Andi Anderson - Serie Hijos de Afrodita 01 - Un Amor Desmesurado

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A mi amado esposo. Siempre serás mi alma gemela y mejor amigo.

Gracias por
creer en mí. Tú eres mi sueño hecho realidad!

Un gran agradecimiento a mi familia de Silver Publishing y a mi editor, Venus y a


todos los demás que me han ayudado con este libro. Gracias por todo el apoyo y el
aliento que me han dado. Estoy muy orgullosa de ser parte de esta increíble compañía
y estar relacionada con todas las maravillosas personas que la dirigen.

Y para todos los que creen en el amor verdadero... ¡esto es para vosotros!
Ó
Eros aterrizó delicadamente sobre sus pequeños pies delante de la puerta de su
madre. La casa de Afrodita era sin lugar a duda sofisticación y glamour.

Al igual que su madre.

Levantó su arco y sus flechas de oro sobre su hombro, alargando la mano, levantó
la pesada aldaba negra y golpeó con ella dos veces. Después de unos momentos, la
gran puerta blanca se abrió y fue recibido por Henry, el mayordomo de su madre. El
anciano lo miró a través de sus lacrimosos ojos azules y una feliz sonrisa se formó en
su curtido y arrugado rostro.

—Joven Eros, encantado de verle, señor.

Eros luchó contra el resoplido que amenazaba con escapar al ser llamado joven. El
era siglos más viejo que Henry, pero ya que nunca envejecía, él siempre se consideraba
un hombre joven para su amigo.

—Gracias, Henry. ¿Está mi madre aquí? —Le preguntó mientras seguía a Henry
hacia el gran vestíbulo de la enorme y opulenta mansión.

—Por supuesto, joven Eros. ¿Quiere que le muestre la sala de estar? Voy a ir a
decirle a la señora que ha llegado.

Eros negó con la cabeza. —Está bien, Henry. Voy a quedarme en la sala de estar,
así que puedes continuar y decirle que voy a estar esperándola allí.

Henry le sonrió justo antes de que se inclinara. —Muy bien, señor, —dijo justo
antes de que comenzara a caminar lentamente hasta la gran escalera curvada que
conducía a las habitaciones de su madre. Vio al anciano subirlos firmemente y suspiró
para sus adentros.

Maldita sea, Henry se está haciendo viejo.

Entró en la sala y miró a su alrededor. Con sus suelos de mármol y opulentos


muebles, era un lugar digno de un rey... o por lo menos, una diosa. Miró a la elegante
decoración, al costoso mobiliario y de delicado aspecto y luego se sentó con cuidado en
la silla de terciopelo rojo. A pesar de su ligero peso, la silla de terciopelo casi parecía
demasiado frágil para sostenerlo. Puso su ballesta y flechas en el suelo junto a él y se
preparó para el torbellino que él llamaba su madre. Mientras los minutos se
prolongaban, se puso nervioso y su pierna empezó a dar pequeños botes de manera
ansiosa. Respiró hondo varias veces para calmarse y miró a su alrededor sobre las
elegantes pinturas al óleos que decoraban las desnudas paredes blancas.

Todas eran maravillosas, pero también eran muy impersonales. No había fotos o
recuerdos de alguno de sus miembros de la familia o de él mismo. Siempre le
sorprendió lo distante que su madre podía ser cuando quería.

—¡Cariño! ¡Estas Ahí! Ha pasado tiempo desde la última vez que visitaste a tu
madre. Ven aquí y dame un abrazo, Ángel, — la melódica voz de su madre se ajustaba
a su ser. Ambas eran encantadoramente bellas y difíciles de ignorar.

Él miró a Afrodita y se inclinó cortésmente a sus pies. Ella se deslizó con gracia
hacia él con una impresionante sonrisa en su hermoso rostro. Su largo cabello rubio
colgaba hasta su delicado y pálido cuello, mientras que algunos ingeniosos mechones
caían por su espalda y hombros en largos y exuberantes rizos. El reluciente blanco e
inmaculado vestido que llevaba acentuaba su pequeña pero perfectamente formado
cuerpo. Sus ojos azul-verdosos brillaban mientras le miraban y una hermosa sonrisa se
formó en sus rosados y carnosos labios. A pesar de que sintió que su corazón dejaba
de latir con su presencia, Eros no supo si era debido a su felicidad o malicia.

Ella podría ser una tonta entrometida, pero él aún la amaba y no podía dejar de
ser feliz al verla... incluso si lo hizo atemorizaba mandándole al territorio de Hades1.

—Madre, —dijo Eros mientras daba cautelosamente un paso hacia ella. Su madre
avanzó los últimos pasos hacia él y prácticamente saltó a sus brazos. Ella lo abrazó con
fuerza entre sus brazos y lo apretó cerca de ella.

Tal vez ella se alegraba de verlo después de todo.

Ella olía a galletas de chocolate y a amanecer. Sus olores favoritos. Pero, de nuevo
ella lo sabía. Era una buena maestra en la manipulación y la seducción; haciendo
pequeñas cosas, Afrodita hacía todo lo posible por ganarse el cariño de los que la
rodeaban.

—Ahh... la culpa es tuya, querido, por estar lejos tanto tiempo. Tu amorosa madre
ha estado muy preocupada por su hijo favorito.

Eros luchó contra un segundo bufido que deseaba expulsar en ese mismo instante.
Su madre amaba a todos y era muy querida por todos. Los dos sabían que no tenía un
hijo o amante favorito, pero él asintió cortésmente y suavemente se apartó de su
embriagador abrazo.

Dio un paso atrás y le hizo una seña para que se sentara de nuevo en la frágil
silla. Él se echó hacia atrás suavemente sobre ella y se sentó con gracia a su lado. —
¿Cómo estás, mamá? ¿Cómo está Adonis? —preguntó Eros cortésmente. Su madre era
famosa por tener muchos amantes. Tantos, que de hecho, él no estaba seguro de quién
era realmente su padre.

Ella puso los ojos en blanco y negó con la cabeza. —Nosotros llevamos tiempo
separados. He oído que está ahora con una mujer mortal. Ares2 ha vuelto conmigo. Él

1
N de T: Dios griego del Inframundo.
entiende mejor mis necesidades, y su apasionada naturaleza siempre me ha dado el
mayor placer, —dijo mientras sonreía cariñosamente a su hijo.

¿Por qué no me sorprende?

Su madre levantó una ceja arqueándola elegantemente hacia él, como si hubiera
leído su mente. Él rápidamente desechó esos pensamientos mientras sonreía
dulcemente a ella.

—Esa mirada inocente no va a funcionar conmigo, querido. Ahora dime qué te ha


hecho venir a verme después de tantos meses de ausencia, —dijo ella mientras
apoyándose delicadamente en la incómoda silla con una sonrisa pícara en su impecable
cara.

Suspiró y apartó la mirada. Él había dejado preparado lo que quería decirle antes
de venir aquí, pero ahora que estaba en su presencia, le resultó difícil llegar a cualquier
palabra coherente. Se sentaron unos instantes en silencio antes de que se las arreglara
para ordenar sus rebeldes pensamientos y hablar.

—Madre, soy muy feliz. Necesito un descanso de mis obligaciones. Estoy cansado
de tirar a la gente con mis flechas y hacer que algunas de las personas más
indeseables encuentren el verdadero amor. ¿Por qué tengo que ayudar a esa gente de
todos modos? ¿No pueden algunas personas enamorarse por su cuenta?

Realmente estaba desencantado con su trabajo. Desde que había fracasado


haciéndole ese desastroso favor a su madre, Eros nunca había sido el mismo. Después
de todo, él había sido víctima de su propia flecha envenenada y tuvo que vivir con su
desconfiada ex mujer, Psique 3 . Irónicamente, nunca se había sentido atraído por
mujeres antes del accidentado flechazo, y para ser justos, la amaba, pero él sabía en
su corazón que no estaban destinados a estar juntos, nunca. Además, siempre había
preferido la compañía de los hombres, pero una vez que había sido tocado por la flecha
venenosa y puesto bajo su hechizo, le había costado siglos que los efectos del conjuro
desaparecieran. Ahora, Psique estaba involucrada con un tipo en Cleveland... así ¿qué
quién sabía realmente qué futuro depararía al resto?

Su madre suspiró. —Por supuesto que hay muchas personas que se enamoran por
su cuenta, querido, pero tú sabes que algunas personas necesitan un impulso extra
para encontrar el amor y la felicidad con su pareja. ¿Vamos a volver a pasar de nuevo
por esto? Cariño, has sido creado para actuar de esta manera. Nunca he entendido por
qué te pones tan rebelde sobre tus funciones.

Miró a su madre por unos momentos antes de que echara la cabeza hacia atrás y
riera. Su risa sonaba frágil incluso a sus propios oídos.

—Dame un descanso, madre. Ya sabes exactamente por qué tengo problemas con
lo que hago. Tú, mejor que nadie, sabes que las cosas pueden salir mal y ser
contraproducente de cómo debería ser.

2
N de T: Dios griego de la guerra.
3
N de T: Divinidad griega, esposa de Eros. (Ver en la Wikipedia su historia.)
Afrodita entrecerró los ojos ante las palabras de Eros. Psique sería siempre un
tema delicado entre ellos. Su madre pudo haber reparado las rencillas con su ex
esposa, pero no había duda que no había amor entre ellos.

—No entres en eso, querido. La amargura no te sienta bien, y francamente, estoy


cansada del pequeño episodio que te traes cada cien años más o menos. Te haría bien
a dejar eso atrás y seguir adelante con tu vida. —Afrodita respondió en voz baja con
una mirada mortal en su hermoso rostro. Eros sabía que estaba muy furiosa desde que
sucedió ese suceso y estaba tratando desesperadamente de controlar su temperamento
fogoso.

Eros apartó la mirada de su madre y bajó la cabeza tristemente. Después de unos


minutos, oyó a su madre dar un largo suspiro y se acercó más a él. Ella envolvió su
brazo alrededor de él y apoyó la cabeza en su hombro.

—Sabes que no puedo negártelo, querido. A pesar de lo que creas, tú eres mi hijo
favorito. Pero, sabes que no puedes renunciar a tus derechos por mucho tiempo. El
mundo necesita amor, y tu magia y tú sois esenciales para hacer que los sueños de
algunas personas se hagan realidad.

Eros parpadeó para alejar las lágrimas que brotaron de sus ojos y asintió.

Ella alargó la mano y agarró ligeramente la parte inferior de su barbilla y levantó


su cabeza para mirarla. —Dime la verdadera razón de por qué esto es importante para
ti.

Al mirar en sus perfectas facciones, notó un atisbo de verdadera preocupación


destellando en sus ojos verde-azulados. Cerró los ojos para escapar de su conocedora
mirada y respiró hondo.

—Nunca nadie me ha amado realmente por lo que soy. Sólo he experimentado el


amor falso, y por una vez, me gustaría que un hombre me mirara, me deseara, y me
amara por ser yo. —Abrió los ojos y miró al rostro sereno de su madre.

—Me estás diciendo que quieres a un hombre que se enamore realmente de ti y


crees que has sido engañado en tu búsqueda de míster perfecto,—ella suspiró— . Está
bien, querido, tienes un mes para encontrar tu verdadero amor y de vivir tu vida como
mejor te parezca. El trece de febrero, volverás aquí, ya sea con tu alma gemela, o
solo. Quiero ver a ese hombre que probablemente nunca será digno de mi hermoso
hijo. Si le amas, te voy a dar mi bendición y un regalo para los dos. De cualquier
manera, regresarás a tus funciones al día siguiente, y ya no te torturas a ti mismo
sobre ningún suceso pasado o cualquier otro pensamiento ridículo que quieras
imaginar.

¿Un mes? ¿Se había vuelto loca? ¿Cómo demonios iba a encontrar el verdadero
amor en un espacio tan corto de tiempo?

Su madre entrecerró los ojos, una vez más, confirmando sus sospechas de que
ella realmente podía leer su mente. Se aclaró la garganta y asintió.

—¿Tenemos un trato?
—Sí.

—Bien. Ahora, dame tu ballesta y las flechas. Voy a buscar a tu hermano, Deimos4
para que ocupe tu puesto mientras estas ausente, —dijo. Alargó la mano y le entregó
sus herramientas a ella.

—¿Deimos? ¿En serio? —Eros pensó que su hermano menor, Anteros5, era más
adecuado para su trabajo desde que Deimos fuera conocido por atemorizar los
sentimientos. Deimos estaba muy lejos de la escala de Richter del amor como
pretendía aparentar. Tal vez debería replanteárselo después de todo.

Afrodita se echó a reír y le dio una palmada en el brazo. —De hecho, querido,
Deimos es un hombre incomprendido. Probablemente estará encantado de responder a
sus obligaciones y pensar en otras cosas por un tiempo.

Eros en serio lo dudaba, pero se encontró asintiendo con la cabeza de todos


modos.

Mientras miraba a la cara sonriente de su madre, empezó a preguntarse si no


estaba esperando de alguna manera esto, en primer lugar, y si las cosas iban a ir
exactamente como ella había planeado desde el principio. No sabía si sentir pena por
Deimos o por sí mismo. De cualquier manera, todos eran peones en su juego para
controlarlos.

Como mínimo sería libre y espero encontraría el verdadero amor... incluso si sólo
tenía un mes para hacerlo.

4
N de T: Divinidad griega, personificaba el terror.
5
N de T: Divinidad griega, personificaba el amor no correspondido.
Í
Keith Seeley miró tristemente a su alrededor en la discoteca. Se sentó en un
rincón oscuro de la barra y vio bailar a sus cuatro amigos sobre la pista de baile.
Aunque parecía estar pasando un rato agradable, Keith deseaba poder estar ahora en
otro sitio en lugar de estar sentado frente a una gran mesa en la discoteca. Solo.

Empezó con una desastrosa mañana y según avanzaba el día, continuó


empeorando.

En primer lugar, se quedó dormido y llegó tarde al trabajo. Luego, su ordenador se


averió, causando que perdiera una gran cantidad de datos importantes, mientras su
jefe estuvo todo el día incordiándole y quejándose sobre la incompetencia de Keith al
resto de sus empleados. Se sintió aliviado cuando llegó las cinco de la tarde y pudo
volver a casa. Había estado dando las gracias a su buena estrella de que no fuera hora
de largarse, sino que también era viernes para cuando salió a la calle, encontrarse no
con una, sino con dos ruedas pinchadas. Por lo menos, Keith tenía un compresor de
aire portátil en la parte trasera de su coche, por lo que había sido capaz de poner
suficiente aire en los neumáticos para poder llevarlo al taller de reparaciones y que se
las repararan.

Para colmo, hoy era su cuadragésimo cumpleaños y aunque trató de olvidarlo, sus
amigos inesperadamente llegaron a su casa y lo sacaron a la fuerza llevándolo a un
buen restaurante, y luego lo obligaron a ir al único bar gay en Fort Smith.

Ahora, estaba sentado en el bar rodeado de hombres jóvenes y sensuales. Los


cuales no tenían ninguna intención de prestar atención o coquetear con un viejo
pedorro sentado en un oscuro rincón. Sintió que sus gafas se deslizaban un poco por la
nariz, y las empujó de nuevo sobre su cara antes de tomar un trago de su ya tibia
cerveza.

No es que él pudiera culparlos. ¿Qué podrían hacer cualquiera de esos guapos y


jóvenes hombres con un hombre mayor como él? Después de todo, se solía mirar en el
espejo todos los días y sabía ya no parecía un hombre joven. Tenía unas pocas arrugas
en las esquinas de sus ojos color avellana que incluso él no podía ignorar. Mantenía su
cabello castaño oscuro muy corto en la parte posterior y a los lados, dejando la parte
superior más larga. Uno de sus compañeros de trabajo una vez dijo que tenía el mismo
peinado que solía tener Hugh Grant hace años, por lo que se preguntaba si ellos
pensaban que tenía un aspecto 'anticuado', pero prefirió ignorarlo.

Pero, por mucho que apreciara tener un pelo denso, estaba empezando ver unas
cuantas canas que le recordaba cada día que ya no era un hombre joven.

Keith suspiró y se inclinó más profundamente en el respaldo de su silla. Se paró a


pensar seriamente en llamar a un taxi para que lo llevara a casa cuando lo vio de pie
en la barra, rodeado de muchos hombres admirándole.

Él era el hombre más hermoso que Keith había visto nunca.

No era un hombre alto, eso era seguro. Todos los hombres alrededor de él eran
varios centímetros más altos que el chico, pero había algo en su delgado cuerpo y la
forma en que se comportaba que llamaba la atención de las personas hacia él a pesar
de ser más bajo que ellos.

Tenía el pelo rubio y largo que caía en brillantes y exuberantes rizos sobre sus
hombros y su espalda. Llevaba una aparente camisa de seda azul hielo que acentuaba
su cremosa y pálida tez y su pelo rubio. Los ajustados vaqueros se adaptaban a su
forma ligeramente curvada y su atrayente trasero. Era un culo al que muchos hombres
les encantarían rendirle homenaje.

Desde la distancia, Keith no sabía si tenía los ojos azules o verdes, pero él sabía
que eran preciosos por las adorables expresiones que sus posibles pretendientes tenían
en sus rostros cuando él les parpadeaba con coquetería. Sus labios eran brillantes, y
Keith tenía la sospecha de que llevaba un poco de brillo para sobresaltar su
enfurruñada expresión y su deslumbrante sonrisa cuando él obsequió a uno de los
miembros de su cautivado público una.

Keith sintió un arrebato de celos cuando vio a un hombre muy atractivo poner su
mano posesivamente sobre el hombro del seductor chico para tocar su cabello, y luego
juguetonamente tirar de un largo mechón.

¿Qué diablos? ¿Quién demonios se creía que era para tocar a esa hermosa
criatura sin su permiso?

Evidentemente, el joven pensaba lo mismo mientras miraba de la mano del


hombre puesta en su hombro hasta la cara del hombre antes de levantar una ceja
finamente arqueada. Para alegría de Keith, el hombre pareció darse cuenta y apartó la
mano, haciendo reír a Keith con el movimiento.

Oh, sí, Mr. Atractivo definitivamente podría congelar el infierno de nuevo con esa
fría y desinteresada expresión.

Muéstraselo, preciosidad. Nadie puede tocarte sin tu permiso.

Casi como si lo escuchara, el hombre lo miró y sus ojos se abrieron de golpe


mientras sus miradas se encontraron.

¡Mierda! Él está mirando hacia aquí.

Keith vio una leve sonrisa en los labios del chico mientras se apartaba de la barra
y comenzaba a caminar en su dirección.

¡OH... DIOS... MIO! ¿Viene hacia aquí? Por supuesto que no, genio. ¿Crees que iba
a desear estar con un vejestorio como tú? Espera... ¡Viene hacia aquí! Actúa de manera
fría y cierre la boca ¡por los clavos de Cristo!
Keith chasqueó la boca cerrándola y observó al fascinante hombre caminar hacia
donde estaba. Los hombres que habían estado alrededor suyo se dispersaron, como si
se entendieran que no estaba interesado en ninguno de ellos por más tiempo.

Las manos de Keith se movieron ligeramente mientras levantaba su vaso medio


lleno, tomando un trago de su cerveza aún más caliente. Dejó el vaso sobre la mesa
justo cuando el atractivo hombre rodeó la mesa y se paró enfrente de él.

Keith miró a los sonrientes ojos del atrayente hombre y parpadeó. Sus ojos no
eran azules o verdes, tenía uno de cada color haciendo sus desiguales ojos aún más
singularmente hermosos.

—Hola. Me di cuenta de que me mirabas desde el otro lado de la sala, y me


preguntaba si podrías estar interesado en conocerme mejor. —Inquirió el chico. Tenía
una suave y melódica voz que era como música para los oídos de Keith.

La mente de Keith se quedó en blanco por un momento antes de responder.

—Claro.

Él se encogió cuando el hombre ladeó un poco la cabeza hacia un lado, como si


estuviera tratando de comprender la idiotez de Keith.

—Gracias, —dijo el hombre. Un ligero olor a vainilla inundó los sentidos de Keith
mientras el joven cogía una silla del lado de la mesa y se sentó con gracia.

Huele tan delicioso como parece.

—Gracias... a ti también, —dijo el hombre, y le sonrió amablemente.

Keith sintió moverse el suelo de debajo de él al darse cuenta de que había hablado
en voz alta. Sintió que su cara ardía de vergüenza mientras mentalmente se lamentaba
por ser un chismoso idiota y por supuesto, darle al joven una terrible primera
impresión.

Keith se aclaró la garganta y deseó que la sangre se drenara de su cara.

El joven le siguió sonriendo mientras se acercaba y cogía la cerveza de Keith.

—¿Te importa si tomo un trago de tu cerveza? Tengo la garganta reseca y


accidentalmente dejé la mía en el bar, —preguntó mientras movía sus largas y oscuras
pestañas coquetamente hacia Keith.

El hombre tenía unas pestañas por las que la mayoría de muchas mujeres y
algunos hombres matarían. Le acentuaban perfectamente sus impresionantes ojos.

—Claro, si no te importa que esté un poco caliente.

Keith miró al joven encogerse de hombros antes de coger el vaso y poner sus
brillantes labios en él y tomar varios tragos seguidos. En un primer momento, Keith
pensó que el hombre estaba deliberadamente tratando de evitar beber del mismo lugar
que él había estado bebiendo. Pero, mientras el joven colocaba el vaso en sus labios,
Keith se dio cuenta de que estaba bebiendo intencionalmente por el mismo lugar que
había estado bebiendo.

Por alguna razón, Keith pensaba que era atractivo como el infierno mientras se
inquietaba en su asiento y trataba de ajustar con indiferencia su endurecido miembro,
que estaba empezando a presionar incómodamente contra la bragueta de los
pantalones.

El joven sonrió agradecido a Keith mientras colocaba el vaso enfrente de él.

Con la necesidad de refrescar su libido, Keith cogió el vaso y bebió otro trago.

La cerveza estaba helada.

¿Qué diablos?

Se miró en el espejo como si le hubiera brotado otra cabeza. ¿Estaba perdiendo la


cabeza? Podría haber jurado que la cerveza estaba caliente, hasta el punto de que
había sido prácticamente imposible beberla tan sólo unos momentos antes.

—Entonces, ¿qué hace un hombre tan guapo como tú sentado solo en un rincón
oscuro?

El excitante joven tenía algo que sonaba como si tuviera acento europeo que Keith
no podía identificar.

Keith miró a sus desiguales ojos y sonrió.

—Bueno... para acortar la historia, hoy es mi cumpleaños y mis amigos me


llevaron a celebrarlo.

—Feliz cumpleaños.

—Gracias. —El provocador joven deslizó su silla más cerca de él y le sonrió


coquetamente.

—Tienes nombre, cumpleañero, —bromeó.

—No. Cuando mis padres estaban vivos solían llamarme ‘oye, tú’ cada vez que me
hablaban.

Los ojos del joven se abrieron con lo pronunciado y luego echó la cabeza hacia
atrás y se rió. Su risa era ruidosa y bulliciosa, tan diferente de su lírica y dulce voz y de
su frágil cuerpo. Keith se vio riendo con el hermoso joven y de repente sintió relajado.

