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Toda la verdad sobre los Louis

Hablando de la hora de ir a dormir, desde que eran pequeños, enseñamos a nuestros


hijos a quedarse en la cama y no salir de sus cuartos después de la hora de dormir, a
menos que fuera verdaderamente importante. Esto debía repetirse con frecuencia y,
con el tiempo, aprendieron estos límites y los asumieron, bueno, la mayor parte del
tiempo. Esto nos dio más espacio para nuestro trabajo, el cual a menudo incluía citas
en la noche. Cuando eran más pequeños, los llevábamos a la cama a las siete de la
noche. Cuando estaban en la escuela primaria, generalmente los dormíamos a las
ocho y media; esto fue hasta tercer grado. En cuarto y quinto grado se iban a la cama,
generalmente, a las nueve o nueve y media. (Las horas para ir a dormir son asuntos
de preferencias personales. Véase el Capítulo Diecisiete acerca de la necesidad de
suficiente sueño). A esa edad, nuestras lecturas eran bastante divertidas. Yo (Karen)
leía capítulos de Las Crónicas de Narnia o libros sobre personajes heroicos, y luego
pasaba un tiempo breve con David, antes de ir a hablar un rato con Sonia. A pesar de
que ahora ellos son adultos, ¡aún hablamos de los tiempos en que leíamos los libros
de Harry Potter juntos!

El poder de los papás


Cuando se trata de la conexión y el juego, los padres deben tomar la iniciativa. Cada vez
más investigaciones está demostrando cuán crucial es que los papás estén en la vida de sus hijos
en esta etapa. Cuando se trata de cubrir esta necesidad emocional básica, debemos enfatizar,
específicamente, la relación entre los padres y el juego. A continuación, presentamos algunas
importantes conclusiones respecto al impacto que los padres tienen en sus hijos pequeños.

• Un estudio que empezó en 1950 mostró que los niños cuyos padres estaban
involucrados en sus vidas desde los cinco años, crecían convirtiéndose en adultos que
eran más compasivos y tenían más empatía que aquellos cuyos padres estuvieron
ausentes. Los niños también terminaron teniendo mejores relaciones sociales y, como
resultado, tendían a tener mejores matrimonios, mejores relaciones con sus propios
hijos y tenían más probabilidades de participar con otros en actividades recreativas
posteriormente en su vida21. ¡Increíble!

• Otro estudio, publicado en 1986, llevado a cabo por Parke y MacDonald, investigadores
de la Universidad Estatal de Carolina y de la Universidad de Illinois, respectivamente,
demostró que los niños que tenían las mejores relaciones con otros niños fueron
aquellos cuyos padres se habían involucrado en altos niveles de juego físico y a quienes
se les reforzaba positivamente. Los niños cuyos padres eran autoritarios y críticos
tuvieron las peores relaciones con otros niños, sin importar la cantidad de juego físico
que tenían22. ¡Vamos papás!

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Gottman señala que muchos psicólogos creen que el estruendoso estilo de jugar al caballito
de los papás brinda un importante camino para ayudar a los niños sobre las emociones. Él da el
ejemplo de un papá que juega a ser un atemorizante oso que persigue por todo el patio a un
encantado niñito o que levanta y da vueltas al niño sobre su cabeza para jugar al vuelo de avión.
Según Gottman, dichos juegos permiten al niño experimentar la excitación de estar solo un
poquito asustado, pero al mismo tiempo divertirse y emocionarse; y, al jugar bulliciosamente con
papá, el niño ha aprendido cómo leer las señales de otras personas cuando los sentimientos se
desbordan, cómo generar sus propios juegos emocionantes y reaccionar ante los demás en
formas que no son ni demasiado sosegadas ni le hacen perder el control, y cómo mantener sus
emociones a un nivel que es óptimo para que los juegos estén llenos de diversión23.

Los padres que dedican veinte minutos al día, durante la semana, y un tiempo mayor los
fines de semana a jugar y a divertirse con sus niños cosecharán beneficios duraderos de la
conexión que tendrán con sus hijos y ¡éstos cosecharán beneficios duraderos de un sinfín de
áreas!

Cuando pases tiempo con tus niños en esta etapa, trata de realmente disfrutarlo y libérate
de tus inhibiciones. La casa quedará desordenada, pero está bien, porque ¡la conexión está
siendo construida! Evita pasar tiempos prolongados en las computadoras, tablets, etcétera. En
estos tiempos y en esta etapa, muchos padres compran a sus hijos aparatos electrónicos para
mantenerlos ocupados. El interactuar de modo constante y personal con tus hijos no es algo que
pueda ser sustituido por juguetes caros. El enfoque más importante en esta etapa es aprender a
interactuar y socializar. (Un padre sabio que conocemos dijo que el mejor «software» para
enseñar a los niños cómo leer era sentarlos en el regazo de sus padres).

Jugar es mucho más divertido si los hermanos no se llevan muchos años de diferencia; si la
diferencia es muy grande, el juego podrá necesitar ser hecho, a veces, separadamente. El tipo de
actividades determinará cuando deberán ser combinadas.

Como padres, a veces nos aburrimos con la repetición, pero los niños a esta edad no se
cansan del mismo viejo juego de las escondidas, ¡pues a ellos les gusta esconderse en los mismos
lugares! No te desalientes por esto, sino tómalo como parte del desarrollo del niño. ¡Aprende a
disfrutarlo tanto como ellos! Ellos leerán tu rostro y sabrán si están tan involucrados como ellos
en el juego.

Padres, recuerden el dejar ganar a sus hijos algunas veces. Es una buena idea ganar en
algunas ocasiones para que puedas ver sus reacciones, porque creemos que es bueno ayudar a
los niños a ser perdedores que demuestran gracia. Cuando los hermanos están jugando, ayuda a
que todos ganen en diferentes momentos. Aun si uno de ellos puede que no sea el corredor más
rápido, tú como padre puedes ver la manera de ayudar al hijo más débil a ganar de tiempo en
tiempo. Esto ayudará a todos a sentir confianza en que el juego es imparcial.

Las madres necesitan brindar su apoyo cuando los papás estén jugando alborotadamente
con los niños. Muchas madres advierten a sus esposos respecto a lo que es y no es seguro, lo cual
puede colocar un freno innecesario en el espíritu que hay en la casa. Si el hogar está demasiado
tranquilo, la vida puede volverse aburrida y otras necesidades no serán cubiertas. Las madres no

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deben reaccionar exageradamente cuando ocurren pequeños cortes y rasguños. Si un niño se
cae, la reacción de la madre a menudo tiene una fuerte influencia en la reacción del niño. Si el
niño está llorando y los padres están tranquilos, esto ayudará al niño a que se tome la caída con
tranquilidad. Tampoco critiques al niño, al pedirle que sea fuerte o «aguante». Así que, hay que
ser empáticos pero, al mismo tiempo, no hay que reaccionar exageradamente. Los accidentes
ocurren, y en el transcurso de su infancia, hay que esperar que nada grave ocurra.

La niñez temprana
A esta edad, los niños generalmente están todavía más emocionados en jugar con sus
padres que con otros niños, pues la conexión y el juego aún son una parte importante de la misma
actividad. El trabajo ahora puede haber aumentado, pero observa que es predominantemente
dentro del juego (véase Figura 7.1: Aproximadamente 4 a 7 años). Los padres suficientemente
buenos evitarán caer en una mentalidad de pánico para apresurar a sus hijos y llenarlos de
información, lo cual es más dañino que positivo. Los niños necesitan disfrutar su niñez. Debemos
asegurarnos de que nuestros hijos tienen tiempo suficiente para juegos organizados y también
para juegos libres, pues ambos son importantes para un desarrollo sano. La razón por la cual
seguimos repitiendo la necesidad del juego es porque las investigaciones demuestran que el
tiempo libre, el recreo y las actividades no estructuradas al aire libre, todas ellas, han decaído
drásticamente a lo largo de los años (RI7.5).

Por veinticinco años, hemos vivido en Singapur, un pequeño país para el cual la educación
es prácticamente una religión. El primer ministro de Singapur recientemente se expresó su
preocupación durante un discurso respecto a una exagerada exigencia de enseñanza por parte
de los padres, conllevando a que estos se cuestionen el permitir que sus hijos jueguen, puesto
que podrían, a causa de esto, ser superados por otros en la escuela:

En vez de crecer de modo estable y feliz, él crece de modo neurótico y limitado. El no


tener tareas de la escuela no es algo malo. Es bueno para los niños pequeños el jugar
y aprender a través del juego24.

Inmediatamente después de los comentarios del primer ministro, el periódico de Singapur,


The Straits Times, transcribió un artículo del New York Times titulado «Simon Says Don’t Use
Flashcards» (Simón dice, no usen láminas didácticas). Informó ese diario así:

Los padres que quieren estimular el desarrollo cerebral de sus hijos a menudo se
enfocan en cosas como lectura precoz, láminas didácticas y audios de lenguaje. Pero
una creciente cantidad de investigaciones sugiere que el jugar cierto tipo de juegos
de infancia puede ser la mejor manera de aumentar la capacidad de un niño para que
le vaya bien en la escuela. Las variantes de juegos pasados de moda como
«Inmóvil/Las estatuas» o «Simón dice» requieren niveles relativamente altos de
funciones ejecutivas, poniendo a prueba la habilidad del niño de prestar atención,
recordar reglas y demostrar auto control, cualidades que asimismo predicen el éxito
académico25 (RI7.6).

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Entonces, los padres deben jugar con sus hijos y facilitar que ellos tengan tiempo tanto para
el juego libre como para el estructurado.

A esta edad, los niños necesitan estar expuestos a una variedad de actividades. Están justo
empezando a desarrollar relaciones con otros niños, pero generalmente en esta etapa esas
relaciones no son fuertes. Gottman señala que normalmente los niños a esta edad juegan mejor
en parejas con otros niños26, pero el juego grupal en el patio de juegos es también muy útil.

Los padres también deben sacar ventaja de lo que significa esta etapa, ya que estos son los
años en los cuales los niños no rechazarán estar con sus padres. De hecho, ellos esperan ansiosos
jugar con sus padres. Estos son los años en que ellos piensan que sus padres son súper. Si los
padres se preocupan de esto, estarán pasando bastante tiempo junto a todos sus hijos en
conjunto y también con cada uno individualmente; eso servirá como una buena base para los
años que vendrán. Es absolutamente crucial que los padres encuentren maneras de jugar y
producir risas en sus hijos. Hábitos como el pasar tiempos individualmente formarán parte de los
recuerdos de más larga duración y los padres deben ser capaces de evitar que en una etapa su
hijo no quiera hablar para nada con ellos. Si lo hacen con el ánimo de divertirse, con el tiempo
los padres desarrollarán la conexión con sus hijos y también sentarán las bases para que ellos se
conviertan en adultos sanos y capaces.

Aquí van más consejos respecto a pasar tiempo con los niños en esta etapa:

• Si los padres tienen cierta pasión respecto a un deporte o hobby, exponer a los niños a
ello les permitirá también ser parte de sus vidas. Sin embargo, esto no debe ser tomado
para creer que los niños deben, simplemente, seguir y observar al padre. Más bien, se
debe considerar el aprovechar los tiempos individuales para introducir a los niños en
estas actividades. Mientras vayan mejorando, puede volverse una rutina que tanto el
padre como el hijo disfruten (¡o no!).

• A esta edad, puede que quieran o no jugar los mismos viejos juegos una y otra vez. Si les
gusta la variedad, trabajen juntos para ser creativos. Algunos niños disfrutarán
sentándose y hablando, otros no. En general, el juego es todavía la mejor manera de
conectar. Hablar es importante también, pero trataremos de ello en el próximo capítulo.

• No es extraño que tengan amigos imaginarios, sobre todo cuando los niños están
pasando por una transición o sintiéndose alterados. No te preocupes, Agatha Christie es
una de las autoras con más éxito en la venta de sus libros de todos los tiempos. En su
autobiografía, ella recordaba que muchos de sus primeros recuerdos incluían amigos
imaginarios y ella continuó sus conversaciones con algunos de ellos en su adultez. Así
que, ¿quién sabe? ¡Puede que estés criando a otro futuro escritor con éxito en ventas!27

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Toda la verdad sobre los Louis

Cuando nuestros hijos tenían dos y cuatro años de edad, respectivamente, les dijimos
que nos íbamos a mudar de Jakarta a Australia por motivos de trabajo. Cerca de esa
fecha, Sonia empezó a jugar con dos amigos imaginarios (de Indonesia) a los que
llamó Noni y Toto. Ella me contaba complejas historias acerca de estos amigos. Ella
les hablaba a ellos y sobre ellos de muchas maneras. Sus amigos estaban cerca la
mayor parte del tiempo y yo afirmaba la existencia de esos pequeños amiguitos de
ella, no queriendo hacer un gran problema de ese fenómeno. Nuestra casa
australiana ya había sido seleccionada por nuestros empleadores, así que el día que
nos mudamos a Sídney, pudimos ir directamente del aeropuerto a nuestro nuevo
hogar. Nuestro jardín trasero estaba lleno de árboles y pájaros, algo que los niños no
habían visto en Jakarta. Sonia estaba emocionada y preguntó: «Mami, ¿puedo ir por
ahí a mirar un rato?» Corrió entusiasmada por toda la casa, subía y bajaba las
escaleras, miraba en cada cuarto, y regresaba a donde yo estaba parada junto a la
ventana. Con sus ojos totalmente abiertos, con gran alegría me dio este anuncio:
«Mami, ¡Noni y Toto ya están aquí y les encanta este lugar!». Y nunca más los
mencionó. Vistas las cosas desde nuestra experiencia actual, supongo que los amigos
imaginarios fueron una forma de adaptarse al miedo e inseguridad que significaba el
mudarse a un nuevo país y a una nueva casa.

Los niños, a esta edad, puede que no quieran participar en largas conversaciones, pero es
útil para los padres enseñar a sus hijos a identificarse y estar en sintonía con emociones tales
como la tristeza, alegría, miedo, entusiasmo, decepción, anhelo o rabia. Esto puede lograrse
teniendo el hábito de preguntarles sobre sus «buenas y malas noticias» como anteriormente
hemos sugerido, y también usando dibujos o gráficos sobre los sentimientos que los padres
pueden encontrar fácilmente en Internet.

Los niños a esta edad siguen necesitando de mucho cariño. Muchos padres, en esta etapa,
se niegan a abrazar y besar a sus hijos, pero esto es un error. Tanto niños como niñas necesitan
recibir estas demostraciones de afecto por parte de sus padres.

Los niños deben ser animados a participar en juegos donde haya cooperación y
competencia, en los cuales ellos puedan tener en cuenta cómo otras personas se sienten. Por
ejemplo, a los niños se les puede preguntar cómo el hacer trampa dentro de un juego puede hace
sentir a otros. Otras preguntas pueden ser: Si alguien gana todo el tiempo, ¿cómo ello hará sentir
a los demás? Si alguien no coopera, ¿cómo eso hace sentir a los demás? Siendo un padre que
está en el patio de juegos con otros niños, vas a poder observar que todo esto ocurre y,
posiblemente, incluso serás el facilitador en algunos de los juegos. Si es así, puedes cambiar los
juegos de modo que sean diferentes niños los que tengan la oportunidad de ganar, y no
únicamente los más rápidos o más fuertes. Si no eres tú el facilitador, puedes más tarde hacer
preguntas que te permitan extraer algunas lecciones de lo que has observado. El único mejor

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predictor en la infancia de la adaptación adulta no son las calificaciones obtenidas en la escuela
o la conducta en clase, sino la capacidad del niño para llevarse bien con otros niños28. A esto se
le debe dar la prioridad número uno. Principios tales como dar y tomar, confiar, compartir y
mostrar amistad y altruismo deben ser enseñados una y otra vez para que ellos puedan ser
capaces de ver las cosas cada vez más desde los puntos de vista de otros.

Es importante para los padres el aprender a animar a sus hijos, siendo específicos cuando
les comentan quién hizo algo positivo. Por ejemplo, los padres pueden ser animantes
comentando quién fue cooperador, quién fue honesto, quién jugó dándolo todo, quién no se dio
por vencido, quién fue amable con los demás y quién tuvo una buena actitud.

Muy a menudo, el ánimo está dirigido a la persona que gana, o las críticas van hacia
aquellos que cometieron errores. Si los padres hacen del ganar una gran cosa, los niños imitarán
ese ejemplo. Cuando el ganar no se vuelve el enfoque de los padres, entonces los niños tendrán
más probabilidades de enfocarse en los sentimientos de otros y no únicamente en los suyos.

No escojas un juego donde uno de los niños tiende a perder continuamente, asumiendo
que los niños tienen una edad cercana, y son más o menos del mismo tamaño, fuerza, etcétera;
de lo contrario ellos, con el tiempo, no tendrán ganas de jugar. Puede causar que sientan envidia
de los hermanos que siempre ganan. Los padres pueden y deben fomentar que diferentes
personas ganen, incluyendo a ellos mismos, y que la ventaja de unos sobre otros sea aceptable
o, al menos, no tan desigual para un miembro de la familia.

Toda la verdad sobre los Louis

Durante el tiempo en que nuestros niños estaban en la escuela primaria, teníamos


nuestro «día de la familia» las tardes de los domingos desde las tres hasta la hora de
dormir. Nadábamos y jugamos en la piscina, salíamos a montar bicicleta y
frecuentábamos variados parques de diversiones. En los días lluviosos, jugábamos
cartas y juegos de mesa. Durante la pubertad, Sonia se volvió muy distraída y por
algunos años, jugar con ella cualquier juego que debía hacerse estando sentados le
exigía tener control y paciencia. Yo (John) me frustraba y la regañaba. Mi esposa muy
educadamente me hacía señas para «dejar de molestar», pues cuando yo actuaba
así, no me estaba dando cuenta que arruinaba el verdadero propósito de jugar y
pasar un buen momento como familia... ¡obvio! Yo era impaciente y estropeé el
ambiente en más de una ocasión. Felizmente, mi media naranja me siguió
remarcando lo equivocado de mi comportamiento y, con el tiempo, fui capaz de
poner como prioridad la diversión y la conexión sobre lo que es correcto y eficiente.
Me alegra decir que mis hijos me perdonaron, y como adultos jóvenes, tanto Sonia
como David han expresado cuánto aprecian que yo haya invertido, con suficiente
regularidad, mí tiempo con ellos.

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En cuanto a los tres impulsos de conectar, trabajar y jugar, el trabajo empezará a darse más
en serio en esta etapa. Es importante que los padres no expongan a sus hijos a la presión de
aprender a un nivel mayor para el que están mentalmente preparados. Conectar y jugar todavía
serán la mayor parte de estos tres impulsos.

Elkind frecuentemente habla sin titubeos acerca de cómo los padres hoy en día apuran a
sus niños a crecer demasiado rápido y del daño que los padres causan al hacer que entren de
lleno a aprendizajes que no son apropiados para su edad. Los niños que se ven enfrentados a
exigencias para hacer matemática o para leer antes de que tengan las capacidades mentales
necesarias pueden experimentar una serie de fracasos desmoralizantes y empezar a verse a sí
mismos como personas que no valen29 (RI7.7).

Leerles muchos libros a los niños, así como leerlos con ellos, es una manera fantástica de
aumentar la conexión, enseñar valores, y al mismo tiempo, ayudarlos académicamente (¡de una
manera imperceptible!) Cuando la hora de dormir se hace leyendo libros de autores clásicos
como Julio Verne, o lecturas más modernas como El libro de las virtudes para niños30, o libros
inspiradores con dibujos, proveerán de muchas horas de diversión y momentos para estrechar
lazos, además de ayudar a marcar la pauta para los años posteriores. Cuando los niños terminan
de leer y se les acuesta en la cama, es un buen tiempo para que los padres hablen con sus hijos
respecto a cómo se sienten acerca del día o repitan sus buenas y malas noticias. Ten en cuenta
que a pesar de que ya lo puedan haber compartido durante las comidas, a veces, hay otras malas
noticias que ellos preferirían hablar estando a solas con su padre o que, simplemente, puede que
se hayan olvidado de mencionarlo antes.

La infancia intermedia
Durante este período de edad, el cambio entre conectar, trabajar y jugar continúa. Aun los
niños que se van acercando a la adolescencia todavía necesitan jugar, sobre todo con su padre
(véase Figura 7.1, Aproximadamente 8 a 12 años). En esta etapa, el trabajo ahora aumentará un
poco, especialmente en cuanto a la escuela, y el tiempo para jugar disminuirá
proporcionalmente. Los padres deben tener cuidado de que el juego no sea eliminado. Algunos
padres pueden querer que sus chicos estén tan preparados académicamente que los presionarán
para estudiar mucho, inclusive después de las horas de la escuela, con poco tiempo para jugar
que no sea el tiempo de recreo en el colegio. En todo caso, la conexión debe mantenerse la que,
sin duda, está involucrada en el juego.

Recuerda, los niños a esta edad todavía quieren realmente tu amor y conexión, pero puede
que no quieran que los demás lo sepan. Puede que rechacen manifestaciones abiertas de cariño
y amor. Los varones, sobre todo, preferirían saludar diciendo «dame los cinco» que dando besos
en público, pero los padres no deben dejar de mostrar cariño en privado. A los chicos a esta edad
aún les encantan los tiempos de lectura junto a mamá antes de dormir o que su papá los acueste,
lo creas o no.

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Esta es una edad en la que muchos asuntos como ganar, perder, verse mal, la vergüenza y
el miedo se volverán una realidad para ellos. Cuando se discute sobre estas emociones, los niños
deben ser capaces de procesar sus sentimientos y encontrarle sentido a las cosas sin sentirse
raros. Ellos aún necesitan de sus padres para ayudarlos a enfocarse en otras personas a fin de
que entiendan que la vida no gira únicamente en ellos, o en ganar. Y como lo dijimos
anteriormente, cuando vemos a los niños interactuar con otros chicos, o con los miembros de la
familia, deben recibir el ánimo específico en estas áreas.

Asimismo, durante esta etapa, el juego tenderá a darse mediante actividades según cada
género. En la última parte de esta etapa (de diez a doce años de edad), los niños preferirán jugar
con los niños, y las niñas con las niñas. Éste puede ser también un buen tiempo para que los
padres vayan a ver los equipos deportivos en los cuales sus hijos juegan. Es alarmante ver a qué
grado los padres espectadores se vuelven competitivos, mucho más de lo que sus hijos lo hacen
en la cancha.

Los chicos a esta edad verán con más claridad sus fortalezas y debilidades. Es probable que
hablen más. Ellos quieren y necesitan de sus padres el constante ánimo y aceptación. Si están
participando de un deporte o competencia y sienten durante el transcurso del juego que sus
padres no los valoran, o que sus padres pasan tiempos con ellos por obligación, se transmitirá el
mensaje con sentido opuesto al de la conexión y aceptación. Muchas veces, cuando un niño no
gana, un padre puede decir «buen trabajo» o «está bien, ganar no lo es todo», pero el tono de
voz, las expresiones faciales y el lenguaje corporal transmiten que, en realidad, el ganar sí le
importaba muchísimo. La mayoría de niños puede sentir lo que sus padres realmente están
sintiendo, y esto envía una fuerte señal al niño acerca de lo que sus padres valoran más.

En su libro No Contest: The Case against Competition, Alfie Kohn (sin disputa: el argumento
contra la competencia) habla acerca de los efectos adversos de la competencia que muchos
padres modelan e inculcan a sus hijos31. Él planteó algunas de las siguientes preguntas que los
padres harían bien en reflexionar: ¿La competencia es más productiva que la cooperación? ¿Es
la competencia más divertida que la cooperación? ¿La competencia construye carácter?

Si el hecho de no ser el número uno o el no ganar es un obstáculo para cooperar, disfrutar


el juego y/o formar el carácter, entonces, ¿cómo resulta útil la competencia?

Para la mayoría de los padres, hacer que su hijo tenga éxito implica tratar de ayudarlos a
ser personas que trabajan arduamente. Sin embargo, si bien este puede ser el caso, los padres
no tienen idea del mensaje más fuerte que están enviando a sus hijos:

No soy lo suficientemente bueno.


No encajo en mi familia.
Soy una falla en comparación a mis hermanos y amigos.

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Esto desarrolla las trampas de vida de defectuosidad, aislamiento social y falla. Los niños
que internalizan estos mensajes pueden empezar a sentirse exasperados y desanimados y,
cuando estos sentimientos no son procesados, ellos pueden volverse resentidos; esto podría
conllevar que se rebelen en los años siguientes.

La adolescencia
El período de la adolescencia es descrito como los años que van desde la pubertad a la
adultez. La Academia Americana de Pediatría divide este período en tres etapas32: la
adolescencia temprana, generalmente entre los doce y trece años; la adolescencia intermedia,
entre los catorce y dieciséis años, y la adolescencia tardía, entre los diecisiete y veintiuno años.

La pubertad se define como el tiempo en que los cambios biológicos ocurren, y para
muchos, suceden durante la adolescencia temprana e intermedia. En esta etapa, los
adolescentes tienden a ver las cosas como blanco y negro, y no son capaces de fijar su mirada en
objetivos a largo plazo o en las consecuencias de aquello que hace de modo correcto o incorrecto.
Para cuando llegan a la adolescencia tardía ya son capaces de pensar de una manera muchísimo
más compleja y racional. Recordemos las ideas de Nucci33 sobre los diferentes tipos de
moralidad (véase el Capítulo Tres). Algunos adolescentes se sentirán resentidos con sus padres
cuando insisten en el cumplimiento de ciertas reglas si sienten que estas no son verdaderamente
importantes. Para poder mantener la conexión, ¡los padres no deben hacer tanto problema de
estas cosas!

La adolescencia ha sido vista como un punto de transición entre la niñez y la adultez. Los
adolescentes aún tienen sus comportamientos de niños, pero al mismo tiempo, están también
tratando de ser adultos y pueden reaccionar agresivamente cuando los padres no les dan la
independencia que ellos ansían. Más que en ninguna otra etapa, este es el tiempo cuando ellos
empezarán a alejarse y quizás ya no quieran estar tan apegados a sus padres. A pesar de que en
su interior desean saber que son amados por sus padres y que están cercanos a ellos, los
adolescentes darán la impresión de que lo contrario fuera cierto. (La comunidad Putting Family
First reporta que en una encuesta nacional en los Estados Unidos de América, de una muestra
significativa de adolescentes estadounidenses en el año 2000, el 21% calificó como sus dos
preocupaciones más importantes «el no pasar suficiente tiempo junto a sus padres» e
inquietudes relacionadas a la escuela34). Entonces, vemos que ellos reaccionarán como si no
necesitaran conectarse, pero sus padres deben perseverar y encontrar una forma de entrar en
sus vidas.

Queremos advertir enfáticamente a los padres que eviten no pasar tiempos con sus hijos
adolescentes, debido al pensamiento equivocado de que las relaciones con los amigos de éstos
son más importantes que las relaciones con sus padres. Pasar tiempos regulares personales es
crucial; toma bastante esfuerzo y mucha paciencia, pero los resultados finales lo valen mucho.

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Los adolescentes se preocupan muchísimo sobre las opiniones de sus semejantes. Su
círculo social se amplía y ellos quieren tomar sus propias decisiones respecto a con quiénes pasar
el tiempo y a quiénes estar cercanos. Cuando eran más pequeños, sus padres tenían más
influencia sobre estas decisiones, pero en esta etapa ellos quieren tener más voz. Se están
esforzando por tener su propia identidad como personas, pero se preocupan mucho de lo que
otros piensan de ellos. Hay una tremenda cantidad de sentimientos de que se tiene derecho a
algo, pero en términos generales, este tipo de sentimiento de merecer algo es temporal. Con el
tiempo, mientras los adolescentes maduran, esta percepción desaparece, siempre y cuando los
padres continúen cubriendo adecuadamente todas sus necesidades básicas emocionales.

Cuando los niños llegan a esta etapa, la interacción entre conectar, jugar y trabajar
experimentará cambios muy considerables (véase Figura 7.1, Aproximadamente 13 a 17 años).
Ellos encontrarán nuevos intereses, y el trabajo en la escuela aumentará drásticamente. Para los
padres, pareciera que nuestros adolescentes súbitamente tienen poco o ningún tiempo para
«jugar» con sus padres, pero siempre se las arreglan para encontrar tiempo para jugar con sus
amigos. Las relaciones entre semejantes son una parte muy importante en la vida de un
adolescente y continuarán siéndolo en tanto ellos avancen en convertirse de jóvenes
adolescentes a adolescentes mayores. Sin embargo, la mayoría de adolescentes que pasaron
tiempos regulares con sus padres en los años previos, y que se sienten conectados y aceptados,
disfrutarán el pasar tiempo con su familia. Aún en ese momento, puede que se resistan a ello,
ante lo que sugerimos, ¡perseverar, perseverar y perseverar!

Pasar tiempo con adolescentes requiere ser muy determinados e intencionales; exige que
veamos como encajar en su horario. Algunos padres encuentran útil sacar el máximo provecho
de las siguientes oportunidades:

• Cuando sus adolescentes deben ser llevados a algún lugar


• Cuando ellos necesitan ayuda con sus tareas de la escuela
• Cuando necesitan que se les lleve al colegio, pues muchos adolescentes prefieren que
sus padres los lleven en carro a tomar el bus escolar. (Por supuesto, ¡si ellos tienen una
licencia de manejo, prefieren manejar!)

Entonces, al final, la interacción de los tres impulsos de conectar, trabajar y jugar cambian
en la medida que los niños pasan de una etapa de crecimiento a otra. Los padres deben
asegurarse de mantener la conexión con sus hijos en todas las edades. Los padres que lo hacen
nunca lo lamentarán.

Terminamos este capítulo sobre pasar tiempo mencionando la importancia de crear


recuerdos. Nuestros padres tenían fuertes convicciones acerca de ello. La familia de John tiene
maravillosas memorias sobre sus vacaciones en playa de Malasia la familia de Karen continúa
viajando en vacaciones a la Costa del Golfo.

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Sin importar en qué etapa de la vida están tus hijos, planifica tus vacaciones con tu familia.
Toma fotos. Toma tiempo para archivarlas y crear recuerdos. Como familia, mírenlas
periódicamente. Colócalas en la casa, donde sean accesibles, en marcos hermosos, de modo que
todos puedan recordar las preciosas memorias construidas con el correr de los años, agregando
otras nuevas cada cierto tiempo. Al subir y bajar las escaleras de nuestra casa, vemos fotos como
estas que nos recuerdan muchos tiempos increíbles que hemos pasado juntos. Un vistazo
momentáneo a veces nos trae un recuerdo y levanta el ánimo de la atmósfera. Mientras van
pasando los años, dulces recuerdos inundarán sus mentes mientras los rememoran juntos. Esto
no solamente beneficiará directamente a la conexión de tu familia, sino que dará a tus hijos un
esbozo de cómo también ellos querrán dirigir sus respectivas familias cuando empiecen a crear
sus propios recuerdos en los años venideros.

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E
n tu travesía para ser un buen padre, has empezado a cuidarte de no exasperar
a tus hijos, y estás pasando con ellos más tiempo de modo habitual. Has recorrido
un largo trecho en cuanto a cubrir su necesidad emocional básica de conexión y
aceptación. Ahora, solo nos queda desarrollar la última de las cosas indispensables por hacer:
validar sus emociones.

Los beneficios de la empatía


Los niños normalmente pasan por una serie de emociones. Cuando los padres logran tener
empatía con ellos y los ayudan a entender (procesar) sus emociones, los niños experimentan
conexión y aceptación. Muchos padres, sin embargo, no le dan mucha importancia a los
sentimientos de sus hijos. Algunos padres son reservados emocionalmente, reprimen sus
emociones y consideran los sentimientos como algo no saludable; otros únicamente se enfocan
en hacer lo que es correcto; en cambio, otros dejan que su propia agenda y preocupaciones sean
los que tomen el control. En nuestro modelo de Padres lo suficientemente buenos, creemos que
el no tener empatía con los sentimientos de nuestros hijos y, por lo tanto, no conectar con ellos
a un nivel emocional conduce a muchas de las interacciones exasperantes analizadas en los
Capítulos Tres y Cuatro.

La empatía es una respuesta sincera ante las emociones de otro. Logramos tener empatía
cuando nos ponemos nosotros mismos en los zapatos de otra persona, y entonces respondemos
de una manera que expresa una apropiada comprensión hacia esta y de una manera afectuosa y
respetuosa. La empatía puede ser comparada con el hecho de ver una película sobre otra
persona, sumergiéndonos en sus problemas o asuntos, para luego expresar a esa persona los
sentimientos y pensamientos de ella con un espíritu de sinceridad y cariño. Entonces, ¿cómo es
que esto se relaciona con la crianza?

Piensa al respecto. Supongamos que tuviste una acalorada discusión con tu cónyuge justo
antes de salir de casa para ir al trabajo. Ofuscado, decides en el camino parar a tomarte un café.,
Inesperadamente, mientras esperas en la cola, te encuentras con un buen amigo. Te sientes tan
feliz de tener a alguien con quien poder descargar tus sentimientos, así que simplemente sacas

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todo lo que tienes adentro. ¿Cómo te sentirías si, tan pronto terminas de contar tu historia, tu
amigo te contesta dándote un sermón sobre cómo ser un mejor cónyuge? ¿O si quizás tu amigo
empieza a darte su consejo? ¿O si te dice que dejes de preocuparte porque te ves más lindo
cuando sonríes? ¿O si minimiza tus sentimientos o trata de psicoanalizarte? Estamos seguros de
que no buscarías a ese amigo por un tiempo, ¡o al menos no mientras estés pasando por un
problema! Lo único que querías era tener a alguien que te escuchara y mostrara empatía. Pero
¿qué pasa cuando se trata de nuestros niños?; ¿qué clase de receptores somos? ¿Por qué nos
cuesta mostrar empatía a nuestros hijos?

Una de las lamentables consecuencias del estilo de vida de hoy en día es que los padres
tienen menos tiempo para pasar con sus hijos que en épocas pasadas. Más aún, cuando los
padres llegan a casa después de estar todo el día en el trabajo y cuando deberían estar
totalmente enfocados en sus roles como madres y padres, a menudo les queda muy poca energía
para dar a sus hijos. Como resultado, la calidad de las relaciones entre padres e hijos está en
declive. (Por eso es que somos grandes partidarios de conceptos tales como hacer ajustes
económicos, vivir de un solo ingreso y acordar horarios de trabajo flexibles para madres y
padres).

Y, además de todas las presiones económicas que los adultos están sintiendo, los niños
están haciendo frente a una presión creciente para sobresalir en la escuela, lo que significa
exámenes más frecuentes y plazos más cortos. Parecieran que padres e hijos estuvieran en la
loca carrera diaria de buscar cada vez más una creciente inteligencia académica, a costa de otras
importantes áreas de sus vidas como la inteligencia emocional. Con menos tiempo libre
disponible, el ser padres puede volverse algo muy orientado a la productividad, lo cual deja
menos tiempo para jugar y sacar a flote los sentimientos de los hijos. Los niños con una deficiente
inteligencia emocional se convierten en adultos con una deficiente inteligencia emocional,
incapaces de vincularse emocionalmente con la gente que es importante en sus vidas, dando
como resultado relaciones superficiales y poca intimidad. Sus matrimonios sufren, dado que las
personas están menos preparadas para cubrir las necesidades de sus cónyuges. No es de extrañar
que las tasas de divorcio estén creciendo rápidamente alrededor del mundo. Matrimonios no
saludables, de modo generalizado, repercuten en la crianza, y la conducta disfuncional es
perpetuada a través de sucesivas generaciones. Según Gottman, en la última década
aproximadamente, la ciencia ha realizado enormes cantidades de descubrimientos sobre el rol
que juegan las emociones en nuestras vidas. Él dice que los investigadores han descubierto que,
aún más que el CI, el estar consciente emocionalmente y el tener la capacidad de manejar las
emociones determinará tu éxito y felicidad en todas las áreas de la vida, incluyendo las relaciones
familiares.

Gottman demostró ello al realizar una investigación en familias durante más de una
década. Él monitoreó reveló cómo los padres trataban las emociones de sus hijos, lo cual incluía
la reacción de los padres a las experiencias emocionales de los niños, tales como situaciones en
las que los niños se enojaron, se entristecieron o se asustaron. Asimismo, midió cuán conscientes
eran los padres acerca del rol que las emociones juegan en sus propias vidas. El equipo de
Gottman hizo un seguimiento a estos niños desde que tenían cuatro años hasta su adolescencia.

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Su estudio descubrió que cuando los padres practicaban el mostrar empatía a sus hijos y el validar
sus sentimientos, y si los ayudaban a ser emocionalmente inteligentes, los niños reportaban
buenos resultados en las siguientes áreas:

• Bienestar emocional– Los niños con inteligencia emocional podían regular sus propias
emociones, lo cual significa que eran mejores para tranquilizarse a sí mismos cuando se
alteraban. Ellos además podían calmarse a sí mismos mejor y más rápido.

• Salud física– Como consecuencia de ser capaz de manejar mejor sus emociones, los
niños con inteligencia emocional tuvieron menos enfermedades.

• Competencia social– Los niños con inteligencia emocional pudieron relacionarse mejor
con otras personas, aún en situaciones difíciles como cuando recibían burlas o eran
fastidiado. Asimismo, ellos tuvieron mejores amistades que otros niños.

• Desempeño académico– Los niños con inteligencia emocional fueron mejores para
enfocar su atención y se desempeñaron mejor académicamente2.

Este estudio resalta la importancia de que los padres no ignoren los sentimientos de sus
hijos, sino que los valoren al mostrar empatía y procesar sus emociones. Pero el validar las
emociones de los niños y mostrar empatía hacia ellos no es algo natural en muchos padres. Lo
que sí es natural en los padres es responder con un estilo de adaptación; por ejemplo,
resignación, evasión o contraataque, lo cual inevitablemente conduce a una interacción
exasperante.

Empatía Cero
Simon Baron-Cohen ha estado estudiando la empatía por treinta años, y recientemente
publicó sus hallazgos con el llamativo título Empatía Cero: Nueva teoría de la crueldad3. Él
sostiene que la empatía varía en grados, no se trata de una cualidad de aquellas que
tajantemente la tienes o no la tienes. En una población normal, los diferentes niveles de empatía
innata se verán reflejados en una curva en forma de campana. La mayoría de la gente estará en
el medio, teniendo algún grado de empatía, pero un pequeño porcentaje estará en cada extremo,
uno con alto grado de empatía y el otro con mínima empatía, o peor aún, tendrán lo que Cohen
denomina «empatía cero».

