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UANL

Universidad Autónoma de Nuevo León

Facultad de Ciencias Químicas

Ingeniería Química

Cultura de género
Grupo: 002

Mtra. Itzamara Sarahi Godínez Rodríguez

Evidencia 1.2:
Ensayo del ¨sistema sexo-género¨ y ¨feminismo y
masculinidad¨

Fátima Rodríguez Solano 2128369

San Nicolás de los Garza, Monterrey, Nuevo León


22 de septiembre de 2022
Sistema sexo-género, feminismo y masculinidad
Durante las últimas décadas, la teoría feminista ha avanzado a pasos
agigantados, dando lugar a nuevas investigaciones que han arrojado luz
sobre los orígenes de la opresión de las mujeres y cómo se nutren
patriarcado y capitalismo de esta. Sin embargo, aún se confunden términos
y se ignoran cuestiones importantes que debemos aclarar para poder
construir un análisis coherente.

El feminismo es un movimiento político, social, académico, económico y


cultural, que busca crear conciencia y condiciones para transformar las
relaciones sociales, lograr la igualdad entre las personas, y eliminar
cualquier forma de discriminación o violencia contra las mujeres.

Los antecedentes del movimiento a nivel mundial se ubican a finales del siglo
XVIII, pero la actividad pública más visible se ubica en los últimos años del
siglo XIX. A lo largo del tiempo, las perspectivas del feminismo se han
multiplicado y diversificado, lo que obliga a hablar de la existencia de
feminismos, en plural, y no restringir la variedad de enfoques en una sola
categoría. Por mencionar algunas de las variantes del feminismo, podemos
mencionar: feminismo liberal, feminismo radical, feminismo socialista,
ecofeminismos, feminismo cultural y de la diferencia, feminismo de la
igualdad, feminismo comunitario, feminismos afrodescendientes, entre
otros.

En la trayectoria de los feminismos en México, mujeres destacadas y


organizadas han logrado tender puentes con los tres poderes y ámbitos de
gobierno, para incluir la igualdad entre mujeres y hombres en las leyes, en
la agenda y las acciones de las políticas públicas.

La masculinidad se define como el conjunto de atributos, valores,


comportamientos y conductas que son característicos del hombre en una
sociedad determinada.

Actualmente se cuestiona la presencia de un hombre universal, ya que


actuar como hombre varía de acuerdo con el contexto histórico, social,
cultural, etcétera. Reconociendo que cada persona aprende de manera
distinta a ser hombre o mujer, es válido afirmar que existen muchas formas
de ser hombre, ya que en cada cultura se encuentran presentes mecanismos
y códigos aprendidos que soportan y explican esta diversidad.

Factores como la raza, la orientación sexual, la condición o clase social, hasta


la pertenencia a algunos grupos, son factores de diferenciación masculina.
Debido a que el concepto de “lo masculino” deriva de una construcción
social, su significado se modifica en consonancia con los cambios culturales,
ideológicos, económicos e incluso jurídicos de cada sociedad, en una época
determinada.

Uno de estos términos confusos, tanto que se usa independientemente y


como sinónimos casi por cualquier persona, es el sistema Sexo/Género.

El sistema sexo-género hace referencia a las formas de relación establecidas


entre mujeres y hombres en el seno de una sociedad. Analiza las relaciones
producidas bajo un sistema de poder que define condiciones sociales
distintas para mujeres y hombres debido a los papeles y funciones que les
han sido asignadas socialmente y por su posición económica. La sociedad
patriarcal se rige por este sistema que sostiene una relación desigual de
poder entre mujeres y hombres y se ancla en la división sexual del trabajo,
la familia nuclear y la heterosexualidad obligatoria.

La chica danesa nos narra la historia del pintor Einar Wegener, quien fuera
la primera persona del siglo pasado en hacerse un cambio de sexo a través
de una cirugía, y de su esposa, la reconocida artista déco, Gerda Wegener.

Más allá de todas las disputas existentes entre las categorías de ‘mujeres
Cis’, que es el nombre con el que la teoría queer nos ha etiquetado a quienes
poseemos de nacimiento una vulva, ovarios y matriz, y ‘mujeres trans’, que
son las personas que deciden ser mujeres aun cuando física y
biológicamente no les fue otorgada la suerte, existe algo que no tiene género
y que no está ni debería estar en la mesa de discusión: la dignidad humana.

La chica danesa y el género


La identidad de género se refiere a la vivencia interna e individual
del género como cada persona la experimenta, la cual podría corresponder
o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia
del cuerpo, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

En México sólo las reformas de Oaxaca y Jalisco contemplan a menores de


18 años para acceder a cambiar su identidad de género y nombre de
nacimiento, mientras que en Puebla se discute el dictamen conocido
como Ley Agnes y en Coahuila en noviembre del 2020 hubo una propuesta
a la iniciativa de reforma al Código Civil estatal para actualizar las actas de
nacimiento de los y las menores según su identidad auto percibida.
La chica danesa hace una narrativa que resulta conmovedora porque una vez
más podemos identificar rasgos puntuales que las feministas de la primera,
segunda, tercera y, aún en la cuarta ola, hemos tratado de derribar: roles
establecidos y asignados a la delicadeza que supuestamente constituye la
identidad femenina.

Por un lado, tenemos al esposo que finalmente se concibe como mujer y


sufre por estos cambios, pero ¿qué hay detrás del discurso? Para iniciar a
Gerda no se le toma en cuenta más que como la mujer incondicional que
apoya a su marido en todo, pero ¿esto es realmente así?

