Breve Antología (Jaroslav Seifert)
Breve Antología (Jaroslav Seifert)
Breve Antología (Jaroslav Seifert)
Al premiarle se
reconocía el valor de su poesía, pero también el hecho de ser el único superviviente
de una generación de poetas extraordinaria, única en la historia de su país, que vivió,
sufrió y cantó con maestría los acontecimientos del siglo XX. Seifert parte de las
vanguardias de los años veinte, se integra en el ‘poetismo’ de influjos dadaístas y
cultiva la poesía revolucionaria. A partir de los años treinta su obra se inclina hacia un
clasicismo que se remansa y se enraíza en su Praga natal para dar a luz libros de gran
belleza que culminaron con Ser poeta en 1983. La Academia Sueca, al concederle el
Premio Nobel, destacó que «con su poesía, de una sensualidad ardiente y gran riqueza
de invención, da una imagen liberadora de una humanidad indomable y diversa».
Jaroslav Seifert
Breve antología
ePub r1.1
Titivillus 08.10.2019
Jaroslav Seifert, 1984
Traducción: Clara Janés
AGRADECIMIENTO
Quiero dar las gracias a Jaroslav Seifert, a la Unión escritores checos, a Adriana
Krasová, Hedvika Vydová y Jan Kriska que me han procurado los libros gracias a
los cuales he podido realizar esta antología, y de modo especial a Jirka Mlejnková
por su inapreciable colaboración.
C. J.
«Creo, pero si he de ser sincero diré más bien sólo opino, que lo que suele llamarse
poesía es un gran misterio único, del cual el poeta, y concretamente cada uno, desvela
un poco o un mucho. Luego deja la pluma o cierra la máquina de escribir, se queda
pensativo y, al anochecer, muere.»
JAROSLAV SEIFERT
Toda la belleza del mundo
Recorrer la obra de Jaroslav Seifert tal vez sea seguir un camino que se inicia
con la frescura del sol matutino, corre hacia el esplendor del mediodía y va luego
pausadamente acercándose al crepúsculo, cediendo a la envoltura de luces cada vez
más difusas y a la vez contrastadas de destellos, recreándose más en la reflexión y el
recuerdo. Esta última etapa de recorrido no se parece, sin embargo, a una agonía, sino
todo lo contrario. Se diría que precisamente, rebasada la madurez del día, irrumpe
el poeta con su voz más real y poderosa, aunque aparezca ésta como envuelta en un
velo mágico donde la nostalgia y el sueño fluyen «como fluyen los años», y se aleje
de aquella capa de brillante colorido que hostigaba al brinco, a la pirueta y al juego
casi fantástico del comienzo.
El comienzo, no obstante, fue ése para muchos, los que sintieron la fascinación
de los inventos de principios de siglo, los que vivieron en el entusiasmo futurista y
el optimismo de los años veinte, y pensaban en París como en su tierra prometida.
Jaroslav Seifert, que nació en el barrio pragués de Zizkov en el año 1901 y en
su adolescencia vivió el fervor por la Revolución de octubre, lo que se refleja en sus
primeros poemas vinculados a la estética del grupo Devétsil (Nueve fuerzas) para el
cual la poesía debía servir a la causa del proletariado, participó pronto de este sentir
incorporándose al movimiento llamado poetismo, que, fecundado por dadá, creó el
gran poeta Vitezlav Nezval en 1924. Si las dos primeras obras de Seifert Ciudad en
lágrimas (1921) y El amor mismo (1923), responden a las ideas del Devetsil, En las
ondas (1926), El ruiseñor canta mal (1926) y Paloma mensajera (1929) se sitúan ya
en la línea poetista que pretendía que el poema fuera «seductor y accesible como el
deporte, el amor, el vino y otras exquisiteces.»
Pero la madurez meridiana atrajo hacia el nítido horizonte de Seifert estelas
metafísicas y decantó su poesía hacia el clasicismo: La manzana de tu regazo (1933),
Las manos de Venus (1936), Primavera, adiós (1937). Seifert se alzó con estas obras
como el gran maestro del verso que nunca ha dejado de ser.
En la misma línea de perfección y equilibrio se hallan los libros donde laten los
acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial: Casco de tierra (1945) y Canción
de la victoria (1950).
Si París —sueño casi infantil— fue el horizonte de los años de poetismo, Praga
se alza ahora como verdadera protagonista de la poesía de Seifert y lo seguirá siendo
hasta el final. No sólo es recuerdo, realidad y promesa en obras como Vestida de
luz (1940), Puente de piedra (1945) y Praga (1956), sino en Concierto en la isla
(1965), El cometa Halley (1967) y hasta El paraguas de Picadilly (1979) y Ser poeta
(1983). Praga y la poesía, pues el paisaje exterior, que es siempre esa ciudad, incluso
en su ausencia, se imbrica estrechamente con el paisaje interior. Por ello la poesía,
ese misterio que poco o mucho van desvelando los poetas y, «concretamente cada
uno», está siempre presente, sobre todo en estas últimas obras. Y lo están también
«cada uno» de ellos, como sucede en el «Homenaje a Vladimír Holan» del libro Ser
poeta, donde con manos cálidas y amorosas, Seifert da cauce de poema a las aguas
del río deslumbrante que fue su generación.
Ser poeta aparece en 1983, año en que Seifert llega a los 82. Quizá se acerque ya
la noche, pero la noche no es la muerte, como tampoco lo es la misma muerte para el
poeta. Si bien tal vez eso signifique seguir en la carrera inacabable, signifique que su
obra —como dice Seifert le sucede al poeta— deba seguir corriendo indefinidamente
detrás de la poesía, sin poder pararse a respirar.