¿Por qué los padres deben preocuparse por esto? Porque las experiencias durante la
infancia, incluyendo las reacciones hacia la crianza de los padres, afectan los niveles de empatía
de los niños. Estamos de acuerdo con Cohen de que la erosión de la empatía se produce cuando
las necesidades de los niños no son cubiertas a lo largo del tiempo. Cohen advierte que, cuando
la empatía es apagada, la gente funciona en el modo «Yo» y su interés principal radica en sí
mismos y tratan a otros como objetos4. En el caso de niños cuya empatía está siendo erosionada
con el paso del tiempo, mientras van envejeciendo, desarrollarán el deseo de protegerse a sí
mismos, luego un deseo de venganza y luego un odio ciego. ¡Eso es aterrador! Con el tiempo,

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aquellos con cero empatía no pueden experimentar remordimiento ni culpa porque no
entienden o no pueden entender lo que la otra persona está sintiendo. Carecen de conciencia
respecto a cómo se vinculan con otros, cómo interactúan con otros, y cómo pueden prever los
sentimientos o reacciones de otros. En suma, estos individuos creen 100% en lo correcto de sus
propias ideas y creencias, y juzgan como equivocado o estúpido a cualquiera que no
tenga/sostenga dichas creencias5.

Si miras los programas sobre crímenes, puedes haber oído manejar términos como
«trastorno de personalidad fronterizo», «psicopatía» o «maligno narcisista»; estos son los tipos
que no pueden sentir nada por otros y únicamente se preocupan de sí mismos. Ellos son los que
tienen «cero empatía». La investigación de Cohen descubrió que un inmenso porcentaje de
adultos con desórdenes extremos de personalidad, como los señalados anteriormente, tuvieron
infancias traumáticas o han experimentado abandono emocional, indiferencia,
carencias/privaciones y rechazo6. En cambio, cuando los niños están conectados con sus padres
y confían en que ellos tratarán sus sentimientos con respeto, en vez de desarrollar «cero
empatía», su propio cociente de empatía se incrementa.

Procesar emociones
La forma negativa o incapacidad de los padres para procesar los sentimientos de los niños
es, generalmente, relacionada con la falta de conciencia de los padres respecto a sus propias
emociones. Los niños puede que no siempre demuestren abiertamente sus sentimientos.
Algunas veces, ellos únicamente emiten algunas pistas sutiles, pero los padres que están
entrenados o tienen intuición serán capaces de leer entre líneas.

Los niños experimentan con regularidad emociones tales como el enojo, la felicidad, la
tristeza, la alegría, sentirse apenado por algo, el orgullo, la humillación, la aceptación, la culpa, la
confianza, sentirse abandonado, el amor, la vergüenza, la emoción, el enfado y la satisfacción,
por nombrar algunos. Cuanto más puedan los padres percibir esos sentimientos y aprender cómo
procesarlos con sus hijos, será mejor cubierta la necesidad emocional básica de conexión y
aceptación. Sin embargo, los padres reaccionan de manera diferente a las emociones que
experimentan sus hijos. Muchos padres no le encuentran ningún sentido a hablar acerca de los
sentimientos o emociones, y prefieren evitar tal conversación. Algunos padres se activan ante
ciertas emociones y responden de maneras no sanas tales como menospreciar al niño, castigarlo,
mostrar mal humor o culparse a sí mismos en silencio. Los padres que son capaces de tomar
conciencia acerca de cómo ellos responden a los sentimientos de sus hijos podrán tener un buen
inicio al tratar de cubrir la necesidad emocional básica de conexión y aceptación de sus hijos. Por
favor ir al Apéndice 2 para realizar un importante ejercicio.

Tres reconocidos expertos en temas de crianza, quienes brindan las perspectivas más
valiosas en cuanto el procesar los sentimientos de los niños, son Ginott, Gottman y el equipo de
Faber y Mazlish7. Los pasos que ellos recomiendan tomar se aplican tanto a niños grandes como
pequeños. En resumen son:

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• Darse cuenta de que el niño está experimentando emociones y tener una idea inicial de
cuál(es) emoción(es) podría estar sintiendo. Esto implica interpretar las expresiones
verbales, el tono, y las expresiones no verbales del niño.

• Mirar los sentimientos del niño como una oportunidad de conectarse con él a un nivel
emocional. Esto fortalecerá el vínculo entre padre e hijo. Los padres no deben
apresurarse a dar soluciones. Tanto el tono de voz como el lenguaje corporal son
cruciales para comunicar este mensaje.

• Alentar verbalmente al niño para que pueda ser capaz de expresar esas emociones o
sentimientos y para que pueda darles el nombre correcto. Dicho proceso entrena al niño
(y al inicio, al padre) para procesar sus sentimientos y, posteriormente, hacerles frente
a ellos de una manera sana.

• Validar la(s) emoción(es), luego mostrar empatía y compasión hacia el niño. De nuevo,
los padres no deben apresurarse a dar soluciones.

• En un momento que se estime conveniente, apoyar al niño y ayudarlo a resolver el


asunto que le provocó esas emociones o sentimientos.

La manera en que se practican los principios arriba señalados varía con la edad de los niños.
Respaldamos estos puntos, los cuales adaptamos del bestseller de Adele Faber y Elaine Mazlish,
Como hablar para que los niños escuchen y cómo escuchar para que los niños hablen. Lee el
primer capítulo de su libro para que obtengas una completa visión general8.

Toda la verdad sobre los Louis

Yo (John) tendía a perder los estribos cuando los chicos se mostraban irrespetuosos,
lo cual ocurría, a veces, cuando estaban enojados. Así, cuando ellos eran más
pequeños y decían algo como “Janice fue mala conmigo y sentí que quería darle un
puñetazo en su nariz” u “¡Odio a mi maestra!”, mi primera reacción era decir: “No
deberías estar enfadado” o “¡No seas malcriado con tu maestra!”. En lugar de
primero mostrar empatía con ellos, de modo inmediato me ponía del lado de la otra
persona. No es de extrañar que eso los enojara aún más. Cuando Sonia tenía
alrededor de seis años, una pareja que tenía hijos más grandes nos dijo que ellos se
habían arrepentido de haberle dicho a su hija: “Tú no tienes miedo; tú eres valiente”.
Tal afirmación hizo que me detuviera y pensara antes de no tomar en serio las
emociones de mis hijos. Durante los siguientes años, leí el libro de Faber y Mazlish, y
pude ver lo que había estado haciendo mal. Me esforcé para escuchar sus
sentimientos y validarlos. Una vez que aprendí cómo procesar las emociones de los
niños, fui capaz de decir cosas como: “Parece que estás realmente enojado” y
entonces podíamos tener una conversación a partir de ahí.

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Aceptar los sentimientos vs. Aceptar la conducta
Lo escrito por Ginott y Gottman alienta a los padres a aceptar los sentimientos de sus hijos,
pero no necesariamente a aceptar su conducta9. Para muchos padres esto es algo confuso. Nos
conectamos con nuestros niños cuando mostramos empatía ante sus altibajos. Sin embargo, esto
no significa que siempre tenemos que estar de acuerdo con la conducta que podría acompañar
a sus sentimientos. Un niño podría sentirse triste al ser dejado fuera de un juego con sus
hermanos, por lo que responde estallando en una fuerte rabieta. Es necesario separar los
sentimientos de la conducta. Como padres, debemos procesar los sentimientos de rechazo y
mostrar empatía a nuestro hijo, pero también debemos expresar nuestra desaprobación hacia
su conducta (no desaprobación hacia él ni a sus sentimientos), y si es necesario, aplicar una
consecuencia que sea adecuada. Tenemos que comunicar que hay algunas conductas que son
aceptables y que otras no lo son. Entonces, si bien estamos aceptando sus sentimientos, creemos
absolutamente que existen ciertas circunstancias en las cuales no podremos mostrar empatía
hacia nuestros hijos. Estamos de acuerdo con Gottman en que los siguientes son momentos en
los cuales sería inoportuno validar los sentimientos de nuestros hijos: cuando estamos siendo
provocados por nuestros hijos o por otras personas, cuando los niños están con sus amigos o en
público, cuando la ofensa es grave, cuando los niños están tratando de manipularnos con sus
sentimientos y cuando los niños no están listos para hablar y desean tener un espacio antes.

En conclusión, cuando cubres la necesidad emocional básica de conexión aceptación, y


cuando tu conexión es fuerte, no únicamente tus hijos te amarán y respetarán, sino que ellos
disfrutarán estar contigo. Cuando la necesidad emocional básica de conexión y aceptación ha
sido cubierta, los niños van a imitar de una manera más natural los valores de sus padres y esto,
a su vez, los ayudará a resistir el ser atraídos hacia conductas, creencias e ideologías que sean
delincuenciales y no saludables. Pasar tiempo con tus hijos, el mostrarles empatía y validar sus
emociones son absolutamente las maneras más importantes de cubrir esta necesidad.

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L
a necesidad básica emocional de sana autonomía y desempeño puede ser
definida como ayudar a nuestros hijos a desarrollar sus propias personalidades,
capacidades y confianza en sí mismos mientras crecen para convertirse en
adultos con individualidad y que funcionan sanamente. Cuando los padres cubren la necesidad
básica emocional de sana autonomía y desempeño, el niño desarrollará algunos o todos los
siguientes rasgos y creencias: confianza respecto a la seguridad y bienestar, independencia y
competencia, un sentido sobre sí mismo que es diferenciado y desarrollado, seguridad y
estabilidad, asertividad y expresión propia y optimismo'. Los niños que han tenido cubierta esta
necesidad básica emocional creerán, de manera consistente y a un nivel emocional, los siguientes
mensajes debido las acciones y las palabras de sus padres (y a la atmósfera proporcionada por
ellos):

Soy libre de trazar mi propia dirección con la guía de consejeros en quienes confío
Se me permite ir a lugares por mi cuenta en tanto me comporte de modo responsable
Creo que mis padres se preocupan sobre mi cuando me lastimo o enfermo, pero tampoco
son exagerados.
Mis padres confían en que haga elecciones que son sabias y su confianza en mí crece cada
año en la medida que les demuestro que soy confiable ante nuevas situaciones
Las situaciones de la vida, en general, resultarán en algo bueno.

Si un niño realmente cree en esas afirmaciones, ¿cómo es que ese niño podrá sentirse?
Confiado, animado, seguro y motivado son solo algunas de las palabras que vienen a la mente.

Daniel creció como hijo único. Ambos padres tenían trabajos profesionales demandantes y
su madre era muy estricta con su horario. Siendo niño, no se le permitía jugar en las casas de sus
amigos (ellos podrían no ser una buena influencia), no se le permitía tomar el bus escolar (podría
sufrir de bullying o acoso escolar) y no se le enseñó a montar bicicleta (esto podría ser peligroso).
Nunca limpiaba su cuarto ni se preparó una comida por sí mismo, y su madre se aseguraba de
tener la última palabra respecto a los cursos que escogería y a cuál universidad (en su ciudad de
residencia) asistiría.

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Durante sus estudios universitarios, aún se tenía la expectativa de que Daniel fuera a casa
cada noche para cenar, y su madre desconfiaba de cualquier amigo nuevo. Sorprendentemente,
aun así se las arregló para conseguir casarse.

Al inicio, su nueva esposa pensaba que su dependencia hacia ella era algo tierno. «Él me
necesita»— pensaba ella. Con el pasar de algunos años, ella se dio cuenta de que su esposo la
necesitaba para todo. Fuera de la casa esto también se volvió un problema; cuando trataron de
emprender un negocio juntos, él dependía de ella para hacer la parte del trabajo que le
correspondía a él. Con el tiempo, su esposa sintió que ya era suficiente y le dio un ultimátum del
tipo «o vamos a consejería o ¡ya vas a ver!»

Ricardo creció en una familia de hijos con un padre ausente, por lo que su madre vivía para
sus hijos. Ella hacía todo por ellos y estaba involucrada en cada aspecto de sus vidas. Ricardo era
un poco tímido y algunas veces lo molestaban señalándolo como el «hijito de mamá». Cuando
Ricardo se convirtió en alguien exitoso y respetado en las profesiones que escogió, su madre
sonrió satisfecha. Pero cuando se casó con una joven, hermosa y exitosa, su madre no estaba
lista para renunciar a su rol. Se entrometía en cada decisión y criticaba constantemente a la
esposa de Ricardo. Luego de varios años de parecer por fuera la pareja perfecta, la esposa sintió
que ya era suficiente y lo dejó.

¿Qué tienen en común Daniel y Ricardo? Que su necesidad de autonomía y desempeño no


fue cubierta adecuadamente por sus padres. Uno de los objetivos de la crianza es ayudar a que
nuestros hijos, en diferentes momentos de sus vidas, a tomar decisiones apropiadas a su edad y
ayudarlos a que usen sus talentos. Si los guiamos y entrenamos, entonces, cuando sean adultos,
podrán ser capaces de tomar decisiones por ellos mismos y alcanzar un sentido de autonomía y
competencia sin tener que depender de otros de una manera que no sea saludable.

La autonomía y la autoestima
Cuando los niños son muy pequeños, ellos toman muy pocas decisiones respecto a qué
comer, vestirse, cuándo tomar un baño, etcétera. Sin embargo, mientras van creciendo, se les
debe confiar más y más decisiones. Lamentablemente, muchos padres no entienden que
ayudarlos a madurar es un proceso; algunos padres sienten la necesidad de controlar cada
aspecto de la vida de su hijo durante el mayor tiempo posible, y otros padres renuncian a tener
todo el control tan pronto sus niños entran a la escuela secundaria, permitiendo a su hijo tomar
decisiones que no son apropiadas para su edad, lo cual causa también muchos problemas. Si los
padres se involucran exageradamente y son demasiado controladores o son personas que se
involucran muy poco y dejan libre al hijo demasiado pronto, los niños no van a desarrollar la
autonomía y competencia conforme a su edad.

Cuando los padres comunican cualquiera o todos los mensajes señalados anteriormente,
de modo explícito o implícito, la autoestima de sus hijos es socavada y tienen más probabilidades
de sentirse exasperados, inseguros y no motivados. Demasiados padres no son conscientes de
los mensajes que transmiten cuando son controladores y se vuelven personas que se involucran
demasiado. Ellos piensan que están siendo cariñosos y meticulosos, pero sus hijos tienen una
percepción diferente.

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La autonomía y la motivación
¿En qué consiste exactamente el sentido de autonomía? Es la necesidad de auto-
determinación y de tener la capacidad de elección del inicio, mantenimiento y regulación de una
actividad2. Cuando los niños más grandes y los adultos desarrollan autonomía, creen que sus
conductas son verdaderamente escogidas por ellos en vez de ser impuestas por alguna fuente
externa3. El Dr. Edward Deci, un profesor universitario de psicología y ciencias sociales y experto
en el área de motivación humana, tuvo la hipótesis de que cualquier suceso que debilite los
sentimientos de autonomía de la gente y la deje sintiéndose controlada disminuye su motivación
interna o intrínseca y es más probable que conlleve otras consecuencias negativas4.

El Dr. Mark Lepper y su equipo de la Universidad de Stanford estudiaron a los niños cuyos
padres y maestros los sujetaron a cumplir con estrategias educativas tales como metas, plazos
de entrega, intimidaciones y evaluaciones desde el momento que se despiertan de la cama hasta
que se van a dormir. No es de sorprender que ellos encontraran que este tipo de control excesivo
tenía un impacto negativo en la motivación intrínseca del niño y destruía el sentido de autonomía
de los niños. Asimismo, descubrieron que algunos que empezaban siendo dóciles,
posteriormente se volvían rebeldes5. Ciertamente, esto no significa que a los niños se les deba
permitir hacer únicamente lo que ellos quieran y que la disciplina no es conveniente. Los límites
y expectativas están involucrados en otras necesidades básicas emocionales, pero un énfasis
exagerado en la disciplina, en cumplir reglas y someterse a límites resulta contraproducente.

Cuando los niños están madurando en su autonomía y competencia, el lograr tareas que
son apropiadas para su edad será una motivación en sí misma. Cada victoria y habilidad nueva se
va agregando a la autoestima total y a su motivación intrínseca. Con el tiempo, los niños creerán
que son capaces de lidiar con la vida y con el mundo en que viven. Por supuesto que la tarea no
puede ser demasiado fácil; debe cumplir lo que Deci llama el «desafío óptimo», que básicamente
es un desafío significativo en el cual uno debe dar lo mejor de sí6.

Si bien animamos a los padres a participar activamente en entrenar a sus hijos, algunas
veces, simplemente, hay demasiadas cosas que tenemos en mente que les queremos enseñar:
los modales en la mesa, higiene personal o cómo vestirse apropiadamente. (No queremos que
nuestros hijos vayan a la casa de alguien dejando las cosas por todas partes para luego oír, a
través de chismes, que la gente se pregunta si nuestros hijos fueron criados en las montañas) Al
mismo tiempo, mientras los chicos crecen, tenemos que ser capaces de darlos más libertad o al
menos comunicarnos con ellos de una manera que no refleje desdén o desaprobación cuando
no se trata de un asunto que es correcto o incorrecto. Esto nos permitirá estar en buen camino
para cubrir la necesidad básica emocional de autonomía y desempeño.

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M encionamos anteriormente que las dieciocho trampas de vida identificadas
por el Dr. Jeffrey Young se agrupaban en cuatro dominios, el segundo de los
cuales es conocido como el de la autonomía deficiente». Creemos que, según
el grado en que los padres no cubran la necesidad emocional de autonomía y desempeño
saludables, sus hijos experimentarán lo opuesto, la autonomía deficiente. Esto significa que sus
hijos estarán en riesgo de desarrollar algunas de las trampas de vida, si es que no todas, que
forman parte del dominio de la autonomía deficiente, tales como la vulnerabilidad hacia el daño
o a la enfermedad, la dependencia, el apego, el abandono, la subyugación y el negativismo. Este
capítulo explica en detalle estas seis trampas de vida y contiene segmento adicional llamado
«Zona básica de seguridad».

La trampa de vida de la vulnerabilidad hacia el daño o enfermedad. El primer esquema


maladaptativo (trampa de vida) en el dominio de la autonomía deficiente es la vulnerabilidad
hacia el daño o la enferme dad. El mensaje fundamental de la trampa de vida de la vulnerabilidad
es: «La catástrofe está justo a la vuelta de la esquina. Algo malo está por pasar y no puedo hacer
nada al respecto». A los niños que desarrollan esta trampa de vida se les hecho vivir con el miedo
de pensar que el peligro es inminente. Han sido enseñados a pensar que es sólo una cuestión de
tiempo el hecho de que contraigan una enfermedad grave, pierdan dinero, sean asaltados o
tengan un accidente o les ocurran otras cosas malas. Sus miedos pueden volverse tan exagerados
que puede manifestarse en forma de ansiedad, ataques de pánico. Puede que estas personas se
hagan revisiones médicas una y otra vez, dado que cualquier signo de enfermedad será
interpretado como algo serio, como por ejemplo un ataque al corazón. Por lo general, son
capaces de funcionar en el día a día, pero siempre tendrán la sensación de que el peligro está
muy cerca. Los niños con esta trampa de vida tienden a estar extremadamente alertas y hacer
todos los esfuerzos para prevenir que estos desastres sucedan. Esta trampa de vida puede
manifestarse en preocupación excesiva, tal como tratar de ahorrar grandes cantidades de dinero
para el futuro, pues creen que pueden quedarse sin nada.

Esta preocupación, a su vez, puede provocar alguna enfermedad relacionada con el estrés,
lo cual confirmará sus miedos y eso los llevará a preocuparse más. De esta manera, quedan
atascados en un círculo vicioso y recurren a todo tipo de medicamentos y dietas especiales para
estar preparados para cuando el peligro los ataque. Los niños que desarrollan esta trampa de
vida de vulnerabilidad, probablemente, observaron a uno o a ambos padres ser obsesivos sobre

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la salud y cuestiones de seguridad; su miedo de estar en peligro fue quizá siempre muy
exagerado, hablando acerca de tragedias no simplemente como posibilidades, sino como
probabilidades.

El ambiente familiar en el que pudo haberse desenvuelto durante su infancia y que podría
haber causado que esta trampa de vida se desarrolle:

• Los padres del niño vivían este tipo de trampa de vida, hablaban incesantemente de
enfermedades, seguridad, no tener dinero y tragedias que les sucedieron a otras
personas
• Los padres del niño controlaban excesivamente su vida y siempre se cercioraban que no
estuviera en peligro.
• El niño se enfrentó a un evento traumático en su infancia que lo volvió alguien miedoso
ante cualquier situación.
• El niño tuvo un ser querido que murió, por lo que concluyó que debería estar
constantemente en guardia
• El ambiente del niño no era un lugar seguro para él o era inestable e impredecible

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La trampa de vida de la dependencia/incompetencia

El siguiente esquema maladaptativo (trampa de vida) en el dominio de la autonomía


deficiente es la dependencia/incompetencia. El mensaje fundamental de la trampa de vida de
dependencia es: «No puedo cuidarme a mí mismo. Necesito depender de los que me rodean para
poder sobrevivir. No puedo resolver problemas o tomar decisiones por mí mismo».

Los niños que desarrollan la trampa de vida de la dependencia fueron tratados como si no
fueran capaces de manejar la vida, con todas las responsabilidades y tareas que esta conlleva.
No pudieron desarrollar la confianza en sus propias habilidades y tienen la necesidad de tener a
alguien, constantemente, cerca de ellos. Si se les deja solos, se sienten completamente inútiles,
sin habilidades e incapaces de tomar buenas decisiones; de allí su dependencia respecto de otras
personas para que hagan las cosas por ellos o los ayuden. Pueden vacilar y ser muy indecisos
sobre lo que deben hacer y se preocupan por saber si una decisión anterior fue acertada o no.
Las personas con esta trampa de vida pueden funcionar bien en algunos escenarios, pero son
muy dependientes en otros. Los adultos con la trampa de vida de la dependencia no saben cuán
frustrante es para otros el sentir su dependencia no saludable respecto a ellos para hacer tareas
diarias. Ellos piensan que son normales las expectativas de apoyo que tienen respecto a su
cónyuge y amigos, y no se dan cuenta de que, en realidad, son dependientes de otros para casi
todo en la vida.

El ambiente familiar en el que pudo haberse desenvuelto durante su infancia y que podría
haber causado que esta trampa de vida se desarrolle:

• Los padres del niño fueron sobreprotectores y no le permitieron hacer las cosas por sí
mismo, a pesar de que estas eran apropiadas para su edad. Por ejemplo, mientras a
otros niños se les permitía viajar solos, a este niño no se le permitía hacerlo. Cuando a
otros niños se les permitía aprender ciertas tareas, a él no se le dio esa oportunidad.
• Los padres del niño daban valor a algo (por ejemplo: notas, música, deportes) y le
permitían enfocarse solamente en eso. Por lo tanto, el niño nunca aprendió a hacer otras
tareas que sus compañeros sí aprendieron.
• Al niño le impusieron límites inusualmente estrictos. Puede que no se le permitiera salir
de la casa o participar en actividades extracurriculares tales como deportes.
• Los padres del niño tomaron todas las decisiones sobre su vida o uno de sus padres lo
«rescató» de muchas situaciones.
• Las tareas del niño eran hechas por uno de sus padres o este lo supervisaba en exceso.
Luego de que esto se repitiera muchas veces, el niño pensó que de cualquier forma no
podría hacerlo. También pudo haber desarrollado cierto grado de pereza.
• El niño era criticado por tomar malas decisiones, así que perdió su confianza. Sus padres
se entrometían de buena gana cuando dudaba y decidían por él, ocasionando que nunca
desarrollara la confianza para actuar por sí mismo.

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La trampa de vida del apego/yo inmaduro

Otro esquema maladaptativo (trampa de vida) en el dominio de la autonomía deficiente es


el apego/yo inmaduro. El mensaje fundamental de la trampa de vida del apego es: «No puedo
sobrevivir por mí mismo sin el contacto constante y la cercanía con mis padres o con mi pareja.
Necesito saber lo que piensan para estar seguro(a) de lo que yo pienso». Esto se trata de una
percepción subdesarrollada del ego para funcionar como persona individual y distinta.

Los niños que desarrollan esta trampa de vida están emocionalmente entrelazados con uno
o ambos padres. Para las personas con la trampa de vida del apego, es difícil delimitar dónde
termina una persona y dónde comienza la otra. Están tan estrechamente interrelacionadas con
la otra persona que son incapaces de diferenciarse de ella. Se sienten vacías y, a menudo, sienten
miedo de existir por sí mismas. Las personas pueden estar apegadas a sus padres, su cónyuge,
sus hijos, sus hermanos o su mejor amigo(a). Esto trae muchas dificultades, especialmente
cuando la persona se aproxima o entra a la etapa del matrimonio. Si un adulto hombre se apega
a uno de los padres (generalmente la madre), él se comunicará más con esta persona que con su
cónyuge. Su madre será la primera en saber los nombres que le gustará a él para un futuro hijo,
qué tipo de casa les gustaría comprar, o qué tipo de trabajo le gustaría tener. Las personas con
la trampa de vida del apego sienten la constante necesidad de hablar con uno de sus padres y
contarle todo. Perciben que los dos son, de una forma extraña, una sola persona. Las personas
con apego no aprendieron límites saludables en su infancia.

El ambiente familiar en el que pudo haberse desenvuelto durante su infancia y que podría
haber causado que esta trampa de vida se desarrolle:

• Había un vínculo muy estrecho entre el niño y uno de sus padres. Eran tan unidos que
eran capaces de fácilmente leer la comunicación no verbal de la otra persona y saber lo
que ella estaba pensando. El padre, o probablemente la madre, compartía también
asuntos personales con el niño, por ejemplo, la situación del matrimonio.

• Los padres del niño eran muy controladores y no le permitían tomar decisiones propias.

• Los padres del niño eran rígidos en su forma de pensar y en sus opiniones y no permitían
que hubiese variedad de pareceres.

• Los padres del niño eran sobreprotectores (véase «El ambiente familiar en el que pudo
haberse desenvuelto durante su infancia» en la sección de «La trampa de vida de la
dependencia/incompetencia»).

• Se le enseñó al niño a no fijar límites respecto a sus padres y, cuando lo hacía, terminaba
sintiendo una culpabilidad enfermiza.

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La trampa de vida del abandono/inestabilidad

El abandono/inestabilidad es el cuarto esquema maladaptativo (trampa de vida) en el


dominio de la autonomía deficiente. El mensaje fundamental de la trampa de vida del abandono
es: «yo no puedo contar con nadie para recibir apoyo, cariño y conexión consistentes. Seré
rechazado(a); las personas que amo y necesito morirán, y no puedo confiar en que las personas
que amo y que necesito estarán ahí cuando las necesite».

Para los niños que son abandonados es casi seguro que desarrollarán el esquema de
abandono. Prácticamente todos los niños que han sido adoptados tendrán estos sentimiento, sin
importar cuán maravilloso sea su hogar adoptivo, al menos, durante algún punto en sus vidas. El
hecho es que, ellos fueron abandonados, aún si no fue culpa de nadie, por ejemplo, en el caso
de una muerte. El grado en que una nueva familia cubra sus necesidades emocionales básicas
será fundamental para determinar cuán fácil será para un niño adoptado aceptar con el tiempo
su abandono, pero ello puede tomar años. Las personas que tienen la trampa de vida del
abandono temen que todos los que aman las abandonen. Ellas creen que al final estarán solas, y
que no pueden realmente contar con que las personas estarán presentes para ellos. Tienen una
necesidad constante de escuchar que son amados y que sus relaciones cercanas no los
abandonarán. Si están casados y su cónyuge no les comunica esto, se resienten. Debajo del enojo
y el dolor, no se sienten seguros, y verdaderamente creen que están destinados a la soledad. Las
personas que tienen la trampa de vida del abandono tendrán sentimientos exagerados de
inestabilidad en sus relaciones más cercanas.

El ambiente familiar en el que pudo haberse desenvuelto durante su infancia y que podría
haber causado que esta trampa de vida se desarrolle:

• Uno de los padres del niño abandonó el hogar, o murió, o vivía en otra parte.

• El niño fue dado en adopción.

• El niño fue forzado a vivir con alguien más, en vez de vivir con sus padres, durante un
período de tiempo durante su niñez, quizás a causa de circunstancias difíciles (por
ejemplo: divorcio, enfermedad, problemas financieros, guerra).

• Uno de los padres del niño estaba demasiado enfermo para cuidarlo.

• Había un intenso conflicto marital entre los padres del niño.

• Alguien más en la familia hizo que se quitara la atención en el niño, por ejemplo, un(a)
hermano(a) muy enfermo(a), quizás un hermano con necesidades especiales, o tal vez
un hermano a quien preferían sobre el niño.

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La trampa de vida de la subyugación

Otro esquema maladaptativo (trampa de vida) en el dominio de la autonomía deficiente es


la subyugación. El mensaje fundamental de esta trampa de vida es: «Debo someterme a las
necesidades y deseos de otras personas antes que a las mías propias; si no, seré rechazado(a) por
la ira o el abandono de las personas que son importantes para mí». El lema interior de alguien
con esta trampa de vida es «Soy la persona número dos». La subyugación está relacionada con
las necesidades (no mostrar preferencias, deseos, decisiones ni opiniones) o emociones (no
mostrar sentimientos, particularmente la ira).

A los niños que desarrollan la trampa de vida de la subyugación se les ha hecho sentir que
sus deseos, necesidades y opiniones son insignificantes y que no son importantes. Tienden a
reprimirse ellos mismos, lo que los lleva a tener pensamientos y comportamientos pasivo-
agresivos, a retraerse y finalmente, a tener ira intensa. Creen que siempre deben poner las
opiniones y necesidades de las otras personas por encima de las propias. Con frecuencia se
descuidan a sí mismos y se someten a otras personas, pues son extremadamente temerosos de
los conflictos, al temer que estos los lleven a tener algún tipo de castigo o a perder su amor y
afecto. Rara vez expresan sus opiniones y, si lo hacen, no les dan la misma importancia que a las
opiniones de los demás, debido al temor que tienen frente al conflicto o al rechazo.

Uno de los aspectos peligrosos de este esquema es que, después de sentirse subyugados
durante algún tiempo, los sentimientos de ira y resentimiento empezarán a salir a la luz, ya que
no le han puesto atención a sus propias necesidades y no les han pedido a otros que satisfagan
esas necesidades. Pueda que sientan muy poca ilusión por la vida, dado que han estado muy
ocupados en satisfacer las necesidades de otras personas. La gente a su alrededor dirá que esta
es su fortaleza, pero en realidad es su debilidad. Las personas con esta trampa de vida no
experimentarán el tipo de intimidad que desean porque toda su atención se verá enfocada en
satisfacer las necesidades y deseos de su pareja, dejando muy poco para ellos mismos. Ellos
colocan sus necesidades al último en la lista de prioridades por miedo al conflicto si es que no
hacen lo que otros quieren. Cuando un adulto subyugado empieza a sentir la necesidad de
cuidarse a sí mismo(a), sentirá miedo de ser rechazado en forma de ira o de abandono. No han
aprendido a establecer límites con gente que no es sana. Con el tiempo, las personas con esta
trampa de vida chocarán contra una pared, explotarán y se tornarán agresivos. Si la persona es
casada, esto toma por sorpresa a su pareja, la cual piensa que el cónyuge subyugado tiene
problemas, cuando lo que realmente sucede es que está saliendo del yugo, aunque no de una
manera saludable. Esto puede hacer que la persona subyugada reaccione de forma exagerada y
que se vaya al otro extremo; es decir, que empiece a desafiar la autoridad y rehúse a seguir
cualquier tipo de regla, y pueda que se le confunda con la actitud de creer que se tienen todos
los derechos.

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El ambiente familiar en el que pudo haberse desenvuelto durante su infancia y que podría
haber causado que esta trampa de vida se desarrolle:

• Los padres del niño eran abusivos y se enfadaban cuando él no cedía ante los deseos de
uno o ambos padres.
• Los padres del niño eran muy controladores a tal punto que este tenía muy poca
autonomía para tomar sus propias decisiones.
• El niño observó a uno de sus padres someterse al otro y aprendió que esa era la mejor
forma de mantener la paz.
• Se le hizo sentir culpabilidad al niño si se le daba atención a sus necesidades antes que
a las de otras personas.

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La trampa de vida del negativismo/pesimismo

El sexto y último esquema maladaptativo (trampa de vida) en el dominio de la autonomía


deficiente es el negativismo/pesimismo. El mensaje fundamental de la trampa del negativismo
es: «Estoy destinado(a) a cometer un grave error que tendrá como consecuencia grandes
problemas. Las cosas saldrán inevitablemente mal. Me sucederán cosas malas». Se enfatizan los
aspectos negativos de la vida a expensas de aquellas que son positivas y que potencialmente
traerán alegría.

A los niños que desarrollan esta trampa de vida les han enseñado que es normal sentirse
desanimado. La vida es percibida y experimentada desde un punto de vista negativo. El vaso
nunca está lleno a la mitad, sino que siempre está medio vacío. Quienes desarrollan esta trampa
de vida odian cometer errores y temen las supuestas consecuencias que surjan de ello. Se
preocupan por la pérdida y humillación que pudieran resultar por tomar riesgos (y experimentar
lo que ellos perciben como fracaso). Prefieren permanecer seguros que lamentar haber hecho
algo, y toman el camino que menos los expondrá a tales riesgos. Generalmente, su negativismo
no es acertado, sino totalmente fuera de proporción. A la gente con la trampa de vida del
negativismo se le hizo sentir avergonzada de cometer errores y de equivocarse cuando estaba
creciendo. Ya de adultos, ellos todavía no se dan cuenta de que cometer errores es parte de ser
humano, y que una parte del aprendizaje viene de cometerlos. Esto, con frecuencia, daña sus
relaciones, por ejemplo, cada vez que su cónyuge o amigos quieren intentar hacer algo nuevo,
ellos pueden ser el aguafiestas.

El ambiente familiar en el que pudo haberse desenvuelto durante su infancia y que podría
haber causado que esta trampa de vida se desarrolle:

• Los padres del niño hablaban sobre cosas desde un punto de vista negativo. Su respuesta
normal sería «no» debido a que ellos suponen que sucederá el peor resultado posible.

• Los padres del niño sufrieron tiempos muy duros de modo que se envió una fuerte señal
para evitar esta fatalidad a toda costa y, así, evitar cometer errores posteriormente.

• El niño realmente experimentó muchos sucesos negativos durante su infancia, los cuales
reforzaron lo que sus padres negativos le dijeron sobre el mundo.

• El niño tiende a tener un temperamento negativo y sus padres nunca le enseñaron a ser
más positivo.

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Zona básica de seguridad

La zona básica de seguridad para esta necesidad básica emocional tiene tres componentes.
La primera área de seguridad básica implica proteger a los niños del abandono, lo que en la
práctica significa que los padres necesitan proteger su matrimonio. Desde nuestra experiencia,
la trampa de vida del abandono es una de las más difíciles de lidiar y exhortamos a todos los
padres a no causar esto a sus hijos (RI10.1).

La segunda área tiene que ver con asegurarse de que los niños no son descuidados, que sus
necesidades básicas de techo, comida, ropa y descanso son cubiertas. Los padres deben aprender
nociones básicas sobre el sueño, lactancia, nutrición, tratamiento de enfermedades y demás.

Por último, la seguridad primordial para esta necesidad básica emocional también significa
cerciorarse de que se han implementado las medidas de seguridad dentro y fuera de la casa, y
que a los niños no se les permite ser muy autónomos demasiado pronto. Una autonomía
inapropiada (demasiado temprana) puede convertirse en descuido o puede promover
inadvertidamente el abuso. Los padres deben estar familiarizados respecto a las medidas que se
deben tener con los niños y que permitan tener seguridad en sus hogares. Por ejemplo,
sustancias tóxicas o venenosas deben mantenerse bien resguardadas, y las instrucciones para las
niñeras y números de emergencia deben estar a la mano. Los niños, con el tiempo, deben
aprender a cocinar, pero no deben usar cuchillos afilados estando solos ni hacer funcionar
cocinas cuando son demasiado pequeños. Los niños deben bañarse ellos mismos con el paso del
tiempo, pero nunca se deben dejar solos a los bebés y niños pequeños si están cerca de un balde
que contiene agua, mucho menos si están en la tina de baño. Los niños en edad escolar deben
ser capaces, con el tiempo, de caminar a su casa desde la escuela o de tomar el transporte
público, pero no antes de cierta edad. Hay todo tipo de formas mediante las cuales los padres
pueden proteger a sus hijos sin dejar de cubrir la necesidad básica emocional de autonomía.

Una cosa más: si bien es perfectamente normal permitir que un muchacho en edad de ir a
la escuela primaria vaya solo al baño en un lugar público, un dato lamentable del mundo actual
es que los pedófilos infantiles existen y que frecuentan sitios donde puede haber niños pequeños
sin supervisión adulta. The Straits Times ha reportado varios casos de muchachos menores de
diez años que fueron obligados a realizar actos atroces en baños públicos, inclusive en un país
tan seguro como Singapur1.

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Toda la verdad sobre los Louis

Cuando nuestro hijo David era pequeño y sentía ganas de al baño mientras
estábamos fuera de casa, en un lugar público, mi esposo lo acompañaba. Si David y
yo (Karen) estábamos solos, yo lo llevaba al baño de damas. No es de extrañar que
una vez cumplidos los siete años, ya no se sentía conforme con esa solución mía y yo
no lo culpaba. Sin embargo, le dije que la única manera de que yo le permitiría entrar
al baño de hombres, estando solo, era si sostenía una conversación casi sin pausas
conmigo mientras estaba adentro. Yo me acercaba hasta la puerta del baño de
hombres de una manera tal que no podía ver hacia adentro, pero mientras David
entraba, yo le gritaba: «David, estoy parada justo en la puerta, ¿está bien? ». Él
respondía y yo le hacía otra pregunta cada quince segundos. Definitivamente, yo
habría irrumpido en el baño si él no me hubiera respondido, lo que afortunadamente
nunca sucedió. De casualidad, cuando recordé esto a mi hijo cuando escribía este
libro, él me dijo que no me recordaba haciendo la guardia en ningún sitio, y yo me
felicitaba por haberlo mantenido protegido y que, al mismo tiempo no lo hubiera
convertido en un paranoico

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E l cubrir adecuadamente la necesidad básica emocional de autonomía y
desempeño significa lograr un balance entre la cantidad exacta de protección y
el incremento de libertad y empoderamiento. Hay cinco cosas indispensables
que deben hacerse cuando se trata de cubrir esta necesidad emocional, y las primeras dos son
simples: ten cuidado con las interacciones exasperantes y no descuides la primera necesidad
básica al trabajar en la primera, dado que todas están interconectadas. A continuación, figuran
tres pasos más que ayudarán a los padres a evitar el dominio de la autonomía deficiente.