La chica danesa, desde aquella perspectiva, sigue


reproduciendo romanticismo heteropatriarcal en su máximo esplendor y
reafirma que la sensualidad femenina es un producto que puede adquirirse
en cualquier prostíbulo, cuando no es así. Y esto no sólo afecta a quienes
tenemos vulvas biológicas, porque resulta que quienes optan por transitar
al sexo femenino, si no tuvieron la suerte de nacer con el suficiente dinero
para pagar una transición dignamente humana, se encuentran en las calles,
prostituyéndose. Porque pareciera que para las mujeres transexuales no
favorecidas no existe un mejor oficio que el de la prostitución y degradación
humana, lo cual es producto de la misoginia y el machismo heredados en
Occidente.

Si bien los feminismos abogan por los derechos de las mujeres, también
quienes deciden transitar no sólo al sexo femenino, sino al masculino, sufren
injusticias sociales, psicológicas y problemas de salud físicas que su lucha
debería retomar, en lugar de hacernos una guerra con términos despectivos
como terf, porque, evidentemente, sus problemas no son exactamente los
mismos que los de las personas que nacimos con sexo femenino.

Las sufragistas, la primera ola de feminismo en la lucha por el voto de la


mujer

Las sufragistas es una película que narra la historia de las primeras


participantes en el movimiento británico en favor del sufragio femenino de
finales del siglo XIX y principios del siglo XX, o también conocido como la
primera ola del feminismo en la región.

“La primera ola (del feminismo), que sería en la que se contextualiza esta
película, tiene como objetivo principal el derecho al voto y el derecho a otras
cosas como los hijos, los bienes patrimoniales o la igualdad frente a los
hombres en términos de la ley. Fue una época en la que se buscó igualdad
jurídica, el acceso a los mínimos derechos y el no estar a cargo de un varón
que fuera su padre, su hermano, su esposo, e incluso sus hijos
varones”, explicó la maestra Ilady Abril Torres Sánchez, académica de la
Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

Durante el Cine debate, organizado por el Programa de Estudios de Género


en Salud, donde se analizó esta película, la especialista resaltó que es muy
vigente esta idea de que las mujeres no deberían tener acceso a ciertos
espacios, porque su cualidad de mujeres las hace menos, y la podemos
observar en lugares universitarios, políticos, deportivos y más. “Quizá ya no
caemos en comentarios absurdos como ‘las mujeres son menos inteligentes
o racionales que los hombres’; pero sí hay una concepción de que pensamos
diferente de acuerdo con el género. Todavía hay una resistencia a aceptar
que esos pensamientos son simplemente la sociabilización que tenemos
desde la niñez y sobre el cómo nos educaron”, indicó la especialista.

Por otro lado, se reprodujeron fragmentos de la película que se analizaron


en tiempo real. Entre ellos se encontró la frase, dicha por un hombre, “Si les
damos el voto, equivaldrá a la pérdida de la estructura social”, a lo que la
maestra Torres Sánchez reflexionó que era cierto, pero únicamente porque
la estructura era, y es, patriarcal y misógina. De tal forma que, si en esa
estructura las mujeres valen menos, las relaciones se distribuirán de la
misma manera, por ejemplo con los derechos o el acceso a bienes materiales.

“El miedo, rechazo y resistencia a que las mujeres accedan a ciertos espacios
existe y sigue vigente, y quizá ya no se manifiesta en rechazar el derecho al
voto, pero sí de otras formas. Es una discriminación más matizada o quizá
menos evidente, pero que cotidianamente las mujeres vivimos en el día a
día. Hay profesiones muy masculinizadas en donde tenemos que adoptar
ciertas conductas masculinas o determinadas reglas de convivencia para
poder ejercerlas”, dijo.

Finalmente, mencionó que el problema no es individual, sino de la estructura


y no basta con tener cuotas de género en legislaturas, cámaras o gobiernos,
sino se debe trabajar desde una perspectiva de género que busque siempre
el bien común, así como resolver los problemas sobre las brechas de género
en diversos ámbitos. “Hoy, hay que replantearnos qué implica tener ese
poder en una estructura en la que se privilegia la masculinización de las
mujeres”, concluyó.
Conclusiones
Para comprender la opresión machista y articular un discurso feminista que
nos incluya a todas, es necesario hablar de los inicios de este. Según hemos
contextualizado, estos se remontan al Neolítico, cuando surge la propiedad
privada. Este fenómeno ata a la mujer a una explotación reproductiva que se
estructura en torno a la división sexual del trabajo y la familia cishetero
sexual monógama como núcleo de nuestra sociedad, para así garantizar al
hombre poseedor de los medios de producción herederos y mano de obra.

Es por todo esto que debemos hablar del Sistema Sexo-Género como dos
caras de la misma moneda, que han sido construidas igualmente sobre ideas
erróneas de lo que es ser hombre o mujer, para sustentar así el modelo
patriarcal capitalista. Sin embargo, es necesario analizar ambas dimensiones
del mismo sistema también de forma independiente para comprender cómo
se ha construido un sistema patriarcal que oprime de igual forma a todas las
mujeres, desde diferentes ámbitos y culturas. Nuestra opresión emana del
mismo lugar, el sistema Sexo-Género, pero dependiendo de las
determinaciones que atraviesen a cada mujer, ya sean de raza, de orientación
sexual o de identidad de género, el patriarcado hará su mella en ellas de una
manera o de otra.

Adichie, C. N. (2019). Todos deberíamos ser feministas/Querida Ijeawele. Cómo educar en el


feminismo: Todos deberíamos ser feministas/Querida Ijeawele. Cómo educar en el feminismo.
Literatura Random House.

Azpiazu Carballo, J. (2017). Masculinidades y feminismos.

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