La Persona y Su Mundo. Derisi

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LA PERSONA Y SU MUNDO: LA CULTURA,

LA MORAL, EL DERECHO Y LA SOCIEDAD


FAMILIAR Y POLITICA
IV

SOCIEDAD Y DERECHO

15. - Necesidad de la sociedad familiar para la perfección del hombre

La ley moral, inscripta en la naturaleza humana, indlina al hom-


bre a la familia, a la unión de un hombre con una mujer por el amor
de una manera permanente para promoverse material y espiritual-
mente y para procrear y educar a los hijos. Por eso, la familia, a la
cual el hombre accede por una inclinación natural, tiene su funda-
mento en la Ley moral, es decir, y en definitiva, en la Voluntad di-
vina. Porque toda inclinación natural está inscripta en las cosas o en
el hombre por Dios Nuestro Señor. Por eso, también el hombre no
puede vivir sin familia: no sólo para promoverse los sexos entre sí sino
que sólo en ella y por ella se puede propagar de una manera digna y
humanamente buena la especie humana. Toda concepción y naci-
miento del hombre fuera de la familia, es contra el orden natural,
y, por eso, contra la ley moral.

Actualmente la familia sufre un grave deterioro en muchas par-


tes. Con el divorcio, el concubinato, admitidos como naturales, con
la aceptación del nacimiento de hijos in vitro o fuera del orden natu-
ral del matrimonio, la familia está muy debilitada, se ha creado una
gran confusión moral: se equipara los hijos legítimos de un hogar
bien constituido con los ilegales, no se hace diferencia entre el concu-
binato y el matrimonio.

Lo grave es que estos males de la familia están ocurriendo pre-


cisamente en los países llamados más desarrollados, con más abun-
dancia de bienes, pero con una decadencia muy grande de la moral.

Este trastorno del orden natural establecido por Dios no puede


quedar impune. Muchos de los desórdenes y crímenes actuales provie-
nen, en gran parte, de hombres sin familias o de familias deshechas.

SAPIENTIA, 1992, Vol. XLVII


244 OCTAVIO N. DERISI

Otro tanto puede decirse de la drogadicción o de las desviaciones


sexuales, como el homosexualismo, etc.

Lo grave de estas desviaciones morales de la familia es que se las


admite muchas veces como naturales. En gran parte se ha perdido
hasta la conciencia del pecado.

16. - Necesidad de la sociedad política para la perfección del hombre

La sociedad familiar, aunque es natural y necesaria —y por ende


de institución divina, Dios es Autor de la naturaleza— no es una
sociedad perfecta, es decir, no tiene todos los medios necesarios para
lograr su propio fin: necesita de la unión de los hombres, mujeres,
familias, sociedades intermedias para defender sus derechos y conse-
guir las condiciones necesarias y convenientes para su desarrollo, es
decir, para el bien común, lo cual significa que necesita de la socie-
dad política.

La Sociedad Política es precisamente la unión de los hombres


y mujeres, familias e instituciones intermedias libres, creadas, que
el hombre constituye para su ayuda, para defender sus derechos natu-
rales y positivos —de los cuales hablaremos después— y lograr las con-
diciones necesarias para su perfeccionamiento, que es precisamente el
bien común.

Notemos, de paso que no es lo mismo Sociedad Política y Estado


y Nación. La Sociedad Política como acabamos de decir es una unión
de personas físicas y morales, familias y otras instituciones, que de-
fienden los derechos y crean las condiciones para el desarrollo de las
personas, de las familias e instituciones imperfectas que se unen para
constituirla. En cambio el Estado es más bien la autoridad que obliga
a los miembros de la sociedad de ordenarse al bien común. La Nación
designa el grupo étnico que reúne a los miembros de una misma
cultura, religión, cvostumbres, y tradiciones. Así una nación puede
pertenecer a varias sociedades políticas y estados, por ejemplo, los
eslavos que están en varias sociedades. Incluso en una misma sociedad
política puede haber diversas naciones, como, por ejemplo, en Yu-
goslavia, los servios y croatas.
LA PERSONA Y SU MUNDO 245

Tratamos aquí de la Sociedad política y de su Estado o Autoridad.