Ofrece opciones apropiadas a la edad


Como parte de su investigación sobre motivación (la cual mencionamos en el Capítulo
Nueve), Deci descubrió que la gente a la que se le dan más opciones respecto a tareas por hacer
muestran más entusiasmo y pasa más tiempo llevándolas a cabo que aquellos a los que no se les
dio ninguna opción'. Él y su equipo pusieron tal afirmación a prueba a través de un experimento
en el cual dos grupos debían armar un rompecabezas. A un grupo se le dio la opción de escoger
con qué rompecabezas trabajarían y cuánto tiempo invertirían en completar la tarea. Al otro
grupo no se le dio esa opción, pero tuvo el mismo tiempo a su disposición. Como era de
sospecharse, el grupo al que se le dio la opción de elegir pasó más tiempo con los rompecabezas
y reportó que disfrutaba la tarea más que el otro grupo. Hay algo respecto a tener la oportunidad
de opinar en una tarea que hará que nos involucremos más completamente, y luego una mayor
motivación intrínseca se desarrollará dentro de nosotros.

El dar opciones para escoger es una parte muy importante para desarrollar la autonomía
de nuestros niños. Eso hace que se involucren en las tareas y los ayuda a tomar responsabilidad
de ello. Pero más que nada, muestra nuestro nivel de respeto a ellos. Inclusive los adultos están
mucho más motivados cuando se les da la oportunidad de decidir hacerse cargo de una tarea en
vez de imponerles una tarea, y la rigidez y la inflexibilidad con los niños pueden impedir que se
cubra la necesidad emocional básica de autonomía.

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Parte de que los niños se vuelvan autónomos de una manera saludable es que sepan dónde
terminan sus derechos y dónde empiezan los de los otros2 .Si los niños son lo suficientemente
grandes, los padres pueden explicarles por qué sería inapropiado para ellos participar de ciertas
tareas. Esto les ayudará a aceptar los límites sin sentir que actúan de forma inadecuada. Los
siguientes ejemplos no son absolutos, considerando que algunos niños maduran más rápido que
otros, pero serán útiles como lineamientos generales.

La infancia
Si bien es útil que los bebés aprendan a estar tranquilos cuando están entre otras personas,
la mayoría de los padres son sabios al no exponer a sus recién nacidos a demasiadas personas a
fin de protegerlos de gérmenes. Una vez que los bebés alcanzan esa etapa donde empiezan a
apegarse demasiado a la mami (véase Capítulo Siete), los padres pueden animar a sus bebés a
no tener miedo cuando están con otros, sosteniéndolos en sus brazos con seguridad mientras los
presentan a otras personas. Los padres deben hablar con un tono de voz suave y animante, y
nunca con un tono que exprese enojo y decepción si sus bebés aún no se encuentran listos para
ir a los brazos de otras personas.

Desde los tres meses para adelante, los bebés pueden aprender a estar entre otros bebés.
Sobre todo después de que pueden sentarse, es posible que ocurra una interacción entre ellos y
sus padres. Los bebés también deben aprender a jugar solos y mantenerse ellos mismos
ocupados. Muchos padres nunca permiten a sus hijos estar fuera de su vista, en absoluto. Un
niño recostado puede jugar con un móvil que esté encima de la cama. Un niño que puede
sentarse puede jugar en una cuna con juguetes seguros y apropiados. De lo contrario, estos niños
no podrán ser capaces, en lo más mínimo, de estar solos cuando estén separados de sus padres
por tan solo algunos minutos. Los padres deben ser capaces de dejar a sus hijos por unos
segundos con juguetes, siempre asegurándose de que el bebé está seguro en el cuarto. Los
padres pueden dejar la puerta abierta y supervisar a sus hijos sin que estos efectivamente los
vean a ellos3. Esto para nada significa que los padres deban dejar a sus bebés por más de unos
segundos, y siempre que no los pierdan de vista, pero en ningún caso es bueno hacerlo si es que
los bebés ya pueden gatear.

La edad de los niños pequeños

Algo que se debe considerar en esta edad es que el cerebro de los niños se desarrolla más
rápido en los tres primeros años que en cualquier otro momento; ¡qué emocionante! Tal vez has
oído de aquella muy conocida frase sobre esta etapa que está especialmente relacionada a la
autonomía, llamándola «los terribles dos años». Los niños a esta edad quieren
desesperadamente hacer las cosas por ellos mismos, pero no quieren estar separados de sus
padres, por lo cual se frustran.

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Ellos tampoco saben cómo hacer muchas cosas y tendrán que aprender y cometer errores,
y esto también los frustra.

Cuando los niños están en este periodo, se les debe permitir explorar su cuarto, sus
juguetes y otros objetos seguros y aprender a interactuar con lo que los rodea. Recuerda que los
padres deben brindar una autonomía apropiada a su edad, lo cual significa límites razonables,
por un lado, y seguridad básica, por el otro.

El juego es su trabajo principal, de cinco a seis horas diarias. Ellos quieren correr, treparse
y saltar. A pesar de que a los niños a esta edad les encanta la repetición, cuando los padres pasan
tiempo en el patio de juegos con sus hijos, deben asegurarse de que éstos traten de hacer una
variedad de movimientos físicos.

Toda la verdad sobre los Louis

Cuando Sonia tenía cerca de un año, leí un libro sobre bebés que decía que cuando
los bebés eran capaces de sentarse cómodamente en su silla de comer, ellos debían
ser capaces de empezar a comer por sí mismos sin que los padres se preocuparan por
el desorden resultante. Para ello, según el libro, se debe colocar periódico debajo de
la silla de comer y darles a los niños un baño más tarde. Lo que el libro no decía era
que se debía usar el sentido común, ¡lo cual probablemente estaba sobreentendido!
Una vez una amiga llegó a la ciudad y fuimos con mi pequeña hija a un restaurante a
almorzar con ella. Al pasar quince minutos, mi amiga, que era una madre con más
años y experiencia, me rogó que pusiera fin al desorden que había dejado mi hija al
comer. Entonces, me dispuse a ayudar a Sonia a acabar su almuerzo, ayudé a la
mesera a limpiar el área del desastre y esperé que pasara aproximadamente un año
antes de tratar de hacer eso otra vez en público.

A fin de animar a una sana autonomía, los padres deben ofrecer al niño opciones tales
como: con qué tipo de juguetes jugar, qué libros leer y a qué patio de juegos ir. Algunas veces los
niños a esta edad se sentirán abrumados por tantas opciones, por lo que los padres podrían
desear ofrecer únicamente dos opciones, por ejemplo, decir: «Querido, ¿te gustaría hacer algo
de pintura o leer un libro?» o «¿cuál DVD te gustaría mirar, el de Doky o el de pistas musicales
para cantar?». Diferentes niños tendrán diferentes preferencias. A nuestro hijo muy poco le
importaba a esta edad qué ropa ponerse mientras que nuestra hija prácticamente salió del
vientre materno teniendo una opinión respecto a qué ganchos para el cabello debía usar y qué
vestido debía ponerse. Nuestro hijo estaba más preocupado por cuál juguete debería llevar
consigo durante todo el día.

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De nuevo, debemos recalcar que estas decisiones deben ser conforme a la edad del niño.
Los padres aún necesitan tomar decisiones que son importantes y estar a cargo de muchas áreas
como cuándo ir a dormir, tomar un baño, comer, ver TV o estar en la computadora. Asimismo,
tampoco se debe dar la impresión a los niños de que tienen el derecho de escoger de todo, pero
hablaremos más de eso en la próxima sección.

La niñez temprana
Entre los cuatro y siete años, los niños son capaces de hacer muchas cosas más por sí
mismos. Algunos ejemplos de tareas que los niños pueden hacer solos o con un poco de ayuda
son: ponerse la ropa, atar los cordones de sus zapatos, ayudar a arreglar la mesa antes de la
comida, recoger sus juguetes, preparar su propia maleta (6-7 años de edad), cuidar de una
mascota y darle de comer (6-7 años) y hacer su propia tarea (7 años).

Los padres aún necesitan hacerse cargo de, o al menos monitorear, cosas como: ir a la cama
a tiempo, levantarse a tiempo, hacer la tarea (¡asegúrate de que las tareas son hechas por el
niño, no por los padres!), tomar un baño (a esta edad, los niños varones sobre todo necesitan
que se les recuerde al respecto) y pasar tiempo con los padres. Además, los padres deben servir
como facilitadores para otros intereses o actividades de sus hijos.

En las situaciones cotidianas, los problemas que atraviesan los niños deben ser sacados a
la luz abiertamente para poder discutir al respecto. En esta edad, los padres necesitan ser las
personas que más fijan las reglas, pero siempre que sea posible, harían bien en dar oportunidades
a sus hijos para expresar sus opiniones, en vez de siempre decirles qué hacer. Recuerda que el
juego todavía es más importante que el trabajo (por ejemplo, si están tomando lecciones de
piano y tú quieres que practiquen un poco cada día, puede que quieras sentarte con ellos y
convertirlo en una actividad divertida, o si no puede volverse una batalla que podría ser
contraproducente).

La infancia intermedia
Los niños que están en la etapa de la pre-adolescencia pueden desarrollar fuertes gustos
acerca de su ropa o peinado. Hay que permitirles cierta libertad en esta área con un poco de
orientación (pero los padres deben seguir su propia consciencia; no tienen que dejar a su hija
vestir una micro minifalda solo porque las hijas del vecino la están usando). Los padres deben
continuar alentando la autonomía, permitiendo a sus hijos hacer sus propias tareas sin interferir,
lo cual podría ser una tentación para muchos padres. Algunos chicos continuarán disfrutando el
usar su imaginación y jugando juegos de un mundo simulado, y los padres no deben
avergonzarlos cuando ellos quieran hablar de tales cosas4.

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Opciones que pueden ofrecerse:

• Escoger las actividades extracurriculares

• Escoger la ropa para ponerse (sobre todo alrededor de los doce años de edad)

• Escoger la música que escuchará (los padres deben supervisar las letras para saber lo
que estas fomentan)

• El tipo de fiesta de cumpleaños que va a tener (si que es piensan tener una linda fiesta
ese año)

• Qué le gustaría hacer durante las «citas» con cada padre

• Invitar amigos a pasar la noche en casa, para lo cual los padres deben garantizar que se
implemente una seguridad básica al respecto

La adolescencia
Mientras el niño va creciendo y su necesidad de autonomía va aumentando, la necesidad
de los padres de estar fijando reglas va disminuyendo. Cuando el niño afronta dificultades, los
padres deben hablar acerca del problema y preguntarle cuáles son las opciones que tiene para
afrontarlo. Los padres deben lograr que sus hijos den sus opiniones, no simplemente
sermonearlos y decirles qué hacer. Después de oír sus opiniones, los padres e hijos pueden
discutir las cosas juntos. Para obtener más información sobre cómo lidiar con la autonomía en la
etapa de la pre-adolescencia y adolescencia, recomendamos enfáticamente leer el libro Teen-
Proofing: Fostering Responsible Decision Making in Your Teenager (a prueba de la adolescencia:
fomentando la toma de decisiones de manera responsable en su hijo adolescente), el cual ayuda
con el tema de la autonomía y sus límites. El autor (John Rosemond) da justo en el clavo, cuando
se trata de determinar cuál es el balance correcto5. En torno a este tema, Rosemond repite lo
señalado por el Dr. Michael Popkin, fundador de Active Parenting: «Haz que el problema sea su
problema»6. Y quién podría olvidar la cita del tío Ben, en la película El Hombre Araña: «Un gran
poder conlleva una gran responsabilidad»7.

Comunica respeto
Entonces, vamos a asumir que estamos tratando de dar opciones a nuestros niños. Aún
entonces, el estilo de comunicación puede enviar el mensaje equivocado. Los padres pueden dar
a sus hijos una opción, pero pueden comunicarla de una manera que hace sentir al niño
menospreciado, algo opuesto a hacerlo sentir que «estamos en el mismo equipo». Sobre todo
cuando se trata con niños pequeños, la suavidad en el tono de los padres y las palabras que estos
usan son cruciales. Por ejemplo, un padre puede decir en un tono autoritario: «Hoy nos vamos al
parque, así que decidan con cuál de sus juguete quieren jugar». Esto le da al niño la posibilidad
de elegir, pero ¿cómo fue dicho? Un tono áspero comunica que el niño es algo secundario en la
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agenda del padre. Como se mencionó en el Capítulo Cinco, las palabras únicamente representan
una pequeña parte de lo que comunicamos a otros, pues el tono de voz, el lenguaje corporal y
las expresiones del rostro son mucho más importantes. Una mejor manera de decir lo anterior
sería: «Oye cariño, hoy nos vamos a divertir mucho. ¿Qué juguete te gustaría llevar al parque?».
Esto transmite un mensaje totalmente diferente al niño. O imagina a una mamá hablando con su
niño muy pequeño acerca de almorzar. En vez de decirle impacientemente: «Quiero que comas
ahora. Te dejaré ir al parque solo cuando hayas acabado de comer», acaso no sería mejor si la
madre le dice de modo amable pero asertivo: «Primero vamos a almorzar, y cuando hayamos
acabado, podremos ir al parque».

Hay una diferencia abismal entre las dos maneras de expresarse. Ambas hablan de una
tarea, pero una es dicha de una forma que demuestra que padre e hijo son aliados, y no «yo
estoy aquí arriba y tú estás allí abajo». (Obviamente hay momentos en que un padre puede tener
que levantar su voz, como por ejemplo si el niño está en peligro o a punto de herirse a sí mismo
o a otro niño. Cuando alzamos nuestra voz únicamente en circunstancias excepcionales, el niño
sabrá que algo serio está siendo transmitido). Por supuesto, estas situaciones no son un gran
problema si suceden como una interacción aislada, pero si las repites día tras día como parte de
tu estilo de vida, la exasperación es lo que, finalmente, resultará. El temperamento del niño
determinará cuánto tiempo tomará y de qué manera saldrá a la superficie.

Mantén tus motivaciones bajo control


Algunas veces tenemos motivos ocultos, no siempre obvios para nosotros, que nos están
empujando a lograr cosas a través de nuestros hijos. Esta motivación es tan fuerte y contundente
que actuamos a costa de la necesidad del niño de una autonomía y desempeño sano. A fin de
satisfacer esta necesidad emocional, los padres deben preguntarse a sí mismos de modo
honesto: «¿Cuál es mi motivación?» Aquí hay algunas preguntas para un autoexamen más
detallado:

¿Estoy viviendo a través de mis hijos? ¿Estoy tratando de satisfacer una necesidad oculta
que yo mismo tengo?

¿Siento la necesidad de estar extremadamente cercano a mis hijos, debido a la pobre


calidad de mi matrimonio?

¿Siento la necesidad de proteger a mis hijos, debido a que en mi corazón creo que el mundo
es un lugar peligroso?

¿Soy negativo respecto a que ellos tomen sus propias decisiones, debido a que un padre
pesimista me crio?

Si contestaste «Sí» a alguna de las preguntas anteriores, repasa los cuestionarios del
Capítulo Tres de nuestro libro sobre matrimonios, Elijo Nosotros8, para que puedas identificar
las trampas de vida que tienes y cómo ellas específicamente se relacionan con cubrir la necesidad
emocional básica de autonomía sana y desempeño de sus hijos. Si tienes a un nivel muy marcado
alguna de las trampas de vida de este dominio, entonces hay una razón para creer que tu impulso
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para estar excesivamente involucrado con tus hijos es el resultado de tu propia crianza y de
alguna necesidad no satisfecha. Los padres que son capaces de tomar consciencia de estas áreas
serán capaces de identificar sus impulsos y motivaciones subyacentes no saludables. Estar
consciente es un tremendo primer paso.

La disfuncionalidad pasa de generación en generación. A continuación, les damos dos


ejemplos de la vida real de padres cuyas trampas de vida les causaron que transmitieran trampas
de vida similares a sus hijos.

Una madre demasiado vinculada a sus gemelos: Gabriela tuvo dos hijas gemelas. Las mimó
y les dio todos los privilegios que pudo, en dinero y educación. Gabriela también estaba
demasiado involucrada con ellas y era controladora. No permitió que sus hijas hicieran lo que
adolescentes normales hacen por sí mismas y las protegió de tomar riesgos de todo tipo. En una
ciudad donde todos los niños tomaban el bus escolar o tomaban el transporte público, Gabriela
les prohibió hacer ambas cosas. Cuando llegó el tiempo en que las adolescentes fueron a la
universidad, ellas decidieron vivir en ciudades diferentes de su madre y de ellas mismas. Una de
las jóvenes fue capaz de afrontar todo esto debido a su temperamento, pero la otra joven no.
Llena de miedo, tuvo que dejar la universidad y volver a la casa de su madre, y no era capaz de
salir sola. Ahora, con más de treinta años, aún es dependiente de otros y está demasiado
vinculada a su madre, paralizada de miedo y realmente atrapada por la vulnerabilidad al daño y
a la enfermedad.

Un padre que transmite negatividad: Santiago, el hijo de Beto, estaba muy emocionado de
entrar a un concurso de arte. Si bien Santiago era bueno en dibujo, a Beto no le hizo ninguna
gracia y cuando supo de ello; regañó y humilló implacablemente a su hijo. Beto prohibió a
Santiago entrar a un concurso como ese, debido a que pensaba que eso era una completa pérdida
de tiempo. Beto estaba tan profundamente lleno de negatividad que no podía imaginar que algo
bueno pudiera surgir de un intento como el que Santiago deseaba hacer. Esto dejó una cicatriz
dolorosa en su hijo a nivel emocional, la cual llevó a su vida adulta cuando se convirtió en padre.
Ahora Santiago tiene muchas dificultades para intentar algo nuevo y constantemente escucha la
voz que dice: «No vale de nada, ¿para qué molestarme, ¿de qué sirve?»

Cuando se trata de dejar que nuestros niños crezcan, es tan tentador aferrarnos mucho a
ellos o inclusive darnos por vencidos. Al final del día, razonamos con ellos y fundamentamos
nuestra posición, mostrándoles en todo el trayecto que los amamos y confiamos en ellos. Cuando
dejamos que nuestros hijos tomen sus elecciones y les damos una libertad conforme a su edad,
estamos satisfaciendo su necesidad básica emocional de sana autonomía y desempeño, y
también estamos manteniendo nuestra conexión.

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L
a necesidad básica emocional de límites razonables puede ser definida como el
dar a nuestros hijos un sentido de lo que es correcto incorrecto, un significado
de los límites, y las herramientas que necesitan para funcionar bien en el mundo
y trabajar bien con otros. Los niños cuya necesidad básica emocional de límites razonables ha
sido satisfecha naturalmente desarrollan rasgos y creencias tales como la reciprocidad,
imparcialidad y equidad, autocontrol y autodisciplina, y un sentido de cooperación'.
Adicionalmente, ellos creerán de modo constante y a un nivel emocional los siguientes mensajes
de sus padres:

Ellos me retan de una manera respetuosa cuando me excedo en mi conducta y mis palabras.

Ellos me animan a perseverar en aquellas tareas que encuentro frustrantes.

Ellos me guían para tomar en cuenta múltiples factores a fin de evitar que tome decisiones
impulsivas.

Ellas no siempre me dejan que haga todo lo que quiero, pues a veces dicen «No» cuando
eso es lo mejor para mí.

Ellos esperan que yo sea responsable y que contribuya al bienestar de nuestro hogar, por
ejemplo, haciendo las tareas domésticas

Ellos esperan que sea sabio al escoger a mis amigos más cercanos y que sea capaz de decir
«No» a algunos de mis amigos cuando sea necesario.

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Los padres de Carla no estaban en una económica acomodada, pero trabajaban
arduamente y esperaban con ansias el nacimiento de su primer hijo. Cuando Carla nació, sus
padres no hablaban de nada más. Otros hermanos la siguieron, pero para sus padres, ella era
siempre especial, la más inteligente, la más bonita, la más talentosa. Conforme todos los hijos
iban creciendo, el favoritismo de los padres se volvió más evidente: cuando los otros niños
recibían un juguete, Carla recibía dos; si a sus hermanos se les daba una sola bola de helado, a
Carla se le daba el doble. Mientras a los otros chicos se les había fijado la hora para ir a dormir
sin permitírseles ver televisión de noche durante sus clases escolares, a Carla se le permitía
quedarse despierta hasta tarde viendo toda la televisión que ella quisiera. Dotada de talento
natural, ella no tuvo que esforzarse para sobresalir en su clase y fue fácilmente aceptada en varias
universidades. Sin embargo, el éxito no le vino tan fácil al independizarse, pues luego de que su
novio la dejara, no pudo levantarse de la cama para tomar ciertos exámenes que eran
importantes. Carla logró encontrar trabajo después de su graduación, pero lo dejó debido a su
aburrimiento, e iba de trabajo en trabajo y, al mismo tiempo, iba siendo atrapada fácilmente por
los planes de volverse rica rápidamente. Ella engañó a su esposo, quien después la abandonó, y
fue despedida de su último trabajo. Carla se declaró en quiebra y ahora vive sola, amargada al
sentir cómo la vida ha sido injusta con ella.

Pedro nació dentro de una familia adinerada, rodeada de personas contratadas para que
lo ayudaran. Tuvo una niñera, un chofer, una cocinera y una enfermera para que se aseguraran
de que él siempre tuviera todo lo que quisiera. En el momento en que él lloraba, alguien estaba
cerca para ofrecerle una galleta. Un segundo después de que se cayera, ya había alguien allí para
mimarlo. Si a él no le gustaba el jardín de niños donde lo habían puesto, inmediatamente se le
cambiaba a otro. Si quería tener el último juguete que había salido o un nuevo par de zapatos
como los que vio en la TV, pues los obtenía. Pedro nunca escuchó la palabra «no» y nunca
experimentó la frustración. Se volvió un niño insoportable que hacía bullying a otros en el patio
de juegos, un amigo superficial para los otros niños en la escuela y un odioso hermano mayor. El
resto del mundo no iba a aguantar sus majaderías y con el tiempo, cuando tuvo que hacer frente
a algunos desafíos en su primer lugar de trabajo, intentó suicidarse. Luego de estar una
temporada con supervisión psiquiátrica fue capaz de tener otro buen trabajo, pero hasta la fecha
él nunca ha tenido la disciplina o perseverancia para tener una relación amorosa seria o para
ascender en su carrera corporativa.

Puede que Carla y Pedro hayan procedido de diferentes trasfondos socioeconómicos y que
hayan crecido en diferentes países, pero tienen el mismo tipo de crianza; su necesidad de límites
razonables no fue satisfecha cuando estaban creciendo.

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Todos necesitan límites
Los límites brindan puntos de referencia y guías a fin de que los niños sepan lo que es
aceptable y lo que no lo es. En un sentido muy real, tanto niños como adultos necesitan límites
para vivir en un mundo con otros. Por supuesto, cada familia es diferente; algunos padres se
sienten cómodos con voces fuertes, el desorden y la espontaneidad; otros naturalmente elegirán
tener «voces interiores», mantener la casa en orden y tener un horario rígido, etcétera. Acá lo
importante es que los padres deben tener convicción acerca de sus valores personales, y sus
límites deben reflejar esas creencias de manera consistente.

No hay nadie en el mundo a quien le guste estar alrededor de niños sabelotodo,


quejumbrosos y desagradecidos. El Dr. Phil, un anfitrión de un programa de entrevistas de la
televisión norteamericana y experto en temas de autoayuda, dice que los niños que no tienen
límites se vuelven personas que creen tener todos los derechos. En vez de sentirse culpables por
dar límites a los niños, según el Dr. Phil: «Si deseas sentirte culpable, siéntete culpable de no
enseñarles a entender cómo funciona el mundo, que todos avanzan con la luz verde y todos
detienen con la roja»2. La psicoanalista Dra. Ruth Sharon es coautora del libro I Refuse to Raise
a Brat (me niego a criar a un malcriado). Ella señala que cuando se trata de ayudar a la gente a
lograr avances en la terapia, los clientes más difíciles no son aquellos que sufrieron privaciones y
abusos, sino más bien aquellos que durante su niñez fueron engreídos, a quienes se les complació
exageradamente y se les malcrió3. Todos los días somos testigos en las noticias de las
repercusiones del aumento de la actitud de creer que se tienen todos los derechos. Sin
mencionar ningún nombre en particular, ¡no son pocos los famosos atletas, artistas y políticos a
quienes les podría haber ido mejor con algunos límites razonables cuando estaban creciendo!

El cubrir esta necesidad básica emocional al enseñar a nuestros hijos a respetar límites y a
esperar que ellos vivan dentro de esos límites es algo que demuestra que tenemos mucho amor
como padres. Los niños no nacen programados para aprender a seguir reglas y a respetar límites.
De hecho, es todo lo contrario, nacen sin ningún conocimiento sobre límites y reglas. Los niños
vienen al mundo pensando que ellos son el centro del universo. Les encanta explorar, investigar
y probar el mundo, el cual parece colorido, divertido y atrayente. Sin embargo, ¿hasta qué punto
es bueno (o inclusive seguro) para ellos el «explorar» sin consecuencias? ¿Cuándo no es sabio
hacer eso? La cultura moderna se confunde en este punto, pues la sociedad se burla de los límites
y considera que restringir a los niños es algo pasado de moda y cruel; hay quienes tienen sentido
común y quieren fijar límites, pero parecen no saber qué hacer en cuanto a cómo lograrlo. Los
niños ciertamente no van a aprender límites razonables ni saludables por sí mismos. La única
manera de que los padres pueden asegurarse de que sus hijos aprenden esto es cubriendo esta
necesidad básica emocional.

Para los padres es tan importante asegurarse de que transmiten límites como el asegurarse
de la manera en que los transmiten. Por un lado, los padres deben cuidar de cubrir esta necesidad
de una manera respetuosa y saludable, para que no terminen causando frustración y
exasperación. (Cuando los padres corrigen a sus hijos con palabras ásperas y no respetuosas, ello

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conduce a la exasperación. Esto complica el proceso de aprendizaje y toma de conciencia debido
a que la exasperación es algo separado y distinto del acto de mala conducta en sí y produce
resentimiento y rebelión en los años adolescentes). Por otro lado, el no transmitir límites
razonables con la debida seriedad trae por sí mismo varios problemas. Sea lo que sea que ocurra,
nuestros hijos necesitan límites si es que van a convertirse en adultos saludables. Así, los niños
que no son capaces de seguir reglas sencillas, sea en el salón de clases, en público o en la casa,
enfrentarán grandes problemas en la vida. Ellos causarán preocupaciones a otros así como
traerán aflicciones a las personas que más los aman.

Los beneficios del autocontrol


La literatura de la sabiduría milenaria contiene muchas referencias sobre la disciplina y el
autocontrol, y las investigaciones modernas coinciden en señalar que estamos mejor cuando
practicamos el dominar nuestros apetitos. Un estudio de la Universidad de Stanford realizado en
1972 descubrió que «los niños pequeños que fueron capaces de resistir el coger un esponjoso
malvavisco (marshmallow) colocado frente a ellos por quince largos minutos a fin de obtener
otro malvavisco más tarde obtuvieron, en promedio, 210 puntos más alto en el SAT [un examen
de admisión de universidades estadounidenses que los chicos tomaron doce años después] que
los chicos que no pudieron esperar. Cerca de un tercio de los chicos de cuatro a seis años que
participaron en el estudio fueron capaces de resistir la dulce tentación. Se hizo seguimiento
dieciocho años después, y los chicos con más autocontrol en la prueba del malvavisco tuvieron
mejores resultados en la vida a nivel general»4. Un estudio más reciente revela que la
autodisciplina tiene un efecto mayor en el desempeño académico que el talento intelectual y que
contribuye más que el coeficiente intelectual a la obtención de niveles positivos en las boletas de
calificaciones, a puntajes en las pruebas de aptitud estandarizadas y a la asistencia a la escuela5
(RI12.1).

Los padres con frecuencia oscilan entre un extremo y otro. Algunos son muy estrictos y
rígidos, mientras que otros son permisivos. Muchos también tienen una combinación de ambos
estilos. Como resultado, son enviadas señales contradictorias y padres e hijos ingresan al
«torbellino de la intensificación del conflicto» en el cual desencadenan actitudes y reacciones
ante las provocaciones que hacen entre sí (véase Capítulo Catorce). Cuando esto se repite
múltiples veces, muchos padres terminan perdiendo la paciencia y recurriendo a interacciones
exasperantes, dándose por vencidos y rindiéndose completamente o haciendo algunos ajustes y
ordenando estricta obediencia independientemente del estado de su relación, solo para ver con
el tiempo enemistad y una falta de conexión.

Tanto nuestra hija como nuestro hijo fueron bastante determinados y obstinados, así que
no nos sorprendió que tuviéramos que empezar a decir «No» tempranamante en sus vidas.
Dudábamos de nosotros mismos como los padres jóvenes suelen hacer, preguntándonos si
éramos demasiado estrictos algunas veces. Pero nos dimos cuenta de que había una diferencia
cada vez que nos volvíamos blandos y dábamos marcha atrás en los límites: el caos reinaba y los
chicos no parecían más felices con ello! Los límites les dan a los niños seguridad y tranquilidad
porque saben qué esperar.

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Puede que traten de luchar contra ellos, puede que inclusive temporalmente «odien a sus
padres», pero están secretamente agradecidos. (GY cuando sean mayores, ellos te lo dirán!). El
Dr. Gary Solomon afirma que los padres que actúan de manera consistente, predecible y confiable
tienen más probabilidades de producir hijos con buena salud mental6

Los límites ayudan a los chicos a ver que, al contrario de lo que cada fibra de joven ser
siente, el mundo no gira alrededor de ellos, por lo que deben respetar a otros si es que desean
ser respetados. Los límites son una manera de enseñar a los niños a cómo vivir «la regla de oro:
tratar a otros como les gustaría que fueran tratados. Lamentablemente, esto no encaja con la
dirección hacia la cual el mundo se mueve. Un libro muy esclarecedor, Why Is It Always About
You? The Seven Deadly Sins of Narcissism ¿por qué siempre se trata de ti? Los siete pecados
capitales del narcisismo), señala que la actitud de creer que se tienen todos los derechos está
ampliamente difundida iy que un porcentaje cada vez mayor de estadounidenses es narcisista!

Una advertencia: Cuando los padres están ayudando a sus niños a respetar límites, deben
asegurarse de que sus hijos no los están obedeciendo solamente para r su aprobación, sino que
verdaderamente entienden los límites y por qué son importantes. Esto los ayudará a entender el
porqué, lo cual les permitirá adoptar los valores de los padres mientras van creciendo, y
beneficiarse por completo al ver satis fecha esta necesidad básica emocional.

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E I tercer dominio de agrupación de esquemas es conocido como el de límites
deteriorados». En la medida que los padres no satisfagan la necesidad emocional
básica de límites razonables, creemos que los niños experimentarán lo opuesto,
los limites deteriorados. Esto significa que los niños estarán en peligro de desarrollar algunas, si
no todas, de las trampas de vida que integran el dominio de los límites deteriorados, a saber, la
trampa de vida de los derechos, del autocontrol insuficiente y de la búsqueda de aprobación.
Este capítulo explica en detalle estas tres trampas de vida y contiene un segmento «Zona básica
de seguridad».

La trampa de vida de los derechos/grandiosidad


El primer esquema maladaptativo (trampa de vida) en el domino de límites deteriorados
es el de los derechos/grandiosidad. El mensaje fundamental de la trampa de vida de los derechos
es: «Yo soy especial y mejor que otras personas. Las reglas no son para mí. Yo siempre debo ir
primero». Esta trampa de vida está fundada en el deseo de poder y control. Los niños con la
trampa de vida de los derechos creen que lo que ellos desean o necesitan siempre debe ser una
prioridad. Para ellos está bien hacer trampa en los exámenes o en los deportes, y le restan
importancia a estos hechos. No necesitan abrocharse el cinturón cuando el avión despega,
pueden conducir bajo la influencia del alcohol o las drogas y generalmente enojan cuando no
obtienen lo que quieren. A las personas que sienten que tienen derechos no les importa
perjudicar a otros con tal de salirse con la suya. No dudarán en cambiar las reglas de un juego en
el que participan, con tal de ganar, porque eso es lo que importa y no son conscientes del dolor
que sienten las demás personas. Tienen una idea distorsionada de la justicia y más bien pueden
acusar a otros de ser egoístas. Casi nunca se ponen en el lugar de otras personas. Por lo general,
no sintonizan con los sentimientos de otros, pero sí están en total sintonía con los suyos propios.
Cuando se les cuestiona sobre su comportamiento, es común que piensen que las personas
deberían aceptarlos tal cual son.

Los niños desarrollan la vida de los derechos de dos maneras. Cuando se les dice que son
más especiales que otros niños, cuando no tienen límites y nunca se les hace asumir la
responsabilidad de sus acciones, palabras o estados de ánimo; cuando esto pasa se produce el
«derecho puro». En su revelador libro, Disarming the Narcissist (cómo desarmar al narcisista)

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Wendy Behary señala que estos niños crecieron hasta convertirse en narcisistas puros, incapaces
de ser considerados con los demás1. Es este tipo de derecho el que estamos tratando de evitar
cuando hablamos de cubrir la necesidad emocional básica de límites razonables. La segunda
manera en que la trampa de vida de derechos es producida es un poco más complicada. Es
llamado «derecho frágil». Esta forma de trampa de vida no surge de haber sido mimado, sino
como una reacción ante las necesidades básicas insatisfechas de conexión y aceptación o de
expectativas realistas, y está arraigada en la trampa de vida de la defectuosidad o de la privación
emocional. Cuando no se satisfacen las necesidades de cuidado y reconocimiento, se desarrolla
una respuesta del tipo «debo cuidarme a mí mismo» y «nadie más se preocupa por mí». Este
estilo de vida y comportamiento parece ser igual al derecho puro; sin embargo, es importante
comprender que el comportamiento de estos narcisistas encubre mucho dolor debido a
necesidades insatisfechas.

Los niños con la trampa de vida de derechos a menudo se convierten en líderes (en la
escuela, en los deportes o en pandillas) quienes hacen alarde de no aceptar un «No» como
respuesta. A las personas que tienen arraigada a un nivel muy alto la trampa de vida de derechos
no les gusta escuchar la palabra «No». Puede que reciban halagos por sus cualidades naturales
de liderazgo y por ser tan decididos en la vida. No les gusta trabajar bajo el mando de otras
personas, puesto que no les gustan las reglas; sin embargo, no tienen el menor problema en
imponer reglas a otros. Los adultos con esta trampa de vida generalmente detestan hablar de
sus debilidades, pero adoran hacer alarde de sus fortalezas. Debido a que intimidan, tienen poder
y logran resultados violando los derechos de los demás. Muy pocas personas con esta trampa de
vida están dispuestas a buscar voluntariamente ayuda o a ver su necesidad de cambio. ¿Para
qué? si la vida es buena, si la mayoría de las veces se salen con la suya. Sin la debida intervención,
los niños con esta trampa de vida, quienes crecen convirtiéndose en adultos que se creen con
todos los derechos, casi nunca llegan al punto en el que puedan ver que las relaciones son una
calle de doble sentido y que al ser transparentes y vulnerables, en vez de ser exigentes, egoístas
o personas que intimidan a otros, tienen más probabilidades de obtener lo que realmente
necesitan: una relación satisfactoria y afectuosa. Creemos que los adultos con conducta
narcisista y que sienten tener todos los derechos pueden cambiar, pero tiene mucho más sentido
cortarla de raíz cuando vemos tales actitudes en nuestros hijos que tratar de cambiarlos cuando
son mayores. El ambiente familiar el que pudo haberse desenvuelto durante su infancia y que
podría haber causado que esta trampa de vida se desarrolle:

• No existían límites apropiados en la infancia del niño. Él establecía sus propios límites.
Aun cuando había límites, eran pocos y giraban alrededor de que alcanzara la excelencia
en una o más áreas.
• El niño fue muy avergonzado al crecer y para evitar sentir vergüenza, actuaba con
sobrecompensación y avergonzaba a otros.
• Se le permitía hacer berrinches y a menudo se salía con la suya debido a su terquedad.
Su enojo era una herramienta manipuladora que le permitía obtener lo que deseaba.
• Al niño no se le enseñó a preocuparse por otras personas.
• Recibió muy poca atención para reconocer sus logros y fue exageradamente criticado.
Como respuesta, se volvió excesivamente exigente.

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La trampa de vida del autocontrol/autodisciplina insuficientes

El siguiente esquema maladaptativo (trampa de vida) en el domino de los límites


deteriorados es el autocontrol/autodisciplina insuficiente. El mensaje fundamental de la trampa
de vida del autocontrol insuficiente es: «No debo estar incómodo(a)». Esta trampa de vida lleva
a las personas a expresar sus emociones de forma negativa, a evitar las tareas difíciles y a caer
ante la tentación. Esta trampa de vida interfiere con el comportamiento sano de un adulto como
el tener reciprocidad en las relaciones y el establecer y alcanzar metas.

A los niños que no se les ponen límites, que son descuidados o que no tienen modelos de
roles disciplinados, generalmente desarrollarán esta trampa de vida. Casi todos los niños luchan
con el autocontrol cuando crecen, lo cual es normal. Sin embargo, si desarrollan esta trampa de
vida, puede que cuando sean adultos tengan dificultades para controlar sus impulsos. Sus
conductas de arrebatos de ira, promiscuidad sexual, comer en exceso o cualquier cosa puede
evolucionar a una adicción. Puede que también tengan problemas para trabajar en una tarea,
durante un período de tiempo que otras personas considerarían razonable, porque se sienten
aburridos. Las personas con esta trampa de vida pueden tener la intención de hacer una tarea,
pero se distraen fácilmente. Si la tarea parece ser muy complicada, puede que la abandonen.

Las personas con la trampa de vida de autocontrol insuficiente tienen dificultades para ellos
mismos colocarse en situaciones de incomodidad o en postergar la gratificación. Como niños, no
aprendieron el valor de la perseverancia para completar tareas o el principio de no ceder ante
placeres de corto plazo. Si tienen una posición de autoridad, delegarán más veces de lo que
deberían. La disciplina, para ellos, es un reto. La mayoría de sus acciones se ven impulsadas por
sus deseos, y estas personas pueden ser precipitadas al tomar decisiones. Solamente cuando esta
trampa de vida los lleve al abismo como resultado de no auto-controlarse, van a darse cuenta de
que deben lidiar con este problema. Vale la pena resaltar que las personas con esta trampa de
vida, en ocasiones, son bastante agradables puesto que su lado espontáneo es muy atractivo.
Este encanto puede llevarlos lejos, a pesar de su falta de disciplina.

