Filipenses 4

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Filipenses 4:7

1T 32

Poco después de éste, tuve otro sueño. Me parecía estar sentada en un


estado de absoluta zozobra, con la cabeza entre las manos, mientras me
hacía la siguiente reflexión: si Jesús estuviera aquí en la tierra, iría a su
encuentro, me arrojaría a sus pies y le contaría todos mis sufrimientos. El
no se alejaría de mí, en cambio tendría misericordia de mí y yo lo amaría y
le serviría para siempre. Justamente en ese momento se abrió la puerta y
entró un personaje de agradable aspecto y hermoso rostro. Me miró
compasivamente y me dijo: “¿Quieres ver a Jesús? El está aquí y puedes
verlo si lo deseas. Toma todas tus posesiones y sígueme”.
Escuché esas palabras con gozo indescriptible, reuní alegremente mis
escasas posesiones, todas mis apreciadas bagatelas, y seguí a mi guía. Este
me condujo hacia una escalera muy empinada y al parecer bastante endeble.
Cuando comencé a subir, él me aconsejó que mantuviera los ojos fijos en el
tope, porque así evitaría el mareo y no caería. Muchos de los que también
realizaban el empinado ascenso caían antes de llegar arriba.
Finalmente llegamos al último peldaño y nos encontramos frente a una
puerta. Mi guía me indicó que dejara todos los objetos que había traído
conmigo. Lo hice gozosamente; entonces él abrió la puerta y me invitó a
entrar. En el momento siguiente me encontré frente a Jesús. Era imposible
no reconocer su hermoso rostro. Esa expresión de benevolencia y majestad
no podía pertenecer a nadie más. Cuando volvió sus ojos hacia mí, supe de
inmediato que él conocía todas las circunstancias de mi vida y hasta mis
pensamientos y sentimientos más íntimos.
Procuré evitar su mirada, por considerarme incapaz de soportar sus ojos
penetrantes, pero él se aproximó a mí con una sonrisa, y colocando su mano
sobre mi cabeza me dijo: “No temas”. El sonido de su dulce voz hizo vibrar
mi corazón con una felicidad que nunca antes había experimentado. Sentía
tanto gozo que no pude pronunciar ni una palabra, pero, sobrecogida por la
emoción, caí postrada a sus pies. Mientras me encontraba postrada pasaron
ante mí escenas gloriosas y de gran hermosura, y me pareció que había
alcanzado la seguridad y la paz del cielo. Por fin recuperé las fuerzas y me
levanté. Los amantes ojos de Jesús todavía permanecían fijos en mí, y su
sonrisa colmó mi alma de gozo. Su presencia me llenó con santa reverencia
y amor inefable.
A continuación mi guía abrió la puerta y ambos salimos. Me indicó que
nuevamente tomara mis posesiones que había dejado afuera, y me entregó
una cuerda de color verde bien enrollada. Me dijo que la colocara cerca de
mi corazón, y que cuando deseara ver a Jesús la sacara y la estirara todo lo
posible. Me advirtió que no debía dejarla enrollada durante mucho tiempo
porque en ese caso se anudaría y resultaría difícil estirarla. Coloqué la
cuerda cerca de mi corazón y descendí gozosamente por la estrecha
escalera, alabando a Dios y diciendo a todas las personas con quienes me
encontraba dónde podían encontrar a Jesús. Este sueño me llenó de
esperanza.
Para mí, la cuerda verde representaba la fe, y comenzó a surgir en mi alma
la belleza y sencillez de la confianza en Dios.
Esta vez confié a mi madre todas mis aflicciones y mis dudas.
Ella me expresó tierna simpatía, me animó y sugirió que fuera a pedir
consejo al pastor Stockman, quien por entonces predicaba la doctrina del
advenimiento en Portland. Tenía gran confianza en él porque era un
dedicado siervo de Cristo. Cuando él escuchó mi historia, me colocó
afectuosamente la mano en la cabeza y me dijo con lágrimas en los ojos:
“Elena, eres tan sólo una niña. Tu experiencia resulta algo muy singular
para alguien de tu edad. Seguramente Jesús te está preparando para una
obra especial”.
Luego me dijo que aunque yo fuera una persona de edad madura y asaltada
por la duda y la desesperación, de todos modos me diría que él sabía que
existía esperanza para mí mediante el amor de Jesús. Precisamente la
agonía mental que había experimentado constituía una evidencia positiva de
