Vista de El Yaraví de Melgar. Signo de Emancipación de La Literatura Peruana
Vista de El Yaraví de Melgar. Signo de Emancipación de La Literatura Peruana
Vista de El Yaraví de Melgar. Signo de Emancipación de La Literatura Peruana
El yaraví de Melgar
Signo de emancipación de la literatura
peruana
INÉS LILIANA RAMÍREZ DURAND
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Como vemos, aunque son algo imprecisos los datos sobre su actitud cuando iba a
ser ejecutado (12 de marzo de 1815), la documentación existente ratifica su rol en pro
de la sublevación de los indios en las provincias del Cusco, Apurímac y Arequipa,
bajo el liderazgo del brigadier Mateo García Pumacahua (cacique de Chinchero) y
José Angulo, quienes con un gran grupo de jóvenes arequipeños y de otras provincias
que se iban sumando a la causa, buscaban la independencia peruana del poder
español. Entonces, a la edad temprana de veinticuatro años Melgar deja un legado de
obra y acción. Su ejecu ción por orden del general Ramírez, ya que había cumplido
el rol de auditor general de guerra del ejército republicano, es narrada por Miller de la
siguiente manera:
El cura nombrado para acompañarle al suplicio principió a exhortarle en el
bronco estilo y bárbaras maneras con que acostumbran comúnmente a hacerlo,
pero Melgar le contestó en alta voz: "Padre, no es el momento de hablar de
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política ni de cosas de este mundo, vine preparado a este sitio para morir; pero
usted me ha distraído, Que me den un cigarro". En efecto, se lo trajeron, y
después de haber fumado cerca de la mitad de él, y adquirido nuevamente su
tranquilidad, dijo serenamente que estaba pronto para morir, y murió con una
firmeza varonil y digna de su persona. (Miller, 1910, p. 74)
De acuerdo con Aurelio Miró Quezada (1978), fue en el mes de noviembre de
1814 que Melgar se incorporó a las filas de la columna patriótica que se formó en
Chuquibamba y se dirigió con ella a Arequipa. Así la exaltación del nuevo espíritu
inspiró a Melgar la Marcha patriótica, que debió de escribir por esos días y que
contrasta con el llamado a la confraternidad de sus odas anteriores (Miró Quesada,
1978, p. 139):
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Phelipe Guamán Poma de Ayala los refiere en su majestuosa Nueva corónica y buen
gobierno como cantos nrnui en quechua y aimara que eran entonados por la
población indígena en distintas celebraciones o situaciones cotidianas (Poma de
Ayala, 1615).
Washington Delgado define el hnraui como una melancólica canción de amor,
plagada de nostalgia, que se entona en el sur del Perú y que dio origen al yaraví
moderno, cultivado por Melgar a inicios de la Independencia, una etapa en la que los
temas indígenas fueron abordados, aunque superficialmente. Los temas abordados en
estos cantos, de acuerdo con Delgado, son desamor y ausencia de la persona amada, a
diferencia de los huaynos, que expresan el humor, la ternura y la sabiduría de los
pueblos quechuas. Asimismo, es menester señalar, de acuerdo con Delgado, que la
poesía popular quechua destaca por su flexibilidad y hondura (Delgado, 1980):
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vinculadas con otros pueblos. Es la oralidad la que nos permite conocer las raíces
cultu rales de un pueblo, pueblo que, con el transcurrir del tiempo, se convierte en
sociedad letrada.
Si tenemos en cuenta que las naciones occidentales, al igual que la andina, se
desarrollaron inicialmente en torno de las culturas ágrafas, las narrativas nacionales
estuvieron al servicio de la formación de una cultura homogénea (la identidad
esencial y diferenciada de otras: el Volksgeistl). Sin embargo, lamentablemente,
incluso hasta inicios de la República, la construcción del concepto de nación se
siguió abordando, por muchos, desde su vínculo con lo letrado. Desde la perspectiva
de un grupo ilustrado de personas, la cultura occidental se consideró como la única
válida. Es decir, se buscaba desacreditar o invalidar la cultura andina producida por la
población indígena o mestiza, con el pretexto de la búsqueda del 'auténtico' progreso
y la civilización. Así, para América, la identidad cultural surgía de la idea de
asemejarse a Occidente, lo cual incluía la erudición y la homogeneización de la
escritura (castellana) que proponía el grupo de hombres ilustrados que veían lo
indígena como lo no civilizado y desprovisto de riqueza cultural.
