Historia Tema 2
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Los nacionalismos
Comenzamos a tratar el siglo XIX en función de los nacionalismos*.
*Los imperialismos son una manifestación más de los nacionalismos.
El Imperio Otomano, el Imperio Ruso, Imperio Austrohúngaro, España, Francia, Gran Bretaña… (imperios occidentales).
Muchos de los países que ahora conocemos se van a formar a lo largo del SXIX.
El nacionalismo es un proceso que se inicia en el SXIX y que sigue hasta la actualidad. La guerra de Ucrania nos habla de la posibilidad de crear
nuevos Estados nacionales, lo que nos demuestra que es un proceso que continúa hasta la actualidad.
EUROPA 1858
ALEMANIA, DE NACIONES A ESTADO, 1871
El desarrollo histórico del programa nacionalista dio origen a tres tipos de situaciones. En un caso, el más conocido,
proporcionó el argumento político a favor de la unidad de naciones como Alemania e Italia. En otros, como ocurría
en el Imperio austriaco, la diversidad de pueblos acabó arruinando la construcción política para dar origen a
nuevos países, que vieron reproducirse el fenómeno de los pueblos sometidos en el interior de sus fronteras.
Antes de que se llegase a ese resultado, el Imperio austrohúngaro conoció durante muchos años la experiencia de
un régimen de autonomía. Por último, el caso del Imperio turco reprodujo con mayor rapidez la secuencia
autonomía/independencia.
EL ROMANTICISMO POLÍTICO
En torno al cambio del siglo XVIII al XIX apareció en Alemania el pensamiento romántico. Se presentaba como la
negación del pensamiento de la Ilustración, como una doctrina incompatible con el pensamiento ilustrado. Se
caracterizaba por ser un método de conocimiento, diferente e incluso contrario al que se caracteriza por el uso de
la razón. Para los Ilustrados, los hombres eran seres de la misma especie, individuos con un mismo destino
(alcanzar la felicidad) y con unas mismas capacidades para lograrlo, aunque no todos las poseyeran en la misma
medida. En cambio, los pensadores románticos eran sobre todo sensibles a las determinaciones particulares, a
aquello que distinguía a un individuo de otro. Frente a dos hombres de distinto color, el racionalista veía dos
personas, mientras que el romántico veía un blanco y un negro, dos realidades distintas y en buena medida
incomprensibles la una para la otra.
Los románticos pretendían un conocimiento exhaustivo pero limitado de las personas y los grupos sociales. Para
penetrar en la realidad más profunda del individuo necesitaba un método de conocimiento distinto de la razón,
un método que le llevara más allá de las generalizaciones.
La aparición del pueblo como sujeto planteó una nueva concepción de la política en la que, al margen de los
principios del liberalismo, se presentó el problema, hasta entonces inédito, de la independencia de los pueblos, es
decir, de la conquista de la soberanía por parte de estos nuevos sujetos de la historia. Además, la relación
individuo-pueblo experimentó un cambio radical. Antes se entendía que la reunión de los hombres daba origen a
la sociedad, por lo que se pensaba que los fines de la sociedad estaban subordinados a los intereses individuales.
El romanticismo dice que el ser humano en estado de naturaleza no ha existido nunca. La humanidad del hombre
no es una realidad dada, sino adquirida; para acceder a la humaidad es necesario alcanzar el pensamiento, lo cual
requiere la adquisición previa de la lengua. La lengua es una realidad social, propia de cada puebli, y no puede
considerarse como un medio neutro de comunicación. Al adquirir la lengua vernácula, el humano se convierte en
miembro de una comunidad, de un pueblo, y se convierte en hombre.
El descubrimiento del pueblo hizo surgir, por tanto, un nuevo protagonista de la historia, a la vez que un nuevo
sujeto de derechos. La posición del individuo frente al pueblo será de dependencia (porque cada individuo recibe
del pueblo la cultura que lo identifica) y subordinación de sus aspiraciones (porque el destino del individuo pierde
interés frente al del pueblo).
