BARBER, WILLIAM J. - Historia Del Pensamiento Económico (OCR) (Por Ganz1912)
BARBER, WILLIAM J. - Historia Del Pensamiento Económico (OCR) (Por Ganz1912)
BARBER, WILLIAM J. - Historia Del Pensamiento Económico (OCR) (Por Ganz1912)
William J.
Barber
Historia del
pensamiento
económico
Versión española de
Carlos Solchaga
y Gloria Barba Bemabeu
Revisión de
Pedro Schwartz
Alianza
Editorial
Alianza Universidad
Título original:
A History of Economic Thoughl
(Publicado en inglés por Penguin Books Ltd., Harmondsworth, Middlesex,
Inglaterra)
Introducción...................................................................................................... 19
1. Adam Smith y la estructura del análisis clásico ................................. 25
2. Prolongaciones del sistema clásico y sus primeras figuras: Thomas
Robert Malthus........................................................................................... 53
3. David Ricardo y la formalizacióndel análisis clásico .......................... 72
4. El revisionismo de John Stuart Mili ........................................................ 88
Acotaciones a la economía clásica ............................................................ 100
Introducción........................................................................................................ III
5. Karl Marx y la teoría económica de El Capital..................................... 117
Acotaciones a la economía marxiana............................................................. 143
Introducción...................................................................................................... 155
6. Alfred Marshall y la estructura de la economía neoclásica............... 160
7. Variaciones sobre los temas neoclásicos antes de 1914...................... 186
Acotaciones a la economía neoclásica.......................................................... 201
7
Indice
Introducción...................................................................................................... 211
8. La doctrina económica de la Teoría General de Keynes ................. 215
Acotaciones a la economía keynesiana......................................................... 237
Epílogo............................................................................................................... 242
Advertencia previa
...las ideas de los economistas y los ñlósofos políticos, tanto cuando son
correctas como cuando están equivocadas, son más poderosas de lo que común-
1'u'lngO 13
mi lite se cree. En realidad, estas ideas y poco más es lo que gobierna al mundo.
I os hombres prácticos, que se creen exentos por completo de cualquier influencia
mii-lcctual, son, generalmente, esclavos de algún economista difunto. Los líderes
maniáticos, que oyen voces en el aire, destilan su frenesí inspirados en algún
i-.critorzuelo académico de algunos años atrás. Estoy seguro de que el poder de
los intereses creados se exagera mucho en comparación con la intrusión gradual
de las ideas*.
1 Adam Smith, The Wealth o f Nalions. Ed. por Edwin Cannan (Methuen,
Londres, 1961). Vol. 1, pág. 144. [Hay traducción castellana: Adam Smith,
investigación sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones. México,
1958.)
25
26 La economía clásica
por ese estamento debería siempre escucharse con gran precaución y no adop
tarse nunca sin arttes examinarla larga y cuidadosamente, con la atención, no sólo
más escrupulosa, sino incluso más suspicaz. Hay que tener en cuenta que
proviene de un estamento cuyo interés no coincide nunca exactamente con el del
público, estamento generalmente interesado en engañar o incluso oprimir al
público, y que consecuentemente, en muchas ocasiones, lo ha engañado y
oprimido 2.
i
Silam Smith y la estructura del análisis clásico 49
2. La Ley de la Población
6 Citado por John Maynard Keynes, «Robert Malthus», en los Essays and
Sketches ¡n Biography (Meridian Books, Nueva York, 1956), pág. 27.
7 Citado por Keynes, op. cit., pág. 29, Trad. esp.
I’rolongaciones del sistema clásico y sus primeras figuras 57
58 La economía clásica
La economía clásica
Mark Blaug, Ricardian Economics (Yale University Press, 1958), pa'g. 197.
68 La economía clásica
i|in el mundo real era más complejo. Era posible adelantar algo
. ¡i la formulación de las reglas que gobiernan el comportamiento
.le un sistema económico, aislando un sector «básico» que pose-
v r a las propiedades analíticas convenientes y argumentando que
iodos los demás sectores se ajustarían a sus resultados. Era, sin
«nibargo, claramente necesaria una inspección más detallada de
las relaciones entre los sectores.
