T.2. La Edad Media (711-1474)

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HISTORIA DE ESPAÑA. TEMA 2.

LA EDAD MEDIA EN LA PENÍNSULA IBÉRICA (711-1474)

TEMA 2. LA EDAD MEDIA: TRES CULTURAS


Y UN MAPA POLÍTICO EN CONSTANTE
CAMBIO (711-1474).

HISTORIA DE ESPAÑA.
2º BACHILLERATO.

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HISTORIA DE ESPAÑA. TEMA 2. LA EDAD MEDIA EN LA PENÍNSULA IBÉRICA (711-1474)

TEMA 2. LA EDAD MEDIA: TRES CULTURAS Y UN MAPA POLÍTICO EN


CONSTANTE CAMBIO (711-1474).

Para la gran mayoría de los historiadores, la particularidad cultural de los pueblos que componen la
Península Ibérica, con respecto al resto de los europeos, tiene su génesis o raiz en los
acontecimientos y fenómenos desarrollados durante nuestra Edad Media.
Y es que, mientras en el resto de Europa el feudalismo se construía como forma de organización
socio-política, bajo las líneas del pensamiento clásico heredado de las antiguas civilizaciones greco-
romanas; la entrada de los pueblos musulmanes, procedentes del norte de África, en la Península
Ibérica construyen aquí un panorama completamente diferente.
Así, es la Reconquista la que se alza como vertebradora u organizadora de la vida en los territorios
peninsulares, y la convivencia entre las civilizaciones musulmana y cristiana la que señala la
construcción de una nueva identidad cultural.

1. LA INVASIÓN MUSULMANA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA.

Desde el año 622, fecha de la huida de Mahoma, los musulmanes desde Arabia, habían iniciado su
guerra santa. Pretendían, y consiguieron, formar un imperio donde el Islam fuera la religión única.
A finales del siglo ya dominaban un vasto territorio que se extendía desde Irán hasta el
Mediterráneo y todo el norte africano hasta el Estrecho de Gibraltar.
Hemos hablado de las tensiones y conflictos que se producían a menudo entre los nobles visigodos
para que el nuevo rey elegido fuera favorable a sus intereses. En este contexto, en el año 711, una
facción aristocrática visigoda no contenta con la elección del último rey, pidió ayuda a los
musulmanes norteafricanos para derrocarlo.
Respondiendo a esta petición, Tarik, lugarteniente del gobernador del norte de África, Muza, al
frente de tropas bereberes, cruza el estrecho de Gibraltar y vence al rey visigodo don Rodrigo en la
batalla de Guadalete. Tarik avanza hacia Toledo, ciudad donde se le une Muza, con tropas árabes
en su mayoría. La conquista prosigue en dirección al valle del Ebro y a la Submeseta Norte
En tan solo ocho años los musulmanes conquistaban Hispania. Intentan otro tanto más allá de los
Pirineos, en el reino de los francos, pero aquí son derrotados por Carlos Martel en la batalla de
Poitiers (732). Tras este hecho el avance musulmán se paraliza y tiende a centrarse en la Península.
La razón de la rapidez en la conquista hay que verla en la facilidad que presentaron los hispanos de
las capas inferiores, que vieron en los musulmanes a quienes los iban a liberar de la opresión de la
nobleza visigoda. Sin duda no midieron bien las consecuencias de esta permisividad, pues los
árabes se convirtieron en la misma casta dominante, y además impusieron su religión y cultura.

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Los invasores confiscaron a la nobleza visigoda sus latifundios, pero entre ellos hubo diferencias a
la hora del reparto. Los árabes se quedaron con las mejores tierras de Andalucía, los sirios con
tierras granadinas, los egipcios con tierras murcianas y los beréberes recibieron las peores.
A partir del mismo 711, y durante más de ocho siglos, la vida en la Península Ibérica estará marcada
por la lucha entre los cristianos y los musulmanes. A esta lucha se la conoce como Reconquista.
Podemos definir la Reconquista como el proceso histórico por el que los pueblos cristianos de la
Península Ibérica herederos de los visigodos recuperan, paulatinamente, los territorios que les
fueron arrebatados años atrás por los musulmanes.
Esta tiene su comienzo con la primera victoria de los cristianos sobre los musulmanes en la Batalla
de Covadonga, en el año 722, y acaba con la derrota, en el año 1492, del reino Nazarita de Granada,
último reino musulmán que quedaba en la Península Ibérica.

2. LA EVOLUCIÓN POLÍTICA DE AL-ÁNDALUS.

2.1. El emirato dependiente de Damasco (711-756).

Tras la conquista, al-Ándalus se convirtió en una provincia más del califato Omeya de Damasco. La
capital se estableció en Córdoba, quedando al frente del territorio un emir o gobernador. Durante
este periodo al-Ándalus atravesó serios problemas internos por los enfrentamientos entre árabes y
bereberes por el reparto de tierras y la organización de la conquista. Estos conflictos internos
contribuyeron a organizar la resistencia de los cristianos del norte en las montañas asturianas.
El nuevo territorio de Hispania fue renombrado como Al-Ándalus, un nombre heredado del antiguo
pueblo vándalo que años atrás fue expulsado de la península al norte africano.