—Bueno, oye, tú, es un placer conocerte, soy Eros, —el joven sonrió mientras
extendía su delicada mano mirándole. Keith le devolvió la sonrisa y puso su mano
sobre la elegante mano de Eros. Su mano era cálida y suave, pero el hombre le dio un
fuerte apretón de manos.
¿No tenía Eros ningún defecto?

—Lo mismo digo, Eros. ¡Qué hermoso nombre... ¿Tienes el mismo nombre que el
mítico Eros, más conocido como Cupido? —preguntó a regañadientes mientras soltaba
la mano del joven.

Eros lo estudió por un momento antes de responder. Parecía un poco inseguro de


sí mismo, algo inusual de lo que había visto en el hombre hasta ahora. Parecía estar
sopesando sus siguientes palabras antes de hablar.

—Sí. Mi madre es bastante excéntrica...

—Tal vez, pero eso no quiere decir que tu nombre no te convenga, —afirmó.

La sombra de una sonrisa cayó sobre sus labios y se encogió de hombros


ligeramente.

Su incertidumbre le hizo parecer de pronto mucho más joven y más accesible al


joven que había estado rodeado de pretendientes adorándole sólo unos minutos antes.

Keith repente se sintió culpable por hacer sentir mal al joven.

—Espero no haberte hecho sentir incómodo, Eros. Discúlpame si lo he hecho. Es


sólo que... creo que tu nombre es hermoso y único, al igual que el hombre al que le
pertenece, —dijo en voz baja. Él se acercó y levantó suavemente la mano suave de
Eros, llevándosela a los labios y apretando los labios con delicadeza en la parte
posterior de la misma.

Las mejillas de Eros se tornaron de un atractivo color rosa mientras le sonreía


graciosamente.

—Gracias, oye tú. Sé que no lo has hecho de forma intencionada. Mi madre es un


tema delicado para mí. Mi tocayo puede ser una maldición a veces. Me alegro de que te
resulte bonito, aunque... aunque no puedo obligarte a ello también espero que sea de
tu agrado, y no sólo mi atractivo nombre, —dijo Eros, mientras sostenía con fuerza la
mano de Keith.

En un primer momento, Keith pensó que había oído mal. Seguramente alguien tan
divertido, inteligente, joven y dolorosamente atractivo como Eros no creería que un
aburrido contable cuarentón, como él fuera atractivo. Pero, mientras miraba
esperanzado la expresión del joven, se dio cuenta que el magnífico joven iba en serio
con cada palabra que le había dicho.

—Keith.

—¿Perdón?

—Mi nombre es Keith, aunque tengo que decir que he sido llamado oye tú,
muchas veces antes, —afirmó. Eros le recompensó con una deslumbrante sonrisa y
apretó suavemente su mano.
—Es un placer conocerte, Keith.

Una ligera sonrisa se formó en el rostro de Keith. Por el rabillo del ojo, vio a dos
de sus amigos, Gary y Mark caminando de la mano hacia la mesa.

Keith sintió una ola de desilusión al ver a sus amigos acercarse a ellos. Odiaba que
estuvieran a punto de ser interrumpidos, y tenía miedo de que inconscientemente se
rompiera el vínculo que parecía estar formándose entre ellos.

—Chico, necesitábamos un respiro. Hace demasiado calor en la pista de baile, —


dijo Mark, mientras se dejaba caer en el otro asiento. Gary se sentó al otro lado de
Mark y le indicó a un camarero que trajera algunas bebidas.

—Puedo imaginarlo, —respondió secamente Keith, todavía sofocado por su


presencia. Mark levantó las cejas ante el tono de Keith y miró a Eros y luego otra vez a
Keith con una sonrisa maligna en su rostro.

—Bueno... bueno... cumpleañero, ¿vas a presentarnos a tu nuevo amigo?

Keith miró los expectantes rostros de sus amigos y asintió.

—Eros, me gustaría que conocieras a Gary y Mark. Ellos son amigos míos desde
hace mucho tiempo.

—Encantado de conocerte, Eros —dijo Gary y le tendió la mano para saludar al


joven. Eros ligeramente apretó la mano de Keith antes de liberarse del saludo y luego
se inclinó sobre la mesa para darle la mano a Gary y hacer lo mismo.

—Igualmente, —respondió él, mientras estrechaba la mano de Mark directamente


después de Gary.

—Por lo tanto, Keith, sigues deprimido por tus cuarenta o has decidido finalmente
que no es tan malo después de todo, —Gary bromeó. Mark golpeó a Gary en la parte
posterior de su cabeza.

—¡Hey! —Exclamó él y le echó a Mark una mirada asesina.

—Se llama tacto, torpe, —dijo Mark, dándole a Keith una mirada de disculpa.

Keith quería hundirse en su silla. Él había planeado decirle al joven su edad,


pronto, pero que no esperaba que fuera sacudido de forma inesperada por el bocazas
de su amigo. Miró a Eros, esperando que estuviera aterrorizado, en cambio, parecía
imperturbable mientras sonreía con dulzura. Viendo que Eros parecía despreocupado
por su edad, Keith suspiró aliviado.

El camarero se acercó y preguntó por las bebidas. Mientras Gary y Mark pedían,
Eros se inclinó hacia Keith y le susurró: —¿Quieres bailar?

Keith asintió con la cabeza acercándose a Eros y agarró su mano.


—Más tarde, chicos. Eros y yo nos vamos a bailar, —dijo, mientras Eros se
levantaba y lo llevaba hacia el agobio de chicos bailando.

Keith sabía que no era el mejor bailarín del mundo, pero desde luego no era el
peor. Siguió por detrás a Eros, mientras caminaban hacia el centro de la pista de baile
llena de gente y se detuvo. Eros se dio la vuelta y miró a Keith. Él deslizó sus manos
desde el pecho de Keith hasta los hombros y alrededor de la parte posterior de su
cuello. A pesar de que la estridente música sonaba fuerte en los altavoces, a Eros no
parecía importarle. En cambio, apretó al pequeño y delgado cuerpo contra el suyo.

Keith envolvió con sus brazos alrededor de la espalda de Eros y se inclinó para
darle un suave beso en la parte superior de su dorada cabeza. Su pelo era suave,
limpio y olía a vainilla, que era uno de los aromas favoritos de Keith.

Con un metro ochenta y dos centímetros, Keith se alzaba sobre Eros. Eros en toda
su longitud apenas llegaba a sus hombros. Pero, a pesar de las diferencias en sus
alturas, Eros se sintió muy bien mientras se acomodaba en los brazos de Keith sin
suponerle ningún problema.

Le gustaba todo sobre Eros, e incluso su corta estatura era un atractivo para él.

De repente la estridente música cesó y una lenta canción de amor empezó a


sonar. La gente alrededor de ellos estaban confundidos por el cambio brusco, pero
muchos de ellos agarraron a la persona con la que estaban bailando unos momentos
antes, y comenzaron a bailar lento.

A medida que movían perezosamente sus cuerpos con la música, Keith se


enamoró del hombre en sus brazos.

Mientras Keith escuchaba la romántica letra de la canción de amor sonando sobre


los altavoces, Eros le miró con sus destellantes y coloridos ojos. Se sintieron como si se
hubieran perdido el uno en el otro y no hubiera nadie más alrededor. Keith se inclinó
mientras Eros estaba ligeramente de puntillas y unieron sus bocas en un apasionado y
cariñoso beso.

Él se apartó un poco y mordió suavemente el carnoso labio inferior de Eros,


succionándole delicadamente. Eros gimió y abrió la boca, invitando a Keith a que
deslizara su lengua en su interior. Eros presionó su irresistible cuerpo más cerca
mientras sus lenguas se deslizaban contra la otra en un beso sin prisas, explorándose.
Para sorpresa de Keith, su boca sabía un poco a vainilla también. Keith había besado
antes, pero él nunca lo había hecho con un hombre que oliera tan bien mientras lo
saboreaba. Aflojó las manos por la espalda del seductor joven, explorando todos los
pliegues y curvas de su cuerpo. Le gustaba la suavidad de su largo y rubio pelo contra
sus dedos, luego deslizó su mano por debajo del cabello de Eros hasta su cuello y
apretó al pequeño joven aún más cerca de él.

Sintió a Eros pasar sus dedos por el pelo, por sus hombros y por su espalda hasta
el cuello. Mientras seguían besándose, el miembro de Keith se despertó empujando con
fuerza contra la cremallera de sus pantalones color caqui.

Evidentemente Eros también lo sintió, ya que empezó a frotarse contra él y sintió


el roce del miembro del atractivo hombre contra su muslo.

Keith movió sus manos acariciando el pelo y el cuello del seductor joven y el
cuello, bajando por la espalda y deteniéndose firmemente en sus nalgas. Él se aseguró
de que tuviera un buen agarre sobre ellas antes de levantarlo del suelo. Eros gimió y
prácticamente se arrastró hasta él, envolviendo sus piernas alrededor de las caderas de
Keith. Sus miembros se enfrentaron mientras sus besos se volvían más apasionados.
Le encantaba la increíble sensación del miembro de Eros frotándose contra él.

Keith sintió como empezaba a humedecerse la parte delantera de su bóxer de


algodón con el líquido preseminal mientras se apartaba a regañadientes de la boca de
Eros, y se abrió camino entre la multitud de hombres que bailaban en la pista hacia
una oscura pared al final de la sala. Eros siguió besando y lamiendo su cuello,
provocando que se estremeciera toda su columna vertebral. Él jadeó mientras su
miembro empezó a dolerle con la necesidad de terminar. Colocando a Eros contra la
pared, Keith movió activamente y más rápido su duro sexo contra la erección de Eros.
Las piernas de Eros se aferraron firmemente detrás de él y jadeó y gimió mientras
rozaban sus cuerpos.

Keith no podía creer lo que le estaba pasando. Siempre había sido cauteloso
acerca de las demostraciones públicas de afecto.

Realmente nunca había besado a otro hombre en público y mucho menos


restregar a Eros contra la pared, Keith se sentía temerario y salvaje. No podía dejar de
sentirse un poco travieso por restregarse contra el apasionado joven y rozar sus
miembros.

—Joder... me voy a poner en un aprieto si me vengo en mis pantalones si


seguimos así, —logró articular Keith. Eros gimió y le mordió su oreja, y luego se dirigió
a sus labios mientras lamía su labio inferior. Eros deslizó su ardiente lengua en su boca
y los sentidos de Keith fueron una vez más invadidos por el sabor y el olor de Eros. El
glorioso sentimiento de un activo Eros, su recio cuerpo contra el suyo hicieron que el
corazón de Keith latiera rápido en su pecho. Keith nunca antes había sentido tal
conexión instantánea con ninguno de los hombres con los que había salido, y mucho
menos con alguien que acaba de conocer.

Mientras sus lenguas se deslizaban y exploraban las profundidades de la boca del


otro, sintió a Eros descender sobre su cuerpo y enredarse con la hebilla de la correa de
Keith. Él gimió en la boca de Eros al sentir el primer botón de su pantalón color caqui y
desabrochar lentamente la cremallera. Se quedó sin aliento cuando la cálida y suave
mano de Eros mano alcanzó su bóxer y tiró de el a través de su apertura.

¡Qué demonios! ¿Realmente estamos haciendo esto?

Eros apartó su boca de la de Keith y lo miró directamente a los ojos. —Lo estamos
haciendo, —dijo. Su voz sonaba fuerte con el deseo.

Los ojos de Keith se abrieron ante su respuesta, pero antes de que su boca
pudiera formar cualquier palabra, Eros una vez más había trabado su boca sobre la
suya. Mientras besaba a Keith sin compasión, Eros comenzó a bombear su mano arriba
y abajo sobre el miembro de Keith. Cuando él empezó a prestar especial atención
alrededor de su glande y a jugar ligeramente con la yema del dedo sobre su uretra,
Keith sintió que sus testículos se contraían y sabía que su orgasmo iba a ser sólo en
cuestión de segundos.

—Cariño, voy a venirme... —jadeó con sus bocas a milímetros de distancia. Su


cuerpo empezó a temblar mientras su esencia brotaba de su pene y sobre la mano de
Eros.

—Eso es, mi amor, hazlo para mí.

Eros besó a Keith apasionadamente. Con Eros todavía envuelto alrededor de él, él
se apoyó pesadamente contra el joven.

Keith esperaba que Eros no se sintiera aplastado al ser presionado con tanta
fuerza contra la pared, pero se vino con tanta fuerza que Keith apenas podía
mantenerse en pie.

Con suavidad, apartó su boca de la apetitosa boca de Eros y presionó ligeramente


la frente contra la del otro hombre.

Miró a los chispeantes y coloridos ojos y lo besó suavemente en sus deliciosos


labios. Keith podía sentir la intensa presión de la erección del joven contra su ingle y
tomó la determinación de no dejar al magnífico joven a medias.

Keith bajó lentamente a Eros dejándole de pie y se apresuró tapar su miembro


colocándose sus pantalones. Eros se apoyó pesadamente contra la pared y se frotó con
la palma de la mano el considerable bulto que asomaba en sus pantalones vaqueros,
gimiendo mientras observaba a Keith con los ojos llenos de lujuria.

Keith a regañadientes rompió el contacto visual con el sensual joven y miró a su


alrededor. La música continuaba zumbando y resonando a través de los altavoces. Todo
el mundo parecía más preocupado con el baile que en lo que Keith y Eros estaban
haciendo en un rincón oscuro de la pista de baile.

Keith miró por encima de Eros. Sus blancos y bien formados dientes mordían su
labio inferior y la cara y el cuello estaban rojos de excitación mientras se frotaba la
entrepierna más rápido, mirándolo como si Keith fuera el hombre más sexy que jamás
había visto nunca.

Keith no apartó la mirada de Eros mientras lentamente se arrodillaba en el suelo


para que él pudiera tomar suavemente y retirar la mano del sugerente chico de la parte
delantera de sus pantalones vaqueros. Guió los dedos de Eros a su boca, mordiendo y
jugando con ellos antes de que los lamiera con su lengua. Disfrutando con el sabor
ligeramente salado de su piel, Keith empezó a mover su boca y succionar con fuerza los
dedos. No podía dejar de gemir mientras miraba a los ojos de Eros que destellaban de
lujuria y le oyó jadear mientras él metía y sacaba sus dedos de la boca.

Vio como Eros agarraba la otra mano y la llevaba hacia esa brillante y gustosa
boca. Eros deslizó su cálida y húmeda lengua en sus dedos y empezó a lamer y chupar
los restos de las secreciones de Keith. Él sintió que su polla tironeaba y se llenaba de
nuevo con la erótica vista delante de él.
Eros apartó los dedos de su boca con un fuerte y húmedo chasquido. —Um... eres
delicioso, —susurró Eros.

Keith se inclinó y acarició su mejilla y su boca sobre el duro miembro. Pasó la


lengua por toda su extensión a través de la pesada tela algodonada de los pantalones
vaqueros de Eros. Él no podía seguir mirando a los ojos de Eros mientras se entretenía
dándole pequeños mordiscos y lamidas a su oculto miembro. Eros puso sus manos
sobre sus hombros y lentamente se deslizó hasta su pelo y pasó los dedos a través de
él.

Con la necesidad de probar al joven, Keith desabrochó los vaqueros y vio la


cabeza del miembro de Eros asomando por la parte superior de su ropa interior roja. A
pesar de que estaban en una zona oscura, Keith pudo ver que el miembro de Eros no
estaba circuncidado, pero la cabeza de color rojizo-púrpura parecía hinchada y se
asomaba fuera del prepucio, y la punta relucía de pre-cum. No podía luchar contra el
deseo de probar al delicioso joven por más tiempo, se inclinó y limpió la punta con la
lengua mientras le liberaba del resto de la ropa, tirando suavemente hacia abajo.

El ligero sabor ligeramente dulce y salado del pre-cum de Eros era como un
intenso afrodisíaco para la libido de Keith. Una vez más sintió que su sexo se
presionaba contra la parte delantera de sus pantalones mientras deslizaba su lengua
alrededor del largo y grueso miembro de Eros. Él acarició suavemente sus testículos y
les di una cariñosa y suave lamida mientras seguía acariciándolo. Se dio cuenta que
Eros mantenía su rubio vello púbico pulcramente recortado mientras lamía de nuevo su
sexo y tiraba suavemente del prepucio.

Keith recorrió su lengua por la piel recién expuesta, provocando que Eros gimiera
en voz alta. Keith le dio una delicada lamida y volvió a mirar hacia la pasional mirada
de Eros antes de recorrer lentamente su miembro con la boca.

Había pasado bastante tiempo desde que Keith le había hecho a alguien una
mamada, pero siempre era algo que le gustaba hacer. Ya que Eros era el hombre más
sexy que Keith había visto y tocado en su vida, quería agradar al joven tanto como
fuera posible.

Él acarició suavemente los testículos de Eros con una mano y la base de su pene
con la otra, mientras lentamente abría la boca entrando y saliendo de su sexo.

Keith sacó su boca y pasó la punta de la lengua por la ranura y alrededor de la


cabeza antes de que cubriera una vez más el sexo de Eros con su boca y comenzara a
succionar lentamente.

Keith se obligó a relajarse al sentir la punta del miembro de Eros llegar hasta el
final de su garganta. Se movió un poco hacia adelante, y alineó la punta del miembro
del joven de forma perfecta con la parte posterior de la garganta. Eros siguió jadeando
y gimiendo en voz alta mientras Keith continuaba mamando a Eros en el fondo de su
garganta. Keith comenzó a mover rápidamente su boca succionándola, gimiendo y
presionando su lengua con más fuerza contra la parte inferior de la misma.

Soltó la base del miembro de Eros, deslizando lentamente su mano derecha


debajo de la camisa de Eros y a través de su liso estómago hacia el pecho.
Encontrándose con un recio pezón y apretándolo fuerte con los dedos.

—Oh Zeus... eso se siente como en la gloria... —oyó jadear a Eros por encima de
él.

Con las palabras de Eros, Keith empezó a succionar más fuerte, decidido a darle
tanto placer como fuera posible. Sintió que el excitado miembro se ensanchó
ligeramente antes de que Keith moviera su boca más cerca del glande y el joven le
llenara la boca con su esencia. Tragó rápidamente y continuó succionando suavemente
hasta que supo que Eros había tenido su orgasmo. No podía dejar de sentir una
sensación de orgullo cuando sintió el cuerpo del joven temblar por la intensidad de su
liberación mientras Eros continuaba pasando sus dedos a través del pelo de Keith.

Keith le dio a la punta del miembro de Eros una más que afectuosa lamida antes
de retirarse y delicadamente cubrió sus partes íntimas con su ropa interior roja. Keith
sujetó la parte delantera de los pantalones vaqueros de Eros y se sentó sobre sus pies.
Keith miraba como el asombroso joven de pie delante de él, ajustó su pene todavía
erecto muy dentro de sus pantalones para tener una posición más cómoda.

Eros se acercó y ajustó las gafas de Keith y le sonrió. Él trazó su dedo suavemente
por el contorno de la nariz de Keith hasta su boca, y recorrió el contorno de los labios
de Keith con un delicado toque.

El corazón de Keith latía fuertemente contra su pecho mientras sus labios


hormigueaban debido a las suaves caricias y los cariñosos toques que Eros le daba.

Eros le dedicó una sonrisa deslumbrante y luego se agachó y le dio un dulce beso.
Se puso de pie de nuevo, le tendió la mano y ayudó a Keith a ponerse en pie. Tan
pronto como Keith se puso de pie, Eros envolvió sus brazos alrededor de él y lo abrazó
con fuerza.

Mientras estaban en los brazos del otro, Keith empezó a darse cuenta de su
entorno. Él se sorprendió de que nadie pareciera prestarles atención a ellos o a lo que
acababan de hacer. Eso le dio la impresión a Keith de que eran las únicas personas en
su propio mundo y nadie se preocupaba ni se daba cuenta de lo que acaban de hacer.

Eros miró a Keith y ahuecó sus suaves y ardientes manos sobre sus mejillas. —
Vámonos de aquí. Sé de un restaurante nocturno al que podemos ir y conseguir algo de
comer a medianoche... ¿Te apetece? —le preguntó.

Keith no pudo detener la sonrisa que se formó en su rostro. Este hermoso hombre
quería pasar más tiempo con él y Keith sintió una oleada de felicidad fluyendo a través
de su cuerpo.

—Voy a comentárselo a mis amigos. Me trajeron aquí, así que no tengo mi


coche... ¿Te parece?

—Por supuesto. Te llevaré a casa más tarde, —respondió Eros. Se agachó, cogió la
mano de Keith y lo guió a través de la pista de baile. Mientras Keith le seguía, de
repente supo que su cuadragésimo cumpleaños había resultado ser el mejor que jamás
había tenido.
Í
Eros se aferró a la mano de Keith al salir del bar y se dirigió a su coche. Habían
tardado solo unos minutos en coger la chaqueta, y Keith decirle a sus amigos se iban
juntos, como una pareja. Ellos parecían sorprendidos de que Keith se fuera con él, pero
no dijeron nada al respecto. Eros estaba más que feliz de escapar de ellos y del bar, así
que podría pasar algún tiempo a solas con Keith sin tener que oír la estridente música
o lidiar con esa multitud.

Eros cogió la llave del bolsillo del pantalón y abrió las puertas del pequeño Mazda
MX-5 Miata rojo. Eros acababa de comprarlo hace unos días y le encantaba el pequeño
coche. Se le ajustaba perfectamente. Caminó con Keith hacia el lado del pasajero y
abrió la puerta. Keith le recompensó con una sonrisa mientras se sentaba sobre el
asiento de cuero beige. Tan pronto como Keith se sentó cómodamente en el interior del
deportivo, Eros cerró la puerta, corrió hacia el lado del conductor y se sentó.

Eros puso en marcha el coche y encendió la calefacción. Se dio cuenta que Keith
envolvía sus brazos alrededor de su cuerpo temblando por el frío clima de enero. Al no
poder soportar verlo de esa manera, Eros cerró los ojos y se concentró en un espacio
cálido y agradable. Cuando abrió los ojos, el coche estaba de pronto caldeado. Keith
dejó de temblar y puso sus manos en su regazo.

—Wow, estos coches realmente tiene un buen sistema de calefacción. Nunca he


visto caldearse un coche tan rápido como este, —afirmó Keith cuando cogió el cinturón
de seguridad y se lo puso.

Mierda. —Esa es una de las ventajas de tener un coche pequeño... se calienta


rápido.

Keith asintió con la cabeza y sonrió con dulzura.

El hombre era realmente adorable.

Eros siempre se había sentido atraído por los hombres altos y delgados. Sabía que
Keith tenía que medir por lo menos un metro ochenta y tres centímetros respecto a su
metro cincuenta y ocho de estatura. No había nada más sexy que mirar para arriba a
una cara bonita y ser sostenido por unos brazos largos y fuertes. El recuerdo de estar
dentro del sólido y cálido abrazo de Keith era casi suficiente para hacer que sus dedos
se retorcieran.

—Tengo una idea. En vez de ir a la cafetería, podríamos ir a mi casa. Preparo un


buen café y algo de comer, —sugirió Keith mientras ponía su mano en el muslo de Eros
y le daba un ligero apretón.

Eros miró a Keith y le sonrió. —Creo que es una idea fabulosa.


