Dance Therapy Los Irwin 1 Noa Pascual
Dance Therapy Los Irwin 1 Noa Pascual
Dance Therapy Los Irwin 1 Noa Pascual
Dance therapy
Título: Los Irwin: Dance therapy
Autora: Noa Pascual
Ilustradora: Verónica GM
Copyright ©2015 Noa Pascual
Todos los derechos reservados
Editorial: Createspace
ISBN-13: 978-1515250951
ISBN-10: 1515250954
Página oficial de la autora creada por las lectoras:
Novelas románticas de Noa Pascual
https://www.facebook.com/groups/40047925345341
Agradecimientos
A MIS PANTERAS
INCOMPRENDIDAS, PORQUE
PARA MÍ YA SOIS MI FAMILIA.
SIN VOSOTRAS, NADA TENDRÍA
SENTIDO.
MIL GRACIAS POR
RECORDARME SIEMPRE EL
LEMA DE LAS PANTERAS:
NADIE NOS PUEDE PARAR.
Índice
Agradecimientos
DEDICATORIA
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Epílogo
Avance de la segunda parte de la saga
BIBLIOGRAFÍA
CAPÍTULO 1
La decepción
Necesita intimidad
Sueños rotos
1 de Septiembre de 2005
Querida Rebeca:
Me duele tanto haber recibido tu carta, pensé
que nuestro amor sería más fuerte que la
distancia, que los miedos y que cualquier
obstáculo que el destino interpusiera entre tú y
yo.
Te prometí cuidarte, quererte, respetarte y
regalarte todos tus sueños. Y no hubiese faltado a
mi promesa, porque, para mí, tú eras toda mi vida
y todos mis sueños.
Hoy, después de leer que no he sido el único
en tu vida, has roto en mil pedazos todo cuanto
tenía. No podré perdonarte, porque ya no sé la
mujer que eres; desde luego no eres la mujer que
yo me merezco.
Ahora no sé qué será de mí, porque tú y sólo tú
eras mi único sueño. Ojalá no hubiese sido así,
porque ya no tengo nada por lo que soñar, y sin
sueños, no hay nada por lo que luchar.
A tu pregunta de si algún día dejaré de
odiarte, te respondo: no te puedo odiar, porque, a
pesar de todo, tú me has enseñado a amar.
PD: Escucha esta canción y sabrás por qué no
te puedo odiar.
Terapia de baile
Juego peligroso
¿Invitas tú?
¿Siempre… siempre?
Puede.
La venganza
Encuentro accidentado
Lío embarazoso
Sorpresa, sorpresa
Pelea de enamorados
Corazón roto
Yo no te perdonaré,
Si me dejas por dentro con este dolor
No te perdonaré…
La verdad duele
5 de septiembre de 2005
Querido Jaime:
Perdóname, sé que estás muy enfadado
conmigo, pero me volví loca de dolor.
Por favor, rompe la carta que te envié, pues
nada de lo que escribí en ella es cierto.
Me hubiese gustado explicarte mis motivos,
pero no me coges el teléfono. Lo entiendo, de
veras que lo entiendo, pero dame la oportunidad
de explicártelo.
Cuando te marchaste, sentí que algo se
desgarraba dentro de mí. No sé explicarlo con
palabras, pero estoy segura que fue mi alma,
como si se quemara y quisiera salir por cada
poro de mi piel. No miento, te juro que fue un
dolor tan intenso que creí morir.
Me enfadé porque tú eras el causante, me
sentí vacía y rota. Y por eso quise que sintieses lo
mismo que yo había sentido. Por eso me inventé
que te había olvidado, que ya no te necesitaba y
que otro había ocupado tu lugar.
No es verdad, no podría hacerlo, porque tú
eres el único que ocupará mi corazón el resto de
mi vida. Sin ti, no quiero seguir viviendo.
Me estoy volviendo loca, todo se me hace
grande, tú eres el único que me entiende, me
apoya, me da luz y me guía.
Por favor, Jaime, perdóname, porque te
necesito.
