La Norma de Ortodoxia Cristiana Antes de La Formación Del Canon Del Nuevo Testamento: La Importancia Perenne de La Antigua Regla de La Fe
La Norma de Ortodoxia Cristiana Antes de La Formación Del Canon Del Nuevo Testamento: La Importancia Perenne de La Antigua Regla de La Fe
La Norma de Ortodoxia Cristiana Antes de La Formación Del Canon Del Nuevo Testamento: La Importancia Perenne de La Antigua Regla de La Fe
Resumen: Este artículo ofrece un resumen del origen, contenido y beneficios de la regla
de la fe de los primeros siglos de la era cristiana. Argumenta que esta regla viene de
Cristo y sus apóstoles, que tuvo una estructura tripartita—Padre, Hijo y Espíritu—y
que las iglesias evangélicas la deberían incorporar en su teología y práctica.
fe”, “la regla de la verdad”, “la regla de la iglesia”, “la regla de la piedad”.7 A pesar de
su variedad de designaciones, esta antigua regla se define comúnmente como el
resumen de la fe básica y fundamental de la iglesia. El famoso historiador Justo
González, por ejemplo, explica que “la regla de fe es un intento de bosquejar y
resumir la fe de los apóstoles”.8 De manera similar, el profesor Tomas Bokedal
describe a la regla antigua como “la suma del contenido de la enseñanza apostólica”.9
Por su parte, el erudito Everett Ferguson argumenta que todas las designaciones que
acabamos de mencionar se refieren a “resúmenes de la fe predicada y enseñada por
las iglesias”.10
Efectivamente, como veremos en la siguiente sección, cuando los autores
antiguos mencionan la regla, estos ofrecen resúmenes de la fe fundamental de la
iglesia. Estos resúmenes tratan de aclarar la única fe que, a pesar de las diferencias
en doctrina y práctica que podían existir entre diversas comunidades, todas las
iglesias apostólicas repartidas por el mundo confesaban juntas. En otras palabras, los
resúmenes asociados a la regla intentan sintetizar el mensaje principal que los
apóstoles encomendaron a todas las iglesias que establecieron. Desde esta
perspectiva, la regla antigua es una síntesis o bosquejo de “la fe encomendada una
vez por todas a los santos” (Jud 3).11
Sin embargo, es necesario añadir que la razón principal por la que estos
resúmenes son presentados con el nombre de “regla” es la convicción fundamental
de que la única fe que los apóstoles encomendaron “una vez por todas a los santos”
debía servir como la norma suprema de ortodoxia dentro de la iglesia. Es decir que
las primeras comunidades cristianas creían que la única fe que todas ellas recibieron
de parte de los apóstoles—el evangelio del Señor Jesucristo—debía servir como la
guía principal para determinar las creencias y prácticas correctas dentro del pueblo
de Dios. De ahí el uso constante del nombre “regla”. Ya vimos que los autores
antiguos usaban diversas expresiones para referirse al mismo fenómeno, pero a pesar
de todas estas variantes, un elemento es constante: la palabra “regla”, la cual es una
traducción del griego κανών (kanon). Y es que, desde antes de usar la palabra
“canon” para referirse al Nuevo Testamento—incluso desde antes de que se
consolidase el canon neotestamentario—los cristianos ya usaban la palabra “canon”
para describir el rol regulador y normativo que el evangelio apostólico cumplía
dentro de la iglesia. Como explica Bokedal en vista del significado de κανών como
“vara recta” para determinar “rectitud” o “medida”: “El uso definitorio del caso
7 Ver, p. ej., Ireneo de Lyon, Demostración de la enseñanza apostólica 3; Contra las herejías 3.15.1;
Clemente de Alejandría, Stromata 7.7.41; Orígenes, Sobre los principios 1.5.4.
8 Justo L. GONZÁLEZ, Historia del pensamiento cristiano: Desde los orígenes hasta el Concilio de
Calcedonia (Nashville, TN: Editorial Caribe, 2002), 1:143.
9 Tomas BOKEDAL, “The Rule of Faith: Tracing Its Origins”, Journal of Theological
Interpretation 7 no 2 (2013): 234.
10 Everett FERGUSON, The Rule of Faith: A Guide (CC 20; Eugene, OR: Cascade Books, 2015), 2.
11 Todas las citas de la Biblia provienen de la Nueva Versión Internacional (2015).
La norma de ortodoxia cristiana antes de la formación del canon del NT 123
15 Henry BETTENSON y Chris MAUNDER (eds.), Documents of the Christian Church, 4ª ed.
(Oxford: Oxford University Press, 2011), 30. Esto no quiere decir que la ortodoxia era el único
parámetro para determinar la canonicidad de un escrito. Otras consideraciones eran su autoría
(apostólica), antigüedad y uso eclesiástico. En conjunto, todos estos parámetros ayudaron a la
iglesia antigua a reconocer la inspiración divina de los libros que conformarían el canon
neotestamentario. Ver Lee M. MCDONALD, “Canon (of Scripture)”, en Encyclopedia of Early
Christianity, ed. Everett FERGUSON (New York: Routledge, 1999), 209.
