Control 1. Orígenes Medievales de La Democracia Moderna

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Control n°1: Los origines Medievales de la Democracia

Moderna

Estudiante: Fernando Calderón López

1. Caracterice la relación Iglesia – Estado entre los siglos I y XIV.

Es dado por sentado que la muerte de Jesús y los posteriores escritos en los

evangelios acerca de las argumentaciones de él, sobre todo las de carácter político,

intencionales o no, son el fundamento de las numerosas interpretaciones acerca de

cómo el cristiano debe abordar el problema de la relación Iglesia-Estado. Además

cabe destacar que, los primeros siglos del cristianismo tienen una respuesta mucho

menos radical en comparación a siglos venideros, esto debido a la persecución de

los cristianos y también, a que es una religión que se va asentando lentamente y que

con el paso de los siglos va teniendo más y más pretensiones de expansión global,

donde más o menos entre el siglo XIII y el siglo XIV la Iglesia, con el papa

Inocencio III, declara que tiene poder en todos los dominios.

Ahora bien, para hacer una caracterización de esta relación, es menester revisarla de

forma histórica y cronológica.


Los primeros mil años del cristianismo están marcados por un dualismo de

coexistencia, a saber: la relación entre la Iglesia y el Estado, es que no se confunden

ni se interfieren, es decir, ambas instituciones están presentes en la sociedad.

Principalmente existe un consenso en la idea de que el poder viene de Dios; ya sea

para el Estado o para la Iglesia. Si bien, el origen de la potestas es común, hay una

distinción, y ahí el dualismo ideológico entre el Estado y la Iglesia: el poder de la

Iglesia es un poder sobrenatural y el poder del Estado es natural.

Esta distinción es clave y fundamental puesto que, de aquí podemos entender que el

Estado se mueve en el “reino de lo temporal”, por lo que se hace cargo de las cosas

del aquí y el ahora, esto es, encargarse de la administración de la comunidad social

y encargarse del derecho que le compete a los ciudadanos. En contraposición –este

término cabe, puesto que la Iglesia no se confunde con el Estado y sus quehaceres, y

viceversa- la Iglesia se entiende en el “reino de lo eterno”, por lo que se encarga de

lo trascendental, del espíritu y el alma. Dicho en las palabras de Jesús, según San

Marcos, “Mi reino no es de este mundo”, por lo que la Iglesia se preocupa de la

salvación de las almas de todo aquel que pueda serlo, lo cual es otro problema

importante que cruza toda la historia del cristianismo. En fin, todo este periodo se

puede resumir en la siguiente frase escrita en el evangelio de San Mateo (Mt XXII,

16-22); parafraseando, Jesús respondiéndoles a los fariseos que de forma incisiva le

pregunta si es acaso ilícito pagarle tributo al César: “Al César lo que es del César y

a Dios lo que es de Dios.”


Posteriormente, entre los siglos XI y el XII, en estos cien años ocurre algo que se

podría llamar transición a un modelo más radical de hegemonía de la Iglesia frente

al Estado, que tiene por problemática central el de quién inviste a quién: ¿El César

al Papa o el Papa al César? El Papa Gregorio VII hace la siguiente argumentación:

Si el poder viene de Dios, y el Papa es el representante de Dios en la Tierra,

entonces el Papa es quien tiene el derecho de investir a las autoridades civiles. Para

entender esta argumentación es menester comprender que lo que marca la

aceptación o el rechazo de las acciones y pensamientos es lo moral, por lo que

teniendo como pilar central que lo moral equivale a lo no pecado y lo inmoral es lo

pecaminoso, las escrituras y los diez mandamientos son lo que determinan lo que es

vicio y qué no.

Evidentemente esta argumentación tiene detractores, principalmente al emperador

de Alemania Henrique IV. Junto con él hay muchos que para argumentar en contra

utilizan algunas metáforas, como las siguientes: La metáfora de las dos espadas,

simplemente esta se trata de que existen dos espadas, una espiritual que, como lo

dice su nombre, hiere de forma espiritual que castiga el alma, y la segunda espada

es una material, que castiga el cuerpo y lo temporal; otra metáfora es la del sol y la

luna, donde el sol ilumina y la luna refleja la luz del sol, esto quiere decir que el sol

es la Iglesia y es que la luna, siendo el Estado, comunique la luz de la Iglesia a la

Tierra vía consecuencias, comportamiento y rectitud de alma, sin embargo, el

Estado debe encargarse de transmitir la luz a la Tierra; la última metáfora a la que

me referiré es a una alegoría con raíces muy clásicas, hablo de la metáfora del

cuerpo y el alma, donde el alma dirige al cuerpo, aunque el cuerpo tienda a


descarrilarse, siendo uno activo y el otro pasivo. Finalmente a este periodo se le

llamó en clases como un dualismo subordinacionista en lo espiritual.