El mayor problema que encontró la doctrina fue el de identificar a estos sujetos. La recuperación de la nacionalidad
se convirtió en el objetivo prioritario del pensamiento romántico y nacionalista. Los signos externos que los
románticos proponían para identificar a los pueblos y distinguirlos de los vecinos eran la raza, la lengua y la cultura
y haber tenido una historia política más o menos independiente.
Nacionalismo Es un concepto con más de un sentido
*El nacionalismo es herencia de la revolución francesa. Esta propuso hacer nación a través de las ideas del liberalismo.
*Da lugar a tradiciones porque hay partidos políticos muy exultantes en torno a las ideas nacionalistas. El origen de
los partidos políticos de derecha tiene el origen en las ideas de los nacionalistas, por ejemplo Acción Francesa.
EEUU cuando acabó la guerra de secesión pasó a ser un estado nacional con una industrialización muy
alta, y el desafío era construir nación a partir de ser un territorio con habitantes de diferentes países, con
habitantes que eran muchos de ellos exesclavos. Lo hicieron a través de elementos culturales comunes (el
día de acción de gracias, el 12 de octubre, el 4 de julio). Si pensamos en cuestiones políticas, no se integró
a la población negra hasta finales del SXX. Se pasó por diferentes niveles de integración: irlandeses, latinos,
mujeres, exesclavos, negros
La cuestión: nacionalismo e identidad nacional: ¿dada o construida e imaginada? Historia y Ciencias Sociales.
Economía. Las revoluciones liberales estallaron cuando se produjeron crisis de subsistencia y las encabezaron
miembros de un grupo social: la burguesía. La burguesía se ha enriquecido gracias al comercio y a los talleres
artesanales, pero carece de privilegios como los que tiene la nobleza o el clero.
Sociedad. Los burgueses quieren acabar con el Antiguo Régimen para tener los mismos derechos que la
nobleza y compartir el pago de impuestos. Los desclasados o clases bajas urbanas también querían acabar
con el Antiguo Régimen porque su prosperidad dependía de la prosperidad de la burguesía.
Política. Los burgueses quieren acceder al poder político, hasta entonces reservado a la nobleza. Como sufren
las decisiones injustas de algunos monarcas, también están en contra del poder absoluto del rey y quieren que
lo comparta con ellos a través de un parlamento en donde están los representantes de la burguesía.
Ideología. Con las revoluciones liberales se reivindican los llamados derechos humanos de primera
generación que se refieren a derechos políticos e ideológicos centrados en la idea de libertad (1). El
parlamentarismo inglés fue el origen de lo que hoy llamamos liberalismo, mientras que en la Francia del siglo
XVIII apareció la ilustración. Entre la élite intelectual francesa se desarrolló la ilustración que defendía el
racionalismo (el uso de explicaciones no religiosas) y admiraban los avances científicos Los ilustrados criticaron
al absolutismo y al Antiguo Régimen. En Francia se defendieron las ideas de libertad individual con Voltaire,
de división de poderes con Montesquieu y de voluntad popular con Rousseau.
El parlamentarismo inglés fue un movimiento político contrario al absolutismo. Pretendían que el rey compartiera
su poder con un parlamento formado y votado por propietarios (nobles y burgueses). Posteriormente fue añadiendo
nuevas ideas formando la ideología que hoy llamamos liberalismo. Su ideología se basa en la existencia de unos
derechos naturales individuales que deben ser respetados por los gobiernos: igualdad de todos los ciudadanos ante la
ley, división de poderes, soberanía nacional y libertad económica.
Con la difusión de estas ideas se formó el movimiento ideológico y político llamado liberalismo
Liberalismo. Movimiento político derivado del parlamentarismo. Igual que él se basa en los derechos
naturales que la autoridad no puede violar: vida, libertad y propiedad. A partir de esto defiende la división de
poderes con un parlamento que haga las leyes (poder legislativo) formado por representantes votados por los
ciudadanos, un poder ejecutivo (gobierno) sometido a las leyes y un poder judicial (tribunales) que garantice
la igualdad de todos ante la ley.
A finales del siglo XIX aparece el movimiento demócrata como una escisión dentro del liberalismo, que pasa a
conocerse como liberalismo moderado.