16 R. P. C. HANSON, “Creeds and Confessions of Faith”, en Encyclopedia of Ancient Christianity,
ed. Angelo Di Berardino (Downers Grove, IL: IVP Academic, 2014), 1:631. La afirmación de
Hanson no debe tomarse como que los antiguos padres no notaban las diferencias entre los
credos que las diversas iglesias desarrollaban, sino que ellos estaban más interesados en el
acuerdo esencial entre estas confesiones. Para una comparación patrística de diferentes credos,
ver Rufino de Aquileya, Comentario al símbolo apostólico, trad. Pablo Cervera Barranco (BP 56;
Madrid: Ciudad Nueva, 2001), 45.
La norma de ortodoxia cristiana antes de la formación del canon del NT 125
17 Para otros ejemplos de la antigua regla de fe, ver Justino Mártir, Primera apología 61; Ireneo de
Lyon, Demostración de la predicación apostólica 3; Contra las herejías 1.10.1; 3.4.2; 4.33.7;
Tertuliano, El velo de las vírgenes 1.3-4; Contra Práxeas 2; Hipólito de Roma, Contra Noeto 17-
18. Versiones menos completas de la regla se pueden encontrar en Ignacio de Antioquía, A los
trallianos 9.1-2; Acta de Justino Mártir en Actas de los mártires; y Didascalía de los apóstoles 26.
18 Ireneo de Lyon, Demostración de la predicación apostólica, trad. Eugenio Romero-Pose (FP 2;
Madrid: Editorial Ciudad Nueva, 1992), 62–64. La fuente más antigua del texto completo de la
Demostración de Ireneo es una traducción armenia de fines del s. VI. Para el texto armenio de
esta obra, ver S. Irenaeus, “The Proof of the Apostolic Preaching with Seven Fragments”, en
Patrologia Orientalis, ed. Karapet Ter Mekerttschian y S. G. Wilson (Paris: Firmin-Didot et Cie,
1919), 12:653–802.
126 Daniel Eguiluz
vicaria del Espíritu Santo para guiar a los creyentes, que ha de venir con
esplendor para tomar a los santos con destino al goce de la vida eterna y de las
promesas celestiales, y para condenar a los malvados al fuego eterno, luego de
realizada la resurrección de ambas partes junto con la restitución de la carne.
Esta regla—instituida por Cristo, como se probará—no tiene entre nosotros más
cuestiones que las que introducen herejías y hacen a los herejes.19
Otro maestro norafricano sumamente popular en el tercer siglo de la iglesia fue el
alejandrino Orígenes. A diferencia de Tertuliano, pero al igual que Ireneo, el idioma
preferido de Orígenes era el griego. Entre los años 220 y 230, Orígenes compuso el
tratado Sobre los principios, el cual muchos consideran el primer texto de “teología
sistemática” de la iglesia. El prefacio de dicho tratado también da testimonio de la
antigua regla de la fe:
Esta es la expresión de lo que se trasmite de modo claro por la predicación
apostólica. Primero, que Dios es uno solo, que creó y dispuso todo, y que, de la
nada, hizo existir todo; Dios desde la primera creación y fundación del mundo;
Dios de todos los justos: Adán, Abel, Set, Enós, Henoc, Noé, Sem, Abraham,
Isaac, Jacob, los doce patriarcas, Moisés y los profetas; y que este mismo Dios, en
los últimos días, tal como había prometido anteriormente por sus profetas, envió
al Señor Jesucristo para llamar primero a Israel y luego también a las naciones,
después de la infidelidad del pueblo de Israel. Este Dios, justo y bueno, Padre de
nuestro Señor Jesucristo, Él mismo dio la ley, los profetas y los evangelios, el cual
es también el Dios de los apóstoles, así como del Nuevo y del Antiguo
Testamento.
Luego, que Cristo Jesús, el mismo que vino, nació del Padre antes que toda
criatura. El cual, habiendo sido ministro del Padre en toda la creación, pues todo
fue hecho por medio de él, en los últimos tiempos, vaciándose a sí mismo, se hizo
hombre, se encarnó. Siendo Dios, incluso hecho hombre continuó siendo lo que
era, es decir, Dios. Asumió un cuerpo semejante a nuestro cuerpo, solo difiere
de él porque nació de la Virgen y del Espíritu Santo. Y, puesto que este Jesucristo
nació y padeció en verdad, y no en apariencia, verdaderamente sufrió esta
muerte común. También resucitó verdaderamente de entre los muertos, y
después de la resurrección, habiendo convivido con sus discípulos, fue llevado
[al cielo].