A un nivel más general de análisis, el problema resultaba
menos claro. Fuera de la agricultura los productos eran conside-
lablemente más heterogéneos y su variedad exigía el concurso de
mi instrumento capaz de reducirlos a un comú n denominador. En
tcsumen, las afirmaciones sobre la división de la renta nacional
filtre las diferentes porciones distributivas requerían un procedi
miento de evaluación cuando se consideraban en alguna profun
didad.
En su búsqueda de un factor común a todas las líneas de
limducción, no resulta sorprendente que Ricardo diera con el
Irabajo como el común denominador crucial. De un modo u otro,
formaba parte de la tradición clásica una aproximación al valor a
Iruvés del trabajo. Pero eso no era todo. Podía mantenerse, con
razón, que el trabajo proporcionaba un vínculo real: entraba en
lodos los procesos productivos.
Ricardo se acercó al problema del valor por un camino algo
diferente del de sus predecesores y extrajo de sus investigaciones
una solución diferente. Smith, por ejemplo, se había enfrentado a
la cuestión con el propósito fundamental de medir los cambios en
la producción total a lo largo de períodos de tiempo de conside-
i ble duración. Ricardo, aunque sensible a la importancia de este
problema, dudaba de que el trabajo pudiera servir como una
medida «estable» e «invariable». En todo caso, era más útil aún
en el problema que le ocupaba analizar las consecuencias de los
cambios en los precios relativos del output para la distribución de
la renta.
El camino que tomó Ricardo le iba a acercar a las cuestiones
que habían de dominar la teoría económica de una etapa poste
rior —en particular el análisis de la determinación de los pre
cios— más de lo que hubiese permitido el camino emprendido
por Smith. Aun cuando Smith hubiera querido ofrecer una expli
cación sistemática de los precios relativos en términos de trabajo,
le hubiera sido imposible, con los instrumentos que utilizaba.
Como se recordará, su procedimiento consistía en hacer del
trabajo una «medida de valor», expresando la renta en términos
de las unidades de trabajo que podían ser «demandadas» o
80 La economía clásica
9 Ibid., pág. 36. Sobre la base de este pasaje un comentarista ha dicho que
Ricardo sostenía una teoría del valor-trabajo «al 93 por 100».
10 ibid., pág. 88.
82 La economía clásica
tía encontrado aún su lugar en la nueva división que se ha hecho ahora necesa
ria.» (pág. 90.)
Pero también afirmó: «M. Say ha mostrado satisfactoriamente... que no hay
ninguna cantidad de capital que no pueda ser empleada en un país, ya que la
demanda está limitada solamente por la producción.... los productos sólo se
compran con productos, o con servicios; el dinero es sólo un medio a través del
cual se efectúa el cambio.» (págs. 290, 291-2.)
86 La economía clásica
el joven Mili leía los clásicos griegos en la versión original y a los los postulados clásicos y para su intento de reformular la econo
trece comenzaba a trabajar sobre la obra de Smith y de Ricardo. mía política en términos más esperanzadores para la mayoría del
Más tarde había de observar John Stuart Mili que esta notable género humano. Su valoración de la influencia de su mujer fue,
educación —que cubría las principales ramas del conocimiento— tal vez comprensiblemente, exagerada.
le había dado veinticinco años de ventaja sobre la mayoría de sus Al final de su vida, Mili ostentó, durante una breve época, un
contemporáneos. acta de diputado. Durante su mandato defendió la extensión de la
En 1823, después de abandonar sus primeros planes de estu Franquicia electoral a las clases trabajadoras y las mujeres, y
diar Derecho, Mili se empleó en la East India Company. Empezó pidió la reforma del sistema de propiedad de la tierra en Irlanda.
como ayudante de su padre en la Examiner’s Office, la división No tuvo éxito en su intento de obtener la reelección.