Esta Sociedad no está para suprimir o tomar sobre si los derechos y
obligaciones de las personas, familias y demás instituciones libremente
creadas por el hombre, sino para defenderlos o ampararlos y deter-
minarlos, que es precisamente la función del derecho positivo, según
veremos después.

Compete también a la Sociedad Política crear todo aquel am-


biente o condiciones necesarias o convenientes para el desarrollo de
las personas, y demás instituciones que caen bajo su amparo.

El Estado tiene una función fundamentalmente subsidiaria. No


debe asumir las responsabilidades de sus miembros, sino defenderlos
y crearles todo el ambiente para su perfeccionamiento. Sólo en cir-
cunstancias, en que los miembros de la sociedad no pueden asumir
un función, la toma sobre si la Sociedad Política y el Estado, pero
con la conciencia de que lo hace para suplir esta imposibilidad de sus
miembros. Así por ejemplo, la educación, que por derecho natural
pertenece a los padres, únicamente la puede tomar el Estado para
suplir cuando ellos no pueden asumir sus propias instituciones edu-
cacionales. Esto puede suceder principalmente en los niveles supe-
riores de la educación, como es la Universidad, cuando los grupos
de la sociedad no la pueden constituir por sí solos. En este caso sería
mejor que el Estado ayude a las familias e instituciones intermedias
para crearlas, que instituirlas por sí mismo. Que es lo que hace el
Gobierno argentino con los Colegios privados.

Para constituir la Sociedad Política, las personas y miembros de


la sociedad deben renunciar a ciertos aspectos de su libertad, así por
ejemplo el deber de pagar de los impuestos, de ordenar el tránsito
y otros aspectos necesarios para organizarla.

Este renunciamiento a ciertos aspectos de la libertad y acciones


de las personas e instituciones intermedias no deben afectar nunca al
fin supremo de las personas y de las familias y demás sociedades infe-
riores, que es precisamente el perfeccionamiento humano logrado por
el propio esfuerzo y libertad y, en definitiva, la glorificación de Dios.

Maritain ha distinguido en este sentido entre individuo y persona.


Según él los hombres se someten a la sociedad política como indivi-
duos y no como personas. Creemos que esta distinción no es acertada.
246 OCTAVIO N. DERISI

Porque el hombre entra en la sociedad como hombre, como ser racio-


nal, es decir, como persona. Sólo los hombres son capaces de consti-
tuir una Sociedad Política. Hay que distinguir entre el sometimiento
de las personas y sociedades intermedias para constituir el Estado con
el logro del bien común, y los derechos inalienables de las personas,
familias, etc., en orden a lograr su esencialperfeccionamiento hu-
mano y, en definitiva, su supremo Fin divino, en lo cual no dependen
de la Sociedad Política ni del Estado.

En este sentido, el Estado no debe tomar sobre sí las empresas,


las iniciativas de industrias y demás trabajos, ni tampoco de la edu-
cación y otros aspectos que pertenecen a las personas y familias, sino
solamente ampararlas y ayudarlas para que puedan alcanzar amplia-
mente este fin.

Sumamente grave es cuando el Estado quiere tomar sobre sí


el derecho y obligaciones de las personas y quiere determinar por sí
mismo qué deben hacer, qué deben ganar y otros aspectos de la
actividad humana. Esto es lo que se llama el totalitarismo, que supri-
me los derechos personales y familiares y de otras instituciones para
asumirlos por sí mismo, so pretexto del bien de la sociedad. El tota-
litarismo destruye la Sociedad Política y priva de sus derechos y de-
beres a las personas y familias.