El siguiente siglo del cristianismo es bastante importante pues, como dije al

comienzo hay un auge en cuanto al poder que tiene la Iglesia sobre el Estado. El

siglo XIII y XIV tiene por figuras, en el aspecto político de la relación del Estado

con la Iglesia, al Papa Inocencio III y el rey de Prusia Federico II, emperador

germano quién comienza a cobrarles impuestos a los barcos pontífices pues, la

Iglesia comienza a comportarse como un Estado. Esto es provocado por el Papa

Inocencio III –y aquí el auge de la hegemonía política del cristianismo- cuando se

declara emperador de lo espiritual y lo temporal, por lo que examina completamente

e interfiere en la sociedad temporal, no solo designando al emperador, si no que a

toda clase de autoridades civiles. A diferencia del Papa Gregorio VII, quien se

limita a interferir en el comportamiento moral y cerciorarse que la sociedad no sea

pecadora, Inocencio III quiere tener la hegemonía política sobre todo el resto de los

Estados, es decir, quiere un gobierno universal teocrático, que se encargue de todo

lo que esto significa: controlar a los individuos en forma individual y en forma

colectiva, y preocuparse del alma y del comportamiento social de las personas,

designando autoridades cívicas quienes al ser de la Iglesia, también son autoridades

morales. En este contexto, se da la problemática del “derecho de traslación”; si la

Iglesia se comporta como un Estado, este también debe pagar impuestos como

cualquier otro, según Federico II. En este periodo los cardenales portan espadas, lo

que es indicativo de la pretensión de que la Iglesia sea un Estado y no solo se

preocupe de lo espiritual, ahora está portando las dos espadas.


Para finalizar, debe quedar clara la diferencia entre inmanencia y trascendencia, esto

pues, esta oposición de conceptos es lo que atraviesa toda la historia del

cristianismo. Evidentemente la inmanencia corresponde al “reino de lo temporal” y

la trascendencia al “reino de lo espiritual”. En consecuencia, el reconocimiento de

hacia qué lado se carga la balanza en la argumentación cristiana respecto de lo

político, es donde se puede apreciar cual es el lugar de la Iglesia en la sociedad.

Donde entre los siglos I y X la balanza está en equilibrio, puesto que de la

inmanencia se encarga el Estado y de la trascendencia se encarga la Iglesia, no se

confunden ni se interfieren; posteriormente en los siglos XI y XII se comienza a

cargar la balanza más hacia el lado de la inmanencia, puesto que la Iglesia se

comienza a preocupar del comportamiento en comunidad, castigando lo inmoral

como una crimen. Y finalmente, en el periodo de un dualismo teocrático en los

siglos XIII y XIV, la Iglesia se carga completamente en la inmanencia queriendo

encargarse de todo tipo de cuestión política temporal de la sociedad. Además creo

que cuando la Iglesia se ha cargado más en cuestiones inmanentes, es cuando es

más susceptible de caer en vicios que en teoría no debiesen inmiscuirse con una

institución que debiese preocuparse en su mayor medida en lo trascendental.


2. Punto de partida para entender la incipiente reflexión social cristiana de la

política.

El punto de partida de donde se toman todos los posteriores pensadores políticos

con relación a la reflexión social cristiana es claro: San Pablo, y una serie de

postulados que hace dentro del nuevo testamento, donde plantea ciertos problemas

que tienen una clara inclinación política y social. Intencional o no, no se puede

negar que este “Testamento político de San Pablo” –como lo llaman algunos

historiadores- tiene una inmensa influencia que atraviesa todo el cristianismo. De

cualquier manera, San Pablo era un cobrador de impuestos que se convirtió al

cristianismo y decide viajar a Grecia para transmitir la buena nueva, es este

acontecimiento el que se considera como el puntapié de la fundación de diversas

posturas frente a la dicotomía de la Fe y la Razón.