de la compañía encargada de llevar las relaciones con los Estados
gobernados por príncipes indios. El joven Mili fue funcionario de
la compañía durante los treinta y cinco años siguientes de su vida 2. La modificación del enfoque del valor
con la categoría de oficial, ascendiendo últimamente al más alto
puesto de la jerarquía administrativa, que anteriormente había Muy pronto apareció que Mili estaba dispuesto a redefinir
sido ocupado por su padre. Sólo abandonó la Compañía de Indias algunos términos clásicos familiares. Uno de sus primeros ensa
cuando el Parlamento la relevó de sus responsabilidades políticas yos en teoría económica se ocupaba de la definición de trabajo
y administrativas en 1858. «productivo» e «improductivo». Según él, había que revisar la
Su implicación en los asuntos de la India, pese a su duración, afirmación de que un trabajo era «productivo» sólo cuando
tuvo poca influencia sobre el desarrollo de su pensamiento. No producía objetos materiales. En particular, la transmisión de
compartió el fervor de su padre por aplicar a la India la doctrina conocimientos prácticos debía considerarse productiva, al menos
rícardiana y la utilitarista con un programa masivo de reforma. en ciertas condiciones. Sin embargo, Mili estaba aún tan inmerso
De hecho, nunca visitó la India y no hay prueba alguna de que en el clasicismo que matizó lo anterior diciendo que el trabajo
nunca expresara el deseo de hacerlo. Su actitud hacia sus debe dedicado a la formación profesional de los trabajadores era
res oficiales parece tener algo en común con la de algunos productivo siempre que «su última consecuencia fuera un au
catedráticos en nuestros días hacia sus responsabilidades docen mento en la producción material»3.
tes: estos últimos, sin embargo, rara vez se expresan tan since Mili se enfrentó más seriamente con las definiciones ortodo
ramente como Mili en letra impresa. Como dijo una vez: xas al apuntar que la terminología clásica establecida creaba la
desafortunada impresión de que las funciones desempeñadas por
el Estado eran esencialmente improductivas. En principio,
No conozco ninguna otra ocupación que permita ganarse la vida a cualquiera
que, no siendo económicamente independiente, desee dedicar una paite de sus afirmaba, no había razón para distinguir las obras de protección
veinticuatro horas a tareas intelectuales privadas1. de una finca (tales como vallas y zanjas) de las realizadas por el
gobierno al financiar la policía y los tribunales de justicia4. Por
Influencia más poderosa en el desarrollo de su pensamiento otra parte, dijo que algunos tipos de trabajo, aunque incorpora
tuvo su intima amistad con la señora Harriet Taylor, con quien se dos a objetos materiales, podían también ser improductivos. De
casó después de la muerte de su marido. Mili la describió como la hecho, el trabajo productivo podía «hacer más pobre a una
«inspiradora de mis mejores pensamientos»12. Aun cuando la nación» si la riqueza que produce, esto es, el aumento a que da
señora Taylor sólo añadiera algo interesante a las enseñanzas de lugar en las existencias de cosas útiles o agradables, no es de lo
Mili en la cuestión de la «subyugación de las mujeres», él >
consideró que su influencia fue vital para su replanteamiento de J’ 3 Mili, Principies o f Polilical Economy, W. J. Ashley, ed. (Longmans, Green
and Co., Londres, 1926), pág. 48. [Hay traducción castellana: John Stuart Mili,
1 Autobiography o f John Stuart Mili (Columbia University Press,Nueva York, ^. Principios de economía política con algunas aplicaciones a la filosofía social.
1944), pág. 58. [Hay traducción española: John Stuait Mili, Autobiografía. México, 1943.]
Buenos Aires, 1945.] * Mili, Essays on Some (Jnsellled Questions in Polilical Economy (John W.
2 Ibid., pág. 184. Parker, Londres, 1844), pág. 78.
92 La economía clásica
riamente una grave enfermedad social. Por el contrario, observó intentado confundir al hombre de experiencia o de conocimiento
Mili: empírico»19.