Queremos, en este punto, señalar que estamos distanciados de dos


extremos igualmente contrarios a la sociedad y, por consiguiente, a
la moral.

Por un lado, el totalitarismo —sea marxista o de extrema izquier-


da o sea extremismo de extrema derecha—. Ambos atentan contra
los derechos y deberes inalienables de la persona y la familia, que
Dios les ha señalado, con el fin trascendente divino que les ha otor-
gado. Estos totalitarismos en el fondo, son panteistas, porque quieren
asumir la función que solamente toca a Dios, a quien compete orde-
nar al hombre- y a la Sociedad Política.

Por el otro extremo, también nos oponemos al liberalismo, que


quiere otorgar una libertad absoluta a los miembros de la sociedad.
Concretamente el Estado únicamente estaría para defender la liber-
tad de sus miembros. Pero niega la intervención del Estado necesaria
para constituir el bien común, o sea, las condiciones necesarias para
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el perfeccionamiento humano de personas, familias, etc., para lograr


dicho bien. Para eso el Estado debe intervenir y coartar, como diji-
mos antes, algunos aspectos de la libertad y de la actividad de sus
miembros, precisamente para otorgarles la defensa de sus derechos y
el bien común. Mucho más grave es el liberalismo cuando se une al
capitalismo, es decir, el capitalismo liberal, que deja libertad abso-
luta al desarrollo del capital, sin atender al bien de todos los miem-
bros de la sociedad. En este aspecto el Estado debe intervenir con
leyes y atributos para que las ganancias del capital, sin suprimirlo
ni quitarle el lucro debido, que le corresponde, es decir sin suprimir
propiamente la iniciativa privada, para que las rentas del capital
lleguen a todos los miembros de la sociedad a fin de que todos pue-
dan vivir en condiciones realmente humanas. En este sentido la Igle-
sia ha subrayado en su Doctrina Social el derecho de todas las perso-
nas y familias a una vida digna: es lo que se llama Justicia Social.

Defendamos por consiguiente tla libertad y los derechos de las


personas, familias y sociedades intermedias, que no deben ser supri-
dos por el Estado, contra el totalitarismo, y también la intervención
necesaria del Estado para lograr defender los derechos y el bien co-
mún de todos sus miembros, contra el liberalismo.

Superado el totalitarismo marxista, hoy se cierne sobre Europa


y Occidente el peligro de un liberalismo sin límites, ateo y agnóstico,
que conduce al hedonismo, al permisismo, a la destrucción de las
familias y la consiguiente decadencia de la educación de los hijos, al
equiparamiento de la familia con uniones extramatrimoniales del hom-
bre y la mujer, a la inmoralidad creciente en las costumbres y en los
medios de comunicación, sobre todo en la televisión, y a la pérdida
de todo recato y pudor en los espectáculos y aún en la calle. En fin
un desenfreno en todos los órdenes. Parecería que la acumulación de
bienes materiales, el bienestar económico haya traído la pérdida del
sentido de la moralidad; y en lugar de fomentar el otium, o ocupa-
ción en las letras y el arte, la caridad y beneficencia, en el cultivo
de todas las acciones superiores del hombre y sobre todo en el desen-
volvimiento de la vida religiosa; sólo sirviera para el derrumbe ético
y corrupción del hombre en todos los sectores de la vida.

Lo grave de este derrumbe moral, es que viene acompañado con


algo más nocivo aún: "la pérdida de la conciencia del pecado" como
ya advertía Pío XII en su tiempo, y que ahora cobra mayor signifi-
cación. Se peca, se falta al orden moral, sobre todo en lo referente a
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lo sexual, como si todas esas desviaczones fuesen algo natural; e in-


cluso se buscan razones para justificarlas, como el psicoanálisis freu-
diano. Esa corrupción ha escalado los escaños de los mismos gobiernos.
Vemos con frecuencia a hombres de gobierno aprovecharse o mal-
gastar los bienes del Estado, mientras numerosas familias o personas
carecen de lo necesario, y naciones enteras viven en la miseria.