Me prometiste regresar por mí; ahora, yo te
prometo que te estaré esperando con los brazos
abiertos. No me importa si es un mes, un año,
cinco o toda una vida, pues eres al único al que
podré amar mientras viva. Lo sé porque, como te
he dicho, sin ti, me siento vacía.
Te juro que nadie ocupará jamás tu puesto. Y
espero que me perdones para poder seguir
viviendo plena. Aunque estés lejos y me duela, he
aprendido que no importa mientras sepa que
seguimos juntos. Pero si no me perdonas, ten por
seguro que jamás volveré a sentirme plena.
Te amo.
Pd: Ahora sé lo que es perder el alma, por eso
necesito que me la devuelvas.
David comprendió en ese instante qué había
ocurrido entre su hermana y Jaime en el pasado.
Jaime permanecía callado, con un nudo en la
garganta y el estómago.
Releyó la carta, necesitaba memorizarla.
David supo que debía decir algo.
―No mintió, sigue sintiéndose vacía.
Jaime tragó saliva.
―¿Por qué no me la envió? ―preguntó en un
hilo de voz mientras una lágrima le salía.
David que había mirado la fecha de la carta,
por fin habló de algo que en la familia había
estado prohibido.
―No pudo.
―¿Por qué? ―preguntó de nuevo casi sin voz y
sin apartar la mirada de la carta que mantenía entre
sus manos temblorosas.
―Porque perdió la cabeza. Esa carta que tienes
en tus manos no llegó a su destino porque Rebeca
se trastornó.
Jaime ladeó la cabeza para mirar a su amigo.
―Sufrió un ataque nervioso, fue… ―Pensar en
ello dolía―. La sedaron ese mismo día, y, cuando
despertó, mis padres se la llevaron a Escocia, la
ingresaron en un centro psiquiátrico.
Jaime cerró los ojos.
―¿Por mi culpa? ―esta vez preguntó con unas
cuantas lágrimas en la cara.
―No, fue un cúmulo de todo: tu partida la
sintió como un abandono. Su premio en el mundo
de la moda fue un tormento de auto superación, no
quería defraudar y se exigió más de lo que debía.
Los desfiles y el ritmo frenético de esos días
pudieron totalmente con su autocontrol… Nadie
pudo hacer nada hasta que ocurrió.
Jaime se limpió las lágrimas con el dorso de la
mano. Respiró hondo, dobló la carta con cuidado y
la volvió a meter en el sobre. Mientras lo hacía,
vio en el suelo un montón de fotografías de ellos
dos, la carta que él le envió y el cd que añadió al
envío.
―No puedo vivir sin ella ―afirmó con
aplomo, para qué negar lo que era evidente.
―Y ella, sin ti, tampoco.
Jaime se dio la vuelta y vio que estaban todos
los hermanos Irwin dentro de la habitación. Había
estado tan pendiente de las palabras de David, que
ninguno de los dos se había percatado que había
entrado el resto de hermanos.
―Pero está en Escocia… ―pronunció
derrotado, y Dallas lo interrumpió.
―Intentando olvidarte.
Jaime asimiló las palabras.
―Pues no voy a permitir que eso suceda
―afirmó convencido.
―Mejor, porque va siendo hora que mi
hermana deje de sentirse vacía ―se pronunció
David.
―Ella, vacía, y yo, muerto.
Rubén sonrió, Jaime por fin iba a traer a su
hermana, ya era hora que esos dos locos
enamorados disfrutaran de la vida que merecían.
Jaime apretó la carta para sentirla, llegaba diez
años tarde, pero no importaba, recuperar a Rebeca
sabiendo que ella lo amaba tanto como antes le era
más que suficiente.
―Tengo que irme, necesito hablar con Javier
urgentemente ―dijo sorprendiendo a todos los
hermanos.
Salió del dormitorio de Rebeca y se dirigió al
suyo, cogió el tubo cilíndrico y su chaqueta con
premura.
Montó en su moto y se dirigió a casa de Javier.
Los hermanos llamaron para avisarle de lo que
había sucedido.
