Espiritualidad Jesuita
Espiritualidad Jesuita
Espiritualidad Jesuita
INTRODUCCION
La espiritualidad es difícil de definir. Tiene que ver con el "estilo" o el "espíritu" de nuestra vida el modo en que
vivimos nuestra fe en Dios: nuestra manera de ser religiosos. Richard McBrien ha escrito: "Ser ‘espiritual’ quiere
decir saber, y vivir de acuerdo con tal conocimiento, que hay algo más en la vida de lo que podemos ver con los
ojos. Más aún, ser ‘espiritual’ quiere decir saber, y vivir de acuerdo con tal conocimiento, que Dios está presente en
nosotros por la gracia como principio de transformación personal, interpersonal, social, e incluso cósmica. Estar
‘abiertos al Espíritu’, es aceptar explícitamente quiénes somos y qué estamos llamados a ser, dirigiendo nuestras
vidas en torno a este Espíritu."
Cada una de las grandes familias religiosas de la Iglesia, como los Benedictinos, los Franciscanos, y los Dominicos,
tienen una manera particular de seguir a Cristo Resucitado, y de responder al Espíritu Santo. Este folleto ha sido
diseñado para darte a conocer la espiritualidad jesuita, y darte una idea de sus contornos, o características
distintivas. Sin embargo, esta descripción escrita sólo llega hasta un cierto punto. La mejor manera de llegar a
conocer la espiritualidad jesuita es incorporando algunos de sus principios y oraciones en tu vida diaria, y conversar
con jesuitas, al igual que con otras personas que vivan la espiritualidad de San Ignacio. Para ayudarte a comenzar,
a través de estas páginas se te ofrecen algunas sugerencias para orar y reflexionar, y así seguir a Jesús, por medio
de la espiritualidad ignaciana. Durante las próximas semanas y meses, no dudes en utilizar estas páginas durante
tu oración y/o meditación personal. El desarrollo de los hábitos de oración y reflexión asidua es indispensable para
quienes están considerando ingresar a la vida religiosa.
ESPIRITUALIDAD JESUITA
Siguiendo el ejemplo de San Ignacio, la vida jesuita se centra en la imitación de Jesús, enfocándose en el amor, la
mente, el corazón, los valores y las prioridades de Cristo. *¿Cuáles son tales valores, prioridades y amores?
Ignacio nos animaría a considerar lo que dijo e hizo Jesús. En la base de la vida de Jesús estaba la oración, una
búsqueda constante de cómo vivir una vida auténticamente humana ante un Dios amoroso. Jesús predicó el
perdón de los pecados, curó a los enfermos y poseídos, y dió esperanza a los pobres, a los marginados social y
económicamente. Jesús habló de alegría, paz, justicia, y amor; llamó a hombres y mujeres de todas las clases
sociales a continuar siguiendo su camino hacia Dios y su compromiso de ayudar a las personas a ser íntegras y
santas.
La Compañía de Jesús intenta incorporar estos mismos valores evangélicos en todas sus obras. Los Jesuitas
subrayan la necesidad de tomar tiempo para reflexionar y orar, y así darnos cuenta de cómo quiere Dios que
sirvamos en todos nuestros ministerios. Este compromiso activo de buscar la dirección de Dios se llama
discernimiento. Como jesuitas, la característica más importante que vemos en Jesús es una obediencia amorosa, y
un deseo de corazón sincero para encontrar y practicar la forma en que Dios quiere que los hombres y las mujeres
se sientan perdonados, sean libres, y utilicen todos sus talentos y oportunidades de manera que puedan construir
este mundo como el lugar donde florezca la fe, la justicia, la paz, y el amor. Este tipo de espiritualidad es llamada
de encarnación. Esta contempla el mundo como el lugar en el que Cristo caminó, conversó, y abrazó a la gente.
Por lo tanto, contempla el mundo, como un lugar de gracia, en donde se puede dar la vida a otros.
Al mismo tiempo, la espiritualidad ignaciana es realista. El mundo al que se enfrentó Cristo era también un mundo
de crueldad, injusticia, y de abuso de poder y autoridad. Por consiguiente, la espiritualidad jesuita afirma nuestro
potencial humano, pero también está entregada a la lucha diaria y constante entre el bien y el mal. Ninguna obra
apostólica agota el bien que se puede hacer; por lo tanto, los jesuitas hacen toda clase de trabajos. La norma
jesuita es: encontrar a Dios donde mejor se le pueda servir y donde el pueblo esté mejor servido.
