Los Sacramentos
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EL ORDEN
- Tras este preámbulo vamos a estudiar primero, para seguir un proceso
racional, el sacramento del Orden que es el que capacita, como hemos dicho,
para administrar ese depósito de energía espiritual específico para los
cristianos..
- Estupendo. Pero antes quisiera aclarar algo.
- ¿Qué?.
- ¿Cómo se llena ese depósito?.
- Se llena con las vibraciones de devoción de los fieles, con sus oraciones,
con sus cánticos, con las explosiones de amor y de compasión y de hermandad
que, sobre todo en la Eucaristía, se producen entre los hombres y los ángeles
que asisten al acto; con todas las buenas obras y los pensamientos positivos y
la fe y el amor de todos los cristianos y, en una palabra, con todo lo que los
fieles hacen ajustándose al supremo mandamiento de Cristo: "Ama a Dios
sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo".
LOS SACRAMENTOS.- Francisco-Manuel Nácher López
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- Comprendo. Y es impresionante.
- Porque no pienses que la energía disponible es inagotable. Esa idea de
la infinitud es ajena a Cristo y a todos los conocimiento ocultos. En la
naturaleza, y lo oculto forma parte de ella, no hay nada infinito, salvo el
Absoluto, origen de todo. Por debajo de Él, todo es limitado y hay que
administrarlo con inteligencia y tino para obtener los mejores resultados con
el menor desgaste de energías. Por eso lo del depósito para los cristianos y por
eso que su contenido se derrame sobre los fieles en determinados momentos y
en determinados lugares y no cada vez que cada uno lo necesite. Para
materializar esas energías tan sublimes, procedentes de las más altas esferas, se
necesitaría un consumo de fuerzas enorme que se evita concentrando a los
fieles en determinado momento y lugar y derramándolas allí sobre ellos de
modo que cada uno reciba la cantidad y la calidad que es capaz de asimilar sin
malgastar nada. ¿Comprendes?.
- Perfectísimamente.
- Bien. Pues sigamos. Pero para que comprendas perfectamente todo lo
que va a seguir te quisiera hacer una exposición resumida de otra materia cuya
comprensión es previa y necesaria para que te des cuenta luego de lo que
verdaderamente hay dentro de los sacramentos.
- De acuerdo. Soy todo oídos.
- Nuestro Espíritu, cuando nace en y de Dios, es sólo una chispa de
materia divina. Ese Espíritu Virginal o esa Mónada, que así se lo denomina
también, se sitúa en el llamado Mundo de los Espíritus Virginales, que es el
segundo Mundo, contando desde arriba, de los siete que componen el Plano
Cósmico en el que estamos evolucionando y del que nuestro tan familiar
Mundo Físico no es sino la séptima capa, o sea, la inferior.
- Entonces el Espíritu Virginal está lejísimos, ¿no?
- Lejísimos, no. Porque, como tú sabes, todos los mundos superiores,
aparte de que ocupan más espacio que los inferiores, los interpenetran a todos.
Tu Mónada, pues, está dentro de ti mismo. Lo que ocurre es que ni tú eres
sensible a sus vibraciones, ni ella a las tuyas, en este plano. ¿Comprendes?
- Sí. Perfectamente.
- Pues bien, ese Espíritu Virginal envía, a imitación de Dios, del que no
es sino una parte, tres aspectos de sí mismo al Mundo inmediatamente
inferior, que es el Mundo del Espíritu Divino. Se convierte, pues, de uno en
trino: Un espíritu con tres aspectos.
- Eso es un poco difícil de concebir
- No tanto. Piensa en que, por ejemplo, la electricidad, si atraviesa una
resistencia produce calor, si pasa a través de una lámpara halógena, produce
luz y, si lo hace a través de un electroimán, produce magnetismo. La
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electricidad puede ser siempre la misma, pero la apariencia, el ropaje, el
aspecto con el que se manifiesta será distinto.
- Ya lo veo, sí.
- Si asignamos a la Mónada, que se encuentra en el Mundo de los
Espíritus Virginales, la letra A, sus tres aspectos o principios, situados en el
Mundo del Espíritu Divino, serán las letras B, C y D. ¿De acuerdo?
- De acuerdo.
- Pues bien. El aspecto B permanece en su plano y constituye lo que se
denomina el Espíritu Divino o primer aspecto de nuestro triple espíritu, un
reflejo del Padre, primera persona de la Santísima Trinidad. Los principios C
y D envían una parte de sí mismos al siguiente Mundo, el Mundo del
Espíritu de Vida, más denso que el anterior. Si a esas prolongaciones las
denominamos, les corresponderán las letras E y F. ¿De acuerdo?
- Sí.
