El Favor
El Favor
El Favor
Max sentía angustia mientras conducía, una mañana de 1995 por la carretera
mañanas, pues su riguroso trabajo le exigía laborar hasta altas horas de la noche.
El día anterior, había llegado a su casa a las 11:00 pm., encorvado y con un rostro
que denotaba grave cansancio. Abrió la puerta de su hogar sólo para encontrarse
con una furiosa esposa que lo esperaba desde hacía largo rato.
–Ni pienses que vamos a cambiar la hora del viaje –le amenazó Donna–. Ya
Max suspiró pesadamente, cerró los ojos un momento y, por más cansado
–Mi amor –dijo en tono ameno y compasivo–, no creo que sea necesario
Aunque Max se portaba amable y sumiso con ella, era sólo porque no
soportaba oír la voz furiosa de su esposa. Donna tenía una voz común, como la de
cualquier otra mujer. Pero cuando se enojaba, esta se tornaba áspera y grave. A
Max se le figuraba que así sería la voz de una bruja si las brujas existieran, y
Ahora no lo parecía, pero Dona había sido de joven una mujer muy bella.
Ese fue motivo suficiente para que Max se enamorara de ella y la desposara. Pero
era un amor muy superficial, destinado al fracaso. Poco a poco las discusiones se
hicieron más frecuentes y Max comenzó a advertir defectos que nunca había notado
de las discusiones, únicamente daba un hondo suspiro y miraba hacia a otro lado.
Respondía con frases cortas y precisas, y complacía cada capricho manifestado por
y por ratos maldecía a Donna, la odiaba por haber hecho sus vidas miserables.
amplio salón lleno de mesas de cristal y luces doradas. En una de las mesas lograba
de sus brillantes ojos. No parecía verse triste, sino conmovida. Eran lágrimas de
felicidad. Al llegar, ella saltaba a sus brazos y le decía que siempre lo había amado,
que no había vuelto a amar a nadie como lo había amado a él y que era infeliz,
terriblemente infeliz. Max la miraba brevemente a los ojos y justo cuando estaba a
punto de besarla, se despertó. El sueño fue tan real, tan vivido y nítido que de
la carretera justo a las 8 de la mañana. Donna viajaba con el asiento reclinado y con
los ojos tapados. Max, por su lado, conducía abstraído. Elaboraba en su cabeza
nada sobre Andrea. Habían pasado 10 años desde la última vez que se habían visto
¿Cómo la encontraría? Y ¿Quién podría regresarle todos esos años que vivió con
la mujer equivocada? Pensaba que si tan solo se hubiera dado cuenta de que
Andrea era el amor de su vida, habría sido feliz todos esos malditos años. Estaba
angustiado, le preocupaba que todo fuera mentira, que el sueño no fuese más que
una de las mesas, a una bella mujer de vestido largo que reconoció al instante. Sus
ojos se crisparon y un escalofrió recorrió su cuerpo, era Andrea. Max frenó de golpe,
un carajo!
Donna atravesaba a Max con una mirada punzante. Pero él tenía los ojos
fijos en el ventanal y entre más miraba a aquella mujer, más seguro estaba de que
era Andrea. Donna estaba tan adolorida que, al ver que Max no le prestaba
atención, en vez de enfurecerse aún más, sólo dio un hondo suspiro y abrió la puerta
del auto.
adecuadas que le diría a Andrea cuando la viera. Ya muy cerca de la puerta del
restaurante levantó la cabeza y advirtió que los vidrios de las ventanas estaban
rotos, al igual que las mesas y sillas del interior. La madera de la estructura estaba
camino de regresó a su auto. Había visto todo con tanta claridad que no podía
creerlo.
él.
al suelo. Vestía de traje y sombrero, pero, al igual que su piel, sus ropas eran
completamente rojas.
Era el Diablo.
llevaba las manos a los bolsillos–. Te aliviará saber que no es nada de eso. Max, tú
cara. De inmediato el paño se tiño de rojo y en el rostro del diablo se dejó ver una
bella cara de piel blanca y rasgos finos. El diablo miró a la carretera pensativo,
apretó sus labios y tras una pausa dirigió su mirada de regreso a Max, que seguía
en el suelo.
–He venido a decirte que la persona que viste sentada en el restaurante fue
Andrea o, mejor dicho, el alma de Andrea. Está muerta. Murió hoy mismo, en esta
misma carretera.