Keith le devolvió la sonrisa y le indicó a Eros como llegar a su casa.

Se dirigieron a la casa de Keith en un cómodo silencio, y cuando se detuvo a la


entrada de la casa de Keith, Eros sintió curiosidad por la casa de Keith y la vida que
vivía. Se puso detrás de lo que parecía un oscuro Chevrolet Impala estacionado en la
entrada y aparcó el coche. Eros miró a Keith mientras se desabrochaba el cinturón de
seguridad y se inclinó sobre el salpicadero hacia él. La mano de Keith se deslizó hasta
la parte posterior de su cuello y acercó la boca de Eros a la suya dándole un ligero y
apasionado beso.

—Lo siento, pero no me pude resistir besarte por más tiempo. He querido hacer
esto desde que nos metimos en el coche, —murmuró Keith mientras acariciaba la nuca
de Eros con un ligero toque.

Eros sintió que su rostro se ruborizaba de placer con las dulces palabras de Keith.

—Por favor, no te disculpes. Tienes mi permiso para darme un beso cuando lo


desees, —declaró Eros con una tímida sonrisa.

Keith le besó más apasionadamente antes de que lentamente se apartara y


abriera la puerta. La luz interior del coche se encendió, lo que los hizo entrecerrar los
ojos ante la repentina luz brillante. Se bajaron del coche y caminaron por el asfaltado
camino hasta la puerta principal de la casa de Keith.

Keith abrió la puerta y encendió la luz del vestíbulo al mismo tiempo.

—Bienvenido a mi casa, Eros.

Eros sonrió y pasó junto a él al interior de la casa. Atravesó el vestíbulo hacia la


sala de estar. Keith encendió la luz y pasó por delante de él mientras se quitaba su
chaqueta. Eros se quitó su chaqueta y la puso en el brazo de un perchero color bronce
y echó un vistazo alrededor de la habitación. Las paredes estaban pintadas de beige, y
varias coloridas alfombras cubrían el oscuro suelo de madera de cerezo. Una mesa de
café color caoba claro estaba situada a un lado de la habitación y había varias revistas
masculinas colocadas en la parte superior de la misma.

Haciendo juego con las mesas de caoba se encontraba a los extremos de la


habitación unas lámparas estilo Tiffany. Frente al sofá había un gran televisor de
pantalla plana en el centro de un mueble estilo minimalista.

A pesar de que no había cuadros en la pared, la habitación tenía una sensación


acogedora, cómoda. Caminó por la sala de estar hacia una cocina bien iluminada y
observó a Keith echar agua en una cafetera negra.

Al igual que la sala de estar, la cocina parecía impecable. Los viejos


electrodomésticos y las encimeras de color negro oscuro parecían un poco anticuados,
pero a Keith parecía serles útiles de alguna manera. Keith abrió la puerta del armario
encima de la cafetera y sacó dos tazas de café de color azul marino y las puso sobre el
mostrador.

—¿Necesitas ayuda? —preguntó Eros mientras observaba a Keith caminar hacia la


nevera y comenzar a sacar comida fuera.

Eros no era un gran cocinero, pero se defendía.

Keith colocó los alimentos encima de la encimera de la cocina y negó con la


cabeza.

—Gracias, pero ya lo tengo todo bajo control. Sería bueno si me acompañas.

Eros asintió con la cabeza y se dirigió hacia el otro lado de la cocina y apoyó la
espalda contra el gran mostrador. Keith se inclinó y le dio un beso furtivo al pasar a su
lado. Levantó fácilmente a Eros y lo sentó en la encimera cómodamente antes encender
el horno.

De alguna manera, Eros estaba acostumbrado a ser maltratado. Era una de las
cosas por las que depreciaba ser más bajo. A menudo la gente tiraba de él como un
muñeco de trapo, y con frecuencia se irritaba al ser transportado como un niño
pequeño. Pero, había algo cuando Keith lo sostuvo en sus brazos que le hizo sentirse
apreciado en lugar de ser insultado por la forma que Keith lo miraba.

Keith sacó un par de ollas y cogió unas galletas congeladas del congelador. Abrió
la bolsa, colocó unas cuantas en una bandeja de horno grande y las puso en el horno.
Abrió un paquete de bacon y comenzó a colocar unas lonchas en una sartén.

—¿Dónde aprendiste a cocinar? —preguntó Eros.

Keith se encogió de hombros. —Cuando has vivido solo todo el tiempo como yo, o
aprendes a cocinar o comes en la calle todo el tiempo. Dado que no soy un gran fan de
la comida rápida, aprendí a cocinar.

—¿Alguna vez has vivido con alguien?

—No. He tenido unas cuantas relaciones serias, pero por alguna razón u otra
nunca funcionaron ni duró lo suficiente para que pudiéramos estar juntos. ¿Y tú?

Mientras Eros escuchaba la explicación de Keith, no podía entender por qué


ninguna de las anteriores parejas de este buen hombre no habían querido tener la
oportunidad de establecer una convivencia en común con Keith. Era inteligente,
divertido, fuerte y muy sexy. Eros no pudo evitar sonreír ante su buena suerte con la
búsqueda de un hombre tan increíble.

—Um... de hecho no. Estuve casado durante mucho tiempo, pero gracias a Zeus
ya no estamos juntos. Ella se volvió a casar y es mucho más feliz ahora de lo que
nunca fue conmigo.

Keith dejó de cascar huevos en el recipiente y se le quedó mirando asombrado con


la boca abierta. Eros lo miró y levantó una ceja inquisitivamente, y Keith cerró la boca
y se aclaró la garganta.

—¿Dijiste que estuviste casado hace mucho tiempo? Dios mío, Eros ¿qué edad
tenías? ¿Dieciséis?
Eros se rió. —Se puede decir que si.

—¿Cuántos años tienes, Eros?

Eros trató de recordar la edad que su madre le había puesto en su documento de


identidad. ¿Qué decía? ¿Veintitrés? ¿Veinticuatro?

—¿Cuántos años crees que tengo? —preguntó, tratando de ganar más tiempo.

Los ojos de Keith le miraron y se encogió de hombros. —¿Veintidós?

Además de un par de miles de años.

Eros no pudo evitar sonreír mientras asentía.

—Dios, Eros, eres mucho más joven que yo. ¿Qué demonios estás haciendo con
un viejo como yo? —se quejó Keith.

Oh, esto no debería ser así.

—Ven aquí, cariño, —le incitó Eros. Abrió los brazos y las piernas, haciendo señas
a Keith para que se acercara. Keith apagó el fuego y se acercó a Eros. Él alargó la
mano hacia el otro hombre y tiró de él hacia sus brazos, mirándolo a sus preocupados
ojos.

—En primer lugar, no eres viejo...

—Estoy comparándome contigo.

—Um, no, no lo eres e incluso si lo fueras, no me importaría. Cuando te miro, no


veo la edad. Veo a un increíble hombre del que me siento muy privilegiado de estar con
él.

Keith lo observó durante unos instantes, como si estuviera


realmente tratando de asegurarse de que Eros estaba siendo completamente honesto.
Keith se inclinó ligeramente y apretó sus labios contra los de Eros en un suave y dulce
beso.

—Gracias por decir eso. Siento exactamente lo mismo por ti.

Keith se alejó, volvió a la cocina y se puso a cocinar.

—¿Por qué te casaste? —le preguntó Keith mientras empezaba a batir los huevos.

Esto iba a ser complicado. Cuanto más cerca estuviera Eros de decirle la verdad,
sería mejor. No quería mentir, pero tampoco creía que Keith estuviera preparado para
saber la verdad sobre su identidad. Eros sabía que había una profunda atracción entre
ellos, y había señales de que posiblemente pudiera ser su alma gemela, pero Eros sabía
que ahora no era el momento de decirle a Keith que era un inmortal que dispara a la
gente con flechas de oro para que puedan enamorarse. Además, estaba también esa
terrible imagen que la gente tenía de él. Podría ser pequeñito, pero no era un querubín
con alas.

Eso no sería una buena imagen para que asimilara Keith en estos momentos.

—Bueno, básicamente estuvo de nuestro control. Para hacer la historia más corta,
hubo un accidente y pasó un gran malentendido, y tuvimos que lidiar con las
consecuencias durante un tiempo. Pero, se terminó y los dos estamos felices de estar
lejos el uno del otro.

—Un accidente... ¿ella se quedó embarazada?

—No.

—¿Qué pasó?

¡Joder! —Bueno, nos vimos atrapados en una situación comprometida, por así
decirlo, y tuvimos a vivir con las consecuencias durante mucho tiempo.

—Ah, así que papá te cogió con los pantalones bajados.

—Algo así.

Keith asintió con la cabeza. —Siento que pasaras por eso, Eros. ¿Quiere esto decir
que eres bisexual? —Preguntó, mientras empezaba a emplatar la comida.

Eros negó con la cabeza. —Creo que las mujeres son personas hermosas y
sensuales. Pero, yo no las deseo, ni quiero pasar el resto de mi vida con ellas.

Las cejas de Keith se levantaron y él asintió.

¿Qué diablos significa eso? Oyó la voz de Keith en su cabeza.

—Sé que esto suena confuso para ti, Keith. Vas a tener que confiar en mí cuando
digo que soy gay y que no tengo ningún deseo de estar con ninguna mujer.

Keith había dejado una cuchara en los platos y lo miró con una expresión de alivio
en su rostro.

Gracias, Dios. Eros oyó resonar la profunda voz de Keith en su mente.

Eros saltó del mostrador y caminó detrás de Keith, presionó su cuerpo contra la
espalda de Keith mientras envolvía sus brazos alrededor de su estómago. —No tienes
nada que temer, cariño —murmuró mientras pasaba delicadamente las manos por el
pecho de Keith y le daba un suave beso entre sus omóplatos.

Keith se recostó contra él por un momento y Eros le oyó respirar profundamente.


—Vamos a comer, cariño.

Eros a regañadientes dejó caer los brazos y dio un paso atrás apartándose del
cuerpo de Keith. Keith se dio la vuelta y le dio una afectuosa sonrisa. Mientras le
pasaba el plato lleno de comida escuchó su estómago gruñir en voz alta y se ambos se
echaron a reír.

—¡Gracias a Zeus que me estás alimentando, Keith! Como puedes escuchar... me


muero de hambre, —se rió él.

Keith sonrió mientras le entregaba el plato. Se acercó a la mesa de la cocina y


empezó a comer. Hablaron sobre el trabajo de Keith como contable para una conocida
empresa de aire acondicionado.

Le dijo a Eros que había estado en la compañía durante más de quince años y,
aunque a él le gustaba trabajar con números, últimamente se había desencantado con
su trabajo. El bromeó diciendo que él esperaba no estar pasando por una crisis de la
mediana edad, y Eros no podía dejar de poner los ojos en blanco con esa afirmación. El
hombre sin duda tenía un problema con entrar en la cuarentena, pero para Eros, Keith
se veía muy atractivo por su forma de ser.

Después de comer, limpiaron juntos la cocina. Eros no podía dejar de coquetear


descaradamente con el gran hombre. Se frotó contra él mientras caminaba y cada vez
que tenía la oportunidad le tocaba o le daba un ligero beso en los deseables labios de
Keith.

Tomaron el café en la sala y se sentaron juntos en el cómodo sofá. Keith puso su


brazo alrededor de él y, por primera vez que recordara, Eros se sintió seguro y cuidado
de manera que se acurrucó y no pararon de hablar.

Antes de que se dieran cuenta, había amanecido y el sol de la mañana comenzó a


inundar de luz la habitación. Para entonces, Keith estaba acostado sobre el sofá
mientras Eros yacía cómodamente encima de él. Sus piernas estaban enredadas las
unas alrededor de las otras y Eros tenía su cabeza en el pecho de Keith. Él estaba
contento de escuchar el fuerte y constante latido del corazón de su amante, y entre su
barriga llena y los toques suaves de Keith jugando con su largo pelo, Eros empezó a
quedarse dormido mientras sus ojos se cerraban.

—¿Cariño? —La vibración del apodo de Keith retumbó contra su mejilla y Eros se
acurrucó más cerca de él.

—¿Qué?

—Gracias por ser el mejor regalo de cumpleaños que he tenido, —susurró Keith
mientras continuaba tocando a Eros con sus amorosos dedos.

Eros sintió que su corazón latía más rápido y lágrimas de felicidad brotaron de sus
ojos. Nunca se había visto afectado tanto por las palabras de otro antes. Él parpadeó
las lágrimas y besó a Keith justo donde su corazón latía en su pecho antes de que
mirarlo y sonreírle.

Keith llevó las manos a cada lado de su rostro, inclinó la cabeza hacia adelante y
le besó suavemente sus labios.

Eros se trasladó por el cuerpo de Keith y deslizó sus manos alrededor de la parte
posterior de su cuello mientras continuaban con los dulces y cariñosos besos.

Podría enamorarme de ti. Por favor, no rompas mi corazón.

Eros oyó en su mente susurrar a Keith, y sintió una oleada de alegría desplazarse
fuertemente a través de su cuerpo. No era sólo que Keith se sentía atraído por él, sino
que Eros sospechaba que Keith estaba empezando a tener fuertes sentimientos por él.

Por primera vez en la larga vida de Eros, sintió esperanza.

Él se apartó de la boca de Keith y miró a su hermoso rostro. Los ojos de Eros se


encontraron con los almendrados ojos de Keith, mientras rozaba la cara del otro con
sus amorosos dedos. Era como si los dos hombres estuvieran decididos a memorizar
cada curva y cada línea en el rostro del otro hombre.

—Quédate conmigo el resto del fin de semana. Quiero saber todo sobre ti. Vamos
a acurrucarnos en la cama, descansar un poco y pasar los próximos dos días haciendo
lo que quieras hacer, —instó Keith, mirando a Eros con unos chispeantes ojos.

Eros le sonrió, besándole en los labios y susurró: —Creí que nunca lo


preguntarías.
Í
Keith sintió algo ligero y sedoso cosquilleándole en la nariz. Abrió los ojos y se
sintió momentáneamente confundido acerca de por qué había dormido esa noche en la
sofá de la sala de estar en lugar de su cómoda y agradable cama.

Sintió el peso ligero de alguien encima de él, y de repente los recuerdos de la


noche anterior aparecieron rápidamente en su mente.

Eros.

Keith suspiró con satisfacción y apretó al hombre más cerca de él. La cabeza de
Eros yacía sobre el pecho y la parte inferior de su cuerpo se apoyaba entre las piernas
de Keith. El sedoso, rubio y largo pelo de Eros le cubría, haciéndole sentir a Keith como
si estuvieran seguros envueltos en sus suaves cabellos.

Keith se acercó y levantó una pequeña mata del rizado pelo de Eros, pasando sus
dedos a través de él. No podía recordar el haberse enamorado nunca del pelo de nadie
antes de estar con el hombre que yacía en sus brazos. Esperaba que Eros nunca se lo
cortara, ya que sería una pena no poder lucir un pelo tan maravilloso. Atrajo los suaves
cabellos hasta su nariz y aspiró su limpio aroma a vainilla, provocando que se formara
una sonrisa en su rostro.

Keith amaba despertarse de esta manera.

Estaba cómodo, cálido y no podía dejar de esperar que hubiera muchas mañanas
más despertándose con Eros.

Estar con el joven la noche anterior había sido todo lo que Keith siempre había
esperado. Todavía no podía creer que este dulce y maravilloso hombre quisiera pasar
más tiempo con él. Había aprendido de mala manera que los hombres atractivos y
glamurosos como Eros, nunca daban ni la hora a mediocres y aburridos contables como
él. No podía dejar de esperar que cuando Eros despertara todavía quisiera estar con él.

Si no fuera así, trataría de sentirse agradecido de que Eros hubiera considerado


pasar el tiempo con él.

Cuando Keith se sintió a Eros moverse un poco inquieto por encima de él, no pudo
evitar una sensación de nervios en el estómago.

¿Se despertaría Eros lamentándose de estar aquí, o le daría a Keith una de sus
encantadoras sonrisas y estaría satisfecho de quedarse donde estaba?

El corazón de Keith latía fuertemente en su pecho mientras Eros resopló un poco y


luego se volvió a dormir. Él respiró profundamente y acercó al joven más cerca de él.

Keith intentó volver a dormir, pero entre su mente errante y su vejiga llena, sabía
que no podía posponer el levantarse. Keith se movió suavemente hacia fuera de debajo
del dormido Eros, y dejó escapar un suspiro de alivio cuando él no se despertó. Oyó
crujir sus huesos cuando se estiró e hizo una mueca al oír el fuerte ruido que hizo.

Maldita sea, se estaba haciendo viejo.

Keith se quedó allí unos instantes y miró al hombre que dormía en el sofá. Una
cálida y afectuosa sensación se apoderó de él mientras agarraba el suave cojín color
crema de la parte trasera del sofá, entonces lo colocó suavemente sobre Eros. No pudo
evitar la sonrisa que se formó en su rostro mientras miraba a su nuevo amante.

Keith deseaba poder quedarse allí más tiempo, pero su vejiga ya no aguantaba
más. Keith apartó de mala gana la mirada hacia Eros y salió de puntillas de la sala de
estar al cuarto de baño. Encendió la luz y se vio reflejado en el espejo.

No pudo evitar sonreír ante la imagen que veía.

Su cabello castaño oscuro estaba revuelto en todas direcciones y sus ropas


estaban arrugadas. Sus grandes ojos color avellana le devolvieron la mirada mientras
se quitaba sus gafas de montura metálica y limpiaba las lentes manchadas en su
camisa, colocándoselas de nuevo. Se dio cuenta de que su incipiente barba había
empezado a oscurecer sus mejillas y su rostro tenía un brillo saludable con la misma.
Por una vez, no se dio cuenta de las finas líneas que se encontraban en las esquinas de
sus ojos. Parecía relajado.

Satisfecho.

Podría acostumbrarme a esta sensación.

Él se hizo cargo de sus necesidades físicas y luego se lavó la cara y las manos. Se
cepilló los dientes y echó un vistazo a su reloj.

Ocho y media.

Normalmente, se levantaba a esta hora, pero ya que él y Eros habían estado


despiertos toda la noche, pensó que podían dormir tanto como quisieran. Realmente no
estaba tan cansado, pero la idea de acurrucarse con Eros en su cómoda cama de
matrimonio parecía un lugar idóneo.

Ahora todo lo que tenía que hacer era convencer al Bello Durmiente que se
quedara un poco más.

Se dirigió a su dormitorio y sacó el edredón y las sábanas. Él ahuecó las


almohadas y luego tranquilamente volvió de regreso a la sala donde Eros todavía
dormía plácidamente en el sofá.

Bueno, ¡ahí voy!

—Hola, cariño —le susurró.

Keith puso su temblorosa mano en el hombro de Eros y le dio un suave apretón.


Eros abrió lentamente los deslumbrantes ojos y levantó la mirada hacia él.

—Vámonos a la cama. Estaremos más cómodos allí, —dijo con ternura, mientras
acariciaba suavemente entre el hombro y la espalda de Eros.

Eros gimió y cerró los ojos.

Alguien no era madrugador.

—Vamos, cariño, voy a ayudarte. ¿Necesitas ir al baño antes de acostarte?—

Eros miró un poco aturdido, pero asintió y se sentó. Keith agarró la mano de su
dormido amante, lo sacó del sofá con cuidado para que no cayera al suelo. Lo llevó al
cuarto de baño. Eros entró y de inmediato se acercó al lavabo. Mientras se lavaba la
cara con agua, Keith cogió una toalla del armario de la ropa y la puso en el lavabo
junto a él.

—Tengo un cepillo de dientes extra que puedes utilizar si lo deseas, y un pijama


que puedes ponerte para dormir, —dijo Keith, mientras miraba al adorable hombre
secarse la cara en la toalla.

Los ojos de Eros se reflejaron en el espejo por un momento antes de que una
maliciosa sonrisa apareciera en su hermoso rostro.

—Duermo desnudo, —dijo Eros.

Gracias, Dios.

—Yo también.

Keith se inclinó y besó la parte superior de la cabeza de Eros. —Te voy a dar un
poco de intimidad. Iré a apagar las luces y nos veremos en el dormitorio, —le dijo,
guiñando un ojo al reflejo del joven en el espejo.

Eros le dirigió una tímida sonrisa, asintió y le devolvió el guiño.

Keith dio un largo suspiro de alivio y sonrió. Eros se iba a quedar.

Keith dejó de mala gana a Eros, caminaba por la casa con el fin de asegurarse de
que todas las puertas estuvieran cerradas y las luces de la casa apagadas. Cuando
terminó, se dirigió a la habitación y se detuvo en seco cuando vio a un Eros desnudo
acostado boca arriba en medio de la cama.

Su rubio pelo estaba extendido en torno a él, destacando la riqueza de la suave y


cremosa piel. A pesar de que Eros era un hombre pequeño y delgado, parecía sano y
fuerte. Sus brazos y piernas no eran demasiado musculosos, pero sí estaban definidos.
Tenía marcados unos ligeros abdominales y el pecho le pareció fuerte, definiendo su
atractivo.

Keith miró a los brillantes ojos azul y verde y vio una consecuente sonrisa en la
atractiva cara de Eros.

Está tan deseoso de esto como yo.

—Eres hermoso, —susurró Keith.

Keith se acercó al borde de la cama y comenzó a quitarse poco a poco la ropa.


Eros observaba todos sus movimientos como si estuviera fascinado con él mientras
Keith lo estaba con la belleza acostado en su cama. Mientras Keith bajaba la cremallera
de los pantalones color caqui, observó que los ojos de Eros se oscurecían con el deseo,
sus manos lentamente se deslizaban por su pecho apretando sus apetecibles pezones
rosados.

Keith gimió al ver los diminutos pezones endurecerse ante sus ojos. Sabía que
tenía que tocar y saborear aquella deliciosa piel antes de irse a dormir de nuevo. El
joven era verdaderamente irresistible.

Mientras Eros seguía apretándose el pezón izquierdo, dejó caer su mano derecha
hacia su estómago hasta su excitado miembro. Eros envolvió su mano alrededor de él y
comenzó a acariciarse lentamente a sí mismo mientras seguía mirando a Keith con los
ojos llenos de pasión.

Keith sintió que su sexo se endurecía bajo la vigilante mirada de Eros. Keith se
quitó las gafas y las puso sobre la mesita de noche. Rápidamente se quitó sus
pantalones y calzoncillos dejando al descubierto su miembro completamente excitado.
Mientras Keith se los quitaba, se las arregló para quitarse los calcetines también sin
perder el equilibrio. Una sensación nerviosa se agitaba en su estómago mientras
conscientemente se preguntaba qué pensaría Eros de su cuerpo maduro. Keith respiró
hondo y dejó caer su cuerpo sobre la cama. Se arrastró hacia arriba y se unió junto a
Eros y deslizó su mano sobre el firme estómago del otro hombre y pasó ligeramente los
dedos por delante de su pequeño ombligo hasta llegar al atesorado vello rubio justo
encima de la ingle.

—Tócame, Keith. Necesito sentir tus manos sobre mí, —Eros susurró con voz
quebrada.

Keith se inclinó y presionó sus labios contra los suaves de Eros y le dio un tierno
beso. Eros hizo un pequeño ruido antes de abrir la boca y deslizar su lengua en la boca
de Keith.