Democracia. Parte del liberalismo derivó en el movimiento demócrata. Los demócratas reivindicaban el
derecho al voto todos los varones (sufragio universal). La base de su ideología ya no son los derechos naturales
(como en el liberalismo) sino que es la soberanía nacional (las decisiones las toman todas las personas que
integran la nación).
La Restauración absolutista
Las potencias vencedoras de Napoleón se reunieron en el Congreso de Viena (1815) y decidieron restaurar la situación
anterior a la Revolución francesa, es decir, volver al Antiguo régimen y al absolutismo, por eso a este período se le
llama Restauración. El consejero austriaco Metternich fue el árbitro de la situación, estableciendo las fronteras y las
alianzas. A iniciativa del zar de Rusia Alejando I se fundó la Santa Alianza, una alianza entre reinos absolutistas para
ayudarse mutuamente en caso de que alguna sufra una revolución liberal. Lo iniciaron las monarquías absolutas de
Austria, Rusia y Prusia y se fueron uniendo el resto.
c. Revoluciones de 1848.
Estallidos de nacionalismos en Europa.
Se organiza la Segunda República francesa, se sanciona el sufragio universal masculino.
Estas revoluciones estallaron también en territorios que no tenían conformada una
estatalidad, como Italia y Alemania, se va conformando una unidad nacional a partir de
proyectos culturales, intelectuales, económicos… A la hora de trabajar las revoluciones de
1848, el Imperio austro- húngaro fue fundamental, pues supone el inicio de tensiones
nacionalistas. En aquellos lugares que se habían independizado en América Latina, se van
conformando Estados nacionales porque se va pensando en modelos constitucionales que
darían lugar a Estados constitucionalistas o federalistas.
FranciaEsta vez las revoluciones tuvieron éxito y quedó consolidado el modelo de
monarquía parlamentaria. Afectó a casi toda Europa empezando por el reino de las Dos
Sicilias y Francia. En Francia el rey Felipe ilegalizó las reuniones de los partidos opositores
que querían sufragio universal masculino, esto desencadenó la revolución de febrero y
el rey fue derrocado iniciándose la II república francesa con sufragio universal masculino.
Pero duró poco porque Luis Napoleón, sobrino del emperador, ganó las elecciones
presidenciales y en 1852 dio un golpe de Estado proclamándose emperador como
Napoleón III (el II fue el hijo de Napoleón que no llegó a gobernar). Se inició así el Segundo
Imperio francés (52-70). La oleada revolucionaria que siguió por Europa tuvo éxito en
Prusia, donde se estableció un parlamento, pero fue reprimida en Austria donde subió al
trono Francisco José I. La revolución de junio: los burgueses liberales que habían tomado
poder tras la revolución de febrero decidieron cerrar los talleres nacionales que daban
trabajo a las clases bajas de París. Esas clases bajas de Paría que unos meses antes habían
ayudado a la burguesía en su revolución contra el rey, se sublevaron pero fueron
duramente reprimidas. Desde este momento aparece un nuevo movimiento distinto al
liberalismo, el movimiento obrero.
ITALIA En Italia, como en otros lugares de Europa, el nacionalismo no se distinguió de la lucha en favor de las
libertades políticas. Entre 1797 y 1815, la península soportó frecuentes cambios territoriales, conoció el liberalismo.
En 1815 se produjo la restauración de los antiguos príncipes y la aparición de Austria como potencia dominante.
A diferencia de lo que ocurrió en Alemania, la unidad italiana se construyó mediante la incorporación de los reinos y
ducados en el reino de Cerdeña, de forma que el resultado final fue una monarquía unificada que sólo tuvo que
cambiar de nombre. El primer objetivo de los que no apoyaban la restauración del absolutismo fue conseguir un
régimen constitucional. Cuando los movimientos de las décadas de 1829 y 30 a favor de ese régimen fueron vencidos
gracias a la intervención militar de Austria, Mazzini propuso un programa en el que reunía los principios liberales y
nacionalistas.