que el Espíritu del Señor luchaba conmigo. Dijo que cuando el pecador se
endurece en su culpa, no llega a comprender la enormidad de su
transgresión, sino que se complace en la seguridad de que obra
correctamente y no corre ningún peligro en particular. El Espíritu del Señor
termina por abandonarlo y él se pone descuidado e indiferente o bien
temerariamente desafiante. Este bondadoso pastor me habló del amor de
Dios por sus hijos que yerran, y que en lugar de regocijarse en su
destrucción, él anhela atraerlos hacia sí con fe sencilla y confianza. Me
habló detenidamente del gran amor de Cristo y del plan de salvación.
Habló de la desgracia que me había sucedido temprano en mi vida y dijo
que era una penosa aflicción, pero me instó a creer que
la mano del Padre amante no se había retirado de mí; que en mi vida futura,
cuando se hubiera desvanecido la bruma que oscurecía mi mente, entonces
yo discerniría la sabiduría de la Providencia que me había parecido tan
cruel e inescrutable. Jesús dijo a uno de sus discípulos: “Lo que yo hago, tú
no lo comprendes ahora, mas lo entenderás después”. Juan 13:7. En el
futuro grandioso ya no veremos las cosas oscuramente, como en un espejo,
sino que nos encontraremos directamente con los misterios del amor divino.
“Elena -me dijo el pastor-, ahora puedes retirarte en plena libertad; regresa
a tu hogar confiando en Jesús, porque él no retirará su amor de ninguna
persona que busca de verdad”. A continuación oró fervorosamente por mí,
y tuve la impresión de que Dios ciertamente consideraría la oración de su
santo, aunque no escuchara mis humildes peticiones. Me retiré reconfortada
y animada.
Durante los pocos minutos en que recibí instrucciones del pastor Stockman,
había obtenido más conocimiento acerca del tema del amor de Dios y de su
misericordia que los que había recibido de todos los sermones y
exhortaciones que había escuchado hasta ese momento. Volví a casa y
nuevamente me puse ante la presencia del Señor, prometiéndole hacer y
soportar cualquier cosa que él requiriera de mí, si tan sólo la sonrisa de
Jesús llenaba de gozo mi corazón. Me fue presentado el mismo deber que
me había angustiado anteriormente: tomar mi cruz entre el pueblo de Dios
congregado.
No tuve que esperar mucho la oportunidad, porque esa misma noche hubo
una reunión de oración a la que asistí.
Me postré temblando durante las oraciones que se ofrecieron.
Después que hubieron orado unas pocas personas, elevé mi voz en oración
antes de darme cuenta de lo que hacía. Las promesas de
Dios se me presentaron como otras tantas perlas preciosas que podía recibir
si tan sólo las pedía. Durante la oración desaparecieron la preocupación y la
aflicción extrema que había soportado durante tanto tiempo, y la bendición
del Señor descendió sobre mí como suave rocío. Alabé a Dios desde la
profundidad de mi corazón. Todo quedó excluido de mi mente, menos Jesús
y su gloria, y perdí la noción de lo que sucedía a mi alrededor.
El Espíritu de Dios descansó sobre mí con tanto poder que esa noche no
pude regresar a casa. Cuando volví al día siguiente había ocurrido un gran
cambio en mi mente. Me parecía que difícilmente podía ser la misma
persona que había salido de la casa paterna la noche anterior. El siguiente
pasaje se presentaba con insistencia en mi mente: “Jehová es mi pastor;
nada me faltará”. Salmos 23:1. Mi corazón se llenaba de felicidad mientras
repetía suavemente estas palabras.
Cambió mi concepto del Padre. Ahora lo consideraba como un
Padre cariñoso y no como un severo tirano que obligaba a los seres
humanos a someterse a una obediencia ciega. Sentí en mi corazón un
profundo y ferviente amor. Obedecer a su voluntad era para mí una
experiencia gozosa y me resultaba placentero estar a su servicio.
Ninguna sombra empañaba la luz que me revelaba la perfecta voluntad de
Dios. Sentí la seguridad que provenía del Salvador que había establecido su
morada en mi interior, y comprendí la verdad de lo que Cristo había dicho:
“El que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”.
Juan 8:12.

