Andi Anderson - Serie Hijos de Afrodita 01 - Un Amor Desmesurado
Andi Anderson - Serie Hijos de Afrodita 01 - Un Amor Desmesurado
Andi Anderson - Serie Hijos de Afrodita 01 - Un Amor Desmesurado
Gracias por
creer en mí. Tú eres mi sueño hecho realidad!
Y para todos los que creen en el amor verdadero... ¡esto es para vosotros!
Ó
Eros aterrizó delicadamente sobre sus pequeños pies delante de la puerta de su
madre. La casa de Afrodita era sin lugar a duda sofisticación y glamour.
Levantó su arco y sus flechas de oro sobre su hombro, alargando la mano, levantó
la pesada aldaba negra y golpeó con ella dos veces. Después de unos momentos, la
gran puerta blanca se abrió y fue recibido por Henry, el mayordomo de su madre. El
anciano lo miró a través de sus lacrimosos ojos azules y una feliz sonrisa se formó en
su curtido y arrugado rostro.
Eros luchó contra el resoplido que amenazaba con escapar al ser llamado joven. El
era siglos más viejo que Henry, pero ya que nunca envejecía, él siempre se consideraba
un hombre joven para su amigo.
—Gracias, Henry. ¿Está mi madre aquí? —Le preguntó mientras seguía a Henry
hacia el gran vestíbulo de la enorme y opulenta mansión.
—Por supuesto, joven Eros. ¿Quiere que le muestre la sala de estar? Voy a ir a
decirle a la señora que ha llegado.
Eros negó con la cabeza. —Está bien, Henry. Voy a quedarme en la sala de estar,
así que puedes continuar y decirle que voy a estar esperándola allí.
Henry le sonrió justo antes de que se inclinara. —Muy bien, señor, —dijo justo
antes de que comenzara a caminar lentamente hasta la gran escalera curvada que
conducía a las habitaciones de su madre. Vio al anciano subirlos firmemente y suspiró
para sus adentros.
Todas eran maravillosas, pero también eran muy impersonales. No había fotos o
recuerdos de alguno de sus miembros de la familia o de él mismo. Siempre le
sorprendió lo distante que su madre podía ser cuando quería.
—¡Cariño! ¡Estas Ahí! Ha pasado tiempo desde la última vez que visitaste a tu
madre. Ven aquí y dame un abrazo, Ángel, — la melódica voz de su madre se ajustaba
a su ser. Ambas eran encantadoramente bellas y difíciles de ignorar.
Él miró a Afrodita y se inclinó cortésmente a sus pies. Ella se deslizó con gracia
hacia él con una impresionante sonrisa en su hermoso rostro. Su largo cabello rubio
colgaba hasta su delicado y pálido cuello, mientras que algunos ingeniosos mechones
caían por su espalda y hombros en largos y exuberantes rizos. El reluciente blanco e
inmaculado vestido que llevaba acentuaba su pequeña pero perfectamente formado
cuerpo. Sus ojos azul-verdosos brillaban mientras le miraban y una hermosa sonrisa se
formó en sus rosados y carnosos labios. A pesar de que sintió que su corazón dejaba
de latir con su presencia, Eros no supo si era debido a su felicidad o malicia.
Ella podría ser una tonta entrometida, pero él aún la amaba y no podía dejar de
ser feliz al verla... incluso si lo hizo atemorizaba mandándole al territorio de Hades1.
—Madre, —dijo Eros mientras daba cautelosamente un paso hacia ella. Su madre
avanzó los últimos pasos hacia él y prácticamente saltó a sus brazos. Ella lo abrazó con
fuerza entre sus brazos y lo apretó cerca de ella.
Ella olía a galletas de chocolate y a amanecer. Sus olores favoritos. Pero, de nuevo
ella lo sabía. Era una buena maestra en la manipulación y la seducción; haciendo
pequeñas cosas, Afrodita hacía todo lo posible por ganarse el cariño de los que la
rodeaban.
—Ahh... la culpa es tuya, querido, por estar lejos tanto tiempo. Tu amorosa madre
ha estado muy preocupada por su hijo favorito.
Eros luchó contra un segundo bufido que deseaba expulsar en ese mismo instante.
Su madre amaba a todos y era muy querida por todos. Los dos sabían que no tenía un
hijo o amante favorito, pero él asintió cortésmente y suavemente se apartó de su
embriagador abrazo.
Dio un paso atrás y le hizo una seña para que se sentara de nuevo en la frágil
silla. Él se echó hacia atrás suavemente sobre ella y se sentó con gracia a su lado. —
¿Cómo estás, mamá? ¿Cómo está Adonis? —preguntó Eros cortésmente. Su madre era
famosa por tener muchos amantes. Tantos, que de hecho, él no estaba seguro de quién
era realmente su padre.
Ella puso los ojos en blanco y negó con la cabeza. —Nosotros llevamos tiempo
separados. He oído que está ahora con una mujer mortal. Ares2 ha vuelto conmigo. Él
1
N de T: Dios griego del Inframundo.
entiende mejor mis necesidades, y su apasionada naturaleza siempre me ha dado el
mayor placer, —dijo mientras sonreía cariñosamente a su hijo.
Su madre levantó una ceja arqueándola elegantemente hacia él, como si hubiera
leído su mente. Él rápidamente desechó esos pensamientos mientras sonreía
dulcemente a ella.
Suspiró y apartó la mirada. Él había dejado preparado lo que quería decirle antes
de venir aquí, pero ahora que estaba en su presencia, le resultó difícil llegar a cualquier
palabra coherente. Se sentaron unos instantes en silencio antes de que se las arreglara
para ordenar sus rebeldes pensamientos y hablar.
—Madre, soy muy feliz. Necesito un descanso de mis obligaciones. Estoy cansado
de tirar a la gente con mis flechas y hacer que algunas de las personas más
indeseables encuentren el verdadero amor. ¿Por qué tengo que ayudar a esa gente de
todos modos? ¿No pueden algunas personas enamorarse por su cuenta?
Su madre suspiró. —Por supuesto que hay muchas personas que se enamoran por
su cuenta, querido, pero tú sabes que algunas personas necesitan un impulso extra
para encontrar el amor y la felicidad con su pareja. ¿Vamos a volver a pasar de nuevo
por esto? Cariño, has sido creado para actuar de esta manera. Nunca he entendido por
qué te pones tan rebelde sobre tus funciones.
Miró a su madre por unos momentos antes de que echara la cabeza hacia atrás y
riera. Su risa sonaba frágil incluso a sus propios oídos.
—Dame un descanso, madre. Ya sabes exactamente por qué tengo problemas con
lo que hago. Tú, mejor que nadie, sabes que las cosas pueden salir mal y ser
contraproducente de cómo debería ser.
2
N de T: Dios griego de la guerra.
3
N de T: Divinidad griega, esposa de Eros. (Ver en la Wikipedia su historia.)
Afrodita entrecerró los ojos ante las palabras de Eros. Psique sería siempre un
tema delicado entre ellos. Su madre pudo haber reparado las rencillas con su ex
esposa, pero no había duda que no había amor entre ellos.
—Sabes que no puedo negártelo, querido. A pesar de lo que creas, tú eres mi hijo
favorito. Pero, sabes que no puedes renunciar a tus derechos por mucho tiempo. El
mundo necesita amor, y tu magia y tú sois esenciales para hacer que los sueños de
algunas personas se hagan realidad.
Eros parpadeó para alejar las lágrimas que brotaron de sus ojos y asintió.
¿Un mes? ¿Se había vuelto loca? ¿Cómo demonios iba a encontrar el verdadero
amor en un espacio tan corto de tiempo?
Su madre entrecerró los ojos, una vez más, confirmando sus sospechas de que
ella realmente podía leer su mente. Se aclaró la garganta y asintió.
—¿Tenemos un trato?
—Sí.
—Bien. Ahora, dame tu ballesta y las flechas. Voy a buscar a tu hermano, Deimos4
para que ocupe tu puesto mientras estas ausente, —dijo. Alargó la mano y le entregó
sus herramientas a ella.
—¿Deimos? ¿En serio? —Eros pensó que su hermano menor, Anteros5, era más
adecuado para su trabajo desde que Deimos fuera conocido por atemorizar los
sentimientos. Deimos estaba muy lejos de la escala de Richter del amor como
pretendía aparentar. Tal vez debería replanteárselo después de todo.
Afrodita se echó a reír y le dio una palmada en el brazo. —De hecho, querido,
Deimos es un hombre incomprendido. Probablemente estará encantado de responder a
sus obligaciones y pensar en otras cosas por un tiempo.
Como mínimo sería libre y espero encontraría el verdadero amor... incluso si sólo
tenía un mes para hacerlo.
4
N de T: Divinidad griega, personificaba el terror.
5
N de T: Divinidad griega, personificaba el amor no correspondido.
Í
Keith Seeley miró tristemente a su alrededor en la discoteca. Se sentó en un
rincón oscuro de la barra y vio bailar a sus cuatro amigos sobre la pista de baile.
Aunque parecía estar pasando un rato agradable, Keith deseaba poder estar ahora en
otro sitio en lugar de estar sentado frente a una gran mesa en la discoteca. Solo.
Para colmo, hoy era su cuadragésimo cumpleaños y aunque trató de olvidarlo, sus
amigos inesperadamente llegaron a su casa y lo sacaron a la fuerza llevándolo a un
buen restaurante, y luego lo obligaron a ir al único bar gay en Fort Smith.
Pero, por mucho que apreciara tener un pelo denso, estaba empezando ver unas
cuantas canas que le recordaba cada día que ya no era un hombre joven.
No era un hombre alto, eso era seguro. Todos los hombres alrededor de él eran
varios centímetros más altos que el chico, pero había algo en su delgado cuerpo y la
forma en que se comportaba que llamaba la atención de las personas hacia él a pesar
de ser más bajo que ellos.
Tenía el pelo rubio y largo que caía en brillantes y exuberantes rizos sobre sus
hombros y su espalda. Llevaba una aparente camisa de seda azul hielo que acentuaba
su cremosa y pálida tez y su pelo rubio. Los ajustados vaqueros se adaptaban a su
forma ligeramente curvada y su atrayente trasero. Era un culo al que muchos hombres
les encantarían rendirle homenaje.
Desde la distancia, Keith no sabía si tenía los ojos azules o verdes, pero él sabía
que eran preciosos por las adorables expresiones que sus posibles pretendientes tenían
en sus rostros cuando él les parpadeaba con coquetería. Sus labios eran brillantes, y
Keith tenía la sospecha de que llevaba un poco de brillo para sobresaltar su
enfurruñada expresión y su deslumbrante sonrisa cuando él obsequió a uno de los
miembros de su cautivado público una.
Keith sintió un arrebato de celos cuando vio a un hombre muy atractivo poner su
mano posesivamente sobre el hombro del seductor chico para tocar su cabello, y luego
juguetonamente tirar de un largo mechón.
¿Qué diablos? ¿Quién demonios se creía que era para tocar a esa hermosa
criatura sin su permiso?
Oh, sí, Mr. Atractivo definitivamente podría congelar el infierno de nuevo con esa
fría y desinteresada expresión.
Keith vio una leve sonrisa en los labios del chico mientras se apartaba de la barra
y comenzaba a caminar en su dirección.
¡OH... DIOS... MIO! ¿Viene hacia aquí? Por supuesto que no, genio. ¿Crees que iba
a desear estar con un vejestorio como tú? Espera... ¡Viene hacia aquí! Actúa de manera
fría y cierre la boca ¡por los clavos de Cristo!
Keith chasqueó la boca cerrándola y observó al fascinante hombre caminar hacia
donde estaba. Los hombres que habían estado alrededor suyo se dispersaron, como si
se entendieran que no estaba interesado en ninguno de ellos por más tiempo.
Keith miró a los sonrientes ojos del atrayente hombre y parpadeó. Sus ojos no
eran azules o verdes, tenía uno de cada color haciendo sus desiguales ojos aún más
singularmente hermosos.
—Claro.
—Gracias, —dijo el hombre. Un ligero olor a vainilla inundó los sentidos de Keith
mientras el joven cogía una silla del lado de la mesa y se sentó con gracia.
Keith sintió moverse el suelo de debajo de él al darse cuenta de que había hablado
en voz alta. Sintió que su cara ardía de vergüenza mientras mentalmente se lamentaba
por ser un chismoso idiota y por supuesto, darle al joven una terrible primera
impresión.
El hombre tenía unas pestañas por las que la mayoría de muchas mujeres y
algunos hombres matarían. Le acentuaban perfectamente sus impresionantes ojos.
Keith miró al joven encogerse de hombros antes de coger el vaso y poner sus
brillantes labios en él y tomar varios tragos seguidos. En un primer momento, Keith
pensó que el hombre estaba deliberadamente tratando de evitar beber del mismo lugar
que él había estado bebiendo. Pero, mientras el joven colocaba el vaso en sus labios,
Keith se dio cuenta de que estaba bebiendo intencionalmente por el mismo lugar que
había estado bebiendo.
Por alguna razón, Keith pensaba que era atractivo como el infierno mientras se
inquietaba en su asiento y trataba de ajustar con indiferencia su endurecido miembro,
que estaba empezando a presionar incómodamente contra la bragueta de los
pantalones.
Con la necesidad de refrescar su libido, Keith cogió el vaso y bebió otro trago.
¿Qué diablos?
—Entonces, ¿qué hace un hombre tan guapo como tú sentado solo en un rincón
oscuro?
El excitante joven tenía algo que sonaba como si tuviera acento europeo que Keith
no podía identificar.
—Feliz cumpleaños.
—No. Cuando mis padres estaban vivos solían llamarme ‘oye, tú’ cada vez que me
hablaban.
Los ojos del joven se abrieron con lo pronunciado y luego echó la cabeza hacia
atrás y se rió. Su risa era ruidosa y bulliciosa, tan diferente de su lírica y dulce voz y de
su frágil cuerpo. Keith se vio riendo con el hermoso joven y de repente sintió relajado.