En política, al marxismo ateo ha sucedido en muchas partes la


Social Democracia, agnóstica y, por consiguiente, carente de princi-
pios morales. De este modo, desde la política se favorece la misma
inmoralidad y corrupción de costumbres.

17.- El Derecho Natural

El Derecho es aquello que se debe a una persona física o moral.


Brevemente, lo debido. El derecho puede ser: a) subjetivo, es la per-
sona física o moral a quien se debe algo, es también la libertad o po-
der moral que tiene una persona sobre algo. b) El derecho objetivo
es aquella "cosa, acción u obra" (Santo Tomás) que se debe a una
persona física o moral. El derecho objetivo es algo extrínseco, algo
real que se puede percibir o experimentar. Pero esto no significa que
el derecho sea independiente de la moral, como ha pretendido Kant.
Para éste la moral es una cosa y el derecho es otra, regido éste sim-
plemente por leyes que no afectan a la moral. Esto es falso, porque
aunque el Derecho objetivo sea algo real, la obligación de respetarlo
pertenece al orden moral; hay obligación de darlo a quien correspon-
de. Como este derecho es el objeto principal de ila justicia, Santo
Tomás lo llama "res justa", "la cosa justa".

Derecho legal es la ley moral o la ley positiva, basada en la ley


moral, o, según veremos, basada en este derecho natural, que deter-
mina el derecho natural objetivo y subjetivo, en una palabra, es la
legislación humana que recibe su vigor del mismo derecho natural
para ajustarlo en determinados casos.

También podemos señalar las cuatro causas del derecho, recor-


dando ilo que dice Aristóteles: cuando se conocen las cuatro causas
de algo, tenemos ciencia de lo mismo.
LA PERSONA Y SU MUNDO 249

La causa eficiente del derecho es la ley natural o positiva. Causa


final es el bien común y la paz social. Cuando se cumple el derecho,
los hombres viven en paz, cada uno con lo suyo y con su derecho.
Estas causas son extrínsecas al derecho, en cambio las dos siguientes
son intrínsecas. La causa material está constituida por las personas
como miembros de la sociedad, sobre las cuales recae la forma. La
causa formal o forma es lo debido a las personas o a ta sociedad
misma, "la cosa, obra o acción" que se le debe. Esta forma es el cons-
titutivo o acto del derecho objetivo.

18. - Fundamento del derecho natural

Para obrar de acuerdo con la ley moral es necesario el poder


cumplirla, tener libertad y los medios para ello. Así, es necesario el
poder vivir, el poder disponer de los medios físicos y morales, no
tener impedimento para llevarla a cabo en la realidad, etc.

Ahora bien, este disponer de los medios necesarios para poder


cumplir la ley moral es precisamente lo que se llama el Derecho
natural. Este es, por consiguiente, todo aquello que el sujeto per-
sonal necesita para poder cumplir la ley moral. Por eso, es de Dere-
cho natural, basado en la ley moral, el derecho a la vida, el derecho
a los medios necesarios para vivir, el derecho a la propiedad y adue-
ñarse de los medios de la producción necesarios para lograr acreditar
los frutos, el derecho a formar familia y a procrear y educar a los
hijos, el derecho a ser respetado por los demds, el derecho a la cul-
tura, etc.

Por eso mismo, El Derecho Natural es una exigencia de la ley


moral y forma parte de la misma. Algunos identifican la moral con
el Derecho Natural. Pero. en verdad el Derecho Natural es sólo parte
de la Ley moral, no toda la ley moral; es la moral que depende de
la justicia, el objeto de la justicia. En cambio, la moral como vimos
antes, comprende también otras virtudes como 'la fortaleza y la tem-
planza con todas las virtudes subordinadas: la castidad, la sobriedad,
el valor para afrontar las dificultades, y también la virtud de la pru-
dencia que regula no solamente la justicia sino estas otras virtudes
desde la inteligencia ajustándolas al justo medio o al punto entre
dos excesos.
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19. - La justicia

La virtud de la justicia es la que tiene por objeto el derecho.