DMJ 18;

“Bienaventurados los mansos”.


A través de las bienaventuranzas se nota el progreso de la experiencia
cristiana. Los que sintieron su necesidad de Cristo, los que lloraban por
causa del pecado y aprendieron de Cristo en la escuela de la aflicción,
adquirirán mansedumbre del Maestro divino.
El conservarse paciente y amable al ser maltratado no era característica
digna de aprecio entre los gentiles o entre los judíos.
La declaración que hizo Moisés por inspiración del Espíritu Santo,
de que fue el hombre más manso de la tierra, no habría sido considerada
como un elogio entre las gentes de su tiempo; más bien habría excitado su
compasión o su desprecio. Pero Jesús incluye la mansedumbre entre los
requisitos principales para entrar en su reino. En su vida y carácter se reveló
la belleza divina de esta gracia preciosa.
Jesús, resplandor de la gloria de su Padre, “no estimó el ser igual a Dios
como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma
de siervo”.15 Consintió en pasar por todas las experiencias humildes de la
vida y en andar entre los hijos de los hombres, no como un rey que exigiera
homenaje, sino como quien tenía por misión servir a los demás. No había
en su conducta mancha de fanatismo intolerante ni de austeridad
indiferente. El Redentor del mundo era de una naturaleza muy superior a la
de un ángel, pero unidas a su majestad divina, había mansedumbre y
humildad que atraían a todos a él.
Jesús se vació a sí mismo, y en todo lo que hizo jamás se manifestó el yo.
Todo lo sometió a la voluntad de su Padre. Al acercarse el final de su
misión en la tierra, pudo decir: “Yo te he glorificado en la tierra: he
acabado la obra que me diste que hiciese”. Y nos ordena:
“Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”. “Si alguno quiere
venir en pos de mí, niéguese a sí mismo”;16 renuncie a todo sentimiento de
egoísmo para que éste no tenga más dominio sobre el alma.
Quien contemple a Cristo en su abnegación y en su humildad de corazón,
no podrá menos que decir como Daniel: “Mi fuerza se cambió en
desfallecimiento”.17 El espíritu de independencia y predominio de que nos
gloriamos se revela en su verdadera vileza, como marca de nuestra sujeción
a Satanás. La naturaleza humana pugna siempre por expresarse; está
siempre lista para luchar. Mas el que aprende de Cristo renuncia al yo, al
orgullo, al amor por la supremacía, y hay silencio en su alma. El yo se
somete a la voluntad del Espírtu Santo. No ansiaremos entonces ocupar el
lugar más elevado. No pretenderemos destacarnos ni abrirnos paso por la
fuerza, sino que sentiremos que nuestro más alto lugar está a los pies de
nuestro Salvador. Miraremos a Jesús, aguardaremos que su mano nos guíe y
escucharemos su voz que nos dirige. El apóstol Pablo experimentó esto y
dijo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más vive
Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de
Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. 18
Cuando recibimos a Cristo como huésped permanente en el alma, la paz de
Dios que sobrepuja a todo entendimiento guardará nuestro espíritu y
nuestro corazón por medio de Cristo Jesús. La vida terrenal del Salvador,
aunque transcurrió en medio de conflictos, era una vida de paz. Aun cuando
lo acosaban constantemente enemigos airados, dijo: “El que me envió,
conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo
que le agrada”. Ninguna tempestad de la ira humana o satánica podía
perturbar la calma de esta comunión perfecta con Dios. Y él nos dice: “La
paz os dejo, mi paz os doy”.
“Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y
humilde de corazón; y hallaréis descanso”.19 Llevad conmigo el yugo de
servicio para gloria de Dios y elevación de la humanidad, y veréis que es
fácil el yugo y ligera la carga.
Es el amor a uno mismo lo que destruye nuestra paz. Mientras viva el yo,
estaremos siempre dispuestos a protegerlo contra los insultos y la
mortificación; pero cuando hayamos muerto al yo y nuestra vida esté
escondida con Cristo en Dios, no tomaremos a pecho los desdenes y
desaires. Seremos sordos a los vituperios y ciegos al escarnio y al ultraje.
“El amor es sufrido y benigno; él amor no tiene envidia; el amor no es
jactancioso, no se ensoberbece, no se porta indecorosamente, no busca lo
suyo propio, no se irrita, no hace caso de un agravio; no se regocija en la
injusticia, más se regocija con la verdad: todo lo sufre, todo lo cree, todo lo
espera, todo lo soporta. El amor nunca se acaba”. 20
La felicidad derivada de fuentes mundanales es tan mudable como la
pueden hacer las circunstancias variables; pero la paz de Cristo es
constante, permanente. No depende de las circunstancias de la vida, ni de la
cantidad de bienes materiales ni del número de amigos que se tenga en esta
tierra. Cristo es la fuente de agua viva, y la felicidad que proviene de él no
puede agotarse jamás.
La mansedumbre de Cristo manifestada en el hogar hará felices a los
miembros de la familia; no incita a los altercados, no responde con ira, sino
que calma el mal humor y difunde una amabilidad que sienten todos los que
están dentro de su círculo encantado.
Dondequiera que se la abrigue, hace de las familias de la tierra una parte de
la gran familia celestial.
Mucho mejor sería para nosotros sufrir bajo una falsa acusación que
infligirnos la tortura de vengarnos de nuestros enemigos. El espíritu de odio
y venganza tuvo su origen en Satanás, y sólo puede reportar mal a quien lo
abrigue. La humildad del corazón, esa mansedumbre resultante de vivir en
Cristo, es el verdadero secreto de la bendición. “Hermoseará a los humildes
con la salvación”.21
Los mansos “recibirán la tierra por heredad”. Por el deseo de exaltación
propia entró el pecado en el mundo, y nuestros primeros padres perdieron el
dominio sobre esta hermosa tierra, su reino. Por la abnegación, Cristo
redime lo que se había perdido. Y nos dice que debemos vencer como él
venció.22 Por la humildad y la sumisión del yo podemos llegar a ser
coherederos con él cuando los mansos “heredarán la tierra”. 23
La tierra prometida a los mansos no será igual a ésta, que está bajo la
sombra de la muerte y de la maldición. “Nosotros esperamos, según sus
promesas, cielos nuevos y tierra nueva en los cuales mora la justicia”. “Y
no habrá más maldición; y el trono de Dios y del
Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán”. 24
No habrá contratiempo, ni dolor, ni pecado; no habrá quien
diga: “Estoy enfermo”. No habrá entierros, ni luto, ni muerte, ni
despedidas, ni corazones quebrantados; mas Jesús estará allá, y
habrá paz. “No tendrán hambre ni sed, ni el calor ni el sol los afligirá;
porque el que tiene de ellos misericordia los guiará, y los conducirá
a manantiales de aguas”.