—Bueno, oye, tú, es un placer conocerte, soy Eros, —el joven sonrió mientras
extendía su delicada mano mirándole. Keith le devolvió la sonrisa y puso su mano
sobre la elegante mano de Eros. Su mano era cálida y suave, pero el hombre le dio un
fuerte apretón de manos.
¿No tenía Eros ningún defecto?
—Lo mismo digo, Eros. ¡Qué hermoso nombre... ¿Tienes el mismo nombre que el
mítico Eros, más conocido como Cupido? —preguntó a regañadientes mientras soltaba
la mano del joven.
—Tal vez, pero eso no quiere decir que tu nombre no te convenga, —afirmó.
En un primer momento, Keith pensó que había oído mal. Seguramente alguien tan
divertido, inteligente, joven y dolorosamente atractivo como Eros no creería que un
aburrido contable cuarentón, como él fuera atractivo. Pero, mientras miraba
esperanzado la expresión del joven, se dio cuenta que el magnífico joven iba en serio
con cada palabra que le había dicho.
—Keith.
—¿Perdón?
—Mi nombre es Keith, aunque tengo que decir que he sido llamado oye tú,
muchas veces antes, —afirmó. Eros le recompensó con una deslumbrante sonrisa y
apretó suavemente su mano.
—Es un placer conocerte, Keith.
Una ligera sonrisa se formó en el rostro de Keith. Por el rabillo del ojo, vio a dos
de sus amigos, Gary y Mark caminando de la mano hacia la mesa.
Keith sintió una ola de desilusión al ver a sus amigos acercarse a ellos. Odiaba que
estuvieran a punto de ser interrumpidos, y tenía miedo de que inconscientemente se
rompiera el vínculo que parecía estar formándose entre ellos.
—Eros, me gustaría que conocieras a Gary y Mark. Ellos son amigos míos desde
hace mucho tiempo.
—Por lo tanto, Keith, sigues deprimido por tus cuarenta o has decidido finalmente
que no es tan malo después de todo, —Gary bromeó. Mark golpeó a Gary en la parte
posterior de su cabeza.
—Se llama tacto, torpe, —dijo Mark, dándole a Keith una mirada de disculpa.
El camarero se acercó y preguntó por las bebidas. Mientras Gary y Mark pedían,
Eros se inclinó hacia Keith y le susurró: —¿Quieres bailar?
Keith sabía que no era el mejor bailarín del mundo, pero desde luego no era el
peor. Siguió por detrás a Eros, mientras caminaban hacia el centro de la pista de baile
llena de gente y se detuvo. Eros se dio la vuelta y miró a Keith. Él deslizó sus manos
desde el pecho de Keith hasta los hombros y alrededor de la parte posterior de su
cuello. A pesar de que la estridente música sonaba fuerte en los altavoces, a Eros no
parecía importarle. En cambio, apretó al pequeño y delgado cuerpo contra el suyo.
Keith envolvió con sus brazos alrededor de la espalda de Eros y se inclinó para
darle un suave beso en la parte superior de su dorada cabeza. Su pelo era suave,
limpio y olía a vainilla, que era uno de los aromas favoritos de Keith.
Con un metro ochenta y dos centímetros, Keith se alzaba sobre Eros. Eros en toda
su longitud apenas llegaba a sus hombros. Pero, a pesar de las diferencias en sus
alturas, Eros se sintió muy bien mientras se acomodaba en los brazos de Keith sin
suponerle ningún problema.
Le gustaba todo sobre Eros, e incluso su corta estatura era un atractivo para él.
Sintió a Eros pasar sus dedos por el pelo, por sus hombros y por su espalda hasta
el cuello. Mientras seguían besándose, el miembro de Keith se despertó empujando con
fuerza contra la cremallera de sus pantalones color caqui.
Keith movió sus manos acariciando el pelo y el cuello del seductor joven y el
cuello, bajando por la espalda y deteniéndose firmemente en sus nalgas. Él se aseguró
de que tuviera un buen agarre sobre ellas antes de levantarlo del suelo. Eros gimió y
prácticamente se arrastró hasta él, envolviendo sus piernas alrededor de las caderas de
Keith. Sus miembros se enfrentaron mientras sus besos se volvían más apasionados.
Le encantaba la increíble sensación del miembro de Eros frotándose contra él.
Keith no podía creer lo que le estaba pasando. Siempre había sido cauteloso
acerca de las demostraciones públicas de afecto.
Eros apartó su boca de la de Keith y lo miró directamente a los ojos. —Lo estamos
haciendo, —dijo. Su voz sonaba fuerte con el deseo.
Los ojos de Keith se abrieron ante su respuesta, pero antes de que su boca
pudiera formar cualquier palabra, Eros una vez más había trabado su boca sobre la
suya. Mientras besaba a Keith sin compasión, Eros comenzó a bombear su mano arriba
y abajo sobre el miembro de Keith. Cuando él empezó a prestar especial atención
alrededor de su glande y a jugar ligeramente con la yema del dedo sobre su uretra,
Keith sintió que sus testículos se contraían y sabía que su orgasmo iba a ser sólo en
cuestión de segundos.
Eros besó a Keith apasionadamente. Con Eros todavía envuelto alrededor de él, él
se apoyó pesadamente contra el joven.
Keith esperaba que Eros no se sintiera aplastado al ser presionado con tanta
fuerza contra la pared, pero se vino con tanta fuerza que Keith apenas podía
mantenerse en pie.
Keith miró por encima de Eros. Sus blancos y bien formados dientes mordían su
labio inferior y la cara y el cuello estaban rojos de excitación mientras se frotaba la
entrepierna más rápido, mirándolo como si Keith fuera el hombre más sexy que jamás
había visto nunca.
Vio como Eros agarraba la otra mano y la llevaba hacia esa brillante y gustosa
boca. Eros deslizó su cálida y húmeda lengua en sus dedos y empezó a lamer y chupar
los restos de las secreciones de Keith. Él sintió que su polla tironeaba y se llenaba de
nuevo con la erótica vista delante de él.
Eros apartó los dedos de su boca con un fuerte y húmedo chasquido. —Um... eres
delicioso, —susurró Eros.
El ligero sabor ligeramente dulce y salado del pre-cum de Eros era como un
intenso afrodisíaco para la libido de Keith. Una vez más sintió que su sexo se
presionaba contra la parte delantera de sus pantalones mientras deslizaba su lengua
alrededor del largo y grueso miembro de Eros. Él acarició suavemente sus testículos y
les di una cariñosa y suave lamida mientras seguía acariciándolo. Se dio cuenta que
Eros mantenía su rubio vello púbico pulcramente recortado mientras lamía de nuevo su
sexo y tiraba suavemente del prepucio.
Keith recorrió su lengua por la piel recién expuesta, provocando que Eros gimiera
en voz alta. Keith le dio una delicada lamida y volvió a mirar hacia la pasional mirada
de Eros antes de recorrer lentamente su miembro con la boca.
Había pasado bastante tiempo desde que Keith le había hecho a alguien una
mamada, pero siempre era algo que le gustaba hacer. Ya que Eros era el hombre más
sexy que Keith había visto y tocado en su vida, quería agradar al joven tanto como
fuera posible.
Él acarició suavemente los testículos de Eros con una mano y la base de su pene
con la otra, mientras lentamente abría la boca entrando y saliendo de su sexo.
Keith se obligó a relajarse al sentir la punta del miembro de Eros llegar hasta el
final de su garganta. Se movió un poco hacia adelante, y alineó la punta del miembro
del joven de forma perfecta con la parte posterior de la garganta. Eros siguió jadeando
y gimiendo en voz alta mientras Keith continuaba mamando a Eros en el fondo de su
garganta. Keith comenzó a mover rápidamente su boca succionándola, gimiendo y
presionando su lengua con más fuerza contra la parte inferior de la misma.
—Oh Zeus... eso se siente como en la gloria... —oyó jadear a Eros por encima de
él.
Con las palabras de Eros, Keith empezó a succionar más fuerte, decidido a darle
tanto placer como fuera posible. Sintió que el excitado miembro se ensanchó
ligeramente antes de que Keith moviera su boca más cerca del glande y el joven le
llenara la boca con su esencia. Tragó rápidamente y continuó succionando suavemente
hasta que supo que Eros había tenido su orgasmo. No podía dejar de sentir una
sensación de orgullo cuando sintió el cuerpo del joven temblar por la intensidad de su
liberación mientras Eros continuaba pasando sus dedos a través del pelo de Keith.
Keith le dio a la punta del miembro de Eros una más que afectuosa lamida antes
de retirarse y delicadamente cubrió sus partes íntimas con su ropa interior roja. Keith
sujetó la parte delantera de los pantalones vaqueros de Eros y se sentó sobre sus pies.
Keith miraba como el asombroso joven de pie delante de él, ajustó su pene todavía
erecto muy dentro de sus pantalones para tener una posición más cómoda.
Eros se acercó y ajustó las gafas de Keith y le sonrió. Él trazó su dedo suavemente
por el contorno de la nariz de Keith hasta su boca, y recorrió el contorno de los labios
de Keith con un delicado toque.
Eros le dedicó una sonrisa deslumbrante y luego se agachó y le dio un dulce beso.
Se puso de pie de nuevo, le tendió la mano y ayudó a Keith a ponerse en pie. Tan
pronto como Keith se puso de pie, Eros envolvió sus brazos alrededor de él y lo abrazó
con fuerza.
Mientras estaban en los brazos del otro, Keith empezó a darse cuenta de su
entorno. Él se sorprendió de que nadie pareciera prestarles atención a ellos o a lo que
acababan de hacer. Eso le dio la impresión a Keith de que eran las únicas personas en
su propio mundo y nadie se preocupaba ni se daba cuenta de lo que acaban de hacer.
Eros miró a Keith y ahuecó sus suaves y ardientes manos sobre sus mejillas. —
Vámonos de aquí. Sé de un restaurante nocturno al que podemos ir y conseguir algo de
comer a medianoche... ¿Te apetece? —le preguntó.
Keith no pudo detener la sonrisa que se formó en su rostro. Este hermoso hombre
quería pasar más tiempo con él y Keith sintió una oleada de felicidad fluyendo a través
de su cuerpo.
—Por supuesto. Te llevaré a casa más tarde, —respondió Eros. Se agachó, cogió la
mano de Keith y lo guió a través de la pista de baile. Mientras Keith le seguía, de
repente supo que su cuadragésimo cumpleaños había resultado ser el mejor que jamás
había tenido.
Í
Eros se aferró a la mano de Keith al salir del bar y se dirigió a su coche. Habían
tardado solo unos minutos en coger la chaqueta, y Keith decirle a sus amigos se iban
juntos, como una pareja. Ellos parecían sorprendidos de que Keith se fuera con él, pero
no dijeron nada al respecto. Eros estaba más que feliz de escapar de ellos y del bar, así
que podría pasar algún tiempo a solas con Keith sin tener que oír la estridente música
o lidiar con esa multitud.
Eros cogió la llave del bolsillo del pantalón y abrió las puertas del pequeño Mazda
MX-5 Miata rojo. Eros acababa de comprarlo hace unos días y le encantaba el pequeño
coche. Se le ajustaba perfectamente. Caminó con Keith hacia el lado del pasajero y
abrió la puerta. Keith le recompensó con una sonrisa mientras se sentaba sobre el
asiento de cuero beige. Tan pronto como Keith se sentó cómodamente en el interior del
deportivo, Eros cerró la puerta, corrió hacia el lado del conductor y se sentó.
Eros puso en marcha el coche y encendió la calefacción. Se dio cuenta que Keith
envolvía sus brazos alrededor de su cuerpo temblando por el frío clima de enero. Al no
poder soportar verlo de esa manera, Eros cerró los ojos y se concentró en un espacio
cálido y agradable. Cuando abrió los ojos, el coche estaba de pronto caldeado. Keith
dejó de temblar y puso sus manos en su regazo.
Eros siempre se había sentido atraído por los hombres altos y delgados. Sabía que
Keith tenía que medir por lo menos un metro ochenta y tres centímetros respecto a su
metro cincuenta y ocho de estatura. No había nada más sexy que mirar para arriba a
una cara bonita y ser sostenido por unos brazos largos y fuertes. El recuerdo de estar
dentro del sólido y cálido abrazo de Keith era casi suficiente para hacer que sus dedos
se retorcieran.
—Lo siento, pero no me pude resistir besarte por más tiempo. He querido hacer
esto desde que nos metimos en el coche, —murmuró Keith mientras acariciaba la nuca
de Eros con un ligero toque.
Eros sintió que su rostro se ruborizaba de placer con las dulces palabras de Keith.
Eros asintió con la cabeza y se dirigió hacia el otro lado de la cocina y apoyó la
espalda contra el gran mostrador. Keith se inclinó y le dio un beso furtivo al pasar a su
lado. Levantó fácilmente a Eros y lo sentó en la encimera cómodamente antes encender
el horno.
De alguna manera, Eros estaba acostumbrado a ser maltratado. Era una de las
cosas por las que depreciaba ser más bajo. A menudo la gente tiraba de él como un
muñeco de trapo, y con frecuencia se irritaba al ser transportado como un niño
pequeño. Pero, había algo cuando Keith lo sostuvo en sus brazos que le hizo sentirse
apreciado en lugar de ser insultado por la forma que Keith lo miraba.
Keith sacó un par de ollas y cogió unas galletas congeladas del congelador. Abrió
la bolsa, colocó unas cuantas en una bandeja de horno grande y las puso en el horno.
Abrió un paquete de bacon y comenzó a colocar unas lonchas en una sartén.
Keith se encogió de hombros. —Cuando has vivido solo todo el tiempo como yo, o
aprendes a cocinar o comes en la calle todo el tiempo. Dado que no soy un gran fan de
la comida rápida, aprendí a cocinar.
—No. He tenido unas cuantas relaciones serias, pero por alguna razón u otra
nunca funcionaron ni duró lo suficiente para que pudiéramos estar juntos. ¿Y tú?
—Um... de hecho no. Estuve casado durante mucho tiempo, pero gracias a Zeus
ya no estamos juntos. Ella se volvió a casar y es mucho más feliz ahora de lo que
nunca fue conmigo.