2.2. El emirato independiente (756-929).

En el año 756 Abderramán llegó a Al-Ándalus huyendo de la matanza de la dinastÍa omeya reinante
en Damasco. Con sus tropas norteafricanas logró imponerse al emir andalusí y fundó un nuevo
emirato independiente de Bagdad (la nueva capital tras la matanza de los Omeyas). Nació así el
Emirato Independiente de Córdoba
Abderramán I mejoró la administración, inició en Córdoba la construcción de su mezquita, y se
planteó la islamización y arabización forzada de los cristianos (los mozárabes). Esta imposición fue
seguida por sus herederos y la consecuencia fue el surgimiento de varias revueltas y rebeliones por
parte de los mozárabes y muladíes.
Entre estas, destacaron una en Córdoba en el 850, que acabó en una matanza; y otras de carácter
secesionista, como la acaudillada por Omar Ibn Hafsum en las sierras penibéticas, que se mantuvo
muchos años, hasta que el líder abandonó el islam para volver a la fe cristiana. Esto le restó el
apoyo de numerosos muladíes.

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2.3. El califato de Córdoba (929-1031).

La grave crisis que venía atravesando al–


Ándalus fue superada por Abderramán III
(912-961), que logró poner fin a las
sublevaciones y luchas internas. Tras ello,
y como coronación por haber restaurado
la autoridad del Estado, decidió
proclamarse califa (929), es decir,
suprema autoridad política y religiosa,
rompiendo, por tanto, su
dependencia
del califa de Bagdad.
Con
el califato se inicia la etapa
de
mayor esplendor
político y económico de
al-Ándalus. Abderramán III
reforzó el
ejército
con mercenarios (eslavos y
bereberes) para asegurar el
orden interior y para
contener a
los cristianos del
norte peninsular. En las
proximidades de Córdoba
ordenó la construcción de
la
ciudad palacio de
Medinat al-Zahra, donde recibía
con toda pomposidad a las
embajadas de los
monarcas cristianos de la Península y extranjeros.
El esplendor y poderío del califato cordobés continuó bajo su hijo Alhaken II (961-976). Protector de
las letras y las artes llegó a reunir en su palacio una biblioteca, se dice, de 400.000 volúmenes, con
copias procedentes de los diversos rincones del mundo islámico.
Con su sucesor, Hixem II (976-1013), todo cambió. El nuevo califa delegó el gobierno en Almanzor,
su primer ministro o hachib. Actuando como un dictador, reforzó el ejército con más contingentes
bereberes y se dedicó a dirigir campañas contra los cristianos. Cada año realizaba dos expediciones,
arrasando iglesias y monasterios. León, Barcelona y Santiago de Compostela fueron destruidas.
Tras la muerte de Almanzor en el año 1002, al parecer como consecuencia de las heridas recibidas
en la batalla de Calatañazor (Soria), el califato entró en un periodo de crisis en el que se sucedieron
las luchas internas. Los califas, faltos de autoridad, se convirtieron en meros espectadores de un
Estado que se desangraba.

2.4. Los reinos de taifas (1031-1090).

El caos y la inestabilidad interna a la muerte de Almanzor hicieron que el califato se fragmentara en


multitud de pequeños reinos, denominados Reinos de Taifas (Zaragoza, Sevilla, Granada, Toledo o
Almería). El enfrentamiento entre ellos mismos hizo que incluso recurrieran a buscar apoyos entre
los reyes cristianos. Estos, a cambio, impusieron tributos (parias) a cambio de la paz o por su ayuda.
Pero en el año 1085 el rey castellano Alfonso VI, aprovechando la división y debilidad de los taifas,
conquista Toledo. El pánico se extiende en el islam español, y los reyes de taifas piden ayuda a los
almorávides del norte de África: el emir Yusuf atravesó el estrecho con su ejército bereber y en
unión del rey de Sevilla Motamid, derrotó a Alfonso VI en Zalaca (Badajoz).
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2.5. Las invasiones africanas: almorávides y almohades (1090-1236).