FE 208;
Apartaos de las compañías perjudiciales. Calculad el precio de seguir a
Jesús y hacedlo con el decidido propósito de purificaros de toda inmundicia
de la carne y del espíritu. La vida eterna vale todo lo que poseéis y sois, y
Jesús ha dicho: “Cualquiera de vosotros que no renuncia a todas las cosas
que posee, no puede ser mi discípulo”.
Aquel que no hace nada, sino solamente espera ser compelido por
algún instrumento sobrenatural, seguirá esperando en el letargo y
la oscuridad. Dios ha dado su Palabra. Dios habla a vuestra alma
en lenguaje inconfundible. ¿No basta la palabra de su boca para
mostraros vuestro deber e impulsaros a cumplirlo?
Los que humilde y piadosamente escudriñan las Escrituras para
conocer y hacer la voluntad de Dios, no dudarán de sus obligaciones
hacia Dios. Porque “el que quisiere hacer su voluntad, conocerá de la
doctrina”. Si queréis conocer el misterio de la piedad, debéis seguir la
sencilla palabra de verdad, haya o no sentimiento o emoción. La obediencia
debe basarse en principios, y lo recto ha de seguirse bajo todas las
circunstancias. Este es el carácter elegido por Dios para salvación. La
prueba de un cristiano genuino se da en la Palabra de Dios. Jesús dice: “Si
me amáis, guardad mis mandamientos”.
“El que tiene mis mandamientos, y los guarda, aquél es el que me ama; y el
que me ama, será amado de mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a
él. ... El que me ama, mi palabra guardará; y mi
[225] Padre le amará, y vendremos a él, y haremos con él morada. El que
no me ama, no guarda mis palabras: y la palabra que habéis oído, no es mía,
sino del Padre que me envió”.
He ahí las condiciones de acuerdo con las cuales toda alma será
elegida para vida eterna. Vuestra obediencia a los mandamientos
de Dios evidenciará vuestro derecho a una herencia con los santos
en la luz. Dios ha escogido cierta excelencia de carácter y todo
aquel que, por la gracia de Cristo, alcance la norma por él requerida,
tendrá amplia entrada en el reino de gloria. Todo aquel que quiera
alcanzar esta norma de carácter tendrá que hacer uso de los medios
que Dios ha provisto para dicho fin. Si queréis heredar el reposo
perdurable prometido a los hijos de Dios, tendréis que llegar a ser
colaboradores de Dios. Sois elegidos para llevar el yugo de Cristo,
vale decir, llevar su carga, cargar su cruz. Tenéis que ser diligentes en
“hacer firme vuestra vocación y elección”. Escudriñad las Escrituras
y veréis que no se elige a ningún hijo o hija de Adán para que sea
salvo si desobedece a la ley de Dios. El mundo invalida la ley de
Dios; empero los cristianos son elegidos para santificación mediante
obediencia a la verdad. Son elegidos para que lleven la cruz si
quieren ceñir la corona.