No fue únicamente un disgusto ante algunas de las manifesta
ciones sociales de la abundancia lo que llevó a Mili a esta
Me es imposible... concebir el estado estacionario de capital y riqueza con la conclusión. Se sentía también preocupado por la tendencia hacia
manifiesta aversión con que generalmente lo consideran los economistas de la la inestabilidad que, probablemente, coincidiría con la aproxima
vieja escuela. Me inclino a pensar que podría ser, en conjunto, una mejora ción del estado estacionario y con las tasas de beneficios decre
muy considerable respecto de nuestra condición presente. Confieso que no me
atrae el ideal de vida presentado por quienes piensan que el estado normal de los cientes. Estas circunstancias impelerían a algunos empresarios a
seres humanos es el de trepar por la vida; que la situación más deseable para la rechazar las tasas de beneficios corrientes y a buscar negocios
humanidad es la de pisotearse, aplastarse, arremeter los unos contra los otros y altamente arriesgados con la esperanza de cosechar beneficios
ponerse mutuamente la zancadilla, como ocurre en el tipo de vida social existen superiores a la media. Con argumentos parecidos a los que en
te. pues tales manifestaciones no son sino alguno de los síntomas más desagrada
bles de una de las fases del progreso industrial15. época más reciente utilizan aquellos banqueros que expresan su
preocupación por el deterioro en la calidad de los riesgos crediti
cios durante el período de expansión, Mili mantuvo que tales
Estas reflexiones se dirigían, naturalmente, a los contemporá condiciones daban lugar a una atmósfera de audacia especulativa
neos ingleses de Mili. Pero lo que ocurría en los Estados Unidos que, probablemente, se vería seguida, a su vez, por una serie de
no escapaba a su atención; incluso reservó su más acerado decepciones. El comportamiento de aquellos que trataban de
comentario para los Estados del Norte y del Centro de Nortea eludir la tendencia natural de los beneficios a la baja podía llevar
mérica. Consideraba que la población de esta zona era la más así a oscilaciones entre la prosperidad y la quiebra.
adelantada, desde el punto de vista económico. Se había elimi La tradición clásica de la Ley de Say dominaba demasiado
nado la pobreza, la abundancia estaba asegurada para todo aquel estrechamente a Mili para que llevara muy lejos el análisis de
que quisiera y pudiera trabajar, y las injusticias sociales habían esta cuestión. No obstante, vio más claramente que los creadores
sido eliminadas, al menos todas «las desigualdades que afectan a de la corriente fundamental del clasicismo, que la aproximación
las personas del sexo masculino de raza caucásica». Pero ¿qué del estado estacionario a un alto nivel de actividad económica,
había producido esta opulencia?; el juicio de Mili en 1848 fue tendería a aumentar la susceptibilidad de la economía a fluctua
muy franco: «... todo lo que estas ventajas parecen haber hecho ciones sustanciales; más aún, que la tendencia a la inestabilidad
por ellos es que la vida de todo un sexo esté dedicada a la caza era inherente a un sistema económico incontrolado.
del dólar y la del otro a la crianza de cazadores de dólares»16.
Desde la perspectiva de la ortodoxia clásica, estas afirmacio
nes caían en la herejía, lo que sus lectores no economistas 5. Mili y la política económica
notaron inmediatamente. Un crítico alababa la primera edición
con estas palabras: «... aquí no hay indiferencia ante el sufri Mili se alejó sustancialmente en varios aspectos importantes
miento humano, no hay una estima desordenada de la riqueza, no de la actitud hacia las cuestiones de política económica que había
hay una moralidad sórdida y envilecida»17. Otro, haciendo notar caracterizado al clasicismo ortodoxo. Quizá su más clara ruptura
con aprobación la actitud de Mili hacia el temido estado estacio con la ortodoxia fue en la cuestión del papel económico del
nario, observaba: «No es poca novedad oír a un economista Estado. Mili trazó al menos las líneas maestras de un programa
hablar de la siguiente manera de los meros elementos de la de intervención estatal en la vida económica más activo que el
riqueza nacional.»18 Mili fue felicitado por demoler aquellos que habrían tolerado sus predecesores. En primer lugar subrayó
argumentos «con los cuales sus predecesores científicos habían la importancia económica del papel «civilizador» del Estado, es
decir, como propulsor de mejoras en los servicios educativos, así
15 Ibid., pág. 748. como culturales (parques, museos). La elevación de los gustos y
16 Ibid., pág. 748.
17 Frazer's Magazine, septiembre de 1848, pág. 247. 19 Ibid., pág. 407.
18 Blackwood’s Edinburgh Magazine. octubre de 1848, página 412.
98 La economía clásica
Los economistas tienen un singular método de proceder. Hay sólo dos tipos
de instituciones para ellos, las artiñciales y las naturales... En esto recuerdan a
los teólogos, quienes también establecen dos tipos de religión. Toda religión que
no es la suya es una invención de los hombres, mientras que la propia es una
emanación de Dios. Cuando los economistas dicen que las relaciones del presente
—las relaciones de la producción burguesa— son naturales, quieren decir que
éstas son las relaciones en las que se genera la riqueza y se desarrollan las fuerzas
productivas en conformidad con las leyes de la naturaleza. Estas relaciones, por
tanto, son en sí mismas leyes naturales que escapan a la influencia del tiempo.