—¿Dijiste que estuviste casado hace mucho tiempo? Dios mío, Eros ¿qué edad
tenías? ¿Dieciséis?
Eros se rió. —Se puede decir que si.
—¿Cuántos años crees que tengo? —preguntó, tratando de ganar más tiempo.
—Dios, Eros, eres mucho más joven que yo. ¿Qué demonios estás haciendo con
un viejo como yo? —se quejó Keith.
—Ven aquí, cariño, —le incitó Eros. Abrió los brazos y las piernas, haciendo señas
a Keith para que se acercara. Keith apagó el fuego y se acercó a Eros. Él alargó la
mano hacia el otro hombre y tiró de él hacia sus brazos, mirándolo a sus preocupados
ojos.
—¿Por qué te casaste? —le preguntó Keith mientras empezaba a batir los huevos.
Esto iba a ser complicado. Cuanto más cerca estuviera Eros de decirle la verdad,
sería mejor. No quería mentir, pero tampoco creía que Keith estuviera preparado para
saber la verdad sobre su identidad. Eros sabía que había una profunda atracción entre
ellos, y había señales de que posiblemente pudiera ser su alma gemela, pero Eros sabía
que ahora no era el momento de decirle a Keith que era un inmortal que dispara a la
gente con flechas de oro para que puedan enamorarse. Además, estaba también esa
terrible imagen que la gente tenía de él. Podría ser pequeñito, pero no era un querubín
con alas.
Eso no sería una buena imagen para que asimilara Keith en estos momentos.
—Bueno, básicamente estuvo de nuestro control. Para hacer la historia más corta,
hubo un accidente y pasó un gran malentendido, y tuvimos que lidiar con las
consecuencias durante un tiempo. Pero, se terminó y los dos estamos felices de estar
lejos el uno del otro.
—No.
—¿Qué pasó?
¡Joder! —Bueno, nos vimos atrapados en una situación comprometida, por así
decirlo, y tuvimos a vivir con las consecuencias durante mucho tiempo.
—Algo así.
Keith asintió con la cabeza. —Siento que pasaras por eso, Eros. ¿Quiere esto decir
que eres bisexual? —Preguntó, mientras empezaba a emplatar la comida.
Eros negó con la cabeza. —Creo que las mujeres son personas hermosas y
sensuales. Pero, yo no las deseo, ni quiero pasar el resto de mi vida con ellas.
—Sé que esto suena confuso para ti, Keith. Vas a tener que confiar en mí cuando
digo que soy gay y que no tengo ningún deseo de estar con ninguna mujer.
Keith había dejado una cuchara en los platos y lo miró con una expresión de alivio
en su rostro.
Eros saltó del mostrador y caminó detrás de Keith, presionó su cuerpo contra la
espalda de Keith mientras envolvía sus brazos alrededor de su estómago. —No tienes
nada que temer, cariño —murmuró mientras pasaba delicadamente las manos por el
pecho de Keith y le daba un suave beso entre sus omóplatos.
Eros a regañadientes dejó caer los brazos y dio un paso atrás apartándose del
cuerpo de Keith. Keith se dio la vuelta y le dio una afectuosa sonrisa. Mientras le
pasaba el plato lleno de comida escuchó su estómago gruñir en voz alta y se ambos se
echaron a reír.
Le dijo a Eros que había estado en la compañía durante más de quince años y,
aunque a él le gustaba trabajar con números, últimamente se había desencantado con
su trabajo. El bromeó diciendo que él esperaba no estar pasando por una crisis de la
mediana edad, y Eros no podía dejar de poner los ojos en blanco con esa afirmación. El
hombre sin duda tenía un problema con entrar en la cuarentena, pero para Eros, Keith
se veía muy atractivo por su forma de ser.
—¿Cariño? —La vibración del apodo de Keith retumbó contra su mejilla y Eros se
acurrucó más cerca de él.
—¿Qué?
—Gracias por ser el mejor regalo de cumpleaños que he tenido, —susurró Keith
mientras continuaba tocando a Eros con sus amorosos dedos.
Eros sintió que su corazón latía más rápido y lágrimas de felicidad brotaron de sus
ojos. Nunca se había visto afectado tanto por las palabras de otro antes. Él parpadeó
las lágrimas y besó a Keith justo donde su corazón latía en su pecho antes de que
mirarlo y sonreírle.
Keith llevó las manos a cada lado de su rostro, inclinó la cabeza hacia adelante y
le besó suavemente sus labios.
Eros se trasladó por el cuerpo de Keith y deslizó sus manos alrededor de la parte
posterior de su cuello mientras continuaban con los dulces y cariñosos besos.
Eros oyó en su mente susurrar a Keith, y sintió una oleada de alegría desplazarse
fuertemente a través de su cuerpo. No era sólo que Keith se sentía atraído por él, sino
que Eros sospechaba que Keith estaba empezando a tener fuertes sentimientos por él.
—Quédate conmigo el resto del fin de semana. Quiero saber todo sobre ti. Vamos
a acurrucarnos en la cama, descansar un poco y pasar los próximos dos días haciendo
lo que quieras hacer, —instó Keith, mirando a Eros con unos chispeantes ojos.
Eros.
Keith suspiró con satisfacción y apretó al hombre más cerca de él. La cabeza de
Eros yacía sobre el pecho y la parte inferior de su cuerpo se apoyaba entre las piernas
de Keith. El sedoso, rubio y largo pelo de Eros le cubría, haciéndole sentir a Keith como
si estuvieran seguros envueltos en sus suaves cabellos.
Keith se acercó y levantó una pequeña mata del rizado pelo de Eros, pasando sus
dedos a través de él. No podía recordar el haberse enamorado nunca del pelo de nadie
antes de estar con el hombre que yacía en sus brazos. Esperaba que Eros nunca se lo
cortara, ya que sería una pena no poder lucir un pelo tan maravilloso. Atrajo los suaves
cabellos hasta su nariz y aspiró su limpio aroma a vainilla, provocando que se formara
una sonrisa en su rostro.
Estaba cómodo, cálido y no podía dejar de esperar que hubiera muchas mañanas
más despertándose con Eros.
Estar con el joven la noche anterior había sido todo lo que Keith siempre había
esperado. Todavía no podía creer que este dulce y maravilloso hombre quisiera pasar
más tiempo con él. Había aprendido de mala manera que los hombres atractivos y
glamurosos como Eros, nunca daban ni la hora a mediocres y aburridos contables como
él. No podía dejar de esperar que cuando Eros despertara todavía quisiera estar con él.
Cuando Keith se sintió a Eros moverse un poco inquieto por encima de él, no pudo
evitar una sensación de nervios en el estómago.
¿Se despertaría Eros lamentándose de estar aquí, o le daría a Keith una de sus
encantadoras sonrisas y estaría satisfecho de quedarse donde estaba?
Keith intentó volver a dormir, pero entre su mente errante y su vejiga llena, sabía
que no podía posponer el levantarse. Keith se movió suavemente hacia fuera de debajo
del dormido Eros, y dejó escapar un suspiro de alivio cuando él no se despertó. Oyó
crujir sus huesos cuando se estiró e hizo una mueca al oír el fuerte ruido que hizo.
Keith se quedó allí unos instantes y miró al hombre que dormía en el sofá. Una
cálida y afectuosa sensación se apoderó de él mientras agarraba el suave cojín color
crema de la parte trasera del sofá, entonces lo colocó suavemente sobre Eros. No pudo
evitar la sonrisa que se formó en su rostro mientras miraba a su nuevo amante.
Keith deseaba poder quedarse allí más tiempo, pero su vejiga ya no aguantaba
más. Keith apartó de mala gana la mirada hacia Eros y salió de puntillas de la sala de
estar al cuarto de baño. Encendió la luz y se vio reflejado en el espejo.
Satisfecho.
Él se hizo cargo de sus necesidades físicas y luego se lavó la cara y las manos. Se
cepilló los dientes y echó un vistazo a su reloj.
Ocho y media.
Ahora todo lo que tenía que hacer era convencer al Bello Durmiente que se
quedara un poco más.
—Vámonos a la cama. Estaremos más cómodos allí, —dijo con ternura, mientras
acariciaba suavemente entre el hombro y la espalda de Eros.
Eros miró un poco aturdido, pero asintió y se sentó. Keith agarró la mano de su
dormido amante, lo sacó del sofá con cuidado para que no cayera al suelo. Lo llevó al
cuarto de baño. Eros entró y de inmediato se acercó al lavabo. Mientras se lavaba la
cara con agua, Keith cogió una toalla del armario de la ropa y la puso en el lavabo
junto a él.
Los ojos de Eros se reflejaron en el espejo por un momento antes de que una
maliciosa sonrisa apareciera en su hermoso rostro.
Gracias, Dios.
—Yo también.
Keith se inclinó y besó la parte superior de la cabeza de Eros. —Te voy a dar un
poco de intimidad. Iré a apagar las luces y nos veremos en el dormitorio, —le dijo,
guiñando un ojo al reflejo del joven en el espejo.
Keith dejó de mala gana a Eros, caminaba por la casa con el fin de asegurarse de
que todas las puertas estuvieran cerradas y las luces de la casa apagadas. Cuando
terminó, se dirigió a la habitación y se detuvo en seco cuando vio a un Eros desnudo
acostado boca arriba en medio de la cama.
Keith miró a los brillantes ojos azul y verde y vio una consecuente sonrisa en la
atractiva cara de Eros.
Keith gimió al ver los diminutos pezones endurecerse ante sus ojos. Sabía que
tenía que tocar y saborear aquella deliciosa piel antes de irse a dormir de nuevo. El
joven era verdaderamente irresistible.
Mientras Eros seguía apretándose el pezón izquierdo, dejó caer su mano derecha
hacia su estómago hasta su excitado miembro. Eros envolvió su mano alrededor de él y
comenzó a acariciarse lentamente a sí mismo mientras seguía mirando a Keith con los
ojos llenos de pasión.
Keith sintió que su sexo se endurecía bajo la vigilante mirada de Eros. Keith se
quitó las gafas y las puso sobre la mesita de noche. Rápidamente se quitó sus
pantalones y calzoncillos dejando al descubierto su miembro completamente excitado.
Mientras Keith se los quitaba, se las arregló para quitarse los calcetines también sin
perder el equilibrio. Una sensación nerviosa se agitaba en su estómago mientras
conscientemente se preguntaba qué pensaría Eros de su cuerpo maduro. Keith respiró
hondo y dejó caer su cuerpo sobre la cama. Se arrastró hacia arriba y se unió junto a
Eros y deslizó su mano sobre el firme estómago del otro hombre y pasó ligeramente los
dedos por delante de su pequeño ombligo hasta llegar al atesorado vello rubio justo
encima de la ingle.
—Tócame, Keith. Necesito sentir tus manos sobre mí, —Eros susurró con voz
quebrada.
Keith se inclinó y presionó sus labios contra los suaves de Eros y le dio un tierno
beso. Eros hizo un pequeño ruido antes de abrir la boca y deslizar su lengua en la boca
de Keith.
Sus lenguas exploraron las profundidades de la boca del otro, Keith movió
ligeramente su mano hacia abajo sobre la mano de Eros, y suavemente la apartó de su
miembro. Eros soltó el firme agarre que tenía sobre él, mientras Keith envolvía sus
dedos alrededor de su excitado sexo y comenzó a acariciarlo con ligeros y juguetones
movimientos.
Eros envolvió sus brazos alrededor de Keith y sostuvo al hombre fuerte contra él.
Keith se acomodó más cerca envolviéndose en el atractivo cuerpo de Eros y siguió
moviendo su ardiente miembro. Su beso se hizo más intenso con el deseo que tenían el
uno del otro.
Keith pasó el pulgar sobre la punta del humedecido miembro de Eros y jugó
suavemente con la yema de su pulgar. Eros gimió en su boca y sus suaves manos le
acariciaron suavemente por toda su espalda.
Keith sintió que sus testículos se contraían y sabía que su orgasmo era inminente.
Sacó su boca de la de Eros y se concentró en mover su mano sobre el miembro del
lascivo hombre. Estaba decidido a llevar al límite a la belleza que estaba acostada a su
lado justo antes de alcanzar la suya.
Keith sintió que unas temblorosas manos acariciaban su cabello con suaves
caricias cuando terminaba de lamer su esencia, entonces presionó unos cuantos suaves
y dulces besos de nuevo sobre el cuerpo de Eros hasta llegar a sus carnosos labios.
—Eres increíble, —susurró Eros, mientras rozaba ligeramente con los dedos sobre
los labios de Keith. Su toque era tan débil que casi les hacía cosquillas.
Keith miró la cara enrojecida del joven, sus soñolientos ojos y sonrió. —No, cariño,
tú —dijo, mientras yacía sobre su espalda y tiraba de Eros hacia él.
Eros acunó su cabeza en el hombro de Keith y se envolvió en los brazos del otro.
En poco tiempo se oyó la profunda respiración del dormido joven, Keith sintió una
oleada de felicidad fluir dentro de él.
Keith no entendía por qué se sentía unido a Eros tan pronto, pero él tomó la
decisión de adoptar estos nuevos y florecientes sentimientos de devoción hacia Eros
en vez de luchar contra ellos.
Keith siempre había soñado secretamente con encontrar a esa persona especial en
su vida, y estaba empezando a creer que finalmente lo había encontrado.
Sintió unas tiernas y cálidas manos frotar ligeramente su espalda en una caricia
suave.
Abrió vacilante los ojos y levantó lentamente la cabeza para mirar hacia esos
cálidos ojos color avellana.
Keith se veía tan relajado y tranquilo que parecía diez años más joven de lo que
realmente era, por lo que Eros le dio una sonrisa dulce y cariñosa.
Eros estaba tan feliz y aliviado de que la noche pasada no fuera un producto de su
hiperactiva imaginación que sintió que las lágrimas brotaban de sus ojos.
Eros parpadeó para alejar las lágrimas que amenazaban con caer y le dedicó una
vacilante sonrisa. —Sí. Estoy feliz de que seas real y no producto de una ilusión por mi
parte.