En la década de los cuarenta surgió un movimiento independentista al precio de apoyar a algunos príncipes reinantes
a pesar del absolutismo. Giogerti, que ilustra el fenómeno de la incorporación de los católicos al liberalismo, propuso
la creación de una Confederación de Estados italianos bajo la presidencia del pontífice, en tanto Balbo veía en el
Piamonte el núcleo en torno al cual construir una Italia independiente.
En 1848 se inicia una revolución con un objetivo político que se manifestó en la adopción de Constituciones. Cuando
el movimiento alcanzó Viena, venecianos y lombardos se rebelaron contra los austriacos y buscaron la ayuda del
Piamonte para hacer frente a la previsible reacción de Viena. El rey del Piamonte, Carlos Alberto, declaró la guerra a
Austria en la confianza de que los italianos podrían, sin ayudas del exterior, arrojar a los austriacos,
El movimiento pasó entonces a manos de los republicanos, que crearon gobiernos de este tipo en Venecia, Florencia
y Roma. Carlos Alberto tomó de nuevo las armas contra Austria, y tras otra derrota, abdica en su hijo Víctor Manuel II.
Se pone fin a los movimientos constitucionales.
El único resultado positivo de la experiencia revolucionaria fue la incorporación definitiva del Piamonte al aún pequeño
grupo de países constitucionales. La primera oportunidad que se le ofreció a Cavour para salir del aislamiento fue la
guerra de Crimea: en ella contribuyó a inmovilizar a Austria, ante el riesgo de un posible ataque en el norte de Italia,
lo que le permitió hacer valer las reivindicaciones nacionales en el Congreso de París y favoreció el acercamiento a
Francia, que había de ser decisivo. Las tropas austriacas fueron derrotadas por las de franco-piamontesas en las
batallas de Magenta y Solferino.
A pesar del interés de Napoleón III por limitar los efectos de su intervención, la situación en Italia había escapado de
su control. control. La noticia de la derrota austriaca provocó un movimiento que se extendió por toda la península.
En los ducados de Toscana, Módena y Parma, así como en la Romaña pontificia se establecieron gobiernos que se
declararon a favor de la unión con el Piamonte, una unión que satisfacía a la vez sus reivindicaciones políticas y
nacionales. Cavour promovió la realización de plebiscitos para legitimar la incorporación, a la vez que cumplía sus
compromisos con Napoleón III haciendo efectiva la cesión de Saboya y Niza. El movimiento se extendió a la Italia del
sur, donde Cavour dio vía libre a la organización por Garibaldi de la llamada Expedición de los Mil, que se dirigió en
auxilio de los revolucionarios sicilianos. En 1860 volvió a la lucha organizando un cuerpo de voluntarios con los que
desembarcó en Marsala (Sicilia) en 1860. El éxito del desembarco permitió a Garibaldi cruzar el estrecho y poner fin al
reinado de los Borbones napolitanos. Éste fue el momento crítico en el que el posible conflicto entre liberalismo y
nacionalismo se resolvió a favor del segundo al producirse la intervención directa de Víctor Manuel II. En estas
circunstancias, a Garibaldi no le quedó más opción que la de retirarse, después de reconocer a Víctor Manuel como
rey de Italia (1861).
En marzo de 1861 se reunió en Turín el primer Parlamento italiano, en el que se ratificó la anexión y se dio carácter
oficial al reino de Italia, una Italia de la que no formaban parte ni Roma ni Venecia. Una nueva guerra, esta vez aliada
a Prusia contra Austria (1866) fue seguida de la anexión de Venecia, Roma fue ocupada tras la marcha de Napoleón III
ALEMANIA El XIX fue el siglo del pensamiento romántico, bajo el influjo del cual diversas naciones aspiraron a
convertirse en un único país. Alemania fue una de ellas, pero la cuestión era cómo: aunque compartieran una lengua
y hasta cierto punto un bagaje cultural común, existían grandes diferencias entre ellas. Austria y Prusia, los dos estados
germánicos más poderosos tras la desintegración del Sacro Imperio, y por ende los únicos en condiciones de liderar el
camino hacia la unidad, eran muy diferentes y se convirtieron en rivales feroces.