Primero es el derecho y después la justicia, especificada por el mis-
mo. No compartimos la opinión de aquéllos filósofos que dicen que
el derecho es por la justicia, sino que la justicia es por el derecho,
que es su objeto formal especificante.

Ahora bien, la justicia puede ser: a) conmutativa, es la que re-


gula la relación jurídica o del derecho entre varias personas físicas
o morales. Se regula por una relación de igualdad de dar a cada uno
lo que le corresponde y recibir del otro lo que le corresponde; b)
legal, es la que tiene como objeto otorgar a la Sociedad política lo
que le corresponde: cumplir las leyes, pagar los tributos y en gene-
ral trabajar como miembro de la sociedad para establecer el bien
común, objeto propio de la sociedad, según vimos. Esta justicia es
la principal por la elevación de su objeto que es la Sociedad Política;
es la propia del ciudadano, miembro de la sociedad; c) la justicia
distributiva es la propia de la autoridad civil o de cualquier autori-
dad en otra comunidad intermedia. Su objeto es repartir equitativa
y proporcionalmente los derechos y deberes de los súbditos: dar a
cada cual lo que le corresponde para disfrutar del bien y cumplir
sus obligaciones; d) la justicia social: Los Papas y los Documentos
Pontificios hablan repetidamente de esta justicia, que consiste en dar
a cada persona, familia o sociedad intermedia todo lo necesario para
poder vivir con dignidad y cumplir sus obligaciones. Algunos auto-
res, sin negar desde luego esta justicia, tan importante en estos días,
creen que la misma está incluida en la justicia distributiva. De todos
modos es una cuestión teórica que no nos interesa dilucidar aquí.

20 - El Derecho positivo

El derecho natural tiene principios primarios o evidentes por


sí mismos, secundarios o derivados de estos primarios, como es el de-
recho de propiedad —que, por eso, algunos equivocadamente creen
que no es de derecho natural— y luego los más alejados, los terciarios,
donde es posible más fácilmente el error. Estos y, en general, las con-
clusiones del derecho natural no siempre están determinadas, como
LA PERSONA Y SU MUNDO 251

para poderlas cumplir. Así en un contrato de compra-venta, el que


recibe debe pagarle al que le manda lo que ha comprado. Pero si el
objeto vendido se pierde en el camino, ¿quién lo pierde? ¿el que lo
manda o el que lo recibe? El Derecho natural no lo dice. Por eso es
necesario que una ley humana o positiva lo determine. De aquí que
el Derecho positivo no sea solamente y principalmente para deducir
las conclusiones más alejadas del Derecho naturál, sino realmente
para legislar o, como dice Santo Tomás determinar el Derecho natu-
ral en lo que es necesario cuando él no llega a hacerlo. Por eso, el
Derecho positivo es un verdadero clrecho o ley.

El derecho positivo está exigido por el mismo Derecho natural


para su cabal cumplimiento. El Derecho positivo es como una rama
que se injerta en el tronco del Derecho natural y que de él recibe
la savia o la obligación moral o jurídica.

Por eso hay obligación moral de cumplir el Derecho positivo


como determinación del Derecho natural y como exigencia de éste.
En el ejemplo expuesto, la savia moral del tronco del Derecho natu-
ral llega a la rama del Derecho positivo.

El Derecho natural es jurídico o moral en su contenido y en su


formulación. En cambio, el Derecho positivo es sólo jurídico o moral
en cuanto está exigido y sustentado por el Derecho natural, es decir,
en su formulación; pero no es jurídico o moral en su contenido. Así,
el ir por la izquierda o la derecha no es jurídico ni moral. Tampoco
el que el impuesto sea en una forma o en otra. Pero es obligatorio o
moral ir por uno u otro lado, o pagar uno u otro impuesto, cuando
el derecho positivo lo impone, en virtud del Derecho natural de quien
es determinación, si no lo es por su contenido es moral o jurídico
por su formulación.