- El aspecto E repite el proceso del B, es decir, permanece en ese plano y
se constituye en el Espíritu de Vida, segundo aspecto del Triple Espíritu,
equivalente del Hijo en la Trinidad. Y, por fin, el principio F envía una parte
de sí mismo al siguiente plano, situándose en la Región del Pensamiento
Abstracto del Mundo del Pensamiento, y constituye el Espíritu Humano,
tercer aspecto del Triple Espíritu, equivalente en él a la Tercera Persona de la
Trinidad, el Espíritu Santo, y al que asignaremos la letra G. ¿Me sigues?
- Completamente.
- Pues ahora piensa que el Espíritu Humano está comunicado con el
Cuerpo Mental, que está situado un escalón más abajo, en la Región del
Pensamiento Concreto del Mundo del Pensamiento y al que comúnmente
llamamos "la mente", mediante un fino hilo, al que asignamos la letra H.
¿Sigues comprendiendo?
- Hasta ahora, sí.
- Pues ya falta poco. Piensa que esa comunicación continúa desde el
Cuerpo Mental hasta el Cuerpo de Deseos, Astral o Emocional, situado un
Mundo más abajo y que es un duplicado del Espíritu Humano; que, aún
sigue la comunicación hasta el Cuerpo Etérico, situado en la Región Etérica
del Mundo Físico y que es un duplicado del Espíritu de Vida; y que sigue
luego hasta el Cuerpo Físico, que nos es tan familiar y que está situado en la
Región Química del Mundo Físico y es un duplicado del Espíritu Divino.
- ¿O sea que el conjunto es como simétrico?
- Exacto. Si consideras a la mente como un espejo que refleje lo de
arriba en la zona inferior, se ve clarísimo: Contando desde la Mente, hacia
arriba están el Espíritu Humano, el Espíritu de Vida y el Espíritu Divino; y
contando hacia abajo, el Cuerpo de Deseos, el Cuerpo Etérico y el Cuerpo
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Físico. Tú ya sabes, por otra parte que estos tres están unidos con el Mental
por el llamado Cordón de Plata. Por tanto, esa conexión, la H, entre el cuerpo
Mental y el Espíritu Humano es una continuación del Cordón de Plata hacia
arriba, que es lo que hemos de desarrollar.
- Es un poco complicado pero se comprende.
- Sí, pero es clave tenerlo claro para entender lo que ahora viene.
- Vamos a ver.
- Las órdenes sagradas pueden ser menores y mayores. Las menores
(tonsura, portero, lector, exorcista y acólito) no tienen ninguna particularidad
desde el punto de vista esotérico. Las mayores, sí. Y éstas son: el
Subdiaconado, el Diaconado, el Sacerdocio y el Episcopado, aunque el
Subdiaconado no es más que una preparación para el Diaconado y no otorga
ningún poder.
La ordenación del Diaconado convierte al diácono en una especie de
ayudante o aprendiz de sacerdote. El Diácono, como poder, adquiere el de
bautizar, aunque eso también lo puede hacer un laico, con menor efectividad,
como veremos.
La ordenación del sacerdote ya confiere a éste lo verdaderamente
importante y exclusivo.
- ¿Y qué es?
- El poder para utilizar la energía del depósito especial de que hemos
hablado; el poder para consagrar la Hostia; el poder de bendecir determinados
objetos o lugares; el poder de bendecir al pueblo en el nombre de Cristo; y el
poder de absolver los pecados.
En cuanto a la consagración Episcopal, confiere al obispo que,
previamente, ha de ser sacerdote y, por tanto, poseer sus poderes, la Sucesión
Apostólica; el poder de ordenar sacerdotes y consagrar obispos,
perpetuándola; el poder de administrar el sacramento de la confirmación; y el
poder de consagrar iglesias para dedicarlas al servicio de Dios.
- ¿Y los cardenales?.
- Los cardenales, así como los arzobispos, el propio Papa y los demás
títulos como archidiácono, deán, canónigo, vicario, etc., no tienen nada de
especial, salvo que se dedican a determinadas actividades. Pero no tienen más
poder del que otorgan el Presbiterado y el Episcopado.
- ¿Entonces para qué los títulos?
- Ten en cuenta que la iglesia tiene tras de sí una larga historia y que en
cada época su labor se ha interpretado de modo distinto. No es, pues, de
extrañar que existan todas esas denominaciones. Pero lo que estableció Cristo,
lo que subyace a todo es lo que te he dicho. Los clérigos, cualquiera que sea su
rango y poder, se establecieron para beneficio del mundo y están destinados a
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servir de canales para la distribución de la gracia de Dios. Su deber es explicar
la verdad tal como ellos la perciben y ayudar y aconsejar a quien lo necesite.