Son cuatro los problemas que se identifican en la colección de pequeños escritos

donde menciona cuestiones sociales y políticas cristianas. El primer problema es el

de la igualdad el cual se encuentra en Gálatas 3, 26 – 29; el segundo problema es el

de la obediencia al poder político en Romanos 2, 13 - 15 y 13, 1 - 10; el tercer

problema es el de la separación entre la Iglesia y el Estado en Lucas 20, 9 – 26, en

Mateo 22, 15 – 22 y en Marcos 12, 13 - 17; finalmente, el cuarto problema es el de

la comunidad cristiana que se haya en I Corintos 12, 12 – 24. A continuación

describiré los problemas que recién mencioné:


El problema de la igualdad, si bien no me explayaré mucho, es bastante rico y deja

con cientos de interrogantes que al contestarlas es difícil no tomar posición frente a

este problema. Parafraseando las escrituras, se deja claro que “todo sois hijos de

Dios por la fe en Cristo, Jesús”, vale decir que todos los que nacen son creaturas de

Dios. Yendo más lejos, nos dice: “No hay ya judío o griego, no hay siervo o libre,

no hay varón o hembra, porque todos sois en Cristo, Jesús”. En estas breves líneas

podemos preguntarnos si acaso está hablando de una “supra nación”, es decir, una

nación universal que está por encima de cualquier nación individual o grupo de

ellas, también nos podemos preguntar si hay una igualdad más allá del género; “no

hay varón o hembra”, nos dice pero, si miramos la historia de la Iglesia, es una

rotunda negación, sin embargo otros pueden decir que a los ojos de Dios no habría

diferencia. Otra interrogante es si acaso no habría una diferencia esencial entre los

hombres libres y los siervos, donde “siervos” viene de servus que es distinto de

esclavo, y es la persona que está al servicio de otra, o bien el que ofrece el servicio.

El segundo problema, el de la obediencia al poder político, comienza con la base de

que todo poder viene de Dios y todos deben estar sometidos al poder –potestas es

distinto de autoritas, el primero es el acto físico, concreto de hacer algo y el

segundo trasciende el poder en razón de su virtud-. Asimismo, quien se resiste al

poder, se está resistiendo a la disposición de Dios y se condena a sí mismo. Además

el que tiene el poder, deber usarlo para el bien para tener la aprobación de Dios, por

lo que no hay que temerle al poder, si es bueno. San Pablo restringe toda posibilidad

de rebelión, ya que argumenta que para el cristiano, aunque sea malo el poder, no

puede saltárselo, porque proviene de Dios. En este sentido, es preciso someterse al


poder no solo por temor al castigo, si no que por conciencia, lo cual es algo bastante

interesante, puesto que es un término que habla acerca de la voluntad, y esta supone

una libertad, sin embargo, va más allá, es una aceptación de la subjetividad, la

fórmula para la validación y el sometimiento al poder es ley más conciencia. Solo

cumplir con la ley es una mera formalidad, pero hacerlo con conciencia es una real

acción moral y por eso es más fuerte la fe que la razón en este ámbito según San

Pablo. En este sentido, se garantiza la obediencia, puesto que la autoridad se

legitima por sí misma y el poder viene de Dios, por lo que se debe obedecer por ley

y por conciencia. En cuanto a los tributos, estos deben pagarse al igual que a todos a

los que les debes. Por otro lado, la justicia se encuentra en los que cumplen la ley,

incluso San Pablo dice que cuando los gentiles guiados por su naturaleza, sin ley,

ellos mismo, sin tenerla, son para sí mismos ley. También, hay que decir que San

Pablo está pensando en un comportamiento no solo racional, ya que la naturaleza

del humano no es pura Razón, también somos cuerpo, sin embargo, nos plantea que

actuar desde el corazón es la expresión de la subjetividad, donde el corazón es el eje

de toda nuestra existencia y conocimiento virtuoso, esto como naturaleza nos hace

actuar bien, aunque no tenga Razón. Puesto que, no necesariamente hablar de ley, es

solo hablar de pura Razón, sin tener la ley, los cristianos son para sí ley; el núcleo

de la ley y de la obediencia descansa en esa consecuencia de ser, consciencia de sí

mismo. San Pablo, va un poco más allá y dice que los preceptos de ley están escritos

en nuestros corazones, siendo testigo su conciencia y las sentencias que entre sí

unos y otros se acusan o se excusan, en otras palabras, la primera obediencia es a

nuestro corazón. De esta forma, la vida virtuosa se alcanza siendo sí mismo,

actuando cordialmente –en el sentido de cordis y cardo-, ya que no se garantiza la


virtud si se cumplen las formalidades solo por cumplirlas, sin tener una obediencia

por conciencia.