Se necesita una verdadera conversión


Vi que a menos que se manifieste en los jóvenes un cambio
completo y una conversión cabal, pueden desesperar de alcanzar
el cielo. Por lo que me ha sido mostrado, no están verdaderamente
convertidos ni siquiera la mitad de los jóvenes que profesan la
religión y la verdad. Si hubiesen sido convertidos, darían frutos para
la gloria de Dios. Muchos se apoyan en una esperanza supuesta, sin
verdadero fundamento. La fuente no ha sido limpiada; por lo tanto
los raudales que proceden de ella no son puros. Limpiad la fuente y
los raudales serán puros. Si el corazón está bien, vuestras palabras,
vuestra indumentaria, vuestros hechos también lo estarán. Falta la
verdadera piedad. No quisiera deshonrar a mi Maestro admitiendo
siquiera que es cristiana una persona negligente, trivial y que no
ora. No; el cristiano obtiene la victoria sobre los pecados que lo
asedian y sobre sus pasiones. Hay un remedio para el alma enferma
Los jóvenes observadores del sábado 53
de pecado. Ese remedio está en Jesús. ¡Precioso Salvador! Su gracia
basta para los más débiles; y los más fuertes deben recibir también
su gracia o perecer.
Vi cómo se puede obtener esta gracia. Id a vuestra cámara, y allí
a solas, suplicad a Dios: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio;
y renueva un espíritu recto dentro de mí.” Salmos 51:10. Tened
fervor y sinceridad. La oración ferviente es muy eficaz. Como Jacob,
luchad en oración. Agonizad. En el huerto Jesús sudó grandes gotas
de sangre; pero habéis de hacer un esfuerzo. No abandonéis vuestra
cámara hasta que os sintáis fuertes en Dios; luego velad y mientras
veléis y oréis, podréis dominar los pecados que os asedian, y la [52]
gracia de Dios podrá manifestarse en vosotros; y lo hará.
No permita Dios que yo deje de amonestaros. Jóvenes amigos,
buscad al Señor de todo corazón. Acudid a él con celo, y cuando
sintáis sinceramente que sin la ayuda de Dios habríais de perecer,
cuando le anheléis a él como el ciervo anhela las corrientes de agua,
entonces el Señor os fortalecerá prestamente. Entonces vuestra paz
sobrepujará todo entendimiento. Si esperáis la salvación, debéis orar.
Tomad tiempo para ello. No os apresuréis ni seáis negligentes en
vuestras oraciones. Rogad a Dios que obre en vosotros una reforma
cabal, para que los frutos de su Espíritu moren en vosotros y
permanezcáis como luminarias en el mundo. No seáis un estorbo
ni una maldición para la causa de Dios; podéis ser una ayuda, una
bendición. ¿Os dice Satanás que no podéis disfrutar de la salvación,
plena y gratuitamente? No lo creáis.
Vi que es privilegio de todo cristiano gozar de las profundas
emociones del Espíritu de Dios. Una paz dulce y celestial invadirá
la mente y os deleitaréis en meditar en Dios y en el cielo. Os regocijarán
las gloriosas promesas de su Palabra. Pero sabed primero que
habéis iniciado la carrera cristiana. Sabed que habéis dado los primeros
pasos en el camino de la vida eterna. No os engañéis. Sé que
muchos de vosotros no sabéis lo que es la religión. Habéis sentido
cierta excitación, cierta emoción, pero nunca habéis reconocido la
enormidad del pecado. Nunca habéis sentido que estabais perdidos,
ni os habéis apartado de vuestros malos caminos con amargo pesar.
Nunca habéis muerto al mundo. Amáis todavía sus placeres; os deleita
conversar de asuntos mundanales. Pero, cuando se introduce la
verdad de Dios no tenéis nada que decir. ¿Por qué calláis así? ¿Por
54 Joyas de los Testimonios 1
qué habláis tanto de cosas mundanales, y guardáis silencio sobre
el tema que más os concierne, un tema que debiera embargar toda
vuestra alma? La verdad de Dios no mora en vosotros.
[53] Vi que muchos hacen una admirable profesión de fe, mientras
que su interior está corrompido. No os engañéis los que profesáis
así la religión con corazón falso. Dios mira al corazón. “De la
abundancia del corazón habla la boca.” Mateo 12:34. Vi que el
mundo está en el corazón de los tales, pero no la religión de Jesús.
Si los que profesan ser cristianos aman más a Jesús que al mundo,
se deleitarán al hablar de él como de su mejor amigo, en quien
concentran los más caros afectos. El acudió en su auxilio cuando
ellos se sintieron perdidos y a punto de perecer. Cuando estaban
cansados y agobiados por el pecado, se volvieron hacia él. El quitó
su carga de la culpabilidad del pecado, quitó su pesar y aflicción, y
desvió toda la corriente de sus afectos. Aborrecen ahora las cosas
que una vez amaron, y aman las cosas que aborrecían. 1JT 52,
239,