Lo que no pueden hacer es erigirse en directores de conciencias, imponiendo a
nadie lo que debe o no debe hacer. Eso es labor de cada uno, que es perfecta y
totalmente libre de orientar su vida como más le plazca con arreglo a sus
luces. Sólo de ese modo, errando y experimentando las consecuencias del
error en forma de sufrimientos, debe cada uno aprender. Y nadie puede dictar
la conducta a nadie porque, desde ese momento, se ha convertido en
responsable de todos los errores del otro y de su falta de esfuerzo y de
iniciativa y, por tanto, de adelanto. El clérigo debe ser un ejemplo, ahí está su
primera obligación, un duplicado de Cristo y, en base a eso, aconsejar a quien
se lo pida. Ni el mismo Cristo dijo a nadie lo que había de hacer. A todos los
dejó en libertad. Se limitó a indicar el camino, a decir ‘‘yo soy el camino’’, a
ser ejemplo y a prestar toda la ayuda que pudo. Y nada más.
- ¿Y la política?
- Ese ha sido el talón de Aquiles de la iglesia. Los Evangelios dicen bien
claro en Juan 3:17 que "Dios no mandó a Su Hijo al mundo para juzgar al
mundo". No obstante, a lo largo de la historia, ha fallado sistemáticamente en
eso y aún hoy reincide en tal postura, identificándose con determinadas ideas
o partidos o posturas políticas o incluso, frecuentemente, del lado de los más
fuertes, como si no existiesen hombres de buena fe en todas las corrientes de
opinión y si todas las corrientes de opinión no estuviesen constituídas por
hombres, materia prima de su apostolado. Desde el momento en que la iglesia
de Cristo, la que predicaba el "ama a tu enemigo", aceptó el convertirse en la
religión oficial de un estado que conquistaba, guerreaba, saqueaba,
esclavizaba, colonizaba y crucificaba, y bien conocido lo tenían los cristianos,
a medio mundo, se vio obligada a bendecir a los ejércitos y a impetrar la
ayuda de Cristo, precisamente de Cristo, para que les diese la victoria frente a
sus hermanos, a los que el propio Cristo les había ordenado amar como a sí
mismos. Las consecuencias fueron las lógicas: Los verdaderos cristianos, los
verdaderos seguidores y practicantes de la doctrina de Cristo fueron poco a
poco separados de la iglesia que, de ese modo, fue aprendiendo y ejerciendo,
hasta alcanzar la maestría, los métodos de la sociedad civil. Y estableció
mandamientos de la iglesia, enmendándole la plana a su propio fundador que
había reducido el Decálogo a sólo dos mandamientos que, a su vez, resumió
en uno: "Un solo mandamiento os doy: Que os améis los unos a los otros
como yo os he amado".
- Es verdad. Pero, ¿cómo ha podido actuar así?
- Precisamente por eso: Se eliminó o se obligó a ocultarse, a los
verdaderos cristianos; los obispos fueron designados por el poder civil; se
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eligió, consecuentemente, a los más "convenientes" en lugar de a los más
"aptos"; y, poco a poco los verdaderamente aptos, los evolucionados, los
honestos, los clarividentes, los iniciados en los Misterios Cristianos de que
habla Orígenes, los que conocían la religión por dentro, los que conservaban
aquellas enseñanzas privadas de Cristo a sus discípulos, los que tenían los
"ojos" y "oídos" a que Él alude, fueron teniendo que ocultarse para evitar ser
atormentados, expoliados, desacreditados, excomulgados y, muchas veces,
ejecutados. De ahí su denominación de "ocultistas". Y esos conocimientos,
que son los que estamos exponiendo, que son maravillosos, que una vez
conocidos y asumidos le hacen a uno comprender toda la grandeza y todo el
inmenso amor de Cristo por los hombres todos, los fue perdiendo la iglesia
oficial, aunque no se perdieron entre los verdaderos cristianos. Y ahí radica el
problema: Si al pueblo no se le dice en qué consiste la religión, qué ocurre
cuando clama a su Dios, cómo acude Éste en su socorro y por qué razón hay
desigualdades y hay dolor y hay sufrimiento, y solo se le exige una fe irracional
que, se le añade, Dios reparte arbitrariamente, el pueblo, que ha llegado en su
evolución a un momento en que plantea preguntas y desea respuestas, acaba
haciendo oídos sordos a todo lo que huela a religión, aunque en su fuero
interno clame por creer en algo, pero algo que resulte creíble, inteligible y
sugestivo y convincente, algo que uno mismo pueda manejar y comprender. Y
los clérigos, ignorantes de los poderes que poseen y de las fuerzas maravillosas
que están manejando, las relegan con frecuencia para dedicarse, con la mejor
intención, a otros problemas de la vida que se resolverían fácilmente con
explicaciones claras y racionales y el uso apropiado de las reservas de ese
depósito que Cristo preparó para los suyos. Por eso se ha creído que ha
llegado el momento de que, tanto el pueblo como los clérigos, conozcan todo
lo que Cristo hizo y pensó y previó para ellos y, una vez concienciados todos,
cada uno según sus luces, según su evolución, podamos tomar posiciones, con
entera libertad, pero con conocimiento suficiente de lo que está en juego.
