Los Sacramentos en General - 221014 - 172129

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1.

1 NATURALEZA DE LOS SACRAMENTOS

1.1.1 Noción de los sacramentos

A. Definición nominal

La palabra latina "sacramentum" significa etimológicamente algo que santifica (res sacrans), y equivale en griego a la voz "misterio"
(musthrion: casa sacra, oculta o secreta).

Del significado nominal se ve claro que el sentido de la palabra es muy amplio: significa cualquier cosa sagrada o religiosa. En esta
concepción amplia reciben el nombre de sacramento también las realidades sagradas del Antiguo Testamento, es decir, anteriores a
la venida de Cristo (p. ej., el Cordero Pascual, los sacrificios, la circuncisión, etc.). Sin embargo, es importante tener claro que estas
realidades difieren esencialmente de los sacramentos de la Nueva Ley, porque no producían la gracia, sino sólo figuraban la que
había de venir por la Pasión de Cristo.

En este sentido amplio, la palabra sacramento se puede aplicar también a la misma Iglesia, como lo enseña el Concilio Vaticano II: La
Iglesia es un Cristo como un sacramento; o sea, signo e instrumento de la unión con Dios, y de la unidad de todo el g‚nero humano
(Const. Lumen gentium, n. 1).

B. Definición real

El Catecismo de la Iglesia Católica1 ofrece la siguiente definición: Los sacramentos son signos eficaces de la gracia, instituidos por
Cristo y confiados a la Iglesia por los cuales nos es dispensada la vida divina (n. 1131).

La noción de sacramento incluye los siguientes elementos:

1) que es una "cosa sensible", es decir, algo que el hombre es capaz de percibir por los sentidos corporales (el agua en el bautismo,
el pan y el vino en la Eucaristía, etc.);

2) esa cosa sensible es, además, "signo" de otra realidad (la "gracia" o "vida divina");

3) que haya sido instituido por Jesucristo durante su vida terrena;

4) que tenga eficacia sobrenatural para producir la gracia en el alma del que lo recibe. No sólo significa la gracia sino sobre todo la
produce de hecho;

5) como los sacramentos han sido confiados a la Iglesia

1.1.2 Los elementos del signo sacramental

Ciertamente, el Señor podía habernos comunicado la gacia directamente, sin necesidad de recurrir a ningún elemento sensible. A
veces lo hace así, y envía su gracia invisible como una ayuda real, sin mediar elemento externo alguno.

Sin embargo Dios, creador de la naturaleza humana, ha querido acomodarse a ella al darnos su gracia. Jesús, p. ej., realizaba de
ordinario los milagros sirviendose de algunos elementos materiales, o de algunos gestos y palabras: tocó con su mano al leproso y le
dijo: quiero, queda limpio... (Mt. 8, 3); untó con barro los ojos del ciego de nacimiento; éste se lavó despues y recuperó la vista (Jn.
9, 6-7); diciendo esto, sopló y les dijo: recibid el Espíritu Santo... (Jn. 20, 22).

Del mismo modo, quiso Jesús en los sacramentos unir su gracia a signos externos en los que se encarna, se materializa, la acción
invisible del Espíritu Santo. La pedagogía divina ha querido comunicar al hombre la gracia sobrenatural a traves de las mismas
realidades materiales que usamos en nuestra vida ordinaria, dándoles una significación m s alta y una eficacia que de suyo no tiene
ni pueden tener.

No eligió, sin embargo, una realidad material cualquiera, sino aquella que ya en el plano natural sirve para un fin similar al que Dios
quiere producir sobrenaturalmente: el agua, para lavar; el aceite, para fortificar el cuerpo; el pan, para alimentar, etc. Luego
determinó que, mediante unas palabras pronunciadas con su autoridad, estas realidades materiales significaran y causaran un
efecto santificador: el agua lava la mancha del pecado en el alma.

