Lección 12 Segundo Trimestre 2022
Lección 12 Segundo Trimestre 2022
Lección 12 Segundo Trimestre 2022
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Génesis 41:37–46; 1 Reyes 3:12; Génesis
42; Romanos 5:7–11; Génesis 43; 44; 45.
PARA MEMORIZAR:
“Dijo además Faraón a José: He aquí yo te he puesto sobre toda la tierra de Egipto”
(Gén. 41:41).
Lee Génesis 41:37 al 57. ¿Qué lugar ocupa Dios en el éxito de José?
El faraón elige a José para que se haga cargo no tanto porque interpretó co-
rrectamente sus sueños y reveló el inminente problema de la tierra, sino porque
tenía una solución a ese problema, porque le “pareció bueno el plan” (Gén. 41:37,
NVI), una opinión también compartida por los siervos del faraón. La elección
del faraón parece haber sido más pragmática que religiosa. Y sin embargo, el
faraón reconoce que la presencia del “espíritu de Dios” (Gén. 41:38) está en José,
quien es calificado como “entendido” y “sabio” (Gén. 41:39), una expresión que
caracteriza la sabiduría que Dios da (ver Gén. 41:33; comparar con 1 Rey. 3:12).
Todos los detalles informados en el texto bíblico se ajustan a la situación
histórica de Egipto en ese momento. Políticamente, el hecho de que el faraón
designara a José como visir no es raro en el antiguo Egipto, donde se han docu-
mentado casos de visires extranjeros.
Los próximos siete años son años de abundancia, de tal manera que la pro-
ducción de granos se vuelve “incalculable” (Gén. 41:49, RVA-2015), una señal de
providencia sobrenatural. La comparación “como arena del mar” (Gén. 41:49)
revela que esta es la bendición de Dios (Gén. 22:17). José refleja personalmente
esa bendición en su fecundidad, una coincidencia que evidencia la presencia
de Dios mismo detrás de los dos fenómenos. José tiene dos hijos cuyos nombres
muestran la experiencia de José con la providencia de Dios, que ha transformado
el recuerdo del dolor en gozo (Manasés) y la antigua aflicción en fecundidad
(Efraín). Qué ejemplo tan poderoso de cómo Dios convirtió algo malo en algo
muy bueno.
¿Cuáles son algunas formas en que los demás deberían ver, por el estilo de vida
que llevamos, la realidad de nuestro Dios?
El hambre obliga a Jacob a enviar a sus hijos a Egipto para comprar grano.
Irónicamente, es Jacob quien inicia el proyecto (Gen 42:1). El desafortunado
anciano, víctima de circunstancias que escapan a su control, sin saberlo pone
en marcha una asombrosa cadena de acontecimientos que lo llevarán a reen-
contrarse con el hijo por el que tanto tiempo había guardado luto.
El carácter providencial de este encuentro se evidencia mediante dos sím-
bolos fundamentales. En primer lugar, se ve como un cumplimiento de los
sueños de José. El acontecimiento, predicho en los sueños proféticos de José:
“vuestros manojos [...] se inclinaban al mío” (Gén. 37:7), está ocurriendo ahora.
José es identificado como “el gobernador del país” (Gén. 42:6, NVI) y “el señor
de la tierra” (Gén. 42:30, 33). La poderosa posición de José contrasta con la de sus
hermanos necesitados, quienes “se inclinaron a él rostro a tierra” (Gén. 42:6); los
mismos diez hermanos que se burlaron de José acerca de su sueño y dudaron
de su cumplimiento (Gén. 37:8).
En segundo lugar, este encuentro providencial se describe como una res-
puesta. Los ecos lingüísticos y temáticos entre los dos acontecimientos fun-
damentan el papel de la retribución justa. La frase “decían el uno al otro” (Gén.
42:21) también se usó cuando comenzaron a conspirar contra José (Gén. 37:19).