Una de las diferencias fundamentales entre la religión del Antiguo
Testamento que era, efectivamente, una religión de raza, pero también un
adelanto, una preparación para la de Cristo, y la de Éste, consiste en que, así
como en el primero existe la Ley, una ley externa que hay que obedecer
externamente porque, de otro modo, se recibe el oportuno e inmediato
castigo, también externo, la religión de Cristo interioriza la Ley. Ya el Arca de
la Alianza, que no era sino un símbolo del hombre evolucionado, tenía el
Decálogo, o sea, la Ley, en su interior. La religión de Cristo elimina el pecado,
consecuencia de la Ley. Recuerda el pasaje de la mujer adúltera. Porque, si no
hay ley, no hay delito ni pecado. Y Cristo redujo todo el Decálogo a un solo
mandamiento: El del amor. Y eliminó, de un plumazo, los guías espirituales y
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los gurús, y dejó fuera de lugar a los que pretenden decidir por los demás y a
los que juzgan a sus hermanos: "No juzguéis y no seréis juzgados". La Ley
pues, desde Cristo debe ser algo interno y debemos obrar bien, no por miedo
al castigo, sino por convencimiento, porque nos sale de dentro. Y eso sólo es
posible si uno sabe, porque se lo han explicado con claridad, cómo funcionan
los cuerpos y los espíritus y Dios y el universo todo. Y, una vez comprendido
todo y asimilado, ya no hacen falta mandamiento ni ley alguna, porque uno
obra espontáneamente el bien. Eso es lo que quiso Cristo. Y el clero no tiene
más papel que el administrar ese depósito maravilloso de energía espiritual; ser
un ejemplo viviente de lo que el cristiano ha de devenir, puesto que, gracias a
la ordenación, ha dado un paso gigantesco en la evolución; y ser un canal
permanente para aproximar a Cristo, cuyo representante directo es, a los
hombres. Nada más. Y ya es bastante responsabilidad.
- ¡Cuán cierto es todo esto y qué hermoso lo que dices!
- Pero, como te dije antes, Cristo ya previó esas desviaciones y, a pesar
de todo, cuando se administra un sacramento por una persona debidamente
consagrada, el efecto querido por Cristo se produce indefectiblemente. Lo que
ocurre es que ese efecto no es el mismo si el que recibe el Sacramento es
consciente de lo que hace y de lo que recibe, que si lo hace todo porque "hay
que hacerlo", porque "es costumbre" o por otro motivo similar y sin ningún
conocimiento de qué fuerzas se mueven en esa ceremonia.
- Está clarísimo. Pero aún tengo otra pregunta pendiente.
- Vamos allá.
- ¿Cómo desciende esa energía de arriba?
- La energía espiritual o gracia de Dios y la luz de Dios y la vida misma
de Dios emana de Éste en ininterrumpidas oleadas, inundando el plano o
Mundo de Dios. De ahí va descendiendo a los planos inferiores. Pero hay que
tener en cuenta cuatro cosas.
- ¿Cuáles?
- Primera, que esa energía espiritual se queda siempre en el plano en que
se encuentra, salvo que, desde otro inferior, se la haga descender.
- ¿Segunda?
- Que, al descender de un plano a otro inferior, esa energía disminuye su
efectividad, ya que cada vez se trata de medios más densos, que frenan la
altísima vibración de esas energías.
- ¿Tercera?
- Que para que esa energía descienda de un plano al siguiente ha de ser
atraída desde éste.
¿Y cuarta?
EL BAUTISMO
Vamos ahora a estudiar, también brevemente, el sacramento del
Bautismo.
- Te escucho con delectación.
- El Bautismo tiene tres objetivos principales, a saber: La apertura de los
chakras superiores del cuerpo a la influencia espiritual; la represión de las
tendencias negativas que se traen de otras vidas; y el dotar al neófito de una
especie de ángel de la guarda.
- ¿Y el pecado original?