El elemento material se llama materia del sacramento, y las palabras que lo completan y dan su eficacia a la materia se denomina
forma. Cuando la forma es pronunciada por el ministro con la intención de hacer lo que hace la Iglesia, Dios confiere su gracia a
través del sacramento, que es el instrumento del que se sirve para santificarnos. Tenemos ahí el signo externo de la gracia (materia y
forma) y la gracia conferida.

El signo sensible lo componen conjuntamente la materia y la forma, y es a lo que la Iglesia da el nombre de sacramento.

La materia y la forma constituyen la esencia del sacramento y no pueden variarse o modificarse, pues fueron determinadas por
institución divina. La Iglesia, al establecer modificaciones en los ritos, jam s varía esta parte esencial, sino que sólo regula las
ceremonias litúrgicas alrededor de los dos elementos constitutivos de cada sacramento.

1.1.3 Necesidad de los sacramentos

Se plantea ahora una doble cuestión:

a) si la gracia ha de llegar al hombre necesariamente a través de los sacramentos;

b) si es necesario al hombre recibirlos para conseguir la salvación.

Sobre el primer punto, hay que decir que es posible que la gracia llegue al hombre también de otros modos:

Dios puede comunicarla sin los sacramentos, de manera puramente espiritual. Por eso, no existía en El la ineludible necesidad de
instituirlos ya que, como señala Santo Tom s (S. Th. III, q. 76, a. 6, ad. 1), "virtus divina non est alligata sacramentis" (el poder de Dios
no está ligado a los sacramentos). Sin embargo, considerando la naturaleza a la vez material y espiritual del hombre, tal institución
era muy conveniente: así se nos hace participar de lo invisible a través de lo visible.

Por lo que respecta a la segunda cuestión, hay que decir que no todos los sacramentos son necesarios para cada persona, pero como
Cristo vinculó a ellos la comunicación de la gracia, y por tanto la consecución de la vida eterna, todos los hombres tienen necesidad
de algunos de ellos para salvarse.

1.2 LA GRACIA

1.2.1 Noción de gracia

La palabra "gracia" (del latín gratus: agradable, grato, gustoso) tiene en castellano una amplia gama de significados: la cualidad de
una persona o cosa ("dotada de gracia"), una actitud de afecto ("caer en gracia"), el agradecimiento ("dar las gracias"), etc. En el
trasfondo de todas estas acepciones resuena un dato común: la palabra "gracia" evoca situaciones en las que el hombre se halla
ante lo bello, lo trascendente, la benevolencia, la amistad, en las que está en juego no ya lo absolutamente debido, lo formal, sino lo
gratuito, lo que es fruto de la liberalidad o del amor.

Es este matiz el que recoge el significado teológico de la palabra. En sentido general, se entiende por gracia todo beneficio que Dios
otorga. Y así, en sentido amplio, la creación entera es una gracia divina.

Sin embargo, en estricto lenguaje teológico y así lo entenderemos en adelante, la palabra "gracia" se refiere a la gracia sobrenatural;
es decir, a los auxilios sobrenaturales que hacen posible al hombre la consecución del fin sobrenatural al que Dios lo ha destinado.
Por eso se afirma que la gracia es:

- todo don sobrenatural que Dios da al hombre

- por gratuita benevolencia

- para que pueda alcanzar su fin sobrenatural.

Se dice

1o. don: pues es un beneficio que Dios otorga;

2o. sobrenatural: pues lo que comunica es la misma vida de Dios, la cual es sobrenatural; es decir, sobre toda naturaleza creada. En
sentido estricto, lo sobrenatural no es sólo la elevación de una naturaleza sobre las posibilidades que Dios le infundió y que son
inherentes a ella; es un don que trasciende todas las fuerzas, posibilidades y valores de la naturaleza, un don que Dios concede para
que logremos la íntima comunidad con El mismo: su fin es la participación en la íntima vida trinitaria de Dios. Así, no son
sobrenaturales aquellas realidades que, aunque suceden de modo extraordinario (p. ej., una curación milagrosa), no rebasan el
orden de lo creado;

3o. gratuito: siendo superior a la naturaleza, no hay fundamento para exigirlo como debido, sino que procede de la bondad de Dios;

4o. para alcanzar el fin sobrenatural: habiendo sido el hombre destinado a este fin, es provisto por Dios de un medio proporcionado
la gracia para alcanzarlo.