El ambiente familiar en el que pudo haberse desenvuelto durante su infancia y que podría
haber causado que esta trampa de vida se desarrolle:

• Los padres del niño no se involucraron mucho con él mientras crecía. Desde una corta
edad dejaron que él mismo fijara sus límites, por ejemplo: la hora de dormir, el tiempo
de juego, lo que comía, el horario para ver televisión. Desde muy temprana edad se le
permitió actuar conforme a sus deseos.

• No habían consecuencias si el niño se pasaba de la raya. Dado que sus padres no se


involucraban en su vida, no sabían lo que el niño hacía. Sus padres estaban muy
ocupados con su propio trabajo y sus horarios.

• Puesto que sus padres estaban muy ocupados, el niño fue criado por sus abuelos o las
niñeras, quienes lo consintieron y le dieron todo lo que quería.
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• El niño tenía un talento natural. No tenía que esforzarse para tener éxito a muy
temprana edad, y sus padres no se vieron en la necesidad de enseñarle perseverancia.
A medida que la vida se tornaba más desafiante, el niño evitaba las actividades que
requerían gran perseverancia.

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La trampa de vida de la búsqueda de aprobación/búsqueda de reconocimiento

El tercer y último esquema maladaptativo (trampa de vida) en el dominio de los límites


deteriorados es el de la búsqueda de aprobación/búsqueda de reconocimiento. El mensaje
fundamental de esta trampa de vida es: «Debo buscar la aprobación de otras personas sobre
todas las cosas. Si otras personas no me aprueban, hay algo que está muy mal». Este patrón de
pensamiento está relacionado con definir quiénes somos a través de los ojos de los demás, en
lugar de prestar atención a nuestras propias necesidades y deseos.

Los niños que desarrollan esta trampa de vida luchan por formarse una opinión de sí
mismos que sea independiente de lo que otras personas piensan y sienten sobre ellos. No son lo
suficientemente seguros como para confiar en su propio criterio. Esta trampa de vida no se trata
de alcanzar altos estándares que ellos mismos se han impuesto, o el de sentirse superiores, sino
que se trata de ansiar la aprobación de los demás.

Los adultos con esta trampa de vida sienten que su mundo colapsa cuando intuyen que los
demás no tienen una buena opinión de ellos. Cuando sucede lo contrario, si perciben que los
demás tienen una alta opinión de ellos se sienten felices y en las nubes. Buena parte de sus
esfuerzos está enfocada en llamar la atención de los demás hacia sus buenas acciones. Puesto
que la opinión de los demás es lo que los controla, no desarrollan realmente un auténtico sentido
de identidad, con valores y preferencias que sean propios y, como consecuencia, no se sentirán
verdaderamente completos. Inclusive si están haciendo un gran trabajo, lo que decidirá cómo se
sentirán sobre sí mismos será la aprobación de los demás. Les falta tener convicciones propias y
sacrifican sus propias preferencias a costa de gustarles a los demás.

El ambiente familiar en el que pudo haberse desenvuelto durante su infancia y que podría
haber causado que esta trampa de vida se desarrolle:

• Los padres del niño hicieron énfasis en la necesidad de estatus, apariencia o


reconocimiento, de tal manera que formaba parte de las conversaciones habituales de
la familia.

• Los padres del niño se vanagloriaban de ellos mismos. Cuando los demás los elogiaban
(por ejemplo, salen en los periódicos o en la TV), armaban una gran alharaca al respecto.

• Los padres del niño alardeaban sobre sus éxitos y de las personas a las que conocían.

• Los padres del niño se enfocaban más en la apariencia de su hogar que en lo que había
dentro del corazón y mente de sus hijos.

• La autoestima no estaba relacionada con la aceptación personal del niño, más bien la
autoestima giraba en torno a lograr la aprobación de los demás.

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Zona básica de seguridad
Un componente extremadamente importante para esta necesidad básica emocional
implica proteger a los niños de los peligros de una exposición temprana e inapropiada al sexo y
a la violencia. En especial, esto está relacionado con los peligros de Internet (pornografía, revelar
información personal en las redes sociales, acoso de pedófilos, estafas, videos inapropiados en
YouTube y cosas similares), oír letras de canciones inapropiadas así como libros, películas y
programas de televisión que sean inapropiados y sexualmente explícitos.

Los padres necesitan entender cómo el usar Internet sin límites puede tener terribles
consecuencias y afectar a sus hijos de por vida. En una época en que los niños de dos años
navegan por Internet en las tablets de sus papás, los padres deben ser urgentes acerca de fijar
límites sanos para sus hijos. Dadas las consecuencias, esto no es algo que deba tomarse a la ligera.

La influencia de los medios de comunicación


Contrario a la opinión de aquellos que argumentan que mirar la TV y jugar juegos de
computadora que son violentos tiene poco efecto negativo en los niños, existe un
apoyo casi unánime de que lo opuesto es cierto2. Creemos firmemente que los padres necesitan
ejercitar el control respecto a lo que permiten a sus hijos mirar en la TV y en Internet,
con cuánta frecuencia les permiten acceder a las redes sociales y qué tipo de juegos de
video se les permite jugar.

Los estudios muestran que los niños que son expuestos a cosas inapropiadas en forma de
videojuegos, programas de TV, videos de YouTube o películas están expuestos a miles (quizás a
decenas de miles) de asesinatos, junto con cientos de horas de lenguaje vulgar y relaciones no
saludables3. Inclusive si los niños no son influenciados para escenificar lo que están mirando, se
arriesgan a fortalecer la trampa de vida de la vulnerabilidad (ver Capítulo Diez), convencidos de
que el mundo es un lugar cruel y peligroso; esto podría inhibir la autonomía e interferir con la
construcción de relaciones adultas sanas.

Los padres que dudan si deben limitar a sus hijos el tiempo que pasan frente a pantallas
deben preguntarse a sí mismos si están felices de que sus hijos sean criados por «el otro padre».
The Other Parent (el otro padre) es el título de un libro cuyos autores son James Steyer y Chelsea
Clinton; además es el apodo que ambos autores le han dado a los medios de comunicación. Este
«otro padre» directa e indirectamente enseña a nuestros niños que las cosas materiales compran
la felicidad, que la apariencia es más importante que el carácter, que las mujeres son objetos
para ser usados y luego botados, que el embriagarse y consumir drogas y similares son parte de
crecer, que la conducta agresiva y violenta no es algo de importancia, que el matar a las personas
es una parte inherente de la vida diaria, que el sexo fuera del matrimonio está bien aún si no hay
compromiso, que el coquetear no es algo grave aún si eres casado, que los niños necesitan más
libertad y que los padres estrictos están pasados de moda4.

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La mayoría de los expertos aconseja no permitir a los niños tener una TV o computadora
en su dormitorio, dado que es difícil supervisarlos y promueve el aislamiento. También aconsejan
a los padres no prender la TV durante las horas de comida y cuando la familia está hablando. Los
expertos en medios de comunicación también están de acuerdo en que los padres deben
establecer instrucciones acerca de cuánta TV debe ser vista durante la época de clases escolares
y asimismo hablar sobre los límites fijados durante los tiempos de vacaciones.

Quisiéramos añadir que los padres deben discutir sobre qué películas deben ver los niños,
cuáles evitar y por qué. Los padres harían bien en usar sitios de Internet como www.kids-in-
mind.com (sitio que califica cada película de acuerdo a la cantidad e intensidad de sexo, violencia,
drogas y vulgaridades)5. Los padres y los hijos deben tener discusiones frecuentes respecto a
juegos de computadora, contenido en la TV e Internet, letras de las canciones, redes sociales y
contenido de los textos y chats. Debe darse por descontado que todas las computadoras, tablets
y celulares tienen filtros para evitar el acceso a sitios de Internet pornográficos.

Los padres deben inculcar a los niños que aquello que ven y escuchan tendrá un profundo
impacto en sus decisiones futuras. Los padres no deben subestimar la poderosa influencia de la
TV, los juegos de computadora e Internet. Al fin y al cabo, los padres que toman seriamente este
tipo de seguridad básica e introducen límites saludables (y ayudan a sus niños, con el tiempo, a
estar de acuerdo con estos límites) incrementarán sus posibilidades de proteger a sus hijos de
resultados nocivos.

Hemos incluido un fragmento grande de «Lo que revelan las investigaciones» que
corresponde con esta Zona básica de seguridad. A continuación les adelantamos información;
por favor lean el resto cuando tengan tiempo (RI13.1).

• Los usuarios más adictos a Internet tienen más probabilidades de meterse en problemas
y están a menudo tristes, insatisfechos o aburridos6.

• Los jóvenes pasan cerca de 54 horas por semana como consumidores de medios de
comunicación, lo cual es más de lo que muchos adultos pasan en el trabajo7.

• El factor más fuerte asociado a relaciones sexuales tempranas en adolescentes varones


fue el mirar pornografía entre los 14 y 19 años de edad8.

• Los investigadores han estudiado un pueblo apartado en la Columbia Británica antes y


después de que la televisión fuera introducida y descubrieron que dos años después de
la llegada de la TV, los incidentes violentos habían aumentado en un 160%9.

• Entre los niños que tienen 8 a 14 años, los casos de trauma psicológico (incluyendo
ansiedad, depresión y estrés postraumático) aumentaron en proporción al número de
horas que se veía televisión cada día10.

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Toda la verdad sobre los Louis

Cuando Sonia y David estaban en el mismo jardín de niños, yo (Karen) organicé un


tiempo con otra mamá, una especie de «cita» para que jugaran nuestros hijos
mientras nosotras conversábamos en su casa. Fue nuestro primer y último tiempo de
ese tipo. (Debí haber sabido mejor/no hacerlo; mis hijos me habían dicho que estos
muchachos eran agresivos. Sin embargo, la madre era tan buena gente que yo pensé:
«¿Qué tan malos pueden ser?» Durante nuestro tiempo en su casa, mis niños corrían
varias veces hacia mí, que estaba en la cocina, para que los protegiera. La desdichada
madre movía su cabeza con impotencia mientras sus hijos desobedecían cada palabra
que decía y se comportaban con total descontrol de arriba abajo. Nunca olvidaré cuán
perpleja me quedé cuando la madre exclamó: «Yo siempre pensé que si daba a mis
hijos todo lo que ellos querían y nunca les decía «No», ellos serían tan felices que me
obedecerían por gratitud». Reuniendo todo mi autocontrol posible, educadamente
le dije: «Bueno, esa es una interesante filosofía de crianza. Mi filosofía es un poco
diferente». En ese momento, yo de veras pensaba que la madre me diría: «Por favor,
cuéntame de tu filosofía; ¿qué es lo que tú haces?». Sin embargo, ella simplemente
se quedó mirándome fijamente sin comprender, luego sonrió y dijo: «Bueno,
supongo que cada quien tiene su propia forma de hacer las cosas». Casi me desmayé.
Unos cuantos minutos más tarde, mis niños me echaron una mirada que decía:
«¡Mami, tenemos que irnos de aquí ya!» ¡Madre mía, sí que teníamos mucho de qué
hablar camino a casa!

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A
pesar de entender racionalmente que sus hijos necesitan límites constantes, las
buenas intenciones de los padres algunas veces quedan bloqueadas; algunas
veces se confunden los deseos con los privilegios y en otras ocasiones, los padres
quedan atrapados en el "torbellino de la intensificación del conflicto" antes de que sepan cómo
llegaron allí. Este capítulo explora diversos escenarios que trabajan en contra de los padres, y
que impiden que ellos puedan cubrir la necesidad emocional básica de límites razonables.

Las situaciones más frecuentes que producen bloqueos


Los padres se sienten culpables, culpables de no ser perfectos, culpables de no poder
comprarle a su familia todo lo que merece, culpables de no estar haciendo lo que sus vecinos
están haciendo con sus hijos, sus hijos, culpables de no pasar suficiente tiempo con sus hijos.
Cualquiera sea la razón, los padres que se sienten culpables, con frecuencia ceden ante las quejas
y excusas de sus hijos. Estos padres ni cumplen los acuerdos previos ni hacen cumplir las reglas
familiares.

Los padres reaccionan exageradamente respecto a su propia infancia; los padres que
crecieron en un ambiente estricto a menudo escuchan una voz en sus cabezas que les recuerda
cuán doloroso fue vivir bajo reglas rígidas y estrictas. Esto también es cierto cuando un padre fue
sometido por un maestro de escuela, líder o jefe que fue severo. En un noble esfuerzo para nunca
imitar tal trato, los padres se alejan demasiado y caen en el otro extremo.

Los padres no entienden la «gracia y verdad»; se enfocan únicamente en la gracia y no en


la obediencia, en la verdad y en el carácter. Un amigo nos preguntó por qué a veces los niños
más malcriados tienen los padres más tiernos y amables. ¿Cómo puede ocurrir eso? ¡Porque los
padres aman tanto a sus hijos que no pueden soportar decirles «No»! Son personas buenas y
gentiles quienes están permanentemente al servicio de sus hijos y se preguntan por qué los

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chicos se convierten en personas que creen tener todos los derechos. Ellos están seguros de que
sonreír pacientemente es lo único que necesitan para guiar a sus hijos. Estos padres
normalmente tienen temperamentos dóciles, son personas con las que es fácil llevarse bien y no
matarían ni a una mosca, por lo que no ven que sus hijos, quienes tienen un temperamento
diferente al suyo, necesitan de vez en cuando ser corregidos.

Los padres piensan que sus chicos desarrollarán límites por sí mismos; pero pocos lo
harán. A veces, los padres creen que sus hijos con el tiempo crecerán y aprenderán cuando sean
más maduros. No hemos hallado que éste sea el caso. Niños sin límites se convierten en adultos
sin límites. Cuando no han sido entrenados a una corta edad, se vuelve cada vez más difícil
hacerlo mientras van creciendo. Los adultos con límites saludables fueron entrenados a respetar
y obedecer límites sanos mientras crecían.

Los padres quieren evitar el conflicto; no están listos para enfrentarse a su hijo. En un
esfuerzo para hacer más agradable el ambiente de su hogar, algunos padres evitan establecer
reglas y hablar sobre límites saludables. Estos padres normalmente ponen excusas a los otros
padres, diciendo: «Bueno, los chicos siempre se comportarán como chicos». Por esta paz de corto
plazo, a menudo se paga un precio inmensamente alto cuando más adelante los niños tengan
que afrontar las consecuencias de sus actos.

Los padres quieren caerles bien a sus hijos, similar al punto señalado arriba, pero con el
elemento de la «necesidad». A la mayoría de nosotros no nos gusta caerle mal a la gente y
algunos padres de ninguna manera pueden soportar esta idea. Los padres que tienen carencias
emocionales son vulnerables a tomar decisiones para ayudar a sus niños a que gusten de ellos en
vez de que los respeten. No quieren que sus hijos alberguen ningún sentimiento negativo hacia
ellos. Algunos padres, de modo intencional o no, usan a sus hijos para cubrir su propias
necesidades emocionales. En su deseo de ser amigos con ellos, ceden y no entrenan a sus hijos
para que respeten límites sanos y razonables.

Los padres simplemente están demasiado ocupados, lo cual es probablemente la razón


más triste, pero, a su vez, es demasiado frecuente en estos días. La cantidad de tiempo que
muchos padres separan hoy en día para pasar tiempos conversando con sus hijos es
alarmantemente baja. Los horarios se vuelven demasiado recargados y el tiempo de familia no
es priorizado. Estos padres, a menudo, se despiertan sorprendidos en medio de una pesadilla al
descubrir que sus propios hijos no quieren hablar con ellos o cuando descubren lo que sus hijos
han estado haciendo a puertas cerradas. La ironía es que las crisis familiares consumen
muchísimo más tiempo que simplemente fomentar buenas relaciones y hacer cumplir límites
sobre la marcha.

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Las necesidades vs. los deseos; los derechos vs. los privilegios
Puede decirse que algo es «una necesidad», según la definición del Diccionario actual de la
lengua española, si es «imprescindible para uno; indispensable para la vida»1; en otras palabras,
es un requerimiento psicológico o fisiológico para el bienestar de uno y sin esa cosa, el bienestar
de la persona sufrirá. «Un deseo» es algo que se anhela, algo que una persona puede que
obtenga si las circunstancias le son favorables. Por ejemplo, ante un deseo, una persona trabaja
arduamente y paga por ello o lo recibe de otro; sin embargo, en otras circunstancias, el deseo
puede mantenerse lejano.

El Diccionario de la lengua española define «un derecho» como «la facultad del ser humano
para hacer legítimamente lo que conduce a los fines de su vida»2. Cuando se trata de derechos,
los adultos no necesitan permiso y, en algunos casos, los niños tampoco. Por ejemplo, los niños
tienen el derecho a la educación y a crecer en un hogar seguro; sin embargo, el ejercicio de un
derecho no puede privar a otras personas de los mismos derechos que ellos tienen. «Un
privilegio» es un beneficio dado solo a algunos; es algo que la persona no puede hacer a menos
que se le dé permiso.

Los padres hacen daño a sus hijos cuando no los ayudan a entender estas diferencias,
cuando se confunden y conceden a sus hijos sus deseos, pero les comunican que les están dando
«necesidades»; y lo mismo ocurre en el caso de derechos y privilegios. Esto, a su vez, confunde a
los chicos, quienes empiezan a tener expectativas de cosas como si fueran derechos o
necesidades, en vez de entender que son privilegios y deseos. Muchas veces, un conflicto
destructivo ha surgido a partir del pensamiento de un niño quien cree necesitar cierto juguete,
un pre-adolescente que piensa que tener un celular es su derecho, o un adolescente quien no se
da cuenta de que tener un carro es un privilegio. (Nos ha causado mucha gracia saber cuántos
niños conocidos nuestros afirmaban con total seguridad que ¡tener acceso a Wi-Fi era una
«necesidad» y un «derecho»!). Visita www.gep.sg para hacer un ejercicio que ayudará a las
familias a eliminar las confusiones arriba citadas, así como animará a los adolescentes a ser
responsables con las cuatro categorías.

Las expectativas de los padres


Así como admitimos que como padres ninguno de nosotros es perfecto, también
reconocemos que nuestros hijos no siempre están a la altura de nuestras expectativas; ahora
bien, saber si nuestras expectativas son o no sanas es un tema que será reservado para el capítulo
acerca de «Expectativas realistas». La cuestión es que todos los seres humanos que están
conectados los unos con los otros tienen ciertas expectativas. Así como los niños tienen
necesidades emocionales básicas, los padres tienen expectativas normales saludables. Al decir
esto, enfatizamos que no se trata de las necesidades emocionales de los padres, sino de las
expectativas saludables dentro de una familia. (Los padres deben tener cubiertas sus propias
necesidades en su matrimonio, en su comunidad y en sus grupos de iguales. No les corresponden
a los hijos cubrir las necesidades emocionales de los padres. Así como los hijos se vuelven

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exasperados cuando sus necesidades básicas emocionales no están cubiertas, los padres no se
sentirán completos o en paz cuando sus expectativas básicas saludables no estén cubiertas).

¿Entonces, cuáles son las expectativas razonables y saludables que los padres pueden y
deben tener respecto de sus hijos? Aquí describimos algunas expectativas que pensamos son
normales, razonables y saludables. Estas encajan con nuestras experiencias, y van en
correspondencia con las necesidades emocionales básicas de los niños:

• Conexión: Esto involucra la respuesta de los hijos a los padres, de una manera apropiada
a su edad, mientras los padres hacen lo mejor que pueden para cubrir la necesidad
emocional básica de conexión y aceptación. Los padres desean una conexión constante
y duradera con sus hijos.

• Crecimiento y desempeño: Esto se refiere al aprendizaje y crecimiento de los niños de


una manera apropiada a su edad (a nivel emocional, físico, mental y espiritual). Los
padres quieren ver a sus hijos llegar a la altura de su potencial y utilizar sus fortalezas y
capacidades como respuesta al hecho de que sus padres cubren las necesidades
emocionales básicas de autonomía y de expectativas realistas.

• Responsabilidad y respeto: Esto supone que los niños se sometan a las reglas y cuiden
de sí mismos de una manera apropiada a su edad, en tanto que los padres hacen su
mejor esfuerzo para cubrir la necesidad emocional básica emocional de límites
razonables. La mayoría de los padres quiere ver que sus hijos desarrollan su carácter y
que son respetuosos; esto está ligado al entendimiento de los niños respecto a que
necesitan ser responsables cuando se trata de necesidades, deseos, derechos y
privilegios.

Estas tres áreas definen las expectativas básicas de la crianza; cuando los hijos tienen
progresos al respecto, los padres sienten que sus hijos están madurando apropiadamente y que
su crianza vale la pena.

Ten en cuenta que aún si un niño no es capaz de hacer muchos progresos, aún es
responsabilidad de los padres el aceptar y amar incondicionalmente a sus hijos. El amor
incondicional es crucial en la crianza. Muchos padres quedan decepcionados cuando las
expectativas y los límites no están a cierto nivel. Los padres necesitan tomar nota del potencial y
las inclinaciones de cada hijo, y estar agradecidos por la individualidad y dones de cada uno de
ellos. (Para leer más al respecto, ir a la Sección Cinco de este libro, “La necesidad emocional
básica de expectativas realistas”).

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El torbellino
Cuando los padres (de manera correcta o equivocada) sienten que sus hijos no satisfacen
sus expectativas o cuando los hijos (de manera correcta o equivocada) sienten que sus padres no
están cubriendo sus necesidades emocionales básicas, habrá un conflicto. Si los padres son
capaces de practicar los principios de Padres lo suficientemente buenos, cabe esperar que los
conflictos sean resueltos de modo constructivo. Sin embargo, dado que la parte emocional de
nuestros cerebros parece trabajar más rápido que la parte racional, ¡esto no es algo que ocurrirá
siempre! Cuando el conflicto se intensifica, el padre y el hijo ingresan a lo que llamamos «El
torbellino de la intensificación del conflicto» (véase figura 14.1). Este torbellino puede traer
consigo el intercambio de palabras ásperas, el estallido de rabietas, o el armar muros de silencio
y enojo, pero de cualquier modo, dañará la conexión, arruinará el sentimiento de aceptación y
perjudicará la relación. Procedamos ahora a examinar detenidamente cómo el torbellino podría
ocurrir cuando se lidia con límites razonables.

Imagínate un caso en que un muchacho de catorce años se muestra rebelde respecto a


obedecer reglas. Él pone a prueba los límites de sus padres para ver cuán lejos puede llegar. Lo
que puede pasar desapercibido es el rol que los padres juegan en enseñar límites. Supongamos
que en este caso, cuando el padre trata de enseñar a su hijo límites razonables al darle

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instrucciones, el muchacho se niega a cooperar, y el padre se vuelve severo. El muchacho discute
con su padre. El padre se frustra y levanta su voz. El adolescente también alza su voz y se va. El
padre continúa hablando, sigue a su hijo fuera de la habitación, quizás lanzándole amenazas. El
chico responde con un insulto, luego ambos quedan cansados y se retiran, cada quien a su rincón.
Mientras tanto, otros miembros de la familia pueden haber sido testigos de la escena. Lo típico
es que el otro padre se une a la pelea, sea en contra del hijo o en contra de su cónyuge.
Finalmente, alguien cede… Pero, ¿es siempre la culpa del hijo?

Es típico en una situación como ésta que la gente se vaya pensando que el hijo tiene que
aprender una o dos cosas sobre los límites. Si bien éste puede ser el caso, también es cierto que
los padres podrían haber estado más enfocados en sus propios activadores en el torbellino del
conflicto que en las necesidades de su hijo. Puede que una o más interacciones exasperantes
estuvieran obstaculizando que el hijo aprendiera sobre los límites. Éstas exacerban aún más la
formación de un torbellino entre el hijo y el padre. Luego se intensifica, causando dolor y daño
emocional. Se usan palabras innecesarias. Puede haber maltrato verbal o físico. Algunos padres
se rinden y entonces el hijo «gana». Algunas veces el padre «gana» y el niño desarrolla
resentimiento. En ambos casos, la conexión entre padre e hijo es dañada.

Toda la verdad sobre los Louis

Cuando nuestros hijos eran más pequeños, teníamos reglas para el uso de la TV y de
la computadora (qué ver, cuándo y por cuánto tiempo). Les dimos oportunidad para
que jugaran al aire libre, hicieran deportes y escucharan música; ello, sumado a las
tareas escolares y al tiempo con sus amigos, no dejaba mucho tiempo libre para
gastarlo en las pantallas. Sin embargo, cuando David empezó a ir a la escuela
secundaria, descubrimos que él trataba de jugar a escondidas juegos de cómputo
adicionales. Si bien sus notas no estaban bajando, más nos preocupaba el engaño y
el factor de la adicción, y nos dimos cuenta de que empezaba a tener un efecto
negativo. Yo (John) hablé con él e hicimos un acuerdo escrito acerca de sus límites. Él
estuvo de acuerdo y durante los primeros días todo iba bien. Luego, un día lo atrapé
con las manos en la masa; él se había esforzado en dejar el juego de video, pero ya
era muy tarde. Perdí mi paciencia, le grité y me fui muy enojado a mi oficina. David
había sido herido por mi arrebato de ira. Después, luego de la intervención de mi
esposa, hablamos y me disculpé. David también se disculpó por su falta de seriedad
en respetar los límites acordados y por haber actuado en secreto. Al mirar atrás,
aunque él descaradamente ignoró una regla que habíamos acordado previamente,
yo no debí haber estallado de ira. Me permití a mí mismo caminar directo hacia un
torbellino de la intensificación del conflicto, el cual potencialmente hirió nuestra
conexión y fue contraproducente. La mayor parte del tiempo, logré no causar
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exasperación; expresé mi decepción usando una voz firme y dejé que mi hijo
reflexionara, mostrando aceptación hacia él, pero no hacia su conducta, y más tarde
separé tiempo para hablar con él. Mantenerse fuera del torbellino ayuda a nuestros
hijos a aprender de sus errores.

Además de bloquear las necesidades básicas emocionales de nuestros hijos, las


interacciones exasperantes son las que más contribuyen al desarrollo del torbellino. De modo
sutil y no intencional, un padre exaspera a su hijo, lo cual no ayuda a que este escuche y
obedezca. Al mismo tiempo, si el niño es rebelde, su naturaleza o bien aminora la firmeza de sus
padres en cuanto a mantener su compromiso con sus expectativas, o bien causa que estallen de
ira aún más. La interacción entre el cubrir las necesidades emocionales básicas de los hijos y las
expectativas de los padres tiene que ser armonizada y balanceada, y si ello falla, los padres y los
hijos activarán malas reacciones entre los unos y otros, y el torbellino de la intensificación del
conflicto emergerá, conduciendo a una mayor exasperación. Por favor, revisa los Capítulos Tres
y Cuatro, luego lee las dos viñetas que figuran abajo, después de lo cual puede ir a nuestra página
web www.gep.sg para acceder a más viñetas y a un ejercicio que ayudará a los padres a volverse
experto en navegar en el torbellino.

Alicia (de doce años) llega frustrada a casa después de la escuela; ella tiene tareas extras y
varios proyectos por presentar pronto. Se va a su dormitorio. Su hermano, Samuel (de diez años)
entra a su cuarto sin tocar la puerta. Ella grita: « ¡Lárgate de mi cuarto!» Él dice «disculpa» con
un tono de voz sarcástico. Ella grita: « ¡Eres un mentiroso y te pasas de la raya!». Entonces él le
da ejemplos de cómo ella es mala con él. Sus padres escuchan el intercambio de palabras y el
padre le dice a Alicia que se calme, lo cual es su respuesta normal cada vez que los chicos tienen
una pelea. Alicia responde enojada, acusando a su papá de estar de lado de Samuel. Los dos niños
continúan insultándose uno al otro. El padre va hacia la habitación, levanta su voz y dice: « ¡¿Por
qué no pueden tan solo llevarse bien por una vez?! ¡Aún los animales se comportan mejor que
ustedes dos! Sus argumentos son tan estúpidos. ¡La casa tenía muchísima más paz antes de que
ustedes dos aparecieran!» Mientras él estalla de ira, ellos se quedan quietos. El padre entonces
les ordena a ambos disculparse. Ellos lo hacen, pero en su interior aún están resentidos entre sí
y con su padre. El padre entonces los insulta y les lanza amenazas mientras sale de la habitación
golpeando el suelo con los pies. En la cena, ellos no se hablan entre sí y la atmósfera es
incómodamente tensa y desagradable. Más tarde en la noche, el padre les lanza la buena noticia
de que había recibido un correo electrónico de su jefe para decirle que él había sido ascendido
en su trabajo. Samuel lo felicita, pero Alicia no dice nada y se va a su cuarto. El padre se siente
decepcionado, pero no le dice nada a ella, dejando el asunto sin resolver.

Beto llega a casa después la escuela y juega juegos de cómputo, como siempre lo hace. Su
madre le recuerda su promesa de ser responsable en su nuevo trabajo de medio tiempo y de irse
a su empleo oportunamente, pero él ignora a su madre. Ella le suplica y él acuerda ir a trabajar;
sin embargo, posterga hacerlo y sale de la casa tarde, como es habitual. Más tarde en esa
semana, Beto es despedido. Su madre reúne el coraje para preguntarle: «Cariño, ¿quisieras
hablar acerca de tus decisiones?». Beto se enoja y le dice: «¿Por qué simplemente no me das un

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respiro? Ya estoy bastante grande para escoger lo que me gusta; y si algo no me gusta, ¿por qué
debo hacerlo?» Cuando la madre de Beto sirve la cena, él apenas come; prefiere comer la comida
chatarra que compró cuando salió con sus amigos. Él juega juegos de computadora hasta
primeras horas de la mañana; a menudo no duerme lo suficiente y se enferma. Sus padres saben
lo que está pasando, pero tienen miedo de decir algo. La madre de Beto, en especial, se culpa a
sí misma y se deprime.

En estos ejemplos (y en otros de nuestra página web), las interacciones rápidamente se


intensificaron y llegaron hasta el torbellino. Los niños, de alguna manera, no cumplieron con las
expectativas de sus padres y la respuesta de estos se trataban más de cómo la situación activó
en ellos malas reacciones que de abordar la situación desde el punto de vista de un padre
consciente de cubrir de necesidades básicas de un niño. No importa que fuera lo que ocurrió
primero, sea que el niño no cooperó o que el padre exasperó al hijo. De cualquier manera, los
padres deben a sus hijos el aprender a mantenerse fuera del torbellino de la intensificación del
conflicto. ¡El siguiente capítulo contiene diez consejos para lograr mantenerse fuera del
torbellino por completo!

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G ran parte de evitar «El Torbellino» está relacionada con establecer una buena
base; por lo tanto, los primeros siete de los diez pasos que siguen se refieren
aquello que los padres pueden hacer para organizar bien las cosas. Una vez que
la base esté en el lugar que le corresponde, los padres se darán cuenta de que la intensificación
del conflicto se produce con mucha menor frecuencia.

1. Da instrucciones claras (con estrategias establecidas de antemano)


Es indispensable dar instrucciones claras a los niños respecto a cuáles son los límites. Los
bebés pueden entender la palabra «No»; los niños pequeños pueden aprender a recoger sus
juguetes. Mientras los niños crecen, puede ser útil tener reuniones familiares regulares para
discutir temas como las tareas de la casa, los límites, la disciplina y sus responsabilidades.

Cuando ocurren situaciones de estrés ya conocidas y predecibles, el tener estrategias


establecidas de antemano, puede ser muy útil para evitar el torbellino de la intensificación del
conflicto. Aproximadamente 150 familias de California permitieron a unos investigadores colocar
dispositivos de grabación de audio en sus casas por un período de dieciséis meses con la
esperanza de descubrir los momentos más frecuentes de conflicto. No hubo sorpresas en sus
hallazgos, pues la mayoría de las discusiones ocurrían durante el apuro de salir de la casa para ir
al trabajo y a la escuela, justo antes de ir a dormir y al final del mes cuando había cierta escasez
en las finanzas familiares 1. Por lo tanto, tiene sentido el pensar respecto a la necesidad de dar
instrucciones claras y de estrategias para prevenir los desastres antes de que ocurran.

Podemos deducir que los puntos de conflicto recogidos en ese estudio son los momentos
en que la presión de las expectativas de los padres y las necesidades básicas emocionales de los
niños tienen mayor probabilidad de entrar en conflicto. Por ejemplo, el padre espera que el niño
sea consciente de la necesidad de todos de salir de la casa rápidamente en la mañana, pero el
niño puede necesitar tiempo para alistarse de modo tranquilo y ordenado, o para sentirse
conectado con sus padres antes de que empiece el día. El apuro de los padres activa las
ansiedades del niño e impide que las necesidades emocionales sean satisfechas.

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Diferentes niños tienen diferentes asuntos y necesidades; no todos los niños necesitan de
límites para todas las cosas, sino únicamente aquellos que les conciernen personalmente. Por
ejemplo, el tema de cuánto tiempo pasar en los juegos de computadora no surgieron en las
conversaciones con nuestra hija, y las preocupaciones respecto al presupuesto raras veces se
plantearon con nuestro hijo. Otros temas son sensibles dependiendo de la edad. A continuación,
detallamos algunos temas que quizás desees discutir con tus niños, dependiendo de tus valores
y sus edades (¡siéntete libre de agregar tus propios temas!):

TEMA EXPECTATIVA
Recoger y mantener en orden sus juguetes ¿Cuán ordenados?
Invitar a amigos a la casa ¿Con qué frecuencia y cuál es la conducta
esperada?
TV durante las noches del período escolar ¿Permitido? ¿Cuánto? ¿Qué programas?
Hora de ir a dormir ¿En días de semanas vs. Fines de semana?
Dinero que los padres dan a sus hijos ¿Cantidades? ¿Frecuencia?
Gastos de celular/mensajes de texto/chateo ¿Límites?
Mañana ¿Cuál es el horario para levantarse y salir de
la casa a tiempo?
Juegos de computadora ¿Cuáles y cuán frecuentes?
Quehaceres de la casa ¿Cuáles y cuán frecuentes?
Cenas familiares ¿Frecuencia? (Recomendamos cinco veces
por semana)
Tiempo límite para llegar a casa de noche ¿Noches en días de semana vs. Fines de
semana?
Películas/TV/contenido virtual ¿Apropiado a su edad?
Letra de música ¿Aceptable a los padres?
Acceso a Internet ¿De qué tipo y cuánto?
Dormitorios de adolescentes ¿Cuál limpios y ordenados?
Mal humor y rabietas ¿Nivel de tolerancia? (Se aceptan los
sentimientos, pero no necesariamente la
conducta; Véase capítulo 7, la sección sobre
“Aceptar los sentimientos vs. Aceptar la
conducta”)
Acciones de ninguna manera aceptables ¿Cuáles serán las acciones de ninguna
manera aceptables para tu familia?

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Cuando los niños desobedecen porque los padres no fueron claros en cuanto a los límites,
se arraiga la frustración, y el torbellino puede estar justo a la vuelta de la esquina. En el caso de
algunos niños, puede ayudar a ambas partes el poner por escrito un acuerdo, y que cada uno
guarde una copia, como punto de referencia. (¡Esto no significa que sea obligatorio a nivel legal!).
Cuando algo está por escrito, es increíble cómo bloquea la aparición de potenciales
ambigüedades. Y con la proliferación de smartphones, tablets y otros aparatos, no hay razón para
que los acuerdos acerca de instrucciones y límites no puedan ser fácilmente registrados.

2. Promueve la unidad
Cuando se trata de evitar el torbellino, es importante asegurarse de que mamá y papá están
en la misma sintonía. Dado que la mayoría de nosotros pareciera que nos casamos con nuestro
opuesto, esto considerará que planifiquemos y dialoguemos bastante al respecto. A veces, el
lograr estar unidos respecto al entrenamiento y la disciplina de nuestros hijos se sentirá como
una discusión sobre una estrategia de batalla. No te desanimes. Persevera, pues vale la pena. Los
niños son muy inteligentes; ellos saben qué padre es débil en un área específica, y algunos chicos
sacarán toda la ventaja que puedan de esa debilidad, así que ¡promueve la unidad!

3. Sé optimista y animante
Sé optimista al momento de fijar límites y sé animante cuando los límites son respetados.
Es importante transmitir confianza en la capacidad de tus hijos de respetar los límites y reconocer
el éxito en cada oportunidad. Una sincera felicitación refuerza mucho más las conductas que el
hacer críticas. Shinichi Suzuki, fundador de la mundialmente famosa escuela de música, dijo que
debemos prestar atención a todo, enfocarnos en algunas cosas y mencionar una cosa2.
A continuación, indicamos algunos ejemplos de la manera en que podemos animar a
nuestros niños cuando muestran señales de mejora en cuanto a aceptar límites.

Estás haciendo un trabajo estupendo con tus quehaceres domésticos y ello realmente
muestra cuánto te interesas por nuestro hogar.
La manera como manejaste ese conflicto fue fabulosa, pues lograste demostrar empatía y
humildad además de decir la verdad.
Tu Mamá y yo nos hemos dado cuenta del gran esfuerzo que has puesto en levantarte a
tiempo cuando suena la alarma de tu reloj, por lo que estamos muy orgullosos de
ti.

El énfasis no está en el logro realizado en sí mismo, sino en el esfuerzo hecho y en lo que


demuestra respecto al carácter y nivel de responsabilidad de nuestros hijos.

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4. Realiza juegos de roles durante los tiempos de familia

Otra idea para prevenir los errores y enseñar límites de una manera proactiva es llevar a
cabo juegos de roles durante los tiempos de familia o en las noches dedicadas al juego.
Especialmente recomendamos esto para niños que están entre los dos y diez años.
Los expertos han demostrado que los juegos de roles ayudan a los niños a explorar su
imaginación, pensar en abstracto, desarrollar habilidades lingüísticas, aprender habilidades
sociales, resolver problemas, entender las perspectivas distintas a la propia, aprender de los
adultos habilidades esenciales para la vida, descubrir habilidades de liderazgo, explorar de
manera segura el mundo más allá de su realidad y adquirir confianza además de un sentido de
identidad3.
A los niños les encantan los juegos de roles en que asumen el papel de mamás, papás,
profesores, bomberos y personajes así. Cuando el juego de roles está basado en principios tales
como la honestidad y la obediencia, el juego de roles se vuelve una especie de miel que ayuda a
que la medicina pase. Si tus hijos tienen menos de diez años, no desperdicies la oportunidad y
usa un sin número de diferentes situaciones hipotéticas: puedes hacer juegos de roles en temas
tales como la obediencia, aprender a decir «no» de manera correcta, ser cortés, ser respetuoso,
a no exigir golpeando sino a pedir amablemente, ignorar a las personas problemáticas en vez de
pelear con ellas, trabajar juntos para hacer las labores domésticas, mostrar hospitalidad con los
invitados y un sinfín de otros temas para tu familia.
En los juegos de roles puedes demostrar qué se debe hacer y qué no. Algunas veces, puedes
hacer que tus niños actúen de ambas maneras; ¡a los niños especialmente les encanta dar sus
comentarios cuando mamá y papá juegan en los roles de «malos»! Vas a disfrutar de muchísima
diversión y los chicos lograrán hacerse una idea sobre lo que son los límites.