- Eso es una de las historias derivadas de errores de traducción e
interpretación de la Sagrada Escritura. No podemos ahora dedicarnos a
estudiar ese tema. Te diré tan sólo que, dado que todos tenemos en nuestro
pasado una serie enorme de vidas, puesto que cada encarnación o
renacimiento no es sino como un día de clase en la escuela de la vida, nuestros
vehículos inferiores, el físico, el etérico, el de deseos y el mental, que forman
lo que se llama la Personalidad, traen al renacer determinadas tendencias,
unas positivas y otras negativas. Las negativas constituyen una especie de
elemental, un compendio de todo lo malo que aún conservamos, que se
denomina el Guardián del Umbral, contra el que uno ha de combatir la
primera vez que pasa conscientemente del plano físico al astral; y las positivas
forman otro elemental, pero positivo, resumen o compendio de todo lo bueno
que hay en nosotros. Pues bien, el bautismo tiene por finalidad el frenar, el
dificultar el renacimiento, durante la vida del bautizando, de ese "demonio",
de esas tendencias negativas, y de favorecer la proliferación de las positivas.
¿A ti te parece razonable que por culpa de un hipotético Adán, todos
tengamos que nacer en pecado?. El pecado, que no existe porque lo único que
existe es el error, es una cosa totalmente personal e intransferible, lo mismo
que la virtud o la evolución. Nadie, absolutamente nadie, tiene que responder
ante las leyes de Dios, que son las leyes naturales, más que por lo que él
mismo ha hecho. Y es inconcebible que se hable por un lado, de un Dios todo
amor y todo justicia y, por otro, de su ofensa por el pecado y de ese pago de
unos por otros. Se cae por su base. La finalidad, pues, del bautismo es la
lógica y la racional. Y la justa: Ayudarnos a evolucionar, mejorando nuestros
pensamientos, palabras y obras.
- ¿Entonces no existe el pecado?
- El pecado supone ánimo de pecar, como el delito supone dolo. Y el
hombre no pretende pecar ni, por tanto, ofender a Dios. El hombre
simplemente lo que quiere es vivir y en esa tesitura, por ignorancia, vulnera
una serie de leyes naturales y esa vulneración pone en marcha una serie de
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causas que, en su momento le acarrearán las correspondientes consecuencias
en forma de enfermedades o deficiencias o problemas. Pero nunca se trata ni
de que uno quiera ofender a Dios ni, menos aún de que Dios se ofenda por
nuestros errores. ¿Qué clase de Dios sería ese?. ¿Puede ser ese el mismo Dios
que nos aconsejó o, mejor, que nos pidió perdonar siete veces siete a quien
nos ofenda, el mismo Dios que entregó Su vida por nosotros?.
Evidentemente, no. Ese no es el Dios que Cristo vino a mostrarnos. Ese es
Jehová, el Dios de Israel que, como espíritu de raza del pueblo escogido, en
una determinada época de su historia, consideró conveniente aparecer como
susceptible y vengador para desarrollar en su pueblo la voluntad, que tenía
aún muy débil. Y por eso precisamente, aparte de otros motivos, vino Cristo.
Y no se deben mezclar ambas cosas, sencillamente porque son distintas y sólo
llevan a todos a la confusión y al descreimiento.
- Es comprensible que así sea. Pero, ¿por qué se ha afirmado lo del
pecado original?
- Eso lo podemos tratar en otro momento. Hoy centrémonos en los
Sacramentos, que ya es bastante tema. ¿Te parece?.
- De acuerdo.
- Durante la administración del Sacramento del Bautismo se abren los
chakras superiores del neófito, como he dicho, o sean, el coronario, el de la
frente, el de la garganta, el del corazón y el del plexo solar. Sin embargo no se
toca el de la base de la espina dorsal porque encierra energías que no se deben
despertar hasta llegado un avanzado estado de la evolución individual.
- ¿Y el del bazo?
- Ese, como te he dicho antes, está abierto desde el nacimiento y
especializando energía solar y, por razones obvias, no puede abrirse ni cerrarse.
- ¿Pero cómo y para qué se abren?
- Se abren mediante la señal de la cruz, que es un signo de poder. Y se
abren para que penetre por ellos la energía que el sacerdote retirará del
depósito de que antes hemos hablado. Luego el sacerdote hace una crucecita
en el pecho del niño y otra mayor, que abarca toda la longitud del cuerpo y, a
continuación, otra pequeñita en la espalda y una grande de las dimensiones
del cuerpo. Con ello forma un escudo, una coraza protectora, de luz blanca,
por delante y por detrás.
- ¿Y cuándo se recibe la energía del Bautismo propiamente dicha?
