La Constante de Planck, Carlos Ramírez-Pantanella
La Constante de Planck, Carlos Ramírez-Pantanella
La Constante de Planck, Carlos Ramírez-Pantanella
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la constante de planck
P
λ=
h
carlos ramírez pantanella
14 pelo
22 dientes
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Hay fuerzas fundamentales en la naturaleza que
gobiernan la estructura y la movilidad de todas las
cosas. En física, se denominan campos –entidades que
contienen energía, ocupan espacio y median en nuestras
interacciones con los objetos.
Cada campo F (x,t) representa la distribución espacio
temporal de una magnitud física, es decir, una propiedad
que toma valores distintos en cada punto del espacio-
tiempo y que puede expresarse matemáticamente a
través de una función. En 1900, Max Planck establece
una constante de proporcionalidad presente en los
fenómenos microscópicos de la materia. Define h como
“el cuanto elemental de acción”: la cantidad mínima de
acción implicada en un proceso físico. Su valor es igual
al producto de la energía de las partículas elementales
que la componen por la frecuencia de su onda
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electromagnética.
Someto restos corporales a campos mínimos de fuerza
para que revelen su carga intrínseca latente. Creo que
existe un pensamiento encerrado en la materia y en su
transformación y me valgo de acciones físicas de “casi
nada” para dar forma simbólica a las ideas. Mínimas
perturbaciones que generen máximas significaciones.
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La secreción de sudor por las glándulas sudoríparas
de la piel es un mecanismo inconsciente del cuerpo
para su termorregulación. Axilas, plantas de los pies
y palmas de las manos son los puntos donde se suda
primordialmente.
Congelo mi propio sudor corporal con la forma de
monedas para después dejarlas derretir y corroer chapas
metálicas de cobre. La salinidad del sudor reacciona en
contacto con los metales –sus opuestos alquímicos–
generando un impulso eléctrico. Una nueva forma de
energía que otorga autonomía a la materia y que pone
en cuestión la relación entre la expresión y el contenido
simbólico del objeto. El sudor congelado es puro
esfuerzo físico corporeizado: una cantidad cristalizada
que, en su desintegración, pone en marcha un proceso
corrosivo en el soporte. Aquello que en termodinámica
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se conoce como la propia búsqueda de un material para
hallar su mayor forma de estabilidad o menor estado de
energía interna.
Una moneda efímera y corrosiva, que no intercambia ni
capitaliza nada sino que dilapida mi propio esfuerzo físico
cristalizado. La pérdida calórica se traduce una serie de
grabados que recogen los halos corrosivos estampados
en papel.
Densidad de glándulas ecrinas por cada
4 cm2 de piel.
N.B.:
1.- Se considera equivalente la densidad
del sudor al agua salada, 1027 kg/m3.
2.- Se estima en 1.8 m2 el área media
de piel de un adulto que transpira un
promedia de 0.7 a 1.5 L de sudor / día.
Glándulas
apocrinas
+1200
+800
8
+400
-400
9
10
11
12
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Collar de cabello trenzado y oro, 46 cm
y 2,4 gr (c. 1850). Museo Nacional del
Romanticismo, CE-8447.
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La intersección de un cabello con un rayo de luz láser
genera un patrón de difracción. En el punto ciego
de intersección, la luz se comporta cuánticamente
como onda y cuerpo y actúa como una nueva fuente
lumínica: las ondas se suman o se anulan, generando
interferencias.
Un holograma funciona como un molde de haces de
luz. Registra las figuras de interferencia constructiva
y destructiva provocadas por las fibras del cabello en
contacto con los fotones de luz. Toda la información
tridimensional del pelo y de su espacio circundante
queda capturada, generando un pliegue espacial. Una
suerte de enredo espacio temporal. Porque el pelo
es la medida de todas las medidas: es portador de
información genética que, en su decoloración, registra
el paso del tiempo. Pero también codifica valores
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culturales y sociales hasta el punto de ser empleado en la
confección de joyería durante el Romanticismo. Sortijas,
broches y collares fueron elaborados a partir del trenzado
de cabello humano. Una manera de incorporar afectos en
enseres personales que suponía la “objetualización” de
una persona o la personificación de un objeto.