5. Obtén cooperación
Este es otro consejo útil del libro de Adele Faber y Elaine Mazlish, Cómo Hablar para que
los Niños Escuchen y Como Escuchar para que los Niños Hablen4. En la medida que los padres
estén ya practicando de modo constante nuestros primeros cuatro pasos arriba mencionados, se
darán cuenta que «obtener cooperación» los ayuda a evitar las interacciones exasperantes y a
mantenerse fuera del torbellino. Lee el segundo capítulo de su libro para tener una idea completa
al respecto.

6. Mantén una excelente conexión

Regresemos de nuevo a la primera necesidad básica emocional. Cuando la conexión es alta,


los niños quieren agradar a sus padres, debido a que, en palabras de Elkind, los padres han
cumplido con su parte del «contrato de lealtad-cumplimiento» por lo que los chicos desean ser
recíprocos5. Cuando los padres tienen la expectativa de que sus hijos cumplan su parte y
respeten los límites, pero hacen poco para aumentar su conexión emocional, están diciendo -sin
querer- que este contrato se aplica a los niños, pero no a ellos. En el fondo, lo que están diciendo
es que los padres no necesitan respetar las reglas, pero los niños sí deben hacerlo. Esto se vuelve

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un problema por dos razones. La primera es que cuando los niños sienten que el «contrato» ha
sido incumplido, se sienten exasperados y esto puede tener como resultado su rebeldía y
venganza. Esto, a menudo, se manifiesta en su negativa a aceptar los límites que se le han
impuesto —sobre todo posteriormente en sus años de adolescencia— lo cual inevitablemente
conduce al torbellino. Cuando un padre, por ejemplo, apenas pasa tiempo con sus niños, pero
está demasiado pendiente de sus labores escolares, el uso de la computadora o sus horarios para
irse a dormir; los niños se rebelan (ya sea interiormente o en su conducta exterior). Con
frecuencia, cuando se les pregunta, ni siquiera sabrán qué provocó su rebelión. Mantener una
profunda conexión entre padres e hijos impedirá que este tipo de rebelión nazca en sus
corazones. Si vamos satisfaciendo la necesidad básica emocional de conexión y aceptación de
nuestros hijos, entonces una ligera reprensión y un ligero enojo nuestro ya serán una forma de
disciplina para ellos debido a que les importa la relación con sus padres6.
La segunda razón es que este tipo de modelación de roles se convertirá en un ambiente
propicio para el desarrollo de la trampa de vida de los derechos/grandiosidad, en la cual, la
reciprocidad mutua no es respetada. Esta falta de reciprocidad puede exponerse en su relación
con sus maestros o aún con los chicos de su edad. Estate atento a sus buenas y malas noticias,
compartan la hora de la cena regularmente, juega y pasa tiempo con ellos, incluyendo tiempos
individuales con cada hijo de modo habitual. Transmitir el respeto a los límites es mucho más
fácil cuando la conexión es saludable. (Recuerda, esto se trata de ser padres «lo suficientemente
buenos», y los errores del pasado normalmente pueden ser rectificados a través de prestar una
atención minuciosa a la necesidad de conexión y aceptación mientras los niños se desarrollan).

7. Revisa las reglas periódicamente


Si bien los niños deben aprender a cumplir las reglas y los límites, los padres necesitan estar
conscientes de que es necesario modificar algunas reglas mientras el tiempo pasa y los niños van
creciendo y demostrando buena conducta. Ellos necesitan saber que son capaces de ganarse la
confianza de sus padres y que al desarrollar una mayor confianza, disfrutarán de mayores
privilegios y mayores libertades. Esto, además, está relacionado con satisfacer la necesidad
básica emocional de sana autonomía y desempeño. Ejemplos al respecto pueden incluir extender
los plazos en el horario para llegar a la casa cuando salen, el horario para irse a dormir y el darles
más dinero, por mencionar algunos.
Algunas veces las reglas deben ser reconsideradas porque los padres podrían haber sido
demasiado rígidos tanto en los límites como en las consecuencias. Otras veces, puede que ese
no sea el caso pues los niños podrían estar mostrando rebeldía en contra de las consecuencias
de expectativas y límites razonables, todo lo cual es parte de la experiencia de aprendizaje.

8. Da opciones y una segunda oportunidad


Cuando los niños se portan mal, a veces es útil para los padres hacerles tomar conciencia,
alertándolos respecto a la conducta inapropiada y preguntándoles: «¿Quieres intentarlo otra
vez?». Esto les da la oportunidad a los niños a hacer una pausa y darse cuenta de lo que han
hecho, y así tomar la decisión de corregirse ellos mismos. Es como tener el «segundo round» en
cuanto a obtener cooperación. Si los niños aún no escogen hacerlo, las consecuencias deben

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entrar en juego. Sin embargo, antes de que siquiera lleguen a ese punto, dales una oportunidad.
(Entre las excepciones están si ellos han sido atrapados robando, mintiendo, haciendo algo que
figura en tu lista de «acciones de ninguna manera aceptables» o haciendo algo peligroso). Mira
la viñeta de abajo:
Sheila, de ocho años de edad, entra por la puerta y bota su maleta en el piso de la sala. Va
soñando despierta, pensando en probar sus nuevos lápices de colores y a toda prisa se dirige hacia
las escaleras.
Madre (sonriendo): Hola cariño, ¿qué tal estuvo tu día?
Sheila (de prisa): Ahora no, Mamá, estoy apurada.
Madre (amablemente): ¿Apurada para ir al baño?
Sheila (impaciente): ¡Ya quiero probar mis nuevos lápices!
Madre (con gentileza): ¿Te has olvidado de algo, querida?
Sheila parece confundida. La madre mira fijamente la maleta, y luego sonríe de nuevo
a su hija
Sheila (la mira mostrando molestia): Mamá, la recogeré después.
Madre (sigue amable y sonriendo): ¿Te gustaría intentarlo otra vez?
Sheila (se rinde): Sí, Mami…

Sheila captó la idea, recogió su bolso y lo llevó a su dormitorio; en realidad sabía que no
debía dejar sus cosas tiradas en las áreas comunes de la casa. Dos minutos después, ella estaba
en su cuarto, en su escritorio, haciendo garabatos y tarareando una canción. Si ella vuelve a hacer
lo mismo pronto, su mamá le impondrá las respectivas consecuencias o bien, ello podría ser
materia de un juego de roles durante una reunión familiar.
La constante repetición de este simple pero poderoso principio hace una enorme
diferencia. Los niños se olvidan todo el tiempo. Si las consecuencias se imponen inmediatamente,
esto causa tensión en la casa y produce tensión en las relaciones entre padres e hijos. Los padres
que tienden a exasperar a sus hijos, sobre todo al ser menospreciativos, represivos,
perfeccionistas o controladores, deben tomar nota de estos puntos. Dales al menos una
oportunidad más. Aprende a ser paciente. No recurras a imponer las consecuencias de
inmediato, a menos que los hijos sean mayores y su conducta indebida sea algo muy grave.

9. Permite que las consecuencias surtan efecto


En el contexto de enseñar disciplina a los niños, las consecuencias deben estar relacionadas
con la conducta inapropiada o actitudes que pueden causar daño a los niños o a los demás.
Aprender de las consecuencias naturales de las cosas ayuda a los niños a ser responsables. Rudolf
Dreikurs subraya las consecuencias naturales así como las lógicas en su revolucionario libro
titulado Aprendiendo a ser padres7.
Cuando los padres no permiten a sus niños el cosechar lo que siembran, sea porque se
interponen en la situación para protegerlos de las consecuencias naturales o porque fallan en
imponer consecuencias, le están haciendo un daño inconmensurable al carácter de sus hijos.
Nosotros creemos que, cuando son usadas de modo adecuado, las consecuencias son una forma
efectiva de poner un alto a una conducta inapropiada, evitar el torbellino de la intensificación del
conflicto, mejorar la conducta de los niños en general, enseñarles a tomar en serio las palabras e

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instrucciones de sus padres, y ayudarlos a darse cuenta de cuán grave es su mala conducta para
ellos mismos y para los demás.
Las consecuencias funcionan también para los adultos. ¿Alguna vez has recibido una
papeleta por exceso de velocidad? ¿Cómo afectó tu manera de conducir después de ello?
¿Alguna vez te tardaste en pagar la cuenta de tu tarjeta de crédito de modo que te impusieron
una considerable penalidad? ¿Alguna vez has sido engañado por un programa que ofrece hacerte
rico rápido? Las consecuencias funcionan para las personas de todas las edades. Preferimos que
los niños aprendan lecciones cuando son jóvenes, antes de que las consecuencias se vuelvan
realmente graves.

Consecuencias naturales vs. consecuencias lógicas


Las consecuencias naturales se refieren a que los niños cosechen lo que ellos han sembrado
como resultado directo de su conducta, no como resultado de un castigo o consecuencia
impuesta más tarde por sus padres. A continuación, señalamos algunos escenarios como
ejemplos de consecuencias naturales.
• Si los niños pierden sus celulares, no tendrán uno nuevo hasta que ellos lo compren.
• Si los niños no estudian para sus exámenes, ellos obtendrán bajas calificaciones.
• Si los niños no se levantan a tiempo en la mañana, llegarán tarde a la escuela.
• Si los niños son malos con sus amigos, a la gente no le gustará jugar con ellos ni lo
disfrutará.
• Si los niños gastan todo su dinero, ya no tendrán nada para gastar hasta la próxima vez
que les corresponda recibir más.

Una advertencia, no uses las consecuencias naturales cuando el resultado de una conducta
inapropiada dañarán al niño, por ejemplo, al cruzar la calle sin ir de la mano de sus padres o si
toca un tomacorriente eléctrico.
Las consecuencias lógicas tienen como resultados que los niños tendrán que asumir los
efectos cuando incumplen las reglas, de maneras previamente establecidas por los padres y los
niños, quizás en una reunión familiar. Tales consecuencias deben ser conversadas y decididas
colectivamente con los niños. De esta manera, los padres no pueden ser acusados más tarde de
ser injustos. Con respecto a las consecuencias lógicas, estas no llegan de modo automático, sino
ocurren cuando los padres intervienen e imponen disciplina, como se aprecia en los siguientes
ejemplos de la vida real.
Jaime era un chico fácil de tratar, quien no se había metido en muchos problemas a lo largo
de los años. Sin embargo, aproximadamente a los catorce años de edad, se volvió un fanático de
los juegos en línea, a costa de no hacer sus tareas de la escuela. Con el tiempo, sus maestros
comentaron acerca de su desempeño por debajo de lo esperado. Sus padres fijaron reglas para
jugar: únicamente podía hacerlo luego de terminar sus tareas de la escuela de modo satisfactorio;
además podía jugar solamente por un tiempo limitado. De no cumplir con ello, se le retiraría su
computadora portátil por dos semanas. Los padres de Jaime lo atraparon incumpliendo las reglas,

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por lo que procedieron a imponer las consecuencias que habían prometido. Aunque Jaime quedó
impactado al constatar que sus padres realmente hablaban en serio, posteriormente su conducta
mejoró grandemente.

Mientras Karla (de diez años) estaba nadando con un grupo de amigos, una niña de
otro grupo hizo comentarios sarcásticos acerca de cómo su ropa de baño la hacía ver
gorda. Karla se sintió humillada, avergonzada y enojada. Ella tiró del cabello de la niña
grosera, salió de la piscina y aventó a la piscina el bolso de mano de la chica. Los padres
de sus amigos rápidamente intervinieron y les contaron a los padres de Karla acerca de lo
que pasó una vez que estos llegaron. Después de escuchar ambas versiones de la historia
y mostrar empatía con la humillación que había sufrido, los padres de Karla le dijeron que
ellos decidirían sobre las consecuencias que le impondrían luego de pensar al respecto,
pero que ella ciertamente tendría que pagar para reponer con su propio dinero el bolso
y su contenido, lo cual le tomaría probablemente cuatro meses, dado el monto que sus
padres la dan cada mes. Posteriormente, ellos le prohibieron ir a fiestas y pijamadas por
los próximos dos meses. Esta fue una llamada de atención para Karla, quien encontraba
difícil controlar su temperamento; después de ese momento su dominio propio mejoró
grandemente. (Se hicieron además esfuerzos para ayudar a las niñas a reconciliarse, pero
la otra parte no estaba interesada. Karla había aprendido que aunque la otra niña había
empezado el problema, ella no tenía el derecho de comportarse de la manera en que lo
hizo).
Cuando se imponen consecuencias:
• Ten cuidado de tu tono de voz. Un tono de voz adecuado no es simplemente
una buena idea, sino que es esencial en una comunicación. Está bien el mostrar
decepción ante un mal comportamiento, pero el tono de voz no debe cambiar
de la indignación a la rabia y al menosprecio. De otro modo, el niño enfrentará
los elementos adicionales de la vergüenza y humillación además del
resentimiento y la amargura. Los padres necesitan ser conscientes de aquellas
tendencias que tienen hacia interacciones exasperantes, tales como las
actitudes de subestimación, castigo o pesimismo.
• Aplica las consecuencias inmediatamente. Esto es especialmente importante
para niños pequeños. Si hubo una conducta negativa, las consecuencias
previamente acordadas deben hacerse efectivas inmediatamente, de modo
rápido y con calma.
• Persevera si el cambio no ocurre. A menudo los padres se rinden cuando el
cambio no sucede; en vez de eso, deberían revisar las consecuencias y quizás
inclusive intensificarlas. Con el tiempo, si son administradas correctamente, las
consecuencias tendrán un efecto.
• Asegúrate de que las consecuencias corresponden, efectivamente, al
comportamiento indebido. Este es un principio importante que los padres
necesitan entender al decidir qué posibles consecuencias aplicar. Si el nivel de

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gravedad es menor, entonces la consecuencia debe ser leve también. Los
padres que tienen la tendencia a tener interacciones basadas en el castigo, el
control o la subestimación con frecuencia proponen consecuencias que están
fuera de toda proporción con relación al nivel del comportamiento indebido.
Aquellos que tienden a exasperar al ser demasiado permisivos tendrán el
problema opuesto.

10. Reconcilia de manera profunda, reconociendo responsabilidades y


haciendo un cierre apropiado
Después de que las consecuencias han sido impuestas, el padre y el hijo deben tomar el
tiempo para sentarse y evaluar la situación en su totalidad. El arreglar la situación debe hacerse
de modo satisfactorio, conduciendo al perdón y reconciliación. Sin un cierre que sea
emocionalmente adecuado, el resentimiento y la amargura se arraigarán y causarán desconexión
entre el padre y el hijo (véase Capítulo Veinte). Como se mencionó anteriormente, si se arreglan
las cosas de buena manera, los conflictos entre padres e hijos tendrán un mínimo impacto en la
salud mental y emocional para todos.

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L
a necesidad básica emocional de expectativas realistas puede ser definida como
ayudar a tus niños a entender lo que se espera de ellos, mientras les das la libertad
de ser ellos mismos; implica modificar las expectativas de modo que estas puedan
inspirar y motivar a tus hijos. Cuando los padres cubren la necesidad básica emociona de
expectativas realistas, sus niños desarrollarán, ya sea una o la totalidad de estas
características/creencias: estándares realistas, gracia y autosacrificio dentro de ciertos límites';
además, ellos creerán, constante nivel emocional, los siguientes mensajes dados por sus padres:

Ellos conocen mis fortalezas y debilidades

Ellos me animan a dar lo mejor de mí, y a la vez, me liberan de expectativas perfeccionistas

Ellos me ayudan a lograr un balance entre el trabajo y el juego.

Su amor por mí no está basado en el resultado de mis esfuerzos.

Ellos valoran mis fortalezas y aspiraciones a pesar que estas puedan ser diferentes de las
suyas y no tan valoradas por la sociedad.

Ellos me dan el beneficio de la duda cuando las cosas salen mal.

Ellos me guían en cuanto a cuidar de mí mismo y se esfuerzan por asegurarse de que disfruto
la vida.

Ellos me perdonan de corazón cuando «meto la pata».

El padre de Carla y Rebeca es una persona muy exitosa que proviene de una familia
asentada en los Estados Unidos de América. Sus abuelos tienen una segunda mansión
exclusivamente para las vacaciones y están bien conectados a nivel político y social; la posición y
el logro son altamente valorados a lo largo de su familia. Mientras más habían intentado los
padres de las niñas inculcarles valores saludables en su crianza, no habían podido proteger a sus

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hijas de la incesante evaluación de los parientes de su padre, quienes constantemente las
comparaban con sus primos: «¡Fredy obtuvo una calificación sobresaliente en su examen de
admisión a la universidad, pero he oído que Carla únicamente obtuvo un buen puntaje! ¡Y supe
que Rebeca no fue aceptada en el campamento de equitación este verano!». Aunque a Carla y
Rebeca les va bien académicamente y asisten a las más prestigiosas universidades, ellas tienen
dificultades en varias áreas de la inteligencia emocional. Albergan rabia en su interior, les falta
empatía y no logran relacionarse bien con los demás. Ellas se ven a sí mismas como superiores y
no desean relacionarse con quienes no llegan a estar a la altura de sus expectativas. Resumiendo,
no son personas agradables con quienes estar. Una de las chicas ha luchado con pensamientos
suicidas y ha empezado, recientemente, a asistir a consejería, así como sus padres, quienes
desean recibir ayuda para «reparar y reconectar» y, así guiar a sus hijas a nivel emocional y social.

Tener expectativas exageradas no es la solución


Todos nosotros tenemos expectativas. Tenemos la expectativa de que el sol salga mañana.
Tenemos la expectativa de que nuestros amigos respondan a nuestro llamado. Tenemos la
expectativa de que nuestros cónyuges nos sean fieles. Tenemos la expectativa de que nuestros
hijos crezcan, hagan amigos, exploren diferentes aficiones y aprendan a cuidarse a sí mismos.
Cuando hemos explorado el tema de los límites razonables en la sección anterior, hemos tratado
el tema de las expectativas saludables y normales que los padres tienen respecto a sus hijos. Sin
embargo, en algunas familias hay pocas expectativas o puede que, en definitiva, no haya ninguna
lo que significaría dejar a los niños sin rumbo y desalentados, transmitiéndoles el mensaje de que
no se valora ni confía en sus fortalezas y capacidades. En cambio, en otras familias, hay
demasiadas expectativas, explícitas o implícitas y las expectativas exageradas pueden causar
presión y ansiedad excesiva. Por lo tanto, a esta necesidad básica emocional se le denomina
expectativas realistas. (La mayor parte de esta sección trata acerca de moderar las expectativas;
sin embargo, de cuando en cuando nos dirigiremos a quienes tienen pocas o ningunas
expectativas).

Vivimos en un mundo en el cual tanto adultos como niños experimentan un estrés en


aumento. Las demandas y expectativas que la gente afronta en sus trabajos y escuelas los
presionan hasta el límite. Aunque estamos rodeados de aparatos que supuestamente nos
ahorran tiempo, no parece que tengamos más tiempo. Los niños no se han librado de las
consecuencias: algunos están prácticamente enterrados en montones de tareas de la escuela,
algunos participan en interminables actividades después de clase y algunos practican deportes
por varias horas diarias, no por diversión sino para ayudarlos a obtener una beca en la
universidad, conduciéndolos a aún más presión.

Se tiene la expectativa de que los niños, a edades cada vez más tempranas, hagan más
cosas y aprendan conceptos más complejos, más allá de lo que es apropiado para su edad. Más
aún, la competencia en la escuela desanima a los estudiantes de ayudarse los unos a los otros y
produce la mentalidad de que cada quien vele por sus propios intereses. Los padres presionan a
los niños para que ingresen a las mejores escuelas y universidades, causando que en los hogares

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abunden las tensiones. Los niños sienten vergüenza cuando sus padres hacen comparaciones
(«Tu primo estudió en Harvard»); les dan sermones («Cuando yo tenía tu edad, yo ya entendía el
valor del trabajo duro.»), y los atosigan diciéndoles que tienen que ser los mejores de su clase o
en un deporte.

Los padres que se esfuerzan por sacar lo mejor de sus hijos no son ayudados por filosofías
de crianza tales como las propugnadas en el artículo «Why Chinese Mothers Are Superior»
(porque las madres chinas son superiores) publicado por el Wall Street Journal, el 8 de enero del
2011, en el cual una catedrática, de origen chino-americano, de la Facultad de Derecho de la
Universidad de Yale, presumía de su propia crianza. Uno de sus párrafos más alarmantes dice:

Mucha gente se pregunta cómo es que los padres chinos crían a niños que vivan tanto el
estereotipo del éxito. Se preguntan qué es lo que estos padres hacen para producir tantos genios
matemáticos y prodigios musicales; cómo es el interior de una familia así, y también si ellos
podrían hacerlo. Bueno, yo se los puedo decir, porque yo lo he hecho. Aquí les comento algunas
cosas que a mis hijas, Sophía y Louisa, nunca les permití hacer:

• ir a pijamadas

• fijar tiempos para jugar con otros niños

• estar en una obra escolar

• quejarse de no estar en una obra escolar

• mirar TV o jugar juegos de computadora

• escoger sus propias actividades extracurriculares

• obtener notas que no sean las más altas posibles

• el no ser las estudiantes número uno en cada materia excepto en gimnasia y teatro

• tocar cualquier instrumento que no sea piano o violín

• negarse a tocar piano o violín2

Creemos que es triste ver que estos principios han recibido tanta publicidad; no solo
creemos que no ayudan, sino que son dañinos, pues van en contra de las conclusiones que
investigaciones de calidad han realizado respecto a cómo conectar con nuestros hijos y como
criarlos para que sean adultos sanos a nivel emocional, espiritual y psicológico.

La esterilidad de una vida ocupada


Muchos padres hoy en día, aún sin leer tales exhortaciones extremas, reaccionan
exageradamente debido al miedo y preocupación, y fuerzan a sus hijos a asistir a clases extras
durante los fines de semana o a matricularse en múltiples actividades deportivas. Aún las
vacaciones son llenadas con clases de recuperación y campamentos, dejando escasos períodos

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para que las familias puedan relajarse y conectarse entre sí3 (RI16.1). ¿A dónde conduce esto?
Puede que terminen en el hospital, pues algunos doctores estiman que el setenta y cinco por
ciento de todas las enfermedades empiezan con el estrés; en el hospital psiquiátrico, dado que
es bien conocido que el estrés causa ansiedad y depresión; y en demandas de divorcio, ya que
muchos son causados por la desatención sufrida por los cónyuges, debido a la falta de balance
entre el trabajo y la vida personal o ante la falta de unidad respecto a las expectativas que se
tienen sobre los hijos.

¡Es hora de despertar! Esto nos recuerda una cita atribuida a William Sloane Coffin, capellán
de una prestigiosa universidad norteamericana en la década de los cincuenta, quien dijo:
«Aunque ganes la carrera de ratas, sigues siendo una rata»4. Más de dos mil años antes, el
filósofo griego Sócrates dijo: «Cuidado con la esterilidad de una vida ocupada»5.

Dado que hay una interconexión entre las necesidades emocionales básicas, les
recordamos a los lectores que los padres no pueden satisfacer la necesidad de expectativas
realistas sin asegurarse de que la necesidad básica de conexión y aceptación sea también cubierta
de modo adecuado.

Toda la verdad sobre los Louis

Nuestros niños empezaron a aprender tenis cuando eran muy chicos, mientras estábamos
viviendo en Australia. (Sabíamos que con el tiempo nos mudaríamos nuevamente a Asia, así es
que pensamos que ¡deberíamos sacar el máximo provecho de vivir en un país tan
deportivo!).Cuando nuestra hija mayor cumplió ocho, ella insistió en entrar a torneos. No
estábamos seguros si ella había nacido con un temperamento perfeccionista y una naturaleza
competitiva, o si yo (John) se lo había transmitido a ella, pero mi esposa y yo decidimos intervenir
desde un comienzo. Buscamos consejo de padres de jugadores de tenis quienes enseñaban a sus
hijos que el ganar no estaba determinado por el puntaje. En sus familias, un partido se
consideraba ganado si el jugador había realizado su mejor esfuerzo, si había disfrutado del juego
y si mostraba gracia sea que ganara o perdiera. Por el contrario, cuando el niño había ganado
únicamente en términos del puntaje, los padres consideraban ello como si hubiera perdido.
Al ayudar a Sonia a tener expectativas sanas, significó que no solo disfrutó de los partidos, sino
que creció en su carácter.

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E
l cuarto dominio entre los grupos de esquemas es conocido como el de
expectativas exageradas. En la medida que los padres no satisfagan la
necesidad básica emocional de expectativas realistas, creemos que sus hijos
experimentarán lo contrario, las expectativas exageradas. Esto significa que sus hijos estarán en
riesgo de desarrollar algunas o todas las trampas de vida que hay en el dominio de expectativas
exageradas, es decir, estándares inflexibles, castigo, auto-sacrificio. Este capítulo explica estas
tres trampas de vida en detalle y contiene «Zona básica de seguridad» correspondiente.

La trampa de vida de los estándares inflexibles/hipercriticismo


El primer esquema (trampa de vida) maladaptativo en el dominio de las expectativas
exageradas son los estándares inflexibles/hipercriticismo. El mensaje fundamental de la trampa
de vida de estándares inflexibles es «Debo trabajar muy, muy duro para alcanzar estándares muy
altos o seré criticado. No tengo tiempo para relajarme o divertirme. Debo ser eficiente siempre».
Las palabras de impulso en esta trampa de vida son «Yo debo... »

Los niños que desarrollan esta trampa de vida son impulsados por la incesante necesidad
de exigirse mucho a sí mismos. Constantemente están esforzándose por trabajar más y más duro
para ocupar una mejor posición, porque el lugar en el cual actualmente están nunca es lo
suficientemente bueno. De hecho, esta trampa de vida está relacionada con la de la
defectuosidad, dado que siempre están a un escalón más de estar satisfechos; ello estará a su
vista, pero les parecerá inalcanzable. Cuando crecen desarrollan estándares obligatorios,
haciéndolos críticos hacia las personas que fallan en cumplirlos. Estas reglas autoimpuestas los
siguen a donde quiera que vayan, mientras las imponen a todos. Frecuentemente, desprecian a
quienes no llegan a alcanzar sus expectativas excesivamente altas y se molestan por pequeñeces
que nadie más notaría. Sobre todo, no muestran gracia alguna hacia los errores de los demás.

Las personas con la trampa de vida de estándares inflexibles, en realidad, piensan que los
estándares que imponen son normales y que los demás son estúpidos, inferiores, descuidados,
perezosos, desaliñados, ineptos o lentos. Son completamente inconscientes del hecho de que
sus reacciones a las situaciones, junto a sus opiniones sobre los demás y su condena a estos, por
lo general están fuera de proporción con la realidad de la situación. Normalmente, son duros

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consigo mismos, como lo son con los demás; tomarse un tiempo libre los hace sentir culpables.
Les es difícil relajarse, y todos estos factores se combinan, afectando a su salud. Si bien, puede
que logren el éxito en la vida, generalmente ocurre a costa de las relaciones. Debido a que
constantemente esperan que los demás cumplan con sus reglas, son compañeros difíciles.
(Aquellos que tienen la trampa de vida de estándares inflexibles no se dan cuenta de que ellos
tienen esos estándares únicamente en ciertas áreas. pero en otras ellos también fallan; por
ejemplo, el caso del serio académico cuyo escritorio es un desorden, o del médico que trabaja
sin descanso, pero no tiene tiempo para sus hijos).

El ambiente familiar en el que pudo haberse desenvuelto durante su infancia y que podría
haber causado que esta trampa de vida se desarrolle:

• Uno de los padres estableció estándares muy altos en áreas como la limpieza, el
desempeño académico y los buenos modales. Si bien puede que el padre no haya
impuesto de manera directa estos estándares al niño, puede que el padre todavía haya
modelado ese rasgo.

• El amor de uno o de ambos padres estaba basado en el desempeño; por lo tanto, el niño
no experimentó un amor incondicional, ya sea por parte de uno o sus dos padres.

• La conversación de sus padres giraba frecuentemente sobre lo que el niño debería


lograr, lo que otros estaban logrando o cómo el niño debía ser lo suficientemente bueno.
El carácter del niño estaba definido más en términos de logros que en base a sus
cualidades personales.

• Los padres eran exageradamente críticos respecto a los demás en sus conversaciones y
no animaban al niño.

• Se criticaba y humillaba al niño cuando no lograba algo. Nada era nunca suficiente para
sus padres (o para un maestro o entrenador).

• El niño desarrolló estos estándares para aliviar el dolor interno en su vida, posiblemente
ante su incapacidad de entablar relaciones profundas con los demás, a fin de sentirse
bien.

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La trampa de vida del castigo

El segundo esquema (trampa de vida) maladaptativo en el dominio de las expectativas


exageradas es el castigo. El mensaje fundamental de esta trampa de vida es «Los errores tienen
consecuencias. Yo debo ser castigado por cometer errores, al igual que cualquier otro que los
cometa. Cometer un error no es aceptable. Debemos esforzarnos constantemente por la
perfección y exigirla».

Los niños que desarrollan esta trampa de vida generalmente han sido educados por padres
que no muestran gracia o compasión ni a ellos mismos ni a otros por los errores que cometen.
Los padres de estos niños tienen una mentalidad de lograr que se haga justicia a cualquier precio
e inculcan esta forma de pensar en sus niños. Tal como ocurrió con sus padres, estos niños crecen
convirtiéndose en adultos que no perdonan fácilmente; para ellos los errores son crímenes que
deben ser castigados. Poseen un fuerte sentido de justicia, que los hace ver las cosas de color
blanco o negro. Los errores son errores, ya sea que hayan sido cometidos involuntaria o
deliberadamente; son rápidos para culpar a los demás cuando algo sale mal. A menudo ven como
débiles a las personas que muestran compasión.

El ambiente familiar en el que pudo haberse desenvuelto durante su infancia y que podría
haber causado que esta trampa de vida se desarrolle:

• Los padres, a menudo, culpaban y reprendían al niño y a sus hermanos cuando las cosas
iban mal. Las consecuencias, generalmente, eran desproporcionadas a los errores
cometidos, y cuando son adultos, la voz de sus padres continúa sonando en su cabeza.

• El niño asistió a una escuela donde frecuentemente se castigaba a los demás por sus
errores y se mostraba poca compasión.

• Los padres del niño no hablaban mucho sobre el perdón. Tenían un punto de vista
negativo de las personas que apoyaban tal perspectiva.

• Los padres del niño tenían la actitud de siempre estar en lo correcto, culpaban a los
demás y guardaban resentimientos.

• Los padres del niño fueron lastimados mientras crecían, por lo que una y otra vez
recalcaban sus recuerdos sobre tal dolor.

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La trampa de vida del autosacrificio

El tercer y último esquema (trampa de vida) maladaptativo en el dominio de las


expectativas exageradas es el autosacrificio. El mensaje fundamental de esta trampa de vida es
«Debo satisfacer las necesidades de otras personas antes que las mías. No quiero sentirme
egoísta ni provocar ningún tipo de dolor a otros». Si bien este patrón de pensamiento y de
comportamiento parece ser muy altruista, puede crear problemas a largo plazo, ya que resulta
en relaciones desbalanceadas y problemas por necesidades insatisfechas.

Las personas que tienen esta trampa de vida son, por lo general, encantadoras. Ellas
sienten empatía y se preocupan genuinamente por los demás, y asumen responsabilidades con
el fin de aliviarles su malestar. De hecho, ellas preferirían sufrir antes que incomodar en lo más
mínimo a otras personas. Básicamente, ellas se esfuerzan por hacer que otras personas se sientan
mejor. Su decisión de ayudar a otros no proviene de un deseo de agradar o de evitar el conflicto
o peligro; estos niños están tan conectados con el dolor y sentimientos de otros que
genuinamente sienten empatía con otros, tanto que en realidad sienten que es su
responsabilidad aliviar a los demás. Se sienten culpables si no se sacrifican por otros. Uno puede
preguntarse, ¿por qué esto es una trampa de vida? Porque esta mentalidad altruista se vuelve
peligrosa cuando estas personas que se autosacrifican dan y dan sin que sus propias necesidades
sean satisfechas; con el tiempo, ellas experimentan un desgaste, así como problemas de salud
física y mental.

Una nota especial para los padres que tiene trabajos o profesiones relacionadas al cuidado
de otros: Si tú eres un profesional de salud, un consejero/terapeuta, un ministro de una iglesia o
cualquier profesional que ayuda a otros, probablemente ya tienes dificultades con lograr un
balance entre tu trabajo y tu vida familiar, y no hay duda de que estás consciente de que debes
desarrollar una rutina de autocuidado. Si decides escoger hacer esfuerzos adicionales a favor de
los demás, tal como muchas personas nobles hacen, asegúrate de que no estés exigiendo lo
mismo de tus hijos: puede que no sea lo que ellos quieren hacer y quizás ellos serían más felices
y más productivos trabajando en otra área.

El ambiente familiar en el que pudo haberse desenvuelto durante su infancia y que podría
haber causado que esta trampa de vida se desarrolle:

• Los padres del niño, por cualquier razón, no fueron capaces de cuidarlo a éste ni a sus
hermanos menores. Así, el niño intervino y asumió esta responsabilidad, yendo más allá
de lo que debía esperarse de alguien de su edad.

• Los padres del niño fueron su modelo de autosacrificio. Quizás, ellos estaban trabajando
en una profesión de servicio o estaban muy involucrados en trabajo voluntario.

• El niño desde muy temprana edad tuvo que trabajar o ayudar en el negocio familiar
debido a problemas financieros o de salud de sus padres.

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• El niño desde muy pequeño asumió el papel de padre o madre (educando al padre o a
la madre) aunque debió haber sido al revés. Por ejemplo, uno de los padres del niño
pudo haber sido alcohólico, pudo haber tenido una enfermedad crónica o pudo haber
sufrido abuso del otro padre o de otros parientes.

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Zona básica de seguridad

Los padres son responsables de proteger el bienestar de sus hijos. Al satisfacer la necesidad
básica emocional de expectativas realistas, los padres están protegiendo a sus hijos contra un
sinfín de problemas ocasionados por el estilo de vida estresante de hoy en día.

La privación de sueño
Una de las revistas médicas líderes en el mundo, The Lancet, reveló que entre los países
desarrollados, Singapur tiene la tasa de mortalidad más baja para jóvenes varones, ¡lo cual es
algo para celebrar!1 (Estados Unidos de Norteamérica tiene la tasa más alta). La parte negativa
es que las expectativas relacionadas con la educación- cada vez más altas-, que los padres y
maestros imponen sobre los niños y niñas significa que están experimentando privación de horas
de sueño, lo cual resulta no solo en niños irritables o caracteres explosivos, sino en graves
problemas de salud mental.2

¡Perdónennos por incluir más estadísticas, pero ellas hablan por sí solas!

Los chicos que tenían dificultades para dormir entre los 12 y 14 años tenían más del doble
de probabilidades de tener pensamientos suicidas entre los 15 y 17 años que aquellos que no
habían tenido problemas para dormir a una edad menor.

Los estudios muestran un crecimiento del 50% en el número de jóvenes que tienen
desórdenes de ansiedad entre los veinte y treinta años si tuvieron constantes dificultades para
dormir a los nueve años.

Los niños de Singapur tienen un promedio de dos horas menos de sueño que los de Suiza.
Un profesor dijo: «Mi experiencia personal es que muchos niños y adolescentes [en Singapur]
están bastante privados de sueño», y cuando ellos logran dormir más, muestran «una notable
mejora en su aptitud académica»3.

La mayoría de padres no están conscientes de los efectos en el largo plazo que tiene la
privación de sueño, combinada con otros factores estresantes, en el bienestar mental de sus
hijos.

Singapur ocupa el primer lugar en el mundo en enfermedades mentales entre jóvenes.

Mantenerse despierto por 24 horas consecutivas es equiparable a la intoxicación legal con


alcohol [al manejar] en cuanto al deterioro de las capacidades de una persona. Dormir solo seis
horas cada noche por dos semanas causa el mismo nivel de deterioro de capacidades que
mantenerse despierto por 24 horas4 (RI17.1).

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Las mochilas pesadas

Las investigaciones han revelado los efectos perjudiciales que tienen las expectativas
excesivas de las instituciones educativas en el bienestar físico de niños pequeños.
Específicamente, los estudiantes en diversas partes del mundo están llevando mochilas que
exceden el peso recomendado para cargar, lo cual es 15% del peso del cuerpo. Cargar esas
mochilas pesadas tiene un impacto negativo en sus cuerpos al menoscabar su capacidad
pulmonar y causarles dolor de espalda crónico5 (RI 17.1).

La miopía

¿Cómo es que el tema de la visión entra en esta discusión? La miopía ha surgido como un
problema principal de salud en diferentes partes de Asia, afectando mayormente a los niños. Los
factores que la causan incluyen el énfasis exagerado en la educación y el no tener tiempos
suficientes para disfrutar al aire libre; las últimas investigaciones relacionan la falta de exposición
a la luz solar con la miopía. Los padres deben asegurarse de que sus hijos pasen de dos a tres
horas al día en la luz solar. En Asia, ello está afectando a un porcentaje del 80 a 90% de los niños
que egresan de la escuela primaria y un porcentaje del 10 a 20% de los que se gradúan de la
escuela secundaria6. Entonces, no nos sorprende que el doctor de nuestra familia, el Dr. Malcolm
Lim, nos dijera que su reproche más grande hacia los padres en Singapur es ¡el no proteger la
vista de sus hijos! (RI 17.1).