1.2.2 División de la gracia

La gracia puede ser actual y habitual. La gracia actual es un don transitorio, y la habitual es un don permanente.

La gracia que permanece se llama habitual, porque es un hábito, esto es, algo que permanece de modo estable en el alma. La gracia
que pasa se llama actual, porque es un acto, que termina después de algún tiempo; p. ej., un buen deseo.

La gracia habitual se llama también gracia santificante, porque realiza la justificación del hombre, llevándolo del estado de pecado al
estado de justicia y santidad. Santifica per se al hombre y lo hace vivir en lo que se llama estado de gracia.

La gracia actual se llama también auxiliante, pues es un auxilio que Dios da al alma en el origen de la conversión o en el curso de la
obra de la santificación (Catecismo, n. 2000).

Semejanzas entre una y otra:

a) son dones sobrenaturales y gratuitos;

b) merecidos no por las propias acciones, sino por la Pasión de Jesucristo;

c) que se dan para la salvación del hombre.

Diferencias:

a) la habitual es permanente; la actual, transitoria;

b) la habitual inhiere en el alma; la actual en alguna potencia del alma (inteligencia o voluntad).

Esa gracia santificante:

a) se recibe inicialmente en el bautismo (cfr. Dz. 130, 186, 424, 742, 796, 847, 849; Catecismo, n. 1263).

b) aumenta principalmente por la recepción de los sacramentos, y también por la oración y por las buenas obras (cfr. Dz. 695, 698,
803, 834, 842, 849, 1004; Catecismo, nn. 1127-1129).
c) determina la salvación, pues si se posee al momento de la muerte, asegura la bienaventuranza eterna, y si no se tiene al morir, es
inevitable la eterna condenación.

d) se pierde por cualquier pecado mortal (estudiaremos este aspecto con detalle, al tratar del sacramento de la penitencia);

e) puede ser recuperada mediante el sacramento de la penitencia, o bien por la perfecta contrición con el deseo de recibir el
sacramento (cfr. Dz. 40, 321, 410, 429, 457, 464, 493, 531, 574, 693, 714, 800, 809, 836, 842; Catecismo, nn. 1446, 1452, 1453, 1458-
70).

1.3 LA EFICACIA SACRAMENTAL

Ya mencionamos que los sacramentos son por voluntad de Cristo la continuación, hasta el fin de los tiempos, de las mismas acciones
salvíficas realizadas por el Señor durante su vida terrena. De ahí que sean medios de santificación con la misma eficacia infalible que
poseía la Santísima Humanidad de Cristo: actúan comunicando siempre la gracia, cuando el rito se realiza correctamente y el sujeto
no pone un obstáculo.

Los sacramentos son eficaces porque en ellos actúa Cristo mismo; El es quien bautiza, El quien actúa en sus sacramentos con el fin
de comunicar la gracia que el sacramento significa (n. 1127).

Filosóficamente se explica diciendo que los sacramentos son causas instrumentales. Así, se dice que una es la acción del que obra
(causa principal, p.ej., el artista que pinta un cuadro), y otra la del instrumento con que obra (causa instrumental, p.ej., el pincel del
pintor). En los sacramentos, la causa principal es Dios, a través de la Humanidad Santísima de Jesucristo; el sacramento es sólo
instrumento a través del cual Dios produce la gracia.