Son leyes eternas que deben gobernar siempre la sociedad. De este modo ha
habido historia, pero ya no la habrá en adelante1.
4 Como veremos más tarde, Marx también desañó la otra base del razona
miento malthusiano: la inexorabilidad de los rendimientos decrecientes. La tierra
y los rendimientos decrecientes del trabajo aplicado a ella sostuvo, estaban
erróneamente explicados dentro de la tradición clásica.
5 Ibid., vol. I, pág. 95.
\ K a rl M a rx y la t e o r i a e c o n ó m i c a d e E l C a p i ta l 123
5. El análisis de la acumulación
Como todos los que contribuyeron a la tradición clásica,
Marx mantuvo que la acumulación provenía de la parte de la
renta percibida por los propietarios de los medios de producción.
Pero su visión general del proceso económico daba una interpre-
14
ibid., vol. 1, pág. 216.
Ibid., vol. 1, pág. 229.
128 L a e c o n o m ía m a rx ista
Este punto de vista era un reflejo del rechazo por Marx de las
definiciones clásicas de los beneficios y las rentas de la tierra.
Desde su perspectiva, lo que contaba era la propiedad de los
medios de producción: nada esencial distinguía al capitalista del
terrateniente. Ambos estaban en posición de explotar a la mano
de obra y extraerle una plusvalía. De_manera similar restó
importancia a las limitaciones físicas para una rápida expansión
de la producción agrícola, a las que concedieron tanta atención
los escritores clásicos. La aplicación de nuevas técnicas a la
producción agrícola prometía elevar la productividad de modo
suficiente para satisfacer las necesidades de alimentos generadas
por la expansión industnal. Esto no quiere decir que las rentas
desaparecieran completamente del vocabulario de Marx. Subsis
tían, pero ya no eran sólo de la tierra. Podían surgir como
Ibid., vol. I, pág. 554.
130 L a e c o n o m ía m a rx ista
Y también:
¡Acumulad, acumulad! ¡Esa es la ley y los profetas! ...Por tanto, ¡ahorrad,
ahorrad! ¡Reconvertid la mayor porción posible de plusvalía o de plusproducto en
capital! La acumulación por la acumulación, la producción por la producción...19
17 Ibid., vol. 1, pág. 585.
18 Ibid., vol. 1, pág. 649,
19 Ibid., vol. 1, pág. 652.
i ni M ; h'x y la t e o r í a e c o n ó m i c a d e E l C a p i ta l 131
' Paul M. Sweezy, en Keynes’ General Theory: Repon ofTItree Decades, ed.
por Robert Lekachman (St. Martin’s Press, MacMillan and Co., Nueva York,
1964), pág. 311.
148 La economía marxista
Esta [la teoría marxiana] se desarrolló para refutar la proposición de que las
ideas gobiernan el curso de la historia, pero la misma extensión de su propia
V(ilaciones a la economía marxiana 151
3 Isaiah Berlin, Mari Marx: His Ufe and Environment (Ed. Galaxy, Oxford
University Press, Nueva York, 1959), pág. 274. [Hay traducción castellana:
Isaiah Berlin, Kart Marx n.° 441 del Libro de Bolsillo, Alianza Editorial, Madrid,
1973.]
Tercera parte
LA ECONOMIA NEOCLASICA
INTRODUCCION
V
Capítulo 6
ALFRED MARSHALL Y LA ESTRUCTURA
DE LA ECONOMIA NEOCLASICA
1 Marshall aclaró más plenamente su posición respecto del uso de las matemá
ticas en la Economía en una carta a Bowley del 27 de febrero de 1906:
... Un buen teorema maiemálico aplicado a hipótesis económicas era improbable que diese tugara buena
Economía: y me iba guiando cada vez más por las siguientes reglas: 1) Utilícense las miitomatic»* como
160
*• Alfred Marshall y la estructura de la economía neoclásica 161
lenguaje taquigráfico más que como insti'uménto de investigación. 2) Cuando lo haya hecho guárdense. 3)
11adúzcase al inglés. 4) Ilústrese con ejemplos importantes en la vida real. 5) Quémense las matemáticas. 6)
Si no se tiene éxito en 4. quémese 3. [M c m o riu lx o j' A lfn u i M u rs h u ll. F.d. por A. C. Pigou (MacMiHan and
l o., Londres, 1925). pág. 427.]
