Una Casadera Incorregible - Laura A. Lopez
Una Casadera Incorregible - Laura A. Lopez
Una Casadera Incorregible - Laura A. Lopez
Contenido
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Epílogo
Conoce la próxima novela de la Serie El círculo de los solteros
Si te gustó Una elección peligrosa, podría gustarte…
Biografía
Una casadera incorregible
Laura A. López
© TODOS LOS DERECHOS
RESERVADOS.
SAFE CREATIVE: 2405168014742
CORRECCIÓN: SANDRA GARCÍA
Regla N°2
Capítulo 1
En pleno inicio de la temporada, Wilburg Westwood,
duque de Westwood, abandonó la abarrotada Londres con la
intención de regresar en el verano. Este año estaba
dispuesto a perderse las reuniones del círculo de los
solteros. Sabía que este sería su último año soltero y no
quería desperdiciarlo en bebidas y personas que apostarían
su nombre en el libro de apuestas de White's como el
primero en caer en las garras del matrimonio.
—Pero...
—Pero nada...
—No tengo la culpa de que usted sea lenta. Le hablaré
a mi padre para que la haga cambiar de opinión.
—¡Madre!
—Para mí es lo mismo.
—Pero nadie dice que son de ella, dicen que son del
duque, es la fama que tienes gracias a los perros que
mataban a las gallinas de la propiedad de mi hermano.
—Mmm...
—¿Eso es sarcasmo?
—Y usted...
—¿Y yo?
—Absolutamente, su excelencia.
—A mí.
Capítulo 5
Al día siguiente, Wilburg y su tío partieron hacia el
bosque para conseguir aves que estuvieran por la zona.
Ellos no comprendían la razón por la que el arroyo no atraía
a los animales. Comenzaron a pensar que los vecinos
habían estado cazando y por eso las presas estaban
asustadas y escondidas. Lograron coger unas tres perdices
y nada más, salvo algunas flores silvestres que el tío del
duque tomó para su esposa.
—Sí, excelencia.
***
—Usted es encantador.
—Lo dudo mucho. Soy su hija sin duda alguna y soy aún
más parecida a la familia de mi madre. Que no lo tilden de
descuidado con una Fane.
Volvieron a separarse para continuar con otras parejas.
Estar lejos representaba unos instantes de paz en la
incesante batalla de egos entre ellos. Definitivamente,
juntos se arrancarían los ojos, aunque Wilburg quizá lo
hiciera con gusto, ya que se divertía mucho más que
cuando bebía con sus amistades hasta perder la conciencia.
—Pero...
—Entonces le gusta...
—Mmm... Sí.
***
Mientras que Augusta sufría por sus dichos, el duque de
Westwood montaba en su caballo blanco, como si fuera el
héroe de algún libro. Salió en compañía de sus tíos para
despejar su mente de lo que había ocurrido la noche
anterior.
—Por supuesto que no. Era una broma para hacerte reír.
Te noto preocupado y no me gusta verte así. Ve a hacer lo
que gustes, hijo. Después seguiremos conversando.
Capítulo 12
Augusta sentía que sus orejas ya eran dignas de ser
confundidas con las de una liebre. La señora Smith no había
tenido compasión por esa parte de su cuerpo.
—Usted no irá.
—No lo sé.
—Milady...
—Habla —ordenó.
—¡Milady!
Una vez junto al arroyo, notó la crecida del agua por las
últimas lluvias que habían caído. Todavía quedaban charcos
de agua aislados por el camino de los cuales Silvester
abastecía su babeante hocico.
Del otro lado del arroyo, distinguió una figura masculina
que estaba sentado sobre una enorme roca y arrojaba
piedritas al agua como si estuviera aburrido.
—No lo sé...
Albert cerró los ojos y los apretó con los dedos. Su hija
valía al menos por unas diez cuñadas. El disgusto que le
provocaba era demasiado grande para dejarlo pasar de esa
manera. ¿Cómo había podido hacer semejante cosa para
poner en riesgo la vida de alguien tan importante?
—Pero...
—Tía...
—No acepto discusiones, estás aquí para que te
consienta. Deja todo en mis manos. Ahora, ve a tu
habitación y espera un buen baño —ordenó su tía.