También [los apóstoles] transmitieron que el Espíritu Santo está asociado al
Padre y al Hijo en cuanto al honor y a la dignidad. […] Sin duda, se predica en
la Iglesia de modo clarísimo que este mismo Espíritu Santo inspiraba a cada uno
de los santos, tanto profetas como apóstoles, y que no había un Espíritu en los
antiguos y otro en los que fueron inspirados en la venida de Cristo.20
19 Tertuliano, “Prescripciones” contra todas las herejías, ed. Salvador Vicastillo (FP 14; Madrid:
Ciudad Nueva, 2001), 183, 185, 187. Este volumen es especialmente útil ya que proporciona el
latín original del texto.
20 Orígenes, Sobre los principios, ed. Samuel Fernández (FP 27; Madrid: Ciudad Nueva, 2015), 121,
123, 125.
La norma de ortodoxia cristiana antes de la formación del canon del NT 127
Esta última cita es tan organizada en su presentación de la regla, dividiendo los tres
puntos principales de ella claramente, que nos conduce naturalmente a la conclusión
de la presente sección. ¿Cuál era el contenido de la regla de la fe de la iglesia pre-
constantiniana? ¿Cuáles eran los puntos principales de la fe fundamental del
cristianismo apostólico de los primeros siglos? A pesar de las diferentes variaciones
de la regla que hemos repasado, podemos discernir un bosquejo básico que
comparten todas estas versiones. El respetado teólogo Jaroslav Pelikan,
representando “la labor cuidadosa de los eruditos neotestamentarios”, describe este
bosquejo básico de manera apta:
[1] el único Dios verdadero, el Creador del cielo y de la tierra;
[2] su único Hijo [Jesucristo], nacido de la virgen María, divinamente poderoso
en palabra y obra, crucificado bajo Poncio Pilato, resucitado de los muertos, y
que regresará a juzgar el mundo;
[3] el Espíritu Santo, quien inspiró a los profetas de antaño y cuyo aliento es la
vida de la santa iglesia.21
21 Jaroslav PELIKAN, Credo: Historical and Theological Guide to Creeds and Confessions of Faith
in the Christian Tradition (New Haven, CT: Yale University Press, 2003), 377.
128 Daniel Eguiluz
expiatoria (Rom 6:3–4; Ga 3:27; Col 2:12) como también de recepción del Espíritu e
incorporación en la iglesia (Hch 2:38, 41; 1 Co 12:13). Efectivamente, la epístola de
1 Pedro llega a declarar que el bautismo “nos salva” (3:21). De ahí que Pablo, en uno
de los pasajes más recitados con respecto a la unidad de la iglesia, conecte esta unidad
cristiana tanto a las tres personas de la Trinidad como al bautismo: “Hay un solo
cuerpo y un solo Espíritu, así como también fueron llamados a una sola esperanza;
un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo; un solo Dios y Padre de todos, que está
sobre todos y por medio de todos y en todos” (Ef 4:4–6). Concretamente, la
recepción del único bautismo cristiano significaba la recepción de la única fe de toda
la iglesia, y esta fe era resumida en la fórmula trinitaria (Hch 2:41).
Naturalmente, la antigua regla deriva su estructura tripartita directamente de la
fórmula bautismal instituida por el Señor Jesucristo. Por esta razón, el erudito
patrístico John Behr es capaz de afirmar que la antigua regla “se basa en los tres
nombres del bautismo”.22 En realidad, Behr, quien ha escrito extensamente sobre el
pensamiento de Ireneo de Lyon,23 simplemente repite lo que en su momento declaró
el padre del s. II: “Por esto [i.e. los tres artículos de la antigua regla] el bautismo,
nuestro nuevo nacimiento, tiene lugar por estos tres artículos”.24 El mismo Ireneo
conecta la antigua regla con el bautismo de forma aún más estrecha en su Contra las
herejías al escribir que todo miembro de la iglesia recibía “la regla de la verdad que
recibió por medio del bautismo”.25 En otras palabras, Ireneo no pensaba que la regla
y el bautismo compartían la misma estructura por una mera coincidencia, sino que
el bautismo consistía precisamente en un encargo personal de la fe de la regla. Lo
cual explica por qué los credos locales que empezaron a surgir en el siglo III—los
cuales a veces se confunden con la regla, pero se pueden distinguir de ella por tener
un texto fijo—se usaban como cuestionarios para los nuevos miembros de la iglesia
durante el bautismo.26 Como explica Ferguson, el bautismo no era el único uso de la
regla, pero sí que era uno de los principales.27 Pero el punto central que resaltamos
es que la institución de la fórmula bautismal trinitaria de parte del mismísimo Señor
Jesucristo fue una causa determinante en el desarrollo de la antigua regla de fe.