Una influencia positiva


Debes conducirte de tal manera que nadie necesite equivocarse
acerca de ti. Sin decisión, no puedes ejercer influencia en el mundo.
Tus resoluciones pueden ser buenas y sinceras, pero fracasarán a
menos que hagas de Dios tu fortaleza y avances con firme resolución
de propósito. Debes consagrar todo tu corazón a la causa y la obra
de Dios. Debes desear sinceramente obtener experiencia en la vida
cristiana. Debes ejemplificar a Cristo en tu vida.
No puedes servir a Dios y a Mammón. Estarás completamente
del lado del Señor o del lado del enemigo. “El que no es conmigo,
contra mí es; el que conmigo no recoge, desparrama.” Lucas
11:23. Algunas personas fracasan en su vida religiosa porque son
vacilantes e irresolutas. Con frecuencia se convencen y casi llegan
al punto de entregarlo todo para Dios; pero, al no decidirse, vuelven
a caer. Mientras están en el pecado, su conciencia se endurece, y se
vuelve cada vez menos susceptible a las impresiones del Espíritu
de Dios. Su Espíritu las ha amonestado y convencido, pero ha sido
despreciado y contristado hasta que casi se ha apartado de ellas. No
se puede jugar con Dios. El nos muestra claramente nuestro deber, y [239]
si no andamos en la luz, ésta se convierte en tinieblas.
Dios te invita a ser colaborador suyo en su viña. Empieza donde
te encuentres. Acude a la cruz, y allí renuncia a ti mismo, al mundo
y a todo ídolo. Acepta plenamente a Jesús en tu corazón. Te hallas
en un lugar donde es difícil conservar la consagración y ejercer una
influencia que aparte a otros del pecado, de los placeres y de la
228 Joyas de los Testimonios 1
insensatez para que anden en el camino angosto, que deben seguir
los redimidos del Señor.
Entrégate completamente a Dios; ríndelo todo sin reserva y busca
así la paz que sobrepuja todo entendimiento. No puedes ser nutrido
por Cristo a menos que estés en él. Si no estás en él, eres un sarmiento
seco. No sientes tu necesidad de pureza y verdadera santidad. Debes
anhelar con fervor el Espíritu Santo, y orar fervorosamente para
obtenerlo. No puedes esperar la bendición de Dios sin buscarla. Si
empleas los recursos que se hallan a tu alcance, experimentarás un
crecimiento en la gracia, y te elevarás a una vida superior.
No es natural para ti amar las cosas espirituales, pero puedes
adquirir este amor ejercitando tu mente y las fuerzas de tu ser en
esa dirección. Lo que necesitas es el poder de obrar. La verdadera
educación es el poder de usar nuestras facultades de manera que
produzcan resultados benéficos. ¿Por qué ocupa la religión tan poco
de nuestra atención mientras que el mundo obtiene la fuerza del
cerebro, de los huesos y de los músculos? Es porque toda la fuerza
de nuestro ser se dedica a ello. Nos hemos preparado para dedicarnos
con fervor y poder a los negocios mundanales hasta el punto que
ahora es fácil para la mente inclinarse en este sentido. Esta es la
única razón que nos explica por qué los creyentes encuentran tan
difícil la vida religiosa y tan fácil la vida mundanal. Las facultades
han sido educadas para ejercer su fuerza en esa dirección. En la vida
religiosa se han aceptado las verdades de la Palabra de Dios, pero
no se las ha ilustrado en forma práctica en la vida.
[240] El cultivo de los pensamientos religiosos y sentimientos de devoción
no es hecho parte de la educación. Debieran influir en el ser
entero y regirlo completamente. El hábito de hacer lo recto es lo que
se necesita. Se obra intermitentemente bajo influencias favorables;
pero el pensar natural y fácilmente en las cosas divinas no es el
principio que rige la mente.
355;

Se pesan los caracteres


Dios pesa nuestros caracteres, conducta y motivos en la balanza
del santuario. Será algo terrible si nuestro Redentor, quien murió en
la cruz para atraer nuestros corazones a él, nos declara faltos de amor
y obediencia. Dios nos ha concedido dones grandes y preciosos. [355]
Nos ha dado luz y un conocimiento de su voluntad para que no
necesitemos errar o andar en tinieblas. Ser pesado en la balanza y ser
hallado falto en el día del juicio y recompensa finales, será terrible,
un error espantoso que nunca podrá ser corregido. Amigos jóvenes,
¿se recorrerá en vano el libro de Dios para buscar vuestros nombres?
Dios os ha señalado una obra que debéis hacer para él, y que
os hará colaboradores con él. En todo vuestro derredor hay almas
que salvar. Hay personas a quienes podéis estimular y bendecir por
vuestros fervientes esfuerzos. Podéis apartar las almas del pecado y
332 Joyas de los Testimonios 1
llevarlas a la justicia. Cuando comprendáis vuestra responsabilidad
para con Dios, sentiréis la necesidad de ser fieles en la oración,
fieles en cuanto a velar contra las tentaciones de Satanás. Si sois
verdaderamente cristianos, os sentiréis más inclinados a lamentaros
por las tinieblas morales del mundo que a participar de su liviandad
y ostentación. Estaréis entre aquellos que suspiran y lloran por las
abominaciones que se cometen en la tierra. Resistiréis las tentaciones
de Satanás a participar de la vanidad y de los adornos ostentosos.
Sólo una mente estrecha y un intelecto atrofiado pueden satisfacerse
con esas cosas triviales y descuidar las altas responsabilidades.
Los jóvenes de nuestra época pueden trabajar con Cristo si quieren;
y al trabajar, su fe se fortalecerá, y aumentará su conocimiento
de la voluntad divina. Cada verdadero propósito y acto correcto será
registrado en el libro de la vida. Ojalá pudiese yo despertar a los
jóvenes para que vean y sientan cuán pecaminoso es vivir para su
propia satisfacción, y atrofiar su intelecto con las cosas vanas de esta
vida. Si quisieren elevar sus pensamientos y palabras por encima de
los atractivos frívolos de este mundo, y tener por propósito glorificar
[356] a Dios, su paz, que supera todo entendimiento, les pertenecerá.
2JT 539;

