La Técnica de Diadas
La Técnica de Diadas
La Técnica de Diadas
Los autores del enfoque sistémico en psicoterapia familiar y de pareja atinadamente han
dicho que el sistema que constituye la familia o la relación de pareja conforma una
totalidad con la cual debe trabajar el psicoterapeuta como una unidad, comprendiendo las
interacciones y los subsistemas que la integran. Por ese motivo consideran que en la
psicoterapia de pareja y en la psicoterapia familiar es conveniente trabajar conjuntamente
con ambos integrantes de la pareja o con todos los miembros de la familia, según sea el
caso. Señalan que no es conveniente realizar entrevistas por separado, en las que cada
parte puede buscar una complicidad con el psicoterapeuta y provocar la suspicacia de los
otros, o bien intentar que el psicoterapeuta sea un intermediario para la comunicación
indirecta entre las partes en conflicto. Según esto, el psicoterapeuta puede correr el riesgo
de ser absorbido en la homeostasis neurótica de la familia, formando parte de alguna de
las facciones.
Considerando esos argumentos, en los primeros casos en que realicé psicoterapia familiar
y de pareja, desde la primera sesión entrevistaba a todos los integrantes de la familia o a
ambos integrantes de la pareja. A los pocos minutos me veía convertido en una especie de
réferi tratando de calmar las expresiones fuertemente agresivas de unos hacia otros.
Quienes en la vida cotidiana parecían ser víctimas de maltrato psicológico en la familia o
en la pareja, aprovechaban el respaldo moral que significaba estar frente al psicólogo para
sacar a relucir sus más profundos rencores y llenar de “bofetadas” psicológicas al
“maltratador”, que en ese momento se veía debilitado al estar en un escenario que no era
el habitual y siendo observado por el psicoterapeuta. Sin embargo, sin llegar a los
extremos de los que hablaban los que se sentían víctimas, el presunto victimario se
defendía descalificando las acusaciones o haciendo acusaciones recíprocas. El consultorio
se llenaba de tensión y el psicoterapeuta tenía también un gran desgaste laboral,
intentando conciliar con dificultad para llegar a consensos que si bien aceptaban todos o
la mayoría, por razón o por cansancio, no tenían el arraigo emocional necesario, con lo
cual la dinámica enfermiza persistía.
Después de pocos intentos, consideré que ese enfoque estaba equivocado y empecé a
poner en práctica una nueva manera para realizar la psicoterapia familiar, tomando en
cuenta mi más amplia experiencia en la psicoterapia individual y el surgimiento
concomitante de la Teoría de la Praxis. Esta nueva manera de realizar la psicoterapia de
pareja y familiar se centra en la técnica de diadas que ha sido perfeccionada a través de
los años y aquí exponemos de manera integrada.
Cuando una pareja, o una familia, solicita ayuda psicoterapéutica y llegan a su primera
sesión, antes de pasarlos al consultorio les pregunto si desean pasar juntos o consideran
preferible que alguno o algunos pase(n) primero. Intercambian miradas y en segundos
deciden cualquiera de las tres posibilidades: a) todos juntos; b) primero los padres; c)
primero uno de los padres o de la pareja. Acepto su decisión, a la que considero un dato y
comenzamos.
Después del saludo y los preámbulos de cortesía y primeros elementos de empatía, voy
tomando sus datos básicos: nombre, parentesco o rol cuando no es evidente, edad,
ocupación, estudios realizados. Les pido describir la manera de ser de los que no están
presentes (psicograma) para ubicar sus valores, actitudes, cercanías, grado de afinidad o
de rechazo. No pido que describan la manera de ser de los presentes porque eso podría
desatar la batalla. Pido su domicilio o sus domicilios para ubicar nivel socioeconómico y
contexto cultural, así como su teléfono celular para poder localizarles en caso de
necesidad.
A continuación solicito me indiquen cuál fue el acontecimiento que les hizo tomar la
decisión de acudir a psicoterapia. Observo quién toma la iniciativa para contestar la
pregunta y las reacciones que van teniendo los demás (el otro en el caso de la relación de
pareja). No tarda mucho en que la narración comience a generar controversia entre ellos.
Apenas veo que inicia la controversia, con la prudencia, cortesía y amabilidad que deben
caracterizar al psicoterapeuta, pero sin permitir siquiera que se aclare demasiado o se
adentren en la discusión, a la mayor brevedad posible, pido quedarme solamente con la
persona que ha tomado la iniciativa para responder, que se observa con mayor interés en
la psicoterapia, pidiendo a los demás, en su caso al otro integrante de la pareja, que pasen
a la sala de espera.
Puede ser que desde el inicio la pareja prefiera que uno de ellos sea el que pase primero o
bien, si pasan ambos, en cuanto inicia la controversia –como decíamos- el psicoterapeuta
pide hablar por separado con cada uno de ellos, primero el más motivado.