Por estas y otras consideraciones, Hans Lietzmann, respetado historiador de la
iglesia antigua, concluye que “es indisputable que el origen de todos los credos es la
fórmula de fe pronunciada por el candidato bautismal, o escuchada y aceptada por
tal persona, antes de su bautismo”.28 De manera similar, el historiador luterano
22 John BEHR, The Way to Nicaea (FCT 1; New York: St Vladimir’s Seminary Press, 2001), 36.
23 Cf. John BEHR, Irenaeus of Lyons: Identifying Christianity (CTC; Oxford: Oxford University
Press, 2013).
24 Ireneo de Lyon, Demostración, 65.
25 Ireneo de Lyon, Contra las herejías I, ed. Juan José Ayán Calvo et al. (FP 37; Madrid: Editorial
Ciudad Nueva, 2022), 415, 417.
26 Cf. Hipólito de Roma, La tradición apostólica 21.
27 FERGUSON, The Rule of Faith, 67–82.
28 Hans LIETZMANN, Die Anfänge Des Glaubensbekenntnisses: Festgabe Zu A. V. Harnacks 70
(Tubinga: Mohr Siebeck, 1921), 226. Cf. J. N. D. KELLY, Early Christian Creeds, 3a ed. (Londres:
Continuum, 1972), 30.
La norma de ortodoxia cristiana antes de la formación del canon del NT 129
Friedrich Bente concluye que “esta regla [de fe] era idéntica [en contenido] a la
confesión que se requería de los candidatos para el bautismo; [y] su origen se atribuía
a los apóstoles”.29 Verdaderamente, es difícil de exagerar la importancia de la
fórmula bautismal instituida por el Señor Jesucristo para el desarrollo de la regla de
fe y el dogma trinitario. Como explica el cardenal y teólogo alemán Walter Kasper,
“el punto de partida para la iglesia antigua fue la confesión de fe bautismal, lo cual a
su vez se derivó de la comisión del Señor resucitado con respecto al bautismo. Así,
pues, el conocimiento del misterio trinitario se debió directamente a la revelación
del Verbo y no a un proceso de deducción”.30
Por sí sola, la fórmula bautismal instituida por el Señor Jesucristo es capaz de
explicar el surgimiento de la regla a grandes rasgos, mas no explica todos los detalles
de su contenido. Para entender el surgimiento de estos detalles necesitamos mirar
un poco más de cerca la predicación que Cristo encomendó a los apóstoles. Para
empezar, podemos deducir varios puntos de la regla de los elementos que los cuatro
evangelios canónicos tienen en común. A pesar de que el contenido de estos
evangelios no sea exactamente igual, ya que son pocos los milagros y parábolas que
aparecen en todos ellos, los cuatro evangelios sí incluyen y resaltan la identificación
de Jesús como el Cristo de Dios, su muerte y su resurrección (Mt 26–28; Mc 14–16;
Lc 22–24; Jn 18–21). Como esta observación anticipa, veremos que la predicación o
kerygma apostólica tenía un carácter claramente cristocéntrico. Ahora bien, no es de
sorprender que la predicación apostólica no desarrolle el artículo sobre el Padre
Creador, ya que inicialmente ésta estaba orientada a un contexto netamente judío
que tomaba tal fe por sentada (Mc 12:29). Lo que sí es curioso es que el artículo sobre
el Espíritu Santo se deriva directamente del artículo sobre el Hijo, a quienes todos
los evangelios presentan como aquel “que bautiza con el Espíritu Santo” (Mt 3:11;
Mc 1:8; Lc 3:16; Jn 1:33).
Los evangelios sinópticos presentan al Señor enfatizando de manera personal su
identidad mesiánica, su muerte y su resurrección. Podríamos citar varios pasajes,31
pero, como una pequeña muestra, nos limitamos a Mateo 16:13–27, en el cual vemos
a Pedro declarando en nombre de todos los apóstoles un punto central de la regla—
a saber, que Jesús es “el Cristo, el Hijo del Dios viviente”—. Notablemente, el Señor
responde que “sobre esta piedra edificaré mi iglesia”, alertando a los discípulos de la
importancia suprema de la confesión de Pedro. Pero también hemos de notar que
Jesús se apresura a aclarar que Él no era el Mesías que los judíos esperaban, sino que
cumpliría su misión salvadora mediante su crucifixión y resurrección, y repite estos
puntos específicos numerosas veces a sus discípulos antes de la última pascua que
comparte con ellos.32 Además, el Señor llega a incluir en el contexto de Mateo 16 la
formación de la iglesia, la segunda venida y el juicio final en la explicación de su
misión mesiánica: “El Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre con sus
ángeles, y entonces recompensará a cada persona según lo que haya hecho” (v 27).