Cuando los hombres se den cuenta de los tiempos en que vivimos,


obrarán como a la vista del cielo. El colportor venderá los
[539] libros que imparten luz y fuerza al alma. Beberá del espíritu de estos
libros y los presentará a la gente con toda su alma. Su fuerza, su
valor, su éxito dependerán de cuán plenamente esté entretejida en su
propia experiencia y desarrollada en su carácter la verdad presentada
en los libros. Cuando su propia vida esté así amoldada, podrá
representar ante los demás la verdad sagrada que lleva. Dominado
por el Espíritu de Dios, obtendrá una experiencia profunda y rica, y
los ángeles celestiales le darán éxito en la obra.
A nuestros colportores, a todos aquellos a quienes Dios ha confiado
talentos para que cooperen con él, quiero decir: Orad, oh, orad
por una experiencia más profunda. Salid con el corazón enternecido
y subyugado por el estudio de las verdades preciosas que Dios nos
ha dado para este tiempo. Bebed a grandes sorbos del agua de la
Las cualidades del colportor 491
salvación, para que sea en vuestro corazón como una fuente viva,
que fluya para refrigerar las almas a punto de perecer. Dios os dará
entonces sabiduría que os habilite para impartir lo recto a otros.
Os hará canales para comunicar sus bendiciones. Os ayudará para
revelar sus atributos e impartir a otros la sabiduría y el entendimiento
que os ha impartido a vosotros.
Ruego a Dios que podáis comprender este asunto en su longitud,
anchura y profundidad, y que sintáis vuestra responsabilidad de representar
el carácter de Cristo por la constancia de vuestra paciencia,
valor e integridad. “Y la paz de Dios, que sobrepuja todo entendimiento,
guardará vuestros corazones y vuestros entendimientos en
Cristo Jesús.” Filipenses 4:7.
3JT 93,

Hágase el culto interesante


Padres y madres, cuidad de que el momento dedicado al culto
de familia sea en extremo interesante. No hay razón alguna porque
no sea éste el momento más agradable del día. Con un poco de
preparación podréis hacerlo interesante y provechoso. De vez en
cuando, introducid algún cambio. Se pueden hacer preguntas con
referencia al texto leído, y dar con fervor algunas explicaciones
oportunas. Se puede cantar un himno de alabanza. La oración debe
ser corta y precisa. El que ora debe hacerlo con palabras sencillas y
fervientes; debe alabar a Dios por su bondad y pedirle su ayuda. Si
las circunstancias lo permiten, dejad a los niños tomar parte en la
lectura y la oración.
La eternidad sola pondrá en evidencia el bien verificado por esos
cultos de familia.
La vida de Abrahán, el amigo de Dios, fué una vida de oración. [93]
Dondequiera que levantase su tienda, construía un altar sobre el
cual ofrecía sacrificios, mañana y noche. Cuando él se iba, el altar
permanecía. Y al pasar cerca de dicho altar el nómada cananeo,
sabía quién había posado allí. Después de haber levantado también
su tienda, reparaba el altar y adoraba al Dios vivo.
Así es como el hogar cristiano debe ser: una luz en el mundo.
De él, mañana y noche, la oración debe elevarse hacia Dios como el
humo del incienso. En recompensa, la misericordia y las bendicio 86
Joyas de los Testimonios 3
nes divinas descenderán como el rocío matutino sobre los que las
imploran.
Padres y madres, cada mañana y cada noche, juntad a vuestros
hijos alrededor vuestro, y elevad vuestros corazones a Dios por
humildes súplicas. Vuestros amados están expuestos a la tentación.
Hay dificultades cotidianas sembradas en el camino de los jóvenes y
de sus mayores. Los que quieran vivir con paciencia, amor y gozo
deben orar. Será únicamente obteniendo la ayuda constante de Dios
como podremos obtener la victoria sobre nosotros mismos.
Cada mañana consagraos a Dios con vuestros hijos. No contéis
con los meses ni los años; no os pertenecen. Sólo el día presente es
vuestro. Durante sus horas, trabajad por el Maestro, como si fuese
vuestro último día en la tierra. Presentad todos vuestro planes a
Dios, a fin de que él os ayude a ejecutarlos o abandonarlos según
lo indique su Providencia. Aceptad los planes de Dios en lugar
de los vuestros, aun cuando esta aceptación exija que renunciéis
a proyectos por largo tiempo acariciados. Así, vuestra vida será
siempre más y más amoldada conforme al ejemplo divino, y “la
paz de Dios, que sobrepuja todo entendimiento, guardará vuestros
corazones y vuestros entendimientos en Cristo Jesús.” Filipenses
4:7.
220;