Por lo anterior, los sacramentos se llaman signos eficaces de la gracia, pues de un modo infalible la producen en el alma. La teología,
para designar esa eficacia objetiva, creó la fórmula "sacramenta operantur ex opere operato"; es decir, los sacramentos actúan por
el mismo hecho de realizarse, dan la gracia en virtud del rito sacramental que se lleva a cabo. "Ex opere operato" quiere decir,
textualmente, por la obra realizada. El Concilio de Trento sancionó esta fórmula, definiéndola como dogma de fe: Si alguno dijere
que los sacramentos de la Nueva Ley no confieren la gracia en virtud del rito sacramental que se realiza (ex opere operato) (. . .) sea
anatema (Dz. 851).

El efecto del sacramento tampoco se produce por la actitud del que lo recibe: la gracia se confiere a quien no pone óbice por el
mismo hecho de realizarse el rito sacramental. Ahora bien, es importante también recalcar que la mayor o menor cantidad de gracia
sí depende de las disposiciones del sujeto que lo recibe. Esta disposición subjetiva se designa con la fórmulaex opere operantis, que
textualmente significa "por la acción del que actúa".

Sin embargo, y en esto radica la comprensión de la eficacia sacramental, no son las disposiciones del sujeto la causa de que el
sacramento produzca la gracia, sino que sólo la medida del grado de gracia que recibe.

1.4 EFECTOS DE LOS SACRAMENTOS

- la gracia santificante, que se infunde o se aumenta;

- la gracia sacramental, específica de cada sacramento;

- el carácter, que es producido por tres sacramentos (bautismo, confirmación y orden sacerdotal).

1.4.3 El carácter

Es verdad de fe (cfr. Dz. 852; 411 y 695 vid. Catecismo, n. 1121) que el bautismo, la confirmación y el orden sacerdotal imprimen en
el alma el carácter, es decir, una marca espiritual indeleble que hace que esos tres sacramentos no se puedan volver a recibir. En la
Sagrada Escritura se designa el carácter como "sello divino" o "sello del Espíritu Santo" (cfr. II Cor. 1, 21 ss.; Ef. 1, 13; 1, 30).

Quien recibe uno de estos tres sacramentos, está para siempre sellado por Cristo: llevar consigo sus rasgos, como el hijo lleva los
rasgos de su padre, de modo indestructible. Los pecados pueden desfigurar esos rasgos, pero no aniquilarlos; incluso el bautizado
que se condena permanece con ellos.

Según la teología de los Padres de la Iglesia, el carácter permite a los bautizados ser reconocidos en el cielo: Dios y los ángeles
distinguen con el carácter sacramental la pertenencia a Cristo de los bautizados, de los confirmados y de los ordenados, de igual
modo que la circuncisión permitía reconocer a los descendientes de Abraham. Por eso, el recibir el sello es garantía y prenda de vida
eterna.

Resumiendo, podemos decir que el carácter es un: signum configurativum (signo configurativo), porque asemeja a Cristo, nos
configura con El; signum distinctivum (signo distintivo), porque distingue a quien lo recibe; signum dispositivum (signo dispositivo),
porque capacita para el culto divino.

1.5 INSTITUCIÓN Y NÚMERO DE LOS SACRAMENTOS

1.5.1 La institución de los sacramentos por Cristo

Cristo instituyó directa y personalmente todos los sacramentos: El determinó tanto el signo externo correspondiente como la gracia
que de él se derivaría.

Ningún sacramento, pues, ha sido instituido por la Iglesia, ya que la autoridad eclesiástica no tiene poder sobre la esencia de los
sacramentos; sólo puede cambiar aquello que según la variedad de las circunstancias, tiempos y lugares, juzgara que conviene m s a
la utilidad de los que lo reciben o a la veneración de los mismos sacramentos (Conc. de Trento, ses. XXI, cap. 2: Dz. 931).

1.5.2 El número de los sacramentos


Los sacramentos instituidos por Nuestro Señor Jesucristo son siete: ni más ni menos; a saber: bautismo, confirmación, Eucaristía,
penitencia (o reconciliación), unción de los enfermos, orden sacerdotal y matrimonio.

