Neurociencia de Las Emociones
Neurociencia de Las Emociones
Neurociencia de Las Emociones
Adriana García Andrade*
*
Profesora-investigadora del Departamento de Sociología, Universidad
Autónoma Metropolitana, unidad Azcapotzalco. Correo electrónico:
<[email protected]>.
RESUMEN:
ABSTRACT:
This article posits that both sociology and neuroscience of the emotions
leave out important elements when explaining the phenomenon of
emotion, arguing that for that reason the two disciplines should
collaborate with each other. The author argues that, in their explanation
of the emotional process, two prominent neuroscientists in the field of
emotions (Antonio Damasio and Joseph LeDoux) indirectly show the need
for society in almost all cases for emotions to appear in individuals. The
two moments when this is visible are the perception of the emotionally
competent event and the emotional experience. This permits a dialogue
with that discipline. The author presents some examples of how
collaboration between disciplines could happen.
Ahora bien, es hasta los años setenta del siglo pasado que las emociones
recobraron su importancia en la psicología no psicoanalítica y en la
naciente neurociencia. La visión adoptada seguía muy de cerca la
propuesta que Charles Darwin había elaborado en el siglo XIX (Darwin, 1899):
animales y humanos comparten emociones; estas últimas existen para la
sobrevivencia, son productos innatos, empaquetados y mantenidos por la
evolución. Desde otro frente, aparece una sociología de las
emociones.1 Ésta surge en los años setenta del siglo pasado y se consolida
en los noventa. La sociología de las emociones nace en contraposición a la
visión darwiniana; con una significativa variedad de teorías e investigación
empírica muestra la diversidad cultural en las expresiones emocionales,
las diferentes etiquetas utilizadas para nombrarlas y cómo la situación
social produce o inhibe determinadas emociones (Turner y Stets, 2005; Kemper, 1990).
La segunda diferencia con William James está en que, para Damasio, éste
presenta una relación directa y simplista entre la percepción del estímulo
(hecho excitatorio) y el desencadenamiento del proceso corporal. La
explicación de James parecería decir: “apretamos un botón y esto ‘detona
la explosión’ del proceso emocional” (Damasio, 2010: 124). Damasio afirma que
desde el momento de la percepción hasta cuando se detona la emoción no
se pueden olvidar que existen “pasos de apreciación […], de filtrado y
canalización del estímulo emocionalmente competente […]. La etapa de la
apreciación (appraisal) puede ser muy breve y no consciente, pero
necesita ser reconocida” (Damasio, 2010: 123-124). Además, el programa
emocional también detona cambios cognitivos que acompañan a los
cambios corporales. Es decir, para Damasio la emoción no sólo supone
elementos conductuales sino un desencadenamiento de ideas asociadas
con un estado emocional. Específicamente refiere evidencia relacionada
con estados “positivos” y “negativos”, que suponen no sólo la activación
de ciertos circuitos neuronales y comportamientos, sino también de ideas
asociadas con aquéllos.12
[…] lógicos (porque entre los autores no hay acuerdo en cuáles son las
emociones básicas, por ende no son tan básicas); filosóficos (las
emociones suponen también cogniciones, intenciones y creencias, no sólo
son reacciones); metodológicos (la gente no es tan precisa al poner
etiquetas emocionales a [las siete] caras [del experimento de Ekman] si
tienen que crear sus propias etiquetas, al contrario de si pueden escoger a
partir de opciones), y por descubrimientos (las manifestaciones
emocionales no se expresan de una manera unitaria [ni] se desarrollan
automáticamente una vez que se provocan, y la habilidad de juzgar
sentimientos y otros estados internos de expresiones no es tan precisa
como se había pensado, ya que depende de hechos más allá de los
músculos faciales, como la expresión vocal y el tamaño de la pupila).