—¿Cuál vecina?
—¡No!
—Tu hija, Kitty. Esa niña aprendió todo eso de ti, de tus
hermanas y de Spencer —acusó enfadado.
—Tu padre...
—¿Qué quiere?
—¿Qué es eso?
—No lo haré. Hoy en día decir que soy la hija del duque
de Salisbury no es la mejor presentación después de
abandonar al duque de Westwood. ¿Por qué crees que me
entusiasma esta salida? Nadie verá mi cara.
—No, no...
***
—Tía...
—Te dije que era mejor ocultar eso. Mira su cara, Ernest
—dijo Margarite al observar el rostro serio y molesto de su
sobrino.
***
***
—Debo ir al carruaje...
—¿Para mí?
—Gracias —articuló.
Por supuesto que sí, iría para sufrir como una verdadera
tonta. Le encantaban los problemas, por eso daría un paseo
a solas con él.
—¿Por qué?
—Él cree que conseguirá un esposo para mí.
—Sí.
—La ayudaré...
—Insisto.
—Aquí estaré.
Él suspiró.
—Augusta...
—Padre...
—Augusta...
—Cazaste.
—Sí.
—Madre...
***
—Tía...
—¿Y John?
—¿Por qué?
—Ya no soy una niña, tía. Dígalo con todas sus letras, lo
besó.
—Entonces...
—¿Y qué puedo hacer por ti? ¿Quieres que hable con
Albert? Siempre me hace caso. Le diré que seguirás
buscando y que no te obligue a estar con este caballero o
también puedo pedirle los perros para amenazar al hombre
para que se case contigo y te haga feliz.
***
—¿Y tú sí?
Ni a sus demás amigos les había dado el nombre de la
dama que lo había torturado en Gloucestershire. Solo dijo
que se distrajo en el lugar con una joven, que por su
privacidad y su reputación no diría el nombre.
—No dudo de nada que tenga que ver con usted, más
bien dudo de mi propia familia. Wilburg es mi amigo y mi
primo, me temo que deberé enfrentarlo para saber lo que
necesita.
Ella suspiró.
—¿Y qué hay de malo con eso? No todo puede salir mal.
—No soy bueno, soy peor que una víbora. He sido malo,
inmaduro y he calumniado a milady. Sé que usted me ve
como la criatura más inocente de este mundo; sin embargo,
no es así, el amor que siente por mí la mantiene ciega con
respecto a cómo soy en realidad. Este ser horrible y
despiadado que ha caído en las garras de una mujer igual
es lo que tiene. Lady Augusta me confesó que me quiso,
pero que con mi forma de ser dejó de abrigar esperanzas.
Todo esto es por mi absurdo miedo a repetir la vida de mis
padres, pero no me di cuenta de que ella y yo no somos
como ellos, debido a que entre nosotros existe algo que se
llama atracción. Me he negado todos estos meses y ha sido
suficiente.
Margarite miró a Wilburg que tenía una expresión de
sufrimiento en el rostro. No reconocía al joven cuyo rostro
siempre era burlón. Ese había desaparecido desde
Gloucestershire, para dar lugar a otro de un rostro más serio
y pensativo. Tampoco ella lo había ayudado a conseguir a la
mujer que creía que lo haría feliz.
***
—Su excelencia…
—¿Qué ha pasado?
***
Augusta se preparaba en su habitación, mientras que
su prima, Philippa se probaba cada joya que encontraba.
—¿Comes bien?
—Adiós, John.
***
Wilburg fue a su casa sonriente. Sabía que tenía su
pellejo en el precipicio; no obstante, la joven sí demostraba
interés en él. Aquel beso que se habían dado revivió todo el
fuego que existía entre ellos. Solo debía coger valor para
enfrentar al duque de Salisbury, a quien provocó en última
instancia sin considerar que al día siguiente iría a rogarle
para que le concediera la mano de Augusta.
—Entonces lo ha aceptado.
—Padre, le pido…
—Tú no pides nada. Este caballero conversará conmigo
y es todo.
Horas después…
—Sea como sea, este será otro año para mí. Admítelo,
Wilburg, soy demasiado para ti.
Fin.
Conoce la próxima novela de la
Serie El círculo de los solteros