Si lo hubiera estado.
—Pensé que podríamos estar en casa todo el día. Podríamos traer algunas cosas
de tu casa, o te podría dejar unos pantalones de pijama y una camiseta si quieres. —La
voz de Keith tenía una nota de incertidumbre y una tímida sonrisa se formó en su
rostro.
La cara de Keith inmediatamente brilló con sus palabras. —¿En serio? Podríamos
pedir una película o dos por pay-per-view 6 y estar holgazaneando delante de la
televisión.
El trasero de Eros hormigueó con el fogoso golpe y él se rió del alegre estado de
ánimo de Keith. Él se sintió joven y despreocupado, algo que no había sentido en
mucho tiempo. Rápidamente se deslizó fuera de Keith y salió fuera de la cama. Los ojos
de Keith recorrieron ávidamente sobre su cuerpo haciendo que Eros de repente se
sintiera sexy y un poco travieso. Dándole la espalda a Keith, le guiñó coquetamente un
ojo por encima de su hombro y sacudió su trasero.
Keith sonrió y movió sus cejas hacia él y dándole un rápido beso en la nariz.
6
N de T: Pago por visión.
Keith se dio la vuelta y agarró la mano de Eros, entonces lo introdujo en la ducha
con él. El agua caliente se sentía bien contra su piel, pero no era comparable con lo
maravilloso que era para Keith lavar suavemente el cabello y el cuerpo con sus
amorosas y suaves manos.
Cuando Eros oyó gruñir fuerte el estómago de Keith y hacer eco en la ducha,
interrumpiendo el erótico momento, no pudo dejar de reír.
Eros se rió entre dientes y le dio un rápido abrazo. —Vamos a alimentar un apetito
antes de satisfacer otro.
Mientras Keith pidió una pizza, Eros se sentó cómodamente en el sofá. Después de
la llamada, Keith se sentó junto a él y pagó por las películas que iban a ver por pay-
per-view. Y como Eros no estaba seguro de qué elegir, optaron por un par de pelis que
Keith quería ver. Al momento, la pizza llegó y se lo comieron mientras veían una de las
películas. A Eros le gustaba toda la acción que había en ella y rápidamente se vio
profundamente implicado en la trama de suspense de la película.
Durante el resto del día, se acurrucaron en el sofá mientras veían una película de
vez en cuando y hablaban. Cada vez que Keith le preguntaba sobre su pasado, Eros
lograba despistarle hablándole de sí mismo, o de otra cosa.
Sonrió al pensar en todas las veces que él y Keith habían jugado y se habían
tocado el uno al otro en los últimos días. Tuvo un fin de semana increíble con Keith, y
estaba condenadamente triste de ver que llegaba a su fin.
Se habían despedido esta mañana cuando Keith tuvo que ir a trabajar. Ambos
habían sido reacios a abandonar la compañía del otro esta mañana. Eros sonrió con
todos los besos de despedida que se habían dado. Había sido casi como un juego. Justo
cuando uno de ellos había pensado que se había despedido de verdad esta mañana, el
otro corría de nuevo e iniciaba el proceso del adiós besándolo de nuevo.
Fue dulce al principio pero luego se convirtió en cómico para ambos, ya que se les
estaba haciendo difícil el separarse el uno del otro. Finalmente, después de lo que
pareció el penúltimo beso, Keith se metió de mala gana en su coche y se marchó con la
promesa que se reunirían para cenar esta noche.
Eros disfrutaba de los dulces sentimientos de amor. Por lo menos él pensaba que
era amor. Se sentía como si estuviera enamorado. En toda su existencia, se había
encaprichado con varios de sus amantes, pero nunca se había sentido así antes. No
sólo estaba físicamente atraído por Keith, sino que en realidad sentía una conexión
emocional también con él. Le pareció cómo si su corazón pareciera haber latido más
rápido en presencia de Keith y la forma en que su estómago revoloteó ligeramente
cuando Keith le tocó, o lo honró con esa sonrisa tímida y adorable, hizo que Eros se
enamorara rápidamente.
Allí estaba su hermano mayor, Deimos, con una expresión de enfado en su rostro.
Eros no se sorprendió demasiado por esto, porque Deimos siempre parecía estar así.
Especialmente a Eros.
Miró a Deimos intentó disimular la sonrisa que amenazaba con derramarse sobre
su rostro. Deimos se veía un poco más enfadado de lo normal. Su pelo negro que
normalmente lo llevaba trenzado, lo llevaba suelto. La oscura sombra de una incipiente
barba le dijo que el gran hombre no se había afeitado en varios días. Su túnica blanca y
los pantalones de cuero marrón se veían arrugados y maltrechos, en lugar de limpios y
bien puestos como era normal. Tenía una mirada hostil y frustrada, y Eros sintió una
oleada de simpatía por él.
Deimos tiró de la correa de cuero de oro que llevaba sobre su enorme cuerpo por
encima de su cabeza y le pasó la ballesta de oro y las flechas a él. —¡Toma estas
malditas cosas! Yo no quiero ser más un peón del elaborado plan que habéis trazado tu
madre y tú.
Saltó sobre el respaldo del sofá y aterrizó con gracia sobre sus pies entre el sofá
y la mesa de café. Arrojó la ballesta y flechas al suelo y se sentó pesadamente a su
lado.
Eros siempre se sorprendía de cómo Deimos siendo un hombre tan grande podía
ser tan ligero al caer sobre sus pies. Él miró la expresión hostil de su hermano y
sacudió la cabeza negativamente. —No, Deimos. No tengo una especie de plan oculto
detrás de todo esto. Todo lo que hice fue preguntar si podía tener algo de tiempo libre
para que pudiera tener la oportunidad de encontrar el amor para mí. Después de ese
desastre con Psique, he soñado con encontrar a alguien por mi cuenta, sin ningún tipo
de presión por parte de madre o la magia de ningún tipo, —suspiró y puso sus piernas
debajo de la barbilla y envolvió sus brazos alrededor de ellas antes de continuar—.
Escucha, me sorprendí tanto como tú cuando madre dijo que ella iba a delegar en ti
para que hicieras de “Cupido” por un tiempo. Había asumido que Anteros lo haría, pero
no fue así. ¿Quién sabe lo que está pasando dentro de su retorcida mente?
Deimos lo miró durante unos instantes y suspiró. Se recostó en el sofá y se pasó
la mano por su ancha cara y por el cabello, dándole un aspecto aún más desordenado
del que había tenido antes.
—Te creo. Mira, me disculpo por haber venido sin avisar y calentarte la cabeza,
pero esto huele a intromisión por parte de madre y su manipulación hacía mí, y sabes
que no puedo manejar esto, —dijo.
Eros asintió con la cabeza. Odiaba que Deimos fuera tan miserable, pero ahora
que él había conocido y pasado tiempo con Keith, no estaba preparado o dispuesto a
renunciar, a menos que fuera absolutamente necesario.
—Deimos, sé que no estás contento con esto... y tienes que creerme cuando digo
que siento que hayas tenido que hacerlo... —dudó Eros.
—Pero...
—Pero, por primera vez en mi vida he encontrado a alguien con el que creo que
podría pasar mi vida. Él me quiere por mí mismo, sin ninguna ayuda de cualquier flecha
mágica o hechizo, y es maravilloso. Por favor, no me obligues a renunciar a esto
todavía. No le he hablado de mi trabajo, y cuando lo haga, no estoy seguro de lo que
va a suceder. —Eros inesperadamente sintió que su garganta se obstruía y los ojos se
le llenaban de lágrimas por lo que se apresuró a limpiarse.
Tenía miedo de que Deimos dejara de hacer su papel de Cupido pronto, y sintió
una abrumadora tristeza a causa de ello. Odiaba mostrar esta debilidad frente a su
impasible hermano, pero no podía evitarlo. Él no quería perder a Keith tan pronto.
Unos grandes y callosos dedos limpiaron suavemente una lágrima perdida que
caía de los ojos de Eros.
Sorprendido de que sus muchas veces duro y despiadado, hermano mayor tuviera
tanta ternura, Eros pensó que estaba mirando a su hermano como si le hubieran
brotado dos cabezas. Había una chispa de simpatía y anhelo en los ojos de Deimos
mientras le miraba. Deimos siempre había vivido bajo ese talante y había sembrado el
terror en los corazones de los demás, pero ¿podía él y todos los demás tener la opción
de juzgarle mal, después de todos estos años?
—Está bien, jovencito... Voy a jugar al juego de madre hasta el Catorce, pero ni
un minuto más, —suspiró Deimos. Gimió y puso sus enormes pies encima de la mesa
de café y se recostó en el sofá—. Pero, antes de irme, me tienes que contar todo
acerca de este hombre tuyo.
Í
Keith sintió que flotaba en una nube mientras se dirigía al trabajo por la mañana.
Eros se había pasado todo el fin de semana en su casa, y fue uno de los mejores
momentos de su vida. Cuando puso los ojos en Eros en el bar el de inmediato se sintió
golpeado por el joven, pero a medida que avanzaba el fin de semana y pasaban más
tiempo juntos, tenía la sospecha de que Eros también sentía lo mismo.
Keith flotó sobre su cubículo y se sentó en su escritorio. Una leve sonrisa se formó
en sus labios al recordar la dulce manera en que Eros había presionado su cuerpo
caliente contra él mientras dormían anoche. Incluso esta mañana antes de salir para el
trabajo, Eros se había dado una ducha con él, y constantemente le acariciaba como si
no pudiera mantener sus manos fuera de él.
Keith sabía que Eros había querido hacer el amor la noche anterior. Habían pasado
horas amándose el uno al otro con besos profundos y explorando el cuerpo del otro
hasta que ambos se agotaron y se quedaron dormidos. Keith definitivamente quería
tener algo más íntimo con Eros, pero estaba secretamente agradecido de esperar a
ello. Quería que lo que había entre ellos fuera especial y profundo, así que estaba
contento de haber tomado esa decisión.
Ellos se habían separado esta mañana con muchos besos y la promesa de reunirse
después del turno de Keith. Sabía que iba a ser difícil concentrarse en su trabajo debido
a la anticipación de ver a su nuevo chico. Miró por encima de su carga de trabajo y
suspiró. Tal vez si él se dedicara a su trabajo, el día se pasaría más rápido. Decidió
pasar el día lo más rápido posible, se volvió hacia el ordenador de su escritorio y se
puso a trabajar.
Te echo de menos.
Tiró el lápiz sobre el escritorio y se inclinó hacia atrás en su silla. Tal vez debería
haber tomado el día libre.
Keith sintió vibrar su teléfono móvil contra el bolsillo de su traje. Metió la mano en
su chaqueta y lo sacó. Sonrió cuando vio el nombre de Eros parpadeando en la parte
frontal del teléfono.
—Estoy sentado aquí deseando haber llamado esta mañana avisando que estaba
enfermo. No puedo sacarte de mi mente. Realmente pasamos un tiempo increíble este
fin de semana, —dijo Keith. Tomó su lápiz y comenzó a garabatear pequeños corazones
en una hoja de papel usada.
—Yo, también. Se me hizo muy difícil salir esta mañana. Tengo muchas ganas de verte
esta noche, —murmuró dulcemente Eros.
—Lo sé. ¿Quieres todavía que te recoja esta tarde a las seis? —preguntó Eros.
—Sí. Por mucho que me quiera hablar contigo todo el día, tengo que tratar de
trabajar un poco. Te llamaré durante mi hora del almuerzo, ¿de acuerdo?
Parecía que había pasado una eternidad antes de que llegara la hora de almuerzo.
Se apartó de la mesa y sintió que alguien estaba detrás de él. Un ligero olor a vainilla
inundó sus sentidos y cuando se dio la vuelta vacilante, Eros estaba de pie sosteniendo
un gran jarrón de cristal lleno de rosas color lavanda.
Eros sonrió y le entregó las fragantes flores. —Pensé que podía tener la
oportunidad de almorzar contigo. ¿Estás libre?
Keith asintió alegremente y colocó las flores sobre la mesa, tocando suavemente
una de las encantadoras flores. Los sedosos pétalos parecían acariciar sus dedos. —
Siempre tengo tiempo para ti. Gracias por las hermosas flores. Nunca me han regalado
nada antes.
—Tus anteriores pretendientes no apreciaron lo increíble que eres, —dijo Eros con
voz sincera. Sus desiguales ojos parecían brillar con una emoción desconocida mientras
lo miraba.
Keith sintió que su rostro se ruborizaba con las palabras del joven. Era maravilloso
ser admirado por este increíble hombre.
Keith quería agarrar a Eros, tirar de él a su regazo, y besarle hasta dejarlo sin
sentido, pero sabía que no sería adecuado, por lo que se contuvo.
—Te ves muy guapo con ese traje azul, —dijo Eros, mientras miraba con aprecio a
Keith. Esas palabras y esa mirada hicieron que Keith se sintiera mejor inmediatamente.
Tenía que alejar a Eros de sus entrometidos compañeros de trabajo y solo para poder
besar esos brillantes y lustrosos labios.
Ahora.
Los ojos de Eros se abrieron como platos y sonrió con picardía hacia él. Keith
agarró ligeramente el hueco de su brazo y lo condujo fuera de la oficina hacia el
ascensor. Entraron solos en el ascensor y tan pronto como la puerta se cerró, Keith
tomó a Eros en sus brazos para darle un apasionado beso.
Eros cerró sus brazos alrededor de la espalda de Keith y se apretó contra él. Él
sabía tan delicioso como parecía, provocando que Keith lo apretara más contra él. Oyó
el ascensor parar y ellos de mala gana se separaron antes que las puertas se abrieran.
Él agarró la suave mano de Eros y salió del edificio hacia el estacionamiento. Hizo
caso omiso de las curiosas miradas y se negó a avergonzarse de los afectuosos
sentimientos que le albergaban con este atractivo joven. Caminaron hasta el coche de
Eros y abrió la puerta del copiloto para que Keith entrara. Tan pronto como su amado
estuvo a salvo en el interior y con el cinturón de seguridad puesto, Eros cerró la puerta
y luego trotó alrededor de la parte delantera del coche para el lado del conductor y
entró.