Sus lenguas exploraron las profundidades de la boca del otro, Keith movió
ligeramente su mano hacia abajo sobre la mano de Eros, y suavemente la apartó de su
miembro. Eros soltó el firme agarre que tenía sobre él, mientras Keith envolvía sus
dedos alrededor de su excitado sexo y comenzó a acariciarlo con ligeros y juguetones
movimientos.

Eros envolvió sus brazos alrededor de Keith y sostuvo al hombre fuerte contra él.
Keith se acomodó más cerca envolviéndose en el atractivo cuerpo de Eros y siguió
moviendo su ardiente miembro. Su beso se hizo más intenso con el deseo que tenían el
uno del otro.
Keith pasó el pulgar sobre la punta del humedecido miembro de Eros y jugó
suavemente con la yema de su pulgar. Eros gimió en su boca y sus suaves manos le
acariciaron suavemente por toda su espalda.

Eros apartó su boca de Keith y presionó su sudorosa frente a la de su amado.


Keith siguió moviendo su mano arriba y abajo sobre el miembro de Eros mientras
miraba profundamente a los hermosos ojos del joven. Eros jadeaba y Keith podía oler
el embriagador aroma de su aliento perfumado de vainilla haciéndole sentir una vez
más la necesidad de reclamar la boca de Eros con la suya.

El miembro de Keith se apretó contra el costado del joven y no pudo evitar


presionar su sexo contra él. La fricción era excitante, y cuando Eros colocó su mano
entre sus cuerpos agarrándolo y acariciándolo con firmeza, se sintió mucho mejor.

Keith sintió que sus testículos se contraían y sabía que su orgasmo era inminente.
Sacó su boca de la de Eros y se concentró en mover su mano sobre el miembro del
lascivo hombre. Estaba decidido a llevar al límite a la belleza que estaba acostada a su
lado justo antes de alcanzar la suya.

Eros se quedó sin aliento y su cuerpo temblaba ligeramente mientras su semilla


salía disparada de su pene sobre la mano de Keith y por encima del estómago y el
pecho. Sólo la visión y el delicioso olor de la liberación de Eros le llevó a su inminente
orgasmo y se oyó a si mismo gemir mientras parte de su semen se disparaba por el
cuerpo de Eros hasta la barbilla. Era un espectáculo erótico, y Keith no pudo evitar
inclinarse y lamer su salado y caliente esperma de la dulce y puntiaguda barbilla.

Él continuó a chupando y lamiendo suavemente por el cuello y el pecho de Eros


mientras saboreaba la combinación de sus semillas.

Keith sintió que unas temblorosas manos acariciaban su cabello con suaves
caricias cuando terminaba de lamer su esencia, entonces presionó unos cuantos suaves
y dulces besos de nuevo sobre el cuerpo de Eros hasta llegar a sus carnosos labios.

—Eres increíble, —susurró Eros, mientras rozaba ligeramente con los dedos sobre
los labios de Keith. Su toque era tan débil que casi les hacía cosquillas.

Keith miró la cara enrojecida del joven, sus soñolientos ojos y sonrió. —No, cariño,
tú —dijo, mientras yacía sobre su espalda y tiraba de Eros hacia él.

Eros acunó su cabeza en el hombro de Keith y se envolvió en los brazos del otro.
En poco tiempo se oyó la profunda respiración del dormido joven, Keith sintió una
oleada de felicidad fluir dentro de él.

Keith no entendía por qué se sentía unido a Eros tan pronto, pero él tomó la
decisión de adoptar estos nuevos y florecientes sentimientos de devoción hacia Eros
en vez de luchar contra ellos.

Keith siempre había soñado secretamente con encontrar a esa persona especial en
su vida, y estaba empezando a creer que finalmente lo había encontrado.

Mientras el constante ritmo del profundo sueño de Eros le incitaba a dormitar


tranquilamente, los últimos pensamientos coherentes de Keith fueron de lo afortunado
que era encontrar el tesoro que tan cómodamente se acurrucaba en sus brazos.
Í
Eros lentamente se despertó con la sensación de estar envuelto en un capullo de
calidez y afecto. Eros había soñado que conoció a este hombre maravilloso que era
gracioso, inteligente y tan dolorosamente atractivo, y se resistió en abrir los ojos y
despertar por completo de su sueño. Nunca había sentido una conexión tan fuerte con
nadie. Ni con cualquiera de sus amantes masculinos anteriores, y ciertamente tampoco
con Psique. Quería que este sentimiento de alegría y felicidad durara para siempre, y
Eros sabía que iba a lamentar estas increíbles sensaciones en cuanto abriera los ojos y
se encontrara una vez más frente a la realidad de su solitaria existencia.

Sintió unas tiernas y cálidas manos frotar ligeramente su espalda en una caricia
suave.

El corazón de Eros latió más rápido.

Oh. Por. Zeus.

Por favor, dime que no fue un sueño.

Abrió vacilante los ojos y levantó lentamente la cabeza para mirar hacia esos
cálidos ojos color avellana.

—Eh, Bello Durmiente despierta, —dijo Keith, mientras levantaba un mechón de


pelo de Eros y envolvía suavemente un rebelde rizo alrededor de su dedo.

Keith se veía tan relajado y tranquilo que parecía diez años más joven de lo que
realmente era, por lo que Eros le dio una sonrisa dulce y cariñosa.

Eros estaba tan feliz y aliviado de que la noche pasada no fuera un producto de su
hiperactiva imaginación que sintió que las lágrimas brotaban de sus ojos.

La sonrisa de Keith desapareció y una mirada de preocupación apareció en su


hermoso rostro.

—Cariño, ¿estás bien? —preguntó.

Eros parpadeó para alejar las lágrimas que amenazaban con caer y le dedicó una
vacilante sonrisa. —Sí. Estoy feliz de que seas real y no producto de una ilusión por mi
parte.

Keith siguió jugando con el pelo y la alegre sonrisa reapareció en su rostro.

—Créeme, precioso, no ha sido un sueño. Me siento exaltado esta mañana.


Conocerte ha sido el mejor regalo de cumpleaños que he recibido.
Eros de repente se sintió humillado por las palabras de Keith y más feliz de lo que
podía recordar haberse sentido en mucho tiempo.

Si lo hubiera estado.

—Gracias, —dijo, mientras se inclinaba ligeramente hacia arriba y le daba un


suave beso en los cálidos labios de Keith.

—Pensé que podríamos estar en casa todo el día. Podríamos traer algunas cosas
de tu casa, o te podría dejar unos pantalones de pijama y una camiseta si quieres. —La
voz de Keith tenía una nota de incertidumbre y una tímida sonrisa se formó en su
rostro.

—Esa es una idea fabulosa, —sonrió Eros.

La cara de Keith inmediatamente brilló con sus palabras. —¿En serio? Podríamos
pedir una película o dos por pay-per-view 6 y estar holgazaneando delante de la
televisión.

Eros no estaba seguro de lo que significaba “holgazanear”, pero tenía la sensación


de que le gustaría, siempre y cuando estuviera con Keith todo el día.

—Eso suena perfecto.

Keith se inclinó y le dio un rápido beso en los labios. Él se apartó y


juguetonamente golpeó a Eros en el culo. —Vamos, cariño, vamos a ducharnos y pedir
unas pizzas.

El trasero de Eros hormigueó con el fogoso golpe y él se rió del alegre estado de
ánimo de Keith. Él se sintió joven y despreocupado, algo que no había sentido en
mucho tiempo. Rápidamente se deslizó fuera de Keith y salió fuera de la cama. Los ojos
de Keith recorrieron ávidamente sobre su cuerpo haciendo que Eros de repente se
sintiera sexy y un poco travieso. Dándole la espalda a Keith, le guiñó coquetamente un
ojo por encima de su hombro y sacudió su trasero.

—¡Maldición, cariño! Tal vez tengamos que permanecer en la cama si sigues


moviéndome ese tentador trasero de esa manera, —gruñó Keith con buen humor
mientras salía de la cama y se dirigía
hacia él. Eros chilló de alegría cuando Keith lo llevó en brazos al cuarto de baño.

—Mi héroe, —suspiró y se aferró con fuerza al cuello de Keith.

Keith sonrió y movió sus cejas hacia él y dándole un rápido beso en la nariz.

Él le puso suavemente de pie y tiró a un lado la oscura cortina de ducha verde


para abrir el agua, dando a Eros la oportunidad de admirar el cuerpo de Keith. Mientras
miraba por encima de la delgada y atlética silueta de Keith, Eros no podía dejar de
estar agradecido de haber conocido un hombre tan dulce y sexy.

6
N de T: Pago por visión.
Keith se dio la vuelta y agarró la mano de Eros, entonces lo introdujo en la ducha
con él. El agua caliente se sentía bien contra su piel, pero no era comparable con lo
maravilloso que era para Keith lavar suavemente el cabello y el cuerpo con sus
amorosas y suaves manos.

Eros ansiosamente enjabonó sus manos y se permitió adorar las sedosas y


fuertes curvas de la piel de Keith. Le encantaba la sensación resbaladiza y húmeda de
ella en sus manos y no pudo evitar sentirse excitado por la manera tan íntima en que
se tocaban entre sí.

Cuando Eros oyó gruñir fuerte el estómago de Keith y hacer eco en la ducha,
interrumpiendo el erótico momento, no pudo dejar de reír.

La cara de Keith se puso de un rojo brillante y se rió entre dientes,


—Um, creo que tenemos que comer pronto, —bromeó.

Eros se rió entre dientes y le dio un rápido abrazo. —Vamos a alimentar un apetito
antes de satisfacer otro.

Rápidamente terminó su ducha y se secaron el uno al otro. Keith le dio unos


pantalones azul marino de franela y una vieja camiseta gris para vestirse. Ambas
prendas de vestir le venían muy grandes, pero no importaba. Se sentían tan suaves y
cómodas contra su cuerpo y el hecho de que Keith las hubiera llevado le hizo sentir aún
más íntimo y acogedor con él.

Mientras Keith pidió una pizza, Eros se sentó cómodamente en el sofá. Después de
la llamada, Keith se sentó junto a él y pagó por las películas que iban a ver por pay-
per-view. Y como Eros no estaba seguro de qué elegir, optaron por un par de pelis que
Keith quería ver. Al momento, la pizza llegó y se lo comieron mientras veían una de las
películas. A Eros le gustaba toda la acción que había en ella y rápidamente se vio
profundamente implicado en la trama de suspense de la película.

Durante el resto del día, se acurrucaron en el sofá mientras veían una película de
vez en cuando y hablaban. Cada vez que Keith le preguntaba sobre su pasado, Eros
lograba despistarle hablándole de sí mismo, o de otra cosa.

Entre sus profundas conversaciones y la cariñosa forma en que se besaban y se


abrazaban entre sí, Eros supo al final de la noche que Keith era su alma gemela.
Í
Eros se quitó los zapatos y tiró las llaves sobre la mesa de café. Se dejó caer
perezosamente en el sofá rojo y suspiró con satisfacción mientras estiraba sus brazos
sobre su cabeza. No entendía por qué estaba tan cansado cuando lo único que hizo fue
holgazanear y amar a Keith durante el largo fin de semana.

Sonrió al pensar en todas las veces que él y Keith habían jugado y se habían
tocado el uno al otro en los últimos días. Tuvo un fin de semana increíble con Keith, y
estaba condenadamente triste de ver que llegaba a su fin.

Se habían despedido esta mañana cuando Keith tuvo que ir a trabajar. Ambos
habían sido reacios a abandonar la compañía del otro esta mañana. Eros sonrió con
todos los besos de despedida que se habían dado. Había sido casi como un juego. Justo
cuando uno de ellos había pensado que se había despedido de verdad esta mañana, el
otro corría de nuevo e iniciaba el proceso del adiós besándolo de nuevo.

Fue dulce al principio pero luego se convirtió en cómico para ambos, ya que se les
estaba haciendo difícil el separarse el uno del otro. Finalmente, después de lo que
pareció el penúltimo beso, Keith se metió de mala gana en su coche y se marchó con la
promesa que se reunirían para cenar esta noche.

Eros no podía dejar de esperar que el tiempo pasara volando hoy.

No podía esperar para ver a Keith esta noche.

Eros disfrutaba de los dulces sentimientos de amor. Por lo menos él pensaba que
era amor. Se sentía como si estuviera enamorado. En toda su existencia, se había
encaprichado con varios de sus amantes, pero nunca se había sentido así antes. No
sólo estaba físicamente atraído por Keith, sino que en realidad sentía una conexión
emocional también con él. Le pareció cómo si su corazón pareciera haber latido más
rápido en presencia de Keith y la forma en que su estómago revoloteó ligeramente
cuando Keith le tocó, o lo honró con esa sonrisa tímida y adorable, hizo que Eros se
enamorara rápidamente.

Un golpe en la parte posterior de la cabeza trajo a Eros de su ensueño.

—Por Hades, —gritó, y se volvió.

Allí estaba su hermano mayor, Deimos, con una expresión de enfado en su rostro.
Eros no se sorprendió demasiado por esto, porque Deimos siempre parecía estar así.

—¿Qué estás haciendo aquí? —miró a su hermano mayor con cautela.

—¿Qué cojones te crees que estoy haciendo aquí? Devolverte tu puesto de


trabajo, y liberarme de este infierno en el que me has metido, —dijo Deimos
secamente mientras cruzaba sus musculosos brazos sobre su enorme pecho. Dagas
parecían brotar de sus negros ojos mientras le miraba con desprecio.

Sus ojos siempre parecían tan negros como su alma.

Aunque Deimos tuviera un metro noventa y ocho centímetros de musculo y malas


intenciones, Eros nunca había tenido miedo de él. Era un hombre frío y cruel a menudo,
pero Deimos siempre había sido más perro ladrador que mordedor a la hora de hacer
frente a sus hermanos.

Eros incluso tenía la sospecha de que Deimos aún lo amaba a su manera.

No es que Deimos lo fuera a admitir nunca.

Especialmente a Eros.

Miró a Deimos intentó disimular la sonrisa que amenazaba con derramarse sobre
su rostro. Deimos se veía un poco más enfadado de lo normal. Su pelo negro que
normalmente lo llevaba trenzado, lo llevaba suelto. La oscura sombra de una incipiente
barba le dijo que el gran hombre no se había afeitado en varios días. Su túnica blanca y
los pantalones de cuero marrón se veían arrugados y maltrechos, en lugar de limpios y
bien puestos como era normal. Tenía una mirada hostil y frustrada, y Eros sintió una
oleada de simpatía por él.

Deimos tiró de la correa de cuero de oro que llevaba sobre su enorme cuerpo por
encima de su cabeza y le pasó la ballesta de oro y las flechas a él. —¡Toma estas
malditas cosas! Yo no quiero ser más un peón del elaborado plan que habéis trazado tu
madre y tú.

—No sé lo que está hablando.

—Mentira, hermanito. Desde mi punto de vista parece que tú y nuestra madre


están tramando algo. Madre ha estado detrás de mí para que encontrar a alguien
durante siglos, ¿por qué iba yo a tener que hacer tu escabroso trabajo a menos que
haya un oculto motivo? —Deimos afirmó con su directa y franca voz.

Saltó sobre el respaldo del sofá y aterrizó con gracia sobre sus pies entre el sofá
y la mesa de café. Arrojó la ballesta y flechas al suelo y se sentó pesadamente a su
lado.

Eros siempre se sorprendía de cómo Deimos siendo un hombre tan grande podía
ser tan ligero al caer sobre sus pies. Él miró la expresión hostil de su hermano y
sacudió la cabeza negativamente. —No, Deimos. No tengo una especie de plan oculto
detrás de todo esto. Todo lo que hice fue preguntar si podía tener algo de tiempo libre
para que pudiera tener la oportunidad de encontrar el amor para mí. Después de ese
desastre con Psique, he soñado con encontrar a alguien por mi cuenta, sin ningún tipo
de presión por parte de madre o la magia de ningún tipo, —suspiró y puso sus piernas
debajo de la barbilla y envolvió sus brazos alrededor de ellas antes de continuar—.
Escucha, me sorprendí tanto como tú cuando madre dijo que ella iba a delegar en ti
para que hicieras de “Cupido” por un tiempo. Había asumido que Anteros lo haría, pero
no fue así. ¿Quién sabe lo que está pasando dentro de su retorcida mente?
Deimos lo miró durante unos instantes y suspiró. Se recostó en el sofá y se pasó
la mano por su ancha cara y por el cabello, dándole un aspecto aún más desordenado
del que había tenido antes.

—Te creo. Mira, me disculpo por haber venido sin avisar y calentarte la cabeza,
pero esto huele a intromisión por parte de madre y su manipulación hacía mí, y sabes
que no puedo manejar esto, —dijo.

Eros asintió con la cabeza. Odiaba que Deimos fuera tan miserable, pero ahora
que él había conocido y pasado tiempo con Keith, no estaba preparado o dispuesto a
renunciar, a menos que fuera absolutamente necesario.

—Deimos, sé que no estás contento con esto... y tienes que creerme cuando digo
que siento que hayas tenido que hacerlo... —dudó Eros.

—Pero...

—Pero, por primera vez en mi vida he encontrado a alguien con el que creo que
podría pasar mi vida. Él me quiere por mí mismo, sin ninguna ayuda de cualquier flecha
mágica o hechizo, y es maravilloso. Por favor, no me obligues a renunciar a esto
todavía. No le he hablado de mi trabajo, y cuando lo haga, no estoy seguro de lo que
va a suceder. —Eros inesperadamente sintió que su garganta se obstruía y los ojos se
le llenaban de lágrimas por lo que se apresuró a limpiarse.

Tenía miedo de que Deimos dejara de hacer su papel de Cupido pronto, y sintió
una abrumadora tristeza a causa de ello. Odiaba mostrar esta debilidad frente a su
impasible hermano, pero no podía evitarlo. Él no quería perder a Keith tan pronto.

Unos grandes y callosos dedos limpiaron suavemente una lágrima perdida que
caía de los ojos de Eros.

Sorprendido de que sus muchas veces duro y despiadado, hermano mayor tuviera
tanta ternura, Eros pensó que estaba mirando a su hermano como si le hubieran
brotado dos cabezas. Había una chispa de simpatía y anhelo en los ojos de Deimos
mientras le miraba. Deimos siempre había vivido bajo ese talante y había sembrado el
terror en los corazones de los demás, pero ¿podía él y todos los demás tener la opción
de juzgarle mal, después de todos estos años?

—Está bien, jovencito... Voy a jugar al juego de madre hasta el Catorce, pero ni
un minuto más, —suspiró Deimos. Gimió y puso sus enormes pies encima de la mesa
de café y se recostó en el sofá—. Pero, antes de irme, me tienes que contar todo
acerca de este hombre tuyo.
Í
Keith sintió que flotaba en una nube mientras se dirigía al trabajo por la mañana.
Eros se había pasado todo el fin de semana en su casa, y fue uno de los mejores
momentos de su vida. Cuando puso los ojos en Eros en el bar el de inmediato se sintió
golpeado por el joven, pero a medida que avanzaba el fin de semana y pasaban más
tiempo juntos, tenía la sospecha de que Eros también sentía lo mismo.

Keith flotó sobre su cubículo y se sentó en su escritorio. Una leve sonrisa se formó
en sus labios al recordar la dulce manera en que Eros había presionado su cuerpo
caliente contra él mientras dormían anoche. Incluso esta mañana antes de salir para el
trabajo, Eros se había dado una ducha con él, y constantemente le acariciaba como si
no pudiera mantener sus manos fuera de él.

Keith sabía que Eros había querido hacer el amor la noche anterior. Habían pasado
horas amándose el uno al otro con besos profundos y explorando el cuerpo del otro
hasta que ambos se agotaron y se quedaron dormidos. Keith definitivamente quería
tener algo más íntimo con Eros, pero estaba secretamente agradecido de esperar a
ello. Quería que lo que había entre ellos fuera especial y profundo, así que estaba
contento de haber tomado esa decisión.

Ellos se habían separado esta mañana con muchos besos y la promesa de reunirse
después del turno de Keith. Sabía que iba a ser difícil concentrarse en su trabajo debido
a la anticipación de ver a su nuevo chico. Miró por encima de su carga de trabajo y
suspiró. Tal vez si él se dedicara a su trabajo, el día se pasaría más rápido. Decidió
pasar el día lo más rápido posible, se volvió hacia el ordenador de su escritorio y se
puso a trabajar.

Pero, a pesar de que estaba decidido a concentrarse en su trabajo, su


pensamiento volvía a Eros y al increíble fin de semana que habían compartido juntos.

Te echo de menos.

Tiró el lápiz sobre el escritorio y se inclinó hacia atrás en su silla. Tal vez debería
haber tomado el día libre.

Era obvio que el día de hoy no iba a dar para mucho.

Keith sintió vibrar su teléfono móvil contra el bolsillo de su traje. Metió la mano en
su chaqueta y lo sacó. Sonrió cuando vio el nombre de Eros parpadeando en la parte
frontal del teléfono.

—Hola, cariño, tú sólo me sorprendiste pensando en ti. —A Keith le hizo cosquillas


saber de Eros tan pronto.
—Yo también te extraño. —Contestó la melodiosa voz de Eros dulcemente sobre el
receptor.

Keith sonrió. Estaba sorprendido de lo mucho que ambos parecían estar en la


misma longitud de onda la mayor parte del tiempo. A lo largo del fin de semana había
notado que Eros parecía saber lo que estaba pensando. Aunque era un poco extraño,
Keith pensó que era bastante interesante.

—Estoy sentado aquí deseando haber llamado esta mañana avisando que estaba
enfermo. No puedo sacarte de mi mente. Realmente pasamos un tiempo increíble este
fin de semana, —dijo Keith. Tomó su lápiz y comenzó a garabatear pequeños corazones
en una hoja de papel usada.

—Yo, también. Se me hizo muy difícil salir esta mañana. Tengo muchas ganas de verte
esta noche, —murmuró dulcemente Eros.

—Me siento de la misma manera. El día no puede ir más rápido, —dijo.

—Lo sé. ¿Quieres todavía que te recoja esta tarde a las seis? —preguntó Eros.

—Sí. Por mucho que me quiera hablar contigo todo el día, tengo que tratar de
trabajar un poco. Te llamaré durante mi hora del almuerzo, ¿de acuerdo?

—Estoy deseando que llegue.

Terminaron su llamada, y Keith a regañadientes apagó su teléfono móvil y trató de


volver a trabajar.

Parecía que había pasado una eternidad antes de que llegara la hora de almuerzo.
Se apartó de la mesa y sintió que alguien estaba detrás de él. Un ligero olor a vainilla
inundó sus sentidos y cuando se dio la vuelta vacilante, Eros estaba de pie sosteniendo
un gran jarrón de cristal lleno de rosas color lavanda.

—Eros ¡Qué sorpresa tan maravillosa! —Sonrió feliz al atractivo joven.

Eros sonrió y le entregó las fragantes flores. —Pensé que podía tener la
oportunidad de almorzar contigo. ¿Estás libre?

Keith asintió alegremente y colocó las flores sobre la mesa, tocando suavemente
una de las encantadoras flores. Los sedosos pétalos parecían acariciar sus dedos. —
Siempre tengo tiempo para ti. Gracias por las hermosas flores. Nunca me han regalado
nada antes.