Aunque el Nuevo Testamento en ningún lugar los enumera juntos, sí habla de modo claro y explícito de cada uno de ellos.
Señalamos los principales textos:

1. Bautismo: Mt. 28, 19; Mc. 16, 16; Jn. 3, 5.

2. Confirmación: Hechos 8, 17; 19, 6.

3. Eucaristía: Mt. 26, 26; Mc. 14, 22; Lc. 22, 19; I Cor. 11, 24.

4. Penitencia: Mt. 18, 18; Jn. 20, 23.

5. Unción de los enfermos: Mc. 6, 13; Sant. 5, 14.

6. Orden sacerdotal: I Tim. 4, 14; 5, 22; II Tim. 1, 6.

7. Matrimonio: Mt. 19, 6; Ef. 5, 31-32.

LA CONVENIENCIA

La conveniencia de que los sacramentos sean siete, explica Santo Tomás, se infiere por analogía de la vida sobrenatural del alma con
la vida natural del cuerpo: por el bautismo se nace a la vida espiritual, por la confirmación crece y se fortifica esa vida, por la
Eucaristía se alimenta, por la penitencia se curan sus enfermedades, la unción de los enfermos prepara a la muerte, y por medio de
los dos sacramentos sociales orden y matrimonio es regida la sociedad eclesiástica y se conserva y acrecienta tanto en su cuerpo
como en su espíritu (cfr. S. Th. III, q. 61, a. 1).

1.8 LOS SACRAMENTALES

"Los sacramentales son signos sagrados, por los que, a imitación en cierto modo de los sacramentos, se significan y se obtienen por
mediación de la Iglesia unos efectos principalmente espirituales" (CIC, c. 1166).

Los sacramentales pueden consistir en "cosas" (en el sentido de cosas materiales) o en "acciones". Las cosas o las acciones que, por
designio de la autoridad competente, reciben esa capacidad, la obtienen ex impetratione Ecclesiae (por impetración de la Iglesia), es
decir, que la Iglesia, como esposa santa e inmaculada de Cristo, asigna la eficacia de su oración a determinadas realidades
materiales, concediéndoles una especial virtualidad de producir efectos espirituales.

Por tanto, los sacramentales no obran ex opere operato, pero su eficacia no descansa tampoco en la mera disposición subjetiva del
que hace uso de ellos, sino principalmente en la intercesión de la Iglesia, que posee una particular eficacia.

Se asemejan a los sacramentos en cuanto:

a) son signos sagrados sensibles, muchas veces con materia y forma;

b) son medios públicos de santificación;

c) producen efectos espirituales;

d) son actos de culto público (cfr. CIC, c. 834).

Difieren de los sacramentos en que:

a) los sacramentos son de institución divina; los sacramentales, de institución eclesiástica;

b) los sacramentos actúan ex opere operato; los sacramentales, ex impetratione Ecclesiae;

c) los sacramentos son signos de la gracia; los sacramentales, signos de la oración de la Iglesia;

d) los sacramentos tienen como fin producir la gracia que significan; los sacramentales, sólo disponen para recibir la gracia
(consiguen gracias actuales), y obtienen otros efectos.

De las "cosas" que son sacramentales, la más importante es el agua bendita, que es agua bendecida con oraciones contra la
presencia del influjo demoníaco.

Es una especie de exorcismo que aleja al demonio y alcanza tranquilidad y segura ayuda. La Iglesia lo recomienda mucho, como
protección durante el sueño, en momentos de tentación y para rociar el lecho de los enfermos.

Se considera "sacramental" cualquier objeto bendito: crucifijo, velas, ramos de olivo, etc.

De las "acciones" que son sacramentales, figuran en primer lugar las bendiciones (de personas, de la mesa, de objetos, de lugares).
Toda bendición es alabanza a Dios y oración para obtener sus dones. En Cristo, los cristianos son bendecidos por Dios Padre "con
toda suerte de bendiciones espirituales" (Ef. 1, 3). Por eso la Iglesia da la bendición invocando el nombre de Jesús y haciendo
habitualmente la señal santa de la cruz de Cristo (Catecismo, n. 1672).

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