- Al verter el agua sobre la cabeza del bautizando. Pero ha de ser agua
previamente magnetizada por el sacerdote, porque el agua magnetizada tiene
la virtud de vibrar de modo que aleja las vibraciones negativas y penetra en los
cuerpos etérico, de Deseos y Mental, purificándolos. Por eso el agua ha de
llegar a estar en contacto con la piel y no basta que toque los cabellos. En el
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momento de verter el agua debe pronunciarse, necesariamente, la fórmula del
Bautismo: "Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo". Con esta fórmula de poder, exactamente pronunciada, se produce una
gran efusión de energía que penetra, por los chakras abiertos, hasta vivificar
los tres Espíritus del neófito. Esa misma energía vivifica una forma mental,
que incorporará todo lo positivo que hay en el niño y se constituirá en una
especie de Ángel de la Guarda durante la infancia. A continuación, utilizando
el crisma, que es una mezcla de aceite y bálsamo que consagran los obispos el
Jueves Santo y que se usa en el Bautismo, en la Confirmación, en la
ordenación de sacerdotes, en la consagración de obispos y en la Extrema
Unción, el sacerdote cierra los chakras para que esa energía recibida no escape
y quede allí como una fuerza viva y vaya irradiando lentamente a todos los
que con él convivan. Se hace, además, una cruz especial, con el crisma, en la
coronilla.
- ¿Por qué?
- Porque cada vez que nos dormimos, los vehículos inferiores salen del
cuerpo físico precisamente por el chakra coronario; y por él se incorporan al
cuerpo cuando nos despertamos; y por él salen definitivamente al morirnos.
Por eso a ese punto se le denominaba tradicionalmente la "puertavía". Esta
unción con el crisma construye precisamente en ese chakra una especie de
cedazo que filtra las vibraciones excesivamente negativas.
- ¿Cómo funciona eso?
- Muy sencillamente: Si durante el día uno ha caído en vibraciones de
tipo iracundo o lujurioso o de odio o envidia o similares, que no llegan a
determinado nivel de vibración ‘‘espiritual’’ (porque, recuerda que cuanto más
intensa nos parece aquí abajo una pasión, más lentamente vibra desde el
punto de vista espiritual, y viceversa), no pueden atravesar esa malla e
incorporarse a los vehículos inferiores. Y si ello ha ocurrido durante el sueño,
porque uno ha estado en contacto con los estratos inferiores del astral, serán
igualmente rechazadas, al reincorporarse uno al cuerpo, las vibraciones más
groseras.
- ¿Con ello termina la parte interna del Bautismo?
- No. Aún hace el sacerdote una cruz, persignando la frente del
bautizado con el santo crisma para señalarlo "con el signo de la cruz".
- ¿Y eso qué significado tiene?
- Es como una marca, indeleble, que indica que esa persona pertenece a
la iglesia de Cristo. Esa cruz permanece toda la vida en la frente del cuerpo
etérico del bautizado, significando que está dedicado al servicio de Cristo y,
por tanto, de sus hermanos. Es, realmente, la marca del cristiano. Y por eso la
LA CONFIRMACIÓN
- Vamos a estudiar ahora el Sacramento de la Confirmación que, como
su nombre indica, ratifica la pertenencia del confirmando a la iglesia de
Cristo.
- ¿Es aconsejable la Confirmación?
- Por supuesto. Lo que no es, es necesaria o imprescindible para recibir
los otros Sacramentos. Pero, tú piensa un poco: Si el propio Cristo en persona
la ha establecido como una ayuda gratuíta, fruto exclusivo de Su amor por
nosotros porque lo considera conveniente, ¿crees acertado prescindir de ella?.
- No, claro. Sería una insensatez.
LA PENITENCIA
Vamos a hablar ahora del Sacramento de la Penitencia.
- Este Sacramento está cayendo en desuso, ¿no?
- Quizá. Pero porque es un sacramento mal explicado y,
consecuentemente, mal entendido.
- ¿Por qué mal explicado?
- Porque parte de la base de que Dios está ofendido, como enfadado por
nuestros pecados y entonces nosotros hemos de pedirle perdón y luego pagar
con una penitencia la deuda contraída, y sólo así Dios se calma, olvida su
malhumor y todo vuelve a su cauce. Y no hace falta pensar mucho para darse
cuenta de que esa es la concepción del Dios del Antiguo Testamento, a lo
largo de todo el cual, campea la conveniencia y aún la necesidad del "temor de
Dios".
- ¿Y no es así?.
- ¿En qué pasaje de la vida de Cristo se insinúa siquiera que Dios se
ofende y que hay que desagraviarlo?. ¿Cómo es posible atribuir a Dios las
veleidades humanas de una forma tan infantil, o mejor, tan primitiva?. Dios
es nuestro Padre, el que nos ha hecho como somos, formamos parte de Él, y
cuando erramos, no se enfada, ni coge ningún berrinche, sino que sonríe con
comprensión, nos tiende la mano y nos ayuda y nos envía todo Su amor y su
compasión y su fuerza, para que no volvamos a caer en el error. Ese es el Dios
EL MATRIMONIO
¿Y qué me dices del Sacramento de Matrimonio?
- Que es muy hermoso, aunque mal expuesto y mal comprendido.
- ¿Por qué?
- Como siempre, porque no se conoce lo que hay detrás, su parte oculta,
y por eso no se ha explicado.