De lo cual se sigue también que el derecho positivo nunca pue-


de oponerse al derecho natural, porque en tal caso dejaría de ser
derecho, de recibir la obligación moral que deriva de aquél. Por eso
cuando el legislador humano formula leyes contrarias al derecho na-
tural, no obligan, incluso, llegado el caso de que quisiera imponerlas
y obligar a cumplirlas, habría la obligación de oponerse a ellas. Tal
es el caso de la indisolubilidad del matrimonio, que es de ley natural.
El divorcio no tiene valor, porque es contrario a la ley natural. No
vale. Pero si se lo quisiera imponer habría obligación de oponerse
a él.
252 OCTAVIO N. DERISI

Otro tanto sucede con la anticoncepción mediante medios arti-


ficiales, porque se opone a la ley natural. Solamente se puede regular
la tenencia de hijos por métodos naturales, es decir por la abstención
periódica y el uso del matrimonio en momentos en que no se sigue
la fecundación. Esto es lo que los Papas llaman "paternidad respon-
sable".

Mucho más grave sería la fecundación in vitro y otras formas


de fecundación fuera del orden natural, que Dios ha establecido y
que es por la unión del hombre y la mujer debidamente casados.

Tampoco valdría una legislación que permita — y más grave si


obligara— al duelo, porque el hombre no es dueño de su vida.

Y más grave aún es el aborto que es un asesinato cualificado, un


asesinato de una persona inocente que ha sido llamada a la vida sin
su consentimiento y defensa alguna para poder subsistir y librarse
de este atropello.

Todos estos casos ya no son derecho, aunque la ley humana los


llame así, son un antiderecho, porque carecen de obligación moral,
que les viene por el Derecho natural. Algunos autores lo llaman "De-
recho injusto", expresión en sí misma contradictoria, porque el dere-
cho nunca puede ser injusto por su concepto mismo. Pero si con ello
se quiere indicar que el llamado derecho positivo cuando se opone
al Derecho natural no es derecho sino una injusticia, se lo puede
emplear.

Kelsen y los positivistas han querido reducir todo el Derecho a


la ley positiva, con la supresión del Derecho natural o jusnaturalismo.
Entre nosotros Carlos Cossio y otros profesores de Derecho han que-
rido suprimir el Derecho natural, para quedarse solamente con el
derecho positivo.

Ahora bien, si se suprime el Derecho natural, se suprime el fun-


damento moral del Derecho positivo. Entonces este derecho no tiene
ninguna fuerza moral obligatoria; se reduce a una mera imposición
arbitraria de quien detenta el poder. Sería como un asaltante disfra-
zado de gendarme.

Además hay otro grave inconveniente en este caso. Admitido este


principio, el derecho positivo podría imponer cualquier obligación
arbitraria y aun monstruosa, la más contraria al verdadero bien de
los ciudadanos. Sin moral o Derecho natural no hay límites para el
LA PERSONA Y SU MUNDO 253

derecho positivo ni defensa contra sus excesos. Se cae en el caos


Jurídico.

Es verdad que "servire Deo, regnare est", servir a Dios y a la


moral, que se funda en Dios, es reinar.

Unicamente con el Derecho natural, el Derecho positivo puede


tener valor moral o jurídico y puede a la vez ser mantenido en sus
debidos límites; porque cualquier exceso contra el Derecho natural
o bien moral del hombre, automáticamente dejará de tener vigencia o
fuerza moral obligatoria, dejará de ser derecho.