La permanencia de los hermanos en prisión (Gén. 42:17) se hace eco de la per-
manencia de José en prisión (Gén. 40:3, 4). De hecho, los hermanos de José
relacionan lo que les está sucediendo en ese momento con lo que le hicieron a
su hermano unos veinte años atrás. “Y decían el uno al otro: Verdaderamente
hemos pecado contra nuestro hermano, pues vimos la angustia de su alma
cuando nos rogaba, y no le escuchamos; por eso ha venido sobre nosotros esta
angustia” (Gén. 42:21).
Las palabras de Rubén “se nos demanda su sangre” (Gén. 42:22), que reflejan
su advertencia anterior, “no derraméis sangre” (Gén. 37:22), refuerzan la vincu-
lación entre lo que ahora enfrentaban y lo que habían hecho.
La mayoría de nosotros, sin duda, hemos hecho cosas que lamentamos. ¿Cómo
podemos, en la medida de lo posible, compensar lo que hemos hecho? Además,
¿por qué es tan básico que aceptemos las promesas de perdón de Dios por medio
de Jesús (ver Rom. 5:7-11)?
JOSÉ Y BENJAMÍN
Jacob sencillamente no podía permitir la partida de Benjamín, el único hijo
con Raquel que le quedaba. Tenía miedo de perderlo, como ya había perdido a
José (Gén. 43:6-8). Solo cuando no hubo más comida (Gén. 43:2) y cuando Judá se
comprometió a garantizar el regreso de Benjamín (Gén. 43:9), Jacob finalmente
consintió en una segunda visita a Egipto y permitió que Benjamín fuera con
sus hermanos.
LA COPA DE LA ADIVINACIÓN
Lee Génesis 44. ¿Por qué puso José la copa de la adivinación en el costal
de Benjamín y no en el de otro hermano?
En ese mismo momento, cuando Judá habló sobre el “mal” que caería sobre
‘aví, “mi padre” (Gén. 44:34), José “clamó” (Gén. 45:1) y luego “se dio a conocer”
(NVI) a sus hermanos. Esta expresión, que se utiliza a menudo para referirse a
la autorrevelación de Dios (Éxo. 6:3; Eze. 20:9), sugiere que también Dios mismo
se reveló aquí. Es decir, el Señor había demostrado que su providencia reina a
pesar de las debilidades humanas.
Los hermanos de José no pueden creer lo que están viendo y oyendo. Por lo
tanto, José se ve obligado a repetir: “Yo soy José vuestro hermano” (Gén. 45:4), y
solo por segunda vez, cuando escuchan las palabras precisas “el que vendisteis
para Egipto” (Gén. 45:4), creen.
José luego declara: “Me envió Dios” (Gén. 45:5). Esta referencia a Dios tiene
un doble propósito. No solo sirve para tranquilizar a sus hermanos en cuanto
a que José no tiene malos sentimientos hacia ellos; también es una profunda
confesión de fe y una expresión de esperanza, porque lo que hicieron era nece-
sario para la “gran liberación” y la supervivencia de una “posteridad” (Gén. 45:7).
Luego José insta a sus hermanos a que vayan hasta su padre a prepararlo
para llevarlo a Egipto. Acompaña su llamado con palabras específicas sobre
el lugar donde “habitarás”, es decir, Gosén, famosa por sus buenos pastizales,
“la riqueza de la tierra” (Gén. 45:18, 20). También se encarga del transporte: les
provee carros, lo que finalmente convencerá a Jacob de que sus hijos no le es-
taban mintiendo sobre lo que acababan de pasar (Gén. 45:27). Jacob acepta esta
demostración visible como evidencia de que José está vivo, y esto es suficiente
para que él vuelva a cobrar vida (comparar con Gén. 37:35; 44:29).
Ahora las cosas van bien. Los doce hijos de Jacob están vivos. A Jacob ahora
se lo llama “Israel” (Gén. 45:28), y la providencia de Dios se había manifestado
de una manera poderosa.
Sí, José fue misericordioso con sus hermanos. Podría permitirse el lujo de serlo.
Sin embargo, ¿cómo aprendemos a ser misericordiosos con aquellos cuya maldad
hacia nosotros no termina tan bien como con José?