Toda la verdad sobre los Louis

Esto no se trata de nuestra familia, sino que está basado en algo que yo (Karen)
observé en el periódico principal de Singapur, titulado The Straits Times. Yo quería
mostrarles que no todo es pesimismo y tristeza. Una madre en Singapur, Madam Poh,
respondió a los artículos sobre privación de horas de sueño, compartiendo el horario
de su familia, lo cual consideramos que es una receta para una crianza saludable,
aunque sea difícil de seguir en el contexto de la vida actual. Sin embargo, lo hemos
incluido como un buen ejemplo que debemos esforzarnos por imitar. En resumen,
Madam Poh escribió que ella y su esposo, ambos con un trabajo a tiempo completo,
tienen tres niñas, de cinco, siete y diez años. Ellos toman el desayuno con sus hijas,
las dejan en el autobús escolar y luego se dirigen directamente al trabajo; así, ellos
pueden empezar a trabajar a las 7:30 a. m. Sus hijas son llevadas a la casa por el bus

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escolar y hacen su tarea antes de que sus padres lleguen a casa, siendo supervisadas
por una niñera. En un día normal, Madam Poh y su esposo salen del trabajo a las 5:00
p. m. para cenar con sus niñas a las 6:00 p. m., y tratar cualquier pregunta que tengan
respecto a sus tareas escolares después de la comida. Juegan juntos o miran un poco
de televisión. A las 7:30 p. m., los padres están leyendo cuentos a sus hijas, y las luces
se apagan a las 8:00 p. m. Las dos hijas mayores se levantan a las 5:30 a. m. luego de
diez horas de sueño. La hija de cinco años se levanta a las 6:30 a. m. y toma una siesta
de una hora en la tarde. Así, todas las chicas Poh cubren los requerimientos indicados
por la National Sleep Foundation (fundación nacional para el sueño) sugeridos en su
guía sobre el sueño. ¡Bien hecho, familia Poh!

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C uando uno observa los resultados en las áreas de rendimiento académico, los
logros deportivos y el éxito en general, la participación de los padres en esas
áreas puede ser bien un punto a favor o un punto en contra en la vida de sus
hijos'; todo depende de la manera en que los padres se dedican a cubrir la necesidad básica
emocional de expectativas realistas (RI18.1). Basados en la inmensa cantidad de costos,
preocupación y ansiedad que acompañan a las expectativas de los padres en el área del
desempeño académico de sus hijos, hablaremos mayormente sobre las expectativas académicas;
sin embargo, esta discusión puede aplicarse a otro tipo de expectativas.

¿Qué es lo que causa que los padres sean un punto contra en la vida de sus hijos?
La participación de los padres debe tomar en cuenta las dinámicas del padre con el hijo.
Por ejemplo, cuando algunos papás y mamás escuchan acerca de los resultados positivos de la
participación de los padres en la vida de sus hijos, entonces deciden vigilar a sus hijos varias veces
al día, y los presionan para lograr niveles excepcionales, mientras que son críticos de los errores
que estos cometen. ¡Estos padres son inconscientes del daño que están haciendo a sus hijos en
nombre del amor! La forma en cómo los padres transmiten sus expectativas, la calidad de las
relaciones que tienen con sus hijos, si estos se sienten aún aceptados después de cometer
errores, y el nivel de críticas de los padres, todo ello hace una enorme diferencia en los resultados
del desempeño académico de los niños. No estamos defendiendo que haya expectativas
mediocres; el punto aquí es el tipo de expectativas que se tienen y cómo son comunicadas; esta
es la razón de ser de la necesidad básica emocional de expectativas realistas.

¿Qué ayuda a que los padres sean un punto a favor en la vida de sus hijos?
Cuando los padres están cubriendo las tres primeras necesidades básicas emocionales,
sobre todo cuando la conexión es fuerte, la participación de los padres será un punto a favor.
Aún con el riesgo de sonar repetitivos, vamos a recordar de nuevo a los padres cuán importante
es para ellos preocuparse de cubrir la primera necesidad básica emocional de conexión y

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aceptación. Una institución llamada Heritage Foundation, en el año 2008, reveló que un estilo de
crianza sensible, cariñoso y atento así como la participación en actividades de juego con los hijos
pequeños fortalece no solo su desarrollo social y emocional sino también sus habilidades de
comunicación y su capacidad de concentrase, siendo ambas cruciales para el logro2. Y los
adolescentes cuyos padres participan más en su mundo y quienes sienten que reciben más apoyo
de sus padres tienen mayores posibilidades de participar en actividades extracurriculares
organizadas que, a su vez, tienen una vinculación positiva con el logro y las habilidades sociales3.

Toda la verdad sobre los Louis

Los padres de alumnos de sexto año en Singapur esperan en agonía cada Noviembre,
mes en que se conocen las notas del examen nacional estandarizado para los alumnos
que egresan de la escuela primaria (PSLE por sus signos en inglés). En mi trabajo como
educador familiar, yo (John) siempre les recuerdo a los ansiosos padres que no se
preocupen demasiado. (Pero entiendo que no es poca cosa, ya que este examen en
particular determina a qué escuela secundaria asistirán sus hijos; a los estudiantes se
les asigna un orden de mérito según su puntaje, y únicamente aquellos con las notas
más altas quedan calificados para entrar a las escuelas más prestigiosas). Un año, le
pregunté a un grupo de madres, cuyos hijos habían pasado la prueba con notas muy
por encima del promedio nacional, cómo se habían sentido acerca de las notas de sus
hijos. Las respuestas eran reveladoras: la mayoría de ellas se sentían decepcionadas,
pues desde su punto de vista sus hijos debían haberlo hecho aún mejor. También
hablé en privado con sus hijos. Aunque sus notas les permitían entrar a buenas
escuelas secundarias, ellos estaban decepcionados con sus resultados y, asimismo,
sentían que habían decepcionado a sus padres. Para algunos, aunque sus padres no
habían dicho nada negativo, la expresión facial de sus mamás o el lenguaje corporal
de sus papás lo decían todo. Me sentí obligado a hacer saber a las madres que sus
expectativas exageradas estaban poniendo en peligro la salud mental de sus hijos, sin
mencionar que estaban destruyendo la conexión que podría haber con ellos. Les dije
que sus hijos harían sus propias deducciones: si únicamente fueran elogiados cuando
estuvieran haciendo algo demasiado bien, concluirían que sus padres únicamente los
aceptarían cuando ellos se desempeñen así; ellos podrían sentirse exasperados y su
necesidad de conexión y aceptación no sería satisfecha. Con el tiempo, estas mamás
entendieron cómo estaban lastimando a sus hijos así y empezaron a trabajar en
reparar y reconectar.

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Los padres que tienen una buena conexión con sus hijos y desean una participación sana
en su mundo deben supervisar las actividades de sus hijos fuera de la casa y la escuela; fijar
reglas; participar en conversaciones acerca de las tareas escolares y temas relacionados con la
escuela, así como darles su ayuda al respecto; establecer expectativas en cuanto a su educación;
conversar con ellos y hacer planes para el futuro; ayudarlos a tomar decisiones importantes;
participar en actividades relacionadas con la escuela tales como las reuniones con los maestros
y ofrecerse como voluntarios en la clase; leer juntos, y hacer con ellos otras actividades que
promuevan su desarrollo académico y entretenimiento. El resto del capítulo contiene estrategias
acerca de cómo la participación de los padres puede ser un punto a favor en vez de un punto en
contra para sus hijos.

Para los padres su matrimonio debe ser prioridad


Antes de que discutamos las dinámicas entre padres e hijos, debemos recordar
nuevamente a los padres que la calidad de su matrimonio tiene una directa relación con la calidad
de su crianza. Por favor, vuelve a leer la parte del Capítulo Dos desde «Cómo el matrimonio afecta
la crianza» hasta el fin del capítulo, la cual se dedica a asegurarnos de que los padres entiendan
cuán crucial es este punto.

Hemos agregado aquí algunas partes específicas de investigaciones, dado que están
directamente relacionadas con las expectativas acerca del desempeño escolar: una inmensa
cantidad de investigaciones indican que el divorcio tiene un fuerte efecto negativo en el
desempeño académico de los niños. De hecho, a los niños cuyos padres han muerto, ¡les va mejor
en la escuela que los niños cuyos padres se han divorciado!4 Se especula que los niños son
capaces de atribuir un significado más positivo a la muerte, no importa cuán dolorosa sea, que al
hecho de que sus padres atraviesen un divorcio. En el caso del divorcio, se ha sabido que los niños
se culpan a sí mismos, lo cual normalmente no ocurre ante la muerte de uno de los padres. En
realidad, los niños de familias divorciadas tienen estadísticamente menos probabilidades de
graduarse de educación superior y tiene más probabilidades de tener dificultades para conseguir
empleo5.

Por favor toma nota: estamos dando gran importancia a todas estas estadísticas sobre
matrimonios no para avergonzar a los padres solteros, pues, en realidad, los felicitamos por su
arduo trabajo y perseverancia. A ustedes les decimos, ¡salgan airosos contra todo pronóstico!
Estas son estadísticas, no son indicadores absolutos de su futuro. Nuestro propósito más bien es
recalcar a los lectores que están casados la importancia de priorizar su matrimonio (RI18.2).

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Fija objetivos orientados al aprendizaje y no al desempeño
La combinación de dos diferentes estudios, que figuran abajo, muestra cuánto ayuda a los
padres el fijar objetivos orientados para convertirse en un punto a favor y no uno en contra en la
vida de sus hijos.

La Dra. Carol Dweck, psicóloga de la Universidad de Stanford, ha recibido reconocimiento


mundial por haber estudiado sobre la motivación a lo largo de décadas. Su trabajo sobre
expectativas académicas distingue dos tipos de orientaciones: la de los padres que animan a sus
hijos a enfocarse en aprender por el mero gusto de aprender, y la de los padres que obligan a sus
hijos a obtener notas altas6. Dweck y sus colegas llamaron a los primeros «orientados al
aprendizaje» y descubrieron que los padres con dicho enfoque tendían a: a) hacer un énfasis en
la necesidad de disfrutar el aprendizaje, b) animar el progreso dirigido a alcanzar el potencial del
niño, c) inspirar a sus hijos a salir en búsqueda de desafíos y d) premiar el esfuerzo más que los
resultados. Los padres que estaban más preocupados que se obtuvieran notas y resultados altos,
los investigadores llamaron «orientados al desempeño». Estos padres tendían a: a) creer que
tener éxito en el desempeño significaba ser competente y tener un alto grado de inteligencia, b)
sentir que tener un niño muy inteligente les daba un reconocimiento personal, c) tener deseos
de ese tipo de reconocimiento y d) tener la expectativa de que su hijo tendrá asegurado un
trabajo de prestigio y que ganará un buen salario7.

En el Centro para Jóvenes con Talento Académico de la Universidad Johns Hopkins,


estudiantes del sexto grado (de doce años de edad) fueron evaluados en cuanto a sus tendencias
perfeccionistas y luego fueron divididos en dos grupos: los que eran perfeccionistas saludables y
los que eran perfeccionistas disfuncionales8. Los que eran perfeccionistas saludables fueron
definidos como niños que tenían altos puntajes en cuanto a ser extraordinariamente organizados
y motivados, pero tenían puntajes relativamente bajos en cuanto al miedo a cometer errores,
preocupación acerca de la crítica de sus padres e indecisión luego de una tomar acción. Por el
contrario, los perfeccionistas disfuncionales tenían puntajes altos en todas las áreas antes
mencionadas y tenían más probabilidades de describirse a sí mismos como estar a la defensiva,
ansiosos, temperamentales y socialmente desconectados, características que dificultan el logro
académico y conducen a problemas sociales y emocionales9.

Los investigadores de la Universidad Johns Hopkins usaron las categorías de Dweck y


descubrieron que los niños de padres orientados al desempeño tenían muchísimas más
probabilidades de caer en el grupo de perfeccionistas disfuncionales que los niños de padres con
metas orientadas al aprendizaje, haciéndolos vulnerables a problemas sociales y emocionales10
tales como depresión, anorexia nerviosa, bulimia, desórdenes obsesivos-compulsivos, migraña,
hábitos de postergar hacer tareas y tendencias suicidas. Otra investigación sobre motivación
descubrió que los niños que se sentían amados condicionalmente en base a su logro académico
tenían más probabilidades de desarrollar los esquemas de defectuosidad, fracaso, aislamiento
social (ver Capítulo Seis), de derechos (ver Capítulo Trece) y de estándares inflexibles (ver
Capítulo Diecisiete) (RI18.3).

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Una nota especial de John: nosotros que procedemos de un trasfondo asiático debemos
prestar atención: los investigadores de la Universidad Johns Hopkins también observaron que el
69% de los padres asiáticos tenían metas orientadas al desempeño mientras que únicamente el
25% de los padres caucásicos las tenían11. (Este es un estado mental tan común entre las
personas de Singapur que existe una palabra de la jerga local para ello: «kan cheong»). Sea que
se trate de las notas, deportes, música u otras aficiones, tener una actitud orientada al
desempeño casi siempre trae resultados desastrosos. ¿Cuántos niños hemos visto que tienen
dificultades con las enfermedades arriba señaladas, o que como mínimo tienen migrañas y mal
funcionamiento del sistema digestivo, y todo a causa de la ansiedad provocada por sus padres?
Recuerden la Zona Básica de Seguridad; no debemos dejar que nuestras expectativas no realistas
pongan en situaciones de riesgo a nuestros hijos. Eso no es ser Padres lo suficientemente buenos.

Toda la verdad sobre los Louis

Durante los primeros años de la escuela primaria de nuestra hija, yo (John) era un
padre orientado al desempeño/kan cheong. Cuando el desempeño de Sonia no
estaba a la altura de mis estándares en matemática, yo asumía que ella no se estaba
esforzando bastante. No se me ocurrió que sus fortalezas podrían estar en otras
áreas, o que ella podría necesitar hacer un trabajo adicional o tener un estilo
diferente de aprendizaje que el mío. Mi esposa me llamó la atención acerca de la
manera en que yo le estaba hablando a mi hija y me mostró cuan insensata era mi
actitud. Mientras lidiaba con esta realidad, vi a mi hija intentarlo verdaderamente y
me conmovió. Un día ella me dijo que se sentía «estúpida». Mi corazón sintonizó con
ella y me di cuenta que yo había contribuido a que tuviera esos sentimientos. A partir
de esa fecha, me enfoqué en sus esfuerzos. Inclusive celebrábamos cuando ella
obtenía una nota regular. Fue una ocasión que yo verdaderamente disfruté. Cambié
y estaba feliz de haberlo hecho. Mejor aún, Sonia estaba animada y se volvió más
alegre y ¡no huyó demasiado de mí cuando llegó el momento de hacer matemáticas
con Papá!

No controles usando el castigo, el elogio o el premio


El nivel de curiosidad de un niño lo impulsará a investigar, a hacer preguntas o realizar
varios esfuerzos en una tarea. Los niños están entusiastamente impulsados a explorar y crecer;
como esponjas, ellos absorben todo lo que hay alrededor. Raramente distinguen entre el trabajo
y el juego debido a que se divierten mucho haciendo ambas cosas al mismo tiempo.

Edward Deci, el experto en motivación mencionado en los Capítulos Nueve y Once, ha


invertido varios años estudiando a niños de todas las edades. Deci observó que la mayoría del
aprendizaje hecho por los niños en edad pre escolar es realizado no porque sea instrumental
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para el logro de algo más, sino porque los niños son curiosos: ellos quieren saber. Deci diría que
los niños están intrínsecamente motivados12, pero eso le hace preguntarse, dada su natural
predisposición a aprender, ¿qué causa que ellos cambien en cuanto a sus actitudes cuando van
creciendo? Deci llevó a cabo muchos experimentos para evaluar el efecto de los premios y
castigos en la motivación. Lo que encontró fue que la motivación a través de premios, a lo largo
del tiempo, en realidad no promovía un estado entusiasta de aprendizaje sino un triste estado
de apatía13.

Cuando el dinero era usado como premio, Deci observó que una vez que los participantes
de un experimento empezaban a recibirlo, perdían interés en la actividad y no lo hacían tan bien.
Los premios, concluyó, convierten la acción de jugar en algo controlado por lo externo. Cuando
esto ocurría, el juego se volvía un trabajo y el jugador, un instrumento. Deci dedujo que los
premios, con el paso del tiempo, tenían un efecto negativo en la motivación intrínseca.

No es de sorprender que Deci obtuviera aún peores resultados cuando usó el castigo como
motivador. Los plazos, las metas y una estricta vigilancia son los métodos frecuentemente usados
con la intención de ayudar a la gente a obtener logros. Deci cree firmemente que tanto los
premios materiales como las amenazas de castigo, a la larga, destruyen el entusiasmo e interés
de los niños (y adultos). Lamentablemente, muchos padres dependen de estrategias de corto
plazo, pero los avances logrados en base a amenazas y aún en base a premios raramente duran.
Deci y su colega, Richard Ryan, sostienen que los premios otorgados usando un estilo controlador
tienen un efecto negativo en la motivación intrínseca y dejan a la gente sintiéndose más
presionada y menos interesada. Por el contrario, cuando los premios son otorgados de una
manera no controladora y como un reconocimiento a un buen trabajo hecho, no producirán
efectos perjudiciales. Su perspectiva parece sugerir que la intención controladora de los premios
es lo que sabotea los esfuerzos que uno tiene para motivar a otros, al destruir la misma
motivación que se había propuesto fomentar14.

Debemos tener mucho cuidado acerca de cómo administramos los premios: ¡es una
verdadera prueba de la motivación de los padres el ofrecer premios a sus hijos de una manera
no controladora! La próxima vez que consideres decir: «Si obtienes todas tus notas excelentes,
te daré…» o aún la otra opción: «Si no obtienes una nota excelente, serás castigado…», cambia
tu modo de pensar, rechaza esas denominadas «técnicas motivadoras» y decide convertirte en
alguien que es un punto a favor de tus hijos en vez de ser alguien que es un punto en contra de
ellos.

Cuando los padres elogian a sus hijos en presencia de visitas, de tanto en tanto, eso envía
un mensaje positivo. Aún si los niños fingen no estar escuchando, los padres de todas maneras
deben hacerlo. Yo (John) recuerdo una vez cuando mi papá me animó en presencia de mis
hermanos por tener un escritorio ordenado. Me estaba yendo pésimamente en la escuela, y dos
de mis hermanos eran estudiantes sobresalientes, sin embargo, mi papá se dio cuenta de cómo
estaba mi escritorio. Eso significó muchísimo para fortalecer la conexión con mi papá y, con el
tiempo, mis notas de todas maneras dieron un giro. Ahora, es importante notar que no nos
estamos refiriendo a padres groseros, quienes no paran de hablar de los logros de sus hijos; más

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bien estamos resaltando una manera de alentar a niños inseguros y hacerles saber que creemos
en ellos.

Otra forma divertida aunque indirecta que pueden usar los padres para animar a sus hijos
en presencia de otros es intentar «Resource Gossip» (el chisme útil), una herramienta diseñada
por Mark McKergow, un consultor sobre el enfoque en soluciones que opera en el Reino Unido.
Él recomienda «hacer chismes» positivos de una persona en presencia de ella y de sus colegas, o
en el caso de un niño, en presencia de la familia15. Este método involucra hablar como si el niño
no estuviera allí y decir, por ejemplo, en el caso de una niña de ocho años: «Cariño (la esposa a
su esposo), ¿sabías lo que he oído de Janet? Que ella es amable con las niñas en la escuela,
aunque a veces eso moleste a las chicas que son populares». «¿De veras? Apuesto a que ella está
orgullosa de sí misma por tener sus propias convicciones». Otro ejemplo: «¿Fredy, qué es lo que
has notado de tu hermanita en los últimos días?» «Bueno, me alegra que ella ya no vaya a mi
cuarto y lleve mis cosas tan a menudo». «Bueno, parece que está creciendo, volviéndose una
señorita considerada y cariñosa». ¡Tan solo tienes que ver a la pequeña Janet brillar y sonrojarse
mientras escucha los sinceros comentarios de sus personas favoritas!

Sin embargo, hay algunos padres y maestros que recurren a irritar a los niños con su
pesimismo, un enfoque que ellos llaman psicología negativa. Básicamente, ellos usan amenazas
negativas a fin de causar miedo, y emplean humillaciones al decirles a los niños que no son lo
suficientemente buenos, en su intento de motivarlos a hacerlo mejor. ¡Estos adultos en verdad
creen que los mensajes negativos y el miedo dan una motivación mayor que los mensajes
positivos!

Ahora, cuando los padres y maestros son por igual de mezquinos al dar su ánimo al niño,
de manera que este tiene que sobresalir de una manera súper extraordinaria solo para obtener
un pequeño ánimo, ¿qué tipo de mensaje está recibiendo el niño? ¿Cuán frecuente en la vida
ocurre ese tipo de logro? ¿Una vez al año? ¿Una vez por década? Seguramente esto conducirá a
algún tipo de exasperación.

Enfócate en quiénes son tus hijos en el interior y no en lo que hacen al exterior


¿Realmente aprecias el esfuerzo de tus hijos en vez de las notas que obtiene? Una madre
que conocemos, quien tiene un hijo con problemas de aprendizaje, organizó una fiesta para su
hijo después de recibir sus notas finales de los alumnos que egresan de la escuela primaria, no
porque fueran altas comparadas con las de los otros chicos, sino porque ella valoraba su trabajo
y el gran esfuerzo que había puesto en sus estudios. Ella quería que él supiera que estaba muy
orgullosa de él. Le hacemos un tributo por ser una mamá que entiende cómo ser un punto a favor
de la vida académica de su hijo y no un punto en contra.

Cuando elogiamos a nuestros niños por hacer algo bien debido al esfuerzo que le pusieron,
debemos hacerlo sin hacer ninguna comparación con otros. Por lo tanto, debemos evitar hacer
afirmaciones tales como:

Nos enorgullece que te hayas convertido en el primero en tu clase.

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Nos hiciste felices al hacer lo que debías, tal como esperábamos.

Nos hiciste quedar bien debido a que obtuviste excelentes notas.

Tuviste la mejor actuación en toda la obra.

Si tu ánimo está basado en lo que ellos realmente logran, ¿qué pasará cuando no logren
los mismos resultados la próxima vez? No importa lo que digas, tendrá poco efecto en ellos.

En vez de ello, deberías elogiar su esfuerzo, sin hacer comparaciones:

Te esforzaste bastante para tu examen.

Diste lo mejor de ti, y estoy orgulloso de ti.

Realmente admiro el corazón y espíritu que pones al jugar básquetbol.

¡Increíble, estuviste fabuloso en la obra musical! Realmente eres bueno actuando.

Busca otras cualidades que puede que no te hayas dado cuenta o no hayas pensado sean
importantes. La siguiente lista te ayudará a empezar:

• Ser servicial – ayudar a sus hermanos y compañeros de clase

• Empatía – ponerse en el zapato de otros

• Cooperación –con otros en la casa

• Esfuerzo – hacer el esfuerzo para tener un buen desempeño en sus estudios, no


simplemente obtener buenas notas

• Orden y limpieza – en su propio dormitorio o en toda la casa

• Alegría – mostrar gozo y ser divertido

• Perdón y compasión – con los miembros de la familia y los demás

• Sentido de humor – hacer que otros se rían pero no a costa de alguien

• Paciencia – esperar sin quejarse

• Cortesía – requiere paciencia

• Solidaridad – tener compasión por los demás

Cuando presencies estas cualidades, lleva a tu hijo aparte y dile cuánto lo aprecias. Esto es
mucho más efectivo que simplemente elogiar el resultado de un examen o competencia.
Anímalos. Nuestros hijos hacen muchísimas cosas bien, pero no siempre nos damos cuenta; no
debemos perder la oportunidad de reconocer lo bueno en ellos.

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Asimismo, cuando animes a tus hijos, sé específico. Los elogios genéricos y ambiguos
pueden tener un efecto negativo en los niños, debido a que ellos pueden pensar que sus padres
son poco sinceros. El solo decir: «Buen trabajo», o «Eres estupendo» sin hacer referencia a
ninguna acción específica no levantará su ánimo.

Uno de los niños que habíamos conocido desde que había nacido desarrolló problemas de
ansiedad y estrés. Su madre lo había acosado año tras año al punto que estábamos preocupados
por él. Incluso él había hablado de suicidio. Yo (John) tuve una sesión de consejería con el niño,
quien me dijo que la fuente número uno de su estrés era el hecho de que había dejado de ocupar
el primer lugar en su clase (únicamente ese año). Él lloró y dijo: «No tengo ningún otro talento y
si no soy el primero de mi clase, siento que soy un inútil.»

Deci y sus colegas descubrieron que los estudiantes universitarios que dijeron que se
habían sometido al amor condicional y aprobación controladora de sus padres cuando ellos
habían sido jóvenes ¡terminaban teniendo resentimiento y antipatía a sus padres! ¡Alarmante!
También descubrieron que las mamás quienes habían sentido de esta manera con sus padres,
con mucha frecuencia, se volvían como ellos y hacían lo mismo a sus propios hijos16; ¡por eso se
dice que la disfuncionalidad en verdad es algo que se transmite! Entonces, si bien los niños
pueden funcionar durante un tiempo, cuando sus padres tienen expectativas exageradas de
ellos, asimismo sufren de presión e infelicidad al tratar de estar a la altura de las expectativas.
Más aún, los efectos adversos de la crianza con aprobación condicional no solo se aplican a
alumnos de escuela secundaria y de la universidad, sino también a hijos adultos17 (RI18.4).

Cuando los padres se enfocan en lo que sus hijos hacen en vez de quienes son ellos, es más
probable que sus hijos concluyan que no son aceptados ni amados incondicionalmente por sus
padres. Su pensamiento negativo lentamente destruirá su seguridad emocional hacia sus padres
y debilitará su autoestima. Por eso es que hemos oído a muchos adolescentes decir:

No me interesa estudiar para los exámenes; ¿por qué debería?

Solo estoy trabajando para que mis padres me dejen en paz.

Necesito que me vaya bien para que así, algún día, pueda tener un trabajo que en el que
me paguen bastante.

Estos niños tienen escasa motivación natural. Les falta chispa y alegría, y proyectan una
apariencia apática. A veces, se les conoce como alumnos de bajo rendimiento, un tema sobre el
cual discutiremos con gran detalle.

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Aprende a motivar a los alumnos de bajo rendimiento
El bajo rendimiento se relaciona con la discrepancia entre la capacidad del niño y sus reales
logros18. Estos estudiantes tienen la tendencia a ser desorganizados, perder las tareas, extraviar
los libros, soñar despiertos y olvidarse de hacer sus deberes de la escuela. Ellos invierten la mayor
parte de su energía y tiempo en la televisión, los juegos de computadora y el teléfono. Los
alumnos de bajo rendimiento, a menudo, culpan a sus maestros o a la escuela por sus bajas notas,
y priorizan los deportes o las computadoras o la música o la vida social (¡o cualquier cosa!) sobre
lo académico. Sin embargo, lo que ocurre debajo de la fachada despreocupada es lo siguiente:

Los alumnos de bajo rendimiento no creen que puedan alcanzar sus metas, aún si se
esforzaran mucho. Las trampas de vida de la defectuosidad y del fracaso son activadas cuando
piensan en esforzarse más. Si tienen un estilo de adaptación de rendición, ellos «cumplirán la
profecía» de su voz interna que dice que ellos no pueden alcanzar metas saludables.

Si los alumnos de bajo rendimiento no piensan que pueden ganar, no se molestarán en


intentarlo. Básicamente, preferirían no tratar que tratar y decepcionarse ante el miedo de que
sus debilidades vayan a ser expuestas. En vez de ello, optan por alardear de las notas que lograron
obtener sin estudiar.

Si bien, esta actitud los ayuda temporalmente a sentirse mejor con ellos mismos, hay una
voz interna constante que les dice que contraataquen su sentido de defectuosidad y fracaso. En
la medida que esta voz va creciendo, haciéndose más fuerte, ellos se volverán personas con aun
más miedo de perder. Lo que los de bajo rendimiento no se dan cuenta es que, aun cuando
pierdan, ellos todavía pueden aprender valiosas lecciones que los capacitarán para triunfar en
otros momentos.

Algunos alumnos de bajo rendimiento son impulsados por la trampa de vida de la


dependencia. Ellos no se sienten seguros de realizar sus propias tareas y creen que siempre
necesitan de alguien a su lado para guiarlos a tener éxito. Ellos tienen una baja autoestima acerca
de su capacidad para llevar a cabo tareas por sí mismos.

Algunos alumnos de bajo rendimiento tienen un «pensamiento mágico», asociado a la


trampa de vida de los derechos. Ellos creen que las cosas de repente cambiarán para mejor más
adelante en su vida y que ellos se volverán sumamente ricos. El consentirse tener ese
pensamiento mágico los ayuda a aliviar su sentido de defectuosidad al asegurarse a sí mismos
que todo saldrá bien, inclusive cuando ellos no hagan esfuerzo alguno.

Muchos alumnos de bajo rendimiento tienen dificultades con la trampa de vida de falta de
autocontrol, pues no han aprendido a perseverar durante una tarea. Ellos no saben lo que
significa realmente hacer un esfuerzo; por lo tanto, ellos no tienen una perspectiva realista de lo
que toma hacer bien una tarea.

En el caso de los alumnos de bajo rendimiento, el darles expectativas realistas aumentará


su confianza en sí mismos. En tanto aprendan a terminar tareas y aún a hacerlas de modo

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excelente, su motivación crecerá. Padres, si su hijo está en esa categoría, no insistan en que pase
por el mismo proceso que los chicos de su edad. Baja un poco el nivel de tus expectativas y
aumenta el nivel de modo gradual. De lo contrario, se arriesgan a que su hijo sienta que su fracaso
es una confirmación de la pequeña voz que les dice que no hay ningún sentido en intentar algo.

Nuestro consejo es que si los niños no están motivados, los padres deben permitir que las
consecuencias naturales de la escuela tengan efecto. Las investigaciones han confirmado que los
niños tienen más probabilidades de esforzarse por sí mismos con determinación cuando reciben
menos presión y crítica de sus padres (RI18.5); ellos entenderán en qué punto se equivocaron
cuando lleguen los comentarios de otras fuentes, como los maestros.

Aprende acerca de las inteligencias múltiples e identifica los talentos de tus hijos
No tenemos aquí espacio suficiente para tratar este tema como se lo merece, pero te
imploramos que si estás teniendo dificultades con tener expectativas realistas con tus hijos,
investigues sobre la teoría de múltiples inteligencias. Howard Gardner, de la Universidad de
Harvard, es el pionero en la materia. Por varias décadas, él y su equipo de investigadores y
científicos han confirmado su teoría sobre la existencia de diferentes inteligencias en el cerebro.
Gardner promueve el exponer a los niños a diferentes experiencias, medios de comunicación y
estilos de aprendizaje, de modo que todos los niños tengan la posibilidad de ser lo mejor que
puedan ser.

Cuando enseñamos esta parte de nuestro taller, describimos las ocho inteligencias que
Gardner ha demostrado hasta la fecha: lógico/matemática, verbal/ lingüística, musical, espacial,
naturalista, kinestésica, interpersonal e intrapersonal19. Basados en esta teoría, tratamos de
ayudar a los padres a ver que, estadísticamente, no es posible que los niños sean dotados en
todas las áreas académicas, ¡como tampoco es probable que todos los niños sean talentosos en
las matemáticas! Les rogamos a los padres no sentirse decepcionados si sus hijos no sobresalen
en matemáticas y ciencias, ¡pues hay otros caminos para lograr el éxito y la felicidad! Luego les
explicamos cómo cultivar todas las ocho inteligencias para ver hacia cuáles de ellas pareciera que
sus hijos se orientan naturalmente.

Toda la verdad sobre los Louis

Mi mamá me enseñó a leer cuando yo (Karen) tenía cuatro años, y para la época en
que había terminado la escuela primaria, me había devorado todo lo que había en la
biblioteca de mi pequeño pueblo. Leer era algo tan fácil para mí que siempre había
asumido que mi hija también sería una lectora voraz. Le leíamos desde que nació, y
su dormitorio estaba lleno de libros. Sin embargo, al ver que Sonia todavía no se
interesaba en la lectura cuando estaba en el cuarto grado, me sentí como la peor
madre del mundo. Había seguido todos los consejos, pero simplemente ella no era
como yo, y ¡mi narcisista yo materno no pudo evitar sentirse decepcionado!
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Afortunadamente, mi maravilloso esposo, quien, un año atrás, había dejado de ser
un papá histérico sobre las matemáticas, me abrió los ojos resaltando que Sonia había
ganado un torneo nacional de tenis cuando solamente tenía nueve años, y ¿cuántos
trofeos había ganado yo a los nueve? ¿O cuántos gané alguna vez? «Deja a Sonia ser
Sonia y ella desarrollará sus propias fortalezas, y ¡no seas tan arrogante de pensar
que ella tiene que ser como tú!». (Probablemente él sonó un poquito más amable
que eso, ¡pero recuerdo que fue algo así!). Ese fue un consejo muy acertado; dejé de
preocuparme sobre la lectura de Sonia. ¡Lo más irónico de todo esto es que en la
universidad ella terminó estudiando una especialización en literatura inglesa!)

No te permitas a ti mismo imaginarte los peores escenarios posibles


Una mentalidad como esta hará difícil que satisfagas las necesidades básicas emocionales
de tus hijos, porque es difícil tener expectativas realistas cuando estás pensando en el peor
escenario posible. A continuación, verán dos historias de personas a las que dimos consejería,
que aún viven traumatizadas por los recuerdos de las reacciones exageradas de sus padres sobre
asuntos que eran relativamente sin importancia.

Debido a que su madre esperaba que ella fuera perfecta, Susana se aterraba de solo pensar
equivocarse en cualquier cosa. Una noche, cuando la familia se alistaba para salir a cenar, la
madre de Susana le gritó por tardarse demasiado en ponerse sus zapatos. Llena de pánico,
Susana se puso sus zapatos en los pies equivocados. En el carro, los gritos continuaron, pues su
madre después la regañó no solo por haber sido lenta, sino también por ser tan estúpida de
confundir el pie derecho con el izquierdo. Susana estaba tan alterada y traumatizada por ese
hecho que aún a los cuarenta años, todavía podía recordar cómo se sentía cuando su madre
había reaccionado exageradamente ante su «error».

Cada día, luego de volver a casa del trabajo, el padre de Sebastián observaba a su hijo hacer
su tarea. Luego de que Sebastián terminaba, su papá le tomaba una prueba para ver si había
aprendido el contenido. En varias ocasiones, cuando Sebastián no había captado mucho el
contenido, su padre lo maltrató físicamente. Sebastián acabó odiando la escuela, estudiando
únicamente para agradar a su padre y escapar del castigo. Debido al desgaste emocional,
Sebastián con el tiempo abandonó la escuela, traumatizado por la reacción exagerada de su
padre.

Estos padres estaban reaccionando exageradamente, como si se tratara del fin del mundo.
Cuando nuestros hijos se equivocan, una buena pregunta para hacer sería: «¿Qué es lo peor que
podría pasar como consecuencia de este error?». ¿De qué cosas realmente vale la pena
preocuparnos? ¿Está en peligro el bienestar o salud del niño, por ejemplo? ¿Está enfermo?
¿Tendrá que ser internado a un hospital? ¿El niño tendrá que ser llevado a la policía? ¿Ha
cometido el niño un grave daño hacia otro? La mayoría de las veces, el 90% de nuestras

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preocupaciones y angustias ni siquiera se vuelven realidad. ¿Y aún si eso ocurre, qué es lo peor
que podría pasar?

Volvamos a nuestros ejemplos. ¿Qué es lo peor que puede pasar cuando a una niña le toma
un poco más de tiempo el vestirse? Simplemente, ¡puede que llegues un poquito tarde a la cena!
Y si tuvieras que tomar un vuelo, uno de los padres podría ayudar a vestirse al niño en el camino.
¿Eso es algo tan malo? El padre podría usar el viaje en carro para tener un gran tiempo cantando
en familia o si la cita no es tan urgente, el padre podría permitir al niño el tiempo que necesita
para vestirse él mismo y luego felicitarlo por hacer un gran trabajo. Debido a que la reacción de
un padre es desproporcionada al error cometido, se pierde una maravillosa experiencia.

¿Qué es lo peor que podría pasar si un niño no recuerda todo el contenido que ha
estudiado? No hay de qué preocuparse; él simplemente tiene que seguir estudiando y con el
tiempo logrará recordar el contenido. Y si reprueba un examen, aprenderá cómo hacerlo mejor
la próxima vez. ¿Esta situación vale lo suficientemente la pena como para dejar una cicatriz
emocional negativa en tu hijo?

El cometer errores puede ser una buena oportunidad para enseñar, hacer vínculos y
conectar. Los errores, cuando no son vistos de modo negativo por los padres, pueden conducir a
ambas partes a participar en conversaciones profundas, en la que todos juntos reflexionan. Tanto
el padre como el hijo, ambos, pueden volver una situación como algo de qué reírse; de esta
manera, un momento potencialmente tenso puede ser transformado en un momento ameno.
Lamentablemente, los padres a menudo convierten pequeños errores en cicatrices para toda la
vida.

Dispongámonos a buscar convertir los errores del día a día en conversaciones de las cuales
el niño aprenda; a veces, la propia naturaleza de estas conversaciones podría conducir a risas y a
momentos amenos. A través de los errores, el tomar riesgos calculados aquí y allá y probar con
el ensayo y error, nuestros niños aprenderán a abrir sus alas. Serán niños y niñas y, con el tiempo,
adultos quienes no buscarán agradar de forma no saludable a los demás ni tampoco serán
rebeldes; reconocerán sus fortalezas y limitaciones, abriendo sus brazos a la vida y a nosotros los
padres, llenos de energía y entusiasmo.

Toda la verdad sobre los Louis

Yo (Karen) asistí a una pequeña escuela secundaria de una comunidad granjera del
oeste de Texas; en el año en que me gradué, mi clase estaba conformada por
cuarenta alumnos. En mi segundo año, tomé el curso de química y no tuve el más
mínimo interés en la materia. Cuando llegó el examen de final del trimestre, la
maestra exoneró del examen a todos los estudiantes sobresalientes; por eso,
únicamente algunos otros chicos cuyo fuerte no eran las ciencias, y yo, tomamos la
prueba. Obtuve un puntaje de 57/100 (la nota aprobatoria era 60) y estaba
preocupada sobre cómo se lo diría a mi papá. (Aunque mis padres no eran en

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absoluto autoritarios, se asumía en nuestra casa que uno se debía esforzar para estar
a la altura de nuestro potencial. Además, yo nunca antes había reprobado un
examen, por lo que estaba un poco nerviosa). A raíz de ello, la conversación
transcurrió así:

Karen (con una gran sonrisa): Papá, ya nos entregaron las notas del examen esta
semana. Tengo algunas buenas noticias y otras malas noticias.

Papá: Dime las buenas noticias.

Karen: Las buenas noticias son que obtuve la más alta nota de mi clase en el examen
final de química.

Papá: (con una mirada de sorpresa): Bueno, esas sí son buenas noticias. ¿Y cuáles son
las malas?

Karen (un poco avergonzada): Saqué un 57.

Papá (silencio): … Bueno, sólo tengo una cosa que decir.

Karen (con inquietud): ¿Cuál es?