El proyecto ha sido realizado en residencia en el Centro
de Holografía y Artes Dados Negros, de la mano
del hológrafo Pepe Buitrago, a quien agradezco su
colaboración y enseñanza.
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La difracción ocurre cuando una onda se
encuentra con un obstáculo o una ranura.
El ancho angular del máximo central es
inversamente proporcional al ancho de
la ranura, es decir, al cociente entre la
anchura y la longitud de onda.
m=4
I = 0.00383
m=3
I = 0.0165 I0
m=2
I = 0.0472 I0
m=1
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α
I = I0
m = -2
m = -3
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La fuerza de una semilla depende de la absorción de luz
de la clorofila de sus hojas y de la riqueza mineral del
terreno donde se ubica. Una pulsión de fuerza que hizo
de ellas objetos premonetales: elementos a caballo entre
lenguaje y materia que cuantifican valores, contabilizan
bienes e intercambian recursos.
Los dientes comparten análogamente un germen de
transformación. El endurecimiento instantáneo de
un empaste dental se produce por un fogonazo de
luz ultravioleta. Una reacción de fotopolimerización
donde los fotoiniciadores presentes en los composites
dentales captan la energía lumínica y desencadenan
uniones atómicas de monómeros hasta alcanzar la forma
polimérica molar. Como si se tratasen de diamantes
sintéticos, son pepitas dentales post-producidas
espontáneamente que esparzo por la sala como quien
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suelta granos en un corral...
La fotosíntesis es la absorción de energía
solar por la clorofila de las plantas para
transformarlo en nutrientes para la
elaboración del tejido vegetal.
Planta del cacao. Sus semillas fueron
empleadas como medio de pago en la
América precolombina.
Energía solar
Transpiración
Dióxido de
Clorofila carbono
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Glucosa y
carbohidratos
para crecimiento Oxígeno
Agua y minerales
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26
27
La canforquinona, el óxido de fosfina
acilo y el ivocerin son los principales
fotoiniciadores empleados en odontología
para realización de empastes dentales
fotopolimerizados.
O
H3C
H3C
O
CH3
O O
28
O O
Ge
O O
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31
Como documentación anexa para respaldar los resultados de
esta investigación, presento tres escritos que dan contexto a
las acciones presentadas en esta muestra.
Son cartas de data incierta y anónimas, pero por el lenguaje, el
tono y las referencias que aparecen en ellas, podemos aventu-
rar los contextos y épocas de las que proceden. Se suceden en
un arco temporal inverso a la concepción mecánica del tiempo.
La más cercana, a caballo entre el siglo XX y el siglo XXI, pro-
viene del ámbito científico. En segundo lugar, hallamos una de-
claración apasionada del ideario de la filosofía romántica de lo
inefable y lo erótico de finales del siglo XIX. Finalmente, aporto
una reflexión enmarcada bajo la máxima “Vanitas vanitatum
omnia vanitas”, que debió ser realizada durante el barroco de
la Edad de Oro, o al menos, escrita bajo su influencia.
Trabajo y dinero nos atraviesan. Los tiempos se derriten y se
amalgaman en un mismo líquido viscoso por el efecto del régi-
33 men productivista y extractivista que bajo diferentes nombres
se ha impuesto formando nuestro paisaje social: no nuestra
naturaleza, sino su domesticación, hasta llegar a la expresión
del valor en lo mínimo, incluida en sus manifestaciones arqui-
tectónicas y de diseño. Como esta muestra: casi toda blanca,
casi toda vacía.
Marta Ramos-Yzquierdo
Carta 1
Querido colega,
¡Por fin lo he conseguido! Tras un año de trabajo, tenemos resul-
tados. Todo el esfuerzo, literalmente, se ha convertido en algo
tangible. Al mismo tiempo es tan frágil e inestable que me hace
dudar de su valor. Como bien sabes, porque has acompañado
todo el proceso, la investigación partió del presupuesto de po-
der medir el rastro de la energía desarrollada en el propio proce-
so. Una tentativa de cuantificar la energía generada en el trabajo
considerando la desmaterialización líquida del organismo que lo
efectúa. Para ello, recogimos las muestras del sujeto, el líquido
que supuraba por los poros al someterlo a realizar el mínimo es-
fuerzo posible (1.01). Nuevamente, dadas las precarias condicio-
nes económicas con las que desarrollamos nuestra labor que tan
bien conoces, el sujeto del experimento fui yo mismo.