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Al comenzar a explorar la posibilidad de ser sacerdote o hermano jesuita, quizás podría interesarte el empezar una
dirección espiritual. Un director espiritual es una persona a quien le puedes hablar de tu experiencia de Dios, tanto
en la oración como en las obras de tu vida diaria. Nunca es fácil hablar de nuestra vida personal—a quién amamos,
cuáles son nuestras luchas, o qué nos ha herido en nuestra vida, nuestras esperanzas, temores, sueños más
profundos, y nuestra relación con Dios—pero los frutos de tales conversaciones son enormes. Con ayuda de tu
director espiritual, te harás más consciente de la acción de Dios en tu vida y de cómo puedes responder mejor a los
dones de gracia de Dios. ¿Quién puede beneficiarse de la dirección espiritual? Cualquier persona que haga un
compromiso sincero a orar con regularidad y esté dispuesta a compartir esa experiencia con plena confianza, con
otro creyente que viva esta espiritualidad. La dirección espiritual puede ser
especialmente beneficiosa para aquellos que entran en una vida seria de oración por primera vez, o para los que
se están haciendo preguntas fundamentales sobre su vocación. Si esto te atrae, pregunta a cualquier director de
vocaciones para que estés en contacto periódicamente con un director espiritual. La frecuencia de los encuentros
varía, pero normalmente la persona se encuentra con su director al menos una vez al mes.
EXAMEN DE CONCIENCIA
Siguiendo los pasos que se enumeran aquí, puedes experimentar este "método" de crecimiento personal y de
descubrimiento del núcleo de tu identidad. Te puedes sensibilizar más a tu propio espíritu—sus deseos, sus
potencias, su fuente; y desarrollarás una apertura para recibir el apoyo ofrecido por Dios.
"El amor consiste en el mutuo compartir" (Ejercicios Espirituales de San Ignacio)
"Señor, amante de la vida, tu Espíritu imperecedero está en todo." (Sabiduría)
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San Pablo. "para ver si están viviendo con fe; examínense. Quizá ustedes mismos no se den cuenta de que Cristo
Jesús habita en ustedes" (2 Cor.) Su influencia nos llega a través de su pueblo, el Cuerpo de Cristo; como tambien
atravez de la Escritura, la Palabra de Dios. Ahora, al orar, el espíritu de Cristo te ayudará a conocer su presencia y
cuidado. A medida que reflexiones acerca de ti mismo por medio de la oración diaria, te conocerás más y más. Por
lo tanto, llegarás a reconocer la presencia de Cristo en tu vida. Cristo te invitará continuamente a amar a tu prójimo
como a ti mismo, y te dará fuerza para hacerlo.
Reflexión final
El crecimiento en la amistad y la intimidad requiere tiempo y atención constante. Trate de dedicar 10 a 15 minutos
diarios a este examen de conciencia.
Cubre los cinco puntos todos los días, con la libertad de detenerte más en un punto que en otro, según te
mueva el Espíritu.
Date cuenta de cómo creces en el aprecio de la diversidad de vocaciones (matrimonio, sacerdocio, vida
religiosa) en el pueblo de Dios.
Pide que todos escuchen el llamado de Dios y respondan generosamente a su vocación. "Venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra..."
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ser ministro del Cristo que sana,
el liberador, el enriquecedor, el fortalecedor.
Ser capaz a través de ti, de ayudar a muchos—
de llevarles luz no sólo para sus almas,
sino también para sus cuerpos,
y de llevarles por igual otros beneficios pare el cuerpo y alma
a todos y cada uno de mis prójimos.
esto lo pido por Cristo nuestro Señor. Amén.
Beato Pedro Faber, S.J. de sus memorias.
Enséñame a escuchar
Enséñame a escuchar, oh Dios,
a los que están más cerca,
mi familia, mis amigos, y mis compañeros de trabajo.
Ayúdame a ser consciente de que, cualquiera que sean las
palabras que oiga, el mensaje:
"Acéptame como soy. Escúchame."
Enséñame a escuchar, oh, Dios compasivo,
a los que están lejos—
el susurro de los desamparados,
la súplica de los abandonados,
el llanto de los angustiados.
Enséñame a escuchar, oh Dios, oh Madre
a mí mismo.
Ayúdame a tener menos miedo
y a confiar en la voz dentro de mí—
en lo más profundo de mí.
Enséñame a escuchar, Espíritu Santo,
a tu voz—
en el trabajo y en el aburrimiento,
en la certidumbre y en la duda,
en el ruido y en el silencio.
Enséñame, Señor, a escuchar. Amén.
Adaptado por John Veltri. S.J.
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