La regla de los primeros siglos demuestra que los primeros cristianos entendieron
no sólo la identidad mesiánica de Jesús, sino también la aclaración de su misión en
la crucifixión, la resurrección, la segunda venida y el juicio final, como parte del
fundamento sobre el cual la iglesia es constituida.
Por si toda la repetición antes de los eventos de su pasión y glorificación no fuera
suficiente, el Señor insiste en los mismos puntos después de su resurrección y se los
encomienda a los apóstoles como el contenido principal de su predicación. Además,
Jesús describe los puntos enfatizados como el cumplimiento de las promesas del
Antiguo Testamento. Concretamente, el evangelio de Lucas subraya este detalle en
el capítulo 24, en el que el Señor resucitado afirma que “todo lo que han dicho los
profetas” consistía en que el Cristo “tenía que sufrir […] antes de entrar en su gloria”
(vv 25–26; énfasis del autor). Según Jesús, este mensaje podía hallarse “en todas las
Escrituras” (v 27). El discernir la promesa de su muerte y resurrección equivale a
“comprender las Escrituras” (v 45). “Lo que está escrito [es] que el Cristo padecerá y
resucitará al tercer día, y en su nombre se predicarán el arrepentimiento y el perdón
de pecados a todas las naciones, comenzando por Jerusalén” (vv 46–47).
Finalmente, después de dejar absolutamente clara la importancia de su identidad
mesiánica y el cumplimiento de su misión por medio de su crucifixión, resurrección
y segunda venida hablando repetidamente de estos puntos tanto antes como después
de los eventos claves, Jesús empieza a preparar a los apóstoles para el ministerio del
Espíritu Santo (Lc 24:49), aunque esto no debe interpretarse como que la enseñanza
de Jesús sobre el Espíritu estuvo limitada a los días entre la resurrección y
Pentecostés. El Señor tuvo mucho que decir a sus discípulos sobre el Espíritu durante
la instrucción previa a la crucifixión (Lc 11:13; 12:10, 12; Jn 14:15–31; 16:5–15). Pero
la promesa del Espíritu al final de Lucas tiene el efecto especial de conectar el final
del evangelio a la manera en que todos los evangelios canónicos empiezan, a saber,
con la expectativa de aquel “que bautiza con el Espíritu Santo”.33 Concluimos, pues,
que los evangelios demuestran que Jesús sí enfatizó los puntos de la regla a sus
apóstoles, e incluso identificó estos puntos como el fundamento de la iglesia.
¿Pero hicieron lo mismo los apóstoles con las iglesias que formaron? ¿Recalcaron
los discípulos originales del Señor el contenido de la regla para las generaciones
futuras de cristianos? El Libro de los Hechos demuestra que sí lo hicieron.
Encontramos registros de los sermones apostólicos en varios capítulos de Hechos,34
y estos pasajes también subrayan los puntos de la regla. Como una pequeña muestra,
citamos las secciones claves del primer sermón apostólico predicado el día de
Pentecostés por Pedro, el líder de los apóstoles. En Hechos 2, Pedro proclama que
Jesús fue “clavado en la cruz” por los oyentes originales del sermón (v 23), pero que
“Dios los resucitó” (v 24), todo esto en cumplimiento de profecías como la de Salmo
16 (vv 25–31). Después de haber ser sido “exaltado” y de haber “recibido del Padre
el Espíritu Santo”, Jesús pudo derramar el don celestial sobre sus discípulos (v 33).
Por ende, Pedro concluye que Dios “ha hecho [a Jesús] Señor y Mesías” (v 36).
33 También debemos recordar que Lucas planeaba continuar su relato con el libro de los Hechos,
donde el Espíritu Santo aparece como el personaje principal de la historia.
34 Cf. Hch 2, 3, 4, 5, 10, 13, 17.
La norma de ortodoxia cristiana antes de la formación del canon del NT 131
(3) Murió según las Escrituras, para librarnos del presente siglo malo.
(4) Fue sepultado.
(5) Resucitó al tercer día según las Escrituras.
(6) Fue exaltado a la diestra de Dios como Hijo de Dios y Señor de vivos y
muertos.
(7) Vendrá de nuevo como juez y salvador de los hombres.36
La tesis de Dodd ha servido de punto de partida para que otros estudiosos examinen
el contenido de la predicación apostólica. Por su parte, estos nuevos estudios han
sugerido la adición de algunos puntos al bosquejo inicial de Dodd. Andrés Messmer,
por ejemplo, propone que “El kerygma termina siempre con una llamada al
arrepentimiento, con la oferta del perdón y del Espíritu Santo y con la promesa de
salvación”.37 Incluso la poca evidencia que hemos repasado en esta brevísima
demostración sirve para sustentar la propuesta de Messmer. Concluimos una vez
más, pues, que la fe de la regla es en esencia la fe del evangelio, la fe de la predicación
apostólica, la fe que cada miembro de la iglesia recibía en su bautismo trinitario
como el fundamento de toda la iglesia.