Si bien es cierto que la oralidad nos lleva a hablar de anonimato, característica
que no permite fijar el punto exacto de la fuente original, existe la enorme ventaja de
atribuir, con esto, la autoría a la colectividad popular, proveniente del 'rumor', que va
guardando en su memoria colectiva datos ficcionales que transmite de generación en
generación. Vemos pues, que el anonimato no es una desventaja, sino que representa
la oportu nidad de seguir construyendo un canon literario nutrido de la diversidad
cultural.
La tradición literaria andina centra su atención en el cosmos, porque la
colectividad consideraba al universo como el facilitador de la vida del hombre y de
todo lo que le permite sobrevivir. Para ello, los mitos permiten explicar la
dependencia del hombre con respecto de la naturaleza, así como el amor maternal de
ésta con el individuo. Cabe señalar que esta naturaleza incluye todo lo observable; es
decir, la Tierra y el resto del cosmos, que son considerados seres vivos que protegen
o castigan al hombre según su accionar con el entorno natural. Curiosamente, esta
misma afinidad cosmogónica se evidencia en la sustentación del origen de los
pueblos occidentales y da paso a los pensamientos clasistas y al orden de los grupos,
sujetos a los privilegios de los más poderosos. También, la visión agrarista está
presente en todo género practicado en las creencias andinas desde antes de la
invasión española e, incluso, hasta la fecha; el amor por el campo se refleja en las
canciones con diversa temática. Así, el haraui, junto con el haylli, el taki, el ayarachi,
la huahuaquilla, el huayno, el huahuaqui, entre otros, constituyen la expresión más
pura y sublime que se relaciona y se funde con la temática de la naturaleza, el amor y
la religiosidad cosmogónica.
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1 Concepto de nacionalismo romántico que atribuye a cada pueblo rasgos comunes e invariables.
Es importante aclarar que los cantos andinos han gozado siempre de acompaña
miento musical. Durante el periodo prehispánico, los instrumentos fueron hechos de
insumos animales o de material artesanal, y son de viento y de percusión. De acuerdo
con los estudios de Hachs Hornbostel, las herramientas musicales se agrupan en
cuatro tipos: cordófonos, aerófonos, idiófonos y membranófonos (Pérez y Gili,
2013). En este sentido, es necesario recalcar que los instrumentos prehispánicos
excluían las cuerdas, que fueron insertadas en los cantos andinos con la influencia
española.
Como ya se ha señalado, en la búsqueda de evidencias de una literatura peruana
independiente, por mucho tiempo, las manifestaciones andinas pasaron
desapercibidas por la crítica colonial o pegada al idealismo occidental. Es con la
consolidación del Perú republicano que los estudios culturales se orientan a buscar
símbolos que evidencien la identidad social de un pueblo que busca desligarse de la
imitación occidental. Al respecto, Washington Delgado señala que de la antigua
literatura quechua subsisten algunos temas y motivos que han logrado expresarse con
el tiempo en composiciones traducidas o producidas en español. Por la parte
occidental, la literatura peruana heredó géneros, estilos y acicalamiento verbal con
conceptismo académico. Por ello, es de suponer que para entender sobre la literatura
de la Emancipación hace falta considerar aspectos como el verdadero significado de
la Independencia para los pueblos vulnerables, las clases sociales y la búsqueda de la
idea de nación. Recordemos que la Independencia, en su momento, no significó un
cambio positivo para todos los grupos sociales. Las manifestaciones artísticas
andinas, por ejemplo, seguían catalogándose como inferiores a las de corte
occidental. Además, por la carencia de escritura y la falta de acceso a los
tradicionales medios de comunicación masiva de la época, el aporte de la expresión
andina no se concretaba oficialmente.