Seguí las dinámicas inspiradas por Lilian y Frank Gilbreth en sus
estudios sobre la ergonomía de los cuerpos de los obreros en la
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fábrica, en las que buscaban cómo poder ejercer la fuerza del tra-
bajo con el mínimo movimiento posible. La pregunta para ellos
debió ser la misma que me hago yo: ¿cómo medirlo? Inventaron
en 1913 el cronociclógrafo, que capturaba y puntuaba según un
baremo los movimientos. Pero más significativo para mis propó-
sitos: usaron un estereoscopio para dar una imagen tridimensio-
nal de estos resultados, que se aplicaría para mejorar la eficien-
cia del operario.
El desafío por tanto para mí fue como materializar igualmente la
pérdida calórica del sujeto: yo corriendo de arriba a abajo, todos
los días, a la misma hora, la misma cantidad de tiempo, que era lo
mínimo cuantificable durante los meses de mi residencia. Porque,
¿cómo materializar algo cuando “todo lo sólido se desvanece en el
aire” como diría K. Marx?
El sentimiento fue durante todo el proceso que necesitaba poder
crear un patrón, una unidad de medida que condensara todo este
esfuerzo. “Condensación”, justo la escritura, el seguir el lado más
poético de mis pensamientos, me dio la clave de cómo continuar
mis experimentos. Para preservar algo que surge de la pérdida
calórica del cuerpo debíamos ejercer sobre la materia resultante
la acción opuesta. Si había generado líquido al someterme al ca-
lor, ahora debíamos procesarlo a través del frío.
Es de esta forma en que hemos llegado al día de hoy. He conse-
guido reunir el valor del esfuerzo en una moneda de hielo. Parece
una paradoja: para existir, se detiene en el tiempo, congelada. Al
mismo tiempo, si existe, si la busco y la produzco es porque es-
tamos inmersos en esta dinámica capitalista que se basa en el
impulso: siempre avanzar, siempre seguir, siempre más. Para ello,
nosotros nos hemos convertido en la fuerza de trabajo que im-
prime esa energía necesaria. Con mi experimento quiero apun-
tar que es el trabajo el resultado de la desmaterialización de ese
cuerpo que es generador de la energía del trabajo.
¿Resulta comprensible? En otros tiempos pensaba que el valor
residía en el dinero, en las monedas, pero ellas son solo las divi-
35 sas de un valor, símbolos materiales externos que a lo largo de la
historia y de manera consensuada, no arbitraria sino emblemáti-
ca, que reflejan en la materia los imaginarios culturales que cada
sociedad ha compartido.
¡Ahora he conseguido hacer monedas con mi esfuerzo! He uni-
do concepto y forma en una misma materia. Me siento que quizá
he podido darle cuerpo al análisis que hacía el profesor Franco
Berardi desde Bolonia: “El capitalismo financiero está basado
en la autonomización de la dinámica del dinero, pero más pro-
fundamente en la autonomización de la producción de valor de
la interacción física entre las cosas. El pasaje de la abstracción
industrial del trabajo a la abstracción digital del mundo implica
una transmaterialización del proceso de trabajo.”1
¿Será la forma de ser dueños de nuestro propio valor? Como
siempre, la alegría de nuestras experimentaciones es breve, es
efímera como las monedas que he conseguido formar… Su con-
servación es complicada, su inestabilidad permanente.
He creado un molde de agua. En él, en el sudor, mi cuerpo está
presente. El exceso de toda la actividad necesaria para ello, no
es aparente. Y finalmente, se deshace sobre el metal sobre el que
consigo mostrarla de mejor manera. Intento explicar nuestro uni-
verso de manera objetiva y materialmente coherente. Intento dar
forma a una constante, a un valor que permanezca pero que irre-
vocablemente termina desapareciendo y corroyendo la materia
con la que se relaciona.
¿Tan difícil fue para Planck encontrar esa constante con la que
Einstein consiguió formular el entendimiento contemporáneo y
futuro del tiempo y del universo? ¡Y yo sólo aventuro pensar en
nuestro contexto!