- Pero, ¿qué parte oculta tiene el matrimonio?
LA EXTREMA UNCIÓN
- ¿Qué me dices de la Extrema Unción?.
- Que es otro Sacramento, como todos, mal entendido.
- ¿Por qué?.
- Porque se piensa que, una vez recibida la Extrema Unción, ya uno va
derechito al cielo, sin importar qué vida haya llevado. Y eso no tiene nada de
verdadero ni, por supuesto, de lógico ni de justo.
- ¿Entonces?
- ¿Recuerdas lo que te dije sobre los efectos de la absolución del
sacerdote al hablar de la Penitencia?
- Sí, claro.
- Pues lo que hace la formula de la absolución, que en este Sacramento
se emplea, es lo mismo: Desenredar las comunicaciones entre el Espíritu
Superior y sus vehículos. Y, en ese aspecto, nada más. Esa persona irá, como
todas, al Purgatorio y luego adonde proceda, de acuerdo con las vibraciones
más bajas que su Cuerpo Astral posea, e irá sufriendo el daño que hizo. Y
luego irá al Primer Cielo, etc., etc.
- ¿Entonces cuál es la finalidad, como Sacramento, de la Extrema
Unción?
- Tiene tres finalidades principales. La primera, muy olvidada sólo por
falta de fe y de conocimiento oculto, es la de restaurar la salud. Por eso
debería administrarse a todos los enfermos graves y no sólo a los terminales y
en el último momento. Es un sacramento que se puede repetir pues, aunque
se utiliza el crisma como en el Bautismo y en la Confirmación, y por eso se
llama Extrema "Unción", no imprime carácter. La efusión de energía
espiritual que supone, producida por la unión estrechísima del sacerdote con
su Maestro, puede, desde luego, si no se trata de un caso de karma maduro, o
sea, inevitable, restablecer la salud completamente pues, aunque no se trata de
producir milagros, sí refuerza las defensas naturales sin infringir ninguna ley,
al tiempo que abre al enfermo a la influencia espiritual. Y todos sabemos lo
definitivo que resulta el estado de ánimo en todos nosotros y, especialmente
en los enfermos. No olvidemos que los Sacramentos son ayudas. Pero ayudas
en todos los planos, incluso en el físico.
- ¿Y la segunda finalidad?
LA EUCARISTÍA
- Y, dicho esto, vamos a entrar en el Sacramento de la Eucaristía.
- ¿También éste ha sido mal entendido?
- Mal entendido y mal expuesto. Y, por ser el más frecuente y el más
necesario, esa ignorancia o esa deficiente explicación han hecho muchísimo
daño a los fieles y a la iglesia misma durante siglos.
- ¿Qué hay, pues, detrás de este Sacramento?
- Hay mucho, muchísimo. Es el Sacramento en que más actividad se
despliega en los mundos superiores; en el que más clara se ve la colaboración y
la interdependencia entre hombres y ángeles; en que la efusión de energía es
más grande e intensa y luminosa y a más seres beneficia.
- Pero, ¿cuál es el objetivo de este Sacramento?
- Antes de contestarte quiero aclararte que hay que distinguir entre la
sagrada misa, que es el rito establecido y necesario para consagrar las especies y
producir una efusión de energía divina única e indescriptible, y la Sagrada
Forma, la Hostia, que es lo que el sacerdote consagra y consume y los fieles
reciben durante la misa para participar más intensamente de los beneficios de
aquélla. Estudiaremos, pues, la misa y, dentro de ella, el Pan y el Vino
Consagrados.
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El objetivo de la santa misa es quíntuple. Por un lado, el construir una
especie de edificio etérico, astral y mental que aísle del resto del mundo a
todos los fieles y al entorno de la iglesia en que se celebra, para concentrar en
ellos toda la energía que se reciba de lo alto, produciendo un reparto
proporcional al adelanto y a la devoción de cada uno de los presentes, una
elevación espiritual, una maravillosa llamada de atención que afecta, desde el
Triple Espíritu hasta el Cuerpo Físico, es decir, a todo el hombre; en segundo
lugar, aislar, dentro de ese edificio, al sacerdote, en los momentos cumbre,
para que establezca el contacto directo con las alturas; en tercer término, y
éste es su fin principal, producir una efusión de energía divina, consistente en
la vida misma de Cristo; luego, distribuir esa oleada de paz y fortaleza entre
los asistentes; y, por último, acumular y canalizar hacia arriba toda la
devoción de los fieles, porque debemos adorar a Dios y darle gracias, pero
nunca pensar que Dios lo necesita o lo quiere y, menos aún, que le halaga. Es,
pues, un milagroso intercambio desinteresado entre Dios y Sus criaturas en el
que éstas salen, como siempre, maravillosamente beneficiadas, repletas de paz
interna, de devoción, de fe, de confianza y de amor.