Vale la pena resaltar que no estamos diciendo simplemente que el contenido de
la regla es “bíblico” porque puede hallarse en las Escrituras. El punto es más preciso
y significativo. El argumento es que el Nuevo Testamento confirma que, aun sin usar
la expresión “la regla de la fe”, el propio Señor Jesucristo introdujo el concepto de la
regla al delinear claramente los puntos de esta regla a sus apóstoles como la fe
fundamental que ellos debían predicar, y que por su parte los apóstoles encargaron
esta misma fe a las iglesias que establecieron como la guía y norma de todas sus
creencias y prácticas. De ahí que Cristo identificara la fe evangélica de los apóstoles
como la piedra sobre la que edificaría la iglesia (Mt 16:18) y Pablo escribiera que
quien sea que intentase introducir un evangelio diferente en la iglesia estaría “bajo
maldición” (Ga 1:8). En otras palabras, cualquier idea o mensaje contrario al
evangelio debía ser rechazado completamente. El evangelio apostólico había de
funcionar como la “piedra de toque” en la iglesia. Evidentemente, el concepto de la
36 C. H. DODD, The Apostolic Preaching and its Developments (Chicago: Willett, Clark &
Company, 1937), 18. En vista de los estudios más completos realizados posteriormente al de
Dodd, Andrés Messmer ofrece un bosquejo alternativo de la predicación de los apóstoles: “1.
Discusión de las profecías del Antiguo Testamento o del Dios creador en general. 2. Una
explicación del ministerio, la muerte y la resurrección de Jesús, de la que se ha hecho un breve
relato: (a) su vida, (b) su muerte y (c) su resurrección. 3. En virtud de la resurrección, Jesús ha
sido exaltado a la diestra de Dios como Señor, Cristo e Hijo de Dios. 4. El Espíritu Santo en la
Iglesia es el signo del poder y de la gloria presente de Cristo. 5. Jesús vendrá de nuevo como Juez
y Salvador de los hombres. 6. El kerygma termina siempre con una llamada [sic] al
arrepentimiento, con la oferta del perdón y del Espíritu Santo y con la promesa de salvación”.
Ver Andrés MESSMER, “El kerygma de C. H. Dodd ochenta y cinco años después: síntesis y
evaluación”, DavarLogos 19 no 1 (2020): 77.
37 MESSMER, “El kerygma de C. H. Dodd”, 77; cf. Andrew MESSMER, “The Apostolic Kerygma
and the Apostles’ Creed: A Study in Compatibility”, St Vladimir’s Theological Quarterly 64 no
4 (2018): 378–380.
La norma de ortodoxia cristiana antes de la formación del canon del NT 133
fe apostólica como la regla de la iglesia proviene de los mismos apóstoles y hasta del
Maestro divino que los comisionó.
Además del impresionante testimonio bíblico que acabamos de repasar, otra
evidencia convincente del origen divino y apostólico de la regla es el consenso que
había entre las iglesias alrededor del mundo mediterráneo acerca del contenido de
la fe fundamental del cristianismo. Ya vimos el acuerdo esencial entre los autores
representativos Ireneo, Tertuliano y Orígenes. Es justamente debido a este acuerdo
esencial que Ireneo es capaz de afirmar en la sección 1.10.2 de su famoso tratado
Contra las herejías:
Habiendo recibido esta predicación y esta fe, como hemos dicho antes, la Iglesia,
aunque diseminada en todo el mundo, las custodia con diligencia como quien
habita una sola casa, y de la misma manera cree en ellas como quien tiene una
sola alma y un solo corazón, y de manera sinfónica las predica, enseña y
transmite como quien tiene una sola boca. Aunque las lenguas son diferentes en
el mundo, la fuerza de la tradición es una y la misma. Las Iglesias establecidas en
Germania no creen o transmiten otra cosa; tampoco las constituidas en Iberia o
entre los Celtas o en Oriente o en Egipto o en Libia o en el centro del mundo.