Los almorávides, agrupación de tribus bereberes partidarias del radicalismo religioso, habían
creado un Estado en el norte de África. Tras el triunfo sobre Alfonso VI, los
almorávides
acabaron
con las taifas, unificaron al-Ándalus y pusieron freno al avance cristiano.
A pesar de todo, la presión cristiana no podía evitarse. Así, en 1118, Alfonso I el Batallador, rey de
Aragón, conquista Zaragoza. A mediados del siglo XII, al-Ándalus volvía a fragmentarse con la
aparición de los segundos reinos de taifas.
Los almohades, que habían sustituido a los almorávides en el norte de África, se impusieron en al-
Ándalus e implantaron un mayor rigor religioso. Frenan el avance cristiano, vencen a Alfonso VIII,
rey de Castilla, en la batalla de Alarcos (1195), pero son derrotados en la batalla de las Navas de
Tolosa (1212), que hunde al estado almohade y desemboca en las terceras taifas independientes.
Todos, salvo el de Granada, serán pronto conquistados por los cristianos: Fernando III y su hijo y
sucesor Alfonso X el Sabio, por Castilla; y Jaime I el Conquistador por la Corona de Aragón.

2.6. El reino nazarí de Granada (1236-1492).

La victoria cristiana en la batalla de las Navas de Tolosa supuso conquistar el paso de


Despeñaperros en Jaén, con lo que se permitió el acceso fácil de las tropas castellanas a Andalucía
desde la Meseta.
Paulatinamente fueron cayendo las tierras andaluzas. La dinastía nazarií (o nazarita) reinaba en el
reino taifa de Granada (actuales Málaga, Granada y Almería). Ésta llegó a un acuerdo con los reyes
castellanos por el cual pagarían un tributo a Castilla y se les respetaría su existencia e
independencia. Así ocurrió desde 1238, y el reino granadino vivió una época de paz y prosperidad
económica y cultural. Es el periodo de construcción del palacio de la Alhambra.
En 1492 los Reyes Católicos no consintieron más esta condición tributaria y conquistaron Granada.
No permitieron tampoco la permanencia de musulmanes (los llamados moriscos) y los expulsaron
de la Península. Con ello acababa la Reconquista iniciada ocho siglos antes.

3. ECONOMÍA, SOCIEDAD Y CULTURA EN AL-ÁNDALUS.

3.1. La sociedad.

La sociedad andalusí se caracterizó por la coexistencia de diversos grupos religiosos, étnicos y


sociales:
Los musulmanes eran el grupo mayoritario, y estaban integrados por:
• Los árabes se alzaron como la etnia dominante religiosa y política, al formar un grupo
terrateniente que ocupó las mejores tierras;
• Los bereberes del norte de África quedaron relegados al ámbito rural;

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• Los muladíes o hispano-visigodos convertidos al islam eran el grupo más numeroso, y su


importancia residía en que constituían el grueso del campesinado-
Los no musulmanes o dimníes fueron tolerados por practicar también religiones monoteístas del
Libro (Biblia). Dos grupos destacaron por su importancia:
• Los cristianos mozárabes mantuvieron su religión, pero la presión árabe hizo que fueran
islamizando y arabizando sus costumbres en la lengua, el vestido, la vivienda, o la forma de
vida. Constituyeron un grupo preferentemente urbano dedicado al comercio y la artesanía;
• Los judíos eran una minoría social, pero muy importante económicamente a partir de sus
actividades económicas urbanas, fundamentalmente el comercio y la artesanía.
La convivencia entre los diversos grupos fue generalmente pacífica, aunque puntualmente
estallaron conflictos. En este sentido, destacaron el motín del Arrabal en Córdoba (818), o la
sublevación del muladí Omar ben Hafsum en las sierras Béticas (Alpujarras).

3.2. La economía.

La agricultura fue la actividad principal y se enriqueció con el aporte de nuevas técnicas y cultivos
introducidos por los árabes. Mejoraron las técnicas de regadío con el uso de norias, acequias,
canales etc., y se introdujeron nuevos cultivos como el naranjo, el algodón, la caña de azúcar, el
arroz, árboles frutales o la morera.
Cultivos tradicionales hispanos como el olivo o la vid continuaron, a pesar de que el islam prohíbe el
consumo de alcohol. La ganadería, en cambio, perdió importancia, aunque se explotó con eficacia
la ovina, la cría de caballos y de gusanos de seda.
La artesanía alcanzó un gran desarrollo, destacando en la producción sedas, armas, orfebrería,
muebles o taraceas. Gran parte de la producción se exportaba a oriente y Europa.
El comercio se benefició de las buenas comunicaciones de Hispania, y de un sólido sistema
monetario basado en el dinar de oro y el dírhem de plata. Especialmente importante fue el
crecimiento del comercio exterior, al participar al-Ándalus en las rutas comerciales islámicas con
Oriente y África, y en el comercio con la Europa cristiana. Al- Ándalus introducía en la Europa
cristiana productos de todo el mundo, como perfumes, sedas o marfil; y de aquí se exportaban
productos como armas, aceite, orfebrería o tejidos.
La vida urbana tomó predominio sobre la rural, fruto de la forma de vida árabe y de la importancia
de las actividades artesanales y comerciales alcanzada en Al-Ándalus. Toledo, Zaragoza y Sevilla se
convirtieron en grandes urbes bajo el control musulmán, aunque el caso más significativo fue el de
la capital del califato, Córdoba, que se convirtió en la urbe más populosa de Occidente.
En torno al zoco o barrio comercial central, se desarrollaba la medina o recinto amurallado
formado por estrechas calles y plazuelas. Aquí nos encontrábamos con la mezquita, la alcaicería, y
la alcazaba militar. Fuera de la medina se extendían los arrabales o barrios periféricos.