2 John Maynard Keynes. «Alfred Marshall», en Essays in Biography (Meri-
ilitin Books, Nueva York, 1956), pág. 70.
162 La economía neoclásica
i Ii.iv algo en lo que se está gastando tanto, que ganaría retirando un poco de
,11 ■ii i o de esa línea de gasto y poniéndolo en alguna otra6.
Este tipo de argumento había estado latente en el discurso
económico desde la época del utilitarismo benthamita; la única
novedad en su aplicación a los problemas neoclásicos estriba en
l.t introducción explícita del concepto de utilidad marginal. Del
mismo modo que la noción del rendimiento decreciente fue
descubierta simultáneamente por un cierto número de escritores
ii principios del siglo XIX, el concepto de utilidad marginal fue
luíinulado independientemente (y alrededor de la misma época)
por varios economistas neoclásicos: Jevons en Inglaterra, Men-
r.er en Austria y Walras en Lausana. Marshall, aun cuando podía
legítimamente exigir ser contado entre los innovadores, no podía
presentar pruebas publicadas. De un modo característico en él,
decidió no transmitir sus hallazgos hasta que pudieran presen-
mi se de una forma inteligible para un público profano.
liste enfoque del lado de la demanda en la formación de los
piecios tuvo una importante consecuencia: barrió de la escena
.di’imo de los conceptos organizadores del clasicismo. Para la
mayor parte de los escritores clásicos había sido axiomático que
H valor económico sólo podía atribuirse a objetos tangibles. Por
I contrario, los economistas neoclásicos insistieron en que la
i senda de un sistema económico no consistía en la producción
de bienes sino en la producción de satisfacciones. La medida del
valor era lo que el público estaba dispuesto a comprar. Los
servicios, tanto como los bienes materiales, cumplían esta condi-
i ion. En realidad, todo el debate sobre distinciones entre bienes
materiales e inmateriales podía ser olvidado. Marshall hizo hin
capié en este punto cuando escribió lo que sigue:
1,os hombres no pueden crear cosas materiales. En el ámbito moral y mental sí
pueden crear nuevas ideas, pero cuando se dice que crean cosas materiales en
n ulidad sólo producen utilidades; o, en otras palabras, sus esfuerzos y sacrificios
unión como resultado cambiar la forma u ordenamiento de la materia para
adaptarla mejor a la satisfacción de sus necesidades..
I ti teoría de la distribución
Para Marshall y sus contemporáneos neoclásicos el análisis
.li la distribución de las rentas era en esencia un problema de
I.limación de precios de los recursos productivos. Su solución
.1 alcanzaba por un camino análogo al seguido en la explicación
<i. la formación de los precios de los productos. Tanto en el caso
de los inputs como en el de los outputs, el precio quedaba de-
n i minado por la interacción de la oferta y la demanda.
liste enfoque estaba basado en una clasificación tripartita de
los factores productivos—tierra, trabajo y capital—, asignándose
i i nda uno de estos tres factores una participación en la renta,
i \lgunos escritores añadieron un cuarto factor productivo;
Marshall sugirió que la actividad empresarial podría ser conside-
i .ula como tal.) En este esquema los salarios eran definidos como
la recompensa al esfuerzo humano. Esta definición, al contrario
di- la clásica, no restringía las rentas salariales a las clases
ii abajadoras. Los ingresos por sueldos y el «salario imputado» de
I«»■, empresarios-propietarios caían también dentro de este grupo.
I o s propietarios del capital percibían el interés como recom
pensa a su «espera», es decir, por el sacrificio que implicaba el
icnunciar al consumo presente en favor de una posible ganancia
luliira. Aunque la renta estaba asociada a los servicios producti
vos ofrecidos por la tierra, perdía relieve la preocupación clásica
por la tierra dedicada a la agricultura, pues en la época neoclásica
llegaron a ser más importantes los valores de situación de la
iierra urbana.