En el ambiente arequipeño, durante el periodo de la Emancipación e inicios de la
República, ocurría lo mismo: la presencia de factores sociales que no permitían
valorar el aporte de la literatura ancestral prehispánica en su debido momento, ya que
los diarios o folletos eran exclusivos para la transmisión del código español. De ello
se encuentran los registros en diarios como El Republicano (1825-1855), El
Regenerador (1834); El Pensador (1834), El Misti y El Chili (1834).
Según Delgado (1980), con el tiempo se produce la revaloración del sentimiento
andino, así como sus formas, a manera de buscar y reflejar la unidad nacional. A esta
búsqueda la respuesta es Melgar, ya que es quien recoge el sentimiento andino
indígena y lo refleja en los versos castellanos. Para Delgado, semejantes a la
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connotación del aporte del Inca Garcilaso de la Vega, los yaravíes de Melgar
evidencian el inicio del mestizaje cultural y ubican en la literatura escrita en
castellano la relación conflictiva entre autoctonismo y occidentalismo, ya que toda
literatura anterior había sido regida por la tendencia temática y estructural hispanista.
Aunque, como señalamos anteriormente, esta inspiración de motivos andinos es
limitada a futuro, pues los sucesores románticos Carrasco, Salaverry y Althaus no
acrecientan el impulso indigenista de Melgar, ya que lo que se producirá por un
periodo prolongado es la influencia neoclásica del siglo XVIII.
De acuerdo con Antonio Cornejo Polar (1989), los yaravíes de Mariano Melgar
deben ser reconocidos como obra representativa de la literatura de la Emancipación,
la cual forma parte de un proyecto hispano ligado a raíces indígenas, presentes en su
lírica; por ejemplo, los rasgos musicales propios, que compaginan la oralidad típica
de los grupos indígenas populares, aunque este hecho lo desvincule de una literatura
occidentalizada típica del periodo de la Emancipación por el empleo de metáforas
andinas y el tono melancólico vinculado con la naturaleza. Esta revaloración de
raíces andinas en la lírica melgariana se cumple en la composición de sus yaravíes
que, a decir de la definición romántica de Francisco García Calderón en la
introducción de las Poesías de Don Mariano Melgar de 1878, es el 'fray! que emite el
alma" (Melgar, 1878, p. 34). En este sentido, retomemos los límites de la influencia
de la lírica andina y el aporte occidental de las composiciones líricas de Melgar y
revisemos las aproximaciones conceptuales del término yaraví.
De acuerdo con Aurelio Miró Quesada, el yaraví proviene de la palabra haraui,
que es al mismo tiempo manifestación poética quechua, cuyos declamadores recibían
el nombre de haravicus o hnrauec (Miró Quesada, 1978, p. 162). Siguiendo este
punto de partida, diremos que los yaravíes son esos cantos mestizos de dulce melodía
y un tono melancólico que requieren de acompañamiento musical, la guitarra, y que
derivan del harnui andino, cuya diversidad temática no era precisamente melancólica
y triste, y que obedece a un producto colectivo acompañado por el marco musical de
la quena. El haraui obedecía, a diferencia del yaraví, a la producción colectiva de los
miembros de la comunidad andina; mientras que el yaraví surge de una voz
individual, por lo que esta libertad le permite al cantor expresar sus sentimientos
independientemente de la colec tividad a la que pertenece; de allí que el cantor es
libre de poder expresar la nostalgia y la pena de amor. Es pues, el yaraví, un producto
mestizo que se ha enriquecido con el tiempo y que ha logrado calar y enraizarse en la
identidad de los pueblos en los que se practica este canto de estilo trovador.