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3.3. La organización política.

Tras convertirse en un estado independiente entre los reinados de Abderramán I y Abderramán III,
al-Ándalus desarrolló una organización política que se asentó en cuatro pilares principales:
• La administración central se basó en el poder absoluto del soberano, para lo que contó con
un primer ministro o hayib, y con varios ministros o visires;
• Las provincias o coras eran dirigidas por gobernadores provinciales o walíes. En la ciudad, la
administración estaba dirigida por el cadí, encargado de la justicia;
• El ejército se centraba en Córdoba y en las provincias fronterizas con los cristianos.
Inicialmente estuvo formado por árabes, pero acabó nutriéndose de mercenarios,
bereberes y esclavos.
• La recaudación de tributos o impuestos permitía mantener el Estado: los musulmanes
pagaban el diezmo o limosna legal, mientras que los no creyentes contribuían con un
impuesto territorial (jaraich) y con otro personal (chizya). La qabala gravaba las
transacciones comerciales.

3.4. La cultura en al-Ándalus.

Al-Ándalus experimentó un auténtico renacimiento cultural, propiciado por las aportaciones


musulmanas y su convivencia con las culturas cristiana y judía. Ello hizo de la Península un crisol
cultural, del que Córdoba fue su principal foco. La huella cultural que dejó la presencia musulmana
fue muy fuerte, sobre todo en Andalucía, donde el periodo de tiempo de dominación fue el más
largo (entre seis y ocho siglos).
Entre las ciencias destacaron las matemáticas, el álgebra, la astronomía, la medicina con el judío
Maimónides, y la filosofía con el famoso cordobés Averroes.
En la literatura floreció con especial fuerza la poesía, cultivada por autores como Ibn Abd Rabbi o
Ibn Hazm (El collar de la paloma).
Los musulmanes en su expansión oriental habían entrado en contacto con las culturas del este
asiático (India y China) y trajeron sus conocimientos a Al-Ándalus. Fue el caso del papel y la pólvora
y de otras ya nombradas como el arroz, la naranja o la seda, que llegaron por primera vez a Europa.
Nuestro idioma se enriqueció con un vasto número de nuevos vocablos, y la pronunciación, sobre
todo la andaluza, adquirió su peculiar fonética.
En las nuevas construcciones se aprecia la mezcla de los elementos hispanorromanos o visigodos
con el gusto y técnicas musulmanes. La fusión dio como resultado elementos como columnas
clásicas (romanas), rematadas con capiteles de avispero (bizantinos) y soportando arcos de
herradura (visigodos).

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Todo ello acompañado de decoraciones de azulejos (bereberes), formas geométricas hechas con
ladrillos (almohades) y relieves hechos con yeso. El conjunto de elementos da lugar al original arte
andalusí, que muchos profanos creen que es común en todo el mundo musulmán.
Obras magníficas nos han quedado de este periodo andalusí, como la mezquita de Córdoba, el
Palacio de Medina Azahara, La Giralda y la Torre del oro en Sevilla, o la Alhambra de Granada.

4. LA EVOLUCIÓN POLÍTICA DE LOS REINOS CRISTIANOS EN LA PENÍNSULA.

4.1. La Reconquista.

La rápida conquista musulmana de la península fue frenada inicialmente en Covadonga (722), en