Eso de que fuera accesible para todo era realmente algo fabuloso.
Eros lo miró, levantó una dorada ceja perfectamente formada y sonrió antes de
volver su atención a la carretera.
Los ojos de Keith estaban fijos de manera constante sobre el atractivo hombre que
estaba sentado delante de él, así que tuvo problemas para concentrarse en el menú.
Eros parecía tener el mismo problema, ya que ambos no estaban decididos cuando
la camarera se acercó para anotar su pedido. Finalmente decidieron compartir un plato
de alitas de pollo y una ración de patatas, y se alegraron cuando la camarera
finalmente se fue.
—Me gustaría que estuviéramos solos, —dijo Keith, luchando contra el impulso de
extender la mano y agarrar la del maravilloso joven. Eros le dio una brillante sonrisa y
asintió con la cabeza.
Keith miró a Eros coger su té helado y tomar un buen trago. Puso el vaso en la
mesa y trazó ligeramente con la punta de su dedo índice alrededor del borde de la
misma.
Aunque fue inconscientemente, el gesto de Eros era tan excitante como el infierno
para él. Era un hombre con un elegante tacto y Keith no pudo evitar estar fascinado
con todos sus movimientos.
Eros levantó la vista del vaso y se encontró con la mirada de Keith. Se encogió de
hombros y le dio una cuidadosa sonrisa que no llegó a sus ojos.
—Me temo que no hay mucho más que pueda decir de lo que no sepas ya, —
respondió.
Eros sacudió la cabeza y sonrió. —Oh, creo que hay... por ejemplo... ¿qué te hizo
ser contable?
Antes de que Keith pudiera responder, la camarera llegó y puso la comida delante
de ellos. Keith miró a Eros agarrar un trozo de patata y sumergirla en la salsa antes de
darle un buen bocado. Para un hombre tan pequeño, Eros realmente tenía un gran
apetito.
—Lo de siempre, supongo. Siempre he sido bueno con los números, así que era
natural que fuera contable. Definitivamente no es el trabajo más emocionante del
mundo, pero paga las facturas y me gusta, —respondió Keith antes de coger una alita
caliente y darle un bocado.
Keith soltó un bufido. Tenía serias dudas de las personas que tenían carreras
interesantes como ser un agente de policía o incluso un ponerse en la piel de un
carnicero.
—¿No me crees?
Keith miró a Eros y se encogió de hombros. —No es que no le crea, pero estoy
bastante seguro de que la mayoría de las personas que no son contables están alegres
de no serlo.
Eros negó con la cabeza. —¿No sabes que no todo el mundo puede hacer lo que
haces? Puede que no tengas un trabajo peligroso, pero todavía tienes habilidad para
hacerlo. Debes darte más crédito a ti mismo, —declaró Eros mientras empujaba
juguetonamente con su pie la pierna de Keith bajo la mesa.
Keith sonrió y rozó ligeramente la parte inferior de la pierna de Eros con la punta
de su zapato. Sabía que Eros le seguía la corriente y se alegró de que el joven
pareciera estar distraído con el juego de pies que habían empezado a jugar bajo la
mesa.
Luego dirigió la conversación hacia otras cosas que tenían en común, como su
amor por la música, la lectura y la historia.
—Tu nombre realmente me fascina, —dijo Keith antes de tomar un buen sorbo de
té.
—¿Mi nombre? ¿Cómo es eso?
—¿Son tus padres fans de la mitología griega? Es interesante que te hayan puesto
de nombre como el famoso Dios del amor y la belleza. Te queda bien. —Keith le sonrió
cariñosamente.
Se ajustó la camisa de seda roja y agarró el cepillo de su cómoda. Sabía que Keith
prefería su pelo largo y rubio suelto y él quería estar radiante esta noche, así que
apartó los rebeldes rizos hasta que estuvieron vibrantes y radiantes. Bajó el cepillo
hacia la cómoda y se sorprendió cuando vio un par de ojos color amatista mirándole a
través del reflejo en el espejo.
—Por amor a Zeus, ¡Anteros! ¿Qué te he dicho sobre que te presentes de esta
manera sin avisar? ¿Que cojones estás haciendo aquí? —Reclamó Eros. Se dio la vuelta
y le dio a su hermano lo que esperaba que fuera una escalofriante mirada.
Anteros rió de buena gana y lanzó sus brazos alrededor de Eros en un rápido
abrazo. —Oh, Eros, no te enfades. Acabo de visitar a madre y ella me habló de tu
pequeña aventura.
Eros sintió que su rostro se ruborizaba de ira. Debería haber sabido que su madre
no podía mantener su boca cerrada.
—Ahora, mi querido hermano, ya sabes, una vez que escuché acerca de tu misión,
tuve que venir a ver si estaban saliendo bien las cosas. Espero que las cosas están
yendo espléndidamente para ti, —dijo Anteros. Él dio un paso atrás, se sentó en el
borde de la cama y comenzó a dar botes, con una mirada malvada en su angelical
rostro.
—Sí, sí, es maravilloso verte... Ahora vete. —Eros señaló hacia la puerta.
—¿Tan pronto? ¿No le vas a ofrecer por lo menos un cóctel a tu hermano antes de
darle largas?
Eros sabía que estaba condenado. Si alguien era más terco que él o Deimos, era
Anteros. Había aprendido por experiencia que cuando se trataba de lidiar con su
hermano pequeño, era mejor ceder a sus exigencias o deliberadamente se quedaría y
arruinaría los planes que tenía con Keith para la noche.
Eros suspiró.
—Vamos, hermanito. Ha pasado demasiado tiempo desde que nos vimos la última
vez. ¿Qué tal un trago antes de despedirme de tu encantadora compañía?
Amaba a Anteros, pero podría ser un gran dolor en el culo cuando quería. Eros
miró el reloj y vio que Keith no llegaría por lo menos hasta dentro de quince minutos
más o menos. Tal vez podría conseguir que su malcriado hermano se tomara una copa
y luego hacer que se fuera antes de que Keith llegara allí.
—Vamos. ¿Te he dicho alguna vez que eres un dolor en el culo verdad? —Eros le
preguntó mientras salía de su dormitorio y se dirigían a la cocina.
Eros tenía serias dudas de eso, por lo que optó por ignorar el comentario. Cogió
dos vasos de vino del armario de la cocina y los puso sobre la encimera. Sintió los ojos
de Anteros en él mientras buscaba el sacacorchos y abría la botella de vino tinto que
había estado guardando para la cena de esta noche. Estaba nervioso y sentía que su
estómago se agitaba mientras le entregaba el vaso a su hermano. Podía decir por la
mirada de preocupación que Anteros tenía en su cara que estaba preocupado por su
bienestar.
Anteros podría estar interfiriendo en ocasiones, pero Eros nunca dudó del amor
que su hermano menor le profesaba. Se sentía un poco culpable por pedirle que se
fuera, pero tenía grandes planes con Keith y Eros sentía que cada momento que pasaba
con Keith era maravilloso.
—He estado muy ocupado, pero bueno. Siempre me sorprende el cómo los seres
humanos no aprecian el don del amor que se les da. —Anteros hizo una pausa y tomó
un sorbo de vino tinto de su copa antes de continuar—. Esto puede ser desalentador
realmente... pero basta de hablar de mí... debes decirme que estás haciendo. ¿Has
encontrado ya a tu verdadero amor?
Anteros se golpeó las manos y se estabilizó. —¡Oh, Eros, estoy muy contento por
ti, hermano! ¿Lo amas? ¿Siente lo mismo por ti?
—¡Oh, Eros, es fantástico! ¿Qué piensa el sobre que eres Cupido y todo eso? ¿Vas
a ser llevarlo a conocer a madre la próxima semana?
—¿Eros?
Lo que más temía Eros era la reacción de Keith cuando le dijera la verdad sobre su
identidad secreta. Ellos se estaban llevando muy bien, y nunca había sido tan feliz
como se sentía en ese momento. Sabía que una vez que le dijera a Keith la verdad, eso
iba a cambiar su relación para siempre, y no estaba preparado para eso.
Un destello de ira brilló como gemas en los ojos de Anteros y se puso de pie
directamente delante de él mientras se acercaba y frotaba suavemente sus manos
sobre los hombros de Eros. Su hermano sabía mejor que nadie sobre los que
despreciaban el amor con el que se les había bendecido. Después de todo, no le
llamaban ellos Anteros “el vengador del amor no correspondido” por nada.
—¿Eso crees?
—Por supuesto.
Eros sintió que las lágrimas brotaban de sus ojos y asintió. Nunca había amado a
su hermano más que en ese momento. Anteros podría ser un dolor, pero su intención
era buena. No podía dejar de pensar que las cosas no iban a ir bien cuando le dijera a
Keith la verdad. No sólo era que su historia fuera a sonar increíble, si no que Eros sabía
que Keith probablemente tendría que desarraigar su vida si quería algún futuro con él.
Sabía que era mucho pedir a alguien, incluso si era tan increíble como Keith.
Í
Keith aparcó su coche detrás del pequeño Miata rojo de Eros y apagó el motor. Se
sintió muy excitado ante la idea de pasar el fin de semana con Eros. Las últimas
semanas habían sido la experiencia más increíble de su vida. No podía creer lo rápido
que el joven se había introducido la vida de Keith y en su corazón.
La casa de Eros era más pequeña que la suya, pero le gustaba. Últimamente había
caído en el hábito de alternar su tiempo entre su casa y la de Eros. Al igual que su
casa, Eros había decorado su casa para que fuera más confortable que sofisticada y
Keith se sentía tan a gusto aquí como en su en su propia casa.
Tal vez no era la casa o las decoraciones lo que le hacía sentirse tan bien recibido.
Keith seriamente comenzó a sospechar que el estar alrededor de Eros era lo que le
hacía sentirse de esa manera.
Tal vez sea porque esté al teléfono o tomando una ducha. No le importará si me
presento.
—Eros, soy yo. Voy a entrar, ¿de acuerdo? —Entró en la casa y cerró la puerta
detrás de él. Podía oír el leve rumor de voces provenientes de la cocina, así que puso
su bolsa de viaje en el vestíbulo y se dirigió hacia ellos.
Cuando se acercó a la cocina, vio a un hombre de corta estatura con pelo largo
color rubio miel abrazando a Eros fuertemente.
¿Qué demonios?
Eros rápidamente se alejó del hombre y lo miró con brillantes ojos. Una enorme
sonrisa se formó en su hermoso rostro mientras lo miraba.
—Hola, soy Keith Seely. Un placer conocerte, —dijo Keith, y tendió la mano al
misterioso hombre para saludarle.
A excepción de los ojos y que el cabello de Anteros era rubio oscuro, ambos
parecían casi exactamente iguales.
—Es para mí un placer conocerte, Keith. Eros estaba contándome todo sobre el
hombre que le ha robado el corazón, —respondió Anteros.
Aunque la voz Anteros era casi tan melódica como la de su amado, de alguna
manera sonaba más fuerte. Como si Anteros fuera más cínico o más duro.
Interesante.
Había una frialdad en sus ojos que hizo que Keith quisiera retorcerse
incómodamente bajo esa directa y omnisciente mirada.
—Hola, cariño. Te extrañé. —Extendió la mano y tiró de su dulce hombre hacia él.
—Yo también te extrañé. —Eros se puso de puntillas y levantó la cara para darle
un beso de bienvenida.
Keith se inclinó y presionó sus labios contra los suaves suyos. El delicioso aroma
de vainilla de Eros inundó sus sentidos mientras envolvía al joven en los brazos y lo
atraía más cerca.
De mala gana, apartó sus labios de los de Eros y miró profundamente a los
chispeantes ojos que tanto amaba. Frotó suavemente la punta de su respingona nariz
contra la de Eros, así que él podía tener entre sus brazos a su tesoro por un momento.
Keith subió las gafas más arriba en la cara y luchó contra el impulso de encogerse.
En su lugar, intentó poner lo que esperaba que pareciera ser una sincera sonrisa en su
rostro. —Eros y yo íbamos a pedir algo de comida china. ¿Quieres unirte a nosotros?
Eros le miró con una compasiva expresión antes de dar a su hermano una severa
mirada. —Um, Anteros, creía que tenías que estar en alguna parte.
Anteros negó con la cabeza. —No. Estoy deseando pasar algún tiempo contigo y tu
chico, hermanito. —Miró a Keith y sonrió inocentemente—. ¿Podemos pedir pollo al
limón? Es mi favorito.
Keith no se dejaba engañar por esa inocente sonrisa, pero no podía evitar sentirse
fascinado por el prepotente hermano menor de Eros. Instintivamente sabía que este
pequeño hombre estaba mirando por el interés de su hermano. Keith tomó en ese
momento la determinación de ganarse al irascible hombre.
Después de Keith hiciera un enorme pedido de comida para llevar, Eros le ofreció
un vaso de vino. A pesar de que él no era un gran bebedor de vino, pensó que tal vez
debería tener un poco valentía para llegar hasta la cena por si acaso Anteros le sometía
a un tercer grado, el cual estaba sentado en la mesa redonda como si estuviera en su
casa.
Keith sintió que Eros tiraba suavemente de su mano y bajó la mirada hacia él.
—¿Estás bien con esto? Lo siento, Keith. Se acercó sin previo aviso. —Eros
mordisqueó el labio inferior, como mirándole preocupado.
Le pareció oír a Eros algo entre dientes como “Eso es lo que me da miedo” pero no
estaba seguro. Keith apretó la mano de Eros con suavidad antes de soltarla y
acercarse a la mesa para unirse con el hermano de Eros.
Keith se sintió un poco inquieto ante las palabras de Anteros, pero asintió con la
cabeza.
—¡Anteros! Keith no quiere oír hablar de eso. Ha tenido un día largo, así que
vamos a dejarlo. —La voz de Eros era más fuerte de lo que Keith había oído nunca
antes, y por la mirada de advertencia que le dio a su hermano, Keith sintió un nudo en
el estómago.