Ahora es el momento de trabajar


En respuesta a la pregunta del Señor: “¿A quién enviaré?” Isaías
respondió: “Heme aquí, envíame a mí.” Isaías 6:8. Hermano, hermana,
tal vez no puedas ir a la viña del Señor, pero puedes proveer
recursos con que enviar a otros. Así estarás confiando tu dinero a los
banqueros; y cuando venga el Maestro, podrás devolverle lo suyo
con creces. Tus recursos pueden ser empleados para enviar y sostener
a los mensajeros de Dios que por su voz y su influencia darán
el mensaje: “Aparejad el camino del Señor, enderezad sus veredas.”
Mateo 3:3. Se están haciendo planes para que la causa progrese, y
ahora es el momento en que se ha de trabajar.
Si trabajas con abnegación, haciendo todo lo que puedas para
hacer progresar la causa de Dios en nuevos campos, el Señor te
ayudará, te fortalecerá y te bendecirá. Confía en la seguridad de su
presencia, que te sostiene, y que es luz y vida. Hazlo todo por amor
a Jesús y las preciosas almas por las cuales murió. Trabaja con un
propósito puro y divinamente implantado de glorificar a Dios. El
Señor ve y entiende, y te empleará a pesar de tu debilidad, si ofreces
tu talento como don consagrado a su servicio, porque en el servicio [220]
activo desinteresado los débiles se vuelven fuertes y gozan de su
precioso elogio. El gozo del Señor es un elemento de fuerza. Si eres
fiel, la paz que sobrepuja todo entendimiento será tu recompensa en
esta vida, y en la venidera entrarás en el gozo de tu Señor.
MJ 71;

La vida santificada
Hagamos de la sagrada Palabra de Dios nuestro tema de estudio,
aplicando sus santos principios en nuestra vida. Andemos delante
de Dios con mansedumbre y humildad, corrigiendo diariamente
nuestras faltas. No separemos, por un orgullo egoísta, a nuestro
ser de Dios. No acaricien ningún sentimiento de altiva supremacía,
considerándose mejor que los otros. “El que piensa estar firme, mire
que no caiga”.5 Hallarán descanso y paz al someter su voluntad
a la voluntad de Cristo. El amor de Cristo reinará entonces en el
corazón, poniendo las motivaciones secretas de la acción bajo el
dominio del Salvador. El aceite de la gracia de Cristo suavizará y
subyugará el genio precipitado, fácilmente irritable. La sensación
La verdadera conversión 71
de los pecados perdonados proporcionará esa paz que desafía toda
comprensión. Habrá una seria lucha por vencer todo lo que se opone
a la perfección cristiana. Desaparecerán todas las desavenencias. El
que antes criticaba a todo el mundo, verá que existen en su propio
carácter faltas mucho mayores.
Hay quienes prestan atención a la verdad y se convencen de que
han estado viviendo en oposición a Cristo. Se sienten condenados
y se arrepienten de sus transgresiones. Confiando en los méritos de
Cristo y poniendo por obra la verdadera fe en él, reciben el perdón [52]
del pecado. A medida que cesan de hacer el mal y aprenden a hacer
el bien, crecen en la gracia y en el conocimiento de Dios. Ven que
tienen que hacer sacrificios para separarse del mundo, y, después de
calcular el costo, consideran todo como pérdida, con tal de ganar
a Cristo. Se han alistado en el ejército de Cristo. Tienen delante
una guerra, y la emprenden animosa y alegremente, luchando contra
sus inclinaciones naturales y sus deseos egoístas y sometiendo su
voluntad a la voluntad de Cristo. Buscan diariamente al Señor para
que les dé gracia para obedecerle, y son fortalecidos y ayudados. Esta
es verdadera conversión. El que ha recibido un nuevo corazón, confía
en la ayuda de Cristo con humilde y agradecida dependencia. Revela
en su vida el fruto de la justicia. Antes se amaba a sí mismo. Se
deleitaba en el placer mundanal. Ahora su ídolo ha sido destronado y
Dios es su rey supremo. Ahora odia los pecados que en otro tiempo
amaba. Sigue firme y resueltamente por la senda de la santidad.—
The Youth’s Instructor, 26 de septiembre de 1901.
Las cuerdas de Satanás
Los rigores del deber y los placeres del pecado son las cadenas
con las que Satanás ata a los hombres en sus trampas. Únicamente
quienes estén dispuestos a morir antes que cometer un mal acto,
serán hallados fieles.—Testimonios para la Iglesia 5:50.

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