Poitiers (732) y en las montañas cantábrica y pirenaica. De esta forma, los musulmanes no llegaron
a dominar toda la península, por lo que Al-Ándalus tuvo una frontera norte que se extendía por el
Valle del Ebro y el Sistema Ibérico. En el valle del Duero se instalaron simplemente unas cuantas
guarniciones de beréberes que las abandonaron en el siglo VIII.
En las montañas del norte, desde la cordillera Cantábrica hasta los Pirineos, seguían viviendo los
viejos pueblos prerromanos allí asentados, entre ellos los astures, los cántabros, los vascones o los
hispanos.
La historiografía llama Reconquista cristiana al proceso de batallas que se inicia desde aquí (desde
el norte) para expulsar o alejar a los musulmanes. Este proceso carecía de una conciencia de unidad
política, aunque más tarde los reyes y príncipes cristianos manifestarán la pretensión de reconstruir
el reino visigodo, pues se consideraban sus legítimos herederos.
Las crónicas antiguas establecen que la Reconquista comienza cuando Pelayo (rey astur) vence en
Covadonga (722) a los musulmanes. Esta victoria fue magnificada posteriormente por las crónicas
cristianas para favorecer el la unidad, el optimismo y el afán de lucha de los hispano-visigodos.
Conforme se van conquistando tierras se van formando los nuevos reinos cristianos. Los primeros
reinos cristianos estarán en la franja norte peninsular y serán Galicia, Asturias, Cantabria, y la
Marca Hispánica (actuales Navarra, Aragón y Cataluña). Con el paso del tiempo se producirá la
creación de nuevos reinos, la expansión de algunos y la unión de otros y así aparecerán Castilla,
León, Aragón o Portugal.
Un hito importante en la reconquista es la victoria de Castilla en 1212 en la batalla de las Navas de
Tolosa (en la provincia de Jaén) gracias a la cual se facilitó la entrada y conquista cristiana de
Andalucía (valle del Guadalquivir).
El continuo avance de las conquistas cristianas se extendió a lo largo de ocho siglos, considerando
que acaba la reconquista en 1492, cuando los Reyes Católicos conquistan el último reino
musulmán peninsular: el de Granada.
Finalmente los 4 reinos cristianos que quedaron dominando la Península fueron:

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• Castilla, que reconquistó todo el norte, la meseta y Andalucía.


• Aragón (actuales Aragón, Cataluña, Valencia y Baleares) que reconquistó la zona este
peninsular exterior a la meseta (hasta Alicante) y las Baleares.
• Navarra, cuyo reino quedó muy pronto encerrado entre Castilla-León y la Corona de Aragón.
• Portugal, que reconquistó desde el Tajo hasta el sur.
El avance cristiano se vio favorecido o dificultado por los siguientes hechos:
• La dificultad de poblamiento que tenían los reinos cristianos para ocupar y controlar
demográficamente los territorios conquistados a los musulmanes. El proceso
reconquistador y la consecuente repoblación supusieron el trasvase permanente de
contingentes humanos que se desplazaban desde las tierras septentrionales hacia las
meridionales.
• Condicionamiento geográfico para el avance cristiano, sobre todo las cordilleras
horizontales (Sierra Morena) y los valles de los ríos más importantes (Duero, Tajo, Guadiana
y Guadalquivir. Estos últimos determinaron las fronteras durante la Reconquista.
• El espíritu de Cruzada fomentado desde el Camino de Santiago permitió la llegada de
mucha población procedente de Europa, fundamental para la conquista y repoblación de las
tierras arrebatadas a los musulmanes. Además, supuso un vehículo de entrada de todos los
elementos culturales, ideológicos o políticos que procedían de la Europa cristiana.
• Dificultad para los musulmanes de poblar y defender territorios en la mitad norte.
• Finalmente, la fragmentación política y territorial de Al-Ándalus y de los reinos cristianos
facilitaban el impulso o retrasaban el avance de la Reconquista.

4.2. La formación de los reinos cristianos y la diferenciación peninsular.

EL REINO ASTUR.

Pelayo vence en Covadonga (722) a los musulmanes, aunque Alfonso I (739-757) fue el verdadero
fundador del reino astur. Consiguió la unión de cántabros y astures y amplió las fronteras del reino
con la incorporación de Galicia.
El reino alcanza su máxima extensión en 856 cuando alcanza el Duero (Portugal y León). A la muerte
de Alfonso III (866-910), sus hijos se dividieron el territorio, hecho que señala el nacimiento del
reino de León.

EL REINO DE LEÓN

Tras la muerte de Alfonso III de Asturias (910) el reino se dividió entre sus hijos. En el reparto,
García (910-914) recibió los condados de León (incluía norte de Portugal), Álava y Castilla, surgiendo
así el reino leonés. Más tarde incorporaría Galicia y Cantabria.
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Con Fernando II (1157-1188), se recrudecieron las luchas fronterizas con Castilla, y Portugal se
independizó. En 1230 se une a Castilla formando el reino de Castilla-León, que finalmente se
llamaría sólo Corona de Castilla.

EL REINO DE NAVARRA

Formó parte de la Marca Hispánica del Imperio carolingio y logró contener los intentos de anexión
de los francos, derrotando a Carlomagno en Roncesvalles (778). La aristocracia tribal de la zona
consiguió establecer a principios del siglo IX una monarquía, dirigidos por Íñigo Arista (810-852).
El reino pudo mantenerse independiente hasta el siglo XVI, con fronteras similares a las actuales de
la Comunidad Navarra. Pero se vio resignado a constituir un reino residual constreñido entre sus
poderosos vecinos: Castilla y Aragón.
En 1512 Fernando el Católico, en nombre de Castilla, invadió el reino y lo incorporó a la corona
castellana.