En esta nueva definición de las participaciones distributivas
desaparecía también en gran medida el concepto de beneficio que
Imbían utilizado los clásicos y Marx. Gran parte de los ingresos
anteriormente considerados como tales quedaban ahora absorbi
dos como sueldo a la dirección de la empresa y como intereses
sobre el capital invertido. Aun cuando los neoclásicos no llegaron
a un acuerdo sobre el concepto de beneficio, la mayoría de ellos,
Marshall incluido, mantuvieron que el beneficio puro (es decir, el
exceso de las ganancias sobre el sueldo normal de la dirección y
el interés del capital invertido, etcétera) debería considerarse
como un síntoma de un desequilibrio temporal o de la existencia
de monopolio.
Este enfoque de la distribución representaba un claro re
chazo del esquema basado en las clases sociales sobre el que
estaban montados los modelos clásico y marxista. La teoría
neoclásica descansaba sobre una interpretación funcional de la
170 La economía neoclásica
I / ii teoría d é l a producción
I a teoría neoclásica de la producción se planteó principal-
iiimic dos cuestiones: la primera, el modo en que cada productor
. «millinaria los factores productivos; la segunda, el ajuste que el
. ni|Hosario llevaría a cabo si se alteraran las condiciones del
un uado.
El primero de estos puntos podía ser tratado fácilmente con
I«i*, instrumentos analíticos ya expuestos. Los empresarios indi
viduales eran considerados como personas que calculaban racio
nalmente en la búsqueda del beneficio máximo. Mientras preva-
l«t Hi an condiciones competitivas no podrían influir sobre el
i.K'viode los productos. La maximización de beneficios equivalía
i i a un intento de minimizar los costes. Desde el punto de vista
i. «nico, cualquier volumen deseado de producción podría obte
níase con varias combinaciones diferentes de factores producti
vo,. El empresario racional, naturalmente, seleccionaría la combi
nación de más bajo coste.
Estas reglas eran bastante simples. Más complicado era el
malisis de la respuesta del empresario a los cambios en las
imuliciones del mercado. En particular se presentaba un pro
blema de tiempo que Marshall calificó como «la principal causa
•le aquellas dificultades de las investigaciones económicas que
•«Migan al hombre, por su limitada capacidad, a ir paso a paso,
desmenuzando una cuestión compleja, estudiando un aspecto en
i mía momento y combinando finalmente sus soluciones parciales
• a una solución más o menos completa de todo el jeroglífico»12.
I sin tarea de desenredar el problema implicaba examinar las
. misecuencias de cambios minúsculos sobre el supuesto, llamado
«■n la taquigrafía marshalliana coeteris partbus; esto es, que todos
I«is factores subyacentes permaneciesen inalterados.
Marshall distinguió a este propósito entre tres períodos de
iicnipo. El primero que describió como «día de mercado» era un
período demasiado corto para que el productor pudiera hacer un
i.mihio en su producción como respuesta a un cambio en los
precios. El segundo —llamado «corto plazo»— era suficiente-
... Muchos bienes en cuya producción está muy marcada la tendencia hacia
los rendimientos crecientes son, más o menos, cosas especiales: algunos buscan
crear nuevas necesidades o vienen a satisfacer de una forma nueva una antigua
necesidad. Otros se adaptan a gustos especiales y no pueden nunca tener un
mercado muy amplio y algunos tienen méritos difícilmente contrastabas y deben
hallar lentamente el camino hacia el favor general. En todos estos casos las
ventas de cada empresa están limitadas, más o menos, según las circunstancias, al
mercado particular que lenta y costosamente ha adquirido, y aunque la produc
ción misma podría aumentarse muy rápida y económicamente, ello no sería
posible con las ventas18.
O también, como repitió Marshall: «Hay muchos negocios en
los que un productor individual podría consechar importantes
economías internas mediante un gran aumento de su producción,
y existen también muchos donde se podría vender fácilmente
todo lo que se produjera, pero hay pocos en que se puedan hacer
ambas cosas. Y éste no es un resultado accidental, sino necesa
rio.»19 La expansión de la empresa más allá de sus límites
naturales la expondría también a la competencia de sus rivales.