Ya estando a solas, el psicoterapeuta reitera la pregunta: ¿Qué fue lo que sucedió para
que decidieran solicitar psicoterapia? Tomando como dato la respuesta del paciente, el
psicoterapeuta pide detalles narrativos de un acontecimiento específico para ubicar con
precisión el núcleo del requerimiento terapéutico. Con base en ese núcleo en un tiempo
no mayor de 25 minutos, el psicoterapeuta indaga diferentes aspectos de la situación
actual que entran en relación dinámica con dicho núcleo (salud corporal, familia, pareja,
amistades, escuela, trabajo-economía, rasgos de personalidad y estados de ánimo) y
cuáles fueron los eventos previos al inicio de esta etapa (disparadores). Solicita
información resumida sobre la trayectoria desde el inicio de la relación de pareja, así
como los antecedentes significativos de parejas anteriores, y la forma en que el paciente
se relacionó con cada uno de sus padres, hermanos, otros familiares significativos,
amistades, maestros y compañeros durante la infancia y la adolescencia, observando la
conformación de su rol como pareja a través de dichas relaciones; también reviso la
manera en que los momentos y etapas más significativos de su vida pueden estar
influyendo en su personalidad en relación con el núcleo.
Dentro de esos 25 minutos, el psicoterapeuta también aprovecha para intervenir con los
siguientes 3 aspectos que son fundamentales:
Al cumplirse los 25 minutos el psicoterapeuta usa unos 3 minutos para explicar al paciente
sus conclusiones generales (diagnóstico y pronóstico), todavía preliminares. Le explica que
ahora pasará la otra persona y en caso de ser pertinente, después de un tiempo similar,
les pedirá que pasen ambos para realizar un ejercicio compartido y para darles un punto
de vista integrado. Si el paciente tiene preguntas se aclaran procurando no extenderse en
el tiempo para permitir que desde la primera sesión haya un trabajo psicoterapéutico
concreto. Pasa al otro integrante de la pareja y realiza una minientrevista de 25 minutos
de manera similar a como lo hizo con la primera persona. El psicoterapeuta debe tener
cuidado de no transmitir información de una parte a la otra, aun cuando el paciente
pregunte si ya el otro le dijo o le comentó sobre tal o cual tema: “Los psicoterapeutas no
pasamos información de una parte a otra, hay absoluta confidencialidad. Ustedes sí
pueden, si quieren, comentar todo lo que haya ocurrido en la sesión. Si el psicoterapeuta
considera que lo dicho por uno es importante que lo sepa el otro, le pedirá expresamente
que lo comenten de manera directa ya sea dentro o fuera del consultorio”.
Ejercicio de diadas
Estando ya los dos integrantes de la pareja sentados frente al psicoterapeuta, éste les dice
lo siguiente:
“En la primera parte de esta sesión he podido comprender el punto de vista de cada uno
de ustedes. Los dos han expresado interés y disposición para superar la situación que han
estado viviendo en la relación de pareja. Para iniciar, les comenté a ambos que en caso de
verlo pertinente realizaríamos un ejercicio técnico con el que se suele iniciar una terapia
de pareja (o familiar en su caso). Este ejercicio dura entre 15 y 20 minutos y tiene 2 etapas
básicas. En la primera de estas etapas vamos a hablar solamente de cosas agradables a
través de preguntas que yo les iré haciendo, si dicen algo que pueda ser desagradable les
interrumpiré lo más rápidamente posible para que solamente se concentren en
mencionar cosas agradables. Cuando haya concluido esa primera parte, pasaremos a la
segunda parte en la que hablaremos de aquello que no es tan agradable, yo les indicaré
cómo lo haremos”. Se verifica que ambos pacientes hayan captado con claridad las reglas
del ejercicio y se procede.
Cada una de las preguntas busca respuestas lo más descriptivas posibles. No es suficiente
con descripciones generales como “salíamos a pasear”, sino que es necesario que
recuerden específicamente un paseo, por ejemplo, cuando fueron a Xochimilco, y que
describan lo ocurrido como si se tratara de una película. El psicoterapeuta tiene como
objetivo que dichas descripciones generen imágenes mentales tanto en la persona que
está hablando como en la otra, que escucha. Entre más nítidas sean esas imágenes se
generan importantes reacciones emocionales en ambos, cambios favorables en el estado
de ánimo, revaloración de esos recuerdos agradables y una actitud más abierta y positiva
hacia la otra persona.
“Muy bien. Ahora pasaremos a la segunda parte de este ejercicio. En esta segunda parte
cada uno de usted hará una propuesta, una sugerencia, una petición a su pareja, algo que
le gustaría que modificara en su manera de ser. No es posible dos o más propuestas, sólo
una, aquella que consideren más importante”.
Las personas expresan dificultad para concentrarse en una sola propuesta, quisieran decir
muchas de sus inconformidades. El psicoterapeuta puede explicar que esto no es
conveniente para hacer eficiente el proceso de cambio, entre más peticiones de cambio
en la manera de actuar menos posibilidades de que se realicen y se mantengan. El
paciente comprende la explicación del psicoterapeuta, piensa un poco y hace su
propuesta, generalmente en forma negativa y general o de manera abstracta. Por
ejemplo, dice que “no me grite”, “que no me falte al respeto”, que “deje de ser mala onda
conmigo”, etc.