LeDoux (2016: 37)
sugiere, entonces, reconsiderar qué denominamos emoción y
cómo se distingue de los circuitos de sobrevivencia. Después de años de
investigación y reflexión propone una mediación entre las posiciones
constructivistas de la emoción y las biologicistas (materialistas). Ahora
bien, este autor sigue adscribiéndose a la tradición evolucionista, es decir,
las especies que han sobrevivido es porque se han adaptado, esto es, han
creado y heredado mecanismos básicos que les han permitido continuar
su existencia como especies. En esta lógica, tales mecanismos son
similares entre las especies, ya que responden a necesidades básicas que
se activan cuando la supervivencia del organismo está en riesgo y
generan conductas automáticas. Con los animales compartimos circuitos
de sobrevivencia, mecanismos heredados que, por ejemplo, “detectan y
responden a riesgos” (LeDoux, 2016: 21). Decir que los animales tienen
emociones porque realizan conductas de defensa o de reproducción,
afirma LeDoux, es un antropomorfismo que, con las evidencias actuales,
no se puede sostener científicamente. En su segundo libro anunciaba que
las emociones eran mecanismos no conscientes y los sentimientos
procesos conscientes detonados por la emoción, muy en la línea de James
y del propio Damasio. En su última propuesta, son los circuitos de
sobrevivencia los que se detonan de manera no consciente (lo que antes
señalaba como emociones), aunque suponen cognición. Es decir, se
aprecia una continuidad en su pensamiento (aunque no en cómo nombra
el fenómeno), que postula que existen mecanismos heredados en las
especies para la sobrevivencia. La gran diferencia con su última posición
es que para él estos “procesos no conscientes más básicos no deben ser
llamados ‘emocionales’ ” (LeDoux, 2016: 20). Felicidad, asco, sorpresa, miedo,
ansiedad, enojo son sentimientos conscientes (LeDoux, 2016: 19). Hablar de
cualquier emoción supone un concepto, una noción de algo, sus
significados y las conductas que se asocian a ese significado. Así, referirse
al amor de amantes en esta cultura y tiempo histórico supone sentir
mariposas en el estómago, en ocasiones una sensación afiebrada (un
estado no común del cuerpo), pensamientos recurrentes sobre la/el
amado/a, besos en la boca con determinadas técnicas, caminar con las
manos agarradas, etc. Para ejemplificarlo, Lisa Feldman Barrett,
neurocientífica de las emociones, relata que en una ocasión conoció a un
joven que no le atraía pero que la había invitado a salir varias veces.
Finalmente accedió, tuvo la cita y cuando regresó a su casa sentía el pulso
acelerado, se sentía afiebrada y decía: “yo creo que este joven me
interesa más de lo que pensaba, me siento así porque me impactó su
presencia, quizá es amor”. Horas después resultó que lo que tenía era un
problema estomacal por algo que comió en la cena (Feldman, 2018: pos. 675).
Entonces, tener la emoción amor supone conocer el concepto y sus
implicaciones conductuales y corporales; sentir eso en el cuerpo/mente, y
usar el concepto amor para significar la experiencia.
Hasta aquí podría dar la impresión de que LeDoux sigue el proceso lineal
propuesto por James, aunque complejiza la etapa de la percepción, de la
intervención cerebral en el proceso corporal/emocional y, de forma
importante, añade la memoria como parte del proceso de creación de los
sentimientos. Sin embargo, LeDoux rompe con la presentación causal y
unilineal del proceso planteado por aquel autor.15 Afirma que para
entender cómo se generan los sentimientos de emoción (feelings of
emotion), es preciso pensar en éstos como ingredientes que se mezclan
(que se procesan) en un espacio de trabajo cerebral llamado working
memory. La memoria de trabajo no es una cosa ni un lugar, sino que es
una función especial de procesamiento de la información que aparece
gracias a una “red compleja e interconectada en el córtex prefrontal”
(LeDoux, 2002: 198). El procesamiento de información de la memoria de trabajo
“consiste en dos componentes principales: un sistema temporal de
guardado [storage] de información (el espacio de trabajo) y un sistema de
control que realiza funciones ejecutivas. Una función ejecutiva clave es la
atención, que controla el flujo de información hacia el espacio de trabajo
desde los sistemas sensoriales y de memoria a largo plazo” (LeDoux, 2016: 158).
También está la función ejecutiva del monitoreo (LeDoux, 2016: 224), cuya
descripción es muy similar al monitoreo reflexivo de Anthony Giddens o a
la mutua percepción en la interacción que propone Erving Goffman,
únicamente que aquí se la señala como una función cerebral que orienta
al cuerpo/cerebro a observar el comportamiento de sí mismo, el entorno y
los cambios que provienen de él (el cuerpo-cerebro).16 En tercero y cuarto
lugares están las funciones del etiquetamiento (labeling) y atribución
(atributing). Con el etiquetamiento se refiere al proceso en que se
retoman datos/hechos tanto de la memoria semántica como de la
episódica y se usan para etiquetar la experiencia del momento. Para
entender el proceso de etiquetamiento de una experiencia
cerebro/corporal emocional recurre al término de esquema, propuesto por
Jean Piaget. Así, para LeDoux se elaboran esquemas emocionales (en la
experiencia biográfica y en la social) y se guardan en la memoria
semántica y episódica como conceptos emocionales. Un esquema
emocional incluye información aprendida en el proceso de socialización y
puede ser vivencial o no. Estos esquemas se utilizarán para etiquetar
estados corporales (como en el caso de Feldman, quien etiquetó su estado
corporal como amor, aunque en realidad era una infección). La función de
la atribución supone poder elaborar causas o factores causales para
estados corporales propios o de otros: “Me duele el estómago, ha de ser
por el pescado que comí”, o “Seguro te duele el estómago, porque ese
chico te interesa mucho y te estresó estar con él”.
BIBLIOGRAFÍA
Ambady, Nalini, Joan Y. Chiao, Pearl Chiu y Patricia Deldin (2012). “Race
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Consideraciones desde América Latina, compilado por E. Muñiz, 97-129.
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Xochimilco-La Cifra Editorial. [ Links ]
Feldman Barret, Lisa (2018). How Emotions Are Made: the Secret Life of
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