Se sacrificaría así la protección de que había gozado su mer
cado anteriormente, tan pronto como los productores del mercado
«general» obstaculizaran su poder económico.
Estas consideraciones llevaron a Marshall a la conclusión
optimista de que era improbable que las economías de escala
presentaran un serio desafío al mantenimiento del orden competi
tivo. Los mismos factores que permitían a las empresas gozar de
un limitado poder de mercado (la existencia de mercados «espe
ciales») contrarrestaban también la tendencia hacia las grandes
unidades empresariales. Una conclusión radicalmente diferente
podía deducirse de consideraciones puramente teóricas. De modo
característico en él, Marshall apercibió a sus lectores contra los
juicios basados únicamente en razonamientos a priori, recomen
dando «tratar cada caso concreto de importancia como un pro
blema independiente, bajo la guía de razonamientos de carácter
general». Así, los intentos de ampliar las aplicaciones directas de
las proposiciones generales, de manera que éstas nos ofrecieran
la solución adecuada para todas las dificultades, las harían tan
voluminosas que tendrían poca utilidad en su función principal.
Los «principios» de la economía deben buscar y proporcionar la
guía para entrar en los problemas de la vida real, sin pretender
ser un sustituto del estudio y el pensamiento independientes20.
Aun cuando Marshall no estaba dispuesto a obtener el rigor
18 Ibid., pág. 287.
19 ¡bid., pág. 286.
20 Ibid., pág. 459, nota.
'II m-iI Marshall y la estructura de la economía neoclásica 177
... Todo el mundo entiende, en términos generales, las causas que mantienen
tan pequeña la oferta de riqueza acumulada en relación con la demanda de la
misma para su uso; que ese uso es, en fin de cuentas, una fuente de ganancia y
que, por tanto, requiere un pago cuando se toma prestado. Todo el mundo es
consciente de que ¡a acumulación de riqueza se ve frenada y el tipo de interés
sostenido por la preferencia de una gran parte de la humanidad por los placeres
presentes sobre las satisfacciones futuras, o, en otros términos, por la aversión a
la espera. Por ello, la verdadera misión del análisis económico en este terreno no
es subrayar esta verdad familiar, sino hacer notar cuánto más numerosas son las
excepciones a la regla general que lo que parece a primera vista21.
7 La opinión contra la que así reaccionaba Clark tenía mucho de los moldes
clásicos, aunque él estuviera respondiendo específicamente a las doctrinas propa
gadas por Henry George. el abogado de un impuesto único sobre la tierra.
f Variaciones sobre los temas neoclásicos antes de 1914 193
8 Clark. The Dixtribution <>f Weirlth (MacMillan Co., Nueva York, 1899),
págs. 8-9.
7
194 La economía neoclásica
11 Capital and Interest, vol. 2, pág. 14. [Hay traducción castellana: Bóhm-
Bawerk, Capital e interés. México, 1947.]
Variaciones sobre los lemas neoclásicos antes de 1914 197
6. La determinación de la inversión
En la tradición neoclásica, como hemos visto, las decisiones
de ahorrar y de invertir se consideraban determinadas por la
misma influencia: el tipo de interés. Podía argüirse así que el
sistema económico, por su naturaleza, tendería a producir un
equilibrio automático entre ahorro e inversión; Keynes rompió la
simetría de este argumento cortando el vínculo entre el ahorro y
el tipo de interés. Las decisiones de ahorrar e invertir, sostenía,
eran en gran medida independientes la una de la otra y, a
menudo, se tomaban por diferentes grupos de personas y por
razones distintas.
Si el tipo de interés desaparecía casi completamente de la
función de ahorro, todavía tenía un lugar importante en el análisis
de la inversión. Sobre este punto, Keynes aceptó gran parte del
enfoque neoclásico. Partía de que el volumen de inversión pri
vada estaría gobernado fundamentalmente por dos consideracio
nes: el coste de financiación y la tasa esperada de rendimiento. Si
los rendimientos netos esperados excedieran del coste de capital
>|ii> imicura poner estos recursos en acción, opera en lucha desigual contra todas
l,i. lun/.as contrarias11.
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1.1»! LO G O