Me identifico tanto con los colegas de Bristol: “La mecánica cuán-
tica predice con notable precisión el resultado de experimentos
con objetos pequeños, como átomos y fotones. Sin embargo,
cuando se observan más de cerca esas predicciones, nos vemos
obligados a admitir que desafían nuestra intuición.”2
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Espero que la poesía me ayude a llegar del experimento en el es-
tudio a una fórmula precisa, concisa, bella y estética…
Mientras, seguiré paseando.
Un fuerte abrazo.
Carta 2
Mi estimada amiga,
Mientras te escribo desde este paraje árido, a la sombra del muro
de un palacio de un tiempo glorioso ya pasado, en mitad de una
noche que parece eterna, sostengo en mi mano las joyas de tu
cuerpo. La trenza de la niña que conocí y que fue mi compañera
de juegos y el mechón ya níveo por los lustros que se han suce-
dido desde aquellos días. Nuestras vidas han transcurrido para-
lelas, no juntas. Tejidas como un broche de azabache, malladas
como una pulsera de diamantes. No hay nada más valioso que
el rastro de tu cuerpo. En cada brizna se esconde un trocito de
ti. Cada joya, objeto valioso, eres tú, objeto de mi culto. Perso-
na que se vuelve cosa. Cosa que se anima humana. Las poseo,
como monedas de valor incalculable, y habito en ellas, me uno a
las energías que las sustentan.
Entre nosotras, nunca hemos podido mostrar nuestro afecto, ca-
llado y ocultado entre los cortinajes de las casonas de nuestras
familias, ni siquiera un roce leve de pieles temblorosas por la ten-
sión y por el miedo a las convenciones. La clase obliga. Por eso,
nosotras hemos erigido un campo de afectos de relación entre
las cosas que nos hemos donado. Regalos que son dones, víncu-
los de reciprocidad, como si fuéramos un pueblo único y primi-
genio. Nos hemos construido en la sombra, como se construye a
retazos un monstruo amoroso. Amor monstruoso. En este inter-
cambio reside toda la fuerza benéfica pero también violenta. En
cualquier intercambio o don se sustenta cualquier civilización.
Ahora solo me queda moldear la realidad con un mechón de tu
cabello. Con el de la niña y con el de la adulta. Son rastros de
37 tiempos, son la ranura de la aguja por la que poder observar to-
dos nuestros espacios y estaciones en una sola mirada. Parece
algo mágico, algo maravilloso, algo sublime. Cuando me lo con-
taron no podía creerlo. Cada uno de tus cabellos se ha converti-
do en una onda. El joven científico ha conseguido en su estudio,
dirigiendo rayos precisos y preciosos sobre ellos, hacer un molde
de luz, un vaciado del espacio que ocupan. Me ha explicado que
la luz, ese rayo verde como el último que vemos cuando el sol se
oculta, el mismo para las dos, cada una desde nuestro balcón, es
onda y cuerpo al mismo tiempo, y por eso, trabajando en el espa-
cio intersticial, en la longitud de onda, consigue estas imágenes
que te envío.
Me enredo en tu pelo esperando que tu te enredes en su reflejo. El
tiempo también nos enreda, valioso. Hemos conseguido, callada-
mente, doblegar voluntades, hacer un pliegue temporal en el es-
pacio, imaginar doblar el espacio para encontrar nuestro tiempo.
Sin que nadie los sepa, hemos sido y somos dueñas de nuestros
tiempos, de nuestros deseos, de nuestros cuerpos y sus afectos.
No verbalizado, pero creador de una economía interna, que pone
en circulación una divisa, el pelo, y su imagen, el holograma, dan-
do cabida a la posibilidad de una nueva materia viva, a un nuevo
cuerpo, a una nueva carne.
Siempre tuya, siempre en deuda, siempre don.
Carta 3
Vuestra merced
El tiempo no tiene medida. Aunque lo ajustemos, los dientes de
todas sus señorías se caerán y poblarán el suelo como semillas.
El tiempo se mide y es medido a los pobres que se desloman,
para que nuestros dientes caídos cobren valor tornándose semi-
llas. Que Dios Nuestro Señor los acoja en su gloria y al amparo de
un buen amo, noble o clérigo, para que su cuerpo sirva y encuen-
tre una recompensa bajo su amparo tras la muerte que nos llega
a todos por igual. 38