Cuando el segundo paciente acepta hacer suyo el propósito que surge de la propuesta de
su pareja, el psicoterapeuta lo escribe en la hoja de propósitos compartida, anteponiendo
su nombre: “1. Manuel: Mantener la calma y preguntar qué ha pasado cuando Gloria se
demore”.
Cierre de la sesión
Después de que ya se han escrito los propósitos de ambos. El psicoterapeuta expone sus
conclusiones sobre lo que ha ocurrido en la historia de la pareja, cuáles han sido los
motivos que han generado tensiones y conflictos, así como la perspectiva que tendrá el
tratamiento. Dialoga con la pareja para aclarar preguntas y precisar las conclusiones.
El psicoterapeuta explica que cada quien es responsable de sus propios propósitos y que
no es recomendable que la otra persona esté recordando o exigiendo que se cumplan, o
condicionando cumplir si el otro cumple. En la siguiente sesión, después de comentar los
eventos agradables y desagradables de la semana, el psicoterapeuta le preguntará a cada
quien sobre su propósito y analizará individualmente, con la presencia del otro, el grado
en que lograron o no cumplir lo que pretendían. Si la persona dice que ha cumplido muy
bien con su propósito se le preguntará al otro para confirmar o matizar lo que dice el
primero, pero si éste dice que ha cumplido “regular” o no ha cumplido con su propósito se
analizará de manera individual, con la presencia del otro pero sin preguntarle su opinión,
el por qué y se verá la forma de hacerlo más accesible o pertinente.
Para terminar la sesión, el psicoterapeuta acuerda la próxima cita con los pacientes, la
pone por escrito en la hoja de propósitos y le entrega una copia a cada uno de los
integrantes de la pareja. Les hace notar que al reverso de la Hoja de Propósitos hay un
Cuestionario de Autoevaluación que les pide responder unos minutos antes de acudir a la
siguiente sesión psicoterapéutica.
Sesiones subsecuentes
En la tercera sesión, pide a los integrantes de la pareja que pasen alternadamente por
separado, entre 5 y 15 minutos cada uno, para conocer su punto de vista individual sin la
presencia de la otra parte. Después los reúne para proceder de la misma manera que en la
sesión segunda.
De esa manera las entrevistas por separado se van espaciando. Se recomienda tener
breves charlas por separado en la sesión 6, 11 y 16. Al mismo tiempo se van espaciando
las sesiones, en términos generales pueden ser de entre 4 y 6 sesiones una vez por
semana y luego 4 a 6 sesiones una vez por quincena; 4 a 6 sesiones una vez por mes; 4 a 6
sesiones una vez cada dos meses. Esta última etapa se considera Prealta y luego se puede
tener un seguimiento una o dos veces por año. La duración y espaciamiento de las
sesiones puede ser más rápido o más lento dependiendo de la gravedad del caso. En
algunos casos es necesario complementar la psicoterapia de pareja con sesiones de
psicoterapia individual y/o con sesiones de psicoterapia de grupo, cuando uno o ambos
integrantes padecen alteraciones personales significativas que trascienden claramente a la
conflictividad de la pareja: adicciones, celos exagerados, apatía primaria, depresión
primaria, ansiedad generalizada, inseguridad excesiva, heridas emocionales, estrés
postraumático, rasgos psicóticos, etc.
Para aplicar la técnica de diadas en la terapia familiar se realiza algo análogo a lo explicado
en cuanto a la terapia de pareja, solamente que las diadas pueden ser padre-hijo,
hermano-hermano, abuelo-nieto, dependiendo de cómo esté integrada la familia.
La primera diada con la que se trabaja en la terapia familiar es con la persona más
motivada, con la que ha tomado la iniciativa para realizar la psicoterapia familiar, la que
toma más rápidamente la palabra para responder con diligencia las preguntas del
psicoterapeuta y con la persona más vulnerable. La más fuerte-positiva (la más sana) y la
más vulnerable emocionalmente constituyen la primera diada.
2 C A+C A+B
3 B+C A+B+C
4 D A+D A+B+C
5 B+D A+B+C
6 C+D A+B+C+D
7 E A+E A+B+C+D
8 C+E A+B+C+D
9 D+E A+B+C+D
10 B+E A+B+C+D+E
11 y A+B+C+D+E
siguientes
Si algún integrante de la familia no acude a la psicoterapia o deja de ir, se trabaja con una
distribución similar con aquellos que si estén dispuestos a participar.
Después de la sesión 11, suponiendo que la familia sea de 5 integrantes, en las sesiones 12
a 16 el psicoterapeuta dedicará 10 a 15 minutos del principio de la sesión para escuchar la
vivencia personal de uno de los integrantes de la familia y brindarle orientación, en la
misma secuencia: ABCDE.