CLARA JANÉS
I
POESÍA
1936-1983
PRIMAVERA DE 1936
Oí al amor partir
cuando unos labios rozaron los míos por primera vez.
A la memoria de F. X. S.
De un teatro cercano
venían aquí, a veces, bailarinas,
cuando salían de los ensayos.
Hoy la isla pertenece a la poetisa, como el libro y la rosa.
el arpa dorada
caía en picado del vacío al vacío,
girando en torno a la tierra
tenía unas cuerdas rotas
y era como un ala arrancada
a la espalda de un ángel.
a Frantisek Hampl
¿Y el conde Almaviva?
Teme a los cuernos.
Pues el bello Cherubino está detrás del sillón
vestido de transparentes velos
y falta ya poco para que salte por la ventana al jardín.
Me di a la fuga
y escapé por la Puerta de la pólvora,
y al meter la llave en la cerradura de mi casa
aún me latía el corazón.
entre colibríes
que encienden sus delgados picos,
para que las flores, con tintineante chisporroteo, estallen
y ardan en sus colores,
hasta delante del horroroso gorila,
que siempre recuerda a alguien.
Era en otoño
y se escribía el año dieciocho,
Los fusiles apilados en pirámide bordeaban aquí y allá
a ras de las casas,
la Guerra había terminado.
a Laco Novomesky
De allí llegó.
París hervía.
Apenas entré,
Holan cerró bruscamente el libro
y me preguntó, aparentemente enfadado,
si también creía en la vida después de la muerte
o quizá en algo aún peor.
No puedo olvidar
muchos momentos
que fueron como flores luminosas
de todos los colores y matices
y los atardeceres llenos de perfume
que parecían racimos de uva negra
ocultos entre las hojas de la oscuridad.
¡Ojalá no me niegue
poder aún besar las manos
de aquélla que pacientemente acompañó mis pasos
y anduvo, anduvo, anduvo,
y amó más que nadie!
SER POETA
¡Praga!
A quien la ha visto una vez por lo menos
su nombre le canta en el corazón
y es ella misma una canción entretejida de tiempo,
y nosotros la amamos.
¡Escuchad!
Mis primeros sueños aún felices
brillaron en sus tejados
como platillos volantes,
y se perdían dios sabe dónde,
cuando era joven.
Y lo hice y no he mentido
si no es a mis amores
y sólo un poquito.
CANDELABRO
Su temblorosa llama
era para mí un fuego fatuo
que me encandilaba ya desde los bancos de la escuela,
por lo menos en el sueño,
y me llevaba hacia las rancias callejuelas de Praga
donde se hacía el amor
sólo un ratito.
¡Y no obstante, la hubo!
CONCIERTO DE BACH
Pero al momento
envuelven a las torres de Praga
coronas tejidas de rayos
y rosas
y de un dulce espejismo
en el que está tejido también el amor.
¡Qué suerte
poder ir por este puente!
Aunque con frecuencia veo su imagen
tras el cristal de mis propias lágrimas.
HOMENAJE A VLADIMÍR HOLAN
10.04.1980
II
PRIMEROS POEMAS
1921-1929
DICIEMBRE DE 1920
En la cárcel
donde jamás brilla el sol
hay una mesa
y es tan pobre como un bancal
donde no creciera ni una flor,
tan triste como una jaula de la que escapara el pájaro;
sólo una hogaza de pan brilla en ella como el sol
y de una copa bebe un sorbo la tristeza.
A esa flor
se acercó al amanecer una paloma blanca
que iba a todos con sus quejas:
era el alma de Josef Kulda, clamaba,
y llegaba directamente del hospital.
Del mismo modo que el vino es dulce cuando se bebe,
es amarga la vida cuando se vive,
pero a pesar de ello es hermosa,
pues una mano llena de dulces
es el paisaje después de la lluvia,
el deseo de felicidad,
un sol que sangra
como cierva herida,
la piedra de la sabiduría,
el pozo de la alegría,
la canción que los pastores tocan en el salmai[8],
que son los ojos de una niña bonita
y al fijarse el hombre en ellos
cantará en su corazón:
Sólo una vez al año florece mayo,
una vez en la vida sólo el amor.
Esa palabra
como un pájaro voló hacia la red estelar
y sobre las estrellas,
esa palabra la hizo el cuerpo
para que more entre nosotros.
El inocente
bajó del cielo como la flor de la flor,
llegó a la calle como un perfume,
sin ser reconocido, reconoció a los suyos
mientras el corazón humano de las campanas
tocaba a rebato,
porque el inocente
llegado había a la calle como un perfume,
y bajado del cielo como la flor de la flor.
Y el señor Edison
levantando los ojos del libro que leía
sonreía.
¡A qué cantidad de mariposas nocturnas
salvó la vida!
CONSUELO
¿Qué es la muerte?
que afile la guadaña
Cuando un mirlo canta
duerme
Espiral
ah flexible rosca
¿por qué llora usted
mi envidiosa
cuando el mirlo canta
y duerme?
BALADA
El tambor sonó
y el llanto se turna con él por el camino.
Por las cuatro alas del molino
la miseria chirría.
De gasa blanca
tiene la novia el vestido de bodas
y llora,
dice que irá a acostarse con el muerto.
Lo levantaré en alto
para brindar, como una copa.
La sangre correrá
sobre nuestras cabezas.