Como el sol, creatura de Dios, es uno y el mismo en todo el mundo, así también
la luz, la predicación de la verdad, brilla en todas partes e ilumina a todos los
hombres que quieren llegar al conocimiento de la verdad. Entre los que presiden
las Iglesias, el que sobresale por la palabra no dirá una cosa distinta a éstas—pues
nadie está por encima del Maestro—, y el que es pobre de palabra no mermará
la tradición, porque, como la fe es una y la misma, ni el que puede decir mucho
de ella la amplía, ni el que dice menos la merma.38
¿Cómo puede explicarse que todas las iglesias apostólicas de los primeros siglos
tuvieran la misma regla de fe a menos que todas estas la hayan recibido de sus
diversos fundadores, quienes, a su vez, la recibieron del Salvador que los
comisionó?39
De hecho, Ireneo llega a afirmar que, aun sin el testimonio del Nuevo
Testamento, la iglesia podía estar segura del origen apostólico de su fe por el
consenso doctrinal alrededor del mundo. Esta idea puede sonar un poco
controversial a nuestros oídos evangélicos, pero debemos de recordar una vez más
que los apóstoles fundaron las primeras iglesias antes de escribir los libros del Nuevo
Testamento, y encomendaron la fe cristiana a estas iglesias antes de que se empezara
a formar el canon neotestamentario. Como ya mencionamos, el proceso de
formación del canon tardó varios siglos, por lo que es de notar que las iglesias
antiguas podían estar en comunión aun si tener un acuerdo total sobre los libros que
debían pertenecer al canon. La regla hacía posible tal comunión. Ireneo explica esta
dinámica de forma muy elocuente y repasa brevemente el contenido de la regla en
Contra las herejías 3.4.1–2:
En el supuesto de que los apóstoles no nos hubieran dejado las Escrituras, ¿acaso
no habría que seguir el orden de la tradición, que ellos entregaron a aquellos a
quienes confiaban las iglesias? A esta disposición dan su asentimiento muchos
pueblos bárbaros que creen en Cristo. Ellos poseen la salvación, escrita por el
Espíritu Santo sin tinta ni papel en sus propios corazones (2a Co. 3:3) y conservan
cuidadosamente la tradición antigua, creyendo en un solo Dios creador del cielo
y de la tierra y de todo lo que en ellos hay, y en Cristo Jesús, Hijo de Dios quien,
a causa de su grandísimo amor para la obra modelada por Él, ha consentido en
ser engendrado de la Virgen, para unir por sí mismo el hombre con Dios, y ha
padecido bajo el poder de Poncio Pilato, ha resucitado y ha sido elevado a la
gloria y vendrá en la gloria como Salvador de los que se van a salvar y juez de los
que serán juzgados y enviará al fuego eterno a los que desfiguran la verdad y
menosprecian a su Padre y a su propia venida. Los que aceptaron esta fe sin
letras, pueden ser bárbaros en cuanto al idioma, pero en lo que se refiere a sus
ideas, sus costumbres y a su modo de vida, por medio de la fe se han hecho
extraordinariamente sabios, y Dios se complace en ellos, y viven con una justicia,
castidad y sabiduría perfectas. Si alguno, hablando con ellos en su propia lengua,
les anuncia las invenciones de los herejes, al punto, cerrando sus oídos, se
escaparán lo más lejos que puedan, incapaces ni siquiera de oír estas
conversaciones blasfemas. Así, gracias a aquella antigua tradición de los
apóstoles, ni siquiera pueden admitir en su mente la idea de cualquiera de esas
cosas de tan extraños discursos.40
Repetimos, pues, por última vez las preguntas con las que iniciamos la presente
sección. ¿De dónde provino la antigua regla de la fe? ¿Quién la compuso y la
diseminó por las iglesias? En vista de la evidencia tanto dentro como fuera del Nuevo
Testamento, debemos concordar con los padres eclesiásticos de quienes aprendemos
la regla: todos los puntos de la regla fueron claramente entregados a las iglesias por
la enseñanza de los apóstoles del Señor Jesucristo. En otras palabras, la regla proviene
finalmente del propio Jesús, el amo y fundador de la iglesia. Ahora bien, esto no
quiere decir que Cristo o sus apóstoles hayan usado las expresiones exactas de “la
regla de la fe” o “la regla de la verdad”. Sin embargo, todo indica que no sólo el
contenido, sino también el concepto de la regla proviene de ellos. Los evangelios
presentan a Cristo enfatizando repetidamente a los apóstoles, tanto antes como
40 Ireneo de Lyon, Obras escogidas de Ireneo de Lyon, ed. Alfonso Ropero (Barcelona: Editorial
Clie, 2018), 298-299.
La norma de ortodoxia cristiana antes de la formación del canon del NT 135
ya que la Biblia presenta los escritos de los mismísimos apóstoles y profetas que
sirven como “el fundamento” de la iglesia (Ef 2:20), en el caso hipotético que nos
encontrásemos una presentación de la antigua regla que no se ajuste a la enseñanza
bíblica, tal presentación debería ser rechazada. Además, en contraste a la variedad
de presentaciones de la antigua regla que podrían ser usadas de manera indiferente,
la colección de libros que, como enseña el famoso pasaje de 2 Timoteo 3:16–17,
fueron “inspirados por Dios […] a fin de que el siervo de Dios esté enteramente
capacitado para toda buena obra”, sí es universalmente autoritativa, inalterable e
irremplazable. La Biblia es el único texto que necesariamente debe leerse y predicarse
en el culto de la iglesia.