El tercer problema, es un problema que tiene bastante incidencia en el resto de la

historia del cristianismo y su expansión, sin ir más lejos, el problema de la

separación de la Iglesia y el Estado, es polemizado durante el periodo de formación

de nuestro país como independiente y en la construcción de las primera

constituciones. Ahora bien, este problema, tiene su raíz en el evangelio de San

Lucas, quien no conoce a Jesús, sin embargo se encarga de recopilar algunas

historias y enseñanzas de Jesús.

Básicamente este problema, está descrito dentro de lo que llamamos dualismo de

coexistencia, unas páginas más arriba. Pero resumiendo en pocas palabras, es que

frente a las insidiosas preguntas de fariseos a Jesús, con la intención de atraparlo en

palabras por algún delito, le hacen la interrogante de si acaso es licito pagarle

tributo al César –esto está directamente relacionado con la otra afirmación de Jesús:

“Mi reino no es de este mundo”-, a lo que le responde Jesús que le muestren un

denario y les pregunta cuál es la inscripción que tiene, y ellos le contestan que es la

del César. Entonces, la respuesta de Jesús es lo que funda todo este problema: “Dale

al César lo que es del César y da a Dios lo que es de Dios”. Por consiguiente, las

interpretaciones posteriores cruzan toda la historia política del cristianismo, e

incluso la filosofía y la teología. Más allá de las interpretaciones, lo importante es

pensar que existe una distinción entre el gobierno del César y el gobierno de Dios,

es decir, qué, dónde y a quienes gobiernan respectivamente. Por supuesto, esto a lo


largo de la historia es disputado, sin embargo dentro del periodo del dualismo de

coexistencia, esto se responde de modo que no debiesen intervenirse y que los

“tributos” que deben ser pagados son de diferente naturaleza; al César se le pagan

impuestos, todo aquel que esté bajo la protección del Imperio y si no lo haces, eres

un enemigo. Por el contrario el “tributo” que se le rinde a Dios, no siempre es

material; es más, se le debe a Dios actos buenos, vivir en virtud. Podemos volver a

tratar el tema del reino de lo espiritual y el reino de lo temporal.

Finalmente, el cuarto problema se encuentra en una epístola de San Pablo hacia

Corintos, donde se plantea el problema de cómo es posible la asociación cristiana.

Esto es respondido a través de una analogía: Así como un cuerpo tiene muchos

miembros, muchos cristianos son en Cristo. Este es el antiguo problema de lo uno

en lo múltiple, lo importante es entender que en este caso, los cristianos son

referidos como un totum, donde son una diversidad que tienen un orden, no tan

distinguible, y este elemento de primacía es Cristo. Esto queda más claro más

adelante diciendo: “todos hemos sido bautizados en el mismo espíritu para construir

un mismo cuerpo, ya judíos, ya gentiles, ya siervos, ya libres, hemos bebido del

mismo espíritu”. Aquí vuelve al usar siervo, pero en el sentido de servus, un

servicio voluntario, opción de vida, es decir, el volverse a Jesús por voluntad, por

amor. En este sentido, todos los cristianos son uno, en la misma fe, sin embargo,

esto no está diciendo que judíos, gentiles o siervos sean iguales. Por supuesto que va

a primar la unidad sobre la diversidad, no obstante, todas las partes son necesarias

para formar el corpus, es más, Dios ha puesto a cada miembro del cuerpo donde él

quiere, asimismo, sin Cristo no hay cristianismo y sin cristianos no hay


cristianismo. Al final de estos apartados, San Pablo, tiene un discurso con intención

de hacer claro que todos son bienvenidos en el cristianismo y especialmente a los

pobres, a los más viles, a todos los marginados. Claramente esto tiene una

indicación de “propaganda” política, de la cual se podrán tomar diversos agentes de

evangelización y yendo más allá, agentes que quieran establecer un gobierno

teocrático.

Concluyendo, como se dijo en un principio estos problemas son fundantes para la

reflexión social política cristiana, dentro de las interpretaciones más importantes de

esta, está la Carta a Diogneto, la cual es anónima y fue escrita cerca del año 140 d.

C. Siendo breve en su descripción, no se ve al imperio como un contrincante

mientras sea posible la evangelización y le da un poco de profundidad a algunos

argumentos de San Pablo, diciendo que los cristianos en el mundo, es lo que el alma

es al cuerpo. Nos dice, que el alma está aprisionada en el cuerpo y, con todo, es la

que mantiene unida al cuerpo; y aunque el mundo (la carne) aborrece a los

cristianos (alma), ellos no le hacen daño al mundo, sino que lo mantienen unido.

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