Fue un poco extraño escuchar otra voz dentro de su cabeza, pero Keith apartó a
un lado la incómoda sensación. Eros parecía tan solemne y casi asustado que decidió
cambiar el tema. Esto no era algo que él quisiera hablar con el hermano menor de Eros
a su lado.
Eros pareció aliviado y asintió. Keith tenía la sensación de que iba a ser una noche
larga.
Í
Eros iba a matar a su hermano.
Al menos Keith había cambiado el tema y la cena había transcurrido un poco más
amena. Pero el dolor en el estómago y el nerviosismo por hablar con Keith después que
su hermano se fuera hicieron que Eros no pudiera comer. Para colmo de males, Keith
le había hablado deliberadamente a él en su mente e incluso entendió a Eros cuando le
respondió.
Eros supo una vez que pudo oír los pensamientos de Keith que ellos eran
realmente almas gemelas. De esta capacidad no se hablaba mucho entre su familia y
sus compañeros, pero él había oído que esto sucedía cuando alguien en su familia
encontraba su verdadero amor. Corría el rumor de esto era un regalo dado por Zeus
para que verdaderamente supieran cuando habían encontrado a alguien especial en su
vida. Ahora que Eros sabía con certeza que era verdad, no podía evitar sentirse muy
contento por conocer a la persona indicada para él.
—¡Oh Zeus! ¿Están haciendo lo que creo que ustedes dos están haciendo? —
preguntó Anteros. Su hermano casi parecía aturdido.
Los ojos color purpura de Anteros se endurecieron un poco cuando su mirada cayó
sobre Keith. —Eros es muy especial para todos nosotros y si le haces daño de cualquier
manera, voy a volver y personalmente te patearé el culo.
A pesar de que Anteros era mucho más pequeño que Keith, por alguna razón,
Keith le creyó.
Una vez que las palabras salieron de su boca, Anteros simplemente desapareció
en el aire.
—¿Qué diablos? —Keith miró el espacio vacío donde Anteros había estado de pie.
¡Maldita sea!
—Por supuesto que tienes que explicarte. Joder, ¿Eros? Sabía que estabas
ocultando algo. Siempre has sido tan misterioso sobre tu familia y tu pasado, y
estúpido de mí, asumí que tal vez estabas alejado de tu familia o algo así, pero
obviamente no es así, ¿verdad? —preguntó Keith.
Sus ojos verdes ardían con furia a través del resplandor de las gafas.
Eros sabía que se merecía el desprecio de Keith, pero le dolía de igual manera.
Podía ver la feliz vida que había previsto con Keith deslizarse a través de sus dedos. Un
miedo y una desesperación que Eros nunca había sentido parecían fluir a través de
cada nervio de su cuerpo haciéndole temblar por completo.
Keith nunca iba a aceptar y entender nada de esto.
Eros no fue capaz de poder hablar con el gran nudo que se había formado en la
garganta. Desde que podía recordar, nunca había sido bueno con los enfrentamientos,
eso era algo en lo que sus hermanos sobresalían, y ya que era más de la actitud de
'haz el amor, no la guerra' a menudo se le trababa la lengua cuando se encontraba en
una situación hostil.
Como ahora.
Lo siento.
—Yo tampoco, —le susurró Eros. Llevó la mano de Keith a su boca y apretó sus
labios suavemente contra los suyos. Lo siguiente que Eros supo, era que estaba a
horcajadas en el regazo de Keith en el suelo y envuelto con fuerza en el cálido abrazo
de Keith. Entre la seguridad de los brazos de Keith y los dulces pensamientos que
inundaban la mente de Eros, de inmediato se sintió relajado.
Eros de mala gana se apartó de Keith y se levantó. Ayudó a Keith a levantarse del
suelo y caminaron de la mano a la sala de estar. Keith se sentó en el sofá y tiró
suavemente de Eros a su regazo de nuevo.
Eso hizo que se templara el corazón de Eros ya que Keith aún lo quería cerca,
aunque ambos sabían que iban a tener una conversación dura por delante. Eros
sostuvo una de las manos de Keith y comenzó a delinear la parte superior de la misma
con sus dedos. Keith giró su mano y deslizó sus dedos a través de la mano Eros y la
apretó suavemente.
—Primero, quiero disculparme por no haber hablado contigo acerca de esto antes.
No ha sido fácil ocultarte mis secretos porque me importas mucho. Cuando te conocí,
supe inmediatamente que teníamos una conexión y quería asegurarme de que se
convertiría en algo especial antes de que te hablara de mi familia y de mí. —Eros miró
a los interesados los ojos verdes de Keith, respiró hondo y continuó—. Me preguntaste
varias veces sobre mi tocayo y la singularidad de ello. Eros es mi nombre, pero
también soy conocido con otro nombre: Cupido.
Eros dejó de hablar cuando vio la confusión atravesar la cara de Keith. —¿Cupido?
¿Al igual que el joven querubín que vuela con alas diminutas y dispara con su arco y
flechas? ¿Al igual que el dios del amor sexual y la belleza? ¿Estamos hablando de
Cupido?
Eros asintió.
—¿Qué estás tratando de decir, Eros? ¿Está insinuando que no sólo tienes su
mismo nombre, sino que eres él? —Keith parecía totalmente atónito ante la singular
idea de que su amado era un ser místico.
—Sé que parece una locura, Keith. Sólo escúchame antes de emitir un juicio,
¿si?—Eros le rogó mientras estrechaba la mano de Keith en un firme agarre. Eros tenía
miedo de que una vez que se lo explicara todo Keith se marchara. Podía sentirse a sí
mismo temblando de miedo, pero él volvió a respirar hondo para ordenar sus
pensamientos y calmar sus crispados nervios.
Í
—¿Cupido? ¿Lo dices en serio?
—Por favor, créeme cuando te digo que no estoy jugando a ningún juego, Keith.
Soy el dios primordial del amor y la belleza. Desde que tengo memoria, he llevado a
otros a que encontraran su verdadero amor con la ayuda de mi arco y flechas mágicas.
Pero, desde el desastre con Psique, he temido que nunca encontraría a nadie que
pudiera llamar mío. A lo largo de mi existencia, y con mi magia, he acompañado a
millones de personas y las he hecho muy felices. —Eros le miró con ojos suplicantes.
Agarró la parte delantera de la camisa de Keith desesperadamente, como si pudiera
mantener a Keith para que no se alejara de él antes de continuar.
Necesitaba tiempo para pensar con claridad, y no podía hacerlo con el suplicante y
dulce rostro de Eros y su cálido cuerpo tan cerca del suyo.
—¡Esto es una locura, Eros! No sé si debo admitir que estás loco de remate o
darte un premio por contar una historia tan salvaje. —Keith se levantó y empezó a
caminar hacia atrás y hacia delante en frente del sofá.
—¡Lo sé, Keith! ¡Te juro que te estoy diciendo la verdad! Pensé que una vez que
llegáramos a conocernos mejor, sería más fácil confesar la verdad, pero en su lugar se
ha convertido en algo más difícil para mí el decirte la verdad sobre quien realmente
soy. He querido decírtelo desde hace semanas, pero no sabía cómo hacerlo. Tenía
miedo de que pudieras llegar a odiarme o pensar que estoy loco, y no me equivoqué, —
dijo Eros con voz entrecortada mientras retorcía las manos en su regazo con
ansiedad—. El asunto es que... estoy enamorado de ti, y creo que es posible que
también me ames. Yo sé que con un poco de trabajo y entendimiento, podemos
conseguir ir más allá de todo esto y construir una vida juntos.
—Y, ¿cómo demonios lo hacemos, cariño? ¿Se supone que debo quedarme aquí
solo mientras tú estás fuera jugando a Cupido? ¿Cuándo te veo, los días festivos y fines
de semana?
Eros saltó sobre sus pies y se detuvo justo delante de él y le dio una
esperanzadora sonrisa. —Por supuesto que no. Sinceramente, no sé cómo podría
funcionar, pero de alguna manera podemos solucionarlo. Tal vez pueda conseguir que
mi madre pueda darme más tiempo libre o algo así. El punto es... que podríamos ser
felices juntos, sólo si nos das una oportunidad.
Keith de repente tuvo una visión de Eros atravesando por en medio de la noche,
escasamente vestido con unas pequeñas alas en su espalda, con un gran arco y flechas
doradas en sus distinguidas manos. La imagen fue suficiente para que comenzara a
reírse histéricamente.
Oh, Dios mío, ¿y si utiliza una flecha encantada en mí? ¿Qué pasa si mis
sentimientos por él no son más que una cortina de humo?
—¡No, Keith! Eso no es cierto, lo que tú sientes por mí es real y no he hecho nada
para fomentarlo. Tienes que creerme... por favor, créeme. —Eros se lanzó contra de
Keith en un desesperado abrazo.
El dolor y la ira hervían en las venas de Keith. Él se soltó de los brazos de Eros y
señaló con un dedo tembloroso hacia él. —¡Fuera de mi cabeza, Eros! Sólo dime ¿cómo
demonios se supone que debo creerte? ¿Eh? ¡Tú has sido más que deshonesto conmigo
desde que nos conocimos! ¿Quién me dice que no has utilizado tu magia para obtener
lo que quieres? —Keith sabía que su voz se había vuelto más dura con cada palabra
que pronunciaba, pero en estos momentos no le importaba. Eros le había herido, le
había mentido, y le había utilizado como un tonto. Los recuerdos de sus amantes del
pasado y todo el dolor que había sufrido en los últimos años lo arrinconó y en ese
instante, Keith supo que tenía que salir.
Los ojos de Eros brillaban vidriosos. —Por favor, Keith. ¿No podemos hablar de
esto? Saldré de tu cabeza, dejaré que te desahogues y grites todo lo que quieras...
pero no me alejes. —La voz de Eros se quebró mientras las lágrimas se deslizaban por
sus mejillas y las limpió de forma precipitada—. Te amo. Todo lo que hemos pasado
juntos ha sido real. No usé ninguna magia en ti. Todo lo que sentimos el uno por el otro
es verdad... por favor, no me dejes.
Keith miró a Eros y drenó la ira fuera de él. Necesitaba tiempo para pensar sin que
su amado estuviera tratando de influir en él.
Keith tuvo que alejarse de Eros antes de que la devastación que reflejaba el rostro
de su amante le influyera de una manera u otra.
Se alejaría del único hombre al que podría llegar a amar más que a la vida misma.
Keith deliberadamente se aisló del mundo. Desde que había salido de la casa de
Eros hacía cinco días, no hacía más que pasear solo por su casa, reproduciendo una y
otra vez en su cabeza las últimas semanas que había pasado con Eros.
No podía comer, apenas dormía, y no se había duchado desde que había llegado a
casa. No podía quedarse varado en esa actitud lastimosa en la que se revolcaba ahora.
De manera realista, sabía que tenía que afrontar esta situación, cuidar de sí mismo, e ir
a trabajar en vez de llamar diciendo que se encontraba enfermo para que poder
sentirse miserable en casa. Él simplemente no podía hacerlo solo. Sin Eros en su vida,
no había color. Todo se había desvanecido al blanco y negro y no sabía qué hacer con
eso.
Para empeorar las cosas, Eros no lo había llamado o visitado. Sabía que Eros sólo
estaba haciendo lo que Keith le había pedido que hiciera, pero Keith no podía dejar de
esperar que su maravilloso amante diera el primer paso y lo llamara de todos modos.
Tenía que salir de su miserable actitud y rogarle a Eros que lo perdonara por ser
tan idiota, pero el miedo al rechazo y a lo desconocido lo mantenían encerrado,
insatisfecho con su propia compañía.
Ahora, ¿qué diablos debería hacer? ¿Cómo iban a estar juntos? Keith no quería ser
sólo un accesorio o una pequeña parte de la vida de Eros y no importaba cuantos
escenarios diferentes pasaron por la cabeza de Keith, honestamente no sabía cómo iba
a funcionar.
Luego estaba el hecho de que Eros no sólo era inmortal sino también un dios.
¿Cómo un ser humano podía ser capaz de construir una vida con alguien tan increíble
cómo él? ¿Qué pasaría cuando Keith muriera? ¿Me olvidaría Eros y buscaría a otro?
No, era mejor terminar con Eros ahora en lugar de dejarlo pasar más tiempo. Así,
Eros podría encontrar a alguien a quien amar, y Keith finalmente recuperaría su vida al
mismo tiempo.
Quizás sí.
Quizás no.
Keith oyó un ruido sordo antes de apartar las mantas de su cabeza. Sorprendido,
gritó y miró a los furiosos ojos negros de un enorme y musculoso hombre de pie junto
a la cama.
Keith gritó.
El enorme hombre con una expresión furiosa en su rostro parecía que iba a
matarlo.
—Oh, cállate. Por Zeus, vosotros los humanos me ponéis de los nervios, —gruñó el
gigante. Lanzó la ballesta de oro y las flechas a los pies de la cama y puso sus grandes
y gastadas manos en sus caderas mientras miraba hacia abajo a Keith.
Keith dejó de gritar y se empujó contra la cabecera de su cama. —Mira, tío, coge
lo que quieras. No tengo mucho, pero coge lo que desees, —dijo Keith haciendo un
gesto a la habitación en general.
El gigante rodó los ojos y se dejó caer junto a Keith en la cama. La cama crujió
bajo el enorme peso del hombre y el colchón se hundió en donde estaba sentado.
—Debería matarte o al menos patearte el culo. —Dijo el gigante con voz calmada
e hizo que Keith se preguntara brevemente a cuántas personas había asesinado el
espantoso gigante antes. Keith no era un hombre débil, sino por la enorme altura y la
masa muscular que el gigante tenía, se dio cuenta que no tenía ninguna posibilidad de
defenderse.
Keith tragó saliva. —Um, por favor, no lo hagas.
El gigante suspiró y se limpió la cara con su curtida mano. Luego se volvió hacia
Keith con unos oscuros e ilegibles ojos unos momentos antes de hablar.
—¡Hey!
—Déjame terminar, mortal. Sí, eres una especie de friki flacucho. ¿Cómo infiernos
se las ha arreglado mi hermano para que se quede prendado de ti?