Papá: (con una sonrisa traviesa): Cuando un día vayas a la universidad, ¡será mejor
que te especialices en negocios para que no tengas que tomar ningún curso de
ciencias!

Karen (aliviada): ¡Gracias, Papá!

La continuación de esta historia es que treinta años después asistí a un taller llamado
«Ayudando a los niños a afrontar el estrés». El expositor australiano pidió a un
voluntario de la audiencia que compartiera una historia personal de cómo había
lidiado con el fracaso. Compartí esta historia y cuando llegué al punto crítico acerca
de que no opté por cursos de ciencias en la universidad, ¡la multitud de más de cien
personas estalló en aplausos espontáneos! ¡Qué historia maravillosa de un padre con
expectativas realistas! (en este caso, ¡extremadamente realistas!) y de una hija que
se benefició de tener satisfechas sus necesidades emocionales básicas. (Toda mi vida
me he preguntado, ¡por qué tuve esos padres tan increíbles!).

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L
a necesidad básica emocional adicional de valores espirituales y comunidad
puede ser definida como aquella en la cual los padres imprimen a sus hijos una
visión del mundo en armonía con sus propios valores positivos, y conectan a sus
hijos con algo más grande que ellos mismos, quizás a la fe y tradiciones (aunque no se limita a
ello). Se trata también de padres que ayudan a sus hijos a experimentar una afinidad con
personas que tienen su misma forma de pensar que atesorarán los mismos valores y creencias,
y que se apoyarán los unos para los otros.

A través de este libro, hemos hecho referencia a nuestra investigación que tuvo como
resultado la identificación de las cuatro necesidades emocionales básicas y las nueve
interacciones exasperantes. Entonces, ¿en qué parte encaja la necesidad emocional básica
adicional de valores espirituales y comunidad? No teníamos tiempo para realizar un estudio
separado sobre valores espirituales y comunidad, así que no tenemos evidencia empírica, pero
hemos leído investigaciones relacionadas al tema, ¡además de que lo sabemos por nuestra propia
experiencia! Nosotros creemos que en la medida que los padres no satisfagan la necesidad básica
emocional de valores espirituales y comunidad, sus hijos podrían experimentar lo opuesto, lo que
significa que podrían carecer de valores, carecer de una brújula moral y, en consecuencia,
podrían estar en riesgo de vivir en soledad y aislamiento.

En nuestra experiencia, los niños que han tenido satisfecha esta necesidad constantemente
y a un nivel emocional oirán y creerán los siguientes mensajes de o sobre sus padres:

Ellos basan sus vidas en ciertos principios y se aferran a ellos aun cuando las cosas se ponen
difíciles, y tienen la expectativa de que yo (y mis hermanos, si es el caso) haga lo
mismo.

Ellos quieren que yo me aferre a sus valores debido a que me aman y quieren lo mejor para
mí, pero esperan que yo haga lo mismo en cuanta a mis propias convicciones
personales.

A ellos les encanta ser parte de su comunidad.

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Ellos se aseguran de que yo pase bastante tiempo con amigos que tienen valores similares
a los suyos.

Ellos me animan a ayudar a los menos afortunados, leer literatura que me inspire y ser
activo en la comunidad.

Aunque lo hemos dicho repetidamente, una vez más les recordamos a los lectores que
ninguna de las necesidades emocionales básicas existe aisladamente o en el vacío, pues los
padres encontrarán casi imposible satisfacer esta necesidad emocional básica adicional si ellos
no han satisfecho también las otras necesidades, particularmente la necesidad emocional básica
de conexión y aceptación. Los padres que comunican aceptación incondicional, que crean
conexión, quienes creen en sus hijos sin atemorizarlos con expectativas exageradas, y quienes
han sido constantemente firmes pero no rígidos con los límites, son admirados por sus hijos;
estos hijos querrán imitar los valores de sus padres.

Valores espirituales
¿Qué es lo que quieren los padres? Peter Levine, terapeuta y autor de libros que han sido
éxitos en ventas, investigó este tema por diez años y descubrió que las tres cualidades más
importantes que los padres norteamericanos esperan que sus hijos tengan son honestidad,
sentido común y buen juicio y el ser obedientes en la casa (el que sean estudiosos obtuvo un
mero 3%)1. En los rincones más profundos de sus corazones, ¡a los padres les importan mucho
los valores! En el otro lado del planeta, se les pidió a los residentes en Singapur clasificar una
variedad de cualidades en orden de importancia para ellos; la honestidad, amabilidad, gratitud,
justicia y perdón ocuparon los primeros lugares2. En una nación que se jacta a sí misma de la
excelencia en la educación, nos sentimos animados de ver que los valores que acompañan el
buen carácter son los que ocupan los lugares más altos.

Para muchos padres, enseñar valores a sus hijos, así como los límites que se derivan de
tenerlos, inclusive el lograr que los niños obedezcan reglas simples en la casa y en la escuela, ha
sido confundido por la cultura moderna y ha traído consigo angustia, estrés y frustración. Los
expertos en crianza, la Dra. Diana Baumrind y el Dr. Michael Popkin, tienen fuertes convicciones
sobre los porqués que están detrás de transmitir valores. Baumrind, mejor conocida por acuñar
los términos «estilos de crianza autoritarios, permisivos y autoritarios», cree que prácticamente
todo el asunto de la crianza es desarrollar carácter y un sentido de competencia3. Popkin,
conocido por su serie de Paternidad Activa, aconseja a los padres plantear a sus hijos que la
conformidad a un conjunto de valores es algo que beneficia al niño y no a los padres, pues el
interés de los padres en que sus hijos desarrollen principios no es para satisfacer los planes de
los padres, sino que es totalmente por el propio bien del niño («Es tu vida… tú eres el que va a
vivir con las decisiones que tomes ahora…»4).

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Cubrir esta necesidad básica realmente se trata de que los padres modelen el sistema de
creencias y los valores de sus hijos, en esencia, modelen sus corazones. No se trata de una
conversación de una sola vez o ni siquiera de una conversación semanal; requiere que los padres
compartan las razones detrás de lo que piensan, dicen y hacen, así como darle el debido
significado a las conversaciones y sucesos diarios. Hay muchos valores (gratitud, servicio,
integridad, empatía, respeto, lealtad, perdón, amabilidad y aceptación de la diversidad son solo
algunos) y diferentes familias pueden tener diversas opiniones respecto a cuáles son los más
importantes. En vez de decirles a los padres cuáles valores deberían estar transmitiendo a sus
hijos, les proponemos cinco «visiones» que creemos que los padres deben inculcar a sus hijos a
fin de cubrir la necesidad básica adicional: la visión que ellos tienen de sí mismos, la visión que
tienen sobre los demás, la visión que tienen de lo correcto e incorrecto, la visión que tienen sobre
aceptar la corrección y la visión que tienen de los conflictos en las relaciones, la visión que tienen
sobre el conflicto, el perdón y la reconciliación.

Modelar la visión que nuestros hijos tienen de sí mismos


Al esforzarnos en cubrir las cuatro necesidades básicas y evitar las interacciones
exasperantes que hemos identificado en este libro, los padres estarán automáticamente
ayudando a sus hijos a tener una visión saludable de sí mismos. Los niños reproducirán
inconscientemente en sus mentes los mensajes de afirmación de sus padres, los que con el
tiempo reforzarán mensajes positivos y una autoimagen positiva. Los padres que les dan el
espacio necesario a sus hijos pero que también se comprometen a pasar tiempos con ellos y a
escucharlos son los que serán invitados a conocer los pensamientos íntimos de sus hijos. Si los
padres son (apropiadamente) abiertos y vulnerables acerca de sus propios sentimientos con sus
hijos a una corta edad, sus niños tendrán más probabilidades de seguirlos. Cuando esto se
convierte en una relación recíproca, los padres sabrán exactamente cómo se sienten sus hijos
respecto a sí mismos y tendrán una ventana abierta hacia sus corazones, lo cual les proveerá
oportunidades de formar sus pensamientos acerca de sí mismos.

Toda la verdad sobre los Louis

Cuando nuestros hijos tenían tres y cinco años respectivamente, yo (Karen) empecé
a hablarles acerca de la necesidad de ser abiertos y de compartir de modo habitual
sus pensamientos y sentimientos.

Esto lo hice, en parte, a fin de que no adquirieran el hábito de escondernos las cosas
que podrían haber sucedido durante el día, tal como ocurrió cuando estaban en jardín
de infancia. Pero con Sonia, yo tenía un segundo motivo para hacer esto. Yo había
trabajado con ella en cuanto a tener pensamientos positivos acerca de sí misma y de
la manera en que ella se veía en relación al mundo que la rodeaba, debido a que
desde una temprana edad, a veces, ella se decía a sí misma mensajes negativos.

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Inclusive ella llegaba a pronunciar esos mensajes en voz alta, pero apenas audible;
solo podía oír una especie de murmullo saliendo de ella. Yo le preguntaba qué era lo
que estaba diciendo, pero al inicio ella no quería contarme. Con el tiempo me lo dijo:
«Me estoy diciendo que soy estúpida» o algo en ese sentido. Me parece recordar que
estas conversaciones sucedían cuando manejaba, llevándola de la escuela a la casa,
por lo que yo estacionaba el carro, me volvía a ella, la miraba a los ojos y le decía
mensajes positivos para contrarrestar los negativos que ella misma se estaba
diciendo. (Ahora que sé lo que sé, no estoy segura de lo que estaba pasando en
nuestra casa que causaba que Sonia tuviera pensamientos de defectuosidad, los
cuales vienen del dominio de la desconexión y rechazo. Hemos debido estar
exasperándola de alguna manera, posiblemente mediante la interacción exasperante
perfeccionista y condicional. En esta etapa de su vida, ella no recuerda ninguna
interacción de ese estilo, pero apuesto a que si un día ella llega a tener hijos, algunos
recuerdos al respecto la inundarán).

Aprovechar el poder de la comunidad, concepto que desarrollaremos más tarde en este


capítulo, puede también ayudar a la visión que tu hijo tenga de sí mismo. Cuando tu hijo
adolescente tiene otros amigos adultos a quienes respeta y con quienes se lleva bien, también
estará dispuesto a compartir con ellos acerca de sus pensamientos y problemas íntimos. Es
increíble cuánta diferencia hace esto en ayudar a que el niño tenga una visión saludable sobre sí
mismo y a que se sienta vinculado con la comunidad. Puede que no haya mayor regalo que los
padres puedan dar a sus hijos que ayudarlos a tener una visión positiva de sí mismos.

Modelar la visión que nuestros hijos tienen sobre los demás


Si nuestros hijos no sienten compasión ni empatía por la gente ni lo demuestran, ellos
sentirán que el preocuparse por otros es una tarea o deber y sus relaciones no serán duraderas
ni gratificantes. Sermonearlos acerca de la necesidad de cuidar de las personas es algo
improductivo; debemos ayudarlos a sentirlo desde su interior; y eso empieza con la manera en
que ven a otros. A continuación, indicamos tres consejos para lograr este objetivo.

a. Crea un ambiente en el hogar que promueva la empatía

Hacer participar a nuestros niños en trabajos voluntarios o en otras actividades solidarias


los ayuda a mostrar empatía. Sin embargo, el preocuparse de otros no viene solamente de visitar
a los necesitados y a aquellos que tienen menos que nosotros. Es necesario también que los
padres ayuden a sus niños a tomar en cuenta los sentimientos de otros mientras ellos viven el
día a día. Los padres deben explicar las cosas tal como van sucediendo de modo que los niños
puedan ser capaces de darle un significado positivo a las situaciones y que los padres no sean
únicamente buen ejemplo.

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Hemos señalado que los padres deben mostrar empatía a sus hijos, y no rechazarlos o
menospreciarlos. Hemos mencionado que al escuchar sobre los dolores de los niños y mostrarles
empatía, los padres están siendo el ejemplo de lo que ellos quieren que sus hijos hagan también,
y están exhibiendo una amplia gama de aspectos buenos que vienen cuando los padres muestran
empatía a sus hijos (ver Capitulo Ocho). Lamentablemente, hay algunos padres que muestran
poca empatía con otros miembros en su hogar y luego esperan que sus hijos se vuelvan personas
a quienes les importan los demás. Cuando los padres no son ejemplo de empatía, es bastante
dudoso que ello se vaya a arraigar profundamente en el corazón de sus hijos.

b. Enfócate en la causa y efecto

Marilyn Watson popularizó la idea de hablar a los niños acerca de la causa y el efecto.
Debemos enfatizar la necesidad de seguir hablando acerca de la manera en que las acciones de
nuestros niños afectan los sentimientos de otros. Si únicamente señalamos los errores y malos
comportamientos de los niños y les decimos cuánto están arruinando las cosas, ellos con el
tiempo se sentirán hartos. Muchos padres exhiben este tipo de vehemencia en su crianza, pero
no toman tiempo para explicar y procesar el efecto de la mala conducta. Tales oportunidades no
deben ser desaprovechadas. Ellas pueden convertirse en lecciones valiosas en vez de momentos
en que, como padres, estemos tratando de «enseñarles una lección» al corregirlos
drásticamente5.

Por otra parte, cuando ellos hacen cosas positivas, enfócate en cómo eso ayudó a otras
personas a sentirse bien. Esto les enseñará que parte de amar a las personas es tomar en
consideración sus sentimientos. Por cierto, esto también les será de ayuda en cuanto al punto
anterior de la « visión» de lo correcto e incorrecto, porque los niños aprenden mejor al respecto
cuando ven cómo afectan a las personas sus propias acciones correctas e incorrectas. Esto es lo
central en la «Regla de Oro»: Trata a los demás como quieres que ellos te traten a ti.

¿Te acuerdas de Nucci, nuestro experto en desarrollo moral, y sus diferentes tipos de
moralidad que desarrollamos en el Capítulo Tres? La investigación de Nucci descubrió que los
niños se sienten ayudados cuando los padres los corrigen con afirmaciones acerca de sus
acciones (en vez hacerlo con interacciones exasperantes) tales como: «Eso de veras lastimó a
Miguel», «¿Cómo te sentirías si alguien te hubiera insultado así?» y «¿Te parece justo que cojas
dos juguetes cuando todos los demás cogen uno?». Él escribió: «El desarrollo moral de un niño
está influenciado por experiencias (incluidas conversaciones) que tienen que ver con los
sentimientos y los pensamientos acerca de las maneras en cómo las acciones afectan a la
gente»6. Aquí es crucial enfocarse en el nivel de los sentimientos, y no usar una de las
interacciones exasperantes, o aún el solo etiquetar un acto como incorrecto. Imagina la
atmósfera en el hogar donde etiquetar acciones como negativas es la manera principal en que
los padres enseñan a sus hijos. ¿Cómo sería esa atmósfera desde la perspectiva del niño?

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c. Sé ejemplo para sus hijos

Uno de los más importantes «otros» que hay en las vidas de los padres son sus propios
hijos. Como padres, tenemos muchas oportunidades de enseñar a nuestros hijos este principio
mediante situaciones en las que ellos hacen bien al tomar en cuenta a otras personas y otras
situaciones en las que no. Esto puede incluir hablar a nuestros hijos de la manera en que
deseamos que las personas nos hablaran, corregir a nuestros hijos de la manera en que deseamos
que otros nos corrijan, dar a nuestros hijos el beneficio de la duda en la forma en que deseamos
que otros nos la den y animar a nuestros hijos de la manera en que deseamos que otros nos
animen a nosotros.

Los niños son muy listos; a ellos no se les escapa nada. Cuando ven a sus padres teniendo
un buen matrimonio (no perfecto, pero en el que siempre se arreglan las cosas y se dan amor
uno al otro) y sienten que son tratados con amor, respeto, amabilidad y firmeza y que se les da
una adecuada libertad así como límites, ellos sacarán sus propias conclusiones y admirarán los
valores de sus padres. Antes de que les transmitamos virtudes, debemos vivirlas primero
nosotros mismos. Un ejemplo es extremadamente poderoso y puede volverse una herencia que
dejamos para nuestros hijos.

Nuestros hijos nos verán actuar durante los buenos y malos tiempos, en nuestros mejores
y peores momentos y durante nuestros días «normales». Todo ello, visto en su totalidad, brinda
a nuestros hijos numerosas oportunidades para ver cómo somos verdaderamente en nuestro
interior y qué valores realmente apreciamos. No hace falta decir que ellos llevarán consigo esas
memorias hasta que se conviertan en adultos. Es increíble lo que ellos captan a partir de nuestra
conducta diaria. Por ejemplo, ellos verán la manera en cómo hacemos las siguientes acciones:

• Trabajar (nuestra ética de trabajo)

• Tener una perspectiva sobre el dinero, la riqueza y la posición social

• Compartir con otros (ser generosos o tacaños)

• Manejar conflictos, enojarnos y perdonar

• Pedir disculpas y demostrar humildad (o no)

• Hablar acerca de otros

• Tratar a nuestro cónyuge

• Tratar a meseros, cajeros y a las personas sencillas de la misma manera que a las personas
ricas y poderosas (o no)

• Tratar y hablar sobre nuestros propios padres, o sus abuelos, y nuestros hermanos

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Y la lista continúa. Si hay una incoherencia entre lo que enseñamos y lo que practicamos,
eso tendrá un impacto en nuestros hijos. No hay duda de que todos tenemos debilidades, pero
hay una diferencia entre padres que son imperfectos y que verdaderamente son «un trabajo en
proceso» y padres cuyas vidas están plagadas de hipocresía y falsedad. Ser buen ejemplo es
crucial, pero también necesitamos verbalizar y enseñar a los niños lo que creemos.

En su libro The Altruistic Personality (la personalidad altruista), Samuel y Pearl Oliner nos
explican cómo entrevistaron a 406 personas que rescataron judíos del exterminio nazi y 126
personas que vivían en las mismas partes de la región de Europa ocupada por nazis, pero que no
participaron en dar su ayuda a los judíos. Los que rescataron a judíos tuvieron más probabilidades
que los que no los rescataron de decir que:

• Sus padres les dieron el ejemplo sobre los valores de la solidaridad. En contraste, los
padres de quienes no rescataron a judíos tuvieron más probabilidades de haber hecho
énfasis en valores económicos tales como obtener un buen trabajo. (¡Esto debería
verdaderamente afectar el tipo de conversación tenemos en la mesa durante la
comida!)

• Los que no rescataron a judíos también dijeron que sus padres tenían más
probabilidades de usar castigos severos. En cambio, los que rescataron a judíos dijeron
que sus padres de vez en cuando los castigaban, pero que con mayor frecuencia les
enseñaban y explicaban las cosas.

• Los que padres de quienes rescataron a judíos también tuvieron más probabilidades de
enseñar de modo explícito una actitud positiva y de tolerancia hacia la gente que tenían
culturas y religiones diferentes7 (RI19.1).

La conclusión es que los padres que muestran compasión tienen más probabilidades de
tener hijos empáticos y que muestran compasión a otros y tienen más probabilidades de saber
la diferencia entre lo correcto e incorrecto. ¡Increíble! Eso nos conduce a nuestro siguiente
tema…

Modelar la visión que nuestros hijos tienen de lo correcto e incorrecto


Igualmente, debemos ayudar a nuestros hijos a aprender cómo tomar decisiones sabias y
a saber que hay consecuencias cuando uno ha escogido de modo no sabio. Nucci observó que los
conflictos sobre temas en los dominios convencionales de la prudencia y de lo personal
conforman prácticamente todas las disputas que habían entre adolescentes y sus padres8.
Disciplinar y educar a los niños acerca de temas dentro del dominio moral, que se tratan en
verdad de lo correcto e incorrecto, siempre es acertado. Proteger su seguridad con límites dentro
del dominio de la prudencia es también un deber de los padres. Sin embargo, cuando los padres
discuten con sus hijos y los disciplinan por sus «ofensas» dentro del dominio convencional y el

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dominio de lo personal, están en un terreno resbaladizo. Mientras los padres pelean con sus hijos
acerca de temas subjetivos y de elección personal que no se tratan verdaderamente de un tema
sobre lo correcto e incorrecto, sus hijos se volverán exasperados y experimentarán frustración
respecto a sus necesidades emocionales básicas.

Existen muchos temas que tienden a frustrar a los padres, por ejemplo, malos modales en
la mesa, lenguaje vulgar, deshonestidad en las notas, peinados y colores de cabello
extravagantes, por nombrar algunos. Piensa en el tipo de conflictos que frecuentemente tienes
con tus hijos. ¿Acaso se trata de hacerte quedar bien a ti? ¿Se tratan de temas convencionales?
¿O esos conflictos tratan sobre ayudar a tus hijos a desarrollar un sentido de moralidad? Los
estudios también demuestran que los niños a quienes se les ha dado control sobre el dominio de
lo personal están más dispuestos a compartir su información personal con sus padres, inclusive
cuando se trata de su participación en conductas sexuales. Los padres controladores tienen
menos oportunidades de conocer íntimamente a sus hijos, especialmente aquellos que están en
la etapa adolescente. Los padres pueden esperar un brutal despertar a la cruda realidad de la
conducta secreta de sus hijos cuando los hieren con conductas exasperantes tales como
subestimar, castigar, controlar o ser perfeccionistas. Tratar de controlar la conducta y apariencia
de los niños únicamente conducirá a estos a mantener a sus padres en el desconocimiento acerca
de sus luchas y desafíos personales.

Puedes ir a nuestra página web, www.gep.sg, para hacer un ejercicio sobre clasificar temas
dentro de los dominios (los dominios de Nucci mencionados en el Capítulo Tres) a fin de obtener
información acerca de cómo guiar la visión que tienen tus hijos de lo correcto e incorrecto.

Toda la verdad sobre los Louis

Cuando yo (John) tenía quince años, mis padres me enviaron de Malaysia a Inglaterra
para asistir a un internado. Como puedes imaginar, los chicos allí se portaban mal y
se metían en muchísimos problemas por hacer cosas que incluían hablar todo tipo de
lenguaje inapropiado, decir mentiras, robar, y cualquier otro tipo de mal
comportamiento. Sin embargo, en vez de lidiar con temas que estaban ocultos y que
podrían dejar cicatrices para esos chicos de por vida, la escuela generalmente se
enfocaba en el dominio convencional. Por ejemplo, cuando hablábamos a nuestros
maestros, no se nos permitía colocar nuestras manos en los bolsillos, ni aún en pleno
invierno, porque ello era interpretado como falta de respeto. Si nos olvidábamos, se
nos castigaba haciéndonos levantar cuarenta y cinco minutos más temprano al día
siguiente, y teniendo que presentarnos ante el alumno que tenía el rol de vigilarnos
(el prefecto). A continuación, figuran algunas otras reglas que se nos obligaba
obedecer:

Gritar animando a nuestro equipo en el campo de rugby mientras enfrentábamos los


fuertes vientos del Océano Atlántico, los cuales era muy fríos (¡y estábamos sin las
manos en los bolsillos!)

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Hacer caminatas en los campos agrícolas abiertos en horarios fijados (domingos por
las tardes).

Sostener nuestros tenedores y cuchillos de la manera correcta (la inglesa); éramos


regañados si lo hacíamos usando el modo norteamericano.

Si bien, no estoy en contra de las reglas convencionales, me parece muy injusto que
el mismo castigo severo fuera impartido por chicos que tenían prácticamente nuestra
edad (prefectos), simplemente por el hecho de sostener un tenedor de una manera
que para la escuela era incorrecta o por haber faltado el respeto a nuestros maestros.
Éramos castigados por las cosas más tontas. Estas reglas eran totalmente arbitrarias.
No hace falta decir que desarrollé muchísimas malas actitudes contra la autoridad de
los prefectos mientras fui a esa escuela.

Cuando los padres se enfocan demasiado en temas convencionales y personales de


los adolescentes y los regañan por no obedecer, a menudo lo que se causa es un
enfrentamiento. A muchos adolescentes les producirá rebelión. Olvídate de los temas
secundarios y enfócate en los temas del corazón que realmente importan.

Modelar la visión que nuestros hijos tienen sobre aceptar la corrección


Hemos comentado en extenso en las secciones sobre conexión y aceptación, así como en
la de límites razonables, acerca de cómo impartir corrección a nuestros hijos de una manera que
no los exaspere. Es importante que los padres enseñen a sus hijos que se espera que ellos reciban
la corrección con humildad y obediencia. Esto puede sonar difícil, pero, ¡la etapa adolescente
será mucho más fácil si los niños fueron entrenados en esta área durante los años en que fueron
creciendo! Los esposos y esposas deben estar unidos en cuanto a las expectativas que tienen
sobre la manera en que ellos desean que sus hijos vean a la corrección, así como deben ser
constantes en este proceso.

Los padres deben enseñar a sus hijos que es normal cometer errores, pero los niños y
adultos por igual debemos reconocer nuestros errores y enmendar las equivocaciones. El tener
una actitud en la que se lamenta y se arrepiente de algo que haya herido a otros es un valor
crucial que debemos inculcar a nuestros hijos. Los niños deben ver a sus padres dándoles el
ejemplo en cuanto al hecho de que admitir errores y disculparse trae alegría al corazón. Los niños
también necesitan ser enseñados que, cuando deciden ocultar sus errores y malas conductas,
terminarán sintiéndose culpables e infelices.

Cuando los niños encuentran el coraje de confesar sus luchas, los padres deben a su vez
responder con perdón, aceptación y reconciliación. Debemos abstenernos de ser críticos,
negativos y castigadores. Frases como «Te lo dije» y « ¿Cuántas veces te lo he dicho, pero no me
escuchas?» transmiten que no creemos en ellos y únicamente los alejarán de ser vulnerables,
una vez más, con nosotros.

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Para el momento en que ellos empiecen a hablar sus primeras palabras, los niños deben
ser enseñados a asumir la responsabilidad por su desobediencia. Ellos deben aprender a decir
«Lo siento» de todo corazón, lo cual debe ser seguido por el perdón de los padres y el que estos
reafirmen su amor a sus hijos con abrazos y besos.

¿Cuán humildes son los padres entre sí cuando manejan sus conflictos o los conflictos que
tienen con otros? ¿Cuán dispuestos están a disculparse sinceramente cuando han cometido
algún error con sus hijos, por ejemplo, al gritarles o tener una actitud castigadora? ¿Cuán abiertos
están los padres para recibir comentarios y opiniones de sus propios hijos o de los demás? Todo
esto es observado por la atenta mirada de nuestros pequeños, quienes aprenderán de lo que ven
en nuestras vidas, no únicamente de lo que les enseñamos.

Modelar la visión que nuestros hijos tienen sobre el conflicto, el perdón y la


reconciliación
Cuando perdonamos, la amargura, resentimiento y enojo son eliminados. La energía
emocional negativa es reemplazada por sentimientos de tranquilidad, libertad y paz. De hecho,
el perdón es el fundamento para sanar las relaciones.

Al definir el perdón, los investigadores diferencian al genuino del superficial. El Dr. Everett
Worthington y el Dr. Robert Enright se encuentran entre los más destacados expertos en perdón
en Estados Unidos de América. El Dr. Worthington dice: «En el perdón genuino, alguien que ha
sufrido un daño injusto escoge abandonar su derecho al resentimiento y a la venganza, y en vez
de ello ofrece misericordia al ofensor»9. Y el Dr. Enright escribe: «Las personas, al hacer la
determinación racional de que han sido tratadas injustamente, perdonan cuando
voluntariamente abandonan el resentimiento y las respuestas relacionadas a ello (a las cuales
tienen derecho) y se esfuerzan por responder al infractor basándose en el principio moral de la
benevolencia, el cual puede incluir la compasión, el valor incondicional, la generosidad y el amor
moral (al cual el infractor, por la naturaleza del acto o actos hirientes, no tiene derecho)»10.

Podríamos decir que el perdón está constituido por varios componentes: somos
conscientes de que la ofensa era injusta, reconocemos que tenemos el derecho de responder
con enojo, renunciamos al derecho a vengarnos y tomar represalias que podrían causar daño al
ofensor, y sustituimos los sentimientos de resentimiento por los de compasión, benevolencia y
amor.

Asimismo, creemos que los padres deben enseñar a sus hijos que si bien ellos tienen
derechos, sus derechos no están por encima de los de los demás, así que no tienen el derecho
de dañar a alguien simplemente porque tienen deseos de vengarse (ver la frase en cursiva líneas
arriba; también ver el análisis en el Capítulo Catorce sobre las situaciones que producen
bloqueos). En cualquier caso, reconocemos que cuando la gente ha sido herida puede sentir
deseos de vengarse. Stephen Covey, el experto en el liderazgo y autor del libro «Los siete hábitos
de las personas altamente efectivas», dice que una de las diferencia entre los humanos y otros

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animales es que nosotros tenemos un botón de pausa11; creemos que los padres deben enseñar
a sus hijos a presionar ese botón de pausa cuando sientan que han sido perjudicados.

Regresando al tema del perdón, el Dr. Enright continúa señalando que cuando las personas
han logrado perdonar con éxito a alguien, como consecuencia han reducido o eliminado
sentimientos, pensamientos o conductas negativas hacia el ofensor. En vez de ello, quienes
perdonan han desarrollado:

• Sentimientos positivos hacia el ofensor

• Conducta positiva hacia el ofensor

• Pensamientos positivos hacia el ofensor12

Según Enright, el perdón no es condonar, disculpar ni justificar las acciones del ofensor, ni
es simplemente tranquilizarse13. El perdón no se equipara necesariamente a la reconciliación.
Tal como el Dr. Enright lo señala: «La reconciliación es el acto en que dos personas se unen otra
vez después de una separación. El perdón, por el contrario, es la acción moral de una persona
que empieza como un acto privado, una decisión que se hace al interior del corazón humano14.»

La reconciliación implica que ambas partes se juntan y que ambas piden perdón y dan el
perdón. Ambas partes tienen la voluntad de continuar la relación de la una con la otra. Sin
embargo, si una de las partes se siente insegura estando en una relación con otra parte que no
está arrepentida de sus acciones, entonces la parte ofendida, después de perdonar, puede
decidir no reconciliarse, sino tener únicamente una relación con límites con la otra parte. (Por
ejemplo, si unos chicos agresivos golpean a tu hijo de ocho años, es de esperar que quieras que
este los perdone, pero probablemente no esperarás que se vuelva inmediatamente el mejor
amigo de sus agresores).

Las investigaciones han demostrado de forma contundente que la falta de perdón puede
ser perjudicial para la salud; por ello, con mayor razón debemos enseñar a nuestros niños sobre
el perdón. Los científicos han descubierto que el perdón tiene un impacto en el matrimonio:
cuanto más alto es el nivel de perdón entre cónyuges, mayor será la calidad del matrimonio.
Otros estudios muestran que la gente que perdona fácilmente tiene una menor reactividad
cardiovascular y una mejor tasa de recuperación que aquellos que no perdonan fácilmente.
Quienes perdonan fácilmente también experimentan menos ansiedad, depresión y enojo.
Cuando no perdonamos a las personas que nos han dañado, no las estamos «castigando» sino
que estamos colocándonos nosotros mismos en una situación de riesgo (RI19.2).

La mayoría de casos de niños que cargan consigo el dolor de la infancia y lo llevan a la


adultez tiene que ver con áreas no resueltas que nunca tuvieron un cierre apropiado a través de
la reconciliación y/o el perdón. La mayoría de la gente no sabe el verdadero significado del
perdón. Para muchos, se trata de «esconder las cosas debajo de la alfombra», tratar de olvidarse
del asunto o simplemente decir «Lo siento». ¿Por qué dejar a nuestros niños con asuntos no
resueltos, en los cuales piensan a menudo, cuando sabemos que eso afecta negativamente su
salud mental y emocional?

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El Dr. Enright y sus colegas llevaron a cabo dos estudios sobre el perdón con niños, y
llegaron a la conclusión de que los niños más pequeños piensan en el perdón de modo diferente
a los niños de más edad15. Los investigadores descubrieron que:

• Los niños en las edades de 9 a 10 años igualan el perdón a la venganza («Si todavía no
te he perdonado, merezco vengarme»).

• Los niños pequeños desean una disculpa antes de que sean capaces de perdonar; esto
no debería ser un requisito en el caso de los adultos, pero en el caso de los niños
pequeños, esto sí importa. (Inclusive para los adultos, esto ayuda en gran medida a que
la gente se reconcilie).

• Los padres que piden disculpas a otros delante de sus hijos por aquellos errores que son
de su responsabilidad, y cuando los lastiman a sus hijos, igualmente les piden disculpas,
no solo están reconciliándose, sino que están siendo buenos ejemplos para sus niños.
¡Hemos oído a muchos adultos decir que sus padres nunca se disculparon con ellos!

• Los niños cuyos padres les dieron el ejemplo de perdón terminan practicándolo ellos
mismos.

• Muchos adolescentes escuchan a las autoridades en esta materia, tales como a sus
maestros en la escuela. Cuando hay un mensaje claro y uniforme de sus maestros y
padres, los niños tienen más probabilidades de internalizarlo y hacerlo parte de su
sistema de creencias.

• Los adolescentes mayores se enfocan en el resultado que surge luego de que se da el


perdón, por ejemplo, si ello posteriormente conduce o no a una relación restaurada.

• Algunos adultos adoptan una perspectiva amorosa e incondicional sobre el perdón; ellos
separan la conducta del ofensor del ofensor en sí mismo. Cuando hacemos esto, el
perdón se vuelve más fácil. El objetivo es ser capaz de ver la conducta del ofensor como
incorrecta, pero no descalificar a la persona misma (RI19.3).

Otros puntos a considerar cuando se enseña a los niños sobre el perdón:

• Todas las personas, sin importar el color, religión, raza, etcétera, tienen sentimientos y
todas merecen respeto. Hay algunos en la sociedad que enseñan que únicamente la
gente «importante» debe ser respetada. Sea que nuestros hijos sean groseros con el
director del colegio o con el personal de parqueo de una tienda, debemos enseñar a
nuestros hijos a pedir disculpas. En Singapur, algunas veces vemos a niños que muestran
mucha falta de respeto por el personal doméstico extranjero contratado por sus padres,
y los padres simplemente lo pasan por alto; pero cuando se trata de faltar el respeto a
los padres, los niños son castigados. Esto envía un fuerte mensaje de que el respeto
únicamente se debe tener hacia ciertas personas. Es lamentable ver a alguien
sintiéndose que es superior a los trabajadores domésticos que vienen de países vecinos.
Cuando se permite que los conflictos se prolonguen, nuestros niños se volverán inmunes

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al dolor y a los sentimientos de los demás. Cuando los niños pierden la habilidad de
sentir empatía, entonces se vuelven adultos que no son capaces de tener empatía. Esto
afectará su propio matrimonio y sus relaciones con otros.

Comunidad saludable
Los expertos durante mucho tiempo han alabado las virtudes de una comunidad saludable.
Cuando las personas conectan unas con otras y cada persona asume los intereses de los demás
en su corazón, algo sobrenatural ocurre. A través de esa conexión emocional, nuestras heridas
más profundas son sanadas. Nos alegramos juntos, nos entristecemos juntos. Amamos juntos,
nos reímos juntos y lloramos juntos. Todos somos débiles en algún punto de nuestras vidas. En
una comunidad saludable, el amor, la conexión, el cuidado y la aceptación fluyen de las personas
sanas hacia las personas más necesitadas y, mediante esto, la sanación ocurre. No de modo
instantáneo, sino a través de un proceso lento y constante, la gente va mejorando. No es de
sorprender que sea mejor para las personas vivir en comunidad.

Lastimosamente, vivimos en una época en la que la responsabilidad por este tipo de


conexión recae en los consejeros, educadores y terapeutas. Un artículo del New York Times, de
Mayo del 2012, trata sobre cómo estamos perdiendo la capacidad de conectarnos y de ser
íntimos debido a que sentimos la necesidad de contratar los servicios de especialistas para
exponerles nuestra vida privada y ya no pedimos ayuda a nuestros amigos y familiares17. Las
investigaciones muestran que, más que las habilidades del terapeuta, el ingrediente que más
ayuda y sana cuando uno acude a un profesional como ese es la conexión entre el consejero y el
cliente18. Los amigos cercarnos deberían tener la capacidad de brindar ese ingrediente que es el
más importante para la sanación emocional.

En el mundo acelerado donde las parejas tienen que hasta agendar el hacer el amor, y los
amigos tienen que planear con un mes de anticipación el encontrarse y tomarse un café, la gente
se siente incómoda de mostrar este tipo de amor y conexión. Muchas veces ni siquiera saben
cómo hacerlo. Algunas veces, sienten que no tienen lo necesario para hacerlo y se sienten fuera
de lugar. Otras, es debido a una falta de confianza. Existe muchísima propaganda acerca de la
aldea global y las redes sociales que tratan de mantener conectada a la gente, pero en la mayoría
de los casos, la gente en el mundo parece más superficial y que tiene menos relaciones profundas
que nunca. Las personas raramente hablan de su dolor emocional las unas con las otras, y si lo
hacen, no es extraño para su círculo de amigos aconsejarles acudir a un consejero o terapeuta.
Nosotros somos consejeros profesionales, así que obviamente creemos en estas profesiones.
Respetamos a aquellos profesionales capaces, entrenados y talentosos, que se dan a sí mismos
para tratar de brindar sanación emocional a los demás, y no queremos restar importancia a la
necesidad de estar adecuadamente entrenados, pero nos preguntamos si la gente entiende y
aprecia el poder sanador que puede surgir cuando las personas simplemente se conectan las
unas con las otras. Podemos rodearnos nosotros mismos de personas buenas, sanas y afectuosas
que quieran interesarse por nuestras vidas, pero si nos negamos a dejarlas entrar en nuestros
mundos no seremos sanados, y eso será para nuestro propio perjuicio. Nosotros seremos los que,

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como resultado, nos quedaremos solos y nos sentiremos aislados. Esto significa que cada uno de
nosotros tiene el ingrediente para sanar a alguien más al darnos a nosotros mismos y entregar
nuestro corazón los unos a los otros.

Cuando verdaderamente nos sentimos conectados, nos sentimos aceptados por quienes
somos. Aunque tenemos diferentes talentos y limitaciones, nos sentimos en paz, sabiendo que
somos perdonados. Las amistades añaden profundidad espiritual y bendiciones a nuestras vidas.
Imagina lo que podrían lograr todas estas cualidades para nuestro bienestar. Estudios
contemporáneos indican los beneficios para la salud y el bienestar mental de tener una
comunidad que está estrechamente conectada.

En el mundo actual, hay muchas instituciones valiosas que ofrecen el sentido de


comunidad: lugares de adoración (iglesias, templos, etc.), universidades, escuelas, guarderías, los
Scouts, equipos deportivos y otros, sin mencionar a la familia. Creemos que si vamos a satisfacer
la necesidad básica emocional adicional de nuestros niños, no lo podemos hacer solos.
Únicamente lo podemos hacer si somos parte de una comunidad saludable y si logramos hacer
participar a nuestros hijos de esta.