Austria era un imperio plurinacional y conservador, cuyos súbditos eran en buena parte católicos; Prusia en cambio
era un reino mayoritariamente protestante, burgués y algo más liberal, aunque igualmente autoritario. La élite
prusiana abogaba por la creación de una Gran Alemania que uniera -bajo su liderazgo, naturalmente- todos los
territorios de cultura germana; algo a lo que se oponía la corte austríaca, puesto que suponía renunciar a buena parte
de sus territorios y terminar probablemente en un lugar secundario respecto a Prusia.
Prusia tenía buenos motivos para desear la unidad más que Austria: su industria y comercio podían beneficiarse
enormemente de la exportación de productos y materias primeras. Un primer paso en ese sentido fue la creación en
1815 de la Confederación Germánica, formada por 39 estados incluyendo a Austria y a Prusia. Aunque sus miembros
mantenían su independencia, el objetivo era avanzar hacia una unidad mercantil y política, pero la rivalidad austro-
prusiana lo impidió y finalmente se disolvió en 1848.
El año 1848 trajo una ola de revoluciones liberales en diversos países de Europa, en cada uno motivado por sus propios
motivos, pero con dos denominadores comunes: el choque entre el Antiguo Régimen y las nuevas corrientes
democráticas nacidas de la Revolución Francesa, y la lucha de poder entre las viejas élites aristocráticas y la burguesía
industrial en ascenso.
En el caso de los estados alemanes la razón principal era el descontento, entre las clases populares y medias, con las
viejas estructuras de poder autocráticas heredadas del Sacro Imperio, que les impedían el ascenso social. Las protestas
fueron especialmente intensas en estados del oeste alemán, donde los revolucionarios aspiraban a establecer
regímenes democráticos y obtuvieron algunas victorias, como la creación de parlamentos y el derecho al voto. Pero la
heterogeneidad de sus miembros, que había sido al principio su gran fuerza, propició pronto su división y derrota.
Las revoluciones de 1848 coincidieron con un fortalecimiento de Prusia respecto a Austria, a la cual le había surgido
una nueva preocupación: las tensiones en Lombardía y Véneto con el Reino de Cerdeña, que aspiraba a su vez a formar
un estado italiano y encontró un aliado en Prusia, puesto que a ambos les interesaba debilitar al Imperio Austríaco en
su propio beneficio. Esta situación transfirió a la monarquía prusiana todo el liderazgo de la unificación alemana,
mientras la corona austríaca pugnaba por mantener unido su imperio multinacional.
En enero de 1861, el príncipe Guillermo de Hohenzollern sucedió a su hermano como rey de Prusia después de tres
años ocupando el cargo de regente. Guillermo I era un hombre conservador y criado en la disciplina militar, pero
estaba abierto a ciertas reformas controladas para rebajar la tensión. Después de los episodios revolucionarios, Prusia
se había dotado de un parlamento -el Landtag- de mayoría liberal, con el cual la monarquía mantenía un delicado
equilibrio.
Para reafirmar su poder frente al Landtag, Guillermo propuso como primer ministro al general Otto von Bismarck,
miembro de una aristocrática familia sajona. A diferencia del rey, que mantenía un perfil educado y correcto, Bismarck
era un hombre abiertamente autoritario, ferozmente antiliberal y luterano convencido, que creía ciegamente en el
papel preminente de Prusia y en que la unidad alemana solo podía lograrse mediante las armas. Así queda reflejado
en su famoso discurso ante el Landtag, pocos días después de tomar posesión del cargo, que ha pasado a la historia
con el título no oficial de “Hierro y sangre”:
El Segundo Reich: El momento era propicio para consolidar el poder de Prusia y para cristalizar esa unificación a la
que el romanticismo alemán aspiraba. Un primer paso fue la creación en 1867 de la Confederación Alemana del Norte,
que sustituía a la antigua Confederación Germánica y, que al contrario que esta, podía funcionar como un verdadero
estado, con un parlamento nacional -el Reichstag- con amplias competencias legislativas y un Consejo Federal formado
por representantes de todos los estados constituyentes. Aunque legalmente era una confederación de estados iguales,
otorgaba grandes poderes a la figura del canciller -el propio Bismarck, que pasaría a la historia como “el canciller de
hierro”- y, por lo tanto, daba el liderazgo de facto a Prusia.