21. - El Derceho de Gentes

Este Derecho de Gentes y de los pueblos, es así llamado porque


expresa los preceptos fundamentales del derecho común a todas las
naciones. Así, entre otros, el precepto de cumplir la palabra dada, la
de respetar a los legados o embajadores, el de no lesionar o atacar a
una nación inocente. Se refiere ante todo —aunque no exclusivamen-
te— a las normas jurídicas que regulan las relaciones internacionales
más que las personales.

Algunos autores han querido ver en este derecho de gentes una


ley positiva común a todos los pueblos. Así se reduciría a un Derecho
Internacional Público.

Tal sería el Derecho de Gentes para el Padre Francisco de Vitoria


y otros grandes teólogos de los siglos xvi y xvii: un Derecho positivo
fundado —pero no derivado por conclusión— en el derecho natural,
adoptado y común a todas las naciones o pueblos en general.

Sin embargo, para Santo Tomás el Derecho de Gentes forma parte


del Derecho natural o humano; está constituido por los preceptos se-
cundarios inmediatamente derivados de los primarios y referentes pri-
mordialmente a las relaciones entre naciones y, por eso, fáciles de ser
conocidos y formulados por todos los hombres. De ahí su nombre
Derecho de Gentes. He aquí las palabras del mismo Santo Doctor "El
derecho de gentes es de algún modo natural al hombre en cuanto ra-
cional, en cuanto se deriva de la Ley (Derecho natural) a modo de
conclusión, que no está muy alejada de los principios" (S. Th. II-II,
57, 3 ad 3).
254 OCTAVIO N. DERISI

En efecto, Santo Tomás, en pos de Aristóteles y de Cicerón, no


admite más que dos derechos: el natural y el positivo, naturale et
ex condictio. El natural expresado por los primeros principios de la
sindéresis y los inmediata y fácilmente derivados de aquéllos y for-
mulados por la prudencia, y los principios secundarios implícitamente
contenidos en los primeros. Sindéresis, recordemos de paso, es el hábito
natural de la inteligencia práctica que intuye los primeros principios
de la moral, así como el habitus principiorum de la inteligencia des-
cubre los primeros principios especulativos, como el de la razón de
ser, de no contradicción, etc. En síntesis, el Derecho de Gentes es el
Derecho natural racional o derivado de los primeros principios, refe-
rente primordialmente a las relaciones internacionales, sobre el cual
se funda y recibe su fuerza moral obligatoria el Derecho positivo In-
ternacional Público, como una determinación añadida a aquél por
la autoridad humana.

22 - Conclusiones

El derecho pertenece a la moral natural: no es toda la ley moral,


pero sí un capítulo suyo, tanto el derecho natural primario y secun-
dario o de Gentes como el derecho positivo, que sólo tiene vigencia
de tal en cuanto está exigido, fundado y nutrido con el contenido
obligatorio de derecho natural. El Derecho especifica la Justicia.

Este orden jurídico moral se funda, en definitiva, en el último


Fin trascendente divino del hombre y, en la consiguiente naturaleza
humana, organizada por Dios para el logro de ese Fin, las exigencias
de la naturaleza humana, jerárquicamente ordenadas en sus distin-
tos sectores, que culminan en las aspiraciones espirituales específicas,
dirigidas a Dios —Verdad, Bondad y Belleza infinitas— como a su Fin
o Bien supremo y que constituyen la Ley moral natural y se presenta
como expresión de la Ley Eterna de Dios, quien la impone obligato-
riamente al hombre como su propio bien humano: el desarrollo inte-
gral del mismo, que coincide en la aproximación, primero en el tiempo
—horno viator— y en la posesión plena en la eternidad —horno beatus-
del Fin o Bien divino, o sea, por el conocimiento y amor de Dios y
cumplimiento de su Voluntad, que es lo mismo que la gloria de Dios
—su gloria— y el bien del hombre —el desarrollo— y plenitud de su
ser humano y consiguiente facilidad en la posesión del Bien infinito
—coincidentes e inseparables—.
LA PERSONA Y SU MUNDO 255