EL REINO DE CASTILLA

Nace en el siglo IX
como un condado del
reino Astur-Leonés en
la zona oriental del
Valle del Duero
(submeseta norte
oriental).
En 951, el conde
Fernán González se
enfrenta al rey leonés y
consigue
independizarse. En
1035, el conde
castellano Fernando I
es el primero que
gobierna Castilla con
título de rey. En 1037
derrotó al rey leonés y
los dos reinos se
fusionan, pero por
poco tiempo (hasta
1165).

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Los reinos quedaron separados hasta 1230, fecha en la que Fernando III el Santo protagonizó una
nueva fusión de Castilla y de León que resultaría definitiva. Castilla acometió la reconquista del sur
de la meseta y de Andalucía, llegando a formar el reino más extenso de la Península.
En 1212 derrotaron a los musulmanes en la Batalla de Las Navas de Tolosa (Jaén) que dejó abierta
la expansión castellana sobre el Valle del Guadalquivir, Sierra Morena y la Subbética.
El Reino nazarí de Granada (penibéticas y costa Mediterránea andaluza) se salvó de la reconquista
cuando en 1238 aceptó en convertirse en tributario de los reyes castellanos para mantener su
independencia.
En 1492 Los Reyes Católicos (Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón) no quisieron mantener el
acuerdo y conquistaron el Reino de Granada, finalizando así la reconquista peninsular.
Isabel I de Castilla era hermanastra del anterior rey castellano Enrique IV. Había llegado al trono
tras una guerra contra su sobrina Juana la Beltraneja (hija de Enrique), muerto en 1474. Gran parte
de la nobleza la prefería a ella por estar ya casada con el heredero del trono de Aragón, y por
considerar que Juana la Beltraneja no era hija real de Enrique IV, al que llamaban el impotente, sino
fruto de una relación adúltera de su esposa.

EL REINO DE ARAGÓN

Los francos ocuparon desde el siglo VIII Jaca y dominaron, a través de nobles locales, la zona del río
Aragón creando un condado con este nombre que se integró en la Marca Hispánica.
En el siglo X, el condado de Aragón fue incorporado al reino de Navarra. A la muerte de Sancho III el
Mayor, Aragón nació como reino independiente al otorgarse el título de rey a Ramiro I (1035-1063),
hijo bastardo del rey navarro.
En 1137 Ramiro II, llamado ‘el Monje’, casó a su hija Petronila con el conde de Barcelona, Ramón
Berenguer IV. Con esta boda se produjo la unificación de Aragón y el condado catalán bajo una
única corona. Alfonso II (1169-1196) fue el primer rey de Aragón que era al tiempo conde de
Barcelona.
En 1213, gracias al poder militar que organizó Jaime I el Conquistador, se incorporaron a la corona
las islas Baleares y los reinos taifas de Alpuente, Valencia y Alcira. Este monarca creó el reino de
Valencia, al que dio una organización jurídica y política propia, independiente de Aragón y Cataluña.
El Condado de Barcelona más otros condados catalanes, territorio coincidente con la actual
Cataluña, inició su andadura en el 801 como un territorio reconquistado a los musulmanes por los
francos, por lo que quedó bajo la autoridad de Carlomagno, adscrito al imperio carolingio francés y
formando parte de la llamada marca hispánica.En 1137 se unió a la Corona de Aragón como hemos
visto en un párrafo anterior.
En 1258, por políticas matrimoniales, la Corona de Aragón tenía derechos y dominio sobre los
territorios del sureste francés (la Provenza). Y, por razones similares, la Corona franca tenía ahora

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derechos sobre el condado catalán. Con el Tratado de Corbeil de ese mismo año, Jaime I
intercambió los derechos y dominio sobre ambos territorios.
Terminó así de conformarse el Reino de Aragón con los territorios que en la actualidad son Aragón,
Cataluña, Comunidad Valenciana y Baleares. Las partes aragonesa, valenciana, balear y catalana de
la Corona de Aragón, tenían y mantuvieron notables diferencias en los terrenos social, económico y
político, que analizaremos más adelante.
En 1469 el heredero de la Corona aragonesa, Fernando, se casó con Isabel de Castilla, hermanastra
del rey castellano y aspirante al trono de este reino. Accedió al trono aragonés en 1479 tras la
muerte de su padre Juan II, convirtiéndose así en Fernando II de Aragón

EL REINO DE PORTUGAL

La parte norte hemos visto que quedó incorporada al reino de León. La parte central fue
reconquistada por Castilla. Pasó a ser un condado de Castilla-León hasta que en 1143, con Alfonso I,
mantuvo luchas con Castilla y se independizó. En el siglo XIII completó la reconquista del Algarve,
configurando prácticamente su actual territorio.

Tras varios intentos de matrimonios entre las casas reales de Castilla y Portugal para unir ambos
reinos, se enfrentaron en luchas unos para mantener la independencia y otros para anexionarse
Portugal. Finalmente venció Portugal consolidando su independencia tras derrotar a Castilla en la
Batalla de Aljubarrota (1385).