Eros se acercó y pasó el dedo índice ligeramente sobre su mejilla. El corazón de


Keith se aceleró con el dulce y afectuoso roce.

—Tus anteriores pretendientes no apreciaron lo increíble que eres, —dijo Eros con
voz sincera. Sus desiguales ojos parecían brillar con una emoción desconocida mientras
lo miraba.
Keith sintió que su rostro se ruborizaba con las palabras del joven. Era maravilloso
ser admirado por este increíble hombre.

—Vas a consentirme, —sonrió Keith.

Eros inclinó la cabeza hacia un lado y volvió a sonreír. —Mereces que te


consientan.

Keith quería agarrar a Eros, tirar de él a su regazo, y besarle hasta dejarlo sin
sentido, pero sabía que no sería adecuado, por lo que se contuvo.

—Puedes darme un beso en el coche. —Eros parpadeó coquetamente.

¿Cómo demonios hace eso?

Keith se levantó rápidamente y miró alrededor de la oficina. La mayoría de sus


compañeros de trabajo se habían ido a almorzar, pero había unas pocas personas que
lo hacían en sus escritorios, y todos ellos los observaban con expectación.

Keith no iba anunciando su sexualidad, pero tampoco la ocultaba. Si alguien tenía


pelotas para preguntarle, él les respondía, pero en el fondo creía que eso no era asunto
de nadie. Se dio la vuelta y miró al maravilloso hombre que estaba pie delante de él.
Eros estaba radiante, su cabello rubio caía en largas ondas rizadas por su espalda.
Unos apretados vaqueros desteñidos se adaptaban perfectamente a sus caderas, lo que
acentuaba su delgado cuerpo y sus piernas perfectamente formadas. Llevaba una cara
chaqueta larga hasta la cintura de aspecto marrón desabrochada, haciendo contraste
con su lisa camisa blanca.

Una bufanda larga de cachemir rojo envolvía su cuello y hombros de forma


holgada, resaltando su aspecto cremoso y su rubia melena.

Estaba impresionante, y Keith se sentía muy orgulloso de estar con un hombre de


aspecto tan sorprendentemente sensual. De repente, el traje que llevaba le hizo sentir
un poco soso mientras permanecía de pie junto a Eros.

—Te ves muy guapo con ese traje azul, —dijo Eros, mientras miraba con aprecio a
Keith. Esas palabras y esa mirada hicieron que Keith se sintiera mejor inmediatamente.
Tenía que alejar a Eros de sus entrometidos compañeros de trabajo y solo para poder
besar esos brillantes y lustrosos labios.

Ahora.

Los ojos de Eros se abrieron como platos y sonrió con picardía hacia él. Keith
agarró ligeramente el hueco de su brazo y lo condujo fuera de la oficina hacia el
ascensor. Entraron solos en el ascensor y tan pronto como la puerta se cerró, Keith
tomó a Eros en sus brazos para darle un apasionado beso.

Eros cerró sus brazos alrededor de la espalda de Keith y se apretó contra él. Él
sabía tan delicioso como parecía, provocando que Keith lo apretara más contra él. Oyó
el ascensor parar y ellos de mala gana se separaron antes que las puertas se abrieran.
Él agarró la suave mano de Eros y salió del edificio hacia el estacionamiento. Hizo
caso omiso de las curiosas miradas y se negó a avergonzarse de los afectuosos
sentimientos que le albergaban con este atractivo joven. Caminaron hasta el coche de
Eros y abrió la puerta del copiloto para que Keith entrara. Tan pronto como su amado
estuvo a salvo en el interior y con el cinturón de seguridad puesto, Eros cerró la puerta
y luego trotó alrededor de la parte delantera del coche para el lado del conductor y
entró.

Al poner la llave en el contacto, Eros le dio un rápido guiño y rápidamente salió


del estacionamiento. Había una clara ventaja al estar dentro de un coche pequeño.

Eso de que fuera accesible para todo era realmente algo fabuloso.

Él se acercó y puso su mano en el muslo de Eros, dándole un ligero apretón.

Eros lo miró, levantó una dorada ceja perfectamente formada y sonrió antes de
volver su atención a la carretera.

De repente, se detuvo en un bar de aspecto informal y Eros aparcó el coche.


Salieron de él y entraron en el concurrido restaurante. Fueron conducidos a un
reservado en la parte trasera donde se sentaron uno frente al otro.

Los ojos de Keith estaban fijos de manera constante sobre el atractivo hombre que
estaba sentado delante de él, así que tuvo problemas para concentrarse en el menú.

Eros parecía tener el mismo problema, ya que ambos no estaban decididos cuando
la camarera se acercó para anotar su pedido. Finalmente decidieron compartir un plato
de alitas de pollo y una ración de patatas, y se alegraron cuando la camarera
finalmente se fue.

—Me gustaría que estuviéramos solos, —dijo Keith, luchando contra el impulso de
extender la mano y agarrar la del maravilloso joven. Eros le dio una brillante sonrisa y
asintió con la cabeza.

—Yo también. Al menos estaremos solos esta noche.

Keith miró a Eros coger su té helado y tomar un buen trago. Puso el vaso en la
mesa y trazó ligeramente con la punta de su dedo índice alrededor del borde de la
misma.

Aunque fue inconscientemente, el gesto de Eros era tan excitante como el infierno
para él. Era un hombre con un elegante tacto y Keith no pudo evitar estar fascinado
con todos sus movimientos.

—Quiero saber todo sobre ti.

Eros levantó la vista del vaso y se encontró con la mirada de Keith. Se encogió de
hombros y le dio una cuidadosa sonrisa que no llegó a sus ojos.

—Yo también quiero saber todo sobre ti.


Keith sonrió y extendió la mano palmeando ligeramente la de Eros.

—Me temo que no hay mucho más que pueda decir de lo que no sepas ya, —
respondió.

Eros sacudió la cabeza y sonrió. —Oh, creo que hay... por ejemplo... ¿qué te hizo
ser contable?

Antes de que Keith pudiera responder, la camarera llegó y puso la comida delante
de ellos. Keith miró a Eros agarrar un trozo de patata y sumergirla en la salsa antes de
darle un buen bocado. Para un hombre tan pequeño, Eros realmente tenía un gran
apetito.

—Lo de siempre, supongo. Siempre he sido bueno con los números, así que era
natural que fuera contable. Definitivamente no es el trabajo más emocionante del
mundo, pero paga las facturas y me gusta, —respondió Keith antes de coger una alita
caliente y darle un bocado.

—Sólo porque pienses que no es un trabajo emocionante, no quiere decir que no


sea importante. Estoy seguro de que hay un montón de gente ahí fuera que tienen
'emocionantes' puestos de trabajo y quisieran poder hacer lo que haces.

Keith soltó un bufido. Tenía serias dudas de las personas que tenían carreras
interesantes como ser un agente de policía o incluso un ponerse en la piel de un
carnicero.

—¿Qué fue todo eso? —Cuestionó Eros.

—¿Qué fue qué?

—¿No me crees?

Keith miró a Eros y se encogió de hombros. —No es que no le crea, pero estoy
bastante seguro de que la mayoría de las personas que no son contables están alegres
de no serlo.

Eros negó con la cabeza. —¿No sabes que no todo el mundo puede hacer lo que
haces? Puede que no tengas un trabajo peligroso, pero todavía tienes habilidad para
hacerlo. Debes darte más crédito a ti mismo, —declaró Eros mientras empujaba
juguetonamente con su pie la pierna de Keith bajo la mesa.

Keith sonrió y rozó ligeramente la parte inferior de la pierna de Eros con la punta
de su zapato. Sabía que Eros le seguía la corriente y se alegró de que el joven
pareciera estar distraído con el juego de pies que habían empezado a jugar bajo la
mesa.

Luego dirigió la conversación hacia otras cosas que tenían en común, como su
amor por la música, la lectura y la historia.

—Tu nombre realmente me fascina, —dijo Keith antes de tomar un buen sorbo de
té.
—¿Mi nombre? ¿Cómo es eso?

—¿Son tus padres fans de la mitología griega? Es interesante que te hayan puesto
de nombre como el famoso Dios del amor y la belleza. Te queda bien. —Keith le sonrió
cariñosamente.

Las mejillas de Eros se sonrojaron mientras se encogía levemente de hombros. —


Se podría decir que si.

—¿Tienes hermanos o hermanas? —Eros parecía retorcerse en su asiento y asintió


con la cabeza.

Interesante. ¿Por qué no quiere hablar de su familia?

—No es que yo no quiero hablar de ellos. Simplemente no quiero entrar en eso


ahora, —declaró Eros mientras le hacía señas a la camarera para que les trajera la
cuenta.

Keith le miró sorprendido. ¿Cómo es que sigue haciendo eso?

Eros se limitó a sonreírle inocentemente y pagó la cuenta.


Í
Eros se quedó mirando su reflejo en el espejo por centésima vez en la última hora.
Sus ojos se movieron de forma crítica sobre su apariencia y suspiró derrotado. Sabía
que mucha gente encontraba muy atractiva su angelical apariencia y su baja estatura,
pero no podía evitar desear ser tan masculino y alto como su hermano Deimos. A
medida que sus desiguales ojos miraban por encima de su pálida y delgada piel, envió
un silencioso gracias a Zeus por hacer que Keith se sintiera atraído por él, por su
andrógina constitución y por todo.

Se ajustó la camisa de seda roja y agarró el cepillo de su cómoda. Sabía que Keith
prefería su pelo largo y rubio suelto y él quería estar radiante esta noche, así que
apartó los rebeldes rizos hasta que estuvieron vibrantes y radiantes. Bajó el cepillo
hacia la cómoda y se sorprendió cuando vio un par de ojos color amatista mirándole a
través del reflejo en el espejo.

—Por amor a Zeus, ¡Anteros! ¿Qué te he dicho sobre que te presentes de esta
manera sin avisar? ¿Que cojones estás haciendo aquí? —Reclamó Eros. Se dio la vuelta
y le dio a su hermano lo que esperaba que fuera una escalofriante mirada.

Anteros rió de buena gana y lanzó sus brazos alrededor de Eros en un rápido
abrazo. —Oh, Eros, no te enfades. Acabo de visitar a madre y ella me habló de tu
pequeña aventura.

Eros sintió que su rostro se ruborizaba de ira. Debería haber sabido que su madre
no podía mantener su boca cerrada.

Anteros se alejó de Eros y le sonrió dulcemente reflejando la suya.

—Ahora, mi querido hermano, ya sabes, una vez que escuché acerca de tu misión,
tuve que venir a ver si estaban saliendo bien las cosas. Espero que las cosas están
yendo espléndidamente para ti, —dijo Anteros. Él dio un paso atrás, se sentó en el
borde de la cama y comenzó a dar botes, con una mirada malvada en su angelical
rostro.

—Sí, sí, es maravilloso verte... Ahora vete. —Eros señaló hacia la puerta.

Los maravillosos ojos de Anteros se abrieron e hizo un infantil puchero con su


labio inferior.

—¿Tan pronto? ¿No le vas a ofrecer por lo menos un cóctel a tu hermano antes de
darle largas?

Eros sabía que estaba condenado. Si alguien era más terco que él o Deimos, era
Anteros. Había aprendido por experiencia que cuando se trataba de lidiar con su
hermano pequeño, era mejor ceder a sus exigencias o deliberadamente se quedaría y
arruinaría los planes que tenía con Keith para la noche.

Eros suspiró.

—Vamos, hermanito. Ha pasado demasiado tiempo desde que nos vimos la última
vez. ¿Qué tal un trago antes de despedirme de tu encantadora compañía?

Amaba a Anteros, pero podría ser un gran dolor en el culo cuando quería. Eros
miró el reloj y vio que Keith no llegaría por lo menos hasta dentro de quince minutos
más o menos. Tal vez podría conseguir que su malcriado hermano se tomara una copa
y luego hacer que se fuera antes de que Keith llegara allí.

—Vamos. ¿Te he dicho alguna vez que eres un dolor en el culo verdad? —Eros le
preguntó mientras salía de su dormitorio y se dirigían a la cocina.

Anteros se rio. —Con frecuencia, querido hermano, y sabes que no me podrías


cambiar, incluso si pudieras.

Eros tenía serias dudas de eso, por lo que optó por ignorar el comentario. Cogió
dos vasos de vino del armario de la cocina y los puso sobre la encimera. Sintió los ojos
de Anteros en él mientras buscaba el sacacorchos y abría la botella de vino tinto que
había estado guardando para la cena de esta noche. Estaba nervioso y sentía que su
estómago se agitaba mientras le entregaba el vaso a su hermano. Podía decir por la
mirada de preocupación que Anteros tenía en su cara que estaba preocupado por su
bienestar.

Anteros podría estar interfiriendo en ocasiones, pero Eros nunca dudó del amor
que su hermano menor le profesaba. Se sentía un poco culpable por pedirle que se
fuera, pero tenía grandes planes con Keith y Eros sentía que cada momento que pasaba
con Keith era maravilloso.

—¿Cómo estás, Anteros? —Preguntó.

Esos hermosos ojos se iluminaron divertidos.

—He estado muy ocupado, pero bueno. Siempre me sorprende el cómo los seres
humanos no aprecian el don del amor que se les da. —Anteros hizo una pausa y tomó
un sorbo de vino tinto de su copa antes de continuar—. Esto puede ser desalentador
realmente... pero basta de hablar de mí... debes decirme que estás haciendo. ¿Has
encontrado ya a tu verdadero amor?

Eros se apoyó contra la encimera de la cocina y asintió.

—¡Joder! ¡Lo has encontrado! ¡Suéltalo! —Anteros prácticamente vibraba de


emoción.

Eros no pudo detener la sonrisa que se formó en su rostro. —Bueno, su nombre es


Keith y él es todo lo que he soñado y más. Es inteligente y guapo y tiene un sentido del
humor que yo adoro.

Anteros se golpeó las manos y se estabilizó. —¡Oh, Eros, estoy muy contento por
ti, hermano! ¿Lo amas? ¿Siente lo mismo por ti?

Eros se rió de la entusiasta actitud de su hermano y tomó un buen trago de su


vino antes de continuar. —Creo que sí. Hemos dedicado todos los momentos libres que
hemos tenido juntos desde que nos conocimos hace tres semanas y ha sido
maravilloso.

—¡Oh, Eros, es fantástico! ¿Qué piensa el sobre que eres Cupido y todo eso? ¿Vas
a ser llevarlo a conocer a madre la próxima semana?

Eros se encogió de hombros y jugueteó con los botones de su camisa.

—¿Eros?

Eros miró de mala gana a los preocupados ojos de su hermano y se encogió de


hombros.

—¿Y bien? —Anteros ladeó la cabeza a un lado y miró a su hermano con


expectación.

Lo que más temía Eros era la reacción de Keith cuando le dijera la verdad sobre su
identidad secreta. Ellos se estaban llevando muy bien, y nunca había sido tan feliz
como se sentía en ese momento. Sabía que una vez que le dijera a Keith la verdad, eso
iba a cambiar su relación para siempre, y no estaba preparado para eso.

—No he hablado con el de eso todavía.

La mandíbula de Anteros se desencajó y sus ojos se abrieron con asombro. —


¿Hablas en serio? Por todo el Hades, ¿por qué no lo has hecho? No es algo que de lo
que debas avergonzarte, lo sabes.

Eros suspiró y asintió. —No estoy avergonzado. No sé cómo decírselo. ¿Cómo


decirle al hombre que amas que eres Cupido? Él va a pensar que soy una especie de
chiflado. Me preguntó varias veces sobre mi familia y ha tenido curiosidad por mi
nombre, pero no me he atrevido a decírselo. —Eros hizo una pausa y tragó el nudo que
se había formado en la garganta—. Tengo miedo de cómo será su reacción. ¿Y si él se
enfada por no habérselo dicho, o si me hace a un lado a causa de ello? ¿Qué voy a
hacer, Anteros? —Eros de repente sintió frío y se envolvió con sus brazos alrededor de
su pecho.

Un destello de ira brilló como gemas en los ojos de Anteros y se puso de pie
directamente delante de él mientras se acercaba y frotaba suavemente sus manos
sobre los hombros de Eros. Su hermano sabía mejor que nadie sobre los que
despreciaban el amor con el que se les había bendecido. Después de todo, no le
llamaban ellos Anteros “el vengador del amor no correspondido” por nada.

—Si él no te acepta por ser quien eres, entonces no te merece, —declaró


firmemente Anteros mientras le daba a Eros una pequeña sacudida.

—¿Eso crees?
—Por supuesto.

Eros sintió que las lágrimas brotaban de sus ojos y asintió. Nunca había amado a
su hermano más que en ese momento. Anteros podría ser un dolor, pero su intención
era buena. No podía dejar de pensar que las cosas no iban a ir bien cuando le dijera a
Keith la verdad. No sólo era que su historia fuera a sonar increíble, si no que Eros sabía
que Keith probablemente tendría que desarraigar su vida si quería algún futuro con él.
Sabía que era mucho pedir a alguien, incluso si era tan increíble como Keith.
Í
Keith aparcó su coche detrás del pequeño Miata rojo de Eros y apagó el motor. Se
sintió muy excitado ante la idea de pasar el fin de semana con Eros. Las últimas
semanas habían sido la experiencia más increíble de su vida. No podía creer lo rápido
que el joven se había introducido la vida de Keith y en su corazón.

Un pálpito de nerviosismo y felicidad atravesó prácticamente todo su cuerpo al


tiempo que cogía su bolsa de viaje y salía de su coche. Cerró la puerta con su llave, y
caminó por la vereda hasta la puerta de Eros.

La casa de Eros era más pequeña que la suya, pero le gustaba. Últimamente había
caído en el hábito de alternar su tiempo entre su casa y la de Eros. Al igual que su
casa, Eros había decorado su casa para que fuera más confortable que sofisticada y
Keith se sentía tan a gusto aquí como en su en su propia casa.

Tal vez no era la casa o las decoraciones lo que le hacía sentirse tan bien recibido.
Keith seriamente comenzó a sospechar que el estar alrededor de Eros era lo que le
hacía sentirse de esa manera.

Eros realmente le hacía sentirse como en casa.

Keith se paró frente a la puerta verde y llamó suavemente.

Cuando Eros no contestó unos minutos más tarde, él volvió a llamar.

Después de esperar más de un minuto, empezó a inquietarse un poco.

Tal vez sea porque esté al teléfono o tomando una ducha. No le importará si me
presento.

Keith giró el picaporte y abrió la puerta lentamente.

—Eros, soy yo. Voy a entrar, ¿de acuerdo? —Entró en la casa y cerró la puerta
detrás de él. Podía oír el leve rumor de voces provenientes de la cocina, así que puso
su bolsa de viaje en el vestíbulo y se dirigió hacia ellos.

Cuando se acercó a la cocina, vio a un hombre de corta estatura con pelo largo
color rubio miel abrazando a Eros fuertemente.

¿Qué demonios?

Eros rápidamente se alejó del hombre y lo miró con brillantes ojos. Una enorme
sonrisa se formó en su hermoso rostro mientras lo miraba.

Keith le devolvió la sonrisa y se dirigió rápidamente hacia él.


—¡Keith! no te oí entrar. Ven a conocer a mi hermano, Anteros. —Eros señaló al
hombre de pie junto a él.

Keith miró al hermano de Eros y se detuvo en seco.

—Hola, soy Keith Seely. Un placer conocerte, —dijo Keith, y tendió la mano al
misterioso hombre para saludarle.

Anteros sonrió y rápidamente se la estrechó.

Sus ojos son de color púrpura.

A excepción de los ojos y que el cabello de Anteros era rubio oscuro, ambos
parecían casi exactamente iguales.

—Es para mí un placer conocerte, Keith. Eros estaba contándome todo sobre el
hombre que le ha robado el corazón, —respondió Anteros.

Aunque la voz Anteros era casi tan melódica como la de su amado, de alguna
manera sonaba más fuerte. Como si Anteros fuera más cínico o más duro.

Interesante.

Había una frialdad en sus ojos que hizo que Keith quisiera retorcerse
incómodamente bajo esa directa y omnisciente mirada.

Él rompió el contacto visual con la dura mirada color amatista de Anteros, y se


refugió en la cálida mirada de Eros, provocando que su corazón palpitara de felicidad.

—Hola, cariño. Te extrañé. —Extendió la mano y tiró de su dulce hombre hacia él.

—Yo también te extrañé. —Eros se puso de puntillas y levantó la cara para darle
un beso de bienvenida.

Keith se inclinó y presionó sus labios contra los suaves suyos. El delicioso aroma
de vainilla de Eros inundó sus sentidos mientras envolvía al joven en los brazos y lo
atraía más cerca.

Le encantaba la forma en Eros se sentía en sus brazos. Echaba de menos esto


hoy. Echaba de menos a Eros.

De mala gana, apartó sus labios de los de Eros y miró profundamente a los
chispeantes ojos que tanto amaba. Frotó suavemente la punta de su respingona nariz
contra la de Eros, así que él podía tener entre sus brazos a su tesoro por un momento.

Podía sentir los ojos de Anteros perforar la parte posterior de su cabeza,


desconcertándole. Suavemente se apartó de los brazos de Eros y agarró su mano. Se
volvió hacia Anteros y forzó una sonrisa en su rostro. A pesar de que el hombre le
ponía los pelos de punta, todavía era su amado hermano.
Anteros apartó la mirada sobre él para centrarse en su hermano y una ligera
sonrisa se formó en su rostro.

—¿Qué vamos a cenar?

Keith subió las gafas más arriba en la cara y luchó contra el impulso de encogerse.
En su lugar, intentó poner lo que esperaba que pareciera ser una sincera sonrisa en su
rostro. —Eros y yo íbamos a pedir algo de comida china. ¿Quieres unirte a nosotros?

—Me encantaría. Gracias.

Eros le miró con una compasiva expresión antes de dar a su hermano una severa
mirada. —Um, Anteros, creía que tenías que estar en alguna parte.

Anteros negó con la cabeza. —No. Estoy deseando pasar algún tiempo contigo y tu
chico, hermanito. —Miró a Keith y sonrió inocentemente—. ¿Podemos pedir pollo al
limón? Es mi favorito.

Keith no se dejaba engañar por esa inocente sonrisa, pero no podía evitar sentirse
fascinado por el prepotente hermano menor de Eros. Instintivamente sabía que este
pequeño hombre estaba mirando por el interés de su hermano. Keith tomó en ese
momento la determinación de ganarse al irascible hombre.

—El mío también. Voy a llamar.

Después de Keith hiciera un enorme pedido de comida para llevar, Eros le ofreció
un vaso de vino. A pesar de que él no era un gran bebedor de vino, pensó que tal vez
debería tener un poco valentía para llegar hasta la cena por si acaso Anteros le sometía
a un tercer grado, el cual estaba sentado en la mesa redonda como si estuviera en su
casa.

Keith sintió que Eros tiraba suavemente de su mano y bajó la mirada hacia él.

—¿Estás bien con esto? Lo siento, Keith. Se acercó sin previo aviso. —Eros
mordisqueó el labio inferior, como mirándole preocupado.