En este ámbito que recorre el hombre desde su ser, tal cual es


inicialmente dado, hasta el término de su desarrollo y perfecciona-
miento en la posesión, Dios, y desde el hijo de Dios, recién bautizado,
hasta la posesión de Dios por la visión en el orden sobrenatural cris-
tiano, el derecho se presenta como un tramo decisivo para el logro
de ese perfeccionamiento humano. El pone orden entre las personas
y entre sí y con la sociedad, instaura el orden social para las consecu-
ción del bien común de la comunidad política —y de la Iglesia y de
la sociedad cristiana en la actual economía sobrenatural—, en una
palabra, instaura la paz mediante el orden social. Unicamente con este
bien común el hombre alcanza las condiciones adecuadas para este desa-
rrollo en busca de su plenitud humana en la posesión de Dios.
Sin el orden jurídico no es posible instaurar la sociedad, sin ésta
es imposible constituir el bien común, y sin éste a su vez el hombre
carece de las condiciones normales para su cabal y jerárquico desa-
rrollo y la consiguiente consecución de su Fin o Bien divino en el
tiempo y en la eternidad.

Frente a un pseudo-orden con la opresión de la materia, propia


de la concepción materialista del hombre, principalmente del mar-
xismo, que suprime la libertad y el fin trascendente del hombre y
con ella suprime la moral, y todo orden especificante humano —tota-
litarismo—, defendemos un orden de la libertad del espíritu, que se
funda y deriva del Fin trascendente divino, y de su ser y de su vida
espiritual, y se organiza en el ámbito luminoso libre del espíritu.
El hombre lo ve y lo acepta libremente como una obligación que
recibe para cumplir la Voluntad de Dios, su Fin y Bien supremo,
y para lograr a la vez su propio perfeccionamiento y plenitud hu-
mana y su consiguiente felicidad.

Desde este origen moral en que se funda el derecho de las per-


sonas, familias y sociedades intermedias, siempre en el ámbito lumi-
noso del espíritu, de la inteligencia y de la libertad, emerge y se
organiza el orden del perfeccionamiento humano, realizado libremen-
te por el propio hombre, el orden jurídico político y social, econó-
mico, artístico y filosófico —la cultura o humanismo— para alcanzar
mejor aquel fin divino o gloria de Dios por el acrecentamiento de su
propio ser o vida humana.
El hombre por el cumplimiento de la ley moral, debe perfeccio-
narse para alcanzar su último Fin trascendente divino. Pero para lograr-
lo plenamente debe constituir el orden jurídico natural de la familia
y del derecho natural y, también del derecho positivo, como determi-
256 OCTAVIO N. DERISI

nación de este último, y mediante estos derechos constituir la sociedad


política, como medio para asegurar sus derechos y las condiciones de
su perfeccionamiento moral y humano en todo su ámbito material y
espiritual; y así de este modo, enriquecido con el derecho y la socie-
dad familiar y política alcanzar más perfectamente su último Fin divi-
no y su constante perfeccionamiento humano. Este excursus de la
línea recta moral hacia el orden jurídico y social de la familia y de la
sociedad política, sirve al hombre para volver al orden moral enri-
quecido y poderlo cumplir con más perfección y facilidad. No se
trata de desviarse del orden moral, sino de un egreso para enrique-
cerlo y hacerlo real y humanamente más factible y realizable.

Lo que queremos subrayar antes de terminar en que todo este


orden desde el principio de la moral, pasando por el orden jurídico
y social, familiar y político, es un orden espiritual, que se impone
al hombre como su perfeccionamiento y sin violencia, un orden que.
aunque obligatorio, él realiza con su inteligencia y con su libertad,
en una palabra, es un orden enteramente espiritual y libre.

En esta perspectiva el Fin último del hombre es alcanzar el Fin


o Bien trascendente divino de una manera perfecta y para lograr con
El su propia perfección y plenitud humana.
(Continuará)

MONS. DR. OCTAVIO N. DERISI

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