5. LA REPOBLACIÓN.

Paralelamente a la conquista de territorios, se procedió a su repoblación por cristianos. La


repoblación consolidaba el avance territorial, pero era un proceso complejo. Había que instalar a
los nuevos pobladores cristianos, cultivar las tierras, organizar la administración y defender el
territorio. Esta se realizó mediante diferentes modalidades:
• En el valle del Duero y en los condados catalanes predominó el sistema de presura o
aprisio, por el que se otorgaba a colonos particulares la propiedad de las tierras que
ocuparan. Como resultado, inicialmente abundaron aquí pequeños campesinos libres.
• Entre los valles del Duero y del Tajo predominó la repoblación concejil, por la que los
concejos o ciudades, acogidas a un fuero o carta puebla, repartían territorios entre los
pobladores. Abundaron, por tanto, en estas comarcas la propiedad libre y extensas tierras
comunales.
• En Aragón predominó la repoblación nobiliaria dirigida por los nobles, que constituyeron
grandes dominios territoriales agrícolas cultivados por mudéjares.

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HISTORIA DE ESPAÑA. TEMA 2. LA EDAD MEDIA EN LA PENÍNSULA IBÉRICA (711-1474)

• Entre el Tajo y el Guadiana, y en Teruel, fue muy frecuente la repoblación realizada por
órdenes militares, que a cambio de asumir la defensa de estas tierras lograron extensos
territorios.
• En el valle del Guadalquivir, Valencia y Murcia predominó el sistema de repartimiento, por
el que los oficiales del rey recompensaban a los participantes en la conquista con tierras.
Este sistema permitió a la nobleza, a la Iglesia y a las órdenes militares adquirir grandes
dominios territoriales.

6. SOCIEDAD, POLÍTICA Y ECONOMÍA EN LOS REINOS CRISTIANOS.

6.1. La sociedad en los reinos cristianos.

Conforme se incorporaban nuevos territorios de Al-Ándalus, éstos eran entregados por el rey
cristiano a los nobles (señores) que con sus ejércitos habían colaborado en la conquista. Se
constituían así los señoríos.
El noble obtenía sobre estas tierras la propiedad, la autoridad sobre los campesinos, la obligación
de repoblarlas, explotarlas y defenderlas, y el poder político y judicial sobre ellas. Conservaba, no
obstante, una relación de vasallaje sobre su rey.
Según el titular del señorío se distinguen entre los infantazgos, propios de infantes o hijos de reyes;
abadengos, señoríos de instituciones eclesiásticas; maestrazgos, señoríos de órdenes militares y
solariegos, señoríos de la nobleza laica. También había señoríos de realengo cuando la titularidad
dependía directamente de la Corona, y corporativos, concejiles o tierras comunales cuando eran
tierras entregadas a un concejo de una villa.
Jurídicamente, en la sociedad se consolidaba la división en tres estamentos que pretendía justificar
y fortalecer la preeminencia de la nobleza y de la Iglesia sobre el resto de la sociedad:
• Los defensores: los miembros de la nobleza;
• Los oradores: los eclesiásticos que rezaban y cuidaban por la salvación eterna de los fieles;
• Los laboratores: los trabajadores, campesinos y obreros urbanos;
En el mundo rural la sociedad quedaba en la práctica dividida en dos grupos:
• Los señores (laicos o religiosos): que ostentaban los poderes político, judicial, social y
económico y que se reservaban en exclusiva los beneficios de las producciones;
• Los campesinos: que se encontraban en situación de dependencia.
En el mundo urbano la dicotomía era parecida:
• La aristocracia urbana o patriciado urbano cuyo origen se encontraba tanto en los caballeros
militares como en los burgueses, enriquecidos con la práctica del comercio o la artesanía.
Esta clase ostentaba el poder económico, social y político de las ciudades.
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• La clase popular. Estaba compuesta por pequeños artesanos, obreros sin cualificar,
comerciantes modestos y campesinos.
Era una sociedad con un porcentaje de población mayoritariamente rural. Las excepciones las
vemosen Cataluña, costa mediterránea y Andalucía occidental, con una población más urbana.
En cuanto al número de habitantes, destacaba por su baja densidad de población el interior
peninsular, mientras que Cataluña, Valencia y Andalucía eran las más densas. No obstante
Andalucía oriental se resintió tras la expulsión de moriscos y judíos a finales del siglo XV.
Así mismo, hay que señalar que en la sociedad cristiana también convivieron dos minorías:
• Los judíos: habitaban en barrios propios o juderías. Trabajaban en profesiones liberales y
comerciales, y sus capas superiores tuvieron un destacado nivel económico, lo que a veces
les granjeó la hostilidad de la sociedad cristiana.
• Los mudéjares: se denomina así a los musulmanes que continuaron viviendo en sus tierras
cuando fueron conquistadas por los cristianos. Ocupaban oficios modestos en el campo y en
los trabajos artesanos y, al igual que los judíos, fueron discriminados por la población
cristiana.