La aplastante victoria contra Napoleón III en la Guerra franco-prusiana de 1870 dio el impulso final. Bismarck,
aprovechando el vigor que ese triunfo daba al nacionalismo alemán, pactó con los representantes de varios estados
de la Confederación la concesión de mayores ventajas si accedían a completar la unificación formalmente y a
proclamar al rey Guillermo como Kaiser, Emperador de Alemania. En diciembre de ese año el Reichstag aprobó otorgar
dicho título al monarca
El escenario para la coronación no podía ser mejor: la Galería de los Espejos del Palacio de Versalles, la morada de los
grandes reyes franceses en el apogeo de su poder. La fecha escogida tampoco fue casual: el 18 de enero de 1871, el
mismo día en el que, en 1701, su antepasado Federico I había sido coronado rey de Prusia, iniciando la historia de la
nación que ahora guiaba a la nueva Alemania. La Confederación desapareció para dar lugar al Segundo Imperio
alemán, asumiendo que el Primero había sido el Sacro Imperio Romano Germánico, del que se consideraba heredero.
El nuevo imperio no nacía exento de problemas. El principal fue la llamada Kulturkampf (“lucha cultural”), una
consecuencia de la unificación de territorios política y religiosamente diversos. Bismarck era de un anticatolicismo
ferviente y partidario del centralismo, algo que chocaba con la población católica y con las aspiraciones de autonomía
de los representantes de los distintos territorios. La posición del canciller se vio muy debilitada cuando el nieto del
emperador, Guillermo II, tomó las tiendas del estado en 1888. El nuevo Kaiser tenía unos proyectos para el país que
diferían completamente de los de Bismarck, especialmente en política exterior, y finalmente le forzó a dimitir dos años
después. El Segundo Reich aún perduraría hasta 1918, cuando la derrota en la Primera Guerra Mundial forzó su
transformación en la frágil República de Weimar
2. 1870/71- 1914. La deriva imperialista del nacionalismo. Se apela a la nación para políticas autoritarias, de
dominación, de cohesión social, de naciones industriales o de estados nacionales *pujantes. Se exaltan valores
colectivos, culturales, étnicos, lingüísticos, no solamente en nombre de la soberanía nacional, sino también
como fundamento de estados nacionales agresivos, que dominan otros territorios. Las políticas nacionalistas
las impulsaron estados nacionales pujantes como Francia o Gran Bretaña, como incluso Italia y Alemania, para
evitar un conflicto social. Las políticas nacionalistas de ese periodo se envían para unir a la sociedad civil en
nombre de ese nacionalismo exultante. Entonces, el imperialismo fue la deriva nacionalista de estos estados
nacionales pujantes.
a. La expansión colonial de Occidente en África y Asia. Fueron motivo de inversiones económicas,
pero también de llegada de europeos a esos países de América. Ahora bien, cuando hablamos de
imperialismo, no solamente hablamos en términos de la mentalidad económica que daban las
colonias, sino también hay que hacer una lectura política, que tiene que ver con estas políticas
agresivas de estados nacionales pujantes. Ese nacionalismo lo apelaban diferentes partidos para evitar
el conflicto social, para unir a la ciudadanía. Ese imperialismo dio entrada a la competencia entre
estados nacionales por controlar territorios. Esto genero acuerdos, conflictos, una diplomacia secreta
en la que se fundamentaba el sistema internacional, y también generó tensiones coloniales en China,
India, África…
Los dominios coloniales
Inversiones económicas y emigración de europeos a América
b. Imperialismo y nacionalismo
Una lectura política
Hacia un nacionalismo autoritario
c. La competencia imperialista de los Estados Unidos
El sistema internacional de las grandes potencias
Las tensiones coloniales
d. El nacionalismo, clave explicativa de la I Guerra Mundial.