En vista de estas consideraciones, podemos proponer el primer beneficio de usar
la regla en el presente. Y este es que la antigua regla confirma la necesidad de las
Escrituras para la labor teológica y didáctica de la iglesia. Por un lado, la antigua
regla enseña que el Espíritu “habló por los profetas”. Por ende, la iglesia necesita
atesorar los escritos de los profetas y apóstoles como las palabras del mismísimo
Dios. Por otro lado, ya que la antigua regla se presenta en forma de simples
resúmenes, necesitamos una fuente confiable para desarrollar en mayor detalle los
puntos resumidos de la regla. Obviamente, esta fuente no es otra que la Biblia. En las
palabras del erudito neotestamentario Luke T. Johnson, los cristianos que usan los
antiguos credos de la iglesia necesitan leer estos símbolos de fe “a la luz de la
Escritura”.45
Un segundo beneficio de conocer y estudiar la antigua regla de la iglesia es “la
otra cara de la moneda” del punto que acabamos de notar. Si bien la regla debe leerse
“a la luz de la Escritura”, por su parte la Escritura también debería leerse a la luz de
la regla. La experiencia demuestra que la Biblia puede y de hecho es interpretada en
un sinnúmero de formas, muchas de las cuales son completamente contradictorias
e irreconciliables. Consecuentemente, no es suficiente confesar a la Biblia como “la
palabra de Dios” para garantizar nuestra salud espiritual. Efectivamente, la gran
mayoría de herejes que la iglesia ha condenado a través de los siglos alegan enseñar
las Escrituras. Es necesario, por tanto, interpretar las Escrituras correctamente. El
aprender y repasar constantemente el contenido de las muchas versiones de la
antigua regla y los primeros credos sirven a guía natural para la interpretación
correcta de la Biblia.46
Esto se hace más evidente si recordamos que la regla no sólo fue una guía de
interpretación bíblica para la iglesia antigua, sino también un punto de referencia
para identificar a los libros que debían conformar el canon del Nuevo Testamento.
Si nosotros aceptamos el canon neotestamentario de parte de la iglesia antigua, pero
rechazamos la fe que guio todo el proceso de formación de tal canon,
inevitablemente malinterpretaremos el Nuevo Testamento. Vemos, pues, que la
45 Luke T. JOHNSON, The Creed: What Christians Believe and Why It Matters (New York:
Doubleday, 2004), 323.
46 Aunque, como Johnson advierte, el rol de la regla como guía “no agota el significado de la
Escritura. No dicta cómo se debe leer cada pasaje de la Escritura. Pero sí proporciona un código
de lectura que guía al lector fiel a la comprensión adecuada de las Escrituras en su totalidad”
(JOHNSON, The Creed, 49).
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47 Ver, p. ej., Antonio PIÑERO, Los cristianismos derrotados: ¿Cuál fue el pensamiento de los
primeros cristianos heréticos y heterodoxos? (Madrid: Editorial EDAF, 2007).
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esta fe y ser fieles al Señor que confesamos. Por otro lado, si atesoramos la fe de la
antigua regla y la aprovechamos de diversas maneras, seremos cristianos
genuinamente apostólicos y verdaderos discípulos de Cristo. Concordamos, pues,
con la evaluación de Tertuliano en Prescripciones 20.7–9:
Es inevitable que toda especie sea clasificada de acuerdo con su origen. Por
consiguiente, tantas y tan grandes iglesias son en realidad una iglesia, aquella
primera (fundada) por los apóstoles, de la cual todas proceden. De este modo,
todas son primeras y apostólicas, comoquiera que todas son una. Demuestran
esa unidad la comunicación de la paz, la (mutua) denominación de hermano y
el intercambio de hospitalidad. Los cuales derechos ninguna otra norma los
regula sino la única trasmisión de [una misma doctrina a partir de Cristo].48
48 El texto original concluye el párrafo con la oración: “Los cuales derechos ninguna otra norma
los regula sino la única trasmisión de un mismo sacramento [latín: sacramenti]”. De todas
formas, el propio traductor explica lo siguiente en la respectiva nota a pie de página: “En la
lengua de las comunidades cristianas del s.II, el término «sacramentum» asume todas las
significaciones del término bíblico y eclesiástico μυστήριον, entre las que está la de «verdad
escondida a nuestra inteligencia y revelada por Dios». No menos de veintiséis veces da
Tertuliano este valor doctrinal al término «sacramentum» en su obra, queriendo significar con
él el depósito de verdades o la santa doctrina que transmite la Iglesia a partir de Cristo. A veces
el término «sacramentum» deja trasparecer también el sentido de vínculo o de unidad, por
cuanto estas verdades reveladas sirven para establecer la alianza de Dios con los hombres o para
fundar la unidad de todas las iglesias entre sí y, sobre todo, con las iglesias apostólicas, como se
resalta en este mismo texto” (Vicastillo, “Prescripciones” contra todas las herejías, 211 n 21).