Keith no sabía si todavía debía tener miedo o sentirse insultado. ¿Quién diablos se
creía esta cabeza hueca que era?
—Mira Gigantón, ¿qué es lo que quieres? ¿Quién demonios te crees para estar
irrumpiendo en mi casa... en mi dormitorio, no sólo asustándome de narices, sino
también insultándome? —Keith estaba muy orgulloso de que su voz no le traicionara
por el hecho de que estaba prácticamente temblando de miedo bajo sus pantalones de
pijama.
Las cejas del gigante se levantaron ante la obvia bravuconada de Keith y luego se
echó a reír.
—Está bien, ahora veo por qué Eros piensa que eres maravilloso e increíble.
Tienes agallas amiguito.
¿Amiguito?
Keith asintió.
—Deja de hacer el idiota y ve a hablar con mi hermano. Él está hecho polvo y por
la forma en que te ves y hueles tú también lo estas.
La cara de Keith ardía de vergüenza. Sabía que se parecía un poco escabroso y
probablemente oliera un poco mal, pero el grosero e idiota en su cama no tenía que
señalarlo.
—Eros te ama. Así, que olvida el mencionar que pasa la mayor parte de su tiempo
jugando con las flechas y haciendo que la gente encuentre su verdadero amor. ¿Qué
hay de malo en eso? No es que él sea el ángel de la muerte, ni nada. Supéralo y habla
con él antes de que ambos os revolquéis en vuestra patética miseria.
—Um... ¿perdona? Le dijiste que no, ¡genio! ¡Zeus me libre de los pensamientos
irracionales de estos simples mortales! Sólo está haciendo lo que le exigiste. Deja de
ser un imbécil y lleva tu desgraciado culo hasta allí y haz las paces con él. —El
Gigantón lo miraba enfadado y divertido a la vez.
—Deimos, —dijo, y puso su gran callosa mano callosa sobre la pequeña mano de
Keith—. Si alguna vez se te ocurre de hacer daño de nuevo a mi hermano, no voy a
pensármelo dos veces antes de enviarte a conocer a tu creador. Yo lo amo. Entiendo lo
puñetero que puede ser a veces, así que te voy a dar una oportunidad... esta vez.
Por el inquisitivo brillo que rezumaban los ojos de Deimos, Keith sabía que no
estaba bromeando.
Antes de que Keith pudiera responder, Deimos había desaparecido. Keith se quedó
mirando el espacio vacío donde Deimos había estado sentado y parpadeó. Tenía la
sensación de que la familia de Eros entrando y saliendo de sus vidas sería algo a lo que
tendría que acostumbrarse.
Le había dado a Keith tiempo suficiente para pensar en todo ello y ahora era el
momento de hablar con él. Durante los últimos cinco días había sido un patético
desastre. Cuando trató de dormir, lo único que pensaba era en Keith. Cuando trató de
comer, lo único que pensaba era en Keith. Cuando trató de leer o ver la televisión, lo
único que podía pensar era en Keith. Por último, se había dado por vencido y se sentó
en el sofá y lloró.
Su madre estaría horrorizada por sus lágrimas, pero Eros no podía remediarlo.
Amaba a Keith y lo extrañaba terriblemente. Estar separado de él le hizo sentirse peor
en comparación de cuando se vio obligado a tratar de vivir una vida con Psique. Por lo
menos, con Psique sabía dónde estaba metido. Con Keith, la incertidumbre lo estaba
matando.
Honestamente no sabía si alguna vez podría volver a hacerlo de nuevo. ¿Cómo iba
a traer amor y felicidad a los demás cuando él era tan desdichado? Cuando Deimos oyó
esto, una expresión de horror barrió su rostro.
Después de tomar una larga y caliente ducha, se puso de pie frente a su armario
con una toalla ligeramente envuelta alrededor de su cintura. Se decidió por un suéter
rojo y un par de pantalones vaqueros rotos. Cogió la ropa fuera de su percha y las
arrojó sobre el borde de su cama. Se acercó a la cómoda y se miró en el espejo.
¿Quién puede ser? Él quería que fuera Keith, pero tenía miedo de perder sus
esperanzas.
Keith estaba en la puerta con un aspecto muy deseable, con sus vaqueros
desgastados y un jersey blanco voluminoso. Tenía el pelo húmedo y todavía se veía
revuelto en todas direcciones en la parte superior de su cabeza. Sus grandes ojos
resplandecieron una vez más sobre los de Eros. Era obvio que se había dado prisa por
verle, y eso hizo que su corazón golpeara con alegría.
—Lo siento, Eros. No debería haber salido como lo hice. Sé que todavía tenemos
que resolver algunas cosas, pero no podía durar ni un segundo más sin verte. Te
extrañé. —Keith le sonrió dulcemente.
Eros soltó el apretado agarre que tenía en su toalla y se lanzó a los brazos
abiertos de Keith con alegría. Keith le había perdonado y eso era todo lo que
importaba.
Eros agarró los lados de la cara de Keith y comenzó a besarlo por toda la cara. —
Te amo. Te amo. Te amo. Te amo... —recitaba con cada beso que presionaba contra la
cálida piel de Keith.
Keith abrazó a Eros más contra él. —Te extrañé, cariño. Yo también te quiero. —
Las palabras de Keith eran suaves como un bálsamo para el corazón de Eros. Eros se
apartó y sonrió feliz. Keith estaba de vuelta en su vida y su mundo volvía a estar bien
de nuevo.
—Por mucho que me deleite sostener este delicioso cuerpo desnudo entre mis
brazos, tenemos que apartarnos de la puerta, o podríamos dar a tus chismosos vecinos
de que hablar. —Los azules ojos de Keith ardían de deseo.
Keith gimió y entró en el hall de entrada con Eros todavía dentro de sus brazos.
Cerró la puerta con el pie y caminaba con los pies ligeramente inestables al dormitorio
de Eros. Una vez que estuvieron allí, Keith apoyó a Eros contra la pared y presionó su
erección contra la de Eros y comenzó a apretar su cuerpo contra el de él.
El cuerpo de Eros estaba ardiendo. Por mucho que le gustara la sensación del
cuerpo de Keith presionando contra el suyo, él necesitaba más. Tan sexy como estaba
Keith con esa ropa, su cuerpo anhelaba la cálida y suave piel de Keith contra él. Eros
deslizó una mano entre sus cuerpos y empezó a hurgar en el cinturón de Keith.
Sus labios estaban a pocos centímetros de Eros. Su cálido aliento acarició la piel
de Eros haciendo que el pequeño hombre anhelara los labios y la boca de Keith una vez
más. Eros gimió, Keith se inclinó y deslizó la lengua por los suaves labios de Keith.
Tenía dificultad para concentrarse en besar y saborear a Keith mientras le
desabrochaba los pantalones al mismo tiempo.
—Desnúdate... ahora. —Se las arregló para susurrarle entre suaves besos y
mordiscos en los suaves labios de Keith.
El cuerpo de Eros prácticamente zumbó con el deseo de ser tocado por su amado.
Su cuerpo ansiaba sentir la mano de Keith, su boca y su cálido cuerpo contra el suyo.
La dureza de su miembro se asentaba firmemente contra su estómago y Eros podía
sentir la humedad constante del líquido preseminal escapándose de su miembro hacia
su vientre. Podía sentir la lujuria escaparse de Keith en oleadas de deseo mientras esos
destellantes ojos miraban su erección.
Eros no pudo evitar que una seductora sonrisa cruzara sus labios mientras tomaba
la base de su propio pene con una mano firme y comenzaba a bombear lentamente
arriba y abajo, asegurándose de que acariciaba todo su miembro, difundiendo toda la
humedad sobre él. Entre el gran peso de la mirada de Keith y la anticipación de su
toque, estaba más excitado de lo que nunca había estado antes.
—Mírate, Eros. Eres el hombre más sexy que he visto nunca. Sólo viéndote tocarte
a ti mismo me dan ganas de acabar en mis pantalones como un adolescente
cachondo.—La voz de Keith sonaba entrecortada por el deseo, comenzando a frotar el
bulto en la parte delantera de sus vaqueros con la palma de la mano.
Eros extendió su mano libre hacia Keith, le hacía señas para que se uniera con él.
—Te necesito, Keith. Necesito sentir tu cuerpo contra el mío. He esperado toda mi vida
por ti y no puedo esperar más. Tengo que sentirte dentro de mí, tómame y hazme
tuyo... para siempre.
El trabajado cuerpo de Keith casi brillaba a la luz del sol que entraba por la
descolorida ventana del dormitorio de Eros, haciendo que la fuerte silueta de su torso y
su cuerpo pareciera suave y flexible. Su pene estaba duro y erecto sobresaliendo con
orgullo de su cuerpo, señalando hacia lo que quería más que nada.
Como una pantera acercándose a su presa, Keith se situó sobre la parte superior
de Eros. La sensación de calor en la piel de Keith al deslizarse seductoramente sobre él
hizo gemir a Eros con deseo. Sus sexos se deslizaban el uno contra el otro mientras
Keith separaba las piernas de Eros con la suya. Los dedos de Eros acariciaron los
brazos y los hombros hasta a la parte posterior del sudoroso cuello de Keith. Pasó los
dedos por la parte de atrás de su cabello y levantó sus caderas un poco, haciendo
presionar sus erecciones.
—Te amo, Eros. Yo también te he esperado toda mi vida. Eres mi corazón, el alma
y el aliento que tomo. Te he querido y amado desde el primer momento en que te vi de
pie en ese bar, rodeado de tus muchos admiradores, —dijo Keith. Su hermoso rostro
tenía una expresión de adoración hacia él mientras daba un profundo y tembloroso
suspiro y continuó: —Eres una persona maravillosa y tan hermosamente sexy que no
puedo esperar más para hacer el amor contigo.
El calor se extendió por su cuerpo ante las palabras de Keith. Su visión se volvió
borrosa al mirar el amoroso rostro de Keith.
Nunca en toda su existencia nunca había sido tan querido y amado antes. Eros
sabía con certeza que era el hombre de sus sueños, y el hombre con el que siempre
había comparado a sus otros amantes.
Nadie estuvo nunca a la altura de su fantasía, el hombre con quien siempre había
soñado, su Keith.
Eros se oyó a si mismo gemir mientras Keith empezaba a rozarse contra Eros más
fuerte. Sus miembros frotándose el uno contra el otro y con cada envite de la erección
de Keith contra la suya propia, los testículos de Eros empezaban a dolerle con la
necesidad de venirse.
Eros pasó sus manos por los hombros de Keith y bajó hasta sus caderas para tirar
de su amado firmemente contra él. La presión de la mano de Keith se apartó de las de
Eros y se deslizó hasta su miembro. Él acarició suavemente los testículos de Eros por
unos breves momentos antes de que trazara con los dedos por su perineo hasta su
dolorida entrada. La firme sensación de los suaves dedos de Keith deslizándose
alrededor de su agujero hizo a Eros temblar de deseo.
Eros no podía creer que esa feliz risa que oía fuera la suya mientras le entregaba
el tubo a la ansiosa mano de Keith. Keith abrió la tapadera y se sirvió una generosa
cantidad en sus dedos. El olor de la canela y vainilla inundaron sus húmedas manos.
—Nunca he tenido un lubricante que oliera tan delicioso antes, —dijo Keith, y besó
a Eros suavemente en los labios—. Huele casi tan bien como tú. —Los dedos mojados
de Keith probaron una vez más en su entrada.
Eros echó la cabeza hacia atrás contra la almohada y gimió cuando los dedos de
Keith se deslizaron suavemente dentro y fuera de su dolorido agujero. El calor de la
boca de Keith se aprisionó contra su cuello y le dio unos suaves mordiscos con los
dientes antes de que su boca enganchada sobre ese punto y chupara despacio. Un
escalofrío bajó por sus brazos y recorrió todo el cuerpo de Eros con el calor y la presión
de la boca de Keith en el cuello y la sensación de ser estirado con los dedos de Keith
entrando y saliendo de su agujero.
—Joder, —jadeó.
Keith susurraba contra la piel de su cuello y siguió deslizando sus dedos dentro y
fuera del cuerpo de Eros, deslizándose contra su próstata con cada paso.
Los testículos de Eros se apretaron y gimió. Eros sabía que si Keith continuaba
rozándole con sus dedos, iba a llegar en cualquier momento, y tan maravillosamente
bien como se sentía, Eros quería terminar con Keith en su interior.
La boca de Keith dejó el cuello de Eros, levantó la cabeza y miró hacia abajo. —
¿Estás preparado para mí, Eros? ¿Me necesitas dentro de ti ahora?
Keith suavemente quitó los dedos de estrecha entrada de Eros y las piernas de
Eros que estaban colocadas sobre las caderas de Keith, las extendió aún más lejos
hasta colocarlas sobre sus hombros.
—¿Tenemos que usar protección? —la voz de Keith sonó curiosa y suave.
Eros negó con la cabeza. —No. No yo no puedo propagar o recibir ningún tipo de
enfermedad o dolencia. Estamos completamente seguros.
Eros vio un atisbo de pasión en los ojos de Keith y una hermosa sonrisa se formó
en su rostro. El corazón de Eros latía fuertemente en su pecho mientras miraba hacia
abajo y veía a Keith colocar la punta de su miembro sobre su entrada. Keith frotó la
punta contra la entrada varias veces antes de presionar la cabeza de su erección en el
cuerpo de Eros.
Incapaz de aguantar mucho más, y sabiendo que Keith iba a tratar de aliviar
suavemente su camino dentro del más que preparado cuerpo de Eros, levantó sus
caderas hacia arriba y respiró profundamente mientras el miembro de Keith se
introducía dentro de Eros. Dio la bienvenida a la intromisión y sintió el estiramiento
mientras el miembro de Keith se deslizaba completamente hacia dentro.
Se miraron a los ojos mientras Keith comenzó a moverse dentro y fuera del cuerpo
de Eros. Cada movimiento de su pene dentro de Eros se hizo más rápido con cada
pasada. Keith levantó las caderas de Eros un poco y empujó aún más profundo,
deslizándose contra el dulce punto de Eros con cada embestida. Eros jadeó y gimió
mientras su propio sexo se frotaba contra su cuerpo, haciendo que su orgasmo se
aproximara con cada embestida de su amado.