Keith se inclinó y besó la frente Eros. —Por supuesto, cariño. Él es tu hermano. No


puedo esperar para escuchar algunas historias sobre ti y tu familia. No te preocupes,
¿de acuerdo?

Le pareció oír a Eros algo entre dientes como “Eso es lo que me da miedo” pero no
estaba seguro. Keith apretó la mano de Eros con suavidad antes de soltarla y
acercarse a la mesa para unirse con el hermano de Eros.

—Entonces, Keith... ¿qué haces para ganarte la vida?

—Soy contable. ¿Y tú?

Eros se aclaró la garganta y le dio a su hermano una mirada de advertencia.


Anteros levantó la ceja y los hermanos se miraron durante unos momentos antes de
que Anteros asintiera ligeramente, miró a Keith y se encogió de hombros. —Bueno, yo
no sé qué te ha dicho Eros, pero tenemos una especie de negocio familiar donde todos
tenemos talentos especiales.

Keith se sintió un poco inquieto ante las palabras de Anteros, pero asintió con la
cabeza.

—Nuestro hermano mayor, Deimos, es el cerebro de la familia. Él es el


emprendedor o el que se encarga de nuestro pequeño negocio. Nuestro querido Eros,
aquí, trata de hacer que el cliente esté satisfecho y mi trabajo es atender las quejas,
por decirlo de alguna manera.

Keith se sintió confundido. ¿Empresa familiar? Joder, Anteros lo planteó como si


fueran una especie de mafia o algo por el estilo con todo este discurso codificado de
negocio familiar. Miró a Eros que estaba prácticamente disparando dagas por sus
hermosos ojos a su hermano.

—¿Qué tipo de empresa es? —Preguntó.

Anteros tomó un delicado sorbo de su vino y se encogió de hombros. —Se podría


decir que estamos en el negocio de hacer que la gente se enamore.

—¡Anteros! Keith no quiere oír hablar de eso. Ha tenido un día largo, así que
vamos a dejarlo. —La voz de Eros era más fuerte de lo que Keith había oído nunca
antes, y por la mirada de advertencia que le dio a su hermano, Keith sintió un nudo en
el estómago.

No me va a gustar esto, ¿verdad?

Keith nunca había comunicado deliberadamente algo a Eros de sus pensamientos


antes, pero estar con Eros en las últimas semanas, y la manera en que Eros siempre
parecía saber lo que estaba pensando, le hizo empezar a creer que realmente podía
leer su mente.

Se encontró con una calmada y sorprendida mirada de Eros.

No sé. La voz de Eros habló claramente en su mente.

Fue un poco extraño escuchar otra voz dentro de su cabeza, pero Keith apartó a
un lado la incómoda sensación. Eros parecía tan solemne y casi asustado que decidió
cambiar el tema. Esto no era algo que él quisiera hablar con el hermano menor de Eros
a su lado.

Está bien amor. Hablaremos de ello más tarde.

Eros pareció aliviado y asintió. Keith tenía la sensación de que iba a ser una noche
larga.
Í
Eros iba a matar a su hermano.

No sólo se había invitado a cenar a sí mismo, la explicación a medias que dio


sobre sus funciones dentro de la familia sólo sirvió para que Keith aún sospechara más
y estuviera más confuso. Sabía que en el fondo Anteros estaba realmente tratando de
mirar por él, pero en vez de ayudar, sólo estaba empeorando las cosas.

Al menos Keith había cambiado el tema y la cena había transcurrido un poco más
amena. Pero el dolor en el estómago y el nerviosismo por hablar con Keith después que
su hermano se fuera hicieron que Eros no pudiera comer. Para colmo de males, Keith
le había hablado deliberadamente a él en su mente e incluso entendió a Eros cuando le
respondió.

Eros supo una vez que pudo oír los pensamientos de Keith que ellos eran
realmente almas gemelas. De esta capacidad no se hablaba mucho entre su familia y
sus compañeros, pero él había oído que esto sucedía cuando alguien en su familia
encontraba su verdadero amor. Corría el rumor de esto era un regalo dado por Zeus
para que verdaderamente supieran cuando habían encontrado a alguien especial en su
vida. Ahora que Eros sabía con certeza que era verdad, no podía evitar sentirse muy
contento por conocer a la persona indicada para él.

Eros brevemente se preguntó si su madre nunca lo había experimentado. Tal vez


por eso nunca se estableció con alguien por mucho tiempo.

Deberías tratar de comer algo, cariño.

Salió de su silencioso ensimismamiento cuando escuchó la voz de su amante


susurrar en su mente.

No tengo hambre en este momento. Comeré algo después.

Miró a los preocupados ojos de Keith y le sonrió débilmente.

Keith le sostuvo la mirada por un momento y asintió.

—¡Oh Zeus! ¿Están haciendo lo que creo que ustedes dos están haciendo? —
preguntó Anteros. Su hermano casi parecía aturdido.

—¿Qué crees que estamos haciendo, Anteros? —preguntó Keith.

Anteros ignoró la pregunta de Keith y miró inquisitivamente a Eros.

A pesar de que Eros se sentía miserable, no pudo detener la sonrisa que se


formaba en su rostro. Los ojos de Anteros se abrieron como platos y su mandíbula se
abrió. —Eros... ¿sabes lo que significa? Yo pensaba que el ser capaz de escuchar la voz
de tu alma gemela en nuestra cabeza era un mito, pero ahora que veo que no es así,
estoy muy contento por ti.

Eros sintió su cara acalorarse su cara. —Gracias, Anteros.

Obviamente aturdido por este giro sorprendente de los acontecimientos, Anteros


arrojó la servilleta sobre el plato vacío, se puso de pie y miró a Keith. —Nunca soñé
que podría ser verdad. Me voy ahora. Ha sido un honor conocerte, Keith. Bienvenido a
la familia. —Luego miró a Eros y una hermosa sonrisa se formó en su rostro—.
Felicidades, hermano. Creo que has encontrado exactamente lo que estabas buscando.

Los ojos color purpura de Anteros se endurecieron un poco cuando su mirada cayó
sobre Keith. —Eros es muy especial para todos nosotros y si le haces daño de cualquier
manera, voy a volver y personalmente te patearé el culo.

A pesar de que Anteros era mucho más pequeño que Keith, por alguna razón,
Keith le creyó.

—Nunca le haría daño intencionalmente a Eros. Me preocupo demasiado por él.

—Ten cuidado de no hacerlo. —Anteros miró a su hermano y le guiñó un ojo—.


Hasta luego, hermano.

Una vez que las palabras salieron de su boca, Anteros simplemente desapareció
en el aire.

—¿Qué diablos? —Keith miró el espacio vacío donde Anteros había estado de pie.

—A Anteros siempre le ha gustado salir de forma dramática, —gimió Eros.

¡Maldita sea!

—Maldita sea es correcto. ¿Es mi imaginación o él acaba de desaparecer en el


aire? ¿Es esto una especie de broma de mal gusto o algo así? ¿Qué son ustedes... una
especie de magos o algo así? —Keith se giró hacia él con una mirada de asombro en su
rostro.

—Keith, puedo explicarlo...

—Por supuesto que tienes que explicarte. Joder, ¿Eros? Sabía que estabas
ocultando algo. Siempre has sido tan misterioso sobre tu familia y tu pasado, y
estúpido de mí, asumí que tal vez estabas alejado de tu familia o algo así, pero
obviamente no es así, ¿verdad? —preguntó Keith.

Sus ojos verdes ardían con furia a través del resplandor de las gafas.

Eros sabía que se merecía el desprecio de Keith, pero le dolía de igual manera.
Podía ver la feliz vida que había previsto con Keith deslizarse a través de sus dedos. Un
miedo y una desesperación que Eros nunca había sentido parecían fluir a través de
cada nervio de su cuerpo haciéndole temblar por completo.
Keith nunca iba a aceptar y entender nada de esto.

—¿Y bien? ¿No vas a decir nada?

Eros no fue capaz de poder hablar con el gran nudo que se había formado en la
garganta. Desde que podía recordar, nunca había sido bueno con los enfrentamientos,
eso era algo en lo que sus hermanos sobresalían, y ya que era más de la actitud de
'haz el amor, no la guerra' a menudo se le trababa la lengua cuando se encontraba en
una situación hostil.

Sobre todo cuando sabía que estaba equivocado.

Como ahora.

Lo siento.

Keith cerró los ojos y respiró profundamente. Se arrodilló delante de Eros y


envolvió su cálida mano sobre la fría de Eros.

Cariño, yo también lo siento. No quiero discutir.

—Yo tampoco, —le susurró Eros. Llevó la mano de Keith a su boca y apretó sus
labios suavemente contra los suyos. Lo siguiente que Eros supo, era que estaba a
horcajadas en el regazo de Keith en el suelo y envuelto con fuerza en el cálido abrazo
de Keith. Entre la seguridad de los brazos de Keith y los dulces pensamientos que
inundaban la mente de Eros, de inmediato se sintió relajado.

Tal vez todo iba a estar bien después de todo.

—Vamos, cariño. Vamos a la sala de estar y hablemos, ¿de acuerdo?

Eros de mala gana se apartó de Keith y se levantó. Ayudó a Keith a levantarse del
suelo y caminaron de la mano a la sala de estar. Keith se sentó en el sofá y tiró
suavemente de Eros a su regazo de nuevo.

Eso hizo que se templara el corazón de Eros ya que Keith aún lo quería cerca,
aunque ambos sabían que iban a tener una conversación dura por delante. Eros
sostuvo una de las manos de Keith y comenzó a delinear la parte superior de la misma
con sus dedos. Keith giró su mano y deslizó sus dedos a través de la mano Eros y la
apretó suavemente.

El tranquilizador toque de Keith y su reconfortante presencia dieron a Eros la


fuerza que necesitaba para empezar a hablar.

—Primero, quiero disculparme por no haber hablado contigo acerca de esto antes.
No ha sido fácil ocultarte mis secretos porque me importas mucho. Cuando te conocí,
supe inmediatamente que teníamos una conexión y quería asegurarme de que se
convertiría en algo especial antes de que te hablara de mi familia y de mí. —Eros miró
a los interesados los ojos verdes de Keith, respiró hondo y continuó—. Me preguntaste
varias veces sobre mi tocayo y la singularidad de ello. Eros es mi nombre, pero
también soy conocido con otro nombre: Cupido.
Eros dejó de hablar cuando vio la confusión atravesar la cara de Keith. —¿Cupido?
¿Al igual que el joven querubín que vuela con alas diminutas y dispara con su arco y
flechas? ¿Al igual que el dios del amor sexual y la belleza? ¿Estamos hablando de
Cupido?

Eros asintió.

—¿Qué estás tratando de decir, Eros? ¿Está insinuando que no sólo tienes su
mismo nombre, sino que eres él? —Keith parecía totalmente atónito ante la singular
idea de que su amado era un ser místico.

—Sé que parece una locura, Keith. Sólo escúchame antes de emitir un juicio,
¿si?—Eros le rogó mientras estrechaba la mano de Keith en un firme agarre. Eros tenía
miedo de que una vez que se lo explicara todo Keith se marchara. Podía sentirse a sí
mismo temblando de miedo, pero él volvió a respirar hondo para ordenar sus
pensamientos y calmar sus crispados nervios.
Í
—¿Cupido? ¿Lo dices en serio?

—Lo digo en serio, —susurró Eros.

El impacto que Keith había sentido empezó a tornarse en ira.

¿Qué clase de juego estaba jugando Eros?

—Por favor, créeme cuando te digo que no estoy jugando a ningún juego, Keith.
Soy el dios primordial del amor y la belleza. Desde que tengo memoria, he llevado a
otros a que encontraran su verdadero amor con la ayuda de mi arco y flechas mágicas.
Pero, desde el desastre con Psique, he temido que nunca encontraría a nadie que
pudiera llamar mío. A lo largo de mi existencia, y con mi magia, he acompañado a
millones de personas y las he hecho muy felices. —Eros le miró con ojos suplicantes.
Agarró la parte delantera de la camisa de Keith desesperadamente, como si pudiera
mantener a Keith para que no se alejara de él antes de continuar.

—Aunque me encanta lo que hago, todo lo que he conocido es la soledad. He


soñado con encontrar mi propio compañero durante años, pero nunca he sido capaz de
escapar de mis funciones el tiempo suficiente para encontrar a ese hombre especial. De
alguna manera logré convencer a mi madre para que me permitiera tener algo de
tiempo para mí mismo y ver si podía encontrar mi amor sin usar magia o hechizos.

Keith deliberadamente desvió la mirada del suplicante rostro de Eros y respiró


profundamente para calmar sus crispados nervios. El enojo y la frustración hicieron que
su corazón latiera fuertemente en su pecho. Alzó la mano y agarró las manos de Eros y
las apartó del fuerte agarre que tenía sobre la camisa. Tan pronto como Eros las liberó,
Keith lo levantó de su regazo y lo depositó en el cojín del sofá al lado de él.

Necesitaba tiempo para pensar con claridad, y no podía hacerlo con el suplicante y
dulce rostro de Eros y su cálido cuerpo tan cerca del suyo.

—¡Esto es una locura, Eros! No sé si debo admitir que estás loco de remate o
darte un premio por contar una historia tan salvaje. —Keith se levantó y empezó a
caminar hacia atrás y hacia delante en frente del sofá.

—¡Lo sé, Keith! ¡Te juro que te estoy diciendo la verdad! Pensé que una vez que
llegáramos a conocernos mejor, sería más fácil confesar la verdad, pero en su lugar se
ha convertido en algo más difícil para mí el decirte la verdad sobre quien realmente
soy. He querido decírtelo desde hace semanas, pero no sabía cómo hacerlo. Tenía
miedo de que pudieras llegar a odiarme o pensar que estoy loco, y no me equivoqué, —
dijo Eros con voz entrecortada mientras retorcía las manos en su regazo con
ansiedad—. El asunto es que... estoy enamorado de ti, y creo que es posible que
también me ames. Yo sé que con un poco de trabajo y entendimiento, podemos
conseguir ir más allá de todo esto y construir una vida juntos.

Keith miró la esperanzada expresión de Eros y negó con la cabeza.

—Y, ¿cómo demonios lo hacemos, cariño? ¿Se supone que debo quedarme aquí
solo mientras tú estás fuera jugando a Cupido? ¿Cuándo te veo, los días festivos y fines
de semana?

Eros saltó sobre sus pies y se detuvo justo delante de él y le dio una
esperanzadora sonrisa. —Por supuesto que no. Sinceramente, no sé cómo podría
funcionar, pero de alguna manera podemos solucionarlo. Tal vez pueda conseguir que
mi madre pueda darme más tiempo libre o algo así. El punto es... que podríamos ser
felices juntos, sólo si nos das una oportunidad.

Keith de repente tuvo una visión de Eros atravesando por en medio de la noche,
escasamente vestido con unas pequeñas alas en su espalda, con un gran arco y flechas
doradas en sus distinguidas manos. La imagen fue suficiente para que comenzara a
reírse histéricamente.

La expresión de esperanza en el rostro de Eros cambió a una más cautelosa. Dio


un paso hacia Keith y se envolvió con sus brazos sobre su pecho, como si se tratara de
consolarle.

Oh, Dios mío, ¿y si utiliza una flecha encantada en mí? ¿Qué pasa si mis
sentimientos por él no son más que una cortina de humo?

El devastador pensamiento fue suficiente para detener a Keith en seco.

—¡No, Keith! Eso no es cierto, lo que tú sientes por mí es real y no he hecho nada
para fomentarlo. Tienes que creerme... por favor, créeme. —Eros se lanzó contra de
Keith en un desesperado abrazo.

El dolor y la ira hervían en las venas de Keith. Él se soltó de los brazos de Eros y
señaló con un dedo tembloroso hacia él. —¡Fuera de mi cabeza, Eros! Sólo dime ¿cómo
demonios se supone que debo creerte? ¿Eh? ¡Tú has sido más que deshonesto conmigo
desde que nos conocimos! ¿Quién me dice que no has utilizado tu magia para obtener
lo que quieres? —Keith sabía que su voz se había vuelto más dura con cada palabra
que pronunciaba, pero en estos momentos no le importaba. Eros le había herido, le
había mentido, y le había utilizado como un tonto. Los recuerdos de sus amantes del
pasado y todo el dolor que había sufrido en los últimos años lo arrinconó y en ese
instante, Keith supo que tenía que salir.

Necesitaba estar solo.

Los ojos de Eros brillaban vidriosos. —Por favor, Keith. ¿No podemos hablar de
esto? Saldré de tu cabeza, dejaré que te desahogues y grites todo lo que quieras...
pero no me alejes. —La voz de Eros se quebró mientras las lágrimas se deslizaban por
sus mejillas y las limpió de forma precipitada—. Te amo. Todo lo que hemos pasado
juntos ha sido real. No usé ninguna magia en ti. Todo lo que sentimos el uno por el otro
es verdad... por favor, no me dejes.
Keith miró a Eros y drenó la ira fuera de él. Necesitaba tiempo para pensar sin que
su amado estuviera tratando de influir en él.

—Necesito un poco tiempo a solas, —dijo alejándose de Eros—. Espero que


respetes mi privacidad, Eros. No me llames o vengas a verme... y no te entrometas en
mi vida.

Keith tuvo que alejarse de Eros antes de que la devastación que reflejaba el rostro
de su amante le influyera de una manera u otra.

—No, Keith... por favor, no te vayas —susurró Eros.

Keith no pudo responder debido al nudo de desesperación que se había atascado


en la garganta. Él negó con la cabeza mientras se obligaba a sí mismo a darse la vuelta
y alejarse.

Se alejaría del único hombre al que podría llegar a amar más que a la vida misma.

Posiblemente para siempre.

Keith deliberadamente se aisló del mundo. Desde que había salido de la casa de
Eros hacía cinco días, no hacía más que pasear solo por su casa, reproduciendo una y
otra vez en su cabeza las últimas semanas que había pasado con Eros.

No podía comer, apenas dormía, y no se había duchado desde que había llegado a
casa. No podía quedarse varado en esa actitud lastimosa en la que se revolcaba ahora.
De manera realista, sabía que tenía que afrontar esta situación, cuidar de sí mismo, e ir
a trabajar en vez de llamar diciendo que se encontraba enfermo para que poder
sentirse miserable en casa. Él simplemente no podía hacerlo solo. Sin Eros en su vida,
no había color. Todo se había desvanecido al blanco y negro y no sabía qué hacer con
eso.

Para empeorar las cosas, Eros no lo había llamado o visitado. Sabía que Eros sólo
estaba haciendo lo que Keith le había pedido que hiciera, pero Keith no podía dejar de
esperar que su maravilloso amante diera el primer paso y lo llamara de todos modos.

La culpa de que Eros estuviera alejado de Keith era suya y lo sabía.

Tenía que salir de su miserable actitud y rogarle a Eros que lo perdonara por ser
tan idiota, pero el miedo al rechazo y a lo desconocido lo mantenían encerrado,
insatisfecho con su propia compañía.

Llevaba muchas horas pensando sobre la verdadera identidad de Eros. A pesar de


que se preguntaba si había sido víctima de la magia de Eros, su corazón sabía la
verdad.

El amor que compartieron juntos había sido real.

Ahora, ¿qué diablos debería hacer? ¿Cómo iban a estar juntos? Keith no quería ser
sólo un accesorio o una pequeña parte de la vida de Eros y no importaba cuantos
escenarios diferentes pasaron por la cabeza de Keith, honestamente no sabía cómo iba
a funcionar.

Luego estaba el hecho de que Eros no sólo era inmortal sino también un dios.
¿Cómo un ser humano podía ser capaz de construir una vida con alguien tan increíble
cómo él? ¿Qué pasaría cuando Keith muriera? ¿Me olvidaría Eros y buscaría a otro?

No, era mejor terminar con Eros ahora en lugar de dejarlo pasar más tiempo. Así,
Eros podría encontrar a alguien a quien amar, y Keith finalmente recuperaría su vida al
mismo tiempo.

Quizás sí.

Quizás no.

Keith se dirigió a su dormitorio y volvió a la cama. Se tapó la cabeza con las


mantas, decidido a aislarse del resto del mundo por algún tiempo más.

Tal vez si durmiera durante los próximos años lo superaría.

Keith oyó un ruido sordo antes de apartar las mantas de su cabeza. Sorprendido,
gritó y miró a los furiosos ojos negros de un enorme y musculoso hombre de pie junto
a la cama.

Keith gritó.

El enorme hombre con una expresión furiosa en su rostro parecía que iba a
matarlo.

—Oh, cállate. Por Zeus, vosotros los humanos me ponéis de los nervios, —gruñó el
gigante. Lanzó la ballesta de oro y las flechas a los pies de la cama y puso sus grandes
y gastadas manos en sus caderas mientras miraba hacia abajo a Keith.

Keith dejó de gritar y se empujó contra la cabecera de su cama. —Mira, tío, coge
lo que quieras. No tengo mucho, pero coge lo que desees, —dijo Keith haciendo un
gesto a la habitación en general.

El gigante rodó los ojos y se dejó caer junto a Keith en la cama. La cama crujió
bajo el enorme peso del hombre y el colchón se hundió en donde estaba sentado.

—Debería matarte o al menos patearte el culo. —Dijo el gigante con voz calmada
e hizo que Keith se preguntara brevemente a cuántas personas había asesinado el
espantoso gigante antes. Keith no era un hombre débil, sino por la enorme altura y la
masa muscular que el gigante tenía, se dio cuenta que no tenía ninguna posibilidad de
defenderse.
Keith tragó saliva. —Um, por favor, no lo hagas.

El gigante lo miró con una gélida expresión en su atractivo rostro. En cualquier


otro momento, Keith habría admirado a ese hombre fuerte y guapo. Ahora, sólo quería
que el hombre se fuera.

El gigante suspiró y se limpió la cara con su curtida mano. Luego se volvió hacia
Keith con unos oscuros e ilegibles ojos unos momentos antes de hablar.

—En cuanto a ti, sinceramente, no sé lo que mi hermano ve en ti. Eres un tipo


bastante agradable de ver, pero no eres nada especial.

—¡Hey!

—Déjame terminar, mortal. Sí, eres una especie de friki flacucho. ¿Cómo infiernos
se las ha arreglado mi hermano para que se quede prendado de ti?

¿Este era el hermano de Eros? ¡Joder, realmente estaba muerto!

—Pero tiene que haber algunas redimidas cualidades en ti o mi hermano no


estaría locamente enamorado de ti. No hay nada escrito sobre gustos, anímate, así que
¿quién soy yo para juzgar? —El gigante se encogió de hombros.

Keith no sabía si todavía debía tener miedo o sentirse insultado. ¿Quién diablos se
creía esta cabeza hueca que era?

—Mira Gigantón, ¿qué es lo que quieres? ¿Quién demonios te crees para estar
irrumpiendo en mi casa... en mi dormitorio, no sólo asustándome de narices, sino
también insultándome? —Keith estaba muy orgulloso de que su voz no le traicionara
por el hecho de que estaba prácticamente temblando de miedo bajo sus pantalones de
pijama.

Las cejas del gigante se levantaron ante la obvia bravuconada de Keith y luego se
echó a reír.

—Está bien, ahora veo por qué Eros piensa que eres maravilloso e increíble.
Tienes agallas amiguito.