6.2. La economía en los reinos cristianos.

En Castilla, la trashumancia de la ganadería ovina progresó espectacularmente, hasta convertirse


en el eje de la economía castellana. El avance militar permitió la incorporación de territorios semi
vacíos y con abundantes pastos, especialmente en la submeseta Sur. Dada la riqueza que generaba
la ganadería, esta estuvo muy protegida por la Corona, permitiéndole el uso y paso de tierras sobre
ninguna otra actividad (las cañadas). Los ganaderos se encontraban agrupados en la Mesta, una
organización que protegía sus intereses.
En las ciudades se desempeñaban numerosos oficios, pero la actividad industrial que consiguió
mayor desarrollo fue la textil, al contar con una producción de lana muy abundante. Entre las
principales ciudades pañeras destacaron Soria, Segovia, Zamora, Palencia y Toledo. Los artesanos se
organizaron en cofradías religiosas que fueron adquiriendo progresivamente el carácter de
asociaciones de oficios.
El comercio se centraba en las ferias principales, donde destacaban como mercaderías el ganado
lanar, los paños y otras artesanías. La actuación de los poderes públicos fue decisiva al otorgar
fueros a los nuevos núcleos y crear en ellos ferias y mercados.
En la zona aragonesa, también hubo un desarrollo importante de la ganadería, que practicaba la
trashumancia entre la zona turolense del sistema Ibérico y los Pirineos. En cambio, las actividades
artesanales y el comercio tuvieron escaso aliento.
En la zona litoral y en la catalana principalmente, eran notables las actividades artesanales,
particularmente la metalurgia y la textil y el comercio, centrado básicamente en Barcelona.

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6.3. La política en los reinos cristianos.

En cuanto a las instituciones políticas, durante este periodo asistimos al fortalecimiento de la


Monarquía, al desarrollo de la administración en sus diferentes niveles y al surgimiento de las
Cortes y los concejos urbanos.
En Castilla el monarca gozaba de amplios poderes. Para ejercer su poder, los reyes se ayudaron de
instituciones de gobierno, como la Curia Regia y las Cortes. La primera, a la que asistían nobles y
eclesiásticos, aconsejaba al rey en los asuntos de gobierno. Las Cortes, por su parte, surgen cuando
los reyes decidieron convocar a las reuniones de la Curia Regia a representantes de las ciudades.
Las Cortes, por tanto, quedaban compuestas por miembros de los tres estamentos: nobles,
eclesiásticos y burguesía urbana.
A partir del siglo XIV (Baja Edad Media), la labor de confianza de aconsejar al monarca quedó en
manos del Consejo Real. Al mismo tiempo, en las Cortes, reunión de la nobleza, el clero y los
representantes de las ciudades, se votaban los impuestos, se discutían las leyes y el pueblo, a través
de sus representantes o procuradores, exponía sus quejas. También en el siglo XIV se creó la
Chancillería Real castellana, encargada de elaborar y controlar los cada vez más numerosos y
complicados documentos de gobierno.
Finalmente, se crearon otras dos instituciones muy importantes. La Audiencia, con sede en
Valladolid, para administrar justicia, y la Hacienda, para recaudar tributos e impuestos. La
Hacienda se fue perfeccionando con el paso del tiempo dada la importancia de su principal labor,
elaborar los presupuestos del Estado y controlar su principal fuente de ingresos, los impuestos. Los
gastos más importantes los producían la Corte y el Ejército Real, creado por los monarcas para
consolidar su poder y no depender de la fuerza militar de la nobleza.
En la Corona de Aragón, asociación de varios reinos o territorios (Aragón, Cataluña, Valencia y
Mallorca), donde cada uno contaba con sus propias leyes e instituciones de gobierno, el poder del
monarca tenía un carácter pactista, es decir, debía tener en cuenta a los gobernados antes de
tomar una decisión. El rey, ante la diversidad de territorios que componían la Corona, tenía en cada
uno un representante (lugarteniente o virrey).
Aquí, cada reino o territorio federado (Aragón, Cataluña, Valencia y Mallorca) dispuso de una
Cortes con un poder legislativo pleno. Este sistema provocaba frecuentes conflictos entre nobleza,
cortes y rey, para cuya solución se creó la figura mediadora e independiente del Justicia Mayor. Era
un juez encargado de vigilar el cumplimento de los fueros del reino y de castigar su violación.
Para vigilar el cumplimiento de lo aprobado en las Cortes y recaudar el servicio votado en ellas, se
creó otra institución, entre mediados del siglo XIV y comienzos del XV, la Diputación. En Cataluña se
denominó Diputación General o Generalitat; en Castilla, Diputación de Alcabalas y en Aragón y
Valencia Diputación del Reino.

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