—Oh Joder... Eros... Te sientes tan caliente y apretado... voy a venirme, —se
quejó Keith.
Eros gritó mientras su esencia salía a borbotones de su sexo sobre su pecho hasta
la barbilla. Su cuerpo se sacudió con el orgasmo. Gimió en voz alta cuando Keith se
quedó sin aliento y con una embestida profunda le llenó de su caliente y resbaladiza
esencia.
Eros suspiró con satisfacción mientras la cálida y húmeda lengua de Keith lamía la
esencia de su barbilla. Keith dio un murmullo apreciativo, obviamente disfrutando el
sabor de Eros. Eros levantó la cabeza y chasqueó la lengua por los labios de Keith.
Keith movió suavemente las piernas de Eros fuera de sus hombros y salió del agujero
bien jodido de Eros, y continuó explorando suavemente la boca del otro.
La suave succión de Eros sobre los dedos de Keith y el rozarles la parte inferior
con la lengua hizo que el miembro de Keith se revolviera contra su muslo. El miró al
despeinado pelo de Eros, su tez cremosa y sus traviesos ojos no coincidentes
provocando que el corazón de Keith palpitara con afecto por el atractivo hombre.
Eros gimió y apartó suavemente los dedos de Keith de sus labios con un ruido
apenas audible.
Te amo también.
Keith sabía que le llevaría un tiempo acostumbrarse a oír resonar la voz de Eros
en lo profundo de su mente. Pensó que algunas personas podrían enloquecer si
pudieran oír la voz de su amado telepáticamente, pero Keith lo encontraba de alguna
manera reconfortante y un poco extraño.
Keith sonrió a Eros, acercándose más y agarrando un mechón del largo pelo de
Eros pasando suavemente sus dedos a través de él.
El pelo de Eros le fascinaba. Era del color de la luz del sol y sedoso al tacto. Le
encantaba la sensación de el en su cuerpo y la forma en que hacía ver a Eros aún más
etéreo con su hermoso pelo alrededor de su pálida piel y su hermoso cuerpo. Esperaba
que Eros nunca se lo cortara. Le sentaba realmente bien.
Sí, el que su amado leyera sus pensamientos era definitivamente algo a lo que se
iba a acostumbrar. Aunque, si lo pensaba bien él amaba los dulces y maravillosos
pensamientos que Eros le transmitía continuamente de esa manera.
—Sabes que todavía tenemos que hablar y arreglar algunas cosas, ¿verdad? —
Keith levantó un mechón de pelo de Eros hasta la nariz y se deleitó con su aroma a
vainilla.
Keith no le gustaba que Eros se viera tan preocupado. Amaba a Eros, y estaba
decidido a que las cosas funcionaran.
Keith inmediatamente sintió el alivio de Eros con sus palabras. Había querido
aliviar la mente de su amado, y tuvo un sentimiento de felicidad por ello.
—Creo que mi pregunta es… ¿adónde vamos a partir de aquí? —preguntó Keith.
Eros extendió la mano y agarró la mano libre de Keith aferrándose a ella con
fuerza. —En primer lugar, tenemos una cita para ver a mi madre mañana a
medianoche. Quiere conocer al hombre del que me he enamorado.
Keith miró la seria expresión de Eros y tuvo esperanza gracias a él. —Espero que
tengas razón, Eros, porque ahora que te he encontrado tengo toda la intención de que
estemos juntos, incluso si eso significa luchar contra todos los dioses para tenerte.
Eros le sonrió intensamente y rebotó feliz en la cama. —En eso, mi querido Keith,
estamos totalmente de acuerdo. Tengo toda la intención de estar juntos, para siempre.
—Pero, ¿Eros, cómo puede ser eso? Soy mortal y tu no. ¿Qué sucederá cuando
envejezca o si me enfermo y muero? Por mucho que lo deseemos, no voy a vivir para
siempre y sinceramente estar separado de ti, incluso en la muerte, me asusta por
completo. —Logró susurrar Keith alrededor de la obstrucción que se había formado en
la garganta. Él tenía ganas de llorar por la injusticia de todo aquello, pero estaba
decidido a ser fuerte por el bien de Eros.
Las cajas de comida entre ellos de repente desaparecieron y antes de que Keith se
diera cuenta, Eros se había arrastrado hacia él y se sentó a horcajadas sobre su regazo
frente a él con una firme expresión en su encantador rostro.
—Mira, Keith, Te quiero. No voy a permitir que nada se interponga entre nosotros.
Si eso significa que el estar juntos significa que tengo que renunciar a mi inmortalidad
y convertirme en humano como tú, que así sea. Prefiero tener cincuenta años como
mortal estando contigo que nada sin ti.
Keith acercó sus manos y rozó la suave piel de las mejillas de Eros. —No voy a
dejar que hagas eso, amor. El mundo te necesita demasiado. Piensa en todos los
sueños de otras personas que podrías destruir si no promueves el amor entre ellos.
¿Qué egoísta sería al permitir que eso sucediera? Tienes razón, de alguna manera
vamos a resolver esto. Te lo prometo. —Keith apretó a Eros contra su pecho y rezó en
silencio por que todo saliera bien.
—Sé cómo te sientes, Keith. Es difícil ser criado en una casa que parece un
museo. Pero madre siempre ha ido por encima con todo lo que hace… especialmente
con sus casas. —Eros puso los ojos en blanco y le dio a Keith un leve encogimiento de
hombros.
Keith no podía recordar alguna vez sentirse atraído por las mujeres antes, pero
tenía que admitir que Afrodita era sin duda la mujer más atractiva que había visto en
su vida. No era extraño que todos los hombres y mujeres que se habían encontrado
con ella se inclinaran a sus pies con una dulce sumisión.
—Ahh… Eros, mi dulce hijo, ven a tu darle a tu madre un abrazo. —Su voz era
apasionada y tenía una seductora musicalidad. Al igual que su amado Eros.
Eros soltó la mano de Keith, se acercó a su madre y se inclinó para darle un beso
en la mejilla. —Hola, mamá, me alegro de verte de nuevo. —La voz de Eros sonaba
más tranquila y más solemne de lo normal. El corazón de Keith latía fuertemente en su
pecho mientras observaba los divinos ojos de Afrodita ojos mirar hacia él por primera
vez.
Los ojos de Afrodita se abrieron un poco antes de que ella echara la cabeza hacia
atrás y soltara una risa infantil. Guiñó a Keith y se volvió a Eros con una sonrisa en su
rostro. —¿Dónde lo encontraste, Eros? ¡Me gusta!
—Oh, Keith querido, por favor, no te preocupes. Me encanta que un hombre sepa
cómo agradar a la madre de su amado. —Dijo Afrodita mientras acariciaba la cara de
Keith afectuosamente—. Tengo entendido que has enamorado de pies a cabeza a mi
precioso hijo. Esta es una hazaña que temía que nunca se llevaría a cabo. Ya ves, estos
tres hijos han sido muy obstinados en encontrar a alguien y sentar la cabeza. —Hizo un
gesto a un ceñudo Deimos y a un sonriente Anteros con su delicada mano—. Estoy muy
contenta de oír que has hecho de mi Eros un hombre muy feliz.
—Lo ha hecho, madre. Nunca he querido o estado enamorado como lo estoy con
Keith. Me hace muy feliz.
Afrodita sonrió a Eros, extendió la mano y le dio una palmada en la mejilla. —Me
siento muy contenta de oír esto, Eros. Me complace que tu pequeña expedición saliera
de la manera que querías.
Afrodita miró a Deimos con una expresión apática. —Así que, ¿esta acaramelada
jodida te está enfermando, querido hijo? —Su voz tenía una calma mortal que hizo que
Keith engullera su miedo. Ella entrecerró los ojos brevemente a Deimos antes de que
una brillante sonrisa se formara en su rostro—. Creo que Eros tendrá unas largas
vacaciones con Keith. Mientras que forman un hogar, y tú, mi querido Deimos,
continuarás con su trabajo hasta nuevo aviso. Podrías utilizar un poco más de amor en
tu frío corazón.
Afrodita se puso de pie sin ningún esfuerzo con toda la gracia de una diosa y
pareció deslizarse a través de Deimos. —No vas a ser vulgar ni me vas a hablar con esa
falta de respeto, Deimos. —Su voz tenía un tono tranquilo y letal—. No sólo vas a
continuar haciendo el trabajo de Eros, lo harás hasta que yo diga lo contrario. Tu
hermano necesita tiempo a solas con su amado y si no te gusta, francamente, no me
importa.
Joder, Keith. Nunca le he visto ceder a algo como esto tan fácilmente. La voz de
Eros sonaba aturdida en su cabeza.
Deimos puede ser así, pero a veces su ladrido es definitivamente más virulento
que su mordida.
Te tomo la palabra.
Oyeron una tranquila tos y una risa disimulada proveniente de donde estaba
sentado Anteros.
Afrodita miró a Anteros y entrecerró los ojos. —Me alegro de que encuentres esto
tan divertido, Anteros, porque una vez que yo crea que Deimos ha terminado con el
trabajo de Eros, a continuación, harás su trabajo por un tiempo.
Afrodita asintió con la cabeza y le dio una inocente sonrisa. —Insisto en ello.
También te hará algún bien. Ambos están desilusionados por el amor desde hace
muchos años y es hora de que eso cambie.
Se volvió hacia Eros y le sonrió alegremente. —Te lo has ganado, hijo. Ahora, voy
a darte a ti y a Keith el regalo que te prometí.
¿Qué regalo?
No sé.
El corazón de Keith se agitó de felicidad. Con gusto ayudaría a Eros con sus
funciones, siempre que pudiera pasar una eternidad con su amante.
Eros gritaba de alegría, soltó la mano de Keith y luego echó los brazos alrededor
del cuello de Afrodita en un improvisado abrazo. —Madre, ¿lo dices en serio? ¿Podemos
estar juntos para siempre?
Ella se rió y le devolvió el abrazo a Eros. —Sí, mi amor. Pero primero debo
escuchar a Keith si está de acuerdo con estos términos.—Ella gentilmente se
desprendió de Eros y miró a Keith con ojos expectantes.
Él le sonrió y asintió con la cabeza. —Sería un honor y un placer estar con Eros
por una eternidad. Creo que va a ser una experiencia increíble ayudarle con sus tareas
de Cupido. Gracias por darnos… darme este regalo, señora.
—Llámame Madre, Keith. Ahora ven a darle a tu nueva madre un abrazo y así
sellar el trato.—Afrodita le tendió los brazos para recibir su abrazo.
Keith asintió con la cabeza y se acercó a sus brazos. El aroma de rosas y vainilla le
envolvió mientras se abrazaba suavemente contra él. —Gracias, mamá. Voy a hacer
todo lo que esté a mi alcance para hacer de su hijo un hombre feliz.
Ella le dio un suave apretón y le susurró: —Espero eso, Keith. Eros es un hombre
muy especial.
—Será un placer, —dijo Keith, y cogió a su amado en sus brazos para darle un
amoroso beso.
Í
La cálida brisa soplaba a través del pelo de Eros, apartándolo lejos de su cara y su
cuerpo. Desde hacía dos semanas, él y Keith estaban en su propio paraíso privado y era
maravilloso. De pie en un balcón que daba al mar contemplaba los colores rosáceos y
púrpuras de la puesta del sol.
Para hacer las cosas aún mejor, Keith había abrazado realmente su vida con Eros.
Renunció a su trabajo y su vida en Fort Smith sin pensárselo dos veces. Con sólo un
par de llamadas y visitas a amigos y familiares lejanos, Keith había explicado que
pensaba mudarse fuera del país para estar con Eros, y así, Keith había cortado con
todo para estar con él.
Eros sabía en lo profundo de su corazón que Keith siempre sería lo mejor que le
podría pasar y planeó pasar una eternidad muy feliz con él. Eros se comprometió a no
olvidar nunca los sacrificios hechos por Keith para estar con él y sintió que Keith había
tomado la decisión correcta.
Oyó los suaves pasos de Keith acercarse detrás de él y pronto se vio envuelto en
el cálido y amoroso abrazo de su amado.
—Hmmm… Te extrañé cuando me levanté de la siesta. ¿Está todo bien cariño? —la
voz de Keith sonaba un poco más profundo y escarpada por el sueño.
Eros se dio la vuelta en los brazos de Keith y miró a su sonriente rostro. —Nunca
he estado mejor, Keith. Estaba parado aquí pensando en lo afortunado que soy de
haber encontrado a un hombre como tú.
Eros se acercó y deslizó sus brazos alrededor del cuello de Keith. Se puso de
puntillas y apretó sus labios contra los de Keith, dándole un dulce y amoroso beso.
Él se apartó y pasó los dedos por el despeinado pelo de Keith. Keith suspiró con
satisfacción y apoyó la cabeza en dirección al toque de Eros. Después de admirar los
resplandecientes ojos almendrados de Keith, Eros decidió que le gustaba que su
amante no tuviera que usar sus gafas más. Su perfecta visión era otra ventaja de ser
un inmortal.
—¿Cuánto tiempo crees que vamos a ser capaces de permanecer aquí? —preguntó
Keith. Él acarició su boca contra el cuello de Eros y le dio un suave mordisco.
Eros sonrió con placer al oír las palabras de Keith. Él se apartó de la sinuosa boca
de Keith y levantó la vista hacia el hermoso rostro de su amado con una sonrisa. “—Yo
también, Keith.
Keith acercó sus manos y tomó cada lado de la cara de Eros levantándola hacia
arriba. Eros le sonrió intensamente antes de susurrar: —Lo que comenzó como un
cuadragésimo cumpleaños desastroso terminó como el comienzo de una vida nueva y
feliz para mí. ¿Quién sabía que iba a encontrar a mi alma gemela y al amor más grande
de mi vida en solo esa noche? Te quiero, Eros. Haces mi vida completa.
Odie
Isolde
Idhum
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