¿Amiguito?

Keith sabía que no era pequeño, pero en comparación con el Gigantón,


probablemente lo era. La situación fue tan inesperada, que Keith no pudo hacer nada
más que mirar a los insondables ojos negros del hombre.

—Mira, Keith... ese es tu nombre, Keith, ¿no?

Keith asintió.

—Deja de hacer el idiota y ve a hablar con mi hermano. Él está hecho polvo y por
la forma en que te ves y hueles tú también lo estas.
La cara de Keith ardía de vergüenza. Sabía que se parecía un poco escabroso y
probablemente oliera un poco mal, pero el grosero e idiota en su cama no tenía que
señalarlo.

—Eros te ama. Así, que olvida el mencionar que pasa la mayor parte de su tiempo
jugando con las flechas y haciendo que la gente encuentre su verdadero amor. ¿Qué
hay de malo en eso? No es que él sea el ángel de la muerte, ni nada. Supéralo y habla
con él antes de que ambos os revolquéis en vuestra patética miseria.

—Él no me ha llamado. —Keith se recogió el dobladillo de la parte inferior del


pijama.

—Um... ¿perdona? Le dijiste que no, ¡genio! ¡Zeus me libre de los pensamientos
irracionales de estos simples mortales! Sólo está haciendo lo que le exigiste. Deja de
ser un imbécil y lleva tu desgraciado culo hasta allí y haz las paces con él. —El
Gigantón lo miraba enfadado y divertido a la vez.

Keith lo miró y una lenta sonrisa se descubrió en su rostro.

El Gigantón tenía razón. Estaba siendo un imbécil.

Saltó a un lado de la cama y corrió hacia el armario. Cogió sus favoritos


pantalones vaqueros desgastados y un grueso jersey blanco. Los tiró al lado del
Gigantón en la cama y se acercó a él con la mano extendida. —Gracias. Soy Keith, por
cierto... ni imbécil ni idiota.

Una sonrisa cansada se formó en la hermosa cara del hombre, haciéndolo no


parecer tan amenazador.

—Deimos, —dijo, y puso su gran callosa mano callosa sobre la pequeña mano de
Keith—. Si alguna vez se te ocurre de hacer daño de nuevo a mi hermano, no voy a
pensármelo dos veces antes de enviarte a conocer a tu creador. Yo lo amo. Entiendo lo
puñetero que puede ser a veces, así que te voy a dar una oportunidad... esta vez.

Por el inquisitivo brillo que rezumaban los ojos de Deimos, Keith sabía que no
estaba bromeando.

—Gracias, hombre. Voy a hacer que no te arrepientas de haber venido aquí.

Deimos se lo quedó mirando un momento y luego sonrió. —Bienvenido a la


familia.

Antes de que Keith pudiera responder, Deimos había desaparecido. Keith se quedó
mirando el espacio vacío donde Deimos había estado sentado y parpadeó. Tenía la
sensación de que la familia de Eros entrando y saliendo de sus vidas sería algo a lo que
tendría que acostumbrarse.

Eros valía la pena.

Keith esperaba que su duende le perdonara.


Él sonrió y corrió al baño para asearse.

Tenía que arrastrarse seriamente si quería conseguirlo.


Í
Eros no podía esperar más.

Le había dado a Keith tiempo suficiente para pensar en todo ello y ahora era el
momento de hablar con él. Durante los últimos cinco días había sido un patético
desastre. Cuando trató de dormir, lo único que pensaba era en Keith. Cuando trató de
comer, lo único que pensaba era en Keith. Cuando trató de leer o ver la televisión, lo
único que podía pensar era en Keith. Por último, se había dado por vencido y se sentó
en el sofá y lloró.

Su madre estaría horrorizada por sus lágrimas, pero Eros no podía remediarlo.
Amaba a Keith y lo extrañaba terriblemente. Estar separado de él le hizo sentirse peor
en comparación de cuando se vio obligado a tratar de vivir una vida con Psique. Por lo
menos, con Psique sabía dónde estaba metido. Con Keith, la incertidumbre lo estaba
matando.

Para empeorar las cosas, Deimos había aparecido y se encontró a si mismo


llorando en el hombro de su hermano. Deimos había sido sorprendentemente tierno y
lo escuchó lamentarse sobre lo que las injusticias de ser el dios del sexo, el amor y la
belleza implicaba. A Eros le encantaba hacer feliz a la gente, y darles el regalo del amor
le hacía sentirse bien acerca de la existencia que vivía, pero ahora con Keith
posiblemente odiándole, no podía dejar de resentirse por ello.

Honestamente no sabía si alguna vez podría volver a hacerlo de nuevo. ¿Cómo iba
a traer amor y felicidad a los demás cuando él era tan desdichado? Cuando Deimos oyó
esto, una expresión de horror barrió su rostro.

Deimos estaba preocupado de que probablemente se quedara con el trabajo de su


hermano. Durante el último mes, Deimos no había hecho otra cosa que quejarse de lo
poco que le gustaba esto. Imaginándose a su a su hermano mayor, un rudo guerrero
haciendo de “Cupido” todo el tiempo le arrancó una sonrisa en su rostro. A pesar de
que se sabía que Deimos no mostraba misericordia hacia sus enemigos, Eros sabía
muy bien que Deimos probablemente podría ser un gran tierno osito de peluche si
quería.

Después de que llorara en el hombro de Deimos, Eros se había sentido mejor.


Deimos le dijo que le diera a Keith un poco más de tiempo, y si él seguía sin saber del
otro, que fuera por él y luchara de todos modos. Eros quería respetar los deseos de
Keith, pero él sabía en su corazón que Deimos estaba en lo cierto.

Había llegado el momento de luchar por lo que quería, y quería a Keith.

Después de tomar una larga y caliente ducha, se puso de pie frente a su armario
con una toalla ligeramente envuelta alrededor de su cintura. Se decidió por un suéter
rojo y un par de pantalones vaqueros rotos. Cogió la ropa fuera de su percha y las
arrojó sobre el borde de su cama. Se acercó a la cómoda y se miró en el espejo.

A pesar de que había dormido poco, no lo parecía. No había sombras oscuras


debajo de los ojos ni estaban enrojecidos por el llanto. Tenía el pelo largo y rizado,
goteaba por las puntas y con un movimiento de su muñeca, los secó inmediatamente
brillando con vitalidad.

Después de todo a veces era bueno tener poderes mágicos.

El timbre de la puerta sonó.

¿Quién puede ser? Él quería que fuera Keith, pero tenía miedo de perder sus
esperanzas.

Abre la puerta, cariño. Quiero hablar contigo.

Escuchar la voz de Keith resonando en su mente hizo que el corazón de Eros


latiera rápidamente. No queriendo perder el tiempo en vestirse, cogió los extremos de
la toalla y se aferró a ellos mientras corría hacia la puerta.

Rápidamente cogió la llave y abrió la puerta, temiendo que su mente le estuviera


jugando una mala pasada y que no hubiera oído realmente la voz de su amado.

Keith estaba en la puerta con un aspecto muy deseable, con sus vaqueros
desgastados y un jersey blanco voluminoso. Tenía el pelo húmedo y todavía se veía
revuelto en todas direcciones en la parte superior de su cabeza. Sus grandes ojos
resplandecieron una vez más sobre los de Eros. Era obvio que se había dado prisa por
verle, y eso hizo que su corazón golpeara con alegría.

—Lo siento, Eros. No debería haber salido como lo hice. Sé que todavía tenemos
que resolver algunas cosas, pero no podía durar ni un segundo más sin verte. Te
extrañé. —Keith le sonrió dulcemente.

Eros soltó el apretado agarre que tenía en su toalla y se lanzó a los brazos
abiertos de Keith con alegría. Keith le había perdonado y eso era todo lo que
importaba.

Eros agarró los lados de la cara de Keith y comenzó a besarlo por toda la cara. —
Te amo. Te amo. Te amo. Te amo... —recitaba con cada beso que presionaba contra la
cálida piel de Keith.

Keith abrazó a Eros más contra él. —Te extrañé, cariño. Yo también te quiero. —
Las palabras de Keith eran suaves como un bálsamo para el corazón de Eros. Eros se
apartó y sonrió feliz. Keith estaba de vuelta en su vida y su mundo volvía a estar bien
de nuevo.

—Por mucho que me deleite sostener este delicioso cuerpo desnudo entre mis
brazos, tenemos que apartarnos de la puerta, o podríamos dar a tus chismosos vecinos
de que hablar. —Los azules ojos de Keith ardían de deseo.

—¿Cómo? —murmuró Eros contra el cuello de Keith antes de enclavar su boca


sobre él y chupar lo suficientemente fuerte como para dejar una marca.

Quería marcar a Keith. Le pertenecía a él y quería que todos lo supieran.

Keith gimió y entró en el hall de entrada con Eros todavía dentro de sus brazos.
Cerró la puerta con el pie y caminaba con los pies ligeramente inestables al dormitorio
de Eros. Una vez que estuvieron allí, Keith apoyó a Eros contra la pared y presionó su
erección contra la de Eros y comenzó a apretar su cuerpo contra el de él.

—Bésame, Eros. —Jadeó Keith.

Eros levantó la cabeza y sus bocas se encontraron en un apasionado beso. Eros


pasó la lengua por los labios de Keith y por su boca abierta. La lengua de Keith se
reunió con la suya casi agresivamente, mientras se arremolinaban la una alrededor de
la otra, explorando la boca del otro con un hambre que ninguno de los dos podía negar.
La caliente y húmeda boca de Keith sabía vagamente a pasta de dientes de menta. El
delicioso sabor y la sensación de la boca de Keith y su lengua contra la de Eros hicieron
que su miembro se endureciera aún más a medida que continuaron rozándose el uno
contra el otro.

El cuerpo de Eros estaba ardiendo. Por mucho que le gustara la sensación del
cuerpo de Keith presionando contra el suyo, él necesitaba más. Tan sexy como estaba
Keith con esa ropa, su cuerpo anhelaba la cálida y suave piel de Keith contra él. Eros
deslizó una mano entre sus cuerpos y empezó a hurgar en el cinturón de Keith.

Keith terminó el beso y respiró profundamente. —Dios, cariño, me estás volviendo


loco.

Sus labios estaban a pocos centímetros de Eros. Su cálido aliento acarició la piel
de Eros haciendo que el pequeño hombre anhelara los labios y la boca de Keith una vez
más. Eros gimió, Keith se inclinó y deslizó la lengua por los suaves labios de Keith.
Tenía dificultad para concentrarse en besar y saborear a Keith mientras le
desabrochaba los pantalones al mismo tiempo.

—Desnúdate... ahora. —Se las arregló para susurrarle entre suaves besos y
mordiscos en los suaves labios de Keith.

La cara y el cuello de Keith se tornaron de un atractivo color rosa y sus azulados


ojos se oscurecieron con la demanda de Eros.

Se acercó a la cama y puso a Eros suavemente en ella mientras él seguía en pie


sobre él. Eros no podía apartar los ojos del hombre que estaba allí. El perfecto estilo de
peinado que Keith solía llevar, parecía ahora como “acabo de salir de la cama” debido a
que Eros pasó sus dedos por él. Sus profundos ojos azules brillaron sobre Eros y su
mirada recorrió lentamente el cuerpo desnudo de Eros como una caricia.

El cuerpo de Eros prácticamente zumbó con el deseo de ser tocado por su amado.
Su cuerpo ansiaba sentir la mano de Keith, su boca y su cálido cuerpo contra el suyo.
La dureza de su miembro se asentaba firmemente contra su estómago y Eros podía
sentir la humedad constante del líquido preseminal escapándose de su miembro hacia
su vientre. Podía sentir la lujuria escaparse de Keith en oleadas de deseo mientras esos
destellantes ojos miraban su erección.

Eros no pudo evitar que una seductora sonrisa cruzara sus labios mientras tomaba
la base de su propio pene con una mano firme y comenzaba a bombear lentamente
arriba y abajo, asegurándose de que acariciaba todo su miembro, difundiendo toda la
humedad sobre él. Entre el gran peso de la mirada de Keith y la anticipación de su
toque, estaba más excitado de lo que nunca había estado antes.

—Mírate, Eros. Eres el hombre más sexy que he visto nunca. Sólo viéndote tocarte
a ti mismo me dan ganas de acabar en mis pantalones como un adolescente
cachondo.—La voz de Keith sonaba entrecortada por el deseo, comenzando a frotar el
bulto en la parte delantera de sus vaqueros con la palma de la mano.

Eros extendió su mano libre hacia Keith, le hacía señas para que se uniera con él.
—Te necesito, Keith. Necesito sentir tu cuerpo contra el mío. He esperado toda mi vida
por ti y no puedo esperar más. Tengo que sentirte dentro de mí, tómame y hazme
tuyo... para siempre.

La ansiosa mirada de Keith se volvió más intensa mientras se apresuraba a


quitarse el suéter blanco sobre su cabeza y arrojarlo despreocupadamente a su lado en
el suelo. Eros se las había arreglado para desabrocharle el cinturón, así que con un
movimiento rápido de la muñeca, se desabrochó los vaqueros y pronto sus vaqueros y
calzoncillos boxer de algodón estaban echados a un lado.

El trabajado cuerpo de Keith casi brillaba a la luz del sol que entraba por la
descolorida ventana del dormitorio de Eros, haciendo que la fuerte silueta de su torso y
su cuerpo pareciera suave y flexible. Su pene estaba duro y erecto sobresaliendo con
orgullo de su cuerpo, señalando hacia lo que quería más que nada.

Como una pantera acercándose a su presa, Keith se situó sobre la parte superior
de Eros. La sensación de calor en la piel de Keith al deslizarse seductoramente sobre él
hizo gemir a Eros con deseo. Sus sexos se deslizaban el uno contra el otro mientras
Keith separaba las piernas de Eros con la suya. Los dedos de Eros acariciaron los
brazos y los hombros hasta a la parte posterior del sudoroso cuello de Keith. Pasó los
dedos por la parte de atrás de su cabello y levantó sus caderas un poco, haciendo
presionar sus erecciones.

—Te amo, Eros. Yo también te he esperado toda mi vida. Eres mi corazón, el alma
y el aliento que tomo. Te he querido y amado desde el primer momento en que te vi de
pie en ese bar, rodeado de tus muchos admiradores, —dijo Keith. Su hermoso rostro
tenía una expresión de adoración hacia él mientras daba un profundo y tembloroso
suspiro y continuó: —Eres una persona maravillosa y tan hermosamente sexy que no
puedo esperar más para hacer el amor contigo.

El calor se extendió por su cuerpo ante las palabras de Keith. Su visión se volvió
borrosa al mirar el amoroso rostro de Keith.

Nunca en toda su existencia nunca había sido tan querido y amado antes. Eros
sabía con certeza que era el hombre de sus sueños, y el hombre con el que siempre
había comparado a sus otros amantes.
Nadie estuvo nunca a la altura de su fantasía, el hombre con quien siempre había
soñado, su Keith.

Incapaz de articular palabra, Eros levantó su cabeza de la almohada y se elevó a


la boca junto con una suave presión de sus labios. Keith gimió un poco con su toque y
se abrió a su amado, rozando los labios de Eros labios con su cálida y húmeda lengua.

Eros abrió la boca y movió ligeramente su propia lengua para rozarla


juguetonamente con la de Keith. Por unos momentos siguieron a mordisqueando y
degustando sus labios y sus lenguas el uno del otro. Eros tiró completamente hacia
debajo de Keith que estaba encima de él y sus juguetones besos se volvieron más
apasionados, mientras exploraban las profundidades en la boca del otro.

Entre el delicioso sabor de la boca de Keith y la sensación de su ardiente y


sudoroso cuerpo, tendido tan fuertemente en la parte superior de sí mismo, Eros sintió
instintivamente una nueva oleada de deseo por él. Levantó las piernas y se deslizó
lentamente por la parte exterior de los muslos de Keith. La fricción del vello en las
piernas de Keith se sentía maravillosamente contra su piel. Se deleitaba con el cambio
de textura de las piernas de Keith contra la suave piel desnuda de las caderas de Keith
y la suavidad de su rechoncho trasero contra la parte posterior de las piernas de Eros.
Era una sensación embriagadora. Amaba a las diferentes texturas, el calor y el sabor de
la boca de Keith y el cuerpo, Eros sabía que era adicto a este hombre y que era una
adicción por la que estaba más que feliz de conservar.

Eros se oyó a si mismo gemir mientras Keith empezaba a rozarse contra Eros más
fuerte. Sus miembros frotándose el uno contra el otro y con cada envite de la erección
de Keith contra la suya propia, los testículos de Eros empezaban a dolerle con la
necesidad de venirse.

Eros pasó sus manos por los hombros de Keith y bajó hasta sus caderas para tirar
de su amado firmemente contra él. La presión de la mano de Keith se apartó de las de
Eros y se deslizó hasta su miembro. Él acarició suavemente los testículos de Eros por
unos breves momentos antes de que trazara con los dedos por su perineo hasta su
dolorida entrada. La firme sensación de los suaves dedos de Keith deslizándose
alrededor de su agujero hizo a Eros temblar de deseo.

Eros a regañadientes sacó su boca de la de Keith y gimió entrecortado contra los


hinchados labios de su amado.

—Lubricante... Necesitamos lubricante, —murmuró Keith contra la boca de Eros.

Eros sonrió seductoramente a Keith y le tendió la mano. Un pequeño recipiente de


lubricante apareció de repente en ella y se la ofreció a Keith con un guiño.

Keith miró brevemente el lubricante en la mano de Eros luego le devolvió la


mirada con una sonrisa. —Joder, nene, tú nunca dejas de sorprenderme. Eso fue
jodidamente genial. Eres increíble.

Eros no podía creer que esa feliz risa que oía fuera la suya mientras le entregaba
el tubo a la ansiosa mano de Keith. Keith abrió la tapadera y se sirvió una generosa
cantidad en sus dedos. El olor de la canela y vainilla inundaron sus húmedas manos.
—Nunca he tenido un lubricante que oliera tan delicioso antes, —dijo Keith, y besó
a Eros suavemente en los labios—. Huele casi tan bien como tú. —Los dedos mojados
de Keith probaron una vez más en su entrada.

Eros echó la cabeza hacia atrás contra la almohada y gimió cuando los dedos de
Keith se deslizaron suavemente dentro y fuera de su dolorido agujero. El calor de la
boca de Keith se aprisionó contra su cuello y le dio unos suaves mordiscos con los
dientes antes de que su boca enganchada sobre ese punto y chupara despacio. Un
escalofrío bajó por sus brazos y recorrió todo el cuerpo de Eros con el calor y la presión
de la boca de Keith en el cuello y la sensación de ser estirado con los dedos de Keith
entrando y saliendo de su agujero.

El sexo de Eros constantemente goteaba líquido pre-seminal sobre su estómago y


se movió ligeramente cuando los dedos de Keith se adentraron en él y se frotaron
contra su próstata.

—Joder, —jadeó.

Keith susurraba contra la piel de su cuello y siguió deslizando sus dedos dentro y
fuera del cuerpo de Eros, deslizándose contra su próstata con cada paso.

Los testículos de Eros se apretaron y gimió. Eros sabía que si Keith continuaba
rozándole con sus dedos, iba a llegar en cualquier momento, y tan maravillosamente
bien como se sentía, Eros quería terminar con Keith en su interior.

—Keith... por favor... —Eros no se sentía demasiado orgulloso mendigando.


Necesitaba a Keith y lo necesitaba ahora.

La boca de Keith dejó el cuello de Eros, levantó la cabeza y miró hacia abajo. —
¿Estás preparado para mí, Eros? ¿Me necesitas dentro de ti ahora?

La voz de Keith sonó profunda y entrecortada. Tenía la frente y el pelo húmedo de


sudor, su rostro y el cuello sonrojados de un rosa oscuro por el deseo. Se veía muy
sexy y atractivo mientras miraba profundamente a los ojos de Eros.

—Por favor, Keith. No me hagas esperar más. —Eros logró jadear.

Keith suavemente quitó los dedos de estrecha entrada de Eros y las piernas de
Eros que estaban colocadas sobre las caderas de Keith, las extendió aún más lejos
hasta colocarlas sobre sus hombros.

—¿Tenemos que usar protección? —la voz de Keith sonó curiosa y suave.

Eros negó con la cabeza. —No. No yo no puedo propagar o recibir ningún tipo de
enfermedad o dolencia. Estamos completamente seguros.

Una mirada de placer y asombro se extendió sobre el rostro de Keith. —Nunca he


tenido relaciones sexuales sin usar un condón. Estar contigo y hacerte el amor sin nada
entre nosotros hace esto aún más especial para mí. Te quiero, Eros.
Eros ahuecó la mano sobre la cara húmeda de Keith y sonrió. —Te amo, también.
Por favor, Keith, no me hagas esperar más. Tómame... por favor.

Eros vio un atisbo de pasión en los ojos de Keith y una hermosa sonrisa se formó
en su rostro. El corazón de Eros latía fuertemente en su pecho mientras miraba hacia
abajo y veía a Keith colocar la punta de su miembro sobre su entrada. Keith frotó la
punta contra la entrada varias veces antes de presionar la cabeza de su erección en el
cuerpo de Eros.

Incapaz de aguantar mucho más, y sabiendo que Keith iba a tratar de aliviar
suavemente su camino dentro del más que preparado cuerpo de Eros, levantó sus
caderas hacia arriba y respiró profundamente mientras el miembro de Keith se
introducía dentro de Eros. Dio la bienvenida a la intromisión y sintió el estiramiento
mientras el miembro de Keith se deslizaba completamente hacia dentro.

—¿Estás bien, cariño? —preguntó Keith, mientras lentamente se deslizaba hacia


fuera y volvía de nuevo a la entrada de Eros.

Eros asintió y le sonrió. —Te siento maravillosamente, mi amor.

Se miraron a los ojos mientras Keith comenzó a moverse dentro y fuera del cuerpo
de Eros. Cada movimiento de su pene dentro de Eros se hizo más rápido con cada
pasada. Keith levantó las caderas de Eros un poco y empujó aún más profundo,
deslizándose contra el dulce punto de Eros con cada embestida. Eros jadeó y gimió
mientras su propio sexo se frotaba contra su cuerpo, haciendo que su orgasmo se
aproximara con cada embestida de su amado.

—Oh Joder... Eros... Te sientes tan caliente y apretado... voy a venirme, —se
quejó Keith.

Eros gritó mientras su esencia salía a borbotones de su sexo sobre su pecho hasta
la barbilla. Su cuerpo se sacudió con el orgasmo. Gimió en voz alta cuando Keith se
quedó sin aliento y con una embestida profunda le llenó de su caliente y resbaladiza
esencia.

Eros suspiró con satisfacción mientras la cálida y húmeda lengua de Keith lamía la
esencia de su barbilla. Keith dio un murmullo apreciativo, obviamente disfrutando el
sabor de Eros. Eros levantó la cabeza y chasqueó la lengua por los labios de Keith.
Keith movió suavemente las piernas de Eros fuera de sus hombros y salió del agujero
bien jodido de Eros, y continuó explorando suavemente la boca del otro.