De acuerdo con Raúl Porras Barrenechea (1946), el origen del yaraví se remonta a
la imagen triste y propia de la manifestación artística. Porras sitúa el origen del yaraví
de tono enlutado en el siglo XVIII como un producto mestizo. Resulta mestizo
porque la pronunciación de palabras agudas en el yaraví no es propia en la cultura
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andina, más bien es propia de la lengua castellana. Proviene de la voz grave andina
harnui, que con el transcurso del tiempo se fue transformando hasta teñirse de
melancolía desde el siglo WI hasta aproximadamente 1791, cuando ya se oyen los
cantos con el acompañamiento de acordes de guitarra:
Es la modulación que va a prevalecer en la disertación sobre los yaravíes del
Mercurio Peruano de 1791 y en la guitarra arequipeña de Melgar. Pedantes
profesores de fonética ausentes del alma nueva y criolla del yaraví, aconsejarán
más tarde llamarle hjarahut, harawi o Aya aruhui. (Porras, 1946, p. 12)
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Tu fantasía;
Y acabará con tus gustos
El melancólico espectro
De mis cenizas.
(Melgar, 1878, pp. 205-206)
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No vueles más, no
sigas Tus desviados
giros; Tus alitas
doradas
Vuelve a mí, que ya espiro
Vuelve que ya no puedo
Vivir sin tus cariños,
Vuelve mi palomita,
Vuelve a tu dulce nido
(Melgar, 1878, pp. 196-198)
El yo poético implora por el retorno del ser amado que lo ha abandonado, pero
elige la expresión mi palomita, que evidencia la asimilación de la herencia lingüística
quechua, castellanizada: Urpichny, mi palomitn en castellano. Al sustantivo urpi se
suman los sufijos -cha (pequeña) e -y (Hlín). Melgar pudo, por sus conocimientos
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eruditos de lite ratura latina clásica, emplear vocablos bucólicos como los de sus
sonetos o cartas, que tenían como alocutarios a Melisa o Silvia, pero plasma, en su
yaraví, la imagen típica andina de paloma para referirse al ser amado. Demuestra,
entonces, la identificación con la diversidad cultural que ha reconocido como suya a
través de estos dos elementos: el símbolo de paloma (mujer) y el sustantivo
diminutivo palomita, empleado por una sociedad mestiza y andina a la vez, que ha
conservado hasta la actualidad el uso de diminutivos en el castellano peruano.
Asimismo, las estrofas conservan la intencionalidad comunicativa y la carga
semántica de dolor y reclamo, pero un reclamo cariñoso que busca el diálogo con el
otro.
La composición polirrítmica de sus versos muestra una búsqueda de libertad y
sencillez, a diferencia de los sonetos o traducciones que reflejan mayor complejidad
métrica y de rima. Sin embargo, los yaravíes cumplen la finalidad de reflejar un
profundo sentir en estrofas que muestran el mestizaje perfecto del arte peruano.
Para José Carlos Mariátegui (1979), Melgar es el primer poeta que expresa el
sentimiento indígena en la literatura peruana a través de su obra lírica, calificada por
la crítica limeña como popular por la cercanía con temas sentimentales y
versificación breve, pero revalora su carácter romántico que, a diferencia del resto de
escritores, no es un romántico por imitación, sino por naturaleza y, muy por el
contrario de la concepción tradicional y elitista que se tiene de Melgar, debe de ser
valorado como el primer poeta peruano de formación culta que fusiona la influencia
lífica del mundo andino con un código y estilo particular heredado de lo estándar
aceptado por la cultura dominante del poblador criollo.
Finalmente, con el yaraví de Melgar, como estructura estrófica, y con el marcado
romanticismo que reflejan sus letras, cargadas de intensidad y pasión, se identifica el
inicio de la poesía peruana como tal, porque refleja una lírica intercultural que no
solo demuestra identidad formada por la heterogeneidad, sino que marca un hito en la
historia una literatura peruana. El poeta arequipeño es la muestra del espíritu de una
sociedad que busca crear su propia historia a partir de una patria independiente que
envuelve al mundo andino, criollo y mestizo. Melgar dejó un legado significativo que
nos permite valorar la cultura peruana sin segmentarla para sostener vínculos que
fortalezcan la idea de nación.
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