De pronto, Max sintió que sus manos le ardían como si agua hirviendo
hubiese caído sobre ellas. De inmediato se apartó del diablo y se sorprendió al ver
que sus palmas estaban llenas de sangre. Max se secó las manos con su pantalón
y cuando las vio ilesas, comprendió que el diablo no vestía de rojo por gusto, sino
el mismo sueño que tú tuviste. Pero la diferencia es que ella sabía dónde vivías.
Impulsada por sus sentimientos dejó todo para ir a verte. Estaba realmente
emocionada, iba tan ilusionada pensando en una vida contigo, que por desgracia
Max seguía sin creer lo que estaba pasando. Una parte de él no quería
creerlo. Estaba hablando con el diablo y ya antes sus sentidos lo habían engañado.
Pero sus manos le ardían y si el dolor era real, entonces todo lo era.
–Estoy aquí porque debían estar juntos, y ahora que estaban tan cerca de
les arrebata sus sueños de esta manera tan trágica. Pero merecen una segunda
oportunidad, merecen ser felices y es por eso por lo que estoy dispuesto a ayudarte.
–No quiero tu alma, no deseó nada tuyo –refutó el diablo–. Esto que haré por
ti, no es mi deber, es algo que debería ser trabajo de los ángeles. Pero a ellos no
les interesas, Max, ni tú ni ningún ser humano. Son arrogantes. Para ellos las vidas
de ustedes son tan efímeras y frágiles que creen que no merecen que muevan un
sólo dedo por ustedes ¿Acaso alguna vez te han ayudado? No ¿Verdad? Los tienen
abandonados y a su suerte. Pero yo también fui un ángel y es por eso que tengo la
Andrea, te casaráas con ella y vivirás todos los años que ya viviste, pero ahora con
la persona correcta.
Sonaba bien, demasiado bien. Pero al fin y al cabo estaba aceptando ayuda
nada, no estás vendiendo tu alma. Nadie sabe que estoy aquí y nadie sabrá que
regresé el tiempo, ni Dios mismo se enterará de esto. Lo único que debes hacer, es
ser un hombre bueno, tal como lo has sido hasta ahora y no irás al infierno. No
obstante, debo mencionarte una cosa; incluso los favores tienen normas. Un favor
se paga con otro favor, esa es una regla inquebrantable. Es necesario que hagas
algo por mí para que no generes una deuda. Pero, como no necesito ni quiero nada
favor que debes hacerme es: no salir de tu casa el 12 de octubre de 1989. Es muy
con Donna.
Un favor a cambio de otro favor era lo justo, incluso Max conocía esa regla.
Lo único que le extrañaba era el absurdo favor propuesto por el diablo ¿En qué le
podría beneficiar eso? Quizás el diablo no mentía, en verdad parecía algo sin fines
de lucro. Sin embargo, la forma en la que lo dijo, al no mencionar nada sobre esa
condición sino hasta al final, le hacía creer que era una especie de cláusula. Max
estuvo a punto negarse, pero justo cuando abrió la boca para decir que no, escuchó
Revirtió sus errores y fue inmensamente feliz con su nueva vida. Sin embargo, por
que Dios no vería con buenos ojos el simple hecho de charlar con el Diablo y aún
peor, el haber aceptado su ayuda. Sin embargo, vivió sin miedo, hasta el 12 de
octubre de 1989.
Estaba seguro de que algo se escondía detrás de aquel simple favor, por alguna
razón el diablo lo quería encerrado en su casa. Podía ser que él fuera parte
importante de algo que ocurriría ese mismo día. Pensaba en todas esas
Max corrió de prisa, se metió al agua y nadó con todas sus fuerzas “debe ser
por esto, esta debe ser la razón” se repetía dentro de su cabeza una y otra vez.
Él era el único en la playa y de no estar ahí no habría nadie que auxiliará al
niño. Aun así, nada estaba escrito y todavía tenía que salvarlo. Cuando ya casi
llegaba, Max se tuvo sumergir para encontrarlo. Había llegado tarde, el niño estaba
y lo llevó a la orilla.
Durante el trayecto Max le pedía una y otra vez a Dios que no dejara que el
diablo triunfara. Al llegar a la orilla empezó a golpear el pecho del niño y, con más
fe que nunca, imploró a Dios que por favor le regresara a la vida. Cuando todo
de la playa. Tuvo una vida plena y murió con una sonrisa en la cara, creyendo que,
Y Max no se enteraría, pero muchos años después, ese niño que salvó sería