Eros pudo saborear el salado-dulce sabor de su propio semen, y gimió ante el


delicioso sabor de ambas esencias. Continuaron besándose y abrazándose suavemente
el uno al otro hasta que su pasión se enfrió y se quedaron dormidos en el calor de los
brazos del otro.
Í
Keith apoyó la espalda contra la cabecera de la cama de Eros y estiró las piernas
frente a él. Una vez que estuvo sentado en una posición más cómoda, miró por encima
de las cajas de comida china para llevar que estaban esparcidas entre él y Eros en la
cama.

Ambos se habían despertado hambrientos y pegajosos después de hacer el amor,


por lo que Keith había llamado al restaurante chino y realizó un pedido para que se lo
trajeran a casa. Luego, él y Eros habían saltado a la ducha para otra ronda de sexo
caliente contra la pared de la ducha, rápidamente se asearon y ahora estaban en el
medio de la confortable cama de Eros dándose de comer entre sí con sus dedos,
directamente de los envases.

Keith sonrió a Eros y cogió un pedazo de camarón dulce y agrio, levantándolo a la


boca de su amado. La salsa roja se sentía pegajosa en los dedos, pero a él no le
importaba. Eros se veía contento y feliz mientras se inclinaba y tomaba delicadamente
el trozo de camarón de los dedos con la cálida humedad de su boca. Eros agarró la
extendida mano de Keith y la sostuvo mientras masticaba la comida lentamente hasta
que tragó finalmente. Eros cogió los pegajosos dedos de Keith llevándoselos a la boca y
cerró los labios sobre ellos.

La suave succión de Eros sobre los dedos de Keith y el rozarles la parte inferior
con la lengua hizo que el miembro de Keith se revolviera contra su muslo. El miró al
despeinado pelo de Eros, su tez cremosa y sus traviesos ojos no coincidentes
provocando que el corazón de Keith palpitara con afecto por el atractivo hombre.

Te quiero mucho, pensó.

Eros gimió y apartó suavemente los dedos de Keith de sus labios con un ruido
apenas audible.

Te amo también.

Keith sabía que le llevaría un tiempo acostumbrarse a oír resonar la voz de Eros
en lo profundo de su mente. Pensó que algunas personas podrían enloquecer si
pudieran oír la voz de su amado telepáticamente, pero Keith lo encontraba de alguna
manera reconfortante y un poco extraño.

Nos acostumbraremos a ello. La lírica voz de Eros le respondió en voz baja.

Keith sonrió a Eros, acercándose más y agarrando un mechón del largo pelo de
Eros pasando suavemente sus dedos a través de él.

El pelo de Eros le fascinaba. Era del color de la luz del sol y sedoso al tacto. Le
encantaba la sensación de el en su cuerpo y la forma en que hacía ver a Eros aún más
etéreo con su hermoso pelo alrededor de su pálida piel y su hermoso cuerpo. Esperaba
que Eros nunca se lo cortara. Le sentaba realmente bien.

Lo mantendré así siempre si eso es lo que quieres.

Keith no pudo evitar sonrojarse ante el comentario de Eros.

Sí, el que su amado leyera sus pensamientos era definitivamente algo a lo que se
iba a acostumbrar. Aunque, si lo pensaba bien él amaba los dulces y maravillosos
pensamientos que Eros le transmitía continuamente de esa manera.

—Sabes que todavía tenemos que hablar y arreglar algunas cosas, ¿verdad? —
Keith levantó un mechón de pelo de Eros hasta la nariz y se deleitó con su aroma a
vainilla.

Un atisbo de ansiedad atravesó la cara de Eros. Él asintió con la cabeza y se


encogió ligeramente de hombros. Una ola de miedo ante la idea de perder a Keith sonó
con fuerza en su mente.

Keith no le gustaba que Eros se viera tan preocupado. Amaba a Eros, y estaba
decidido a que las cosas funcionaran.

—Mira cariño, no tienes nada de qué preocuparte. Te quiero, y eso no va a


cambiar. Admito que no estoy seguro de cómo van a ir las cosas a partir de aquí, pero
creo que si los dos queremos estar juntos, de alguna manera va a resolver todo. —
Keith le dio a Eros un tirón juguetón de su pelo, viendo una sonrisa en forma de
esperanza completa en los rosados labios de Eros.

Keith inmediatamente sintió el alivio de Eros con sus palabras. Había querido
aliviar la mente de su amado, y tuvo un sentimiento de felicidad por ello.

—Creo que mi pregunta es… ¿adónde vamos a partir de aquí? —preguntó Keith.

Eros extendió la mano y agarró la mano libre de Keith aferrándose a ella con
fuerza. —En primer lugar, tenemos una cita para ver a mi madre mañana a
medianoche. Quiere conocer al hombre del que me he enamorado.

La boca de Keith se abrió y un sentimiento de terror se inició en la boca del


estómago. —¿Tu madre? ¿Afrodita… la diosa del amor y la belleza? ¿Hablas en serio?

Eros asintió con la cabeza y le dio un apretón tranquilizador. —Ella en realidad no


es tan mala. Definitivamente puede ser exigente y sobreprotectora e interferir a veces,
pero en el fondo realmente ama a todos mis hermanos y hermanas. Aunque tiene una
manera curiosa de demostrarlo a veces.

—¿A veces? —preguntó Keith. La desastrosa historia de Eros y Psique destelló en


su mente.

Eros gimió. —Está bien, la mayor parte del tiempo.

Keith luchó contra el impulso de gemir. —Ella me va a odiar, ¿no es así?


Eros sacudió la cabeza y levantó su mano y tomó sus dedos dándole un suave
beso. —No, Keith. Le vas a encantar porque te amo. Admito que puede ser
impredecible y ensimismada, pero sabe que encontrar a mi alma gemela era mi mayor
esperanza. Creo que, a su manera, estará feliz por mí. Sinceramente, creo que no te va
a odiar… En todo caso, probablemente te adore.

Keith miró la seria expresión de Eros y tuvo esperanza gracias a él. —Espero que
tengas razón, Eros, porque ahora que te he encontrado tengo toda la intención de que
estemos juntos, incluso si eso significa luchar contra todos los dioses para tenerte.

Eros le sonrió intensamente y rebotó feliz en la cama. —En eso, mi querido Keith,
estamos totalmente de acuerdo. Tengo toda la intención de estar juntos, para siempre.

—Pero, ¿Eros, cómo puede ser eso? Soy mortal y tu no. ¿Qué sucederá cuando
envejezca o si me enfermo y muero? Por mucho que lo deseemos, no voy a vivir para
siempre y sinceramente estar separado de ti, incluso en la muerte, me asusta por
completo. —Logró susurrar Keith alrededor de la obstrucción que se había formado en
la garganta. Él tenía ganas de llorar por la injusticia de todo aquello, pero estaba
decidido a ser fuerte por el bien de Eros.

Las cajas de comida entre ellos de repente desaparecieron y antes de que Keith se
diera cuenta, Eros se había arrastrado hacia él y se sentó a horcajadas sobre su regazo
frente a él con una firme expresión en su encantador rostro.

—Mira, Keith, Te quiero. No voy a permitir que nada se interponga entre nosotros.
Si eso significa que el estar juntos significa que tengo que renunciar a mi inmortalidad
y convertirme en humano como tú, que así sea. Prefiero tener cincuenta años como
mortal estando contigo que nada sin ti.

Keith acercó sus manos y rozó la suave piel de las mejillas de Eros. —No voy a
dejar que hagas eso, amor. El mundo te necesita demasiado. Piensa en todos los
sueños de otras personas que podrías destruir si no promueves el amor entre ellos.
¿Qué egoísta sería al permitir que eso sucediera? Tienes razón, de alguna manera
vamos a resolver esto. Te lo prometo. —Keith apretó a Eros contra su pecho y rezó en
silencio por que todo saliera bien.

Keith agarró la mano de Eros mientras permanecían frente a la puerta de la casa


de Afrodita. Trató de sofocar la incómoda sensación de nerviosismo y ansiedad al ver a
Eros levantar la enorme aldaba de hierro negro en la puerta para llamar a la original
puerta blanca varias veces. Dio un cálido y alentador apretón a Eros cuando oyó unos
lentos pasos acercarse a la puerta desde el otro lado.

La puerta se abrió y un hombre de aspecto anciano con marcado pelo blanco


estaba frente a ellos. Dio una rápida mirada a Keith una vez más y luego miró a Eros y
le dio una sonrisa de satisfacción. —Buenas tardes, joven Eros. Su madre ha estado
esperando. Está esperándote con tus hermanos en la sala de estar, si me siguen; Te
llevaré allí directamente.

Eros sonrió al viejo mayordomo. —Gracias, Henry.

—No es un problema, joven Eros.

Ellos siguieron al anciano mayordomo, que se movía a paso de tortuga. Keith se


sorprendió por completo de la elegancia, la riqueza de los suelos de mármol, y el lujoso
interior. Aunque la decoración era muy bella y elegante, también era demasiado fría e
impersonal para el gusto de Keith. Nunca podría vivir en un lugar como este. Estaría
asustado de que se rompiera o manchara algo importante.

—Sé cómo te sientes, Keith. Es difícil ser criado en una casa que parece un
museo. Pero madre siempre ha ido por encima con todo lo que hace… especialmente
con sus casas. —Eros puso los ojos en blanco y le dio a Keith un leve encogimiento de
hombros.

Keith se sorprendió momentáneamente ante las palabras de Eros. Él se olvidó de


que Eros podía leer sus pensamientos. Esperaba no ofenderlo.

No lo hiciste, guapo. No te preocupes por eso.

Keith suspiró aliviado y le dio otro ligero apretón.

Siguieron a Henry hacia la sala de estar de aspecto elegantemente frío. Keith


encontró a Deimos y a Anteros sentados en sillas al lado de una hermosa mujer de pelo
rubio descansando seductoramente en una frágil silla.

Bueno, dios, Eros… ¿es ella? Ella es impresionante.

Eros dio un ligero resoplido y asintió.

Keith no podía recordar alguna vez sentirse atraído por las mujeres antes, pero
tenía que admitir que Afrodita era sin duda la mujer más atractiva que había visto en
su vida. No era extraño que todos los hombres y mujeres que se habían encontrado
con ella se inclinaran a sus pies con una dulce sumisión.

—Ahh… Eros, mi dulce hijo, ven a tu darle a tu madre un abrazo. —Su voz era
apasionada y tenía una seductora musicalidad. Al igual que su amado Eros.

Eros soltó la mano de Keith, se acercó a su madre y se inclinó para darle un beso
en la mejilla. —Hola, mamá, me alegro de verte de nuevo. —La voz de Eros sonaba
más tranquila y más solemne de lo normal. El corazón de Keith latía fuertemente en su
pecho mientras observaba los divinos ojos de Afrodita ojos mirar hacia él por primera
vez.

—Mamá, quiero presentarte a mi amado, Keith Seeley, —dijo Eros. Se volvió y


sonrió a Keith, haciendo un gesto para que caminara unos pocos pasos hacia ellos—.
Keith, te presento a mi madre, Afrodita.
Keith sonrió alentadoramente a Eros y luego se acercó a donde estaba su amado
con la hermosa mujer. Tan pronto como Keith estuvo junto a su amado, se dio cuenta
que Afrodita le ofrecía su mano con la palma hacia arriba, para que la tomara. Con la
esperanza de que no lo fuera a echar todo a perder, Keith se arrodilló frente a ella y le
tomó suavemente la sedosa mano de Afrodita y apretó sus labios contra ella en un
suave beso. —Es un placer, señora. Eros ha hablado muy bien de su amada y sabia
madre, y estoy muy contento de conocerla por fin.

Los ojos de Afrodita se abrieron un poco antes de que ella echara la cabeza hacia
atrás y soltara una risa infantil. Guiñó a Keith y se volvió a Eros con una sonrisa en su
rostro. —¿Dónde lo encontraste, Eros? ¡Me gusta!

La cara de Keith ardía de vergüenza al oír las palabras de Afrodita. Él esperaba no


haber ofendido a la madre de Eros con su gran gesto.

—Oh, Keith querido, por favor, no te preocupes. Me encanta que un hombre sepa
cómo agradar a la madre de su amado. —Dijo Afrodita mientras acariciaba la cara de
Keith afectuosamente—. Tengo entendido que has enamorado de pies a cabeza a mi
precioso hijo. Esta es una hazaña que temía que nunca se llevaría a cabo. Ya ves, estos
tres hijos han sido muy obstinados en encontrar a alguien y sentar la cabeza. —Hizo un
gesto a un ceñudo Deimos y a un sonriente Anteros con su delicada mano—. Estoy muy
contenta de oír que has hecho de mi Eros un hombre muy feliz.

Eros se arrodilló junto a Keith y le agarró la mano.

—Lo ha hecho, madre. Nunca he querido o estado enamorado como lo estoy con
Keith. Me hace muy feliz.

Afrodita sonrió a Eros, extendió la mano y le dio una palmada en la mejilla. —Me
siento muy contenta de oír esto, Eros. Me complace que tu pequeña expedición saliera
de la manera que querías.

Keith no estaba muy emocionado de ser llamado la expedición de Eros, pero


cuando miró la esperanzada y dulce expresión que Eros le dio a su madre, él se
encogió de hombros.

Amaba a Eros. Realmente no importaba como le llamara Afrodita o cómo


terminaron juntos y por cuanto tiempo, mientras ellos estuvieran juntos hasta el final,
eso es todo lo que realmente le importaba a Keith.

—Toda esta acaramelada jodida me está enfermando, —resopló Deimos. Agarró la


ballesta y flechas de oro, se levantó y se fue a entregárselas a Eros—. Me voy de aquí
antes de que se me salgan caries en los dientes de toda la dulzura que hay por aquí…
¡Por Zeus!

Afrodita miró a Deimos con una expresión apática. —Así que, ¿esta acaramelada
jodida te está enfermando, querido hijo? —Su voz tenía una calma mortal que hizo que
Keith engullera su miedo. Ella entrecerró los ojos brevemente a Deimos antes de que
una brillante sonrisa se formara en su rostro—. Creo que Eros tendrá unas largas
vacaciones con Keith. Mientras que forman un hogar, y tú, mi querido Deimos,
continuarás con su trabajo hasta nuevo aviso. Podrías utilizar un poco más de amor en
tu frío corazón.

Keith se quedó boquiabierto mientras miraba el rostro de Deimos enrojecer de ira.


Sus oscuros y desalmados ojos brillaban con furia mientras miraba hacia su madre. —
¿Qué puñetas, madre? Estuve de acuerdo en hacer esta mierda de “Cupido” por un mes
y no más de un minuto. Vas a tener que conseguir que Anteros lo haga si el hijo
pródigo necesita más tiempo libre. —El fuerte vozarrón de Deimos se hizo eco a través
de la habitación.

Afrodita se puso de pie sin ningún esfuerzo con toda la gracia de una diosa y
pareció deslizarse a través de Deimos. —No vas a ser vulgar ni me vas a hablar con esa
falta de respeto, Deimos. —Su voz tenía un tono tranquilo y letal—. No sólo vas a
continuar haciendo el trabajo de Eros, lo harás hasta que yo diga lo contrario. Tu
hermano necesita tiempo a solas con su amado y si no te gusta, francamente, no me
importa.

Keith oyó gruñir a Deimos y de repente su expresión cambió de la ira a una de


derrota.

—Lo siento, madre. Haré lo que usted dice.

Joder, Keith. Nunca le he visto ceder a algo como esto tan fácilmente. La voz de
Eros sonaba aturdida en su cabeza.

¿Nunca? Maldición, nene, él me asusta de narices.

Deimos puede ser así, pero a veces su ladrido es definitivamente más virulento
que su mordida.

Te tomo la palabra.

Oyeron una tranquila tos y una risa disimulada proveniente de donde estaba
sentado Anteros.

Afrodita miró a Anteros y entrecerró los ojos. —Me alegro de que encuentres esto
tan divertido, Anteros, porque una vez que yo crea que Deimos ha terminado con el
trabajo de Eros, a continuación, harás su trabajo por un tiempo.

—¿Qué? ¿Está bromeando? —Anteros gritó y se puso de repente de pie.

Afrodita asintió con la cabeza y le dio una inocente sonrisa. —Insisto en ello.
También te hará algún bien. Ambos están desilusionados por el amor desde hace
muchos años y es hora de que eso cambie.

Anteros la miró con una expresión de horror en su rostro y se dejó caer


pesadamente en la silla. —Creo que necesito un trago fuerte, —gimió lastimeramente.

Keith podía sentir el entusiasmo de su amado irradiando a su lado. Por los


dispersos pensamiento de Eros, él estaba feliz de tener más tiempo para estar con
Keith, sin la presión del peso de sus funciones agobiándole.
—Gracias, Madre —declaró Eros suavemente.

Se volvió hacia Eros y le sonrió alegremente. —Te lo has ganado, hijo. Ahora, voy
a darte a ti y a Keith el regalo que te prometí.

Keith se levantó y se puso de pie a su lado.

¿Qué regalo?

No sé.

—A ti, Keith, te doy el don de la inmortalidad. Vas a vivir el resto de tu existencia


con mi hijo. A su vez, ayudarás a Eros con sus funciones de Cupido cuando llegue el
momento. ¿Aceptáis ambos este regalo?

El corazón de Keith se agitó de felicidad. Con gusto ayudaría a Eros con sus
funciones, siempre que pudiera pasar una eternidad con su amante.

Eros gritaba de alegría, soltó la mano de Keith y luego echó los brazos alrededor
del cuello de Afrodita en un improvisado abrazo. —Madre, ¿lo dices en serio? ¿Podemos
estar juntos para siempre?

Ella se rió y le devolvió el abrazo a Eros. —Sí, mi amor. Pero primero debo
escuchar a Keith si está de acuerdo con estos términos.—Ella gentilmente se
desprendió de Eros y miró a Keith con ojos expectantes.

Él le sonrió y asintió con la cabeza. —Sería un honor y un placer estar con Eros
por una eternidad. Creo que va a ser una experiencia increíble ayudarle con sus tareas
de Cupido. Gracias por darnos… darme este regalo, señora.

—Llámame Madre, Keith. Ahora ven a darle a tu nueva madre un abrazo y así
sellar el trato.—Afrodita le tendió los brazos para recibir su abrazo.

Keith asintió con la cabeza y se acercó a sus brazos. El aroma de rosas y vainilla le
envolvió mientras se abrazaba suavemente contra él. —Gracias, mamá. Voy a hacer
todo lo que esté a mi alcance para hacer de su hijo un hombre feliz.

Ella le dio un suave apretón y le susurró: —Espero eso, Keith. Eros es un hombre
muy especial.

Él se apartó de ella y miró a los chispeantes y desiguales ojos de Eros.

—Será un placer, —dijo Keith, y cogió a su amado en sus brazos para darle un
amoroso beso.
Í
La cálida brisa soplaba a través del pelo de Eros, apartándolo lejos de su cara y su
cuerpo. Desde hacía dos semanas, él y Keith estaban en su propio paraíso privado y era
maravilloso. De pie en un balcón que daba al mar contemplaba los colores rosáceos y
púrpuras de la puesta del sol.

Un sentimiento de belleza y serenidad les envolvía en su escondite oceánico, y él y


Keith disfrutaban cada minuto aquí. Ellos nadaban, jugaban, y hacían el amor en la
playa. Se alimentaban el uno al otro con comidas exóticas hasta que los dos estaban
llenos. Caminaron por la playa de la mano, bailaban y hacían el amor bajo la luna, y
por la noche Keith a menudo le sorprendía con serenatas repletas de canciones de
amor hasta que se quedaban dormidos en los brazos del otro. Es cierto que su amante
no tenía la voz más musical del mundo, pero Eros, cada vez que oía la suave y
melódica voz de tenor cantarle dulcemente, recordaba una vez más la suerte que iba a
tener con este increíble hombre.

Para hacer las cosas aún mejor, Keith había abrazado realmente su vida con Eros.
Renunció a su trabajo y su vida en Fort Smith sin pensárselo dos veces. Con sólo un
par de llamadas y visitas a amigos y familiares lejanos, Keith había explicado que
pensaba mudarse fuera del país para estar con Eros, y así, Keith había cortado con
todo para estar con él.

Eros sabía en lo profundo de su corazón que Keith siempre sería lo mejor que le
podría pasar y planeó pasar una eternidad muy feliz con él. Eros se comprometió a no
olvidar nunca los sacrificios hechos por Keith para estar con él y sintió que Keith había
tomado la decisión correcta.

Oyó los suaves pasos de Keith acercarse detrás de él y pronto se vio envuelto en
el cálido y amoroso abrazo de su amado.

—Hmmm… Te extrañé cuando me levanté de la siesta. ¿Está todo bien cariño? —la
voz de Keith sonaba un poco más profundo y escarpada por el sueño.

Eros se dio la vuelta en los brazos de Keith y miró a su sonriente rostro. —Nunca
he estado mejor, Keith. Estaba parado aquí pensando en lo afortunado que soy de
haber encontrado a un hombre como tú.

Eros se acercó y deslizó sus brazos alrededor del cuello de Keith. Se puso de
puntillas y apretó sus labios contra los de Keith, dándole un dulce y amoroso beso.

Él se apartó y pasó los dedos por el despeinado pelo de Keith. Keith suspiró con
satisfacción y apoyó la cabeza en dirección al toque de Eros. Después de admirar los
resplandecientes ojos almendrados de Keith, Eros decidió que le gustaba que su
amante no tuviera que usar sus gafas más. Su perfecta visión era otra ventaja de ser
un inmortal.

—¿Cuánto tiempo crees que vamos a ser capaces de permanecer aquí? —preguntó
Keith. Él acarició su boca contra el cuello de Eros y le dio un suave mordisco.

Eros se apoyó pesadamente contra el cuerpo de Keith y disfrutó de la sensación de


mágica boca de Keith contra su piel. —No estoy seguro, pero según madre, podremos
prolongar nuestro periodo sabático por mucho tiempo. ¿Por qué? ¿Estás cansado de
estar aquí? Podríamos ir a otro lugar si así lo deseas.

Keith hizo un sonido negativo y su cálido aliento contra la oreja de Eros se


trasladó cuando él respondió: —De ninguna manera, mi amor. Por lo que a mí respecta
podríamos estar juntos así para siempre. Me encanta nuestra pequeña isla paradisíaca,
y me encanta estar contigo aún más. No tengo ninguna prisa por marcharnos.

Eros sonrió con placer al oír las palabras de Keith. Él se apartó de la sinuosa boca
de Keith y levantó la vista hacia el hermoso rostro de su amado con una sonrisa. “—Yo
también, Keith.

Keith acercó sus manos y tomó cada lado de la cara de Eros levantándola hacia
arriba. Eros le sonrió intensamente antes de susurrar: —Lo que comenzó como un
cuadragésimo cumpleaños desastroso terminó como el comienzo de una vida nueva y
feliz para mí. ¿Quién sabía que iba a encontrar a mi alma gemela y al amor más grande
de mi vida en solo esa noche? Te quiero, Eros. Haces mi vida completa.

El corazón de Eros palpitó felizmente dentro de su pecho y sonrió a esos brillantes


ojos. En su corazón sabía que había encontrado a su mejor amigo, su alma gemela, y
un desmesurado amor en Keith.
Pervy

Odie

Isolde

Idhum
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