Ya hemos visto estadísticas que muestran cuánta influencia tienen los padres en sus hijos.
No te equivoques al respecto, lo padres son la principal influencia en sus hijos. Sin embargo,
debido a que todos tenemos disfuncionalidades en cierto grado, únicamente podemos llegar
hasta cierto nivel. Por eso, lo mejor que podremos es llegar a ser «lo suficientemente buenos».

Cuando nuestros hijos están físicamente débiles, los llevamos al médico. Cuando ellos
quieren ser mejores en un deporte, los llevamos a un entrenador. Cuando a ellos no les va bien
en sus relaciones con nosotros, sus padres, ¿qué es lo que hacemos? Normalmente, simplemente
dejamos que el tiempo pase, y generalmente las relaciones y los conflictos llegan a un punto de
estancamiento y no se logra ningún progreso. ¿A quién llamamos para que nos ayude? Hablar a
nuestro cónyuge, asistir a cursos sobre crianza y leer libros son todas cosas útiles; sin embargo,
¿estamos aprovechando bien el poder que tienen las comunidades saludables? (RI19.4).

El uso de la palabra «comunidad», para mucha gente, tiene una variedad de significados.
Puede implicar ser parte de un club social donde la gente se reúne principalmente por razones
sociales. Sus amigos están allí y por eso se sienten cómodos en ese lugar. En su libro titulado
Community: The Structure of Belonging (la comunidad: la estructura del pertenecer), Peter Block
describe muy bien qué es una comunidad:

La palabra comunidad, tal como es usada aquí, trata de la experiencia de pertenecer.


Estamos en una comunidad cada vez que encontramos un lugar al cual pertenecer.
La palabra pertenecer tiene dos significados. Ante todo, pertenecer es estar
vinculado a, y ser parte de, algo. Es ser miembro de algo, la experiencia de estar en
casa en el sentido más amplio de la frase. Es lo opuesto a pensar que donde fuera
que yo esté, estaría mejor en cualquier otro lado. O que todavía estoy
constantemente deambulando, buscando el lugar al que pertenezco. Lo opuesto a
pertenecer es sentirse aislado y siempre (en todas las formas) en el margen, un ajeno.
Pertenecer es saber, aún en medio de la noche, que estoy entre amigos.

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El segundo significado de la palabra pertenecer tiene que ver con ser propietario:
algo me pertenece. Pertenecer a una comunidad es actuar como creador y co-
propietario de esa comunidad. Lo que yo considero mío, me comprometeré a
construir y cuidar. El trabajo, entonces, es buscar en nuestras comunidades un
sentido más amplio y profundo de compromiso emocional; eso significa fomentar
entre todos los ciudadanos de una comunidad un sentido de propiedad pero también
de rendir cuentas19.

Las ideas de pertenecer y de compromiso emocional son realmente una manera apropiada
de ver nuestras respectivas comunidades. Tener un sentido de compromiso emocional significa
preocuparnos de la comunidad, tener un rol en ella, y buscar constantemente formas de mejorar
la práctica de los valores que ellos estiman. Esto incluye dar comentarios y asistir a reuniones.
Ambos conceptos, el sentido de pertenencia y compromiso emocional, deben ser entendidos por
todos los miembros, y en la misma medida que esto sea comprendido y practicado, así será
también el nivel de salud de esa comunidad.

Nosotros creemos que nunca seremos demasiado jóvenes para empezar a experimentar la
comunidad. Pero en el caso de los niños, esto debe ser balanceado con cuidar su seguridad.
Siempre que las parejas dejen estar a sus hijos con otras personas, deben asegurarse de que esas
personas son de confianza. Esperamos que esto no se interprete como una falta de amabilidad,
pero hemos visto el daño causado cuando los padres no estuvieron alertas al respecto.

Habiendo dicho eso, estamos totalmente a favor de tener fabulosas vacaciones con otras
familias de comunidades en las que confías. Combina vacaciones familiares y tómenlas juntos de
manera regular, ofrece tu casa para fiestas de pijamadas y organiza excursiones así como
actividades deportivas con otras personas. Ayuda a tus hijos a desarrollar relaciones con los hijos
de otros padres que tú conozcas bien; así es como empieza la comunidad. No se trata únicamente
de que los niños conozcan a otros niños, sino de que los padres también conozcan y tengan
relaciones con otros padres y sus hijos. Muchos padres no conocen a los padres de los amigos de
sus hijos; esto es un error. Las amistades deben ocurrir a ambos niveles, los niños con los niños y
los padres con los padres. Esta constante interacción, junto con el compartir y dar, es lo que
ayuda a desarrollar el sentido de comunidad.

Toda la verdad sobre los Louis

Cuando nuestros hijos eran pequeños, recibimos invaluables comentarios respecto a


su conducta cuando compartimos momentos con padres más experimentados, pues
sentimos un deseo ardiente de pedir consejo siempre que viajábamos o teníamos
invitados en la casa. Llamábamos por teléfono a amigos en los Estados Unidos de
América para pedirles consejo acerca de lactancia materna o cómo hacer dormir a
nuestros hijos. ¡Normalmente lo hacíamos a las 3:00 a. m., hora de Singapur!
Aprendimos de nuestros amigos de la India; ellos también nos ayudaron con los
temas de la disciplina y de los horarios y nos enseñaron la importancia de no permitir
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a nuestros hijos lloriquear ni quejarse. Recibimos consejos de parejas de más edad
de Inglaterra y Australia acerca de asegurarnos de no retroceder respecto a los límites
que pusimos a nuestros hijos o respecto de promover en ellos la actitud de que creer
que tienen todos los derechos. Estaremos agradecidos por siempre por sus
comentarios. Sin embargo, nos dimos cuenta que en el siglo veintiuno, la generación
de Google no necesariamente tiene el mismo sentido de comunidad y predisposición
a aprender de las parejas mayores. Parece que las parejas jóvenes de hoy en día
tienen mayores probabilidades de buscar en Internet en vez de llamar por teléfono a
un amigo o ir a visitar la casa de amigos maduros que viven cerca. Quisiéramos animar
a los matrimonios jóvenes a buscar ayuda de amigos de más edad (aquellos dignos
de su respeto) en sus familias y vecindarios, quienes puedan darles consejos y
comentarios en tiempo real sobre sus hijos, en beneficio de ellos.

Servir a los demás


Una de las actividades que la gente joven verdaderamente ansía es ser capaz de participar
en acciones de servicio que beneficien a otras personas. Hemos visto a adolescentes cambiar
completamente sus vidas luego de participar en algo más grande que ellos mismos. Es
emocionante ver cómo los actos de servicio pueden tener un inmenso impacto en las vidas de
las personas. (A propósito, ¿no te has dado cuenta que no pareciera que los niños aprendieran
sobre la gratitud cuando meramente se les dice cuán agradecidos deben ser? ¡No parece que eso
funciona!)

Relaciones con gente de su edad


Es importante para los padres animar a los adolescentes a pasar bastantes tiempos juntos
con niños de su edad. Los padres deben hacer los sacrificios necesarios para lograr que sus hijos
compartan momentos con otros adolescentes de familias que ellos confíen. Esto ayuda a los
adolescentes que son afines a tener la oportunidad de estar más cercanos los unos con los otros
y a construir el sentido de comunidad. Si te preocupa que tus hijos estén ausentes demasiado
tiempo, haz de tu hogar el centro de actividad.

Participación de otros adultos no familiares como mentores de tu hijo


Además de tener grandes relaciones con gente de su edad, tener a otros adultos que no
son familiares en la vida de nuestros hijos tiene un valor que no puede ser sobreestimado. Parte
de las razones por las cuales las comunidades deben ser fomentadas en una etapa más temprana
es que eso ayudará a tus hijos a tener relaciones con adultos con quienes es seguro relacionarse
y en quienes puedan confiar cuando lleguen a la edad en que tus palabras no tengan tanto valor
para ellos. Una vez que esto ocurre, te sentirás feliz de que mantengan buenas relaciones con
amigos mayores que son confiables.

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En el año 2005, una muestra nacional de adolescentes norteamericanos fue encuestada, y
se descubrió que quienes habían participado en relaciones positivas en las que tenían un mentor
tenían más probabilidades de terminar la escuela secundaria, asistir a la universidad, obtener un
trabajo posteriormente, tener una salud mental positiva en las áreas de autoestima y satisfacción
de la propia vida, evitar problemas de conducta (pertenecer a pandillas, altercados físicos,
adopción de riesgos), disfrutar de buena salud y tener buenas relaciones con sus padres y con
gente de su edad y otros adultos tales como maestros20. ¡Impresionante! Padres, asegurémonos
de aprovechar estos efectos positivos de la mentoría y hagamos que se vuelvan realidad a favor
de nuestros hijos cuando satisfacemos la necesidad básica emocional de valores espirituales y de
comunidad. ¡Mira las investigaciones en la sección siguiente de RI para descubrir características
comprobadas de estupendas relaciones de mentoría! (RI19.5).

Los padres y los mentores como colaboradores entre sí


Creemos que es particularmente útil para padres y mentores estar en la misma sintonía y
no trabajar con propósitos contradictorios, sino que actuar juntos para el beneficio del joven en
cuestión. Animamos a los padres a asegurarse de que se construya una relación saludable entre
sus hijos adolescentes y sus mentores. Creemos que lo mejor sería que los padres invitaran a los
mentores de sus hijos a cenar cada cierto tiempo. Los padres y los mentores pueden intercambiar
información sobre lo que los adolescentes están haciendo, usando las cuatro necesidades básicas
emocionales más la adicional como el fondo de conversación, lo cual ayuda a asegurarse de que
no haya contradicciones en la influencia hacia el niño entre padre y mentor. Los mentores deben
experimentar nuestra gratitud, no simplemente que les digamos gracias. Piensa en esto: ¡tus
hijos le importan a alguien lo suficiente para que invierta en su bienestar! Ayudará a que el
adolescente vea que los padres y mentores se llevan bien. Una comunidad funcional exige este
tipo de relación.

Uno de los temas delicados en esta relación es la confidencialidad. Los adolescentes


necesitan sentirse seguros con su mentor, es decir, que lo que comparten como confidencia con
este no será contado a sus padres. Existen únicamente dos situaciones en las que la
confidencialidad debería ser rota, tal como ocurre en la profesión de consejería: cuando un
adolescente se está potencialmente causando daño a sí mismo o a la propiedad de otros.

Cuando las relaciones son sólidas en todos los frentes, el vínculo se fortalece y la
comunidad es funcional.

¡Es emocionante pensar que al cubrir la necesidad emocional básica adicional de valores
espirituales y comunidad, serás capaz de influir en la visión que tus hijos tienen de sí mismos, de
otros, de lo correcto e incorrecto, de aceptar la corrección y de la sumamente importante área
de tratar los conflictos y el perdón! Los valores esenciales que definen y moldean a nuestros niños
se arraigan más en sus corazones cuando ellos son parte de una comunidad amorosa y conectada
que continúa sacando lo mejor de ellos mientras van creciendo para convertirse en adultos sanos.

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Toda la verdad sobre los Louis

Cuando David estaba en primer grado, o en Primaria Uno (P1) como es conocido en
Singapur, tenía un bonito círculo de amigos, incluyendo a un muchacho llamado
Jonathan, quien tenía una discapacidad permanente y necesitaba un andador.
Durante el Día Deportivo anual de la escuela, para el cual yo (Karen) era una
organizadora voluntaria, los chicos del P1 participaron en sencillas carreras de postas
(relevos) y se les permitió escoger sus propios equipos, los que debían ser de seis
miembros. Uno de los juegos era una carrera en que los niños tenían que caminar
hacia un punto demarcado y regresar mientras balanceaban una pequeña bolsa de
frijoles en su cabeza y luego colocarla en la cabeza del siguiente jugador, sin dejarla
caer. David terminó estando en un equipo con todos sus mejores amigos excepto
Jonathan, a quien no se le había permitido participar en ninguna carrera. Por la razón
que fuera, el equipo de David tenía una velocidad extraordinaria y estaba a una
persona delante de todos los otros equipos para el momento en que el sexto niño
tenía el turno para salir, ¡así que la victoria era inminente! Sin embargo, justo en ese
momento, la mamá de Jonathan, sosteniendo a su hijo en sus brazos, le preguntó a
David si él podría permitir al niño jugar por su equipo, dado que no se le había
permitido participar en ninguna otra carrera en toda la mañana. Vi el conflicto en el
rostro de David; estaban a segundos de lograr ser los ganadores… Si decía «No» a su
amigo, él se sentiría pésimo; si decía «Sí», Jonathan estaría feliz, pero seguramente
llegarían al último y posiblemente los compañeros de su equipo se enojarían. En esa
fracción de segundo, él decidió. «Sí, Jonathan, puedes entrar al equipo». El ver la cara
de total alegría de Jonathan probablemente ayudó a David a sentirse un poco mejor
cuando quedaron en último lugar. Cuando la mamá de Jonathan lo cargó para cruzar
la línea de meta, él estaba radiante de la felicidad de ser parte del equipo. Yo estaba
conteniendo las lágrimas, orgullosa de mi hijo y sufriendo por él también, pues sabía
que lo estaba matando el renunciar al trofeo. Luego de que los gritos de victoria se
calmaron y que los niños estaban tomando sus refrigerios, David caminó hacia mí y
me dijo: «Bueno, Mamá, puede que hayamos quedado de los últimos en la carrera,
pero apuesto a que en el cielo quedamos en el primer lugar». Lo abracé y le dije que
me había hecho la mamá más feliz del planeta.

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A
l empezar el capítulo final de este libro (pidiendo prestada la frase de Churchill,
«el final del comienzo»)1, recordamos a los padres que lo que estamos
proponiendo es que sean «padres lo suficientemente buenos”, no padres
perfectos. Nadie es perfecto; todos necesitaremos reparar y reconectar en algún punto de
nuestras vidas. Los padres, a veces, se sentirán frustrados cuando sus hijos tengan un mal
comportamiento inclusive después de muchas advertencias; las mamás y los papás, de modo
justificado, no estarán de acuerdo con acciones de sus hijos tales como el contestarles de mala
manera, maltratar a otros, mentir, gastar más de la cuenta, no tomar en serio el trabajo de la
escuela y quedarse despiertos hasta muy tarde, y la lista continúa. Aun cuando verdaderamente
se esfuercen para ser padres lo suficientemente buenos, las mamás y los papás en ocasiones se
sentirán frustrados y caerán en interacciones exasperantes y permanecerán allí por un tiempo.
Cuando esto ocurre, la conexión entre padre e hijo será dañada y se necesitarán acciones para
repararla. Si tú mismo te encuentras en esta etapa o si las cosas son peores y no ha habido
conexión por un tiempo, y ya has leído el resto de este libro, entonces estás listo para este
capítulo llamado «Reparar y reconectar».

No te dejes engañar por la filosofía de «solo tenemos que calmarnos» o «hay que
olvidarnos de todo esto»; es poco probable que las cosas regresen a la normalidad por accidente
o que vayas a experimentar conexión luego de que haya transcurrido algún tiempo. Cuando
ocurren discusiones acaloradas, y cuando palabras que no ayudan han sido pronunciadas por una
o ambas partes, el resultado es que habrá sentimientos lastimados con los que se debe lidiar. Si
la relación es reparada rápidamente, todo será olvidado; por naturaleza los niños tienen
resiliencia y son capaces de olvidar. No obstante, si estas heridas no son procesadas bien, los
niños o los padres (o ambos) quedarán pensando constantemente en ellas, reproduciendo en sus
mentes las palabras hirientes una y otra vez, y se volverán cada vez más negativos. Cuando
tenemos esta actitud, nuestros pensamientos se distorsionan y nuestro dolor empeora,
causándonos el perder la concentración. Podríamos estar manejando, haciendo algo para
nuestro jefe en el trabajo o inclusive halando con alguien, pero nuestra mente estará preocupada
pensando en el problema no resuelto. Cuántas veces hemos oído a los padres decir: «Si tan solo

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hubiera hablado mucho antes con mi hijo, le hubiera evitado para él y toda la familia una gran
cantidad de dolor y sufrimiento».

Reparar y reconectar son habilidades importantes que los padres deben aprender. Si los
niños no se reconectan con sus padres rápidamente, pueden sentirse abandonados, solos, no
amados o no comprendidos. Los niños pequeños sobre todo perciben las heridas y el dolor de
modo diferente que los adultos. Por ejemplo, el padre puede sentirse enojado, pero el niño
puede sentirse humillado y avergonzado; inclusive puede sentirse sin esperanza, mientras que
los padres pueden sentir que las cosas mejorarán. Estas emociones, si son sentidas
reiteradamente, llevan a la exasperación y al desánimo, lo cual no solo afecta la manera en que
el niño se siente acerca de sus padres, sino que también afecta su salud física y mental. Es interés
de todo padre saber cómo reparar de modo efectivo la relación con su hijo. Reparar y reconectar
llevarán a que la relación entre padre e hijo tengan un nuevo nivel de intimidad.

Si la conexión era buena antes de que ocurriera el conflicto, ambas partes generalmente
desearán volver nuevamente a dicho estado de conexión; sin embargo, si era costumbre de una
o ambas partes negar cualquier sentimiento herido o simplemente optar por reprimirlo, la
reconexión será más difícil. Aquí va la regla general: cuanto más tiempo pase sin la conexión, más
tiempo se necesitará para lograr reparar y reconectar. Sin embargo, nunca es demasiado tarde.

El proceso de lograr reconectar implica que tanto el padre como el niño sean vulnerables.
El niño tiene que tener edad suficiente para hablar de sus sentimientos y para ser capaz de
entender y hacerlo adecuadamente. Si es necesario, el otro padre o un adulto de confianza puede
ayudar al niño. Antes de describir cómo ser vulnerable, invirtamos un poco de tiempo explicando
este concepto más ampliamente.

La sanación viene de ser vulnerable


Cuando somos vulnerables, nos permitimos a nosotros mismos ser conocidos de una
manera íntima. Estamos moviéndonos hacia la sanación cuando conversamos de modo
vulnerable sobre nuestras trampas de vida, nuestros estilos de adaptación y sus orígenes.
Nosotros, los autores, asumimos que la mayoría de ustedes se sienten lo suficientemente seguros
para hacer esto con al menos una persona, que sería ideal que fuera su cónyuge; o en todo caso,
encuentra a alguien más para conversar, y con quien te sientas seguro. Cuando lleguemos a este
punto, puede que descubramos un profundo sentimiento interno de dolor, decepción o miedo,
que no nos habíamos dado cuenta de que estaba allí. Cuando esto ocurre, estamos entrando en
los rincones más profundos de nuestra alma. Esto es lo que los expertos llaman «el lado infantil».
Esto no significa actuar infantilmente, sino más bien es el lado que tiene cada uno cuando es
transparente respecto a lo que siente y necesita. (Los niños te hacen saber cuándo tienen
hambre, cuándo tienen miedo, etcétera, sin sentirse avergonzados).

La Dra. Alice Miller, el Dr. Donald Winnicott y el Dr. Emmet Fox, expertos pioneros en el
tema del desarrollo infantil, enseñaron que debemos experimentar el lado infantil que cada uno

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de nosotros tiene, o nuestro verdadero yo2. El Dr. Charles Whitfield define el lado infantil como
«quienes somos cuando nos sentimos más auténticos, reales o animados»3.

Nuestro lado infantil experimenta los sentimientos de alegría y dolor. Quiere y necesita
expresar estos sentimientos sin miedo ni juicios. El lado infantil es quien realmente somos. Es
aquel lado que expresa lo que necesitamos, cuando estamos débiles, cuando estamos alegres y
satisfechos, cuando estamos tristes y cuando tenemos miedo. Es el lado que llora con los finales
felices, el lado que se vuelve románticamente sentimental durante la etapa del enamoramiento,
el lado que dice: «Tengo miedo», «Me siento solo», «Estoy feliz», etcétera. Cuando somos
adultos, no perdemos completamente nuestro lado infantil; únicamente nos volvemos expertos
escondiéndolo.

Cuando los niños experimentan culpa, vergüenza o miedo no saludables a una edad
temprana, generalmente están teniendo dificultades y no saben cómo afrontar estas emociones.
Lamentablemente, la gente que produce dichos sentimientos son a menudo los padres. Como
resultado, estos niños, cuyas necesidades básicas emocionales probablemente no están siendo
satisfechas, desarrollan un falso sentido de quienes son. Después de todo, los niños dependen
de sus padres para cubrir sus necesidades básicas. Cuando no se sienten amados ni aceptados
por sus padres, o cuando los mensajes que reciben son negativos, no tienen el poder suficiente
para saber que esos mensajes son falsos. Cuando los mensajes negativos se repiten una y otra
vez, los niños terminan creyéndolos. Cuando los niños aceptan estos mensajes distorsionados y
repetitivos como verdades acerca de ellos mismos, se desarrollan las trampas de vida. A fin de
manejar el dolor y miedo que causan las trampas de vida, los niños desarrollan una falsa fachada
en forma de estilos de adaptación no saludables que esconden sus necesidades y deseos reales.
Crecen convirtiéndose en adultos que de modo habitual usan los estilos de adaptación que tienen
y ya no saben que están apagando ellos mismos sus pensamientos y sentimientos más profundos.
Con el tiempo, a través de la repetición, el lado infantil queda escondido completamente y
aparece únicamente de modo intermitente, y el lado de fachada ahora se ha convertido en un
aspecto muy natural (y muy real) de su constitución y personalidad.

Cuanto más dependan estos adultos de sus estilos de adaptación, menor será el grado en
que estén conectados con su lado infantil. Más aún, el vocabulario adulto es más amplio, por lo
que de modo subconsciente, saben qué decir para impedir a otros encontrar su lado infantil. Este
lado no es alimentado; el estilo de adaptación falso y no saludable es el que se hace cargo. Este
estilo de adaptación no es el verdadero yo interior. El objetivo es sacar a flote el lado infantil, el
cual es verdadero, sincero y enseñable. Requiere humildad exponer el lado infantil y cuando éste
logra salir, eso es ser «vulnerable». Creer las falsas verdades de las trampas de vida y disfrazar el
verdadero yo con estilos de adaptación únicamente prolonga el dolor y evita que la gente sane.
Por ejemplo, cuando un padre se pone fuera de sí y pelea con su hijo, podría ser que actúe con
severidad en vez de ser vulnerable. Él podría fingir que no necesita de nadie y que él se siente
bien, lo cual es el estilo de adaptación de la evasión. El padre podría adaptarse volviéndose una
persona ocupada, pero al hacerlo, podría estar manteniéndose a sí mismo distante de su
verdadero lado infantil. El estilo de adaptación de la evasión podría inclusive colocarlo en el
camino de la adicción o de ser una persona que trabaja obsesivamente. Sea lo que fuera, evitará

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que esté en contacto con su real yo. Cuando los sentimientos de culpa o vergüenza surgen, el
padre podría reaccionar con la sobre compensación o contraataque a fin de protegerse a sí
mismo. Dado que no está siendo vulnerable, el lado infantil está escondido y, en vez de ello,
aparece un lado falso y enojado a través del estilo de adaptación de sobre compensación.
Además, existen aquellos que se rinden porque escuchan una voz crítica de sus padres y se
resignan, pensando que todo es su culpa. Si bien, puede que esto no conduzca a una pelea
potencialmente acalorada, estas personas aún no están siendo vulnerables, por lo que su lado
infantil se mantiene escondido. Sea cual fuere el estilo de adaptación, cuando los padres
responden a las provocaciones escondiendo su yo interior/lado infantil, con el tiempo se
acostumbrarán a exhibir su fachada.

Hablando desde nuestra experiencia personal, cuando empezamos a ser vulnerables,


repentinamente sentiremos confusión, miedo, emoción, tristeza o inclusive enojo. Cuando esto
ocurre, en realidad son buenas noticias. Sin embargo, muchas personas se rendirán en este punto
porque se sienten incómodos y heridos. Es más fácil mantenerse conectado con el antiguo y falso
yo y con el estilo de adaptación al que han estado acostumbrados por tanto tiempo. Estas
personas prefieren permanecer junto a lo conocido que avanzar hacia lo más saludable.

Cuando practicamos ser vulnerables, no debemos dejar que el sentimiento de incomodidad


nos disuada de perseverar. Es un lugar maravilloso en el cual estar, pero requiere de humildad y
valentía. Puede que tengamos que volverlo a intentar una y otra vez, pero con cada intento,
estaremos cada vez más cerca de ser sanados. Cuando decimos «ser sanados» queremos decir,
ser sanados a nivel emocional, mental y espiritual y, como resultado, alcanzar un sentido de paz.
La otra opción es reprimir nuestros sentimientos no saludables hasta que ellos se vuelvan
insoportables. Nuestros sentimientos tienen una forma de salir a flote, sea que ello nos guste o
no, a través de nuestros estilos de adaptación no saludables. Esto puede llevarnos a todo tipo de
conducta autodestructiva, incluyendo la dependencia al alcohol, el fumar, el comer en exceso, la
promiscuidad sexual o el contraatacar a los demás, lo cual daña las relaciones que nos rodean. Y
mientras esto está sucediendo, puede que vayamos viviendo nuestra rutina siendo personas
insensibles o indiferentes.

Los hombres son famosos por ser reacios al pensamiento de ser vulnerables con cualquiera,
y mucho menos con sus hijos. Se ríen de la idea de compartir sus emociones, pero en verdad, es
su lado de evasión el que está reaccionando. Qué poco se dan cuenta que el reprimir
sentimientos conduce al estrés y a las enfermedades; terminan experimentando menor
crecimiento personal y desaprovechan los beneficios de estar conectados con su lado infantil. Si
bien, puede que nos sintamos cómodos con nuestro falso yo (nuestro estilo de adaptación), éste
no puede ayudarnos a sanar. Únicamente nuestro lado infantil, el verdadero yo, puede llevarnos
a un lugar más saludable. Entonces, ¡dispongámonos a sacar a flote nuestro lado infantil y a ser
vulnerables! Whitfield dice que la mayoría de nosotros expone su lado infantil tan solo quince
minutos al día4. Sea con tu cónyuge, tus hijos o con otros amigos con quienes te sientas seguro,
es tiempo de empezar a hacerlo.

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Debemos ser pacientes unos con otros y ayudarnos mutuamente a ir por este proceso. De
eso es que se trata el tener amor los unos por los otros: hacer el esfuerzo por ayudarnos a
cambiar nosotros mismos y a otros. Tal como el Dr. M. Scott Peck define el amor en su libro La
nueva psicología del amor: «El amor es] la voluntad de extender nuestro ser con el fin de
promover el desarrollo espiritual propio o ajeno»5.

Cómo ser vulnerable


Cuando se trata de comunicarnos de una manera vulnerable, nos gusta pensar que el ser
vulnerable tiene estos cuatro componentes:

• Debilidad – Generalmente vinculado a tus estilos de adaptación no saludables o trampas


de vida

• Sentimientos – Hablar de lo que estás sintiendo (miedos, preocupaciones, dolores), pero


no de una manera acusatoria

• Necesidades – Hablar de las necesidades básicas emocionales para el caso de los niños
y otras necesidades y expectativas para el caso de los padres

• Disculparse si es necesario – Asumir la responsabilidad, señalar cómo fueron activadas


tus respuestas negativas, cómo respondiste de una manera no apropiada, si de hecho
ese fue el caso, y pedir disculpas al respecto.

Ser vulnerable los unos con los otros ayuda a los padres a saber qué está sintiendo el niño
cuando dice: «Mamá, de veras estoy molesto contigo por decir esto», o «Papá, lo que pasa es
que simplemente tú no entiendes lo que estoy pensando y sintiendo» o «No estoy de acuerdo
contigo». Todas estas son afirmaciones comunes, y con la vulnerabilidad algo muy poderoso
ocurre: tanto el padre como el hijo serán capaces de verdaderamente entenderse y conectarse,
lo cual, por supuesto, mejorará grandemente la relación padre-hijo. Hay algo que ocurre al
exponer nuestras debilidades, sentirnos comprendidos y verbalizar nuestras necesidades, lo que
nos acerca más estrechamente los unos con los otros. Generalmente, estos mensajes están
escondidos en lo profundo de nuestro interior, y lo que sale al exterior es nuestro estilo de
adaptación, que no ayuda y, a menudo, conduce al torbellino de la intensificación del conflicto.
En vez de ello, cuando somos vulnerables, nuestro lado infantil que estaba oculto sale y la
sanación ocurre a un nivel emocional, lo cual puede ser muy poderoso para la reconciliación y la
conexión.

Los padres deben aprender cómo poner el dedo en la llaga respecto a las emociones que
están detrás de los estilos de adaptación (o identificar cómo se está sintiendo el lado infantil), y
de eso es todo lo que se trata el ser vulnerable: dejar que nuestro lado infantil salga a la luz.

En www.gep.sg, hemos presentado diferentes situaciones que suceden entre un padre y


un hijo adolescente, y hay ejercicios sobre cómo ambas partes pueden practicar ser vulnerables.
Ten en cuenta que luego de que el niño ha sido vulnerable, no debe haber un sermón. ¿Qué

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mejor manera para silenciar el lado infantil de cualquiera? Recuerda, la parte que escucha debe
validar los sentimientos de la otra persona, dar comentarios que resumen lo hablado, identificar
todas las emociones del otro y decirlas a este en un tono suave, no sermoneándolo (ver el
Capítulo Ocho sobre la empatía).

Sigue los pasos que hemos resumido sobre cómo validar y escuchar a tus hijos. Si la parte
que escucha no está de acuerdo con algo que se dijo, esto también debe provenir desde una
perspectiva vulnerable. De esta manera, ambas partes estarán entrando a un estado donde cada
una intenta comprender y conocer las debilidades y necesidades de los unos y los otros.

En todos los ejemplos de nuestra página web, tratamos por separado los componentes
para ser vulnerable. Por favor, toma el tiempo para hacer estos ejercicios; los cuatro
componentes son esenciales y deben ser memorizados.

Principios para considerar


Cuando ocurre un altercado, como padre, ¿separas un tiempo para reflexionar y tomar
consciencia de los problemas que tú mismo tienes? A continuación, figuran algunas preguntas
que puedes hacerte:

¿Qué fue lo que activó esta reacción que he tenido? Los padres necesitan ser conscientes
de los propios problemas que ellos tienen.

¿Por qué esto activó dicha reacción? ¿Me enojé porque lo que yo tenía previsto no sucedió
o me enojé porque realmente quiero lo que es mejor para mi hijo?

¿Ocurrió un súbito cambio de reglas? Si los padres han estado permitiendo a sus hijos
salirse con la suya y luego, súbitamente, se dan cuenta de que sus hijos necesitan límites
saludables, deben conversar respecto a los cambios que desean hacer. Si los padres hacen
cambios de manera abrupta, esto puede causar una reacción descomunal en sus hijos e
inevitablemente resultará en una pelea. Los padres pueden intentar decir: «Cariño, nos hemos
dado cuenta de que hemos cometido errores en nuestra crianza. Necesitamos asumir la
responsabilidad de ellos. Esa parte no es tu culpa. Tenemos una nueva consciencia de nosotros
mismos como padres. Sobre todo, luego de ver este patrón de conducta que tienes, nos gustaría
conversar contigo sobre algunos cambios que vamos a implementar. Sabemos que esto no va a
ser fácil para ti, y tampoco es fácil para nosotros, pero hemos conversado al respecto y queremos
revisarlo contigo.» Luego implementa los límites y, esta vez, mantente apegado a tus
convicciones. Cuando tus hijos vean tu nueva postura, con el tiempo ellos llegarán a respetarla a
pesar de que al inicio pueden estar enojados.

¿He escuchado a mi hijo mostrando empatía o he saltado a hacer conclusiones y empezar


a emitir juicios?

Conversa con el otro padre, si es que él o ella no participaron del altercado con el hijo.
Pídele sus comentarios de modo objetivo y permítele que te los dé. Evita convertir esta

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interacción en otra pelea, pues esto puede hacer aún más difícil el resolver el otro altercado que
tuviste con tu hijo. Sean vulnerables entre sí.

Luego de reflexionar en lo señalado arriba, tranquilízate y estate dispuesto a ser vulnerable


con el niño. Cuando los niños son pequeños, los padres deben ser, sobre todo, los que dan el
primer paso. Los niños procesan la tensión de una manera muy negativa y esto puede ser
perjudicial para su salud mental a largo plazo si los problemas no se resuelven rápidamente.

Generalmente, si el resolver los conflictos rápidamente es un hábito en la familia, cuando


los niños vayan creciendo, ellos también serán quienes den el primer paso para resolver los
problemas. Esto es una buena señal. Si los padres todavía son los que dan el primer paso con sus
hijos adolescentes, entonces esto también puede ser un tema que los padres traten con el niño,
pero háganlo después de que el conflicto esté resuelto. Ambas partes necesitan practicar el dar
el primer paso. No debe haber un desbalance de modo que una sola de las partes sea quien lo
hace la mayor parte del tiempo.

El perdón
Entender el perdón y saber cómo darlo a los demás es un componente fundamental de una
familia sana. Sin embargo, hemos notado cuán poco énfasis se da al perdón en los principales
enfoques sobre la terapia. Los expertos y los escritores conciben todo tipo de habilidades de
ayuda, evaluación e intervención, pero solo en casos excepcionales se le da al perdón la atención
que merece. Estamos convencidos de que a menos que éste sea adecuadamente entendido y
otorgado, la posibilidad de reincidir en el mismo problema será alta y las familias no crecerán ni
cambiarán como parte del viaje que hacen en conjunto sus miembros. Sin duda es difícil, pero
aun así es esencial. Vale la pena repetir que cuando perdonamos, toda la amargura,
resentimiento y enojo son eliminados. La energía emocional negativa se va y es sustituida por
sentimientos de buen humor, libertad y paz. De verdad, el perdón es el fundamento principal
para la sanación en las relaciones familiares. Para obtener más ayuda en los temas de reparar y
reconectar, por favor revisa las enseñanzas sobre el perdón recogidas en el desarrollo del tema
referido a modelar los valores de nuestros hijos (ver Capítulo Diecinueve). Y asegúrate de revisar
la extensa sección sobre satisfacer la necesidad básica emocional de conexión y aceptación una
vez más (ver Capítulos Cinco a Ocho).

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E
speramos que hayas disfrutado de la travesía de Padres lo suficientemente
buenos. En este libro, hemos presentado una introducción a las «trampas de
vida» y «estilos de adaptación», así como has aprendido cómo evitar las
«interacciones exasperantes». Te has vuelto muy familiar con las cuatro necesidades básicas
emocionales más una adicional, y has conocido de cerca y personalmente a nuestra familia a
través de las secciones «Toda la verdad sobre los Louis». Has leído más investigaciones de las que
creías que existían y has aprendido a ser vulnerable y cómo reparar y reconectar cuando es
necesario.

Nuestro sueño es que los padres de todo el mundo logren crecer en su autoconsciencia,
romper el ciclo de la disfuncionalidad y criar familias amorosas. Queremos ayudar a las mamás y
a los papás a satisfacer las necesidades emocionales básicas de sus hijos, y crear un legado que
conduzca a todas las generaciones siguientes a volverse más saludables. Esperamos que puedas
regresar a estas páginas para que te hagan recordar algunos puntos; quizás digas: «¿Cuál era la
segunda necesidad básica emocional, de nuevo?», «¿Cuál de las interacciones exasperantes he
realizado esta vez?» o «¡¿Cómo puedo evitar el torbellino?!». Quizás algunos de ustedes
formarán grupos de apoyo de Padres lo suficientemente buenos en sus vecindarios y trabajarán
con otros padres, u organizarán talleres para sus comunidades o escuelas. Recuerda que tus hijos
no son proyectos científicos, sino que se parecen más a obras de arte… Así que, ya sea que estés
trabajando en una pieza de Van Gogh, de Rembrandt o de Picasso, tus obras maestras serán
únicas y hermosas, y esperamos que un día ellas se vuelvan a ti y te digan: « ¡Gracias por ser
padres lo suficientemente buenos!».

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I dentifica las interacciones exasperantes basadas en los dibujos de los gráficos de cada

trampa de vida. (Para una versión más grande para imprimir, visita www.gep.sg).

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E l responder las siguientes preguntas te ayudará a entender mejor la manera en
que reaccionas y respondes a los sentimientos de tus hijos:

1. Piensa en algunos de los tipos comunes de emociones que hay: alegría, emoción,
felicidad, satisfacción, anhelo, enojo, soledad, vergüenza, miedo, culpa, tristeza;
sentimientos de traición, indefensión, depresión; sentirse no querido o rechazado.
Cuando ves alguna de estas emociones en tus hijos, ¿cuál de ellas te hace sentir
incómodo?

2. ¿Qué es lo que te hace sentir incómodo respecto a estas emociones?

3. ¿Cuál de los tres estilos de adaptación que en general existen (resignación, evasión y
sobre compensación/contraataque) son activados en ti cuando ves estas emociones en
tus hijos?

4. ¿Cómo se manifiesta tu estilo de adaptación cuando ves estos sentimientos en tus hijos?
Por ejemplo, ¿te culpas a ti mismo, evitas hablar y te retiras o te pones de mal genio con
tus hijos? ¿O dejas que tu cónyuge lidie con estas emociones incómodas mientras te
aíslas y te sientes triste?

5. ¿Te comportas de manera similar cada vez que tus hijos experimentan estas emociones?

6. ¿Puedes recordar algunos incidentes específicos que involucraran estos sentimientos en


tu infancia? (Quizás experimentaste estas emociones o alguien que estaba alrededor
tuyo lo hizo).

7. ¿Tus padres recibieron bien estos sentimientos?

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8. En general, ¿cómo lidiaban tus padres con tus emociones?

9. Cuando tus padres lidiaban de esta manera contigo, ¿cómo te hacían sentir?

10. ¿Hay algo que te gustaría que tus padres hubieran dicho o hecho en lugar de ello?

11. ¿Qué es lo que querías de tus padres en esos momentos?

12. Al final, ¿cómo hacías frente a estos sentimientos cuando eras un niño? ¿Qué es lo que
específicamente recuerdas que hacías?

13. ¿Es esto algo similar o diferente a la manera en como lidias con tus hijos cuando ellos
experimentan los mismos sentimientos?

14. ¿Qué crees que tus hijos desearían que tú hicieras o dijeras en lugar de ello?

15. Si lo hicieras, ¿cómo te estarías sintiendo tú ahora?

16. ¿Puedes darte cuenta de que el no hablar acerca de los sentimientos con tus hijos
puede ser perjudicial?

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