- ¿Pero no es una repetición del sacrificio del Calvario?
- Eso es una interpretación posterior a Cristo y, además, ajena a Su,
digamos, estilo. En la misa no se conmemora la crucifixión de Cristo que,
aunque necesaria para que se cumpliese Su propósito, no fue el único en
sufrirla. Lo que la misa conmemora y reproduce es la venida a la Tierra y a
nuestra propia naturaleza humana, nada menos que del Verbo, segundo
aspecto de Dios. En la misa, además, se mezclan, sin orden ni concierto, la
religión del Antiguo Testamento con la del propio Cristo. Éste, Segunda
persona de la Santísima Trinidad, cuya nota-clave es el Amor, desea que
seamos felices, que disfrutemos, que extraigamos de la vida todo lo que tiene
de hermoso, de gozoso, de alegre, de feliz y, en modo alguno, que estemos
tristes y con descalificadores sentimientos, generalmente hipócritas, de ser
grandes pecadores, inclinándonos ante un Dios vengador y ofendido. Eso no
se parece en nada a lo que Cristo predicó. Él vino a mostrarnos a un Dios
Padre, todo ternura, todo amor, todo preocupación, si cupiera la expresión,
por que Sus hijos, que en un momento de su vida pidieron su parte de la
herencia y se lanzaron al mundo, vuelvan a casa. Ése es el Dios de Cristo, ése
es el Buen Pastor, ése es el Dios que, habiendo adoptado nuestra propia
naturaleza humana, nos comprende y nos ayuda y nos socorre y nos alienta y
nos consuela, pero que nunca se ofende ni nos amenaza ni se reconcilia con
nosotros, porque nunca, jamás, ha estado sino suspirando por nuestros
innecesarios sufrimientos que nosotros mismos nos creamos, hasta el punto de
ofrecer Su propia vida por redimirnos de esa absurda situación.
LOS SACRAMENTOS.- Francisco-Manuel Nácher López
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- ¿Entonces qué queda?
- Queda todo porque, como tú sabes, el efecto de los Sacramentos se
produce siempre que se utilicen las materias y los signos y palabras de poder
por una persona apta para ello. Y esos requisitos se dan. Lo que resulta
improcedente, por incongruente, es que, por ejemplo, al Dios que vino a la
Tierra a ayudarnos y dio Su vida por nosotros en el empeño, le pidamos ya en
el Kyrie, "que tenga piedad de nosotros". ¿Más piedad aún? ¿Qué se supone,
pues, que ha de hacer? Lo lógico es darle gracias, adorarlo, elevar hasta Él
nuestros corazones, unirnos al Suyo en provecho de todos nuestros hermanos,
puesto que para ayudar a todos, sin excepción, vino. Eso sería lo congruente y
lo conveniente y lo lógico.
- Es cierto. Y sería mucho más hermoso.
- Y más efectivo y edificante para los asistentes al acto. No es, pues, un
momento para darnos golpes de pecho y fingir un dolor que no sentimos (a
Dios no lo vamos a engañar con eso), sino para sentirnos todos uno,
formando con Él la verdadera iglesia de Cristo y sintiendo con Él que todos
los hombres, todos, sin exclusión de ideas, ni de razas, ni de posición social, ni
de cultura, somos uno. Y que los más afortunados en cualquier sentido deben
ayudar, sin excepción, a los más necesitados. Y vibrar con la nota crística del
amor, de un amor incondicional, de un amor total, que desborda el propio
corazón e inunda la iglesia y se eleva a las alturas para que Dios sea feliz al
vernos felices y ya en el camino de regreso al hogar paterno.
- ¿Y la parte esotérica u oculta de la Misa?
- La parte oculta es de tal envergadura que sólo voy a resumirte muy
brevemente lo que en una misa sucede a esos niveles.
- De acuerdo.
- Es preciso que nos consideremos colaboradores voluntarios de Dios en
la labor de crear, mediante la misa, una forma de pensamiento o edificio
eucarístico, por cuyo medio puedan efundirse mejor Su vida y Su energía
desde los mundos superiores. Y que consideremos el asistir a misa como un
inmenso privilegio, una fabulosa oportunidad que se nos da de trabajar, codo
a codo con Dios, en beneficio de Sus criaturas.
La Consagración, como te he adelantado, aparte de todo cuanto
veremos luego, simboliza la bajada de Cristo a la materia y simboliza Su
sacrificio al tomar forma física y vivir entre nosotros. Por eso a la misa se la
suele denominar el "Santo Sacrificio".
El asistir al Santo Sacrificio y el comulgar en la disposición apropiada
hacen, pues, avanzar muy considerablemente en la propia evolución, ya que el
ofrecimiento de sí mismo abre un canal por donde desciende inmediatamente
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