Cuando llegó a casa de Javier, este lo hizo
pasar al salón, se sentaron alrededor de la mesa, y
Jaime, sin tiempo que perder, pues había ido por
un único motivo, habló:
―Mi padre decía que a un hombre se le mide
por las promesas que es capaz de cumplir. —
Javier escuchaba atento―. Creo que hoy se sentirá
decepcionado conmigo, pero por Rebeca rompería
una y mil promesas.
Javier cruzó los brazos y se echó hacia atrás,
apoyándose en el respaldo de la silla.
―No creo que tu padre se vaya a sentir
decepcionado, pues, si no recuerdo mal, le
prometiste a mi hermana amarla toda la vida.
Jaime esbozó una medio sonrisa.
―Sí, se lo prometí.
―Jaime, cuando te pedí que me prometieras no
mantener de nuevo una relación sentimental con mi
hermana, no fue por alejaros, más bien porque ella
no estaba preparada, o eso fue lo que sus
psiquiatras nos dijeron.
Jaime asintió con la cabeza.
―Para serte sincero, tampoco esperaba que la
fueses a cumplir tanto tiempo, pues vosotros dos
siempre os habéis saltado las normas.
Jaime por fin pudo esbozar una sonrisa plena,
era cierto, cada vez que Rebeca quería algo, él la
había ayudado, saltándose las normas de los Irwin,
y si Javier supiese que la más sagrada lo habían
hecho no una, sino dos veces, pondría el grito en el
cielo.
―Pues una vez informado, me veo en la
obligación de decirte que me voy por ella, voy a
buscar el primer vuelo que salga…
―Yo tengo ya tu billete.
Jaime levantó las dos cejas.
―Pensaba ir por Rebeca mañana para traerla a
casa, nos tenías muy preocupado, y la única que
podía ayudarte es ella.
Jaime se sintió pleno, la familia Irwin era su
familia. Lo había sido siempre, desde niños. De
hecho, él pidió estudiar gaélico desde bien
pequeño para poder sentirse uno más.
Javier se levantó, le acercó la reserva del vuelo
que ya había cambiado a nombre de Jaime y se la
entregó.
Jaime se puso en pie y, antes de marcharse,
también le entregó algo.
―¿Qué es esto? ―preguntó Javier al ver los
planos de una casa y un proyecto completo para
decorar ese lugar.
―Un sueño hecho realidad.
Javier levantó una ceja y lo miró rápido.
―¿Pero ese no es el sueño de Beca?
―Sí, pero el mío es vivir donde esté ella, así
que dos sueños por el precio de uno.
El mayor de los Irwin sintió un pinchazo en el
pecho, pero de orgullo y satisfacción, el hombre
que tenía delante amaba a su hermana por encima
de todo.
Y como si de uno de sus hermanos se tratara, le
dio un abrazo para demostrarle que estaba
orgulloso.
―Ve por ella y tráela de vuelta a casa.
―Te lo prometo, esta vez no voy a faltar a mi
promesa.
Capítulo 35
No sé vivir si no es contigo
No sé, no tengo valor
No sé vivir si no es contigo
No sé… no sé ni quién soy…
Rebeca por fin sonrió con la cara llena de
lágrimas, pero feliz, pues Jaime había ido por ella,
estaban juntos y, además, le estaba regalando un
momento romántico digno de cualquier película.
Cuando la canción terminó, Jaime echó la
cabeza un poco atrás para mirarla a la cara, pero
fue incapaz de soltarla, y, cuando ella abrió los
ojos, supo que cumpliría la promesa de llevarla a
casa junto a él.
Y sin más, la besó, fundiendo de nuevo sus
almas, pues estaba claro que separados no eran
nadie ninguno de los dos. Que cuando se juraron
amor eterno en la adolescencia, no mintieron: el
pasado los unió de por vida, el presente lo hacía
de nuevo, y el futuro, estaba más que claro, lo
estarían para siempre. Y era tan grande el amor de
ambos que, sin palabras, a través de ese beso, se
estaban prometiendo de nuevo que si existía la
eternidad, ellos la vivirían juntos.
Capítulo 36
Confesiones necesarias